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COLECCiÓN DIAMANTE

B . PÉREZ GALOÓ S

51

LÓPEZ - Librero - Bar.::: e !'

Nacional de España

¡.
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«:> Biblioteca Nacional de España


CO LECCION DIAllANTE
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© Biblioteca Nacional de España
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l.uu u"-' '''
BENITO PÉREZ GALDÓS
(De la Re.I AcademIa Española)

LA CASA
DE

SHAKESPEAR E
Porlugal.--De vueHa de Italia

BARCELONA
ANTONIO LÓPEZ :: LIBRERO
Rambla del Centro, 20

© Biblioteca Nacional de España


ES PROPIEDAD
DEL EDITOR

Antonio López, Impresor Olmo,8

10 Biblioteca Naciona l de Espa ña


Í ND IC E

La casa de Shakespeare
I.- ¿Por dónde voy a Stratford?-La
estación de Bi,mingham. . . 5
Il. - Stratford al fi n.-Shakespear's
hotel. . 10
IlI.-La casa . 17
IV.-La t umba 21
Portugal l . 29
11. 46

De vuelta de Italia
l.- La Nación italiana . 61
H.- Roma . 75
IlI.-Verona . 89
IV.-Venecia. 101
V.-Florencia 114
Vl.-Padua.- Bolon ia 127
VIl.- Nápoles 142
VIlI.- Pompeya . . . 155

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«:l Biblioteca Nacional de España
LA CASA DE SHIKESPEARE

¿Por dónde vaya Stratford?-La


estación de Birmingham

Siempre que visité a Inglaterra tuve


deseos vivísimos de hacer una excursión
a Stratford-on-Avon, patria de Sh akes-
pear.c. Unas v.c ces por falta de t iempo,
otras por dist in tas causas, ello es que
no pude realizar mi deseo hasta el pasa-
do año. Por fin, en Semptiembre último
pisé el suelo, que no vacilo en llamar sa-
grado, donde están la cuna y sepulcro
del gran poeta. Desde luego a,firmo que
no hay en Europa sitio alguno de pere-
grinación que ofrez·ca mayor interés ni
que produzca ·e mociones tan hondas,
contrFbuyendo a ello, no sólo la grandeza
literaria del personaje a cuya memoria
Se rinde culto, sino también la belleza y
pcesÍa incomparables de la localidad.

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6 LA CASA DE SHAKESPEARE

b mayor parte de los nombres son ingle·


Si en Inglaterra Stratford es un lugar
de peregr.ina ción muy vi si tado, pocos son
los via jeros del contine nte que se corren
haci a allá. En los v oluminosos li bros
do nde firman los vi's itantes, h e v is to que
ses y norte-am ericanos ; contadís imos los
de franceses e italianos, y españoles no
vi ninguno. Creo que soy de los pocos,
si no el único es pañol, que ha visita do
aquella J erusalem literaria, y no ocu lta-
ré que de ello me sien t o orgul'loso rin-
diendo este ho menaje al gran dramatur-
go, cuyas creaciones pertenece n al mun-
dn enter,o y al patrimonio artístico de
la humanidad.
Yno crea n mis lectores que ir a S t rat-
lord es o bra tan fácil, aún hallándos,e en
Inghterra. La superabulldancia de co-
lIlunica.ciones viene a produci r el mismo
efec t o que la falta de e'llas.
No conozc o confusión semejante a la
que se apodera de un viajero instalado
en cualquier ciudad inglesa cl1andocoge
el "Brads;haw" o Guía de ferrocarriles,
y trata de investigar en sus laberínticas
páginas el camino más corto y más breve
para tra s ladarse de u n confín a otro de
la Gran B reta ña. El libro ele los Vedas
es un mod e10 de claridad en compara-
ci ó n elel volumi noso" Bra,dshaw". Si qui-
siéra mos dirigirnos por cualquiera de las
tres grandes líneas o r e,eles Cjue partiendo
de Londres cruzan toda la isla, a saber,
ei .• Uorth- W ,estern ", e:l .. Nh elland" y ~l

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BENITO PÉREZ GALD6s 7

"Great-N orthern ", la tarea no es en ex-


trem o difícil; pero si intentamos buscar
dire·c cioncs transversales por las infini-
tas ra m as que enlaza n es tas líneas unas
COIl ot ras y con las secundarias, vale
más renunciar a indagar el camino, y
confia r se al <1ocaso, entregándose a las pe-
ri pec ias de un viaje de a ven turas, y a la
bnena fe de los em pleados del ferroca-
rril.
I
Ver,da,dera maraviHa de la ciencia y de
la inDus tria es la muchedumbre de trenes
que ponen en movimiento tocios los días
rle la semana, menos los domingos, las
Compaíiías antes citadas, y además las
del "Great vVestern" y "Great Eastern",
y la fáci l exactitu'd con que las estacio-
llC S de empalme da n paso a tan enorme
matcrial rodante sin confusión ni retra-
so. La velocidad, acortand o distancias ,
desarrolla en aquel. país ha s ta tal punto
b afición a ,l os viajes, que toda la po-
blación inglesa parece estar en constante
1110vimicn too Se viaja por negocio, por
ha cer vi si tas, por hablar con un amigo,
por ir de compras a una ciudad proxima
o lejana, por pasear y hacer ganas de
comer.
A Hallábame en Newcas tle, y nadie me
d"ba razón de la vía más breve para vi-
sitar "the home of Shakespeare". Una
rápida inspección del mapa simplificó la
dificultad, pues viendo q ue Stratford está
ce rca de Birmingham, a esta ciudad ha-
bía que ir por 10 pronto. Después, Di o ~

~ Biblioteca Nacional de España

L
8 LA CASA DB SHAKESPEARB

diría. Entre N ewcastle y Birming h am,


el viaje es entretel1idísimo, pues se pue-
den admirar las catedrales de Durham
y York, y después se atraviesa una de
las comarcas industriales más interesan-
tes, la e1el Hallamshire , donde está Shef-
field, la metrópoli de los cuchillos. Sin
detenerme recorro esta región contem-
p.lan.do la inmensa crestería ele chimeneas
humeantes que por toelas partes se ve,
y llego a Birmingham, ciudad populosa,
tina de las más grandes, ricas y traba'l a-
d o ras de Inglaterra. Un poco más ale-
gre que Manchester, se le parece en la
animación febri'l ele sus calles, en la ne-
grura de sus soberbios edificios, y en
la muchedumbre y variedad de estable-
cimientos ind'tlstriales.
¿ En qué parte del mun'do, por remota
y es,condicla que sea, no se habrá vi s to
la marca de esta ciudad aplicada a cual-
quier ohj'eto de uso común y ,o rdinario'
La ul1iversalida·d, la varl,edad y el cos-
mopolitismo de la industria de Birmin-
gham se expre san muy bien en un elo-
cuente párraf.o de la obra de Burrit,
"Paseos por el país negro" . Dke así:
"El árabe come su alcuzcuz con una
cuchara de Birmingham; el pachá egip-
cio ilumina su harem con cande'l abros de
cris,tatería de Birmingham; el indio ame-
ricano se bate con el rifle de Birmin-
gham, y el opulento rajah del Ii,dostán
deco ra su mesa con los cobres de Bir-
mil1gham; el audaz giTlete que recorre

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BENITO PÉR ItZ GALDÓS 9

las estepas de Süd-América espolea su


ca haHo can un acicate de Birmingham,
y el negro anüllano corta 'la caña de
az úcar con su hacha de Bitrming,h am ...
etcétera. "
N o copio más porque es el cuento de
nunca acabar. semejante al de las cabras
de Sancho.
La estación de esta gran m etr óp oli in-
dustrial es de tal magnitud, y hay en etla
u n vai vén tan verüg-inoso de trenes, y
g entío tan colosal, que no extrañada yo
que perdi-e ra e-l sentido qui en descono-
ciendo la le-ngua y las cost!\lmbres, se
vie ra ohli g a-do a indagar en aquel labe-
r into una dirección cualquiera.
"¿ En qué plataforma se toma billete
para Stratford ? "
Esta es la pre¡;unta q.ue se ve obligado
a hacer el peregrino shakesperiano en la
ing-ente estación de Bkmingham.
N o se crea que tal pregunta es con-
t'cstada fáci'lmente. Muchos empleados no
saben -c ual es el cami'no de StratfoTd, y
10 más que hacen es informar con in-
cierto laconismo: "Es de la otra parte" .
y recorra usted otra vez los puentes que
cO'mumcan las inmensas naves por enci-
ma de las vías. Después pase usted por
un túnel abierto &ebajo d-e otras, hasta
lle <Yar a las plataformas del costado Sur,
y ~1Ií, échese a correr a lo largo del in-
t erm inab1e andén.
Por fin, hay quien dé informes exactos
de la vía que se debe tomar, del sitio don-

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10 LA. CASA DE SHAKKSPEARE

de está el "booking-office" o despacho


de billetes, y de la hora del tren. Gracias
a Dios, ya tengo en la mano el billete
para Stratford; tomo asiento en un co-
che; el tren marcha. :Mil y mil veces
gracias al Señor.

II

Stratford al fin :: Shakespeare's Hotel

L'lego por fin a l1na comarCa totalmen-


te distinta de la Inglaterra de Birmin-
gham, .Manchester y Lec·ds. Han desa-
parecido las chimeneas, han hl1ilClo aque-
llos fantasmas es'c uetos qu e se envuelven
en el humo que vomitan, y que agobian
el espíritu del viajero CO:1 su negr,u ra sa-
táni'ca. Penetro en un país risuefio, más
agrícola que industria'l, impregnado de
amenidad campestre. N o más fábricas, no
más industria. La negra p esadilla se disi-
pa, y d humo, que todo lo entristece, se
va quedando atrás. Recorro un ramal
del "Mi:dland", que enlaza esta gran red
con la no m en os imDortant.e del "Great
\-Vestern", y en tramo's en la provincia de
\;Y"arwick o \Va.rwichshire, una de las
lllás pintorescas de 11l¡(laterra, y además
ilustra'da con in teresa:1,tís,imos recuerdos
h is tó.ricos.
Paso junto al célebre castillo de Kc-
pilworh, parte en ruinas, que da nombre

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BEN:l'rO PEREZ GALDÓS 11

a una de las mas afamadas 110've1as de


vValter Scott. Perteneció aquella magní-
fica r-esidencia al conde de Leicester,
favorito d'e la reina Isabel, en honor de
h cua'l se celebraron ruidosas y esplén-
didas fiestas. On1Í>to la desc.rbpción de
esas hermosas ruina s, así como la dd
castillo de vVa.rwick, que me apartaría
de mi objeto, y sigo en busca de la casa
del poeta. i Kenilworth Leicester, Isabel!
todo esto ha pasado. mientras que Sha-
kespeane vivirá eternamente, y su hu-
milde morada despertará más curiosidad
e interés que todos los palacios ele prín-
cipes y niagnates.
La impresión de cLescans-o y de paz
que produce en el ánimo del viajero este
ameno y poético rincón de Inglaterra
vak las poenas y coritrariedades del ex-
traviado viaje. La campiña es deliciosa y
revela las mayores perf'C cciones y pro-
gresos de la agricultura. Por fin el ramal
de :Midland enlaza con un fenocarril pu-
ramente local, tranquilo, y más parecido
a los nuestros que a lo s ingleses, porque
no hay en él ni el vértigo ni la velocicla'l
ele las r,ed-es centra les de la isla, ni en
las estaciones desm ed ida aglomeraci ó n
de pasaj eros.
Por fin llego a la estación y al pu eblo
de Stratfort, qcle es una villa de diez mil
habitantes.
E n la estación, lo mi s1110 qu e en ' nues-
tras ciu'dades provin cianas, hay un óm-
nibus que recoge a los viajeros y los va

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12 I,A OASA DE 8HAKESPI!:ABE

dejando en las casas o en las fondas. Es


de noche. Todo en este simpático pueblo
resp.ira tra nq uilidad, bie.nestar y cüstum-
bres puramente campestres. El que sale
de las populosas ciudades im:lustriales
para venir aq/uí, cree entrar en la gloria.
Los nervios descansan de! infernal ruido
y de las impresiones rápidas y múltiples
que constantemente recibimos en los
gran.des centros urbanos. La imaginación
es la que no descansa, antes' bien se lanza
a los espacios ideales, representándose el
tiempo en que vivía la eximia persona
cuya sombra perseguimos en aquella apa-
cible y poética local idad. N o podemos
separar al habitante de la morada, y nos
empeilamos en tras/la dar ésta a los tiem-
pos de aquél, o en modernizar al poeta
para hacerle di s·currir con nosotros por
la, ca lles, hoy alumbradas con gas, de
su querida y placentera vi!la.
Dos hoteles hay en la patria de Sha-
kespeare qne merecen especia.! mención.
Uno es el l'lamado "Red Horse". cé.lebre
porque en él escr,ibió vVashington Irving
S1.1S impresiones de Stratford; el otro,
llamado "Shakespea/re's Hotel", ofrece la
particulari,d ad de que los cuartos están
designados con los títulos de los dramas
del gran poeta. El que a mí me tocó se
denominaba "Love's Labonrs Losit", y
a la der echa mano ví "Hamlet", y más
allá, en e.! fo n.do de un corredor oscuro y
sinie stro, "Macbeth".
La posada pertenece al género patriar-

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-

BENITO PÉUEZ,GALOÓS 13

caL, Si11 nada que 10 asemeje a esas mag-


níficas colmenas para viajeros que en
LonMes se llaman el "Metropolitan" y
en París el "Gran Hotel ", Es más bien
una de aquellas cómodas hosterías que
describe Dickcns en sus novelas, y de
las cuales habla también Macaulay en su
hermosa descripción de las transforma-
ciones de la vida inglesa. Todo aJ.lí res-
pira bienestar, "con.f ort", tranquilidad y
aseo. El estrepitoso y chil:lón lujo de los
hoteles a la moderna no I existe allí. La
escalera, de nogal antiguo ennegrecido
por el tiempo; los muebles, relumbran-
tes de limpieza, revelan la domesticidad,
la confi'a nza, la vida de familia . Hués-
pedes y patrones viven en apacible con-
cor,dia. La mesa es abundante y poco
variada, el "roastbeef " excelente, el té
magnífico, y luego venga:l toS! '. I.LB, "ha-
con ", huevos escalfados, ensaladas, pata-
tas cocidas, y todo lo demás que cüns-
tituye la sobria culinaria británica. La
cerveza y la mostaza completan el buen
avío. Para mayor encanto, el interior de
:¡quel htrmLso cuarto que lleva el título
(estampad0 con claras letras en una ta-
bla sobre la puerta) de "Love's Labours
Lost ", ofrece comodidades que en vano
buscaríamos eñ los más aparatosos ho-
teles del Continente. Basta decir que las
camas inglesas, grandes: mullidlas, .limpias
como los chorros del oro, son las mejores
del mundo, y que el ajuar d·e tocador
que las acompaña no tiene riva1.

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14 LA CAS .~ DE SHAKESl'EAI<E

El dueño de la casa (y ésta revela' en


su interior una respetable antigüedad),
queriendo sin duda qu,e sus huésped es se
empapen bien en las id eas e imágenes
shakes!,>erianas, ha llenado el edifkio, des-
de el portal hasta el último cuaf"to, de
cuadros y estampas colocadas en vistosos
marcos, todos de as,untos de los dramas
del poeta. Cuanto ha producido el buri'l
cn el siglo pasado y en el pr,e sente, aHí
se encuentra. Hay grabados hermosos y
otros deplorables. El viajero que pasa la
noche allí, se ve acosado. por la tUlfba de
ilustres fantasmas.
Se 'l os encuentra en su akoba, en el
comedor y hasta en el cua,rto de baño.
Aquí "Lady Macheth" lavándose la ma-
no; más allá "Catalina de Aragón" re-
clamando sus derechos de reina y espo-
sa, o el "Rey Lear", de luenga barba,
echando maldiciones contra el cielo y la
tierra. Por otra parte eJ fiero "Glouccs-
ter", de horrible catadura; el vividor
"Falstaff", panzudo y dicharachero; más
lejos el judío "Shylock" .nte el tribunal
presidi,do por la espiritual "Porcia". N o
faltan Antonio discurriendo ante el ca-
dáver de César, ni "Kaliban" y "Ariel ",
seres imaginarios que parecen reales:
"Romeo" ante el alquimista ; "Julida"
con su nodriza, u Ofelia" tirándose al
agua; en fin, todas las figuras que el
arte creó, y la humanidad entera ha he-
cho suyas, reconociéndolas como de su
propia susta.ncia.

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BENITO rÉRKZ GáLDÓS 15

En el - comedor ~ del hotel encue ntro


tip os de los que Dickens nos ha h ec ho
f,lnü liares. La raza inglesa es poco sen-
sible a las modificaci'Ünes externas im-
pu estas por la civi,liza·ción. En algunos
he creido encontrar aquella casta de fi-
lántropos inmontalizada por el gran no-
velista, y les he mirado las piernas espe-
rando ver en ellas las polaines de Mr. Pic-
wick.
Después de una noche de descanso en
h cómoda vivienda en compañía de las
imágenes trágicas que dec-oran las pare-
des de la habitación, la claridad del día
nos permite hacer un reconocimiento de
la villa, la cual es pequeña, pues sólo
tiene quince o veinte calles y revela un
perfecto orden municipal. Ya quisieran
nuestras presumida·s capital·es del Me-
diodía tener una administración local
que se asemejase a la d'e aquella aldea,
situada en un rincón de Inglaterra. Los
servicios muni,cLpales son allí tan esme-
rados como en los mejores bar.rios de
Londres. Basta dar un paseo por las ca-
lles de Stratford, paseo en e<1 cual no se
emplea més de media hora, para com-
prender que nos hallamos en un pueblo
donde las leyes reciben el apoyo y la
san ci ón augusta de la·s costumbres. La
civil ización tiende a la uniformidad y
bajo su poderoso influjo hasta las más
remotas al dea s toman las apa6encias de
ciuda.des populosas. En Stratford se en-
cuentran tiendas tan bellas como las de

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16 LA CASA DE SHAKKSPKARE

Londres, y el vecindario que discurre


por las calles tiene el aspecto de la bur-
guesía londonense. Por ninguna parte se
ven los cuadros de miser.ia que suelen
hallarse en las ciudades industriaJes ni las
turbas de chiquillos haraposos, tiznados
y des·c alzos que pUlulan en los docks de
Liverpool o en el "Quays.ide" de N ew-
castle. El bienes1atr, la comodidad. la me-
dianía placentera y sin p.retensiones se
reve]an en las calles de Stratford. Es
algo como el olor de la ropa planchada
que brota de la patriarcal alacena en
esas casas de familia, más bien de cam-
po que de ciurda'd, donde reinan el orden
tradicional y la economía que se resud-
ve en positiva riqueza.
En una de las principales y más espa-
ciosas cailles, con tras tanda con los edi-
fi,cios modernos, hay una casa de estruc-
tu'\"a norma'nda, con ensamblajes de ma-
dera ennegrecida por e.1 tiempo, Parece
una gran cabaña, de las que' a.ct,ualmente
se construyen en los jardines con tron-
cos sin descortezar. Es de dos pisos de
poca eleva·ción, y tiene un pequeño pór-
tico de madera sombreando la puerta,
junto a la wal pende un llamador de
alambre terminado en una argolla. El
cutel allí fijado dice al visitante que
llame si quiere entrar. Llamo y me abre
un señor muy atento, bien vestido, que
pa,r ece guardián del edificio. ¡Parece
~entira que de tan senciHo modo entre

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BENITO PÉREZ GALDÓS 17.

uno en la casa nat<rl de Guillermo Sha-


kespeare!

III

La casa

Omitiré la historia jurídica de esta


que podremos llamar monumento, y las
diferentes trasmisiones que sufrió como
immueble desde 1574, en que la compró
J Ohl1 Shakespeare por la suma de 40 li-
bra-s, hasta 1847, en que fué adquirida
por los comités de Stratford y Londres,
y declarada monumento nacionat
Consta de dos pisos, y las habitacio-
nes de ambos han sido restauradas con
refinada inteligencia, procurándose que
conserven el aspecto y ca rácter que de-
bieron tener en tiempo del-gran poeta.
En el piso bajo está la cocina, con su in-
m e nsa chimcnea ele canlpana, en la cual
5ubsisten los ganchc, de quC' se colgaba
la carne para ahumarla. A IIn lado y otro
ha y do s asi e nto's o poyos de mamposte-
da. E l conserje permite a ' los visitantes
s cntarse en ellos, y cuantos hemos te-
niclo la dicha de penetrar en aquel lugar,
que no vacilo en llamar augusto, nos he-
mos s ent¡¡¡do un ratito en clonde el dra-
ma turgo pa saba larg¡a's horas de las noches
de invierno contemplando las llamas del
2

ID Biblioteca Nacional de España


18 LA CASA DB SHAKBSPBARB

hogar, q,ue sin duda evocaban en su ar-


d,iente fantasía la·s imágenes que supo
deslPués reducir a forma poética con una
maestría no iguala,da por ningún mor-
tal.
Desta,rtalada escalera conduce al piso
alto, donde está la ha·bitación en que
nació Guillermo. En ei1la se ven varias
sillas de la época, un pupitre y otros
mueb1es. El testero de la calle es una
gran ventana de vidrios verdosos, en los
1" cuales no hay una pulgada de superficie'
que no esté rayada al diamante por las
infinitas f.irmas de personas que han vi-
sita.do la estancia. Destácanse en aquel
laberi.nto de rayas bs nombres de Wai-
ter Scott, Dickens, Goethe, Byron y
otras celebridades. Las paredes hállanse
así mismo cubiertas de nombres.
En otra pieza que da al jardín se ve
el cé'lebre retrato, que pasa por autén-
tico, si bien su autentiddad, diga 10 que
quiera la inscripción que lo acompaña,
no aparece completamente probada. Su
semejanza con el bU'srío de "T,únity
Church n, de que hablaré después, es
,"rande: pero encuentro en e.1 busto
mayor belleza y más fiel expresión de
vida. Como pintura, el retrato es me-
diano.
J unto a la casa se ha construído un
edificio con el mismo carácter de arqui-
rectura, destinado a museo s,h akesperia-
no. Mil curiosidades, objetos diversos,
documentos, cartas, grabados que se re-

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BENITO PÉRKZ GA1DÓ8 19

lacionan más o me"os claramente con la


vida del dramaturgo, se muestran allí
perfectamente ordenados.
Lo que más atrae la atención es la
carpeta que se dice. fué usada por Sha-
kespeare cuando recibió la primera en-
señanm en "Grammar S 00 001 ", las cé-
lebres cartas de Queney, los originales
de los contratos que el poeta celebró con
empresas teatrales, ejemplares de las
pr.i meras ediciones de sus dramas, un
anil10 marcado con las iniciales W. S.,
copas y otros utensilios domésticos, ar-
mas, libros y papeles varios. El museo
es interesante, y revela un extraordina-
rio grado de cultura; pero como impre-
sión de la existencia del autor de "Ham-
let", es mu'cho más honda la que se re-
cibe sentándose en e'l apoyo de la cocina
bajo la enorme campana de la chimenea.
Ambos edifi{:ios, la casa natal y el anejo,
son cuidados y conservados con diligente
esmero. En ellos no se enciende fuego
ni de noche ni de día, para evitar el pe-
ligro de un incenDio en aquel viejo ma-
deramen. ennegreciDo y resecado por el
tiempo. En un jardín contiguo se culti-
van las flores y arbustos más comunmen-
te citados por el poeta en sus inmortales
escenas y sonetos. La peregrinación a la !
casa natal aumenta cada día. El número ¡
de visitantes, según consta en los libros,
ascendió el último año a "diez y siete
mil". \
De Hensley Street pasamos a N ew

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20 LA CASA DE SHáKESPEARE

Place, donde estuvo la casa en que mu-


rió el poeta. En ella habitó los ú'ltimos
diez y nueve años de su vida y escribió
algunos de sus dram a s, probablemente el
"J ul·io César", "Antonio y Cleopatra"
"Macbeth" y todos los del cuarto perío-
do. En el extenso jardín de la casa de
li cw Place plantó Guillermo un moral.
Arbol y casa fueron destruídos bárbara-
mente a mediados del pasado siglo por el
poseedor de la finca, sir J. Gastrell,
cuyo nombre ha pasaJdo a la posteridad
por este acto de salvajismo. Para consu-
marlo no tuvo más motivo que las con-
tÍnuas molestias que le daban los visi-
ta ntes. La madera del lnoral fué conser-
vada por algunos industriales, que se die-
ron a fabricar objetos y a expenderlos.
Pero el número de baratijas del árbol
shakesperiano llegó a ser tan considera-
ble, que dehemos suponer entró en su
confección, 110 un árbol, sino un bosque
entero. La casa no tardó en ser derriba-
da también, Y de ena sólo quedan infor-
mes cimientos. La que en su luga·r existe
contie ne. otro mu seo, menos interesante
que el de Hensley Street. E·] jardín, es-
meradamente cuidado es amenÍsimo, de-
licioso, lleno de la memoria, y de las
huellas, y ele la sombm de aquel a quien
Ben J ohn50n 1'lamó "alma del siglo,
asombro de la escena n.

11

II © Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉR1!:Z GALDÓS 21

IV

La tumba

Pero lo más interesante de Stratforcl


es la iglesia, "Holy Trillity Church ",
sepultura d el poeta y de s u mujer.
Honor insigne para un pais es saber
dónele reposan los restos ele s,us hombres
e min entes. Nosotros no podemos vana-
gl oriarnos de esto; y aunque sabemos
que los huesos de Cervantes yacen en
las Trinitarias, y en Santiago los ele Ve-
lázqucz, no poelemos separarlos de los
demás vestigios humanos que contiene
la fosa común.
Hay que tener en cuenta que Shakes-
peare disfrutó en viela ele fama r esp lan-
dec iente; que sus contemporáneos le es-
timaron en 10 que valía; que poseyó
cuantiosos bienes ele fortuna, y que su
fami,lia pudo y supo cuidar de la con-
sen'ació n ele sus cen izas v enerables. La
Iglesia parroquial de Stratfo rd es bellí-
si ma, ojiva,l, de'l tipo normando en su
mayor parte, pequeÍla si se la compara
con las cateelrales españolas y aun con
la s in g lesas, grande en propo rció n de los
t <"mp10 s parroquiales de toelos los paíse s.
Antes del cis ma fué colegiata con un
coro de quinc e canónigos. Consta ele una
gran nave con crucero, y otras dos co-

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22 LA CASA DE BHAKBBPBARB

laterales pequeñas, y sobre el crucero


se alza la torre del siglo XIV, construc-
ción aérea y elegantísima. El interior no
ofrece la desnudez árida de los templos
protestantes. Parece una iglesia católica,
sobre todo en el presbiterio, 10 más her-
moso de este i'lustre monumel1<to. Las
rasgadas ventanas de estilo inglés per-
pendicular, los pintados vidrios que las
decoran, el altar con gaBardas escultu-
ras, la sillería de tallado nogal, los púl-
pito s, los sepulcros, ofrecen un conjunto
de extraordinaria belleza y poesía. A'I pe-
netrar en el santuario, todas las miradas
bu·scan el monumento del altísimo poeta
en la pared Norte del presbi·terio, en el
lado del Evangelio. Es propiamente un
retablo, y quien no supiera qué imagen
es a:quella, la tomaría por efigie de un
santo pues to a\1í para que le adoraran los
fieles.
Consta de un sencillo cuerpo arqui-
tectónico del Renacimiento, dos colum-
nas sosteniendo un cornisamiento con
guardapolvo, que ostenta en el copete
la3 armas de Shakespeare. En el centro
el bus to, imagen de medio cuerpo y de
tamaño natural. A primera vista se to-
maría el monumento por una ventana, en
la cual estuviera a:so~nada la figura, vién-
dosela de la cintura arriba. Los brazos
caen con naturalidad sobre un cogín. La
mano clerecha tiene una pluma, y la iz-
quierda se apoya abierta sobre un papel.
El color aplicado a la ta1'1ada piedra da

~ Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉ8BZ GALDÓS 23

a la escultura una viva impresión del


na,tura!. La cara es grave, la mi·rada algo
at ó nita, la expresión noble, la frente ma-
jestuosa, el traje senc¡'¡¡o y elegante, ro-
pilla de paño negro y cuello grande sin
pliegues.
Imposible apartar los ojos de aquella
imagen, en que por un efecto de fasci-
nación, propio dd lugar, creemos ver al
dramático insigne vivo y con la palabra
en los lahios. En el plinto se lee la si-
guiente inscripción, que por tratarse de
quien se trata no resulta todo lo enfati-
ca que a primera vista parece.
"J udicio Pylium, genio Socratem
arte Maronem Terra tegit populus
m:eeret, Olymp-us habet."
Esta bien claro el texto latino y no
necesita traducción. Sólo debe indicarse
que "Pylium" quiere decir Numa Pom-
pi.lio, y que la palabra "Socratem" se
considera equivocación del grabador, a
quien sin duda mandaron poner "Sopho-
clem ".
Debajo de la inscripción latina hay seis
versos ingleses, que literalmente tradu-
cidos dicen:
"Detente, pasajero, ¿por qué vas tan
[aprisa?
Lee, si puedes, quién es aquél, colocado
[por la envidiosa muerte
Dentro de este monumento: Shakespea-
[re, con quien

© Biblioteca Nacional de España


24 LA CASA na: SHAKI!:SPa:ARa:

La vivida Naturaleza muna; cuyo nom-


[bre adorna esta tumba,
Mucho más que el mármol, pues cuando
[él escribió
Supo convertir el arte en mero paje, ser-
[vidor de su ingenio.
Obiit anno 1616
JEtaüs 53, die :!3 Ap."
Al pie del monumento está la lápida
que cubre 'los restos del más grande hijo
de Inglaterr¡t. La inscrjpción, compuesta
por él mismo, según creencia tradicional,
es de un vigor que claramente acusa la
soberana mente del poeta. La traducción
más aceptable que puede de ella hacerse,
expresando el pen samiento de modo que
la fi'delidad perjudique 10 menos posible
a la energía, es esta:
"Buen amigo, po~ Jesús abstente
De remover el polvo aquí enccrrado.
Bendito sea quien respete estas piedras,
y maldito quien toque mis huesos. "
Cerca del sep uicro de Guillermo está
el de su mujer Ana Hatheway, que le
sobrevivió siete años, a pesar de ser más
vi eja CJue él. (Diez i ocho años y med io
telJía el poeta cuando se casó, y su mu-
jer veinticinco ) . También yace a'llí Susa-
na, la hija mayor. (Además de Susana,
nacieron de aquel ma tr.Lmonio dos geme-
los, llamados Halllnet y Judit).
El monumento que he descrito, y la

© Biblioteca Nacional de Espa ña


-

BENITO PÉREZ GALDÓS 25

piedra sepulcral que cubre los huesos


del autor de "Otélo", absorben por com-
pleto la atención . en el presbiterio de
"Trinity Church". Las hermosas vidrie-
ras, el altar y las graciosas líneas de
aquella arquitectura, quedan ante el es-
píritu del visitante en lugar secundario.
Luego se advierte que hay en todo per-
fec tísi ma armonía, que a·quel interior es I¡
digno de encerrar la memoria y los res-
tos mortal es de! más gran dramático del
mundo, que en a!quel recinto parece que
duerme su genio con un reposo que no I

es el de la muerte. Toda persona que


sepa sentir ha de experimentar en se-
mejante sitio emociones profundísimas,
imaginan do que conoce a Shakespeare, y
se connaturaliza con él más estrecha-
mente que leyendo sus obras. I
Re ~ ulta una impresión mística, una co- I
municación espiritual como las que en el \
orden reli g ioso produce la exaltm:ión de-
vota frente a los símbolos sag.r ados o
las reliquias veneradas. El entusiasmo li-
terario y la fanática admiración que las
obras de un ingenio superior despiertan
en nosotros, llegan a tomar en tal sitio
y ante aquella tumba el cará<:ter de fer-
vor religioso que aviva nuestra imagi-
nación, sutiliza y trastorna nuestros
sentidos y nos Heva a compenetr;:¡rnos
con el .es·pÍritu del ser aHí representado,
y a sentirle dentro de nosotros mismos,
l' cual si lo absorbiéramos en virtud ele
una misteriosa comunión.

