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LA EVOLUCIÓN — UNA TEORÍA EN

CRISIS 1

Una reseña, por John W. Oller, Jr., Ph.D.

El libro de 1986 de Michael Denton, Evolution: A Theory in Crisis (La evolución: Una
teoría en crisis), es una crítica secular del darwinismo ortodoxo. Es reflexiva, lógica,
empírica y está bien escrita. Denton es respetuoso y equilibrado, mostrando un raro
conocimiento de y simpatía hacia Charles Darwin. Distingue entre microevolución y
macroevolución. Lo primero tiene lugar dentro de los genotipos. Los pinzones de los
Galápagos estudiados por Darwin ilustran la microevolución, lo mismo que el
solapamiento circunpolar entre especies de gaviotas, y las muchas variedades de
moscas de la fruta en las islas Hawaii. Sin embargo, la crianza selectiva de pichones,
gallinas, pavos, ganado, caballos, perros, gatos y muchos otros animales domésticos
dan resultados similares en menos tiempo.

La macroevolución, el segundo concepto, es lo que debiera haber ocurrido si la


evolución hubiera debido llegar a la primera célula, o saltar a través de los genotipos,
digamos que desde un reptil a un ave. Mientras que la microevolución es evidente en la
distribución geográfica de muchas especies vivientes2 y en la crianza selectiva, ello
sustenta sólo la teoría especial de Darwin, la de la variación dentro de genotipos. Pero
la teoría general, cambio a través de los tipos (o macroevolución) exige el cambio hacia
arriba en lugar de un movimiento lateral.

Para la macroevolución, el problema es cómo pudieron surgir formas de vida viables


totalmente desarrolladas totalmente por accidente. Denton cita a Monod, que dijo: «El
solo azar está en el origen de cada innovación, de toda creación en la biosfera. El puro
azar, absolutamente libre pero ciego».3 Se supone que el azar dio origen al primer
organismo—quizá una bacteria, un alga o un protozoo. Posteriormente, según propone
la teoría, el cambio desembocó en complejos invertebrados y plantas, seguidos por los
peces, anfibios, reptiles, aves, y, por último, los mamíferos.

Según Denton, la prueba de una secuencia así exige al menos uno de dos tipos de
evidencia: o bien una cadena ininterrumpida de fósiles de transición o de intermedios
supervivientes, o reconstrucciones plausibles de tales series junto con sus respectivos
nichos ecológicos. La dificultad reside en mostrar cómo cada eslabón de la cadena
podría ser viable el tiempo suficiente para que pudiera establecerse el siguiente. Sólo
mediante el establecimiento de series completas de transición puede hacerse plausible
la hipotetizada continuidad de la jerarquía—desde luego, la prueba empírica es una
exigencia mucho más difícil de suplir. Aquí de lo que se trata es de la mera
plausibilidad. Si tales transiciones jamás tuvieron lugar, se deberían hallar formas
intermedias en los fósiles y en organismos vivientes. Las clases existentes deberían
solaparse. Los límites claramente marcados deberían ser más la excepción que la
regla.

Aunque Darwin esperaba que llegarían a aparecer transiciones fósiles, no fue así. Sólo
se evidenciaban casos triviales de microevolución, difícilmente rivalizando con la
crianza selectiva. Y no se hizo posible ninguna medición precisa de la distancia entre
clases existentes hasta transcurridos más de cien años.

O echemos un vistazo al Celacanto. En base de la evidencia fósil, los evolucionistas


creían que se trataba de un intermedio entre los peces y los anfibios. Las
reconstrucciones mostraban al Celacanto con características anfibias y ictíneas.
Posteriormente se descubrieron Celacantos vivos en el Océano Indico cerca de la
Provincia del Cabo, Africa del Sur. Eran peces. Las reconstrucciones habían sido
erróneas. Lo que demuestra que los fósiles constituyen una pobre base para
inferencias detalladas acerca de enlaces propuestos entre las clases.

Sin embargo, Denton observa que los avances en microbiología posibilitan acceder a
un nuevo tipo de evidencia. Es ahora posible comparar directamente los bloques
básicos de construcción —las proteínas— de los seres vivos. Denton observa que las
proteínas determinan «toda la biología de un organismo, todas sus características
anatómicas, sus funciones fisiológicas y metabólicas....».4 Es difícil creer que la
estructura proteínica y la evolución pudieran carecer de relación. Denton escribe:

La secuencia aminoácida de una proteína de dos organismos diferentes puede ser


fácilmente comparada alineando las dos secuencias y contando la cantidad de
posiciones en que difieren las cadenas.5

