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CLAUDE GEFFRE UN ESPACIO PARA DIOS NARCEA, S. A. DE EDICIONES MADRID © Les Edtions ou Cort 1970 Titulo original Un espsce pour Dieu Traduce: M. Bone Portade de Salvador de la Hoe Edita © Narcea, S. A. de Ediciones. 1971 Dr, Federico Rubio, 88. Madrid: Dept legal M. 22801-1971 Imprime: Séez. Hirbabuens, 1. Madrid warvourens indice Dios para qué Ja busqueda de Dios contemplando la gloria de Dios el misterio de la palabra estrenamos un nuevo tipo de hombre irrealismo de la fe més fuertes que el miedo la oveja perdida o la esperanza en Dios ‘como extranjeros y peregrinos n 19 37 45 51 Bas 10 " 2 18 “4 15 la esperanza en Dios y la esperanza de los hombres Dios ha muerto en Jesucristo jenaventurados los que. caridad en la verdad del didlogo con uno mismo al diélogo con 8 1 tiempo como cémplice de Dios a1 a7 93 101 109 115 ’ o Hablamos hoy con entusiasmo de la busqueda de tuna nueva sociedad y de un nuevo tipo de hombre, En efecto, cada vez vamos tomando mas consciencia de que, a pesar de sus ventajas, un clerto tipo de sociedad tecnocréttca siempre es incapaz de satisfa- cer las aspiraciones fundamentales del hombre. Que- da abierto en él un “espacio” para algo diferente. En esta crisis de civilizacién seria muy raro que la Iglesia apareciera como avergonzada de sus propias iquezas y que ol hombre cristiano se pareciera idén- ticamente a este hombre unidimensional denunciado por los que no quieren que realmente se estropee al hombre. Yo he escrito este libro para reivindicar ‘el reconocimiento de un espacio para Dios en el nue- vo tipo de hombres cristianos que hoy dia buscamos Se ha dicho ya todo sobre los limites de una espiri tualidad que no permitia al laico vivir su fe al ritmo de su vida en el mundo. Pero atin es tiempo de re- cordar que es imposible disolver la paradoja de la existencia cristiana, quiero decir, la tensién entre la existencia ante Dios y la existencia en el mundo, en estos tiltimos tiempos en que estamos y en este tiem- po peniiltimo que es el de nuestro combate y el de nuestro servicio al mundo. Asi he agrupado un cierto nimero de reflexiones muy sencillas @ propésito de algunas de las tensio- nes caracteristicas de la experiencia cristiana, con la precaucién de no olvidar nunca el “ante Dios" de nuestro mas exigente servicio al mundo. Bien cons- ciente de que hubiera podido ahondar mucho mas en algunos aspectos. Espero poder hacerlo algun dia en una obra mas teol6gica; pretendia sencillamente aqui dar una orientacién, un camino para el pensamiento. Serla evidentemente tentador para evitar todo lo que pueda parecer un compromiso, una dosificacion, un equilibrio, suprimir de la experiencia cristiana cual- quier fruto de tension o de conflicto. Pero no es su- ficiente denunciar las falsas oposiciones a golpes de slogans y de sintesis. Unicamente la nueva existen- cia del cristiano en el sentido en que la toma san Pa blo permite superar las falsas oposiciones sin abolir las tensiones necesarias. Estas paginas alcanzarian su propésito si ayudaran a algunos a presentir este misterio de la nueva existencia en Jesucristo. febrero 1970. c.G. 10 1, Dios: gpara qué? ‘gDonde esté tu Dios?” '. Esta es la pregunta que miles de hombres nos plantean a cada uno de nos- otros. Incluso hay que decir algo més: caminamos ha- cia un mundo en el que la pregunta de Dios incluso ni se llega a plantear. No se trata de combatir la existen- cia de Dios. Mas radicalmente, la cuestién de Dios ya no tiene sentido. Y por otra parte, si Dios existiera, dpara qué podria servir? Dios..., ,para qué? Sal, 42, 4 " un espacio representaciones initiles Esta ausencia de Dios en el mundo moderno es una prueba terrible