Está en la página 1de 22
‘Tl oii: Derk Continent “induce: Galler Slaoa 1 elicis: maran 2001 © Mack Macaw 1998 © Edicona 3 SA, 2001 Brien, 0999 Baraloas wewalidonecom 4 Pte i Spain ISBN se-se-c10¢-x Depssolga 8.Pr-200, lgpreo por PURESA, 5.8 ifm, 508203 Sade, nero decane ices esa la lye, queda riguronaente rok se crea ‘Gea desta coprghe mrepednecn od pc As en obra por gir meso procaine, campresides Iaseprogalay el satan informe, como tribes .? Sieste enfoque humanista no Ilegé a materializarse en la Europa centralyy oriental fue menes por obra de los propios nacionalistas que porque los imperios se suicidaran durante la guerra de 1914-1918 al fomentar el nacionalismo como forma de lucha bélica contra sus ad- vvertarios. Greenmanele, de John Buchan, que batié récords de ventas, teflejé los temores briténicos a que los turcos indujesen ala rebeliéne os musulmanes de la India. Pero fueron Londres y Parfs quienes esti- mularon a los separatistas tanto judios como drabes (con fatfdicas conseeuencias) a alzarse contra el régimen otomano en el Oriente Préximo. Rusos y alemanes ensayaron el mismo juego e iniciaron una guerra de ofervas a los polacos. En agosto de 1914, el gran duque Nikolai Romanov prometié la autonomia a los polacos en el caso de ‘una victoria rusa; dos afios més tarde fue superado por las potencias centrales que ofreciezon la independencia a los territories polacos arrebatados alos ejércitos zaristas. ¥ al eabo de otros dos afios, la En tente realiz6 de mala gana una oferta mejor brindando a Polonia la in- ydencia con una sala ol mar. Los independentistas polacos tan- scion pradeeeme sno yet bandos medida que preegulan ee guerra, Berlin ayudé a ucranianos y judfos coa el mis- sofia a corto plazo, Eaimol6a formaciGnde und Liga de Naciones primis de Rasa para priv la de swadhsiny mira or enel seno del eército multinacional zarista, patrocin6 el desarrollo de rupos nacionalistas fineses y ucranianos, apoy6 la autonornfa religio- shen favor de los judiospolacs yreconocié el yiddish como lengua oficial en la Polonia del Congreso.* Los sionistas alemanes constito- yeron una Comision para a Liberaci6n de ls Judfos Rusos y propu- sieron una eventual federaci6n de minorias en los texritorios zaristes. i Alletnania hubiese genado la Primera Guess Mundial ef destino delos judtos habria sido muy diferente y sin duds habriamos lefdo monogra- fixs sobre el antisemitismo criminal ruso 0 polaco, no alemén. Mientras tanto, la Entente se entreg6 exactamente al mismo juego sont ls potencias centrale en Roms ¢conrosS un Congreso an “Habsburgos de las Nacionalidades Oprimidas: checos, crosts, eslo- ‘eno poacot En Londses lasers New Europe reins con ext Siasmo su propia campata en pro de ls cnatonalidadesoprimidaae delos teitorios de los Habsburgos. Pero no todos los miembros de es Gobiemosbritnioy francs nimaben gue esta idea era cones lente. Lord Robert Cecil, por ejemplo, crticé a quienes concebfan “is asconalidad como ai fess una tligins yadvira6: Yo mismo no creo en la posibilidad de que una paz europea exclusivamente be- sada en a nacionalidad y sia ninguna otra condicin seadeseable o si- ‘quiera beneficiosa en todos los aspectos.2¢ : . Tampoco crein relence en a aodeerminacin nacional es jovencias centrales. Los alemanes, en particular, tenfan otros sue~ Jos part resolver el revolsjoetnogafice de Europa olen. Unode les mis populares entre éros—al menor en Almansa le idea de ‘una Mitteleuropa econ6micamente consistente, Tal constituia el obje- tivo del canciller Bethmann-Hollweg, + fue difundido por un libro que batié récords de ventas durante la guerra, Mizzelewropa, de Frie- drich Naumann, en el que se esbozaban las virrades de un conjun- 22 Scirtoaeatathieamte crs Ines dean Polonia id inpendine de) to europeo dominado por Alemania. Pero los no alemanes no se hallban tan ficilmente convencidos de los beneficios econdaicos culturales de una gobernaci6n ilustrada germara, mientras que a los Habsburgos —con quienes los alemanes se aliaron a la fuerza en la sere 20 aaa ie idea de que se les hiciera sentirse como ale- __, Sin embargo, para los nacionalistas germanos més extremados la ideade una Mittelenrpe teia demasiado en cucnt las scuba de otros pueblos de Europa central y oriental. A los gonerales del alto estado mayor alemén, hombres como Hindenburg y Ludendorf, les interesaba principalmente asegurarse la dominaci6n militar y politica del Este. Su vision era esencialmente autoritaria y dejaba in escaso margen de libertad os nacionalitasalidos con el Reich. "or un momento, préximo ya el final de la guerra, sus suetios vier realizado, En la primavera de 1918—an exsto adore de 1941— firmaron el Tratado de Brest-Litovsk con el nuevo Gobierno bolchevique, desesperado por lograr a paz y deseoso de otorgar alos Bermanos la mayoria de lo que deseaban en el Este. Este acuerdo de paz brind6 a Berlin una influencia muy superior ala de los més desa- forados suefios de la Liga Pangermanica y le otorgé el control de una ‘asta zona de Europa oriental: Estados clientes en los antiguos tetti- torios zaristas de Polonia, Ucrania y el Baltic. Austria-Flungria se wo martina ren le spar dl pan» qued6 eiplads a entra naa deun millén de toneladas de trigo de Ucrania como condicién de s independencia. Las tropas alemanas avanzaron hacia Finlandia, Uoet, 2 Reno y el Céucaso. La alianza con Turquia fue consolidada con la cesi6n de antiguo tertitorio ruso. La guerra en el Este parecia con- cluds: Brest-Litovae haba Mevado uaa Pax Germaniee » Eusopa oriental. $i Brest-Litovsk esté ahora casi enteremente olvidado y se- ‘cje «una simple burbuja», reventada por el colapso alemén de pocos meses después, no presentaba entonces ese aspecto para el Foreiga Office briténico, que temié que Alemania fuera entonces capaz de scombatir contra el mundo para sierapre y de ser inconquistable>. La combinacién de Alemania y Tarquia podfa amenazar ala India y rete- ner indefinidamente la zona terrestre de Eurasia: era posible que la guerra se prolongase afios, Sélo la victoria de la Entente en el Oeste convirtis esos temores en un simple recuerdo.’ Después de la guerra, la derecha alemana consideré el intervalo de Brest-Litovsk como la grandeza que pudo haber sido, le primeray gi- is sgantesca intrusiGn del Reich en un imperio de Europa oriental. Pocos alemanes advirtieron que habian sido demasiado exigentes pare su propio bien y hartoindiferentes alas aspiraciones nacionales de otros Un nacionalista radical, Alfred Rosenberg, escribié en 1921 que Ber~ lin habia sido en realidad excremadamente considerado con los dere~ chos de los polacos y otros grupos nacionales. Veinteaftos més tarde, como ministro de los territorios orientales ocupados en una nueva guerra de expansién imperial, estarfa bien situado para evitar el error desus predecesores. Hasta el mismo final, la tendencia autoritaria del sacionalismo germano se aferré instintivamente a la dominaciéa rai- litar ditecta de los eslavos «bérbaros» e ignoré las ventajas que un enfoque mis cooperador pudiera haberle ofrecido. Los rusos, cuyo propio enfoque de los problemas de las nacionalidades de Europa oriental era mucho més complejo, cosecharon los beneficios?* Es preciso preguntarse por qué expiré el imperio de los Habsbur- gos mientras que el imperio zarista volviaa la vida bajo la forma de Unién Soviética. En parte, sin duda, fuc por razén de sus diferencias, sis evidentemente gracias al hecho de que mientras germanos y hiin~ ‘garos nunca sumaron la mitad dela poblacién de su imperio, los rusos por sf solos jamas fueron menos de la mitad de la poblacién de la ‘Unién Soviética y junto con los ueranianos y los bielorrusos llegaron ‘a constituir cerca de los dos tercios. Predominabe a una naci6n im- petial de un modo que no sucedia en Ja monarquia dual, promovien- do la tradiciéa del centralismo estatal desarrollada bajo los zares y fructificada con Stalin? _ Pero ésta es sdlo la mitad de la respuesta. Resulta ademés cierto aque los marxistas rasos aprendieron mucho del debate de los Habs- burgos acerca de nacionalided. ¢ imperio. En ciertos aspectos, la ‘Unién Soviética fue la auténtica heredera del imperio de los Habsbur- 05, al igual que el Nuevo Orden de Hitler constivayé su rechazo de- finitivo. Gracias al Bund —el movimiento de los obreros judios de habla yiddish— el debate austriaco-marxista de la preguerra acerca del nacionalismo llegé a Rusia y alos bolchevigues. Los bundistas ha~ bian pretendido convertir el imperio ruso en una federacién de pue- blos con una autonomia aacional-cultural independiente del territo- rio —en Kiaea con el programa socialdemscrata austrfaco para el imperio de los Habsburgos—y atacaron la exigencia rusa de asimila- i6n como un «nacionalismo de apropiacién», En 1902, un bundista notable y con presciencia habia censurado a Lenin y a otros sociale demécratas rasos su intolerancia respecto de la autonomia nacional judia, advirciendo de que un movimiento obrero aparentemente inter- nacionalista podia convertrse en enacionalista» si quedaba «obnubi- Jado por la causa “general rusa”, “general polaca” o “general alema- na” que desdeiiaba los derechos de las nacionalidades sometidas»." ‘Una década después, Lenin, que inicialmente habia sido muy hos- til ala postura bundista, se convencié de que no era posible prescindir del nacionalismo. Antes de le guerra se habia opuesto al federalismo del Bund por estimar que debilitaba al movimiento obrero ruso; y se enfrenté con su nacionalismo sobre una base marxista convencional, insistiendo en que oponerse ala asimilaci6n significaba «dar marcha ‘tris als rueda de la Historias, puesto que eeste proceso de asimila- ion de las naciones por el capitalismo significa el mayor progreso hist6rico [..J sobre todo en paises atrasados como Rusia». Pero du- zante la contienda comenzaron a cambiar sus opiniones. En contra de Inapelacién de sus camaradas en pro de ela liquidacidn de los Estados snacionales en Europa», Lenin se desplaz6 paulatinamente hacia una ‘wansacci6n con la autodeterminaci6n nacional. Pero tal compromiso estaba siempre condicionado a los intereses del proletariado. Para Le- nin, y en aras de la revoluci6n, resultaba necesatio establecer una alianza temporal con los grupos nacionalistas. Mas gen qué punto po- ia dejar de ser dul semejante alianza? La dificultad de responder ala pregunta ayuda a explica los titubeos de la politica bolchevique de las nacionalidades entre 1917 y 1920. Hacia finales de 1917, como ha expresado Richard Pipes, habia dejado de existis Rusia como concepto politico». Tomando al pie de la letra a Lenin —o mas bien como simple reflejo de la falta de poder de Mosed y del predominio alemén— los movimientos nacionales ha- bfan llegado al poder en los paises balticos y Finlandia, Surgfan nue- ‘vas republicas alo largo de los bordes meridionales y orientales de los dominios zaristas. :Acaso la doctrina de la autodeterminacién nacio- nal no estaba, sencillamente, poniendo en peligro la revolucidn? Sta- {in Hegé a esta conclusién mucho antes que Lenin, nada menos que en. diciembre de 1917: la crisis ucraniana, sostuvo, revelaba a un movi- miento independentista que enmascaraba simplemente la contrarre- volucién. Con el estallido de la guerra civil y la intervencidn aliada por la periferia, tal andlisis gan6 verosimiitud.