© Biblioteca Nacional de Espa ña

-
26 LA CA8A DE 8HAXESPEABE

Para recorrer todo 10 antiguo que


conserva las hue1las de Shakespeare nos
falta visitarla "Grammar School" 'c1on-
d" recibió la primera enseñanza. El aula
se conserva sin variación desde aquellos
tiempos, y su arquite-ctura tiene el mis-
mo carácter que la casa natal y otras que
en la ciudad subsisten. Inmediata a la
escuela há\1ase la "Guildshall", donde, si
no miente la tradición, daban sus fun-
ciones dramáticas los cómicos errantes
que alguna vez visitaban a Stratford. Su-
pónese que a\1í vió Guillermo las prime-
ras representaciones escénicas qtJe des-
pertaron su genio creador, y am aprendió
los rUidimentos del arte histriónico, en
el cual desco\1ó también, aunque no tan-
to como en el de la creación poética.
Los monumentos modernos consagra-
dos a la memoria de Shakespeare son
dos: la "Clock Tower", o torre del reloj,
construcción de estilo góti·co, más severa
que elegante y de proporciones no muy
grandiosas, y e1 "Shakespear-e Memo-
rial ", ed.ificio complejo, situado a ori\1as
del Avon, y en el cual se quiso herma-
nar lo útil a lo agradable. El primero
de estos monumentos fué construído a
expensas de un generoso ameri'cano. que
quiso, como vulgarmente se dice, "matar
dos pájaros de un tir'Ü", es decir, honrar
el nombre de Shakespeare. y perpetuar
1.1 memoria de'l jubileo de la reina Vic-
toria. N o se ve claramente la paridad
entre ambas ideas; pero el pa·t riotismo

© Biblioteca Naciona l de España


BENITO PERBZ GALDÓS 27

sajón es tan exteñsivo, que fá{;ilmente


abarca y compagina todos los sentimien-
tos de que se eno.rgullece la raza. A
mayor abundamiento, la "Ckk Tower"
representa también 'la fraterni,da.d entre
N arte-América Y la madre Albió n , y pa··
ra este sentimiento hay allí símbolos que
el artista ha sabido hermanar con la ico-
nografía shakesperiana Y con el busto de
la emperatriz de las Indias. Lo que a
mi me pare·c e es que el monumento en
cuestión, por querer expresar tantas co-
sas, no expresa ni.nguna.
El otro monumento, o sea el llamado
"Shakespeare Memorial buildings", es
un edi,f icio complicado y grandioso, eri-
giDO por suscripción pública, y que con-
tiene un teatro, museo Y bib'liote{;a. Ex-
teriormente su as'pecto de alhóndiga o
depósito comercial no expresa el objeto
a que se destina. Hállase situado a ori-
llas del Avon, no lejos de Trinity-
Church, y desde los jardines que le ro-
dean se goza de la perspectiva hermosí-
sima de'l río y sus risueñas márgenes.
Lo más notable del edificio como arte
constructivo, es la es,c alera. La sala del
teatro donde con frecuencia se represen-
tan p¿r los mejores actores ingleses los
dramas del sublime hijo de Stratford, es
grande y bella. Pero las colecciones de
e~cultura y pintura que componen los
muros anexos, apenas podrían calificarse
de medianas. Con todo, la erección de
este vasto edificio honra a los paisanos

© Biblioteca Nacional de Espa ña


28 LA CASA DIe SHAKESPBARB

de Shakespeare y es una prueba de refi-


na,da cultura. En el jardín se admira una
estatua en bronce (bastante mejor que la
que hay en Londres, en Leicester Squa-
';-e) sobre gaHardo pedestal, que decoran
cnatro figuras representando a Lady
Macbet,h, Hamlet, Falstaff y el príncipe
Hal, o sea los cuatro caracteres funda-
mentales de la creación shakesperiana,
el trágico, el filosófico, el cómico y el
históri.co.
y ya no hay más que ver en Stratford.
La visita ha conduído, y sólo quedan
espacio y ma,rgen para las reflex io nes
que sugiere la contemp'lación de los in-
teresantes objetos relacionados con la
vida mortal del dramaturgo más grande
que han prodlllcido los siglos. Pero estas
reflexiones mejor las hará el lector que
yo. N o es ocasión para un estudio de
las crea ciones del trágico inglés, las cua-
les son patrimonio del género humano,
y por esto quizás y por su propia uni-
versa'li'dad, parece como que están exen-
tas de la críti<ca.
Pero si de'l teatro shakespedano no
ee; fácil escribir con novedad, acerca de
1,1 vida del poeta, por tanto tiempo ro-
deada de oscur.idades, si hay algo nuevo
que decir. La investigación de los co-
mentaristas del hijo de Stratford no des-
cansa, y cada día se aclara un punto du-
doso de aquella preciosa existencia.

© Biblioteca Nacional de España


I

BII:NITO PÉRKZ GALDÓS 29

PORTUGAL

Lisboa, Mayo 28 de 188.=;

De algún ti,empo a esta parte es cosa


cGrriente entre nosotros el interesarnos
por todp lo que a Portugal s·e refiere.
N ·os espanta,mos de la escasez de rela-
ciones que entre este reino y e'l nuestro
existen, y no acertamos a comprend er
esta inmensa distanci'a moral, intelectual
y mercantil que nos separa. Vivimos en
un mismo suelo y bajo un mismo cIi·ma;
nuestr.os ríos son sus ríos; nu esrtras len-
g uas son semejantes, y sin embargo en-
tre Portugal y España hay una barrera
i 11 f ranquea hle.
Durante siglos, Portuga'l ha si.do tan
desconocido para los españoles .c omo Es-
paña para los portugueses. Hemos sido
dos v ecinos de una misma casa, separa-
dos por un tabique, y bastante huraños
ambos para no cambiar una vis.ita ni si-
q-uiera un sa1udo.
Ofendería la ilustración de mis 1ecto-

© Biblioteca Nacional de España


30 PORTUGAL

res si esplÍ<cara las causas de este fenó-


m eno. Bien conocidas son de cua.ntos
han naódo en esta península o proceden
de nuestra raza. N o se da un paso en la
hist.oria de España stn tropezar con la.
de Portugal y su <l!ltiva in<lependencia.
Pero ·debemos declarar que habiendo
cesado los motivos his·tóricos que pudie-
ran fomentar rivatidades entre ambos
paises, la frialdad de re'laciones que aún
subsLste, tiene más ralces en el carácter
por,tugués que en el español, quiero de-
ór, que aun hoy los portugueses nos
quieren a nosotros menos que nosotros
a ellos, y responden siempre con ecos
pe·rezQ.sos y poco entusiastas a nuestras
nianifestaciones de simpatía.
Consiste esto tal vez en que su sus-
eeptibi,!i,dad nacional es más enérgica a
causa de ser más débiles como nación,
sin que esto qUlera decir que nos las
echamos de fuertes. Desde que se cons-
tr'uyó el primer ferrocarri:l internacional
en nuestra península, hombres eminentes
de uno y otro pais han trabajado de bue-
na fe por vencer a.ntipatías, est.rechar las
distancias y aproximar lI11ora'lmente las
dos naciones.
Los resultados no han correspondi<l.o
en verdad a la magnitud de los esfuerzos
ni al ti'empo transcurri<l.o.
Portugal continúa distante de España,
ne tanto como hace veinte años; pero
si tan lejos de nosotros como pueden
estado Ho'landa o Dinamarca.

t1::> Biblioteca Nacional de España


BENITO' PÉRBZ GALDÓ8 31

El comerci-o que con este rei,no soste-


nem-os es escaso; las re1aciones literarias
e intelectuales casi nulas, ha'sta el punto
de que en Lisboa son más conocidos los
ínfimos productos de1 boulevat"d pari-
siense que las obra's de nuestrO's escri-
tores más eminentes.
CreO' que en esto les llevamos ventaja,
pues su literatura contemporánea nos es
más. conoci,da que a ellos la nues,tra. Y
110 será aventurado afirmar que les su-
peramos en la ¡¡,proximación material.
Por cada lisbonense que va a Madrid,
creo que vienen cinco madrileños a Lis-
boa, Oporto es residencia de verano para
muchísimas famiEas españolas, mientras
que jamás se ve un solo lusitano en nues-
tras playas balnearias del Cantábrico.
Repito lo que antes dije: 'e llos nos quie-
l1en a nosotnls menos que nosotros a
dIos,
y no hay que decir ahora, como veinte
afias ha se decía, que nos faltan comuni-
caciones fáciles y económicas. Tenemos
actualmente tres líneas de ferrocarri./ que
penetran en Portugal y den,t ro de pocos
meses ha'brálta cuarta. La primera :comu-
nicación establecida entre Portugal y Es-
paña fué la de 1a línea d'e Ciudad Real
y Badajoz.
lnauguróse el 66, si no recuerdo mal,
y por ella se comunica'ban Madrid y
Lisboa en un viaje de treinta horas.
Construida hace cuatro años la línea di-
recta de "Madrid Cáceres Portugal ", las

ID Biblioteca Nacional de España


32 PORTUGA.L

dos capitales han quedado enlazadas por


un recorr,i do de veinte horas en tren ex-
preso.
El viaje es cómodo y rápi-do. La pri-
mitiva línea de Badajoz ha quedado para
la comunicación de AndaluCÍa Con es te
reino. Tenemos un tercer camino inter-
nacional que es el que une a Oporto con
Vigo en un recorrido de cuatro horas
por la deliciosa región del Duero y el
Miño. Muy pronto s'e abrirá a la explo-
tación pública la vía férrea de Salamann
a Opo'r to por Gudad Rodrig o que acorta
la distancia entre Madrid y el nort'e de
Portugal.
Además hay otros proyectos como el
de unir a Hue1va con la provi'ncia de los
Algarbes; pero siendo esto muy proble-
máüco, nos contentamos con las cuatro
vías cons.truídas y explotada s, que son
hoy suficientes para la comunicación rá-
pida entre dos países llamados tarde o
~empra'no a una v.ida común sin perjuicio
de la respectiva independencia.
El que esto escribe deseaba a rdiente-
mente conocer a Po rtu gal. Pero 110 si em-
pre se arreglan las acciones a medida
de los de s eos, y P ortugal continuaba
siendo un mi'sterio para quien había visto
y admirado pais es mucho más distantes
del nuestro.
Por fin aqu el anhelo se ha realizado,
y héme ya en tierra de Camoens.
Atravesé la frontera por la línea direc-
ta de Maclri,d Cá'ceres.

© Biblioteca Naciona l de España


BENITO PltnEz OALnós 38

Vi p o nerse el sol ~en el último confín


de Ext r emadura, allí donde el Tajo se
precipi ta entre peñas y quebradura s.
C uan d o r eapa reció el día, alumbraba es-
plé nd ida mente la orilla derecha del opu-
lento río, los alegres pueblos que anun-
cian a Li.sboa desde mucha distancia, la
vegetaci ó n espléndida, las salinas. el pa-
norama ad,mirabl'e de aquel gran río pe-
ninsular que nosotros criamos y engor-
damos p ara regalo de nuestros veci-
nos.
La situación de Lisboa edificada sobre
colinas a la márgen derecha del :rajo es
liealnl,ente encantadora.
Entrando en la ciudad por el tren y la
estación de San.ta Apolonia 110 s'e la
abarca de Ull golpe de vista como en-
trando por mar. Puede formar s e una id·ea
de tan hermosa aparición dando un paseo
en vapor hacia Be1em o hacia la orilla
izquierda.
Lisboa es ante todo un panorama; pero
tan espléndido que solo el de Nápoles o
Constantinopla puede comparársele.
El pintoresco caserío de la ciudad, in-
terpolado con la ver,dura de tantas huer-
tas y jardines , y ¡extendiéndose en seis
o siete kilómetros a lo largo del río
fo rma un conjunto que embelesa la vista
y suspende el ánimo.
E sta belleza y lo accid entado de su
suelo hacen a Li sboa la capitaQ más ori-
ginal de Europa. Fue ra del espacio ree-
dificado por Pombal con arreg'lo a una

© Biblioteca Nacional de España


1I

PORTUGAL

planta uniforme, torio el suelo de esta


gra n ciudad pres enta enormes desniveles,
cuestas fa tig osas y alti ba jos que si fa-
vorece n lo pinto r es.co , n o son lo m ás r e-
ccmendable para los pulmo nes.
Verdad que en ninguna parte exis ten
caballos más bien dispue stos para aco -
meter ásperas pendientes ni coch eros
que más diestramente los guien . Esta es
una de las cosas qu m ás so rpren den al
viajero en la capital lusitana. La bondad
de los vehículos dis imula de un modo
notorio las desigualdades de un suelo
que parece recie nt emente agita do por los
tert'em otos.
I g noro como será la administración
municipal portuguesa en su regl111en in-
terio r e invisi.ble; pero en 10 que está a
la vis ta del público se revela un adelanto
y un esmero que de todas veras nos ins-
pira envidia.
La policía urbana lisbonense es muy
stLperior a la de 1/fadrid; las vías púb li cas
están mejor cuidadas CJue las de nu es tra
ca pi tal, y exis ten aquí se rvi cios muy úti-
les que por allá son casi completamente
de sconocidos.
Los jardines y paseos ofr ecen una lim-
pieza y frondosid ad que no debe atribu ir-
se exclusivamente a la ad mi nis tra ció n
municipal, sino a las ventaja s del clima.
La flora ele este pais es realmente uno
de los done s má s admirables que debe
a la Na tura leza.
L is boa es inmensa; ocupa una área

© Biblioteca Nacional de España


BENITO ?ÉREZ G AL DÓS 35

que no vacilo en co nsidera r doble de la


de Madrid; p ero en población es próxi-
mam ente la m itad. De aq uí que la ciudad
ofrezca un a sp ecto harto meno s bulli-
cios o y anima do que el de la corte de
las Españas, que co n razón pasa por ser
la capital más t umultuosa y alegre del
mundo.
y al hacer c ons tar esto, no 10 hago por
cierto en 'son de alabanza, pues ya p odría
perd'e r la Villa del Oso parte de su ani-
mación ballanguera con tal que adquiri.e ra
en cambio condiciones de que carece.
Por este motivo, ,l os que pasan brus-
camen te de Madrid a Lis.boa, encuentran
esta ciudad tris te y silenciosa.
N o obs-tante, las cal1es Aur;ea y Au-
gusta, la del Arsenal, la "Rua nova do
Carmo" y el "Chiado" ofrecen el mismo
ir y ven ir de g en te y la misma alegría
inquieta de nue stras ca'lles céntricas, si
bien en menor grado.
Lo que no se ve aquí es aquel torrente
d" personas que se precipitan hacia el
Prado y R etiro todos los días de buen
tiempo, ·s ean fe stivos o de labor, que en
esto de días los madr ileños no hacemos
más distinción que la que marcan 105
acciden tes a tmosfér Lcos .
N oto en las dases populares de Lisboa
mejores formas que en las de Madrid.
Indudablemente esta raza está mejor
edu cada que la nuestra.
No sé porque me figu ro que nuestro
pueblo tiene más imaginación, y que el

10 Biblioteca Nacional de España


C6 PORTUGA.L

lisbonense aventaja a'l nuestro en cuali-


dades prácticas. En ningu na de las ca pi-
tal es de Eu ropa que h e visitado he visto
U Il pueb lo m enos inc; ina do que el lisbo-
nens e a hablar a lto, meter bu!'!a y, en
una pala bra, a divertirse.
Re ina aquí una sobriedad de acciones
y de pa'labras que a los españoles, tan
dados a h a bbr más de la cuenta, nos
parece algo sosa. He paseado un domin-
go por la hermo sa campiña de los alre-
de dores de L is boa y no he visto anima-
ció n ni alegría por ning'una parte, ni he
oído el son de n in g ún instrumento mú-
sico, g uitarr-a, pandereta ni cosa que lo
va lga; no he obser vado corrillos bulli-
ciosos, ni ese re ir del pueblo que se ma-
nifiest a en canciones y dich os ingenio-
sos.
N o he presenciado borracheras ni ri-
ñas, ni ninguna clase de pendencias. Qui-
zás esta impresi ón recib i,da por mi sea
una impresión falsa; pero la trasmito
como la r ecibí, sin saca r de el1a conse-
cuencia s term inan tes n i pretender juzgar
un país por 10 que se vé en una rápid:t
vi sita.
P ero no creo ave nturad o afirmar que
so n los portugueses de la-s ciases bajas,
ex cesivamente pacíficos, sób rios, morige-
r ados, y desprovistos de imagi nac ión.
R az a laboriosa y honrada, pero tri ste. Si
pudiéram os ce der a esta gente algo de
h es trep itosa a legría andaluza a cambio
de sus apacibl es modales y de este re-

© Biblioteca Nacional de Esp;ña


B E NITO PÉBEZ GA L DÓS 37

poso espiritua.l, creo que ganaríamos mu-


cho en el cambio. D es conozco en abso-
luto la poesía y la m ú si ca p opula res de
es t e pais, y sin tan imp ortante dato, ca-
rezco de autoridad para h a blar en defi-
nitiva del pueblo portug ués; pero p or lo
poco que he visto, creo q u.e esta somno-
lenc ia de la imagina.ción es un fenóm e no
indubitable, que a la larga ha ele prese n-
tar a'l gún vacío importante en la cultura
general del pa ís.
Vuelvo a Lisboa, que cada día me pa-
rece más b ella, a pesar de sus infr an-
queabl'es vericuetos y agria s p e nd ientes .
Apena's existen ca fé s. E stos lugar es des-
tinado s a la holganza y a la co nversa-
ción frívola, son cas i de scono cidos en
Lisboa. En Ma,dr i.d son el alma (l e la
pob,l ac ió n. Aquí la vida s ocia l y fa m il iar
dcbe ser más ín t ima por lo mi smo qu e
es lllcn os pública, fe nó'm en o e n ver dad
muy r ecomcndable que habl a lll Uy alt o
en pró de la cultura lu si tan a. Hay que
reconocer no ob stan te, que la falta d'e
grand es cafés, admitida como una se ñ a l
de virtudes dom é s ti cas y ur ba nas , ofrece
molestias al infeliz v iaj ero, que no sabe
e dcnde meter,ese cuando le apuran el ca-
lor o la sed.
P or el trato de lo s hotel es s e ech a ele
1. ,'cr fácilm e nte q ue e n Portug al se vive
1 bie n y bara to. D ifícil es que 10 3 españo -
e les nos acomod emos a la d ur eza traeli-
o cional de las cam a s port ug uesas . ni a
e- ciertos condimentos castizos de este país;

© Biblioteca Nacional de España


,..
a8 PORTUGAL

pero basta un paco de flexibi,lidad para


atemperarse por pocos días a los gustos
de por acá.
Los alimentos son por lo general bue-
nos y abundan tes , y la vida es forz osa-
mente barata. Los alquileres de las casas
son reduci.dísimos c.omparados con los
de nu estras prip,ciopales poblaciones, de
modo que, no comprendo como no se
determina aquí una considerabde inmi-
gra ción de españoles, cansados de la ca-
res.tía y crecientes necesidad'es de nues-
tras capita.les.
El aspecto de Il as ti,endas y lo que se
vé en los paseos públicos y calles prin-
cipales demuestra que el demonio del
lujo no ha plantado sus rea;les en esta
dic.hosa cillda ddel T a jo, Visten las se-
ñoras con di screta m odestia; disfrutan
las fam ilias lo que poseen y no hay aquí
el diab ólico afán de aparentar una posi-
ción superior a la que reaLment'e se tiene.
Todo indica que en Lisboa no existen
los despilfarros que entre nosotros son
cosa corriente: las tiendas lo declaran.
En este aspecto, Lisboa 110 tiene compa-
ración con Madrid o Barcelona,
Bajo el punto de vista mo'numental,
Lisboa tien e dos cosas que admirar, la
.
pl az a "do Comercio " y el mon asterio de
Bolem, La primúa es de la s más her-
m osas de Europa. N o tenemos nosotros
en ni nguna de lIuestras poblaciones nada
com parable a est'e espacioso cuadrilátero
de una regularidad perfecta, con esbel-

© Biblioteca Nacional de España

.- --
DENno PÍ¡ REZ G ALDÓS 119

ta s co nst rucciones en tres de sus cos-


tados , y abierto po r la parte S'llr al de-
licioso pano ra ma del río.
L a esta tua ecuestre del Rey J osé I
y el gra n arco triu nfal de la Rua A ugus-
ta, obras ambas afectadas de barroquis-
111 0 , ofrecen, a pesa r ,de su estilo, de un
aspec to g randio so, y decoran ad mirable-
men te la p laza.
El m onasterio de Belem, que se levan-
ta en el barrio m ás occidental de Lisboa,
cerca de la gallarda tor re del m ismo nOI11-
bre erijida a la en trada del puerto es
una de las mues tras m ás acabadas que
Po r tugal posee del est il o gótico" Manue-
lino n, característico de este país.
E s UI1 oj ival desvirtuado, o má s bi en,
acomo dado al génio meridional del país.
Sici lia en Italia y Andalucía en España
ofrecen en sus m onumentos algo pareci-
do a esta acli matación del gótico nor-
man do. Nu es tra península nos ofrece este
arte ent era me nte puro el1 algunas cate-
drales del N orte.
Toled o nos le presenta tocado ya de
b inf luencia m udéjar, y algo semejante
a esto es la a rquitectura de l reinado de
don Ma nue l de Portugal ; Belem rev ela
fan tas ía, independencia y un anh elo de
originali dad q ue a veces raya en cxtra-
va ga ncia. La iglesia es hermo sa pieza ,
a tr evida, ri ca cn detalles, con g raciosos
ala rd es de o r namen tación y de co nstruc-
ción. E l cla us tro es m enos puro, tend ie n-
do a l barroquismo, o mejor a nue s tro

© Biblioteca Nacional de España


40 PORTUGAL

plateresco, al cual sobrep'Uja en lozanías


ornamentales y en caprichos ar tís ticos.
Hay trozos que recuerdan la arquitec-
tura tártara o rusa por la exhuberancia
de líneas quebradas y la novedad de las
combinaciones geométricas. E ste curic30
monum en to tiene una sobe r bia torre no
ha mucho desp-Jomada. La r estaura ció n
del edificio y las ampliaciones realizadas
en él para ins talar un museo, no me pa-
recen muy felices. Hay trozos perfecta-
mente armonizados con la parte vieja, y
otros en qu'e los arquitectos modernos se
han dejado llevar con exce so de la fa:1-
tasía, sin poseer la fuerza creadora de
los maestros "Manuelrstas".
En la mayor part'e de los edificios re-
ligiosos y profanos de esta capital, pos-
teriores al terremoto, domina un estilo
que es forzoso a,s ociar al nOI11 bre del in-
signe Pamba!'
Es un barroco el'egante y hasta cierto
punto discreto, abs olutamente impropio
para los edifi cios destinad os al culto ca-
tólico. Produoto del siglo filosófico, esta
arquitect ura resulta descreida y atea.
Las igksias no lo parecen; se las to-
maría por teatros o lugares de contrata-
ción.
En pocas partes he visto el género
barroco tr,a tado con tanta di screción co-
mo en Portuga'l. Vale infinitamente más
q ue los d elirios de Ch urrigue ra, y en al-
gt:nas co nstrucc ion es de la capita~l lusi-
tana se ob se rva una gra da que no es
común en edificios del siglo XVIII. El

r¡;, Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉRKZ GALDÓS 41

adorno de cornucopia fué manejado por


los artistas portugues'es con mucha do-
nosura. :M uestras admirables de ello se
ven en las artes industriales, singular-
mente en la plabería y la taHa.
Las iglesias de Lisboa, pertenecientes
a la época de Pomba·l, son correctas yele-
gant'es, pero ,tan profanas qne, viéndolas
por fuera, le parece a uno que "allí den-
tro se baila ".
En lo interior tienen más semejanza
con los temp10s probestantes que con
nuestros venerables monumentos cató-
licos.
La escultura y la pintura de buena ley
resplandecen poco en ellas. Lo que prin-
cipalmente las embellece es el aseo. N o
he visto en ninguna parte iglesias más
lindas y confortables.
Se diferencian en esto esencialmente
de las nuestras, atestadas de objetos de
arte, pero tan sucias que dá pena entrar
en ellas. Se conoce que en este pais gus-
tan los creyentes de rezar con comodi-
dad. Y creo no equivocarme al as'e gurar
que en P ortugal se reza mucho menos
que en E spaña, dejando al curioso lector
el cuidado de averiguar los motivos ,le
este fenómeno y de sa'car las consecuen-
cias de él, si algunas pueden sacarse.
Los palacios de Ajuda, Necesidades y
Belem ofre'cen escaso interés en su parte
exte rior, que es lo único qu'e de ellos co-
noz co.
Dicen que Ajuda contiene algunos cua-

© Biblioteca Nacional de España


42 PORTUGA.L

dros de mérito y preciosidades diversas.


Ccmo no gusto de hablar de lo que n<J
he visto, me abstengo de todo comen-
tario sobre interioridades palacieg:¡s Ha-
blando en términos generales, diré que
Portugal es pobre en mu seos artísticos.
La pintura no ha tenido nunca aquí UI1
florecimie nt o nota ble. N i la Academia
de Bellas Artes, ni el Museo Real c on-
tienen co sa alguna que pu,e da llamarse
extraordinaria, aunque las tablas de Vas-
co merecen .la atención del artista. Los
museos de Historia Natural son más no-
tab'I es que los de pin tura, y e l arqueoló-
gico es tableci'do en las bella s ruina s d el
CÚTmen cs muy interesan t e, más por lo
p Cc'tico del lugar que por las piezas que
ccntiene.
Qu iz á s la más curio sa colección que
Lisboa posee es la ele ca rrozas de gala,
es tablecida en un espacios o aunque d'e s-
tarta1ado local próximo al palacio de
Ajuda. N o Cr eo que ex ista en ninguna
corte de Europa un museo de coches ta n
considcrab'le y vario. Causa admira ción
aquella serie ele a rmatos te s ele ta lla, tan
pesado s como ricos, algunos pe rtene-
cientes a cele b ra dos monarcas, o tros re-
g alados por poderos o s m agnates. Hay
a llí carrozas pa ra ~ati s fac e r t o da s las
ncc es idad es de la et iql1 eta en 'la cor te
m<Í s empin g orotada. T a mbi é n es herm o sa
la colección ,de falúa s pa r a pas car íos
reye s por el Ta jo en d ías d e gran cere-
monia. Hay una de cuarenta r cmos, ver-

© Biblioteca Nacional de España


llVNITO r ÉREZ G~! DÓS 43

dadera galera ele lujo, que es la más her-


mosa ele su género que creo exista en
puerto alguno. Esto es 10 que queela de
la nació n má:s mar Ltima ele E uropa, ele
la que cons·truyó y lanzó a los mares
las atrevi,elas naves ele Vasco ele Gama
y Bartolomé Díaz. La marina por,tugue-
S:J. moderna es una pura fórm ula. N o diré
que es inferior a la nuestra, porque la
nuestra no admite inferiori:dad. Al1á se
van la una con la otra en imltili·dacl clis-
pendiosa y en alardes sin substancia de
10 cual r esulta tan solo un poco de satis-
fac ció n del amor propio. Los p ortugue-
ses como nosotros, se hacen la ilusión
de que tienen marina militar, viendo fon-
de ado s en el Tajo unos cuantos cach u-
chos que no sirven absolutament e para
nada. También estos infelicc's se gasta n ,
como nosotro s, consielerables s um as en
sostener arsenales, donde cente nares de
operarios se ocupan en r eparar ba rcr)s
viejos y en remend a r 10 que no tie ne
com postura. Somos como esos hidalgos
viej¿s y arruinados, que aun q ue p asan
por la ignom inia de remenc1:ar s e las cal-
zas con sus propias mano s n obl es, no
pueden evitar el anda r si emp re de scal-
zos.
E sto me lleva a co nsidera r los ah ogos
que debe s ufrir el peqUe1lO y nobilí sim o
r eino de Portugal para [Jocler h acer la
vida el e n aci ón en uno s tiempo s en q:ue
la vida toda, 10 mi smo privada que p ú-
blica, cuesta un ojo de la cara.

© Biblioteca Nacional de España


44 PORTUGAL

Poseyendo tan solo cinco millones de


habitantes se ve forzado a sostener una
lista c~vil considerab'le, represen,t ación
nadonal con dos cámaras, ejército, ma-
rina y cuerpo dip lomático. Esto sin con-
tar las atenciones de deuda pública, que
no son, según 'c reo, un grano de anís, y
los servicios administrativos que por sí
so'l os absorberían el presupuesto.
De todo e-s to se desprende que las na-
ciones que han, venido a menos, apenas
pu ede.n resi s tir las eX'igencias de la vida
m o d-erna, pareciéndose en esto a los aris-
tócratas decaidos que ven mermadas sus
rentas por la desvinculación, al paso que
aumentan de un modo alarmant'e 1<1<5 exi·
gencias del vivir.
y a una nación de cinco millones de
habitan-tes se le di-c e: "es preciso que
tengas ferrocarriles, correos, t elégrafos,
estab'lecimientos penales, puertos, cami-
nos, faros, escuelalS, universidades, hos-
pitales, asilos, templos, museos, adminis-
tración municipal y provincial, urbaniza-
ción; y encima de todo esto es forzoso
que tengas cuarenta mil hombres arma-
dos con arreglo a los últimos adelanto s
artillería poderosa, cuerpo de ingeniero;
con todo lo demás qUe es atafíe dero a
una milicia bien o rganizada; y "aincla
mais" proporció na te una escuadra sin b
oua l no pu edes defender t us cos tas ni co-
lo nias . es cua dra compu es ta de buques
m odern os, pues los antiguos para na d ;t
sirven y cada diez afíos es preci's o reno-

!!;> Biblioteca Nacional de España


BIl:N I TO PÉB-EZ GALDÓ9 45

var todo el material flotante y defensivo


s i no quieres que tus barcos sean burla
de los mares. Y cuando ya tengas ésto,
a'g regas a tus cifras las n ecesarias para
dotarte de un Gobi'erno central, con siete
ministros y las correspondien'tes oficinas,
ramos y dependencias.
N o estando ya de m o da el absolutismo,
necesitas lo que llamamos Cámaras o
Parlamen.tos, y siendo la monarquía la
forma de g ob ierno que más te conviene,
no tienes más remedio que sostener un
Rey, con Reina, Príncipes y- demás per-
sonal agregado a toda casa soberana que
merezca el nombre de tal.
Ved, pues, a Portugal abrumado bajo
el peso de su nacionalidad. Dicen quP
sarn'a con gusto no pica, y como este
r eino ve ,e n su independencia el mayor de
los bien'es, no debemos tenerle ,l ástima por
lo excesivo de su presupuesto. Esto que
hemos dicho es aplicable a España, que
también es pequeña, aunque no tanto
como Portugal. También nosotros nos
vemos forzados a los dis pendios y a las
apariencias de nación grande, con un
presupuesto reducido, de lo que deduzco
que podríamos, sin renunciar a nuestra
-respectiva independencia, buscar un aco-
modo que nos librara de tan.ta carga
inútil, estableciendo algo que nos fuera
común y que pudiéramos conl·levar a
medias. Pero esto es un sueño, un deli-
rio. El solo anuncio de semejante idea
hace temblar de indignación a los sus-

© Biblioteca Nacional de España


46 POBTUGA.L

ceptib'les portugueses. Mas como la ver-


da,d se impone al fin, v endrán tiempos
en que los dos pueblos hermanos encuen-
tren una fórmula para constituirse en
hermoso y \Soberano grupo, el cual ten-
drá la fuerza que ninguna de las dos na-
cionalidad0s separadas obtendrá jamás.
Como aún me resta mucho que decir
sobre Portugal, dejo pendiente este
asunto para mi próxima carta.