para nuestra fe. Pero es imposi- ble que esta prueba no nos obligue a purificar nues- tra fe en un Dios vivo. Cuando el ateo prociama la muerte de Dios, el creyente debe preguntarse si ver- daderamente 61 ha encontrado a la Persona de Dios, al Dios que se adora en espiritu y en verdad. Debe Preguntarse sino se ha quedado en las ideas y en las representaciones de Dios, que son como carica- turas del verdadero rostro divino. Dios no ha muerto, pero ciertas imagenes de Dios realmente estén muer- tas y es ésta quiza la leccién que ol atefsmo contem- pordneo esté encargado de dar a los cristianos que se contentan todavia con un Dios demasiado humano. Asi, por ejemplo, un Dios que no fuera mas que el Dios “explicacién del mundo” esté muerto. El mundo parece pasarse muy bien sin Dios. Dios se ha con- vertido en algo indtil para la mentalidad cientifica. Dios, ,para qué? En esta transformacién religiosa del mundo, el hombre ya no encuentra nada mas que a si mismo. De modo semejante el Dios “garantia del orden social” también ha muerto. El hombre mo- derno se ha dado cuenta de su existencia politica y de su autonomia. Por eso la libertad total del hombre parece contradictoria con la idea de Dios concebido atin como un “Dios gendarme”. Y, finalmente, un Dios 12 para Dios que no fuera mas que el Dios “complemento de las necesidades” del hombre seria también algo muerto. No se trata de recurrir a la intervencién milagrosa de tun Dios ex machina ante las contradicciones y di- ficultades del mundo. De lo que se trata es de redu- los déficits de la historia por una accion mas caz y més generosa. El hombre se siente a pesar de todo sélo para llevar la responsabilidad del mundo, y Dios parece indtil en la construccién de una tierra mejor de la seguridad a la fe Asi, pues, se ve que para el atelsmo contemporé- neo Dios ha muerto en la medida en que ya no sirve para nada. Si queremos ir mas alla del atefsmo, ten- dremos que preguntarnos nosotros, los creyentes, si no hemos hecho de Dios algo distinto del Dios de la Biblia, es decir, un Dios demasiado humano, un Dios que ya no seria mas que el Dios de nuestras necesi- dades cotidianas y de nuestras seguridades domésti- cas. De cara a la indiferencia de las masas mod nas, empezamos a entrever quiza el verdadero sen- tido de! problema religioso. Este problema empieza a tomar consistencia cuando ya no se le plantea a nivel de Ia utilidad o la inutilidad de Dios. En otros términos, ya no podemos contundir al Dios 13 un espacio de la revelacién judeo-cristiana con el Dios del ateis- mo 0 el Dios de las religiones. El Dios de la Biblia lo es un Dios utilitario, es en primer lugar el Dios de la historia de Ia salvacién, el Dios de la alianza, el Dios que manifiesta su verdadero rostro en Jesu- cristo. un Dios vivo y celoso El Dios de las religiones que responde a la ne- cesidad espiritual del hombre, es un Dios que quizé responde también excesivamente a lo que espera la humanidad. Es el complemento de las necesidades humanas, es el Dios explicacién del mundo que s- tistace las armonias del espiritu, el Dios que consue- Ja, que da buena conciencia, que garantiza nuestras seguridades familiares. El Dios cristiano no es la su- prema utilidad del hombre: es el Dios vivo, el que glorifica, el que diviniza a su criatura mucho més alla de sus aspiraciones humanas. En el cristianismo, la Fespuesta de Dios sobrepasa totalmente la pregunta del hombre. incluso hay que decir que es Dios mismo el que plantea la pregunta —Ia de la salvacién por la revelacién del pec&do—, al mismo tiempo que da la respuesta —la victoria sobre el pecado y sobre la muerte—. A este Dios vivo que continua viviendo en nuestra 14 para Dios vida y en nuestra