* al La Rusia bolchevique se enfrenté asi al principio con lo que los Habsburgs s6lo hallaron al final: «El control de nacionalidades am- biciosas y politicamente conscientes.» Los bolcheviques hallaron para este problema una solucién que era sutil, precursora y notablemente duradera. Crearon um sistema federal que representabs, de hecho, una combinacién del Estado austriaco-marnista y de un Partido Comu- nista centralizado, Constituido en la década de los veinte y con todas sus contradicciones, este sistema result6 ser més eficaz en el dominio de las politicas nacionalistas que todo lo que concibieron los Habs- ‘burgos o los alemanes. Se llamé Unién Soviética.® Por un lado, los bolcheviques se impusieron a las nuevas naciona- lidades no rusas, ofreciéndoles un auténtico poder politico a través de |a participaci6n en el gobierno y Ia administracién; un poder econ6- ico, disfrutando deos beneficios de una revolucién social en donde ‘os grupos étnicos antes dominantes, entre los cuales figuraban la bur- sguesia urbana y las clases terratenientes, se vieron desposefdos y los ‘campesinos se apoderaron de las ciudades; y un poder cultural me~ diante nuevos derechos educativos con la difusin dela alfabetizacién rmasiva y la escolarizacién obligatoria. En Ucrania, por ejemplo, hacia 1929 e197 % de los nifios recibia instruccién en su lengua nativa, algo que antes de la revolucién s6lo podrfan haber sofiado; por la misma época Polonia se afanaba en cerrar sus escuelas en lengua ucraniana, cuyo nimero descendié de 3.662 a 144 en el perfodo de entregue- ras. ‘No ¢s sorprendente que la politics bolchevique de las nacionali- dades, muy lejos de ser considerada opresora y tirénica, ejerciese en tre las dos guerras ten poderosa atraccién sobre las minorias de Eu- ropa central y oriental. En los afios veinte, el apoyo a los comunistas era elevado entre esos grupos —macedonios, bielorrusos, judios y cotos— que fueron la vicrimas principales del amor de Versalles por Ja nacién-estado. Los propios ueranianos podian compara la violen- ta represin policial que sufria su cultura en Polonia con le situacién eal Republica soviética, al menos hasta le hambruna del comienzo delosafios teeinta y quizés incluso después. Slo a partir de este con- traste podemos entender por qué tantos ueranianos y judios eelebra- ron la caida de la Reptblica polaca y la llegada dei Ejército Rojo @ Ucrania occidental en el otofio de 1939. Por otro lado, la estructura ostensiblemente federal de la Unién deRepitblicas Socialistas Sovietcas, tal como surgi6al principio de la década de los veinte, ocultaba una realidad crecientemente centraliza~ ds. Puede que las Repiblicas tuviesen poderes superiores a los de las amadas regiones auténomas, pero seguian estando sometidas a Mos- cy slo sobre el papel existia su derecho constitucional ala secesién, concebido para demostrar la naturaleza igualitaie de la Unién, De hecho, ladisposicién de la direccién bolchevique a considera el federalismo dependia del poder real subsistente en manos de una organizacién que ni siquiera aparecié mencionada en la Constitucién dela URSS de 1923, el Partido Comunista, Lenin pudo haber reprea- dido a Stalin ea. 1923 el «chovinismo ruso» y recaleado la necesidad de evitar . La conquista polaca de territorios en la Galitzia oriental y en la Ucrania occidental incrementaba estas inguietudes. Hacia mediados de 1919, slo dos tercios de Polonia eran polacos desde el punto de vista étnico—su poblacién incluia en- tonces cuatro millones de ucranianos, tes millones dejudfos y un mi UU6n de alemanes—y se asemejaba mucho al «Estado reaccionario imm- perialista y militaristas, el emprendida en 1930 por el Gobierno po- aco contra los ucranianos. ‘La intolerancia polaca o serbia, sin embargo, no inguietaba mu- cho alos franceses, més interesados por la estabilidad de sus aliados de Europa oriental que por las minorias correspondientes. Ni tampo- 0, en medida creciente, preocupaba alos brivanicos, quienes juzga- ban que los tratados de las minorfas estorbaban el proceso de asimila- cin. «En definitive, una intromisién innecesaria causaré més dao ‘que, incluso a riesgo de un pequeito sufrimiento local, dejar que esas sinorfas se acomoden bajo sus amos presentes —escribid en Londres en 1922 un funcionario del Foreign Office—, Mientcas esa gente ima- sine que sus agravios pueden ser aireados ante la Sociedad de Nacio- nies se negard a asentarse y continuard indefinidamente la actual efer- Frente a tal indiferencia de los principales patrocinadores de la Sociedad de Naciones, muchos grupos minoritarios y sus protectores propugnaron una posiciGn mas activista. Gracias a la diplomacia de Gustav Stresemann, la Alemania de Weimar ingresé ea la Sociedad y comenzé a asumnir el papel de «defensora de las minorias», conside- rando los millones de personas de etnia germana dispersas por Euro- A oriental. Los grupos alemanes y judios encabezaron la promacién del Congreso Europeo de las Nacionalidades, en tanto que el propio Stresemann se idemtifies estrechamente con la causa de la reforma de Ja maquinaria ginebrina mediante la creacién de una comisin perma- nente de derechos de las minorias. Sus esfuerzos tuvieron un éxito li- mitado, en cierta medida porque se sospechaba que constitufan parte de un esfuerzo més