PORTUGAL

II

Vigo, Junio 4 de 1885.

Siento mucho que los acontecimientos


de importancia que ocurren en mi patria
me llamen a mi obligación de correspon-
sal español, obligándome a dar a esta
descripción de Portugal menores dimen-
siones de las que me propuse y a hacer-
la en extremo sucin<ta, contra viniendo
mis deselos y el viví simo interés que en
mí despierta este hermoso pais.
Continuaré, pues, mi excursión a mar-
chas forzadas, dejando para otra ocasión
ciertos pormenores que caracterizan el

© Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉ &EZ G.oI.LDÓS 47

re ino lusita no. N o puedo pr escind,ir de


vi,¡i tar a Cin t ra, porque salir de Po rtu-
ga l sin ver a Cintra, se ría como viaja r
po r AndaluCÍa y marchar se dc ella sin
dar un vistazo a la Alhambra. Renuncio,
no sin pena, por esta vez a las proyecta-
das visita-s a los históricos monas,terios
de Alcobaza y Batalla, los mejores y más
elocuentes libros de piedra que contiene
la historia portuguesa; el primero, sepul-
tura de la romántica Inés de Castro, el
segundo, tes-ti-m onio de la grandeza de
1-a ca sa de Avis y de la independencia
lusitana.
En Ci,ntra, _l11á-s notab'le por los esplen-
do res de la Naturaleza que por los atre-
vimientos del apte monumental, se acu-
mulan también interesantes recuerdos:
pero todo se olvida ante la-s maravillas
del suelo y de la vegetación. Quizás no
exista en Eur-opa un lugar en donde ár-
bol es y phntas ostenten con más gala-
nura la fecundidad de la tierra y la pas-
mosa riqueza de .la flora en nuestras
zonas templadas. Tantos nombres poé-
ticos y exp resivos se han dado a Cintra,
q ue ya resultan amanerados. Se la ha
llv mado Paraíso, Edén de Portugal, J ar-
dín de las HesD érides.
El clima corre parejas COJl el suelo, y
es de una frescura y amenidad incom-
p~ rables. H állase situado este vergel a
cin co leg ua s de Lisboa, en terreno acci-
denta do, al pie de una ingente y riscosa
sierra poblada de agrestes pinos, en cuya

«:> Biblioteca Nacional de España


48 PORTuGAL

oima se eleva el soberbio castillo "da


Pena ", propiedad del Rey don Fernando.
11:anantiales de frescas, abundantes y pu-
dsimas aguas nacen por todas partes,
distribuyéndose en arroyos q-ue fertili-
zan las de'liciosas quin tas, los apacibles
bosques. las frondo,s as alamedas. Gigan-
tescos olmos, esbelta-s araucarias, palme-
l1aS, coníferas de diferentes especies,
magnolias cargadas de fragantes flores,
camelias arborescentes pueblan los en-
can tadores rincones de este paraíso en
Cjue se suceden las sOl"'presas.
La imag.inación humana empeñándose
en crear un laberinto delicioso, con algo
de emboscada teatra1 no habría podido
alcanzar este ideal de la composición
del paisaje. Hay sitios en que la natura-
leza lleg a a parecer artificio, algo que ha
nacido de los pinceles y de una combi-
nación habilísima de telones pintados.
Las enormes masas graníticas que se ven
por todas partes, mayormente en la piní-
fera sierra, dan a este admi,r ab'l e con-
junto un vigor extraordinario.
Para sa'l var la enorme altura del cas-
tillo "da Pena" es preciso confiarse a la
cac,haza vigorosa de los borricos de al-
quiler, que tanto abundan en el pueblo.
Es una locomoción cómoda y la única
posible en aque1'las pendientes. Si se cons-
truyera un ferrocarril funicular, la as-
censión a "da Pena" perdería todo su
encanto.
Porque no hay nada más grato que

© Biblioteca Nacional de España


llE NIT O PÉRE% G cI I .D ÓS 49

su bir len ta m ente y sin can san cio en los


lo mo s de la pacífica cabalga clu ra, por las
bru·s cas r ev uelt as de a q uel camino in-
compa rab le, pasa nd o de u na sorpresa
g rata todavía , vien do como se v a desa-
rrollando el m ás lindo pa isa je .qu e ojos
h uman os pod rían gozar sob r e la tier ra .
Pa rece que no se ha de llega r nunca
a a q uel>la cim a eminente, en la cual el
castillo semeja aud az v ola nt in ero qu e
hac e piru etas en la punta de una pe rch a .
Mi en tras m á-s se sub e, par ece q ue las
gran ít icas cr es tas se agu za n y que la
ga llarda construcción se m a r ea y cae h e-
cha p edazos por la m o nta ña a ba jo.
Las o ndu la ciones del ca m ino lo ala r-
ga n sob r em anera , aume n ta ndo el inter és
q ue d espier t an ta ntas b e-Il ezas sucedi én-
dose si n cesar un punto. Cua ndo los bo-
r ricos . (los animal es m ás ma nsos , m ás
vali en tes y m ás b ien edu cados qu e h e
vi.s to en mi vi,d a) le de jan a un o a la
pu er ta de los jardines, cau sa m a r aviHa
con templar las a·lam edas , los frescos ma-
cizo s de arbustos y fl ores pla ntadas en
la mi sma ve rtien te del cono a cuyo vér-
ti ce es tá el castillo.
D escle a baj o no se com p re nde q ue pue -
dan exi stir pensiles en tan riscosa su-
prfieie. ni q ue haya tierr a en qu e puedan
prender las raices de tan t o opulento y
fron doso árb ol.
P ero aqu í las sorpr esas a um entan, ::
co n cl uye n por a no nad ar a l viaje r o. Está
cons t ruid o el cas t illo sobre los r estos

<O Biblioteca Nacion al de España


50 PORTUGAL

del convento ma nda<l o edificar por d


Rey don Manuel: en él solía pasar el
insigne monarca lar gas t em po radas de
solitaria espec tati va , ag ua rdando el re-
greso de Vasc o de Gama con las noticias
de las Indias descubi erta s.
La transforma ció n el el destr11ielo COll-
vento en soberbia re sidencia palatina ha
sido realizada por un p ríncipe a rtista.
ilustradísimo, amante el e lo bdlo y de
1" antigüedad. T odo reve la allí un I>:11s tO
ele primer orden y una discreción e in-
te'ligencia que no s uelen ser lo má s co-
mún en tes tas corona das. A D. Fernando.
alemán d e nacim iento, debe Portugal lo
má s bello, lo más artí s tic o que posee.
E l pano rama que desde la terraza del
castillo se di vis a en todas dir e cciones, es
de una mages ta d, grandeza y poes ía in-
des cri p tibles. S e ve el inm enso océano.
las mo ntañas de Ex tr ema d u r a y de Alen-
t ejo. lo s edificios má s altos ~le L isboa,
el Tajo y la barra, el colosal mona sterio
de Mafia, el " E scorial po rtu g ués". las
ri s ueñas ca m piñas de Collar es. donde se
cr ía es e fr esco y a gradablc v ino no in-
ferio r al mejo r B orgo ña , la pla za de M a-
cal y un te rrj to rio inmcnso hacia el
Nor te.
Creo que si no s e ve d esde aquí medio
P ortugal, ha de fa ltar 111'1.1y p oco. Aun
pa re ce qu e se ha de yer t o d o entero y
parte de nu es tra E s paña. .
El Castillo, cuya fábrica s e d ebe al in-
signe ingeni·ero barón de Echewege, es
de estilo gótico normando, de traza y

© Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALDÓS 51

distribución elegantísimas, flanqueando


por poten te s y desiguales torres, rodeado
de almenas , por detrás de las cuales
corre una azotea que permite gozar de
los su1Ytimes paisages.
N o ¡ll1edo hablar ele los interiores del
castiillo, porque no lo pude ver a causa
de hallar.se accidentalmente allí la fami-
lia real. Pero dím e por muy satisfecho
con ver los jardines, que surgen sin sa-
ÍJer como de entre aquetlas ingentes ro-
cas.
Parece increible que en un repliegue
de la montaña, y a tres mil pies sobre el
lIivel del mar s e en cue ntren lagos, casca-
das, bosques de camel ias que son sin du-
da los más frondosos que en Europa
existen, árboles rar os de Asia y América,
y pájaros exóticos.
N o he visto en parte alguna verjeles
mejor cwidados.
E·I arte de la jardinería ha alcanzado
e·n el parque real de Cintra su más alto
grado de perfeccionamiento.
Un detalle que no quiero dejar en el
tintero. En todo el parque rea'! de Cin-
tra ni en e'l Castillo ni en sus depend en-
cias he visto un solo uniforme, ni un
soldado, ni un ugier, ni un portero de
banda, ni un guarda de jardines con ban-
dolera de cuero, como se estilan por acá
aún en 'las casas que no son r eales. No
he visto en parte alguna una modestia
semejante.

~ Biblioteca Nacional de España


52 PO RTUG ,IL

L os mis mo s " bu rri nhos" que nos su-


bieron nos ba jan a l p u eblo. Da pena
d es cender ele aq ue lla emp inada altura . El
a n ti g uo pa la cio R eal es menos inte r esa n tc
y b e'l lo que el cas till o de do n F ern a nd o.
T ié ne s e por const ru cció n mori sca y lo
cara cterizan las enorm es chi menea s de
s us co cin as en fo r ma de a ltos ho rnos o
d e pi lones d e azú ca r.
E l a SDecto exterior r evela la cOllst rnc-
ci ó n ára he r eformada por los ar c¡ ui tect m
m a nu elin os. Inter ior me nte es u na Alh am-
b ra ba star da. Ca rece ele suntuos idad y d e
la rica y poé ti ca orn amentación de( pa-
laci o gra nadino. P ~ ro los recuerd os hi s-
té rico s ava lora n a qu ellas des nudas oa -
r edes y las em b ellecen a los ojos -del
VlaJer o.
E l g ran maestre de A v is don J uan 1
res idió a qu í la mavor Da r t e de su vicIa v
don D uar t e lo m ism o.- Don Manuel en;·
p leó grand es sumas e n su cons trucc ió n.
E l d esgracia do do n Alfon so VI , m á s
infe liz quizás co m o esp os o que como r e:.-,
gim ió du rante ocho a ño s ca u tiv o e n u na
de l as habi1a cio n es ele es t e alcá za r, en
la cual se ven g a stados los ladrill os en
el sitio do nde co ns tan t em ente se pas ea ba
com o enjaulad a fi era. De a q uí partió ¡n-
r a la malogra da cam paña de Afr ica el
ca ball er es co do n Seba stián.
En el p resen te sig lo r esidió a quí lord
Wellingto n a ntes de p ar tir para establ e-
cer las líneas for t ificadas de Torres Ve-
dra s, base est ra t égica d e la liber ación

© Biblioteca Naciona l de España


B EN I TO PÉIlEZ G ALDÓS iJ3

de la p ení nsula en la gu erra contra Bo-


napa r te.
y no s vamos a Cintra, porque en este
encantado y amenísimo íugar transcurre n
iusensiblemente l;,.~ horas. ~ o digo nada
de la quin ta de Mo ntserrat, una de las
m á s bell as q ue se pueden ver, ni de l
" Castello de ma u ros ", ni del convento
de Santa Cruz, ni de la " Peninha ", por-
que el tiem po apremi a y es forzoso ha -
bla r de m u chas co sas antes de dar por
term inada esta b re ve excursión . Canta -
ro n a Cin tr a los gra ndes vates Camoens
y Byron, y o tro s muchos de meno r nom -
bradía. Y, có n decir tanto y tan bueno,
n o al ca nzaron a expresa r la belleza ele
lugar tan extraordinario . S e entra en
Cin tr a con clelicia, se sale con tristeza y
h ac iendo propósito de v olvel' 10 más
p r onto pos ible.

M e es m uy sensible no consagrar a
Cúimb r a la aten ción que merece es ta
ciudad, una de las m ás antiguas e ilus-
tr.es de Portugal , n omb rada por su vene-
r a ble univenlÍda cl, m aestI"a de t oda la
cultura lusitan a.
¿ Quién no sabe que Coimbra eS en
P or t ugal 10 qu e aquí fu ero n Salamanca
y Al calá, lo que son aú n Bolo nia en Ita-

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54 PORTUGAL

lia, Hei,delberg en Alemania y .Qxford en


1 ngla terra?
Los po rtugu eses han t enido el buen
acuerd o de co nservar el hi stórico ins ti.
tuto Connib rige nse y de no crearle ri-
vales en el territorio por t ugués, para que
así guarde mejor su prestigio y 10 per-
petúe al través de los sigJos.
Por es to es Coimbra ver dadera ciudad
de escola res y éstos le dan ca r á cter y la
hac en excesivamente interesante y aÍln
pintoresca.
Los portugueses aman mucho a esta
verdadera nodriza int'e lectual de todos
ell os, y la nombran 8iempre con res-
peto.
Ob ligado, contra mi voluntad, a no de-
tenerme en ella sino br·eves horas, ape-
nas pue d o formar idea d e su apiñado
caserío, de sus tortu osas y costaneras ca-
l'les, de .su catedral r omá nica, en la cual
s e obse rvan trozos del siglo undécimo
junto a otros que parec en de é poca lati na
o v isigoda; ni puedo ver bien la famosa
Un iver sidad , ni las apacib les ori,lI as del
hermoso M on dego, ni la po ética "Fuen-
te de las Lágrimas ", memoria hermOSÍ-
sima de Inés de Castro, aque¡'¡a mártir
cuya trágica historia no se pued'e leer
sin pena vivísima, reina coronada des-
pués de muerta y cantada por todos los
poetas de la península antiguos y mo-
dernos.
E'I breve es,pacio que me resta ha de
ser c-ol1sagrado a la gran ciudad de Opor-

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m:NITO PÉllEZ GALDÓS 55

to, la segunda de Portugal Y una de las


más im portantes de la península ibérica.

Pocas ciudades he visto más simpáticas,


en que el viajero se encuentre más a sus
anchas. Carece, como Lisboa, de interés
m onu mental; pero los encantos de la
ca mpiña su peran a cuanto la imaginación
po dr ía soñar.
lvI e nos opulenta q ue la campiña va-
lenciana, la ele Oporto es también menos
monótona, más variada y más rica en
ri sueflas p ersp ectivas. Naela más bonito
y apac ible que los pueblecillos balnearios
de E spinho y Granja, énmlos de Biarritz
en situación deliciosa, en a1legr-e "con-
fort" y en la belleza del paisaje maríti-
mo y terrestre. El mismo Porto ofrec-~
inapreciables he,c hizos, como residencia
d e verano, en sus bellísimos contornos
poblados d-e las quintas más placenteras
y más umbrosas que es posible hallar
en todo el cotillen te.
La suavidad de este clima se revela
en la riqueza y abundan cia de vegetales
y en ia loza n ía con que crecen las espe-
cies más raras de flores y arbustos.
Se puede asegurar qu e no existen en
región al g una, después de Cintra, jardi-
ne s más h ermosos que los de ODorto.
Los paseos públicos y los ceri1enterios
de es ta ciudad ostentan vegetación es-
!

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5G PO RTUGAL

pl é ndida. Crecen magníficos. árboles en


cualquier en cr uci ja da , e n un cor ral, en
lo s infin itos h uertos de la pob lac ió n, qu e
d ebe sin du da a es to su aspec to a legre
y la simpatía vi vísima que insp ira a
cua n tos la visitan.
H á llase cons truida a la orilla de re cha
d el Due ro (otro gra n rí o que cria m os y
e ng ordamos para elJ os) en pend ien tes
n o me nos ásperas que las de Li'sboa.
Hay, entre el puert o y la parte alta
d e la ciuda d, cuestas verdaderamente
aterradoras, y q ue serían inaccesibles si
no avudarán a salvarlas los a dmirables
v eh íctJ10s y las valientes cabal,l erías de
este pais.
En las principales calles se revela, co n
s oja pasear por ellas, un cierto ali en to
ind ustr ial y cO,mercial que las anima y
em be llece. Salvo las p e ndien tes caracte··
rí s ticas de t oda g ra n ciuda d portuguesa,
Opo rto me tra e a la memo ri,a el aspecto
d e otras gra ndes pob lac iones occidenta -
les , como Burdeos y A m bere s, En ho-
te les, nada tiene que en vi diar a n inguna
ciudad de la pen íns ula; aú n m e atrevo
a asegurar que a todas las s up era, sin
excl uir Madrid y Baroel ona. H e dicho
Que na cl a co nt iene de in t erés bajo el
punto de vi s ta mon um e ntal ; pe ro esta
po b r eza d e arq uitectma h istóri ca está en
cie rto modo co mp ensada con el su n tuo so
edificio mod erno de s tinado a Bolsa y
Tribunales ele Comercio y con el linelo
Palacio ele Cristal, que en lo más a1to

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B&NITO PÍ,REZ GALDÓS 57

de la ciudad se el eva, dominando el río,


el mar, las fron dos as camp iñ as , entre
aIllenísimos y del eitosos jardines. La
to rr·e d e los Cléri gos, del gus t o barroco,
siglo di ez y siet e, menos elegante que
las constr ucciones ele Pombal, ofrece be-
llís imos pa noramas a los que suben a
ell a; la catedra.! a penas merece una vi-
sita ráp ida, la s de má s igles ias son poco
n otable s ; los m us eos y colecciones lo
m is mo, y, por fin, la.s plazas y sitios pú-
blicos ta mpoc o ostentan maravillas como
n o &ean del orden vegetal. La estatua
ecues tr e ele Don Pedro en la plaza ele:
m is mo nombre es digna ele una gran
caoital. Pero la verdaelera maravilla es
el ·soberbio. arrogante y sólido puente s o-
bre el Due r o, por el cual pasa el ferro-
ca rril a vertiginosa altura . Es una ele las
co nstrucciones má s atrevi das ele Europa.
A ctualm ente se está arma.ndo otro. tam -
bi én ele plancha de pala s tro, pará unir
el ba r rio d e V iUlano va de Gaia con la
jlarte más cé n tri ca y alta de la ciudad.
Las riberas el el Du ero d es el e el puente
de l fer rocarril hasta la ba rra son ele lo
más pi n toresco que pu eden gozar oj o s
humano s. Casa s apiñadas en la arma
d erecha, jardines e n an fitea tro; en la iz-
quierela fábric a s, qu in tas, edificio s diver-
s os so bre un fondo de intensa y variad"
ver d u ra ; rna sas d e p ino s y eu caliptu5
por todas pa r t es, praderas , y hacia el
m ar roca s, r om pientes el e espuma y toda
la poes ía elel Ocea no.

© Biblioteca Nacional de España


58 PORTUGAL

Lástima grande que el puerto de Por-


to sea una vana palabra. Nunca se ha
visto ciudad alguna que merezca menos
el nombre que Meva.
La barra es angosta, peligrosísima y de
tan poco calado, que solo e ntran buques
pequeños. Los grand-es trasatlánticos no
pueden franqueada.
Actualmente se construye un puerto
de refugio en Matusiños a poca distan-
cia al N arte de la barra; pero es dudoso
qu-e este emporio del comercio portugués
venza de un modo completo los obstácu-
los que la natura,leza le ofrece.
De Oporto puede decirse que si no
merece el nombre que lleva, en cambio
merece un -puerto que justifique su hasta
hoy impropia ,denominación. porque es
pueblo activo, emprendedor, algo como
Bilbao y Barcelona juntos, aunque sin
minería, ni una industria tan Dotent~
como la de la capital catalana. -

El tren nos conduce a lo largo de aquel


incomparable campo, y nos acerca al
Miño que parte el suelo de Portugal y
España. Es la frontera más bella y más
melancólica que se puede imaginar.
Aquel hermosísimo río no está hecho
sin duda para que en cada una de las
dos r iberas flote pabelJlón distinto.
A la izquierda la bandera azul y roja

© Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉ REZ GALDÓS 59

con el elegante escudo de las quinas, a


la derecha nuestro or if,la ma r oj o y ama-
rillo que flota com o una llamarada de
tela.
Se ha concl uido ,hace poco el pu ente
internacional que une los ferrocarriles del
N orte de Portugal con la red de Gali-
cía; pero aún no se ha abierto al servi-
cio público, y tenemos que pasar el río
po r el primitivo medio de la barca, que
es bastante molesto, con Sll poquito de
p e'ligro.
Desde el río vemos ,la triste y vetus ta
ciudad episcopal de Tuy y las orilla5
fertilís imas pobladas de viñas. N o des-
merece el paisage desde Tuy hasta Vigo
del que hemos admirado entre Oporto
y ei Miño. Toda GaJ!.icia es encantadora
región, sup erando Pontevedra a sus tres
herm<lJllaS las provinci'a s de la Coruña,
Orease y Lugo.
De bu en grado os haría conocer las
cua tro grand'es rías de Galicia: Vigo,
Pontevedra, Arosa y Muros; pero me
veo forzado a suspender por ahora el
via j e, sin perjuicio de emprenderlo de
nu evo en la pr óxima caníc'ula.
Es Galicia una ele las regiones más in-
teresantes de nuestra península, y sus
rías gozan de universal fama. Son los
lagos del mar, no menos bellos que los
que caudalosos ríos forman en la agreste
y riscosa Suiza.
Para mí, la más hermosa ele las cuatro
rías es la de Vigo, que también es el

© Biblioteca Nacional de España


60 PORTUGAL

primer puerto de España, y qu izás de


Eur op a.
N o se puede form ar id ea, sin verla, ele
aq u ell a inmensa balsa d e agua ell calnn-
da, que mide cinco leguas de largo po r
dos de ancho en algu na s partes, resguar-
dada d'e todos los vientos por altísimas
m o nta ñ,a'5 defendida d e ·Ios fur or es d el
Océano por las islas Cíes, romp eolas
na tnural que sólo deja a'l N orte y al Sud
dos espaciosas y profundas bocas para
la en trada y salida de buq ues en todo
tiempo.
El porvenir de Vigo como punto co-
m e rcial es indudable. E s tá llamado a ser
un gran depósito y el punto de recalada
d e todos los bu ques que vienen de Ame-
rica a tomar ord enes.
N uestra apatía ha tenido en gran
ab a ndono durante muchos años este im-
portan tí simo pu erto, pero de a1lgún tiem-
p o a esta parte ha empezado a p ros pe-
rar, y al paso que se construye a llí una
ciudad gra nd e y cómoda, se em p re nden
obras considerables para dotarl a de dár-
senas y muelles.

1:

1,, 1
~ 11,
© Biblioteca Nacional de España

- -
BlCNITO PÉP.XZ GALD6s 61

DE VUE LTA DE I T A L I A

La N ación italiana

Sa ntander, Octubre 30 de 1888.

Hace quince días proxl m amente me


enc on tra ba en R oma pres enciando los
prep ara tivos de las fies ta s con an" la
capita l in tangible y sagrada de la moder-
na Italia ha celebrado la visita del Em-
perado r de Alemania Gu ille rmo n . Pue-
elo dar fe , aunque no ví la entrada del
Em perado r en Roma, 'dd sincero entu-
sia smo con q ue los ita,lian os se d is ponían
a reciLir al aliado. de H um berto. La opi-
nión en todo el rein o y principa lmente
en su grandiosa capi,tal, era tan uná nime,
que 110 hay pos ibilidad de tergiversarla.
Los que dirigen la política italiana h a n
tenido el acierto de hacer popular la tri-
ple alianza. El partido anti germánico o

© Biblioteca Naciona l de Espa ña


G2 DE VUELTA D~: ITALIA

no ex is te o es tá re ducido a exíg·u as pro-


por ci o nes. Consideran los ital ia nos la
triple al ia.nza com o garantía firmí slma
de su r ecié n conq uis tada unidad, y ven
en la visita d el sobe rano más poderoso
de Europa C0 111 0 una solemne consagra-
ción ele aquel m ism o principio.
Q ui en no co noz ca a R oma no puede
forma r se idea del magnífico es ce'nq.rio que
aqu ella ciuda d ofrece para toda clase de
fi es ta s. N ing una cap ita l de Europa con-
tie ne ta nto s y ta n h erm o sos m o n umen-
tos. Apa rte d e los r ecuerd o s que emb e-
Hec e n e idea li za n todos los sitio s, predis-
poniendo en la .m ente a engrand'ecer
cuanto ven los ojos, Roma es la deco-
ración más admirab'le qu e pue d e con ce-
birs e. Sus do scie ntas igles ias, s us in nu-
m erables pala cios, s us impon entes rui-
nas ofre cen u n fon do s in igual para dar
lu cimie n to a las mu lti tudes. Cualquier
so lemnidad r eligiosa o cívica tiene allí
u n brillo extrao r di nario.
La arqu it ec tura g randiosa da a la ciu-
dad el cará cter de im perial residenc ia, y
no es ne cesar io en g ala narla para qu e los
hu éspedes r eg ios aparezcan a.!lí como en
su morada pro pia .
El sentimiento de la unidad es tan
v ivo en Italia que abs orbe enteramente
la vid a política del paí s. Todo s e subor-
dina a la unidad, con quistada no hace
m ucho, y el t em or d e perderla aca l·la las
pa s iones y quita al poder púMico multi-
tud de es-torbos . En los paises donde la

© Biblioteca Nacional de España


B~NITO PÉREZ GALDÓS 6i)"

unidad está asegurada, como en España,


donde nadie piensa en ella, el poder pú-
blico vive azarosamente en con stante pe-
ligro. La ambición y el orguHo toman
mil formas y sostienen constante guerra
civil sin armas. En Italia existiría la
misma agitación que entre n9sotr05, si
h idea de la unidad no lo impidiera. Di-
ríase que aqu el noble país no ha vuelto
aún del asombro que le produée el verse
constituido en nación de primer orden,
y que teme despertar de este sueño glo-
rioso y encontrarse de nuevo dividido y
despedazado, formando estados insigni-
ficantes.
En la vida de las naciones dos o tres
lustros no significan nada. Parece que fué
ayer cuando Cavour soñaba la unidad
en el débil estado de Cerdeña, cuando
Roma defendida por las bayonetas fran-
ce sas era la ciudad papal, Venecia y Mi-
lán per tenecían al Austria, y Toscana,
Nápoles, Parma y Módena formaban
estados sometidos a distintas ramas de
tI familia de Barbón.
El poder de una idea lo transformó
todo en unos cuantos años . El hecho
m aterial se realizó en poco tiempo; pero
la idea venía incubándose en la mente
italiana desde hace sig lo s. · En todos 105
poetas ele aquel suelo ha sido la unidad
una verdadera manía. Desde Dante ha sta
Leoparcli, todos han enc o ntrado en esa
lira a centos dignos de Isaías para la-
mentar el mal inmenso de la elesmem-

© Biblioteca Nacional de España


.,4 D E VU E T.T a DI': ITALI.\\

bración itailiana. El privilegiado suelo de


la península ha sido al travé s de los si-
glos campo de batalla de las ambicione s
de los poderosos de la tierra. •
Las interminables riva,l idad es del Im-
perio y la Iglesia e n la Edad :rvfedia, las
contiendas entre las Rep ú bd¡cas, las gue-
rras de Francisco I y Carlos V, toda esa
s·e rie de epopeyas, que constituye lo más
interesante y dra mático, de la historia,
parece haber ex is tido exolu sivamente
pa ra ensangrentar y desgarrar el suelo
d e I talia. ·Cuando se visita hoy la nación
formada com o p or milagro bajo el cetro
d~ la ca sa de Sa b a ya, no se pueden apar-
tar de la mente las doloridas estrofas d e
la célebre oda de Leopardi. El gran
poeta , abrumado por s us males fís ico s.
el alma ' entristecida p or el pesimismo.
llora los mal'es de I talia, se lam en t a
amargame nte de s u in s ~gl11 fi c ancla n1it:-
ta r y políti ca. de s u esclavitud. y ni s i-
qui era vislumbra (¡ ue tal situa ció n pued e
haillar remedio.
L eo pardi llora y no profetiza ; no ve !3.
r ccl e nción; pa re ce creer que la mi seria y
la abyección el e \tn país ha n d e ser in-
t erminables. y sin embarg o. la red en ción
se aproxima en los ·d ías e n que el exi m io
po eta lanzaba Co n tanta amargu ra Sl1S
ayes elocuentes. A un no había pasad o
medio siglo cuando apareció la I tali a
un.a con su cab eza en Flo.ren cia p rimer o,
de spués en Ro m a, la ciudad más ilu s tre
y glor·iosa del mundo.

© Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ G.HD6s 65

Si Leopardi resucitara y viera el estado


de grandeza a Oque ha l1egado la "formo-
síssima domla", creería pad'e cer una
aberración del pensamiento o ser víctima
dal delirio enfermizo qoue le atormentó
en lo mejor de su vida. Causa en verdad
maravilla ver como se ha formado en
tan poco tiempo esa nación fuerte y
rica. La unidad política no es más que el
resultado de la unidad de pensamiento
en toda la familia italiana, y de este bien
inmenso se deriva la firmeza de las ins-
tituciones y la regu'laridad de los diver-
sos organismos del Estado.
Porque Italia ha demostrado su extra-
ordinaria vitalidad no solo en el estable-
cimiento dd principio de la unidad polí-
bica, sino en la manera de desenvollverla
y hacerla práoctica. 1 ta'lia ha sabido crear
una a:dministración idónea, una hacienda
prÓ"spera. Con estos medios y el gran
elemento den patriotismo que a'lienta en
toda's las clases sooiales, ha creado un
ejército poderoso y una marina que pue-
de oompararse a las más formidables del
m'u ndo.
Los qoue ha,ce veinte o más años visi-
taban 'la penínsu'la sin otro móvill que ad-
mirar el Arte que ilustra sus gloriosas
ciudades, y vue'lven hoy anhe'lando re-
novar las dulces impresiones y refrescar
e! recuerdo poético de las edades pasa-
das, encuentran una transformac·ión
co'mp'l'eta en el pais que tales riquezas
atesora. Como .depositada de tantos

© Biblioteca Nacional de España


66 DE VUH:LTA DE ITALIA

tesoros artísti cos, Italia no ha perdido


nada; al contrario, ha gallada mucho en
el método de con servació n de aquellas
pr eciosidades y en las faoi.Jidades que
ofrece para q ue el mundo las admire.
La red de ferrocarriles es hoy tan
completa que puede visitarse cómoda-
mente toda Italia en breve tiemoo. Los
billetes circu'lares abaratan el viaje hasta
lo increibk Solo falta que el servicio
se perfeccione hasta equiparado al de
Francia. Hoy las empresas hacen un
strvicio aceptable dentro de las condicio-
nes premiosas de la vía única; pero la
afluencia de viajeros en todas las estacio-
nes del año exige mayor rapidez y como-
didad, para lo cual urge el es<tablecimiento
de la doble vía, reclamada también por
razones de un or,den políti,co y militar.
Ultimamente se ha demostrado que si
Italia tuviera que movilizar su ejército
eu pocos días, no podría haceruo por in-
suficiencia de sus medios ferroviarios. Le
fa'ltan vías dobles y carece de material
s uficiente. Pero aún sin contar con la s
ex igencias de una guerra, el movimiento
or dinario de viageros rcclama una com-
pl eta reforma en los ferrocarriles italia-
nos.
Los españoles no s en co ntramos en
Italia como en nuestra propia casa. No
sé que hay allí de común, ,la raza sin
duda, la lengua, las costumbres. La sc-
mejanza entre ambos idiomas es tal, que
má s fácilmente se hace entender un es-

© Biblioteca Nacional de España


1 ,

BENITO PÉRK~ GALDÓS 67

pañol en Italia que en Portugal. Apren-


demos el italiano sin gran esfuerzo y nos . "

asimilamos las inflexiones y el acento de


la lengua del Dante casi sin darnos cuen-
ta de dIo. Al propio tiempo hallamos
paridad tan grande entre las ciudades
del Mediodía de Italia y las nuestras,
que a ratos la ilusión es completa. Las
casas parecen las mi smas, el campo y
los árbüles idénticos, la gente idéntica
también en el vestir, y más aún en la
viveza de la imaginación y en la rapi.dez
un tanto alborotada del lenguaje. Reco-
rriendo las calles de Nápoles, hay mo-
mentos en que cree uno encontrarse en
Cádiz, en Málaga o en Va'¡encia. La .tle-
gría d'e la cal'le de Toledo es tal, y anda
por ellla el p,ueblo tan regocijado y bu-
llicioso que se creería que al extremo de
aquella larga vía hay una plaza de toros,
y que la corrida va a empezar.
Fuera de esto I¡ay mil cosas que au-
mentan la semejanza. Si los ita,lianos no
tuvieran la gran idea de la unidad qu e les
vigoriza y les infunde un concepto ele-
vado de la vida política, se parecedan
extraordinariamente a los españoles en
la quietud devorante, y si nosotros tu-
viéramos que sostener la unidad recién
conquistada y no exenta de peligros, se-
ríamos quizás tan formales como ellos
y tendríamos un patriotismo tan absor-
ben te como el suyo.
La principal atracción de Itall ia con-
siste en las riquezas artísticas que guar-

ro Biblioteca Nacional de España


613 DE VUELT.&. DE ITALIA

da. Lo poco que de Grecia nos queda,


allí está; la arquitectura civil le Roma
tiene allí sus modelos más admirables, y
por fin las artes florentinas y venecianas
de la Edad Media y del Renacimiento
emiq uecen aquel suelo privilegiado. Lo
que más asombra en 1 talia es que el
arte existe allí como en su terreno na-
tural. Se le ve y se le respira por todas
partes desde Génova hasta N ápoles, y
aunque no existieran en Florencia y
Roma los maravi,Hosos museos de "Gli
ufizii ", Pitti, el ,cal?itolio y el Vaticano,
no sería menos interesante la vi·s ita a
Italia. En todas partes hay museos; pero
estos tienen siempre un carácter de {:Q-
leccionismo que no satisface el alma del
artista. Este goza más viendo en la-s ca-
lles de Florencia, en sus iglesias y pala-
cios de qué manera tan viva sentían la
belleza los antiguos habitantes de las
Florid.as del Amo. Roma no proporciona
ea grado tan alto las emociones de un
med'i o artístico comp'l eto. Es ciudad don-
de 10 grandioso abunda más que lo bello,
y donde la esplendidez papal, con ofre-
cer tantas magnificencias, no nega a
igualar la senciHez ingénua y la gracia
inefable del arte florentino.
La ciudad de los Médicis, sin tener la
opulencia abrumadora de la capital del
catoli,cismo, es el foco de toda la cultura
artística y científica en el Renacimiento.
Toda ella revela aun el hermoso papel
que desempeñó en siglos pasados, y los

¡¡,¡ Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALDÓS 69

nombres de Dante Alighieri, Donatello,


Miguel Angel, Galileo y Maquiavelo
bastan a ilustrar su nombre. Es Floren-
cia una ciudad que en su recinto mo-
desto encierra memorias y nombr'es su-
periores a los de las más orgullosas ca-
pitales, y tiene un sello de señorío, un
no se qué de aristocrático
que la distingue de todas las poblacio-
nes del orhe y d,e sus hermanas dt Italia.
N o me propongo descrihir las ciuda·des
de la p'enínsula, pintadas de diverso mo-
do por tantos viajeros. Ita,lia es conocida
aún por los q'ue no la ha.n vi's itado, y las
r.epresenta,c iones gráficas y des·c riptivas
de sus monumentos son, digámos,lo así,
del dominio púb,lico. ¿ Quién . no conoce
las lagunas de Venecia, la logia de Flo-
rencia y la plaza de San P edro? Se ha
escrito tanrto de Italia que es difícil y
temerario añadir nuevas descripciones a
~as tan conoddas hechas por las plumas
más háhile's de todos los paí'ses . Unica-
mente intentaré pr.es·entar a:lgunos pun-
tos de vista, res·ukado de la ohservación
personal, y así esta's cartas contendrán
aprecia,c iones artísticas e hi stórica's enla-
zadas con los nuevos a spectos que ofrece
da moderna ItaLia, transformada por la
unidad.

N o puede d·esconocerse que en Italia


la vida pOIIHica absorbe gran parte de las

I!::) Biblioteca Nacional de España


70 DE VUELTá DL ITALIA

actividades. Como pais nuevo necesita


p restar gran atención a lo que constituye
s-u fuerza . Las ohligaciones de potencia
de primer orden embargan, digámoslo
así, el espíritu de la nación. Su política
exterior es delicada y exije que se apli-
quen a ella extraordinarias facultades.
En cambio la política interior es fácil,
porque la shtuación del país en el con-
cierto europ'e o, e stimU'lando el orgullo
nacional y manteniéndolo siem¡pre vivo,
suaviza las pasiones y pon'e freno salu-
d2 ble a la amb ic·ión personal. En cambio
creo que el brusco renacer de b Dolí-
tica ha influido desfavorab>lemente e-n el
arte. Italia desmembrada cultivaba las
artes todas con más aci-erto qU1e ahora;
pero el gérmen y la nativa facul-tad exis-
ten siempre en aquel pueblo, y s-egura-
mente la actual aparente decadencia es
pr·ecursora de un nuevo renacimiento.
La música y la pintura no ofrecen hoy
en aque.! país muestras extraordinarias
de poder creador. La escultura misma.
que es ·en cierto modo el arte genuina~
mente italiano, no parece ha'l Iarse en un
grado de brillan te desarrOlllo ' a pesar de
las excelentes obras que enc·ierra. entre
mucho mediano, d campo Santo de Gé-
llova. La literatura dramática no sobre-
sale tampoco, aunque este fenómeno no
es propio de Itallia sinó general y carac-
t erístico de tocla EuroDa.
Los demás ramos d~.l arte literario sí
florecen allí; pero 110 sería aventurado

Itl Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALD6s 71

afirmar que el considerab,le desarrollo


del periodismo perjudica la producción
literaria. La vida po.!ítica es absorhente.
La práctica de la libertad, después de
largos p eríodos de obscuridad, quietismo
y opresión, debi,lita sin género de duda
las energías de la inspiración literaria,
lo que prueba que la Iiberta-d constitu-
cional, no es el mejor de los Mecenas.
Pero el arte, en una forma u otra, sietn-
pre vive, aunque no se manifieste, y de
pronto surgen inesperada1s formas y as-
pectos del mismo.
Italia se encuentra en e>l terreno po'lí-
t:eo en una situa-ción exce.pciona[ y única
por sus re-l aciones con el Papado. Este,
vencido, reside en la misma capita-l, y
aunque sus esperanzas de rehabilitación
no deben d'e ser muy sólidas, sostiene
lucha implacabl,e con e1 poder que le ha
destronado. De aquí que la política exte-
rior de 1 ta,lia se subordine s'iem¡>re a la
eterna y magna cuestión. La idea dI!
reconciliar los dos poderes, por generosa
que s'ea, no en cuentra fácia~nen te prosé-
litos, y la división en "negros" y "blan-
cos" es cada día más radical.
Pero hay que observar que los "ne-
gros" del órden civil disminuyen de día
en día. Hasta las grandes familias histó-
ricas que se propusieron s'er fieJI'e s al
Papa en la desgracia, v-a n dejando de
sedo, porque las nuevas generaciones se
educan en ideas muy distintas de las de
los antiguos Colol1nas, Dorias y Bor-

© Biblioteca Nacional de España


72 DE Vl'I~I.TA DE ITALIA

gheses. Además el es,tado ita.liano posee


en las instituciones militares un gran
medio de atracción.
La nobleza jóven se ind'¡na natural-
mente a ceñir la espa,da, y busca ingreso'
en el ejército y la marina. El Papa redu-
cido al dominio puramente espiritual tie-
ne una gran desventaja ante 's u enemigo,
y es que so[o puede ofrecer a la juventud
noble o plebeya la carrera eclesiástica.
Este hecho indudable es por sí un argu-
mento de fuer za contra el poder tem-
poral.
La lucha, pues, va SÍ'endo ca,d a día
más desigual I ta'lía gana terreno y e'l
Papa lo pier,de. La juventud ita.J,i ana no
se presta a engrosar las filas poco bri-
11anlles por cierto de la guard'ia Noble
Pontificia, P'a ra calmo de desgracia, el
Papa no puede tampüco atraer a la no-
bleza con el a,liciente de la cámara di-
plomática, porque la representación del
Pontificado en las naciones católicas es
ec1e&já,~tica.
En cuanto a la recondliación, hay 011
Itallia q'uien la des ea sinceramlente, y en
eileva,das regiones no escasea este senti-
miento; pero tal como están hoy las co-
sas, es sumamente dificill si no imposible.
Junto al Pontífice hay e1ementos que la
rechazan con indómit'a energía, y si el
mli'smo Leon XIII abr,igara sentimiento!
conóliadores, perdería de fijo su autori-
da,d. Al propio tiempo, la prensa radical
italiana, extremando su ataque <;tI Va,-

© Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALDÓS 73

ticano y abusando en cierto modo de las


prerogativas dd vencedor, imposibilita
la concordia.
El Papa no pierde ocasión de formular
sus agrav10s esperando apoyo de la's na-
ciones extranjeras sean o no católicas.
Quizá·s se resignaría a la l'enuncia for-
mal de sus estados con tal que le deja-
ran a Roma; quizás extremando las co-
sas se contentaría con pase'e r el terri-
torio del Borgo y Trastevere : pero los
italianos no ceden en esto, y para ellos
toda Roma es capital de Italia. El Papa
se ha lamentado recientemente en un
documento público de que Humberto I
haya llamado al Quirinal "mi pa.lacio",
y califica de despojo la ocupación d~ los
edificios de Roma. Sabido es que el go-
bierno italiano no ha d'e ja'd o a,1 Papa,
fuera d'el Vati,cano, más que el 'de la
CanCÍo[.[.ería. Todos los demás es-tán ocu-
pados por ofi,cinas. El Colegio Romano,
guarida de los J esu,itas, está oc upado por
un inst ituto de ens'eñanza laica, y en el
mismo Jesu, donde se con'servan la's Cá-
maras de San Ignacio, no hay ya ni
ra's tros de su de stino religioso.
Pero es difíci'¡ que el Gobierno de
HUll11berto 1 pueda ya volver atrás, des-
anda'nodo lo andado en e1 camino de la
ocupación. N o se vé, pu'es, sa,l ida aJ con-
f1i.cto, y ca,da día que pasa van desa pa-
reciendo en Roma las hu'ellas de la do-
min¡¡¡ción papal!. Los italianos qu e bla-
sonando de muy patriotas, respetan la

~ Biblioteca Nacional de España


74 DE VUELTA DE ITALIA

p'ersonalidad veneraMe del Papa, formu-


jan un argumento Que no tiene réplica:
"Des'de Que (jI jefe die la Ig,lesia, dicen,
ha per,dido la ,¡pbera,nía temporal, su po-
der espiritual, lejos de disminuir ha au-
mentado considerablemente. En el go-
bierno de l'a Iglesiana,da revela que el
Sumo Pontífice esté privado de libertad,
y estápilenamente demostra,d o en la
práctica que para ejercer la soberanía
sobre las cOl1ciencias de los católicos, no
hacen falta a Su Santidad estados ni cosa
Que lo valga. Al contrario, la administra-
ción civia, e1 régimen po'lítko con las
profa.túda,cl:es que tra'e COJ1is'i go son un es-
torbo para el pod'e r mora'l ejerci<:lo por
e.I sucesor de Sa'n Pedro. Por lo demás,
nun(;a ha si'do más venerada la persona
del Papa, ni su autoridad espiritual más
ampliamen1e reconocida, y aca ta,d a".
Pero a estas razones contestan los
parti,d arios del poder temporal con otras
de carácter hi'stórico y polític o qu'e reve-
lan la naturaleza puramente humana de
esta conti'e nda. Nadie Que ha ejercido
un poder cua,lQuiera se resigna a per-
derlo, y no reconociendo la I gles ia el
principio de la soheranía nacional como
lo retonoce y acata la escuela moderna,
difioilmente habrá má,s solución que la .
qu'e tra igan eil tiempo y la consumación
de los heohos. B1 poder temporu,l del
Ponüfica·do perten'ece a la historia. Le
llegó su fin como a otras instituciones,
y no hay- fuerza humana que 10 resucite.

© Biblioteca Nacional de España


BENITO PEBEZ GALVÓS 75

La recí'ente ví6ita dd emper·a dor de


Alemania al rey Humberto ha fijado la
atemción .de Europa porqu'e se ha visto
en ella una consagra ció n sollemne ele la
t!1ipl·e a.lianza. Per.o 51 hom ena je de cor-
tesía tributado por Guillermo a Su San-
tidac!, no !la p o dido reverdecer las espe-
ranzalS de las partidar,i os del poder te m-
poraJl.
El emperador luterano y el je fe de los
catÓilicos han cambiado la·s urbanidad es
propias de los mon'a r.cas, sin que de e,llas
pucda desprenderse na,da que indique un
cambio en la situación de las cosas. Y
se cOlllprende que a'sí s ¡;,a , pues no sería
Italia alia,d a sincera de Alemania si é s ta
no prometies e 'guardar la pr ecisada u ni -
dad. El Vaticano, donde hay dipuomát!-
cos de mucha pers>pi,cacia, hubo de com-
prenderlo as'Í, y para éstos, la visita de
Guillermo a Su San.ttdad deb:ió de ser
una fórm'l1 lla de etiqueta absDlutam'ente
estéri,l, y un acto de cortesia eX1gido por
las circunstancias y quizás mo'lesto para
una y otra parte.

II

Roma

La fronte r a entre los actuales domi-


nios del Papa y el Reino de Ita'lia está
en d "portone di bronzo", la entrada del

ro Biblioteca Nacional de España


76 DE VUEJ.TA DE !rALlA

Vaücano 'Por la plaza de San Ped:ro. En


la parte de fuera se ven los polizontes y
carabinle ros dd rey Humberto; en la
parte interior los suizos del Papa, ves-
tidos con el p intoresco uniforme ama-
rillo, negro y rojo dibuja,do por Rafael.
A poco de transpasar 'la frontera, se en-
cuentran los gendarmes deU Pontífice,
cuyo traje de diario es por el estilo de1 de
la gendarmería francesa, ':/ el de gala
muy parecido all dIe la guardia imperial
de Napoleó,n, con la enorme gorra de
pic<l que les da un aire muy vistoso y
marciall. La gua.rdia pontificia de ¡In fan-
Ve ría reou-eroa la infantería francesa y Uos
guardia's nobles de caballería son las tro-
pa:s más desaira,das que tiene e,] Papa.
Su aspecto es de ópera cómica. Esta
guardia a,compañ'a y custodi'a a Su San"
biclad, cuanclo pasea en coche por los
jarc1i'nes del Vaticano. Los más fervien-
tes pa.rtidarios del poder temporal verían
con gu'sto qU'e esta guardia fuese sU'Pri-
mida. N o sirve absolutamente para nada,
y es una carga abrumaldora del tesoro
po ntif.icio.
S ubiendo 'l a "Sca1la P.ia" s'e l'l ega al
patio de San Dám'a's o, y de allí parte
la escalrera que conduce a .las habitacio-
nes privadas de Su Santida.d. Antes de
llegar a ellas, hay que pasar por multi-
tud de sa:las donde se ve que la corte
cid V alticano continúa siendo una de las
m ás fastuosa's de Europa.
Por todas partes s'e ven uniformes
magníficos, Iibr,eas y sotanas elegantes.

© Biblioteca Naciona l de Espalia


BENITO PEREZ GALDÓS 77

Pero las habitaciones de León XIII son


modestas y su ajua'r no supera al de cual-
quier r'esidencia de la clase med1a.
El Vati'c ano es una aglomera,ción de
edificios de diferentes épocas, ocn,pando
eS1)aclo igual al de una mediana ciudad,
Se ven en a,l gunos patios, trozos que per-
tenecen a 'l a Edad Media; p'e ro el Rena-
cimiento y los dos siglas úilt,imos, preva-
lecen en la mayor parte deQ inme,nso
edifici<J. Para v'erlo y conocerlo media-
namente, se necesita mucho tiempo. En-
óerra las coleoci<Jnes artíst,k as más her-
mosas del mundo, y.las artes suntuarias
üenen alUí los ejem.p1ares más admdrables
qu1e se convcen.
Si al entrar por el "portone di bronzo",
en vez de tomar hada la derecha para
subir pvr la "Sca1a Pia", S'egu11110S hacia
"Scala Regia", Hega,remos a la capi.lla
Sixtina y de aquí a las estancias, Sala
Ducall , Sa'l a de Constantino Y capilla de
Nicolás V. Las maravillas de arte que
esta parte del Vaticano encierra, son de
rctoria celebridad, que todo e': mun~l:l
ti~;1e de ella~ noticia aun sin haberlas
visto; pero la impresión que su vista
produce, no pued;e trasmit,i rse, Y aunque
sean conocida,s de toda persona ilustra-
da, las pinturas de la capiHa Sixtdna, por
ejemplo, solo pueden ap.reciarlas b1en los
que han penetrado allí.
Generalmente se \llega a Roma después
de haIYer estado en Florencia y Venecia.
El viajero Heva ya su espíritu saturado,

© Biblioteca Nacional de España


78 Dll: VUELTA DE ITAIrA

eligámosd,o así, de emociones artísticas. A


ft,e.rza de ver perfecc'¡ones prodúcese en
él una espec ie de empacho, y no es de
extrañar que sean mirada's con indife-
rencia algunas obras capitaleG. A pesar
de e,s to, la contemplación de la capil,la
Sixtina y singularmente de su incompa-
mbJe techo confunde y anonada. Es una
'ele ,las obras más a sombrosas que ha pro-
ducido el ingenio del hombre, una ver-
elarlera creación en el sentido más con-
cr'e to de la pala'bm. En ninguna de las
obms de M,i guel Angel se vé, como aquí,
el poder de su i'ngenio robusto, en el
cua,l parece que se ' aunan milagrosamen-
te 61 paganismo y la f'e cristiana. Es la
más hermüsa página neológica que se ha
compuesto en honor eld dogma, y to,das
la;, 'literaturas de los Santos Padres .pa-
lidecen an te esta inspirada composición
simbó'lica. Las tres artes en que Miguel
Angel fué maestro aparecen alH en ad-
mirab<le armonía, de tal modo que pare-
cen una ' soJa. ' Arquitec tura, escuhura y
pintura forman conj'unto estéüco de tan -
ta hermosura que la vista fascinada no
puede apartarse de la composición.
Los sibilas y profetas, sirviendo comé)
de marco a las represen tacioll'es del Gé-
neSÍ<s y destacándose por el vigor de los
escorzos y la atlética musculatura, nos
presentan los as untos bíb,Jicos con mis
energía que la Bihlia misma. Es um
i'lustración que casi sup era en magestad
y grandeza al texto mismo.

© Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALDÓS 79

E.l Juicio Final nos mu estra una con-


cepción extraña del t erribqe dogma. AHí
M~guel Angeq se apartó brusca y gallar-
damente de la tradición y d·e cuanto ha-
bían hecho sus predecesores. i Qué di-
ferencia entre esta pintura y las de iguaI
asunto que decoran el Campo Santo de
P.isa I En estas la misma inge11uidad les
da un senti¡uiento dramático y humano
que las hace más comprensiMes. En el
J uicío de la capil,la Sixtina, la composi-
ción es más abstracta y la ciencia del
diseño y e'S·corzo está más en armonía
con el concepto ~eológico del asunto que
se repres enta. El desnndo prodiga.do por
erl ar,tista con devoción pagana le da
mayo,¡- grandeza. Pero con ser tan her-
moso y va-licnte este fresco, no cautiva
tanto como. el techo con 5U degantÍsima
distribución arqt~itectónica y las actitu-
des admirables de las figuras que al mis-
mo tiempo enlazan y divid'e n lo'S com-
partime.n tos. Estos, al modo de cantos
de un poema, si separadam'ente admiran,
más admiración causan unidos.
D e'S pués de contemplar esta obra maes-
tra todas las demás pinturas que el Va-
ticano encierra, s in esceptuar las cele-
bradas Estancias de Rafael, palidecen.
Los fresCOS de la "Sala de la Signa-
tura" son los que mejor se defi e·nd en de
la comparación . La Escuela de Atenas,
la Disputa dd Sacramento y las gracio-
sas figuras de la Teología, la Poesía y
la Jurisprudencia nos ofrecen una inter-

© Biblioteca Nacional de España


80 DB VUELTA DE ITALU
- - - - - - - - - - -- -- - -
pretación más humana de 1as jdeas. Lo
que allí se rep,resenta parece que está
más aa alcance de nuestra inotdigencia y
las figuras tienen en cierto modo más
parentesco con nosotros; pero la impre-
sión es, quizás por esto, menos honda.
Lo de Miguel A,ngeJ es único. Sus ideas
son gTandes y sencj.I,las como las de lüs
prüfetas, y -las representa por medio de
tipos que sin duda pertenecen a una raza
huma,na superior a la nuestra. En suma,
las Estancias d-e Raf.ael, con ser tan her-
müsas, gustarían más si no estuvieran
tan cerca de la cap ~lIa Sixtina. En eUas
resolvió el gra-n artista los problemas
más ánduos de composkión. -egún se
la entendía 'en ISU tiempo. Su dibujo es
aCalbado, más correoto que d de su rival;
pero sin los gallar,d os a trevimie,n1os de
éste. Miguel An g el tenía el don si.ngu'\ar
de atreverse con la misma Naturaleza
y contra,riar con osada arrogancia sus
principios dentro de cierta medida, re-
sultando las más de 1as veces que los
modificaba a su antojo y reaQizaba el
milagro de producir la belleza de,tentan-
dú aquellos mismos principios.
Esto se ve más c-I arame'll'te en .las es-
cll'l turas de aqlletla ma,no magistra.l que
se conservan en Roma y Florencia. E'l
.. David" está Heno de incorre.ociones;
pero tiene tanta vida que aquellas apenas
se advierten, y e'l "Moisés ", verdadera-
mente monstruoso por sus desproporcio-
nes y su anatomía, es de todas las esta-

© Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉR.EZ GALDÓS 81

tua'S del Renacimiento la que produce


impresión má", honda.
Fué hecha para el sepu'lcro de Julio II
en San Pedro AdvÍncula, una de las
iglesias más insignifica·ntes de Roma. El
sepuUcro no se concluyó, y la estatua
dest.inada a ocupar en a'que'l monumento
UJl lugar seoundario, está colocada en el
centro de una decoración sobria, a poca
a:Jtura del suelo. N o es preciso descri-
birlla. ¿ Q.uién no conoce las reproduc-
ciones de es1a figura imponente, con su
barba inmensa, su actitud magestuosa y
la expresión seV1era de su fren1e con
cuernos? Es de las cosas que una vez
vi·s tas, no se pueden dlvidar nunca. En-
tré en San Pedro Advíncula a· la caída
de la tarde. La iglesia estaba medio a
ob&curas, sin una aJ,ma. N o se oía más
rui,do que el que hacía el sa'c ristán con el
manojo de llaves disponiéndo",e a cerrar
la pue·r m. Acerquéme al brazo derecho
del cruce,ro, y al ver el Moisés, a la im-
presión que sentí se mezclaba el asom-
bro, un terror inexplicable,
Parecíame que la severidad expresada
en aquel mármol con rasgos tan enérgi-
cos pertenecía a la vida real. y que de
aquellos ,l abios fríos iban a brotar pala-
bras de ira, Jamás el arte ha simu'la.¡)o
los caracteres del espíritu y la expresión
de 'la vida con mayor intensidad. Aquel
mármol vive, aquella cabeza piensa,
aque,Llas manos se van a moV'er, y aquel
corpachón desmedido se va a erguir en

i¡;) Biblioteca Nacional de España


82 DE VUELTA DE ITALIA.

su asiento. Y cuando se levante, de fijo


tocará con su cabeza el techo de la Igle-
sia, pOl'que es inmenso, y la grandeza
en él expres'a da aumenta sus colosales
dimensiones.
En la "P,ietá", que adorna una de las
capil¡las ele San Pedro, M.iguel Angel! se
muestra más humano, más comprensi-
ble. Llaman los ita1ianos '" Pietá ", a'l
grupo de la Voirgen María con Cristo
muerto, que nosotros llamamos la So-
ledad o las Angustias, Migue~ Angel ha
expresado el patético asunto de la ma-
nera más sorprendente, sin :ncurrir co-
mo otras veces, en exageraciones anató-
micas. Aquel es un Cristo y no un Her-
cules ni un gladiadDr vencido, tiene la
suave unción y el do,l or resignado con
qu'e el cristianism o la l'e.presenta.
Florencia posee de su escu~tor predi-
lecto, además del Davi.d, ,l os dos célebres
sepukros de los Médicis en la sacristía
de San Lorenzo. Allí está el célebre
"Penceroso" y las dos estatuas yacentes
"ElI Día" y "La Noche ". Ignórase el
pensamiento dd artista en esta obra ca-
pital que tampoco está conduída. Los
dos monumentos son iguales en su traza
y han ser'vi,elo de mode'lo para todos los
sepulcros de Papas y Reyes. Es que la
herencia artística de Miguel Angel es
tal, que los siglos que le siguieron han
tenido poco q'u e inventar. L!! p·asa lo que
a Beethoven. Ambos dejaron caudal ín-

~ Biblioteca Nacional de España


BII:NITO PÉRII:Z GALDÓS 83

m ensü de ,i deas a las generaciones que


les sucedieron.
Bacio Bandinelli es e'l primero de los
suces'ores L e] gran escuhur. pi11tor y ar-
quitecto flo.rentino. Como B erruguete en
España, B'andinelJli es en Ita'l ia ell dis'CÍ-
pulo pI'edi'leoto. Conserva la grandeza de
la wnoepción, 'l,a s formas atléücas y e1
profundo saber a,na:tómico. Los que vie-
nen después van sustituyen{jo la energía
con el énfasis huec,o y a,do,ptando las
formas ampulosas pam fal sifi,car la ma-
}esta{j. Carecen de la ideación cleva{ja,
y en cambio mancan los d'efectos, aque-
llas imperfecciones, que el maestro con
su genio poderoso convertía mi lagrosa-
mente en bellezas. Bernini fué quien más
produjü en este género de es,c ultura en-
fátka, y Roma está materialmente pla-
gada de fi,g uras afe,c tadísimas, en violen-
tas posturas, cubiertas de paños allmido-
naidos y huecos.
La primera impresión que el viajero
recibe en Roma es la de verse como ase-
diado por la tur,bamullta de fi'g uras de
mármol que en fa'ohadas y fuentes, en
el exterior y en el interior de las igle-
sias ostentan su hiperbó'li'ca magnificen-
cia en aca<démioas aotitudes. Los após-
toiles, evange'listas y funda{jores que de-
coran las soberbias basí hicas de San Pe-
dro y San Juan de Letrán parecen los
mismos. Todos se as'e meja'n y todos es-
tán recitando la misma oda con e:1 propio
acento encomiástico y frío. Pronto se

© Biblioteca Naciona l de España


84 DI!: VUELTA DE ITALIA

familiariza ~ espectador con esta mani-


festa,ción repetidísima d't' jl deca,dente ge-
nio de Bernini. Los sepulcros paJpa'les en
San Pedro son casi todos del mismo es-
tilo. '
N o puecle n egarse, sin embargo, que
sí exami na das aisladaJmente, estas obras
cautivan poco el ánimo de quién las con-
bemplla, el co nj unto que de su multipli-
cidad r es ulta, tiene alIgo de grandioso.
Obra de luj o más que de b elleza, la de-
co ración de templos o plazas infunde
ideas de poder y magnifi.cencia. Por lo
demás, no se puede descül100er el talento
de Bernini. hombre de tan prod,igiosa
fecu ndi,da,d que no se concibe produjera
tanto sin colaDora,dores. Era también
arquitecto, y si legó a la posteridad una
escuela demall gusto que después engen-
dró los desvaríos de Borromini, no se
puede desconocer que trazó algunas
construcciones muy be!Uas, como la co-
lumnata de la plaza de San Pedro que
lleva su nomb ne.
Aquí termino esta digres1ón sugeri.da
por Miguel Ange'l, y vuelvo al Vaticano.
tesoro de preciosida des antiguas así pa-
ganas como cri stia nas . Es realImente ex-
traño que la conservación de las más
be'lIa's obra s dell gentilismo s'e deba a los
Papas, y que la residencia d~ jefe del
catolic.ismo sea el depósi,to de las simbó-
licas imágen es con que los pueMos de
Grecia y Roma rindieron cul1to a la Na-
turaleza, La soberbia colec,ción de escul-

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BENI'l'O PÉREZ GALDÓS 85

turas formada por los Papas, y enrique-


cida por C1emente XIV y Pio VII, es
la primera <del mundo, y la más hermosa
muestra d·e aque'lla ci'V ilización potente
vencida y aniqui,lada por el cristianis mo
en el terren o moral; pero victoriosa siem-
p re y jamás olv.ida·da en B'l del Arte. Las
ob ras ma es tra s que atesoran las galerías
elel Belvedere son innumerabJ es. Entre
e'11as vemos las célebres estátuas "Apo-
lo", " Laocoonte", el "Dioscóbulo",
" A nt inoo ", la "Venus en el baño", ori-
ginales de artistas gr iegos o cop ias exce-
lentes de las mejores obras de Atenas y
Rodas. La estatuaria puramente romana
no es menos apreciable, pues sí como
expresión de la belleza care'c e de or igi-
na'lid ael, tiene el interés de ofrecernos re-
tratos perfectos ele los principa'les per-
sonajes del tiempo de la R epúbl.ica y d-el
Imperio. La escultura e;:a-en Roma un
arte popu.!ar, y el princLp aJl elemento de-
comtivo de lo's edificios público's y pri-
va<d-os. L a's estátuas y grupos que hoy
nos a,dm iran en el Mu seo Pío Clemen-
tina ,decoraban las sa'las de las Termas,
las naves de las B así'licas , quizás el pe-
ristilo de cualquier casa patri·cia.
Se ml1Jlt.íp lic·a ban las copias de las es-
tátuas célebres de Myron, P olyoletes y
Lissipo, y d ebieron exi stir en los últimos
tiempos de Grecia y en los florescientes
de Roma muiltitud de arti s tas que traba-
jaban ' estas copias con extraordinaria
perfección. Andando los siglo s, y cuando

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86 DE VUELTA DE ITALIA

las catástrofes sUlcesivas del mundo ro-


mano ante la invasión mate·r iai de los
bárbaros y 'la invasión mora~ del cristia-
nismo sepultaron en el podvo y en el
olvLdo monumentos y palados, a la Igle-
sia, alojada en los es'combros de aquel
gran pueblo, correspon.dió el desenterrar
las obras maestras del Arte y cons·e rvar-
las, como desenterró y cO'nservó el Te-
soro de las letras c1á,sicas.
T odos los mármo:\es que el VatLcano
encLerra son hallazgos de la Iglesia al
socavar las ruinas, sobre las cuaUes vivía,
y en la esfera del Arte, el Paganismo y
el Crist.ianismo aparecen tan unidos, que
la transición entre una y otra idea se
advi.e rte con di,fi,cultad. En Roma, las
representaciones sLmbó.1icas del Cr·i~tia­
nismo en Gos primeros siglos revelan
c1araJlnente su parentesco con las formas
pagana s, hoy desenterra,d as, y que en la
alborada del cristianismo estaban a la
vista de todo el mundo en la ci·udad de
Augusto y de San Pedro, en la capital
d ~ las dos Romas, la Cesarea y la Papal.
La clifel1erllcia enorme que hoy obser-
vamos entr-e 'las formas que represen-
tan C'l na'turaIlismo gentiU y la Q,lle con-
sagró después la i,conografía cristiana no
debieron existir cuando se rea:lizaba la
más grande revo'l ución moral que ha co-
nocido e'l mundo,
Si de las ga'lerías dell Beldevere pasa-
mos a la Bib'lioteca, vemos la más rica
ca lección de manuscritos que en Europa

(t;) Biblioteca Nacional de España


BBNITO PÉREZ GALDÓS 87

existe, códices escritos en lenguas que


sólo e·ntien.dJen media doc'e na de sabios
r~Tezas bibl'iográficas de inestimable pre~
CIO, y a.1 la,do de esto antigüedades cris-
tianas y joyas de inca'lcuJablte esp'l endor,
AHí se ve la inmensa riqueza de 'l a corte
p",pa¡], Sólo con los obj e tos r'elig,iosos
regalados a los dos úJtimos Po~1'tífi ces
Pí'o IX y León XIII se puede formar
un Museo colos'al! que contenga mues-
tras hermosísimas de la industria sun-
tuaria en todos los ramos. E,] gran salón
l!amado .. Braccio N uovo" con~iene los
más raros manuscri~os y las más precia-
das obTas d'e arte. Las estancias Mama-
das de los Borgia-s porque en e'l las habi-
ta'ron los papas españoles Ca;]'ixto III y
A:lejandro VI, son de las más be'I'l as deJ
Vaticano, y sus frescos, obra c:k Paris
del! Va,ca, admirab'I-es de composición y
colorido. Sobre una puerta se ve cierta
imagen de la Virgen, que la tradición
Sleña1la como e.! retra,to de .Lucrecia Bor-
gia, hija de A,lejandro y esposa del du-
que de Ferrara, Era hermosa mujer real-
mente, d,igna de reputación más honora-
hle de la que ' tiene, quizás injus tamente.
Por fOI'tuna para eJ¡la, com o para su
padre, el s,iglo presente ha emprendido
tina campaña de rehabilitación, que no
sé si será exagemda en sus condu,s iones.
En Roma misma, he visto y tratado a
una persona erudi,tísima familiar izada con
los archivos de!1 Vaticano, la cual de-
fiende a nuestro paisano Alejandro con

~ Biblioteca Nacional de España


88 DE VUKLTA DK ITALIA

ta,l entusiasmo que no só'l o le absuelve


de la infinidad de crímenes que se le
aotribuyen, sino que le diputa y proc[ama
como uno de los Papas más ex cel sos y
que con más b.río ~.talento han g ober-
na do la I g,lesia. En cuanto a Lucrecia,
el citado apologista, apoyánd ose en do-
cumentos irrecusab1es, ,la pr'es'enta como
mujer honesta, adornada de los más ra-
r os ta[entos, conocedora del latín y del
grie g o. N o rechazo ni ap3!drino estas
afjrmaciones, si bien me inclino a creer
q'ue no fué Lucrecia tan ma-la como nos
la pinta'n en dramas y novelas, ni quizás
tan buena y sábia como 'Sus novísimos
panegiristas la presen t;an. A su hermano
César también le han salido defensores,
Pero está tan clara .la historia en 10 re-
ferente a este singular personaje, que no
ha de variar notablemente su fama de
cruddad, .Jibertinaje y soberbia unida a
la de un valor temerario y otras cuali-
dades briHantes_
La "Pina'c oteca" formada con exce-
lentes cuadros, en su mayoría de escue-
las italiana s, contiene. la célebre " T r an s-
figura ción" de Ra fa el, la "Comunió n de
San Gerónimo" deU Dominichino y di-
versas obras ma es tras de Mantegna, Be-
l:¡¡ni, Fra Angélic o, Perug ino, etc. La sin-
cerid ad me obUiga a 'decir que los lienzos
de Mantegna y B elli ni, m e parecen 10
mejo r de esta rica col ecció n, y que los
creo superiores a -la tan ponderada
"TransfirguraCoÍón". E s to s erá qui zás una
heregía artística; pero como 10 pienso,

© Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉRBZ GALDÓS 89

lo digo. Para desenvohner esta idea, me


sería prec1so exponer allgunas observa-
ciones y ju icios sobre la pin'tura italiana;
pero me faha es pacio para e\l!o en esta
carta, y se quedará para aJl,g una de las
sucesivas.

