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Edicién original: La teoria del valore dai classici a Marx Bari, Laterza, 1970 Traduccién: Juan ANTONIO MENDEZ © De la edicién.en castellano: ae CORAZON Roble, 22. Madrid-20 ISBN: 84-7053-133-6. Depdsito legal: M-7047-1975. Printed in Spain. Impreso en Espafia. Industrias FELMAR. Magnolias, 49. Madrid-29. veal. Ahora bien, no cabe la menor duda de que, por lo que se refiere a la construccién de dicha interpre- tacion, este libro constituye un paso importante, y cs importante en la medida en que integra los dos puntos de vista a los que me referia. Sustancialmente, Ja autora (con un anéalisis cuya importancia deriva también del amplio uso que en él hace de los Grundrisse) sostiene que la estimacion de la teoria del valor de Marx exige que se tenga presente tanto la relacién de continuidad, como la de ruptura y superacién con respecto a Smith y Ricardo; mas precisamente que la superacién llevada a cabo por Marx depende, a su vez, del engarce, por su parte, con los mismas problemas planteados por Smith y Ricardo, puesto que cabe localizar cl origen en Marx de las categorias que superan el discurso clasico, precisamente, en la necesidad «le resolver esos problemas. En términos muy esquematicos, y que sdlo parcial- mente hacen justicia al texto, la argumentacién de la autora puede resumirse en los términos siguientes. _ La relacién de continuidad y desarrollo entre Marx, por un lado, y Smith y Ricardo, por otro, puede com- prenderse sobre la base de que tanto en Smith como en Ricardo se dan dos insuficiencias, superadas por Marx mediante la integracion de las dos teorias. Mas especificamente, Smith ve en el cambio ca- pitalista tan sdlo lo que en dicho cambio es peculiar con respecto al genérico cambio mercantil, es decir, ese cardcter desigual del cambio que expresa median- .te la diferencia entre «trabajo contenido» y «trabajo ordenado». Y al contrario, Ricardo, en el cambio ca- pitalista, no ve mas que lo que tiene en comin con el cambio mercantil en general, lo cual expresa di- ciendo que la subdivisién del valor en salario y be- 8 como cabe deducir de cuanto Jlevamos dicho) derivan ambas de una insuficiencia descrita como la inobser- vada distincién entre trabajo y fuerza de trabajo., Efectivamente: a) en Smith, esa inobservada diferen-' cia determina cl modo erréneo de Ilevar a cabo la comparacién entre «trabajo contenido» y «trabajo or- denado», lo que le induce a pensar que se trata de dos cantidades diferentes; 6) en Ricardo, le impide obser- var la diferencia entre el coste en trabajo del trabaja- dor y la cantidad de trabajo que éste proporciona, lo cual le impide, a su vez, determinar el plustrabajo. Por otro lado, uno de los mas interesantes resul- tados del libro que aqui se presenta es que, en forma menos inmediata, la inobservada distincién entre tra- bajo y fuerza de trabajo deriva de una insuficiente ‘ consciencia de la naturaleza del trabajo en situacién capitalista. Es decir, falta explicitamente, en Smith y en Ricardo, cl concepto de trabajo abstracto en cuanto abstraccién real histéricamente producida por un determinado tipo de sociedad. La relacién existente entre el concepto de trabajo abstracto y el de fuerza de trabajo, tal y como dicha relacién se presenta en Marx, puede aclararse de la manera siguiente: en la sociedad mercantil, por lo tanto en el cambio simple, en una fase légicamente anterior al capital, el trabajo, en cuanto productor de mercacias, es decir, de riqueza abstracta, es tra- bajo abstracto. En el cambio simple, por otro lado, el producto, aun siendo inmediatamente riqueza abs- tracta, sirve, sin embargo, como medio para la adquisi- cién de riqueza concreta, consumible. Correspondien- temente, los productores, aunque como trabajadores proporcionan trabajo abstracto, en ultima instancia dirigen su actividad, sin embargo, a la adquisicién de valores de uso. Pero la riqueza abstracta puede, me- jor dicho, al final debe, constituirse en fin del proceso 10 sibilita el concepto de capital; este ultimo posibilita el concepto de fuerza de trabajo; éste posibiilta, en una completa superacién de la teoria cldsica, la inte- gracién de Smith en Ricardo, y, por lo tanto, la ex- plicacién del beneficio (de Ja plusvalia) en el marco de la teorfa valor-trabajo. En confirmacién de la exac- titud de esta interpretacién, la autora hace referen- cia a importantes textos, normalmente olvidados, de Marx sobre Malthus, en los que Marx, aun sin ser, como es de todos conocido, muy indulgente con el «sicofante» de las clases poseedoras, Je reconoce, sin embargo, el mérito de haber mantenido vivo, gracias a la conservacién del concepto smithiano del cambio desigual, el problema de la inclusién del beneficio en la definicién misma del valor. Perdura en Marx una de las viejas dificultades clasicas, esa ya ricardiana, de la formacién de la tasa general del beneficio. La dificultad tiene que ser ne- cesariamente reformulada por Marx en otros térmi- nos, puesto que ya no se trata, como para Ricardo, de poner en evidencia una modificacién inducida so- bre el valor por la formacién del beneficio en régimen de libre competencia, sino que, por el contrario, se trata de relacionar entre si dos categorias econémi- cas diferentes, la del valor y la del precio de produc- cién. Con lo que quedaria abierto un ulterior pro- blema que Ja autora no aborda en este escrito. Con respecto a este libro, creo que sera dificil en- contrar en el terreno del marxismo una reconstruc- cién de la teorfa marxiana del valor tan cefiida al espiritu y a los procedimientos tedricos de Marx. In- dudablemente, Ja verificacién en términos rigurosos de la posicién de Marx, sin dejar de ser una operacién decisiva, no resulta hoy suficiente, puesto que a partir precisamente de esa verificacién surgen una serie de problemas que, en mi opinién, no tienen solucién 12 dinada en el sentido de que si en el marco de la teoria ricardiana del excedente pudiera resolverse el problema de la determinacion de la tasa de beneficio, sin recurrir a esa medicién en términos de trabajo, la referencia al trabajo podria dejarse de lado sin que por ello resultase en absoluto menoscabada la estructura de la teor{a ricardiana (por su parte, Sraffa da precisamente riguroso tratamiento al problema ri- cardiano sobre la base de la renuncia al criterio del trabajo contenido). Por otro lado, el abandono de la categoria del trabajo contenido, en su acepcién ri- cardiana, puede llevarse a cabo tanto mas tranquila- mente cuanto que dicho trabajo, no siendo en aquella acepcién mds que un modo de medir, tiene un sig- nificado meramente tecnolégico (cumple precisamen- te el mismo papel tedrico que el «trigo»); es decir, se trata de una categoria que, en cuanto se prescinde de los desarrollos de Marx, queda sustancialmente muda, por lo que a la explicacién de la realidad social se refiere. Por lo tanto, debe decirse que en Ricardo la referencia al trabajo contenido contradice la na- turaleza misma de su problema: la imposibilidad de hacer derivar las relaciones de cambio de las meras cantidades de trabajo es suficiente para’ eliminar di- chas cantidades como elementos de explicacién del modo en que se distribuye un excedente tecnoldégica- mente dado. Si se procede con respecto a Marx del mismo modo que se procede con respecto a Ricardo, es decir, si se piensa que en Marx Jas cantidades de trabajo no son mas que un criterio de medida, si, consecuente- mente (como, por lo demas, el mismo Marx hizo en una parte de su obra) se intenta deducir las relaciones de cambio de las cantidades de trabajo con un pro- 16 cién del equilibrio, sino que se trata de una relacién | en la que se resumen y expresan las contradicciones entre equilibrio y crisis, entre valor de uso y valor de cambio. : CLAUDIO NAPOLEONI Julio, 1972 18 mico sigue y desarrolla la direccién trazada por la teoria cldsica. Esta manera de inscribir a Marx completamente en el marco de la tradicidn de los clésicos y conside- rarle a él mismo un «economista cldsico» tiene como inmediata contrapartida el que los problemas y los puntos conflictivos surgidos en el seno del andlisis marixano se planteen e intenten resolver con la Opti- ca y los problemas propios de los economistas bur- gueses anteriores a Marx. Asi, por ejemplo, respecto de ese problema fundamentar del marxismo antes re- cordado, el problema de la transformacion se resuel- ve como si nos encontrdramos, salvedad hecha de ac- cidentales diferencias, frente a la vieja formulacion ricardiana. Asi, pues, uno de los puntos que debe constituirse en objeto de investigacién es si Marx puede o no considerarse realmente como heredero y continuador de la teoria econdmica cldsica, y, consecuentemente, de todo un andlisis perfectamente determinado de las relaciones cuantitativas entre las magnitudes econd- micas capitalistas y si, por lo tanto, su papel de in- novador consiste o no esencial y meramente en relle- nar de contenido social las categorias y relaciones econdémicas, por lo deméds, ya descubiertas por los cldsicos; en sustancia, si Marx puede. considerarse «un Ricardo que ha legado a ser socialista» o si, mas bien, su andlisis contiene algo mas que no puede sim- plemente afiadirse a la postura cldsica y que constituye algo radicalmente diverso e irreductible a las teorias econ6niicas anteriores, | Reciterdo ahora aqui, brevemente y sdlo por ofre- cer. una exposicidén mds claborada, algunos puntos fundamentales de la relacién Marx-cldsicos, cuyos as- “L-Cfr. H. GROSSMANN, Marx, l'economia politica classica e il problema della dinamica, Laterza, Bari, 1971, pag. 36. © 20 proporcionarnos una teoria (confusa) de las relaciones econdmicas, se dejé después envolver en la moda rous- seauniana de la época. Con Ricardo tenemos, por primera vez, una formu- lacién acabada y coherente de las relaciones de cam- bio.