amplio para revisar los acuerdos de Versalles. En su pais, los nacionalistas alermanes se convencieron de que la Sociedad jamés protegeria de la forma adecuada los derechos en el exterior de Jos étnicamente alemanes. De la misma manera que en 1918 los vence- dores de Versalles habfan impedido a los alemanes de Austria ejercer el derecho a la autodeterminacién a través de un Anschluss con Ale- ‘mania, en la década de los veinte parecfan hacer ofdos sordos a los agravios germanos por doquier. De hecho, decenas de miles emigra- ron a Alemania, mientras que los millones que permanecieron donde eT estaban contaron con Ia ayuda de la Asociacién dela Germania Exte- rior, integrada por dos millones de miembros, asf como del Partido Nai _ ‘Al mismo tiempo, los tratados sobre las minoriasfuér8n acogidos ‘como una humillacién por los pases a os que se impusieron. Les ieci= taba especialmente el hecho de que ao existiese un régimen universal de derechos de las minorfas y preguntaban por qué sles habfa esco~ gido cuando no habfan sido exigidas tales obligaciones « Alemenia rmientras que la Italia fascista perseguia impunemente en el Tirol me- ridional a Ja minoria de lengua alemana. Es cierto que de cerca de 35 nillones de miembros de las minorfas en la Europa del perfodo entre Jas dos guerras mundiales, sdlo 66 millones vivian en Euzopa occi- dental (aproximadamente uno de cada veinte de la poblaciSn total), sientras que en Europa central y oriental residfan alrededor de 25 rillones (uno de cada cuatro). De este modo, la cuestién de las mino- rfas era numéricamente mucho més importante en el Este. Aun asi, la ausencia de un régimen universal resultabe embarazosa para las gran- a Semejance idea fue considerada y rechazada en Pots en 1919, Como seialé emtonces James Headlam-Morley, un notable politico briténico, estaban en juego cuestiones fundamentales de la soberania stata: Por lo que recuerdo, al principio surgié la propuesta de que deberia introdueirse en la Sociedad de Naciones wna cléusula ge neral que le otorgase el derecho a protegera las minoriss de todos los paises que pertenecieran a la organizacién, Siempre me opuse ‘enérgicamente a tal idea [..] porque habria significado el derecho a inmiscuirse en la constituci6n interna de cada pais del mundo. Como sefialé, concederia a le Sociedad de Naciones el derecho a proteger alos chinos en Liverpool los cavlicas en Francia, alos franceses en Canadé, aparte por completo de problemas mis se~ rios como el de los irlandeses. Creo que este punto de vista no ‘ropezé con més oposicién seria que la de aquellas entidades n0 oficiales deseosas de que la Sociedad de Naciones fuese una espe- cie de Superestado con un derecho general a proteger la democra- cia yla libertad en todo el mand [..J- Mi propia opiniéa era que cualquier derecho otorgado @ la Sociedad de Naciones ten‘a que ser totalmente definido y especifico y hallarse basado en tratados especiales adoptados en razén de casos excepcionales precis i é -xcepcionales precisos y que sélo pose ser zeconocido en lo que se refer aun Estado nuevo o inmaduro de Europa oriental o Asia occidental el rechazo de tl derecho en alguna parte pueda conducira a a justicia y a opresign, eso es preferible a algo que permita la nega i6n dela soberania de cualquier Estado del mundo.” De esta manera, las grandes potencias dieron su co que lh Socicad de Neco se emisuyer enor aso eet delos «nuevos» Estados con tal de que no intervinieta en los propios. Segtia ese modo de pensas los Estados «civilizados» como los de Ew. ropa occidental habian desarrollado para facilitar la asimilacibn de las minorias procedimientos que atin no existian en los «Estados inma- duros», Esta opiniéa era, hasta cierto punto, cierta; resultaba mas f&- cil alos nifios geleses 0 catalanes llegar a prosperar ca su profesién o en la Administracién paiblica que, por ejemplo, a los ueranianos en Polonia o a los htingeros en Rumanis, donde los odios eran més re~ cientes. Es posible que los nifios bresones padeciesen dificultades en Ia escuela, pero no les quemaban sus hogates y aldeas. En consecuen- cia, os tratados de las minorfasrepresentaban una manera de instcuir en el comportamiento internacional « naciones menos civilizadas, Pero la premisa eubyacente a este liberalismo exhaustivo era que resultaba posible y deseable Ia asimilacidn en la vida cvilizada de la acini hat sostenid decd tse que sunesinstucone res estin cerca de lo imposible en un pais constiruido por diferente saconaldaer: Ia domovacaequresmlacion Sepeaseee 1925 un delegado brasileio en Ginebra, l objetivo de los tratados no ‘consistiaen perpetuar una situacién en la que ciertos grupos de la so- iedad se considerasen «constantemente extraiios», sino més bien en establecer las condiciones para cuna completa unidad nacional». No distaban mucho de este punto de vista los argumentos de Carl Sch- mitt segin los cuales una moderna demoeracia de masas presuponia «primero homogeneidad y segundo ~en caso preciso— la elimina ei6n o la erradicacién de la heterogeneidad, «Una democracia revela su poder politico —aiiadis— sabiendo eémo rechazar o refsenar algo cry ieee que menace snhomogencidal este punto se msanifestaba de maners obvia la hipocresta del li- beralisme: predicaba na cosa practcaha otra, ¢Hasta que aa al fin y al eabo universalista el propio liberaismo y se hallaba libre de concepciones raciales? En 1919, fueron las potencias liberales las que rechazaron la sugerencia de Japén para insertar en la constitucién de la Sociedad de Naciones una