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ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

NOTAS DE TÍTULOS VALORES


APUNTES PARA EL CURSO DE DERECHO MERCANTIL 4

UNIVERSIDAD DE PIURA
Facultad de Derecho
Versión de julio de 2023
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO
ÍNDICE
Introducción ............................................................................................................ 1
I. El Derecho de los títulos valores.................................................................... 1
Noción provisional y denominaciones de los títulos valores. ..................... 1
Derecho cambiario, cartular y de los títulos valores. ................................. 3
Evolución histórica de los títulos cambiarios: planteamiento. .................... 5
Origen y primera configuración de la letra de cambio. ............................... 5
La letra ferial y el desarrollo de la circulación cambiaria. ........................... 6
Aparición del endoso y transición al Derecho cambiario moderno. ........... 8
Sistemas cambiarios modernos. ................................................................ 9
El Derecho cambiario uniforme................................................................ 11
II. El Derecho cartular en el Derecho Mercantil ............................................... 12
El debate sobre el carácter mercantil de los títulos valores. .................... 12
Argumentos a favor de la mercantilidad de los títulos valores. ................ 13
Problemas de los títulos valores “civiles”. ................................................ 15
La mercantilidad de iure condito en Derecho comparado. ....................... 16
La cuestión en el Derecho peruano anterior a la LTV de 1967. ............... 17
La mercantilidad en la LTV de 1967. ....................................................... 19
Mercantilidad de los títulos valores en la LTV vigente. ............................ 20
Títulos valores y Derecho Mercantil de obligaciones. .............................. 23
III. El ordenamiento peruano de los títulos valores ........................................... 26
Los títulos valores en el Código de Comercio. ........................................ 26
Antecedente inmediato: la Ley de Títulos Valores de 1967. .................... 28
Dación de la Ley de Títulos Valores vigente. ........................................... 29
Estructura de la Ley actual. ..................................................................... 30
Ámbito objetivo de aplicación. ................................................................. 31
Las exclusiones de la LTV. ...................................................................... 33
Vigencia temporal. ................................................................................... 34
Normas de conflicto. ................................................................................ 36
I. Parte Teoría general de los títulos valores 39
Capítulo 1 Idea de título valor y sus clases .......................................................... 41
I. Planteamiento .............................................................................................. 41
Las nociones de título valor en competencia. .......................................... 41
Los llamados principios o caracteres de los títulos valores. .................... 42

—i—
ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Alcance variable de tales caracteres. ...................................................... 44


II. Noción amplia (alemana) y restrictiva (italiana) de título valor ..................... 45
La definición original de BRUNNER y sus problemas................................. 45
El intento de ULMER de restringir la noción amplia. .................................. 47
Problemas de la teoría de ULMER y situación alemana actual. ................ 49
La noción de título valor de VIVANTE. ....................................................... 50
Replanteamiento de la noción restrictiva y la “teoría unitaria”. ................ 51
Problemas que plantea la “teoría unitaria” italiana................................... 54
III. La noción legal y dogmática de título valor adoptada .................................. 54
La noción legal de título valor. ................................................................. 54
Los elementos de la noción legal en la jurisprudencia............................. 56
Distintas funciones de los caracteres y principios.................................... 58
El “qué” y el “porqué” de la “incorporación” en los títulos valores. ........... 61
La “circulatoriedad” como función de la “incorporación”. ......................... 63
Propuesta de una noción definitiva de título valor. .................................. 64
IV. Los principios esenciales o delimitadores en particular ............................... 65
La documentalidad del título valor en general. ........................................ 65
Materialidad: la documentalidad en los valores materializados. .............. 66
La documentalidad y los “valores desmaterializados” (remisión). ........... 69
La patrimonialidad. .................................................................................. 70
El destino circulatorio o circulatoriedad. .................................................. 71
¿Es el cheque intransferible un verdadero título valor? ........................... 73
La incorporación de los títulos valores. .................................................... 75
Lo que implica y lo que no implica el principio de incorporación. ............ 77
V. Tipicidad y atipicidad de los títulos valores .................................................. 79
Planteamiento. ......................................................................................... 79
La cuestión bajo la LTV ant. .................................................................... 79
La reserva legal de tipificación en la LTV vigente. ................................... 81
Crítica de la prohibición de títulos valores atípicos. ................................. 83
VI. Clasificación de los títulos valores ............................................................... 84
Sentido de las clasificaciones. ................................................................. 84
Por la función económica. ....................................................................... 86
Según el tipo de derecho incorporado. .................................................... 87
Según la forma de emitirse. ..................................................................... 88

ii
Notas de Títulos Valores

Por la forma de legitimar a su detentador. ............................................... 88


Por el alcance de su literalidad. ............................................................... 89
Según las relaciones entre el título y el vínculo causal. ........................... 89
Capítulo 2 Naturaleza jurídica de los títulos valores ............................................. 93
I. Planteamiento .............................................................................................. 93
Sentido de la pregunta por la naturaleza jurídica..................................... 93
Premisas de la investigación. .................................................................. 95
Las preguntas por resolver. ..................................................................... 96
II. Sobre el carácter constitutivo (o no) de la confección del título ................... 97
Planteamiento del problema. ................................................................... 97
Teorías sobre la cuestión. ....................................................................... 98
La cuestión vista desde el derecho positivo peruano. ............................. 99
III. Estructura del supuesto de hecho cartular (I): teorías contractualistas ...... 101
Planteamiento del problema y principales orientaciones. ...................... 101
Antecedentes del contractualismo. ........................................................ 103
La teoría del “acto formal”. ..................................................................... 105
El “contrato de entrega”. ........................................................................ 109
Desarrollos y variantes de la doctrina del “contrato de entrega”. ........... 112
IV. Estructura del supuesto de hecho cartular (II): el unilateralismo ............... 118
Nacimiento y planteamiento general de las tesis unilateralistas. ........... 118
Desarrollo del unilateralismo: de la creación a la emisión. .................... 119
La naturaleza del acto unilateral. ........................................................... 122
La doctrina complementaria de la apariencia. ....................................... 124
Ensayo de síntesis................................................................................. 128
V. La posición documental activa ................................................................... 130
Teorías sobre la cuestión. ..................................................................... 130
La teoría de la simple detentación. ........................................................ 131
La teoría de la posesión. ....................................................................... 133
Teoría de la (posesión de) buena fe. ..................................................... 134
Teoría de la propiedad. .......................................................................... 134
La propiedad, la incorporación y sus límites ante la posición activa. ..... 136
Carácter normalmente derivativo de la adquisición cartular. ................. 137
Capítulo 3 Fisonomía legal general de la relación jurídica documentada .......... 141
I. Los caracteres reguladores de los títulos valores en la LTV ...................... 141

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Planteamiento. ....................................................................................... 141


¿Aspectos delimitadores de los caracteres reguladores? ..................... 142
II. La literalidad cartular.................................................................................. 143
Noción y manifestaciones. ..................................................................... 143
Literalidad e incorporación: la hoja adherida. ........................................ 145
Literalidad e interpretación: la cuantía del título..................................... 146
Literalidad y alteración del título valor.................................................... 147
III. Formalidad y completividad ....................................................................... 148
Formalidad. ............................................................................................ 148
La completividad. ................................................................................... 149
El título valor en blanco o emitido incompleto. ....................................... 150
Regulación material y procesal aplicable al título valor en blanco. ........ 151
Prueba del acuerdo de llenado y completamiento abusivo. ................... 153
Oponibilidad a terceros del acuerdo de llenado. .................................... 156
IV. Abstracción y autonomía de los títulos valores .......................................... 161
Noción de abstracción cartular. ............................................................. 161
Abstracción y pacto de favor. ................................................................ 162
Dimensiones formal y material de la abstracción cartular. ..................... 163
La abstracción cartular en la jurisprudencia. ......................................... 165
La abstracción (meramente) procesal en la fase inter partes. ............... 167
La abstracción (material) de la fase circulatoria o inter tertios. .............. 170
Autonomía cartular. ............................................................................... 170
Autonomía de firmas.............................................................................. 173
V. La legitimación cartular .............................................................................. 174
Noción y dimensiones. ........................................................................... 174
Legitimación en cuanto al título. ............................................................ 175
La legitimación activa. ........................................................................... 175
La legitimación pasiva. .......................................................................... 176
Legitimación y buena fe. ........................................................................ 179
Capítulo 4 Legitimación y circulación de los títulos valores ................................ 183
I. Planteamiento ............................................................................................ 183
Sentido de la llamada “ley de circulación”: posibles criterios. ................ 183
La “ley de circulación” como régimen primordialmente de legitimación. 185
La especial protección de la circulación cartular regular. ...................... 188

iv
Notas de Títulos Valores

Documentos endosables y al portador que no son títulos valores. ........ 189


II. Títulos nominativos .................................................................................... 191
Concepto y origen.................................................................................. 191
Clases de títulos valores nominativos.................................................... 191
Admisibilidad de los títulos simplemente nominativos. .......................... 192
Multiplicidad y variedad de sistemas de legitimación “nominativa”. ....... 194
La legitimación “nominativa” como propiamente cartular....................... 196
¿Está reducida la protección del tráfico de los títulos nominativos? ...... 197
La cesión cartular: planteamiento y formalidad...................................... 199
Documentación y notificación de la cesión cartular. .............................. 201
Efectos de la cesión cartular: exclusión de la legitimación activa. ......... 203
Rescate y sustitución del título cedido y pluralidad de cesiones. .......... 204
Aplicación: títulos de legitimación simple propiamente nominativos. ..... 205
Títulos “a la orden nominativizados” y negociabilidad restringida. ......... 206
El llamado transfert: forma de legitimación nominativa compleja. ......... 209
Otros títulos de legitimación compleja. .................................................. 209
III. Títulos a la orden ....................................................................................... 209
Concepto. .............................................................................................. 209
Títulos a la orden “natos”. ...................................................................... 210
Origen y evolución. ................................................................................ 210
Legitimación y transmisión. ................................................................... 211
Transmisión por medios distintos al endoso. ......................................... 211
IV. El endoso ................................................................................................... 213
Noción de endoso. ................................................................................. 213
Naturaleza jurídica. ................................................................................ 215
Caracteres. ............................................................................................ 216
En particular la incondicionalidad y la indivisibilidad del endoso. .......... 217
Forma y requisitos. ................................................................................ 218
Los endosos en blanco y al portador en particular. ............................... 221
Efectos del endoso. ............................................................................... 222
En particular el endoso “sin responsabilidad”. ....................................... 223
El endoso con cláusula “no negociable”. ............................................... 224
Clases de endoso. ................................................................................. 225
Endoso pleno o en propiedad. ............................................................... 226

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Endoso en fideicomiso. .......................................................................... 227


Endoso en procuración. ......................................................................... 228
Endoso en garantía. .............................................................................. 230
Oportunidad del endoso y endoso póstumo. ......................................... 232
Endoso en retorno. ................................................................................ 233
Endoso judicial o remedio. ..................................................................... 233
Endoso bancario. ................................................................................... 233
V. Títulos al portador ...................................................................................... 234
Noción y funciones. ............................................................................... 234
Origen histórico...................................................................................... 235
Carácter inalterable de la legitimación al portador. ................................ 237
Legitimación y transmisión. ................................................................... 239
Protección de la apariencia en la adquisición del título al portador. ...... 241
Identificación del último tenedor. ........................................................... 242
Limitaciones a la emisión de títulos al portador. .................................... 242
Capítulo 5 Elementos complementarios de la fisonomía cartular ....................... 245
I. Solidaridad cartular .................................................................................... 245
Noción. .................................................................................................. 245
Alcance de la solidaridad cartular. ......................................................... 246
La solidaridad cambiaria y la del Derecho común. ................................ 248
II. Cláusulas especiales ................................................................................. 250
Cláusulas que pueden incluirse y modo de incluirlas. ........................... 250
Clasificación de las cláusulas especiales. ............................................. 251
Cláusula de prórroga (i): la prórroga y su distinción de la renovación. .. 252
Cláusula de prórroga (ii): la cláusula en sí y su anotación. .................... 253
Cláusula de prórroga (iii): el acto de prorrogar. ..................................... 255
Otras cláusulas relativas al contenido del derecho documentado. ........ 256
Cláusulas relativas al pago. ................................................................... 258
Otras cláusulas relativas a la ejecución. ................................................ 259
Cláusulas conflictuales. ......................................................................... 261
III. Garantías de los títulos valores.................................................................. 262
El aval: concepto y naturaleza. .............................................................. 262
Forma y contenido del aval. ................................................................... 264
Efectos del aval. .................................................................................... 265

vi
Notas de Títulos Valores

Fianza cartular. ...................................................................................... 266


Garantías reales. ................................................................................... 267
Capítulo 6 Cumplimiento y ejecución de los derechos incorporados ................. 269
I. Pago del título valor ................................................................................... 269
Presentación, entrega y pago del título. ................................................ 269
Sujetos del pago. ................................................................................... 270
El pago por intervención (i): noción, sujetos y clases. ........................... 271
El pago por intervención (ii): requisitos y efectos................................... 273
Lugar del pago. ...................................................................................... 275
Oportunidad del pago y pago anticipado. .............................................. 276
Integridad del pago y pago parcial. ........................................................ 277
Pago de títulos valores en moneda extranjera. ..................................... 278
II. El protesto de los títulos valores ................................................................ 279
Noción y generalidades. ........................................................................ 279
Clases de títulos y clases de protestos.................................................. 280
Preceptividad del protesto. .................................................................... 280
Plazos para realizar el protesto. ............................................................ 281
Procedimiento notarial del protesto. ...................................................... 286
III. Pretensiones documentales ....................................................................... 288
Noción. .................................................................................................. 288
Clases de pretensiones documentales y sus requisitos comunes. ........ 289
La llamada “acción” directa. ................................................................... 291
La “acción” de regreso. .......................................................................... 291
La “acción” de ulterior regreso. .............................................................. 292
La “acción” de regreso anticipado.......................................................... 292
Pagos que pueden reclamarse. ............................................................. 293
IV. Pretensiones alternativas y subsidiarias a las documentales .................... 293
Las pretensiones causales. ................................................................... 293
Pago con títulos valores y coordinación de planos causal y cartular. .... 295
El enriquecimiento indebido vinculado al uso de títulos valores. ........... 299
V. Prescripción y caducidad de los títulos valores ......................................... 301
Planteamiento. ....................................................................................... 301
Una prescripción con rasgos de caducidad. .......................................... 302
Prescripción de las “acciones” cambiarias. ............................................ 303

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Caducidad de la suspensión de las acciones cambiarias. ..................... 305


Caducidad y prescripción de derechos y pretensiones extracartulares. 305
VI. Pérdida, destrucción y deterioro de títulos valores .................................... 306
Planteamiento. ....................................................................................... 306
Deterioro o destrucción parcial. ............................................................. 308
Deterioro total, extravío y sustracción.................................................... 308
Capítulo 7 Excepciones cartulares ..................................................................... 313
I. Planteamiento ............................................................................................ 313
Las excepciones cartulares y su clasificación tradicional. ..................... 313
La posibilidad de limitar algunas excepciones y sus razones. ............... 314
II. Excepciones (incluso) a la responsabilidad por la apariencia .................... 316
Excepciones documentales. .................................................................. 316
Falsas “excepciones documentales”...................................................... 318
Excepciones de imputación: planteamiento. .......................................... 319
La excepción de inimputabilidad. ........................................................... 320
Excepciones de autoría (i): la violencia. ................................................ 322
Excepciones de autoría (ii): la falta de poder. ........................................ 323
Excepciones de autoría (iii): la falsedad de firma. ................................. 325
Excepciones de autoría (iv): falsificación y alteración del título valor. ... 325
III. Excepciones de oponibilidad restringida .................................................... 327
Excepciones cartulares inmediatas. ...................................................... 327
Las llamadas “excepciones de tráfico”. .................................................. 328
La “excepción” de mala fe. .................................................................... 330
Excepciones cartulares de validez......................................................... 331
Excepciones fundadas en las relaciones extracartulares. ..................... 333
Capítulo 8 “Desmaterialización” de los títulos valores y anotaciones en cuenta 335
I. La llamada “desincorporación” de los títulos valores ................................. 335
Noción legal. .......................................................................................... 335
Cuestiones terminológicas. .................................................................... 336
Masificación y crisis de los títulos en papel: planteamiento. .................. 337
Excursus: los mercados de valores y sus títulos. .................................. 338
La masificación del papel en los contextos bursátil y bancario. ............. 341
Intentos de solución y sistemas correctores en el mercado de valores. 342
Sistemas correctores en el ámbito bancario. ......................................... 345

viii
Notas de Títulos Valores

Los sistemas sustitutivos del papel........................................................ 346


II. Naturaleza jurídica de las anotaciones en cuenta ..................................... 347
Primeros cuestionamientos: las tesis dualistas...................................... 347
Crítica de la tesis “registral”; la tesis unitaria. ........................................ 348
Naturaleza jurídica: ¿“incorporación” sin “cuerpo”? ............................... 350
III. Los valores mobiliarios y negociables anotados en cuenta ....................... 351
Antecedentes. ........................................................................................ 351
Estado actual del ordenamiento. ........................................................... 352
Sistema de registro adoptado. ............................................................... 353
Las Instituciones de Compensación y Liquidación de Valores. ............. 353
Los registros y su llevanza. ................................................................... 353
Conversiones de títulos a cuentas y viceversa. ..................................... 355
Constitución genérica de las cuentas de valores. .................................. 356
Constitución específica de las anotaciones en cuenta. ......................... 357
Las reglas y principios cartulares y las anotaciones en cuenta. ............ 357
IV. La “desincorporación” de los efectos de comercio y sus problemas .......... 358
El truncamiento bancario de los efectos de comercio. ........................... 358
Problemas para la desmaterialización de los títulos cambiarios. ........... 359
Problemas para la desmaterialización de los títulos de tradición. ......... 359
¿Es viable la idea de un título valor (totalmente) electrónico? ............... 359
II. Parte Títulos cambiarios 361
Capítulo 1 La letra de cambio............................................................................. 363
I. Generalidades............................................................................................ 363
Noción. .................................................................................................. 363
Origen histórico y evolución de la letra de cambio................................. 365
Personas que aparecen en la letra de cambio. ..................................... 366
La figura del aceptante. ......................................................................... 368
Pagos totalmente liberatorios de la letra de cambio. ............................. 368
II. Naturaleza jurídica de la letra de cambio ................................................... 370
Planteamiento. ....................................................................................... 370
Teoría del mandato................................................................................ 371
La letra de cambio como delegación de deuda. .................................... 372
III. Emisión de la letra de cambio .................................................................... 373
En general. ............................................................................................ 373

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La mera creación de la letra de cambio. ................................................ 374


Contenido de la letra (i): denominación, lugar y fecha de giro. .............. 375
Contenido de la letra (ii): la orden de pago. ........................................... 377
Contenido de la letra (iii): indicar a girado, tomador y girador. .............. 378
Contenido de la letra (iv): vencimiento y lugar de pago. ........................ 380
La emisión propiamente dicha de la letra de cambio. ............................ 382
Formas de girar la letra de cambio. ....................................................... 384
La letra “regular” (a la orden de un tercero y a cargo de otro). .............. 386
Letras de cambio a la propia orden y al propio cargo. ........................... 387
IV. La aceptación ............................................................................................ 388
Noción y generalidades. ........................................................................ 388
Otorgamiento y forma de la aceptación. ................................................ 389
Presentación a la aceptación (i): planteamiento. ................................... 390
Presentación a la aceptación (ii): presentación voluntaria. .................... 391
Presentación a la aceptación (iii): presentación necesaria. ................... 394
Letras no aceptables o de presentación superflua. ............................... 398
Funciones de la presentación a la aceptación. ...................................... 399
Aceptación parcial o no aceptación y regreso anticipado. ..................... 400
Pluralidad de girados y aceptación. ....................................................... 402
Segunda presentación. .......................................................................... 403
Revocación de la aceptación. ................................................................ 403
Domiciliación de la letra en la aceptación. ............................................. 405
La reaceptación. .................................................................................... 405
Naturaleza y efectos de la aceptación. .................................................. 406
V. La circulación de la letra de cambio ........................................................... 406
Modalidades de circulación de la letra de cambio. ................................ 406
Circulación cambiaria por vía distinta del endoso y “letra de resaca”. ... 407
Circulación cambiaria en regreso mediante pago por intervención. ...... 409
Circulación cambiaria en regreso mediante pago recuperatorio. ........... 409
Endoso de la letra y posiciones del endosante y endosatario. .............. 410
VI. Cumplimiento de la obligación cambiaria ................................................... 412
El vencimiento de la letra (i): letras de cambio “a fecha fija”. ................. 412
El vencimiento de la letra (ii): “a cierto plazo desde la emisión”. ........... 414
El vencimiento de la letra (iii): “a cierto plazo vista”. .............................. 415

x
Notas de Títulos Valores

El vencimiento de la letra (iv): letras “a la vista”. ................................... 417


La renovación cambiaria. ....................................................................... 419
El pago de la letra de cambio. ............................................................... 422
VII. La intervención........................................................................................... 423
Concepto de intervención cambiaria...................................................... 423
Clases de intervención cambiaria. ......................................................... 425
La notificación de la intervención. .......................................................... 427
Aceptación por intervención. ................................................................. 429
Pago por intervención. ........................................................................... 431
VIII. El regreso cambiario .............................................................................. 434
Noción y clases...................................................................................... 434
Presupuestos y requisitos del regreso. .................................................. 436
La notificación. ....................................................................................... 439
Deudores en vía de regreso. ................................................................. 440
Contenido del crédito de regreso. .......................................................... 440
Regreso de reembolso o ulterior regreso. ............................................. 441
Capítulo 2 El pagaré ........................................................................................... 443
I. Noción y generalidades ............................................................................. 443
Concepto de pagaré. ............................................................................. 443
Fines o funciones del pagaré. ................................................................ 443
Diferencias con la letra de cambio. ........................................................ 444
Supletoriedad de las normas sobre letra de cambio. ............................. 445
II. Requisitos y emisión del pagaré ................................................................ 445
Denominación, lugar y fecha de emisión. .............................................. 445
La promesa de pago. ............................................................................. 447
Identificación del tomador y del girador. ................................................ 448
Vencimiento: formas de indicarlo. .......................................................... 450
III. Derechos derivados del pagaré y su ejercicio ........................................... 453
Lugar y forma de pago. .......................................................................... 453
El pagaré causal. ................................................................................... 454
Pactos sobre intereses y otras referencias causales. ............................ 458
Capítulo 3 El cheque .......................................................................................... 461
I. Naturaleza jurídica y función económica del cheque ................................. 461
Origen y desarrollo histórico. ................................................................. 461

FACULTAD DE DERECHO xi
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Concepto y caracteres jurídicos............................................................. 463


Naturaleza jurídica. ................................................................................ 464
Semejanzas y diferencias con la letra de cambio. ................................. 465
II. Emisión y circulación del cheque ............................................................... 466
Requisitos. ............................................................................................. 466
Modalidades de giro. ............................................................................. 466
Modalidades de giro en orden a los sujetos. ......................................... 467
El endoso del cheque. ........................................................................... 467
III. Cheques especiales................................................................................... 468
Cheque cruzado. ................................................................................... 468
El cheque para abono en cuenta. .......................................................... 468
Cheque certificado. ................................................................................ 468
El cheque garantizado. .......................................................................... 469
Cheque de pago diferido. ...................................................................... 469
El caso de los llamados cheques de viajero. ......................................... 469
Los cheques de gerencia. ...................................................................... 470
Una figura extraña en la LTV: los llamados cheques giro. ..................... 471
El cheque intransferible. ........................................................................ 471
IV. Ejercicio de los derechos derivados del cheque ........................................ 471
Exigibilidad del cheque. ......................................................................... 471
Presentación y pago del cheque............................................................ 472
Constancia de rechazo y protesto del cheque. ...................................... 473
Pretensiones derivadas del cheque. ...................................................... 473
Capítulo 4 Facturas conformadas y negociables................................................ 475
I. Generalidades............................................................................................ 475
Concepto e ideas preliminares. ............................................................. 475
Origen de las facturas “cambiarias”. ...................................................... 477
Primera configuración (“con prenda”) de la factura conformada. ........... 479
El fracaso de la factura conformada cum pignore y sus motivos. .......... 480
Se actualiza la factura conformada y entra en escena la negociable. ... 481
Pleitos de familia: la factura negociable, la gemela fratricida. ............... 483
Resumen conclusivo: semejanzas y diferencias entre ambas facturas. 485
II. La factura conformada ............................................................................... 486
Concepto y características actuales de la factura conformada. ............. 486

xii
Notas de Títulos Valores

La conformidad. ..................................................................................... 487


Requisitos de la factura conformada. .................................................... 487
Otras normas aplicables. ....................................................................... 489
III. La factura negociable................................................................................. 489
Noción. .................................................................................................. 489
Requisitos de la factura negociable. ...................................................... 489
Excepciones. ......................................................................................... 491
Circulación. ............................................................................................ 492
Acuerdo de intereses. ............................................................................ 492
Reglamentación de la ley por las normas de SUNAT. ........................... 492
Capítulo 5 El título de crédito hipotecario negociable ......................................... 495
I. Generalidades............................................................................................ 495
Antecedentes. ........................................................................................ 495
Concepto y requisitos básicos. .............................................................. 497
Otros requisitos...................................................................................... 499
Función económica del TCHN. .............................................................. 500
II. La hipoteca incorporada ............................................................................ 502
Constitución unilateral. .......................................................................... 502
Carácter no accesorio e incorporación de la hipoteca “sábana”. ........... 504
Pago y ejecución. .................................................................................. 505
Cancelación de la hipoteca. ................................................................... 508
III. Cuestiones complementarias ..................................................................... 509
El TCHN y la SUNARP. ......................................................................... 509
El TCHN de emisión bancaria................................................................ 510
Capítulo 6 Otros títulos cambiarios .................................................................... 515
I. Certificados bancarios de moneda............................................................. 515
Planteamiento. ....................................................................................... 515
Antecedentes normativos. ..................................................................... 515
Características y función. ...................................................................... 516
Sujetos intervinientes. ............................................................................ 516
Requisitos de forma y contenido............................................................ 517
Importe. ................................................................................................. 517
Vencimiento. .......................................................................................... 517
Transferencia. ........................................................................................ 518

FACULTAD DE DERECHO xiii


Versión de julio de 2023
ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Ejercicio de las acciones cartulares. ...................................................... 518


II. El valor de producto agrario ....................................................................... 519
Introducción legal y concepto. ............................................................... 519
Emisión y circulación. ............................................................................ 519
Ejercicio de los derechos incorporados. ................................................ 519
III. Parte Títulos de tradición 521
Capítulo 1 Los títulos de tradición en general .................................................... 523
I. Consideraciones generales ....................................................................... 523
Noción, clasificación y regulación. ......................................................... 523
Origen y evolución histórica. .................................................................. 526
Los títulos representativos en la evolución de la traditio........................ 528
II. Caracterización de los títulos de tradición ................................................. 529
Los títulos de tradición y la relación contractual subyacente. ................ 529
Contenido declarativo de la emisión de un título representativo. ........... 531
Función económica de los títulos de tradición. ...................................... 534
Naturaleza jurídica: el título de tradición como verdadero título valor. ... 535
Concurrencias y divergencias con la fisonomía cartular general. .......... 538
III. El derecho real incorporado: la posesión mediata ..................................... 541
Planteamiento. ....................................................................................... 541
Las teorías sobre el “efecto real” de los títulos de tradición. .................. 542
Apreciación crítica desde la regulación positiva comparada. ................ 546
Toma de postura: concordancia fundamental del ordenamiento nacional
con la teoría representativa. ........................................................................... 550
IV. Ciclo vital de los títulos de tradición ........................................................... 551
Creación y emisión. ............................................................................... 551
Circulación y legitimación. ..................................................................... 553
Circulación del título y circulación de las mercaderías. ......................... 555
Cumplimiento e incumplimiento de la prestación. .................................. 558
Capítulo 2 Los títulos del depósito (Certificado de depósito y warrant) .............. 561
I. Reseña histórica y nociones básicas ......................................................... 561
Breve reseña histórica. .......................................................................... 561
Noción de almacén general de depósito. ............................................... 563
Noción de almacén de campo. .............................................................. 563
Noción de certificado de depósito. ......................................................... 564
Noción de warrant.................................................................................. 566

xiv
Notas de Títulos Valores

II. Emisión del certificado de depósito y del warrant ...................................... 568


Generalidades. ...................................................................................... 568
Título nominativo. .................................................................................. 570
Constancia de haberse constituido el depósito...................................... 571
Valor de la mercancía. ........................................................................... 572
Sistema opcionalmente unicartular. ....................................................... 574
Otros aspectos formales. ....................................................................... 575
Plazo del certificado de depósito y del warrant. ..................................... 576
III. Mercancía elegible para el certificado de depósito y el warrant ................. 577
Limitación en razón del valor. ................................................................ 577
Limitación en relación a la situación jurídica de la mercancía. .............. 578
Seguro obligatorio.................................................................................. 578
IV. Responsabilidades del almacén general de depósito ................................ 579
Responsabilidad contractual (i) en la LTV. ............................................ 579
Responsabilidad contractual (ii): bajo el Derecho común. ..................... 581
Responsabilidad civil extracontractual. .................................................. 582
V. Endoso....................................................................................................... 583
Endoso del certificado de depósito. ....................................................... 583
Endoso por separado del warrant. ......................................................... 584
VI. Naturaleza prendaria del warrant ............................................................... 586
Planteamiento. ....................................................................................... 586
Entrega del bien prendado. ................................................................... 587
Ejecución del bien prendado. ................................................................ 588
Acción cambiaria. .................................................................................. 588
Protesto del warrant. .............................................................................. 589
VII. Situaciones especiales en relación con el warrant..................................... 589
Warrant aduanero y en procuración. ..................................................... 589
Warrant insumo producto. ..................................................................... 590
Warrant de mercadería en tránsito. ....................................................... 592
Liberación de las mercancías y pago anticipado. .................................. 593
VIII. Medidas forzosas ................................................................................... 595
Derecho de retención. ........................................................................... 595
Venta forzosa......................................................................................... 596
Medidas cautelares................................................................................ 597

FACULTAD DE DERECHO xv
Versión de julio de 2023
ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Aplicación de normas sobre procesos concursales. .............................. 597


Reducción de valor de la mercadería depositada. ................................. 598
Capítulo 3 Los títulos del transporte (Conocimiento de embarque y cartas de porte)
........................................................................................................................... 601
I. Generalidades............................................................................................ 601
Planteamiento. ....................................................................................... 601
Antecedentes del conocimiento de embarque. ...................................... 603
Antecedentes de la carta de porte. ........................................................ 605
Concepto de conocimiento de embarque. ............................................. 606
Concepto de carta porte. ....................................................................... 608
II. Partes intervinientes .................................................................................. 612
Porteador o transportador. ..................................................................... 612
Cargador o remitente. ............................................................................ 613
Destinatario, consignatario, tomador y/o beneficiario. ........................... 614
III. Elementos o contenido .............................................................................. 614
Elementos personales. .......................................................................... 614
Elementos reales. .................................................................................. 615
Elementos relativos a la prestación del porteador. ................................ 615
IV. Emisión (ley de circulación) ....................................................................... 615
Nominativos. .......................................................................................... 615
A la orden. ............................................................................................. 616
Al portador. ............................................................................................ 616
V. Funciones .................................................................................................. 616
Función probatoria. ................................................................................ 616
Función representativa. ......................................................................... 617
Función económica................................................................................ 617
VI. El documento de transporte multimodal negociable .................................. 617
617
IV. Parte Títulos de inversión (valores negociables) 619
Capítulo Único Valores negociables (o mobiliarios) ........................................... 621
I. Introducción al mercado de valores ........................................................... 621
Importancia del mercado de valores. ..................................................... 621
Antecedentes del mercado de valores. .................................................. 622
Nociones generales sobre el mercado de valores y su régimen jurídico.
623

xvi
Notas de Títulos Valores

El mercado de valores y el sistema financiero. ...................................... 624


Segmentos de mercado de valores (i): el mercado primario. ................ 625
Segmentos de mercado de valores (ii): el mercado secundario. ........... 627
Los mecanismos centralizados de negociación (i): rueda de bolsa. ...... 631
Los mecanismos centralizados de negociación (ii): el MIENM. ............. 632
Características de la negociación en mecanismos centralizados. ......... 632
El mercado bursátil y el extrabursátil. .................................................... 632
II. Los valores negociables (o “mobiliarios”) ................................................... 633
Antecedentes. ........................................................................................ 633
Concepto y características de los valores negociables (o “mobiliarios”). 634
Características del valor negociable (i): libre negociabilidad. ................ 635
Características del valor negociable (ii): emisión masiva o serial. ......... 636
Características del valor negociable (iii): en papel o cuenta. ................. 637
Características del valor negociable (iv): patrimonialidad y ejecutividad.
639
III. Principales valores negociables (o “mobiliarios”) en el mercado ............... 639
Las acciones de capital social. .............................................................. 639
Los bonos. ............................................................................................. 640
Los instrumentos de corto plazo. ........................................................... 644
Certificados de suscripción preferente (CSP). ....................................... 644
Las acciones de inversión. .................................................................... 645
El certificado de depósito negociable. ................................................... 645
Otros valores negociables. .................................................................... 646

FACULTAD DE DERECHO xvii


Versión de julio de 2023
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

INTRODUCCIÓN
SUMARIO: I. EL DERECHO DE LOS TÍTULOS VALORES.— 1. Noción provisional y
denominaciones de los títulos valores. 2. Derecho cambiario, cartular y de los títulos
valores. 3. Evolución histórica de los títulos cambiarios: planteamiento. 4. Origen y
primera configuración de la letra de cambio. 5. La letra ferial y el desarrollo de la
circulación cambiaria. 6. Aparición del endoso y transición al Derecho cambiario
moderno. 7. Sistemas cambiarios modernos. 8. El Derecho cambiario uniforme.
II. EL DERECHO CARTULAR EN EL DERECHO MERCANTIL.— 9. El debate sobre el
carácter mercantil de los títulos valores. 10. Argumentos a favor de la mercantilidad
de los títulos valores. 11. Problemas de los títulos valores “civiles”. 12. La
mercantilidad de iure condito en Derecho comparado. 13. La cuestión en el Derecho
peruano anterior a la LTV de 1967. 14. La mercantilidad en la LTV de 1967.
15. Mercantilidad de los títulos valores en la LTV vigente. 16. Títulos valores y
Derecho Mercantil de obligaciones. III. EL ORDENAMIENTO PERUANO DE LOS TÍTULOS
VALORES.— 17. Los títulos valores en el Código de Comercio. 18. Antecedente
inmediato: la Ley de Títulos Valores de 1967. 19. Dación de la Ley de Títulos Valores
vigente. 20. Estructura de la Ley actual. 21. Ámbito objetivo de aplicación. 22. Las
exclusiones de la LTV. 23. Vigencia temporal. 24. Normas de conflicto.

I. EL DERECHO DE LOS TÍTULOS VALORES


Noción provisional y denominaciones de los títulos valores.
Es evidente que, por “Derecho de los títulos valores” se ha de entender una área del
Derecho privado1 que se ocupa precisamente “de los títulos valores”, y de todos los
derechos, deberes, obligaciones, cargas, facultades y demás relaciones y posiciones
jurídicas que surgen entre los particulares en virtud de tales documentos. Es crucial,
entonces, para hacerse cargo de la disciplina que vamos a estudiar, contar desde ya
con una noción operativa de “título valor”. Por eso propongo aquí su definición, con
carácter provisional, pues su justificación precisa la haré más adelante2:
“Título valor es el documento que incorpora uno o más derechos privados de
carácter patrimonial, de tal forma que, en virtud de su destino circulatorio, para
el ejercicio de tales derechos es necesario el control exclusivo del documento”.
Ahora bien, los documentos que en nuestro medio se conocen universalmente como
“títulos valores” han sido llamados de muchas otras maneras, según los tiempos y
lugares:
1) En el Perú (como en España, y en la mayoría de los países hispanohablantes) se
sigue hoy en día la denominación títulos valores3, expresión que traduce la usada

1 Sobre su adscripción concreta al Derecho Civil o al Mercantil, vid. la sección II, en pp. 12 y ss., infra.
2 Vid. Capítulo 1 de la Parte General, en pp. 37 y ss., infra.
3 La generalidad de la doctrina está de acuerdo en que la denominación procede directamente de la

traducción del término alemán que hizo RIBÓ, Mariano; “Los títulos de valores y su garantía hipotecaria”,
en 22 Revista Crítica de Derecho Inmobiliario (1926), pp. 705-721. Vid. por todos: GUALTIERI, Giuseppe
y W INIZKY, Ignacio; Títulos circulatorios, Eudeba, Buenos Aires, 1962, p. 16 (n. 2), y MONTOYA MANFREDI,

—1—
§1 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

en Alemania y demás países germánicos: Wertpapiere, literalmente, papeles


valorados o papeles de valor.
2) En Italia se les llama titoli di credito, “títulos de crédito”, nombre acogido en español
por buena parte de la doctrina argentina, mexicana y de algunos otros lugares.
3) En Argentina hay bastantes que prefieren llamarlos títulos circulatorios4.
4) En los países anglosajones los llaman “instrumentos negociables” (negotiable
instruments, o negotiable papers) o papeles comerciales (commercial papers),
categoría que se superpone parcialmente, al menos en los Estados Unidos, a la
de investment securities (instrumentos del mercado de valores), al no haberse
elaborado una doctrina general paralela a la que existe en el Derecho continental5.
5) Algo semejante ocurría en Francia, donde se distinguían claramente los effets de
commerce (“efectos de comercio”) de los valeurs mobiliers (“valores mobiliarios”),
con un significado parecido al vigente en España, pero sin señalar su pertenencia
común a una categoría más amplia (la de los títulos valores)6, como sí existía en
la Suiza de habla francesa (donde, traduciendo la expresión alemana, se les llama
papiers valeurs, “papeles valores”).
6) Últimamente, en Francia y Bélgica se ha ido desarrollando la teoría general de los
titres négociables, “títulos negociables”, con el significado de títulos valores en
general7.

Ulises; Comentarios a la Ley de Títulos-Valores, Imprenta de la UNMSM, 1970, com. al art. 1 (en p. 6,
n. 1; la última ed. de que tengo noticia es la 5ª ed., actualizada por Ulises y Hernando Montoya Alberti,
San Marcos, Lima, 1997; en adelante, ésta y otras obras de comentarios se citarán por la abreviatura
“Com.” seguida del artículo comentado y, entre paréntesis, la p. del pasaje citado en la edición que he
manejado). EIZAGUIRRE, José-María DE; “Los Valores en Papel”, en 229 RDM (1998), pp. 1009-1100, y
otros autores opinan que el primero en usar tal expresión habría sido Joaquín de Dalmases y Jordana,
en su obra El usufructo de derechos (inclusive de títulos-valores), aparecida en Madrid en 1932, y que
su arraigo en la doctrina y en la legislación de España (y del Perú) proviene de su adopción por Joaquín
Garrigues en el vol. I de su Curso de Derecho Mercantil, de 1936 (t. III, pp. 83 y ss., en la ed. que
manejo habitualmente, Temis, Bogotá, 1987). Ambas versiones son compatibles, pues como se ve del
título de su estudio, RIBÓ prefería una traducción con “de” intercalada, más literal (y gramaticalmente
correcta en castellano) que la que finalmente se impuso, aparentemente por las razones que indica
EIZAGUIRRE. Éste último preferiría el nombre “valores en papel”, que usa como título para su estudio,
incidentalmente recogido en el inc. 9 del art. 175 CdC español (idéntico al inc. 9 del art. 182 CdC, cuya
fuente es aquél), y que por cierto también es más acorde con el espíritu del idioma castellano.
4 Un buen ejemplo de ello es el propio W INIZKY, quien usa esa denominación al parecer por primera vez

en la adaptación de la obra de GUALTIERI al Derecho argentino citada en la nota anterior. Lo siguen


Celestino ARAYA (Títulos circulatorios, Astrea, Buenos Aires, 1989) y, pese al título de su obra, Ignacio
ESCUTI (h.) (Títulos de crédito. Letra de cambio, pagaré y cheque, 5ª ed., Astrea, Buenos Aires, 1998,
p. 2 (§ 1)), entre otros muchos. Como se verá en estas notas, no deja de ser un nombre muy adecuado.
De todos modos, el nuevo CC&Com arg. de 2014 (arts. 1815 y ss.) utiliza uniformemente la
denominación “títulos valores”.
5 GARCÍA-PITA Y LASTRES, José Luis; Introducción al derecho de los Títulos-Valores y de las Obligaciones

Mercantiles, 2ª ed. ampl. y rev., Tórculo, La Coruña, s/f (pero de 1999), t. I, pp. 24-25.
6 GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos..., cit., pp. 16-17 (n. 2). Tal distinción entre efectos de comercio y valores

mobiliarios es clásica, también en nuestro ordenamiento. Vid. el § 55, en p. 61, infra.


7 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, pp. 23-24, a quien, por motivos semejantes a mi propio aprecio

por la denominación argentina de títulos circulatorios, le parece particularmente certera esta

2
Notas de Títulos Valores §2

La denominación “títulos valores” indica que son documentos, sin limitarse a los que
incorporan créditos (letras, pagarés, cheques, etc.) , y por eso es preferible a la de
“títulos de crédito”. También sugiere que el valor, representado por el derecho al que
el documento se refiere, es inseparable del título mismo8.
Resulta atractivo, además, apoyarse en la mayor amplitud semántica de la expresión
castellana título valor para incluir, como algunos han insinuado, los títulos
documentados por medios informáticos. En efecto, en español la noción de título es
más abstracta que el alemán Papier (“papel”), de modo que, en lo puramente
terminológico, bien cabe que los valores anotados en cuenta sean considerados
propiamente títulos valores9.
Derecho cambiario, cartular y de los títulos valores.
Hay tres expresiones que se usan como si fueran sinónimos perfectos, incluso entre
especialistas, aplicables indistintamente a todos los títulos valores; a saber:
1) Derecho de los títulos valores,
2) Derecho cartular, y
3) Derecho cambiario.
Opino, sin embargo, que el rigor científico pide hacer explícitas sus diferencias de
matiz, y así evitar en lo posible un uso errado, ambiguo o inexacto de los términos.
Conforme a su propio sentido lingüístico, Derecho cartular se refiere más bien a los
títulos valores materializados en una charta o documento de papel10. Antes de la
aparición de los llamados valores desmaterializados, como es obvio, la expresión
constituía un sinónimo casi perfecto del Derecho de los títulos valores; mejor dicho,
su referente era exactamente el mismo, aunque el punto de vista fuera diferente.
Considero que la expresión aún puede admitir esa acepción, y usaré así al menos el
adjetivo “cartular”, a falta de otro apelativo que aluda con más propiedad a todo el
ámbito de los títulos valores, sea que estén documentados en papel o no.
Por su parte, el adjetivo “cambiario” alude de modo diáfano al “cambio”, esto es, como
proclama el Diccionario, “al negocio de cambio o a la letra de cambio”11. Aunque en el

denominación, junto con la anglosajona, en virtud de la referencia que hace a la esencial transferibilidad
de los títulos.
8 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 7. Coincidiendo en el primer aspecto, MONTOYA, Com. al art. 1

LTV ant., cit., n.1 (pp. 5-6).


9 MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA Y GARCÍA DE DUEÑAS, Alfonso; Valores mobiliarios anotados en cuenta.

Concepto, naturaleza y régimen jurídico, Aranzadi, Pamplona, 1997, p. 147, nota 17. También CACHÓN
BLANCO, J. E.; Derecho del Mercado de Valores, Dykinson, Madrid, 1992, tomo I, p. 129, nota 78:
“Alberto Bercovitz estudia la procedencia terminológica del «título-valor» con origen en el término
alemán «Wert-papier» que literalmente traducido significa «papel-valor», es decir, identificándolo con
«documento de papel». En cambio, considera que en el caso español la noción de título es mucho más
amplia y no suscita dificultades para amparar instrumentos jurídicos referidos a soportes informáticos”.
En sentido aparentemente negativo, EIZAGUIRRE, “Los valores...”, cit., p. 1010. No he podido consultar
el trabajo original de Alberto BERCOVITZ, aparecido, según las referencias disponibles, en 29 Revista de
Derecho Bancario y Bursátil (1988), pp. 67 y ss., con el título “El Derecho del Mercado de Capitales”.
10 Cfr. DRAE, 23ª ed., voz “carta”, 7ª y 8ª acepciones.

11 DRAE, cit., voz “cambiario”.

FACULTAD DE DERECHO 3
Versión de julio de 2023
§2 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

uso más general cambio alude a cualquier forma de trueque de una cosa por otra, en
el uso medieval que está en el origen del término se refiere “al traspaso de dinero de
una determinada clase, por dinero de otra especie o en distinto lugar”12, o contrato de
cambio. A su vez, el “contrato de cambio” se presentaba en dos modalidades
principales13:
1) el cambio manual, o de presente entre una especie monetaria y otra, modalidad
que, como compraventa de moneda extranjera, se sigue practicando en nuestras
casas de cambio y en los bancos; y
2) el cambio trayecticio o de plaza a plaza, consistente en la entrega en un momento
y lugar de una cantidad de dinero para recibir en otro lugar (y con el natural
intervalo de tiempo) el equivalente, en la misma o en otra especie monetaria, y que
era la operación a cuya instrumentación servía originalmente la llamada, por ese
motivo, cambial o letra de cambio.
Así pues:
1) En sentido estrictísimo, Derecho cambiario sería únicamente aquella parte del
Derecho de los títulos valores que tiene por objeto la letra de cambio.
2) Por una extensión natural de este concepto, el Derecho cambiario, en un sentido
más amplio, pero que todavía debe considerarse estricto, comprende también
otros títulos que, como el pagaré y el cheque14, se han configurado siguiendo muy
de cerca el modelo de la letra de cambio, y cuyo rasgo común está en que
incorporan únicamente derechos de crédito consistentes en dinero.
3) En un sentido que debe considerarse ya verdaderamente amplio, el Derecho
cambiario se referiría a todos los títulos de emisión individualizada, o efectos de
comercio, esto es, incluyendo además de los anteriores a los títulos de tradición,
cuya conexión con los títulos cambiarios en sentido estricto es más remota,
aunque no despreciable; y excluyendo solamente a los valores mobiliarios.
4) Y en un sentido, en fin, que más que lato o meramente amplio15 habría que calificar
de amplísimo, se usa también la expresión “Derecho cambiario” para referirse a
todo el ámbito de los títulos valores. Se trata propiamente de un uso “por
antonomasia”16 del calificativo “cambiario”. Mas, aunque el procedimiento esté
perfectamente justificado —puesto que la teoría general de los títulos valores se
ha derivado sobre todo de los títulos cambiarios y, concretamente, de la letra de
cambio—, procuraré evitar en este trabajo este uso amplísimo del término
“cambiario”, para evitar confusiones con sus acepciones más estrictas.

12 LABARIEGA VILLANUEVA, Pedro Alfonso; “Devenir histórico del Derecho cambiario”, en 112 Boletín
Mexicano de Derecho Comparado (2005), pp. 157-191 (p. 159).
13 Cfr. ibid. Vid. también SÁNCHEZ ANDRÉS, Aníbal; “Marco histórico-comparativo de la nueva disciplina

sobre la letra de cambio”, en MENÉNDEZ MENÉNDEZ, Aurelio (Dir.) ET AL.; Derecho Cambiario. Estudios
sobre la Ley cambiaria y del cheque, Civitas, Madrid, 1986, pp. 29-93 (pp. 30-31).
14 LABARIEGA, “Devenir histórico…”, cit., pp. 160-161.

15 Cfr. LABARIEGA, “Devenir histórico…”, cit., p. 160.

16 DRAE, cit., voz “antonomasia”, subentrada “por_”: “Denota que a una persona o cosa le conviene el

nombre apelativo con que se la designa, por ser, entre todas las de su clase, la más importante,
conocida o característica”.

4
Notas de Títulos Valores §3

Evolución histórica de los títulos cambiarios: planteamiento.


La evolución histórica que voy a plasmar brevemente en este apartado comprende
sólo o primordialmente a los títulos cambiarios, en el sentido estricto a que acabo de
aludir, sobre la base precisamente de las mismas razones que justifican el carácter de
títulos valores “por antonomasia” que corresponde a esta clase de títulos y, en
especial, a la letra de cambio, que es el título que cuenta con una historia más larga y
desarrollada17. Los demás títulos valores, y sobre todo los valores mobiliarios, tienen
un origen más reciente, y su desarrollo sólo fue posible con el pleno advenimiento de
la organización económica capitalista18.
Algo que tienen en común todos los títulos valores —al menos todos los que gozan
de arraigo real en el tráfico— es que cada uno nació no de una teoría científica, ni
tampoco de una norma pública, sino como creación práctica del tráfico mercantil19.
Suele distinguirse en la evolución histórica de la letra de cambio, primer antecesor de
los actuales títulos cambiarios, dos etapas sucesivas en la forma de entenderla y de
hacerla funcionar, que podríamos llamar los sistemas cambiarios históricos:
1) el sistema medieval o de plaza; y
2) el sistema “moderno” o de feria.
De las peculiaridades de esta evolución histórica de los sistemas cambiarios en las
distintas zonas geográficas surgen a su vez los tres principales sistemas cambiarios
modernos (francés, germánico y anglosajón), sin que deba soslayarse que unos (los
históricos) y otros (los modernos) se diferencian entre sí en función de la significación
preferentemente causal o típicamente cartular de la letra, esto es, según que sean las
pretensiones nacidas del contrato de cambio o directamente del título cambiario las
que definen las prioridades del régimen jurídico aplicable a ella20.
Origen y primera configuración de la letra de cambio.
La letra de cambio surge entre mediados del s. XII y comienzos del s. XIII, según
distintos autores y documentos21, para adaptarse a las exigencias de una economía
mobiliaria, monetaria y crediticia, centrada en la ciudad y en el mercado22.
Inicialmente era un documento de carácter meramente probatorio y netamente
vinculado al contrato de cambio trayecticio (o impurum, o cum charta, o per litteras).
Sin embargo, dio inicio a un proceso de objetivación mercantil de la obligación, en el
que va concediéndose cada vez más importancia a su contenido económico, y menos
a su aspecto de vinculación personal. Sobre esta base, se relativiza la posición del
titular originario, y se admiten nuevas posibilidades de legitimación activa para ejercer

17 Cfr. LABARIEGA, “Devenir histórico…”, cit., pp. 163-164.


18 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit, t. I, p. 35.
19 Ibid.

20 SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., p. 49.

21 LABARIEGA, “Devenir histórico…”, cit., pp. 171 (citando a Thaller, que sitúa documentos cambiarios

en Pisa, en 1156, y a Goldschmidt, para quien el primero es uno de 1207, pagadero en Palermo), y 169
(citando un estatuto de Aviñón de 1243 como primera referencia normativa).
22 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit, t. I, pp. 35-36.

FACULTAD DE DERECHO 5
Versión de julio de 2023
§5 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

el derecho: se usan, primero, cláusulas de representación, y luego otras atribuyen la


legitimación sin hacer constar su causa23.
En el contrato de cambio, una parte entrega a la otra cierta suma de dinero en un
lugar, a cambio de otra suma que la segunda hará que se le entregue a aquélla en un
lugar distinto del primero (solvere de loco ad locum o de platea ad plateam)24.
Al parecer, la mecánica inicial de la operación requería dos documentos25:
1) uno notarial, que dejaba constancia de la recepción del dinero por el banquero, y
en el que se consignaba además la obligación de restituirlo en otra plaza, mediante
un agente por designar, a la persona que señalase el tradens; y
2) otro documento que el banquero extendía cuando el tradens le comunicaba quién
debía recibir el dinero en la otra plaza, y que era una carta por la cual el banquero
ordenaba a su corresponsal hacer el pago señalado al acreedor en cuyas manos
depositaba la misiva (litterae de pagamento, lettre de paiement).
Esta incómoda duplicidad llevó a eliminar la escritura notarial, indicando en la propia
carta de pago la valuta suministrada. A este título único se llamó “letra de cambio”.
Ahora bien, el régimen de este contrato se agotaba en instrumentos de naturaleza
puramente contractual y obligatoria, aunque —no sin alguna resistencia— dio ya lugar
a algunas reglas especiales que se desviaban del Derecho común, como26:
1) que la delegación de la deuda de cambio no liberara al librador (ni siquiera con la
aceptación del girado);
2) la consiguiente admisibilidad de la acción de regreso, o
3) el desarrollo de un mecanismo expeditivo para la aceptación por el girado.
En todo caso, aún no se habían desarrollado mecanismos que facilitasen la
transmisibilidad del crédito mediante la simple anotación en el propio título y la
sucesiva entrega. El desarrollo de la negociabilidad de la letra es una contribución de
la llamada “letra ferial”, que abre una nueva etapa en esta historia 27, que habría que
situar aproximadamente a comienzos del s. XV28.
La letra ferial y el desarrollo de la circulación cambiaria.
En realidad, la letra de feria no sustituye a la “letra de plaza”, sino que coexiste con
ella a lo largo de todo su desarrollo, adquiriendo —eso sí— un protagonismo cada vez
mayor29. Tan es así, que en los ss. XVI y XVII la letra de feria es considerada ya como
el cambium regulare (por ser tamquam regula aliorum cambiorum), mientras que la
tradicional letra de plaza queda relegada a la condición de cambium irregulare. A

23 Ibid.
24 LABARIEGA, “Devenir histórico…”, cit., p. 165.
25 LABARIEGA, “Devenir histórico…”, cit., p. 167, citando la Universalgeschichte de Goldschmidt.

26 SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., p. 49.

27 SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., pp. 49-50.

28 LABARIEGA, “Devenir histórico…”, cit., p. 166 (citando a Lattes).

29 Se advierte todavía una supervivencia de la “letra de feria” en el inc. 5 del ant. art. 439 y en el ant.

art. 472 CdC, que regulaban la posibilidad de indicar el vencimiento de la letra “en una feria”.

6
Notas de Títulos Valores §5

veces, incluso, la utilización de ésta última se somete a restricciones, cuando no es


derechamente prohibida por la autoridad política (que tenía interés en promover las
ferias de pagos en que se negociaban las primeras)30.
Ciertamente, el aspecto más característico de la “letra ferial”, desde el punto de vista
de la evolución del Derecho cambiario, es el gran salto que supone, cuantitativo y
cualitativo, en la negociabilidad de los títulos. Sin embargo, esa mayor negociabilidad
puede ser calificada, con razón, de negociabilidad superpuesta, en la medida en que,
más que al ordenamiento del cambio en sí, que sigue supeditado a los mecanismos
jurídicos propios del Derecho de obligaciones, se debe al propio ordenamiento de las
ferias, en cuanto “mercados”31.
Los instrumentos que configurarán lo que luego será el cambium regulare empiezan
a manifestarse ya en las antiguas ferias de mercancías, como las de Champaña
(conjunto de ferias celebradas en diversas ciudades de la región, cuyo apogeo se da
entre los ss. XII y XIII), la de Lyon (formalmente iniciada en 1420) y, en el ámbito
español, las de Medina del Campo (desde el s. XV). El tráfico cambiario se hace tan
importante que llegan a aparecer ferias en las que no había tráfico de mercancías,
sino sólo de letras de cambio (ferias cambiarias o ferias de pagos), como las célebres
de Besançon y Piacenza32. Precisamente de las ferias, y de su tradicional rigor
nundinarum, procede en último término el característico rigor cambiario de nuestros
días33 y, concretamente, sus aspectos más procesales (ejecutividad)34.
Las innovaciones propiamente “cambiarias” que aporta la “letra de feria” son
relativamente modestas. Así35:
1) aparecen nuevas fórmulas de vencimiento (el propio vencimiento “a feria”, o en
francés, aux paiements), y
2) mecanismos para acreditar la aceptación en las reuniones feriales que a veces
hacen uso de las técnicas contables.
Mucho mayor importancia operativa y económica tuvieron36:
1) la introducción de ciertos métodos contables, como la llamada scartafaccia o
cartapacio, o la de una unidad monetaria ideal (el scutus marcarum, en que se
giraban las letras con el fin de facilitar las operaciones de compensación);
2) la invención de sistemas centralizados de cotización y negociación (el llamado
conto, o en castellano, cuento); y
3) la aparición de formas de liquidación y compensación plurilaterales (scrontatio).

30 SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., pp. 50-51.


31 SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., pp. 53-54.
32 SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., pp. 50-53. MORÁN MARTÍN, Remedios; “Instituciones

de Derecho Mercantil. Introducción”, tema 15 de la Parte Teórica del t. I de su Historia del Derecho
Privado, Penal y Procesal, ed.e, vLex, 2002, p. 12 (n. 3).
33 SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., p. 51.

34 GARCÍA-PITA, notas pro manuscrito

35 Ibid.

36 SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., pp. 50-54.

FACULTAD DE DERECHO 7
Versión de julio de 2023
§6 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Ahora bien, estos mecanismos tan sofisticados se generaron a partir de la


organización ferial como tal, y suponen un hito de incluso mayor importancia en el
desarrollo de las técnicas bancarias y financieras que en el de los títulos valores. Su
operación permitió que con “mil escudos de oro en oro” (es decir, moneda real,
contante y sonante) se pudieran liquidar en feria transacciones de millones 37.
Aparición del endoso y transición al Derecho cambiario moderno.
En los ss. XVII y XVIII, la organización del comercio internacional, intervenido de modo
centralista por los Estados nacionales en auge, según el modelo denominado
mercantilismo, dificulta notablemente el funcionamiento sin tropiezos de las ferias en
general, incluyendo las ferias de pagos. Ello da lugar a un pronunciado declive de
esos mercados autónomos38. Se abre así un periodo de transición hacia los sistemas
cambiarios modernos.
Esta transición tuvo, sin embargo, una importancia decisiva, pues en ella se verificó la
definitiva configuración de los mecanismos propiamente cartulares que terminarían de
dar a la letra de cambio su aspecto plenamente moderno. Como en los casos
anteriores, parece que las innovaciones surgieron primero en Italia, y luego se
extendieron al resto de Occidente39.
Los primeros pasos de esa transformación ya los he mencionado:
1) la reunión de las funciones de la escritura confesoria notarial y de la carta de pago
cambiaria en un solo documento (la letra de cambio)40, y
2) el desarrollo de la aceptación como acto de vinculación autónoma del girado (y su
extensión a las letras no feriales o “irregulares”)41.
Otra línea de desarrollo de la letra de cambio que se revelaría decisiva es la ampliación
del espectro causal de la valuta, que permite traducir relaciones surgidas de la
compraventa (“valor recibido en mercancías”), de cuenta corriente (“valor en cuenta”)
u otros negocios. Incluso llega un momento en que deja de ser necesario precisar la
naturaleza de éstos (“valor entendido”)42. Así la letra se convirtió en un documento
hasta cierto punto “abstracto” de la relación causal o de valuta.
Finalmente, la definitiva adopción por la letra de todos los caracteres que hoy suelen
esperarse en un título valor arranca de algún modo con la generalización del endoso
cambiario, aparecido al parecer en Italia a fines del s. XVI, extendido a Francia en el
XVII y al resto del mundo durante ese siglo y comienzos del siguiente 43.
Con el endoso, la letra de cambio consigue eludir el circuito bancario y las ferias de
pagos: no es casualidad la coincidencia temporal con el declive de estos mercados,

37 Ibid.
38 GARCÍA-PITA, notas pro manuscrito
39 LABARIEGA, “Devenir histórico…”, cit., p. 172.

40 GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos..., cit., n. 5, p. 25.

41 GARCÍA-PITA, notas pro manuscrito

42 SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., p. 55.

43 LABARIEGA, “Devenir histórico…”, cit., p. 172 (citando a Goldschmidt y a Rehme).

8
Notas de Títulos Valores §7

cuyos protagonistas y casi monopolistas eran precisamente los bancos44. Para


lograrlo, comenzó a incorporarse en la letra —que antes era un título nominativo— un
apoderamiento o procura (así quisieron entenderlo inicialmente los circuitos
profesionales del cambio) mediante la cláusula “a la orden”. De esta cláusula surgiría
el endoso traslativo, pues el portador legitimado dejaría de ser considerado un simple
apoderado (o incluso procurator in rem suam), para asumir la condición de titular con
derecho propio y autónomo, pues la práctica insiste en construir el endoso cada vez
más como un nuevo libramiento. Al comienzo se admitía sólo un endoso, y en forma
necesariamente notarial, pero luego se permitiría endosar la letra ilimitadamente, con
lo cual adquiere una transmisibilidad plena45.
A la vista de esta situación de tránsito resulta fácil comprender que los sistemas
cambiarios que llegan a aglutinarse a partir de este momento histórico (ya bajo el
impulso determinante de los Estados, en forma de ordenanzas cambiarias y otras
formas normativas claramente centralizadas) ofrezcan, en consecuencia, un carácter
intermedio entre los mecanismos de tipo contractual, dominantes hasta entonces, y
los nuevos esquemas centrados en el documento mismo y dirigidos a facilitar su
circulación, que empiezan a desarrollarse46.
Sistemas cambiarios modernos.
Concretamente, cabe aludir a tres grandes “sistemas cambarios”, que cristalizan como
resultado de los procesos históricos a que me acabo de referir47:
1) el “sistema francés”;
2) el “sistema anglosajón”; y
3) el “sistema germánico”.
El sistema francés tradicional, tempranamente fijado por la Ordenanza del Comercio
de 1673, configuraba la letra como un título eminentemente causal, instrumento del
contrato de cambio trayecticio. Por eso debía girarse siempre de plaza a plaza y
mencionar en expresa “cláusula de valor” el contrato que mediaba entre librador y
tomador. También era causal la obligación del librado, pues derivaba de la “provisión
de fondos” que le hubiera hecho el girador. Estas notas subsitieron en Francia
bastante tiempo, hasta que una Ley de 1894 suprimió el requisito de la distantia loci,
y otra de 1922 la necesidad legal de la cláusula de valor. Pero la idea de que la
obligación del librado tiene por causa la provisión de fondos sigue subsistiendo,
incluso tras la adopción por Francia de la Ley Uniforme de Ginebra (D-L. fr. de 30 de
octubre de 1935, convertido en Ley fr. de 8 abril 1936), como un crédito dinerario que
justifica el libramiento, por una parte, y el deber de pagar, por otra 48. Además de
Francia, siguió este sistema cambiario el Derecho español y, con él, también el

44 GARCÍA-PITA, notas pro manuscrito


45 SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., p. 56; GARCÍA-PITA, notas pro manuscrito.
46 SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., p. 57.

47 SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., pp. 58-64; HUECK, Alfred y CANARIS, Claus-Wilhelm;

Derecho de los títulos-valor, Ariel, Barcelona, 1988 (trad. de Jesús Alfaro), p. 68 (§ 5); GARCÍA-PITA,
notas pro manuscrito.
48 GARCÍA-PITA, notas pro manuscrito; SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., pp. 58-60.

FACULTAD DE DERECHO 9
Versión de julio de 2023
§7 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

peruano, hasta la adopción del CdC en el cual, por inspiración italiana, nuestro país
se pasó al sistema germánico.
En el sistema anglosajón, plasmado en la británica Bill of Exchange Act de 1882 y en
el Negotiable Instruments Law estadounidense de 1896 (sustituido por el Artículo 3
del UCC), no se estima que la letra de cambio (bill of exchange o, en los Estados
Unidos, draft) emane necesariamente del cambio trayecticio, pero tampoco simpatiza
con el rigorismo formal germano. En consecuencia, ni la letra debe girarse de plaza a
plaza, ni ha de expresar la valuta (cuya existencia se presume; de modo absoluto inter
tertios); desconoce asimismo la doctrina de la provisión. Sin embargo, el título no está
del todo desconectado de su causa, pues incluso los instrumentos cambiarios
acreditan un contrato, sujeto al régimen general (incluyendo el requisito de la
consideration). Hay, sin embargo, numerosos supuestos en que la letra puede valer
sin consideration, sea porque ésta es meramente “nominal”, o en aplicación de la
doctrina del promissory estoppel. Por otra parte, se prescinde de los requisitos de
denominación y fecha de emisión, y hasta puede sustituirse la cláusula “a la orden”
por una “al portador”. El sistema cambiario anglosajón se distingue por otros muchos
puntos concretos, tales como admitir letras a plazos, que devenguen intereses, que el
librador excluya su responsabilidad, la inexistencia de plazos para la aceptación de
los giros a la vista, que el tenedor pueda rechazar la aceptación parcial del librado,
exigir el protesto sólo para las letras extranjeras, omitir los endosos en garantía,
desconocer el aval, etc.49 Por cierto, algunas de esas peculiaridades han terminado
por abrirse paso en nuestra propia LTV.
El sistema germánico se fue plasmando progresivamente en las ordenanzas
cambiarias que los numerosos estados alemanes (Alemania sólo se constituyó como
Estado-nación unificado en el último tercio del s. XIX) fueron emitiendo a partir del
siglo XVII (la más antigua es la de Hamburgo, de 160350). La cristalización definitiva
del sistema cambiario germánico fue resultado de la política de unificación económica
y jurídica representada por la Unión Aduanera Alemana, que en 1848 logró aprobar la
Ordenanza Cambiaria General Alemana (Allgemeine Deutsche Wechselordnung, o
ADWO), adoptada casi enseguida incluso por los estados que no estaban integrados
en la Unión51. La ADWO ve en la letra un auténtico título valor, que contiene una
promesa abstracta de pago, desligada por tanto de cualesquiera relaciones
contractuales subyacentes, para documentar simplemente el compromiso de pago del
emisor. Éste promete al beneficiario que, en la fecha indicada, el librado le hará el
pago o, en su defecto, lo hará el propio librador. Efecto de esta concepción, orientada
fundamentalmente hacia la protección del tercero cambiario, es que no se requiera
distantia loci, ni expresar la valuta, ni hacer provisión de fondos al librado. Los
compromisos cambiarios se contraen así sólo por haber firmado la cambial, cada uno
con una rigurosa independencia de su causa y de los otros compromisos contenidos

49 GARCÍA-PITA, notas pro manuscrito.


50 HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., p. 66 (§ 5).
51 HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., pp. 66-67 (§ 5). Las principales reformas a la ADWO, ya como Ley

de la Confederación del Norte de Alemania (1866-1871) o Ley imperial de la Alemania unificada (a


partir de 1871), se dieron en 1857 y en 1908. La nueva Ley Cambiaria alemana (Wechselgesetz o WG),
que sólo se distancia de la ADWO en pocos aspectos, fue promulgada en 1933, para dar efecto al
Derecho cambiario uniforme de Ginebra.

10
Notas de Títulos Valores §8

en el título. En síntesis, en este sistema la obligación cambiaria asume un valor


sustantivo y propio, con fuertes rasgos de abstracción, literalidad y autonomía52.
El sistema cambiario germánico es, sin duda, el que mayor influencia y repercusión
ha tenido en el mundo. Italia lo adoptó tempranamente, y proporcionó el modelo
principal para el Derecho cambiario uniforme preparado y propuesto por la
Conferencia de Ginebra de 1930. Como ya he dicho, por mediación del CdC italiano
de 1882, fue también el adoptado por el texto original del CdC de 1902, que se apartó
en esto notablemente de su modelo habitual español.
El Derecho cambiario uniforme.
El movimiento unificador, sumamente necesario en un ámbito, como el cambiario, tan
vinculado al tráfico internacional, se inició ya durante el siglo XIX, por juristas y
organizaciones gremiales que formularon varias proposiciones de unificación
legislativa en materia cambiaria. El proceso alcanzó importantes metas en las
Conferencias Internacionales de La Haya, de 1910 y 1912, donde se elaboró un
Convenio y un Reglamento uniformes, cuyo éxito definitivo se vio sin embargo
frustrado por el estallido de la Primera Guerra Mundial.
Terminado el conflicto, se reiniciaron los trabajos de unificación, con la importante
participación de la Cámara de Comercio Internacional (CCI), la Sociedad de Naciones
(antecedente de entreguerras de la ONU) y el Instituto Internacional para la Unificación
del Derecho Privado de Roma (Unidroit).
En la década del ‘20, la Sociedad de Naciones encargó sendos dictámenes a dos
Comisiones de juristas y técnicos, y también pidió la opinión de los Estados, mediante
un Cuestionario que recibió muchas respuestas53. Finalmente, convocó la Conferencia
de Ginebra de 1930, que el 7 de junio de 1930 aprobó tres convenios:
1) El primero de ellos contenía en su anexo el texto de una Ley Uniforme sobre la
Letra de Cambio y el Pagaré y obligaba a los estados contratantes a adoptarla en
sus países, admitiéndose sólo las modificaciones previstas en su segundo anexo.
2) El segundo se refiere al conflicto de leyes en materia cambiaria.
3) Y el último trata de las leyes sobre el timbre, un tributo que muchos países imponen
a la emisión de letras de cambio y otros actos jurídicos documentados54.
Otra Conferencia, sostenida igualmente en Ginebra, en 1931, elaboró otros tres
convenios sobre el cheque, paralelos a los que existen para la letra y el pagaré, que
completan el Derecho cambiario uniforme.
Nuestro país, aunque participó en la Conferencia de Ginebra, y fue uno de los
firmantes de sus Convenios, nunca los ha ratificado. No obstante, ha adoptado de
hecho, en sustancia, el contenido material del Derecho cambiario uniforme, tanto en
la LTV ant. de 1967 como en la actual del año 2000, aprobada por L. 27287.

52 GARCÍA-PITA, notas pro manuscrito.


53 GARCÍA-PITA, notas pro manuscrito.
54 En el Perú todos los impuestos de este tipo fueron eliminados en 1993 (D. Leg. 771), pero ya en 1972

se habían derogado los que gravaban los títulos cambiarios por D.L. 19620.

FACULTAD DE DERECHO 11
Versión de julio de 2023
§9 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

II. EL DERECHO CARTULAR EN EL DERECHO MERCANTIL


El debate sobre el carácter mercantil de los títulos valores.
Es seriamente controvertida55, en especial allí donde no está legislada positivamente
la teoría general de los títulos valores, la ubicación que se le ha de dar dentro del
sistema del Derecho privado, esto es56:
1) si se ha de ubicar en el Derecho Civil o en el Derecho Mercantil, o incluso si
constituye el objeto de una rama o disciplina autónoma dentro del Derecho
privado57, por un lado; y
2) si, por otro, se ha colocar en la teoría de las obligaciones, en la de las cosas o, en
fin, en la teoría de la prueba (opción que, por cierto, tendería a colocar la materia
más bien en el Derecho Procesal).
Los títulos valores son instrumentos que sirven directamente tanto al empresario en
el ejercicio de su actividad como al no empresario, aunque, lógicamente, son mucho
más utilizados por los empresarios58.
Es doctrina común en el Derecho Mercantil actual, y así lo he expuesto yo mismo en
otros lugares, que la mercantilidad de los negocios jurídicos y, en general, de los
hechos que dan lugar a las obligaciones y a las demás relaciones jurídicas
patrimoniales (como los títulos valores) se determina normalmente por su inserción en
la serie de actos constitutivos de una actividad empresarial59. Ello ocurre, como caso
más usual y característico, cuando un empresario sea parte en el acto o contrato, y lo
celebre, precisamente, en ejercicio de su empresa60.
A partir de las dos premisas anteriores, pareciera inevitable concluir que los títulos
valores, fuera lo que haya sido de su origen y desenvolvimiento históricos, constituyen
ahora una institución “generalizada”61 donde las haya. Por lo tanto, pareciera que el

55 Los apartados que componen esta sección (§§ 9 a 16) recogen sustancialmente el contenido de mi
estudio “Títulos valores y Derecho Mercantil”, en 12 REDUP (2011), pp. 59-76.
56 FERRI, Títulos..., cit., p. 15.

57 He de decir, sin embargo, que quienes me consta que defienden esta última postura (por ejemplo,

Ignacio W INIZKY en GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos..., cit., n. 1, pp. 14-15), comulgan en realidad con
quienes postulan el carácter civil de la teoría general de los títulos valores, puesto que toman como
punto de partida la doctrina de la unificación del Derecho de las obligaciones civiles y mercantiles,
cuerpo unificado dentro del cual los títulos valores serían simplemente un sector específico con cierta
identidad propia. Para la crítica de esta postura, vid. ARAYA, Títulos circulatorios, cit., pp. 255-256 (§
165). GUALTIERI, en cambio, seguía en la obra original la postura más tradicional (y también más
coherente, desde mi punto de vista) de que la materia corresponde al Derecho Mercantil; cfr. op. cit.,
p. 15, en nota n. 13.
58 GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos..., cit., n. 1, p. 15; ARAYA, Títulos circulatorios, cit., p. 252 (§ 164; citando

a Cámara).
59 Vid. mis Notas de Derecho Mercantil (Parte General), versión de mayo de 2015, pro manuscripto, pp.

168 (§ 81) y 171 (§ 82).


60 Ibid. Vid. también mis Notas de contratos mercantiles, versión de octubre de 2010, pro manuscripto,

p. 13 (§ 5).
61 En el sentido que da al término BROSETA PONT, Manuel, y MARTÍNEZ SANZ, Fernando; Manual de

Derecho Mercantil, 13ª ed., Tecnos, Madrid, 2006, vol. 1, p. 44. Con más detalle en BROSETA PONT,
Manuel; La empresa, la unificación del Derecho de obligaciones y el Derecho Mercantil, Tecnos, Madrid,
1965, pp. 35-36 y 57-60. ARAYA, Títulos circulatorios, cit., pp. 252-253 (§ 164).

12
Notas de Títulos Valores § 10

engarce sistemático de su teoría general debería situarse en el Derecho privado


común, esto es, en el Derecho Civil. De hecho, así opina FERRI62, entre otros autores,
desestimando numerosos argumentos de índole histórica, económica y sociológica
que suele aducir la doctrina comercialista a favor de su carácter exclusiva o
preferentemente mercantil.
Argumentos a favor de la mercantilidad de los títulos valores.
Ahora bien, se pueden agrupar resumidamente los principales argumentos o razones
de conveniencia a favor de la mercantilidad de los títulos valores (de todos ellos) en
estas tres direcciones:
1) Un argumento o conjunto de argumentos histórico, cuyo punto de partida es el
incontrovertible origen de los títulos valores, tal como los conocemos, en el seno
del ius mercatorum o Derecho Mercantil medieval. Los títulos valores han
acompañado de manera ininterrumpida, además, el desarrollo del Derecho
Mercantil hasta la actualidad como parte integrante suya; han influido en su
desenvolvimiento como rama del Derecho, y han contribuido, a veces de manera
decisiva, a su conformación y configuración actual. En definitiva, los títulos valores,
y concretamente su teoría general, forman parte integrante e inseparable de la
lógica del Derecho Mercantil como rama autónoma del Derecho privado. Todo esto
alienta fuertemente la convicción de que debería continuar siendo así.
2) Un argumento o conjunto de argumentos sociológico. El punto de partida principal
de esta línea de argumentación es la constatación empírica de que, como ya he
mencionado, la inmensa, abrumadora mayoría de los títulos valores, tanto en
número como en valor económico, son emitidos o por lo menos sirven sobre todo
al tráfico económico empresarial. A esto se añade la altísima probabilidad, cuyas
razones determinantes han de buscarse más bien en el argumento económico que
explicaré en seguida, de que en la (hoy por hoy improbable) hipótesis de una
involución de la organización económica con desaparición (o sustancial reducción)
de tal tráfico económico empresarialmente organizado, el Derecho positivo
carecería de motivos suficientes para conservar una regulación detallada de todas
las instituciones creadas al servicio de la circulación cambiaria, tales como el
proceso ejecutivo, el protesto, etc., aunque teóricamente la subsistencia en sí de
tales instituciones sería posible63. Un punto débil de este argumento es que esa
misma utilización abrumadoramente mayoritaria en contextos mercantiles afecta a
casi todos (por no decir sin más que pasa con absolutamente todos ellos) los
demás tipos y modalidades de negocios jurídicos patrimoniales64, incluyendo la

62 FERRI, Títulos..., cit., p. 15, quien aduce como favorables a su posición a ASCARELLI y a la doctrina
alemana, comenzando por GIERKE, Otto VON; Deutsches Privatrecht, Duncker & Humboldt, Leipzig,
1905, t. 2, pp. 103 y ss. Ahora bien, fuera del hecho de tratar la teoría general de los títulos valores en
un libro sobre el “Derecho privado alemán” en general (nótese que tampoco lo llama “civil”), y de
distinguir (por cierto, sin más explicación que el hecho de que “suelen constituir el objeto de negocios
jurídicos en el tráfico mercantil”) como una categoría especial de títulos valores a los “títulos
mercantiles” (Handelspapiere; p. 132), este último autor no aborda realmente la cuestión en absoluto.
63 Vid. mis Notas de Derecho Mercantil (Parte General), cit., p. 13 (§ 6), en nota n. 54 y texto al que se

refiere.
64 GARCÍA-PITA Y LASTRES, José Luis; Derecho Mercantil de obligaciones: Parte General, Marcial Pons,

Madrid – Barcelona, 2003, p. 32, donde concluye que, de facto, en todo el ámbito del contrato privado,
los mercantiles tienen absoluta preponderancia numérica y económica, no sólo en conjunto, sino

FACULTAD DE DERECHO 13
Versión de julio de 2023
§ 10 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

mismísima donación65, lo que no ha llevado, ni es previsible o deseable que lleve,


a que su regulación básica pase del Derecho Civil o común al Derecho Mercantil.
Sin embargo cabe retrucar que el verdadero quid de la cuestión, la razón por la
que el dato sociológico es significativo, no está tanto en lo meramente numérico o
estadístico, sino en que, así como cualesquiera persona, incluso en contextos de
relación “puramente civiles” (ajenos a toda actividad profesional), casi con
seguridad necesitarán celebrar compraventas y préstamos (con y sin retribución),
encargar o prestar servicios o hacer regalos, las hipótesis en que lo mismo les
suceda con los títulos valores, si no del todo marginales, serán al menos
claramente ajenas al cauce central de su vida y sus relaciones jurídicas, porque
nada esencial de ellas se vería afectado por su inexistencia o su falta de
disponibilidad66. En otras palabras, que aunque no existiera en absoluto una
economía de empresas o un Derecho Mercantil que le dé cauce, esos otros
negocios “civiles” ciertamente seguirían requiriendo la atención del Derecho
privado (Civil) en igual o similar medida; mientras que sólo la realidad de esa
organización económica y jurídica es razón suficiente de la institucionalización de
los títulos valores67.
3) Y finalmente un argumento o conjunto de argumentos económico. Se trata, como
de alguna manera ya he adelantado en el punto anterior, de que un tráfico
económico con el uso generalizado de títulos valores requiere un respaldo jurídico
institucional que sólo se justifica económicamente en una economía basada en la
actividad empresarial libre, pero jurídicamente organizada, la cual es precisamente
el objeto del Derecho Mercantil. Éste es en realidad el argumento decisivo y
determinante, al menos en mi opinión, porque es el que da razón de los demás, y
el que aun en un contexto histórica y sociológicamente tan distinto de aquél en que
aparecieron los títulos valores y empezó a gestarse su teoría general, como es el
actual, puede seguir justificando su adscripción sistemática al Derecho Mercantil,
como Derecho privado especial de los empresarios, con preferencia sobre el
Derecho privado general o Derecho Civil.

también, muy probablemente, en cada uno de los tipos contractuales conocidos. Por eso decía
GARRIGUES que “conocer el Derecho de obligaciones mercantiles equivale a conocer el Derecho de
obligaciones que se vive en la realidad económica”; vid. Tratado…, cit., t. III, vol. 1, p. 4.
65 Como escribí, a propósito de una discusión semejante, en mi tesis doctoral, Las cláusulas de hardship

en la contratación mercantil, Universidad de La Coruña, La Coruña, 2007, p. 244 (§ 39), en nota n.


1030: “[b]aste pensar que, entre los tres mayores diarios gratuitos españoles, las sociedades que los
editan realizan una media de unos 2,7 millones de donaciones diarias, si hemos de creer en las
estadísticas publicadas en <www.introl.es> (diarios Qué, Metro y 20Minutos)” (con énfasis en el
original).
66 Cfr. una argumentación parecida, que no idéntica, en mi tesis doctoral, cit., ibid. Éste es, a mi modo

de ver, el contexto que dota verdaderamente de significado al conocido tópico del id quod plerumque
accidit como argumento para determinar la sede sistemática de una institución.
67 Un argumento relativamente similar (de hecho, menos claro, en mi opinión), es el que de pasada

mencionan tanto ARAYA (Títulos circulatorios, cit., p. 252 (§ 164)) como FERRI (Títulos…, cit., pp. 15-16,
en nota n. 4), y que con un signo más “objetivista” adjudica todos los títulos valores al Derecho Mercantil
en tanto que “complejo de normas aplicables a las formas más típicas e intensas de circulación de la
riqueza”.

14
Notas de Títulos Valores § 11

Problemas de los títulos valores “civiles”.


A lo anterior hay que añadir que una teoría general de los títulos valores de carácter
civil sólo gozaría de una justificación semejante en uno de estos dos escenarios:
1) Uno en el que hubiera tanto títulos valores civiles como mercantiles; o
2) uno en el que todos los títulos valores fueran necesariamente civiles,
independientemente de quién y para qué los utilice.
Este segundo escenario sería un contrasentido en ordenamientos que no hubieran
efectuado ya una completa y perfecta unificación del Derecho privado, suprimiendo
efectiva y definitivamente la secular distinción entre el Derecho Civil y el Mercantil. Tal
situación, hoy por hoy, no existe en mi opinión en ningún ordenamiento vigente del
que tenga noticia. Y es que, en virtud de las razones históricas, sociológicas y
económicas (especialmente éstas últimas) que he analizado más arriba, el uso de los
títulos valores por los empresarios o en un contexto de tráfico empresarial (su uso
abrumadoramente mayoritario, por tanto) pediría, y sin duda terminaría por conseguir,
una plena inserción de los negocios y relaciones cartulares en la lógica del más amplio
Derecho Mercantil subsistente; o sea, daría lugar antes o después a un Derecho
Mercantil de los títulos valores. En otras palabras, el segundo escenario terminaría
indefectiblemente por desembocar en el primero.
Ese primer escenario de duplicidad de títulos valores civiles y mercantiles está, de
hecho, vigente en unos pocos países (como Alemania y Venezuela). Pues bien, la
experiencia de esos ordenamientos enseña que, sea cual fuere el valor teórico,
dogmático, especulativo y sistemático de los títulos valores “civiles” en el sistema
jurídico, su importancia real y económica en la práctica es nula. De hecho, tales títulos
civiles no se usan apenas (salvo por error o insuficiencia de los requisitos para que el
título pudiera calificar como el correspondiente tipo mercantil68).
El fenómeno resulta muy comprensible, pues una persona —por así decir— “civil” que
tenga interés en utilizar títulos valores en sus operaciones económicas, más que
probablemente estará dispuesta a asumir el “riesgo” adicional que le puedan suponer
los títulos mercantiles, con tal de poder aprovechar también sus ventajas de cara al
tráfico. Y es que en un ordenamiento jurídico de este tipo la distinción entre títulos
civiles y mercantiles no puede trazarse en la práctica sino por la forma: los títulos tales
y cuales, independientemente de quién y para qué los use, serán mercantiles,
mientras que tales y cuales otros serán civiles. Esto, porque el régimen jurídico de
cada título valor, si es que ha de cumplir su función, necesariamente debe ser único y
unitario, y depender exclusivamente de elementos que aparezcan o sean accesibles
a partir de la literalidad del propio título. De hecho, sería inmanejable y disfuncional
que su régimen, civil o mercantil, dependiese de si el título se emitió o no en ejercicio
de la empresa, o de si el firmante es o no empresario, circunstancias difícilmente
perceptibles a partir del propio documento. Por tanto, es una necesidad del sistema
que cualquiera, con independencia de su condición de empresario o no, y en cualquier

68HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., pp. 89-91 (§ 6). HEERMANN, Peter; Geld und Geldgeschäfte, Mohr-
Siebeck, 2003, p. 171 (n. mg. 6): “Los §§ 783 y ss. BGB llegan a tener aplicación meramente integradora
en caso de lagunas de regulación (en especial, por nulidad de la letra de cambio y del cheque)” (énfasis
añadido).

FACULTAD DE DERECHO 15
Versión de julio de 2023
§ 12 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

contexto jurídico-económico, sea o no empresarial, pueda utilizar tanto unos títulos


como los otros69.
No puede extrañar, con esas premisas, que los títulos elegidos por unos y por otros,
indistintamente, sean precisamente los mercantiles, en abrumadoramente mayoritaria
proporción. De hecho, en Alemania, la utilización intencionada de títulos valores
estrictamente civiles (la bürgerlich-rechtliche Anweisung o título de delegación civil,
regulado en los §§ 783 y ss. BGB) es meramente residual70. De donde se infiere que
un sistema dualista de Derecho privado (Civil y Mercantil), como es el nuestro, en el
que se regulen pormenorizadamente uno o más títulos valores “civiles” y, en
consecuencia, la sede sistemática de la teoría general de los títulos valores deba
situarse en el Derecho Civil, viene a ser en realidad una especie de lujo político-
jurídico, sin apenas relevancia práctica, y carente de toda justificación jurídica y
económica; si acaso tiene alguna, será tan sólo (o sobre todo) estética.
La mercantilidad de iure condito en Derecho comparado.
De todos modos, dejando a un lado las razones de conveniencia a favor de una u otra
posición, la cuestión no puede resolverse, en último término, sino sobre la base del
Derecho positivo vigente en cada país:
1) o bien el ordenamiento califica de mercantiles (o “actos de comercio”), explícita o
implícitamente, a todos los títulos valores, y entonces es evidente que la teoría
general de los títulos valores forma parte del Derecho Mercantil;
2) o bien admite —admisión que también puede ser explícita o implícita— la
existencia de títulos valores meramente “civiles”, en cuyo caso es coherente
desarrollar tal teoría general dentro y como parte del Derecho Civil patrimonial,
aunque creo que incluso en tales circunstancias sería didácticamente desacertado
hacerlo.
Pues bien, declaraciones explícitas del primer tipo existen en México71 (art. 1 de Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito, de 1932), Colombia (inc. 6 del art. 20

69 Véase una somera recapitulación de los problemas que tal situación produjo históricamente en
España (y probablemente también en el Perú, que copió la legislación española), bajo la vigencia del
Código de Sainz de Andino de 1829, en SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., pp. 38-41.
70 HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., p. 47 (§ 4): “La importancia práctica de la delegación civil es

pequeña”. HEERMANN, Geld und Geldgeschäfte, cit., p. 171 (n. mg. 5): “De todos modos, la figura legal
original de la delegación, es decir, la delegación aceptada en el sentido de los §§ 783 y ss. BGB, ha
alcanzado en lo esencial un significado relevante sólo como figura dogmática básica de Derecho civil,
y raramente se hace visible en la práctica” (énfasis añadido). BÖING, Christian, y KRALITSCHKA, Jan; “Die
bürgerlich-rechtliche Anweisung der §§ 783 ff. BGB”, en línea en www.uni-muenster.de, 1999
(consultado el 23 de febrero de 2011), p. IX: “En la búsqueda de jurisprudencia sobre los §§ 783 y ss.
BGB impresiona el escaso número de resultados.Verdaderamente, la significación práctica del título de
delegación del BGB, contra las previsiones del legislador, es ciertamente diminuta en la jurisprudencia
y en la práctica comercial de los últimos 60 años. Las formas especiales de delegación contenidas en
el concepto amplio de delegación, como el cheque y la letra de cambio, están reguladas en leyes
especiales y han hallado en el tráfico económico una utilización sustancialmente más frecuente”
(citando a Palandt y a Staudinger/ Marburger; los énfasis son añadidos).
71 Los arts. 1873 a 1881 CC mex. parecen una declaración —implícita, pero bastante clara— en

contrario, pero fuera cual fuese el significado preciso de dichas normas, al ser la LGTOC mex. una ley
posterior (al menos, posteriormente promulgada) parece que, de haber sido necesario, habría
modificado lo dispuesto en el CC mex. de 1928. A mi modo de ver, el párr. 1° del art. 1 LGTOC mex.

16
Notas de Títulos Valores § 13

CdC col.) y Bolivia (inc. 5 del art. 6 CdC bol.); y lo mismo cabe decir (aunque sólo para
los títulos a la orden y al portador) de Chile (inc. 10 del art. 3 CdC chi.) y también —
hasta 2014, en que han unificado los ordenamientos Civil y Comercial en un solo
Código— de Argentina72 (inc. 4 del art. 8 CdC arg. ant.). Declaración bastante explícita
del segundo tipo hace el ordenamiento venezolano (inc. 13 del art. 2 CdC ven.). En
Alemania, los §§ 783 a 792 BGB, al regular detalladamente un título valor (el título de
delegación civil) de carácter indudablemente civil (de hecho, el § 363 HGB regula su
contraparte mercantil) conlleva una regla implícita, pero sumamente clara, en la misma
línea.
En Italia la cuestión es todavía bastante discutida. Mientras existió la dualidad de
códigos, la doctrina fue casi unánime en admitir el carácter mercantil de todos los titoli
di credito;73 mas con la drástica reforma de las relaciones mutuas del Derecho Civil y
del Mercantil que supone la unificación formal en un único Codice Civile, parece que
se ha reforzado considerablemente la postura de quienes consideran que solamente
cada especie de título valor podría encontrar una inequívoca colocación en el Derecho
Civil o en el Mercantil, por lo que su teoría general debiera permanecer en el primero74.
En Francia la doctrina parece haber llegado a una conclusión parecida, en ausencia
(muy explicable, por otra parte, dada la edad de la norma) de una declaración general
de mercantilidad (que sólo existe para la letra de cambio: inc. 10 del art. L110-1 CdC
fr.)75. En España, con un ordenamiento en una situación muy parecida, han seguido
más bien la línea italiana anterior al Código unificado, y es prácticamente unánime la
opinión de que los títulos valores, todos ellos, son en realidad mercantiles76.
La cuestión en el Derecho peruano anterior a la LTV de 1967.
En el Perú, la opinión general de la doctrina77 y de la jurisprudencia sigue unánimente
(de hecho, no me es conocida ninguna excepción) la postura según la cual los títulos

no deja lugar a dudas: “Son cosas mercantiles los títulos de crédito. Su emisión, expedición, endoso,
aval o aceptación y las demás operaciones que en ellos se consignen, son actos de comercio. Los
derechos y obligaciones derivados de los actos o contratos que hayan dado lugar a la emisión o
trasmisión de títulos de crédito, o se hayan practicado con éstos, se rigen por las normas enumeradas
en el artículo 2o., cuando no se puedan ejercitar o cumplir separadamente del título, y por la ley que
corresponda a la naturaleza civil o mercantil de tales actos o contratos, en los demás casos”.
72 ARAYA, Títulos circulatorios, cit., p. 253 (§ 164). Con todo, como ya he dicho (vid. nota n. 57, en p.

24, supra), W INIZKY reconoce una autonomía más amplia al Derecho de los títulos valores, lo que en
buena cuenta implica asignarlos al Derecho Civil, en cuanto Derecho privado general. Probablemente
esta última conclusión se haya de imponer ahora, bajo el régimen unificado del CC&Com de 2014.
73 FERRI, Títulos..., cit., p. 15; ARAYA, Títulos circulatorios, cit., p. 250 (§ 164).

74 FERRI, Títulos..., cit., p. 16, citando a Ascarelli a favor de su postura, y a Asquini en contra.

75 RIPERT, Georges, y ROBLOT, René; Traité de Droit Commercial, 16ª ed., LGDJ, París, 1996, t. 1, pp.

209-210 (n. 323).


76 GARCÍA-PITA, notas pro manuscrito, Leción I, pp. 1-5 (aunque en el contexto de la discusión acerca

de si ubicarlos en el “Derecho de cosas” o en el “de obligaciones” mercantiles. Hablando


específicamente de la letra de cambio (y en ausencia de una clara calificación en la Ley cambiaria y
del cheque), SÁNCHEZ, “Marco histórico-comparativo…”, cit., pp. 42-48. Debería llevar a una conclusión
contraria la tesis “relativista” del Derecho Mercantil desarrollada con carácter general por EIZAGUIRRE,
Derecho Mercantil, cit., pp. 137-138, aunque no se pronuncia específicamente sobre este extremo, en
relación con los títulos valores, ni allí ni en su Derecho de los títulos valores, cit.
77 BEAUMONT CALLIRGOS, Ricardo, y CASTELLARES AGUILAR, Rolando; Comentarios a la Ley de Títulos

Valores, 3ª ed. aumentada y actualizada, Gaceta Jurídica, Lima, 2005, p. 7 (“Introducción”, firmada por

FACULTAD DE DERECHO 17
Versión de julio de 2023
§ 13 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

valores, todos ellos, tienen necesariamente carácter mercantil. Pero, a diferencia de


lo que ocurre en España (que carece de una regulación positiva general de los títulos
valores que pueda servir de apoyo incontrovertible para llegar a esa conclusión), en
nuestro país esta opinión está mejor fundada positivamente.
La promulgación de la LTV ant., de 1967, constituye a este respecto un importante
punto de inflexión. Antes de ese evento, la situación de nuestro ordenamiento jurídico
respecto del carácter civil o mercantil de la teoría general de los títulos valores, y en
la medida en que tal teoría general no había alcazado expresión legislativa suficiente,
estaba en el mismo pie que en países como España o, incluso con mayor semejanza
(por el mayor parentesco de las principales leyes sobre la materia), como la Italia
anterior al Codice Civile.
De hecho, todos los títulos legislativamente regulados eran mercantiles, y por eso
mismo el punto de vista dominante, a nivel doctrinal y jurisprudencial, era que se
trataba de una materia claramente mercantil en su totalidad. Nada empecía a esto la
vigencia, entre 1936 y 1984, de una serie de normas sobre “títulos al portador” en el
CC de 1936 (arts. 1802 a 1815), pues dicha regulación no sólo no contenía ninguna
declaración tendente a variar el status quo legislativo de la materia, sino que en
realidad venían a completar la deficiente regulación de las “cédulas y obligaciones” y
demás “documentos de crédito al portador” (para entendernos, lo que actualmente
denominamos “bonos de obligación”) que contenían los ant. arts. 21, inc. 10, 69 a 72
y 534 a 536 CdC, con el fin de hacer posible el desarrollo de un mercado de “bonos
hipotecarios” (eje principal, si no único, de dichas normas). De hecho, “sólo las

el Prof. BEAUMONT): “en el Derecho Comercial, tradicionalmente, las dos leyes más importantes lo (sic)
fueron y estimamos que lo siguen siendo, (sic) la de Sociedades y la de Títulos Valores”. MONTOYA
ALBERTI, Hernando (Coord.) ET AL.; Tratado de Derecho Mercantil. Tomo II: Títulos Valores, Gaceta
Jurídica, Lima, 2004, p. 8 (de la “Presentación” del propio Coord.): “[l]a Junta Directiva del Instituto
[Peruano de Derecho Mercantil] (…) se ha trazado como objetivo cubrir todas las áreas del Derecho
Mercantil (…). Ahora (…) cumplimos con presentar el Tomo II titulado Títulos Valores”. ZEGARRA
GUZMÁN, Óscar (Comp.) ET AL.; La nueva Ley de Títulos Valores, Colegio de Abogados de Lima, Lima,
2000, p. 13 (del “Prólogo” del propio Comp.): “El tema sobre Títulos Valores (sic) ha resultado con el
transcurso del tiempo una disciplina dentro del derecho comercial de carácter amplio y técnico”.
TARAMONA HERNÁNDEZ, José Rubén; Comentarios a la Ley de Títulos Valores, Rodhas, Lima, 1996, p.
14 (de la “Introducción”): “Esta obra tiene (…) [como] destinatarios (…) a los estudiantes de derecho
para la mejor comprensión de su curso de derecho comercial”. BRAVO MELGAR, Sidney Alex; Títulos
valores. Derechos y obligaciones cartulares, Fecat, Lima, 1996, p. 21 (haciendo suya una cita de
Ascarelli): “la mayor contribución del Derecho Mercantil a la evolución de la economía moderna se
produce por los títulos valores”. SOLÍS ESPINOZA, Jorge Alfredo; Temas sobre derecho cartular: Títulos
valores, Idemsa, Lima – Arequipa, 1995, p. 7 (de la “Presentación”): “Es evidente que en nuestro medio
muy poco se ha escrito sobre el tema apasionante de los Títulos Valores no obstante su importancia
en las relaciones comerciales”. VIDAL RAMÍREZ, Fernando; La Bolsa de Valores: Un ensayo de Derecho
Bursátil, Cultural Cuzco, Lima, 1988, p. 147, para quien la emisión de títulos-valores, así como sus
sucesivas transferencias “cae dentro de la categoría de los actos de comercio, dentro de la noción
establecida por el art. 2 del Código de Comercio, pues la relación jurídica entablada es de naturaleza
mercantil”. FLORES POLO, Pedro; Estudio jurídico de la Ley de Títulos-Valores, 2ª ed., Justo Valenzuela,
Lima, 1986, p. 27: “En ningún momento el Código [Civil] se refiere (…) a las instituciones propias del
Derecho cambiario, esencialmente comerciales”. PINO CARPIO, Remigio; Ley de Títulos Valores, 2ª ed.,
Cultural Cuzco, 1984, p. 108 (a propósito del art. 50 LTV ant.): “(…) en el campo comercial se cae [en
mora], sin más que el vencimiento del término dentro del que debió cumplirse la obligación. Siendo ésta
la razón por la que los intereses legales de un título-valor se devengan desde su vencimiento, se haya
hecho o no el protesto”.

18
Notas de Títulos Valores § 14

corporaciones públicas y sociedades debidamente constituidas” podían emitir tales


bonos (art. 1807 CC ant.). Pero el carácter claramente mercantil de la regulación
resultaba especialmente clara en el art. 1806 CC ant.:
“En los casos de robo, hurto, pérdida o extravío podrá anularse el título perdido
o sustraído y emitirse uno nuevo. Se observará sobre el particular el
procedimiento del Código de Comercio sobre los títulos al portador” (énfasis
añadido).
La mercantilidad en la LTV de 1967.
En todo caso, cualesquiera dudas razonables que hasta ese momento pudieran
subsistir sobre la plena mercantilidad de todos los títulos valores quedaron
definitivamente superadas con la promulgación de la LTV ant., L. 16587. Dispersas en
el texto de dicha Ley había, de hecho, unas cuantas (más bien escasas) referencias,
de las que podía inferirse su plena inserción, como un todo, en el subconjunto
mercantil del ordenamiento jurídico peruano:
1) el art. 12 LTV ant. mencionaba las “mercancías” que pudiera representar un título
valor (“mercancía” significa tradicionalmente “cosa mueble que se hace objeto de
trato o venta”78, y se refiere primodialmente al tráfico mercantil79);
2) el párr. 2° del art. 50 LTV ant. disponía que, si el título no contenía indicación de
domicilio para el pago, o era falsa la que contenía, “el protesto se hará en la sede
de la Cámara de Comercio del lugar o, a falta de ésta, en cualquier establecimiento
mercantil” (los énfasis son añadidos, y hablan por sí solos);
3) el art. 132 LTV ant. relegaba a la “ley común” (designación tradicional de la civil)
al vale sin cláusula “a la orden”, precisamente porque a causa de esa omisión no
podía ser considerado un título valor (ergo, el hecho de ser título valor somete al
documento a un régimen distinto del común, que no podía ser sino mercantil); y
4) el art. 219 LTV ant. disponía precisamente que no eran aplicables “las
disposiciones sobre títulos-valores a los boletos, contraseñas, fichas u otros
documentos análogos no destinados a la circulación mercantil” (énfasis añadido,
que, completando lo expuesto en el numeral anterior, habla también por sí solo).
Pero, sin que la fuerza de estos argumentos textuales sea despreciable, mucho más
explícito resulta el propio proceso legislativo de la LTV ant. Y es que, en virtud del
mandato legislativo que permitió su promulgación, el 15 de junio de 1967, la LTV ant.
tenía explícitamente la condición de Libro de los Títulos-Valores del Código de
Comercio80. Imposible pensar en un modo más claro y definitivo de determinar el
carácter mercantil de la materia regulada en ella.

78 DRAE, cit., voz “mercancía”.


79 Así se deduce de la definición que de su equivalente “mercaderías” hace HEVIA Y BOLAÑOS, Juan DE;
Curia Filípica. Primero, y Segundo Tomo, t. 2, libro 1, cap. 6, n. 1: “Mercaderías, son las cosas que los
Mercaderes compran, y venden por ganar en ellas” (con énfasis en el original; en la edición que manejo,
la de Madrid de 1825, por Juan Josef Sigüenza y Vera, la cita está en la p. 306). Para una definición
más próxima en el tiempo, vid. la de GARRIGUES, Tratado…, cit., t. I, vol. 1, p. 243 (n. 130): “mercancía
es toda cosa corporal, mueble, susceptible de tráfico que constituya un objeto actual de la actividad
mercantil y que tenga un valor ínsito en la cosa misma” (el énfasis es del original).
80 Vid. § 17, en pp. 37 y ss., infra.

FACULTAD DE DERECHO 19
Versión de julio de 2023
§ 15 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Mercantilidad de los títulos valores en la LTV vigente.


Ahora bien, lo que acabo de mencionar gozaba de toda su fuerza bajo la vigencia de
la LTV ant., pero ésta ha sido derogada por la nueva LTV, que no tiene tales
antecedentes. Ello no obstante, tampoco carece de significado el hecho de que la LTV
actual viene a sustituir precisamente a ese “Libro de los Títulos-Valores del Código de
Comercio”, sin que tampoco pueda advertirse, ni de su texto, ni de su proceso
legislativo, ningún elemento que tienda a variar su carácter mercantil, y su inserción
en el sector del ordenamiento presidido por el CdC. Por el contrario, en el “Dictamen
recaído en el Proyecto de Ley n° 4195-98-CR presentado por el Poder Ejecutivo,
mediante el cual propone nueva Ley de Títulos Valores”, presentado por la
Subcomisión Revisora a la Comisión Permanente del Congreso de la República, y que
dio lugar a la LTV, son prácticamente ubicuas referencias que apuntan a la inserción
de la Ley y de su contenido en el ámbito mercantil, tales como:
1) hablar de los títulos valores como uno de “los mecanismos del comercio”, o
referirse a “la práctica de hoy que importa un comercio enriquecido con los aportes
de la electrónica”, y a la necesidad de “agilizar las transacciones comerciales a
través de títulos valores”81;
2) enfatizar que la “Ley [propuesta] (…) concuerda sus preceptos con otras
disposiciones legales especiales y modernas como son la Ley General de
Sociedades, la Ley General del Sistema Financiero, del Sistema de Seguros y
Orgánica de la Superintendencia de Banca y Seguros y la Ley del Mercado de
Valores”, todas ellas leyes mercantiles (sólo después se menciona la concordancia
del Proyecto con otras normas de alcance más general del ordenamiento, como
los Códigos Civil y Procesal Civil y la Ley del Notariado)82;
3) resaltar también la facultad de determinadas instituciones supervisoras y
reguladoras para autorizar la creación de nuevos títulos valores “por parte de
personas y empresas sujetas a su control”, lo que implica reconocer el carácter
preferentemente empresarial del tráfico de valores83;
4) insistir en que “el título valor incompleto se ha constituido en un instrumento idóneo
para la realización de transacciones comerciales”84;
5) y también en que “los títulos valores son instrumentos que facilitan el comercio”85;
6) situar las reformas de la “renovación” (ahora “prórroga”) cambiaria en el contexto
del tráfico bancario de títulos (“títulos valores en poder de las empresas del sistema
financiero”)86;
7) situar la cláusula de pago en moneda extranjera en el contexto de los “mercados”,
a veces “dolarizados”, en los que se utilizan los títulos87;

81 Párrafos introductorios del “Dictamen…”, cit. en el texto.


82 Apartado n. 1 del “Dictamen…”, cit.
83 Apartado n. 3 del “Dictamen…”, cit.

84 Apartado n. 4 del “Dictamen…”, cit.

85 Apartado n. 5 del “Dictamen…”, cit.

86 Apartado 7.1 del “Dictamen…”, cit.

87 Apartado 7.2 del “Dictamen…”, cit.

20
Notas de Títulos Valores § 15

8) justificar la cláusula “sin protesto” porque contribuirá a “agilizar la transferencia de


los títulos valores y, por ende, el comercio”88;
9) vincular la cláusula de pago con cargo en cuenta bancaria a la mediación
empresarial (y específicamente bancaria) en el mercado de pagos89; y,
10) por fin, referirse a la cláusula de venta extrajudicial, como un medio de evitar
circunstancias que “dilatan y obstruyen las transacciones comerciales” y de dar
“protección a un comercio ágil”.
Ya apuntaban en esa línea, y con mayor claridad, algunas expresiones de la
“Exposición de Presentación del Anteproyecto de Nueva Ley de Títulos Valores”90
presentada junto con el resultado de sus labores por la Comisión encargada de
preparar el Anteproyecto, y que es lo más próximo que tenemos a una Exposición de
Motivos de la LTV actualmente vigente:
1) Usa dos veces casi seguidas la expresión “esta categoría de documentos
comerciales” (énfasis añadido) para los títulos valores en general, y en trance de
discutir la pertinencia de llamarlos siempre “títulos”, ante la generalizada
aceptación de los “valores anotados en cuenta” o “desmaterializados”91.
2) Aún más elocuente se me antoja, quizás por el mismo hecho de dar por sentada
con una naturalidad nada afectada, y hasta diría que inconsciente, la mercantilidad
de todos los títulos valores, el siguiente pasaje: “Una de las razones para no
eliminar el protesto, supresión que cuenta con muchos simpatizantes (pues el
mero hecho de tener en posesión el título valor en fecha posterior al de su
vencimiento, constituye prueba suficiente de la mora y en derecho mercantil la
mora es automática), es otorgar seguridad plena de que se trata de un título
auténtico…” (énfasis añadido)92.
De mayor trascendencia jurídica resultan, sin duda, las numerosas disposiciones de
su propio texto (más incluso que en la LTV ant.) que vienen a decir lo mismo. Así:
1) El art. 73.3 LTV sigue previendo que cuando el domicilio señalado para el pago no
pueda hallarse, “el protesto se hará mediante notificación cursada a la Cámara de
Comercio provincial correspondiente al lugar de pago o, de no poder determinarse
éste, del lugar de su emisión” (énfasis añadido), aunque a falta de Cámara de
Comercio ya no es necesario completar el trámite en un establecimiento mercantil
del lugar (cfr. también los arts. 78.4, 85, 87, 88, 89, 91.1 y 147.2 LTV).
2) Algunos títulos valores siguen estando esencialmente vinculados a “mercaderías”,
como la factura conformada (art. 163.1 LTV, especialmente su inc. b, que
especifica que deben ser bienes “objeto de comercio”), el certificado de depósito y
el warrant (art. 224.1 LTV), el conocimiento de embarque (art. 246 LTV), las cartas
de porte (art. 251 LTV)

88 Apartado 7.4 del “Dictamen…”, cit.


89 Apartado 7.5 del “Dictamen…”, cit.
90 En adelante, citaré este documento, para abreviar, con las siglas “EM LTV”, y refiriéndome a sus

páginas (sin numeración visible en el propio documento) por el orden que tienen físicamente en él.
91 EM LTV, cit., pp. 3 y 4.

92 EM LTV, p. 10.

FACULTAD DE DERECHO 21
Versión de julio de 2023
§ 15 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

3) La LTV llama expresamente “comerciales” a ciertos títulos valores: los “papeles


comerciales” (art. 264 LTV).
4) Y la LTV tampoco deja de marcar un contraste entre sus disposiciones y “el
derecho común”, como puede comprobarse en los arts. 93, 118 y 144.1 LTV.
Es más, la vinculación al tráfico mercantil de todos los títulos valores que hacen los
dos primeros grupos de textos recién citados se deja entrever también en el art. 1248
CC, cuando refiere el procedimiento para determinar el valor de los intereses debidos
sobre los títulos valores a la “cotización” bursátil o al “valor de mercado en la plaza”
de los títulos valores en cuestión. Y la referencia al Derecho de los títulos valores como
ajeno al ámbito estrictamente civil, que se trasluce en los dos últimos grupos de textos,
aparecía también en el ant. art. 1087 CC, que defería a “la ley de la materia” (o sea,
la LTV) las formalidades que debían acompañar la entrega de los títulos valores a la
orden y nominativos que fueran objeto de prenda, referencias que siguen presentes
en el n. 23 del art. 2, y en los arts. 18, 29 y 30 LGM, para los casos de garantías
mobiliarias constituidas sobre títulos valores.
Por último, y aunque la distribución de las competencias procesales no tiene por qué
coincidir plenamente con los linderos de las correspondientes disciplinas jurídicas, no
deja de resultar sugestivo que, según la Res. administrativa 006-2004-SP-CS, de 30
de setiembre (tras algunos años ya, por tanto, de haber entrado en vigencia la LTV),
la primera competencia reconocida a los nuevos “Juzgados de lo Comercial” sea
precisamente la de conocer de “las pretensiones referidas a la Ley de Títulos Valores
y en general las acciones cambiarias, causales y de enriquecimiento sin causa
derivadas de títulos valores” (art. 1, inc. a).
En definitiva, la LTV es una de esas “leyes especiales” de que hablan, por ejemplo,
los arts. 17, 33, inc. 5, 50 y 52 inc. 1 CdC, y que quedan implícitamente referidas por
el art. 2 CdC, cuando establece el sistema de fuentes del ordenamiento mercantil,
como “disposiciones contenidas en él” (el propio CdC)93. De hecho, los arts. 21, inc.
10, 23, 182 ins. 9 y 10, 382 y 961 CdC, aún vigentes todos ellos, se refieren con
distintas denominaciones a los títulos valores en general, en contextos que dan a
entender claramente que los considera a ellos mismos y a las relaciones jurídicas a
que dan lugar comprendidas en el ámbito de Derecho privado especial presidido y
regido por sus disposiciones. Especialmente elocuente es, a este respecto, la última
de las normas citadas —que aunque ahora, a la vista de los arts. 96 a 99 LTV, tenga
sólo un valor residual, no ha sido derogada nunca—, la cual da por supuesto que los
títulos que menciona, lo mismo que todos los demás “documentos comerciales”,
tienen carácter mercantil:
“Las acciones procedentes de letras, vales, pagarés, cheques, talones y demás
documentos comerciales, respecto de las que no se ha establecido
especialmente en este Código el término de prescripción, se extinguirán a los
tres años de vencido el documento, háyase o no formalizado el protesto.
Igual regla se aplicará a los dividendos, cupones e importe de amortización de
obligaciones emitidas conforme a este Código”.
En conclusión, en nuestro ordenamiento jurídico todos los títulos valores son actos de
comercio, íntegramente sometidos al Derecho Mercantil, sobre la única base de su

93 Vid. cuanto sobre este punto he dicho en mis Notas de contratos mercantiles, cit., pp. 17-20 (§ 8).

22
Notas de Títulos Valores § 16

calificación como tales títulos, la cual a su vez depende sólo de datos formales. Los
títulos valores representan así el único conjunto de actos en los que, en el caso
concreto, es realmente posible desvincular su carácter de “acto de comercio” tanto de
la condición de los sujetos que intervienen en él como de cualesquiera otros actos que
lo precedan o sigan, esto es, de su inserción o no en la sucesión de actos que
constituyen la actividad empresarial.
Todo lo expuesto en esta sección justifica sobradamente por qué opino que debe
seguir siendo así. Pero es que, además, si se atiende a la ratio normativa de esa
mercantilidad puramente formal, se advierte que más que de una excepción en en
toda regla al criterio general de mercantilidad se ha de hablar en mi opinión de una
extensión excepcional de su modo de aplicación. Me explico: el criterio de la inserción
en la actividad empresarial se entiende, en su aplicación regular a la generalidad de
los contratos y demás “actos y operaciones de comercio” como “inserción concreta de
cada acto en una actividad o conjunto de actos constitutiva de empresa aquí y ahora”.
Pues bien, en el caso de los títulos valores esa misma “inserción” se entiende en un
sentido funcional y abstracto94, que sólo cabe discernir en el caso concreto en función
de la “forma” que los hace reconocibles como “actos de comercio” aquí y ahora. Y
todo esto ocurre por motivos plausibles, pues como ha quedado de manifiesto en los
apartados precedentes, la aplicación regular del criterio de mercantilidad (inserción
estructural y concreta de un acto u operación en una empresa) comprometería o
podría comprometer en nuestro caso la seguridad jurídica y la mismísima
funcionalidad de la institución95.
Títulos valores y Derecho Mercantil de obligaciones.
Sobre la “inserción sistemática” del Derecho de los títulos valores en el conjunto del
Derecho privado96 queda por dilucidar si forma parte del Derecho (Mercantil) de
obligaciones o si hay motivos para pensar que conforma más bien —quizás junto con
otras instituciones mercantiles de trascendencia jurídico-real— un “Derecho de
cosas”, igualmente mercantil97. Y es que el contenido ideológico de los títulos valores,
en tanto que “documentos”, constituye precisa y exclusivamente una declaración o
una serie de declaraciones de voluntad jurídico-negociales98. Por eso, en los títulos
valores, concurren dos dimensiones:
1) su condición material —y también jurídica— de “cosas”; y

94 Que es lo que ponen de manifiesto los “argumentos” históricos, sociológicos y económicos a que me
he referido en el § 10, en pp. 13 y s., supra.
95 Cfr. en especial lo expuesto en el § 11, en pp. 14 y ss., supra.

96 Vid. el inicio del § 9, en pp. 23 y s., supra.

97 Como puede fácilmente apreciarse, no considero que sea especialmente necesario o enriquecedor

dedicar espacio, tiempo y esfuerzo a rebatir la que podríamos denominar “teoría procesal” de los títulos
valores, que los contempla principalmente como un medio de prueba. Baste aquí reproducir las
palabras de FERRI, Títulos…, cit., p. 17 (en nota n. 6): “Indudablemente los títulos de crédito importan
la aplicación de particulares principios también en el campo de las relaciones procesales, pero sería un
error atribuir una posición preeminente a las derivaciones que se dan en el campo procesal. Éstas,
cuando no dependen de otros caracteres del documento, como por ejemplo de la naturaleza de título
ejecutivo, son solamente el reflejo de la peculiaridad del derecho sustancial”.
98 A partir de este punto, este apartado es básicamente un resumen de GARCÍA-PITA, Introducción..., cit,

t. I, pp. 15-20.

FACULTAD DE DERECHO 23
Versión de julio de 2023
§ 16 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

2) su condición de forma escrita de declaraciones de voluntad negociales.


Ello los convierte, al mismo tiempo, en objetos de derecho y en soporte de actos y
negocios jurídicos, a los que se califica como de comercio, según acabo de explicar.
Según esto, los títulos valores podrían legítimamente ser estudiados tanto en el
Derecho de cosas como el Derecho de obligaciones, lo que suscita la cuestión de cuál
de esas dos áreas constituye su inserción sistemática más adecuada.
Según la sistemática de los Tratados de Derecho Mercantil más antiguos, que
imitaban el sistema romanofrancés de las “instituciones” del Derecho Civil, los títulos
valores se hallarían situados entre las cosas mercantiles. Esta visión postulaba incluso
un hipotético Derecho Mercantil de cosas (Handelssachenrecht), que versaría
fundamentalmente sobre:
1) las mercancías y los títulos valores, por un lado99; y
2) los llamados bienes inmateriales (la propiedad industrial y la llamada “propiedad
comercial”, expresión vinculada a los baux commerciaux, correspondiente en el
derecho francés a un especial régimen de protección del fondo empresarial en los
arrendamientos100), por otro.
Pues bien, y pese a que es casi universal en nuestro medio ponderar como un
progreso decisivo de la teoría general de los títulos valores el hecho de considerarlos
más como “cosas” que como “negocios jurídicos obligatorios”101, a mi modo de ver
este criterio sistemático resulta inadecuado por una serie de razones:
1) En primer lugar, porque los títulos valores no pueden ser comprendidos en todo
su significado cuando se les considera simplemente como “cosas”, aunque
ciertamente lo son. La verdad es que, dogmática y positivamente, prevalece su
condición de documentos sobre la de “cosas objeto de comercio” (o sea, a grandes
rasgos, mercancías en sentido amplio). El documento “título valor”, como tal
documento, carece de valor económico intrínseco; mejor dicho: el que pueda tener
es irrelevante. En este aspecto los títulos valores se diferencian radicalmente de
las mercancías, que llevan ínsito su propio valor económico, por razón del uso al
que van destinadas, e incluso por su valor de cambio. En cambio, un título valor
obtiene su valor del compromiso que adquiere su emisor. Constituye sobre todo,
por lo tanto, un instrumento necesario para el ejercicio y la transmisión de un
derecho de crédito u otro derecho patrimonial incorporal, función económica que
no hay que olvidar nunca.
2) Precisamente, la principal razón que justifica la visión “obligacionista” o
“personalista” de los títulos valores es que en la transmisión y en la propia creación
de los títulos valores existe siempre un elemento negocial. Emitir un título valor

99 Por ejemplo, ENDEMANN, Wilhelm; Das deutsche Handelsrecht, Bangel & Schmitt, Heidelberg, 1865,
pp. 362-435 (especialmente las pp. 367-387), que añade también como “objetos del comercio” el dinero,
el crédito y el trabajo. POLLITZER, Franz; Das österreichische Handelsrecht, Manz, Viena, 1895, pp. 322-
376. También CANSTEIN, Raban FREIHERR VON; Lehrbuch des Oesterreichischen Handelsrechtes,
Heymann, Berlín, 1895-1896, t. 1, pp. 48-92 (donde en cierto sentido también incluye el segundo grupo
de instituciones), y t. 2, pp. 1-41.
100 GARRIGUES, Tratado…, cit., t. I, vol. 1, pp. 236-239 (n. 126); RIPERT/ ROBLOT, Traité…, cit., t. 1, pp.

254-290 (nn. 388-432).


101 PINO CARPIO, Ley de Títulos Valores, cit., p. 17;

24
Notas de Títulos Valores § 16

supone realizar un negocio jurídico que requiere reunir los requisitos del art. 140
CC. Dicho de otro modo: las cosas son objetos del mundo exterior y, salvo en
contadas ocasiones, no nacen de la voluntad negocial. En cambio, los títulos
valores siempre, sin excepción, surgen de actos o negocios jurídicos, y su
contenido es, sobre todo, obligacional.
3) Por otra parte, el Derecho Mercantil102 ha sido siempre un Derecho de
obligaciones y contratos, donde apenas hay presencia del Derecho de cosas. Los
conceptos centrales de la disciplina, la empresa y el empresario, se definen en
función de la producción y suministro de bienes y servicios para el mercado. Ello
comporta una referencia implícita a los mecanismos de relación del sujeto con
dicho mercado: básica, aunque no exclusivamente, obligaciones y negocios
jurídicos, en la medida en que éstos últimos califiquen como actos de comercio.
4) Por el contrario, no existe una teoría genuinamente mercantil del objeto de
derechos patrimoniales: las cosas o bienes, en sí mismos, no son civiles ni
mercantiles103; en consecuencia, los derechos reales tampoco podrán ser
específicamente mercantiles. Dos fenómenos de distinto signo contribuyen a
explicar este hecho, al concurrir en el mismo punto:
a) por una parte, la estructura de atribución propia del derecho real,
caracterizado por la nota de inmediatividad (mientras que el derecho
“personal” se atribuye en un contexto de alteridad perfecta); y
b) por otra parte, la eficacia general, erga omnes, del derecho real, en el sentido
de que el lado “pasivo” de la relación jurídica ni puede obligar exclusivamente
a los empresarios, ni puede carecer de eficacia frente a los que no lo son.
Por las mismas razones, el derecho real tampoco puede poseer un contenido
diferente, según vengan a ser objeto de tráfico específicamente empresarial o no.
Así pues, los derechos reales, serán siempre en principio materia de Derecho
común, porque esa misma generalidad y homogeneidad de efectos jurídicos
excluye la especialidad subjetiva y funcional, típica de las relaciones jurídico-
mercantiles. Sólo por excepción, puede decirse que ciertas cosas sean
“mercantiles”; es el caso, precisamente, de los títulos valores, en la medida en que
en nuestro ordenamiento no existen títulos valores “civiles”. Pero lo que ocurre es
que, como queda dicho, su “mercantilidad” deriva fundamentalmente de que
sirven a la actividad empresarial, o son objeto o consecuencia de élla.
De hecho, del tenor de los más importantes preceptos del CdC originalmente
referidos a las “mercancías” y demás “cosas mercantiles” (ant. arts. 297 inc. 2,
305 inc. 2, 320 y 344 inc. 1 CdC, entre otros), no parece que tales cosas posean
ninguna característica jurídica propia, intrínseca, endógena o esencial que las
haga “mercantiles”. Su relevancia para el Derecho Mercantil les sobreviene por la
circunstancia exógena y contingente de que, en un momento dado, llegan a ser
objeto de comercio. Por lo tanto, ni siquiera el dinero o las mercancías son cosas

102 Al menos el que GARCÍA-PITA, Introducción..., cit, t. I, p. 17 y nota n. 10, llama su aspecto “funcional”,
entendiendo esta noción como diferente y contrapuesta de la de “estructural”: ésta última haría
referencia a la parte del Derecho Mercantil relativa a la organización misma del empresario, mientras
que primera designaría la relativa a la actividad empresarial misma.
103 VICENTE Y GELLA, Curso de Derecho mercantil comparado, Zaragoza, 1948, t. I, p. 334.

FACULTAD DE DERECHO 25
Versión de julio de 2023
§ 17 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

propiamente mercantiles por sí mismas, ni determinan por sí solas la mercantilidad


de las relaciones jurídico-reales de que son objeto. Es cierto, por ejemplo, que la
adquisición de la propiedad de un buque se rige por el CdC y no por el CC, pero
sólo su armamento o su explotación económica lo sujeta de lleno al Derecho
Mercantil; es más, el derecho real de dominio adquirido sobre el buque (según las
reglas del CdC) no presenta especialidad jurídico-real alguna respecto del
derecho real de dominio sobre otros objetos: su inherencia y su eficacia erga
omnes son las mismas. De hecho, no existe un régimen jurídico general aplicable
a todos los derechos reales que pudiesen merecer el calificativo de mercantiles,
como sí lo hay (por muy elemental que sea) para las obligaciones y sus fuentes.
Sea como fuere, incluso muchos autores que siguen la antigua sistemática que
considera los títulos valores preponderantemente como “bienes” terminan por
reconocer que esta categoría de documentos supera hasta tal punto los parámetros
del Derecho de cosas, que el eje de su construcción dogmática queda fuera de él104.
En conclusión, parece que la incardinación sistemática más lógica y natural de la
teoría general de los títulos valores se ubica en el Derecho Mercantil de obligaciones,
aunque lógicamente formando un capítulo o subsector especial, dotado de cierta
unidad y lógica propias.

III. EL ORDENAMIENTO PERUANO DE LOS TÍTULOS VALORES


Los títulos valores en el Código de Comercio.
Como la mayoría de las legislaciones mercantiles de la época, y al igual que su
predecesor de 1853, el CdC de 1902 no establecía originalmente un régimen general
para los títulos valores. De hecho, su texto desconoce enteramente esta
denominación, que es de introducción posterior en el idioma castellano105.
El CdC da, en cambio, muchas denominaciones a los títulos valores, y no siempre de
una manera rigurosa y coherente. Su texto original utilizaba, por ejemplo:
1) la expresión “título” (a secas) en sus arts. 21 inc. 10, 348, 382, 538-540, etc.;
2) “documentos”, ya sola, o calificada como “de cambio”, “mercantiles”, “comerciales”
o “de crédito”, en sus arts. 23, 182 inc. 10, 382, 537 y 961;
3) asimismo, en numerosos lugares se hace mención de “valores” como concepto
que comprende a los títulos valores y al dinero (en el inc. 9 del art. 182 se los
distingue como “valores en papel” y “en metálico”, respectivamente);
4) “efectos”, expresión muy utilizada como comprensiva de las mercaderías y de los
títulos valores, ya referida a una de ambas cosas (por ejemplo, en los arts. 31, 37,
121 inc. 1, 133, 165, 179, 182 inc. 7, 199, 200, 202, 205 inc. 2, 218, 241, 259 y ss.,
280, 302, 306, 316 y ss., 321 y ss., 344 y ss., 385 y ss., 423, 424 inc. 2, 534 y ss.,
567, etc.), pero con exclusión del dinero;

104 LEHMANN, cit., p. 534. DE SEMO, Diritto cambiario, Giuffrè, Milán, 1953, pp. 23 y s., para quien
constituye un error sobrevalorar el “elemento material” de los títulos-valores, minusvalorando su
“elemento obligacional”, pues —y aunque por su propia consistencia física, los títulos sean “cosas
materiales”— su valor económico como tales cosas es insignificante; su verdadero valor se halla en el
derecho de crédito de su tenedor legítimo, que se contrapone a la obligación de quien los emite.
105 Vid. el § 1, supra.

26
Notas de Títulos Valores § 17

5) la expresión que en el CdC más se aproximaba a la idea de título valor en sentido


técnico era “documento de crédito”, en los arts. 69 y 70, en el epígrafe del Título II,
de la Sección XII del Libro II, y en el art. 537, primero del mencionado Título.
La mayor parte de las normas sobre títulos valores del CdC estaban dispersas, o
parcialmente organizadas en pequeños grupos referidos a ciertos títulos específicos.
Así, entre otras normas de carácter menos orgánico, estaban (en orden de aparición):
1) las acciones (ant. arts. 167 a 176 CdC)106;
2) los “resguardos de depósito” en almacenes generales (arts. 198 a 201 CdC)107;
3) la carta de porte (ant. arts. 345 a 349 CdC)108;
4) la letra de cambio (ant. arts. 434 a 513 CdC)109;
5) la orden para la entrega de frutos (ant. arts. 514 a 519 CdC)110;
6) los vales y pagarés a la orden (ant. arts. 520 a 522 CdC)111;
7) los “mandatos de pago llamados cheques” (ant. arts. 523 a 533 CdC) 112; y
8) los conocimientos de embarque (ant. arts. 719 a 731 CdC)113.
Lo más parecido a un conjunto de normas medianamente organizadas y aplicables a
parte significativa de los títulos valores (los títulos al portador) estaba en la Sección
XII del Libro II, con un Título (“De los efectos al portador”) sobre la emisión al portador
de distintos documentos previstos en otros lugares (ant. arts. 534 a 536 CdC), y otro
sobre el “robo, hurto o extravío” de ellos (ant. arts. 537 a 556 CdC). En 1936, como ya
dije, los arts. 1802 a 1815 CC ant. completaron el régimen del CdC sobre los títulos al
portador.
Sin duda, las normas más importantes por su desarrollo, y por el significado
económico de los títulos a que se referían, eran las relativas a la letra de cambio, el
cheque y los vales y pagarés a la orden. Con buen criterio, el CdC se apartó de su
modelo español en esta materia, para seguir básicamente el Código de Comercio
italiano de 1882. Esta legislación era mucho más desarrollada y se adecuaba mejor a
la función que el tráfico otorgaba a los títulos valores. Seguía claramente el sistema
cambiario germánico.

106 Reguladas todavía principalmente por la LGS (arts. 82 a 110), además de la LMV (arts. 83 a 85) y
la LTV (art. 257).
107 Estos arts. no han sido nunca formalmente derogados, aunque fueron regulados después con más

detalle, como “certificados de depósito”, junto con el warrant, en la LAGD ant. (actualmente derogada),
y ahora en los arts. 224 a 239 LTV. Debe entenderse que siguen vigentes en lo que no sea incompatible
con ninguna de dichas normas posteriores (incluso las derogadas).
108 Actualmente regulada en los arts. 251 a 254 LTV.

109 Regulada después en los arts. 61 a 128 LTV ant., y ahora en los arts. 119 a 157 LTV.

110 Derogada sin sustitución por la LTV ant. y en cierto modo reintroducida (con importantes

modificaciones estructurales), bajo la denominación de “valor de producto agropecuario”, por L. 28055,


del 7 de agosto de 2003.
111 Regulados después en los arts. 129 a 133 LTV ant., y materia hoy en día de los arts. 158 a 162 LTV

(bajo la denominación única de “pagarés”).


112 Después en los arts. 134 a 178 LTV ant., y actualmente también en los arts. 172 a 216 LTV.

113 Actualmente regulados en los arts. 246 a 250 LTV.

FACULTAD DE DERECHO 27
Versión de julio de 2023
§ 18 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Antecedente inmediato: la Ley de Títulos Valores de 1967.


El antecedente positivo inmediato de la LTV es la LTV ant., L. 16587, de 15 de junio
de 1967, que sustituyó la mayoría de disposiciones que en esta materia contenía el
CdC.
Tras largo y tortuoso proceso de reforma, iniciado en 1929, en junio de 1961 la
Comisión Reformadora, en la última de sus cuatro diferentes composiciones, presentó
el Proyecto de LTV que había elaborado. Este proyecto duerme en los archivos del
Congreso hasta que, en mayo de 1965, y nuevamente en febrero de 1967, las
Cámaras autorizan al Gobierno para que promulgue por Decreto la ley “Libro de los
Títulos-Valores del Código de Comercio”, previa revisión por la Comisión nombrada al
efecto. El 15 de junio de 1967 se dicta la LTV ant., a la que luego se asignaría el
número 16587. Constaba de seis Secciones:
1) La Primera de ellas (“De los Títulos-Valores en General”) introdujo legislativamente
en nuestro país la teoría general de los títulos valores por vez primera.
2) Las Secciones Segunda a Cuarta regulaban la Letra de Cambio, el Pagaré (y el
Vale a la Orden) y el Cheque, respectivamente.
3) La Sección Quinta, la destrucción, deterioro, extravío y sustracción de los títulos
valores en general.
4) Y la Sexta traía dos grupos de disposiciones bastante heterogéneas entre sí: por
un lado, lo relativo a la prescripción y caducidad de los derechos documentados y,
por otro, las disposiciones finales y transitorias sobre la aplicación de la ley.
Aparte de la modificación del art. 208, en 1970, para salvar un error garrafal cometido
en la promulgación original de la Ley114, la LTV ant. fue modificada en detalles
menores en 1974, 1981, 1992 y 1997. Respectivamente:
1) D.L. 20712, que dispuso se incluya en el acta de protesto la alegada falsedad del
título como motivo para oponerse el deudor al pago;
2) L. 23327, permitiendo que el monto cambiario fuese determinable según cláusulas
de reajuste automático autorizadas por ley;
3) D.L. 26131, permitiendo una serie de pactos en la letra de cambio y el pagaré; y
4) L. 26852, que modificó el inc. 1 del art. 61 LTV ant., para que se incluyera
inequívocamente su denominación en el texto de la letra de cambio, y derogando
los arts. 101 al 106 LTV ant. sobre la pluralidad de ejemplares de la letra

114 Se exceptuó de la aplicación restringida de la LTV ant. prevista por su art. 208 la Sección Segunda
(referida a la letra de cambio), que sería aplicable a otros títulos valores regulados en leyes especiales
en cuanto no se opusieran a su naturaleza o a las disposiciones que las regulasen. Era absurdo, porque
la letra de cambio es un instrumento de crédito que no puede asimilarse a otros títulos valores con
características diferentes (a las acciones, por ejemplo). Lo que ocurre es que en el Proyecto de la
Comisión Reformadora, antes de la Revisión, la Sección Segunda era la referida al deterioro, pérdida
y sustracción de los títulos valores, que la Revisora pasó a Sección Quinta. Este defecto se corrigió en
el art. 9 de la L. de Bolsa de Valores ant. (D.L. 18353).

28
Notas de Títulos Valores § 19

Dación de la Ley de Títulos Valores vigente.


La reforma de la LTV ant. se puede decir que comienza seriamente con la RM 068-
97-JUS, que designa una Comisión Redactora del Proyecto de Nueva Ley de Títulos
Valores.
El primer Proyecto fue publicado en “El Peruano” el 8 de febrero de 1999, con la
finalidad de recibir aportes y sugerencias del público, parte de las cuales serían
incorporadas en los sucesivos proyectos. El 17 de junio se hizo una segunda
publicación, y el tercer y definitivo Proyecto se publicó el 3 de noviembre de 1999, que
fue el que se remitió al Congreso.
El Pleno parlamentario delegó en la Comisión Permanente la facultad de revisar y
promulgar el texto definitivo, para lo cual la Comisión Permanente designó una
Subcomisión Revisora, asesorada por los miembros de la que había redactado el
Proyecto. Según cuenta el Prof. BEAUMONT, Presidente de la Comisión Redactora, la
aprobación definitiva de la Ley por la Comisión Permanente se hizo mediante el
expeditivo procedimiento de aprobar a mano alzada el Proyecto como un todo, lo que
se hizo prácticamente por unanimidad, con la única abstención del Congresista Javier
Diez Canseco115.
La LTV fue publicada en “El Peruano” el 19 de junio de 2000, como L. 27287, y entró
en vigor a los 120 días (art. 278 LTV), el 17 de octubre del mismo año.
Respecto de su antecedente inmediato, la LTV se limita, básicamente, a reunir en un
solo cuerpo todas las normas vigentes sobre los distintos títulos valores privados
existentes (con la única excepción, que me conste, del “Documento de Transporte
Multimodal”, en su modalidad “negociable”, regulado en los arts. 7 a 15 de las Normas
sobre el Transporte Multimodal Internacional de Mercancías aprobadas por D. Leg.
714). De todos modos, ya ha sufrido algunas modificaciones de relativa importancia:
1) mediante la L. 27640 se incorporaron los nn. 4 y 5 al art. 245 LTV, sobre el título
de crédito hipotecario negociable;
2) la L. 28203 da una nueva redacción a todas las disposiciones sobre la factura
conformada (arts. 163-171 LTV);
3) la L. 29349 ha modificado el art. 10.2 LTV, sobre la emisión de títulos valores
incompletos; y
4) el D. Leg. 1492 incorporó el nuevo art. 250.3 LTV, sobre el conocimiento de
embarque aduanero.
Además, las LL. 27809 (DF 6ª), 28055 y 29623 han creado ya tres nuevos títulos,
respectivamente:
1) el “Valor de Empresas en Concurso”;
2) el “Valor de Producto Agrario”, que tiene fuertes reminiscencias de la antigua
“orden para la entrega de frutos” del CdC116, y

115 BEAUMONT CALLIRGOS, Ricardo Arturo; Regulación de la letra de cambio en la nueva Ley de Títulos
Valores: innovaciones destacables, tesis de maestría, UNMSM, 2003, p. s/n (es la p. 20 del Cap. 1).
116 Con la diferencia de que la antigua “orden para la entrega de frutos” tenía una estructura en principio

“triangular” de “orden de pago”, asimilable más de cerca a la letra de cambio, mientras que el nuevo

FACULTAD DE DERECHO 29
Versión de julio de 2023
§ 20 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

3) la “Factura Negociable”, prácticamente indistinguible de la “Factura Conformada”


regulada en la propia LTV.
Quizás las novedades más importantes de la LTV sean:
1) la regulación de los valores desmaterializados, específicamente de los anotados
en cuenta (aunque la LMV actualmente vigente ya se había adelantado en esto);
2) la recepción de la “factura conformada” como título valor;
3) algunas novedades en el régimen del protesto;
4) la explicitación de la libertad para incluir en los títulos valores cualesquiera
“cláusulas” que no los desnaturalicen (art. 48.3 LTV), así como la regulación
específica de algunas de ellas; y
5) la aceptación del endoso fiduciario (limitado a los casos en que la LMV y la LBS
permiten constituir patrimonios fideicometidos).
Estructura de la Ley actual.
La división principal de la LTV es la que separa sus Libros Primero (“Parte General”)
y Segundo (“Parte Especial – De los títulos valores específicos”). La Parte General se
divide a su vez en diez Secciones, dedicadas respectivamente a:
1) las reglas generales aplicables a todos los títulos valores (arts. 1 a 21 LTV), con
el grueso del régimen general;
2) la circulación de los títulos valores (arts. 22 a 47 LTV), con sendos Títulos
dedicados a los títulos al portador, los títulos a la orden, los títulos nominativos y
el endoso de los títulos a la orden;
3) las cláusulas especiales de los títulos valores (arts. 48 a 55 LTV);
4) las garantías de los títulos valores (arts. 56 a 63 LTV);
5) el pago de los títulos valores (arts. 64 a 69 LTV);
6) el protesto, sus formalidades sustitutorias y la publicidad del incumplimiento (arts.
70 a 89 LTV);
7) las acciones o pretensiones derivadas de los títulos valores (arts. 90 a 94 LTV);
8) prescripción y caducidad (arts. 95 a 100 LTV);
9) deterioro, destrucción, extravío y sustracción de los títulos valores, y los
procedimientos a seguir en esos casos (arts. 101 a 112 LTV); y
10) las normas de conflicto de leyes (Derecho Internacional Privado) en materia de
títulos valores (arts. 113 a 118 LTV).
La Parte Especial, a su vez, se divide en otras once Secciones, diez de las cuales
responden al epígrafe general del Libro II (“De los títulos valores específicos”):
1) la letra de cambio, el pagaré, la factura conformada y el cheque, por ese orden,
en cada una de las cuatro primeras Secciones (arts. 119 a 216 LTV);

“valor de producto agropecuario” es más bien una suerte de “pagaré en especie”, con estructura bipolar
de “promesa de pago”.

30
Notas de Títulos Valores § 21

2) los certificados bancarios de moneda nacional y extranjera, en la Sección Quinta


(arts. 217 a 223 LTV);
3) el certificado de depósito y el warrant, en la Sexta (arts. 224 a 239 LTV);
4) el título de crédito hipotecario negociable, en la Sétima (arts. 240 a 245 LTV);
5) el conocimiento de embarque y las cartas de porte terrestre y aérea, en la Octava
(arts. 246 a 254 LTV);
6) los valores mobiliarios, incluyendo unas disposiciones generales, las acciones,
sus certificados provisionales, los certificados de suscripción preferente, los
certificados de participación en fondos mutuos, los valores emitidos en procesos
de titulización, los bonos de obligación y papeles comerciales, las cédulas
hipotecarias, los pagarés bancarios y el certificado de depósito negociable, en la
Sección Novena (arts. 255 a 275 LTV); y
7) en el art. 276 LTV, único de la Sección Décima, los “títulos valores especiales”,
expresión con la que se alude, en realidad, a la autorización general para que las
entidades supervisoras de ciertos mercados regulados (la SBS y la Conasev), y
también las empresas bancarias en ciertos casos, puedan crear nuevos títulos
valores.
La Sección Undécima del Libro II (arts. 277 a 279 LTV), que trata del ámbito de
aplicación de la LTV, debería quedar, en realidad, fuera de ambos Libros, en un Título
Final (o Preliminar), Título que quizás debería incluir otras disposiciones de la misma
naturaleza, como los arts. 1 a 3 LTV, y toda la Sección Décima del Libro I (pues define
el ámbito territorial de la Ley).
Ámbito objetivo de aplicación.
Los arts. 1, 2 y 277 LTV definen su ámbito objetivo de aplicación, en marcado
contraste con los arts. 1 y 208 a 210 LTV ant.
El legislador fue restrictivo al regular en 1967 el ámbito de aplicación de la LTV ant.,
reconociendo sólo las letras de cambio, pagarés, vales a la orden y cheques como
títulos valores sujetos a ella, más los que por ley posterior se le sometieran
expresamente (art. 208 LTV ant.). Para muchos, la intención del legislador habría sido
introducir una especie de “principio de legalidad”: una “reserva de Ley” como única
fuente de autorizar y tipificar nuevos títulos valores. Considero que la LTV ant. nunca
logró realmente ese propósito (en realidad, fue una suerte que fracasara)117, pero está
claro que dejaba fuera de su ámbito de aplicación documentos que, por su naturaleza,
la función que cumplían y el modo en que eran usados, eran verdaderos títulos
valores118. Por ejemplo, los conocimientos de embarque, cartas de porte, certificados
de depósito y warrants, entre otros muchos documentos, estaban en esa situación. El
único paliativo que se introdujo explícitamente fue que la LMV (la actualmente vigente,
D. Leg. 861; aún no su antecedente inmediato, aprobado por D. Leg. 755 en 1991)
sometió a la LTV ant., como legislación supletoria, todos los valores negociables. Otro
paliativo que podía usarse era aplicar las disposiciones de la LTV ant. por analogía, al

117 Vid. al respecto las referencias a la situación anterior a la vigencia de la LTV actual en la discusión
sobre la tipicidad o atipicidad de los títulos valores, en los §§ 48 y ss., en pp. 54 y ss., infra.
118 MONTOYA ALBERTI, Hernando; “Ámbito de aplicación y temporalidad de la Ley de Títulos Valores”, en

MONTOYA, Tratado de (…) Títulos Valores, cit., pp. 27-48 (p. 28).

FACULTAD DE DERECHO 31
Versión de julio de 2023
§ 21 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

menos, a cuantos títulos no estuvieran expresamente sometidos a ella, ya que el tenor


de ésta impedía aplicárselas directamente.
La actitud del legislador de la nueva LTV, en cuanto a su ámbito de aplicación, ha sido
muy distinta, cosa digna de aplauso. Así, el art. 277.1 LTV dispone:
“La presente Ley es de aplicación a los valores que se regulan en ésta,
cualquiera que fuere el soporte en el que consten, ya sea en títulos o mediante
representación por anotación en cuenta; así como a los que por norma legal
posterior puedan crearse, salvo disposición legal expresa distinta o se haga
reserva, limitación o exclusión”.
Y el art. 277.2 LTV completa la misma idea:
“Los títulos valores cuya emisión esté autorizada por leyes especiales,
igualmente se regirán por la presente Ley, en todo aquello que no resulte
incompatible con ellos”.
Como es lógico, pues, todo título valor se somete a la LTV, salvo en lo que
expresamente se excluya o limite119, sin perjuicio de la lógica preferencia que, para la
regulación de cada tipo específico de título valor, corresponde a sus propias normas
especiales. El único prerrequisito es que se trate de un verdadero título valor, a tenor
de los arts. 1 y 2 LTV, que son por eso los que delimitan propiamente el ámbito de
aplicación de la Ley. El punto de partida principal es el art. 1.1 LTV:
“Los valores materializados que representen o incorporen derechos
patrimoniales, tendrán la calidad y los efectos de Título Valor, cuando estén
destinados a la circulación, siempre que reúnan los requisitos formales
esenciales que, por imperio de la ley, les corresponda según su naturaleza. Las
cláusulas que restrinjan o limiten su circulación o el hecho de no haber
circulado, no afectan su calidad de título valor”.
Nótese que no se trata propiamente de una definición de los títulos valores, sino más
bien de una descripción o enumeración de características que los documentos en
cuestión deben reunir para que la Ley les reconozca “la calidad y los efectos de Título
Valor”. Dichas características se resumen en cinco:
1) documentalidad, manifestada ya en los tradicionales “valores materializados” que
menciona el art. 1.1 LTV, pero ahora también —y es todo el sentido del art. 2.1
LTV— en los “desmaterializados” representados por anotaciones en cuenta, lo que
deja claro que lo decisivo es su calidad de documento (cfr. 1.2 LTV);
2) patrimonialidad, esto es, que documenten “derechos patrimoniales”;
3) incorporación, puesto que es necesario que los documentos “representen o
incorporen” dichos derechos patrimoniales;
4) circulatoriedad, pues, a diferencia de otros documentos, la “incorporación” aquí
aludida los hace títulos valores “cuando estén destinados a la circulación”; y

119 MONTOYA, “Ámbito de aplicación…”, cit., pp. 13-14; BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 277 LTV,
cit., p. 876 (n. 1).

32
Notas de Títulos Valores § 22

5) esencial formalidad, pues la calidad y efectos de título valor se supedita a “que


reúnan los requisitos esenciales que, por imperio de la ley, les corresponda”.
No es difícil de apreciar que el “título valor” así delineado coincide punto por punto con
la definición provisional que propuse al inicio120, con una adicional exigencia de
formalidad. Con cargo de volver más tarde sobre ello121, se advierte que los elementos
jurídico-normativos que añade la LTV para construir esta noción legal de título valor
resulta lógica en toda norma positiva: no sólo hay que delimitar el fenómeno, sino
regularlo. De hecho, aunque el único aludido aquí es el formal, la LTV también regula
los títulos valores, con alcance general, en muchos otros aspectos.
Las exclusiones de la LTV.
Con cargo de estudiar todos los caracteres presentes en la delimitación legal que hace
del título valor el art. 1.1 LTV más adelante122, sí considero necesario adelantar aquí
algunas cosas, en especial en la medida en que contribuyen a trazar los límites del
ámbito de aplicación de la Ley, explicando algunas de sus exclusiones.
En primer lugar, la incorporación123 es la que explica realmente la exclusión de la
moneda y el dinero del ámbito de aplicación de la LTV, según el art. 277.3 de ésta:
“Los billetes que emite el Banco Central de Reserva del Perú quedan sujetos
exclusivamente a su Ley Orgánica y demás disposiciones especiales“.
Una razón que se ha propuesto para esta exclusión podría ser que el monopolio de
los billetes lo tiene el BCR, ente público, autónomo, no perteneciente al Derecho
Mercantil, sino al Constitucional o al Financiero124. Pero la razón principal es, en mi
opinión, que el dinero (todo él, no sólo el papel moneda) no puede ser comprendido
dentro del concepto legal de título valor, puesto que no cumple con el criterio de la
incorporación. Éste comporta, como veremos125, una precisa vinculación entre el
derecho patrimonial documentado y el documento mismo, cuya descripción exacta
corresponde a la “necesidad de detentar el control exclusivo del título para ejercer el
derecho”. Ahora bien, para tratarse propiamente de la incorporación que corresponde
a la noción de título valor, y diga lo que diga el n. 15 del art. 279 LTV, esa vinculación
no debe llegar a convertirse en una identidad entre el derecho y el documento. Pese
a toda la íntima relación entre uno y otro que implica la incorporación de un título valor,
siempre sigue siendo posible distinguir el derecho del documento y, en casos
extremos, también es posible disociarlos en la práctica, como prevé el 2° párr. del art.
1230 CC, y regulan con detalle los arts. 101 a 112 LTV.

120 Vid. § 1, en p. 1, supra.


121 En el § 36, en pp. 52 y s., infra.
122 Vid. §§ 40 a 47, en pp. 58 y ss., infra.

123 Vid. §§ 46 y 47, en pp. 68 y ss., infra.

124 La LTV ant. hacía la misma exclusión y por este mismo motivo para los títulos de la deuda pública,

pero el art. 275 LTV ha variado también dicho criterio, y aunque los somete en primer lugar, como es
lógico que ocurra, a sus propias normas de Derecho público, también extiende a ellos, aunque sólo
supletoriamente, su campo de aplicación. Por eso mismo, se ve que la sujeción de un título al Derecho
público ya no se considera suficiente por sí solo para excluir la aplicación de la LTV.
125 Vid. § 46, en pp. 68 y ss., infra.

FACULTAD DE DERECHO 33
Versión de julio de 2023
§ 23 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

A lo anterior puede añadirse que si bien es cierto el título valor debe ser (más o menos)
“autoexplicativo”126, nunca es “autorreferencial”: como documento que es, habla
siempre de “algo” (el derecho patrimonial incorporado: una cantidad de dinero, unas
mercancías, un derecho a participar en una sociedad anónima…) que no se agota en
el documento mismo.
Todo esto es precisamente lo que no ocurre con el dinero: en éste, el derecho es la
cosa misma; y destruida la cosa o documento, nada ni nadie puede recuperar el
derecho perdido. El dinero, al menos el dinero fiduciario que utilizamos en la
actualidad, sí que es “autorreferencial”: no da derecho a ninguna prestación concreta,
distinta de sí mismo, sino en todo caso a aquélla de la que constituye el precio, según
el contrato pactado.
En la moneda no hay, pues, incorporación del derecho al documento; y tanto da que
no la haya por un defecto o insuficiencia del vínculo, como que no la haya por un
exceso, como en la moneda, donde el vínculo entre derecho y documento es tan
estrecho que llega a ser propiamente una identificación127. En uno y otro caso, no hay
título valor.
La circulatoriedad de los títulos valores, por su parte, constituye una característica
abstracta de todo título valor, que es independiente de que el título circule o no de
hecho (art. 1.1 LTV, in fine). Ni siquiera las “cláusulas que restrinjan o limiten su
circulación” afectan su condición de título valor, si conserva alguna aptitud circulatoria.
Nótese que por eso no se habla de cláusulas que excluyan la circulación, pues, si por
algún motivo consiguiesen ser eficaces, al contradecir directamente el carácter
circulatorio, sin duda excluirían la condición de título valor del documento en que
apareciesen. Es más, el art. 277.4 LTV expresamente excluye de la LTV los boletos,
contraseñas, fichas u otros documentos análogos, como decía el art. 209 LTV ant.,
“no destinados a la circulación mercantil”:
“Los boletos, contraseñas, fichas, tarjetas de crédito o débito u otros
documentos análogos que carezcan de aptitud o destino circulatorio y que
sirvan exclusivamente para identificar a quien tiene el derecho de exigir la
prestación respectiva, no están comprendidos dentro del ámbito de aplicación
de la presente Ley”.
La exclusión es tan clara, que no resultaba necesario hacerla expresamente, pues a
la luz del art. 1.1 LTV tales documentos sencillamente no son títulos valores128.
Vigencia temporal.
En primer lugar, el art. 278 LTV dispuso que la vigencia temporal de la Ley comenzaría
a los 120 días desde su publicación. La LTV fue publicada en el Diario Oficial El

126 Vid. § 40, en pp. 58 y s., infra.


127 De esta razón fundamental es sólo un corolario la que apuntan BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al
art. 277 LTV, cit., pp. 876-877 (n. 3), de que “[a] diferencia de los títulos valores, los billetes tienen poder
cancelatorio y aceptación forzosa para el pago de obligaciones públicas o privadas, constituyendo los
pagos efectuados con billetes o monedas pagos pro soluto, mientras que los realizados con títulos
valores son pagos pro solvendo”. Baste pensar que en el pago con títulos valores siempre cabe pacto
en contrario, de modo que su entrega se haga también pro soluto.
128 Vid. en el § 45, en pp. 67 y s., infra, el peculiar caso del cheque intransferible.

34
Notas de Títulos Valores § 23

Peruano el 19 de junio de 2000. Teniendo en cuenta que tanto julio como agosto son
meses de 31 días, los 120 días se cumplieron el 17 de octubre del año 2000, fecha en
la cual la LTV comenzó a desplegar todos sus efectos.
Ahora bien, en cuanto a la forma precisa de entender ese inicio de su aplicación
temporal, la DT 2ª LTV parece acogerse, como ya ocurría con el párr. 2° del art. 211
LTV ant., a la doctrina de los derechos adquiridos, al disponer que se apliquen
ultraactivamente en masse, a todos los títulos creados, emitidos o girados antes de su
propia vigencia, la LTV ant. y demás normas que la nueva deroga129:
“Los títulos valores creados, emitidos o girados antes de la vigencia de la
presente Ley, aun aquéllos incompletos al momento de emitirse, que se
encuentren en circulación, pendientes de vencimiento o de pago, se seguirán
rigiendo por las disposiciones legales vigentes en la fecha de su creación,
emisión o giro; salvo lo dispuesto en la tercera y novena disposición transitoria”.
Las DDTT 1ª y 6ª LTV no son sino aplicación concreta de esos mismos principios a:
1) los Vales a la Orden y valores negociables a corto plazo emitidos, por autorización
de la LMV, bajo la forma de Letras de Cambio y Pagarés, en el primer caso; y
2) las Letras Hipotecarias a la orden autorizadas por la SBS sobre la base del art.
236 LBS, en el segundo.
En cambio, parecen constituir una excepción en toda regla a esa aplicación ultraactiva
de las normas anteriores la dispuesta en la DT 9ª LTV:
“Las disposiciones que contienen los Artículos 85 y la Sección Novena del Libro
Primero serán de aplicación desde la vigencia de la presente Ley, inclusive para
los títulos valores emitidos o girados en fecha anterior”.
Analizado el contenido de tales disposiciones, sin embargo, se advierte que su
carácter preferentemente procedimental tiende a englobarlas más bien en la regla
complementaria que para este tipo de asuntos contiene la DT 3ª LTV:
“Las disposiciones y referencias procesales que la presente Ley contiene serán
de aplicación a todas las pretensiones que se promuevan a partir de su
vigencia, inclusive a los títulos valores creados o emitidos antes de su vigencia.
Los procesos judiciales o arbitrales ya iniciados, continuarán su trámite
conforme a la legislación anterior”.
Así pues, tenemos una regla, la de la DT 2ª LTV, aplicable a todos los asuntos
materiales o sustantivos en materia de títulos valores; y otra, la de la DT 3ª LTV,
aplicable a todos los asuntos procesales y procedimentales suscitados con ocasión
de los mismos. En ambos casos se aplica, sin embargo, la misma doctrina de
derechos adquiridos130.

129MONTOYA, “Ámbito de aplicación…”, cit., pp. 41-45.


130 Pues la versión procesal de la teoría de los hechos cumplidos supondría la conservación de los
efectos de todos los actos procesales terminados, la prosecución bajo las reglas anteriores de los que
hubieren tenido ya inicio de ejecución, y la continuación del proceso en su conjunto con adecuación a
las nuevas normas. Cfr. DF 2ª CPC.

FACULTAD DE DERECHO 35
Versión de julio de 2023
§ 24 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Las “Disposiciones Modificatorias” (1ª a 6ª) y las “Disposiciones Derogatorias” (1ª y


2ª) modifican y derogan, respectivamente, las leyes y normas anteriormente vigentes
en las materias reguladas por la LTV.
Normas de conflicto.
Toda ley, así como tiene un ámbito temporal de aplicación, tiene también un ámbito
espacial. “El límite espacial está condicionado por el principio de soberanía
territorial”131, esto es, la ley se circunscribe a todo o parte del territorio gobernado por
quien la ha dictado. En el caso de la LTV, como las demás leyes peruanas, su ámbito
territorial es en principio todo el territorio de la República, y sólo él.
Pero la hipótesis de un título valor que rebase el ámbito del país y merezca el
calificativo de “internacional” no es nada inverosímil. En consecuencia, tanto su
régimen como la competencia para discernir las controversias sobre ellos pueden
suscitar cierto “conflicto” con las leyes y jurisdicciones de otros países, así como la
“duda” de si lo resuelto por tribunales extranjeros puede o no tener eficacia en el
país132. Para resolver dudas y conflictos de ese tipo todos los países tienen las
denominadas “leyes de conflicto” o de Derecho internacional privado. Las cuestiones
básicas por resolver respecto de títulos valores internacionales, entonces, son dos:
1) la de la competencia internacional para conocer las controversias que susciten; y
2) la de la ley aplicable a ellos.
A diferencia de la LTV ant., que guardaba silencio sobre estas cuestiones, la actual
ha incorporado, principalmente en la Sección Décima de su Libro I, normas de
Derecho internacional privado aplicables a los títulos valores, que intentan resolver
esos problemas133. Pero su primera y más completa respuesta, puesto que
comprende ambos grupos de problemas, no se encuentra en la Sección mencionada,
sino en el art. 55 LTV:
“Salvo disposición legal en contrario, para el ejercicio de las acciones derivadas
del título valor podrá acordarse el sometimiento a la competencia de
determinado distrito judicial del país, así como a la jurisdicción arbitral; o a leyes
y/o tribunales de otro país”.
Esta disposición acoge, para el ámbito de los títulos valores, la llamada autonomía
conflictual en su más amplio alcance, de modo que es en función de ella que
primariamente se determina tanto la competencia internacional (mediante el pacto de
prorogatio fori) como la ley aplicable (mediante el pacto de lege utenda). Por otra parte,
no es sino aplicar a los títulos valores la solución que ya daban al asunto los arts. 2058
inc. 3, 2060 y 2095 CC, en materia de obligaciones y contratos134.

131 MONTOYA, “Ámbito de aplicación…”, cit., p. 34, citando a José León Barandiarán.
132 Cfr. CALVO CARAVACA, Alfonso-Luis, y CARRASCOSA GONZÁLEZ, Javier; Derecho internacional privado,
4ª ed., Comares, Granada, 2003, vol. I, p. 12, hablando en general de las “situaciones internacionales”.
133 GARCÍA CALDERÓN MOREYRA, Gonzalo; “De las normas de derecho internacional privado aplicables

a los títulos valores”, en MONTOYA, Tratado de (…) Títulos Valores, cit., pp. 355-366 (p. 357). MONTOYA
URBINA, Claudia; “Derecho internacional privado y la Ley de Títulos Valores”, en MONTOYA, Tratado de
(…) Títulos Valores, cit., pp. 367-392 (p. 381).
134 Lo cual, dicho sea de paso, no deja de ser un argumento más a favor de la postura que he adoptado

en el § 16, en pp. 34 y ss., supra.

36
Notas de Títulos Valores § 24

Ninguna otra norma de la LTV determina la competencia internacional en materia de


títulos valores135, por lo que en ausencia de pacto y de cualquier otra norma de
Derecho internacional privado de aplicación preferente (por ejemplo, por derivar de un
convenio internacional) será necesario acudir a lo dispuesto en:
1) el art. 2057 CC (el foro de refugio es siempre el del domicilio del demandado), o
2) el inc. 2 del art. 2058 CC (también es posible demandar en el foro del lugar previsto
para el cumplimiento, o donde se asumió la obligación).
En cambio, los arts. 113 a 118 LTV prevén una serie de disposiciones especiales
sobre la ley aplicable, para cuando el título valor no contenga ningún pacto de
sumisión a una ley determinada a tenor del art. 55 LTV.
El art. 113 LTV dispone que la capacidad para obligarse en un título valor se rige por
la ley del lugar donde la obligación fue contraída, pero quien es incapaz para obligarse
según esa ley quedará vinculado de todos modos si la obligación contenida en el título
valor en el que intervino debe cumplirse en un país conforme a cuya ley esa misma
persona sí fuese capaz. Se favorece así la validez del título, aplicando (e incluso
extendiendo) el principio que ya inspiraba el art. 2070 CC.
Según el art. 114.1 LTV, las formalidades que debe cumplir el título valor en su
conjunto son las que señala la ley del lugar donde ha sido emitido, pero los defectos
de forma según esa ley no afectarán la validez del título valor que sea formalmente
válido conforme a la ley del país en el que alguna obligación posterior hubiese sido
contraída o del país señalado para su pago. También aquí se sigue un criterio de
favorecer la validez del título, yendo incluso más allá de lo que dispone, en general, el
art. 2094 CC. Cada declaración cartular concreta, por su parte, debe seguir la forma
prevista en la ley del lugar de emisión de esa declaración (art. 114.2 LTV).
El precepto central de todo este conjunto de normas de Derecho internacional privado
relativas a los títulos valores viene a ser el art. 115 LTV, pues éste dispone que la
naturaleza, modalidades y efectos de las obligaciones contenidas en un título valor se
rigen:
1) por la ley del país en el que hayan sido contraídas;
2) si no se indica ese lugar (o sea, incluso aunque se conozca y se pueda probar cuál
fue, como una peculiar manifestación internacional de la regla de la literalidad), por
la del país donde deba cumplirse la obligación principal; y
3) si éste no consta, por la del país de su emisión (aunque éste, ahora sí, pueda “no
constar”, siempre que se pueda “probar”).

135En contra, BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 116 LTV, cit., pp. 520-521, donde afirma que dichos
extremos se pueden deducir de lo que dispone el art. 116 LTV (aunque no explican cómo). Como quiera
que se lea el texto de dicho artículo, sin embargo, me parece evidente que al remitir como ley aplicable
a los plazos para ejercer las acciones cartulares a “la ley del lugar donde estas acciones se ejerciten o
deban ejercitarse” (énfasis añadido) simplemente deja sin respuesta la cuestión de cuál es,
exactamente, ese lugar, respuesta que debe buscarse en otras normas y, concretamente, en mi
opinión, en las que señalo en el texto.

FACULTAD DE DERECHO 37
Versión de julio de 2023
§ 24 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Naturalmente, toda esta “prelación” de leyes aplicables se ha de entender supeditada


a los efectos del pactum de lege utenda, conforme al art. 55 LTV in fine (plenamente
concordante con el art. 2095 CC)136.
Si conforme a la ley así determinada (que será siempre la que rija la obligación
principal) no resultasen exigibles una o más obligaciones correspondientes a personas
distintas al obligado principal, éstas se rigen por la ley del país en el que dichas
personas hayan intervenido en el título valor.
Sobre los plazos y procedimientos para ejercer y conservar la acción cartular, el art.
116.1 LTV dispone que rige la ley del lugar donde estas acciones se ejerciten o deban
ejercitarse. En el fondo, se trata de disposiciones procesales que, por regla casi
universal, sólo pueden sujetarse a la propia lex fori. Esta misma norma se hace
extensiva a los “procedimientos y plazos para la conservación de los derechos
contenidos en el título valor” (art. 116.2 LTV), con lo cual parece que se quiere hacer
referencia sobre todo a la necesidad y trámite del protesto o sus posibles sustitutos.
De ser así, se presentaría cierta contradicción con lo dispuesto en el art. 117 LTV, que
somete expresamente esos extremos (en sus dos formulaciones), entre otros temas,
a la lex loci solutionis de la obligación principal. Los demás puntos a los que se aplica
también esta misma ley, según el art. 117 LTV son:
1) la posibilidad de limitar o no la aceptación a una parte,
2) la obligatoriedad de recibir un pago parcial y
3) las medidas que deben adoptarse en caso de pérdida, destrucción o sustracción
del título valor.
Por último, el art. 118 LTV remite la cuestión de la ley aplicable a las relaciones
causales vinculadas al título valor al Derecho (internacional privado) común.

136
Podrían entenderse como contrarias a esta conclusión algunas expresiones usadas por BEAUMONT/
CASTELLARES, Com. al art. 115 LTV, cit., p. 519 (n. I), pero me parece que lo que más bien ocurre es
que no se plantean el problema.

38
UNIVERSIDAD DE PIURA
Facultad de Derecho

I. Parte
Teoría general de los títulos valores

Versión de julio de 2023


UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 1
IDEA DE TÍTULO VALOR Y SUS CLASES
SUMARIO: I. PLANTEAMIENTO.— 25. Las nociones de título valor en competencia.
26. Los llamados principios o caracteres de los títulos valores. 27. Alcance variable
de tales caracteres. II. NOCIÓN AMPLIA (ALEMANA) Y RESTRICTIVA (ITALIANA) DE TÍTULO
VALOR.— 28. La definición original de BRUNNER y sus problemas. 29. El intento de
ULMER de restringir la noción amplia. 30. Problemas de la teoría de ULMER y
situación alemana actual. 31. La noción de título valor de VIVANTE.
32. Replanteamiento de la noción restrictiva y la “teoría unitaria”. 33. Problemas que
plantea la “teoría unitaria” italiana. III. LA NOCIÓN LEGAL Y DOGMÁTICA DE TÍTULO
VALOR ADOPTADA.— 34. La noción legal de título valor. 35. Los elementos de la
noción legal en la jurisprudencia. 36. Distintas funciones de los caracteres y
principios. 37. El “qué” y el “porqué” de la “incorporación” en los títulos valores.
38. La “circulatoriedad” como función de la “incorporación”. 39. Propuesta de una
noción definitiva de título valor. IV. LOS PRINCIPIOS ESENCIALES O DELIMITADORES EN
PARTICULAR.— 40. La documentalidad del título valor en general. 41. Materialidad:
la documentalidad en los valores materializados. 42. La documentalidad y los
“valores desmaterializados” (remisión). 43. La patrimonialidad. 44. El destino
circulatorio o circulatoriedad. 45. ¿Es el cheque intransferible un verdadero título
valor? 46. La incorporación de los títulos valores. 47. Lo que implica y lo que no
implica el principio de incorporación. V. TIPICIDAD Y ATIPICIDAD DE LOS TÍTULOS
VALORES.— 48. Planteamiento. 49. La cuestión bajo la LTV ant. 50. La reserva legal
de tipificación en la LTV vigente. 51. Crítica de la prohibición de títulos valores
atípicos. VI. CLASIFICACIÓN DE LOS TÍTULOS VALORES.— 52. Sentido de las
clasificaciones. 53. Por la función económica. 54. Según el tipo de derecho
incorporado. 55. Según la forma de emitirse. 56. Por la forma de legitimar a su
detentador. 57. Por el alcance de su literalidad. 58. Según las relaciones entre el
título y el vínculo causal.

I. PLANTEAMIENTO
Las nociones de título valor en competencia.
Como queda dicho, es evidente que, sea lo que fuere lo que deba entenderse por
“títulos valores”1, constituyen el objeto peculiar de un área del Derecho Mercantil2, con
sus propios principios e instituciones, y con un régimen general propio, codificado en
nuestro país en la LTV. Por eso, y para entendernos suficientemente, desde un inicio3
propuse con carácter provisional la siguiente noción operativa de “título valor”:
“El documento que incorpora uno o más derechos privados de carácter
patrimonial, de tal forma que, en virtud de su destino circulatorio, para el
ejercicio del derecho es necesario el control exclusivo del documento”.
Como voy a explicar en seguida, ahora que toca justificarla, la definición que precede
no es del todo original, sino que prolonga las principales propuestas de la mejor

1 En las tres primeras secciones de este Capítulo se recoge el núcleo fundamental de mi estudio “La
noción de título valor”, en 22 REDUP (2021), pp. 83-127.
2 Vid. §§ 9 y ss., en pp. 12 y ss., supra.

3 Vid. p. 1 (§ 1), supra.

— 41 —
§ 26 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

doctrina comparada del siglo y medio pasado. Además, como también mostraré en
este mismo capítulo, guarda una profunda coherencia con la que se deduce de nuestro
propio ordenamiento positivo.
También al inicio, y nada más plantear la noción provisional a que me acabo de referir,
fui desgranando las múltiples maneras de designarlos, al hilo de las preferencias
doctrinales y lingüísticas de cada país4. Mas ahora toca advertir que, detrás de esa
aparentemente inocua divergencia de nombres se esconden, a veces, diferencias de
fondo sobre la amplitud y alcance de la noción misma. En concreto, hay cierta tensión5
entre:
1) una idea de título valor amplia, de origen y desarrollo particularmente vinculado a
la doctrina alemana, y
2) otra noción más bien restrictiva, defendida y divulgada especialmente bajo el
impulso de la doctrina italiana.
En las secciones siguientes examinaré ambas con cierto detenimiento, así como la
noción legal que se desprende de nuestra LTV y de su aplicación jurisprudencial, con
la esperanza de terminar justificando suficientemente por qué considero que la
definición más adecuada de título valor es precisamente la que he propuesto y no otra
cualquiera de las muchas que podrán espigarse en la casi inabarcable literatura sobre
este tema. Pero antes, conviene aludir, al menos, a los llamados principios o
caracteres de los títulos valores, a fin de determinar cómo se relacionan con la noción
o concepto básico de la institución.
Los llamados principios o caracteres de los títulos valores.
Es pacífica y casi unánimemente admitido que los títulos valores, como categoría,
comparten, en mayor o menor medida, una serie de rasgos o características comunes,
que suelen también denominarse sus principios. En general puede decirse que
tienden a facilitar la circulación fácil y segura de los derechos documentados6. A mi
modo de ver, tales caracteres de los títulos valores se pueden resumir en diez7, a
saber:
1) Documentalidad
2) Patrimonialidad
3) Circulatoriedad
4) Incorporación
5) Literalidad
6) Formalidad

4 Ibid.
5 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 20. También EIZAGUIRRE, “Los valores...”, cit., p. 1011; y PÉREZ
FONTANA, Sagunto; Títulos-Valores. Obligaciones Cartulares, Parte Dogmática, Cultural Cuzco, Lima,
1990, pp. 22 y ss., si bien este último autor centra especialmente su atención en la variable amplitud
de las distintas concepciones del titolo di credito aparecidas en la doctrina italiana. En contra (no
advierte la mencionada tensión), MONTOYA, Com. al art. 1 LTV ant., cit., n. 1 (p. 5).
6 GARCÍA-PITA, Introducción…, cit., t. I, p. 82.

7 En parte también, debo confesarlo, por lo redondo de ese número.

42
Notas de Títulos Valores § 26

7) Completividad
8) Abstracción
9) Autonomía
10) Legitimación
Acerca de estos caracteres puede decirse que hay, en general, un consenso bastante
amplio, con las lógicas diferencias en su formulación y enumeración precisa.
Por ejemplo, el Prof. José Luis GARCÍA-PITA8 pareciera omitir del todo la
documentalidad y la patrimonialidad, cuando lo cierto es que más bien las da por
supuestas9; no distingue la completividad de la formalidad o formalismo, pero debido
a que están tan relacionadas entre sí, que no cabe más remedio que tratarlas juntas;
y aborda conjuntamente, aun distinguiéndolas, la abstracción y la autonomía.
Por su parte, uno de los mercantilistas peruanos actuales más conocidos pareciera
limitar su enumeración sólo a cinco de ellos: incorporación, literalidad, legitimación y
autonomía, además del principio de buena fe10; pero aparte de que no parece lógico
admitir en esta enumeración (específicamente referida a los títulos valores) el principio
de buena fe, como principio generalísimo que es, informador de absolutamente todas
y cada una de las áreas del Derecho, resulta que él mismo a la hora de desarrollar el
tema no tiene más remedio que mencionar explícitamente y hacer un cierto desarrollo
(a veces nada breve) de los rasgos de documentalidad11, patrimonialidad12,
circulatoriedad, formalidad (incluyendo en éste las cuestiones relativas a la
completividad) y abstracción13.
Nuestra jurisprudencia, como no podía ser de otra manera, también ha hecho suya
esta doctrina en su núcleo esencial, aunque, al no ser ese su papel, no cabía esperar
que hiciera una exposición completa y coherente de ella. Donde, que a mí me conste,
se ha aproximado más a ello, ha sido en los FFJJ 5° al 8° de la Ejecutoria Suprema
del 30 de marzo de 2015, recaída en el caso Inter Floor SAC c Ana Vivian Tintorer
Rublí14. Allí solo enumera explícitamente los que llama principios de incorporación,
literalidad, autonomía y legitimación (FJ 6°), pero tanto al hilo de esa explicación como
antes —en la “definición” que hace del título valor (FJ 5°)— y después —al enunciar
concretamente la ratio decidendi de su resolución (FJ 8°)— hace clara mención de los
rasgos de documentalidad, circulatoriedad, formalidad y abstracción. Omite, pues, la
completividad (que bien podría deberse a que se considera un desarrollo específico

8 Cfr. Introducción…, cit., t. I, pp. 83-84.


9 De la segunda, de hecho, cabe decir tan poco, que es prácticamente imposible no pasarla casi en
silencio.
10 BEAUMONT CALLIRGOS, Ricardo; “Los principios reguladores de los títulos valores”, en MONTOYA,

Tratado de (…) Títulos Valores, cit., pp. 75-93.


11 Omnipresente, aunque más bien como presupuesto que explícitamente predicado, en la discusión

de la incorporación, op. cit., p. 83. En BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 1 LTV, cit., p. 50 (n. III), el
mismo autor lo enumera explícitamente e incluso le da un lugar destacado.
12 De pasada, como no queda más remedio, en BEAUMONT, “Los principios…”, cit., pp. 76-77.

13 A la que, aunque solo la menciona incidentalmente, califica expresamente de principio en op. cit., p.

82.
14 (2014) Cas 797.

FACULTAD DE DERECHO 43
Versión de julio de 2023
§ 27 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

del de formalidad, como de hecho se hace en otras sentencias15) y la patrimonialidad,


aunque a este último principio pueden advertirse algunas alusiones indirectas (cuando
habla de “deudas” y “créditos” incorporados, de “transmutar la cesión de derechos en
transmisión de cosas muebles”, o de una presunta exigencia de “enriquecimiento”),
que permiten entender que más que negarlo lo da implícitamente por supuesto.
Alcance variable de tales caracteres.
En todo caso, hay que recalcar que ninguno de esos caracteres se debe interpretar
de manera rígida16, sino que habrá que hacerlo conforme a “un criterio ajustado a la
razón, prudencia y equidad, así como en atención a los principios generales del
derecho, la doctrina y la jurisprudencia correspondientes”17. Es menos clara y materia
de cierta disputa la posible preponderancia de alguno o algunos de ellos sobre los
demás. De hecho, como se verá en lo que sigue, muchas veces las diversas
definiciones del concepto de título valor difieren precisamente por el rasgo o
característica que destacan18.
Más aun, resulta obvio que la definición de título valor con que he dado inicio a estas
páginas se basa en cuatro de esos principios, a saber:
1) la documentalidad (pues “título valor es el documento…”);
2) la patrimonialidad (pues “incorpora derechos privados patrimoniales…”);

15 Vid. por todas dos interesantes sentencias:


1) la ES del 25 de enero de 2010, recaída en el caso María López Fenco c Juan Yampufé López,
(2009) Cas 2156, donde la Corte Suprema niega la exigibilidad de una letra completada tras un
primer rechazo judicial motivado, precisamente, por haber intentado cobrar el título estando éste
incompleto; y
2) la SCS de Lima del 14 de mayo de 2007, recaída en el caso Flavio Figari Rubio c D' Lujo SAC,
(2006) Com Lima 2597, donde la Sala Comercial de la Corte Superior rechazó la pretensión del
demandante de declarar en la vía de conocimiento la letra de cambio nula por el mero hecho de
estar incompleta, considerando que el tenedor tiene aún la posibilidad de completarla
legítimamente hasta antes de ejercer el derecho incorporado.
16 GARCÍA-PITA, Introducción…, cit., t. I, p. 82.

17 Cfr. el FJ 2° de la SCS de Lima del 1 de julio de 2005, recaída en el caso INTCOMEX Perú SAC c

Latin America Multiservicios SAC, (2005) Com Lima 266. Con ese razonamiento, no es raro que la
decisión haya terminado corrigiendo (como explícitamente admite la sentencia; cfr. su FJ 14°), y por lo
tanto desestimando, la consideración como esencial de un requisito formal del cheque (la mención del
domicilio del banco girado: inc. e del art. 174 LTV) que debe tenerse racionalmente hoy en día como
del todo irrelevante. Se trata de una corrección jurisprudencial en toda regla de, incluso, la propia letra
de la Ley con la que, por una vez, me declaro completamente de acuerdo. Más acordes con los cánones
habituales de la interpretación armonizadora de distintos preceptos legales, más que correctiva, se
presentan las EESS del 21 de marzo de 2007, recaída en el caso Hilario Silva Guzmán c Hugo Soncco
Quispe & Al, (2006) Cas 2358, donde la falta de la indicación expresa del nombre y DNI del girador
debajo de su firma se suplían por su presencia inequívoca en otras partes de la letra girada a su propio
favor, y del 22 de setiembre de 2015, recaída en el caso COFIDE c Eusebio Ramírez Ancajima, (2015)
Cas 397, en donde la aparente contradicción entre las exigencias formales específicas del pagaré (art.
158 LTV) y la genérica para todos los títulos valores del art. 6.4 LTV se resolvió a favor de la norma
especial, obviando la necesidad de que el representante legal que firma por una persona jurídica se
identifique como persona natural en ese título valor concreto.
18 GARCÍA-PITA, Introducción…, cit., t. I, p. 82.

44
Notas de Títulos Valores § 28

3) la incorporación (pues “incorpora uno o más derechos de tal forma que, para el
ejercicio del derecho, es necesario el control exclusivo del documento”); y
4) la circulatoriedad (pues dicha incorporación se hace específicamente “en virtud de
su destino circulatorio”).
El objetivo de las siguientes dos secciones de este capítulo es precisamente examinar
a fondo la conexión concreta de los distintos caracteres aludidos en la noción de título
valor a fin de justificar por qué unos (y cuáles) y no otros deben aparecer en su
definición.

II. NOCIÓN AMPLIA (ALEMANA) Y RESTRICTIVA (ITALIANA) DE TÍTULO VALOR


La definición original de BRUNNER y sus problemas.
La llamada “noción amplia de título valor”, de especial aceptación en Alemania,
cristalizó en la definición de Heinrich BRUNNER (1840-1915):
“un documento acerca de un derecho privado cuyo aprovechamiento está
condicionado jurídico-privadamente a la posesión del documento”19.
Como se ve, la noción provisional propuesta al inicio se basa en esta noción amplia
de título valor20, desarrollándola específicamente con una referencia adicional al
destino circulatorio, literalmente ausente de ella. Esta noción es aún hoy el punto de
partida de la exposición de la materia en la doctrina del ámbito germánico. Y esto,
incluso entre quienes (hoy en día, casi todos), al desarrollarla, adoptan posiciones
mucho más matizadas y, en la práctica, muy próximas a las vigentes entre la mayor
parte de los autores italianos.
Según GARCÍA-PITA21, la doctrina alemana construyó esta noción amplia de título valor
sobre la base de dos ideas fundamentales:
1) la incorporación del derecho en el documento, y
2) la legitimación por la posesión.

19 BRUNNER, Heinrich; “Die Werthpapiere”, en ENDEMANN, Wilhelm (Ed.) ET AL.; Handbuch des
deutschen Handels-, See- und Wechselrechts, Fues’s Verlag, Leipzig, Vol. 2°, 1882, pp. 140-235 (p.
147; § 191-II in fine): “Werthpapier ist eine Urkunde über ein Privatrecht, dessen Verwerthung durch die
Innehabung der Urkunde privatrechtlich bedingt ist”.
20 A decir verdad, la noción propuesta se basa más en las referencias actuales a esta noción de

BRUNNER, que tienden a reproducir la idea con una paráfrasis del siguiente estilo: “un documento que
incorpora un derecho de carácter privado de tal forma que para el ejercicio del derecho es necesaria la
posesión del documento” ; cfr. HUECK/ CANARIS, Derecho…, cit., p. 1 (§ 1). SCHMIDT, Karsten; Derecho
Comercial, Astrea, Buenos Aires, 1997 (trad. de Federico Werner), § 23, p. 714. GARCÍA-PITA,
Introducción..., cit., t. I, p. 21. Parecida paráfrasis le hace, al traducirla al italiano, VIVANTE, Cesare;
Trattato di Diritto Commerciale, 2ª ed., Bocca, Milán – Roma – Florencia, 1904, n. 945, vol. III, p. 129
(en nota 2): “documento di un diritto privato che non si può esercitare se non si ha il titolo a propria
disposizione”. Hay traducción española de una edición posterior de esta obra por Miguel Cabeza
(Tratado de Derecho Mercantil, Reus, Madrid, 1936), donde este pasaje se encuentra en el n. 953, p.
137 del vol. III.
21 Introducción..., cit., t. I, p. 21.

FACULTAD DE DERECHO 45
Versión de julio de 2023
§ 28 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

De este modo, para BRUNNER y quienes inicialmente lo siguieron, no resultaba decisiva


para la noción de título valor su forma de circulación, e incluso que pudiera circular.
De hecho, BRUNNER sostiene casi exactamente lo contrario de manera explícita:
“La esencia del título valor no reside en el destino circulatorio del papel. No
solamente aquellos títulos que según su tenor literal son transferibles o son
jurídicamente tratados como si tuvieran ese tenor, no solamente los títulos a la
orden y endosables y los títulos al portador se presentan como títulos valores.
La transferencia del derecho no es la forma exclusiva de aprovecharlos. En
muchos casos, puede muy bien representar la única vía para su
aprovechamiento inmediato. Solo que, por principio, es el ejercicio del derecho
el modo principal de aprovechamiento. Por tanto, también títulos a los que les
falta la característica del destino circulatorio, la aptitud de circulación aligerada,
quedan comprendidos en el marco de los títulos valores. También los llamados
títulos directos son títulos valores”22.
Así pues, para BRUNNER, lo único decisivo era la vinculación, frente al deudor, del
ejercicio del derecho con el documento que lo incorpora. Como exploro más
adelante23, en esa vinculación reside propiamente el carácter o principio de
incorporación, universalmente reconocido como parte del núcleo irrenunciable del
concepto de título valor. Y es que, como se advierte también en la última cita del
apartado anterior, BRUNNER concibe el “destino circulatorio” o “circulatoriedad” propia
de los títulos valores como un rasgo inextricablemente unido, hasta el punto de poder
describirse como confundido con esa “aptitud circulatoria aligerada”, potenciada o
facilitada. El problema estriba en esa confusión o equiparación, claramente indebida
en mi opinión, como espero aclarar más abajo24. En ese sentido, pienso que el autor
acierta cuando considera esa especial potenciación de la circulación del título como
ajena a la esencia de los títulos valores, pero yerra cuando excluye de ella toda
relación con la circulación.
Como esta postura contradice diametralmente las convicciones actuales más
arraigadas sobre los títulos valores, aun cuando se sigue usando la noción básica de
BRUNNER, ya no es habitual que se le siga en este punto.
Y es que, por ese camino, en Alemania se terminaron considerando títulos valores
documentos cuya calificación como tales resultaría, en otros ordenamientos, extraña,
por decir lo menos:
1) libretas de ahorro,

22“Die Werthpapiere”, cit., p. 148: “Das Wesen des Werthpapiers liegt nicht in dem Verkehrszweck des
Papiers. Nicht bloss jene Papiere, welche ihrem Wortlaute nach übertragbar sind oder rechtlich so
behandelt werden als ob sie diesen Wortlaut hätten, nicht bloss die Order- und indossablen Papiere und
die Inhaberpapiere erscheinen als Werthpapiere. Die Uebertragung des Rechtes ist nicht die
ausschliessliche Art seiner Verwerthung. Sie mag sich thatsächlich in vielen Fällen als der einzige Weg
sofortiger Verwerthung darstellen. Allein grundsätzlich ist die Ausübung des Rechtes die prinzipale
Verwerthungsart. Es werden daher auch Papiere welchen das Moment des Verkehrszweckes, der
erleichterten Cirkulationsfähigkeit fehlt, von dem Rahmen des Werthpapiers umschlossen. Auch die
sog. Rektapapiere sind Werthpapiere”.
23 Vid. § 37, en pp. 61 y ss., infra. Más detalles en §§ 46 y 47, en pp. 75 y ss., infra.

24 Vid. § 38, en pp. 63 y s., infra. Más detalles también en § 44, en pp. 71 y ss., infra.

46
Notas de Títulos Valores § 29

2) billetes de tren y de otros medios de transporte,


3) entradas al teatro y a otros espectáculos,
4) vales que dan derecho a una cerveza en las fiestas, etc.25
Debo precisar, con todo, que, quizá por influencia de la misma concepción amplísima
sobre los títulos valores que prevaleció en la doctrina alemana de los pasados dos
siglos, el derecho positivo de ese país ha configurado muchos de esos documentos
como verdaderos títulos valores, más o menos destinados a la circulación. En ese
sentido sería simplista (y quizás impertinente) tildar de errónea la inclusión, por los
autores citados y otros de la actualidad, de esos títulos entre los Wertpapiere, en el
contexto de su propio ordenamiento. Lo cierto es que la noción de título valor que han
adoptado la mayoría de ellos, mucho más moderada que la que dio lugar esos
resultados chocantes, puede aceptarse por todos casi sin reparos. Pero nada de eso
justifica que quienes no se hallan sometidos a esas peculiares reglas positivas
intenten “encajar” tales documentos, contra natura, en la noción de título valor.
El conjunto de documentos que, al menos en sus versiones originales, delimitaba con
esta definición la teoría de BRUNNER carecía realmente de especificidad normativa,
haciendo perder valor sistemático a la noción de Wertpapier26.
El intento de ULMER de restringir la noción amplia.
Estando así de insatisfactorias las cosas en el ámbito doctrinal alemán, Eugen ULMER
(1903-1988) propuso una noción de título valor mucho más restringida que la de
BRUNNER. El punto de partida, y he de reconocer que lo que dice aquí tiene muchísimo
sentido, es precisamente que:
“Un concepto unitario de título valor parece ser el punto de partida necesario
para que la ciencia jurídica elabore las ideas fundamentales del Derecho de los
títulos valores. Mas un desarrollo con sentido de tales ideas fundamentales
tiene como presupuesto que no solo la forma de vincularse el derecho y el título,
sino también el fundamento de la vinculación resulte claramente establecido.
En eso se demuestra como dominante la idea de la promoción de la circulación.
El derecho documentado debe ser capaz de pasar de mano en mano con el
título”27.

25 Así, HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., pp. 304 y 309 (§ 27), y 310-312 (§ 28); SCHMIDT, Derecho
comercial, cit., § 23, p. 716.
26 EIZAGUIRRE, “Los valores...”, cit., p. 1012.

27 "Ein einheitlicher Wertpapierbegriff erscheint für die Rechtswissenschaft als der notwendige

Ausgangspunkt bei der Herausarbeitung der Grundgedanken des Wertpapierrechts. Eine sinnvolle
Entwicklung dieser Grundgedanken hat aber zur Voraussetzung, daß nicht nur die Art der Verknüpfung
von Recht und Papier, sondern auch der Grund für die Verknüpfung klargestellt wird. Als beherrschend
erweist sich dabei der Gedanke der Umlaufförderung. Das verbriefte Recht soll mit dem Papier von
Hand zu Hand wandern können". Cita literal de ULMER, Eugen; Das Recht del Wertpapiere, 1938, p. 20,
reproducida por MICHELER, Eva; Wertpapierrecht zwischen Schuld- und Sachenrecht. Zu einer
kapitalmarktrechtlichen Theorie des Wertpapierrechts Effekten im österreichischen, deutschen,
englischen und russischen Recht, Tesis de habilitación, Wirtschaftsuniversität Wien, Viena, 2002, p.
176. Dado que lamentablemente no he podido acceder directamente a esta obra, procuraré reconstruir
la doctrina de ULMER con otras obras del autor, o con citas lo más literales que pueda conseguir de
otros autores. Me ha sido de gran utilidad en esta tarea dos recensiones: la de SCHUMANN, Hans;
“Ulmer, Eugen. Das Recht der Wertpapiere. Stuttgart-Berlin, W. Kohlhammer Verlag. 1938. 360 S.”, en

FACULTAD DE DERECHO 47
Versión de julio de 2023
§ 29 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Ahora bien, para ello ULMER se apoya en una distinción, clásica en Alemania, entre
dos órdenes de atribución de derechos documentados en títulos
1) el Recht aus dem Papier (derecho que surge del documento o ius e titulo); y
2) el Recht am Papier (derecho sobre el documento, ius in titulum).
Para conseguir que ambos, derecho y documento, tengan el mismo titular, como es
lógico, pueden seguirse a su vez dos reglas:
1) o bien el ius e titulo sigue al ius in titulum (quien obtiene el documento adquiere el
derecho documentado);
2) o bien es al revés (quien adquiere el derecho documentado tiene derecho a que
se le entregue el documento)28.
ULMER se cuenta entre los autores de quienes se ha afirmado:
“En la doctrina anterior se defendía en parte que, para los títulos valores en
general, el derecho derivado del título sigue al derecho sobre el título y, por eso,
el derecho se adquiere también por ocupación, especificación, apropiación o
hallazgo del documento de papel”29.
Es decir:
“Bajo una apreciación enfática de los fines económicos a que el título valor debe
servir, cree ULMER haber hallado, en la idea de promover la circulación por la
documentación, el criterio decisivo del concepto de título valor o, dicho de otro
modo, el rasgo fundante de la unidad de la materia. Esta concepción lleva a
una delimitación muy estricta. Según ella, solo los títulos al portador y a la orden
cuentan como títulos valores; y es que solo a ellos les es propia esta tendencia
a la movilización. El grupo seguramente no del todo homogéneo de los
llamados títulos directos queda así fuera. Mas como no por eso renuncia ULMER
a considerarlos, hallan su lugar entre los documentos «semejantes a los títulos
valores»”30.

30-66 Kritische Vierteljahresschrift für Gesetzgebung und Rechtswissenschaft (1939), pp. 403-414; y la
de REINHARDT, Rudolf; “Eugen Ulmer, Das Recht der Wertpapiere. W. Kohlhammer, Stuttgart-Berlin
1938”, en 147 AcP (1941), pp. 63-69.
28 Cfr. SCHUMANN, "Ulmer…", cit., p. 405.

29 MICHELER, Wertpapierrecht…, cit., pp. 102-103: “In der älteren Lehre wurde zwar zum Teil vertreten,

dass bei Wertpapieren allgemein das Recht am Papier dem Recht aus dem Papier folgt (sic) und daher
das Recht auch durch Ersitzung, Verarbeitung, Aneignung oder Fund des Papierdokuments erworben
wird“, citando junto a ULMER a Jacobi, Gierke, Locher y Lehmann. En realidad, la autora parece decir lo
contrario (“el derecho sobre el título sigue al derecho que deriva del título”) de lo que he traducido, si
no se repara en el lapsus en que obviamente incurre, teniendo en cuenta la incongruencia de las
consecuencias que menciona, y otros pasajes de la obra (notablemente, en pp. 94-95, donde también
cita a ULMER junto con Jacobi y Lehmann).
30 REINHARDT, "Eugen Ulmer…", cit., pp. 64-65: “Unter betonter Würdigung der wirtschaftlichen Zwecke,

denen das Wertpapier dienen soll, glaubt Ulmer in dem Gedanken der Umlaufsförderung durch die
Verbriefung das entscheidende Kriterium des Wertpapierbegriffs oder anders ausgedrückt das die
Einheit der Materie begründende Merkmal gefunden zu haben. Diese Auffassung führt zu einer sehr
engen Begrenzung. Nur die Inhaber-und Orderpapiere zählen danach zu den Wertpapieren; denn nur
ihnen ist diese Mobilisierungstendenz eigen. Die sicherlich nicht ganz homogene Gruppe der
sogenannten Rektapapiere scheidet danach aus. Allerdings verzichtet Ulmer damit nicht auf ihre

48
Notas de Títulos Valores § 30

Dado que ULMER ve como determinante el significado que tenga el documento para la
disposición sobre el derecho que procede del título, concluye que solo son títulos
valores los documentos sobre derechos patrimoniales (y no meramente sobre
cualquier “derecho privado”, como literalmente dice BRUNNER)
“en los que la disposición sobre el derecho documentado se obtiene mediante
la disposición sobre el título”31.
De todo ello deduce ULMER, y otros que piensan como él, que los títulos valores se
emiten para someter un derecho inmaterial al régimen de los derechos reales sobre
bienes materiales32. Como eso sólo ocurre33 en los títulos al portador y a la orden,
quedan excluidos muchos títulos negociables que generalmente son admitidos como
verdaderos títulos valores; por ejemplo, las acciones y otros títulos nominativos
(llamados “Rektapapiere” por ULMER y el resto de la doctrina alemana, es decir, “títulos
directos”).
Problemas de la teoría de ULMER y situación alemana actual.
Como es fácil de advertir en lo anterior, ULMER incurre en la misma confusión de
BRUNNER entre la “aptitud circulatoria” o “circulatoriedad” y la “circulabilidad
especialmente aligerada” del título, que más arriba34 he criticado. La diferencia está
en que la resuelve en sentido contrario: mientras BRUNNER rechaza, por eso, la
relevancia de la función circulatoria en la noción de título valor, y la abre a demasiados
documentos, ULMER la afirma, y excluye de la noción de título valor determinados
documentos que carecen de esa “circulabilidad potenciada” (aunque no
necesariamente carezcan de “función circulatoria” o circulatoriedad).
Más allá de eso, sin embargo, la teoría de ULMER, como todas las que como él limitan
la “verdadera” noción de título valor a los endosables y al portador, tiene el
inconveniente, bastante notable, de hacer variar de naturaleza títulos, regulados en la
Ley como unidades homogéneas, según se giren a la orden o no. Así, la letra de
cambio sería normalmente un verdadero título valor, pero dejaría de serlo si contiene
la cláusula “no a la orden”.
Además, aunque se admitiese que los documentos así excluidos no fueran verdaderos
títulos valores, tampoco se los puede reducir a meros comprobantes de deuda. En
efecto, contra lo que ocurre en éstos, la posesión de los títulos discutidos es necesaria
para exigir regularmente el derecho documentado. Ello haría necesario distinguir una

Berücksichtigung, sie finden unter den „wertpapierähnlichen" Urkunden doch noch ihren Platz” (con
énfasis inversos en el original).
31 SCHUMANN, "Ulmer…", cit., p. 405: “nur die Urkunden über Vermögensrechte [zählt Ulmer] als

Wertpapiere, „bei denen die Verfügung über das verbriefte Recht durch die Verfügung über das Papier
erfolgt“”. La cita literal, que es lo único que traduzco en el texto, está tomada de la p. 21 del libro de
ULMER.
32 HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., pp. 3-5 (§ 1). En el mismo sentido SCHUMANN, "Ulmer…", cit., p.

405, que parece simpatizar mucho más con su doctrina.


33 Ocurre así en Alemania, Austria y quizás otros países pertenecientes a o influidos por los

ordenamientos del círculo germánico de la tradición jurídica romano-germánica. Esa descripción, en


cambio, no sería aceptable en nuestro país. Cfr. §§ 47, en pp. 77 y s., y 80, en pp. 135 y ss., infra.
34 Vid. § 28, pp. 45 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 49
Versión de julio de 2023
§ 31 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

categoría intermedia entre los “verdaderos” títulos valores y los meros comprobantes
de deuda: los “documentos similares a los títulos valores”35.
Más aun:
“me parece también que esconde cierta contradicción (…) el hecho de que, por
un lado, la promoción de la circulación valga como el criterio para el concepto
de título valor, pero, por el otro, sea necesario hablar de una semejanza con los
títulos valores también allí donde, como en el título directo, es típico más bien
lo contrario. También esta circunstancia permite reconocer que debe haber un
punto de vista superior, unificador de esas manifestaciones”36.
Todas esas razones han llevado a la doctrina mayoritaria alemana a rechazar la
noción estricta de título valor propugnada por ULMER. Sin embargo, reconoce37 que es
importante distinguir los títulos que según esa teoría serían los únicos títulos valores
propios de los excluidos por ella, como subcategorías distintas dentro de los títulos
valores. Unos y otros tienen, evidentemente, reglas parcialmente distintas:
1) aquéllos en los que el derecho surgido del documento sigue al derecho sobre el
documento serían los títulos valores dotados de fe pública, o en sentido estricto; y
2) los otros serían también verdaderos títulos valores, pero más bien en sentido
amplio38.
Con esto, el resultado práctico de una y otra posición es casi el mismo, pero la
adoptada por la doctrina mayoritaria parece más coherente39.
En esa evolución, se advierte que la aportación específica de la doctrina alemana ha
consistido en identificar y recalcar el principio o carácter esencial de la incorporación
de los títulos valores, y en precisar que consiste en una necesidad —mas no
necesariamente en su aislada suficiencia— de “poseer” o, más en general, “controlar
de manera exclusiva”40 el documento para ejercer el derecho.
La noción de título valor de VIVANTE.
En Italia, donde tuvo inicial éxito la noción de título valor de ULMER, la definición
verdaderamente clásica, a partir de la cual inician su exposición tanto quienes

35 HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., p. 5 (§ 1).


36 REINHARDT, "Eugen Ulmer…", cit., p. 65: “Ein gewisser Widerspruch scheint sich mir auch —der
Einwand liegt grundsätzlich in der gleichen Linie— hinter der Tatsache zu verbergen, daß auf der einen
Seite die Umlaufsförderung als das Kriterium für den Wertpapierbegriff gelten soll, auf der andern Seite
von einer Wertpapierähnlichkeit aber auch dort noch die Rede ist, wo, wie beim Rektapapier, gerade
die entgegengesetzte Tendenz typisch wird. Auch dieser Umstand läßt erkennen, daß ein höherer, die
Erscheinungen einigender Gesichtspunkt doch wohl vorhanden sein muß” (con énfasis inversos en el
original). Suscribo la crítica, salvo la idea de que en los títulos directos o nominativos rige la regla
contraria a la “promoción de la circulación”, que sólo sería aceptable si esta se confunde con el equívoco
concepto de “circulabilidad potenciada”.
37 SCHUMANN, "Ulmer…", cit., pp. 405-406; REINHARDT, "Eugen Ulmer…", cit., pp. 65-66.

38 SCHMIDT, Derecho comercial, cit., pp. 716-717 (§ 23); HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., p. 4 (§ 1).

39 HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., p. 6 (§ 1).

40 Acotación importante para defender el carácter de verdaderos títulos valores de las anotaciones en

cuenta y demás “valores desmaterializados”, documentos electrónicos que no pueden ser estrictamente
poseídos.

50
Notas de Títulos Valores § 32

permanecen fieles a dicha noción restrictiva como quienes adoptan una más amplia,
es la propuesta por VIVANTE:
“un documento necesario para ejercitar el derecho literal y autónomo que en él
se menciona”41.
A continuación, precisa que:
“el derecho es autónomo, porque el poseedor de buena fe ejercita un derecho
propio, que no puede ser restringido o destruido en virtud de las relaciones
existentes entre los anteriores poseedores y el deudor”42.
Con ello, el autor hace implícita referencia al rasgo considerado característico de la
noción restringida “italianista” de título valor: su finalidad circulatoria43. Según los
seguidores de esta noción, por tanto, es preciso que el documento tenga por finalidad
facilitar la circulación del derecho incorporado para que se le pueda calificar como
título valor. De hecho, en mi opinión, en esta idea central, que considero
imprescindible siempre que no se la confunda con la idea de “circulabilidad
potenciada” que antes he criticado, se contiene la aportación propia y decisiva de esta
escuela a la correcta construcción del concepto de título valor.
Ahora bien, siguiendo estrictamente la definición propuesta por VIVANTE, además de
ese destino circulatorio, y como caracteres que resultarían tan esenciales como ella a
la idea misma de título valor, si no más, parecería necesario que esa facilitación de la
circulación se instrumente precisamente a través de:
1) la literalidad, y
2) la autonomía del derecho incorporado.
En esto se manifiesta todo el carácter especialmente restrictivo de la noción
examinada, respecto de la de BRUNNER44.
Replanteamiento de la noción restrictiva y la “teoría unitaria”.
Teniendo en cuenta lo anterior, parecería lógico concluir que la noción restrictiva o
italiana de título valor debería dejar fuera de su ámbito todos los documentos en los
cuales faltasen la literalidad o la autonomía, o éstas fuesen incompletas.
Es lo que ocurre, sin ir más lejos, con las acciones y los bonos de obligación, incluso
si fuesen al portador. En efecto, el contenido de estos títulos está siempre íntimamente
vinculado a elementos no literales en el propio título; respectivamente:

41 Trattato…, cit., n. 945, vol. III, p. 129: “[U]n documento necessario per esercitare il diritto letterale ed
autonomo che vi è menzionato”. Todo el pasaje aparece en cursivas en el original.
42 Pasaje tomado de la edición castellana que he utilizado, que es posterior y más desarrollada que la

italiana; Tratado..., cit., n. 953, vol. III, p. 136. Con cursivas en el original.
43 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 26.

44 Idea que, al postular como esencial a la noción de título valor sólo su necesidad para ejercer el

derecho, también admite una reinterpretación “semiamplia” en función de tener en cuenta su destino
circulatorio, como se verá más adelante (cfr. GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 25). Al respecto,
vid. § 37, infra, así como la explicación de HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., pp. 12-14 (§ 1), sobre el
sentido de la necesidad de la posesión del título para ejercer el derecho contenido en él. En cuanto a
la dimensión exacta en que el titolo di credito de VIVANTE restringe el concepto de Wertpapier de
BRUNNER, vid. EIZAGUIRRE, “Los valores...”, cit., pp. 1019-1020.

FACULTAD DE DERECHO 51
Versión de julio de 2023
§ 32 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) a los estatutos sociales, y


2) al contrato de emisión.
Este hecho generó la duda, precisamente entre muchos de los seguidores italianos
de VIVANTE, sobre si las acciones pueden o no ser consideradas títulos de crédito45. Y
lo mismo cabe decir de la generalidad de los títulos nominativos 46 que, en muchos
ordenamientos del mundo (probablemente la mayoría, aunque no en el Perú 47), se
transmiten mediante cesión ordinaria de créditos y, en consecuencia, carecen de la
autonomía de que gozan los títulos endosables y al portador.
Paradójicamente, fue el mismo VIVANTE quien, sin renunciar a ninguno de los
elementos de su definición, defendió su interpretación amplia, de modo que incluyera
los títulos nominativos sujetos a transfert en los registros del emisor48. Así se llega a
la noción “amplia a la italiana” de los títulos valores, denominada comúnmente “teoría

45 DE GREGORIO, Alfredo; De las sociedades y de las asociaciones comerciales, tomos 6 y 7 en la obra


colectiva BOLAFFIO, Leone, ROCCO, Alfredo y VIVANTE, Cesare (Coord.); Derecho Comercial, Ediar,
Buenos Aires, 1947 (trad. de Santiago Sentís Melendo). Véase concretamente el n. 363, vol. II, pp. 4-
10.
46 BOLAFFIO, Leone; Derecho Comercial. Parte General. Tomos 1 a 3 de BOLAFFIO/ ROCCO/ VIVANTE,

Derecho Comercial, cit. En el n. 258, vol. III, p. 509, en nota, el autor desarrolla las razones por las que
no admite a los títulos nominativos entre los títulos de crédito: “según nosotros, la circulación libre,
regular y perfecta, sin necesidad de ninguna intervención del emitente, compendia y exterioriza los dos
caracteres esenciales del título de crédito: la incorporación y la autonomía. Verdaderamente, algún
título nominativo se diferencia del quirógrafo ordinario, exigiéndose el documento para legitimar al
acreedor frente al emitente y para integrar la transferencia a un tercero del derecho documentado. Pero
no por esto incorpora el derecho mismo, ni, mucho menos, atribuye al tercero un derecho originario,
inmune a las excepciones oponibles al titular (...). El título nominativo es concedido a la persona del
intestado [en el registro del emitente], único acreedor del emitente antes de que éste – con la inscripción
en sus registros del nuevo titular y con la emisión de un nuevo documento a su nombre (o con la
corrección del título originario) – no reconozca como su nuevo acreedor (homo novus) al mismo
[adquirente]. Esencial es la inscripción en los registros del deudor: es necesaria, para la perfección de
la transferencia; por consiguiente, el título, por sí, jurídicamente no circula”.
47 Vid. § 109, en pp. 189 y s.; y, sobre todo, §§ 115 y 116, en pp. 197 y ss., infra, donde aclaro que, en

el Perú, los títulos nominativos originarios sí que gozan de literalidad (en su caso, por remisión), como
también de autonomía y abstracción, semejantes a las de los títulos cambiarios a la orden y al portador;
también existe un régimen cartular de la cesión de derechos distinto de la ordinaria de Derecho común
Mercantil o Civil.
48 Idea cuestionada por BOLAFFIO, principalmente, como se desprende de la cita recogida en nota n.

46 anterior, del mismo modo como, según el propio VIVANTE (Trattato..., cit., n. 978, vol. III, p. 165),
discutía la inclusión de los títulos de tradición. También Giuseppe FERRI (Títulos de crédito, Abeledo-
Perrot, Buenos Aires, 1982, trad. de Fernando Legón, nn. 1 y 8, pp. 14 y 57) y PÉREZ FONTANA (Títulos-
Valores..., cit., pp. 23-29) comentan dudas expresadas en diversos artículos por MOSSA y Walter Bigiavi;
en ambos casos, se refieren sólo al primero de ambos grupos de títulos. Según PÉREZ habría que
agregar a la lista de críticos a Pellizzi, Pavone La Rosa, D’Alessandro, e incluso, como “principal
opositor a la teoría unitaria”, a ASCARELLI (de quien en cambio dice FERRI que considera dicha teoría de
VIVANTE “fecunda de resultados”). Pues bien, Lorenzo MOSSA (Derecho Mercantil, Uteha, Buenos Aires,
1940, trad. de Felipe Tena, vol. II, p. 389) dice: “la carta de porte, el certificado de depósito, la acción
de una sociedad anónima, no son menos títulos de crédito por el hecho de que son causales”. Y también
Tullio ASCARELLI (Iniciación al estudio del Derecho Mercantil, Bosch, Barcelona, 1964, trad. de Evelio
Verdera y Tuells, pp. 354 y s.) da la impresión de acoger sin reservas la teoría unitaria de VIVANTE,
como casi toda la doctrina italiana posterior.

52
Notas de Títulos Valores § 32

unitaria”49. VIVANTE consiguió contrarrestar las críticas que inicialmente surgieron


contra su noción de título de crédito, por ejemplo, argumentando:
“[E]sta inclusión de los títulos nominativos en el grupo de los títulos de crédito
está justificada tanto en la práctica mercantil cuanto por la naturaleza jurídica
de la institución (...). El jurista, que debe adaptar sus elaboraciones teóricas a
las funciones económicas de la institución, no debe, abstrayéndose de la
realidad, crear una diferencia sustancial que no existe en la práctica”50.
Y más adelante:
“Se objeta: no puede atribuirse al título la virtud de trasferir el crédito, porque la
inscripción también es necesaria para asegurar el derecho del cesionario. Hay
una respuesta decisiva. La institución que registra en sus libros al nuevo titular,
emitiendo otro certificado nominativo a su nombre, no realiza un acto jurídico,
es decir, un acto de voluntad que pueda ejecutar o no: cumple la obligación
asumida originariamente de registrar cualquier transferencia a simple pedido
del titular; realiza un acto material de ejecución, al que puede ser constreñido
por la autoridad judicial. El derecho a la inscripción pertenece al cesionario del
título, sea nominativo o al portador, a causa de su posesión legítima”51.
Así, esa noción se convirtió muy pronto en la mayoritariamente aceptada en el ámbito
italiano52. De hecho, es la que inspiraría más tarde el régimen recogido por el Codice
Civile vigente53.

49 Quizás habría que llamarla más bien “semirrestringida” (cfr. GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p.
25), pues excluye los títulos nominativos no emitidos en serie (títulos nominativos directos, los
Rektapapiere de los alemanes), ya sea porque la cláusula “no a la orden” no impide la transmisión por
endoso (VIVANTE, Trattato..., cit., n. 982, vol. III, pp. 171-172, en nota 1, por ejemplo para las letras “no
a la orden”), ya porque, de ser eficaz, les quitaría en opinión de muchos de estos autores toda especial
aptitud circulatoria y los excluiría de la noción misma de título de crédito; así, aunque con dudas, FERRI,
Títulos..., cit., n. 10, p. 85. Vid. también EIZAGUIRRE, “Los valores...”, cit., pp. 1019-1020.
50 Trattato..., cit., n. 984, vol. III., pp. 174-175: “[Q]uesta assunzione dei titoli nominativi nel gruppo dei

titoli di credito, è giustificata tanto nella pratica mercantile quanto dalla natura giuridica dell'istituto (...).
Il giurista, che deve adattare le sue costruzioni alle funzioni economiche dell'istituto, non deve astraendo
dalla realtà creare una differenza sostanziale che nella pratica non esiste”.
51 Ibid., pp. 175-176: “Si oppone: non può attribuirsi al titolo la virtù di trasferire il credito, perchè la

iscrizione è altresì necessaria a stabilire il diritto del cessionario. Vi ha una risposta decisiva. L'istituto
che registra ne' suoi libri il nuovo titolare rilasciando un altro certificato nominativo al suo nome, non
compie un atto giuridico cioè un atto di volontà che possa compiere o meno: esso eseguisce
l'obbligazione originariamente assunta di registrare ogni tramutamento a semplice richiesta del titolare;
compie un atto materiale di esecuzione, cui può essere costretto dall'autorità giudiziaria. Il diritto
all'iscrizione appartiene al cessionario del titolo, sia nominativo sia al portatore, a cagione del suo
possesso legitimo”.
52 El propio VIVANTE pasa recuento de la adhesión de los principales exponentes de la doctrina italiana

de su época a su teoría (Trattato..., cit., n. 984, vol. III, p. 173-174, nota 3): Bonelli, Navarrini y Rocco;
en la edición base de la traducción castellana se añade ya a Brunetti (Tratado..., cit., n. 993, vol. III, p.
181, nota 1). Luego vendrían Asquini, Messineo, ASCARELLI, Valeri, Gualtieri, FERRI, etc.
53 FERRI, Títulos..., cit., pp. 14-15 y 18-20; EIZAGUIRRE, “Los valores...”, cit., 1019; GARCÍA-PITA,

Introducción..., cit., t. I, p.p. 15-16.

FACULTAD DE DERECHO 53
Versión de julio de 2023
§ 33 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Problemas que plantea la “teoría unitaria” italiana.


Los problemas de la doctrina italiana unitaria no proceden de que admita como tales
documentos no circulatorios. Al contrario, es evidente que los títulos nominativos que
ella acoge lo son todos, sin excepciones. Sus problemas comienzan con la exclusión
de los títulos nominativos no sujetos a transfert, como pasaba también con la noción
restrictiva de ULMER. Pero no se quedan allí, pues la raíz de todos ellos está en la
relación necesaria que esta teoría postula entre ese carácter circulatorio, rasgo que
es necesario reconocer como la verdadera conquista definitiva de esta escuela, y los
caracteres de literalidad y autonomía, sobre todo el segundo.
Es obvio que la presencia de esos dos caracteres (como sucede también con la
abstracción, la inoponibilidad de excepciones, etc.) facilita aún más e incluso potencia
la negociabilidad de los títulos valores a los que se aplican. En ese sentido, podría
quizás decirse que fortalecen especialmente su aptitud o capacidad para circular. Pero
eso no necesariamente significa que sin ellos el título deje de estar “destinado a la
circulación”54 en cualquier sentido relevante ni, en consecuencia, que deje de ser título
valor.
De hecho, la teoría acoge en su noción de título de crédito documentos con grados
muy variables de literalidad y de autonomía:
1) desde la letra de cambio más abstracta y autosuficiente,
2) hasta la acción nominativa sometida a requisitos de transmisibilidad por el estatuto
social.
Bien mirado el asunto, la incoherencia está en que los elementos considerados
esenciales, los rasgos que definen el documento como título de crédito según esta
teoría, aparezcan en diversos grados, según el título de que se trate55. Es
contradictorio, como lo sería decir que un caballo es más equino que otro, pues es
evidente que todos los caballos, por definición, participan de la condición equina
exactamente en la misma medida. De esto puede deducirse que tales caracteres no
son realmente esenciales al concepto de título valor, y que su ausencia no
necesariamente indica que un documento deba ser excluido de la categoría.

III. LA NOCIÓN LEGAL Y DOGMÁTICA DE TÍTULO VALOR ADOPTADA


La noción legal de título valor.
Como he explicado en un apartado anterior56, la LTV delimita su propio ámbito de
aplicación alrededor de cierta noción legal de título valor, que será necesario averiguar
si coincide o no, y hasta qué punto, con las anteriores.

54 Como el propio VIVANTE (Trattato..., cit., n. 949, vol. III, pp. 134-135) reconoce que ocurre con la que
él denomina indipendenza (en el sentido no solo de independencia sino también de integralidad; en el
fondo, una forma de admitir que hay títulos de literalidad incompleta, como los denomina la doctrina:
vid. el § 57, en pp. 89 y ss., infra), así como la abstracción, caracteres que, no obstante, no incluye
como esenciales de todo título de crédito. Cfr. SCHMIDT, Derecho comercial, cit., § 23, p. 717.
55 MOSSA, Derecho mercantil, cit., n. 69, vol. II, pp. 386, 388 y 392.

56 Vid. § 21, en pp. 31 y ss., supra.

54
Notas de Títulos Valores § 34

A decir verdad, si hubiera que creer a nuestra doctrina más autorizada 57, y repetida
consuetudinariamente por la mayoría de los autores de nuestro país, pareciera que la
noción vivantiana que más arriba he examinado se hubiera trasplantado y tomado
plena carta de naturaleza en nuestro país, sin apenas matizaciones:
“la definición más acertada es la de César Vivante al expresar que «título de
crédito», como se denomina en la doctrina italiana: «Es el documento necesario
para hacer valer el derecho literal y autónomo contenido en el mismo»”58.
Tendencia tan arraigada, que incluso es seguida por la jurisprudencia:
“[C]onforme a lo regulado por la (…) Ley de Títulos Valores y acorde a la
doctrina se define el título-valor como aquel documento esencialmente
transmisible y necesario para ejercitar el derecho literal y autónomo en él
incorporado”59.
Sin embargo, el panorama cambia bastante cuando, como es lo más lógico, se intenta
construir dicha noción legal sobre la base de los arts. 1.1 y 2.1 LTV. La noción básica
está en el art. 1.1 LTV:
“Los valores materializados que representen o incorporen derechos
patrimoniales, tendrán la calidad y los efectos de Título Valor, cuando estén
destinados a la circulación, siempre que reúnan los requisitos formales
esenciales que, por imperio de la ley, les corresponda según su naturaleza. Las
cláusulas que restrinjan o limiten su circulación o el hecho de no haber
circulado, no afectan su calidad de título valor”.
Ahora bien, hay que tener en cuenta también el art. 2.1 LTV:
“Los valores desmaterializados, para tener la misma naturaleza y efectos que
los Títulos Valores señalados en el Artículo 1, requieren de su representación
por anotación en cuenta y de su registro ante una Institución de Compensación
y Liquidación de Valores”.
En virtud de esta segunda norma, se advierte que el art. 1.1 LTV no sólo abarca los
“valores materializados”, únicos expresamente mencionados en él, sino también a los
“valores desmaterializados”60. Eso sí, en todos los casos se ha de tratar siempre de
“documentos” (cfr. art. 1.2 LTV).