\Dicha formulacion se citie a la teoria del valor- trabajo contenido, expuesta ya por Smith, pero ahora elaborada por Ricardo con coherencia y rigor Idgico, Es conocido el razonamiento con el que Ricardo abandona las vacilaciones smithianas, y confiere a la teoria del valor-trabajo un cardcter acabado tal, que desde entonces la formula ricardiana serd siempre considerada, respecto de la determinacién cuantita- tiva de la magnitud del valor, idéntica, o por lo me- nos andloga a la de Marx. Ricardo sostiene que no hay ninguna razén para que subsista la dificultad de Smith. Efectivamente, que una parte del trabajo contenido en la mercancia no vuelva a quien la produjo, sino que vaya a parar al capitalista, no cambia nada: su valor esté siempre determinado por el trabajo contenido en ella; el pro- blema de Smith afecta a la distribucién del valor pro- ducido, pero no a su formacién., Ahora bien, esta postura es justisima siempre que uno adopte el punto de vista de los productos y de st valor como trabajo objetivado; resulta menos jus- ta si lo que se considera es el problema de la creacion misma del valor; entonces el «error» de Smith se convierte en un error fecundo, en el sentido de que indirectamente desvela que ya no se trata de mera distincién entre produccién y distribucidn (es decir, de una distribucién en la que se han relegado todos los antagonismos sociales y en la que caben todos los contrastes sociales, y de una produccién que se des- arrolla de acuerdo con las regals eternas de la relacién entre el hombre y la naturaleza), sino precisamente 22 y precisa a través de la critica de la tesis cldsica, creo que resulta con claridad suficiente que la critica y puesta en cuestién afecta a los presupuestos mismos de dicha tesis cldsica, no limiténdose a enmendar o corregir el fallo o la insuficiencia de un aspecto en particular. Por lo. tanto, también los problemas y los puntos criticos de la teoria cldsica que acabo de recordar resultan ser, no ya el aspecto «malo» de una «buena» teoria, que seria, en.definitiva, la misma que subyace en Marx, sino el coherente e inevitable resultado de una determinada actitud tedrica frente a las catego- rias econémicas del capitalismo, y, consecuentemente, del andlisis del problema del valor. Queda ahora precisamente por analizar en qué tér- minos se plantea la «superacidu» por parte de Marx de la economia cldsica y, por lo tanto, si es cierta o no la afirmacidn de arriba. Frente a la concepceién, a la que antes me referia, de acuerdo con la cual Marx es quien culmina sustan- cialmente el andlisis cldsico, me parece justo recor- dar la posicién de un investigador del marxismo que, por el contrario, sostiene la tesis inversa, haciendo hincapié en el cardcter de ruptura, violenta incluso, del andlisis marxiano respecto del anterior; este ted- rico, cuyo libro sobre el tema es de reciente publica- cién en italiano, es Henryck Grossmann*. Pretendo incluso partir de algunos felices hallazgos que, aunque sin desarrollar hasta el fondo, estén contenidos en su lexto. Los razonamientos de Grossmann encuentran par- ticular apoyo en sus referencias al fundamental papel que, en el andlisis marxiano de la mercancia desempe- fia la distincién entre valor de uso y valor de cambio. 3H. GrossMANN, Marx e economia politica classica, cit. 24 por la conexidn especifica del proceso de valoracidn con el proceso ténico de trabajo». Hasta aqui, Grossmann. Sin duda alguna, su méri- to consiste en haber reivindicado el papel fundamental del valor de uso en el andlisis de Marx, papel siempre infravalorado e incomprendido por los economistas posteriores de la escuela marxista®, Sdlo que las cosas, quizd, son algo mds complejas de cuanto se presentan en este libro, En primer lugar, es cierto que para Marx, Ricardo, lo mismo que Smith, hace continuamente abstrac- cidn del valor de uso, y se refiere «sdlo exotéricamen- te»’ a una categoria tan intportante, pero hay que subrayar que en la teoria cldsica el valor de uso de las mercancias no se limita a desaparecer, sino ‘que rea- parece no mediado, sancionando la realidad presente como realidad natural. Sustancialmente, no es que el valor de uso sea sin mds olvidado, sino que deja de cumplir cualquier papel en el andlisis econdémico pre- cisamente en la medida en que constituye el natural y eterno presupuesto del valor de cambio. Los produc- tos del trabajo, los bienes, los valores de uso son naturalmente mercancias, bienes producidos para el cambio, Pero hay mds repecto de los clasicos; no es sufi- ciente con decir que la mercancia, el valor de cambio, es también valor de uso particular, ni que el proceso de valoracién es también proceso técnico, sino que la mercancia —y mucho mds el capital— el ser tam- 5 Ibid., pags. 58-59. 6 Cfr. a este respecto, R. Rospousky, Génesis y estructura del Capital de Marx, pag. 101 de la edicion italiana Genesi ¢€ siruttura del Capitale di Marx, Laterza, Bari, 1971. 7 K Marx, Elementos fundamentaies para la critica de la economia politica, vol. II, Siglo XXI de Espafia Editores, Ma- drid, 1972, pag. 163. (Cfr. también vol. I, pag. 261.) 26 independientes y en competencia entre si, no son so- cialmente utilizables, no satisfacen las diferentes ne- cesidades sociales de manera inmediata, sino sdlo mediatamente, a través del cambio y el mercado. Y aqui es donde los valores de uso sufren una extrafia metamorfosis. Se despojan de su cobertura material y corpérea tela, ropa, hierro y se convierten, en cuanto bienes intercambiables por cualquier otro, en cuanto mercancias, iguales a cualquier otro valor de uso. En cuanto mercancias, los valores de uso, completamente distintos los unos de los otros, abandonan su vario- pinta existencia y asumen la idéntica cualidad de va- lores de cambio (por el que un valor de uso es tan vd- lido como cualquier otro y, por lo tanto, carece de cualquier especificidad de uso), valores quo no sé di- ferencian entre st mds que cuantitativamente *®. De modo que el valor de uso, para ser social, para afirmarse como tal valor de uso, tiene que pasar a través de una forma, la del valor de cambio, que lo niega en cuanto valor de uso particular, adaptado a uno u otro fin, reduciéndolo a una pura relacién cuan- titativa, el de la indiferente intercambiabilidad con los infinitos valores de uso del mundo de la mercan- cia. La forma perfecta y concreta de la intercambia- bilidad universal de las mercancias y de la indiferen- cia respecto del contenido del valor de uso de las mer- cancias mismas es el dinero, el dios de las mercanctas., ' Por otra parte, ese modo particular en el que se expresa el cardcter social de un bien, de acuerdo con el cual un valor de uso no es social en cuanto tal, sino 8 Cfr. K. Marx, Contribucidén a la critica de la economia politica, Comunicacién, Madrid, 1970, pag. 46. «De este modo, un volumen de Propercio y ocho onzas de tabaco pueden tener el mismo valor de cambio, a pesar de lo dispar de los valores del uso del tabaco y de la elegia. Considerado como valor de cambio, un valor de uso vale exactamente lo que otro, con tal de que se presente en la proporcién conveniente». 28 talista, la «socialidad», o sea, el logro del equilibrio social, la constitucion de la reposicién orgdnica mate- rial no es un «dato», el presupuesto racional y planifi- cado a partir del cual se constituye la relacion social, sino, por el contrario, se trata del «resultado» de rela- ciones sociales contradictorias y antagonistas. Un re- sultado, pues, también problemdtico y contradictorio. La socialidad capitalista, por lo tanto, se afirma siem- pre no en forma inmediata, sino mediatamente a tra- vés de metamorfosis y pasos contradictorios y violen- tos. El punto de partida de esta relacion social inver- tida y distorsionada lo constituye precisamente la contradiccién —completamente capitalista— entre in- dividual y social. Se trata de la misma contradiccién que, para Marx, constituye el origen de las crisis y contracciones violentas del capital, en el que la unidad prevalece por la violencia. Idéntica contradiccién se da en la base de 1a for- macién del valor social y de los precios, que se afir- man sdélo con perjuicio de y en contradiccién con su origen en el trabajo individual privado. Llegados aqui pienso que es posible empezar a com- prender la dificultad de asimilar inmediatamente la teoria marxiana del valor a la de Ricardo. En el sen- tido de que Ricardo hace coincidir trabajo individual con trabajo social, trabajo concreto con trabajo abs- tracto, reduciendo, por lo tanto, la teoria del valor-tra- bajo a un puro cdlculo técnico de las cantidades fisicas de trabajo incorporado. Con lo que se borra y supri- me precisamente lo mds importante que hay que sa- ber de la realidad social del capital, es decir como se forma y produce el valor, cémo el trabajo individual se convierte en social y cudl es la manera en que todo esto influye en la explicacién de los fenédmenos eco- némicos. Este aspecto de la relacién Marx-Ricardo esta ex- 30 Aqui queda completamete aclarado el significado de la critica a