cléusula que proclamase la igualdad ra- cial. El liberalismo estadounidense cooxistié durante-muchos alos conla segregacién. ¥ briténicos y franceses impusieron toda clase de ‘trabas a los sibditos de sus colonias de un color inadecuado que pre- tendfan Ia plena ciudadanfa, «Se basa ol Imperio britinico en el sufragio universal e igual de todos sus hebitantes? —pregunts acerta- damente Schmitt—. No podsia sobrevivir una semana sobre tales ci~ ‘mientos; con su terrible mayorfa las gentes de color dominarfan alos blancos. A pesar de esto, el Imperio briténico ¢s una democracia» Ese doble rasero inquietaba a algunos liberales. «Francia no puede, en cfecto, presentar dos caras —escribi6 Albert Sarraut, un notable co- mentarista colonial, la de la libertad, vuelta hacia la metc6poli y la de la tirania mirando a sus colonias.» Pues ciertamente asi hacia; la creencia anglofrancesa en el asimilacionismo slo tenia sentido conce- bida dentro de sus fronteras nacionales:* Ea las colonias, el liberalismo daba paso a nuevas doctrinas de un desarrollo separado para razas diferentes, segregacién y barreras de color, més que un derecho, la plena ciudadania era un privilegio ctor- ‘gado por el Estado. «En hugar de un derecho de los natives —escribi6é un experto en legislacién colonial gala—, la concesién de la ciudada~ aia francesa debe ser considerada como un favor concedido por la ‘Administracién s6lo a aquellos que sc han revelado verdaderamente ‘merecedores ...]. Cabe sorprenderse [..] del escaso mémero de nacio- nulizaciones o de accesos ala ciudadania francesa otorgados alos nati- ‘vos.» Desaparecia a antigua y afirmada impresiGn de estar realizando ‘una misién civilizadora, que indujo, por ejemplo, alos portugueses a dividir a la poblacién colonial en «indigenas» inasimilables y «civili- zados» asimilados. En 1919, los franceses deportaron como «inasimi- lables» a decenas de miles de braceros argelinos. En Africa del Norte, seemplazaron la asimilaci6n con la doctrina del asociacionismo, algo semejante a la doctrina briténica de gobernacién indirects. Mientras tanto, en 1929, la Comisi6a Hilton Young se planteaba si las instiru~ clones representativas resultarian adecuadas en Africa. Todo eso soca- vvaba el supuesto formulado en Paris ducante 1919, cuando el sistema, de mandatos establecié el control de la Sociedad de Naciones sobre Jas antiguas colonias alemanas, de que los nativos podsfan ser y serfan edueados en un estilo democritico de vide.” No es pues extrafio que con tales antecedentes los estados-nacién de Europa se abstuvieran de un asimilacionismo en el que munca ha- bfan puesto mucha fe, Entre es dos guerra, las minorfas fueron ame- sudo consideradas como quintas columnas de las ambicionesirreden- tistas de los vecinos o del bolchevismo y concebidas como peligcos para la seguridad més que como ciudadanos. La mayor parte de las Promesas formuladas en Jos tratados sobre las minorias quedaron in- camplids.Se cerraron escuela en lenges minoriaras, mena que ambiciosos proyectos de reasentamiento trataban (por lo general sin éxito) de alterar el equlbrio demogcafco de regionesfconterans de, licadas, como Galitzia oriental y Macedonia, en detrimento de las minorfas locales. Los antiguos imperios habfan manejado estas ctes- tiones con mayor tolerancia. Antes de 1914 eran ntumerosos en Viena Jos funcionarios pablicos checos; pero después de 1918, el nuevo Es- tado checo—aunque sin duda el ms liberal de Europa central—con- 6 con muy escasos funcionarios publicos de etnia germana, pese a que los alemanes constitufan la quinta parte dela poblacién. La discriminacién contra los derechos de las minorfas no fue fun- amentalmente obra de reaccionarios y conservadores. Al contrario, enEuropa oriental se debié sobre todoaliberales modernizadores que pretendian crear una comunidad nacional a través dela intervencién del Estado, Para los, el Estado tenia que mostrar que su poder estaba por encima de «todos yde todo» eimponerse asus adversarios, tanto si se trataba de a Iglesia como si cran bandoleros, comunistas 6 raiem- bros de minorfas étnicas. Fue asi enteramente consecuente que el mi- nistro rumano de Educacién, el liberal Constantin Angelescu, deseoso de constituir un sistema escolar centralizado, criticase no sélo alas mi- norfas sino también a la Iglesia y a los administradores provinciales, puesto que «los intereses del Estado, los intereses del pueblo rumano, sealzan por encima delos interesesindividuales o los de las comunida- des... El Estado rumano que es nuestro, de todos nosotros, debe ser solido y [..] este Estado slo puede quedar fortalecido [J permitiea- do que moldee las almas de todos sus ciudadanos».*! Como la democracia ataifa ala creaciéa de comunidades nacio- nnales, era generalmente antisemita, ol menos se ballaba més dispues- ta que los antiguos monérquicos a permitir que el antisemitismo con- formase la politica a través de colegios electorales separados, por cjemplo, 0 de cuotas de admisién en las universidades y en la Admi nistracién publica. En Hungria, una ley de 1920 consider6 alos judios i f | ‘como raza separada mis que como ; segin este concep (Que re Aja buen pare de aeues mucho més amigas respect de distribucion territorial) representaba una combinacién de gestora Inpropiedad internacional y deniers, clan socieddesinmaduras tanto destzo como fra de Europe hata qu eaten a converse en Exados independiente. Por implicacin, las grandes povencias ci as se hallaban obligadas a ofrecer una orientacién, weed imperialists Je un paeaaisme