57 MONTOYA, Com. al art. 1 LTV ant., cit., n. 2 (pp. 6-8).


58 RAMÍREZ DÍAZ, Jorge; “Las cláusulas especiales en los títulos valores”, en MONTOYA, Tratado de (…)
Títulos Valores, cit., pp. 185-200 (p. 186). Valga esta única cita por las innumerables que podrían
hacerse. No obstante, no descarto que se pueda encontrar algunas definiciones más alineadas con la
idea originaria de BRUNNER, como puede verse en MORALES ACOSTA, Alonso, y CASTILLO W ONG, Maribel;
“Eficacia jurídica de los títulos valores incompletos”, en MONTOYA, Tratado de (…) Títulos Valores, cit.,
pp. 163-183 (p. 163); y GONZÁLEZ IBARGÜEN, Ayrton; “El pagaré incompleto y el incumplimiento de los
acuerdos para su llenado”, en SAAVEDRA GIL, Rony (Coord.) ET AL.; Tratado de Derecho Mercantil.
Títulos Valores, Jurista Editores, Lima, 2019, pp. 407-426 (pp. 407-408).
59 FJ 5° de la ES del 30 de marzo de 2015, recaída en el caso Inter Floor SAC c Ana Vivian Tintorer

Rublí, (2014) Cas 797.


60 MONTOYA STAHL, Alfonso, y ROBLES MONTOYA, Juan Manuel; “Los valores mobiliarios en la legislación

peruana”, en MONTOYA, Tratado de (…) Títulos Valores, cit., pp. 95-104 (pp. 97 y 103).

FACULTAD DE DERECHO 55
Versión de julio de 2023
§ 35 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

En ese sentido, se puede decir que la descripción o enumeración de características


que componen el supuesto de hecho mínimo sobre cuya base la Ley reconoce a algo
“la calidad y los efectos de Título Valor” se resume en las siguientes cinco:
1) documentalidad, sea en “valores materializados” o en “valores desmaterializados”
mediante la técnica de las “anotaciones en cuenta”;
2) patrimonialidad, esto es, que documenten “derechos patrimoniales”;
3) incorporación, puesto que el que los documentos “representen o incorporen”
derechos patrimoniales hace referencia a una peculiar vinculación entre el derecho
y el documento que la norma no define, pero cuyos alcances pueden deducirse de
otras disposiciones (sobre todo de los arts. 16.1 y 17.1 LTV);
4) circulatoriedad, puesto que, a diferencia de cualesquiera otros documentos, la
“incorporación” de derechos en éstos los convierte en títulos valores propiamente
dichos sólo “cuando estén destinados a la circulación”; y
5) esencial formalidad, pues la atribución de “la calidad y los efectos de Título Valor”
está supeditada a “que reúnan los requisitos esenciales que, por imperio de la ley,
les corresponda según su naturaleza”.
Como se ve, y ya lo dejé advertido en su momento61, los cuatro primeros caracteres
mencionados delinean una noción legal de título valor que coincide exactamente con
la noción provisional que recogí al inicio de este trabajo, y parecen justificarla62.
Los elementos de la noción legal en la jurisprudencia.
Mas cabe advertir también en la jurisprudencia una peculiar insistencia en los
caracteres de documentalidad, incorporación y circulatoriedad (pues la
patrimonialidad, como era de esperar, tiende más bien a darse por supuesta63), entre
todos los comúnmente enumerados por la doctrina, como conceptualmente distintivos
de qué es y qué no es un título valor:
1) Así, bien podría alegarse que la ES de 12 de setiembre de 2019 64, en cuyo FJ 5°
estima que la copia de un título valor, por muy certificada notarialmente que esté,
no es ella misma título valor alguno, representa un raro caso en que la ratio

61 Vid. § 21, en pp. 31 y ss., supra.


62 Vid. § 37, en pp. 61 y ss., infra.
63 Vid. con todo los obiter dicta en:

1) el FJ 16° de la SCS de Lima del 16 de junio de 2005, recaída en Banco Nuevo Mundo c Los
Portales, (2005) Com Lima 113;
2) el FJ 5° de la ES del 14 de junio de 2006, recaída en el caso Ernesto Quispilloclla Egoavil c
Sociedad Minera Orduz SAC & Al., (2005) Cas 1368;
3) el FJ 12° de la ES del 3 de julio de 2008, recaída en Marco Antonio Saldaña Montoya c Banco
Financiero del Perú & NBK Bank, (2008) Cas 1705, y
4) el FJ 5° de la ES de 12 de setiembre de 2019, recaída en la controversia Hella Tomasini Aita y
Nelly Aita Muro c MEF, (2018) Cas 25102.
64 Hella Tomasini Aita y Nelly Aita Muro c MEF, (2018) Cas 25102.

56
Notas de Títulos Valores § 35

decidendi de la resolución se vincula más o menos directamente al carácter


esencial o principio de documentalidad de los títulos valores65.
2) En cuanto a la incorporación, ella es realmente a lo que se refiere, bajo el equívoco
nombre de legitimación66, la ya citada Ejecutoria Suprema del 30 de marzo de
201567, cuando en su FJ 6° dice que consiste en que, “para ejecutar el derecho
incorporado” (énfasis añadido por mí) “es necesario” exhibirlo.
3) La circulatoriedad, en fin, probablemente sea el rasgo más universal y
pacíficamente exigido por la jurisprudencia como distintivo y característico de todo
verdadero título valor. Así, en la ya repetidamente citada ES del 30 de marzo de
201568, consta la explícita sanción del carácter “esencialmente transmisible” del
documento como parte de su “definición” de título valor (FJ 5°), y es igualmente
elocuente el hecho de que desestima la casación (que alegaba desnaturalización
del título “por haberse emitido en garantía”) específicamente porque “no se
advierte del texto del título valor cláusula que limite o impida su circulación” (FJ 8°).
Asimismo, como expone la ES del 10 de mayo de 201269, la demandada consiguió
que se declarase improcedente la demanda sobre la base de considerar que,
además de un supuesto defecto formal (igualmente rechazado en casación), “la
emisión del pagaré materia de ejecución no estuvo destinada ni tuvo como fin la
circulación en razón a (sic) que el citado documento fue emitido con el fin de
garantizar el pago de las prestaciones de salud que brinda la ejecutante” (FJ 5°);
a esta alegación, la Corte Suprema respondió que “no se observa que la sentencia
de vista hubiese discernido suficientemente acerca de las razones de tal
conclusión, ni se aprecia cláusula alguna que restrinja la circulación del
mencionado título” (FJ 6°). Finalmente, y quizás de modo especialmente
contundente, en la ES del 12 de octubre de 200470, la Corte Suprema falla lo
siguiente: “el Ad-quem en la resolución materia de casación señala que los bonos
de la deuda agraria por su naturaleza y forma emitida tienen las mismas
características y efectos de un título valor, salvo que no están destinados a la
circulación; que al respecto cabe señalar que los títulos valores (…) [tienen] como
principal característica el que sean documentos destinados a la circulación,
presupuesto que no reúne[n] los bonos de la deuda agraria, por cuanto (…) estos

65 Alternativamente, esta sentencia podría verse como una confirmación del carácter esencial de la
incorporación, en el sentido de que resulta necesario para ejercer el derecho el propio título original, y
no una mera reproducción suya, por muy fidedigna y autorizada que esté. Desde ese ángulo, resulta
incluso más contundente que la sentencia mencionada en el texto a continuación.
66 Que propiamente hablando es más bien una “apariencia de legitimidad” (cfr. §§ 77 (p. 131) y 106 (pp.

176 y ss.), infra), de modo que constituye una razón suficiente para la actuación jurídicamente eficaz
de quien razonablemente se fía de ella. Vid. también el § 37, en pp. 61 y ss., infra. La relativa confusión
entre la legitimación y la incorporación (entendida como necesidad de poseer el documento para ejercer
el derecho) se advierte también (y es probable que de ahí derive su aparición en la jurisprudencia) en
parte de la doctrina: “La legitimación viene dada, en primer término, por la posesión del documento:
esta es requisito indispensable para ejercer los derechos incorporados al título” (BEAUMONT, “Los
principios…”, cit., p. 84).
67 Inter Floor SAC c Ana Vivian Tintorer Rublí, (2014) Cas 797.

68 Inter Floor SAC c Ana Vivian Tintorer Rublí, (2014) Cas 797.

69 Recaída en ESSALUD c Flor de María Álvarez Azañero, (2011) Cas 2213.

70 Recaída en el caso Huando S.A. c Ministerio de Agricultura, (2002) Cas 1317.

FACULTAD DE DERECHO 57
Versión de julio de 2023
§ 36 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

tenían la calidad de intransferibles (…); en consecuencia careciendo los bonos de


deuda agraria de la característica de estar destinados a la circulación (…) no
corresponde la aplicación [a ellos de la LTV]”71.
Llama la atención, sin embargo, el hecho de que, de todos los demás caracteres, el
único al que alude el art. 1 LTV sea el de formalidad72. Precisamente ese hecho
plantea la cuestión de cuál es la conexión concreta de cada uno de esos caracteres
con la esencia de los títulos valores y qué función cumplen en su régimen jurídico.
Distintas funciones de los caracteres y principios.
Hay quienes afirman que los principios y caracteres que, como dije antes73, la doctrina
suele predicar en bloque de todos los títulos valores, benefician —todos ellos— sólo
al titular o sujeto activo del derecho documentado, al tiempo que “perjudican” o, más
exactamente, “vinculan” a su deudor o sujeto pasivo. Pero en realidad todos los
caracteres de los títulos valores alcanzan siempre por igual —si “a favor” o “en contra”,
habría que dilucidarlo en cada caso concreto— a ambos: al emisor-deudor y al
tenedor-titular. Y es que la literalidad, por ejemplo, al mismo tiempo que impide al
acreedor exigir algo no expresamente recogido en el título, sin que pueda excluir una
excepción basada en el tenor del documento, impide también al deudor oponer
excepciones ajenas a dicho tenor74. Y esto que ocurre con la literalidad, ocurre
también con los demás caracteres.
Como ya he dicho, ninguno de estos caracteres se debe interpretar de manera
rígida75; incluso uno de ellos —la abstracción76—, o no se aplica a todos los títulos
valores, o no tiene propiamente el mismo significado respecto de todos ellos. Y como
también he dicho, es materia de viva disputa la relativa preponderancia de alguno o
algunos de ellos sobre los demás y, de hecho, en ello se cifra muchas veces la
diferencia entre las diversas definiciones del concepto de título valor que ofrecen los
distintos autores77. Por ejemplo, he debido precisar más arriba78 que los caracteres o
rasgos de literalidad y autonomía, que la definición vivantiana asignaba a la esencia
de todo título valor, no podían tener realmente ese carácter desde el momento en que

71 Otra cuestión, que no corresponde dilucidar aquí, es cómo se concilia este fallo con la ES recaída en
Hella Tomasini Aita y Nelly Aita Muro c MEF, (2018) Cas 25102), citada poco más arriba a propósito de
la documentalidad, que enfáticamente afirma (y respalda su afirmación con numerosas referencias
normativas) que lo bonos de la deuda agraria sí son circulatorios y asimilables a los títulos valores (FJ
5°).
72 Aunque no está de más recordar que el auténtico carácter esencial de este carácter queda también

puesto en cuestión por la línea jurisprudencial aludida en la nota n. 17, en p. 44, supra, que no solo
tiene que armonizar distintas normas relativas a las formalidades de los títulos valores aparentemente
contradictorias en la LTV, sino que incluso llega a corregirla (en la SCS recaída en INTCOMEX Perú
SAC c Latin America Multiservicios SAC, (2005) Com Lima 266, FJ 2°).
73 Vid. § 26, en pp. 42 y ss., supra.

74 GARCÍA-PITA, notas pro manuscripto, Lección I, p. 35, citando críticamente una postura que atribuye

a Messineo.
75 GARCÍA-PITA, Introducción…, cit., t. I, p. 82.

76 Vid. § 94, en pp. 160 y s., infra.

77 GARCÍA-PITA, Introducción…, cit., t. I, p. 82.

78 Vid. § 33, en p. 54, supra.

58
Notas de Títulos Valores § 36

se dan reconocidamente en diversos grados en los distintos títulos valores y negocios


cartulares79.
Más en general, a partir de la noción legal de título valor que recoge positivamente el
art. 1 LTV, ya dejé insinuado80 que resulta necesario distinguir:
1) una función de delimitación del propio concepto de título valor, que correspondería
a sus cuatro primeros elementos, o principios propiamente dichos
(documentalidad, patrimonialidad, incorporación y circulatoriedad), de
2) una función o dirección jurídico-normativa o de regulación, que en esa misma
noción legal correspondía al carácter o rasgo de esencial formalidad (que por lo
tanto vendría más bien a ser una regla, todo lo general que se quiera, mas no un
auténtico principio).
Para intentar explicar esa diferencia, diré que por principios o rasgos definitorios o
delimitadores entiendo aquéllos que determinan que el fenómeno de que se trata sea
el que responde a su denominación, según la naturaleza de las cosas; en nuestro
caso, que el documento de que hablamos sea un título valor, pertenezca ese tipo, y
no a cualquier otro. Y esto, con independencia de la regulación más o menos
contingente que se le dé.
En otros términos, tales principios o rasgos definitorios equivaldrían a lo que la
jurisprudencia constitucional peruana81 —en doctrina que toma de la española82, y

79 Y visto lo que acabo de decir de los distintos modos que tiene de predicarse respecto de los distintos
títulos valores, es evidente que la misma conclusión afecta al llamado “principio” de abstracción.
80 Vid. § 21, en pp. 31 y ss., supra.

81 El concepto —que, en nuestro país, a diferencia de lo que ocurre en España (art. 53.1 Const. es.) y

en Alemania (art. 19.2 GG alemana), no se menciona expresamente en el texto constitucional—


aparece por primera vez en el FJ 4º del voto singular de los Magistrados Francisco Acosta Sánchez y
José García Marcelo en la STC del 20 de diciembre de 1996, recaída en el caso 33 Congresistas c.
Congreso de la República (L. 26592), (1996) AI 3. A partir de la STC del 3 de enero de 1997, recaída
en 33 Congresistas c. Congreso de la República (L. 26637), (1996) AI 4, FFJJ 3.1 (para los derechos
fundamentales) y 3.3 (para las garantías institucionales), el concepto pasa a formar parte de la doctrina,
por así decir, oficial del TC. Algunas SSTC más recientes que lo mencionan:
1) la del 7 de mayo de 2013, recaída en el caso Bertha Yupanqui de Bellido c. Oficina de Normalización
Previsional (ONP), (2013) PA 46;
2) la del 28 de mayo de 2013, para el caso Kelly Sánchez Pévez c. Superintendencia Nacional de
Administración Tributaria (Sunat), (2011) PA 3208;
3) la del 12 de enero de 2015, para Luz Alina Del Águila Tananta c. Superintendencia Nacional de
Administración Tributaria (Sunat), (2013) PA 351;
4) la del 28 de marzo de 2017, recaída en Luciana Milagros León y Cecilia Fernanda León Romero c.
Club de Regatas Lima, (2016) PA 474;
5) la del 21 de noviembre de 2018, en Ángel Martín Luna Adrianzén c. el Poder Judicial y otros, (2014)
PHC 6109;
6) la del 11 de junio de 2019, para el caso 7690 Ciudadanos c. Congreso de la República (Ley 30003),
(2015) PI 22; y
7) la del 14 de enero de 2020, para José Beder García Gil c. el Ministerio Público, el Poder Judicial y
otros, (2018) PHC 1159.
82 FJ 2° de la STC es. 13/1987, del 13 de noviembre.

FACULTAD DE DERECHO 59
Versión de julio de 2023
§ 36 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

ésta de la alemana— suele denominar el “contenido esencial” de los derechos e


instituciones que la Constitución garantiza83, es decir, caracteres o rasgos mínimos
que permiten que la institución de que se trate sea reconocible como tal, y cuya
ausencia o pérdida simplemente implicaría desconocerla o desnaturalizarla. O bien, a
lo que con una argumentación y una terminología parcialmente coincidentes enuncia
CANARIS, y que me parece especialmente idóneo como criterio para identificar los
principios que aquí denomino esenciales, definitorios o delimitadores:
“[E]n última instancia, es siempre decisiva la pregunta acerca de qué ideas
jurídicas se han de ver como constitutivas para la interna unidad de sentido del
sector parcial en cuestión, de modo tal que el orden de éste se modificaría en
su «contenido esencial» si se modificase uno de esos principios”84.
En cambio, rasgos meramente pertinentes a la regulación o disciplina son los que
establecen unos límites a su utilización o condiciones para su relevancia, en ambos
casos, desde el punto de vista estrictamente normativo. Con esto último quiero
referirme a una decisión positiva del legislador, que hubiera podido ser distinta sin
cambiar el objeto de la regulación.
Ciertamente, también los caracteres o rasgos de este segundo tipo han de ser
razonables. Dicho de otro modo, deben ser conformes o compatibles con la cosa
regulada (pues la ley es una ordenación racional), y esto de manera más o menos
conveniente. Sin embargo, y a diferencia de los rasgos delimitadores, los normativos
o reguladores:
1) podrían no existir (o más exactamente, no ser exigidos), sin que por ello la
institución se desnaturalice; y
2) dado que existan (o sean exigidos), muchas veces su realización admite distintas
formas, e incluso ser apreciada en mayor o menor medida, según los distintos
casos.
Un ejemplo permitirá aclarar lo que quiero decir con esto: si la ley exigiera que un
determinado título valor fuera siempre extendido, específicamente, con tinta roja sobre
papel blanco85, y en un caso concreto se escribiera más bien con tinta azul, la ineptitud
de tal documento para tener “la calidad y los efectos de Título Valor” (cfr. arts. 1.1 y
1.2 LTV) no sería ciertamente debida a nada intrínseco o inherente a él, que en sí
mismo se lo impidiera. El documento sería perfectamente reconocible como un
(pretendido) título valor, e incluso sería perfectamente reconocible el tipo específico
de título valor que pretende ser; de hecho, tendría exactamente la misma aptitud para
circular y cumplir todas las funciones que le corresponderían como tal título valor.
Pero, siendo realmente un título valor por lo que a su naturaleza intrínseca se refiere,
no cumple una regla de orden público que, por cierto, debería cumplir, motivo por el

83 DE OTTO Y PARDO, Ignacio; “La regulación del ejercicio de los derechos y libertades: la garantía de su
contenido esencial en el art. 53.1 de la Constitución”, en MARTÍN-RETORTILLO BAQUER, Lorenzo, y DE
OTTO Y PARDO, Ignacio; Derechos fundamentales y Constitución, Civitas, Madrid, 1992, pp. 93-170.
84 CANARIS, Klaus-Wilhelm; El sistema en la jurisprudencia, trad. de Juan Antonio García Amado,

Fundación Cultural del Notariado, Madrid, 1998, p. 57 (con énfasis en el original).


85 En honor a la verdad he de reconocer que este ejemplo está inspirado en la alusión a “las firmas de

siete testigos, estampadas con tinta roja” (énfasis añadido) que, según cuenta el inmortal TOLKIEN,
exigían las costumbres legales de los hobbits de La Comarca en los testamentos. TOLKIEN, J. R. R.; El
Señor de los anillos. Vol. I: La Comunidad del Anillo, Minotauro, Barcelona, 1997.

60
Notas de Títulos Valores § 37

cual la ley sanciona dicho acto con una forma de ineficacia. En cambio, si el soporte
en cuestión fuera en sí mismo inepto para circular (por ejemplo, un muro de concreto,
o un árbol vivo, plantado en un terreno), sería la cosa misma la que no cumpliría con
la noción mínima imprescindible de “título valor”.
El ejemplo ilustra por qué, aunque la interacción de los principios delimitadores de
documentalidad, incorporación y circulatoriedad implique ya ciertas exigencias o
rasgos aparentemente de esa naturaleza, la esencial formalidad de los títulos valores
propiamente dicha (así como su corolario, la completividad) es un carácter o requisito
de tipo regulatorio o de disciplina, junto con los de literalidad, abstracción, autonomía
y legitimación. Por eso los voy a desarrollar en profundidad en un capítulo aparte86.
Cabría añadir, incluso, que los caracteres definitorios deberían ser exigibles
exactamente de la misma manera de un título atípico, o del que la ley no dijera apenas
nada, mientras que, como es lógico, los requisitos formales y otras manifestaciones
de los demás caracteres reguladores necesariamente requieren su previa tipificación
legal. Esto tiende a poner sobre el tapete la cuestión de si son admisibles o no los
títulos valores atípicos, creados únicamente en virtud de la autonomía negocial de los
particulares, pero prefiero remitir el tratamiento de ese tema a una sección posterior
de este mismo capítulo87.
En fin, como da a entender la noción de título valor que sigo88, sólo deben considerarse
esenciales o definitorias de todos los títulos valores las notas o características de:
1) documentalidad,
2) patrimonialidad,
3) incorporación y
4) circulatoriedad.
Por ese motivo desarrollaré con más detalle, en la siguiente sección de este mismo
capítulo, cada uno de esos principios con un cierto pormenor.
El “qué” y el “porqué” de la “incorporación” en los títulos valores.
Pero antes de abordar esa tarea, es necesario esclarecer un poco más esa evidente
característica de todo título valor, por el que se vinculan de un modo peculiar el
ejercicio del derecho al que se refiere y el control del documento. Este vínculo tan
especial propio de los títulos valores, que desde los primeros intentos de formular una
teoría general que los explique se ha dado en llamar “incorporación” (en alemán,
Verkörperung), constituye el punto de partida y como el eje de la noción alemana
amplia de título valor, según se ha visto de la definición de BRUNNER recogida más
arriba.
Para entender cuál es este modo peculiar de vinculación propio de los títulos valores
conviene reparar en las formas mediante las que se puede relacionar un derecho y la

86 Vid. Cap. 3, en pp. 141 y ss., infra.


87 Vid. §§ 48 y ss., en pp. 79 y ss., infra.
88 Vid. §§ 1, en pp. 1 y ss., y 25, en pp. 41 y ss., supra; y § 39, en pp. 64 y ss., infra.

FACULTAD DE DERECHO 61
Versión de julio de 2023
§ 37 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

posesión (u otra forma de “control exclusivo”) de un documento. En resumen, es


posible establecer estas cuatro reglas89:
1) Puede establecerse que el hecho de que el acreedor detente el control exclusivo
del documento confiere al deudor un derecho potestativo a pagar a dicho
detentador de modo que, si así lo hace, queda libre de su obligación. Esta regla
protege la apariencia jurídica generada por el control del documento sólo en
beneficio del deudor, quien puede, si así lo desea, omitir ulteriores averiguaciones
sobre la titularidad del derecho, pagando al que le presente el documento. Es,
pues, una regla de suficiencia (no de necesidad) de la apariencia de titularidad
implícita en la posesión (cfr. art. 912 CC) o control del título en beneficio del deudor
o sujeto pasivo de la prestación documentada en él. Por ese motivo, la regla recibe
adecuadamente el nombre de legitimación pasiva.
2) Otra posible forma de vinculación entre el ejercicio del derecho documentado y el
control del documento es que el deudor esté siempre estrictamente obligado a
entregar la prestación a quien lo detente, a menos que pueda probar su falta de
titularidad. Esta regla beneficia particularmente al acreedor, cesionario o no, pero
que esté de hecho en control del documento, que no tiene que demostrar su
derecho, bastándole detentar dicho control. Es, una vez más, una regla de
suficiencia o protección de la apariencia de legitimidad generada por el control o la
posesión del título, pero ahora en protección específicamente del acreedor o sujeto
activo del derecho documentado. Con toda razón le corresponde, entonces, el
nombre de legitimación activa.
3) Independientemente de que un documento esté o no sujeto a las reglas anteriores,
puede establecerse que el deudor sólo deba pagar a quien lo controle, de modo
que si paga a quien no lo haga se somete al riesgo de tener que pagar de nuevo.
Aunque no tanto como la primera, esta regla también beneficia al deudor, a quien
le resulta más fácil saber quién debe recibir la prestación. Sin embargo, a diferencia
del caso anterior, no se verá protegido siempre que pague al detentador del título,
pues esta regla no lo releva por sí sola (para ello tendría que concurrir también la
regla de legitimación pasiva anterior) del deber de verificar el derecho del que de
ese modo se presenta como acreedor. A quien realmente beneficia esta regla es
al cesionario del derecho documentado. Según lo que implica a contrario el art.
1216 CC, el cesionario de un derecho corre el riesgo de que el deudor se libere
cumpliendo la prestación al acreedor original, pese a haberse efectuado la cesión.
La protección dispensada por dicha norma al deudor que ignora la cesión resulta
innecesaria, y puede por tanto ser obviada, si el derecho está documentado en la
forma aquí explicada, porque entonces el deudor que paga al acreedor original que
no controle el título deja de ejercer, a su propio riesgo, el derecho de retener el
pago que le confiere el párr. 2° del art. 1230 CC. Es, pues, una regla de necesidad
(no de suficiencia) en protección del tráfico o circulación de derechos.
4) Por último, puede establecerse que el mero hecho de adquirir de buena fe el título
en ciertas condiciones externamente verificables produzca de suyo el efecto de
atribuir la titularidad del derecho en él documentado. Es decir, que se establezca
la posibilidad de que se produzcan adquisiciones de buena fe de quienes no eran

89 Cfr. HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., pp. 12-14 (§ 1), con otro orden y adaptando la terminología de
la “posesión” al “control exclusivo del documento”.

62
Notas de Títulos Valores § 38

titulares (adquisiciones a non domino). Esta última regla coloca al cesionario en


una posición mucho más favorable todavía que la que se deriva de todas las
anteriores.
Las cuatro reglas y sus efectos son (o al menos podrían ser) independientes entre sí,
de modo que, aunque pueden (y de hecho suelen) estar ligados o acumulados en un
mismo título, también pueden (y a veces lo hacen de hecho) presentarse aisladamente
respecto de un documento u otro90. Así, aunque ciertamente se obtiene la máxima
protección de la circulación con la acumulación de todas las cuatro reglas y sus efectos
en un mismo documento, para el concepto de título valor es necesario y suficiente sólo
que el documento se someta a la regla de necesidad enunciada sub 3), que es la que
traduce en sentido propio y estrictamente técnico el manido concepto de la
incorporación de los títulos valores: la necesidad de que, para poder ejercer
regularmente el derecho vinculado al título, quien dice ser su titular posea
efectivamente (o de otra forma “controle en exclusiva”) el documento91.
La “circulatoriedad” como función de la “incorporación”.
Ahora bien, como ya he dicho, la regla de “incorporación” a que me acabo de referir
tiene la finalidad específica de proteger al cesionario de la eventualidad de que el
deudor pague liberatoriamente al acreedor original (e indirectamente, al propio deudor
del riesgo de tener que pagar dos veces). Puede decirse, por tanto, que sirve
fundamentalmente como un nivel mínimo básico de protección de la circulación del
documento para poder reconocerle la condición de verdadero título valor. Este es el
rasgo al que se denomina circulatoriedad en la doctrina de los títulos valores, que es
el que los hace circulatorios, sin más, o “destinados a la circulación”.
Ciertamente, la acumulación de los otros rasgos enumerados en el apartado anterior
lo pueden hacer aún más circulante, pero nunca más circulatorio. Lo cual implica
necesariamente aceptar que la idea de “circulatoriedad”, y las de “aptitud” y “destino
circulatorios” presuponen la de “circulabilidad”, “negociabilidad” o “transferibilidad”, e
incluso se basan en, pero ni se identifican ni se deben confundir con ella. Esta (la
“circulabilidad”) puede ser mayor o menor, según los distintos tipos de título valor (y
aun de derechos patrimoniales en general), mientras que aquella (la “circulatoriedad”)
no: simplemente se tiene (y entonces el documento que según ella “incorpora” un
derecho patrimonial es título valor) o no se tiene (en cuyo caso el documento no puede
ser un verdadero título valor).
Todo lo anterior pone de manifiesto que es tan importante resaltar:
1) la “necesidad de controlar el documento en exclusiva para ejercer el derecho” (o
incorporación, por así decir, “en sentido estricto”),
2) como la “finalidad circulatoria” (o circulatoriedad) a la que sirve dicha técnica para
delimitar correctamente lo que es un título valor.
Y es que la “necesidad” de un documento para ejercer un derecho puede tener otras
finalidades, distintas de la seguridad del tráfico, sin que por eso mismo pueda hablarse
en ellos propiamente de la incorporación que caracteriza a los títulos valores. Por
ejemplo, la finalidad de garantizar la seguridad pública en sí misma puede servirse de

90 HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., p. 15 (§ 1).


91 Ibid.

FACULTAD DE DERECHO 63
Versión de julio de 2023
§ 39 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

esa misma técnica, como ocurre con la llamada tarjeta de embarque, sin cuya
exhibición es imposible abordar un avión, y que sin embargo es absolutamente
intransferible y, por tanto, no puede tener jamás la calidad de título valor. Por esa
razón, una definición correcta de título valor, además de mencionar la necesidad de
la posesión (o “control exclusivo”), como hacen los alemanes, y más que a la literalidad
y autonomía del derecho incorporado (rasgos, como vimos, de intensidad variable y
hasta prescindibles del todo en algunos títulos, por lo menos en algún sentido) como
hacen los italianos, debe hacer referencia en mi opinión a la finalidad o destino
circulatorio con que el ordenamiento hace uso de esta técnica en el caso de los títulos
valores propiamente dichos.
Propuesta de una noción definitiva de título valor.
De toda la discusión que precede se concluye que el título valor es un documento que
confiere, sobre todo, al adquirente de un derecho incorporal (aunque ciertamente
también a su sujeto pasivo), al menos, una posición más favorable que si no se hiciera
uso de él, gracias a que el ejercicio del derecho se hace depender de la “posesión” u
otra forma de “control exclusivo” del documento. Corolario de esto es que el título valor
se puede caracterizar simultáneamente92:
a) como un título de presentación, de modo que es necesario presentar el título para
ejercer el derecho (art. 16.1 LTV); y
b) como un título de rescate, de modo que el deudor sólo está obligado al
cumplimiento definitivo y total del derecho incorporado contra la entrega o
inutilización del documento o, en su caso, la amortización procesal del título (art.
17.1 LTV; cfr. también párr. 2° del art. 1230 CC).
No es en cambio necesaria, pero sí muy congruente con la naturaleza circulatoria de
un título valor, la atribución adicional de los efectos de la legitimación (activa o pasiva)
ni tampoco de la regla de adquisición a non domino de buena fe93. Tal acumulación
de efectos puede contribuir notablemente, en todo caso, al efectivo y vigoroso
cumplimiento del destino circulatorio de los títulos valores94, por lo que aquellos en
que se dan todos juntos son llamados a veces (especialmente en Alemania, como
vimos) títulos de fe plena o pública.
En cambio, la mera condición de título de legitimación (pasiva) es insuficiente para
hablar de la existencia de un título valor. La razón es que, como beneficia sólo al
deudor, es incapaz por sí mismo de dar ningún nivel de seguridad jurídica a la correcta
circulación del derecho95. Así ocurre, por ejemplo, con los “boletos, contraseñas,
fichas”, resguardos de la consigna de equipajes, los boletos de medios de transporte,
y entradas a cines u otros espectáculos públicos, “que sirvan exclusivamente para
identificar a quien tiene el derecho de exigir la prestación respectiva” (cfr. art. 277.4
LTV).
Y con esto considero que queda justificada la definición propuesta provisionalmente
al comenzar estas páginas:

92 HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., pp. 15-16 (§ 1).


93 Regla enumerada sub 4), en la p. 62 (§ 37), supra.
94 HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., p. 15 (§ 1).

95 HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., pp. 16-17 (§ 1).

64
Notas de Títulos Valores § 40

“Título valor es el documento que incorpora uno o más derechos privados de


carácter patrimonial, de tal forma que, en virtud de su destino circulatorio, para
el ejercicio del derecho es necesario el control exclusivo del documento”.

IV. LOS PRINCIPIOS ESENCIALES O DELIMITADORES EN PARTICULAR


La documentalidad del título valor en general.
Como ya apunté antes en más de una ocasión96, el rasgo esencial y definitorio de los
títulos valores más básico es la documentalidad. Lo que ocurre es que este carácter
puede manifestarse o concretarse de dos formas:
1) como documentalidad material o materialidad; o
2) como anotaciones en cuenta y quizá otros tipos de documentos
desmaterializados.
Ahora bien, dada la novedad de los títulos desmaterializados, en este apartado y, en
realidad, en prácticamente todo este material97, me referiré casi únicamente a los
clásicos títulos valores “en soporte material”. Es también, por cierto, el enfoque de la
propia LTV, que tras admitir como posibilidad general la “desmaterialización” de los
títulos valores (art. 2 LTV), se limita a dedicar a esa modalidad unas cuantas normas
de adaptación a ellos del régimen “normal”, concebido principalmente para los
materiales, y dejando el grueso de la regulación positiva del nuevo fenómeno a la LMV
y a los reglamentos propios del mercado de valores que la desarrollan.
Hay, sin embargo, algunas consecuencias generales que pueden predicarse o
deducirse de la documentalidad misma —tanto para los títulos extendidos en un
“soporte material” como en uno “desmaterializado”—, que pueden resumirse en tres
requisitos o caracteres que debe reunir el “soporte”, sea el que sea, a saber: su
deicticidad, su textualidad y su autoexplicatividad. Concretamente:
1) Como el título debe “representar o incorporar” un derecho, haciéndolo “apto para
circular”, no puede tratarse de un “soporte” cualquiera. Por el contrario, como
lógica consecuencia de su carácter documental, y de acuerdo con la etimología de
la voz documento98, es necesario precisar que debe ser concretamente algo capaz
de “mostrar” o “indicar”, es precisamente lo que quiero decir cuando hablo de
deicticidad99.
2) De lo anterior se deduce, a su vez, la necesidad de la textualidad como
“representación” del derecho, que ha de constar en él de una manera perceptible
y comprensible, por lo tanto, por escrito100 (requisito explícito en el art. 4 LTV e
implícito en el art. 6 LTV).

96 Vid. el § 21, en pp. 31 y s., y el § 34, en pp. 54 y s., supra.


97 Salvo por el § 42, en pp. 69 y s., infra, y el Cap. 8, en pp. 333 y ss., infra, en que hago un somero
recuento del fenómeno de los valores desmaterializados y de su régimen específico en el Perú.
98 Del latín documentum (“ejemplo, lección, prueba”), sustantivo deverbativo del verbo doceo, “mostrar,

enseñar”.
99 Cuya definición sintética sería “calidad de deíctico”, del griego δεικτικός, adjetivo derivado de la misma

raíz que el verbo δείκνυμι, “indicar, mostrar”.


100 Aunque cabría pensar si no sería suficiente cualquier forma de expresión lingüística; por ejemplo,

un mecanismo donde conste una grabación sonora, o audiovisual, con el mensaje correspondiente.

FACULTAD DE DERECHO 65
Versión de julio de 2023
§ 41 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

3) Finalmente, para que tal documento cumpla con su virtualidad circulatoria debe
necesariamente alcanzar lo que podríamos llamar una “especie de” literalidad
mínima: el texto reproducido en él debe ser autoexplicativo, esto es, suficiente
(aunque no necesariamente exhaustivo) para hacerse una idea cabal del derecho
incorporado sobre la única base del propio documento (como resulta también del
tenor del art. 4 LTV).
En realidad, como es fácil de colegir, los dos últimos rasgos vienen a ser consecuencia
de la confluencia de la documentalidad propiamente dicha de todos los títulos valores
(expresada más exactamente por la deicticidad) con la incorporación y la
circulatoriedad a las que aún tengo que referirme. Asimismo, apuntan un cierto
(restringido) sentido en el que la literalidad del derecho, tan cara a la doctrina italiana,
podría entenderse realmente como un principio o característica esencial y definitoria
de los títulos valores.
Materialidad: la documentalidad en los valores materializados.
Así pues, acerca del carácter material del documento físico en el que puede
incorporarse un derecho para configurar un título valor cabe decir:
1) que debe tratarse de una cosa mueble, en primer lugar, y más concretamente de
una hoja de papel; y
2) en segundo lugar, que no debe ser una cosa que haga en sí mismo ilegal extender
el título valor sobre ella (como ocurriría, por ejemplo, si se intentase hacerlo sobre
un documento que constituyera patrimonio histórico o cultural de la Nación).
Que el soporte del título valor (al menos el “materializado”) debe ser una cosa mueble
por naturaleza (y no sólo por atribución legal) resulta bastante evidente, si se
consideran la naturaleza y las funciones del título valor, especialmente su
circulatoriedad.
Quizá el mayor problema es que se trata de un rasgo tan obvio, que resulta difícil
encontrar un apoyo positivo explícito o al menos inequívoco para exigirlo. Uno más o
menos claro puede ser el que la LTV habla constantemente de su “entrega” o tradición
(arts. 10.3, 17.1, 22.1, 26.1, 27.2, 30.1, 64.4, 72.2 LTV, entre muchos otros) y en todos
los casos el contexto deja claro que se trata de una entrega física o, si fuera ficta, una
que sea estrictamente equivalente a la fisica; nunca una mera “entrega jurídica” (cfr.
ant. art. 1059 CC). Es más, al regular la única excepción a esa regla, que ocurre en
caso de pacto de “truncamiento”, el art. 26.3 LTV alude explícitamente al carácter
físico que por regla general debe tener dicha entrega. También queda claro del
contexto de todas esas normas que se trata de la “entrega” de una cosa
“transportable”, esto es, un mueble, y no de presentarse las personas involucradas en
el lugar donde se encuentra fijada la cosa (como resultaría necesario si fuera un
inmueble). Esto es especialmente claro en el art. 267.3 LTV, donde se habla de que
para hacer la anotación de gravámenes sobre obligaciones al portador en el registro
de ellas debe “acompañarse” el título mismo, lo cual sólo es posible si se trata de una
cosa mueble por naturaleza.

Según esto, se diría que la exigencia de que el título “represente” el derecho en alguna forma de
“expresión lingüística” sería la parte de la “textualidad” que es propiamente “esencial” o delimitadora,
mientras que la exigencia de que esa expresión sea concretamente “por escrito” constituiría más bien
una concreción normativa de este principio, en concordancia con la “literalidad”.

66
Notas de Títulos Valores § 41

Pero quizás la razón más clara, desde el punto de vista del derecho positivo, para
afirmar el carácter de mueble del soporte viene a ser un corolario de la demostración,
que sigue a continuación, de que todo título valor, para ser tal bajo nuestra LTV, debe
hallarse extendido concretamente en una “hoja de papel”.
La cuestión de si el soporte sobre el que se extiende un título valor debe estar hecho
necesariamente de papel solía ser bastante obvia (en el sentido positivo) en la
práctica, pero sumamente difícil de justificar jurídicamente. En un caso inglés, Board
of Inland Revenue v Haddock101, más conocido como el “caso de la vaca negociable”,
el demandado, en desacuerdo con el recaudador de impuestos sobre el monto de su
deuda, se habría presentado en las oficinas de éste, poniendo a su disposición una
vaca blanca “de malévolo aspecto”, que llevaba pintada en la espalda, en tinta roja, el
siguiente texto:
Al Banco Literario y de Londres, Ltd.:
Paguen al Recaudador de Impuestos, que no es ningún Caballero, o a su orden,
la suma de cincuenta y siete libras esterlinas £ 57 y 0/0 (¡y que se pudran!).
ALBERT HADDOCK
El recaudador rechazó la vaca, objetando que sería imposible abonar tal cheque en
cuenta en un banco. El demandado sugirió que endosase la vaca a un tercero al que
debiera dinero, pues “habrá muchas personas en esa posición”. El recaudador intentó
endosar el cheque al reverso, en este caso en el abdomen de la vaca. Sin embargo,
“la vaca pareció resentirse del endoso y adoptó una postura amenazante”. El
recaudador abandonó el intento y se negó a recibir el cheque. El demandado alegó
que un cheque era sólo una orden al banco para pagar dinero a la persona en legítima
posesión del cheque, y que la Ley no especificaba que tuviera que ser un papel de
dimensiones determinadas. Alegó haber escrito “cheques al dorso de menús de
restaurante, servilletas, pañuelos, en etiquetas de botellas de vino; todos ellos habían
sido debidamente honrados por su banco y pasados a través de la cámara de
compensación”. No había, dijo, distinción legal alguna entre un cheque en una
servilleta y un cheque en una vaca. Interrogado por el motivo de su extraña ocurrencia,
el demandado dijo no haber tenido a mano un pedazo de papel, aunque admitió que
pudo haber pasado por su cabeza la idea de ridiculizar al fisco. “¿Y por qué no? No
hay ninguna ley contra ridiculizar al fisco”. El juez, simpatizando con el demandado,
falló a su favor, y dado que había hecho un ofrecimiento válido de pago, rechazado
por el recaudador, éste quedaba impedido de exigirlo de nuevo.

101Caso publicado por primera vez en la revista londinense Punch por A. P. Herbert, y recogido luego
en el libro Uncommon Law, publicado por el mismo autor en 1935. En realidad, es un caso ficticio, pero
que muchos, incluyéndome a mí mismo en mis primeros años de docencia, han llegado a tomar como
estrictamente histórico, y que en todo caso ilustra bien el hecho de que la inmensa mayoría de
legislaciones, incluyendo la nuestra antes de la última LTV, no especifica con suficiente claridad que
los títulos valores deban extenderse en una hoja de papel. Otro misleading case de Mr. Herbert, “El
huevo de cambio”, también tiene que ver con un título valor, en este caso una letra de cambio
supuestamente extendida sobre la superficie de un huevo entero. Según una cita indirecta que no he
podido comprobar, Michael Liepner, en su libro Applying the Law, Toronto, 1981, supuestamente
menciona el caso de un granjero canadiense que realmente extendió un cheque sobre el costado de
una vaca, en la década de 1930. Sería interesante investigar la relación mutua que pudiera existir entre
ambas “vacas negociables”.

FACULTAD DE DERECHO 67
Versión de julio de 2023
§ 41 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

En nuestro país, hace mucho tiempo que habría sido imposible plantear un caso así
en relación con el cheque, pues tanto bajo la LTV actual como bajo la anterior éste
tiene expresamente como requisito formal el de ser extendido en formularios
preimpresos que entrega el propio banco al cliente, o que éste es autorizado a imprimir
por el primero (art. 172 LTV). Se puede presumir con bastante seguridad que ningún
Banco autorizaría a ningún cliente a imprimir sus cheques sobre materia distinta del
papel. Por otro lado, de algunos títulos valores la LTV exige expresamente que estén
extendidos “en papel de seguridad”: el cheque garantizado (art. 195.1 LTV), el cheque
de viajero (art. 196.2 LTV), y el certificado bancario en moneda extranjera (inc. g del
art. 218 LTV). La cuestión es qué ocurre con los demás títulos valores.
Un argumento de validez general a favor del papel que a veces se ha intentado
utilizar102 es la alusión a la “hoja adherida” que hace el art. 4 LTV. En efecto, es
razonable pensar que si, para extender nuevas declaraciones en el mismo título valor,
necesariamente se ha de hacer en una “hoja adherida a él”, es porque el propio
documento original es él mismo una “hoja” del mismo material. Ahora bien, “hoja” es
una “lámina delgada de cualquier materia”103, lo cual ha llevado a algunos, que no han
reparado en lo que expongo a continuación, a concluir que “a falta de prohibición
expresa cabe redactar el título valor en cualquier material, siempre que pueda cumplir
su función económico-jurídica, v. gr., cartón, cartulina, pergamino, paño, madera, etc.
En tal caso no correspondería argüir la nulidad del título valor”104.
En mi opinión, más fuerte y claro hablan:
1) el inc. 9 del art. 182 CdC; y
2) el art. 279 LTV.
La primera norma llama a los títulos valores expresamente “valores en papel”,
mientras que usa “valores en metálico” como kenning para hablar del dinero, que no
es título valor (art. 277.3 LTV)105. Por lo tanto, no puede tratarse de una “hoja de
metal”, sino que debe tratarse necesariamente de una “hoja de papel”. Pero el texto
más decisivo es el n. 15 del Glosario contenido en el art. 279 LTV, que define el “valor
materializado” (que es al que se refiere el art. 1 LTV) como:
“El título valor emitido en soporte papel, generándose una inmanencia e
identidad entre el derecho patrimonial y dicho soporte” (énfasis añadido)106.
Así pues, queda claro que todo título valor no sólo debe emitirse sobre un soporte que
tenga la categoría de “cosa material, mueble por naturaleza”, sino que además dicho
soporte debe consistir propiamente en una “hoja de papel”107.

102 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 1 LTV, cit., p. 60 (n. VII).


103 DRAE, cit., voz “hoja”, 4ª acepción.
104 BEAUMONT/ CASTELLARES, ibid.

105 Vid. § 22, en pp. 47 y ss., supra.

106 Por cierto que, de lo estudiado hasta aquí, debería resultar meridianamente claro que no cabe

tomarse en serio la pretendida “inmanencia e identidad entre el derecho patrimonial y dicho soporte”
en los títulos valores; vid. igualmente el § 22, en pp. 47 y ss., supra, y detalles adicionales en los §§ 46
y 47, en pp. 68 y ss., infra.
107 Por cierto, la claridad de la conclusión no resuelve todas las incertidumbres y problemas

interpretativos. En efecto, demostrado el punto de que debe tratarse de un “mueble por naturaleza”

68
Notas de Títulos Valores § 42

La documentalidad y los “valores desmaterializados” (remisión).


Ahora bien, lo que acabo de decir sobre el carácter material de los títulos valores (no
sus demás caracteres) es inaplicable al caso de los llamados “valores
desmaterializados”. Sin perjuicio de dedicar todo un capítulo posterior 108 al estudio del
curioso fenómeno de la “desmaterialización de los títulos valores”, es necesario hacer
aquí algunas precisiones, para entender bien la medida en que la LTV se ocupa de
ellos. Así, el art. 2.1 LTV dispone:
“Los valores desmaterializados, para tener la misma naturaleza y efectos que
los Títulos Valores señalados en el Artículo 1, requieren de su representación
por anotación en cuenta y de su registro ante una Institución de Compensación
y Liquidación de Valores”.
Nótese que no cualquier “desmaterialización”, al margen de si es compatible por su
naturaleza con la noción de título valor, es aceptada directa y explícitamente por la
norma, sino sólo una que:
1) respete todos los requisitos exigidos por el art. 1.1 LTV, con la única excepción,
obvia, de la materialidad y su configuración como “hoja de papel”109;
2) se instrumente concretamente mediante la técnica de la “anotación en cuenta”; y
3) sea registrada ante una ICLV (hoy por hoy, la única que existe en el país es
CAVALI ICLV S.A.).
En realidad, la “anotación en cuenta” y su correspondiente “registro ante una ICLV”
son en este caso una y la misma cosa, porque las únicas “cuentas” cuyas anotaciones
pueden valer para efectos de la desmaterialización de un título valor, según este
precepto, son las que constituyen los registros de una ICLV.
Así pues, en el contexto general de la LTV, la condición de “valor desmaterializado”
se presenta claramente como “excepcional”, y tiene cierto carácter restrictivo. Ello
también se advierte de la remisión general que contiene el art. 2.2 LTV a “la ley de la
materia” (básicamente, la LMV, y el Reglamento correspondiente de la CONASEV),
para todo lo que se refiere a:

consistente en una “hoja de papel” (y claro, por tanto, que un “tabique” fijado al suelo, por muy hecho
de papel que esté hecho, como es común en las casas japonesas, no puede constituir el soporte de un
título valor), todavía cabría preguntarse qué se entiende exactamente por “papel”: ¿valdría una tarjeta
de cartón? Y si la respuesta es no, ¿en qué momento un papel “grueso” deja de ser papel y se convierte
en cartón? ¿Y una hoja de pergamino (que ni siquiera se hace de la misma materia del papel, sino más
bien de la piel de algunos animales)? Y así sucesivamente.
108 Vid. Cap. 8, en pp. 217 y ss., infra.

109 Cfr. MONTOYA, Derecho Comercial, cit., t. II, p. 10 (n. 3.2.3), aunque sólo remite a la “circulatoriedad”,

entendiendo (a mi modo de ver, inexactamente) que todo lo demás que exige el art. 1.1 LTV como
“formalidad” es sinónimo de “materialidad”. Es obvio que la patrimonialidad, la circulatoriedad y el
cumplimiento de los requisitos formales (o “menciones” mínimas) exigidos por la ley para cada título
son igualmente aplicables a las anotaciones en cuenta. Pero también, y aunque suene como una
contradictio in terminis hablar de “incorporación” de un valor “desmaterializado”, si ella, como haré en
los §§ 46 y 47, en pp. 68 y ss., infra, se entiende sólo y específicamente (y más allá de la “materialidad”,
que por algo va por separado) como el peculiar “vínculo” entre el derecho representado y el soporte
documental, resulta perfectamente aplicable a los títulos representados por anotación en cuenta.

FACULTAD DE DERECHO 69
Versión de julio de 2023
§ 43 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) la creación,
2) emisión,
3) transmisión,
4) registro, y
5) transformación de las anotaciones en cuenta a “valores en título” y viceversa.
En fin, las anotaciones en cuenta se someten a la LTV sólo “en todo aquello que no
resulte incompatible con su naturaleza” (art. 2.2 LTV).
De hecho, los únicos títulos valores que se prestan con facilidad a la técnica concreta
de la “anotación en cuenta” son los “valores mobiliarios”, es decir, aquéllos emitidos
en serie (cfr. art. 2.3 LTV): acciones, bonos de obligación, certificados de suscripción
preferente, etc.110
La patrimonialidad.
Por otro lado, es también un hecho que todos los títulos valores tienen contenido
patrimonial. Durante bastante tiempo, incluso, todos los que regulaba la LTV ant. eran
específicamente dinerarios, aunque otras leyes recogían títulos sin ese rasgo. La LTV
actual regula muchos títulos valores diferentes, con contenidos diversos:
1) así, la letra de cambio (inc. c del art. 119.1 LTV), el pagaré (inc. c del art. 158.1
LTV), el cheque (inc. c del art. 174 LTV), los certificados bancarios de moneda
nacional y extranjera (inc. b del art. 218 y art. 223 LTV), los bonos y papeles
comerciales representativos de obligaciones (art. 263.3 LTV), entre otros títulos,
representan créditos dinerarios, o alícuotas suyas;
2) el warrant (art. 233.1 LTV) y el título de crédito hipotecario negociable (art. 241.1
LTV) representan simultáneamente (al menos desde su primer endoso) un crédito
dinerario y una garantía real prendaria o hipotecaria111;
3) los certificados de depósito (inc. e del art. 224.1 LTV), conocimientos de embarque
(inc. e del art. 247.1 LTV) y cartas de porte (inc. e del art. 252.1 LTV) representan
mercaderías en depósito o en tránsito; y
4) las acciones y sus certificados provisionales (art. 257.4 LTV), los de participación
en fondos de inversión (art. 261 LTV), y los certificados, acciones y bonos de
titulización (art. 262 LTV) representan derechos de participación en patrimonios,
cuentas o bloques patrimoniales y los eventuales derechos políticos anejos,
mientras que los certificados de suscripción preferente (inc. e del art. 258 LTV)
representan un derecho de adquisición preferente de tales participaciones.
Eso sí, siempre se trata de derechos patrimoniales, apreciables económicamente.
Ciertamente, decir eso solamente de la patrimonialidad de los títulos valores no parece
que supere el nivel de la obviedad, pero es que apenas cabe decir nada más sin

110 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 2 LTV, cit., p. 73 (n. III). Vid. sin embargo, los arts. 245.4 y
245.5 LTV, añadidos por L. 27640, que hacen referencia al posible sometimiento del título de crédito
hipotecario negociable, que es un efecto de comercio, al régimen de las anotaciones en cuenta.
111 Lo mismo ocurría con la configuración originaria de la factura conformada (inc. f del ant. art. 163

LTV), pero tras su posterior reforma quedó como título de crédito únicamente dinerario.

70
Notas de Títulos Valores § 44

introducirse en terrenos de un alcance filosófico que resultan ajenos a un trabajo como


éste112; por consiguiente, me abstengo de añadir más.
El destino circulatorio o circulatoriedad.
El título valor tiene intrínsecamente destino circulatorio: está pensado, diseñado, para
facilitar la circulación del crédito u otros derechos incorporados en él en el tráfico, a
semejanza de las reglas que gobiernan la de los bienes muebles. Esa circulatoriedad
es el rasgo o característica que explica todas las demás113, y prácticamente la razón
o explicación última de todo lo que dispone el Derecho de los títulos valores 114. Está,
de hecho, en la propia noción legal de “título valor” que comparece en el art. 1.1 LTV,
confirmada en el art. 277.4 LTV, al ser aducida como la razón determinante de la
exclusión de los documentos meramente probatorios y de legitimación.
Como también he aclarado, la circulatoriedad es un rasgo “abstracto” de todo título
valor, independiente de que el título circule o no de hecho (art. 1.1 LTV, in fine), lo
mismo que un bien corporal capaz de ser trasladado de un lugar a otro sin sufrir
desmedro ni perjuicio alguno no deja de ser “mueble” sólo porque nadie lo mueva. Lo
importante sobre la circulatoriedad es que los títulos reúnan (cfr. art. 277.4 LTV):
1) una objetiva aptitud circulatoria del título mismo, que es precisamente lo que
justifica los elementos presentes en la noción legal y doctrinal de título valor que
queda expuesta115, tales como la documentalidad, según acabo de explicar, y,
tratándose de documentos físicos, su carácter mobiliario por naturaleza; y
2) al mismo tiempo, un destino circulatorio, esto es, que responda al ejercicio de una
voluntad negocial en ese preciso sentido, o al menos que exista la apariencia
imputable de esa voluntariedad negocial, con la correspondiente cobertura (o
incluso corrección) legal.
No porque permanezca de hecho sin circular o se pongan trabas voluntarias a su
circulación, repito, pierde el documento su condición de título valor, pues legalmente
(cfr. art. 1.1 LTV) sigue teniendo la vocación y la aptitud para hacerlo. Así, si el
documento mismo conserva objetivamente su propia aptitud circulatoria, ni siquiera
las “cláusulas que restrinjan o limiten su circulación” llegan nunca116 a impedir, pura y
simplemente, la circulación del título, único caso en el que, al contradecir directamente
el carácter circulatorio del título valor, excluirían el documento en que apareciesen de
dicha categoría. Y es que un título valor puede circular117, en principio, de cualquiera
de estas tres formas o mecanismos:

112 Vid. por ejemplo la críptica cita de Osterling con que BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 1 LTV,
cit., p. 50 (en nota n. 11), pretenden “ilustrar” la significación patrimonial del título valor.
113 GARCÍA-PITA, Introducción…, cit., t. I, pp. 83 y 107.

114 Cfr. GARCÍA-PITA, Introducción…, cit., t. I, p. 109, cuando postula, siguiendo a Messineo, que toda la

disciplina de los títulos valores debe estar presidida por un principio de favor circulationis.
115 Vid. §§ 37 y 34, en pp. 42 y ss., supra.

116 Salvo el muy excepcional “cheque intransferible”, que examino en el § 45, en pp. 67 y s., infra.

117 Cfr. GARCÍA-PITA, Introducción…, cit., t. I, pp. 108-110, donde señala que la circulabilidad efectiva

del título es una función dependiente simultáneamente del sistema o ley de circulación, del derecho
incorporado, del propio documento y de la existencia de un mercado de títulos suficientemente fluido
(en especial, las bolsas de valores).

FACULTAD DE DERECHO 71
Versión de julio de 2023
§ 44 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) por simple tradición o entrega, si es un título al portador (art. 22.1 LTV);


2) por endoso, que es la forma más típica y paradigmática de circulación cartular, si
el título es a la orden; y
3) por cesión de derechos, que es la única forma de transmitir los títulos nominativos
(arts. 29 y 30 LTV).
Ésta última es también, por cierto, la forma normal de transferir los créditos no
incorporados en títulos valores (cfr. arts. 342 y 343 CdC y 1206 y ss. CC). Ahora bien,
en éstos el pactum de non cedendo puede alcanzar la más absoluta y completa
eficacia, como admite con ciertas cautelas118 el párr. 2° del art. 1210 CC; e
implícitamente también, aun sin aquellas cautelas119, el art. 343 CdC, in fine. Para los
títulos valores, en cambio, tal posibilidad está severamente recortada o, más bien,
sencillamente excluida, precisamente en virtud de su esencial circulatoriedad.
Así, para los títulos “al portador”, el art. 22.2 LTV determina, como diré con más detalle
más adelante120, que una vez puesta eficazmente en un título la cláusula “al portador”,
no cabe ya restarle válidamente su circulabilidad propia, ni impedir o entorpecer la
posibilidad de transmitirlo en lo sucesivo mediante simple tradición o entrega 121. En
todo caso, la mención del nombre del accipiens (en forma de endoso, por ejemplo, o
incluso de una cesión de créditos122) puede facilitar al obligado la prueba de las
relaciones subyacentes, si esa misma persona pretendiera ejercer los derechos
derivados del título (cfr. arts. 19.2 y 19.3 LTV)123, pero en ningún caso será oponible
a otros tenedores, perfectamente legitimados por la simple posesión. En otras
palabras, tras ser emitido regularmente, un título al portador no admite ningún tipo de
limitación o restricción de su circulabilidad propia.
A esto se añade lo que establece el art. 43 LTV para los títulos “a la orden”:
“43.1 El emisor o cualquier tenedor puede insertar en el título valor a la orden,
la cláusula «no negociable», «instransferible», «no a la orden» u otra
equivalente, la misma que surtirá efectos desde la fecha de su anotación en el
título.
43.2 Salvo disposición en contrario de la ley, el título valor que contenga la
cláusula señalada en el párrafo anterior sólo es transmisible en la forma y con
los efectos de la cesión de derechos”.
Ya el párr. 1° revela que el efecto de las cláusulas a las que se refiere no será
exactamente el que haría esperar su propio tenor literal. Se afirma, en efecto, que la

118 En concreto, constar por escrito en el título de la obligación, para ser siempre oponible al cesionario.
119 Vid. al respecto mis Notas de Contratos Mercantiles, pro manuscripto, Piura, versión de octubre de
2010, p. 41 (§ 16).
120 Vid. los párrafos finales del § 150, en pp. 184 y ss., infra.

121 SOLÍS, Temas…, cit., p. 105; FERRI, Títulos…, cit., p. 183.

122 En este sentido, lo que afirmo en este párrafo no contradice la defensa que hago en mis Notas de

Contratos Mercantiles, loc. cit., de la posibilidad de transmitir por cesión de derechos incluso los
incorporados a títulos valores al portador, lo cual debe entenderse referido a la validez del negocio de
cesión en sí, y a su plena eficacia inter partes, aunque no tenga efecto ni oponibilidad alguna, en el
plano cartular, contra quienes no participaron en él (salvo la posible invocación de una exceptio doli).
123 ARAYA, Títulos circulatorios, cit., p. 122.

72
Notas de Títulos Valores § 45

cláusula “no a la orden” equivale a las cláusulas “no negociable” e “intransferible”, lo


que evidentemente contraría el valor semántico de las palabras mismas que las
componen. La cláusula “no a la orden” literalmente sólo excluye una de las tres
posibles formas de transmitir el título valor (el endoso), y hasta podría tener como
sentido pleno reforzar su negociabilidad, equiparándolo a los títulos “al portador”. Su
tratamiento conjunto con las cláusulas “no negociable” e “intransferible” revela ya a
las claras que los tiros van más bien en la línea de restringir la circulabilidad que en
principio le correspondería. Pero, ¿restringirla hasta dónde? ¿Hasta excluirla? Porque
eso significan literalmente las dos cláusulas a las que se equipara: “no negociable”
significa “que no se puede negociar”124; e “intransferible”, algo “que no puede ser
transferido”125. Pues bien, el art. 43.2 LTV dispone claramente que si el documento
es, ya de por sí, un título valor a la orden, aunque las partes quieran excluir del todo
su transferibilidad y así lo dispongan expresamente, el máximo efecto que la ley
reconocerá a tal pacto es someter el título al régimen de transmisibilidad mediante
cesión de derechos, con todos sus efectos126. Y es que, en un supuesto en el fondo
contradictorio como el contemplado aquí (un título valor, por tanto circulatorio, pero
que no puede circular), hay que elegir irremediablemente una de dos posibilidades:
1) o bien la exclusión del documento de la categoría de los títulos valores (cfr. art.
277.4 LTV),
2) o bien la ineficacia —al menos parcial— del pacto de intransferibilidad.
La Ley ha elegido, con mucho sentido común, esto último.
Pienso que todo lo anterior es indicación suficiente de que, en un supuesto en que el
título valor en cuestión fuese ya de por sí transmisible “solo por cesión de derechos”
(o sea, “nominativo” en su sentido más restrictivo 127), la eficacia de cualesquiera
cláusulas tendientes a restringir ulteriormente su transmisibilidad debe quedar
simplemente excluida.
En resumen, todo título valor, por el hecho de serlo, es necesariamente negociable o
transmisible, al menos, por cesión de derechos; y si no, sencillamente no es verdadero
título valor.
¿Es el cheque intransferible un verdadero título valor?
Ahora bien, el propio art. 43.2 LTV hace una salvedad: que la ley disponga —se
entiende que expresamente— algo “en contrario”. La “salvedad” apunta al caso
concreto del “cheque intransferible”128, a tenor del art. 190.1 LTV:
“El cheque emitido con la cláusula «intransferible», «no negociable», «no a la
orden» u otra equivalente, sólo debe ser pagado a la persona en cuyo favor se
emitió; o, a pedido de ella, puede ser acreditado en cuenta corriente u otra

124 Cfr. DRAE, cit., voz “negociable”.


125 Cfr. DRAE, cit., voces “intransferible” y “transferible”.
126 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 43 LTV, p. 270 (n. II).

127 Porque, como veremos (cfr. §§ 111 a 114, en pp. 192 y ss., infra), hay varias subclases de “títulos

nominativos”, cuyos regímenes circulatorios cuentan con formas de protección legal de vigor
igualmente variable. Los títulos a los que aquí me refiero serían, concretamente, los que entonces
denominaré “títulos a la orden nominativizados”.
128 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 43 LTV, p. 270 (n. II).

FACULTAD DE DERECHO 73
Versión de julio de 2023
§ 45 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

cuenta de la que sea su titular, admitiéndose el endoso sólo a favor de bancos


y únicamente para el efecto de su cobro”.
El art. 190.2 LTV extiende los mismos efectos al endoso que, con la misma cláusula,
se haga en el cheque respecto del inmediato endosatario. Por tanto, en el caso
concreto del cheque, las cláusulas restrictivas de transmisibilidad (incluida la que
simplemente reza “no a la orden”) no sólo la restringen, sino que la excluyen del todo.
La LTV se aparta en esto de modo bastante radical —sin que haya al parecer nada
que lo justifique— del Derecho uniforme de Ginebra, según el cual la cláusula “no a la
orden” sólo limita la transmisibilidad del cheque al mecanismo de la cesión de
derechos (art. 14 LUCh), mientras que la “prohibición de (ulterior) endoso” puesta por
un endosante sólo excluye su responsabilidad cambiaria ante los endosatarios
ulteriores (párr. 2° del art. 18 LUCh). De hecho, el art. 190 LTV ha hecho imposible la
figura, quizá poco usada pero legítima, del “cheque directo” o “nominativo” 129, o sea el
girado a favor de persona determinada y transmisible sólo por cesión ordinaria. Hoy
por hoy, en el Perú, el cheque sólo puede ser (cfr. art. 176.1 LTV):
1) al portador,
2) a la orden, o
3) real y totalmente intransferible, como lo sería un crédito extracartular con pactum
de non cedendo eficaz.
Hay que preguntarse, pues, si tal cheque sigue siendo un título valor, ya que, como
aclaran los comentarios de la norma —igual que los de su antecedente, el art. 153
LTV ant.—, supone una “excepción a esta regla y principio de los títulos valores” 130
que es la circulatoriedad (no aplicable, por tanto, por extensión o analogía; cfr. art. IV
TP CC). Caben dos respuestas:
1) Afirmar que pese a todo continúa siendo un verdadero título valor 131, con base en
la limitada “negociabilidad” que reconoce al “cheque intransferible” el propio art.
190.1 LTV: puede ser “endosado”, aunque sólo a un Banco y “en cobranza”. Pero
esta respuesta, para “salvar el principio”, incurre en la ficción, cuando no en pura
y simple ceguera. La “negociabilidad” que conserva el “cheque intransferible”, si
puede llamarse así, es incluso menor que la de un crédito no documentado con
pactum de non cedendo, que aunque sea realmente “incesible”, al menos no
conoce limitación formal ni subjetiva de su posible cobro por un representante,
como sí ocurre con el “cheque intransferible” (sólo por endoso y a un Banco).
2) La respuesta sincera y completa, pues, debe ser negativa. El “cheque
intransferible”, aunque lo regule la LTV, no es un título valor en ningún sentido real

129 HUECK/ CANARIS, Derecho…, cit., pp. 241-242 (§ 20). CARLÓN SÁNCHEZ, Luis; “El cheque”, en
MENÉNDEZ, Derecho cambiario, cit., pp. 773-811 (pp. 801-803).
130 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 190 LTV, p. 679 (n. 1).

131 Pareciera ser la posición de BEAUMONT, a partir del comentario que hace, sin hablar propiamente de

esta materia (por eso recalco lo de “pareciera”) y acudiendo más bien a argumentos de política
legislativa relativos a la protección penal del cheque, en las pp. 52-53 de BEAUMONT/ CASTELLARES,
Com. al art.1 LTV, cit. Tal argumento hasta puede ser contraproducente, pues si se trataba de afirmar
la delictuosidad del giro sin fondos de un cheque “intransferible”, aunque carezca de la especial
lesividad derivada del carácter circulatorio del documento, para sobreponerse al posible in dubio pro
reo que ello pueda implicar, más que confirmar enfáticamente su condición de “verdadero cheque”, lo
que hacía falta era aclarar indubitablemente el punto en la propia ley penal. O así me lo parece.

74
Notas de Títulos Valores § 46

y sustantivo, pues no reúne un elemento esencial de la noción que de tales


documentos da ella misma. Es sólo una orden de pago incondicional extendida en
un papel que hay que portar para exigirla, que es título de legitimación, con
abstracción procesal (cfr. art. 1958 CC) y mérito ejecutivo. Pero nada de eso que
tiene en común con el resto de cheques, como su propia “forma” externa, y que en
cierta medida explica y justifica su nombre, es función de un destino circulatorio o
de la protección del tráfico (que más bien resulta excluido).
La incorporación de los títulos valores.
Una forma muy socorrida y tradicional de analizar el principio de incorporación
consiste en afirmar que, además del alcance probatorio que como a todos los
documentos le corresponde, el título valor es a la vez constitutivo y dispositivo de los
derechos que documenta132:
1) Mediante el término constitutivo se quiere dar a entender que suele ser
originariamente necesario para el nacimiento de la relación documentada133.
2) Con la expresión dispositivo se quiere significar que sólo quien controle el
documento de manera exclusiva puede hacer valer el derecho documentado, de
modo que éste no puede normalmente recorrer su ciclo vital separadamente de
aquél134.
En ese sentido, el llamado aspecto dispositivo no se reduce, como podría dar a
entender la designación utilizada, a indicar que normalmente es necesario “disponer
de” la cosa material-documento para transferir el derecho documentado. La expresión
trata de aludir más bien a todo lo que implica la necesidad de tener, exhibir y entregar
el título valor como condición sine qua non para ejercer el derecho en él
documentado135:
1) no puede ser transferido (al menos, no de modo plenamente eficaz) si no se
transfiere con él el documento que lo contiene;
2) no puede ser embargado o dado en prenda sin hacer lo propio con el documento;
3) no puede ser modificado (de nuevo, no del todo eficazmente, al menos) sin hacer
constar tal modificación en el documento, y
4) debe ser restituido al deudor cuando su obligación se extinga.
Como, además, el llamado aspecto constitutivo recién aludido del principio de
incorporación sólo es predicable en sentido pleno de los títulos clasificados
precisamente como constitutivos, y no de los meramente declarativos 136, en realidad
el núcleo y la sustancia de tal principio se concentran en ese segundo aspecto,
llamado dispositivo; yo diría incluso que en él se agota cuanto propiamente se quiere
dar a entender al hablar de incorporación. Por eso, para mayor claridad, identificaré
sin más ambas nociones desde ahora.

132 Cfr. GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos…, cit., pp. 55 (n. 18) y, sobre todo, 64-66 (n. 24).
133 GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos…, cit., p. 64 (n. 24).
134 GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos…, cit., p. 65 (n. 24), citando a Rocco.

135 GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos…, cit., p. 66 (n. 24).

136 Vid. al respecto el § 58, en pp. 14 y ss., infra.

FACULTAD DE DERECHO 75
Versión de julio de 2023
§ 46 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

La incorporación es, pues, un aspecto esencial del concepto de título valor que la
norma no define, pero cuyos alcances pueden deducirse, sobre todo, de los arts. 16.1
y 17.1 LTV. Consiste, como he explicado ya 137, en una vinculación tal entre el
documento (material o desmaterializado) y un derecho patrimonial determinado, que
se hace necesario tener el control exclusivo del documento para ejercer el derecho.
Tal vínculo originario y permanente entre el derecho y el documento138 se establece
para hacer posible que el deudor, a la vista del título, pueda reconocer al tenedor como
su titular y, en consecuencia, habilitado para reclamarlo. Y es que, en definitiva, la
peculiar incorporación de los títulos valores está intrínsecamente ligada (a diferencia
de lo que ocurre con el cheque intransferible, según acabo de explicar) a su destino
circulatorio: los que lleguen a detentar el control del título en exclusiva, aunque sean
desconocidos en el momento de la emisión, pueden ser identificadas como sus
legítimos titulares a través del documento y según su ley de circulación139.
Siguiendo a HUECK y CANARIS140, he dicho también que la incorporación convierte a
los títulos valores concretamente en:
1) títulos de presentación, y
2) en títulos de rescate.
El art. 16.1 LTV recoge su aspecto de títulos de presentación, cuando señala:
“El título valor debe ser presentado para exigir las prestaciones que en él se
expresan, por quien según las reglas de su circulación resulte ser su tenedor
legítimo, que además tiene la obligación de identificarse. El deudor de buena
fe que cumpla con la prestación, queda liberado aunque dicho tenedor no
resultase ser el titular del derecho”.
Por su parte, el art. 17.1 LTV completa los alcances de este principio de incorporación
al configurar los títulos valores como títulos de rescate:
“El tenedor de un título valor queda obligado a devolverlo a quien cumpla
totalmente la prestación contenida en él. En su caso, entregará también la
cuenta de gastos y será de su cargo obtener la constancia del incumplimiento
del título valor”.
Aunque no los llama por su nombre, el párr. 2° del art. 1230 CC recoge también la
función de títulos de rescate de los títulos valores:
“Tratándose de deudas cuyo recibo sea la devolución del título, perdido éste,
quien se encuentre en aptitud de verificar el pago puede retenerlo y exigir del
acreedor la declaración judicial que inutilice el título extraviado” (énfasis
añadido).
En realidad, la condición de títulos de rescate de los títulos valores está ya contenida
en germen en su vertiente de título de presentación141. El propio art. 16.1 LTV in fine

137 Vid. sobre todo los §§ 22, en pp. 47 y ss., y 37, en pp. 7 y ss., supra.
138 GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos…, cit., p. 64 (n. 23).
139 Cfr. ARAYA, Títulos circulatorios, cit., pp. 37-38.

140 Derecho…, cit., pp. 15-16 (§ 1).

141 Así, HUECK/ CANARIS, Derecho…, cit., p. 7 (§ 1).

76
Notas de Títulos Valores § 47

lleva implícita la posibilidad de que perder el documento se traduzca finalmente en


una pérdida del derecho incorporado. El deudor, en efecto, si paga de buena fe a
quien está legitimado según las reglas que regulan su circulación142, queda libre de su
obligación, aunque el tenedor haya actuado de mala fe. Si además dicho tenedor actuó
de buena fe, habría adquirido incluso el derecho mismo a non domino, y no sólo la
legitimación, como en efecto sanciona el art. 15 LTV:
“El título valor adquirido de buena fe, de conformidad con las normas que
regulan su circulación, no está sujeto a reivindicación”.
Ante esto, es natural que las partes se aseguren de anular el documento y privarlo de
todo su valor (cfr. art. 17.2 LTV), cuando el derecho documentado se extinga, como
ocurre, por ejemplo, en los casos de reducción de capital con amortización de
acciones. Como mínimo, la protección de la apariencia jurídica exige que el propio
título indique la extinción del derecho a través de la mención correspondiente. Pero
quien cumple la obligación documentada tiene auténtico derecho de rescatar el título
(arts. 17.1 y 64.4 LTV), porque sólo teniéndolo en su poder, se asegura de que ni el
acreedor original ni ningún otro adquirente ulterior quede legitimado según la ley de
circulación del título, y pueda pretender exitosamente un nuevo cumplimiento.
Lo que implica y lo que no implica el principio de incorporación.
La incorporación, entonces, implica un especial vínculo estrecho y dinámico entre el
documento y el derecho documentado, entre valor económico y cosa corporal (si el
título está “materializado”), que explica la propia denominación de “título valor”: título
o documento con valor. En virtud de ese nexo:
1) detentar la propiedad del documento lleva normalmente consigo la titularidad del
derecho documentado en el mismo143, por un lado; y,
2) por otro, el derecho queda representado por el documento: está como
transfundido en él.
El derecho se encuentra de tal modo conectado con el documento, que son tratados
como si fueran una sola cosa. Como dice GARCÍA-PITA144, para lograr el objetivo de
dar seguridad al tráfico de derechos incorporales, al título valor en cuanto documento
se atribuye la propiedad de la incorporación, mecanismo instrumental que permite
delimitar el derecho documentado, de modo que sus límites se midan por los de la res
materialis, y ésta sirva de vehículo a la circulación del primero.
En virtud de la incorporación, entonces, el derecho se “objetiva” y se despersonaliza,
desligándose hasta cierto punto de los elementos subjetivos que definen la relación
jurídica original145. Pero es necesario hacerse una idea correcta de lo que significa y
lo que no significa “incorporación en un documento”. Como veremos en su
momento146, no significa:

142 Vid. § 55, en pp. 13 y ss., infra.


143 Vid. §§ 79 y 80, en pp. 114 y ss., infra.
144 Introducción..., cit, t. I, p. 84, citando a su vez a BAUMBACH/ HEFERMEHL, a Ricardi y a Zöllner.

145 Op. cit, t. I, p. 86.

146 Vid. § 80, en pp. 99 y ss., infra; cfr. PAZ-ARES, Cándido; “Naturaleza jurídica de la letra de cambio”,

en MENÉNDEZ, Derecho Cambiario, cit., pp. 95-250 (pp. 181-184). Trabajo publicado también como obra

FACULTAD DE DERECHO 77
Versión de julio de 2023
§ 47 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) que la existencia del derecho o su titularidad dependa mecánicamente de la


subsistencia del documento o de conservar su control, pues hay muchos casos en
que aun así puede ser reivindicado o amortizado;
2) que el mero hecho de adquirir la propiedad del documento (en cuanto hoja de
papel) por cualquier forma ajena a su circulación como título valor haga al
propietario titular del derecho incorporado;
3) que no se pueda llegar a ser titular del derecho documentado antes de o sin
adquirir la propiedad del documento, como ocurre cuando el título valor es
transmitido por cesión de derechos, y también, en mi opinión, en los demás
negocios cambiarios emitidos (adecuadamente comunicados a uno o más
interesados), pero aún no ejecutados (mediante la entrega); y
4) que no se pueda dejar de ser titular del derecho documentado aun conservando la
propiedad y el control del documento, pues el primero realmente se extingue inter
partes aun sin rescate (si bien a riesgo de que sobrevenga un tercero adquirente
de buena fe).
Ciertamente hay que precisar, además, con HUECK y CANARIS147, que tanto el aspecto
de presentación como el de rescate del título y, en general, la supeditación del ejercicio
del derecho al control del documento que el principio de incorporación pretende
condensar no son absolutos. De hecho, sólo implican que, sin ese control,
presentación o rescate, ejercer el derecho es única y exclusivamente posible si se ha
obtenido una resolución judicial que declare ineficaz el título y lo desvincule, con efecto
erga omnes, del derecho documentado.
Por último, como también he explicado ya, hay muchos otros documentos que carecen
de esta característica incorporación, y que por lo tanto quedan radicalmente excluidos
de la condición de títulos valores148:
1) Así ocurre con los simples recibos referidos a una prestación, las entradas de cine
o tickets de guardarropa, que sólo recogen o reflejan un dato de la realidad (la
ejecución de un acto o de una prestación por parte del cliente), sin comportar de
por sí el compromiso del emisor de cumplir una prestación a todo detentador
regular del documento (cfr. art. 277.4 LTV). Se trata de documentos estrictamente
probatorios.
2) Y tampoco puede decirse que los billetes y monedas incorporen un derecho en el
sentido en que ello se predica de los títulos valores, pues no hacen referencia a
ninguna prestación distinta de sí mismos, sino que son, ellos mismos y
directamente, dinero de curso legal y forzoso, y por eso quedan excluidos de la
noción y del régimen de los títulos valores (art. 277.3 LTV).

independiente: PAZ-ARES, Cándido; Naturaleza jurídica de la letra de cambio, Centro de Estudios del
Colegio de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de España, Madrid, 2005, por donde lo cito a
partir de aquí (del tema tratado aquí habla en concreto en las pp. 170-174).
147 Derecho…, cit., p. 7 (§ 1); vid. también GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos…, cit., p. 56 (n. 18).

148 Vid. § 22, en pp. 47 y ss., supra.

78
Notas de Títulos Valores § 48

V. TIPICIDAD Y ATIPICIDAD DE LOS TÍTULOS VALORES


Planteamiento.
Antes de entrar en materia conviene dilucidar qué se entiende por “título valor atípico”.
Según GARCÍA-PITA, un título valor atípico se caracterizaría por dos cosas149:
1) carecer de un régimen jurídico-positivo específico; y
2) no ser reconducible a ningún título típico como una mera modalidad suya.
La exigencia de un régimen específico para poder hablar de una institución típica
quiere decir:
1) por un lado, que no bastaría una mera mención o aun la atribución de una
denominación legal; y
2) por otro, que tampoco basta la disponibilidad de unos principios y un régimen
generales, que es precisamente a donde hay que acudir cuando lo que se tiene
delante sólo es producto de la autonomía privada.
La segunda exigencia trata de evitar que, bajo una denominación posiblemente
novedosa se esconda en realidad un documento ya reconocido y regulado
positivamente como título valor, quizás con el propósito de eludir algunas de sus
disposiciones.
Ahora bien, esto implica en realidad que para que un título valor sea atípico basta con
que no le puedan ser aplicadas directamente las disposiciones propias y específicas
de ningún título valor típico. Precisamente, la necesidad de aplicar analógicamente
alguna de esas disposiciones sería una clara señal de atipicidad, de ausencia de un
régimen específico propio.
La cuestión bajo la LTV ant.
Pues bien, la admisibilidad de títulos valores atípicos implicaría la posibilidad de los
particulares de crear nuevos títulos valores en ejercicio de su autonomía privada,
cuestión bastante discutida (con importantes posicionamientos a favor y en contra) en
la literatura científica general150.

149GARCÍA-PITA, Introducción..., cit, tomo I, p. 63.


150Vid. por todos GARCÍA-PITA, Introducción..., cit, tomo I, pp. 64-69; EIZAGUIRRE, Derecho de los títulos
valores, cit., pp. 34 y 51-53; ARAYA, Títulos circulatorios, cit., pp. 81-86; FERRI, Títulos…, cit., pp. 162-
164. Valga para ilustrar la discusión la inequívoca apuesta por la autonomía privada que supone una
norma como la recientemente recogida en el art. 1820 CC&Com arg.: “Libertad de creación. Cualquier
persona puede crear y emitir títulos valores en los tipos y condiciones que elija. Se comprende en esta
facultad la denominación del tipo o clase de título, su forma de circulación con arreglo a las leyes
generales, sus garantías, rescates, plazos, su calidad de convertible o no en otra clase de título,
derechos de los terceros titulares y demás regulaciones que hacen a la configuración de los derechos
de las partes interesadas, que deben expresarse con claridad y no prestarse a confusión con el tipo,
denominación y condiciones de los títulos valores especialmente previstos en la legislación vigente”. Y
a continuación establece limitaciones específicas sólo para la creación de títulos atípicos que sean
abstractos.

FACULTAD DE DERECHO 79
Versión de julio de 2023
§ 49 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

En la doctrina nacional, en cambio, ha tendido a prevalecer la postura contraria a su


admisibilidad151. Antes de la nueva LTV, gran parte de su argumentación se basaba
en un supuesto “principio de legalidad”152 pretendidamente contenido en el
antecedente del actual art. 277 LTV, el art. 208 LTV ant., cuyo tenor era el siguiente:
“La presente Ley regirá solamente para las letras de cambio, pagarés, vales a
la orden y cheques, así como para los títulos que por ley posterior se sometan
a sus disposiciones. Se exceptúa la Sección Quinta que será aplicable también
a otros títulos-valores regulados por leyes especiales, en todo cuanto no sea
incompatible con éstas” (énfasis añadido).
De la simple lectura de esta norma se advierte que sólo intentaba definir el ámbito
objetivo de aplicación de la LTV ant. Pero que dicha Ley se aplicase sólo a los cuatro
títulos que regulaba específicamente y a aquellos otros que una ley posterior
expresamente sometiera a sus disposiciones no condicionaba en absoluto lo que era
o no era título valor; es decir, de ninguna forma implicaba que título valor sólo fuera lo
que la ley declaraba como tal153. Solía añadirse que la última parte del mismo art. 208
LTV ant. concedía que sólo parte de sus normas se aplicasen además “a otros títulos-
valores regulados por leyes especiales”. Sin embargo, también esta parte del art. 208
se agotaba en la delimitación del ámbito de aplicación de la LTV ant. Nada decía, por
tanto, sobre si los títulos valores atípicos eran válidos o no; como mucho, sólo que
aunque lo fuesen no les sería directamente aplicable ni siquiera la Sección V de la
LTV ant.154 Es más, esta norma en realidad admitía implícitamente la existencia de
verdaderos títulos valores fuera del ámbito de aplicación general de la LTV ant., lo
cual era, si acaso, un motivo para admitir los títulos valores atípicos, no para
rechazarlos.
Otro argumento155 se basaba en el art. 1 LTV ant.:
“El documento que represente o contenga derechos patrimoniales tendrá la
calidad y los efectos del título-valor sólo cuando esté destinado a la circulación,
y reúna los requisitos formales esenciales que, por imperio de la ley, le
correspondan según su naturaleza” (énfasis añadido).
En su párr. 2°, la misma norma sancionaba al título valor al que “faltare alguno de
dichos requisitos”, haciéndole perder “su carácter de tal” título valor. Ahora bien, esa
norma, reproducida con sólo ligerísimos cambios en los actuales arts. 1.1 y 1.2 LTV,

151 Las excepciones que conozco son las de SOLÍS, Temas sobre derecho cartular…, cit., pp. 25-27, y
VIDAL, La Bolsa de Valores…, cit., pp. 146-147, en ambos casos con una argumentación jurídica
demasiado somera.
152 FLORES POLO, Ley de Títulos Valores, cit., pp. 29 y 31.

153 Hay que entender en esa misma línea lo poco que dice al respecto VIDAL, La Bolsa de Valores…,

cit., p. 147: “El art. 208 de la Ley n° 16587 lo que prescribe es la posibilidad de la aplicación de la Ley
de Títulos-Valores a los títulos que por ley posterior se sometan a sus disposiciones, o que permite
interpretar que los títulos creados por la voluntad privada pueden quedar subsumidos a (sic) las
disposiciones de ley distinta”.
154 En realidad, ni siquiera esta interpretación a contrario de la última frase del artículo resultaba

convincente, pues la verdad es sencillamente que, por sus propios términos, dicha norma ni siquiera
se planteaba el problema.
155 Implícitamente, en FLORES POLO, Ley de Títulos Valores, cit., p. 30; también, ya con el texto

equivalente de la nueva Ley, BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 3 LTV, cit., pp. 77-78 (n. I).

80
Notas de Títulos Valores § 50

hablaba sólo de la formalidad legal que pudiera tener el título, sin exigir la previa
definición o previsión legal del título mismo, cuestión completamente distinta, pues:
1) puede haber contratos tipificados en la ley, a los que no sea aplicable ninguna
formalidad, y
2) previsiones legales de formalidad solemne aplicables a contratos no tipificados156.
En tal contexto, el art. 1 LTV ant. estaba muy lejos de formular un “principio” o (más
bien) una “exigencia de tipicidad” cartácea. No era, como no lo es su equivalente en
la actual LTV, sino una derogación de lo establecido con carácter general en el art.
144 CC, de modo que, en su ámbito, las formalidades que impusiera la ley se
entenderían siempre como solemnes. En otras palabras, el artículo 1 LTV ant. quería
decir que, si la ley preveía alguna formalidad para un título valor concreto, tal
formalidad se entendía esencial y, por lo tanto, su inobservancia acarreaba la invalidez
del documento como tal título valor. Pero por eso mismo la norma no contemplaba,
por ejemplo, el caso de un título valor típico, pero cuya ley tipificante no hubiera
previsto ninguna formalidad. Si era claro que en tal caso habría bastado cualquier
forma para la validez del título, siempre que tuviera los elementos definitorios de todo
título valor (documentalidad, destino circulatorio, etc.)157, lo mismo vale, y con mayor
razón, para un hipotético título atípico, al que no fuera exigible ninguna formalidad
esencial “por imperio de la ley”, por el sencillo hecho de que ninguna ley lo
contemplaba.
La reserva legal de tipificación en la LTV vigente.
De lo anterior fluye con meridiana claridad que ninguna de esas normas —recogidas
todas, por lo que aquí interesa, casi sin cambios en la LTV actual— serviría como
fundamento positivo para negar la admisibilidad de los títulos valores atípicos. El
problema es que, ante la generalizada opinión contraria a la admisibilidad de los títulos
atípicos de la doctrina peruana, la LTV fue dotada de una disposición que ahora sí,
con toda claridad, somete la creación de nuevos títulos valores a una suerte de reserva
de ley, ampliada a determinados reglamentos158. Dice el art. 3 LTV:
“La creación de nuevos títulos valores se hará por ley o por norma legal distinta
en caso de existir autorización para el efecto emanada de la ley o conforme al
Artículo 276 de la presente Ley”.
El propio art. 276 LTV introduce ya una autorización para que algunas entidades (sólo
la SMV159 y la SBS, ante la absorción de la SAFP por la segunda160) puedan autorizar
la creación de nuevos títulos mediante sus propios reglamentos:

156 Por ejemplo, la forma solemne convencional pactada para un contrato futuro, según el art. 1411 CC,
puede perfectamente afectar a un contrato futuro atípico.
157 Que es, me parece, lo que VIDAL, La Bolsa de Valores…, cit., p. 147, quería recalcar cuando, tras

defender la posibilidad de crear por ejercicio de la autonomía privada títulos atípicos, introducía la
salvedad: “Lo que sí, la creación de títulos-valores deberá cumplir la finalidad del art. 1 y reunir los
requisitos formales esenciales que legalmente les corresponda según su naturaleza”.
158 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 3 LTV, cit., pp. 78 y 80 (nn. I y III); ibid., Com. al art. 276 LTV,

p. 873 (n. 1).


159 Superintendencia del Mercado de Valores, que es como quedó su denominación después de que la

L. 29782 reorganizó la antigua Conasev, a la que alude aún el texto de la LTV.


160 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 276 LTV, cit., p. 873 (n. 2).

FACULTAD DE DERECHO 81
Versión de julio de 2023
§ 50 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“276.1 La Superintendencia, la CONASEV y la Superintendencia de


Administradoras Privadas de Fondos de Pensiones quedan facultadas a
autorizar la creación, emisión, negociación y adquisición de valores mobiliarios
e individuales por parte de las personas y empresas sujetas a su control, sea
en título o en anotación en cuenta, que inclusive podrán representar derechos
patrimoniales distintos a los de participación o deuda, estableciendo sus
condiciones, formalidades y demás requisitos. Dichos valores, en forma
especial, se regirán por las Resoluciones que las autoricen y por la presente
Ley, en todo aquello que les resulte aplicable.
276.2 Sin perjuicio de lo dispuesto en el párrafo anterior, las empresas
bancarias podrán emitir valores mobiliarios representativos de derechos sobre
acciones, obligaciones, o sobre la base de carteras de valores diversos u
homogéneos entre sí, o de índices y, en general, sobre derechos que
correspondan a valores emitidos por personas jurídicas constituidas en el país
y/o en el exterior, sujetándose a las disposiciones de carácter general que
expida la Superintendencia.
276.3. La emisión de los valores a los que se refiere la décimo sexta disposición
final del Decreto Legislativo Nº 861 y el Artículo 3 del Decreto Legislativo Nº
709, deberán ser previamente autorizadas por la Superintendencia”.
Todos los posibles títulos valores autorizados por la DF 16ª LMV a que se refiere el
art. 276.3 LTV están comprendidos, a mi entender, en la previsión del art. 276.2 LTV,
inmediatamente precedente. El art. 3 del D. Leg. 709, Ley de Promoción a la Inversión
Privada en Predios para el Arrendamiento, autoriza a los bancos y demás entidades
del sistema financiero a emitir los llamados “Certificados de Ahorro Inmobiliario”, como
un sistema para financiar con ahorros del público (que correría parte del riesgo de la
inversión) la construcción de nuevas viviendas para alquiler. Lo que hace el art. 276.3
LTV es aclarar que ninguna de esas leyes anteriores debe entenderse como
habilitación directa suficiente, por sí misma, para que los bancos y demás entidades
financieras puedan emitir los títulos a que se refieren, sino que previamente deben ser
reglamentadas por la SBS161.
De lege lata, por tanto, ahora sí que es un hecho que en nuestro país no se admite la
posibilidad de que los particulares creen títulos valores atípicos, pues se ha
establecido expresamente una reserva de ley o de reglamento para ello. Subsiste, sin
embargo, cierta incoherencia y hasta contradicción interna, como ocurre de modo
bastante flagrante en el art. 23 LTV:
“El título valor al portador que contenga la obligación de pagar una suma de
dinero no puede ser emitido sino en los casos permitidos expresamente por la
ley. El que se emita en contravención de lo dispuesto en este artículo no tendrá
la calidad de título valor y el emisor será sancionado con multa por importe igual
al del documento emitido, que constituirá ingreso propio del Poder Judicial”.
En esta norma (reproducción casi literal del 24 LTV ant.) hay una reserva legal de
tipificación sólo para ciertos títulos valores: al portador y de contenido dinerario.

161 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 276 LTV, cit., p. 874 (nn. 4 y 5).

82
Notas de Títulos Valores § 51

Adopta, pues, un carácter excepcional162 que sólo se explica en un contexto de libertad


general para crear títulos valores con cualquier otro contenido o ley de circulación. De
hecho, su interpretación a contrario resultaría contundente, de no existir el art. 3 LTV,
pues obligaría a concluir que bastaría que el título no sea al portador o que su
contenido no sea dinerario para valer como verdadero título valor y para que surta
todos sus efectos, aunque ninguna ley lo previese. En otras palabras, la disposición
da a entender, engañosamente, que los títulos valores atípicos serían perfectamente
admisibles en nuestro ordenamiento163.
Crítica de la prohibición de títulos valores atípicos.
Lo cual nos lleva a plantear la pregunta de si constituye un acierto coartar la libertad
de los particulares de crear nuevos títulos valores. Sinceramente considero que no lo
es; más bien fue una suerte que la LTV ant. no llegase a instaurar eficazmente un
principio de tipicidad legal… y lamentable que la nueva sí lo haya logrado. En mi
opinión, nuestro ordenamiento ganaría en seriedad, coherencia y respeto a la libertad
si se diese marcha atrás en este punto. Esto, sobre todo, por tres razones:
1) Es una regla que favorece el tradicional y ya de por sí excesivo paternalismo del
Estado peruano, en la regulación de los asuntos económicos de sus ciudadanos.
2) Esa estrategia legislativa desperdicia innecesariamente las virtualidades de la
Parte General de la LTV. El hecho mismo de que la LTV se estructure en una Parte
General y una Especial con Secciones para cada título específicamente previsto
adquiere su pleno sentido sólo si se admite la posibilidad de que los particulares
creen títulos atípicos según sus propias necesidades. Cierto es que también en
áreas del Derecho en las que rige un principio fuerte de tipicidad, como ocurre en
el Derecho Penal y en el Derecho Tributario, hay una serie de normas que se
aplican a todos los supuestos de punición o tributación, aunque cada uno de ellos
deba necesariamente estar específicamente tipificado en una ley. Pero no es un
argumento concluyente, pues en esas áreas del Derecho público se trata del
ejercicio de facultades de afectación del poder público a los ciudadanos
(respectivamente, del ius puniendi y del ius imponendi), lo cual claramente exige
una estrecha sujeción al principio de legalidad. En tal contexto, la previsión de una
Parte General cumple básica y casi únicamente los propósitos de ordenar y
sistematizar la materia, y de economizar la producción legislativa, evitando
repeticiones innecesarias. En materia de títulos valores, en cambio, lo que está en
juego es fundamentalmente la capacidad de los particulares de obligarse
libremente de un modo especialmente riguroso y eficaz. Introducir aquí una
exigencia de legalidad o tipicidad supone de entrada una merma o menoscabo de
la libertad individual, que requeriría, en mi opinión, una justificación particularmente
rigurosa (ausente por donde se mire).

162 Así, para el art. 2004 CC it., de redacción muy parecida y que probablemente fue la fuente del art.
24 LTV ant. y, a través de él, del art. 23 LTV, FERRI, Títulos…, cit., pp. 163-164, y tomándolo
precisamente como uno de los argumentos fundamentales para admitir la libertad de creación de títulos
valores atípicos en el ordenamiento italiano. Vid. también las alusiones de GARCÍA-PITA, Introducción...,
cit, tomo I, pp. 64-65.
163 Vid. en el § 154, en pp. 198 y s., infra, para el análisis de otros problemas que genera el precepto,

incluso una vez sorteado el que aquí señalo.

FACULTAD DE DERECHO 83
Versión de julio de 2023
§ 52 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

3) Precisamente la tercera y más poderosa razón para cuestionar semejante


exigencia de tipicidad legal o reglamentaria de los títulos valores parte de la
constatación de que tal regla va, prima facie, contra la libertad contractual y
negocial de los particulares164, la cual es un derecho fundamental, reconocido y
protegido en la Const. (inc. 14 del art. 2 y art. 62).
Esto me lleva a plantear la cuestión de si semejante regulación (la del art. 3 LTV) es
en sí misma constitucional. En mi opinión, resulta por lo menos dudoso que así sea,
sobre todo porque se trata de una restricción totalmente general de la capacidad de
crear nuevos títulos valores, cuando las razones para hacerlo, si acaso, alcanzan
apenas a algunos aspectos particulares de su disciplina:
1) lógicamente, lo previsto en el art. 23 LTV (en defensa del monopolio monetario del
Estado);
2) la ejecutividad procesal, supuesto que no se quiera dejar en libertad a los
particulares para crear títulos ejecutivos no tipificados por la Ley y sin intervención
de un fedatario público (como ocurre en las escrituras notariales); y,
3) quizás (es asunto que requeriría mayor estudio), el conjunto de reglas que
convierten a todos los títulos a la orden y al portador, en la regulación positiva
peruana general, directamente en títulos dotados de fe púbica, en especial por la
posibilidad de adquisición a non domino de buena fe.
Pero proseguir aquí esta línea de investigación nos llevaría demasiado lejos del
propósito de estas páginas.

VI. CLASIFICACIÓN DE LOS TÍTULOS VALORES


Sentido de las clasificaciones.
Los títulos valores, como todas las cosas, pueden clasificarse según criterios casi
infinitos, irrelevantes en su mayoría, por lo que hace falta escoger sólo los más
importantes165. Por ejemplo, por la calidad de su emisor, los títulos valores pueden
distinguirse en títulos públicos y títulos privados, donde los primeros son básicamente
los títulos de la deuda pública, que la LTV ant. excluía totalmente de su ámbito de
aplicación (art. 210). Pero, aunque ya no es así, porque el art. 275 LTV explícitamente

164 Si la naturaleza jurídica de los títulos valores no fuese negocial, el argumento no sería aplicable; por
el contrario, la misma condición del supuesto de hecho sujetaría a todos los títulos valores a una
exigencia de tipicidad legal estricta. Si, en cambio, la naturaleza de los títulos valores es negocial, pero
unilateral, podría dudarse de la admisibildiad de los títulos atípicos con base en el artículo 1957 CC,
aunque una adecuada formulación dogmática resolvería el problema, en mi opinión. Además, postular
que los títulos valores provienen por regla general, o como mejor descripción empírica, de negocios
jurídicos unilaterales no impide que puedan configurarse también muchas veces como contratos, en
cuyo caso este segundo problema ni siquiera se plantearía. Vid. al respecto lo que digo sobre la
naturaleza jurídica de los títulos valores en el § 74, en pp. 107 y ss., infra.
165 HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., p. 25 (§ 2); MONTOYA, Com. al art. 1 LTV ant., cit., n. 5 (pp. 15-19);

GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos..., cit., n. 53, p. 132; ESCUTI, Títulos..., cit., § 4, p. 14; PÉREZ FONTANA,
Títulos-Valores..., cit., p. 195; GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 150. También SÁNCHEZ CALERO,
Fernando y SÁNCHEZ-CALERO GUILARTE, Juan; Instituciones de Derecho Mercantil, 34ª edición, Aranzadi
– Thomson Reuters, Cizurm Menor, 2011, vol. II, p. 56; y JIMÉNEZ SÁNCHEZ, Guillermo (Coord.); Derecho
Mercantil, 2ª edición, Ariel, Barcelona, 1992, vol. II, pp. 12-13 (el capítulo citado, “Los títulos-valores”,
es de la autoría del propio coordinador de la obra).

84
Notas de Títulos Valores § 52

hace aplicable sus disposiciones a los títulos públicos, aunque sólo de manera
supletoria, es evidente que el régimen de los títulos públicos pertenece de manera
decisiva y preponderante al ámbito del Derecho Financiero. Así pues, aquí interesan
sólo los títulos privados, que serán los únicos que tendré en cuenta en esta exposición.
La clasificación de los títulos valores es útil para el estudio de los títulos valores
principalmente por su valor didáctico166. Así, la clasificación de los títulos valores
permite, entre otras cosas, si no una comprensión cabal, cuando menos una necesaria
aproximación a las diversas notas características de los títulos valores, que, aunque
concurren en todos, no necesariamente lo hacen en la misma medida167.
Ahora bien, los criterios de clasificación que voy a desarrollar a continuación son
naturalmente combinables, ya que, según se lo analice desde el punto de vista de
cada uno de ellos, un mismo título valor merecerá ser englobado en alguna categoría
por cada una de esas clasificaciones168.
POR EJEMPLO, la letra de cambio es:
a) un título de crédito,
b) obligatorio,
c) efecto de comercio,
d) a la orden,
e) constitutivo,
f) literal pleno,
g) abstracto, y
h) discreto.
En cambio, la acción es:
a) un valor negociable,
b) de participación,
c) valor mobiliario,
d) nominativo,
e) declarativo,
f) de remisión,
g) causado, e
h) indiscreto.
Además, muchos de los criterios o factores clasificatorios se refieren a aspectos
variables y contingentes del título valor, en el sentido de que, a veces, la clase a que
pertenece puede ser alterada, variando algún aspecto de su contenido, su forma o su
régimen de emisión, pasando automáticamente a integrarse en otra clase de la misma

166 PÉREZ FONTANA, Títulos-Valores..., cit., p. 187.


167 GARCÍA-PITA, notas pro manscripto, citando alusiones indirectas o implícitas de FERRI.
168 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 150.

FACULTAD DE DERECHO 85
Versión de julio de 2023
§ 53 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

clasificación, y sin que por ello cambie su identidad típica como tal o cual título valor.
Así sucede, por ejemplo, cuando se modifica un bono de obligación, cambiando su ley
de circulación de “al portador” a “nominativo”, o viceversa. Otro ejemplo, en el que la
mutación es más importante, ocurre cuando los pagarés o letras de cambio se emiten
en masa, agrupados en emisiones de títulos homogéneos (cosa que pudo ocurrir y de
hecho ocurrió válidamente en el pasado, pero que hoy por hoy está prohibido en
nuestro país). Así pues, los títulos valores se agrupan, en principio, en clases que, sin
embargo, no son ni únicas ni inalterables169.
Por otro lado, es importante no confundir los diferentes criterios de clasificación, como
ocurre a veces con el criterio de la “forma de emisión” (por ejemplo, “valores
mobiliarios”, si se emiten en serie), el de la “función económica” (por ejemplo, “valores
negociables”, si sirven para la inversión en los mercados centralizados de valores) e
incluso el de la “naturaleza del derecho incorporado” (por ejemplo, “títulos de
participación”, para el caso de las acciones)170.
Por la función económica.
Según su función, es decir, la finalidad económica más específica que (dentro de la
genérica finalidad circulatoria a que me he referido más arriba) tienden a realizar en
el tráfico, los títulos valores pueden dividirse en títulos cambiarios, valores negociables
y títulos de tradición171.
1) Los títulos de pago y crédito o títulos cambiarios sirven, como su nombre indica,
para facilitar el pago de una obligación dineraria o la concesión de crédito (en
sentido económico: el uso temporal de un capital). El título más importante con
función de pago es el cheque. La letra, el pagaré y la factura conformada, en
cambio, tienen primariamente finalidad de crédito. Estos títulos son el modelo más
acabado de títulos valores y los que la Ley peruana regula desde hace más tiempo
y con mayor detalle.
2) Los títulos de tradición sirven para facilitar la disposición de las mercaderías
representadas en ellos. Las cartas de porte terrestre y aéreo, el conocimiento de
embarque y los certificados de depósito son ejemplos típicos de estos títulos. La
carta de porte, por ejemplo, es entregada por el transportista terrestre al cargador,
quien a su vez la entrega, normalmente durante el propio transporte, al destinatario
de la mercadería, contra el pago del precio acordado, verificándose así la tradición
documental de la que habla el art. 903 CC, usualmente en el contexto de una
compraventa sobre documentos (aludida en los arts. 1580 y 1581 CC).
3) Los valores negociables, títulos de inversión o del mercado de capitales sirven al
que los emite para obtener capital, y al que los adquiere para invertirlo. Los

169 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 151.


170 Cfr. GARCÍA-PITA, Introducción…, cit., t. I, pp. 151-152.
171 HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., p. 26 (§ 2). Véase también VIVANTE, Trattato..., cit., vol. III, n. 977

(p. 164), aunque parece bastante claro que el autor, al hablar de distinguir los títulos de crédito
atendiendo a su contenido, hace una amalgama de criterios de clasificación, principalmente entre el
criterio funcional que se desarrolla en el texto y el que atiende a la naturaleza de los derechos
incorporados. Algo similar ocurre, en distintas medidas, con las clasificaciones de los demás autores
consultados: GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos..., cit., n. 56, p. 136; PEREZ FONTANA, Títulos-Valores..., cit., p.
196; GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 69 y ss; SÁNCHEZ CALERO/ SÁNCHEZ-CALERO,
Instituciones..., cit., vol. II, pp. 58-60, y JIMÉNEZ SÁNCHEZ, Derecho Mercantil, cit., vol. II, p. 13.

86
Notas de Títulos Valores § 54

principales ejemplos son los bonos de obligación y las acciones. También van
adquiriendo importancia los certificados de participación en fondos de inversión. A
diferencia de lo que ocurre con otros títulos, los valores negociables se emiten
típicamente en masa (suelen ser, además, valores mobiliarios, pero no
necesariamente tienen que serlo) y tienen carácter fungible, por lo que, cumpliendo
las condiciones exigidas por la regulación del mercado de valores, pueden
negociarse en una Bolsa u otro mecanismo centralizado de negociación. Por su
importancia económica, deberían ocupar un lugar semejante al de los títulos de
pago y crédito en un curso sobre títulos valores, pero su régimen viene siendo
profundamente influido por el del mercado de valores, y obedece a veces a reglas
e instituciones ajenas al Derecho de los títulos valores. Por ello, en estas Notas se
dejarán más bien en un segundo plano.
Según el tipo de derecho incorporado.
Según la clase de derecho documentado, puede distinguirse entre títulos que
incorporan un derecho de crédito, títulos que incorporan un derecho real y títulos que
incorporan un derecho de participación172.
1) Los títulos valores de carácter obligatorio son los que documentan un derecho de
crédito. Son especialmente frecuentes. Por ejemplo: los bonos de obligación
emitidos por los empresarios, la letra de cambio, el cheque.
2) Los títulos valores de contenido real documentan un derecho real. Por ejemplo, el
título de crédito hipotecario negociable o el warrant. A veces un mismo título es a
la vez de contenido real y de carácter obligatorio. Por ejemplo, los títulos de
tradición, como es evidente, incorporan derechos reales (por lo menos, la posesión
de la mercadería representada, generalmente también la propiedad), pero eso no
impide (sino que facilita) que el título también documente el derecho (de crédito) a
obtener del transportista o depositario la restitución de los bienes (que es una
obligación de dar). Por eso VIVANTE pudo defender que estos títulos son, hasta en
el sentido más estricto de la expresión, verdaderos títulos de crédito173.
3) Los títulos de participación documentan la posición jurídica del partícipe en un
interés común o colectivo174. El ejemplo más claro y puro son las acciones de las
sociedades y sus certificados provisionales. Las obligaciones convertibles en
acciones son títulos obligatorios, pero económicamente se hallan muy próximos a
las acciones. Además, también jurídicamente, como todos los valores mobiliarios,
confieren cierta participación en un interés colectivo (representado en este caso
por el sindicato de obligacionistas). En cambio, las acciones sin derecho a voto
son títulos de participación que económicamente se acercan mucho a los bonos
de obligación. Las llamadas “acciones de inversión”, que sustituyeron durante
algún tiempo a las “acciones” laborales (sin que unas ni otras fueran
verdaderamente acciones), parecen ser otro ejemplo de puro título de
participación, distinto de las acciones: no dan participación en el capital (no
confieren la calidad de socio), pero tampoco son un mero pasivo, una mera
obligación de la sociedad, ya que participan en el patrimonio, lo que se representa

172 HUECK/ CANARIS, Derecho..., cit., p. 27 (§ 2); GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, pp. 69 y ss.
173 VIVANTE, Trattato..., cit., vol. III, n. 978 (p. 165).
174 JIMÉNEZ SÁNCHEZ, Derecho Mercantil, cit., vol. II, p. 13.

FACULTAD DE DERECHO 87
Versión de julio de 2023
§ 55 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

contablemente mediante una cuenta patrimonial especial, distinta de la del capital.


Dificultades de otro tipo llevan a la doctrina a considerar los certificados de
participación en fondos de inversión como títulos también mixtos, pero esta vez
con elementos tanto de títulos de crédito, como de participación y de contenido
real.
Según la forma de emitirse.
Otro importante criterio clasificatorio tradicional de los títulos valores, es el que atiende
a la manera de su emisión, según ésta sea seriada y masiva o, por el contrario,
singular175. De acuerdo con este criterio, cuya importancia económica y jurídica ha ido
incrementándose hasta constituir una de las clasificaciones más trascendentes, se
diferencia entre:
1) Efectos de comercio, o títulos de emisión individualizada.
2) Valores mobiliarios, o títulos emitidos en masa, o más exactamente en serie.
Nótese que la diferencia se establece aquí única y exclusivamente entre las formas
técnicas de instrumentar la emisión de los títulos: sea en masa y en serie, sea
individualizadamente, título por título. Según esto, no debe nunca confundirse la
noción de “valor mobiliario”, que es una designación puramente técnica, con la de
“valor negociable”, que implica una referencia funcional: servir a la obtención e
inversión de capitales en un mercado centralizado (como pueden ser las Bolsas de
Valores). Dicho esto, hay que reconocer que ciertamente los valores mobiliarios son
especialmente aptos para servir como valores negociables en Bolsa, pero no por eso
deben identificarse ambas nociones. De hecho, muchos valores mobiliarios pasan
toda su existencia jurídica al margen de cualquier mecanismo centralizado de
negociación, y ocurre también que, observando ciertas condiciones, los efectos de
comercio puedan llegar a ser negociados en mercados centralizados, y utilizados
como valores negociables, sin que por eso puedan llamarse nunca con propiedad
valores mobiliarios.
Por la forma de legitimar a su detentador.
En realidad, la también llamada “ley de circulación” o “forma de designar al titular”,
propiamente solo hace referencia al sistema de del titular de quien está, precisamente
por eso, habilitado para ejercer los derechos cartulares176. En ella se funda, en
cualquier caso, la clasificación más importante de los títulos valores, al menos si nos
atenemos al espacio que dedica nuestra LTV a regularla. Según ella, se distingue
entre títulos nominativos, a la orden y al portador. Debido a que cada una de estas
clases de título será tratada con más detalle más adelante 177, no recojo aquí los
pormenores de esta clasificación.
1) Los títulos nominativos son los que legitiman para ejercer los derechos en ellos
representados al detentador que sea además la persona nominativamente
mencionada en su propio texto, debiendo transmitirse según las reglas (formales)
de la cesión de derechos; si son valores mobiliarios (en soporte físico, o

175 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 209.


176 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 335.
177 Vid. los §§ 104 y 105, en pp. 152 y ss., infra, y con aun más detalle todo el Cap. 5, en pp. 183 y ss.,

infra.

88
Notas de Títulos Valores § 57

“materializados”), deben cumplir además con el transfert. Sin embargo, como


explicaré más delante, son verdaderos títulos valores. Por ejemplo, las acciones.
Pero también son verdaderos títulos valores nominativos las letras de cambio (y
otros títulos a la orden) “nominativizados” mediante la cláusula “no a la orden”, ya
sea desde su origen o a partir de un determinado endoso (cfr. art. 43.1 LTV).
2) Los títulos a la orden son los que legitiman al detentador que sea además, bien la
persona nominativamente mencionada en su texto como tomadora original, o un
sucesor suyo en virtud de una serie ininterrumpida de endosos regulares
expresados en el mismo. Por eso mismo, son títulos transmisibles mediante
endoso. Las letras de cambio, pagarés y cheques (entre otros) son títulos a la
orden “natos”.
3) Los títulos al portador son los títulos que legitiman a su simple detentador para
ejercer los derechos representados en ellos. Por eso mismo, son transmisibles por
simple tradición. Pueden emitirse al portador, por ejemplo, los cheques y los bonos
de obligación.
Por el alcance de su literalidad.
En muchos títulos valores el contenido de lo escrito en el documento es decisivo hasta
el punto de que cualquier tercero de buena fe puede fiarse del mismo de modo
absoluto, mientras que otros carecen de esta característica y remiten a otro
documento —que debe ser público— para determinar con precisión el alcance del
derecho incorporado178:
1) Los primeros son los títulos escriturarios, literales o dotados de fe pública. Por
ejemplo, las letras de cambio y los cheques. También se los llama títulos de
literalidad plena o “completos”.
2) Los segundos son denominados títulos de literalidad semiplena o de remisión. Por
ejemplo, las acciones y los bonos de obligación.
No se debe confundir el uso del término “completo” (y el correlativo de “titulos
incompletos” para los de remisión) aludido en este apartado con el que sirve para
designar el fenómeno regulado en el art. 10 LTV179. Se trata allí de la posibilidad de
que los títulos valores (ya sean “completos” o “incompletos” en el sentido de este
apartado) carezcan de todos los requisitos exigidos por la ley (o sea, estén
“incompletos”) en el momento de su emisión, siempre que lleguen a ser “completados”
regularmente antes de que el titular ejerza el derecho documentado.
Según las relaciones entre el título y el vínculo causal.
En este apartado voy a desarrollar dos criterios de clasificación que son en realidad
diferentes:
1) el primero examina la eficacia que tiene la emisión del título sobre el derecho
documentado (el que queda incorporado al título); y

178GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos…, cit., pp. 140-141 (n. 61).


179Cfr. §§ 90 a 93, en pp. 129 y ss., infra. Incurre parcialmente en esta confusión GÓMEZ, Títulos-
valores…, cit., p. 262.

FACULTAD DE DERECHO 89
Versión de julio de 2023
§ 58 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

2) el segundo examina propiamente la relación entre ese derecho documentado y el


negocio causal.
El primero de estos dos criterios se basa en discriminar si la emisión del título es o no
necesaria para el nacimiento del derecho documentado180, distinguiendo entre:
1) títulos constitutivos, y
2) títulos declarativos.
Por ejemplo, el derecho del accionista (regulado especialmente en los arts. 95 y 96
LGS) preexiste a la emisión del título valor “acción” y sus certificados provisionales
(regulada en los arts. 84 y 87 LGS), por lo que se trata de un título declarativo. De
hecho, en la mayoría de las sociedades no se llegan a emitir los certificados de acción,
que tampoco se documentan a través de anotaciones en cuenta (que son títulos
valores desmaterializados). Así lo admiten expresamente los arts. art. 92 y 91 LGS.
En cambio, la letra es un título constitutivo, ya que para que alguien quede vinculado
cambiariamente es un requisito imprescindible la creación de la letra. En estos títulos
pueden coexistir los derechos del negocio causal y los derechos cartulares en paralelo
(como dos créditos numéricamente distintos), por lo que se les aplica el párr. 2° del
art. 1233 CC.
Ahora bien, es necesario advertir que, en cierto sentido, todos los títulos valores son
constitutivos; no porque todos ellos hagan nacer el derecho documentado (cosa que,
como acabo de decir, no siempre ocurre), sino porque en todos los casos la emisión
del título transforma de alguna manera la realidad jurídica anterior. Así, aunque el
derecho documentado siga siendo uno y el mismo con el que provenía del vínculo
causal, el hecho de documentarlo en un título valor le da unas propiedades que no
tendría en caso contrario181. Y es que la emisión regular del título tiene siempre alguna
eficacia jurídica (por algo se hace), aunque no siempre esa eficacia consista en crear
una relación jurídica nueva, diferente de la causal.
El segundo criterio atiende ya directamente al vínculo causal propiamente dicho, y
cómo aparece en el título, incluso cuando el derecho documentado, según el criterio
anterior, deba considerarse numéricamente distinto de él. Y es que siempre existe
algún tipo de relación jurídica que sirve de base para la emisión del título valor, como
un contrato de compraventa, préstamo o sociedad. Según se conforme la relación
entre el derecho incorporado y el negocio subyacente, se habla de:
1) títulos causados, y
2) títulos abstractos.
El modelo de los títulos abstractos es la letra de cambio. Ésta genera, paralelamente
al crédito causal (por ejemplo, el precio de una compraventa), un crédito que es
autónomo respecto del negocio causal, tanto en lo que hace a su existencia como en
su contenido. En cambio, la acción es un título causal: no crea un segundo derecho
de participación, sino que se limita a documentar el derecho previamente existente.

180 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, pp. 207-208.


181 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 207.

90
Notas de Títulos Valores § 58

Ahora bien, la idea de “abstracción” tiene en realidad dos sentidos diferentes182:


1) que el título valor no revela cuál es el tipo del negocio causal (aspecto que
podríamos denominar abstracción formal del título183 o discreción184); o
2) puede referirse a que la existencia del derecho documentado no está subordinada
a la eficacia de la relación causal correspondiente (aspecto que podría
denominarse abstracción material o sustantiva del título185).
Ambas cualidades pueden (de hecho, suelen) darse a la vez (como en la letra o el
cheque), pero no siempre es así. En cualquier caso, por la literalidad, un título sólo
puede ser materialmente “causado” (depender en su eficacia del negocio causal) si
primero lo es formalmente (si directa o indirectamente lo menciona). Pero no basta
que el título sea “indiscreto” para que su eficacia dependa materialmente de las
vicisitudes del negocio causal. Por ejemplo, el derecho documentado en una carta de
porte o conocimiento de embarque es (más o menos) independiente del contrato de
transporte; en ese sentido, son títulos materialmente abstractos. Pero es obvio que
derivan de ese contrato: son indiscretos. Fenómenos semejantes ocurren fuera del
ámbito de los títulos valores, tanto en el Derecho Civil como en el Mercantil.

182 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 200-201; cfr. también el § 96, en pp. 140 y s., infra. Incluso,
como diré en el § 98, en pp. 144 y ss., infra, hay aun un tercer sentido relevante, no mencionado aquí.
183 Así, GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 201.

184 JIMÉNEZ SÁNCHEZ, Derecho Mercantil, cit., vol. 2, p. 13.

185 GARCÍA-PITA, Introducción..., loc. cit.

FACULTAD DE DERECHO 91
Versión de julio de 2023
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 2
NATURALEZA JURÍDICA DE LOS TÍTULOS VALORES
SUMARIO: I. PLANTEAMIENTO.— 59. Sentido de la pregunta por la naturaleza jurídica.
60. Premisas de la investigación. 61. Las preguntas por resolver. II. SOBRE EL
CARÁCTER CONSTITUTIVO (O NO) DE LA CONFECCIÓN DEL TÍTULO.— 62. Planteamiento
del problema. 63. Teorías sobre la cuestión. 64. La cuestión vista desde el derecho
positivo peruano. III. ESTRUCTURA DEL SUPUESTO DE HECHO CARTULAR (I): TEORÍAS
CONTRACTUALISTAS.— 65. Planteamiento del problema y principales orientaciones.
66. Antecedentes del contractualismo. 67. La teoría del “acto formal”. 68. El
“contrato de entrega”. 69. Desarrollos y variantes de la doctrina del “contrato de
entrega”. IV. ESTRUCTURA DEL SUPUESTO DE HECHO CARTULAR (II): EL
UNILATERALISMO.— 70. Nacimiento y planteamiento general de las tesis
unilateralistas. 71. Desarrollo del unilateralismo: de la creación a la emisión. 72. La
naturaleza del acto unilateral. 73. La doctrina complementaria de la apariencia.
74. Ensayo de síntesis. V. LA POSICIÓN DOCUMENTAL ACTIVA.— 75. Teorías sobre la
cuestión. 76. La teoría de la simple detentación. 77. La teoría de la posesión.
78. Teoría de la (posesión de) buena fe. 79. Teoría de la propiedad. 80. La
propiedad, la incorporación y sus límites ante la posición activa. 81. Carácter
normalmente derivativo de la adquisición cartular.

I. PLANTEAMIENTO
Sentido de la pregunta por la naturaleza jurídica.
Los juristas solemos resumir gran parte de la información que queremos transmitir
sobre un fenómeno jurídico en la expresión naturaleza jurídica. Así, ante un fenómeno
jurídico novedoso, o no tanto, una de las primeras cosas que suele preguntarse es:
“¿cuál es su naturaleza jurídica?”. Y aunque no siempre sea la primera pregunta, es
al menos una pregunta que siempre se hace, sobre todo si la cuestión se aborda
desde un punto de vista académico. No puedo ni pretendo sustraerme a esa regla no
escrita, y no lo haré. Pero –hay un pero–, para abordar la cuestión con fruto, es
necesario saber, en la medida de lo posible, qué es exactamente lo que se busca o
pretende averiguar con la pregunta por la naturaleza jurídica de algo.
Según DIEZ PICAZO1, la búsqueda de la naturaleza jurídica de un fenómeno jurídico
debe desarrollarse en tres momentos:
1) La naturaleza “funcional”, que pretende responder a la pregunta “¿para qué sirve
esta institución en la sociedad?” En el caso de los títulos valores en general, esto

1 DIEZ-PICAZO Y PONCE DE LEÓN, Luis; El arbitrio de un tercero en los negocios jurídicos, Bosch Casa
Editorial, Barcelona, 1957, p. 107. El autor lo dice sólo de la naturaleza jurídica de su objeto de
investigación en esa obra, que es el arbitrio de un tercero, pero me parece evidente que vale lo mismo
para cualquier otra institución. Lo que me sorprende es el poco eco, que me conste, que en otros
autores e incluso en las obras posteriores del propio autor, ha tenido tan clara y útil sistematización. En
cualquier caso, advierto que no sigo exactamente los conceptos dados por el autor a cada una de las
“naturalezas jurídicas” aquí consideradas.

— 93 —
§ 59 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

ya ha quedado bastante claro (o eso espero)2: facilitar la circulación de derechos


patrimoniales mediante su incorporación en un documento.
2) La naturaleza “estructural”, que pretende responder a la pregunta “¿cómo se
configura este fenómeno?”, es decir, cuál es su estructura básica y cuáles sus
elementos. La respuesta a este aspecto de la naturaleza jurídica puede describir
el fenómeno como perteneciente a una de estas tres grandes categorías:
a) sujeto de derechos;
b) hechos jurídicos; o
c) relaciones, situaciones o efectos jurídicos en general.
Cada una de estas categorías, a su vez, comprende algunas subcategorías
estructurales (por ejemplo, los sujetos pueden ser personas naturales o jurídicas;
los hechos, meros hechos jurídicos, actos jurídicos en sentido estricto, negocios
jurídicos, etc.); obviamente no puedo extenderme aquí sobre todas ellas.
3) Finalmente, la naturaleza “sistemática” o “didáctica” pretende averiguar a qué área
del Derecho (como ciencia), y dentro de ella, a qué parte, pertenece el estudio de
la figura. En el caso de los títulos valores, ya he expuesto por qué considero que
pertenece al Derecho Mercantil3, y concretamente al ámbito de las obligaciones
mercantiles4.
Según esto, sólo quedaría por resolver aquí la cuestión de la naturaleza jurídica de
los títulos valores desde el punto de vista estructural. Cabe preguntarse, por tanto:
1) En el plano del supuesto de hecho: ¿son los hechos jurídicos vinculados a la
emisión y circulación de los títulos valores simples hechos o verdaderos actos
jurídicos? Si esto último, ¿actos en sentido estricto o negocios jurídicos? Si
negocios, ¿promesas unilaterales o contratos?
2) En el plano de los efectos jurídicos, ¿generan los títulos valores relaciones
jurídicas nuevas, o simplemente modifican la subyacente? ¿Cómo se configura la
relación jurídica patrimonial derivada de un título valor o modificada por su
incorporación a él?
Todas éstas, y quizá otras más, son las cuestiones que tocaría abordar al discutir la
naturaleza jurídica de los títulos valores desde el punto de vista estructural.
A partir de este momento seguiré principalmente las exposiciones de Cándido PAZ-
ARES5 y de Heinrich Otto LEHMANN6 sobre la naturaleza, específicamente, de la letra
de cambio. Como es lógico, procuraré extrapolar sus ideas al conjunto de los títulos
valores. Sin embargo, el hecho de que me base en ellos no quiere decir que esté de
acuerdo con todos, ni siquiera con varias de las principales posturas de esos autores

2 Vid. § 37, en pp. 7 y ss., supra.


3 Vid. §§ 9 a 12, en pp. 23 y ss., supra.
4 Vd. § 16, en pp. 34 y ss., supra.

5 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit.

6 LEHMANN, Heinrich Otto; Lehrbuch des deutschen Wechselrechts: Mit Berücksichtigung des

österreichischen und des Schweizer Rechts, Stuttgart, Enke, 1886, pp. 145-277. Con toda probabilidad,
este trabajo es la base, a su vez, de la exposición de PAZ ARES.

94
Notas de Títulos Valores § 60

(especialmente con las del primero). Aun así, los sigo porque son las exposiciones
más ordenadas y completas de que he podido disponer. En otras palabras, por regla
general, sólo adoptaré algunos aspectos del planteamiento de los problemas que
hacen (las soluciones, solo algunas veces), así como el hilo principal de la sucesión
de teorías y el resumen del contenido de éstas.
Premisas de la investigación.
Teniendo en cuenta la importancia relativa de las construcciones teóricas7, creo
necesario recordar, antes de adentrarme en la averiguación de la naturaleza de los
títulos valores, tres premisas8 de partida, que ciertamente describen el funcionamiento
real de los títulos valores, aunque no lo expliquen:
1) Toda la disciplina de los títulos valores se basa en diferenciar dos planos:
a. uno causal, fundamental, originario o subyacente, y
b. otro cartular, cartáceo o documental9.
2) Hay que tener en cuenta, además, que la situación recíproca de esos dos planos
de desenvolvimiento de las relaciones jurídicas oscila entre:
a. la concurrencia, pues se dirigen a satisfacer la misma necesidad económica; y
b. la alternancia, pues sólo se debe verificar la eficacia jurídica plena de uno de
los dos planos, no de los dos a la vez10.
3) Los títulos valores, al estar funcionalmente orientados a proteger la circulación
documental de los derechos, tienen un doble régimen, incluso dentro del plano
cartular, según que la relación jurídica se aprecie:
a. inter partes, es decir, entre quienes la contrajeron originalmente o sus
causahabientes extradocumentales: es el tramo de los efectos inmediatos del
título o de los actos cartáceos; o
b. inter tertios, es decir, entre terceros no vinculados entre sí sino por efecto de la
virtualidad circulatoria del título: el tramo circulatorio del título valor11.
Es importante en particular distinguir esta tercera premisa de la primera:
1) una cosa es señalar la diferencia de planos causal y documental, y
2) otra la distinción de tramos inmediato y circulatorio.
Las tres son premisas que expresan inmediatamente algunos rasgos muy claros de la
disciplina cartular, por lo que deberían quedar al margen de la discusión que sigue.

7 Como decían los romanos, non ex regula summatur ius, sed ex iure quod est regula fiat, señalando
así que más importante que una teoría absolutamente coherente es declarar correctamente el derecho
en los casos concretos.
8 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 11-17.

9 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 11-12. Premisa que suele ser adecuadamente expuesta por

otros autores. Entre nosotros, vid. por todos MONTOYA, Com. al art. 1 LTV ant., cit., n. 3 (p. 8).
10 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 13.

11 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 14-16.

FACULTAD DE DERECHO 95
Versión de julio de 2023
§ 61 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Ésta se suscita sólo a la hora de traducir esas premisas en términos doctrinales,


racionalizándolas en una “teoría” o construcción jurídica12.
Las preguntas por resolver.
Sobre la base de esas tres premisas es posible, por tanto, empezar a plantear los
problemas que se han de resolver a propósito de la naturaleza jurídica de los títulos
valores. Desde mi punto de vista, y recordando las conclusiones que se deducían de
la doctrina de DIEZ PICAZO sobre los diferentes aspectos de la naturaleza jurídica, la
dos primeras cuestiones son las que ya entonces enunciaba como pendientes:
1) ¿Qué nace de los títulos valores? Es decir, se trata de explicar la eficacia de los
títulos valores o, lo que es lo mismo, el plano de sus efectos jurídicos. Se dirá que
ello se hace ya al desarrollar la fisonomía de las relaciones jurídicas cartáceas. No
es del todo cierto, porque en ese contexto se pasa por alto una pregunta
fundamental que es necesario responder aquí, y es la pregunta sobre la eficacia
constitutiva o meramente declarativa de los títulos valores.
2) ¿Qué lo hace nacer? Y entonces debe explicarse el significado de la emisión de
los títulos valores y los demás actos o negocios cartulares, lo que implica
desarrollar la teoría de la fuente de las relaciones cartáceas en el plano de los
hechos jurídicos.
A estas preguntas (y sobre todo a la segunda) pretenden responder las “teorías
cambiarias”, llamadas así por su especial relevancia en el ámbito cambiario, para el
cual fueron originalmente propuestas. En su respuesta está el núcleo de la cuestión
por la naturaleza jurídica (estructural) de los títulos valores, y será objeto principal del
resto de este capítulo. Pero, aunque en mi opinión resulta fundamental hacerlo, lo
cierto es que las teorías cambiarias clásicas no parecen distinguir adecuadamente las
dos preguntas. En todo caso, ponen el énfasis en la segunda, pero como no puede
evitar hacer afirmaciones pertenecientes al ámbito de la primera, a veces llegan a
soluciones paradójicas, simplemente por haber pasado por alto el contexto de su
propia discusión.
Ahora bien, PAZ-ARES13 sostiene que, a partir de las tres premisas que propone, son
al menos tres las cuestiones que exigen respuesta, para hacerse una idea cabal de la
naturaleza jurídica de la letra de cambio (y de los demás títulos valores). Más aun, la
primera de las tres preguntas de PAZ-ARES14 engloba, por su tenor literal, las dos que
acabo de mencionar, aunque en la intención del autor sólo trata de la segunda, pues
el primer punto15 lo trata él como una suerte de “cuestión previa”16, antes de entrar
propiamente en materia. Las otras dos preguntas que el autor propone como
fundamentales, y que elevarían el número total de cuestiones por resolver a cuatro,
son las siguientes:

12 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 16-17.


13 Cfr. Naturaleza jurídica…, cit., pp. 54-55.
14 “¿Cómo nace la obligación cambiaria tanto inter partes como inter tertios?”, op. cit., p. 54.

15 Que el autor denomina la cuestión de la “autonomía” de la letra de cambio, aunque con ese nombre,

no sin cierta inexactitud y potencial ambigüedad, se refiere en realidad a su “carácter constitutivo”.


16 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 21-54.

96
Notas de Títulos Valores § 62

3) ¿Cuál es la fisonomía de la relación jurídica cartular? Se trata de averiguar cómo


es esta relación jurídica y, concretamente, las obligaciones nacidas del título o
incorporadas a él, lo cual se responde haciendo una revisión de los principios que
definen y los caracteres que rigen los títulos valores y de los efectos que la ley
atribuye a su emisión17.
4) ¿Cómo se coordinan los planos causal y cartular de modo que no se traslade al
resultado económico la dualidad derivada de la diferenciación de los planos? Y
entonces deben estudiarse los diferentes mecanismos legales que permiten
coordinar la relación cartácea con la subyacente18.
Según PAZ-ARES19, las preguntas segunda y tercera deben responderse, a su vez,
desde una perspectiva necesariamente dualística, según la tercera de sus “premisas”;
es decir, diferenciando lo que vale para el tramo inter partes y para el circulatorio.
Como se verá en el desarrollo de la materia, no comparto plenamente esa afirmación
(en especial respecto de la segunda pregunta).
Una cosa es cierta: las respuestas de todas las preguntas planteadas se entrecruzan
e implican estrechamente entre sí. Y como hay muchas combinaciones de respuestas
posibles, el resultado es que el conjunto de las “teorías cambiarias” compone un
cuadro literalmente abigarrado: muy variado y colorido; al punto que casi puede
decirse que hay una teoría cambiaria por cada autor que trata del tema.

II. SOBRE EL CARÁCTER CONSTITUTIVO (O NO) DE LA CONFECCIÓN DEL TÍTULO


Planteamiento del problema.
La cuestión de fondo que se discute a propósito de la primera de las cuatro preguntas
arriba planteadas es la de la eficacia constitutiva de los títulos valores. Esto mismo
lleva a advertir que, si hemos admitido al clasificar los títulos valores que los hay
constitutivos y también meramente declarativos, está claro que la respuesta de esta
pregunta será distinta según el título de que se trate (constitutivo o declarativo).
La cuestión es importante sobre todo en materia cambiaria. Se planteó originalmente
alrededor de la eficacia de los títulos cambiarios, y concretamente de la letra de
cambio. Afecta, no obstante, a toda la teoría de los títulos valores, desde que hay
teorías al respecto que niegan el hecho mismo de que las letras de cambio (o cualquier
otro título valor) puedan ser jamás títulos constitutivos: es decir, que niegan la
posibilidad misma de que existan títulos constitutivos. Con ello ponen en cuestión un
aspecto de la propia noción de título valor. En cambio, que yo sepa, a nadie se le ha
ocurrido nunca decir que no haya títulos declarativos, salvo quienes restringen tanto
la noción misma de título valor que sólo caben en ella los títulos genuinamente
constitutivos. Pero entonces no es que nieguen la calidad de declarativos de ciertos
títulos, sino que les niegan la condición de títulos valores.

17 Materia en este trabajo de la sección IV (§§ 40 a 47) del Cap. 1, en pp. 59 y ss., supra, y del Cap. 3,
en p. 119 y ss., infra.
18 Materia que en este trabajo examino en las Secciones IV del Cap. 6 (§§ 192 y 194) y III del Cap. 7,

(específicamente, el § 217), infra.


19 Naturaleza jurídica…, cit., p. 54.

FACULTAD DE DERECHO 97
Versión de julio de 2023
§ 63 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Por otro lado, debe recordarse que, por muy “declarativo” del derecho incorporado que
sea un título valor, si emitirlo tiene algún efecto jurídico, está claro que en esa misma
medida todo título es necesariamente “constitutivo” de ese efecto, fuere el que fuere20.
Por eso ha de quedar claro que en la investigación que sigue de lo que se trata es del
“carácter constitutivo” del título en el sentido de si es “fundante de una relación jurídica,
nueva y diferente de la causal o subyacente”, o no.
Según PAZ-ARES21, la respuesta que se dé al problema del “carácter constitutivo” (o
“autonomía”, en su terminología) es la manera técnico jurídica de construir la primera
de sus “premisas” (la diferenciación de planos). En otras palabras, se trata de
averiguar qué significado jurídico preciso tiene esa diferenciación de planos.
Teorías sobre la cuestión.
De acuerdo con lo expuesto, existen tres orientaciones fundamentales en la doctrina
sobre la cuestión del carácter constitutivo, o no, de los títulos cambiarios22:
1) Las teorías monistas o causalistas fueron propugnadas sobre todo por los autores
franceses del s. XIX. Ingeniosos y agudos renovadores de estas tendencias son
FERRI, en Italia, con su peculiar teoría de la circulación de la “legitimación” para el
ejercicio del derecho (en su caso, de manera independiente a la del derecho
mismo)23, y Jesús Rubio, en España24. Según PAZ-ARES, también habría que
adscribir a esta tendencia, aunque con salvedades, las teorías “procesalistas” de
los italianos Redenti y, sobre todo, Carnelutti25. Estas teorías, al dar especial
importancia a la segunda “premisa” (concurrencia y alternancia de los planos),
aseguran que sólo existe una obligación: la causal. El “plano cambiario” no tendría,
para quienes siguen esta orientación, autonomía sustancial alguna, sino un mero
significado formal, procesal, etc. Es decir, sería un mero conjunto de “efectos
especiales” derivados del hecho de la incorporación en la letra de cambio del
derecho subyacente y la verificación de ciertas situaciones también especiales
(fundamental, aunque no únicamente, la circulación cambiaria).
2) Las teorías mixtas fueron defendidas especialmente por W IELAND en Alemania y
PAVONE LA ROSA, entre otros autores, en Italia, y adoptada al parecer por los
Tribunales Supremos de Italia y de España en algunos fallos anteriores, en el
segundo caso26, a la Ley Cambiaria y del Cheque es. de 1985. Estas doctrinas

20 Es el problema que, hablando de otra materia (el Registro Mercantil), SCHMIDT, Karsten; Derecho
Comercial, trad. de la 3ª ed. alemana de Federico E. G. Werner, con la supervisión de Rafael Manóvil,
Astrea, Buenos Aires, 1997, pp. 401-402, llama de la relatividad del carácter “constitutivo” de un hecho:
¿constitutivo de qué? Vid. al respecto lo que digo en el § 58, en la p. 15, supra.
21 Naturaleza jurídica…, cit., pp. 21-24.

22 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 24.

23 FERRI, Títulos…, cit., pp. 23-54, aunque admite expresamente una posible “eventual” eficacia

constitutiva del documento (p. 28).


24 Cuyo Derecho cambiario, Madrid, 1973, no he podido estudiar directamente, sino a través de PAZ-

ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 27-28, 33 y 50, y de la recensión de CHICO Y ORTIZ, José María;
“RUBIO Y GARCÍA MINA, J.: Derecho cambiario. Madrid, 1973”, en 501 Revista Crítica de Derecho
Inmobiliario (1974), pp. 435-442 (pp. 436 y 437).
25 Naturaleza jurídica…, cit., p. 27.

26 Se citan sobre todo las SSTS del 17 de enero de 1970, [1970] RA 172, 4 de octubre de 1978, [1978]

RA 3003, y 9 de diciembre de 1983, (1984) CCJC4, 1188.

98
Notas de Títulos Valores § 64

privilegian la tercera premisa, que advierte que el régimen de la letra de cambio es


diferente en los tramos inmediato y circulatorio del título. De este modo, la letra de
cambio sería entre las partes meramente declarativa y, además, “causal”, en el
sentido de que le dan importancia a la causa del negocio jurídico en la
configuración de la relación jurídica; en cambio, entre terceros, sería constitutiva y
abstracta, esto es, indiferente a las vicisitudes del fin o causa del negocio que le
dio origen. PAZ-ARES, que simpatiza con esta orientación, la corrige, haciéndola
dualista, pero conservando el régimen “causal” del tramo inmediato y el abstracto
en el circulatorio27; es decir, a grandes rasgos, sigue a Ulmer.
3) Las teorías dualistas, que son las más seguidas, afirman que la letra es siempre
constitutiva. El armazón conceptual de esta orientación se organizó en el siglo XIX,
especialmente en Alemania, sobre la base del sistema cambiario germánico, y se
generalizó con la unificación cambiaria de Ginebra. Tiene a su vez dos
orientaciones:
a) la primera hace a la obligación cambiaria abstracta en todos los casos (con el
correctivo de la exceptio doli), y es la clásica alemana (por ejemplo, LEHMANN28,
seguido por HUECK/CANARIS29, Zöllner, Meyer-Cording, etc.), bastante aceptada
también en Italia (Bonelli, Santini, Pellizzi, Martorano)30;
b) la segunda, admitiendo que la letra es siempre constitutiva, hace a la obligación
cartular causal inter partes y abstracta inter tertios (seguida en Suiza por Jäggi
y Meier Hayoz/von der Crone; en Austria por Kapfer y Ostheim; en Francia por
Lescot/Roblot, Escarra, Ripert y Jugglart/Ippolito; en Alemania sobre todo por
Ulmer, Huber y BAUMBACH/HEFERMEHL31)32.
La cuestión vista desde el derecho positivo peruano.
El gran problema de las teorías mixtas viene a ser su falta de coherencia interna, ya
que no consiguen explicar la peculiar fenomenología que pretenden observar en la
vida de la letra de cambio (y demás títulos cambiarios): el paso constante de la unidad
a la dualidad de obligaciones y viceversa.
A su vez, el problema de las teorías monistas, al menos en un sistema cambiario como
el nuestro, es su poca adecuación a la fenomenología jurídica, a la función económica
que cumplen los títulos valores en el tráfico, y a las previsiones normativas de la ley,
aunque es en sí misma perfectamente coherente en el plano lógico:
1) Se opone a las previsiones normativas del art. 1233 CC, referido precisamente a
los títulos valores “que constituyan órdenes o promesas de pago”, es decir, a los
títulos cambiarios: si la entrega de títulos valores no extingue la obligación

27 Naturaleza jurídica…, cit., pp. 39-43.


28 LEHMANN, Lehrbuch…, cit., p. 207 (§ 60).
29 Derecho…, cit., pp. 35 (§ 2) y 56-57 (§5).

30 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 52.

31 BAUMBACH, Adolf, y HEFERMEHL, Wolfgang; Wechselgesetz und Scheckgesetz mit Nebengesetzen

und einer Einführung in das Wertpapierrecht, 20ª ed., Beck, Múnich, 1997, pp. 52-53 (n. mg. 10 de la
intr. al WG), aunque a tenor estricto de sus expresiones, su intento es sólo el de “limitar” el carácter
abstracto (que sigue presente, por tanto) del título cuando se opone inter partes en la relación causal.
32 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 53-54.

FACULTAD DE DERECHO 99
Versión de julio de 2023
§ 64 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“primitiva”, que sigue igual, el título valor representa una obligación distinta de ella,
y por lo tanto es constitutivo. Si se pacta en contrario como permite hacerlo el
artículo comentado, el título será constitutivo con más razón, pues entonces la
emisión extingue la obligación original, y la contenida en el título será totalmente
distinta de ella, hasta el punto de poder sustituirla en vía de novación 33. Por último,
si la exigibilidad de la obligación original entra en suspenso mientras el título no
sea pagado o se perjudique por culpa del acreedor, como dispone el párr. 2° del
precepto en cuestión, la que permanece siempre exigible es la cartular, que resulta
evidentemente distinta de la primera34.
2) Se opone también a lo dispuesto por el art. 1279 CC, si éste se interpreta a la luz
de lo establecido en el art. 1233 arriba comentado. El art. 1279 CC, aisladamente
considerado, podría dar la impresión de corroborar la tesis monista, pues parece
aplicar a la emisión de títulos valores el carácter de un “cambio accesorio de la
obligación” (original, se entiende). Pero como he dicho, esto no es así, sino en la
medida en que, siendo una obligación verdaderamente nueva y autónoma, la
contenida en el título valor no es incompatible con la subsistencia de la primitiva,
porque entra a tallar lo dispuesto en el art. 1233 CC35. En cambio, si se pactase lo
contrario de lo dispuesto en ese artículo, está claro que necesariamente habría
novación, porque ese mismo pacto, en virtud del carácter constitutivo de los títulos
valores cambiarios, implicaría la voluntad indubitable de novar (cfr. art. 1277 CC).
3) Además, el art. 94 LTV, que completa la regulación de las relaciones entre el plano
causal y el cartáceo, se pone precisamente en el caso de coincidencia en la misma
persona de la legitimidad para exigir judicialmente ambas. La norma admite
claramente la posibilidad de “elegir” la pretensión derivada de una u otra relación,
lo que implica una distinción real de ambas36, e insiste en la posibilidad de probar
que la emisión del título respondía a un animus novandi (art. 94.3 LTV). Este
artículo no sólo descarta la adecuación a nuestro derecho positivo de las tesis
monistas, sino también de las mixtas.
4) Adicionalmente, el conjunto del articulado de la LTV, al configurar la relación
jurídica cartácea como lo hace, con los caracteres de literalidad, autonomía,
solidaridad cambiaria, etc., y especialmente al consagrar la inoponibildad de las
excepciones causales (cfr. art. 19 LTV), claramente establece una distinción real o
sustantiva entre ambos planos. ¿Cómo puede decirse que la obligación
incorporada en el título valor es numéricamente la misma que la obligación causal
cuando ninguno de los elementos de ésta puede alegarse para efectos de su
eficacia jurídica, sino sólo los que hubiesen sido literalmente recogidos en el título?

33 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 31-32 y 44, citando los arts. 1170 y 1204 CC es., el primero
de los cuales es equivalente (de hecho, es su antecedente) a nuestro art. 1233 CC, y el segundo a
nuestro art. 1277 CC.
34 El art. 1233 CC será objeto de estudio más profundo y pormenorizado al tratar del tema de la

coordinación de los dos planos, causal y cartular, entre los que normalmente se desenvuelve el título
valor. Lo mismo puede decirse del art. 94 LTV, que comento a continuación.
35 GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter (Dir.) ET AL.; Código Civil comentado, 2ª ed., Gaceta Jurídica, Lima,

2007, t. VI, Com. al art. 1279 CC (n. 2, a), a cargo de Federico MESINAS MONTERO (en adelante citaré
esta obra de la siguiente manera: GUTIÉRREZ/ MESINAS, Com. al art. 1279 CC, con los cambios de
números y personas que sean necesarios).
36 BEAUMONT/ CALLIRGOS, Com. al art. 94 LTV, cit., pp. 459-471 (especialmente pp. 461-462, n. VI), con

abundantes referencias también al art. 1233 CC (especialmente a partir de la p. 464, n. VIII).

100
Notas de Títulos Valores § 65

Así, contra el ejercicio de los derechos documentales ni siquiera entre partes


puede alegarse el monto de la obligación subyacente, tampoco su tasa de interés,
ni su fecha de devengo, ni su vencimiento... ¡ni siquiera su especie!, si todos estos
extremos de la obligación cartácea fuesen distintos a los de la obligación causal,
con tal de que pueda considerarse su justo equivalente económico. Sólo se admite
la invocación, entre partes, de las excepciones o defensas legítimas derivadas del
negocio fundamental, igual que se admiten, en el mismo plano, las defensas
derivadas de otras posibles relaciones jurídicas entre las mismas partes (las
llamadas relaciones personales: art. 19.2 LTV), que evidentemente no tienen nada
que ver con la relación documental (por ejemplo, la posibilidad de compensar la
deuda cambiaria con un crédito diverso contra el tenedor de la letra). Está claro
entonces que nuestro derecho de los títulos valores configura los títulos cambiarios
como verdadera y propiamente constitutivos, con todas sus consecuencias.
5) Por último, sería muy difícil aseverar la identidad numérica de la obligación cartular
y la causal cuando la propia LTV distingue la prescripción de una y de otra. La
prescripción de las obligaciones cambiarias sigue un régimen propio, totalmente
especial (arts. 96 y 97 LTV), diferente tanto del de la pretensión de enriquecimiento
sin causa (art. 99 LTV) como del de las obligaciones causales, que se sujetan a lo
previsto para ellas en las leyes que les resulten apicables (art. 100 LTV37). Es
inconcebible que un solo y mismo derecho prescriba dos veces, según reglas y en
plazos distintos38.
En conclusión, en nuestro sistema cambiario, al menos, debe aceptarse la tesis
dualista, que es la única coherente con el conjunto de la regulación legal. Si la
obligación derivada del título debe considerarse como verdaderamente abstracta o no,
cuestión importantísima para describir la configuración de las relaciones
documentales, es una que dejo de lado de momento, para discutirla más adelante.
Y con referencia al Derecho de los títulos valores en su conjunto, puede afirmarse que
el carácter constitutivo o meramente declarativo de los títulos valores no es algo que
dependa de la función general de todos ellos, que es su vocación a la circulación
documental. Más bien, se trata de una cuestión cuya respuesta depende de la función
específica de cada título o grupo de títulos, de modo que:
1) hay verdaderos títulos valores declarativos (los valores mobiliarios, en general,
pueden considerarse meramente declarativos); pero
2) también los hay verdaderamente constitutivos (por principio, los títulos cambiarios
lo son).

III. ESTRUCTURA DEL SUPUESTO DE HECHO CARTULAR (I): TEORÍAS CONTRACTUALISTAS


Planteamiento del problema y principales orientaciones.
Voy a abordar ahora la cuestión que ocupa el núcleo de las “teorías cambiarias”: el
intento de explicar cómo se constituye la obligación cartular. De hecho, en los
apartados que constituyen esta sección abordaré la cuestión sólo desde el punto de
vista de cómo se constituye el lado pasivo de la relación cartular, es decir, de qué

37 BEAUMONT/ CALLIRGOS, Com. al art. 100 LTV, cit.


38 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 31 y 43-44.

FACULTAD DE DERECHO 101


Versión de julio de 2023
§ 65 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

manera se vincula el emisor del título en los términos cartáceos. A la perspectiva


activa, es decir, al modo como el tenedor asume el derecho documentado, dedico una
sección propia más adelante39.
Aplicado al conjunto de los títulos valores, la cuestión que nos ocupa implica
preguntarse por la constitución de los “efectos” (pasivos) cartulares en general:
1) ya sea que éstos consistan, como en los títulos constitutivos, en el nacimiento de
una nueva obligación, distinta y paralela a la causal; o
2) sólo en un nuevo “estado cartular” de la única relación jurídica subyacente, si el
título es meramente declarativo.
Como he explicado más arriba, lo que intentaré responder en éste y los próximos
apartados es propiamente la pregunta por la estructura del supuesto de hecho al que
el ordenamiento jurídico conecta la constitución de los efectos documentales40.
Se trata de la gran disputa que, en materia primero de la letra de cambio y luego de
todos los títulos valores, se desarrolló con gran vehemencia en Europa continental
desde fines del s. XIX hasta mediados del XX. Después la discusión, sin desaparecer,
se ha serenado notablemente, y así continúa hasta nuestros días41.
Los intentos de solución del problema han seguido, simplificando al máximo la
cuestión42, dos grandes matrices:
1) Las tesis contractualistas pretenden construir los actos cartáceos como verdaderos
contratos. Además de representar la explicación tradicional de la letra de cambio,
y tras un periodo de cierta decadencia, estas doctrinas han vuelto a ser de
aceptación mayoritaria entre los autores alemanes de la actualidad, así como entre
muchos españoles.
2) Las tesis unilateralistas, en cambio, prefieren construir dicho supuesto de hecho
como un acto unilateral del emisor, o del sucesivo interviniente en el documento.
Actualmente gozan de aceptación mayoritaria en la doctrina italiana, entre algunos
autores españoles y en Iberoamérica.
Habría que agregar una tercera postura que podríamos llamar ecléctica, y entre cuyos
defensores se sitúa el propio PAZ-ARES43. Según su punto de vista, las orientaciones

39 Vid. §§ 75 a 81, en pp. 91 y ss., infra.


40 Cfr. PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 58.
41 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 59.
42 De hecho, no quedan comprendidas en esta caracterización algunas de las teorías más extremas (y

por eso mismo más olvidadas), como la de la “personificación del título” (Personifikationstheorie) de
Bekker, Volkmar y Löwy, o la del “acreedor artificialmente individualizado” (Theorie des künstlich
individualisierten Gläubiger) de Jolly, de las que nos habla LEHMANN, Lehrbuch…, cit., pp. 178-179 (§
51) y 182-184 (§ 53), respectivamente, entre otras.
43 Naturaleza jurídica…, cit., pp. 60 y 140-168. Aunque en realidad, bien entendida, la postura de PAZ-

ARES es más bien contractualista. Sin embargo, le da tanta importancia a la doctrina de la apariencia,
que a veces da la impresión de colocarla no en un papel secundario y meramente complementario,
como le corresponde, sino como independiente y casi al mismo nivel que la explicación básica, de
matriz contractual, de la obligación cambiaria. Con esto da la impresión de que su explicación total es
en realidad ambivalente y plurifacética, dependiente de dos supuestos de hecho alternativos con un
funcionamiento independiente el uno del otro: lo que llamo en el texto su “postura ecléctica”.

102
Notas de Títulos Valores § 66

mencionadas adoptan perspectivas que en realidad resultan complementarias, pues


en el tramo inter partes la aproximación más adecuada sería la contractual, mientras
que en el tramo inter tertios lo sería la unilateral.
Ahora bien, antes de seguir adelante, hay que tener en cuenta que, en gran medida,
la polarización de posiciones manifiesta la divergencia de opiniones sobre cómo
deberían resolverse en la práctica dos problemas fundamentales44:
1) Cómo tratar los vicios del consentimiento que puedan afectar la creación y emisión
de la letra de cambio (y demás títulos valores).
2) Cómo resolver los casos en que el título es emitido involuntariamente (robo,
extravío, etc., con sucesivo reingreso al tráfico).
Estas cuestiones no estaban resueltas explícitamente en las leyes cambiarias
vigentes en la época en que se plantearon las tesis que vamos a estudiar, de modo
que había que construir las respuestas mediante la analogía y el recurso a los
principios generales. Así, quienes preferían proteger a los terceros de buena fe
optaban por postular una tesis unilateral, mientras quienes preferían proteger al
emisor se refugiaban en las tesis contractuales45.
La respuesta que habría que dar hoy a estas cuestiones concretas está normalmente
contenida en las leyes positivas (como en el Perú) o condicionada por otras
provisiones de ellas. De hecho, positivamente se ha tendido a adoptar un cierto
dualismo, según que el problema se presente inter tertios o inter partes (lo cual puede
explicar posiciones como la de PAZ ARES). Así:
1) Los vicios de la voluntad en la celebración del negocio que dio origen al documento
son oponibles de modo pleno inter partes, mientras que ante un tercero adquirente
de buena fe sólo pueden esgrimirse como defensa aquellos vicios que hagan
inimputable para el presunto obligado la documentación del derecho (cfr. incs. b y
c del art. 19.1, y arts. 19.2 y 19.3 LTV).
2) Del mismo modo, la emisión involuntaria del título voluntariamente creado sólo es
oponible a los terceros que no sean de buena fe (cfr. art. 24 LTV).
De todos modos, sigue siendo necesario explicar correcta y coherentemente estas
soluciones en el contexto del resto de las normas, determinar adecuadamente su
alcance exacto y sus límites, el modo de resolver innumerables casos no previstos de
modo claro en la ley, etc.
Antecedentes del contractualismo.
Cuando se habla de las teorías contractualistas de los títulos valores se debe distinguir
de éstas las teorías que, antes de la configuración definitiva de los sistemas
cambiarios modernos, intentaban explicar el antiguo contrato de cambiando, que fue
el origen de la letra de cambio46.
Sin embargo, generalizado ya el endoso (y con ello, según algunos, convertida ya la
letra en verdadero título valor, por su destino circulatorio), tiene importancia como
antecedente de las modernas doctrinas cambiarias contractualistas la propuesta de

44 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 61.


45 Ibid.
46 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 108-109.

FACULTAD DE DERECHO 103


Versión de julio de 2023
§ 66 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

HEINECIO, que ya en el s. XVIII plantea una teoría de la letra de cambio propiamente


dicha que resulta sorprendentemente moderna. Dicho autor, apelando a la antigua
categoría romana de los contratos litteris, sostiene que el contrato de cambio se forma
cuando la letra se redacta de común acuerdo entre el librador y el tomador, de
conformidad con las formalidades exigidas por la ley47:
“Con más acierto observaron Schilter (…) y Stypmann (…) que este negocio
cambiario consta de varias convenciones, y que éstas no son en todo
semejantes a los contratos del Derecho Romano. En primer lugar contratan
entre sí el tomador y el librador. Aquél entrega dinero, para que éste le dé la
letra de cambio: éste, recibido el dinero, manifiesta y responde [emite una
sponsio] que él será devuelto en otro lugar. Que este contrato se aproxima a la
naturaleza del contrato literal, lo observó ya entre otros J. H. Boehmer (…).
Se podría objetar que la escritura o la letra es más algo natural que esencial
del cambio, pues si de otra manera pudiese probarse que entre los contratantes
se ha convenido devolver en otro lugar el monto aquí entregado, nada impide
que de allí nazca una obligación (…). Pero yo respondería que entonces nace
una obligación, mas no cambiaria; se da una acción, pero no cambiaria.
Igual importe tiene el argumento por el que Stypman (…) opone a nuestra
conclusión que el cambio no puede llamarse contrato literal porque no paga el
que escribió, sino un tercero extraño, y que no paga por haber escrito, sino por
haber recibido el dinero. Pues a lo primero respondería que en sentido jurídico
paga verdaderamente quien paga por medio de otro (leyes 56 y 87 del título De
solutionibus et liberationibus del Digesto48); a lo segundo, en cambio, que es

47 HEINECIO, Juan Teófilo (Johannes Gottfried HEINECKE); Elementa iuris cambialis commoda auditoribus
methodo adornata, C. Felsecker, Núremberg, 1764, p. 25 (Cap. 3, §§ VI a IX): “Rectius ergo observarunt
Schilter. (…) et Stypmanus (…) ex pluribus conventionibus constare negotium istud cambiale, easque
contractibus iuris Romani non per omnia similes esse. Primum enim inter se contrahunt remittens et
trassans. Ille numerat pecuniam, ut hic det litteras cambiales: hic acceptam a se pecuniam scriptis litteris
fatetur, spondetque, eam alio loco solutum iri. Hunc vero contractum proxime accedere ad naturam
contractus litteralis, post alios observavit Iust. Henning. Boehmerus (…). [§ VII] Obiici posset, scriptura
vel litteras magis ad naturalia, quam ad essentialia cambii pertinere, et si aliunde probari possit inter
contrahetes ita convenisse, ut pecunia hic numerata alibi reddatur, nihil esse causae, cur inde nasci non
debeat obligatio (…). Sed responderem, tunc obligationem quidem nasci, non tamen cambialem; dari
etiam actionem, at non cambialem. [§ VIII] Eiusdem momenti est argumentum, quod sententiae nostrae
obvertit Stypmann. (…) cambium ideo non posse dici contractum litteralem, quod non solvat is, qui
scripserit, sed tertius extraneus, nec ideo solvatur quod scriptum sit, sed quod pecunia sit numerata.
Nam ad prius responderem, illum etiam sensu iuridico vere solvere, qui ab alio solvit (…); ad posterius
vero, falsum esse, trassantem obligari ideo, quod pecuniam acceperit; obligatur enim, quia se illam
accepisse scripsit, et quia locus non est exceptioni non numeratae pecuniae, nisi ea in continenti sit
liquida. [§ IX] Quum ergo omnino pro certo habendum sit, primum illum et principalem contractum, qui
inter remittentem et trassantem intercedit, ad litteralem quam proxime accedere: inde omnino
consequitur: 1) ut acceptans si indossanti solverit, et ab eo acceperit instrumentum cessatorium (einen
Mortifications-Schein), indossatario nihilominus solvere teneatur (…); 2) ut indossatarius cessionem
indossato denunciare non teneatur, contra l. final. D. de transact.; 3) ut indossatarius cessionario
extracambiali, licet antiquiori, praeferatur, contra l. 2 C. qui potior. in pignor. [C.]” (citatis omissis).
48 D.46.3.56: “El que manda pagar, es como si él mismo pagase”. D.46.3.87: “No puedo repetir ninguna

deuda pagada por mi procurador, porque, cuando uno constituye un procurador de todas sus cosas, es
como si le diera mandato de pagar dinero a sus acreedores, no ha de esperarse a que lo ratifique
después”.

104
Notas de Títulos Valores § 67

falso que el librador se obligue sólo por haber recibido el dinero; se obliga más
bien porque ha escrito que lo recibió, y porque no ha lugar la excepción non
numeratae pecuniae si no se hace patente de inmediato.
Así pues, dado que se ha de tener por absolutamente cierto que aquel primer
y principal contrato que media entre el tomador y el librador se aproxima en
máximo grado al contrato literal, de ahí se sigue con toda seguridad: 1) que si
el aceptante paga al endosante, aun recibiendo de él un instrumento
cancelatorio (einen Mortificationsschein), queda de todos modos obligado a
pagar al endosatario (…); 2) que el endosatario no tiene necesidad de
denunciar la cesión al cedido, contra [lo dispuesto en] la ley final del título De
transactionibus del Digesto49; 3) que el endosatario es preferido al cesionario
extracambiario, aunque éste sea más antiguo, contra [lo dispuesto en] la ley 2ª
del título Qui potiores in pignore habeantur del Código [de Justiniano]50”.
Como pone de manifiesto la simple lectura del pasaje, no es difícil ver en estas
fórmulas la génesis de las modernas doctrinas cambiarias.
La teoría del “acto formal”.
Las primeras teorías cambiarias propiamente dichas aparecen en el siglo XIX, en
continuidad con antecedentes como el que acabo de mostrar, pero ya con un Derecho
cambiario plenamente moderno. En general, tratan de conciliar la obligación cambiaria
con las reglas generales del Derecho de los contratos.
Entre las fórmulas más antiguas, una de las más peculiares —y que según PAZ-
ARES51, es la primera tesis contractualista moderna de importancia— es la
denominada Formalakttheorie de Friedrich VON LIEBE: la “teoría del acto formal” (donde
“acto” quiere decir propiamente “contrato”52):
“Una simple mirada al negocio cambiario muestra que en él se ha escogido una
forma, a través de la cual pueden ser alcanzadas finalidades del tráfico de
muchos tipos, que además no se introducen en el negocio cambiario, sino que,
según la intención de las partes, quedan reservadas entre ellas mismas.
Semejante situación no se explica mediante analogías con determinadas
formas de negocio específicas ya conocidas, sino mediante la consideración de
las formas mismas de los negocios jurídicos, y en esta línea el Derecho

49 D.2.15.17: “El vendedor de la herencia transigió con un deudor de la herencia, que ignoraba que la
herencia había sido vendida, las acciones encomendadas al comprador: si el comprador quisiere
exigirle esta deuda, debe reconocerse al deudor la excepción de transacción, debido a su ignorancia.
Lo mismo se ha de responder de quien recibió la herencia en fideicomiso, si el heredero transigió con
un deudor que desconocía el hecho”.
50 CJ.8.17.2: “Si por decreto del pretor que adjudicó sobre el fideicomiso habéis sido puestos en

posesión del fundo hereditario para conservarlo en fideicomiso condicional, antes de que vuestro
adversario en una ejecución de sentencia ocupara el mismo fundo en garantía, por orden de quien
ejecutaba la sentencia según derecho, debéis prevalecer por causa del tiempo. Pues cuando una u otra
parte contienda sobre la garantía, prevalece en derecho el que previno en el tiempo”.
51 Naturaleza jurídica…, cit., p. 111.

52 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 112.

FACULTAD DE DERECHO 105


Versión de julio de 2023
§ 67 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Romano es más fructífero, para ganar un correcto punto de vista general, de lo


que pareciera a partir de los resultados obtenidos hasta ahora”53.
Pero LIEBE parte de una analogía no ya con los contratos litteris del Derecho Romano,
como HEINECIO, sino con las stipulationes. Aparentemente, siendo éstas formas de
contraer verbis, no cabe analogía posible con la letra de cambio, en la que lo esencial
es, como su propio nombre indica, el elemento literal. Sin embargo, LIEBE rescata de
las stipulationes otros aspectos que le ayudan a formular su teoría contractual: el
ultraformalismo rayano en lo ritual con que se celebran, con unas palabras
predeterminadas en el fraseo de la oferta y la aceptación; la rigurosidad de la
obligación nacida de ellas; su abstracción, etc.:
“Puede distinguirse un doble carácter de los negocios jurídicos, según el cual
éstos son o bien formales o bien materiales, y pertenecen al ámbito del strictum
ius o bien al del aequum ius (…). [E]s una diferencia que tiene que ver con la
naturaleza misma de las relaciones, y cuya aplicación a la cuestión aquí
planteada es, por eso, completamente distinta del mero establecimiento de
analogías con específicas relaciones jurídicas romanas. Donde la forma es
decisiva, vemos que la consecuencia jurídica está anudada a una determinada
conducta, caracterizada ya por su forma externa, sin que tenga nada que ver si
tales consecuencias pueden normalmente depender de ella según la
experiencia, el sentir jurídico [del pueblo] o el derecho natural, o incluso si las
partes realmente pretendieron esa consecuencia. La intención y el consenso
de las partes no son aquí el fundamento último del efecto jurídico, sino que
pueden ser sólo el motivo para la adopción de la forma, en cuya mera existencia
se contiene ese fundamento último del efecto. Así, de la estipulación surge la
pretensión accionable, porque se dijeron determinadas palabras, y no porque
de éstas se deje ver el consenso de las partes (de cuya efectiva existencia
aportan, si acaso, sólo un signo concreto y no demasiado fiable), consenso que
no es la materia ex qua de la estipulación. Justamente así surge
ineludiblemente, del hecho de haberse creado la letra, un efecto determinado,
sin que para su fundamentación deba buscarse algo adicional, como el
consenso de las partes, un contrato innominado dirigido al cambio de dinero, la
cesión de un crédito contra el girador y así sucesivamente, como fundamento
propio de dicho efecto, y de este modo se tenga que considerar la letra de
cambio, de un modo de lo más inadecuado, como un medio de prueba o un
signo o instrumento de ejecución de ese algo adicional. Si casos de este tipo
llegan a conocerse judicialmente, [el juicio] se limita a la prueba de la existencia
del hecho determinado y en sí mismo productivo de la consecuencia, y, cuando
éste consta, se llega a la condena sin atender a finalidades e intenciones, y al

53 LIEBE, Friedrich VON; Entwurf einer Wechselordnung für das Herzogthum Braunschweig sammt
Motiven, G.C.E. Meyer, Braunschweig, 1843, p. 39: “Eine einfache Ansicht des Wechselgeschäftes
zeigt, daẞ man in ihm eine Form gewählt hat, in der ganz verschiedenartige Zwecke des Verkehrs
erreicht werden können, die indeẞ in das Wechselgeschäft nicht mit hineingezogen werden, sondern
nach der Absicht der Parteien völlig unter demselben verborgen bleiben. Ein solches Verhältniẞ erläutert
sich nicht durch ein Analogisiren mit einzelnen bestimmten bereits bekannten Geschäftsformen,
sondern durch eine Betrachtung der Formen der Rechtsgeschäfte überhaupt, und in dieser Hinsicht ist
das römische Recht für die Gewinnung der richtigen allgemeinen Gesichtspunkte fruchtbarer, als es
nach den bis jetzt daraus entnommenen Resultaten zu sein scheint”.

106
Notas de Títulos Valores § 67

resto del contenido de la operación total, en la que aquel hecho individual sólo
aparece como una parte concreta”54.
Así pues, LIEBE reconstruye la emisión de la letra de cambio a imagen y semejanza
de las stipulationes, pero cambiando su forma de expresión de verbal a escrita.
Obtiene así un contrato ultraformal tal, que una vez redactado y suscrito según los
requisitos legales, el documento se basta a sí mismo para generar todos los efectos
cambiarios, sin que el deudor pueda oponer al acreedor otra excepción que la
realización imperfecta del ritual o la excepción de dolo:
“Una observación más atenta muestra con facilidad que los negocios del primer
tipo [los “formales”] no son llevados a cabo pura y simplemente por ellos
mismos, y que las partes quieren con ellos alcanzar en cada caso algo que va
más allá de su simple adopción. Así, cuando uno fija la atención en las
consecuencias ulteriores, se manifiesta también aquí en cada caso una relación
más comprehensiva, que puede ser considerada como un todo y caracterizada
jurídicamente, y en la que ese negocio concreto aparece como una parte
integrante específica. Pero aquí hay que advertir que tal negocio tendría su
eficacia jurídica propia también fuera de ese contexto más amplio, y que cada
vez produce los mismos efectos, con independencia de que tal contexto sea de
un género completamente distinto en los casos concretos. Según la intención
de las partes, en este contexto, la pieza esencial no es entonces el acto formal
mismo, sino su efecto, predeterminado de una vez por todas. Aquí está el punto
en el que el derecho material se sobrepone al meramente formal: en un caso
así no se permitirá probar si, según la disposición material de las relaciones con
las que el negocio formal forma un solo complejo, cabría extraer también una
consecuencia jurídica [diferente], en la medida en que tal consecuencia surge
por sanción positiva con total independencia de los resultados de la sentencia
[reacaída sobre el acto formal]: pero una vez alcanzado el efecto de esa

54 LIEBE, Entwurf…, cit., pp. 39-40: “Es lässt sich ein zwiefacher Character der Rechtsgeschäfte
unterscheiden, nach welchem dieselben entweder formale oder materiale sind, und in das Gebiet des
strictum jus o der des aequum jus gehören (…). [Dieser Unterschied] beruht vielmehr in der Natur der
Verhältnisse selbst, und seine Anwendung auf die hier vorliegende Frage ist daher von dem
Herbeiziehen der Analogie einzelner römischer Rechtsverhältnisse sehr verschieden. Wo die Form
entscheidet, sehen wir die Rechtsfolge an eine bestimmte, gerade in der äuẞern Form characterisirte
Handlung geknüpft, ohne daẞ irgend Etwas darauf ankommt, ob auch Erfahrung, Rechtsgefühl oder
Naturrecht eine solche Folge nothwendig damit zusammenhänge, oder selbst ob die Parteien diese
Folge wirklich beabsichtigt haben. Absicht und Consens der Parteien sind hier nicht der letzte Grund
der Rechtsfolge, sondern können nur das Motiv zur Vornahme der Form sein, in deren bloẞer Existenz
jener letzte Grund der Rechtsfolge enthalten ist. So entsteht bei der Stipulation der klagbare Anspruch,
weil die bestimmten Worte vorhanden sind, nicht weil sich aus diesen der Consens der Parteien (für
dessen Dasein vielleicht nur ein recht genaues und untrügliches Zeichen abgehen könnten) ersehen
liesse, und der Consens ist nicht die materia ex qua der Stipulation. Eben so entsteht aus dem
Vorhandensein des Wechsels schlechthin eine bestimmte Folge, ohne daẞ man für deren Begründung
noch Weiteres, etwa den Consens der Parteien, einen auf Geldtausch gerichteten Innominatcontract,
die Cession eines Anspruchs an den Trassanten u.s.w als den eigentlichen Grund dieser Folge
aufzusuchen, und damit auf eine höchst unpassende Weise den Wechsel als Beweismittel oder ein
Zeichen oder Ausführungsmittel für dieses Weitere zu betrachten hätte. Kommt es in Fällen dieser Art
zur gerichtlichen Cognition, so beschränkt sich diese auf die Prüfung der Existenz der bestimmten an
sich folgenreichen Thatsache, und wenn diese feststeht, so erfolgt die Verurtheilung ohne Rücksicht auf
Zweck und Absicht und auf den übrigen Inhalt der ganzen Operation, in welcher jene einzelne
Thatsache nur als einzelner Theil erscheint”.

FACULTAD DE DERECHO 107


Versión de julio de 2023
§ 67 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

sentencia, podrá ser cuestionado y, cuando carezca del carácter jurídico que
debería tener en virtud de las relaciones más amplias, podrá buscarse que se
deje de lado. De qué manera ocurre esto, si, por ejemplo, mediante la
interposición de una contrademanda, o mediante una exceptio doli que le
permita al Juez incorporar como guía la disposición material de las relaciones
(exeptio doli opposita bonae fidei iudicium facit), no tiene aquí ulterior
relevancia”55.
La teoría del contrato ultraformal de LIEBE, concordaba bastante bien en sus resultados
con la legislación entonces vigente, e incluso más con la ADWO de 1848, aún en
preparación, norma que rechazó expresamente que el aceptante pudiera revocar la
aceptación ya escrita y firmada en la letra antes de devolverla 56. En consecuencia,
parece reforzar la postura ultraformalista de LIEBE, para la cual, concluido el “ritual”,
nada ni nadie podría impedir su eficacia. Sin embargo, la teoría de este autor no tuvo
aceptación en la doctrina57, que prefirió la quizás menos congruente
Begebungsvertragstheorie que examinaré a continuación, debido al alto grado de
artificiosidad de los postulados de la primera. Ellos representaban, en efecto, una
grave ruptura con los principios generales del régimen cotractual moderno. Pese a
ello, LIEBE continuó defendiendo en solitario sus planteamientos.

55 LIEBE, Entwurf…, cit., p. 41: “Eine aufmerksamere Betrachtung zeigt dann leicht, daẞ Geschäfte der
ersten [formalen] Gattung nicht rein um ihrer selbst willen vorgenommen werden und daẞ die Parteien
damit jedesmal etwas über die einfache Vornahme Hinausgehendes erreichen wollen. So entsteht,
wenn man die weiteren Folgen ins Auge faẞt, auch hier jedesmal ein noch weiter greifendes, als Ganzes
zu betrachtendes und echtlich characterisirtes Verhältniẞ, in welchem jenes einzelne Geschäft als
besonderer Bestandtheil vorkommt. Dabei ist indeẞ zu beachten, daẞ dasselbe seine rechtliche
Wirkung auch ohne diesen weiteren Zusammenhang haben würde und daẞ es jedesmal dieselbe Folge
äussert, ungeachtet dieser Zusammenhang in den einzelnen Fällen ein ganz verschiedenartiger ist.
Nach der Absicht der Parteien ist dann in diesem Zusammenhange nicht der Formalact selbst, sondern
seine ein- für allemal bestimmte Folge das wesentliche Stück. Hier ist der Punkt, wo das materielle
Recht in das bloẞ formelle übergreift: man wird in einem solchen Falle nicht prüfen dürfen, ob auch nach
dem materiellen Bestande der Verhältnisse, mit welchen das Formalgeschäft gleichsam in einem
Complex zusammengefaẞt ist, eine [verschiedene] Rechtsfolge daraus entstehen könne, indem diese
Folge ganz unabhängig von den Resultaten einer solchen [den Formalact berührenden] Beurtheilung
durch positive Sanction entsteht: wohl aber wird man die einmal erreichte Folge dieser Beurtheilung
unterwerfen, und, wenn ihr der rechtliche Character fehlt, den sie aus anderweiten Verhältnissen zu
gewinnen hat, wieder zu beseitigen suchen. Auf welche Weise dieses geschieht, ob z.B. durch
Gestattung einer Widerklage, ob durch eine exceptio doli, welche es dem Richter möglich macht, den
materiellen Bestand der VerhÄltnisse mit zur Erörterung zu ziehen (exceptio doli opposita bonae fidei
judicium facit), ist hier nicht weiter von Erheblichkeit”.
56 § 21 ADWO, párr. 4°: “Die einmal erfolgte Annahme kann nicht wieder zurückgenommen werden”

(“Una vez obtenida, la aceptación ya no puede ser retirada”). Así lo proponía ya precisamente (y con
una fórmula más inequívoca) el § 39 del Entwurf… de LIEBE, cit., p. 9: “Die geschehene Annahme des
Wechsels ist unwiderruflich und ein Durchstreichen oder Vernichten derselben befreit den Acceptanten
nicht von seiner Verbindlichkeit” (“La aceptación ya ocurrida de la letra de cambio es irrevocable y su
tachado o anulación no liberan al aceptante de su obligación”).
57 Y también, al parecer, de los legisladores, pues a diferencia de la norma de la ADWO citada, el art.

29 LULC, a la que siguen nuestro art. 137.1 LTV y casi todas las legislaciones cambiarias posteriores
(incluyendo el art. 29 de la actualmente vigente WG alemana de 1933), dispone exactamente lo
contrario (en la versión de la Ley peruana): “Se considera rehusada la aceptación si el girado la testa
antes de restituir el título. Salvo prueba en contrario, se considera que la aceptación fue testada antes
de la restitución del título”.

108
Notas de Títulos Valores § 68

El “contrato de entrega”.
Fue Johann Heinrich THÖL (1807-1884) quien formuló por vez primera58 la teoría del
“contrato de entrega” (Begebungsvertragstheorie)59, que estaba llamada a ser la
doctrina “estándar” de la orientación contractualista (como lo sería, para la
unilateralista, la teoría de la creación de KUNTZE).
Aunque THÖL escribe varios apartados cuyos títulos incluyen referencias a “la
naturaleza del contrato cambiario” (o “de entrega”)60, es curiosamente en el referido a
la “forma del contrato cambiario” donde más extensa y concretamente expone sus
tesis positivas sobre la naturaleza de los contratos cambiarios:
“La promesa cambiaria del librador descansa en una letra de cambio, la librada,
y en un contrato cambiario, el contrato de entrega. La forma del contrato
cambiario consiste en el dar y tomar la letra, en este caso la librada. El acto de
dar y tomar está totalmente desprovisto de formalidades. Es la letra entregada,
no la prometida ni tampoco la creada, la que funda el contrato cambiario. Según
esto, el librador puede tachar o malograr de otro modo la cambial
completamente terminada antes de que ella sea entregada y aprehendida, sin
que esto sea ninguna violación de un contrato cambiario. El dar y tomar debe
hacerse con la intención de fundar un contrato cambiario. Pero esta intención
no necesita de prueba. Tampoco el dar y tomar necesita de prueba, bastando
la posesión de la cambial. Pero el librador tiene contra el tomador la libertad de
probar que faltó tal intención, o el dar y tomar, esto es, la prueba de que el
contrato cambiario en el que basa su pretensión nunca fue celebrado”61.

58 THÖL, Johann Heinrich; Das Handelsrecht, als gemeines in Deutschland geltendes Privatrecht mit
Berücksichtigung des ausserdeutschen handelsrecht, Dieterichschen, Göttingen, 1841 (t.I) y 1847 (t. II,
todo él dedicado al Derecho cambiario, y que en realidad se terminó de imprimir ya en 1848, como
demuestra el “segundo Prólogo” del autor, pp. v-vi, fechado en ese año).
59 Aunque la doctrina posterior aplicó este nombre (“contrato de entrega”), y lo aplica hasta el día de

hoy, a todos los negocios cambiarios, el propio THÖL, Das Handelsrecht, cit., t. II, p. 116, lo reservaba
únicamente al negocio del librador (de una letra librada, no de la “propia”) y al del endosante: “El
contrato cambiario del librador y del endosante se denomina contrato de entrega, el del aceptante
contrato de aceptación, y los demás carecen de nombre”. Ahora bien, esa identificación posterior está
justificada por lo que el propio THÖL dice en otro lugar (p. 131, § 186): “la naturaleza del contrato
cambiario es la misma, tanto si el contrato cambiario es un contrato de entrega, y lo sea del librador o
del endosante o del emisor de una letra propia, o un contrato de aceptación, y del girado o de un
indicado necesario o interviniente por honor o domiciliado”.
60 Das Handelsrecht, cit., t. II, pp. 131 (§ 186), 171-173 (§ 203) y 215-227 (§§ 215-216), en los que dice

más bien lo que no es el contrato cambiario, criticando las demás teorías cambiarias.
61 Ibid., pp. 203-204 (§ 212): “Das Wechselversprechen des Trassanten beruht auf einem Wechsel, der

Tratte, und einem Wechselvertrage, dem Begebungsvertrage. Die Form des Wechselvertrages ist das
Geben und Nehmen des Wechsels, also hier der Tratte. Der Act des Gebens und Nehmens ist ganz
formlos. Die gegebene Tratte, nicht die versprochene, auch nicht die ausgestellte, begründet den Wech-
selvertrag. Danach kann del Trassant die volständig ausgestellte Tratte, bevor sie gegeben und genom-
men ist, durchstreichen und sonst zerstören, es ist das keine Verletzung eines Wechselvertrages. Das
Geben und Nehmen soll in der Absicht geschehen, den Wechselvertrag zu begründen. Diese Absicht
bedarf aber nicht des Beweises. Das geben und Nehmen bedarf auch nicht des Beweises, es genügt
das Haben der Tratte. Der Trassant hat aber gegen den Trattennehmer den Beweis frei, daß jene
Absicht, oder das Geben und Nehmen fehle, es ist der Beweis, daß mit ihm der Wechselvertrag, aus
welchem er fordere, nicht geschlossen worden sei”. Vid. también las pp. 117-120 (§ 180).

FACULTAD DE DERECHO 109


Versión de julio de 2023
§ 68 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Pero no es tan extraña esa preponderancia del elemento formal para delimitar la
naturaleza de los contratos cambiarios si se tiene en cuenta que, para THÖL, como él
mismo dice en otro lugar:
“El contrato cambiario es un contrato formal”62.
En esto la posición de THÖL engarza con la de LIEBE, con quien coincide incluso en
aproximar el contrato cambiario a la promissio y a la stipulatio romanas63, pero la
rectifica, al identificar el momento de la perfección del contrato no con la firma del
documento, sino con la entrega del mismo por el suscriptor y su aprehensión por el
tomador (o endosatario, o receptor de la aceptación, etc.)64. De hecho, THÖL trata
dichos actos como la peculiar “forma” de manifestar la voluntad en estos contratos, a
los que por eso se pudo aplicar con bastante propiedad el nombre de “contrato de
entrega” (Begebungsvertrag).
Utilizando las categorías jurídicas actuales, la verdad es que la “entrega” no es de
ningún modo la “forma” del título valor (que es más bien “escrita”). Se trata en realidad
de un elemento fáctico previsto por el ordenamiento y contemplado por las propias
partes como parte del supuesto de hecho al que se anuda la creación de los efectos
cambiarios. De este modo, el “contrato de entrega” se configura como un “contrato
real” en sentido técnico65, que es lo que realmente describe THÖL cuando dice que ni
la letra prometida, ni la letra librada, sino sólo la letra entregada fundamenta la
obligación cambiaria.
Según esto, la aceptación firmada en la letra, como la propia libranza, el endoso, el
aval, etc., no sería obligatoria y podría ser revocada en cualquier momento antes de
la devolución de la misma66. Ya hemos visto que el párr. 4° del art. 21 ADWO, cuya
preparación y adopción definitivas coincidieron casi exactamente con la impresión de
la primera edición del tomo dedicado al Wechselrecht del manual de THÖL (1847-
1848), dispuso justo lo contrario para el caso concreto de la aceptación. La norma
planteó, pues, graves dificultades a la Begebungsvertragstheorie, que fue superada
por algunos seguidores de THÖL con la afirmación de que la “entrega” integrante del
supuesto de hecho del contrato específico de aceptación (los demás contratos
cambiarios sí seguirían el esquema propuesto por THÖL) sería la contenida en la
“oferta” del que la presenta, bastando ya, para la perfección del mismo, sólo la

62 Op. cit., t. II, p. 129 (§ 185).


63 Op. cit., t. II, pp. 131 (§ 186) y 216 (§ 215).
64 Op. cit., t. II, p. 130 (§ 185).

65 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 114.

66 Y así lo dice expresamente THÖL, Das Handelsrecht, cit., t. II, p. 118 (§ 180): “der gegebene Wechsel,

nicht del versprochene, auch nicht der ausgestellte begründet den Wechselvertrag. Danach kann der,
welcher den Wechsel zu geben angegangen worden oder versprach, den vollständig angestellten
Wechsel (Tratte, Accept, Indossament, eigener Wechsel), bevor er gegeben und genommen ist, wieder
durchstreichen oder sonst zerstören, es ist das keine verletzung eines Wechselvertrages” (“la letra
entregada, no la prometida, ni tampoco la ya creada, fundamenta el contrato cambiario. Según esto,
aquél al que le concierne dar una letra o la prometió puede volver a tachar o de otro modo perjudicar la
letra totalmente redactada y firmada (sea su libranza, aceptación, endoso o letra propia) antes de que
ella sea entregada y tomada, sin que esto suponga ninguna violación de un contrato cambiario”).

110
Notas de Títulos Valores § 68

aceptación misma suscrita en el documento, que en consecuencia es irrevocable 67.


Así, sin salir de los postulados contractualistas, se superó en su momento el obstáculo
planteado por la legislación positiva, aunque a costa de cierta artificiosidad.
Con la doctrina del “contrato de entrega” quedó fijado el núcleo de la orientación
contractualista. Ésta sería acogida en Alemania por muchos autores, especialmente
tras el declive de las tesis unilateralistas (primeras décadas del s. XX), cuando la
Begebungsvertragstheorie pasó a ser la doctrina mayoritaria en ese país. Hoy en día
sigue siendo así, pero modificada o complementada con la teoría de la apariencia 68.
En cambio, en Italia, fuera de algunos seguidores iniciales69, no ha tenido apenas
repercusión. Fuera de esos países sus tesis son seguidas por algunos, pero muy
importantes autores españoles (GARRIGUES70, GARCÍA-PITA71) y franceses (RIPERT).
Pero la teoría contractual así formulada tiene todavía muchos problemas por resolver.
El primero y más arduo consiste en explicar desde los puntos de partida
contractualistas la naturaleza autónoma del derecho que recibe el tercero adquirente
del documento. Este punto, que no suscita apenas problemas para los partidarios de
las teorías unilaterales, resultaba casi inaccesible a las posturas contractuales.
Establecida la existencia de un contrato entre el librador con el primer tomador, ¿cómo
explicar las relaciones entre el deudor y los terceros tenedores del título, que se
presentan investidos de un derecho autónomo, inmune por lo tanto a las excepciones
oponibles a los detentadores precedentes? Sólo parecía posible salir de esta dificultad
afirmando, como los unilateralistas, que el derecho del tercero viene a ser adquirido a
título originario y no derivativo, que el adquirente no recibe el derecho de su
transmitente, sino que lo adquiere originalmente y por vía contractual del mismo
deudor. Pero, ¿cómo es posible adquirir originalmente y por contrato un derecho de
una persona con la que no se contrata? Porque el tercero obviamente no contrata con
el deudor, sino con el tradens. Muchas construcciones intentaron explicar este punto,
de las cuales desarrollaré sólo tres que considero más importantes:
1) la teoría del “contrato con persona incierta” (Vertrag mit inbestimmter Person), de
SAVIGNY;
2) la teoría del “contrato a favor de los sucesivos adquirentes” (Vertrag zu Gunsten
der weiteren Papiereigenthümer), de GOLDSCHMIDT; y
3) la teoría de la “incorporación documental de la oferta” (urkundliche Verkörperung
des Angebots).

67 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 114-115. Según el autor, que atribuye esta propuesta a
GOLDSCHMIDT y a LEHMANN, ellos vuelven con esto prácticamente a la postura de LIEBE, para el caso
concreto del contrato de aceptación. También cita a otros autores que se apartan aun más de los
postulados de THÖL, y construyen la aceptación, en concreto, como un acto unilateral, por ejemplo.
Como ya expliqué, la redacción actual del art. 29 WG hace innecesarias estas desviaciones del modelo
básico del “contrato de entrega” (y lo mismo pasaría con nuestro art. 137 LTV).
68 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 115.

69 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 115-116, cita a Salandra y a Pellegrini.

70 Curso…, cit., t. III, pp. 99-104, aunque el tono general es más bien pragmático y muy crítico con la

tendencia a absolutizar las construcciones jurídicas de uno y otro signo.


71 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit, tomo I, pp. 129-130 (dentro de un relativo “dualismo”,

complementado por la doctrina de la apariencia).

FACULTAD DE DERECHO 111


Versión de julio de 2023
§ 69 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Desarrollos y variantes de la doctrina del “contrato de entrega”.


Uno de los primeros intentos de resolver estas dificultades, anterior incluso a la
formulación del Begebungsvertragstheorie de THÖL, se debe a Friedrich Carl VON
SAVIGNY (1779-1861)72, quien propuso que el contrato no se celebraba con el tomador
o quien recibía la letra, sino con el último adquirente, quien finalmente ejercía el
derecho incorporado en el título. Como esta persona podía ser completamente
desconocida para el emisor, se llamó a esta teoría la del “contrato con persona
incierta” (Vertrag mit einer unbestimmten Person). En realidad, se trata de una postura
unilateralista, con nombre de contractualista, pues lo que realmente circula es la
promesa unilateral del emisor, hasta que es aceptada por quien ejerce finalmente el
derecho73. Esta teoría, tan artificial, no tuvo mucha acogida en la doctrina. Además de
que seguía sin explicar la inoponibilidad de la emisión involuntaria, entre otros
aspectos.
Levin GOLDSCHMIDT parte de una interpretación fuerte de la “incorporación”, que
supone al título-documento “portador de un círculo de derechos (en especial, créditos)
literales queridos de antemano, indeterminados y que en concreto se renuevan
sucesivamente, no de un solo derecho (en especial, un crédito) que se transmita a
otros por «sucesión»”74. Sobre esta base, propuso que, aunque la elaboración del
título mismo (escrituración y suscripción) ciertamente se produce mediante acto
unilateral del creador, la generación del derecho cartular, sin embargo, debía
construirse conforme a la teoría contractualista, en el entendido de que:
“Según esta [teoría contractual], el derecho literal surge al dar y tomar el título
(en tanto no rija, como para la aceptación de la letra de cambio, otro modus de
conclusión del contrato: vid. § 187). Este contrato no es un contrato con una
serie indeterminada de acreedores (cum incerta persona – vid. Savigny), ni con
un «sujeto jurídico in abstracto» (Joly), sino ciertamente con una persona
individual y determinada, a su favor y el de los aún indeterminados propietarios
posteriores del título. En el despacho (enajenación, entrega, emisión) del título
subyace, según el caso, ya sea la asunción (aceptación) de una oferta de
contrato o, como es lo regular, recién la oferta contractual (vid. § 89), y esta
última en concreto dirigida a una serie indeterminada de personas, fijada en el
escrito y por eso irrevocable sin éste. Por esa razón, esa oferta puede ser

72 SAVIGNY, Friedrich Carl VON; Das Obligationenrecht als Theil des heutigen römischen Rechts, Veit &
Co., Berlin, 1853, t. 2., pp. 88 y ss. (§§ 61 y ss.), aunque limitando su argumento a los títulos provistos
de una cláusula “al portador” (pp. 103-108; § 63), y partiendo de la premisa de que en otras
circunstancias semejante contrato cum incerta persona sería inválido bajo el Derecho común (pp. 89-
90).
73 Cfr. PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 118-119.

74 GOLDSCHMIDT, Levin; System des Handelsrechts mit Einschluss des Wechsel-, See- und

Versicherungsrechts im Grundriss, 4a ed. ampliada y aumentada con explicaciones puntuales, Enke,


Stuttgart, 1892, p. 161: “Das Papier ist Träger eines von vornherein gewollten unbestimmten, nämlich
sich möglicherweise successive erneuernden Kreises skripturmässiger Rechte (insbesondere
Forderungsrechte), nicht eines einzelnen, durch "Succession" auf Andere übergehenden Rechts
(insbesondere Forderungsrechts)”.

112
Notas de Títulos Valores § 69

aceptada, en caso de que el primer tomador fuera incapaz de contratar (un niño,
un enajenado), por un tomador posterior (capaz de contratar)”75.
Así, si bien el contrato de entrega se celebraba según esto entre los partícipes directos
de cada transacción cambiaria, en éste se hallaba, junto con el compromiso del deudor
a favor del cocontratante, una promesa a favor de cada sucesivo adquirente del título,
análoga pero no idéntica (pues el tercero es indeterminado) a la estipulación a favor
de tercero76. Ahora bien, según GOLDSCHMIDT, el derecho de cada tercero contra cada
firmante del título es adquirido inmediatamente y de modo “originario” (aunque
“formalmente” sucesivo) en virtud de esa cláusula a su favor incluida en cada contrato
de entrega:
“[En la transferencia del título valor] tiene lugar una sucesiva reelaboración
originaria del derecho literal (…) mediante la adquisición de la propiedad del
título. En virtud de la voluntad del creador (que promete pagar a A o al portador,
o a A o a su orden) entra cada nuevo adquirente (propietario) en lugar (no en
su posición, su derecho) de quien lo precede, por ejemplo aunque éste fuera
ladrón, falsificador, hallador, etc. La nueva adquisición ocurre —de modo similar
a donde rige el principio «Hand wahre Hand» (…)— en la forma, mas no según
el régimen de la sucesión”77.
La postura de GOLDSCHMIDT se aproxima, pues, a las teorías dualistas, pero no es
exactamente una de ellas, porque la cláusula a favor de los adquirentes es un pacto
que integra el contrato de entrega, y por lo tanto depende jurídicamente de que haya
un consenso de ambas partes verdadero y eficaz78. En este sentido, la doctrina de
GOLDSCHMIDT explica correctamente cómo constituir en cada sucesivo adquirente un
derecho autónomo, y sin embargo nacido del contrato de entrega original, pero no
explica la inoponibilidad de excepciones (incluidas las referentes a los vicios que
afecten a cualquiera de las dos partes del contrato de entrega original) a los terceros

75 GOLDSCHMIDT, System…, cit., pp. 162-163: “Nach dieser entsteht das skripturmässige Recht durch
Geben und Nehmen des Papiers (sofern nicht, wie beim Wechselaccept, ein anderer Modus des
Vertragsschlusses vorliegt: s. § 187). Dieser Vertrag ist nicht Vertrag mit einer unbestimmten
Gläubigerreihe (cum incerta persona—v. Savigny), noch mit einem “Rechtssubjekt in abstracto” (Jolly),
sondern stets mit einer individuell bestimmten Person zu ihrem und der noch unbestimmten weiteren
Papiereigenthümer Gunsten. In der Ausgabe (Weggabe, Hingabe, Emission) des Papiers liegt, je
nachdem entweder die Annahme (Acceptation) eines Vertragsantrags oder in der Regel erst der
Vertragsantrag (s. § 89), und zwar letzterer gerichtet an eine unbestimmte Personenreihe, fixirt in der
Schrift und daher nicht revokabel ohne diese. Dieser Antrag kann daher, falls der erste Nehmer
vertragsunfähig wäre (ein Kind, Wahnsinniger), von einem späteren (vertragsfähigen) Nehmer
angenommen werden”.
76 Cfr. PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 121.

77 GOLDSCHMIDT, System…, cit., p. 167: “[E]s findet statt [bei der Übertragung des Papiers] eine

successive Originärbildung des skripturmässigen (also insofern, z. B. auch hinsichtlich der Verfallzeit,
inhaltlich gleich bleibenden) Rechts durch Eigethumserwerb des Papiers. Kraft Willen des Ausstellers
(derselbe verspricht zu zahlen: an A und [oder] Inhaber, an A und [oder] Order) tritt jeder neue Erwerber
(Eigenthümer) an die Stelle (nicht in die Stelle, das Recht) des Vormannes, z. B. der Vormann ist Dieb,
Finder, Fälscher (des Indossaments) u.s.f. Der Neuerwerb geschieht – ähnlich wie da, wo der Grundsatz
“Hand wahre Hand” gilt (…) – in der Form, nicht nach dem Recht der Succession”.
78 Cfr. PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, loc. cit.

FACULTAD DE DERECHO 113


Versión de julio de 2023
§ 69 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

de buena fe, ni la emisión involuntaria del título79. Para ello habría que esperar a la
aparición de la teoría de la apariencia.
Otra propuesta de solución desde posiciones estrictamente contractualistas fue
construida por Otto VON GIERKE80. Según GIERKE, el título valor surge en dos
momentos:
1) a través de la creación del documento y
2) de un negocio jurídico obligatorio de naturaleza contractual, según el modelo del
contrato de entrega de THÖL.
GIERKE considera que la teoría de la creación contiene algunas ideas jurídicas
correctas, que es necesario rescatar e incluir en la teoría contractual para adecuarla
a la esencia de los títulos valores81. Entre ellas, probablemente sea la principal la de
que la suscripción de la letra como acto de creación no carece de relevancia, como
tradicionalmente sostenían los contractualistas:
“En primer lugar, es ya de hecho la elaboración del título valor un acto de
creación. Solo que lo que ha sido creado con la puesta a punto del documento
no es aún una relación jurídica, sino el sustrato objetivo de ella. Se ha producido
una alteración del mundo real, una cosa corporal indiferente ha adquirido
propiedades jurídicas especiales mediante la asunción de una cosa incorporal,
un trozo de papel sin valor se ha transformado en un documento apropiado para
portarlo. Por eso, cuando el creador de tal documento lo entrega, objeto de esa
tradición es una cosa corporal que ya está imbuida de valor patrimonial. Mas
también por eso, cuando tal documento llega a entrar en el tráfico sin la voluntad
del creador, puede imponérsele a este una responsabilidad derivada de él, sin
necesidad de que le pueda ser imputada la celebración de un negocio
jurídico”82.
En concreto, esta eficacia jurídica de la mera creación del documento debe adscribirse
al ámbito extracontractual:
“[Q]uien produce una cosa que, en caso de llegar a perderse tiene por fuerza
que producir la apariencia de tratarse de un título valor introducido en el tráfico,

79 Este último punto, en realidad, GOLDSCHMIDT simplemente lo rechaza, insistiendo (no sin algo de
razón) en que el derecho positivo entonces vigente no reconocía expresamente ese efecto, que por lo
demás consideraba excesivo y peligroso. Cfr. GOLDSCHMIDT, System…, cit., p. 164.
80 GIERKE, Otto VON; Deutsches Privatrecht: Band 2: Sachenrecht, Duncker & Humblot, Leipzig, 1905,

pp. 103-186 (§ 108).


81 GIERKE, Deutsches Privatrecht…, cit., p. 111: "Die Kreationstheorie enthält jedoch richtige Gedanken,

die der Vertragstheorie eingefügt werden müssen, um sie mit dem Wesen der Wertpapiere in Einklang
zu setzen”.
82 Ibid.: “Zunächts ist schon das Ausstellen des Wertpapiers in der Tat ein Schöpfungsakt. Nur ist, was

mit der Fertigstellung der Urkunde geschaffen ist, noch kein Rechtsverhältnis, sondern die objektive
Unterlage für ein solches. Eine Veränderung in der Sachenwelt hat sich vollzogen, eine indifferente
körperliche Sache hat durch Aufnahme einer unkörperlichen Sache besondere rechtliche Eigenschaften
empfangen, ein wertloses Papierstück ist in eine zur Wertträgerschaft geeignete Urkunde verwandelt.
Darum ist, wenn der Aussteller eine solche Urkunde begibt, Gegenstand der Übergabe ein bereits mit
Vermögenswert erfüllter Sachkörper. Darum kann aber auch, wenn eine solche Urkunde ohne Willen
des Ausstellers in den Verkehr gelangt, dem Aussteller eine Haftung aus ihr auferlegt werden, ohne
daẞ ihm der Abschluẞ eines Rechtsgeschäftes angedichtet zu werden brauchte” (citas omitidas).

114
Notas de Títulos Valores § 69

actúa bajo su propio riesgo. Es conforme a la perspectiva jurídica alemana, por


tanto, que en la medida en que él sea responsable de la creación del
documento, tenga también que soportar el peligro de ello resultante para el
tráfico honesto. De esto se sigue desde luego solamente su responsabilidad
por el daño causado mediante su actuación. Solo por disposición del Derecho
puede esta responsabilidad adoptar la forma de una vinculación del creador a
la obligación documentada. Pero entonces solo subsiste la obligación conforme
al título de quien no lo ha entregado como una obligación de resarcimiento
procedente de la causación de un daño sin fundamento negocial. Obligación
que por eso no nace de manera absoluta, sino solo y siempre ante el tomador
honesto, que ha adquirido el título en la confianza de que ha sido introducido
de manera ordinaria en el tráfico”83.
Según esto, la responsabilidad del creador por el título que entra en circulación contra
contra su voluntad no es de naturaleza cambiaria, sino extracontractual por daños,
con fundamento en la imputación objetiva del riesgo así creado. Esta forma de
interpretar la obligación nacida de la emisión involuntaria violenta la institución de la
responsabilidad extracontractual por daños, que nunca impone una obligación in
natura y “conforme a una declaración”, siempre se somete a la prueba del daño, etc.,
contra lo que ocurre en los títulos valores. Y decir que eso ocurre porque así lo ordena
una “disposición del Derecho” (Rechtssatz) es refugiarse en la Ley como si de una
fórmula mágica se tratase: en el fondo, no explica nada.
Sin embargo, es un importante precedente de la doctrina de la apariencia, que hasta
enuncia ya embrionariamente (“producir la apariencia de tratarse de un título valor
introducido en el tráfico”). Incluso intuye correctamente que el fundamento de la
responsabildiad así surgida debe hallarse en el riesgo que la actuación del creador del
título introduce en el tráfico.
El segundo momento, que implica la formación del contrato con la entrega del título,
es construido por GIERKE volviendo hasta cierto punto a la postura de SAVIGNY, aunque
con una exposición dogmáticamente más fina. Según GIERKE la emisión del título
(entrega, envío postal, etc.) es un acto unilateral; pero no un negocio jurídico completo,
sino una oferta de contrato:
“Además, la entrega del título valor es de hecho una actuación unilateral, a la
que la incorporación documental de la vinculación voluntaria confiere un

83 GIERKE, Deutsches Privatrecht…, cit., pp. 111-112 (§ 108): “[W]er eine Sache herstellt, die im Falle
ihres Abhandenkommens den Schein erregen muss, als sei sie ein in den Verkehr gegebenes
Wertpapier, handelt auf eigene Gefahr. Es entspricht daher der deutschen Rechtsschauung, wenn er,
insoweit er für die Ausstellung der Urkunde verantwortlich ist, auch die daraus für den redlichen Verkehr
entspringende Gefahr zu tragen hat. Hieraus folgt freilich an sich nur seine Haftung für den durch seine
Handlung verursachten Schaden. Allein durch Rechtssatz kann diese Haftung in die Form der
Festhaltung des Ausstellers bei der beurkundeten Verpflichtung gegossen werden. Nur bleibt auch dann
die papiergemässe Verpflichtung dessen, der das Papier nicht begeben hat, eine Ersatzverbindlichkeit
aus Schadensverursachung ohne rechtsgeschäftliche Grundlage. Sie tritt daher nicht absolut, sondern
immer nur gegenüber dem redlichen Nehmer ein, der das Papier im Vertrauen darauf, daẞ es
ordnungsmässig in den Verkehr gebracht sei, erworben hat" (citas omitidas).

FACULTAD DE DERECHO 115


Versión de julio de 2023
§ 69 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

contenido autosuficiente. Tal contenido no es creación, sino solo oferta del


derecho documentado”84.
La oferta, solo ella, se incorpora en el título y, en consecuencia, se desvincula del
emisor y de las vicisitudes que le sobrevengan y se hace irrevocable:
“Solo la oferta llega a estar en y con el papel. Por eso es suficiente el simple
hecho de desprenderse de él, su «emisión» o «envío», para desligar del emisor
la declaración de obligación contenida en el papel y ponerla en el mundo como
una oferta de contrato capaz de ser aceptada. La emisión misma tiene que
presentarse como un acto de manifestación válido. Mas si así llega a
producirse, el papel empieza a llevar consigo la promesa expresada en él con
independencia de la voluntad del emisor. La oferta de contrato despliega todos
los efectos correspondientes al título; una limitación no expresada en el papel
carece de fuerza objetiva. La vinculación del creador subsiste mientras el papel
se halle fuera de su ámbito de poder; su oferta no se disuelve si él la revoca
incluso antes de ser aceptada, o si muere, o cae en incapacidad de disponer
de lo suyo. Y el título sigue portando la oferta a quienquiera al que se le haya
entregado; incluso es capaz de transmitir la oferta al tomador adecuado de la
promesa, aunque antes haya caído en mano incorrecta”85.
Por su parte, cuando el acreedor aprehende el título no adquiere un derecho ya
previamente formado, sino que, al hacerlo, acepta (y en consecuencia contribuye a
formar) el derecho ofrecido en él. Es entonces que se perfecciona el contrato de
entrega, y son creados la obligación cartácea y el derecho, todo ello a favor del primer
tomador que pueda aceptar válidamente la oferta:
“Finalmente, también la aprehensión del título valor es una actuación unilateral,
que mediante la investidura cartácea del derecho recibe un contenido
autosuficiente. Tal contenido no es la toma de posesión de un derecho formado,
sino la aceptación de un derecho ofrecido. Solo que la aceptación se produce
en la medida de la oferta propuesta con y en el papel y se completa mediante
su apropiación. Para ello basta la simple recepción del papel con la finalidad de
adquirir el derecho documentado. Esta recepción tiene que presentarse como
un acto válido de adquisición. Solo que es indiferente de manos de quién se
produce. Si el título había sido entregado en primer lugar a la mano equivocada

84 GIERKE, Deutsches Privatrecht…, cit., p. 113 (§ 108): “Sodann ist das Geben des Wertpapiers in der
Tat eine einseitige Handlung, der die urkundliche Verkörperung der angebotenen Willensgebundenheit
einen selbstständigen Inhalt verleiht. Dieser Inhalt ist nicht Schaffung, sondern nur Angebot des
beurkundeten Rechts”.
85 Ibid.: “Allein das Angebot erfolgt in und mit dem Papier. Darum genügt die enfache Weggabe, die

"Emission" oder "Ausgabe" des Papiers, um die in ihm enthaltene Verpflichtungserklärung vom
Aussteller abzulösen und als annahmefähigen Vertragsantrag in die Welt zu setzen. Die Weggabe
selbst muẞ sich als eine gültige Entäusserungshandlung darstellen. Ist sie aber erfolgt, so trägt das
Papier das in ihm ausgedrückte Versprechen unabhängig vom Willen des Emittenten fort. Der
Vertragsantrag entfaltet alle dem Papier entsprechenden Wirkungen; eine im Papier nicht ausgedrückte
Einschränkung entbehrt der dinglichen Kraft. Die Gebundenheit des Ausstellers besteht, so lange das
Papier sich auẞerhalb seines Machtbereiches befindet; sein Angebot erlischt nicht, wenn er es auch vor
der Annahme wiederruft oder stirbt oder verfügungsunfähig wird. Und das Papier trägt den Antrag
weiter, an wen immer es gegeben war; es vermag auch dann, wenn es zuerst in die unrechte Hand
geraten war, den Antrag dem berufenen Versprechensempfäger zu übermitteln”.

116
Notas de Títulos Valores § 69

o había llegado a una persona incapaz de adquirir, el primer tomador adecuado


y capacitado para la aceptación puede igualmente apropiarse del derecho
ofrecido por el creador. El contrato de entrega se perfecciona tan pronto como
la oferta portada por el título halle una aceptación conforme con él. La
incorporación de la vinculación voluntaria en una cosa corporal mueble permite
prescindir de un contacto inmediato entre las partes contractuales”86.
Ahora bien, una vez perfeccionado el primer contrato de entrega, el derecho así
formado se transmite a título derivativo a cada sucesivo adquirente con el contenido
que se derive de su tenor literal87. Ello, en principio, excluiría la adquisición de
posiciones verdaderamente autónomas en los sucesivos adquirentes. Sin embargo,
según GIERKE, en el caso de los llamados títulos “escriturarios” o “de fe pública” (y sólo
en ellos), las excepciones válidas contra el tradens aun así no pueden oponerse al
accipiens:
“Por el contrario [a diferencia de los «no escriturarios»], los títulos valores
escriturarios ofrecen al tráfico el derecho documentado tal como está
escriturado. La fuerza de la apariencia conforme a lo escrito puede darse en
medidas desiguales. Mas en la medida a la que efectivamente alcance,
cualquiera puede fiarse de que el derecho subsiste en la manera en que el tenor
literal del título describe, y solo en ella. En esa medida, quien adquiere el título
en el tráfico honesto adquiere con el derecho al título también el derecho
procedente del título correspondiente a su tenor literal. Y lo adquiere incluso si
para el poseedor precedente nunca había llegado a surgir o ya se había
extinguido, y lo adquiere libre de todos los defectos no evidentes en el título
mismo que lo afectaban en manos del poseedor precedente. Cada excepción
surgida contra el causante, que contradiga la situación jurídica que el

86 GIERKE, Deutsches Privatrecht…, cit., p. 114 (§ 108): “Endlich ist auch das Nehmen des Wertpapiers
eine einseitige Handlung, die durch die wertpapiermäẞige Einkleidung des Rechtes einen selbständigen
Inhalt empfängt. Dieser Inhalt ist nicht Besitznahme con einem fertigen Recht, sondern Annahme eines
angebotenen Rechts. Allein die Annahme erfolgt nach Maẞgabe des mit und in dem Papier hingestellten
Antrags und wird durch Aneinung des Papiers vollzogen. Darum genügt die einfache Hinnahme des
Papiers, um das beurkundete Recht zu erwerben. Diese Hinnahme muẞ sich als eine gültige
Erwerbshandlung darstellen. Allein es ist gleichgültig, aus wessen Händen sie erfolgt. War das Papier
zuerst in die unrechte Hand gegeben oder an eine erwerbsunfähige Person gelangt, so kann der erste
zur Annahme berufene und befähigte Nehmer gleichwohl sich das vom Aussteller dargebotene Recht
aneignen. Der Begebungsvertrag kommt zustande, sobald der vom Papier fortgetragene Antrag eine
dem Papier gemäẞe Annahme gefunden hat. Die Verkörperung der Willensgebundenheit in einer
beweglichen körperlichen Sache macht eine unmittelbare Berührung zwischen den Vertragsteilen
entbehrlich”.
87 GIERKE, Deutsches Privatrecht…, cit., p. 117, por nota n. 52, donde señala la coincidencia de su

postura con la de los partiarios de la teoría de la propiedad, pero critica a algunos de ellos (entre ellos
GOLDSCHMIDT, LEHMANN y Cosack) que dicen que en el caso de los títulos “escriturarios” o “de fe pública”
habría sucesión derivativa en la propiedad del papel junto con una re-creación originaria del derecho
documentado en él. Ello indica suficientemente que, para GIERKE, la transferencia del título conlleva
siempre una sucesión derivativa, en ambos planos, aunque luego obtiene en la práctica la misma
autonomía plena para los derechos incorporados en títulos “escriturarios” por otros medios. Esto lo deja
aun más claro el autor cuando en p. 126, por nota n. 12, expone que la adquisición del derecho
incorporado sigue siendo una sucesión en el derecho (“Der Rechtserwerb bleibt also Rechtsfolge”), en
contraposición con los muchos que suponen una sucesiva recreación original del derecho con cada
adquirente (“eine sukzessive Originalbildung des Rechts bei jedem Erwerber”).

FACULTAD DE DERECHO 117


Versión de julio de 2023
§ 70 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

adquirente podía asumir como subsistente fiándose del tenor literal del título, la
rechazará él mediante la invocación de dicho tenor literal. De este modo, quien
según la escritura está legitimado para transferir un derecho de tipo escriturario
es capaz incluso de transferir un derecho que para él mismo no existe. La
capacidad para esto procede de la esfera jurídica del creador, que con el título
ha puesto en mano ajena el poder para una tal disposición sobre su esfera
jurídica”88.
La teoría de GIERKE no es objetable por sus resultados, pues en efecto explica los
fenómenos jurídicos que afectan a la letra de cambio y demás títulos valores. Sin
embargo, para hacerlo, desnaturaliza y deforma de tal modo las instituciones del
derecho de los contratos y de la responsabildad civil que el conjunto es artificial en
exceso y poco convincente.

IV. ESTRUCTURA DEL SUPUESTO DE HECHO CARTULAR (II): EL UNILATERALISMO


Nacimiento y planteamiento general de las tesis unilateralistas.
El planteamiento general común a todas estas tesis es que no se requiere consenso
alguno para que tenga eficacia el título valor, sino que bastaría la redacción y
suscripción unilaterales de la declaración cartular (según los casos, con o sin
requisitos adicionales). De modo que, “creado” el título, la obligación o derecho de que
se trate queda incorporado al documento.
Todos reconocen que los puntos fuertes de las tesis unilateralistas son:
1) Explican bien la exclusión o inoponibilidad de excepciones.
2) También la constitución de un derecho autónomo en cabeza de cada sucesivo
adquirente del título, respecto de la posición de su transferente, ya que ese
derecho se vincularía directamente con el acto unilateral de creación, y no sería
una simple sucesión en los derechos del tradens (aunque la adquisición de la
propiedad del documento sí ocurra a título derivativo, según las reglas de la
tradición de los bienes muebles).
3) Y finalmente pueden dar cumplida cuenta del régimen de la emisión involuntaria
de la letra de cambio y demás títulos valores.
Si tratásemos de aplicar ahora las versiones originales de las tesis unilateralistas, lo
que no quedaría tan claro (y ello se podría tomar como su punto débil) es que estos

88GIERKE, Deutsches Privatrecht…, cit., pp. 125-126 (§ 109): “Dagegen bieten die skripturrechtlichen
Wertpapiere das verbriefte Recht so, wie es geschrieben steht, dem Verkehre dar. Die Kraft des
schriftmäẞigen Anscheines kann ungleich bemessen sein. Soweit sie aber reicht, kann Jedermann sich
darauf verlassen, dass das Recht so und nur so besteht, wie der Wortlaut des Papiers aussagt.
Demgemäẞ erwirbt, wer das Papier in redlichen Verkehr erwirbt, mit dem Recht am Papier zugleich das
dem Wortlaut entsprechende Recht aus dem Papier. Er erwirbt es auch dann, wenn es für den
Vorbesitzer niemals entstanden oder wieder erloschen war, und er erwirbt es frei von allen nicht aus
dem Papier ersichtlichen Mängeln, die ihm beim Vorbesitzer anhafteten. Jede gegen einem Vormann
erwachsene Einrede, die dem Rechtsverhältnisse widerstreitet, das er im Vertrauen auf den Wortlaut
des Papiers als vorhanden annehmen durfte, schlägt er mit der Berufung auf diesen Wortlaut zurück.
So vermag hier, wer durch die Skriptur zur übertragung eines skripturgemäẞen Rechtes legitimiert ist,
auch ein Recht zu übertragen, das ihm selbst nicht zusteht. Den Stoff hierzu schöpft er aus der
Rechtssphäre des Ausstellers, der mit dem Papier die Macht zu einer derartigen Verfügung über seine
Rechtssphäre in [p. 126] fremde Hand gelegt hat”.

