Está en la página 1de 8

Sylvia Molloy o las trampas de la memoria

Lucas Martín De Mec

En el año 2010, Sylvia Molloy publicó un texto de difícil clasificación genérica

titulado Desarticulaciones. Aunque la propia editorial Eterna Cadencia lo cataloga

como “1. Narrativa argentina 2. Novela” (6), diferentes características del estatuto de

‘novela’ se ven asediadas en el tratamiento que la autora le otorga a su “pulsión de

narrar” (Amante 2021: 18). El día a día del acompañamiento y testimonio de una voz

‘narradora’ a una persona cercana, ML., que se encuentra en los últimos meses de

raciocinio por motivos que no se explicitan —aunque sí se exploren en profundidad sus

matices y consecuencias—, es tanto una excusa para poner por escrito sus memorias,

como también el epicentro del conflicto vincular que supone lidiar con una

conversación afectiva que se convierte paulatinamente en un monólogo.

Desde un primer momento, el término ‘desarticulaciones’ valdrá como

significante de un conjunto abierto de referencias para lo que, desde este texto, se

pretende enunciar y problematizar. Las afecciones físicas de ML. que toman, por

momentos, un primer plano; la pérdida de la memoria que también aqueja a esta

persona; el propio recuerdo de la voz narradora que comienza a imbricarse con el paso

de los meses; la escritura fragmentaria de escenas que —superficialmente— no

muestran vinculación en un primer momento; la superposición de temporalidades y

escenas en la disposición del texto; la mención de los personajes únicamente con sus

iniciales; hasta el trabajo de la ficción de figura autoral que se nos presenta con la

intertextualidad (Genette 1989: 9) explícita o alusiva en las escenas que recupera en

cada apartado. La multiplicidad de entradas de significado que nos propone el título y la

1
lectura del texto de Molloy nos habilita una apertura que excede los límites de las

características típicas de una novela.

Por ejemplo, el concepto de ‘narradora’ rápidamente se ve —también—

desarticulado. Aunque toma nociones típicas como el testimonio, el protagonismo y el

uso de una primera persona singular propia de las novelas posteriores al siglo XIX, la

confiabilidad en la voz que, acaso, organiza el texto y busca, o no, representar su

realidad se convierte en tema de reflexión de la misma figura: “Acaso esté inventando

esto que escribo. Nadie, después de todo, me podría contradecir.” (Molloy 2010: 30). La

capacidad de representación del lenguaje es reconocida, pero también la intención o

potencialidad de esta ‘narradora’ de falsear los núcleos narrativos del pasaje a la

escritura de su memoria.

La frase “Nadie me podría contradecir” supone, por lo menos, dos

aseveraciones: primero, la ausencia de compañía a esta voz en sus momentos de

acompañamiento a ML.; segundo, el desvanecimiento del estatuto de ‘persona’ para su

compañera, que deviene paulatinamente en un ‘nadie’, un duelo tratado desde la

escritura y con antelación al momento ulterior de contacto con ella. La memoria es el

punto de partida de su escritura, pero con la convicción de modificarla si es necesario

para su tránsito por la pérdida: “No quedan testigos de una parte de mi vida, la que su

memoria se ha llevado consigo. Esa pérdida que podría angustiarme curiosamente me

libera: no hay nadie que me corrija si me decido a inventar.” (30).

Se bordea el tratamiento de la angustia, quizás existencialista, frente a la tensión

presencia—ausencia que observa esta voz narradora. Sin embargo, la respuesta se

distancia de las categorías del lugar común: la falta de testigos es una liberación, una

puerta abierta al componente ficcional dentro de un marco que se pretende verosímil. La

inquietud de esta primera persona singular se explicita en uno de sus fragmentos: “Yo
2
quiero ser dueña de mi memoria, no que ella me maneje a mí.” (59). El reconocimiento

del conflicto sobre el control entre la voz y su memoria, para avanzar en su proyecto de

escritura.

Derrotada la figura de ‘narradora’, la acompañante de ML. explicita su deriva y

busca una nueva categoría que satisfaga sus intenciones: “No escribo para remendar

huecos y hacerle creer a alguien (a mí misma) que aquí no ha pasado nada sino para

atestiguar incoherencias, hiatos, silencios. Esa es mi continuidad, la del escriba.” (38).

El testimonio continúa en el foco de la atención, pero se libera de la obligación de

buscar una totalidad en su relato. Presenta el rol del escriba, el papel de quien pone por

escrito lo que no ha sucedido en el territorio de la escritura.