liberal ee esbozsba en un extremo del espectro polttco como el secreto deseo de al delos poco de Whitt de consider Soceed ds hes como una concertacisn actulizada de ls grandes potenciss, ler 7 laque baba logrado mantener la paz (mas canjaamian = siglo was el Congreso de Viena de 1815. En el otro extrem legabs al ‘eto wiltoniano deus nuevo orden internacional bade Tasgoal- lelasnaciones (omés exactamente delos Estados) bajo un forte. sido Derecho Internacional. Esta noble vision fue pronto some « Buca cuando los delegsdosaponess en la Conterenca de Par de ari propusieron una clu para quelaconstucin dela Sociedad le Naciones adoptaseel principio dela igualdad racial. Eso ers deme- siado patalos hombres blancos —elcoronel House, cousejero de Wik son, anot6 inguieto: «Esto suscitaré con segucidad la cuestién racial en todo el mundo»—y la sugerencia fue rechazada deforma tants.” Sila Sociedad de Naciones brindaba a los idealitas ls oporcuni- dad de un auevo orden juridico, para los obstinados franceses el valor brincpl deen organizcién no radia no delesade ra ners ‘oral internacional, sino, mucho més concretamente, en su capacida ara protegerderevisones aor acuerdos de Vere. Tostuercn ranceses exigian una Sociedad de Naciones con dientes aflados. Res, lizaron varios intentos de crear una fuerza militar supranacional a dis. Poriibn de a Sociedad de Naciones pero wo consigieronpersuai alos briténieos. Cuando Wilson fracas6 en su empeno de que el Com areso de Estados Unidos aprobara el ingreso del pats en ls organica- ‘as buen pare el aor dito dele cea oun estudioso briténico Alfred Zimmera probablemente acets conetbirla Sociedad de Nacones eles osvtintecono cone, mento de cooperacidn». Aunque decepeioné tanto a los idealitas como alos realistas, no caresiécierammente de imporeanis; propor, fons un fro inernacional prs loe debate, fc una fens de a- fluenciey consibuy6 a abordar los problemas —coo laevis de los refugiados y otras materias sociales, econémieas y jusidicas— donde resultaba deseable una respuesta internacional coordinada, Si bien poseia poderes muy Limitados pare intervenic en los esuntos ine temnos de los Estados miembros, podfa ayudar a divulge abusos su. fridos por los grupos minoritarios y en esa medida tometer «los Gon biemos ala presin dela opiniéa mundial é * Sede londinensedelos principale centcos de podec (N. del) i Su influencia dependia, empero, de la disposicién de sus miem- bros a actuar ental sentido, No estaban obligados a ello y podfan re- girsu diplomacia a través de otros canales, lo cual significaba que el perio del Derecho Internacional, que en definitiva encarnaba, de- pendia dela voluntad politica de sus miembros. La fuerza del pacifis- mo en Gran Bretafia y Francia torné al sentimiento puiblico—al que ‘Woodrow Wilson y otros habian considerado la base de una sélida Sociedad de Naciones— deliberadamente pasivo en cuestiones inter nacionales. Cuando se alteré el equilibrio del poder en Europa, la So- ciedad de Naciones quedé cada vez més marginiada, ln diplomacia fi y6 en torno a Ginebra més que a través de ella y en Berlin emergis ‘una vision ideol6gica rival de un orden europeo. “El rasgo definidor del equilibrio europeo del poder en 1919 habia sido la consuncién simmultdnea de Rusia y Alemania, lo cual resultaba perfectamente obvio alos observadores de tal poca, aunque no todos textrajeron les mismas leceiones del hecho. Para los britdaicos eraim- pportante reconocer que Alemania debfa recuperar su rango de gran potencia, aunque s6lo fuese con objeto de evitarun entendimiento po- Ittico entre Berlin y Moset que pusiera en peligro todos los arreglos. Los tratados de ls minorias contribuirfan a garantizar un rato justo a los grupos germanos fuera de Alemania, asi como a proporcionas en general un modelo de gobierno tolerante a los nuevos Estados.”* Por oiro lado, desde el punto de vista francés era preciso mante~ ern su sitio a Alemania. Los nuevos Estados de Europa oriental y central actuarfan en calidad de «amortiguadores» de la revoluciéa bolchevique y de baluarte contra Alemania, El lensa dela autodeter- minacién nacional constitufa, pues, un medio pata un fin éonereto, y cabfa marginarlo cuando chocara con los intereses galos. Bso explica la falta de entusiasmo de Francia en relacién cot los tratados de las minorias —que sencillamente parecfan debilitar a sus tuevos aliados de Europa oriental— y su negativa de 1918-1919 (y otra vez, implici- tamente, en 1931) permitir que Austria y Alemania se unieras, con- tra los deseos evidentes de la mayoria dela poblacién austriaca. "A pesat, pues, de lacreacién dela Sociedad de Naciones, distaba de hnaberse extinguido en Europa después de 1918 la politica de las gran- des potencias. Segufan siendo influyentes otros foros diplométicos sds tradicioneles: la Conferencia de Embsjadores, por ejemplo, una reuni6n de las grandes potencias conforme al viejo estilo, fue preferida ‘alaSociedad de Naciones para resolver en 1923 dos grandes crsis:lade Corf entre los griegos y la Italia mussoliniana, y lade Vilna entre po- lacos y lituanos. Cuando los franceses en particular perdieron la fe en, lidea de una seguridad colectivaa travésde Ginebra, buscaron medios alternatives y més tradicionales de garantizar sus intereses. En 1921, por iniciativa francesa, Polonia, Checolosvaquia y Ru- mania establecieron la pequelia Entente, un bloque orientado contra Hungrfa y también, de modo indirecto, contra Alemania. En los afios inmediatamente postetiores, Francia firmé tratados con todos esos