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La deforestación del Amazonas 1

Fuente de vida, riqueza y hogar ancestral de cientos de comunidades, la Amazonía es mucho más que el «pulmón
del planeta». Con una extensión de seis millones de kilómetros cuadrados, constituye la mayor selva tropical del mundo y
abarca territorios en nueve países diferentes. El motor que impulsa la deforestación en la Amazonia es la explotación de su
inmensa riqueza. Encabezando la desaparición de masa forestal encontramos la conversión del terreno en plantaciones
agrícolas o en zonas de pastoreo, la construcción de carreteras, la extracción maderera, las actividades mineras o la
especulación agraria, todas ellas, en muchas ocasiones, realizadas de manera ilegal o, cuando menos, irregular.
Desde los años 90, los protagonistas de la deforestación han sido la expansión de terrenos para la cría de ganado y
para plantaciones de soja y aceite de palma. El peso de la ganadería como aliciente para la eliminación de la selva es
particularmente importante en Brasil. El boom del consumo de carne y de productos derivados de animales en Europa,
Estados Unidos y China ha convertido esta selva tropical, particularmente la zona brasileña, en la plantación de soja de los
países desarrollados. Así, la soja se ha convertido en la principal exportación de Brasil, cuyo principal empleo es como
pienso animal.
Los madereros de Brasil disponen de un sistema para sortear la ley y conseguir que la madera talada ilegalmente
llegue a los mercados internacionales, y en Perú el número de canteras ilegales ha aumentado más de un 400% en las dos
últimas décadas.

Contra la vida y el medio ambiente


El valor de la selva amazónica como ecosistema y como barrera ante el cambio climático es inconmensurable.
Hogar de millones de especies animales y de plantas, se calcula que en la Amazonía habitan una de cada diez especies
conocidas. Desgraciadamente, la tala y quema indiscriminada de árboles amenaza la que es la bioreserva más grande y
variada de la Tierra. Sobrepasar esta frontera acarrearía cambios irreversibles en el ecosistema más rico del planeta,
principalmente un proceso de sabanización a gran escala.
Los cambios en el clima regional derivados de la praderización de la selva amazónica reducirían las precipitaciones
y aumentarían la temperatura. Se trata de una condena a la desaparición gradual. Por otro lado, al ritmo actual, más de la
mitad de las especies de árboles de la Amazonia podría acabar en peligro de extinción en los próximos años. La otra cara de
la deforestación es la destrucción de uno de los mayores sumideros de carbono del planeta.

Retrocesos y sombras sobre el futuro


La prueba más evidente es el aumento de la deforestación en países como Brasil, Colombia y Ecuador. El futuro
luce todavía más lóbrego si se tiene en cuenta la reciente elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, el pujante
mercado de carne y soja en China y el aumento de la demanda mundial de biocombustibles, ya que el cultivo de aceite de
palma y soja para su producción está provocando una deforestación mayor en Bolivia, Colombia y Perú. La
desmovilización de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia tras el acuerdo de paz supuso el fin de su control
sobre gran parte de la Amazonia colombiana, donde ahora el vacío de poder ha propiciado la ocupación de tierras, la tala
ilegal de árboles, la cría de ganado, el cultivo de coca y la extracción de minerales y madera. En Perú, el país con la
segunda mayor extensión de selva amazónica después de Brasil, el ritmo de deforestación también ha estado aumentando
en los últimos años, con un decrecimiento puntual del 13% en 2017.
Regiones como las de Madre de Dios y Ucayali han sufrido los efectos de la creciente minería de oro, la extensión
ganadera y el cultivo de la palma aceitera. Con estas cifras, parece poco probable que Brasil sea capaz de cumplir el
compromiso adoptado en la Cumbre de Copenhague de reducir el ritmo de deforestación amazónica en un 80% para 2020.
Brasil ha sido testigo de una creciente privatización de territorio amazónico, recortes en el presupuesto de instituciones
medioambientales, ralentización en el proceso de demarcación de tierras indígenas y la aprobación de una polémica ley que
regularizó el estatus de tierras ocupadas ilegalmente, una suerte de amnistía para aquellos que estaban provocando talas e
incendios ilegales.

