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a antropología, como disciplina, aparece de manera tardía.

Si bien el interés y la pregunta antropológica,


que es esencialmente una pregunta por la alteridad, ha estado presente desde tiempos antiguos y es tan
remota como son los contactos entre pueblos diferentes, de manera sistémica y disciplinar la
antropología surge a finales del siglo XVIII y se consolida en el XIX.
Algunos hechos históricos marcaron el origen de la antropología. Entre aquellos aspectos históricos,
fundamental fue el descubrimiento y la colonización de América, pues las crónicas de viajeros y
misioneros constituyeron un importante insumo de descripciones etnográficas que llegaban a Europa; al
mismo tiempo, el proceso de colonización y evangelización requería “conocer” al otro para someterlo.
Más adelante, la Revolución Industrial trajo consigo una nueva preocupación referente a las culturas
tradicionales en el orden mundial que se avizoraba.
Avanzado el siglo XVIII, denominado el Siglo de las Luces, empieza a despuntar un esfuerzo
sistemático de estudio del ser humano en sus comportamiento y formas de vida. Para ese entonces, estos
estudios iban de la mano de la historia natural, con lo cual el interés por los pueblos diferentes no
superaba una visión de lo “exótico” y de lo distante.
Ya en el siglo XIX, la antropología tomó su propio rumbo disciplinar, pero en relación con el
evolucionismo de la época que, para el estudio de las culturas, planteaba un desarrollo unilineal y
homogéneo, en cuya visión los pueblos diferentes, colonizados, se encontraban en la base de una
pirámide de desarrollo unilineal, bajo la categoría de “pueblos primitivos”, y las potencias coloniales
europeas en la cúspide de dicha pirámide, bajo el concepto de “pueblos civilizados”. Desde esa visión,
los mal denominados “pueblos primitivos”, si deseaban “civilizarse”, debían seguir el camino de
Occidente.
En este contexto, la antropología, como hija de la modernidad, surge en un contexto histórico, cuyo eje
importante fue el proceso colonial europeo y los principios del positivismo y de la ilustración, que
centraron al ser humano y a la razón como centro del universo; con lo cual la antropología no dejó de ser
una ciencia que, en alguna manera, racionalizaba la experiencia humana. Paralelamente, dos aspectos
obscuros de los orígenes de la disciplina son su visión etnocéntrica, en su contexto original del
evolucionismo, y el haber servido de instrumento o herramienta en los procesos de colonización.
Con el paso de los años, los métodos y el quehacer de la antropología han ido cambiando, al igual que
las diferentes tendencias y escuelas históricas; al tiempo que, de su tradicional interés por lo exótico y lo
distante, hoy ha emprendido nuevos campos de estudio que involucran también el concepto de
proximidad y las sociedades a gran escala. Temas como el conflicto, lo urbano, las inequidades, las
relaciones de poder, el género, visualidades, ciber cultura, entre otros, hoy ocupan el amplio abanico de
intereses de la antropología contemporánea.
Marc Augé y Jean-Paul Colleyn, en el primer capítulo de su obra Qué es la Antropología (2005), hacen
un importante acercamiento al quehacer de esta disciplina en el mundo contemporáneo y los retos del
trabajo del etnógrafo en la actualidad. Los autores plantean la complejidad de lo contemporáneo y cómo
los hechos sociales ya no pueden ser estudiados como objetos estables, tal como lo hacían los etnógrafos
del pasado, sino como procesos en constante dinamismo. Auge y Colleyn insisten en que los actuales
territorios de la antropología son cambiantes y en movimiento. Lo que caracterizaría al mundo
contemporáneo es que, a pesar de la existencia de modos de vida diversos, existen unos referentes
compartidos comunes que no existían en la época en que estudiaron los primeros etnógrafos. Hoy
referentes locales coexisten con referentes de carácter global, lo que lleva a estudiar la condición humana
en constante redefinición; por tanto, la antropología de lo contemporáneo debe estar atenta a la
pluralidad cultural, pero también a las referencias compartidas y a las diferencias internas dentro de una
misma cultura, la antropología hoy debe estar atenta al conflicto y al cambio.

1.2 Aspectos generales de la antropología:


Aunque los campos de la antropología son diversos (antropología religiosa, antropología política,
antropología económica, antropología visual, antropología urbana, antropología de lo virtual, etc. etc.), y
las escuelas y tendencias son variadas, existen algunos aspectos que delimitan el ámbito de acción de
esta disciplina.
El origen etimológico del término (anthropos: ser humano y logos: conocimiento) no es suficiente para
comprender el alcance y la especificidad de esta ciencia y cuáles son los aspectos que le diferencian de
otras disciplinas, que también tienen como interés al ser humano. Para marcar el terreno de la
antropología, es preciso referir a cuatro elementos que definen sus límites y la caracterizan,
diferenciándola de otras ciencias: pregunta, enfoque, perspectiva y método.