III

V erona

No me se rá :ácil observar un orden


metód ico en est< reproducción de lo
visto, observado ! sentido en Ita1lia. So-
licita<lo por la c,'prichosa arbitrariedad
de la m emor ia, qm co munm e nte es ene-
miga de:! método, me aparto ahora de
las magnificenciasd, 1 Va tica,no y doy un
sat),to de Roma a verona. ¿ Por qué a
Verona y no a otra ciudad de la penín-
sula? N o lo sé: es qte ell recuerdo de la
ciudad de Julieta preVl[eCe en mi memo-
ria qui zás COIl más fije:a qu e el de otras,
i.lustradas con monumeltos y obra s ar-
tísticas de mayor mér.i.Q. Fuera de loe
sepu1cros de los SC<rlíge-oo, Verona no
co"n tiene cosas de gran int, rés. La ciudaá
es origina.], aunque no talto como Ve ..
necia ; artística, aunque billtante menos
que Florencia.
P ose e antigüedades romalas, aunque.
no t a n hermosas como la.s d, Roma. Y
sin emba<rgo de no estar en pnnera línea

«:l Biblioteca Nacional de España


90 DE VUELTA DE ITALIA.

en nada, Vera na es u'na de las ciudades


más interesantes de ltaJlia )' una de las
má s visitadas por viajeros de todos los
paises. ¿A qué se debe la ª-tmósfera -tle
poesía que envuelve la ciudad del Ad.ige
y q ue a trae irresistiblemente al "turista"?
La contestación es fáciü. Debe sus en-
can tos Verona a :la imperecedera memo-
ria de ,l os amantes célebres Romeo y
Ju"¡i eta.
A'lgú n escéptico dirá: "Romeo y J u-
lieta no existiero'n. Son creacionse de la
fantasía de Shakespear,¡". Pues aún así
están tan vivos estos ;eres en aa mente
dt' la humanidad cua'l si rea;lmente hu-
bieran exis tido. Com( que si no exis-
t ieron persona'lmente, ha eús,tido y exis-
te siempre el tipo \umano que repre-
sentan. E'I poder de 1: idealLizadón poética
es ta'l, que sus crel·ciones tienen tanta
fuerza como los se'es efectivos; su me-
moria igua1a sino ;up'era a la de los in-
divíduos hi.sotóriccs· de indudablle exis-
tencia. Más conocidos son en el mundo
Romeo y Julieta que César y Alejandro.
Todos los perfonaj·e s emi'ncntes que
produjo 'la poderosa repúb1ka veneciana
,no son tan céebres como el imaginario
Oteilo. Entre nosotros, D. Quijote vive
espiritua:1men.e más que <el Ci.d.
Desde que se entra en Verona, d dra-
ma de Sh;l<lespeare parece que vive a
nues tr os 005. Aqu'ellas ca'M·es soJi,tarias
formada s ,lorcasas antiguas de construc-
ció n 111 (11UmentaJl, presencian aún los

ID Biblioteca Naciona l de España


BENITO PÉREZ GALDÓS 91

eocuentros de los dos bandos. Ed esce·


nario es perfeoto. Verona es la mi·s ma
que d gran poeta in.morota1izó haciéndola
teatTO de aquella pasión tan humana-
men·te y cÜ'n tanto vigor expresa-d a. Y la
arquitectura de I'a ciudad cons'erva mara-
villosamente (JI encanto poético de aque-
~Ios a:mor-es como un vaso en cuyas pa-
nedes perman-Bce por mucho tiempo el
perfume de '1a susta11cia aromática . que
«.c.ntuvo.
Quizás cOlltribuya aligo a es,te efecto
nuestra imaginación, pero la imagin.a-
ción no haoe revivir enérgicamente al
pasa.do cuando no encuentra un medio
favoraMe a esta fácill operación.
Lo más característico de la arquitec-
tura urbana de Vlerona es quizás la for-
ma d,e 'l os balcones, que son enormes, de
extraordinario avance sobre la calle, sos-
renüdos por degantes ménsulas de pie-
dra. Y como la principail escena del gran
dr-a ma pas-a en el bal'cón de la casa de
Capu).etti, se nos figura que en las calla-
das y tibias noC'hes de vera-no, la poéÍ'Íca
escena se reproduce en cual'quier calle.
Por cierto que la casa que se supone ser
de .la familia de Captl'l'etti desi'hlsiona un
poco a.1 que ViSLta la ciudad con e1 espí-
ritu inundado de "la dIevoción que ins-
piran .los célebnes e infeli'c es amantes. El
edificio es de los más antiguos de Ve-
rana y per,t enece a la época del príncipe
que Shakespeare l'lama "Es'Ca1us" y que
es Bartolomé Sca,lígero, que gobernó la

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92 DE VUELTA DE ITALIA

ciudad hacia 1300; pero no tiene asp.e cto


de magnificencia, como par,e ce debía
corresponder al jefe de una de [as fami-
lias más poderosas de la República. Si
fué aquella realmente la casa de Capu-
J.etti, este señ'or no debía de vivir con
grandes comodidades.
La casa tiene mu,chos pisos, un patio
no muy grande y mu'ltitud de habitacio-
nes e.s;trechas, lóbregas, a las cua1es se
sube por una empinadísima escaJlera:
nada revela a,m trazas de jardín. Há<J.lase
situada 'en el barrio más populoso de la
ciudad, centro d,e la vida m er,canti,1 hoy,
prO'ba'blemente también en e'l sig'lo XIV.
En el portal se han es{a Me·cido ven-
dedoras de fru<tas y en el patio se ven ca-
baHerías y carros. En fin, que la casa
en que vivió Julia Capu1ett.i, es hoy un
parador de los más innob~,es. En los pisos
a.ltos, parece que hay posada de arrieros
y traginantes. Sólo las piedras son alIí
venerab1es y los restos de nobue arqui-
tectura que ·embelllecen e'I pa-tio y 'la fa-
chada; lo demás, todo es profanación y
suciedad. La fanta sía no puede, ni aún
,c on grandes esfuerzos, restaurar la ve-
tusta mansión. figurán'dose en el1a b
encantadora imag'c n de la enamorada es-
posa de Romeo. A pesar de la inscri pción
enfática que 'los v'erOllle ses han colocado
en ,Ja puerta de l edificio, es muy dudoso
que a~1í vivieran los Capuletti. Sería qui-
zás, casa de su prop hedad como otras
muchas de Verona, y vivirían en morada

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- - - - -
BENITO PÉ&EZ GALD6s 93

más suntuosa, lejos del buNíúo merca'ntil


de la ciudad.
En el centro de ésta hállase la plaza
"detlla Erba", o s'ea ell foro die la Repú-
b'Eca, y no lejos de aJl1í, junto a la p e-
,queña igllesia de Santa "María della
Sca:la ", las célebres tumbas de ~os Sca:lí-
geros o Sca'las, la fa'll1 Íilia que durante
dos s.iglos o poco menos, dirigió los ne-
gocios púbaicos de Verona y su territorio·,
agrandando éste consi'deraMemente, has-
ta que sucumbió al poder de Vizconti,
pasando después a!1 domi'nío de Venecia.
La plaza "dellla Signoria ", inme'd iata
a la anterior, está formada por los edi-
ficios de Estado, e1 airoso campanme ' y
la "Loggia" o pa,l a,c io dlel "Consiglio".
Es ésta una de la's plazas más bel'las de
ItaJlía por 1a origi11ia/lidad de su arqui-
tectura y el carácter antiguo que con-
servan los edificios. N o hay all1í, por for-
tuna, esas restaura,ciones qrue todo lo
provanan, ni el clasicismo gla<CÍa!1 de-! si-
glo pasado ha puesto su mano en aque-
Mas nolYles muros. La época feliz dd
florecimiento de las artes ita'lí'anas vive
allí casi con vida tan entera, como en
Pomp'eya la estruotura de las ciudades
romanas.
Avanzando un poco más nos encontra-
mos en el poético rincón donde se aiJzan
las tumbas de los Scallíg.e ros, únicas en
ell mundo por S11 emp1azami,e nto aa aire
,l ibre y por la ga,1lardía de su afiligranada
arquüectura. Son estos monumentos la

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94 DE VUELTA DE ITAl.IA

más b.dl,a muestra qU lzas · dell arte ojival


en ltalia. El de Martino II es ell más
hermoso y .de más puro estÍllo; e'l de "Can
Signorio ddla Sca:la" ofrece mayor com-
p:Ircación de Iíenas, supeTabun~ancia de
adornos, y cierta sem,ejanza con nuestro
plateres-co. Ambos constan de un b.alda-
quino o templ!.ete, en cuyo interior está
la urna s'epukra\l, y por rema<te, sobre el
airosú copete ca'l ado, la estatua ecuestre
del p.e rsonaje, anma<do de todas armas,
con trazas y empaqu.e de c·a.baJUero an-
dan1:e. Soor'e la pu.erta de la pequeña
Ig'lesia de San,ta M a fÍia , en modesta urna,
yace el fund¡¡¡dor d,e es,ta poderosa dinas-
tía de príncipes, "Can grande d'e1[a Sca-
loa", o "Ca'l1 France-sco ", tri.unfador de
los paduanos, amigo y protector de Dan-
te, y gran corifeo del partido gibe'lino.
A este personaj,e se refiere eJl poeta en
aquel'los versos del canto 1 de la Divina
Comedia:
"E piú saran'110 ancora, infin che l' Vel-
[tre
Verrá, che la fará morir de dogJia."
La suntuosa v·erja que rodea la plazo-
Leta, es un portento de la cerrajería anti-
gua. AI'lí es complh;ta la ilusión de ha-
llarnos en pleno siglo xv, y la civÍJ!iza-
ción moderna con su buJt1i'cio y etI carác-
ter burgués que imprime a todas la's co-
sas, huye de l1UCslt ra mente ante aqueHa
re¡¡,1idad d'e lo antiguo resucitado. So'l o
en Brujas y en Toledo se ex¡perimentan
impresiones tan hondas de las existen-

© Biblioteca Nacional de España

-
BENITO PÉREZ GALDÓS 95

cias que fueron. En las caJLes que de aHí


parten, los trajes moaernos disuenan, y
hasta parece que estor.ban. La arquitec-
tura en cambio se mantiene fiel y sin
mácula. Los veroneses de hoy ocupan 1as
misma,s casas <londe vivieron los contem-
poráneos de ].ulieta y de 10s Scalas.
Ni santa Ana·s tasia ni la catedraij son
monum-entos de primer orden; pero am-
bos contienen cu-r iosidades sin cuento y
Joyas de la escultum y p.inl'ura. Mucho
más hermoso es San Zeno, antigua ba-
sflica de tres naves, del sigllo XII, bien
l'estama.c\a, no-tablle por su traza y por
la<s obras de arte que contiene. E1 coro
es de lo-s más b'el~os que hay en 1 talía.
En él se admira un Mal1tegua y admira-
Memen te conservado. La cripta contiene
en terra.mientos notables.
H 'a<I¡Jándome en Verona, se sallió de
madre e1 Adige, lo que a'l'1í debe ser fre-
cuente a juzgar por las precauciones to-
m-a-das siempr-e en ciertos ba'r rios contra
1a imra'sión de las aguas. Recuerdo que
a-] volver de San Zeno, e:l pa'so era dlfíc¡'¡
y aún arriesgado por allgunos sitios. En
determina,das calles se habían tendido
,cuerdas -de una _casa a otra para facilitar
la sali,da de 'l os vecinos en caso <le apuro,
y junto a-l 'puente ,d el ,CastiHo Viejo, los
ingenieros m~litares formaban apresura-
da,mente una muralla ,de sa_c os de tierra
para 'c ontener las aguas. Allá, por -l a par-
te más antigua -de la ciuda,d , el río lle-
gaba hasta muy ,cerca de las tumbes de

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96 DE VUELTA DE ITALIA

los ScaUgeros, y a,lgunas calles eran re-


medo exacto .de las ,de V cnecia, El Adige
es impetuoso, revu elto, de corriente fu-
gaz y bulliciosa ,p or 'l a arrancada que
trae de los grandes ,declivcs de la cor-
dillera próxima, Baja del Tyrol, pasa por
Verona ya ,c on 'c auda,l nutrido, y descri-
biendo una enorme ese amenaza 'los mu-
ros y las ,calles de ,la ciudad c omo si qui-
siera llevárselos. Sus márgenes son agr es-
tes, accidentadas, algo melancól;cas; el
paisaje obscuro y ceñudo con muchos'
cipreses, algunos ,de gigantesca talla. La
comarca ,de Verona es pintol esca y bien
cuJtiva,da. A poco ,de extenderse por ella
se ven las grandes planicies que mueren
en el Adriático y que anuncian las playas
aplacera'das ,de las lagunas.
, .t .

Pero no nos alejemos aún de Verona,


que nos falta lo más interesante que su
recinto encierra: el sepulcro de J ulieta.
Que éste sea auténtico o apócrifo poco
nos i·m:porta. Yo 'creo que es apócrifo;
pero si'e ndo rea'l ,la existencia de ]¡,Iieta,
como creación literaria, cuanto a ella se
refiere tiene el interés ,d e hechos ilustra-
dos por la imaginación de un gran poeta.
Lo que importa aquí no es la autenticidad
cid sepulcro, sino 1a realidad que la fi-
gura ,d e J ulieta tiene en el pensamiento
universal El visitar su tumba no signi-

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BENITO PÉREZ GALD6s 97

fica que se crea en ella como un dato


material de la vida; signifi-ca simplemen-
te que se rinde ,homenage a la hermosí-
sima figura ideal creada por Shiakespeare
y al sentimiento humano que tal figura
repr-e senta.
N o hay que ha;cer muchas averiguacio-
nes para encontrar el tal sepulcro. Aun-
que los guías no indicaran el camino, se
-le encontraría fáci.lmente por las indica-
ciones de todos -los vecinos ,d e -la ciudad,
de los -chiquillos y de 10s mendigos, sa-
bedores ,de que na-die sale de Verona sin
haber visitado aquel santuario del amor
juvenil. La peregrinación no puede com-
pararse sino a -las que acuden a ciertos
lugares ,de devoción ca tólica, habitados
por imágenes milagrosas que conceden
sa-Iud a 'los enfermos.
Hállase este monumento, más venera-
ble por -la intención de los que le visitan
que por lo que en sí es, en la huecta de
un antiguo 'c onvento de franciscanos. La
huerta está bien -cultivaJda y la rod-ea un
emparrado muy ,bonito. En el patio que
sirve de entrada hay una iniS talac.ión de
máquinas de agricultura, nuevas, como
pnestas a la venta. Las 'I-Iaves de aquel
desmantelado recinto las tiene una mu-
jerona alta, descalza de pie y pierna,
buen tipo de raza piamontesa, a quien a
veces -s e vé lavando ropa en un estan-
,quillo, a veces cogiendo legumbres. Es
la esposa del guarda, y está tan bien en-
7

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98 DE VUEL'l'A DE ITALIA

terada de tndos los pormenores del dra-


made Shakes,peare como el primero de
,l os 'Comentaristas.
La guardesa guía a los peregrinos a
un rincón de la huerta entre la tapia y la
iglesia ,del convento, y allí, bajo carco-
mida tejabana está el famoso sepulcro.
Sin duda los que 'creíanencontrarse ante
un mausoleo suntuoso como lo presen-
tan las decoraciones de teatro o los cna-
dros y estampas de la i'nmortal tragedia,
sufrirán grandísimo desencanto al verse
frente a la ,pobre urna en que, se"g ún
tradición. reposaron los restos de la apa-
siona'da donce'¡¡a veronesa. Los restos
¿,dónde están? N a,da queda de ellos. Pero
¿acaso existió Julieta? ¿Acaso la vida
real produjo algo semejante a lo que
pintó a'quel soñador inglés, rival de Dios
en la inmortalidad de sus obras?
La urna es un sarcófago antiguo de
mármol, es'cu~pido con 'sencillez y bas-
tante parecido a una mod"erl1a tina de
baño. Dentro no hay nada, quiero decir,
no hay restos ,humanos, ni huesos ni pol-
vo; pero está lleno hasta los bordes. ¿De
qué? .diréis. De tarj'e tas. Todos los via-
jeros que visitan aquel lugar d e recogi-
miento y devoción para Jos enamorados,
hacen constar 'la visita por medio de una
t:: rjeta 'c on el pico ,doblado. La peregri-
l ,' nación es tan nutrida 'que no se necesi-
tan muchos años, según asegura la guar-
d esa. para que "la tumba se lIen'c hasta
lo s bordes. Es verdaderamente una pila

i!::) Biblioteca Nacion al de España


BENITO PÉIlE~ GAJ.DÓS 99

di&puesta para darse un baño en cartu-


linas.
Cuando la pila rebosa, 'Cl guarda, que
según aseveración ,de Sll mujer, es hom-
bre cuid<l!doso y ,que sab e estar en todo,
saca las tarjetas, 'escoje 'las que ,l e parecen
de personas conoci-da s en e'l mundo, las
que ostentan títulos retumbantes o ape-
llidos ilustres y las va davando en la
pared. Todo un testero y parte de otro
están ya tapizados. Allí ví algunos nom-
bres europeos bastante célebres, y tam-
bién de americanos cuya fama Hega hasta
nosotros. El sarcófago lo ví 'l leno hasta
los dos tercios de su cavidad. En el rato
que allí estuve se aumentó el caudal de
tarjetas con -la mía, y la de mi compañero
de viaje y las de una caravana de ingle-
sas que en pos de nosotros vinieron.
Nadie igua'la a las inglesas jóvenes y
bonitas en esta dev oc ión a J u'lieta. En-
tran allí ,con verdadero recogimiento,
hasta parece que rezan entre dientes, y
que elevan su pensamiento a la región
ideal de aquel amor tan puro y acendrado.
A pesar de que el tal sepulcro tiene
todas las trazas de ser enteramente ex-
traño a la ,persona de la infortunada hija
de Capuletti, nacla contiene Vera na tan
interesante como aquel lugar, de suyo
vulgarís imo, mas trocado en lugar poé-
tico p o r el pensamiento y la intención de
los que van a visitarlo. El encanto y la
hermosura del sitio es obra de los pere-
grinos, más que del santuario. La hu-

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100 DK VUELTA DE ITALIA

manidad entera des,fila por allí, inscri-


biendo infinitos nombres, que represen-
tan un sentimiento unánime de admira-
ción y piedad. Justamente se venera a
J ulieta y aJ ,poeta .q ue la creó, a'l amor
con ·su fuerza avasallaxlora y al genio que
lo supo expresar, ,haciéndose intérprete de
la conciencia universal.
Junto al sepulcro hay un cuadro re-
presentando un fraile franciscano, pintu-
ra muy mala .por cierto y corroida por
la humedad. La guardesa asegura que
aquel es e'1 retrato -de "fray Lorenzo", y
aunque muchos se ,prestan a creerlo bajo
.la palabra de persona tan respetahle,
otro lo ,ponen en duda. Pase lo del se-
pulcro; pero lo del fraile ya toca en
broma.
La "arena" o anfiteatro romano de
Verona es un hermoso monumento, im-
ponente ruina que despierta grand'e a.dmi-
radón cuando no se ha visto el "coliseo"
de Roma. Este contenía oohenta ry cinco
mil espectadores y el <le Verona no lle-
gaba a la cuarta parte. Sin embargo es
mayor que la mayor de nuestras plazas
de toros, únicos edificios modernos con
Jos ,cuales aquellos tienen semejanza. Fué
construído en tiempo de Diocleciano, el
año 290 de J. .c., y su maciza y robusta
arquitectura aun desafía los siglos.
El Museo instalado en e'l palacio Pom-
peia, sería nota'ble ·e n cualquier parte, pe-
ro en 1 ta'lia no pue.de ser clasificado sino
en tercero o cuarto ·Iugar. Verona des-

© Biblioteca Nacional de España


BB:NITO pÉall!z G.ALDÓS lOl

calló más en ,la arquitectura que en la


pintura, y el ingeniero militar" Mjguel
Sanmicheli" ocupa en la historia de'l arte
lugar más alto que los pintores Víctor
Pisano, Liberale y Jerónimo dei Liib ri.
Sanmiaheli fué el que introdujo en la ar-
quitectura .civil ese esülo de fortal'eza que
tanta majestad y robustez da a los pala-
cios del siglo xv. Los pintores de verona
no formaron escuela como los de Parnla,
Siena y Venecia, y el célebre Pablo Ca-
gliari, aunque na'cido en Vera na y cono-
cido en el mun,do artístico por "e'l vero-
nés ", pertenece por su genio y su estilo
a la fanúlia veneciana.
Arquitectura y ,c ua,dros, estátuas y
monumentos, el anfiteat.ro y cuanto Ve-
rana encierra, {:cden en tnterés al modes-
to y dudoso s pulcro ,de aquel1a enamo-
rada joven que quizás no existió nunca,
y si existió no tuyo la trágica muerte con
que inmortalizó su nom¡bre el gran poe-
ta. La realid<lid se oscurece, ylo ideal y
soña·do viv'e eternamente en la memoria
humana.

IV

Venecia

Los que en la edad presente tenemos


afición a los viajes, Jos que no dejamos
pasar ningún año sin hac'e r una correrta
por esta vieja Europa tan interesante y

¡¡:¡ Biblioteca Nacional de Espa ña


102 DE VUELTA DE ITALIA

tan bella, ,hem os contraido una amistad


cariñosa, a la ,c ual ,de'bemos consejos dis-
cretísim os . y fi el y amena compañía. Me
refiero a las g uías de Baedeker, esos li-
bros ina p reciables que vemos en las ma-
nos de todo viajero ya sea inglés o ale-
má n, .españ ol o ita1iano, y que son mode-
lo de imparcia,l idad, d e método y de rec-
titud.
Por es tas cualidades y por el sentido
eminentem en te práct ico que resplandece
en sus inform a ciones, estas g uías se han
sobre puesto a todas 'l as demás que en
diferen te s ,leng uas están escritas, y son
d e us o u niversal
Baed eker tiene la inmensa ventaja de
que sol o asp ira a dirigi r los pasos del via-
j ero, lim itándo s e a in dicarle los lugares
y ob ra s d e arte que merecen v.isita, sin
anticipar se a ,la admiración con entusias-
mos hi pe rbólicos.
P osee el arte exquisito de clasificar
las cosas, di s tingui endo admirablemente
lo prin,cipal de 10 secunelario, para evitar
que la atenc ión el el via jero se fatigue. Los
q ue tie nen cos tumbre el e manejar el Bae-
deker, entien d en fá cilm en te las categorías
que s abe estab lecer, y acomoelan su tarea
al tiempo de que disponen.
El criterio artístico ele estos !i.bros es
aceptable en general. Suele poner al fren-
te ele caela guía páginas de crítica de al-
gún afamado escritor a'lemán, las cuales
no sieJnpre es tán en harmonía con las
ieleas dominantes hoy en estas materi<\s;

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BENITO PÉREZ GALDÓS 103

pero en la parte descriptiva, Baedeker


es muy sabría en sus juicios, y no quita
al viajero el placer ·de juzgar por sí mis-
mo lo que vé. En lo que principa.lmen t e
de scu ella, en lo .q ue no tiene igual es en
todo lo concerniente a informa'ciones de
carácter práctico. El viajero n ecesita vi-
vir y vivir lo mejor posible con arreglo
a sus recursos.
Desea encontrar comodidades y no
ser estafa,do. Baedeker previene todo lo
que a esto se refi'e re, atendiendo con
igual solicitud a ~os ricos que no esca-
timan gastos y a Jos modestos que dis-
ponen de limitados recursos; se ocupa
con la preferencia conveniente de indi-
car ·los hoteles y "restaurants ", los me-
di os ·de com unicación, regatea las pro-
pinas que es uno de los renglones más
di spendiosos y molestos, anticipa mil no-
ticias útiles concernientes a los cambios
de moneda, al clima, a las costumbres del
país que se visita y a las exigencias de
los "cicerones". guías, cocheros y demás
indivi d uos co n quien el viajero ha de es-
tar en contacto.
y estas guías ,han llega·do a adquirir
tal autoridad en semejantes materias a
causa de la probidacl con que procede,
pues sus informaciones se consideran in-
falib'les. Cuéntase que los fon·distas de
diferente·s ciucla·des han intentado ganar
el favor de Baedeker para hacerse reco-
m endar; pero todo ha sido inútil. La rec-
titud y Ja escrupulosidad más exquisitas

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104 DE VUEI.TA DE ITALIA

re~pl~lldecen en ~sta parte utilitaria y


practIca de las gUIas, que ad'e más son UII
modelo tipográfico 'por el arte COII q ue
en ellas se procura encerrar en breve es-
'pacio materias tan varias y extensas, y
por e~ sistema de signos empleados para
abreVIar y facilitar 'la inteligencia del
texto.
Bae,deker no existe, mejor dicho, no es
una persona, es una entidad. El librero
de Leipsick que ,d a nombre a estos vo-
lúmenes siempre en boga, Karl Baecle-
ker, nació en Essen en I80r y murió en
Coblentza en 1859. Es probable que las
primeras guías fuesen escritas por él. In-
dudablemente en el plan de estas obras
se ve una mano única, inteligente. La co-
laboración 'h a veniclo des'pués bajo una
dirección habilísima. Las actuales guías
se forman en la casa ·editorial de Leip-
sick con referencias de comisionados, las
cuales son ordenadas sin duda por per-
sona muy perito en viajes y muy conoce-
dora de .la Europa monumental y artís-
tica. La dirección cuida especialmente de
la verdad ·de los ·da tos, de la imparciali-
dad estricta de las informaciones. Sol o
así se consigue dominar al púb'lico y
acreditar una publicación, hasta hacerla
insustituible.
P or estas cuali.dades, por s u esmero
y honradez, .las guías de Baedeker son el
mejor compaíiero y e.l más leal amigo
del viajero en las ciudades europeas.
También deben los viajeros gratitud

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BKNITO PÉRE~ GALDÓS 105

al célebre Cook, empresario de excursio-


nes establecido en Londres, con agencias
y sucursales en toda Europa. Ha sabido
combinar este negocio con las empresas
de ferrocarriles, 'Y realiza gran'des ganan-
cias ,proporcionando me-dios fáciles v
económicos 'para visitar los más remoto·s
países. Los billetes circulares son una
gran conquista de estos tienllpos. 'y con
ellos se recorren distancias más o menos
grandes con la mitad del coste ordinario.
Cada día toma desarrollo mayor 'la em-
presa Cook, que ha organizado última-
mente, a más de los infinitos viajes por
los sitios más trillados de Europa, ex-
cursion'es a Palestina, Egipto y todo el
Oriente, y al Norte de Europa hasta el
extremo septentrional de Suecia, donde
en ciertos ,d ías del año se ve el sol a me-
dia noc,he.
Los viajes en caravana, comprendidos
todos 'los gastos en el precio del billete
o cupón, a saber, fonda, guías y paseos
'e n coche por las poblaciones, también son
invento de Cook. Los ingleses usan mu-
cho 'e ste sistema de viajar en cofradía o
corporación, y ellos componen casi ex-
dusivamente esas bandadas alegres y
presurosas que se ven en París, en Suiza
y en Italia, pastoreadas por un guía de
la empresa.
Pero tales excursiones me parecen in-
cómodas, y no tienen más ventaja que su
increible baratura. Los expedicionarios
' que van e ella se ven obligados a comer,

l1.:i Biblioteca Nacional de España


.106 DE VUELTA. DR ITALIA

a dormir, a divertirse y a admirarse con


arreglo a un p-Ian inveriable, bajo las ór-
denes del cicerone mayor, siempre juntos,
siempre llevados y traídos de prisa y co- ....
rriendo, -e n la más cargante de las fra-
ternidades.