Brotes verdes en el horizonte


El espectacular descenso de la deforestación en Brasil entre los años 2004 y 2012, la expansión de áreas protegidas
e iniciativas como la «moratoria de la soja», que fortalecen el control sobre la cadena de producción, son prueba de que
frenar la deforestación es posible. Un informe publicado por Greenpeace en 2006 denunció la implicación de grandes
empresas occidentales, como McDonald 's, en la deforestación de la selva amazónica debido a la creciente demanda de
soja. El escándalo condujo a un acuerdo entre la sociedad civil, la industria y el Gobierno para frenar la deforestación.
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ADAPTACIÓN: https://elordenmundial.com/la-deforestacion-amazonica/
Asimismo, en 2009 las tres mayores empresas brasileñas de la industria cárnica firmaron con Greenpeace el Acuerdo G4 o
«Deforestación Cero», por el que se comprometieron a no comprar carne de res que haya sido criada en terrenos
recientemente deforestados.
Por otro lado, el Gobierno brasileño anunció recientemente que ha sobrepasado la meta acordada en el Acuerdo de
París de reducir en 564 millones de toneladas las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la deforestación
amazónica. Frenar la deforestación resulta crucial tanto para preservar la vida en la Amazonia y los derechos de sus
habitantes como para frenar el cambio climático.

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Proporción de deforestación por países y causas. Fuente: “State of the World’s Forests”, FAO, 2016
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Tasa de deforestación en la Amazonia brasileña. Fuente: Oxford University Press
Mekong, un río para seis países4

El Mekong, conocido como “Lancang” en China, es uno de los ríos más largos y caudalosos del mundo, que recorre seis
países (China, Myanmar, Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam) Sus 4.880 kilómetros se extienden por una cuenca de más
de 800.000 kilómetros cuadrados. Gracias a este fenómeno, que sólo sucede en Camboya y en el río Nilo a su paso por
Egipto, se inundan los campos de arroz y los peces son más abundantes.

La electricidad, el gran deseo


La energía hidroeléctrica es la generada del aprovechamiento del agua en movimiento. A mayor caudal y desnivel,
mayor capacidad de generar energía hidroeléctrica, por lo que gran parte del potencial está en la parte alta del Mekong, que
acumula un desnivel de 4.500 metros en China hasta la frontera con Myanmar. No dejan de construirse presas,
mayoritariamente financiadas por empresas chinas y espoleadas por la bonanza económica y la demanda energética de
China o Tailandia. Un ejemplo claro es Laos, que está poniendo en marcha decenas de plantas hidroeléctricas para
convertirse en la “batería de Asia” con el apoyo fundamental de China.
Había sesenta y siete presas a lo largo de la cuenca del Mekong en 2017 y se han puesto en funcionamiento otras
trece desde entonces, lo que suma alrededor de ochenta presas a día de hoy. Presas hidroeléctricas en el curso del Mekong.
A pesar del incremento en energía hidroeléctrica, el acceso a la electricidad entre las personas con menos recursos en países
como Laos o Camboya no está garantizado. La demanda creciente de electricidad de las grandes urbes, y no la necesidad de
suministrar electricidad a la población en general, es lo que promueve la construcción de centrales a lo largo del recorrido
del Mekong.
Pero la construcción de presas conlleva consecuencias negativas para la biodiversidad del río, ignorada por unas
instituciones lastradas por la corrupción.