118
Notas de Títulos Valores § 71

fenómenos se produzcan sólo en el tramo circulatorio y cuando haya buena fe, y no


también inter partes, distinción de regímenes que, como he adelantado, expresamente
prevé la generalidad de las leyes actuales, incluida la peruana.
Se suele ver el origen de las tesis unilateralistas en la Papiergeldtheorie (“teoría del
dinero de papel”) propuesta por Carl EINERT en 183989. Ciertamente, esta teoría tuvo
gran relevancia en un cierto sentido, pero no precisamente en la línea que se pretende.
EINERT propuso sobre todo un modelo sociológico, no una explicación dogmatica
jurídica sobre la institución de la letra de cambio. Su construcción era conscientemente
divergente de lo establecido por el derecho positivo, con el valor más bien de una
propuesta de lege ferenda que, por cierto, no fue atendida, pues era realmente
extremista. Así, el título paradigmático sobre el que construye su teoría fue:
1) la “letra propia” (eigener o trockener Wechsel, que es el equivalente alemán del
pagaré) y no la librada (eingezogener Wechsel o Tratte)90, que era la más usual en
el tráfico;
2) “al portador” y no a la orden;
3) entregada pro soluto y no pro solvendo, etc.
Su modelo, como se desprende de la denominación que se le dio, sigue más bien los
cauces del Derecho monetario, saliéndose del Derecho privado. Sin embargo, es
cierto que tenía implícitas las principales posturas de las tesis propiamente
unilateralistas de la letra de cambio y que hasta cierto punto las inspiró.
Desarrollo del unilateralismo: de la creación a la emisión.
El verdadero punto de partida de las teorías propiamente cambiarias de orientación
unilateral debe hallarse en la reine Kreationstheorie (“teoría de la pura creación”) de
Johannes Emil KUNTZE (formulada en sus obras de 1857-1859). Según KUNTZE, la
“sola creación” (redacción y suscripción) del título valor constituye:
1) un negocio jurídico unilateral,
2) de carácter no recepticio (es decir, a favor de persona indeterminada), y
3) abstracto.
De modo que con sólo que se cumplan esos requisitos, más la posesión (exigida sólo
como condición de eficacia del negocio, más no de validez) del documento por una
persona apta para adquirir el derecho en él documentado (que puede ser cualquiera,
puesto que la promesa no es recepticia), la eficacia del título es plena a favor del
poseedor. Según esta teoría, incluso el ladrón y el hallador del título extraviado serían
verdaderos acreedores (puesto que, gracias a su carácter abstracto, la letra se basta
a sí misma como título válido de la obligación), aunque evidentemente el emisor
tendría contra ellos la acción o la excepción de dolo.
La Kreationstheorie, tal como fue propuesta por KUNTZE o con divergencias menores,
tuvo muchos seguidores en Alemania de fines de s. XIX y hasta las décadas del ’20 y
’30, llegando a ser la doctrina mayoritaria. La primera síntesis del Derecho cambiario
bajo los nuevos Códigos del s. XX, y según las líneas maestras de la teoría de la

89 EINERT, Carl; Das Wechselrecht nach dem Bedürfnis des Wechselgeschäfts im neunzehnten
Jahrhundert, F. Ch. W. Vogel, Leipzig, 1839, pp. 44 y ss. (§§ 3 y ss.).
90 EINERT, Das Wechselrecht…, cit., pp. 467-468 (§ 93).

FACULTAD DE DERECHO 119


Versión de julio de 2023
§ 71 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

creación se debe a LANGEN (1906). Sin embargo, a partir de la década del ’30 del s.
XX, las tesis unilateralistas son sometidas a dura crítica en Alemania, iniciándose un
retorno de la doctrina mayoritaria a la orientación contractualista, hasta la actualidad.
La orientación de KUNTZE es seguida aún hoy por algunos autores importantes en
Alemania, entre los que destacan Eugen ULMER (desde 1938), de la Universidad de
Tubinga, y U. HUBER.
Donde se conserva más vigorosa la orientación unilateralista desde inicios del s. XX
hasta hoy es en Italia, donde es seguida casi unánimemente (si bien muchos autores
importantes se apartan de la teoría de la pura creación). Algunos autores españoles
siguen también la orientación unilateralista, desde BONILLA (1901) hasta DÍEZ PICAZO
(en la actualidad), pero el panorama español es mucho más variado que el italiano.
Pero no todos los autores de orientación unilateralista aceptan todas las
consecuencias de la reine Kreationstheorie. Ésta pretende que el acto jurídico
unilateral queda perfecto en el instante y en el lugar en el cual está redactado y firmado
por el obligado, y que la emisión (en sus versiones más extremas, el simple hecho de
salir del poder del suscriptor) no es sino un lógico requisito de eficacia, dado que para
la existencia de toda obligación necesariamende deben participar al menos dos
personas.
En contraste con esta postura, STOBBE (1878) plantea la Emissionstheorie o “teoría de
la emisión”. Según ella, sin variar el carácter unilateral del acto que da origen a la
obligación cambiaria, su supuesto de hecho no concluye con la simple creación del
documento (redacción más suscripción), sino con su emisión voluntaria (que puede
ser la entrega, el envío postal u otra forma de hacer salir el título de la propia esfera
jurídica):
“Quien confecciona un título al portador y lo emite, hace la promesa de realizar
la prestación mencionada en el título a su portador. Su vinculación no se basa
en un contrato, ni surge del hecho de que el primer adquirente acepte la
voluntad del creador expresada en el título mediante su recepción, sino de que
el creador se desprende del documento que incorpora su voluntad de obligarse,
de que él coloca esa voluntad de manera irrevocable en el mundo exterior y
renuncia a la posibilidad de retirarla. Es indiferente si esa emisión se obtiene
mediante una tradición, es decir, mediante un acto bilateral, o mediante una
actuación unilateral”91.

91 STOBBE, Otto; Handbuch des deutschen Privatrechts, 2ª ed., W. Hertz, Berlín, 1885, t. 3, p. 106 (he
añadido los énfasis a la traducción que incluyo en el texto para resaltar el elemento de la emisión frente
a la mera creación): “Wer ein Inhaberpapier ausfertigt und emittirt, leistet das Versprechen dem Inhaber
des Papiers die in demselben benannte Leistung zu thun. Seine Verbindlichkeit beruht nicht auf einem
Vertrage, entsteht nicht dadurch, daẞ der erste Erwerber den im Papier ausgesprochenen Willen des
Ausstellers durch Annahme des Papiers acceptirt, sondern dadurch, daẞ der Aussteller die Urkunde,
welche seinen Schuldnerwillen verkörpert, aus der Hand giebt, daẞ er diesen Willen in unwiderruflicher
Weise in die Auẞenwelt setzt und sich der Möglichkeit begiebt, ihn zerückzunehmen. Gleichgültig ist es,
ob die Emission durch Tradition, also durch einen zweiseitingen Akt, oder durch eine einseitige
Handlung erfolgt ist”.
El autor extiende expresamente la doctrina expuesta a los títulos a la orden (pp. 108-109): “Im
wesentlichen gilt die gleiche Construktion auch für die Ordrepapiere, durch welche sich del Aussteller
verpflichtet an eine bestimmte Person oder deren Ordre zu leisten; denn wenngleich eine solche
Obligation mit dem ersten Nehmer der Urkunde vertragsmäẞig begründet sein mag, so haben die

120
Notas de Títulos Valores § 71

Las razones que llevaron a STOBBE a replantear el momento en que se perfecciona el


supuesto de hecho cambiario presuponen su condición de auténtico negocio jurídico
unilateral (como todos admitían hasta entonces, pues aún no se planteaba la discusión
que sobre este aspecto se examinará en seguida). Por lo tanto, la perfección del
negocio exige una verdadera declaración de voluntad. Pero es evidente que el mero
hecho de redactar y firmar el documento no demuestra más voluntad de obligarse que
el hecho de redactar y firmar una carta con una oferta de contrato: no se trata sino de
un conjunto de actos preparatorios de la verdadera declaración de voluntad, la cual
sólo puede considerarse existente una vez que ha sido emitida, es decir, que ha salido
voluntariamente de la esfera del declarante para dirigirse al destinatario o
destinatarios. En consecuencia, la emisión del título valor, como supuesto de hecho
generador de los efectos cartulares, no está completa ni puede generar efectos sino
hasta que el título redactado y suscrito es puesto voluntariamente en circulación por
el emisor. STOBBE lo dice así:
“Sobre un punto subsiste sin embargo esencial diferencia entre los opositores
de la teoría contractual, y concretamente sobre si la confección es o no
suficiente o si además es exigible la emisión. Numerosos autores sostienen que
la vinculación se produce mediante la confección del título y que el creador
respondería también si el título sale de su control de un modo para él
involuntario, por pérdida, hurto, etc., y de esta manera entra en circulación
contra su voluntad (…).
Si bien semejante sentencia pudiera ser desable para el tráfico, no puedo sin
embargo suscribirla sin una ley positiva (…). Una vinculación surge recién con
la emisión, con el abandono deliberado de la detentación. Quien meramente
confecciona el título, sólo ha llevado a cabo una actividad preparatoria para su
vinculación; quien aún puede revocar o destruir el título aún no ha querido de
un modo jurídicamente vinculante. Se equipara a aquél que tiene la intención
de adquirir una obligación, pero aún no ha dicho la palabra decisiva (…)”92.

folgenden Gläubiger, die Indossatare, die Forderung nicht als Rechtsnachfolger, als Cessionare des
ersten Gläubigers, und ebenso wenig auf Grund eines Vertrages, den sie mit dem Aussteller
geschlossen hätten, sondern auf Grund des in dem Papier ausgesprochenen Schuldnerwillens, welcher
mit Bezug auf sie als einseitiges Versprechen erscheint.
Was für die Ausstellung des Ordrepapieres gilt, trifft auch für die Begründung der Obligation durch
Indossament und durch Aval und für das Accept eines Wechsels oder einer Anweisung zu”.
92 STOBBE, Handbuch des deutschen Privatrechts, cit., t. 3, pp. 108-109, en la larga nota n. 21 (que

comienza en la p. 107), único lugar en el que critica, casi incidentalmente, la doctrina de la mera
creación de KUNZE (omito, sobre todo, las numerosas citas a otros autores): “Über einen Punkt besteht
aber wesentliche Differenz unter den Gegnern der Vertragstheorie, nämlich darüber, ob die
Ausfertigung genügt oder ob auch die Ausgabe erforderlich ist. Mehrere Schriftsteller behaupten, daẞ
die Verpflichtung durch Ausfertigung des Papiers entstehe und daẞ der Aussteller auch verhaftet sei,
wenn das Papier ihm gegen seinen Willen, durch Verlieren, Diebstahl u. s. w. fortkommt und so gegen
seinen Willen in Cirkulation gelangt (…).
Wenngleich ein solcher Satz für den Verkehr wünschenswerth sein mag, so kann ich ihn doch ohne
positives Gesetz nicht billigen (…). Eine Verpflichtung entsteht erst mit der Emission, mit dem
absichtlichen Aufgeben der Detention. Wer das Papier bloẞ anfertigt, hat nur eine für seine
Verbindlichkeit vorbereitende Handlung unternommen; wer noch widerrufen, das Papier vernichten
kann, hat noch nicht in rechtsverbindlicher Weise gewollt. Er steht demjenigen gleich, welcher die

FACULTAD DE DERECHO 121


Versión de julio de 2023
§ 72 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

La teoría de la emisión se aproxima así en sus resultados a las tesis contractuales,


pese a mantenerse en la línea unilateralista. Queda claro, en efecto, que esta forma
de entender el supuesto de hecho cambiario resta todo valor al título que ha entrado
en circulación contra la voluntad de su creador. Conserva, sin embargo, con el resto
de las tesis unilateralistas, el efecto de hacer irrelevantes los vicios de la voluntad que
pudieran afectar sólo al destinatario de la declaración cartácea.
La teoría de la emisión es seguida por cierto número de autores importantes en
Alemania (KOHLER, UNGER, LEHMANN), pero sólo hasta que la vigencia de los nuevos
Códigos (el BGB y el HGB entraron simultánemente en vigencia en 1900) vino a negar
su principal efecto, que era hacer oponible a todo tenedor la excepción de emisión
involuntaria93.
La teoría de la emisión gozó de aceptación sobre todo en Italia, donde ARCANGELI
(1910) la refuerza con el argumento, fundado en el derecho positivo, de que si la ley
permite la revocación de la aceptación ya inscrita en el título hasta el momento
inmediatamente anterior a la devolución del mismo94, quiere decir que el negocio
jurídico no está completo hasta que se emite la declaración voluntariamente. Esta
posición fue luego adoptada por DE SEMO (1952), ANGELONI (1964) y PAVONE LA ROSA
(1982) y tiene todavía gran importancia en Italia, aunque la mayoría de los autores
más seguidos (ASCARELLI, MESSINEO, VALERI, LA LUMIA, MOSSA, PELLIZZI, MARTORANO,
etc.) defienden la teoría de la simple creación. Concretamente, ASCARELLI critica la
posición de ARCANGELI, diciendo que confunde la perfección del negocio jurídico con
su irrevocabilidad, cosas que pueden darse, como de hecho se dan en muchos casos,
en momentos diversos (por ejemplo, una donación perfecta puede ser revocada en
ciertos casos). Respecto del argumento de fondo de STOBBE (no hay auténtica
voluntad de obligarse sino hasta que se emite voluntariamente el título) los
creacionistas sólo invocan la necesidad de protección del tráfico como justificación
para adelantar a la creación el significado declarativo de los actos del emisor.
La naturaleza del acto unilateral.
Como se desprende de lo dicho hasta aquí, la versión dominante de la reine
Kreationstheorie asumía, sin hacer de ello materia de discusión, que la naturaleza
propia del acto de creación del título valor era la de negocio jurídico. Concretamente,
la de “declaración unilateral de voluntad no recepticia”, porque sólo de esa manera se
conseguía explicar, en parte, las peculiares características de dicho acto: que no
tengan relevancia sobre la validez del negocio los vicios que pudieran afectar a quien
no es el suscriptor, que la obligación pueda nacer desde el momento de la suscripción
y que la eficacia del título no dependa de que llegue a conocimiento de un destinatario
concreto.
Tal fue la postura de los ya mencionados KUNTZE y LANGEN, pasando por COSACK
(1900). En Italia, defendieron la naturaleza auténticamente negocial del acto de

Absicht hat eine Verbindlichkeit einzugehen, aber das enscheidende Wort noch nicht gesprochen hat
(…)”.
93 El § 793 del BGB, que hace inoponible al tercero de buena fe la emisión involuntaria del título al

portador, norma que toda la doctrina y la jurisprudencia extiende a los demás títulos valores, tiene su
paralelo casi exacto (también literalmente limitado a los títulos al portador) en nuestro art. 25 LTV.
94Esta disposición de la ley italiana, actualmente recogida en el art. 34.I de la Legge cambiaria, se halla
también en nuestro art. 137 LTV.

122
Notas de Títulos Valores § 72

creación ARCANGELI (1910) y sobre todo BIGIAVI (desde 1937 hasta la década del ‘70),
postura que resultaba más coherente antes de la dación de la legge cambiaria italiana.
De todos modos, como tal creación se considera verdadero negocio jurídico, los vicios
que tal acto tuviera como declaración resultarían oponibles a todos, puesto que, si
nada se “creó” de modo jurídicamente eficaz, tampoco nada existe que pueda ser
adquirido por los sucesivos tenedores del título.
Precisamente, como se ha visto, la Emissionstheorie critica la pretensión de
considerar negocial la mera redacción y suscripción, cuando está claro que en dichas
actividades realmente el sujeto no está manifestando ninguna voluntad actual de
obligarse. Por eso, dando por supuesto el carácter negocial del acto unilateral,
retrasaba el momento de su perfeccionamiento hasta la emisión voluntaria del título
(lo que agregaría como excepción oponibe a todos la de emisión involuntaria).
Sin embargo, todavía podría criticarse que se califique de “no recepticia” una
“declaración de voluntad” como la declaración cambiaria que, a todas luces, todos los
que la emiten la pretenden dirigir a una persona determinada, incluso aunque el
documento mismo estuviera girado al portador. Está claro que si esto se admitiese
con todas sus consecuencias (hacer oponible a todos la ineficacia del título que no
hubiera pasado por las manos del destinatario de la declaración) la disciplina de la
letra de cambio, y de los demás títulos valores, recíbiría un golpe demasiado duro para
que se lo pueda asimilar. Además, semejantes consecuencias chocarían frontalmente
con lo dispuesto por la ley. Sin embargo, es lo que pediría aparentemente la
coherencia con la condición auténticamente negocial de los títulos valores. ¿Cómo
explicar entonces las desviaciones de la disciplina general del negocio jurídico
explícitamente recogidos en la ley, y más aún las que pide el correcto funcionamiento
de los títulos valores?
La evidencia de que, de ser negocio jurídico el acto de creación o emisión del título
valor, lo era de una manera muy particular, llevó pronto a algunos autores
unilateralistas a postular la idea de que se trataba de un “negocio jurídico sui generis”,
que se apartaba en numerosos puntos de la disciplina general de los negocios
jurídicos, singularmente, en la disciplina de la oponibilidad de los vicios en la
declaración.
Así, en Alemania, GRÜNHUT defiende desde 1897 una versión de esta idea que es casi
como un anticipo, aunque dentro de la matriz unilateralista, de la doctrina de la
apariencia: la emisión del título valor es un verdadero negocio jurídico unilateral, con
todo lo que eso significa, pero que en virtud de la necesidad de dar seguridad al tráfico
es dotado por decisión soberana de la ley de unas consecuencias muy peculiares en
el tramo circulatorio. Nótese que GRÜNHUT limita las peculiaridades exorbitantes de
este negocio jurídico sui generis al tramo circulatorio de la relación cambiaria.
Sin embargo, al señalar como única explicación de esas peculiaridades la decisión
legal, desiste realmente de dar una explicación sistemática a los fenómenos jurídicos
cambiarios (en otras palabras, no es tanto una teoría cambiaria como la renuncia a
formular una). En consecuencia, tales peculiaridades deben ser consideradas derecho
excepcional. Por lo tanto, esta postura restringe además la aplicabilidad de la
protección del tráfico a los casos en los que la ley lo dispone así inequívocamente,
puesto que no respondería a ningún principio inteligible con alcance general que
pueda ser aplicado a los casos no previstos.

FACULTAD DE DERECHO 123


Versión de julio de 2023
§ 73 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

En Italia, desde VIVANTE hasta la actualidad, pasando por DE SEMO, la mayoría de los
autores adoptan posturas de este tipo, que explican la creación de los títulos valores
como peculiarísimos negocios jurídicos unilaterales, aunque pocas veces se
preocupan de señalar los alcances precisos de esa peculiaridad. Es un conjunto de
teorías, o más bien de no-teorías, con poca coherencia sistemática, algo rara y en el
fondo innecesaria, si se partiese de un recto entendimiento del negocio jurídico (al
menos en los sistemas que, como el nuestro, tienen clara orientación declaracionista).
Menos necesaria aun si se toma en cuenta la teoría de la apariencia, de la que hablaré
después.
Finalmente, la ausencia de respuestas a las preguntas planteadas por la disciplina de
los títulos valores en la teoría clásica del negocio jurídico llevó a algunos autores a
buscar otras soluciones.
Algunos prefirieron negar derechamente que la creación de los títulos valores tuviera
naturaleza negocial alguna, construyéndola como un “acto jurídico en sentido estricto”.
En ese sentido, las consecuencias obligatorias que se siguen de él se fundarían en el
riesgo que crea para la confianza del tráfico. Un acto jurídico en sentido estricto no
deriva sus consecuencias jurídicas de la voluntad declarada por el sujeto autónomo
(no pertenece al ámbito de la autonomía privada), sino sólo de la voluntariedad con
que éste realiza el acto previsto como presupuesto en la ley. Por eso estas teorías
conseguían explicar correctamente el hecho de que todos los vicios que afectasen el
acto de creación del documento, excepto aquéllos que hiciesen inimputable dicha
creación, resultan inoponibles a los terceros de buena fe, sin que incluso la evidente
ausencia de voluntad de obligarse impida la producción de los efectos cambiarios.
Pero lo que no consiguen explicar estas posturas es que tales efectos no se den ni
entre las partes inmediatamente interesadas en el acto de creación o emisión, ni a
favor de un tercero de mala fe.
El precursor de estas teorías en Alemania fue ECKARDT (1923), que fue sin embargo
duramente criticado, pues formuló su teoría con un lenguaje ambiguo, describiendo el
acto de creación como una “declaración de voluntad no negocial” (lo cual representa
una contradictio in adiecto). MOSSA fue el primero que en Italia volvió a formular una
postura de este estilo, en 1930. Lo siguieron numerosos autores, entre los más
importantes italianos: CARNELUTTI, aunque la teoría de éste es muy peculiar, de matriz
procesalista; PELLIZZI, FERRI, ASQUINI, CHIOMENTI y MARTORANO.
La doctrina complementaria de la apariencia.
Para llegar a la situación actual de la doctrina sobre los títulos valores han de
reorientarse tanto las tesis contractualistas como las unilateralistas, aceptando que ni
el contrato de entrega de las primeras, ni el acto o negocio jurídico unilateral que
postulan las segundas es apto por sí solo para explicar todos los rasgos de la
obligación cambiaria y, en especial, la extraordinariamente vigorosa protección del
tráfico a que se somete en su tramo circulatorio. Esto empieza a pasar, en el seno del
contractualismo, con la postura de BRUNNER.
Como para los otros contractualistas, para BRUNNER la obligación cartular, directa o
de regreso, se constituye inter partes mediante el correspondiente “contrato de
entrega”. Pero BRUNNER ya no vincula los efectos específicos del tramo circulatorio de
la relación cartular, esto es, la inoponibilidad de excepciones inter tertios, a una
hipotética adquisición originaria del derecho, sino a la fe pública que llevaría aparejada
el título. Sólo algunos títulos gozarían de esa prerrogativa, como la letra de cambio y

124
Notas de Títulos Valores § 73

los demás títulos “cambiarios”. Sería en virtud de esta “fe pública” que el deudor no
puede invocar una voluntad que contradiga la publicada en el título contra un tercero
de buena fe.
Con esto BRUNNER reconoce que ese aspecto concreto de la relación cartular no
puede explicarse con el recurso único a los parámetros clásicos de la doctrina del
negocio jurídico propiamente dicho, dando un paso en la dirección que tiende a
reconocer en él una complementariedad de la doctrina de la apariencia jurídica.
Pero quienes llevan a término esta tarea, meramente incoada por BRUNNER, fueron
sobre todo Ernst JACOBI, Ulrich Meyer y Wilhelm Schlickum. La doctrina se ha
difundido por todas partes, convirtiéndose en forma abrumadoramente mayoritaria en
una parte imprescindible de casi todas las teorías cambiarias vigentes —tanto
contractualistas como unilateralistas— en la actualidad, tanto en Alemania (ULMER,
BAUMBACH/ HEFERMEHL, MEYER-CORDING, ZÖLLNER, LARENZ, HUECK/ CANARIS95, etc.),
como en Suiza ((JÄGGI, MEIER-HAYOZ/ VON DER CRONE) y España (GARRIGUES96,
VICENTE Y GELLA, APARICIO, LANGLE, RUBIO, SÁNCHEZ CALERO, etc.); también ha sido
recibida en Italia (particularmente por MOSSA) y Francia (CALAIS-AULOY, LESCOT-
ROBLOT, etc.), aunque quizás en menor medida.
La doctrina de la apariencia se basa en que el creador del título valor, al suscribirlo,
crea una realidad visible en la que puede confiar el tercero de buena fe. Se basa, por
tanto, en una peculiar conexión entre el principio de publicidad y el de imputación: el
documento suscrito genera la apariencia jurídica de que el derecho incorporado ha
surgido libre de defectos y por tal apariencia ha de responder el suscriptor en la
medida, como es obvio, en que la haya causado de una manera imputable97.
En realidad, la responsabilidad por la apariencia responde a una serie de criterios que
subyacen a gran parte de las normas jurídicas positivas que consagran reglas de
seguridad del tráfico en el Derecho patrimonial privado común, tales como:
1) la responsabilidad del falso representante o del falso representado, según los
supuestos, en la representación inoficiosa;
2) la del empresario aparente (o del interpuesto)98; o
3) la de todos o algunos de los empresarios vinculados en un grupo de empresarios,
en especial la del empresario dominante, por las actuaciones de otros miembros
del grupo, etc.
Precisamente por eso, es grande la utilidad de la doctrina de la apariencia para
explicar armónicamente con el conjunto del ordenamiento las peculiaridades del
Derecho de los títulos valores. En efecto, igual que ocurre con la propia doctrina del
negocio jurídico o del contrato, la doctrina de la apariencia jurídica permite así
entender las reglas del régimen jurídico de los títulos valores a las que es aplicable
como expresión de principios de alcance más general99. Y esto ocurre incluso con
aquéllas que parecen apartarse de la lógica “normal” del sistema. De este modo se

95 Derecho…, cit., pp. 44-47 (§ 3).


96 Curso…, cit., t. III, pp. 103-104.
97 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 159.

98 Vid. mis Notas de Derecho Mercantil (Parte General), cit., pp. 71-72 (§ 32).

99 Cfr. ibid.

FACULTAD DE DERECHO 125


Versión de julio de 2023
§ 73 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

subraya la homogeneidad sistemática del Derecho privado y su coherencia, unidad y


racionalidad se ven reforzadas.
El supuesto de hecho de la responsabilidad apariencial se compone de los siguientes
elementos:
1) Una situación objetiva de apariencia, es decir, que hay unos “hechos visibles” que
dan a entender cierta situación jurídica (como derivada de un negocio jurídico), si
no como la única, sí como la explicación más razonable. Por EJEMPLO, una Letra
de Cambio, que por su propio tenor manifiesta un acto de estricta obligación
voluntaria del firmante.
2) Una falta de correspondencia real o efectiva entre esa apariencia y la verdadera
explicación fáctica de los “hechos visibles”100. En el EJEMPLO, si la Letra fue llenada
por el Profesor en clase de títulos valores como una ilustración, y no representa un
verdadero negocio jurídico obligatorio.
3) La buena fe de quien alega la apariencia101; esto es: la confianza honesta en la
apariencia objetiva (sub 1, supra) y, al mismo tiempo, el desconocimiento real e
inocente (o no imputable) de la verdadera explicación de los hechos (sub 2, supra).
En otras palabras, el interesado ha de desconocer inocentemente la falta de
correspondencia de la apariencia con la realidad. Volviendo al EJEMPLO, esto podría
ocurrir si la Letra de Cambio llenada por el Profesor en clase, exempli gratia, es
adquirida fraudulentamente por un alumno y entregada a otra persona que no se
halló, de hecho, en la clase en que se produjo la ilustración, ni conoció tampoco
de otro modo la falta de verdadera emisión, ni tenía por qué conocerla (hubiera
debido conocerla si era a su vez alumno de esa misma clase, pero no asistió a ella
por cualquier causa).
4) Un negocio de tráfico102: se protege al tercero, nunca al segundo, por llamar así al
que interviene con el creador de la apariencia en el acto concreto del que procede.
Respecto de éste, la regulación relevante es la del error y el dolo y su influencia (o
falta de ella) sobre la validez y eficacia del negocio jurídico; y si las reglas de uno
y otro no protegen al “segundo”, éste debe asumir el “perjuicio” (suponiendo que
lo haya), sin más. En el EJEMPLO propuesto, el “tercero” sería el que recibe de
buena fe la “Letra” ilustrativa del Profesor y “segundo” el alumno embaucador que
se apodera de ella y la hace circular.
5) Además, el tercero que se va a ver protegido por la apariencia no debe haber
adquirido el derecho aparente a título meramente lucrativo103. Nótese que no digo
directamente que lo haya adquirido a título oneroso (como suele hacerse) porque
hay supuestos en los que la onerosidad o gratuidad en sentido técnico es

100 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit, pp. 160-161, no considera este elemento como independiente
del anterior.
101 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 161-162.

102 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 161.

103 PAZ-ARES, ibid., tampoco distingue este elemento del anterior. Lo menciona (como “tráfico oneroso”)

como una cualificación especial de las excepciones de tráfico que no resultan excluibles por el tenedor
en su estudio “Las excepciones cambiarias”, en MENÉNDEZ, Derecho cambiario, cit., pp. 251 a 383 (p.
270), junto con la exigencia de que, tratándose de una letra de cambio (u otro título valor) el tráfico en
cuestión se produzca en forma específicamente cambiaria o cartular (p. 269).

126
Notas de Títulos Valores § 73

irrelevante para la calificación de determinados negocios jurídicos de gran


relevancia para el tráfico104, y realmente lo que se quiere es excluir de la protección
por la apariencia al adquirente a título totalmente gratuito o de mera beneficencia,
en aplicación del aforismo: qui certat de damno vitando praeferendus est ei qui
certat de lucro captando. En el EJEMPLO propuesto, esto querría decir en la práctica
que, si el “tercero” recibió la letra como “obsequio” o “regalo”, el Profesor de todos
modos podría oponerle las mismas excepciones que a su transferente (circulación
involuntaria de la letra), porque recibe sólo y únicamente lo que este último tenía,
es decir, nada. Como mucho, podría exigir responsabilidades (en la medida en que
esto es posible en los negocios de liberalidad) a quien le hizo el obsequio.
6) Por último, es necesario que haya imputabilidad de la apariencia a quien va a ser
hecho responsable de ella105. La imputabilidad se ha de examinar en el plano pura
y exclusivamente objetivo —es decir: por el riesgo previsible que se introduce en
el tráfico—, sin atender para nada al criterio subjetivo de la culpa, o inobservancia
de deberes de cuidado propiamente dichos. PAZ-ARES señala106 como un elemento
subjetivo de imputabilidad la capacidad de ejercicio del que va a ser hecho
responsable, pero creo que más que un criterio de imputación de la apariencia es
un presupuesto de ella. Adviértase que la “imputación” de la que estoy hablando,
por lo mismo que se refiere a un riesgo congnocible, previsible y normalmente
conjurable por aquél a quien se hace responsable, no es nunca “a título de negocio
jurídico” ni, por tanto, adquieren relevancia contra ella los vicios de su voluntad
eventualmente capaces de restarle validez a un negocio jurídico (como el error y
el dolo, o la falta de voluntad de obligarse)107.
Reunidos estos elementos o requisitos en un caso concreto y adecuado, el
ordenamiento jurídico “suple” o “provee” la consecuencia jurídica que mejor protege
al tercero de buena fe108:
1) que tal tercero
2) pueda oponer como efectiva (y, por tanto, se hace realmente efectiva)
3) la relación jurídica aparente en la que confió
4) contra la persona a quien dicha apariencia le resulta imputable.
Es sumamente importante recordar y tener siempre en cuenta que la doctrina de la
apariencia, y el propio “supuesto de hecho apariencial” son meramente
“complementarios” y “supletorios” de la doctrina y del supuesto de hecho “normal”.
Éste es siempre un “negocio jurídico”109. Lo que ocurre es que el ordenamiento suple
los efectos esperados, cuando la operación “normal” de dicho negocio jurídico es

104 Así, tanto la representación como las garantías personales es fácil que se ejerzan o presten en
contextos no retribuidos, sin que por ello podamos hablar propiamente de causa lucrativa.
105 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 162.

106 En “Las excepciones cambiarias”, cit., p. 289.

107 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 163-164.

108 Cfr. PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 165.

109 No sería válido oponer que en el caso del “empresario” aparente tal “apariencia” no se refiere a un

“negocio jurídico”, sino a un status, porque tal apariencia se hace relevante respecto de uno o más
“negocios jurídicos”, que pueden oponerse al “empresario” aparente como si lo fuera, aún no siéndolo,
pero sólo respecto de ESE negocio jurídico.

FACULTAD DE DERECHO 127


Versión de julio de 2023
§ 74 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

insuficiente para proteger el interés (que debe antes ser en sí mismo digno de
protección) de un tercero de buena fe y, con él, el interés del tráfico. Se trata, pues,
de establecer un nivel mínimo de protección de un tráfico que opera, primaria y
principalmente, a través de los negocios jurídicos.
Ensayo de síntesis.
En el entendido, pues, de que la doctrina de la apariencia constituye un complemento
necesario de cualquier explicación de la estructura del acto constitutivo de la relación
cartular, sigue haciendo falta definir si hay que decantarse por una doctrina
unilateralista o contractualista como explicación primaria y principal de dichos actos.
Y si la explicación fuera unilateralista, habría que decantarse a su vez por la pura
creación o la emisión; y dentro del campo contractual, si la estructura del contrato es
verdaderamente el de un contrato real “de entrega”, o si esta entrega es meramente
un acto de ejecución que condiciona sólo la eficacia de un contrato ya perfecto y
completo por el solo consenso de las partes.
Resumiendo los rasgos principales de cada una de las propuestas básicas
(contractual o unilateral), los puntos fuertes en la argumentación de las tesis
contractualistas son:
1) el contrato es el mecanismo “normal” para el establecimiento de relaciones
jurídicas patrimoniales en el Derecho privado; incluso hay quienes postulan una
suerte de “principio contractual” del Derecho de obligaciones, que estaría
expresado en normas positivas como el § 311 (1) BGB 110 y, según algunos
partidarios españoles del contractualismo111, en el art. 1089 CC es.112;
2) de hecho, a la emisión de todo título valor suele preceder, sea como parte del
contrato causal o como un acto independiente que recae sobre él, un “convenio
ejecutivo” cuyo contenido es precisamente la regulación de la emisión del título
como medio o instrumento para encauzar el cumplimiento de la relación causal; y

110 “Para constituir una relación obligatoria mediante negocio jurídico, así como para modificar el
contenido de una relación obligatoria, es necesario un contrato entre las partes, en tanto la ley no
prescriba otra cosa” (“Zur Begründung eines Schuldverhältnisses durch Rechtsgeschäft sowie zur
Änderung des Inhalts eines Schuldverhältnisses ist ein Vertrag zwischen den Beteiligten erforderlich,
soweit nicht das Gesetz ein anderes vorschreibt”).
111 Como PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 134, citando al TS de su país, a Diez-Picazo y a

Martínez de Aguirre.
112 “Las obligaciones nacen de la ley, de los contratos y cuasi contratos, y de los actos y omisiones

ilícitos o en que intervenga cualquier género de culpa o negligencia”. Lo cierto es que esa norma hace
casi exactamente lo contrario de lo que pretenden los contractualistas: reconocer que el contrato es
sólo una entre varias posibles fuentes de obligación que están todas, en principio, en pie de igualdad.
Si una disposición del CC es. rompe esa igualdad de principio, en “perjuicio” específicamente de las
obligaciones legales, es el art. 1090 CC es.: “Las obligaciones derivadas de la ley no se presumen.
Sólo son exigibles las expresamente determinadas en este Código o en leyes especiales, y se regirán
por los preceptos de la ley que las hubiere establecido; y, en lo que ésta no hubiere previsto, por las
disposiciones del presente libro”. Pero, una vez más, para ver que este precepto encarne o sirva para
sostener un pretendido “principio contractual” habría que partir de que todo lo que no sea contrato
remite en realidad, como a su verdadera fuente, a la ley. Y otra vez el propio texto del CC es., en este
caso su art. 1887, desmiente tal pretensión, pues regula los “cuasi contratos” más bien como una
categoría “abierta” de posibles fuentes de obligaciones nacidas de actos voluntarios unilaterales: “Son
cuasi contratos los hechos lícitos y puramente voluntarios, de los que resulta obligado su autor para
con un tercero y a veces una obligación recíproca entre los interesados”.

128
Notas de Títulos Valores § 74

3) simplifica notoriamente el problema de la constitución del lado activo de la relación


documentada, dado que en el mismo “contrato de entrega” la participación regular
de ambos interesados pone simultáneamente cuanto es necesario para que el
deudor se obligue eficazmente y para que el acreedor asuma el crédito como
propio.
En contra de las teorías contractuales se puede alegar fundamentalmente que
amplían el ámbito de aplicación del supuesto complementario y extraordinario de la
apariencia, en la medida en que el supuesto de hecho “normal”, configurado por estas
teorías como un “contrato”, es vulnerable:
1) no sólo a las causas de invalidez provenientes de la intervención del tradens (como
ocurre también con las teorías unilaterales),
2) sino también a las provenientes de la intervención del accipiens (que en una teoría
unilateralista resultan irrelevantes).
En ese sentido, y por esa misma razón, las teorías contractuales protegen menos el
tráfico —que es justamente de lo que trata el Derecho de los títulos valores— que las
teorías unilateralistas.
A favor de las tesis unilateralistas, en cambio, estarán precisamente los puntos
débiles, y en su contra los puntos fuertes de las contractualistas. En concreto, van a
favor del carácter meramente unilateral de los actos documentales:
1) el valor facial de los propios títulos valores y sus correspondientes declaraciones
cambiarias o cartulares, que en casi todos los casos son unilaterales, y sólo
consignan la firma (única) del obligado, no de la otra parte con la que
supuestamente contrata (cuya declaración o aceptación casi siempre brilla por su
ausencia en el documento);
2) la posición de la doctrina mayoritaria, incluyendo los legisladores, al menos en
nuestro país;
3) la existencia de una regulación general de los negocios unilaterales (el supuesto
“principio contractual” brilla por su ausencia), incluyendo la de la constitución del
destinatario en acreedor efectivo mediante su “asentimiento” (art. 1957 CC), que
lo convierten en una fuente “normal” de obligaciones, al menos en cuanto los
prevea la ley o el contrato; la ley prevé necesariamente todos los títulos valores
(art. 3 LTV) y si así no fuera, los salvaría siempre de caer en incumplimiento de
esta norma el llamado “convenio ejecutivo” que he mencionado más arriba;
4) favorecen más el tráfico, por lo mismo que las contractuales lo entorpecen.
Llegados a este punto, estoy en posición de declarar mi propia opinión en este asunto,
según la cual el supuesto de hecho que da lugar a la relación cartular es:
1) un verdadero negocio jurídico unilateral, pues entiendo que no hay ningún
obstáculo para ello y, de hecho, es la configuración más conforme con la
fenomenología jurídica usual de los títulos valores y sus funciones económicas;
2) dentro de las teorías unilaterales, me decanto por la doctrina de la emisión, pues
evidentemente es artificial y forzado ver una “declaración de voluntad” en la mera
creación del título;
3) pero esto no empece en nada a su plena eficacia cartular en los casos de emisión
involuntaria, ya que, como cualquier otra teoría cambiaria, hay que entender esta
FACULTAD DE DERECHO 129
Versión de julio de 2023
§ 75 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

construcción unilateralista con el subsidio y el complemento de la doctrina jurídica


de la responsabilidad por la apariencia, en los términos explicados en el apartado
anterior.
Ahora bien, con lo dicho no pretendo excluir la posibilidad de una constitución
“contractual” de los títulos valores. Lo que quiero decir es que un negocio jurídico
unilateral basta o es suficiente normalmente para constituir todos los efectos
cartulares, en la medida en que tienen carácter negocial; y que además es la
explicación usualmente más conforme con la práctica observable del tráfico. Pero, con
más razón, sería igualmente eficaz para constituirlos un verdadero contrato.
Ahora bien, a la vista del tenor del art. 1352 CC (consensualismo contractual como
regla general) y del sentido bien conocido que tiene de derogar la tradicional categoría
de los contratos reales, parece que ese contrato no podría ser verdaderamente “real”
o “de entrega”: sólo en virtud del id quod plerumque accidit se puede colocar su
perfección, como tal contrato, en el acto de dar y de tomar (Geben und Nehmen), al
menos en el Perú. Es decir, si bien el (en principio innecesario, pues normalmente
bastaría la sola declaración unilateral del emisor) “contrato cartular” es, bajo las leyes
peruanas, perfectamente capaz de quedar concluido por el mero cruce de
declaraciones de oferta y aceptación sin necesidad de que se verifique el acto “real”
de dar y de tomar, es completamente conforme con la fenomenología usual de su
celebración y la concepción implícita de quienes participan en ella que el momento en
que el destinatario de la “oferta” contenida en el título efectivamente la “acepta” o “hace
suya” sea cuando se verifica dicho acto de dar y de tomar físicamente la charta; pero
eso ocurriría porque dicho acto (concretamete en su aspecto de “tomar” o “recibir”)
vendría a ser o a expresar más bien una aceptación per facta concludentia del
destinatario, y no una declaración expresa en ese sentido.

V. LA POSICIÓN DOCUMENTAL ACTIVA


Teorías sobre la cuestión.
Se trata en este momento de responder a la pregunta: ¿qué es necesario, de parte
del tenedor del título valor, para que consiga ocupar eficazmente la posición de
acreedor?
Como de alguna manera he insinuado ya en los apartados anteriores, las doctrinas o
teorías que, respecto de la constitución de la posición documental pasiva —que es de
lo que he venido tratando en la sección anterior—, pueden calificarse de unilateralistas
y las contractualistas tienen sobre este punto ciertas diferencias importantes. Para los
unilateralistas, en efecto, el “acreedor” necesita “adquirir” el derecho documentado,
creado a su favor únicamente con el acto unilateral del deudor; es más, debe hacerlo
en virtud de otro hecho o acto independiente del que sirve al deudor para obligarse.
En cambio, para los contractualistas la posición activa se constituye simultáneamente
a la pasiva, y por el mismo y único acto bilateral en que consiste el “contrato de
entrega”.
Ahora bien, se trata, en realidad, de diferencias de significado, de oportunidad, y
también quizá de “urgencia” de una respuesta, lo que explica que la cuestión se haya
planteado explícitamente por primera vez en el seno del unilateralismo. No hay, sin
embargo, excesivas diferencias respecto de la “necesidad” de contar con un criterio
claro sobre la cuestión de fondo, que viene a ser la identificación del criterio conforme

130
Notas de Títulos Valores § 76

al cual se puede distinguir a un mero tenedor, legitimado o no, pero no titular verdadero
del derecho documentado, del que sí lo es.
Por esa razón, lógicamente, una vez planteada la cuestión de manera explícita por los
unilateralistas, los contractualistas vinieron también a sumarse a la discusión. Y como
expresión de que la solución al problema anteriormente discutido no necesariamente
predetermina la respuesta que corresponde dar a la cuestión que ahora nos ocupa,
las afinidades doctrinales que se formaron a propósito de ella no coinciden, ni por
necesidad lógica ni en la práctica, con las que se crearon a propósito de la forma de
constituir el lado pasivo de la relación cartular113. En otras palabras, en esta materia
no tiene ningún valor descriptivo la división de las teorías cambiarias en unilateralistas
y contractualistas.
Históricamente, la sucesión temporal de las teorías sobre este aspecto ha seguido el
siguiente orden:
1) primero, la teoría de la propiedad, implícita ya en la doctrina contractualista de
SAVIGNY, antes incluso de que se plantease el problema de manera explícita;
2) en segundo lugar, la teoría de la posesión, propuesta ya explícitamente para
resolver el problema que aquí nos ocupa por el unilateralista KUNTZE;
3) en tercer lugar, y como reacción a la anterior, la teoría de la simple detentación,
del también unilateralista SIEGEL; y
4) finalmente, teoría de la (posesión de) buena fe propuesta por el unilateralista
GRÜNHUT, y que prácticamente marca el retorno a la teoría original de la propiedad.
Pero en los apartados que siguen voy a ordenar las teorías comenzando más bien por
la que menos y terminando con la que más exigen al acreedor para que pueda ocupar
eficazmente su posición activa.
La teoría de la simple detentación.
La teoría de la simple detentación o bloße Detentionstheorie es la doctrina que
SIEGEL114 formuló, en gran medida, como reacción a la doctrina de la posesión en
sentido estricto de KUNTZE.
A SIEGEL, que era unilateralista a ultranza, la teoría de la posesión le parece de un
contractualismo vergonzante115. En efecto, la exigencia de tomar posesión consciente,
voluntaria y con ánimo de hacerse acreedor que exige esa otra doctrina encubriría,
según él, un trasunto de “aceptación”.
Para SIEGEL, en cambio, debería bastar la apropiación como mero hecho
externamente perceptible. Y esto, con total independencia del modo, título o términos
en que se ejerce, e incluso sin saberlo ni quererlo (ohne Wissen und Willen)116.
Uno de sus seguidores lo expone así:

113 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 94.


114 SIEGEL, Heinrich; Das Versprechen als Verpflichtungsgrund im heutigen Recht: Eine germanistische
Studie, Franz Vahlen, Berlin, 1873, pp. 108-128.
115 Das Versprechen…, cit., pp. 122-127.

116 Das Versprechen…, cit., p. 110.

FACULTAD DE DERECHO 131


Versión de julio de 2023
§ 76 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“También el simple detentador, que posee el título para su propietario, p. ej. el


depositario, o un malae fidei possessor, que lo ha adquirido por delito, es
acreedor, mientras posea el papel, y el deudor se libera realizando la prestación
ante él. Aun cuando ni el ladrón ni el depositario deben cobrar el crédito, y el
propietario puede disputarles el título y por ese medio perjudicar su condición
de acreedores, ellos siguen siendo los acreedores durante todo el tiempo que
dure su posesión.
El propietario que entrega su título a otro en prenda o para su custodia, o que
lo pierde contra su voluntad, sigue siendo propietario, pero no es acreedor
mientras no vuelva a entrar en posesión del papel. Es superfluo e inadmisible
distinguir entre un acreedor verdadero y aquél que no lo es verdaderamente,
sino que sólo está legitimado como tal. El propietario no poseedor no es
acreedor, pero tiene en la reivindicación o en sus acciones contractuales un
medio para reclamar el crédito que se le ha perdido. Mientras el simple
detentador tiene el crédito, pero no debe hacerlo valer, el propietario no
poseedor carece del crédito, pero tiene un derecho a obtenerlo; aquél tiene un
derecho procedente del título, éste un derecho sobre el título”117.
La teoría de la simple detentación resultaría hoy, ciertamente, bastante extremista.
Por esa razón ya no la defiende nadie. Pero, aunque no gozó nunca de muchísima
aceptación, sí que tuvo en su momento cierto éxito, específicamente como explicación
de los títulos al portador118.

117 STOBBE, Handbuch des deutschen Privatrechts, cit., t. 3, pp. 205-206 (§ 180): “Auch der bloẞe
Detentor, welcher für den Eigenthümer das Papier besitzt, z. B. der Depositar oder ein malae fidei
possessor, welcher es durch Delikt erworben hat, ist Gläubiger, so lange er das Papier besitzt, und der
Schuldner wird durch Leistung an ihn frei. Wenn auch der Dieb oder der Depositar die Forderung nicht
erheben soll und ihnen der Eigenthümer das Papier abstreiten und dadurch ihre Gläubigerschaft
zerstören kann, so sind sie doch während der Zeit ihres Besitzes Gläubiger.
Der Eigenthümer, welcher sein Papier einem Andern zu Pfand oder zur Bewahrung übergiebt oder
welcher es gegen seinen Willen verloren hat, bleibt Eigenthümer, aber er ist nicht Gläubiger, so lange
er nicht wieder in den Besitz des Papiers gekommen ist. Es ist überflüssig und unzulässig, zwischen
einem wahren Gläubiger und demjenigen zu unterscheiden, welcher nicht wahrer Gläubiger ist, sondern
nur als Gläubiger legitimirt ist. Der nicht besitzende Eigenthümer ist nicht Gläubiger, aber er hat in seiner
Vindikation oder Kontraktsklage ein Mittel, um die ihm verloren gegangene Forderung für sich zu
reproduciren. Während der einfache Detentor die Forderung hat, aber sie nicht geltend machen soll, hat
der nicht besitzende Eigenthümer nicht die Forderung, aber ein Recht auf die Forderung; jener hat ein
Recht aus dem Papier, dieser ein Recht am Papier”.
118 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 95. Ése es el contexto en el que, como recojo en la nota

precedente, Otto STOBBE defiende, por cierto que en forma bastante persuasiva, la teoría de la simple
detentación; cfr. Handbuch des deutschen Privatrechts, cit., t. 3, pp. 205-209 (§ 180): “Versteht man
entsprechend der regelmäẞigen Bedeutung des Worts unter Gläubiger diejenige Person, an welche del
Schuldner verpflichtet un berechtigt ist zu zahlen, so ist Gläubiger der Forderung aus einem
Inhaberpapier derjenige, welcher es besitzt: denn nur er kann die Forderung geltend machen und nur
durch Zahlung an ihn wird der Aussteller von seiner Verbindlichkeit frei. Wer ein Inhaberpapier ausstellt,
verspricht den Inhaber der Urkunde ohne Rücksicht auf dessen Recht am Papier als Gläubiger
behandeln zu wollen, und wer das Inhaberpapier nimmt, muẞ auch die Consequenz tragen, daẞ der
Schuldner durch Leistung an den bloẞen Inhaber frei wird. Mag auch ein Anderer als der Detentor
Eigenthümer des Papiers sein, so ist er doch nicht Gläubiger; er kann weder vom Schuldner die Leistung
fordern, noch wird letzterer durch Leistung an ihn von seiner Verbindlichkeit frei”. Y sigue el pasaje
reproducido en nota precedente. De todos modos, STOBBE reconoce la conveninencia o incluso
necesidad de paliar los efectos extremos de esta teoría (pp. 207-209): “Freilich läẞt es sich nicht

132
Notas de Títulos Valores § 77

La teoría de la posesión.
La teoría de la posesión o Besitztheorie era precisamente la propuesta de KUNTZE119,
el autor de la teoría unilateralista de la pura creación.
Para dicho autor, para que el poseedor se haga efectivamente titular del derecho
incorporado, es necesario:
1) en primer lugar, que el sujeto esté formalmente legitimado, según la ley de
circulación del título; y,
2) además, que realice un acto voluntario, específicamente con voluntad de devenir
acreedor.
En otras palabras, KUNTZE exige que el sujeto se constituya en poseedor en sentido
propio del documento, posesión que según la teoría dominante en esa epoca suponía:
1) el corpus, o hecho externamente perceptible de detentar la cosa, y
2) el animus sibi possidendi.
Ahora bien, esa posesión en sentido propio, así fuera ilegítima y de mala fe, conferiría
ya por sí sola la condición de verdadero acreedor en la propuesta de KUNTZE.
Con esta teoría, el autor —y son las principales críticas que se le han hecho—
confunde:
1) la legitimación formal activa (apariencia de titularidad) con la verdadera titularidad
material del derecho; y
2) la legitimación también formal, pero pasiva (posibilidad de liberarse pagando al
legitimado activo), con la obligación propiamente dicha.
Ciertamente, la mera legitimación activa da lugar a una presunción de titularidad, pero
se trata de una mera presunción relativa, vulnerable (también en el plano cambiario)
a la prueba de los hechos que configuran la verdadera titularidad propiamente dicha.
Por eso, la prueba de la mala fe del poseedor legitimado automáticamente lo excluye
de la protección que confiere la legitimación.

verkennen, dass die ausnahmslose Durchführung dieser Prinzipien weder der aequitas noch den
Bedürfnissen des Verkehrs entspricht, und daẞ die Einschränkungen, welche in der Literatur oft
vertheidigt werden, auch eine gesetzliche Anerkennung verdienen. Dahin würde a) gehören, dass der
Schuldner nicht zu zahlen braucht, wenn er sofort zu beweisen vermag, daẞ der Inhaber offenbar kein
Recht am Papier hat und weder Eigenthümer noch vom Eigenthümer zur Geltendmachung der
Forderung beauftragt ist. Er müẞte dann die Zahlung zurückhalten dürfen und würde nur dem Risiko
unterliegen, dem Inhaber sein Interesse wegen verzögerter Leistung ersetzen zu müẞen, falls er mit
seinem Widerspruch nicht durchdringt.
Und b) es würde der Schuldner dem Inhaber nicht zahlen dürfen und wenn er es doch thut, dem
Eigenthümer verantwortlich werden, wenn er weiẞ und zu beweisen vermag, daẞ der Inhaber kein
derartiges Recht an dem Papier hat, daẞ er die Forderung geltend machen darf.
Doch würde bei Anerkennung dieser Sätze es besonderer Cautelen bedürfen, um zu verhindern, daẞ
der Schuldner nicht aus ihnen die Gelegenheit gewinnt, in widerrechtlicher Weise die Zahlung
hinauszuschieben”.
119 KUNTZE, Johannes Emil; Die Lehre von den Inhaberpapiere oder Obligationen au porteur,

rechtsgeschichtlich, dogmatisch und mit Berücksichtigung der deutschen Partikularrechte dargestellt,


Hinrichs, Leipzig, 1857, pp. 293-295 (§ 69) y 299-304 (§ 70).

FACULTAD DE DERECHO 133


Versión de julio de 2023
§ 78 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Y de manera similar, el legitimado pasivo puede ciertamente pagar liberatoriamente al


legitimado activo en virtud precisamente de la presunción de titularidad con que éste
cuenta, pero dicho efecto queda también excluido si tal pago se hace de mala fe,
sabiendo y pudiendo probar sin excesiva dificultad que el legitimado no era el
verdadero titular120.
Teoría de la (posesión de) buena fe.
La teoría de la buena fe o Redlichkeitstheorie fue propuesta por GRÜNHUT, que también
era unilateralista, como reacción o corrección a la de la posesión de KUNTZE, si bien
en sentido opuesto a la que quiso introducir SIEGEL.
Para GRÜNHUT, basta ciertamente la voluntad unilateral del creador del título para que
éste quede obligado, pero condición de eficacia de dicho acto unilateral es que el título
llegue a manos de alguien que, constituyéndose en poseedor, tenga ciertamente la
voluntad de hacerse acreedor, en los mismos términos del propio KUNTZE, pero
además resultaría necesario que lo haga de buena fe.
El problema de esta teoría no es que sea errónea, que no lo es, sino que representa
una forma innecesariamente complicada de expresar sustancialmente lo mismo que
la teoría dominante (y, en mi opinión, correcta) que es la de la propiedad, pues exigir
una posesión (cambiaria) de buena fe es del todo equivalente a exigir directamente la
propiedad. En efecto, adquirir la posesión de un título valor de buena fe, por regla
general, hace al adquirente propietario, incluso a non domino, si fuera necesario para
proteger la circulación.
Alguien podría defender que se pueden plantear algunos casos excepcionales en los
que eso no sea así, y por lo tanto no sea del todo equivalente poseer el título de buena
fe y hacerse propietario de él y, al mismo tiempo, acreedor cartular. Por ejemplo,
podría pensarse en casos en que alguien adquiere de buena fe el papel, sin advertir
su condición de título valor, apropiándoselo quizás bajo la impresión de que es una
res nullius. Pero con idependencia de en qué casos y con qué condiciones el
adquirente se puede hacer propietario del papel de esa forma (problemática que no
voy a abordar aquí), lo cierto es que, aun en el supuesto de que se hiciera propietario
del título en cuanto bien material, es evidente que ello no ocurre en cuanto título valor,
y por eso mismo, tampoco se hace titular del crédito documentado.
Teoría de la propiedad.
Como ya he dicho, la teoría de la propiedad (Eigentumstheorie) fue anticipada (más
que propuesta) implícitamente por la teoría contractualista de SAVIGNY, al desarrollar

120 Nótese que en este segundo caso (legitimación pasiva) no basta (como en el primero, relativo a la
legitimación activa) el mero conocimiento de la realidad contrastante con la apariencia por parte del
sujeto deudor, para que éste pierda la protección que le confiere la legitimación. La última frase del
texto contiene la respuesta que considero más razonable a la pregunta, planteada ya por BRUNNER:
¿está el deudor cartular obligado a retener el pago si le consta que el legitimado no es el verdadero
titular? La respuesta generalmente negativa que allí recojo sigue básicamente la postura sobre la
cuestión de VON GIERKE, para quien esa obligación sólo le sería exigible si conoce (o debe conocer) la
situación jurídica real y, además, la puede probar fácil, rápida y contundentemente, pues en otro caso
no se le puede pedir que ponga en peligro su propia seguridad jurídica para defender la posición del
verdadero titular. Otros autores, como ARCANGELI, defienden una posición más laxa (en mi opinión,
demasiado), que sólo haría responsable al deudor que paga al legitimado activo en caso de fraude o
colusión con dicho sujeto, en daño del verdadero titular.

134
Notas de Títulos Valores § 79

la “idea de la incorporación” (Verkörperungsgedanke) como concepto inspirador


característico del régimen de los títulos valores.
A diferencia de la teoría de la posesión, y constituyendo como un paralelo de lo que
ocurre en el terreno de los derechos reales con la posesión y la propiedad, en este
caso sí queda clara la diferencia entre:
1) la legitimación (Legitimation), como presunción de titularidad, por un lado; y
2) la titularidad propiamente dicha (Berechtigung), por otro.
Si a esto se añade la regla de la posible adquisición de la propiedad a non domino
(desarrollada ya expresamente con referencia a la letra de cambio, sobre todo, por
GOLDSCHMIDT)121, se configura plenamente el contenido de la teoría de la propiedad
sobre la constitución del lado activo de la relación cartular. Así se explica que quien
de buena fe adquiere el documento de un non dominus, siempre que éste esté
formalmente legitimado, pueda adquirir la propiedad y, con ella, la titularidad del
crédito.
La teoría de la propiedad, en su versión definitivamente desarrollada por VON
GIERKE122, puede ser sintéticamente formulada así:
“El derecho que procede del título sigue al derecho que se tiene sobre él”123.
Como también he adelantado, la teoría de la propiedad, inicialmente desarrollada para
explicar la consolidación o perfeccionamiento de la obligación cambiaria (lado pasivo
de la relación cartular)124, es la absolutamente dominante hoy en día para explicar la
adquisición por el acreedor de su propia posición activa en la relación cambiaria125,
tanto entre quienes sostienen posturas contractualistas como entre los defensores del
unilateralismo. Es también la postura a la que, con las precisiones que expongo en el
resto de esta sección, me adhiero personalmente.

121 Aunque, a fuer de precisos, él habla en estricto de la regla de origen germánico medieval “Hand
wahre Hand”, funcionalmente equivalente a la adquisición a non domino, pero más exactamente
traducible, al menos en su origen, como una de irreivindicabilidad de los bienes muebles por quien
voluntariamente se desprendió de su posesión cuando ésta se halla en manos de un tercero a quien
se lo haya entregado el accipiens original.
122 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 102-103.

123 “Das Recht aus dem Papier folgt dem recht am Papier”. Sin embargo, es preciso señalar que esta

frase sólo es fundamentalmente exacta en el plano dogmático si se admite el negocio cambiario


propiamente dicho como un negocio (o contrato) “real”, cosa que en nuestro ordenamiento resulta más
bien problemática. Cfr. la referencia que hago en el § 74, in fine, en pp. 91 y ss., supra, y, sobre todo,
en el § 80 inmediatamente siguiente, infra.
124 Y, en ese contexto y en esa función conoció, al menos, las dos variantes de la “teoría de la

adquisición de la propiedad” (Eigentumserwerbstheorie, según la cual la obligación cambiaria nace o


se perfecciona cuando el tenedor adquiere la propiedad a domino aut a non domino; así, CARLIN, entre
otros) y de la “teoría de la procuración de la propiedad” (Eigentumsverschaffungsteorie de LEHMANN,
según la cual la obligación se constituye por la conjunción del acto del deudor apto para transmitir la
propiedad y la adquisión de ésta por el legitimado formalmente). Vid. PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…,
cit., pp. 92-93.
125 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 103.

FACULTAD DE DERECHO 135


Versión de julio de 2023
§ 80 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

La propiedad, la incorporación y sus límites ante la posición activa.


La idea central de la doctrina de la propiedad como determinante de la posición activa
en la relación cartular, entonces, se puede expresar también diciendo que la titularidad
del crédito derivado del título corresponde únicamente a quien ostente el derecho real
de propiedad sobre el título126.
Naturalmente, eso no afecta para nada al hecho de que, para poder ejercer
regularmente ese derecho que ha adquirido junto con la propiedad, sea siempre
necesario que conserve alguna forma de control del título mismo, pues en caso
contrario el deudor podrá rechazar válidamente el pago. Es más, si quien fue
propietario del documento y titular del crédito no conserva ese control, resulta posible
y hasta relativamente fácil (según los casos) que pierda una y otra condición, mediante
la adquisición de buena fe del título por un tercero (art. 15 LTV).
Así pues, en virtud de ese peculiar nexo entre el documento y el derecho documentado
que se ha venido en denominar “incorporación”, cabe decir que, hasta cierto punto, de
la propiedad del documento deriva la titularidad del derecho documentado en él. Pero
no se puede perder de vista que se trata un mecanismo meramente instrumental127
que permite delimitar el derecho documentado128, de modo que:
1) los límites personales, temporales, objetivos, etc., del derecho, en la medida en
que resulta posible, gocen de tanta certeza como los de una res materialis; y
2) el documento (res materialis) pueda servir de vehículo a la circulación del derecho
documentado, mediante la circulación cambiaria o cartular.
El derecho documentado, entonces, queda como vinculado de un modo peculiar con
la propiedad sobre el documento material. Pero hay que entender bien esta idea,
cayendo en la cuenta de que no significa:
1) Que sea estrictamente cierto que el derecho cartular “siga” propiamente al derecho
sobre la carta. Ello ocurriría únicamente en el caso de que el negocio cambiario
propiamente dicho tuviera necesariamente que construirse como un negocio (o
contrato) “real”, cosa que en nuestro ordenamiento más bien rechaza. Es decir, la
transferencia de la propiedad del título (papel, bien mueble) siempre va a requerir
alguna forma de traditio (art. 947 CC), pero el negocio constitutivo de la obligación
cambiaria (y, por lo tanto, la adquisición de la calidad de acreedor en ésta) no la
requiere propiamente para su perfección, aunque lo usual y abrumadoramente
mayoritario es que se exprese o exteriorice precisamente mediante el acto de
entrega. Para tal perfeccionamiento, en mi opinión, bastaría que se “emita” la
declaración ya extendida en el título (pues ciertamente tiene que revestir la forma
escrita, y escrita en el título), por ejemplo, mediante su comunicación a los
interesados por vía distinta de la entrega del título129; o incluso sin ese requisito

126 Cfr. PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 100-103.


127 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 170.
128 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit, t. I, p. 84, citando a BAUMBACH/ HEFERMEHL, a Richardi y a Zöllner;

vid. también los §§ 46 y 47, en pp. 68 y ss., supra.


129 Es más o menos el supuesto que recoge el art. 137.2 LTV para la aceptación ya escrita y comunicada

a uno o más de sus beneficiarios (aunque pide para ello forma escrita o fecha cierta), que ya no se
puede testar eficazmente en relación con ellos.

136
Notas de Títulos Valores § 81

para muchos negocios cartulares, si se trata de un título al portador (en los que no
es necesario que los actos traslativos consten en el documento; sí el acto
constitutivo original, como es obvio). En tales casos, según los principios del
Derecho de obligaciones y contratos peruano, considero que la obligación (y el
crédito) ya habría nacido, aunque el acreedor aún no haya adquirido la propiedad
del título.
2) Que la propia existencia del derecho o su titularidad dependa mecánicamente de
la subsistencia del documento o de la conservación de la posesión130. En efecto,
la destrucción o pérdida del documento, aunque haga imposible el ejercicio del
derecho (mientras no se proceda a su amortización o reivindicación), no lo
destruye. Sólo si entretanto lo hubiera adquirido un tercero de buena fe, el titular
anterior perdería, por eso mismo, su derecho cambiario131.
3) Que el mero hecho de adquirir por cualquier forma la propiedad del documento (en
cuanto hoja de papel) haga al propietario titular del derecho incorporado132. En
concreto, el que lo adquiere fuera de su circulación regular en cuanto título valor,
incluso si llegase a adquirir la propiedad del papel (por ejemplo, por especificación
o por accesión) no por eso pasa a ocupar la posición de titular del derecho
documentado.
4) Que no se pueda llegar a ser titular del derecho documentado antes de adquirir la
propiedad del documento133. De hecho, es lo que ocurre necesariamente cada vez
que el título valor es transmitido mediante cesión de derechos134, ocasiones en las
que la “entrega” es más bien obligatoria, precisamente porque se ha cedido (ya) el
derecho (art. 27.2 LTV).
5) Por último, que no se pueda dejar de ser titular del derecho documentado aun
conservando la propiedad y la posesión del documento en sí135. Así, consta que el
pago sin rescate del título realmente extingue el derecho documentado inter partes
(cfr. arts. 17.1 y 15 LTV, éste último interpretado a contrario), aunque el deudor
que así proceda se sometería al riesgo de quedar obligado con un tercero
adquirente de buena fe del título, en virtud de la apariencia.
Carácter normalmente derivativo de la adquisición cartular.
Cabre preguntarse si la adquisición propiamente cartular de un título valor, según su
propia ley de circulacón (por simple tradición, endoso o cesión) es desde el punto de
vista jurídico-real un modo de adquisición originario o derivado.

130 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 170-172.


131 PAZ-ARES, ibid., discute incluso que el derecho se extinga por la destrucción voluntaria del
documento por su tenedor con intención de condonar o renunciar a su derecho de crédito, con un
razonamiento que me persuade también a mí por la postura negativa. En efecto, la liberación del deudor
en esos casos no puede ser eficaz sin contar con la aceptación de éste.
132 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 172-173.

133 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 173-174.

134 Además, en mi opinión, de todos los casos de negocio cambiario emitido y comunicado a los

anteriores obligados cambiarios, pero aún no ejecutado mediante la entrega del título, como expongo
en la enumeración del texto, sub 1, supra.
135 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 174.

FACULTAD DE DERECHO 137


Versión de julio de 2023
§ 81 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

El modo habitual de entender la autonomía como regla de los títulos valores por la
doctrina mayoritaria postula su carácter originario, en el sentido de establecer una
conexión inmediata de la posición de cada titular con el acto del deudor, y negando
que se reciba un ius cessum del tradens (con sus cargas y gravámenes). Este punto
de vista es más fácil de construir desde las teorías unilaterales, aunque las
contractuales de VON GIERKE (teoría de la oferta ad incertam personam) y de
GOLDSCHMIDT (contrato similar a la estipulación a favor de tercero) consiguen más o
menos el mismo resultado de vincular directamente a cada sucesivo tenedor con el
acto creador original.
En esa misma línea, se suele afirmar que, aunque la titularidad del título-cosa (o sea,
su propiedad) se adquiera normalmente a título derivativo (y sólo cuando intervenga
una adquisición a non domino podría decirse que ello ocurre de modo “originario”), la
titularidad del derecho o crédito incorporado en él (la posición activa o de acreedor)
sería siempre originaria.
Ahora bien, considero que PAZ-ARES acierta136 cuando señala que este análisis es
contrario a la intención normal de las partes (que lo que pretenden al transmitir el título
es también transmitir el derecho derivado de él), además de contrario a la letra de la
ley, que no sólo habla en los arts. 34 y ss. LTV del endoso como de “la forma de
transmisión de los títulos valores a la orden” (y en el art. 22.1 LTV de la simple tradición
o entrega como la propia de los títulos al portador), sino que en el art. 38 LTV
expresamente declara que “[e]l endoso en propiedad transfiere la propiedad del título
valor y todos los derechos inherentes a él” (énfasis añadido). Además, si el endoso y
la tradición (ésta sola, para los títulos al portador) realmente hiciesen adquirir de
manera originaria, haría falta una explicación realmente difícil de justificar de por qué
la cesión de los títulos no tiene ese efecto (como de modo unánime se admite que no
lo tiene), pese a ser un medio de transmisión del título tan regular y tan cartular como
los otros para los títulos naturalmente a la orden, pero girados nominativamente.
En concordancia con estas observaciones, se ha de concluir que en realidad los
derechos cambiarios se adquieren a título derivativo del anterior tenedor, como
resultaría de la aplicación normal de los principios y reglas del ordenamiento jurídico
patrimonial privado. Precisamente por eso basta la mala fe subjetiva del adquirente
(esto es, su conocimiento de la real falta de derecho en el transmitente, por muy
legitimado que esté según la apariencia) para impedir que adquiera nada. Si en
cambio actuara de buena fe sobre la base de la apariencia documental que es objeto
de la protección legal del Derecho de los títulos valores, adquiriría a non domino, como
ocurriría también si el objeto de la operación no fuera un título valor, sino otro bien
mueble cualquiera bajo las circunstancias a que alude el art. 948 CC.
Esto no está reñido con la autonomía y la abstracción de los títulos valores, ni con la
consiguiente inoponibilidad de excepciones. Estos efectos, en realidad, constituyen
en este caso un fenómeno ajeno al carácter, originario o derivativo, de la adquisición;
fenómeno que es capaz de conferir al accipiens un derecho más robusto que el que
tenía el tradens, incluso inter partes, porque el deudor ha emitido un título circulatorio,
y lo ha hecho consciente y voluntariamente o, al menos, ha dado lugar imputablemente
a la apariencia de ello. Lo mismo, por cierto, puede pasar en otras transmisiones de

136 PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 175-178.

138
Notas de Títulos Valores § 81

créditos bajo el Derecho común; así: la cesión consentida por el cedido (al menos tal
como la regula en España el art. 1198 CC es.), etc.
Así, si se transmite por endoso una letra garantizada con hipoteca o fianza no
anotadas en el título (pero que son realmente accesorias a la obligación contenida en
él), ¿se defenderá que como la adquisición del derecho es originaria y no derivativa el
accipiens adquiere el crédito documentado, pero no la hipoteca o la fianza? En
realidad adquiere una y otra, en aplicación del art. 1211 CC, porque su adquisición es
derivativa y tales garantías un accesorio del crédito; tan sólo la eficacia automática de
ellas a favor de cualquier tenedor legítimo se condiciona a su anotación en el título (y,
en su caso, registro; cfr. arts. 56.2 y 63.1 LTV), de modo que si no se hubiera hecho
eso habría necesidad de asentimiento del garante (art. 63.2 LTV) o, si el título de la
garantía no documentada contempla de algún modo la posibilidad de que sea cedida
sin ese asentimiento, que tal transferencia sea debidamente comunicada.

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UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 3
FISONOMÍA LEGAL GENERAL DE LA
RELACIÓN JURÍDICA DOCUMENTADA
SUMARIO: I. LOS CARACTERES REGULADORES DE LOS TÍTULOS VALORES EN LA LTV.—
82. Planteamiento. 83. ¿Aspectos delimitadores de los caracteres reguladores?
II. LA LITERALIDAD CARTULAR.— 84. Noción y manifestaciones. 85. Literalidad e
incorporación: la hoja adherida. 86. Literalidad e interpretación: la cuantía del título.
87. Literalidad y alteración del título valor. III. FORMALIDAD Y COMPLETIVIDAD.—
88. Formalidad. 89. La completividad. 90. El título valor en blanco o emitido
incompleto. 91. Regulación material y procesal aplicable al título valor en blanco.
92. Prueba del acuerdo de llenado y completamiento abusivo. 93. Oponibilidad a
terceros del acuerdo de llenado. IV. ABSTRACCIÓN Y AUTONOMÍA DE LOS TÍTULOS
VALORES.— 94. Noción de abstracción cartular. 95. Abstracción y pacto de favor.
96. Dimensiones formal y material de la abstracción cartular. 97. La abstracción
cartular en la jurisprudencia. 98. La abstracción (meramente) procesal en la fase
inter partes. 99. La abstracción (material) de la fase circulatoria o inter tertios.
100. Autonomía cartular. 101. Autonomía de firmas. V. LA LEGITIMACIÓN
CARTULAR.— 102. Noción y dimensiones. 103. Legitimación en cuanto al título.
104. La legitimación activa. 105. La legitimación pasiva. 106. Legitimación y buena
fe.

I. LOS CARACTERES REGULADORES DE LOS TÍTULOS VALORES EN LA LTV


Planteamiento.
Tras desarrollar, en íntima conexión con la noción doctrinal y legal de título valor, y
como preparación necesaria para profundizar en su naturaleza jurídica, los caracteres
o principios que he considerado esenciales o definitorios1, corresponde en este
Capítulo estudiar con más profundidad los otros caracteres enunciados en su
momento, es decir, los de régimen o regulatorios.
Ahora bien, y aunque no se trate de rasgos estrictamente necesarios para poder
hablar en sentido esencial de verdaderos títulos valores, lo cierto es que la LTV
predica y aplica en general a todos ellos todos los cacteres mencionados, desde el
mismo momento en que, como veremos, los recoge y regula en la Sección I (“Reglas
generales aplicables a los títulos valores”) de su Libro I (“Parte General”).
Según la distinción y clasificación que hice en su momento2, entonces, los caracteres
reguladores que aún han de ser desarrollados aquí serían los de:
1) literalidad (arts. 4, 5, 9 y 13 LTV, entre otros),
2) esencial formalidad (arts. 1.1, 1.2 y 6 LTV, principalmente, entre otros),
3) completividad (art. 10 LTV),
4) abstracción (arts. 18, 19 y 20 LTV),

1 Vid. los §§ 40 a 47, en pp. 59 y ss., supra.


2 Vid. § 36, en pp. 52 y ss., supra.

— 141 —
§ 83 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

5) autonomía (arts. 8, 9, 15 y 19 LTV), y


6) legitimación (arts. 12, 16, 17 y 18 LTV, entre otros).
Como se hace evidente en la estructura que he dado a este Capítulo, entiendo que
los caracteres que expongo emparejados (formalidad-completividad y abstracción-
autonomía) están especial e íntimamente relacionados entre sí, mientras que la
literalidad (al inicio) y la legitimación (al cierre) admiten o incluso requieren un
tratamiento más autónomo cada una.
¿Aspectos delimitadores de los caracteres reguladores?
Ahora bien, pienso que no está de más, antes de entrar en el estudio detallado de
estos caracteres reguladores, hacer una salvedad importante. Se trata de reconocer
que el núcleo de las ideas jurídicas que están en la base de algunos de los caracteres
que vamos a estudiar son los bastante amplios como para comprender aspectos o
exigencias que bien podrían considerarse más bien pertenecientes a la delimitación o
definición de lo que es un título valor, y no sólo a su régimen legal.
Me explico con dos ejemplos que, de alguna manera, ya he apuntado en lo que
precede, si bien no han llegado a quedar del todo explícitos:
1) El primero es el de la literalidad: ya he mencionado cómo la autoexplicatividad, que
es uno de los aspectos de la documentalidad de todos los títulos valores, en
conjunción sobre todo con su necesaria aptitud circulatoria (principios en ambos
casos delimitadores o definitorios) podría también expresarse como una exigencia
mínima de literalidad.
2) El segundo es el de la esencial formalidad. Qué duda cabe de que las ideas de
“forma”, “requisito formal” y “formalidad”, en sí mismas y en su uso normal (incluso
técnico), abarcan también aspectos o exigencias “delimitadoras”, y no sólo “de
régimen”, referidas a la “configuración externa” del documento. Nótese en concreto
que, cuando el soporte del título valor sea material, si bien su condición de mueble
por naturaleza es claramente un elemento definitorio, el que se exija
concretamente que sea una hoja de papel configura más bien una “formalidad” de
puro régimen. En efecto, hay muchos soportes documentales muebles, textuales
y autoexplicativos que, siendo materiales, no son hojas de papel, y sin embargo
pueden ser tan o más aptos que ellas para encauzar la circulatoriedad del derecho
incorporado: un paño (de tela, por tanto), o una tablilla (de madera), etc.
Cabría pues, quizás, hablar de “formalidades delimitadoras” (las que surgen como una
exigencia de la propia “naturaleza” de un título valor) y “formalidades de régimen” (las
que son una mera exigencia legal concreta); y, en el mismo sentido, de “elementos
literales delimitadores” (la autoexplicativiad del documento) junto a otros meramente
“de régimen” (los que estudiaremos en este capítulo). Lo que pasa es que los aspectos
del primer tipo quedan ya englobados, por eso mismo, en el principio definitorio de la
documentalidad3: su carácter deíctico, textual y autoexplicativo. Si al desarrollar ese
principio no he podido evitar referirme a algunos aspectos más bien “de régimen”, cuya
sede más propia hubiera sido quizás este Capítulo, y en concreto, a la determinación
en papel de la materialidad de los títulos valores, ha sido fundamentalmente por dos
motivos:

3 Vid. el § 40, en pp. 44 y ss. y, sobre todo, el § 41, en pp. 60 y ss., supra.

142
Notas de Títulos Valores § 84

1) su íntima conexión con la idea misma de materialidad, pues ésta naturalmente pide
precisar de qué materia estamos hablando, por un lado; y,
2) por otro, a que haberlo hecho así permite apreciar ahora, con toda claridad, uno
de los servicios principales que prestan las “formalidades legales” y el resto de
caracteres (meramente) reguladores, en los que voy a detenerme ahora, a la teoría
general de los títulos valores: precisar y concretar aspectos que en un plano
puramente conceptual o general, o contando únicamente con la “naturaleza” pura
y desnuda del título valor, podrían resultar vagos, indeterminados y, en definitiva,
propicios a cuestionamientos y casos limítrofes como los de la “vaca negociable”
y el “huevo de cambio”.
Más que probablemente algo parecido se pueda decir de los demás caracteres que
aquí tomo, en lo fundamental, como meramente reguladores.

II. LA LITERALIDAD CARTULAR


Noción y manifestaciones4.
El concepto de la literalidad está descrito en lo fundamental en el art. 4.1 LTV:
“El texto del documento determina los alcances y modalidad de los derechos y
obligaciones contenidos en el título valor o, en su caso, en hoja adherida a él”.
El contenido del derecho incorporado en el título, por tanto, se determina según este
carácter, de modo tal que todo lo que es derecho y todo lo que es obligación y puede
ser exigido como consecuencia del título, debe estar escrito en él.
VIVANTE lo expresa diciendo:
“El crédito existe en la medida determinada por el título; ninguna excepción,
ninguna limitación puede restringirle el alcance, contradiciendo su tenor, que
fundó la legítima expectativa de su poseedor; todo acto jurídico tendiente a
restringir el alcance del título, como el pago parcial del crédito, debe resultar del
propio título. Todo acto apto para embarazar su circulación, como el secuestro
o la pignoración, debe operar sobre el título; mientras él circule, él mismo lleva
consigo el derecho que va mencionado en su integridad literal”5.
Y en otro lugar:
“[Las obligaciones cambiarias s]on obligaciones literales, puesto que ninguna
promesa hecha fuera de la letra de cambio puede restringir su eficacia; sólo lo

4 Gran parte del contenido de este Capítulo, a partir de aquí y hasta el final, está tomado de los
materiales que para la enseñanza de este mismo curso preparó en años pasados la Dra. Lorena
RAMÍREZ OTERO, con algunas modificaciones, muy pocas de importancia; la mayoría tienen
principalmente el propósito de adaptarlos a la estructura y al estilo de estas Notas, aunque el Profesor
se hace enteramente responsable por el estado en el que aquí se presentan
5 VIVANTE, Trattato..., cit., vol. III, p. 180 (§ 945bis): “Il crédito existe nella misura determinata dal titolo;

nessuna eccezione, nessuna limitazione può restringerne la portata, contraddicendo alla sua parola,
che fondò la legitima aspettativa del suo possessore; ogni atto giuridico inteso a restringere la portata
del titolo, come il pagamento parziale del credito, deve resultare dal titolo. Ogni atto diretto ad arrestarne
la circolazione, come il sequestro o il pignoramento, deve operare sul titolo; finchè esso cicola, esso
porta con sè il diritto che vi è menzionato nella sua integrità letterale”.

FACULTAD DE DERECHO 143


Versión de julio de 2023
§ 84 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

que está escrito en el documento es decisivo para formalizar las relaciones del
acreedor que lo tiene en sus manos y del deudor que lo ha firmado”6.
Lo cual ha llevado a que se suela glosar la noción de “literalidad” con el aforismo:
“lo que no está en el titulo no está en el mundo”7.
Ahora bien, no puede considerarse que la literalidad se vea infringida sólo porque
algunos títulos valores no expresan en su propio texto la integridad de los derechos
que de ellos derivan, como ocurre con las acciones de las sociedades anónimas. Así,
en el título “acción” se incluyen sólo las referencias necesarias a los documentos
públicos (pacto social y Estatuto) en los que consta la totalidad de los derechos
incorporados en la acción. Y es que, según el alcance de la literalidad, los títulos
pueden ser:
1) Títulos de literalidad plena o completa; también llamados escriturarios, literales o
dotados de fe pública: en ellos, el contenido de lo escrito en el documento es
decisivo, hasta el punto de que cualquier tercero de buena fe puede fiarse del
mismo de modo absoluto. Son ejemplos de títulos de literalidad plena la letra de
cambio y el cheque.
2) Títulos de literalidad incompleta8 o semiplena, o también títulos de remisión: éstos
remiten a otro documento, que debe ser público, para determinar con precisión el
alcance del derecho incorporado. Son ejemplos de títulos de remisión las acciones
y los bonos de obligación.
La literalidad, pues, según VIVANTE, es la pauta y la medida del derecho y de las
obligaciones cambiarias. La literalidad (del latín litterae, “letras”, y concretamente
“carta”) significa que lo escrito en el texto del documento es lo que constituye el
derecho. La medida de la obligación, entonces, es la que está señalada en el
documento y lo que no esté escrito (o referido) en él no cuenta.
Pues bien, como hemos visto, especialmente en los títulos valores constitutivos, una
cosa es la relación contractual entre las partes y otra el título valor. El tercero que
adquiere este último no conoce ni le interesa saber qué ocurrió en el negocio causal
o subyacente: eso es un problema entre el acreedor original y el deudor; entre el
comprador y el vendedor; entre el suscriptor del título y su primer tenedor, que son los
que realizaron el negocio causal original. Entre éstos sí tiene efectos un
incumplimiento y las situaciones derivadas del negocio causal prevalecen sobre el
tenor del título valor. Pero esto no obedece a razones cambiarias, sino a que inter

6 VIVANTE, César; Derecho Mercantil, trad., prólogo y notas de Francisco BLANCO CONSTANS, ed.
facsimilar por el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal de México (2003) de la de La España
Moderna, Madrid, s.f. (pero de 1929), pp. 267-268 (n. 96).
7 Baste mencionar dos referencias, ambas igualmente imprecisas acerca del origen de la expresión,

procedentes de la doctrina española: BROSETA, Manual…, 1994, 622; y GARCÍA-PITA, Introducción...,


cit., t. I, p. 90. En el Perú se hace eco de ella, precisamente con referencia a esos mismos dos autores
españoles, DA GIAU ROOSE, Piero; “Una aproximación al acto cambiario desde la teoría del negocio
jurídico”, en 1-1 Giuristi: Revista De Derecho Corporativo, pp. 61-82 (pp. 69 y 75).
8A veces a estos títulos se les designa también con el nombre de títulos incompletos. Es preferible
evitar este uso, para no incurrir en confusión con los títulos —también llamados incompletos— de que
habla el art. 10 LTV, refiriéndose a la posibilidad de emitir títulos, que incluso pueden circular, antes de
que consten en ellos todas las menciones que exige la ley para reconocerles plenos efectos. Vid. sobre
esa temática el § 91, infra.

144
Notas de Títulos Valores § 85

partes pueden oponerse las excepciones personales, aunque sean causales (arts.
19.2 y 19.3 LTV).
La literalidad contribuye a dar seguridad a la circulación, y permite el pleno despliegue
de la abstracción y de la autonomía del derecho contenido en el título valor. El hecho
de que el contenido, alcance y modalidades del derecho y de la obligación se
determinen exclusivamente por lo consignado en el documento permite que quienes
van a intervenir en el documento con posterioridad a su emisión, ya sea para adquirir
o para transferir el título, sepan a qué atenerse. Gracias a la literalidad, conocen o
pueden muy fácilmente conocer a la perfección el derecho que adquieren o la
obligación a que se someten, gozando de certeza y seguridad en sus transacciones.
Además, la literalidad también permite al deudor oponer al tenedor del documento las
excepciones que surjan de su propio texto.
Señala PAVONE LA ROSA que, estando el contenido y modalidades de la obligación
cambiaria exclusivamente determinados por el tenor del documento, el acreedor que
elige valerse de la acción cambiaria en vez de la causal no puede invocar circunstancia
alguna que no resulte del título. Y por el lado del deudor, éste tampoco puede oponer
al tenedor límites o modificaciones al contenido de la obligación cartular que no
resulten del título mismo, a no ser que lo ligue con él una relación inmediata o de
particular convención (arts. 19.2 y 19.3 LTV).
La jurisprudencia ha señalado que:
“El principio de literalidad aplicable a los títulos valores es respecto de los
derechos u obligaciones que el titular o portador quiere extraer de éstos, mas
no respecto a las facultades del representante para girar los mismos, que no se
hallan en documento cartular sino en los poderes de representación o en los
estatutos de las personas jurídicas”9.
Literalidad e incorporación: la hoja adherida.
La literalidad se apoya, lógicamente, en la incorporación. La literalidad supone la
documentalidad del título valor y concretamente su carácter de documento escrito (con
“letras”), que en el caso de los títulos “materializados” (únicos a los que es aplicable
lo que expongo en este apartado) tiene incluso unas dimensiones físicas
determinadas, dentro de las cuales ha de hallarse el texto que determina su alcance.
Pero como puede faltar espacio en el papel original, la ley prevé como solución
práctica la llamada hoja adherida (art. 4.1 LTV, in fine). La hoja adherida, como el
mismo documento, ha de ser de papel (n. 15 del art. 279 LTV). Sobre ella dispone el
art. 4.2 LTV:
“El primero que utilice la hoja adherida deberá firmar en modo tal que
comprenda dicha hoja y el documento al que se adhiere. En caso contrario, no
procederá el ejercicio de las acciones derivadas del título valor por quienes
hayan intervenido según la hoja adherida, quedando a salvo sus derechos
causales”.
Así pues, el requisito formal exigido para la hoja adherida es que la primera firma que
conste en ella abarque ambos papeles. Si no se cumple con este requisito, quienes
pretendan adquirir derechos a tenor de la hoja adherida carecen de derechos
cambiarios. Ahora bien, como el titular del derecho o tenedor legítimo del documento

9 ES del 5 de noviembre de 2002, [2002] Cas 1976, DOEP del 3 de febrero de 2003.

FACULTAD DE DERECHO 145


Versión de julio de 2023
§ 86 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

que termina ejerciendo los derechos cambiarios no tiene por qué haberlo firmado, lo
que no procede es el ejercicio de acciones cambiarias por quien los haya recibido de
algún firmante en esa hoja imperfectamente adherida. Y este efecto se produce, tanto:
1) contra los intervinientes en el documento original, porque a falta de esa firma
“montada” no se llega a establecer literalmente la legitimación activa de los
sucesivos tenedores respecto de ese documento original;
2) como también contra quienes hayan firmado únicamente la hoja adherida, porque
cuando se prescinde de su conexión literal con el documento original (que es lo
que trae consigo la inobservancia de la formalidad del art. 4.2 LTV) casi con toda
seguridad ésta carecerá de varias menciones legalmente imprescindibles para que
tenga la calidad y los efectos de un título valor como documento aislado.
Se advierte, pues, claramente, la decisiva importancia de cumplir con exactitud las
formalidades reguladas en el art. 4.2 LTV para la hoja adherida.
Literalidad e interpretación: la cuantía del título.
Lógicamente, la literalidad influye también decisivamente en la interpretación del título
valor. Cuando del texto del documento surgen contradicciones, es necesario:
1) o bien declarar inválido el documento;
2) o bien establecer un modo legal de superar el problema, mediante alguna regla de
interpretación específica.
La LTV tiende a adoptar la segunda posición siempre que sea posible y, en concreto,
cuando existen contradicciones en el documento en cuanto a su importe patrimonial,
que según el art. 5.1 LTV “constituye requisito esencial” del título valor. Empero, el art.
5.2 LTV dispone:
“En caso de diferencia del importe del título valor, expresado sea en letras o en
números o mediante codificación, prevalecerá la suma menor; sin perjuicio que
el interesado pueda hacer valer sus mayores derechos frente al obligado, por
la vía causal”.
Pero esta regla, que podríamos resumir como in dubio, pro minima quantitate, se
completa e integra con la del art. 5.3 LTV:
“En caso de diferencia en la referencia de la unidad monetaria, se entenderá
que su importe corresponde a la moneda nacional, si uno de los importes
estuviere expresado en dicha moneda. En caso contrario, el documento no
surtirá efectos cambiarios. Los importes que no consignen la unidad monetaria,
se entenderán que corresponden a la moneda nacional. En todos estos casos,
el interesado igualmente podrá hacer valer sus mayores derechos frente al
obligado, por la vía causal”.
Ante esto, supóngase, por ejemplo, un pagaré con dos importes diferentes:
1) uno indica S/. 18,000.00, en números, y
2) el otro, en letras, “mil ochocientos dólares americanos”.
El monto de la obligación, ¿será el de S/. 18,000 (cifra indicada en moneda nacional)
o el mucho menor señalado en dólares? Para responder la pregunta es necesario
dilucidar la relación que existe entre las dos reglas recogidas en el art. 5 LTV.

146
Notas de Títulos Valores § 87

Como señala la doctrina, parece bastante claro que se trata de dos reglas distintas,
cada una con su propio ámbito de aplicación10. Concretamente, parece que la regla
que otorga primacía al importe menor da por supuesto que ambas cantidades aludan
a la misma moneda; en otras palabras, no opera cuando la divergencia o contradicción
consista específicamente en el uso de unidades monetarias diferentes. En cambio, la
regla que dispone el predominio de la suma expresada en moneda nacional implica
cantidades expresadas en distinta moneda, supuesto en el que la primera regla ya no
tendría cabida. Si las dos cantidades se expresan, una en moneda nacional y la otra
en moneda extranjera, primará la expresada en moneda nacional independientemente
de si su monto es mayor o menor. La regla del menor importe aquí no se aplica.
Así pues, la Ley contempla la ineficacia del documento sólo residualmente: cuando
todas las cantidades divergentes se expresen en distintas unidades monetarias, y
todas ellas sean extranjeras11. Basta que alguna de las cantidades esté en moneda
nacional, o incluso que no precise unidad monetaria alguna (en cuyo caso se entiende
referida a la moneda nacional), para que prevalezca esta última mención.
La LTV contiene diversas normas, que irán viéndose a lo largo del curso, que prevén
soluciones ante las contradicciones contenidas en un título valor para salvaguardar su
eficacia y, a la vez, evitar judicializar los problemas. Por ejemplo, el art. 121.3 LTV,
sobre la letra de cambio (pero aplicable también al pagaré) señala:
“En caso de designarse el vencimiento utilizando más de una de las formas
indicadas en el primer párrafo del presente artículo, siendo una de ellas fecha
fija, y hubiera diferencia entre ellas, prevalece la fecha fija que se haya
consignado”.
Literalidad y alteración del título valor.
La literalidad, por último, adquiere un enorme protagonismo en los casos de alteración
del título valor. El art. 9.1 LTV recoge algunas consecuencias de la literalidad y de la
autonomía en tales casos:
“En caso de alteración de un título valor, los firmantes posteriores a este hecho
se obligan según los términos del texto alterado y los anteriores conforme al
texto original”.
En otras palabras, quien firma un título se obliga según el tenor del título (literalidad)
en el momento en que lo firma. La alteración no afecta entonces a los firmantes
anteriores, que se obligaron según el texto primitivo.
El art. 9.2 LTV completa la regla con una presunción iuris tantum, según la cual la
firma precede a la alteración a menos que se pruebe lo contrario. Esta presunción
opera cuando del texto mismo del título valor no consta si la firma se puso antes o
después de la alteración, y tampoco quien tenga interés en ello pueda demostrar que
la firma se puso después. Así, todo deudor cambiario siempre podrá ampararse en el
texto originario del título, oponiendo la excepción de alteración. En tal caso no tendría

10 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 5 LTV, pp. 90-91 (n. III), de donde incluso procede el
ejemplo propuesto.
11 De todas maneras, parece criticable que incluso en ese caso extremo la LTV haya sancionado

expresamente la ineficacia cartular del título, cuando a todas luces hubiera bastado permitir que en ese
caso vuelva a operar la regla anterior de primacía de la cantidad menor.

FACULTAD DE DERECHO 147


Versión de julio de 2023
§ 88 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

que probar nada más allá del hecho de la alteración, pues el art. 9.2 LTV ha invertido
la carga de la prueba estableciendo una presunción.
Según BEAUMONT, para salvar la buena fe, debería tratarse de una alteración
imperceptible a un examen ordinario, pero diligente, de quienes intervengan en la
relación cambiaria12. En contra se pronuncia PINO CARPIO, quien se pregunta si el art.
8 LTV ant. (antecedente textual prácticamente idéntico del actual art. 9 LTV) se refiere
a la alteración clandestina, dolosa, o más bien a la acordada en un momento
determinado de la circulación del título, y no vacila en contestar:
“se refiere a la segunda de las nombradas, tanto porque no se concibe que la
ley tenga que pasar por una alteración dolosa y por tanto delictiva; cuando
porque el artículo sienta como regla lo que dispone, en base a que los
signatarios anteriores y posteriores a la alteración, (sic) estén de acuerdo desde
el momento que rige la alteración”13.
Ahora bien, esta última postura pareciera excluir que el art. 9 LTV rija para las otras
alteraciones (las clandestinas), cosa con la que no puedo estar de acuerdo. Dado que
“[e]l artículo nada diferencia ni discrimina”14, pienso que la regla vale en ambos
supuestos por igual. Se trata, en efecto:
1) de proteger a todo adquirente cambiario de buena fe según el tenor del documento
que recibe, cuando lo recibe, por un lado; y,
2) por el otro, de sujetar a cada firmante a todos los términos de los que se hizo
responsable mediante su firma.

III. FORMALIDAD Y COMPLETIVIDAD


Formalidad.
Como queda ya expresado, el art. 1.1 LTV condiciona “la calidad y los efectos de título
valor” a que el documento en cuestión reúna “los requisitos formales esenciales que,
por imperio de la ley, le correspondan según su naturaleza”. Y el art. 1.2 LTV sanciona
la inobservancia de tales requisitos:
“Si le faltare alguno de los requisitos formales esenciales que le corresponda,
el documento no tendrá carácter de título valor, quedando a salvo los efectos
del acto jurídico a los que hubiere dado origen su emisión o transferencia”.
He dicho más arriba15 que, a diferencia de otros, el carácter o requisito de la esencial
formalidad de los títulos valores pertenece, más que al ámbito de la “delimitación” del
concepto de título valor, al de su “régimen” o regulación positiva concreta. También

12 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 9 LTV, p. 126 (n. V). Alega a favor de su postura el inc. b del
art. 212.1 LTV, que prohíbe al Banco pagar un cheque visiblemente alterado, y una jurisprudencia
extranjera que invalida un pagaré alterado. Al primer argumento habría que oponer que el Banco NO
ES obligado cambiario en el cheque, sino un mero pagador designado por cuenta del obligado principal
(girador), que es al que (junto con sus obligados subsidiarios) se aplicaría lo dispuesto en el art. 9 LTV
según el sentido que explico en el texto. Al segundo caso aludido como argumento sólo se me ocurre
comentar que una resolución extranjera carece de toda fuerza de convicción cuando resulta claramente
incompatible con una norma interna, como parece que precisamente ocurre aquí.
13 PINO CARPIO, Ley de Títulos Valores, cit., p. 34.

14 Ibid.

15 Vid. § 21, en pp. 43 y ss., supra.

148
Notas de Títulos Valores § 89

he hecho notar cómo ciertas “formalidades” (en concreto, la condición de bien mueble
por naturaleza de los títulos valores “materializados”) podrían considerarse tipificantes
y no sólo de régimen, si bien en ese caso quedarían ya englobados en algún otro
carácter delimitador (en este caso, en la documentalidad)16.
No voy a repetir aquí la argumentación que hice en otro lugar17 sobre una “formalidad”
claramente “de régimen”, pero de alcance general a todos los títulos valores, como es
que se exija concretamente que sea una hoja de papel, en todos los casos en que el
soporte del título valor sea material y no una “anotación en cuenta”. Baste recordar
que esa conclusión fluye de manera diáfana de lo dispuesto, principalmente, en el inc.
9 del art. 182 CdC y en el n. 15 del Glosario recogido en el art. 279 LTV.
Otra “formalidad de régimen” común a todos los títulos valores (incluídos aquí los
“desmaterializados”), es la absoluta necesidad de dar forma escrita a todas las
declaraciones de voluntad y negocios cartáceos. Es una característica instrumental,
aunque imprescindible, de los títulos valores que hace posibles las demás18.
Fuera de éstas, las “formalidades” o “requisitos formales” propiamente dichos que “por
imperio de la ley” (o reglamento, u otra norma competente) corresponden a un título
valor específico, y que constituyen el contenido de la esencial formalidad a que ahora
me refiero, son más bien aquellas concretísimas exigencias “formales” que toda ley
suele traer, y que de hecho la LTV trae con profusión, tales como por ejemplo ciertas
precisas “menciones” que deben hacerse constar en el texto del título valor. Por
ejemplo, los arts. 119 y 120 LTV señalan los requisitos formales de la letra de cambio.
Si carece de uno de esos elementos —designación “letra de cambio”, cantidad, DNI
del girador, etc.— el documento podría no llegar a adquirir la condición de letra de
cambio, quedando a salvo los efectos del acto jurídico (o sea, en principio, de la
relación causal) que hubiera dado origen a su emisión o transferencia. Pero incluso
estas formalidades “legales” son de dos tipos:
1) esenciales y
2) no esenciales.
Las primeras son las únicas de las que habla el art. 1.2 LTV, y sobre las que hace
recaer la sanción que contempla. Las no esenciales, en cambio, lo son porque tienen
alguna otra sanción, distinta de la invalidez o ineficacia del documento como título
valor, que suele ser una “integración” o “suplencia” del contenido omitido mediante
alguna otra disposición de la propia Ley, a modo de “presunción”.
Pues bien, aquí se manifiesta claramente que, en materia de formalidades legales, la
regla que sigue la LTV es la inversa del art. 144 CC: si la ley establece algún tipo de
requisito formal para un título valor cualquiera, a falta de una sanción distinta, se
entiende que la formalidad es esencial, solemne, y no meramente ad probationem.
La completividad.
Muy vinculado al de formalidad y dependiente de él está el carácter de completividad
de los títulos valores. En efecto, como dice el art. 1.2 LTV:

16 Vid. § 83, en pp. 120 y s., supra.


17 Vid. § 41, en pp. 60 y ss., supra.
18 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit, t. I, p. 83.

FACULTAD DE DERECHO 149


Versión de julio de 2023
§ 90 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“Si le faltare alguno de los requisitos formales esenciales que le corresponda,


el documento no tendrá carácter de título valor” (énfasis añadido).
Por lo tanto, el documento debe reunir todos los requisitos formales que le
correspondan, para que pueda surtir todos sus efectos como título valor. Este es
precisamente el sentido de la completividad: el documento sólo es o sólo tiene pleno
efecto como título valor cuando está completo. La cuestión a dilucidar es cuándo tiene
que darse esa completitud. Las opciones principales son:
1) desde el mismo instante de su creación y primera emisión; o
2) sólo cuando pretenden ejercerse los derechos cartulares.
La respuesta correcta es la segunda, como hace evidente el tenor de la primera frase
del art. 10.1 LTV:
“Para ejercitar cualquier derecho o acción derivada de un título valor emitido o
aceptado en forma incompleta, éste deberá haberse completado conforme a
los acuerdos adoptados” (énfasis añadido).
Aun más claro resulta el art. 10.4 LTV, que se suele tomar como la fórmula legal que
expresa propiamente el carácter de completividad:
“Las menciones y requisitos del título valor o de los derechos que en él deben
consignarse para su eficacia, deben ser completados hasta antes de su
presentación para su pago o cumplimiento”.
Así pues, un título valor puede ser emitido estando aún incompleto, y ese hecho no
constituye por sí mismo una infracción de la formalidad, ni tampoco de la literalidad.
El documento será verdadero título valor y podrá adquirir plena eficacia como tal
siempre y cuando entre su emisión y el ejercicio de los derechos que incorpora llegue
a ser completado. Precisamente, la finalidad principal del art. 10 LTV es regular ese
proceso de completación del título valor, así como el tema, íntimamente vinculado, del
valor y eficacia del llamado título valor en blanco19.
El título valor en blanco o emitido incompleto.
BEAUMONT define la cambial en blanco —pero la idea puede generalizarse a cualquier
otro tipo de título valor— como aquélla que, en el acto de su puesta en circulación,
está privada de uno o más requisitos esenciales no integrables por presunción de la
ley, pero que lleva la firma de por lo menos un obligado cambiario, y es susceptible de
ser completada por el tomador u otro tenedor antes de su presentación para el pago20.
Ahora bien, para poder hablar de título valor en blanco, y por muy en blanco que esté,
el documento debe ser reconocible como título valor, y concretamente el tipo de título
valor de que se trata (letra de cambio, factura conformada, etc.), en el momento en
que quien va a quedar obligado por él estampa su firma21. Este es un requisito mínimo
de la responsabilidad por la apariencia: que, en el momento de realizar el acto
imputable de creación, tal apariencia ya exista. De lo contrario, se estampará una firma

19 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 10 LTV, p. 131 (n. II).


20 Cfr. “Los principios reguladores de los títulos valores”, en Tratado de Derecho Mercantil, t. II, dirigido
por HUNDSKOPF, p. 86.
21 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit, t. I, p. 116.

150
Notas de Títulos Valores § 91

en un papel más o menos en blanco22; si en él, posteriormente, alguien fabrica un


título valor que era imposible ver en el momento de ser firmado, ese alguien estará
falsificando un título valor. Si acaso, la apariencia de título valor la crea en ese
supuesto el propio falsificador. Por eso los títulos valores en blanco suelen firmarse
en un formato preimpreso, listo para ser llenado o completado, de modo que cuando
uno firma el documento sabe —o al menos debe saber— que está firmando un pagaré,
o que está aceptando una letra de cambio, o avalando una factura conformada 23:
“el título debe contener algunos requisitos mínimos, sin los cuales no se tendría
una declaración cambiaria en formación, sino un documento no susceptible de
generar una obligación cambiaria. La cambial, para ser susceptible de
completarse, debe contener por lo menos la suscripción del creador, emisor o
girador, y la promesa o la orden de pago con la mención del carácter cambiario
de la declaración”24.
La posibilidad de que el título valor haya sido girado sin contener los requisitos
esenciales que debía contener, sin que ello implique desconocer sus plenos efectos
(incluso el mérito ejecutivo) al momento del cobro —siempre y cuando ya haya sido
completado— fue reconocida en algunas sentencias ya desde la anterior ley, aunque
nunca fue una cuestión pacífica:
“Un título valor puede ser completado posteriormente sin que por ello se altere
sus requisitos esenciales”25.
Regulación material y procesal aplicable al título valor en blanco.
El régimen de los títulos valores incompletos está contenido en:
1) el art. 10 y en el inc. e) del art. 19.1 LTV;
2) el inc. 2 del art. 690-D CPC, sobre el ejercicio de las acciones cambiarias por la
vía del proceso único de ejecución, para cobrar títulos valores incompletos al
emitirse o aceptarse;
3) el inc. d) del art. 56.1 CPDC, para los títulos valores emitidos o aceptados
incompletos por consumidores, en una relación de consumo; y
4) la Circular SBS G–0090-2001, para los títulos valores girados a la orden de
entidades del sistema financiero.
El art. 10 LTV es, de todas ellas, la norma central y rectora de la materia:
“Artículo 10.- Título valor emitido incompleto
10.1. Para ejercitar cualquier derecho o acción derivada de un título valor
emitido o aceptado en forma incompleta, éste deberá haberse completado
conforme a los acuerdos adoptados. En caso contrario, el obligado podrá
contradecir conforme al Artículo 19 inciso e).
10.2. Quien emite o acepta un título valor incompleto tiene el derecho de
agregar en él cláusula que limite su transferencia, así como recibir del tomador

22 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 10 LTV, p. 132 (n. II).


23 Ibid.
24 BEAUMONT, “Los principios reguladores de los títulos valores”, cit., p. 87, citando a PAVONE LA ROSA.

25 [1992] Cas 785.

FACULTAD DE DERECHO 151


Versión de julio de 2023
§ 91 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

una copia del título, debidamente firmado en el momento de su entrega, y del


documento que contiene los acuerdos donde consten la forma de completarlo
y las condiciones de transferencia. En tal caso, salvo que se trate del cheque,
su transferencia surte los efectos de la cesión de derechos26.
10.3. Si un título valor, incompleto al emitirse, hubiere sido completado
contraviniendo los acuerdos adoptados por los intervinientes, la inobservancia
de esos acuerdos no puede ser opuesta a terceros de buena fe que no hayan
participado o conocido de dichos acuerdos.
10.4. Las menciones y requisitos del título valor o de los derechos que en él
deben consignarse para su eficacia, deben ser completados hasta antes de su
presentación para su pago o cumplimiento”.
Del art. 10.1 LTV se deriva la posibilidad, para el que se ha obligado en un título valor
incompleto, de oponer la excepción de que el título valor ha sido llenado contrariando
los acuerdos. Así se regula en el inc. e) del art. 19.1 LTV:
“Cualquiera que fuere la vía en la que se ejerciten las acciones derivadas del
título valor el demandado puede contradecir fundándose en:
(…)
e) que el título valor incompleto al emitirse haya sido completado en forma
contraria a los acuerdos adoptados, acompañando necesariamente el
respectivo documento donde consten tales acuerdos transgredidos por el
demandante”.
Ahora bien, el texto del art. 10.1 LTV puede dar la impresión de que el ejercicio mismo
de la acción está supeditado a la condición imprescindible de que el título valor haya
sido llenado respetando los acuerdos; es más, podría parecer que la inobservancia de
éstos daría lugar a una excepción perentoria (que pone fin a la demanda). Pero tal
conclusión sería errónea. La infracción de tales pactos sólo permite oponer la
excepción llamada doctrinalmente excepción de completamiento abusivo, cuyos
efectos no siempre son perentorios, sino que dependerán de cuál sea la infracción del
acuerdo de completamiento que se invoque:
1) si simplemente se ha colocado un monto superior al pactado, la excepción sólo
servirá para reconducir la pretensión a sus justos términos;
2) si se refiere a que el beneficiario previsto era alguien distinto al demandante, sí
sería perentoria (inter partes, o contra un tercero de mala fe)27.

26 Este párrafo fue modificado por el art. Único de la Ley L. 29349, publicada en el DOEP del 22 de abril
de 2009. Su redacción original era: “Quien emite o acepta un título valor incompleto, tiene el derecho
de obtener una copia del mismo y no puede ser impedido de agregar en el documento, cláusula que
limite su transferencia. En tal caso, salvo que se trate del cheque, su transferencia surtirá los efectos
de la cesión de derechos”. Se ha dicho que esta reforma implicó una merma en la protección que se
dispensaba a los emisores o aceptantes de títulos valores incompletos. Vid. RAMÍREZ OTERO, Lorena
Cecilia; “Luces y sombras de la nueva redacción del artículo 10.2 de la Ley de Títulos Valores”, 194
Actualidad Jurídica (2010), pp. 344-352.
27 Para más detalles sobre los alcances de la excepción de completamiento abusivo y otros supuestos

emparentados, vid. el § NN [¿en excepciones de validez?], en pp. XX y ss., infra.

152
Notas de Títulos Valores § 92

Prueba del acuerdo de llenado y completamiento abusivo.


Asimismo, si se ejercitan las acciones cambiarias por la vía del proceso único de
ejecución, el inc. 2 del art. 690-D CPC señala:
“Dentro de cinco días de notificado el mandato ejecutivo, el ejecutado puede
contradecir la ejecución y proponer excepciones procesales o defensas previas
(…).
La contradicción sólo podrá fundarse según la naturaleza del título en:
(…)
2. Nulidad formal o falsedad del título; o, cuando siendo éste un título valor
emitido en forma incompleta, hubiere sido completado en forma contraria a
los acuerdos adoptados, debiendo en este caso observarse la ley de la
materia;
(…)”
Según “la ley de la materia”, que en este caso es la LTV, la excepción deberá
interponerse “acompañando necesariamente el respectivo documento donde consten
tales acuerdos transgredidos por el demandante” (inc. e del art. 19.1 LTV). El
demandado, entonces, puede alegar que el título valor ha sido llenado en blanco, pero
deberá probar que se han vulnerado los términos del acuerdo de llenado; es decir:
1) cuáles eran tales términos, y
2) cuáles de ellos divergen del texto del título valor puesto a cobro.
Por lo tanto, si la acción cambiaria se ejerce por el proceso único de ejecución, parece
que para oponer con alguna garantía de éxito la excepción será absolutamente
necesario adjuntar el documento donde consten los acuerdos supuestamente
transgredidos por el demandante. Una interpretación literal y legalista de las normas
citadas llevaría irremisiblemente a esa conclusión lapidaria: sin documento escrito,
firmado por ambas partes, donde consten los acuerdos de llenado, la excepción
estaría condenada al fracaso.
Ahora bien, muchas veces es casi imposible conseguir que el tenedor o beneficiario
del título valor en blanco colabore en la documentación del acuerdo de llenado, en
especial si el girador del título es un consumidor, que siempre se encuentra en
posición de desventaja frente al proveedor. Por esa razón, entre otras, la Circular SBS
G-0090-2001, que desarrolla el art. 10 LTV en el ámbito de las entidades sometidas
al control de esa Superintendencia, establece que:
“2. Contratos con emisión de títulos incompletos
Las empresas deberán utilizar contratos por escrito cuando reciban títulos
valores emitidos o aceptados en forma incompleta por sus clientes en los que,
por lo menos, debe constar lo siguiente:
2.1. La recepción del o de los títulos valores incompletos emitidos o aceptados
por el cliente, con constancia de haber entregado copia del mismo al cliente;
2.2. Las estipulaciones según las cuales se procederá a su llenado y las
condiciones que puedan dar lugar a la ejecución de los saldos deudores
insolutos a través de dichos títulos;

FACULTAD DE DERECHO 153


Versión de julio de 2023
§ 92 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

2.3. La inclusión de cláusula que impida o limite su libre negociación; salvo que
el cliente haya hecho renuncia expresa a la inclusión de dicha cláusula.
En el llenado de dichos títulos valores, la empresa debe observar estrictamente
las estipulaciones y condiciones señaladas en el punto 2.2 del presente
numeral.
3. Difusión de mecanismos de protección
Las empresas que en el desarrollo de sus operaciones reciban títulos valores
incompletos emitidos o aceptados por sus clientes, deberán poner en
conocimiento de los mismos, los mecanismos de protección que la ley permite
para la emisión o aceptación de dichos títulos” (los énfasis son añadidos).
Es un hecho que, en los demás casos, y aun en algunos cubiertos por esta norma, los
acreedores no siempre accederán a celebrar un contrato aparte o a contemplar una
cláusula donde se regule los términos del pacto de completamiento. La consecuencia
será que el deudor cambiario carecerá del “respectivo documento donde consten tales
acuerdos transgredidos por el demandante”, lo que podría llevar a que más de un juez
legalista declare improcedente, o incluso inadmisible a limine, su excepción de
completamiento abusivo.
Pero una interpretación finalista de las normas citadas (inc. e del art. 19.1 LTV e inc.
2 del art. 690-D CPC) pone de manifiesto que lo que en realidad se pretende es que
se pruebe el llenado abusivo: que el juez pueda cotejar el título y el acuerdo de llenado.
Al comprobar cómo éste fue finalmente plasmado en el primero, podrá apreciar las
divergencias, si las hubiera. Y bajo la premisa de que el que alega un hecho debe
probarlo, es al demandado, obligado cambiario, que dio el poder de llenado, a quien
corresponde aportar la prueba del llenado abusivo28.
Ahora bien, nuestro ordenamiento se rige en materia probatoria por el principio general
de libertad de prueba, y sólo excepcionalmente admite la prueba tasada. Ésta última
puede llevar a que el derecho de acción, así como el de contradicción o defensa,
quede limitado a la alegación sólo de determinados hechos, o a la aportación de
determinados tipos de medios probatorios únicamente. Así ocurre en el art. 690-D
CPC, cuyos párrs. 2°, 3° y 5° disponen:
“(…)
En el mismo escrito se presentarán los medios probatorios pertinentes; de lo
contrario, el pedido será declarado inadmisible. Sólo son admisibles la
declaración de parte, los documentos y la pericia.
La contradicción sólo podrá fundarse según la naturaleza del título en:
(…)
La contradicción que se sustente en otras causales será rechazada
liminarmente por el Juez, siendo esta decisión apelable sin efecto suspensivo”
(todos los énfasis son añadidos).
A la luz de lo expuesto, el inc. e) del art. 19.1 LTV, in fine, tiene, como mucho, el efecto
de “tasar” la prueba limitando el derecho de contradicción al aporte de determinado

28 Así, MORALES ACOSTA, Alonso, y CASTILLO W ONG, Maribel; “Eficacia jurídica de los títulos valores
incompletos”, en Tratado de Derecho Mercantil, t. II, dirigido por HUNDSKOPF, p. 171, aludiendo aún al
ant. art. 702 CPC.

154
Notas de Títulos Valores § 92

tipo de medio probatorio: los documentos. Pero no pide un instrumento probatorio


concreto, como podría ser un contrato de llenado escrito y firmado por ambas partes.
Porque “documento” puede ser igualmente un escrito, un facsímil, un correo
electrónico, una fotografía, una grabación, un microchip, etc.
Por otro lado, el ordenamiento jurídico no dispone en ninguna parte que el acuerdo de
llenado tenga que celebrarse por escrito; menos aun bajo sanción de nulidad. En otras
palabras, ni los acuerdos de llenado ni el propio contrato de mandato o comisión
(suponiendo que a él pueda reconducirse el acuerdo de llenado) tienen prevista una
forma ad sollemnitatem; ni siquiera está muy claro que la tenga ad probationem. En la
jurisprudencia comparada se reconoce comúnmente la posibilidad de que el contenido
del acuerdo de llenado se pruebe por distintos medios. Eso sí, parece que, en nuestro
ordenamiento, al menos en la vía del proceso único de ejecución, debe tratarse
siempre de documentos. Pero, por eso mismo, podrían aportarse, por ejemplo,
correos electrónicos donde se aluda al contenido del pagaré emitido incompleto, y
mejor si cuentan con la respectiva confirmación (que también puede ser tácita) del
destinatario del mensaje, tenedor del título.
Para paliar la dificultad probatoria del llenado abusivo a que venimos aludiendo, que
se acrecentaba notablemente cuando se trataba de un consumidor, antes de la
promulgación del CPDC, el art. 2 de la L. 27311, de fortalecimiento del sistema de
protección del consumidor, hoy derogada, establecía:
“en las operaciones comerciales en las que el consumidor suscriba títulos
valores emitidos incompletos, el proveedor deberá brindar información
adecuada acerca de cómo serán completados los títulos valores en caso de
resultar necesaria su ejecución. De no brindarse esta información, los títulos
valores serán completados atendiendo a las costumbres y usos comerciales, a
las circunstancias que rodearon la celebración del contrato que motivó la
suscripción de los valores cambiarios y a otros elementos que se consideren
relevantes, según las expectativas que tendrá el consumidor que se
desenvuelve en el mercado con una diligencia razonable; sin perjuicio de lo
dispuesto en el artículo 10 de la Ley 27287”.
En aplicación de esa norma, y durante su vigencia, al deudor cambiario le bastaba
acreditar su condición de consumidor y alegar que el proveedor no había cumplido el
deber de información a que ella aludía, para que tuviera que presumirse que los títulos
valores se debían haber llenado:
1) “atendiendo a las costumbres y usos comerciales”;
2) atendiendo “a las circunstancias que rodearon la celebración de contrato que
motivó la suscripción de los valores cambiarios”, y
3) atendiendo “a otros elementos que se consideren relevantes, según las
expectativas que tendrá el consumidor que se desenvuelve en el mercado con
una diligencia razonable”.
En lugar de esa disposición, para reforzar la protección de los obligados cambiarios
que revistan la calidad de consumidores y se obliguen a través de títulos valores
incompletos, el inc. d) del art. 56.1 CPDC ha tipificado como método comercial
coercitivo completar los títulos valores emitidos incompletos por el consumidor de

FACULTAD DE DERECHO 155


Versión de julio de 2023
§ 93 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

manera distinta a la que fuera expresamente acordada al momento de su


suscripción29:
“Artículo 56.- Métodos comerciales coercitivos
56.1 De manera enunciativa y no limitativa, el derecho de todo consumidor a la
protección contra los métodos comerciales coercitivos implica que los
proveedores no pueden:
(…)
d. Completar formularios, formatos, títulos valores y otros documentos emitidos
incompletos por el consumidor, de manera distinta a la que fue expresamente
acordada al momento de su suscripción” (énfasis añadido).
Volviendo a la regulación general (no la específicamente de consumo), en principio,
el demandado en realidad no necesita propiamente probar que el concreto título valor
puesto a cobro se emitió incompleto, para oponer la excepción de llenado abusivo,
sino la existencia de un acuerdo de llenado con el que contrasta el tenor del título
presentado a cobro. Pero puede ocurrir que el acreedor cambiario demandante
contradiga la excepción negando ese extremo, y afirmando que el acuerdo de llenado
presentado se refiere a otro título de igual clase firmado por las mismas partes, y no
al que se pretende cobrar. Debido a ello, el art. 10.2 LTV señala que quien emite o
acepta un título valor incompleto tiene derecho a recibir del tomador (o beneficiario)
una copia del título debidamente firmado en el estado en que está al momento de su
entrega. De este modo, puede defenderse de alegaciones como las señaladas, y
además se puede observar con facilidad qué extremos del título valor estaban en
blanco y eran objeto del acuerdo.
Oponibilidad a terceros del acuerdo de llenado.
Cuando alguien firma un título valor incompleto o en blanco y para ser completado por
otro es doctrina común que el primero confiere al segundo un mandato o, quizá más
exactamente, un poder de llenado30. Este acuerdo o poder es, por otro lado, una
relación meramente personal, que media entre el firmante o aceptante del título valor
incompleto y el tomador (primer tenedor), al que entrega el título. La excepción de
completamiento abusivo es, en este sentido, una excepción o defensa que nace de
una relación personal. Por ello, si el título valor sale de manos del tomador y circula
por traditio o por endoso (o sea, por algún medio de transmisión típicamente
cambiario), el tercer adquirente recibe un derecho autónomo. Por tanto, a ese tercero,
en virtud de la autonomía cartular, no se le puede oponer la excepción de
completamiento abusivo, que proviene de una relación personal (acuerdo de llenado)
existente con otro tenedor anterior del título. Esta consecuencia ha quedado recogida
en el art. 10.3 LTV:

29 Acerca de la problemática jurídica que se suscita cuando el consumidor obligado cambiario inicia un
procedimiento administrativo sancionador ante INDECOPI por llenado abusivo de título valor, y paralela
o sucesivamente el acreedor cambiario entabla demanda de pago de suma de dinero contenida en el
mismo título valor en la vía del proceso único de ejecución, vid. RAMÍREZ OTERO, Lorena Cecilia;
“Reflexiones sobre los métodos comerciales coercitivos. Especial referencia al recupero de lo cobrado
con el llenado abusivo de títulos valores”, en 218 Gaceta Jurídica (2012), pp. 316-322.
30 “[L]a declaración cambiaria puede ser formada en vía sucesiva, aunque esta formación debe

conectarse con la existencia de un poder de llenado atribuido por el emisor al tomador del título”, dice
BEAUMONT, “Los principios reguladores de los títulos valores”, cit., p. 87, citando a PAVONE LA ROSA. El
énfasis es añadido.

156
Notas de Títulos Valores § 93

“Si un título valor, incompleto al emitirse, hubiere sido completado


contraviniendo los acuerdos adoptados por los intervinientes, la inobservancia
de esos acuerdos no puede ser opuesta a terceros de buena fe que no hayan
participado o conocido de dichos acuerdos”.
Lo primero que hay que observar es que, en materia de títulos valores emitidos o
aceptados incompletos, la mala fe que hay que demostrar para destruir la autonomía
del derecho del tercer adquirente no se mide conforme al módulo contenido en el art.
19.3 LTV, in fine (haber obrado a sabiendas en daño de aquel), sino el contemplado
en el propio art. 10.3 LTV: haber participado o conocido de los acuerdos de llenado.
El art. 10.3 LTV protege al tercero de buena fe que no conoció ni participó de los
acuerdos de llenado. No señala si:
1) se trata únicamente del tercero que adquirió el título cuando éste ya estaba
completo; o
2) si también puede tratarse de un tercero que lo adquirió aún incompleto y procedió
a llenarlo de buena fe.
Menos aun dice el art. 10.3 LTV si, de aceptarse la segunda solución, el tercero debe
haber empleado alguna diligencia especial en conocer los acuerdos de llenado
originales, para poder ser protegido. En este último caso, en efecto, podría ocurrir:
a) que, sin más, el tercero haya confiado en las instrucciones que le dieron al
transferírselo;
b) que, aunque no pueda probar qué instrucciones de llenado le dieron, conste que
lo ha hecho según parámetros que razonablemente fluyen del negocio causal
subyacente a su propia adquisición31; o
c) que lo haya hecho según su leal saber y entender.
Lo cierto es que la norma calla y, por eso mismo, se presta a diversas interpretaciones.
El tema no es novedoso. De hecho, la doctrina alemana y la italiana se han planteado
diversas teorías32:
1) La primera de ellas señala que el llamado título valor en blanco no es un verdadero
título valor mientras no haya sido debidamente llenado. Según esta teoría, la

31 Imaginemos el supuesto en el que como medio de pago de la compra venta de un automóvil, cuyo
precio era de $50,000 Alberto gira un pagaré en incompleto a Bernarda, quien lo endosa sin completarlo
a Carlos, como medio de pago de un mutuo. En virtud del mutuo, Bernarda debía a Carlos $ 150,000
(negocio causal del endoso). En consecuencia, Carlos procede a llenarlo por $ 150,000. En un caso
así, es obvio que Bernarda, en virtud del endoso pleno, se convertiría en obligada solidaria por
$ 150,000 frente a Carlos y todos los sucesivos endosatarios (arts. 39.1 y 11.1 LTV). Así pues, si
además se admite que el girador tampoco puede oponer los acuerdos de llenado al que adquirió el
título aún incompleto, parece que Carlos puede cobrarle el pagaré por $ 150,000 también a Alberto
(girador), tanto como a Bernarda (endosante). Mas en virtud del acuerdo de llenado que, a ella sí, podría
oponerle Alberto, ésta sólo podría recuperar en la vía de regreso $ 50,000. Cabe pensar que Bernarda
querría evitar ese peligro, por lo que antes de endosar el título debería llenarlo por el monto acordado
con Alberto, o al menos uno que pueda pagar si la demandan. Pero Bernarda podría también endosarlo
incompleto, colocando la cláusula “sin responsabilidad”, con lo cual, al amparo del art. 39.2 LTV, no se
convierte en obligada cambiaria solidaria. O puede también celebrar un pacto de non petendo con
Carlos, en virtud del cual éste se compromete a no demandarle pago.
32 Sobre estas teorías, vid. BEAUMONT, “Los principios reguladores de los títulos valores”, cit., p. 86.

FACULTAD DE DERECHO 157


Versión de julio de 2023
§ 93 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

circulación del título valor en blanco no es más que la circulación, por efecto de
cesión, del crédito tal como fluye del negocio subyacente. Para FERRI, VIVANTE,
ROCCO, BRUNETTI, VALERI y MESSINEO, el título valor incompleto no es un verdadero
título valor, aunque puede llegar a serlo. Si nos adherimos a esta teoría, al derecho
cambiario del tercer adquirente se le podrían oponer incluso los vicios y los
términos del negocio causal que dio origen al título incompleto, y que pueden o no
coincidir con los del pacto de llenado33. En este caso, el derecho del tercer tenedor
no sólo no sería autónomo, sino tampoco abstracto. No es que sea el mismo
derecho de su transferente, sino que, al haber adquirido el título sin completar, se
le habría cedido también la posición del transferente en el negocio causal, de modo
que su derecho se encuentra vinculado a los términos y vicisitudes del negocio
causal.
2) Otra teoría señala que el carácter incompleto del título valor en blanco, si bien haría
surgir una obligación cambiaria desde su creación, determinaría sin embargo que
no se obtenga la autonomía de la posición de cada uno de los tenedores, mientras
el título permanezca sin completar. Según esta teoría, sólo desde que se complete
el título valor se verificaría la autonomía del derecho de los tenedores cambiarios,
a los que ya no se les podría oponer las excepciones que existieran contra los
anteriores tenedores, entre ellas, la de completamiento abusivo. Si aplicamos esta
teoría, sólo quien adquiere el título completo adquiriría un derecho autónomo. Los
anteriores tenedores que hubieran detentado el título y lo hubieran adquirido
incompleto nunca habrían adquirido el derecho dotado de esa característica
fundamental, sino con todas las limitaciones que tenía en cabeza de su tomador y

33 Por ejemplo, Alicia puede concurrir a un Banco y solicitar una tarjeta de crédito. El Banco le pide que
le firme un pagaré incompleto, recogiéndose en el contrato de tarjeta de crédito (negocio causal del
pagaré) que el título valor será llenado con los saldos insolutos producto de consumos y retiros de
dinero en efectivo efectuados utilizando la tarjeta de crédito, más los intereses compensatorios,
moratorios, comisiones y gastos. En este supuesto, los términos del pacto de llenado coinciden con los
del negocio causal del giro. Así, si el Banco endosa incompleto el pagaré a Carolina, y ésta lo llena con
los importes debidos por el uso de la tarjeta de crédito más intereses, pero calcula éstos según una
tasa más alta que la pactada en el contrato de tarjeta de crédito, según la teoría mencionada en el
texto, cuando Carolina cobre el pagaré a Alicia, ésta le podrá oponer una excepción de completamento
abusivo, reduciendo la tasa de interés a la efectivamente pactada en el contrato causal de tarjeta de
crédito. En efecto, según los defensores de esta teoría, el endoso del pagaré incompleto a Carolina, no
es más que la cesión del crédito que correspondía al Banco en el negocio subyacente o causal (contrato
de tarjeta de crédito). Pero también podría pensarse en un supuesto en el cual los términos del negocio
causal del giro de un pagaré incompleto no coincidieran con los del acuerdo de llenado. Por ejemplo:
Angélica acude a un Banco a solicitar un crédito hipotecario en virtud del cual gira un pagaré incompleto.
Aquí, el negocio causal del giro del pagaré es el crédito hipotecario. Pero si además la hipoteca es una
de las llamadas “hipotecas sábana”, en la que se recogen como términos del acuerdo de llenado del
pagaré girado incompleto que éste se llenará con el monto debido por el crédito hipotecario, o con
cualquier otro monto que Angélica resulte debiendo al Banco, ya sea en virtud de sobregiros en cuenta
corriente, leasings, créditos documentarios, préstamos personales, cartas fianzas ejecutadas, etc.,
incluso por celebrar en el futuro, y que no fueran pagados a su vencimiento, el pacto de llenado del
pagaré incompleto no coincide con los términos de la obligación debida según el negocio causal. En
este segundo supuesto, si el pagaré es endosado incompleto a Cecilia, según la teoría enunciada en
el texto, Cecilia habría adquirido por cesión sólo los derechos del Banco en el negocio causal (el crédito
hipotecario). Si el crédito hipotecario es pagado a su vencimiento, y sin embargo el pagaré es endosado
incompleto a Cecilia por el Banco, dándole instrucciones de llenarlo por el importe que Angélica le debe
al Banco por un préstamo personal, pero comunicando una tasa de interés más alta que la pactada,
Angélica no tendrá que oponer a Cecilia los términos del contrato de crédito personal, porque el Banco,
al endosarle incompleto el pagaré, no ha cedido a Cecilia su posición en este negocio, sino sólo su
posición en el negocio causal (crédito hipotecario, ya pagado).

158
Notas de Títulos Valores § 93

primer beneficiario. Por tanto, aunque luego tengan que completarlo en todos sus
requisitos formales esenciales para poder cobrarlo, el deudor cambiario siempre
les podría oponer a todos ellos las excepciones personales (como la de
completamiento abusivo), que tenía a su disposición contra el tomador.
3) Una tercera teoría enunciada por la doctrina sostiene que el título valor en blanco,
aunque incompleto, es un verdadero título valor, con todas sus consecuencias.
Como tal, debería producir todos sus efectos típicos, aun en el ámbito de la
circulación (incorporación, literalidad, autonomía, abstracción y legitimidad), pero
solo respecto de los elementos contenidos en él desde su inicio. Por lo tanto,
respecto de la parte de la declaración que estaba en blanco, y sólo de ella, el
legítimo tenedor no podría invocar el régimen general de los títulos de crédito y su
tutela se daría en los límites de los acuerdos del completamiento. Conforme a esta
teoría, la autonomía del derecho del tercer adquirente del título valor emitido
incompleto se verificaría desde su adquisición, pero sólo respecto de los aspectos
que ya aparecían llenados en el texto del título valor cuando lo recibió; no así en
aquellos extremos que aparecían en blanco. Por ejemplo, si el tercero lo recibe
con la fecha de vencimiento en blanco, tendrá que colocarle una fecha de
vencimiento para poder cobrarlo. Pero el obligado, si dio un poder de llenado con
una fecha de vencimiento más dilatada, podría oponerle la excepción de
completamiento abusivo, que sería fundada, y la demanda se desestimaría por no
ser aún exigible la deuda. Si, en cambio, se emitió incompleto también en el
importe, y este extremo se llenó abusivamente por una cantidad más alta, antes
de ser transferido al tercero, el obligado cambiario no podrá oponer al tercero la
excepción de completamiento abusivo, ni reducir el importe a los términos exactos
del poder de llenado.
Ninguna de estas teorías está claramente representada en el art. 10.3 LTV. Lo que
queda claro es que el tercero no tendría buena fe, ni su derecho podría ser autónomo
respecto del acuerdo de llenado vulnerado (que en consecuencia le podría ser
opuesto eficazmente), si adquiere un título valor que fue originalmente emitido o
aceptado incompleto, si ya ha sido completado abusivamente —o, a fortiori, si sigue
incompleto—, y al adquirirlo conocía los acuerdos de llenado o había participado en
ellos (como testigo, por ejemplo).
Obsérvese que cuando se verifica el último extremo definitivamente falta la buena fe
del tercero, que sin embargo es exigida literalmente aparte en el texto del art. 10.3
LTV, para que el tercero sea digno de la protección que allí se establece. Podría, pues,
interpretarse que dicha norma requiere dos requisitos, que pueden diferenciarse en
determinados supuestos, para que el derecho del tercer adquirente sea autónomo
respecto de los términos del mandato de llenado vulnerados:
1) que el tercero tenga buena fe; y
2) que no haya conocido ni participado en los acuerdos de llenado.
Obviamente, cuando falta el segundo requisito también faltará la buena fe del tercero.
En ese sentido, más que un requisito distinto y autónomo, vendría a ejemplificar o a
aludir a un caso particular (y especialmente clamoroso) de un modo en que el primero,
que sería el verdadero (y único) requisito de fondo (la buena fe), podría llegar a faltar.
Pero considerarlos como requisitos (relativamente) distintos puede ser importante, si
se considera posible que un tercero, aunque no conozca los acuerdos de llenado ni
haya participado en ellos, aun así, carezca de buena fe.

FACULTAD DE DERECHO 159


Versión de julio de 2023
§ 93 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Y es que no parece que pueda decirse que un tercero adquirente del título tenga buena
fe cuando, recibiendo un título valor incompleto, que sabe (o debe saber) que tiene
que haberse originado en un negocio causal, decidió no indagar ni preguntar cuáles
eran las instrucciones de llenado, sino que lo llenó según lo que a él buenamente le
pareció adecuado. Considero que el ordenamiento no puede proteger a un individuo
que se muestra tan indiferente al derecho de quien dio el poder de llenado. No parece
que quien se halle en ese caso merezca que su derecho sea literal y autónomo, porque
ni puede fiarse de la literalidad del texto (que por definición está incompleto), ni puede
ignorar que en todo documento que se firma en blanco hay siempre unas instrucciones
de llenado34. Aquí no se presentan los motivos para proteger la confianza del tercer
adquirente, que en otros supuestos determinan que se haga prevalecer la seguridad
y celeridad del tráfico, y que justifican que el derecho que así adquiere el tercero sea
autónomo y literal. Tales razones, que permiten exonerar al tercer adquirente de
detenerse a indagar otros extremos distintos de los que aparecen en el título valor, se
dan sólo respecto de un título valor que ya esté completo en el momento de su
adquisición.
Entonces, bajo el art. 10.3 LTV, no puede oponerse eficazmente la excepción de
completamiento abusivo al tercer adquirente de buena fe. Tal buena fe exige, como
mínimo, que no haya conocido ni participado de los acuerdos de llenado vulnerados.
En otras palabras, si el tercero ha adquirido el título por un medio de transmisión
típicamente cambiario (simple traditio del título al portador o endoso del título a la
orden), su derecho es autónomo respecto de los términos del poder de llenado.
Precisamente las razones indicadas en el párrafo precedente, el art. 10.2 LTV señala
que quien se obliga emitiendo o aceptando un título valor incompleto tiene derecho de
colocar una cláusula que limite la transferencia del título valor. La cláusula más a
propósito para esto es cláusula “no a la orden” o “no negociable”35. Cuando esa
cláusula se coloca en un título valor incompleto (distinto del cheque), ocasiona que las
transferencias que se hagan del título (quizá aunque externamente pudiera parecer
un endoso), tengan los efectos de una cesión de derechos (art. 10.2 LTV, in fine). El
efecto más importante de la cesión de derechos en este caso es que el adquirente
adquiere el derecho de su transferente, tal como éste lo tenía, con todas sus
limitaciones y sujeto a las mismas excepciones36. Así pues, si se coloca tal cláusula

34 La figura del poder de llenado no es exclusiva del Derecho cambiario. Detrás de todo documento que
se firma y entrega en blanco hay siempre uno. Dice BEAUMONT que para cualquier documento firmado
en blanco rige esta norma no escrita: su llenado “deberá hacerse respetando las relaciones que ligan
al suscriptor, basándose en lo que se denomina «la convención de llenado» a la que el tomador del
documento debe atenerse, pudiendo esta convención ser también cedida a un tercero. En este caso el
cesionario deberá, al efectuar el llenado, tener en cuenta esta convención”; cfr. “Los principios
reguladores de los títulos valores”, cit., p. 86. Adviértase que el autor se refiere a la figura de la cesión
que es una figura distinta del endoso y la traditio, que son las vías típicamente cambiarias de
transferencia en materia de títulos valores.
35 Obsérvese que esta norma, que literalmente se refiere sólo al momento de emitir o aceptar un título

valor (que, en el segundo caso, por tanto, sólo puede ser una letra de cambio o una factura negociable),
presupone que las cláusulas en cuestión también pueden ser insertadas en esas oportunidades por
quien se obliga cambiariamente con ellas, aun cuando el art. 43 LTV se fija principalmente en el
supuesto de su inserción en el endoso. Cfr. § 163, en pp. 161 y ss., infra.
36 Así, dice Ulises MONTOYA ALBERTI, con la colocación de la cláusula en cuestión se mantiene la

relación original entre el deudor y su primer acreedor. Vid. ID.; “Aspectos de la nueva Ley de Títulos
valores (Ley N. 27287)”, en Tratado de Derecho Mercantil, t. II, dirigido por Hundskopf, cit., p. 56.

160
Notas de Títulos Valores § 94

en el título incompleto, el obligado se asegura de que, si el primer tenedor transgrede


el acuerdo de llenado y lo transmite a un tercero, él siempre podrá oponer a ese
tercero y a cualquier sucesivo tenedor la excepción de completamiento abusivo37,
reconduciendo la pretensión a los términos del pacto, aunque el tercero tuviera buena
fe. En consecuencia, el derecho del adquirente es atacable por las mismas
excepciones que procedían contra su transferente titular originario, entre ellas la
excepción de completamiento abusivo38.

IV. ABSTRACCIÓN Y AUTONOMÍA DE LOS TÍTULOS VALORES


Noción de abstracción cartular.
Literal y etimológicamente, “abstraer” significa “traer”, aproximar algo al sujeto,
“desde” otra cosa, apartándolo o alejándolo de esa otra cosa; “separar”, por tanto 39.
En el Derecho, siempre que se habla de abstracción de un acto o de una relación
jurídica, se hace referencia a “separación” o “independización” de la “causa” de dicho
acto o relación jurídica. Abstraer es, en ese sentido, descausalizar. La noción de
abstracción se contrapone así a la de causalidad, y por lo tanto pone en juego,
respecto de los títulos valores, el concepto de causa, que es sin ninguna duda una de
las nociones más complejas de la ciencia del Derecho40.
Sin pretender no ya agotar, sino ni siquiera plantear la cuestión de la causa en toda
su riqueza y complejidad, es necesario advertir que el uso de esta expresión en
normas y proposiciones jurídicas en general puede tener al menos estos tres sentidos,
ciertamente relacionados de manera íntima, pero perfectamente diferenciables en su
sentido técnico estricto41:
1) En primer lugar, está la “causa” como fin (unitario) “del negocio jurídico”, cuya
existencia y licitud exige el inc. 3 del art. 140 CC.
2) En segundo lugar, la llamada “causa de la obligación” o, en general, “de la
atribución patrimonial”. En este caso, como es obvio, y a diferencia de la “causa
del negocio jurídico” recién aludida (que siempre es única), cada una de las
obligaciones o atribuciones patrimoniales que contemple un negocio jurídico (que
usualmente contempla o prevé varias) ha de contar con su propia “causa” o
justificación concreta. Ésta es la “causa” que comparece, por ejemplo, en el párr.
2° in fine del art. 1273 CC (no es indebido el pago recibido por “causa justificada”),
y la que se echa en falta en el llamado (precisamente por eso) “enriquecimiento
sin causa” de los arts. 1954 y 1955 CC.

37 Y en general cualquier excepción que proceda de relaciones personales entabladas con el primer
beneficiario del derecho, porque el derecho de los sucesivos tenedores no es autónomo en absoluto.
38 Resultado aun más vigoroso se consigue con la cláusula “no negociable” en un cheque emitido

incompleto. Como hemos visto, dicha cláusula sí consigue que el cheque sea enteramente
intransferible. El girador siempre podrá oponer eficazmente la excepción de completamiento abusivo al
tomador, único que puede cobrarlo. Incluso si lo endosa a su Banco “en cobranza” o “en procuración”,
el girador dispodrá contra éste de todas las excepciones que procedan contra el endosante (art. 41.1
LTV), incluida la de completamiento abusivo. El problema con este caso es que, como también vimos
en su momento, tal cheque no es, en realidad, un verdadero título valor.
39 Cfr. DRAE, cit., voz “abstraer”.

40 GARCÍA-PITA, Introducción…, cit., t. I, p. 94.

41 Cfr. ibid.

FACULTAD DE DERECHO 161


Versión de julio de 2023
§ 95 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

3) Finalmente, como “causa de la emisión” o de la “celebración” de determinados


negocios jurídicos. Esta última acepción de la “causa” se hace necesaria porque
los negocios jurídicos a los que se aplica y de los que aquí se trata —incluyendo
los títulos valores, pero sin agotarse en ellos—, al mismo tiempo que suelen
carecer en su propia estructura típica de referencia a o expresión de (no de ella
misma en sí) un fin o “causa” (en el primer sentido) característica suya, sirven en
todo caso (y, en buena parte, por eso mismo) a la realización o persecución de
“causas” (en ese mismo primer sentido) —cada una correspondiente a su
respectivo negocio jurídico— potencialmente muy diferentes y variables. En todo
caso su “justificación causal” esta siempre estrechamente vinculada a la de esos
otros negocios y relaciones jurídicas que, por eso mismo, son el único referente
de la expresión “causa” en tales casos: el llamado “negocio (o contrato) causal”,
“subyacente” o “fundamental”.
Como es evidente de todo lo dicho hasta aquí, la posible “causa” de los títulos valores
se entiende en este último sentido: el negocio o relación jurídica antecedente, que
motiva la creación o transmisión del título42. En virtud de la discreción43 y variabilidad
de la “causa” (en el primer sentido) de muchos títulos valores, la única manera de
hacerla comparecer y de que pueda cumplir sus fines es justamente a través del
“negocio causal” o subyacente. Y es que todo título valor es efecto de una “causa” en
este sentido, como por lo demás todo verdadero acto humano responde también a
una “causa” (en el primer sentido), y por eso es “acto humano”, o acto racional.
Abstracción y pacto de favor.
Algunos creen que la regla de que todo título valor responde a una “causa” (tercer
sentido) sufre una excepción, tradicionalmente considerada como la única, en la que
podría hablarse de un título valor verdaderamente “incausado” o “carente de causa”:
es la llamada letra de favor o de complacencia.
En primer lugar, y pese a la designación (“letra de favor”) que suele utilizarse, es
evidente que el mismo fenómeno se puede presentar con otros títulos valores que no
sean una letra de cambio: se trata de un título valor que se firma (gira, endosa, acepta
o avala) sin provisión. Es decir: el negocio cambiario se celebra no porque se tenga
una deuda (preexistente) que se quiera pagar, reconocer o garantizar, ni tampoco
necesariamente con ánimo de beneficencia o liberalidad44, sino únicamente para
facilitar al girador o a otro tenedor del título la obtención de crédito de parte de un
tercero mediante la circulación del título respaldado por la propia firma.
En realidad, en la letra (y otros títulos valores) de favor ciertamente hay una “causa”,
como en todas las demás, que es el “pacto de favor”. Según la opinión más difundida
y aceptable, el pacto de favor no es otra cosa que un mandato de crédito45.
No son nada desdeñables, sin embargo, los argumentos en los que GARCÍA-PITA46
defiende que la causa característica del “pacto de favor” implica más bien una mezcla

42 Ibid.
43 Cfr. § 58, en pp. 15 y ss., supra.
44 Aunque ese mismo ánimo de beneficencia o liberalidad, o bien algún otro motivo menos altruista,

puede estar en el origen del “pacto de favor” al que me voy a referir en seguida.
45 HUECK/ CANARIS, Derecho…, cit., pp. 62-63 (§ 5); PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., pp. 232-236.

46 GARCÍA-PITA Y LASTRES, José Luis; La aceptación de la letra de cambio, La Ley, Madrid, 1992, pp. 60-

72.

162
Notas de Títulos Valores § 96

de los elementos gestorios propios de un mandato de crédito y crediticios (“crédito de


firma”). Apunta así, en concreto, al —en la letra de favor, esencial— aplazamiento o
renuncia pro tempore del “favorecedor” a la provisión de fondos por parte del
“favorecido”, en contra de la regla general que establece que, en un mandato o
comisión “regular” (cfr. art. 243 CdC e inc. 1 del art. 1796 CC), su previa evacuación
es siempre oponible o exigible como un naturale negotii.
Ahora bien, yo tengo para mí que este fenómeno, que tan aguda y certeramente
señala el Prof. GARCÍA-PITA en la letra de favor, se da en realidad en toda forma de
mandato de crédito47. Por eso mismo, en todo mandato de crédito, y no sólo en la letra
de favor, se da esa mixtura causal cum credito que lleva a excluir esencialmente algo
que en el mandato regular viene a ser natural, como es la previa provisión de fondos.
Por otro lado, podría plantearse si, dado que en el capítulo anterior he defendido una
concepción de los negocios cambiarios como normalmente unilaterales del firmante
(que no necesariamente contrata con el tomador)48, habría que ver en el título de favor
no un mandato de crédito (que como todo mandato es un contrato), sino más bien un
negocio (unilateral) de garantía, asimilable quizás, por la misma autonomía cambiaria,
a una carta fianza bancaria o garantía a primera demanda. A semejante inquietud
habría que responder negativamente por una serie de razones:
1) En primer lugar, porque el mandante o comitente en un negocio cambiario de
favor, concebido como mandato de crédito (y, por lo tanto, verdadero contrato),
sería el favorecido, y el mandatario o comisionista el favorecedor, pero esta
relación se desenvuelve fuera del entorno cartular.
2) Por eso mismo, el tercero tomador ulterior del título no es contratante en el
mandato de crédito, sino más bien aquél con quien se cumple el negocio de
realización (que es precisamente la asunción de la obligación cambiaria),
consistente en el crédito creado a su favor (del tercero) por la firma del
favorecedor, sin que haya ningún problema para que esto ocurra usualmente de
manera unilateral, según he defendido en su lugar49.
3) Finalmente, pues, el negocio cambiario (unilateral) es acto de ejecución o
cumplimiento del mandato de crédito (o sea, el pacto de favor); tal mandato de
crédito (que sí es contrato) es, precisamente, su negocio causal (y por lo tanto
extracambiario).
Dimensiones formal y material de la abstracción cartular.
Como quiera que la incidencia de las relaciones causales sobre las relaciones
cartáceas puede afectar a la seguridad que se pretende otorgar a los terceros
adquirentes con la incorporación del derecho al título y la literalidad, el Derecho de los
títulos valores ha tratado de escindir —en la medida de lo posible— la conexión entre
las relaciones jurídicas cartáceas y las causales extracartulares. En este sentido el

47 A ello también parece apuntar PAZ-ARES, Naturaleza jurídica…, cit., p. 233, cuando apoyándose en
Von Caemmerer y Canaris sostiene que todas las formas de “crédito de responsabilidad” responden en
realidad al esquema del mandato. No estoy seguro, sin embargo, de que una formulación tan amplia
de la idea sea del todo acertada.
48 Vid. el § 74, en pp. 91 y ss., supra.

49 Vid. § 74, en pp. 110 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 163


Versión de julio de 2023
§ 96 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

título valor se “descausaliza” o, lo que es lo mismo, se “abstrae” de las relaciones


jurídicas subyacentes50.
Ahora bien, como ya he expuesto51, la “abstracción” puede referirse a dos cosas
bastante diferentes entre sí52:
1) la abstracción formal o discreción, por la que el título no revela cuál es el negocio
causal ni a qué tipo pertenece (Typuslösigkeit: incomparecencia del tipo, que no
exactamente “atipicidad”); y
2) la abstracción material o sustantiva, por la que la eficacia del título no está
subordinada a la de la relación causal correspondiente (Nichtakzessorietät: “no
accesoriedad” del derecho documentado respecto de la relación causal).
Naturalmente, el “principio” de abstracción de que estoy tratando aquí no se refiere a
la mera discreción o abstracción formal (que, como dije en su momento, puede no
existir en absoluto en determinados títulos valores), sino más bien a la abstracción
material. Ésta supone que, una vez incorporado el derecho en el documento (y al
margen de que éste sea propiamente constitutivo o no53), su ejercicio se desvincula
del régimen jurídico normal u ordinario de la relación jurídica subyacente. Tal
“desvinculación” puede ser más o menos completa, pero ocurre siempre en alguna
medida. Al menos así se deduce de lo dispuesto por el régimen peruano general de
los títulos valores, en el art. 19.3 LTV, que es la principal norma donde se recoge el
carácter de la abstracción y sus consecuencias más importantes:
“El demandado no puede ejercer los medios de defensa fundados en sus
relaciones personales con los otros obligados del título valor, ni contra quienes
no mantengan relación causal vinculada al título valor, a menos que al
adquirirlo, el demandante hubiese obrado a sabiendas del daño de aquél”
(énfasis añadido).
Así pues, se ha de insistir en que la abstracción propiamente dicha hace siempre
referencia a una “separación” o “distinción” entre los efectos cartulares y,
específicamente, los normalmente propios de las relaciones causales o subyacentes,

50 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit, t. I, p. 95.


51 Vid. § 58, en pp. 15 y ss., supra.
52 Cfr. GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 94-96, además de los lugares citados en el § 58, supra.

53 No es exacto, por tanto, en su literalidad, lo que dice GARCÍA-PITA, Introducción…, cit., p. 95, acerca

de que “existe o puede existir «abstracción material o sustantiva» porque —y en la medida en que—
se configuren los derechos resultantes de los títulos como derechos nuevos, como derechos distintos
de los derivados de las relaciones causales subyacentes”, ya que ello implicaría que sólo los títulos
constitutivos podrían ser abstractos. Pero tampoco el autor lo dice en sentido estricto, como se advierte
cuando, inmediatamente a continuación, afirma que “la cuestión de la unicidad o duplicidad de
obligaciones (…) no admite una solución única, sino que depende de las diversas clases de títulos-
valores”. En cambio, el autor parece defender, ibid., una postura que verdaderamente no comparto
cuando hace depender la abstracción material de la formal: “será posible proclamar que existe
abstracción formal, cuando —y sólo cuando, o sólo en la medida en que— las relaciones
extracartulares no asomen, no se reflejen en el texto del título” (negritas y subrayados en el
original). A mi modo de ver, lo correcto sería decir que es la causalidad (o la “no abstracción”) formal o
indiscreción, y sólo ella, la que depende de la abstracción material, en virtud de la literalidad. Porque
puede haber —y, en mi opinión, efectivamente hay— títulos valores absolutamente indiscretos que, sin
embargo, tienen un grado de abstracción material apreciable (como los títulos de tradición) o total (como
el pagaré causado), pero no se permiten títulos absolutamente discretos o formalmente abstractos que
no lo sean materialmente en alguna medida.

164
Notas de Títulos Valores § 97

de manera que los primeros (los derivados del título valor) no se ven afectados por las
excepciones derivadas de los segundos (las relaciones causales) que no se hagan
aflorar en el texto del propio documento54. Como consecuencia de lo anterior,
entonces, ni el deudor ni el acreedor cartáceo pueden recurrir a los hechos, actos o
elementos que no resulten del propio título —por muy reales e incluso eficaces que
sean, en su propio plano— para negar, reducir o limitar su obligación, o para ampliar
su pretensión. En otras palabras, la abstracción cartular significa inmunidad —salvo
siempre por la posibilidad de oponer la exceptio doli, en virtud del art. 19.3 LTV— de
la posición jurídica del tercero adquirente del título (la abstracción en este sentido es
un carácter o cualidad del título sólo en su tramo circulatorio) a las excepciones
derivadas de la relación jurídica fundamental.
La abstracción cartular en la jurisprudencia.
La jurisprudencia recoge ejemplos más o menos acertados de aplicación práctica de
la abstracción cambiaria.
En el caso Ana Blanca Delia Madueño Hoyos c. Víctor Mariano Torre Rodríguez,
Clorinda Rojas Salas y Antonia Eddy Torre Rojas, resuelto por la 1ª Sala Civil,
subespecializada en lo comercial, de la Corte Superior de Lima, la sociedad J&R
Automotores SAC había vendido al matrimonio formado por Víctor Torre y Clorinda
Rojas un vehículo usado55. El precio debido por los compradores fue incorporado en
veinte letras de cambio, avaladas por la hija de los compradores, Antonia Torre Rojas,
constituyéndose además hipoteca y prenda vehicular en garantía del pago 56. Las
letras fueron luego endosadas a la Sra. Madueño, que demandó a su vencimiento en
la vía ejecutiva. La avalista funda su defensa en segunda instancia en que las letras
tendrían su origen en un delito, pues el bien vendido no era de propiedad del vendedor,
por lo que se habría tratado de una venta fraudulenta en perjuicio de sus
codemandados. La Sala confirmó la condena de primera instancia, “al tratarse de pago
de títulos valores que, (…) en atención a que tienen la calidad jurídica de ser
abstractos y autónomos, se desprenden de su causa generadora (…),
estableciéndose solo relaciones cartulares sujetas a formalidades previstas en la Ley
de Títulos Valores”57. Además, la recurrente, como aval que era, quedaba obligada de
igual modo que aquéllos por quienes prestó el aval, pero su responsabilidad subsistía,
aunque la obligación causal fuese nula, “no pudiendo oponer a la tenedora
(endosataria) de la cambial los medios de defensa personales de sus avalados”58.
En Banco Wiese Sudameris c Elvira Rocha Maydana y otro, resuelto por la Corte
Suprema aplicando aún la LTV ant., mediante ES del 18 de agosto de 200559, PT
Representaciones & Distribuciones SRL vendió a alguien —presuntamente, al

54 En ese sentido, se ha de poner cuidado en no confundir los caracteres de abstracción y autonomía,


refiriéndose ésta última (a la que también alude en parte el art. 19.3 LTV citado), como veremos luego,
a la separación o independencia de la posición cartular de cada adquirente respecto de las posiciones
cartulares, incluso, de quienes lo han precedido en la titularidad del documento.
55 SCS Lima del 9 de mayo de 2005, [2005] CSC Lima 3, FFJJ 5° y 7°.

56 [2005] CSC Lima 3, FFJJ 5°, 7° y 8°.

57 [2005] CSC Lima 3, FJ 7°. Como se advierte en el pasaje con énfasis (que es añadido), la Sala

confunde hasta cierto punto los caracteres de abstracción y autonomía.


58 [2005] CSC Lima 3, FJ 8°.

59 [2004] Cas 1409.

FACULTAD DE DERECHO 165


Versión de julio de 2023
§ 97 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

codemandado de la Sra. Rocha, cuyo nombre no se menciona en ninguna parte de la


sentencia— 800 cajas de ron60. Para garantizar el pago del precio61, el 30 de mayo de
1997 emitió tres letras de cambio que fueron aceptadas por la codemandada Elvira
Rocha Maydana. Dos de las letras, por un monto de US$ 10,000 cada una, fueron
endosadas en descuento al Banco actor (aparentemente, habiendo pasado antes por
las manos de unas personas llamadas Percy y Susana Telaya), en algún momento
anterior al vencimiento62. Llegado éste, y ante la falta de pago, el Banco demandó en
la vía ejecutiva el 11 de mayo de 1999. La Sra. Rocha afirma que la vendedora nunca
cumplió con la entrega de la mercadería, por lo que le solicitaron la devolución de las
letras, sin que la tenedora original lo haya hecho más que con una de ellas 63. Alega
asimismo que cuando el Banco ejecutante le exigió el cobro al vencimiento de la
primera de las letras (30 de setiembre de 1997) puso estos hechos en su
conocimiento, lo cual corrobora con carta notarial del 9 de octubre de 1997 64. En
primera y segunda instancias, la demanda fue declarada improcedente en atención a
que este último documento acreditaría que el Banco, en el momento de ejercitar la
acción cambiaria, habría actuado mala fe o “a sabiendas, en daño del demandado”
(cfr. párr. 3° del art. 20 LTV ant., equivalente al art. 19.3 LTV actual) 65. La Corte
Suprema revoca esta decisión atendiendo a que los títulos valores se rigen, entre
otros, por el carácter de abstracción, en virtud del cual “no requiere investigarse el
origen del” derecho documental66. Toma nota, no obstante, de que
“[E]l artículo 20 de la Ley 16587 (…) permitía al deudor oponer al tenedor del
título las excepciones que deriven de sus relaciones personales con éste,
supuesto que involucra necesariamente la relación directa (…) entre el deudor
y el tenedor y que por lo general se presenta por la falta de circulación del título
valor”67.
A su vez, la Corte reconoce que el propio art. 20 LTV ant. permitía en su último párrafo,
como también hace el art. 19.3 LTV actual, que el demandado deduzca las
excepciones fundadas en sus relaciones personales con los firmantes anteriores del
título “si el demandante al adquirirlo hubiese obrado a sabiendas del daño que se le
ocasionaba”. De donde resulta claro para la Corte que:
“[E]l momento relevante en que debe determinarse el conocimiento del daño es
el de la adquisición del título valor; esto es, el adquirente debe haber recibido

60 [2004] Cas 1409, FFJJ 2° y 3°.


61 [2004] Cas 1409, FJ 3°. En dicho considerando se advierte que la codemandada ensayó también el
argumento de que las letras carecerían de valor cambiario por haber sido emitidas “en garantía” (o sea,
implícitamente, si el comprador no pagaba), pero sin que al parecer tal “condición” constase nunca en
el propio título. En ese hecho la demandada veía una contradicción con el mandato del inc. 2 del art.
61 LTV ant. (equivalente al inc. c del art. 119.1 LTV actual), según el cual la letra ha de contener la
orden incondicional de pagar una cantidad de dinero. Incluso parece que el Juez de primera instancia
fundamentó en parte su fallo de improcedencia en este argumento, tan obviamente contrario al sentido
y función de la regulación cambiaria.
62 [2004] Cas 1409, FFJJ 1° al 3°.

63 [2004] Cas 1409, FJ 3°.

64 [2004] Cas 1409, FFJJ 1° y 4°.

65 [2004] Cas 1409, FJ 4°.

66 [2004] Cas 1409, FJ 5°.

67 [2004] Cas 1409, FJ 6°.

166
Notas de Títulos Valores § 98

el título valor conociendo del perjuicio que se va a causar, con lo cual no media
buena fe en su adquisición, que es lo que la ley rechaza, razón por la que
permite que se opongan las relaciones personales, empero en autos no se ha
determinado dicho supuesto pues tan sólo se indica que se comunicó al Banco
en el mes de octubre del mil novecientos noventa y siete cuando ya habían sido
endosadas las cambiales de los hechos que dieron lugar a la emisión de los
citados títulos, mas no que el Banco conocía de las circunstancias que
perjudican a la demandada cuando se le endosó las letras de cambio” 68.
Así pues, entre el obligado por el título valor y los sucesivos titulares o tenedores del
documento se establece una relación jurídica casi totalmente objetivizada,
instrumentalizada, independiente de las relaciones extradocumentales, que fueron en
su momento las causas que determinaron tanto la creación del título como las
transmisiones efectuadas antes de llegar al último tenedor.
Ahora bien, como acabamos de ver, la Corte Suprema en Banco Wiese c. Rocha y
otro69 adelanta también que, mientras el título valor no haya circulado, existe apenas
una mera abstracción procesal, que permite presumir la existencia y legitimidad de
una justa causa de pedir lo literalmente expresado en el título (cfr. art. 1958 CC),
mientras el deudor de él no pruebe lo contrario, mas no propiamente la abstracción
material de que venimos hablando, con todos sus efectos. Ésta recién comienza
cuando el tenedor original endosa el título valor a un tercero que no fue parte en el
negocio causal. En estos casos, el destino circulatorio del título valor hace muy
conveniente “abstraerlo” del negocio causal, con la finalidad de dotar de seguridad al
nuevo adquirente y proteger su confianza en que lo único relevante que le
correspondía averiguar es lo que dice el propio título. Así, el primer endosatario, que
es el segundo tenedor de un título valor a la orden, como tenedor de segunda mano,
no participó en el negocio causal; por lo tanto, no debe verse afectado por ninguno de
los vicios que dicho negocio pudiera tener. Lo contrario perjudicaría la circulabilidad
del título valor, tan estrechamente ligado a su función económica.
La abstracción (meramente) procesal en la fase inter partes.
Como es fácil de advertir, hay una estrecha relación entre los caracteres de
abstracción y literalidad. Uno podría preguntarse qué es lo que aparece, por ejemplo,
en una letra de cambio: ¿el contrato de compraventa, préstamo, cuenta corriente,
depósito irregular, etc.? Evidentemente no. Sólo se hace constar la obligación de
pagar cierta suma de dinero. Únicamente lo que aparezca en la redacción textual de
crédito está en la obligación que nace de él. Siendo esto ciertamente así, sin embargo,
la ley tampoco ampara ni condona el abuso del derecho. Y es en ese sentido que el
art.19.3 LTV señala:
“El demandado no puede ejercer los medios de defensa fundados en sus
relaciones personales con los otros obligados del título valor, ni contra quienes
no mantengan relación causal vinculada al título valor, a menos que al
adquirirlo, el demandante hubiese obrado a sabiendas del daño de aquél”
(énfasis añadido).

68 [2004] Cas 1409, FJ 7°. Todo el pasaje va subrayado en el original.


69 [2004] Cas 1409, FJ 5°.

FACULTAD DE DERECHO 167


Versión de julio de 2023
§ 98 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Respecto a la posibilidad de oponer o no excepciones derivadas del negocio causal,


entonces, se deben distinguir dos momentos:
1) el de la creación del título valor; y
2) el de su circulación.
En el primer momento, cuando el título valor se crea, está íntima y necesariamente
vinculado con el acto o negocio causal o subyacente, y los derechos cartulares quedan
en cierta forma supeditados a las razones, características o modalidades del dicho
negocio. En efecto, el deudor puede invocar todas las excepciones procedentes del
negocio causal, que constituyen excepciones personales contra el acreedor, a tenor
del art.19.2 LTV:
“El deudor también puede contradecir al tenedor del título valor, proponiendo
las defensas que se deriven de sus relaciones personales y las que resulten
procedentes, según la ley procesal” (énfasis añadido).
De hecho, de ellas hace expresa excepción el art. 19.3 LTV al proponer la
inoponibilidad de las excepciones causales como consecuencia de la abstracción:
“El demandado no puede ejercer los medios de defensa fundados en sus
relaciones personales (…) contra quienes no mantengan relación causal
vinculada al título valor…” (énfasis añadido).
Y es que la primera y más obvia de todas las relaciones personales es la relación
causal, que hizo que el deudor emitiera o transmitiera un título valor a favor de ese
acreedor. Así pues, en este supuesto sí podrá invocarse un vicio en la relación causal,
un incumplimiento de las obligaciones de la parte demandante, etc.
Así, en Banco Agrario del Perú en Liquidación c. Jacinto Vera Quispe, al parecer70, la
Corte Suprema llegó a la conclusión de que no es que el demandado no pudiera
invocar las excepciones procedentes de la causa de emisión del título valor, sino que,
no habiéndolas probado, no cabe darles el efecto que el demandado pretendía. Aparte
de que, a criterio del juzgador, las diversas excepciones invocadas resultaban
incompatibles. Y es que, por otro lado, habiendo elegido el demandante ejercitar la
acción cambiaria y no la causal, el juego de los caracteres de literalidad y de
abstracción (en este caso, con un alcance meramente procesal) tienen de todos
modos el efecto de invertir la carga de probar la relación causal, cuya existencia y
legitimidad se presumen.
Igualmente, en Jorge Pérez López c. Arturo Ramírez Delgado71, la Corte Suprema se
reafirma en esa misma línea. En este caso, el demandado había aceptado el 4 de abril
de 2001 una letra de cambio a favor del demadante, por el importe de US$ 40,000,
con vencimiento al 30 de octubre de 200172. La letra, que no circuló, es finalmente
puesta a cobro en la vía ejecutiva. Aunque ambos coinciden en que efectivamente la
letra fue firmada y aceptada por el demandado en la fecha y por el monto en ella

70 ES del 18 de setiembre de 1998, [1998] Cas 1559. Digo “al parecer”, en el texto, porque esta
sentencia no la he podido consultar directamente; expongo lo que parece haber sido su contenido sobre
la base de referencias indirectas obtenidos por distintos cauces.
71 ES de 5 de junio de 2009, [2008] Cas 1312.

72 [2008] Cas 1312, FJ 1°.

168
Notas de Títulos Valores § 98

indicados73, así como que al menos parte del monto indicado refleja intereses
derivados de una antigua deuda dineraria74, demandante y demandado difieren
acerca del fundamento causal subyacente a la emisión de la letra de cambio. Según
el demandado, la obligación contenida en ella se habría generado únicamente en un
préstamo dinerario efectuado por el demandante al demandado, en fecha muy anterior
al negocio cambiario, el cual habría sido celebrado únicamente en garantía de dicho
préstamo, y no como una orden de pago de su verdadero importe, que además estaría
muy aumentado respecto del pacto subyacente75. El demandante, por su parte, afirma
al contestar la contradicción y en apelación que la letra de cambio representa el
acuerdo final al que llegaron demandante y demandado sobre el monto de la
obligación de este último y sus condiciones de pago, derivada principalmente (mas
parece que no únicamente) de la renovación de la antigua deuda dineraria a que hace
alusión el demandado y de sus intereses, aún impagos en la fecha del negocio
cambiario76. El Juez de primera instancia se inclinó por el demandante; la Corte
Superior, por el demandado. La Corte Suprema retoma el criterio de la sentencia
apelada porque, según su criterio,
“la letra de cambio cuyo pago se reclama, representa la renovación de una
primitiva obligación monetaria impaga que el demandado mantenía con el
ejecutante y que según el tenor literal del título puesto a cobro, acredita que
dicha deuda a la fecha de giro ascendía a cuarenta mil dólares americanos; que
en ese sentido, si bien corresponde que el demandado pueda contradecir el
ejercicio de la acción cambiaria proponiendo las defensas que deriven de sus
relaciones personales con el ejecutante, se producirá la inexigibilidad de la
obligación contenida en el título, si en efecto la referida defensa sustantiva se
ha probado; y en cuanto a la aceptación de la letra de cambio, se tiene que este
acto cambiario debe ser incondicional, es decir no resulta jurídicamente posible
que se incorporen condiciones para cumplir con la obligación que proviene de
la aceptación. Si se alega lo contrario, la condicionalidad de la aceptación debe
ser acreditada del texto del propio título o a través de los medios probatorios
pertinentes”77 (énfasis añadido).
En otros casos, los tribunales han dado pleno efecto a las excepciones causales inter
partes, debidamente probadas, deducidas por el demandado. Así, en ES del 26 de
noviembre de 1998:

73 Cfr. [2008] Cas 1312, FJ 2°.


74 Cfr. [2008] Cas 1312, FJ 1°.
75 Cfr. [2008] Cas 1312, Antecedentes y FJ 4°.

76 Cfr. [2008] Cas 1312, Antecedentes y FFJJ 1° y 6°.

77 Cfr. [2008] Cas 1312, FJ 6°. Aunque el aparente problema puede derivar únicamente de que la

sentencia silencia muchos detalles de la controversia que en buena lid sería necesario conocer para
poder hacer un juicio plenamente ponderado de la decisión que contiene, llama la atención que ésta
(que es una casación, que debería limitarse al examen de derecho) pareciera entrar a revisar los hechos
y hacer una nueva valoración de la prueba. Cabe, sin embargo, pensar que la explicación se halle en
una posible atribución errónea de la carga legal de la prueba (que sí sería un error de derecho, pasible
de casación) por parte de la Corte Superior. Además, parece admitir (como de hecho parece que
decidió la Sala de segunda instancia) la ineficacia causal de la “letra aceptada en garantía” (violando la
abstracción de tipo o discreción de la letra), aparentemente sobre el fundamento (si es así,
completamente erróneo) del art. 129 LTV (orden incondicional de pago).

FACULTAD DE DERECHO 169


Versión de julio de 2023
§ 99 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“la sentencia de vista ha establecido como cuestión fáctica que las letras de
cambio puestas al cobro se giraron a consecuencia de un contrato de
compraventa que no llegó a concretarse, por lo que el demandado no adeuda
precio alguno que pudiera representarse en cambiales y no puede obligársele
a pagar una deuda que no existe, y siendo que el tenedor y aceptante de las
letras son el acreedor y el deudor de la relación causal, de la que se derivó la
emisión de dicho documento (…) declarar que los títulos valores carecen de
causa legítima; (…). Consecuentemente, habiéndose establecido una
excepción derivada de relaciones personales entre tenedor y aceptante, ya no
son aplicables los principios de incorporación, literalidad, abstracción y
autonomía”78.
La abstracción (material) de la fase circulatoria o inter tertios.
En el segundo momento, cuando el título valor está puesto ya en circulación, es
independiente del negocio que le dio origen (“abstracto”), y lo que vale y obliga es
únicamente lo que está escrito en él. Todo sucesivo adquiriente, todo endosatario que
recibe el título, ignora o puede ignorar y no tiene por qué saber la relación que le dio
origen, ni sus vicisitudes. Lo único que le afecta es lo que aparece redactado en el
texto, que sí puede conocer. Por eso, el carácter de literalidad, que fija la medida de
la obligación, está íntimamente ligado al de abstracción.
“Tratándose de una acción cambiaria, los derechos que se ejercitan o las
obligaciones que se exigen son los que emanan del título valor puesto a cobro,
sin que sea necesario probar su existencia o su exigibilidad por otros medios que
no sea el título mismo, por su forma, por su literalidad y por la oportunidad en
que se pide su cumplimiento”79.
“Tratándose de una acción cambiaria, los derechos que se ejercitan o las
obligaciones que se exigen son las que emanan del título valor puesto a cobro,
sin que sea necesario probar su existencia o su exigibilidad por otros medios que
no sea el mismo título”80.
También son buenos ejemplos de la operación de la abstracción en esta fase los casos
de Madueño c. Torre y otros81 y Banco Wiese c. Rocha y otro82, comentados más
arriba.
Autonomía cartular.
Por la autonomía cartular, cada nuevo tenedor del título valor adquiere una posición
jurídica que no se ve afectada por los defectos, excepciones o vicisitudes propias de
las de quienes lo precedieron en la tenencia del título; por lo menos no en la misma
medida, sino en una drásticamente inferior a la que sería aplicable si se tratara de un
derecho no incorporado, transmitido por cesión de derechos.

78 [1998] Cas 1569, FFJJ 1° y 3°. Sin embargo, el Voto en Discordia del Vocal Castillo La Rosa da a
entender que la letra no representaba la documentación del precio de la venta dejada sin efecto, sino
del monto que el vendedor debía restituir, precisamente por la cancelación del contrato.
79 [1987] Lima 633; publicada en RETAMOZO, Alberto, y PONCE, Ana María; Jurisprudencia Civil, Idemsa,

Lima, 1994, p. 353.


80 [1987] Callao 16; publicada en Revista de Jurisprudencia Civil (1993), p. 76.

81 [2005] CSC Lima 3.

82 [2004] Cas 1409.

170
Notas de Títulos Valores § 100

SAVIGNY describió esto con la metáfora de la incorporación del derecho en el título, en


su sentido etimológico: entrar el derecho inmaterial en el cuerpo material del
documento, de modo que un derecho sustantivo ingresaba al Derecho cambiario.
Muchos otros autores, como he dicho más atrás, pretenden explicar la autonomía
imaginando que cada uno de los sucesivos titulares del documento resultaba
vinculado en forma originaria con el obligado, y no como sucesor (a título derivativo)
del derecho de quienes lo antecedieron en la titularidad del instrumento. Esta
explicación es innecesaria y artificiosa, y tampoco da cuenta integral del carácter de
autonomía. Éste se explica mejor como una consecuencia necesaria (o al menos
conveniente) del destino circulatorio del título valor, que es aceptada, al menos
implícitamente, por los obligados cartulares por el mero hecho de utilizar este
instrumento que el ordenamiento pone a su disposición.
En virtud de la autonomía, el deudor no puede oponer al tenedor legitimado del título
las excepciones no literales procedentes de los vínculos cartulares (para los causales
lo que rige es la abstracción) que mantiene o mantuvo personalmente con otros
anteriores acreedores o tenedores del documento.
Ejemplos de excepciones personales (derivadas de actos en los que intervinieron
personalmente las partes) excluibles en virtud de la autonomía:
1) Belisario es demandado en virtud de un título valor. Éste se opone alegando el
compromiso de Aurelia, anterior titular del documento, de no exigir la obligación
cambiaria en consideración a favores que Belisario le había hecho, compromiso
que éste puede probar con testigos irreprochables. Si Aurelia ha transferido el título
valor, aun después de haberlo condonado, a Celina, tercera de buena fe, Belisario
no puede oponer a ésta la cancelación convencional del título valor (que se habría
extinguido por condonación) por causa retributiva que existe entre él y Aurelia.
2) Augusto gira un pagaré a la orden de Balbina por el pago de la compra de un auto
de segunda mano. Luego Augusto pide a César que pague ese pagaré como parte
de pago de un dinero que le prestó hace tiempo. César paga el pagaré a Balbina
que se lo endosa y entrega. Si César, en vez de destruir el documento, anotar su
cancelación o restituirlo a Augusto (como es su obligación; cfr. art. 17 LTV),
demanda a éste por el pago del pagaré, Augusto podrá contradecir eficazmente,
señalando que en virtud del mencionado pacto, la obligación cambiaria se
extinguió entre ellos, no se transmitió, con el pago de César a Balbina; o puede
también oponerle la excepción (causal o extracambiaria) de compensación (por el
dinero que César debía a Augusto). Pero si César endosa la letra a Dámaris,
Augusto no puede oponer a ésta ni una ni otra excepción: en el primer caso
(excepción de cancelación del título), precisamente por el carácter de autonomía;
en el segundo (compensación), por el de abstracción. Ambos caracteres protegen
el derecho de Dámaris.
3) Amanda comunica a Balduino, obligado por un pagaré: “los 10,000 soles que me
debes por el pagaré que me firmaste, quédatelos”. Pero después, contraviniendo
lo dicho lo demanda. Balduino podrá oponerle una excepción personal de
cancelación del título (por causa de condonación). Pero si el título valor hubiera
sido entregado por endoso a Clara, ésta tendría un derecho autónomo ante
Balduino; por tanto, éste no puede oponerle la cancelación del título por
condonación de Amanda.

FACULTAD DE DERECHO 171


Versión de julio de 2023
§ 100 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

4) Aquilino gira un pagaré en blanco o incompleto al concesionario Bibalia S.A. por la


compra (negocio causal) de un automóvil Toyota full equipo, dándole a Bibalia S.A.
un poder de llenado (relación personal no causal) según la cual el pagaré será
llenado con el precio de venta en origen del automóvil que le sea entregado más
los gastos de la importación. Cansado de esperar por la llegada de su auto,
Aquilino decide quedarse con uno de los automóviles que estaba en la tienda, pero
en versión básica (sin airbags, etc.), el cual obviamente costaba menos.
Finalmente, Aquilino incurre en mora en el pago del automóvil, por lo que Bibalia
S.A. llena el pagaré por una suma igual al precio de la versión full equipo más los
gastos de importación, incumpliendo las instrucciones de llenado. Luego Bibalia
S.A. celebra contrato de factoring con la Caja Municipal de Crédito Corona, y le
endosa el pagaré girado por Aquilino. La Caja Corona demanda a Aquilino, quien
no puede invocar en su defensa la excepción de completamiento abusivo (inc. e
del art. 19.1 LTV), puesto que esta deriva de una relación personal con otros
tenedores anteriores del pagaré (Bibalia S.A.). El derecho de la Caja Corona es
autónomo (arts. 19.3 y 10.3 LTV).
Ahora bien, la autonomía del derecho del tercer adquirente del título valor, como la
abstracción, no existe cuando el título valor a la orden circula por cesión de derechos.
En ese caso, el cesionario recibe el derecho del cedente, tal como éste lo tiene, y
sujeto a todas sus excepciones (además de las que puedan existir contra el
adquirente). En otras palabras, no tiene un derecho autónomo. Y, como también
ocurre con la abstracción (pero incluso en una medida más estricta que en ella), para
que se respete la autonomía del derecho del tenedor respecto del derecho de su
transmitente, resulta importante la buena fe del primero.
Por su parte, el art. 19.3 LTV enuncia el módulo de buena fe exigible (propiamente, el
criterio para medir su ausencia o falta) en relación con ambos caracateres con una
fórmula única y aparentemente unitaria:
“a menos que al adquirirlo [el título valor], el demandante hubiese obrado a
sabiendas del daño de aquél [del deudor titular de la excepción]”.
Sin embargo, otras normas en la LTV llevan a concluir que el módulo de mala fe es
en realidad diferente, cuando opera en la primera función (eliminar los efectos de la
abstracción), que cuando lo hace en la otra (excluir la autonomía del derecho del
adquirente):
1) Al hablar de la abstracción cambiaria, concretamente, lo tradicional ha sido
expresar este módulo en los términos que literalmente recogía el art. 20 LTV ant.
(“obrar a sabiendas en daño del deudor”): un módulo muy exigente, que requiere
prácticamente la prueba de la conducta dolosa (o al menos inexcusablemente
negligente) del tercero (identificable, por tanto, con la excepción de dolo).
2) En cambio, el módulo de mala fe que destruye la autonomía es menos exigente
que el anterior, y más conforme con el tenor literal del actual inc. e) del art. 19.3
LTV (“obrar a sabiendas del daño del deudor”). Por ejemplo, para poder oponer la
excepción de completamiento abusivo a un tenedor al que no se le dio el mandato
de llenado (una excepción que sólo requiere superar la autonomía, no la
abstracción cambiaria), basta con que este tercero “haya participado o conocido de
los acuerdos”, según el art. 10.3 LTV. Así pues, para romper los efectos de la
autonomía basta la prueba de la llamada mala fe noticia: el conocimiento actual o
razonablemente exigible de la verdadera situación cambiaria.

172
Notas de Títulos Valores § 101

Autonomía de firmas.
Formando como la otra cara de la autonomía, aunque sin entrar propiamente en su
definición, está la que llamaremos autonomía de firmas, o autonomía de declaraciones
cambiarias. Si la autonomía propiamente dicha mira la situación desde el punto de
vista del acreedor cambiario (cuyo derecho cartular se dice autónomo respecto del de
quienes lo precedieron en la relación cambiaria), la autonomía de firmas lo hace desde
el punto de vista del deudor, y por lo tanto de lo que habla es de la “autonomía” de
cada obligación cambiaria o cartular.
En este sentido, el art. 8 LTV señala:
“8.1 El título valor surte todos sus efectos contra las personas capaces que lo
hubieren firmado, aún cuando las demás firmas fueren inválidas o nulas por
cualquier causa.
8.2 Igual regla se observará con relación a las personas que hayan intervenido
en la emisión, garantía o transferencia de valores con representación por
anotación en cuenta”.
Esta “autonomía” se relaciona también, entonces, con la regla de la solidaridad
cambiaria, según la cual, en principio, todos los que suscriben un título valor para
obligarse se convierten en obligados solidarios ante su último o actual tenedor
legítimo, que lo presente al cobro (art. 11.1 LTV)83.
Ahora bien, la autonomía propiamente dicha implica que cada uno de los sucesivos
tenedores del documento resulta vinculado como directamente con el obligado
cambiario (con cada uno de los obligados cambiarios), sin que le sean oponibles las
vicisitudes o accidentes no documentados en el título que puedan haber afectado la
relación cartular antes de llegar a él. Por esa razón, el obligado concretamente
demandado no les puede oponer las excepciones que procedan de relaciones
personales entabladas entre él y anteriores tenedores. Así:
1) Si Adriana gira un pagaré a la orden de Bonifacio, se genera la relación cambiaria
entre ellos, en la cual Adriana es giradora obligada y Bonifacio es el tenedor
beneficiario.
2) Si Bonifacio posteriormente endosa ese pagaré a Camila, la relación cambiaria, tal
como pasa a Camila (con Adriana como obligada y Camila como acreedora-
endosataria), se desliga de lo que haya ocurrido (incluso en el plano propiamente
cambiario, si no consta en el título) entre Adriana y Bonifacio; además, como
producto de la declaración cambiaria de endoso de Bonifacio, se genera otra
relación cambiaria entre éste, que al endosar se convierte en obligado cambiario
solidario, y Camila.
3) Si luego Camila endosa el pagaré a Damián, la obligación cambiaria originaria de
Adriana se desliga ante éste de los accidentes y excepciones que ella hubiera
podido oponerles tanto a Bonifacio como a Camila, incluso en el plano cambiario
(siempre que no se apoye en la literalidad del título); al mismo tiempo, Damián
adquiere la obligación que asumió Bonifacio, pero desvinculado de lo que haya
ocurrido entre éste y Camila antes de transmitirse a Damián; y finalmente la que
se crea por el endoso entre Camila, endosante obligada solidaria, y Damián,

83 Vid. la sección I (§§ 155 a 157), en pp. 159 y ss., del Cap. 4, infra.

FACULTAD DE DERECHO 173


Versión de julio de 2023
§ 102 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

tenedor endosatario, permanece independiente de la primera y de la que mediaba


entre Camila y Bonifacio.
4) Si posteriormente Emérita decide otorgar aval a favor de Bonifacio, se generan
nuevas relaciones cambiarias entre Emérita, como avalista obligada solidaria, y
Damián y Bonifacio (como tenedor el primero y como avalado el segundo); pero si
por algún motivo el título regresa a Camila (o es transmitido a un ulterior
endosatario), estas nuevas relaciones cambiarias se desligarán de las vicisitudes
que las afecten durante el tiempo en que estuvieron en vigor entre Emérita y
Damián, en virtud precisamente de su autonomía:
Adriana Bonifacio Camila Damián
(giradora) (tomador/ (endosataria 1/ endosatario 2/último tenedor
endosante 1) endosante 2)

Emérita
(aval)
Como se ve, la autonomía determina que los derechos de los sucesivos tenedores del
documento sean inmunes a las excepciones personales que el demandado podría
alegar ante otros tenedores anteriores del título valor (que luego lo transfirieron
cambiariamente), incluso en el plano cartular. En este sentido, si Damián decide
cobrar judicialmente el pagaré a Bonifacio, éste no le puede oponer que Camila se lo
condonó (sin devolverlo), o que renunció a cobrarlo mediante un pactum de non
petendo. Por la autonomía, al derecho de Damián no le afecta lo que haya hecho
Camila sin dejar huella en el título.
Ahora bien, si las relaciones cambiarias existentes entre los intervinientes en un título
valor se desvinculan o desligan de lo ocurrido en los tramos anteriores de la
circulación, desde el punto de vista del obligado cambiario se puede decir que éste
tampoco puede pretender liberarse de su obligación basándose en que las firmas de
otro u otros obligados cambiarios anteriores son inválidas o nulas por cualquier causa
(por incapacidad, falsificación, etc.). Y esto porque su obligación (ya no el derecho del
acreedor) también es autónoma de las de los demás. Esto es lo que llamamos
“autonomía de firmas o de declaraciones cambiarias”.

V. LA LEGITIMACIÓN CARTULAR
Noción y dimensiones.
La legitimación es aquella característica por la que el título valor, según cuál sea su
ley de circulación, faculta a quien ostente su control para exigir del suscriptor —ya sea
como girador, aceptante, endosante, avalista o fiador—, en su caso, la prestación en
él consignada, y que autoriza al así obligado a saldar válidamente su deuda a favor
de dicho tenedor.
La legitimación, entonces, se puede analizar desde tres perspectivas o puntos de
vista:
1) el del título mismo;
2) el del acreedor, y
3) el del deudor.

174
Notas de Títulos Valores § 103

La legitimación, en todas sus dimensiones, implica que en materia de títulos valores,


para facilitar y asegurar la circulación del derecho, se omite la averiguación de los
elementos, contenido y circunstancias reales de la relación jurídica para proteger, en
virtud de una presunción, aquello que la literalidad del título presenta como tal. Por
ejemplo, por la legitimación activa resulta hasta cierto punto impertinente quién sea el
verdadero propietario del título y titular del derecho documentado, y se protege
únicamente a su tenedor aparentemente legítimo, según su ley de circulación.
Legitimación en cuanto al título.
Así pues, desde el punto de vista del mismo título, la legitimación se puede apreciar:
1) en general, según la cual es título valor el que está señalado en la ley, de modo
que lo que está determinado en la ley, y sólo eso, es título valor; o
2) en concreto, para cada título, sentido en el cual sería el cumplimiento por el título
de todos los requisitos formales esenciales que señala la ley.
En realidad, ambos aspectos de la legitimación en cuanto al título ya los hemos
estudiado con otros nombres:
1) en el primer caso, como el denominado principio de tipicidad legal, que, aunque sea
discutible como tal principio, es indiscutible que rige de hecho en nuestro
ordenamiento actual como regla de derecho positivo (art. 3 LTV); y
2) en el segundo, cuando desarrollamos los caracteres de formalidad y completividad
del título valor.
De todos modos, voy a mencionar en este lugar un aspecto no desarrollado entonces
de esta legitimidad en cuanto al título en concreto que, como el nombre que ahora le
damos sugiere (y no los anteriormente aludidos), tiene especial relación con el modo
concreto en el que la ley positiva regula, refuerza y tutela el título valor y los derechos
surgidos del mismo, cuando se cumplen todos esos requisitos formales. Me refiero al
hecho de que el documento así formalizado:
1) se presume cierto, a menos que se pruebe lo contrario; y
2) es ejecutivo (tiene la calidad procesal de título de ejecución) a su sola presentación
(art. 18 LTV).
La legitimación activa.
En cuanto a la legitimación del acreedor de la relación cambiaria, o legitimación activa,
se refiere a la aptitud del sujeto habilitado para ejercer todos los derechos sobre el
título y los que devienen de su tenencia. Ésta viene dada en primer término por la
posesión del documento (legitimación por la posesión), u otra forma de “control
exclusivo” (para los títulos desmaterializados). Así resulta principalmente de lo que
disponen los arts. 12 y 16.1 LTV:
“Artículo 12. Derechos del legítimo tenedor.- Los títulos valores confieren a
su legítimo tenedor, el derecho exclusivo a disponer o, de ser el caso, gravar o
afectar los bienes que en ellos se mencionan; sin perjuicio de las excepciones
que señale la ley” (énfasis añadido).
“16.1. El título valor debe ser presentado para exigir las prestaciones que en él
se expresan, por quien según las reglas de su circulación resulte ser su tenedor
legítimo, que además tiene la obligación de identificarse (…)” (énfasis añadido).

FACULTAD DE DERECHO 175


Versión de julio de 2023
§ 105 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Desde el punto de vista del acreedor, pues, la incorporación se completa con la


legitimación, para facilitar a éste cobrar el derecho documentado.
Ahora bien, para que se configure la legitimación activa es necesario, por eso mismo,
tener en cuenta la clase del título valor de que se trate, según su “ley de circulación”84.
Es decir, la legitimación concreta de cada tenedor dependerá de si se trata de un título
valor al portador, a la orden o nominativo:
1) Según resulta del art. 22.1 LTV, en los títulos valores emitidos expresamente al
portador, pero en buena medida también en los títulos emitidos originalmente “a la
orden” y transmitidos después mediante endoso al portador o en blanco (cfr. art.
36 LTV), la legitimidad activa corresponde a quien materialmente tenga el título en
su poder.
2) Como señalan los arts. 26.1 y 45.1 LTV, en los títulos valores a la orden la
legitimidad activa corresponde a: (i) aquél mismo a cuya orden se hubiere emitido
el título valor y que además lo conserve en su poder, o (ii) a quien, poseyéndolo (o
de otra forma controlándolo en exclusiva), resulte justificado por una serie
ininterrumpida de endosos, el último de los cuales debe estar girado nominalmente
a su orden (la del último tenedor). Esto es así porque girar “a la orden” de persona
determinada implica autorizar a ésta, a su vez, para designar unilateralmente como
sucesivo tenedor legítimo, mediante endoso, a otra persona determinada, y así
sucesivamente.
3) Finalmente, y de resultas del art. 29 LTV, en los títulos valores nominativos, el
legitimado es propiamente aquel tenedor a cuyo nombre (y no “a su orden”) se
emitió el título valor, o bien aquel tenedor a quien haya sido transmitido por cesión
de derechos (debidamente comunicada al emisor para que sea eficaz en relación
con él). Si además el título nominativo está sujeto a transfert, aparte de figurar
como titular en el propio título o en la cesión de derechos, el tenedor legitimado
deberá constar como tal en los registros del emisor de la masa o serie de títulos a
la que pertenece el que se halla en poder de quien pretende ejercer el derecho
documentado. En estos últimos títulos la legitimación es reforzada: cartular y por
matrícula. En ellos la cesión no sólo debe ser comunicada al deudor, como en toda
cesión de derechos, para podérsela oponer, sino además para que el emisor del
título anote la transferencia en sus registros de emisión.
En resumen, para que se configure la legitimación activa es necesario:
1) que el tenedor parezca ser el titular según las reglas de circulación del título valor
y según su literalidad, tal y como acabo de explicar respecto a cada clase de título
valor; y,
2) además, en todos los casos, que se identifique (cfr. art.16.1 LTV).
La legitimación pasiva.
En cambio, la legitimación pasiva es la que, en virtud de la propia literalidad del título,
y principalmente (salvo el caso verdaderamente excepcional que contempla el párr.

84 Vid. más detalles sobre esta “determinación” de la legitimación en función de la llamada “ley de
criculación” en el Cap. 5, pp. 167 y ss., infra.

176
Notas de Títulos Valores § 105

5° del art. 228 LBS85) en virtud de su firma (que en un título físico normalmente ha de
ser manuscrita), lo autoriza para que siempre que actúe sin dolo o grave negligencia
haga un pago liberatorio a quien aparece como legítimo tenedor, según la ley de
circulación del título valor. Así lo señala el artículo 16.1 LTV, in fine:
“16.1. (…) El deudor de buena fe que cumpla con la prestación queda liberado,
aunque dicho tenedor [aparentemente legítimo] no resultase ser el titular del
derecho” (énfasis añadidos).
Lo crucial entonces es averiguar qué debe hacer el deudor para beneficiarse de esa
legitimidad pasiva, y efectuar un pago válido y liberatorio. En general, lo primero que
tiene que hacer el deudor es verificar la identidad del tenedor a la vista de su
documento de identidad y de la literalidad del título valor. Se trata de comprobar que
quien presenta el título a cobro es aquél a favor de quien o a cuya orden se ha emitido,
o a cuyo favor ha sido endosado o cedido86.
Ahora bien, si se trata de un título emitido o endosado al portador, en el título no tiene
que aparecer el nombre de la persona a favor de quien se emitió o a favor de quien
se endosó (endosatario). Pese a ello, el deudor deberá requerir al tenedor que se
identifique y que coloque su nombre, documento oficial de identidad y firma de
cancelación en el propio título valor o en documento aparte (arts. 25 y 36.2 LTV).
Cuando la cancelación se haga en documento aparte, si el deudor quiere evitar el
peligro de que el título valor siga circulando y le vuelva a ser presentado al cobro por
un tercer adquirente de buena fe (art. 24 LTV), deberá pedir la devolución del título
valor o verificar su destrucción (arts. 64.4 y 17 de la LTV).
Cuando se trate de títulos valores a la orden que no hayan circulado, para que se
configure la legitimidad pasiva basta que el deudor verifique la identidad del tenedor,
con base en su documento oficial de identidad y en la literalidad del título valor en el
que aparece su nombre. Pero si el título hubiera circulado, para que el deudor pueda
ampararse en la legitimidad pasiva, no bastaría que verificase la identidad del tenedor
según su documento de identidad y la literalidad del título valor. Con eso sólo
comprobaría que el tenedor es el último endosatario, pero no que lo obtuvo
regularmente. Por ello, en este caso, el deudor deberá verificar además la cadena
ininterrumpida de endosos. Así lo dispone el art. 46 LTV:
“El que paga el título valor a su vencimiento no está obligado a cerciorarse de
la autenticidad de las firmas de los endosantes anteriores a la persona con

85 “La empresa puede, en cualquier momento, remitir una comunicación al cliente, advirtiéndole de la
existencia de saldos deudores en su cuenta y requiriéndole el pago. Transcurridos quince (15) días
hábiles de la recepción de la comunicación sin que hubiere observaciones, la empresa está facultada
para girar contra el cliente por el saldo más los intereses generados en dicho período, una letra a la
vista, con expresión del motivo por el que se la emite. El protesto por falta de pago de la indicada
cambial, en la que no se requiere la aceptación del girado, deja expedita la acción ejecutiva” (énfasis
añadido). Originalmente, el art. 581 CdC ponía este remedio excepcional, que más que de la letra de
cambio así girada procede de la relación causal de cuenta corriente, a disposición de cualquiera de las
partes de una cuenta corriente bancaria (Banco o cliente) que resultase acreedor de un saldo pendiente
al terminar el contrato. A partir de la LBS ant. aprobada por D. Leg. 770 se derogó esa disposición del
CdC y se reservó el remedio como una especie de privilegio (en mi opinión, contrario al más elemental
principio de igualdad) a favor únicamente de la entidad de crédito.
86 Suponiendo que es en el título valor donde aparece el acto traslativo, porque puede que no sea así,

especialmente cuando el título valor se transmite por cesión de derechos u otro mecanismo
extracambiario (cfr. art. 30 LTV).

FACULTAD DE DERECHO 177


Versión de julio de 2023
§ 105 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

quien se entiende el pago ni, en su caso, de la suficiencia de las facultades y


poderes con las que intervienen; pero debe verificar el nombre, documento
oficial de identidad y firma de quien le presenta el título como último tenedor,
así como la continuidad ininterrumpida de los endosos” (énfasis añadido).
¿Qué significa comprobar la continuidad ininterrumpida de endosos? En la práctica,
significa comprobar que, según la literalidad del documento (o sea, en apariencia,
según el mero tenor de las declaraciones cambiarias), el primer endosante sea aquél
a cuya orden se giró el documento (el tomador del título valor), que el segundo
endosante sea el primer endosatario (aquel a quien el tomador se lo endosó y
entregó), que el tercer endosante sea el segundo endosatario, y así sucesivamente.
Y luego verificar el nombre, documento oficial de identidad y la firma de quien le
presenta el título valor como último endosatario tenedor (cotejando su firma de
cancelación tras recibir el pago con la de su documento oficial de identidad). Facilita
esta comprobación el hecho de que son requisitos mínimos del endoso, según el art.
34.5 LTV, el nombre, el número de documento oficial de identidad y la firma del
endosante.
Por EJEMPLO: Si Agripina gira un pagaré a la orden de Balbo (beneficiario o tomador),
Balbo puede extender el primer endoso (como primer endosante) a favor de una
tercera, Constancia, a quien como nueva tenedora se le llamará primera endosataria.
Si el título es presentado al cobro por Druso, necesariamente en el título valor deberá
aparecer un segundo endoso hecho por Constancia (como segunda endosante) a
favor de Druso (segundo endosatario y último tenedor).
La LTV proporciona una serie de reglas que deberán tenerse en cuenta al momento
de comprobar la cadena ininterrumpida de endosos:
1) Los endosos testados se consideran como no hechos (art. 45.2 LTV).
2) Cuando un endoso en blanco87 es seguido por otro endoso, se considera que el
firmante de este último endoso (el endosante), ha adquirido el título valor por efecto
del endoso en blanco (art. 45.3 LTV).
3) El tenedor que justifique su tenencia en endosos testados o en blanco, no puede
ser privado del título valor por ese solo hecho, sino que tendría que demostrarse
que adquirió el título valor de mala fe; por ejemplo, si lo hurtó (art. 45.4 LTV).
4) Si no se señala la clase de endoso, se presume, salvo disposición en contrario,
que el título ha sido transmitido en propiedad; es más, la prueba en contrario es
irrelevante ante un tercero de buena fe respecto del endoso en cuestión, como
podrían ser un obligado anterior que paga el título o un tercer adquirente (cfr. art.
34.3 LTV). Obviamente, esta presunción no opera en casos como:
a. El previsto en el art. 41.1 LTV, según el cual el endoso que contenga la cláusula
"en procuración", "en cobranza", "en canje" u otra equivalente, no transfiere la
propiedad del título valor, pero faculta al endosatario para actuar en nombre de
su endosante para presentar el título valor a su aceptación, solicitar su
reconocimiento, cobrarlo judicial o extrajudicialmente y protestarlo u obtener la
constancia de su incumplimiento, de ser el caso. Como el endosatario en
procuración está autorizado también para endosarlo a su vez, pero sólo en

87“En blanco”, aplicado al endoso, se refiere al que no indica el nombre del endosatario. Vid. el § 135,
en pp. 174 y ss., infra.

178
Notas de Títulos Valores § 106

procuración, el endoso que tal endosatario haga se entiende siempre “en


procuración”, aunque no haga mención del tipo de endoso. El endoso de un
endosatario “en procuración” no puede ser “en propiedad”.
b. El previsto en el art. 42.1 LTV, según el cual si el endoso contiene la cláusula
"en garantía" u otra equivalente, el endosatario puede ejercitar todos los
derechos inherentes al título valor y a su calidad de acreedor garantizado, pero
el endoso que él hiciere a su vez sólo vale como endoso en procuración,
aunque no se señalara tal condición.
En el caso de los títulos valores nominativos, el deudor deberá haber sido notificado
con la cesión —también para anotarlo, en su caso, en la respectiva matrícula (cfr. art.
29.2 LTV)—, y podrá pedir además la entrega del título valor cedido para amortizarlo
y emitir uno nuevo a nombre del cesionario, así como la certificación de la firma del
cedente.
Hay otras normas especiales de legitimación pasiva, como la referida a las acciones
contenida en el art. 91 LGS, que señala:
“La sociedad considera propietario de la acción a quien aparezca como tal en
la matrícula de acciones”.
Ésta es una norma de legitimación pasiva, más que activa. Mas por poco que se
piense en ello, resulta evidente que no por eso la sociedad queda exonerada ante
dicha persona de la regla general contenida en el art. 16.1 LTV, que le impone la carga
de exigir la presentación física o material del título por quien pretende ejercer los
derechos en él incorporados. Si lo hace, se somete al riesgo de que un tercero
cesionario que no aparece inscrito en sus registros demuestre posteriormente,
mediante la posesión del documento y la correspondiente documentación de la cesión
realizada a su favor, que era el verdadero titular de los derechos societarios, con todas
sus consecuencias (necesidad de volver a pagar los dividendos, impugnación de
acuerdos tomados con el voto del que se presentó como socio sin serlo ya, etc.).
Legitimación y buena fe.
La legitimación, tanto la activa como la pasiva, opera en función de la ley de circulación
del título valor y, además, según el principio de buena fe. Y es que el ordenamiento
exige buena fe para permitir que la legitimación beneficie al deudor (considerando
válido y liberatorio el pago que haga a quien no era verdadero titular) o al acreedor
(permitiéndole prescindir de toda prueba sobre el fundamento de su derecho, y
rechazar las excepciones procedentes de momentos anteriores de la vida del título o
de relaciones extracambiarias, por muy relacionadas que estén con él). En
consecuencia, es necesario que:
1) El deudor cambiario, para hacer un pago válido y liberatorio, debe tener la honesta
creencia de que el tenedor es el verdadero titular o hace sus veces legítimamente
y, cuando así no sea, ignorar inocentemente esa discrepancia con la realidad; o
bien, al menos, si conoce o tiene razones atendibles para sospechar de esa
apariencia, no debe serle razonablemente exigible que retenga el pago, en virtud
precisamente de la legitimación activa del tenedor y del característico rigor
cambiario.
2) El acreedor, para aprovechar plenamente los beneficios de su legitimación activa,
debe igualmente creer honestamente que el deudor se obligó efectiva y

FACULTAD DE DERECHO 179


Versión de julio de 2023
§ 106 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

válidamente mediante el título que firmó88, y que quien se lo transmitió era su


legítimo titular y, cuando así no sea, ignorar ese hecho inocentemente; en cambio,
respecto de las excepciones estrictamente causales (y no simultáneamente de
validez) y procedentes de otras relaciones extracambiarias del deudor
relacionadas con su declaración cartular, basta que no proceda con dolo (“a
sabiendas y en daño” del deudor).
Esto quiere decir, por un lado, que quien quiera beneficiarse de la legitimación deberá
hacer más o menos averiguaciones, según sean las reglas de circulación del título
valor de que se trate. Por otro lado, que mientras la legitimación (activa) es la
apariencia de titularidad, la titularidad misma procede de la efectiva adquisición del
título valor según sus reglas sustantivas de circulación. A partir de estas dos premisas,
se puede decir que tampoco es que el legislador se desentienda de quién sea el
verdadero titular del derecho incorporado y propietario del título valor.
Así, el art. 12 LTV dispone al respecto:
“Los títulos valores confieren a su legítimo tenedor el derecho exclusivo a
disponer o, de ser el caso, gravar o afectar los bienes que en ellos se
mencionan; sin perjuicio de las excepciones que señale la ley” (énfasis
añadido).
Según esto, podrían alegarse las llamadas por la doctrina excepciones inmediatas,
que como tendremos oportunidad de estudiar atacan la propia existencia de la relación
cambiaria con el demandante tenedor legitimado, por la inexistencia, nulidad o
ineficacia de su adquisición. En virtud de ellas, el deudor podría o incluso debería
negarse a pagar, si le consta, por ejemplo, que el título al portador fue robado, es
decir, que nunca hubo entrega alguna.
Asimismo, el propio art. 16.1 LTV, in fine, dispone:
“(…) el deudor de buena fe que cumpla con la prestación queda liberado,
aunque dicho tenedor [legitimado o aparentemente legítimo] no resultase ser el
titular del derecho” (énfasis añadido).
A contrario, el deudor de mala fe, que sería aquel al que le consta (y puede probarlo
sine gravi incommodo) que el tenedor aparentemente legítimo no es el verdadero
titular del derecho y propietario del título valor, no debería pagar; y si lo hace, no
efectúa un pago liberatorio. Por ejemplo, el cajero del Banco no debería pagar un
cheque girado al portador, que se le acaba de caer al cliente que atendió segundos
antes, si ha presenciado cómo quien lo presenta al cobro lo recogía del suelo, sin
haberle sido transferido por traditio.
La legitimidad busca facilitar el tráfico: la circulación de los títulos y su pago. Éste se
entorpecería sobremanera si los deudores o los adquirentes tuvieran que hacer
pericias grafotécnicas, indagaciones en los Registros Públicos, revisar fichas de
RENIEC, etc., antes de pagar o adquirir un título valor. Pero los deudores que pagan
conforme a los elementos que configuran la legitimación pasiva y los terceros que
adquieren al amparo de la activa deben tener buena fe para que el ordenamiento los
proteja. Abundan en la cuestión los arts. 15 y 64.3 LTV:

88 Salvo los peculiares supuestos en que la llamada buena fe intermedia convaliden una posible mala
fe del actual tenedor sobre estos puntos, como estudiaremos en su momento; cfr. el § 216, en pp. 197
y ss., infra.

180
Notas de Títulos Valores § 106

“Artículo 15. Reivindicación.-


El título valor adquirido de buena fe, de conformidad con las normas que
regulan su circulación, no está sujeto a reivindicación” (énfasis añadidos).
“64.3. Quien paga a su vencimiento o en la fecha prevista para ese efecto,
queda liberado válidamente, a menos que haya procedido con dolo o culpa
inexcusable” (énfasis añadido).

FACULTAD DE DERECHO 181


Versión de julio de 2023
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 4
LEGITIMACIÓN Y CIRCULACIÓN DE LOS TÍTULOS VALORES
SUMARIO: I. PLANTEAMIENTO.— 107. Sentido de la llamada “ley de circulación”:
posibles criterios. 108. La “ley de circulación” como régimen primordialmente de
legitimación. 109. La especial protección de la circulación cartular regular.
110. Documentos endosables y al portador que no son títulos valores. II. TÍTULOS
NOMINATIVOS.— 111. Concepto y origen. 112. Clases de títulos valores nominativos.
113. Admisibilidad de los títulos simplemente nominativos. 114. Multiplicidad y
variedad de sistemas de legitimación “nominativa”. 115. La legitimación
“nominativa” como propiamente cartular. 116. ¿Está reducida la protección del
tráfico de los títulos nominativos? 117. La cesión cartular: planteamiento y
formalidad. 118. Documentación y notificación de la cesión cartular. 119. Efectos de
la cesión cartular: exclusión de la legitimación activa. 120. Rescate y sustitución del
título cedido y pluralidad de cesiones. 121. Aplicación: títulos de legitimación simple
propiamente nominativos. 122. Títulos “a la orden nominativizados” y negociabilidad
restringida. 123. El llamado transfert: forma de legitimación nominativa compleja.
124. Otros títulos de legitimación compleja. III. TÍTULOS A LA ORDEN.—
125. Concepto. 126. Títulos a la orden “natos”. 127. Origen y evolución.
128. Legitimación y transmisión. 129. Transmisión por medios distintos al endoso.
IV. EL ENDOSO.— 130. Noción de endoso. 131. Naturaleza jurídica. 132. Caracteres.
133. En particular la incondicionalidad y la indivisibilidad del endoso. 134. Forma y
requisitos. 135. Los endosos en blanco y al portador en particular. 136. Efectos del
endoso. 137. En particular el endoso “sin responsabilidad”. 138. El endoso con
cláusula “no negociable”. 139. Clases de endoso. 140. Endoso pleno o en
propiedad. 141. Endoso en fideicomiso. 142. Endoso en procuración. 143. Endoso
en garantía. 144. Oportunidad del endoso y endoso póstumo. 145. Endoso en
retorno. 146. Endoso judicial o remedio. 147. Endoso bancario. V. TÍTULOS AL
PORTADOR.— 148. Noción y funciones. 149. Origen histórico. 150. Carácter
inalterable de la legitimación al portador. 151. Legitimación y transmisión.
152. Protección de la apariencia en la adquisición del título al portador.
153. Identificación del último tenedor. 154. Limitaciones a la emisión de títulos al
portador.

I. PLANTEAMIENTO
Sentido de la llamada “ley de circulación”: posibles criterios.
Es afirmación común de la doctrina1 que la clasificación más importante de los títulos
valores, y la que mayores consecuencias trae consigo en cuanto a su régimen legal,
es la que se basa en su “ley de circulación”, esto es, la que los clasifica en:
1) títulos al portador,
2) a la orden o
3) nominativos.

1En toda esta sección sigo muy de cerca, usando incluso sus mismas expresiones, la doctrina de
GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, pp. 347-355, adaptándola a nuestro ordenamiento jurídico.

— 183 —
§ 107 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

En teoría, podría entenderse que la llamada “ley de circulación” se basa o alude como
criterio de clasificación a cualquiera de los siguientes aspectos, que muchos autores
y disposiciones legales no raramente entremezclan de modo inextricable:
1) La forma de designar al titular, entendida concretamente como forma de atribuir la
propiedad del documento y, por consiguiente, la titularidad del derecho
incorporado; es decir: por la forma de atribución de la titularidad2.
2) La forma o procedimiento de transmisión, que es, en realidad, lo que literalmente
expresa la designación habitual y absolutamente preponderante en la doctrina3 de
“ley de circulación” de los títulos valores.
3) La eficacia legitimadora; es decir, si la simple tenencia del documento se basta por
sí misma para legitimar al hipotético acreedor activamente —y, pasivamente, a
quien se obligó por el título—, o bien si se requiere algún otro elemento adicional
para completar una y otra legitimación4.
El primer criterio pareciera hallar respaldo positivo en los términos literales de los arts.
22.1, 26.1 y 29.1 LTV:
“Título valor al portador es el que tiene la cláusula «al portador» y otorga la
calidad de titular de los derechos que representa a su legítimo poseedor”
(énfasis añadido).

2 Pareciera ser el criterio seguido por el Prof. BEAUMONT en BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 2
LTV, cit., pp. 71-72 (n. III), cuando afirma que en los títulos a la orden “[e]l titular se individualiza por la
posesión del documento unida a una cadena regular y no interrumpida de endosos”.
3 En ese sentido, VICENT CHULIÁ, Introducción…, cit., 18ª ed., p. 1044. También, al parecer, CANO RICO,

Mediación, fe pública mercantil…, cit., p. 174, pero al preocuparse únicamente del régimen de transmisión
bursátil (o parabursátil) de los valores mobiliarios, es dudoso si, en realidad, quiso definir los títulos
nominativos y al portador atendiendo a su régimen de transmisión, o incluso si realmente quiso definirlos
de acuerdo con cualquier criterio. Entre nosotros, esta concepción de la “ley de circulación” es la que, de
la mano de la definición del colombiano Becerra Toro, adopta ECHEVARRÍA ARELLANO, Juan Manuel; “La ley
de circulación de los títulos valores y sus efectos cambiarios”, en MONTOYA, Tratado de (…) Títulos Valores,
cit., pp. 101-130 (p. 105). En las versiones primigenias de su Manual (antes de que el Porf. MARTÍNEZ SANZ
lo pusiera al día), BROSETA, Manual..., cit., 9ª ed., p. 598. y 10ª ed., p. 627, adoptaba una postura en la que
concurrían los dos criterios mencionados hasta ahora: la atribución de titularidad y la “ley de circulación”.
También parecía recurrir a ese criterio dual, igualmente en versiones anteriores de su Manual, el Prof.
SÁNCHEZ CALERO, Instituciones...", cit., 14ª ed., p. 377 y 20ª ed., t. II, p. 13. En la Doctrina italiana, vid.
ASQUINI, Titoli…, cit., p. 108. AULETTA/ SALANITRO, cit., 8ª ed., p. 295.
4 En este sentido, ALBORCH BATALLER, El derecho de voto…, cit., p. 133: “En aquellas acciones en que
se menciona el nombre del titular, la legitimación para el ejercicio de los derechos incorporados deriva
de los siguientes requisitos: posesión del titular, identidad entre los datos personales del poseedor y los
consignados en la acción y la inscricpión del titular en el libro-registro de acciones nominativas”.
Igualmente, DOMÍNGUEZ GARCÍA, "La Obligación como título...", cit., p. 1282, si bien el autor incluye,
también el criterio de la circulación, ya que ambos -legitimación y circulación- serían, según él, “aspectos
cartulares íntimamente dependientes y vitales dogmática, política y prácticamente”. Parece ser también
el criterio que adoptan acualmente BROSETA/ MARTÍNEZ, Manual…, cit., vol. II, p. 397: “Debe tenerse
presente que, en ocasiones, la ley de circulación que prevalece es la que atribuye la legitimación y no la
titularidad del derecho incorporado (porque quien está legitimado puede exigir la prestación aunque no
sea titular del derecho, mientras que quien no está legitimado no puede exigirla aunque sea titular)”. Por
su parte, también SÁNCHEZ CALERO/ SÁNCHEZ-CALERO, Instituciones…, cit., vol. II, p. 60, hablan ya
únicamente de “la forma en que se legitima el poseedor del título, lo que determina su manera o ley de
circulación” (énfasis añadido).

184
Notas de Títulos Valores § 108

“Título valor a la orden es el emitido con la cláusula «a la orden», con indicación


del nombre de persona determinada, quien es su legítimo titular” (énfasis
añadido).
“El título valor nominativo es aquél emitido en favor o a nombre de persona
determinada, quien es su titular” (énfasis añadido).
Y aun se podría añadir el art. 12 LTV:
“Los títulos valores confieren a su legítimo tenedor, el derecho exclusivo a
disponer o, de ser el caso, gravar o afectar los bienes que en ellos se
mencionan; sin perjuicio de las excepciones que señale la ley” (énfasis
añadido).
Los cuatro textos, especialmente en las frases enfatizadas, adoptan evidentemente la
perspectiva de la atribución de los derechos.
A favor del segundo criterio también hay poderosos argumentos positivos, que van
desde el epígrafe de la Sección Segunda del Libro Primero de la LTV (que al regular
la materia habla precisamente “De la circulación de los títulos valores”), a las
siguientes menciones en las mismísimas “definiciones” de los títulos al portador, a la
orden y nominativos, respectivamente, en los arts. 22.1, 26.1 y 29.1 LTV:
“Título valor al portador es el que tiene la cláusula "al portador" y otorga la
calidad de titular de los derechos que representa a su legítimo poseedor. Para
su transmisión no se requiere de más formalidad que su simple tradición o
entrega” (énfasis añadido).
“Título valor a la orden es el emitido con la cláusula "a la orden", con indicación
del nombre de persona determinada, quien es su legítimo titular. Se transmite
por endoso y consiguiente entrega del título, salvo pacto de truncamiento
conforme a lo dispuesto en el último párrafo de este artículo” (énfasis añadido).
“El título valor nominativo es aquél emitido en favor o a nombre de persona
determinada, quien es su titular. Se transmite por cesión de derechos” (énfasis
añadido).
Como se advierte, en los tres casos la alusión al sistema de transmisión viene
inmediatamente a continuación de las referencias a la titularidad que he mencionado
antes. Nuestra LTV, pues, pareciera apuntarse a la postura dualista que propungnan
algunos autores5.
Pienso, sin embargo, que todos los preceptos mencionados no pueden constituir un
pie forzado para la interpretación y definición del concepto jurídico de la llamada “ley
de circulación” de los títulos valores. Y esto, con tanta mayor seguridad cuanto la
misma norma positiva que los recoge hace también alusiones igual de inequívocas a
otras perspectivas sobre la cuestión, quizá más ajustadas a la fenomenología que se
intenta describir, como iré poniendo de manifiesto en lo que sigue.
La “ley de circulación” como régimen primordialmente de legitimación.
Las dos primeras posturas señaladas en el apartado anterior, pese a su aparente
recepción en no pocas normas vigentes, presentan importantes inconvenientes. El
criterio de la atribución de la titularidad no resulta en absoluto convincente, porque es

5 Cfr. las versiones anteriores de los respectivos Manuales de BROSETA y SÁNCHEZ CALERO citados en
la nota n. 3, en p. 184, supra.

FACULTAD DE DERECHO 185


Versión de julio de 2023
§ 108 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

perfectamente posible que un título pertenezca en propiedad a determinada persona


y sin embargo su (así llamada) “ley de circulación” identifique como tenedor a otra
persona distinta: sea en forma nominal, por una cadena ininterrumpida de endosos en
un título a la orden, o mediante cláusula “al portador” y la mera tenencia del
documento. En tal caso, la persona así designada no será propietaria del título ni del
derecho documentado en él, aunque esté emitido a su nombre. Casos como éste
ocurren constantemente, por ejemplo, cuando el adquirente y nuevo titular de un título
nominativo resulte ser un sucesor, a título universal o particular, de la persona a cuyo
favor fue emitido originalmente el documento. Es más, este extremo se hace
especialmente evidente en el art. 16.1 LTV, que explícitamente admite la posibilidad
de que “quien según las reglas de su circulación resulte ser su titular legítimo” (sic)6 a
fin de cuentas “no resultase ser el titular del derecho”.
Con el criterio de la forma de transmisión o “ley de circulación” en sentido estricto
ocurre algo parecido. En primer lugar, no queda claro cuál tendría que ser el sistema
de circulación de los títulos nominativos. No es del todo correcto, pues (aunque lo
hiciera nada menos que SÁNCHEZ CALERO7), decir que los títulos nominativos son
documentos “que se transmiten por cesión”, ya que resulta discutible:
1) para empezar, que tales títulos sólo puedan ser transmitidos por cesión, e
2) incluso lo que significa propiamente la mismísima “cesión de derechos”.
Y es que la “cesión”, en cuanto “forma de circulación”, sólo puede caracterizarse en
términos negativos; esto es, fijándose en lo que no es:
1) ni “simple tradición”,
2) ni “endoso”.
En realidad, la cesión de créditos no es ni siquiera un negocio jurídico; es decir: no
existe un negocio autónomo de cesión, distinto e independiente de otros, y que cuente
con identidad propia. Bajo el nombre de “cesión de derechos” (epígrafe del Capítulo
Único del Título VIII de la Sección Primera del Libro VI del CC; arts. 1206 a 1217) o
“transferencia de créditos no endosables” (epígrafe del Título III de la Sección Sexta
del Libro II del CdC; arts. 342 y 343) el ordenamiento jurídico simplemente reúne los
efectos o consecuencias jurídicas comunes a todos los negocios jurídicos que tienden
a disponer de los derechos de crédito o incorporales, sea cual sea la naturaleza que
propiamente corresponda a dicha operación. La cesión, entonces, carece de
autonomía respecto del contrato en virtud del cual se transmite el crédito o derecho.
Así, si se vendiese un crédito (si el crédito fuera “cedido” a cambio de un precio en
dinero), la cesión estaría ya incluida, fundida y confundida con la propia compraventa.
No habría que concluir dos negocios jurídicos —la compraventa más la cesión—, sino
sólo la compraventa que, por el hecho de recaer sobre un crédito o derecho incorporal,
produce ya por sí misma los efectos de la cesión.
En este sentido, decir que los títulos nominativos “circulan por vía de cesión” es decir
muy poco, o incluso no decir nada, justamente en el plano de la transmisión, ya que
equivale a decir que los títulos nominativos se transmiten por compraventa, donación,
préstamo, sucesión mortis causa, adjudicación en pago, etc., etc., etc. Es más, en ese

6Debió decir “tenedor legitimado”, que no es lo mismo.