Aunque este término invitaría a la interpretación de un trabajo que se limita a la

repetición de la memoria sin intervenciones, históricamente carga con una connotación

diferente: el escriba está asociado a una figura de poder y, en la religión católica, por

ejemplo, a la hipocresía. La posibilidad de ser quien pone por escrito y no tiene que

rendirle cuentas a otro sobre lo que dice lo habilita, paradójicamente, a modificar el

original. Con esta propuesta, de ‘narradora’ a ‘escriba’, se desliza uno de los primeros

acercamientos a la impunidad, a la trampa a la memoria.

Aparece la diferencia en un ejercicio de repetición, “repetición como conducta y

como punto de vista <que> concierne a una singularidad no intercambiable,

insustituible” (Deleuze 1968: 21). La escriba1 logra trabajar escenas de su memoria

dándole lugar a la singularidad que se produce en el momento de la escritura. La

autopercepción de la voz narradora desde este nuevo lugar permite la resonancia en

1
Se continuará con esta categoría, propuesta en el texto de Molloy, para evitar figuras asediadas en
Desarticulaciones como la del ‘narrador’.

3
otras figuras de la historia de la literatura como el copista, quien también, en su ejercicio

de repetición de un original, daba lugar a modificaciones.

Como ya ha sido presentado en el este escrito, la cita obtiene un tratamiento

singular dentro del abanico de referencias de las ‘desarticulaciones’ en el texto de

Molloy. No se trata de una simple correspondencia de cada fragmento del texto con un

libro de literatura ‘universal’, sino de una oscilación constante entre mención,

escenificación o puesta en funcionamiento de algunos elementos de otros textos en

alguno de los momentos de reflexión de la acompañante de ML: “Molloy hace lo que

hace siempre: reescribe como quien hace reverberar. La escena es una cita.” (Amante

2021: 21). De esta manera, la lectura fragmentaria que restringe algunas de las zonas de

narración del vínculo de ML. con la escriba, abre otras lecturas desde el trabajo con la

literatura en general.

Tanto ML. como la voz de la narración son presentadas como investigadoras y

profesoras de la carrera universitaria de Letras, por lo que su vínculo, además de ser

recuperado con un compendio de escenas de la memoria de quien aún recuerda, puede

ser reconstruido desde las lecturas que supieron compartir: “La cara se le ilumina al

verme, te estaba esperando, me dice, como algún personaje de Rulfo.” (Molloy 2010:

30). En este pasaje, se asemeja la figura de ML., en proceso de desarticulación, con la

del fantasma en Pedro Páramo de Juan Rulfo, cuando Juan Preciado visita Comala en

busca de su padre y se encuentra con lo que ha quedado luego de la muerte.

El tratamiento de Molloy de la intertextualidad “no se asienta en el literal

traslado de las mismas palabras de un texto a otro, sino en el encuentro no fortuito entre

lo propio y lo ajeno. Y si bien no necesariamente enloquece, la cita siempre enajena. Se

toma lo que se lee, y se lo reescribe para poder releerlo, pero transformado: ha sido –

repito– enajenado.” (Amante 2021: 21). Nuevamente, la diferencia en la repetición que


4
Gilles Deleuze propuso medio siglo antes de la publicación de Desarticulaciones. Desde

la recepción, se permite leer el argumento del texto de Molloy, en este pasaje en

particular, en clave de las propuestas de Juan Rulfo en su propio texto.

Uno de los fragmentos más relevantes en esta lectura de Molloy desde la escena

como cita, es el titulado “Fracturas”: “Hace una semana, me atropelló una bicicleta y me

rompió la pierna. Pasé días en el hospital, atontada por los calmantes, (…) No me

acuerdo de nada: ni con quién hablé por teléfono ni qué les dije a los que me vinieron a

visitar.” (Molloy 2010: 61). Por primera vez, la primera persona del texto se ve afectada

físicamente por un accidente y comienza a ver la repetición de patrones entre ML. y

ella, así como también los rasgos distintivos de su caso en comparación. La suspensión

del raciocinio y del propio presente de su memoria —“No me acuerdo de nada”—

acompaña la pérdida de movilidad, la fractura que no imposibilita a la escriba y la

iguala —en algunos aspectos— a ML. Sin embargo, sus recuerdos persisten y se

exacerban, el reposo por su fractura propicia la reflexión.

Este fragmento cierra con la explicitación de una escena que ya se encontraba

resonando en el relato de la escriba: “Y pienso en ML., que durante su convalecencia no

experimentó ese abarrotamiento digno de Funes, ML. que ni siquiera recordaba haberse

roto la pierna aun cuando la tenía delante.” (62). La reverberación del texto de Borges

“Funes el memorioso” cobra presencia en la materialidad del lenguaje de Molloy: no

sólo la mención del personaje abre la lectura, sino también la puesta en funcionamiento

de términos que no le son propios: “Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de

pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo

de Funes no había sino detalles, casi inmediatos.” (Borges 1942: 110).