Y estas diferencias pueden ser cuantificadas de una manera exacta y proveen un


enfoque enteramente novedoso para la medición de las diferencias entre especies. ...
Al proseguir el trabajo en este campo, se hizo claro que cada proteína particular
tenía una secuencia ligeramente diferente en especies diferentes y que especies
estrechamente relacionadas tenían secuencias estrechamente relacionadas. Cuando
se compararon las secuencias de hemoglobina de mamíferos diferentes, como el
hombre y el perro, la divergencia secuencial era de alrededor del veinte por ciento,
mientras que al compararse la hemoglobina de dos especies disimilares como el
hombre y la carpa, se encontró que la divergencia secuencial era de alrededor del
cincuenta por ciento.6

Estas comparaciones posibilitan la comprobación de hipótesis sugeridas por la


ortodoxia neodarwinista. Por ejemplo, supongamos que las bacterias hayan estado
presentes por mucho más tiempo que las especies multicelulares, p.e., los mamíferos.
Supongamos además que las bacterias estén más estrechamente relacionadas con las
plantas que con los peces, anfibios, y mamíferos, en este orden. Si es así, deberíamos
ver evidencia de estos hechos en las secuencias de aminoácidos de las proteínas
comunes. Por ejemplo, todos los grupos mencionados emplean citocromo C, una
proteína empleada en producción de energía. Las diferencias en esta proteína deberían
concordar con una secuencia evolutiva. Sin embargo, la comparación del citocromo C
bacteriano las proteínas correspondientes en el caballo, pichón, atún, gusano de seda,
trigo y levadura muestra que estas últimas son todas equidistantes del de la bacteria.
La diferencia entre la bacteria y la levadura no es menor que entre la bacteria y el
mamífero, o entre cualesquiera de las otras clases.

Tampoco cambia la cosa si escogemos otras clases o proteínas diferentes. Las clases
tradicionales de organismos son identificables a través de la jerarquía tipológica, y las
distancias relativas entre las mismas resultan similares, con independencia de las
hipotéticas secuencias evolutivas. Por ejemplo, Denton observa que los anfibios no se
encuentran entre los peces y los vertebrados terrestres. En contra de la teoría
ortodoxa, los anfibios están a la misma distancia de los peces que los reptiles y los
mamíferos.7

En todas las comparaciones, las hipótesis del evolucionismo general resultan falsas.
Escribe Denton:

El hallazgo realmente significativo que sale a la luz al comparar las secuencias


aminoácidas de las proteínas es que es imposible disponerlas en ninguna clase de
serie evolutiva.8

El resultado de esto es

que todo el concepto de evolución se derrumba9 [debido a que] la pauta de diversidad


al nivel molecular se conforma a un sistema jerárquico sumamente ordenado. Cada
clase es, al nivel molecular, singular, aislada y carente de relación mediante
intermedios.10

Además, los ajustes accidentales de diseño que exige el evolucionismo general son
desastres lógicos. Las mutaciones aleatorias debidas a la radiación, a errores de copia
o a otras fuentes propuestas, raramente resultan en ajustes viables de diseño, y nunca
en diseños perfectos más avanzados.

La evidencia en favor de una evolución general está totalmente ausente, y las


predicciones en base de la teoría resultan falsas. Darwin confesó que

Lo distintivo de las formas específicas y el hecho de que no estén amalgamadas entre


sí mediante innumerables formas de transición es una dificultad muy evidente.11
Con todo, insiste él en un cambio gradual debido a la selección natural que, a decir de
él, no puede producir modificaciones grandes o repentinas; sólo puede actuar mediante
pasos cortos y lentos.12

Más de un siglo después, el registro fósil sigue sin ajustarse a la ortodoxia darwinista.
Irónicamente, fue al admitir este «secreto profesional de la paleontología»13 que el
profesor Stephen Jay Gould, de Harvard, adquirió fama y gloria. A partir de Darwin, los
investigadores llegaban a abismos infranqueables por todas partes de la jerarquía
biológica. Sin embargo, pretendían que estos abismos no existían. Esto preparó la
escena para la teoría saltacional de Gould—idea ésta que Darwin había rechazado de
modo expreso.

La idea de Gould es semejante a las fantasías de Fred Hoyle14 y de Francis Crick15


acerca de civilizaciones extraterrestres. Mientras que Gould, junto con su colega Niles
Eldredge, propone milagrosos saltos repentinos en el progreso evolutivo,16 Hoyle y
Crick proponen la panspermia—semillas de vida procedentes de alguna civilización
extraterrestre. Todas estas teorías sirven sólo para echar atrás el problema. Denton las
rechaza, y concluye que un diseño perfecto implica una suprema inteligencia. Pero, a
diferencia de Gould, Eldredge, Hoyle y Crick, no alcanza su propia propuesta a partir de
una imaginación desbocada, sino por una implacable aplicación de la lógica.