Ricardo, de acuerdo con la cual Ricardo quedé enredado en la pura determinacién de la mag- nitud de valor. Es decir: el mismo trabajo medio sim- . ple, en cuanto elemento determinante y medida de la «magnitud» del valor, resulta incomprensible si se con- sidera simplemente en st mismo; sdlo en la medida en que se considere como resultado de un proceso, que partiendo del trabajo concreto, de cada uno en par- ticular, llega a su opuesto, al trabajo «abstractamente general», y en esa forma, «social», puede llegar a com- prenderse. O sea, la misma determinacion cuantitati- va del valor presupone necesariamente ese andlisis cualitativo, que precisa y describe el proceso social que subyace en la formacién misma de la magnitud de valor, so pena de reducir la medida de la magnitud de valor a una medida puramente contable, técnica, que no se corresponde a la realidad social a describir, y por lo tanto insuficiente, incluso, para determinar las relaciones econdmicas cuantitativas. Mds precisa- mente: no se puede siquiera hablar de trabajo medio o de cantidad de trabajo contenido como fundamento de la intercambiabilidad de las mercancias si ese mis- mo trabajo no estd tedricamente remitido a trabajo social abstracto, a ese trabajo, precisamente, vinico en justificar la homogeneidad cualitativa de las mercan- cias y que, consecuentemente, permite la formacion del valor de cambio en su aspecto cuantitativo. Me he remitido a la distincién entre el aspecto cua- litativo y cuantitativo de la teoria marxiana del valor, porque dicha distincién me parece util para describir sintéticamente algunos de sus rasgos caracteristicos, a sabiendas de que esta férmula ha dado y da, fre- cuentemente, lugar a graves equivocos, en el sentido de que sugiere la idea de que Marx agoté suficiente- mente el primer aspecto, con lo que basta para suplir 32 como demuestra la historia del problema de la trans- formacién, a la supresién del problema mismo; en ese ese caso ya no hay nada que «transformar», porque desaparecen los valores. Por el contrario, de lo que se trata es de inscribir el problema, importante en la medida en que afecta ala explicacién de la formacién de la tasa media de beneficio y al peso y papel que dicha categoria ejerce sobre el valor, dentro de todo el discurso marxiano y, por lo tanto, ponerlo en relacidn con la temdtica del valor en esa acepcién mds amplia a la que antes me remitia. Es decir, no al modo de Ricardo, como medi- da técnica de magnitudes dadas, sino como medida social de una realidad dualista y contradictoria (no mero cdlculo matemdatico, sino cdlculo de los fenéme- nos econdmicos en su proceso de formacién). Existe, pues, un problema de transformacioén, no sdlo en el sentido de que se rechazan —aunque se tra- ta de un problema completamente abierto a la inves- tigacién— tanto las seudosoluciones de la «ortodoxia» marxista cldsica, que se limita a negar la existencia misma de un problema irresuelto en Marx, como la de aquellos —incluso marxistas— que aceptan la solucién que ofrecieran al problema los teéricos de la transfor- macion, desde Bortkiewitz a la formulacién formal- mente mds coherente de Sraffa. , Quisiera detenerme brevemente en estas tltimas te- sis, tomando como punto de referencia una de sus interpretaciones mds interesantes; interesante por cuanto ha sido sostenida por un intelectual siempre ligado a las polémicas mds vivas del marxismo, me estoy refiriendo a la interpretacién de Dobb. Con lo cual pretendo, al mismo tiempo, aclarar algunas de las afirmaciones anteriores. Antes de pasar a Dobb es necesario sentar algunas premisas. 34 so que supone la imposibilidad de determinar la pri- mera sin conocer los segundos y viceversa), conside- rando asi concluido también el problema marxiano de la transformacion. Si sobre el primer punto no hay objeciones forma- les que hacer, y salvedad hecha de las que pudieran hacerse respecto del contenido, el segundo presenta algunas dificultades, Con Sraffa, efectivamente, tene- mos que, dados los medios técnicos de produccidn, de cardcter «circular», puede construirse un sistema de ecuaciones que calcule simult4neamente los precios y la tasa media de beneficio. Resultan, pues, innecesa- rios, contrariamente a cuanto le sucedia a Marx, los valores para calcular antes la tasa media de beneficio y determinar después los precios. Sélo que, para Marx, aunque expresado en forma insuficiente, no es indife- rente ese «antes» y ese «después», sino que tiene un significado social preciso: representa, de hecho, el in- tento de proporcionar una explicacion social significa- tiva de-la génesis de la tasa media de beneficio y de los precios de produccién; romper con ese especifico nexo significa, sustancialmente, no comprender el pro- blema peculiar de Marx y colocarse, en cambio, direc- tamente a continuavién de Ricardo, de quien se he- reda la reduccidn de la categoria del valor a ta del precio. Resulta claro, ademds, que cualquiera que sea la posterior colocacién o consideracién del problema de la transformacién en Marx, esa postura, mds que una solucién al problema es hacerlo imitil, en cuanto que suprime uno de sus dos términos; los valores de- jan de desempenar funcidn alguna y el beneficio ya no puede considerarse como plusvalia reductible a plus- trabajo. Es cierto que Sraffa, después, lleva a cabo un procedimiento de reduccién de los precios a can- tidades de trabajo, pero ello es completamente super- fluo y accesorio a la determinacién de los mismos y, 36 neocldsica, que constituye el mayor mérito del andli- sis econdmico mds reciente (particularmente de Sraf- fa) y el progreso que esto implica con respecto a la teoria y los problemas de los econommistas cldsicos, significa, desde todos los puntos de vista, una conti- nuacién y una reafirmacién de Marx. Es decir, que los cldsicos van desde Quesnay hasta Marx. Iniitil recordar aqui que Marx se consideraba como critico de la eco- nomia politica y que prefiguraba el «final» de la eco- nomia politica en el comunismo; es muy interesante subrayar cémo, para Dobb, por el contrario, no sélo no existe ruptura entre Marx y los cldsicos, sino que lo que existe es, ademds, una sustancial continuidad. Otro tanto cabe decir si se pasa a las considera- ciones de Dobb acerca del valor. Dobb escribe lo si- guiente: «En resumen, lo que cuenta es la nocién in- cluida en la teoria del valor de que las condiciones de produccién determinan (fundamentalmente) las condi- ciones del cambio y de la disiribucién de la renta (y consecuentemente, la demanda). Todo el mundo sabe que para Marx las relaciones de cambio, aunque im- portantes y, desde luego, reales, no eran sino mera «apariencia» en la superficie (por decirlo de alguna ma- nera) de la sociedad econdmica, que debia ser inter- pretada y comprendida en términos de condiciones y relaciones sociales entre los hombres en el seno de la produccién» ", Para Dobb, la teoria del valor es, esencialmente, teoria de las «condiciones de produccién», respecto de las cuales las relaciones de cambio tienen una funcion subordinada, mejor dicho, casi superflua. Con respecto a este segundo punto baste recordar que, para Marx, valor y valor de cambio constituyen una unidad inse- parable, por lo que si es cierto que el segundo es sim- 144 M. Doss, «Importanza della teoria», cit., p. 121. 38 se afirma ese trabajo social. Y para Marx el trabajo se afirma como social, sdlo negandose continuamente como tal, sdlo como valor, como trabajo social abs- tracto, o sea, precisamente, como trabajo cuya socia- lidad no precede, sino que resulta siempre a posterio- ri de las relaciones de cambio. Por lo tanto, el trabajo capitalista, lejos de ser trabajo humano en general, es un trabajo especialisimo y particularisimo que po- dria perfectamente definirse como trabajo asocial, o sea, trabajo que se afirma sdlo y por la continua con- tradiccién con el trabajo individual (el trabajo concre- 10, util), Por esa razén resulta inadmisible partir —co- mo hace Dobb— del trabajo social o de las condiciones sociales de produccién como un «dato», un presupues- 10, ya que precisamenie en el hecho de que no lo sean estriba toda su especificidad de condiciones de pro- duccidn capitalista. Este es, pues, el presupuesto que sustenta la posi- bilidad de identificacidn del andlisis marxiano del va- lor con la determinacidn de los precios llevada a cabo por los tedricos de la transformacién y, finalmente, por Sraffa; reducida sustancialmente la primera a mera teoria de las condiciones de produccidn, fédcil- mente puede asimilarse y completarse con un andlisis como el de Sraffa, que constittuye las condiciones de la técnica (con el afiadido de una condicidén de igual- dad de las tasas de beneficio, que no se sabe de donde proviene ni para qué sirve) en fundamento de las re- laciones de sustituibilidad técnica entre los bienes, a los cuales se asimilan y reducen los precios. Con todo lo cual, creo, resultan confirmadas algu- was de mis anteriores afivmaciones. En primer lugar, el cardcter de sustancial continuacién de Ricardo que supone esta tesis (continuidad que se revela aqui en la absoluta falta de problematicidad de la categoria del valor), asi como la continua asimilacion de los pro- 40 olra parte, puesto que una vez reducida la ley del va- lor a las condiciones generales de la técnica se pierde esa particular relacién que Marx instilwyera entre plus- producto, plusvalia y «plustrabajo», o sea, que se pier- de la relacién de la plusvalia