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En una familia puede haber una relación de poder, pues como en todo hogar, hay reglas a seguir y

es deber de cada integrante no romperlas. Sin embargo, este poder puede pasar un límite de
coacción. Los padres, cuando sobreprotegen a sus hijos, existirán dos opciones: a) los hijos sigan
esas reglas sin medir las consecuencias que, posiblemente, existan en un futuro; y b) los hijos sean
rebeldes y rehúsen a seguirlas.

Puede ser una relación sana en la que exista el poder, sí, pero a veces los padres no toman en
cuenta el problema que están formando, incluso un conflicto con su hijo (uno propio, interior).
Cuando el hijo piensa que es suficiente, porque cree que ya no debe estar bajo el poder de nadie,
comienzan los conflictos por rebeldía. No se trata de desmeritar una u otra parte, ya que ambas
partes deben entender por qué sucede esto y, de ser posible, hablar sobre el tema para llegar a un
acuerdo. Los padres quieren proteger a sus seres amados, por lo tanto, es evidente que querrán
guiarlos por un buen camino. ¿Y cómo? Hay muchas estrategias, pero siempre habrá reglas. Ahora
los hijos, que llegan a un punto en el que piensan que sus padres no quieren dejarlo vivir o realizar
ciertas actividades, entonces su comportamiento cambia hacia ellos.

Se puede vivir bajo un mismo techo con reglas. Es sencillo. Claramente no dejar que las injusticias
pasen de largo, pero sí podemos vivir en un ambiente agradable. Es solo mirarnos como
ciudadanos, que estamos bajo un reglamento y lo cumplimos. ¿Por qué no hacerlo con las
personas que amamos?

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