historia como en otros tiempos intervino en la historia de Israel responde justamente la fe, y no simplemente el instinto religioso. Dios es realmente mi dicha suprema y la respuesta a mis as- piraciones. Pero Dios es un Dios celoso; quiere ser buscado por El mismo. No se contenta con ser dnica- mente el depésito de energia al que los cristianos se acercan para sacar la que necesitan en la transfor macién del mundo o sencillamente para asumir con valor el combate cotidiano de Ia existencia. Algu- os cristianos se extrafian de no sentir gusto por Dios. Quizé es porque no buscan a Dios por El mis- ‘mo, sino por sus dones. Un Dios que es a la vez Otro y préximo debe ser buscado mds alla de nuestras ne- cesidades, en el silencio de la soledad del corazén, ahi donde la gratitud del amor y de la adoracién en- cuentra su propia justificacién. Quien no haya hecho esta experiencia en la noche de la fe todavia no ha conocido a Dios. La insensibilidad religiosa de nues- tros contemporéneos que no creen més que en la eficacia no deberia sorprendernos. La pregunta de Dios no puede nacer mas que en aquel que ha hecho la experiencia de una cierta gratuidad, de una dona- cién mucho més alld de los limites de las utilidades inmediatas, Dios, epara qué? El ateismo moderno nos invita a riticar los falsos rostros que nosotros atribuimos de- masiado a menudo a Dios. Ya no podemos jugar con 15 16 | i 3 para Dios Bios. 0 eeremoe también roses on a ered raremes a.un Dios ue no ee Di : os. Nuvst Dios 08 Dis vio y noun Dios a muncrn Neen un Dios que no seria mai desooe ne eon M48 Ue la proyeccién do los abandono a Ia iniciativa de Dios Para descubrir este rostro co hay que convertirse, la actitud de nuestros auténtico de! Dios bibii- 8 decir, volver a encontrar | | | historia de hombres que no saben exactamente a lo que Dios los llama. Pero fijan su confianza en la pa- labra de Dios, y contindan avanzando. Esa es la historia de Abraham, que obedecié a la llamada de Dios y que, sin embargo, no habia visto nada de la promesa. Es la historia de Moisés, que abandoné Egipto, un pais de abundancia y de vida ‘cil, para irse al desierto, sin agua ni alimento, y eso durante cuarenta afos... Su dnico apoyo es su fe en ese Dios, roca de Israel. Cuando Dios se revela a Moisés en la zarza que ardia sin consumirse ', se re- vela como una persona viva que se manifestara poco ‘a poco, interviniendo en la historia de su pueblo. "Yo seré el que seré”, podemos traducir, es decir: “Vos- otros veréis, a medida que la historia se desarrolle, quign soy Yo.’ EI Dios vivo continda interviniendo en nuestra his- toria personal. Si somos verdaderos hijos de Abra- ham, nuestra fe consistiré en adaptarnos cada dia al plan de Dios sobre nosotros, que poco a poco va des- veléndose. Nuestra tentacién constante es forjarnos un Dios a nuestra medida y, en lugar de adaptarnos @ El por la fe, adaptarle @ nuestras necesidades. La {fe no es un seguro para el porvenir: es un combate. La lucha seré quizé dura, pero tenemos la probabi- lidad de hacer la experiencia de Dios, otro Dios, y no 3 By 8, 1. 7 un espacio para Dios de un Dios todavia demasiado humano. Repetiremos la palabra del Evangelio: “Creo, Sefior, pero ayuda mi falta de fe”. La ausencia de Dios en el mundo moderno es una Prueba dolorosa para todos los cristianos. Pero qu ZA sea ella una invitacién a buscar al Dios oculto — no ausente—. Mas alla de todos esos dioses fabrica- dos a nuestra imagen y con los que solemos conten- tarnos. 