7Títulos que “sólo pueden ser transmitidos por cesión”, decía el prestigioso mercantilista en una edición
anterior de sus Instituciones…, cit., t. II, 20ª ed., p. 13.

186
Notas de Títulos Valores § 108

punto, los títulos nominativos no diferirían en absoluto, de los títulos al portador ni de


los títulos a la orden, ya que también ellos pueden ser objeto de compraventa,
donación, préstamo, etc.
Además, habría que concluir que la cesión, como todo contrato, es de eficacia relativa;
es decir, que sólo obliga a las partes contatantes y a sus herederos, pero no a terceros.
Al cederse el crédito o derecho (o el título valor que los incorpora) solamente se verían
involucrados cedente y cesionario. Mas, ¿qué ocurre con el deudor o sujeto pasivo del
título? Sin duda, será un tercero, ajeno a la cesión; a pesar de ello, resulta
absolutamente fundamental que este tercero quede afectado por la cesión, para que
así el adquirente pueda hacer valer su derecho, cuyo ejercicio usualmente requerirá
la colaboración decisiva del deudor cedido. Es entonces cuando el art. 1215 CC y el
párr. 2° del art. 342 CdC hablan de la necesidad de la notificación al deudor, que tras
recibirla no puede pagar liberatoriamente sino al cesionario. Mas si es esto de lo que
se está hablando, entramos de lleno en el problema, precisamente, de la legitimación,
sea pasiva o activa. Y es que, hablando con propiedad, toda la regulación privada de
la mismísima cesión de derechos de Derecho común no apunta a otra cosa que a la
creación de unas condiciones razonables de legitimación, tanto activa como pasiva,
para el ejercicio de unos derechos —los créditos, entre otros— que por su propia
condición “inmaterial” no son propiamente pasibles de posesión, supuesto el caso de
que (como tiende a facilitar por regla general el Derecho privado moderno) vengan a
ser objeto de una transmisión a título singular e inter vivos.
Es más, todo el propósito de los arts. 27 y 28 LTV es precisamente resolver el
problema8 que surge cada vez que un título valor a la orden, sin dejar de serlo ni
quedar por eso perjudicado, haya sido “transmitido por cesión u otro medio distinto al
endoso”, transmisión por lo demás completamente válida y eficaz (como que
“transfiere al cesionario o adquirente todos los derechos que represente”). Se trata,
en especial en el art. 28 LTV, de salvar la discrepancia entre la forma de circulación
real y efectiva del título y su pretendida “ley de circulación”; o sea, una vez más, de un
problema de legitimación. Y es que los pretendidos sistemas de “circulación” no son
en realidad sino sistemas de legitimación para ejercitar los derechos documentados,
que es justamente de lo que se ocupa el art. 16 LTV.
Todo lo expuesto demuestra que el factor determinante que distingue unos títulos y
otros no está ni en cómo determinan la propiedad ni en su régimen de transmisión; el
verdadero criterio es el de la legitimación que produce (sola, o con otros elementos)
la tenencia del documento: es la perspectiva de la legitimación la que caracteriza
realmente un documento como “nominativo”, “endosable” o “al portador”.
Dicho sea, todo lo anterior, sin poner en duda que esa legitimación proyecta también
sus efectos sobre el plano de la circulación9, como demostrará lo que resta de este
Capítulo. En definitiva, es necesario admitir que el sistema de transmisión no es sino

8 Para no hablar de la situación creada por el texto original del art. 93 LGS, que hablaba de la posibilidad
de transmitir por endoso las acciones de la sociedad anónima, pacífica y constantemente declaradas
por nuestro ordenamiento, desde hace ya muchos años, títulos valores exclusivamente nominativos
(cfr. arts. 51 LGS y 257.1 LTV).
9 RECALDE CASTELLS, “En torno a la pretendida nominatividad…”, cit., p. 365.

FACULTAD DE DERECHO 187


Versión de julio de 2023
§ 109 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

una consecuencia (y no la causa)10 de la forma que tenga cada título valor de señalar
quién puede ejercer los derechos incorporados y recibir un pago liberatorio.
La especial protección de la circulación cartular regular.
Un bien sustraído del poder de su propietario por cualquier hecho ajeno a su voluntad11,
sea fortuito, o atribuible a dolo o culpa de otra persona, puede ser reivindicado de quien
lo posea por su dueño, siempre que satisfaga una doble condición sine qua non:
1) en primer lugar, que pruebe con certeza su titularidad dominical; y
2) en segundo lugar, que consiga identificar el bien u objeto de que se trate.
Este criterio responde a una concepción individualista de los derechos, entendidos como
absolutos e inmutables sin la aquiescencia de su titular. Pero un régimen de legitimación
y circulación tan dinámico como el propio de los títulos valores conservaría muy poco de
su sentido si no procurase al adquirente de buena fe una posición jurídica fuerte y segura,
al resguardo del ataque, incluso, del anterior titular12.
Ahora bien: el título valor (al menos, el materializado) es una cosa mueble. En esa
medida, la protección de quien lo adquirió conforme a su “ley de circulación” podría
dejarse librada, sin más, a la operación de los preceptos que ya ha acogido el Derecho
común, y que impiden al antiguo propietario reclamar el bien mueble adquirido por un
tercero de buena fe y como propietario, adquisición de buena fe que se basa sobre la
apariencia jurídica de propiedad que trae consigo la posesión (cfr. art. 912 CC). Estoy
hablando, en concreto, del art. 948 CC:
“Quien de buena fe y como propietario recibe de otro la posesión de una cosa
mueble, adquiere el dominio, aunque el enajenante de la posesión carezca de
facultad para hacerlo Se exceptúan de esta regla los bienes perdidos y los
adquiridos con infracción de la ley penal”.
Es de sobra conocida la encendida disputa doctrinal sobre el real alcance de la
excepción a la regla consignada en la parte final del precepto, en particular por lo que se
refiere a los bienes “adquiridos con infracción de la ley penal”. Sobre esta expresión se
han propuesto las más diversas interpretaciones:
1) Para algunos, “adquirir con infracción de la ley penal” hace referencia al propio
accipiens de buena fe del bien mueble, postura que prácticamente elimina la
excepción, pues en virtud del principio de culpabilidad no puede infringirse la ley
penal actuando propiamente “de buena fe”.
2) Otros consideran que, refiriéndose a la adquisición de la posesión por el tradens,
equivale a robo o, al menos, al hurto, dejando como campo privilegiado de aplicación
de la adquisición a non domino de bienes muebles bajo el Derecho común los
supuestos de abuso de confianza o “depositario infiel”.
3) Finalmente, hay quien propone que se trata más bien de una noción amplia, que
englobaría cualesquiera delitos contra el patrimonio (incluidas la estafa y el
estelionato, entre otras formas de apropiación ilícita), lo cual prácticamente elimina

10 LANGLE, Manual…, cit., t. II, p. 99.


11 En este apartado sigo también de cerca, adaptándolo a nuestro ordenamiento, a GARCÍA-PITA,
Introducción..., cit., t. I, pp. 499-504, si bien allí el autor se refiere únicamente a los títulos al portador.
12 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 499, citando a Madrid Parra.

188
Notas de Títulos Valores § 110

toda la virtualidad protectora del tráfico del precepto, pues difícilmente el tradens que
enajena una cosa que no era suya (y salvo que él mismo hubiera actuado bajo algún
tipo de error determinante e insalvable) deja de incurrir en algún delito.
Ahora bien, la apariencia jurídica de titularidad que ya produce toda posesión de un bien
mueble, si en algún caso resulta extrema, es precisamente en los títulos valores13. Por
eso resultaría inaceptable que la posición jurídica del tenedor legítimo, conforme a la “ley
de circulación”, estuviese sujeta a las incertidumbres doctrinales a que me acabo de
referir. De hecho, el legislador ha considerado que la protección general que otorga el
Derecho común a todo adquirente de buena fe de bienes muebles resulta insuficiente
para proteger el tráfico de los títulos valores en general. En concreto, se ha considerado
necesario suprimir las excepciones a dicha protección que el CC recoge en materia
bienes perdidos y adquiridos con infracción de la ley penal14.
Así, el art. 15 LTV dispone, para los títulos valores en general:
“Artículo 15.- Reivindicación
El título valor adquirido de buena fe, de conformidad con las normas que
regulan su circulación, no está sujeto a reivindicación”.
El Derecho Mercantil confiere así al adquirente de buena fe de un título valor una
protección mucho más enérgica que la civil, inspirada en la necesidad de asegurar
plenamente su adquisición, si la ha obtenido en el tráfico conforme a la ley de circulación
del título de que se trate. Y, como vamos a ver (y a diferencia de lo que ocurre por regla
general en muchos regímenes comparados de títulos valores), esta especial protección
del tráfico cartular regular se extiende, en nuestro ordenamiento, a todos los títulos
valores, incluidos los nominativos, con la excepción puntual de la subcategoría de ellos
que voy a denominar “títulos a la orden nominativizados”.
Documentos endosables y al portador que no son títulos valores.
Por otra parte, la aclaración de que la llamada “ley de circulación” hace en realidad
referencia a un “sistema de legitimación”, junto con el recuerdo de que lo que hace
que un título valor sea tal no es la regla de legitimación a que se somete, sino en todo
caso la necesidad de controlar el documento para ejercer el derecho, en virtud de su
circulatoriedad (regla de la llamada “incorporación”)15, permiten explicar con facilidad
que haya documentos que siguen las reglas de legitimación “a la orden” o “al portador”
sin ser verdaderos títulos valores.
Así, por ejemplo, los arts. 32 y 33 LCS hablan de “pólizas de seguro” nominativas,
endosables y al portador:
“Artículo 32. Pólizas nominativas
Las pólizas son nominativas, excepto en los seguros de transporte en que
pueden ser emitidas a la orden o al portador.
Artículo 33. Pólizas a la orden o al portador

13 Y, en concreto, en los títulos valores “al portador”; cfr. BAUMBACH/ HEFERMEHL, cit., p. 17. RICHARDI, cit.,
p. 25. TIEDTKE, cit., p. 287, quien afirma que también los títulos al portador hurtados ["gestohlene"] pueden
ser adquiridos por razón de la buena fe, según el § 935 BGB. MEIER-HAYOZ/ VON DER CRONE, cit., p. 41.
14 Cfr. para una situación semejante en España, GARRIGUES, Tratado..., cit., t. II, pp. 741 y s. MADRID

PARRA, cit., p. 93.


15 Vid. el § 37, en pp. 61 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 189


Versión de julio de 2023
§ 110 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Mediante la transferencia de las pólizas a la orden o al portador se transmiten


los derechos del asegurado y/o beneficiario contra el asegurador; sin embargo,
pueden oponerse al tenedor las mismas defensas que pueden hacerse valer
contra el asegurado, referentes al contrato de seguro, salvo la falta de pago de
la prima, si su deuda no se infiere de la póliza”.
Se trata de normas únicamente de legitimación, y concretamente de legitimación
pasiva16, como se deduce del tenor del inmediato párr. 2° del art. 33 LCS:
“El asegurador se libera si cumple sus prestaciones respecto del endosatario o
del portador de la póliza”17.
En particular, deja claro que la póliza no se somete a la regla propiamente de
incorporación cartular18, el 3° y último párr. del art. 33 LCS:
“Cuando se pierda, sustraiga o destruya una póliza a la orden o al portador
podrá pedirse la cancelación y reemplazo de la misma. La nueva póliza que así
se obtenga producirá los mismos efectos legales que la anterior”.
Según esto, y siempre que se entienda (como opino que debe entenderse) que la
“petición” de que aquí se habla debe dirigirse al asegurador, quien podrá dejar sin
efecto la póliza y sustituirla por una nueva él mismo, sin necesidad de intervención
judicial alguna, siempre resultará necesario comunicar la cesión del derecho al
asegurador para que el cesionario resulte protegido. En efecto, el control de la póliza
como tal no resulta en este caso estrictamente necesario para ejercer el derecho a
que se refiere. Por eso digo que es simplemente un título de legitimación y,
concretamente, de legitimación pasiva, pues sólo pretende facilitar al asegurador
identificar la persona a la que puede hacer un pago válido y liberatorio de la
indemnización contratada, en caso de siniestro.
Aunque parece obvio que lo que en estos casos se verifica en la realidad no es un
auténtico endoso, algo semejante se puede decir de la posibilidad de “endosar o
transferir la titularidad del servicio adquirido” que el art. 66.7 CPDC concede a los
consumidores del servicio de transporte nacional (se entiende que “de pasajeros”),
referida en este caso al documento llamado “boleto de viaje”19.

16 O sea, la regla sub 1) de las enumeradas en la justificación de la noción dogmática de título valor, en
el § 37, en pp. 61 y ss., supra.
17 Desde luego, no genera la adquisición de una posición autónoma del meramente legitimado conforme

a la “ley de circulación”, como deja meridianamente claro la última parte del párr. 1° del art. 33 LCS:
“pueden oponerse al tenedor las mismas defensas que pueden hacerse valer contra el asegurado,
referentes al contrato de seguro”, aunque la salvedad que se hace, in fine, del impago de la prima que
no conste en la propia póliza da lugar más bien a una especie de autonomía imperfecta.
18 O sea, la regla sub 2) de las enumeradas en la justificación de la noción dogmática de título valor, en

el § 37, en pp. 61 y ss., supra.


19 Probablemente lo que debe entenderse que contempla la mencionada norma es: (i) por un lado, la

consagración de un derecho mínimo del consumidor a la transferibilidad de su boleto, en los términos


desarrollados en su tenor (que corresponden grosso modo a una cesión ordinaria de derechos que se
hace constar ante el deudor de la prestación de transporte); y (ii) la posibilidad de que el transportista
facilite mucho más ese derecho mínimo, contemplando expresamente la posibilidad de endosar (en
sentido estricto) el boleto, caso éste (que en mi experiencia no se ha verificado nunca) en el que
obviamente resultaría superfluo todo el procedimiento previsto en el art. 66.7 CPDC.

190
Notas de Títulos Valores § 111

II. TÍTULOS NOMINATIVOS


Concepto y origen.
El título valor nominativo es aquél que legitima para ejercer los derechos incorporados
en él y recibir del obligado cartular un pago liberatorio a persona determinada, y solo
a ella.
Como ya adelanté, la “definición” legal que ofrece el art. 29.1 LTV alude más bien a
los aspectos relativos a la atribución de derechos y al régimen de circulación:
“El título valor nominativo es aquél emitido en favor o a nombre de persona
determinada, quien es su titular. Se transmite por cesión de derechos”.
Lo de que sea necesaria la “cesión de derechos” para transmitir el título es más que
discutible, como ya dije también, especialmente en los casos de posible sucesión
universal (sea mortis causa o como consecuencia de algunas formas de
reorganización que pueden afectar a las personas jurídicas) en la titularidad cartácea,
sin necesidad de efectuar propia y estrictamente dicha cesión individualizada.
Por el contrario, y ya en el plano estricto de la legitimación, para que ésta se complete
la Ley contempla como necesaria (al menos por regla general) la notificación de la
cesión al deudor o sujeto pasivo del título para que la transferencia le sea
regularmente oponible, y también para que, en su caso, se anote o haga constar en
el registro o matrícula (trámite denominado tradicionalmente el transfert). Así lo
dispone el art. 29.2 LTV:
“Para que la transferencia del título valor nominativo surta efecto frente a
terceros y frente al emisor, la cesión debe ser comunicada a éste para su
anotación en la respectiva matrícula; o, en caso de tratarse de valor con
representación por anotación en cuenta, la cesión debe ser inscrita en la
Institución de Compensación y Liquidación de Valores correspondiente; sin
perjuicio de las limitaciones o condiciones para su transferencia que consten
en el texto del título o en el registro respectivo”.
El origen y la evolución primera de los títulos nominativos es, evidentemente, la misma
que la de los títulos valores en general, pues ellos, todos ellos, nacen históricamente,
en primer lugar, siempre como “nominativos”. Sólo después se desarrollan las
cláusulas y los sistemas de legitimación “a la orden” y “al portador”, que incluso, en un
primer momento, aparecen como meramente alternativas a la legitimación
propiamente nominativa.
Clases de títulos valores nominativos.
Respecto a las clases de títulos valores nominativos, voy a referirme sólo a dos
criterios de clasificación que considero particularmente importantes en nuestro
ordenamiento actualmente vigente:
1) Según la configuración definitiva del sistema de legitimación previsto legalmente
para ellos, pueden distinguirse20:
a) títulos simplemente nominativos o no sujetos a transfert ni a ningún otro elemento
de legitimación adicional al control del documento y a la mención nominal del

20 Cfr. SÁNCHEZ CALERO/ SÁNCHEZ-CALERO, Instituciones…, cit., vol. II, pp. 60-61, aunque entiende que
la dicotomía fundamental depende de la emisión individual (los simplemente nominativos, entre los
cuales no hace ninguna diferenciación ulterior) o en masa (los sujetos a transfert).

FACULTAD DE DERECHO 191


Versión de julio de 2023
§ 113 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

legitimado en él, entre los cuales, en mi opinión, es necesario distinguir a su vez


entre:
i. los títulos propiamente nominativos, por un lado, y
ii. los “títulos a la orden nominativizados”21, por otro; y
b) títulos nominativos de legitimación compleja, esto es, con una superposición de
criterios o elementos de legitimación adicionales a la tenencia del documento y
a la mención nominal del legitimado en él (o la demostración de su adquisición
regular, generalmente por cesión), entre los cuales, en realidad, el único grupo
expresamente contemplado y regulado en detalle es el de los títulos nominativos
sujetos a transfert.
2) Según su sistema de documentación:
a) títulos nominativos en papel, y
b) títulos nominativos anotados en cuenta.
Es evidente que la primera de estas clasificaciones es particularmente importante, por
su especial conexión con el núcleo de la materia que configura este Capítulo.
Admisibilidad de los títulos simplemente nominativos.
A todo esto, hay que admitir que, estando ya un tanto en sordina en la LTV ant., la
existencia y admisibilidad de los títulos que he llamado simplemente nominativos o no
sujetos a transfert ha quedado aun más oscurecida en la regulación de los títulos
nominativos que hace la nueva Ley. Tan es esto así, que un lector desprevenido
podría incluso llegar a pensar que “títulos nominativos” y “títulos sujetos a transfert”
son exactamente lo mismo, desde el punto de vista de la LTV22. Esta posible confusión
se deriva especialmente de la inserción, sin cualificación alguna, de la “anotación en
la respectiva matrícula” (en lo que consiste precisamente el transfert) como propósito
“genérico” y aparentemente único de la comunicación al emisor de la transferencia del
título valor nominativo no representado por anotación en cuenta, en el texto del art.
29.2 LTV.
Sin embargo, es evidente que los títulos que he denominado simplemente
nominativos, e incluso su diferenciación en dos grupos distintos (los “a la orden
nominativizados” y los propiamente nominativos), han de admitirse como categoría en
el sistema diseñado por la LTV, por varias razones:
1) La misma existencia de los títulos nominativos anotados en cuenta, para los cuales
sólo se prevé el registro de la emisión y transferencias en el registro de la ICLV
correspondiente. Ésta, aun asemejándose mucho externa u operativamente al

21 Entendiendo por tales a los títulos a la orden “natos” emitidos en forma nominativa o “no a la orden”,
así como otros títulos nacidos legítimamente “a la orden”, pero en los que se ha insertado
posteriormente, en el curso de su circulación, dicha cláusula “no a la orden” o cualquiera de sus
equivalentes. Cfr. § 122, en pp. 206 y ss., infra.
22 Es también la impresión que producen de primera intención la mayoría de los comentarios

doctrinales, pero es difícil saber si esto se debe a un apego a la letra de la norma comentada, quizás
excesivo en algunos casos, o a que realmente los autores correspondientes han asumido como propia
tal posición. Vid., por ejemplo, ECHEVARRÍA, “La ley de circulación…”, cit., pp. 123-126, citando a Trujillo
Calle y Peña Nossa; también BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 29 LTV, cit., pp. 225-226, citando
a Bravo Melgar y a Bonfanti y Garrone

192
Notas de Títulos Valores § 113

propio transfert23, tiene una función y naturaleza propias, enteramente distintas. En


efecto, esas operaciones (cuasi-)registrales resultan más bien el equivalente
funcional, para los títulos desmaterializados, de lo que son las operaciones
documentales en el papel para los títulos materializados. No sólo no se prevé en
ninguna parte la acumulación de este registro y del transfert propiamente dicho con
funciones de legitimación, sino que, por el contrario, se dispone expresamente que
la “información contenida en el Registro Contable prevalece respecto de cualquier
otra contenida en la matrícula u otro registro” (art. 215 LMV24). Es evidente, por
tanto, que estos valores, al menos, han de considerarse en la categoría de títulos
nominativos no sujetos a transfert.
2) Además, la LTV admite explícitamente (si bien, como veremos, con ciertas
especialidades) la emisión de la letra de cambio y otros títulos a la orden “natos”
como títulos nominativos directos mediante la simple inclusión de la cláusula “no a
la orden” u otras equivalentes (art. 43 LTV). Tampoco se exige en ningún lugar que
en esos casos la legitimación del titular se complete con el mecanismo del transfert,
ni es usual hacerlo. Es evidente, pues, que el sistema de la LTV requiere el
reconocimiento de esta categoría de títulos nominativos, también para los valores
materializados y, en particular, para estos títulos valores normalmente “a la orden”
cuando sean “nominativizados”, en uso de la legítima autonomía privada de los
interesados25.
3) Es más, dado que la cláusula “no a la orden” y sus equivalentes se pueden poner
eficazmente no sólo en la emisión, creación o, de ser el caso, aceptación del título
a la orden “nato”, sino incluso en el curso de su circulación, este argumento es
especialmente fuerte a favor de la admisibilidad de este tipo de títulos en la LTV,
puesto que si el documento se emitió “a la orden”, obviamente no se anotó su
creación en ninguna matrícula; y si el cambio de “ley de circulación” ocurrió, por
ejemplo, en el paso del cuarto al quinto endosatario, estaría totalmente fuera de
lugar que uno de ellos, o los dos, pretendieran que el emisor constituyera en ese
momento una matrícula o registro para el título con el que ni siquiera soñó alguna
vez. Es evidente, pues, que el título así modificado pasa para todos los efectos
prácticos a ser un título nominativo físico y no sujeto a transfert, regido
(evidentemente) por la LTV; quod erat demonstrandum.
4) El transfert es un mecanismo de legitimación complementario que resulta natural y
hasta casi necesario sólo en los títulos nominativos que, además, sean valores
mobiliarios o al menos negociables26. Sin embargo, de varios efectos de comercio
dice la LTV explícitamente que se pueden emitir nominativamente27: el
conocimiento de embarque, las cartas de porte y los pagarés bancarios y

23 Tanto que, incluso, los arts. 31 a 33 LTV aluden y regulan en parte conjuntamente ambos, lo cual,
por cierto, genera el riesgo de potenciales confusiones, totalmente innecesarias.
24 Cfr. también, aunque habla sólo de los bonos de obligación, el art. 266.3 LTV.

25 SÁNCHEZ CALERO/ SÁNCHEZ-CALERO, Instituciones…, cit., vol. II, pp. 60-61, reconocen sobre esta base

que hay títulos nominativos que legitiman con la sola posesión y, en su caso, la cesión.
26 Cfr. ibid., donde distinguen unos y otros títulos nominativos precisamente por su emisión

individualizada o masiva, esto es, por su condición de efectos de comercio o valores mobiliarios.
27 No son, pues, títulos a la orden “natos”, ni se sujetan a las especialidades de éstos cuando se

restringe su circulabilidad natural; tampoco requieren para ser nominativos una cláusula “no a la orden”:
basta que no tengan la cláusula “a la orden”.

FACULTAD DE DERECHO 193


Versión de julio de 2023
§ 114 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

certificados de depósito negociables28 (estos dos últimos, cuando sean emitidos,


como expresamente admite la Ley, en forma individualizada). En estos casos, ni
resulta práctico anotar su emisión nominativa en una matrícula que pueda luego
instrumentar el transfert, ni es de hecho lo que consuetudinariamente se hace en el
tráfico de estos títulos. Tampoco la LTV dispone indubitablemente nada al respecto.
Por tanto, también estos títulos físicos, que además tampoco son a la orden “natos”,
deben también quedar incluidos en la categoría de los títulos simplemente
nominativos o no sujetos a transfert.
5) Adicionalmente a lo anterior, se infiere un argumento decisivo en el sentido de la
admisibilidad de los títulos simplemente nominativos a partir de lo dispuesto in fine
en el art. 29.2 LTV y al inicio del art. 30.1 LTV. La primera de las dos normas alude
explícitamente, para terminar de determinar los requisitos y condiciones de
legitimación exigibles en los títulos nominativos que regula (en principio,
aparentemente sujetos a transfert), a que lo dispuesto en ella es “sin perjuicio de
las limitaciones o condiciones para su transferencia que consten en el texto del
título o en el registro respectivo”. La salvedad se entiende naturalmente como
referida a condiciones o restricciones adicionales a la necesidad de verificar el
trámite del transfert, según conste, por ejemplo, en los Estatutos de la sociedad
emisora de las acciones; pero sería extraño (pues se trata de títulos valores, es
decir, de documentos esencialmente circulatorios) que esta explícita remisión a la
autonomía privada como configuradora del conjunto total de las condiciones
legitimación sólo fuera eficaz para restringir y no también para aligerar o facilitar
(por ejemplo, eximiendo del trámite del transfert) la transmisibilidad de los títulos a
los que se refiere, dentro del marco mínimo de la legitimación nominal. La segunda
norma mencionada (pr. del art. 30.1 LTV) resuelve definitivamente la duda en la
línea de la admisibilidad de tal exención del transfert, al hacer la salvedad de que
la eficacia y requisitos de la cesión del título nominativo que a continuación
establece se entiende “[s]alvo disposición contractual o legal distinta o condición
especial que conste en el texto del mismo título” (énfasis añadido); luego, la
condición o pacto distinto podría consistir precisamente en que resulte enteramente
innecesario el trámite del transfert. Esto valdría incluso sin necesidad de pacto
especial, y casi con más razón aún, cuando la naturaleza singular del título no pide
por sí misma la regular observancia de ese trámite, como ocurre con los títulos a
los que he aludido en el numeral anterior.
Multiplicidad y variedad de sistemas de legitimación “nominativa”.
Se advierte, pues, que la aparentemente “sencilla” categoría de los títulos valores
“nominativos” plantea especiales dificultades en la tarea de elaborar para ellos una
teoría y un régimen generales. Porque, si algo pone en evidencia la discusión anterior,
es que la etiqueta “títulos valores nominativos” no hace referencia a un único sistema
de legitimación cartular concreto. Por el contrario, eventualmente, y gracias en
especial al amplio reconocimiento de las potencialidades de la autonomía privada que

28Me refiero aquí a los certificados de depósito bancarios de dinero, no a los que son títulos de tradición,
que sí son valores a la orden “natos”, y que aun así cuentan con una suerte de transfert con efectos
bastante vigorosos, al menos para el primer endoso.

194
Notas de Títulos Valores § 114

va implícito en los arts. 29.2 y 30.1 LTV para configurarlos, hay que reconocer que
puede abarcar un número potencialmente infinito de ellos29.
Ante la evidencia de semejante multiplicidad y variabilidad en la concreción definitiva
de los sistemas de legitimación “nominativa”, quizás lo más provechoso sea, estando
ya sentado su concepto legal y operativo30, y una vez que se hayan señalado los
elementos de régimen comunes a todos ellos, desarrollar las condiciones concretas
de legitimación de cada una de las subcategorías más importantes de títulos
nominativos que resultan reconocibles en el propio texto de la LTV, y que son, grosso
modo, las que he indicado en la clasificación precedente:
1) los títulos propiamente nominativos, pero de legitimación simple;
2) los títulos valores “a la orden nominativizados”;
3) los títulos nominativos sujetos a transfert; y
4) otros títulos nominativos de legitimación (más) compleja.
Sin embargo, hay que dejar claro desde el inicio el carácter de verdaderos títulos
valores de los comprendidos en todas estas subcategorías, también si en algún caso
no supusieran (fenómeno en realidad marginal a nuestro ordenamiento actual, como
veremos31) regla especial alguna de legitimación específicamente cartular.
La convicción que acabo de mencionar se basa en el concepto de título valor que he
expuesto, fundamentado y defendido en su oportunidad32, en el marco de la
controversia entre las concepciones germana o amplia y estricta o italiana de título
valor. Como adelanté entonces, la segunda concepción ve problemático admitir como
verdaderos títulos valores muchos documentos que la otra reconoce sin más como
tales, lo cual ocurre casi en bloque con los títulos nominativos. Esto, precisamente,
por cierta reconocible tendencia en el régimen de estos títulos a que la literalidad y la
autonomía, que resultan clave para esa doctrina, tengan una menor importancia o
preponderancia33, salvo en cuanto se tomen en cuenta los correctivos de la
concepción llamada unitaria34. Mas, atendiendo a la noción de título valor que he
defendido en su momento, y que también ha quedado recogida en la LTV vigente,
resultará claro que:
1) por un lado, tal condición no depende en sí misma en absoluto de ninguna regla
de legitimación (ni activa ni pasiva); ni
2) tampoco de la operación o no en ellos, y menos aun en una medida concreta, de
los caracteres de literalidad y autonomía; sino
3) fundamentalmente, de la incorporación con vistas a la circulación de los derechos
en el documento; esto es, del hecho de que, con la clara finalidad de dotar a su

29 Variabilidad que, como es lógico, se dará en la práctica especialmente dentro de la subcategoría de


los “títulos nominativos de legitimación compleja”.
30 Vid. § 111, en p. 191, supra.

31 Vid. § 115, en pp. 196 y ss., infra.

32 Vid. §§ 28 a 37 (especialmente éste último), en pp. 45 y ss., supra.

33 Como veremos que puede ocurrir con especial facilidad en los títulos “a la orden nominativizados”.

Vid. § 122, en pp. 206 y ss., infra.


34 Vid. § 32, en pp. 51 y ss., supra. Intento cuya finalidad era especialmente salvar la verdadera

condición cartular de los títulos nominativos sujetos a transfert.

FACULTAD DE DERECHO 195


Versión de julio de 2023
§ 115 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

circulación de cierta protección mínima, es necesario tener el control exclusivo del


documento para ejercer el derecho en él documentado.
Como esta última condición mínima se da, sin ningún genero de dudas, en todas las
subcategorías de títulos nominativos (sujetos o no a transfert), resulta claro que todas
ellas están íntegramente constituidas por verdaderos títulos valores, bien que
sometidos a reglas parcialmente diferentes de legitimación y, en algún caso, a un
menor vigor de protección en su tráfico cartular.
La legitimación “nominativa” como propiamente cartular.
Admitido que todos los títulos valores nominativos son verdaderos títulos valores,
puede aún surgir otra duda. El punto de partida es el hecho, nada difícil de advertir,
de que prácticamente el único rasgo mínimo y constante de todo documento
merecedor de ser incluido en esta multiforme “categoría” de los “títulos valores
nominativos” viene a ser el dato negativo (cfr. art. 342 CdC) de:
1) no tratarse de documentos “a la orden” o endosables, ni
2) tampoco de títulos “al portador”.
Si bien se considera, y como ya tuve oportunidad de señalar, es ese dato negativo el
que, por eso mismo, determina que estos títulos valores, para ser transmitidos uti
singuli e inter vivos, normalmente requieran de una cesión de créditos, si no idéntica
en su régimen35, muy semejante a la del Derecho común (que en este caso es el
Mercantil, antes que el Civil), sin que ello suponga que no se pueda prescindir incluso
de ella en ocasiones36. Todo ello, como ocurre también con los créditos y otros
derechos personales de contenido patrimonial no incorporados en títulos valores.
Para proceder con orden, conviene señalar dos aspectos de esta posible percepción,
cuya generalización resultaría claramente equivocada:
1) la negación, en el plano del supuesto de hecho, de que los títulos nominativos
cuenten con un sistema de legitimación especial propio y específicamente cartular,
diferente del de la cesión de créditos del Derecho común; y
2) la negación, igualmente, pero ya en el plano de los efectos jurídicos, de que el
tráfico de estos títulos (o de los derechos incorporados a ellos) tenga ninguna
protección especial y específicamente cartular.
En primer lugar, decía, las constataciones señaladas anteriormente pueden llevar a la
tentación de negar que la “ley de circulación” llamada “nominativa” sea en ningún
sentido significativo un sistema de legitimación cartular, sino precisamente de su
ausencia; esto es, la falta de un sistema especial de legitimación propiamente cartular,
con la consiguiente reentrada de los mecanismos de legitimación (cesión de créditos,
en particular) del Derecho común, en la medida en que los hay.
Pues bien, en cuanto se refiere a este primer aspecto, es obvio que el mero hecho de
admitir la existencia de títulos sometidos a sistemas de legitimación compleja, y
especialmente de los sujetos a transfert (que son, por otro lado, los regulados más
exhaustivamente y en detalle en la LTV), echa por tierra esta visión. Estos sistemas,
en efecto, son siempre de índole clara y específicamente cartular, tanto si son de

35Cfr. los §§ 117 y ss., en pp. 199 y ss., infra.


36 En especial, en muchos supuestos de transmisión universal: sucesión hereditaria, fusiones,
escisiones y otras formas de reorganización de las personas jurídicas.

196
Notas de Títulos Valores § 116

origen legal como si son configurados convencionalmente. También la mecánica


“(cuasi)registral” del sistema concreto de legitimación de los títulos nominativos
representados por anotaciones en cuenta, si bien calculado para equivaler
funcionalmente a la simple cesión del título valor, está normativamente diseñado y
regulado teniendo en mente el fomento y la protección del tráfico de los títulos valores
a que se refiere.
Pero incluso los demás títulos simplemente nominativos representados en papel, tanto
los propiamente nominativos como los títulos a la orden nominativizados, sometidos a
un sistema de legitimación por simple cesión, requieren sin duda alguna, para alcanzar
toda su virtualidad legitimadora, cumplir fielmente lo que, en orden a su cesión,
dispone la LTV. Y como resulta que la “cesión de títulos valores”, elemento mínimo
común del sistema de legitimación de todos los títulos valores nominativos, tal como
está regulada en los arts. 29 y 30 LTV, se aparta en algunos puntos del régimen común
de dicho acto, sea en su versión civil (arts. 1206 y ss. CC) o en la mercantil (arts. 342
y 343 CdC), es evidente que siempre va a dar lugar a un sistema de legitimación
nominal especial, y específicamente cartular.
¿Está reducida la protección del tráfico de los títulos nominativos?
Como adelantaba, el conato de teoría delineada en el apartado anterior que ve en los
títulos nominativos (todos ellos) títulos valores sin un régimen especial de legitimación
cartular podría ir aun más allá, en la línea de negar, además, para todos ellos, la
aplicabilidad de las normas de protección reforzada del tráfico típico de los títulos
valores endosables y al portador. Se trataría, en definitiva, de una negación, en el
plano de los efectos jurídicos, de que el tráfico de los derechos incorporados en estos
títulos esté dotado de una protección especial, de índole específicamente cartular,
distinta y más allá de la simple y pura necesidad de tener el control, presentar y, en
su caso, restituir el documento (con los requisitos adicionales de legitimación propios
de la cesión de derechos) para poder asegurarse de hacer o recibir un pago válido y
liberatorio.
Pues bien, como sabemos, tal protección reforzada del tráfico cartular regular se
instrumenta principalmente mediante el juego armónico y combinado de los caracteres
de legitimación, literalidad y autonomía, que pueden relativizarse y ver moderados sus
alcances con más facilidad precisamente en el ámbito de los títulos valores
“nominativos”. Este segundo aspecto, concretamente, vendría a significar que bajo
esta concepción o teoría los títulos valores nominativos, así, en general:
1) no conferirían al adquirente, aun bajo su propia ley de circulación, una posición
autónoma;
2) tampoco generarían la característica purga de excepciones cartulares;
3) ni permitirían la adquisición a non domino de buena fe;
De esta posible concepción hay que decir que, si bien puede responder con más o
menos exactitud a los datos jurídico-positivos de algunos ordenamientos extranjeros,
o también a un estado pretérito de nuestra propia legislación mercantil (en concreto,
al anterior a la vigencia de la LTV ant.), al menos en nuestro ordenamiento
actualmente vigente simplemente no es cierta. Como mínimo, es evidente que
constituye una gruesa exageración afirmar la ausencia de esas características de
todos o, incluso, de la mayoría de los títulos valores nominativos. En efecto:

FACULTAD DE DERECHO 197


Versión de julio de 2023
§ 116 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) El art. 15 LTV dispone que “[e]l título valor adquirido de buena fe, de conformidad
con las normas que regulan su circulación, no está sujeto a reivindicación”, sin
hacer la más mínima salvedad o excepción, ni para los títulos nominativos, ni para
ninguna otra categoría; ergo, salvo disposición expresa (o casi) diferente, la norma
les ha de ser aplicable exactamente de la misma manera a los títulos nominativos
que a los títulos a la orden y al portador.
2) Exactamente lo mismo ocurre con la purga de excepciones consagrada en el art.
19 LTV, concebido y redactado en términos absolutamente generales, para todos
los títulos valores, incluso los nominativos.
3) Lo anterior determina directamente lo que hay que decir de la autonomía de
derechos, cuya principal base positiva está precisamente en el art. 19.3 LTV, y en
todo caso se reproduce exactamente en lo dispuesto para la autonomía de firmas
u obligaciones en los arts. 8 y 11 LTV, que tampoco hacen distinción o excepción
alguna a lo que dispone. Es más, el art. 8.2 LTV expresamente dispone la
extensión de los efectos de la autonomía de firmas a los títulos valores (que en un
inicio fueron todos ellos nominativos, y en su mayoría lo siguen siendo)
representados mediante anotaciones en cuenta.
4) Todo lo cual queda decisivamente confirmado por lo dispuesto, precisamente para
los títulos nominativos, sean los representados mediante anotaciones en cuenta
(que nunca están sujetos a tranfert) o los títulos físicos sujetos a transfert, en el
art. 33 LTV. En efecto, la Ley sólo puede tener un motivo para salvar la
responsabilidad del emisor por las anotaciones que haga en el transfert y de la
ICLV encargada de la llevanza de las cuentas, si es que tales procedimientos de
legitimación regularmente llevados y de buena fe producen la adquisición del
derecho documentado en el título (y su correlativa pérdida por el anterior titular
real, pero no legitimado) por el tercero de buena fe que observe tales
procedimientos, así como la purga de excepciones y la correlativa autonomía de
posiciones en la circulación del título según su ley de circulación.
Nuestro ordenamiento, entonces, cuenta con normas de protección especial y
propiamente cartular de, en principio, todos los títulos valores, según todas sus
posibles “leyes de circulación”, siempre que circulen efectivamente conforme a la que
les sea propia en cada caso. De hecho, la subcategoría concreta de los títulos
nominativos sujetos a transfert es ciertamente tan cartular como la de los mismísimos
títulos “a la orden” y “al portador”; y está dotada, prima facie, de exactamente los
mismos mecanismos de protección de su tráfico cartular regular. Como mucho, una
protección del tráfico cartular reducida, en términos idénticos o parecidos a los
descritos en los párrafos anteriores, debe considerarse característica, en nuestro
ordenamiento, sólo de ciertos títulos nominativos; concretamente, de los que he
llamado títulos a la orden nominativizados. Ese es precisamente el motivo que obliga
a reconocer un grupo o subcategoría especial de títulos nominativos en tales
documentos.
Más defendibles son, sin duda, otras dos afirmaciones generales sobre el alcance
operativo de algunos de los caracteres reguladores de los títulos valores en el contexto
concreto de los títulos nominativos:
1) no serían títulos de literalidad plena;
2) ni generarían legitimación plena por sí solos a un tenedor del documento distinto
de su tomador original.

198
Notas de Títulos Valores § 117

Lo último es del todo cierto, pues esa es precisamente la condición de los títulos
nominativos: sólo legitiman (esto es, por sí solos) a la persona concreta
específicamente mencionada en ellos, y nunca (sin el complemento mínimo de la
correspondiente cesión, más otros requisitos adicionales, según el caso) a sus
sucesivos adquirentes. De todos modos, en esta materia es necesario completar el
cuadro con importantes precisiones para cada subcategoría de títulos nominativos, de
las que me iré ocupando los apartados posteriores.
A su vez, lo de la literalidad, en realidad, depende de cada concreto tipo de título que
se emita en forma nominativa:
1) Ciertamente, los valores mobiliarios nominativos suelen remitir, de una forma que
puede muy bien y de hecho suele llamarse “literalidad incompleta”, a algún
documento susceptible de conocimiento público (usualmente, en virtud de su
inscripción en algún Registro Público), llámese pacto social, Estatutos o contrato
de emisión.
2) Sin embargo, muchos efectos de comercio emitidos en forma nominativa (la carta
de porte nominativa o directa, por ejemplo) ciertamente llevan en sí mismos y en
su literalidad la totalidad de lo que es usualmente necesario para determinar el
derecho que confieren.
La cesión cartular: planteamiento y formalidad.
Como he adelantado, la LTV pide, como elementos mínimos comunes para que la
legitimación nominativa (y no tanto, o no inmediata y directamente la “transferencia”,
a que literalmente se refiere la Ley37) con vistas al ejercicio de los derechos cartulares
“surta efecto frente a terceros y frente al emisor” (art. 29.2 LTV) de manera plena:
1) que se lleve a cabo la cesión del título valor en la forma y con los requisitos que
recoge la Ley;
2) que el título físico mismo sea entregado al cesionario (o, en su caso, se verifiquen
los trámites sustitutorios de esa entrega, en el caso de los títulos valores
desmaterializados) para que pueda presentarlo al cedido en el momento de ejercer
el derecho documentado, como corresponde a la naturaleza de todos los títulos
valores; y
3) que se verifique su oportuna comunicación al obligado principal del título valor o
“cedido”, que habitualmente será, además, el emisor.
La eventual necesidad de contar con otros elementos adicionales para alcanzar esa
legitimación (como podría ser, por ejemplo, el trámite del transfert) dependerá más
bien de las distintas subcategorías de títulos nominativos entre las que éstos vienen
repartidos o distribuidos. La idea es igualmente válida para los concretos efectos que
semejante régimen de legitimación puede tener, por cuanto hace a la autonomía,
inoponibilidad de excepciones y posible adquisición a non domino en la circulación
regular de los títulos en cuestión. A todos esos aspectos me he de referir
pormenorizadamente en los apartados siguientes de esta sección. De momento me
voy a concentrar en el régimen especial de la “cesión de los títulos valores” o cesión
cartular que dibujan los arts. 29 y 30 LTV.

37 Cfr. la discusión del § 107, en pp. 183 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 199


Versión de julio de 2023
§ 117 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Hay que advertir en primer lugar que, cuando el art. 29.1 LTV afirma que “[e]l título
valor nominativo (…) [s]e transmite por cesión de derechos”, se pone claramente en
la órbita de la misma institución que regulan:
1) los arts. 1206 a 1217 CC (precisamente bajo el nomen iuris de “cesión de
derechos”38); y
2) los arts. 342 y 343 CdC (que usan más bien la designación “transferencia de
créditos no endosables”).
Al tratarse de materia estrictamente mercantil39, de ser necesaria la integración o
suplencia del régimen especial de la cesión cartular, la teoría general indica que la
primera fuente a la que habría que acudir debería ser la regulación general mercantil.
Ahora bien, precisamente en una de las poquísimas divergencias que respecto de su
regulación civil contiene el régimen mercantil de la cesión, que es el de la formalidad
ad sollemnitatem por escrito (requerida por el el art. 1207 CC y no por el CdC, con lo
que la cesión mercantil es válida y eficaz en cualquier forma), pareciera que la cesión
mercantil especial cambiaria o cartular se aparta de lo dispuesto en el Derecho
Mercantil y “regresa”, por así decir, al régimen de Derecho común. En efecto, los arts.
30.1 y 30.3 LTV dan a entender prima facie, y en especial si se leen a la luz de lo
dispuesto en el art. 1.2 LTV40, que el legislador impone en ellos una formalidad
solemne escrita a la cesión cartular, sin cuyo requisito ésta devendría nula y sin efecto
alguno:
“…la cesión de los títulos valores nominativos puede constar en el mismo
documento o en documento aparte”.
“…los requisitos señalados en los incisos a y d son esenciales, por lo que su
inobservancia conlleva la ineficacia de la cesión”.
De hecho, el último inciso citado en esta última norma alude a la firma del cedente,
que lógicamente exige constar por escrito. Sin embargo, el examen del art. 32.2 LTV
obliga a sacar otra conclusión, pues si bien se refiere explícitamente sólo a las
cesiones “a título distinto del de transferencia plena”, en el contexto general de la
regulación de la cesión cartular, parece inevitable concluir que se aplica también a la
cesión “plena”41. Dice el art. 32.2 LTV:
“En los casos en que, estando obligado a hacerlo, quien constituya el derecho
no comparezca a firmar la matrícula o el registro o, cuando el beneficiario del
derecho carezca de documento indubitable que contenga el derecho
constituido, este último podrá solicitar su anotación o registro judicialmente, en
proceso sumarísimo”.
Si se estuviese hablando de una documentación exigible ad sollemnitatem o, como
dice el art. 1207 CC, “bajo sanción de nulidad”, el “derecho constituido” no existiría en

38 Denominación que de hecho aplican expresamente a la cesión de títulos valores de que trato aquí
los arts. 10.2, 29.1, 43.2, 44.2 y 44.4 LTV.
39 Cfr. el § 15, en pp. 20 y ss., supra.

40 Vid. el § 88, en pp. 148 y s., supra.

41 En efecto, cuando el art. 30.3 LTV habla de “ineficacia de la cesión”, la frase inmediatamente siguiente

(“[a]falta de indicación… se presumirá que el cesionario adquiere la propiedad plena del título”) deja
meridianamente claro que se refiere indistintamente a las transferencias de la propiedad plena y a todos
los demás derechos in re aliena que por medio de ella se pueden constituir.

200
Notas de Títulos Valores § 118

absoluto, ni por lo tanto podría el beneficiario exigir “su anotación o registro” ni


judicialmente ni de ningún otro modo. Está claro entonces que la “ineficacia de la
cesión” a que alude el art. 30.3 LTV no equivale a la “nulidad de la cesión”, sino, en
todo caso, a una “ineficacia” exclusivamente de cara a la legitimación. Por lo tanto, la
cesión cartular no se aparta de la regla mercantil general de libertad de forma para las
cesiones mercantiles, sino que la reafirma, pudiendo realizarse válidamente en
cualquier forma, pero con la desventaja de que no tendrá la eficacia legitimadora
propia de la hecha en la forma indicada en el art. 30 LTV42. Y dado que “legitimación”
significa básicamente “presunción de legitimidad”43, una “ineficacia de cara a la
legitimación” sólo niega que el interesado se pueda valer de tal presunción, inexistente
por hipótesis.
Documentación y notificación de la cesión cartular.
Tenemos, pues, claramente, una exigencia legal de forma escrita, aunque como
acabo de decir no tenga el carácter de una formalidad ad sollemnitatem propiamente
dicha, sino que sólo condicionaría la eficacia legitimadora. Tal escrito, dice a
continuación el art. 30.1 LTV, puede constar alternativa e indistintamente:
1) en el propio documento del título valor, o
2) en documento aparte.
Además de todo ello, el contenido mínimo de este escrito (insisto, de cara únicamente
a la eficacia legitimadora de la cesión; no para su validez) está regulado en el art. 30.2
LTV:
a) el nombre del cesionario;
b) la naturaleza y, en su caso, las condiciones de la transferencia;
c) la fecha de la cesión; y
d) el nombre, identificación y firma del cedente
Ahora bien, el nivel de necesidad o preceptividad de estas menciones depende, en
realidad, de lo que dispone el siguiente art. 30.3 LTV; de hecho, como veremos, la
expresión se aplica con toda su fuerza sólo a las menciones aludidas en los literales
a) y d), supra.
Nótese, en todo caso, que la exigencia de mencionar el “nombre del cesionario” no
incluye necesariamente alusión alguna a su documento oficial de identidad. Por
“naturaleza de la transferencia”, a su vez, se alude al título causal de la transferencia
y, dentro de ella, al título de adquisición del cesionario, es decir, si es “en propiedad
plena”, o bien en uso y disfrute temporal, o en garantía, etc. La mención, “en su caso”,
de “las condiciones de la transferencia” se refiere ya a todo el contenido del acto
causal de disposición del derecho, del que la cesión propiamente dicha es ejecución;
en otras palabras, este elemento permite44 reproducir en el “acto de cesión” desde

42 Con esta conclusión cambio de criterio respecto de lo que he venido afirmando en el pasado en las
versiones anteriores a 2017 de mis Notas de contratos mercantiles, cit., p. 45 (§ 17), donde claramente
asumía que las formalidades del art. 30 LTV eran ad sollemnitatem.
43 Cfr. el § 102, en p. 174, supra.

44 Que no “obliga”, pues aparte de no ser un “elemento esencial” de la cesión, el mismo inciso precisa

que tales condiciones se pueden insertar “en su caso”. Opino que, aunque no sea un modo usual de

FACULTAD DE DERECHO 201


Versión de julio de 2023
§ 118 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

una parte selecta (quizá las condiciones esenciales de la transferencia) hasta la


integridad del negocio causal de disposición del título valor. El “nombre, documento
oficial de identidad y firma del cedente”, ahora sí, a diferencia de la mención del
cesionario, debe contener todos los detalles necesarios para identificarlo.
Como he dicho, a tenor del art. 30.3 LTV sólo la primera y la última de esas menciones
se consideran “esenciales”, calificación que, una vez más, se ha de entender
exclusivamente de cara a la eficacia legitimadora, no a la validez de la transmisión.
En efecto:
1) A falta de la mención de la “naturaleza de la transferencia”, el art. 30.3 LTV presume
que se trata de una cesión de “la propiedad plena del título”, y no de una de las
constituciones de derechos parciales in re aliena a que se refiere el art. 32 LTV.
Además, la sola constancia de su “naturaleza”, sea explícita o por presunción, es
suficiente si falta la mención, “en su caso”, de cualesquiera otras “condiciones de
la transferencia”.
2) Y si falta la indicación de la fecha, se presumirá que la cesión se hizo en la de su
comunicación al emisor o deudor.
El art. 29.2 LTV completa los requisitos que (aparte, obviamente, de la propia entrega
del título físico al cesionario, requisito común a todos los títulos valores) resultan
necesarios para la plena eficacia de la cesión aludiendo a la necesidad de su
notificación al emisor. Más exacto sería decir que esta notificación debe hacerse al
sujeto pasivo principal del derecho patrimonial incorporado (que usualmente, pero no
siempre, será efectivamente el emisor), como aclara el art. 30.1 LTV al hablar del
“obligado principal”.
La norma citada hace explícitamente depender de tal notificación el “efecto frente a
terceros y frente al emisor” (es decir, al “obligado principal”) de la transferencia
efectuada mediante la cesión cartular. Tal exigencia es paralela a las contenidas en
el párr. 1°, in fine, del art. 342 CdC (que pide hacerlo por “carta notarial”) y en el art.
1215 CC (que se contenta con cualquier forma de “comunicación fehaciente”). La regla
impone un requisito de “oponibilidad” de la cesión, sea al propio cedido, sea a los
terceros. Pero como he aclarado en otro lugar, hablando de la cesión de derechos
mercantil en general45, respecto precisamente del cedido, tal oponibilidad puede
alcanzarse aun antes de la notificación así regulada, si se prueba que dicho cedido
tenía de hecho noticia fidedigna del hecho de la cesión (cfr. art. 1216 CC), conclusión
que, con toda seguridad, debe extenderse a la cesión cartular.
El texto de las reglas positivas aludidas deja abierta la cuestión de si tal régimen de
oponibilidad “según buena fe” (por llamarlo de alguna manera) es o no extensible
también a los “terceros” a que alude el art. 29.1 LTV (por ejemplo, los acreedores del
cedente, sean o no embargantes del crédito cedido), o por el contrario tales terceros

decirlo, en este contexto esa apostilla se refiere a la libérrima elección de las propias partes, tanto del
hecho de si insertan alguna o algunas condiciones, como de exactamente cuáles insertan en la
documentación de la cesión. En todo caso, sólo las efectivamente insertadas podrían perjudicar la
posición de los sucesivos adquirentes de buena fe del título propiamente nominativo, en concordancia
con el régimen general de autonomía, abstracción y purga de excepciones del título valor regularmente
circulante, a diferencia de los títulos “a la orden nominativizados”, en los que todas las condiciones, aun
las no incluidas en la documentación aquí regulada, serán plenamente oponibles, haya o no haya buena
fe. Vid. al respecto el § 122, en pp. 206 y ss., infra.
45 Vid. mis Notas de contratos mercantiles, cit., p. 46 (§ 17).

202
Notas de Títulos Valores § 119

pueden ampararse, como cuestión de derecho estricto, en una inoponibilidad respecto


de ellos de la cesión no notificada al emisor, o incluso notificada, pero no
regularmente. En mi opinión, dada la importancia basilar que corresponde al principio
de buena fe en el ordenamiento, debe decaer también para ellos la posibilidad de
alegar la inoponibilidad de tales cesiones, si tuvieron noticia fidedigna de ellas.
Refuerza tal conclusión considerar que la notificación y la supeditación a ella de la
oponibilidad de la cesión operan únicamente en el plano de la legitimación (es decir,
presunción de legitimidad), puesto que ésta, como toda presunción, pierde todo
protagonismo una vez conocida la auténtica situación jurídica.
Efectos de la cesión cartular: exclusión de la legitimación activa.
En cuanto a los efectos de la cesión, o sea, los términos en que se produce la
sustitución del cedente por el cesionario en la posición de titular del derecho
documentado, de la regulación “para todos los casos” que se deduce de los arts. 29 y
30 LTV es más bien poco lo que se puede sacar en claro. Como de algún modo he
adelantado, el detalle de todos los efectos que trae consigo la transferencia del
derecho documentado en un título valor nominativo mediante la “cesión cartular”
dependen de manera decisiva del grupo o subcategoría de títulos valores nominativos
de que se trate, y concretamente de si se trata de títulos propiamente nominativos o
títulos “a la orden nominativizados”.
La única alusión de alcance general a los efectos que produce la transmisión del título
valor nominativo por cesión de derechos está en el art. 30.1 LTV, donde dice:
“30.1 (…). El emisor u obligado principal tiene la facultad de requerir la entrega
del título transferido, así como exigir la certificación de la autenticidad de la firma
del cedente hecha ya sea por intermediario autorizado o por fedatario de ley”.
Al conceder al emisor u obligado principal la facultad (simple) de exigir certificación de
la autenticidad de la firma46 del cedente, la Ley por eso mismo excluye que la cesión
del título nominativo (de todo título nominativo), incluso la regularmente documentada
y notificada al cedido conforme a las disposiciones de los arts. 29 y 30 LTV, legitime
activamente al cesionario. El cedido, en efecto, aún puede pedir (“exigir”, incluso) la
certificación de la autenticidad del acto del cedente. Esta exclusión de la legitimación
activa del cesionario es perfectamente coherente con la regla de legitimación
exclusivamente nominal propia de los títulos valores nominativos: por algo se llaman
así. Al mismo tiempo, es necesario afirmar que, conforme a esta disposición, y salvo
otra indicación adicional en contrario de la Ley (que, como veremos, puede deducirse
para los títulos “a la orden nominativizados”, y solo para ellos) la cesión del título
nominativo regularmente documentada y notificada en la manera indicada hasta aquí
sí legitima pasivamente al emisor u obligado principal para que haga un pago válido y
liberatorio. Esto, precisamente, por tratarse de una simple facultad, y no de una carga,
ni mucho menos de un deber de verificar la autenticidad de la cesión. Y, de
conformidad con lo que ya he adelantado en apartados anteriores, en principio lo
mismo pasa con todos los demás rasgos o reglas de protección del tráfico (literalidad,
formalidad, completividad, abstracción, autonomía e, incluso, legitimación en cuanto

46 En el entendido de que, por autenticidad de la firma, la norma se refiere, en realidad, a cualesquiera


medios de seguridad o signos de la autenticidad del acto, admitidos ocasionalmente en sustitución de
la firma propiamente dicha (manuscrita o incluso digital); cfr. el art. 6 LTV.

FACULTAD DE DERECHO 203


Versión de julio de 2023
§ 120 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

al título) sancionados con carácter general por la LTV para la circulación cartular
regular de los títulos valores, según su (propia) ley de circulación.
Precisamente en esta exclusión de la legitimación activa está, pienso yo, si no la única,
la principal diferencia en el plano de los efectos de la cesión cartular propiamente
dicha (esto es, la de los títulos propiamente nominativos) respecto del endoso de los
títulos a la orden47. Las otras diferencias en cuanto a los efectos a que suele hacerse
alusión al comparar ambas figuras toman como referente, más bien, la cesión
ordinaria o de créditos u otros derechos no incorporados en títulos valores; o también
la cesión propiamente cartular, pero de eficacia disminuida, propia de algunos títulos
valores nominativos: en concreto, de los títulos “a la orden” nominativizados.
Rescate y sustitución del título cedido y pluralidad de cesiones.
El art. 30.1 LTV regula una facultad de rescate y correlativa sustitución del título
nominativo transmitido por cesión de derechos, facultad que corresponde al emisor o
deudor principal:
“30.1 (…). El emisor u obligado principal tiene la facultad de requerir la entrega
del título transferido (…)”.
Esta disposición, más allá del carácter de títulos de presentación y de rescate de todos
los títulos valores (cfr. arts. 16 y 17 LTV y párr. 2° del art. 1230 CC), trata de:
1) una facultad de rescate peculiar de los títulos valores nominativos, que
2) debe leerse conjunta e inseparablemente con el derecho-deber de sustitución del
documento (“otorgamiento del nuevo título”) que menciona incidentalmente (más
bien en un contexto de imputación de gastos) el art. 31.2 LTV.
El “rescate” del título original que sirve de antecedente a esta sustitución es
claramente un “derecho” del emisor u obligado principal, pues todo indica que en el
sistema de la LTV éste puede decidir libremente si lo ejercita o no. Sin embargo, una
vez que el título original haya sido “rescatado” de esa manera, su sustitución por un
título nuevo tiene más bien el carácter de “deber”: el emisor queda automáticamente
obligado a confeccionar y entregar un nuevo título a favor del cesionario. De este
modo, y a partir de ese momento, se consigue renovar, también nominal y literalmente,
como corresponde a los títulos que venimos estudiando, la legitimación exclusiva a
favor de persona determinada, en cabeza del actual titular-tenedor.
En este punto parece oportuno preguntarse cómo se ha de proceder en el supuesto
de dos o más cesiones sucesivas. El supuesto dista de ser imposible, y ello se advierte
ya en los términos en que el art. 30.1 LTV regula los recién aludidos “rescate” y
“sustitución”. Que tal rescate sea, como acabo de decir, una mera facultad del emisor
u obligado principal, unido al hecho de que la notificación de la cesión no condiciona
su validez, sino sólo su plena eficacia, hace perfectamente verosímil que dos o más
cesiones del mismo título:
1) no hayan sido oportunamente comunicadas, o,
2) aunque se hayan comunicado, en ellas no se hubiera procedido al rescate y
correlativa sustitución del título.

47La otra diferencia que considero que tiene alcance general está más bien en el contenido mínimo
que se exige a la documentación de la cesión, que conforme al art. 30.3 LTV no puede prescindir del
nombre del cesionario, mientras que el endoso sí puede hacerse en blanco.

204
Notas de Títulos Valores § 121

En un supuesto así, la facultad de verificación de la autenticidad de la firma regulada


en el art. 30.1 LTV, in fine, alcanza a la de todos y cada uno de los cedentes que
conformen la “cadena”. De hecho, el supuesto está previsto y regulado para ese título
nominativo casi paradigmático que es la “acción”, en el 2° párr., in fine, del art. 93
LGS:
“Si hubiera dos o más cesiones en el mismo Certificado, la sociedad puede exigir
que las sucesivas transferencias se le acrediten por otros medios, observando las
formalidades establecidas en la Ley de Títulos Valores”.
A modo de mera observación o apunte redaccional, cabe decir que habría sido más
exacto que el inicio del precepto usara la preposición “de” y no “en”, pues la cesión no
necesariamente tiene que constar “en el mismo título”, sino que puede ser extendida
regularmente “en documento aparte”, como ya he expuesto. Fuera de ese detalle, se
trata en realidad de una norma perfectamente generalizable a todos los títulos valores
nominativos, en términos que podrían expresarse de la siguiente manera:
“Si hubiera dos o más cesiones del mismo título, el emisor u obligado principal
puede exigir que cada una de las sucesivas transferencias le sean acreditadas,
observando las mismas formalidades”.
La facultad de verificación autoriza concretamente a exigir la “certificación (…) hecha
ya sea por intermediario autorizado o por fedatario de ley”. Obviamente, fedatario de
ley se refiere a los notarios y otros funcionarios públicos específicamente dotados de
fe pública (en concreto, y con alcance general, los “Jueces de Paz” allí donde no haya
notarios; cfr. n. 8 del Glosario del art. 279 LTV). En cambio, mencionar a un
intermediario autorizado parece apuntar a la posibilidad de que el propio emisor (sea
en el documento público integrador de la literalidad de los títulos nominativos de
literalidad incompleta, o bien haciéndolo constar en el propio título) pueda designar a
personas que presten este servicio de certificación de autenticidad, con plena eficacia,
al menos, legitimadora.
Aplicación: títulos de legitimación simple propiamente nominativos.
El título de este apartado se refiere a los títulos propiamente nominativos y, al mismo
tiempo, de legitimación nominativa simple o no sujetos a transfert. Los títulos sujetos
a transfert y otros títulos de legitimación nominativa compleja son también
propiamente nominativos, pero de ellos me ocuparé con más detalle en apartados
posteriores48, específicamente dedicados a ellos.
Pues bien, para esos títulos de legitimación simple y propiamente nominativos, el
régimen de legitimación prácticamente se limita a lo que he desarrollado en los
apartados anteriores: es decir, a la práctica de la “cesión de derechos” en la forma
hasta aquí descrita y la correspondiente comunicación “al emisor” (o, en su caso, a la
ICLV respectiva), momento en el cual la cesión adquiere plena eficacia legitimadora
tanto inter partes como inter tertios.
Cumplidos esos requisitos, la circulación de estos títulos, cuya circulación cartular
regular, no se olvide, es precisamente la que se instrumenta mediante la cesión
cartular así descrita, estaría plenamente protegida en exactamente los mismos
términos que la circulación regular por endoso de un título a la orden o por mera
tradición de un título al portador. En otras palabras, y con la única excepción (que ya

48 Vid. §§ 123 y 124, en pp. 209 y ss., infra.

FACULTAD DE DERECHO 205


Versión de julio de 2023
§ 122 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

he señalado) de la exclusión del efecto de legitimación activa del tenedor, la


transmisión regular del título propiamente nominativo, pero de legitimación simple,
está protegida:
1) por las reglas de legitimación, tanto pasiva (del pagador) como relativa al propio
título (por ejemplo, será un título ejecutivo);
2) por la literalidad (a tenor del art. 4 LTV);
3) por la autonomía, tanto de las posiciones activas (cfr. art. 19.3 LTV) como, de ser
el caso, de las firmas para la asunción de obligaciones (bajo el art. 8 LTV);
4) por la purga de excepciones (según lo dispuesto en el art. 19 LTV); y
5) por la irreivindacabilidad del título adquirido, aun a non domino, pero de buena fe,
en el tráfico cartular regular, según su ley de circulación (cfr. art. 15 LTV).
Hay que reconocer, sin embargo, que ciertamente es más difícil que la adquisición de
un título valor a non domino se produzca al mismo tiempo de buena fe y de manera
cartular regular, cuando se trata de un título nominativo, que cuando se trata de un
título a la orden o al portador. Pero mayor dificultad no significa lo mismo que
imposibilidad. Llegado el caso, las reglas mencionadas se aplican exactamente de la
misma manera en estos títulos que en los endosables y al portador.
En principio, y según se deduce de lo dicho hasta aquí, en esta categoría y bajo este
régimen entran también los títulos nominativos anotados en cuenta. No obstante, su
peculiar forma de representación los somete a especialidades que será necesario
estudiar aparte, en el capítulo correspondiente49.
Títulos “a la orden nominativizados” y negociabilidad restringida.
En el concepto o noción de “títulos a la orden nominativizados” deben entenderse
comprendidos, en conjunto:
1) aquellos títulos que por su tipo deben considerarse “a la orden natos”50, pero que
por la razón que sea, han sido de hecho eficazmente emitidos en forma nominativa,
sea mediante la inserción de la cláusula “no a la orden” o alguna otra equivalente;
y
2) esos mismos títulos y los demás, de cualquier tipo, nacidos legítimamente “a la
orden” (porque la ley permite emitirlos así), pero en los que se ha insertado
posteriormente, en el curso de su circulación, cualquiera de las cláusulas
limitativas de su circulación equivalentes funcionalmente a la cláusula “no a la
orden”, quedando así transformados en títulos nominativos.
Como es fácil de advertir, lo anterior incluye a los títulos a la orden emitidos
incompletos y que, a tenor del art. 10.2 LTV, cuenten con cláusula limitativa de su
circulación.
Al postular como categoría especial la de los “títulos a la orden nominativizados” me
limito a poner un nombre o etiqueta a un fenómeno que está efectivamente allí, como
consecuencia indubitable de la propia ley positiva. Concretamente, saco las
consecuencias propias de lo dispuesto en el art. 43 LTV:

49 Vid. el Cap. 8 de esta Parte General, en pp. 335 y ss., infra.


50 Vid. § 126, en pp. 210 y s., infra.

206
Notas de Títulos Valores § 122

“43.1 El emisor o cualquier tenedor puede insertar en el título valor a la orden,


la cláusula «no negociable», «instransferible», «no a la orden» u otra
equivalente, la misma que surtirá efectos desde la fecha de su anotación en el
título.
43.2 Salvo disposición en contrario de la ley, el título valor que contenga la
cláusula señalada en el párrafo anterior sólo es transmisible en la forma y con
los efectos de la cesión de derechos”.
En este precepto “cesión de derechos” no significa unívocamente la “cesión cartular”
regulada en la propia LTV, como podría parecer; al menos no en cuanto a los “efectos”
(sino sólo, acaso, en cuanto a la “forma”). Esto es obvio a partir de lo dispuesto en el
art. 10.2 LTV sobre los títulos incompletos a los que se agregan las restricciones de
transmisibilidad precisamente con el fin de hacer oponibles a los sucesivos
adquirentes del título (incluso los “cartulares” y “de buena fe”) las excepciones
causales y personales y, muy especialmente, la de completamiento abusivo. Pero esto
sólo se consigue si los “efectos” de la “cesión de derechos” a que ese precepto se
refiere (y que no puede ser otra que la misma a la que se refiere el art. 43 LTV) son
los de una cesión de derechos extracartular, esto es, una que, en contra de lo que
dispone el art. 15 LTV, y por mucho que la ley de circulación cartular y propia del título
valor sea ahora la “nominativa”, no produzca la autonomía de las posiciones cartulares
ni la purga de excepciones regulada en el art. 19 LTV.
Lo que acabo de exponer constituye con toda propiedad una anomalía y un defecto
de redacción de la LTV. Su explicación tiene que ver con el hecho de que la redacción
del art. 43.2 LTV proviene directamente de la tradición del Derecho cambiario uniforme
de Ginebra, y como tal presupone un contexto en el que no existe una “cesión
(propiamente) cartular”, sino sólo la del Derecho común. Es a él al que remitía
originariamente la Ley cambiaria para estos casos, tanto en la “forma” cuanto para los
“efectos”. Pero esto ya no es así en la LTV peruana vigente, y tampoco lo era ya en la
LTV ant., que abstractamente resultaba aplicable también a títulos “nominativos natos”
(aunque luego, en su art. 208, daba marcha atrás y no los regulaba directamente). Por
eso el artículo puede resultar engañoso. Para evitarlo, sería preferible prescindir de la
mención de la “forma” de la cesión y recalcar que se refiere a los “efectos” de la cesión
de derechos “bajo el Derecho común”.
Queda claro, entonces, que la adquisición “en la forma de la cesión de derechos”
(aunque sea la “forma” regulada en la propia LTV, y no en el CdC —que para más inri
no prevé ninguna forma— o en el CC) realmente no es autónoma en cuanto a sus
“efectos”, no obstante la buena fe, cuando se trata de un título cuya ley de circulación
propia es “a la orden”, pero resulta “nominativizado” del modo que vengo explicando
en este apartado.
Es lo mismo que ocurre cuando el título, aunque siga siendo “a la orden”, es de hecho
adquirido por cesión de derechos, cartular o no, u otra forma distinta del endoso, como
permite el art. 27.1 LTV, con la diferencia de que este sí excluye explícitamente los
efectos de la autonomía, al disponer que en tales transmisiones impropias el
adquirente queda sujeto “a todas las excepciones personales y medios de defensa
que el obligado habría podido oponer al cedente o transfiriente antes de la
transmisión”.
Precisamente la existencia de los casos anteriores, en los que los “efectos” (y pese a
lo que diga el art. 43 LTV, no necesariamente la “forma”) de la circulación nominativa

FACULTAD DE DERECHO 207


Versión de julio de 2023
§ 122 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

son sensiblemente distintos de los de otros títulos nominativos, obliga a reconocerlos


como un grupo o categoría aparte de títulos nominativos. Una categoría, por tanto,
diferente tanto de los títulos sujetos a transfert (u otras formas de legitimación
compleja) como de los demás títulos (físicos o anotados en cuenta) de legitimación
simplemente nominativa.
Quiero finalmente llamar la atención sobre el hecho de que el tenor literal del art. 43.2
LTV no habla del “título valor a la orden”, sino en general del “título valor que contenga
la cláusula señalada en el párrafo anterior”, esto es:
1) la cláusula “intransferible”,
2) la cláusula “no negociable”, o
3) la cláusula “no a la orden”.
Este hecho abre la cuestión de si mediante tales cláusulas o quizá más bien otras de
sentido equivalente51 sería posible disminuir también, en concreto excluyendo su
autonomía, la eficacia de:
1) la “cesión cartular” de los títulos valores propiamente nominativos (estén o no
sujetos a transfert; y
2) la “simple tradición” (art. 22.1 LTV) de los títulos al portador.
La respuesta ha de ser, en mi opinión:
1) positiva en el primer caso, y
2) negativa en el segundo.
En efecto, la letra de la norma avala la primera posibilidad que, de hecho, está
explícitamente admitida (bajo la designación tradicional de “limitaciones y restricciones
a la transmisibilidad”) en numerosos preceptos societarios relativos a ese título
paradigmáticamente “nominativo” (y ordinariamente sujeto a transfert) que son las
acciones. Además, es claramente una de las direcciones en que se puede desarrollar
la “configuración convencional” de la cesión de derechos de los títulos propiamente
nominativos a que aluden, como dije antes52 y desarrollaré en seguida53, los arts. 29.2
y 30.1 LTV.
En cambio, tales argumentos no pueden extenderse a los títulos eficazmente emitidos
como “al portador", dada la peculiar intangibilidad que el art. 22 LTV confiere a esa ley
de circulación, según expondré en su lugar54.
Por la misma regla de tres, o incluso con mayor motivo tratándose de documentos
circulatorios, debería ser posible emitir la letra de cambio y demás títulos “a la orden
natos” como nominativos propios. Es decir, confiriéndoles una circulabilidad por cesión
cartular protegida en términos específicamente cartulares (literalidad, autonomía,
purga de excepciones, adquisición a non domino de buena fe, etc.), declarándolo

51 Digo esto, porque, por razones obvias, parece que la eficacia limitadora de la concreta cláusula “no
a la orden” sí debe entenderse restringida a los títulos valores que sean o hayan sido originariamente
“a la orden”.
52 Vid. los §§ 113 y 114, en pp. 192 y ss., supra.

53 Vid. el § 124, en p. 209, infra.

54 Vid. el § 150, en pp. 237 y ss., infra

208
Notas de Títulos Valores § 123

expresamente así en el momento de insertar la cláusula “no a la orden” o la de


“nominativización”.
El llamado transfert: forma de legitimación nominativa compleja.
El transfert propiamente dicho está regulado en el art. 31.1 LTV:
“El emisor o, en su caso, la Institución de Compensación y Liquidación de
Valores deberá anotar la transferencia en la respectiva matrícula o registro, en
mérito al documento en el que conste la transferencia, con la firma del cedente
y demás informaciones y formalidades señaladas en el Artículo 30” (énfasis
añadido).
Por cierto, esta anotación es a la que se refiere el inicio del art. 29.2 LTV:
“Para que la transferencia del titulo valor nominativo surta efecto frente a
terceros y frente al emisor, la cesión debe ser comunicada a éste para su
anotación en la respectiva matrícula…” (énfasis añadido).
Arts. 31 a 33 LTV;
Otros títulos de legitimación compleja.
Cfr. arts. 29 y 30 LTV (en función de configuración convencional).

III. TÍTULOS A LA ORDEN


Concepto.
Dice el Prof. GARCÍA-PITA55 que el título valor a la orden es aquél que incluye, en el
acto de su emisión, la designación como titular (formal) del documento56 y acreedor
del derecho incorporado de una persona determinada, identificada nominalmente,
confiriéndole además a ésta (y a sus sucesivos causahabientes) la facultad de
modificar la titularidad o la legítima posesión del documento a favor de otros sujetos
—determinados o determinables—, cosa que se puede hacer mediante una ulterior
declaración inserta en el propio título, conocida con el nombre de endoso57.
Así pues, los títulos a la orden se caracterizan, a simple vista, por que el deudor se
obliga ab initio con determinada persona, y también con cualesquiera otras que ella
misma o sus sucesivos causahabientes designen; designación que, gracias al endoso,
puede hacerse sin intervención del deudor y sin tener que recurrir a elemento alguno
ajeno al título. En otras palabras, se trata de títulos en los que el firmante promete,
desde el primer momento, cumplir la prestación documentada a favor de una

55Cfr. GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, pp. 423-424. Toda esta sección y la siguiente se basan y
en algunas partes reproducen, en buena medida, los materiales preparados para el dictado de este
curso en años anteriores por la Profesora Lorena RAMÍREZ OTERO, con relativamente pocas
modificaciones. No obstante, como es lógico, me hago del todo responsable por el resultado final.
56 Como se advierte ya aquí, y él mismo hace explícito después (p. 431), el autor hace suya la doctrina
—que también he adoptado yo, siguiendo sus pasos (vid. § 107, en pp. 183 y s., supra)— que ve en la
llamada “ley de circulación” no tanto un modo de determinar quién sea titular o propietario, ni tampoco
un sistema de transferencia, sino sobre todo de identificar al legitimado. De igual opinión son HUECK/
CANARIS, Derecho…, cit., p. 21 (§ 1).
57Indossierung o Indossament, en alemán; girata, en italiano; endorsement o indorsement, en inglés;
endossement, en francés.

FACULTAD DE DERECHO 209


Versión de julio de 2023
§ 126 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

determinada persona, o bien a favor de otra persona (en ese momento indeterminada)
conectada con la primera mediante uno o más endosos58.
La cláusula “a la orden”, entonces, es aquélla en virtud de la cual el firmante del título
valor se obliga a pagar a un tenedor nominalmente identificado (tomador) o a
quienquiera a quien éste o los sucesivos tenedores legitimados del título designen
mediante endoso59.
Títulos a la orden “natos”.
Ahora bien, la cláusula “a la orden” puede:
1) figurar expresa, o
2) estar implícita en el título.
Cuando esto último ocurre, se habla de título a la orden “nato”, porque por disposición
legal no necesita contener expresamente la cláusula a la orden para que puedan
transmitirse por endoso. En nuestro país, los títulos a la orden “natos” son los
siguientes60:
1) las letras de cambio (a tenor del art. 125.1 LTV),
2) los pagarés (según se deduce de los arts. 161 y 162 LTV),
3) las facturas conformadas (según el inc. e del art. 163.1 LTV),
4) las facturas negociables (art. 2 LFN, que incluso hace excepcionalmente ineficaz
toda alteración de esta ley de circulación para este título en concreto),
5) los cheques (cfr. inc. a del art. 176.1 y art. 204.1 LTV),
6) los certificados bancarios de moneda, tanto extranjera como nacional (cfr. inc. a
del art. 218 e inc. c del art. 219 LTV),
7) los valores de producto agropecuario (art. 3.1 LVPA),
8) los certificados de depósito (cfr. arts. 224.1 y 231 LTV),
9) los warrants (cfr. arts. 224.1 y 231 LTV), y
10) los títulos de crédito hipotecario negociables (cfr. inc. c del art. 241.1 y 242 LTV).
Origen y evolución.
Más allá de ciertos antecedentes —probablemente más aparentes que reales— en el
Derecho Romano y romano-bárbaro de la Antigüedad tardía y de la alta Edad Media
(ss. VI y VII), parece que fue entre los ss. XII y XIV que aparecieron las primeras
cláusulas “a la orden” verdaderas61. Se trataba, conforme a su sentido etimológico, de
remitirse “a la orden” o “instrucción” que el acreedor originariamente legitimado
insertase en el propio título.
Ahora bien, en un comienzo, esta “orden” o “instrucción” del tomador se instrumentaba
mediante el llamado “procuratorium” (pues inicialmente se concebía como poder de
cobranza). Se trataba de un documento distinto y separado del título, con el que el

58 Cfr. GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, pp. 423-424.


59 Cfr. GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 426.
60 Cfr. ECHEVARRÍA, “La ley de circulación…”, cit., p. 108. He completado la lista con algunos títulos que

el autor omite.
61 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 426.

210
Notas de Títulos Valores § 128

nuevo tenedor podía probar (pues a veces era compelido a ello) que el título valor le
había sido entregado voluntariamente, y que él era la nueva persona designada como
nuevo tenedor.
Sólo más tarde surge el endoso propiamente dicho, que viene a ser una cláusula
fundida e incorporada en el propio título, mediante la cual se designa directamente al
nuevo titular. El endoso es llamado así en Francia, a causa de la generalización del
uso de colocarla en el dorso o envés del documento, evolución que llega a su culmen
a finales del XVII; en Italia, en cambio, la anotación se hacía en el pie del documento
de donde la cláusula se llamó a valle62, hoy girata.
Legitimación y transmisión.
El desarrollo del endoso como forma típica de transmisión cambiaria confiere
seguridad a la circulación, protegiendo al tercer adquirente de buena fe. Lo que se
pretende es que este tercer adquirente, a semejanza de quien adquiere una cosa
mueble de su poseedor, adquiera sobre el documento el derecho (propiedad, garantía,
etc.) que se le ofrece, aun si la persona que se lo transmitió no hubiera tenido
realmente facultades para hacerlo.
Por ejemplo: si alguien encuentra un título valor a la orden endosado por su
beneficiario “al portador” o en blanco (es decir, con el espacio para el nombre del
endosatario sin llenar), y este hallador malicioso decide endosarlo a su vez a un
tercero que lo recibe de buena fe, este tercero adquiere a non domino la propiedad
del título y la titularidad de un derecho, que además es autónomo, de conformidad con
los arts. 15, 45.3 y 45.4 LTV.
El art. 34 LTV —a diferencia de su antecedente, el art. 33 LTV ant.— es enfático al
indicar que el endoso es la forma de transmisión de los títulos valores a la orden:
“Artículo 34.- El endoso
34.1 El endoso es la forma de transmisión de los títulos valores a la orden y
debe constar en el reverso del título respectivo o en hoja adherida a él (…)”.
Ciertamente, ello no impide que el título valor pueda transferirse de acuerdo con las
normas de Derecho común (sucesión universal o cesión de créditos), que como
veremos en seguida, permite el art. 27 LTV, si bien con efectos bien distintos.
En los títulos a la orden, el emisor no interviene para nada en el endoso y transmisión
del título. El hecho de haber puesto en circulación el instrumento cambiario a favor de
persona determinada, con la cláusula a la orden, confiere al beneficiario de esa
cláusula la facultad de hacerse sustituir indicando a otro legitimado. Éste, a su vez,
puede transferirlo a otro, y así sucesivamente. En otras palabras, el deudor que firma
un título a la orden no conoce quién llegará a ser su acreedor cuando se le exija el
cumplimiento de la obligación63.
Transmisión por medios distintos al endoso.
Los títulos valores a la orden pueden circular por otras vías o formas distintas de la
típicamente cambiaria que corresponde a su clase, que es el endoso:
1) por cesión de derechos, o

62 Cfr. JIMÉNEZ SANCHEZ, Derecho Mercantil, cit., vol. II, pp. 25-26.
63 ECHEVARRÍA, “La ley de circulación…”, cit., p. 108.

FACULTAD DE DERECHO 211


Versión de julio de 2023
§ 129 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

2) por sucesión mortis causa u otra forma de transmisión universal.


Así, el art. 27 LTV señala:
“Artículo 27.- Transmisión por medio distinto al endoso
27.1 El título valor a la orden transmitido por cesión u otro medio distinto al
endoso, transfiere al cesionario o adquirente todos los derechos que
represente; pero lo sujeta a todas las excepciones personales y medios de
defensa que el obligado habría podido oponer al cedente o transfiriente antes
de la transmisión.
27.2 El cedente o transfiriente tiene la obligación de entregar el título al
cesionario o adquirente”.
Hay, pues, claras diferencias entre el endoso y la cesión, forma ésta de transmisión
de los títulos valores a la orden que, si bien es eficaz, les resulta impropia:
EL ENDOSO LA CESIÓN
1) Transfiere todos los derechos Transfiere todos los derechos del
resultantes del título, es decir, los que cedente, tal como son, aunque sus
su literalidad documenta. límites no resulten del propio título.
2) Da al adquirente (de buena fe) una Da tenencia legítima: no una posición
posición autónoma, que le permite autónoma de tercero cambiario, sino la
excluir las excepciones personales misma del cedente: no inmuniza contra
que existan contra su transferente las excepciones personales que el
(art. 19.3 LTV). obligado pudiera oponer a éste64.
3) Legitima eficazmente en virtud de su Requiere que todas y cada una de las
regularidad y continuidad formales cesiones sean válidas y realizadas por
(arts. 8 y 16 LTV); de ser el caso, sus legítimos titulares reales65; un título
incluso causa que el endosatario de a la orden transmitido por cesión no
buena fe adquiera el título a non puede ser adquirido por el cesionario a
domino (cfr. art. 15 LTV). non domino, así fuera de buena fe.
4) Garantiza solidariamente todo el Garantiza sólo la existencia y
título valor en la vía de regreso, salvo exigibilidad del crédito, salvo otro pacto
cláusula en contrario (art. 11 LTV). (arts. 343 CdC y 1212 CC). Aun si, por
pacto especial, garantizara también la
solvencia del deudor, obliga sólo en los
límites de lo recibido, más intereses y
gastos de ejecución y de la propia
cesión, salvo otro pacto (art. 1213 CC).
5) No tiene que ser comunicado, pues Debe ser comunicada al deudor cedido
quien firma a la orden o endosa sabe, (arts. 29.2 LTV, 342 CdC y 1215 y 1216
desde ya, que el título puede ser CC).
transferido a otros.

64 VALPUESTA GASTAMIZA, Eduardo, LLORENTE GÓMEZ DE SEGURA, C., y SÁNCHEZ LERMA, G. A.; Práctica
cambiaria: jurisprudencia sistematizada y referencia bibliográfica sobre letra de cambio, cheque y
pagaré, Bosch, Barcelona, 2000.
65 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 27 LTV, cit., p. 222 (n. IV).

212
Notas de Títulos Valores § 130

Entonces el título a la orden puede ser transmitido por:


1) endoso,
2) cesión de derechos,
3) sucesión mortis causa u otras transmisiones universales, o
4) incluso por venta del título valor por orden judicial, si se hubiera sacado a remate66:
por ejemplo, cuando se realiza judicialmente un título valor endosado en garantía
por impago de la obligación garantizada (cfr. art. 42.3 LTV).
En todos estos casos el adquirente o cesionario puede, según el art. 28 LTV, solicitar
al juez que haga constar la transmisión del título valor en su propio cuerpo o en hoja
adherida a él67.
Incluso hay que decir que son en buena medida generalizables a muchos, si no a
todos los títulos a la orden, cuanto diré en su momento68 sobre el pago por intervención
y el pago recuperatorio como formas propiamente cambiarias, pero distintas del
endoso, de hacer circular (y, por tanto, de transmitir) una letra de cambio. Y
ciertamente lo es el ejercicio regular de las acciones de regreso cartular propiamente
dicho, en todos los títulos a la orden con obligados de regreso69.

IV. EL ENDOSO
Noción de endoso.
Para comenzar la discusión, me quiero basar en la siguiente noción de endoso:
“el Endoso está constituido por una declaración escrita sobre el título y
firmada, por cuya declaración, el Endosante, que la formula y suscribe,
“ordena” al Deudor, que efectúe la prestación a favor del Endosatario”70.
Cierto que, más que una definición, es una descripción fenomenológica del endoso71,
bien que una descripción bastante ajustada a la realidad de su objeto. De hecho, esa
simple descripción apunta ya algunos elementos fundamentales del concepto o
definición propiamente dicha del endoso:
1) se trata de una declaración, lo cual nos coloca desde ya en el ámbito del negocio,
o al menos del “acto” jurídico;
2) su tenor o contenido es el de una orden, lo cual para comenzar reafirma que se
trata de una declaración de voluntad (y no, por ejemplo, de ciencia, que podría ser
un acto jurídico en sentido estricto), y refuerza notablemente la idea de que
estamos ante un negocio jurídico;
3) al ser una orden de pago o cumplimiento a favor del endosatario, además,
introduce desde ya en la peculiar estructura tripersonal del endoso como acto, con

66 MONTOYA, Com. al art. 28 LTV ant., cit., n. 32 (p. 91).


67 Cfr. DF 5ª CPC, que señala el proceso sumarísimo para estos casos.
68 Vid. § 275, en pp. 407 y s., infra.

69 Vid. §§ 188 y 189, en pp. 291 y s., infra.

70 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 453, citando a Martorano. Las negritas y subrayados son del

original.
71 Ibid.

FACULTAD DE DERECHO 213


Versión de julio de 2023
§ 130 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

un “ordenante”-endosante, un “destintario de la orden”-sujeto pasivo del título y un


“beneficiario de la orden”-endosatario; y
4) finalmente, su objeto es sustituir la posición del endosante por la del endosatario
en algo tan eminentemente jurídico como es la legitimación para recibir el pago o
cumplimiento, por lo que, al ser normalmente eficaz este propósito práctico
declarado en el endoso, como sabemos que en efecto lo es, queda confirmado
definitivamente que se trata de un negocio jurídico y no de ninguna otra cosa.
Ahora bien, es cierto que el propio tenor del endoso es únicamente el de una “orden
de pago”; como tal, está dirigida al deudor principal como a su destinatario, quien de
hecho ha de recibirla en algún momento para que sea eficaz como tal orden de pago.
Pero es evidente que la historia no acaba ahí. El endoso no se agota en esa
dimensión, como podrían hacerlo las cartas-órdenes de crédito. Los arts. 557 a 562
CdC, que regulan dichos documentos, apuntan claramente a que la eficacia de las
cartas de crédito se despliega únicamente entre su dador o emisor y su destinatario.
El “portador” de la carta-orden de crédito es estrictamente un tercero, sin derecho ni
responsabilidad alguna en ella, más allá de su legitimación (meramente pasiva, por
cierto) para la cobranza. Todo endoso, en cambio —incluso los endosos limitados o
el endoso sin responsabilidad, que de todos modos implican efectos legitimadores
activos, a favor del endosatario—, supone también una cierta garantía o asunción de
responsabilidad, en este caso con el endosatario como destinatario, de que
efectivamente adquiere la legitimación necesaria para ejercer los derechos
incorporados en el título. La declaración de endoso, entonces, tiene un “doble filo” o
una “doble cara”:
1) Por un lado, es una orden de pago, y como tal se dirige al obligado principal del
título valor como a su destinatario.
2) Por otro lado, garantiza al propio endosatario su adquisicón, como mínimo, de la
legitimación y, usualmente, algunos otros derechos con ella, si no la plena
propiedad del título.
En este contexto, pienso que el endoso se puede definir como:
Negocio jurídico cartáceo por el cual el endosante, como tenedor legitimado de
un título valor a la orden, dirige a su sujeto pasivo la orden incondicional de que
considere al endosatario como único legitimado para ejercer en el futuro los
derechos incorporados en el documento, al mismo tiempo que garantiza a este
último esa adquisición72.
De todos modos, es obvio que esta definición:
1) más allá de aludir a la legitimación, no dice nada de otros posibles efectos del
endoso;
2) ni tampoco precisa suficientemente su naturaleza jurídica, más allá del hecho de
tratarse claramente de un negocio jurídico.
Lo primero se debe simplemente a que el único efecto constante del endoso, de todo
endoso, es precisamente el de legitimar al endosatario. Lo demás depende de cuáles

72 Cfr. GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 455, sobre cuya definición de endoso he construído
básicamente la que ofrezco aquí, variando la redacción y añadiendo, como diferencia de mayor calado,
la alusión al carácter vinculante ante el endosatario de la transferencia declarada en el endoso,
silenciado por el autor.

214
Notas de Títulos Valores § 131

hayan sido en el caso concreto el tipo específico de endoso utilizado y los pactos
causales que le dieron lugar.
La imprecisión en el momento de aludir a la naturaleza jurídica del endoso, por su
parte, pese a no ser en abstracto deseable en una definición, probablemente sea lo
más conveniente en la práctica, dado que el tema es materia de viva discusión en la
literatura, y depende estrechamente de la teoría defendida al respecto por cada autor
para el conjunto de los títulos valores o negocios cartulares. No sería correcto, sin
embargo, que omita mi propia toma de posición en la materia.
Naturaleza jurídica.
Como acabo de decir, y resulta lógico, la respuesta exacta a la cuestión de la
naturaleza jurídica del endoso depende directamente de la postura que se adopte
acerca de la naturaleza jurídica de los títulos valores y de los negocios cartulares en
general. Sobre tales extremos me he explicado largamente en un capítulo anterior73.
Por ejemplo, un manual argentino clásico de la materia ofrece esta definición:
“La naturaleza jurídica del endoso es la de un negocio accesorio unilateral, no
recepticio, formal, generalmente abstracto y puro, que se perfecciona con la
simple creación y que se dirige no ya a la transferencia del derecho cartular,
que surge en forma autónoma en cabeza de los sucesivos propietarios del
documento, sino a la transferencia del título y más precisamente documenta la
transmisión del título y legitima al adquiriente”74.
Esta definición, aunque describe de manera aproximadamente correcta de lo que es
un endoso, claramente asume o se basa en tres tesis que en su momento he
considerado inexactas75:
1) dentro de las tesis unilateralistas (que sí comparto), la de la simple creación (“se
perfecciona con la simple creación”)76;
2) dentro de las unilateralistas negociales (que sí comparto), la que postula la no
recepticiedad del negocio (“negocio… no recepticio”)77; y
3) respecto de la explicación de la posición activa, la de la adquisición originaria del
derecho documentado por el accipiens (“surge en forma autónoma en cabeza de
los sucesivos propietarios del documento…”), con la explicación extrema de la
autonomía cartular que suele acompañarla78.

73 Vid. Cap. 2, en pp. 93 y ss., supra.


74 GUALTIERI/ W INIZKY, Títulos..., cit., p. 167.
75 Y aunque ya he justificado, en sus propios lugares, por qué, pienso que cabe resumir esas razones

en que ni resultan necesarias (pues en lo que responden a verdaderos rasgos de los títulos valores
tienen más que ver con la protección de los terceros que se fían de la apariencia en la circulación del
título valor; esto es: tratan de incorporar a la explicación básica de los negocios cambiarios lo que en
realidad se explica mediante la doctrina de la apariencia jurídica en protección del tráfico), ni responden
a la fenomenología real de las operaciones económicas a que se refieren.
76 Vid. § 71, en pp. 119 y ss., y § 74, en pp. 128 y ss., supra.

77 Vid. § 72, en pp. 122 y ss., y § 74, en pp. 128 y ss., supra.

78 Vid. § 81, en pp. 137 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 215


Versión de julio de 2023
§ 132 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Así pues, si hubiera que trasladar concretamente al endoso, haciéndolas explícitas,


todas las conclusiones a las que llegué al discutir por extenso la naturaleza jurídica de
las declaraciones cartulares en general, el endoso tendría que definirse como:
El negocio jurídico cartáceo y accesorio, normalmente unilateral, perfeccionado
por su emisión y doblemente recepticio, por el que el endosante, como tenedor
legítimo de un título valor a la orden, dirige a su sujeto pasivo la orden
incondicional de que considere nuevo tenedor legítimo al endosatario, a quien
al mismo tiempo transmite la legitimación exclusiva para ejercer en el futuro los
derechos incorporados en el documento.
Como se advierte, se trata sólo de precisar, en la misma definición que ya
anteriormente he recogido, que el negocio jurídico “endoso”:
1) se perfecciona por la emisión (y no por la mera creación),
2) y que es unilateral (al menos normalmente),
3) accesorio,
4) recepticio, y
5) traslativo.
Caracteres.
Como dice BEAUMONT, el endoso es una declaración de voluntad unilateral, abstracta,
autónoma, típica y formal:
1) Es unilateral, porque para perfeccionarse no necesita la aceptación del deudor ni
de los anteriores endosantes, y ni siquiera la del propio endosatario.
2) Es abstracto en la medida en que es independiente de la causa que genera la
transmisión del título; de hecho, dado el limitado elenco de “títulos” a los que puede
responder literalmente el endoso (en propiedad, fideicomiso, garantía y
procuración), la medida en que la declaración cambiaria de endoso responda o
recoja esa su causa generatriz ha de ser también necesariamente limitada y, en
cualquier caso, más allá de la consignación de uno de sos “títulos” y sus
consecuencias, totalmente irrelevante en el plano propiamente cartular.
3) Es autónomo por cuanto, en virtud del mismo, se adquiere el título en propiedad o
en garantía, purgado en cualquier caso de las excepciones o límites que pudieran
comprometer los derechos incorporados en cabeza de su anterior titular. Es decir
que, cuando el endoso es en propiedad o en garantía, el endosatario es inmune a
las excepciones personales que podría oponerle el deudor al endosante. El endoso
protege así de manera especialmente vigorosa al tercer adquirente de buena fe, a
diferencia de lo que ocurre en una cesión de derechos. El endosatario estará
protegido, siempre que cumpla con las formalidades exigidas por la ley, aún en el
supuesto que el endosante no sea el verdadero titular.
4) Es típico, porque es el único mecanismo caracterizante de la trasmisión de los
títulos valores a la orden que produce plenos efectos cartulares.
5) Y es formal, porque debe cumplir con ciertos requisitos que la ley impone.
Como he puesto de manifiesto en el apartado anterior, el endoso es, además:
6) accesorio (en tanto que accede a un título valor que debe estar, al menos, ya
creado, aunque pueda estar aún incompleto en algún aspecto),

216
Notas de Títulos Valores § 133

7) recepticio y
8) de efectos traslativos.
El primero de estos dos últimos caracteres se ha de predicar incluso doblemente,
como digo en la definición, puesto que se dirige al mismo tiempo, aunque para efectos
diversos, tanto al sujeto pasivo del título valor como al endosatario. En concreto:
1) en cuanto orden de pago, tiene como destinatario, a quien en algún momento ha
de llegarle para que sea eficaz como tal orden, al obligado principal en el título
valor; y
2) en cuanto declaración de transferencia de la legitimación, aspecto bajo el cual
tiene evidentemente como destinatario al propio endosatario.
Respecto a sus efectos traslativos y no propiamente constitutivos (en el sentido de
originarlos ex novo, como a veces se defiende) de la posición jurídica de tenedor
legítimo del título valor a la orden, es un carácter que se ha de poner en relación con
la específica tipificación legal que la LTV hace del endoso como negocio traslativo en
el que el endosante en propiedad normalmente es también un obligado cambiario,
solidario con los anteriores obligados del título valor, cuyo pago por los obligados
cambiarios anteriores garantiza (y en la letra de cambio, también la aceptación del
girado), salvo específico pacto en contrario. Así tenemos no solo la disposición
contenida en el art. 39 LTV, sino además lo que señala en el art. 11 LTV:
“Artículo 11.- Responsabilidad solidaria
11.1 Los que emitan, giren, acepten, endosen o garanticen títulos valores,
quedan obligados solidariamente frente al tenedor, salvo cláusula o disposición
legal expresa en contrario. Éste puede accionar contra dichos obligados,
individual o conjuntamente, sin tener que observar el orden en el que hubieren
intervenido”.
Precisamente, este precepto, hablando de la autonomía de firmas o de las distintas
obligaciones cartulares, menciona como obligados cambiarios específicamente a los
endosantes, haciendo así alusión a la protección del tráfico de buena fe como motivo
más que suficiente para fundar la purga de excepciones o, en otros términos, el
carácter autónomo de la posición del endosatario, sin necesidad de acudir, como ya
expuse en su propio lugar79, a expedientes claramente excepcionales como negar su
condición de adquisición derivativa, considerándola originaria.
En particular la incondicionalidad y la indivisibilidad del endoso.
El endoso (todo endoso) es, además:
1) incondicional, e
2) indivisible.
En realidad, el endoso no sólo es incondicional, sino puro y simple. Como dispone el
art. 35.1 LTV:
“El endoso no puede sujetarse a modalidad alguna. Todo plazo, condición y
modo se consideran no puestos, salvo lo dispuesto en el último párrafo del
Artículo 131”.

79 Vid. § 81, en pp. 137 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 217


Versión de julio de 2023
§ 134 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Así pues, todo plazo, condición o modo se consideran no puestos en el endoso. No


es que la condición, el plazo o el modo invaliden el endoso y rompan la cadena que
forma con los anteriores o puede formar con los eventuales endosos posteriores, sino
que se tienen por no puestos.
La LTV hace una única excepción al carácter puro y simple del endoso, remitiendo
para ello al art. 131 LTV. Éste admite la posibilidad de que el endosante de una letra
de cambio imponga al tenedor la necesidad de presentarla al girado, pidiéndole su
aceptación antes del vencimiento, y señalando o no un plazo para ello. Si no se cumple
con esta carga (que eso es propiamente esta “condición”), o incluso cumpliéndola no
se levanta el correspondiente protesto por falta de aceptación, las acciones cambiarias
contra el endosante que la impuso y los endosantes posteriores a él se pierden (art.
131 LTV). La “excepción”, entonces, afecta única y exclusivamente al efecto de
responsabilidad del endoso, que por otro lado es perfectamente posible excluir del
todo mediante la cláusula “sin responsabilidad”80.
El art. 35.2 LTV, por su parte, dispone:
“El endoso parcial se tiene por no hecho y no surte efectos jurídicos”.
¿Qué es el “endoso parcial”? El que está limitado a una parte del importe del título
valor81. A diferencia del endoso condicional o sujeto a modalidad, y cayendo quizás
en un rigor excesivo, el endoso parcial no sólo “se tiene por no hecho”, sino que “no
surte efectos jurídicos”: es nulo todo él, y el endosatario no adquiere derecho alguno82.
El título valor constituye así una unidad indivisible, y los derechos que incorpora no
pueden ser separados de él. Al menos, no por el endosante: sí en un proceso de
amortización, o bien con intervención de todos los interesados en una renovación
íntegra del título.
Se ha de advertir, sin embargo, que no es “endoso parcial” (sino total) el que se hace
de un título “parcialmente pagado”, en cuyo caso, obviamente, sólo transfiere los
derechos subsistentes en el propio título. Habría que aplicar en este caso la norma
sobre “alteración” (art. 9 LTV) del título.
Forma y requisitos.
El art. 34.1 LTV detalla las formalidades que debe cumplir el endoso para tener el valor
de tal, el cual debe constar en el reverso del título. La ley exige:
1) nombre del endosatario (inc. a del art. 34.1 LTV),
2) clase de endoso (inc. b del art. 34.1 LTV),
3) fecha del endoso (inc. c del art. 34.1 LTV),
4) nombre del endosante (inc. d del art. 34.1 LTV),

80 Vid. § 137, en p. 223, infra.


81 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 35 LTV, cit., p. 247 (n. II).
82 En contra, BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 35 LTV, cit., p. 248 (n. IV), donde el primero

defiende, a mi parecer en contra de la letra clara de la Ley, “que en esta situación el endoso debe
reputarse total, pleno y completo”, y que “al endosatario [del endoso parcial] debe refutársele (sic) titular
del derecho cartáceo íntegro, con todas las características de un endosatario pleno”. Puedo estar de
acuerdo (de hecho, lo estoy) en que la solución que él propugna habría sido la más conveniente, pero
lo cierto es que la LTV dice otra cosa. O así me lo parece.

218
Notas de Títulos Valores § 134

5) número de su documento oficial de identidad (inc. d del art. 34.1 LTV), y


6) firma del endosante (inc. d del art. 34.1 LTV).
Si se omite el nombre del endosatario el endoso será “en blanco” (art. 34.2 LTV)83.
Si no se indica de qué tipo de endoso se trata, el art. 34.3 LTV presume que se trata
de un endoso en propiedad. La presunción no es iuris et de iure, sino iuris tantum,
pudiéndose perfectamente probar inter partes, e incluso inter tertios si se prueba
además que el tercero en cuestión supo o debió saber la verdadera calidad del
endoso, que éste se hizo con cualquier otro efecto; sólo se rechaza toda prueba en
contra, como es habitual en los títulos valores y en protección precisamente de su
destino circulatorio, si perjudica a un tercero de buena fe (cfr. art. 34.3 LTV, in fine)84.
Claro que tal presunción no opera contra disposición distinta de la ley. Así pues:
1) No se puede entender que hay endoso “en propiedad” cuando el endoso que lo
antecede es “en procuración” o “en cobro”, puesto que entonces se estaría
presumiendo contra disposición expresa de la ley que claramente señala, en el art.
41.1 LTV, que el endosatario en procuración sólo puede endosar a su vez en
procuración o en cobranza.
2) Tampoco se puede presumir que un endoso que no indica su clase es un endoso
“en propiedad” cuando es precedido por un endoso “en garantía”, ya que el art.
42.1 LTV señala que el endoso que haga el endosatario en garantía sólo vale como
un endoso en procuración.
3) Tampoco si el endosatario es una institución del sistema financiero, ya que en este
caso el último endoso que la legitima como último tenedor se presume hecho en
garantía, como dispone el art. 169 LBS:
“Artículo 169.- Presunción de endoso en garantia.
Cuando un título valor u otro susceptible de negociación por endoso, excepto
el cheque, se encuentre en poder de una empresa del sistema financiero, el
endoso puesto en él se presume hecho en garantía, a menos que medie
estipulación en contrario”.
Si falta la fecha del endoso, se presume que ha sido efectuado con posterioridad a la
fecha del endoso anterior (art. 34.4 LTV).
El art. 34.5 LTV fulmina con la invalidez del endoso si no se hubiera consignado:
1) el nombre,
2) el número de documento de identidad, o
3) la firma del endosante.
Con lo cual, estos tres quedan como los requisitos formales esenciales mínimos de la
declaración del endosante. El endoso que no contenga estos elementos no legitima al
endosatario o tenedor, dando lugar eventualmente a que la excepción de falta de
legitimidad para obrar activa deba ser acogida, y rompiendo la cadena de endosos
regulares. Sin embargo, el error en el documento oficial de identidad no invalida el
endoso (art. 34.5 LTV, in fine).

83 Vid. § 135, en pp. 221 y s., infra.


84 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 34 LTV, cit., p. 236 (n. II).

FACULTAD DE DERECHO 219


Versión de julio de 2023
§ 134 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Pareciera que, a tenor estrictamente de lo señalado en el art. 34.5 LTV, de ser el


endosante persona jurídica, sólo debería aparecer el nombre de la persona jurídica,
su RUC y la firma de su representante, sin necesidad de identificar ulteriormente a
éste:
1) ni con su propio nombre personal,
2) ni con su documento de identidad.
Sin embargo, como con todas las demás declaraciones cambiarias (giro, aceptación,
aval, fianza, etc.), debe tenerse en cuenta también lo previsto en el art. 6.4 LTV:
“Toda persona que firme un título valor deberá consignar su nombre y el número
de su documento oficial de identidad. Tratándose de personas jurídicas,
además se consignará el nombre de sus representantes que intervienen en el
título” (énfasis añadido).
Como se puede observar, resulta absolutamente evidente que la declaración cartular
de las personas jurídicas debe contener también el nombre de quien está firmando,
como su representante, en su lugar. Hay quien opina que se trata sólo de un deber
impuesto por la norma, y no de un requisito formal añadido por la norma para todas
las declaraciones cartulares que deba considerarse esencial, y cuya omisión las
invalide85. Aunque la cuestión sigue sin ser resuelta explícitamente por la
jurisprudencia, en mi opinión el efecto de la regla general establecida en el art. 1.2
LTV, a que me he referido al tratar del carácter de formalidad86, parece que debe llevar
claramente a la conclusión de que el endoso sin dicha mención resultaría nulo y sin
efecto cambiario alguno.
Cuestión diferente, aunque va en la misma línea, es la de si en estas declaraciones
hechas en nombre de una persona jurídica es esencial o no hacer constar, además
del nombre (al que me acabo de referir), el DNI del representante. Sobre este punto
se pronunció la Corte Suprema en ES del 23 de diciembre de 2003, por la que resolvió
el caso IBM del Perú SAC c. Peruval Corp. SA87, llegando a la conclusión de que, en
efecto, ese extremo constituía también un requisito formal esencial de la declaración
derivado de lo dispuesto en el art. 6.4 LTV.
Pienso, con BEAUMONT y CASTELLARES88, que la solución —más allá de una
cuestionable alusión a la teoría de la ficción, para caracterizar la naturaleza de las
personas jurídicas, por lo demás completamente innecesaria— es errónea, pues pasa
por alto la estructura misma del precepto recogido en el art. 6.4 LTV, cuya segunda
frase se ocupa específicamente de las firmas que en un título valor deben imputarse
a las personas jurídicas, en las que a la necesidad de consignar los datos de la primera
frase en cuanto se refieren a la propia persona jurídica agrega “además” (haciendo un
contraste implícito con el caso de las personas naturales) la de consignar “el nombre
[sin ningún otro añadido] de sus representantes que intervienen en el título”. La

85 Así opina, entre otros, la Dra. Lorena RAMÍREZ OTERO, cuyos apuntes de clase constituyen la base
principal de este capítulo. Aunque hasta ahora he venido siguiendo su opinión en la mayoría de los
casos, mi postura es aquí diferente, por las razones que indico en el texto.
86 Vid. § 88, en pp. 148 y s., supra.

87 (2003) Cas 1742, ES que reproducen literalmente y comentan por extenso y muy críticamente

BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 6 LTV, pp. 100-113 (n. VI).


88 Ibid.

220
Notas de Títulos Valores § 135

conclusión queda confirmada por la historia legislativa del texto, que en una primera
versión contenía la exigencia explícita de consignar el DNI del representante, mención
que fue eliminada por la Comisión Redactora por considerarlo una exigencia (no una
mera mención) innecesaria89.
No cabe entonces duda razonable de que la exigencia de hacer constar también el
DNI del representante que firma en nombre de una persona jurídica no existe en la
Ley, a diferencia de la de hacer constar su nombre. De hecho, si algún valor tiene la
ES a la que vengo aludiendo es la de confirmar que esta última mención es, en efecto,
un requisito formal esencial de los endosos (y demás declaraciones cartulares)
imputables a las personas jurídicas, como presupone la sentencia, y aceptan
pacíficamente quienes hacen las veces de tirios y troyanos en la otra cuestión, la de
si es igualmente exigible hacer constar el DNI.
En todo caso, visto el estado de nuestra jurisprudencia, quien omita consignar o exigir
que se consigne uno y otro dato omitiría imprudentemente una cautela elemental y
muy sencilla de cumplir, omisión cuyas consecuencias prácticas pueden llegar a ser
muy graves.
Los endosos en blanco y al portador en particular.
Como he expuesto, endoso en blanco es específicamente el que omite consignar el
nombre del endosatario; y no, como cuando se habla en general de “título valor en
blanco” o “incompleto”, el que omite consignar cualquier elemento necesario para la
completitud del negocio cartular de que se trate.
El endoso en blanco legitima a su tenedor y además permite la circulación del título
“como si fuera al portador”. No por ello la “ley de circulación” del título, en cuanto regla
de legitimación, queda propiamente modificada, pues cuando el último tenedor esté
directamente legitimado por dicho endoso en blanco, para poder ejercer los derechos
documentados, antes ha de anotar su nombre en el título (art. 36.2 LTV)90.
En cambio, a tenor de los arts. 36.1 y 45.3 LTV, para transferir un título endosado en
blanco, su tenedor puede:
1) Llenar el endoso con su nombre y luego transmitirlo por endoso. En este caso, si
su endoso es pleno o en propiedad, se convierte en obligado solidario, bajo los
arts. 8 y 11 LTV.
2) Puede también hacer un endoso sin llenar previamente el endoso en blanco con
su nombre como endosatario. En este caso, de todos modos, legitima al
endosatario, pues el art. 45.3 LTV señala que en la cadena ininterrumpida de
endosos que legitima al tenedor de un título valor a la orden, “cuando un endoso
en blanco es seguido por otro endoso, se considera que el firmante de este último
ha adquirido el título valor por efecto del endoso en blanco”. De todos modos, al
firmar el título valor, el endosante “en propiedad” se convierte en obligado solidario,
bajo los arts. 8 y 11 LTV.
3) Puede transmitir el título valor por traditio, sin llenar el endoso en blanco ni
endosarlo, sino haciéndolo circular como si fuera un título al portador. En este caso,

89Ibid.
90 En esto, el régimen del endoso en blanco sigue al previsto en general para todos los negocios
cartulares “incompletos” en el art. 10 LTV; vid. §§ 90 a 93, en pp. 150 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 221


Versión de julio de 2023
§ 136 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

al no firmar el título, no asume responsabilidad alguna por el no pago de los


obligados anteriores (ni por la falta de aceptación, en una letra de cambio).
4) Puede llenar el endoso, colocando en el lugar destinado al nombre del endosatario,
directamente, el nombre del tercero a quien se lo vaya a entregar. En ese caso, de
conformidad con el art. 36.1 LTV, habrá legitimado al tercer adquirente en los
términos del endoso (plenos, si se trata de un endoso pleno o en propiedad), pero
no habrá asumido responsabilidad alguna como obligado solidario, pues tampoco
habría firmado el título valor.
Como se ve, dependiendo del tipo de transferencia que haga, el endoso en blanco
permite al endosatario librarse de asumir una obligación cambiaria solidaria, si evita
firmarlo en el momento de transmitirlo.
El endoso “al portador” produce efectos semejantes a los del endoso en blanco. De
hecho, ofrece las mismas posibilidades de transmisión, salvo las de llenar el endoso
con su propio nombre o directamente con el de un tercero como nuevo adquirente,
pues el espacio destinado a ello está ya ocupado por la cláusula “al portador”.
Además, a diferencia del endoso en blanco, si el último tenedor de un título valor a la
orden está legitimado por un endoso “al portador”, puede exigir los derechos derivados
del título sin consignar su propio nombre y número de documento oficial de identidad
en el propio endoso (cfr. art. 36.2 LTV). Como en todo título “al portador”, sin embargo,
para cobrarlo, protestarlo o exigir su pago judicialmente será necesario que el tenedor
legitimado se identifique, haciendo constar, en cualquier parte del propio título o en
documento aparte, ambos extremos, junto con su firma de cancelación (cfr. art. 25
LTV).
Efectos del endoso.
El endoso produce tres efectos:
1) de legitimación, efecto mínimo e invariable de todo endoso, tanto por el lado activo
(art. 45 LTV) como por el pasivo (art. 46 LTV);
2) de transferencia (arts. 26.1 y 34.1 LTV), reforzada (salvo, por razones obvias, en
el caso del endoso “en procuración”: art. 41.4 LTV) con el rasgo de la autonomía
en la adquisición del endosatario (cfr. art. 45.4 LTV), si bien sólo si el endoso es
pleno esa transferencia alcanza cambiariamente a la propiedad del título; y
3) de garantía, responsabilidad o vinculación (art. 39.1 LTV), aunque sólo si el
endoso es pleno y no obsta a ello la cláusula “sin responsabilidad” u otra
equivalente, o bien alguna disposición legal.
Respecto de los dos primeros efectos señala el profesor GARCÍA-PITA:
“la simple lectura del texto del Título-valor informará sobre los avatares
circulatorios del mismo, lo que no solamente facilitará la adquisición de su
propiedad, junto con la titularidad de los derechos incorporados, sino que
además —y por esa misma razón— facilitará la legitimación del tenedor, que lo
haya recibido del último tenedor/ firmante de la cláusula de transmisión, que es
la Cláusula de «Endoso». Así por contraposición a los títulos «nominativos directos»,
que son títulos de legitimación «compleja» —ya que requieren de una doble

222
Notas de Títulos Valores § 137

documentación: en el título y en el registro del deudor—, los títulos «a la orden» son


títulos de legitimación «completa»”91 (negritas y subrayados en el original).
Ahora bien, y respecto de esos dos mismos efectos, debe tenerse presente que la
propia naturaleza de los títulos valores (al menos los “materializados”) como
1) títulos de presentación y de rescate, en virtud de su incorporación, por un lado, y
2) cosas o bienes muebles por naturaleza, por otro,
determinan que el endoso necesariamente deba ir acompañado de la tradición del
título, de acuerdo con el art. 26.1 LTV, para que sea plenamente eficaz. En ese
sentido, y no en el de que sólo deba entenderse perfeccionado como negocio jurídico
cuando se verifique el propio acto de entrega, como si fuera un contrato “real”92, debe
entenderse en nuestro ordenamiento la necesidad de que el endoso se realice “en dos
actos”:
1) la declaración del endosante, puesta en el reverso del documento, y
2) el acto material de la entrega del mismo título al endosatario.
Sobre las muchas limitaciones, a veces nada aparentes, con que ha de entenderse el
efecto de garantía, vinculación o responsabilidad asignado al endoso con engañosa
generalidad por los arts. 11.1 y 39.1 LTV me he de pronunciar por extenso en un
apartado de un capítulo posterior, al que ahora remito93.
El art. 47 LTV regula los efectos del endoso de los títulos valores a la orden que
incorporan derechos que son en sí mismos derechos reales de garantía:
“Artículo 47.- Endoso de título valor que representa garantía real
47.1. El endoso de título valor que represente derechos reales de garantía
transfiere al endosatario dichos derechos reales y los demás derechos
representados por el documento.
47.2. El endoso en garantía de estos títulos valores se limita a los derechos
distintos a los de garantía real que represente. En tal caso, la garantía real
representada por el título valor respaldará también la obligación que se
garantiza con dicho endoso”.
En particular el endoso “sin responsabilidad”.
Según el art. 39.2 LTV, el endosante puede liberarse del efecto de garantía que
muchas veces produce el endoso “mediante la cláusula «sin responsabilidad» u otra
equivalente”. Algunas de las formulaciones que la práctica comercial registra como los
“equivalentes” a que se refiere esta norma son:
1) “sin garantía”,

91 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 425. Es evidente que el autor se está refiriendo principalemnte
a los títulos “nominativos directos” que estén “sujetos a transfert”, no a los simplemente nominativos.
92 Vid. lo que digo al respecto en el § 47 (al tratar del sentido y de los límites de la noción de

incorporación), en pp. 77 y ss., supra; en el § 74 (hablando de la naturaleza jurídica estructural de los


negocios cartulares), en pp. 128 y ss., supra; y en el § 80 (al tratar de la adquisición de la posición
activa en la relación jurídica documentada en el título valor y transmitida por medio de él), en pp. 135 y
ss., supra.
93 Vid. § 156, en pp. 246 y ss., infra. Vid. de todos modos también el § 137, siguiente infra.

FACULTAD DE DERECHO 223


Versión de julio de 2023
§ 138 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

2) “sin obligación”,
3) “sin riesgo”, y
4) “sin regreso”.
Insertando cualquiera de ellas el endosante, al momento de endosar, por el hecho de
colocarlas, se libera de garantizar:
1) el pago del título (art. 39 LTV), o
2) el pago y la aceptación de la letra (art. 126.1 LTV).
El endosante que endosa con esta cláusula, no es obligado cambiario contra el que
puedan ejercitarse acciones cambiarias, ante el no pago o aceptación del título valor,
bajo el tenor de los arts. 11, 39 y 126 LTV. Este efecto de excluir la responsabilidad
por el no pago o no aceptación del título es indiscutible y está expresamente admitido
en la LTV.
No ocurre lo mismo con la cuestión de si, mediante esta cláusula, el endosante
también se libera o deja de ser responsable por la propia existencia y exigibilidad del
crédito a que alude el título valor. Evidentemente, en tales casos, cabría recurrir inter
partes a la relación subyacente94, bajo la cual la cláusula de que estoy tratando podría
muy bien reflejar una relación extracartular:
1) estrictamente “sin ninguna responsabilidad” (salvo la derivada del dolo o culpa
inexcusable, que no se puede excluir),
2) o bien un contrato aleatorio donde el riesgo de la inexistencia o inexigibilidad del
derecho transferido corre de cuenta del adquirente.
Pero fuera de esos casos (y quizás otros por el estilo), no parece que se pueda
sostener que, mediante la cláusula “sin responsabilidad”, se elimine toda
responsabilidad por el crédito, como efecto natural suyo. Y es que un endosante, aun
uno “sin responsabilidad”, equivale en principio a un cedente del crédito, y como tal,
salvo clara indicación en contrario, responde ante el endosatario por los mismos
extremos que aquél.
En otras palabras, la interpretación de la cláusula “sin responsabilidad” y sus
equivalentes debe entenderse normalmente limitada al efecto de responsabilidad
solidaria estrictamente cambiaria o cartular.
El endoso con cláusula “no negociable”.
Al momento de endosar, el endosante puede colocar la cláusula “no negociable”, u
otra equivalente. Por ejemplo:
1) “no a la orden”, o
2) “intransferible”.
Cualquiera de estas cláusulas, según expuse en un apartado anterior, en un título
valor distinto del cheque, restringe su circulación, ocasionando que las siguientes
transferencias (desde la que haga su endosatario inmediato), deban hacerse:
1) con la forma de la cesión de derechos (cartular o no), y

94 En cambio, inter tertios sólo cabe remitirse al propio título, que precisamente por contener la cláusula
“sin responsabilidad” o equivalente excluye toda responsabilidad del endosante.

224
Notas de Títulos Valores § 139

2) los efectos de una cesión no cartular.


Esto último implica además que quien coloca la cláusula “se liberará de toda
responsabilidad cambiaria frente a los sucesivos tenedores del título valor, no siendo
responsable cambiario”95. En verdad, no es que no sea “responsable cambiario”, sino
que esa responsabilidad suya no es autónoma; pero sí que es cambiaria: por la
obligación cartular, como está documentada. Este efecto se da ante los sucesivos
adquirentes; ante el endosatario directo, el endosante será cambiariamente
responsable de igual modo (no autónomo), como es normal en ese tramo: inter partes
la responsabilidad cambiaria nunca es autónoma ni abstracta, salvo en un sentido
procesal. A menos, claro, que coloque además la cláusula “sin responsabilidad”.
Las cláusulas “no negociable” y sus equivalentes también las puede colocar el girador
o el aceptante en un título valor, especialmente el que lo firma incompleto y confiere
simultáneamente un poder de llenado para completarlo sucesivamente, como vimos
en su momento. En estos últimos casos, las transferencias ulteriores del título
únicamente podrán tener los efectos de una cesión de derechos de Derecho común
(art. 10.2 LTV).
Cuando la cláusula se coloca en el acto de giro o endoso de un cheque, este solo
puede ser cobrado por su tomador o endosatario. Aquí realmente la cláusula impide
que el cheque circule. La única opción adicional que tiene su tenedor es hacer un
endoso bancario, para que el banco del que sea cliente lo cobre en su nombre al
banco girado y lo abone en su cuenta. Como ya dije en su momento, precisamente
por carecer de cualquier aptitud circulatoria digna de ese nombre, tal cheque no es,
en realidad, un verdadero título valor.
Clases de endoso.
Los endosos se pueden clasificar según diferentes y muy variados criterios. Poniendo
el acento únicamente en los que dan lugar a diferencias de régimen, según el propio
tenor de la ley, voy a desarrollar los siguientes criterios:
1) Por su contenido, el endoso puede ser:
a) completo (ya sea real o virtualmente, si tiene todas las menciones que la ley
exige del endoso, o las que omite las suple la propia ley),
b) “al portador” (en virtud de dicha cláusula),
c) en blanco (si omite específicamente la designación del endosatario),
d) incompleto (si deja en blanco para ser llenado posteriormente algún otro extremo
del endoso), y
e) con otras cláusulas, entre las que destacan las cláusulas “sin responsabilidad” y
“no negociable”;
2) por su título, el endoso puede ser:
a) pleno o “en propiedad”,
b) “en fideicomiso”,
c) “en procuración”, y

95 ECHEVARRÍA, “La ley de circulación…”, cit., p. 118.

FACULTAD DE DERECHO 225


Versión de julio de 2023
§ 140 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

d) “en garantía”;
3) por su oportunidad, el endoso puede ser:
a) propio o normal,
b) impropio o póstumo,
c) en retorno, y
d) judicial, también llamado endoso remedio.
Además, y sin que quede claro cuál es el criterio decisivo de su especialidad, está
también el endoso bancario como una clase especial de endoso a la que me referiré
brevemente al finalizar de esta sección96.
La clasificación de los endosos en virtud de su contenido, por su parte, ya la he
desarrollado en los apartados inmediatamente precedentes97. Las demás las
desarrollo en los apartados que siguen.
Endoso pleno o en propiedad.
El endoso pleno en principio:
1) transfiere la propiedad misma del título valor, y
2) legitima al tenedor que justifique su derecho mediante una cadena regular e
ininterrumpida de endosos (art. 45.1 LTV).
De hecho, la Ley dice que no sólo se transfiere al endosatario la propiedad del título
valor, sino todos los derechos inherentes a él en forma absoluta (art. 38 LTV). Que la
ley diga que se transfieren los derechos inherentes al título valor, y no simplemente
los del endosante tiene su importancia, puesto que de esta manera se deja más clara
la autonomía conforme con la literalidad de la posición del endosatario de buena fe, a
quien el deudor no puede oponer las defensas jurídicas que nazcan de sus relaciones
personales con el endosante98. El endoso pleno transfiere, además, al tenedor
legítimo, todos los derechos accesorios incorporados el título, como las garantías
personales (aval y fianza) y reales anotados en él.
Por otro lado, el endoso confiere al endosatario la legitimidad activa, siempre que vaya
precedido de una cadena ininterrumpida de endosos, para exigir del deudor el
cumplimiento de los derechos incorporados al título valor. También lo legitima para
endosarlo, a su vez, tanto en propiedad, como en garantía o en procuración.
De hecho, a través del endoso la ley protege tanto al tenedor legítimo del título como
al deudor, a quien le otorgar la seguridad de la legitimación pasiva, que le permite
hacer un pago liberatorio a quien le presente el título con esas condiciones.
Aunque el endoso pleno, como hemos visto, convierte al endosante en obligado
solidario por el pago de los obligados anteriores (salvo cláusula en contrario; art. 39
LTV), hay que advertir que su pago no extingue todas las obligaciones cambiarias. En
particular, no extingue las de los firmantes anteriores a él mismo, a los que a su vez

96 Vid. el § 147, en p. 233, infra.


97 Vid. los §§ 134 a 138, en pp. 218 y ss., supra.
98 Como he explicado ya en el § 81, en pp. 137 y ss, supra, y he repetido más de una vez, esto no exige

ni implica que haya necesidad de postular, una anómala adquisición originaria de tales derechos por el
endosatario, como hace la doctrina mayoritaria.

226
Notas de Títulos Valores § 141

puede repetir el pago. Por lo regular, el endosante no es, pues, el obligado principal
del título valor (salvo que sea el primer endosante de determinados títulos valores),
sino un obligado de regreso, a tenor del art. 90 LTV:
“Artículo 90.- Acción directa, de regreso y de ulterior regreso
90.1 Los títulos valores confieren a su tenedor la acción cambiaria directa, que
puede ejercitarse contra el obligado principal y/o sus garantes.
90.2 El mismo tenedor está facultado a ejercer conjunta o sucesivamente a la
acción directa, la acción cambiaria de regreso, contra los endosantes, garantes
de éstos y demás obligados del título, distintos al obligado principal y/o garantes
de éste.
90.3 Quien ha cumplido con el pago de un título valor en vía de regreso, puede
repetir dicho pago contra los demás obligados que hayan intervenido en el título
valor antes que él, ejercitando la acción de ulterior regreso. La misma acción
corresponde a quien pague en esta vía, contra los obligados anteriores a él”
(énfasis añadidos).
En el caso de la letra de cambio, según el art. 126 LTV, el endosante pleno también
garantiza la aceptación del girado, por lo que, si el tenedor presenta la letra al girado
pidiendo su aceptación y éste se niega, podrá levantar protesto por falta de aceptación
y, si así lo decide, iniciar contra cualesquiera obligados (incluyendo los endosantes)
la llamada acción de regreso anticipado sin necesidad de esperar al vencimiento, al
amparo del art. 148.1 LTV:
“148.1 Antes del vencimiento de la Letra de Cambio, el tenedor puede ejercitar
las acciones cambiarias que correspondan si ha habido negativa, total o parcial
de la aceptación, por la parte no aceptada (…)”.
Endoso en fideicomiso.
Como su nombre indica, el endoso “en fideicomiso” es el que se hace a un Banco
fiduciario de un patrimonio fideicometido en su calidad de tal. Tiene la naturaleza y los
efectos de un endoso “en propiedad”, pero incluído o perteneciente al patrimonio
fideicometido en cuestión; separado, por tanto, del patrimonio principal o propio del
fiduciario.
El art. 40 LTV lo regula así:
“Artículo 40.- Endoso en Fideicomiso
40.1 El endoso en fideicomiso transfiere el dominio fiduciario del título valor en
favor del fiduciario, a quien corresponde ejercitar todos los derechos derivados
de éste que correspondían al fideicomitente endosante.
40.2 El endosatario en fideicomiso sólo puede ser una persona autorizada por
la ley de la materia para actuar como fiduciario.
40.3 La responsabilidad del fiduciario endosante que no haya incluido la
cláusula señalada en el segundo párrafo del Artículo 39 es similar al del
endosante en propiedad, con el límite del patrimonio fideicometido que
mantenga en fideicomiso.
40.4 El obligado no puede oponer al endosatario en fideicomiso los medios de
defensa fundados en sus relaciones personales con el fideicomitente, a menos

FACULTAD DE DERECHO 227


Versión de julio de 2023
§ 142 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

que el fiduciario, al recibir el título, hubiera actuado intencionalmente en daño


del obligado”.
Esta innovación de la nueva LTV, a la que se ha dedicado excesiva atención, era en
realidad absolutamente innecesaria. El endoso “en fideicomiso” no tiene, respecto del
endoso pleno, especialidad alguna como tal endoso. Sus peculiaridades pertenecen
enteramente el régimen del propio fideicomiso en sí. En ese sentido, si acaso, hubiera
sido más que suficiente en la LTV una norma permisiva de la indicación en el propio
título de que el endoso pleno o en propiedad se hace al Banco fiduciario en virtud y
para los efectos de determinado patrimonio fideicometido que detenta y administra en
régimen de fideicomiso.
Endoso en procuración.
El endoso puede contener la cláusula “en procuración”, o alguna de sus equivalentes
(cfr. art. 41.1 LTV); por ejemplo:
1) “en cobranza”, o
2) “en canje”.
Este endoso no transfiere al endosatario la propiedad del título valor, sino que lo
legitima para actuar en nombre del endosante, confiriéndole facultades específicas
determinadas por el art. 41.1 LTV:
1) presentar el título para su aceptación;
2) solicitar su reconocimiento;
3) cobrarlo judicial o extrajudicialmente;
4) endosarlo, aunque solo en procuración; y
5) protestarlo u obtener la constancia del incumplimiento sustitutoria del protesto, de
ser el caso.
El endosatario podrá iniciar la cobranza del título valor extrajudicialmente, o bien en la
vía judicial, a través de las acciones cambiarias, en cuyo caso cuenta con todas las
facultades de representación procesal, tanto la generales como las especiales (art.
41.2 LTV). Lo que no puede intentar el endosatario en procuración será ni la acción
causal (o alternativa), ni la acción de enriquecimiento indebido, que escapan o
exceden, ambas, el derecho cartular99.
A través de este endoso lo que se transfiere no es el dominio, ni siquiera la posesión
en nombre e interés propio, sino la mera detentación100. Para la realización de los
actos ya referidos que la ley le autoriza, el endosatario en procuración goza de todos
los derechos y obligaciones que corresponden a su endosante, sin que se requiera
apoderamiento especial en la demanda o en documento aparte, ni ninguna otra de las

99 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 41 LTV, p. 263 (n. VI). El autor alude también en el mismo
lugar, como fuera del poder del endosatario, las facultades de transigir, conceder prórrogas o desistirse
de la acción cambiaria iniciada, mas en esos puntos parece que su parecer contrasta con el texto
expreso de la Ley, que alude a todas estas facultades precisamente bajo el encabezado de “facultades
especiales de representación procesal” (cfr. art. 75 CPC).
100 Así lo señala MUÑOZ, Luis; Títulos - valores crediticios: Letra de cambio; pagáre y cheque (¿?), 2ª

ed., Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1973, p. 337.

228
Notas de Títulos Valores § 142

formalidades eventualmente previstas en el Derecho común para nombrar


representante (cfr. art. 41.2 LTV).
Es preciso caer en la cuenta que lo que documenta el endoso en procuración no es
un contrato de mandato o comisión (que en todo caso podrán ser, o no, las
correspondientes relaciones causales o subyacentes al endoso), sino directa, única y
exclusivamente la representación. El endosatario actúa en representación de su
endosante; por ello este endoso no confiere al endosatario ningún derecho propio
sobre el título y su contenido, sino sólo las facultades para cobrar lo que corresponde
al endosante. De allí que el deudor pueda oponer al endosatario en procuración todas
y sólo las excepciones y defensas con que cuente contra su endosante; en
consecuencia, no puede oponerle los medios de defensa que hipotéticamente
procederían personalmente contra el propio endosatario. El art. 41.4 LTV lo señala
claramente:
“41.4 El obligado puede oponer al endosatario en procuración sólo los medios
de defensa que proceden contra el endosante en procuración” (énfasis
añadido).
Por otro lado, y según señala el art. 41.3 LTV, este poder no se extingue por la
incapacidad sobreviniente del endosante o por su muerte; por lo demás, tal
subsistencia del poder es normal en la representación mercantil (cfr. arts. 274, 284 y
285 CdC), aunque contraría lo dispuesto para la civil (cfr. inc. 3 del art. 1801 CC).
Además, su revocación (esto es, la de la representación) sólo surte efectos respecto
de terceros (incluidos los obligados por el título) desde que el endoso se cancele en
el propio documento101. Esta última norma procura proteger al tercero deudor de
buena fe, que tiene derecho a efectuar un pago válido y liberatorio basándose
únicamente en la literalidad del título valor, que da seguridad y celeridad al tráfico de
derechos.
Así pues, el endosatario en procuración sigue siendo tenedor legitimado hasta la
cancelación o anulación del endoso en el texto del título valor. De forma que, tras la
muerte o inhabilitación del endosante, o incluso tras la revocación de la representación
que no figure en el texto del documento, podrá seguir llevando a cabo las diligencias
para las que fue facultado; lo que no implica que no deba posteriormente, de acuerdo
a ley, dar cuenta de su gestión a la sucesión indivisa, herederos y legatarios, o al
endosante que le revocó el poder fuera del documento cambiario. Y es que, conforme
al art. 46 LTV, quien paga al tenedor legitimado por una cadena ininterrumpida de
endosos “no está obligado a cerciorarse (…) en su caso, de la suficiencia de las
facultades y poderes” con que interviene quien cobra, y menos de su vigencia. Por
ello es que se exige que el registro de la cancelación del endoso en procuración se

101 Obsérvese el paralelismo que, sin llegar a la igualdad, se observa con el condicionamiento de la
eficacia de la revocación de la representación mercantil a tenor de lo dispuesto en el art. 285 CdC:
“Los actos y contratos ejecutados por el factor serán válidos, respecto de su poderdante,
siempre que sean anteriores al momento en que llegue a noticia de aquél por un medio legítimo,
la revocación de los poderes o la enajenación del establecimiento.
También serán válidos con relación a terceros, mientras no se haya cumplido, en cuanto a la
revocación de los poderes, lo prescrito en el número 6 del artículo 21”.
La referencia del párr. 2°, in fine, alude a la anotación en la hoja de inscripción de cada comerciante o
sociedad de la revocación de los poderes dados al gerente, factor dependiente, o cualesquiera otros
mandatarios cuyos poderes aparecieren allí inscritos.

FACULTAD DE DERECHO 229


Versión de julio de 2023
§ 143 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

anote en el título valor, más aún si consideramos la literalidad por la que se rigen los
títulos valores.
A tenor del art. 41.3 LTV, in fine, se cancela el endoso “en procuración”:
1) a través de su testado en el propio título, y posterior devolución;
2) por un endoso de retorno efectuado por el endosatario a su propio endosante; o
3) recurriendo a la vía judicial por el proceso sumarísimo.
Endoso en garantía.
Quien recibe el título con la cláusula “en garantía”, “en caución”, “valor en garantía”, u
otra equivalente, lo hace a título de acreedor prendario. Sin embargo, la nueva LTV
ya no menciona la cláusula “en prenda”, que sí admitía expresamente la anterior, ni
tampoco contiene la aclaración de que son “equivalentes” a la cláusula “en garantía”
todas las “que importen un afianzamiento”. En mi opinión, si cualquiera de tales
cláusulas fuera utilizada hoy en día en un endoso, bajo la LTV actualmente vigente,
de todos modos, el resultado (valer como la cláusula “en garantía”) debe ser el mismo,
pues es ésta la única a la que se pueden asimilar razonablemente como su
“equivalente”.
Mediante este endoso, el título valor es entregado en garantía mobiliaria, de forma
que el endosatario tenedor adquiere un derecho real sobre el título valor y sobre el
propio crédito cambiario incorporado en él, mas no la titularidad plena de uno y otro.
Mas, aun sin ser un endoso pleno, el endosatario adquiere ciertamente un derecho
propio —y, por tanto, a primera vista, autónomo— que, a diferencia del endosatario
“en procuración”, ejercitará en su propio nombre e interés, y no en el de su endosante.
En ese sentido, puede ejercitar todos los derechos inherentes al título valor que sean
compatibles y coherentes con su condición de acreedor garantizado, aunque no
propiamente titular del derecho incorporado; por eso mismo, entonces, carece en
principio de facultades para endosar el título “en propiedad”, de forma que, aunque así
lo hiciese expresamente, tal endoso equivale sólo a un endoso “en procuración”.
Debido también a la posición autónoma del endosatario en garantía, el deudor
cambiario no puede oponerle las excepciones personales que podía oponer a su
endosante, a menos que el tenedor-endosatario “en garantía” hubiera actuado de
mala fe en perjuicio del deudor102, esto es, con dolo, que es el significado de lo
dispuesto en el art. 42.2 LTV:
“El obligado no puede oponer al endosatario en garantía los medios de defensa
fundadas en sus relaciones personales con el endosante, a menos que el
endosatario, al recibir el título, hubiera actuado intencionalmente en daño del
obligado”.
Sin embargo, luego el art. 42.3 LTV señala:
“En caso de que proceda la realización del título valor afectado en garantía, el
titular del mismo o, en su defecto, el Juez o el agente mediador efectuará el
endoso en propiedad en favor del adquirente del título valor. Si el acuerdo para
su realización extrajudicial consta en el mismo documento, dicho endoso en
propiedad podrá ser realizado por el acreedor garantizado” (énfasis añadido).

102 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 42 LTV, p. 267 (n. II).

230
Notas de Títulos Valores § 143

Cabe señalar, en primer lugar, que la realización judicial del título valor afectado en
garantía procede cuando la deuda garantizada mediante el endoso (o sea, el negocio
causal del endoso en garantía), estando vencida y siendo exigible, no ha sido pagada
por el deudor garantizado ni tampoco (de ser distinto) por el endosante en garantía.
En este supuesto, procede ejecutar la garantía rematando el título valor (no vencido)
como si se tratase de un bien mueble cualquiera, tras lo cual el titular del título valor
(o sea, el endosante en garantía) debería endosar el título valor “en propiedad” a su
adquirente103; sólo si esto no ocurre por cualquier causa, este endoso “en propiedad”
lo haría el juez de la ejecución, o bien el agente mediador que interviene en el remate.
En nuestra opinión, el deudor cambiario sí podría oponerse a la realización del título
valor, oponiéndole al endosatario en garantía las defensas que se deriven de las
relaciones personales entre endosante y endosatario en garantía, que impidan la
realización del título valor; por ejemplo, que la deuda garantizada ya fue pagada o aún
no está vencida104. Lo que sí no queda claro del texto de la LTV, es qué ocurre con
las excepciones personales que tiene el obligado con el endosatario en garantía,
¿pueden ser invocadas?
También cabe que en el título valor se hubiera añadido una cláusula de venta
extrajudicial, en cuyo caso el propio endosatario en garantía puede proceder a la venta
del título valor en la forma pactada y una vez determinado el adjudicatario efectuar el
endoso en propiedad a favor de este adquirente. La cláusula de venta extrajudicial
permite que la ejecución o realización del título valor prendado se realice en forma
extrajudicial, esto es que se prescinda de su ejecución judicial y que su venta se lleve
a cabo en forma directa.
Las relaciones existentes entre el endosante y endosatario en garantía son las mismas
que se dan entre un deudor y un acreedor con garantía mobiliaria, pero dada la
naturaleza del bien que se entrega en garantía (el título valor es cosa y cosa mueble),
el endosatario debe ejercer todos los derechos cambiarios (o mejor dicho todas las
cargas), y rendir cuentas al endosante. Así por ejemplo debe realizar todos aquellos
actos que impidan que el título valor se perjudique105: presentarlo al girado solicitando
pago y cuando fuere el caso, levantar protesto por falta de pago, presentarlo pidiendo
aceptación del girado y levantar en caso de negativa el protesto por falta de
aceptación, cuando se trate de letras de cambio en las que la presentación a la
aceptación sea obligatoria, e incluso iniciar las acciones cambiarias antes de que
prescriban.
De lo anteriormente referido se colige entonces, que si lo que ocurre primero es el
vencimiento del título valor que se tiene en virtud de un endoso en garantía, entonces
el endosatario deberá cobrar el título valor, y retener el dinero cobrado en prenda

103 Nótese que el 42.3 LTV habla del adquirente del título valor y no del endosatario en garantía, que
puede que no sea el que finalmente se lo adjudique.
104 El Profesor BEAUMONT parece ser también de la opinión de que el obligado sí podría invocar las

excepciones personales del endosante con el endosatario en garantía, en BEAUMONT/ CASTELLARES,


Com. al art. 42 LTV, p. 267 (n. II).
105 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 42 LTV, p. 267 (n. IV).

FACULTAD DE DERECHO 231


Versión de julio de 2023
§ 144 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

irregular, hasta el vencimiento de la obligación garantizada y rendir cuentas, salvo


pacto en contrario106.
Si el endosatario “en garantía” endosara a su vez el título, el endoso será
necesariamente en procuración, aunque no se señalare tal condición, según dispone
expresamente el art. 42.1 LTV.
Oportunidad del endoso y endoso póstumo.
Endoso póstumo es aquel endoso que se produce después del vencimiento del título
valor. Tanto si el documento está protestado, como si no lo está aún, e incluso si tiene
la cláusula “sin protesto”107, se puede seguir endosando, pero los efectos de este
endoso difieren, según el caso:
- Si el endoso se hace después del vencimiento, pero sin que el documento esté aún
protestado (pero estando dentro del plazo para protestarlo que señala el art. 72
LTV), tal endoso produce los mismos efectos que un endoso antes del vencimiento.
Existe al respecto una presunción respecto de los endosos sin fecha en aquellos
documentos que requieren de protesto o de formalidad sustitutoria: se entiende que
el endoso fue hecho antes del protesto o de la formalidad sustitutoria, de forma que
se trate de un endoso normal con todos sus efectos.
- En cambio, si el endoso se produce después del protesto o de la formalidad
sustitutoria, o bien pasado el plazo para efectuar una u otra formalidad, éste no
produce otros efectos que los de la cesión de derechos (se entiende, la cesión de
derechos no cartular o de Derecho común). Es decir, que en estos casos el
endosante sólo garantiza la existencia y la exigibilidad del derecho, pero no el pago,
precisamente porque ya hay un acto notarial o de funcionario bancario que da fe de
que dicho documento no ha sido aceptado o pagado. Aparte de ello, el endosatario
adquiere el mismo derecho de su endosante tal como éste lo tiene (no se da el
efecto de la autonomía), por lo que cualquier obligado cambiario puede oponerle a
este “endosatario impropio” las excepciones que podía oponerle a su endosante
impropio. Ahora bien, el endosatario impropio puede ejercitar las acciones
cambiarias, contra los anteriores firmantes del título valor que resulten obligados
cambiarios (los que giren, acepten, avalen, otorguen fianza, o hayan endosado
antes del protesto o certificación sustitutoria) siempre y cuando el título valor
reúna los requisitos para ello. Es decir que estos endosatarios sí pueden cobrar
su derecho a través de las acciones cambiarias en cualquier vía procedimental,
incluida la de los procesos de ejecución única, si el título valor reúne los requisitos
necesarios.
- En el caso de títulos valores no sujetos a protesto o a formalidad sustitutoria —los
del art. 84 LTV108— el endoso hecho después de la fecha de vencimiento del título
valor, no produce otros efectos que los de la cesión de derechos no cartular, sin
perjudicar la acción cambiaria del título valor. Es decir que estos cesionarios sí
pueden cobrar los derechos incorporados en el título valor, contra los que resulten
obligados cambiarios (los que giren, acepten, avalen, otorguen fianza, o hayan

106 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 42 LTV, p. 267 (n. IV), señala que incluso deberá cobrarlo
antes de su vencimiento de ser el caso (énfasis añadido).
107 Esta cláusula, que se puede pactar también bajo la expresión “sin gastos”, exonera al tenedor de

tener que obtener el protesto o su certificación sustitutoria, en los títulos que requieren uno u otra para
ejercer o conservar las acciones cambiarias. Vid. el § 165, en pp. 259 y ss., infra.
108 Vid. lista de títulos en el § 165, en pp. 259 y ss., infra.

232
Notas de Títulos Valores § 145

endosado antes del vencimiento), a través del ejercicio de las acciones cambiarias,
por cualquier vía procedimental, incluida la de los procesos únicos de ejecución, si
el título valor reúne los requisitos necesarios (los formales esenciales de
conformidad con los arts. 1.2 y 1.4 LTV). En este caso, el art. 44.4 LTV establece
que el endoso sin fecha se presume hecho antes del vencimiento, para así facilitar
que se trate de un endoso que despliegue todos sus efectos normales.
- Es discutible la solución que deba darse para los títulos valores legalmente sujetos
a protesto, pero que contienen válidamente la cláusula “sin protesto” o “sin gastos”.
Una opción es asimilarlos, en virtud de la cláusula, a los títulos “no sujetos a
protesto” del art. 84 LTV, el cual entonces no se referiría únicamente a la
exoneración legal, sino también a la convencional del protesto. La otra es interpretar
que el art. 84 LTV sólo se refiere a la exoneración legal del protesto, y que por tanto
en estos títulos el endoso hecho después del vencimiento (dentro o fuera del plazo
para protestar) y en tanto el propio título no se perjudique (por ejemplo, por
prescripción), produce los efectos de un endoso normal109. En cambio, aun dentro
de esta segunda teoría, si se trata del endoso de un título valor que ya está
protestado o cuenta con la certificación sustitutoria pese a la cláusula (cosa que
siempre puede obtener el tenedor, como dispone el art. 81.2 LTV), el endoso no
debería producir otros efectos que los de una cesión de derechos no cartular, pues
por el mero hecho del endoso el endosatario no puede exigir que el endosante
garantice un hecho (el pago al vencimiento) que la propia literalidad del documento
muestra que no ha ocurrido. En estos casos, y bajo la segunda teoría, el
vencimiento del plazo para protestar no afectaría para nada la eficacia del endoso,
debido a que el propio protesto o su certificación sustitutoria no eran necesarias
para ejercer y conservar las acciones cambiarias.
Endoso en retorno.
Es aquel endoso a través del cual el título valor vuelve a uno de los firmantes
anteriores. Si el endosatario coincide con el obligado principal (emisor, aceptante o
primer endosante, según sea el caso), la obligación cambiaria (todas ellas) se podrían
extinguir de pleno derecho en virtud de una consolidación, si el título permaneciera en
sus manos al llegar el vencimiento.
Endoso judicial o remedio.
El endoso judicial o remedio ocurre cuando una persona por medio de un proceso civil
justifica que se le ha transferido un título a la orden por un medio diverso del endoso
y el juez deja constancia de la referida transferencia en el título valor o en hoja
adherida a él. Según BEAUMONT, tal constancia puesta por el juez en el título, se tiene,
entonces como endoso110. Estaríamos en el supuesto de los arts. 27 y 28 LTV.
Endoso bancario.
Hay dos tipos de endoso bancario:

109 Esta segunda postura es la que seguía la Dra. Lorena RAMÍREZ OTERO, en la versión original de sus
apuntes, sobre los que he construido fundamentalmente esta versión del texto. Como es evidente, y a
falta de un estudio más detenido, personalmente no me he terminado de inclinar aún por ninguna de
las dos soluciones.
110 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 34 LTV, p. 235 (n. I.4).

FACULTAD DE DERECHO 233


Versión de julio de 2023
§ 148 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) Aquel que hace un cuentacorrentista a favor de su propio banco, entregándole así


un título a la orden para que el título valor sea abonado en su cuenta.
2) También son los que se hacen entre un Banco y otro únicamente colocando su sello
y sin necesidad de firma del representante legal. Se hacen por ejemplo a efectos
del cobro de un cheque cruzado, de un cheque no negociable, etc.
En ambos casos, se presume que el endoso es meramente “en procuración”, y por lo
tanto el endosante no asume la responsabilidad del art. 39 LTV.

V. TÍTULOS AL PORTADOR
Noción y funciones.
La última categoría de títulos valores según su forma de legitimar al tenedor y su ley
de circulación es la de los títulos valores al portador. En concreto, se trata de títulos
valores de legitimación estrictamente real, tanto en su aspecto activo como en el
pasivo111.
Son títulos valores al portador, entonces, los que señalan como titular legitimado al
mero tenedor. Así resulta de lo dispuesto en el art. 22.1 LTV:
“Título valor al portador es el que tiene la cláusula “al portador” y otorga la
calidad de titular de los derechos que representa a su legítimo poseedor (…)”
(énfasis añadidos).
El tenor literal de esta norma parece exigir como requisito formal esencial de todo título
al portador, al menos en el ordenamiento peruano, la existencia de una cláusula
expresa “al portador”.
Otras legislaciones admiten como títulos de esa naturaleza tanto a los que contienen
expresamente dicha cláusula como a los que carecen totalmente en su estructura
declarativa de designación alguna del titular legitimado112. En palabras de BRUNNER:
“Al título al portador es esencial una forma de emisión tal, que de ella misma se
deduzca la voluntad del emisor de que al mero presentador como tal le
corresponda el ejercicio del derecho documentado. Por regla, esta voluntad
llega a expresarse mediante la cláusula “al portador”, “entregador”,
“presentador”, “poseedor” y semejantes. La mención del portador queda suplida
por otros elementos, mediante los cuales se hace manifiesta la voluntad del
emisor de crear un título al portador. Es el caso en particular cuando el
documento no contiene indicación o designación de ningún tipo de la persona
a la que le corresponde el ejercicio del derecho”113.

111 LANGLE, Manual…, cit., t. II, p. 485. Vid. § 151, en pp. 239 y ss., infra.
112 Así, GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, pp. 476-477, aludiendo al art. 978 OR suizo, concluye que
un título puede ser al portador “bien sea por su texto, que incluye la cláusula al portador expresa, o
bien, por su forma, que no contiene mención alguna del Tenedor legítimo” (negritas y subrayados
en el original).
113 BRUNNER, Heinrich; “Die Werthpapiere”, cit., p. 198: “Dem Inhaberpapiere ist eine derartige Form der

Ausstellug wesentlich, aus welcher der Wille des Ausstellers hervorgeht, dass dem Präsentanten als
solchem die Geltendmachung des verbrieften Rechtes zustehen soll. In der Regel kommt dieser Wille
zum Ausdruck durch die Inhaberklausel: dem Inhaber, Überbringer, Einlieferer, Vorzeiger, Besitzer u.
dgl. Der Inhabervermerk wird ersetzt durch andere Momente, aus welchen der Wille des Ausstellers ein
Inhaberpapier zu schaffen ersichtlich wird (…). Das ist namentlich dann der Fall, wenn die Urkunde

234
Notas de Títulos Valores § 149

En estos títulos, entonces, la regla de legitimación por la pura y simple tenencia impera
rigurosamente; el presentador no tiene que acreditar su legitimación, pues la propia
tenencia del documento habla por sí misma.
En definitiva, los títulos al portador no señalan a persona alguna concreta como
legitimada, sustituyendo esa designación por la cláusula “al portador”114. En este
sentido, son títulos anónimos, carácter que potencia al máximo el ejercicio de los
derechos incorporados (de obligacionista, acreedor, poseedor, etc.). La identidad del
tenedor resulta totalmente irrelevante; sólo importa controlar y exhibir el documento115.
Por eso resulta muy aceptable caracterizar el título al portador del siguiente modo:
“Estamos ante un título al portador cuando el derecho documentado puede
ejercitarse por cualquier poseedor del documento”116.
De forma más simple y explícita, otros autores lo definen como:
“Un título valor que designa como tenedor legítimo al simple portador”117.
O, como los define entre nosotros MONTOYA MANFREDI:
“Título al portador es aquél en el que no figura el nombre de persona
determinada como su titular. Sólo se indica que es «al portador», o sea que
quien lo posee materialmente es reputado como su legítimo dueño”118.
Origen histórico.
Aunque no faltan quienes la sitúan en la Edad Antigua119 o en la alta Edad Media120,
lo cierto es que la aparición de los títulos al portador coincide histórica y
funcionalmente con la de los títulos a la orden. Ambos comparten el rasgo originario
común de atender a la necesidad, sentida en el tráfico, de permitir que un tercero,
distinto del acreedor primitivo, pudiera ejercitar el derecho incorporado en el
documento. Dos factores inspiraron el nacimiento de estos títulos:

keinerlei Andeutung oder Bezeichnung der Person enthält, welcher die Geltendmachung des Rechtes
zustehen soll”.
114 ZÖLLNER, W; Wertpapierrecht, 13ª ed., Beck, Múnich, 1982, p. 9. LANGLE, Manual…, cit., t. II, p. 483.

VICENTE Y GELLA, Los títulos…, cit., p. 369. URÍA, cit., p. 249. LOJENDIO OSBORNE, Ignacio María; La
transmisión por endoso del certificado de depósito, Fundación Juan March, Madrid, 1982, pp. 21 y ss.
115 BAUMBACH/ HEFERMEHL, cit., p. 14. RUBIO GARCIA-MINA, Jesús; Derecho cambiario, Hergón, Madrid,

1973, p. 53, los califica por eso como títulos de legitimación real. URÍA, cit., pp. 788 y s. MADRID PARRA,
Agustín; “La circulación de valores al portador y de los anotados en cuenta”, en 37 RDBB (1990), pp. 23-
106 (p. 27).
116 HUECK/ CANARIS, cit., p. 24 (§ 2), quienes añaden que el tenedor no necesida demostrar que está

legitimado; por el contrario, el emisor debe cumplir la prestación a no ser que pruebe que, en realidad,
no es un poseedor legítimo. De forma muy parecida, GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, p. 708, dice que
es título al portador “aquel que permite el ejercicio del derecho a cualquier tenedor del documento”.
117 GUHL/ MERZ/ KUMMER/ KOLLER/ DRUEY, cit., p. 806.
118 MONTOYA MANFREDI, Ulises; Derecho Comercial, 4ª ed., Desarrollo, Lima, 1981, t. II, p. 171 (n. 146).
119 LANGLE, Manual…, cit., t. II, p. 484, señala cómo el francés Albert Wahl menciona precedentes en los

pueblos hebreo, griego y cartaginés.


120 Así, BRUNNER, “Die Werthpapiere”, cit., p. 196, habla concretamente de ciertos documentos

longobardos en el siglo IX italiano, de donde se habrían extendido ampliamente por Francia, Flandes y
Alemania. GIERKE, Julius VON, cit., p. 15.

FACULTAD DE DERECHO 235


Versión de julio de 2023
§ 149 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) Uno es de índole procesal: la prohibición de la representación procesal.


2) El otro, de carácter material o sustantivo: la prohibición de la cesión de créditos121.
Para eludir estos obstáculos, los comerciantes medievales recurrieron al juego de dos
instituciones:
1) la estipulación a favor de tercero, por un lado (que se manifestaba precisamente
mediante la cláusula “al portador”); y
2) por otro, el denominado “Salmann”, especie de intermediario profesional que
aceptaba, en nombre propio y no como representante del beneficiario, la tradición
del título que incorporaba la promesa del emitente, quedando obligado a transmitir
ambas cosas a un tercero.
Así se permitía que un tercero pudiera hacer efectivo el crédito, tanto judicial como
extrajudicialmente. Esto propició la expansión de títulos “al portador”, apoyada
también por la relevancia que el Derecho germánico atribuía al elemento documental
—la “carta”— como factor que dotaba a la obligación de un notable grado de
objetividad y despersonalización122.
En la práctica medieval, la cláusula “al portador” se manifestó en dos formas
principales123:
1) la cláusula al portador alternativa, por la que el derecho documentado corresponde
a la persona nominativamente designada o al portador del documento (“tibi aut cui
hoc scriptum in manu paruerit”, o bien “tibi aut homini qui hoc scriptum prae
manibus habuerit”); y
2) la cláusula al portador pura, por la que el derecho corresponde sencillamente al
tenedor del documento (“ad hominem apud quem hoc scriptum in manu paruerit”).
Ahora bien, en los títulos con cláusula al portador alternativa, se admitía que el deudor
pudiera oponer la excepción de haber pagado al titular nominalmente designado124. Y
originalmente ni la cláusula al portador alternativa ni la pura (que además no era muy
frecuente) obstaban a que el deudor tuviera siempre derecho a exigir la legitimación
del portador. A estas cláusulas las llama BRUNNER “al portador cualificado”, porque no
eximían de la prueba de la legitimidad de la posesión del titular. Por tanto, si bien nos
encontramos ante títulos formalmente “al portador”, materialmente la eficacia
plenamente legitimadora de la posesión típica de estos títulos aún no se desplegaba

121 GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, p. 700. LANGLE, Manual…, cit., t. II, p. 484, señala que el actual título
al portador proviene, en línea recta y sin solución de continuidad, de un precedente que, en su opinión,
se remonta a una época anterior: al s. VI dC, aunque la introducción del Derecho romano, en los
ordenamientos medievales desnaturalizó la figura, produciendo su retroceso.
122 Vid. GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, p. 701. RUBIO, Derecho cambiario, cit., p. 51. JIMÉNEZ SANCHEZ,

Guillermo Jesús; “Efectos de la intervención de los fedatarios públicos sobre el régimen tradicional de la
circulación de los títulos al portador”, en VV.AA.; II Seminario de estudios sobre la fe pública mercantil,
Sevilla, 1976, pp. 20 y s.
123 BRUNNER, “Die Werthpapiere”, cit., pp. 196-197. GIERKE, Julius VON, cit., p. 15. NAVARRINI, Trattato…,

cit., t. II, pp. 74 y s., quien señala que la cláusula al portador alternativa no obsta para que el título sea
un verdadero título al portador, al igual que si el nombre de persona determinada aparece como
alternativo de la cláusula "al portador". GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, p. 702. JIMÉNEZ SÁNCHEZ,
“Efectos…”, cit., p. 21.
124 BRUNNER, “Die Werthpapiere”, cit., p. 197.

236
Notas de Títulos Valores § 150

del todo: el proceso de desarrollo de los títulos al portador seguía inconcluso, pues
sólo servía para proteger al deudor que pagaba al portador (el título confería
legitimación pasiva), pero no para garantizar a éste su derecho a cobrar sin más
requisito que el de poseer el documento (carecía de legitimación activa).
El final de esa evolución —la plena cristalización de los títulos al portador— tuvo lugar
cuando el presentador del título quedó autorizado para la actuación judicial y
extrajudicial del derecho, sin necesidad de probar que el título le había sido entregado
por el primer tomador. Esto, para las cláusulas “al portador” puras, que, de todos
modos, serían las que habrían de prevalecer finalmente.
Más tarde, los títulos “al portador” —en especial los valores mobiliarios— alcanzaron
un enorme desarrollo, con la expansión del capitalismo industrial y financiero,
contribuyendo a producir las transformaciones económicas que condujeron a la
situación actual125. Los títulos “al portador” alcanzan su auge en el siglo XIX, época
en que se generaliza su utilización para la representación de la deuda pública y para
la financiación de las grandes sociedades anónimas.
No deja de sorprender que, habiendo generado los títulos al portador importantísimas
transformaciones económicas —llegándose incluso a decir que “han transformado a los
propietarios en acreedores”, al quitarles la posesión de las fábricas, casas, vehículos,
minas, aguas, etc., para darles en su lugar parte en los beneficios obtenidos con su
explotación—, sin embargo, los códigos del s. XIX apenas los regulan126. De hecho, el
CdC peruano de 1853, adoptado (y adaptado) del CdC español de 1829, obra de Sainz
de Andino, no se ocupó de estos títulos, ni los hizo objeto de atención particular. Ya
he hecho referencia a la regulación que el texto original del CdC actualmente vigente
dedicó a los títulos valores en general, y a los “al portador” en especial127. En general,
hubo que esperar a los códigos de fines del s. XIX. y aun a los grandes códigos del siglo
XX —el OR suizo de 1911, que les dedica todo un capítulo (arts. 978 al 989), o el CC it.
de 1942 (arts. 2003 al 2007)— para encontrar una regulación más completa y orgánica
de los títulos “al portador”.
Carácter inalterable de la legitimación al portador.
Según lo visto hasta aquí, los títulos valores al portador no solamente reúnen todas
las notas propias de la noción general de título valor, sino que, a diferencia de los
otros, no necesitan matizarlas en modo alguno. Son, de hecho, los documentos que
de manera más plena y absoluta realizan los rasgos característicos y funciones
económicas y jurídicas de todo título valor; en ese sentido, podría decirse que son su
prototipo y paradigma128. MONTOYA MANFREDI lo expresa así:
“Mediante esta clase de títulos se ha logrado hacer realidad el propósito de
dotar a la obligación de un valor desvinculado del sujeto, incorporándola a una
forma material que habilita para la transmisión como un derecho de propiedad,
asegurando al adquiriente de buena fe que no le serán opuestas excepciones

125 RIPERT, Georges; Aspectos jurídicos del Capitalismo moderno, Buenos Aires, 1950, pp. 129 y ss.
126 GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, pp. 704 y s.
127 Vid. § 17, pp. 26 y ss., supra.

128 GUHL/ MERZ/ KUMMER/ KOLLER/ DRUEY, cit., p. 806. LANGLE, Manual…, cit., t. II, p. 485.

FACULTAD DE DERECHO 237


Versión de julio de 2023
§ 150 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

derivadas del negocio básico, ni, tampoco, por causa de enriquecimiento


injusto”129.
Precisamente, para resguardar esa condición y esas características del título valor al
portador, el art. 22.2 LTV dispone:
“La indicación del nombre de persona determinada en un título valor al portador
no altera la naturaleza de éste; ni genera obligaciones para aquélla, salvo que
se trate de una intervención para asumir alguna obligación” (énfasis añadido).
La norma procede del párr. 2° del art. 23 LTV ant., que decía simplemente que “[l]a
inserción del nombre de persona determinada en el título [al portador] no altera la
naturaleza de éste”. En realidad, si bien se mira, la precisión añadida in fine sobre la
ausencia de obligaciones para quien aparece nombrado en un título al portador
resultaba enteramente innecesaria, puesto que para adquirir obligaciones por títulos
valores nunca ha bastado el hecho de ser nombrado en ellos, sino que se requiere la
firma, normalmente manuscrita, del obligado (art. 6.3 LTV). Así, el endosante de un
cheque “al portador” no se vuelve obligado en la vía de regreso por el hecho de que
aparezca su nombre en el título al portador, sino por haberlo firmado como parte del
endoso (art. 205.1 LTV). Es más, dicha mención es, por lo menos, confusa, y
potencialmente peligrosa, como demuestra el hecho de que haya podido ser
interpretada por un conocido comercialista como si la última salvedad que contiene
(“que se trate de una intervención para asumir alguna obligación”), que obviamente
alude a la inmediatamente precedente negación de obligación alguna para la persona
cuyo nombre aparece en un cheque al portador, se refiriera a que en ese caso sí se
alteraría la naturaleza jurídica del título al portador130. Lo más grave de esta doctrina
es que, por otra parte, no queda nada claro en qué sentido ni con qué efectos se
produciría la “alteración de naturaleza” que postula.
Lo anterior nos devuelve al problema crucial de la interpretación del art. 22.2 LTV:
¿qué quiere decir concretamente que la naturaleza de un título al portador no se ve
alterada por el hecho de insertar o indicar en él el nombre de persona determinada?

129 MONTOYA MANFREDI, Ulises; Derecho Comercial, 4ª ed., Desarrollo, Lima, 1981, t. II, p. 171 (n. 146).
130 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 22 LTV, p. 211 (n. III). Por otra parte, el autor entiende, ibid.,
que la alusión del art. 22.2 LTV a “una intervención para asumir alguna obligación” se refiere a la
intervención para el pago o la aceptación, regulada para la letra de cambio en los arts. 149 a 157 LTV
(a los que remite, respecto de cualquier título valor, pero sólo para efectos del “pago o cumplimiento”,
el art. 69 LTV). Considero igualmente errónea esta conclusión, aunque se trate de un error de menor
alcance que el anterior. En efecto, es obvio porque esa “intervención” sólo implica la “asunción de
alguna obligación” cuando se trata de la aceptación por intervención. Pero ésta sólo se aplica a la letra
de cambio, que no se puede girar al portador. Tampoco la factura negociable ni la factura conformada,
en las que caben negocios cartulares (la “aceptación” y la conformidad, respectivamente) quizá
asimilables a la aceptación de la letra de cambio, pueden emitirse al portador. La “intervención” en el
pago, única que podría tener alcance general para cualesquiera títulos emitidos “al portador”, no supone
asumir obligación alguna, sino, por el contrario, cancelarla. Por eso, opino que el art. 22.2 LTV usa el
término “intervención” en un sentido genérico: aludiendo a cualquiera que firma el título de modo que
asume por ese acto obligaciones incorporadas en él. Así entendido, lo dispuesto por el art. 205.1 LTV
no sería sino una aplicación concreta de la “salvedad” del art. 22.2 LTV para el caso de un endoso (con
su respectiva firma) incluido en un cheque al portador. “Salvedad”, por otra parte, que considero que
era en sí misma tan obvia —y, por ende, igual de innecesaria— como la proposición (no hay obligación
a cargo quien es nombrado en un título al portador) cuya eficacia limita.

238
Notas de Títulos Valores § 151

El punto de partida no puede ser otro que la finalidad de la norma. Tomando en cuenta
su contexto, dentro de la Sección de la LTV que trata en general “De la circulación de
los títulos valores”, parece que la “naturaleza” a la que se alude no puede ser otra que
la definición inmediatamente precedente de los títulos “al portador” como títulos de
legitimación estrictamente real. Parece evidente, pues, como ya he adelantado131, que
la norma va en la línea de excluir del todo la posibilidad de entorpecer la
transferibilidad del título (y, con él, la del derecho incorporado), una vez que se le ha
asignado, mediante la cláusula “al portador”, la legitimación estrictamente real aludida
inmediatamente antes. La disposición comentada implica, por tanto, que una vez
puesta eficazmente132 en un título la cláusula “al portador”, nada ni nadie puede
restarle su legitimación y consiguiente circulabilidad propias:
1) ni condicionar la primera a requisitos ulteriores a la mera tenencia,
2) ni alterar su ley de circulación,
3) ni impedir u obstaculizar su transmisibilidad sucesiva mediante simple tradición o
entrega133.
Lo explica muy bien FERRI:
“la limitación de la circulación debe resultar del título, como es natural, o de los
documentos a los cuales éste se refiere. Por lo tanto no es concebible en los
títulos al portador. Con relación a éstos es concebible sólo una obligación de
no transferir el título, pero tal obligación se establece necesariamente como
cláusula de la relación subyacente, y, dada la irrelevancia de tal relación a los
fines de la circulación del título, no importa una limitación de la circulación en el
sentido arriba especificado. En efecto, siendo suficiente en los títulos al
portador la posesión del título para atribuir la investidura formal del derecho, y
no siendo además necesaria una certificación documental, una eventual
cláusula expresamente puesta sobre el título, dirigida a limitar la circulación del
mismo, carecería de eficacia”134.
En otras palabras, una vez emitido regularmente un título al portador, carece de
validez, al menos en el plano cartular e inter tertios, cualquier tipo de limitación o
restricción que pretenda introducirse a su legitimación o circulabilidad propias.
Legitimación y transmisión.
El art. 22.1 LTV regula tanto la legitimación como la transmisión de los títulos valores
al portador:
“Título valor al portador es el que tiene la cláusula “al portador” y otorga la
calidad de titular de los derechos que representa a su legítimo poseedor. Para
su transmisión no se requiere de más formalidad que su simple tradición o
entrega” (énfasis añadidos).

131 Vid. alusiones al título al portador en el § 44, en pp. 71 y ss., supra.


132 No sería eficaz, por ejemplo, la inserción de la cláusula “al portador” en contravención del art. 24
LTV, ni tampoco cuando exista ya en un cheque, o se inserte simultáneamente con ella en el momento
de su emisión, la cláusula “a la orden” a favor de determinada persona (art. 177.2 LTV).
133 SOLÍS, Temas…, cit., p. 105.

134 Títulos…, cit., p. 183.

FACULTAD DE DERECHO 239


Versión de julio de 2023
§ 151 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

En cuanto a la legitimación, como ya he señalado, la frase “otorga calidad de titular de


los derechos que representa a su legítimo poseedor” implica que los títulos al portador
confieren legitimación por la mera tenencia, o legitimación estrictamente real, tanto en
su aspecto activo como en el pasivo135. En efecto:
1) basta la mera tenencia, sin necesidad de otro elemento identificador, para ejercer
el derecho (legitimación activa); y
2) es legítimo y liberatorio el cumplimiento en manos de quien, ostentando esa mera
tenencia del título, lo presente o exhiba para ejercer los derechos (legitimación
pasiva).
Respecto del primer aspecto, todo tenedor del título puede exigir el cumplimiento sin
necesidad de probar su titularidad, poder de representación o cómo adquirió el título,
porque su mera tenencia genera una presunción de titularidad semejante a la del art.
912 CC (“El poseedor es reputado propietario, mientras no se pruebe lo contrario”)136.
Y es que la “anonimia” característica del título al portador impide que otros factores
ajenos a esa mera tenencia condicionen la legitimación del tenedor.
Respecto de la legitimación pasiva, el deudor que paga al simple portador queda
liberado, salvo que actuase con dolo o culpa inexcusable (cfr. art. 64.3 LTV). En
definitiva, el límite infranqueable de la protección de la apariencia se encuentra en la
buena fe, como he explicado en su momento con alcance general137.
Por su parte, para la transmisión de los títulos al portador, el art. 22.1 LTV, in fine, ha
dispuesto que “no se requiere de más formalidad que su simple tradición o entrega”.
Así, de modo congruente con la anonimia de estos títulos y su legitimación
estrictamente real, resalta la sencillez de su modo de transmisión, que sigue el
régimen de circulación de las cosas muebles corporales; es decir, por la tradición138.
En definitiva, lo que establece la Ley al disponer que la transmisión de los títulos al
portador sólo requiere “su simple tradición o entrega” es que el derecho derivado del
título sigue al derecho sobre el título, de modo que la transmisión de este último,
siguiendo el modo que le es propio en cuanto cosa mueble corporal, ocasiona la del
primero.
Pero existe el peligro de malinterpretar la expresión “simple tradición”, que utiliza la
Ley. No se ha de olvidar que la “tradición” no es más que un modo de transferencia,
en un contexto general, el de nuestro ordenamiento, que contempla en toda

135 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, pp. 478 y 482; LANGLE, Manual…, cit., t. II, p. 485.
136 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 482; GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, p. 721 (cfr. también en su
Curso…, cit., t. III, pp. 119-120); y MADRID PARRA, “La circulación…”, cit., pp. 68 y s., todos ellos con
referencia al art. 464 CC es. GUHL/ KUMMER/ DRUEY, cit., p. 806, respecto del art. 930 ZGB.
137 Vid. § 102, en pp. 174 y ss., supra.

138 Y esto es así no sólo en Alemania (donde lo afirman HENN, cit., p. 12; MEYER-LANDRUT, cit., p. 110; VON

ROTTENBURG, cit., p. 21, y WÜRDINGER, cit., p. 51, sobre la base de los §§ 929 y ss. BGB) o Suiza (para
cuyo caso vid. JÄGGI, cit., p. 53), países donde la transmisión de la propiedad sigue un régimen dualista,
desarrollado a partir del mismo origen romano que dio lugar a nuestro propio sistema de título y modo; sino
incluso en Italia (donde FRE, G-C.; Società per azioni, 5ª ed., ¿editorial?, ¿ciudad?, ¿año?, p. 239, se apoya
en lo dispuesto en el art. 2003 CC it. para llegar a la misma conclusión; lo mismo TORTORANO, F.; “Le
azioni”, cit., p. 407), donde, siguiendo una innovación del Derecho francés, la propiedad de todos los bienes
se transmite en principio por el mero consenso.

240
Notas de Títulos Valores § 152

transmisión de bienes muebles una doble operación o, mejor dicho, una sola
operación con dos fases bien diferenciadas:
1) el llamado título de la transferencia, y
2) su modo de realización o de cumplimiento.
Precisamente para evitar la posible conclusión errónea de que la “mera tradición”, en
el caso de las transferencias de los títulos valores al portador, podría bastar en un
ordenamiento jurídico muy similar al nuestro a este respecto, sin el correspondiente
título habilitante válido previo, la LMV es. de 1988 suprimió el adjetivo simple del art.
545 CdC es., que acompañaba al vocablo tradición, pues lo único que pretendía la
redacción original y pretende la actual —y, añado yo, también lo único que pretende
nuestro art. 22.1 LTV— era y es poner de manifiesto lo sencillo de la transmisión de
estos títulos, en comparación con los créditos comunes y los demás títulos valores139.
Como sucede en cualquier otro tipo de título valor, entonces, la transmisión voluntaria
requiere de un previo negocio jurídico, puesto que la traditio es un acto causalmente
neutro; un acto que —como tal, y aisladamente considerado— o no significa nada en
absoluto o puede significar varias cosas totalmente distintas140. Precisamente su
significado concreto lo provee el titulum acquisitionis previo, que por tanto resulta tan
necesario como la propia tradición en la transferencia del título al portador.
En resumen, la transmisión de los títulos al portador, en la medida en que se atienda
primariamente al plano del modus acquirendi, se rige por lo establecido en los arts.
22.1 LTV y 947 CC; es decir, la transmisión de su titularidad se produce por la simple
traditio del documento, siempre y cuando, como es lógico, ella misma vaya precedida
por un negocio traslativo idóneo, lícito y válido141.
La cuestión de si la regulación del art. 22.1 LTV, reforzado por una interpretación a
contrario del art. 26.3 LTV, implica que la tradición de los títulos valores al portador a
que se alude consiste únicamente en su entrega física o material, debe resolverse, en
mi opinión, por la negativa. En efecto, parece que debe prevalecer la total equiparación
jurídica a la entrega física de la tradición ficta (traditio brevi manu, constitutum
possessorium y cessio reivindicationis) que hace el art. 902 CC bajo un único concepto
de “tradición”142.
Protección de la apariencia en la adquisición del título al portador.
Ya he explicado que el art. 15 LTV dispone, para los títulos valores en general:
“El título valor adquirido de buena fe, de conformidad con las normas que
regulan su circulación, no está sujeto a reivindicación”.
Ahora bien, la circulación de un título al portador sólo requiere de su entrega al accipiens
(cfr. art. 22.1 LTV, in fine)143, de modo que cualquier persona que lo haya recibido, sin
más, asumiendo de buena fe que el tradens tenía potestad para entregárselo, estaría

139 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 481.


140 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 484, citando a Ferri, Garrigues, Uría, Rubio, Sánchez Calero
y Jiménez Sánchez.
141 Ibid.

142 GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 485, citando a Messineo, Henn y Von Rottenburg.

143 Vid., con todo, las precisiones que han de hacerse a esta afirmación, según he expuesto en el § 151,

en pp. 239 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 241


Versión de julio de 2023
§ 153 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

protegida por esta norma. Por eso el legislador ha considerado necesario reforzar la
protección del tráfico de los títulos valores, y muy especialmente el de los títulos al
portador. Así, hablando específicamente de los títulos valores al portador, las
excepciones previstas en el art. 948 CC (“los bienes perdidos y los adquiridos con
infracción de la ley penal”) son expresamente desactivadas por el art. 24 LTV:
“Aun cuando el título valor al portador hubiere entrado en circulación contra la
voluntad de su emisor u obligado principal, éste queda obligado a cumplir la
prestación en favor del tenedor de buena fe”.
Identificación del último tenedor.
Dice el art. 25 LTV:
“Artículo 25.- Identificación del último tenedor
El tenedor que exija la prestación representada en un título valor al portador
deberá identificarse. El nombre, el número de documento oficial de identidad y
la firma de cancelación podrán constar en documento aparte o en el mismo
título valor, sin que por ello se altere su naturaleza, ni genere obligación
cambiaria derivada del mismo para dicho tenedor”.
Esta disposición acoge legalmente una práctica bancaria que en el momento de entrar
en vigor la LTV tenía ya una larga vigencia. Por ella, los bancos exigían estricta y
constantemente a quien se presentaba a cobrar un cheque al portador que se
identificase fehacientemente144. Es cierto que hasta cierto punto se pierde así el
anonimato característico de los títulos valores al portador. Pero, bien miradas las
cosas, la práctica no condiciona la validez ni la eficacia de la adquisición y titularidad
del documento mismo, ni por lo tanto llega realmente a desnaturalizar la circulación
“al portador”: sólo permite saber a ciencia cierta quién recibió finalmente la prestación.
Por otra parte, es verdad que la circulación irregular del título al portador (perdido,
hurtado o robado) produce que el obligado por él sufra —con toda justicia, dados los
riesgos propios de participar en este tipo de operaciones— la pérdida del monto
patrimonial que él representaba; pero gracias a esta regla el interesado cuenta al
menos con un extremo del hilo que necesita para, recorriendo dicho curso irregular en
sentido contrario, tener al menos alguna posibilidad de identificar al iniciador, y último
responsable de su perjuicio. Ésta es precisamente la razón por la que esta práctica se
desarrolló en primer lugar.
Limitaciones a la emisión de títulos al portador.
“Artículo 23.- Título Valor al portador de pago dinerario
El título valor al portador que contenga la obligación de pagar una suma de
dinero no puede ser emitido sino en los casos permitidos expresamente por la
ley. El que se emita en contravención de lo dispuesto en este artículo no tendrá
la calidad de título valor y el emisor será sancionado con multa por importe igual
al del documento emitido, que constituirá ingreso propio del Poder Judicial”.
Se ha afirmado, a mi modo de ver erróneamente, que la ratio de esta norma (recogida
también en disposiciones análogoas en Italia y en México) afecta única o
preferentemente la emisión de títulos al portador masivos, mientras que el título al

144 Cfr. ECHEVARRÍA, “La ley de circulación…”, cit., pp. 101-130 (p. 106).

242
Notas de Títulos Valores § 154

portador aislado sería de libre creación145. Esta doctrina contradice la letra de la


norma, que se refiere a cualesquiera títulos, sean de emisión masiva o individualizada,
con tal que tengan:
1) por objeto la obligación de pagar una suma de dinero, y
2) por “ley de circulación” la cláusula “al portador”.
Sí es correcto señalar que la restricción legal a la emisión de esa clase de títulos está
íntimamente vinculada al monopolio monetario que en el marco de la organización
económica actualmente vigente en nuestra sociedad corresponde únicamente al
Estado146. Pero ocurre que es precisamente la libre disponibilidad de la facultad de
emitir títulos dinerarios al portador, sean ellos de emisión singular o masiva, lo que
representa un cierto riesgo de poner a disposición de los privados un modo de sustituir
esa facultad estatal exclusiva de crear y poner en circulación dinero fiduciario, en
potencial competencia con el de circulación legal y forzosa.
Lo anterior expresa la razón por la que la emisión de títulos valores al portador está
especialmente sometida, desde hace ya tiempo en nuestro ordenamiento, a la
operación de una estricta exigencia de tipificación legal, recogido actualmnte en el art.
23 LTV que vengo comentando, y presente ya en el art. 24 LTV ant.
Lo que ocurre es que, habiendo sometido el art. 3 LTV la generalidad de los títulos
valores a un análogo requerimiento de reserva legal, queda un tanto en entredicho la
utilidad de esta norma específica para los títulos valores al portador, que incluso causa
inevitablemente una cierta confusión147. Y es que si dicha norma no tiene el valor —
como en efecto no lo tiene, dado el régimen de preceptiva tipificación legal del art. 3
LTV— como una autorización implícita para emitir cualesquiera títulos atípicos que no
sean
- dinerarios, y
- al portador,
entonces el precepto sólo puede querer decir que cualesquiera títulos (todos,
necesariamente típicos, ex art. 3 LTV) que no sean dinerarios pueden también emitirse
al portador, si no lo impide una prohibición expresa de la propia ley. En concreto,
según esta interpretación, y pese a que la norma no contempla expresamente esa
posibilidad, podrían emitirse al portador:
1) el certificado de depósito, que no representa dinero, sino la posesión de la
mercadería depositada y el derecho de recuperarla;
2) el warrant, pero sólo si no incorpora simultáneamente el crédito garantizado (como
permite hacer el art. 233.1 LTV), o, aunque lo haga, éste no es dinerario; en caso
contrario, el título sería también uno dinerario, y por tanto no podría emitirse “al
portador” sin expresa autorización legal; y
3) el valor de producto agropecuario, cuando no tiene la cláusula “pago por el
beneficiario” (art. 5 LVPA), que lo convierte igualmente en un título dinerario.

145 ECHEVARRÍA, loc. cit.


146 Ibid.
147 Vid. lo expuesto al respecto en el § 48, en pp. 79 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 243


Versión de julio de 2023
§ 154 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Tampoco del título de crédito hipotecario negociable se dice que no pueda ser al
portador, y aunque siempre incorpora un crédito, además de la garantía hipotecaria
que le da nombre, no se dice en ningún lugar que tenga necesariamente que ser un
crédito dinerario. Es más, lo mismo habría que decir probablemente de muchos de los
títulos de participación en fondos mutuos y de titulización, y de los certificados de
suscripción preferente.
Más que probablemente, el legislador no reparó en ninguno de estos efectos al
momento de introducir irreflexivamente la regla de necesaria tipificación legal de todos
los títulos valores en nuestro ordenamiento.

244
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 5
ELEMENTOS COMPLEMENTARIOS
DE LA FISONOMÍA CARTULAR
SUMARIO: I. SOLIDARIDAD CARTULAR.— 155. Noción. 156. Alcance de la solidaridad
cartular. 157. La solidaridad cambiaria y la del Derecho común. II. CLÁUSULAS
ESPECIALES.— 158. Cláusulas que pueden incluirse y modo de incluirlas.
159. Clasificación de las cláusulas especiales. 160. Cláusula de prórroga (i): la
prórroga y su distinción de la renovación. 161. Cláusula de prórroga (ii): la cláusula
en sí y su anotación. 162. Cláusula de prórroga (iii): el acto de prorrogar. 163. Otras
cláusulas relativas al contenido del derecho documentado. 164. Cláusulas relativas
al pago. 165. Otras cláusulas relativas a la ejecución. 166. Cláusulas conflictuales.
III. GARANTÍAS DE LOS TÍTULOS VALORES.— 167. El aval: concepto y naturaleza.
168. Forma y contenido del aval. 169. Efectos del aval. 170. Fianza cartular.
171. Garantías reales.

I. SOLIDARIDAD CARTULAR
Noción.
Ya he mencionado, a propósito de la llamada autonomía de declaraciones cartulares
(cfr. art. 8 LTV)1, la regla de la solidaridad cambiaria o cartular.
Como toda forma de solidaridad, se trata ante todo de un modo de organizar las
relaciones entre los varios sujetos que eventualmente pueden ocupar una misma
posición en la relación obligatoria2:
1) sea del lado activo (y entonces se habla de acreedores solidarios o de solidaridad
activa), o
2) del lado pasivo (y entonces tenemos deudores solidarios, vinculados por una
solidaridad pasiva).
Dado que el destino circulatorio del título valor muy frecuentemente termina
vinculando, como deudores del crédito incorporado en él, a un número plural de
personas, la solidaridad cambiaria se refiere naturalmente a una forma de solidaridad
pasiva. Esto sintéticamente significa que todos y cada uno de los deudores o sujetos
pasivos lo son por el íntegro de la prestación debida3, indistintamente. Es lo que se
deduce del art. 11 LTV cuando dispone:
1) que el tenedor legítimo puede dirigirse contra todos y cada uno de los “obligados,
individual o conjuntamente, sin tener que observar el orden en el que hubieren
intervenido” (párr. 1°);
2) que la “acción promovida contra uno de los obligados no impide accionar contra
los otros, aún cuando sean posteriores al demandado en primer lugar” (párr. 3°);

1 Vid. el § 101, en pp. 173 y s., supra.


2 LACRUZ BERDEJO; José Luis, ET AL.; Elementos de Derecho Civil II: Derecho de Obligaciones,
Dykinson, Madrid, 1999, vol. 1, p. 27.
3 Cfr. LACRUZ BERDEJO ET AL., Derecho de Obligaciones, cit., p. 28.

— 245 —
§ 156 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

3) y que “puede ejercitar acumulativamente las acciones directa y de regreso” e


incluso, “de darse el caso, la de ulterior regreso” (párr. 4°);
4) todo lo cual se entiende que rige “mientras no resulte pagada la deuda por
completo” (párr. 2° del art. 1186 CC, in fine), y hasta que ello ocurra.
Alcance de la solidaridad cartular.
La regla de la solidaridad pasiva, en contraste con el carácter más bien restringido o
hasta excepcional con que la contempla el Derecho común (cfr. art. 1183 CC), tiene
para los títulos valores alcance general en nuestro ordenamiento jurídico. Al menos
así parece disponerlo con claridad el art. 11 LTV:
“11.1 Los que emitan, giren, acepten, endosen o garanticen títulos valores,
quedan obligados solidariamente frente al tenedor, salvo cláusula o disposición
legal expresa en contrario. Éste puede accionar contra dichos obligados,
individual o conjuntamente, sin tener que observar el orden en el que hubieren
intervenido.
11.2 El mismo derecho corresponde a todo obligado de un título valor que lo
haya pagado, contra los obligados anteriores a él.
11.3 La acción promovida contra uno de los obligados no impide accionar
contra los otros, aún cuando sean posteriores al demandado en primer lugar.
11.4 El tenedor puede ejercitar acumulativamente las acciones directa y de
regreso; y, de darse el caso, la de ulterior regreso.
11.5 La firma puesta en un título valor al portador, como constancia de su cobro
o del ejercicio de derechos representados por dicho título, no origina para el
firmante ninguna obligación cambiaria derivada de dicho título valor”.
Ahora bien, acerca del verdadero alcance de esta regla general de solidaridad se
plantean al menos dos importantes cuestiones, que es necesario precisar:
1) Si comprende a todas “las personas capaces” que firmen el título, absolutamente
y por cualquier causa, como parece deducirse del art. 8.1 LTV; sólo a los que
específicamente “emitan, giren, acepten, endosen o garanticen títulos valores”,
como declara la literalidad del art. 11.1 LTV, o si incluso algunos de éstos pueden
no quedar comprendidos en ella.
2) Si se aplica realmente a todos los títulos valores, indistintamente, como parece
indicar una vez más la letra del art. 11.1 LTV, o la regla debe entenderse
propiamente aplicable sólo a un universo más restringido de títulos valores.
Respondiendo al primer punto, es evidente que la responsabilidad solidaria de que
venimos hablando sólo puede alcanzar a los que suscriben con su firma una
declaración de contenido obligacional. En ese sentido, el tenor literal del art. 8 LTV es
claramente inexacto. En efecto, hay otros actos o declaraciones cartulares que,
aunque incluyan la suscripción del título, no tienen contenido obligatorio. Por ejemplo:
1) la anotación de cancelación que suscribe quien cobra el título valor, antes de
devolverlo (cfr. art. 64.4 LTV);
2) la cancelación parcial del título, que deberá anotar en él su beneficiario, sin que
obviamente ello lo convierta en obligado cambiario (cfr. art. 65.2 LTV, in fine);
3) la constancia de cancelación que exige el Banco girado a quien cobra un cheque
(puede incluso llevar la forma de un “endoso” a favor del Banco girado, pero sin

246
Notas de Títulos Valores § 156

los efectos del endoso, sino los de una constancia de cancelación; cfr. art 210
LTV);
4) la del primer endosatario del warrant (cfr. inc. c del art. 232.1 LTV), que quizás
suponga asumir ciertas cargas o responsabilidades (saldo impago del depósito,
etc.), mas no la de pagar el crédito eventualmente incorporado en el título.
Ahora bien, incluso la literalidad de la aparentemente universal atribución de
responsabilidad solidaria que hace el art. 11.1 LTV a todos “los que emitan, giren,
acepten, endosen o garanticen títulos valores” resulta demasiado amplia. Y no sólo
por la necesaria precisión respecto de los títulos valores realmente afectados por esta
norma que examino a continuación, sino además porque la condición de obligado
solidario del endosante, que según la norma pareciera una regla universal, resulta en
realidad, cuando se examina de cerca, un fenómeno mucho más restringido, pues
como dice el art. 39.1 LTV:
“Salvo cláusula o disposición legal en contrario, el endoso en propiedad obliga
a quien lo hace solidariamente con los obligados anteriores”.
Una primera precisión que surge del tenor de esta norma es que la regla general sólo
obliga solidariamente en la vía de regreso al endosante pleno o en propiedad, y no a
los endosantes en garantía o en procuración. De hecho, la declaración de endoso es
en sí misma y primariamente una declaración de “transmisión de la legitimación” o, si
acaso, “de derechos” (cfr. arts. 34 y 38 LTV), no de contenido directamente
obligacional4. En ese sentido, y de no ser por la norma que acabo de transcribir y por
el propio art. 11.1 LTV, no tendría por qué estar el endosante sujeto a la solidaridad
cartular. Pero aun contando con esas normas, y aparte de todos los títulos a la orden
en los que el endoso incluya precisamente la cláusula “sin responsabilidad” o su
equivalente (cfr.art. 39.2 LTV), hay ya una serie de concretas disposiciones legales en
virtud de las cuales la solidaridad ex art. 11 LTV no afecta nunca a los siguientes
endosantes, aunque lo sean “en propiedad”:
1) los endosantes distintos del primer endosante (puesto que él es aquí el obligado
principal) del título de crédito hipotecario negociable (cfr. art. 242.2 LTV);
2) los del certificado bancario de moneda (cfr. art. 222.2 y 223 LTV);
3) los del pagaré bancario (cfr. art. 273.5 LTV);
4) los del certificado de depósito negociable (cfr. art. 274.5 LTV);
5) los del conocimiento de embarque (cfr. art. 248.2 LTV); y
6) los de la carta de porte (cfr. art. 253.2 LTV).
Y lo mismo pasa con los endosantes distintos del primer endosante del valor de
producto agrario (cfr. art. 3.2 LVPA), quien tendrá a veces (cuando se haya incluido la
cláusula “pago por parte del beneficiario”; cfr. art. 5.1 LVPA) la condición de obligado
principal y otras la de un mero obligado solidario similar a un garante.
Pero el propio art. 39.1 LTV contiene ya una exclusión implícita en virtud de la cual los
supuestos sub 5) y sub 6) de la enumeración en ningún caso hubieran estado sujetos
a la solidaridad cambiaria de que venimos hablando. En efecto, sólo se puede ser
obligado solidario, como bien dice la norma, “con los obligados anteriores”; en otras

4 Cfr. § 130, en pp. 213 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 247


Versión de julio de 2023
§ 157 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

palabras, si no hay obligados anteriores, y no digamos si en realidad el título valor no


contiene obligación alguna (esto es, derechos propiamente de crédito), el endoso se
agota simplemente en su virtualidad legitimadora y no produce tampoco solidaridad
alguna.
Ahora bien:
1) los títulos de tradición lo que documentan es sobre todo la posesión y libre
disponibilidad de la mercadería representada en él; y
2) los títulos de participación documentan una posición jurídica de partícipe en un
interés colectivo5.
De modo que en ninguno de los dos grupos de títulos hay propia y primariamente una
deuda de la que responder solidariamente. Por eso entiendo que tampoco los
endosantes de un certificado de depósito emitido por un almacén general, ni los de un
warrant que incorpore exclusivamente el derecho de garantía prendaria sobre la
mercadería depositada están sujetos a la solidaridad cartular recogida en el art. 11.1
LTV, aunque la Ley no hace expresamente la exclusión. Y tal conclusión es válida
también para los documentos del transporte multimodal internacional regulados en los
arts. 7 a 15 NTMIM. En cambio, a falta de exclusión legal expresa, parece que el tenor
conjunto de los arts. 11.1 y 39.1 LTV hacen incurrir irremisiblemente (y salvo cláusula
“sin responsabilidad”) en dicha solidaridad cartular a todos los endosantes de un
warrant que, a tenor del art. 233.1 LTV, incorpore simultáneamente el crédito
garantizado y la prenda constituida para garantizarlo sobre las mercaderías
depositadas.
En resumen, la solidaridad cartular a que se refiere el art. 11 LTV es en realidad, y por
su propia naturaleza, aplicable únicamente a los títulos valores de contenido
obligacional (títulos cambiarios en sentido estricto) cuya regulación especial no la
excluya expresamente, y no a todos los títulos valores, como podría dar a entender
tanto la ubicación como el tenor literal del precepto.
La solidaridad cambiaria y la del Derecho común6.
Las diferencias de régimen entre la solidaridad cartular y la del Derecho Civil o común
han sido en el pasado mayores que ahora, hasta el punto de que se llegó a decir que
no eran equiparables entre sí. El mismísimo Maestro GARRIGUES negó que hubiera
“solidaridad” alguna en el ámbito cambiario, alegando que, por la independencia o
autonomía de las obligaciones cambiarias, más bien había tantas deudas por el
importe nominal íntegro del título como firmantes tuviera éste, fungiendo en todo caso
cada uno de ellos como co-responsables de las demás deudas (ajenas), como
fiadores solidarios7. Sin embargo, la solidaridad cartular puede ciertamente explicarse
sobre la base de la solidaridad de Derecho común, o de alguna de sus modalidades,
sin necesidad de interpretaciones traumáticas.

5 Vid. § 54, en p. 87, supra.


6 En este apartado sigo fundamentalmente las ideas del Prof. GARCÍA PITA (Lecciones pro manuscripto
sobre la letra de cambio), pero con algunos cambios notables.
7 GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, pp. 569 y ss; Curso…, cit., t. III, pp. 286-289. Sobre lo innecesario de

hacer construcciones de esta naturaleza, véase mi postura en el § 81, en pp. 137 y s., supra.

248
Notas de Títulos Valores § 157

Para empezar, y como ocurre en general con cualquier solidaridad pasiva (cfr. art.
1186 CC), todos y cada uno de los firmantes del título responden de la totalidad: todos
por el todo; de forma que el acreedor cartular, a su exclusiva elección, puede:
1) dirigirse contra cual(es)quiera de ellos, ya sea individualmente o de forma conjunta
(cfr. art. 11.1 LTV);
2) y ampliar, además, sucesivamente, el círculo de sujetos contra los que se dirige
(cfr. art. 11.3 LTV)8.
En estos puntos, entonces, la solidaridad pasiva común y la cambiaria o cartular no
difieren; en ambas, en efecto:
1) el acreedor goza de un ius electionis, o libre elección de la persona o personas
contra las que interpondrá la reclamación (cfr. párr. 1° del art. 1186 CC); y
2) también del ius variandi, o posibilidad de dirigirse contra otro u otros responsables
solidarios, sin tener que depender de la previa insolvencia de los anteriormente
emplazados (cfr. párr. 2° del art. 1186 CC).
Todo lo anterior, mientras el acreedor no haya visto completamente satisfecho su
crédito (párr. 2° del art. 1186 CC, in fine)9. Nótese que a consecuencia de lo anterior
el tenedor tampoco está obligado a respetar orden alguno, sino que puede dirigirse
primero contra aquel o aquellos que mejor le convenga (art. 11.1 LTV, in fine)10.
Sin embargo, hay ciertamente algunos aspectos en los que la solidaridad cartular
difiere del modelo básico de la solidaridad de Derecho común:
1) en cuanto a los efectos del pago por alguno de los deudores solidarios; y
2) en cuanto al derecho de reembolso que asiste al pagador.
Así, contra lo que dispone el párr. 1° del art. 1188 CC, el pago realizado por uno de
los firmantes al tenedor legítimo no extingue la deuda de los demás firmantes
anteriores a él, sino sólo de los posteriores. En realidad, el efecto del pago que haga
un obligado depende de su posición en la circulación que haya tenido el título, tal como
queda documentada en él. Sólo el pago efectuado por el girado o por el aceptante (en
una letra de cambio o en una factura negociable) y por el girador (en otros títulos
valores y en una letra no aceptada), libera a todos los obligados. En los demás casos,
el pago íntegro convertiría al obligado que lo realizó, a su vez, en tenedor legitimo,
para reclamar lo pagado, bajo la misma solidaridad, a cualesquiera firmantes
anteriores a él11. Esto es a lo que se llama el regreso cambiario, que no deja de ser
una modalidad de circulación cartular12.
Por último, y debido a que se trata de una solidaridad de grado desigual (cuya
posibilidad por cierto admite el art. 1184 CC), la solidaridad cartular no admite la
“distribución” o división interna de la deuda entre los codeudores solidarios que

8 OTERO LASTRES, Reflexiones…, cit., pp. 37 y s. JIMÉNEZ SÁNCHEZ, Las crisis…, cit., t. II, p. 101.
9 ANGELONI, La Cambiale…, cit., p. 386. JIMÉNEZ SÁNCHEZ, Las crisis…, cit., t. II, p. 101.
10 ANGELONI, La Cambiale…, cit., p. 386. JIMÉNEZ SÁNCHEZ, Las crisis…, cit., t. II, p. 102.

11 JIMÉNEZ SÁNCHEZ, Las crisis…, cit., t. II, p. 102.

12 Vid., en ese sentido, lo que digo en el § 129 in fine, en p. 211, supra; y, con más detalle, en el

§ 275, en pp. 407 y s., infra.

FACULTAD DE DERECHO 249


Versión de julio de 2023
§ 158 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

dispone el párr. 2° del art. 1188 CC, cuyo presupuesto es una solidaridad igualitaria13.
En la solidaridad cartular, en cambio, el pagador puede reclamar de los firmantes
anteriores el importe total de la deuda, más intereses y gastos (cfr. art. 11.2 LTV)14.

II. CLÁUSULAS ESPECIALES15


Cláusulas que pueden incluirse y modo de incluirlas.
El art. 1 del D.L. 26131 (que cerraba su enumeración de cláusulas permitidas con un
“otras cláusulas autorizadas por ley”) parecía disponer que sólo podían insertarse en
un título valor las cláusulas explícitamente permitidas por una norma positiva. En
contra de esa tendencia, el criterio del que ha partido el legislador de la nueva LTV ha
sido el de admitir todo tipo de cláusulas especiales, “sin más limitación que las
expresamente impedidas o prohibidas por la ley”16 o (añadiría yo) por la naturaleza
del título valor en cuestión. Así parece deducirse de lo dispuesto en los párrs. 1°, in
fine, y 3° del art. 48 LTV:
“48.1 En los títulos valores, cualquiera que fuere la forma de su circulación,
podrán incluirse las cláusulas especiales que se señalan en la presente
Sección, sin perjuicio de otras contenidas en esta ley y demás disposiciones
legales.
(…)
48.3 Además de las cláusulas que contiene la presente Sección, podrán
acordarse otras que no impida la ley, debiendo constar en el mismo título o
respectivo registro, para surtir efectos cambiarios” (énfasis añadidos).
Así pues, se suele interpretar que se pueden insertar todo tipo de cláusulas, sea que
se refieran al plano propiamente cartular o también si aluden más bien al plano
causal17. Ejemplos de pactos de tipo causal serían las cláusulas “mercadería contra
aceptación” y “documentos contra pago”, que obligan (en el plano causal, no cartular)
a no entregar la mercadería (o los documentos) sino cuando se ha pagado o aceptado
la letra (cfr. art. 124 LTV)18. En todo caso, una vez insertas en el título valor, adquirirían
definitivamente naturaleza cambiaria19.
Las cláusulas especiales pueden ser insertadas en cualquier tipo de título valor, sea
este al portador, a la orden o nominativo (cfr. art. 48.1 LTV). Deben constar

13 En cambio, en virtud del art. 93 LTV, aunque la responsabilidad de los interesados frente al acreedor
cartular es ciertamente solidaria en términos cambiarios, tal como he venido explicando, la relación
interna de quienes ocupen conjuntamente la misma posición pasiva cambiaria (co-emisores, co-
giradores, co-aceptantes, co-endosantes y co-garantes) no tiene carácter cambiario y se somete al
Derecho común; a falta de prueba en contrario de otra forma de distribución exigible a los interesados
o acordada entre todos ellos, por tanto, se entenderá que es en partes iguales (cfr. art. 1203 CC).
14 OTERO LASTRES, Reflexiones…, cit., p. 31.

15 Esta sección recoge básicamente el material preparado por la Prof. Lorena RAMÍREZ OTERO,

revisando y ampliando los apuntes inéditos más antiguos del Prof. José ZEGARRA ZAVALETA. El Profesor
actual del curso les ha introducido a su vez algunas someras adaptaciones, en su mayoría de carácter
meramente redaccional o relativas a la distribución de la materia.
16 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 48 LTV, p. 290 (n. I).

17 BEAUMONT/ CASTELLARES, ibid.

18 Es dudoso que lo dispuesto en el art. 48.4 LTV sea aplicable a esta cláusula, que no está regulada

en la Sección 3ª del Libro I de la LTV, sino en la específicamente relativa a la letra de cambio.


19 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 48 LTV, pp. 290-291 (n. I).

250
Notas de Títulos Valores § 159

literalmente en cualquier parte del cuerpo del documento (incluyendo sus


extensiones), si el título está extendido en papel; si se tratase de un valor
desmaterializado, deberán constar como una inscripción en el registro contable de la
Institución de Compensación y Liquidación de Valores, a tenor de lo dispuesto en el
art. 48.2 LTV:
“Las cláusulas especiales deberán constar expresamente en cualquier lugar del
documento o en hoja adherida a él, para surtir efecto frente a los obligados
respectivos. En el caso de los valores con representación por anotación en
cuenta, los pactos y cláusulas especiales deberán constar en el registro
respectivo”.
Respecto de su validez y oponibilidad entre otros obligados o tenedores del título
distintos de quienes participaron en su inclusión, el art. 48.4 LTV dispone:
“Las cláusulas a las que se refieren los Títulos Primero al Sétimo de la presente
Sección Tercera que se incorporen en un título valor, para tener validez, deben
estar impresas en el documento o refrendadas especialmente con firma del
obligado que las admite en el caso de haber sido incorporadas en forma
manuscrita, con sellos o cualquier otro medio distinto. El tenedor no requiere
firmarlas”20.
Así pues, si la cláusula estuviera impresa no se requiere que el obligado la firme
especialmente, bastando su firma como girador, como endosante, aceptante, fiador o
avalista, para entenderse que está suscribiendo todo el contenido del formulario. En
cambio, sí deberá firmarla especialmente si la cláusula se incorpora en forma
manuscrita o mediante sellos o cualquier otro medio. Cuando el legislador se refiere
al “obligado”, se refiere al obligado que inserte la cláusula, y en este punto parece que
la LTV sólo se ha puesto en el caso de que las cláusulas las inserte un obligado o
sujeto pasivo cartular, ya sea al momento de emitir, endosar, aceptar, avalar, o
afianzar el título.
Clasificación de las cláusulas especiales.
Según GARRIGUES21, las cláusulas pueden ser:
1) Enunciativas, que vienen a ser meramente informativas, sin que lleguen a tener
ningún efecto propiamente en la relación cartular. Por ejemplo, la cláusula “según
aviso”, que informa al girado que debe aceptar o pagar la letra de cambio conforme
a la comunicación que le curse el emitente; o también la cláusula “valor recibido”,
que alude al descuento de la letra ante un cambista que le ha adelantado los
fondos al endosante (el cambista es quien figura como tenedor del título).
2) Facultativas, que se subdividen en:
a) Previstas (reguladas) y permitidas, como son las cláusulas “a la orden”, “sobre
intereses compensatorios” y todas las contempladas en los arts. 49 a 51, 124,
128.2, 130.1, 130.2, 130.3, 131.1 y 134.2 LTV, entre otras.

20 Pese a que su redacción podría dar a entender otra cosa, esta disposición se refiere a todas las
cláusulas especiales recogidas en la Sección 3ª del Libro I de la LTV, que sólo tiene siete Títulos.
Quizás la idea era no hacer necesariamente extensibles los efectos de la norma a otras cláusulas
aludidas en otras partes de la LTV, que según sus regulaciones particulares no siempre siguen las
reglas que ella dispone.
21 Cfr. Curso…, cit., t. III, pp. 200-202, si bien habla sólo de la letra de cambio.

FACULTAD DE DERECHO 251


Versión de julio de 2023
§ 160 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

b) Previstas (reguladas) y no permitidas, que están proscritas directamente por la


LTV o, interpretándola, por la jurisprudencia. Su inclusión a veces puede anular
todo el título valor mismo, y otras veces simplemente se tienen por no puestas.
Esto último ocurre con:
i) la cláusula “al portador” en la emisión de una letra de cambio o un pagaré
(inc. e del art. 119.1 e inc. d del art. 158.1 LTV);
ii) la que condiciona la orden o promesa de pago en una letra de cambio o un
pagaré (inc. c del art. 119.1, e inc. c del art. 158.1 LTV);
iii) la orden o promesa de pago “en especie”, en los mismos títulos (inc. c del
art. 119.1 e inc. c del art. 158.1 LTV);
iv) las diferentes fechas de “pago escalonado” en una letra de cambio (inc. g
del art. 119.1 LTV);
v) la cláusula “sin garantía de pago” puesta por el girador de una letra de
cambio (que lesiona el art. 123 LTV); o
vi) la que condiciona el endoso (art. 35.1 LTV).
c) No previstas pero permitidas. Por ejemplo, la cláusula que expresa el importe
del título valor tanto en letras como en números.
d) No previstas y no permitidas, que son las que en caso de incluirse no pueden
producir efectos cambiarios, sino que han de resultar ineficaces por contrariar
la naturaleza misma del título valor. Sería el caso del aval condicionado, o del
que consta en documento separado (contra el art. 58.1 LTV).
Ahora bien, esta clasificación de las cláusulas que hace GARRIGUES no me parece muy
clara ni muy útil. Prefiero seguir un criterio vinculado al objeto de la cláusula, según el
cual éstas pueden clasificarse en:
1) cláusulas relativas al contenido del derecho documentado, entre las cuales
merece un tratamiento especial y más exhaustivo la cláusula de prórroga temporal
de la obligación cartular;
2) cláusulas relativas a la ejecución del título valor, entre las que cobran especial
relevancia las relativas al pago; y
3) las cláusulas de contenido conflictual.
Cláusula de prórroga (i): la prórroga y su distinción de la renovación.
Se define la prórroga como el aplazamiento del acto o hecho, para un tiempo ulterior;
o también como el alargamiento del plazo, con continuación de la relación cambiaria,
de modo similar a lo que ocurre con el arrendamiento en el art. 1700 CC, si bien
salvando las grandes distancias22. El legislador ha distinguido así entre la renovación
y la prórroga de la relación cartular; ésta supone su continuación expresa; la primera,
en cambio, es sinónimo de sustitución, de reemplazo de la relación por otra nueva. En
este sentido es bastante descriptiva la definición del Glosario recogido en el art. 279
LTV, cuyo n. 10 señala que la prórroga consiste en:
“La ampliación del plazo de vencimiento de un título valor, sobre la base del
acuerdo previo adoptado conforme al Artículo 49”.

22 Aluden a tal ejemplo BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 49 LTV, p. 297 (n. II).

252
Notas de Títulos Valores § 161

La prórroga, entonces, a diferencia de la renovación, no implica la formación de una


nueva relación cambiaria entre las partes, sino la extensión de la vigencia de las
mismas obligaciones. La renovación sí supone una nueva relación jurídica entre
quienes intervienen en ella: la primera relación se extingue y queda sustituida por otra
de la misma naturaleza, que nace sólo entre quienes intervienen en la renovación
(quienes la firman). La Corte Suprema fundó en buena medida su decisión en el caso
Banco Continental c. Representaciones Garibaldi S.A.C. y otros23 en esta diferencia
entre la prórroga y la renovación, tal como se deduce de sus respectivas definiciones
en los nn. 10 y 11 del Glosario recogido en el art. 279 LTV:
1) La prórroga es hecha unilateralmente por el tenedor legítimo, acreedor cambiario,
en virtud o gracias a la existencia previa de una cláusula antes inserta o dispuesta
por un obligado cambiario.
2) En cambio, la renovación requiere de una nueva y expresa intervención de los
obligados cambiarios, quedando liberados de toda responsabilidad los obligados
cambiarios que no intervengan en ella. Las relaciones cambiarias de éstos (y, en
realidad, también las que vinculaban originalmente a los que sí intervienen) se
extinguen: lo que se da en la renovación es una novación objetiva.
El n. 11 del Glosario recogido en el art. 279 LTV es expreso en este punto, cuando
define la renovación como:
“La ampliación del plazo de vencimiento de un título valor, en mérito a una
nueva y expresa intervención del obligado u obligados que asumirán desde
entonces las obligaciones respectivas, quedando liberados de toda obligación
quienes no intervengan en la renovación”.
La única renovación que la LTV regula expresamente es la reaceptación de la letra de
cambio, en los arts. 139 y 140 LTV. La reaceptación es, pues, una novación objetiva.
Su utilidad principal es evitar el giro de una nueva letra cuando tenedor y aceptante
están de acuerdo en que no puede ser cumplida en los términos inicialmente pactados.
Además, sirve para que la nueva letra (cuando se renueva una anterior) tenga los
mismos efectos de la precedente, si bien sólo en las relaciones cambiarias de los
obligados cambiarios inmediatos24.
En lo que sí se asemejan la prórroga y la renovación es en que ambas “constituyen
ampliación del plazo de vencimiento”25 (cfr. nn. 10 y 11 del Glosario recogido en el art.
279 LTV). Por eso mismo, también en ambas figuras el plazo de cómputo de las
acciones cambiarias se reinicia al vencer el plazo de la prórroga o la renovación.
Ahora bien, en la prórroga que ahora nos ocupa hay que distinguir dos momentos y
conceptos:
1) la anotación de la cláusula de prórroga, por un lado; y
2) la prórroga en sí misma, o acto de prorrogar.
Cláusula de prórroga (ii): la cláusula en sí y su anotación.
En realidad, la mayoría de los párrs. (1°, 2°, 3° y 6°) del art. 49 LTV no regulan la
cláusula de prórroga, sino la prórroga misma. Recién los párrs. 4° y 5° del art. 49 LTV,

23 ES del 19 de setiembre de 2003, [2003] Cas 1190, FJ 16°.


24 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 49 LTV, p. 296 (n. II), citando a Bonfante y Garrone.
25 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 49 LTV, p. 297 (n. II).

FACULTAD DE DERECHO 253


Versión de julio de 2023
§ 161 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

y sólo ellos, se refieren a la cláusula de prórroga propiamente dicha, anotada por un


obligado cambiario en el título valor:
“49.4 La cláusula de prórroga acordada con el obligado principal en oportunidad
de la emisión o aceptación del título surte sus efectos inclusive frente a los
obligados solidarios o garantes que hubieren intervenido en el título que
consigne dicha cláusula, así como frente a quienes intervengan en el título valor
luego de las prórrogas.
49.5 Procederá la revocatoria de esta cláusula siempre que el obligado principal
o el obligado solidario o sus garantes dirijan una carta notarial al tenedor,
señalándole que no conceda más prórrogas, desde la fecha de recepción de
dicha comunicación notarial, en cuyo caso el tenedor deberá comunicarle la
fecha de vencimiento que tenga el título valor, quedando impedido de
prorrogarlo. La inobservancia de esta obligación por parte del tenedor no afecta
los derechos de tercero de buena fe, encontrándose en ese caso el obligado
que dirigió la comunicación notarial facultado a realizar el pago antes de la
fecha de vencimiento consignado en el título”.
Entonces, según el art. 49.4 LTV, se llama cláusula de prórroga a la que faculta al
tenedor a aplazar el vencimiento del título valor.
Sobre quiénes pueden incluir dicha cláusula, el art. 49.4 LTV lo único que dice es que,
si hubiera sido incluida por el obligado principal y al emitir el título o al aceptarlo (esto
es, en el mismo acto de obligarse como tal obligado principal, que en algunos títulos
no coincide ni con la emisión ni con la aceptación), será oponible a todos obligados
solidarios que intervengan en el título en que dicha cláusula conste, y sin importar si
intervienen antes o después de que se realice la prórroga autorizada por ella. Pero no
dice que la cláusula de prórroga sólo pueda ser incluida por ese obligado y en esas
circunstancias precisas. Por ese motivo, de dicha norma sólo se puede deducir que el
obligado principal está ciertamente facultado para insertarla, al mismo tiempo que
asume su condición de tal bajo el título.
De hecho, el inc. a del art. 49.1 LTV, al referirse en términos generales al “obligado
que admitió tal prórroga” parece admitir la posibilidad de que cualesquiera otros
obligados puedan hacerla constar, incluso en momentos distintos del de su obligación,
pero con una eficacia más limitada. Ésta se ha de deducir de una interpretación a
contrario de lo dispuesto por el art. 49.4 LTV para la cláusula de prórroga inserta en
el título valor por la persona y en la ocasión previstas en él, conjuntamente las
consecuencias de aplicar la literalidad y las reglas sobre la alteración del título valor
(arts. 4 y 9 LTV, respectivamente). Así, si la cláusula la pusiese un endosante o
avalista, por ejemplo, ¿qué efectos tendría? Desde mi punto de vista, los términos de
las prorrogas que se otorguen en virtud de la cláusula, solo vincularían a quienes
intervengan después de que la cláusula hubiese sido colocada, por aplicación de los
arts. 4 y 9.1 LTV. Descendiendo a los efectos prácticos que tendría el que la cláusula
fuese anotada, por ejemplo, por el 4° endosante, parece que para el girador, y para
los endosantes 1° al 3°, y para todos los que se hayan obligado en el título valor antes
de la anotación de la cláusula, el título valor vencería el día señalado originalmente
por el girador, los plazos de protesto se computarían desde ese vencimiento original
y las acciones cambiarias contra ellos se computarían también desde esa misma
fecha.
El art. 49.5 LTV, por su parte, regula la posibilidad de revocar la cláusula de prórroga.
Para ello, el obligado principal, el solidario o sus garantes deben dirigir una carta

254
Notas de Títulos Valores § 162

notarial al tenedor comunicándole que ya no conceda más prórrogas. La revocación


surte efecto, inter partes, desde la misma recepción de la carta notarial por el tenedor.
Obviamente, esto exige que se conozca la identidad del tenedor legítimo actual. Dicho
tenedor deberá comunicar al revocante la última fecha de vencimiento del título valor
que ha sido concedida y queda impedido de conceder más prórrogas. Si el tenedor
incumpliese este deber y siguiera concediendo prórrogas, los derechos de los terceros
de buena fe (que obviamente pueden confiar en la literalidad del título que aún lleva
la cláusula de prórroga) quedan a salvo. Esto tiene importancia para el cómputo de
los plazos de prescripción de las acciones cambiarias y plazos de protesto. Por otro
lado, quien revocó la cláusula de prórroga queda facultado para pagar en la fecha del
último vencimiento que le fue comunicado, sin que deba asumir (una vez más, inter
partes) el riesgo de hacer un pago inválido que en otro caso pondría a su cargo el art.
64.2 LTV.
Cláusula de prórroga (iii): el acto de prorrogar.
Como he dicho, la mayor parte del art. 49 LTV se dedica a regula la prórroga misma:
el acto de prorrogar sin intervención del obligado cambiario, hecha únicamente por el
tenedor en virtud de la cláusula antes inserta o dispuesta por el obligado:
“Artículo 49.- Prórroga sin intervención del obligado
49.1 El plazo de vencimiento de los títulos valores puede prorrogarse en la
fecha de su vencimiento o aun después de él, siempre que:
a) el obligado que admitió tal prórroga haya otorgado su consentimiento
expreso en el mismo título valor;
b) no se haya extinguido el plazo para ejercitar la acción derivada del título valor
a la fecha en que se realice la prórroga; y,
c) el título valor no haya sido protestado o no se haya obtenido la formalidad
sustitutoria, de ser el caso.
49.2 Las prórrogas surtirán plenos efectos por el solo mérito de la consignación
del nuevo plazo de vencimiento que deje el tenedor en el mismo título, firmando
dicha prórroga o prórrogas que conceda.
49.3 El cómputo del plazo de prescripción de la acción cambiaria se reinicia a
partir de la fecha de vencimiento de cada una de las prórrogas.
(…)
49.6 Además de observar los requisitos señalados en el primer párrafo del
presente artículo, el tenedor sólo podrá prorrogar a fecha fija y por el mismo
importe original del título valor o monto menor, más reajustes, intereses y
comisiones pertinentes según las condiciones que consten en el mismo
documento. Efectuada la prórroga queda facultado a comunicar el nuevo
vencimiento al obligado principal, obligados solidarios y garantes que hubiere;
y, a requerimiento de éstos, deberá informarles de las prórrogas que conceda”
(énfasis añadidos).
Ahora bien, el art. 49.1 LTV supedita la posibilidad de prorrogar el vencimiento del
título valor, entre otros extremos, a que éste lleve incorporada la cláusula suscrita al
efecto por el obligado, mediante cualquiera de los mecanismos previstos en el art.
48.4 LTV.

