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La Imagen Corporal Como Leguaje
La Imagen Corporal Como Leguaje
Judith Butler con el Genero en disputa (1990) y Cuerpos que importan (1993)
retoma el sujeto foucaultiano y lo focaliza desde la diferencia genérico-sexual.
Butler, insiste en que pensemos los géneros y los cuerpos como
materializaciones político-culturales que no tienen una existencia anterior a la
cultura o al lenguaje. Ni el cuerpo ni el género poseen un origen previo, natural
e inmaculado a partir de que posteriormente se transformen o alteren por
mediación de determinadas prácticas discursivas. Discurso, género y cuerpo
son inseparables. No se trata de creer que nuestros cuerpos nos
predeterminan completamente pero tampoco que son lienzos en los que
podemos imprimir libremente algo (nuestra apariencia, nuestro sexo-género,
nuestra identidad, nuestra alma, nuestro yo…).
Por ejemplo, si bien el paso de los años marca diferencias claras en los
individuos, perfectamente visibles –a nadie se le escapa que el cuerpo físico de
la niñez, es otro que el cuerpo físico del adolescente, el adulto o el anciano-, en
la construcción de la imagen corporal estos cambios corporales se suelen
clasificar como diferentes momentos de un ciclo, con atribuciones de roles y
obligaciones, perfectamente diferenciados y reforzados mediante el uso de
signos externos –formas de vestir, partes del cuerpo que se muestran o se
ocultan, presencia de tatuajes, piercing, etc.- en definitiva, mediante el cuerpo
social. Precisamente por ser tan relevantes estos mensajes, la información que
se emite mediante la imagen corporal respecto al sexo, la edad, el grupo de
pertenencia o el atractivo sexual, puede ser ligeramente engañosa, incluso
abiertamente falsa.