con el trabajo no-pagado, puede objetarse que no se comprende la razon por la que debe hablarse de plusvalia como resultado de la explotacién del «trabajo» y no, por ejemplo, como re- sultado también o exclusivamente de la inaquinaria o del capital con el que se trabaja. A esta posible cues- lidn Dobb, en primer lugar, responde que la misma teoria marxiana del valor no sirve para explicar la ex- plotacion: «Es cierto que algunos opinan tantbién que la plusvalia y la explotacién de alguna manera se de- ducen (y dependen Idgicamente) de la teoria del valor- trabajo, del mismo modo que en la ldgica se deriva la conclusion de la premisa. En nuestro caso, la pre- misa estd constituida por algtin precepto lockeano, como aquel por el que los hombres tienen un derecho natural sdlo a aquello que es fruto de su trabajo. Por lo tanto, si en una sociedad regida por el cambio las cosas se intercambian con base en la cantidad de tra- bajo necesario para su produccién y, sin embargo, al- gunas personas gozan de una renta sin trabajar, ello constituye la prueba de que en esa sociedad ha tenido lugar un acto de apropiacién o secuestro «innatural>. Sin embargo, creo que esta interpretacién, aunque su- gestiva, no deja de estar equivocada". En segundo lu- gar, Dobb declara que la explotacion, en cualquier caso, es una explotacion de trabajo, porque, en términos ge- nerales lo que cuenta es el trabajo, lo que genérica- mente produce es el trabajo: «¢Por qué hablar de plus- valia como del resultado de la explotacidn del traba- % Ibidem, p. 122; cfr. también M. Doss, Introduccion a la ed, italiana de El capital: K. Marx, I capitale, Ed. Riuniti, Roma, 19645, vol. I, p. 10. 42 injusticia humana, la unica forma de recuperarlo es precisamente, como hace Dobb, remitirse a la generi- cidad de la productividad del trabajo humano, cosa cierta desde que el hombre existe, pero completamente indtil para explicar un hecho particular y especifico, como la explotacion capitalista. Explotacion en la que, de hecho, no se trata de la mera «distincién» entre quien trabaja y no trabaja, quien produce y no produ- ce sobre la base de la mera productividad «material», sino en la que esa misma productividad fisica se in- vierte y se niega en la productividad de valor y plus- valia, que es precisamente lo que se trata de explicar. A modo de conclusion tenemos, pues, que el andli- sis socioldgico puro, por un lado, intenta subsanar los defectos e insuficiencias del andlisis econdmico sobre la naturaleza de la sociedad y de sus contradicciones; por otro, para llevarlo a cabo, se retrotrae a las frases abstractas sobre el «hombre», sobre la «naturaleza» y sobre «el trabajo». Con todo lo cual se pierde com- pletamente el significado mds profundo de la leccién de Marx, significado con el que, por el contrario, ne- cesaria y urgentemente, hay que medirse. 44 portantes consideraciones sobre el impulso dado al desarrollo productivo por una particular organizacién de la produccién, la divisién del trabajo. El enorme y contiuo incremento de Ja productivi- dad, fuente de Ja riqueza moderna, la que nosotros después llamaremos «riqueza burguesa», tiene su ori- gen, desde Smith, precisa y exclusivamente, en el «tra- bajo» y en una forma especifica de trabajo, el trabajo socialmente dividido, cuya finalidad es la produccién de mercancias y el cambio. A diferencia de los fisidcratas, la base de la pro- ductividad, es decir, de la capacidad de creacién del «producto neto», ya no esté constituida por los po- deres productivos naturales del suelo, 0 por cualquier otra causa exterior, tal y como sucedia para la tradi- cién econémica anterior a Smith, sino, a partir de Smith, sola y cxclusivamente por el trabajo y, mas precisamente, por el trabajo productivo, capaz de fijar en el valor de las mercancias que produce un valor «excedente» al suyo propio !. Estas premisas [undamentales smithianas, que me- recerfan ser tratadas mucho mds amplia y cuidadosa- mente, debo aqui sélo recordarlas, en cuanto que a partir de ellas inicia Smith su explicacién sobre la naturaleza de las categorias ccondédmicas estrechamen- te ligadas al concepto de «producto neto», como cl 1 Aunque en el capitulo primero de La riqueza de las na- ciones, Smith habla del incremento de la productividad sim- plemente en sentido fisico, es decir, de aumento «numérico» de los biecnes productivos. Esta doble determinacién de la productividad por la que se entiende, tanto en sentido estricto, en cuanto capacidad de crear producto neto, como aumento material de riqueza, comportara en Smith la confusién acerca de la relacién entre «riqueza» y «valor». [A. Smitu, The Wealth of Nations, Penguin Books, Harmondsworth, 1970. Hay traduc- cién al castellano: A. SmirH, [nvestigacién sobre la naturale- za y causas de la riqueza de las naciones (edicién de Edwin Cannan, con una introduccién de Max Lerner, trad. y estudio preliminar de Gabriel Franco), Fondo de Cultura Econdmica, México, 1958]. 46 mente Smith cl valor de un objeto producido para el cambio: se trata del «poder, que la posesién de ese objeto comporta, de adquirir otros bienes»*. Por lo tanto, el valor de una mercancia cualquiera con res- pecto a quien la posee y que no pretende utilizarla o consumirla él mismo, es igual a la cantidad de tra- bajo que dicha mercancia le coloca en grado de ad- quirir o disponer. El trabajo es, pues, la medida real del valor de cambio de todas las mercancias» *, De esta inicial formulacién smithiana del valor, se deduce que cl valor de cambio de una mercancia de- pende de la cantidad de trabajo que 1a mercancia en cuesti6n «puede ordenar (can command), con la con- secuencia de que la cantidad de trabajo que determina el valor de una mercancia, depende del «valor del trabajo» o salario. Efectivamente, Smith dice un poco mas abajo: «[Las mercancias] contienen el valor de una determinada cantidad de trabajo, que nosotros cambiamos por lo que se supone que contienen en ese momento cl valor de una cantidad igual. El pri- mer precio fue el trabajo, la moneda originaria con la que sc pagoé Ja adquisicién de todas las cosas» >. De modo que lo que consiituye el fundamento de la medida de los valores no es, como lo sera para Ri- cardo y después para Marx, el principio del trabajo como cantidad o tiempo de trabajo, sino el «valor del trabajo». Por lo tanto, en Smith la aplicacién del principio de las «cantidades de trabajo» a las leyes capitalistas del cambio se configura como principio del «trabajo ordenado», lo cual comporta que el ele- mento determinante de los valores es el «valor del trabajo». La critica de Ricardo va a centrarse pre- cisamente en estas conclusiones. 3 Ibidem, p. 131. 4 Tbidem, p. 133. 3 Tbidem, p. 133. 48 cantidad de trabajo comtnmente gastada para pro- ducir una mercancia tiene que ser constantemente me- nor que la que dicha mercancia adquiere. Nosotros diremos que, en régimen capitalista, el «valor» del producto de trabajo ya no es igual al «valor del trabajo», sino mayor, 0 lo que es lo mismo, la cantidad de trabajo total necesaria para producir un objeto es mayor que la parte que sirve al trabaja- dor para reconstituir su propio salario. Efectivamente, Smith escribe «cambiando el pro- ducto completo por dinero, por trabajo o por cual- quier otro objeto, ademas de cuanto puede bastar para pagar el precio de los materiales y el salario de los trabajadores, hay que dar algo para el beneficio de quien haya emprendido el trabajo» ’. Y mas tarde afia- de: «Es evidente que una cantidad adicional [de tra- bajo] se debe a los beneficios del capital que anticipé los salarios y proporcioné los materiales de aquel tra- bajo» ®, Aqui Smith sefiala un hecho fundamental de una economia como la capitalista, que la cantidad de trabajo que el trabajador debe gastar para producir una mercancia tiene que ser «mayor» que la necesaria para reconstituir su propio salario y los medios de produccién gastados; dicha cantidad tiene también que «pagar» los beneficios del capitalista; de esta ma- nera, y puesto que la cantidad de trabajo contenida en el Ilamado «valor del trabajo» no iguala a la contenida en el valor del producto del trabajo, el cambio entre «producto del trabajo» y «trabajo» parece que ya no tendra lugar segtin cantidades de trabajo equivalentes. De hecho, el valor producido por un determinado tiempo de trabajo, al.no tener en cuenta la parte que sirve para sustituir las herramientas y las materias primas consumidas en la produccién se agota en el 7 Ibidem, p. 151. 8 Jbidem, p. 152. 50 mercancias por trabajo y, por lo tanto, a su capacidad para explicar el rasgo caracteristico de la produccién capitalista, es decir, el origen y la naturaleza de los beneficios y de la renta, que, como él mismo habia intuido, se realizan a través de la apropiacién del trabajo de otro, y puesto que el principio del valor de cambio segtin las cantidades de trabajo contenidas en las mercancias ya no le parece a ello adecuado, Smith acaba viendo confirmada la ley del cambio con base en el trabajo ordenado. En fin, desde cl momento en que Smith asimila siempre® el intercambio de mercancias al cambio de mercancia por trabajo, lo que hace es generalizar esa dificultad eu el calculo del valor a todo el intercambio capitlista: el intercambio de las mercancias, por lo tanto, resulta regulado no por Jas cantidades de tra- bajo en ellas contenido, sino por las cantidades de trabajo que dichas mercancias pueden ordenar, poner en marcha., Este principio constituye e] presupuesto de la medida de los valores mediante el valor del trabajo". Efectivamente, puede concluir Smith: «El trabajo mide el valor no sélo de esa parte del precio que se agoia en trabajo, sino también de ¢sa otra que 9 Cfr. Ibidem, p. 151. 