Estados as{ como con Yugoslavia. La imposiciéa gala sobre Alemania se manifest6 de manera mucho més concreta en su ocupacion de Re- ania, En 1923, la invasi6n del Rubr por tropas francesas y belgas para forzar el pago de las reparaciones de guerra parecié una expre- si6n ulterior del poder de Francia: el fiasco consiguieate, sin embargo, y el eventual acuerdo sobre las reparaciones represent para Paris algo més que un desaire temporal: perdié la buena voluntad de Lon- des y demostré que los europeos eran incapaces de resolver sus pro- blemas sin la ayude de Estados Unidos.” A mediados de la década de los veinte, cuando la politice francesa se tozné més conciliadora, Alemania reaparecié como gran potencia. Durante 1925 se reafirmé en Locarno la paz en Europa occidental, pero le cuestién de las fronteras orientales germanas quedé en el aire: el cespirinu de Locarno apuntaba més a la resurreccién de la diplo- macia de las grandes potencias que a Ginebra. Enos aiios 1928-1930 se desarrollaron los tltimos esfuerzos franceses por lograr la estabili dad a través de Ginebra. En primer lugar surgié una declaraci6n fit, conocida como Pacto Briand-Kellogg, acerca de «la ilegalidad de la guerray; aunque la firmaron muchos otros paises, constituy6, de he- cho, algo muy inferior al sélido apoyo estadounidense que Francia habfa esperado. Luego sobrevino la fallida propuesta de Briand en fa- vor de la unidad europea. Finalmente, en 1932, se celebré la Confe- rencia de Desarme, la mayor reuniéa ineeraacional desde 1919. Tavo Jugar en condiciones escasamente propicias: la crisis de Manchuria habia puesto de relieve la debilidad de la Sociedad de Naciones en su primer gran reto internacional; las relaciones francoalemanas aleanza- ban uno de sus puntos mas bajos tras el veto de Francia a la proyecta- da uni6n aduanera de Austria y Alemania; Ia crisis econdmica habia sumido en la Depresi6a a Ja economfs internacional; Francia solicieé de nuevo una fuerza de la Sociedad de Naciones, que también fue re- chazada. La elecci6n de Hitler sentencié la Conferencia; la delegacién ‘germana la abandon6 y Alemania sali6 de a Sociedad de Naciones en re de 1933. Mae ¥ 1936, eLequilibrio europe se alejéinexorablemente ‘de Paris y Londres. En enero de 1934 el sistema francés de alianzas quedé daftado por le decisin polaca de firmar un pacto de no agze- sia con Alemania. Francia se orient6 hacia la Uaisn Soviética, pero ® En vez de encarnar el micleo de un nuevo orden internacional, universal en sus espiraciones, le Sociedad de Naciones estaba redu- cigndose a algo mucho més modesto, una mera coalicibn de Estados de igual sentir que no pretendfan monopolizar la pauta de las relacio- nes internacionales. En 1937 un especialista nazi en cieacias politicas observé con acritud que existia cierto con su oposicién a la vida del Volk y su odio ala singularidad nacional, Ya que no existia un «gobierno comin, de la ley», presentaban escaso valor instituciones internacionales como a Socedad de Naciones ol Tribunal Internacional permanen~ de Justicia* Tako de aque el reto nazi ala Sociedad de Naciones fuera rau- ‘cho mis allé del simple revisionismo territorial estaba bastante claro entonces para aquellos que deseaban apreciarlo, En opini6a, por jemplo, de C. A. Macartney, un notable experto britinico en Europa central, c]hidlerismo es tajantemente incompatible con el sistema y Ia filosoffa de la Sociedad de Naciones. Uno tendria que «sucumbir ante otror. En tin articulo melancélico pero fascinante, escrito en 1938, un jurista emigrado se preguntaba si cl colapso de la fe en un Derecho Internacional universal no reflejaba la hablar de Ja evalidez universal de todas las normas».” IMPERIOS FASCISTAS En una época en que se aplicaban con profusién metéforas biolé- eat slat elatones internacionales, evan se ballaban my difss- didos los temores a un descenso demogrifico y se concebia a las pro- pias naciones (en Francia, Hungria y Grecia al igual que en Alemania) ‘como organismos —abocados la extinciGn, la asfixia 0 la decadencia sino podian «mantener la vidar dentro de sus fronteras— la necesi- dad de un «espacio vitals era una preocupacién habitual en todo el es- pectro politico, No fue Hitler sino Konrad Adenauer, entonces aleal- de de Colonia, quien en 1928 inauguré una cxposicién colonial tinalada Espacio sin habitantes y babitantes sin espacio. Contempors- neos inquietos no advertfan inconsecuencia en el hecho de sostener simuluéneamente que su pais tenia una poblacién demasiado escasa y carecia de suficienteterrtorio.* “Tanto para la Alemania nazi como parala Italia fascists, cl imperio era crucial respecto de sus reivindicaciones de ser grandes potencias y dde su misma supervivencia en calidad de naciones dinimicas, E} mpe- ro representabaterttorio y teritori signifcabe espacio para agenta- ‘mientos, viveres, materis primas y coloaos satos, No se save ea cuenta el hecho patente de que resulta més fil conseguir tieras que enviar a gentes hasta all o que durante el siglo sat muchos mas uropeos hubieran preferido América a ica como lugar de destino; état ueronlesciones qu lo epenes acs tuveron que aprenr eral fuerza. La construccién deua imperio fscsta mated la calm nacién del proceso de le expansiGn impecalista europea iniciada en los atis setenta del siglo xx. Mussolini y Hitler aeepraron Ios prine! pios geopolitics bisicos del imperialismo desimonénico ments aves desemburazabun desu liberalism. ___Elimpetiofaststa surgié primero en Etiopf, was a invasi6n ita- liana defials de 1935 En suafin