Vámonos ahora de un saltito a la gran


Venecia, 'Ia ciudad cuya poesía y belleza,
a fuerza ,de generalizarse, han llegado
casi al amaneramiento. Así como la mejor
m úsica llega. a cansar cuando se apode-
ran ele ella 'los organillos, y así como la
gran -pintura se elesvirtua cuanelo se mul-
tiplica en cromos y estampas, elel mismo
moelo Venecia, antes de ser vista se nos
figura -que ha ele aparecer a nuestros
ojos elesmejoraela por la vulgarización ex-
cesiva ele sus encantos.
y sin -e mbargo, no suceele así. Por
muchas noticias CJue se tengan ele una
ciudael y por mucho Que se la haya visto
pintada, ya en cuadros magníficos, ya en
'las tapas de las cajas de guantes, siempre
la contemplación real de la misma nos
hace rectificar ieleas e imágenes. El na-
tural da siempre tonos e inflexiones Cjue
nadie prevé.
Hay en el color efectivo de las cosas
algo que no es 10 CJue se había imagina-
do, por bien imaginado que estuviese. De

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BENITO PÉBEZ GALDÓS 107

~quí que la curiosidad natural de nuestro


ammo y el ansia de nuestros ojos no se
vea n satisfechos nunca sino ante la rea-
lida·d. Venecia es el sueño dora·do de los
amantes, de los novios, principalmente
cuando dejan de serlo para convertirse
en esposos. El sueño de oro de todos los
recien casados es pasar la luna de miel
en Venecia. Lo que principalmente les
seduce es aquello de pasear en la blan-
dura serena y silenciosa de la góndola
por los canales y lagunas. Y si hay luna,
mejor y más poético, deslizándose s obre
las aguas a la sombra de los palacios, o
contemplando los reflejos del astro en I::ts
temblorosas aguas del Gran Canal. La
vida es en a'quella ciudad como un parén-
tes is. Así como Venecia no se parece a
nada, así los días que allí se pasan vienen
a ser una interrupción ele las condiciones
normales en que vive toda la humanidad
civilizada. Se comprende que el veneciano
de raza, al salir ·de s u ciudad natal y en-
contrarse en cua'l quiera otra, se sorpren-
da tanto como nos sorprendemos noso ..
tras al vernos albergados en aquellas ca-
sas que parecen buques fondeados en me-
dio de la mar. El sosiego de las habita-
ciones de Venecia, ;;obre todo en la parte
menos próxima a la plaza de San Marco~
es cosa d e que no se puede tener idea
si nó ap r ec iéndolo allí mi s mo.
La aus encia absoluta de c oches redu-
ce los rui d os de 'la ciudad al de los roces
h\lmanOs y al chasq uido d el remo de las

10 Biblioteca Naciona l de España


108 DE VUELTA nE ITA.LIA.

góndolas en los canales. Ni es compara-


ble al silencio del campo que tiene su
ritmo especial y dulcís imo. En Venecia
no se conoce el canto del gallo. Hay p o-
q uísimos pájaros libres. En cambio las
pal o mas abundan extraordi na riamente ;
pero el rumor de sus arrullos y revuelo s
no se advierte en ninguna parte fuera
de las inmediacion es de la plaza.
Otra particularidad de Venécia es que
/lay muy pocos perros. El caballo no se
conoce alIí. N o ·hay más que uno y éste
es de bronce; el caballo de Coleone, obra
ma estra de André del Verocchio.
Si es Venecia el nido de los amantes
y reci en casados y el verdadero reino .de
la luna de miel, es también una de las
principales resi·dencias de pintores que
en. el mund o existen. Toda la ciudad es
un gran talIer del arte de Apeles.
Los artistas plantan su caballete en
cual·quier parte y trwbajan al aire libre
sin que nadie les estorbe ni moleste. Las
condiciones físicas d e la que cOl11unmen-
te llamamos "Reina del Adriá t ico ", la
hacen en extremo pintoresca. En primer
lugar, las enormes masas de agua que la
rodean y atraviesan por todas partes, re-
flejando la arquitectura, producen un
"partido" a·dmira·ble para -la pintura.
Este "partido" se aum enta extraordi-
nariam ente con la pureza y diafanidad del
aire casi siempre s in nubes, con el azul
illte;lso del cielo, con la b ella arquitectu-

~ Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALDÓS 109

ra civil y religiosa medio gótica y medio


oriental, con el color de los materiales de
construcción, mármol blanco y ladrillo
rojo, y por fin con esa patina de tonos
severos y simpáticos que el tiempo y la
humedad han puesto allí sobre todas las
superficies. Otra es.pecialidad de Vene-
cia es 'que allí no 'hay polvo. Los edifi-
cios, al envejecer, no toman el aspecto
de ruina que en otras partes tienen. El
mármol blanco se oscurece pero conser-
va un brillo particular, cual si lo frota-
ran todos los días. La roña en alguno,
'sitios, resplandece al sol cómo . i fuera
el esmalte de una mayólica. Todo allí
es colorido, armonía de masas y líneas, y
a lasque no conocen las dificultades del
arte les parece que en Venecia los cua-
dros se pintan solos y que 110 hay que
quebrarse la cabeza para encontrar la
composición del paisaje. Por desgracia
.para los artistas débiles, no es así, y en
Venecia como en cualquier parte, la bon-
-dad del modelo ayuda al artista, pero el
artista es quien verdaderamente crea.
Gran número de 'c llos viven en Venecia,
que es mina inagotable de cuadros agra-
dables, de ,f ácil colocación en los merca-
dos de obras de arte. El gran paisajista
español, Martín Rico, tien'e allí su resi-
dencia hace muchos años, y puede decirse
de él que ha creado un nuevo género ve-
neciano. Sus obras se distinguen por la
gracia picante, por el acento de verdad,
,por un estilo encantador, personalísimo,

© Biblioteca Nacional de España


110 DE VUELTA DI!: ITALIA

que es la desesperación de sus imitado-


res.
Venecia no es "toda agua", conlO vul-
garmente se cree: también hay calles es-
trechas, laberínticas. Se necesita un tro-
zo 'bastante grande del hilo de Ariadna
para andar por ellas ,s in perderse. Estas
vías o callejones abiertos entre las me-
dianerías de las casas, están enlazadas
por puentes. Dicen que se puede recorrer
toda la cidad sin embarcarse. Lo dudo,
El gran canal es la sala más lucida de
a,quel museo de admirables cuadros, que
participan elel país y ele la marina; pero
los canales pequeños que surcan la ciu-
dad en todas direcciones tienen un en-
can topin toresco, un misterio y poesía
que a nada es comparable. Parece que re-
vive en ellos la historia de la República
aristocrática y comerciante, su tenebro-
so gobierno, y el vivir dramático de los
venecianos de la Edad Media y del Re-
nacimiento. Los edificios cuyos funda-
mentos baña el agua verdosa y estancada
de estos canales, tienen una vejez vene-
rable y nobilísima. N o se ve por allí una
casa ele moderna construcción. Esto es
tan raro en Venecia como un vehículo
tirado por caballos. La ciudad es más
grande de lo que su población exige, so-
bran casas, palacios, sobran resi d encias
suntuosas y humildes. Hace much o tiem-
po que no se edifica nada, Todo es viejo,
pero iJust! e, grande o impregnado de

© Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALDÓS 111

dignidad como la nobleza del prócer que


,ha venido a menos. _
Cuando se recorre-n de noche lo~ ca-
nales de travesía,. qu-e comunican el Gran
Canal con las lagunas, el alma se siente
sobrecogida y temerosa. Los gondoleros
usan un lenguaje particular, un alarido
lúgubre y cadencioso para avisarse al
doblar las esquinas.
. Silencio profundo reina por todas par-
tes solo interrumpido pOI· el chasquido
del remo en el agua. La góndola, que to-
dos comparan a un ataud por su negro
color y su forma prolongada, se desliza
como un pez con lijereza suma por la su-
perficie del agua. Si no hay luna, la vía
es tá mal alumbrada por faroles situados
a largas distancias. El misterio de la
vida veneciana que convierte la historia
de este país en puro drama y poesía, pa-
rece surgir del fondo de las aguas y ha-
bitar de nuevo los cerrados palacios. Se
sienten los crímenes, las sorpresas y el
aca lorado inte ré s romántico de a quella
_existencia cual si a nuestro lado se re-
novara.
En la plaza de San Marcos se siente
y se toca la vida del Estado en la hmo-
sa República; se ven y se palpa n su')
ori g ina les ins tituciones, s u rég imen aris-
tocrát ico y comerciante, su lujo oriental,
su ri queza y cultura. E sta plaza y la
próxima "piaze tta ", fo rman la página de
h is toria más clara y elo cuente. No se ne-

~ Biblioteca Nacional de España


112 DE VUELTA DB ITALIA

cesita leer nada para comprenderla; con


mirar basta.
Los edificios que allí hay son únicos
en el mundo. Nada existe en ninglJna
parte, ni en Roma mismo, que pueda
compararse a semejante colección de be-
llezas arquitectónicas. San Marcos, el
Palacio ducal, la Librería vecchia, las
Procurazzie, el Campanile con su "Iog-
geta ", la torre del reloj, y por fin los
mástiles y las columnas de San Marcos y
San Jorge ofrecen un conjunto que en
10s aficionados a la ar,quitectura produce
verdadero efecto de embriaguez. San
Marcos deslumbra por su traza oriental,
por su decoración p olícroma, sus cúpulas
y ellujo bizantino -de sus mosáicos sobre
fondo de oro. El palacio ducal, adapta-
ción maravíllosa del arte gótico al génio
veneciano, ostenta su doble arcada oji-
val en que el mármol, labrado como una
joya, parece competir con el marfil. En
frente, ;Ia Libreria vecohia, creación in-
mortal de Sansovino, también de már-
-fi101, revela los esplendores del Renaci-
miento en su mayor pureza. Este edifi-
cio representa el punto culminante del
desarrollo de la arquitectura en Italia an-
tes de la aparición del baroquismo. Como
estilo y como felicísima unión de la se-
veridad de líneas con la gallardía del
adorno, no hay dentro ni fuera de Vene-
cia nada que se le compare. Las Procu-
razie vechie pertenecen a época anterior,
y revelan mayor sobriedad, pero también

© Biblioteca Nacional de España



BENITO PÉREZ ~GALD6S 113
I
fantasía menos rica. Felizmente, el arte
moderno ha sabido respetar estas plazas.
incomparables, o más bien, los edificios
que las forman, cuidando de no poner
Sll atrevida mano en ellas. Son cosa sa-
grada e intangible.
El león de San Marcos, plantado ga-
llardamente, con el rabo tieso y las alas
extendidas sobre una de las columnas de
pórfido próximas al muelle, vigila y pro-
tege aquellas maravillas del arte, expre-
sión del genio artístico y de la cultura
de la República Veneciana.
El "campanile", aislado y altísimo, de
originalísima traza, con el cuerpo árabe
y la cabeza plateresca, es otro de los or-
namentos de esta plaza sin igual, y su
"loggeta" de mármoles de colores, pági-
na encantadora semejante a los fondos
arquitectónicos de los cuadros del Vero-
nés. Por fin, no es posible ha'b lar del
toro veneciano sin mentar a las célebres
palomas, huéspedes de aquellas creste- I
rías admirables, seres felices tan queri-
dos y mimados por 'l os indígenas como 1
por los forasteros.
Las graciosas e inocentes aves, cuya
raza existe y se reproduce en Venecia
desde los tiempos del primer Dándolo
son el principal encanto y alegría de un:!
ciudad arqueológica que sólo vive de lo
pasado, y que si no conserva políticamen-
te su forma y su ser primitivos, subsiste
con la vida inmortal del arte. Las Con-
fiadas avecillas vienen a comer, sin aStls-
,
"

~ Biblioteca Nacional de España


114 DE VUELTA DE ITALIA

tarse, a la mallO de todo el que I ~s ofre-


ce un poco de gran o, el cual para estos
casos se v e nde en cucuruchos por los
mendi g os de la plaza . . Sin ,a!.>er por <]né,
vemos en ellas las mismas pa lomas que
vivieron en los tiempos glor ioso s y de-
ca dentes de la República y durante la
dominac ión austriaca.
Las creemos perdurables co mo los
mOllumentos, y no susceptibl es de re-
producción; creemos ver en ellas las que
f uer o n a migas de Dándolo y Fóscari,
de Contarini y Mari no Faliero, las mis-
mas que comieron en la mano de Tizia-
no y Tiépolo, de Desdémona y Catalina
Cornaro, de Goethe y Byron, de Manin
y Silvio Pellico, de todos lo s personajes
célebres, así venecia nos como extranje-
ros que figuran en la rica historia de la
sin par ciudad lacustre.

v
Florencia

El que vaya a Florencia sin cono cer,


aunque sólo sea superficialmente, la obra
magna de Dante Alighieri, no gozará c:Jel
principal encanto que aquella noble Cll1-
dad ofrece.
Porque Florencia está llena de memo-
rias del gran poeta. Parece -que no ha
dejado de habitarla el espíritu de éste,

(é) Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALDÓS 115

que la lengua po r él creada y ennobleci-


da es la misma ,q ue se habla h oy allí,_y
que su recuerdo está vivo en la memo-
ria de los florentinos, coetáneos nuestros
cual si no nos separara de la feoha d~
su muerte el enorme lapso de cinco si-
glos y medio. En efecto, pocos hombres
han vivido y viven en el sentimiento de
la humanidad como este extraordinario
cantor del dolor y de las aspiraciones su-
blimes de nuestro espíritu; pocos han
ganado como él esa consagración del
tiempo, por la cual su poesía no puede
envejecer ni sus versos marchitar-se. Su
retrato, pintado por Giotto, nos le repre-
senta con una azucena en la mano. Esta
flor viene a simbolizar la p erdurable fres-
cura de su fic ció n poética, profundamente
human a, y, por tanto, eterna.
La transición del siglo XI al XII, en
cualquier otro país, habría pasado dejan-
do tras ,de sí sombras históricas que no
hu b ieran permitido conocer bien los he-
chos y las personas. P ero en aquel tur-
bulento período, Italia poseía tantos ele-
mentos de cultura en relación con el
resto de Europa, que la vida del Dante
nos es conocida, hasta con prolijidad,
como la vida y acciones de los perso-
najes que vivieron en pleno siglo XV.
Esta claridad parece ¡que acorta la dis-
tancia en el tiempo, que la figura se nos
acerca y podemos verla en t odo su re-
lieve.
Consérvase en Florencia en una de

~ Biblioteca Nacional de Espa ña


116 DE VUELTA DE ITALIA

sus call es más céntricas la casa en que


el poe ta nació. Dentro de ella se ex:hiben
difer entes recuerdos, algunos de los cua-
les son de indudable autenticidad; otros
re velan cie rta propensión a explotar la
memoria de Dante, como se explota la
fé r eligi osa en ciertos luga res, de pere-
grinació n dev ota. Las cenizas del gran
poeta no están en su pátria, pues sabido
e'3 que m urió en Rávena y que allí está
sepultado. Pero la iglesia de Santa Cro-
ce ostenta en su sober bia galería de mo-
num entos sepulcr ales, el del a u tor de la
"Divina Comed ia ", ma usoleo imponente
a l que sólo fal ta, para infundir venera-
ci ón, co ntener los huesos de la persona
a quien está de dicado. Es una hermosa
cu s todia, se ha erig·ido la monu m ental
está tua del g rande hombre ,bellísima y
por to do extremo interesante. .A!quellas
son las austeras fa ccio nes del po eta, a
quien parece que hem os con ocido ¡ ta n
divulgada es tá su fisono mía! aquélla su
ac ti tud nob le y r ecogida, con el air oso
traje ta lar y la ca p uch a fl o ren tina. A su
lado tiene un á g uila, emblema de l par-
ti do gibel in o y de la idea política que
ta ntas inquie tud es llevó a la vida del
p oeta, y en el pedestal, concisa y elo-
cuente inscri pció n.
Otros re cue rdos de Da nte hay en dis-
tintos puntos de la ciuda d, tales como
la piedra llamada "sa sso di Da nte", fren-
te a la catedral, donde se sentaba de no-

10 Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALDÓS 117

che a tomar el fresco, según dice la tra-


dici ó n, en tertulia de ami g os.
Nadie que sea un poco versado en le-
tras, dejará de co nocer los tres cantos
inmortales del poema en que el gran fl o-
rentino condensó lo divino y lo hum an o
y -todo el saber de su época. E l " I nfie r-
no" es .por su carácter dramático y ,ha.s ta
cierto punto histórico, la más leída en
nu es tros días de las tres partes de esta
obra marav illosa. Pero en el "Purgato-
rio " es q uizás dond e r esp la ndece con
mayor explendo r la in sp iraci ó n del poeta
y donde se ve la más perfe cta harmonía
en tre su natu ra leza mora l e in telectual.
N ada causa tanta maravilla en este poe-
ma co mo el sen t imiento de la realidad
que pa lpita en to dos su s ca ntos. La bro-
za ret órica no existe en esta obra sin
ig ual, y los arti fi cios poético s so n tan
r aros que a penas se les nota. De cuanto
exi ste en la Nat uraleza, D ante, con ad-
mi rable se lecc ión, sólo pinta el hombre.
E l hombre es su tem a ú n ico as í bajo el
punto de vista de las pasio nes como en
el se n ti do ideo lóg ico. L os accidentes de
l::! N aturaleza qu e ta ntÓ ju ego dan a los
po etas de todos los ti empos , apena s m e-
recen un::! mirada fugaz de aq uel ingen io
s up erior que sólo g us t a de man ifestarse
en las gra ndes em p r esas. D e a quí pro-
vie ne la sobriedad de tan gra n poe ma, el
cual wbraza todo el mund o m ora l en
breve espacio.
En cuanto a la lengua adm irable que

© Biblioteca Nacional de España


118 DE VUELTA DE ITAI.IA

es la mayor gloria de la península itálica,


puede decirse que Dante la creó, en tiem-
pos en que el latín era el idioma de la
Iglesia y del Estado. Lo pasmoso es que ;...
en el siglo XIII tuviese un escritor la
suficiente fuerza de estilo par.a ennoble-
cer una lengua sin antecedentes litera-
rios de cuenta, y que sólo se había mani-
festado en el balbucir de la poesía po-
pular; y si comparamos el italiano de la
"Divina Comedia" con las demás len-
guas que en a'qu el tiemp'o hablaban los
pueblos de latino origen, nos parecerá
ver un refinado palaciego rodeado de
hombres rústicos y medio salvajes. El
es.pañol y el francés .han tenido desde
las inge nuas literaturas del siglo XII
hasta los últimos siglos todo el desarrollo
educativo d e que e·s susceptible una len-
gua, mientras que el italiano de Dante
apenas se diferencía del de Leopardi,
porque Dante lo encontró cultivado y 10
trabajó y perfeccionó él mismo, adelan-
tándose a su é poca.
Dante fué s oldado en su juventud,
amó a una tal Beatrice Portinari, y la
idealiz ó en sus verso s , haciendo de ella
una figura celestial digna de morar en-
tre los santos.
Este amor tan extraordi nario y puro
no impidió al poeta casars e con G emma
d'Donati, de quien tuvo siete hijos.
Los disturbios de su patria, y la en-
conada lucha entre el Imperio y la Igle-
sia, arrastraron a Dante. Padeció perse-

© Biblioteca Naciona l de España


BKNl'fO PÉREZ GALJ)ÓS 119

cuciones, teniendo que ab •. ndonar su pa-


tria; buscó un asilo en Vera na, primero,
junto a ",Can grande de la Scala", y des-
,.. pt;és en Ravenna, donde murió a los 56
años de edad. Fué ardiente gibelino, y
sus ideas políticas se reflejan claramente
en su obra capital, que, bajo este punto
de vista, ofrece gran interés a la crítica
histórica. Aunque ardiente católico y res-
petuoso con el pastor espiritual del re-
baño de Cristo, Dante flajeló los errores
de la Sede R omana y los vicios de al-
gunos eclesiásticos. Su ideal político era
la creación de un gran imperio romano
de derecho divino que reuniese en un
cuerpo robusto los dispersos miembros
de los pe queños estados que en a'quellos
aciagos días se devoraban en sangrientas
discordias. Esta idea de la unidad ha sido
en todos los tiempos el sueño de los ce-
rebros más privilegiados de la península
itálica. A los acentos quejumbrosos y
sublimes de Dante en el siglo XII, res-
ponde Leopardi en el nue~tro con ecos
de amarga desesperación. Dante creyó
que Arrigo de Luxemburgo encarnaría
'su idea capital, constituyendo el imperio
" de occidente; pero se equivocó. Las di-
visiones de Italia continuaron formando
en la sucesión de los siglos la historia
más interesante y dramática que conoce-
mos, y poniendo a los italianos bajo el
yugo de diversos príncipes, o de los con-
quistaodores extranjeros.

10 Biblioteca Naciona l de España


120 DE VUELTA DB ITALIA

Esto me lleva como por la mano a


hablar de otro florentino ilustre, Nicolás
NIaquiavelo, sepultado en "Santa Croce".
Su monumento es menos grand·oso que
el de Dante, y ostenta la concisa inscrip-
c ió n latina:
"Tanto nomini nullum par elogium"
En el Dante se lee el célebre verso
"Onorate l'altissimo poeta".
La casa de Maquiavelo sub siste en la
vía Guic ciardini, donde tambié n se co n-
serva la que habitó el célebr.e histor iador
de este nombre, entre el "puente Vec-
chio" y el palacio Pitti.
Maquiavelo es sin disputa uno de los
más altos ingenios que ha producido Ita-
lia. Durante mucho tiempo sus doctr inas
políticas fueron execradas y anatemati-
zadas como atentatorias a todo principio
de moralidad ; pero n ues t ro siglo ha reha-
b ilitado la m emo r ia del insign e secr eta-
r io de esta do , da ndo a su condenada
obra del "Príncip e " el valor h istó r ico
que debe tener como producto de cir-
cunstancias excep cionales, y llamada a
r ealizar sus fines en u n medio socia l har-
to dife re nte del nues tro . Maquiave lo di-
rigi ó los negocios públi cos d urante diez
añ os, llevando co n admirable habilidad
las relaciones dipl omáticas de la Repú-
b lica ; su experiencia de los nego cios era

~ Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALD(lS 12>

extraordinaria, tan gra nde como su co-


nocim iento del corazón h umano y de los
cara cteres.
D e aquí que sus escritos sean el pro-
ducto más directo de la realidad que ima-
ginarse puede. El arte p olíti co es en sus
manos un instr um ento sum inis trado por
los hech os, y en el cual no hay ni puede
haber r esort e algtno teórico. Las má-
xima s de la antigua fi losofía SOI1 para
él cosa en teram en te inútil que no resuel-
ve los graves prcb lemas del momento.
El estado social y moral de un país tie-
ne que se r si empre la fuente de que de-
rive sus ideas y ;us prácticas el poder
en ca rg ad o de r egid o. La r ealida d se im-
pone siemp re a la ; fórmulas teór icas en
el Gobiern o de lo, pueblos. Sería locura
pensar que a un Pl eblo artista , devo rado
por la s pasiones, el pandillaje y la anar-
quía se le puede gob ernar con las ideas
a usteras de los ptritanos del N orte. E l
g obiern o de un pu=blo es el pueblo mis-
mo con sus vicios ~ virtu des, con su tem-
peramento puesto en a cción. Tales s on
las idea s en que lpoya n su defensa de
Ma quiavelo los aIolog is tas de este in-
signe hombre, los cuales son a hora tan-
tos y tan de cididos como a ntes lo fu er on
su s detractores.
En -iiií-tiemp o i'e ha sostenido que el
" P ríncip e " es una obra irónica escri ta
con el diabólic o ilte nto de aconsejar a
los Médi cis lo que ha bría de ocasiona r
s u perdi ció n si lo \lrac tica,ban.

<¡;¡ Biblioteca Nacional de España


I

122 DE VUELTA DE ITA.LIA

De aquí viene Ia pala!bra "maquiave-


lismo" que se aplica a la astucia y hab i-
lidad hipócrita. Pero .ata suposición tie-
ne ya pocos partidarios. El "Príncipe"
es una obra 'p rofundamente sincera, que
no podemos comprender con las ideas
hoy dominantes, y que necesitamos po-
ner en el medio intelectual y moral de
la República fl orentina para penetrar su
verdadero sen tido.
Ma'quiavelo fué patriota ardiente. El
amor de la pátria pa:pita en todas sus
obras. Desempeñó a 11aravilla el cargo
de secretario de la cantillería de la Repú-
blica y cuando cayó m desgracia y fué
reducido a prisión, su estóica entereza
de no tó la grandeza de su alma. Al ser
elevado a la Sede Pontificia con el nom-
bre de León X, el cardenal de Médicis,
Maquiavelo recobró su libertad; pero aun
tuvo que s ufrir alguno: años de destierro.
De vuelta a la pátria escribió las obras
que han inmortalizadc su nombre, entre
ellas "Los com en ta rio~ a Tito Livio, y al
fin los Médicis, que con tanta saiia le
persiguieron, procuraron a traérs ele y uti-
lizar su consumada bbilidad política y
su experiencia de los negocios y de las
flaquezas humanas. E segundo Papa de
la familia de Médicis Clem en te VII, le
protegió de nuevo, ercargá ndole de pre-
parar la defensa de loscana contra las
armas de Carlos V, mandadas por el
cond es table d e Borbill.
A l volve r a su patia después del" S3.-

~ Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉXEZ GALDÓS 123

co de Roma", el pueblo florentino le


mostró odio y mala voluntad, acusándole
de que con su funesto tratado del "Prín-
cipe" había enseñado a los Médicis el
ejercicio fácil de la tiranía. Desde enton-
ces hasta su muerte, que acaeció en
15 2 7, Maquiavelo vivió en la mayor po-
breza, atenido a la modestísima peiiSi ó n,
que por lo exigua parecía limosna, con
que le socorrían los Médicis.
La fama de este grande hombre se lu
conservado en la historia, pasando por
las alternativas del desc rédito y la esti-
mación. Según las ideas políticas que
han dominado en las distintas épocas, ha
s ido más o menos severa 'la op inión de
los his to ri a dores con el gran toscano,
cuyo nombre ha servido para co mpone r
uno de los adjetivos más usad os por el
amanera~mi ento vulgar. P.ero nu estn
época, con su perspi caz espíritu crí ti co
ha estudiado la ép oca, d ese ntrañ a ndo
prolijamente lo s acon tecimie ntos, ha ana-
lizado digám o slo as í, los compo ne ntes de
1:t atmósf era política en que v iv ió el se-
cretario de la cancillería fl oren tina, y p or
fin -le ha a bsuelto d e m uchos o de casi
todas las culpas que se le imputaro n. Ma-
quiavelo v ió a los h om b res como r eal-
me nte era n, n o co m o d eben ser, y fundó
sus conclus io nes atrev idas en el cimi en-
to de la realidad.
Por fin, aunque la crítica histórica n0
adm ita por comple to las r eglas de l ar ~ (;
pe-lí tic o expues tas e:I el ,- r'rír¡ cip~ ", sie m-

({;¡ Biblioteca Nacional de España


124 DE VUELTA DE ITALIA

pre quedarán a favor de Ma'q uiavelo su


sagacidad admirable. su conocimiento
profundo de los hombres, y sobre todo su
estilo conciso y elegante que seduce y
esclaviza al lector.

Recorr iendo la h ermosa nave de


•. Sa nta Croce ", encon tra is tamb ié n el se-
pulcro de Galileo. Dichosa tierra la que
ha visto hombres tan extraordinarios en
[! arte, en la pclítica, en la cien·:ia Mi-
gue! Ang el, Dante, Galileo, Mao1.' .avelo.
Bastan estos nombr es para ilu ,, ~rar h
Europa en tera, y Flore '1 cia tiene la glo-
ria de llamarlos sus h ijos.
Galileo, no ob stante, no era floren-
tino. Nac ió en P isa en cuya Un iversidad
h izo sus primeros es t ud ios, y ense ñó des-
pnés física y matemáticas . La célebre
torre inclinada le sirvió para sus expe-
rien cias de la caida de los cuerpos. Des-
pués ejerc ió el magisterio en Padua du-
rante veinte añ os, y por fin fué a parar
a Florencia donde vivió la mayor y me-
jor part e de su vida. Allí y en Roma
sufr ió las pers ecu ciones que le han in-
morta lizad o ta nto como sus descubri-
m ien to s. Mur ió en un pueblecill o de las
cercanías de F lore ncia, a edad muy avan-
za da , po bre, cieg o, y no muy es timado de
sus conci uda dan os. i Cas o extraño! El 9
de Enero de r642, día en qu e mur ió Ga-
lileo, na ció N ew ton.

«::> Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GÁLDÓS 125

Además de su valiente explanación


de las teorías de Copérnico acerra del
sistema planetario, la cual le valio ~er
tt>nido por demente y heresiarca, y r.on-
denado a una abjuración vergonzosa,
Galileo legó a la ciencia universal gran-
des conquistas, como el descubr;miento
de las leyes del peso, del péndulo, la
balanza hidrostática y el perfecciona-
miento del telescópio.
El panteón florentino guarda también
las cenizas del poeta Alfieri, lombardo de
orígen, y las de su amiga la condesa AI-
bany, las del poeta m oderno Pío Fedi,
las del grabador Morg hen, las del "Are-
tino ", encerradas en hermoso sepulcro
del Renacimiento: las del físico Miche!i,
las del arquitecto Alberti; las del com-
positor Cherubini, y las de otros much o s
de fama menos extendida. Fuera de esto,
Santa Croce es un verdadero },{useo, que
sería visitado y escudriñado con parti-
cular atención si estuviera en otra parte;
pero Flor encia es tan rica en maravillo-
sas obras de arte, que los fr escos, las es-
tátuas y los ga llardos altares y púlpitos,
que ado rnan las igl esias, son mirados al
fin por el viajero, si no Co n desdén. con
fa tiga de los oj os y del espírit.-

Las fachadas de "Santa Croce" y del


"Duomo" muestran de que modo tan
singular adoptaron los toscanos la arqui-

© Biblioteca Nacional de España


126 DH: VUELTA DE ITATIA

tectura ogival, desvirtuándola y acomo-


dándola a su génio y tradición artística.
Este arte híbrido que tiene por padre el
espiritualismo y por madre 1a musa pa-
gana es lo más característico de aquel
país en construcciones religiosas, así co-
mo en las palatinas tiene la especialidad
incontestable del estilo severo y rudo
inspirado en la arquitectura militar. Sus
iglesias, ostentan en su exterior mármo-
les blancos y negros combinados con de-
licadeza femenina, formando un gótico
voluptuoso y decorativo, que no nos dá
la impresión de misterio y misticismo
de las iglesias del Norte. En cambio los
pa-Iacios, construídos de piedra obscura,
son macizos, de líneas muy sabrías, com-
binada la robustez con la elegancia.
N o es posible abandonar a Florencia
sin subir a "San Miniato al Monte". El
cementerio próximo a la iglesia de en-
terramiento a las familias aristocráticas
de la ciudad, merece una visita. Su arqui-
tectura restaurada con mucha inteligen-
cia, ofrece más elementos quizás que los
interiores del "Duo-mo" y "Santa Croce"
para el estudio del estilo toscano de la
Edad Med ia. Desde "siñ Miniato", y en
todo el largo y tortuoso paseo denomi-
nado "Viale dei co11i", la vista abarca el
panorama inmenso de los alrededores de
la ciudad y de la ciudad misma, pano-
rama que es sin género de duda uno de
los más hermosos de Italia. La bien cul-
tivada campiñ<t extiéndese a orillas del

© Biblioteca Nacional de España

....
BENITO PÉREZ GALDÓS 127

Arno, limitada por las colinas cubiertas


del obscuro verdor de olivares y cipre-
ses.
El paisaje es bello sobre toda ponde-
ración pero no risueño. Hay en él una
melancolía dulcísima ,que induce a la me-
ditación, que despierta anne'los de sole-
dad penitente. Es el paisaje triste y mi-
nucioso que sirve de fondo a los cuadros
de todos los pintores florentinos del si-
glo XV.
Los grupos de altísimos y austeros ci-
preses dánle aspecto de inmenso jardín
destinado a necrópolis, en el cual cada
planta adorna una tumba. Es un paisa-
je del cual se puede decir que ti·ene algo
de religioso y solemne, contribuyendo
quizás a este efecto las memorias de co-
sas estupendas ocurridas en tan grande
y magnífico escenario. A lo lejos se vé
Fiésole, lugar escondido entre masas de
espesa vegetación, antaño residencia del
inspirado y soñador "Fra Angélico", y
hoy Sede del "Papa negro ", o sea el Ge-
neral de los Jesuitas.