10 Marx, en las Zeorias de la plusvatia, cit., p. 75, expresa con toda claridad que el error de Smith consiste en haber pensado que, a partir de la nueva relacién entre trabajo ob- Jetivado y trabajo vivo, cabe derivar también un cambio en ja determinacién del valor relativo de las mercancias. Por el contrario, si es justisimo decir, como dice Smith, que el tra- bajo objetivado compra siempre una cantidacd adicional de trabajo vivo, eso no quiere decir que las mercancias, que son siempre trabajo materializado, dejen de calcularse con base en cl trabajo objetivado en ellas. ‘Mas adelante podremos ver que en Ricardo se da una si- tuacién opuesta. Ricardo, al considerar siempre el intercain- bio desde el punto de vista de las mercancias, en modo de poder calcular sin dificultad el valor con base en el trabajo contenido en ellas, deja de considerar, 0 mejor dicho, calla acerca de la nueva relacién entre trabajo vivo y trabajo ob- jetivado en condiciones de produccién capitalista. 52 En realidad, el problema de Smith, tal y como él lo plantea, es insoluble. El nicleo fundamental no aclarado del problema parece consistir en eso, que el andlisis de Smith, aun habiendo captado con ex- trema sensibilidad la irreductibilidad de las condicio- nes de produccién capitalista a las de al economia mercantilista simple, por la existencia de cambio di- recto de mercancia o dinero por trabajo vivo, carece, por el contrario, de claridad teérica que la sustenta acerca de la naturaleza y el caracter del «trabajo» que se constituye en origen y sustancia del valor. Sefialamos, siquiera superficialmente, al margen de nuestra reserva para tratarlo después con mayor amplitud, un problema en realidad muy complejo, que encontraremos también irresuelto en Ricardo, y al que sélo Marx proporcionara una solucién definitiva. Colocando el «trabajo» como origen del valor, Smith se limita a tomar, recogiéndolos de la vida diaria, sin someterlos a ninguna critica, los conceptos vulgares de trabajo y de «precio» o valor, del trabajo. Lo cual le impide distinguir la doble determinacién que asume el trabajo en régimen capitalista: es decir, por un lado, como «tiempo de trabajo», origen y sus- tancia del valor y, por lo tanto, como tal, elemento que carece de valor, y por otro, como trabajo-mercan- cia, desde el. momento en que se habla de «trabajo» como objeto dotado de valor de cambio, «valor», a su vez, a determinar. Sdlo con Marx sc aclarara defi- nitivamente que esta particular mercancia no es el trabajo, sino la «fuerza de trabajo», o sea, la mera posibilidad de proporcionar trabajo, es decir, trabajo in potencia, trabajo todavia «por hacer». El error de Smith, por lo tanto, al determinar la relacién entre mercanci y trabajo consiste en contraponer siempre a una mercancia, no otra mercancia, la fuerza de tra- bajo, que es a su vez una determinada cantidad de 54 sin ulterior cspecificacién al capital, sino postulando claramente la existencia del trabajo vivo como mer- cancia particular, es decir, la «fuerza de trabajo», estara en disposicién de explicar, precisamente con base cn una teorfa del valor como la que hace depen- dev los valores cle cambio de las mercancias de Jas cantidades de trabajo necesarias para su produccién, también el cambio entre mercancias, 0 trabajo obje- tivado, y trabajo vivo, que Smith habia captado con precision como cambio de menos trabajo por mas trabajo. Sentadas cstas premisas necesarias, que preten- den aclarar la complejidad de los problemas que sub- yacen en los resultados del andlisis de Smith, asi como cl ambito tedrico en cl quc se plantea la investiga- cién ricardiana, podemos pasar a analizar la teoria del valor de Ricardo a partir de la critica que Ricardo hace de Smith. Esta critica se refiere esencialmente a dos puntos. Efectivamente, Ricardo, por un lado, con una cri- tica claramentc expuesta sobre todo en la segunda edicién de los Principios, capta agudamente un vicio légico de fondo en el razonamiento smithiano, con- sistente en el hecho de que Smith, planteaéndose como objetivo de su investigacién la determinacién de los valores de cambio de las mercancfas, lo que acaba haciendo es constituir un «valor», el valor de cam- bio del trabajo, en causa del valor, dando por deter- minado lo que precisamente se trataba de determinar, cn un evidente circulo vicioso. Por otra parte, Ricardo hace una llamada a Ja co- herencia: efectivamente, si se admite, con Smith, que cl principio del trabajo contenido puede aplicarse sin dificultad a una sociedad de tipo meramente sim- ple, en la que sdlo se da intercambio de mercancias producidas por trabajadores independientes, no estd 56 fuera siempre proporcional a lo que ha producido, la cantidad de trabajo empleada en una mercancia y la cantidad de trabajo que se podria adquirir con ella serian iguales; la primera es en muchas circuns- tancias una medida estable, que indica correctamente las variaciones de otras cosas; la segunda esta sujeta a las mismas fluctuaciones de Jas mercancias que se comparan con clla» ™, Estas ultimas observaciones de Ricardo son muy interesantes, tanto por lo cficazmente con que esta captada la diferencia fundamental entre valor del tra- bajo y cantidad de trabajo como por el hecho de acla- rar cn qué caso la asuncién del «valor del trabajo» como sustancia del valor podria ser valida, es decir, constituirse en medida de tipo invariable, no sometida a las fluctuaciones de la oferta y la demanda: sdlo cuando todo el producto del trabajo perteneciese al trabajador. En este caso, cantidad de trabajo y valor del trabajo ® serfan ambos, y de la misma manera, dos medios para determinar el valor de una mer- cancia. Si bien estas observaciones son muy agudas, no pueden considerarse, sin embargo, como una critica suficiente a Smith; para este ultimo todas las dificul- tades tiene su origen precisamente en la no coinci- dencia en el sistema capitalista entre cantidad de tra- bajo y valor del trabajo, y no, como dice Ricardo, en el hecho de que Smith considere equivalentes las dos magnitudes. 4 D. Ricarpo, Principles of political Economy and- Ta- xation, Ed. en castellano, Principios de economia politica y de tributacién, Seminarios y ediciones, Madrid, 1973. Tr. y prélogo de Valentin Andrés Alvarez, p. 21. 18° Admitido que pueda hablarse de «valor del trabajo» en un tipo de economia como la mercantil simple, en la cual, al realizarse exclusivamente cambios de productos aca- bados, de trabajo objetivado, no existe el cambio por tra- bajo vivo. 538 con trabajo vivo, su andlisis no acaba de captar la di- ficultad que origina el error de Smith. Aunque después, muy justamente, no puede acep- tar la tesis de Smith, acaba limitdndose a constatar un dato de hecho de la produccion capitalista, que el valor del trabajo siempre es menor que el valor del producto de trabajo, sin explicar «por qué y c6mo» sucede, mientras que a este respecto, Smith demuestra la profunda capacidad de captar en forma problemé- tica un rasgo fundamental y especifico de Ja econo- mia capitalista, el hecho de que el cambio entre tra- bajo vivo y mercancia en cuanto capital, aparece como cambio de cantidades desiguales de trabajo. ' Por otra parte, Smith, con su teorfa del trabajo «ordenado» entrevé que en la «orden sobre el trabajo» radica precisamente el secreto de la acumulacidon y del desarrollo capitalista ”. En relacién con esto, no es casualidad el que se haya afirmado que, para Smith, el principio del tra- bajo ordenado se configura como la clave del progre- so, y el del trabajo contenido como Ja del estanca- miento. : En conclusidn, el problema que Smith pone en evi- dencia al contraponer el cambio simple de la sociedad mercantil a las relaciones de produccién capitalistas es el del origen de la plusvalfa misma, tal y como dicha plusvalfa se produce en Ja relacién entre capital v esa particular mercancfa que es Ja fuerza del tra- bajo, y se realiza en el mecanismo del cambio y de 7 Cfr, K. Marx, Elementos fundamentales, cit., p. 224: «El intercambio del obrero con el capitalista es un inter- cambio simple; cada uno obtiene un equivalente, el uno dinero, el otro una mercancia cuyo precio es exactamente igual al dinero pagado por ella; lo que el capitalista ob- tiene en este intercambio simple es un valor de_uso: dis- posici6n de trabajo ajeno». Y también p. 247: El capital como capital existe tan sdélo, con respecto al obrero, en el proceso de consumo de trabajo». (Subr. M. B.) . 