FACULTAD DE DERECHO 255


Versión de julio de 2023
§ 163 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Otras cláusulas relativas al contenido del derecho documentado.


En este apartado, relativo a otras cláusulas que, como la de prórroga, modulan el
contenido mismo del derecho documentado, voy a tratar concretamente de:
1) las cláusulas limitativas de la transferibilidad del título valor (“no a la orden”, “no
negociable” e “intransferible”);
2) las tendientes a liberar de responsabilidad a un interviniente en el título (cláusula
“sin responsabilidad”); y
3) las relativas a intereses y reajustes sobre el monto del título valor.
Las cláusulas destinadas a limitar la transmisibilidad del título valor están reguladas
principalmente en el art. 43 LTV (ubicado en el Título 4° de la Sección 2ª del Libro I,
relativo al endoso), según el cual “el emisor o cualquier tenedor puede insertar en el
título valor a la orden, la cláusula «no negociable», «intransferible», «no a la orden»,
la misma que surtirá efectos desde la fecha de su anotación en el título”. Los efectos
de todas estas cláusulas (que la LTV toma como completamente equivalentes)
consisten en que el título valor que las contenga sólo es transmisible en la forma y con
los efectos de una cesión de derechos, lo cual afecta a todas las transmisiones
posteriores a su incorporación al título valor:
1) “Con la forma de una cesión de derechos” implica que ha de ser por escrito, con
los requisitos de los incs. 2 y 3 del art. 30 LTV y, además, comunicada al deudor
cedido.
2) “Con los efectos de una cesión de derechos” significa que el transferente sólo
responde por existencia y exigibilidad del crédito cartular26; y que quienes
adquieren este título valor no adquieren un derecho autónomo, sino tal como era
en cabeza del primero que la transfiere con esa cláusula, y sujeto a todas las
mismas excepciones, defensas, etc.
Todo esto, “salvo disposición en contrario de la ley”; se entiende, disposición legal
específica en contrario. En mi opinión27, la única disposición contraria a estos efectos

26 En el caso de los títulos valores no es necesaria la garantía del “derecho con que hace la cesión”,
que el art. 343 CdC también coloca a cargo del cedente de un crédito mercantil; cfr. al respecto mis
Notas de contratos mercantiles, cit., p. 44 (§ 16). La garantía se refiere a la inexistencia de posibles
pactos de incesibilidad oponibles al cesionario, pese a su desconocimiento. Y es innecesaria porque
se trata precisamente de títulos valores, documentos esencialmente destinados a la circulación (en los
que no cabe, por tanto, pacto alguno de incesibilidad eficaz contra tercero); es más, títulos cuyas
limitaciones a la transferibilidad, como las cláusulas de que venimos tratando, deben necesariamente
constar literalmente en el propio título para poder ser opuestas a terceros de buena fe.
27 Debo citar aquí la opinión de la Prof. Lorena RAMÍREZ OTERO (aparentemente aceptada sin mayor

reserva en versiones anteriores de estos apuntes, al haber sido recogida inadvertidamente de


materiales preparados por ella para este mismo curso), para quien también constituiría una excepción
el caso de los títulos valores que se emiten o aceptan incompletos, a tenor del art. 10.2 LTV. Según
esa norma, cuando el emitente o aceptante de un título valor incompleto (que no sea el cheque) coloque
esta cláusula, el título podrá circular con “los efectos de la cesión de derechos”: no con la forma, sino
sólo con los efectos de una cesión de derechos. Para la Prof. RAMÍREZ no sería necesario, entonces,
que su transferencia reuniera los requisitos de los arts. 30.2 y 30.3 LTV, sino que bastarían los de un
endoso normal (si el título es a la orden); y tampoco tendría que ser comunicada al deudor cedido. En
cualquiera de esos casos, sólo surtiría los efectos de una cesión de derechos. Pienso que no se trata
de una verdadera excepción a la “forma de la cesión” que dispone el art. 43.2 LTV in fine, sino una
mera omisión irrelevante (y que sólo puede llevar a confusión si el título valor en cuestión debiera ser
considerado “a la orden” en ausencia de la cláusula, caso que creo que dista de agotar el supuesto de

256
Notas de Títulos Valores § 163

contenida en la propia LTV es el caso, al que ya he aludido antes28, del cheque


intransferible, que no puede ser transferido ni por endoso, ni por cesión de derechos,
ni por traditio, ni por cualquier otro medio, de conformidad con el art. 190.1 LTV. Este
cheque sólo puede ser pagado a la persona en cuyo favor se emitió en efectivo o ser
acreditado en cuenta corriente o en otra cuenta de la que sea titular; admitiéndose el
endoso en procuración a favor de un Banco del que sea cliente y sólo para efectos de
su cobro al Banco girado. Esta cláusula puede ser puesta igualmente por el emitente
o por un endosante; y los endosos que se hagan después de su colocación, que no
sean endosos en procuración a favor de un Banco, se tendrán por no puestos. Por
otro lado, la tarjadura de esta cláusula anula los efectos cambiarios del título.
Por último, cabe advertir que esta cláusula no exime de responsabilidad al que la
coloca: sólo restringe su circulación, haciendo que las posteriores transferencias
deban ser hechas con la forma y efectos de una cesión de derechos. Los posteriores
transferentes, en cambio, aquéllos que transfieren el título valor cuando ya tiene la
cláusula anotada, son los que, por efecto de ella, no se convierten automáticamente
en obligados solidarios, sino que (salvo cláusula expresa en contrario al estampar su
firma) sólo asumen la responsabilidad de un cedente: garantizan sólo la existencia y
exigibilidad del derecho documentado.
La cláusula que sí se dirige como a su efecto propio a restringir la responsabilidad del
que la coloca es la cláusula “sin responsabilidad”. Normalmente, el endosante
renueva, por el endoso, la orden de pago y, salvo pacto en contrario, garantiza tanto
el pago de obligado principal o del girado como también (en una letra de cambio) la
aceptación del girado, ante al endosatario inmediato y todos los tenedores posteriores
(arts. 39 y 126.1 LTV). Precisamente, los arts. 39.2 y 126.1 LTV regulan esta
posibilidad de que, mediante cláusula especial, el endosante se libere de su
responsabilidad como obligado cambiario. Esta cláusula puede ser usada tanto por el
tomador como por cualquier tenedor legítimo que endose el título valor a la orden. Se
llama endoso sin responsabilidad, y en él el endosante garantiza lo mismo que un
cedente: sólo la existencia y exigibilidad del crédito.
Por último, están las cláusulas relativas a intereses y reajustes sobre el monto del
título valor. Lo primero que hay que decir es que el interés compensatorio es el
provecho que se pacta como compensación por el uso mismo del dinero. En principio,
el dinero representado en un título valor es usado por el obligado cartular desde la
emisión del título valor hasta su pago efectivo. El interés moratorio, en cambio, es el
que se genera como consecuencia de la mora del deudor, y se devenga desde el
vencimiento del título valor hasta su pago efectivo. Si no se hubiera pactado ninguno
de estos intereses, el acreedor de todos modos tiene derecho al interés legal desde
el vencimiento del título valor hasta el pago (como indemnización por la demora).
El art. 51 LTV alude a dos tipos de cláusulas de interés y reajuste:

hecho del art. 10.2 LTV). En efecto, ¿cómo podría un 3° de buena fe que recibe el título ya completado
diferenciar si la cláusula afectaba originalmente a un título completo o a uno incompleto, para saber si
puede confiar en la “cadena formal de endosos” (incluyendo posibles endosos en blanco o al portador;
cfr. art. 45 LTV) o tiene que investigar la integridad de todas las “cesiones” hechas, según el art. 30
LTV? Además, especialmente en los casos en que la cesión se atenga a su “contenido mínimo”, su
“forma” resultaría indistinguible de la de un endoso.
28 Vid. § 45, en pp. 73 y s., supra.

FACULTAD DE DERECHO 257


Versión de julio de 2023
§ 164 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) una de aplicación general a todos los títulos valores que contemplen el pago de
una suma dineraria; y
2) otra que sólo es permisible respecto de algunos títulos de ese tipo.
Para todos los títulos valores que contengan una obligación de pago de dinero, el art.
51.1.LTV permite que las partes establezcan una cláusula de cálculo de reajustes e
intereses compensatorios y moratorios, así como de comisiones admitidas por la Ley
para el periodo de mora (desde el vencimiento hasta el efectivo pago). En este caso,
los intereses compensatorios y moratorios del cheque se generarán, según el art. 181
LTV, desde el día siguiente del protesto o de la certificación sustitutoria. Por su parte,
para la letra de cambio y el pagaré, se generarán desde el día siguiente del
vencimiento de la misma, a tenor del art. 146 LTV. Si no se pacta esta cláusula, estos
títulos generarán durante todo el periodo de mora el interés legal.
Si la ley y la naturaleza del título valor lo permiten, puede pactarse además una
cláusula de intereses compensatorios y moratorios, reajustes u otras prestaciones que
la ley le admita (cláusulas penales, por ejemplo) para el periodo entre su emisión y su
vencimiento. Esta cláusula no es válida en el cheque ni en la letra de cambio, en los
que tales cláusulas se tendrán por no puestas (arts. 146 y 181 LTV). En cambio, sí
sería admisible en el pagaré (inc. b del art. 159 LTV). Si la ley no permite estos pactos
(caso de la letra de cambio y del cheque) o —aunque los permita— de hecho, no se
han incluido, el título valor tendrá a su vencimiento sólo su valor nominal.
Cláusulas relativas al pago.
Son cláusulas relativas al pago aquéllas que regulan diversos aspectos del modo en
que éste tiene que realizarse y, concretamente:
1) la cláusula de pago en moneda extranjera; y
2) la cláusula de pago con cargo a cuenta bancaria.
Sobre la posibilidad de pagar una deuda cambiaria en moneda extranjera, los arts. 50
y 68 LTV concuerdan básicamente con el art. 1237 CC. En ambos casos, salvo pacto
en contrario, el pago de una obligación contraída en moneda extranjera puede hacerse
siempre en moneda nacional, al tipo de cambio de venta del día del vencimiento o, si
el deudor incurre en mora, al tipo de cambio del día del vencimiento o del día del pago,
a elección del acreedor. Pero el art. 68 LTV presenta algunas diferencias con el art.
1237 CC:
“Artículo 68.- Pago de títulos valores en moneda extranjera
68.1 Salvo lo dispuesto en el último párrafo, el pago de un título valor expresado
en moneda extranjera podrá verificarse ya sea en la misma moneda o en
moneda nacional. En este último caso, el pago debe hacerse según su
equivalencia al tipo de cambio venta de la respectiva moneda que la autoridad
competente publique en el diario oficial el día del vencimiento o, en su defecto,
de la publicación inmediata anterior.
68.2 Si el pago en moneda nacional a que se refiere el párrafo anterior se hace
en fecha posterior al del vencimiento, el tipo de cambio venta será elegido por
el tenedor del título valor, entre aquél que corresponda a la publicación hecha
el día de pago o a la que se hizo en la fecha del vencimiento, según la regla
señalada en el párrafo anterior.

258
Notas de Títulos Valores § 165

68.3 En los casos previstos en los párrafos anteriores, a falta de publicación del
tipo de cambio de la moneda consignada en el título valor, las partes acordarán
tal equivalencia y, a falta de tal acuerdo, el tipo de cambio será el que fije el
Banco Central de Reserva del Perú.
68.4 Los títulos valores expresados en moneda extranjera serán pagados en la
misma moneda extranjera, en los siguientes casos:
a) cuando el lugar de pago señalado en el título valor está ubicado en el
extranjero, aun cuando el pago se efectúe dentro de la República;
b) cuando ello se haya pactado en modo expreso, conforme al Artículo 50; y
c) en los casos previstos por la ley” (énfasis añadido).
El art. 50 LTV admite, entonces, que se pacte que una deuda contraída en moneda
extranjera deba pagarse necesariamente en dicha moneda, eliminando la facultad del
deudor de hacerlo en moneda nacional que prevé el art. 68 LTV. La cláusula se
expresa con los términos “de pago en moneda extranjera”. Pero ella no constituye el
único supuesto en que un título valor debe pagarse necesariamente en la moneda
extranjera en que esté expresada la suma de dinero, sino que ello también ocurrirá:
1) cuando el lugar de pago está ubicado en el extranjero, aun cuando el pago se
efectúe, de hecho, en el Perú; y
2) cuando así lo prevea la ley (caso, por ejemplo, del certificado bancario de moneda
extranjera, a tenor del inc. b del art. 218 LTV).
La cláusula de pago con cargo en cuenta bancaria está prevista en el art. 53 LTV:
“Artículo 53.- Pago con cargo en cuenta
53.1 En los títulos valores que contengan obligaciones de pago dinerario, podrá
acordarse que dicho pago se cumplirá mediante cargo en cuenta mantenida en
una empresa del Sistema Financiero Nacional, señalando el nombre de la
empresa y, en su caso, el número o código de la cuenta.
53.2 La empresa del Sistema Financiero Nacional designada deberá contar con
autorización previa del titular de la cuenta para atender el pago, sea con fondos
constituidos previamente o con créditos que conceda al titular de la cuenta
designada”.
Esta cláusula, entonces, permite cargar el monto de las obligaciones cartulares
dinerarias directamente a una cuenta bancaria. Para ello, la cláusula ha de señalar el
nombre de la entidad de crédito y, en su caso, el número de la cuenta, que puede ser
ahorros, cuenta corriente, o cualquier otra, ya que la ley no ha establecido limitaciones.
La entidad de crédito designada debe pagar el título, siempre que previamente el titular
de la cuenta le haya dado autorización para hacer el débito con cargo a los fondos
existentes en la cuenta, con sobregiros o con avances en cuenta previamente
acordados. Si el pago no fuera atendido, el rechazo anotado por la entidad financiera,
producirá los efectos del protesto: esto es lo que se conoce como la certificación
sustitutoria del protesto por falta de pago.
Otras cláusulas relativas a la ejecución.
Voy a analizar como cláusulas relativas a la ejecución de los derechos incorporados
en el título valor (se entiende, en cualquier forma diferente del pago voluntario, al que
ya me he referido en el apartado anterior) las siguientes:

FACULTAD DE DERECHO 259


Versión de julio de 2023
§ 165 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) la cláusula de liberación de protesto, y


2) la cláusula de venta extrajudicial.
La cláusula de liberación de protesto, se expresa mediante las locuciones “sin
protesto”, “sin gastos” u otra equivalente. El protesto es el acto por el cual un notario
o un juez da fe pública de que el título valor no ha sido pagado o no ha sido aceptado
por el obligado principal o por el girado, según el título valor de que se trate, pese a
que se le ha dado la oportunidad de hacerlo.
El protesto puede ser sustituido por la certificación sustitutoria colocada en el propio
título por el banco designado en él para realizar el pago, que da cuenta de que dicho
pago ha sido rechazado por falta de fondos, cuando el título valor era pagadero con
cargo a cuenta bancaria. Es el caso de todo cheque, así como de cualquier título valor
dinerario en que se incluya la cláusula del art. 53 LTV (art. 82.1 LTV).
El protesto y su formalidad sustitutoria permiten conservar las acciones cambiarias,
abriendo la puerta a su ejercicio (cfr. art. 70.2 LTV). Por eso he considerado la cláusula
que tiende a liberar de la necesidad de practicarlos como relativa a la ejecución de los
derechos cartulares.
La cláusula de liberación de protesto puede incluirse en todos los títulos valores
sujetos a protesto (que además, en algunos casos, ya hemos dicho que puede ser
reemplazado por la certificación sustitutoria). Su efecto es liberar al tenedor legítimo
de tener que obtener el protesto o la certificación sustitutoria del documento para
poder iniciar las acciones cambiarias.
La regla es que, salvo indicación distinta de la ley, todo título valor está sujeto a
protesto (cfr. art. 70.1 LTV). Por tanto, aunque en algunos casos no se alude
expresamente a esa necesidad, están sujetos a protesto:
1) la letra de cambio,
2) el pagaré,
3) la factura conformada (art. 166.2 LTV),
4) la factura negociable (inc. c del art. 6 LFN),
5) el cheque (art. 213 LTV),
6) el certificado de depósito,
7) el warrant (art. 233.2), y
8) el título de crédito hipotecario negociable (art. 243 LTV); y
9) todos los demás títulos valores no expresamente liberados de él por la ley.
En cambio, no están sujetos a protesto, y por tanto carecería de objeto insertar en
ellos la cláusula “sin protesto”:
1) el certificado bancario en moneda extranjera (art. 222 LTV);
2) el certificado bancario en moneda nacional (art. 223 LTV);
3) el conocimiento de embarque (art. 249.2);
4) las cartas de porte (art. 254.2 LTV);
5) los valores mobiliarios en general (arts. 255.6 y 255.7 LTV);
6) las acciones y obligaciones (art. 84 LTV); y

260
Notas de Títulos Valores § 166

7) los demás títulos señalados por la Ley.


No obstante, la LTV señala que la cláusula de liberación de protesto no es eficaz en
determinados casos:
1) en general, en el título de crédito hipotecario negociable (art. 243.1 LTV);
2) respecto del protesto por falta de aceptación de la letra de cambio (arts. 81.3 y
147.4 LTV); y
3) cuando se trata de títulos valores pagaderos en cuotas o armadas, la cláusula sólo
exonera de protestar por la falta de pago de la última cuota (158.2 LTV).
En todos estos casos, aunque el título valor contenga la cláusula, de todos modos
deberá levantarse el protesto.
Según el art. 51 LTV, la cláusula “sin protesto” sólo puede ser insertada en dos
momentos:
1) al emitir el título valor, o
2) durante la presentación para la aceptación de la letra de cambio.
En el primer caso la inserción la hará el librador y en el segundo el aceptante. Se trata
de una facilidad para el tomador en el ejercicio de las acciones cambiarias.
Si el título valor tuviese esta cláusula, la acción cambiaria se permitiría por el solo
mérito del vencimiento del plazo señalado en el título. Así lo dispone el art. 81.1 LTV:
“Tratándose de títulos valores sujetos a protesto, es válida la cláusula «Sin
Protesto» u otra equivalente que se incluya en el texto del título valor conforme
al Artículo 52, que libere al tenedor de la obligación de protestar el documento.
En estos casos, la acción cambiaria se ejercitará por el solo mérito de haber
vencido el plazo señalado en el título valor” (énfasis añadido).
Sin embargo, el tenedor puede, sin perjudicar el título, optar por obtener el protesto a
pesar de la cláusula; en este caso, empero, los gastos de la diligencia serán de su
cargo: no le son reembolsables (cfr. art. 81.2 LTV).
Por su parte, la cláusula de venta extrajudicial está regulada en el art. 54 LTV:
“En los títulos valores afectados en garantía, salvo disposición distinta de la ley,
puede acordarse prescindir de su ejecución judicial y que su venta se realice
en forma directa o extrajudicial, conforme a los acuerdos adoptados al efecto,
según las disposiciones aplicables a la ejecución extrajudicial de la garantía
prendaria”.
Así pues, y sólo en los títulos valores afectados en garantía, y si la ley no dispone lo
contrario, las partes pueden acordar que la ejecución de la garantía constituida por el
título valor se realice en forma extrajudicial. Esto es, se puede prescindir de su
ejecución judicial llevar a cabo su venta en forma directa, conforme a los acuerdos
adoptados al efecto. En este caso el propio acreedor garantizado tenedor puede
efectuar el endoso en propiedad a favor del adjudicatario final del título valor.
Cláusulas conflictuales.
Me refiero bajo la denominación de cláusulas conflictuales a:
1) la cláusula de sometimiento a arbitraje;
2) la cláusula de prórroga de la competencia judicial territorial; y
FACULTAD DE DERECHO 261
Versión de julio de 2023
§ 167 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

3) a la cláusula de sometimiento a ley extranjera (pactum de lege utenda).


En realidad, cada una de las dos primeras de estas posibles cláusulas esconde a su
vez dos manifestaciones notoriamente distintas en su significación general:
1) una meramente de derecho interno (prórroga de la competencia territorial interna
y sometimiento a arbitraje interno), y
2) otra de eficacia en el plano internacional (pactum de foro prorogando y
sometimiento a arbitraje internacional).
Propiamente, sólo éstas últimas y la de sometimiento a ley extranjera suponen el
ejercicio de la llamada “autonomía conflictual”, o de Derecho internacional privado.
Todas ellas están previstas en el art. 55 LTV:
“Salvo disposición legal en contrario, para el ejercicio de las acciones derivadas
del título valor podrá acordarse el sometimiento a la competencia de
determinado distrito judicial del país, así como a la jurisdicción arbitral; o a leyes
y/o tribunales de otro país”.
Los principales alcances de las manifestaciones propiamente conflictuales de todas
estas cláusulas ya las he tratado en la Introducción29, por lo que de momento me voy
a eximir de hacer un mayor desarrollo de estas cláusulas.

III. GARANTÍAS DE LOS TÍTULOS VALORES


El aval: concepto y naturaleza.
El aval es una garantía personal accesoria que se establece para el pago del título
valor y a favor de un obligado, por la cual el avalista tomará el lugar del avalado, y se
vincula a él de forma solidaria, así como también con los demás firmantes frente al
tenedor legítimo. El hecho de que el título esté avalado significa que la obligación
contenida en él está más reforzada, que su pago es más seguro.
El aval es un negocio jurídico unilateral (como lo es, en principio, la generalidad de los
negocios cambiarios30), de garantía, peculiarmente autónomo en su conexión con la
obligación cartular que garantiza y esencialemente documental, mediante el cual el
otorgante se convierte en responsable cambiario del pago del documento.
1) El carácter unilateral permite diferenciar el aval de otros negocios que pueden
cumplir eventualmente funciones semejantes, como la fianza de Derecho común,
el seguro y el mandato, que son propiamente contratos. Muchos añaden a esta
unilateralidad un supuesto carácter no recepticio, aludiendo a que no sólo no sería
necesaria su aceptación (cosa que ya se deduce de su carácter unilateral), sino no
requiere dirigirse a nadie en particular, ni mucho menos llegar a su conocimiento,
para que sea completamente válido y produzca todos sus efectos. Pienso, sin
embargo, que cuando el aval tiene esos efectos no es en virtud de una “no
recepticiedad” postiza, que contradice la experiencia común de quien se obliga
bajo él y bajo cualquier otro negocio cambiario. En efecto, el girador, aceptante,
avalista, etc., siempre pretenden obligarse ante determinada persona; esto es,
emite su declaración como recepticia, bien que sepa y declare querer que la
eficacia de su obligación puede y debe extenderse a terceros desconocidos,
supuesto el curso regular de la circulación cartular. Si acaso, la irrelevancia de cara

29 Vid. § 24, en pp. 36 y ss., supra.


30 Vid. mi postura general en el § 74, en pp. 128 y ss., supra.

262
Notas de Títulos Valores § 167

a la eficacia del título que puedan tener los defectos en la verificación práctica de
esa recepticiedad se debe a la responsabilidad por la apariencia de quien se obliga
cambiariamente, y supuesta la verificación de los requisitos que el ordenamiento
le señala a ésta. Por tanto, del negocio de aval en sí hay que afirmar más bien su
carácter normalmente recepticio, bien que mediatizado por las consecuencias de
la vigorosa protección de la apariencia jurídica en materia de títulos valores.
2) Es un negocio de garantía porque su finalidad es asegurar el pago del título. Como
garantía que es, no forma parte originariamente del nexo cartular, en el que se
inserta sólo indirectamente. Ciertamente, y más allá de esa condición básica de
garantía, es un negocio abstracto, porque se desvincula de la relación fundamental
que media entre avalista y avalado, pero en este rasgo no presenta apenas
especialidad alguna, pues prácticamente lo mismo pasa con todos los negocios de
garantía.
3) En cambio, sí es una especialidad propia suya su carácter (peculiarmente)
autónomo. Tal carácter básico, en realidad, lo comparte con la generalidad de los
negocios cartulares31, pero se predica de un modo peculiar del aval, porque surte
efectos por sí mismo y se considera independiente de la obligación documental
originaria, en el sentido de que su validez no depende de la validez substancial de
la obligación que garantiza, salvo vicio de forma (art. 59.1 LTV). Esta última
salvedad se debe a que, aunque comporte una obligación directa de quien lo
presta, tratándose ostensiblemente de una garantía, no puede prescindirse de la
existencia al menos formal de la obligación garantizada. Pero si hubiera mediado
dolo, violencia, intimidación o error en la constitución de la obligación garantizada,
y aun si el avalado hubiera sido incapaz al momento de contraerla, nada de eso
afecta al aval, que sigue obligando plenamente al avalista. En esta drástica
consecuencia es que el aval difiere de la fianza, incluso de la cartular, y de las
garantías reales anotadas en el título valor, configurando el aval como un acto no
sólo abstracto, sino particularmente autónomo, incluso en su propia condición de
garantía, y como tal necesariamente conexo o dependiente de la obligación
garantizada. Y así, si el tenedor de la letra acciona contra el avalista, y no contra
el avalado, incluso constando la nulidad (no formal) de la obligación originaria civil
o comercial, de todos modos será condenado al pago de la suma garantizada.
MONTOYA dice que el aval subsistiría incluso si la firma del avalado fuera falsa,
pues aun entonces habría de todos modos una apariencia jurídica que la ley
protege32. En general, el avalista no puede valerse de ninguna de las excepciones
personales de su avalado (art. 59.2 LTV).
4) Su carácter esencialmente documental se advierte precisamente en que el mismo
art. 59.1 LTV indica que la responsabilidad del avalista subsiste, aunque la
obligación del avalado fuere nula, “excepto si se trata de defecto de forma de dicho
título” (énfasis añadido). Esto se explica por la esencial formalidad de los títulos
valores33, que exige que para que sean realmente tales reúnan todas las
formalidades legales que les correspondan, según su naturaleza (cfr. art. 1.1 LTV);
por consiguiente, si no se han cumplido, el título es nulo, como también todos los

31 Vid. al respecto los §§ 100 y 101, en pp. 170 y ss., supra.


32 MONTOYA, Com. al art. 87 LTV ant., cit., n. 94 (p. 268).
33 Vid. § 88, en pp. 148 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 263


Versión de julio de 2023
§ 168 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

actos cartulares posteriores a la emisión, incluido el aval. Así, la nulidad basada


en el vicio de forma libera a todos los intervinientes en el título34. Si éste es nulo,
también lo será el aval, que no podrá subsistir en tal condición, pues aunque cree
una obligación autónoma, lo hace en cuanto forma parte del título valor, y sigue la
suerte de éste, dado su carácter formal.
Ahora bien, este último carácter se entiende sin perjuicio de la eventual completación
posterior que permita hacer valer el título y cada uno de los negocios cartulares
estampados en él (incluido el aval), según las reglas que hemos estudiado a propósito
del carácter de completividad del título valor35. Así, por ejemplo, si se avala
expresamente al aceptante de una letra de cambio36 antes de que ésta haya sido
aceptada, en mi opinión no se está garantizando la (futura) aceptación de la misma
por el avalado, de modo que, si ésta no se produce, el avalista de todas formas
responda ante el tenedor, sino que más bien se supedita la validez del propio aval a
que la letra sea aceptada por el avalado. Así parece insinuarse en el art. 131.2 LTV,
cuando dice que el “garante” (noción que obviamente incluye al avalista) que ha
señalado plazo para presentar la letra a la aceptación queda liberado si el título no es
presentado dentro de dicho plazo. Cabría preguntarse si la norma habla sólo del
“garante” de otros obligados cambiarios anteriores (que ya firmaron el título), o
también del avalista (u otro garante) del futuro aceptante. Considero más conforme
con la función protectora del tráfico y más respetuoso de la libertad de quienes
intervienen en él (sin afectar al mismo tiempo intereses dignos de protección de
terceros) una interpretación de la norma que se extienda a ambos casos. De la misma
forma, pienso que se puede garantizar (con la calidad de “aval en blanco”) a cualquier
futuro obligado en el título, quedando supeditada la eficacia del aval a que la obligación
futura del avalado se haga efectiva (al menos aparentemente).
Forma y contenido del aval.
El aval debe:
1) constar en el título valor o en documento adherido a él (art. 58.1 LTV), dado su
carácter esencialmente documental;
2) expresarse con las palabras “aval”, “por aval”, u otras equivalentes, indicando la
persona del avalado (art. 58.2 LTV), y
3) ser firmado por el avalista con su nombre, número de DNI y domicilio (art. 58.2
LTV, in fine).
Ahora bien, el art. 58.3 LTV acepta, una vez concordado con los arts. 57, 128.1 y 171
LTV, así como con las normas supletorias del contenido del negocio contenidas en los
arts. 58.4 a 58.6 LTV, que la sola firma colocada en el anverso se repute aval siempre
que:
1) el avalista y el girado (futuro aceptante o emisor de la conformidad), tratándose
de una letra de cambio u otro título sujeto a aceptación o conformidad, sean

34 Argumento de fondo desarrollado por PINO CARPIO, Ley de Títulos Valores, cit., pp. 174-175, a
propósito de lo dispuesto, para la letra de cambio, en el art. 85 LTV ant.
35 Vid. §§ 89 a 93, en pp. 149 y ss., supra.

36 Si el aval no fuera expresamente a favor del aceptante, en este caso, por efecto de lo dispuesto en

el art. 58.4 LTV, se entendería extendido a favor del girador.

264
Notas de Títulos Valores § 169

personas distintas, porque de otra manera la sola firma significará antes que nada
aceptación o conformidad;
2) también deberá ser diferente la persona del avalista de la persona del girador o
emisor, pues de lo contrario, aun en los casos en que no sea el obligado principal
(que por el art. 57 LTV no puede avalarlo), la firma que se encuentra en el anverso
primero se atribuye al emisor. Considero que, en estos casos, para “señalar de
modo expreso su adicional condición de avalista” (cfr. art. 57 LTV, in fine) bastaría
una segunda firma del emisor o girador, sin ninguna otra indicación.
La razón por la que en estos casos la firma debe estar en el anverso no es tanto
porque así lo ordene la ley, sino (y es la razón por la que ella así lo ordena) para que
no se confunda con un endoso en blanco, que se pone en el reverso (arts. 34 y 36
LTV). Por su parte, al tratarse de un acto de garantía a favor de otro obligado, si
hubiera más de uno necesariamente debería indicarse por quién se otorga el aval.
Pero si falta dicha mención, el art. 58.4 LTV lo considera otorgado en favor del
obligado principal o, de ser el caso (por ejemplo, en una letra de cambio aún no
aceptada), del girador, pues robustece el título valor, favoreciendo al mayor número
de personas.
Expresamente se admite (cfr. 56.4 y 58.6 LTV) que el avalista garantice sólo parte de
la obligación a cargo de su avalado, o hasta cierto límite, pero si éste no es expreso,
el aval comprende la totalidad de lo debido cartularmente.
También se pueden establecer cláusulas relativas a la extensión (o limitación,
agregaría yo) temporal de la garantía (en relación con posibles prórrogas): arts. 59.3
y 59.4 LTV.
El avalista puede ser un tercero o también cualquier firmante anterior del título valor,
menos su obligado principal (cfr. art. 57 LTV). El aval prestado por éste resulta inútil,
pues su posición frente al tenedor es ya tal, que no se puede agravar más. La doctrina
en general lo ha considerado un aval sin sentido, pero nuestra ley además ha optado
por excluirlo expresamente. Puede haber varios avalistas para una misma obligación
cambiaria, como se deduce de los arts. 49.5, 90.1, 96.1. 161, 222.2, 273.5 y 274.5
LTV, en todos los cuales se admite una pluralidad de “garantes” (incluidos por tanto
los “avalistas”) a favor de un único obligado37. En esa línea, parece que se ha de
admitir incluso el aval del aval.
Efectos del aval.
El avalista no garantiza la posición personal del avalado, sino que su obligación se
vincula con la manifestación objetiva materializada por el avalado en el título.
Hay quienes decían que el avalista es un obligado de regreso, basándose en que tiene
derecho a repetir el pago realizado, por lo menos, de su avalado. Pero ya ALEGRÍA
decía que su condición de obligado directo u obligado en vía de regreso dependía de
la posición cambiaria de su avalado. Esta postura se basa en que el avalista toma de
su avalado el contenido cartular objetivo de su obligación; es decir, se obliga en la
misma forma que su avalado. Esto significa que no puede cumplir la obligación en
forma distinta a la que aparece de la letra del documento: ni puede pagar en fecha
distinta, ni en lugar diferente, ni en monto mayor (aunque sí menor: cfr. arts. 56.4 y

37Para los efectos internos de esta pluralidad de sujetos en la posición de aval sería necesario entonces
aplicar el art. 93 LTV.

FACULTAD DE DERECHO 265


Versión de julio de 2023
§ 170 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

58.6 LTV), ni a persona diferente de la que está señalada para la obligación de su


avalado. Entonces, si el avalado es el obligado principal, el avalista lo será también, y
será obligado de regreso si su avalado tiene esa calidad, sin perjuicio de poder repetir
el pago realizado. Esta doctrina está ahora recogida en lo expresamente dispuesto
por el art. 90.1 LTV:
“Los títulos valores confieren a su tenedor la acción cambiaria directa, que
puede ejercitarse contra el obligado principal y/o sus garantes” (énfasis
añadido).
Concordando el art. 59.2 LTV con el art. 19 LTV, y recordando que tanto la obligación
del avalista como la del avalado son obligaciones autónomas y abstractas, es evidente
que el aval no puede oponer las defensas basadas en el error, dolo, violencia,
intimidación, transacción, compensación, etc., de las que eventualmente pueda
valerse su avalado. En cambio, puede oponer las defensas que emanen de los
defectos del protesto y demás que afecten a la validez de todo el título; también las
que emanen del contenido literal del título, aunque sólo afectasen a la obligación de
su avalado; finalmente, las de falta de capacidad, representación, etc., sólo en cuanto
se refieran a su propia obligación.
Por su parte, el avalista que cancela se subroga en los derechos del acreedor a quien
pagó, pero sólo contra la persona que él mismo garantizaba y contra todos aquéllos
que estaban obligados a favor de ésta (art. 60.1 LTV); es decir, tiene también las
acciones emergentes de las obligaciones asumidas por los suscriptores del título que
estaban obligados frente al avalado.
Ahora bien, si quien pagó fue un coavalista, por efecto del art. 93 LTV, entre él y sus
coavalistas no hay acciones cambiarias, sino que las relaciones internas se sujetan a
las normas del Derecho común sobre las obligaciones solidarias.
Fianza cartular38.
“La fianza a diferencia del aval es una garantía personal que emerge como
consecuencia de un acuerdo de voluntades y consentimiento bilateral 39, entre el
acreedor y el deudor accesorio (fiador), luego de la existencia de una obligación
principal, que en el caso del artículo 61 de la Ley de Títulos Valores, se trata de
una garantía solidaria.
Por ello diremos que la fianza tiene un carácter absolutamente accesorio, la
obligación que asume el fiador se encuentra subordinada en cuanto a sus
orígenes y existencia a la obligación o deuda principal, siendo una garantía que

38 En este apartado reproduzco (omitiendo las citas), de manera provisional, la sección correspondiente
a la fianza cambiaria de ÍSMODES TALAVERA, Javier; “De las garantías de los títulos valores. La fianza,
el aval y la garantía real”, en MONTOYA, Tratado de (…) Títulos Valores, cit., pp. 161-181 (pp. 169-170).
Al pie de página, hago algunos deslindes, cuando opino de manera diferente que el autor o considero
que serían necesarias precisiones adicionales para dar por buenas sus afirmaciones.
39 En mi opinión, no hay ninguna razón para no concebir la fianza específicamente cartular también

como habitualmente unilateral, según el modelo de la generalidad de los negocios cambiarios que he
defendido en el § 74, en pp. 128 y ss., supra.

266
Notas de Títulos Valores § 171

además cumple un rol subsidiario, ya que el deudor no satisface la prestación o


pago si no lo hace en primera instancia el deudor principal40.
Ahora bien, en relación a la fianza como garantía en los títulos valores, si bien
nace del consentimiento y manifestación de voluntad bilateral entre el acreedor y
el deudor accesorio o fiador41 elimina la posibilidad de operar el beneficio de
excusión a favor del deudor accesorio, salvo que se haya pactado lo contrario.
La norma también extiende la influencia de las acciones cambiarias en contra del
fiador, en las mismas condiciones y plazos que las del deudor principal o su
afianzado. Pero a diferencia del aval y como se ha expuesto en el primer párrafo
referido a la fianza, los medios de defensa del fiador y del deudor principal pueden
ser los mismos, desde el punto de vista personal, ya que en el caso de la fianza
hablamos de una situación de subsidiariedad, ya que la obligación que asume el
aval en forma accesoria con respecto a su avalado tiene como fundamento el
nacimiento de la obligación principal, en este caso la que motiva la existencia del
título valor que incorpora la obligación de pago y derechos de crédito, y es que a
diferencia del aval, no se trata de una obligación independiente sino totalmente
subordinada al nacimiento e incumplimiento de la deuda asumida por el fiado o
deudor principal”.
Garantías reales.
El art. 63 LTV dispone:
“Artículo 63.- Garantías reales
63.1 Además de las formalidades y requisitos que las respectivas disposiciones
legales señalen para la constitución de garantías reales que respalden títulos
valores, cuando dichas garantías aseguren el cumplimiento de las obligaciones
frente a cualquier tenedor, debe señalarse en el mismo título o en el respectivo
registro la existencia de tales garantías y, en su caso, las referencias de su
inscripción registral.
63.2 En ese caso, las transferencias del título no requieren del asentimiento del
obligado ni, de ser el caso, del constituyente de la garantía, para que ésta tenga
plena eficacia frente a cualquier tenedor del título valor”.
Como se advierte (y no cabía otra cosa), la LTV no regula propiamente las garantías
reales, cosa que compete únicamente al Derecho común, sea en el CC o en leyes
especiales, como la LGM. Tampoco les otorga efectos estrictamente cartulares. Lo
que hace, dejando intacto el régimen que a cada una le corresponda según su
naturaleza, es regular su anotación en el título mismo, de cara a su posible eficacia a
favor de cualquier tenedor (art. 63.1 LTV), sin necesidad de pasar, en ese caso, por
ningún requisito ajeno a los propios de la circulación cartular para que su transmisión
a los sucesivos adquirentes sea plenamente eficaz y oponible (art. 63.2 LTV)

40 Entiendo que el autor se refiere (y sólo en ese sentido resulta correcta la afirmación) a que el fiador,
aun siendo solidario ex lege (y por lo tanto, sin poder oponer ni el beneficio de excusión ni el de división),
puede oponer al acreedor todas las excepciones con que cuente el deudor fiado, incluso las personales.
41 Cfr. la salvedad que hago en la nota n. 39, en p. 266, supra.

FACULTAD DE DERECHO 267


Versión de julio de 2023
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 6
CUMPLIMIENTO Y EJECUCIÓN DE LOS DERECHOS
INCORPORADOS

SUMARIO: I. PAGO DEL TÍTULO VALOR.— 172. Presentación, entrega y pago del título.
173. Sujetos del pago. 174. El pago por intervención (i): noción, sujetos y clases.
175. El pago por intervención (ii): requisitos y efectos. 176. Lugar del pago.
177. Oportunidad del pago y pago anticipado. 178. Integridad del pago y pago
parcial. 179. Pago de títulos valores en moneda extranjera. II. EL PROTESTO DE LOS
TÍTULOS VALORES.— 180. Noción y generalidades. 181. Clases de títulos y clases de
protestos. 182. Preceptividad del protesto. 183. Plazos para realizar el protesto.
184. Procedimiento notarial del protesto. III. PRETENSIONES DOCUMENTALES.—
185. Noción. 186. Clases de pretensiones documentales y sus requisitos comunes.
187. La llamada “acción” directa. 188. La “acción” de regreso. 189. La “acción” de
ulterior regreso. 190. La “acción” de regreso anticipado. 191. Pagos que pueden
reclamarse. IV. PRETENSIONES ALTERNATIVAS Y SUBSIDIARIAS A LAS
DOCUMENTALES.— 192. Las pretensiones causales. 193. Pago con títulos valores y
coordinación de planos causal y cartular. 194. El enriquecimiento indebido vinculado
al uso de títulos valores. V. PRESCRIPCIÓN Y CADUCIDAD DE LOS TÍTULOS VALORES.—
195. Planteamiento. 196. Una prescripción con rasgos de caducidad.
197. Prescripción de las “acciones” cambiarias. 198. Caducidad de la suspensión
de las acciones cambiarias. 199. Caducidad y prescripción de derechos y
pretensiones extracartulares. VI. PÉRDIDA, DESTRUCCIÓN Y DETERIORO DE TÍTULOS
VALORES.— 200. Planteamiento. 201. Deterioro o destrucción parcial.
202. Deterioro total, extravío y sustracción.

I. PAGO DEL TÍTULO VALOR


Presentación, entrega y pago del título.
El pago es la primera y principal forma de extinción de las obligaciones1. Éstas se
crean, en un sentido muy riguroso y muy real, para ser pagadas o cumplidas. Las
obligaciones incorporadas en títulos valores obviamente no son ninguna excepción.
La LTV, al regular el pago (arts. 64 a 69 LTV), tiende a considerar la obligación cartular
como si fuera siempre o casi siempre una de dar suma de dinero, y bajo ese
presupuesto se han de entender la mayoría de sus normas sobre la materia. Pero a
la luz de la doctrina general sobre el pago y sobre las demás formas de extinción de
las obligaciones, hay que sostener que
1) ni el pago propiamente dicho de todo título valor de contenido obligacional se ha
de verificar siempre entregando una suma de dinero;
2) ni es el pago el único medio de extinguir la relación jurídica documentada.

1 Prácticamente todo este Capítulo lo he armado completando, actualizando y reordenando, con


algunas modificaciones (en general, menores) materiales preparados para el dictado de este curso en
años anteriores por los Profesores José ZEGARRA ZAVALETA y Lorena RAMÍREZ OTERO. El resultado final,
evidentemente, es de mi entera responsabilidad.

— 269 —
§ 173 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Ésta ciertamente puede ser extinguida o cancelada por otros medios, tales como la
novación, la compensación, la dación en pago, la condonación, la consolidación y el
mutuo disenso.
Se ha sostenido2, y la afirmación es igualmente válida para los demás títulos valores
en virtud del principio de incorporación, que el deudor de la letra de cambio, al ser ésta
un título de presentación o de exacción, no está en la obligación de cancelarla
mientras no le sea exhibida; mejor dicho: a falta de tal exhibición, el sujeto pasivo
cuenta con una excusa legítima para rehusar el pago. La presentación para el pago
por parte del tenedor se configura, así, como una carga y un poder. En consecuencia,
para poder exigir el pago de un título valor bajo el art. 16 LTV, es necesario:
1) exhibir el título, y
2) contar con la legitimación activa correspondiente a su “ley de circulación”.
Asimismo, una vez cancelada íntegramente la obligación, según su contenido y
modalidad propios, el título debe ser entregado por el tenedor al solvens, que tiene
estricto derecho de rescatarlo o, al menos, de inutilizarlo notoriamente en su propia
materialidad. De lo contrario, y como ha establecido reiterada jurisprudencia, podría
verse en la necesidad de pagar de nuevo a cualquier tercer adquirente de buena fe.
Esta obligación de entrega está claramente recogida en el art. 17 LTV:
“17.1 El tenedor de un título valor queda obligado a devolverlo a quien cumpla
totalmente la prestación contenida en él (…).
17.2 Las partes interesadas podrán acordar la destrucción del título valor
pagado totalmente, prescindiendo de su devolución física. La carga de la
prueba de tal acuerdo, así como la responsabilidad por la falta de destrucción,
corresponde al obligado a la devolución” (énfasis añadidos).
Sujetos del pago.
La cuestión de los sujetos del pago de un título valor está íntimamente vinculada con
el concepto de la legitimación activa y pasiva. En general, son:
1) El sujeto activo del pago, que es, de primera intención, el sujeto pasivo de la
obligación, y que recibe el nombre de solvens (“el que paga”, en latín); y
2) el sujeto pasivo del pago, que es, viceversa, el sujeto activo de la obligación, y al
que se denomina accipiens (“el que recibe”, en latín).
Este último tiene que ser necesariamente el tenedor, en principio, legitimado (arts.
16.1 y 64.3 LTV). De hecho, si no va a cobrar precisamente esa persona precisamente
en el día del vencimiento, y portando consigo el título valor, todo deudor o sujeto
pasivo del título valor queda automáticamente legitimado para efectuar la
consignación judicial de la pretensión a su cargo, a tenor del art. 67 LTV.
Ahora bien, el solvens puede ser:
1) el propio deudor (art. 16.1 LTV), que en un título valor puede a su vez ser,
ordinariamente, el deudor principal o un deudor solidario con el principal, ya sea a
título de garante o como obligado de regreso; o
2) un tercero interviniente en el pago.

2 LEGÓN, Fernando A.; Letra de cambio y pagaré, Ediar, Buenos Aires, 1974, p. 162.

270
Notas de Títulos Valores § 174

A la posibilidad, también vigente en el Derecho común (cfr. art. 1222 CC), de que el
pago lo verifique un tercero apunta ya el art. 17.1 LTV cuando habilita para recuperar
el título a “quien[quiera que] cumple la prestación”. La confirma el art. 149.2 LTV, sobre
la intervención en una letra de cambio, pero que, por disposición del art. 69 LTV, se
ha de aplicar también al pago por intervención de cualesquiera títulos valores.
En realidad, son los propios deudores principales (en una letra aceptada, el aceptante;
en otros títulos valores, por regla general pero no absoluta, el girador) los primeros
llamados a realizar el pago. Como tales, son también los únicos, de primera intención,
a los que el tenedor tiene la carga de presentar el título para que sea pagado. Pero
como, en principio, todos los que hayan firmado el título valor responden
solidariamente frente al tenedor por el pago (cfr. art. 11 LTV), a todos ellos
(endosantes, avalistas, fiadores, etc.) interesa su cancelación como deudores; de
hecho, es el pago o la falta de él por parte del obligado principal la que fija definitiva e
irrevocablemente la situación jurídica del título:
1) Si quien paga es el obligado principal (o, en una letra de cambio, si paga el girado,
aunque no haya aceptado), se extingue la obligación cartular, liberándose todos
los obligados.
2) Si quien paga fuese otro cualquiera de los obligados, sólo quedan liberados
aquellos intervinientes cuya responsabilidad esté subordinada a la suya. Todo
obligado en la vía de regreso que pague, incluso el girador de la letra de cambio
aceptada, tendrá la acción cambiaria directa contra el aceptante o contra el girador
que se hubiese convertido en obligado principal en virtud de un protesto por falta
de aceptación.
En cambio, si paga un tercero, la cosa dependerá de si se cumplen los requisitos de
un “pago por intervención” capaz de iniciar un regreso cambiario del título valor, con
consecuencias muy semejantes a las del pago recuperatorio de un obligado solidario,
o si, en caso contrario, el cumplimiento equivale solo al “pago por un tercero” regido
por el Derecho común.
El pago por intervención (i): noción, sujetos y clases.
A tenor del art. 69 LTV:
“El pago y cumplimiento por intervención de las obligaciones que representa un
título valor se regirán en todo aquello que resulte aplicable a cada título valor
en particular por las disposiciones que contiene el Título Octavo, de la Sección
Primera, del Libro Segundo de la presente Ley”.
El “Título Octavo, de la Sección Primera, del Libro Segundo” de la LTV (arts. 149 a
157) trata de la intervención en la letra de cambio. Así, la regulación positiva del pago
por intervención en cualquier título valor resulta de generalizar lo previsto para el pago
por intervención en la letra de cambio. Pero dicho Título regula dos tipos de
“intervención”:
- en la aceptación (propia de la letra de cambio; si acaso, extensible a las facturas
cambiarias), y
- en el pago.

FACULTAD DE DERECHO 271


Versión de julio de 2023
§ 174 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Como es evidente, la remisión del art. 69 LTV alcanza solo a esta última, regulada
propiamente en los arts. 149 y 153 a 157 LTV3.
La “intervención” cambiaria consiste en que alguien, no inicial o principalmente
llamado a realizar un acto, o a realizarlo de una determinada manera, efectivamente
lo realice, para favorecer a algún obligado cambiario o impedir que se perjudique4. En
esa misma línea, el pago por intervención, como dije, es una manifestación de y se
vincula al “pago por un tercero” del Derecho común de obligaciones (art. 1222 CC).
El art. 149.1 LTV in fine dice que puede intervenir “cualquier persona”, haya o no
participado ya en el título; pero de inmediato el art. 149.2 LTV aclara que puede ser:
- un tercero —extraño por tanto a la relación cambiaria—,
- el mismo girado,
- el girador, o
- cualquier otro ya obligado en el título; PERO
- NO PUEDE ser el aceptante, pues la norma concluye su enumeración haciendo
explícita una salvedad: “con excepción del aceptante”.
Ahora bien, la identidad del “aceptante” de una letra de cambio es necesariamente la
misma que la del “girado”, quien adquiere esa condición al aceptar. Por tanto, cuando
el art. 149.2 LTV permite que “el mismo girado” intervenga, habla del “girado aún no
aceptante”, mientras no haya aceptado aún. Es el aceptante el que no puede
intervenir. Respecto de otros títulos valores, no susceptibles de aceptación, esta
imposibilidad aludida en la norma de que el aceptante “pague por intervención” se ha
de entender como referida a todo aquel que se haya convertido ya en el “obligado
principal” en sentido propio del título valor de que se trate. Esa persona, que ya está
obligada definitivamente al pago, y además como último responsable del título, si
“paga”, simplemente “paga”, no “interviene en el pago”.
En el pago, entonces (como en la aceptación5), puede intervenir incluso el propio
girado, que es nada menos que el llamado en principio a pagar (y también a aceptar).
Esto no contradice la idea de que el que paga por intervención, en cuanto interviniente,
siempre lo hace como extraño a la relación cambiaria: no como alguien “llamado” a
ello, sino favoreciendo a un responsable concreto, y adquiriendo derechos contra él y
todos los anteriores. En definitiva, el pago por intervención siempre representa un
caso de “pago por un tercero”: un pago distinto al inicial y normalmente llamado a
producirse. Por tanto, incluso cuando es el propio girado (o un obligado distinto del
principal), el “interviniente” no interviene “como” girado (u obligado) —y por lo tanto no
hace el pago (o aceptación) “reclamado” por el título— sino que participa por otro
concepto o causa (la “intervención”); lleva a cabo otro acto, con unos resultados
ciertamente similares, pero no exactamente iguales. En concreto:

3 También el art. 150.2 LTV menciona a la persona indicada “para que (…) pague [la letra] por
intervención”, pero lo hace para conferirle la facultad adicional de aceptar por intervención (se entiende
que “indicada”), sancionando la no presentación de la letra para ese efecto. No regula, por tanto, el
pago por intervención, sino solo la aceptación.
4 Vid. § 285, en pp. 403 y ss., infra.

5 Vid. §§ 285 y 288, en pp. 403 y ss. y en pp. 408 y ss., respectivamente, infra.

272
Notas de Títulos Valores § 175

1) aunque el “pago por intervención” (como todo pago, incluido el “pago por un
tercero” del Derecho común) ciertamente “satisface” al accipiens y lo “desinteresa”
en cuanto acreedor de la obligación pagada,
2) no necesariamente libera al deudor o deudores —y en esto se diferencian tanto el
“pago por intervención” como el “pago por un tercero” del pago propiamente dicho,
pago “sin más” o “a secas”—, precisamente porque ninguno de ellos es el deudor
mismo.
Del tenor de los arts. 66.3 (in. b), 149.1, 150.2 y 154 LTV se deduce que la intervención
en el pago puede producirse:
1) por indicación de uno o más de los obligados en la vía de regreso (y sólo de ellos:
cfr. art. 149.1 LTV), o
2) sin tal indicación (o, como solía denominársela tradicionalmente, “por honor”).
Esta “indicación”, por cierto, no cambia la naturaleza del fenómeno, que sigue siendo
intervención y no el pago ordinario reclamado por el título. Y como (a diferencia de la
aceptación por intervención), los efectos de rechazar una intervención en el pago son
los mismos, estuviera o no indicada, la distinción entre una y otra se reduce a lo
siguiente: estando indicada la intervención, el tenedor soporta la carga de pedir el
pago a los “indicatarios” (y, en su caso, obtener el protesto contra ellos), soportando
de lo contrario el riesgo de perder la acción cartular de regreso contra el “indicador” y
los responsables posteriores a él (art. 154 LTV). Pero esta carga solo opera si el
“indicatario” tiene su domicilio “en el mismo lugar de pago”, pues de lo contrario se
estaría haciendo significativamente más gravoso el ejercicio del derecho
documentado.
El pago por intervención (ii): requisitos y efectos.
Como deja claro el art. 153 LTV, los efectos del pago por intervención regular, que
veremos en seguida, dependen de ciertos requisitos que ha de cumplir la intervención
en el pago. Tales requisitos son de:
1) fondo (art. 153.2 LTV),
2) tiempo (arts. 153.1, pr., y 153.2 LTV, in fine) y
3) forma (art. 156.1 LTV).
El único requisito de fondo para un pago por intervención eficaz es el que enuncia en
su mismo inicio el art. 153.2 LTV:
“El pago [por intervención] comprende toda la cantidad por la que esté obligada
la persona por la cual se ha hecho …” (énfasis añadido).
En consecuencia, y a diferencia del que intentase un obligado cartular cualquiera (que
actúe como tal obligado; cfr. art. 65.1 LTV), el tenedor puede rechazar un pago por
intervención que fuera meramente parcial, sin perder por ello ninguna de sus acciones
cambiarias6. Por el contrario, para tener plena eficacia cambiaria como tal, al pago por
intervención sí que se le aplica la nota de indivisibilidad. Pero el precepto es
sumamente claro en el sentido de que esa indivisibilidad es relativa a “la cantidad por

6 MENÉNDEZ MENÉNDEZ, Aurelio; “La intervención de la letra de cambio”, en MENÉNDEZ, Derecho


cambiario, cit., pp. 707-735 (p. 730).

FACULTAD DE DERECHO 273


Versión de julio de 2023
§ 175 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

la que esté obligada la persona” por cuya cuenta se hace la intervención, y no


necesariamente por la totalidad de la suma cambiaria, pues:
1) por un lado, podrían haberse realizado antes pagos parciales del título, o ser el
beneficiario un avalista o aceptante que hubiera limitado eficazmente su propia
obligación a una parte del monto por el que se giró el título; o bien,
2) por el otro, podrían haberse devengado ya intereses o gastos repercutibles
adicionales (cfr. art. 92.1 LTV) a ese monto cambiario inicial por el que dicho
beneficiario se obligó7.
El tiempo dentro del que se puede hacer la intervención tiene su inicio determinado
en el art. 153.1 LTV: desde que “el tenedor pueda ejercitar la acción de regreso”, ya
sea al vencimiento o anticipadamente. Y su término final lo pone el art. 153.2 LTV, in
fine: “a más tardar, al día siguiente del último establecido para formalizar el protesto
por falta de pago”.
Los requisitos de forma los regula el art. 156 LTV:
1) se tiene que anotar en el propio título, como mínimo y, en su caso, también en la
constancia del protesto;
2) tiene que constar quién hace la intervención, y
3) por cuenta de quién interviene.
Ahora bien, la indicación de por cuenta de quién se interviene no es esencial al pago
por intervención mismo. Sí la anotación, para que se genere esta subrogación, y la
posibilidad de iniciar un regreso. Si no se indica por cuenta de quién se paga,
simplemente se considera hecha por cuenta del obligado principal (art. 156.1 LTV, in
fine). El pagador solo se subrogará contra el obligado principal, sólo tendrá UN
obligado. Por eso, justamente para proteger sus propios derechos y opciones, el que
interviene se cuidará de declarar a favor de quién lo hace realmente. Ciertamente,
podría parecer que le convendría decir que lo hace a favor del último obligado, aunque
no fuera cierto; pero no tendría mucha lógica que el interviniente pague algo que no
tenía por qué pagar, supuestamente para favorecer a un obligado cartular y… ¡dejar
a dicho supuesto favorecido tan vulnerable como antes al posible regreso de otro
obligado (posterior, por hipótesis, al favorecido)!
Si no se cumplen las condiciones señaladas, la intervención será un pago de tercero
cualquiera, bajo las reglas del Derecho común. Para comenzar, no habrá subrogación
cambiaria. Si acaso, la de Derecho común (si a su vez cumple sus propias
condiciones), potencialmente limitable a lo que hubiera sido útil al favorecido (que bien
podría no haber sido nada). Sobre todo, tratándose de un título valor, porque un
interviniente que no cumpla sus formalidades podría perjudicarlo con cierta facilidad.
Si perjudica el título valor, cuando quiera cobrarlo, lo primero que va a hacer el
demandado es oponerle la excepción de título perjudicado, que como tal se habría
cancelado. Es decir: no ha sido útil la intervención, porque el pagador no está dando
un documento que le sea eficaz al “favorecido” mismo para cobrar, como sí lo hubiera
sido, si se le devolvía en un regreso regular, en que hubiera podido usar la letra para
cobrar a su vez, por lo menos, al obligado principal, y quizás también a otros obligados
solidarios. El pago por intervención cambiario es más eficaz: el art. 157 LTV dice
claramente que el pagador se subroga en los derechos cambiarios, los que traiga el

7 ID., op. cit., pp. 730-731.

274
Notas de Títulos Valores § 176

título, contra la persona por cuenta de quien intervino y todos los anteriores, aunque
fuera una mera intervención por honor, no indicada.
En cambio, en el pago “por intervención” regular, cumpliendo los requisitos que he
detallado, produce una especie de “subrogación”, que la Ley reconoce expresamente
en el art. 153.2 LTV, in fine, cuando habla de “subrogarse en la acción cambiaria”.
Pero, como aclara el art. 157.1 LTV al referirse a este mismo efecto diciendo que el
interviniente “adquiere los derechos cambiarios inherentes a la Letra de Cambio”, esta
“subrogación” cambiaria no “sustituye al subrogado” meramente “en todos los
derechos, acciones y garantías del antiguo acreedor, hasta por el monto de lo que
hubiese pagado” (cfr. art. 1262 CC), ni está sujeta a los demás límites y reglas que la
del Derecho común. Por el contrario:
1) constituye al interviniente (naturalmente, siempre que primero obtenga el control
del título valor en cuyo pago ha intervenido: cfr. art. 156.2 LTV) en un nuevo
“tenedor legitimado” en términos estrictamente cartulares, esto es, con autonomía
y abstracción conformes a la literalidad, la “ley de circulación” y la completitud
formal del título; y
2) en esa misma medida, y a semejanza de los supuestos de “pago recuperatorio”, el
que interviene en forma eficaz en el pago de un título valor puede iniciar el regreso
cambiario en sentido amplio, a fin de recuperar lo que ha pagado, más intereses y
gastos, de todos los que, pese a su pago, continúan obligados por el título.
Por último, en caso de rechazo de un pago por intervención, así fuera una intervención
por honor, sin indicación, la hace el tenedor a su propio riesgo. Porque el pago es
pago, es dinero (o lo que fuera). Estando la prestación objeto de la obligación cartular
referida a bienes fungibles —más aun si se tratara, como ocurre frecuentemente, de
dinero—, vale lo mismo sea que llegue al acreedor de manos del último sujeto
indocumentado sin oficio ni beneficio que de las de Jeff Bezos, Amancio Ortega o
Carlos Slim. Vale exactamente lo mismo con independencia de quién lo entregue. Le
están pagando; ¿qué más quiere el acreedor? Por eso, si rechaza un pago, aunque
sea de un mero interviniente “por honor”, pierde las acciones contra quienes se
hubieran beneficiado de él: todos los responsables posteriores al favorecido por el
interviniente (art. 155 LTV).
En esto último es muy diferente el pago por intervención que la intervención en la
aceptación, cuyo rechazo solo produce este efecto si estaba indicada.
Lugar del pago.
El art. 66.1 LTV dispone que el título valor debe presentarse en el lugar y dirección
indicados para el pago en el propio título, aun cuando el obligado haya variado su
domicilio. En seguida hace una salvedad a esta regla si, antes del vencimiento, tal
cambio de domicilio:
1) ha sido comunicado notarialmente al último tenedor, y
2) ha sido hecho dentro de la misma ciudad o lugar de pago.
Estas últimas salvedades implican que, de cumplirse ambas condiciones, la variación
del lugar de pago es eficaz y oponible al acreedor. Dicho régimen contrasta con lo que
dispone el art. 1239 CC, que en estos casos simplemente confiere al acreedor la
potestad de exigir el cumplimiento, a su elección, en el lugar originalmente señalado
o en el nuevo. Pienso que lo razonable es entender que, cuando la variación del lugar
de pago no cumpla con las condiciones que señala el art. 66.1 LTV para hacerla
FACULTAD DE DERECHO 275
Versión de julio de 2023
§ 177 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

plenamente oponible al acreedor, la facultad de elección prevista por el CC resulta


plenamente aplicable.
A tenor del art. 66.3 LTV, si falta indicación expresa del lugar de pago, se considera
como lugar de pago:
1) el lugar colocado junto al nombre de quien resulte ser el obligado principal, o
2) (si no hay tal indicación) el domicilio real de dicha persona;
3) también se puede tomar por lugar de pago el señalado junto al nombre del indicado
para pagar por intervención.
Dado que el título valor puede incluir la última indicación simultáneamente con la
primera o con la disponibilidad del lugar indicado en segundo lugar, se debe entender
que en esos casos el tenedor puede exigir el pago indistintamente en cualquiera de
esos lugares. En cambio, ese ius electionis no existiría entre los dos lugares indicados
en primer lugar, pues en ese caso la Ley claramente supedita la posibilidad de hacer
valer el segundo a la inexistencia de indicación sobre la primera.
Como se observa, es el acreedor quien debe concurrir al lugar de pago y exigírselo al
deudor, salvo estipulación diferente. Es lo mismo que ocurre bajo la regla general que
rige para todas las obligaciones, recogida en el art. 1238 CC. Pero hay que observar
que en el caso de los títulos valores tiene un fundamento adicional y más vigoroso:
como se trata de documentos destinados a circular, habrá muchísimos casos en que
el deudor en realidad ni siquiera sabrá la identidad de su acreedor, hasta que éste se
presente con el título, al vencimiento, para exigir su cancelación.
Si el pago debiera efectuarse con cargo a una cuenta en una empresa del sistema
financiero nacional, el título se presentará a dicha empresa, la cual atenderá o
rechazará el pago, a tenor de los arts. 53 y 66.2 LTV.
A tenor del art. 66.4 LTV, “[e]l pago de los valores con representación por anotación
en cuenta se verificará a través de la respectiva Institución de Compensación y
Liquidación de Valores o en la forma señalada en el registro, conforme a la ley de la
materia”.
Oportunidad del pago y pago anticipado.
Cartularmente, y en contraste con la presunción del art. 179 CC, el plazo se entiende
fijado también en beneficio del acreedor, teniendo en cuenta el destino circulatorio del
título. Por ese motivo, el tenedor no puede ser constreñido a aceptar el pago del título
valor antes de su vencimiento (art. 64.1 LTV, in fine).
En esta materia, surge un potencial conflicto de valoraciones, cuando se trate de un
deudor consumidor, esto es, una persona que haya firmado el título valor, obligándose
cambiariamente de resultas de una relación de consumo como relación causal o
subyacente. En efecto, en estos casos, el inc. k del art. 1.1 CPDC dispone que los
consumidores tienen, como básico,
“[d]erecho al pago anticipado o prepago de los saldos en toda operación de
crédito, en forma total o parcial, con la consiguiente reducción de los intereses
compensatorios generados al día de pago y liquidación de comisiones y gastos
derivados de las cláusulas contractuales pactadas entre las partes, sin que les
sean aplicables penalidades de algún tipo o cobros de naturaleza o efecto
similar”.

276
Notas de Títulos Valores § 178

Como todos los extremos causales, la norma se aplica plenamente en sus propios
términos en casos que involucren títulos valores sólo si éstos no hubieran circulado y
permanecieran aún en manos del proveedor original. Pero si el título hubiera circulado
regularmente, es evidente que el ejercicio de este derecho implica:
1) que el consumidor consiga identificar, al momento de hacer el prepago o pago
anticipado del título valor, al tenedor legítimo actual; y
2) además, que, al ser éste emplazado por el consumidor, pueda demostrarse que
tiene la condición de proveedor.
Sólo entonces el consumidor podría oponer su condición y ejercer el derecho de hacer
pagos anticipados que como tal le corresponde, y el proveedor se encontraría obligado
a recibirlos so pena de violar el derecho del consumidor y, por eso mismo, cometer
una infracción administrativa. En cambio, en casos de circulación impropia (es decir,
de títulos a la orden transferidos por cesión de derechos, títulos a la orden
“nominativizados” o títulos nominativos con negociabilidad restringida), el mismo
hecho de que las adquisiciones no estén sujetas a la autonomía cartular haría oponible
este derecho del consumidor a los sucesivos adquirentes.
Por otro lado, tampoco es que la LTV haya prohibido o declarado inválido, sin más, el
pago realizado antes del vencimiento; simplemente ha dispuesto que quien lo verifique
lo hará por su cuenta y riesgo, y responderá de la validez de su pago, no obstante, la
legitimación (aparente legitimidad) del tenedor del título (art. 64.2 LTV). La ley busca
proteger al tenedor legítimo (realmente legítimo, no meramente legitimado), si fuera el
caso, por ejemplo, de que el tenedor legitimado que reclama el pago anticipado fuera
en realidad un tenedor ilegítimo, facilitando que, al menos hasta el vencimiento del
plazo, el acreedor auténtico pueda alegar o hacer valer sus derechos. En tales
supuestos tampoco sería liberatorio el pago hecho a un incapaz, pues lo que la Ley
está diciendo es que a los pagos anticipados no les resulta aplicable la legitimación
pasiva, la cual protege al deudor únicamente cuando el pago se efectúa de buena fe
al vencimiento. Sólo entonces quien paga queda liberado, a menos que hubiera
procedido con dolo o culpa inexcusable (art. 64.3 LTV).
Cuando la Ley, mediante una presunción, permite fiarse de la regularidad exterior y la
titularidad aparente de los endosos, no impide que tal presunción pueda ser destruida
mediante la prueba en contrario. Carecería de firmeza el pago, incluso el oportuno,
reforzado por la legitimación pasiva, si se probara que el solvens conocía la
incapacidad del endosante que transmitió el título al tenedor que reclamó el pago, o
que el endoso fue falso o falsificado.
En caso de mora del acreedor (o sea, del tenedor del título), la solución que ofrece el
art. 67 LTV es la consignación judicial de la prestación por cualquier deudor.
Integridad del pago y pago parcial.
El art. 1221 CC dispone que no puede compelerse al acreedor a recibir pagos
parciales. El art. 65 LTV es una excepción a esta regla, pues permite al deudor hacer
pagos parciales, dándole el derecho a exigir que ellos sean anotados en el título y a
que se le otorgue recibo separado por dicho pago. Esto, porque al no haber cumplido
con cancelar el monto total del título, no podrá pretender la entrega de éste, que por
el contrario servirá al tenedor para cobrar el saldo insoluto.
La justificación de esta excepción estriba en que el pago parcial alivia la
responsabilidad de los obligados en vía de regreso:

FACULTAD DE DERECHO 277


Versión de julio de 2023
§ 179 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“El interés del comercio exige que se facilite, en la mayor medida posible, la
liberación de las obligaciones contraídas bajo el rigor cambiario. Por otra parte,
corresponden también, siempre al poseedor, los medios legales para obtener
la suma de dinero restante, y es justo no dejar a su arbitrio aumentar o disminuir
la responsabilidad de los co-obligados cambiarios”8.
Este mismo criterio es el que, de acuerdo con el art. 65 LTV, permite al funcionario
que interviene en el protesto aceptar un pago parcial, en cuyo caso procederá a
otorgar el recibo correspondiente, anotar el pago en el título y protestar la letra por el
saldo. En el Registro del Protesto deberá hacerse la misma anotación si el pago se
efectúa en el acto del protesto o durante el tiempo en que el título se encuentra en
poder del funcionario. El tenedor deberá, además, entregar a quien efectuó el pago
parcial copia certificada notarial o judicial del título valor con la constancia del pago,
copia con la cual podrán ejercitarse, en la vía ejecutiva, las acciones cambiarias que
correspondan a quien verificó el pago parcial.
Dado que, como se advierte, se trata de una regulación dirigida a componer los
intereses no sólo del solvens y del accipiens, sino también de los (potencialmente
numerosos) terceros interesados en el título valor, considero personalmente que todo
pacto en contrario (es decir, toda cláusula que tienda a prohibir el pago parcial y a
legitimar al tenedor para rechazarlo) se ha de tener por no puesto.
Pago de títulos valores en moneda extranjera.
El pago de los títulos valores en moneda extranjera está regulado en el art. 68 LTV,
que naturalmente hay que poner en relación con el art. 1237 CC. Como ya dispone
este último con alcance general para todas las obligaciones, también el título valor
expresado en moneda extranjera puede ser pagado —se entiende, a elección del
propio deudor— en:
1) la misma moneda extranjera señalada, o
2) su equivalente en moneda nacional.
En el segundo caso se tomará como referencia el tipo de cambio de venta que
publique la autoridad competente en El Peruano el día del vencimiento o, en su
defecto, de la publicación inmediata anterior.
Si el pago se efectuara con posterioridad al vencimiento, el tipo de cambio de venta
será aquél que elija el tenedor, entre el vigente en la fecha de vencimiento o el de la
fecha del pago. Si las publicaciones antes referidas no existieran, las partes acordarán
la equivalencia, y a falta de acuerdo el tipo de cambio será el que fije el BCR.
El título valor deberá pagarse de todos modos en la propia moneda extranjera
señalada cuando:
1) El lugar de pago señalado en el título está ubicado en el extranjero, aun cuando el
pago se verificase en el Perú.
2) Cuando así se haya pactado de conformidad con el art. 50 LTV.
3) En los demás casos previstos directamente por la ley. Por ejemplo, el inc. b del art.
218 LTV lo dispone así en el Certificado Bancario de Moneda Extranjera.

8 LEGÓN, op. cit., p. 176, citando a David SUPINO y a Jorge DE SEMO.

278
Notas de Títulos Valores § 180

II. EL PROTESTO DE LOS TÍTULOS VALORES


Noción y generalidades.
Este acto recibe el nombre el nombre de “protesto” puesto que, a través de él, el
tenedor de un título valor hace la protesta por la falta de aceptación o de pago del
mismo por parte del girado o del obligado principal, con la intención de iniciar las
acciones cambiarias contra los obligados de regreso (obligados cambiarios solidarios)
o contra el obligado principal.
El tenedor legítimo del título valor tiene la carga de presentarlo en el lugar del pago al
girado9 o al obligado principal pidiendo pago (o en el caso de una letra de cambio u
otro título que lo requiera, a veces también aceptación). En este sentido, el protesto
tiene como finalidad comprobar y dejar constancia en el mismo título valor de que el
pago o la aceptación han sido requeridos y dar fe pública de su negativa por parte de
su destinatario. El protesto —o, hablando más exactamente, el acta del protesto—
reviste la calidad de instrumento público por ser extendido por un fedatario público.
La Ley otorga al protesto una función probatoria en cuanto acredita que el obligado
principal o el girado no han cumplido con realizar el pago o aceptación, haciendo
posible al tenedor legítimo iniciar o ejercitar las acciones cambiarias correspondientes.
Otra de las funciones del protesto es la conservativa, en tanto sin este acto se pierden
las acciones cambiarias propias de los títulos valores sujetos a protesto,
perjudicándose el título valor.
Cada vez más se contemplan supuestos de sustitución de esta formalidad por una
declaración negativa puesta en el título valor por el sujeto requerido a su aceptación
o al pago. Así lo que primero se admitió con el cheque: la anotación “rechazado por
falta de fondos” colocada por el Banco girado, ahora se admite para los casos todos
los títulos valores que incorporen derechos de pago de una suma dineraria y
contengan la cláusula de “pago con cargo a cuenta bancaria”. Así lo señalan los arts.
74.3 y 213.1 LTV:
“74.3 En los casos de títulos valores pagaderos con cargo en una cuenta que
se mantenga en empresas del Sistema Financiero Nacional, conforme a lo
previsto en el Artículo 53, las constancias señalando la causa de la falta de
pago que ellas están obligadas a dejar en el mismo título a simple petición del
tenedor surten todos los efectos del protesto. Sin embargo, es facultad del
tenedor optar por el protesto mediante fedatario, conforme a lo señalado en el
último párrafo del Artículo 73”.
“213.1 El protesto del Cheque por falta de pago puede sustituirse por la
comprobación puesta por el banco girado”.
También se ha llegado con el tiempo a admitir que pueda colocarse en el acto de
emisión o de aceptación del título valor una cláusula “sin protesto” o “sin gastos” que
exonere al tenedor del título valor de solicitar esta diligencia. En estos casos se
pueden ejercitar las acciones cambiarias para hacer efectivos los derechos inherentes
al título valor, sin necesidad de realizar el acto de protesto, con solo pasar el plazo de
vencimiento del título. Así señala el art. 81.1 LTV:

9El girado es la persona encargada de realizar materialmente el pago de ciertos títulos valores (letras
de cambio y cheques, fundamentalmente) el día de su vencimiento en el lugar del pago.

FACULTAD DE DERECHO 279


Versión de julio de 2023
§ 181 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“81.1 Tratándose de títulos valores sujetos a protesto, es válida la cláusula «Sin


Protesto» u otra equivalente que se incluya en el texto del título valor conforme
al Artículo 52, que libere al tenedor de la obligación de protestar el documento.
En estos casos, la acción cambiaria se ejercitará por el solo mérito de haber
vencido el plazo señalado en el título valor”.
Clases de títulos y clases de protestos.
En general los títulos valores regulados en la LTV, desde el punto de vista del protesto
pueden clasificarse en:
1) Títulos valores sujetos a protesto notarial o judicial. Están sujetos a protesto por
ejemplo la letra de cambio, el pagaré, la factura conformada (art. 166.2 LTV), el
cheque (art. 213 LTV), el warrant (art. 233.2 LTV), el título de crédito hipotecario
negociable (art. 243 LTV), etc.
2) Títulos valores en los que puede bastar una formalidad sustitutoria del protesto.
Son los títulos valores pagaderos en cuentas bancarias, en los que el protesto
puede sustituirse por la certificación sustitutoria colocada por la entidad del
Sistema Financiero dejando constancia de la causa de la falta de pago.
3) Títulos valores no sujetos a protesto. No estarían sujetos a protesto, el certificado
bancario en moneda extranjera (art. 222 LTV); el certificado bancario en moneda
nacional (art. 223 LTV); el conocimiento de embarque (art. 249.2); la carta de porte
(art. 254.2 LTV), los valores mobiliarios en general (arts. 255.6 y 255.7 LTV), las
acciones y obligaciones (art. 84 LTV), los cheques de gerencia, cheques de giro,
cheques de viajero, cheques garantizados, y demás señalados por la Ley. En estos
títulos, para ejercitar las acciones cambiarias derivadas de ellos, es suficiente que
se haya vencido el plazo o que resulte exigible la obligación, según el texto del
título o constancia de su registro (art. 84.1 LTV).
A su vez, existen dos clases de protesto:
1) El protesto por falta de pago del título valor, a través del cual se da cuenta de que
se ha solicitado el pago por parte del obligado principal o del girado del título valor
y estos no han cumplido con efectuar el pago del mismo.
2) El protesto por falta de aceptación, que se da fundamentalmente en la letra de
cambio. A través de éste se da cuenta de que se ha presentado la letra al girado
y no ha querido aceptarla.
Preceptividad del protesto.
En los títulos valores sujetos a protesto, salvo cláusula en contrario admisible10 o que
pueda suplirse por una certificación sustitutoria, la necesidad de levantar u obtener el

10 Hay que recordar que existen títulos valores obligatoriamente sujetos a protesto, en los que la
cláusula “sin protesto” o “sin gastos” carece de eficacia jurídica:
1) el título de crédito hipotecario negociable, en el cual según el art. 243.1 LTV aun cuando el título
tenga la cláusula para proceder a su ejecución se requiere de todos modos de protesto o formalidad
sustitutoria;
2) respecto del protesto por falta de aceptación de la letra de cambio, en la que según los Arts. 81.3
y 147.4 LTV, la cláusula “sin protesto”, no exonera de levantar protesto por falta de aceptación; y
3) cuando se trata de títulos valores pagaderos en cuotas o armadas, en que la cláusula “sin protesto”
sólo exonera de protestar por la falta de pago de la última cuota (158.2 LTV).

280
Notas de Títulos Valores § 183

protesto persiste, aunque el obligado principal o el girado hubieran fallecido, e incluso


si el obligado principal ha devenido incapaz o está en curso un procedimiento
concursal abierto en su contra (y por ende existe una suspensión de la exigibilidad de
sus obligaciones según la LGSC). Así pues, señalan los arts. 71.1 y 71.3 LTV que:
“71.1 En los títulos valores sujetos a protesto, ni la incapacidad o la insolvencia
decretada, o la muerte del obligado principal dispensan de la obligación de
formalizar el protesto; salvo que se haya liberado de ello según el Artículo 81”
[que se refiere a la cláusula “sin protesto” o “sin gastos”].
“71.3 Si ha muerto la persona a quien el título debe ser presentado, el protesto
que se realice contra ésta surtirá plenos efectos legales inclusive contra sus
herederos”.
Sin embargo, cuando se realiza un protesto contra el obligado principal o contra el
girado no aceptante, ya no es necesario realizar este protesto contra todos los demás
obligados cambiarios solidarios para poder llevar a cabo o iniciar las acciones
cambiarias. Así de conformidad con el art. 71.4 LTV:
“71.4 El protesto realizado contra el obligado principal o, en su caso, contra el
girado no aceptante de la Letra de Cambio libera de la obligación de hacerlo
contra los demás obligados. Es facultativo hacerlo contra dichos obligados
solidarios y/o garantes”.
Plazos para realizar el protesto.
Los plazos para el trámite tanto del protesto por falta de pago como del protesto por
falta de aceptación se encuentran previstos en el art. 72 LTV. Al protesto por falta de
aceptación me voy a referir después, al estudiar la letra de cambio. Cuando se trata
de la falta de pago del título, la norma distingue los casos de:
1) el cheque;
2) los demás títulos valores que incorporan créditos dinerarios con vencimiento “a la
vista”;
3) los demás títulos valores que incorporan créditos dinerarios (no “a la vista”); y
4) los demás títulos valores sujetos a protesto.
En todos los casos hay que observar lo dispuesto en el art. 75 LTV:
“Artículo 75.- Día del protesto
75.1 La notificación relativa al protesto del título valor deberá cumplirse sólo de
lunes a viernes, siempre que sea día hábil, dentro del plazo señalado en el
Artículo 72.
75.2 Si el último día del plazo dentro del cual debe efectuarse la entrega del
título al fedatario o verificarse la notificación del protesto fuere día feriado,
sábado o domingo; o, en el caso de título valor pagadero con cargo en cuenta
mantenida en una empresa del Sistema Financiero Nacional, dicho último día
fuese no laborable en la empresa designada, el término queda prorrogado
hasta el primer día hábil o, en su caso, día laborable siguiente, siempre que se

En estos casos, el protesto deberá levantarse en todos los casos, aunque el título valor contenga dicha
cláusula.

FACULTAD DE DERECHO 281


Versión de julio de 2023
§ 183 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

trate de los días señalados en el párrafo anterior. Los días intermedios feriados,
sábado o domingo y, en su caso no laborables, se consideran para el cómputo
del plazo” (énfasis añadidos).
Pues bien, tratándose del protesto del cheque por falta de pago, de conformidad con
el inc. d del art. 72.1 LTV, el plazo para tramitarlo es el mismo plazo de presentación
del cheque para su pago, que está determinado en el art. 207 LTV:
“Artículo 207.- Plazo de presentación a pago
207.1 El plazo de presentación de un Cheque para su pago, sea que haya sido
emitido dentro o fuera del país, es de 30 (treinta) días.
207.2 Este plazo comenzará a contarse desde el día de la emisión, inclusive”.
Se trata de una disposición excepcional respecto de las que regulan el cómputo de
los plazos en general, concretamente de la prevista en el art. 144.3 LTV:
“En los plazos legales o convencionales, no se comprenderá el día que les sirva
de punto de partida, salvo expresa disposición en contrario de la ley”.
También contraría lo dispuesto en el art. 183 CC, cuyo inc. 4 señala:
“El plazo excluye el día inicial e incluye el día del vencimiento”.
En este sentido, si Adeodato gira un cheque contra su cuenta en el Banco Comarcal
(girado) a la orden de Brígida el día 20 de noviembre de 2014, el plazo para su
protesto que coincide con el plazo para presentación para su pago serán los 30 días
desde el día de su emisión inclusive, computándose de la siguiente manera:
• 20/11/2014 (primer día),
• 21/11/2014 (segundo día),
• …
• 18/12/2014 (vigésimo noveno día), y
• 19/12/2014 (trigésimo día).
Con lo cual el plazo para realizar el trámite de protesto será del 20/11/2014 al
19/12/2014. La notificación de protesto la deberá realizar el fedatario los días de
semana (de lunes a viernes) existentes dentro de este plazo. Si el Banco girado no
paga o no puede pagar el cheque, Brígida también le podrá pedir que anote en el
mismo la certificación sustitutoria de protesto, consistente en la declaración del Banco
Comarcal (Banco girado) de no pago del cheque indicando los motivos del rechazo;
esta certificación se anotará el mismo día que Brígida presente el cheque para su
pago y siempre que le solicite expresamente al Banco girado que ante el no pago del
cheque le anote en el mismo la certificación sustitutoria.
Para protestar correctamente, en cuanto a los plazos, los demás títulos valores que
incorporan créditos dinerarios con vencimiento “a la vista”, distintos del cheque, hay
que tener en cuenta especialmente el art. 141 LTV, disposición sobre la letra de
cambio aplicable a todos los títulos valores con vencimiento a la vista:
“Artículo 141.- Vencimiento a la vista
141.1 La Letra de Cambio a la vista vence el día de su presentación al girado
para su pago.
(…)

282
Notas de Títulos Valores § 183

141.5 La presentación al pago de la Letra de Cambio a la vista podrá hacerse


en cualquier momento, a libre decisión de su tenedor, desde el día mismo de
su giro inclusive, y durante el plazo que al efecto se hubiere señalado en el
documento. A falta de dicha indicación, la presentación para su pago deberá
hacerse dentro de un plazo no mayor a un año, desde la fecha de su giro.
141.6 Si en la Letra de Cambio a la vista se hubiera señalado la prohibición de
ser presentada a cobro antes de una fecha determinada, el plazo para su
presentación al pago se contará desde dicha fecha determinada” (énfasis
añadidos).
Bajo esa luz, adquiere pleno sentido lo dispuesto en el inc. c del art. 72.1 LTV:
Artículo 72.- Plazos para el trámite del protesto
72.1 El protesto debe realizarse dentro de los siguientes plazos:
c) Si se trata de protesto por falta de pago de títulos valores pagaderos a la
vista, distintos al Cheque, desde el día siguiente de su emisión, durante el lapso
de su presentación al pago e, inclusive, hasta los 8 (ocho) días posteriores al
vencimiento del plazo legal o del señalado en el mismo título como término para
su presentación al pago. En estos títulos valores es válido el protesto realizado
inclusive el mismo día de su presentación al pago;
El plazo para tramitar el protesto (o plazo del protesto) de estos títulos valores,
entonces, va desde el día siguiente de su emisión, dura todo el lapso del plazo para
su presentación al pago (el pactado por las partes o en su defecto el legal), y se
extiende incluso hasta los 8 días posteriores al vencimiento del plazo legal o del
señalado en el mismo título como término para su presentación al pago. Anota también
el inc. c del art. 72.1 LTV que en estos títulos valores es válido el protesto realizado
incluso el mismo día inicial del plazo para su presentación al pago.
Por ejemplo, si el 4 de abril de 2014 Asunta gira un pagaré a la vista a la orden de
Benicio, señalando que el mismo debe de ser presentando para su pago dentro del
plazo de tres meses desde su emisión, el pagaré vencerá el día en el que Benicio
presente dicho pagaré a Asunta solicitándole pago; dicha presentación al pago, a su
vez, debe darse necesariamente dentro del plazo que va:
• desde el 4 de abril del 2014,
• hasta el 4 de julio de 201411.
Ahora bien, en aplicación del inc. c del art. 72.1 LTV, el plazo para realizar el protesto
va:
• desde el día siguiente al de su emisión (5 de abril de 2014), pero con posibilidad
de hacerlo el propio día del vencimiento (o sea, el 4 de abril),

11Si el 4 de julio de 2014 fuese inhábil (sábado, domingo o festivo), en aplicación del art. 144.4 LTV
deberá correrse el plazo de presentación para el pago al día hábil siguiente. El art. 144.4 LTV señala
que “[e]n el cómputo de los días no se excluyen los días inhábiles, pero si el día del vencimiento para
su aceptación o pago lo fuera, se entenderá que dicho plazo vence el primer día hábil siguiente. Sin
embargo, el plazo para su protesto se computa a partir del día de vencimiento señalado en el
documento o en el que según su texto resulte exigible”.

FACULTAD DE DERECHO 283


Versión de julio de 2023
§ 183 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

• dura todo el lapso del plazo de presentación del título para su pago (hasta el 4 de
julio de 2014), y
• se extiende inclusive a los ocho días posteriores al vencimiento de dicho plazo (del
5 al 12 de julio de 2014).
En conclusión, el plazo para realizar el protesto irá desde el 4 de abril hasta el 12 de
julio de 2014. Los días para efectuar la notificación de protesto serán los días de
semana (de lunes a viernes) existentes dentro de dicho plazo12.
En un segundo ejemplo, si el 7 de mayo de 2013 Américo gira un pagaré a la vista a
la orden de Belladonna, sin señalar plazo para la presentación para su pago, el
pagaré vencerá el día en el que Belladonna presente el pagaré a Américo
solicitándole el pago. A falta de pacto distinto, esta presentación al pago deberá darse
dentro del plazo de un año desde su emisión (cfr. art. 141.5 LTV), es decir dentro del
plazo que va del 7 de mayo de 2013 al 7 de mayo de 201413. El plazo para el protesto
por falta de pago o plazo para tramitar el protesto por falta de pago será:
• desde el día siguiente de su emisión (8 de mayo de 2013), aunque se puede hacer
el mismo día de la emisión (7 de mayo),
• durante el plazo de presentación al pago (hasta el 7 de mayo de 2014), e
• inclusive, los 8 días posteriores al vencimiento de dicho plazo (8, 9, 10, 11, 12, 13,
14 y 15 de mayo de 2014).
Es decir, el plazo para tramitar su protesto o plazo del protesto será del 7 de mayo de
2013 al 15 de mayo de 2014. Los días para efectuar la notificación de protesto serán
los días de semana (de lunes a viernes) existentes dentro del plazo que va del 8 de
mayo de 2013 al 15 de mayo del 201414.
Para realizar un protesto correcto —no defectuoso— de los demás títulos valores
dinerarios, desde el punto de vista de los plazos, debemos tener en cuenta las
siguientes disposiciones de la Ley de Títulos Valores:
“Artículo 72.- Plazos para el trámite del protesto
72.1 El protesto {como procedimiento} debe realizarse dentro de los siguientes
plazos:
b) Si se trata de protesto por falta de pago de la suma dineraria que representa,
dentro de los 15 (quince) días posteriores a su vencimiento, con excepción del
Cheque y de otros títulos valores con vencimiento a la vista” (énfasis añadido).
Cuando se trata de la letra de cambio u otros títulos valores a los que les sean
aplicables supletoriamente las normas relativas a la letra de cambio, se debe tener en
cuenta también el art. 144.4 LTV que señala:

12 Si el último día dentro del cual debe de hacerse la notificación de protesto fuese festivo o no laborable
para la entidad del sistema financiero (girado), a la que tiene que dirigirse la notificación, el plazo se
prorroga hasta el día de semana hábil o laborable siguiente, en aplicación del art. 75.2 LTV.
13 Si el 7 de mayo de 2014 fuese un día inhábil (sábado, domingo o festivo), en aplicación del art. 144.4

LTV deberá correrse el plazo de presentación para el pago al día hábil siguiente.
14 Si el último día de semana (de lunes a viernes) dentro del cual debe de hacerse la notificación de

protesto fuese festivo o no laborable para la entidad del Sistema Financiero (girado), a la que tiene que
dirigirse la notificación, el plazo se prorroga hasta el día de semana hábil o laborable siguiente, en
aplicación del art. 75.2 LTV.

284
Notas de Títulos Valores § 183

“En el cómputo de los días no se excluyen los días inhábiles, pero si el día del
vencimiento para su aceptación o pago lo fuera, se entenderá que dicho plazo
vence el primer día hábil siguiente. Sin embargo, el plazo para su protesto se
computa a partir del día de vencimiento señalado en el documento o en el que
según su texto resulte exigible”.
Por otro lado, se ha de contar con lo dispuesto por el art. 72.2 LTV:
“72.2 En los casos previstos en los incisos b) y e) [del Art. 72.1], el tenedor debe
hacer entrega del título valor al fedatario, dentro de los primeros 8 (ocho) días
de los 15 (quince) previstos en ellos. En los casos previstos en los incisos a),
c) y d), tal entrega del título al fedatario deberá hacerse dentro de los plazos allí
establecidos para su aceptación o pago, respectivamente”.
De conformidad con el inc. b del art. 72.1 y con el art. 72.2 LTV, cuando se trata de un
protesto por falta de pago de suma de dinero (salvo de un cheque u otro título valor a
la vista), el tenedor deberá entregar el título valor al fedatario dentro de los 8 días
posteriores a su vencimiento15, para que el fedatario lleve a cabo la notificación de
protesto como máximo dentro de los 15 días posteriores al vencimiento. Este sería el
plazo por ejemplo para el protesto por falta de pago de todos los tipos de pagaré,
exceptuando el pagaré a la vista. Recuérdese que, de conformidad con el art. 144.4
LTV, para el protesto se tiene en cuenta el día del vencimiento convencional y no el
día del vencimiento hábil del título valor:
“144.4 En el cómputo de los días no se excluyen los días inhábiles, pero si el
día del vencimiento para su aceptación o pago lo fuera, se entenderá que dicho
plazo vence el primer día hábil siguiente. Sin embargo, el plazo para su protesto
se computa a partir del día de vencimiento señalado en el documento o en el
que según su texto resulte exigible” (énfasis añadido).
Por ejemplo, si el 27 de julio de 2014 Alisha gira un pagaré a la orden de Bulgarz con
vencimiento a 7 días desde la emisión. El pagaré vence convencionalmente el día
domingo 3 de agosto de 2014. Sin embargo, de conformidad con el art. 144.4 LTV,
como el día de vencimiento cae en día inhábil (domingo) dicho plazo se corre al día
hábil siguiente, lunes 4 de agosto de 2014 (vencimiento hábil). Esta última fecha se
tiene en cuenta para que el tenedor cumpla con su carga de presentar el título valor
al obligado principal o al girado, para el cómputo de los plazos de prescripción de las
acciones cambiarias del art. 96 LTV, y para el cálculo de los intereses en periodo de
mora (compensatorios y moratorios o, en su defecto, el interés legal). No obstante,
según el mismo art. 144.4 LTV, para el protesto se tiene en cuenta el día del
vencimiento convencional, es decir el domingo 3 de agosto de 2014.

15 Este plazo de entrega no es una formalidad cuyo incumplimiento dé lugar a un protesto defectuoso
que perjudique el título. Lo que ocurre es que cuando se proyectó la actual LTV los Colegios de Notarios
pusieron de manifiesto que los tenedores solían llevar los títulos a la Notaría el último día del plazo para
protestar, lo que hacía que se acumulase todo el trabajo relativo a protestos de la Notaría más o menos
en los mismos días de cada mes. Esto generaba el riesgo de no poder cumplir con todas las
notificaciones dentro del plazo de protesto, perjudicándose el título, y teniendo que asumir el Notario la
responsabilidad por tal perjuicio. Por ello pidieron que se estableciera un plazo dentro del cual se debía
entregar el título al Notario, fuera del cual éste puede negarse (no está obligado) a realizar el trámite.
Si el día octavo fuese inhábil el plazo para entregar el título valor al notario se ampliará hasta el día de
hábil siguiente, de conformidad con el art. 75.2 LTV.

FACULTAD DE DERECHO 285


Versión de julio de 2023
§ 184 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

En este sentido, si el día 4 de agosto de 2014 Bulgarz presenta el pagaré en el lugar


de pago a Alisha solicitándole pago y ésta se niega a pagar, el plazo para el protesto
por falta de pago son los quince días posteriores a su vencimiento convencional (3 de
agosto de 2014): del 4 al 18 de agosto de 201416. Bulgarz tiene los ocho primeros
días de estos quince para entregar el título valor al fedatario para que lo proteste: del
4 al 11 de agosto del 2014 (art. 72.2 LTV)17. Los días en que el notario puede efectuar
una notificación de protesto son los días de semana (de lunes a viernes) de los quince
posteriores a su vencimiento: del lunes 4 al viernes 8, del lunes 11 al viernes 15, y el
lunes 18 de agosto de 201418.
Para el caso de los demás títulos valores sujetos a protesto, como el warrant que no
incorpore también el crédito dinerario garantizado, entre otros, según el inc. e del art.
72.1 LTV, el plazo para tramitar el protesto es dentro de los quince días siguientes a
la fecha en la que debió cumplirse la respectiva obligación.
Para estos títulos valores también existe la obligación del tenedor de entregar el título
valor al fedatario dentro de los ocho primeros días de los quince referidos. Por tanto,
deberá tenerse en cuenta lo previsto en el art. 75.2 LTV, conforme al cual, cuando el
último día dentro del cual debe entregarse el título valor al fedatario fuere inhábil
(sábado, domingo o festivo), el tenedor podrá entregarlo hasta el día hábil siguiente.
Igualmente, la notificación de protesto deberá realizarse en uno de los días de semana
(de lunes a viernes) existentes dentro de este plazo de quince días siguientes a la
fecha en que debió cumplirse la obligación. Cuando el último día de semana (de lunes
a viernes) en que debía realizarse la notificación de protesto fuera festivo, o no
laborable para la entidad del Sistema Financiero contra la que debe entenderse el
protesto, la notificación de protesto podrá realizarse el primer día de semana hábil
siguiente (art. 75.2 LTV).
Procedimiento notarial del protesto.
El protesto será efectuado por el Notario correspondiente al lugar de pago. Sólo en
caso de que no hubiera Notaría en dicho lugar, el protesto será efectuado por el Juez
de Paz del distrito correspondiente al lugar de pago.
Una vez que el tenedor entrega el título valor al fedatario (Notario o Juez de Paz), éste
o los secretarios designados por el Notario e inscritos en los Registros del Colegio de
Notarios, dentro de los plazos previstos en el art. 72 LTV, deberán dirigir al obligado
principal o al girado, la notificación de protesto a que hace referencia el art. 77 LTV.
En la notificación de protesto se da noticia al obligado principal o al girado del depósito
del título valor en la Notaria o en el Juzgado, para su aceptación o pago, o para su
protesto.
Esta notificación que debe ser entregada personalmente por el fedatario o enviada por
el fedatario utilizando medios fehacientes que aseguren tal notificación, se hace dentro
de los plazos señalados en el art. 72 LTV, pero siempre de lunes a viernes y en día

16 Art. 72.1.b LTV: “El Protesto debe realizarse dentro de los siguientes plazos: (b) Si se trata de protesto
por falta de pago de la suma dineraria que representa, dentro de los 15 (quince) días posteriores a su
vencimiento, con excepción del Cheque y de otros títulos valores con vencimiento a la vista”.
17 De conformidad con el art. 75.2 LTV, si el día 11 de agosto de 2014 hubiera sido sábado, domingo o

feriado, Bulgarz tendría plazo para entregar el título valor al fedatario hasta el día hábil siguiente.
18 Si el lunes 18 de agosto de 2014 fuera feriado, o no laborable para la entidad del Sistema Financiero

al que se le dirige la notificación de protesto, de conformidad con el art. 75.2 LTV el plazo se amplía
hasta el día hábil o laborable siguiente (siempre que sea de lunes a viernes).

286
Notas de Títulos Valores § 184

hábil. De conformidad con el art. 75.2 LTV, si el último día del plazo dentro del cual
debe verificarse la notificación del protesto fuera un día de semana (de lunes a
viernes) feriado, o bien uno no laborable para la Entidad del Sistema financiero con la
que tiene que entenderse el protesto, el término queda prorrogado hasta el último día
hábil o laborable siguiente, siempre entre lunes y viernes.
Los plazos del art. 72 LTV también pueden verse ampliados cuando la presentación
del título valor o la formalización del protesto se hicieren imposibles por mandato de
disposición legal, hasta el límite que señala la norma pertinente. En estos casos, no
importa la motivación, sino sólo que se trate de una norma pública. También la
Superintendencia de Banca, Seguros y AFPs puede prorrogar el plazo de protesto de
los títulos valores que obren en poder de las entidades financieras bajo su control, en
caso fortuito o por fuerza mayor.
La notificación de protesto dirigida al obligado principal o al girado por el Notario, sus
secretarios, o el Juez de Paz del distrito, deberá ser entregada personalmente o
enviada por medios fehacientes que aseguren tal notificación, a los siguientes lugares
según sea el caso:
1) Al domicilio señalado en el título valor como lugar de pago, sin importar que el
obligado principal o girado (contra quien se realiza el protesto), no esté presente,
haya devenido incapaz, insolvente, hubiera fallecido, o variado de domicilio real;
salvo, en este último caso, lo dispuesto en el art. 66.1 LTV, en cuyo caso la
notificación de protesto deberá dirigirse al nuevo domicilio.
2) Si en el título valor no se ha señalado un domicilio o lugar para el pago, la
notificación deberá dirigirse al domicilio que figure junto al nombre del girado o
quien resulte ser el obligado principal, y en su defecto en el domicilio real del
obligado principal.
3) Cuando no pueda determinarse ninguno de estos lugares para el pago, el protesto
se hará mediante notificación cursada a la Cámara de Comercio provincial
correspondiente al lugar de pago, o si no puede determinarse éste, la del lugar de
emisión. Si no existe tal Cámara de Comercio, el fedatario dejará constancia de
ello y por esta sola constancia se puede prescindir de realizar la notificación, sin
que por ello se perjudique el título valor.
4) En el caso de títulos valores cuyo pago se verifica con cargo a cuenta en Entidad
del Sistema Financiero Nacional y el tenedor legítimo desee protestarlos (en vez
de obtener la certificación sustitutoria), la notificación se dirigirá a la Entidad
Financiera.
Si en estos lugares fuese rechazada la notificación, o por cualquier causa no fuese
posible entregar la notificación al destinatario, lo único que debe hacer el fedatario es
dejar constancia de ello en su acta o registro de diligencia de protesto. Con ello ya
surte plenos efectos la notificación, sin verse afectada la validez del protesto, que se
entenderá hecho en ese lugar. La única excepción, es cuando el motivo por el que no
pudo entregarse la notificación es porque el lugar señalado en el título valor no
existe19, caso en el cual se cursará otra notificación a la Cámara de Comercio del lugar
o se dejará constancia de la imposibilidad, si no existe Cámara.

19Por ejemplo, si resulta que la notificación de protesto debía hacerse en Av. Pardo 2645, pero la Av.
Pardo sólo tuviera 25 cuadras, la dirección consignada es inexistente.

FACULTAD DE DERECHO 287


Versión de julio de 2023
§ 185 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Según el art. 77.1 LTV, la notificación de protesto que se curse al obligado principal o
al girado debe contener:
1) El número correlativo que le corresponde en los registros del fedatario.
2) Lugar y fecha de la notificación.
3) Nombre del obligado o del girado contra quien se dirige el protesto.
4) Domicilio donde se dirige la notificación.
5) Descripción del título valor con identificación precisa del mismo. También se puede
(y quizá sea lo más práctico) adjuntar una fotocopia del título valor.
6) Nombre del solicitante del protesto.
7) Nombre dirección y firma del fedatario o firma de su secretario acreditado.
Si el notificado no se apersona al local de la Notaria o Juzgado a cumplir con lo
requerido (pago o aceptación del título) durante el día de recibida la notificación de
protesto o el siguiente día hábil, el fedatario dará cumplimiento al protesto, anotando
en el título valor la cláusula “documento protestado”, la fecha de envío de la
notificación de protesto y su firma. Es la notificación de protesto la que deberá darse
dentro de los plazos previstos en el art. 72 LTV. El título valor protestado será devuelto
al solicitante del protesto al día subsiguiente al de la notificación, con la indicación, de
ser el caso, del pago parcial que se hubiera hecho.

III. PRETENSIONES DOCUMENTALES


Noción.
Las pretensiones cartulares, documentales o cambiarias, llamadas por inveterada
tradición “acciones” cambiarias, son las derivadas del propio título valor. Son, por
tanto, en los títulos valores constitutivos, distintas de las acciones causales, que se
entablan para cobrar la obligación primigenia o primitiva derivada del negocio causal,
y para cuyo amparo no basta la sola presentación del título valor sino la prueba de la
existencia de la relación causal.
Por otro lado, no es lo mismo “acción” cambiaria que carácter ejecutivo del título valor
o “acción” ejecutiva. Así pues, el art. 18.2 LTV señala que “el tenedor podrá ejercitar
las acciones derivadas del título valor en proceso distinto al ejecutivo, observando la
ley procesal”. En este sentido, el carácter ejecutivo de la “acción” cambiaria no
constituye, en realidad, sino un plus de protección otorgada al acreedor20, quien se
encuentra perfectamente legitimado para ejercitar las “acciones” cambiarias en la vía
de un proceso ordinario. Esto puede ocurrir, por ejemplo, si faltase alguno de los
requisitos exigibles para entablar una acción ejecutiva previstas en el art. 689 CPC:
“procede la ejecución cuando la obligación contenida en el título es cierta,
expresa y exigible”.
Por EJEMPLO, supongamos que Aulo solicita un préstamo al Banco de Borrajas (BB)
por US$ 18,600, pero al momento de desembolsar el préstamo en su cuenta corriente
la digitadora presiona dos veces “Enter” y el préstamo se desembolsa por US$ 37,200.
Cuando le llega el primer recibo a su domicilio el cliente se da cuenta de que le están

20Vid. SOTO VÁZQUEZ, Rodolfo, “Las acciones cambiarias”, en CUADERNOS DE DERECHO Y COMERCIO,
Diez años de la Ley cambiaria del cheque, Monográfico 1996, Consejo General de los Colegios
Oficiales de Corredores de Comercio – Dykinson, Madrid, 1997, p. 211.

288
Notas de Títulos Valores § 186

cobrando el doble de la cuota pactada, por lo que se limita a pagar la mitad de la cuota
y denuncia al BB ante INDECOPI por el método comercial coercitivo sancionado en
el art. 56.1.b CPDC (“[o]bligar al consumidor a asumir prestaciones que no ha pactado
o a efectuar pagos por productos o servicios que no han sido requeridos
previamente”). En su momento, la Comisión de Protección al Consumidor competente,
declara fundada la denuncia, sanciona al Banco con 10 UITs y le ordena como medida
reparadora que extorne de la cuenta de Aulo todos los cargos, intereses y gastos
correspondientes al segundo préstamo, y como medida complementaria que se
abstenga de cobrar el segundo préstamo no solicitado. La resolución es apelada y
confirmada por la segunda instancia administrativa, por lo que el BB interpone proceso
contencioso administrativo ante el Juzgado Especializado en lo Contencioso
Administrativo. Paralelamente, el Banco decide resolver el contrato de crédito y cerrar
la cuenta corriente, girando una letra a la vista a cargo de Aulo. Pero se da cuenta de
que la suma contenida en la letra, por estar siendo discutido judicialmente el
desembolso del segundo préstamo, no es cierta, y no cumple los requisitos del art.
689 CPC. Para que no le declaren improcedente la demanda, entonces, ejercita su
“acción” cambiaria en la vía del proceso sumarísimo.
La naturaleza de la acción cambiaria nada tiene que ver con el procedimiento
empleado. Lo verdaderamente característico de una acción cambiaria es que a través
de la misma se intentan hacer efectivos los derechos dimanantes del título valor21 (los
que nacen de su emisión, de su endoso, de su aceptación, de su aval, de su fianza,
unidos a su entrega al tenedor). De ahí que la acción cambiaria se base
ineludiblemente en el título y, en principio, sólo en el título valor, siempre que éste
cuente con los requisitos formales esenciales que lo hacen título valor (cfr. art. 1.2
LTV).
Otra nota distintiva es que la acción cambiaria corresponde al legítimo tenedor del
documento con total independencia del negocio causal, porque la base de la
reclamación radica en el compromiso incorporado en el título valor. En cambio, una
acción causal solo la puede ejercitar quien fue parte en el negocio jurídico causal, o
un sucesor no autónomo (es decir, no cambiariamente regular, según la “ley de
circulación” del título) de dicha persona.
Clases de pretensiones documentales y sus requisitos comunes.
Hay, entonces, fundamentalmente cuatro clases de pretensiones o “acciones”
documentales:
1) la llamada “acción” directa (cfr. art. 90.1 LTV),
2) la “acción” de regreso (cfr. art. 90.2 LTV),
3) la “acción” de ulterior regreso (cfr. art. 90.3 LTV), a la cual se asimila la “acción” de
repetición que corresponde al garante del obligado principal contra éste (cfr. inc. c,
in fine, del art. 96.1 LTV), y
4) la “acción” de regreso anticipado (cfr. art. 148 LTV).
Según el art. 91.1 LTV para el ejercicio de las acciones cambiarias constituyen
requisitos obligatorios:

21 Ibid.

FACULTAD DE DERECHO 289


Versión de julio de 2023
§ 186 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) En los títulos sujetos a protesto, haberse verificado dicho trámite (salvo


disposición contraria de la Ley). Sin embargo, una vez que se obtenga el protesto
contra el girado o contra el obligado principal de un título valor, no se necesita
levantar protesto contra el resto de obligados cambiarios (art. 71.4 LTV).
2) En los títulos valores que admiten la formalidad sustitutoria del protesto, haber
logrado la constancia de la falta de cumplimiento de la obligación, conforme al art.
82 LTV; o de ser el caso, el protesto conforme a los arts. 73 y 83 LTV.
3) En todos los títulos valores (incluidos los no sujetos a protesto, y los que tienen
una cláusula “sin protesto” o “sin gastos” eficaz, y que por esa causa no exigen
ninguno de los requisitos antes mencionados), resulta ineludible la tenencia
regular del título vencido o que de otro modo resulte exigible según la Ley y el
texto del documento o, en caso de valores desmaterializados, la tenencia de la
constancia de inscripción y titularidad que expida la respectiva ICLV conforme a
la ley de la materia (art. 18.3 LTV).
4) Ahora bien, en los títulos valores no sujetos a protesto o a su formalidad
sustitutoria (pues, en los títulos que sí están sujetos a ellos, el procedimiento
incluye la correspondiente publicidad) se requiere, además, que el incumplimiento
haya sido notificado a la Cámara de Comercio respectiva y acompañar a la
demanda la constancia de tal envío. Pero, si no se hubiera cumplido con ese
trámite, el Juez o Tribunal Arbitral ordenarán que se curse copia de la demanda a
la Cámara de Comercio Provincial que corresponda (cfr. art. 87.2 LTV, in fine).
Previendo la eventualidad de que falten los requisitos previstos en los numerales 1) y
2) anteriores, el art. 91.2 LTV dispone que tal ausencia:
“podrá subsanarse si dentro de los plazos de prescripción de la respectiva
acción cambiaria señalados en el Artículo 96, el tenedor logra obtener, en forma
expresa o ficta, el reconocimiento judicial en su contenido y firma del título valor,
por parte del o de los obligados respecto a quienes se ejercite la
correspondiente acción cambiaria”.
A través de este mecanismo, entonces, puede obtenerse que las acciones cambiarias
—en principio, perjudicadas por causa de la omisión del protesto y de su formalidad
sustitutoria— en contra del obligado de quien se obtenga este reconocimiento
renazcan o se recuperen. Adviértase que el art. 91.2 LTV, al utilizar un lenguaje
referido en general a “la respectiva acción cambiaria” (cualquiera que esta sea) y sus
“plazos de prescripción” (en plural), parece que se aparta de la tradición que en esta
materia sentaba el tenor expreso del art. 59 LTV ant.:
“Si el protesto o la comprobación a que se refiere el artículo 170 no hubieren
sido obtenidos dentro de los respectivos términos legales, el tenedor podrá
recuperar la acción documental solamente contra el obligado principal y su
avalista, si éstos reconocieran el título en diligencia preparatoria y fueren
notificados con la respectiva demanda antes del vencimiento del plazo
prescriptorio correspondiente; pero no readquirirá las acciones contra los
demás obligados subsidiarios, aunque éstos reconocieren sus firmas” (énfasis
añadidos).
En otras palabras, la LTV ant. dejaba abundantemente claro que las “acciones”
cartulares distintas de la “directa” (es decir, la de regreso y la de ulterior regreso) no
eran recuperables en ningún caso. En cambio, bajo el nuevo tenor literal recogido en
el art. 91.2 LTV parece que ahora sí se podrían recuperar las acciones de regreso y

290
Notas de Títulos Valores § 187

ulterior regreso, y no solo la directa. Tal posibilidad, sin embargo, plantearía graves
problemas al obligado de regreso que, bajo esta interpretacón, fuera compelido a
pagar algo que no podrá recuperar mediante un regreso “regular” —único
razonablemente previsible para él al suscribir su propia declaración cartular—, sino
solo, acaso, mediante un ulterior “reconocimiento” obtenido del obligado anterior de
quien pretenda obtener el pago. Por esa razón, opino que la alusión general a esa
posible “recuperación” sólo puede entenderse respecto de las “acciones” de regreso
y de ulterior regreso como implícitamente condicionada a que previamente se haya
obtenido del obligado principal la “recuperación” de la “acción directa”; de lo contrario,
y bastando para ello que el obligado de regreso oponga al tenedor la excepción de
perjuicio del título, el Juez debería declarar improcedente la solicitud de
reconocimiento de la obligación.
La llamada “acción” directa.
La llamada “acción” directa, que sería más exacto denominar “pretensión” directa, es
aquella que entabla el tenedor del título valor contra el obligado principal del mismo,
sus avales y sus fiadores.
En este sentido:
1) en el caso de la letra de cambio, es la que se entabla contra el aceptante y sus
avales y fiadores;
2) en el caso del pagaré, es la que se entabla contra el girador y sus avales y fiadores;
3) en el caso del cheque, es la que se entabla contra el girador, sus avales y fiadores;
etc.22
El ejercicio eficaz de la pretensión cambiaria directa agota la relación cambiaria.
La “acción” cambiaria directa prescribe a los tres años desde el vencimiento hábil del
título valor.
La “acción” de regreso.
La “acción” o pretensión de regreso es aquélla que entabla el tenedor contra un
obligado de regreso; esto es, básicamente, los endosantes que por el hecho del
endoso queden obligados por la solidaridad cambiaria, así como sus avales y fiadores.
Mediante la “acción” de regreso se exige la garantía del pago por el obligado principal
o (en una letra de cambio) de la aceptación por el girado, garantía que el firmante
demandado otorgó en su momento. Así pues:
1) en el caso de la letra de cambio que no cuenta con aceptación y que tampoco ha
sido protestada por falta de aceptación, procede contra el girador, sus avales y
fiadores, ante el no pago del girado el día del vencimiento;
2) en esas mismas letras de cambio y en todas las demás, procede también contra
los endosantes, sus avales y fiadores, cuando el girado no paga el día del
vencimiento;

22 Es importante tener en cuenta que el aval y el fiador tienen la misma calidad de obligado que su
avalado o afianzado. Así lo señala el art. 59.1 LTV, cuando dispone que el avalista queda obligado de
igual modo que aquél por quien presto el aval; y el art. 61.2 LTV señala que el fiador queda sujeto a la
acción cambiaria del mismo modo, por el mismo plazo y en los mismos términos que su afianzado.

FACULTAD DE DERECHO 291


Versión de julio de 2023
§ 189 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

3) en el caso del pagaré procede contra los endosantes, sus avales y fiadores,
cuando el girador no paga el día del vencimiento;
4) en el caso del cheque procede contra los endosantes, sus avales y fiadores,
cuando el Banco girado no paga el cheque emitido por el girador; etc.
Señala PÉREZ DE LA CRUZ que la “acción” de regreso es una pretensión de mera
responsabilidad que deja abierta la posibilidad de entablar nuevas “acciones” contra
obligados cambiarios anteriores y la acción directa contra el obligado principal23. Por
su parte, BEAUMONT señala que
“se denomina «pago por vía de regreso», toda vez que el tenedor reclama a las
personas que le precedieron en la firma de la letra; es decir el tenedor reclama
siguiendo un orden inverso de regreso en el sentido cronológico”24.
La “acción” cambiaria de regreso prescribe al año desde el vencimiento hábil del título
valor.
La “acción” de ulterior regreso.
La “acción” o pretensión de ulterior regreso es la que interpone un obligado de regreso
que ha pagado el título valor, ahora tenedor del mismo, contra otro obligado de regreso
anterior a él para pedir el reembolso de lo pagado por el título valor. También
corresponde esta pretensión al obligado de regreso que pagó en ulterior regreso
contra otro obligado de regreso anterior a él. Igualmente, se asimila a la acción de
ulterior regreso la de “repetición” que el garante de un título valor que lo paga puede
ejercitar contra el deudor al que había garantizado y los obligados anteriores a él.
La “acción” cambiaria de ulterior regreso prescribe a los seis meses desde que el
obligado de regreso efectuó el pago a un tenedor legitimado.
La “acción” de regreso anticipado.
La “acción” o pretensión de regreso anticipado es aquélla, regulada en los arts. 147.2
y 148 LTV, que se interpone antes del vencimiento, para cobrar el importe contenido
en una letra de cambio a todos o algunos de los obligados cambiarios existentes:
girador, endosantes, y sus avales y fiadores (unos obligados principales y otros de
regreso), en los siguientes supuestos específicos:
1) cuando se ha levantado un protesto por falta de aceptación contra el girado de una
letra de cambio;
2) cuando el girado —aceptante o no, incluido el girador-girado de una letra de
cambio al propio cargo— de una letra de cambio ha sido declarado insolvente, esto
es (bajo la ley concursal vigente), cuando se le ha abierto un procedimiento
concursal;
3) cuando ha resultado ineficaz una orden de embargo contra los bienes del girado
—aceptante o no, incluido el girador-girado de una letra de cambio al propio
cargo— de una letra de cambio.

23 Citado por DE ANGULO RODRIGUEZ, Luis; “Las acciones dimanantes de los títulos cambiarios y
defensas frente a las mismas”, en CUADERNOS DE DERECHO Y COMERCIO, Diez años de la Ley cambiaria
del cheque, cit., p. 231.
24 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 90 LTV, cit., p. 443.

292
Notas de Títulos Valores § 191

Si bien el primero de estos supuestos sólo es aplicable a la letra de cambio (y acaso


a las facturas cambiarias), los dos últimos supuestos pueden producirse respecto del
obligado principal de prácticamente cualesquiera títulos valores de contenido
crediticio, en cuyo caso procedería el regreso anticipado aplicando las mismas
disposiciones, mutatis mutandis.
Pagos que pueden reclamarse.
De conformidad con art. 92 LTV, el tenedor puede reclamar del obligado contra quien
ejercita la acción cambiaria:
1) el importe o los derechos patrimoniales representados por el título valor a la fecha
de su vencimiento;
2) los intereses compensatorios más los moratorios que se hubieren pactado según
el texto del título valor o del respectivo registro (en los valores desmaterializados);
o, en su defecto, los intereses legales desde el vencimiento;
3) los gastos de protesto o de la formalidad sustitutoria, en su caso, y otros originados
por la cobranza frustrada, incluidos los costos y costas judiciales o arbitrales,
debidamente sustentados, de haberlos.
Quien reclama en vía de ulterior regreso, exigirá el reembolso del total de la suma
pagada, más los intereses correspondientes a dicha suma desde el día en que verificó
el pago, y los costos y costas judiciales o arbitrales y otros gastos originados por la
cobranza frustrada que hubiera tenido que pagar a aquel obligado de regreso al que
le pagó, debidamente sustentados.

IV. PRETENSIONES ALTERNATIVAS Y SUBSIDIARIAS A LAS DOCUMENTALES


Las pretensiones causales.
Las pretensiones alternativas y subsidiarias a las documentales, también llamadadas
“acciones” extracambiarias, simplemente son las que no se basan en el Derecho
cambiario sino en el común, sean o no mencionadas por la LTV. En concreto, voy a
tratar en esta sección de:
1) las pretensiones o “acciones” causales, y
2) la de enriquecimiento indebido.
Comencemos por las primeras.
Los títulos valores tienen una causa de emisión, de circulación, (en el caso que
circulen), de aceptación, etc. Es decir, la obligación cambiaria del emitente, del
aceptante, del endosante, tienen una causa. Así pues, junto a la relación cambiaria o
cartular, se habla de una relación subyacente, fundamental, de base o causal.
Son causas que usual u ordinariamente están en la base de las obligaciones
cambiarias la compraventa, el mutuo y la prenda entre otras.
1) Ejemplo n° 1: Ava gira un pagaré a la orden de Barsa, con motivo de la
compraventa de un artefacto automatizado para la preparación de cocteles. En
este ejemplo ubicamos dos relaciones: la relación cambiaria entre Ava (giradora)
y Barsa (tomadora) y la relación fundamental consistente en un contrato de
compraventa entre las mismas partes.
2) Ejemplo n° 2: Anicio desea adquirir un terreno de propiedad de Bungalow Corp.
cuyo valor son US$ 100,000. Para poder tener liquidez Anicio tramita y obtiene un
FACULTAD DE DERECHO 293
Versión de julio de 2023
§ 192 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

crédito (contrato de mutuo) ante Con-Fianza Bank. Anicio gira un pagaré por US$
100,000 a favor de Con-Fianza. Aquí la causa de la obligación cambiaria de Anicio
es un contrato de mutuo. Existe una relación cambiaria entre Anicio y Con-Fianza
Bank y una relación fundamental, de base o causal entre las mismas partes
consistente en el contrato de mutuo.
3) Ejemplo n° 3: Si Araceli, al obtener la aprobación de un crédito por parte de
Cobranza Bank girase una letra de cambio a favor de Boleslao y a cargo del
Banco, entonces la obligación cambiaria que éste asumiese al aceptar la letra de
cambio tendría como causa el contrato de apertura de crédito celebrado con el
girador. Es decir, la obligación del Banco aceptante tiene como causa un contrato
de apertura de crédito. Existe una relación cambiaria entre Araceli y Cobranza
Bank (girador-aceptante) y una relación fundamental entre Araceli y el Banco
(acreditante-acreditado).
4) Ejemplo n° 4: Alberico, tenedor legítimo de una letra de cambio girada a su favor
por Brunilda, celebra contrato de mutuo con Conrado, quien le hace entrega de
una cantidad de dinero. Alberico, como garantía del pago de dicha cantidad
entrega a Conrado en prenda la letra de cambio, endosándosela en garantía. Aquí
la obligación cambiaria del endosante Alberico tiene como causa un contrato de
prenda. Existe una relación cambiaria entre Alberico y Conrado (endosante-
endosatario) y además una relación fundamental (constituyente de la prenda-
acreedor prendario).
5) Ejemplo n° 5: Arwen celebra contrato de mutuo con la Caja Cardolan. Como la
Caja Cardolan le requiere un garante, Boromir (amigo de Arwen) celebra
contrato de fianza con garantía prendaria con la Caja Cardolan, entregando en
prenda una letra de cambio girada por Dwalin a su propio cargo y que Boromir
tenía en cartera, la cual endosa en garantía. Aquí la obligación cambiaria de
Boromir tiene como causa una prenda. Existe pues una obligación cambiaria
donde Boromir es endosante y la Caja Cardolan es tenedora legítima y una
relación fundamental o subyacente donde Caja Cardolan es acreedora prendaria
y Boromir es el deudor prendario.
La obligación o relación cambiaria da origen a las “acciones” cambiarias; la relación
fundamental, de base, o causal da origen a la “acción” causal, que es un tipo de
“acción” extracambiaria. En el momento del ejercicio del derecho, la “acción” causal,
fundamental, subyacente o de base, que en principio estaba en suspenso desde la
emisión del título, puede renacer; es decir, puede volver a ponerse en primer plano el
negocio jurídico que vinculó a las partes originariamente, sea previamente o en
simultáneo con el cartular. La “acción” causal tiene como causa petendi la relación
fundamental (que ha dado origen a la obligación cambiaria) y por petitum el pago de
lo debido en esa relación. El punto de partida de esta “acción” es la justificación de la
atribución patrimonial realizada por medio del título: las relaciones entre las partes que
originaron su emisión o transmisión o relaciones causales.
En el Ejemplo n° 1, en caso de incumplimiento por parte de Ava, Barsa tiene una
“acción” cambiaria (directa, contra Ava como giradora) que puede hacer valer en un
proceso corto, rápido y eficaz debido al mérito ejecutivo de este título valor; y tiene
además una “acción” causal, debida al contrato de compraventa: una de inejecución
de obligaciones, de pago de soles, etc.
Los sujetos de la pretensión causal son:

294
Notas de Títulos Valores § 193

1) Sujetos activos: el último y actual tenedor del título valor, o bien quien haya pasado
a serlo al abonar su importe.
2) Sujeto pasivo: sólo pueden serlo el suscriptor o suscriptores del título con los que
el tenedor esté ligado con una relación precedente o contemporánea a la emisión,
garantía o transmisión del título y causante de dicha emisión, garantía o
transmisión.
En ese sentido, esta pretensión está referida normalmente a los obligados inmediatos
vinculados entre sí por obligaciones extracambiarias causales, y no suele ser oponible
a otras personas que puedan haber intervenido en el título en el curso de su circulación
cartular.
Pago con títulos valores y coordinación de planos causal y cartular.
El deudor de una obligación puede entregar un título valor (sea que gire y entregue,
acepte y entregue o endose y entregue) como medio de pago de la obligación
subyacente, causal o fundamental. Así ocurre en los Ejemplos nn. 1 y 2 de los
enunciados en el apartado anterior. Considérense además los siguientes:
1) Ejemplo n° 6: Arnulfo se acerca a la Oficina de Pensiones y paga sus pensiones
académicas pendientes con la entrega de un cheque que gira a la orden de la
Universidad de Barranca.
2) Ejemplo n° 7: Aurora endosa y entrega como medio de pago de una deuda que
tenía con Baco una letra de cambio que Cibeles había girado a su favor.
Ahora bien, atendiendo al “título” a que se producen, existen al menos dos formas
posibles de hacer que la emisión (y entrega) o la transmisión (circulación y entrega)
de un título valor sirva como medio de pago (extinción por cumplimiento) de la
obligación subyacente, fundamental o causal:
1) Que, al entregarlo y recibirlo, quien gira o endosa el título valor (deudor de la
obligación causal) y el tomador (acreedor de la obligación causal) lo consideren
como cosa, como res, equivalente y sustitutoria del cumplimiento debido, en cuyo
lugar se entrega: se trataría de una entrega del título equivalente a una datio in
solutum (dación en pago; cfr. arts. 1265 y 1266 CC). Este caso se denomina de
“pago con título valor pro soluto”. En él, el título toma el lugar del pago en dinero
mismo, de modo que, así como, al entregar el dinero debido por la compra de un
artefacto cancelo la obligación, del mismo modo, con la entrega del título de crédito
la obligación de pagar el precio quedaría cancelada; sólo subsistiría la obligación
cambiaria misma, incorporada en el título valor. Aquí prevalece el momento de la
emisión o transmisión.
2) Que al entregar y recibir el título valor las partes consideren más bien la suma de
dinero prometida en el título (y no el título mismo) como la realización de la
prestación debida. Este supuesto se denomina “pago con título valor pro solvendo”
(para pagar, no en pago, como en el caso anterior). El título de crédito es recibido
por el acreedor a modo de puente (gráficamente hablando) que lo habilite para
hacerse con la suma de dinero prometida en él y que constituye su objetivo final.
Aquí se destaca el aspecto creditorio u obligacional.
En este marco, el art. 1233 CC dispone:

FACULTAD DE DERECHO 295


Versión de julio de 2023
§ 193 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“La entrega de títulos valores que constituyen órdenes o promesas de pago,


sólo extinguirá la obligación primitiva cuando hubiesen sido pagados o cuando
por culpa del acreedor se hubiesen perjudicado, salvo pacto en contrario.
Entre tanto la acción derivada de la obligación primitiva quedará en suspenso”.
Bajo la premisa de que “[p]or la novación se sustituye una obligación por otra” (art.
1277 CC), extinguiéndose la primera para venir a ser sustituida por la segunda, el art.
1279 CC, a su vez, dispone:
“La emisión de títulos valores o su renovación, la modificación de un plazo o del
lugar del pago, o cualquier otro cambio accesorio de la obligación, no producen
novación”.
Así pues, en concordancia con esta última norma, el artículo 1233 CC establece como
regla general que la entrega de títulos valores como medio de pago no se entiende
como una novación, como una extinción de la obligación primitiva para sustituirla por
la contenida en el título valor. Es decir que, salvo pacto (y prueba del mismo) en
contrario, debemos juzgar habitualmente que estamos ante una datio pro solvendo, y
no una pro soluto. Es decir:
1) En el Ejemplo n° 1, Ava sigue debiendo a Barsa el monto del precio del artefacto.
Puede decirse que aún no ha pagado su artefacto.
2) En el Ejemplo n° 2, Anicio sigue debiendo a Con-Fianza Bank el monto del
préstamo del contrato de mutuo.
3) En el Ejemplo n° 6, Arnulfo sigue debiendo a la Universidad de Barranca el
monto de su pensión.
4) En el Ejemplo n° 7, Aurora sigue debiendo a Baco el monto de la deuda que tenía
con él.
Sin embargo, también es importante recordar que conforme al párr. 2° del art. 1233
CC, las “acciones” causales quedan en suspenso en todos estos casos.
Es decir, la simple dación de estos títulos valores como medio de pago de las
obligaciones primitivas, subyacentes o causales, no extinguió las mismas. ¿Cuándo
las extinguirá? A tenor de lo dispuesto en el art. 1233 CC:
1) cuando dichos títulos valores fuesen pagados; o sea que, cuando se haga efectiva
la obligación cambiaria incorporada en ellos, quedarán simultáneamente
extinguidas por pago una y otra obligación (la cambiaria y la causal); o bien
2) cuando quedasen perjudicados por culpa del acreedor.
Conforme a la primera posibilidad, sólo cuando los títulos valores de los Ejemplos nn.
1, 2, 6 y 7 sean pagados se extinguen las obligaciones primitivas respectivas
juntamente con las incorporadas en ellos. Sin embargo, el precepto establece dicha
regla sin excluir la posibilidad —antes bien, admitiéndola explícitamente— de pactar
en contrario. Existe pacto en contrario en casos como el siguiente:
Ejemplo n° 8: Ascanio debe a la Municipalidad de Barranco diferente sumas de
dinero por concepto de multas de tránsito ascendentes aproximadamente a la suma
de S/. 200,000. La Municipalidad inició proceso coactivo para hacerse cobro de
algunas de ellas, rematando dos bienes de propiedad de Ascanio, a pesar de lo cual
el monto obtenido en remate no cubrió dichas obligaciones quedando un remanente.
Luego la Municipalidad, además de continuar con el cobro del remanente, inicia

296
Notas de Títulos Valores § 193

nuevo proceso coactivo para cobrase el monto de otras papeletas de tránsito. Ante tal
situación Ascanio inicia conversaciones con la Municipalidad, llegando ambas
partes al siguiente acuerdo:
“Por el monto de todas las obligaciones que Ascanio tenga con la
Municipalidad de Barranco, tanto aquellas cuyo cobro se haya iniciado como
aquellas cuya cobranza aún no se hubiese iniciado, Ascanio girará y entregará
un pagaré a trecientos días desde la emisión por el monto de 150,000 soles, a
favor de la Municipalidad, dando por saldado cualquier obligación que tenga a
la fecha con la Municipalidad por concepto de multas de tránsito”.
En este caso, la entrega de este título sí esta cancelando las obligaciones
subyacentes. Además, en este caso se está produciendo una novación, según el art.
1277 CC en su último párrafo. Aquí la obligación causal queda extinguida y sólo
subsiste la obligación cambiaria. Se ha novado la obligación primitiva, sustituyéndola
con otra obligación: la obligación cambiaria. A partir de ese momento sólo existirán
“acciones” cambiarias, y ya no “acciones” causales.
Sin embargo, está claro que el ordenamiento jurídico contempla la entrega de los
títulos valores como medio de pago pro soluto como algo más bien excepcional. El
art. 1233 CC protege al acreedor diligente, al mantener en vigencia la obligación
original, que no fue extinguida por la entrega del título, ante la falta de pago de éste.
En otras palabras, extender un título valor como medio de pago de una obligación
causal no supone normalmente la extinción de ésta: se entiende más bien que se
entrega pro solvendo, y que no implica novación. Si la creación o transmisión del título
valor deriva de alguna obligación, ésta última subsiste no obstante tal creación o
transmisión. Es por eso que los arts. 1233 y 1279 CC, interpretados a contrario y en
concordancia mutua, implican que la mera entrega del título valor como medio de pago
cancelará o extinguirá la obligación primitiva sólo cuando indubitablemente conste que
hubo novación, según lo dispuesto en el párr. 2° del art. 1277 CC.
El ejercicio en estos casos de la pretensión causal de una relación cambiaria, según
DE SEMO, está subordinada a la conditio iuris de la falta de aceptación o de pago del
título valor. Lógicamente es así, pues antes de que se produzcan tales hechos el
tenedor no puede anticipar que lo prometido en el título no será honrado, de tal forma
que la “acción” causal que promoviera antes resultaría vulnerable a la excepción de
entrega de letra (u otro título de crédito). El art. 94 LTV, que permite el ejercicio de las
“acciones” cambiarias alternativamente a las causales, se debe interpretar como
dejando en suspenso éstas (cfr. párr. 2° del art. 1233 CC) hasta que se verifique el
hecho del no pago o no aceptación del título. Recién en ese momento se puede dar
la concurrencia y la alternancia entre ambas pretensiones, pues las dos sirven para
instrumentar una única atribución económica efectiva que realmente se debe.
Así pues:
1) En el Ejemplo n° 6, si el cheque girado por Arnulfo no es pagado por su Banco,
la UniBarranca podrá demandar el pago de soles en virtud de los servicios
educativos prestados (“acción” causal), o bien hacerlo en la vía ejecutiva, en virtud
de la “acción” cambiaria directa contra Arnulfo por pago de título valor.
2) En el Ejemplo n° 7, si Cibeles no paga la letra de cambio, Baco podrá demandar
a Aurora por pago de soles en virtud de la deuda que ésta tenía con él (“acción”
causal), o bien hacerlo en la vía ejecutiva por pago de título valor, ejercitando la
“acción” cambiaria de regreso.

FACULTAD DE DERECHO 297


Versión de julio de 2023
§ 193 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

3) En cambio, en el Ejemplo n° 8, aun si al vencimiento del pagaré éste no fuera


honrado por Ascanio, bajo el Derecho privado de obligaciones (y sin perjuicio que
la aplicación de normas de Derecho Administrativo puedan quizás conducir a un
resultado distinto), la Municipalidad de Barranco sólo tendría a su disposición la
correspondiente “acción” cambiaria, pues la causal habría fenecido junto con las
obligaciones primitivas, en virtud de la novación efectuada mediante el acuerdo
transaccional o de conciliación a que arribaron las partes, y que determinó la
emisión del pagaré pro soluto.
Todo lo anterior atiende al primer supuesto (el de pago) de extinción simultánea de
las obligaciones causal y cambiaria contemplado en el art. 1233 CC. Mas esta norma
contempla un segundo supuesto (el del perjuicio del título por culpa del acreedor) en
el que ocurre otro tanto. Aquí se extingue no sólo la obligación primitiva sino también
la propia obligación cambiaria, quedando subsistente sólo la “acción” para solicitar el
reconocimiento del título valor por el obligado directo o la de enriquecimiento indebido,
según los casos.
Al respecto, podemos plantear dos situaciones, bastante distintas en cuanto a los
intereses involucrados, pero no diferenciadas claramente en la Ley:
1) Primer Supuesto: el deudor entrega para pagar su deuda al acreedor de la
relación causal (por ejemplo, el precio debido en virtud de una compraventa),
mediante endoso, un título valor cuyo deudor principal es un tercero, por un monto
aproximadamente equivalente al crédito para cuyo pago se entrega.
2) Segundo Supuesto: el deudor de la obligación causal emite un título valor a su
propio cargo como deudor cambiario principal, y a favor del acreedor causal (por
ejemplo, le gira un cheque).
Bajo el tenor literal del art. 1233 CC, en ambos supuestos se entiende que la
obligación primitiva no se da por cancelada sino hasta que el título sea pagado. Ahora
bien, ¿se ha de aceptar en ambos casos que se aplique igualmente la última parte del
párr. 1° del art 1233 CC? Es decir: ¿en ambos casos se extingue la deuda primitiva o
causal cuando el título valor se perjudica por culpa del acreedor?
En el Primer Supuesto es casi obvio y razonable que así ocurra, puesto que si el
acreedor perjudicó el título por su propia negligencia (por ejemplo, por no protestarlo
oportunamente), sería injusto que pudiera cobrar a su deudor el monto de la deuda
causal. En efecto, de proceder ese cobro, el deudor causal-endosante del título
perdería el monto del título por partida doble:
1) tendría que pagar al acreedor-endosatario la obligación causal y, además,
2) habría perdido o vería severamente perjudicada su facultad de hacer efectivo su
derecho cambiario contra el tercero, deudor principal del título.
En cambio, en el Segundo Supuesto no parece que sea aplicable la misma lógica.
Sin embargo, entre los autores, OSTERLING y CÁRDENAS QUIROZ han entendido que en
ambos casos se extinguen juntamente la obligación primitiva y la acción causal. Lo
que ocurriría es que, en el Segundo Supuesto, el acreedor podría recurrir a lo que
estos autores denominan “acción de derecho común”, que no es otra cosa que
recuperar la “acción” directa mediante un procedimiento de prueba anticipada, donde
el deudor reconozca su firma estampada en el documento, o (si la niega) ésta le sea
imputada mediante una pericia grafotécnica u otra prueba adecuada. En cambio, en
el Primer Supuesto el acreedor no puede hacer tal cosa, al menos no contra su

298
Notas de Títulos Valores § 194

deudor causal, que le entregó el título, ya que éste es obligado en la vía de regreso, y
como he explicado más arriba25 las “acciones” de regreso no son recuperables
incondicionalmnte.
El enriquecimiento indebido vinculado al uso de títulos valores.
Dispone el art. 20 LTV:
“Extinguidas las acciones derivadas de los títulos valores, sin tener acción
causal contra el emitente o los otros obligados, el tenedor podrá accionar contra
los que se hubieren enriquecido indebidamente en detrimento suyo, por la vía
procesal respectiva”.
Se trata de una “acción” o pretensión típica de enriquecimiento injusto y viene a
constituir la aplicación en materia cambiaria del principio de Derecho común que
establece que el que se enriquece sin causa en detrimento de otro, está obligado a
indemnizarlo de su empobrecimiento, en la medida en que él se haya enriquecido (cfr.
art. 1954 CC).
ESCUTI dice que para el ejercicio de esta acción se requiere:
1) La pérdida de todas las “acciones” cambiarias. Para PAVONNE LA ROSA, el perjuicio
que debe probar el demandante en vía de enriquecimiento indebido está dado
precisamente debido a la pérdida de todas las acciones cambiarias, por la
imposibilidad de obtener por la vía cartular la suma indicada en el título, debido a
la prescripción o caducidad de las “acciones” cambiarias. La Ley habla de pérdida
de las “acciones”, no de simple dificultad o inutilidad de su ejercicio. No se cumple
este requisito en caso de nulidad formal del título, ya que la “acción” cambiaria no
puede reputarse perdida, cuando lo cierto es que nunca existió.
2) La falta de la “acción” causal. La existencia de “acción” o pretensión causal es un
elemento impeditivo del ejercicio de la pretensión de enriquecimiento indebido. Es
decir, si al momento en que se opera la pérdida de las “acciones” cambiarias el
tenedor del título valor tiene la posibilidad de realizar su crédito mediante el
ejercicio de la pretensión causal contra alguno de los obligados en él, queda
impedido de modo definitivo de valerse de la pretensión de enriquecimiento
indebido. En este caso, la pérdida de las “acciones” cambiarias no es fuente del
perjuicio, porque el tenedor del título tenía la facultad de recuperar la suma
indicada en el título vía una “acción” extracambiaria (PAVONNE LA ROSA). Por
ejemplo, si el título se perjudica sin culpa del acreedor (cfr. art. 1233 CC). Tampoco
procede esta pretensión en caso de posterior (no simultánea) pérdida de la
“acción” causal (por ejemplo, por prescripción de la acción causal) pues el
enriquecimiento indebido no está dirigido a brindar remedios para la pérdida de
“acciones” de Derecho común.
Respecto a este punto, CÁMARA opina que la falta de la acción causal debe ser una
falta desde el origen, desde el inicio; por ejemplo, porque el título se entregó pro
soluto y no pro solvendo, como es lo habitual. PAVONNE LA ROSA, en opinión
contraria, expresa correctamente que:
“No tiene acción causal el portador de título que nunca la tuvo, y también el que
por cualquier causa la perdió en la espera y ya no puede valerse de ella al

25 Vid. § 186, en pp. 269 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 299


Versión de julio de 2023
§ 194 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

momento en que se opera la caducidad o prescripción de las acciones


cambiarias”.
Y es que de aceptar la primera postura se permitiría oponer la pretensión de
enriquecimiento al que recibió el título pro soluto y no al que lo recibió pro solvendo,
sin que medie razón justificante alguna; además se restringiría tanto el ámbito de
aplicación del enriquecimiento indebido, que quedarían fuera hipótesis tan
evidentemente merecedoras de tutela como la de pérdida de la “acción” causal por
efecto precisamente del perjuicio de los derechos cambiarios.
3) Enriquecimiento del demandado a costa del correlativo empobrecimiento del
tenedor del documento. Al respecto, la doctrina peruana indica que existe en
materia de enriquecimiento indebido una diferencia importante de régimen entre la
ley cambiaria y el Derecho común. De acuerdo a estos últimos, la acción de
enriquecimiento sin causa supone la existencia de una relación directa entre la
persona que se enriquece y el empobrecido, en tal forma que para la procedencia
de esta acción se requiera que un valor económico determinado pase sin justa
causa del patrimonio del segundo al primero. Por el contrario, en materia
cambiaria, dice GRECO, no es necesaria la inmediatez de la relación de
transmisión: el tenedor del título podrá demandar por enriquecimiento indebido,
aunque la prestación que enriqueció al demandado no haya sido realizada por él
sino por cualquiera de sus tenedores previos.
El título valor obra, entre otras cosas, como límite máximo al empobrecimiento
resarcible del tenedor del documento.
Los sujetos de esta “acción” son:
1) Sujeto activo: la Ley se refiere al tenedor legítimo, o sea aquél que según las reglas
cartulares comunes hubiera podido demandar cambiariamente. Análoga facultad
compete a cualquier obligado que haya pagado el título. Según PAVONNE LA ROSA,
también pueden ser sujetos activos los tenedores que adquirieron el título por
cesión de derechos u otro modo extracartular.
2) Sujetos pasivos: la Ley es genérica al respecto. La doctrina indica que pueden ser
demandados por enriquecimiento indebido el librador, los endosantes, el
aceptante. Las opiniones se hallan divididas sobre si cabe demandar al avalista.
La prueba del enriquecimiento corresponde al actor. En general hay acuerdo sobre
que el enriquecimiento debe ser determinado sobre la base de las relaciones
subyacentes a las obligaciones cartulares. El enriquecimiento indebido, entonces, es
el que no tiene fundamento en el plano de las relaciones subyacentes. En otras
palabras, se considerará enriquecido indebidamente al obligado que, en caso de que
la obligación cambiaria hubiera sido regularmente cumplida, habría soportado o
debido soportar en el plano de las relaciones extracartulares, la carga económica del
pago. Se trata de un remedio por el que el tenedor del título valor puede obtener de
un obligado cartular, beneficiario del enriquecimiento, cuanto de él hubiera podido
pretender el acreedor causalmente ligado a él, y en los límites de la relación
subyacente que existe o existió entre ellos. En consecuencia, el deudor demandado
puede oponer todas las defensas inherentes a esa relación subyacente, a la que hay
que hacer necesaria referencia.
Ejemplo n° 9: Amaltea vende a Belerofonte un equipo de buzo, valorizado en
US$ 1000. La venta se efectúa al crédito por lo cual Belerofonte gira un pagaré a la
orden de Amaltea por US$ 1000. Luego Amaltea celebra contrato de mutuo con la

300
Notas de Títulos Valores § 195

Caja Cunina y en lugar de girar un pagaré a favor de ella, como se estila en estos
casos, ofrece endosarle en propiedad el título valor antes referido. La Caja acepta, ya
que así tendrá dos obligados cambiarios (Amaltea, endosante, y Belerofonte,
girador), en lugar de una sola. El pagaré tenía como fecha de vencimiento 30 días
desde la emisión, pasados los cuales el área administrativa de la Caja Cunina, por
desconocimiento e ignorancia de los mecanismos legales, olvida enviar el mismo al
área legal para efectuar el protesto respectivo. En consecuencia, éste sólo se obtiene
al cabo de dos meses de vencido el título valor. La Caja, entonces ha perdido sus
acciones cambiarias, y también la acción causal contra Amaltea, en aplicación del art.
1233 CC; sólo le queda la “acción” de enriquecimiento indebido. Ahora bien, ¿quién
se ha enriquecido indebidamente? ¿A quién favorece la pérdida de las acciones? Si
Amaltea no hubiese ejercitado acción causal contra Belerofonte (supuesto más que
probable, pues de haberlo intentado, Belerofonte hubiera podido oponer
exitosamente la excepción de entrega de pagaré), la Caja sólo podría accionar por
enriquecimiento indebido contra Belerofonte, quien tiene en su poder un traje de buzo
cuyo precio nunca canceló (configurándose así su enriquecimiento sin causa).

V. PRESCRIPCIÓN Y CADUCIDAD DE LOS TÍTULOS VALORES


Planteamiento.
La Sección Octava del Libro Primero de la LTV (arts. 95 a 100 LTV) trata “De la
prescripción caducidad [sic] de las acciones derivadas de los títulos valores”. El
gazapo procede de haber corregido en el último minuto, a instancias muchos
profesionales del Derecho, un Proyecto que, a semejanza de la LGS de 1998,
pretendía someter a caducidad todas las situaciones en que se juzgaba que el
transcurso del tiempo podía o debía obstar al ejercicio de los derechos cartulares;
como consecuencia, el Proyecto únicamente hablaba de la caducidad.
La prescripción extintiva extingue la pretensión procesal de un determinado sujeto,
procedente de determinado contexto o relación jurídica, cosa que el mismísimo art.
1989 CC llama inexactamente “acción”, sin que el propio derecho sustantivo
desaparezca. El art. 2003 CC, por su parte, declara que la caducidad extingue tanto
el derecho como la “acción” (rectius, “pretensión”) correspondiente. En semejante
contexto, el Proyecto venía a declarar la extinción del derecho cambiario mismo, cosa
que gracias a Dios no prosperó. Tal como ha quedado el texto, la LTV actual regula
como figura general la prescripción, y la caducidad como una suerte de excepción26,
cuando trata aspectos relativos al derecho de suspensión de pago y a la acción causal
a través de los arts. 98 y 100 LTV.
“No obstante (…), debemos distinguir los efectos de la prescripción y caducidad
en la relación cambiaria (regulada por la Ley de Títulos Valores) y la acción
causal (sujeta a la normatividad civil) y tomar en cuenta igualmente los
problemas surgidos a raíz de las disposiciones de la nueva normatividad
cambiaria, que confunde los efectos jurídicos de ambos institutos legales” 27.
De hecho, la LTV ant. distinguió la caducidad de la prescripción, no por la pérdida de
derechos o acciones; siguiendo otra línea dogmática, su punto de partida era que la

26 GARCIA LOCATELU, Javier; “La prescripción y caducidad de la acción cambiaria en los títulos valores”,
en MONTOYA, Tratado de (…) Títulos Valores, cit., pp. 271-280 (p. 272).
27 GARCIA LOCATELU, “La prescripción y caducidad…”, cit., p. 271.

FACULTAD DE DERECHO 301


Versión de julio de 2023
§ 196 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

caducidad no suponía propiamente la extinción de un derecho por el decurso


temporal, sino más bien que se frustra la adquisición de ese derecho, adquisición que
sólo hubiera sido posible durante un lapso de tiempo determinado28. En ese sentido,
aunque el art. 95 LTV elude esa calificación, puede decirse que las “acciones”
cambiarias (todas ellas) caducan si no se obtiene el protesto dentro del plazo legal.
Ahora bien, cabe “recuperar” estas “acciones” mediante un procedimiento de prueba
anticipada (art. 91.2 LTV; el procedimiento está regulado en los arts. 284 a 299 CPC),
si en él el deudor reconoce su firma en el título (art. 292 CPC) o si, incluso negándola,
se prueba que es suya mediante pruebas adecuadas.
En cambio, obtenido el protesto, la “acción” cambiaria sólo se perderá por la inacción
del tenedor legítimo durante los plazos de prescripción fijados por la ley.
Una prescripción con rasgos de caducidad.
En cierto sentido, la opinión que bajo la LTV ant. hacía decir al Prof. Óscar ZEGARRA
GUZMÁN que en nuestro ordenamiento se había producido una suerte de “simbiosis
jurídica” (entre la prescripción y la caducidad) es aún más adecuada para describir la
nueva LTV que la anterior.
Lo anterior se advierte de modo especial en el art. 96.3 LTV, según el cual los plazos
de prescripción señalados en la Ley son perentorios y no admiten interrupción ni
suspensión (rasgo típico de la caducidad: cfr. art. 2005 CC); es más, expresamente
señala que el reconocimiento, aun judicial, del título valor vencido no interrumpe los
plazos en cuestión, en notorio contraste con el régimen general de la prescripción,
tanto civil (inc. 1 del art. 1996 CC) como mercantil (art. 955 CdC).
En cambio, nada en la LTV excluye la aplicación a los plazos de prescripción que ella
señala de reglas tan importantes para poder seguir hablando con sentido de
prescripción y no de caducidad de las “acciones” cambiarias como:
1) la necesidad de invocación de parte y correlativa improcedencia de su aplicación
de oficio por el Juez (cfr. art. 1992 CC);
2) la posibilidad de renunciar a la prescripción ya ganada (cfr. art. 1991 CC); o
3) la irrepetibilidad del pago de la deuda prescrita (cfr. art. 1275 CC).
Tampoco se aparta de lo que es propio de la prescripción lo establecido en el art. 95.2
LTV, que precisa que el ejercicio de las pretensiones cambiarias mediante la

28 VALLE TEJADA JOSÉ, “Prescripción, caducidad y conceptos complementarios en la Ley del Títulos
Valores 16587”, en AA.VV.; Libro Homenaje a Ulises Montoya Manfredi, p. 717. El autor (ibid.) cita al
respecto el siguiente pasaje de BOLAFFIO: “En mi opinión en el derecho cambiario caducidad no quiere
decir pérdida de un derecho poseído, sino impedimento para su adquisición. La caducidad cambiaria
impide que el derecho nazca, como consecuencia del incumplimiento de las formalidades requeridas
para preservar la acción cambiaria”; igualmente, a Magazzu: “caducidad no significa que se elimine el
efecto de una situación jurídica ya perfecta; significa, al contrario, ausencia de la posibilidad que se
verifique uno de los elementos del caso, por cuanto ha corrido inútilmente el tiempo dentro del cual
debería haberse verificado”. Con relación a la ley española explica PÉREZ DE LA CRUZ BLANCO, Antonio;
“Las acciones cambiarias”, en MENÉNDEZ, Derecho cambiario, cit., pp. 663-705 (p. 692): “Hay que partir
de la base que la pérdida o extinción de la acción cambiaria puede, en hipótesis, producirse por dos
circunstancias distintas: que la acción en cuestión haya prescrito por el transcurso de los plazos que al
respecto señala el art. 88 de la propia Ley Cambiaria —ciertamente, más restringidos que los propios
de las acciones ordinarias—, o bien porque se haya producido la caducidad de la misma al haber
omitido el tenedor la realización de los actos que, a modo de carga, la ley le impone en caso de falta
de aceptación o pago de la letra. Caducidad y prescripción son, pues, las posibles causas de extinción
de la acción cambiaria”.

302
Notas de Títulos Valores § 197

presentación de la correspondiente demanda judicial o arbitral antes de cumplirse el


plazo de prescripción indicado en la Ley, “no será afectado por la conclusión de dichos
plazos en el curso del respectivo proceso”. Sólo hace la salvedad de que el proceso
sea declarado en abandono, en cuyo caso se entiende que sí se producirá dicha
afectación. Tal efecto, en realidad, se deriva ya del régimen procesal común vigente
y de la propia lógica de la institución de la prescripción, por lo que en puridad estas
normas de la LTV no hubieran sido necesarias. Sin embargo, la existencia de una
peligrosa e incomprensible línea jurisprudencial que sostiene lo contrario a nivel
general lleva a que sea muy de agradecer que la LTV haya hecho esa aclaración.
Prescripción de las “acciones” cambiarias.
La “acción” cambiaria, en cualquiera de sus manifestaciones, aun la plenamente
perfeccionada por el correspondiente protesto, formalidad sustitutoria o
reconocimiento de firma (cfr. art. 91 LTV), puede aún extinguirse por prescripción, a
causa del transcurso del tiempo.
El inc. a del art. 96.1 LTV establece que la “acción” directa contra el obligado principal
o sus garantes prescribe a los 3 años, contados a partir de la fecha de su respectivo
vencimiento. Por su parte, el inc. b del art. 96.1 LTV dice que la “acción” de regreso
contra los endosantes y otros obligados solidarios prescribe al año, a partir de esa
misma fecha del vencimiento.
Ahora bien, como el cheque es un título valor que “nace vencido”, el art. 96.2 LTV
dispone que en su caso el cómputo de los plazos de prescripción de las “acciones”
directa y de regreso se hace a partir del último día del plazo para su presentación al
cobro. En los títulos con vencimiento a la vista, siguiendo la regla general, el plazo se
computa en principio desde el día de su presentación al cobro; sin embargo, si no se
dejó constancia de ese hecho, se calcula desde la fecha del protesto o del último día
para efectuarlo, si lo requerían, y si no, desde el último día legal o convencional para
su presentación al pago.
A diferencia de la actual, la LTV ant. no precisaba el dies a quo del cómputo,
específicamente, de la “acción” de regreso. Remigio PINO CARPIO sostuvo que se
computaba desde el día siguiente del protesto, sea por falta de aceptación o por falta
pago, y no desde el vencimiento. Esto, en primer lugar, porque los obligados
cambiarios de regreso, en cuanto “deudores subsidiarios”, sólo responderían si falta
el pago o la aceptación del principal; y, en segundo lugar, porque el protesto era el
único medio a través del cual se podía acreditar ante dichos obligados la presentación
efectiva y oportuna del título para su aceptación o su pago29. La nueva LTV ha obviado
estas razones, poniendo quizás más énfasis en el carácter estrictamente solidario de
la responsabilidad de estos obligados de regreso, al menos ante el tenedor, de modo
que también en su caso lo único importante es que el título esté vencido e impago.
El inc. c del art. 96.1 LTV establece que el término de prescripción de la “acción” de
ulterior regreso (a la que se asimila la de repetición por el garante que ha pagado
contra su propio garantizado) es de seis meses, computados a partir del día del pago
en la vía de regreso. Este plazo de seis meses procede directamente de la Ley
Uniforme de Ginebra.

29 PINO CARPIO, Ley de Títulos Valores, cit., pp. 372-373.

FACULTAD DE DERECHO 303


Versión de julio de 2023
§ 197 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

La LTV no precisa un plazo de prescripción específico para la llamada “acción” de


regreso anticipado que tiene el tenedor de una letra de cambio (u otro título valor sujeto
a aceptación), tal como viene regulada en los arts. 147.2 y 148 LTV. Esto se debe, en
primer lugar, a que a fin de cuentas se trata siempre de una acción de regreso, por lo
que vale para ella lo explicado en el párrafo precedente; además, el regreso
anticipado, a tenor del art. 147.2 LTV, sólo dispensa de la presentación al pago y de
su correspondiente protesto, permitiendo (mas de ningún modo obligando) a dar por
vencidos los plazos para ello. Pero el tenedor siempre va a estar autorizado a esperar
dichos plazos y a efectuar el correspondiente protesto por falta de pago (de ser
necesario), momento en el cual empezaría de todos modos a correr nuevamente el
plazo prescriptorio correspondiente que, por comenzar en un momento posterior sin
estar sujeto a suspensión ni interrupción, necesariamente superará el término propio
de la acción de regreso anticipado, quedando, así, como único plazo prescriptorio
relevante.
Bajo el gobierno de Velasco, mediante DL 20236 se dictaron algunas normas
especiales sobre procesos ejecutivos. Entre ellas, se dispuso que en los títulos valores
que necesitaban protesto la “acción” ejecutiva prescribía a los seis meses de realizada
la diligencia. La doctrina y la jurisprudencia interpretaron que ese plazo abreviado
regía únicamente para el proceso ejecutivo, mientras que el de tres años de la LTV
ant. seguía en vigor para la vía ordinaria. Aunque ni el CPC ni la nueva LTV derogan
expresamente el referido Decreto, la jurisprudencia lo ha tenido por tácitamente
derogado y, en consecuencia, asumen que la “acción” cambiaria directa prescribe a
los 3 años tanto en la vía ordinaria como en la ejecutiva.
El art. 97.1 LTV establece que, para la prescripción de las pretensiones cambiarias
derivadas de títulos valores prorrogados en virtud de la cláusula de prórroga (cfr. art.
49 LTV), el plazo se computará, como resulta lógico, desde la fecha de su último
vencimiento, respecto de todos los que intervengan en el título valor a quienes sea
oponible la cláusula. Para las renovaciones, el art. 97.2 LTV dispone que:
1) “los plazos de prescripción volverán a ser computados desde la fecha del nuevo
vencimiento”;
2) pero también que “la prescripción de las acciones cambiarias tendrán (sic) efecto
desde la misma fecha de la renovación, respecto a las personas que no hubieren
intervenido expresamente en dicha renovación”.
Resulta evidente, por tanto, que lo primero se aplica únicamente a quienes intervienen
nuevamente en el título en el acto de renovación. Lo que no queda tan claro es qué
es lo que ha querido decir el legislador con la segunda frase, destinada a quienes
habían intervenido en el título valor original pero no intervienen en los actos que
conducen a su renovación:
1) sí parece evidente que ha querido afirmar que las “acciones” cambiarias contra
esas personas quedan automáticamente sin efecto en esa misma fecha;
2) el problema es que lo dice como si ese efecto cancelatorio se produjera “a título
de prescripción”, como si ésta operase en ese mismo momento de manera
instantánea.
Esto último es absurdo. Tal extinción, en efecto, se produce por el primer efecto de
toda novación (que eso es, precisamente, una “renovación”, según vimos en su
momento), que es el efecto extintivo de la obligación primitiva (en este caso, todas las
que consten en el título valor en el momento de su renovación) como consecuencia

304
Notas de Títulos Valores § 198

de su sustitución por las nuevas obligaciones nacidas precisamente en ese mismo


momento y en virtud de ese mismo acto. En consecuencia, extinguidas las
obligaciones mismas, naturalmente se extinguen también las “acciones” o
pretensiones correspondientes.
El tema tiene su importancia, pues si sólo se las considerase “prescritas”, cabría
defender que:
1) el pago que alguno hiciera por su causa (obviamente, por un deudor que
desconoce que ha quedado liberado por la novación) no sería indebido ni pasible
de repetición (art. 1275 CC);
2) además de que el Juez no podría sancionar su inexigibilidad sin previa invocación
de la parte beneficiada (art. 1992 CC).
A mi modo de ver, ambas conclusiones resultarían evidentemente incorrectas e
injustificadas.
Caducidad de la suspensión de las acciones cambiarias.
La caducidad, en cambio, sí está bien aplicada para el derecho de suspensión de pago
en el art. 98 LTV. En efecto, si en ese supuesto el tenedor no cumple con notificar o
entregar la copia de la demanda de ineficacia al deudor dentro del plazo señalado (15
días), caduca su derecho de suspensión. La caducidad en este caso es muy clara,
pues como ya se ha dicho, no se trata propiamente de la extinción de un derecho por
el decurso temporal, sino de la no adquisición de ese derecho por el transcurso inútil
del tiempo. Por tanto, si el obligado no es notificado del inicio del proceso de ineficacia
del respectivo título valor o quien pidió la suspensión no le entrega copia de la
demanda dentro de los quince días de su petición extrajudicial de suspender el pago,
caduca tal suspensión, y el obligado queda liberado de toda responsabilidad por el
pago que realice al tenedor legitimado, pago que será plenamente válido en dichas
circunstancias.
“Obviamente este plazo de caducidad opera únicamente respecto de los títulos
valores vencidos y que hubieren sido objeto de la acción de ineficacia, sin mediar
notificación al obligado, y no en aquellos supuestos en los que el demandante
requiera un duplicado del título”30.
Caducidad y prescripción de derechos y pretensiones extracartulares.
El plazo de prescripción —o, en su caso, de caducidad, en el sentido del CC— de los
derechos y pretensiones causales que dieron origen a la emisión o transmisión del
título valor no lo fija la LTV, sino la norma de Derecho común que corresponda aplicar,
según la obligación de que se trate, a la que remite el art. 100 LTV. En principio, el
término se computa a partir del momento en que se puede ejercitar la “acción”, según
las reglas de la prescripción regulada (según sea el caso) en el CC o en el CdC, pero
se han de tener en cuenta las especialidades que eventualmente tenga la norma
reguladora correspondiente. Sin embargo, ese momento no puede ser anterior a la no
aceptación o el impago del documento, pues antes esa “acción” estaba suspendida
(cfr. art. 1233 CC).

30 GARCIA LOCATELU, “La prescripción y caducidad…”, cit., p. 276.

FACULTAD DE DERECHO 305


Versión de julio de 2023
§ 200 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

En el ejercicio de esta pretensión, el título valor que se adjunte al proceso no puede


jugar otro papel que el de instrumento probatorio: será una prueba más, pasible de
ser enervada por otras, que apuntalará los hechos expuestos por el actor.
Sin embargo, es preciso hacer notar que, si el acreedor decide iniciar la “acción”
causal no porque ésta le resulte en sí misma preferible a la cambiaria, sino por haberse
perjudicado el título valor y perdido en consecuencia la “acción” cambiaria, adjuntar al
proceso el título valor perjudicado sólo serviría para probar que muy probablemente
ha perdido también la acción causal, que ahora pretende ejercer, a tenor del art. 1233
CC.
Por su parte, el art. 99 LTV sí que establece para la pretensión de enriquecimiento sin
causa vinculado al uso de títulos valores (art. 20 LTV) un plazo de prescripción
concreto: dos años, contados a partir de la extinción de la correspondiente acción
cambiaria derivada del título valor.

VI. PÉRDIDA, DESTRUCCIÓN Y DETERIORO DE TÍTULOS VALORES


Planteamiento.
El título valor (materializado) puede considerarse hasta cierto punto como el
equivalente corporal del crédito. Gracias al título valor, a su posesión y presentación,
el acreedor cambiario se encuentra eximido de la prueba de los hechos constitutivos
de su derecho mediante la exhibición de su equivalente: el documento. A su vez, el
deudor que paga al tenedor legitimado obtiene la liberación legítima de su deuda,
como dispone el art. 16.1 LTV. Asimismo, la incorporación del derecho a un título valor
(al menos, tratándose de los títulos a la orden y al portador) hace innecesaria la
notificación al deudor, típica en los casos en que se transmite un crédito u otro derecho
incorporal.
Por todas esas razones, el deterioro, destrucción, extravío o sustracción de los títulos
valores reviste especial gravedad, de cara al cobro, pago y transmisión del derecho
incorporado en el título.
El extravío o la destrucción del documento no suponen, obviamente, la extinción del
derecho o su pérdida inmediata. Como ya he explicado, la incorporación no significa
que el derecho se haya cosificado propiamente, sino que el documento pasa a ser un
equivalente funcional del derecho. Lo que ocurre es que la pérdida o el deterioro del
título valor deja temporalmente desasistido al titular del derecho para su cobro o
transmisión; además, cuando se trata de una sustracción o un extravío, lo somete al
riesgo de que un tercero de buena fe adquiera el título conforme a su ley de
circulación. Es sólo como consecuencia de esa eventual adquisición a non domino por
un tercero de buena fe, entonces sí, que el titular legítimo que perdió el control del
documento podría verse involuntariamente privado de su derecho.
Concretando, y como sin el título no es posible, en primer lugar, el juego de la
legitimación documental activa o pasiva, en estos casos:
1) El titular que quiera ejercer su derecho y exigir la prestación deberá, nuevamente,
probar su posición jurídica, probar la existencia, adquisición y contenido de su
derecho.
2) El deudor, por su parte, aunque conozca con certeza el derecho que asiste al
acreedor, no puede efectuar un pago seguro, pues el documento podría haber
circulado y encontrarse ahora en manos de un tercer adquirente de buena fe.
Mientras no se reponga el documento deteriorado, o se declare la ineficacia del

306
Notas de Títulos Valores § 200

destruido totalmente, perdido o sustraído, y el Juez competente le ordene en


consecuencia pagar, el deudor se encuentra en la disyuntiva de verse liberado
gratuitamente (si realmente el título dejó de existir y nunca llega a ser sustituido) o
tener que pagar dos veces (si paga sin rescatar el título al acreedor perdidoso y
luego aparece un tercer adquirente de buena fe con él). Por eso, en los procesos
que vamos a estudiar aquí, se suele pedir a los deudores que retengan el pago
hasta que el original del título valor deteriorado sea destruido y reemplazado, o se
declare judicialmente la ineficacia del extraviado o sustraído, y el Juez ordene el
pago a favor de quien haya probado su derecho.
3) Además, la pérdida impide al titular transmitir el derecho con la facilidad y
seguridad que le franqueaban la literalidad y la autonomía del título valor. Para
hacerlo sin él, deberá proceder según las normas del Derecho patrimonial común,
es decir, mediante la cesión de derechos de Derecho común.
4) Lo que es más grave aun, a causa de la fuerza que otorga el título valor a la
tenencia de cara al ejercicio del derecho, puede ocurrir que un tercero adquiera
uno y otro a non domino, previo cumplimiento de los requisitos formales propios
de su “ley de circulación”. Entonces el tenedor legítimo despojado habrá padecido
no solamente la pérdida de los beneficios de la incorporación, sino que además se
ve implicado en un conflicto que lo enfrenta a con el adquiriente del documento. Y
este proceso puede muy bien terminar saldándose con la pérdida definitiva de su
derecho, a favor del tercero que de buena fe lo haya adquirido según sus reglas
de circulación (cfr. art. 15 LTV).
Por otro lado, puede hablarse de una mayor o menor gravedad de la pérdida de un
título valor, según se trate de:
1) un título al portador,
2) a la orden, o
3) de uno nominativo.
Aunque el acreedor cambiario se encuentra desasistido en todos los casos, en el
sentido de que sin el documento no puede transmitir ni ejercer su derecho, lo cierto es
que la posibilidad de que un tercero adquiera la titularidad del crédito de buena fe es
mucho mayor si el título es al portador, y mayor también si se trata de un título a la
orden que uno nominativo. En el caso de un título valor al portador para tener la
legitimidad no hace falta que se acredite una cadena ininterrumpida de endosos, ni el
deudor o emisor puede condicionar el pago a la certificación de la firma del cedente,
como sí ocurre en los títulos a la orden y en los nominativos, respectivamente.
Asimismo, los riesgos y problemas que se han de resolver tienen una naturaleza y una
entidad específicamente distinta, según se trate de:
1) un mero deterioro, más o menos notable, o una destrucción parcial del título, o
2) su pérdida, sustracción o destrucción total.
Por todo ello es que nuestro ordenamiento responde a estas cuestiones, intentando
darles una solución justa, en los arts. 101 a 110 LTV. Y lo primero que aborda son los
casos de deterioro notable o destrucción parcial del título valor.

FACULTAD DE DERECHO 307


Versión de julio de 2023
§ 201 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Deterioro o destrucción parcial.


El carácter formal de los títulos valores exige que el documento contenga todos los
datos que la ley establece, según su naturaleza. En este sentido, el art. 101 LTV se
ha colocado en el caso de que el título valor, ya sea por deterioro o por destrucción
parcial, no conserve todos los datos que debían aparecer en el mismo, sino apenas
los necesarios para identificarlo.
Para estar en el supuesto del art. 101 LTV, entonces, lo importante es que el título
valor aún conserve los datos necesarios para identificarlo o para la determinar los
derechos que representa; no es necesario, en cambio, que conserve todos sus
requisitos formales. Para la doctrina comparada entran dentro de los supuestos de
deterioro notable o destrucción parcial aquellos en que el documento tal y como está
sería un título valor imperfecto, entendiéndose como tal aquél al que le faltan requisitos
formales esenciales, sin que exista un mandato de llenado. De ahí que se regule un
procedimiento para que el tenedor no tenga que cargar con la consecuencia natural
de tal deterioro: la imposibilidad de cobrarlo coercitivamente a través del ejercicio de
las acciones cambiarias, dado que al título le faltan (por haberse deteriorado en estos
extremos) uno o varios requisitos formales esenciales.
En tales casos, como el documento debe contener todos los datos que señala la Ley,
y no solo los necesarios para su identificación, el tenedor tendrá el derecho de exigir
por la vía notarial:
1) Al obligado principal, que reponga el título valor (art. 101.1 LTV). Dicho obligado
principal deberá hacerlo, siempre y cuando:
a. el título valor le resulte identificable;
b. haya sufrido un deterioro notable o una destrucción parcial, y
c. el título valor deteriorado notablemente o destruido parcialmente le sea
entregado.
2) A otras personas (endosantes, avalistas, fiadores, aceptantes por intervención,
etc.) que hubieran firmado el título valor deteriorado o parcialmente destruido, que
vuelvan a firmar el nuevo título valor repuesto por el obligado principal (art. 101.2
LTV), ya que de no hacerlo quedarían desobligadas. Para ello estas personas
tienen derecho de testar previamente sus firmas en el título valor original,
notablemente deteriorado o destruido parcialmente.
Si cualquiera de estas exigencias notariales no fuese atendida en el plazo de tres días
hábiles, el Juez, a petición del tenedor, ordenará el cumplimiento de la reposición o la
firma del nuevo documento en un proceso sumarísimo, sin más requerimientos que la
presentación del título valor original (art. 101.3 LTV). Según la Ley, el tenedor puede
también exigir responsabilidades por la negativa injustificada de reponer o firmar el
nuevo título valor (art. 101.3 LTV, in fine).
Deterioro total, extravío y sustracción.
El procedimiento es más complicado cuando, habiendo sido emitido el título valor,
faltare cualquiera de los requisitos que el art. 101 LTV exige para que proceda la
reposición de un título valor deteriorado o destruido parcialmente, a saber:
1) si existiendo el documento, no puede ser identificado por haberse deteriorado
totalmente, en el sentido de haber perdido los datos necesarios para que los
obligados lo identifiquen como aquél que efectivamente firmaron;

308
Notas de Títulos Valores § 202

2) si el documento ha dejado totalmente de existir;


3) si el documento ha sido sustraído; o
4) si el documento se ha extraviado.
En todos estos casos será necesario que quien se considere titular del derecho
documentado pruebe, en el curso de un proceso judicial, la existencia y los extremos
de su derecho. Para ello, deberá solicitar al Juez (art. 102 LTV):
1) La ineficacia del título valor deteriorado totalmente, extraviado o sustraído, lo que
equivale a pedir que se declare ineficaz el continente para conservar el contenido,
es decir, a desincorporar el derecho representado en el título extraviado, sustraído
o deteriorado totalmente; y.
2) La autorización judicial para exigir el cumplimiento de las obligaciones principales
y accesorias documentadas sin exhibir el título, suponiendo que ya estén vencidas;
o que ordene la emisión y firma de un duplicado, quedando anulado el original, si
aún no lo están.
A tales efectos, quien se considere con legítimo derecho sobre el titulo valor deberá
iniciar un proceso sumarísimo donde deberá probar la existencia y los extremos de su
derecho, y donde se demandará y notificará a todos los obligados en virtud de título
valor, y también a los girados. Para asegurar el pago al titular del derecho e impedir
que el título valor circule y vaya a dar a manos de un tercero de buena fe, el Juez, al
admitir la demanda:
1) Dispondrá la publicación de la solicitud de ineficacia, durante 5 días consecutivos
en el Diario Oficial.
2) Ordenará a todos los obligados y demás demandados (concretamente, al Banco
girado, en los títulos pagaderos en cuenta) que retengan el pago de las
obligaciones contenidas en el título valor extraviado, sustraído o deteriorado
totalmente.
Asimismo, quien pretenda solicitar la declaración judicial de ineficacia del título valor
deteriorado totalmente, extraviado o sustraído, puede bajo su propia responsabilidad,
y antes de iniciar el proceso judicial, dirigir una comunicación “de fecha cierta y
recepción comprobable” a los obligados cambiarios y al girado, requiriéndoles que
suspendan el cumplimiento de las obligaciones cambiarias (art. 107 LTV). En dicha
comunicación se deberá indicar si el título valor:
1) se ha destruido o deteriorado totalmente, desapareciendo los datos necesarios
para su identificación;
2) se ha extraviado; o
3) le ha sido sustraído.
El obligado y girado que reciba esta comunicación de suspensión deberá retener el
pago del título valor, sin por ello incurrir en mora; proporcionando una copia de tal
notificación al tenedor del título que le requiera el pago, o al fedatario que proceda a
levantar su protesto.
De conformidad con los arts. 98 y 107 LTV, el peticionario que ejerza este “derecho a
suspender el pago” está obligado a interponer la demanda de ineficacia del título valor,
de modo que el admisorio de la demanda sea notificado a los obligados y girado, o en
su defecto entregada copia de la demanda con cargo de recepción, dentro de los

FACULTAD DE DERECHO 309


Versión de julio de 2023
§ 202 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

quince días naturales siguientes a la recepción de la comunicación de suspensión. Si


transcurre este plazo de quince días, sin haberse producido esta notificación o entrega
de la demanda con cargo de recepción, caduca la suspensión del pago, y el obligado
o girado podrán proceder a cumplir con el pago válidamente a favor del tenedor
legítimo del título valor que se lo requiera.
El obligado al pago del título valor no tiene ninguna responsabilidad por el pago que
realice al vencimiento del título valor a favor de su tenedor legítimo, si:
1) no ha recibido comunicación extrajudicial para suspender el pago, o
2) si han pasado 15 días desde la solicitud de suspensión del pago sin que se le haya
notificado con el admisorio de la demanda o entregada copia de la misma con
cargo de recepción.
La publicación de la demanda en el Diario Oficial es importante puesto que determina
el plazo dentro del cual el actual tenedor legítimo (de existir uno) puede formular su
oposición a la solicitud de declaratoria judicial de ineficacia del título valor. Éste tendrá
un plazo de 10 días hábiles desde el último día de publicación de la solicitud de
ineficacia, para formular su oposición a tal solicitud. A tales efectos, el tenedor actual
deberá presentar el título y acreditar, por su texto o literalidad (según su propia ley de
circulación), su calidad de tenedor legitimado. Es decir, quien se opone deberá aportar
la incorporación más literalidad. Frente a tal oposición, será de cargo del solicitante
de la ineficacia del título valor probar la mala fe del tenedor actual del título valor; de
no conseguir probarla, habrá perdido la titularidad de los derechos inherentes al título
valor, de conformidad con el art. 15 LTV:
“El título valor adquirido de buena fe, de conformidad con las normas que
regulan su circulación, no está sujeto a reivindicación”.
En este caso, probar la mala fe consiste en demostrar que el tenedor actual del título
valor:
1) sustrajo él mismo o halló el título valor (caso de títulos valores al portador o
endosados en blanco o al portador, pero también en muchos casos en que el último
endoso es falso); o
2) sabía que quien se lo entregó lo había sustraído o hallado; o
3) sabía que se había falsificado un endoso o una cesión de derechos para poder
transferírselo a su vez, es decir que le constaba que la firma del último endosante
o cedente, o del que legitimaba a éste, era falsa.
Eventualmente puede suceder también que formule la oposición una persona que ha
sido, pero ya no es, tenedor, por haber sido a su vez despojado. Este ex tenedor
deberá ofrecer garantía suficiente para responder de los daños y perjuicios que
ocasione su oposición, si fuera finalmente desestimada. Al no poder mostrar el título
valor, tendrá que demostrar (como el mismo solicitante) la existencia y demás
extremos de su derecho: quién se lo endosó, cedió o entregó, por qué causa, y en qué
circunstancias lo extravió o le fue sustraído.
Habrá, pues, declaración judicial de ineficacia del título valor deteriorado totalmente,
sustraído o extraviado si el solicitante prueba la existencia y los extremos de su
derecho y, además:
1) no se hubiera presentado ninguna oposición dentro de los 10 días hábiles desde
la última publicación de la solicitud en el Diario Oficial; o

310
Notas de Títulos Valores § 202

2) la oposición u oposiciones formuladas quedaren desestimadas.


Esta resolución judicial que declara la ineficacia del título valor será notificada a las
personas emplazadas (obligados y girado) y a quienes hubieran formulado oposición;
y una vez firme, se publicará un extracto de la misma en el Diario Oficial. En virtud de
esta publicación:
1) los obligados cambiarios que paguen al que obtuvo la sentencia harán un pago
válido y liberatorio, sin necesidad de que el título les sea exhibido o devuelto; o
2) si las obligaciones incorporadas aún no eran exigibles, el obligado deberá emitir al
demandante un duplicado del título valor, y los demás firmantes deberán firmar
ese duplicado.
En cualquiera de los dos casos, quedan todos desobligados respecto del título valor
original, dondequiera que esté. La declaratoria de ineficacia, entonces, vuelve a
reducir el título valor deteriorado totalmente, extraviado o sustraído a un simple trozo
de papel, sin ningún valor adicional. Su posesión deja de legitimar activamente para
el cobro del derecho.
Pero aun así puede ocurrir que exista un tenedor de buena fe, que lo haya adquirido
conforme a su ley de circulación y que por algún motivo no haya hecho valer su
derecho de oposición dentro del procedimiento judicial de ineficacia. El art. 106.3 LTV
señala que la declaratoria de ineficacia no perjudica las “acciones” personales de
dicho poseedor contra el peticionario que obtenga el pago o la expedición de un nuevo
título valor.

FACULTAD DE DERECHO 311


Versión de julio de 2023
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 7
EXCEPCIONES CARTULARES
SUMARIO: I. PLANTEAMIENTO.— 203. Las excepciones cartulares y su clasificación
tradicional. 204. La posibilidad de limitar algunas excepciones y sus razones.
II. EXCEPCIONES (INCLUSO) A LA RESPONSABILIDAD POR LA APARIENCIA.—
205. Excepciones documentales. 206. Falsas “excepciones documentales”.
207. Excepciones de imputación: planteamiento. 208. La excepción de
inimputabilidad. 209. Excepciones de autoría (i): la violencia. 210. Excepciones de
autoría (ii): la falta de poder. 211. Excepciones de autoría (iii): la falsedad de firma.
212. Excepciones de autoría (iv): falsificación y alteración del título valor.
III. EXCEPCIONES DE OPONIBILIDAD RESTRINGIDA.— 213. Excepciones cartulares
inmediatas. 214. Las llamadas “excepciones de tráfico”. 215. La “excepción” de
mala fe. 216. Excepciones cartulares de validez. 217. Excepciones fundadas en las
relaciones extracartulares.

I. PLANTEAMIENTO
Las excepciones cartulares y su clasificación tradicional.
Cuando se habla de las “excepciones cartulares” no se trata:
1) de las “excepciones” en el sentido estricto en que las toma el Derecho Procesal,
como “defensas formales”, o que vienen a atacar la correcta conformación de la
relación jurídica procesal, sin afectar las razones “de fondo” del litigio, los hechos
que configuran la relación jurídica sustantiva;
2) ni tampoco en el sentido genérico de “defensa” de cualquier tipo, oponible a la
pretensión de cobro, tanto sustantiva como procesal, como a veces se entiende
entre los autores de Derecho Civil.
Se trata sólo de las primeras defensas de las comprendidas dentro de este segundo
conjunto: la razón jurídica que por afectar de alguna manera la eficacia de lo prometido
en el título, le permite al deudor excusarse cuando lo expresado en él le es exigido.
En el Derecho de los títulos valores, entonces, la idea de “excepción” alude más bien
a las defensas de fondo contra la eficacia del título valor mismo. Así entendidas, la
teoría de las excepciones cartulares es como el reverso de la naturaleza jurídica del
título valor, desenvolviendo una parte importante de sus consecuencias, y como
subrayando la línea por donde discurren los límites del derecho incorporado en él.
La oponibilidad o no de las excepciones procesales es materia ajena al Derecho de
los títulos valores, y materia, más bien, del Derecho Procesal; en esa medida, su
mención en el art. 19.2 LTV in fine es una inclusión hasta cierto punto impertinente.
De hecho, no tiene especialidad alguna propiamente atribuible a la naturaleza y
condiciones de eficacia del título valor.
Tampoco hablaré aquí propiamente de las excepciones relativas a la relación causal
u otras relaciones puramente personales, excepto cuando afecten a la eficacia misma
del negocio cartular basado en ella. Sólo trataré con detalle de las excepciones
propiamente cartulares, con apenas una breve referencia a las extracartulares, pues,
como es evidente, la sede propia de ese estudio es el dedicado a cada una de esas
posibles relaciones extracartulares.

— 313 —
§ 204 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

La clasificación tradicional ordena las excepciones según que sean:


1) oponibles por el deudor (y no excluibles por el acreedor), o
2) al revés (inoponibles por el deudor y excluibles por el acreedor).
Más analíticamente, dos criterios de calsificación tradicionales en la doctrina1 de las
excepciones cartulares distinguen según quiénes y contra quiénes puedan ser
opuestas:
1) excepciones reales o personales, según puedan ser opuestas por el deudor contra
todos los potenciales tenedores o sólo contra alguno, respectivamente; y
2) excepciones objetivas o subjetivas, según las pueda oponer cualquier deudor o
sólo alguno, respectivamente.
Combinando ambos criterios y representándolos gráficamente, se obtiene el siguiente
cuadro:
Quién | Contra quién Todos (absolutas o reales) Alguno (relativas o
personales)
Todos (objetivas) P. ej., defecto de forma P. ej., pago no literal
esencial del documento
Alguno (subjetivas) P. ej., falsa firma P. ej., las derivadas de la
relación subyacente.

Ahora bien, esta clasificación “compuesta” sigue sin explicar nada: sólo ordena. Da
por supuesto precisamente lo que hay que demostrar, que es el fundamento por el
cual una excepción determinada puede o no ser opuesta por el deudor, o excluida por
el acreedor2.
La posibilidad de limitar algunas excepciones y sus razones.
El principal problema con el que hay que lidiar en esta materia es la imperfección
normativa del art. 19 LTV, que regula el tema en el ordenamiento peruano. Este
artículo participa más o menos de los mismos problemas del equivalente español: por
un lado, dice muy poco y por otro lado dice demasiado3.
Hay además un problema añadido por la nueva LTV y que no se daba, o se daba de
otra forma, en la LTV ant. El primer párrafo del art. 20 LTV ant. traía una enumeración
de excepciones oponibles que parecía tener la pretensión de ser exhaustiva (“...sólo
podrá...”), pero otros artículos de ella misma lo desmentían (también podía oponerse
que el acreedor no había adquirido eficazmente el crédito, por ejemplo). Eso era malo.
En consecuencia, el nuevo art. 19 LTV ha omitido la palabra “sólo”. Pero la
ambigüedad acerca de que las excepciones oponibles a una pretensión basada en un
título valor están (severamente) limitadas, que resulta de esa modificación, puede ser
incluso peor.

1 Cfr. PAZ-ARES, “Las excepciones cambiarias”, cit., pp. 257-258.


2 En el mismo sentido, cfr. PAZ-ARES, “Las excepciones cambiarias”, cit., pp. 257-258, donde
inicialmente sólo refiere el argumento al primer criterio clasificatorio, para luego aplicarlo a los dos y al
resultado de componer ambos.
3 Cfr. las críticas de PAZ-ARES, “Las excepciones cambiarias”, cit., pp. 259-261, a la redacción del art.

67 de la Ley Cambiaria y del Cheque española, grosso modo equivalente a nuestro art. 19 LTV.

314
Notas de Títulos Valores § 204

Por otra parte, la nueva redacción sigue dando a entender (como la antigua) que
algunas de esas excepciones podrían oponerse siempre y en todas las circunstancias,
cosa que no sólo no es tan clara, sino que de hecho no es así; por ejemplo, la falta de
discernimiento al momento de firmar, no es oponible si el interesado emitió el título en
pleno uso de sus facultades, acto que, si se realiza consciente y voluntariamente,
subsanaría cualesquiera defectos de imputación que hubiera podido oponer
originalmente el firmante contra la creación del título en sí.
Una clasificación racional de las excepciones debe partir de determinar cómo afecta
la excepción en cuestión a la validez, oponibilidad o exigibilidad de la fuente de la
relación documentada en el título. En ese sentido, como dice PAZ-ARES, la doctrina
sobre las excepciones cartulares constituye como la otra cara de la misma moneda
cuyo haz es la “naturaleza jurídica” de los títulos valores4. Ahora bien, según he
explicado al tratar de la naturaleza jurídica de los títulos valores, esta relación produce
efectos en virtud de:
1) un negocio jurídico,
2) suplementado por una responsabilidad derivada de la apariencia jurídica.
Por lo tanto, el supuesto mínimo de exigibilidad de la relación cartular será la plena
operatividad de la responsabilidad por apariencia, que está precisamente para eso:
para generar efectos jurídicos vinculantes como si el negocio hubiera sido perfecto en
muchos supuestos (pero no todos ellos) en los que realmente puede no haber sido
así. En otras palabras, si ni siquiera esta responsabilidad por apariencia puede operar
por algún defecto de sus propios supuestos, el deudor podrá excusarse de cumplir lo
prometido con mayor razón que si sólo deduce un defecto relativo a una irregularidad
no aparente del negocio cartular en cuestión, que constituirían precisamente el ámbito
en el que la responsabilidad por apariencia está llamada a cumplir su función de
suplencia. Por eso, estas excepciones siempre son, en principio, oponibles (o no
excluibles), y solo estas. Las demás excepciones, en cambio, siempre podrán ser
excluidas por el tenedor del título, si lo ha adquirido en el tráfico oneroso, de buena fe
y conforme a su ley de circulación.
Ahora bien, entre esas excepciones que no siempre son oponibles por el deudor (eso
es lo que se quiere decir cuando se las califica de “personales” en los arts. 19.2 y 19.3
LTV), suponiendo que se den los requisitos de la apariencia, hay que distinguir:
1) las de un PRIMER GRUPO, que se refieren a la constitución de la obligación, a la
adquisición del derecho cartular mismo, o a su extinción, de
2) las de un SEGUNDO GRUPO, que surgen de otras relaciones (distintas de la cartular)
entre el deudor y el tenedor del título.
En otras palabras, las causas y requisitos de oponibilidad por el deudor entre estos
dos grupos de excepciones de oponibilidad restringida son diversos entre sí:
El PRIMER GRUPO comprende excepciones que afectan a la eficacia (o subsistencia)
del propio plano cartular de relaciones jurídicas, pero cuya oponibilidad, por no dejar
rastro en el documento mismo, puede ser limitada o incluso excluida en virtud de la
apariencia jurídica. Son las excepciones de validez en sentido amplio, que afectan la

4 PAZ-ARES, “Las excepciones cambiarias”, cit., p. 252.

FACULTAD DE DERECHO 315


Versión de julio de 2023
§ 205 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

eficacia de los actos o negocios jurídicos constitutivos de las posiciones cartulares o


a la subsistencia de sus efectos, ya sea:
1) respecto del tenedor (excepciones que voy a llamar inmediatas), o
2) respecto del deudor o parte pasiva del título valor (excepciones de validez en un
sentido que, sin llegar a ser del todo estricto, es claramente menos amplio que el
anterior y se pueden llamar así, excepciones de validez en sentido estricto, al
menos por ese contraste).
Por su parte, el SEGUNDO GRUPO se refiere a las causas que el ordenamiento pone a
disposición del deudor para eximirse de pagar, pero que no tienen su origen en un
defecto propio del negocio jurídico cartular, sino de relaciones o hechos jurídicos
extraños al título valor. Son, en estricto, excepciones de origen extracartular o
excepciones extracartulares, aunque ciertamente son también “cartulares” en cuanto
se pueden oponer al ejercicio del derecho documentado en la charta, por lo que quizás
no sea del todo apropiada esa denominación. Lo que ocurre es que, en virtud de
principios superiores del ordenamiento, a veces pueden ser opuestas por el deudor
también contra la pretensión cartular, cuando es ejercida por quien es contraparte de
aquél en esas relaciones; o incluso por un tercero, en determinadas circunstancias
(usualmente, de modo concomitante a la exceptio doli). Así lo disponen los arts. 19.2
y 19.3 LTV, al permitir estas excepciones personales a quien sea contraparte del
deudor en la relación extracartular de la que se deriva la excepción, e incluso a los
terceros que al adquirir el título hayan actuado “a sabiendas del daño” (sic) del
deudor5.

II. EXCEPCIONES (INCLUSO) A LA RESPONSABILIDAD POR LA APARIENCIA


Excepciones documentales.
Las excepciones que siempre se pueden oponer (o, en otras palabras, las que el
acreedor no puede excluir) serán las que afecten la responsabilidad del deudor por la
apariencia, según he dicho más arriba. Ésta, como hemos visto, se funda en ciertos
presupuestos:
1) situación objetiva de apariencia de una situación jurídica, aunque sea discordante
con la situación jurídica real;
2) imputación de dicha apariencia al sujeto al que se pretende hacer responsable;
3) tráfico económico, que ha de ser efectivo, cartular y oneroso; es decir, que el
sujeto engañado por la apariencia sea un tercero efectivo respecto del presunto
obligado, y que haya adquirido el título por un mecanismo cartular regular y por
causa onerosa o, más bien, no gratuita en esa adquisición; y
4) buena fe (subjetiva, noticia o “creencia”) en la adquisición respecto de los
requisitos previos.
Como es obvio, la ausencia del primer requisito excluye la propia situación apariencial,
mientras que la ausencia de cualquiera de los últimos tres, cualquiera sea el motivo,
excluye sólo la protección que el ordenamiento jurídico dispensa a dicha situación
apariencial.

5 Expresión, como he adelantado, problemática, y que intentaré dilucidar más adelante.

316
Notas de Títulos Valores § 205

En consecuencia, las primeras excepciones siempre oponibles o no excluibles son las


excepciones documentales, que afectan al requisito de apariencia objetiva. Estas
defensas, en efecto, fundamentan su oposición al pago del título valor en la literalidad
misma del documento.
Quiero hacer notar aquí que, a semejanza de ellas, la sola demostración de la
ausencia de imputación de la apariencia al sujeto supuestamente obligado es
suficiente para fundar por sí sola una excepción o defensa de fondo contra la
pretensión de hacer efectivo el derecho incorporado en el título. En cambio, la
ausencia de los demás presupuestos condicionantes de la protección de la apariencia
jurídica (falta de tráfico, cartularidad, onerosidad o buena fe) lo único que hacen es
permitir oponer a terceros otros motivos para negar el cumplimiento, motivos que en
otras circunstancias quedarían restringidos a las propias partes en los hechos
desencadenantes de la ineficacia alegada. Por eso, esas causales, más que
excepciones por sí mismas son presupuestos de oponibilidad de otras excepciones,
cuyos propios elementos o requisitos será necesario, a su vez, alegar y demostrar. Es
lo que quiere decir PAZ-ARES cuando las llama “excepciones válvula”6: porque abren
posibilidades que en otras circunstancias no estarían disponibles. Por ese motivo las
estudiaré inmediatamente antes y en conexión las llamadas excepciones de validez,
que son excepciones de oponibilidad restringida7.
Volviendo a las excepciones documentales, son, a grandes rasgos, las mencionadas
en los incs. a, d y f del art. 19.1 LTV, que permiten excusarse del pago fundándose,
respectivamente, en:
1) “el contenido literal del título-valor o en los defectos de forma legal de éste”;
2) “la falta del protesto, o el protesto defectuoso, o de la formalidad sustitutoria, en
los casos de títulos valores sujetos a ello”, o
3) “la falta de cumplimiento de algún requisito señalado por la ley para el ejercicio de
la acción cambiaria”.
Aunque la coincidencia no es exacta, esta subdivisión legal apunta ya al hecho de que
las excepciones documentales pueden subclasificarse a su vez en:
1) Excepciones referidas a defectos en la forma, o excepciones formales:
a) defectos que a su vez puede anular todo el título (excepción que sería objetiva
y absoluta; por ejemplo, una “letra de cambio” que no incluyera esa
designación: cfr. inc. a del art. 119.1 LTV), o
b) sólo una de las declaraciones (la excepción sería subjetiva, deducible sólo por
el obligado en cuestión, pero absoluta o eficaz contra todos los posibles
tenedores; por ejemplo, completa omisión del número de DNI del firmante: cfr.
arts. 6.4 y 6.5 LTV).
2) Excepciones referidas al contenido de la relación jurídica documentada, o
excepciones de contenido: como la literalidad del título determina el contenido (art.

6 “Las excepciones cambiarias”, cit., pp. 270 (hablando de las “excepciones” de tráfico), 352 (hablando
de la “excepción” de mala fe) y 367 (sobre la exceptio doli). Pienso que resulta igualmente apropiado
hablar de “puentes” o “puertas”, como haré ocasionalmente en lo sucesivo; lo que ya no me parece
correcto, por lo que digo en el texto, es llamarlas propiamente excepciones, salvo en el caso de la
excepción de dolo, por las razones a que aludiré en su propio lugar.
7 Vid. §§ 214 y 215, en pp. 282 y ss., infra.

FACULTAD DE DERECHO 317


Versión de julio de 2023
§ 206 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

4 LTV), el tenedor no puede pedir más de lo que el propio título declara. Las
excepciones de contenido también son absolutas y, según se refieran al contenido
principal del título o al específico de una declaración concreta (por ejemplo, un
endoso), serán:
a) objetivas, o
b) subjetivas.
3) Excepciones referidas al ejercicio de los derechos documentales, o excepciones
de ejercicio: así, las excepciones de prescripción o perjuicio del título valor (por
falta de protesto dentro del plazo u otros defectos de dicho trámite, por ejemplo).
Las excepciones de ejercicio son todas absolutas y objetivas.
Falsas “excepciones documentales”.
No se han de confundir con las excepciones documentales algunos supuestos
especiales8, como:
1) si la literalidad del título es incompleta en algún punto, pero la ley subsana la
omisión con presunciones ad hoc;
2) si el título contiene alguna cláusula o mención que la ley sanciona con nulidad,
pero en la modalidad de “tenerla por no puesta”, como las alusiones a acreedores
determinados en los títulos al portador (art. 22.2 LTV), la cláusula “a la orden” en
un título nominativo (art. 29.1 LTV), las modalidades del endoso (art. 35.1 LTV) 9,
las tendentes a exonerar de responsabilidad al girador de una letra de cambio (art.
123 LTV) o de un cheque (art. 182 LTV), las que concedan un plazo en un cheque
no diferido (art. 179.1 LTV) o, igualmente en un cheque, prevean intereses por el
periodo anterior a su impago (art. 181 LTV) o aludan a su aceptación (art. 180.1
LTV);
3) o si contiene una mención que, sin ser acorde con la naturaleza del título ha de ser
tenida simplemente como irrelevante (por ejemplo, la causación de la letra de
cambio, que ni anula el título ni se tiene por no puesta: simplemente no produce
ningún efecto, al menos, ningún efecto cartular).
Tampoco es una verdadera excepción documental (pues no es razón suficiente para
dejar de cumplir la prestación contenida en el título) la falta de legitimación formal del
tenedor del título, según su literalidad y su ley de circulación. En esos casos
simplemente se invierte la carga de la prueba, de tal modo que el tenedor no sólo
tendrá que presentar el título, sino, además, justificar su adquisición de los derechos
documentados por un medio distinto del previsto en la ley de circulación del título.
Todo lo más, esa circunstancia puede considerarse como una excepción contra la
procedencia del cobro en la vía ejecutiva, pero no contra el pago en sí, que requerirá
alguna justificación ulterior. Ahora bien, es cierto que una forma de adquisición extraña
a la ley de circulación del título valor excluye la autonomía de la posición del tenedor
respecto de la de su propio transferente, asunto que se deberá dilucidar en aplicación
de lo que expondré más adelante, a propósito de las “excepciones” de tráfico.

8Cfr. PAZ-ARES, “Las excepciones cambiarias”, cit., pp. 279-281.


9Aquí habría que añadir el endoso parcial, para quienes como BEAUMONT no interpretan el art. 35.2
LTV, en contra de su tenor literal, como una sanción de completa invalidez de tal endoso.

318
Notas de Títulos Valores § 207

Excepciones de imputación: planteamiento.


Las llamadas excepciones de imputación afectan a la atribución jurídica de la
apariencia (y, por lo tanto, de sus consecuencias) a una actuación del presunto
obligado de la que éste deba hacerse responsable. A ellas (o más bien a parte de
ellas) se refieren los incs. b y c del art. 19.1 LTV, según los cuales el demandado se
puede defender, respectivamente, basándose en:
1) “la falsedad de la firma que se le atribuye”; o
2) “la falta de capacidad o representación del propio demandado en el momento de
suscripción del título”.
Pero el examen de la imputabilidad de la apariencia debe partir de las razones por la
que ésta se atribuye al deudor. Como con todo acto humano con consecuencias
jurídicas, la imputación (en sentido amplio) de la apariencia a una persona concreta
requiere10:
1) En primer lugar, y en cierto sentido como prerrequisito de lo demás, la
imputabilidad en sentido estricto del sujeto al que se pretende atribuir la apariencia,
es decir, la capacidad reconocida a dicha persona en abstracto por el
ordenamiento jurídico para hacerse responsable de sus actos. Para esto último
sólo se exige la plena capacidad de obrar del autor, según las reglas generales del
Derecho común (arts. 42 a 46 y 226 a 229 CC, entre otros que examinaré más
adelante).
2) En segundo lugar, dado que el sujeto sea imputable en ese primer y fundamental
sentido, hace falta la efectiva imputación, para lo cual lo primero que se requiere
es su autoría o participación auténtica y voluntaria, ya sea inmediata (producción
material directa del título valor), ya a través de otro que actúa bajo sus órdenes o
en su representación, en la generación de la apariencia. Ahora bien, como no se
trata de imputar una declaración de voluntad o negocio jurídico, la voluntariedad
implícita en la autoría no tiene por qué ser una voluntariedad de los efectos o del
contenido de la declaración, sino que basta la mera voluntad de declarar o, más
exactamente, la voluntariedad del acto de firmar el título valor, o un acto de
consentimiento equivalente.
3) Además, un nexo de causalidad efectiva entre esa autoría y la apariencia objetiva,
de modo que ésta no se hubiera producido de no haber mediado aquélla (en
general, según el criterio práctico de la equivalencia de condiciones).
4) Por último, que esa causación sea objetivamente atribuible al “autor” en
condiciones de adecuación (criterio de imputación objetiva en sentido estricto).
Este último término debe entenderse en el mismo sentido que tiene en el Derecho
de la responsabilidad civil (art. 1985 CC), esto es, como implicando que la actividad
desplegada sea objetiva y previsiblemente apta para producir la apariencia de título
valor y la confianza de otros en esa apariencia. A diferencia de esa imputación
objetiva de la apariencia creada, en cambio, nunca se exige la presencia de un
criterio de imputación subjetiva o “culpa”, de ningún tipo ni de ningún grado. En
efecto, nos estamos moviendo en un ámbito en el que, más que imponer deberes
de conducta o de cuidado (en cuya omisión y no en otra cosa consiste la culpa en
sentido estricto), la ley simplemente distribuye riesgos; y, concretamente, atribuye

10 PAZ-ARES, “Las excepciones cambiarias”, cit., pp. 286-290.

FACULTAD DE DERECHO 319


Versión de julio de 2023
§ 208 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

a cada uno los que objetiva y previsiblemente se derivan de su propia conducta


libre.
En general, como la ausencia de imputación excluye la responsabilidad de la persona
a la que se intenta oponer las consecuencias del acto, y además en virtud de la
autonomía de firmas del título valor (art. 8.1 LTV), las excepciones de imputación son:
1) todas subjetivas (sólo aprovechan al presunto “obligado” no imputable), y
2) reales o absolutas (las puede oponer a cualquier tenedor del título valor).
Para clasificar las excepciones de imputación, a mi modo de ver, los últimos tres
requisitos pueden agruparse en un concepto amplio de “autoría”, cuya ausencia da
lugar a un grupo de excepciones que podrían denominarse excepciones de autoría; el
requisito de tener “plena capacidad de obrar”, en cambio, opera de manera más
autónoma, y su ausencia genera la excepción de inimputabilidad11.
La excepción de inimputabilidad.
La excepción de inimputabilidad procede cuando falta la capacidad necesaria en el
sujeto creador de la apariencia, o lo que es lo mismo, cuando éste carece de plena
capacidad al momento de estampar su firma en el título valor (inc. c del art. 19.1 LTV).
La capacidad necesaria para quedar sujeto a dicha responsabilidad es la misma que
se exige para dar lugar válidamente a una obligación mediante negocio jurídico, esto
es, la capacidad plena de ejercicio. Esto es así porque, aunque el supuesto fundante
de la responsabilidad (la situación apariencial) se distingue realmente del de un
negocio jurídico regular, se trata ciertamente de un supuesto de hecho
complementario y en cierto sentido ancilar o auxiliar, dirigido a suplir, en beneficio del
tráfico, los defectos no aparentes que pudiera tener el negocio jurídico en cuestión.
Pero, por eso mismo, carecería de sentido someter coactivamente al sujeto —velis,
nolis— a una responsabilidad que, por razones superiores de orden público y en
protección del mismo protagonista, el propio ordenamiento no le deja asumir por
negocio jurídico, esto es, a sabiendas y “a queriendas”.
Ahora bien, lo primero que hay que notar es que la “incapacidad” referida en el art.
19.1 LTV como excepción absoluta (que ahora sería necesario reformular como “falta
de plena capacidad”) es la que existe en el momento de firmar el título (creación de la
apariencia), no la que afecta al negocio jurídico de emisión. En consecuencia:
1) Si la firma hubiera sido estampada por el sujeto en pleno uso de sus facultades,
pero luego él mismo emite el título careciendo de plena capacidad, esta última
restricción, en cuanto invalida el negocio jurídico, sólo será oponible como una de
las excepciones de validez (que son en principio relativas).
2) Si la situación fuese inversa, en cambio (firma sin gozar de plena capacidad, pero
emite siendo plenamente capaz), todo el título se convalida por su emisión
voluntaria, porque el supuesto apariencial es sólo un complemento subsidiario de
una responsabilidad prima facie negocial: al valer el negocio como tal, es ociosa
toda referencia a la apariencia.

11Prefiero reservar la expresión “excepción de incapacidad” (que ahora habría que designar más bien
como “de falta de capacidad” en nuestro país), que a esta excepción aplica PAZ-ARES, “Las excepciones
cambiarias”, cit., pp. 313-316, para designar ciertas excepciones de invalidez (de oponibilidad
restringida, por tanto), de las que trato más adelante.

320
Notas de Títulos Valores § 208

Así también, aunque la falta de plena capacidad alegable como excepción de


inimputabilidad contra la apariencia y como excepción de validez contra el negocio
jurídico cartular (e incluso como inmediata contra la adquisición del título) son
sustancialmente la misma causal, en una y otra condición operan, y por tanto deben
apreciarse:
1) en momentos diferentes, por un lado: al momento de firmar el título, en el primer
caso (excepción de inimputabilidad), y al momento de emitirlo, en el segundo
(excepción de falta de capacidad); y
2) por otro lado, tienen una eficacia bastante diferente, pues la inimputabilidad de la
apariencia opera contra todo presunto tenedor del título, mientras que la falta de
capacidad en la celebración del negocio cartular sólo lo hace contra el accipiens o
destinatario de esa concreta declaración, y en todo caso sus causahabientes no
cartulares o de mala fe.
Por otro lado, para delimitar el alcance de la protección que recibe todo sujeto que no
es plenamente capaz en la realización de sus actos jurídicos (y los títulos valores no
son una excepción), es necesario revisar el régimen común de la capacidad de las
personas. Y respecto de este punto hay que advertir que, contra lo que podría creerse,
la inimputabilidad por falta de capacidad no es un concepto unívoco o monolítico,
carente de matices, o que opere siempre de la misma manera con independencia de
las circunstancias del caso concreto. De hecho, la falta de capacidad se da en al
menos dos “grados” o niveles, bien diferenciados tanto por sus causas como por sus
efectos:
1) la incapacidad absoluta, que da lugar a la nulidad radical de los actos del incapaz
(inc. 2 del art. 219 CC), es decir, un vicio alegable por cualquier interesado,
deducible de oficio e insubsanable (art. 220 CC), y que prescribe sólo al cabo de
diez años (inc. 1 del art. 2001 CC); y
2) la capacidad de ejercicio restringida, que tiene como consecuencia la mera
anulabilidad del acto en cuestión (inc. 1 del art. 221 CC), la cual es deducible sólo
expresa y específicamente por quienes la ley pretende amparar (art. 222 CC), que
pueden en cambio subsanarlo y confirmar el acto (arts. 230 a 232 CC), y que
prescribe en el plazo más breve de dos años (inc. 4 del art. 2001 CC).
Esa misma diferenciación
Por ejemplo, en caso de dolo del incapaz (ocultamiento de mala fe de su incapacidad
para inducir a la celebración del acto), no se puede anular el negocio por esa causa
(art. 229 CC). Tratándose de incapacidades distintas a las derivadas de la edad,
prodigalidad y mala gestión, según el art. 582 y el párr. 2° del art. 593 CC, los actos
anteriores a la interdicción sólo pueden anularse si su causa era notoria al celebrarse
el acto; en otros términos, si se realizó o celebró el acto:
1) sin capacidad natural (o sea, sin discernimiento), o
2) en evidente estado de transtorno de la conciencia (aun pasajero), o
3) bajo el evidente influjo de sustancias estupefacientes.
Los actos anteriores a la interdicción formal del pródigo y del mal gestor, en cambio,
no pueden ser anulados en ningún caso (párr. 1° del art. 593 CC).
Además, la incapacidad del interdicto tiene los límites que señale la sentencia (arts.
581 y 591 CC), de modo que si en algún caso (que será por demás sumamente raro)
FACULTAD DE DERECHO 321
Versión de julio de 2023
§ 209 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

no pudiera considerarse que la emisión del título valor está comprendida en la


interdicción, el documento será plenamente eficaz.
Excepciones de autoría (i): la violencia.
Como excepciones de autoría se pueden enumerar las siguientes:
1) La excepción de violencia, que excluye la voluntariedad del acto de firmar;
2) la excepción —o más bien las excepciones, porque se manifiesta de varias
maneras— de representación inoficiosa o falta de poder;
3) la excepción de falsedad de firma; y
4) las excepciones de falsificación y alteración del título valor.
La excepción de violencia comprende tanto la violencia física, o vis absoluta, como la
moral, también llamada intimidación o vis relativa. Ciertamente, en cuanto que la
violencia física es causal de nulidad del negocio jurídico (por no existir manifestación
de voluntad: inc. 1 del art. 219 CC) y la intimidación lo es de anulabilidad (arts. 214 a
217 e inc. 2 del art. 221 CC), ambas constituyen también exponentes concretos de las
“excepciones de validez” que examinaré más adelante, esto es, como
cuestionamientos de la eficacia estructural del acto de emisión en cuanto negocio
jurídico constitutivo de la obligación cartular. Pero, como ocurría también con la falta
de capacidad que está en la base de la excepción de inimputabilidad, en cuanto meras
excepciones de validez, una y otra son meramente personales o relativas y siempre
pueden ser excluidas por un tercero de buena fe. De modo también paralelo a lo que
ocurría con la incapacidad, la violencia opuesta como excepción de imputación y la
que constituye causal de invalidez deben apreciarse en momentos que son
potencialmente distintos:
1) al momento de crear o más bien firmar el título valor (la de imputación), y
2) al momento de emitirlo (la de validez).
Ahora bien, así como no cabe duda de que la violencia se puede oponer inter partes
como causal de invalidez del negocio jurídico cartular, invocando el régimen común
de la nulidad o anulabilidad, la LTV guarda absoluto silencio sobre la posibilidad de
oponerla eficazmente a un tercero de buena fe. No obstante, parece claro que debe
restar eficacia incluso al supuesto de hecho mínimo y complementario de la
apariencia, que sólo puede hacer responsable a quien obra con libertad —libertad que
es precisamente el presupuesto justificante de esa responsabilidad— al poner en
existencia un documento objetivamente apto para dar a entender en el tráfico
económico que se ha asumido una obligación destinada a la circulación, generando
así el riesgo de que terceros puedan confiar en ella.
Se puede deducir un argumento a favor de esa relevancia general excluyente
objetivamente de la imputación en caso de violencia o intimidación (con mayor razón
en el caso de la vis absoluta) a partir de la norma recogida en el art. 214 CC:
“La violencia o la intimidación son causas de anulación del acto jurídico, aunque
hayan sido empleadas por un tercero que no intervenga en él”.
La disposición introduce un contraste implícito con lo dispuesto por el párr. 2° del art.
210 CC, según el cual el dolo o engaño empleado por un tercero sólo es relevante
para la anulación del acto si fue conocido por la parte que se benefició de él. Nótese
que esta última norma restringe la relevancia del dolo por consideraciones que
claramente implican la protección del tráfico jurídico de buena fe, aunque se pudiera

322
Notas de Títulos Valores § 210

demostrar que la persona perjudicada realmente había sufrido inocentemente un


engaño. Pues bien, ni siquiera esas (graves) consideraciones son suficientes para
impedir la plena operatividad de la excepción de violencia o intimidación, que ya no
implican solo una distorsión inocente de la percepción de la realidad, sino incluso una
presión directa sobre el principal elemento fundante de toda responsabilidad, que es
la libertad para autodeterminarse.
Por esos motivos, pienso que tanto la violencia como la intimidación constituyen
excepciones de autoría, que afectan también a la imputabilidad misma de la apariencia
a su “autor” material; como tal, resulta una excepción absoluta o real, aunque subjetiva
(sólo la puede oponer quien fue víctima de ella).
Excepciones de autoría (ii): la falta de poder.
La excepción de representación inoficiosa o de falta de poder (inc. c del art. 19.1 LTV),
por su parte, puede oponerse cuando el título valor ha sido creado por un falsus
procurator, alguien que no tenía la representación que alega explícita o
implícitamente. Hay que distinguir a su vez varios casos en los que puede faltar el
poder de representación:
1) En primer lugar, la simple ausencia de poder, a la cual se asimila el llamado
“ejercicio excesivo” (un verdadero representante realiza actos no incluidos dentro
de la representación que se le otorga), casos de ausencia de poder que siempre
son oponibles como excepción (salvo que el supuesto representado ratifique el
acto: art. 162 CC).
Ahora bien, en la representación inoficiosa no es que no haya apariencia jurídica,
sino que ésta, precisamente por la ausencia o el defecto de poder, no es imputable
al representado, sino a otra persona (otro tanto ocurre con muchas de las otras
excepciones de imputación, como se verá más adelante). ¿A quién será imputable
la apariencia jurídica generada por un negocio cambiario celebrado en uso de una
representación inexistente o insuficiente? Es evidente que al propio falsus
procurator. En consecuencia, el art. 7 LTV hace recaer las consecuencias del acto
celebrado sobre éste, como si lo hubiera celebrado en nombre propio, e incluso le
permite adquirir los derechos inherentes al título si llega a pagarlo, todo ello sin
perjuicio de las responsabilidades a que hubiera lugar. Es una sanción explícita,
distinta en su formulación literal de la que se contiene en la regulación que hace la
ley común (art. 161 CC) del mismo supuesto12.
No son casos de representación inoficiosa el llamado “abuso de facultades” o
“abuso de confianza”, que ocurre cuando el representante real cuyo poder le
confiere facultades para celebrar el acto lo hace infringiendo alguna regla o
limitación impuesta por el representado sin que conste en el título por el que se
confiere (que por lo tanto la ley hace inoponible al tercero ante quien se ejerce), o
bien que consta, pero que la ley hace inoponible a terceros en protección del tráfico
(por ejemplo, las limitaciones del poder de un factor mercantil por debajo del
contenido mínimo de este auxiliar mercantil: art. 280 CdC).

12 Según la norma de Derecho común, la representación inoficiosa sólo genera “responsabilidad” del
falso representante frente al representado y a los terceros. No queda del todo claro el sentido de esta
“responsabilidad”, aunque cabría interpretar que al ser “ineficaz” el acto sólo frente al representado, el
falso representante y el que se excede en sus facultades puede (¿debe?) asumir en nombre propio la
obligación generada ante el tercero, lo que coincidiría materialmente con la sanción de la LTV.