18 2. la busqueda de Dios No es preciso estar angustiado ni menospreciar at mundo moderno para constatar que el deseo de Dios, la esperanza de cielo, han perdido su papel dingmi- co normal en la vida de la mayoria de los cristianos. Estamos tentados de preguntarnos si la mediocridad de nuestro deseo de Dios no es la contrapartida de huestro interés y de nuestra pasién por el hombre y Por el reino de este mundo. Hay que disipar este mal entendido. La mediocridad de nuestra busqueda de 19 un espacio Dios es ya el planteamiento de un juicio sobre nues- tra vida y sobre la verdadera naturaleza de nuestro interés por el hombre. ‘40 me has seducido, Yahvé Desear a Dios es desear, en primer lugar, que Dios sea Dios en mi vida, porque lo es todo para mi: mi felicidad y mi fin. El que ha descubierto la maravi- llosa realidad de Dios en su vida, sabe que Dios pide ser deseado y buscado por El mismo, que merece ser referido a cualquier otra cosa, a cualquier otro ser. Me has seducido, Yahvé, y me dejé seducir” '. Por este descubrimiento de los derechos absolutos de Dios no temera sacrificar el mundo a Dios, y enten- dera lo que vale la plegaria en donacién, compren- dera la grandeza de las vidas consagradas a la ala- banza de Dios. Pero serla absurdo pensar que este celo por Dios cada vez mayor se oponga a nuestra auténtica pre- ‘cupacién por el mundo de los hombres. Al contrario. Dios quiere ser deseado por E! mismo, sin embargo Yo no puedo desear a Dios con una cierta intensidad, YO no pueda, experimentar la nostalgia de contemplar ‘un dia su rostro cara a cara, sin desear que se cum- * dry 20, 7. 20 para Dios pla la voluntad de Dios, es decir, que “Dios sea Dios en el coraz6n de los hombres y en el mundo. En efec- to, depende de nosotros que Dios sea Dios en el mundo, “Para que Dios sea todo en todo” '. Ese es el suefio de Dios sobre la humanidad y sobre el cos- mos, asi lo ha comprendido San Pablo. Nosotros apresuramos la venida de Dios a través del testimonio rendido al Dios de Jesucristo y por el esfuerzo para hacer de la humanidad un solo pueblo. Pero incluso en medio de las actividades mas profa- nas, nuestro verdadero interés por el futuro del hom- bre y por la construccién del mundo estard en la me- dida de nuestra busqueda de Dios, porque sabemos que todo Io que da valor a la vida en el dulce reino de Ia tierra no tiene consistencia y no encuentra su verdadero ser y su sentido ultimo mas que en rela~ cién con Dios. Fuera de esta relacién, las conquistas prodigiosas del hombre pueden quizé deslumbrarnos momenténeamente. Pero el autor del Eclesidstico tie- ne raz6n: “Todo es vanidad”. Asi, pues, se podré juz: gar la pasién verdadera de los cristianos por sus her- manos en su sentido de Dios y en su deseo de que Dios sea todo en todos. 14 Cor, 15, 28, a un espacio Ja busqueda de Dios Hay que recordar con fuerza que la mistica crists nates una mistica dela cardad y no une misono la visién de Dios como conquista suprema del esp. ritu humano y término de experiencias privilegiades ‘Sin embargo, aunque el conocimiento de Dios en el sentido biblico evoca un acto vital de todo el hom bre y no s6lo un acto de la inteligencia, el deseo de 1or,g Dies, de contemplario —con la nota de: adi Propia de la cont la\misica de ta carded,” st stumida en Ya en el Antiguo Testamento, cuand: due ningun hombre puede ver a Dice sin mor wen en cada pagina esta inmensa espera de Israel, que No es otra cosa que la expresiGn histérica de la nos. talgia del corazén humano privado de la vision de Dios. Los hombres saben muy bien que el objeto de ‘su deseo no puede ser otro que Dios mismo. Come tos hebreos, confiesan que son “extrafios y peregr! ‘nos sobre la tierra’. “Los que tal dicen claramente dan a entender que van en busca de una patria" Moisés pide como una gracia suprema poder contem:. Plar @ Dios: “Déjame ver tu gloria”. Esa es la espera

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