60 oferta y la demanda como base y sustancia del valor. Nos queda ahora subrayar un ultimo y decisivo aspecto de la relacién entre Smith y Ricardo, el del origen y la naturaleza del «excedente», o lo que Marx llama plusvalia, y que constituye el rasgo fundamental y especifico del modo de produccién capitalista. Después de la atinada intuicién smithiana del pro- blema del desarrollo y de la productividad capitalis- ta, mediante el concepto de «trabajo productivo», asistimos al intento de Ricardo de proveerse de un instrumento tedrico, una teoria del valor que supere las dificultades de la teoria de Simth, capaz también de explicar fenémenos capitalistas mas complejos, tal como la formacién del beneficio y de la renta. Smith anticipa la tesis de que en base de las tres formas de ingreso, los beneficios, los salarios y la renta de la tierra, en la base de la riqueza misma, esta el «tra- bajo productivo», entendiendo por trabajo productivo el trabajo que afiade nuevo valor al valor de las mer- cancias existentes, como capital en forma de herra- mientas y materias primas utilizadas para la produc- ci6n, .o sea, el trabajo que, al mismo tiempo, repro- duce su propio valor y deja un excedente, cristalizado en los beneficios del capitalista y en la renta de la tierra, Con esta definicién de trabajo productivo, que constituye el aspecto mas interesante del andlisis de Smith, vemos por primera vez apuntada la hipétesis de que en el origen de ese «excedente», fuente del beneficio y de la renta de la tierra, esta el trabajo que el obrero proporciona por encima del trabajo necesa- rio para su propio sustento o para la reposicién de su propio salario. Esta hipétesis corresponde a la im- portante tesis marxiana del beneficio como plusvalia o plustrabajo. Las formas del beneficio, del interés del capital y de la renta de la tierra aparecen, efectivamente, en 62 do el de haber fundamentado el andlisis econédmico en una formulacién mas coherente de la ley del valor- trabajo y, consecuentemente, en un analisis mas rigu- roso del intercambio de mercancias, en base a la can- tidad de trabajo que se precisa para su produccién. Ricardo era tan consciente de la importancia del principio que asumiera que, a pesar de las dificulta- des con las que tropieza en su aplicacién a las leyes del cambio y la produccién capitalistas, es el tinico punto de referencia tedrica del que se sirve para ex- plicar los hechos econémicos. 64 problema de la existencia del intercambio directo de mercancias por trabajo «vivo». De esta manera, Ri- cardo margina de su andlisis, precisamente, lo que constituye el rasgo especifico y fundamental de las relaciones de produccién capitalista y que se consi- dera como categoria diferente, tanto de la forma trans- formad del «salario», en la que se manifiesta el tra- bajo vivo, como de la forma de los productos acaba- dos en que se objetiva, que son, en cambio, las unicas formas, como ya tratamos de subrayar en su mo- mento, entre las que se mueve el andlisis ricardiano con respecto a la relacién de cambio entre capital y trabajo. Esta constatacién del fallo tedrico de Ricardo, que consiste en la asuncién de estas formas «transforma- das» del trabajo si. remontarse a las causas que las determinan (falls que ya encontramos en Smith y que, como Marx pondra en evidencia, se trata del ras- go caracter{stico de toda la economia politica clasica), puede hacerse también, mas en general, con referencia al problema de la investigacién, para Ricardo, acerca de la naturaleza de ese trabajo, cuya cantidad, tanto él como Smith, colocan como elemento determinable y sustancial del valor. Ahora resulta claro que las dos perspectivas del problema, desde las cuales aqui nos proponemos estudiar los rasgos peculiares de la teo- ria del valor-trabajo de Ricardo, no son en realidad mds que una y sdlo una. Lo que pretendemos decir es que la claridad teérica con respecto al problema de la existencia, la utilizacién y el destino del «trabajo vivo» en su relacién con el capital, problema que sélo Marx resolvera positivamente con la introduccién de © la categoria clave de «fuerza de trabajo», implica ne- cesariamente idéntica claridad con respecto a la na- turaleza y el cardcter que, mds en general, asume el 66 agricultura, que sustrae siempre nuevo valor del pro- ducto de la tierra y es capaz de crear un excedente, es decir, un valor mayor del necesario para su propia produccién. Para los fisiécratas, lo que deviene formula re- solutiva de los problemas histéricos y de las formas especificas de la produccién capitalista sigue siendo el conjunto de las fuerzas naturales de la produccién y los caracteres materiales del trabajo. Por el contrario, con Smith y Ricardo, la teoria econémica clasica da un paso fundamental hacia adelante. Efectivamente, el caracter determinado y especi- fico de uno u otro trabajo, en particular la actividad comercial o el trabajo agricola, deja de constituirse en base y sustancialmente en fundamento de la acu- mulacién capitalista; en su lugar se coloca ahora el trabajo humano en general, el trabajo abstraido de sus especificaciones concretas, abstraido de la base material sobre la que opera. , En la Contribucidn a la critica de la economia po- litica, Marx dice de Smith: «Después de haber sido sucesivamente declaradas como verdaderas fuentes de la riqueza las formas particulares del trabajo concre- to, tales como la ayricultura, la industria, la navega- cién, el comercio, etcétera, Adam Smith proclamo el trabajo en general, y ademas bajo su aspecto social total de divisidn del trabajo, como Ja tnica fuente de la riqueza material, o de los valores de uso»'. Sin embargo, Smith, y a pesar de ser el primero en sepa- 1K. Marx, Contribucion a la critica de la economia po- litica, Comunicacién, Madrid, 1970, p. 85. Cfr. también la Introduecién de 1957 (publicada en Contribucion, cit., a modo de apéndice, p. 247): «Adam Smith, al rechazar todo carac- ter determinado de la actividad productora de rigueza y considerarlo trabajo sin mas, -no trabajo manufacturado, ni comercial, ni agricola, sino tanto uno como otro, realiz6 un progreso importantisimo». 68 esta simplicidad, cl trabajo es una categoria tan mo- derna como lo sen Jas condiciones que engendran esta abstraccién» ?, De esa manera, con la asuncién, aunque sélo im- plicita, de la categoria del trabajo abstracto por par- te de la economia politica cldsica, comienza a perfi- larse lo que es cl rasgo especffico fundamental y ne- cesario de la existencia misma del capital, el caracter de «abstraccién del trabajo». «Podria parecer —con- tintta Marx— ahora, que de este modo se habria en- contrado tinicamente la expresién abstracta para la relacién mas simple y antigua en que entran los hom- bres —en cualquier forma de sociedad—, en tanto que son productores. Esto es cierto en un sentido, pero no en otro. La indiferencia respecto de un género de- terminado de trabajo presupone una totalidad muy desarrollada de trabajos reales, ninguno de los cuales domina a los demas. Por otra parte, esta abstraccién del trabajo en general no es sélo el resultado de una totalidad concreta de trabajos. La indiferencia respec- to del trabajo determinado corresponde a una forma de sociedad en la cual los individuos pueden pasar con facilidad de un trabajo a otro, y en la que el género determinado del trabajo les es indiferente. En este caso, el trabajo se ha convertido, no sélo en cuan- to categoria, sino realmente, en un medio de producir riqueza en general, y ha dejado de confundirse con el individuo como un destino especial» %, Asi pues, la forma «determinada» asumida por el trabajo en Jas condiciones histéricas del modo de produccién capitalista, valida sélo para y en el mar- co de dichas condiciones, es la forma abstracta del trabajo; esta forma, ademas, es también Ja forma fun- 2K. Marx, Introduccién de 1875, ae en Contribucién a la critica de ia economia peisice cit., p. 272, K. Marx, ibidem, pp. 273-274 ‘Subrayados nuestros, M. B. 70 produccién capitalista, lo cual no es, desde luego, com- patible con el método de los economistas burgueses, para quienes no existen diferencias histéricas y ven, cn cualguier forma de sociedad, la sociedad burguesa. Con lo que llegamos al punto que mas nos intere- sa. De hecho, Smith y Ricardo no estan muy lejos del punto de vista general de tales economistas; siguen estandy «dentro» de la ideologia del progreso, de la civilizacién, del igualitarismo, que -constituyen los «mitos» de la sociedad burguesa y que, a nivel eco- nomico, se traducen en la eternizacidn de las catego- rias capitalistas. El ejemplo del trabajo lo demuestra en forma evidente: la asuncién de la categoria del trabajo abstracto por parte de Smith y Ricardo es sdlo la constatacién «acritica» de un dato de hecho, de una condicidén real del trabajo en el modo de pro- duccién burgués. Sin embargo, a ninguno se les pasa por la cabeza «cémo» sucede eso; cs decir, ninguno de los dos se pregunta «cémo» y «por qué» la distin- tincién puramente cuantitativa de los trabajos pre- supone su unidad cualitativa, o sea, su igualdad y, por lo tanto, su reduccion a trabajo abstractamente hu- mano. De hecho, uno y otro verifican la diferencia cuantitativa de los trabajos, pero nada pueden decirnos acerca de cémo se produce ni qué es lo gue en reali- dad significa. No pueden decirnos nada _sustancial- mente acerca de la caracterizacién histérica y la fun- cién especifica que el trabajo, en cuanto trabajo abs- tracto, asume y desempefia. Del fallido tratamiento del problema —es decir, del cémo y porqué el tra- bajo represntaedo en los valores es:trabajo abstracto— deriva inmediatamente el otro «olvido» fundamental de los economistas: que el trabajo asume Ja forma del valor o, lo que es lo mismo, que el trabajo humano tiene que representarse a si mismo como mercancia. Y no podia ser de otra manera. Asi como es «eterno» 72 demostrar esta afirmacién es oportuno abrir un parén- tesis para tratar el problema, utilizando directamente el planteamiento y las categorias marxianas. Efectivamente, sélo con Marx queda claro que la forma del trabajo en abstracto, tal y como se manifies- ta en los valores de cambio de Jas mercancias es en realidad una