Observa él que el problema del designio y su solución encuentran una analogía casi
perfecta en la dificultad de generar textos en un idioma determinado. Mientras que la
cantidad de textos posibles es grande, la cantidad de cadenas de letras carentes de
sentido es mucho mayor en órdenes de infinitud. Es tirar muy por lo bajo decir que la
probabilidad de generar por azar incluso un texto gramatical de sólo unos pocos cientos
de palabras es despreciablemente pequeña. Cualquier cadena de lenguaje con sentido
implica inteligencia.

De la misma manera, las secuencias viables del material de la vida están en una
proporción infinitesimal frente a todas las posibles secuencias. La pregunta es cómo
podría surgir por accidente una secuencia viable. Denton considera las probabilidades.
Cita a Hoyle y Wickramasinghe, que estiman que la probabilidad de que una sola célula
viviente surgiera espontáneamente a la existencia en 1 entre 1040.000 intentos —«una
probabilidad imposiblemente pequeña ... incluso si todo el universo consistiera de sopa
orgánica».17 Refiriéndose luego a la «elegancia e ingenio de una cualidad
absolutamente trascendente, que de tal manera milita contra la idea de azar ....» él
pregunta:

«¿Es verdaderamente creíble que unos procesos de azar hubieran podido construir
una realidad, cuyo más mínimo elemento de la misma—una proteína o gene
funcional—es compleja hasta más allá ... de cualquier cosa producida por la
inteligencia del hombre?»18
Al final, sugiere Denton, los defensores de la ortodoxia evolucionista son como la Reina
Roja de Alicia a través del Espejo. Cuando Alicia protestó que de nada servía creer en
cosas imposibles, la Reina le dijo:

«Veo que no tienes mucha práctica.... Cuando yo tenía tu edad, lo hacia media hora al
día. ¡Vaya! A veces he creído hasta seis cosas imposibles antes del desayuno!»19

REFERENCIAS

1. Este artículo es una reseña del libro de Michael Denton, Evolution: A Theory in
Crisis, Bethesda, Maryland: Adler and Adler, 1986, 368 págs. Existe en francés:
Evolution: Une Theorie en Crise, 1988, Londreys - 31, Rue de Bièvre, 75005 París,
Francia, 384 págs. El doctor Denton es biólogo molecular y doctor en medicina. No es
creacionista, y ninguno de sus argumentos ni evidencias se relaciona con
consideraciones religiosas. Volver al texto
2. La distribución geográfica de los organismos fue, dice Denton, la principal inspiración
de Darwin: «El origen de toda mi línea de pensamiento». Véase Charles Darwin, The
Origin of Species, 6(a) edición, 1872, reeditada en New York: Collier, 1962, pág. 25
(citado por Denton, op. cit., pág. 45). Volver al texto
3. Jacques Monod, Chance and Necessity (Azar y Necesidad), Londres: Collins, 1972,
pág. 110 (citado por Denton, op. cit., pág. 43). Volver al texto
4. Denton, op. cit., pág. 303. Volver al texto
5. Ibid., pág. 275. Volver al texto
6. Ibid., pág. 276. Volver al texto
7. Ibid., pág. 285. Volver al texto
8. Ibid., pág. 289. Volver al texto
9. Ibid., pág. 291. Volver al texto
10. Ibid., pág. 290. Volver al texto
11. Véase Charles Darwin, op. cit., pág. 307 (citado por Denton, op. cit., pág. 56).
12. Véase Charles Darwin, op. cit., pág. 468 (citado por Denton, op. cit., pág. 57).
13. Stephen Jay Gould, The Panda's Thumb, New York: Norton, 1980, pág. 181 (citado
por Denton, op. cit., pág. 194). Volver al texto
14. Fred Hoyle, The Intelligent Universe, Londres: Michael Joseph, 1983. Véase
también Fred Hoyle y Chandra Wickramasinghe, Evolution from Space, Londres, Dent,
1981.
15. Francis Crick y L. E. Orgel, «Directed Panspermia», Icarus 19, 341-346; y véase
también Francis Crick, Life Itself, New York: Simon and Schuster, 1981. Volver al texto
16. Niles Eldredge y Stephen Jay Gould, «Punctuated equilibria: an alternative to
phyletic gradualism», in T.J.M. Schopf, ed., Models in Palaeobiology, San Francisco:
Freeman, 1973, págs. 82-115. Volver al texto
17. Hoyle, F. y Wickramasinghe, C. 1981. Evolution from Space. Londres: Dent and
Sons, pág. 24 (citado por Denton, op. cit., pág. 323). Volver al texto
18. Denton, op. cit., pág. 342. Volver al texto
19. Lewis Carroll, Alice Through the Looking Glass, Londres: Macmillan, 1880, pág. 100
(citado por Denton, op. cit., pág. 342). Volver al texto

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© SEDIN 1997

Traducción del inglés: Santiago Escuain


© Santiago Escuain 1997 para la traducción
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