VI
Padua. - Bolonia

Al salir de Venecia no es posible de-


jar de hacer un aho en Padua, ciudad
célebre en las ciencias y en las artes,
más célebre aún porque su nombre sirve

«:> Biblioteca Nacional de España


128 DE VUELTA BE ITALIA

como de apellido a San Antonio, el más


popular de los santos del Cielo, al m enos
en los pueblos latinos. Hállase situa da
muy cerca del Adriático, en t erreno pa n- ...
tanoso surcado de canales, y fácilm ente
se comuni ca con el mar y con las lagu-
nas venec ianas. N o en cierra monum entos
grandiosos como Venecia, aunque sí an-
tigüedades de precio. Su aspecto es el
de una pacífica y laboriosa ciudad pro-
vinciana, más bien agrícola que indus-
trial. La basílica de San Antonio, que
allí por antonomasÍa llaman "el Santo",
es el principal atra ctivo de la ciudad, lu-
gar de pere~rinaci ón de los más fr e-
cuentados que existen en Italia. La h is-
toria política de Padua es corta. Fué en
tiempos de los romanos la ciudad más
floreciente del Norte de Italia. Los bár-
baros la destruyer on . E n la Edad M edia
abrazó el partido g üelfo, y constituyó un
Estado independiente que ,hubo de durar
poco tiempo, a ca usa de su desventajosa
situación entre Vero na, g obernada por
los Scalíge ros, y V enecia. Sucumbió Pa-
dua a esta última en 1403, sig uiendo has-
ta nuestros días la suer te de la ciudad de
Sa n Ma rcos.
P ero si políticamente es breve y no
muy int eresante la his toria de Padua, en
el terre no de las ciencias débele I talia
un puesto preferente. Su Universidad,
fundada en el siglo XIII, es una de las
más antiguas y más flor ecien tes del
mun do, dis tinguié ndose siempre, más que

~ Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALD6s 129

por los estudios teológicos y de humani-


dades, por el cultivo de las ciencias exac-
tas. Al propio tiempo, las artes brillaron
allí con gran esp.lendor, constitu·yendo
uno de los centros de estudio más impor-
tantes de la península. Donatello, Giotto
y Fra Filipo Lippi trabajaron en Padua
gran parte de su vida. Allí se formó la
célebre escuela de Squarcióne, y a Pa-
dua pertenece también Mantegna, el gran
artista precursor de los venecianos, pin-
tor de extraordinarias facultades, que a
pesar de su estilo arcaico y duro, nos
asombra hayal par de los primeros
maestros de 1 taHa. La vida, la expresión,
el acento patético de los cuadros de Man-
tegna, no han sido superados por ningún
artista, y bajo estos conceptos será
siempre el maestro de los maestros.
La gran atracción de Padua es, como
he dicho antes, la basílica del "Santo",
edificio gótico y toscano con vislumbres
bizantinos, grande y opulento, como que
en él se da culto a una de las entidades
más milagreras del catolicismo, centro de
romerías populosas, a donde sin cesar
acude gente de toda Italia. La popula-
ridad de San Antonio es un fenómeno
extraño de la historia religiosa. Los mi-
lagros de este santo son, sin duda. estu-
pendos, pero no más que los del funda-
dor de la orden seráfica. Como en la tra-
dición y en la rutina de las gentes vino
San Antonio a ser el patrono de las I11U-
chachas casaderas y el abogado de los no-

9
'.

© Biblioteca Nacional de España

1;"
130 DE VUELTA DE ITALIA.

"ios y de la.s relaciones con buen fin, l!>


cosa que sería muy interesante aver iguar.
Ello es que este bendito ha casado du-
rante siglos a la mayor parte de las mu-
chachas en las aldeas de Italia y E spa-
ña. A él se le debe sin género de duda el
aumento de la población en .Jas dos pe-
ní ns ulas.
En España es aún más popular que
en ninguna parte, sobre todo en Andd-
lucía. N o hay casa pobre donde no esté
su imagen, en tosco barro, tal como la
iconografía cristiana le representa, lle-
vando en brazos al niño Jesús. Murillo
solo pintó más San Anto nios que t odo s
los demás ' pintores juntos, y era uno d e
sus temas favoritos y de más partido,
como eran las "madonas" el tema de
R afael, y ,los "Ecce Hornos" el de Mora-
les. Y 10 pintó siempre con un entusias-
mo, con una pas ión mística y un fervor
que necesariamente habían de producir
Id superioridad del estilo. Es el jóven
asceta, bajo los pinceles de Murillo, un
temperam ento m eridio nal, un alma a pa-
sio nada y entusiasta, de la cual se des-
bordan el am or místico y la verbosid ad.
Esta fi so no mía espi ritual expresóla M u-
ril,lo en la perso na de un m uch ach o .ga-
llardo, m ore nito, de oj os neg ros y faz
. calen tu rienta. Entre noso tros ha que dado
este tipo como retrato ·e xacto de a q uel
varó n santísi mo, y concuerda con el tipo
de raza, porque San Anto nio no era pa-
clua no sino por tugués. Nació en L is boa,

© Biblioteca Nacional de España


l'

BENITO PÉRlI:Z GAln6s 131

allí oyó a San Francisco y le siguió a


1 talia, donde abrazó la orden y VIVIO
predicando y haciendo muchos y muy
.... sonados milagros .
Pero hay que reconocer que el tipo de
San Antonio que nos ha tra smit ido Mu-
rillo y que en Esparla no podría alterarse
sin comprometer la popularidad del
"Santo", no concuerda en modo alguno
con el verdadero y auténtico r etra to del
mismo que se conserva en e1 coro dc la
Ba sílica de Padua, y que observé d ete-
nidamente, notando su de semejanza con
la figura tan conocida de las clases p o-
bres de nuestra época y tan popular cn-
tre ellas.
Según aque1 retrato, que tiene toda s
las tra zas de ser coetáneo del Santo, éste
era ru bio, regordete, de ojos garzos, de
cara descolorida y aniñada, de esas ca ras
que en la edad madura y aun en la vejez
con servan cierta expresión y candidez in-
fantil es. No tiene aque l mirar de m ís ti ca
embriaguez, ni el dulce arrobam ie nto
soñador; no se vé en é l al mi sionero in-
comparable, de palabra tan p rofu nda -
mente exp r esiva y convincente que :Se
hacía escuchar de los peces y las av es.
Pero sea lo que quiera, ello es que si el
retra to de Padua tien e la autoridad de
lo auté ntico, los que debemos a M'llrillo
tienen la de su superior belleza ar tística .
Si Sa n A ntoni o no era como le pin t ó el
gran a rtis ta sevilla no, debió se r as í, y s i
ante los ojos de las mujeres an da luzas

lO Biblioteca Nacional de España


132 DE VUELTA DE ITALIA

se pusieran las dos imágenes para deci-


dirse por una sola, el sufragio universal
femenino pondría la de Padua en los mu-
seos y la de ~1urillo en los altares.
La capilla del "Santo en la basílica
es de una magnificencia asiática. N o en
vano se han acumulado allí los donativos
piadosos de tantas generaciones. El se-
pulcro es objeto de ardiente veneración,
y en derredor de aquellos jaspes ri'q uísi-
mos se vé a todas horas multitud de
hombres y mujeres del pueblo, enfermos
y lisiados que buscan la salud. Los para-
mentos de la capilla están decorados con
bajos relieves de Campagna, Sausovino
y otros célebres artistas. Representan los
mi.Jagros -del "Santo", estupendos todos,
y muy del caso para herir la imaginación
de las mnchedumbres. Decoran el altar
relieves de plata. Innumerables lámparas
arden allí noche y día. Las ofrendas no
cesan, y el culto del discípulo predilecto
de San Francisco, es de los más prove-
chosos que existen en el mundo. Fuera
de la iglesia, hombres y mujeres del pue-
blo se dedican al lucrativo comercio de
medallas y rosarios del "Santo", los cua-
les, basta tocar con ellos el sepulcro,
para que resulten ·benditos. Este comer-
cio, practicado a las puertas de la basí-
lica por mercaderes codiciosos que aco-
sa n al forastero, no predispone cierta-
mente a la fé.
Vale más no hacer caso de los trafi-
cantes en objetos piadosos y contemplar

~ Biblioteca Naciona l de España


BENITO PÉREZ GALDÓS ]33

la estátua ecuestre de Gattamelatta una


de las más bellas del mundo, y riv~1 del
Colleone de Venecia. con cuyo caballo
tiene éste muc,ha semejanza, Después de
admirar la hermosa obra de DonatelIo
hay que hacer una VIsIta al "Salone '"
vastÍsima construcción de atrevida traz~
y elegancia, la iglesia de "Gli Eremita-
ni", donde se conservan los mejores fres-
cos de :Mantegna, y la ":Madonna della
Arena ", que guarda las célebres pinturas
de Giotto, monumento inaprecia ble para
la h is tor ia del arte.
P ara at ende r Y admirar estas últimas
obras, precisa co nsiderar que pertene ce n
a la in fancia del arte, y que si los p ro-
cedimientos artísticos adolecen de pobre-
za y sequedad, esto se compensa por el
vigor de la concepc ió n y por el profundo
sentimiento religioso que el pintor supo
trasmitir de su espíritu a su obra. Las
imperfecciones del dibujo, la ingenuidad
candorosa de la composición, no bastan
a destruir el encanto de estos frescos, ni
la imp res ión ho nda que en nuestro ánimo
producen . Sentimos ante aquellas p intu-
ra s una e specie de estupor mági co como
el que nos producen las evocacion es ma-
ravi llosas del Dante en el "Purgatorio"
y el "Paraíso". Es indudable que Gio tto,
disponiendo ·de escasos conocimientos
académ icos, sentía la g rand eza bíblica y
evangéli ca con -más pureza que sus su-
cesores. \ ..~ "' l
En cuanto a Mantegna, r evela una,

© Biblioteca Nacional de España


134 DE VUELTA DE ITALIA

ciencia del diseño y una hab ilidad de


composición que para Giotto eran desco-
nocidas. La expresión personal en las fi-
guras s más dramática qu mística, y la
influencia pagana aparece ya de una ma-
nera evidente. En sequedad de estilo no
se diferencian mucho uno y otro maes-
tro; pero en la gallardía 'de la composi-
ción. },{antegna lleva a su antecesor la
inmensa ventaja que le da'ban el tiempo
y el adelan to de los estudios académi-
cos.

Vámonos a.hora a Bolonia, con permi-


so de mis lectores, a quienes tal vez re-
sultará fastidiosa esta excursión precipi-
tada v sin método. Proc'uraré abreviarla
tocio '10 posible.
La capital de la Emilia es una de las
ciudades más grandes, bellas y florecien-
tes de Italia, de accidentada y dramáti-
ca historia. Durante siglos perteneció a
los Estados del Papa, circunstancia que
no ha influido poco en su forma y en su
manera de ser actual. Debe en primer
término su fama a la renombrada Uni-
versidad, lumbrera de la Edad Media.
En ella se estudió antes que en ninguna
parte el Derecho Romano. En el siglo
XII asistían a sus aulas :;.000 estudian"-
te s. La Medicina y la FilosoHa fueron
enseñadas allí, y allí también se iniciaron
los estudios experimentales del cuerpo

<O Biblioteca Nacional de España


-,

BKNITO PÉREZ GALDÓS 135

humano. La autoridad de esta grandiosa


institución docente no decayó en el Re-
nacimiento ni en los tiempos aproxima-
dos al nuestro. En I789 hizo allí José
Galvani las primeras experiencias de
electricidad. El célebre políglota Mezzo-
fanti, que sabía y hablaba todas las len-
guas vivas y muertas y todos 1m dialec-
tos de Europa, fué profesor de esta Uni-
versidad en la primera mitad del pre-
sellte siglo.
En todos los tiempos ha sido tan
grande la fama de la Universidad bolo-
ñesa, que a ella concurrían estudiantes
y maestros de todas partes del mundo,
sin exceptuar algunos del género feme-
nino. En el siglo XIV fué maestra en
aquellas cátedras "N ovella d' Andreu ",
que explicaba sus leccion.es oculta detrás
de una cortina para que los alumnos no
se distrajeran con la extremada belleza
de la pro·fesora. Otra que tal, llamada (
Laura Bassi, explicó matemáticas y fí-
sica; Manzolina dió varios cursos de ana-
tomía, y aún en nuestro siglo enseñó,
nada menos que el griego, Clotilde Trom-
boni.
El aspecto y las costumbres levíticas
de la ciudad papal no han desaparecido
con la incorporación al r.eino de Italia.
Las calles son tortuosas formadas total-
mente de soportales anchos que les dan
especial carácter. Hay muchos palacios,
innumerables conventos; toda la c;udad
eS vetusta, sin dejar de ser magnífica y

© Biblioteca Naciona l de España

-
136 Da: YUFor TA DE ITATIA

opulenta. Moratín 'que pasó allí largas


temporadas y que gustaba mucho de la
vida tranquila y del saludable clima de
aquel pueblo, dice en una de sus cartas:
"Llegué a Bolonia, y pasé cuatro meses
elel verano en ver procesiones y oir leta-
nías." La descripción que hace nuestro
gran prosista de las interminables fiestas
r eligiosas de a,quella ciudad, es gracios í-
sima. N o la co pio por no hacer dema-
siado larga esta carta. N o le va en zaga
por el gracejo y la elegancia de! decir, la
que hace tam bién de los "birri'quines",
qu e así se ll amaban en Bolonia a los
holgazanes o pícaros que infes taban la
ciudad en otros tiempos. Esta clase de-
;almada y maleante, por el estilo de los
"lazzaro nis" de N ápoles, ha desapareci-
do ya por completo.
Como toda ciudad italiana, Bolonia
está llena de edificios hermosos; p ero
ning-uno es ele primer orden . La igl es ia
ele San Petronio, de proporciones colo-
sal es, sería la mayor de la península en
e! gé nero g ótico t osca no si estuviera con-
c 1uída. N o existe más que la mitad, que
se de staca informe y cortada sobre la
masa del caserío de la població n. Sa nto
Domin g o, donde existe el suntu oso se-
p ulcro de nuestro compa tr io ta, el fun-
(b dor de la Orden de Predicadores, es
gran de y con tendencias al barroquis-
m o ; la catedral, más grande aún y com-
p leta m ente barro ca . Pero 10 IÍlás carac-
terístico y propia mente monumental de

ID Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALDÓB 137

Bolonia es la configuraci ó n arcáica de


sus calles y del caserío b urgués, 10 cual
nos dá la impresión perfecta de una ciu -
dad de la edad pasada. Lo que luciría ll
las procesiones y cabalga tas en es ta s
avenidas tortuosas de altas pa rede s, de
airosos y desiguales porches, fácilm en te
se comprende sólo co n v erlas. La vida
moderna resulta all í diso nante, y sin em-
bargo, Bolonia no es una ciudad mu erta
ni mucho menos. Ha entrado con brío
en la vida moderna, desarrollando su ac-
tividad .en to das las esferas, co nservan do
al propio t i·empo su tradicional estruc-
tura, como el prócer que sin rene ga r de
las novedades 'q ue trae el progr eso, r es-
peta la casa de sus mayor es, co nserván -
do la como em blema de su alto ab olengo.
E l Palaci o Mu nicipa l y el del Podestá
son bastante bellos, pero in co mpletos, en
parte restaurados, en parte sin co nclu ir.
La plaza en que está n, frent e a la h er-
m osa y no co ncluida fa chada de San Pe-
tronio, se halla decorada co n u na estú-
tua m oderna de Vi cto r Man uel, y co n la
anti gua Y soberbia fue nte de N ep tun o,
obra de Juan de Bolonia. N o lej os de es-
ta plaz a se hallan las torr es inclin ada s
qu e re spe ctivam ente llevan po r no m b r e
'.'Asi nelli " y "Gavise nda". Esta es del
sixlo XII, Y se cree que fué cons tr uida
ex profes o co n la incl ina ción de m á s de
tres m et r os q ue en ella se adm ira. E stá n
m uy cer ca la u na de la ot ra, Y mi radas,
desd e un leja no p unto de v ista, pa r ece n

~ Biblioteca Naciona l de España


138 DE V UELTA D I!: ITAUA

dos espadas lIlmensas que se van a cru-


zar.

+
Para los espa íio les lo más atractivo e
interesa nt e en la a ntigua ci udad un iver -
sitar ia , es el coleg io de San Cle me nte,
fu ndad o en el sigl o X I V por el céleb re
cardenal do n Gil de Al bornoz, uno de los
espaíi oles más em inentes que figuran en
la his to ria de Ita lia. E l Collegio di Spag-
na conse rva el carác ter de la é po ca m ás
qu izás q ue ningún otro edificio de B olo-
nia, y lo m ás digno de no tar en es ta afa-
mada fun da ción, es qu e ha r esistido a
las mu da nzas del tiempo y a los tras-
torn os pol íticos, s ubsistie ndo todavía con
el m ismo obj eto a que lo desti nó Al-
born oz. Su hermoso pa ti o es una joya
a r qui tect ón ica y ostenta a lg unos fre scos
de An iba l Carraci. L a iglesia ofrece po-
co in teré s.
E l fu nda d or del colegi o de San Cle-
m ent e, do n Gil Carrillo de Al bornoz, es
un a de las más inter esa nte figuras de
Italia en el t urbulento s iglo X I V. N acido
en Espa íi a de u na fam ilia ilu stre 'que se
suponía em pa r entada con los rey es de
L eón y Ara gón, se dedicó a la I g lesia,
n ega n do en eclad r elat iva m en te te m pra-
na a los m ás alt os puestos palat inos y
eclesiásticos. E n el r ein ado de Don P e-
d ro el Cr uel, se mal quistó con el S obe-

\O Biblioteca Naciona l de España


BENITO P~:REZ GALDÓS 139

rano, po r atreverse a reprender ágria-


mente sus desafu eros, y tuvo qu e huir
de España, refugiánd ose en Avig nó n,
donde a la sa zón r esidía el P a pa. All í se
señaló su cará cter osado y eminentemen-
te act ivo, emprendiendo la re stauración
del poder pon ti ficio en Italia, obra en la
cual trabajó no solo como dip lomático
sino como guerrero, organizando un po-
deroso ejército que mandó por sí mismo,
y con el cual redujo a la obedie ncia a las
provin cia s rebeldes. Siendo legado y ge-
neral de Inocencia VI, gobernó con pru-
dencia y energía los Estados del Papa,
dió una constitución a Bolon ia, y al fi n
pudo anunciar a Urhano V que podía
volver a Roma y reinar en ella pacífica-
mente. Este hombre extraordinario esta-
ba dotado de un gran talento Y de un ca-
rácter de hi erro. Más dignas de celebri-
dad que las "Cuentas del Gran Capitán"
so n las "Cuentas de Albornoz", pues a
él se refiere la anécdota siguiente, que
fi g ura en la historia de aquel tiempo.
Hab iéndole pedido U rbano V cuenta de
las sumas 'q ue había gastado en su em-
presa, Albor noz llevó a presen cia elel
Santo Padre un carro cargado de llaves
y cerrojos. "Las sumas de que me pedís
cuentas, le dijo , las empleé en haceros
dueño de las ci uda des y fortalezas cuyas
llaves aq uí veis. "
M ur ió Albo rnoz en Viterb o, y sus
restos fueron tras ladados a E spaña, Su
sepul cro es uno de los más hermosoS

© Biblioteca Naciona l de España


140 DE VHELTA DE ITALIA

monumentos que se admiran en la cate-


eh'al de To ledo.

......
La pintura boloñesa nos ofrece la
última m anif estación del arte italiano en
la séric del tiempo. El museo de Bolonia
permite apreciarla en todo su esplendor.
Es una escuela amanerada, sin que por
esto falte a los artis tas que la forman
cualida des brillantes. Lo primero que
hay que achacar a esta familia artística,
es su falta de inventiva, pues casi siem-
pre trata los mi sm os asuntos que ilustra-
r o n y aún agotaron sus predecesores.
Pero no puede negars e qu e amplió el
campo de la co mposici ó n y q ue mantuvo
los buenos princi pios del dis eño. El cua-
dr o elel Dominiquino, que adorna las ga-
lerías del Vaticano. "La comunión de
San J erón imo", ~ esi ste la comparación
con la s mejores obras de Rafael.
Guid o Ren i, el Dom iniq uino, y los
Carra ci, sostuvieron un temperamento
ecléctico entre las escu elas de Umbría y
los pin to res naturalistas de la escuela de
Caravaggio . .como co loristas Cjuisieron
huir igualmen te de la seq uedad deaqué-
Ilos y de la brillantez de los venecianos.
El eleme nto dramático, qu e introdujeron
CO Il cie r ta tim id ez, no fu é parte a im-
pedi r que s us ob ra s r es ulten frías y que
en ellas la expresi ón t enga más de en-
fática (lue de ent usiasta. Por querer reu-

© Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉUEZ GALDÓS 141

nir todas las cualidades, aquellos artistas


no descollaron en ninguna. P revaleció
esta escuela en todo el_siglo XVII, le-
gando sus principios eclécticos a las Aca-
demias que en el XVIII patrocinaron la
frialdad y la boñería. Poco estimada al
renacer la bucna crítica en el presente
siglo, ha vuelto a r ecobrar el puesto q ue
le correspon"de, pues no es j usto m enos-
preciar obras que si palid ece n al la do
de las creaciones de Rafael y de M iguel
Angel, o de Velázqucz y Rembrant, no
por eso son indignas de nuestra admira-
ción.
El "Cristo crucificado", de Guido,
que ostenta como una de sus mejores
galas la Academia de Bolonia, es un cua-
dro imponente, un tanto a"f ectado y tea-
tral, de expresión dramática y granrl:osa.
Lo mismo puede decirse del "Martirio
de los Inocentes ", del mismo autor, y
del "Descendimiento". Hay trozos en
todos ellos primorosamente ejecutados.
Guercino, los dos Carraci y el D0mini-
c:uino, tienen en esta galería algunos de
sus mejores lienzos, distinguiénd ose por
ia amplitud de la composició n, lo bien
tratados que están los paños, la '~ xcelen­
te agrupación de las figuras y el senti-
miento más bien teatral que mís ti co que
en ellas domina. En esta evolu ciu n de la
pintura se vé muy claro qu e el dom'nio
del procedimiento mata la illsp irac:ón y
perjudica al estudio sillcero del natural,
por cuyo motivo se le puede aplicar aquc-

<1;:i Biblioteca Naciona l de España


,1

H2 DE VUELTA DE ITAI.IA

!la opinión de un pintor y críti co moder-


no, que dice: "Cuando notes que tu ma-
no der echa ha adquirido dema siada ha-
bilidad, pinta con la izquierda. "

VII
Nápoles

Nápoles ostenta en todos sus monu-


men tos, en sus calles, plazas y fuen tes
los vestigios de la domina ció n española.
Cuantos edi·fi ci os notabl es hay en aque-
lla gran de y risueña ciudad, obra son de
los vi reyes.
Los municipios contemporáneos, lle-
vados de un amor propio inexplicable,
han intentado borrar las huellas de nues-
tra dominación, empl eando el recurso
pueril de variar los no m bres de las calles
y de cubrir las inscripc iones de los mo-
numentos.
El pueblo sigue dando a la principal
vía de la ciudad el no m bre de calle de
T oledo , aunque ya oficialmente se llama
de Ro m a. Muchas insc rip ciones de edi-
ficios, que fueron borrada s, han sido res-
taurada s con buen acuerdo, y los ed iles
na politanos compren den ya que. no pu-
. d ié ndose variar la his toria, de nada vale
ocultar sus páginas más elocuentes, que
no so n por cierto las páginas escritas.
E spa ñol es el magnífico p ó r tico o ar-
co tr iun fal del castillo, tan semejante por

ro Biblioteca Nacional de España


-
BENITO ptBEZ GALD6s 143

su traza y ornato a diversos monumen-


tos de esta península, 'q ue el parentesco
no puede negarse; espaiíol es también
el P alacio Real, antes residencia de los
vireyes; español el museo construido por
Osuna para fines muy distintos de los
que hoy t ie ne; españolas las fuentes pú-
blicas, las fortalezas de San Telmo y del
Huevo, las iglesias en su gran mayoría, y
por fin, la pintura que descu ella en aquel
país f,e cundo y le imprime carácter, es la
de nuestro Ribera, conocido en Italia por
el apodo de "El Españoleto".
La ciudad misma, no sé si por efecto
de la ocupación secular o por semejanzas
de raza, suelo y condiciones físicas, se
parece tan to a las de España, que si 110
existiera la lengua para diferenciarlas,
aquella tierra y el Mediodía de nuestra
península parecerían un m ismo país. Por
la configuración de las casas y lo irregu-
lar de las construcciones, Nápoles se pa-
r ece a Málaga y Sevilla; por la luz vi- •
vísima que lo inu nda y el colorido del
mar parécese a Cá di z, y por la alegría
de sus hab itantes, el bullicio de sus ca-
lles y el constante aspecto de fiesta que
en ellas se advierte, tiene gran semejan-
za con Madrid.
Los napol itanos, como nuestros an-
dal uces, son los grandes filósofos de la
ép oca presen te; toman la vida con cal-
ma, v ive n si n cuidados ni p ena s, pensan-
do poc o en el día de m a iía na y prac ti-
cando aqu ell a senten cia del E'v angeli o.

~ Biblioteca Naciona l de España


-- -

144 DE VUELTA IIB ITALIA

que dice: "no te preocupes del día de


mañan a, que a cada día le basta su pro-
pio afán ". Son alegres, afables, hospita-
larios, comunicativos, habladores y apa-
rentan hallarse satisfec;hos de haber na-
cido en aquel suelo risueño, en el centro
del más hermoso panorama que en el
mundo exis te. Allí, como en todo país
donde la vida es fácil y barata, se tra-
baja poco.
La Naturaleza es allí la gran colabo-
ra dora del hombre. Mentalmente compa-
ro a Nápoles con Manchester, y, admi-
rando mucho la industria de la ciudad
británica, compa dflz co a los que viven
en ella. i Cuá nto más feliz el napolitano
pobre y de sc uidado que el inglés reven-
tando de ri co, respirando hum o y traba-
jando a la luz del ga,s en pleno día 1
N o quiero apurar este paralC'io, que
se ha repetido tanto. Lo que hay que
decir en defin iti va es que, si volviéramos
a nacer y nos dieran a elegi r sitio, loco
estaría qui en no prefieriese esta ri suefia
parte del planeta, donde se vive sin es-
fuerzo.
Los napolitanos di,fi eren de los anda-
luc es en lo supersticiosos. En esto no hay
q uien les gane. N a da ten emos aquí que
pueda compara rse a las infinitas conse-
jas que perturb an el esp íritu de aquellos
a qu ienes no vac ilo en llamar, ya que no
herman os, prim os o pa rie ntes muy pró-
ximos. Tampoco afiadiré nada a 10 mu-

I!:i Biblioteca Nacional de España


1I
BENITO PÉ&KZ GALDÓS 14;'

cho que sobre este particular se ha dicho


y escrito .

....
I La ciudad es inmensa, destartalada,
rebelde a la urbanización correcta, por
los defectos tradicio nales de su traza y
10 accidental del terreno. Extiéndese a
orillas del admirable golfo, trepando el
centro a las alturas de San Martina,
aproximándose por el O este a las coli-
nas del Posílipo, y estirándose por el
Este en toda la falda del Vesubio. Una
calle que no se acaba nunca enlaza todas
las poblaciones construídas a la orilla
del golfo hasta CastellaEJ.are.
Las casas más excé ntricas de esta
enorme aglomeración de edificios, apa-
recen salteadas entre el verdor opulento
de la incomparable canlipiña.
Las faldas del Ves ubio, los alto·s de
Posíli'po y de Capodimonte son de una
ferac idad magnífica. La parte central
del caserío es apiñada, las vías estrechas.
tortuosas y no IllUy limpias, las vistas
de la ciudad sobre el mar tan hermosas
que no caben en descrip ci ó n como no
caben en la pintura.
L os poetas han cantado este panora-
ma con tal s uperabundancia de tonos,
q ue no se puede decir na da sobre un
tema ta n apu ra do sin incur rir en ama ne-
ramiento. El az ul del g olfo supera en
di afa ni dad y herm osura, preciso es decir-

10

«:> Biblioteca Nacional de España


146 DE VUICJ,TA 1>8 ITALIA

lo, a los más chillones matices que admi-


ramos en las bandejas.
Las islas que decoran este paisaje,
Ischia y Prócida a la derecha, Capri a
b iz q uierda, se ,destacan sobre el azul
del mar y cielo con perfiles tan elegan-
tes que allí la Naturaleza parece querer
mostrarse y declararse artista. N o hay
en ninguna parte islas más bonitos, co-
m(: no sean las Cies a la entrada del
puerto de Vigo. Pero las Cies aunque
preciosas por su contorno, son áridas y
despobladas. N o o frecen, de cerca, a las
miradas del viajero las bellezas de ve-
getación y de arqueología que dan tanto
interés a Ischia y Capri.
Aquel mar es el mar mitológico, y en
aquella masa cerúlea la personificación
de Neptuno está, digámoslo así, dentro
oe su propia esfera. Las señoras aque-
llas que lIama'ban "nereidas ", y que se
pasaban la vida nadando, los tritones y
demás séquito del Dios de los mares así
C01110 las cercanas Scyla y CarihJis. y
las engañosas sirenas debieron andar por
allí como Pedro po r su casa, y es posi-
ble que aun quede ell ¡¡¡quel1os senos azu-
les al g una familia decadetlle del buen
N eptu no, algún indivíduo, degen erado
en besugo o pescadilla, de estas ilustres
razas acuáticas.