FACULTAD DE DERECHO 323


Versión de julio de 2023
§ 210 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Según PAZ-ARES, lo mismo debería decirse del poder, cuando el negocio jurídico
de apoderamiento sea anulable, pero no haya sido anulado al momento de
ejercerse el poder. La legislación positiva peruana no permite, sin embargo, afirmar
claramente tal consecuencia en este caso.
2) Otro supuesto que puede incluirse en la noción genérica de “falta de
representación” es la extinción o modificación del poder inicialmente conferido. En
este caso, la ausencia o insuficiencia sobrevenida del poder con que actuó el
representante sólo será oponible como excepción (y no excluible por el acreedor)
en los términos del art. 152 CC (es decir, si la revocación fue comunicada al
tercero, o fue conocida por éste antes de adquirir el derecho, o si estaba inscrita
en esa fecha). En otro caso, se tratará de un representante aparente (la apariencia
de la representación inexistente es a su vez imputable al representado), y por lo
tanto el representado queda obligado por los actos ejercidos en uso de ella, sin
perjuicio de la responsabilidad del falsus procurator ante el representado (art. 152
CC in fine).
3) Por último, cabe la posibilidad de que una persona haya firmado el título valor con
intención de representar a otro, pero sin hacer la necesaria contemplatio domini (o
indicación clara de que actúa en nombre de otro: CC 164, CdC 278). En general,
parecería que esa persona genera, por su cuenta y riesgo, la apariencia de estar
interviniendo personalmente en la relación cartular (se asume que el firmante se
identifica con su propio nombre; de lo contrario sería una suplantación, asimilable
a una falsificación), por lo que asumirá personalmente ante los terceros las
consecuencias del acto realizado. Pero si se analiza el supuesto con más detalle
se observa que las posibles situaciones son más variadas y numerosas, pues cabe
que:
a) el representante sí tenga la representación que pretende ejercer, pero no la
hace constar, o
b) no la tenga en realidad.
Además, cabe que intervenga en:
i) un negocio cartular (aceptación, endoso) en el que la identidad del firmante
está previamente determinada por su naturaleza, o
ii) que el negocio no presuponga un firmante determinado (aval y libramiento;
y también endoso cuando el anterior endoso es en blanco).
Si el supuesto representante no tiene en realidad la representación que pretende
ejercer (casos sub b, en la enumeración anterior), el supuesto representado nunca
asumirá obligación cartular alguna (respecto de él ha habido una representación
inoficiosa en los términos ya explicados). Sólo cabría preguntar si en todos los
casos el supuesto representante asume una obligación cartular personalmente: en
un negocio de aquéllos en los que la identidad del firmante viene predeterminada
(casos sub b-i, en la enumeración anterior) solo lo hará a título de “representación
inoficiosa” (en los términos explicados más arriba) si su forma de intervenir da a
entender implícitamente la contemplatio domini omitida y nunca en los demás
casos, pues en estos no genera apariencia alguna cuyas consecuencias deba
asumir; en todo caso, podría resultar responsable extracartularmente por el
engaño. Si en cambio se trata de otro negocio (casos sub b-ii, en la enumeración
anterior), responderá ante los terceros, porque con respecto a ellos aparentemente

324
Notas de Títulos Valores § 211

firma a título personal, en los términos que se deduzcan de la literalidad del propio
título.
En cambio, si el representante tiene la representación que pretende ejercer, en los
negocios en los que la identidad del firmante está predeterminada (casos sub a-i,
en la enumeración anterior), la responsabilidad corresponde sólo al representado
(pues no hay apariencia de otra cosa: la predeterminación de la identidad del
firmante actúa como sustituto de la contemplatio domini). En otro caso (casos sub
a-ii, en la enumeración anterior), en mi opinión, la responsabilidad corresponde a
los dos (en virtud del art. 281 CdC), excepto el caso de que sea un representante
mercantil notorio (art. 280 CdC), en el cual sólo responde el representado (la
notoriedad del representante hace las veces de la contemplatio domini). Para la
plena operatividad de esto último, sin embargo, sería necesario además que la
conexión de la operación (cartular por definición y, por lo tanto, muy
frecuentemente discreta o externamente desconectada de su “causa”) con la
“factoría” resulte también evidente en el título mismo.
Excepciones de autoría (iii): la falsedad de firma.
La excepción de falsedad de firma (inc. b del art. 19.1 LTV), a su vez, comprende dos
supuestos que se ponen en práctica operativamente en formas diferentes, en la
medida en que cabe dintinguir:
1) la falsificación de la firma, es decir, la imitación más o menos convincente de la
firma del supuesto obligado por otra persona (el “falsificador”); y
2) la suplantación del firmante, o sea, el creador de la letra (a quien habría que llamar
más bien “impostor”) no hace ningún esfuerzo por imitar la verdadera firma de la
persona a la que falsamente atribuye la autoría, sino que adopta externamente su
identidad.
En ambos casos, la firma calificada de falsa debe pretender ser la del presunto deudor
al que se pretende cobrar, aunque no sea el último firmante. Si el caso fuera éste
último, fallaría además la adquisición del título por el tenedor, defecto que es oponible
como excepción “inmediata” o “de adquisición”. El supuesto firmante, de todos modos,
no podrá excusarse si de alguna manera hubiese autorizado o consentido (con dolo o
culpa inexcusable) la utilización de su firma por el firmante efectivo, caso que es
asimilable a una actuación representativa con poder (cfr. art. 6.3 LTV). Cuando no sea
así, e independiente de o adicionalmente a la responsabilidad civil o penal que pueda
derivarse del hecho en cuanto acto ilícito, al falsificador o impostor le es objetivamente
imputable la confianza depositada por todos los suscesivos tenedores del título en que
estaban adquiriendo algo de valor. En consecuencia, opino que se puede asimilar su
caso al de un falsus procurator, y que por tanto el falsificador o suplantador debe
responder en el plano cartular personalmente, en los mismos términos del art. 7 LTV.
Excepciones de autoría (iv): falsificación y alteración del título valor.
La excepción de falsificación del título valor (no ya de la firma), por último, no está
expresamente recogida en la LTV. Sin embargo, su procedencia y todo su régimen es
deducible de manera relativamente sencilla del de la excepción de alteración (que
como dije en su momento incluye, desde el punto de vista cambiario, la noción menos
inocente de adulteración) del título valor, regulada en el art. 9 LTV.
Según dicho precepto:

FACULTAD DE DERECHO 325


Versión de julio de 2023
§ 212 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) los firmantes anteriores a la alteración sólo responden en los términos implicados


en la literalidad del título en el momento en que estamparon su firma, y
2) los posteriores conforme al tenor del título en el momento de su intervención (art.
9.1 LTV).
Aplicando estas reglas a la falsificación, se deduce que, incluso si el título (todo él)
hubiera sido falsificado alrededor de una firma auténtica del supuesto deudor, éste
debería librarse de toda responsabilidad, pues en el momento en que firmó no había
título alguno, ni siquiera incompleto, del pudiera hacerse responsable. En cambio,
quienes lo hicieran a continuación, y en virtud también de la autonomía de firmas (art.
8 LTV) asumirían plenamente las obligaciones que en cada caso les correspondan.
No obstante, ambas excepciones tienen también algunas diferencias:
1) La primera es que la regla según la cual se presume que la firma es anterior a la
alteración (art. 9.2 LTV) es aplicable únicamente, como es lógico, al caso de
alteración (o adulteración) en sentido estricto, nunca a la falsificación.
2) Otra diferencia, de alcance aun mayor: cuando se prueba la excepción de
falsificación el aparente deudor queda completamente libre de toda
responsabilidad; en cambio, cuando se prueba la simple alteración de un título
efectivamente creado, tal como ordena el art. 9.1 LTV, el efecto para el deudor es
meramente el de reducir su obligación a sus justos términos: los que él
efectivamente había asumido.
De hecho, como acabo de decir y ya había adelantado en otro lugar, no hay simple
alteración, sino falsificación plena del título cuando, al momento de estampar su firma
el supuesto deudor, el título ni siquiera tiene la apariencia objetiva de ser título valor
incompleto, y luego otra mano añade lo demás, incluyendo esa apariencia; por
ejemplo, si alguien crea una letra de cambio a partir de un autógrafo en blanco. Lo
mínimo que tendría que figurar en el documento al momento de firmar el título, para
dar lugar a cualquier grado de responsabilidad por apariencia, es la denominación del
título u otra forma indubitable de identificarlo.
En mi opinión, en los casos de falsificación del título, como en los de falsificación de
la firma, el falsificador responde de la apariencia creada, a semejanza de lo que el art.
9 LTV implícitamente ordena que ocurra con el autor de la alteración del título.
Una última salvedad:
1) La excepción de alteración sólo se refiere a la modificación de la literalidad del
título; no, por tanto, a su completación abusiva (que sólo es una excepción
“personal” o relativa: contra el autor del abuso y los terceros de mala fe).
2) Del mismo modo, la excepción de falsificación del título (como las de falsificación
de firma y suplantación) es una excepción “absoluta” en relación a su propia
creación fraudulenta, no debido a su emisión involuntaria (que no podría oponerse
a los terceros de buena fe).
En los casos recién aludidos (completación abusiva y emisión involuntaria; y lo mismo
cabría decir incluso de la combinación de ambos fenómenos), el firmante del título en
blanco o incompleto, o del no emitido, sí ha dado pie de manera imputable (al menos
ante los terceros de buena fe) al riesgo aumentado de su completamiento abusivo (art.
10.3 LTV) o de su entrada en circulación contra su voluntad (cfr. art. 24 LTV).

326
Notas de Títulos Valores § 213

III. EXCEPCIONES DE OPONIBILIDAD RESTRINGIDA


Excepciones cartulares inmediatas.
La protección según las reglas de la apariencia sólo se aplica para subsanar una
adquisición amenazada en su eficacia por la falta de titularidad sobre el documento
del transmitente, y no cuando:
1) lo que falla es el propio negocio jurídico en virtud del cual el tenedor actual adquirió
el título; ni
2) cuando los derechos que éste le confiere se han extinguido en sus manos, aunque
ello no conste cartularmente.
Por lo tanto, la protección de la apariencia sólo garantiza la adquisición frente a vicios
o defectos que afecten a la adquisición anterior, pero no ante los vicios del propio acto
en virtud del cual el tomador es acreedor, ni ante las causas extintivas que hayan
operado respecto de él mismo. Por eso la protección de la apariencia tiene como
requisito que el protegido por ella sea un tercero respecto del evento que le resulta
inoponible. Por consiguiente, nunca resulta protegido aquél frente al cual se ha
producido por primera vez el vicio o defecto en la adquisición o la causa de extinción
del derecho, es decir, aquél frente al cual la excepción correspondiente es “inmediata”
(en terminología de HUECK/ CANARIS13).
Así pues, las excepciones “inmediatas”:
1) no son nunca excluibles por el acreedor concreto a quien pueden oponerse14;
2) es más, puede oponérselas cualquiera de los obligados anteriores, no sólo quien
realizó en su favor el negocio cartular constitutivo o traslativo del título valor, o el
acto extintivo.
En efecto, el acreedor cuya adquisición o posición activa está viciada de nulidad o
resulta ineficaz por cualquier otra razón no ha adquirido nunca o no posee ya nada,
así haya actuado él personalmente con la más pura e inmaculada buena fe; y esto no
sólo frente a su transferente, sino tampoco ante los obligados anteriores. Por eso las
“excepciones inmediatas” son:
1) personales (sólo se pueden oponer al concreto acreedor cuyo título de adquisición
tiene un vicio, no contra los anteriores, ni contra los posteriores de buena fe), pero
2) objetivas (las puede oponer cualquier deudor cambiario).
Resumidamente, las excepciones inmediatas se pueden enumerar así:
1) Como excepciones inmediatas de adquisición, las de nulidad del acto de la
adquisición, e incluso la de anulabilidad del negocio cartular disimulado en la
simulación relativa (por ejemplo, el endoso en garantía o en procuración,
encubierto bajo la forma de endoso pleno), cuando éste perjudique injustamente
al deudor (única anulabilidad oponible normalmente como excepción inmediata:
las demás sólo procederán habitualmente como excepciones de validez).

13Derecho…, cit., pp. 136-137 y 142-146 (§ 9).


14Pero sí por los demás posibles acreedores del derecho documentado, razón por la cual no las incluyo,
como hacen otros autores, entre las excepciones de oponibilidad irrestricta.

FACULTAD DE DERECHO 327


Versión de julio de 2023
§ 214 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

2) La de completamiento abusivo o arbitrario del título valor por su actual tenedor, en


cuanto excedan de las instrucciones de completación que conoció o debió
conocer15.
3) También son excepciones inmediatas de extinción las excepciones extintivas del
derecho cartular en manos de su actual tenedor (cuando no consten en el título,
porque, si constaran, serían excepciones documentales).
Como vamos a ver, las excepciones inmediatas y las de (in)validez tienden a coincidir
sustancialmente en sus causas, en la medida en que las razones por las que una
persona puede ver frustrada o perjudicada su adquisición o su posición activa suelen
coincidir casi siempre con las que anulan o extinguen el compromiso o posición pasiva
de la otra. Mas, como advertí también respecto de la misma coincidencia sustancial
entre las excepciones de inimputabilidad (excepción de imputación) y la de
incapacidad (excepción inmediata o de invalidez, según cómo se oponga), las
causales de ineficacia, inoponibilidad o extinción de la relación jurídica cartular operan,
en su condición de excepciones inmediatas y de validez, de modos bastante diferentes
en la práctica. Quizás la primera y más evidente diferencia, es que para oponer las
excepciones de (in)validez a quien no fue parte con el deudor en los hechos causantes
de la ineficacia alegada es necesario pasar antes por un “puente” o “válvula” (como
los llama PAZ-ARES):
1) sea alguna de las llamadas “excepciones de tráfico”, o
2) la “de mala fe”.
Esto, porque, al tratarse de terceros, se ven, en principio, protegidos por la apariencia.
En cambio, en la medida en que el destinatario de las excepciones inmediatas no es
ningún tercero en los hechos que socavan su propia posición activa, tales “puentes”
resultan completamente innecesarios. Veamos, pues, en primer lugar, estos
“puentes”, que actúan como presupuestos para oponer las excepciones de (in)validez
a los terceros.
Las llamadas “excepciones de tráfico”.
Las llamadas “excepciones de tráfico” afectan a una de las condiciones de la especial
protección jurídica de la apariencia. Sin embargo, a diferencia de las documentales y
las de imputación (verdaderas excepciones en sí mismas), la verificación de la
inexistencia del tráfico que resulta jurídicamente relevante para proteger la apariencia
no significa por sí sola que el deudor pueda dejar de pagar.
El efecto propio de una “excepción” de tráfico fundada, entonces, es solamente abrir
la puerta (o “válvula”, como las llama Cándido PAZ-ARES) para poder oponer al tenedor
las excepciones que en principio sólo tendría que soportar quien le transfirió el título.
En este sentido, también hay que distinguir las meras “excepciones” de tráfico de las
excepciones inmediatas (como las llaman HUECK/ CANARIS16), de las que acabo de
tratar, que invalidan o restan eficacia a la adquisición del tenedor actual. Éstas sí son

15 Aquí sí puede ser ocasionalmente relevante, como se advierte, el requisito de buena fe, pese a
tratarse de una excepción inmediata. Mas esto ocurre, en mi opinión, no en virtud de la protección de
la apariencia cartular, sino de la eficacia, incluso bajo el Derecho común, del apoderamiento —en su
caso aparente— que debe tomarse como explicación básica del llamado poder de llenado. Cfr. § 93,
en pp. 133 y ss., supra.
16 Derecho…, cit., pp. 136-137 y 142-146 (§ 9).

328
Notas de Títulos Valores § 214

razón suficiente para dejar de pagar al tenedor; y, en principio, sólo a él: son
excepciones personales y objetivas.
Los requisitos generales para la protección de la apariencia en virtud del tráfico son:
1) la existencia de un tercero efectivo y económico (no lo hay cuando entre el tenedor
actual y quien le transfirió el título hay una identidad de interés sustancial);
2) que dicho tercero haya efectuado una adquisición del título según su ley de
circulación (es decir, mediante el negocio traslativo que corresponda a la
naturaleza del título de que se trata: art. 14 LTV); y
3) que se haya tratado de una adquisición a título oneroso.
Según esto:
1) La protección jurídica de la apariencia se excluye en aquellos casos en que, aun
habiendo separación formal de personalidad (e intereses) entre los sujetos de un
negocio cartular, tal separación formal deba ser dejada de lado por haber una
identidad sustancial que conllevaría una disfuncionalidad de la institución de que
se trata. Llamemos a estas “excepciones” de falta de tráfico económico. Entrarían
aquí, por ejemplo, los casos en los que, según la doctrina, se justifica dejar de lado
o “levantar” el “velo societario” entre la sociedad y los socios, o entre integrantes
del mismo grupo económico o empresarial. Lo mismo puede decirse, incluso, de
la distinción de personalidad entre miembros de una misma familia, pero sólo en
algunos casos. Otros casos comprendidos en esta categoría son los negocios
fiduciarios en interés exclusivo del propio fideicomitente (reconducibles a la fiducia
cum amico del antiguo Derecho Romano; no el fideicomiso expresamente
sancionado por las leyes, en los que queda claro que el titular fiduciario realmente
adquiere una posición autónoma; cfr. art. 40.4 LTV), o los negocios de garantía
(incluidos los negocios fiduciarios reconducibles a la fiducia cum creditore, que
obviamente son los más frecuentes en el tráfico mercantil), pero sólo por la parte
de ella que exceda del crédito del tercero garantizado.
2) También se excluye la protección de la apariencia si el tráfico del título no se lleva
a cabo “según su ley de circulación”: excluye la cesión común de los títulos a la
orden, la herencia y otras formas de transmisión no cartulares. A estas
“excepciones” podemos llamarlas de falta de tráfico cartular. A través de esas otras
formas de transferencia del título valor, el cesionario o adquirente recibe del
transferente el derecho, pero sólo en la medida en que él mismo lo tuviera, sin
poder excluir las excepciones que el deudor hubiera podido oponerle al causante.
En otras palabras, no adquiere una posición autónoma, como es propio de los
títulos valores regulares.
Téngase en cuenta, sin embargo, que nuestra LTV atribuye la autonomía de
manera general a todos los títulos valores, salvo las exclusiones que ella misma
hace. De este modo, si el título es por su naturaleza nominativo propiamente dicho
o sujeto a transfert (la salvedad, por tanto, no comprende los títulos que más atrás
he denominado “a la orden nominativizados”), el cumplimiento de las formalidades
requeridas para su transmisión según esa ley de circulación suya (es decir, la
cesión de derechos, seguida de su inscripción en la matrícula del emisor, en caso
de ser necesaria) produce la misma autonomía en favor del adquirente de buena
fe que el endoso regular de un título a la orden.

FACULTAD DE DERECHO 329


Versión de julio de 2023
§ 215 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

3) Por último, la protección del tráfico a través de la apariencia jurídica y otros


mecanismos dirigidos al mismo fin se establece solo en beneficio del tráfico
oneroso, de forma que el tráfico gratuito no resulta protegido con la autonomía de
la posición del adquirente (“excepción” de gratuidad).
Esta “excepción” hay que justificarla, porque el texto de la LTV simplemente calla
sobre este punto. El silencio no debe considerarse una forma de amparar el tráfico
gratuito dentro de la rigurosidad cartular. Los argumentos para justificar la
conclusión de que el deudor puede esgrimir contra el tercer adquirente cuantas
excepciones pudiera utilizar contra el tradens donandi causa son dos:
a) por un lado, la función de mercado o de cambio que históricamente ha
correspondido a los títulos valores y que modernamente se ha objetivado en su
disciplina positiva;
b) por otro lado, está la jerarquización que hace el ordenamiento jurídico de los
intereses en juego, cristalizado en el principio según el cual quien pugna por
evitar un daño (deudor) debe ser preferido a quien trata de adquirir un lucro
gratuito (donatario): qui certat de damno vitando praeferendus est ei qui certat
de lucro captando.
Esto se deduce de innumerables normas del ordenamiento que defienden
débilmente al adquirente de derechos a título gratuito; por ejemplo, los arts. 191,
195, 196, 197, 665, 865, 1128, 1270, 1272, 2014 y 2038 CC, entre (muchos) otros.
Los artículos citados son particularmente significativos, porque se refieren, como
el caso que estamos considerando, a la proteción de terceros adquirentes de
buena fe de derechos que el transferente no tenía título para transferir, limitando
expresamente dicha protección a las adquisiciones onerosas. Ello parece justificar
plenamente el otorgamiento al principio arriba citado de una vigencia general en
todo el ordenamiento, aun en los casos en que la ley calle sobre el particular.
Además, no se trata de negar toda virtualidad al tráfico gratuito, sino sólo de
negarle ese especial rigor cambiario que hace nacer (o renacer) derechos o
inmunidades incluso allí donde (ya) no los había.
La “excepción” de mala fe.
Del mismo modo que las “excepciones” de tráfico, la “excepción” de mala fe (o falta
de buena fe) es una “excepción”-puerta, que simplemente permite al deudor oponer
al acreedor las excepciones (propiamente dichas) de validez que existiesen contra su
transferente, cuando eran conocidas por el adquirente. Se trata, entonces, de la
ausencia de la buena fe-conocimiento o buena fe-noticia (llamada por muchos,
especialmente en España, buena fe subjetiva), y que está definida a grandes rasgos
en el art. 906 CC:
“La posesión ilegítima es de buena fe cuando el poseedor cree en su
legitimidad, por ignorancia o error de hecho o de derecho sobre el vicio que
invalida su título” (énfasis añadido).
Esta “excepción” está implícita en el art. 15 LTV (entre otras muchas normas
cambiarias) cuando restringe la irreivindicabilidad del título a los casos en que el
accipiens haya actuado de buena fe, aunque no esté mencionada en el art. 19 LTV.
En este punto es importante advertir que esta “excepción” no debe ser confundida con
la excepción de dolo, mencionada al final de dicho art. 19 LTV. Y es que, aunque el
art. 19.3 LTV esté redactado en términos que inducen a esa confusión, en él se hace

330
Notas de Títulos Valores § 216

referencia más bien a la buena fe-lealtad; es decir, a un estándar normativo de


conducta exigido a los sujetos de derecho en sus actividades económicas y jurídicas.
Ciertamente, hay mala fe (noticia):
1) no sólo cuando de hecho se conoce la excepción que el deudor podía oponer al
transferente,
2) sino también cuando, según las circunstancias, debió conocerse, es decir, cuando
hay ignorancia gravemente culpable en el adquirente.
El momento en que debe valorarse esta buena fe es única y exclusivamente el
momento de la adquisición del título valor. Esto es lo que con claridad se deduce del
art. 15 LTV:
“El título valor adquirido de buena fe, de conformidad con las normas que
regulan su circulación, no está sujeto a reivindicación” (énfasis añadido)17.
De modo que el conocimiento sobrevenido de las verdaderas circunstancias del título
no tiene efecto alguno. Precisamente por eso es necesario precisar que la buena fe
de un tenedor anterior (la que algunos han llamado buena fe “intermedia”) salva la
mala fe que pudieran haber tenido los posteriores, pues el sucesivo adquirente recibe
un derecho realmente atribuido al transferente, tal como éste lo tenía, en virtud de su
propia buena fe.
Así pues, sea porque no hubo el tráfico cartular no gratuito protegido por la apariencia
(“excepciones” de tráfico), o porque aun habiendo existido el accipiens hubiera
adquirido el título conociendo los motivos que permiten al deudor eximirse del pago,
éste podrá oponer dichas excepciones de validez incluso al accipiens con quien
carezca de toda relación inmediata o personal.
Excepciones cartulares de validez.
Las excepciones de validez, como su nombre indica, pero con incluso mayor amplitud
(pues no se restringen a los casos de invalidez o ineficacia estructural propiamente
dicha), cuestionan precisamente la eficacia misma del negocio cartular, y por lo tanto
la obligación aparentemente asumida por el deudor en virtud del acto de emisión
(endoso, aceptación o garantía) del título. Son, en todos los casos, excepciones
subjetivas y personales; es decir, sólo son oponibles contra terceros si primero se
prueba que:
1) en el momento de hacerse con el título, dichos terceros actuaron de mala fe, esto
es, con conocimiento o (al menos) ignorancia culpable del hecho en que se funda
la alegada ineficacia cartular;
2) o bien, aunque hubieran tenido buena fe o no pudiera probarse lo contrario, que
adquirieron el título por medios no cartulares o a título lucrativo.
Entran en esta categoría:

17 Resultaba elocuente también el antecedente del art. 10.3 LTV, que recoge sustancialmente, pero
oscureciendo este punto, el contenido del art. 9 LTV ant.: “Si un título-valor, incompleto al emitirse
hubiere sido completado contrariamente a los acuerdos adoptados, la inobservancia de estos
convenios no puede ser opuesta al poseedor, a menos que éste hubiere adquirido el documento de
mala fe” (énfasis igualmente añadido). No es en cambio un buen referente positivo para este punto la
mención de la adquisición en el art. 19.3 LTV (equivalente al párr. 3° del art. 20 LTV ant.) pues, como
digo en el texto, dicha norma se refiere más bien a la excepción de dolo.

FACULTAD DE DERECHO 331


Versión de julio de 2023
§ 216 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) Las excepciones de nulidad o, incluso, anulabilidad del negocio jurídico cartular en


cuanto tal negocio, o sea, las de invalidez en sentido estricto. La primera de estas
excepciones es, obviamente, la de emisión involuntaria del título. De hecho, para
la determinación de todas estas excepciones son aplicables los requisitos y
condiciones que establece el Derecho común (Civil y Mercantil, con preferencia,
obvia, de este último) de los negocios jurídicos. Cuando se oponen como
excepciones de invalidez (esto es, precisamente por la persona cuya obligación
resulta anulable), normalmente sí se pueden oponer todas las causales de
anulabilidad que asistan al interesado. Esta categoría comprende incluso la nulidad
(o también la anulabilidad) causal (es decir, la ineficacia estructural del negocio
causal, pero nunca sus ineficacias meramente estructurales que son totalmente
ajenos al título valor como tal), que por su propia naturaleza invalida también la
charta o título emitido por su causa.
2) Las vinculadas a la incompletitud del título: excepciones de completamiento
abusivo o arbitrario: en estos casos el título como tal, esto es, en cuanto negocio
jurídico cartular, resulta inoponible al deudor, por infracción de los acuerdos de
completamiento (con más razón si éstos simplemente no existieran), entendidos
como poder de llenado.
3) Excepciones extintivas de la propia obligación cartular: ya sea el pago u otros
medios de extinción del derecho incorporado, en la medida (como expuse también
para el caso de las excepciones inmediatas correspondientes) en que sean no
literales o no estén documentados en el título mismo.
“Extensibles” (en realidad, tampoco ellos reciben nada, o reciben el derecho
aminorado, como precisa SÁNCHEZ CALERO) a terceros mediante la mala fe (noticia).
¿Es verdadera “extensión” en el caso de que sea mediante una excepción “de tráfico”
(no hay verdadera “tercereidad”, el tráfico no fue cambiario, o fue gratuito)? ¿O estos
hechos son, a su vez, fundamento para una excepción inmediata propia y autónoma
contra esos “terceros”? Pareciera que lo segundo.
Como fácilmente se advierte (y según adelanté), las excepciones de validez en sentido
amplio y las inmediatas conciden básicamente en la sustancia de los hechos que las
fundan. Sin embargo, pienso que la categoría de las excepciones inmediatas adquiere
relevancia propia, distinta de las meras excepciones de validez, cuando quien opone
las primeras no es el inmediato transferente del título, cuyo negocio cartular incurrió
en algún vicio de validez, sino un obligado anterior. Si fuese el propio transmitente
quien la opone, está claro que puede liberarse en virtud de la ineficacia de su propia
obligación cartular (esto es lo que significa que la excepción sea de validez en sentido
amplio). De hecho, grosso modo (y salvo la distinción de que voy a hablar en seguida),
las excepciones inmediatas y las de invalidez hacen referencia a los mismos hechos
impeditivos de eficacia o extintivos; la distinción está más bien en la perspectiva o
punto de vista desde el cual se miran.
Ahora bien, podría preguntarse si tiene algún sentido distinguir un grupo de
excepciones de validez fuera de las excepciones inmediatas, ya que, al parecer, todas
las excepciones de validez estarían comprendidas entre las primeras. Pero la
existencia de una forma de invalidez relativa (la anulabilidad), en la cual la iniciativa
para obtener la anulación del acto jurídico o para confirmarlo se reserva por ley a
determinadas personas, justifica la distinción de ambos grupos de excepciones, en la
medida en que las causas de invalidez alegables en un grupo de supuestos y en otro
son distintas.

332
Notas de Títulos Valores § 217

En efecto, en las excepciones inmediatas, alegables por cualquier obligado, lo que se


ataca es la adquisición del derecho por el aparente acreedor, sobre la base de un vicio
de su acto de adquisición que puede ser alegado por cualquiera. En otras palabras,
se está hablando de las causales de nulidad propiamente dichas, dejando de lado las
causales de mera anulabilidad18.
Además, los alcances de declararse fundada una excepción de uno u otro grupo son
distintos, pues:
1) quien alega una excepción inmediata sólo se exime de pagar a este acreedor
particular, subsistiendo su obligación, en principio, ante los tenedores anteriores
(ante el transferente del actual, por ejemplo);
2) mientras que quien alega una excepción de validez se exime él (y sólo él) del pago,
pura y simplemente… salvo adquisición regular de buena fe por un tercero
legitimado.
Otra cosa es que, precisamente en virtud de la legitimación, esta adquisición de buena
fe de la que se hace salvedad en el segundo caso se presume, con lo cual esta
“salvedad” viene a convertirse casi en la regla, al menos en la práctica.
Excepciones fundadas en las relaciones extracartulares.
Puesto que tratamos siempre de los títulos valores, se entiende que hablamos aquí
de las excepciones de origen extracartular (por cierto, en sentido “sustantivo”) sólo en
la medida en que sean o puedan ser ejercidas eficazmente contra la pretensión
cartular. Tenemos:
1) Inter partes, pueden oponerse de primera intención ilimitadamente, salvo otras
razones de inoponibilidad; por ejemplo, por pactos específicos entre las propias
partes. Cabría preguntar si este efecto se produce también con terceros no
autónomos, y dejando a salvo los efectos de la mera “abstracción personal” de
Derecho común. Opino que no, precisamente por esa abstracción. La respuesta
sería en cambio, y por excepción, positiva, sólo en los títulos “declarativos”,
justamente porque lo que se documenta en ellos es el mismo derecho “causal”;
pero de ninguna manera en los constitutivos. Otra cosa es la nulidad por causa
nula o ilícita (que hace “nulo” (excepción de validez) el propio negocio cartular.
2) Contra un tercero (cartular o no): sólo es oponible si es “doloso en perjuicio del
deudor” (exceptio doli), porque tanto el plano causal (en lo que no es causa
genética), como (con más razón) las otras relaciones extracartulares
(“estrictamente personales”) del deudor son, para él, res inter alios acta: por el
principio de relatividad (contractual) no les afecta, ni están obligados a tomarlas en
cuenta (más allá del genérico neminem laedere).
A este respecto, cabría preguntarse si hay diferencia entre una “excepción
extracartular” que proviene de la relación causal (y que no sea una de nulidad u otra
invalidez, pues entonces ya no es “extracartular”, al invalidar también el negocio
cartular realizado por su causa) y otra totalmente independiente. Ejemplo de lo primero
puede ser el incumplimiento o cumplimiento defectuoso de dicha relación causal. Lo
segundo, si proviene de otras relaciones extracartulares, o (¿por qué no?) con su

18Salvo la anulabilidad del acto disimulado en una simulación relativa, en la medida en que los
obligados anteriores puedan considerarse “terceros perjudicados por la simulación”, a tenor de los arts.
191, 193 y 221, inc. 3 CC.

FACULTAD DE DERECHO 333


Versión de julio de 2023
§ 217 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

propia condición cartular, pero entre las mismas partes. Pienso que la respuesta en
este caso viene gobernada por las reglas (más bien de naturaleza procesal) que
permiten la acumulación de cuestiones jurídicas con causas de pedir distintas (que
eso es lo que significa que se trate de relaciones fundadas en relaciones
extracartulares) en un mismo litigio, y que giran (hasta donde entiendo) alrededor de
la noción de conexidad. En virtud de dicho concepto, como mínimo, se puede decir
con bastante seguridad que es mucho más probable que las excepciones
“extracartulares” pero causales se consideren conexas con la pretensión cartular que
cuando se trate de otras relaciones no causalmente vinculadas al título valor. En
concreto:
1) tratándose de las mismas partes, en principio, las excepciones extracartulares
provecientes de la relación causal lo serán o tenderán a serlo siempre; y
2) en otro caso, más bien, y salvo las condiciones para oponer unilateralmente la
excepción de compensación —o sea: que se trate de deudas recíprocas, fungibles,
homogéneas, exigibles y líquidas (cfr. art. 1288 CC)— la regla será que no se trata
de pretensiones conexas, y como tales normalmente no podrán ventilarse en el
mismo proceso.

334
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 8
“DESMATERIALIZACIÓN” DE LOS
TÍTULOS VALORES Y ANOTACIONES EN CUENTA
SUMARIO: I. L A LLAMADA “DESINCORPORACIÓN” DE LOS TÍTULOS VALORES.—
218. Noción legal. 219. Cuestiones terminológicas. 220. Masificación y crisis de los
títulos en papel: planteamiento. 221. Excursus: los mercados de valores y sus
títulos. 222. La masificación del papel en los contextos bursátil y bancario.
223. Intentos de solución y sistemas correctores en el mercado de valores.
224. Sistemas correctores en el ámbito bancario. 225. Los sistemas sustitutivos del
papel. II. NATURALEZA JURÍDICA DE LAS ANOTACIONES EN CUENTA.— 226. Primeros
cuestionamientos: las tesis dualistas. 227. Crítica de la tesis “registral”; la tesis
unitaria. 228. Naturaleza jurídica: ¿“incorporación” sin “cuerpo”? III. LOS VALORES
MOBILIARIOS Y NEGOCIABLES ANOTADOS EN CUENTA.— 229. Antecedentes.
230. Estado actual del ordenamiento. 231. Sistema de registro adoptado. 232. Las
Instituciones de Compensación y Liquidación de Valores. 233. Los registros y su
llevanza. 234. Conversiones de títulos a cuentas y viceversa. 235. Constitución
genérica de las cuentas de valores. 236. Constitución específica de las anotaciones
en cuenta. 237. Las reglas y principios cartulares y las anotaciones en cuenta. IV. LA
“DESINCORPORACIÓN” DE LOS EFECTOS DE COMERCIO Y SUS PROBLEMAS.— 238. El
truncamiento bancario de los efectos de comercio. 239. Problemas para la
desmaterialización de los títulos cambiarios. 240. Problemas para la
desmaterialización de los títulos de tradición. 241. ¿Es viable la idea de un título
valor (totalmente) electrónico?

I. LA LLAMADA “DESINCORPORACIÓN” DE LOS TÍTULOS VALORES


Noción legal.
Ha llegado el momento de abordar de lleno el fenómeno de la desmaterialización,
desincorporación —o como se la quiera llamar— de los títulos valores. De hecho, todo
lo expuesto hasta ahora ha tratado, si no única y exclusivamente, de manera muy
preponderante de los títulos materializados, con “cuerpo”, escritos en un papel. Pero,
como se sabe, la LTV trata indistintamente —o lo intenta— de todos los títulos valores:
1) estén materializados (art. 1 LTV), o,
2) bien por el contrario, desmaterializados o desincorporados (art. 2 LTV).
A ellos hace referencia la Ley, como en su momento expliqué brevemente1, casi desde
su inicio; entonces dejé también su examen más detenido precisamente para este
momento.
La definición de los valores desmaterializados, sin embargo, viene más bien al final,
en el n. 16 del Glosario recogido en el art. 279 LTV:
“Valor desmaterializado: El valor que prescinde del soporte papel y, en su
lugar, está representado por anotación en cuenta cuyo registro está a cargo de
una Institución de Compensación y Liquidación de Valores”.

1 Vid. § 21, en pp. 30 y ss., así como el § 40, en pp. 59 y s., y, sobre todo, el § 42, en pp. 63 y s., supra.

— 335 —
§ 219 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

El art. 2.1 LTV tiene, más bien, un matiz propiamente normativo cuando dispone:
“Los valores desmaterializados, para tener la misma naturaleza y efectos que
los Títulos Valores señalados en el Artículo 1, requieren de su representación
por anotación en cuenta y de su registro ante una Institución de Compensación
y Liquidación de Valores”.
Ahora bien, de diferentes maneras, en uno y otro lugar se piden aparentemente dos
requisitos:
1) anotación en cuenta, y
2) su registro en una ICLV;
En realidad, como comenté ya, los dos requisitos en el fondo hacen alusión a lo
mismo, porque la “anotación en cuenta” no es una cosa distinta de su registro, registro
que lleva y sólo puede llevar una ICLV.
Pero es sumamente ilustrativo lo que dice la Ley sobre estos requisitos y para qué se
piden: “para tener la misma naturaleza y efectos” que los títulos valores
materializados. Hay, entonces, una doble asimilación:
1) de naturaleza, y,
2) además, de efectos.
Esto, naturalmente, es completamente discutible. Para comenzar, no es la Ley la que
dice si una cosa tiene o no la misma naturaleza que otra. Eso es algo que ocurre o no
ocurre en la realidad con total independencia de lo que pretenda, diga o incluso
declare el legislador, por muy explícito y enfático que sea. Y, de hecho, en todo caso,
para obtener realmente esa asimilación básica en lo que sí le toca determinar (que es
más bien el plano de los efectos), harán falta siempre unas reglas muy particulares,
distintas, diferentes, adicionales, complementarias, que no se reducen a lo que hemos
ido viendo hasta ahora sobre los valores materializados.
Cuestiones terminológicas.
Antes de atacar el tema de si esto termina realmente siendo, según dice el art. 2 LTV,
un tratamiento de “valores desmaterializados” —o sea, si estos valores están
realmente desmaterializados—, conviene hacer breve referencia a una cuestión de
pura terminología legal. Y es que, a lo largo de todo su articulado, casi hasta el final,
para referirse a estos valores, el nombre que más usa la Ley es el de anotación en
cuenta; y esto, pese a la primera mención (en el art. 2 LTV) de los “valores
dematerializados” y a que eso es también lo que define el n. 16 del Glosario del art.
279 LTV. El hecho es que en su propio cuerpo la LTV no utiliza en absoluto esa
expresión, que sólo aparece en esos dos lugares, sino la de “anotación en cuenta”,
que también menciona allí.
Ahora bien, los arts. 1 y 2 LTV hablan de “valores materializados” y “valores
desmaterializados”, respectivamente; y también el Glosario del art. 279 LTV habla de
valores “materializados” (n. 15) y “desmaterializados” (n. 16). En principio, pues, el
legislador ha considerado que lo que ocurre aquí es una:
1) “des-”, o sea, una privación de algo, en este caso lo que viene a continuación;
2) “-materialización”, que es la acción y efecto de “materializar”, que a su vez es
“volver material” o “dotado de materia”.

336
Notas de Títulos Valores § 220

En otras partes se habla en los mismos contextos y con el mismo sentido más bien de
una “des-incorporación” (traducción del alemán Entkörperung, como lo era la
“incorporación” del vocablo germano Verkörperung). Ambos términos vendrían a ser
sinónimos si se entiende que “cuerpo” y “materia” son lo mismo, cosa que no
necesariamente es cierta.
Probablemente, si se toma (a lo Descartes) una noción de “cuerpo” como “materia
extensa” y en cambio “materia” como todo lo perceptible por los sentidos, o en general
físicamente, entonces lo “corporal” sería una subespecie o un subconjunto de lo
“material”. Si se adoptase esta perspectiva, se podría decir quizás que las “cuentas”
son “incorporales”, pero no que sean “inmateriales”. En la medida en que son llevadas
en determinado lugar, incluso si son llevadas electrónicamente, tienen una realidad,
que no deja de ser “física”: están allí, almacenadas en forma magnética, o bien en
forma óptica, o la que sea (según el sistema de almacenamiento informático utilizado
por la ICLV). Desde este punto de vista, entonces, pareciera ser más correcta la idea
de “desincorporación” que la de “desmaterialización”, aunque nuestra LTV prefiere la
segunda.
El problema es que el principio básico con el que se expresa la esencia de todo título
valor, como en su momento expliqué2, es el de “incorporación”: relación tal entre
derecho y documento, que la “posesión” del documento es necesaria para ejercer el
derecho. Y hasta ahora, por esta “incorporación” se ha entendido siempre una
referencia al “documento” como una “cosa con cuerpo”. Pero si realmente
“desincorporación” es la expresión correcta para hablar de los valores anotados en
cuenta, y si se tratase de un fenómeno estrictamente opuesto a la “incorporación” que
hemos estudiado como principio esencial y nuclear de la noción y del régimen de los
títulos valores, entonces habría que preguntarse si todavía hay algún motivo para
seguir hablando de “títulos valores” o, siquiera, para estudiar estas anotaciones en
cuenta en la misma disciplina que se ocupa de los títulos valores “incorporados”.
De hecho, lo que en realidad resulta más relevante en este momento es si estos
valores “des-materializados” o “des-incorporados” carecen realmente, sea de “cuerpo”
o de “materia”. Porque lo cierto es que en algún sitio están; no son una mera idea; de
hecho, están expresados en algún lugar, que es en la cuenta precisamente. Están “en
cuenta”. Y la “cuenta” —que, como dice el n. 16 del Glosario recogido en el art. 279
LTV, entra en o toma “el lugar del papel” (o “cuerpo” físico) como “soporte” del título
valor— sí está en algún lugar: hay una matriz o un registro donde se anota. Entonces,
¿hasta qué punto se puede hablar propiamente de “desmaterialización” o, incluso, de
“desincorporación”?
No está claro, en resumen, cuál sea la terminología adecuada. Voy a refugiarme,
entonces, en la idea de las anotaciones en cuenta, a las que hacen referencia también
el art. 2 LTV, el n. 16 del Glosario recogido en el art. 279 LTV y el resto del cuerpo de
la LTV.
Masificación y crisis de los títulos en papel: planteamiento.
Ahora bien, lo primero que se presenta siempre con las instituciones jurídicas nuevas,
y también con las nuevas formas de presentarse las instituciones jurídicas antiguas,
es un problema que hace falta resolver. ¿Cuál es el problema que se trata de resolver

2 Vid. el § 37, en pp. 46 y ss., y sobre todo los §§ 46 y 47, en pp. 68 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 337


Versión de julio de 2023
§ 221 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

mediante la “anotación en cuenta” de los valores? ¿Cómo surge el tema? En nuestro


caso, el problema es:
1) una crisis del papel;
2) vinculada con su masificación.
Y si el problema es una masificación del papel, claramente se trata de una crisis de
éxito. Los títulos valores (en papel) tuvieron demasiado éxito.
Los títulos valores son una técnica de vinculación de un derecho inmaterial a un
soporte documental —que hasta ahora había sido siempre material y corporal—, para
facilitar la circulación de los derechos incorporales de una determinada manera, a
semejanza —ad instar— de cómo circulan los bienes corporales muebles: a través de
la tradición o, en todo caso, esa misma tradición con algún suplemento, como puede
ser una anotación en el documento mismo (así, en el endoso). Y resulta que este
invento está tan bien concebido, es tan extraordinario y tan apropiado a las
necesidades de la economía capitalista, que pronto adquiere un éxito enorme, que al
poco tiempo hay que calificar propiamente de excesivo.
Es una crisis real, no una elucubración de profesores. Y ante ella:
1) Primero (por cierto, con el concurso de profesores), se interpreta creativamente el
Derecho cartular existente para resolver el problema de la masificación. La idea
era evitar manipular físicamente papel en la circulación y en el ejercicio del
derecho, inmovilizando, mediante la técnica del depósito, los títulos físicos; sin
embargo, estos se siguen al menos emitiendo, pues eran imprescindibles
legalmente para acogerse al deseado régimen asociado a ellos.
2) Más tarde, se llega a plantear que carecía de verdadero sentido seguir emitiendo
el documento físico, para en seguida prescindir de él en todos los actos que lo
tengan por objeto. Entonces el papel llega a desaparecer del todo, y los valores en
cuestión se crean directamente ya en el nuevo soporte.
Tenemos así los dos grandes sistemas, o más bien grupos de sistemas, a través de
los cuales se buscó sucesivamente resolver los problemas ligados a la masificación
del papel:
1) los sistemas correctores, y
2) los sistemas sustitutivos.
Ambos grupos de sistemas, como el problema mismo, se dieron en primer lugar en el
contexto de los mercados financieros o de capitales:
1) principalmente en las bolsas de valores, y
2) luego también en los circuitos bancarios.
Excursus: los mercados de valores y sus títulos.
Las bolsas y, más en general, los mercados de valores, son mecanismos
centralizados y especializados para permitir —es más, para facilitar— la negociación
de ciertos títulos valores, que siempre hacen referencia, directa o indirectamente, a la
inversión de capitales. Las bolsas y demás mercados de valores, en definitiva, no son
otra cosa que eso: mercados altamente especializados y sofisticados de capitales,
diseñados para permitir su inversión y desinversión tan rápida, transparente y libre de
obstáculos como resulte humanamente posible. Y desde sus antecedentes
tardomedievales hasta sus formas más actuales, siempre han hecho objeto único o

338
Notas de Títulos Valores § 221

principal de sus operaciones los títulos valores; dicho de otro modo, se han servido de
tales títulos como instrumento único o principal de sus transacciones sobre capitales.
Ahora bien, para que sirvan a las finalidades de un mercado de valores y se adapten
a su forma de operar, tales títulos valores deben reunir ciertos requisitos. Durante
mucho tiempo, todos aceptaban que esas exigencias se podían resumir en que tales
títulos debían ser valores mobiliarios. Por supuesto, la ecuación entre los valores
mobiliarios y los títulos de la bolsa o del mercado de valores nunca fue, ni nunca fue
considerada, como una igualdad perfecta, aunque sólo sea por el hecho de que
existen, siempre han existido, y probablemente siempre existirán, valores mobiliarios
que cumplen todo su ciclo económico fuera y permaneciendo siempre del todo ajenos
a las bolsas de valores y demás mecanismos centralizados de negociación. Pero
hasta hace no demasiadas décadas era del todo cierto que todos los títulos del
mercado de valores eran valores mobiliarios.
Lo que hacía, y sigue haciendo, a los valores mobiliarios especialmente aptos para
servir al propósito de dichos mercados es que el hecho mismo de ser emitidos en
masa o en serie convierte a todos los de una misma clase y serie en homogéneos, es
más, en fungibles o intercambiables entre sí, y como tales, aptos para que, por
referencia a ellos mismos y a unas pocas características básicas suyas, se puedan
formar cotizaciones o precios públicos claramente reconocibles para todos ellos. Pero
es esto último, y no lo primero (ser emitidos en serie), lo que permite a los valores
mobiliarios fungir como instrumentos del mercado de valores o valores negociables,
designación más adecuada para ellos según vimos en su momento3.
Si se pueden obtener esas mismas características de cierta homogeneidad entre
todos los títulos (en función, por ejemplo, de quién es su emisor o responsable, de la
unidad monetaria en que se expresan, de contar un mismo tipo de interés y de
garantías, etc.), aunque no se trate propiamente de valores mobiliarios (o sea, aun sin
ser emitidos en serie, sino individualmente), tendremos valores negociables que no
son valores mobiliarios, sino efectos de comercio. Esto es precisamente lo que ha
terminado ocurriendo, y la situación en la que nos encontramos hoy en día, tras una
evolución de los mercados bursátiles ocurrida en las últimas décadas del s. XX: se
empezaron a negociar en los mecanismos centralizados valores no emitidos en serie,
sin unidad de emisión, pues el acento se ha desplazado hacia la unidad del programa
de emisión. ¿Por qué? Porque al mercado de capitales lo que le importa no es el
hecho técnico de que haya una pluralidad de sujetos que conforman colectivamente
una posición única (que es lo que exige la condición de valor mobiliario), sino que los
instrumentos en cuestión sirvan a la función económica de inversión financiera; es
decir, que estos títulos, aunque sean emitidos singularmente, respondan todos a una
misma lógica, que permita negociarlos en masa. Es importante esto: negociarlos, no
emitirlos en masa. En esa medida, permitirán a quienes tengan excedentes de capital
intercambiarlos por esos títulos como una forma de inversión estandarizada, a la
espera de una rentabilidad.
Obviamente sigue siendo cierto que la inmensa mayoría de los valores negociables
son valores mobiliarios, pero ya no es la totalidad de ellos. Ahora sí que hay algunos
valores negociables que no son valores mobiliarios, y también muchos valores
mobiliarios (de hecho, son y siempre han sido la mayoría, al menos en países como
el nuestro, con una penetración bursátil muy pobre) que, aunque sean en sí aptos para

3 Vid. § 53, en p. 74, supra; vid. también el § 55, en pp. 75 y s., supra.

FACULTAD DE DERECHO 339


Versión de julio de 2023
§ 221 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

ser valores negociables, no cumplen en realidad esa función, pues permanecen


completamente fuera de los mercados centralizados, y sólo se negocian en privado.
A fines del s. XIX o inicios del s. XX, sin embargo, que es cuando se produce la “crisis
del papel” y el surgimiento de las “anotaciones en cuenta”, esta distinción entre
“valores mobiliarios” y “valores negociables” no estaba para nada clara. Era
básicamente lo mismo. Lo que se negociaba en bolsa eran siempre valores
mobiliarios, con lo cual no se sintió la necesidad de precisar el nuevo concepto. Como
veremos, esto tiene ciertas consecuencias negativas en la regulación actualmente
vigente en el Perú de las anotaciones en cuenta, porque nuestra LMV se ha quedado
hasta cierto punto anclada en esa situación de ambigüedad o indiferenciación de
ambos conceptos. Para ser exactos, sólo habla de valores mobiliarios, y los “define”,
o más bien caracteriza, en principio adecuadamente, en el art. 3 LMV:
“Son valores mobiliarios aquellos emitidos en forma masiva y libremente
negociables que confieren a sus titulares derechos crediticios, dominiales o
patrimoniales, o los de participación en el capital, el patrimonio o las utilidades
del emisor.
Para los efectos de esta ley, las negociaciones de derechos e índices referidos
a valores mobiliarios se equiparan a tales valores.
Cualquier limitación a la libre transmisibilidad de los valores mobiliarios
contenida en el estatuto o en el contrato de emisión respectivo, carece de
efectos jurídicos” (énfasis añadidos).
En esta “definición”:
1) La negociabilidad parece incluir de lleno estos valores en el universo de los títulos
valores (“circulatorios”), cosa que por otro lado reafirma, junto con su calidad de
título ejecutivo, expresamente el art. 81 LMV, entre otros.
2) La forma masiva de su emisión es precisamente lo que los caracteriza como
valores mobiliarios.
Ahora bien, aunque dicha caracterización resulta en sí misma adecuada, puesta en
conexión (como inevitablemente ha de ocurrir) con el ámbito de aplicación y el
propósito regulatorio de la Ley (arts. 1 y 2 LMV), resulta sobremanera engañosa. En
efecto, y sólo por poner un ejemplo, dado que conforme a ella todas las acciones de
todas las sociedades anónimas son valores mobiliarios, y según el art. 2 LMV, ésta es
aplicable “a todos los valores mobiliarios que se oferten o negocien en el territorio
nacional”, el párr. 3° del art. 3 LMV arriba transcrito resultaría irremisiblemente
incompatible con normas tan conspicuas como los arts. 101 y 200 LGS, posteriores a
él, que en consecuencia lo habrían derogado, junto con muchas otras. Lo que pasa
es que no es verdad que la LMV regule todos los valores mobiliarios y en todas las
circunstancias en que sean objeto de oferta, transacción o negociación, sino sólo en
cuanto sean o formen parte del mercado de valores, o al menos estén llamados a
formar parte de él. En otras palabras, la LMV en realidad se ocupa de los valores
mobiliarios, así como de otros títulos valores que constituyan “instrumentos de emisión
no masiva” (art. 126 LMV) con la finalidad y en la medida en que —para utilizar una
expresión que la LMV aplica incidentalmente a los llamados “instrumentos de corto
plazo”— “permitan la formación de oferta pública o privada de dichos valores” (art. 98
LMV) en el contexto específico del mercado de valores, a través de algún “mecanismo
centralizado de negociación”.

340
Notas de Títulos Valores § 222

Con dicho correctivo, se puede decir que, en realidad, lo que hace la LMV es acumular
los elementos que corresponden a la noción de valor mobiliario propiamente dicho (la
emisión en masa) y los que corresponden a la de valor negociable (su aptitud para ser
objeto del mercado de valores y de sus mecanismos centralizados de negociación).
De ahí procede también que en la Sección de la LTV dedicada específicamente a los
valores mobiliarios se diga, de alguno de ellos, que puede ser indistintamente “emitido
en forma individual o masiva” (cfr. arts. 273 y 274 LTV, sobre los pagarés bancarios y
los certificados de depósito negociables, respectivamente). Según vengo diciendo, y
de acuerdo también a lo dispuesto tanto en el art. 3 LMV como en el mismísimo art.
255.1 LTV, si es emitido en forma individual, ya no es valor mobiliario: resulta
contradictorio. Pero tales contradicciones son más aparentes que reales, propiciadas
precisamente porque se quiere tratar conjuntamente dos cosas que habría que
diferenciar:
1) el aspecto de valor mobiliario y
2) el de valor negociable.
Por no hablar del concepto, no necesariamente concretizado en forma alguna de título
valor, de instrumento de inversión, que probablemente sea el referente objetivo más
adecuado para la regulación del mercado de valores.
La masificación del papel en los contextos bursátil y bancario.
Pero para apreciar el problema de la masificación del papel al que venía aludiendo, y
al que se pretende responder mediante la “desincorporación”, “desmaterialización” o
“anotación en cuenta” de los títulos valores, conviene trasladarse con la imaginación
a fines del s. XIX, específicamente a las plazas bursátiles y financieras más dinámicas
y desarrolladas de la época, donde se inició. Con un antecedente puntual unos diez
años antes, en Viena, pienso principalmente en Alemania de la década de 1880.
Obviamente, las computadoras no existían aún, ni cabía imaginárselas siquiera.
Pues bien, ya entonces, en cada sesión de bolsa se transaba una cantidad de títulos
literalmente enorme: no cientos, ni siquiera miles, sino millones. Y si cada uno tiene
que constar en su propio papel, y hay que “presentarlo” para poder demostrar que uno
es su titular, y “entregarlo” al adquirente cada vez que es objeto de negociación, sería
necesario movilizar cada día de un lado al otro verdaderas flotas de camiones, llenos
hasta los topes de títulos. Colapsaría el tráfico, no ya sólo de las zonas donde estén
la bolsa de valores y las oficinas de sus agentes de intermediación, sino toda la ciudad,
o una buena parte de ella. Por supuesto, los resultados de las transacciones
fácilmente tardarían una eternidad en liquidarse y ejecutarse plenamente. Y eso
suponiendo —ilusoria suposición— que nunca se traspapelase ningún documento. Y
en los lugares donde se conservan entre tanto los títulos y donde se hacen las
transacciones físicas de ellos pronto faltaría sitio dónde ponerlos, aun arrumados en
columnas gigantes hasta el techo, por espaciosos que fueran. En fin, el caos que se
podía llegar a armar era realmente notable.
En este contexto se inicia la crisis: en los mercados de capitales, en las bolsas de
valores. Por tanto, según acabo de explicar en el apartado precedente, puede decirse
que se inicia en el contexto de los valores mobiliarios, o también de los valores
negociables, pues en ese momento no se diferenciaba una cosa de la otra.
Un fenómeno paralelo se empieza a notar en otro ámbito en el que también se tienen
que manejar masivamente los títulos valores: en el marco operativo de los

FACULTAD DE DERECHO 341


Versión de julio de 2023
§ 223 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

procedimientos bancarios. Los bancos, precisamente por su papel de intermediación


monetaria, muy frecuentemente tienen que tratar con títulos valores y manipularlos.
Tan es así, que incluso inventaron contratos nuevos, podría decirse que
específicamente diseñados para lidiar con los títulos crediticios, como el contrato de
descuento y más tarde el de factoring o factoraje. En ellos los bancos u otras entidades
de crédito reciben títulos crediticios (letras, pagarés, facturas) aún no vencidos que
sus propios clientes han obtenido en el curso de sus operaciones comerciales,
adelantan el valor que esos títulos representan menos cierto porcentaje
(representativo del interés hasta la fecha de vencimiento prevista, como una forma de
financiación o de crédito), y luego ellos mismos cobran esos títulos a título personal a
los correspondientes deudores, recuperando así lo adelantado, con una ganacia. Por
ese y otros caminos también los bancos empezaron a manejar ingentes cantidades
de títulos. Además, los cheques siempre o casi siempre se giran a cargo de un banco,
como instrumento de pago.
Cheques, títulos en descuento y en factoring, entre otros, son servicios que los bancos
prestan a sus clientes en el mercado financiero, y que implican un manejo masivo de
títulos valores por su parte. Entonces también surge la necesidad de hacer algo
porque, si no, los bancos podrían llegar a estar bloqueados de títulos; los movimientos
de los propios funcionarios por la oficina del banco se entorpecerían a causa de las
montañas de títulos que surgirían y crecerían por todos lados. Se empezaría a resentir
también la propia maquinaria bancaria, que tiene que poner mucha atención para
cobrar al momento del vencimiento, que no se pasen los plazos, calcular bien los
intereses, hacer los pagos oportunamente, etc. Si no, en cuanto se desengancha el
engranaje, fácilmente se incurre en pérdidas, se dejan de pagar deudas, se dejan de
cobrar créditos; es decir, se puede resentir seriamente el negocio bancario mismo.
En resumen, la crisis es producto del propio éxito de los títulos valores; suponen un
mecanismo tan adecuado, tan perfecto, para la representación y circulación de los
derechos patrimoniales, que todos quieren servirse de ellos para sus inversiones,
obtener financiamiento, realizar pagos, etc., etc., etc. Tan grande, tan rotundo éxito
generó una masificación enorme, que llegó un punto en que se hizo inmanejable,
especialmente en esos dos contextos: bolsas de valores y bancos.
Los comerciantes, los empresarios, los inversionistas y los intermediarios
profesionales del mercado de capitales no suelen tener un pelo de tontos; todo lo
contrario: por algo están donde están. Sobre todo, si está en juego su interés, se
empiezan a mover, a buscar una salida; y usualmente la encuentran. Había que dar
con una solución, o más de una. ¿Qué soluciones hallaron?
Intentos de solución y sistemas correctores en el mercado de valores.
Los primeros sistemas que se pusieron en práctica para resolver el problema de la
masificación de los títulos —hay varios modelos, más o menos equivalentes en sus
resultados, aunque difieran, a veces significativamente, en los detalles— se
denominan “sistemas correctores”, porque sin prescindir realmente del título mismo
en papel, permitieron el manejo de toda esa ingente cantidad de documentos sin
necesidad de manipularlos uno por uno.
Siguen existiendo títulos físicos emitidos específicamente. Es más, los primeros
sistemas correctores simplemente reúnen todos esos mismos títulos emitidos
individualmente y los mandan a un lugar, una entidad especializada, que tiene un
almacén o depósito, y lo llenan de títulos, dejando constancia de su origen, su titular,
etc. Y como en todo depósito ordenado, se hace un inventario y unos índices de lo

342
Notas de Títulos Valores § 223

que contiene, perfectamente contabilizado en unos libros: cuántos títulos hay, de


quién son, qué cantidad representan, cuál es su vencimiento (si lo tienen), etc. Son
libros contables, y se lleva de ellos una contabilidad perfectamente ordenada. Pero el
título está ahí, inmovilizado. Los intermediarios del mercado de valores y, luego,
también los bancos, mandan allí sus títulos y le dicen al cliente: el título está
“depositado”. El titular conserva la posesión, a través —por cierto— de la del
intermediario, pero una y otra son posesiones meramente mediatas; ya no hay
posesión física directa, sino que se ejerce a través del depositario final.
El manejo de esos títulos, ya sea en bolsa o en el banco, se hace con esos libros
contables. Hay una partida con cada tipo de título depositado, y allí se trabaja con
números y cantidades, como en toda contabilidad; como quien cuenta los soles y
euros o dólares que hay en caja. Se anota cuántos títulos hay de cada sociedad, su
valor nominal, etc. Se sustituye la manipulación física de los títulos por una
manipulación indirecta y contable. El título físico sigue existiendo, pero se inmoviliza,
se deposita en un lugar, y las operaciones se realizan en soporte contable. Al
comienzo, en un soporte contable tradicional, con libros físicos más o menos grandes
(como solían ser los de contabilidad), con sus columnas y sus espacios para anotar
las cantidades de títulos y del dinero que representan, y que se suman a mano, porque
no hay computadoras.
Esto pasa en Alemania en mil ochocientos ochentaitantos; y también en Francia, en
Inglaterra, en Estados Unidos. Mientras tanto, en España, recién se estaba dictando
el Código de Comercio que dos décadas después sería adaptado y adoptado como
Código de Comercio peruano. España era en aquella época un país mas bien
“atrasado”, como lo es hoy el Perú; si se quiere usar el eufemismo políticamente
correcto de hoy, era un “país emergente”. Ellos se dan entonces un Código de
Comercio que, para la época, estaba ya bastante desfasado. De hecho, ni se
planteaba el problema de la masificación; al contrario, décadas después provocaría la
sonrisa del Maestro GARRIGUES el hecho de que, ingenuamente4, dispusiera el ant.
art. 76 CdC:
“Las operaciones al contado hechas en Bolsa, se deberán consumar el mismo
día de su celebración, o, a lo más, en el tiempo que medie hasta la reunión
siguiente de Bolsa” (énfasis añadido).
Pero en los lugares donde estos problemas ya se presentaban con toda su crudeza
en seguida se empiezan a implementar sistemas correctores, que usan o intentan usar
la propia lógica del ejercicio del derecho a través de la posesión. Se toma nota de que
la posesión no tiene por qué ser inmediata o directa, sino que también puede ser
mediata. Se emite el papel, y acto seguido se inmoviliza en un almacén; la posesión
se conserva, pero como posesión mediata, como una especie de posesión re-
desmaterializada. Es la clave de la “desmaterialización”: el título está ahí físicamente;
es ineludible, si se quieren obtener las ventajas del régimen de los títulos valores. Pero
en realidad el ejercicio de todos los derechos, y más aún el tráfico que se hace de

4 Me refiero al pasaje en el que el Maestro escribe: “Yo todavía leo con nostalgia el artículo 76 del
Código de comercio que dice que las operaciones al contado en la Bolsa se ejecutarán el mismo día, o
a lo sumo, en la época que medie entre ese día y la próxima reunión de la Bolsa”, y que en realidad
tomo de GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 631, pues no he podido disponer de la obra en la que
apareció (El Decreto de 25 de abril de 1974 sobre liquidación de operaciones bursátiles, desde el punto
de vista del Derecho mercantil, Servicio de Estudios de la Bolsa de Comercio de Madrid, Madrid, 1974).

FACULTAD DE DERECHO 343


Versión de julio de 2023
§ 223 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

ellos, se vuelve a desmaterializar: se vuelve a convertir en puras relaciones jurídicas


personales. Porque lo que formalmente se está negociando a partir de este momento
son meras “posiciones de depositante” en contratos de depósito con el almacén donde
están físicamente los títulos5.
Como he dicho, esto se puede instrumentar de varias maneras, que funcionan en la
práctica más o menos igual:
1) con un número de depósitos individuales y regulares (es decir, con obligación del
depositario de restituir el idem que recibe), pero con facultad de subdepositar y, a
veces, de administrar los títulos depositados (“depósito administrado”, a fin de que
el ejercicio de los derechos pudiera también hacerse indirectamente, a través de
las entidades depositarias);
2) con depósitos individuales, pero irregulares (es decir, la obligación del depositario
se limita a la restitución del tantundem), en los que el depositante pierde la
propiedad de los títulos concretos a favor del depositario de los mismos;
3) con un depósito (otra vez) regular pero colectivo, donde el depositante conserva
un derecho dominical, pero que ya no recae sobre los títulos valores individuales
que poseía, sino sobre cuotas en un condominio o copropiedad sobre toda la
pluralidad de títulos de la misma especie y emisor que estén en poder del
depositario por cuenta de todos sus clientes.
Llegados a esta última versión se dio un último paso más, todavía, dejándose de emitir
los títulos individuales, o incluso los muchos títulos múltiples —uno por accionista u
obligacionista— necesarios para representar todas las acciones u obligaciones de la
emisión, y lo que se empieza a emitir es un solo título, un certificado único,
representativo de todas las acciones u obligaciones de todos los accionistas u
obligacionistas —incluso centenares de millones de acciones u obligaciones, de miles
de accionistas u obligacionistas diferentes— juntas en un mismo título, que
corresponden a cada accionista en la proporción indicada en el pacto social o en el
contrato de emisión. Y listo. Se deposita en los almacenes ese único título múltiple, y
cuántas acciones u obligaciones correspondían a cada accionista u obligacionista se
llevaba en las cuentas y en la matrícula de acciones de cada entidad emisora. Es
decir, dejan de existir los títulos individualizados, pues un único título representa toda
la emisión, y las posiciones individuales sólo existen en la contabilidad de los
depositarios y en los libros de matrícula de los títulos.
Es más, los intermediarios que fungen de primeros depositarios, a su vez, para
participar todos en la única y misma bolsa de valores, depositan todos los títulos que
tienen de sus distintos clientes en un depósito de segundo nivel, en una entidad única
y exclusivamente dedicada a custodiar títulos y a manejarlos contablemente. Así nace
la idea de las instituciones de compensación y liquidación de valores, sea como
entidades independientes o como oficinas o secciones propias de la bolsa de valores.
Pero normalmente hay una única por cada bolsa, a la que le manejan todos los títulos
a través de un sistema contable, y liquidan también por vía contable la totalidad de los
miles y millones de transacciones bursátiles mediante sistemas de compensación
multilateral centralizados.

5 O bien, como dice GARCÍA-PITA, Introducción..., cit., t. I, p. 635, el papel de los títulos físicos “en el
tráfico pasa a ser desempeñado por simples referencias a su situación de depósito”.

344
Notas de Títulos Valores § 224

Sistemas correctores en el ámbito bancario.


En gran parte pasa lo mismo en el circuito bancario. Los bancos hacen, si no lo mismo,
algo muy semejante. Les llegan los títulos, por ejemplo, en descuento, y en lugar de
llevárselos físicamente al deudor para cobrarlo, lo que hacen es ponerle un sello y
(otra vez) inmovilizarlo —operación que en la jerga bancaria recibió el nombre de
truncamiento del título, aunque estrictamente hablando lo que se trunca es su
circulación—, depositándolo (otra vez) en un almacén de ellos mismos o de alguien
que les presta este servicio. Lo que llevan al deudor es una constancia de todos los
títulos que tienen contra él, en un solo papel, certificada quizá por un notario, de que
tienen esos títulos que allí se señalan. Hay un momento en que incluso la Ley admite6
esta figura del truncamiento bancario, que es una inmovilización del título.
Así como el depósito de los valores mobiliarios inmoviliza el título, y luego sólo
funcionan las anotaciones, en el circuito bancario también se inmoviliza el título en el
momento en que entra al banco; la diferencia es que, hecho esto, el título —que en
este caso será normalmente un efecto de comercio— normalmente deja de circular
en absoluto, o por lo menos tiene una circulación mucho más restringida,
concretamente al propio circuito bancario. Ya sólo circulan las anotaciones contables
que los bancos mismos tienen entre sí y contra terceros.
En parte, entonces, ocurre lo mismo que con los valores mobiliarios del mercado
bursátil, y en parte el fenómeno es diferente:
1) En parte, lo que ocurre es básicamente parecido, porque el título entra en el banco
y allí se queda, se inmoviliza, y a partir de ese momento el banco ejerce los
derechos o los transfiere, los intercambia etc., sólo mediante anotaciones
contables.
2) Sin embargo, en parte es bastante diferente, porque en el circuito bancario el título
en realidad deja de circular como título valor. Esto, porque lo que hacen los bancos
en dicho contexto no lo puede hacer más que un banco, al tratarse de un
mecanismo colectivo, basado en la confianza recíproca que tienen entre sí las
diferentes entidades de crédito (reforzada, por cierto, por la estrecha supervisión
de la SBS). Por eso, los únicos que pueden funcionar allí son los profesionales de
la banca; quizá alguna otra institución muy vinculada al sistema financiero, como
una AFP o una empresa aseguradora. Pero un particular nunca va a poder poseer
el cheque truncado, o cualquier otro título valor, de esa manera. Para volver a
hacerlo circular en el tráfico ordinario, habrá que recuperar el papel original, o
reproducirlo en un nuevo papel. En cambio, en el sistema que establecieron los
mercados de valores, los particulares ordinariamente sí pueden ser titulares, a
través, justamente, de un manejo centralizado de los títulos por un depositario
centralizado.
El primer ejemplo de esto, probablemente, sean las cámaras de compensación de
cheques. Desde hace ya mucho tiempo, los bancos normalmente no llevan sus
cheques físicos a la cámara de compensación: llevan simples resúmenes de los
cheques que tienen, y de quién son. Hay, eso sí, una confianza grande en que ninguno
de ellos va a abusar del sistema. El día que eso ocurra, el sistema se viene abajo.

6Sin ir más lejos, vid. nuestros arts. 6.2, 26.1, 26.3, 82.2, 214.4, 215 y el n. 14 del Glosario recogido en
el art. 279 LTV.

FACULTAD DE DERECHO 345


Versión de julio de 2023
§ 225 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Así aparece esta desmaterialización: parcial, al comienzo; manejando todavía títulos


físicos, pero manejando también todas las posibilidades que da el ordenamiento de
acudir a formas de “posesión” sin tenencia física. A través de sistemas de doble o
múltiple escalón. El título físico está inmovilizado en un lugar, en un almacén central,
pero se entiende que también lo posee el primer depositario y, a través de éste, el
accionista concreto o titular de cada valor. Se instaura un escalón de posesiones triple
o múltiple, pero al final siempre se llega al título físico. Por eso son sistemas
correctores: porque se conserva toda la doctrina, formalmente, de los títulos valores
físicos —de hecho, se conservan los títulos físicos, depositados en un lugar— pero se
utiliza una posesión mediata doble o múltiple.
Los sistemas sustitutivos del papel.
Como he adelantado, hay un momento —por ejemplo, cuando se tiene un depósito
colectivo con un único título múltiple representativo de toda la emisión— en el que se
llega a plantear que lo que se estaba haciendo resultaba una mera formalidad sin
fundamento; que carecía de verdadero sentido seguir emitiendo el documento físico
para, acto seguido, dejarlo inmovilizado en un depósito de valores y prescindir de él
para todo el resto de la vida del título y para todas las operaciones que se hacían
sobre él. ¿Por qué no prescindir totalmente, entonces, de ese papel, y crear, incluso,
los valores en cuestión directamente en el nuevo soporte con base en el cual se hacían
todas las operaciones económicas subsiguientes?
Ese momento llega, usualmente, ya con un cierto apoyo normativo, que permite
prescindir incluso de la emisión física del título sin perder las ventajas del régimen
propio de los títulos valores; entonces se pasa de los sistemas correctores a los
sistemas sustitutivos: ya no hay, ni falta que hace, el soporte papel depositado, ni
individualizado, ni múltiple, ni único. Se suprime, simplemente. Empieza a usarse la
representación contable tanto:
1) en la emisión,
2) como en la circulación, y
3) en el ejercicio.
Cuando se llega a percibir con claridad que no cumplía propiamente ninguna función
sustantiva el hecho meramente formal de emitir, por ejemplo, un único título físico
representativo de toda una emisión que podia comprender literamente millones de
acciones o de obligaciones, cuando todas ellas van a funcionar a través de las
anotaciones contables en sus propios libros, se hizo evidente que lo lógico era
prescindir de ese papel. Y desaparecido el papel, se desvanecen también los
problemas asociados a su masificación. Ya solamente funcionan las anotaciones en
la contabilidad.
En este momento se plantean con fuerza las primeras reacciones teóricas. Se ha de
dar cuenta del hecho, plenamente consumado ya, de esta “desmaterialización” o
“desincorporación” de los títulos valores, que han pasado a ser anotados en cuenta
ab initio, desde el comienzo. Si se crean en cuenta, circulan y finalmente se ejercen
también en cuenta; si ya no hay papel, del cual se ha prescindido completamente, los
autores empiezan a preguntarse si se se puede seguir hablando de “títulos valores” o
estamos ya ante otra cosa completamente distinta, de otra naturaleza.
Pero antes de pasar a examinar esa cuestión vale la pena mencionar que a esta
evolución se añade —a veces, en la práctica, estando aún en vigencia sistemas

346
Notas de Títulos Valores § 226

correctivos, otras cuando ya se había pasado a los sustitutivos— la irrupción de la


informática. Me refiero, lógicamente, a la computación masificada en los ámbitos
empresarial y de consumo, cosa que ocurre recién en las últimas décadas del s. XX
(más o menos desde 1970). Lo que había antes, desde el primer tercio del siglo XX,
no sólo no estaba al alcance de las personas individuales, sino tampoco de la mayoría
de las empresas, salvo que se dedicaran a algo muy vinculado a la investigación
tecnológica (como algunas universidades de avanzada, reparticiones militares o
algunas otras entidades gubernamentales, etc.), además de que sus aplicaciones,
como su propio poder de cómputo, eran muy limitadas. Con la difusión de la
informática aplicada en gran escala se hace mucho más fácil todavía manejar las
cuentas que representan las acciones y los demás derechos circulatorios, a través de
sistemas electrónicos.

II. NATURALEZA JURÍDICA DE LAS ANOTACIONES EN CUENTA


Primeros cuestionamientos: las tesis dualistas.
Llega un momento en que se empiezan a plantear de manera insistente una serie de
dudas acerca de la verdadera naturaleza de estos “valores” ya completamente
“desmaterializados”, y si, en concreto, no han cambiado completamente su naturaleza
jurídica respecto de lo que antes se tenía. Solíamos tener:
1) un derecho, que
2) se vinculaba de una determinada manera (es decir, se incorporaba)
3) a un cierto tipo de “soporte”, a un papel físico, que se puede poseer y llevar de un
sitio a otro.
Eso era el título valor. Si ya no existe eso, ¿no ha cambiado completamente la
naturaleza de lo ahora tenemos? ¿No es ya otra cosa, completamente distinta?
De hecho, en Alemania y otros lugares se platearon reformulaciones in toto del
Derecho de los títulos valores ante esta evolución. Reconstrucciones que parten de la
premisa (que dan por supuesta) de que el nuevo fenómeno es irreductible a la noción
previamente aceptada de título valor. Asumen que lo que ahora tenemos es otra cosa,
con un cierto parecido —quizá puramente funcional— a los tradicionales títulos
valores, pero que en realidad es algo completamente distinto. Es la teoría de los
derechos valor.
Estos “valores” (Werte), se dice, ya no son “títulos” (Papiere)…
Aquí hay que hacer una digresión lingüística. En alemán, el razonamiento resulta
mucho más directo, casi demasiado, porque “título valor” se dice Wertpapier, o sea,
literalmente, “papel-valor”. Pero si ya no hay Papier, “papel”, entonces no queda más
remedio que hablar de los Wertrechte, “derechos-valor”, cuyo género próximo no
pueden ser Wertpapiere, sino en todo caso Effekte, o sea “valores”. Y estos “valores”
se manifiestan de dos maneras:
1) como “títulos valor” (con “papel”), y
2) como “derechos valor” (sin él).
Es importante tener en cuenta este condicionamiento terminológico: sería ridículo
hablar de un “papel-valor”… ¡que no tiene “papel”! Eso mismo condiciona de alguna
manera que quienes piensan en esa lengua tiendan a dar por supuesto que se trata
de una cosa completamente distinta de lo que teníamos hasta ahora.

FACULTAD DE DERECHO 347


Versión de julio de 2023
§ 227 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Se esboza así una teoría “dualista” del “Derecho de los valores”, donde los “derechos
valor” son una cosa diferente de los “títulos valores”, aunque tengan funciones más o
menos parecidas. Se afirma que el Derecho de los “valores comerciales”, los Effekte,
tiene dos áreas completamente distintas que, aunque buscan más o menos los
mismos fines y cumplen las mismas funciones, se sirven para ello de dos instrumentos
tan distintos, que no se pueden reducir a unidad:
1) un instrumento es el “papel”, y
2) el otro es la “anotación en cuenta”.
Se replantea así toda la naturaleza jurídica de los derechos desmaterializados. Y la
primera tesis, la primera reacción de la doctrina, justamente ante la evidencia de los
cambios drásticos que supone pasar de la representación en papel a otra en anotación
contable, es la de decir que ésta ya no tiene nada que ver con los “títulos valores” de
siempre; que ya no cabe seguir hablando de ellos en este contexto.
Además, se toma nota de que estas “anotaciones en cuenta” consisten básicamente
en ciertos “registros” o unidades de información llevados en lo que finalmente no es
otra cosa que un conjunto de libros de contabilidad, que incluso a partir de un
determinado momento se llevan electrónicamente. Y entonces, buscando la
explicación del mecanismo, se postula que, más que los caracteres desarrollados por
la teoría de los títulos valores, lo que se sigue aquí son principios de legitimación,
protección de la apariencia, etc., en la vertiente que desarrolla más bien el Derecho
inmobiliario registral, que siempre se ha basado o ha tomado como punto de partida
la noción de “registro”, y las técnicas de su llevanza. En otras palabras, se vuelve la
mirada hacia lo que hacen los Registros Públicos; sobre todo, el registro de la
propiedad.
En resumen, según estas tesis dualistas, las “anotaciones en cuenta” son otra
manifestación de los derechos circulatorios, que es completamente distinta a la de los
títulos valores, y que se sirve de unos instrumentos que, si acaso, habría que
aproximar a lo que enseña el Derecho inmobiliario registral. Registros contables que,
aparentemente, siguen más o menos algunos principios registrales: de legitimación,
de legalidad, de calificación por el registrador, de publicidad registral, etc.
Aparentemente. En seguida examinaremos el asunto con una mirada crítica, sin
olvidar el condicionamiento lingüístico mencionado que está detrás de algunas de
estas teorías, planteadas en países germanohablantes. Allí, un “papel-valor” sin
“papel” resulta contradictorio. Pero conviene recordar también que en castellano
“título” no tiene esa connotación tan absolutamente material propia del “papel”, con lo
cual la “desmaterialización” no tiene por qué afectar a la noción de “título”. Y en
realidad, tampoco en Alemania, más allá del término mismo, porque lo importante,
como vimos en su momento7, más que el “papel”, es el “documento”.
Crítica de la tesis “registral”; la tesis unitaria.
Voy a empezar por examinar esos aspectos “registrales” que acabo de mencionar,
aparentemente presentes en el régimen de las anotaciones en cuenta. No se puede
dejar de reconocer que el manejo de las anotaciones en cuenta, sobre todo en el plano
formal, más externo, sí que tiene un gran parecido con lo que se hace en los Registros
Públicos. Por algo son “registros”. Pero “registros” —conjuntos ordenados de unidades

7 Cfr. §§ 40, 41 y 42, en pp. 59 y ss., supra.

348
Notas de Títulos Valores § 227

de información, reunidos y conservados para utilizarlos con determinados fines— no


sólo los hay públicos (por antonomasia, y con mayúsculas, los “Registros Públicos”),
sino también privados, como la contabilidad. Y si uno se pregunta si los “registros” en
que consisten las anotaciones en cuenta son públicos o privados, la respuesta
evidente es la segunda.
En efecto, la doctrina ha llegado a la conclusión de que, si acaso, esas anotaciones
tienen más parentesco, o un parentesco más estrecho, con el Derecho contable, el de
la contabilidad privada de las empresas, que con el de los Registros Públicos. Y
aunque pudiera parecer que las instituciones de compensación y liquidación de
valores a quienes se confían estos “registros” tienen rasgos cuasi-públicos, lo cierto
es que todos los asuntos de los que se ocupan son privados. Las ICLV son entidades
auxiliares de carácter privado. De hecho, a diferencia de los Registros Públicos, no
dan fe pública de nada, sino que simplemente llevan un “registro” en interés privado
de unos sujetos privados:
1) del emisor, que quiere que se representen así sus emisiones; y
2) de los titulares, que tienen interés en que conste allí su derecho.
Por ejemplo, nadie puede ir a Cavali (única ICLV actualmente en operación en nuestro
medio) y preguntarle: “¿qué registros hay de la empresa Tal?”, y esperar que le
responda. Si Cavali fuera un Registro Público, ciertamente cualquier persona podría
hacer esto, y Cavali estaría obligada a responderle íntegra y exactamente. Pero tal
como son las cosas, ante esa pregunta, si acaso, respondería: “Usted no es emisor ni
titular de ninguno de esos valores; no tengo nada que decirle”. Incluso, si el que
formula la pregunta fuera el titular de un valor, tendría que informarle sólo de esa
anotación y nada más.
No se trata, entonces, de un Registro Público. No tiene publicidad formal alguna, con
lo cual, ya sólo por eso, aunque pudiera decirse —cosa que veremos que no ocurre,
en realidad— que algunos rasgos de su régimen aproximaran este fenómeno al de la
publicidad material (ciertos efectos sustantivos de las inscripciones, por ejemplo), se
podría afirmar con total seguridad que se trata de un fenómeno jurídico
completamente diferente e irreductible a la publicidad registral. De hecho, lo que no
tiene es publicidad, pura y simplemente, en ninguna de sus formas. Los registros de
una ICLV no tienen ninguna publicidad: no se hacen públicos en ningún sentido. Existe
un registro, eso sí, pero es un registro contable.
Como suele suceder cuando la tormenta se calma y la discusión se tranquiliza un
poco, muchos autores han terminado por darse cuenta de que, en realidad, la ruptura
con el Derecho de los títulos valores tradicionales que postulaban las teorías dualistas
era más aparente que real. Cierto, las “anotaciones en cuenta” son algo distinto de los
“valores en papel”; por su “materia”, al menos, es bastante evidente. Pero bien mirada
la cosa, este nuevo fenómeno sólo supone trasladar a otro instrumento, diferente del
papel, los mismos principios y consecuencias y los mismos efectos que ya tenía
previstos y desarrollados el Derecho de los títulos valores tradicionales. Esta es la
tesis que se está imponiendo últimamente: la tesis unitaria.
Lo que antecede deja claro, supongo, que esta doctrina, que considera las
anotaciones en cuenta como exactamente lo mismo que los títulos valores de siempre,
pero usando otro soporte, es la que más me convence. Lo que ha ocurrido es una
evolución que sustituye el soporte de papel, físico, material, por otro tipo de soporte,
pero que es igualmente documental. Por eso, si se compararan las versiones que

FACULTAD DE DERECHO 349


Versión de julio de 2023
§ 228 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

inicialmente comuniqué a mis alumnos de lo que han terminado siendo los primeros
capítulos de este trabajo, se advertiría un cambio drástico de lo que originalmente era
un tratamiento de la “materialidad”, de un supuesto principio de materialidad de los
títulos valores, por un principio más bien de documentalidad. Lo que pasa es que esa
documentalidad se puede expresar:
1) de manera material, en una hoja de papel, o
2) mediante anotaciones en cuenta.
Lo importante es que sea un documento. Y tan documento es uno electrónico o
contable como un papel físico; y si se someten a los mismos principios y caracteres
funcionales y operativos, habrá que concluir que comparten la misma naturaleza
jurídica.
Naturaleza jurídica: ¿“incorporación” sin “cuerpo”?
Una misma naturaleza jurídica, justamente como consecuencia de compartir los
mismos principios, acabo de decir… Pero, si se prescinde del “cuerpo” del título
materializado, ¿dónde queda ese principio, tan básico del Derecho de los títulos
valores, que es precisamente el principio de incorporación? Y si no se pudiera hablar
de una misma incorporación, ¿cabría acaso sostener una identidad de naturaleza
jurídica?
Recordemos cómo se enuncia el principio de incorporación, y qué es lo que significa
y qué no significa:
• ¿Significa que el derecho tiene cuerpo? No significa que el derecho tenga cuerpo.
• ¿Significa que el cuerpo es el derecho, con una identificación plena? No significa
eso.
Ya lo hemos estudiado, lo he explicado en detalle en su momento, para llegar a unas
conclusiones sobre lo que significa exactamente “incorporación”. Es una palabra que
“calca” al castellano la Verkörperung que usaron los alemanes. La palabra ha quedado
porque es muy útil como “etiqueta”, como referencia sintética a un concepto, pero
quien se lo tome de manera excesivamente literal o, como se dice vulgarmente,
demasiado “a pecho”, corre el riesgo muy real de terminar desorientado. Entonces se
habla de Verkörperung para hablar de la incorporación de los títulos valores y se habla
de Entkörperung para hablar de la des-incorporación de los títulos valores.
Ahora, ¿qué es la Verkörperung o incorporación? ¿Es una descripción precisa,
científica, exacta de lo que ocurre cuando se emite un título valor? ¿O es una
metáfora? En realidad, es una metáfora. Tan es metáfora, que esa palabra,
“incorporación”, en alemán, Verkörperung es exactamente la misma que usa la
Teología cristiana para hablar de la “Encarnación” del Verbo. Hay en esta selección
del término una especie de referencia implícita —que a alguno podría parecer
excesivamente audaz, hasta lindante con lo blasfemo— al artículo de la fe por la que
los cristianos creemos que Dios “se hace” hombre, toma carne, se encarna; Dios, que
es espiritual, se encarna, toma cuerpo. Ahora bien, bajando de esas alturas teológicas
a la vida más prosaica de los títulos valores, esto es, como mucho, una metáfora; no
es realmente lo que ocurre, porque el derecho de que se trata sigue siendo inmaterial
en sí mismo y, además, el corpus del título no puede decirse propiamente que sea el
derecho. Como vimos también, de hecho, si uno quema el título hasta consumirlo y
hacerlo humo y cenizas, no por eso se ha esfumado o consumido —desaparecido—
el derecho que representaba.

350
Notas de Títulos Valores § 229

“Incorporación” es entonces un concepto metafórico. Da a entender de manera


plástica y muy útil, siempre que no se la tome al pie de la letra, una cosa que pasa en
la realidad, al menos en la “realidad jurídica”: que hay una peculiar y muy íntima
vinculación entre el derecho inmaterial y un soporte documental, usualmente material
(en un comienzo, sólo material). Pero no es que el soporte material sea el derecho, ni
sea algo esencial del derecho, ni sea absolutamente inseparable del derecho. Son
cosas que ya he explicado y que sería recomendable releer si no estuvieran
enteramente claras.
Entonces, ¿qué es lo que realmente, técnicamente, significa el “principio de
incorporación”? Significa la peculiar vinculación entre el derecho y el documento, de
forma tal, que la “posesión” del documento es imprescindible para poder ejercerlo.
Entonces, si estamos hablando de documento, y no de papel necesariamente, si
podemos hallar una forma de “poseer” un documento no material, que no sea un papel
que uno lleva consigo, estará resuelto el problema de manera enteramente
satisfactoria. Incluso sería conveniente, ya que vamos a tratar de adaptar el concepto
a una realidad incorporal, que sustituyéramos la idea de “posesión” por lo que de ésta
interesa para el caso de que se trata: un “control exclusivo” del documento. La
“posesión” de un “papel” permite cumplir los fines de la “incoporación” propia de los
títulos valores que vimos en su momento precisamente porque implica un “control
exclusivo” del mismo, e impide así que el deudor del título pueda cumplir de buena fe
y liberarse, una vez que el título-papel ha sido (“físicamente” incluso) transferido a un
nuevo adquirente.
En un contexto como el que acabo de esbozar, no hay ninguna contradicción en hablar
de “incorporación” de títulos valores a pesar de tener títulos que no tienen un “cuerpo”
material propio. Y ese soporte documental, inmaterial, que tienen, es posible
“poseerlo” (es decir “controlarlo”) individualmente y excluyendo a otras personas, que
es justamente lo que se hace con esta técnica de las anotaciones en cuenta.
Nunca hay que dejarse encandilar por las metáforas que utiliza el Derecho para
explicar sus conceptos. No se las puede tomar tan a pecho que terminen convirtiendo
toda la discusión jurídica en un problema de “magia”: hocus-pocus!, y entonces ya el
derecho “se convirtió” en un papel. No es así. En el fondo esto es lo que pasa con esta
discusión. No hay ningún problema en hablar de “incorporación” a pesar de la
“desincorporación”. Puede sonar un poco raro y más de uno que no esté en autos
puede preguntarse “pero, ¿qué están diciendo estos locos?”. Pero en realidad es un
problema puramente terminológico, porque, de entrada, la idea de “incorporación” no
es más que una metáfora. GARCÍA-PITA la llama incluso ficción, cosa que a mí me
parece excesiva. No es una ficción, sino una metáfora, o sea, una comparación
implícita; y como toda comparación, es útil hasta cierto punto, siempre que uno no se
la tome absolutamente a la letra, porque entonces sí que no se entiende nada.

III. LOS VALORES MOBILIARIOS Y NEGOCIABLES ANOTADOS EN CUENTA


Antecedentes.
En el Perú, las anotaciones en cuenta aparecen reguladas por primera vez en la LMV
ant., aprobada por D. Leg. 755 del año 1991. No llegaron a alcanzar gran difusión,
entre otros motivos porque dicha forma de representación de los valores, aunque
irreversible, era enteramente voluntaria (cfr. art. 175 LMV ant.).
En ese momento, además, aún estaba vigente la LTV ant., que independientemente
de que estuviera concebida como una ley general de títulos valores, en la práctica,
FACULTAD DE DERECHO 351
Versión de julio de 2023
§ 230 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

por sus propias disposiciones (art. 208 LTV ant.), sólo se aplicaba a la letra de cambio,
al cheque y al pagaré. Las únicas excepciones eran su propia Sección V (sobre
deterioro, destrucción, extravío y sustracción de títulos, cuya aplicabilidad a los valores
mobiliarios innecesariamente reiteraba el art. 61 LMV ant.), así como las
expresamente establecidas por leyes especiales que regulasen otros títulos valores.
Entonces, a pesar de ser por contenido y diseño una ley general de títulos valores, en
el último momento se convertía a sí misma en una ley simplemente de la letra de
cambio, el cheque y el pagaré.
Tampoco la LMV ant. sometió los títulos que regulaba a la LTV ant. Esto recién lo hizo
la actualmente vigente, D. Leg. 861 (del año 1996), que también entró en vigor cuando
aún regía la LTV ant. Por esa razón, en el momento de aparecer explícitamente en
nuestro ordenamiento estos valores anotados en cuenta no se les aplicaba la LTV
ant., sino que funcionaban aparte, sólo sobre la base de lo dispuesto por la LMV ant.
y los reglamentos que fue aprobando la entonces aún denominada CONASEV.
Estado actual del ordenamiento.
Actualmente la situación es mucho más clara, porque la LTV vigente sí que es de
aplicación general a todo lo que se pueda llamar título valor, según la noción que
delimitan los arts. 1 y 2 LTV, sin ninguna limitación ulterior8. Salvo, quizás, por esa
especie de limitación adicional introducida por la exigencia de tipicidad necesaria de
todos los títulos valores (art. 3 LTV), que sólo se pueden crear por ley, o por
reglamento autorizado por ley9. De hecho, el art. 277.1 LTV es explícito a este
respecto:
“La presente Ley es de aplicación a los valores que se regulan en ésta,
cualquiera que fuere el soporte en el que consten, ya sea en títulos o mediante
representación por anotación en cuenta; así como a los que por norma legal
posterior puedan crearse, salvo disposición legal expresa distinta o se haga
reserva, limitación o exclusión” (énfasis añadido).
La Ley que actualmente regula las anotaciones en cuenta, la que realmente, de una
manera más orgánica desarrolla su doctrina, es la LMV, D. Leg. 861, del año 1996. La
LTV tiene, ciertamente, bastantes normas que hablan de ellas, pero fragmentaria y
ocasionalmente, remitiendo casi siempre a la LMV. De modo que un régimen más o
menos orgánico de las anotaciones en cuenta, única forma positivamente admitida de
manera explícita de títulos valores “desincorporados” o “desmaterializados”, está
contenido:
1) además de en las (dispersas) disposiciones referidas a ellas en la LTV,
principalmente en los arts. 209 a 222 LMV;
2) sin embargo, a través de las ICLV, que ocupan el capítulo siguiente, esa regulación
se extiende hasta el art. 237 LMV.
3) Además, hay varios reglamentos importantes que desarrollan y precisan esas
disposiciones legales: especialmente el Reglamento de las ICLV, aprobado por
Res. CONASEV 31-1999 (en adelante, RICLV), que desarrolla con más detalle las
cuestiones operativas, y el Reglamento Interno de CAVALI (RICAVALI, aprobado

8 Vid. § 21, en pp. 30 y ss., supra.


9 Vid. el comentario crítico que hago de esta disposición en el § 48, en pp. 54 y ss., supra.

352
Notas de Títulos Valores § 231

por Res. CONASEV 57-2002), que precisa todavía más cómo va a hacer con sus
cuentas, dentro del marco que le da el RICLV.
Como dispone el art. 2.2 LTV:
“La creación, emisión, transmisión y registro de los valores con representación
por anotación en cuenta, así como su transformación a valores en título y
viceversa, se rigen por la ley de la materia; y por la presente Ley, en todo
aquello que no resulte incompatible con su naturaleza”.
Ello supone una remisión general, básicamente, a la LMV (que es “la ley de la
materia”), y también a los Reglamentos que acabo de mencionar, al menos, para los
siguientes temas:
1) la creación,
2) emisión,
3) transmisión,
4) registro, y
5) transformación de las anotaciones en cuenta a “valores en título” y viceversa.
Veámoslos más detenidamente.
Sistema de registro adoptado.
Importancia de CAVALI ICLV como “tercero de confianza”
Contable,
Centralizado (vs. descentralizado), pero…
Voluntario (vs. obligatorio), y a elección del emisor (vs. tenedor), pero…
Reversible (vs. irreversible) y
Universal (vs. parcial o fragmentario), pero…
Las Instituciones de Compensación y Liquidación de Valores.
Hoy por hoy, y para todo el futuro previsible, sólo CAVALI.
Cfr. arts. 223 a 237 LMV.
Los registros y su llevanza.
Art. 212 LMV:
“Artículo 212.- Registro Contable.- El registro contable de los valores
representados por anotaciones en cuenta correspondientes a una emisión se
atribuye a una sola institución de compensación y liquidación de valores.
Cuando se trate de valores negociados en una Bolsa o en mecanismos
centralizados que operen fuera de una Bolsa, la institución de compensación y
liquidación de valores puede llevar el registro contable en forma total y exclusiva
o puede hacerlo conjuntamente con sus participantes. En este último caso la
institución sólo lleva el registro central, encargándose los participantes de llevar
el registro de las cuentas individualizadas correspondientes al mencionado
registro central.

FACULTAD DE DERECHO 353


Versión de julio de 2023
§ 233 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

CONASEV podrá autorizar previa evaluación de las condiciones de mercado y


la acreditación de los requisitos que establezca, un sistema de registro distinto
de los señalados precedentemente”. (*)
(*) Sustituido por el Artículo 57 de la Ley Nº 27649, Ley que modifica el Decreto
Legislativo Nº 861, Ley del Mercado de Valores.
Art. 215 LMV:
“Artículo 215.- Validez Legal del Registro Contable.- Quien aparezca con
derecho inscrito en los asientos del registro contable de la institución de
compensación y liquidación de valores es reputado titular legítimo y puede
exigir al emisor el cumplimiento de las prestaciones que derivan del valor.
El emisor que, de buena fe y sin culpa, realice la prestación en favor de quien
figure con derecho en el registro contable, queda liberado de su obligación, aún
en el caso de que el receptor no sea el titular del valor.
La transmisión de los derechos que corresponden al titular, así como el ejercicio
por éste de tales derechos, requieren la previa inscripción a su favor en el
registro contable.
La información contenida en el Registro Contable prevalece respecto de
cualquier otra contenida en la matrícula u otro registro.
Lo dispuesto en el presente Artículo es aplicable al registro contable que llevan
los participantes directos de la institución de compensación y liquidación de
valores, cuando la referida institución lleve sólo el registro central y sus
participantes se encarguen del registro de las cuentas individualizadas
correspondientes al registro central de la institución”.
Art. 219 LMV:
“Artículo 219.- Registro de Transacciones.- Al cierre de cada sesión bursátil,
las bolsas o, en su caso, las entidades responsables de la conducción de
mecanismos centralizados, suministran a las instituciones de compensación y
liquidación de valores la información correspondiente a las transacciones
realizadas, con el fin de que actualice sus registros. Igual obligación
corresponde a los agentes de intermediación en el caso de operaciones
realizadas fuera de los mecanismos centralizados”.
Art. 220 LMV:
“Artículo 220.- Forma de Registro.- Los participantes directos deberán
registrar los valores en las instituciones de compensación y liquidación de
valores, con la indicación de si obran por cuenta propia o ajena, en la forma que
establezcan los reglamentos internos de esta última. En el caso que dichos
reglamentos establezcan que llevará el registro contable mediante cuentas
individualizadas por titulares, efectuará en sus registros la desagregación de la
cuenta de terceros de sus participantes directos.
Los participantes tendrán acceso permanente a los estados actualizados de
sus respectivas cuentas”. (*)
(*) Sustituido por el Artículo 60 de la Ley Nº 27649, Ley que modifica el Decreto
Legislativo Nº 861, Ley del Mercado de Valores.
Art. 222 LMV:

354
Notas de Títulos Valores § 234

“Artículo 222.- Información y Contratos con los Titulares.- Los participantes


verificarán la identidad y demás datos de los titulares incorporados en sus
registros, debiendo mantener actualizada dicha información; asimismo,
suscribirán con éstos un contrato donde consten los derechos del titular
conforme a lo que establezcan los reglamentos internos de la institución de
compensación y liquidación de valores”.
Art. 225 LMV:
“Artículo 225.- Cuenta de los emisores.- Las instituciones de compensación
y liquidación de valores podrán proporcionar a los emisores una cuenta especial
en la que se registren los valores de los titulares que así lo decidan. En tal caso,
los emisores responderán por la existencia de tales valores”.
Incs. a, b, c y f del art. 227 LMV:
“Artículo 227.- Funciones.- Son funciones de las instituciones de
compensación y liquidación de valores, sin perjuicio de que realicen las
operaciones conexas y directamente relacionadas con su objeto principal que
les autorice CONASEV:
a) Llevar el registro a que se refieren los Artículos 212 y 219;
b) Registrar valores no inscritos en bolsa;
c) Efectuar la transferencia, compensación y liquidación de valores que se
deriven de la negociación de éstos en las bolsas o, en su caso, en mecanismos
centralizados que operen fuera de éstas, así como la correspondiente
compensación y liquidación de efectivo;
(…)
f) Velar porque la información de sus registros sea consistente con la que
mantengan los participantes, las bolsas u otras entidades encargadas de
mecanismos centralizados y los emisores;
(…)”.
Las inscripciones siguen los principios de rogación y prioridad (~ RRPP)
Conversiones de títulos a cuentas y viceversa.
Art. 2.2 LTV:
“2.2 La creación, emisión, transmisión y registro de los valores con
representación por anotación en cuenta, así como su transformación a valores
en título y viceversa, se rigen por la ley de la materia; y por la presente Ley, en
todo aquello que no resulte incompatible con su naturaleza”.
Art. 2.4 LTV:
“2.4 La forma de representación de valores, sea en título o por anotación en
cuenta, es una decisión voluntaria del emisor y constituye una condición de la
emisión, susceptible de modificación conforme a ley”.
Art. 255.3 LTV:
“255.3 Pueden emitirse en títulos o mediante anotación en cuenta. Para la
conversión de una a otra forma de representación, se observará la ley de la
materia”.

FACULTAD DE DERECHO 355


Versión de julio de 2023
§ 235 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

párrs. 2°, 3° y 4° del art. 209 LMV:


“Para la transformación de una serie o emisión, de títulos a anotaciones en
cuenta o viceversa, se requiere el acuerdo del emisor adoptado con los
requisitos establecidos en los estatutos, contrato de emisión u otro instrumento
legal equivalente, o en su defecto, de conformidad con el Artículo 134 de la Ley
de Sociedades y, adicionalmente, el Artículo 94 de la presente ley, tratándose
de valores representativos de deuda.
Sin perjuicio de lo establecido en los párrafos anteriores, la transformación de
títulos a anotaciones en cuenta también puede efectuarse a solicitud de sus
titulares cuando su representación mediante anotación en cuenta sea requisito
para su negociación en un mecanismo centralizado. En este caso, la
transformación sólo se realizará respecto de los valores correspondientes a los
titulares solicitantes y podrá ser revertida a su solicitud y costo, con sujeción a
la forma de representación de los valores elegida por el emisor, los estatutos,
los contratos de emisión y demás instrumentos jurídicos aplicables.
[CONASEV, mediante disposiciones de carácter general establece otros
supuestos en los que los titulares podrán solicitar la transformación de valores
representados por anotaciones en cuenta a títulos o viceversa]. (*) Párrafo
modificado por el Artículo 1 del Decreto Legislativo N° 1061, publicado el
28 junio 2008, disposición que entrará en vigencia el 01 de enero del 2009,
cuyo texto es el siguiente:
Es requisito para la transformación de títulos a anotaciones en cuenta, la
información que deberá remitirse a la institución de compensación y liquidación
de valores sobre el costo computable de tales títulos, de conformidad con lo
dispuesto por la Ley del Impuesto a la Renta”.
Para la aplicación del párr. 1° de esta norma a una emisión de valores mobiliarios de
contenido obligacional se ha de atender también, entonces, a lo dispuesto en el art.
94 LMV, que dispone:
“Artículo 94.- Modificaciones del Contrato de Emisión.- Corresponde a la
Asamblea de Obligacionistas pronunciarse sobre la anticipación o la prórroga
del plazo establecido para la redención de las obligaciones o su conversión en
acciones cuando no hubiera sido prevista en el contrato de emisión y, en
general, sobre toda modificación de las condiciones de emisión”.
Así pues, al contrato de emisión que lleva como “condición de la emisión” que los
títulos a los que se refiere queden representados de un modo u otro ya no puede
modificarse con el concurso únicamente del emisor, sino que debe pasar por la
aprobación (se entiende que mayoritaria) de la Asamblea de Obligacionistas.
Constitución genérica de las cuentas de valores.
Art. 211 LMV:
“Artículo 211.- Inscripción y Escritura Pública.- La representación de los
valores por anotaciones en cuenta tiene lugar por su inscripción en el
correspondiente registro contable de la institución de compensación y
liquidación de valores.
Previamente, el emisor debe presentar, ante la correspondiente institución de
compensación y liquidación de valores de que trata el Capítulo III del presente

356
Notas de Títulos Valores § 236

Título, así como ante CONASEV y a la bolsa o entidad responsable de la


conducción de otros mecanismos centralizados, cuando sea el caso, el
testimonio de la escritura pública en el que consten las condiciones y
características de los valores a ser representados por anotaciones en cuenta.
En los casos en que, por la naturaleza del valor no sea exigida la escritura
pública de emisión, se presentará el instrumento legal que CONASEV señale”.
Constitución específica de las anotaciones en cuenta.
Art. 213 LMV:
“Artículo 213.- Suscripción y Transmisión.- Los suscriptores y titulares de
valores representados por anotaciones en cuenta tienen derecho a que las
primeras inscripciones sean practicadas a su favor, libres de gastos.
La transmisión de los valores representados por anotaciones en cuenta opera
por transferencia contable. La inscripción a favor del adquirente produce los
mismos efectos que la tradición de los títulos y es oponible a terceros desde el
momento en que se efectúa”.
Las reglas y principios cartulares y las anotaciones en cuenta.
Literalidad: art. 4.3 LTV; arts. 13, 48.2 in fine, 56.5, 61.1, 95.1, 255.8 LTV; arts. 213,
215 (genérico), 217 y 217-A LMV
[En cuanto a la “formalidad”, las exigencias al respecto de la LTV para cada tipo de
título evidentemente se aplican por igual a las anotaciones en cuenta; no en cambio
(por razones obvias) la exigencia de un soporte de papel, ni la de una firma manuscrita
(aunque en este caso deben emplearse razonablemente los mecanismos sustitutorios
a que hace referencia el art. 6.2 LTV); vid. referencia “oblicua” a esto en la forma de
referirse el art. 8.2 LTV a “las personas que hayan intervenido en (…) valores con
representación por anotación en cuenta”.
El principal fenómeno práctico asociado a la “completividad”, que es la emisión y
circulación de títulos más o menos “en blanco”, parece que no se da, o al menos no
está expresamente recogido y regulado como tal en el ordenamiento peruano respecto
de las anotaciones en cuenta; en principio, si pudiera darse, les serían aplicables por
igual las normas generales del art. 10 LTV. La otra posibilidad es que se instrumente
mediante constancia en la ICLV, que tendría que ser “interna” a CAVALI para no
formar parte de la propia “literalidad” de la anotación en cuenta, de los “instrucciones
de llenado”].
Autonomía de “firmas” (obligaciones): 8.2 LTV [¿cómo “intervienen” los que se obligan
“en cuenta”?: cfr. art. 32.2 LTV y arts. 179, 209, 211, 214, &c. LMV]
Adquisición de buena fe y limitación de excepciones: art. 214 LMV.
Legitimación en cuanto al título (ejecutividad): arts. 18.3, 95.1, 255.7 LTV; arts. 81 y
216 LMV; art. 693.2 CPC.
Legitimación subjetiva: art. 16.2 LTV (activa); art. 215 LMV (activa y pasiva). Cfr.
funciones de pago de ICLV y limita su resp (~legitimación pasiva?): arts. 66.4 y 33
LTV, repectivamente. OJO: problemas (soluciones?) para “operativizar” en las
anotaciones en cuenta TODAS las “leyes de circulación” (y no sólo la “nominativa”).

FACULTAD DE DERECHO 357


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§ 238 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

IV. LA “DESINCORPORACIÓN” DE LOS EFECTOS DE COMERCIO Y SUS PROBLEMAS


El truncamiento bancario de los efectos de comercio.
Art. 26.3 LTV:
“26.3 Puede prescindirse de la entrega física al endosatario del título valor
endosado a éste, previo pacto de truncamiento al respecto entre el endosante
y endosatario, sustituyéndolo por otra formalidad mecánica o electrónica, de lo
que debe mantenerse constancia fehaciente. Para este efecto, deberán
observarse las disposiciones del Artículo 215”.
Art. 82.2 LTV [formalidad sustitutoria del protesto]:
“82.2 Igual mención y con los mismos efectos podrá hacerse, directamente o a
través de la empresa del Sistema Financiero Nacional que lo presente a cobro
con la que la empresa designada para su pago mantenga acuerdos de
truncamiento, cuando se presenten a cobro los títulos señalados en el párrafo
anterior a través de una cámara de compensación o sistema similar o
alternativo a que se refiere el Artículo 215”.
Art. 214.4 LTV:
“214.4 Para los pagos a través de cámaras de compensación, los bancos
podrán establecer acuerdos, señalando las responsabilidades que les
corresponda, sea como girados o como presentadores de Cheques en
cobranza, así como el truncamiento a que se refiere el Artículo 215”.
Todo lo cual apunta claramente a la centralidad, para este tema, del art. 215 LTV:
“Artículo 215.- Pacto de Truncamiento
215.1 En las cámaras de compensación de Cheques y otros títulos valores
sujetos a pago mediante cargo en cuentas corrientes u otras cuentas que se
mantengan en empresas del Sistema Financiero Nacional, podrán utilizarse
medios y procedimientos mecánicos o electrónicos para el truncamiento del
Cheque y demás títulos valores en el proceso de sus cobranzas.
215.2 Para el efecto, de acuerdo al segundo párrafo del Artículo 6 y tercer
párrafo del Artículo 26, los bancos podrán acordar procedimientos especiales o
sustitutorios del endoso en procuración; así como acordar delegaciones o
mandatos para dejar la constancia de rechazo de su pago, las que surtirán los
mismos efectos del protesto, conforme a lo previsto en los Artículos 82 y 213.
215.3 El Banco Central de Reserva del Perú queda facultado para aprobar o
expedir las disposiciones que fuesen necesarias para los fines de la
compensación electrónica de Cheques y títulos valores”.
CONCORDANCIAS: CIRCULAR Nº 022-2000-EF-90 (Reglamento General de los
Servicios de Canje y Compensación)
CIRCULAR Nº 023-2000-EF-90 (Reglamento de las Cámaras de Canje y
Compensación de Cheques)
CIRCULAR Nº 037-2000-EF-90 (pautas para transferencia de la administración
del servicio de canje y compensación de cheques que será asumido por la
Cámara de Compensación Electrónica S.A.)

358
Notas de Títulos Valores § 239

CIRCULAR Nº 016-2001-EF-90 (Regulaciones para la incorporación de las plazas


de provincias al canje y compensación electrónica de cheques administrado por
la Cámara de Compensación Electrónica S.A.)
n. 14 del art. 279 LTV:
“14. Truncamiento: Proceso que permite detener en poder de una empresa
del Sistema Financiero Nacional un título valor, prosiguiendo su trámite de
cobranza o pago de derechos que el título represente, así como las constancias
de rechazo o incumplimiento total o parcial, por medios mecánicos, electrónicos
u otros, prescindiendo de su entrega física, previo los acuerdos que al efecto
adopten las empresas involucradas”.
Crítica: el truncamiento, más que un cambio en la forma de documentar un título valor,
supone su inmovilización y suspensión como tal título valor, para ser temporal o
definitivamente sustituido por mecanismos intrabancarios (contables, sí), pero no
propiamente cartulares. O al menos así me lo parece a mí, por lo mismo que tales
mecanismos son exclusivamente intrabancarios y, únicamente (¿o sólo por lo
general?), de efectos puramente procuratorios (en cobranza/pago, y para dejar
constancia de su infructuosidad): la circulación cartular propiamente dicha, abierta o
en el mercado, cesa para todo efecto.
Problemas para la desmaterialización de los títulos cambiarios.

Problemas para la desmaterialización de los títulos de tradición.

¿Es viable la idea de un título valor (totalmente) electrónico?


Necesidad del auxilio de un tercero certificador, que lleve el “registro” electrónico (la
“cuenta”), como lo hacen las ICLV en el ámbito de los valores negociables y
mobiliarios.
Alternativamente, registros informáticos abiertos y colaborativos en línea (¿tecnología
block-chain?)

FACULTAD DE DERECHO 359


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UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

II. Parte
Títulos cambiarios*

* ADVERTENCIA: a partir de esta Segunda Parte, además de estar menos completo, este material
recoge de manera mucho más directa que en la Parte General los materiales preparados para la
asignatura de “Títulos valores” por los Profesores anteriores: principalmente la Dra. Lorena RAMÍREZ
OTERO, pero también el Prof. José ZEGARRA ZAVALETA. Previo aviso expreso, recojo también materiales
de otras procedencias. Aunque he procurado eliminar los contrastes de opiniones y soluciones
concretas más evidentes, es muy probable que subsistan en el estado actual de los materiales ciertas
contradicciones importantes con las líneas fundamentales de la comprensión de la asignatura que he
expuesto en la Primera Parte. También por esas razones RUEGO EXPRESA Y VIGOROSAMENTE A
LOS ALUMNOS abstenerse todo uso de este material que no corresponda a su finalidad didáctica; SE
PROHÍBE, en particular, REPRODUCIRLO O COMPARTIRLO CON CUALQUIER OTRA PERSONA,
BAJO CUALQUIER MODALIDAD.

Versión de julio de 2023


UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 1
LA LETRA DE CAMBIO
SUMARIO: I. GENERALIDADES.— 242. Noción. 243. Origen histórico y evolución de la
letra de cambio. 244. Personas que aparecen en la letra de cambio. 245. La figura
del aceptante. 246. Pagos totalmente liberatorios de la letra de cambio.
II. NATURALEZA JURÍDICA DE LA LETRA DE CAMBIO.— 247. Planteamiento. 248. Teoría
del mandato. 249. La letra de cambio como delegación de deuda. III. EMISIÓN DE LA
LETRA DE CAMBIO.— 250. En general. 251. La mera creación de la letra de cambio.
252. Contenido de la letra (i): denominación, lugar y fecha de giro. 253. Contenido
de la letra (ii): la orden de pago. 254. Contenido de la letra (iii): indicar a girado,
tomador y girador. 255. Contenido de la letra (iv): vencimiento y lugar de pago.
256. La emisión propiamente dicha de la letra de cambio. 257. Formas de girar la
letra de cambio. 258. La letra “regular” (a la orden de un tercero y a cargo de otro).
259. Letras de cambio a la propia orden y al propio cargo. IV. L A ACEPTACIÓN.—
260. Noción y generalidades. 261. Otorgamiento y forma de la aceptación.
262. Presentación a la aceptación (i): planteamiento. 263. Presentación a la
aceptación (ii): presentación voluntaria. 264. Presentación a la aceptación (iii):
presentación necesaria. 265. Letras no aceptables o de presentación superflua.
266. Funciones de la presentación a la aceptación. 267. Aceptación parcial o no
aceptación y regreso anticipado. 268. Pluralidad de girados y aceptación.
269. Segunda presentación. 270. Revocación de la aceptación. 271. Domiciliación
de la letra en la aceptación. 272. La reaceptación. 273. Naturaleza y efectos de la
aceptación. V. LA CIRCULACIÓN DE LA LETRA DE CAMBIO.— 274. Modalidades de
circulación de la letra de cambio. 275. Circulación cambiaria por vía distinta del
endoso y “letra de resaca”. 276. Circulación cambiaria en regreso mediante pago
por intervención. 277. Circulación cambiaria en regreso mediante pago
recuperatorio. 278. Endoso de la letra y posiciones del endosante y endosatario.
VI. CUMPLIMIENTO DE LA OBLIGACIÓN CAMBIARIA.— 279. El vencimiento de la letra (i):
letras de cambio “a fecha fija”. 280. El vencimiento de la letra (ii): “a cierto plazo
desde la emisión”. 281. El vencimiento de la letra (iii): “a cierto plazo vista”. 282. El
vencimiento de la letra (iv): letras “a la vista”. 283. La renovación cambiaria. 284. El
pago de la letra de cambio. VII. LA INTERVENCIÓN.— 285. Concepto de intervención
cambiaria. 286. Clases de intervención cambiaria. 287. La notificación de la
intervención. 288. Aceptación por intervención. 289. Pago por intervención. VIII. EL
REGRESO CAMBIARIO.— 290. Noción y clases. 291. Presupuestos y requisitos del
regreso. 292. La notificación. 293. Deudores en vía de regreso. 294. Contenido del
crédito de regreso. 295. Regreso de reembolso o ulterior regreso.

I. GENERALIDADES
Noción.
La disciplina de los títulos valores evolucionó y se sistematizó alrededor de la letra de
cambio1; por ello, aparte de su generalizado uso, es importante y necesario estudiar
este título valor, perteneciente a la clase de los títulos de crédito. En el caso de nuestra
LTV, la letra de cambio es el título con la regulación más completa, y sólo entre sus
disposiciones encontramos las que con carácter general se aplican al cómputo de los
plazos de vencimiento y a las formas de vencimiento existentes. Además, a sus reglas
se remite también la regulación de otros títulos valores en lo que no resulte

1 Así, PEÑA CASTRILLON, Gilberto; La letra de cambio, Felaban, Bogotá, 1977, p. 5.

— 363 —
§ 242 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

incompatible con la naturaleza de estos. Así, los arts. 162, 171, 216 y 245.1 LTV,
respectivamente, disponen:
“Son de aplicación al Pagaré, en cuanto no resulten incompatibles con su
naturaleza, las disposiciones referidas a la Letra de Cambio”.
“Son de aplicación a la Factura Conformada, en cuanto no resulten
incompatibles con su naturaleza, las disposiciones referidas a la Letra de
Cambio.”
“Son de aplicación al Cheque, en cuanto no resulten incompatibles con su
naturaleza, las disposiciones referidas a la Letra de Cambio”.
“Son de aplicación al Título de Crédito Hipotecario Negociable, en cuanto no
resulten incompatibles con su naturaleza, las disposiciones referidas a la Letra
de Cambio” (en todos los casos, los énfasis son añadidos).
Asimismo, el art. 11 LFN dice:
“En todo lo no previsto por la presente Ley y en tanto no resulten incompatibles
con la naturaleza de la Factura Negociable, son aplicables las disposiciones
establecidas en el Código Civil y la Ley núm. 27287, Ley de Títulos Valores,
particularmente las disposiciones referidas a la letra de cambio, salvo aquellas
establecidas en la sección tercera del libro segundo” (énfasis añadido).
Un concepto descriptivo de la letra de cambio la definiría como un título valor,
concretamente un título de crédito, por el cual la persona que lo emite, llamada el
girador, dirige a otra, llamada el girado, la orden de pagar incondicionalmente a una
tercera persona, llamada el tomador o beneficiario, o a su orden, una suma
determinada o determinable de dinero, en el lugar y plazo que en el título se indica.
En este contexto:
1) La principal carga que tiene el tomador para poder ejercitar su derecho es
presentar el día del vencimiento, la letra de cambio al girado solicitándole su pago.
2) Lo que hace el emitente o girador al escriturar en la letra una orden al girado para
que le pague al tomador, es obligarse frente al tomador a pagar por medio de otro
(el girado), o a pagar él mismo, en caso de que el girado no lo haga el día del
vencimiento2.
3) El girado, por su parte, es el sujeto designado para realizar el acto material de pago
el día del vencimiento en el lugar de pago, pero mientras no intervenga en ella,
firmándola, no es obligado cambiario en absoluto: realizará el pago, en principio (y
entre muchas otras posibles razones), si tiene fondos del girador en su poder o si
se ha comprometido (extracambiariamente) a hacerle a éste un anticipo de fondos
(a modo de préstamo).
La estructura de la letra, entonces, a diferencia de la del pagaré y de otros títulos
valores, es triangular; está previsto que aparezcan en ella tres sujetos: un girador, un
tomador y un girado. Esta estructura se explica, como a continuación veremos,
precisamente en el origen histórico de la letra de cambio.

2Vid. LÓPEZ DE GOICOECHEA, Francisco; La letra de cambio. Su mecánica y funcionamiento, Porrúa,


México, 1981, p. 15.

364
Notas de Títulos Valores § 243

Origen histórico y evolución de la letra de cambio.


Un correcto entendimiento de la letra de cambio debe partir del conocimiento de sus
orígenes.
La doctrina no es pacífica en torno al origen de la letra de cambio, pero en general lo
sitúa en los primeros siglos después del año 1000, cuando aparecen las primeras
instituciones y reglas del Derecho Mercantil, florecen los comercios e industrias
artesanales, y surge (precisamente en los burgos) una civilización burguesa y
ciudadana, que sustituye a la vieja civilización feudal y agrícola3. Nace la letra de
cambio, y luego pasa por una serie de etapas, producto de toda una evolución del
negocio o contrato de cambio o remesa mercantil, hasta llegar a la forma con que se
la conoce y utiliza modernamente.
GOLDSCHMIDT da la siguiente definición del negocio o contrato de cambio, en el
contexto económico de la Alta Edad Media:
“la remesa contractual, es decir la remisión de una suma de dinero a un lugar
diferente del lugar de la entrega”.
Con esto se realiza comúnmente la permuta de una especie dineraria por otra, siendo
su aplicación más frecuente la del cambio de moneda entre particulares o
comerciantes que operan en ciudades o comunas diversas, en cada una de las cuales
circulan especies monetarias distintas4.
Se dice5 que la noción de “cambio” ha tenido que dividirse en cuatro tipos distintos:
1) Trueque de cosa por cosa (permuta);
2) Trueque de dinero por cosa (compra);
3) Trueque de cosa por dinero (venta);
4) Trueque de dinero por dinero: éste es el cambio propiamente dicho.
Cuando se origina la letra de cambio, las transacciones entre los comerciantes habían
tomado un fuerte carácter extraterritorial, pues no se vendían las mercaderías
necesariamente en la misma plaza de origen del comerciante, ni el comercio se limitó
a un lugar determinado. Las personas que intervienen en las operaciones mercantiles
en un mismo lugar son de distintas localidades y países. Esto originó la necesidad de
transportar grandes cantidades de dinero6, producto de la venta de mercaderías, hacia
el lugar de origen del comerciante, dinero que, además, no siempre estaba
representado por la misma moneda usada en el lugar de destino.
El cambium minutum —llamado vulgarmente cambio manual o real, es decir el trueque
de monedas—, en principio, permitía al comerciante recuperar su liquidez o poder
económico en su lugar de destino (o retorno); pero esto no salvaba los peligros que él
enfrentaba en el trayecto, al transportar consigo grandes cantidades de dinero. De ahí

3 Vid. por todos, PAVONE LA ROSA, Antonio; La letra de cambio, trad. por Osvaldo Maffía, Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 1988, pp. 15 y ss.
4 Cfr. PAVONE LA ROSA, La letra de cambio, cit., p. 16, citando a Goldschmidt (incluyendo su definición

del contrato de cambio, reproducida en el texto).


5 LÓPEZ DE GOICOECHEA, La letra de cambio, cit., p. 17, citando La Letra de Cambio, de ALEMÁN.

6 Vid. LÓPEZ DE GOICOECHEA, La letra de cambio, cit., p. 17.

FACULTAD DE DERECHO 365


Versión de julio de 2023
§ 244 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

que naciera la institución del crédito y también un documento que sirvió para
representarlo (letra de cambio). Así pues, parece que la letra de cambio surge (aunque
el tema no es pacífico) como cambio trayecticio (transporte de dinero de un lugar a
otro), pero sin el transporte material del dinero7.
En este sentido, encontrándose dos comerciantes en tierra extranjera, uno que
primero llegaba con mercadería y otro segundo que estaba de salida (hacia su lugar
de origen), acordaban que éste último entregaría al primero el dinero producto de la
venta de su mercadería (obteniendo el primero liquidez en la moneda de curso en el
lugar), a cambio de que éste le gire una letra de cambio que contenía la orden dada a
un corresponsal, factor o empleado suyo ubicado en el lugar de destino, de pagar
dicha cantidad de dinero al segundo comerciante.
Esta explicación nos sirve para comprender la estructura triangular de la letra de
cambio, pero hoy ésta tiene un nuevo carácter, dado por la naturaleza de las
operaciones comerciales que se hacen por medio de ella y por los fines a que se
destina, pues desarrolla funciones análogas a los demás títulos de crédito.
Personas que aparecen en la letra de cambio.
Como he dicho ya, en la letra de cambio aparecen normalmente, ya desde el momento
de su emisión tres sujetos:
1) el librador o girador,
2) el librado o girado, y
3) el tomador o beneficiario.
El librador o girador es quien emite el título, dando la orden de pago al girado, cuyo
cumplimiento garantiza. Por eso se dice también que en la letra de cambio se contiene
una orden de pagar o hacer pagar una cantidad de dinero. El girador es el obligado
cambiario primero o inicial en una letra de cambio, pero no es el obligado cambiario
principal; eventualmente sí que puede llegar a asumir esa condición, tras un protesto
por falta de aceptación del girado, como dice el art. 147.2 LTV:
“El protesto por falta de aceptación total dispensa de la presentación para el
pago y del protesto por falta de pago, asumiendo el girador la calidad de
obligado principal, contra quien y demás obligados procede ejercitar la acción
cambiaria derivada de la Letra de Cambio por el solo mérito del protesto por
falta de aceptación” (énfasis añadido).
Pese a que normalmente es más bien obligado cambiario de regreso, el girador es
siempre el obligado inicial. Como sólo el que suscribe una declaración cartular
(firmándola) se obliga —cfr. arts. 6.3 y 8 LTV—, el librador estaría desde un inicio
obligado cambiariamente a hacer pagar la letra de cambio por el hecho mismo de
haberla firmado y emitido. Por eso, si el girado de una letra no aceptada no paga de
hecho al vencimiento, el pago del girador es liberatorio total, extingue el crédito
incorporado en el título, libera a todos los obligados, y extingue las acciones
cambiarias: no hay obligados anteriores a él contra quienes repetir. Y lo mismo ocurre
si, al presentar la letra de cambio al girado para su aceptación, ésta es negada y el
tenedor obtiene el protesto por falta de aceptación; en tal caso, precluyen los plazos

7 Para mayor detalle, vid. LÓPEZ DE GOICOECHEA, La letra de cambio, cit., pp. 17-18.

366
Notas de Títulos Valores § 244

de vencimiento y se le puede cobrar al girador, teniendo el pago de éste los mismos


efectos liberatorios. La diferencia entre un caso y otro es:
1) que en el primero (cobro en vía de regreso, ante la falta de pago del girado: cfr. art.
90.2 LTV), la pretensión del tomador contra el girador prescribe al año, como que
es de regreso (cfr. inc. b del art. 96.1 LTV)8;
2) en cambio, dado el art. 147.2 LTV, en el segundo caso (cobro en vía de regreso
anticipado, por falta de aceptación) el girador se convierte en obligado principal
(luego, antes no lo era), contra el que procede la “acción” o pretensión directa (cfr.
art. 90.1 LTV), que prescribe a los tres años (inc. a del art. 96.1 LTV)9.
Además de este segundo caso, el girador sólo es obligado principal, contra quien
procede la “acción” directa que prescribe a los tres años, cuando gira la letra a su
propio cargo (inc. c del art. 122 LTV), pues en ese caso la letra nace aceptada, y no
es necesario que el girador vuelva a firmar como aceptante para ser considerdo como
obligado principal (en cuanto aceptante) de la letra de cambio10.
El librado o girado es la persona a la que va dirigida la orden de pago contenida en la
letra. En tanto que mero “girado”, es sólo el sujeto designado para que materialmente
realice el pago de la suma de dinero expresada en la letra a su tenedor legítimo,
cuando se la presente el día del vencimiento en el lugar del pago. Mas no está
cambiariamente obligado a pagarla, ni es un obligado (ni principal, ni de regreso)
contra el que procedan las acciones cambiarias para el cobro de la letra. Puede que,
por otras razones, extracambiarias, esté obligado a pagarla, o incluso a aceptarla y
pagarla, pero no lo está cambiariamente. Puede ser, por ejemplo, que el girador le
haya hecho provisión de fondos para que pague la letra, que sea deudor del girador
con la obligación de pagar la libranza, o que se hubiera comprometido
anticipadamente por contrato a anticipar fondos al girador mediante el pago de la letra.
Pero estas obligaciones son extracambiarias y no son exigibles en la vía cambiaria
por el sólo mérito de la presentación de la letra de cambio. Por tanto, no hay acciones
cambiarias contra él, fundamentalmente por el hecho de que nunca firmó la letra,
aceptando la orden del girador. Las obligaciones aludidas como ejemplos deberán ser
exigidas por el girador (nunca por el tomador ni mucho menos un endosatario, que
serían terceros respecto de ellas) según el Derecho común, y adjuntando material
probatorio distinto de y adicional a la letra, que pruebe la obligación extracambiaria del
girado.
El girado sí se obligará, sin embargo, cambiariamente (o sea, sobre la base de la
propia letra) si, antes del vencimiento, suscribe una declaración en la letra, aceptando
pagarla a su vencimiento a quien resulte su tenedor legítimo. A partir de esa
declaración cambiaria de aceptación, el girado se convierte en aceptante, y como tal
pasa a ser el obligado cambiario principal al pago de la letra de cambio, tal como
explico en el siguiente apartado.
El tomador o beneficiario de la letra es la persona a cuya orden se ha de pagar la
suma de dinero indicada en la letra. Es a la orden de quien se gira la letra de cambio.
El tomador es el primer tenedor legítimo y titular del derecho incorporado en la letra,
propietario (en principio, o prima facie) de la misma y, como tal, el único que puede

8 Vid. los §§ 188, en p. 261, y 197, en pp. 272 y ss., supra.


9 Vid. los §§ 187, en p. 260, y 197, en pp. 272 y ss., supra.
10 Vid. el § 259, en pp. 352 y s., infra.

FACULTAD DE DERECHO 367


Versión de julio de 2023
§ 245 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

estampar el primer endoso del título valor. Si endosa la letra, se convierte en


endosante y obligado cambiario solidario de regreso, pues de conformidad con el art.
126 LTV, “responde de la aceptación y el pago” de la letra por parte del girado (o sea,
los garantiza), “[s]alvo cláusula o disposición legal expresa en contrario”.
La figura del aceptante.
Una vez girada, puede aparecer también la figura del aceptante, quien acepta la letra
voluntariamente porque el tenedor legitimado:
1) voluntariamente decide presentarla antes de su vencimiento al girado para su
aceptación; o
2) uno o más obligados de regreso (girador o endosantes) le hayan impuesto al
tenedor la carga de hacer tal presentación, y éste así lo hace.
La aceptación se hace suscribiendo el girado, o también otra persona en su lugar (que
se dice que acepta por intervención), una declaración cambiaria en la letra a través de
la cual se compromete u obliga cambiariamente a pagarla el día de su vencimiento al
tomador, o a quien resulte su último tenedor legítimo. El aceptante (mas no el
aceptante por intervención) es a partir de ese momento el obligado principal en una
letra de cambio. En consecuencia, el pago total que él haga:
1) extingue todos los derechos incorporados en la letra de cambio,
2) libera a todos los demás obligados cambiarios, y
3) no deja subsistente ningún tipo de acción cambiaria.
En conclusión, en la literalidad de la letra de cambio se declara que los que la hubieren
librado (emitido o girado), aceptado, endosado, avalado o afianzado, responden
solidariamente frente al tenedor legítimo de la letra de cambio. Todos éstos, firmantes
de alguna declaración en la letra de cambio, son obligados cambiarios y responden
solidariamente de su pago. Así pues, el tenedor legítimo de la letra, ante el no pago
por el girado o por el aceptante el día de su vencimiento, y previo protesto por falta de
pago del girado o del aceptante, podrá proceder contra todas estas personas
individual o conjuntamente, sin que le sea necesario observar ningún orden
determinado (art. 11 LTV)11.
Pagos totalmente liberatorios de la letra de cambio.
En este contexto sólo son pagos liberatorios totales, que extinguen el derecho
incorporado en la letra de cambio:
1) El pago por el girado del total del importe de la letra. Se trata del cumplimiento
voluntario de la orden de pago que le dio el girador en la letra. La letra de cambio
ha cumplido su destino: el girador dio una orden de pago al girado y éste la cumplió,
pagándole al tomador o último tenedor. Por lo que el pago del girado es liberatorio
total del todos los obligados cambiarios solidarios de la letra de cambio, ya no
existen acciones cambiarias. Si acaso el girado pagó porque había acordado con
el girador un anticipo de fondos, puede repetir lo pagado contra el girador, según
los términos del anticipo, pero en la vía extracambiaria, y según las normas del
Derecho común.

11 Cfr. §§ 155 a 157, en pp. 161 y ss., supra.

368
Notas de Títulos Valores § 246

2) El pago por el aceptante del total de la letra de cambio. Igualmente, cuando el


aceptante honra su obligación cambiaria contenida en la letra de pagarla el día de
su vencimiento al tomador o último tenedor, ya sea que lo haga judicial o
extrajudicialmente, se extingue el derecho incorporado en el título valor, ya no
existen acciones cambiarias para su cobro, y quedan liberados todos los obligados
cambiarios solidarios.
3) El pago por el girador del importe total de una letra que no cuenta con aceptante
(sólo existe el girado). Esto normalmente ocurrirá cuando la letra haya sido
protestada por falta de pago del girado. Como el girador es el primer o inicial
obligado cambiario en la letra de cambio, si el girado no paga el día del vencimiento
y se levanta un protesto por falta de pago del girado, el tenedor legítimo puede
dirigirse contra cualquiera de los obligados cambiarios anteriores (girador,
endosantes, avales y fiadores), y si se dirige contra el girador, éste debe pagar, y
si así lo hace de buena gana o por ejecución forzada, ya no tiene contra quién
repetir el pago, por ser el primer obligado en la cadena de circulación de la letra.
Esto es así, independientemente de que el girado no pagó a pesar de estar
obligado extracambiariamente a realizar ese pago, porque por ejemplo el girador
le había hecho la respectiva provisión de fondos para que pague, o porque habían
celebrado un acuerdo de anticipo de fondos del girado al girador. En este supuesto,
el girador podrá cobrarle al girado por la vía extracambiaria lo que se vio obligado
a pagar en virtud de la letra, según las reglas del derecho común y no bastando la
sola presentación de la letra cancelada (la misma que ya no es título con valor,
porque el derecho incorporado se encuentra extinguido).
4) El pago por el girador del importe total de una letra, antes del vencimiento señalado
en el título, cuando a raíz de un protesto por falta de aceptación, o por haber sido
declarado insolvente el girado, el tenedor precluye el plazo de vencimiento y
ejercita contra él (lo mismo que pudo haberla ejercitado contra cualquiera de los
obligados cambiarios solidarios), lo que doctrinalmente se conoce como la acción
de regreso anticipado. Así señala el art. 148 LTV:
“148.1 Antes del vencimiento de la Letra de Cambio, el tenedor puede ejercitar
las acciones cambiarias que correspondan si ha habido negativa, total o parcial
de la aceptación, por la parte no aceptada; o, el girado aceptante o no hubiese
sido declarado insolvente (…)12.
148.2 En caso de ejercitarse la acción cambiaria después de la aceptación
parcial, el que paga la cantidad por la cual la Letra de Cambio no fue aceptada
puede exigir que se deje constancia de dicho pago en el mismo título y además
que se le expida el respectivo recibo”.
En este caso, de pagar totalmente el girador, en virtud de haber sido ejercitada
contra su persona la acción de regreso anticipado, se extingue el derecho
incorporado en el título valor, quedando liberados todos los obligados cambiarios
solidarios, y ya no existen acciones cambiarias. Más adelante analizaremos con
mayor detenimiento la acción de regreso anticipado y sus fundamentos. En este
supuesto resulta aplicable lo ya dicho anteriormente: por ser el girador el primer o
inicial obligado ya no existe ningún obligado antes que él que le haya garantizado

12Esto requiere necesariamente un protesto por falta de aceptación, de conformidad con el ya


mencionado art. 147.2 LTV.

FACULTAD DE DERECHO 369


Versión de julio de 2023
§ 247 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

el pago, contra el cual pueda repetir por la vía cambiaria. E igualmente, si el girado
estaba obligado extracambiariamente frente al girador a realizar el pago de la
letra, el girador podrá cobrarle por la vía extracambiaria o dentro de un
procedimiento concursal (cuando es girado insolvente) lo que se vio obligado a
pagar, según las reglas del derecho común y no bastando la sola presentación de
la letra cancelada (la misma que ya no es título con valor, porque el derecho
incorporado se encuentra extinguido).
5) El pago por el girador del importe total de una letra a su propio cargo, antes de o
tras el vencimiento señalado en la misma. Una de las formas de giro de la letra es
cuando ésta es girada a cargo del propio girador (una de las más usadas
actualmente). En este caso una misma persona ocupa las calidades de girador y
girado. El girador se ordena a sí mismo pagar al tomador, lo que es lo mismo a
decir que el girador promete pagar al tomador. Se trata de una letra idéntica (en la
práctica) a un pagaré, por lo que la doctrina la llama a veces pagaré cambiario.
Esta letra nace aceptada, ya no es preciso que el girador-girado vuelva a firmarla
como aceptante, por lo que el sólo hecho de que la gire a su propio cargo hace
que sea obligado cambiario principal. Su pago extingue el derecho de crédito
contenido en la letra, libera a todos los obligados cambiarios solidarios, y ya no
existen acciones cambiarias. La letra ha cumplido su destino: el girador prometió
pagar al tomador y cumplió judicial o extrajudicialmente.
El pago realizado por el resto de obligados cambiarios (endosantes, avalistas y
fiadores; y también el de los intervinientes en aceptación o en pago), no es un pago
liberatorio total. Este pago sólo libera al que pagó y a los obligados cambiarios
solidarios posteriores a él, a quienes éste garantizaba el pago. El título devuelto al
obligado que pagó, con la respectiva anotación de cancelación, le permite ejercitar las
acciones cambiarias para exigir el reembolso a los anteriores obligados cambiarios
que le garantizaron el pago y la aceptación de la letra.

II. NATURALEZA JURÍDICA DE LA LETRA DE CAMBIO


Planteamiento.
He descrito la letra de cambio como un título valor de crédito, por el cual el girador da
al girado la orden de pagar incondicionalmente al tomador una suma de dinero en el
momento y lugar que el título indica. Así descrita, la letra pareciera contener sólo la
promesa por parte del girador del hecho de un tercero, formulada al tomador, pero en
realidad el girador promete también un hecho propio de igual contenido. En efecto, si
el girado no la paga, el girador se compromete a pagar él mismo la misma suma de
dinero consignada en la letra. Por tanto, no puede decirse que la letra de cambio
consiste en la simple promesa de la obligación o del hecho de un tercero, que regula
el art. 1470 CC:
“Se puede prometer la obligación o el hecho de un tercero, con cargo de que el
promitente quede obligado a indemnizar al otro contratante si el tercero no
asume la obligación o no cumple el hecho prometido, respectivamente”.
En esa promesa, el promitente se obliga a indemnizar al estipulante si el tercero no
asume la obligación o no cumple el hecho prometido; o sea, a cubrir los daños: el lucro
cesante y el daño emergente comprobados. Por el contrario, en la letra de cambio, el
girador se obliga a cumplir una obligación de idéntico contenido dinerario, al pago de
la suma de dinero que mediante la letra ordenó pagar al girado. Por eso como señala

370
Notas de Títulos Valores § 248

LÓPEZ DE GOICOECHEA, lo que hace el girador al escriturar en la letra una orden al


girado para que pague al tomador es:
1) obligarse ante el tomador a pagar por medio de otro (el girado), o bien
2) a hacerlo él mismo, si el girado no paga al vencimiento13.
En ese sentido14, cabría, en principio, investigar la naturaleza jurídica de la letra de
cambio por dos caminos distintos, correspondientes al doble contenido ideológico de
la declaración de su libramiento:
1) atendiendo a su aspecto de promesa de pago que hace el girador al tenedor y sus
sucesivos causahabientes; o
2) atendiendo a su aspecto de orden de pago, que dirige el girador al girado.
La referencia al elemento de orden o intimación de pago sirve para distinguir la letra
de cambio del pagaré, pero en cambio la acerca o asemeja al cheque15. Por
consiguiente, parece más acertado adoptar una perspectiva integradora, que recoja
las dos dimensiones o aspectos estructurales de la letra de cambio.
En todo caso, es necesario partir del hecho externo incontestable de que la letra de
cambio es, en principio, un escrito; de hecho, un escrito que está concebido
fundamentalmente con la estructura de una carta misiva16. Pero la explicación de la
naturaleza del acto jurídico incorporado en ese escrito se ha intentado hacer por, al
menos, dos caminos diferentes:
1) como un contrato de mandato; y
2) como una delegación de deuda.
Teoría del mandato.
Algunos autores afirman que la letra de cambio debe ser interpretada como un
verdadero contrato de mandato, que quedaría perfeccionado recién por la aceptación
del girado17. Y, ciertamente, algunos rasgos del libramiento cambiario se parecen a
los de un contrato de mandato: una orden o encargo dirigida por el emisor-girador a
un destinatario-girado para que pague determinada cantidad de dinero a un tercero-
tenedor18; es decir, para que lleve a cabo un acto jurídico con trascendencia jurídica
externa, que es como se define el mandato.

13 Vid. LÓPEZ DE GOICOECHEA, La letra de cambio, cit., p. 15.


14 A partir de este momento y por el resto de esta sección tomo la mayor parte del contenido de las
Lecciones inéditas del Prof. GARCÍA-PITA sobre la letra de cambio.
15 Según muchos autores, incluyendo al Prof. GARCÍA-PITA (quien para este efecto cita a HAMEL,

LAGARDE Y JAUFFRET, Traité..., t. II, p. 426), lo que sucede en realidad es que el cheque no es en su
origen más que una verdadera letra de cambio no susceptible de aceptación, girada a cargo de un
Banco y pagadera a la vista, en representación de un crédito que presenta ciertas características de
liquidez y exigibilidad inmediatas, circunstancias que lo diferencian del resto de las letras de cambio.
16 ROBLOT, Les effets…, cit., p. 8. RICHARDI, cit., p. 99.

17 VICENT CHULIÁ, Libramiento de letra de cambio, provisión de fondos y deber de aviso, Valencia, 1974,

p. 78. Dicho criterio ya había sido mantenido en España con anterioridad a la promulgación del CdC
es. de 1829 por TAPIA, E. DE.; Tratado de Jurisprudencia mercantil, Imprenta de Ildefonso Mompie,
Valencia, 1828, p. 83.
18 VICENTE Y GELLA, A.; Curso..., cit., p. 196. ROBLOT, Les effets..., cit., p. 8.

FACULTAD DE DERECHO 371


Versión de julio de 2023
§ 249 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Sin embargo, resulta muy discutible esa calificación. El mandato es un contrato, nada
más y nada menos. Si el mandato no se perfecciona como contrato, entonces su
existencia jurídica es simplemente nula; carece totalmente de relevancia la
declaración estrictamente unilateral del girador, que no pasaría de ser una simple
“oferta” no consumada por la aceptación. Al no haber consentimiento, materia prima
del contrato, tampoco hay contrato, ni ninguna otra cosa en su lugar. En cambio, la
ausencia de aceptación no impide ni el nacimiento del título valor letra de cambio, ni
es óbice para el nacimiento de la obligación cartácea del propio girador, que se hace
responsable de la aceptación y del pago, aunque haya que reconocer que la
aceptación determina la plenitud de la letra de cambio19. Es evidente, entonces, que
la reconducción de la letra de cambio a la figura del mandato no resulta adecuada.
Plantear la naturaleza jurídica de la letra de cambio en términos de contrato de
mandato no resulta esclarecedor, ya que —sea por exceso, sea por defecto— no hay
coincidencia plena entre ambas instituciones.
Es más: incluso si la letra fuese efectivamente aceptada, no serían de aplicación las
disposiciones del CC o del CdC sobre el mandato o a la comisión mercantil; resultaría
evidentemente exagerado, por ejemplo, obligar al aceptante de una letra de cambio a
rendir cuentas, informar al girador sobre las negociaciones llevadas a cabo, etc.
¿Estaría obligado el aceptante a comunicar al girador quién es el tenedor actual de la
letra, frente a quien comprometió su aceptación? Obviamente no. ¿Acaso tiene con él
un deber de lealtad o de especial diligencia reconducible al mandato, y no, más bien,
a las exigencias generales impuestas por toda obligación? Parece evidente que lo
segundo.
La letra de cambio como delegación de deuda.
Así pues, la orden sobre la que se basa la letra de cambio presenta más bien los
rasgos de una delegación; tiene, sobre todo, la estructura típica de esta institución,
que puede describirse así:
Ticio, deudor de Cayo, recibe de éste la orden de pagar a Sempronio, acreedor
de Cayo, para que así, mediante un solo pago, se extingan ambas obligaciones.
Por eso un importante sector de la doctrina sustenta la opinión de que la letra de
cambio cae dentro del ámbito de la asignación o delegación (en alemán, Anweisung,
regulada en el § 738 BGB)20. La letra de cambio estaría, pues, articulada o configurada
como una orden o autorización de pago, asimilable a la delegación. Ésta se configura
como una facultad para que una persona —el delegado— sustituya a otra —el
delegante—, bien sea en una posición acreedora (en cuyo caso se habla de
delegación activa o “de crédito”), bien en una posición deudora (delegación pasiva o
“de deuda”). Pues bien, según RUBIO, ambas posibilidades se darían en la letra de
cambio, pues:
1) si bien se manifiesta fundamentalmente como una delegación pasiva (el girador
ordena al girado asumir la posición pasiva del primero),

19BAUMBACH/HEFERMEHL, cit., 17ª ed., p. 49.


20 RUBIO GARCIA-MINA, cit., pp. 143 y ss. VICENTE Y GELLA, Los títulos..., cit., p. 169. IGLESIAS PRADA,
Juan Luis; "El Libramiento de la Letra de cambio", en MENÉNDEZ, Derecho cambiario, cit., pp. 385-448
(p. 437). BAUMBACH/ HEFERMEHL, cit., 17ª ed., p. 49. ZÖLLNER, W., cit., p. 49.

372
Notas de Títulos Valores § 250

2) si se contempla el fenómeno cambiario en su integridad, se aprecia que comporta


también una delegación de crédito (el girador autoriza al tomador a cobrar o hacer
cobrar su propio crédito)21.
Mas esa asimilación de la letra a la delegación no podría sostenerse si ésta se
entiende en el sentido restrictivo de que la declaración del delegante de deuda ha de
resultar obligatoria para el delegado. Lo cierto es que el girado nunca queda obligado
frente al tenedor, salvo por la aceptación. Por esa razón prefiere VICENT CHULIÁ la
concepción del libramiento como mandato. Ahora bien, él mismo admite que su tesis
no obsta para admitir que exista una delegación de deuda, ya que no siempre la orden
del delegante tiene fuerza obligatoria y vinculante para el tercero delegado, sino a
veces también puede funcionar como una simple autorización. Así, en su concepción,
la letra, al ser librada, incorporaría o materizalizaría:
1) una autorización para el cobro por un tercero (el tomador o tenedor), que actuaría
como mandatario en interés propio (mandatum in rem propriam)22; y
2) también una autorización para el pago a tercero, dirigida al girado23.
Y es que, aunque la intimación u orden de pago, por sí sola, no genera obligación
alguna a cargo del destinatario de la misma24, y la única verdadera obligación
cambiaria que surge en el momento de emisión de la letra es la constituida a cargo
del mismo girador, lo cierto es que esa promesa no bastaría para caracterizar al título
como letra de cambio, pues es más propio del simple pagaré25. En cambio, la
verdadera letra de cambio se define por el hecho de que la declaración “característica”,
contenida en su seno es la de un “mandato de pago”, dirigido por el girador a un sujeto
distinto (el girado).

III. EMISIÓN DE LA LETRA DE CAMBIO


En general.
Como título valor26, la letra de cambio es un documento que recoge o está llamado a
recoger una pluralidad de derechos de crédito y obligaciones de pago. Y como todo
título valor materializado, no deja de ser también una “cosa” mueble corporal, en la
que están incorporadas aquellas “obligaciones” y sus correlativos “derechos”27.
“Obligaciones” y “derechos” generalmente procedentes de otros tantos “negocios
jurídicos” o declaraciones de voluntad:

21 RUBIO GARCIA-MINA, cit., p. 143.


22 VICENT CHULIÁ, Libramiento…, cit., pp. 96 y ss.
23 Sobre este punto vid. también VICENTE Y GELLA, Los títulos…, cit., p. 196.

24 Evidentemente me estoy refiriendo aquí sólo al plano cambiario; en el plano extracambiario, y en

virtud de relaciones causales que medien entre ellos, puede ciertamente estar obligado el delegado
ante el delegante a realizar el pago ordenado, o incluso a aceptar la letra girada a su cargo.
25 GAY DE MONTELLÁ, ibid., señala que en cuanto a la obligación de pagar que asume el librador o emisor

de la letra, ésta se presenta como una obligación “...personal y directa, y toma propiamente el nombre
de «cambial» o «pagaré cambiario»”.
26 De los apartados de esta sección, los §§ 250, 251 y 256 provienen básicamente de las Lecciones

inéditas sobre la Letra de Cambio del Prof. GARCÍA-PITA; el resto, recoge materiales preparados para
ediciones anteriores de este curso por la Prof. Lorena RAMÍREZ OTERO, aunque he modificado
sustancialmente el § 257 para reflejar mejor mi propia posición sobre los temas allí tratados.
27 LANGLE, Manual…, cit., t. II, p. 193. IGLESIAS PRADA, El libramiento…, cit., p. 385.

FACULTAD DE DERECHO 373


Versión de julio de 2023
§ 251 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) cartulares insertas y suscritas en la propia letra de cambio;


2) manifestadas en formas breves y típicas, mas no rituales28, para facilitar la
circulación del documento cambiario; y
3) que generan efectos jurídicos de índole cambiaria29.
La emisión o libramiento es en sí mismo, pues, un acto jurídico30; más aun, un negocio
jurídico. Y su consecuencia o efecto jurídico propio es, fundamentalmente, la creación
de las relaciones jurídicas cambiarias. Sin embargo, examinada más analíticamente,
en la actividad del librador hay, en realidad, un doble aspecto, que a veces puede
desdoblarse incluso perceptiblemente en dos momentos o fases distintas del supuesto
de hecho cambiario:
1) la creación del título, y
2) la emisión de la declaración cambiaria propiamente dicha
Ambas fases se encuentran íntimamente relacionadas, aunque entre ellas median
también ciertas diferencias fundamentales, como paso a exponer.
La mera creación de la letra de cambio.
Respecto de la creación del título, lo normal es que sea el librador quien lo haga, al
firmar un documento conforme a las prescripciones legales. Con ello se pone en
existencia un documento esencialmente destinado a circular, referido a derechos
patrimoniales. Antes, ningún papel recogía texto cambiario alguno y ahora sí.
Pero eso no quiere decir que el documento así creado, y con un texto de ese tipo,
constituya ya o equivalga a una “declaración de voluntad” propiamente dicha, en
cuanto sinónimo o al menos núcleo de un negocio jurídico; es decir, en cuanto acto
negocial. En realidad, todavía no estamos en presencia de uno, sino que, tratándose
aún únicamente del texto firmado de la letra en manos y al interior del ámbito jurídico
del creador (esto es, sin exteriorizar), se trata de un mero acto preparatorio. Como tal,
es ciertamente un hecho jurídico que podría ya ser suficiente para desencadenar
ciertas consecuencias jurídicas (en concreto, las derivadas de la protección de los
terceros de buena fe ante la apariencia de declaración imputablemente puesta en
existencia por su creador)31, pero que propiamente no configura todavía el ejercicio
de autonomía privada alguna.
El aspecto o fase del libramiento a que me vengo refiriendo como mera creación del
título, decía, no puede ser calificado aún como negocio jurídico. Por eso, desde el
punto de vista de la integridad del acto de libramiento, lo único decisivo que se ha de
cumplir en ella es la simple observancia de los requisitos formales que definen este
tipo tan especial de objeto que es una letra de cambio. Es decir, para que el (aún
futuro) negocio jurídico cambiario de emisión de la letra sea eficaz, lo único que
ineludiblemente ha de darse en esta etapa de “creación” consiste exclusivamente en
incluir en el cuerpo documental determinadas menciones consideradas sólo en su

28 ILLESCAS, Los aspectos sustantivos…, cit., pp. 280 y ss.


29 MÜLLER-ERZBACH, cit., p. 448. RIPERT/ ROBLOT/ DELEBECQUE/ GERMAIN, cit., t. II, pp. 160 y 165.
SANCHEZ CALERO, Instituciones…, cit., p. 387. JIMÉNEZ SÁNCHEZ, cit., t. II, p. 41. CALAVIA MOLINERO/
BALDO DEL CASTAÑO, cit., p. 20.
30 RIPERT/ ROBLOT/ DELEBECQUE/ GERMAIN, cit., t. II, p. 165.

31 IGLESIAS PRADA, El Libramiento…, cit., p. 432.

374
Notas de Títulos Valores § 252

dimensión formal externa. Su mera presencia hará del documento una letra de cambio
verdadera en cuanto objeto (no en cuanto negocio, que por hipótesis aún no se
celebra); y su falta o consignación defectuosa comportarán, más que la invalidez
(pues, insisto, no estamos aún ante negocio jurídico alguno que quepa calificar de
válido o inválido), la inutilidad del título como tal letra de cambio32.
Por la misma razón, y adoptando una vez más la perspectiva únicamente de la utilidad
o inutilidad de la mera creación del título para los efectos del (aún futuro) negocio
jurídico de emisión propiamente dicha de la letra de cambio, la presencia o ausencia
de capacidad de obrar o de ejercicio en el creador es completamente indiferente,
precisamente porque todavía no hay negocio jurídico alguno. En efecto, el creador de
la letra, suponiendo que al llevar a cabo dicha “creación” hubiera estado
absolutamente incapacitado (por ejemplo, sonámbulo o bajo hipnosis), si al día
siguiente y ya en plena posesión de sus facultades decidiese aprovechar tal
documento para emitir real y conscientemente la letra de cambio, realizaría en este
segundo momento un negocio jurídico de emisión plenamente válido y eficaz, sin que
la ausencia de conciencia en el momento de la creación tenga la más mínima
trascendencia. Si acaso, esa capacidad o incapacidad de ejercicio será importante —
y hasta decisiva (dando por supuesto que el título sea emitido involuntariamente o que
tal emisión resulta inválida por otra causa)— para los efectos de hacerle o no
imputable al creador la apariencia jurídica de que existía tal letra de cambio en cuanto
negocio jurídico, en los términos que expuse (en toda su generalidad, y no sólo para
la letra de cambio) en Capítulos anteriores33.
Y lo mismo pasa, pero de un modo aún más drástico, pues carecen incluso de
relevancia para la configuración del supuesto de hecho apariencial, con los demás
requisitos o elementos esenciales del negocio jurídico, aplicados a la letra de cambio;
en concreto, con las exigencias de contar con un objeto física y jurídicamente posible
y con un fin o causa efectiva y lícita.
Antes de hablar de la emisión propiamente dicha de la letra de cambio, entonces,
conviene detenerse precisamente en las menciones formales necesarias para poder
afirmar que el documento-“objeto” que se tiene delante es, precisamente, una letra de
cambio y no cualquier otra “cosa”.
Contenido de la letra (i): denominación, lugar y fecha de giro.
Según el art. 119.1 LTV, la letra de cambio debe contener los siguientes requisitos:
a) La denominación de Letra de Cambio;
b) La indicación del lugar y fecha de giro;
c) La orden incondicional de pagar una cantidad determinada de dinero o una cantidad
determinable de éste, conforme a los sistemas de actualización o reajuste de capital
legalmente admitidos;
d) El nombre y el número del documento oficial de identidad de la persona a cuyo
cargo se gira;

32 Cfr. IGLESIAS PRADA, El Libramiento…, cit., pp. 386 y ss. GAVALDA/ STOUFFLET, Droit du Crédit, t. II, p.
23. RIPERT/ ROBLOT/ DELEBECQUE/ GERMAIN, cit., t. II, p. 165. ZÖLLNER, cit., p. 63.
33 Vid. Especialmente los §§ 73, en pp. 106 y ss. (en el Cap. 2 de la Parte General), y 205 a 212, en pp.

284 y ss. (en el Cap. 7 de la Parte General).

FACULTAD DE DERECHO 375


Versión de julio de 2023
§ 252 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

e) El nombre de la persona a quien o a la orden de quien debe hacerse el pago;


f) El nombre, el número del documento oficial de identidad y la firma de la persona que
gira la Letra de Cambio;
g) La indicación del vencimiento; y
h) La indicación del lugar de pago y/o, en los casos previstos por el Artículo 53, la
forma como ha de efectuarse éste.
Veámoslos uno por uno.
Con el requisito de consignar la denominación “letra de cambio” (inc. a del art. 119.1
LTV) se persigue que quien suscribe o emite una letra de cambio tenga absoluta
certeza de qué clase de obligaciones asume. Es un requisito vinculado a la literalidad
del título valor (art. 4 LTV). No se admite más denominación que la de “letra de
cambio”. La LTV ant. admitía usar otras equivalentes, y en algún momento se
generalizaron algunas como “Única de cambio”, “Letra”, “Cambial”, o “Cambiaria” que
la LTV vigente ya no permite34. Como se trata de un título valor a la orden nato, recoger
en el texto de la letra de cambio su denominación expresa como requisito formal
esencial hace que deje de ser estrictamente necesaria la cláusula “a la orden”. Así lo
señalan los arts. 26.2 y 125.1 LTV:
“26.2 La cláusula «a la orden» puede ser omitida en los casos de títulos valores
que sólo se emitan de este modo y en los casos expresamente autorizados por
la ley”.
“125.1 Toda Letra de Cambio, aunque no esté expresamente girada a la orden,
es transmisible por endoso”.
Tampoco el art. 119.1 LTV recoge esa cláusula (“a la orden”) como requisito de la letra
de cambio, mientras que el referido art. 125.1 LTV la sobreentiende. Por lo tanto, y
dado el tenor, además, del art. 119.2 LTV, no se aplica a esta omisión la pérdida de
efectos cambiarios prevista el art. 1.2 LTV. Y como la letra de cambio sólo puede ser
emitida “a la orden” o “no a la orden” (letra de cambio “directa” o “nominativizada”), si
la primera de estas dos cláusulas no se incluye expresamente no se puede entender
emitida “al portador”; más aun, de incluir esta última cláusula expresamente, resultaría
del todo inválida y sancionable, bajo el art. 23 LTV.
En cuanto a la indicación del lugar (…) de giro (inc. b del art. 119.1 LTV), se requiere
indicar la localidad en que se emite la letra de cambio. Sin embargo, a falta de mención
expresa, el inc. c del art. 120 LTV ordena considerar que la letra ha sido girada en el
domicilio del girador. No se trata pues de un requisito formal esencial, cuya ausencia
invalide la letra de cambio, sino que más bien su omisión es suplida por la propia Ley.
El lugar —como también la fecha de expedición o emisión— es importante porque,
por ejemplo, permite determinar la capacidad del girador en el momento y según las
leyes del lugar de emisión; y la validez del título según las leyes del lugar de emisión.
Así, respecto al lugar de giro, se han de tener en cuenta las disposiciones de Derecho
internacional privado aplicables a los títulos valores que estudiamos en su momento35,
en especial los arts. 113, 114 y 115 LTV.

34 Vid. BEAMOUNT/ CASTELLARES, Com. al art. 119 LTV, cit., p. 534 (n. 6).
35 Vid. § 24, en pp. 35 y ss., supra.

376
Notas de Títulos Valores § 253

Por su parte, la fecha de giro (inc. b del art. 119.1 LTV) ayuda, además, a determinar
el vencimiento en los casos de letras de cambio giradas con vencimiento a cierto plazo
desde su emisión, o la determinación de plazos para presentación a su pago en las
giradas con vencimiento a la vista, o la determinación del plazo en aquellas que estén
pendientes de su aceptación dentro de un plazo desde su emisión36. Tal fecha también
ayuda a establecer las consecuencias sobre el crédito que trae consigo la insolvencia
del girador. Así, las obligaciones postconcursales —es decir, las contraídas después
de hecha pública la insolvencia del deudor— resultan pagaderas en la fecha
establecida por las partes, mientras que las obligaciones incluidas en el concurso (las
contraídas antes de esa publicación) se hacen inexigibles hasta que se apruebe el
plan de reestructuración o el convenio de liquidación, conforme a los cuales se
pagarán en el orden, tiempo y monto que en ellos se establezca.
A diferencia del lugar de giro, la fecha de emisión sí es un requisito formal esencial,
cuya ausencia invalida la letra de cambio, quedando a salvo los efectos del negocio
causal que dio origen a su emisión o transferencia (cfr. art. 1.2 LTV). No se trataría,
pues, de un supuesto de perjuicio del título valor (cfr. art. 1233 CC). Por faltarle uno
de sus requisitos esenciales, en ese caso, simplemente no existiría título valor, ni
derechos incorporados al título (el documento carecería de valor), ni acciones
cambiarias para cobrar tales derechos inexistentes.
Contenido de la letra (ii): la orden de pago.
Otro requisito es consignar la orden incondicional de pagar una cantidad de dinero
(inc. c del art. 119.1 LTV).
El objeto de la prestación mencionada en una letra de cambio consiste siempre en
dinero. No se admiten letras de cambio que incorporen obligaciones consistentes en
la entrega de productos o mercancías.
Por su parte, la cantidad de dinero que se ordena pagar puede expresarse en números
o en letras, o mediante cualquier tipo de codificación. No subsiste la antigua norma
que prescribía expresar la cantidad en números y en letras. Eso sí, en caso de
divergencias entre la suma expresada en números y en letras, o en caso de
divergencias de monedas o cuando no se exprese la moneda, se aplicará lo dispuesto
en el art. 5 LTV, que ya he comentado en su momento37.
La necesidad de que dicha suma sea determinada o determinable implica que se
señale también la especie dineraria o moneda concreta a que se refiere, pero, cuando
así no se hace, se presume que la suma se refiere a moneda nacional.
Que la orden deba ser incondicional, entre otras cosas, significa que no se admiten
las letras de cambio emitidas en garantía (o sea, para el caso de que otra deuda no
se pague puntualmente), que no serían verdaderas letras de cambio, y se les aplicaría
la sanción prevista en el art. 1.2 LTV. La incondicionalidad de la orden de pago
contenida en la letra excluye en los mismos términos que el girador contemple en ella
obligaciones alternativas. Distinto es que cuando se trate de una cantidad de dinero

36 Rolando CASTELLARES señala (cfr. BEAMOUNT/ CASTELLARES, Com. al art. 119 LTV, cit., p. 534 (n. 7))
que la fecha de emisión también “es importante para determinar la validez del acto de emisión (…) por
vigencia de poderes de quienes firman”. Mas la falta de poderes de representación del que gira un título
valor en nombre ajeno no implica invalidez de la emisión, sino su inoponibilidad al supuesto
representado, surtiendo sin embargo el acto plenos efectos contra quien firmó (cfr. art. 7 LTV).
37 Vid. § 86, en pp. 125 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 377


Versión de julio de 2023
§ 254 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

reajustable, si el deudor no paga el día del vencimiento, el acreedor tenga la facultad


de exigir, a su elección, que el pago se haga en monto equivalente al valor de
referencia al día del vencimiento o al día en que se haga efectivo el pago, como prevé
en general el párr. 3° del art. 1235 CC para las deudas reajustables, a que me referiré
en seguida.
La Ley señala que la suma de dinero podrá ser determinable “conforme a los sistemas
de actualización o reajuste de capital legalmente admitidos”. Se reconoce así la
posibilidad de emitir letras reajustables, cuyo monto esté referido a índices de reajuste
automático fijados por el BCRP, o bien a otras monedas o mercancías, a fin de
mantener constante su valor y prevenir su erosión por la inflación. Cuando la letra
incorpore tales cláusulas, el tenedor podrá exigir a su vencimiento el pago de una
cantidad en moneda nacional que equivalga en valor, en la fecha del vencimiento de
la obligación, al que la cantidad nominal consignada en la letra equivalía en la fecha
de giro. A este tipo de cláusulas en las obligaciones civiles y mercantiles se refieren
los arts. 1235 CC y 240 LBS:
“Artículo 1235.- (…) las partes pueden acordar que el monto de una deuda
contraída en moneda nacional sea referido a índices de reajuste automático
que fije el Banco Central de Reserva del Perú, a otras monedas o a mercancías,
a fin de mantener dicho monto en valor constante.
(…)”.
“Artículo 240.- Reajuste automático de deudas. La facultad establecida en el
artículo 1235 del Código Civil puede ser ejercida respecto de pasivos de las
empresas contraídos a plazo no menor de noventa (90) días. El índice de
reajuste diario es elaborado por el Banco Central con sujeción al Indice de
Precios al Consumidor para Lima Metropolitana que, para el mes precedente,
haya determinado el Instituto Nacional de Estadística e Informática, y se publica
oportunamente en el Diario Oficial.
En los casos en que las partes se acojan a lo dispuesto en este artículo, debe
consignarse en los contratos, títulos valores y demás documentos,
inmediatamente después de la cifra correspondiente, la frase «Valor Adquisitivo
Constante» o las siglas «VAC»”.
Contenido de la letra (iii): indicar a girado, tomador y girador.
Otro requisito que se ha de consignar es el nombre y el número del documento oficial
de identidad de la persona a cuyo cargo se gira el título, es decir, del girado o librado.
El girado es el sujeto llamado a realizar materialmente el pago de la letra a su
presentación, en el lugar de pago, el día del vencimiento. El tenedor tiene, pues, que
cumplir con la carga de llevar la letra el día del vencimiento al lugar de pago, y de
presentársela al girado solicitándole pago. Pero el girado como tal no es en absoluto
obligado cambiario, pues en principio no ha firmado el título. Así se deduce tanto del
art. 8 como del art. 6.3 LTV, que es especialmente claro cuando señala:
“6.3 Con excepción de los casos expresamente previstos por la ley38, las
acciones derivadas del título valor no podrán ser ejercitadas contra quien no

38La excepción a que alude este precepto es concretamente la letra a la vista que, según lo previsto
en el párr. 5° del art. 228 LBS, gira el Banco por cierre de cuenta corriente contra su cliente
cuentacorrentista por el saldo deudor de la cuenta corriente. En ella el Banco es girador-tomador y el

378
Notas de Títulos Valores § 254

haya firmado el título de alguna de las formas señaladas en los párrafos


anteriores, por sí o mediante representante facultado, aun cuando su nombre
aparezca escrito en él”.
La indicación del nombre del girado es de suma importancia puesto que en caso de
que éste acepte efectuar el pago cuando llegue el vencimiento (firmando declaración
cambiaria de tal contenido en la letra) se convierte en el obligado cambiario principal.
Con la mención del documento oficial de identidad se pretende evitar la homonimia,
sobre todo con el fin de facilitar un protesto por falta de aceptación o de pago, que sea
seguro. Sin embargo, de conformidad con el art. 6.5 LTV, el error en la consignación
del documento oficial de identidad (DNI para personas naturales peruanas, Carnet de
Extranjería o Pasaporte para los extranjeros, y RUC para las personas jurídicas), no
perjudica al titular del derecho ni la validez del título valor.
Se requiere también indicar el nombre de la persona a quien o a la orden de quien
debe hacerse el pago, es decir, del tomador. Éste es el beneficiario de la orden de
pago. Siendo la letra de cambio un título valor a la orden nato (cfr. art. 125.1 LTV),
aunque el nombre del tomador no vaya precedido de la cláusula “a la orden”, no por
ello se entiende que el título es nominativo, sino que sigue siendo a la orden mientras
no tenga cláusula expresa que lo impida. Por “el nombre del tomador” se entiende
tanto el primer nombre o nombre de pila como todos los apellidos legales de la persona
natural; y si se trata de personas jurídicas, su razón social, denominación social u otro
nombre, completos, según el tipo de persona jurídica de que se trate. No puede
sustituirse por el nombre comercial, que es sólo un signo distintivo.
Aunque la LTV no ha previsto expresamente la posibilidad de que aparezca más de
un tomador en la letra de cambio, en mi opinión, esto no puede interpretarse
razonablemente como una prohibición39.
Si girador y tomador coinciden en la misma persona (letra de cambio girada a la propia
orden), puede reemplazarse el nombre del tomador por la cláusula “de mí mismo” (cfr.
inc. e del art.120 LTV).
La designación del nombre del tomador es esencial, puesto que, bajo la regla de la
literalidad, para que pueda comprobarse la serie ininterrumpida de endosos, se ha de
remontar ésta necesariamente hasta él; sólo así el título puede llegar a ser adquirido
legítimamente por un endosatario, o pagado válidamente por el deudor. Se ha de
descartar la posibilidad de que esta mención pueda estar en blanco al momento de
ejercer el derecho cambiario, así como la de girar letras “al portador”, vista la
prohibición del art. 23 LTV. No existen las letras “al portador”. No se trataría de letras
de cambio ni de títulos valores, bajo el art. 1.2 LTV, dejándose a salvo los efectos del
acto jurídico que dio origen a su emisión o a su transferencia. Por la misma razón, no
supone perjuicio alguno del título valor, bajo el art. 1233 CC. El nombre del tomador
sólo puede ser reemplazado, en las letras giradas a la propia orden, por la cláusula
“de mí mismo”.

titular de la cuenta corriente es el girado. En este caso por expresa disposición de la LBS, esta letra no
necesita ser aceptada para que el Banco inicie acciones cambiarias contra el girado cuentacorrentista.
La aceptación es innecesaria.
39 De hecho, el art. 93 LTV regula de manera general la posibilidad de que dos o más personas ocupen

simultáneamente la misma posición cartular; no parece haber razón alguna para excluir de esa
posibilidad la posición de tomador en una letra de cambio.

FACULTAD DE DERECHO 379


Versión de julio de 2023
§ 255 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Lo que puede hacer el tomador, primer tenedor legítimo, es endosarla en propiedad,


adquiriendo entonces la condición de endosante, y como tal obligado cambiario
solidario. Hecho esto, el tenedor legítimo será el último poseedor de la letra que
justifique su derecho con una cadena ininterrumpida de endosos. Con lo cual, el
beneficiario definitivo de la letra puede ser el tomador, si la letra de cambio nunca salió
de sus manos o volvió a ellas en virtud de sucesivos endosos, o también puede
tratarse de otro endosatario.
Como es natural, también constituye un requisito formal de la letra de cambio
consignar el nombre, el número del documento oficial de identidad y la firma de la
persona que gira el título, esto es, del librador, emitente o girador. Es el requisito
primordial de creación de la letra de cambio. Ya he explicado en el Capítulo 3 de la
Parte General que incluso para que un título sea emitido incompleto, es requisito
esencial que aparezca la firma del girador suscribiendo la declaración cambiaria que
en este caso se identifica con la denominación “Letra de cambio”.
El girador es el inicialmente obligado, el que da la orden de pago y asume la obligación
de hacer pagar o pagar la prestación contenida en la letra. Según el art. 6.1 LTV, la
firma puede ser autógrafa o puede ser puesta utilizando medios gráficos, mecánicos
o electrónicos. Cuando se trata de firmas legibles consistentes en la reproducción del
nombre y apellidos del girador, se deben entender ya cumplidos los requisitos de
nombre y firma.
Si el girador es persona jurídica, debe consignarse su razón social, denominación
social u otro nombre completo (según de qué clase de persona jurídica se trate), su
RUC, y la firma de su representante.
Además, el art. 6.4 LTV exige que aparezca también el nombre (y sólo el nombre) de
la persona natural que la representante. Ya he tenido oportunidad de criticar la
jurisprudencia que ha interpretado como parte de este requisito formal esencial de la
declaración cambiaria, en este caso de la del girador, la de incluir también el
documento de identidad del representante40.
Por último, y como sanciona el art. 6.6 LTV, la “falta de inscripción de la representación
en el registro pertinente no beneficia al poderdante, para prevalerse de tal omisión y
eludir o liberarse del pago del título valor que haya firmado su representante antes de
su revocatoria”. Pero habría que aclarar que tampoco ocurre esa liberación cuando el
documento haya sido firmado por el representante después de la revocatoria del
poder, pero sin que concurran los requisitos que el Derecho común exige para que
dicha revocación sea oponible a los terceros que traten con el ex representante (cfr.
art. 152 CC).
Contenido de la letra (iv): vencimiento y lugar de pago.
Otro requisito formal de la letra de cambio es la indicación del vencimiento. En la letra
de cambio tan sólo puede contemplarse alguna de las formas de vencimiento
admitidas por el art. 121 LTV, a saber:
1) A fecha fija.

40 Vid. pp. 209 y ss., en el § 134, supra, a propósito del endoso y sus requisitos. Allí también me refiero
a la posición, diametralmente opuesta, de quienes consideran que la mención incluso del nombre del
representante no es un verdadero requisito esencial de la declaración cambiaria, sino sólo un deber del
declarante (teoría que, en mi opinión, contradice lo dispuesto en conjunto por los arts. 1.2 y 6.4 LTV).

380
Notas de Títulos Valores § 255

2) A cierto plazo desde su giro o emisión.


3) A cierto plazo desde la aceptación.
4) A la vista.
Examinaré con más detalle cada una de estas formas de vencimiento en apartados
posteriores41. Sí resulta necesario adelantar aquí que, según expresamente dispone
el art. 121.2 LTV, si se contempla otro vencimiento distinto de los señalados en una
letra de cambio girada y pagadera en el Perú42, ésta no producirá efectos cambiarios
ni será título valor, bajo el art. 1.2 LTV. Lo mismo ocurre si la letra de cambio tiene
vencimientos sucesivos o parciales.
La indicación de un vencimiento concreto es importante para determinar los plazos:
1) de protesto (art. 72 LTV), y
2) de prescripción de las acciones cambiarias (incs. a y b del art. 96.1 y art. 96.2 LTV).
No obstante, la mención misma de una forma concreta de vencimiento puede faltar,
sin que sea un requisito formal esencial, pues según el art. 121.5 LTV “a falta de
indicación del vencimiento se considera pagadera a la vista”, salvándose así la validez
del documento como título valor. La ley ha escogido esta solución para proteger el
carácter cambiario del título, y porque se trata del vencimiento más oneroso para los
obligados (sobre todo para el girador que la emitió con esa omisión), y el más
beneficioso para el tomador. Esta letra de cambio, como toda letra a la vista, vencerá
el día de su presentación al girado solicitándole su pago, y puede ser presentada en
cualquier momento desde su emisión. Ello significa que el deudor deberá tener
disponible dinero para cualquier momento en que —dentro del plazo señalado en la
letra o dentro del año desde el giro (cfr. art. 141.5 LTV)— se la presenten a cobro.
Asimismo, el art. 121.3 LTV se pone en el caso de que se utilice más de una de las
formas permitidas de vencimiento (por ejemplo, si en una letra de cambio emitida el
28 de abril de 2013, se indica que vence a la vista y a la vez se señala que vence el
30 de mayo de 2014), y dispone que, cuando una de ellas sea a fecha fija y haya
diferencia entre ellas, prevalezca la fecha fija consignada.
Por último, es también un requisito del giro la indicación del lugar de pago o, cuando
se incluya la cláusula de pago en cuenta bancaria (cfr. art. 53 LTV), la forma como ha
de efectuarse. El tenedor de la letra de cambio debe poder saber no solo a quién debe
reclamar el pago, sino también dónde. Pero el inc. b del art. 120 LTV indica que, a
falta de mención expresa del lugar del pago, se considera que el lugar designado junto
al nombre del girado es el lugar de pago y al mismo tiempo el domicilio del girado; y
si no se ha señalado ningún lugar al lado del nombre del girado, entonces la letra de
cambio “será pagadera en el domicilio real del obligado principal”.

41 Vid. §§ 279 a 282, en pp. 373 y ss., infra.


42 Para las letras de cambio giradas en el extranjero, aun las pagaderas en el Perú, pueden ser válidas
otras formas de vencimiento, conformes a la ley del lugar de giro, según dispone el art. 114 LTV. Vid.
al respecto el § 24, en pp. 35 y ss., supra. Asimismo, aunque una letra girada en el Perú para ser
pagada en el extranjero se rige en principio por esta misma restricción de las formas de indicar el
vencimiento, si la ley del lugar de pago admite otras, a la luz de los principios que inspiran nuestro
Derecho internacional privado, debería admitirse la validez y eficacia de la letra que siga alguna de
esas otras formas.

FACULTAD DE DERECHO 381


Versión de julio de 2023
§ 256 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Si en la letra de cambio se hubiera indicado más de un lugar para el pago, el tenedor


puede presentarla en cualquiera de ellos, tanto para su aceptación como para su pago
(inc. c del art. 120 LTV).
La emisión propiamente dicha de la letra de cambio.
Ciertamente, lo normal es que la primera declaración recogida en la letra de cambio
sea precisamente su libranza, giro o emisión por el girador (o librador, o emisor, que
de todas esas formas puede ser conocido), tomada ya en sentido pleno, como negocio
jurídico, y no como mero hecho de creación. Decir que el giro o libranza es lo primero
que se recoge en la letra de cambio tiene no sólo un valor descriptivo-cronológico
(aspecto que, en mi opinión, bien puede no darse materialmente sin afectar la eficacia
definitiva del título), sino además un preciso valor lógico y consiguientemente jurídico.
Es decir, el libramiento tiene carácter originario y originante, pues constituye la base
de todas las demás declaraciones que puede recoger el título (aceptación, endoso,
aval y demás garantías, aceptación por intervención), y respecto del cual todas ellas
tienen el carácter de sucesivas en el orden lógico43, y fundadas en él. En efecto:
1) lo que se acepta (regularmente o por intervención), es la libranza;
2) lo que se endosa es la misma libranza (aceptada o no); y
3) lo que se avala o de otro modo se garantiza es la libranza o alguna de esas otras
declaraciones cambiarias fundadas en ella.
Incluso el aparentemente paradójico caso de una libranza que de facto resulte
cronológicamente posterior a la aceptación (o a cualquier otra declaración cambiaria)
no disminuye en absoluto su carácter fundante y fundamental, pues se trataría
simplemente de una letra incompleta en el sentido amplio del art. 10 LTV. Por eso,
precisamente, esa posterioridad cronológica material no se debe reflejar formalmente
en el título, pues, en opinión de buen número de autores —y salvo quizás un caso de
evidente error material—, la letra de cambio cuya fecha formal de emisión o
libramiento, manifestada en el propio título, fuera posterior a otras declaraciones
cartáceas podría comprometer la validez y consiguiente eficacia cambiaria de esas
otras declaraciones44.
Como decía en un apartado anterior45, el sentido ideológico fundamental de la
declaración del girador de una letra de cambio es el de constituir su propia obligación:
al suscribir el título, hace una declaración de voluntad cambiaria, un verdadero
negocio jurídico, constitutivo, al mismo tiempo, de una orden de pago y de una
promesa de pagar o hacer pagar el importe expresado en la letra. Esto, sin perjuicio
de reconocer que usualmente el texto mismo de las letras de cambio (estén o no
preimpresas en un formato estándar) no recoge formalemente esta segunda promesa,
que incluso la propia legislación cambiaria menciona apenas indirectamente46.

43 JIMENEZ SANCHEZ,G.J.: "La Constitución de las...", cit., pp. 42-43. SANCHEZ CALERO,F.:
"Instituciones...", cit., t. II, 34ª ed., p. 87. LANGLE RUBIO,E.: "Manual...", cit., t. II, p. 193. CALAVIA
MOLINERO/BALDO DEL CASTAÑO.: cit., p. 7. RIPERT/ROBLOT/DELEBECQUE/GERMAIN.: cit., 14ª
ed., t. II, ps. 165 y 176.
44 JIMENEZ SANCHEZ,G.J.: "La Constitución de las...", cit., p. 43.

45 Vid. § 247, en pp. 321 y ss., supra.

46 Cfr. LANGLE RUBIO,E.: "Manual...", cit., t. II, p. 193. IGLESIAS PRADA,J.L.: "El Libramiento...", cit.,

p. 433. RIPERT/ROBLOT/DELEBECQUE/GERMAIN.: cit., 14ª ed., t. II, p. 176.

382
Notas de Títulos Valores § 256

En cualquier caso, queda claro que librar, girar o emitir una letra de cambio es una
conducta dirigida a fundamentar la propia responsabilidad por el pago del título, ya
que el deudor cambiario originario es el librador —y lo sigue siendo, carezca o no la
letra de aceptación, caso en el que simplemente deja de ser el obligado principal para
pasar a serlo en la vía de regreso—, y la emisión o libramiento de la letra de cambio
genera esa obligación cambiaria a su cargo. Ésta nace (usualmente) con la entrega
del documento al tomador, y no con la simple redacción y suscripción del título47.
Así, como acto de autoobligación del girador, el giro, emisión o libramiento se presenta
como un verdadero negocio jurídico, pues eso es lo que es. Los contractualistas,
incluso, tienden a considerarlo un verdadero contrato, necesitado del consentimiento
contractual de su destinatario, que no es otro que el tomador. Y si es un negocio
jurídico, ha de reunir los elementos de existencia y validez que para ellos vienen
recogidos en el art. 140 CC48:
1) manifestación de la voluntad;
2) agente capaz;
3) objeto lícito y posible;
4) fin lícito, y
5) forma.
De la causa o fin lícito, más allá de aclarar que la letra de cambio es la quintaesencia
de un título valor abstracto —tanto en el sentido formal de ser discreto, como en el
material de resultar relativamente variable y hasta indiferente (al menos en la medida
máxima que los ordenamientos causalistas como el nuestro lo permiten)—, he tratado
ya, en buena medida, al desarrollar desde una perspectiva general el tema de la
abstracción cartular49 y de letras de cambio (y demás títulos valores) emitidos,
aceptados o endosados en virtud de un pacto de favor50. Y dado que el estudio
precedente de la forma nos ha dado ya, por añadidura, cierta imagen de la propia
manifestación de voluntad y del objeto de este negocio jurídico (que no es otro que el
pago de una suma de dinero), sólo queda tratar aquí del requisito del agente y de su
capacidad.
Puesto que la declaración de giro o libramiento está sometida a los requisitos de fondo
propios de las declaraciones de voluntad negocial, lo mismo que las demás
declaraciones cambiarias, debe ser formulada por persona capaz, condición esencial
de validez de todas las declaraciones negociales de voluntad, incluidas las

47 VICENTE Y GELLA,A.: "Los títulos...", cit., ps. 209 y s. SANCHEZ CALERO,F.: "Instituciones...", cit.,
15º ed., p. 389. CALAVIA MOLINERO/BALDO DEL CASTAÑO.: cit., ps. 9 y 21. IGLESIAS PRADA,J.L.:
"El Libramiento...", cit., p. 385. ZÖLLNER,W.: cit., 13ª ed., ps. 76 y s.
RIPERT/ROBLOT/DELEBECQUE/GERMAIN.: cit., 14ª ed., t. II, p. 176.
48 En la doctrina española, mayoritariamente contractualista, se alude en este punto naturalmente al

art. 1261 CC es., que recoge de un modo bastante similar los elementos del contrato. Cfr. LANGLE
RUBIO,E.: "Manual...", cit., t. II, p. 193. ILLESCAS ORTIZ,R.: "Los aspectos sustantivos...", cit., p. 281.
RIPERT/ROBLOT/DELEBECQUE/GERMAIN.: cit., 14ª ed., t. II, p. 177.
49 Vid. los §§ 94 a 99, en pp. 140 y ss., supra.

50 Vid. especialmente el § 95, en pp. 141 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 383


Versión de julio de 2023
§ 257 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

cambiarias51. En este sentido, si bajo una declaración de libramiento formalmente


correcta se oculta una emisión involuntaria del título, o una declaración de voluntad
viciada, el aparente girador o librador ciertamente no quedará obligado inter partes, ni
siquiera cambiariamente, porque su compromiso negocial será inválido.
Cosa distinta es que tal letra de cambio, como título formalmente irreprochable52:
1) pueda dar lugar inter tertios, es decir ya en su tramo circulatorio, y en virtud de la
apariencia jurídica (y suponiendo que reúna todos los requisitos necesarios para
ello) a una verdadera obligación del girador; y
2) también que las eventuales ulteriores declaraciones cambiarias (endosos,
aceptación, avales, etc.), sean hechas o no con conciencia de los vicios del acto
de giro, sean en sí mismas inatacables en virtud de la autonomía cartular.
En realidad, también estos asuntos los he tratado ya con suficiente detalle en el
Capítulo sobre las excepciones cambiarias de la Parte General.
Formas de girar la letra de cambio.
El art. 122 LTV dispone:
“La Letra de Cambio puede ser girada:
a) A la orden del propio girador o de un tercero. En el primer caso, podrá
indicarse el nombre o utilizarse la cláusula a la que se refiere el inciso e) del
Artículo 120;
b) A cargo de tercera persona;
c) A cargo del propio girador, en cuyo caso no es necesario que vuelva a
firmarla como aceptante, y entonces el plazo para su vencimiento, si ha sido
girada a cierto plazo desde la aceptación, se computa desde la fecha del giro;
y, si ha sido girada a la vista, se podrá presentar a cobro en cualquier momento,
dentro del plazo señalado por el Artículo 141; y
d) Por cuenta de un tercero”.
Como el primer inciso se pone en una disyuntiva excluyente (letra a la propia orden o
a la de un tercero), los cuatro incisos del art. 122 LTV regulan aparentemente cinco
formas de girar la letra de cambio, en función principalmete del papel que asume el
girador mismo y del que asigna a su vez a alguna otra persona:
1) la letra emitida a la orden del propio girador,
2) la emitida a la orden de un tercero,
3) la emitida a cargo de un tercero,
4) la emitida a cargo del propio girador, y
5) la emitida por cuenta de un tercero.

51 LANGLE RUBIO,E.: "Manual...", cit., t. II, p. 193. URIA GONZALEZ,R.: cit., 20ª ed., p. 869.
ANGELONI,V.: "La cambiale...", cit., p. 102. ASQUINI,A.: "Titoli...", cit., p, 164.
GAVALDA/STOUFFLET.: "Droit du Crédit", cit., t. II, p. 45. ROBLOT,R.: "Les effets...", cit., p. 94.
RIPERT/ROBLOT/DELEBECQUE/GERMAIN.: cit., 14ª ed., t. II, p. 177, quienes, de la condición del
Libramiento como acto jurídico deducen que habrá de requerir, para su validez, la concurrencia de
consentimiento y de capacidad.
52 IGLESIAS PRADA,J.L.: "El Libramiento...", cit., p. 385.

384
Notas de Títulos Valores § 257

Ahora bien, el inc. d del art. 122 LTV, mediante la expresión “por cuenta de” hace
referencia al interesado material en el acto de giro. Al afirmar explícitamente que
puede ser “un tercero”, da por supuesto que normalmente lo será “el propio girador”.
Esta dimensión del acto de giro, por tanto, alude a la presencia o ausencia en él de
actividad representativa (en sentido material) por parte del girador.
Ahora bien:
1) Si tal “representación” material lo fuese también en sentido formal, la letra tendría
que ser considerada un acto del representado, sin más, hecho en su propio interés
como único “girador” jurídico, en el que el representante (“girador” material) no
aparece sino como el medio a través del cual el representado, y sólo él, comparece
en el acto. En otras palabras, de cara a la estructura de la relación cambiaria, tal
situación carece de especialidad alguna, por lo que no puede ser considerada
propiamente una “forma de emitir la letra de cambio”.
2) Por el contrario, si la actividad representativa es meramente indirecta (como en un
mandato o comisión sin representación), el único que adquiriría jurídicamente
algún tipo de posición relevante en la relación cambiaria sería el mandatario o
comisionista mismo, mientras que el titular del interés sólo tendría con él una
relación causal no documentada en el título valor, y por lo tanto cambiariamente
irrelevante. Normalmente, el tercero que no desea figurar en la letra de cambio, y
por tanto no es deudor cambiario, ha asumido fuera de la letra de cambio la
obligación de proveer de fondos al girador o al girado, o bien la de lograr la
aceptación y el pago de la letra, pero todo esto queda enteramente fuera de la
relación cambiaria, en el plano estrictamente causal.
De lo anterior se deduce que, en realidad, ninguno de los fenómenos a los que alude
el inc. d del art. 122 LTV representa ninguna “forma de emitir la letra de cambio”
especial, y no tendrían que haber sido mencionados para nada en dicho dispositivo.
Por su parte, el análisis de los demás supuestos del art. 122 LTV revela de inmediato
que las expresiones “a la orden de” y “a cargo de” hacen referencia, sin más, a las
otras dos coordenadas personales diferentes del “girador” (presente siempre, por
hipótesis, como protagonista del acto de giro) propias de la estructura de toda letra de
cambio:
1) el “tomador” (“a la orden de” quien se gira la letra) y
2) el “girado” (“a cargo de” quien se gira).
Lo que vienen a decir en concreto los diferentes incisos de la norma, en relación con
el acto de giro o libranza, es que las susodichas otras dos “posiciones” personales
pueden o no coincidir con el propio “girador”. Lo que carecería totalmente de sentido
es que quien ocupe ambas posiciones fuera la misma persona, coincida o no con el
girador; o sea: girado y tomador no pueden coincidir en la misma persona.
Según lo anterior, en realidad, las formas de emitir una letra de cambio serían
solamente tres:
1) el supuesto normal (según la estructura ideal del acto de giro, no necesariamente
porque sea lo más común, cosa que hoy por hoy no lo es), en el que el girador
emite la letra de cambio a la orden de un tercero y a cargo de otro tercero (tomador
y girado distintos del girador y distintos también entre sí);

FACULTAD DE DERECHO 385


Versión de julio de 2023
§ 258 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

2) un supuesto especial en el que la posición de girador “se pliega” con una de las
otras dos posiciones “naturales” de la letra de cambio, de modo que girador y
tomador coinciden en la misma persona, en una letra de cambio girada a la orden
del propio girador y, simultáneamente (como no puede ser de otra manera), a cargo
de un tercero; y
3) otro supuesto especial en el que la posición de girador “se pliega” con la última
posición “natural” de la letra de cambio, y en el que por tanto girador y girado
coinciden en la misma persona, en una letra de cambio girada a cargo del propio
girador y, simultánea y necesariamente, a la orden de un tercero.
Veamos con más detalle cada uno de estos supuestos.
La letra “regular” (a la orden de un tercero y a cargo de otro).
La letra de cambio a la orden de un tercero y a cargo de otro está girada, como ya he
mencionado, del modo más acorde con la estructura típica de este título valor, que
como vimos es triangular, de orden de pago: el girador le ordena a otro, llamado
girado, que pague a la orden de un tercero (tomador y primer tenedor) la suma de
dinero que la letra de cambio representa.
EJEMPLO: A le debe a B una suma de dinero que no puede pagarle al contado
en ese mismo momento. Por lo cual B intenta obtener el dinero de C, girando
una letra de cambio a la orden de éste y a cargo de A. El negocio puede
convenirle a C, puesto que no tendrá como obligado cambiario sólo a B, en
calidad de girador, sino que, si presenta la letra a la aceptación de A, y ésta la
acepta, tendrá dos obligados cambiarios: A y B.
Aunque es el modo normal de giro de la letra, según su propia estructura típica y la
definición de letra de cambio que hemos dado, lo cierto es que no es usual en estos
tiempos. Cuando se usa, normalmente responde a dos causas típicas:
1) porque va a hacer una provisión de fondos al girado para que pague la letra el día
del vencimiento en el lugar de pago; o
2) porque ha pactado con el girado que éste le hará un anticipo de fondos (préstamo)
pagando con su dinero la letra.
El primer caso responde a la típica figura de un girado corresponsal del girador que
domicilia en lugar diferente, en el cual ha de verificarse el pago de la letra. El segundo
caso se da cuando:
Por EJEMPLO: A, necesitado de dinero, acude a B para que le preste S/. 2,000
soles a un plazo de dos años, sin embargo, éste le manifiesta que no tendrá
liquidez hasta fin de mes. Por lo cual acuerdan que A acudirá a un “prestamista
informal”: C, quien le prestará el dinero, pero a un interés diario muy alto. Por
lo que es preciso que A gire a la orden de C y a cargo de B una letra de cambio
por S/. 2,200 soles53, con vencimiento a un mes desde el giro (fecha en la cual
B ya podrá tener el dinero para rescatar la letra de su amigo A).

53 Recuérdese que la letra de cambio no admite la cláusula de intereses compensatorios a generarse


desde su emisión hasta su vencimiento. Por lo cual los intereses se calculan “por dentro”. Es decir los
intereses se calculan, se suman a la cifra de capital, y el monto de dicha suma es colocado como la
cantidad determinada de dinero a pagar por la letra de cambio.

386
Notas de Títulos Valores § 259

A estas dos causas podríamos añadir una tercera, que es cuando el girado debe una
cantidad de dinero al girador, que honrará pagando una letra de cambio, dentro de un
plazo que le permita conseguir ese dinero. En este supuesto el girador obtiene liquidez
del tomador (obtiene aquella suma de dinero que el girado no le puede pagar en el
momento presente), y por su parte, el girado obtiene plazo para pagar su deuda
mantenida con el girador, pagando en un momento dilatado en el tiempo la letra de
cambio al tomador.
Letras de cambio a la propia orden y al propio cargo.
En la letra de cambio a la orden del propio girador una misma persona ocupa las
calidades de girador y de tomador del título; por eso mismo, en realidad, esta forma
de giro siempre implica que al mismo tiempo la letra de cambio está siendo girada a
cargo de un tercero. En este caso el nombre del tomador puede ser reemplazado por
la cláusula “de mí mismo”. El girador será el tomador y, de llegar el caso, el primer
endosante de la letra de cambio. Siendo el girador y el beneficiario de la letra cambio
la misma persona, ésta se puede asegurar fácilmente de su correcta elaboración. Pero
como mientras no sea aceptada por el girado o, como mínimo, recibida por un
endosatario, no incorpora propiamente derecho alguno54, este tipo de letra casi
siempre es presentada voluntariamente a la aceptación del girado en algún momento
anterior a su vencimiento.
EJEMPLO: Juan celebra contrato de compraventa internacional con Austral
S.A., quien le envía las mercaderías con un porteador, junto con una letra de
cambio girada por Austral S.A. a la orden de sí misma y a cargo de Juan, con
la cláusula “Entregar mercadería contra aceptación” o “Aceptación contra
entrega de mercadería”, que obliga al porteador a no entregar la mercadería
hasta que la letra no sea aceptada.
Por otro lado, una letra de cambio emitida de esta forma difícilmente entrará en
circulación, si no cuenta con la aceptación del girado, salvo que el girador posea una
reconocida solvencia económica. En este último caso, a partir de que circula por
endoso, la letra ya contiene un derecho incorporado: el del endosatario frente al
girador-tomador-endosante, que hará que el girado pague o pagará el mismo la suma
de dinero indicada en la letra al endosatario o al último tenedor.
Por último, en la modalidad de giro a cargo del propio girador, éste se ordena a sí
mismo (es decir, en realidad promete) pagar una cantidad de dinero a la orden de un
tercero; en este caso una misma persona ocupa las posiciones de girador y girado.
Por esa razón, la doctrina da a este tipo de letra el nombre de pagaré cambiario
(nombre que, por otro lado, recibe a veces el pagaré mismo “por derecho propio”, por
así decir), puesto que el documento así girado es en la práctica sustancialmente igual
a un pagaré.
En realidad, es ésta la forma de emisión más común en estos tiempos. Aquí no existen
tres personas distintas al momento de la emisión de la letra, puesto que una misma
persona ocupa las posiciones de girador y de girado.

54Para que exista un derecho tiene que haber alteridad, es decir, darse tal derecho frente a otro u otros
sujetos. No existiría pues un derecho de crédito incorporado en una letra donde el girador le ordena a
un tercero que le pague una suma de dinero cuyo pago sólo él se lo garantiza a sí mismo.

FACULTAD DE DERECHO 387


Versión de julio de 2023
§ 260 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Como el girador-girado se obliga cuando firma la letra al momento mismo de emitirla,


ya no es necesario que vuelva a firmarla como aceptante: la letra nace aceptada, de
forma que el girador-girado es obligado cambiario principal.

IV. LA ACEPTACIÓN
Noción y generalidades.
La aceptación55 es la declaración cambiaria por la cual el girado o librado de una letra
de cambio se obliga cartularmente, desde antes del vencimiento, a pagarla el día de
su vencimiento, convirtiéndose así en obligado principal; desde el momento en que se
verifica su aceptación, al girado se le llama aceptante.
Por la aceptación el girado no se limita a comprometerse al pago de la cambial,
(compromiso que es común a todos los obligados y responsables cambiarios), sino
que por ella el girado promete cumplir el día del vencimiento la orden de pago que
directamente y nominativamente le dirige el emisor de la letra de cambio; de ese modo,
el girado se convierte desde ese momento en aceptante, es decir, en obligado principal
de la letra de cambio. La obligación que asume el aceptante con su declaración
cambiaria y su firma, suscribiéndola, le supone adherirse a la orden de pago que le
dirige el librador. Se trata de un “sí” a una orden de pago y que constituye el aspecto
más característico de la letra de cambio: el que la distingue del pagaré.
La aceptación es un negocio unilateral56, por el que el girado se obliga a pagar la letra
de cambio y se convierte en obligado principal. Normalmente, detrás de la aceptación
se encuentran las siguientes causas:
1) En primer lugar, una promesa de efectiva provisión de fondos del girador al girado.
2) Un acuerdo de anticipo de fondos del girado a favor del girador.
3) Una donación o un préstamo.
4) El cumplimiento de un contrato; por ejemplo, se entrega la mercadería vendida
contra aceptación de documentos girados a cargo del destinatario, que la adquiere
así al crédito.
Lo cierto es que las razones que pueda tener el girado para obligarse como aceptante
y obligado principal son indiferentes a la letra de cambio y al tenedor legítimo de la
letra de cambio. En este sentido, según el art. 127.2 LTV el girado que acepta queda
obligado, aunque ignore la insolvencia, quiebra, liquidación, disolución, o muerte del
girador (que le había prometido la provisión de fondos, con el que había pactado un
anticipo de fondos, etc.). Con el mismo significado, el art. 127.3 LTV señala que “a
falta de pago, el tenedor, aun cuando sea el girador, tiene contra el aceptante acción
cambiaria directa por todo lo que puede exigirse conforme a lo dispuesto en el Artículo
92” (énfasis añadido). Nada de ello impide al aceptante oponer al ejercicio que haga
el girador-tenedor-demandante de la acción directa las excepciones que deriven de
sus relaciones personales con él (art. 19.2 LTV), incluidas las relativas a la causa de

55 La totalidad de esta sección recoge, con sólo unos pocos cambios de alcance mayor, el material
sobre los mismos temas preparado en años anteriores por la Prof. Lorena RAMÍREZ.
56 En consonancia con la opinión que he defendido sobre la naturaleza de los negocios cartulares en

general, sin embargo, y pese a la opinión contraria de la doctrina mayoritaria, debo decir que es
normalmente un negocio recepticio. Cfr. …

388
Notas de Títulos Valores § 261

su aceptación: por ejemplo, que no se cumplió la provisión de fondos prometida y, por


ende, ya no tiene con él obligación alguna.
La aceptación debe ser y es incondicional. Como “pura y simple” la cataloga el art.
129.1 LTV, de forma que cualquier modificación o condición en la aceptación (por
ejemplo “acepto siempre que se me haga efectiva la provisión de fondos” o “acepto
siempre que el girador se mantenga solvente al momento del pago”) equivale a su
negativa. Lo único que sí admite el legislador es que pueda existir una aceptación
parcial del monto de la letra de cambio. En este sentido, señala el art. 129 LTV:
“Artículo 129.- Incondicionalidad de la aceptación
129.1. La aceptación es pura y simple; pero el girado puede limitarla a una parte
de la cantidad, en cuyo caso procede el protesto respectivo por falta de
aceptación, dentro del plazo previsto al efecto y la acción de regreso por la
suma no aceptada, conforme al Artículo 148.
129.2 Cualquier otra modificación o condición en la aceptación equivale a su
negativa y da lugar al respectivo protesto y a la acción cambiaria que
corresponda”.
La falta de pago del aceptante el día del vencimiento, hace surgir, tras el respectivo
protesto por falta de pago, la acción directa contra él por parte del tenedor legítimo,
aunque se trate —insisto— del propio girador. Por la acción directa se cobrará del
aceptante la cantidad señalada en la letra de cambio más los intereses, gastos, costas
y costos judiciales o arbitrales.
La aceptación es en principio irrevocable; más aun, lo previsto en el art. 137 LTV,
como veremos en su momento57, no solo no supone una excepción, sino más bien
una confirmación de este carácter.
Por último, hay que señalar que por ser el aceptante el obligado principal, el pago
(total, se entiende) que este realice extingue los derechos inherentes a la letra de
cambio, las acciones cambiarias, y libera a todos y a cada uno de los demás firmantes
de la letra de cambio hasta por el monto de lo aceptado y pagado.
Otorgamiento y forma de la aceptación.
La aceptación debe plasmarse en la propia letra de cambio en aplicación de la regla
general de la literalidad; se trata, pues, de una declaración cambiaria o cartular. Debe
plasmarse en el anverso de la letra de cambio.
Según el art. 128.1 LTV, la forma correcta de expresar la aceptación es mediante la
cláusula “aceptada” y la firma del girado. Según el art. 6.4 LTV, debería acompañar a
la firma el nombre y el documento oficial de identidad del girado que acepta, y el
nombre de su representante, si se trata de un girado persona jurídica. No obstante,
según el mismo art. 128.1 LTV, basta la firma del girado colocada en el anverso para
entender aceptada la letra de cambio. Siendo esta última una norma especial, parece
que debe primar sobre lo dispuesto en el art. 6.4 LTV.
Por otro lado, cuando se trata de letras giradas a cargo del propio girador, ya no es
necesaria la aceptación de la letra de cambio. Cuando una misma persona ocupa las
posiciones de girador y girado en una letra, ésta nace aceptada.

57 Vid. § 270, en pp. 393 y s., infra.

FACULTAD DE DERECHO 389


Versión de julio de 2023
§ 262 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Según el art. 128.2 LTV, cuando se trata de letras de cambio cuyo vencimiento es a
cierto plazo desde la aceptación, o cuando en virtud de cláusulas especiales deba
presentarse la letra de cambio a su aceptación en un plazo determinado, la aceptación
deberá llevar además la fecha del acto, y si el aceptante la omite puede insertarla el
tenedor. Y según el art. 142.2 LTV, aplicable según su epígrafe a la letra girada “a
cierto plazo desde su aceptación”, “la aceptación sin fecha se considera otorgada el
último día del plazo establecido para presentarla a la aceptación”. Esta disposición la
podemos considerar aplicable no sólo a las letras con vencimiento a cierto plazo desde
la aceptación, sino también a cualquier otro caso de letra de cambio que, en virtud de
cláusulas especiales, deba ser presentada a la aceptación dentro de determinado
plazo, cuando tanto el aceptante como el tenedor hayan omitido colocar la fecha del
acto. Esta conclusión se fundamenta en que, según la DCF 1ª LTV, los enunciados de
los artículos de la Ley son meramente referenciales, y no deben ser tomados en
cuenta para la interpretación del texto legal.
Cuando se trata de letras emitidas con vencimiento a cierto plazo desde la aceptación,
la fecha de la aceptación o del protesto por falta de aceptación sirve para computar el
día de vencimiento de la letra de cambio, los días en que debería protestarse por falta
de pago y los plazos de prescripción de las acciones cambiarias.
Presentación a la aceptación (i): planteamiento.
Por regla general la presentación de la letra de cambio antes de su vencimiento al
girado solicitándole su aceptación es voluntaria o potestativa del tenedor legítimo.
Desde el momento en que en la letra se contiene solo una orden del girador dirigida
al girado para que éste pague la letra a su vencimiento, la única carga que asume el
tenedor es cumplir con presentar la letra al girado el día del vencimiento en el lugar
de pago, pidiéndole su pago.
Debemos señalar que, de primera intención, toda letra de cambio puede dar lugar a
una aceptación. Además, es aconsejable en principio para el tenedor de una letra no
aceptada, presentarla sin más demora para su aceptación, por las razones que en
seguida voy a exponer. Pero de esto no debe deducirse que la presentación de la letra
de cambio al librado, para obtener su compromiso, es necesario en todos los
supuestos y casos. Más bien puede señalarse que, por regla general, la presentación
a la aceptación constituye un acto libre y voluntario del tenedor. La LTV no impone al
tenedor esta conducta como carga para ejercitar su derecho de cobro, en todos los
supuestos.
Así, en los supuestos distintos a la letra de cambio girada a cierto plazo desde la
emisión, la letra de cambio puede ser presentada por el tenedor para su aceptación,
aunque el girador no haya insertado estipulación al respecto, obligándole a presentarla
a su aceptación. Así lo señala el art. 135 LTV:
“Artículo 135.- Aceptación de Letra de Cambio a fecha fija o a la vista o a
cierto plazo desde su giro.
La Letra de Cambio con vencimiento a fecha fija, o a la vista, o a cierto plazo
desde su giro puede ser presentada por el tenedor para la aceptación, aunque
el girador no haya insertado estipulación al respecto. La presentación para la
aceptación podrá ser hecha antes del vencimiento si la Letra de Cambio es a
fecha fija, o a cierto plazo desde su giro, y dentro del plazo de un año desde su
giro si es a la vista, salvo que en su caso se haya fijado fecha distinta para su
aceptación”.

390
Notas de Títulos Valores § 263

Siendo la regla general que la presentación de la letra a la aceptación del girado es


voluntaria o potestativa del girador, podemos clasificar la presentación de la letra a la
aceptación en las siguientes clases:
1) Presentación de la letra a la aceptación del girado voluntaria.
2) Presentación de la letra a la aceptación del girado obligatoria, forzosa o necesaria.
3) Presentación de la letra a la aceptación del girado innecesaria o, más
exactamente, superflua.
Presentación a la aceptación (ii): presentación voluntaria.
En este apartado trataré de los supuestos en los que la presentación de la letra a la
aceptación del girado es voluntaria o potestativa del tenedor. Estos supuestos son los
siguientes:
1) letras con vencimiento a fecha fija,
2) letras a cierto plazo desde su giro, y
3) letras con vencimiento a la vista
En todos los casos, siempre que ni el girador ni ninguno de los endosantes haya
estipulado cláusula que obligue a su presentación a la aceptación (con o sin plazo
para tal acto de presentación)58.
Cuando se trata de letra de cambio con vencimiento a fecha fija y a cierto plazo desde
la emisión, la presentación de la letra pidiéndole su aceptación al girado, podrá ser
hecha antes del vencimiento de la letra de cambio; y si se trata de letra de cambio a
la vista, dentro del plazo de un año desde su giro59 (incluso el día de su vencimiento60).
Así lo señalan los arts. 135 y 141.3 LTV:

58 Los arts. 130.2 y 130.3 LTV contemplan la posibilidad de que tanto el girador como los endosantes
conviertan estos supuestos de presentación a la aceptación de voluntaria a obligatoria o forzosa,
mediante cláusula expresa, sea que en ella se señale o no un plazo concreto para practicar el acto. Lo
mismo estipula el art. 35.1 LTV respecto del endosante, cuando señala que en el endoso todo plazo,
condición y modo se consideran no puestos, salvo lo dispuesto en el último párrafo del art. 131 LTV.
Esta última norma, a su vez, sanciona que se pierde la acción cambiaria contra el endosante que
impuso la presentación de la letra a la aceptación, y contra los endosantes posteriores y sus garantes,
cuando el tenedor no la presentara a su aceptación dentro del plazo.
59 En lo que concierne al acto de aceptación de la letra de cambio a la vista, la actual LTV ya diferencia

entre el vencimiento de la letra de cambio (art. 141.1 LTV) y el acto de aceptación. Así el art.141.2 LTV
menciona que la letra de cambio a la vista, antes de su presentación al pago, puede o no estar
aceptada. La LTV ant., en su art. 89, consideraba que la letra de cambio a la vista vencía el mismo día
de su aceptación.
60 Disposiciones como la contenida en el art. 141.3 LTV que señala que si la letra a la vista no cuenta

con aceptación, la aceptación y el pago se harán simultáneamente o exigirse su aceptación antes de


su presentación al pago, o como la contenida en el art. 141.4 LTV que señala que el pago de la Letra
de Cambio a la vista aceptada podrá exigirse inclusive desde la fecha de su aceptación, implican que
este tipo de letra se exceptúa de la regla según la cual el día del pago sólo cabe exigir tal pago, y no
ya la aceptación. Por otro lado, el pago de una letra de cambio a la vista aceptada puede exigirse en
cualquier momento, incluso el día mismo o al instante siguiente de que ha sido presentada para su
aceptación. Esto es lo que nos quiere decir el art.141.4 LTV y no, como dice MONTOYA MANFREDI, que
“si la letra a la vista fuere aceptada, el vencimiento se produce el mismo día de la aceptación”
(MONTOYA, Com. al art. 89 LTV ant., cit., n. 97 (p. 278), con énfasis en el original).

FACULTAD DE DERECHO 391


Versión de julio de 2023
§ 263 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“Artículo 135.- Aceptación de Letra de Cambio a fecha fija o a la vista o a


cierto plazo desde su giro.
La Letra de Cambio con vencimiento a fecha fija, o a la vista, o a cierto plazo
desde su giro puede ser presentada por el tenedor para la aceptación, aunque
el girador no haya insertado estipulación al respecto. La presentación para la
aceptación podrá ser hecha antes del vencimiento si la Letra de Cambio es a
fecha fija, o a cierto plazo desde su giro, y dentro del plazo de un año desde su
giro si es a la vista, salvo que en su caso se haya fijado fecha distinta para su
aceptación” (énfasis añadido).
“Artículo 141.- Vencimiento a la vista.
(…)
141.3 Si no cuenta con aceptación, la aceptación y el pago se harán
simultáneamente o exigirse su aceptación antes de su presentación al pago 61
(…)” (énfasis añadido).
El funcionamiento de estas disposiciones puede aclararse con algunos ejemplos:
EJEMPLO 1: Si el 22 de abril de 2014 A gira una letra de cambio a la orden de B
y a cargo de C, con vencimiento expresado a 28 de julio de 2014, en aplicación
del art. 144.4 LTV, dicha letra vence útilmente el miércoles 30 de julio de 2014.
En consecuencia, el plazo para que B presente la letra a la aceptación de C
sería en principio del martes 22 de abril de 2014 al 29 de julio de 2014, pero
como el 29 de julio de 2014 es feriado (inhábil), en aplicación del ya referido
Art. 144.4. el plazo del que dispone B para presentar la letra a la aceptación de
C, será del martes 22 de abril de 2014 al miércoles 30 de julio de 2014.
EJEMPLO 2: Si el 23 de abril de 2014 A gira una letra de cambio a la orden de B
y a cargo de C, con vencimiento a un mes desde su emisión, en aplicación del
art. 183.2 CC, la letra vence el viernes 23 de mayo del 2014. El plazo dentro
del cual B puede, si lo desea, presentar la letra a la aceptación de C, entonces,
va desde el 23 de abril de 2014 al jueves 22 de mayo de 2014.
EJEMPLO 3: Si el jueves 15 de agosto de 2013 A gira una letra de cambio a la
orden de B y a cargo de C, con vencimiento a la vista, de conformidad con los
arts. 135 LTV y 183.3 CC, el plazo del que B dispone para presentar la letra a
C pidiéndole su aceptación va desde el jueves 15 de agosto de 2013 al viernes
15 de agosto de 2014.
EJEMPLO 4: Si el viernes 21 de junio de 2013 A gira una letra de cambio a la
orden de B y a cargo de C, con vencimiento a la vista, según los arts. 135 LTV
y 183.3 CC, el plazo del que dispondría B para presentar la letra a la aceptación
de C sería desde el viernes 21 de junio de 2013 hasta el sábado 21 de junio de
2014. Pero como sábado es día inhábil, en aplicación del art. 144.4 LTV, el
plazo del que dispone B para pedir la aceptación de la letra a C va desde el
viernes 21 de junio de 2013 al lunes 23 de junio de 2014. Ahora bien, puede
ocurrir que B decida presentar la letra a la aceptación de C el martes 2 de julio

61Recordemos que el vencimiento de la letra a la vista ocurre con su presentación al pago al girado.
Con lo cual, lo que señala este Art. 141.3 LTV es que la letra a la vista puede presentarse el mismo día
pidiendo simultáneamente aceptación y pago, provocando su vencimiento en ese mismo momento.

392
Notas de Títulos Valores § 263

de 2013, para averiguar su intención de pago y eventualmente conseguir un


obligado principal al pago de la letra62, pero como aún no ha ocurrido el evento
para el cual necesita el dinero, postergue la presentación al pago para un futuro.
EJEMPLO 5: Si el domingo 10 de marzo de 2013 A gira una letra a la orden de B
y a cargo de C, con vencimiento a la vista, en aplicación de los arts. 135 LTV y
183.3 CC, el plazo del que dispone B para presentar la letra a la aceptación de
C va desde el domingo 10 de marzo de 2013 hasta el lunes 10 de marzo del
2014. Ahora bien, puede ocurrir que el viernes 7 de marzo de 2014 B acuda al
lugar de pago y le presente la letra a C pidiéndole pago, y como C le manifiesta
no tener dinero en ese momento, obtenga del mismo por lo menos la aceptación
de la letra63, comprometiéndose a no demandarlo judicialmente hasta que C
pueda conseguir a fin de mes el dinero para pagarle. Lo que no impide que por
haber sido presentada la letra también para el pago, ésta haya vencido y B
decida levantar protesto por falta de pago, a fin de que comiencen a correr los
intereses moratorios y compensatorios pactados en la letra para el periodo de
mora.
EJEMPLO 6: El domingo 19 de mayo de 2013 A gira una letra a la vista a la orden
de B y a cargo de C, señalando al amparo del art. 141.6 LTV que la letra no sea
presentada para su pago antes del miércoles 1 de enero de 2014. Entonces
según el art. 141.5 LTV el plazo dentro del cual B puede presentarla a C
pidiendo su pago sería desde el miércoles 1 de enero de 2014 al 1 de enero de
2015 (un año), pero como el 1 de enero es feriado (inhábil), de conformidad con
el art. 144.4 LTV el plazo del que dispone B para presentarla para su pago es
desde el miércoles 1 de enero de 2014 al viernes 2 de enero de 2015. Entre
tanto, mientras B espera el día en que pueda pedir el pago de la letra le entran
dudas sobre si la espera es en vano y C no pagará la letra, entonces decide
presentarla a C el día jueves 20 de junio del 2013 pidiéndole aceptación, y como
éste se rehúsa a aceptar levanta protesto por falta de pago, precluyendo el
plazo de vencimiento e iniciando las acciones cambiarias de regreso anticipado
contra A inmediatamente. La historia también pudo haber sido que B,
desconfiando de A por determinados rumores acerca de su dudosa solvencia,
busca y obtiene confirmación de que A tiene presentada ante INDECOPI una
solicitud de apertura de concurso. Sabiendo que desde el inicio del concurso
(el cual ocurre recién con la publicación de la resolución que acoge la solicitud)
se volverían inexigibles las obligaciones de A hasta que sea aprobado el
convenio de liquidación o el plan de reestructuración por la junta de acreedores,
B se apresura a presentar el jueves 20 de junio de 2013 la letra a C solicitándole
aceptación, con la intención, bien de conseguir un obligado principal a quien sí
pueda cobrarle (si C acepta), o bien, en caso de no aceptar éste, levantar
protesto por falta de aceptación, precluir el plazo de vencimiento e iniciar las
acciones cambiarias de regreso anticipado contra A y cobrarle antes de que se
instaure eficazmente su concurso.