forma mediata, un punto de Ilegada his- térico determinado por relaciones de produccién es- pecificas, y mo un dato natural, ni un elemento origi- nario de cualquier relacién econémica; del mismo modo queda claro que tal reduccién del trabajo a trabajo abstracto, tal proceso de igualacién de traba- jos diferentes como «abstraccién de su real desigual- que viene a sey lo mismo, que Ricardo nunca investiga el valor segtin la «forma» (la forma determinada que el trabajo asume como sustancia del valor), sino determina sdlo la «magnitud» de los valores y sus relaciones (es decir, que las magnitudes de los valores de las mercancias guardan entre si la misma relacién que las camtidades de trabajo necesa- rias para producirlas). Cfr. también K. Marx, Teorias de la plusvalia, cit. ,vol. I, p. 233. Y, efectivamente (véase alli mis- mo, mds adelante), Ricardo, «en general, no considera mas que la determinacién cuantitativa del valor de cambio, segin la cual el valor de cambio es igual a un determinado quan- tum de tiempo de trabajo, olvidando, en cambio, la deter- minacién cualitativa, segin la cual el trabajo individual debe representarse mediante su alienacidn (alienation) como tra- bajo social, abstractamente general». En realidad, «El valor, en cuanto tal, siempre es efecto, nunca causa» (K. MARX, Elementos fundamentales, cit., vol. I, pag. 195). Dicha critica. se encuentra también en el capital, donde Marx afirma que «[la economia politica], precisamente en la persona de sus mejores representantes, como Adam Smith y Ricardo, estudia la forma de valor como algo perfectamen- te indiferente o exterior a la propia mercancia» (K. Marx, E} capital, cit., p. 45, nota 35). Por lo demas, el mismo hecho esta explicitamente teorizado también por Ricardo cuando afirma que lo que pretende buscar, a través de su teoria, es el valor «relativo» de las mercancias y no el «absoluto». Por el contrario, como veremos mas adelante, la teorfa de Marx se basa precisamente en ja distincién y el vinculo entre la «sustancia de valor» y la determinacién de la «magnitud de valor» mediante el tiempo de trabajo socialmente necesario; vinculo-distincién entre valor absolute y valor relativo de jas mercancias, 0 mejor dicho, entre valor en cuanto tal y su «forma fenoménica», su «modo de expresién», el valor de cambio. 7A lleva un cartel en el que ponga lo que es» ", mds atin, «esconde» las relaciones sociales reales que subyacen en él, de manera que «las relaciones sociales de sus trabajos privados, a los trabajadores, se les aparecen como lo que son, es decir, no como relaciones inme- diatamente sociales entre personas en sus mismos tra- bajos, sino como relaciones de cosas entre personas y relaciones sociales entre cosas». Las relaciones «sociales» de los diferentes trabajos y de sus productores aparecen, pues, a los productores mismos como una emanacién directa de sus productos. Esto es lo que Marx llama «fetichismo» de la mercan- cia —o «mistificacién» del mundo de las mercancias, consistente en hacer de una relacién social un elemen- to intrinseco a las cosas mismas que son expresién de esta relacién. Pero esta «mistificacié6n» es, en realidad, la ima- gen de relaciones sociales efectivamente «invertidas». El movimiento social de quienes intercambian sus productos se les aparece como movimiento social de «cosas», bajo cuyo control, en realidad, se encuentran, en lugar de tenerlas controladas. De aqui la segunda consideracién que nos quedaba por hacer: la «forma» social del trabajo no es un producto de la voluntad y de la accién de los individuos, sino que se trata de una forma que se «impone» al margen e independien- temente de ellos, a través de esas relaciones de cam- bio, «casuales y siempre oscilantes», en las que «pre- valece sin discusién, en cuanto ley natural reguladora, el tiempo de trabajo socialmente necesario» ® para la produccién de las mercancias. «El trabajo asi medido en tiempo no aparece como trabajo de distintos in- dividuos, sino que los diferentes individuos que traba- MK. Marx, El capital, cit., vol. I, p. 39. 2 Tbidem, p. 38. 3 Thidem, p. 39. 76 de sus insuficiencias, puede remitirse a la ausencia, en Ricardo, de la nocién de trabajo abstracto. Tal afirmacion puede quedar definitivamente acla- rada a la Juz de las consideraciones que acabamos de hacer. La categoria del trabajo abstracto, en cuanto ca- tegoria real e incluso la mds general del modo de produccion capitalista, permite explicitar tanto el ca- racter general de este tipo de produccién —sin mas fin que la produccién de riqueza abstracta, basada en el valor de cambio— como, y fundamentalmente, su caracter especifico, ese caracter por el que la misma fuerza que proporciona el trabajo queda reducida a mercancia e incorporada al capital. El trabajo humano, en cuanto productor de mer- cancias {y esto tiene lugar ya en el cambio simple, o sea, en una fase logicamente anterior al capital) es trabajo abstracto; sin embargo, dicho caracter abstrac- to es plena y definitivamente asumido por el trabajo s6lo cuando junto con el capital, y a fin de que la riqueza abstracta se constituya en tmnico objetivo del proceso econdmico, los mismos productores inmedia- tos sean subsumidos en él. La fuerza de trabajo es precisamente la realidad de su reduccién a capital. De modo que el presupuesto sin el que no se da la realidad de la fuerza de trabajo, ni, ademas, podria comprenderse, es el trabajo abstracto. Ahora resulta claro que si la existencia de la fuer- za de trabajo, reducida a momento y elemento del capital, constitutiva del cardcter especifico del pro- ceso de produccién capitalista, se da sdlo cuando el capital (la produccién generalizada de mercancias) esté presupuesto, por otra parte, no es menos cierto que el cardcter abstracto del trabajo, o sea, la pleni- tud y la generalidad de la realidad capitalista sdlo se da en forma definitiva en la medida en que existe el 78 cual Ricardo, en la determinacién del valor, partia siempre de la existencia de los productos acabados en su forma de valores «objetivados», mostrandose incapaz de captar el problema de la existencia y el papel del trabajo vivo, queda ahora confirmada, a un nivel mas alto de claridad, en la imposibilidad, por parte de Ricardo, de desarrollar la categoria del tra- bajo asumida a modo de base de su teoria del valor, presupuesto légico e histérico de aquella existencia y, a su vez, precisamente, de donde extrae su plena realidad. Marx explica todo esto a partir del hecho de que detenerse en las formas objetivadas, transformadas del trabajo, que constituyen lo que considera las formas «reificadas» y «mistificadas», asumidas por los pro- ductos del trabajo como valores de cambio, significa «no descubrir» la realidad de las relaciones sociales sociales que se ocultan tras esas formas. En Ricardo, y con él toda la economia politica cla- sica, de la cual él es su culminacioén, «las relaciones sociales de las personas aparecen, por decirlo asi, in- vertidas, como la relacién social de las cosas» ”, De ese modo, la determinacién de la magnitud de valor mediante el tiempo de trabajo, tal como hace Ricardo, por una parte «destruye la apariencia de la determi- nacién puramente casual de las magnitudes de valor de los productos del trabajo, pero no destruye, ni mucho menos, su forma material», es decir, «no disipa... la sombra material que acompafia al cardcter social’ del trabajo» *. De ahi que el descubrimiento cientifico de que los productos de trabajo, en cuanto valores, no son mas que la expresién en forma de cosas del trabajo gastado 17K. Marx, Contribucidén a la critica de la economia po- litica, cit., p. 53. 18K. Marx, El capital, cit., pp. 39 y 40. 80 valentes generales, el trabajo, en cuanto actividad pro- ductora apropiada para un fin, se realiza en la infi- nita variedad de sus valores de uso». O sea, y aqui estriba la diferencia esencial, este tltimo, en cuanto actividad conformada a un fin, es «la natural condi- cién de la existencia humana, la condicién, indepen- diente de todas las formas sociales, del intercambio de la materia entre el hombre y la naturaleza. Por el contrario, el trabajo que crea el valor de cambio es una forma de trabajo especificamente social». Esta distincién fundamental, sobre la que volve- remos a insistir mds tarde, cuando tratemos de Marx, nos interesa ahora en la medida en que ilumina, desde otra perspectiva, el vicio de fondo de la economia politica clasica, que, como ya hemos constatado, os- cila continuamente entre la determinacién de las for- mas naturales de la produccién, como formas de la produccién capitalista, y el andlisis de los caracteres especificos de la produccién capitalista, como formas inmediatas y naturales de cualquier proceso produc- tivo?, Efectivamente, para la economia cldsica, el carac- ter del trabajo por el que es creador de valores de cambio, es decir, su cardcter abstracto, parece derivar directamente de su ser util, de su fijarse en valores utiles. De ese modo, el trabajo abstracto, ademas de perder todas sus connotaciones «sociales» especificas, se convierte en una prolongacién a su vez, de la de- terminacién util, concreta del trabajo, asumiendo —dicho trabajo abstracto—, lo mismo que la deter- 1% K, Mar, Contribucion, cit. p. 56. 20 Ibidem. 21 A los economistas modernos, dice Marx, «tan pronto se les aparece como una relacién social, lo que ya ellos creian tener como un objeto palpable, como les inquieta bajo la forma de un objeto, lo que apenas habian sefialado como una relacién social». (Contribucion, cit., p. 55.) 