1.2.1 Sobre la pregunta antropológica:

La pregunta antropológica es una pregunta por la alteridad, por el otro (Cfr. Krotz, 1994). Le interesa a
la antropología la diversidad, las prácticas y los discursos, los significados, lo significantes y los
sentidos, las múltiples maneras de vivir humanamente y, a partir de aquella indagación sobre la
diversidad, comprender al ser humano como tal.
Esteban Krotz anota que la alteridad no refiere a la simple diferenciación, sino a la “experiencia de lo
extraño (…) de lo ajeno”, pero lo extraño y lo lejano son tales en la medida en que se comparan con lo
propio. La alteridad es posible en el contacto cultural, del cual deviene, no solo una experiencia con el
otro, sino también una experiencia con lo propio (Cfr. Krotz, 1999).
La palabra alteridad proviene del latín alter (otro). Tiene que ver con la posibilidad de alternar
la perspectiva de uno con la del otro. En la filosofía, varios autores abordaron el tema de la
alteridad (Kant, Edmund Husserl, Sartre, Emmanuel Levinas).
En el ámbito antropológico, la alteridad constituye un pilar fundamental y, en términos generales, se
relaciona con la condición de ponerse en la situación del otro para promover una relación dialógica.
Hace referencia al encuentro y diálogo entre personas con visiones diferentes del mundo; es la
posibilidad de diálogo en igualdad de condiciones (ser diferentes-iguales). Es también un proceso a
partir del cual, ambas partes se construyen y reconstruyen en el encuentro con el diferente. La alteridad
(también llamada otredad), se opone a la mismidad que anula la existencia del otro.
El término alteridad, según la Real Academia de la Lengua, es la “condición de ser otro”.

Sobre el enfoque

El enfoque de la antropología es holístico, con lo cual su estudio entiende a los grupos humanos, sus
prácticas y discursos desde la integralidad, desde una visión de totalidad, entendiendo a la totalidad no
como la suma de partes, sino como la interacción entre las mismas. Con lo cual los diferentes aspectos
de la cultura y de las sociedades (cultura, religión, política, estructura social, etc.) están
interrelacionados.
El enfoque holístico y la comprensión de la cultura como un todo, tiene sus antecedentes en Durkheim
(1895), quien afirmaba que los diferentes fenómenos sociales (jurídicos, económicos, artísticos,
religiosos, etc.) son proyecciones de la sociedad, en la medida en que las partes son explicadas por el
todo. Esta noción sería ampliada por Marcel Mauss (1925), en el concepto de “hecho social total”,
explicando que el sentido de los diferentes planos sociales radica en la trama de interrelaciones. Para
Mauss, un “hecho social total” siempre está compuesto de dimensiones económicas, religiosas o
jurídicas, y no se agota en uno solo de esos aspectos.
El concepto de totalidad se desarrolla aún más en el estructuralismo de Lévi-Strauss (1958), quien define
que, en el concepto de estructura, uno de sus componentes o condición es la visión de sistema. Así,
dentro de un sistema lo que cuenta son las relaciones; por lo tanto, la modificación de cualquier
elemento modificará siempre a los demás. Las interrelaciones son las que dan sentido al concepto de
sistema; la totalidad sería así más que la sumatoria de las partes.
El enfoque holístico se opone a la visión atomista, que ve a la sociedad y a la cultura como una
sumatoria de partes independientes. El enfoque holístico, que caracteriza a la antropología cultural,
plantea que cada uno de los elementos y de las manifestaciones de la cultura, solo adquieren sentido en
la manera en que se relacionan con el todo.
El Pase del Niño Viajero es la manifestación de religiosidad popular de mayor importancia en la
provincia del Azuay; su poder de convocatoria la convierte en una celebración multitudinaria, a la que
asisten miles de personas de la ciudad de Cuenca y de sus áreas de influencia.