El abarrotamiento se instala como clave de lectura de este fragmento de

Desarticulaciones. Se establece el vínculo entre la escriba, ML. y Funes desde la


5
inmovilización contra su voluntad y el trabajo de la memoria que esta situación

acompaña. Sin embargo, la reescritura y el trabajo con las citas no se reduce, tal como

menciona Adriana Amante, a un traslado de valores de un sistema al otro, a un sistema

de injertos que fracasen en una lectura estéril.

La lectura desde esta propuesta de trabajo enajena, logra la confluencia entre lo

propio —la fractura de la escriba, el recuerdo de ML. — y lo ajeno —un Funes postrado

que recuerda de forma exacerbada y casi totalizante—. Invita a una lectura activa y

atenta, no solo del texto de Molloy, sino también de los textos en diálogo:

Desarticulaciones se puede leer a través de sus escenas de citas y, también, los textos

que exceden a la autora argentina y su época pueden revisitarse desde las claves de

lectura de este texto de 2010: “He recordado minuciosamente la familia de mi madre, de

mi padre, he pensado en mi hermana, he revivido los años que vivimos juntas en París,

(…)” (Molloy: 62).

El adverbio de modo reverbera en el texto de Borges, indica la naturaleza del

tratamiento que se realiza con la memoria: aunque falseada en la escritura, es atravesada

por la intensidad, por la revisión de la vida, por la forma en la que se recuerda: “(Repito

que el menos importante de sus recuerdos era más minucioso y más vivo que nuestra

percepción de un goce físico o de un tormento físico)” (Borges 1942: 110). El

protagonista del cuento que se encuentra frente a Funes y su memoria sin límites,

remarca en varias oportunidades este modo de operación sobre el recuerdo: instala,

también, la singularidad de repetir lo que ha observado, aspecto que es explotado desde

diferentes aristas en el texto de Sylvia Molloy.

La diferencia y la repetición como trampas de la memoria se trabaja desde otra

de las inquietudes de un profesional de la carrera de Letras: el miedo al plagio. Uno de

los pasajes del texto se focaliza en las clases de la escriba mientras ML. se encuentra en
6
plena desarticulación: “Al comentar la novela en clase, emitiendo algunas de nuestras

observaciones de entonces como si fueran nuevas, sentí como que nos plagiaba. O

mejor: sentí como que la plagiaba a ella…” (Molloy 2010: 47-48). La copia de las

clases cobra un doble movimiento: hacia una tercera persona, ‘ella’, o hacia una primera

persona plural, ‘nos plagiaba’; nunca menciona que sienta que se repite a sí misma.

Problematiza la idea de novedad, se vuelve sobre la idea de ‘singularidad’ que

ronda en torno de varios de los pasajes del texto y se le atribuye un nuevo tratamiento:

el simulacro de novedad, manifestar como si fuera nuevo; plagiar desde una situación

oral, donde no quedan registros tan tangibles como en la escritura. Debido a la

naturaleza efímera de sus palabras en una clase universitaria — el ficticio apunte de

clase sería una nueva instancia de diferencia y repetición que excede a la reflexión de la

escriba —, el delito de copia se pierde en la impunidad de la incapacidad de respuesta y

del medio en el que se produjo.

Las trampas de la memoria, entonces, tienen una presentación y desarrollo

exhaustivos en el texto de Sylvia Molloy desde diferentes acepciones y vinculaciones

con otros textos ajenos a la autora, pero concluyen en la misma instancia ulterior: la

impunidad. Así como se decide terminar el encadenamiento de escenas que hacen al

libro antes de la muerte de ML., se decide exponer la repetición de los recuerdos y las

modificaciones conscientes a ese material sin culpa. Falsear la memoria tiene dos

caminos en el texto de Molloy, la escritura de ML. mientras sigue viva para que perdure

en la textualidad; pero también el olvido, que “permite el regreso impune; de alguna

manera, ella ya ha vuelto.” (Molloy 2010: 75). La impunidad del accionar de la escriba

—su trabajo con el simulacro, la trampa, la falsificación y el plagio— es el que permite

que la escritura concluya antes que la vida de ML.

7
Bibliografía consultada

 AMANTE, Adriana (2021). “La cita robada o los laberintos de la memoria de

Molloy”. Revista Chuy, número especial “Todo sobre Molloy”, vol. 7, 16-29.

 BORGES, Jorge Luis (1942). “Funes, el memorioso”, en Ficciones. Buenos

Aires: Sudamericana.

 DELEUZE, Gilles (2009). Diferencia y repetición. Buenos Aires: Amarrortu

Editores.

 GENETTE, Gerard (1989). Palimpsestos. La literatura en segundo grado.

Madrid: Editorial Taurus.

 MOLLOY, Sylvia (2010). Desarticulaciones. Buenos Aires: Eterna Cadencia.

También podría gustarte