62 Si C le acepta la letra, éste pasaría de simple girado a aceptante y obligado principal al pago de la
letra; y si no acepta, levantando protesto por falta de aceptación A se convertiría en obligado principal
de conformidad con el art. 147.2 LTV.
63 Supuesto en el cual la aceptación y el pago se habrían solicitado simultáneamente el mismo día,

como permite el art. 141.3 LTV.

FACULTAD DE DERECHO 393


Versión de julio de 2023
§ 264 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

El art. 135 LTV señala que las letras a fecha fija, a cierto plazo desde su giro y a la
vista pueden ser presentadas a la aceptación (aunque el girador no haya impuesto la
presentación a la aceptación) dentro de los plazos ya señalados, salvo que se haya
indicado fecha distinta para su aceptación. Así pues, el girador puede no haber
impuesto o vuelto obligatoria la presentación a la aceptación, sino que, previendo que
el tomador o tenedor legítimo, si así lo desea, puede presentarla a la aceptación, le
señala un plazo dentro del cual esta presentación voluntaria debería de darse (al
amparo del art. 135 LTV in fine), o señala que no sea presentada antes de
determinada fecha (al amparo del art. 130.2 LTV). Esto podría ocurrir, por ejemplo,
porque ese es el lapso de tiempo en el que hará la provisión de fondos al girado, que
entonces aceptará de buena gana la letra que le sea presentada; evitándose así
posibles acciones de regreso anticipado.
EJEMPLO 7: El miércoles 26 de junio de 2013 A (joven universitario) celebra con
B contrato de compraventa al crédito de un automóvil, pactando que el auto
sería entregado el día jueves 26 de septiembre de 2013, día en que se
calculaba que como muy tarde, terminarían los trámites de la importación del
automóvil. En virtud de dicho contrato, A entrega a B $ 6000 dólares como inicial
y, como medio de pago del saldo restante del precio del automóvil, el mismo 26
de junio de 2013 gira una letra a la orden de B y a cargo de C (padre de A), con
vencimiento a martes 31 de diciembre de 2013. Al girarla, A coloca en la letra
las cláusulas “según aviso” y “no presentar a la aceptación antes del 26 de
septiembre de 2013”. De este modo A se aseguró de que B no presente la letra
a la aceptación de C antes de la fecha en la que debería de ser entregado el
automóvil; de forma que no pueda, previo protesto por falta de aceptación,
ejercitar las acciones de regreso anticipado para cobrarle el importe de la letra,
antes de que el automóvil le sea realmente entregado64. Al mismo tiempo, A se
ha asegurado de que su padre C no acepte la letra, si se la presentan a la
aceptación (lo que de ocurrir sería necesariamente después del miércoles 25
de septiembre del 2013), sin que antes él le haya avisado de que la acepte, por
ya tener el automóvil en su poder65. Evita de ese modo que su padre, que es
quien realmente tiene la solvencia económica, quede obligado al pago de una
letra emitida como medio de pago del precio de un auto que no fue entregado,
y pueda incluso ser demandado judicialmente para que pague la letra; demanda
entre B y C, en la que en virtud del art. 19.3 LTV, C no podría interponer la
excepción causal de incumplimiento de contrato de compra venta o exceptio
non adimpleti contractus, por no ser C parte en dicho contrato.
Presentación a la aceptación (iii): presentación necesaria.
Una letra de cambio debe ser aceptada o, para ser más precisos, presentada a su
aceptación, cuando:
1) vence “a cierto plazo desde su aceptación”, o
2) tiene una cláusula que impone como necesaria su presentación a la aceptación.

64 O antes de que haya vencido el plazo de entrega del automóvil y pueda hablarse de un
incumplimiento de contrato (en caso no llegue el automóvil en fecha), que pueda interponer como
excepción a la demanda que le dirija B.
65 Recordemos que la cláusula “según aviso” persigue dar cuenta al girado de que debe aceptar o pagar

la letra de cambio conforme a la comunicación que le curse el emitente.

394
Notas de Títulos Valores § 264

En uno y otro caso (y también, por cierto, si el tenedor desea presentarla para su
aceptación voluntariamente), la presentación de la letra debe hacerse:
1) En el lugar señalado en la letra de cambio.
2) Si no se indica lugar, en el lugar que corresponde a su pago.
El primer supuesto de presentación de la letra al girado para que la acepte obligatoria,
forzosa o necesaria, es cuando se trata de una letra con vencimiento a cierto plazo
desde la aceptación, también llamada a cierto plazo desde la vista. La presentación
de este tipo de letra al girado para que la acepte, deberá darse obligatoriamente, por
ser indispensable para computar el vencimiento, el mismo que empieza a correr desde
la fecha de la aceptación o desde la fecha del respectivo protesto por falta de
aceptación. Así pues, respecto del vencimiento de este tipo de letra, los arts. 128 y
142 LTV señalan:
“128.2 Cuando la Letra de Cambio sea pagadera a cierto plazo desde la
aceptación o cuando, en virtud de cláusulas especiales deba presentarse a la
aceptación en un plazo determinado, la aceptación debe llevar la fecha del acto;
y, si el aceptante la omite, puede insertarla el tenedor” (énfasis añadidos).
“142.1 El vencimiento de una Letra de Cambio a cierto plazo desde la
aceptación se determina por la fecha de su aceptación o, en defecto de
aceptación total, por la fecha del respectivo protesto por falta de aceptación
(…).
142.2 La aceptación sin fecha se considera otorgada el último día del plazo
establecido para presentarla a la aceptación” (énfasis añadidos).
Para no dejar a los obligados cambiarios de regreso (girador, endosantes y sus
avalistas y fiadores), en ese estado compromiso sine die a voluntad del tenedor, el art.
134 LTV es categórico al señalar:
“Artículo 134.- Aceptación de la Letra de Cambio con Vencimiento a cierto
plazo desde la aceptación.
134.1 Para que la Letra de Cambio a cierto plazo desde la aceptación sea
exigible, debe ser presentada al girado para su aceptación, dentro del plazo de
un año desde que fue girada.
134.2 El girador puede reducir este plazo o fijar uno mayor, debiendo en ese
caso dejarse constancia en el mismo título” (énfasis añadidos).
Es decir que, si la letra no es presentada a la aceptación dentro del plazo de un año
desde su giro, o en el plazo mayor o menor señalado por el girador, no resultarán
exigibles los derechos contenidos en ella. El legislador ha sancionado con la
inexigibilidad de los derechos incorporados en la letra, el que la misma sea presentada
fuera de dichos plazos, lo que desde nuestro punto de vista configura un supuesto de
perjuicio del título valor, puesto que de conformidad con el art. 131.1 LTV ocasiona la
pérdida de las acciones cambiarias. Señala este último artículo:
“Artículo 131.- Efectos de la falta de presentación a la aceptación
131.1 El tenedor pierde la acción cambiaria contra todos los obligados cuando,
siendo necesario presentar la Letra de Cambio para su aceptación, no lo hiciere
en el plazo legal o en el señalado en el título por el girador”.

FACULTAD DE DERECHO 395


Versión de julio de 2023
§ 264 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Se trata de un supuesto de perjuicio que justamente coincide con una de las causales
de contradicción dispuestas por el art. 690-D CPC admisibles en el proceso único de
ejecución, cuando señala:
“Artículo 690-D.- Contradicción
Dentro de cinco días de notificado el mandato ejecutivo, el ejecutado puede
contradecir la ejecución y proponer excepciones procesales o defensas previas
En el mismo escrito se presentarán los medios probatorios pertinentes; de lo
contrario, el pedido será declarado inadmisible. Sólo son admisibles la
declaración de parte, los documentos y la pericia
La contradicción sólo podrá fundarse según la naturaleza del título en:
1. Inexigibilidad o iliquidez de la obligación contenida en el título; (…)” (énfasis
añadidos).
Ocurre que la prueba de que la letra fue presentada dentro del plazo normalmente
será, bien la aceptación del girado fechada ya sea por el aceptante, por el tenedor o
que por no tener fecha se presume otorgada el último día del plazo que se tenía para
presentarla a la aceptación; o bien el acto de protesto por falta de aceptación llevado
a cabo dentro de los plazos establecidos en el art. 72.1.a LTV. Pero siempre queda
abierta la posibilidad de que el demandado pruebe que la presentación a la aceptación
no se dio (levantándose directamente el protesto) o se dio fuera del plazo previsto en
el art. 134 LTV.
EJEMPLO 8: Si el viernes 14 de junio de 2013 A gira una letra de cambio a la
orden de B y a cargo de C, con vencimiento a siete días desde la aceptación,
según el art. 134.1 LTV, B dispondría del plazo que va desde el viernes 14 de
junio de 2013 al sábado 14 de junio de 2014 para presentar la letra a la
aceptación del girado, y para obtener una aceptación dentro de este plazo. Pero
como el día sábado 14 de junio de 2014 es día inhábil, en aplicación del art.
144.4 LTV, B dispone del plazo que va del viernes 14 de junio de 2013 al lunes
16 de junio de 2014 para presentar la letra de cambio a la aceptación y obtener
una aceptación dentro de dicho plazo, o en caso de que el girado se rehúse a
aceptar la letra, obtener un protesto por falta de aceptación, dentro del plazo
previsto en el art. 72.1.a LTV.
EJEMPLO 9: Si el 18 de noviembre de 2013 A gira una letra a la orden de B y a
cargo de C, con vencimiento a diez días desde la vista, señalando en la letra
que la misma debía ser presentada a la aceptación de C en el plazo de 5 meses
desde su giro, de conformidad con el art. 134.2 LTV, B dispone del plazo que
va desde el 18 de noviembre de 2013 al viernes 18 de abril del 2014 para
presentar la letra de cambio a la aceptación de C y obtener una aceptación
dentro de dicho plazo, o en caso de que C se rehúse a aceptar la letra, obtener
un protesto por falta de aceptación, dentro del plazo previsto en el art. 72.1.a
LTV.
El segundo supuesto en el que la presentación de la letra de cambio al girado
pidiéndole aceptación es obligatoria, forzosa o necesaria, es cuando el girador o un
endosante de la letra de cambio impone al tenedor la carga de la presentación de la
letra para la aceptación, allí donde en principio hubiera sido su mera potestad
presentarla a tal efecto. Ocurre que el girador y cualquier endosante pueden imponer
la presentación de la letra de cambio a su aceptación, convirtiendo los supuestos de

396
Notas de Títulos Valores § 264

presentación voluntaria vistos más arriba en supuestos de presentación obligatoria,


necesaria o forzosa, señalando o no un plazo para este efecto. Así señalan los arts.
130.2 y 130.3 LTV:
“130.2 El girador puede estipular en la Letra de Cambio que ésta se presente
para su aceptación, fijando un plazo o sin esta modalidad. (…).
130.3 Todo endosante puede estipular que la Letra de Cambio se presente a la
aceptación, fijando o no un plazo para ello”.
En cuyo caso, y por la regla de la literalidad, la letra de cambio deberá presentarse en
el plazo señalado por el girador o endosante, y en defecto de tal plazo, antes del
vencimiento de la letra de cambio si se trata de letra a fecha fija o a cierto plazo desde
la emisión (art. 130.5 LTV), y, dentro del plazo de un año desde la fecha de giro si se
trata de letra de cambio a la vista, por aplicación analógica de lo dispuesto en el art.
135 LTV. Si reparamos un poco, estos últimos plazos son los mismos plazos de los
cuales dispone el tenedor que voluntariamente desea presentar la letra de cambio a
fecha fija, a cierto plazo desde su emisión, o a la vista, al girado pidiéndole aceptación,
según lo explicado en el apartado anterior.
Cuando la imposición o carga proviene del girador, la no presentación de la letra de
cambio dentro del plazo (señalado por el girador o el legal) hace que el tenedor pierda
las acciones cambiarias contra todos los obligados cambiarios, y cuando imposición
proviene de un endosante, la no presentación de la letra a su aceptación dentro del
plazo (señalado por el endosante o el legal), hace que el tenedor pierda las acciones
cambiarias contra el endosante que hizo la indicación y contra los que suscribieron la
letra posteriormente (endosantes posteriores y sus avales y fiadores). Se trata de
supuestos de perjuicio del título valor previstos en el art. 131 LTV en los siguientes
términos:
“Artículo 131.- Efectos de la falta de presentación a la aceptación
131.1 El tenedor pierde la acción cambiaria contra todos los obligados cuando,
siendo necesario presentar la Letra de Cambio para su aceptación, no lo hiciere
en el plazo legal o en el señalado en el título por el girador.
131.2 También pierde el tenedor la acción cambiaria contra el endosante o
garante que hizo la indicación del plazo para su presentación a la aceptación y
contra los que posteriormente suscribieron la Letra de Cambio, si ésta no es
presentada en el plazo señalado por cualquiera de los endosantes o garantes”.
Pongamos algunos ejemplos:
EJEMPLO 10: A gira una letra de cambio a la orden de B y a cargo de C, con
vencimiento a 13 de octubre de 2014, e impone su presentación a la aceptación
sin señalar plazo. Posteriormente B endosa la letra de cambio a D, quien la
endosa a E, que a su vez la endosa a F el 21 de junio de 2014. Entonces en
aplicación del art. 130.5 LTV, F dispondría del plazo que va desde el 21 de junio
de 2014 (fecha en la que entra en posesión de la letra) hasta el domingo 12 de
octubre de 2014 (un día antes del vencimiento) para presentar la letra de
cambio a C pidiéndole aceptación. Pero como el domingo 12 de octubre es
inhábil, en aplicación del art. 144.4 LTV, F dispone del plazo que va desde el
21 de junio de 2014 hasta el 13 de octubre de 2014 para presentar la letra al
girado pidiéndole aceptación y obtener una aceptación dentro de dicho plazo,
o en caso de que éste se rehúse a aceptarla, protestarla por falta de aceptación

FACULTAD DE DERECHO 397


Versión de julio de 2023
§ 265 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

dentro del plazo previsto en el art. 72.1.a LTV. Si F presenta no presenta la letra
a la aceptación de C dentro del plazo referido, o no obtiene un protesto por falta
de aceptación dentro del plazo previsto en el art. 72.1.a LTV, pierde las
acciones cambiarias contra todos los obligados cambiarios: A, B, D, y E.
EJEMPLO 11: El domingo 16 de junio de 2013 A gira una letra de cambio a la
orden de B y a cargo de C, con vencimiento a diez meses desde la emisión.
Luego B endosa la letra de cambio a D, quien la endosa a E, el mismo que al
momento de endosarla a F coloca en la letra que la misma debe ser presentada
a su aceptación antes del viernes 22 de noviembre de 2013. F endosa la letra
de cambio a G quien el 9 de octubre de 2013 la endosa a H. H tiene el plazo
que va desde el 9 de octubre de 2013 (día en que entró en posesión de la letra),
hasta el jueves 21 de noviembre de 2013 para presentar la letra a la aceptación
de C y obtener su aceptación dentro de dicho plazo, o de lo contrario, si C se
rehúsa, levantar protesto por falta de aceptación dentro de los plazos previstos
en el art. 72.1.a LTV. Si H presenta la letra a la aceptación de C el 9 de
diciembre de 2013 y C se rehúsa a aceptar, entonces H habrá perdido las
acciones cambiarias contra E, F, y G, pero aún conservará las que tenga contra
A, B y D.
EJEMPLO 12: El día 23 de mayo de 2013 A gira una letra de cambio a la vista a
la orden de B y a cargo de C, señalando como plazo para la presentación de la
letra para su pago los tres años siguientes a su emisión; y señalando además
que la misma deberá ser presentada para su aceptación, sin señalar plazo.
Posteriormente, B endosa la letra a D quien la endosa a E el 15 de julio de
2013. De conformidad con el art. 141.5 LTV, E tiene el plazo que va desde el
23 de mayo del 2013 hasta el lunes 23 de mayo del 2016 para presentar la letra
solicitando su pago. Y a su vez, de conformidad con el art. 135 LTV, tiene el
plazo que va desde el 15 de julio de 2013 (día en que entró en posesión de la
letra) hasta el viernes 23 de mayo de 2014 para presentar la letra al girado
solicitando su aceptación, y obtener su aceptación dentro de dicho plazo, o en
caso de que C rehúse aceptarla, levantar el respectivo protesto por falta de
aceptación dentro del plazo previsto en el art. 72.1.a LTV. Si E de hecho
presenta la letra a la aceptación de C el 6 de junio de 2014, y C se rehúsa a
aceptarla, habrá perdido las acciones cambiarias contra A, B y D.
Como contrapartida, solo quien impuso la presentación de la letra a su aceptación
como carga, y las personas que hayan intervenido después, pueden invocar la
inobservancia del plazo para la presentación a la aceptación, a fin de liberarse de la
pretensión cambiaria del tenedor. Así lo señala el art. 130.4 LTV:
“130.4 La inobservancia del plazo para la presentación a la aceptación puede
ser invocada sólo por el girador o endosante que la consignó o personas que
hayan intervenido después de quien lo consignó”.
Letras no aceptables o de presentación superflua.
El art. 141.3 LTV señala que: si la letra a la vista no cuenta con aceptación, la
aceptación y el pago se harán simultáneamente o exigirse su aceptación antes de su
presentación al pago. De no estar aceptada, en su caso, procederá su protesto por
falta de aceptación total o parcial; salvo que por ley especial no sea necesaria su
aceptación.

398
Notas de Títulos Valores § 266

¿En qué casos el protesto por falta de aceptación de la letra de cambio a la vista no
es necesario por ser por ley especial innecesaria la aceptación? ¿A qué casos se
refiere el art. 141.3 LTV?
Este artículo se refiere a los supuestos regulados en el art. 228 LBS, que faculta a los
bancos a girar a la orden de sí mismos y a cargo de su cliente, una letra a la vista por
el saldo deudor que pudiera tener en su cuenta bancaria, más los intereses generados,
cuando hayan transcurrido 15 días hábiles desde la comunicación notarial requiriendo
el pago. En este caso, no es necesaria la aceptación de la letra de cambio a la vista
girada en estas circunstancias para que la misma pueda cobrarse judicialmente al
cliente girado. Así pues, el girado de esta letra de cambio es obligado principal por así
establecerlo la LBS.
Funciones de la presentación a la aceptación.
Ya habíamos señalado anteriormente, que siendo la regla general que la presentación
de la letra de cambio al girado, antes del vencimiento, pidiéndole aceptación es
potestad del tenedor, lo cierto es que resulta conveniente que así lo haga. Los
beneficios que obtiene el tenedor por presentar la letra al girado antes del vencimiento
pidiéndole su aceptación, ya sea porque voluntariamente decide realizar tal acto o
porque está obligado a tal presentación, son los siguientes:
A.- Averiguar las intenciones de pago del girado. Tan legítimo considera el
legislador este interés del tenedor por averiguar las intenciones de pago del girado,
que le permite presumir que, si no quiere comprometerse, obligándose
cambiariamente a pagar el día del vencimiento, es bastante probable que no pague
cuando llegue ese día. Y bajo esta presunción permite al tenedor, que previo protesto
por falta de aceptación, precluya el plazo de vencimiento, e inicie las llamadas por la
doctrina “acciones de regreso anticipado” contra todos o alguno(s) de los obligados
cambiarios existentes (girador, endosantes, y sus avalistas y fiadores). Así lo señalan
los arts. 147.2 y 148.1 LTV:
“147.2 El protesto por falta de aceptación total dispensa de la presentación para
el pago y del protesto por falta de pago, asumiendo el girador la calidad de
obligado principal, contra quien y demás obligados procede ejercitar la acción
cambiaria derivada de la Letra de Cambio por el solo mérito del protesto por
falta de aceptación. La falta de pago de estas Letras de Cambio se comunicará
a la Cámara de Comercio, conforme al primer párrafo del Artículo 87” (énfasis
añadidos).
“148.1 Antes del vencimiento de la Letra de Cambio, el tenedor puede ejercitar
las acciones cambiarias que correspondan si ha habido negativa, total o parcial
de la aceptación, por la parte no aceptada” (énfasis añadido).
B.- Poder cobrar la letra antes del vencimiento, con el sólo protesto por falta de
aceptación.
Según lo señalado en el punto A, si el tenedor presenta la letra de cambio antes del
vencimiento al girado pidiéndole aceptación y éste no acepta, previo protesto por falta
de aceptación, los arts. 147.2 y 148.1 LTV le permiten al tenedor precluir el plazo de
vencimiento y sin más demora iniciar las acciones de regreso anticipado contra los
que a la fecha sean obligados cambiarios (girador, endosantes, y sus avalistas y
fiadores), demandando el pago de la suma de dinero determinada o determinable
señalada en la letra de cambio.

FACULTAD DE DERECHO 399


Versión de julio de 2023
§ 267 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

C.- Obtener un obligado principal.


La última de las ventajas que tiene el tenedor si presenta la letra de cambio a la
aceptación es obtener un obligado principal. En efecto si el girado acepta, de
conformidad con el art. 127.1 LTV, por la aceptación, el girado se obliga a pagar la
Letra de Cambio al vencimiento, asumiendo la calidad de obligado principal. Y contra
él procede, después del vencimiento de la letra y tras un protesto por falta de pago, la
acción cambiaria directa, cuyo plazo de prescripción es el más extenso previsto para
las acciones cambiarias: tres años desde el vencimiento66.
Si por el contrario el girado se rehúsa a aceptar la letra de cambio, igualmente el
tenedor obtendría un obligado principal contra el que interponer la acción cambiaria
directa tras el vencimiento de la letra y su protesto por falta de pago. Así pues, el art.
147.2 LTV señala que:
“147.2 El protesto por falta de aceptación total dispensa de la presentación para
el pago y del protesto por falta de pago, asumiendo el girador la calidad de
obligado principal, contra quien y demás obligados procede ejercitar la acción
cambiaria derivada de la Letra de Cambio por el solo mérito del protesto por
falta de aceptación”.
Este art. 147.2 LTV debe interpretarse en el sentido de que el protesto por falta de
aceptación convierte al girador en obligado principal y por tanto contra él procedería
la acción cambiaria directa. Ahora bien, es potestad del tenedor, precluir el plazo de
vencimiento e iniciar las acciones de regreso anticipado contra los actuales obligados
cambiarios (girador, endosantes, y sus avalistas y fiadores), o esperar al vencimiento
de la letra de cambio, presentársela al girado pidiéndole pago, y ante el no pago
levantar un protesto por falta de pago, que le permitiría iniciar, entre otras, la acción
cambiaria directa contra el girador, que en virtud del anterior protesto por falta de
aceptación ya se había convertido en obligado principal.
Aceptación parcial o no aceptación y regreso anticipado.
La acción de regreso anticipado, llamada así por la doctrina, y fundamentalmente
regulada en el art. 148.1 LTV, es aquella que se ejercita antes del vencimiento
señalado en la letra de cambio o antes del vencimiento que resulte de su texto, contra
los obligados cambiarios existentes hasta ese momento, sean obligados de regreso o
algunos que ya han asumido la calidad de obligados principales (como el girador
después de un protesto por falta de aceptación); ante la verificación de determinados
supuestos en los que el legislador ha considerado necesario exonerar al tenedor de
tener que esperar al vencimiento de la letra y pedirle pago al girado. Pero sí así lo
decide, el tenedor puede no ejercitar esta acción y esperar al vencimiento, momento
en el que deberá cumplir con la carga de pedirle pago al girado y en caso de negativa
levantar el respectivo protesto por falta de pago, para poder iniciar las acciones
cambiarias directa y de regreso que procedan. Uno de los supuestos en que procede
la acción de regreso anticipado, también se encuentra desarrollado en el art. 147.2
LTV. Dice la Ley al respecto:
“148.1 Antes del vencimiento de la Letra de Cambio, el tenedor puede ejercitar
las acciones cambiarias que correspondan si ha habido negativa, total o parcial
de la aceptación, por la parte no aceptada; o, el girado aceptante o no hubiese
sido declarado insolvente o resultado ineficaz una medida cautelar u orden de

66 Cfr. inc. a del art. 96.1 LTV.

400
Notas de Títulos Valores § 267

embargo sobre sus bienes. Esta última regla será aplicable al girador de una
Letra de Cambio a su propio cargo”.
“147.2 El protesto por falta de aceptación total dispensa de la presentación para
el pago y del protesto por falta de pago, asumiendo el girador la calidad de
obligado principal, contra quien y demás obligados procede ejercitar la acción
cambiaria derivada de la Letra de Cambio por el solo mérito del protesto por
falta de aceptación. La falta de pago de estas Letras de Cambio se comunicará
a la Cámara de Comercio, conforme al primer párrafo del Artículo 87”.
Son tres pues los supuestos en los que el tenedor puede precluir el plazo de
vencimiento y ejercitar esta acción de regreso anticipado:
a) Cuando se ha levantado un protesto por falta de aceptación total o parcial contra el
girado. En este caso, el legislador le permite al tenedor lícitamente presumir que si el
girado no ha querido obligarse cambiariamente a pagar la letra el día del vencimiento,
casi con toda probabilidad no piensa pagar la letra llegado su vencimiento, por lo que
no hay motivos suficientes para esperar a que pase el plazo de vencimiento e intentar
cobrarle a una persona que desde antes ha tenido comportamientos indiciarios de no
querer pagar. Para poder iniciar las acciones de regreso anticipado contra el girador
(que se ha convertido en obligado principal), los endosantes y avalistas y giradores de
estos, es pues necesario recabar previamente un protesto por falta de aceptación ya
sea total o parcial, que pruebe el supuesto que permite el inicio de la acción: que el
girado a pesar de haber sido requerido a la aceptación de la letra no ha querido
obligarse cambiariamente a pagar el día del vencimiento.
b) Cuando el girado –aceptante o no- ha sido sometido a concurso o ha resultado
ineficaz una medida cautelar u orden de embargo contra sus bienes. En estos
supuestos no tiene caso esperar al día del vencimiento para pedirle el pago al girado,
puesto que, en el primer caso, una de las consecuencias de la apertura de concurso
es la suspensión de la exigibilidad de las obligaciones y la prohibición para el obligado
de efectuar pagos fuera del procedimiento administrativo concursal a acreedores no
reconocidos por el INDECOPI y vulnerando el cronograma de pagos contenido en el
plan de reestructuración o el convenio de liquidación aprobado por la Junta de
Acreedores; y, en el segundo, ya consta que no es posible en la práctica cobrarle a
esa persona. En estos supuestos, para iniciar la acción de regreso anticipado contra
los obligados cambiarios existentes, debería de bastar con adjuntar a copia de la
Resolución que declara al girado –aceptante o no- en concurso publicada en el Diario
El Peruano, o bien de la Resolución judicial que da fin al proceso de ejecución
infructuoso. En mi opinión, en este segundo caso se prevé que el girado haya sido
demandado en otro proceso, en el cual han devenido ineficaces las medidas
cautelares u órdenes de embargo contra sus bienes, es decir no se han podido
ejecutar; lo que hace dudar legítimamente de su solvencia, pues teniendo obligaciones
impagas puede asumir su pago. Por ello se hace innecesario que el tenedor espere al
vencimiento de la letra, con la expectativa de que para entonces dicha situación
económica del girado se revierta y pueda pagar la letra. De ahí que la ley releva al
tenedor de tener que esperar al vencimiento y le permite iniciar las acciones de
regreso anticipado contra los obligados cambiarios existentes (endosantes, girador,
sus avalistas y fiadores, e inclusive si lo desea contra el propio girado aceptante). Sin
embargo, si en cualquiera de estos casos el tenedor espera al vencimiento de la letra
de cambio, resultaría aplicable el Precedente de observancia obligatoria contenido en
la RESOLUCIÓN 566-2000/TDC-INDECOPI, según el cual “La suspensión de la

FACULTAD DE DERECHO 401


Versión de julio de 2023
§ 268 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

exigibilidad de las obligaciones del obligado principal de una letra de cambio, como
consecuencia de encontrarse sujeto a un proceso concursal, no exime al tenedor de
protestar dicho título a su vencimiento, para evitar que se perjudique el título, toda vez
que ello determina la conservación de las acciones cambiarias que podrán ser
ejercidas una vez que termine la inexigibilidad de las obligaciones del obligado
principal”. En realidad, es una aplicación casi inmediata de lo dispuesto en el art. 71.1
LTV, según el cual, en los títulos valores sujetos a protesto, la incapacidad o la
insolvencia decretada del obligado principal no dispensan de la necesidad de
formalizar el protesto. La única novedad es que un protesto por falta de pago de una
letra no aceptada, por definición, no se practica contra el “obligado principal” (el girado
no aceptante no es ni siquiera obligado, menos aún obligado principal), pero por lo
demás se trata del mismo fenómeno.
c) Cuando el que ha sido sometido a concurso o la persona contra quien ha devenido
ineficaz una medida cautelar u orden de embargo es el girador-girado de una letra “al
propio cargo”67. Como se entiende que esta letra nace aceptada, se podría expresar
alternativamente este supuesto como un caso comprendido en el literal anterior,
cuando el girado es aceptante. De hecho, las dos hipótesis contempladas funcionan
de modo muy similar al ya mencionado y examinado allí, con la diferencia de que al
girador-girador de este supuesto sí le es directamente aplicable lo previsto en el art.
71.1 LTV, pues es el obligado principal de esta letra.
Pluralidad de girados y aceptación.
La posibilidad de contemplar una pluralidad de girados aparece regulada en el art. 132
LTV68.
En estos casos el tenedor presentará la letra de cambio en el orden que considere
conveniente, salvo que:
1) se trate de una indicación alternativa, caso en el que tendrá que escoger a uno de
ellos;
2) se trate de indicación sucesiva, supuesto en que deberá presentar la letra de
cambio en el orden enunciado en la letra de cambio: primero al inicialmente
mencionado y si éste no acepta, podrá presentarse al segundo mencionado, etc.
También puede ocurrir que se mezclen fórmulas y que el girador o uno de los
endosantes vuelvan obligatoria la presentación de la letra de cambio para uno de los
girados mencionados, que para otro indique plazo, etc.
Puede ocurrir que la letra de cambio sea aceptada de forma parcial por más de un
girado. En estos casos cada girado responderá por su pago por el monto parcial

67 Se trata de una letra de cambio en la que una misma persona ocupa las posiciones de girador y de
girado, son las llamadas por la doctrina “pagarés cambiarios”, que constituyen letras que nacen
aceptadas.
68 Artículo 132.- Pluralidad de girados

132.1 Cuando sean varios los girados, el tenedor presentará la Letra de Cambio en el orden que
considere conveniente. En el caso de indicación alternativa, la presentará a quien dicho tenedor elija,
y en el caso de indicación sucesiva, la presentará en el orden enunciado en la Letra de Cambio.
132.2 Si la Letra de Cambio fuese aceptada por montos parciales por más de un girado cada cual
responderá por su pago por el monto parcial aceptado, debiendo anotarse en el mismo título los pagos
que realicen, sin que sea necesaria la devolución a la que se refiere el Artículo 17, sin perjuicio de la
obligación del tenedor de expedirles las contancias de pago correspondientes.

402
Notas de Títulos Valores § 269

aceptado. Al momento del vencimiento debían anotarse en el título valor los pagos
que se realicen; y puesto que se trata de pagos parciales no se está obligado a la
entrega del título valor, sino sólo de un recibo o constancia de pago.
Segunda presentación.
Habíamos señalado que la presentación a la aceptación es por regla general facultad
del tenedor de la letra de cambio. Ahora bien, uno de los motivos para presentar la
letra de cambio a su aceptación, era configurar el supuesto de inicio de una acción de
regreso anticipado (consistente en levantar un protesto por falta de aceptación) y
obtener el cobro antes del vencimiento.
En este contexto, en primer lugar, la ley faculta al girado a solicitar una segunda
presentación de la letra a la aceptación al día hábil siguiente, sin considerar que tal
actitud signifique en sí misma una demora que faculte al tenedor a levantar el protesto.
Se considera que el girado desea tener un plazo de reflexión, o un plazo para aclarar
o perfeccionar sus relaciones con el girador.
Por su parte el tenedor del título valor no está obligado a acceder a tal petición ni a
presentar la letra de cambio por segunda vez. Puede, por tanto, levantar protesto por
falta de aceptación a la primera presentación, cumpliendo así, por ejemplo, con la
carga de una presentación forzosa o necesaria. En todo caso, de la existencia de la
petición del girado debe dejarse constancia ante el fedatario encargado del protesto.
Ahora bien, para la ley, esta solicitud del girado de que se le presente nuevamente la
letra de cambio para su aceptación no equivale a una negativa de aceptación. Por ello
la ley no faculta al tenedor a exigir a los obligados cambiarios la garantía de la
aceptación. Es decir, el tenedor no podrá ejercitar las acciones de regreso anticipado
exigiendo un pago antes del vencimiento.
Se trata de una excepción al deber impuesto al girado en el art. 136 LTV, según el
cual, el girado ante la presentación de la letra de cambio debe aceptarla o rechazarla,
facultando toda demora a levantar el respectivo protesto.
Revocación de la aceptación.
El girado puede testar la aceptación después de haberla consignado en la letra de
cambio, es decir que puede retractarse de ese acto antes de restituir el título valor a
manos del tenedor que se lo entregó para aceptarlo (porque el aceptante queda
obligado como tal cuando tiene lugar la entrega al tenedor de la letra de cambio con
la declaración del aceptante anotada en ella).
El art.137 habla de “testar” o sea tachar. Otras legislaciones hablan de tachar o
cancelar y dentro de cancelar caben otro tipo de formas como:
1.- Una declaración firmada del girado haciendo constar que revoca su declaración
original.
2.- Raspar o borrar, etc.
Nuestra legislación sólo dice testar que equivale a tachar. Como consecuencia de esta
tachadura de la aceptación de la letra de cambio antes de su devolución al tenedor,
no habría aceptación.
Además, el art.137 LTV que permite al girado revocar de esa forma su aceptación,
establece la presunción iuris tantum de que la tachadura de la aceptación se ha
producido antes de restituirse el título valor al tenedor. Pero no sólo se trata de una

FACULTAD DE DERECHO 403


Versión de julio de 2023
§ 270 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

presunción de momento sino también de la persona que testó la aceptación. Es decir,


se presume que la aceptación la testó el girado cuando, como girado que era, tenía
en su poder la letra para los efectos de la aceptación.
Esta presunción es importante puesto que se dificulta el paso a que el girador rechace
la acción directa procedente contra él ante la no aceptación simplemente aludiendo
que la aceptación testada que aparece en el título valor no fue tachada por el girado
o no fue hecha antes de la restitución. En estos casos, de no existir una presunción
así, el girado tendría que probar que la obligación “creada” (pero revocada por él
mismo antes de nacer) en el título valor fue efectivamente testada en el momento y
por el sujeto legitimado a ello. Sin embargo, dado que lo que existe es una presunción
iuris tantum de que la tachadura se hizo por el girado antes de que restituyera la letra
que se le presentó para su aceptación, las pruebas de que ocurrió de otra manera las
tendrá que presentar el interesado en negar la revocación.
Si el compromiso cartáceo del girado solamente se perfecciona con la restitución del
título valor al tenedor, la consecuencia lógica a extraer sería la de que mientras este
momento no llegase, el librado podría dar marcha atrás a su propósito. Sin embargo,
cuando, el girado además de anotar la aceptación en la letra de cambio, comunica su
aceptación por escrito o documento de fecha cierta al tenedor o a un firmante
cualquiera, según el art. 137.2 LTV, queda obligado frente a estos, aunque teste o
tache su aceptación en la letra antes de devolverla.
En este caso el tenedor (ya sea el tomador, o un endosante o girador que ha
recuperado la letra), al que el girado comunicó su aceptación por escrito o documento
de fecha cierta, podrá accionar contra el girado considerándolo obligado principal
aceptante, deudor del derecho incorporado en la letra, contrariamente a lo expresado
en la literalidad del título valor, ya que lo que esta letra contiene es una aceptación
tachada. Para accionar cambiariamente, el tenedor se valdría de un escrito ajeno al
título valor: un escrito o documento de fecha cierta. Frente al resto de firmantes de la
letra de cambio, el girado no está obligado como aceptante.
Dice GARCÍA–PITA que para que entre en juego esta norma del art. 137.2 LTV, es
preciso que concurran una serie de condiciones, que básicamente pueden ser
resumidas en las dos siguientes:
1) Que haya tenido lugar la aceptación de la cambial y que la misma haya sido
oportuna y correctamente tachada. Aunque tal tachadura no debe impedir que se
aprecie la existencia de la aceptación, porque de lo contrario sería muy difícil
aplicar el precepto.
2) Que la “aceptación” (es decir una aceptación ya escrita, efectiva y no una
aceptación futura o una promesa de aceptar) haya sido comunicada por escrito o
por documento de fecha cierta al tenedor o a un firmante cualquiera.
Los motivos de una disposición tan singular estriban en que:
1) Bien se asimila la notificación a la devolución de la letra de cambio aceptada a su
tenedor.
2) O bien se atribuye a la notificación un carácter “confesorio”, que haría responsable
al aceptante notificador, sobre la base de la confianza suscitada en los receptores
de la notificación.
Ahora bien, si bien para estos sujetos notificados se trata de una letra de cambio
aceptada. Lo que en términos generales existe más bien es una no aceptación. Eso

404
Notas de Títulos Valores § 271

significa tanto que el deudor podrá o deberá protestar la letra de cambio por falta de
aceptación, como que podrá iniciar la acción de regreso anticipado por falta de
aceptación contra todos. Pero cuando la letra sea pagada por uno de los notificados,
éste tendrá en su poder una letra de cambio que tiene un aceptante contra él que
podrá repetir el pago realizado.
Domiciliación de la letra en la aceptación.
Cuando el girador haya designado un lugar para el pago distinto del domicilio del
girado, éste está facultado para señalar un lugar distinto para el pago o consignar la
cláusula de pago con cargo en cuenta bancaria en el momento en que se le presente
la letra de cambio a la aceptación. Se trata de las llamadas letras domiciliadas.
La reaceptación.
La reaceptación evita el giro y aceptación de una nueva letra de cambio. Está
contemplada en el art. 139 de la LTV. Se trata de la renovación de la obligación en
cuanto al monto, plazo y lugar de pago, salvo cláusula en contrario.
La reaceptación implica un acuerdo entre el tenedor del título valor y el aceptante. De
ahí que, a diferencia de la cláusula de prórroga del art. 49 LTV, la reaceptación sólo
vincule a quienes participan o intervienen en este acuerdo.
Luego de la reaceptación:
1. Quedan cambiariamente liberados todos los anteriores firmantes de la letra de
cambio, salvo que vuelvan a intervenir.
2. A partir de ese momento la letra de cambio circulará según los términos de la
reaceptación.
La razón de la liberación de los demás firmantes de la letra de cambio, radica en que
estos se obligaron por determinado plazo, durante el cual garantizaban aceptación y
pago. Estas obligaciones no pueden verse expandidas en el tiempo por la sola
voluntad del aceptante y del tenedor. Distinto es el caso en que la cláusula de prórroga
consignada en el título valor informa a los firmantes de la facultad del tenedor de
prorrogar el vencimiento del título valor. De ahí que en la reaceptación deban firmar
tenedor y deudor (art. 279.11 LTV), mientras que para prorrogar en virtud de una
cláusula de prórroga previamente anotada por un obligado, basta la firma del tenedor
acreedor.
Según el art. 140 LTV, la reaceptación procede sólo antes de la prescripción de la
acción cambiaria directa (3 años desde el vencimiento); y siempre que el título valor,
no haya sido protestado u obtenido formalidad sustitutoria. Ya que en estos casos lo
que procede es su cobro no su prórroga.
Hablado de la reaceptación como una renovación específica de la aceptación, vale la
pena prestar atención a lo que quizá sea lo más interesante de ella. La reaceptación
se hace, efectivamente, en la propia letra de cambio, introduciendo las modificaciones
que en ese momento se quieran hacer. En lo que no se hagan explícitas
modificaciones, en principio, valen todos los términos de la aceptación original. Pero
es una nueva obligación: hay novación, que libera por eso mismo a los anteriores
obligados que no intervengan en ella.
Lo curioso de esto es que se obtiene como resultado una obligación cambiaria en
términos de aceptación, sin que necesariamente exista un girador responsable. La
reaceptación, como dice su nombre, es la renovación de la aceptación. El girado
FACULTAD DE DERECHO 405
Versión de julio de 2023
§ 273 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

acepta el giro, y al cabo de un tiempo, cuando van a cobrarle la letra, acuerda con el
tenedor en hacer una reaceptación; ergo, la reacepta. La Ley es clara: el re-aceptante
se obliga en los mismos términos, con las modificaciones que allí introduzca, y los
demás obligados cambiarios, incluyendo el girador, quedan libres. Entonces hay una
aceptación formalmente válida, que la Ley admite, sin girador, sin giro, porque se
reacepta, pero no se “re-gira”; al menos no necesariamente. Por supuesto, cabe la
posibilidad de hacer una renovación con nueva declaración de todos los intervinientes
anteriores: girador, endosantes, etc. En tal caso, todos ellos se obligarían en los
nuevos términos, pero no siempre ni necesariamente ocurre así.
Eventualmente, entonces, puede haber sólo la reaceptación, y la Ley lo admite. Una
aceptación propiamente dicha, sin que conste en el título un “giro”, ¿es posible? ¿Es
válida? Hablo de una aceptación propiamente dicha de una letra no girada, sin girador.
¿Es formalmente válida? Evidentemente no (salvo como letra incompleta, y sujeta a
la condición de que se complete antes de que se ejerzan los derechos cambiarios).
Sin embargo, la letra reaceptada sí es válida sin re-giro. Ésta es una peculiaridad
interesante de la reaceptación: es válida sólo contra el reaceptante, y a partir de ahí
puede volver a circular, como una letra más.
Naturaleza y efectos de la aceptación.

V. LA CIRCULACIÓN DE LA LETRA DE CAMBIO


Modalidades de circulación de la letra de cambio.
Es evidente que la condición de verdadero título valor de la letra de cambio resalta y
potencia, precisamente, la circulabilidad de los derechos de crédito que representa o
contiene en virtud de la incorporación, es decir, su aptitud para ser transmitidos en el
tráfico jurídico69. Pero, dado que esta aptitud está en sí misma, hoy por hoy, generalizada
para todos los derechos patrimoniales no personalísimos, bajo las reglas generales del
derecho civil y mercantil (cfr. arts. 1206 CC y 342 CdC), sea a través de simple cesión o
por otros mecanismos como la transmisión mortis causa70, podría preguntarse por el
sentido y el alcance exactos de ese reforzamiento de la circulabilidad de la letra. A esta
interrogante habría que responder, naturalmente, remitiendo una vez más al mismísimo
concepto de título valor, y a sus funciones jurídico-económicas, que ya he desarrollado
por extenso en su(s) propio(s) lugar(es)71. Así, en los demás derechos patrimoniales no
personalísimos esa aptitud circulatoria es un mero rasgo natural, que puede ser
restringido y eventualmente excluido por pacto; pactos restrictivos que pueden ser
eficaces, en su caso, incluso contra los terceros de buena fe. A diferencia de ellos, el
sólo hecho de ser título valor implica, como mínimo, elevar esa circulatoriedad (y, por
consiguiente, un nivel mínimo de circulabilidad) a verdadero rasgo esencial,
irrenunciable, mientras estemos ante una verdadera letra de cambio (u otro título valor

69 De los apartados de esta sección, sólo el § 278 procede directamente de los materiales anteriores
de este curso, preparados por la Prof. Lorena RAMÍREZ. El resto lo he redactado a base de las Lecciones
inéditas del Prof. GARCÍA-PITA sobre la Letra de Cambio, con las convenientes adaptaciones a nuestro
ordenamiento positivo.
70 MÜLLER-ERZBACH, cit., 2ª/3ª ed., p. 473; ZÖLLNER, cit., 13ª ed., p. 82; LANGLE RUBIO, Manual..., cit., t.

II, p. 270. VICENTE Y GELLA, Los títulos..., cit., p. 259.

71 Vid. §§

406
Notas de Títulos Valores § 275

cualquiera), como vimos en su momento, todo ello vinculado ese peculiar instrumento
que es la incorporación del derecho en el soporte documental.
Pero además, que la letra de cambio (entre otros títulos valores) no sólo sea un título a
la orden nato, sino también un verdadero título valor dotado de fe pública, supone un
reforzamiento verdaderamente extraordinario de esa circulabilidad. Esa circulabilidad
reforzada se manifiesta en un notable predominio del aspecto real del documento sobre
el obligacional72. Esto, al menos, con vistas a su posible circulación mediante unos
procedimientos de transmisión estrictamente cambiarios, que son más simples, rápidos
y seguros que los propios del Derecho común, sea Civil o Mercantil. Tales simplicidad y
seguridad se manifiestan en la estrecha relación entre el derecho que circula y su soporte
documental, ya que se pretende que el primero, gracias a éste, pueda circular según un
régimen de transmisión, si no exactamente igual, al menos muy próximo al de los bienes
muebles corporales. De ese régimen, constituye un componente evidentemente
fundamental el endoso, como cauce natural de circulación de índole específicamente
cartácea73 que corresponde a la letra de cambio como título “a la orden” nato.
Ahora bien, el endoso no es la única vía de circulación de la letra de cambio y demás
títulos valores a la orden natos. Éstos pueden circular también por el cauce de la cesión
de créditos, sea o no en su versión cartácea, como también de los restantes modos de
adquisición de los derechos de crédito “no cambiarios” o de Derecho común (como la
sucesión hereditaria u otras transmisiones universales, con ocasión de la reorganización
de personas jurídicas o en los contratos sobre fondos empresariales). Pero además,
dentro de un concepto amplio del llamado regreso cambiario, la propia LTV reconoce
algunas otras formas especiales de circulación, que habría que calificar también como
formas específicamente cambiarias de circulación, como vamos a ver en seguida.
Según esto, habría que clasificar las formas de circulación de la letra de cambio (y de
otros títulos a la orden) en:
1) modalidades de circulación no cambiaria, que algún autor ha caracterizado como
transmisiones informales74; y
2) formas de circulación cambiaria, que además del paradigmático endoso,
comprendería otros supuestos en los que la transmisión de la letra de cambio
conserva la protección de su específica condición de título valor dotado de fe pública,
como son el pago por intervención, el pago recuperatorio y el regreso cambiario
propiamente dicho.
Circulación cambiaria por vía distinta del endoso y “letra de resaca”.
Como venía diciendo, la LTV reconoce, más o menos explícitamente, “otras” formas
estructuralmente cambiarias de circulación de la letra de cambio, aparte del endoso.
De esas formas, las actualmente vigentes son, concretamente:

72 URIA, cit., 22ª ed., p. 939.


73 LANGLE, Manual..., cit., t. II, p. 270, aludiendo a las disposiciones de los ordenamientos inspirados en el
modelo de la LUG, que configuran la letra de cambio como título a la orden nato (geborene Orderpapier),
al contrario del CdC es. de 1885, que configuraba a la Letra de cambio, como un título a la orden expreso
(gekorene Orderpapier). VICENTE Y GELLA, Los títulos..., cit., p. 259; RICHARDI, cit., p. 138; ZÖLLNER, cit., 13ª
ed., p. 82; CHAPUT, Effets de commerce..., cit., p. 43.
74 Cfr. ZÖLLNER, cit., 13ª ed., p. 82: formlose Übertragungen.

FACULTAD DE DERECHO 407


Versión de julio de 2023
§ 275 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) el pago por intervención;


2) el pago recuperatorio en vía de regreso; y
3) lógicamente, el regreso cambiario propiamente dicho.
Otra fórmula especial de circulación propiamente cambiaria pero distinta del endoso
que, junto a muchas legislaciones cambiarias comparadas, preveía nuestra LTV ant.
(arts. 117 a 119), era la llamada letra de resaca75. La verdad es que siempre fue una
fórmula de muy escasa relavencia práctica, pues era casi nulo el uso que se hacía de
ella. Por ese motivo, fue finalmente suprimida en la LTV actualmente vigente 76. La
letra “de resaca” consistía en una letra cambio girada o emitida para circular en sentido
inverso (de ahí lo de “resaca”) a otra letra originaria previa y no oportunamente
pagada, que constituía su natural antecedente, con el objeto reclamar el pago de esa
deuda cambiaria original. También la “letra de resaca” respondía a un concepto amplio
de regreso cambiario de la letra original o antecedente, pues precisamente:
1) el girador de la letra de resaca era cualquier tenedor legítimo de la letra original;
2) su girado, cualquier deudor de la misma letra original, sea directo o de regreso;
3) su vencimiento, “a la vista”; y
4) su importe, la suma de: (i) el importe de la letra original, o bien (en una resaca de
un reembolsante) la cantidad íntegra que hubiese pagado; (ii) los intereses legales
o convencionales de la cantidad anterior, devengados desde la fecha de
vencimiento de la letra (o desde su pago, en el giro del reembolsante); (iii) los
demás gastos, como los de protesto, los de las oportunas comunicaciones y
cualesquiera otros que se hayan realizado; (iv) una comisión o “derecho de
corretaje”; y (v) el importe del timbre de la nueva letra creada, mientras estuvo
vigente dicho impuesto especial.
De esta ya pretérita institución queda la designación doctrinal, aún en uso ocasional,
de “cuenta de resaca”77 para referirse a la que detalla los gastos repercutibles a los
deudores anteriores en cualquiera de las formas de hacer circular cambiariamente la
letra (u otros títulos a la orden) “en regreso” a que me vengo refiriendo en este
apartado. Porque lo cierto es que en todos estos casos se puede decir que el contexto
es uno de regreso cambiario en sentido amplio. Por ese motivo, precisamente, buena
parte de lo que hay que decir al respecto se puede remitir al tratamiento que de la
acción de regreso he hecho ya, a nivel general, en un Capítulo anterior78, y a que aún
diré específicamente sobre la letra de cambio en curso de regreso (el rücklaufende
Wechsel de los alemanes), en una sección específica, más adelante, en este mismo
Capítulo79.

75 Cfr. ALONSO SOTO, Ricardo; “El pago de la letra de cambio”, en MENÉNDEZ, Derecho cambiario, cit.,
pp. 609-662 (pp. 658-659), respecto al aún en vigor art. 62 de la LCCH es.
76 Cfr. MONTOYA ALBERTI, “Aspectos…”, cit., p. 49.

77 Con ese sentido general usaba la expresión el art. 111 LTV ant., referida propiamente a la cuenta de

los gastos repercutibles por quien pagaba “por intervención”, esto es, sin llegar a girar propiamente una
“letra de resaca”. Los arts. 17.1 y 64.4 LTV usan ya para esta “cuenta” únicamente la designación (quizá
demasiado vaga) de “cuenta de gastos”.
78 Vid. §§ 188 a 190, en pp. 252 y s., supra.

79 Vid. §§ 290 a 295, en pp. 387 y ss., infra.

408
Notas de Títulos Valores § 276

Circulación cambiaria en regreso mediante pago por intervención.


Respecto del pago por intervención, y cumplidos que sean ciertos requisitos de fondo
(art. 153.1 LTV), tiempo (arts. 153.1, pr., y 153.2 LTV, in fine) y forma (art. 156.1 LTV),
la misma LTV alude expresamente a las facultades del interviniente para:
1) obtener la posesión de la letra de cambio pagada, con la correspondiente indicación
de su intervención (cfr. art. 156.2 LTV);
2) adquirir “los derechos cambiarios inherentes a la Letra de Cambio, contra la
persona por cuenta de quien ha pagado y contra los obligados respecto de ella”
(art. 157.1 LTV); y,
3) consiguientemente, “subrogarse en la(s) acción(es) cambiaria(s)” (art. 153.2 LTV, in
fine) contra esas mismas personas.
La propia LTV, incluso, alude incidentalmente, pero de modo más que suficientemente
claro, a que este pago por intervención se puede producir:
1) antes del protesto (pues al vencimiento de la letra bien puede no haberse verificado
aún; cfr. pr. del art. 153.1 LTV);
2) durante su realización (pues sólo así se puede anotar “en la constancia del
protesto” mismo; cfr. art. 156.1 LTV), o,
3) incluso, después de su verificación (pues “la cantidad por la que esté obligada la
persona por la cual se ha hecho la intervención” bien puede abarcar el costo del
protesto que haya sido necesario levantar; cfr. art. 153.2 LTV e inc. c del art. 92.1
LTV).
El que paga la letra por intervención, empero, “no puede endosarla nuevamente, salvo
para los fines de su cobranza” (art. 157.1 LTV, in fine). Según esto, a partir de su
intervención, y siempre que la naturaleza de tal intervención (“pago por intervención”)
sea patente en la misma letra (es decir, siempre que resulte regularmente anotada,
conforme a lo dispuesto en el art. 156.2 LTV), la ulterior circulación de la letra podrá
darse únicamente como circulación en la vía de regreso, ya sea mediante el ejercicio
regular del regreso cambiario judicial propiamente dicho, o bien mediante ulteriores
pagos recuperatorios, en los términos que expongo en el apartado siguiente80.
Como he dicho, para que pueda dar inicio al regreso en sentido amplio, es necesario
que la intervención conste como tal en la misma letra de cambio. En lugar de esto, el
“interviniente” (que en realidad no adquiriría legamente esa condición en este caso)
podría procurarse a cambio de su propio pago —y suponiendo que tampoco consta el
carácter póstumo de tal negocio81— simplemente un nuevo endoso. Si tal endoso es,
por ejemplo, “sin responsabilidad” (a fin de que quien recibe el pago no tenga que
responder nuevamente en la vía de regreso), el “intervininte” quedará simplemente
legitimado como nuevo tenedor, sin que se produzcan respecto de él las
especialidades propias del “pago por intervención” propiamente dicho.
Circulación cambiaria en regreso mediante pago recuperatorio.
Hay pago recuperatorio extrajudicial en regreso, cuando un obligado en la vía de regreso,
sin necesidad de ser demandado —en ocasiones incluso sin necesidad de previo

80 Vid. el § 277 siguiente, infra.


81 Vid. § 144, en pp. 231 y s., supra.

FACULTAD DE DERECHO 409


Versión de julio de 2023
§ 278 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

protesto, mientras no haya vencido el plazo para levantarlo—, paga la letra de cambio a
su último tenedor legítimo, y rescata el título valor (a tenor del art. 17.1 LTV). La intención
o el objetivo de este pago es, una vez premunido del documento, poder ejercer a su vez
los derechos cambiarios contra otros obligados (directos o regresivos) anteriores a él, ya
sea de esta misma forma extrajudicial o bien mediante la correspondiente acción
cambiaria. Precisamente, la diferencia entre el pago recuperatorio y el pago por
intervención, como formas específicas de circulación cambiaria en regreso, está en que:
1) El pago por intervención lo puede verificar cualquier persona, haya o no firmado antes
el título y esté o no mencionada en él, salvo el aceptante (o, en general, obligado
principal del título).
2) El pago recuperatorio, en cambio sólo puede realizarlo un obligado en la vía de
regreso, y sólo si está obligado en esa vía, pues quien es obligado “directo” o principal,
una vez que paga, cancela totalmente el título y no puede ya ejercer ningún derecho
cambiario.
En la práctica judicial cambiaria comparada, no es infrecuente que los deudores
demandados por quien ha hecho un pago recuperatorio en los términos anteriores
opongan la excepción de falta de legitimación activa. Se suele citar como fundamento
de esta excepción el hecho de no constar auténticamente la verdadera condición de
ulterior regreso de la demanda, con los correspondientes actuados judiciales y cuenta
de gastos de regreso. Pero si bien en algún caso español se dieron vacilaciones al
respecto, la jurisprudencia, alineándose con la doctrina mayoritaria, ha terminado
reconociendo que el simple hecho de la posesión del título, unida a su legitimación
nominal por una cadena regular de endosos, sin ningún otro requisito, es suficiente para
legitimar al endosatario para el pleno ejercicio de los derechos cambiarios.
Tal consecuencia, por otro lado, se deduce también con claridad del art. 145.2 LTV, que
permite a todo endosante u obligado por la letra, distinto del principal, testar su propio
endoso o firma y todos los posteriores al efectuar el pago. El único propósito reconocible
de tal hecho, en efecto, que por lo tanto queda así implícitamente sancionado por la Ley,
es recuperar la legitimación activa en cuanto endosatario u otra forma de tenedor
legítimo regular. Ello también confirma que esta forma de circulación regresiva de le letra
de cambio es tan cambiaria como el propio endoso.
Endoso de la letra y posiciones del endosante y endosatario.
Respecto de la circulación de la letra mediante el endoso, ante todo debo remitir a lo
dicho con alcance general para esta forma regular de circulación de todos los títulos
valores “a la orden”82, cuya figura paradigmática es precisamente la letra de cambio.
La LTV recoge al respecto tan sólo dos normas especiales para la letra de cambio,
contenidas en los arts. 125 y 126 LTV. Ninguna de ellas aporta realmente novedades
exclusivas de este título valor que no fueran ya bastante obvias, a la vista de la
regulación general del endoso de los títulos “a la orden”.
De conformidad con el art. 126.1 LTV “salvo cláusula o disposición legal expresa en
contrario, el endosante responde de la aceptación y el pago” de la letra. El endosante
es un obligado cambiario de regreso, es decir que su pago no es liberatorio total, sino
que sólo lo libera a él, a quienes endosaron tras él —a los que garantizó la aceptación
y pago de la letra por el girado— y a sus avales y fiadores. Se convierte así, como

82 Vid. §§ 130 a 147, en pp. 204 y ss., supra.

410
Notas de Títulos Valores § 278

acabamos de ver, nuevamente en tenedor legítimo de la letra, y como tal puede repetir
el pago contra los endosantes anteriores, el girador, el aceptante de la letra (si lo
hubiera) y los avales y fiadores de todos éstos.
La responsabilidad que asume el endosante por el pago de la letra, se hace efectiva
ante el impago del girado el día del vencimiento, y previo protesto por falta de pago;
supuesto en el cual el tenedor puede ejercitar las acciones cambiarias contra el
endosante de manera individual o conjuntamente contra los demás obligados
cambiarios. Su responsabilidad por el pago de la letra, también se hace efectiva, antes
del vencimiento de la letra, cuando por la insolvencia del girado (aceptante o no)
manifestada en ciertos hechos (apertura de concurso o infructuosidad de medidas de
ejecución judicial en su contra), o también la del girador-girado de una letra no
aceptable, el tenedor precluye el plazo de vencimiento e inicia las acciones de regreso
anticipado contra el endosante y contra el resto de obligados cambiarios. El supuesto
está contemplado en art. 148.1 LTV:
“148.1 Antes del vencimiento de la Letra de Cambio, el tenedor puede ejercitar
las acciones cambiarias que correspondan si (…), el girado aceptante o no
hubiese sido declarado insolvente o resultado ineficaz una medida cautelar u
orden de embargo sobre sus bienes. Esta última regla será aplicable al girador
de una Letra de Cambio a su propio cargo”.
La responsabilidad que asume el endosante por la falta de aceptación de la letra de
cambio se hace efectiva cuando el tenedor presenta la letra al girado antes del
vencimiento, pidiéndole aceptación, y éste se niega (o de hecho no acepta). Entonces
se puede levantar protesto por falta de aceptación, y si el tenedor así lo decide,
precluye el plazo de vencimiento, iniciándose las llamadas por la doctrina “acciones
de regreso anticipado” (y que la ley trata simplemente como acciones de regreso,
salvo la que se dirige contra el girador, que pasa a ser “directa”), contra el endosante
u otros obligados cambiarios solidarios (girador, avalistas y fiadores). El supuesto está
previsto en los arts. 147.2 y 148.1 LTV:
“147.2 El protesto por falta de aceptación total dispensa de la presentación para
el pago y del protesto por falta de pago, asumiendo el girador la calidad de
obligado principal, contra quien y demás obligados procede ejercitar la acción
cambiaria derivada de la Letra de Cambio por el solo mérito del protesto por
falta de aceptación. La falta de pago de estas Letras de Cambio se comunicará
a la Cámara de Comercio, conforme al primer párrafo del Artículo 87”.
“148.1 Antes del vencimiento de la Letra de Cambio, el tenedor puede ejercitar
las acciones cambiarias que correspondan si ha habido negativa, total o parcial
de la aceptación, por la parte no aceptada (…)”.
Por su parte, el endosatario de la letra de cambio es su tenedor legítimo siempre que
justifique su posesión con una cadena ininterrumpida de endosos, tanto si se trata de
un endosatario en propiedad, como si se trata de un endosatario en garantía o en
procuración. Es el sujeto legitimado a ejercer el derecho de crédito incorporado en la
letra de cambio mediante su presentación al girado el día de su vencimiento para
pedirle el pago.
Cuando se trata de un endosatario en propiedad es además el propietario del título y
el titular de los derechos inherentes al título valor, y puede no sólo cobrarlo sino
transmitirlo en propiedad, en procuración o en garantía.

FACULTAD DE DERECHO 411


Versión de julio de 2023
§ 279 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Si se trata de un endosatario en garantía, es titular de un derecho de garantía


mobiliaria sobre la letra de cambio, y no solo puede, sino que debe cobrarla, si
venciera antes que la obligación garantizada. También puede endosarla a su vez,
aunque en principio sólo “en procuración”. La excepción es que el endoso en garantía
de la letra contenga la cláusula de “venta extrajudicial”, supuesto en el cual, si hay que
proceder a la realización del título valor (aún no vencido) a causa del vencimiento y
no pago de la obligación garantizada, el endosatario podrá vender extrajudicialmente
la letra y adjudicarla directamente; en este caso, el endosatario en garantía sí puede
endosar “en propiedad” a favor del adjudicatario de la letra.
Un endosatario “en procuración” no sólo puede cobrar judicial o extrajudicialmente el
crédito contenido en la letra, sino también endosarla, aunque sólo “en procuración”, o
bien en retorno a su propio endosante en procuración.

VI. CUMPLIMIENTO DE LA OBLIGACIÓN CAMBIARIA


El vencimiento de la letra (i): letras de cambio “a fecha fija”.
Para poder cumplir la obligación, antes ésta tiene que vencer83. No es exactamente
así: ciertamente se puede pagar la obligación sin haber vencido. Pero no es normal
que el deudor pague la obligación antes de que venza y, desde luego, no le es exigible
hacerlo. Además, como he explicado en su momento84, si se llegase a hacer, ese
cumplimiento anticipado no estaría protegido por la legitimación pasiva: el deudor que
paga antes del vencimiento lo hace por su cuenta y riesgo.
De todas maneras, en materia de vencimiento y de cumplimiento, se trata de
concretizar para el caso de la letra de cambio cuestiones que ya han quedado
explicadas en la Parte General y, si no todo, casi todo lo que entonces dije se aplica
a la letra de cambio.
Como adelantaba en un apartado anterior, la letra de cambio sólo puede indicar su
vencimiento según una de estas formas, admitidas por el art. 121 LTV:
1) A fecha fija.
2) A cierto plazo desde su giro o emisión.
3) A cierto plazo desde la aceptación.
4) A la vista.
La letra con vencimiento a fecha fija es la que indica una fecha concreta y determinada
de vencimiento, conforme a un determinado sistema de computar el tiempo. Por
ejemplo, se indica que la letra vence el 14 de febrero de 2014, el 31 de agosto de
2014, etc. El art. 144 LTV señala ciertas reglas para determinar el día en que se vuelve
exigible la obligación contenida en la letra de cambio y el tenedor ha de recibir su
importe. Una de ellas (art. 144. 2 LTV) dispone que, si al señalar la fecha se omite
indicar el año, se entiende que vence el mismo año de la emisión, o el año siguiente
si dicha fecha ya ha pasado:

83 En esta sección, la mayor parte de los §§ 279 a 282, sobre el vencimiento de la letra de cambio,
recogen sin mayores cambios el contenido del material que sobre los mismos temas preparó en años
anteriores la Prof. Lorena RAMÍREZ para este mismo curso.
84 Vid. § 177, en pp. 250 y s., supra.

412
Notas de Títulos Valores § 279

“144.2 (…) Si al indicarse el día del vencimiento se ha omitido el año, se


entiende que es el mismo año de la emisión de la Letra de Cambio o, de
corresponderle, el año siguiente”.
EJEMPLO 1: Si el 14 de febrero de 2014 A gira una letra de cambio a la orden de
B y a cargo de C, señalando como fecha de vencimiento el 2 de enero (sin
indicar de qué año), la letra vence el viernes 2 de enero de 2015, fecha en la
que B deberá cumplir con la carga de presentarla a C pidiéndole pago en el
lugar indicado para ello85.
EJEMPLO 2: Si el 1 de enero de 2014 A gira una letra de cambio a la orden de B
y a cargo de C, indicando como fecha de vencimiento el 14 de febrero (sin
señalar de qué año), la letra vence el 14 de febrero de 2014, fecha en la que B
deberá cumplir con la carga de presentarla a C pidiéndole pago en el lugar
indicado para ello.
Ahora bien, si directamente se señala una fecha que no existe en el calendario, el
vencimiento se producirá el último día correspondiente al mes de vencimiento. Así lo
señala también el art. 144.2 LTV:
“144.2 (…) Si se indica como fecha de vencimiento una que no existe en el
calendario, se entiende que la fecha vence el último día correspondiente al mes
de vencimiento”.
ASÍ:
EJEMPLO 3: Si el 20 de marzo de 2014, A gira una letra de cambio a la orden de
B y a cargo de C, indicando como fecha de vencimiento el 31 de septiembre de
2014, dicha letra vence el 30 de septiembre de 2014.
Por último, si se indica como día de vencimiento un día inhábil (sábado, domingo o
feriado), o si como resultado de la aplicación de las reglas anteriores resultare que la
letra vence en día inhábil, entonces el plazo de vencimiento se corre al día hábil
siguiente, en aplicación de los arts. 144.2 LTV y el inc. 5 del art. 183 CC:
“144.4 En el cómputo de los días no se excluyen los días inhábiles, pero si el
día del vencimiento para su aceptación o pago lo fuera, se entenderá que dicho
plazo vence el primer día hábil siguiente. Sin embargo, el plazo para su protesto
se computa a partir del día de vencimiento señalado en el documento o en el
que según su texto resulte exigible”.
“Art. 183.- El plazo se computa de acuerdo al calendario gregoriano, conforme
a las siguientes reglas: (…)
5.- El plazo cuyo último día sea inhábil, vence el primer día hábil siguiente”.
Como se advierte en algunos ejemplos:

85 De conformidad con el Art. 72.1.b LTV el plazo para protesto por falta de pago serían los quince días
posteriores a su vencimiento, esto es: del 3/01/2015 al sábado 17/01/ 2015. Los días para entregar el
título valor al notario de conformidad con el Art. 72.2 serían los ocho primeros de los quince
mencionados: 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10 de enero de 2015, pero como el 10/01/2015 cae día inhábil
(sábado), en aplicación del Art. 75.2 LTV, B todavía puede entregar la letra al notario solicitándole que
la proteste hasta el lunes 12/01/2015. Según el Art. 75.1 LTV los días para que el notario efectúe la
notificación de protesto son los días de semana hábiles (de lunes a viernes) de los quince referidos: 5,
6, 7, 8, 9, 12, 13, 14, 15 y 16 de enero de 2015.

FACULTAD DE DERECHO 413


Versión de julio de 2023
§ 280 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

EJEMPLO 4: Si el 13 de marzo de 2014, A gira una letra de cambio a la orden de


B y a cargo de C, con vencimiento el 28 de julio de 2014, dicha letra vencerá el
30 de julio de 2014.
EJEMPLO 5: Si el 13 de marzo de 2014 A gira una letra de cambio a la orden de
B y a cargo de C, con vencimiento el 20 de abril, dicha letra vencería en principio
del 20 de abril de 2014, pero como dicho día cae en día inhábil (domingo), el
plazo de vencimiento se corre al día hábil siguiente, es decir el día 21 de abril
de 2014.
Es importante que el día de vencimiento sea hábil, porque el tomador puede presentar
recién ese día la letra de cambio al girado, pidiéndole el pago. Y también es importante
para el cómputo de los plazos de prescripción de las acciones cambiarias. Sin
embargo, para el cómputo de los plazos de protesto, se tiene en cuenta el día real de
vencimiento, sin importar si éste es hábil o inhábil (sábado, domingo o feriado), como
dispone el art. 144.4 LTV.
EJEMPLO 6: Si el 20 de marzo de 2014 A gira una letra de cambio a la orden de
B y a cargo de C, con vencimiento el 28 de julio, dicha letra vencería el 28 de
julio de 2014, pero como es feriado dicha letra vencería el 30 de julio de 2014.
Pero para computar los plazos de protesto se tiene en cuenta como día de
vencimiento el 28 de julio. Por eso, según el art. 144.4 LTV in fine y el inc. b del
art. 72.1 LTV, el plazo para protestar esta letra será del 29 de julio al 12 de
agosto de 2014 (quince días posteriores a su vencimiento, tal como fue
indicado). De conformidad con el art. 72.2 LTV los días para entregar el título
valor al notario, serían los ocho primeros días de los quince mencionados: del
29 de julio al 05 de agosto de 2014. Y bajo el art. 75.1 LTV, los días para
efectuar la notificación de protesto serían los días de semana (de lunes a
viernes) no feriados de los quince mencionados: 30 y 31 de julio, 1, 4, 5, 6, 7,
8, 11 y 12 de agosto de 2014.
El vencimiento de la letra (ii): “a cierto plazo desde la emisión”.
En la letra de cambio también se puede señalar un vencimiento a cierto plazo desde
su emisión o giro, con frases como: “vence a siete días desde la fecha”, “vence a dos
meses desde su giro”, u otras equivalentes. Para determinar a qué día concreto se
refieren estas expresiones como el de vencimiento, el art. 144 LTV remite a las reglas
para el cómputo de los plazos del Derecho común, es decir, al art. 183 CC; reglas que,
por otro lado, repite en más de una ocasión en su propio texto.
EJEMPLO 7: Si el 28 de julio de 2014 A gira una letra a la orden de B y a cargo
de C, con vencimiento a ocho días, dicha letra vence el martes 5 de julio de
2014, según los siguientes cálculos:
- En aplicación del art. 144.2 LTV, la expresión “ocho días” equivale
exactamente a ese número de días y no a una semana (que son sólo 7 días,
en realidad).
- En segundo lugar, en aplicación del inc. 1 del art. 183 CC y del art. 144.4
LTV, en el cómputo de los días se incluyen los días inhábiles, es decir se
cuenta por días naturales, si la Ley no expresa lo contrario (como no lo hace
en este caso), por lo que el 29 de julio (feriado nacional) no se excluye del
cómputo.

414
Notas de Títulos Valores § 281

- En tercer lugar, en aplicación del art. 144.3 LTV, en el cómputo del plazo no
se incluirá el día que le sirva de punto de partida (salvo disposición expresa
de la ley en contrario) o, lo que es lo mismo, se excluye el día inicial y se
incluye íntegramente el día del vencimiento (inc. 4 del art. 183 CC). Por lo
cual el primer día del plazo que comienza el 28 de julio de 2014 es el 29 de
julio (y no el mismo 28), y el octavo día, día del vencimiento, el 5 de agosto.
EJEMPLO 8: Si el 29 de noviembre de 2013 A gira una letra a la orden de B y a
cargo de C con vencimiento a tres meses, dicha letra vence el viernes 28 de
febrero de 2014. Esto, porque, según el inc. 2 del art. 183 CC (aplicable por la
remisión contenida en el art. 144.1 LTV), cuando se trata de plazos señalados
en meses, este plazo se cumple en el mes del vencimiento y en el día de éste
correspondiente a la fecha del mes inicial, esto es vencería el día 29 de febrero
de 2014; pero según el mismo inc. 2 del art. 183 CC, cuando el día señalado
para ello no exista en el mes del vencimiento, como ocurre en este caso, el
vencimiento ocurrirá el último día del mes del vencimiento, esto es, el viernes
28 de febrero de 2014.
EJEMPLO 9: Si el día 26 de abril de 2012 A gira una letra de cambio a la orden
de B y a cargo de C con vencimiento a dos años desde su giro, dicha letra
vencería el 28 de abril de 2014, según los siguientes cálculos:
- En primer lugar, según el inc. 3 del art. 183 CC, a los plazos señalados en
años se aplica la misma regla que para los señalados en meses, es decir se
cumplen en el año del vencimiento en el mismo día y mes correspondientes
al año inicial, lo que daría el sábado 26 de abril de 2014.
- Sin embargo, según el art. 144.4 LTV, cuando el día del vencimiento para
el pago fuera inhábil (sábado, domingo o feriado), se entenderá que dicho
plazo vencerá el primer día hábil siguiente, lo que en este caso sería el lunes
28 de abril de 2014. Entonces el día del vencimiento será el 28 de abril de
2014, día en el cual B deberá presentar la letra a C pidiéndole pago, y día
desde el cual se computan los plazos de prescripción de las acciones
cambiarias.
El vencimiento de la letra (iii): “a cierto plazo vista”.
En la letra de cambio con vencimiento a cierto plazo desde su aceptación, el
vencimiento suele venir indicado con frases como:
1) “vence a diez días desde su aceptación”,
2) “a un mes vista”, o
3) “a un año desde la vista”.
En ellas, el plazo de vencimiento depende del acto de aceptación del girado, o bien
del protesto por falta de aceptación del girado. Por regla general, la presentación de
la letra de cambio al girado, antes del vencimiento, para que la acepte (para que se
obligue cambiariamente a pagarla el día de su vencimiento), es potestad del tenedor,
que no está sujeto a necesidad jurídica alguna de hacerlo, salvo supuestos concretos
(como vimos en su momento). Uno de ellos es justamente cuando se trata de letras
que vencen a cierto plazo desde la aceptación. En ellas es necesario presentar la letra
a la aceptación del girado, pues en caso contrario nunca comenzaría a correr el plazo
de vencimiento. Así, si se gira una letra con vencimiento “a quince días desde la
aceptación”, los quince días comenzarán a contarse tomando como punto de partida
FACULTAD DE DERECHO 415
Versión de julio de 2023
§ 281 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

la fecha en que el girado aceptó la letra o la fecha del protesto por falta de aceptación
(si el girado se negó a aceptarla).
Como puede colegirse, en estas letras con vencimiento a cierto plazo desde la
aceptación, el vencimiento de la letra de cambio depende en cierta medida de un acto
del tenedor: que la presente al girado pidiéndole aceptación. Pero como tanto derecho
tiene el acreedor a que le paguen, como el obligado a desobligarse pagando, la LTV
ha señalado un plazo para que las letras con vencimiento a cierto plazo desde su
aceptación, se presenten al girado pidiendo aceptación. Así pues, el art. 134 LTV
señala claramente:
“Artículo 134.- Aceptación de la Letra de Cambio con Vencimiento a cierto
plazo desde la aceptación
134.1 Para que la Letra de Cambio a cierto plazo desde la aceptación sea
exigible, debe ser presentada al girado para su aceptación, dentro del plazo de
un año desde que fue girada.
134.2 El girador puede reducir este plazo o fijar uno mayor, debiendo en ese
caso dejarse constancia en el mismo título”.
Si la letra no es presentada a la aceptación dentro del plazo de un año desde que fue
girada, o dentro del plazo mayor o menor señalado por el girador, el derecho de crédito
incorporado en la letra es inexigible, o lo que es lo mismo, se extinguen las acciones
cambiarias para exigirlo86.
Por otro lado, de conformidad con el art. 128.2 LTV, en las letras que vencen a cierto
plazo desde la aceptación (u otros supuestos en que la presentación a la aceptación
sea preceptiva), uno de los requisitos formales de la declaración cambiaria del girado-
aceptante (aceptación), es la fecha de la aceptación. Si el girado al aceptar omite
colocar la fecha de su aceptación, puede insertarla el tenedor. Y si también el tenedor
omitiese colocar la fecha, se aplicaría lo dispuesto por el art. 142.2 LTV según el cual,
“la aceptación sin fecha se considera otorgada el último día del plazo establecido para
presentarla a la aceptación”. Se salvan así las acciones cambiarias.
EJEMPLO 10: El día 18 de julio de 2013 A gira una letra a la orden de B y a cargo
de C, con vencimiento “a cinco días vista”, y sin indicar plazo especial para la
presentación a la aceptación. En este caso:
- De conformidad con el art. 134 LTV y el inc. 3 del art. 183 CC, B dispone
del plazo que va desde el 18 de julio de 2013 hasta el viernes 18 de julio del
2014 para presentarla a la aceptación de C.
- Si B la presenta a la aceptación de C el día 21 de junio de 2014 y C la acepta
ese mismo día, indicándolo así en la letra, entonces la letra vence el día
jueves 26 de junio de 2014 (aplicando para el cómputo de los “cinco días”
las reglas señaladas en los arts. 144.3 y 144.4 LTV y en los incs. 1 y 4 del
art. 183 CC, ya vistos).
EJEMPLO 11: El día 16 de mayo de 2013 A gira una letra a la orden de B y a
cargo de C, con vencimiento “a diez días desde la aceptación”, señalando como
plazo para presentación a la aceptación el de seis meses desde el giro. En este
caso:

86 Sí estaríamos esta vez ante un caso de perjuicio del título valor, al que se le aplica el art. 1233 CC.

416
Notas de Títulos Valores § 282

- De conformidad con el inc. 2 del art. 183 CC, B dispondría del plazo que va
desde el 16 de mayo de 2013 hasta el 16 de noviembre de 2013 para
presentar la letra a su aceptación.
- Pero como 16 de noviembre de 2013 cae sábado, en aplicación del art.
144.4 LTV, B dispone del plazo que va desde el 16 de mayo de 2013 hasta
el lunes 18 de noviembre de 2013 para presentar la letra a su aceptación.
- Si B presenta la letra a la aceptación de C el día 24 de septiembre de 2013,
y C se niega a aceptarla, de modo que B solicita y obtiene protesto por falta
de aceptación con fecha 27 de septiembre de 2013 (dentro del plazo
señalado por el inc. a del art. 72.1 LTV), entonces la letra vence el lunes 7
de octubre de 2013 (aplicando para el cómputo de los “diez días” las reglas
señaladas en los arts. 144.3 y 144.4 LTV y los incs. 1 y 4 del art. 183 CC,
ya vistas).
El vencimiento de la letra (iv): letras “a la vista”.
La letra de cambio con vencimiento a la vista, forma de vencimiento que además se
considera insertada siempre que se omita señalar de otra forma el vencimiento (art.
121.5 LTV), vence el día mismo de su presentación al girado solicitándole su pago. La
forma prácticamente unánime de indicar expresamente este vencimiento es la frase
“a la vista”. Dice la doctrina que el señalamiento de un vencimiento de este tipo en una
letra de cambio, tiene por finalidad que el tomador pueda atender con el importe de la
letra de cambio eventualidades que se prevé van a producirse dentro de cierta época,
pero respecto de las cuales se ignora el momento exacto en que se darán. El tomador
o tenedor legítimo puede presentar la letra de cambio al girado en cualquier momento,
solicitándole su pago (y ocasionando con ello su vencimiento), desde el mismo
instante siguiente a su emisión.
Pero tampoco se quiere que los obligados cambiarios permanezcan obligados sine
die, pues tanto derecho tienen a desobligarse como el acreedor a que le paguen, la
presentación para el pago no queda absolutamente indeterminada en el tiempo. Así,
el art. 141.5 LTV ha señalado que la letra puede ser presentada al girado, solicitándole
pago, desde el mismo día de su giro y durante el plazo que al efecto se haya señalado
en la letra; y si no se ha señalado ningún plazo, entonces deberá ser presentada
dentro de un plazo no mayor a un año desde su giro. Así se evita una prolongada
incertidumbre para los obligados de regreso (girador, endosantes y sus avales y
fiadores) y girado, consiguiendo que no estén expuestos indefinidamente a la
inesperada exigencia del pago, mediante las acciones cambiarias.
La frase “la presentación para su pago deberá hacerse dentro de un plazo no mayor
a un año, desde la fecha de giro”, no tiene una interpretación unívoca en la
jurisprudencia. Normalmente se interpreta, como es razonable, que se trata de un año
completo según las reglas ya expuestas de cómputo legal del tiempo (civil y
cambiario), pero alguna sentencia defiende la teoría que se trata de “un año menos
un día”: vamos a llamarla “teoría del año corto”. Los tribunales que siguen esta última
interpretación opinan que “un plazo no mayor a un año” del art. 141.5 LTV lleva
implícita una excepción al inc. 4 del art. 183 CC, basándose en que los plazos se
cumplen al finalizar el día de término del año o del mes (cfr. incs. 2 y 3 del art. 183
CC), dejando fuera el día de inicio; o sea, en un plazo de un año, el vencimiento ocurre
al finalizar el día de igual numeración dentro del mismo mes del año siguiente al de
inicio del plazo. Teniendo en cuenta que el derecho normalmente se puede ejercer

FACULTAD DE DERECHO 417


Versión de julio de 2023
§ 282 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

también en las horas que restan del día de inicio del plazo, esto genera bajo el
cómputo legal un plazo total que correspondería a (algo menos de) un año y un día
bajo un cómputo natural. Como esto parece infringir matemáticamente lo dispuesto en
el art. 141.5 LTV, estos jueces interpretan que se debe quitar un día a este periodo.
Esta posición no parece justificada en absoluto, pues tratándose de una expresión
legal, “un plazo no mayor a un año” debe entenderse referida también a “un año” en
el cómputo civil o legal mismo, que conforme a sus propias reglas prefiere incluir
algunas horas de más que quitárselas respecto del cómputo natural. Todo ello sin
dejar de reconocer que, siempre que sea posible, la prudencia aconsejará actuar
como si el plazo del art. 145.5 fuera realmente de un año menos un día, con la finalidad
de tener la seguridad de no ser perjudicado por algún tribunal que siga la interpretación
que acabo de criticar. Y es que, como del vencimiento depende el cálculo de los plazos
de protesto y el de los de prescripción de las acciones cambiarias, un juez que siguiera
la teoría del “año corto” podría considerar perjudicado el título valor por realización de
un protesto (supuestamente) fuera de plazo o por la (supuesta) prescripción de las
acciones cambiarias.
EJEMPLO 12: Si el día 10 de marzo de 2013 A gira una letra de cambio a la orden
de B con cargo a C, con vencimiento a la vista, dicha letra vencerá el día en
que B le presente la letra a C solicitándole su pago. El plazo dentro del cual B
debe presentar la letra a C pidiéndole pago sería desde el 10 de marzo de 2013
hasta el 10 de marzo de 2014. Para quienes siguen la teoría del “año corto”, el
último día de presentación a la aceptación sería el 9 de marzo; mas como tal
día cae en domingo, por el art. 144.4 LTV, el plazo para que B presente la letra
a C pidiéndole pago será siempre, en este caso, del 10 de marzo de 2013 al
lunes 10 de marzo de 2014. Este es el plazo para que B presente la letra de
cambio a C en el lugar designado para el pago, solicitándole el pago de la letra.
Y será también el plazo desde el cual se compute el plazo de prescripción de
las acciones cambiarias, teniendo en cuenta lo previsto por el art. 96.2 LTV.
Ahora bien, por disposición del mismo art. 144.4 LTV, para el cómputo de los
plazos de protesto del inc. c del art. 72.1 LTV se tendrá en cuenta el día “real”
del vencimiento del plazo. Entonces, para los sostenedores de la teoría del “año
corto”, el plazo para protesto de esta letra de cambio vencerá un día antes que
para quienes no siguen esa interpretación, pues irá desde el día siguiente de
su emisión (11 de marzo de 2013), durante el plazo que se tiene para presentar
la letra para el pago (o sea, bajo esta teoría, hasta el domingo 9 de marzo de
2014) y durante los ocho días posteriores al vencimiento de dicho plazo para la
presentación al pago (hasta el lunes 17 de marzo de 2014, inclusive). Aplicar la
normalmente el cómputo legal de este plazo, como es razonable hacer, en
cambio, extendería este plazo hasta el martes 18 de marzo. En conclusión, el
plazo para realizar el protesto es desde el 11 de marzo de 2013 hasta el 18 de
marzo de 2014, pero resulta recomendable, para mayor seguridad, asegurarse
de obtenerlo a más tardar el lunes 17 de marzo.
EJEMPLO 13: Si el 21 de marzo de 2013 A gira una letra de cambio a la orden
de B y a cargo de C, con vencimiento a la vista, señalando en la letra que el
plazo de presentación para su pago es de 5 meses desde su emisión, la letra
vencerá el día en que B presente la letra a C en el lugar de pago solicitándole
su pago. El plazo que tiene B para presentar la letra a C pidiéndole su pago es
desde el 21 de marzo de 2013 hasta el miércoles 21 de agosto de 2013. Si B
presenta la letra a C solicitándole su pago el miércoles 24 de abril del 2013, ese

418
Notas de Títulos Valores § 283

día vencerá la letra. Si C se niega a pagarla, entonces, según el inc. c del art.
72.1 LTV, B tendrá el siguiente plazo para protestarla por falta de pago: del 24
de abril de 2013, durante el plazo que tenía para presentarla al pago (hasta el
21 de agosto de 2013), e inclusive los ocho días posteriores al vencimiento de
ese plazo de presentación para su pago (hasta el 29 de agosto de 2013,
inclusive). Es decir, el plazo para el protesto por falta de pago de esta letra será
del 24 de abril de 2013 hasta el 29 de agosto de 2013. Como se ve, en este
caso, ambas teorías llevan exactamente al mismo resultado.
En una letra de cambio a la vista también se puede indicar que no debe ser presentada
para su pago antes de determinada fecha. De ser este el caso, el plazo máximo dentro
del cual puede ser presentada la letra de cambio para su pago, ya sea el previsto por
la LTV o el dispuesto por las partes, será computado desde dicha fecha determinada.
Así lo señala el art. 141.6 LTV:
“141.6 Si en la Letra de Cambio a la vista se hubiera señalado la prohibición de
ser presentada a cobro antes de una fecha determinada, el plazo para su
presentación al pago se contará desde dicha fecha determinada”.
En esta disposición, por “el plazo para su presentación al pago” se entiende
indistintamente el convencional o, en su defecto, el legal.
EJEMPLO 14: El 12 de enero de 2013 A gira una letra de cambio a la orden de
B y a cargo de C, pero previendo que no podrá hacer provisión de los fondos a
C antes del 28 de julio de 2013, día en que le pagan la gratificación por fiestas
patrias, señala en la misma letra que no sea presentada para su pago antes del
28 de julio de 2014; sin embargo, no señala plazo para esa presentación. En
este caso la letra vencerá el día en que B presente la letra de cambio a C en el
lugar designado solicitando el pago de la letra, siempre que no sea antes del
28 de julio de 2014. En aplicación de los arts. 141.5 y 141.6 LTV, el plazo para
que B presente la letra a C pidiéndole pago iría desde el 28 de julio de 2014
hasta el 28 de julio de 2015 (para la teoría del “año corto”, sería hasta el lunes
27 de julio). Sin embargo, como el 28 de julio de 2015 es feriado (inhábil), en
aplicación del art. 144.4 LTV, el plazo para que B presente la letra a C
pidiéndole su pago se alargará hasta el 30 de julio de 2015 (la teoría del “año
corto” lo dejará en el 27 de julio). Como se ve, el plazo de presentación al pago
es distinto bajo una u otra teoría en ese caso. Además, en aplicación del mismo
art. 144.4 LTV in fine, para computar el plazo de protesto se tiene en cuenta el
día real de vencimiento del plazo, por lo que el plazo de protesto señalado en
el inc. c del art. 72.1 LTV irá normalmente desde el 28 de julio de 2014, durante
el plazo que tenía B para presentar la letra a su pago (hasta el 28 de julio de
2015), e inclusive los ocho días posteriores al vencimiento de dicho plazo (hasta
el 5 de agosto de 2015). Pero para la teoría del “año corto” este plazo para el
protesto vence también un día antes, el 4 de agosto de 2015.
La renovación cambiaria.
También de la renovación he tratado en alguna medida ya87, aunque quizá menos que
del pago. Gran parte de las cosas que voy a decir aquí son solo aplicaciones de la

87Cfr. § 160, en pp. 170 y s., supra, para otras renovaciones, que no sean reaceptación (porque no
implican una nueva aceptación: novación del giro, aval y otras garantías, endosos, etc.); y § 272, en
pp. 383 y s., supra, específicamente para la reaceptación.

FACULTAD DE DERECHO 419


Versión de julio de 2023
§ 283 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Parte General, que en todo caso se complementa, se completa, se integra con lo visto
en la Parte General.
¿Qué es entonces la renovación cambiaria? A propósito, especialmente, de la
cláusula de “prórroga”, diferenciándola de los casos de “novación”, en general, y
específicamente de la “renovación” cambiaria, dejé claro que es, en principio, un caso
de novación.
La novación en general es la sustitución o reemplazo de una obligación u otra relación
jurídica existente por otra. Tenemos:
1) una obligación (llamémosla O1), y
2) otra obligación (O2).
La idea es que O1 se cancela para constituir O2; y viceversa: O2 se constituye para
cancelar O1. Esto es la “novación” en general; si estamos hablando de la “renovación”
específicamente cambiaria o cartular, tendremos más bien:
1) una relación cambiaria o título valor (en este caso, letra de cambio: L/C1),
2) sustituida por otra relación cambiaria o título valor (L/C2).
Lo interesante de la novación cambiaria, lo que llama la antención, es que muchas
veces no se descarta o elimina el primer título valor para crear otro título valor.
Ciertamente, eso es algo que sí puede ocurrir así, pero lo que es más frecuente que
ocurra es que sobre la misma charta, sobre el mismo documento, se crea la nueva
obligación sustitutoria. Cuando pasa eso, normalmente es más claro que hay una
“renovación” o novación propiamente dicha, y es entonces cuando se habla
normalmente de renovación cambiaria.
Ahora bien, además de esos casos, conviene tener en cuenta que también se puede
hacer una “novación” cambiaria en la que sí se sustituya una charta por otra. A su vez,
esta nueva emisión se puede hacer con o sin destrucción o inutilización de la primera
charta. Estos últimos casos de nueva emisión sin destrucción de la letra original,
especialmente, plantean algunos problemas adicionales que han sido objeto de ardua
discusión en la doctrina:
1) ¿Qué pasa entonces con la charta o documento antiguo?
2) ¿Cuáles son las relaciones entre el antiguo y el nuevo?
Hay toda una discusión sobre estos interrogantes y otros parecidos, también a la luz
de los principios generales de obligaciones sobre la novación.
En nuestro CC, la novación está regulada como el cambio de una obligación (que se
cancela) por otra. Pero evidentemente también es posible hacer una “modificación” de
la obligación, o como le llama DIEZ PICAZO, tomando el nombre de la doctrina alemana,
una “novación modificatoria” y no “sustitutoria” (esta última es la novación propiamente
dicha). A diferencia de la novación propiamente dicha, donde se cancela una
obligación para crear otra, en la novación modificatoria lo que se produce es una
alteración de la misma obligación. De hecho, eso es lo que normalmente ocurre en el
mundo de las obligaciones cuando las partes acuerdan nuevos términos para la
obligación: no es que se cree una nueva obligación, sino que la misma que ya existía
simplemente se modifica.

420
Notas de Títulos Valores § 283

El problema surge cuando esta “novación modificatoria” de la relación jurídica


documentada en una letra de cambio se pretende hacer con un cambio de papeles,
de modo que se emite uno nuevo, pero sin destruir ni inutilizar el primero.
Hay que tomar nota de que el papel anterior sigue estando allí. Si se destruyera en
ese mismo momento, quedaría clarísima —por lo menos de su parte y de la parte con
la que hace la renovación (el firmante de la nueva letra)— la intención novatoria o de
cancelar la obligación antigua para crear una nueva, en el sentido en que la pide el
art. 1277 CC: “que la voluntad de novar se manifieste indubitablemente”. Pero el
problema surge precisamente cuando no pasa eso. Es más, eventualmente esas
“modificaciones” con expedición de un nuevo documento las podría hacer no ya el
tenedor actual de la letra de cambio, sino uno de los anteriores tenedores. Uno de
estos sujetos, en la medida en que está obligado por la letra de cambio, puede muy
bien intentar cambiar los términos de su propia posición con otros obligados en la letra
de cambio respecto de él.
Pues bien, un supuesto como éste plantearía una serie de problemas en los que no
nos vamos a detener demasiado. Gracias a Dios nuestra LTV es más o menos
explícita en esta materia y dice claramente que cuando se hace una modificación de
la obligación en el mismo título, que es el caso más frecuente y al que la doctrina
designa propiamente con el nombre de “renovación”, ya sea propiamente novatoria o
meramente modificatoria, si no consta el asentimiento expreso de todos los
interesados (obligados cambiarios) ni su aceptación anticipada (como pasa por
ejemplo mediante la cláusula de prórroga, para los casos de modificación del
vencimiento), los que estaban obligados en los términos anteriores automáticamente
quedan liberados; la Ley misma resuelve la cuestión de manera clara en la mayoría
de los casos. O sea que, en principio, no se plantea el problema.
Pero de todas maneras se podría plantear, porque no necesariamente tiene que
ocurrir así. De hecho, no ocurre así en los títulos con cláusula de prórroga, que
autoriza anticipadamente a hacer la prórroga con efectos contra todos los que habían
firmado el título valor con esa cláusula. Y es obvio que tampoco quedarían liberados
si es que se emite una nueva letra de cambio, y todos los que intervienen en ella (en
la nueva) están en el entendimiento de que no se está cancelando la anterior, sino
que más bien la segunda se gira pro solvendo de la primera. Porque, así como la
emisión original de una letra de cambio u otro título valor puede hacerse tanto pro
soluto como pro solvendo, respecto de la relación causal (es más, lo normal es que
dicha emisión se tenga como hecha pro solvendo), de la misma manera también, en
los casos de “renovación” con emisión de una nueva letra de cambio, la entrega de
ésta también se puede hacer pro soluto o pro solvendo, respecto de la antigua u
originaria. En esos casos, como la letra anterior no se destruye (cosa que usualmente
no ocurre, y de hecho no es necesario que ocurra), subsisten eventualmente dos letras
de cambio o dos títulos valores.
En otras palabras, si la relación de sustitución no es propiamente de sustitución (o
novación propiamente dicha) sino de facilitación del cumplimiento de la prestación
prevista en el título original en unos nuevos términos, será necesario examinar
cuidadosamente cuál es la relación entre la antigua letra de cambio y la nueva, porque
la antigua subsiste. Como mínimo, y de la misma manera que en la emisión original
de la letra de cambio la exigibilidad de la relación causal se suspende, pero con
posibilidad de resurgir en las circunstancias adecuadas, habrá que entender que, por
lo menos inter partes, la exigibilidad de la primera letra de cambio se suspende

FACULTAD DE DERECHO 421


Versión de julio de 2023
§ 284 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

también en términos análogos, supuesto el caso de que haya un acuerdo de esta


naturaleza.
Ahora bien, lo normal es que estas renovaciones se hagan en el mismo documento,
precisamente para aprovechar todos los elementos comunes que va a tener la
obligación nueva con la primitiva; y cuando eso pasa, salvo declaración expresa en
contrario, vale lo que dice la ley. Hay una letra de cambio, en la que ha habido unas
modificaciones en el sentido de la renovación, y la Ley dispone que todos los
interesados que no firmaron en los nuevos términos, quedan liberados.
Luego hay una serie de fenómenos que no vamos a abordar, aunque podrían ser muy
interesantes, para los casos que he mencionado de hacer la “(re)novación” en
documento aparte. Se plantean en todos los supuestos de divergencia entre el
documento original y el nuevo documento. Por ejemplo, la divergencia en el orden de
los endosantes: ¿qué pasa si en el nuevo documento a un endosante lo colocan más
arriba de lo que estaba en la letra original? Hay ahí toda una interesante materia para
discutir y estudiar, ciertamente, pero que no voy a abordar de momento.
El pago de la letra de cambio.
Sobre el pago sí que he desarrollado con bastante detalle en la Parte General casi
todas las cuestiones relevantes88. Y todo lo que dije allí, en principio, es aplicable casi
especialmente y sobre todo a la letra de cambio, más que a los demás títulos valores.
De hecho, esa sección sobre el Pago de los títulos valores procede de la exposición
que se hacía antes sólo de la letra de cambio, al cual se referían antes los demás
títulos valores regulados (en ese entonces, sólo el pagaré y el cheque).
Es un tema regulado hoy en día con alcance general; en la LTV actual solo quedan
dos artículos (arts. 145 y 146 LTV) sobre el pago específicamente de la letra de
cambio, y tampoco es que introduzcan ninguna novedad. Básicamente tratan de:
1) el lugar de pago (art. 145.1 LTV) que, como siempre, es el domicilio señalado en
ella o el determinado según el domicilio del obligado principal;
2) la posibilidad del endosante que paga de testar su endoso (art. 145.2 LTV), como
también hemos visto en la Parte General; y
3) finalmente, la prohibición del pacto de intereses en la letra de cambio (art. 146
LTV); esto es, la prohibición de pactar intereses compensatorios anteriores al
vencimiento.
La idea de esto último, que es prácticamente lo único novedoso, es distinguir la letra
de cambio y hacerla específica y distinta del pagaré, diferente de él al menos en
aspectos formales, de tal manera que no se los pueda confundir, pues el pagaré sí
admite ese tipo de pactos. Y luego, por otras razones, con otras diferencias formales,
se la distingue del cheque (que no es aceptable, mientras la letra de cambio no puede
no ser aceptable). Lo cierto es que ambos títulos, el pagaré y el cheque, en el fondo,
son muy similares a la letra de cambio, y hasta se podrían tratar como idénticos.
Por ejemplo, en Alemania, el pagaré no se concibe como un título independiente o
autónomo de la letra de cambio; es más bien una “versión” de la letra de cambio.
Y en los países del common law, pasa exactamente lo mismo con el cheque. El
cheque en realidad es una derivación de la letra de cambio, una evolución de la letra

88 Cfr. §§ 172 a 179, en pp. 247 y ss., supra.

422
Notas de Títulos Valores § 285

de cambio para determinados fines, una letra de cambio especial, sin más. En los
países de Europa continental, y por tanto en nuestra propia tradición jurídica, cuando
se recibió el cheque, se procuró hacerlo distinto a la letra de cambio. El cheque es una
letra de cambio no aceptable, está prohibido aceptarlo; en cambio, en la letra de
cambio lo que está prohibido es prohibir la aceptación, al menos en nuestro país (cfr.
art. 123 LTV). En el sistema de la Ley Uniforme no; en la Europa continental, en el
sistema de Ginebra, sí se puede prohibir la aceptación de la letra de cambio, y en
continuidad con ese modelo nuestra Ley anterior sí permitía prohibir la aceptación de
la letra de cambio (párr. 3° del art. 74 LTV ant.89). El girador podía hacerlo, y en ese
caso funcionaba él como obligado principal. Se podía prohibir la aceptación, pero
obviamente no el pago, el librado siempre puede pagar como “llamado” principal al
pago, porque para eso se gira la letra de cambio.
Las cuestiones reguladas en este pequeño Título V de la Sección Primera del Libro
Segundo de la LTV, con sus dos artículos, entonces, en realidad no introducen nada
nuevo en el régimen de su cumplimiento, respecto de lo previsto con alcance general
para todos los títulos valores, más allá de la cuestión formal de la prohibición de los
pactos de intereses compensatorios en el art. 146 LTV. Porque no es que no haya
este tipo de intereses en una letra de cambio. La letra de cambio ciertamente es un
instrumento de crédito, que evidentemente, en la inmensa mayoría de los casos, es
un crédito remunerado, y por lo tanto incorpora intereses. Lo que se prohíbe es la
mención de los intereses compensatorios porque se entiende que ya están
incorporados en la suma cambiaria principal, calculada hasta su vencimiento.
El pago de la letra de cambio, entonces, no suscita mayores problemas. Ciertamente
hay que cumplir todo lo que vimos en su momento en la Parte General: hay que
presentar la letra de cambio el día indicado para el pago a las personas indicadas para
el pago, principalmente el librado. Si algún endosante hubiera hecho la indicación de
un interviniente para el pago, habrá que presentársela también a él, etc. Lo que hay
que pagar es lo que prevé con alcance general el art. 92 LTV, etc. Precisamente, el
punto es que no hay mayores especialidades.

VII. LA INTERVENCIÓN
Concepto de intervención cambiaria.
En el sistema de la LTV actualmente vigente, aunque en ningún momento la define,
el art. 149 LTV está específicamente destinado a regular los elementos comunes de
la intervención, para dejar que las disposiciones siguientes del mismo Título regulen
ya, concretamente:
1) la aceptación (arts. 150 a 152 LTV) y
2) el pago por intervención (arts. 153 a 157 LTV).
La intervención ya la he descrito también en la Parte General, aunque sólo embrionaria
y someramente; específicamente la intervención en el pago90. La cuestión ahora,

89 Cfr. también la fórmula con la que el art. 67 LTV ant. puntualizaba que lo que se tenía por no puesto
era “[t]oda cláusula exoneratoria de la responsabilidad del pago”, en contraste con el tenor del actual
art. 123 LTV.
90 Vid. § 174, en pp. 247 y ss., y § 276, en pp. 358 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 423


Versión de julio de 2023
§ 285 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

entonces, es ¿qué es la intervención misma, así, en general? En lo que sigue del


presente apartado procuraré dar una respuesta a esa pregunta.
Un primer elemento o conjunto de elementos por considerar es el derivado de su
misma designación. Así, el verbo “intervenir”, en sus acepciones intransitivas (que son
las pertinentes, pues se habla de intervenir en la letra y no de intervenir la letra)
significa “tomar parte en un asunto”91, “dicho de una persona: interponer su autoridad”
o buenos oficios92, “interceder o mediar por alguien”93 o “interponerse entre dos o más”
personas94.
Otra acepción del verbo “intervenir” interesante para esto, aunque no directamente
aplicable a la intervención cambiaria pues se trata de una acepción absoluta o sin
complemento regido alguno, es aquella según la cual equivale a “sobrevenir, ocurrir,
acontecer”95. Lo que me parece aprovechable para la noción de intervención
cambiaria de esta última acepción es el elemento “imprevisto” o “inesperado” que de
alguna manera evoca la idea de “sobrevenir”.
Otro elemento que se ha de tener en cuenta para formular la noción general de
“intervención” es que el art. 149.1 LTV afirma, in fine, que es algo que podría hacer
“cualquier persona”, partícipe o no en la relación cambiaria; en seguida, sin embargo,
el art. 149.2 LTV aclara que puede ser un tercero —extraño por tanto a la relación
cambiaria—, el mismo girado, el girador o cualquier otro ya obligado en la letra de
cambio, “con excepción del aceptante”.
Entonces cualquier obligado puede intervenir. El único, como dijimos, que ya no puede
intervenir, es el que ya es aceptante, porque su “intervención”:
1) en caso del pago, sería simplemente el propio hecho esperado en sí, al que por lo
demás estaba obligado, precisamente en virtud de su aceptación; o
2) en el caso de la aceptación, vendría a resultar redundante y superfluo, porque está
volviendo a hacer algo que ya hizo.
Adviértase que el “aceptante” es el propio “girado” una vez que ya aceptó; pero el art.
149.2 LTV explícitamente afirma que esta persona, el “girado” —y se entiende que
habla entonces del “girado aún no aceptante”, y mientras no se haya convertido en
“aceptante”—, sí que puede intervenir, tanto en la aceptación como en el pago. Es el
aceptante el que no puede intervenir, en tanto que obligado principal96.
En la aceptación y en el pago puede entonces intervenir el propio girado, que es nada
menos que el llamado en principio a aceptar y a pagar.
Como en el aval, hay también en la “intervención” una persona que “se hace cargo”
de algo, cuando la persona obligada o inicialmente llamada no lo va a hacer. Entonces

91 DRAE, cit., voz “intervenir”, 10ª acepción.


92 Ibid., 11ª acepción, aunque sin el añadido, que es mío, de los buenos oficios.
93 Ibid., 12ª acepción.

94 Ibid., 13ª acepción; aunque para ser del todo sinceros, el DRAE limita esta acepción a “dos o más

que riñen”, precisión que en mi opinión resulta excesivamente restrictiva.


95 Ibid., 14ª acepción.

96 Como adelanté en la Parte General a propósito del “pago por intervención” (vid. § 174, en pp. 255 y

ss., supra), al traducir esta disposición a otros títulos valores en los que no existe la figura del aceptante
(ni otra lo bastante semejante como para homologársele, como pordría ser el confirmante de una factura
conformada), se entiende que quien no puede intervenir es quienquiera que sea su obligado principal.

424
Notas de Títulos Valores § 286

hay alguien que se hace cargo, sin haber estado llamado ni obligado, “en lugar de”,
tratando de favorecer, a “alguien” interesado en la relación, un obligado cambiario.
Ahora bien, el que es un obligado anterior es el “favorecido” con la intervención, no
necesariamente la persona cuyo “lugar” se toma con ella. El girado, por ejemplo, no
está obligado a aceptar. Entonces no es que haya que intervenir para librar de la
vergüenza o de la imposibilidad a un obligado a hacer algo. Simplemente no va a
suceder algo que estaba pensado, previsto o calculado que ocurra, y esta persona
que “interviene”, por ese hecho, “se hace cargo”. Sea por indicación o sin ella, pero
sin haber sido el llamado inicialmente a hacerlo, o a hacerlo en los términos en los que
lo hace. Y lo hace no tanto para favorecer a aquel cuyo lugar toma, sino a uno de los
obligados cambiarios anteriores, que normalmente indicará en el acto de intervenir.
Podríamos reducirlo a un sujeto que se introduce o es introducido para el cumplimiento
de la obligación, en orden al cumplimiento, ya sea en pago o en aceptación. Pero ojo,
“aceptar” (que es una de las cosas en las que se puede intervenir) no es una
obligación. Es más, en el caso de haber un indicado, ¿el así designado podría negarse
a aceptar o pagar? Sí que puede, evidentemente. Que uno “indique” a una persona
para intervenir evidentemente no obliga a esa persona a intervenir. Es una cosa
totalmente independiente. Lo hará porque quiere, libremente; o porque tiene
relaciones causales extracambiarias con el indicante que le aconsejan o lo persuaden
para intervenir. Justamente en ellas confía el indicante para que lo haga, pero esa
confianza puede resultar frustrada o infundada. Entonces, ni siquiera el hecho de la
indicación implica obligación para el indicado de intervenir.
En consecuencia, podríamos definir la intervención como:
“aquel fenómeno por el que una persona no inicial o principalmente llamada a
realizar un acto o a realizarlo de una determinada manera, se hace
efectivamente cargo de ese acto, para favorecer a alguno de los obligados
cambiarios”.
El “interesado” favorecido —en el contexto de la intervención en una letra de cambio,
“interesado” equivale a “obligado cambiario”— no necesariamente es la persona
llamada a realizar el acto en primer lugar. De hecho, por lo menos en los dos tipos de
intervenciones de que estamos hablando en nuestro caso —en el pago o en la
aceptación de una letra de cambio—, la intervención no se hace a favor de la persona
inicialmente llamada a verificar el hecho. El interviniente tiene que indicar un obligado
cambiario como favorecido (cfr. arts. 151.1 y 156.1 LTV); precisamente por eso, el
girado (no aceptante), que en cuanto tal no es obligado cambiario, no puede nunca
ser el favorecido por la intervención.
Clases de intervención cambiaria.
La noción de intervención que antecede, así en general, quizás se podría aplicar a
muchos otros fenómenos, tanto en relación a una letra de cambio como también, por
extensión, de otros títulos valores. Sin embargo, en función de este criterio (hecho o
negocio cambiario “en el cual” se interviene), como decía al comienzo, la intervención
está regulada en los arts. 149 a 157 LTV como un fenómeno que concretamente tiene
dos clases:
1) la intervención en la aceptación (o aceptación por intervención), y
2) la intervención en el pago (o pago por intervención)

FACULTAD DE DERECHO 425


Versión de julio de 2023
§ 286 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Por otro lado, el propio art. 149.1 LTV implícitamente establece, en sus dos frases
componentes, un contraste adicional entre una intervención que se produce
1) en virtud de la facultad de “cualquier obligado en vía de regreso” de “indicar en la
Letra de Cambio el nombre de una persona para que la acepte o pague por
intervención” (frase 1ª), y
2) la que ocurre por el hecho de que “cualquier persona puede aceptar o pagar una
Letra de Cambio por intervención” (frase 2ª).
Según esto, la intervención se puede clasificar, además, en:
1) intervención por indicación, e
2) intervención “por honor”, esto es, espontánea o sin indicación alguna.
Es decir, la intervención por honor es la intervención no indicada. El supuesto es que
el interviniente, sin que nadie le diga ni le pida nada, se enteró de que la letra se estaba
presentando infructuosamente a la aceptación o al pago, e “interviene”, tomando el
lugar del que se esperaba que pague o acepte y no lo va a hacer.
En cambio, en la intervención por indicación sí hay un principio de llamamiento de
parte de un obligado anterior. Todo el que ha firmado una letra puede “indicar”. Esta
“indicación” es ella misma semejante a la propia designación del “girado” en el giro de
la letra de cambio; es decir: al girar contra Fulano, se está “indicando” (o señalando)
a Fulano como pagador. En la indicación propiamente dicha se reproduce ese mismo
esquema. Una persona que ha firmado la letra no está tan segura de que el girado
vaya a pagar o aceptar cuando se la presenten. Entonces indica a una persona que
sí está más seguro de que lo va a hacer, para no perjudicarse. Porque si Fulano, el
girado original “indicado” por el girador, no acepta o no paga, el firmante va a ser
responsable por el regreso. Su “nombre” (su reputación) va a estar mezclado en esto.
Es muy importante esto de la reputación comercial. Entonces se indica. El firmante
indica a Mengano para que acepte o pague si Fulano (el girado) no lo hace.
Como se ve, el negocio de indicación guarda un parecido fundamental a la mismísima
designación del girado: es parecido, no idéntico. Y, de hecho, el tenedor que no
obedece la indicación pierde las acciones cambiarias de regreso contra la persona
que hizo la indicación y los posteriores. No los anteriores, sino los posteriores. Pero
como puede hacer la indicación el propio girador, en ese caso el propio girador estaría
designando al girado como primer pagador, pero también designando una suerte de
“girados” sucesivos:
1) si el Girado (Pagador 1) no acepta o no paga, entonces
2) he aquí un Pagador 2 (por indicación), y
3) así sucesivamente.
En realidad, aunque es más o menos así de cara al tenedor, no es exactamente de
esa manera en las otras relaciones cambiarias, pues conforme a la regulación del art.
132 LTV los “girados sucesivos” propiamente dichos o “en sentido estricto”, si aceptan,
son aceptantes puros y simples, obligados principales, incluso ante el girador, cosa
que no ocurre con el aceptante por intervención, aunque haya sido indicado.
También puede indicar un endosante (que no puede señalar girados sucesivos o
subsidiarios). Como dice el art. 149.1 LTV, cualquier persona que firme el título
asumiendo una responsabilidad en la vía de regreso (no, por tanto, el aceptante u
obligado principal, ni tampoco sus avalistas u otros garantes de ese obligado principal,

426
Notas de Títulos Valores § 287

pues pretender hacerlo sería intentar introducir un condicionamiento —prohibido por


el art. 129 LTV— a su responsabilidad como obligado principal, o de garante que toma
ese lugar de obligado principal) puede hacer una indicación (mas no un giro
propiamente dicho, ni siquiera uno subsidiario). Y esto, como he dicho ya, al menos
para una indicación con vistas al pago, puede ocurrir incluso en cualquier título valor
con contenido crediticio, mientras que, lógicamente, solo puede designarse “girado”
en sentido estricto en la letra de cambio.
Podría parecer, además, que —mientras que la designación de girado es a la vez para
la aceptación y para el pago, sin necesidad de explicitarlo— en virtud de la primera
frase del art. 149.2 LTV la indicación necesariamente requeriría que se haga
explícitamente para algo concreto:
1) o bien para el pago,
2) o bien para la aceptación,
3) o bien, si así se pretende, para las dos cosas.
En realidad, no puede contarse esta como una diferencia más entre la “indicación” y
el “giro” de la letra de cambio97. Por el contrario, como se deduce del tratamiento que
le da el art. 150.2 LTV a la presentación de la letra a la aceptación, indistintamente,
del indicado “para que la acepte o la pague por intervención”, la indicación tiene los
mismos efectos y consecuencias en todo caso, refiérase literalmente solo al pago,
solo a la aceptación, o a ambas cosas. Y algo semejante dice el art. 154.2 LTV para
la presentación al pago de la letra, tanto al indicado “para pagar” como al aceptante
por intervención, “según el Artículo 153”.
La “indicación”, en resumen, está ella misma íntimamente ligada a la “intervención” 98
(y no al “giro”), y no cambia la naturaleza del fenómeno, que sigue siendo intervención
y no la aceptación ni el pago ordinarios reclamados por el título.
La notificación de la intervención.
Un tema importante en todo supuesto de intervención es el tema de la notificación. El
art. 149.3 LTV tiene un plazo de cuatro días que pone la Ley para hacer una
notificación a la persona por cuenta de quien interviene que, a su vez, lo lógico es que
inicie una comunicación en la vía de regreso a los obligados anteriores para decirles
que ha pasado esto, la intervención. No es propiamente una “obligación”, porque no
es exigible ni siquiera por su beneficiario, sino más bien un “deber” de comunicar;
tampoco es una mera “carga”, porque no se pierden ni perjudican los derechos
cambiarios como tales. Sin embargo, sí es un “deber”, porque su inobservancia genera
la responsabilidad civil del gravado con este deber por la Ley. Concretamente, la
responsabilidad por el daño que le cause por la falta de notificación a la persona por
cuenta de quien intervino. Esta responsabilidad tiene un límite, eso sí, que es igual al
monto del título valor.
Esta es una regulación que se contenía con alcances bastante más generales en la
LTV ant., y que debería haberse recogido también en la LTV actual. Pero no se recoge
ahora más que para la intervención.

97 Advierto que aquí cambio de criterio respecto de lo que defendía en versiones anteriores a 2020 de
este material.
98 Cfr. MENÉNDEZ, “La intervención de la letra de cambio”, cit., p. 710, citando a Gómez Segade.

FACULTAD DE DERECHO 427


Versión de julio de 2023
§ 287 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Pero esa necesidad de notificar debería ser extensible a también esos otros
supuestos. ¿Por qué? Porque la Ley misma reconoce que un deudor anterior tiene
derecho a intentar liberarse pagando, como también se ve en la intervención. Se
reconoce incluso en la aceptación por intervención: se hace la aceptación por
intervención porque la admite el tenedor, o había una indicación para aceptar. Puede
que la haga el mismo girado, incluso.
Bueno pues, ese mismo tipo de interés tiene todo el que ha firmado o se ha obligado
en una letra de cambio ante el hecho del no pago o de la no aceptación: tiene el
derecho a recuperar la letra reembolsando o pagando lo debido al tenedor, justamente
para poder ejercer sus derechos en la vía de regreso, por un lado, y no tener un
recargo por todos los costos judiciales que genera el regreso propiamente dicho o
judicial, por otro. Y ¿cómo va a ejercer el derecho si ni se entera? El cuarto endosante,
por ejemplo. Pues para posibilitarle este enterarse se preveía este deber de
comunicación, que no necesariamente era totalmente eficaz, porque el deber se
limitaba al inmediato endosante, y era este endosante el que a su vez tenía que
notificar al suyo propio, y así sucesivamente; si se suman los plazos de notificación
de todos, uno podía verse sorprendido con una acción en la vía de regreso antes de
que le llegara oportunamente una notificación bien hecha; era perfectamente posible.
Pero al menos se reducía ese riesgo, notablemente, gracias a la regulación de este
deber de notificación con alcance general en todo caso de regreso.
Nuestra Ley actual no recoge específicamente este deber de notificación en todo caso
de regreso. Yo pienso que es una regulación que sería necesaria. Está recogida para
el caso de regreso iniciado por un interviniente. Y me parece a mí que debería ser
ampliado. Incluso que se podría aplicar por analogía, porque no es en este caso una
norma excepcional o restrictiva; al contrario, es una cautela mínima, exigible según
buena fe. En nuestro Derecho de daños es un principio generalísimo que “el que por
dolo o culpa causa daño a otro está obligado a indemnizarlo”. Y no están
determinados, ni pueden estar determinados exactamente los deberes de cuidado que
se pueden infringir por ese dolo o culpa, sino que dependerá de lo que es razonable
en cada situación. Me parece que una persona que no recibe el pago oportuno o que
no recibe la aceptación oportuna prometida en la letra de cambio, ante todas las
personas —contra las que ciertamente tiene el derecho de regreso—les debe como
mínimo este tipo de cautela, precisamente para no perjudicarlas injustamente más allá
de lo que ya están perjudicadas por el hecho del no pago o de la no aceptación.
Entonces, en esa medida, habría que pensar que en todos los casos de regreso, entre
esos presupuestos de regreso que vamos a mencionar (específicamente, por un lado,
el vencimmiento o la no aceptación y, por otro lado, el protesto) habría que añadir,
más que como un presupuesto o como una carga, como un deber general o genérico
de cuidado de los intereses de otras personas involucradas en la misma relación
jurídica en la que está metido el tenedor, asociado al inicio del regreso, la notificación
adecuada o la necesidad de hacerla a esos interesados.
Esto estaba regulado para los diversos casos de regreso en la LTV ant.:
4) en el art. 108 LTV ant. para el caso de intervención (similar al art. 149.3 LTV actual);
5) en el art. 121 LTV ant. para el caso del pago recuperatorio;
6) para el regreso propiamente dicho o judicial, en fin, el art. 204 LTV ant. preveía
también el deber del demandado en vía de regreso de hacer citar con la demanda
a los obligados anteriores a él, aunque sin establecer (al menos no claramente) una
responsabilidad a su cargo en caso de incumplimiento de dicho deber.

428
Notas de Títulos Valores § 288

En la LTV nueva se ha obviado esa regulación. Pero funcionaba igual que el deber de
notificación en caso de intervención. Y así me parece que debe funcionar. Es una
regla, como digo, que viene del derecho uniforme.
Aceptación por intervención.
La aceptación por intervención está regulada en los arts. 149 a 152 LTV. En la medida
en que está regulado, es un fenómeno peculiar de la letra de cambio y algunos otros
títulos valores en los que se puede realizar el peculiar negocio cambiario de
“aceptación”, que no son todos, ni mucho menos. Se pueden “aceptar”, propiamente:
1) la letra de cambio (cfr. arts. 127 LTV y ss.), y
2) la factura negociable (cfr. art. 7 LFN).
También habría que incluir en esta lista la factura “conformada”, que en propiedad no
se puede “aceptar”, pero sí se puede conformar (cfr. incs. d y f del art. 163 y art. 167
LTV). La “conformidad” es una cosa tan parecida a la “aceptación”, que es como si
fuera su hermana gemela idéntica.
Parece que, de todo lo que se pueda decir de la aceptación de una letra de cambio,
una inmensa mayoría (si no todo) se podrá aplicar también a la aceptación y a la
conformación de las facturas correspondientes. En todo caso, como dice el art. 149
LTV, cualquier persona puede intervenir en la aceptación (o conformidad); el único
que no puede hacerlo, como ya hemos visto, es el propio “aceptante” (o
“conformante”), el que ya aceptó (o dio su “conformidad”). Y como dije entonces, es
bastante obvio por qué no pude intervenir en la aceptación: porque ya lo hizo (y
tampoco en el pago, porque mediante su aceptación ya está obligado a pagar como
obligado principal).
Pero el girado (no aceptante) sí que puede intervenir en la aceptación (y en el pago).
Este hecho parece contradecir la noción de intervención que he dado, pues el girado,
que es el llamado por la propia letra de cambio a verificar tanto la aceptación como el
pago, puede “intervenir” en una y otro. Esto pareciera contradecir la noción de
aceptación que he dado antes, pero no ocurre exactamente así. ¿Por qué no? Porque
hasta que el girado acepte “pura y simplemente” no se convierte en el obligado
principal y no se producen los efectos previstos normalmente para ese caso. No
habiendo aceptado en esos términos, no se le aplica todo el régimen de obligado
principal. No obstante, se dirá, al “intervenir” en la aceptación o el pago, siendo el
llamado a hacerlo, está haciendo él mismo ese mismo “algo” que estaba llamado a
hacer. Pero habría que responder que no, porque la aceptación o el pago por el girado
en intervención NO es igual a la aceptación o el pago por el girado “en cuanto girado”.
No es igual. Del que interviene, dice el art. 152.1:
“el aceptante por intervención responde ante el tenedor, así como ante los
endosantes posteriores a la persona por cuenta de quien ha intervenido”
(énfasis añadido).
Ergo, no responde ante esa persona ni ante los anteriores a ella. No sólo no responde,
sino que se sobreentiende que el aceptante por intervención —una vez que pague y
recupere la letra, claro está—, tendrá las acciones cambiarias contra la persona por
cuenta de quien intervino y todos los anteriores. Su aceptación (o su pago) favorece
(o libera) a los posteriores, pero mantiene obligados (es más, obligados ante el
interviniente) a los anteriores. Entonces:

FACULTAD DE DERECHO 429


Versión de julio de 2023
§ 288 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) Un aceptante que acepta sin más se hace a sí mismo obligado principal y último
de la letra de cambio, y por eso mismo renuncia a obtener ningún derecho de ella.
2) En cambio, el girado que, en lugar de aceptar sin más el giro, lo acepta “por
intervención” a favor del librador, obtiene (o se reserva el derecho a obtener) acción
“por derecho de cambio” (por usar una expresión clásica) contra determinadas
personas. Ciertamente, acepta que va a pagar la letra de cambio ante el tenedor
actual y todos los que vengan después, incluso los que ya aparecen en la letra
posteriores al que él mismo señale como beneficiario de su intervención. Pero se
reserva el derecho de ejercer las mismas acciones cambiarias contra la persona
por cuenta de quien ha intervenido (y todos los anteriores a él).
Un librado que acepta, sin más, una vez que pague, mata la letra y ni él (ni nadie)
tiene ya ninguna acción cambiaria; tendrá sus acciones causales, en todo caso. La
razón por la que aceptó será por la relación de provisión, pero no tiene ningún derecho
cambiario. Pero el interviniente, una vez que paga, veamos cómo lo dice el art. 157.1
LTV:
“El que paga por intervención adquiere los derechos cambiarios inherentes a la
Letra de Cambio, contra la persona por cuenta de quien ha pagado y contra los
obligados respecto de ella”.
Volviendo a la noción de intervención de la que hemos partido:
“una persona, en principio no llamada a realizar el acto o a realizarlo de una
determinada manera, efectivamente se hace cargo de ese acto para favorecer
a algún interesado”.
¿Cómo se aplica esto al girado, que en pricipio sí era el llamado a realizar el acto? Es
que lo que él hace cuando “se introduce” como interviniente no es exactamente lo que
estaba llamado a hacer: es otra cosa, que le reserva otros derechos distintos, y que
le da la flexibilidad de decidir, si no quiere perjudicar al girador rechazando pura y
simplemente la aceptación, hacerlo “por intervención” a su favor (o a favor de cualquier
otro firmante de la letra). Entonces el girado, si temía aceptar por no tener contra el
girador más que las relaciones causales y no las cambiarias, puede conseguir que la
relación cambiaria creada por éste de todas maneras lo favorezca a él. El aceptante
por intervención:
1) va a ser aceptante (o sea, obligado principal) ante el tenedor y todos los posteriores,
pero
2) ante la persona por cuenta de quien intervino como aceptante y los anteriores, si
los hay, lo que tendrá es derechos, y derechos cambiarios.
Porque el girado (como cualquier otro aceptante por intervención) puede aceptar por
intervención no sólo a favor del librador, sino, por ejemplo, a favor del tercer
endosante; entonces tendrá acciones contra el tercer endosante, el segundo
endosante, el primer endosante y el girador, y sus respectivos avales y demás
garantes. Esta posibilidad existe. Y el que hace pago por intervención, lo mismo y
hasta con más razón. Es más, el girado podría no hacer la aceptación e intervenir en
el pago, también, y entonces en lugar de pagar como girado, sin más, paga como
interviniente, y obtiene los derechos correspondientes.
Ciertamente, el girado que acepta no pura y simplemente, sino por intervención,
podría decirse que se cura en salud:

430
Notas de Títulos Valores § 289

1) porque por un lado acepta, no le pueden decir que dejó expuesto al que lo designó;
2) pero por otro lado se reserva un derecho de repetir contra él.
Sin embargo, como eso no es lo que estaba previsto, el art. 152.2 LTV reserva a la
persona por cuenta de quien se hizo la intervención, y también a todos los obligados
anteriores, un derecho de rescate anticipado de la letra de cambio. Y es que resulta
claro que a todas estas personas se les ha cambiado el panorama con esta
intervención. En principio, ellos pensaban tener derechos contra ese aceptante, y no
al revés. La aceptación por intervención les ha cambiado el panorama. Entonces, la
Ley les reserva el derecho de recuperar la letra, pagando lo que esa persona ha
pagado: pueden exigir mediante el reembolso de la cantidad cambiaria, indicada en el
art. 92 LTV, el monto de lo que se debe. En este caso, como se está ejerciendo por la
falta de aceptación, antes del vencimiento, será el monto nominal, y si había algún
gasto (por ejemplo, protesto por falta de aceptación, pues la intervención en
aceptación puede ocurrir en el curso del protesto por falta de aceptación), ese monto
también estará ahí. Pero no habrá intereses, pues la letra de cambio no genera
intereses sino a su vencimiento; entonces, pagando, recupera la letra.
Precisamente en la intervención “en la aceptación”, especialmente por parte del girado
no aceptante (y también, en general, en las intervenciones no indicadas, o “por
honor”), a diferencia del pago (que al desinteresar en la letra de cambio al accipiens y
a todos los posteriores, con lo que nunca se puede decir que “perjudique” a ninguno
de los que siguen obligados por la letra de cambio), ciertamente introduce en la vida
de la letra de cambio una novedad totalmente inesperada (la letra no obtiene el
obligado principal que se suponía iba a obtener), que muy bien puede frustrar las
expectativas de alguna o algunas de esas personas que continúan obligadas por ella
y, en ese sentido, perjudicarlas. Por esa razón, en primer lugar, el tenedor (salvo que
se trate de una aceptación por intervención “indicada”) puede rechazarla sin perder
ninguno de los derechos que ya tenía en la letra de cambio, incluyendo el de protestar
el título por falta de aceptación (esto es, de la “aceptación esperada”) y el de ejercer
el llamado “regreso anticipado”; es más, si la acepta, por ese mismo hecho pierde el
derecho de iniciar este regreso anticipado (cfr. art. 150.3 LTV). Y, por esa razón
también, el art. 152.2 LTV da a la persona en cuyo favor se hizo una aceptación por
intervención y a todos los que tienen con ella alguna relación de garantía cambiaria
(lo cual incluye a los obligados de regreso anteriores a él), y sólo a esas personas, un
derecho excepcional de rescatar la letra que, a mi parecer, es plenamente exigible
incluso antes del vencimiento propiamente dicho:
“A pesar de la aceptación por intervención, la persona a cuyo favor se hubiera
hecho y las que garanticen a ésta pueden exigir del tenedor, mediante el
reembolso de la cantidad indicada en el Artículo 92, la entrega de la Letra de
Cambio protestada o con la constancia de la formalidad sustitutoria, si hubiera
lugar”.
Pago por intervención.
Como expliqué en su momento99, el pago por intervención está regulado en los arts.
149 y 153 a 157 LTV. Entonces, y nuevamente en la sección referida a la circulación
de la letra de cambio100, quedó claro que el pago por intervención inicia, o es una de

99 Cfr. §§ 173 y 174, en pp. 248 y ss., supra.


100 Cfr. § 276, en pp. 362 y s., supra.

FACULTAD DE DERECHO 431


Versión de julio de 2023
§ 289 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

las formas de iniciar el regreso cambiario “en sentido amplio”, la circulación de la letra
en regreso. Porque el que paga por intervención, en principio, podría perfectamente
ser un extraño a la relación cambiaria. Es más, en cuanto interviniente, siempre lo
hace como extraño a la relación cambiaria, no como un obligado, sino favoreciendo a
alguien en concreto, y adquiriendo derechos contra él y todos los obligados anteriores.
Pero sí inicia el regreso cambiario. A partir de ese momento inicia un regreso
cambiario en sentido amplio, que le permite recuperar lo que ha pagado, más intereses
y gastos, de los anteriores. Hay una especie de subrogación; de hecho, la Ley lo
reconoce expresamente en el art. 153.2 LTV, in fine, que el que paga por intervención
hasta cierta fecha (el día siguiente al último establecido para formalizar el protesto)
puede “subrogarse en la acción cambiaria”. Es lo mismo a lo que se refiere el art.
157.1 LTV, cuando dice que “adquiere los derechos cambiarios inherentes a la Letra
de Cambio”. Como todo el que paga un título valor, y lo recupera, puede iniciar el
regreso, se subroga, adquiere los derechos cambiarios contra los anteriores a aquél
que ha recibido el pago o, en este caso, al menos contra la persona a cuyo favor pagó
y los anteriores a él. Así, el 145.2 LTV dice que el pagador puede testar su endoso y
firma y los posteriores. ¿Por qué? Para recuperar su legitimación y poder ejercer las
acciones, y no sólo ellas, sino los mismos derechos, contra los obligados anteriores.
Entonces, sí, se subroga, adquiere los derechos. Esto lo hemos visto ya, y que
volveremos a ver en el tema del regreso cambiario.
***
Cuando hay indicación, el tenedor sabe que no va a tener los derechos contra la
persona que hizo la indicación si no pide (y en su caso obtiene) la aceptación (o el
pago) ya sea del girado original o de un indicado. Entonces no puede ampararse en
eso; no puede rechazar la aceptación (por intervención) y conservar sus acciones más
que las que tenga contra los obligados anteriores, porque a ellos no les favorece la
indicación. Pero uno podría decir, qué gracia tiene que el girador mismo me pone un
indicado, y yo confío en el girado, que sí es solvente, pero al indicado ni lo conozco,
habría que decirle “¿y para qué recibiste la letra de esa persona? Tenías que saber
desde el comienzo que el girado no era ni podía ser tu única opción, sino que
necesitabas también pasar por el indicado. Y si al indicado no lo conocías de nada,
mejor no recibas la letra”. En tal caso, en realidad, el único obligado es el librador y
además supeditadamente a que se solicite una aceptación de ese sujeto desconocido,
de incierta solvencia. Podría ser perfectamente un desconocido sin oficio ni modo de
vida conocido. Mejor no recibir esa letra. Pero el que la recibe sabe, o debe saber, que
sus derechos van contra el girador y, en todo caso, y solamente si el girado o el
indicado aceptan, contra esas personas y solo ellas. Los otros quedarán solamente
obligados en la vía de regreso, incluyendo el librador.
En cambio, si el aceptante por intervención pretende intervenir sólo por honor en la
aceptación el tenedor no tiene ninguna carga ni necesidad de aceptar la intervención.
Acepta la intervención si libremente lo desea. Y no sufre ningún menoscabo en su
posición por rechazar la aceptación del interviniente sin indicación, sólo por honor. Las
razones son obvias, y son las que acabo de decir. Uno no puede estar sujeto a la
posibilidad de que alguien asuma la obligación que no sabe si va a ser capaz de cubrir,
antes de poder ejercer su regreso anticipado. Si la letra no es aceptada, el tenedor
tiene derecho al regreso anticipado contra el librador y todos los endosantes con
responsabilidad. Esto pasa con la aceptación por intervención.
No pasa lo mismo en el pago por intervención. En el pago por intervención, el que
rechaza un pago por intervención, aunque sea una intervención por honor, sin

432
Notas de Títulos Valores § 289

indicación, lo hace a su propio riesgo. Porque el caso es completamente distinto. La


aceptación es prometer el pago. Las promesas se las lleva el viento. En cambio, pagar
es pagar, es dinero. El dinero vale lo mismo en manos del último sujeto indocumentado
sin oficio ni beneficio que en manos de Jeff Bezos, Amancio Ortega o Carlos Slim.
Vale exactamente lo mismo con independencia de quién lo esté entregando. Están
haciendo el pago, ¿qué más quiere el acreedor? Entonces, el que rechaza un pago,
aunque sea uno de un interviniente por honor, pierde las acciones contra los que se
hubieran beneficiado de él: los responsables posteriores al favorecido por el
interviniente. Esto, suponiendo que el interesado pueda probar que se rechazó el
pago. Es importante por eso que el interviniente deje constancia de su intervención, y
de que era una intervención eficaz y no simplemente una promesa. No basta una carta
notarial con un “ofrecimiento” de pago, sino que sería necesario que el notario deje
constancia de que tiene allí el dinero, porque si no, no es un ofrecimiento eficaz. No
basta que diga que está dispuesto a pagar. Aquí importa el dinero mismo. Pero llegado
el caso, el que rechaza una intervención en el pago la rechaza a su riesgo, y pierde
las acciones de regreso contra los responsables posteriores a la persona en cuyo
favor se hacía la intervención, como pasaría igual en el caso de una intervención
indicada. Eso en la intervención en el pago, no en el caso de la intervención en la
aceptación.
El art. 153 LTV deja claro que el efecto de subrogación en la intervención en pago en
lugar del accipiens se supedita a ciertos requisitos. Fíjense, el CC también regula la
posibilidad del pago por un tercero, que no es deudor. En principio, el tercero cancela
la obligación y se subroga en lugar del acreedor que recibe el pago. Pero ojo, cuando
el tercero paga en contra de la prohibición del verdadero deudor, o sin su
consentimiento, ni estar propiamente interesado mediante un interés legítimo en ese
mismo pago, en el CC se condiciona o limita su capacidad de subrogarse en la
obligación pagada sólo a aquello en que el pago del tercero le haya sido útil al deudor:
el tercero pagador sólo le puede exigir al deudor aquello que a éste le haya sido útil el
pago realizado. Por ejemplo, si el deudor tenía una excusa legítima para no pagar, el
tercero que paga en su lugar, “interviniendo”, vamos a decir así, una intervención en
efecto de Derecho Civil, no de derecho cambiario, no le podría exigir nada al deudor.
Porque en ese caso, al deudor que tenía a su favor una excusa legítima, una
excepción eficaz, ese pago del tercero no le ha sido útil en nada. Por lo tanto, no tiene
nada que pagar. Y entonces el tercero que pagó se quedó con los crespos hechos.
La intervención en el pago cambiaria es más eficaz: el art. 157 LTV dice claramente
que el pagador se subroga en los derechos cambiarios, los que trae la letra, contra la
persona por cuenta de quien intervino y todos los anteriores, aunque fuera una
intervención por honor. Pero, eso sí, condiciona esos efectos a ciertos requisitos de:
1) fondo (arts. 153.1 y 154 LTV),
2) tiempo (arts. 153.1, pr., y 153.2 LTV, in fine) y
3) forma (art. 156.1 LTV),
¿En qué momento se puede hacer la intervención? Lo pone al final del art. 153.2 LTV:
“a más tardar, al día siguiente del último establecido para formalizar el protesto por
falta de pago”; y allí mismo dice qué es lo que tiene que pagar el interviniente: toda la
cantidad a que está obligada la persona en cuyo favor interviene.
Los requisitos de forma están regulados en el art. 156 LTV:

FACULTAD DE DERECHO 433


Versión de julio de 2023
§ 290 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) se tiene que anotar (en el propio título o en la constancia del protesto),


2) tiene que constar quién hace la intervención, y
3) por cuenta de quién interviene.
Ahora, esa indicación de por cuenta de quién se interviene no es esencial al negocio,
vamos a decirlo así, de intervención; sí la anotación, para que se genere esta
subrogación, y la posibilidad de iniciar un regreso. Si no, lo que pasa es que si no se
indica por cuenta de quién se paga, como dice aquí, se considera hecha por cuenta
del obligado principal. O sea que sólo se subrogará contra el obligado principal; sólo
tendrá UN obligado. O sea que quien quiera intervenir, justamente para proteger sus
propios derechos y opciones, tiene que declarar a favor de quién interviene. Claro, lo
mejor sería decir “a favor del último obligado”; pero eso puede no ser cierto,
evidentemente; uno en realidad interviene a favor de alquien en concreto. Además,
uno nunca sabe, no vaya a ser que esa persona a favor de quien el interviniente está
interviniendo tenga una excusa totalmente legítima. En ese caso, puede ser que el
pagador no tenga solución cambiaria: puede ser que no le pueda cobrar. Lógicamente
estoy hablando de una excusa legítima oponible a todo el mundo. Por ejemplo, si firmó
la letra en estado inconsciente. En ese caso, si no era imputable, lógicamente tampoco
tiene que pagar.
Si no se cumplen esas condiciones, la intervención será un pago de tercero cualquiera,
bajo las reglas del Derecho común. Obviamente, conforme a lo que dice la LTV, no
habrá subrogación cambiaria. En todo caso, la de Derecho común (habría que ver
cómo funciona), y sujeta también a esa limitación de lo que hubiera sido útil al deudor
por cuenta de quien se intervino, que eventualmente puede haber sido nada. Sobre
todo, tratándose de una letra de cambio, porque fácilmente un interviniente que no
cumple estas formalidades perjudica el título valor, con bastante facilidad. Si perjudica
el título valor, e intervino por cuenta de un obligado de regreso, cuando quiera cobrarle
a ese obligado, lo primero que va a hacer es oponerle la excepción de letra
perjudicada: esta letra perjudicada, y como tal se canceló. Es decir: no ha sido útil la
intervención, porque el pagador no está dando un documento que le sea eficaz al
“favorecido” mismo para cobrar, como sí lo hubiera sido, si se le devolvía en un
regreso regular, en que hubiera podido usar la letra para cobrar a su vez, por lo menos,
al obligado principal, y quizás también a otros obligados solidarios.

VIII. EL REGRESO CAMBIARIO


Noción y clases.
El “regreso”, así en general, se puede definir lato sensu como esa capacidad de hacer
circular la letra en sentido contrario a su circulación directa o normal. Y podríamos
pensar que hay un regreso “en sentido estricto”, que es el ejercicio judicial de las
acciones de regreso o de ulterior regreso. Este sería el regreso “en sentido estricto”,
que está regulado en las acciones de regreso y ulterior regreso, por tanto, en los arts.
90 LTV y ss., el regreso judicial. Pero también está previsto, como vimos en un
momento anterior, un regreso en sentido amplio, que se puede generar por fuera del
ejercicio judicial de los derechos, mediante:
1) el pago recuperatorio o de reembolso, y
2) el pago por intervención, que acabamos de ver.
Y de este modo se puede generar la circulación en regreso de la letra, es decir, en
sentido contrario a la circulación “directa”. En esta, la letra de cambio circula a un

434
Notas de Títulos Valores § 290

tomador, a un endosante, otro, otro, etc., hasta llegar al último tenedor. Esta sería la
circulación “directa”: a través de la serie de eslabones que forman los endosos, ha
acabado donde el último tenedor. La circulación en vía de regreso sería en sentido
contrario. Sin embargo, así como (por razones obvias), en la circulación “directa” no
caben los “saltos”, en el regreso sí que caben: el tenedor, cuarto endosatario, se puede
saltar al último endosante, o a los dos últimos e ir, en este caso, al segundo endosante,
por ejemplo. Cabe el regreso por salto; la vía de regreso no tiene que ser eslabón por
eslabón, ¿de acuerdo? Y se puede iniciar tanto con un pago de reembolso o un pago
por intervención. Uno y otro se distinguen, como he dicho más arriba, en que el pago
por intervención lo puede hacer cualquiera, mientras que el pago de reembolso sólo
lo puede hacer un obligado de regreso en su condición de obligado de regreso. El
pago por intervención también lo puede hacer un obligado de regreso, pero no lo hace
ya en su condición de obligado de regreso, sino declarando que interviene “por cuenta
de” otra persona obligada.
Es poco probable que un obligado estrictamente hablando en la vía de regreso haga
un pago por intervención, por dos razones:
1) Porque sólo le interesaría hacer un pago por intervención para intervenir a favor de
un obligado posterior a sí mismo en la cadena de endosos; por ejemplo, este señor
podría hacer un pago de reembolso propiamente dicho para recuperar las acciones
que tiene hacia atrás; hacia adelante no, pues justamente, está ejerciendo su
condición de obligado “de regreso”. Entonces, igual para eso, y sólo para eso, le
puede servir el pago por intervención: si declara que interviene a favor de “x”
(posterior a sí mismo), obtiene derechos de regreso contra este “x” y quizás otros
contra quienes en principio no los tenía, además de contra los mismos contra los
que ya los tenía (los anteriores a sí mismo).
2) Pero si trata de ejercer los derechos contra estas personas “adicionales” en cuanto
pagador por intervención, ¿qué pasaría?, ¿qué le dirían estas otras dos personas?
Le opondrían la excepción de dolo. ¿Por qué? Porque actúa con dolo el que cobra,
o pide en pago aquello que él mismo tiene a su vez que pagarle al otro (dolo facit
qui petit, quod [statim] redditurus est101). Y ojo, como él, a su vez, es obligado de
regreso, anterior a esas personas contra las cuales está pretendiendo ejercer la
obligación, eventualmente no podría obtener el pago de estas personas. Por lo
menos si estas personas saben lo que hacen.
Por eso decía que un obligado de regreso en sentido estricto —un endosante con
responsabilidad, por ejemplo—, normalmente no tiene ningún incentivo para pagar
“por intervención”; el girado, en cambio, que no es un obligado, él sí que tiene un cierto
incentivo para pagar por intervención. El que ya es obligado de regreso más bien tiene
un cierto incentivo para hacer un pago de reembolso o recuperatorio.
Pero en ambos casos pasa algo muy parecido: tanto el que paga por intervención
como el que paga en reembolso adquiere los derechos cambiarios:
1) en el caso del interviniente, contra la persona por cuenta de quien ha intervenido
y todos los obligados anteriores, y
2) en el caso de un pago de reembolso, contra todos los obligados solidarios
anteriores a sí mismo.

101 D. 44.4.8.pr. (Paulo), citado también en D. 50.17.173.3.

FACULTAD DE DERECHO 435


Versión de julio de 2023
§ 291 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Entonces el regreso cambiario es esto: la circulación de la letra en sentido contrario al


directo o regular. En sentido amplio, comprende estos tres conceptos:
1) pago recuperatorio o de reembolso,
2) pago por intervención, y
3) regreso judicial.
En sentido estricto, comprende solamente el regreso judicial, a través del ejercicio de
las acciones de regreso y de ulterior regreso.
Además de las clases de regreso ya mencionadas, el regreso también hay que
clasificarlo por su oportunidad; es decir, según se trate de:
1) un regreso anticipado, en relación al vencimiento, o
2) un regreso, por llamarlo de alguna manera, oportuno, o regreso al vencimiento; al
vencimiento sin pago totalmente cancelatorio, claro.
Presupuestos y requisitos del regreso.
Entonces, presupuesto material para el regreso es que se esté en una de las
oportunidades que la Ley prevé para el regreso:
1) el anticipado, o
2) al vencimiento.
En último análisis, para el regreso al vencimiento, lo que se requiere es:
1) que la letra esté vencida, y
2) que no se haya pagado oportunamente por el obligado principal.
Todo muy claro.
En cambio, para el regreso anticipado, este análisis ulterior se concreta en tres
supuestos distintos, previstos en el art. 148 LTV:
“Antes del vencimiento de la Letra de Cambio, el tenedor puede ejercitar las
acciones cambiarias que correspondan si ha habido negativa, total o parcial de
la aceptación, por la parte no aceptada; o, el girado aceptante o no hubiese sido
declarado insolvente o resultado ineficaz una medida cautelar u orden de
embargo sobre sus bienes. Esta última regla será aplicable al girador de una
Letra de Cambio a su propio cargo”.
Veámoslos uno por uno:
1) El primer supuesto es la falta de aceptación (“si ha habido negativa, total o parcial
de la aceptación, por la parte no aceptada”). Esto ocurre cuando el girado,
oportunamente conminado para verificar la aceptación, no acepta, sino que
rechaza la aceptación. Obviamente no pueden incurrir en este supuesto las letras
no aceptables. Lo que pasa es que en nuestro país (donde no se puede prohibir la
aceptación del girado) la hipótesis de la letra no aceptable se reduce prácticamente
a la letra ya aceptada. Y también la famosa letra del art. 228 LBS, la que emiten
los Bancos a cargo del deudor de la cuenta que se cierra con saldo deudor, etc.
2) El segundo supuesto es la verificación de determinados hechos que ponen en
duda la solvencia del girado: que “el girado aceptante o no hubiese sido declarado
insolvente o resultado ineficaz una medida cautelar u orden de embargo sobre sus

436
Notas de Títulos Valores § 291

bienes”. No son entonces, insisto, hechos cualesquiera, sino los tasados en la Ley,
que son dos:
a. la “declaración de insolvencia” (actualmente, “apertura de concurso”), y
b. la frustración de la ejecución de una “medida cautelar u orden de embargo”.
El segundo hecho significativo de este segundo supuesto de regreso anticipado se
ha de interpretar en realidad como la frustración de una “medida de ejecución”.
Esto, porque lo importante es que se ponga en duda la capacidad de pago. Y es
que hay formas de embargo que no se van a frustrar, en cuanto medida cautelar,
pero que fácilmente se pueden frustrar cuando se quiera pasar a su ejecución. Por
ejemplo, se le pueden embargar los créditos que tiene una persona: los derechos
de cobranza que tiene, por ejemplo, Fabiola contra Carla. La medida se traba y,
efectivamente, como medida cautelar, está en vigor: se ha comunicado al acreedor
que retenga el pago, etc. ¿Se ha frustrado la media cautelar? ¡No! Está en vigor,
y todo. Pero obviamente el embargante no va a cobrar inmediatamente, sino
cuando termine el juicio dándole la razón, le va a decir a Carla que le pague a él,
y no a Fabiola. ¿Y qué pasa si el deudor del deudor no paga? ¿Se ha obtenido
satisfacción a través de la medida? ¡No! Entonces, esa medida de ejecución está
tan frustrada como una medida cautelar que no se puede trabar porque no existe
el bien, no aparece, no se sabe dónde está, etc. Entonces, no es sólo la frustración
“de la medida cautelar”, sino más bien, en realidad, la frustración de la medida de
ejecución. Obviamente, si se frustra la medida cautelar como medida cautelar, hay
todas las razones para dudar de que se vaya a pagar. Pero lo inverso, que como
no se frustró en cuanto medida cautelar el pago es razonablemente seguro, no
necesariamente es cierto.
Estos son los supuestos para iniciar el regreso anticipado sin necesidad de que
haya falta de aceptación: que el girado, aceptante o no, no sea sujeto de crédito,
porque está claro que va a haber problemas para cobrar: si no está pagando sus
deudas a pesar de ser ejecutado, o si ya está en concurso. En este último caso,
no se va a poder cobrar más que a través de él (del concurso), que no es lo que
se prometió en la letra de cambio. Por eso se inicia el regreso anticipado.
3) Y finalmente —tercer supuesto de regreso anticipado— cuando pasan estas
mismas dos cosas que acabamos de mencionar, pero no ya respecto del girado,
sino respecto del girador de una letra que no requiere aceptación. En efecto, la
última frase del art. 148.1 LTV dice:
“Esta última regla será aplicable al girador de una Letra de Cambio a su propio
cargo” (énfasis añadido).
La expresión “esta última regla” puede resultar un tanto ambigua. ¿A qué se
refiere? ¿A los dos hechos que pueden poner en duda la capacidad de pago del
girado, aceptante o no, o sólo al segundo de esos dos hechos, el que habla de la
frustración de una medida de ejecución? Algunos, incluyendo a la Dra. Lorena
RAMÍREZ en unos materiales que preparó en años anteriores para de este mismo
Curso, han interpretado que “esta última regla” es sólo cuando resulte ineficaz una
medida cautelar o embargo trabado sobre los bienes, en este caso, del girador, y
no en el caso de insolvencia de este mismo girador. Al menos a mí, me parece
obvio que se debe entender más bien como referida a los dos hechos contenidos
en el segundo supuesto, porque la idea es que se está poniendo en duda la
capacidad de pago del último obligado a pagar la letra de cambio. O sea, este

FACULTAD DE DERECHO 437


Versión de julio de 2023
§ 291 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

último o tercer supuesto aplica a los casos en que la letra no es aceptable por estar
girada a cargo del propio girador. Entonces, la última persona cuyo patrimonio
interesa como obligado principal en este caso es el girador: lo que le pase a su
patrimonio, por cualquiera de los dos caminos (tanto la declaración de insolvencia
como la frustración de una medida ejecutiva en su contra) pone en peligro próximo
la eficacia de la letra de cambio, y debe abrir la puerta al regreso anticipado.
En estas tres hipótesis se concreta el primer presupuesto del regreso anticipado: el
presupuesto material, como lo teníamos en el caso de impago de la letra vencida.
Luego tenemos el presupuesto formal del regreso, anticipado o al vencimiento: el
protesto (o su formalidad sustitutoria). Pero el protesto como presupuesto del regreso
sólo puede exigirse ante:
1) la falta de aceptación, en el regreso anticipado (esto es, en la primera hipótesis
prevista para él), o
2) ante la falta de pago oportuno en el regreso al vencimiento.
No es posible en cambio obtener el protesto en el regreso anticipado en las situaciones
(hipótesis segunda y tercera de las previstas en el art. 148.1 LTV) que ponen en duda
la capacidad de pago del llamado a verificarlo, sea girado o girador. Y no es posible
porque el protesto es una certificación pública, en ejercicio de una función pública (la
de los fedatarios), que como toda función pública sólo puede ejercerse cuando
expresamente lo dispone la Ley. Pues bien, nuestro ordenmiento jurídico no prevé
ningún protesto para certificar los hechos a que se refieren estas hipótesis: no está
previsto que se pueda hacer protesto por insolvencia, ni menos aun por frustración de
una medida ejecutiva contra una persona.
Ahora bien, se trata de dar una declaración fehaciente, vamos a decirlo así, de que
efectivamente la letra puede frustrarse o de hecho está frustrada. Pero, por otro lado,
esa certificación pública es igual de segura en el caso de una apertura de concurso,
por razones obvias, creo. Y en el segundo caso (frustración de medidas ejecutivas)
también tiene ya en sí misma una cierta fehaciencia la misma declaración judicial que
cierra el proceso correspondiente. Evidentemente, en este caso, no está pensado que
tenga la publicidad que sí tiene la apertura del concurso, pero su mera condición de
acto público tiene que valer como suficiente seguridad de que ha habido una situación
que pone en duda la capacidad de pago del girador o del girado. De hecho, como
acabo de mencionar, no se puede exigir protesto en esos casos porque ese protesto
simplemente no existe, no está regulado en nuestro ordenamiento. Y sería absurdo
protestar por falta de aceptación porque, en un caso, la letra no es aceptable, como
que ya está aceptada (girador-girado); y en el otro, lo que podría pasar es aún peor:
que se haga un protesto por falta de aceptación al girado concursado, o que de hecho
no está pagando, y el tal girado la acepte. ¿Deja el tenedor de disponer del regreso
anticipado porque el girado insolvente aceptó la letra? Lo que dice la Ley es otra cosa:
el tenedor dispone de regreso anticipado por el hecho de suceder los hechos que
prevé ella misma (apertura de concurso o frustración de medidas), no porque el hecho
conste mediante protesto.
Otra es la situación en algunos países extranjeros. En Alemania, por ejemplo, sí existe
el protesto por frustración de una medida. No por la declaración de insolvencia, porque
en ese caso la propia declaración de insolvencia es suficiente: es una declaración
clara de que aquí hay duda plenamente justificada de que se vaya a obtener el pago.
En cambio, el otro caso sí resulta lógico, pues incluso en nuestro país, que no

438
Notas de Títulos Valores § 292

contempla este protesto, se advierte que la hipótesis de base (frustración de medidas


ejecutivas) estaría necesitada de una mayor publicidad, porque normalmente cuando
una medida cautelar no funciona se comunica solamente al interesado que pidió la
medida cautelar, y a nadie más. No se hace una publicación general para que todo el
mundo se entere. Ciertamente, existe la posibilidad, a pedido de parte, de solicitar la
apertura del concurso precisamente ante la frustración de este tipo de medidas,
iniciando el concurso contra el ejecutado. Pero eso vendrá después, un tiempo
después, y puede mientras tanto pueden causarse perjuicios por la demora al tenedor
de la letra de cambio.
Por tanto, en mi opinión, no se requiere el presupuesto formal (el protesto) para iniciar
el regreso anticipado en ninguna de las dos hipótesis de los dos supuestos alternativos
al de la falta de aceptación de la letra de cambio.
La notificación.
De la notificación del inicio del regreso ya he hablado al tratar del pago por
intervención. Como decía allí, debería añadirse, más que como presupuesto, como un
deber concomitante al inicio del regreso cambiario en todas sus formas, y no
solamente en el caso de pago por intervención, la notificación a los anteriores, a los
interesados anteriores, a los que se van a ver afectados por este inicio del regreso,
debería regularse con alcance general, con la responsabilidad que se prevé en el art.
149.3 LTV para el caso del pago por intervención.
Sería importante que se recoja, además de para la intervención, para todos los
supuestos de regreso cambiario. O sea, que el tenedor que no obtenga el pago o que
no obtenga la aceptación, esté obligado a comunicar de esa falta de pago o de esa
falta de aceptación a su propio endosante, el cual a su vez tendrá que hacerlo al
anterior y éste al anterior, y así sucesivamente. Así estaba regulado en la LTV ant.
(art. 121) y está regulado también en la Ley Uniforme de Ginebra y en los demás
países por regla general.
La necesidad de notificar debería ser extensible a también esos otros supuestos. ¿Por
qué? Porque la Ley misma reconoce que un deudor anterior tiene derecho a intentar
liberarse pagando, como se ve en la intervención (arts. 149.3 y 152.2 LTV). Se
reconoce incluso en la aceptación por intervención: se hace la aceptación por
intervención porque la admite el tenedor, o había una indicación para aceptar. Puede
que la haga el mismo girado, incluso.
Bueno pues, ese mismo tipo de interés tiene todo el que ha firmado o se ha obligado
en una letra de cambio ante el hecho del no pago o de la no aceptación: tiene el
derecho a recuperar la letra reembolsando o pagando lo debido al tenedor, justamente
para poder ejercer sus derechos en la vía de regreso, por un lado, y no tener un
recargo por todos los costos judiciales que genera el regreso propiamente dicho o
judicial (cfr. art. 152.2 LTV). Y ¿cómo va a ejercer el derecho si ni siquiera se entera?
El cuarto endosante, por ejemplo. Pues para posibilitarle este enterarse se preveía
este deber de comunicación, que no necesariamente era totalmente eficaz, porque el
deber se limitaba al inmediato endosante, y era este endosante el que a su vez tenía
que notificar al suyo propio, y así sucesivamente; si se suman los plazos de
notificación de todos, uno podía verse sorprendido con una acción en la vía de regreso
antes de que le llegara oportunamente una notificación bien hecha; era perfectamente
posible. Pero al menos se reducía ese riesgo, notablemente, gracias a la regulación
de este deber de notificación con alcance general en todo caso de regreso.

FACULTAD DE DERECHO 439


Versión de julio de 2023
§ 293 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Nuestra Ley actual no recoge específicamente este deber de notificación en todo caso
de regreso. Yo pienso que es una regulación que sería necesaria. Está recogida para
el caso de regreso iniciado por un interviniente. Y me parece a mí que debería ser
ampliado. Incluso que se podría aplicar por analogía, porque no es en este caso una
norma excepcional o restrictiva; al contrario, es una cautela mínima, exigible según
buena fe. En nuestro Derecho de daños es un principio generalísimo que “el que por
dolo o culpa causa daño a otro está obligado a indemnizarlo”. Y no están
determinados, ni pueden estar determinados exactamente los deberes de cuidado que
se pueden infringir por ese dolo o culpa, sino que dependerá de lo que es razonable
en cada situación. Me parece que una persona que no recibe el pago oportuno o que
no recibe la aceptación oportuna prometida en la letra de cambio, ante todas las
personas —contra las que ciertamente tiene el derecho de regreso— les debe como
mínimo este tipo de cautela, precisamente para no perjudicarlas injustamente más allá
de lo que ya están perjudicadas por el hecho del no pago o de la no aceptación.
Entonces, en esa medida, habría que pensar que en todos los casos de regreso, entre
esos presupuestos de regreso que vamos a mencionar (específicamente, por un lado,
el vencimiento o la no aceptación y, por otro lado, el protesto) habría que añadir, más
que como un presupuesto o como una carga, como un deber general o genérico de
cuidado de los intereses de otras personas involucradas en la misma relación jurídica
en la que está metido el tenedor, asociado al inicio del regreso, la notificación
adecuada o la necesidad de hacerla a esos interesados. Como digo, esto estaba
regulado con alcance general en la LTV ant; en la LTV nueva se ha obviado esa
regulación. Pero funcionaba igual que el deber de notificación en caso de intervención.
Y así me parece que debe funcionar. Es una regla, como digo, que viene del derecho
uniforme.
Deudores en vía de regreso.
Los deudores del regreso son todos los obligados en la vía de regreso, en la forma
que ya hemos visto en su momento.
Contenido del crédito de regreso.
El contenido es el que ya hemos visto también: art. 92 LTV, el monto cambiario, más
sus intereses, más gastos.
Los intereses solamente si ya llegó el vencimiento. Si estamos hablando de un regreso
anticipado, es el monto cambiario más gastos, no hay intereses antes del vencimiento.
En todos los casos (pago recuperatorio o de reembolso, pago por intervención y
regreso judicial) la situación es muy similar: el que paga en la vía de regreso —ya sea
judical o extrajudicialmente— adquiere los derechos incorporados en la letra de
cambio acrecidos con todos los gastos de reembolso: protestos, gastos de cobranza,
intereses moratorios, etc. Lo que pasa es que el regreso en sentido estricto, como se
ejerce judicialmente, va a ser bastante más “gordo”, ¿no es cierto?, porque los costos
judiciales, lo que finalmente tenga uno que pagar en el juicio no es solamente el monto
demandado, sino también el costo de las tasas judiciales, los peritos que hayan tenido
que intervenir, las pruebas que se hayan tenido que actuar, las costas, etc., todo: va
a ser más “gordo”, en principio. En cambio, el regreso extrajudicial, hasta cierto punto
te protege de eso, porque si ha habido protesto tendrás que pagarlo, pero si no lo ha
habido no. La carta notarial es un costo de cobranza legítimo que tendrás que pagar,
etc., etc., pero de primera intención no hay costos judiciales. No tendrás que pagar
costos y costas del abogado, tampoco, porque prima facie, si no estás resistiéndote

440
Notas de Títulos Valores § 295

al cobro, no hace falta ni es razonable que te cobren la asistencia de abogado, cuando


estás pagando voluntariamente.
En los tres casos, fíjense, el monto por el que se adquieren los derechos cambiarios
es distinto del monto que se adquiere en la circulación directa de la letra. En ésta se
adquiere el monto que la letra misma dice, y punto. Tienes derecho a cobrar ese monto
en el día del vencimiento. En cambio, en el regreso cambiario se adquiere ese monto
más sus intereses, más recargos, más gastos. Incluso en el concepto de regreso
ampliado existía un cuarto supuesto que ya no existe en nuestro país que es la letra
de resaca. Ese monto se tiene que justificar mediante la llamada “cuenta de gastos”;
así la llama en el art. 17.1 LTV y también en el art. 64.4 LTV. Pero como en cierto
sentido, todas las cuentas son “cuentas de gastos”, este nombre resulta demasiado
vago. Esto antiguamente se llamaba la “cuenta de resaca”. Es una aplicación más
genérica del nombre de “resaca” no sólo a la letra de resaca, sino a la justificación de
los gastos que se deben “en regreso”. No era aplicable sólo a los supuestos en los
que el regreso se ejercía mediante la letra de resaca, sino que era un nombre aplicado
a todas las formas de regreso. Probablemente el nombre más adecuado sea hablar
de la “cuenta de regreso”, como en efecto hace el Profesor MÜLLER-ERZBACH, en su
libro de Derecho Mercantil, habla del Regreẞrechnung, o sea, “cuenta de regreso”, en
general. Entonces, esto es lo que se tiene que justificar, y se tiene derecho a todo eso.
Eso sí, todas las formas de regreso tienen un cierto efecto acumulativo o “bola de
nieve”, si prefieren. En cada uno de los escalones del regreso que haya, que no
necesariamente son los mismos escalones de la circulación directa, porque puede
haber regreso por salto, se pueden saltar tres, cuatro, los que sean, se puede ir a
cualquiera de los obligados de regreso, se puede ir incluso directamente al obligado
principal, al aceptante o al librador. En ese sentido hablar de regreso en este caso es
un regreso más nocional, o incluso en realidad no es una circulación de regreso, sino
el pago definitivo de la letra. Pero les decía que hay un cierto efecto acumulativo: por
cada etapa del regreso que haya, tanto el judicial como los extrajudiciales, la cuenta
aumenta. Porque en cada etapa, a lo que se pagó, se aumentan intereses y gastos, y
en el siguiente, nuevos intereses y gastos, etc. Hay ese cierto efecto acumulativo o
bola de nieve.
Regreso de reembolso o ulterior regreso.
Y bueno, sobre las pretensiones del regreso ya las hemos visto también. Las
pretensiones del regreso son literalmente la “acción” de regreso y la “acción” de ulterior
regreso.
Ojo, el que ejerce el ulterior regreso, en realidad está prosiguiendo el regreso que han
iniciado contra él. Entonces uno podría decir, bueno está amparado por las mismas
condiciones, ¿por qué se tiene que crear una acción de ulterior regreso? Bueno, pues,
la acción de ulterior regreso se crea específicamente para dar la posibilidad de un
nuevo plazo de prescripción al que paga en la vía de regreso. Porque, claro, ¿a partir
de cuándo se inicia la prescripción de la acción de regreso? A partir del vencimiento.
Y ¿de cuánto tiempo es? Un año. Pongamos que vence hoy. Un año es un día como
hoy dentro de un año. Qué pasa si el día anterior al final de ese plazo de un año inicio
la acción de regreso contra el último endosante. Ese endosante tendrá que pagar. De
hecho, ese endosante tendrá que pagar, porque de hecho el juicio va a terminar
condenándolo, etc. Puede allanarse directamente, pagarme, ahorrarse gran parte de
los gastos del juicio, y de pronto, como eso va a ocurrir, quieras que no, en unos
cuantos días, la acción de regreso que comenzaba a prescribir desde el vencimiento,
FACULTAD DE DERECHO 441
Versión de julio de 2023
§ 295 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

prescribía ¿cuándo? Al día siguiente de la presentación de la demanda, y el juicio


habrá terminado qué sé yo, cinco, diez días (¡ojalá!) después. Entonces tendrá
finalmente la letra en su poder, pero si sólo tuviera la acción de regreso, la letra estaría
ya para él perjudicada, salvo para la acción directa, pero incluso ésa, si no estamos
hablando del primer juicio, sino del quinto o sexto. Entonces, si no hubiera más que la
acción de regreso, eventualmente se le podría perjudicar, al pagador en la vía de
regreso, si es que no hubiera un plazo adicional, como acabo de demostrar. Este
endosante tenía otros 5 endosantes anteriores antes del obligado principal, y si el
primero ejerce la acción de regreso el último día del plazo de prescripción, si sólo
tuviera esa acción de regreso, saldría perjudicado.
Por eso tiene también la acción de ulterior regreso, que en el fondo es una excusa
para dar le un plazo adicional porque se cuenta desde el momento del pago en la vía
de regreso. Entonces tendrá 6 meses más para cobrar al anterior, y éste a su vez,
otros 6 meses más, y asi se puede completar el regreso y cobrarle finalmente al
obligado principal sin perder los propios derechos, o al menos toda la gama de
opciones que tiene el titular de una letra de cambio.

442
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 2
EL PAGARÉ
SUMARIO: I. NOCIÓN Y GENERALIDADES.— 296. Concepto de pagaré. 297. Fines o
funciones del pagaré. 298. Diferencias con la letra de cambio. 299. Supletoriedad
de las normas sobre letra de cambio. II. REQUISITOS Y EMISIÓN DEL PAGARÉ.—
300. Denominación, lugar y fecha de emisión. 301. La promesa de pago.
302. Identificación del tomador y del girador. 303. Vencimiento: formas de indicarlo.
III. DERECHOS DERIVADOS DEL PAGARÉ Y SU EJERCICIO.— 304. Lugar y forma de pago.
305. El pagaré causal. 306. Pactos sobre intereses y otras referencias causales.

I. NOCIÓN Y GENERALIDADES
Concepto de pagaré.
El pagaré1 es un título valor, perteneciente a la clase “títulos de crédito”, que contiene
una promesa incondicional mediante la que el girador (también llamado librador,
suscriptor o emisor) se compromete a pagar una suma de dinero al tomador (primer
tenedor o beneficiario) o a su orden; es decir, a aquel que resulte tenedor legítimo del
pagaré en virtud de una cadena ininterrumpida de endosos regulares.
Al igual que la letra de cambio, el pagaré instrumenta una obligación de pago de suma
dineraria, pero resulta más adecuado su empleo cuando las partes de la relación
crediticia son solamente dos2.
El pagaré es un título valor que instrumenta una manifestación unilateral del obligado
que lo emite, llamado: girador, librador, emitente o suscriptor.
Fines o funciones del pagaré.
El pagaré puede servir a diversos fines, entre los cuales los más frecuentes y
fácilmente reconocibles son:
1) ser instrumento de crédito;
2) servir a la financiación de operaciones comerciales, y
3) documentar obligaciones normalmente preexistentes.
En cuanto instrumento de crédito, el pagaré se vincula generalmente a la noción de
préstamo, normalmente bancario. Puede ser un instrumento al servicio de la obtención
de dinero. En este sentido el pagaré desempeña una especie de función de garantía
de la deuda que contrae su emitente, aportando a la deuda el mérito ejecutivo del título
valor que facilitaría el cobro del dinero entregado en préstamo.
La promesa de pago reflejada en un pagaré aporta seguridad al cobro del monto
adeudado, así como la rapidez de las acciones cambiarias que pueden ejercitarse en
cualquier vía procedimental (de acuerdo a su cuantía) incluido el proceso de ejecución

1 Todo este Capítulo recoge, sin mayores cambios, el contenido del material que sobre el mismo tema
preparó en años anteriores la Prof. Lorena RAMÍREZ para este mismo curso.
2 BEAMOUNT/ CASTELLARES, Com. al art. 158 LTV, cit., p. 600 (n. 1).

— 443 —
§ 298 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

único (cfr. art. 18.1 LTV). Esta seguridad y rapidez en el cobro no se obtiene con un
simple reconocimiento de deuda, ni con el propio contrato de mutuo.
En cuanto técnica de financiación de operaciones comerciales, el pagaré se vincula
con las operaciones más diversas. Así, dado que admite vencimientos en cuotas
además de vencimiento único, sirve para comprar a plazos, arrendar a crédito, etc.
En los dos usos mencionados hasta ahora, el deudor aplaza el cumplimiento de la
obligación firmando un pagaré a favor del acreedor. Correlativamente, el acreedor
refuerza su posición activa porque dispone de un título ejecutivo y además puede
transmitir el crédito cambiario a un tercero, recuperando su capital adelantadamente.
Pero a través del pagaré también se puede documentar una obligación preexistente.
Según este tercer fin con que puede utilizarse, el pagaré sirve de reconocimiento de
una deuda preexistente. Sucede con frecuencia que un deudor desprovisto de liquidez
puede aliviar la situación apremiante de morosidad, prometiendo formalmente al
acreedor que pagará en un momento posterior. Así es común leer en los formatos
estandarizados de pagaré aprobados por la Superintendencia de Banca y Seguros y
AFPs la frase:
“DEBO/DEBEMOS y me/nos obligo/amos a pagar solidaria e
incondicionalmente, a la orden del BANCO ..................(denominación
social del Banco) .......................................... -el BANCO-, o a quien éste
hubiera transferido este Pagaré, la suma de
............................................................................., importe recibido a
mi/nuestra entera satisfacción y que me/nos obligo/obligamos a pagar en la
misma moneda antes expresada, el día arriba indicado como vencimiento, en
el local del BANCO en esta misma ciudad o en el lugar que se me/nos
presentare a cobro o, indistintamente”.
Entonces, con la emisión del pagaré el girador reconoce la existencia de la deuda y a
la vez pone en manos del acreedor un título ejecutivo que, éste puede cobrar
fácilmente o entregar a un tercero, recuperando anticipadamente la casi totalidad de
su capital.
Por otro lado, el texto antes glosado aparece en todos los formatos estandarizados de
pagarés aprobados por la Res. 763-2001-SBS de 15 de octubre de 2001, y cuando
resulta que el pagaré no ha documentado una obligación preexistente o por lo menos
simultánea del girador, se ha suscitado más de un problema para los Bancos. Así en
el EXP 2003-344-0-2001-JR-CI-O1 seguido ante el Primer Juzgado Civil de Piura, el
girador demandó Ineficacia Estructural de Título Valor, por ausencia del presupuesto
bien, argumentando que el crédito incorporado en el pagaré no había sido recibido
nunca. El demandante argumentaba que ese dinero nunca se le entregó. Lo cierto era
que el demandante había girado el pagaré para que le desembolsaran cantidades de
dinero a través de sobregiros en la cuenta corriente de la S.A. de la que era socio
mayoritario y gerente. El problema consistía en que mientras el pagaré decía que a la
fecha de su giro el girador había recibido el importe consignado en el pagaré, el Banco
sólo contaba con estados de la cuenta de titularidad de la S.A. en donde figuraban
sobregiros y avances en cuenta hechos en fechas posteriores a la de la emisión del
pagaré.
Diferencias con la letra de cambio.
En el pagaré aparecen al momento de su emisión solo dos elementos personales:

444
Notas de Títulos Valores § 299

1) El suscriptor o emisor, aunque también se usan (impropiamente) los nombres de


“librador” y de “girador”, quien viene a ser simultáneamete el “girado” o “librado”. Estos
últimos términos se usan en esa frase para designar al sujeto a quien se le debe
presentar el título valor pidiéndole su pago el día de su vencimiento; pero lo cierto es
que sería más exacto decir que en un pagaré no hay “girado” o “librado”, pues el
pagaré, a diferencia de la letra, no consiste en el “giro” o “libramiento” de una “orden
de pago”, sino en la simple emisión de una promesa de pago. El pagaré se asemeja,
entonces, a una letra de cambio girada a cargo del propio girador, en la que girador y
girado son la misma persona. En este tipo de letra de cambio, lo mismo que en el
pagaré, no existe la figura de la aceptación, porque el girador-girado, al emitirla, ya la
firmó y se obligó cambiariamente desde el inicio a pagar el título el día de su
vencimiento.
El girador del pagaré, al emitirlo (declaración cambiaria naturalmente complementada
con el acto de entrega), promete pagar la suma de dinero señalada en su texto,
obligándose desde el inicio como obligado principal del pagaré. Él promete pagar
directamente una cantidad de dinero al vencimiento del pagaré.
El girador de un pagaré tiene la calidad de obligado principal, según el inc. g del art.
158.1 y el art. 161 LTV. Su pago libera a todos los demás obligados cambiarios que
aparezcan en el pagaré (endosantes, avalistas y fiadores), y extingue totalmente las
acciones cambiarias.
2) El beneficiario o tomador es el destinatario de la promesa de pago del girador y
primer tenedor del título. Es a quien (pagaré nominativo) o a la orden de quien (pagaré
a la orden) el girador promete pagar la cantidad de dinero señalada en el título valor.
Supletoriedad de las normas sobre letra de cambio.
Según el art. 162 LTV, son de aplicación al pagaré, en cuanto no resulten
incompatibles con su naturaleza, las disposiciones referidas a la letra de cambio. Para
poder aplicar la normativa de letra de cambio supletoriamente al pagaré de forma
correcta es preciso conocer las diferencias y semejanzas entre ambas figuras. Ello
implica un mínimo, pero adecuado, conocimiento de la letra de cambio; en nuestro
caso, se trata de materia ya desarrollada en el Capítulo anterior.
En el art. 158 LTV se regulan requisitos formales que el pagaré debe de contener, ya
sea porque expresamente los intervinientes los colocan o porque su ausencia en el
texto es suplida de todas maneras por una presunción legal. Para determinar cuáles
de ellos son o no requisitos formales esenciales es preciso aplicar de manera
supletoria justamente las normas contenidas en las disposiciones sobre letra de
cambio, dada la remisión del art. 162 LTV. Aparte de los requisitos que según el art.
158 LTV deben aparecer en el pagaré, la LTV ha permitido que puedan recogerse en
su texto, con eficacia jurídica, otras menciones a las que llama el art. 159 LTV
“requisitos adicionales”. Desarrollaré unos y otros con más detalle, en secciones
sucesivas.

II. REQUISITOS Y EMISIÓN DEL PAGARÉ


Denominación, lugar y fecha de emisión.
De conformidad con el art. 158.1 LTV, el pagaré debe contener:
a) La denominación de “Pagaré”. Se trata de un requisito formal esencial, sin cuya
existencia, el documento carecería de valor cambiario y de mérito ejecutivo,

FACULTAD DE DERECHO 445


Versión de julio de 2023
§ 300 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

aunque contuviera todo el resto de requisitos. Si el girador no coloca esta


denominación (manuscrita o suscribiendo el formulario que la contiene), la ley no
suple su ausencia con una presunción, por lo que se trata de un requisito formal
esencial.
b) La indicación del lugar y fecha de su emisión. Es decir, se debe indicar el lugar
donde el pagaré entró en circulación impropia, el lugar donde se emitió, donde se
entregó al beneficiario o tomador.
Como al pagaré se le aplican supletoriamente las disposiciones sobre letra de cambio,
resulta que si no se hiciese mención al lugar de emisión, se considera como tal el
domicilio del girador, en aplicación del inciso a del art. 120 LTV que señala:
“Artículo 120.- Requisitos no esenciales
No tendrá validez como Letra de Cambio el documento que carezca de alguno
de los requisitos indicados en el Artículo 119, salvo en los siguientes casos y
en los demás señalados en la ley:
a) A falta de mención expresa, se considera girada la Letra de Cambio en el
domicilio del girador” (énfasis añadido).
El lugar y la fecha de expedición o emisión son importantes, porque por ejemplo
permite determinar, entre otros aspectos, la capacidad del girador en el momento de
emisión. Así debemos tener en cuenta las disposiciones de derecho internacional
aplicables a los títulos valores, como el art. 113 LTV:
“Artículo 113.- Capacidad para obligarse en un título valor
113.1 La capacidad para obligarse en un título valor se determina por la ley del
lugar donde la obligación haya sido contraída.
113.2 La persona incapaz para obligarse según la ley señalada en el párrafo
anterior quedará válidamente obligada si hubiere intervenido en un título valor
cuyo pago deba realizarse en un país conforme a cuya legislación esa misma
persona fuese capaz para obligarse cambiariamente” (énfasis añadido).
Para el girador de un pagaré, el lugar donde la obligación es contraída suele coincidir
con el lugar en el que emitió el título valor, es decir, el lugar (que suele ser el mismo)
en que lo firmó y lo entregó al beneficiario, y éste lo recibió. Sin embargo, el lugar de
emisión (por la que el emisor se desprende voluntariamente de la declaración negocial
completa al dirigirla a su destinatario) del título y podría no coincidir con el lugar donde
finalmente se contrae la obligación cuando los actos de creación, emisión y recepción
del título no son el mismo. Así, según el art. 114 LTV:
“Artículo 114.- Formalidades de los títulos valores
114.1 Las formalidades de un título valor se rigen por la ley del país en el que
haya sido emitido. No obstante, si las formalidades no son válidas según dicha
ley, pero sí lo son conforme a la ley del país en el que alguna obligación
posterior hubiese sido contraída o en el país señalado para su pago, los
defectos de forma según la primera no afectarán la validez del título valor.

446
Notas de Títulos Valores § 301

114.2 La forma de las declaraciones cambiarias3 que contengan el título valor


se rige por la ley del país en el que fue emitido” (énfasis añadidos).
“Artículo 115.- Naturaleza y efectos de las obligaciones cambiarias
115.1 La Naturaleza, modalidades y los efectos de las obligaciones contenidas
en un título valor se rigen por la ley del país en el que hayan sido contraídas o,
si no se indica dicho lugar, por la ley del país donde deba cumplirse con la
obligación principal que representa y, si éste no constare, por la ley del país de
su emisión.
115.2 Los efectos de las obligaciones que corresponden a personas distintas
al obligado principal se rigen por la ley del país en el que hayan intervenido, si
conforme a las normas del párrafo anterior no resultasen exigibles” (énfasis
añadido).
La fecha de emisión además ayuda a determinar el vencimiento en los casos de
pagarés girados con vencimiento a cierto plazo desde su emisión y en los pagarés
con vencimiento a la vista. Igualmente, también la fecha de emisión ayuda a establecer
las consecuencias sobre el crédito cambiario que trae consigo la declaración de
insolvencia del girador. Así, las obligaciones postconcursales —que son las contraídas
después de publicada la declaratoria de insolvencia del deudor—, resultan pagaderas
en la fecha establecida por las partes; en cambio, las obligaciones concursales —es
decir, las contraídas antes de la fecha de publicación de la declaratoria de
insolvencia— devienen inexigibles hasta que se apruebe el plan de reestructuración o
el convenio de liquidación, conforme al cual se pagarán en el orden, tiempo y monto
que el ellos se establezca.
Ahora bien, a diferencia del lugar de giro, la ausencia de fecha de emisión en el pagaré
no la suple la ley en ninguna parte. Por tanto, en aplicación del art. 1.2 LTV, constituye
un requisito esencial, aunque su presencia no fuera necesaria para determinar el
vencimiento, por indicarse para este una fecha fija.
La promesa de pago.
El inc. c del art. 158.1 LTV exige que el pagaré contenga:
“La promesa incondicional de pagar una determinada cantidad de dinero, o una
cantidad determinable de éste según los sistemas de actualización o reajuste
de capital legalmente admitidos”.
La primera consecuencia de este requisito es que no puede haber pagarés cuya
obligación consista en derechos reales o en la entrega de productos, frutos o
mercaderías.
Por otro lado, la Ley permite no solo que el pagaré contemple el pago de una cantidad
de dinero determinada, sino también determinable, posibilitando prevenir los efectos
de la inflación emitiendo pagarés reajustables. Así, con base en el inc. c del art. 158.1
LTV y el art. 1235 CC, el girador puede disponer que la cantidad de dinero consignada
en el pagaré esté referida a su vez a los índices de reajuste automático que fija el
BCRP, a otras monedas o a mercancías, a fin de mantener dicho monto en valor
constante. De este modo, al momento del vencimiento del pagaré, su tenedor exigirá

3 Como la declaración cambiaria del endosante, del cedente, del aval, del fiador, y en el caso de una
letra de cambio también la del aceptante y del aceptante por intervención.

FACULTAD DE DERECHO 447


Versión de julio de 2023
§ 302 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

del girador el pago en moneda nacional de la cantidad consignada en el pagaré, en


monto equivalente al valor de referencia, al día del vencimiento de la obligación. Si el
girador no pagara al día de su vencimiento, el acreedor puede exigir al obligado, a su
elección, que la deuda sea pagada ya sea en monto equivalente al valor de referencia
al día del vencimiento, o en monto equivalente al valor de referencia al día en que se
efectúe efectivamente el pago (art. 1235 CC).
Las entidades sometidas al control de la SBS sólo podrán emitir pagarés sujetos a
reajuste automático cuando tengan un plazo de vencimiento no menor a 90 días. Así
lo dispone el art. 240 LBS, que restringe además los índices de reajuste que tales
empresas pueden utilizar:
“Artículo 240.- REAJUSTE AUTOMATICO DE DEUDAS.
La facultad establecida en el artículo 1235 del Código Civil puede ser ejercida
respecto de pasivos de las empresas contraídos a plazo no menor de noventa
(90) días. El índice de reajuste diario es elaborado por el Banco Central con
sujeción al Indice de Precios al Consumidor para Lima Metropolitana que, para
el mes precedente, haya determinado el Instituto Nacional de Estadística e
Informática, y se publica oportunamente en el Diario Oficial.
En los casos en que las partes se acojan a lo dispuesto en este artículo, debe
consignarse en los contratos, títulos valores y demás documentos,
inmediatamente después de la cifra correspondiente, la frase «Valor Adquisitivo
Constante» o las siglas «VAC»”.
Que la promesa de pago deba ser incondicional, significa que no puede estar sometida
a condición en sentido estricto. Las obligaciones condicionales suspensivas o
resolutorias no tienen cabida en el pagaré. El firmante no puede someter la obligación
de pago a un acontecimiento incierto. Puede en cambio, someter el vencimiento a un
futuro cierto, aun cuando sea incierto el momento en que se producirá. Es importante
aquí la diferencia entre condición y plazo. Si la promesa fuera condicionada, el
documento no tendría el carácter de título valor, no concedería acciones cambiarias,
ni tendría mérito ejecutivo.
Al requerirse que la obligación sea pura y simple se excluyen también las promesas
alternativas. En el pagaré su girador al emitirlo asume una obligación de prestación
única. El firmante no puede asumir obligaciones con prestaciones alternativas.
La promesa incondicional es pues un requisito formal esencial del pagaré.
Identificación del tomador y del girador.
El inc. d del art. 158.1 LTV exige que el pagaré mencione:
“El nombre de la persona a quien o a la orden de quien debe hacerse el pago”.
Este requisito, complementado por la prohibición del art. 23 LTV4, implica que no
puede emitirse un pagaré al portador, que no sería título valor, ni concedería acción
cambiaria, ni tendría mérito ejecutivo. El nombre del beneficiario o tomador es un
requisito formal esencial del pagaré.
No se pueden emitir pagarés al portador. Otra cosa es que se emita “no a la orden”
(es decir, nominativamente), pero incompleto, y que justo uno de los requisitos
formales esenciales que le falte sea el nombre del beneficiario, pudiendo circular

4 Vid. § 154, en pp. 239 y ss., supra.

448
Notas de Títulos Valores § 302

incompleto en este extremo por simple traditio, pero al momento de ser presentado
exigiendo su pago, de conformidad con los arts. 1.2 y 10.4 LTV ya debe estar completo
en todos sus requisitos formales esenciales5, entre ellos el nombre de su beneficiario
o tomador. También puede ocurrir que el pagaré emitido incompleto en cuanto al
nombre del beneficiario sea “a la orden” (ya contega expresamente esa cláusula o no),
en cuyo caso puede circular en ese estado incompleto, tanto por simple traditio, como
por endoso. En este último caso, cuando llegue el momento de presentarlo al cobro,
debe haber sido llenado con el nombre de su tomador o beneficiario, el cual
necesariamente debe ser el mismo que aparece como primer endosante, siendo el
endosatorio el siguiente tenedor.
Igualmente, un pagaré “a la orden”, puede ser endosado por su beneficiario o tomador
tanto en blanco como “al portador”6, en cuyo caso puede circular por simple traditio
como si de un título valor al portador se tratase.
Por otro lado, la redacción del inc. d del art. 158.1 LTV, cuando señala que el pagaré
debe contener “[e]l nombre de la persona a quien o a la orden de quien debe hacerse
el pago”, ha llevado a algunos a concluir que el pagaré no sería un título “a la orden
nato”, en el que si no se coloca la cláusula “a la orden” sigue siendo un título a la orden
(como ocurre con la letra de cambio y el cheque). Para quienes siguen esa postura,
la forma de designación del beneficiario o tomador del pagaré (es decir, con o sin
cláusula “a la orden”) tiene efectos inmediatos en la legitimación que produce este
título y también en su circulación. Entienden estos autores que, si el pagaré no
contiene la cláusula “a la orden”, sino solo la designación directa de la persona de su
tomador o beneficiario, se tratará de un pagaré nominativo, que circula por cesión de
derechos, sin que el cedente (salvo pacto en contrario) se convierta en obligado
cambiario que garantice la solvencia del girador al cesionario y posteriores tenedores,
sino que sólo responde por la existencia y exigibilidad de la obligación cambiaria7. En
esta reconstrucción, el pagaré no sería un título valor “a la orden nato”, en el que la
cláusula “a la orden” se sobreentendería, sino que en su ausencia se trataría de un
pagaré nominativo. Como tal, se transmitiría por cesión de derechos, que surtiría
efectos frente al girador y terceros sólo desde que es comunicada al girador o emisor
(sólo desde la comunicación se produce la legitimación tanto activa como pasiva) 8.
Asimismo, para quienes siguen esta postura, sólo si el pagaré contuviera
expresamente la cláusula “a la orden” además del nombre del beneficiario o tomador,
tendría como ley de circulación propia la de los títulos a la orden9, transmisibles por

5 Vid. §§ 89 a 92, en pp. 128 y ss., supra.


6 Vid. § 135, en pp. 219 y s., supra.
7 Quienes siguen esta postura —en contra de las conclusiones a las que he llegado en los §§ 115 y

116, en las pp. 197 y ss., supra, y en el § 121, en pp. 205 y s., supra—, tienden a afirmar también que
la cesión del pagaré nominativo (que de ser correcta su reconstrucción debería entenderse como
“propia” y “simplemente” nominativo, y no como “a la orden nominativizado”) no concede al cesionario
adquirente derechos autónomos.
8 Pese al tenor literal del art. 29.2 LTV, la comunicación de la cesión del pagaré nominativo al girador

no se requiere para que éste la anote en el registro, libro o matrícula (trámite del transfert). Como dije
en su momento, este tipo de registro no suele existir para los pagarés, letras de cambio y otros efectos
de comercio nominativos, al no tratarse de títulos mobiliarios emitidos en masa.
9 Obsérvese esta estructura en los modelos de pagarés a la orden que anexamos, que contienen la

frase “DEBO/DEBEMOS y me/nos obligo/amos a pagar solidaria e incondicionalmente, a la orden

FACULTAD DE DERECHO 449


Versión de julio de 2023
§ 303 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

endoso, que si es en propiedad10 garantiza el pago del girador el día del vencimiento
a su endosatario inmediato y posteriores, conforme a los arts. 11 y 39 LTV.
Ya he manifestado11 mi opinión contraria, que se deduce de modo claro de las
remisiones a la letra de cambio contenidas en los arts. 161 y (sobre todo) 162 LTV.
Más aun, de ser suficiente el tenor literal del inc. d del art. 158.1 LTV para justificar
semejante conclusión, habría que concluir igualmente que a la mismísima letra de
cambio le pasaría lo mismo, pues para ella el inc. e del art. 119.1 LTV usa exactamente
la misma expresión (“[e]l nombre de la persona a quien o a la orden de quien debe
hacerse el pago”), lo cual es claramente insostenible. En ese sentido, es más bien
para emitir nominativamente el pagaré que hace falta declararlo expresamente,
mediante las cláusulas “no a la orden”, “no negociable”, “intransferible” u otra
equivalente” (cfr. art. 43.1 LTV). Hecho esto, el pagaré nacería como un título “a la
orden nominativizado”, salvo que se especifique además que se lo quiere someter
propia y originariamente a la ley de circulación “nominativa” propiamente dicha, en los
términos que he desarrollado ya con carácter general.
Por su parte, el inc. g del art. 158.1 LTV exige mencionar en el pagaré:
“El nombre, número del documento oficial de identidad y la firma del emitente,
quien tiene la calidad de obligado principal”.
Estos datos del emisor, girador o librador del pagaré son los últimos requisitos
formales que menciona el art. 158 LTV, y que además tienen la calidad de formales
esenciales, cuya ausencia hace que el documento no tenga la calidad de título valor,
ni mérito ejecutivo, ni conceda acciones cambiarias para el cobro de la cantidad en él
señalada.
Vencimiento: formas de indicarlo.
El inc. e del art. 158.1 LTV pide como requisito formal del pagaré:
“La indicación del vencimiento único o de los vencimientos parciales en los
casos señalados en el siguiente párrafo”
El “siguiente párrafo” es el art. 158.2 LTV, que junto con el art. 158.3 LTV regula el
pago de la cantidad de dinero prometida en el pagaré en armadas o cuotas. Así pues,
el pagaré puede tener:
1) un vencimiento único, o
2) dos o más vencimientos en cuotas o armadas.
Y además vencer (art. 160 LTV):
1) a fecha fija,
2) a la vista, y
3) a cierto plazo desde su emisión.
Si su vencimiento fuera único, las partes pueden acordar las siguientes formas:

del BANCO ..................(denominación social del Banco) .......................................... -el BANCO-, o a


quien éste hubiera transferido este Pagaré…”.
10 Se hace la aclaración de que se trata de un endosante en propiedad, puesto que, como hemos visto,

existen otros tipos de endoso (endoso en procuración y endoso en garantía) que no tienen ese efecto.
11 Cfr. § 126, concretamente en p. 208, supra.

450
Notas de Títulos Valores § 303

1) Una fecha de vencimiento fija; por ejemplo: 2 de enero de 2015;


2.- Que venza “a la vista”. Por aplicación supletoria del art. 141.1 LTV (sobre letra
de cambio), un pagaré con vencimiento a la vista vence el día de la presentación del
título al girador pidiéndole su pago. Por aplicación del art. 141.5 LTV el pagaré a la
vista puede ser presentado al pago del girador desde el instante siguiente de ser
entregado al tomador (desde el día de su giro inclusive) y durante el plazo que se
hubiera señalado en el documento. Si no se ha señalado plazo, la ley establece que,
en defecto de pacto, el tenedor deberá presentarlo al pago “dentro de un plazo no
mayor a un año, desde la fecha de su giro”. Se reproduce aquí la controversia sobre
la interpretación de este plazo a la que ya me he referido al tratar de la letra de cambio
a la vista12.
Esta forma de vencimiento es la más onerosa para el deudor, y favorable para el
acreedor. El deudor, en efecto, no sabe el momento exacto en que el título valor
vencerá, aunque sí el lapso en que puede vencer. Esta forma de vencimiento suele
pactarse cuando el acreedor no sabe el momento exacto en que necesitará del dinero.
También cabe en el caso de que se fije un vencimiento a la vista, según el art. 141.6
LTV que se señale en el pagaré la prohibición de que sea presentado al cobro antes
de una determinada fecha, en cuyo caso el plazo para su presentación al pago se
contará desde dicha fecha.
Por EJEMPLO:
El 6 de marzo del 2014, A gira un pagaré a la orden de B, con vencimiento a la vista,
pero sin indicar un plazo dentro del cual debe de ser presentado pidiendo su pago.
Entonces B (o quien resulte su último tenedor endosatario) dispone del plazo que va
desde el 6 de marzo del 2014 al jueves 6 de marzo del 2015 para solicitar su pago. Si
lo presenta el 6 de enero de 2015 ese día será su día de vencimiento. Si lo presenta
al pago el 8 de marzo del 2015 y queda constancia de ello (o existe modo de probarlo),
el título se ha perjudicado y se han perdido las acciones cambiarias.
También puede ocurrir que el 6 de marzo del 2014 A gire un pagaré con vencimiento
a la vista a la orden de B, y el en título se señale que debe ser presentado para su
pago dentro del plazo de tres meses desde su giro. Entonces, por aplicación de los
arts. 144.1 LTV y 183.2 del Código Civil, B o quien resulte ser el último endosatario
tenedor, dispone del plazo que va desde el 6 de marzo del 2014 hasta el viernes 6 de
junio del 2014 para presentar el pagaré a A pidiéndole su pago. Si lo presenta el día
viernes 7 de marzo de 2014, ese día vencerá y desde ese día se computarán los
plazos para protestarlo por falta de pago del art. 72 LTV y los plazos de prescripción
de las acciones cambiarias del art. 96 LTV. Si lo presenta pidiendo pago el día 7 de
junio de 2014, y queda constancia o prueba de ello, el pagaré se habrá perjudicado y
se habrán perdido las acciones cambiarias.
Otra posibilidad permitida por el art. 141.6 de la LTV es que el 6 de enero de 2014 A
gire un pagaré a la vista a la orden de B, señalando solamente que “no debe ser
presentado para su pago antes del 28 de febrero del 2014”, fecha en la que A calcula
que ya tendrá solvencia por el pago de la gratificación por escolaridad que guardaría
para el pago del pagaré ya que no tiene hijos en edad escolar. Entonces B o quien
resulte su último tenedor o endosatario de conformidad con los Arts. 141.5 y 141.6
LTV dispone del plazo que va desde el 28 de febrero de 2014 hasta el 28 de febrero

12 Vd. § 282, en pp. 377 y ss., supra.

FACULTAD DE DERECHO 451


Versión de julio de 2023
§ 303 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

de 2015, para presentar el pagaré a A solicitándole pago. Si lo presenta a A el día 26


de febrero de 2015 ese día vencerá y desde ese día se computarán los plazos para
protestarlo por falta de pago del art. 72 LTV y los plazos de prescripción de las
acciones cambiarias del art. 96 LTV. En cambio, si lo presenta al pago el 2 de marzo
de 2015, y queda constancia de ello (o puede probarse tal hecho), entonces el pagaré
se habrá perjudicado perdiéndose las acciones cambiarias.
Y por último puede ocurrir que el 6 de enero de 2014 A gire un pagaré a la vista a la
orden de B, señalando que “no debe ser presentado para su pago antes del 28 de
febrero del 2014 y dentro del plazo de 6 meses”. Entonces B o quien resulte su último
tenedor endosatario, en aplicación de los arts. 141.5 y 141.6 LTV, tiene el plazo que
va del 28 de febrero de 2014 hasta el jueves 28 de agosto del 2014 para presentar el
pagaré a A pidiéndole su pago. Si lo presenta el día miércoles 27 de agosto de 2014,
entonces ese día vencerá, y desde ese día se computará el plazo de protesto y de
prescripción de las acciones cambiarias. Si en cambio lo presentara el día 29 de
agosto del 2014, y hay prueba de ello, el pagaré se habría perjudicado y se habrían
perdido las acciones cambiarias.
3.- Acordar que venza a cierto plazo desde su emisión.
Por EJEMPLO:
El 3 de enero de 2014 A gira un pagaré a la orden de B con vencimiento a 10 días
desde su emisión. Entonces por aplicación de los arts. 144.1 y 144.3 LTV y 183. 1 y
183.4 CC, su vencimiento sería el día lunes 13 de enero de 2014: el plazo se ha
computado por días naturales, y no se ha contado el día 3 de enero que es el que
sirve de punto de partida y sí se ha contado el último que es el día 13 de enero de
2014.
En todo caso, como se advierte en todos los ejemplos, es muy importante para el
cómputo de plazos de vencimiento del pagaré o de cualquier otro título valor tener en
cuenta lo previsto en los arts. 144 LTV y 183 CC.
Es preciso hacer notar que, para computar el plazo de vencimiento se tienen en cuenta
tanto los días hábiles como los inhábiles (naturales); pero, si aplicando tal regla
(prevista en el 144.4 LTV), resulta que el día de vencimiento para el pago del título es
un día inhábil (sábado, domingo o feriado), entonces, según el art. 144.5 LTV, dicho
plazo vence el primer día hábil siguiente. Lo cual nos sirve para computar los plazos
de prescripción de las acciones cambiarias y para ver si el tenedor de un título valor a
la vista cumplió con su carga de presentar el título valor a su pago dentro del plazo.
Pero para computar los plazos de protesto del art. 72 de la LTV se tiene en cuenta la
fecha de vencimiento real, sea día hábil o inhábil (art. 144.4 LTV).
Volviendo al tema concreto del pagaré, éste puede tener un vencimiento único, como
acabamos de ver, y también un vencimiento en cuotas o armadas. De conformidad
con el art. 160 LTV, el pago de tales cuotas o armadas sólo puede fijarse mediante
vencimientos a fechas fijas o a ciertos plazos desde su emisión: nunca mediante
vencimientos a la vista. Los vencimientos de carácter parcial deberán indicarse para
cada una de las cuotas o armadas.
Ante el impago de una o más de estas cuotas, el tenedor puede:
1) Dar por vencido todos los plazos restantes y exigir el pago del monto total del
pagaré.

452
Notas de Títulos Valores § 304

2) Exigir la o las prestaciones pendientes en las fechas de vencimiento de cualquiera


de las restantes armadas.
3) Exigir en la última armada o cuota, el pago de las anteriores pendientes.
Para el ejercicio de la acción cambiaria derivada del pagaré se requiere el protesto o
formalidad sustitutoria. Basta que el protesto se obtenga en cualquiera de las cuotas
o armadas que haya vencido y no haya sido pagada, sin importar el orden. Cuando el
pagaré incluya la cláusula “sin gastos” o “sin protesto”, esta cláusula que releva al
tenedor de la obligación de tener que protestar el documento para el inicio de acciones
cambiarias, surtirá efectos solo respecto de la última de las cuotas que resulte impaga.
Del pago de cada una de las armadas o cuotas deberá dejarse constancia en el
pagaré, bajo responsabilidad del obligado principal o de la Empresa del Sistema
Financiero Nacional que verifique tales pagos (cuando son pagarés que deben ser
pagados con cargo a cuentas bancarias, debitados de cuentas bancarias). Estos no
deben pagarse sin asegurarse de que se deje la respectiva constancia en el pagaré.
Por su parte el tenedor del pagaré está obligado a expedir la respectiva constancia o
recibo de tales pagos parciales.
La fecha de vencimiento no es un requisito formal esencial del pagaré. Así pues,
resulta de aplicación supletoria, según el art. 162 LTV, lo dispuesto para la letra de
cambio en el artículo 121.5 LTV que señala que “A falta de indicación del vencimiento,
se considera pagadera a la vista”.

III. DERECHOS DERIVADOS DEL PAGARÉ Y SU EJERCICIO


Lugar y forma de pago.
El inc. f del art. 158.1 LTV exige como requisito formal del pagaré:
“La indicación del lugar del pago y/o de la cuenta y entidad financiera en la que
deberá presentarse el pagaré para su cargo”.
El lugar de pago tampoco se considera un requisito formal esencial cuya ausencia
implique la nulidad formal del título, le quite el carácter de título valor, el mérito
ejecutivo y no dé lugar al ejercicio de acciones cambiarias. En mi opinión, siguiendo
el art. 162 LTV, resulta de aplicación supletoria la norma contenida en el inc. b del art.
120 LTV, por lo que, a falta de indicación del lugar de pago, el lugar designado junto
al nombre del girado se considera como lugar de pago. Aunque en un pagaré no existe
propiamente un girado, si se entiende que el Derecho cambiario designa así a quien
debe realizar materialmente el pago, concluiremos que en el pagaré tal figura equivale
al girador o emitente del pagaré; en otras palabras, el lugar indicado al lado del nombre
del emitente o girador del pagaré será el lugar de pago. Es más, el inc. b del art. 120
LTV indica que, si no hubiera lugar designado al lado del nombre del girado la letra
será pagadera en el domicilio real del obligado principal. El inc. g del art. 158.1 y el
art. 161 LTV aclaran sin lugar a dudas que el emitente o girador del pagaré es su
obligado principal. Todo ello nos confirma en que, si no se señala lugar de pago en el
pagaré, éste será pagadero en el lugar que aparezca al lado del nombre del girador y
en su defecto en su domicilio real.
A la misma conclusión se llega si se aplica el art. 66.3 LTV ubicado en la Parte
General, según el cual:

FACULTAD DE DERECHO 453


Versión de julio de 2023
§ 305 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“66.3 A falta de indicación expresa del lugar de pago, el título valor se entiende
pagadero en:
a) el domicilio que figure junto al nombre de quien resulte ser el obligado
principal del título; o, en su defecto, en el domicilio real del obligado principal”.
Igualmente resulta de aplicación la disposición contenida en el inc. c del art. 120 LTV
relativa a letra de cambio, según la cual, cuando en el título se hubiera señalado más
de un lugar para el pago, el tenedor puede presentarla en cualquiera de ellos.
Para el Derecho internacional privado, determinar el lugar de pago resulta de suma
importancia. Así pues, según el art. 117 LTV, el lugar de pago, tratándose de un
pagaré, determina, si el tenedor está obligado a recibir un pago parcial (como lo
dispone el art. 65.1 LTV y el art. 86 CPDC), la forma y plazos del protesto, las
formalidades sustitutorias, la forma de los actos necesarios para el ejercicio y
conservación de los derechos y las medidas que deben adoptarse en caso de pérdida,
destrucción o sustracción del título.
El lugar de pago del pagaré no necesariamente debe ser un lugar físico, admitiéndose
que en el mismo se recoja la cláusula prevista en el art. 53 LTV, que ya hemos
estudiado13, que determina que el pagaré sea pagado de la misma manera que un
cheque.
El pagaré causal.
Según el art. 159 LTV, en el pagaré se puede mencionar con eficacia jurídica 14 una
serie de indicaciones facultativas, que estudiaremos a continuación.
En primer lugar, a diferencia de en la letra de cambio, en el pagaré se puede
mencionar, con eficacia jurídica, la causa que dio origen a la emisión, dando lugar a
lo que se conoce en Derecho cambiario como el pagaré causado. En el pagaré, a
diferencia de la letra de cambio o el cheque, es posible señalar con amplitud y detalle
la causa o finalidad de emisión, tratándose en tal caso de un título causal, en el cual
la prestación en él contenida siempre estará determinada también por los términos y
sometida a las vicisitudes del negocio causal.
En mi opinión, ni aun en este caso el pagaré se limitaría a documentar un derecho
previamente existente y derivado del negocio causal; como acto cartular, a tenor del
art. 1230 CC, sigue constituyendo una nueva obligación paralela a la causal y con su
régimen propio (por ejemplo, de prescripción), sólo que sometida en su exigibilidad, si
no a todas, sí a muchas de las excepciones derivadas de esta (como mínimo, a las de
causa falsa, inexistente o ilícita) o, lo que es lo mismo, privada de la nota de
abstracción incluso en su tramo circulatorio.
Si se menciona la causa de la emisión del título valor, el crédito cambiario que nace
para el beneficiario o tomador no sería abstracto en cuanto a existencia y contenido
respecto del negocio causal. Tampoco serían abstractos (respecto de las excepciones
que proceden del negocio causal) los derechos de los sucesivos tenedores, aunque
se trate de endosatarios de un pagaré a la orden que ha circulado por endoso.

13Vid. § 164, en pp. 174 y s., supra.


14Si bien en todo este Capítulo reproduzco sustancialmente el material sobre el pagaré preparado para
este curso por la Dra. Lorena RAMÍREZ OTERO, advierto que principalmente en este apartado la
exposición de la autora no coincide del todo con mis opiniones y posturas personales sobre el tema,
que no me ha dado tiempo a desarrollar.

454
Notas de Títulos Valores § 305

Los pagarés causales están vinculados, aunque circulen, a la causa que les dio origen,
y que el propio documento revela.
En el pagaré causal, el beneficiario, sobre todo cuando se trata de un posterior tenedor
endosatario, debería conocer el régimen particular a que está sujeto el pagaré, puesto
que el deudor le puede oponer las excepciones personales que tiene contra el primer
beneficiario que se deriven del negocio causal del giro. Por el contrario, en el pagaré
abstracto, la abstracción del derecho de crédito incorporado refuerza la posición del
tenedor, acreedor del título valor en cuanto endosatario.
Dice BEAUMONT:
“en el caso del pagaré causal los tenedores pueden informarse mejor de la
relación causal original y si el pagaré no fue negociado, podrá determinarse con
facilidad las relaciones causales entre emitente y tenedor, con posibilidad de
hacer valer y oponer los efectos de tales relaciones causales, aun cuando se
ejercite exclusivamente la acción cambiaria por parte del primer tomador”.
La inclusión de la causa transforma el pagaré en un título causal, vinculando el
derecho cartular a la obligación fundamental. La fuente de este precepto está en el
art. 130 LTV ant. Ulises MONTOYA MANFREDI comentando dicha norma, sostenía:
“En cuanto a la causa, debe recordarse al respecto que el título-valor abstracto
es aquel en que no se expresa en el documento el hecho generatriz de la
obligación, o si la comprende, la enunciación es irrelevante respecto al valor
obligatorio del documento, el que resulta totalmente independizado de la
relación subyacente o fundamental. En cambio, en los títulos-valores causales,
la indicación de la causa aparece del documento, bien en forma completa, o
referida a un instrumento diferente, que contiene tal enunciación. En esta clase
de título, se debe considerar tanto las reglas referentes a la obligación
documental, como la concerniente a la causa mencionada en el título”15.
Por EJEMPLO: La sociedad A celebra contrato de mutuo con el Banco de Crédito del
Perú, y en dicho contrato figura como fiador el Señor X. El día del vencimiento A no
paga la obligación, por lo que se vuelve exigible la obligación del fiador, quien consigue
un aplazamiento del pago por un mes girando un pagaré con vencimiento a un mes
desde el giro, y en el texto del pagaré recoge que la causa de giro es la fianza que X
ha otorgado del crédito concedido a la Sociedad A, que a la fecha ya está vencido e
impago. Cuando el Banco de Crédito o cualquier endosatario al que el Banco haya
transferido el título valor, ejercite las acciones cambiarias contra X, queriendo cobrar
el pagaré en la vía judicial, cualquiera que sea la vía procedimental en que las ejercite,
incluido el proceso de ejecución única (cfr. párr. 1° del art. 690-D CPC), X puede
contradecir el mandato de ejecución, invocando como defensa previa el beneficio de
excusión previsto en el art. 1880 CC:
“Para que el fiador pueda aprovecharse del beneficio de la excusión, debe
oponerlo al acreedor luego que éste lo requiera para el pago y acreditar la
existencia de bienes del deudor realizables dentro del territorio de la República,
que sean suficientes para cubrir el importe de la obligación”.
Por su parte, W INIZKY afirma:

15 MONTOYA, Com. al art. 130 LTV ant., cit., n. 138 (p. 398). El énfasis es del original.

FACULTAD DE DERECHO 455


Versión de julio de 2023
§ 305 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“los títulos causales son aquellos en los cuales se menciona la causa legítima
de su creación y ésta tiene relevancia jurídica cartular, tal mención de la relación
causal en el contexto implica que ella, durante la circulación del título y en los
límites de la remisión es oponible a todos los portadores como fuente de
defensa y restricciones”16.
De donde podemos concluir que la causa señalada en el pagaré tiene relevancia
cartular y podrá serle oponible por el obligado principal, al tenedor endosatario que
exija su cumplimiento.
No obstante, se ha de tener en cuenta lo que afirma CASTELLARES con relación a la
relevancia de la causa que el art. 159 LTV permite introducir:
“Sin embargo, debe precisarse que tales referencias que a modo de
información se consignen en el tenor del documento, (sic) no pueden constituir
condicionamientos para su pago, que (sic) siempre debe consistir en una
promesa de pago incondicional, inmediato”17.
Como nos recuerda ARROYO:
“Las obligaciones condicionales suspensivas o resolutorias no tienen cabida en
el pagaré. El firmante no puede someter el vencimiento a un acontecimiento
incierto. Puede, en cambio, someter el vencimiento a un futuro cierto. Es la
diferencia que separa el término de la condición. En rigor el pagaré es una
obligación sometida a término; no otra cosa significa promesa de pago. Por el
contrario, la ley siguiendo la tradición en este punto, confirma el carácter
incondicional del pagaré”18.
Por EJEMPLO: A celebra contrato de tarjeta de crédito con el Banco BBVA y en este
contrato se prevé que ante el impago de cinco o más cuotas el Banco puede precluir
el plazo de vencimiento de todas las cuotas restantes dándolas por vencidas y
resolviendo el contrato. Igualmente en este contrato se señala que A está entregando
como medio de pago un pagaré incompleto, con vencimiento a la vista, el cual se
llenará con el importe de todos los consumos, más intereses, gastos y comisiones que
se generen del contrato de tarjeta de crédito suscrito entre A y el Banco BBVA, que
resulten exigibles a A ya sea por su no pago o a consecuencia de la resolución del
contrato y preclusión de los plazos de vencimiento por el impago de cinco o más
cuotas. Además, esta causa de emisión se recoge en el pagaré en los siguientes
términos: “la causa del giro del presente pagaré es como medio de pago de los
consumos, comisiones, intereses y gastos relativos al contrato de tarjeta de crédito
celebrado entre A y el Banco BBVA, que no sean pagados a su vencimiento o que
resulten exigibles por la resolución del contrato ante el impago de cinco o más cuotas”.
Posteriormente el Banco BBVA endosa el pagaré al Banco de Crédito. Cuando este
último interponga la acción cambiaria, por la vía, por ejemplo, del proceso único de
ejecución, A puede contradecir el mandato de ejecución invocando la nulidad formal
del mismo (cfr. inc. 2 del párr. 3° del art. 690-D CPC), esto es, por no contener una
“promesa pura y simple de pagar una cantidad de dinero determinada o determinable”
(énfasis añadido), en tanto en cuanto la exigibilidad de ese pago estaba condicionada
a que se vencieran cinco o más cuotas y no fuesen pagadas. Ello determinaría que

16 Citado por GÓMEZ LEO, Instituciones de Derecho Cambiario, t. I, Títulos de Crédito, p. 181.
17 BEAMOUNT/ CASTELLARES, Com. al art. 159 LTV, cit., p. 606 (n. 1).
18 ARROYO MARTÍNEZ, Ignacio; “El pagaré”, en MENÉNDEZ, Derecho cambiario, cit., pp. 737-772 (p. 748).

456
Notas de Títulos Valores § 305

según los artículos 1.2. y 158 LTV el pagaré no contuvo nunca una promesa
incondicional de pagar una cantidad determinada o determinable de dinero, por lo que
ni es título valor, ni concede acciones cambiarias, ni tiene mérito ejecutivo.
La causalidad de un pagaré no deroga la regla de la literalidad contenida en el art. 4
LTV, según el cual el texto del documento determina los alcances y modalidad tanto
del derecho como de las obligaciones cambiarias. Lo que ocurre es que puede ser,
que un título que recoja la causa, por permitirlo la ley expresamente, sea un título valor
de literalidad semiplena, ante la dificultad física de recoger en el título todo el contenido
del negocio causal, por ejemplo, del contrato de tarjeta de crédito del caso
anteriormente propuesto.
Ahora bien, basándonos en el ejemplo anterior, como el contrato de tarjeta de crédito
no es un documento de público conocimiento para terceros que no sean las partes
que lo celebraron, si el pagaré circula, serán aplicables, tanto al derecho como a la
obligación, aquellos extremos que fluyan de la causa y que además estén recogidos
en el texto del título valor; como lo estaba en el ejemplo anterior, aquella condición:
de que para dar por vencida y exigibles las cuotas sometidas a plazo no cumplido,
tenía que haberse dejado de pagar cinco o más cuotas19. También resultarán
aplicables al régimen del derecho y obligación cambiaria contenida en el pagaré,
aquellas cuestiones que deriven de disposiciones legales que rigen el negocio causal
mencionado en el título valor, aunque no estén reproducidas en el texto del pagaré
(puesto que la ley se presume conocida por todos). Así pues, aunque el pagaré que
tiene por negocio causal un contrato de tarjeta de crédito mencionado suscintamente
en el texto del título (pagaré causal), no dijese, en su texto que el requerimiento
notarial de una cuota vencida e impaga, y su no pago en el plazo de quince días,
puede causar la resolución del contrato y exigibilidad de todas las cuotas no vencidas,
si eso fue lo que ocurrió y la suma de dinero consignada en el pagaré contiene tanto
cuotas impagas como cuotas que se exigen a consecuencia de la resolución del
contrato, el girador puede contradecir el mandato de ejecución que le dirija el juez para
que le pague al endosatario invocando la nulidad formal del título valor, por
incumplimiento del requisito contemplado en el inc. c del art. 158.1 LTV, porque no
contiene la promesa incondicional de pagar una cantidad de dinero, ya que dicha
promesa estuvo condicionada a que se produjera un impago, se cursara una carta
notarial dando quince días de plazo adicional, y se diera por resuelto el contrato a
consecuencia del impago. Es cierto que esta condición no aparecía recogida en el
texto del título valor, pero cuando este título anotó como causa un contrato de tarjeta
de crédito, cualquiera debía saber que a él le resultaban aplicables todas las
disposiciones aplicables a los contratos con prestaciones recíprocas, entre ellas, la
prevista en el art. 1429 CC, que señala:
“Artículo 1429.-
En el caso del artículo 1428 la parte que se perjudica con el incumplimiento de
la otra puede requerirla mediante carta por vía notarial para que satisfaga su
prestación, dentro de un plazo no menor de quince días, bajo apercibimiento
de que, en caso contrario, el contrato queda resuelto.

19 Hay casos en que como el negocio causal es un negocio de conocimiento público, como el contrato
de sociedad que es la causa de la emisión de las acciones, la sola referencia a él en el título implica
que la literalidad abarca todo su contenido según registros públicos, y no sólo las cláusulas escritas en
el certificado de acción.