82 cambio, crea plusvalia. Anticipando incluso algunos puntos de nuestro posterior andlisis, puede decirse ademas que se traduce en la incapacidad de distinguir en el mismo poceso de poduccién la actividad de tra- bajo en general, que conserva y reproduce los valores de uso existente, como materias primas y herramien- tas de trabajo, en nuevos valores del proceso especi- fico de crecimiento del capital mediante produccion de nuevo valor de excedente o plusvalia®, Se traduce sustancialmente en la inobscryada diferencia entre lo que Marx llama proceso de trabajo y proceso de va- loracién del capital. Nos ha parecido oportuno detenernos con cierta calma en los presupuestos tedricos de la teoria ricar- diana del valor-trabajo, porque precisamente dichos presupuestos explican, despucs, las incongruencias y los errores de su investigacidn econdémica respecto de problemas decisivos, tal es como el analisis del dinero, la determinacién de los precios de produccién, de la tasa de beneficio, de la renta de la tierra, etcétera, a los que aplica directamente su determinacién del valor sin pasar por los necesarios términos mediado- res, fos tmicos que después garantizan la aplicacién cientifica. Liemos hecho, por lo tanto, amplias referen- cias al andalisis marxiano, que, contrariamente, nos 23> Mas adelante veremos el modo especifico «cémo» tiene lugar esa produccién de plusvalia. Dicho modo especitico, sin embargo, se configura, ya lo vimos tratando de Smith, como «uso» por parte del’ capital, de la fuerza de trabajo, por encima det tiempo de trabajo que le es necesario a dicha fuerza de trabajo para satisfacer sus necesidades fisicas y sociales (su propia manutencién, su propia formacién, etc.), y que estd representado por el valor del salario. El nuevo valor producido, que corresponde a trabajo «no pagado», es ei origen del beneficio y de la renta de la tierra; se pro- duce mediante la «simple incorporacién cuantitativa» de tra- bajo. (Cfr. K. Marx, &1 capital, cit., vol. I, p, 151.) «Sdlo el ticmpo de trabajo socialmente necesario cuenta como fuen- te de valor» y, consiguientemente, de plusvalia (ibidem, pa- gina 141). 84 de captar la especificidad del capital en la existencia del trabajo vivo no logra dar peso cientifico a su des- cubrimiento, insertandola en una teoria del valor aca- bada, fundamentada en el concepto de trabajo abs- tracto; esto sucede también con Ricardo, el cual, a pesar de haber proporcionado una definicién coheren- te del valor no logra introducirla en la especificidad del capital, o sea, en la realidad histdérica de la explo- tacién por la presencia de la fuerza de trabajo. De Ricardo puede decirse, como de Smith, que la errdnea consideracién del problema de la relacién en- tre trabajo y fuerza de trabajo hace que su descubri- miento de la ley del valor pierda fuerza y aplicabili- dad, que pierda,- en definitiva, cientificidad. Estas ultimas -consideraciones nos permiten concluir cl ra- zonamiento sobre la relacién entre Ricardo y Smith, y sobre el cardcter que, por lo tanto, asume la teoria ricardiana. Efectivamente, Ricardo no comprende las intimas razones del problema de Smith: en Smith existe, aun- que muy contradictoriamente, primero, que el trabajo asalariado es una mercancia, y que para él no sirve la ley del valor; segundo —y se trata de un problema que vamos a encontrar formulado en Malthus con las mismas palabras— que la valoracién de una mercan- cia, en que consiste el cardcter originario y especifico de la acumulacion capitalista, depende no del tiempo de trabajo contenida en dicha mercancia, sino de la cantidad de trabajo vivo que dicha mercancia ordena. Todo esto, o lo que es lo mismo, la inobservada diferencia entre trabajo y fuerza de trabajo, entre trabajo vivo y trabajo objetivado, paraddjicamente sucede sin que sea minimamente menoscabada la co- rreccién formal de la teoria del valor-trabajo ricardia- na —del] valor determinado por el tiempo de trabajo. Efectivamente, como constata el mismo ‘Ricardo, en 86 para la validez cientifica de la teoria del valor-trabajo. Por otra parte, acaba preciséndose que la tarea espe- cifica de tal teoria es dar cuenta del modo de forma- cién de los valores por obra del trabajo, y contempo- raneamente, del modo de produccién de la plusvalia entendida como plustrabajo. A partir de estas consideraciones generales sobre Ja teoria del valor-trabajo de Ricardo, aparece con cla- ridad suficiente el caracter y la funcién que desem- pefia dicha teoria. En pocas palabras: asumido el ca- pital y sus categorias como un dato, su objetivo es el de determinar las relaciones funcionales que relacio- nan estas magnitudes entre si —-capital, trabajo, sala- rio, beneficio. En este sentido, una teoria asi (aun sin pretender que la afirmacién tenga sentido restric- tivo alguno) es principalmente instrumento de «mc- dida» cuantitativa de los valores. Por el contrario, una formulacién correcta de la teoria del valor presupone toda una serie de media- ciones que requieren ademas una explicitacidn cualita- tiva de la ley. Tendremos ocasién de ver que la teoria marxiana del valor representa algo mas que una sim- ple teoria del valor (de ahi, como veremos, su irreduc- tibilidad a teorias del valor anteriores), puesto que «dicha teorfa no tiene sdlo como funcién explicar el valor de cambio 0 los precios en sentido cuantitativo, sino la de evidenciar ademas la base histérico-social en el proceso productivo de una sociedad basada en el cambio 0 produccion de mercancias, en la que hasta la misma fuerza de trabajo esta reducida al papel de mercancia» 2% M. Doss, Nota preliminar a Contribucion, cit., p. 24. 88 cancias no-sdlo de Ja cantidad de trabajo necesario para su produccion, sino también del valor del trabajo. En este caso, Ricardo abandona explicitamente su ori- ginaria determinacién del valor. Intentemos el analisis del primer caso. En Ricardo encontramos la misma expresién de «valor» o «precio del trabajo» ,que los economistas ex- tranjeros directamente de la practica del mercado, se- gun la cual la compensacion que recibe cl trabajador es el precio o valor de su mismo «trabajo». , Pero la asuncién inmediata de esta categoria en Ricardo supone una serie de dificultades., En primer lugar, la de replantear el problema, que ya encontra- bamos en Smith, por el que después de haber locali- zado en el trabajo el origen y sustancia del valor (igual que Smith), se ve ahora en la obligacién de determinar el valor de dicho trabajo. Eso por un lado. Por otro, si se aplicara rigidamente la ley ricardiana del valor- trabajo a la determinacién del valor del trabajo, en- tonces este ultimo tendria que depender de la canti- dad de trabajo contenido en el trabajo, o como ex- plica Marx— el valor de una jornada de trabajo de doce horas, por ejemplo, se determinaria por las «doce horas de trabajo contenidas en la jornada de trabajo de doce horas», con Jo cual «incurrirfamos en una la- mentable redundancia» '. En realidad, y abrimos aqui un paréntesis, si exis- tiese verdaderamente la categoria valor del trabajo, entonces, dice Marx’, o el capitalista paga realmente ese valor al trabajador de modo que el precio del tra- bajo de éste iguale al precio de su producto, con lo que, consecuentémente, desapareceria la produccién de plusvalia y, por lo: tanto, el capital mismo; 0 si no, el trabajador no recibe enteramente el valor del pro- 1 XK, Marx, El capital, cit., vol. I, p. 448. 2K. Marx, El capital, cit., vol. I, p. 454. 90 como medida del valor el tiempo de trabajo, ofrecen un fértil terreno de polémica para los adversarios de Ricardo, como Say y Bailey. Ellos van a ser los prime- ros en constatar que en la teoria de Ricardo, precisa- mente, el «trabajo parece huir de la determinacién de valor comin a todas las mercancias (y ser deter- minado, no en base a la «cantidad de trabajo» conte- nida en el «trabajo», sino en base a la contenida en el «salario»). Y, ademas, Bailey tendr4 oportunidad de afirmar que cuando Ricardo hace depender el valor del trabajo de la cantidad de trabajo necesaria para la produccién del salario, es decir, del dinero o de la mercancia que recibe el trabajador, es como si se di- jera, por ejemplo, «que el valor del pafio no se mide por la cantidad de trabajo invertido en su produc- cién, sino por la cantidad de trabajo empleada para producir el dinero que se entrega a cambio del pafio» *. Y en realidad, hasta que, como hara Marx, el con- cepto de valor del trabajo o de valor del salario no se sustituya por el de valor de la fuerza de trabajo, los términos del problema no dejardn de plantearse siem- pre en la misma forma irracional. Sin embargo, la critica de Bailey no hace justicia a Ricardo. De hecho, Ricardo, aun sin Ja medicién del concepto de. fuerza de trabajo, puede determinar co- rrectamente y con absoluta coherencia, con su teoria del valor, el salario real del trabajador (siempre por él perfectamente diferenciado del nominal). Efectiva- mente, la posibilidad, afirma Ricardo, del trabajador para proveerse a si y a su familia «no depende de la suma de dinero que reciba como salarios, sino de la cantidad de alimentos, articulos de primera necesidad y otras cosas utiles que le sean, por costumbre, indis- pensables y que con aquel dinero pueda adquirir. El 7 3 Apud. Marx, Teorias de la plusvalia, cit., vol. I, p. 293. 92

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