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Me has dado a conocer la senda de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a
tu derecha. Salmo 16:11
La vida se asemeja a las estaciones del año. El verano de la vida está adornado de risas y llantos infantiles,
que son una promesa de futuro. La primavera se adorna con los encantos juveniles, y todas quisiéramos
permanecer en ella eternamente, debido a la abundancia de bienes y alegrías que nos provee. Los adultos,
vestidos de otoño, son serenos y productivos. Están en la cúspide de la realización personal; caminan
seguros, pues poseen un bagaje de ricas experiencias que los hace útiles para hacer madurar y crecer a las
nuevas generaciones. Los que están en la etapa del invierno ven desfilar a los nuevos participantes de la
carrera de la vida, ahora más tranquilos, y en paz, satisfechos por la labor cumplida, libres de toda prisa.
Verano
¿Cuáles han sido los momentos más vitales de tu vida?
¿Qué personas han traído luz y te han dado alegría?
¿En qué momentos has sentido que Dios ha estado tan fuerte como un sol?
Otoño
¿En qué momentos de mi vida he sentido que tengo que cambiar?
¿Recuerdas ese momento que me he tenido que despojar de algo porque no te hacía bien? O
siento en este momento que me tengo que despojar de algo?
¿Qué me está costando soltar en este momento?
Invierno
¿Describe esos momentos donde tu vida se ha estremecido por la tormenta? (enfermedades,
muerte, pandemia)
Haz memoria de los momentos de tu vida donde te has sentido más solo-a.
¿Tomo conciencia de los sucesos o personas que me han hecho daño?
Escribe qué es lo que necesitabas en ese momento.
Primavera
¿Cuáles son mis deseos más hondos?
¿Qué es lo que anhelo, lo que sueño?
¿Cuáles han sido esas relaciones que más me han ayudado a crecer como persona?