de obteneranevgida acon er italianos recurieron en el combate a una brutalida sin precedentes: los gases y otros agentes quimicos, si como los bombatdeos musives, zatiron gran nimero de personas. También murieon mucha en les campo deimernaminto y concentacin que habia dopa los italianos en sus campafas de pacificaciSn de unos afos antes com, wealos némadasseausis. Perecieon unos tes mil italianos y deseans aqiad centenares de miles de eiopes. Nims tarde nieatoncessuscts suchas erticas este derramazniento de sangre; en elsena de Talia, a victoria sefalé el momento culminante de a dominacién de Mussel ni,una «Edad de oro» dal simperio farcstas” [La paz que siguié fue igualmente dustrativa. Tas elintento de asesinato dl virrey Graziani, famoso por su brutalida, las escusdras fascistas se ensaiaron en Addis Abebs, y mataron.a sangre fra amas de mil personas. Owras, incluyendo varios ezntenares de monjes fue. ron sjesutadas en represlias mativas, Todo esto brindé un ancipo de lo que Europa —e Italia conocerfa unos afos después por obra delos alemanes. Mientras tanto, Ciano se dirigi.a la Asamblea Gene- ral dela Sociedad de Naviones, aludié ala «sagrada misin civilizado- ‘x gu abi emprenio Tiny dele qi api sense ‘un honor informar «la Sociedad acerca del progreso logrado.en out rede deiner Plog Pee wala caste Laconstruccién imperialist se hallabaestrechamente vinculada a Jeyesy decretos raciales que resultaban nuevos paral fascismno ial no. Consideraciones de «pretigio» racial indujeron ala autordades 2 teatar de regular los contactos sexuales y de oto tipo entre ialianos y evfopes de una manera que no habia side abordada ni en Libia ai en Rodas. Del mismo modo que el apartheid de las leyes de Néremberg cestaba prefigurado en la politica colonial germana anterior 2 1914, el racism italiano en Africa abrié el camino a las leyes raciales de 1938 dentro de la propia Italia. Elinfame Manifiesto de los Cientificos Ra ciales y las consiguientes leyes antisemitas no fueron asi simple imita- cign del nacionalsocialismo, sino una expresin de los intentos fascis- tas por crearse uns imagen adecuada como potencia imperialista™ ‘Los admiradores del fascismo en el extranjero aumentaron. Se- senta y cuatro académicos franceses publicaron un manifiesto atacan- do «ese falso universalismo juridico que iguala superior ¢ inferior, civilizado y bérbaro». «Por qué seguir mintiendo? —esesibié un pe riodista francés, existen niveles diferentes entre los hombres; hay ‘una jerarqufa humana, Negarlo es un absurdo y desdeserlo constitu- ye una vergoazosa confusién. Olvidémonos de Eriopia, de dos o de tres Etiopfas si una no es bastante [..J- Se trata del derecho absoluto de la civilizacién humana cuando llega la hora de imponerse sobre la barbarie.» Justo pocos afios después, el mariseal Pévain deseribirfa ps- blicamente a la Francia de Vichy como «una jerarquia social {J re~ chazando le falsa idea de la igualdad natural entre los hombres». Buena parte de a politica italiana evocaba desde luego las concep ciones nazis de la raza y del imperio. Pero entre los proyectos impe~ rialistas de Hitler y Mustolini existian dos diferencias eruciales. Una tra que los alemanes consideraban el exclusivismo racial (y, desde lue- go, el Derecho en general) més seriamente que los italianos: las leyes de Nuremberg actuaron con mas eficacia que las leyes raciales de 1938. La segunda residta en que el fascismo —al igual que los antiguos imperialismos— concebia que su misién civilizadora radicaba de modo fundamental fuera de Europa, mientras que éste no era el caso del nacionalsocialismoy y precisamente ésa—al reconvertir a los euro~ ppeos en bérbaros y exclavos— cra le mayor ofensa de los nazis contra la sensibilidad del continente. ‘Los acontecimientos de 1938-1940 revelaron que el tipo de direc ‘ci6n que la Alemania nazi deseaba en Europa sélo podria conseguirse poruna combinacién de conquista y «hegemonia». La conquista mi- litar conducta ala anexiga—como sucedis en Austria— 0 2 la ocupa~ cién: la invasién de Bohemia-Moravia en la primavera de 1939, por cjemplo, fue interpretada como una demostcacién de la importancia del efenémeno de la direccién en la comunidad internacional». EL segundo acuerdo de Viena de agosto de 1940 —an azreglo concebido por Hitler para zanjar las disputas tervitoriales en Europa central— ilustr6 las posibilidades de la hegemonia: Alemania consiguié unos derechos sobre las explotaciones petraliferas rumanas, actué como ‘Aabitco regional entre Hungria, Eslovaquia y Rumania y cre6 —nirncos ranges realizaron una tentativa sera de llegar a un acuerdo con Stalin, fracas condend alos Esados de Eusops oven recencrnen inde Pendlenes y conv alcoaneae ea un enoome aborstorio pr construcciéa de un imperio nazi (y luego comunista) La violencia, que Borop le habia prrecido can fied non omendo ve etnn ‘en su nombre més alld de sus fronteras, resulté mis difiel apie fronteras,resulté més dificil de soportar | 3 CUERPOS SANOS, CUERPOS ENFERMOS ‘Diez Mandamieatos para elegir coayuge: 1, Recuerda que exes de raza germana 2. Sietes de buena estirpe, no permanezcaseélibe, 3, Conserva puro tu cuerpo. 44. Conserva puros tu espiritu y tu alma. 5, Siendo de raza german, eige como pareja a alguien de san- sxe slemana o ndrdica, ‘Cuando escojas cémyuge, examina su linaje Lasalud es una condieién previa della belleza exterior. Césatesélo por amor. ‘No busques en el matrimonio una compafifa para el place sino una pareja 10, Aspiraa tener tantos hijos como sea posible,

También podría gustarte