Los infinitos escritores d,~ t,)dos los

© Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ G.lLnÓS 147

países que escribieron de N :lpc-'(;S y de


los napolitanos, han creado '1n t:po es-
pecial de la ciudad y de alg,¡',oS de sus
habitantes . . En la realidad nótase ahora
extraordinaria falsedad en ta!es pinturas,
ya porque en ellas había exageración, ya
porque el tiempo ha variado un poco las
costumbres. El tan decantado tipo del
"Iazzarone" no exis te ya, o al menos se
ha corregido, pues si bien viven en N á-
poI es, como en tada ciudad de la Eu-
ropa meridional, muchos holgazanes, és-
tos no hacen alardes de su indolencia cí-
nica, ni constituyen un tipo local que
caracterice las masas populares.
D esde que se estableció la unidad ita-
liana, se ha iniciado en Nápoles la rege-
neración de las costumbres; se han crea-
do no pocas industrias, entre ellas la de
construcciones naval es que sustenta a
gran número de trabajadores. El obrero
napolitano es inteligente y activo. Aque- \
llas turbas de gandules vigorosos que
antes se veían (al menos así lo dicen
viajeros di gn os de crédito) tumbad os en
las aceras, ejerciendo la mendi ci dad o ,
dispuestos al bandolerismo, seg ún lo s
casos han desapar ecido de las calles d e
la he~m o sa Partenop e. La célebre r ibera
de Santa Lucía, habi tada por m a ri ner os,
y punto de reuni ó n de mucha gente des-
vergonzada y malea nte , ha p erdido mu-
cho de su carácter. Co n las r ecientes me-
joras de la ciudad, Santa L ucía sirve de
paso entre la població n antigua y el

© Biblioteca Naciona l de España


148 DE VUELTA DE IT.\I.IA

magnífico barrio de "C,hiaja": En parte


del terreno ocupado antes por el case río
mise rable que se apiña en el declive de
Pizz ofalcone, es táa hoy emplazados ho-
teles suntuosos. Aun suusisten grandes
t r ozos del antiguo caserío, y la vertiente
de Ohiatamone contiene calles y vivien-
da s ma lsanas cuyos ,hauitantes se pasan
la vida al aire liure en la ribera, ven-
die n do mariscos y conchas. Los boteros
invaden la playa, ofreciendo sus embar-
caciones con im portunos clamores; pero
ya no hay allí la confusión y gritería de
otros ti empos, ni los chicuelos andan tan
desnud os como antes, según se dice, an-
da b;¡ n.
E ste progreso no impide que Santa
Lucía sea aun bastante pintoresca, que
las famil ias, instaladas a todas las horas
del día y parte de la noche, en la delan-
tera de las casas, presen ten grupos de
grandísima o riginalidad, y escenas en
extremo pica ntes. Lentamente, con los
adelan t os el e la urbanización y la mejora
elel pu erto, todo esto va desapareciendo,
porque los boteros se fijarán en otra par-
te, los puestos de mariscos tendrán un
local más higiénico, y N ápo les ganará en
aseo y cultura lo que pierda en carácter ..
y colorido.
- En lo que no hay varia ción ni pro-
g reso es en el n úmero de p ersonas que
of r ecen sus servi cios a cada instante y
po r todos los motivos. En ninguna otr<l
ciudad se ve el viajero acosado de una

10 Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALD0S 149

tan fatigante nube de molestos mosco-


nenes, ya ven dien do chucherías de co-
ral, lava y "conquilla ", ya ofreci endo sus
conocimientos de cicero ne, o bien brin-
dándose a pres tar mil servicios menu-
dos. Algunos despl iegan una elocuencia
notable, otros se imponen con su per-
sistencia abrumado ra y todos ha ce n gala
de cortesanía y humildad, no ofen dién-
dose de los sofiones con que el fora s tero
los rechaza.
Los hay que espían admirablemente
las ocasiones y vencen cua ndo me no s se
piensa; los hay que llegan hastJa pre-
sentarse com o seres totalmente des inte -
resados, cotizando a bajo pr ecio o gra-
tuitament e sus funcione s de cicerones o
corredores. Los eoc.h eros son sin dis pu-
ta los más locuaces del mundo, y acosa n
a l pobre viajero con verdadera saña. Sus
tarifas son !Jara tas, y sus caballos velo ces
e incansa bles, enjaezados con arne ses
pin tore scos. Las necesidades de la loco-
m oció n en ciudad ta n extensa y de suelo
ta n quebrado elevan a u na cifra cons i-
derable el número de vehículos. Los ca -
rros de arrastre ta m bién son pint oresco s,
clecorados con chapas y claveterÍas de
co bre. Las mulas va n ca rgadas de cam-
pan illas, para a umen tar el r uido de las
call es, y en su atelaje suelen ll evar bancle-
derolas o un molinillo de me tal seme-
jante a los de pap el co n que juega n los
chi cos. Pa ra que el bu llici o y alga rab ía
de la ciudad sean mayores, hay tam bié n

ro Biblioteca Naciona l de España


150 DE VUELTA nH: ITALIA.

multitud de. burros de alquiler, cuyos


al~o s vocIferan como energúmenos,
mIe ntras ellos rebuznan. Estas pacíficas
cabalgaduras son inapreciables para la
vi sita a los Comáldulos, a Baías o a San
Telmo.
Es, en suma, Nápoles el pueblo donde
se oyen más gritos callejeros, donde la
vía pública está más obstruída por ven-
dedo res ch ill ones, dond e se ven más co-
lor ine s, y d o nde la clase media vi·ve en
contacto más inmediato con el pueblo.
El pu ehlo es allí C01110 el principal due-
ño de la ciudad, hecha a su imagen, Y
para s u comoclidad y rec r eo, pueblo que
parece co ntento de su suerte, indiferente
a la política, y poco cuidadoso de Jos
pr oblemas sociales que poco o nada le
a fectan. Sus necesidad es son escasas por
la bondad del clima y feracidad del sue-
lo, y sus aspirac iones no pasan del pan
de cacla día que jamás les falta.

Co n ser muy bellos los contornos


de la capi tal de ,Calab r ia, no gozaría n de
ta 11 la celebridad si no tuvieran el Vesu-
bio C0 111 0 coronami ento y remate de tan
adm irab le pa isaj e. El Vesubio es el al-
Ih a, d igá m oslo así, de a.quella hermosa
por ció n de tierra : la domina con su mole
hu meant e. Parece un ser vivo, que vigila
la s fer a ces ca m piñas y el mar azul y la
ciud a d, perdona ndo a t odos la vida. De

~ Biblioteca Nacional de España


BENITO PEBBZ GALDÓS 151

noche, el resplandor de su cráter impone


miedo a qUIen no tiene costumbre de
verlo; de día la columna de gase.s que
."... despide es el más bello penacho que pue-
de imagnirase. Los napolitanos le aman
sin dejar de temerle, Y están orgullosos
de vivir bajo él, como vasallos al pié del
trono de un déspota querido. El foraste-
ro le contempla extasiado Y anhela subir
a su ardiente cima, lo que puede hacer
fácilmente y sin ningún riesgo, gracias
a los medios de locomoción establecidos
para eXlplotar la ascensión como una lu-
crativa industria. El Vesubio produce a
N ápoles una buena renta. N o hay en
parte alguna mina más beneficiosa quc
este volean, célebre por sus estragos.
En sus falcla-s yacen los cadáveres de
las ciudades que ha destruido. Junto al
mar, Herculano, más allá Pompeya, b
víctima más interesante de todas; no lc-
jos de ella Scabias, después Portici,
Torre del Greco, y al Norte San Sebas-
tiano y Massa di Somma. Las vertientes
poblad¡¡,s de viñas se ven surcadas por
chorretazos de un negro azulado: son
los petrificados ríos de lava de las erup-
ciones . más recientes. En todas partes
vestigios del horrible desbordamiento de
materias inflamadas.
Toda la comarca tiene un carácter
plutónico, con ráfagas de infierno, siendo
de notar con cuanto vigor aparece y se
desarrolla la vida entre tantas cenizas, y
la vegetación espléndida. Las viviendas

© Biblioteca Naciona l de España


152 DE VUELTA DE ITALIA

se abren entre los escombros de las que


antaño fueron destruidas, y parece que
hay en tablada un a luoha ent{e la vida y
la muerte, entre la humedad fecunda y el
fuego destructor.
La ascensión es cómoda. Hasta 1800
metro·s se sube en coche, por carretera
bien trazada, que de scribe sus curva~ en-
t re viñedos y quintas. De trecho en tre-
cho los surcos de lava endurecida inte-
r rumpen el verdor lozano del paisaj e.
Pa re ce n olas de un líquido negro y me-
tálico que se ha petrificado en el momen-
to de mayor agitación. Se ven ' extrañ as
formas, que pareceri escorzos humanos,
cabezas .expresivas, miembto.s en tensión
do lorosa, figuras semejantes a las · que
nos ofrecen las movibles nubes.
Los guías señalan las lavas de las
diferentes erupciones de este siglo, que
han sido des ola doras. El inme ns o, pai-
saje que desde la altura se descubre ate-
rra por su magnitud y la amplitud del
horizonte. El golfo con su elega-nte cur-
va, las islas lejanas, los cabos Miseno y
de Campanella, y por la parte de tierra
las lomas verdes que se pierden en di-
rección de Nota y Caserta ofrece n un
espectáculo indescriptible que suspende
el á nim o, y no d'e ja lugar ni a expresar
C01l la palabra la admiración.
. Al término de la carretera nos en-
con tramos en la estació n del ferrocarril
funicular. Aún no s faltan cuatrocientos
metros; pero estos se salvan en menos

o Biblioteca Naciona l de España


BESITO PÉREZ GALDÓS 153

de un cuarto de hora dentro de un wa-


gón que arrastrado por grues o cable as-
ciende a ·10 largo de un plano de incli na-
ción aterradora. Diríase que le llevan a
uno al cielo, colgado de un hilo, ·Y. que a
cada vuelta de las ruedas, el plan eta se
va hun.diendo más, deján donos en mita d
del espacio. Al llegar a la estació n su-
pe rior, aún faltan doscientos me tros que
hay que subir a pié po r senderos bien
trazados en la m oved iza arena gorda. En
aquellas altura's desaparece hasta el últi-
mo vestigio de vida a nimal y veg etal.
El suelo es la escoria ya frí a de las
materias inflamadas que arrojara el vol-
cán. A ndamo s por encima de substan-
cias que 110 hace mucho eran fuego, ma-
,s as semilíquidas de una temp erat ura de
mil gra dos. De repente nos hallamos en
el cráter viejo, cavida d desigual con
hoyos y protuberancia s, por cuyas grie-
tas sa len bocana das de vapor. El suelo
es ardiente, sur cado de extrailas vetas y
manchas de azufre, del amarillo más
puro y limpio qu e puede imagi narse.
A q uÍ se detienen los que carece n de va-
lor para aproxim arse al cráte r nuevo,
que se vé como a cie n pasos, arrojand:J
co n re sopli do ardien te enormes masas
de vapor.
El verlo de cerca, aproximándose a
s u cavidad espa ntosa y atrave sá ndol o
r ápidamen te po r la cu erd a del ar co, es
o bra de un instante breve. El horroroso
ca lor y el peligro del s itio exige n que el

© Biblioteca Nacional de España


154 DE VUELTA DE ITALIA

paso por el arco del cráter dure poco más


del tiempo de un abrir y cerrar de ojos.
Es una v is ión momentánea nada más,
obra de segundos; pero las impresiones
de este momento son tales, que por siem-
pre quedan grabadas en la memoria. Los
guías le llevan a uno como en volandas,
Ilo lla ndo aquel suelo de guijarros nt;ros
y a marillos, que qu ema las suelas y qü~'
maría los pies del que allí se detuv:era.
El ruido seco d e las materias que aún
no se ha n enfriado, deja en nu estr o'l
oidos un on ino lvi dab le. A una distan-
cia que no se puede apreciar bi en, por-
que el terr or lo impid e, se ve la horrible
ca vidad po r d onde sa le el res uello abra-
sado d el vo lcán con ca de nc ia isócrona
q ue se asem eja a la respiración de un
¡.; iga nt e. · Entr e el vapor bla nco y espes o
salen, esputad os con formida,bl e fuerza,
pedazos de la va ardiente, r oja como el
!¡¡ erro en la fr ag ua , que vemos caer no
lejos eJ e llosotr os, quebrán dose. T od o el
, uelo se com pone de aqu el mater ial que
al enir iar,s e az ulea con vi sos metálicos.
Al mis mo t ie m po el t ufo s ulfuroso es tal
que nos abrasa im pidiéndonos r espira r.
P or fin es ta v isi ó n s ubl ime y t erro r ífic a
se co ncluye, porqu e h uimos d e ella an-
heland o volver a la vi da norma l. Salimos
a ' terreno seguro co n la imp r es ió n de ha-
ber es tad o m om entáneam ent e fuera del
pla neta, o en el m is mo infiern o, de spe r-
ta nd o como d e un sueño, y si nti éndo no>

ID Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GAI.DÓS 155

felices por el regreso a nuestro mundo


habitual.

VIII

Pompeya

Pasa con Pcrilpeya lo que con cier-


tos parajes de Vene cia y Roma, y es
que todo el mundo la ha visto antes de
estar en ella. Cierto que el dibujo, la
pintura y la fotografía no dan ja más la
idea exacta ni la impresión verdaderas.
Por mi parte, puedo decir que cuando vi
a Pompcya, parecíamc que la veía por
segunda vez, o que al menos no era cosa
enteramente nueva para mí. Esto con
respecto a la parte puramente arquitec-
tónica de lit ciudad desenterrada; pero
en cuanto al espíritu que encierra, a las
sombras que en ella moran, recuerdo o
expresión misteri osa de una vida ante-
rior, la visita a Pompeya fué para mi
fuente de emocion es enteramente desco-
nocidas.
Breve y patética es la historia ele es ta
célebre ruina. Pompera era una ciudad
romana de tcrcer o cuarto orden. El a ñ o
63 de J. C. fué des truida por un t erre-
moto que hizo grandes estragos en toda
la comarca Parten o pea. Los pomp eyanos
no se arredraron ante el desastre, y em-
prendieron la restauración de su bella

<1:> Biblioteca Naciona l de España


156 DE VUELTA DE ITALIA

ciudad. Re pararon los edificios deterio-


rado s : levan taron de nueva pla nta los
totalment e d es truidos; pintaro n e n el es-
tilo entonces en boga lo., in ter ior es. y
aún no habían terminado sus trabajos
cuando la eru pción del 24 de Agosto ele!
a ño 79. la nzando sobre aquella parte
gra n can ti dad de cenizas y la va s sepultó
entera m en te la ciudad, borrándola, digá-
moslo as í, de la haz de la tierra.
Hu bo pr:m ero una lluvia de escorias
ard ientes que se elevó a dos metros y
med io sobre las calles ; a esto siguió la
lluvia de cenizas que aume n tó dos me-
tros m ás. La mayor parte de los habitan-
te s pudieron escapar embarcándose en
la cercana p laya. Se calculó en 2. 000 el
número de los qu e pereciero n e n la hui-
da. En las últimas exca vac io nes se han
en contrado II6 cadáveres de personas y
alg unos ele perro.; y caballos. El mismo
día fueron arra sado s Herculano y Sta-
bias. Pli nio el viej o, qu e desde Castella-
mar e estud iaba la erup ció n pereció víc-
tim a de la cur iosidad científi ca . Plinio
el jOYen, qu e se halla ba en el cabo :Mi-
seno, y q ue ta m bién corrió peligro, de s-
cr ibe el h o rren do fenó meno en ca rta
eloc ue nte diri g ida a T á cito. D io n Casi o
tambié n 10 desc ri be, y otros hi sto r ia do-
re s y escritores romanos tratan de aqu el
de sa stre, q ue debió de im pre sio nar v iva-
m en te a toda I ta li a, y aú n a todo s Jos
pueblos rib ereflos del Me dite r rán eo há-
cia el E. , pues a E g ipt o y al As ia Me nor

¡¡;;¡ Biblioteca Nacional de España


BENITO PÉREZ GALDÓS 157

llegaran ráfagas o chispazos de la erup-


ción.
Andancia el tiemp o, el emperador Tito
intenta desenterrar a Pompeya; pe ro este
proyecto es aband ona do por la.s dificul-
tades que en la p ráctica ofrece.
Pasan los s ig los, y P ompeya cae en
pro fundísimo olvido. En la Edad Me di a
desaparece su nombre de la geografí a
del planeta. Hasta una fecha relativa-
ment e próxima no vuelve a hablars e de
la ciudad muerta, y a Carlos lII, rey de
N ápoles an tes de serlo de E s pa ña, co-
rresponde la gloria de inaugurar la inhu-
mación de ' la víctima del Vesubio.
El tiempo había formado una capa de
tierra vegetal 60bre las cenizas que eran
suclario de la infeliz ciudad. Los la bra-
dor es, al hincar el araclo en aqu ella ti e-
rra, sacaban a menu do bronces m a gnífi-
cos, J,llanos y cabezas de estátuas de
mármol. Se empren dieron enton ces tra-
bajos metódicos de excavació n, y la ciu-
dad muerta fué apareciendo, calle por
calle y casa tras casa, hasta descubrise
casi tocla, tal como en nuestros días la
vemos.
No hay otro ej emp lo en el mundo de
ciudad que pueda admirarse co mpleta en
su traza y configuración primitivas. L a
muerte y sepultura la preservaron de las
m odi fi caciones qu e el ti em po habría he-
cho en ella. E s una verdad era resurre c-
ción de 10 ant iguo, gua r dado intacto p o r
la maclre tierra, sin q ue la mano hum a na

10 Biblioteca Nacional de España


lfí8 DE VUELTA DE I'rALIA

lo haya podido desvirtuar. Es como un


Iihro vie jo que viene a nue str as manos
de spués de siglos de olvido, revelándo-
nos el espíritu 'que lo ins piró y la mano
que lo compuso.

Pompe ya nos ha mostrado todos los


secretos de la vida romana CQn mayor
exactitud que la literatura. Por ella sa-
bemos mil p2.rticularidades de la indus-
tria y de las artes, de las cuales no ha-
blan los libros sin duda por creerlas in-
significant e.s. Ella nos mu estra como vi-
vía n los que fueron nuestros maestros
en el derecho, en las letras y en la ar-
quitectura, Y que en algunas cosas de la
vida nos superaban más de lo que cree-
mos.
N i aún las personas de imaginación
poco viva podrán -s ustraerse, al entrar
en Pompeya, al prurito de evocar la vida
qu e ya no existe, a poblar aquellas ruinas
con la humanidad que en ellas moró hace
diecis iete siglos. Y a veces parece que
nos hallamos por ob ra de la casualidad
en aqu ellas calles y plazas, y que los
hab itantes se han ido de paseo y que re-
gr esarán antes que nosotros demos la
vu elta grande a la ciudad. Esta aparece
completa, en algunas partes nueva, pues
la catástrofe ocurrió cuando aún no ha-
bía concluido la restauración de los des-
perfectos causados por el terremoto del

<O Biblioteca Nacional de España


BENITO plbREZ GALDÓS 159

63. Algullas casas, o frecen gran solidez


en sus paredes. Los techos de to d os los
edificios han desaparecido casi totalmen-
te. Es una 'c iudad por decirlo a'sí, d esta-
pada. Parece que algún dem o ni o le ha
levantado de una v ez y en un solo movi-
miento todos los t ech os, a fin de que se
vea bi en lo que dentro h ay.
La arquitectura de los p rin cip ales edi-
ficios no es monumental, ni puede com-
parar-s e a las de los palacios, templos,
termas y basílicas de Roma; los mate-
riales de construcción no son ricos; el
mármol escasea; las mismas columnas
del foro son de ladrillo, revestido de es-
tuco que debió estar decorado al poli-
cromo. Era, sin género de duda, una ciu-
dad modesta, recomendable por su her-
mosa situación. ProbablelJlente tenía
bastante comercio, y dond e hoy está la
estación del ferrocarril se atra carían las
naves.
Amenizaban sus alrededores villas
preciosas y la feraz campll1a quc hoy se
conserva. Poseía además vario s templo s,
entre ellos el de Isis, cuya traza p ermite
estudiar las particularidades de aquel ex-
traño rito; teatro y circo, termas, mul-
titud de tiendas y'comercios al ponnenOI',
y una muralla que la cerraba en su to-
talidad con 2.600 metros de circuito, y
ocho puertas. La parte h oy descubierta
'es poco más de una terc era parte del rc-
ci nto total.
Como antes he dicho, al recorrer el

© Biblioteca Naciona l de España


lGO DI!: VUELT.\ DE ITaLIA

foro y las call es principales parece que


re viven ante nuestros oj os los hab itantes
de la ciudad m uerta, que les enco ntrare-
mos a la vuelta de cada esquina, o que
les veremos a somados a las p uertas de
sus casas. El a lma de aquella ruina surge
en la mente y en el cora zó n de l vi aj ero.
A pesa r de ser un sepulcro desocu pa-
do, Pompeya no es lúg ubre. N o sé si en
todos los viaj eros produ cirá la mi sma
impresió n; p ero a mí me pareció una
ciudad relativamente alegre en m edio d el
silencio misterioso que en ella r ei na. H ay
trozos que n(' parecen ru inas; mas b ie n
semejan edificios en cons truc ción, inte-
rrumpidos por hab erse declarado en hu el-
ga los arquitectos, aparejad ore y alba-
ñiles.
Lo que principa lmen te contri b uye a
la impresión de que la ciudad vive, es el
perfecto estado de conservaci ó n de los
pavimentos. Co nsi ste esto en q ue allí se
ve marcado el paso de los habitantes, la
huella de las ruedas de los car r os, signos
de vida que el tiempo no ha podido des-
truir. Así como tratá ndo se de personas
fallecidas, de cuantas prendas de vestir
usaro n en vida los zapatos son la qu e
conservan señales más a cen tuadas del
uso person a l, tratándose de una ciud ad,
el pis o, el suelo es 10 que más vivam ente
r ecuerda el vecindario que allí habitó.
R eco rriendo las calles de Pompeya, la
vista es atra ida irresis tiblemente por el
aspecto de las aceras bastante más al tas

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BENITO PÉREZ G ALDÓS 161

que las modernas, y de los pavimentos


ele losetones irregulares Corno los que
aún se usan en algunas ciudades de Ita-
lia. En las encrucijadas hay pa sos altos
de una acera a otra, sis tema que en nin-
guna ciudad de nuestros días se usa. Pa-
ra no es torbar el trán s ito de los carros,
dichas pasaderas tienen una ranura para
ciar salida a las rue da s.
En todos los sitios de la ciudad en-
contramos puntos de vista de admirable
belleza. Lo s trozos de a r q uitectura jó-
nica, las col umnas truncada s del foro,
los templos sin techo, las hileras de ca-
sas forman decoraciones magestuosas en
cuyo fond o se destaca orgulloso y siem-
pre amenazante el Ve subio. El actual
cono en ignición, es relativamente mo-
ci erno, pues empezó a form arse con la
erupción del 79 ele la Era Cristiana, si-
guiendo en aumento hasta nuestros días.
Antiguam ente, la parte meridional era
m ucho más baja q u e la que hoy se llama
monte Somma, a ntiquís imo cráter que
debió estar en acti v id a d en épocas re-
m otísimas a que n o a lcan za la historia.
L as calles de la "Abundancia" y de
la " F ortuna" es taban fo rmada s por tien-
das ele ancho s p o rta lones. En muchas
de ellas subsisten los va sos que conte-
nían los líquidos e n venta. En las demás
calles, las casas no tienen más hueco
practicable que la puerta. Las ventanas
y bal co nes so n rarísimos en Pompeya.
El sistema d e distribución interior es

11

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162 DE VUELTA DE ITALIA

igual en todas las casas, distinguiéndose


las ricas de las pobres sólo en la am-
plitudde las habitaciones y en el deco-
ra . o. L'J; rQma:I " rllsponí~ n -ahiamente
sus viviendas, con arreglo al clima y a
las costumbres, y por punto general
aquellas superan en comodidad a las de
nuestro tiempo. Verdad que no tenían
huecos a la calle; pero en cambio los
anchos peristilos interiores daban luz y
aire suficiente a las estancias.
Pasada la puerta, en cuyo pavimento
se ve trazada en mosaico la palabra
"Ave", se llegaba al "atrium", en cuyo
fondo estaba el "tablinum ", pieza que
corresponde a nuestros despachos. En
ella recibía el dueño de la casa a los que
iban a tratar con él de negocios públicos
o particulares. A los lados del" tablinum"
hay dos pasadizos que conducen al pe-
ristilo, centro de la vida doméstica, y
donde se reunía la familia y se recibían
las visitas íntimas. E n el fondo del "pe-
ristilum" está el "tric1i nium" o co medor
y a un lado y otro los " cubicula" o al-
cobas. La cocina y dem ás dependencias
están en un tercer patio, llamado " pór-
ticus ", que en alg unas casas ricas tiene
salida a un jardín. Los p isos son por lo
com ún de mosaicos admira blem ente
construidos, las paredes de ladrillo es-
tucado o de tufo volcánico. La piedra es-
cas ea; de las maderas de los techos ape-
nas q uedan ves tigios en algu nas casas.
Lo más notable de estos edificios, y lo

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BENITO PÉRB:Z ~GALD6s 163

que constituye su importancia bajo el


punto de vista artístico, es el decorado.
Por Pompeya conocemos la pintura an-
tigua, casi tan bien como la del propio
Renacimiento. A la circunstancia, para el
arte feliz, de ,haber estado la ciudad se-
pultad~ durante toda la Edad Media, de-
bemos la conservación de los curiosÍsi-
mos frescos decorativos que guarda hoy
el museo de Nápoles. Estos tesoros se
habrían seguramente perdido sin la erup-
ción.
Lo que hubieran destruido los hom-
bres, 10 ·h a conservado un fenómeno fí-
sico que resulta providencial para la his-
toria del arte. Gracias a esto, sabemos
que 105 antiguos no descollaban sólo en
la escultura. Y cuenta que las obras pic-
tóricas halladas en Pompeya son reflejo
pálido de lo que debió existir en Grecia
y aún en Roma. Al ser destruída la ciu-
dad por el terremoto del 63, acudieron
de la capital pintores y decoradores que
trabajaban más bien como industriales
que como artistas. Siendo Pompeya mo-
desta población provinciana, aunque en
ella moraban algunos personajes ricos,
no es de creer 'q ue las pin turas de las
casa s, restauradas de prisa, fueran 10 más
selecto que entonces se conocía en el
mundo. Sin embargo, los frescos que hoy
posee el Museo de Nápoles ya los quisie-
ran para sus palacios 105 reyes, príncipes
y magnates contemporáneos. Ignórase
cual es el procedimiento que tales artis-

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164 DE VUELTA DE ITALIA

tas usaban: tiene aquella pintura el brillo


y el jugo de la pintura al óleo; pero de
las investigaciones resulta más bien que
es temple, con una preparación o barniz
de cera.
Como todos los frescos de méri to han
sido trasladados al museo de Ná poles,
las paredes de Pompeya están en su
mayoría descarnadas. Dentro de las ca-
sas el aspecto de ruina es más triste que
en las calles, pero dentro y fuera todo
está inundado de luz. Como repercuten
los pasos del viajero en aquella soledad
augusta, es cosa difícil de describir.
Entre las casas notables se visitan la
del "Citarista", la del ·"Poeta Trágico",
en la cual coloca Bulwer la morada de
Glauco, en su célebre novela "El último
día de Pompeya"; la de "Pansa", la de
"Sallustio", la de "Diómedse", las Ter-
mas, y otras que por ciertas particulari-
dades, que dan a conocer su destino, es-
tán cerradas para las señoras. La casa
de Diómedes, situada fuera de las p uer-
tas de la. ciudad en la "Vía de las Tum-
bas", es de las más célebres por las es-
pantosas huellas de la catástrofe que en
ella se encontraron. En un subterráneo
de di c-ha casa aparecieron diez y ocho
cadáveres de mujeres y niños que bus-
caron allí refugio contra la lluvia de ce-
nizas, encerrando consigo abundan tes
provisiones de boca, y allí pereci eron as-
fixiados . Los cuerpos cuyas formas que-
daron estampadas en la ceniza que los

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BENITO PÉREZ GALDÓS 165

envolvió durante diez y siete siglos apa-


recieron en p os tura de dolor y desespe-
ración, la cabeza velada, los brazos en
torsiones violentas. En la puerta del jar-
dín se encontró el cadáver del que se
cree dueiio de la casa, la llave en la ma-
no y a su lado un esclavo que llevaba
el dinero y los obj etos de va lo r.
El pequeiio Museo que existe a la en-
tra da de la ciudad por la parte marina,
contiene vaciados en yeso de estos cadá-
veres, obtenidos por un procedimiento
que consiste en utilizar cuidadosamente
los moldes de ceniza. V énse allí algunas
de las mujeres de la casa de D iómedes,
un soldado que parece haber estado de
guardia en la puerta de Herculano, un
perro, caballos, multitud de objetos. To-
das las obras de art e han sido traslada-
das al Museo de Nápoles para su per-
fecta conservación.

El vas to edificio en que se g uardan


las coleccio nes admirables de p inturas
y estátuas antiguas fué con stru ido por el
famoso virrey Duque de Osuna, capitán
insigne de mar y tierra, político ele gran:
des iniciativas, contra qu ién se lanzo
gravísima calumnia, suponiéndole inten-
tos de alzarse con el r eino ele N ápoles.
Fué su secretario el insigne Quevedo,

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166 DB VUBLTA DE ITALIA

quien le defendió en el célebre soneto


que empieza:
"Faltar pudo su patria al grande . Osu,:
[na ...
Los enemigos del virey consiguieron
su destitución. Se le formó causa y fué
preso. Murió en Madrid, y el misterio
de su desgracia y de los motivos de eUa
no ha podido aclararse nunca. Durante
su vireinato, ilustrado por grandes em-
presas y victorias navales, se hizo amar
de los napolitanos. Representante de un
poder tiránico tuvo la habilidad de re-
vestir su autoridad de formas democrá-
ticas, favoreciendo al pueblo contra la
nobleza y dictando medidas encaminadas
al bien general.
El edificio que hoyes museo lo cons-
truyó para cuartel de caballería; pero no
pudiéndose destinar a este objeto por
di fic ultades en la conducción de aguas,
el con de de Lemos (sucesor de Osuna y
más célebre que por sus hazañas por ha-
ber merecido la inmensa honra de que
Cervantes le dedicara el "Quijote "), es-
tableció allí la Universi dad.
En 1790, Fernando 1, creó en dicho
local el "Museo Borbónico ", reuniendo
las distin tas colecciones antiguas y mo-
dernas del reino de N ápoles, la colección
Farnesio, casi toda compuesta de obras
encontradas en Roma, y, por fin, las in-
finitas preciosidades descubiertas en
Pompeya, Herculano y Stabias.
La especialidad de este gran Musoe,

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BENITO PÉXKZ GALDÓS 167

es la pintura antigua, que lo hace úni co


en el mundo. Gran parte del piso bajo
está ocupado por los frescos de las ciu-
dades inhumadas, en tan perfecto e stado
de conservación algunos que parecen de
reciente hechura. Bien conocido es el sis-
tema de decoración Pompeyana para que
yo necesite d-escribirlo. Las escenas mI-
tológicas encerradas en paramentos ar-
quitectónicos de un orden fantástico y
aéreo, son de incomparable belleza; las
,figuras aisladas elegantísimas. Pos eían
<l!quellos pintores, además del perfecto
arte del diseño en que superan a los
modernos, Ull sentimiento del color en
los planos decorativos que es sin duda
lo que más les caracteriza. Y aún en el
modelado de las figuras se advierten cua-
lidades de colorista que esta blecen per-
fecta gradación entre la pintura antigua
y la del Renacimiento.
La longitud de esta carta no me per-
mite extenderme como quisiera en dar
una idea de las interesantísimas obras
que encierra el Museo nap olitano, uno
de los más ricos del mun do. Como el
viajero presuroso, con el tiempo tasado,
que reco rre ansiosamen te las ga le rías de
es cultura y pintu ra no p udiend o prestar
a tantas maravillas m ás que una a t enció n
mom en tánea, así teng o que m encio nar
rápidamente el famoso gr upo del "Toro
Farnesia ", de la escuela de R odas, a que
p er tenece tam bién el Laocoo n te d el V a-
ti cano, obra es tupenda de la antigüedad;

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168 DE VUELTA DE ITALIA

el "Hércules Farnesio ", atlético, mus-


culoso, estátua de la cual se han hecho
infinitas r eproducciones; la "Venus"
cu ya acti tud expresa muy bi,e n la deno-
mi naci ó n de "Callípige" con que se la
conoce en el mundo del arte; el grupo
de Harmodio y Aristogotón; la "Venus
de Capua"; la "Agripina"; las estátuas
ecuestres de los "Balbos"; la " F lora
Farnesio ", encontrada en Roma en las
termas de Caracalla; el "Antinoo n, fa-
vorito de Adriano; el busto de Homero;
el incomparable mo sáico de la "batalla
de Alejandro ", e jemplar único en el
mundo; los bustos de emperadores; y en
las salas de los bronces, el encantador
"Fauno" y el "Narciso", que decorahan
casas particulares de Pompeya. Las co-
lecciones de objetos suntuarios o comu-
nes, joyas, utensilios de cocina, de pesca,
de baño enco ntrados en la ciudad desen-
ter rada; los comestibles, vasos, telas, y
demás hallazgos que permiten re staurar
la vida total de los pompeyanos, son tan-
tos y ocupan tanto es pacio, que para exa-
minarlos detenidamente se necesita re-
petir durante muchos días la visita al
Muser

FIN.

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Í ND IC E

La casa de Shakespeare
I.- ¿Por dónde voy a Stratford?-La
estación de Bi,mingham. . . 5
Il. - Stratford al fi n.-Shakespear's
hotel. . 10
IlI.-La casa . 17
IV.-La t umba 21
Portugal l . 29
11. 46

De vuelta de Italia
l.- La Nación italiana . 61
H.- Roma . 75
IlI.-Verona . 89
IV.-Venecia. 101
V.-Florencia 114
Vl.-Padua.- Bolon ia 127
VIl.- Nápoles 142
VIlI.- Pompeya . . . 155

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