Riesgos para el Mekong


Mientras que China y Laos tienen un gran potencial hidroeléctrico, Camboya, Vietnam y también Laos acumulan
los caudales del propio Mekong y sus afluentes, lo que les proporciona grandes cantidades de agua que fortalecen el sector
agrícola y pesquero, especialmente en el delta. Este comienza en la capital de Camboya, Nom Pen, donde el gran río se
divide en dos mitades entre el Mekong y el Bassac. A su vez, estos se dividen en seis y tres grandes canales
respectivamente, y todos ellos, en conjunto, forman los llamados “Nueve dragones” que llegan hasta la desembocadura en
Vietnam. Los Nueve dragones del delta del Mekong.
Es en el delta, que se extiende por Vietnam y Camboya, donde se sufren las peores consecuencias de la
sobreexplotación del río. La escasez de agua en la parte baja del Mekong puede ser causada por las presas, pero también
por el cambio climático, que altera los patrones climatológicos de lluvias y deshielo, y por el uso abusivo de los recursos
hídricos en la propia agricultura, con métodos como la inundación o la extensión de cultivos, que demandan mucha agua.
En cuanto a la pérdida de calidad del agua, también preocupante, este puede deberse por un lado a la construcción de
presas, y la consecuente alteración del curso del río, y por otro a la contaminación. En cuanto a la contaminación, el
Mekong es uno de los diez ríos del mundo que, juntos, llevan el 90% de los plásticos que llegan a los océanos.
En la parte alta del río, en Tailandia, las crecidas y bajadas del río son cada vez más impredecibles y pronunciadas.
En la parte baja, Camboya se opone a las presas construidas por Laos porque pueden reducir el caudal del Mekong en su
territorio, pero no por ello deja de poner en marcha proyectos propios, a pesar de las graves consecuencias
medioambientales que puedan tener. Así, la sobreexplotación de sus aguas y ribera, y la construcción ilimitada de presas a
lo largo de su curso, amenazan a las comunidades locales que tradicionalmente se han servido del río para subsistir. En la
cuenca del Mekong habitan más de cien grupos étnicos distintos, siendo una de las regiones con más diversidad del mundo,
y aunque vive un proceso de urbanización constante, la población rural sigue siendo muy importante.
La construcción de presas, junto a las consecuencias del cambio climático en la zona del delta, provocarán el
desplazamiento de millones de personas.

Amistades complicadas
Al igual que con otros grandes ríos transnacionales, los países de la cuenca del Mekong han puesto en marcha
organizaciones internacionales para regular su uso. Frente a la colaboración de estos cuatro países, China creó en 2015 el
Foro de Cooperación Lancang-Mekong para facilitar la construcción de infraestructuras por toda la región en consonancia
con su gran proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. Las numerosas plantas hidroeléctricas construidas en países

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Adaptación: https://elordenmundial.com/mekong-un-rio-para-seis-paises/
empobrecidos dependientes de la ayuda financiera china dan más soberanía energética al gigante asiático, y Laos y
Camboya están precisamente entre los países que acumulan mayor deuda con China. Países con mayor deuda externa con
China en porcentaje del PIB, 2017.
Con dos organizaciones internacionales distintas y tantos intereses enfrentados, establecer acuerdos e implementar
acciones conjuntas entre los seis países es complicado. Para frenar la escalada de tensiones, China trabaja para establecer
alianzas con sus vecinos, especialmente mediante la financiación de los proyectos de grandes presas mediante los fondos
del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras. El último de los seis países es Tailandia, que no pertenece a la
Comisión ni tiene el poderío de China.

Escenarios futuros
La cuenca del Mekong se enfrenta a grandes retos, como implementar nuevos modelos de consumo energético y
sistemas agrícolas. Es imprescindible evitar graves accidentes como el colapso de la presa de Xe Pian-Xe Namnoy en Laos
en 2018, entre otros. Y también es necesario integrar a China, la potencia regional, en la Comisión para el Río Mekong y
hacer partícipe al sector privado, para poder poner en marcha todos estos cambios. Si la oposición de los países de la
cuenca baja a las grandes infraestructuras hidroeléctricas se tradujera en un consumo más responsable por parte de sus
habitantes, empresas e instituciones, esto podría traer cambios positivos para el río.
En Tailandia, por ejemplo, ya existen algunas experiencias en el campo de la energía solar y fotovoltaica. La
emergencia climática es una realidad, y los desastres naturales son cada vez más frecuentes en el sudeste asiático. A pesar
de las consecuencias negativas que se prevén, la demanda creciente de energía hará que países con economías más potentes
como China o Tailandia sigan invirtiendo recursos en construir más presas, alterando todavía más el curso de un río del que
dependen millones de personas. El Mekong es el centro de la tensión regional y seguirá siendo determinante para el sudeste
asiático.
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Presas hidroeléctricas en el curso del Mekong.
Fuente: Water Grabbing

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