El Pase del Niño Viajero

El Pase del Niño es una manifestación de devoción y fe popular, que nace de la espontaneidad del
pueblo, involucrando elementos religiosos, pero también una importante carga simbólica y cultural.
Implica la participación de múltiples actores de la sociedad, sin limitación de género ni de edad; entre
ellos, se puede mencionar mantenedores, priostes, artesanos, barrios populares, bandas de pueblo,
asociaciones sin fines de lucro, congregaciones, niños, etc.,
En tanto celebración ritual, es un momento importante en la estructura de la sociedad, ya que posibilita
el mantenimiento y la afirmación de la identidad colectiva, al tiempo que permite la unión, la cohesión
social y la solidaridad comunitaria, pues en esta fiesta se hacen evidentes relaciones de reciprocidad y re
distribución propias del mundo andino,
Aunque el Pase del Niño Viajero se efectúa el 24 de diciembre, su compleja organización abarca un
lapso mucho mayor, que abarca alrededor de cuatro meses y que incluye la Invitación, la Velación o
Víspera, el Pase o procesión y la posterior celebración en diferentes parroquias urbanas y rurales del
Cantón.
En el día de la Procesión o del Pase, los aspectos formales se plasma en una diversidad de personajes
que, surgidos de la espontaneidad y creatividad del pueblo, se han convertido en elementos identitarios
de la manifestación y que aparecen en el siguiente orden en cada una de las comparsas: el ángel de la
estrella, la Virgen y San José, los Reyes Magos (Rey Blanco, Rey Negro y Rey Indio), Herodes y su
corte, San Juan Bautista y angelitos, en el plano de los personajes religiosos; y entre los personajes
civiles, los patrones de las haciendas, representados por niños disfrazados de españoles; los mayorales,
los huasicamas, los cuentayos, cañarejos, indios, cholitos, jíbaros, saragureños y negro
danzas, reproduciendo así la jerarquía social de las antiguas haciendas de Azuay y Cañar. Todos estos
personajes son representados por niños; además, se puede observar pequeños animales, vistosamente
decorados,
A los personajes señalados, se suman los carros alegóricos, compuestos por camionetas y pequeños
camiones, en los que se representan generalmente escenas bíblicas relacionadas con el Nacimiento de
Jesús. Junto a los carros alegóricos, aparecen también pequeños carros de madera, triciclos, coches de
niño y vehículos confeccionados a la medida de los niños y ricamente ornamentados para la ocasión.
Además de su carácter religioso y de devoción popular, el Pase del Niño encierra una serie de elementos
sustentados en usos sociales arraigados en el mundo andino, tal es el caso del priostazgo, la economía de
prestigio, la reciprocidad y la redistribución. Junto a estos aspectos simbólicos, el Pase del Niño es
también un despliegue de creatividad plasmada en el exuberante ornamento y parafernalia que, en forma
de ofrenda, se presenta en los carros alegóricos y sobre los caballos que montan los mayorales; en los
bordados y tejidos de las diferentes indumentarias; en la tradicional música de las Bandas de Pueblos,
entonando villancicos y tonos del Niño cuencanos; en los Bailes del Tucumán o de las cintas; en las
representaciones escénicas de los carros alegóricos y en la gastronomía tradicional, que incluye la chicha
de jora, los panes y “costras”, el cuy con papas, el hornado, entre otros.
El culto al Niño Viajero incluye, además, historias trasmitidas de manera oral y toda una terminología
asociada a la manifestación. Se trata de un elemento de carácter identitario para los habitantes de la
ciudad de Cuenca y su área de influencia.

1.2.3 Sobre la Perspectiva

La perspectiva antropológica es el relativismo cultural, concepto que refiere a que los significados son
relativos a los contextos del significante, del referente; es decir, los diferentes aspectos de una cultura
solo pueden ser comprendidos desde su contexto de referencia, por tanto, no se podría hacer juicios de
valor sin comprender ese contexto. Las creencias y prácticas diversas, solo pueden ser comprendidas a la
luz de las culturas específicas a las que pertenecen y no pueden ser juzgadas a partir de los patrones
culturales del observador.

1.2.4 La excepción al relativismo cultural:

Este principio de la antropología, sin embargo, ha sido cuestionado por su neutralidad. En este sentido,
las posturas actuales tienden a comprender que si bien el Relativismo Cultural sigue siendo la
perspectiva de la Antropología y un pilar fundamental de la disciplina, existirían ciertos límites al
relativismo cultural y esos límites estarían relacionados con los derechos humanos, mismos que estarían
por encima de los derechos culturales.

1.2.5 Sobre el método:

Se trata de una forma de investigación eminentemente cualitativa y empírica, que se enfoca en las
acciones/prácticas y discursos; el método de la antropología tiene como eje el trabajo de campo y la
etnografía. La etnografía consiste en la observación directa de las prácticas y manifestaciones culturales,
en un estudio de primera mano. Para los antropólogos, si bien parten de un trabajo de gabinete o
escritorio para una indagación previa de su trabajo, su accionar fundamental de investigación se da en la
observación directa de la realidad cultural. Son los datos obtenidos en el trabajo de campo los que
permiten luego generar las teorías antropológicas. Se trata de un proceso de observar, registrar y
analizar.
El método etnográfico, a su vez, se vale de diversas técnicas: observación participante y no participante,
observación flotante, entrevista, conversación, técnicas biográficas (historias de vida, historia oral,
relatos), genealogía, cartografía social, etc.

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