FACULTAD DE DERECHO 457


Versión de julio de 2023
§ 306 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Si la prestación no se cumple dentro del plazo señalado, el contrato se resuelve


de pleno derecho, quedando a cargo del deudor la indemnización de daños y
perjuicios”.
Dicen HUECK y CANARIS:
“El prototipo de título abstracto es la letra de cambio. Ésta establece, junto al
crédito causal —por ejemplo, el precio de una compraventa— un nuevo crédito
que es autónomo respecto al negocio causal, tanto en lo que hace a su
existencia como a su contenido (…). La acción, por el contrario, es un título
causal: no crea un segundo derecho de participación, sino que se limita a
documentar el derecho de participación previamente existente derivado del
contrato de sociedad”20.
Según esto, para los autores, los títulos casuales no crearían junto al crédito causal
un segundo crédito autónomo respecto del negocio causal en cuanto a existencia y
contenido. La existencia del derecho documentado estaría, por el contrario,
subordinado a la eficacia de la relación causal correspondiente. Aplicando estas ideas
al adquirente de un pagaré causal, también afectarían su derecho todas las vicisitudes
del negocio causal: ineficacias, invalidez, incumplimientos, resoluciones, rescisiones,
etc. Hasta parece que se le podrían oponer todas las excepciones derivadas del
negocio causal, sea que se refieran a hechos ocurridos antes o incluso después del
giro del pagaré; es más, se trata de excepciones que muchas veces no fluirán del texto
del título. Por esa razón, al adquirir un título valor así se debería tomar la precaución
de averiguar cuidadosamente las condiciones en que se celebró el negocio causal y
se ejecutaron o se ejecutarán sus prestaciones.
Pactos sobre intereses y otras referencias causales.
Se puede indicar también la tasa de interés compensatorio que devengará hasta su
vencimiento; así como de las tasas de interés compensatorio y moratorio para el
período de mora, de acuerdo al art. 51 LTV, aplicándose en caso contrario el interés
legal.
Sobre la cláusula de intereses he tratado más ampliamente en el capítulo respectivo21.
Solo cabe agregar aquí que en el pagaré se puede contemplar no sólo la tasa de
interés moratorio y compensatorio que devengará la suma contenida en él desde su
vencimiento hasta su pago efectivo (como ocurre en la letra de cambio y en el cheque),
sino también la tasa de interés compensatorio que devengará el pagaré desde su
fecha de emisión hasta su pago efectivo (lo que no se admite en la letra de cambio ni
en el cheque).
El interés compensatorio es la contraprestación por el uso del dinero. Su mención de
todos modos es facultativa y, si se contempla, no podrá ser superior a la tasa máxima
del interés convencional compensatorio fijada por el BCRP. Cualquier exceso sobre
esta tasa máxima da lugar a la devolución de lo pagado o a la imputación al capital,
según elija el deudor (párr. 2° del art. 1243 CC).
El interés que tiene por finalidad indemnizar la mora en el pago, aquel que se computa
desde el vencimiento de una obligación impaga, se sobreentiende siempre que está
en la obligación del deudor en el caso de títulos valores que, como el pagaré,

20 HUECK/ CANARIS, Derecho…, cit., p. 35 (§ 2).


21 Vid. § 163, en pp. 171 y ss.

458
Notas de Títulos Valores § 306

contengan una obligación de pago dinerario. Así, si las partes no hubieran fijado la
tasa de este interés moratorio, no se supone que el deudor no está sujeto a ningún
recargo por esa causa, sino que se aplicará la tasa de interés legal (art. 1246 CC).
Ahora bien, si fijan específicamente una cláusula de interés moratorio (art. 51.1 LTV),
la tasa tampoco podrá ser superior a la tasa máxima de interés moratorio convencional
fijada por el Banco Central de Reserva del Perú. Se aplica la misma regla sobre los
excesos antes referida (art. 1243 CC).
Si el beneficiario de un pagaré es una Entidad del Sistema Financiero no se aplica el
art. 1243 CC. De hecho, no hay, hoy por hoy, límites cuantitativos a las tasas de interés
compensatorio y moratorio que puedan cobrar dichas empresas, aunque el BCRP está
autorizado para imponerlos “excepcionalmente”. Todo ello conforme a lo dispuesto en
el art. 9 LBS.
Además. en el pagaré según el inc. c del art. 159 LTV también pueden contemplarse
“otras referencias causales”, por lo que podría pensarse en recoger las causas de los
endosos, etc. y cualesquiera otras distintas a la causa que dio origen al giro del
pagaré. Al negocio causal del endoso le llama la doctrina relación de valor o valuta, y
puede ser por ejemplo un contrato de factoring o de descuento celebrado entre el
tenedor endosante y una Entidad del Sistema Financiero autorizada que lo recibe en
endoso. Para explicar los efectos que tal mención tendría en el caso de un endoso
“causado” en un contrato de factoring pondremos el siguiente EJEMPLO:
A gira un pagaré a la orden de la Universidad Cayetano Heredia con vencimiento en
cuotas o armadas, como medio de pago de un programa de Maestría. Luego la
Universidad celebra un contrato de factoring con el Banco BBVA en virtud del cual
ésta le entrega a través de endoso en propiedad los pagarés de todos sus alumnos
incluido el de A, a cambio del pago del monto del capital que estos representan, menos
un descuento por el adelanto del capital y la utilidad del Banco.
Según el art. 39.1 LTV, “Salvo cláusula o disposición legal en contrario, el endoso en
propiedad obliga a quien lo hace solidariamente con los obligados anteriores”. Y según
las normas que rigen el contrato de factoring, la empresa factoreada (Universidad
endosante), no responde frente al factor (Banco) por la solvencia de los deudores
cedidos. Si A no paga el pagaré a su vencimiento y el Banco demanda el pago del
pagaré a la Universidad Cayetano Heredia, ésta le podrá oponer, en virtud de los
arts. 19.2 y 19.3 LTV, que según la relación de factoring que les une, ella no ha
asumido ninguna obligación por el impago de giradores o cualquier otro obligado
cambiario, ya que la entrega de los títulos fue pro soluto. Si el Banco hubiera
endosado el pagaré a otra empresa de su grupo, como por ejemplo CrediBBVA, y es
esta sociedad la que le pide el pago a A al vencimiento del pagaré, y ante su no pago
ejercita las acciones cambiarias y demanda judicialmente a la Universidad el pago
del pagaré, ésta tendrá que pagar; no puede invocar que la entrega fue pro soluto,
porque éste es un medio de defensa que procede de una relación causal con
anteriores obligados (contrato de factoring), y el art. 19.3 LTV señala claramente:
“El demandado no puede ejercer los medios de defensa fundados en sus
relaciones personales con los otros obligados del título valor, ni contra quienes
no mantenga relación causal vinculada al título valor”.
En otras palabras, el derecho del endosatario CrediBBVA es abstracto de la causa
del endoso. Ahora bien, ¿qué cambiaría en este escenario si al momento en que la
Universidad, en ejecución del contrato de factoring, endosó los pagarés en propiedad

FACULTAD DE DERECHO 459


Versión de julio de 2023
§ 306 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

a el Banco BBVA, colocó en el texto del pagaré que el endoso provenía de un


factoring? Aquí el endoso es causado o, lo que es lo mismo, el derecho del
endosatario, CrediBBVA, y el de cualquier otro endosatario posterior, no sería
abstracto respecto de la causa de ese endoso. De forma que si CrediBBVA, ante el
impago del pagaré por parte de A el día de su vencimiento, ejercita las acciones
cambiarias contra la Universidad, en la vía procedimental que fuera, la Universidad
podría invocar la inexistencia de su obligación. En efecto, según las normas que
regulan el negocio causal de su endoso señalado en la literalidad del pagaré, ella no
responde por la solvencia de los anteriores obligados cambiarios traspasados (en este
caso, A).

460
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 3
EL CHEQUE
SUMARIO: I. NATURALEZA JURÍDICA Y FUNCIÓN ECONÓMICA DEL CHEQUE.— 307. Origen
y desarrollo histórico. 308. Concepto y caracteres jurídicos. 309. Naturaleza jurídica.
310. Semejanzas y diferencias con la letra de cambio. II. EMISIÓN Y CIRCULACIÓN DEL
CHEQUE.— 311. Requisitos. 312. Modalidades de giro. 313. Modalidades de giro en
orden a los sujetos. 314. El endoso del cheque. III. CHEQUES ESPECIALES.—
315. Cheque cruzado. 316. El cheque para abono en cuenta. 317. Cheque
certificado. 318. El cheque garantizado. 319. Cheque de pago diferido. 320. El caso
de los llamados cheques de viajero. 321. Los cheques de gerencia. 322. Una figura
extraña en la LTV: los llamados cheques giro. 323. El cheque intransferible.
IV. EJERCICIO DE LOS DERECHOS DERIVADOS DEL CHEQUE.— 324. Exigibilidad del
cheque. 325. Presentación y pago del cheque. 326. Constancia de rechazo y
protesto del cheque. 327. Pretensiones derivadas del cheque.

I. NATURALEZA JURÍDICA Y FUNCIÓN ECONÓMICA DEL CHEQUE


Origen y desarrollo histórico.
El cheque es quizá el título valor que más ha sufrido esta especie de crisis de los
títulos valores de la actualidad, a manos de los sistemas de pago desarrollados en las
últimas décadas, y especialmente de los facilitados por medios informáticos. Me estoy
refiriendo a las tarjetas de crédito, a las de débito, y de manera especial, últimamente,
a los medios de pago puramente informáticos.
Precisamente, el cheque era el título valor indicado o preferido para la instrumentación
de los pagos “en lugar del efectivo”. Y por esa razón probablemente sea el que más
ha sufrido con el desarrollo de las nuevas tecnologías y con el paso, en el tráfico
bancario de pagos, del uso de títulos al de herramientas informáticas. Un ejemplo
puede ser la aplicación “Yape” del Banco de Crédito, y otras semejantes que se han
ido procurando los demás bancos. Más en general, es algo que ya venía pasando con
la expansión del uso de tarjetas de crédito y de débito, ayudadas (de modo especial
estas últimas) por sistemas de comercio electrónico.
Todos estos factores han perjudicado la popularidad del cheque. Hoy día se usa
bastante menos que antes. Antes, prácticamente todo el mundo tenía una chequera,
y muchas transacciones en el mercado, con todo tipo de personas, se hacían con
cheques. Para no llevar dinero encima, la gente pagaba con cheques. Hoy en día esto
se hace más bien con tarjetas, o incluso con aplicaciones totalmente electrónicas. De
todas maneras, sigue usándose mucho en las empresas para el pago, por ejemplo,
de los sueldos, etc. Incluso ha quedado en el lenguaje popular, donde la expresión
“recibir el cheque” quiere decir haber recibido el pago del empleador, el sueldo. De tal
manera que, efectivamente, sigue siendo un título valor importante, aunque quizá ya
no tanto como antes.
Como instrumento de pago que es, y muy vinculado a la intermediación bancaria, la
doctrina ha señalado numerosos antecedentes y precursores históricos del cheque;
los más exagerados los ven hasta en las civilizaciones antiguas: mesopotámica,
romana, griega, etc. Pero, hablando ya con más propiedad y aproximación histórica,
tales antecedentes “directos” aparecen recién a fines la edad media, la misma época

— 461 —
§ 307 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

en la que empiezan los bancos propiamente dichos, como instituciones con


continuidad histórica con los que todavía tenemos hoy. En esa época medieval tardía
(s. XIV en adelante) lo que aparece es una cierta utilización de documentos bancarios
de pago o de crédito. Para el s. XVI se advierte ya una utilización más establecida de
estos documentos, pero no es todavía el cheque que conocemos hoy. Son más bien
documentos puntuales, para determinadas ocasiones, surgidos también en el ámbito
de determinadas instituciones bancarias, y que tienen un cierto parecido con el cheque
moderno.
Es pacífico que el cheque actual que conocemos hoy se desarrolló sobre todo entre
la segunda mitad del s. XVIII y comienzos del s. XIX, en Inglaterra, en un contexto
anglosajón, muy de la mano del desarrollo de los llamados billetes de banco, de los
que surgiría el papel moneda que también conocemos hoy. Inicialmente, esos billetes,
como los propios cheques, eran títulos valores, pero ellos sí eran esencialmente al
portador, siempre por suma fija, y solo los emitían los bancos contra el depósito de
dinero en metálico (es decir, oro, plata u metal precioso acuñado). Inicialmente esto
era libre. No había una limitación para la emisión de billetes de banco. Ocurrió
precisamente a mitad del s. XVIII la quiebra de un importante banquero británico, un
tal señor Goldsmith, que había emitido este tipo de billetes bancarios en demasía, en
exceso. La reacción del Gobierno, del ordenamiento jurídico, fue reservar la emisión
de billetes de banco a determinados bancos autorizados explícitamente: a los bancos
públicos (que también empiezan a aparecer por esta misma época, porque los bancos
inicialmente fueron todos privados; empiezan a aparecer los Bancos centrales, los
bancos de segundo piso, vamos a decir así, con funciones regulatorias), el Banco de
Inglaterra, concretamente. Al reservarse la facultad de emitir billetes de banco a
determinados bancos o incluso al único Banco público rector del sistema, los demás
bancos se ven en la necesidad de hacer uso de algún otro mecanismo para facilitar el
retiro de los fondos, que no pudiera confundirse con los billetes de banco. Justamente
se recurre al cheque.
El cheque incialemnte se crea como una mera variante de la letra se cambio. Es una
letra de cambio a la vista, con vencimiento estrictamente a la vista, que en principio
no era aceptada, sino simplemente pagada por los bancos. Incluso el uso era que
fueran letras con prohibición de aceptación que, como sabemos, es una figura
perfectamente admisible en el Derecho comparado, y en el propio Derecho uniforme
de Ginebra, aunque no en el Perú. Esa letra era presentable al pago en un breve
plazo, y de ahí es de donde surgen los cheques actuales, cuando se recoge esta
figura, ya con nombre propio: cheque, del inglés check.
Por su parte, el nombre, check, cheque, proviene más bien de los recibos de retiro de
fondos de la Cámara del Exchequer. Así se llama el alto funcionario que es más o
menos el tesorero del Gobierno británico. De ahí viene el nombre, que se aplicó
después a estas letras de cambio a la vista, no aceptables, que emitían las personas
a cargo de los bancos por para retirar los fondos que tenían en su poder. Inicialmente,
además, no estaba regulado, como es obvio, pues no era más que un desarrollo
consuetudinario a partir de la letra de cambio.
Hoy en día todavía se podrían conseguir los efectos propios de un cheque sin las
limitaciones que tiene esta figura (específicamente, la facultad conferida de recibir y
pagar cheques solo a los bancos o entidades de crédito) usando una letra de cambio.
Una letra pagadera a la vista, en breve plazo, y no aceptable, o con muchas
restricciones impuestas por el girador para su presentación a la aceptación, podría
tener prácticamente el mismo efecto de un cheque. En efecto, conforme a su

462
Notas de Títulos Valores § 308

naturaleza inicial de letra de cambio, el cheque podía al comienzo girarse a cargo de


cualquier persona en cuyo poder tuvieras fondos el girador.
Eso sí, lo que desde el inicio se asoció a esta idea del cheque, como un título
específico o una variante específica de la letra de cambio, era la idea de que se trataba
de un título específicamente destinado a la facilitación de los pagos. Por lo tanto, no
tenía ni tiene función de crédito. Y esto fue reforzado en la recepción que, desde su
primer contexto inglés, hicieron los ordenamientos continentales de la figura del
cheque. De tal manera que, en los ordenamientos continentales, incluido el nuestro,
que es heredero de esa tradición, se prohíbe específicamente que el cheque sea
aceptable; siempre: el cheque no es aceptable nunca. Además, siempre es a la vista,
y el plazo de presentación es muy breve, 30 días. Antiguamente en la ley anterior
podía ser de 60 días en los cheques emitidos de país a país. Hoy en día con el
desarrollo de las comunicaciones internacionales, se ha considerado innecesario el
cambio del plazo y es siempre el mismo plazo de 30 días.
Nuestro ordenamiento jurídico, de hecho, como he explicado en algún momento, ha
dado una vuelta de tuerca adicional a esta profundización de las diferencias entre el
cheque y los demás títulos valores cambiarios, y específicamente con la letra de
cambio, recalcando estos aspectos del cheque, y recalcando más bien que la letra de
cambio necesariamente debe ser pasible de aceptación, quitando todo efecto a la
prohibición pura y dura de presentación a la aceptación (no así a la indicación de un
plazo preciso para ello, como vimos en su momento). De todas maneras, en un cierto
sentido contrario a esta tendencia va la admisión por el legislador del cheque
garantizado en el que el banco asume obligaciones cambiarias propias, que está
regulado ahora en nuestro ordenamiento como un cheque especial.
Concepto y caracteres jurídicos.
El cheque1 es un título valor que contiene una orden de pago girada contra un
banquero por quien tiene fondos en poder de éste, y de los cuales tiene derecho a
disponer por medio de cheques2.
Es un título valor, esto es el documento necesario para el ejercicio del derecho en él
contenido.
Es un título valor abstracto ya que atribuye eficacia obligatoria a la pura y simple
declaración cartular, con prescindencia de la causa jurídica que originó su emisión, o
su transmisión; e independientemente de la relación de provisión que deberá existir
entre el librador y el librado. Es decir: aunque el girador carezca de fondos en la cuenta
contra la que gira, el título no pierde su valor de título valor y de cheque.
Pertenece a la categoría de los títulos cambiarios, de los cuales el prototipo es la letra
de cambio. La estructura interna de ambos títulos es semejante, por lo que el régimen
jurídico de la letra sirve de modelo en muchos aspectos a la regulación legal del
cheque, lo que explica el art. 216 LTV3.

1 Todo este Capítulo recoge, sin mayores cambios, el contenido del material que sobre el mismo tema
preparó en años anteriores la Prof. Lorena RAMÍREZ para este mismo curso.
2 ASCARELLI, Derecho Mercantil, citado por DE PINA VARA, Rafael; Teoría y Práctica del Cheque, Porrúa,

p. 16.
3 Por DE PINA VARA, Rafael, op. cit., pág. 24.

FACULTAD DE DERECHO 463


Versión de julio de 2023
§ 309 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

El cheque, en la relación librador-librado se presenta como una orden de pago; mas


en la relación librador-tomador, contiene también una promesa de pago. El librador
ordena al librado pagar el cheque, pero, al mismo tiempo, garantiza al tomador que el
cheque será pagado, se compromete a su pago. El art. 182 LTV dispone que el
librador es siempre responsable del pago del cheque, sin que valga cláusula en
contrario.
El cheque es, por su naturaleza, un documento de vencimiento a la vista; el art. 206
LTV así lo ordena, considerándose inexistente cualquier estipulación en contrario.
Es un título estrictamente cambiario, en los términos del art. 172 LTV, el cheque sólo
puede ser girado a cargo de bancos o instituciones financieras autorizadas a la
apertura de cuentas corrientes.
En el cheque es necesaria la previa provisión de fondos en poder del librado. A tenor
del art. 173 LTV el librador debe tener fondos a su disposición en cuenta corriente en
el banco girado. Pero no se trata de un requisito formal esencial, de aquellos a los que
hace referencia el art. 1.2 LTV.
El pago a la vista y la necesidad de la previa provisión de fondos en poder del librado,
hacen que la aceptación sea extraña a la naturaleza del cheque (art. 180 LTV).
Cuando el tenedor presenta el cheque al girado lo hace no para que éste lo acepte, y
consecuentemente se obligue a pagarlo, sino precisamente para que le sea pagado
su importe en el acto mismo de la presentación. Es por ello que el girado se encuentra
al margen de la relación cambiaria, ya que el título no contiene su firma. Entre el
portador y el girado no hay ningún vínculo cartular, careciendo de acción directa en su
contra. Sólo habrá acción directa contra el girador y su avalista y fiador y de regreso
contra los endosantes y sus avalistas y fiadores.
Naturaleza jurídica.
Acerca de la naturaleza jurídica del cheque, y en consonancia con su origen como una
variante específica de la letra de cambio, se reproducen con respecto a él básicamente
las mismas posturas y controversias doctrinales que ya he mencionado para el caso
de ese título valor. Y, en concreto, la contraposición entre la teoría del mandato (o,
más bien, las teorías del mandato, pues hay un cierto número de variantes) y la de la
delegación4, junto con alguna otra (como las de la cesión del crédito de provisión o de
la estipulación a favor de tercero) que no he mencionado para el caso de la letra de
cambio, y tampoco voy a desarrollar aquí.
Sin embargo, como también vimos que ocurría con la letra de cambio, apenas cabe
dudar de que la mejor caracterización del cheque la hace la doctrina de la delegación,
y concretamente la de una delegación de pago (delegatio solvendi):
“A través de este expediente técnico se pretende que tenga lugar el
cumplimiento de una obligación, pero que tal cumplimiento sea hecho por un
tercero (delegado) en vez de por el deudor (delegante). En efecto, en la relación
entre librador y tomador (delegatario) el primero, en su carácter de deudor,
designa a éste (acreedor) un tercero (delegado, librado) que realizará el pago.
Tal pago servirá para extinguir la obligación del delegante frente al delegatario.

4Cfr. DÍAZ MORENO, Alberto; “El cheque”, en JIMÉNEZ SANCHEZ, Derecho Mercantil, cit., vol. II, pp. 126-
138 (p. 128).

464
Notas de Títulos Valores § 310

Obsérvese que el delegado no asume el carácter de deudor frente al


delegatario—no contrae obligación alguna—por lo que no es posible hablar de
delegatio promittendi. Por otra parte, el delegante se dirige al delegado
ordenándole el pago en virtud de una previa relación existente entre ambos
(provisión de fondos) y que le autoriza a emitir tales órdenes de pago”5.
Semejanzas y diferencias con la letra de cambio.
Ambos títulos cumplen funciones diferentes:
- La letra de cambio es generalmente un instrumento de crédito, pues entre su
emisión y su vencimiento existe un plazo más o menos largo. Durante tal plazo, el
deudor goza de la disponibilidad de un crédito, y por tanto se ve libre de pagar la
deuda contraída.
- Por su parte, el cheque es siempre un instrumento de pago, lo que explica que, a
diferencia de la letra, el cheque sea emitido siempre a la vista y requiera siempre
de una provisión de fondos a la hora de su emisión, lo que no sucede con la letra.
SIEMENS sostenía que “quien utiliza una letra de cambio necesita dinero, mientras que
quien emite un cheque tiene dinero6.
HUECK/ CANARIS7 enumeran estas diferencias entre cheque y letra de cambio:
1) Capacidad pasiva: la letra puede girarse a cargo de cualquier persona, mientras
que el cheque sólo se puede girar a cargo de un banco. Ello se explica porque el
cheque debe usarse exclusivamente como medio de pago, y por lo tanto se ha de
librar a cargo de alguien que posea fondos del girador. Normalmente, ello solo
ocurre con los bancos u otras entidades financieras.
2) Transmisión: siendo ambos son títulos a la orden “natos” (cfr. inc. a del art. 176.1
LTV), normalmente se transmiten por endoso, pero, a diferencia de la letra, el
cheque se puede emitir también “al portador” (inc. d del art. 174 LTV), resultando
transmisible mediante simple traditio. En este caso el cheque debe ser expedido
expresamente con la cláusula “al portador”, ya que si no la contiene se entenderá
que es “a la orden”. A estas diferencias mencionadas por HUECK y CANARIS habría
que añadir en nuestro medio la enorme diferencia de efectos que en uno y otro
títulos tienen las cláusulas “no a la orden” y sus equivalentes, que hacen al cheque
(sólo a él) real y completamente no negociable y, por lo tanto, anulan su condición
de verdadero título valor, según vimos en su momento8.
3) Prohibición de aceptar: los cheques no son aceptables y toda cláusula en ese
sentido se considera no puesta (art. 179 LTV). Se trata de una elección político-
jurídica muy clara, pero histórica y geográficamente contingente, pues aún hoy, por
ejemplo, en el derecho angloamericano, la aceptación del cheque está permitida9.

5 DÍAZ, “El cheque”, cit., pp. 128-129.


6 CARLÓN, “El cheque”, cit., p. 778.
7 HUECK/ CANARIS, Derecho…, pp. 241-245 (§ 20).

8 Vid. § 45, en pp. 68 y s., supra.

9 HUECK/ CANARIS, Derecho…, p. 243 (§ 20), que critica la justificación de la decisión, cuyos fines

razonbales se podían obtener con una intervención mucho menor; menciona incluso, como una
excepción a la prohibición de aceptación del cheque, una “cláusula de confirmación” que es posible

FACULTAD DE DERECHO 465


Versión de julio de 2023
§ 311 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

4) Vencimiento: mientras que en la letra el girador puede aplazar su vencimiento por


un largo período de tiempo, el cheque, como medio exclusivamente de pago que
es, vence en principio a la vista10; habría que decir incluso, con más exactitud, que
nace vencido. Sin embargo, nuestra LTV permite en su art. 199 diferir el pago hasta
un máximo de 30 días, pero para ello se requiere el uso de un formato especial (el
llamado “cheques de pago diferido”11). Tampoco se puede retrasar el vencimiento
del cheque no convertirlo en la práctica en un medio de crédito, mediante el recurso
de postdatarlo (colocándole una fecha de libramiento o emisión posterior a la
verdadera), pues el art. 179 LTV dispone que el cheque es pagadero en el momento
en que se pida su pago, aunque tuviere fecha adelantada. No solo se puede
presentar el cheque al cobro en cualquier momento, sino que se estimula al tenedor
a hacerlo cuanto antes, estableciendo legalmente plazos breves para su cobro12.
El art. 207 LTV fija en 30 días el plazo de presentación de un cheque, haya sido
girado en el país o en el extranjero.
5) Protesto: no es imprescindible para la conservación de las acciones cambiarias,
pues el art. 213 LTV regula la formalidad sustitutoria por parte del banco (girado)
que se niega a pagar un cheque13.

II. EMISIÓN Y CIRCULACIÓN DEL CHEQUE


Requisitos.
Están contenidos en los arts. 172 y 174 LTV, considerándose la omisión de los
requisitos detallados en el art. 174 LTV como causal de invalidez, salvo los supuestos
expresados en el art. 175 LTV.
Modalidades de giro.
Están contenidas en el art. 176 LTV y son:
A favor de persona determinada con cláusula a la orden o sin ella. El cheque es
transmisible por endoso, contenga o no la cláusula a la orden.
A favor de persona determinada con cláusula no a la orden, instransferible, no
negociable u otra equivalente. En cuyo caso sólo podrá ser cobrado por la persona de
su tomador, cuya única opción alternativa a su cobro personal es endosarlo a su
Banco para que lo cobre al Banco girado.
Al portador, lo que significa que puede ser presentado para su pago por cualquier
persona (art. 174.d LTV).

incluir en los cheques del Banco Federal Alemán, y que parece un claro antecedente de nuestros
propios “cheques garantizados”.
10 HUECK/ CANARIS, Derecho…, p. 244 (§ 20), aunque para ellos esto no ocurre solo “en principio”, sino

“siempre”, dado que en Alemania no existe nuestro cheque para pago diferido.
11 Vid. § 319, en p. 440, infra.

12 HUECK/ CANARIS, Derecho…, pp. 244-245 (§ 20).

13 HUECK/ CANARIS, Derecho…, p. 245 (§ 20); los autores añaden como otras diferencias la inexistencia

en el cheque de posibles duplicados (hoy desaparecidos en nuestra LTV incluso para la letra de cambio)
y de la posibilidad de intervenir, ni siquiera en el pago (pues no habiendo aceptación del cheque, queda
claro que no se puede intervenir en ella). Esto última, sin embargo, aunque ciertamente es casi
impensable que ocurra en la práctica, no puede excluirse como posibilidad, dado el alcance general
que en nuestro país da el art. 69 LTV a la intervención en el pago.

466
Notas de Títulos Valores § 313

¿Quid iuris si el cheque contiene simultáneamente las cláusulas “al portador” y “a la


orden” de persona determinada? El art. 177.2 LTV establece que se considera (es
decir, se presume, pero puede probarse lo contrario) que fue girado a la orden de
dicha persona. La solución es criticable y socava la firmeza de lo dispuesto en el art.
22.2 LTV.
Con pacto de intereses, los que se pueden acordar en forma de compensatorios y
moratorios, pero solo se devengarán a partir del día siguiente a la fecha del protesto
o de la constancia de rechazo. Puesto que el título “nace vencido”, no caben intereses
(compensatorios) para antes del vencimiento.
Modalidades de giro en orden a los sujetos.
A la orden del mismo emitente, tiene por finalidad permitir al emitente extraer fondos
por sí mismo de su cuenta corriente; si bien puede utilizarse también la modalidad de
giro al portador.
Por cuenta de tercero, cuando el que gira no es el titular de la cuenta, librándose
cheques en talonario ajeno por encontrarse debidamente autorizado para ello. Es el
supuesto de firmas autorizadas para la emisión de cheques de una cuenta corrientes
perteneciente a otra persona. Es menester que la autorización conste formalmente en
el banco mediante cláusula especial en el contrato de cuenta corriente o mediante la
representación otorgada al librador, en cuyo caso el banco tendrá copia del poder.
Por el Banco contra el mismo, el ejemplo clásico es el del cheque de gerencia.
El endoso del cheque.
El cheque en su calidad de título a la orden es transmisible por endoso, tenga o no la
cláusula a la orden. Pero el inc. d del art. 174 LTV permite la emisión de cheques al
portador, caso en el cual estos títulos, de conformidad con el art. 24 LTV, se
transmiten por traditio.
El art. 205.1 LTV, refiriéndose al endoso del cheque al portador, hace al endosante
responsable por la acción de regreso. MONTOYA MANFREDI, al comentar el antecedente
de este precepto en la LTV ant., sostiene que no por eso el cheque al portador queda
convertido en un título a la orden14. El art. 126 de la Ley Cambiaria y del Cheque
española sigue este criterio:
“un endoso extendido sobre un cheque al portador hace responsable al
endosante a tenor de las disposiciones aplicables a la acción de regreso, pero
no convierte el título en un cheque a la orden”.
En este caso, el cheque nació al portador, pudiendo un tenedor ingresar
voluntariamente en la relación cambiaria al transmitirlo, asumiendo así una
responsabilidad en la vía de regreso que, en principio, no estaba llamado a asumir15;
lo que no puede hacer el endosante es modificar la cualidad del giro tal y como fue
librado, su modificación solo alcanzará a su respecto y en relación a los efectos
cambiarios. Ahora bien, el endoso vale como endoso, pero no modifica la cualidad
bajo la cual nació el título, esto es, la de título al portador.

14 MONTOYA, Com. al art. 162 LTV ant., cit., n. 171 (p. 481).
15 ¿Cómo?: con un endoso que, puesto que no puede alterar la ley de circulación del cheque al portador
(cfr. art. 22.2 LTV; vid. también el § 150, en pp. 234 y ss., supra), sólo puede significar la asunción de
la responsabilidad solidaria en la vía de regreso.

FACULTAD DE DERECHO 467


Versión de julio de 2023
§ 315 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

III. CHEQUES ESPECIALES


Cheque cruzado.
El cheque cruzado es aquel que está atravesado en el anverso por dos líneas
paralelas. Es de dos clases:
1) Cruzado general, contiene sólo las dos barras o a lo más la palabra banco o
término equivalente.
2) Cruzado especial, si entre las barras se escribe el nombre de un banco
determinado. El cruzado general puede transformase en especial, más no al
contrario teniéndose por no hecha la tarjadura del cruzamiento o del nombre del
banco designado. El amparo del art. 184.5 LTV el banco girado se podrá negar a
pagar el cheque que presente tarjaduras en el cruzamiento.
El cruzamiento puede generarse por alguna de las formas indicadas en el art. 185
LTV.
El pago del cheque cruzado sólo podrá efectuarlo el girado a otro banco o a un cliente
suyo. Adviértase que se habla de pagar por lo que el tenedor recibirá dinero en efectivo
al presentarlo por ventanilla, lo que lo diferencia del cheque para abono en cuenta (art.
186 LTV).
Si el cruzamiento es general solo puede cobrarlo un banco, si el tenedor no tuviera
cuenta en el banco girado no tendrá más opción que depositarlo en su cuenta para
cobrarlo por intermedio del sistema. Si por el contrario fuera cliente del banco girado
podrá cobrarlo en ventanilla. Es decir, un cheque con cruzamiento general sólo puede
ser pagado por el Banco girado a otro banco o a su propio cliente.
Si el cruzamiento es especial, el banco girado sólo podrá pagarlo al banco designado,
si éste fuera el girado lo cobrará ese banco o un cliente suyo. Si en banco designado
no fuera el girado, el tenedor sólo podrá cobrarlo ingresando el cheque en su cuenta
y si no fuera cliente del banco designado y su banco, para cobrarlo, encargará al
designado su cobro. El cruzamiento del cheque impide que un banco pueda cobrar
por otras personas que no sean otro banco o un cliente suyo.
El cheque para abono en cuenta.
El cheque para abono en cuenta tiene por finalidad prohibir el pago en efectivo.
El asiento contable de abono en cuenta sustituye a la entrega de dinero y libera al
banco girado.
La cláusula puede ser incluida por el librador o un tenedor. La tachadura anula los
efectos cambiarios (art. 189 LTV).
Cheque certificado.
El cheque certificado está regulado en los arts. 180, 191 y 192 LTV.
El art. 180.1 LTV prohíbe la aceptación del cheque, disponiendo el art 180.2 LTV que
la certificación puesta por el banco girado conforme al art. 191 LTV, solo tiene el efecto
de establecer la existencia de fondos durante el plazo legal de su presentación.
La certificación es una potestad del banco girado y no una obligación. El plazo de la
certificación es por el número de días que falten para que venza el plazo legal de
presentación.

468
Notas de Títulos Valores § 318

Cuando el banco girado efectúa la certificación, el banco procederá a afectar de la


cuenta de su cliente los fondos suficientes para cubrirlo, separándolo del patrimonio
del girador que ordenó la certificación, acreditándose este monto en una cuenta
especial que tendrá la calidad de patrimonio de afectación y estará destinado
exclusivamente al pago del cheque certificado. De todas maneras, para que el banco
girado no pueda escudarse en su propio error en la realización de estas operaciones
propias de la certificación y neharse a pagar por falta de fondos, el art. 192 LTV hace
al banco girado que ha documentado su certificación en el propio cheque responsable
solidario con el girador y los demás obligados por el pago del cheque.
Vencido el plazo sin que el cheque sea presentado, el banco procederá a acreditar en
la cuenta del girador la cantidad debitada, caducando automáticamente la certificación
y la responsabilidad derivada de ésta. El tenedor recupera la acción cambiaria
únicamente contra el girador, a condición de protestarlo o de obtener la comprobación
del banco (art. 192.2 LTV) dentro de los ocho días siguientes a la caducidad de la
certificación.
El cheque garantizado.
En el cheque garantizado, el girador es el cliente cuentacorrentista que, previo
convenio con el banco girado, obtiene de ésta la garantía de que sus cheques serán
pagados.
El obligado principal es el emitente, asumiendo el banco la responsabilidad de
garantía propia de un avalista (art. 195 LTV).
Se emiten en formatos especiales de seguridad cuyos talonarios los proporcionará el
banco, el cheque llevará la denominación de cheque garantizado. En estos formularios
se indicará la cantidad máxima por la cual el cheque puede ser emitido o la suma fija
por la cual podrán emitirse.
Este cheque no puede ser emitido al portador.
No hay certificación. El Banco girado es aval. No hay un débito necesariamente. El
Banco se asegura manteniendo inmovilizado un depósito del cliente, o de lo contrario
si es buen cliente le autoriza un sobregiro.
Cheque de pago diferido.
El cheque de pago diferido rompe la regla del art. 179 LTV que señala que la cláusula
que señale un plazo suspensivo para poder cobrar el cheque se tiene por no puesta.
En esta clase de cheque el emitente suspende, máximo por 30 días desde la emisión,
la posibilidad de presentación del cheque para su cobro.
Debe tener la denominación de “Cheque de pago diferido” en forma destacada, la
fecha desde la que procede ser presentado para su pago.
Puede ser negociado desde la fecha de emisión.
El plazo legal de presentación del cheque para su pago, previsto en el art. 207 LTV,
que es el mismo que rige para obtener un protesto una certificación sustitutoria,
comienza a contarse desde el día en que se cumple el plazo suspensivo.
El caso de los llamados cheques de viajero.
Las personas que viajan adquieren estos cheques en los bancos, entregando por ellos
moneda nacional en tal cantidad que cubra el importe impreso en moneda extranjera

FACULTAD DE DERECHO 469


Versión de julio de 2023
§ 321 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

(art 196 LTV). Por ello es que, si finalmente no se procede al cobro del cheque en el
transcurso, las entidades emisoras deberán proceder a su reembolso. Son requisitos
de esta clase de cheque:
1) solo puede ser girado por una Empresa del Sistema Financiero Nacional a su propio
cargo;
2) el lugar de pago puede estar en el país o en el extranjero, en las sucursales o
agencias del propio banco girador-girado o por los corresponsales en el extranjero
que se consignen en el propio título;
3) solo puede ser expedido en papel de seguridad, en el que se insertará el número
de serie, el domicilio del banco emisor y el valor monetario correspondiente al título.
El tomador de un cheque de viajero debe firmarlo dos veces. La primera vez, en el
momento en que el tenedor adquiere el título, deberá firmar en el lugar señalado al
efecto en presencia del empleado bancario. La segunda firma es puesta por el
tomador al momento de cobrar el cheque o de endosarlo, y sirve para cotejar esta
firma con la primera y establecer su autenticidad.
Este cheque, al igual que el de gerencia, no tiene su origen en una cuenta corriente
existente entre el girador y el girado. El banco es el sujeto activo y pasivo de la relación
cambiaria, en tanto que el tomador puede serlo cualquier persona que tenga
capacidad para realizar pagos y recibirlos.
Los cheques de viajero son endosables, de acuerdo con el art. 197 LTV. En este
sentido tanto el pagador como el endosatario que reciban el cheque de su primer
tomador deberán verificar, bajo su responsabilidad no sólo su identidad sino también
la autenticidad de la firma, que para tales efectos deberá colocarse en ese mismo
momento. No basta pues con que se lleven a cabo las diligencias previstas en el art.
16.1 LTV para quedar legitimado pasivamente al pago, ni para adquirir la propiedad
del título valor conforme al art. 15 de LTV.
No se requiere de protesto o formalidad sustitutoria para el ejercicio de las acciones
cambiarias de cobro de estos cheques.
Los cheques de gerencia.
En el caso del cheque de gerencia no puede hablarse de una orden pago dirigida al
girado, sino de una simple promesa de pago del girador16. GUALTIERI sostiene que en
estos casos el cheque ha perdido su función económico-jurídica propia para asumir la
del pagaré que contiene una promesa de pago y no una orden de pago.
A pesar de las críticas dirigidas contra esta forma de giro, por razones y exigencias
prácticas el legislador ha admitido excepcionalmente la posibilidad que el cheque, en
determinados supuestos, sea emitido a cargo del propio girador.
En el derecho comparado se los denomina también “cheques de caja”.
Estos cheques sólo pueden ser emitidos por los bancos en forma nominativa o a la
orden (es decir no pueden ser al portador), no pueden ser girados a favor del propio
banco y pueden ser transferibles por endoso.
No requieren del protesto o de la formalidad sustitutoria para el ejercicio de la acción
cambiaria (art. 193 LTV).

16 DE PINA VARA RAFAEL, opus cit., pág. 293.

470
Notas de Títulos Valores § 322

Una figura extraña en la LTV: los llamados cheques giro.


La finalidad del cheque giro es la transferencia de fondos de una plaza a otra a favor
de persona determinada. Son girados a su propio cargo por el Banco o empresa del
Sistema financiero nacional autorizada para realizar transferencias de fondos o giros.
No requieren de la existencia de una cuenta corriente, sino que son emitidos por el
propio banco girado contra depósitos o entregas de fondos que el beneficiario u
ordenante suele realizar previamente.
A efectos de distinguirlo del cheque de gerencia, el art. 194 LTV exige que tengan
señalado en forma literal y en modo destacado su denominación: Cheque giro o Giro
Bancario.
Son emitidos únicamente a nombre de persona determinada (o sea,
nominativamente), no pueden serlo al portador. No son transferibles sin que para ello
se requiera la existencia de cláusula especial (o sea que tampoco son verdaderos
títulos valores). Son pagaderos sólo en plaza distinta al de su emisión y en la oficina
propia o del corresponsal al efecto señalado en el mismo título. Si no se cobra su
importe la empresa rembolsará su importe sólo en la misma oficina en la que se emitió
o en otra según determine la propia empresa, y lo reembolsará sólo a la persona a
petición de la cual se emitió, (que no necesariamente es su tomador) y previa
devolución del título.
El cheque lo suelen remitir al tomador por el mismo Banco girado que lo manda a su
sucursal o corresponsal de cobro, en cuyos locales lo recoge y cobra.
Para el ejercicio de la acción cambiaria que corresponde frente al emisor (Banco), así
como para tener mérito ejecutivo, el cheque de giro no requiere de protesto ni de
formalidad sustitutoria.
El cheque intransferible.
Esta cláusula tiene como función evitar la circulación del cheque (art. 190 LTV).

IV. EJERCICIO DE LOS DERECHOS DERIVADOS DEL CHEQUE


Exigibilidad del cheque.
El cheque en su calidad de orden de pago es pagadero a la vista el día de su
presentación (art. 179 LTV), por lo que la ley exige (como una obligación del girador,
sancionada incluso penalmente, pero sin que su incumplimiento invalide el título; y
esto es lógico, pues tanto el tomador como cualesquiera sucesivos tenedores
normalmente carecen absolutamente de cualquier medio que les permita controlar tal
hecho) que para la emisión existan ya en esa fecha fondos suficientes para cubrirlo.
El cheque es un título valor que, en la relación librador-librado, se presenta como una
orden de pago; sin embargo, al mismo tiempo, y como hemos visto que también ocurre
con la letra de cambio17, en la relación librador-tomador, contiene siempre una
promesa de pago:
“El librador ordena al librado el pago del cheque; pero al propio tiempo, se obliga
frente al tomador a que el cheque será pagado”18.

17 Vid. § 247, en pp. 332 y s., supra.


18 DE PINA VARA RAFAEL, Teoría y Práctica del Cheque, pág. 25, Porrúa, México 1974.

FACULTAD DE DERECHO 471


Versión de julio de 2023
§ 325 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Este criterio está recogido en el art. 182 LTV, que responsabiliza al girador por el pago
del cheque, sin que valga cláusula en contrario. De hecho, en principio, el girador, y
no el girado, es el único obligado a pagar el cheque, el cual, a diferencia de la letra de
cambio, ni siquiera puede ser aceptado por el Banco girado.
Presentación y pago del cheque.
Es importante dejar establecido que el pago mediante un cheque no produce los
mismos efectos jurídicos que el realizado con moneda de curso legal. La sola entrega
del cheque no libera al deudor ni extingue su deuda, lo que ocurrirá en el momento
que el banco librado pague el título. GARRIGUES sostiene que la entrega del cheque no
es en sí misma un pago, por la sencilla razón de que una orden dada a otro para pagar
no es un pago, sino tan solo un intento de pago, cuya efectividad depende de que el
banco girado haga honor al compromiso de reembolsarlo en dinero19. Una orden dada
a otro para pagar no es un pago.
Como se ha referido, el art. 178.1 LTV sanciona la violación a la prohibición de emitir,
endosar o entregar un cheque en garantía con la falta de efectos cambiarios. Se
entrega un cheque en garantía, cuando el tenedor lo recibe a sabiendas de que el
tenedor no tiene fondos al momento de emitirlo, pero lo recibe, porque su sola tenencia
garantiza el cumplimiento de la obligación primitiva ya que de lo contrario el tenedor
puede ser demandando tanto cambiariamente como por el delito de libramiento
indebido. Es necesario tener presente que el precepto tiene un sustento subjetivo, ya
que no se limita a sancionar la sola violación de la prohibición, sino que requiere que
el tenedor viole esta prohibición “a sabiendas”, esto es, que la acción sea intencional,
extremo que deberá ser acreditado por quien pretenda hacer valer la sanción. El
tenedor pide el cheque en garantía, porque si no se paga la deuda se puede denunciar
por libramiento indebido. Puesto que según el art. 173 LTV es condición previa para
emitir un cheque, tener fondos. Pero no se trata de un requisito de validez del título
valor.
Dentro del plazo de presentación el cheque es una orden de pago. Nuestra legislación
ha seguido en este punto el sistema germánico. El plazo es de 30 días, los que se
cuentan desde el día de la emisión INCLUSIVE, no desde el día siguiente (art. 207
LTV).
En el art. 183 LTV se han previsto los supuestos en los que los bancos están obligados
a cerrar las cuentas corrientes de quienes hubieren girado cheques sin fondos.
La orden de pago contenida en el cheque puede ser revocada por el emitente luego
de vencido el plazo de presentación, salvo mandato judicial. Excepcionalmente, el
art. 208.2 LTV permite que dentro de este plazo el emitente o el beneficiario, o el
tenedor legítimo, pueden solicitar al banco girado la suspensión del pago, mediante
una declaración jurada escrita de fecha cierta y recepción comprobable, amparándose
en una de las causas detalladas en el artículo 102º (deterioro total, extravío,
sustracción); bajo la condición de interponer la demanda de ineficacia por la misma
causal, lo que deberá llevarse a cabo dentro de los 15 días de recibida la solicitud (art.
107.2 LTV), de lo contrario caducará el derecho de suspensión (art. 98 LTV). Esta
contraorden del girador, u orden de suspensión, es conocida como “bloqueo”.

19
GARRIGUES, Joaquín; Contratos bancarios, 2ª ed. revisada, corregida y puesta al día por Sebastián
Moll, Imprenta Aguirre, Madrid, 1975, p. 91; Curso…, cit., t. III, p. 329.

472
Notas de Títulos Valores § 326

Aunque el plazo de presentación legal del cheque es de 30 días desde la emisión


inclusive, el banco está facultado para pagar el cheque presentado luego de vencido
el plazo, si no hay revocación, ni solicitud de suspensión, o ha caducado el derecho
de suspensión de pago, hasta un año de emitido el cheque y siempre que haya fondos
disponibles. Así pues, vencido el plazo legal de presentación para su pago, el cheque
ya no es una orden de pago que deba cumplir el Banco girado (en virtud normalmente
del contrato de cuenta corriente), sino que el Banco tiene la facultad de pagar o no.
Por mandato del art. 209 LTV la muerte o incapacidad del girador no afecta la orden
de pago contenida en el cheque. La ley quiere otorgar seguridad a la circulación del
título, teniendo presente el rol que cumple el cheque como instrumento de pago,
evitándose de esta manera un grave perjuicio a terceros. El cierre de la cuenta
corriente por causa de muerte del girador, o interdicción sólo ocurrirá luego de 60 días
calendarios de la ocurrencia de tales hechos.
Al contrario, la declaración de insolvencia sí provoca la revocación del cheque, dado
que su libramiento importa un acto de disposición patrimonial que la ley prohíbe. Pero
esto siempre que el cheque haya sido emitido después de la fecha de corte (recogida
en el art. 32 LGSC, y coincidente con la publicación en el Diario El Peruano de la
Resolución que abre el concurso del girador).
Las causales por las cuales el banco está exonerado de pagar un cheque están
detalladas en el art. 212 LTV, y éste asume responsabilidad por los daños y perjuicios
que ocasione su pago en estos supuestos, exceptuando el supuesto del inc. a):
cuando decide sobregirar la cuenta.
El banco tampoco deberá pagar en los supuestos contemplados en el art. 214.2 LTV.
La responsabilidad por el pago indebido está regulada allí mismo.
En el resto de casos, si no paga, el Banco asume responsabilidad por los daños y
perjuicios (art. 214.1 LTV). Si el banco girado no pagara un cheque sin justa causa
según el art. 214.1 LTV, será responsable frente al girador (no frente al tenedor) por
los daños y perjuicios que ocasionara. No hay acción del tenedor contra el banco
girado que en forma arbitraria hubiera dejado de pagar, ya que éste no forma parte de
la relación cambiaria. La acción del tenedor es contra el girador y los endosantes.
Constancia de rechazo y protesto del cheque.
Si el banco se negara a pagar un cheque deberá, de conformidad con el art. 213.2
LTV, hacerlo constar en el mismo título con indicación expresa de la causa de su
negativa, la fecha y la firma del funcionario autorizado. Tal constancia acredita el
rechazo del cheque y sustituye al protesto.
La fecha es importante porque permite establecer si el título fue presentado dentro del
plazo legal y permite determinar si la acción cambiaria se adquirió o se perdió.
Pretensiones derivadas del cheque.

FACULTAD DE DERECHO 473


Versión de julio de 2023
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 4
FACTURAS CONFORMADAS Y NEGOCIABLES
SUMARIO: I. GENERALIDADES.— 328. Concepto e ideas preliminares. 329. Origen de
las facturas “cambiarias”. 330. Primera configuración (“con prenda”) de la factura
conformada. 331. El fracaso de la factura conformada cum pignore y sus motivos.
332. Se actualiza la factura conformada y entra en escena la negociable.
333. Pleitos de familia: la factura negociable, la gemela fratricida. 334. Resumen
conclusivo: semejanzas y diferencias entre ambas facturas. II. LA FACTURA
CONFORMADA.— 335. Concepto y características actuales de la factura conformada.
336. La conformidad. 337. Requisitos de la factura conformada. 338. Otras normas
aplicables. III. LA FACTURA NEGOCIABLE.— 339. Noción. 340. Requisitos de la factura
negociable. 341. Excepciones. 342. Circulación. 343. Acuerdo de intereses.
344. Reglamentación de la ley por las normas de SUNAT.

I. GENERALIDADES
Concepto e ideas preliminares.
Voy a tratar en este capítulo1 de dos títulos valores peculiares, que se podrían
denominar “facturas cambiarias”:
1) las facturas conformadas (reguladas en los arts. 163 a 171 LTV), y
2) las facturas negociables (en su propia Ley especial, L. 29623).
Son dos títulos que —vaya por delante la advertencia— tienen más de creaciones del
legislador que de producto del tráfico, de la vida económica real. Ya solo por eso
representan casos especiales, que de alguna manera se apartan de lo habitual en el
ámbito mercantil. Lo normal es que los títulos valores, como otros fenómenos
mercantiles, nazcan no por iniciativa del legislador, sino en la vida misma del tráfico.
También es eso lo que en buena medida explica su éxito en la vida real, su desarrollo,
etc.: que hayan nacido y se hayan desarrollado cada uno en un momento determinado,
a partir de las necesidades reales del comercio real, y no como una “invención” de
profesores, o del legislador. En cambio, los títulos de los que voy a hablar en este
Capítulo representan el ejemplo opuesto, de “invenciones” del legislador. Y, como creo
que se pondrá de manifiesto en seguida, vienen a ser invenciones muy mejorables,
en ambos casos.
Las dos facturas cambiarias son títulos valores a la orden, representativos de deuda,
actualmente reconocidas expresamente y reguladas con cierto detalle en nuestro
ordenamiento jurídico, con caracteres muy semejantes entre sí.

1 Este Capítulo recogía sustancialmente, en un inicio, los materiales que sobre los mismos temas
preparó en su momento la Prof. Lorena RAMÍREZ para este mismo curso. Como es natural, sin embargo,
le he introducido paulaticamente cambios que, al hilo de la evolución legislativa y de mis propios puntos
de vista, lo han ido distanciando de manera cada vez más importante de ese punto de partida, sin que
pueda decir que haya llegado todavía a poder considerarse completa esa evolución. Por todo ello, y
con el debido reconocimiento a ese importantísimo apoyo inicial, desde ya me considero obligado a
hacerme enteramente responsable de su estado actual.

— 475 —
§ 328 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

La primera de ellas, la factura conformada, está hoy por hoy, por decirlo así,
prácticamente “en coma permanente”. Y esto, porque el propio legislador le ha hecho
la competencia desleal con la otra factura cambiaria, la negociable, pero sin decidirse
a derogarla, cosa que probablemente hubiera sido, si no lo más sensato, lo más limpio
y honesto.
Pero lo peor del caso es que, al configurar la factura negociable, el legislador ha
echado por la borda prácticamente todos los principios básicos de la vida económica
privada, no digamos los propios de los títulos valores. Para hablar claro, la impresión
que da es la de que estuviese tratando de embutir al mercado estos títulos a la fuerza,
casi obligando a los agentes económicos a tragárselos2. Y esto, por unas razones que,
de primera intención, no quedan nada claras; más aun, en la medida en que se
vislumbran, nadie en su sano juicio podría honestamente creer que respondan a una
justa valoración de todos los intereses en juego. Desde luego, yo pienso que esta
regulación, en bastantes puntos, más que rozar, rebasa ampliamente el límite de la
inconstitucionalidad, si es que se le diera todo el efecto que aparentemente quiere
darle el legislador.
Y ya va siendo hora de que alguien diga esto, porque apenas hay quien lo haga. El
hecho es que un porcentaje demasiado alto, yo diría incluso que vergonzosamente
alto, de los que han hablado públicamente de estos títulos en el medio nacional han
adoptado una actitud encomiástica, de aplauso incondicional del legislador, que evoca
a los antiguos validos y paniaguados aúlicos, cuando no una adulación más bien
bufonesca. Y no mencionan siquiera que esa regulación está plagada de puntos
cuestionables, tales como:
1) decisiones político-legislativas de dudosa legitimidad, cuando no directamente
violatorios de los más elementales derechos de libertad económica;
2) concesión de privilegios a determinados acreedores (en concreto, a los bancos);
3) intentos de embutir, forzar, “hacer tragar” a la fuerza estos títulos, intimidando a
los que van a resultar obligados por ellos;
4) mecanismos de manipulación, para empujar a que los agentes económicos a
entrar, a ser posible inconscientemente, en relaciones jurídicas cartulares que no
han aceptado ni tienen por qué aceptar;
5) la existencia de derechos y seguridades exorbitantes, y de reglas privilegiadas a
favor de determinados sujetos, en fin…
Hay muchas, pero muchas cosas aquí que llaman poderosamente la atención. Por
eso lo digo aquí, al introducir el tema, para que lo tenga en cuenta todo el que tenga
o pueda tener que ver con estos títulos en su vida profesional. Aunque estoy
convencido de que, como invenciones del legislador que son (sobre todo la factura
negociable) y no productos genuinos de la práctica comercial, apenas habrá quien los
use con convicción; salvo, claro, los privilegiados por ellos. Pero siempre es bueno
saber a qué se enfrenta uno, para tener todo el cuidado necesario con ellos. Ahora

2 Como veremos en su momento (cfr. §…, infra) esto también pasa, aunque en medida claramente
menor, con el título de crédito hipotecario negociable. El TCHN es también un título no nacido de la
práctica comercial, sino claramente creado por el legislador; en concreto, en buena medida, muchos
de los aspectos de su regulación suponen un privilegio para los bancos. Quizá no tanto en la versión
de él que apareció originalmente en el texto de la LTV, pero ha ido tomando cada vez más ese cariz en
su desarrollo posterior.

476
Notas de Títulos Valores § 329

bien, puede haber incluso situaciones en que estos títulos causen problemas a alguien
sin necesidad de que ese alguien haya tenido ninguna falta de cuidado;
especialmente, una vez más, en el caso de las facturas negociables.
Origen de las facturas “cambiarias”.
La factura comercial, aun antes de ser regulada como un comprobante de pago de
efectos especial o privilegiadamente tributarios, ha sido siempre un documento
confesorio o probatorio de una transacción económica. Puede usarse (más
específicamente, la firma de cancelación que se suele colocar sobre ella al recibir el
pago) en lugar del recibo, y suele contener mayor información de la que venía en este.
Se usa en la actividad comercial, especialmente, en el comercio de bienes muebles.
Las facturas comerciales son documentos que en sí mismos han estado presentes en
el tráfico desde siempre, desde tiempos inmemoriales, justamente como documentos
confesorios.
Ahora bien, entre mediados del s. XIX y comienzos del s. XX aparece la idea de usar
este documento, que ya describe la operación económica de entrega de bienes a
cambio de un precio, como un título valor capaz de representar la deuda superviviente:
la parte del precio todavía debida por el comprador o adquirente. Sobre esta evolución,
en el contexto de nuestro entorno regional, el Prof. Rolando CASTELLARES afirma:
“Su antecedente en nuestra región lo tenemos en el Brasil, donde desde 1936
(art. 216, C. de Co. 1936) [sic] se la utiliza [la factura] como título valor, al
haberle asignado la calidad de documento representativo del pago pendiente
del precio de las mercaderías vendidas al crédito, según la respectiva factura
comercial que se expide como constancia de dicha venta al crédito, cuya copia,
o duplicado, o “duplicata”, tiene el uso y calidad de título de crédito. Desde
entonces, otras legislaciones han venido incorporando este documento bajo las
denominaciones de factura cambiaria (Colombia, Bolivia) y factura conformada
y luego factura comercial (Argentina)”3.
En realidad, el autor debió citar el ant. art. 219 del CdC bra., que además es (el propio
Código) de 1850 y no de 1936. El texto original del ant. art. 219 CdC bra. (ya derogado
por el CC bra. de 2002) decía:
“En las ventas en cantidad o al por mayor entre comerciantes, el vendedor está
obligado a presentar al comprador por duplicado, en el acto de entrega de las
mercancías, la factura o cuenta de los géneros vendidos, las cuales serán
firmadas por ambos: una para quedar en mano del vendedor y otra en la del
comprador. Si no se declara en la factura el plazo de pago, se presume que la
compra fue al contado (artículo 137). Las facturas antedichas, si no son
reclamadas por el vendedor o comprador, dentro de los 10 (diez) días
subsiguientes a la entrega y recepción (art. 135), se tienen por cuentas
líquidas”4.

3BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 163 LTV, cit., p. 612 (n. 1).
4“Nas vendas em grosso ou por atacado entre comerciantes, o vendedor é obrigado a apresentar ao
comprador por duplicado, no ato da entrega das mercadorias, a fatura ou conta dos gêneros vendidos,
as quais serão por ambos assinadas, uma para ficar na mão do vendedor e outra na do comprador.
Não se declarando na fatura o prazo do pagamento, presume-se que a compra foi à vista (artigo nº.

FACULTAD DE DERECHO 477


Versión de julio de 2023
§ 329 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Parece que desde la entrada en vigencia de esta norma fue posible un cierto desarrollo
doctrinal y jurisprudencial del “duplicado” como “título de crédito” propiamente
cambiario de la factura al que tal artículo alude, si bien de muy limitada importancia
económica efectiva5. Ello pudo ocurrir gracias a su asimilación a la letra de cambio
bajo el ant. art. 427 CdC bra.:
“Todo lo que en este Título queda establecido respecto de las letras de cambio,
servirá de regla igualmente para las letras da terra6, para las notas promisorias
y para los créditos mercantiles, en tanta medida como resulte aplicable”7.
Este último artículo, sin embargo, fue derogado por la Ley cambiaria brasileña de
1908, por lo que entre esa fecha y el año 1936 la factura “duplicada” de que trataba el
ant. art. 219 CdC bra. dejó de funcionar efectivamente como un título valor cambiario,
cobrando relevancia más bien la regulación fiscal y tributaria de las facturas, como
instrumento de recaudación y fiscalización tributaria8. Fue en 1936 (de ahí,
probablemente, la confusión del Prof. CASTELLARES) que el legislador brasileño dio una
ley especial (Lei 157) sobre la “duplicata” (que a partir de ahí quedó bautizada con ese
latinismo), dotándola ya de los caracteres que la han venido acompañando hasta el
día de hoy9, y que corresponden básicamente a nuestra actual factura negociable.
Así pues, las facturas cambiarias tienen aparentemente una cierta historia en Brasil
entre mediados del s. XIX y comienzos del s. XX como títulos incipientes, pero
realmente fundados en el tráfico comercial. Se trata entonces, en realidad, de la
utilización como título valor de ese documento clásico, tradicional, que se llama factura
comercial, o más bien factura a secas. En cambio, su historia posterior, desde el
primer tercio del s. XX, bajo el nombre de “duplicata”, está ya clara y decisivamente
marcada por una intervención vertical del legislador, que prácticamente la impone al
tráfico. Es, en efecto, de emisión obligatoria, rasgo que inicialmente se debía a sus
funciones fiscales y tributarias10, pero que ha sobrevivido sin ninguna verdadera
justificación a la desaparición (o encauzamiento por otras vías) de dichas funciones.
La denominación de “factura conformada” aparecería recién en 1963, en Argentina,
donde se dictó para regularla el Decreto Ley 6601 bajo influencia de la duplicata
brasileña, también como una factura que adquiere la condición de título de crédito o
título valor, circulatorio11.

137). As faturas sobreditas, não sendo reclamadas pelo vendedor ou comprador, dentro de 10 (dez)
dias subseqüentes à entrega e recebimento (artigo nº. 135), presumem-se contas líquidas”.
5 DE CASTRO JUNIOR, Armindo; Títulos de crédito, 2ª ed. revisada, actualizada y ampliada, Cuiabá

(Brasil), 2003, p. 117.


6 Como aclaraba el ant. art. 425 CdC bra. inmediatamente precedente, “[l]as letras da terra son en todo

iguales a las letras de cambio, con la única diferencia de que son giradas y aceptadas en la misma
Provincia”.
7 “Tudo quanto neste Título fica estabelecido a respeito das letras de câmbio, servirá de regra

igualmente para as letras da terra, para as notas promissórias e para os créditos mercantis, tanto
quanto possa ser aplicável”.
8 DE CASTRO, Títulos de crédito, cit., pp. 117-118.

9 Ibid., p. 118. Su regulación fue modernizada en 1968, mediante la Lei 5474, sobre la duplicata.

10 Ibid.

11 MARSILI, María Celia y SAN MILLÁN, Carlos; “Consideraciones sobre la reforma del régimen legal de

la factura conformada y su incidencia en la financiación empresaria”, en FUNDACIÓN PARA EL ESTUDIO DE


LA EMPRESA (Ed.); Libros de Actas del Primer Congreso Iberoamericano de Derecho Societario y de la

478
Notas de Títulos Valores § 330

Esta es la primera figura de “factura conformada”, que luego queda recogida en


nuestro ordenamiento. Y, al hacerlo, es aquí que nuestro legislador aprovecha para
conceder al acreedor una garantía prendaria sobre los bienes descritos allí mismo, en
la factura, que fue una originalidad propia de nuestro ordenamiento12.
Primera configuración (“con prenda”) de la factura conformada.
La primera versión de la factura conformada que aparece en nuestro ordenamiento,
como he dicho, tenía unos caracteres un poco distintos de como está recogida ahora.
Inicialmente, en su primera versión (la que apareció en el art. 237 LBS13 de 1996,
antes de la LTV), solo podía ser utilizada en las relaciones comerciales en las cuales
existía una compraventa al crédito de bienes muebles fungibles, donde el vendedor
emitía la factura conformada a cargo del adquirente. Tras la aceptación
(“conformidad”) del adquirente, se configuraba un derecho cartular de crédito sobre el
saldo no pagado de la compraventa y, simultánea e inseparablemente, un derecho de
prenda sobre los bienes vendidos.
Al promulgarse la LTV vigente, la factura conformada quedó regulada en sus ant. arts.
163 a 171. Esta nueva regulación la liberó de algunas de las limitaciones que tenía
hasta ese momento. Concretamente, se amplió su ámbito objetivo de aplicación 14 en
dos sentidos:
1) De poder referirse únicamente a bienes fungibles, pasa a admitir cualesquiera tipos
de bienes muebles susceptibles de ser dados en prenda.
2) Además, se ampliaron también los títulos de transferencia de la mercadería, que
ya no necesariamente tenía que ser de compraventa, sino también el suministro,
la consignación y cualesquiera otros títulos aptos.
Un rasgo que perdura en esta segunda fase de la regulación de la factura conformada
es la garantía prendaria incorporada junto con el crédito. De esta manera, si el
comprador no cumplía con pagar el saldo adeudado, el vendedor u otro tenedor
legítimo de la factura conformada podía ejecutar tal garantía mobiliaria. Pero al ser
éstos necesariamente fungibles (en su versión original), conferían a la prenda la
calidad de global y flotante15, y siempre, además (lo cual es todavía más discutible),
la de ser sin desplazamiento. Es decir:
1) el emisor de la factura, que era siempre el enajenante, había enajenado ya la
propiedad de las mercancías, pero
2) conservaba sobre ellas el derecho real de “prenda” o (ahora) “garantía mobiliaria”,
justamente a través de la factura conformada.
En la llamada “conformidad”, que en algún momento tenía que ser firmada por el
adquirente, éste se hacía justamente deudor principal del título así creado y emitido

Empresa y Quinto Congreso de Derecho Societario, Huerta Grande, Córdoba, 1992, Tomo III, pp. 54 a
66 (pp. 55-56).
12 PALACIOS PAJAR, Giovanna Leonidas; Análisis del régimen legal de la factura conformada, su eficacia

y propuestas para incentivar su utilización dentro del mercado peruano a fin de darle celeridad y
seguridad jurídica a las operaciones crediticias de tráfico comercial hacia el impulso del financiamiento
empresarial, Tesis de Licenciatura en Derecho, UNMSM, Lima, 2011, p. 20.
13 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 163 LTV, cit., p. 614 (n. 5).

14 Ibid., p. 615 (n. 6).

15 Ibid., pp. 616-617 (n. 8).

FACULTAD DE DERECHO 479


Versión de julio de 2023
§ 331 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“a su cargo”. Él daba con esto una conformidad cambiaria, no necesariamente una


conformidad causal. Todavía cabía la posibilidad de que hubiera vicios ocultos u otros
defectos en la mercadería entregada oponibles a la relación causal. Pero con esta
conformidad, en la literalidad del título, se obtenía una garantía libre sobre los bienes
que estaban allí descritos, con una severa limitación al deudor principal o adquirente
de su posibilidad de oponer a la pretensión de cobro excepciones derivadas del
contrato causal. Y eso, aunque tal contrato se declarara —pues la factura conformada
era, y sigue siendo, un título “causal”, en el sentido de indiscreto—, y siempre con esa
garantía ínsita.
En la factura conformada, así configurada, participaban las siguientes partes:
1) El enajenante, que podía ser cualquier persona natural o jurídica que transmitiera
bienes muebles al crédito, y que mediante la factura conformada adquiría, previa
conformidad o aceptación, tanto un derecho de crédito como un derecho de prenda
sobre los bienes muebles transferidos, subsistente hasta el pago por parte del
comprador del precio pendiente. Desde la perspectiva de lo que ocurre en una letra
de cambio, este personaje se podría decir que reúne las condiciones de “girador-
tomador” de la factura conformada. Como “tomador”, vendría a ser su primer
tenedor legitimado y, potencialmente (gracias a la condición de título “a la orden”
de la factura conformada), su primer endosante.
2) El adquirente, que podía ser cualquier persona natural o jurídica que adquiría
bienes muebles al crédito, y que, a su vez, cumplía el rol de “girado”, y sólo tras la
aceptación o conformidad, los roles de deudor del saldo del precio no pagado (y,
como tal, “obligado principal” del título), así como el de depositario de los bienes
adquiridos y dados en “prenda”.
El fracaso de la factura conformada cum pignore y sus motivos.
Sin embargo, a diferencia de otros títulos valores representativos de deuda, la factura
conformada nunca tuvo arraigo en el mercado, a pesar del derecho de prenda que
incluía16. Más exacto que “no tuvo mucho éxito”, de hecho, sería decir que no tuvo
ninguno. Muchos se han extrañado de esto17, y han procurado atribuir a distintas
causas este fracaso:
1) el desconocimiento general de este nuevo título por el público,
2) la falta de disponibilidad de formatos preimpresos estandarizados para este título
valor,
3) su regulación inicial en la (muy) especializada y más bien desconocida legislación
bancaria (LBS), etc.
Pero, en mi opinión, la razón más profunda y más real del fracaso de la factura
conformada, así configurada, es que el derecho de prenda que incorporaba, que
pretendía ser su baza mayor (la idea de que se trataría de un “crédito especialmente
seguro, porque está garantizado con prenda”), era ficticio, como suele ocurrir con las
“prendas sin desplazamiento”, más aun si son “globales y flotantes”.

16Ibid., pp. 614-615 (n. 5).


17Ibid., donde señala entre otras las causas que menciono en el texto. Adicionalmente, en el n. 3 del
comentario del autor (pp. 613-614) se puede caer en la cuenta también de ciertas dificultades prácticas,
derivadas de la dificultosa interacción de la regulación cartular de este título con la rígida y minuciosa
regulación fiscal de la factura como, estrictamente, “comprobante de pago” para efectos tributarios.

480
Notas de Títulos Valores § 332

La gente puede que sea ignorante, pero no es estúpida. Una garantía real, prendaria,
pero sin desplazamiento, porque la conserva el propio deudor, que la utiliza y la
consume, no es una verdadera garantía. Cualquiera que lo piense un poco tendrá que
admitir que el adquirente compra la mercadería para algo:
1) cuando es empresario, para revenderla o para incorporarla a su proceso productivo;
y
2) si no es empresario, sino consumidor, para consumirla, dándole el uso que le
corresponda, y por lo tanto desgastándola.
En este contexto, ¿es razonable esperar que el valor de garantía que originalmente
tenía tal objeto se conserve intacto a disposición del acreedor al final del periodo de
financiamiento, especialmente si el propio deudor, que tenía de hecho la prenda a su
disposición todo ese tiempo, por los motivos que sean, se encuentra en una posición
tal que no puede (o no quiere, que para el caso es lo mismo) pagar su obligación?
Parece obvio que NO. Creer realmente que sí podría ser así siempre o casi siempre
es sencillamente… ¡muy ingenuo! En fin, una garantía cuyo valor está en manos y a
disposición del mismo que ha prometido pagar, por muy solemnemente que prometa
también custodiar como “estrictísimo” depositario, es nula garantía: no es garantía
ninguna.
Por eso el concepto de “prenda sin desplazamiento”, en poder del propio deudor, ha
sido siempre una ficción, un fantasma; no existe, no da ninguna seguridad, es una
ilusión. La gente, especialmente los empresarios, sabe que le están dando una
“prenda” que no sé si vale menos, pero desde luego que no vale más que la propia
promesa del deudor de pagar al final del plazo que se le da. Habría que preguntarse
para qué querría usar eso alguien.
Lo cierto es que hay otros sistemas, que ya existen y están bien contrastados, para
conseguir lo que se proponía esta factura conformada cum pignore:
1) Si se quiere una garantía real mobiliaria, está el warrant, que cuenta con una
verdadera garantía real, donde el acreedor sí se asegura el valor efectivo de la
prenda. Y eso, aunque la mercadería se utilice en un proceso productivo (mediante
la variedad del warrant llamado “de insumo-producto”, con “almacén de campo”).
La garantía es efectiva en ese caso porque está de por medio un tercero que sí es
un depositario, y no está interesado en la operación. Eso sí da una seguridad.
Ningún proveedor que pudiera pedir un warrant iba a querer usar una factura
conformada “con prenda”.
2) Por otro lado, si sólo buscaba el derecho cambiario en sí sobre el crédito pendiente
(y esta razón sigue explicando por qué la factura conformada actual tampoco es
previsible que alcance mayor éxito práctico), se podía usar la letra de cambio, o
también el pagaré. Ambos títulos son mucho más flexibles, capaces de alcanzar
los mismos o mejores efectos, sin las limitaciones de la factura conformada.
En fin, para mí personalmente, resulta todo menos misterioso o inesperado el porqué
del fracaso de la factura conformada. Más bien pienso que hubiera sido muy
sorprendente que ocurriera otra cosa.
Se actualiza la factura conformada y entra en escena la negociable.
Ante la decepcionante evolución que acabo de describir, por L. 28203, de 2004, “Ley
que promueve el financiamiento a través de la factura conformada”, el legislador
decidió reformular todos los preceptos que la LTV le dedicaba (arts. 163 a 171) para
FACULTAD DE DERECHO 481
Versión de julio de 2023
§ 332 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

dotarla de una configuración más próxima a la de sus modelos comparados. Esto


supuso, en la práctica, reconvertir la factura conformada a la primera versión de lo que
hoy conocemos más bien como “factura negociable”:
1) elimina la prenda global y flotante sin desplazamiento sobre los bienes enajenados;
2) amplía el ámbito de aplicación a todo tipo de operaciones comerciales, sobre
bienes, servicios o lo que sea;
3) el emisor del título es el enajenante de los bienes o prestador de los servicios;
4) el adquirente es una especie de girado, a quien se dirige la factura y se le pide su
“conformidad”, negocio a través del cual se convierte en obligado principal.
Con esto, el legislador renuncia a incorporar en el título un derecho de prenda que era
meramente aparente y que, además, no podría tener en ningún caso cuando se trate
de transacciones sobre objetos distintos de los bienes muebles corporales.
Estando las cosas así, se introdujo repentinamente una segunda factura cambiaria: la
factura negociable. La introduce una ley especial, la L. 29623, del 6 de diciembre de
2010, que lleva el título de “Ley que promueve el financiamiento a través de la factura
comercial”, pero que realmente regula la factura negociable. Por eso la voy a abreviar
a partir de este momento como “LFN”, siglas de “Ley de la Factura Negociable”.
Esta segunda factura negociable es prácticamente una hermana gemela de la
conformada, pese al intento de deslinde entre ambas que hace la LFN. Veamos: como
era lógico antes de que apareciera la otra factura cambiaria, y como seguiría siéndolo
si esa otra no existiera, tanto la factura conformada como la negociable remiten a la
regulación supletoria privilegiada de la letra de cambio para integrar su regulación,
además de a la Parte General de la LTV. La idea tiene cierto sustento, como se
advierte en el siguiente cuadro de semejanzas y diferencias:
Rasgo \ FACT. CONFORMADA LETRA DE CAMBIO FACT. NEGOCIABLE
Título
Contenido Pide conformidad y Ordena pagar. Pide conformidad y
declarativo reconocer deuda. reconocer deuda.
Causalidad Indiscreto. Discreto. Discreto (±: no revelada,
pero reglada).
Funciones Probatorias y Puramente crediticia. Puramente crediticia (±).
crediticias.
Emisión Voluntaria. Voluntaria. … ¿obligatoria?
Su “destinatario” Da “conformidad” (o “Acepta” (o no) “Acepta” (o no)
no)
¿Por presunción? NO NO SÍ
# de partes Bipartita Tripartita Bipartita
Obligado Adquirente “conforme” “Aceptante” o girador. “Aceptante” (sólo).
principal o emisor.
Ley de “A la orden”, “A la orden”, “A la orden”, invariable
circulación modificable modificable
Autonomía y Regulares Regulares Regulares
abstracción (mat)
Cuotas Admitidas No admitidas Admitidas

482
Notas de Títulos Valores § 333

Intereses antes Admitidos No admitidos Admitidos


del vencimiento
Como se ve, ambas facturas ciertamente guardan un gran parecido con la letra de
cambio (la conformada un poco más que la negociable), que justificaría en principio el
papel supletorio de las normas de esta en la regulación de cada una de las primeras.
Sin embargo, la proximidad es particularmente cercana entre las dos facturas
cambiarias. Ello hace especialmente llamativo el fútil intento de distanciarlas
introducido en la parte final del art. 11 LFN, que trata de impedir específicamente que
se le apliquen las normas “establecidas en la sección tercera del libro segundo”, es
decir, las dedicadas precisamente a la “factura conformada”. Hasta resulta pintoresco
(y un tanto ridículo, a decir verdad) el extremo cuidado que pone el legislador en la
redacción de esta disposición para evitar hasta nombrar a la factura conformada.
Como si las “hermanas” gemelas no se llevaran muy bien entre sí.
Pleitos de familia: la factura negociable, la gemela fratricida.
Así pues, la LFN, como ley especial que es, se remite, no sin lógica, a la LTV y
especialmente a las normas de letra de cambio. Pero con la “curiosa” salvedad de que
afirma, declara, proclama, alega, reclama que, de ninguna manera, de ninguna de las
maneras habidas y por haber, se le puedan aplicar las normas sobre factura
conformada que son, pese a todo, las más parecidas a las propias de la factura
negociable. Y no solamente las más parecidas, sino que en muchos puntos son
absolutamente idénticas, con exactamente la misma expresión verbal, con las mismas
palabras, con todo18.
¿Cómo se explica esto? Habría que preguntarle al legislador. El hecho es que, en ese
contexto, el art. 11 LFN dispone:
“En todo lo no previsto por la presente Ley y en tanto no resulten incompatibles
con la naturaleza de la Factura Negociable, son aplicables las disposiciones
establecidas en el Código Civil y la Ley núm. 27287, Ley de Títulos Valores,
particularmente las disposiciones referidas a la letra de cambio, salvo aquellas
establecidas en la sección tercera del libro segundo” (énfasis añadidos).
Como decía más arriba, ese intento de distanciarse específicamente de la factura
conformada (a la que está dedicada precisamente la sección tercera del libro segundo
de la LTV), pero sin dignarse siquiera mencionarla por su nombre, añade una raya de
ridiculez más a este “tigre”, que más se va pareciendo a un “culebrón” de ínfimo
presupuesto. Porque al final de la historia, insisto, lo que nadie puede negar es que la

18 Así, compárense los “títulos largos” de las LL. 28203 (que introdujo la nueva redacción de los arts.
163 a 171 LTV, sobre la factura conformada) y 29623 (LFN, cuyas referencias en este pie de página
son siempre a la redacción original, pues muchas de las normas de esta ley han sido repetidamente
modificadas), que solo se diferencian en que donde la primera dice “conformada”, la segunda dice
“comercial”; la primera frase del art. 163.2 LTV con el párr. 1° del ant. art. 2 LFN; el inc. e del art. 163.1
LTV con el inicio del párr. 2° del ant. art. 2 LFN; el inc. a del art. 163.1 LTV con el cuerpo del párr. 2°
del ant. art. 2 LFN; epígrafe, inicio e inc. a del art. 164 LTV con el epígrafe, inicio e inc. a del ant. art. 3
LFN; el inc. c del art. 164 LTV con el inc. b del ant. art. 3 LFN; final del inc. d del art. 164 LTV con el inc.
c del ant. art. 3 LFN; el inc. h del art. 164 LTV con el inc. e del ant. art. 3 LFN; el inc. i del art. 164 LTV
con el inc. f del ant. art. 3 LFN; la segunda frase del art. 163.2 LTV con el omc. h del ant. art. 3 LFN; el
art. 166 LTV con el art. 4 LFN; el art. 170 LTV con el ant. art. 5 LFN; el art. 168 LTV con el párr. 4° del
ant. art. 7 LFN; y el art. 171 LTV con el art. 11 LFN.

FACULTAD DE DERECHO 483


Versión de julio de 2023
§ 333 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

factura conformada y la factura negociable son prácticamente hermanas gemelas


idénticas.
Y para más inri, y como quien no quiere la cosa, en el mismo momento en que se creó
la factura negociable, la factura conformada quedó automáticamente coja, manca,
ciega y muda. O, como dije antes, “en coma permanente”. ¿Por qué digo esto? Porque
el art. 163.2 LTV dispone sobre la factura conformada:
“Para la emisión de la Factura Conformada se podrá utilizar una copia adicional
del respectivo Comprobante de Pago denominado Factura o Boleta de Venta.
Dicha copia deberá llevar la denominación del título y la leyenda «COPIA NO
VÁLIDA PARA EFECTO TRIBUTARIO», y carece de todo efecto tributario”
(énfasis añadido).
De ese modo, incluyó la posibilidad de que los formularios de factura conformada se
extendieran sobre una copia especial de los talonarios de facturas comerciales, es
decir, los comprobantes de pago de efectos tributarios, regulados principalmente por
la SUNAT por vía reglamentaria. Era una copia especial, sin efectos tributarios, con el
contenido propio de la factura conformada; una “tercera copia” especial, dedicada
específicamente a la factura conformada. Pero cuando se creó, posteriormente, la
factura negociable, y entró en vigor, usurpó esa “tercera copia” (cfr. ant. art. 2 LFN).
Ahora, pensando el asunto jurídicamente, hay que convenir en que, en ese punto, la
LFN es incompatible con la ley anterior sobre factura conformada. Por lo tanto, esa
posibilidad, admitida por el art. 163.2 LTV, está derogada; necesariamente, porque es
imposible que una misma y única “tercera copia” sea simultáneamente dos cosas
completamente distintas:
1) una factura conformada, y
2) al mismo tiempo, una factura negociable.
Por tanto, la norma de la LTV que permite que la factura conformada se extienda en
una “tercera copia” de la factura, necesariamente, está derogada. No cabe otra
posibilidad. Sin embargo, la factura conformada misma no está derogada. Lo confirma
el texto de la propia LFN, cuando dispone (art. 11 LFN), justamente, que no se le
apliquen las normas de la primera: allí está reconociendo que siguen vigentes, en todo
lo que no se opongan a la propia LFN. Si no quiere que se le apliquen, es porque las
considera vigentes. Entonces, la LFN no deroga la factura conformada como tal, pero
sí la disposición concreta que le hacían espacio físico.
¿La conclusión jurídica? A la factura conformada solo le ha quedado la relativa libertad
formal (que por otro lado siempre tuvo19) de poder extenderse en cualquier hoja de
papel apta para incorporar sus declaraciones20. Es decir, ya no subsisten para ella
otras exigencias formales que las “menciones” mínimas legalmente exigidas.
La conclusión práctica, sin embargo, es muy distinta: hoy por hoy, la factura
conformada está muerta, en la práctica, aunque teóricamente siga viva, porque todas
sus normas están vigentes, menos las que le procuraban un “cuerpo” en la famosa
“tercera copia”. La “tercera copia”, ahora, está ocupada por la factura negociable,
claramente, por aplicación del art. 2 LFN.

19 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 163 LTV, cit., p. 619 (n. 12).
20 Vid. § 88, en pp. 134 y ss., supra.

484
Notas de Títulos Valores § 334

Como se ve, en esta materia, el legislador ha incurrido en un sinsentido tras otro. Para
tal caso, hubiera sido mejor derogar del todo la factura conformada, y ocupar su mismo
espacio en la LTV, y no crear el engendro —porque es un verdadero engendro— que
introduce la LFN.
Resumen conclusivo: semejanzas y diferencias entre ambas facturas.
Como vamos a ver en los apartados siguientes, ambas “facturas” tienen:
1) el mismo ámbito de aplicación subjetivo,
2) el mismo ámbito de aplicación objetivo, y
3) sustancialmente la misma estructura.
Como he expuesto, a ambos documentos se les destinó también el mismo “espacio
físico”, en la famosa tercera copia de los comprobantes de pago, aunque el título que
finalmente se ha quedado con él, por efecto ineludible del principio de temporalidad,
sea la factura negociable, y solo ella. Aunque la consecuencia de esto es,
jurídicamente, que la factura conformada queda liberada de esa exigencia formal (no
de las otras que menciona su regulación particular), en la práctica ha significado más
bien su completa caída en desuso.
Ciertamente, entre ambas facturas existen también algunas diferencias, y algunas de
ellas son importantes. Por lo demás, son prácticamente idénticas. ¿Cuáles son esas
diferencias? Las únicas diferencias sustanciales, aparte de las formales, son:
1) La factura conformada es un título valor causal, al menos en el sentido de que es
totalmente indiscreto (cfr. incs. a, b, c y f del art. 163.1 e incs. c a j del art. 164
LTV)21, mientras que la factura negociable no (cfr. art. 3 LFN), de forma que una
vez que se hace apta para circular, ésta última se convierte en un título valor
abstracto. Obviamente, la factura negociable nace también de una transacción
muy semejante a las que dan lugar a una factura conformada. Eso lo sabe todo el
mundo, e incluso lo menciona la LFN. Pero en el texto de la negociable no se
declaran los elementos del negocio causal, mientras que en la factura conformada
sí se detallan. En la negociable no hace falta que se declaren, y si se declarasen
sería una mención irrelevante.
2) Las cláusulas “no negociable”, “no a la orden” o “intransferible” pueden añadirse a
la factura conformada, con los mismos efectos que habitualmente tienen en los
títulos a la orden natos. En ese sentido, la factura conformada es un típico título a
la orden, incluso a la orden “nato”, pero cuya ley de circulación se puede modificar
para hacerlo nominativo (se puede “nominativizar”), como suele ocurrir con ese
tipo de títulos valores. No se puede modificar para convertirla en un título “al
portador” (aunque sí admitiría endosos “al portador”, o en blanco), porque, como
hemos visto, eso iría en contra del art. 23 LTV, faltando una permisión legal
expresa, porque es un título que representa un crédito dinerario, y no se puede
emitir al portador sin autorización expresa de la ley. En cambio, en la factura
negociable, todas esas cláusulas serían totalmente nulas (párr. 7° del art. 2 LFN),
pues están absolutamente proscritas en ella. La factura negociable es “a la orden”
siempre, y únicamente “a la orden”, sin que se pueda cambiar eso. Ello no quiere

21 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 163 LTV, cit., pp. 615-616 (n. 7).

FACULTAD DE DERECHO 485


Versión de julio de 2023
§ 335 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

decir que no pueda, de hecho, circular por medios distintos al endoso en algún
caso particular, pero siempre es endosable, y no puede dejar de serlo.
3) Tanto en la factura conformada como en la negociable existe un negocio especial,
posterior a la creación del título mismo, que en la factura conformada se llama
“conformidad” y en la negociable se llama “aceptación”. Este nombre remite
claramente a otro negocio similar que existe también en la letra de cambio, al que
ciertamente se asemejan los propios de las facturas cambiarias, pero sin ser
exactamente iguales22. En concreto, se trata de una intervención posterior para
hacerse cargo, como deudor principal, de la obligación contenida en el título. Lo
cierto es que la forma de regularlos y el significado que este negocio ulterior
adquiere en una y otra factura es notablemente diferente. La factura conformada
actual puede circular sin la conformidad del adquirente o usuario: sólo como un
título creado y firmado unilateralmente por el enajenante o prestador de servicios
(cfr. art. 167 LTV). En ese sentido, la factura conformada es un título valor en
sentido pleno desde su emisión. En cambio, la factura negociable, que inicialmente
sólo podía circular con la aceptación expresa o tácita del adquirente o usuario (párr.
1° del ant. art. 8 LFN, en su redacción original), ahora sí puede hacerlo sin que esa
aceptación se haya dado todavía, pero sí debe tener ya, al menos, el presupuesto
de esa muy discutida y discutible “aceptación tácita”, que no es otro que la llamada
“constancia de presentación” o, en el caso de las facturas negociables
representadas por anotación en cuenta, su “registro ante una ICLV” (cfr. la nueva
redacción dada a los párrs. 1° y 2° del art. 8 LFN). Mientras ello no ocurra, no
parece que pueda decirse que la factura negociable sea propiamente un título valor
aún: no ha nacido como título valor, ni es transmisible, etc. No tiene las condiciones
esenciales de un título valor. El título valor especial denominado “factura
negociable” está diseñado para estar a cargo del adquirente y sólo del adquirente,
mediante la consabida aceptación, expresa o tácita. No es que el emisor no tenga
ninguna obligación, porque sí la tiene (es obligado solidario o de regreso), pues no
está excusado de ella, y para quedar exento tendría que ser excluido
expresamente (a tenor de los arts. 8 y 11 LTV). O sea, sí responde, pero responde
a partir del momento en que exista como título valor, que es a partir del momento
en que se da la “constancia de presentación” o “registro ante una ICLV”.
Precisamente, la última de las diferencias mencionadas y, en general, toda la cuestión
de la “aceptación”, y muy particularmente ese elemento tan especial que es la
aceptación tácita, es claramente la diferencia más importante, y en la que se concentra
gran parte de los cuestionamientos que lamentablemente hay que hacerle a esta
curiosa y muy peculiar creación legislativa que es la factura negociable. Más adelante
voy a desarrollar con cierto detalle cómo en la factura negociabe puede producirse la
introducción del obligado principal a través de una declaración tácita, es decir, de una
falta de declaración, de un silencio.

II. LA FACTURA CONFORMADA


Concepto y características actuales de la factura conformada.
Dadas las modificaciones introducidas por la L. 28203, las características actuales que
definen a la factura conformada son las siguientes:

22 Ibid., p. 617 (n. 9), para la “conformidad” de la factura conformada.

486
Notas de Títulos Valores § 336

Es un título valor causal a la orden y representativo de deuda que se origina en la


compraventa u otras modalidades contractuales de transferencia de propiedad de
mercaderías o en la prestación de servicios, en las que se acuerde el pago diferido
del precio o de la contraprestación del servicio.
Consistía inicialmente en una copia anexa al comprobante de pago (ya sea factura
comercial o recibo por honorarios) que se emitiera, producto de una relación jurídica
de compraventa de bienes o de prestación de servicios al crédito. Ahora, según he
explicado en la sección anterior, y dada la posterior destinación de dicha copia a la
factura negociable, ha de entenderse que es enteramente libre la hoja de papel en la
que puede extenderse la factura conformada.
Se transfiere mediante endoso.
La conformidad o aceptación del comprador o usuario no es esencial para la emisión,
validez o circulación de la factura conformada. Así pues, según lo establecido en el
art. 167 de la LTV el comprador o adquirente del bien o usuario del servicio que haya
dejado su conformidad en la factura tiene la calidad de obligado principal. Pero en
tanto esto no ocurra la calidad de obligado principal recae en el emitente. Es decir, el
proveedor de los bienes o servicios la emite a su propia orden y si la endosa sin contar
con la conformidad del comprador o usuario, él mismo es el obligado principal y único.
En la factura conformada el objeto de la operación deben ser mercaderías o bienes
objeto de comercio o servicios que generen la obligación de expedir comprobantes de
pago. Los bienes y mercaderías pueden ser fungibles o no, identificables o no.
La conformidad.
La conformidad puesta por el comprador o adquirente del bien o usuario del servicio
en el texto del título valor lo convierte en obligado principal y demuestra por sí sola y
sin admitirse prueba en contrario, a tenor del inc. d del art. 163.1 LTV, que éste recibió
la mercadería o bienes o servicios descritos en la factura a su total satisfacción.
Ahora bien, ese efecto presuntivo absoluto solo se produce en el plano cartular e inter
tertios, pues el art. 168 LTV deja a salvo, naturalmente, la posibilidad de que el
adquirente o usuario que ha prestado su conformidad oponga las excepciones
procedentes de su relación causal directamente contra el transferente o prestador del
servicio. En otras palabras, todas esas excepciones no son oponibles a posteriores
terceros tenedores legítimos de la factura conformada conforme a su ley de
circulación.
De haberse dejado constancia de la conformidad sin indicar su fecha, se considerará
que ésta fue hecha en la misma fecha de la emisión del título (art. 165.3 LTV).
Requisitos de la factura conformada.
La factura conformada puede ser emitida en copias de los comprobantes de pago
denominados facturas o boletas de venta que deberán llevar la leyenda “Copia no
válida para efectos tributarios” y expresar cuando menos los siguientes requisitos
formales:
a) La denominación de “Factura Conformada”;
b) La indicación del lugar y fecha de su emisión;

FACULTAD DE DERECHO 487


Versión de julio de 2023
§ 337 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

c) El nombre, número del documento oficial de identidad, firma y domicilio del


emitente, que sólo puede ser el vendedor o transferente, o el prestador del servicio, a
cuya orden se entiende emitida (girador-tomador);
d) El nombre, número de documento oficial de identidad y domicilio del comprador o
adquirente del bien o usuario del servicio, a cuyo cargo se emite (girado);
e) El lugar de entrega, en caso de tratarse de mercaderías o bienes descritos en el
título. A falta de indicación del lugar de entrega de las mercaderías, se entenderá que
fue hecha en el domicilio del comprador o adquirente;
f) La descripción del servicio prestado, y en su caso, de la mercadería entregada,
señalando su clase, serie, calidad, cantidad, estado y demás referencias que permitan
determinar su naturaleza, género, especie y valor patrimonial;
g) El valor unitario y total de la mercadería y, en su caso, del servicio prestado;
h) El precio o importe total o parcial pendiente de pago de cargo del comprador o
adquirente del bien o usuario del servicio, que es el monto del crédito que este título
representa;
i) La indicación del lugar de pago y/o, en los casos previstos por el artículo 53, la forma
como ha de efectuarse éste. A falta de indicación del lugar de pago, éste se exigirá en
el domicilio del obligado principal;
j) La fecha de pago del monto del precio o importe pendiente de pago, que podrá ser
en forma total o en armadas o cuotas. En este último caso, deberá indicarse las fechas
respectivas de pago de cada armada o cuota.
El vencimiento de la factura conformada puede ser señalado solamente de las
siguientes formas (art. 166.1 LTV):
1) a fecha o fechas fijas de vencimiento, según se trate de pago único, o en armadas
o cuotas;
2) a la vista;
3) a cierto plazo o plazos desde su conformidad, según se trate de pago único o en
armadas o cuotas, en cuyo caso deberá señalarse dicha fecha de conformidad; y,
4) a cierto plazo o plazos desde su emisión, según se trate de pago único o en
armadas o cuotas.
En caso de haberse pactado el pago de la Factura Conformada en armadas o cuotas,
la falta de pago de una o más de ellas faculta al tenedor a dar por vencidos todos los
plazos y a exigir el pago del monto total del título; o, alternativamente, exigir las
prestaciones pendientes en las fechas de vencimiento de cualquiera de las siguientes
cuotas o, inclusive, en la fecha de la última armada o cuota, según decida libremente
dicho tenedor. Para ese efecto, bastará que, de ser necesario, logre el
correspondiente protesto o formalidad sustitutoria en oportunidad del incumplimiento
de cualquiera de dichas armadas o cuotas; sin que afecte su derecho no haber
efectuado tal protesto o formalidad sustitutoria correspondiente a las anteriores o cada
una de las armadas o cuotas impagas. La cláusula “sin protesto” o “sin gastos” que se
hubiera incorporado en estas facturas surtirá efecto sólo respecto de la última armada
o cuota. De los pagos de las cuotas o armadas deberá dejarse constancia en el mismo
título, bajo responsabilidad del tenedor o de la empresa del Sistema Financiero
Nacional que reciba tales pagos, sin perjuicio de su obligación de expedir la respectiva
constancia o recibo de tales pagos.

488
Notas de Títulos Valores § 338

La factura conformada admite que se recoja en su texto, la cláusula de intereses


compensatorios a generarse desde su emisión hasta su vencimiento; así como la
cláusula de intereses compensatorios y moratorios a generarse en periodo de mora.
En defecto de esta última, en caso de impago, el monto consignado en la factura
generará el interés legal desde su vencimiento hasta su pago efectivo (art. 170 LTV).
Otras normas aplicables.
Como dice el art. 171 LTV, se aplican a la factura conformada las disposiciones
relativas a letra de cambio, en cuanto no resulten incompatibles con la naturaleza de
la primera.

III. LA FACTURA NEGOCIABLE


Noción.
Con el objeto de promover el acceso al financiamiento a los proveedores de bienes o
servicios a través de la comercialización de facturas comerciales y recibos por
honorarios, se crea la factura negociable. Añadiéndole a las facturas comerciales y
recibos por honorarios que se originan en las transacciones de venta de bienes o
prestación de servicios, determinadas características que permiten su negociabilidad.
La factura negociable es un título valor a la orden transmisible por endoso que se
origina en la compraventa u otras modalidades contractuales de transferencia de
propiedad de bienes o en la prestación de servicios e incorpora el derecho de crédito
respecto del saldo del precio o contraprestación pactada por las partes.
Requisitos de la factura negociable.
La factura negociable es un título valor siempre que, además de la información
requerida por la SUNAT, reúna los requisitos siguientes:
a) La denominación "Factura Negociable".
b) Firma y domicilio del proveedor de bienes o servicios, a cuya orden se entiende
emitida.
c) Domicilio del adquirente del bien o usuario del servicio, a cuyo cargo se emite.
d) Fecha de vencimiento.
e) El monto total o parcial pendiente de pago de cargo del adquirente del bien o usuario
del servicio, que es el monto del crédito que la factura negociable representa.
g) La fecha y constancia de recepción de la factura, así como de los bienes o servicios
prestados.
h) Leyenda "COPIA TRANSFERIBLE - NO VÁLIDA PARA EFECTOS
TRIBUTARIOS".
En caso de que la factura negociable no contenga los requisitos antes referidos 23,
pierde su calidad de título valor.
El vencimiento de la factura negociable puede ser señalado solamente de las
siguientes formas:

23 Salvo el del vencimiento que se presume a los 30 días calendario desde su emisión.

FACULTAD DE DERECHO 489


Versión de julio de 2023
§ 340 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) a fecha o fechas fijas de vencimiento, según se trate de pago único, o en armadas


o cuotas;
2) a la vista;
3) a cierto plazo o plazos desde su aceptación, conforme con lo previsto en el artículo
7 de la Ley, en cuyo caso debe señalarse dicha fecha de aceptación.
4) a cierto plazo o plazos desde su emisión.
En caso de haberse pactado el pago de la Factura Negociable en cuotas, la falta de
pago de una o más de ellas faculta al tenedor a dar por vencidos todos los plazos y a
exigir el pago del monto total del título; o, alternativamente, exigir las prestaciones
pendientes en las fechas de vencimiento de cualquiera de las siguientes cuotas o en
la fecha de la última cuota, según decida libremente dicho tenedor. Para ese efecto,
basta que realice el correspondiente protesto o formalidad sustitutoria en oportunidad
del incumplimiento de cualquiera de dichas cuotas, sin que afecte su derecho el no
haber efectuado tal protesto o formalidad sustitutoria correspondiente a las anteriores
o a cada una de las cuotas. La cláusula “sin protesto” o “sin gastos”, que se hubiera
incorporado en estas facturas negociables surte efecto sólo respecto de la última
cuota. En el caso de pagos de cuotas, el tenedor de la Factura Negociable es
responsable de dejar constancia en el título valor de los pagos recibidos, sin perjuicio
de la obligación de expedir la respectiva constancia o recibo por tales pagos.
Finalmente, en caso de que el pago de la factura comercial o recibo por honorarios se
pacte en cuotas, si el proveedor ocultara dicha información referida a los pagos
realizados por el adquirente de los bienes o usuario de los servicios y por tal razón el
legítimo tenedor del título valor no logra recuperar el monto financiado, éste tiene la
facultad de solicitar una indemnización por daños y perjuicios, igual al pago del saldo
de la factura insoluta más el interés convencional más alto desde el vencimiento hasta
el pago. Sin embargo, esta disposición no es aplicable, porque por la teoría de las
excepciones sabemos que el pago que no conste en el título valor no puede ser
opuesto al tercer adquirente del título valor.
A falta de indicación de la fecha de vencimiento en la factura negociable, se entiende
que vence a los treinta (30) días calendario siguientes a la fecha de emisión.
Adicionalmente, para que puedan ser ejecutadas las acciones cambiarias en un
proceso de ejecución, es decir para que tenga mérito ejecutivo, la factura negociable
ha de tener los siguientes requisitos:
a) Que no se haya consignado la disconformidad del adquirente del bien o usuario de
los servicios dentro del plazo al que hace referencia el Art. 7 de la Ley.
Ocurre que la factura es enviada al comprador de los bienes o usuario de los servicios
para que coloque la fecha y constancia de recepción de la factura así como de los
bienes o servicios prestados. Entonces, el adquirente de los bienes o usuario de los
servicios que den origen a una factura negociable tiene un plazo de ocho (8) días
hábiles, contados a partir de la recepción de la factura comercial, para aceptarla
expresamente o para impugnar cualquier información consignada en el comprobante
de pago o efectuar cualquier reclamo respecto de los bienes adquiridos o servicios
prestados.
La Ley establece que tal impugnación debe ser comunicada al proveedor de los bienes
o servicios mediante documento escrito en el que conste su fecha de recepción.
Vencido dicho plazo, se presume, sin admitir prueba en contrario, la aceptación

490
Notas de Títulos Valores § 341

irrevocable de la factura negociable en todos sus términos, así como la conformidad


en relación con los bienes o servicios prestados. Entonces, surge instantáneamente
la pregunta: ¿qué es lo que debe constar en la factura negociable?. En la factura
negociable debe constar la aceptación, o en la factura o en documento anexo la
constancia puesta por el proveedor de no haber recibido dentro del plazo de 8 días
desde recibida por el comprador o usuario, ninguna impugnación ni reclamo respecto
de lo bienes y servicios adquiridos.
La norma no establece expresamente que la impugnación deba de constar en la
factura negociable. Pero si no consta en la factura ésta adquiere mérito ejecutivo. Es
decir la única forma de que la factura no adquiera mérito ejecutivo es que se haga
constar en la misma que está impugnada. Puesto que la Ley en su Art. 6 inc. a) señala
como requisito para que la factura adquiera mérito ejecutivo: a) Que no se haya
consignado la disconformidad del adquirente del bien o usuario de los servicios dentro
del plazo al que hace referencia el Art. 7 de la Ley. Utiliza la palabra consignado, se
supone que en el título valor.
Ahora bien ¿qué ocurre si el adquirente de los bienes o servicios hace constar su
impugnación en documento aparte? En principio la factura tendría para terceros
adquirentes mérito ejecutivo, con la presunción de la aceptación, gracias a la
anotación del proveedor de no haber recibido ninguna impugnación ni reclamo dentro
del plazo de 8 días antes referido. Pero en estos casos la Ley prevé que el proveedor
que oculte la impugnación a fin de transferir el título valor pagará, no por acción
cambiaria sino por otro proceso, el saldo de la factura y otro importe por indemnización
igual al saldo de la factura más el interés máximo convencional calculado sobre dicha
suma por el tiempo que transcurra entre el vencimiento y la cancelación del saldo
insoluto.
Entonces, la factura es enviada al adquirente de bienes o usuario de servicios para
que coloque la fecha y constancia de recepción de la factura así como de los bienes
o servicios prestados y luego debe devolver la factura al proveedor. A tales efectos la
ley ha previsto que el adquirente de bienes o usuario de servicios que impugne
dolosamente o retenga indebidamente la factura negociable deberá pagar el saldo
insoluto de la misma y una indemnización igual al saldo más el interés máximo
convencional calculado sobre dicha suma por el tiempo que transcurra desde el
vencimiento y la cancelación del saldo insoluto.
b) Que se haya dejado constancia en la Factura Negociable de la recepción de los
bienes o de los servicios prestados, la que puede estar consignada en documento
distinto que debe adjuntarse a la Factura Negociable. Para el caso de bienes, la
constancia puede estar consignada en la guía de remisión correspondiente. Esta
constancia de recepción no implica la conformidad con los bienes adquiridos o
servicios prestados.
c) El protesto o formalidad sustitutoria del protesto, salvo que en documento se haya
colocado la cláusula “sin gastos” o “sin protesto”.
Excepciones.
En caso de existir algún reclamo posterior por vicios ocultos o defecto del bien o
servicio, el adquirente de los bienes o usuario de los servicios puede oponer las
excepciones personales que le correspondan sólo contra el emitente de la factura
negociable o contra su endosatario en procuración, sin tener derecho a retener,

FACULTAD DE DERECHO 491


Versión de julio de 2023
§ 342 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

respecto a terceros, el precio pendiente de pago, ni demorar el pago según la fecha o


fechas señaladas en la factura negociable.
Circulación.
La Factura Negociable puede transferirse una vez aceptada por parte del adquirente
de los bienes o usuario de los servicios en forma expresa o por ocurrencia de la
presunción de no impugnación dentro del plazo de 8 días de anotada la recepción de
la factura y de los bienes o prestación de los servicios (colocada por el proveedor en
el título). Todo acuerdo, convenio o estipulación que restrinja, limite o prohíba la
transferencia de la Factura Negociable es nulo de pleno derecho. Es decir en esta
factura negociable la cláusula “no negociable”, “no a la orden”, “intransferible” es nula.
El adquirente de los bienes o usuario de los servicios debe realizar el pago al legítimo
tenedor de la factura negociable, con la simple presentación de la misma debidamente
endosada.
A fin de que el adquirente de los bienes o usuario de los servicios sepa a quién debe
pagar el monto de la factura negociable, el legítimo tenedor de la misma le informa de
su tenencia a más tardar tres (3) días antes de la fecha en que debe realizarse el
pago.
En caso de que se pacte el pago de la factura comercial o recibo por honorarios en
cuotas, si el adquirente de los bienes o usuario de los servicios ha realizado pagos
antes de la transferencia de la factura negociable, dicha información debe ser
comunicada al tercero a quien se haya transferido la factura negociable.
Acuerdo de intereses.
En la factura negociable o en documento anexo a ésta, puede estipularse acuerdos
sobre la tasa de interés compensatorio que devengará su importe, desde su emisión
hasta su vencimiento, así como las tasas de interés compensatorio y moratorio que
devengaran durante el periodo de mora, conforme a lo previsto en el art. 51 de la LTV.
Si no hay cláusula de intereses la factura devengará el interés legal sólo durante su
periodo de mora.
Reglamentación de la ley por las normas de SUNAT.
La Ley de factura negociable habla de una tercera copia de la factura comercial o del
recibo por honorarios, y señala que la SUNAT emitiría las disposiciones para la
incorporación de la tercera copia en los comprobantes de pago denominados factura
comercial o recibos por honorarios. Sin embargo, la SUNAT ha reglamentado la Ley
de un modo diferente.
Así pues la Resolución de Superintendencia N° 129-2011/SUNAT publicada el 28 de
mayo de 2011, ha introducido las siguientes características en la factura negociable:
Para que sea título valor y tenga mérito ejecutivo, no es necesario que la factura
negociable tenga añadidos los requisitos de una factura comercial o un recibo por
honorarios.
La emisión de la factura negociable se realizará en formato independiente a los
formatos de facturas y recibos por honorarios impresos por las imprentas autorizadas
por la SUNAT. Es decir que no formará parte del talonario de facturas y recibos por
honorarios con formatos preestablecidos.
No es necesario que el formulario de la factura negociable sea impreso por imprenta
autorizada por la SUNAT. La impresión puede ser realizada por el propio emisor.

492
Notas de Títulos Valores § 344

FACULTAD DE DERECHO 493


Versión de julio de 2023
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 5
EL TÍTULO DE CRÉDITO HIPOTECARIO NEGOCIABLE
SUMARIO: I. GENERALIDADES.— 345. Antecedentes. 346. Concepto y requisitos
básicos. 347. Otros requisitos. 348. Función económica del TCHN. II. LA HIPOTECA
INCORPORADA.— 349. Constitución unilateral. 350. Carácter no accesorio e
incorporación de la hipoteca “sábana”. 351. Pago y ejecución. 352. Cancelación de
la hipoteca. III. CUESTIONES COMPLEMENTARIAS.— 353. El TCHN y la SUNARP.
354. El TCHN de emisión bancaria.

I. GENERALIDADES
Antecedentes.
El título de crédito hipotecario negociable (al que en adelante aludiré habitualmente
sólo con la sigla TCHN1) es una creación legislativa netamente peruana. Su
introducción data de 1991, cuando se pretendió regular una figura similar al warrant
que contuviese, además del derecho de crédito garantizado, una garantía inmobiliaria
correspondiente, en este caso la hipoteca.
El Prof. CASTELLARES2 señala que se pasó por tres etapas hasta llegar al TCHN que
conocemos hoy:
1) la “letra hipotecaria” del art. 104 LBS ant. de 1991 (D. Leg. 637)3;

1 Todo este Capítulo recoge, sin mayores cambios, el contenido del material que sobre el mismo tema
preparó en años anteriores la Prof. Lorena RAMÍREZ para este mismo curso.
2 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., pp. 782-783 (n. 1).

3 D. Leg. 637 (LBS ant. de 1991): “Artículo 104.- Las letras hipotecarias tienen las siguientes

características:
a) Emanan de un contrato de crédito hipotecario.
b) Deben ser garantizadas con primera hipoteca, la que no podrá hacerse extensiva a otras
obligaciones a favor del banco emisor.
c) Son giradas por el banco y aceptadas por el deudor y, en su caso, por el cónyuge de éste.
d) Sólo pueden ser giradas por la cantidad a que asciendan las obligaciones hipotecarias asumidas
para con el banco emisor.
e) Pueden ser emitidas en moneda nacional o extranjera.
f) Es factible su amortización por el banco emisor, en forma directa o mediante compra, rescate o
sorteo a la par.
g) Sólo pueden ser giradas a fecha fija.
h) Cuando se les haya emitido en moneda nacional, su monto se reajusta con arreglo a los índices a
que se refiere el artículo 119.
i) El reajuste mencionado en el inciso anterior se efectúa a partir del monto facial, multiplicado por el
cuociente entre el número índice a la fecha cierta de pago y el número índice a la fecha de emisión
de la letra.
j) Con el endoso se transmite al cesionario la garantía hipotecaria, mas no el riesgo del crédito, que
continúa siendo de cargo del banco”.

— 495 —
§ 345 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

2) el “certificado hipotecario endosable” de la ant. DF15ª LMV4;


3) y el TCHN finalmente recogido en los arts. 240 a 245 LTV actualmente vigentes.
La “letra hipotecaria” de la primera etapa se basaba en el esquema de la letra de
cambio, más la adición de una garantía hipotecaria que circulaba por endoso, pero
con independencia del crédito originalmente garantizado. Esta designación de “letra
hipotecaria” pasó a designar, en los art. 295 a 297 LBS ant. de 1993 (D. Leg. 770)5,

4 Decía el texto original de la ant. DF 15ª LMV:


“Los créditos con garantía hipotecaria otorgados por las empresas y entidades del sistema financiero
podrán ser incorporados a un [título] de carácter circulatorio que se denominará Certificado Hipotecario
Endosable.
La emisión de estos [títulos] sólo puede corresponder a obligaciones garantizadas con primera hipoteca
y debe estar autorizada en forma expresa en el acto de constitución. Extingue por novación la obligación
originaria.
El Certificado Hipotecario Endosable es emitido por el deudor e inscrito en la partida correspondiente
al inmueble hipotecado del Registro de la Propiedad. En él debe constar el importe y los términos de la
obligación.
Los certificados podrán contar con cupones representativos de las cuotas de capital y de intereses. En
tal caso, los cupones pueden ser negociados independientemente.
Todos los pagos de capital e intereses deberán anotarse en el certificado o en los cupones. Esta
anotación constituye la única evidencia válida de pago, salvo la declaración judicial en casos de pérdida,
deterioro o destrucción.
El Certificado Hipotecario Endosable se transmite por endoso a la orden sin necesidad de notificar al
deudor y sin obligación ni responsabilidad del endosante. El deudor no podrá oponer al tenedor las
excepciones y defensas que tuviere contra anteriores endosantes o tenedores del [título].
El Certificado Hipotecario Endosable y sus cupones incorporan el derecho real de hipoteca y autorizan
al tenedor legítimo a ejecutar la garantía en caso de falta de pago, sin necesidad de protesto.
Las acciones que derivan de los Certificados Hipotecarios Endosables prescriben a los dos años” (los
añadidos entre corchetes corresponden a erratas por omisión de la publicación oficial).
5 D. Leg. 770 (LBS ant. de 1993):

“Características de las letras hipotecarias


Artículo 295.- Las letras hipotecarias tienen las siguientes características:
a) Emanan de un contrato de crédito hipotecario.
b) Son emitidas por el banco.
c) Pueden ser emitidas en moneda nacional o extranjera.
d) Sólo pueden ser emitidas a fecha fija.
e) Sólo pueden ser emitidas por la cantidad a que asciendan las obligaciones hipotecarias asumidas
para con el banco emisor.
f) Deben ser garantizadas con primera hipoteca, la que no es factible hacer extensiva a otras
obligaciones a favor del banco emisor.
g) Con el endoso se transmite al cesionario la garantía hipotecaria, más no el riesgo del crédito, que
continúa siendo de cargo del banco emisor.
h) Cuando se les haya emitido en moneda nacional, su monto se reajusta con arreglo a los índices a
que se refiere el Artículo 312.
i) El reajuste mencionado en el inciso anterior se efectúa a partir del monto facial, multiplicado por el
cociente entre el número índice a la fecha cierta de pago y el número índice a la fecha de emisión
de la letra.
j) Es factible su amortización por el banco emisor, en forma directa o mediante compra, rescate o
sorteo a la par.
Obligación de registrar cada emisión de letras hipotecarias

496
Notas de Títulos Valores § 346

otra figura completamente distinta, pues se trata más bien un “título valor mobiliario
consistente en un instrumento de desintermediación financiera”6. Habiendo pasado
por el ant. art. 236 LBS7, esta segunda “letra hipotecaria” subsiste y conserva dicha
denominación, bajo su regulación vigente, contenida ahora en los arts. 269 y 270 LTV.
En cambio, el espíritu de la “letra hipotecaria” original fue recogido, aunque con
inexactitudes de redacción y desviaciones del diseño original que perjudicaron su
utilidad y vigencia práctica8, en el “certificado hipotecario negociable” de la ant. DF 15ª
LMV. De allí pasó primero, ya con su actual designación y estructura de TCHN, al ant.
art. 239 LBS, y finalmente a los arts. 240 a 245 LTV actualmente vigentes.
Concepto y requisitos básicos.
El TCHN constituye un título valor cambiario o de crédito que incorpora, en forma
especial o individualizada, un determinado crédito y simultáneamente el
correspondiente gravamen sobre el bien concreto afectado en hipoteca. Según la
literalidad y la incorporación, contiene un crédito en concreto y el gravamen que lo
respalda referido a un bien específico. Se asemeja más al warrant que a una hipoteca
cambiaria o cédula hipotecaria9.

Artículo 296.- Todo banco emisor de letras hipotecarias debe llevar un registro de ellas, con sujeción
a las reglas que establezca la Superintendencia.
Facultad de la Superintendencia de dictar normas especiales para el rescate de letras
hipotecarias no garantizadas
Artículo 297.- La Superintendencia dicta normas relativas al rescate de las letras hipotecarias para los
casos en que no se constituya oportunamente la garantía, ésta se haya desvalorizado de manera
considerable o los deudores se encuentren en mora”.
6 Vid. BEAUMONT/ CASTELLARES, op. cit., p. 782.

7 “Artículo 236.- LETRAS HIPOTECARIAS.

Las empresas del sistema financiero podrán emitir letras hipotecarias, con arreglo a las normas que
expida la Superintendencia.
Dichos instrumentos tendrán las siguientes características generales:
1. Emanan de un contrato de crédito hipotecario.
2. Son emitidas por una empresa del sistema financiero que tiene la calidad de obligado principal y
es el único responsable de su pago.
3. Pueden ser emitidas en moneda nacional o extranjera.
4. Sólo pueden ser emitidas a fecha fija.
5. Sólo pueden ser emitidas por un importe inferior o igual al monto de las obligaciones hipotecarias
asumidas para con la empresa emisora.
6. Deben ser garantizadas con primera hipoteca, la que no es factible hacer extensiva a otras
obligaciones a favor de la empresa, y debe estar autorizada en forma expresa en el acto de
constitución.
7. Es factible su amortización por la empresa emisora, en forma directa o mediante compra, rescate
o sorteo a la par.
8. En caso de intervención por suspensión de pagos y obligaciones o por liquidación de la empresa
emisora, las letras hipotecarias serán transferidas conjuntamente con los correspondientes créditos
y sus respectivas garantías hipotecarias a otra empresa del sistema financiero autorizada por la
Superintendencia para operar con el sistema de letras hipotecarias, y tales activos y pasivos serán
excluidos de la masa”.
8 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., pp. 782-783 (n. 1).

9 Vid. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., n. 7 (p. 786).

FACULTAD DE DERECHO 497


Versión de julio de 2023
§ 346 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Según el art. 241.1 LTV, el TCHN deberá contener:


1) La denominación de “Título de Crédito Hipotecario Negociable” y el número que le
corresponde. Este número se coloca a efectos de control de la entidad que lo
expide y también de los tenedores.
2) El lugar y fecha de su emisión. Cuando se trata de TCHN emitidos por Registros
Públicos, esta fecha se corresponde con la del registro y con la fecha de
constitución de la hipoteca.
3) El nombre y el número del documento oficial de identidad del propietario que
constituye el gravamen hipotecario y a cuya orden se expide el título. El beneficiario
del título valor, en principio, es el mismo propietario, pero también es posible que
el título se expida ya endosado a favor de una Empresa del Sistema Financiero
(cfr. art. 242.3 LTV). Salvo en el caso especial del TCHN emitido por una Entidad
del Sistema Financiero Nacional10, no cabe expedirlo a nombre de tercera persona.
De este modo, su utilización para garantizar un crédito se dará sólo en un segundo
acto, consistente en el endoso del título. Este endoso necesariamente debe
hacerlo el propietario-beneficiario o su representante facultado para ello11.
4) La descripción resumida del bien hipotecado según aparece en la inscripción
registral. Esta descripción informa a los endosatarios de las características del bien
que servirá de garantía. Esta descripción se hace en el caso de bienes inscritos en
el Registro de Propiedad Inmobiliaria a modo de CRI (Certificado de Registro
Inmobiliario) o certificado de gravamen, que facilita apreciar las características del
bien gravado12. Cuando se trata de TCHN emitidos por Entidades del Sistema
Financiero, se coloca el número de la partida registral, asiento o rubro donde se
encuentra inscrito el inmueble afectado o que se afectará con el gravamen.
5) El monto de la valorización, que será el importe hasta por el cual se constituye el
gravamen hipotecario, con indicación del perito y de su registro y colegiatura
respectiva. Este monto es el del valor de realización 13, fijado por un perito
profesional registrado, sea en registros especiales o colegio profesional; por
ejemplo, puede tratarse de peritos inscritos en la REPEV de la SBS o del cuerpo o
junta de tasadores, o Colegio de Ingenieros o de Arquitectos. El formulario
aprobado por la SUNARP requiere información tanto por el número de colegiatura,
como por el número de registro como perito. Este monto de tasación (a valor de
realización), insisto, será el monto del gravamen.
6) La fecha de la Escritura Pública, el nombre del notario y demás datos de la
inscripción registral de la hipoteca. En el caso de títulos emitidos por las empresas
del sistema financiero con anterioridad a la inscripción de dicho gravamen en el
registro público deberá señalarse este hecho al momento de la emisión, debiendo
precisarse que se trata de un título emitido de forma incompleta, procediendo el
emisor a completar la información antes mencionada cuando se haya efectuado la
inscripción del acto de emisión del TCHN.
7) El nombre y firma del registrador, con indicación de la oficina registral
correspondiente. El registrador que se encargó de inscribir el gravamen será el que

10 Vid. el § 354, en pp. 438 y ss., infra.


11 Vid. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 241 LTV, cit., p. 790 (n. 1).
12 Cfr. ibid.

13 Esto es el valor probable de venta menos los gastos en que se incurre para tal fin.

498
Notas de Títulos Valores § 347

expida el TCHN y lo refrende con su firma, señalando su nombre e indicando el de


la oficina registral.
Otros requisitos.
Cuando se trata de TCHN emitidos por empresas del sistema financiero se señalará
el nombre, documento oficial de identidad y firma del funcionario autorizado a emitir el
título en nombre de la empresa, así como el nombre y RUC de la empresa que emite
el Título.
También se señalará:
1) El nombre del notario, si se ha optado por emitir el TCHN con su intervención.
2) La limitación o la renuncia del acreedor a la facultad de proceder a la venta directa
del inmueble por incumplimiento del deudor, de ser el caso.
3) Monto del capital del crédito y la tasa efectiva anual.
4) Cronograma de pagos o fecha de vencimiento del crédito.
5) Saldo pendiente de pago del capital del crédito.
6) Forma y lugar de pago del crédito.
7) Número de la partida registral, asiento y rubro donde se encuentre inscrito el acto
de emisión del Título. Al momento de emisión del Título deberá precisarse que éste
está incompleto, procediendo a completarse la información antes mencionada
cuando se haya efectuado la inscripción del acto de emisión del Título.
Además, deberá contener espacios adecuados para consignar la información relativa
al crédito garantizado (241.2 LTV), puesto que el TCHN realmente se completa
cuando se consigne el crédito garantizado y sus condiciones sobre monto, pago,
cuotas o amortizaciones, vencimiento, etc.
Estos son los iniciales requisitos formales que el TCHN deberá contener, y a los que
luego se añadirán otros requisitos sobre el crédito, endosos y otras cláusulas que
puede contener. En este sentido cuando sean endosados a Empresas del Sistema
Financiero, cooperativas de ahorro y crédito no autorizadas a operar con terceros, o
empresas del sistema de seguros, según la Resolución SBS 685-2007, deberán
contener además información sobre:
-La limitación o renuncia del acreedor a la facultad de proceder a la venta directa del
inmueble por incumplimiento del deudor de ser el caso.
-Monto del capital del crédito y tasa efectiva anual.
-Cronograma de pagos o fecha de vencimiento del crédito.
-Saldo pendiente de pago del capital del crédito.
-Forma y lugar de pago del crédito.
-Primer endoso o transferencia.
-Número de la partida registral, asiento y rubro donde se encuentre inscrito el acto de
emisión del Título.
Además, antes de endosarse o transferirse los Títulos emitidos por los Registros
Públicos a las referidas Empresas del Sistema Financiero, deberá completarse y
actualizarse, de ser el caso, la información previamente señalada.

FACULTAD DE DERECHO 499


Versión de julio de 2023
§ 348 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Función económica del TCHN.


En un orden normal de las cosas, el prestamista se encuentra ligado al deudor por un
crédito con garantía hipotecaria que no podrá ejecutar, y recuperar su dinero, sino
hasta el vencimiento del plazo del crédito.
“Ante ello, ha habido siempre el interés de proveer al acreedor de un
instrumento más ágil de movilización, esto es, lograr la representación del
crédito hipotecario mediante un título negociable, en forma similar al
conseguido con los bienes muebles”14.
Se trata de una movilización del crédito hipotecario. De forma que el acreedor
garantizado, puede obtener el pago de su crédito antes del vencimiento, a través del
endoso del TCHN15.
Se trata de un gravamen hasta por el monto total del bien, con lo cual lo que se
incorpora en el TCHN es un gravamen único y exclusivo: ya no cabe constituir otros
gravámenes sobre el mismo bien, que ya está gravado en un 100% e incorporado en
un título valor. Su destino es “garantizar el crédito que pueda posteriormente
representar en mérito a su endoso, crédito garantido que puede ser por un monto
mayor o menor al del valor del bien que, en este caso, es el monto del gravamen único
hipotecario que se constituye”16.
“De este modo, su tenedor tendrá la exclusividad de la garantía hipotecaria. Es
decir, como tenedor del TCHN será el único acreedor hipotecario y titular de
ese derecho real de garantía que pesa sobre el bien afectado. De este modo,
la preferencia siempre será de primer rango y al no existir la posibilidad de que
hayan (sic) acreedores de segundo, tercero o menores rangos de preferencia,
será exclusiva”17.
Con el endoso se consigue que este documento represente dos derechos básicos:
1) la hipoteca previamente constituida, y
2) el crédito garantizado con ella.
Así también podrán representarse derechos accesorios correspondientes al crédito
como son los intereses tanto los compensatorios desde el momento mismo del
endoso, como los compensatorios y moratorios que se generarán después del
vencimiento, reajustes de capital, etc. Así el TCHN se convierte en un título de crédito
y de garantía a la vez. En el acto del primer endoso se señalará también el monto del
crédito garantizado, su vencimiento, si es en cuotas o armadas o vencimiento único,
y cualquier otra información sobre el crédito18.
Ahora bien, al TCHN no le son aplicables los arts. 8 y 11 LTV, de forma que “no todo
el que lo firma se obliga”, y ni el emitente (los Registros Públicos o la entidad de
crédito) ni los endosantes posteriores al primero asumen responsabilidad por el pago

14 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., pp. 785-786 (n. 7).
15 En el mismo sentido, AVENDAÑO ARANA, Francisco; “Garantía para los nuevos tiempos: el título de
crédito hipotecario negociable”, en 38 Legal Express (2004), p. 10, publicación mensual (febrero) de
Gaceta Jurídica.
16 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., pp. 788-789 (n. 10).

17 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., p. 789 (n. 10).

18 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., p. 790 (n. 2).

500
Notas de Títulos Valores § 348

del crédito, ni por la satisfactoria ejecución de la garantía 19. Con esto se pretende
favorecer la formación de un mercado secundario de estos valores, al liberar a los
endosantes de toda responsabilidad cambiaria; pues el tenedor tomará el TCHN sólo
con la garantía que ofrece la hipoteca que representa el título, sin ninguna
responsabilidad cambiaria o crediticia de su endosante.
“Así, los endosantes distintos al propietario, que es el primero en endosar este
título, no asumen ninguna obligación cambiaria, sin que sea necesario para ello
que agregue la cláusula de que trata el artículo 39.2, referida a la liberación de
la responsabilidad solidaria”20.
El endosatario, como legítimo tenedor que resulte de una cadena ininterrumpida de
endosos, asume estos derechos, sin tener que registrarse ante el registro público que
expidió el documento.
Normalmente el primer endosante es el beneficiario del TCHN, aquel a cuya orden se
giró y que constituyó la hipoteca sobre el bien de su propiedad. Pero la norma también
permite que cuando el endosante vaya a contraer un crédito con una entidad del
Sistema Financiero, solicite al propio Registrador, en el acto de constituir gravamen,
que coloque el nombre de ésta como endosataria al momento de emitir el TCHN y los
demás datos del crédito, en cuyo caso ya no es necesario que el primer beneficiario
firme como endosante. En este caso, el título valor se emite completo. O puede ocurrir
que sólo se señale el nombre de la entidad del Sistema Financiero y no se contemplen
aún los datos del crédito, caso en el cual estaríamos ante un título valor incompleto
que se rige por lo dispuesto por el artículo 10 LTV en lo que sea pertinente. En este
caso será el endosatario el encargado de llenar el TCHN con los datos del crédito.
Ahora bien, en estos casos el beneficiario del TCHN deberá autorizar a los Registros
Públicos para que hagan la entrega de dicho título a la Entidad Financiera a través del
mismo notario que tramitó la constitución de la hipoteca. Lo mismo que ocurre con el
caso de las hipotecas legales del inc. 1 del art. 1118 CC, las mismas que se inscriben
de oficio por el Registrador, hecho que ocurre cuando un inmueble ha sido enajenado
sin que se haya pagado todo el importe de su valor o se haya pagado con dinero de
un tercero, el legislador se ha puesto en el supuesto de que los THCN sean también
utilizados para figuras de apalancamiento de capital. Por ello se ha previsto que
cuando el crédito provenga de una entidad del Sistema Financiero, el Registrador a
solicitud del beneficiario pueda endosar el TCNH a tal entidad sin necesidad de contar
con la firma del beneficiario, anticipándose así a una renuencia del mismo a endosar
el título valor una vez adquirido el inmueble y emitido el TCHN21.
El crédito representado en el TCHN puede ser un crédito directo o indirecto. Esta
última distinción proviene de las disposiciones que rigen las operaciones crediticias
de las entidades del Sistema Financiero, según las cuales:

19 Así, señala AVENDAÑO, “Garantía para los nuevos tiempos…”, cit., p. 10, que “los endosantes distintos
al propietario no adquieren ninguna obligación cambiaria, salvo que se constituyan en fiadores o
avalistas”.
20 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 242 LTV, cit., p. 792 (n. 2).

21 Vid. más detalles sobre este punto en BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 242 LTV, cit., pp. 793-

794 (n. 3).

FACULTAD DE DERECHO 501


Versión de julio de 2023
§ 349 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) créditos directos son aquellos que han implicado un desembolso efectivo de


dinero, o créditos que afectan a caja;
2) mientras que los créditos indirectos son “las acreencias surgidas por la concesión
de garantías, por lo que se denominan no por caja o contingentes, operaciones en
las que no se afecta la caja y no significan desembolso dinerario inmediato sino
posibilidad de hacerlo (contingencia), lo que ocurrirá si el acreedor principal exige
que se pague la garantía personal (aval, fianza, carta de crédito, etc.)
convirtiéndose solo en este caso el crédito indirecto en uno directo”22.
Sacando una conclusión con la que el Profesor actual del Curso no está de acuerdo,
la autora original de este Capítulo, Dra. Lorena RAMÍREZ OTERO, decía a continuación:
“En este caso, y a nuestro entender, cuando se endosa por segunda vez un
TCHN que contiene uno de estos créditos indirectos, el endosatario-tenedor
entrega al endosante a cambio del endoso una cantidad menor a la que
obtendría del afianzado si el acreedor principal le ejecutara la garantía. En un
segundo momento, si la garantía es ejecutada por el acreedor principal, será el
endosatario-tenedor el que tendrá que cumplir con pagarle, momento en el que
el crédito indirecto se convierte en uno directo. Y finalmente en un tercer
momento el endosatario-tenedor puede cobrarse del beneficiario en virtud del
TCHN ejecutando la garantía hipotecaria”.

II. LA HIPOTECA INCORPORADA


Constitución unilateral.
La emisión de este título valor está a cargo del Registro Público en el que el bien
hipotecado esté inscrito, o también pueden ser emitidos por Entidades del Sistema
Financiero Nacional u otras entidades que autorice la Superintendencia, como luego
veremos.
Ahora bien, lo que ocurre primero es que el propietario del bien lo solicita expresa y
unilateralmente, mediante el otorgamiento de una Escritura Pública a este efecto.
Según manifiesta CASTELLARES23, esto ocurre en aplicación del principio rogatorio
propio del Derecho registral. Esta solicitud contiene la constitución de la hipoteca de
modo unilateral, y siempre requerirá de Escritura Pública, de conformidad con el art.
2010 CC (lo que es lo mismo “en virtud de solicitud expresa del propietario a través
de la constitución de una hipoteca unilateral”). Esta formalidad se requerirá aún en
aquellos casos en los que por leyes especiales se haya autorizado a prescindir de la
Escritura Pública como los de la hipoteca agraria (art. 10 del D. Leg 65324) o los de
hipotecas constituidas a favor de empresas del Sistema Financiero cuando el
gravamen no sea mayor a las 40 UIT (art. 176 LBS25).

22 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 242 LTV, cit., p. 792 (n. 1).
23 Vid. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., p. 783 (n. 4).
24 “Artículo 10.- La hipoteca y prenda agrícola podrán extenderse mediante documento privado con

firmas legalizadas notarialmente, siendo título suficiente para su inscripción registral”.


25 “Artículo 176.- BLOQUEO REGISTRAL.

Las empresas del sistema financiero y de seguros pueden hacer uso del bloqueo registral para la
inscripción de cualquier acto ante los registros que integran los Registros Públicos, siendo de
aplicación, en lo que fuere pertinente, lo dispuesto por el Decreto Ley Nº 18278, ampliatorias y
modificatorias.

502
Notas de Títulos Valores § 349

“El hecho de que siempre se tenga que cumplir con la formalidad de la escritura
pública para pedir su emisión, se explica por el interés de revestir este acto y
decisión de la mayor seguridad posible y evitar confusiones del propietario,
quien además de haber tomado esta decisión tendrá que recurrir a un abogado
y a un notario para expresar su voluntad. El mismo hecho de que su expedición
está a cargo del registro público, lo reviste también de mayor seguridad y
solemnidad; pues no es frecuente que hayan títulos valores que tengan la
calidad de documento público como éste, al haberse encargado su expedición
a un registro público que usualmente es una institución pública”26.
Cuando la solicitud es hecha por representante, no basta que éste tenga facultad para
gravar o hipotecar, sino que debe tener un poder expreso y especial para poder
solicitar la emisión del TCHN (art. 240.1 LTV, in fine).
El TCHN puede expedirse a cambio de la constitución de hipoteca sobre cualquier
bien susceptible de ser gravado con hipoteca27.
Un hecho interesante es que la hipoteca se constituye a petición unilateral del
propietario, por sí mismo o por medio de representante. Esta posibilidad va contra la
doctrina que considera la hipoteca un contrato y además accesorio, y que no conciben
que pueda existir antes del acto jurídico “principal”, que vendría a ser el que dio lugar
al crédito garantizado. Sin embargo son bastantes las figuras en que se ha permitido
históricamente, y también en la actualidad, la constitución de garantías mobiliarias e
inmobiliarias unilateralmente, anteriores al nacimiento del crédito que garantizan28.
Señala el Prof. CASTELLARES que teniendo el propietario de un bien “el ius utendi, ius
fruendi, ius vindicandi, ius abutendi, y todos los derechos de disposición y gravamen,
no necesita la intervención de un tercero para ejercitar tales derechos”. Así, las
“afectaciones, cargas y gravámenes bien pueden ser constituidos por el propietario,
por sí sólo y en acto unilateral”. El que tal gravamen sea o no aceptado por el
beneficiario “es tema distinto a la posibilidad de constituir el gravamen. Lo mismo
ocurre con la constitución de la prenda a través del warrant, título mediante el cual se
logra contar con la prenda constituida sobre los bienes depositados y que su
aceptación como tal (como prenda), se dará sólo al ser admitido por el endosatario
como garantía de alguna acreencia en su favor; entre tanto es un gravamen en favor
del orden o primer beneficiario que justamente es el propietario depositante del bien,
existiendo el gravamen representado por dicho título, sin requerir de previa aceptación

Los contratos que estas empresas celebren con sus clientes, podrán extenderse en documento privado
con firma legalizada notarialmente, o ser protocolizado notarialmente, los mismos que serán inscritos
sin necesidad de escritura pública en el Registro Público correspondiente, salvo los contratos cuyo valor
exceda de cuarenta (40) UITs, en cuyo caso sí es necesaria la escritura pública”.
26 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., p. 784 (n. 4).

27 CASTELLARES anticipa incluso la posibilidad de constituir en el futuro “hipotecas mobiliarias”, que

recaerían sobre bienes muebles inscritos, supuesto que previamente se modifique la clasificación legal
de los bienes y sus garantías reales correspondientes. Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240
LTV, cit., p. 784 (n. 5).
28 Sobre hipoteca unilateral en el derecho comparado, véase DEL ANGEL YAGÜEZ, Ricardo; “Hipoteca

unilateral”, en Tratado de garantías en la contratación mercantil, Civitas, Madrid, t. II, pp. 198 y ss.

FACULTAD DE DERECHO 503


Versión de julio de 2023
§ 350 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

del acreedor, a quien generalmente ni siquiera se le conoce en el acto de constituir la


prenda”29.
La misma unilateralidad se da “en el caso de las garantías reales que se constituyen
a favor de futuras obligaciones, inclusive eventuales o sujetas a condición”30; y existen
otras figuras de este tipo, como la “hipoteca cambiaria” regulada en el art. 1108 CC31.
Así también se dan “las garantías reales constituidas en respaldo de emisiones de
valores mobiliarios, que se otorgan aún antes de conocer a los acreedores, en modo
unilateral, lo que igualmente ocurre también en el caso de garantías reales que
respaldan títulos valores al portador; situaciones que se alejan de la práctica usual
que en su constitución participe e intervenga necesariamente también un acreedor
determinado”32.
La jurisprudencia registral ha establecido que “procede inscribir hipotecas constituidas
por declaración unilateral del propietario sin necesidad de intervención del acreedor”,
criterio sustentado en las Resoluciones nn. 003-98-ORLC/TR, del 30 de enero, y 279-
1997-ORLC/TR, del 7 de junio.
Carácter no accesorio e incorporación de la hipoteca “sábana”.
Corolario de lo anterior es la necesidad de admitir que, en situaciones especiales como
ésta (de las que hay, en realidad, múltiples ejemplos), no ha de hablarse tanto de
accesoriedad de la garantía (entendida como dependiente del acto principal, que
vendría a ser el constitutivo del crédito), sino más bien su complementariedad. En
efecto, el acto constitutivo de la garantía no siempre es dependiente o accesorio de
otro, e incluso es posible que exista antes que el crédito garantizado, como es el caso
del warrant y, también, del TCHN33.
La no accesoriedad también se verifica en el caso de las llamadas “hipotecas sábana”,
reguladas en el art. 172 LBS34, y aparecía también en el derogado art. 1063 CC que
regulaba la prenda tácita35. En tales figuras, la garantía existe antes que el crédito

29 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., pp. 786-787 (n. 8).
30 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., p. 787 (n. 8).
31 El nombre de “hipoteca cambiraria” viene del Prof. CASTELLARES, ibid., donde parece considerarla un

fenómeno distinto del que menciona a continuación. En mi opinión, sería más exacto identificar ambos
como una sola cosa, y llamarla “hipoteca de títulos valores de emisión seriada o masiva”, es decir, de
valores mobiliarios.
32 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., p. 787 (n. 8).

33 Ibid.

34 “Artículo 172. Garantias respaldan todas las obligaciones frente a la empresa.- Los bienes

dados en hipoteca, prenda o warrant a favor de una empresa del sistema financiero, respaldan todas
las deudas y obligaciones propias, existentes o futuras asumidas para con ella por el deudor que los
afecta en garantía, siempre que así se estipule expresamente en el contrato.
Cuando los bienes afectados en garantía a favor de una empresa del sistema financiero son de
propiedad distinta al deudor, éstas sólo respaldan las deudas y obligaciones del deudor que hubieran
sido expresamente señaladas por el otorgante de la garantía.”
La liberación y extinción de toda garantía real constituida en favor de las empresas del sistema
financiero requiere ser expresamente declarada por la empresa acreedora. La extinción dispuesta por
el artículo 3 de la Ley Nº 26639 no es de aplicación para los gravámenes constituidos en favor de una
empresa”.
35Ant. art. 1063 CC: “La prenda que garantiza una deuda sirve de igual garantía a otra que se contraiga
entre los mismos acreedor y deudor, siempre que la nueva deuda conste por escrito de fecha cierta”.

504
Notas de Títulos Valores § 351

garantizado. De hecho, la posibilidad de que la hipoteca garantice créditos futuros,


inciertos y determinables está sancionada en los arts. 1099 (inc. 2) y 1104 CC. Todas
estas disposiciones llevan a recalcar el posible carácter no accesorio de la hipoteca y,
por el contrario, su complementariedad respecto del crédito principal36. Así como se
ha representado la prenda en el warrant, del mismo modo se ha pretendido
representar la hipoteca en el TCHN.
El TCHN puede también incorporar una hipoteca sábana (la del art. 172 LBS) siempre
y cuando así se estipule expresamente en el texto del TCHN. En este caso en el
momento del endoso deberá incluirse además la cláusula “no negociable”,
“intransferible”, “no a la orden” u otra equivalente. Así lo indica el inc. 3 del art. 245
LTV, haciendo de esta forma compatible las hipotecas representadas por TCHN y las
que se otorgan a favor de empresas del sistema financiero a las que se refiere el art.
172 LBS. Se da así la posibilidad de que con el endoso del TCHN no sólo se garantice
el crédito que literalmente conste en el mismo título, sino que sea posible garantizar
cualesquiera otros que pueda mantener el endosante frente a una empresa del
sistema financiero (de los que no se conoce ni constan en el texto del documento),
siempre que tal amplitud de la hipoteca sea expresamente señalada en el mismo
título37 y que además se coloque la cláusula “no negociable”, “intransferible” u otra
equivalente al momento del primer endoso, impidiendo así su circulación con efectos
autónomos. Así se logra evitar que la hipoteca amplia o genérica pueda ser transferida
a través del TCHN a terceros que no tendrían tales derechos crediticios. El endoso
que pueda hacerse del TCHN no endosable sólo surtirá los efectos de la cesión de
derechos, con lo que el primer endosante o propietario del bien hipotecado no corre
un riesgo desproporcionado38.
Pago y ejecución.
Para que proceda la ejecución de la garantía hipotecaria contenida en el TCHN es
preciso que se haya requerido el pago del propietario o primer endosante o
beneficiario del TCHN y levantado el respectivo protesto o formalidad sustitutoria. No
tienen ninguna eficacia en este punto las cláusulas “sin gastos" o “sin protesto”, para
eximir de esta formalidad.
Cuando la endosataria-tenedora o emitente es una entidad del Sistema Financiero, la
formalidad sustitutoria del protesto la coloca ella misma, de conformidad con el art. 14
de la Res. SBS N. 685-2007 (que aprueba el Reglamento del Título de Crédito
Hipotecario Negociable). Esta formalidad consiste en la constancia por falta de pago
del crédito puesta en el propio título por la Empresa tenedora del mismo.
Cuando se trata de un TCHN que contiene un crédito pagadero en armadas o en
cuotas, se procede del mismo modo que con un pagaré pagadero en armadas. En
este sentido, bastará el protesto de una sola cuota o armada para ejecutar la hipoteca;
tras el vencimiento de una o más cuotas, el tenedor puede precluir los plazos de
vencimiento de las demás y cobrar todo el importe del crédito, o puede cobrar la o las
cuotas impagas con ocasión del vencimiento de otras armadas.

36 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., p. 787 (n. 8).
37 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 245 LTV, cit., p. 803 (n. 4).
38 Cfr. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 245 LTV, cit., pp. 803-804.

FACULTAD DE DERECHO 505


Versión de julio de 2023
§ 351 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Tras el protesto o la formalidad sustitutoria, si el constituyente así lo ha autorizado a


través de poder irrevocable (al que no resulta de aplicación el plazo de un año del art.
153 CC) dado a una entidad del Sistema Financiero autorizada para operar
comisiones de confianza39 o fideicomisos40, siempre distinta del ejecutante, ésta
procederá a la venta directa del bien, siempre y cuando el precio por el que se enajene
no sea inferior al 75% del valor del inmueble41; ésta es la condición para que se realice

39 Son entidades que realizan comisiones de confianza cualquier entidad que lleve a cabo una de las
operaciones mencionadas en el art. 275 LBS, como objeto de un contrato de comisión:
“Artículo 275. Comisiones de confianza.- Las comisiones de confianza que, señaladamente, sin
perjuicio de las demás que autorice la Superintendencia, pueden aceptar y ejecutar las empresas,
según el numeral 32 del artículo 221, son las siguientes:
1. Realizar las funciones de depositario e interventor de bienes embargados, salvo que el depósito
recaiga sobre dinero.
2. Administrar provisionalmente los negocios y sociedades que se encuentren en proceso de
reestructuración económica y financiera, conforme a la ley de la materia.
3. Cumplir las funciones de administración, realización y liquidación de los bienes de las sociedades
declaradas en quiebra conforme a la ley de la materia.
4. Ser administradores de bienes comunes por acuerdo de los interesados, o por nombramiento del
juez especializado en el caso del artículo 772 del Código Procesal Civil.
5. Ejercer el cargo de albacea testamentario o dativo.
6. Oficiar de guardadores de bienes de menores e incapaces en los casos a que se refiere el artículo
503 del Código Civil y en todos los demás en que dicho Código dispone o autoriza el nombramiento
de guardador especial, testamentario o dativo, para todos o parte de los bienes del menor o
incapaz.
7. Actuar como guardadores de bienes de ausentes declarados judicialmente.
8. Administrar bienes dejados por testamento o donados bajo condición o hasta cierto día, a fin de
entregarlos a los herederos, legatarios o donatarios cuando se cumpla la condición o llegue el día.
9. Asumir la administración de bienes dejados por testamento o por acto entre vivos para obras
públicas, establecimientos de beneficencia o de educación u otros fines lícitos a que los hubiere
destinado el testador o donante, sujetándose a la voluntad del instituyente.
10. Tomar la administración de bienes que se hubiere dejado por testamento o por acto entre vivos con
el fin de que el fideicomisario perciba únicamente la renta durante su vida o por el tiempo que
determine el instituyente.
11. Obrar como administradores de bienes gravados con usufructo, cuando así se haya establecido en
el acto constitutivo.
12. Servir de representante de los tenedores de bonos emitidos por sociedades anónimas.
13. Administrar portafolios de cartera.
14. Celebrar contratos de mandato, con o sin representación, incluyendo los poderes generales o
especiales para:
i. Administrar bienes.
ii. Cobrar créditos o documentos
iii. Comprar y vender acciones, bonos y demás valores mobiliarios.
iv. Percibir dividendos e intereses.
v. Representar a los titulares de acciones, bonos y valores”.
40 En el caso de que existiese un impedimento o imposibilidad por parte de la persona jurídica designada

para que se encargue de la venta, la SBS designará a la persona jurídica que se encargará de ella
(243.2 LTV).
41 Para el caso de TCHN emitido por entidad del Sistema Financiero, la Res. SBS 685-2007 ha

establecido que tal precio del 75% del valor de tasación del inmueble deberá ser neto es decir después
de descontar los gastos y honorarios que correspondan.

506
Notas de Títulos Valores § 351

la venta directa del bien al mejor postor42, de lo contrario deberá recurrirse al proceso
de ejecución por la vía judicial. Lo cual resulta bastante beneficioso para el tenedor
teniendo en consideración que el remate en sede judicial comienza en el 66.66% del
valor de tasación del bien43.
La regla general, de conformidad con el art. 243.1 LTV, in fine, es que el tenedor podrá
optar entre la venta directa autorizada por el constituyente y la ejecución judicial de la
hipoteca de conformidad con el CPC. Sin embargo, cuando se trata de TCHN emitidos
por o endosados a entidades del Sistema Financiero, el art. 3.I.i) de la Res. SBS 685-
2007 ha previsto que en el formulario se contemple la posibilidad de plasmar la
limitación o renuncia del acreedor a la facultad de proceder a la venta directa del
inmueble por incumplimiento del deudor, de ser el caso. La LTV no contempla esta
posibilidad, que tampoco ha quedado recogida en el formulario de TCHN aprobado
por la SUNARP. Sin embargo, de conformidad con el art. 3.II.a de la Res. SBS 685-
2007, cuando los TCHN emitidos por Registros Públicos sean endosados a entidades
del sistema financiero, además de los requisitos previstos en el art. 241 LTV, se
deberá contener información sobre la limitación o renuncia del acreedor a la facultad
de proceder a la venta directa del bien.
Acerca de la venta directa del bien, la Res. SBS 685-2007, aplicable a los TCHN
emitidos por o endosados a entidades del sistema financiero, indica que la persona
jurídica que la haya llevado a cabo deberá expedir constancia firmada de ella, con los
siguientes datos:
1) El nombre del adquirente. Tratándose de persona natural: los nombres y apellidos,
nacionalidad, número de su documento oficial de identidad, estado civil, la
indicación de si el bien se adquiere en calidad de bien propio o si la adquirente es
la sociedad conyugal. Si es persona jurídica: su denominación o razón social, los
datos en el Registro Público, así como los datos del representante.
2) Los datos de la partida registral del bien hipotecado objeto de venta.
3) El precio de la venta y la mención de si cubre o no el monto total del crédito
garantizado. Si el precio de venta no cubre el monto total del crédito garantizado,
deberá indicarse el número y fecha de emisión del Título. Si el precio de venta sí
cubre el monto total del crédito garantizado, debe acompañarse el título respectivo.
4) Los datos de identificación de la persona jurídica interviniente en la enajenación.
5) La firma del representante de la persona jurídica que emite la constancia, la cual
debe encontrarse legalizada notarialmente.
En el caso de que el importe de la venta no cubra el del crédito garantizado, el Juez o
la empresa designada para la venta dejará constancia de este hecho en el TCHN, en
cuyo mérito (el de la constancia) el tenedor del TCHN tendrá acción cambiaria contra
el primer endosante por el saldo restante. Es decir, como señala SÁNCHEZ-PALACIOS,
“no limita la responsabilidad al sólo inmueble hipotecado, pues en caso de que su

42 Vid. AVENDAÑO, “Garantía para los nuevos tiempos…”, cit., p. 10. También SÁNCHEZ-PALACIOS PAIVA,
Manuel; “El título de crédito hipotecario negociable”, en 292 Normas Legales (sept-2000), p. A-82.
43 AVENDAÑO, “Garantía para los nuevos tiempos…”, cit., p. 10, señala la venta extrajudicial como una

de las ventajas del TCHN, ya que la tradicional ejecución judicial de las garantías encarece el crédito y
produce una disminución del valor de los bienes, lo cual perjudica a los deudores y a la sociedad en
general.

FACULTAD DE DERECHO 507


Versión de julio de 2023
§ 352 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

precio de venta no cubra el crédito, hay acción cambiaria contra el primer endosante
del título valor, o sea, el propietario”44.
En la ejecución del gravamen hipotecario, cuando la tenedora endosataria sea una
entidad del Sistema Financiero, resulta de aplicación la preferencia y exclusividad
prevista por el inc. 8 del art. 132 LBS, conforme al cual constituye una de las formas
de atenuar los riesgos del ahorrista:
“La ejecución del Título de Crédito Hipotecario Negociable y del Warrant que
garanticen obligaciones con empresas del sistema financiero por su tenedor,
con exclusión de cualquier tercer acreedor del constituyente, concursado o no”.
Es decir que los créditos incorporados y los bienes gravados en los TCHN no forman
parte de la masa del concursado. Es decir, se le concede “preferencia de primer orden
frente a cualquier tercer acreedor del origen que fuera, inclusive de orden laboral o
alimentario. Esto como norma especial que la Ley 26702 contiene respecto a estas
modalidades de garantía, por lo que inclusive en los casos de insolvencia decretada
del deudor, su ejecución se realiza como identidad separada de la masa concursal. El
sustento de este tratamiento especial y preferencia de primer orden y exclusiva, es la
norma constitucional que contiene el art. 87 de la Carta Magna, que tiene por fin
proteger, fomentar y garantizar el ahorro nacional, como expresamente lo señala dicha
norma constitucional y el art. 132 de la Ley General del Sistema Financiero que se
encarga de desarrollar dicha norma constitucional”45.
Cancelación de la hipoteca.
El Registrador público cancelará el gravamen sin que sea necesaria escritura pública,
sólo con la devolución del TCHN no endosado por parte de su constituyente -lo que
implica que la hipoteca no llegó nunca a garantizar ningún crédito-, o con la entrega
del TCHN debidamente cancelado por su último endosatario. En virtud del principio
de incorporación y para dar seguridad a terceros endosatarios, si no se produce la
entrega del título valor, ya sea sin endosar o cancelado conforme a la literalidad, la
hipoteca sigue vigente sin que sea de aplicación el art. 3 de la Ley 26639 según la
cual:
“Las inscripciones de las hipotecas, de los gravámenes y de las restricciones a
las facultades del titular del derecho inscrito y las demandas y sentencias u
otras resoluciones que a criterio del juez se refieran a actos o contratos
inscribibles, se extinguen a los 10 años de las fechas de las inscripciones, si no
fueran renovadas.
La norma contenida en el párrafo anterior se aplica, cuando se trata de
gravámenes que garantizan créditos, a los 10 años de la fecha de vencimiento
del plazo del crédito garantizado”.
Al respecto CASTELLARES explica que “como no es posible determinar cuándo vence
el crédito que está garantizado con la hipoteca que dio lugar a la expedición del TCHN,
lo que sólo puede conocerlo el endosante y el último tenedor, el registrador está

44Cfr. SÁNCHEZ-PALACIOS, “El título de crédito hipotecario negociable”, cit., p. A-84.


45BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 245 LTV, cit., p. 803 (n. 3). Vid también AVENDAÑO, “Garantía
para los nuevos tiempos…”, cit., p. 10. Como señala SÁNCHEZ-PALACIOS, “El título de crédito hipotecario
negociable”, cit., p. A-82, se trata de un privilegio bancario (¡uno más!).

508
Notas de Títulos Valores § 353

imposibilitado de verificar tal plazo, por lo que encontrándose contenido el derecho


real de garantía en el título mismo, debe mantenerse vigente hasta su devolución”46.
Existe también en estos dos casos (cuando nunca se endosó y cuando fue pagado el
crédito) la posibilidad de que el propietario del bien solicite la expedición de otro TCHN,
en cuyo caso deberá solicitarlo mediante Escritura Pública y devolver el primer TCHN.
En este caso el Registrador, sin levantar el gravamen, emite un nuevo TCHN, que
incorpore el nuevo47.
Si el crédito no fue pagado y tuvo que ejecutarse ya sea por venta directa o
judicialmente la hipoteca, entonces, el gravamen se cancelará sólo en virtud de las
respectivas constancias que expidan la autoridad judicial o la empresa del sistema
financiero nacional encargada de su enajenación acompañando en su caso, en
devolución el título correspondiente. Pensamos que la norma se refiere a casos en los
que el precio de venta alcanzado por el bien no ha alcanzado para cubrir el monto del
crédito, con lo cual el TCHN debe devolverse al último endosatario para que éste
pueda ejercitar en su virtud las acciones cambiarias contra el constituyente por el saldo
restante.
En todo caso, dichas constancias son suficientes para que el Registrador Público,
inscriba el derecho de propiedad del tercero adquirente del bien hipotecado y levante
todo gravamen o derecho que pueda afectarlo. En este caso el art. 244 LTV dispone
que en virtud de las constancias expedidas y en su caso el TCHN, se levantará no
sólo el gravamen sino toda carga o derecho que se hubiera inscrito en fecha posterior
a la emisión del título valor. Ocurre que aunque la hipoteca constituida en el caso de
TCHN es única y exclusiva no pudiendo el propietario gravar el bien con una segunda
o tercera hipoteca, puesto que el gravamen alcanza a todo el valor del bien, eso no
significa que la partida registral quede bloqueada y que el propietario del bien no
pueda inscribir enajenaciones, arrendamientos, o se puedan inscribir medidas
cautelares como embargos, anotaciones preventivas de demandas, siendo que todo
esto aunque sea posterior a la inscripción de la hipoteca, debe de ser levantado. Se
ha querido pues que el tercero que adquiere un bien en virtud de la ejecución de un
TCHN, lo haga con la seguridad de que el bien le será entregado libre de toda carga,
gravamen o derecho, por muy anterior que sea a la inscripción de su derecho de
propiedad (y que en condiciones normales resultarían preferentes al derecho de
propiedad del adquirente) (art. 244.2 LTV).

III. CUESTIONES COMPLEMENTARIAS


El TCHN y la SUNARP.
Para la seguridad plena de los terceros, el TCHN, se expedirá sólo después de la
constatación que haga el registrador de la inexistencia de cargas y gravámenes o
medidas48 que de cualquier modo puedan afectar la plena ejecución de la misma. En
otras palabras el TCHN sólo puede ser expedido respecto de bienes libres. Es decir
la hipoteca que se incorpore a un TCHN sólo puede ser constituida sobre bienes que

46 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 244 LTV, cit., p.798 (n. 1).
47 Según CASTELLARES, en BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 244 LTV, cit., p. 800 (n. 3), “[e]sto
significa que el TCHN puede ser utilizado sólo una vez, con lo que evita que sucesivos créditos y
condiciones de éste sean consignados en un único documento”.
48 Así CASTELLARES también hace referencia a medidas que puedan afectar la plena validez de la

hipoteca (vid. BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., p. 788).

FACULTAD DE DERECHO 509


Versión de julio de 2023
§ 354 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

no tengan ninguna carga o gravamen registrado, de modo que el único gravamen será
la hipoteca única, exclusiva y sobre el valor total del bien, que se incorporará en el
TCHN.
La norma no lo señala, pero es lógico concluir, que por la propia seguridad de los
terceros y del tráfico, tampoco se debería expedir el TCHN cuando la propiedad del
bien sea materia de litigio que le conste al Registrador por el registro. Así pues el
formulario aprobado por la SUNARP al que haremos referencia posteriormente
contiene, la declaración del Registrador de que no existen gravámenes, cargas o
medidas de cualquier naturaleza o títulos pendientes de registro anteriores a la
inscripción de la hipoteca.
El TCHN será expedido pues por el Registrador en formulario aprobado por la
SUNARP o por el registro en el que se encuentre inscrito el bien. Este formulario fue
aprobado por la Res. SUNARP 0573-2003-SUNARP/SN, y el TUPA de la SUNARP
(aprobado mediante D.S. 011-2002-JUS) ha fijado en 1.93% de la UIT, el derecho que
debe pagarse para la expedición del TCHN.
Una vez que el Registrador haya registrado el gravamen por el monto del valor total
del bien gravado, emitirá el TCHN. Este valor –el del bien y el del gravamen- es el de
su valorización pericial, que aparece tanto en la escritura pública como en el mismo
título.
La descripción del bien que debe realizar el Registrador en el TCHN es, “en el caso
de bienes inscritos en el Registro de Propiedad Inmobiliaria, a modo de CRI
(Certificado de Registro Inmobiliario) o certificado de gravamen, que facilita apreciar
las características del bien gravado”49. Así pues, se consigna ubicación, área total del
terreno, área ocupada, área libre, niveles, pisos, partida registral, oficina registral, y
en caso de predios rurales, denominación del predio y código o unidad catastral.
Como ya habíamos señalado, el Registrador que se encargó de inscribir el gravamen
será el que expida el TCHN y lo refrende con su firma, señalando su nombre e
indicando la oficina registral.
El Registrador Público cancelará el gravamen sin que sea necesaria Escritura Pública,
en la forma que ha quedado descrita más arriba50.
El TCHN de emisión bancaria.
Las Entidades del Sistema Financiero Nacional comprendidas en los apartados A y B
del art. 16 LBS (al amparo de lo previsto en los arts. 221.551 y 28352 LBS), las

49 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 240 LTV, cit., p. 790 (n. 1).
50 Vid. § 352, en pp. 464 y ss., supra.
51 Artículo 221.- OPERACIONES Y SERVICIOS.

Las empresas podrán realizar las siguientes operaciones y servicios, de acuerdo a lo dispuesto por el
capítulo I del título IV de esta sección segunda:
(…)
5. Conceder préstamos hipotecarios y prendarios; y, en relación con ellos, emitir títulos valores,
instrumentos hipotecarios y prendarios, tanto en moneda nacional como extranjera;
52 “ARTÍCULO 283.- OPERACIONES REALIZABLES POR LAS EMPRESAS BANCARIAS

Las empresas bancarias pueden realizar todas las operaciones señaladas en el artículo 221, excepto
la indicada en el numeral 16, para lo cual deberán contar con autorización de la Superintendencia”.

510
Notas de Títulos Valores § 354

cooperativas de ahorro y crédito no autorizadas a operar con terceros, COFIDE, el


Banco de la Nación, el Banco Agropecuario y el Fondo MIVIVIENDA S.A. y otras
entidades que autorice la Superintendencia, como las Empresas Administradoras
Hipotecarias53, también pueden emitir TCHN, con o sin intervención de notario público,
en los casos en que ya se hubiere constituido una hipoteca de primer rango en su
favor, o si existe tal proceso de constitución e inscripción de hipoteca en trámite (o sea
simultáneamente). Así se masifica el uso del TCHN, puesto que ya no sólo podrá
incorporar futuras hipotecas sino también las hipotecas que a esa fecha ya estaban
constituidas. De forma que la gran cantidad de créditos hipotecarios que existían a la
fecha de la dación de la Ley 27640 (que introdujo el inciso 4 del art. 245 de la LTV),
podrían ser representados por este título valor. De esta forma los créditos hipotecarios
ya existentes, podían tranquilamente convertirse en TCHN.
Para la emisión de estos TCHN sólo es necesario que la Entidad del Sistema
Financiero emisora contase con la autorización previa del propietario del bien
hipotecado y del deudor del crédito (en caso de que no sean la misma persona). Esta
autorización podía conferirse en el acto de constituir la hipoteca o en fecha posterior.
Una de las diferencias entre esta emisión y la que hace el Registrador Público,
consiste en que cuando el TCHN es emitido por una empresa del sistema financiero,
puede emitirse a favor del propio emisor o de un tercero. En este caso ya no se hace
la emisión a la orden del propietario, “por el sólo mérito de haber ya autorizado que se
haga tal emisión por vía distinta de los Registros Públicos”54.
Como señala AVENDAÑO ARANA, en el caso del TCHN emitido por registros, sólo con
el acto del endoso se logra que el TCHN represente la hipoteca previamente
constituida y el crédito garantizado con ella, mientras que en el caso de los TCHN
emitidos por una empresa del Sistema Financiero el acto de emisión importa la
incorporación del crédito y de la garantía hipotecaria en el título55.
De conformidad con el art. 4 de Res. SBS 685-2007, en aplicación del art. 242.2 LTV,
la responsabilidad solidaria a que alude el art. 11 LTV no alcanza a las empresas
emisoras de los títulos, las cuales constituirán las primeras endosantes o transferentes
de los Títulos; no resultando tampoco compatible con la naturaleza de los títulos
emitidos por ellas la acción cambiaria dispuesta en el art. 243.4 LTV.
La empresa emisora cuidará que estos TCHN señalen en su texto las características
del bien y de la hipoteca constituida o por constituirse; debiendo cuidar (bajo
responsabilidad de la entidad emisora o del notario a través del cual se realice esta
emisión), que las descripciones coincidan con los datos registrales del bien hipotecado
o por hipotecarse.
Los efectos y derechos representados por este TCHN son los mismos que si el título
lo hubiera emitido Registros Públicos (es decir el documento incorpora el crédito que
literalmente está expresado en él y la hipoteca que lo garantiza), pero “esta emisión y
creación del TCHN será oponible frente a terceros, solamente si tal acto de emisión
se inscribe en el Registro Público en el que esté inscrita la hipoteca; lo que debe

53 Las Empresas Administradoras hipotecarias son entidades creadas por la Ley 28971 del 12 de enero
del 2007.
54 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 245 LTV, cit., p. 805 (n. 8).

55 Vid. AVENDAÑO, “Garantía para los nuevos tiempos…”, cit., p. 10.

FACULTAD DE DERECHO 511


Versión de julio de 2023
§ 354 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

consignarse en el respectivo TCHN”56. Según el inc. d) del art. 245.4 LTV, desde el
momento de la emisión del TCHN, su propietario es titular del crédito y de la garantía
incorporados al mismo, pero la incorporación de la garantía en un TCHN sólo es
oponible a terceros desde que el acto de emisión (del TCHN) se inscribe en Registros.
Igualmente, la transferencia de la garantía hipotecaria sólo tendrá efectos frente a
terceros desde que el acto de emisión (del TCHN) sea inscrito en Registros Públicos,
limitándose entre tanto la transferencia del TCHN a la transferencia del crédito sin su
garantía. Eso significaría que por ejemplo, hasta que no se inscriba en Registros
Públicos la emisión del TCHN, el bien podría entrar en la masa concursal, si la
declaratoria de insolvencia se produce antes del registro de la emisión del TCHN.
“Es claro que la inscripción registral del acto de emisión debe ser hecha en
forma simultánea o posterior al acto de inscripción de la hipoteca respectiva,
para lo cual se ha conferido total facilidad y se ha liberado de mayores
formalidades, exigiéndose sólo una comunicación simple que el emisor debe
cursar al registro público, constituyendo así una excepción de la regla que
contiene en artículo 2010 del C. C. Como sabemos esta norma señala que las
inscripciones registrales se hacen sólo en mérito a documentos públicos, pero
agrega “salvo disposición en contrario”. Por lo tanto esta posibilidad que tiene
el emisor o el notario de lograr la inscripción registral del acto de emisión del
TCHN mediante una simple comunicación a la que se le ha dado el carácter de
declaración jurada, con la alternativa de lograr tal inscripción de la emisión
juntamente con el acto constitutivo de hipoteca, sin duda facilita pues la
inscripción registral que servirá para oponer estos derechos emergentes del
título, frente a terceros”57.
Según el art. 5 de la Res. SBS N° 685-2007, la comunicación que curse la entidad
emisora al Registro Público para que se registre el acto de emisión del TCHN, deberá
contener como mínimo los siguientes datos:
1) Denominación del Título y número que le corresponde.
2) Lugar y fecha de emisión del TCHN.
3) Número de la partida registral, asiento o rublo donde se encuentra inscrito el
inmueble afectado con el gravamen hipotecario, de ser el caso.
4) Monto de la valorización del inmueble
5) Datos de identificación del funcionario que emite el Título: nombres y apellidos,
documento de identidad, inscripción de las facultades si actuase por poder y
domicilio.
6) Nombre de la Empresa que emite el título.
7) Monto del capital del crédito y tasa efectiva anual.
Adicionalmente deberá adjuntarse a la comunicación: copia de la valuación efectuada
al inmueble, así como copia del Título emitido (en caso éste haya sido emitido
físicamente). La comunicación tiene carácter de declaración jurada y puede estar
contenida en el acto por el que se inscribe la garantía hipotecaria. Obviamente esto

56 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 245 LTV, cit., p. 805 (n. 9).
57 BEAUMONT/ CASTELLARES, Com. al art. 245 LTV, cit., p. 805 (n. 10).

512
Notas de Títulos Valores § 354

último ocurrirá sólo cuando el TCHN haya sido emitido antes de la inscripción de la
hipoteca en el registro58.
Las empresas del sistema financiero nacional sólo podrán emitir o recibir TCHN que
representen hipotecas sobre bienes que hayan sido valorizados conforme a los
criterios señalados en el numeral 3 del Capítulo IV del Reglamento de para la
Evaluación y Clasificación del Deudor y la Exigencia de Provisiones aprobado por la
Superintendencia (donde se establece que la valuación de las garantías se basará en
el valor neto de realización), y cuya valorización haya sido practicada por un perito
inscrito en Registro de Peritos Valuadores (REPEV), quien será responsable del valor
asignado al bien en la fecha de la valuación.
Según criterio sustentado en las Ress. 892-2009-SUNARP-TR-L, 873-2009-
SUNARP-TR-L, 883-2009-SUNARP-TR-L y 885-2009-SUNARP-TR-L del 19 de junio
de 2009:
“Cuando se inscriba la anotación del TCHN no emitido por el Registro, la
calificación registral sólo comprende los siguientes aspectos: Que la hipoteca
incorporada en el TCHN sea el único gravamen inscrito o se esté solicitando
simultáneamente su inscripción; la verificación de la comunicación de la entidad
emisora autorizada por la SBS, con el carácter de declaración jurada, con la
información a que se refiere el art. 5 de la Resolución SBS N. 685-2007,
anexando copia simple de la valuación y del título emitido.
No corresponde la acreditación de la autorización del propietario o del deudor
en su caso, para el acto de emisión, ni la exigencia de la inscripción previa de
la modificación de la hipoteca incorporada en el TCHN, en caso ésta se
encuentre inscrita con anterioridad al acto de emisión”.
Según esto no corresponde al Registrador analizar tampoco el TCHN emitido.
Solamente analizará que la hipoteca que se constituya sea la única y que no existan
cargas y gravámenes sobre el bien, que la solicitud de la entidad emisora cumpla con
los requisitos establecidos en el art. 5 de la Res. SBS 685-2007, y que se acompañe
copia simple de la tasación y del TCHN.

58 Vid. Considerando 8° de la Res. 872-2009-SUNARP-TR-L de 19 de junio.

FACULTAD DE DERECHO 513


Versión de julio de 2023
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 6
OTROS TÍTULOS CAMBIARIOS
SUMARIO: I. CERTIFICADOS BANCARIOS DE MONEDA.— 355. Planteamiento.
356. Antecedentes normativos. 357. Características y función. 358. Sujetos
intervinientes. 359. Requisitos de forma y contenido. 360. Importe.
361. Vencimiento. 362. Transferencia. 363. Ejercicio de las acciones cartulares.
II. EL VALOR DE PRODUCTO AGRARIO.— 364. Introducción legal y concepto.
365. Emisión y circulación. 366. Ejercicio de los derechos incorporados.

I. CERTIFICADOS BANCARIOS DE MONEDA


Planteamiento1.
La actual ley de bancos en su Art. 221 Inc. 24, contiene en forma especial la facultad
que tienen las empresas de banca múltiple de emitir este título valor, por lo que las
empresas bancarias y financieras pueden hacerlo libremente, mientras que las demás
empresas del sistema financiero deben tener la calificación de empresa de modulo 2
por lo menos.
Antecedentes normativos.
En el año de 1970 el gobierno de ese entonces expidió el DL 18275 regulando el
denominado mercado de giros en moneda extranjera, prohibiendo a las personas
naturales y jurídicas residentes en el país, a mantener y efectuar depósitos en moneda
extranjera en bancos y otras instituciones del país y/o el exterior. Así mismo se
prohibía a estas personas a (sic) mantener y contraer acreencias y celebrar contratos
en moneda extranjera que correspondiesen (sic) ejecutar dentro del territorio de la
república.
Dentro del proceso de cambio de la política económica se expide el DL 22038 que
inicia un proceso de liberalización del mercado cambiario, el cual crea los
denominados “certificados bancarios en moneda extranjera” cuyas características
guardan cercana (sic) a lo señalado en la actual ley de títulos valores de ese entonces
(L. 16587).
Resulta interesante el comentar uno de los considerandos del mencionado DL donde
se establece como propósito el fomento del ahorro de los residentes extranjeros,
marcando zanjada (sic) diferencia con la primera fase, de clara tendencia izquierdista,
del régimen a cargo del Gral. Juan Velasco Alvarado, y es que, durante esta segunda
etapa, como bien apunta Castellares, se buscaba recuperar la confianza perdida de
los ahorristas extranjeros durante la fase velasquista.

1 Esta sección reproduce el trabajo “Certificado bancario de moneda extranjera y nacional en Perú”
publicado en Internet por Jorge Isaac TORRES MANRIQUE, con las mínimas adaptaciones de notación,
formato y redacción necesarias para insertarlo armónicamente en el presente material de estudio. Hasta
el punto reproducido (que no llega al final del trabajo), constituye un resumen básico del régimen
positivo de estos títulos valores que resulta aceptable de momento para el estudio de la asignatura.
Algún error de bulto que contiene está marcado con el usual “(sic)”.

— 515 —
§ 357 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Ricardo Beaumont Callirgos / Rolando Castellares Aguilar, en su libro Comentarios a


la Nueva Ley de Titulos Valores, Segunda Edición Octubre 2000, sostienen que el
certificado bancario en moneda extranjera CBME, es un titulo valor de creación
peruana y que respondió a la necesidad de recobrar la confianza perdida de los
ahorristas en el sistema bancario, al haberse dispuesto durante el gobierno militar de
los años setenta el control estricto de los cambios y prohibirse la tenencia de moneda
extranjera por los particulares.
El certificado bancario en moneda extranjera está regulado en los artículos 217º al
222º de la nueva ley de títulos valores (L. 27287) y el certificado bancario en moneda
nacional por el artículo 223º, que señala que le son aplicables en cuanto [sean
compatibles las normas del CBME].
Características y función.
El certificado bancario es un título valor innominado (sic) cuyos alcances están
determinados literalmente en el propio documento.
La titularidad del derecho cartular no deriva de la posesión del documento sino de la
trasmisión de la obligación incorporada en él. [Ejecutoria Nº 60- Expediente Nº 209-
92].
El certificado bancario es un titulo valor que tiene por finalidad principal permitir a las
empresas del sistema financiero nacional obtener fuentes de financiamiento, mediante
la captación de fondos públicos.
Ejemplo.
Una persona natural o jurídica entrega un monto de dinero en moneda nacional o
extranjera, a una empresa del sistema financiero, recibiendo a cambio de ello el título
valor llamado certificado bancario.
Este título valor puede ser al portador o a la orden, contiene una obligación de pago a
cargo de la empresa (financiera) emisora, la misma que será exigible una vez
transcurrido el plazo previsto en el certificado bancario.
Estos títulos valores solo pueden ser emitidos por empresas del sistema financiero
nacional debidamente autorizadas por la superintendencia nacional de banca y
seguros. Asimismo, se caracterizan por ser emitidos contra la recepción del importe
que representa dicho documento cambiario, por lo que es necesario que el recibo de
dinero por parte de la empresa (financiera).
Este título valor no debe ser emitido contra créditos, por cuanto se requiere
previamente que la persona ingrese el dinero a la caja de la empresa emisora por el
monto que debe representar el título valor. Arts. 217 y 218 LTV.
Sujetos intervinientes.
a) El emisor es la empresa del sistema financiero que, al recibir el financiamiento, lo
emite, convirtiéndose en obligada principal al pago de su importe en la fecha del
vencimiento.
b) El beneficiario o tenedor, que es la persona que efectúa el financiamiento al emisor,
encontrándose por ello legitimada para exigir a la empresa emisora la entrega y
posterior pago del título valor.
Adicionalmente pueden participar:

516
Notas de Títulos Valores § 359

a) El garante, o sea quién asegura el cumplimiento de la obligación contenida en el


título valor.
b) El endosante, vale decir, el tenedor que opta por transferir vía endoso el certificado
bancario.
c) El endosatario, esto es, quien adquiere por endoso el título valor.
Requisitos de forma y contenido.
El certificado bancario de contener:
a) La denominación del certificado bancario y la indicación de si se trata de un título
valor expresado en “moneda extranjera” o “ moneda nacional”
b) Lugar y fecha emisión
c) Si los certificados bancarios han sido emitidos al portador, deberá indicarse tal
condición, es decir, que los pagos se realizaran a quién detente el titulo valor. En
cambio, si los certificados bancarios han sido emitidos a la orden, deberá señalarse el
nombre de la persona a cuya orden se emiten.
d) La indicación del importe que representan, el cual deberá estar expresado en
moneda distinta a la nacional (dólares americanos y (sic) alguna otra); y en soles, para
el caso de certificados bancarios en moneda nacional.
e) El plazo de vigencia del título valor o su fecha de vencimiento, el cual no podrá ser
mayor de un año desde que haya sido emitido, así mismo deberá indicarse si dicho
plazo es renovable o no.
f) Lugar del pago, es decir la ciudad, plaza o localidad donde se realizará el pago. De
no señalarse el lugar de pago, se entenderá que el certificado bancario es pagadero
en cualquier oficina de la empresa emisora dentro del territorio nacional.
g) Las condiciones para su redención anticipada, si fuera posible esta.
h) Nombre de la empresa emisora y la firma del representante. Así mismo, los
certificados bancarios deberán emitirse solamente en papel de seguridad, conforme a
lo establecido por la Superintendencia de Banca y Seguros y cada empresa emisora.
Arts. 218, 219 y 221 LTV.
Importe.
Tratándose de certificados bancarios en moneda extranjera, el importe que representa
el título valor no debe ser menor de a mil dólares americanos o su equivalente en otras
monedas. Para el caso de de certificados bancarios en moneda nacional, la suma
consignada no deberá ser menor de mil soles. Por otro lado, el importe podrá generar
los intereses compensatorios previstos en los certificados bancarios desde la fecha
de su emisión hasta su vencimiento, pudiendo ser a tasas fijas o variables. Arts. 218
y 223 LTV.
Vencimiento.
Los certificados bancarios vencen solamente a la fecha fija, esto es, en el documento
cambiario deberá señalarse cual es el día en que será exigible el pago del importe del
título valor. Ahora bien, este plazo de vencimiento no puede ser superior al año desde
que el título valor es emitido[;] por dicha razón, si no se hubiere señalado
expresamente en el título valor cuál es su fecha de vencimiento, deberá entenderse
que esta es de un año, contado desde la fecha de emisión. Art. 218 LTV.

FACULTAD DE DERECHO 517


Versión de julio de 2023
§ 362 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

¿Puede renovarse el plazo de vencimiento del certificado bancario?


El plazo de vencimiento de los certificados bancarios en moneda nacional o extranjera
puede ser renovado si así ha sido previsto en el título valor o, si no se hubiese
señalado expresamente lo contrario. Esto es, si no se efectúa indicación alguna,
deberá entenderse que el plazo es renovable en forma indefinida y sucesiva, por el
mismo lapso señalado en el título valor, con la capitalización de sus intereses.
Si el certificado bancario señalara en forma expresa que su plazo de vigencia no es
renovable, solo generará los intereses que se hubieren acordado desde la fecha de
su emisión hasta la fecha de su vencimiento.
Transferencia.
¿Cómo se transfiere los certificados bancarios?
Si el certificado bancario es al portador su transferencia operará mediante una simple
entrega o tradición. Pero si fuera a la orden, la transferencia del certificado bancario
se producirá [por] endoso, sea en forma privada o a través de los mecanismos
centralizados de negociación (rueda de bolsa).
No obstante, los efectos de la transferencia de los certificados bancarios serán
similares a los de cesión de derechos (sic)2, dado que por disposición de la ley la
transferencia de estos documentos está exenta de la responsabilidad solidaria que
caracteriza al endoso de los títulos valores.
Esto quiere decir que solo la empresa emisora y sus garantes serán los únicos
obligados al pago. No siendo [responsables] los endosantes del título valor, por lo
tanto, solo procederá la acción cambiaría directa, más no la de regreso. Art. 218 y 222
LTV.
Ejercicio de las acciones cartulares.
¿Se requiere de protesto para ejercitar la acción cambiaria directa?
Para ejercer procesalmente la acción cambiaria directa y para que el certificado
bancario tenga mérito ejecutivo, no se requiere de protesto ni de formalidad
sustitutoria alguna. por lo tanto, para que el tenedor pueda ejercer dicha acción
cambiaría bastará únicamente el vencimiento de plazo y el incumplimiento de la
obligación.
Como ya hemos señalado, solo procederá la acción cambiaría (sic) contra la empresa
financiera emisora del certificado bancario y sus eventuales garantes, porque los
posteriores endosantes del título valor no se constituyen en obligados solidarios en
vía de regreso. Art. 22 LTV.

2 Este es un error del autor que afecta a la sustancia de su exposición. Lo único que tiene en común
este endoso con la cesión de derechos es que no tiene el llamado efecto vinculante o de
responsabilidad, es decir, que no genera responsabilidad solidaria en vía de regreso para el endosante,
ya por disposición legal. Esto, por otro lado, está previsto con alcance general que pueda ocurrir en el
art. 39.1 LTV.

518
Notas de Títulos Valores § 364

II. EL VALOR DE PRODUCTO AGRARIO


Introducción legal y concepto3.
La L. 28055 (LVPA), vigente desde el 9 de agosto de 2003, crea el Valor de Producto
Agrario (VPA), como título valor a la orden y transmisible por endoso.
El VPA representa la obligación del emitente de entregar al tenedor una determinada
cantidad de productos agropecuarios en una fecha futura cierta, señalada en el mismo
título valor. Sus características, son las siguientes:
Emisión y circulación.
El VPA puede emitirse por cualquier producto agropecuario natural, procesado o
industrializado, producido por el emitente y en cualquier momento del proceso
productivo.
Con excepción del primer endosante, los siguientes endosantes no asumen
responsabilidad solidaria.
La emisión del VPA no libera al emitente y al primer beneficiario de las obligaciones
contractuales de entrega y pago asumidas en contratos de compraventa, celebrados
sobre los mismos productos descritos en el VPA de manera privada o a través de las
bolsas de productos.
El VPA puede ser emitido por productores agropecuarios o agroindustriales que
operen como personas naturales o jurídicas o por las asociaciones o cooperativas que
los representen. Los productores pequeños, así definidos por el Ministerio de
Agricultura, podrán emitir VPA a través de las asociaciones o cooperativas que los
representen.
Al momento de la emisión del VPA, el valor de los productos que represente no podrá
ser menor a 15 UIT vigentes a esa fecha.
El emitente o primer beneficiario podrá constituir a favor del tenedor del VPA
cualquiera de las garantías personales y reales admitidas por la LTV. La descripción
de los bienes entrados en garantía se hará en el VPA o en el documento anexo que
pudiera adherirse. Tratándose de bienes inmuebles o muebles con registro, deberá
dejarse constancia en el VPA de las referencias registrales de su constitución.
Si los avalistas o fiadores hubieren entregado las garantías, responderán por la
entrega de los productos descritos en el VPA.
Ejercicio de los derechos incorporados.
El incumplimiento de la entrega del producto por el emitente en la fecha convenida,
faculta al tenedor del VPA a optar por la venta directa y extrajudicial de los bienes
constituidos en garantía, si así se hubiere establecido en el VPA, o por la venta judicial.
En el caso de inmuebles, el precio por el que se enajene en venta directa no podrá
ser inferior al 75% del valor establecido en el VPA y la venta debe hacerla una
empresa del sistema financiero nacional autorizada a operar comisiones de confianza
o fideicomisos, distinta del ejecutante.

3 En esta reproduzco sustancialmente un somero informe publicado en Internet bajo el título “Informe
Servilex”, la referencia a la LVPA y por lo demás anónimo. Se trata tan sólo de un vistazo de conjunto
a la entonces novedosa regulación legal, que en realidad resulta insuficiente sin la debida concordancia,
al menos, con todo lo expuesto en la Parte General de este material.

FACULTAD DE DERECHO 519


Versión de julio de 2023
§ 366 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

En caso de incumplimiento de pago por parte del primer beneficiario que hubiera
asumido la calidad de obligado principal, el tenedor del VPA podrá exigir
indistintamente al emitente la entrega del producto o el pago del dinero al primer
beneficiario. El cumplimiento de la entrega de los productos por parte del emitente lo
libera de la obligación de entrega asumida en contratos de compraventa celebrados
con el primer beneficiario que haya endosado el VPA, no liberándose este último de
su obligación de pago asumida frente al emitente y como obligado principal del VPA.
Los VPA podrán ser negociados en las bolsas de productos y se emitirán en el formato
estandarizado aprobado por las bolsas de productos. Esta norma incluye el contenido
del VPA.

520
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

III. Parte
Títulos de tradición

Versión de julio de 2023


UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 1
LOS TÍTULOS DE TRADICIÓN EN GENERAL1
SUMARIO: I. CONSIDERACIONES GENERALES.— 367. Noción, clasificación y
regulación. 368. Origen y evolución histórica. 369. Los títulos representativos en la
evolución de la traditio. II. CARACTERIZACIÓN DE LOS TÍTULOS DE TRADICIÓN.—
370. Los títulos de tradición y la relación contractual subyacente. 371. Contenido
declarativo de la emisión de un título representativo. 372. Función económica de los
títulos de tradición. 373. Naturaleza jurídica: el título de tradición como verdadero
título valor. 374. Concurrencias y divergencias con la fisonomía cartular general.
III. EL DERECHO REAL INCORPORADO: LA POSESIÓN MEDIATA.— 375. Planteamiento.
376. Las teorías sobre el “efecto real” de los títulos de tradición. 377. Apreciación
crítica desde la regulación positiva comparada. 378. Toma de postura: concordancia
fundamental del ordenamiento nacional con la teoría representativa. IV. CICLO VITAL
DE LOS TÍTULOS DE TRADICIÓN.— 379. Creación y emisión. 380. Circulación y
legitimación. 381. Circulación del título y circulación de las mercaderías.
382. Cumplimiento e incumplimiento de la prestación.

I. CONSIDERACIONES GENERALES
Noción, clasificación y regulación.
Los denominados títulos de tradición, de disponibilidad o representativos (de
mercancías)2 son una de las instituciones más interesantes del Derecho Mercantil, y
uno de los procedimientos más importantes, en el comercio moderno, para facilitar la
circulación de los bienes3.
La propia denominación de títulos de tradición pone ya de manifiesto que nos hallamos
en presencia de unos títulos que sirven a fines de entrega; es decir: es un género
peculiar de títulos valores, cuya característica básica radica en que su entrega o
transmisión (la de los títulos) produce los mismos efectos que la traditio material y
efectiva de las mercancías representadas4. Y así, por ejemplo, VON GIERKE los define
incluyendo no sólo la referencia a la incorporación del derecho a obtener la entrega
de unas mercancías, sino que también precisa:

1 Tomo la mayor parte de este Capítulo de las Lecciones inéditas del Prof. GARCÍA-PITA sobre los títulos
de tradición en general, con cierto grado de resumen, alguna variación del orden de los temas y una
todavía muy somera (e incompleta, en especial a partir del § 375, en pp. 499 y ss., infra) adaptación a
nuestro derecho positivo y a mis propias posturas sobre las cuestiones fundamentales del Derecho de
los títulos valores.
2 Sobre las distintas denominaciones, vid. FIORENTINO,A.: "Titoli di credito", cit., 2º ed., p. 108.

3 VICENTE y GELLA,A.: "Los títulos...", cit., p. 164.


4 TOMILLO URBINA,J.L.: "Los depósitos de mercancías en Almacenes generales", edit.
CIVITAS,S.A./CONSEJO GENERAL DE LOS COLEGIOS OFICIALES DE COMERREDORES DE
COMERCIO, 1ª ed., madrid, 1994, p. 269.

— 523 —
§ 367 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“...y en los que la entrega (tradición) del título sustituye a la entrega de las
mercacías...”5.
Por mi parte, considero que los títulos de tradición o representativos de mercaderías
se podrían definir como:
“Aquellos títulos valores emitidos por quien recibe unas mercancías para su
custodia —a título de depósito o para su transporte—, y que incorporan el
derecho del tenedor a obtener la restitución y, simultáneamente, la posesión y
disponibilidad de las mercancías a las que se refieren”6.
Los títulos de tradición se incardinan en aquella clasificación de los títulos valores que
los diferencia y agrupa atendiendo a su contenido; es decir, a las relaciones jurídicas
incorporadas en ellos y a los derechos que confieren a sus titulares7.
Son títulos típicamente vinculados a relaciones contractuales causales muy
determinadas (transporte y depósito de mercancías). Según esto, los títulos
representativos de mercancías o de tradición se integran en dos grandes categorías8:
1) los títulos de depósito (certificado de depósito y warrant), y
2) los títulos de transporte: carta de porte (terrestre o aérea), conocimiento de
embarque y documento de transporte multimodal negociable.
Este hecho hace que sea frecuente en el Derecho comparado que el régimen de esos
tipos contractuales específicos incluya la regulación de los propios títulos, como
ocurría también en nuestro país antes de la entrada en vigor de la actual LTV.
Además, las diferentes modalidades del propio transporte suelen ser objeto de
regulaciones bastante diferentes. Especialidades y diferencias, a veces debidas a los
distintos momentos de su desarrollo histórico, que han generado divergencias en la

5 GIERKE, J. Von.: cit., p. 112. DUNFEE/GIBSON/BLACKBURN/McCARTY/BRENNAN.: cit., 2ª ed., p. 584.


6 En términos parecidos: DIAZ MORENO,A.: "Los títulos de tradición", en JIMENEZ SANCHEZ,G.J. y
otros.: "Derecho mercantil", t. II, 4ª ed., p. 178.
7 ASQUINI,A.: "Títoli...", cit., ps. 102 y s. BOLAFFIO,L.: "Derecho mercantil (Curso general)", cit., p.
384. LOCHER,E.: cit., p. 19, aunque el autor -para ser más precisos- sitúa a los títulos de tradición o
representativos de mercancías en una posición intermedia, entre los títulos "de crédito" y los títulos -
verdaderamente- "jurídico-reales", que sería los títulos que atribuyen un derecho "in re aliena", como la
hipoteca (obligaciones hipotecarias). El criterio es -a nuestro modo de ver- cuando menos, discutible: en
primer término, porque la posesión, esencial para que los títulos de tradición produzcan su eficacia
real/traditoria, también es un derecho real. Y, en segundo lugar, porque los títulos más estrictamente
jurídico-reales también incorporan, o pueden incorporar, derechos de crédito: el crédito dineraria
garantizado con la Hipoteca, propio de las citadas obligaciones hipotecarias [Sobre la condición jurídico-
real de los títulos de tradición, y su incardinación en la clasificación de los títulos-valores por su objeto,
vid., también: VICENTE y GELLA,A.: "Los títulos...", cit., ps. 151 y 162 y ss. LANGLE RUBIO,E.:
"Manual...", cit., t. II, p. 90. PENDON MELÉNDEZ,M.A.: "Los títulos representativos...", cit., ps. 17 y ss.
Sin embargo, entre la Doctrina alemana, los títulos representativos suelen incardinarse -por algunos
autores- en una clasificación de los títulos-valores, que atiende al criterio de su función económica. Y, en
este sentido, los títulos de tradición se clasifican por cuanto sirven al objetivo de facilitar la circulación
de las mercancías. Vid. RICHARDI,R.: cit., ps. 10 y s.].
8FERRI/ANGELICI/FERRI.: cit., 9ª ed., p. 774. JÄGGI,P.: cit., p. 73, define los títulos representativos de
mercancías -"Warenpapiere"- como los documentos de depósito y de transporte, que poseen el carácter
de títulos-valores.

524
Notas de Títulos Valores § 367

regulación de cada modo de transporte —terrestre, aéreo y marítimo— que no pocas


veces termina reflejándose en el régimen de sus títulos propios.
Es más, en el caso de los marítimos y aeronáuticos, se suscita más fácilmente el
problema adicional de la relación entre transporte y el fletamento. Mas el fletamento,
que no debería confundirse nunca con el transporte, posee su propio soporte
documental (la póliza de fletamento) documento que ni representa la mercancía ni es
tampoco título valor, pues sólo documenta la obligación de poner el buque a
disposición del fletador.
En algunos de los ordenamientos que poseen una Ley general de títulos valores existe
también alguna regulación de los títulos de tradición en general. Pero esas
disposiciones comunes sobre los títulos de tradición no obstan a que, a su vez, cada
uno de los títulos reciba su propia regulación independiente. Así sucede:
1) En el Derecho italiano, donde el art. 1996 CC it.9 trata en general “dei titoli
rappresentativi”, entre las disposiciones generales sobre los títulos de crédito.
2) En el Derecho suizo, el art. 1153 OR alude a “[l]os títulos representativos de
mercancías emitidos como títulos-valores por un almacenista o por un porteador”.
En cambio, cuando dicho código regula concretamente los contratos de transporte
y de almacenaje, no trata de los títulos típicos de estos contratos, salvo para hacer
alguna breve alusión, precisamente porque ya posee unas normas generales
sobre los títulos de tradición, dentro del régimen general de los títulos valores10.
3) El art. 7 UCC estadounidense trata de los títulos representativos (documents of
title), y hace ciertas referencias a ellos en las secs. 1-201 (15) y 1-201 (45) UCC11
(disposiciones de contenido básicamente definitorio).
El Derecho alemán, en cambio, solo regula algunos títulos específicos, de los que se
dice que son representativos de mercancías o de tradición. De modo similar proceden
Francia y España, que tampoco poseen una normativa general sobre los títulos de
tradición, sino que regulan cada uno de estos documentos por separado.
Nuestro ordenamiento, cuenta también con una “Parte General” reguladora de los
títulos valores, pero apenas se refiere en ella a la categoría de los títulos de tradición.
Las únicas alusiones en la LTV son indirectas, y no se refieren solo a los títulos de
tradición, sino también a los de participación. Se trata de los arts. 12 y 13 LTV, que
tratan de los bienes “mencionados” o “representados por el título valor”. El panorama
de las normas positivas referidas con alcance general a todos los títulos de tradición
se completa en nuestro país con el art. 903 CC, que regula la tradición documental,
que no es otra que la que se realiza mediante estos títulos. El art. 1580 CC, que regula
la compraventa sobre documentos, en cuanto se refiere a los títulos de tradición, no

9FIORENTINO, A.; Titoli di credito, cit., 2º ed., p. 108, niega valor normativo al mencionado precepto del
Codice civile, inspirado en el precedente art. 456 ant. CdC it., atribuyéndole un valor meramente
descriptivo; por esa razón no sería, en su opinión, vinculante para el intérprete.
10JÄGGI,P.: cit., p. 73, quien señala que a los "Warenpapiere", el OR suizo les dedica solamente algunos
preceptos comunes (los arts. 1153 a 1155 OR, junto con los arts. 902 y 925 ZGB).
11
WHITE, J.J. y SUMMERS, R.S.: "Handbook of the Law under the Uniform Commercial Code", edit.
WEST PUBLISHING Co., 2ª ed., St. Paul, Minn., 1980, p. 783. STONE, B.: cit., p. 307.

FACULTAD DE DERECHO 525


Versión de julio de 2023
§ 368 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

hace otra cosa, en mi opinión, que aplicar el principio ya expuesto en el art. 903 CC al
caso concreto del contrato de compraventa.
Junto a los títulos representativos tipificados en las leyes internas, existen otros
documentos utilizados en el tráfico internacional de mercaderías, que no siempre
merecen la calificación de títulos-valores12.
Origen y evolución histórica.
Tratándose de títulos vinculados a los específicos contratos de transporte y depósito,
parece lógico suponer una clara relación histórica entre el tipo contractual “causal” y
la aparición y evolución de los títulos correspondientes. En definitiva, dichos contratos,
las empresas profesionalmente dedicadas a su realización y los propios documentos
desempeñan funciones económico-jurídicas conjuntas13.
En realidad, los almacenes para el depósito de mercaderías son, como institución,
muy anteriores no sólo a la aparición de los títulos representativos y a la de los títulos
valores mismos, sino incluso a la propia aparición del Derecho Mercantil. Existían ya
en la Antigüedad, en Egipto, Grecia y Roma —como también, y muy
prominentemente, en el Perú, en época precolombina—, con el simple fin de
conservar las mercaderías y distribuirlas en épocas de escasez14. Pero por entonces
no existían documentos como los actuales títulos representativos de mercancías. Es
posible que hubiera fenómenos de tradición ficta, pero lo que no era es una traditio
symbolica o per chartam, como sucede con el uso de los títulos representativos. Para
asistir a la aparición de éstos es preciso aguardar a una época muy posterior.
Dado que el uso de títulos representativos de mercancías era práctica mercantil ya
bien consolidada en el s. XVI, en las ciudades del Adriático, parece necesario fijar su
origen en un momento anterior15.
1) Para los títulos del transporte podría situarse en la práctica comercial observada
en el puerto de Trani durante el s. XI, porque los estatutos de esa ciudad obligaban
a los capitanes de buques a llevar un libro de cargamentos, que tuvo una

12 FAVARO,M.: "I trasporti internazionali. Tipologie, assicurazioni, INCOTERMS., imballaggi, norme,


modelli", edit. IPSOA. EDITORI, SRL., 1995, p. 20. HORN, N.: § 363, en HEYMANN/EMMERICH.: cit., t.
IV, p. 263, quien señala que en el ámbito del transporte cabe apreciar la existencia de una amplia gama
de documentos, relativos a las mercancías. El transporte moderno, especialmente el transporte
internacional, funciona con un cúmulo de nuevos documentos, que los Códigos tradicionales no conocen,
bien sea porque se refieren a nuevos medios de transporte, o porque sustituyen a los títulos tradicionales,
como sucede con los “conocimientos de embarque” simplificados, dotados de menor eficacia jurídica.
13 SEGAL, R.: "Warrants y certificados de depósito. Instrumentos de crédito mobiliario", edit. ABELEDO-
PERROT, Bs. Aires, 1994, p. 23. El autor añade que esa función es -además- "unitaria", lo que me parece
más bien dudoso. Si con ello quiere significar que existe un vínculo económico e histórico entre estas
instituciones, he de reconocerlo. Pero disiento si con ello quiere significar que la función es “única” y la
misma, porque no cabe confundir la “causa” o función económica del contrato de transporte (traslación
geográfica onerosa ) o de depósito (custodia y guarda de bienes ajenos) con la función de los títulos de
tradición mismos: ésta no puede referirse ni a la custodia ni a la traslación geográfica de las mercancías
representadas, sino que tiene que ver más bien con la transmisión de las referidas mercancías y su
“monetización”. Así lo demuestra, creo, la asincronía, discordancia o no coincidencia cronológica entre la
aparición de los títulos representativos, y la práctica de las operaciones a las que se encuentran vinculados.
14 SEGAL, R.: cit., ps. 12 y s.
15 MITCHELHILL, A.: cit., p. 1.

526
Notas de Títulos Valores § 368

significación y un régimen jurídico especiales16. Sin embargo, este libro-registro


todavía no podría compararse con los títulos representativos; era un simple libro
“contable” (al menos, lato sensu), sin virtualidad ni funciones circulatorias. Y aún
habría de experimentar una evolución socio-jurídica, al compás de la
independización de los porteadores marítimos, respecto de los comerciantes,
desde el momento en que estos últimos dejaron de acompañar a las mercancías
en los buques: mientras duró ese “acompañamiento”, los registros de cargamentos
solo formaban parte de los libros del buque, sin que apareciese un verdadero
recibo emitido por el capitán hasta más tarde17. Cuando los comerciantes-
cargadores dejan de acompañar a las mercancías en los buques que las conducen
a los puertos de venta, la recepción de la carga por los capitanes comienza a exigir,
en lugar de una mera constancia contable, la emisión de documentos-recibo, que
se convertirían en los gérmenes de los futuros títulos representativos propios del
transporte.
2) Parece que el origen de los títulos de almacenaje es posterior18: los llamados
almacenes generales de depósito, en su aspecto moderno (diferentes de los
antiguos, como los horrea publica romanos o las qullqas incaicas), aparecieron en
Holanda e Inglaterra, durante la segunda mitad del siglo XVIII19. Los docks
portuarios ingleses ofrecían a su clientela la protección y custodia de las
mercancías desembarcadas, tanto frente a las inclemencias del tiempo, como
frente a los hurtos y el pillaje. Así, en 1799, la West India Dock Company o
Compañía de Almacenes Generales de las Indias Occidentales obtuvo
autorización real para abrir unos almacenes sometidos a un profundo control
público y a una intensa vigilancia sobre las mercancías20. Estos docks emitían unos
documentos denominados warrants, que acreditaban la recepción de las
mercancías en almacén, y que servían para facilitar la venta de las mercancías,
todavía embaladas, en el momento de llegada al puerto de destino. En esta función
cuasifinanciera residía la diferencia con los almacenes de la Antigüedad. De
Inglaterra, la institución de las compañías de almacenes y de sus títulos de
mercancías, habrían de pasar a Francia, Italia y España. El CdC es. de 1829 no
reguló estos documentos, aunque no resultaran desconocidos para la doctrina de
la época21. Los warrants llegaron a España a través de la influencia directa del

16 BRADGATE/ SAVAGE.: cit., p. 490. MITCHELHILL, A.: cit., p. 1.


17 Cfr. MITCHELHILL, A.: cit., p. 1.
18 Vid. sin embargo la visión alternativa de estos datos históricos que ofrece un autor nacional en el §
383, en pp. 517 y ss., infra.
19 SEGAL, R.: cit., p. 13, parece -por su parte- situar el origen histórico de estos títulos en Holanda, aunque

en una época algo posterior; de hecho: un siglo después. Y, en este sentido, se limita a señalar que la
legislación más antigua sobre la materia está constituida por la Ley holandesa de 26 de agosto de
1822, que iría seguida por otra Ley holandesa, de 31 de marzo de 1828. De todos modos, el mismo autor
reconoce que, siquiera la institución de los Almacenes generales de depósito, había surgido, ya, con
anterioridad.
20 PENDÓN MELÉNDEZ, M.A.: "Los títulos representativos...", cit., ps. 245 y s., nota <1>
21MARTÍ DE EIXALÁ, R.: "Instituciones del Derecho mercantil de España", 6ª ed. notablemente
adicionada y puesta al corriente de la legislación y la jurisprudencia por. M. Durán y Bas, edit. LIBRERIA
DE ALVARO VERDAGUER/ LA PUBLICIDAD. LIBRERIA DE D. BONIFACIO GOMEZ, 6ª ed., Barcelona/
Madrid, 1873, p. 331.

FACULTAD DE DERECHO 527


Versión de julio de 2023
§ 369 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

derecho francés, que ya contaba con una regulación sobre ellos22. Sendas Leyes
españolas de 9 de julio de 1862 y 19 de octubre de 1869 autorizaron a las
compañías generales de almacenes de depósito para que emitiesen resguardos
nominativos, a la orden o al portador, por los frutos o mercaderías que hubieren
admitido en depósito23. El CdC es. de 1885 les dedicó finalmente un tratamiento
más bien insuficiente (unos pocos artículos sobre el resguardo de depósito en
almacenes generales24), adoptado a su vez por el texto original de nuestro propio
CdC.
Los títulos representativos en la evolución de la traditio.
Desde otra perspectiva, señala GARRIGUES que los títulos representativos de
mercaderías constituyen la última fase evolutiva de la traditio. Partiendo del sistema
del título y modo propio de la transmisión de la propiedad y de la constitución de los
demás derechos reales en nuestro derecho histórico, parece que será siempre
necesario un acto real de efectiva transmisión de la posesión de la cosa: la tradición25.
Originalmente, esta traditio se refería a la posesión material de la cosa corporal, mas
con el paso del tiempo ese acto real de entrega fue espiritualizándose y evolucionando
hacia formas simbólicas. Así, al ampliarse el concepto de tradición, se degradaba o
erosionaba paralelamente su significación material26. En la Edad Media se desarrrolla
un complejo sistema de tradición de la posesión mediante signos y palabras, y la
entrega de los propios contratos (o, más bien, documentos contractuales), que pasa
a considerarse como equivalente de la transmisión de las cosas mismas
representadas en ellos (traditio instrumenti habet vim traditionis rei); representación
simbólica que hoy nos resulta familiar y que se adivina presente, por ejemplo, en el
art. 424 HGB27.
Pues bien, muchos ordenamientos jurídicos modernos, como el español, conocen
actualmente las siguientes posibilidades28:
1) Tradición material, por desplazamiento posesorio inmediato de la misma cosa.
2) Tradición material sin desplazamiento posesorio material de las mercancías, que
se sustituye por actos que confieren un poder exclusivo directo, sobre las cosas;
sería el supuesto de la entrega de las llaves del almacén donde está depositada la
mercancía.

22 PENDÓN MELÉNDEZ, M.A.: "Los títulos representativos...", cit., p. 247.


23 MARTÍ DE EIXALÁ, R.: "Instituciones...", cit., 6ª ed., p. 331.
24JOANIQUET, A.: "Los préstamos sobre mercancías en las Leyes mercantiles. Génesis de la pignoración
de mercancías en el Derecho mercantil español. La emisión de "warrants" en el Código de comercio y sus
deficiencias. Experiencias que, para su reforma, nos ofrece la legislación europea. Las franquicias
portuarias ofrecidas por el "warrant". Orientaciones para el comerciante que moviliza el valor mercancía",
impr. IMPRENTA LUIS PLANAS, Barcelona, 1930, ps. 43 y ss.
25 GARRIGUES, Tratado..., cit., t. II, p. 760; Curso…, cit., t. III, p. 123.
26 GARRIGUES, Tratado..., cit., t. II, p. 760.
27 Cfr. GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, p. 761, señala que las tradiciones per chartam son el antecedente
directo de los títulos de tradición. RODIÉRE, R. y DU PONTAVICE, E.: "Droit maritime", edit. DALLOZ,
11ª ed., París, 1991, ps. 266 y s., en relación con el "Conocimiento de embarque", que es el título
representativo de la mercancía. Cfr. también HUECK/ CANARIS, Derecho…, cit., pp. 265-275 (§ 23).
28 RECALDE CASTELLS, A.: "El Conocimiento de embarque y otros...", cit., ps. 994 y ss.

528
Notas de Títulos Valores § 370

3) Traditio ficta de la posesión, esto es, en forma espiritualizada o convencional: la


entrega material de la posesión, o incluso de un objeto que confiera el poder real
inmediato, se sustituye por la existencia de un acuerdo consensual entre las
partes, que ex voluntate consienten en la mutación de poseedor.
4) Ausencia de cualquier traspaso de la posesión material, aunque el ordenamiento
eventualmente atribuya los mismos efectos que a la tradición a otro acto,
generalmente documental. Así sucede cuando se trata de bienes incorporales,
porque en éllos no cabe la posesión. O bien cuando se recurre a la redacción de
escritura pública (caso de la llamada tradición instrumental). No se ha de confundir
este supuesto con el segundo, pues con las llaves del almacén sí que confiere un
control o poder directo, y en cierto sentido inmediato sobre las mercancías, cosa
que aquí no sucede, porque mediante el instrumento nunca se tendrá el poder
directo sobre las mercancías.
5) Finalmente, en esta línea evolutiva, GARRIGUES defiende que la tradición ficta en
forma conjuntamente simbólica (observable ya en la fase descrita por el segundo
supuesto precedente) e instrumental (la del supuesto inmediatamente anterior)
tiene su manifestación más importante, evolucionada y característica en la entrega
de los documentos referentes a las mercaderías en poder de transportistas y
almacenistas como forma de tranferirlas: en el tráfico, entonces, el título representa
la mercancía misma. De ahí su denominación como título de tradición: porque sirve
para sustituir -con su entrega- la de las mercancías mismas29.

II. CARACTERIZACIÓN DE LOS TÍTULOS DE TRADICIÓN


Los títulos de tradición y la relación contractual subyacente.
Los títulos representativos o de tradición poseen una serie de rasgos comunes e
identificadores, que se refieren:
1) tanto a su contenido ideológico y jurídico,
2) como a sus funciones económicas, o
3) a sus conexiones con la relación contractual subyacente.
Comenzaré por tratar de este último punto, para continuar después, en apartados
sucesivos, con los dos primeros. Finalmente, en los últimos apartados de esta sección
exploraré cómo realizan los títulos de tradición su naturaleza de títulos valores y hasta
qué punto comparten la fisonomía general que a tales instrumentos confiere la Ley.
El título valor es un instrumento jurídico aplicable, en principio, a todos los derechos
patrimoniales que no resulten intransferibles, y por tanto puede incorporar en su texto
un crédito sobre una prestación consistente en la entrega de una cosa material,
fungible o no. Por consiguiente, el contenido de un título valor puede consistir también
en un crédito cuyo objeto sea una prestación de dar, pero no de contenido pecuniario,
sino relativa a cosas muebles distintas del dinero, mercancías30. Pero para hablar de

29GARRIGUES, Tratado..., cit., t. II, p. 761; Curso…, cit. t. III, pp. 123-124. RUBIO GARCIA-MINA,J.: cit., ps.
46 y s. RESCIGNO,M.: "Titoli rappresentativi e circolazione delle merci", edit. DOTT.A.GIUFFRÈ, Milán,
1992, p. 7.
30
LANGLE RUBIO, E.: "Manual...", cit., t. II, ps. 90 y s. RUBIO GARCIA-MINA, J.: cit., p. 45. VICENTE Y
GELLA, A.: "Los títulos...", cit., ps. 162 y s. ALI/ CCUSL.: cit., p. 540. FERRI/ ANGELICI/ FERRI.: cit., 9ª

FACULTAD DE DERECHO 529


Versión de julio de 2023
§ 370 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

títulos de tradición se ha de tratar de cosas específicas, en el sentido de que, aunque


fueran cosas genéricas y fungibles por su naturaleza (como era la regla común
inicial31), estén ya especificadas o individualizadas (cfr. sec. 7-207 UCC32).
Para poder emitir este tipo de títulos valores, entonces, es imprescindible que las
mercancías o efectos se encuentren, ya, en poder del emisor. Hay una estrecha
conexión entre el derecho a la entrega de las mercaderías que va detentar el poseedor
legítimo del título y el hecho de la posesión material o inmediata de ellas por su emisor.
Por eso, quien tiene en su poder un título así sabe que responde a la existencia real
de un objeto externo que el emisor del título custodia. Y esta es la base sobre la que
se sustenta el rasgo más característico de los títulos representativos: su aptitud para
representar la posesión de las mercancías a las que se refieren.
Los títulos de tradición, entonces, tienen en común que se emiten contra la recepción,
por su emisor-deudor, de las mercancías cuya restitución se promete: los títulos que
se emiten con ocasión de los contratos de depósito—y de depósito regular33— o de
transporte. El depositario o porteador emiten títulos justificativos de la recepción de
las mercancías, a la vez que incorporan el deber de restituirlas precisamente a la
persona que presente tales títulos34. El hecho de la recepción de las mercancías,
confesado en estos documentos es absolutamente esencial y distintivo, porque es
sobre esa base que se construye el efecto jurídico-real que los caracteriza35.

ed., p. 774. SCHLEGELBERGER/ HEFERMEHL.: cit., t. IV, 5ª ed., ps. 357 y s., respecto de la
"kaufmännische Anweisung", que puede tener por objeto la orden de entregar mercancías, y no sólo dinero
o títulos-valores. HORN, N.: comentario al § 363, en HEYMANN/ EMMERICH.: cit., t. IV, p. 255.
31 DUNFEE/ GIBSON/ BLACKBURN/ McCARTY/ BRENNAN.: "Modern Business Law", cit., 2ª ed., p.
584.
32 RUBIO GARCIA-MINA.: cit., p. 45. PENDON MELÉNDEZ, M.A.: "Los títulos representativos...", cit., p.

20. ASQUINI, A.: "Titoli...", cit., p. 103. FERRI/ ANGELICI/ FERRI.: cit., 9ª ed., p. 774. MESSINEO, F.: cit.,
t. I, p. 87. WHITE/ SUMMERS.: cit., p. 783. STONE, B.: cit., p. 308. ALI/ CCUSL.: cit., p. 546.
33 JEANTIN, M. : "Droit commercial...", cit., 3ª ed., p. 219. JUGGLART/ IPPOLITO/ DUPICHOT/
GUÉVEL.: "Traité...", cit., t. IIº, "Les Effets...", 3ª ed., p. 212. DUNFEE/ GIBSON/ BLACKBURN/
McCARTY/ BRENNAN.: "Modern Business Law", cit., 2ª ed., p. 584.
34 JUGGLART/ IPPOLITO/ DUPICHOT/ GUÉVEL.: "Traité...", cit., t. IIº, "Les Effets...", 3ª ed., ps. 212 y

ss. FERRI/ ANGELICI/ FERRI.: cit., 9ª ed., p. 774. STONE, B.: cit., ps. 308 y s., respecto del art. 7º, UCC.,
cuando señala que la aplicación de este artículo presupone o comporta -igualmente- la aplicación del
Derecho de los Depósitos en sentido amplio ("Law of bailments"). Un "bailment" existe cuando un "bailee"
se encuentra en posesión legal ("lawful possession") de unos bienes, pero no a título de dueño. Esta
circunstancia lo somete a un deber de "ordinary care", respecto de esos bienes.
35En este sentido, p.e., refiriéndonos al Derecho comparado, hay que hacer notar cómo el § 424, HGB.
condiciona la eficacia real del reguardo de depósito al hecho de que la mercancía haya sido recibida por el
depositario almacenista:
"Si se ha emitido un resguardo de depósito por un almacenista ["Lagerhalter”], que pueda ser
transmitido por endoso, la entrega del resguardo a aquel que esté documentalmente legitimado
para recibir las mercancías, de acuerdo con el tenor del título, tendrá los mismos efectos que
la entrega de la mercancía, propiamente dicha, cuando el bien haya sido recibido por el
almacenista".
Parecida disposición se contiene, tanto en el § 450 como en el § 650, HGB. respecto de la "Carta de Porte"
["Ladeschein"] y del "Conocimiento de Embarque" ["Konossement"], al que el propio precepto califica de
"Traditionspapier", ya que únicamente cuando la mercancía se halla en poder del Almacenista, o del
Porteador, es posible que la disposición sobre el documento equivalga jurídicamente a la disposición sobre
la mercancía. En este sentido, la doctrina germana hace notar que las cosas deben haber sido recibidas,

530
Notas de Títulos Valores § 371

Todas esas características separan a este tipo de títulos valores de otros que
incorporan derechos de crédito sobre mercancías y cosas36. Por ejemplo, esos otros
“títulos a la orden mercantiles” que en Alemania regula el art. 363 HGB, o las lettere
di derrate italianas, más o menos paralelos a las “órdenes para la entrega de frutos”
antiguamente reguladas en nuestro CdC, o a nuestro actual VPA. Todos ellos son
otros títulos valores referidos a la entrega de mercaderías o, en general bienes
indeterminados, fungibles37 o no, que jamás podrían tomarse por o confundirse con
los verdaderos títulos de tradición. Esa distinción fundamental se basa en que estos
incorporan efectivamente, en el soporte documental, un derecho a obtener la
restitución de las mercancías, que vienen especificadas en el propio título38.
Contenido declarativo de la emisión de un título representativo.
En cuanto a su contenido ideológico, es preciso diferenciar en él una doble dimensión:
1) por una parte, la función que podríamos denominar confesoria; y
2) en segundo lugar, su vertiente obligatoria.
El aspecto confesorio de estos títulos implica que ellos incorporan el reconocimiento,
por parte del depositario o porteador, de haber recibido una serie de mercancías para
ser almacenadas o transportadas; por tanto, implica también que su posesión se basa
en un título jurídico que obliga a su restitución: el transporte o el depósito. Los títulos
representativos de mercancías surgieron inicialmente como meros recibos (receipts)
que acreditaban la recepción de las mercancías, que así reconocía su emisor39. De

sea en custodia, por el almacenista, o bien por el aapitán u otro representante del fletador, para ser
transportadas, como condición "sine qua non" para que se produzca la eficacia real ["dingliche Wirkung"]
del Resguardo o del Conocimiento, hasta el punto de que la emisión de estos títulos-valores solamente
puede tener lugar, produciendo esta eficacia real, en la medida que haya tenido lugar el depósito
del bien, en poder del Depositario o bien en la medida en que el Porteador haya venido a recibir su
posesión material [ BAUMBACH/DUDEN/HOPT.: cit., 26ª ed., p. 787. HUECK/ CANARIS, Derecho…, cit.,
pp. 270-272 (§ 23). HELM, J.G.: Comentario al § 450, HGB., en VV.AA.: "HGB. Staub
Grosskommentar", 15. Lieferung, "Frachtgeschäft", edit. WALTER DE GRUYTER, Berlín/N.York,
1993, p. 379].
36FERRI/ ANGELICI/ FERRI.: cit., 9ª ed., p. 774. MARTORANO, F.: "Titoli di credito", cit., p. 141. VICENTE
Y GELLA, A.: "Los títulos...", cit., p. 164. DIAZ MORENO, A.: "Los Títulos de tradición", en JIMENEZ
SANCHEZ, G.J. y otros.: cit, t. II, 4ª ed., p. 178. RECALDE CASTELLS, A.: "El Conocimiento de Embarque
y otros documentos del transporte", edit. CIVITAS, S.A., Madrid, 1992, p. 39, en relación con el documento
representativo, en el ámbito del transporte marítimo.
37HORN, N.: en HEYMANN/ EMMERICH, cit., t. IV, p. 255. SCHLEGELBERGER/ HEFERMEHL.: cit., t.
IV, 5ª ed., p. 358. SEDATIS, L.: cit., p. 180.
38 PENDON MELENDEZ, M.A.: "Los títulos representativos...", cit., p. 315.
39 BOI, G.M.: "La Lettera di trasporto marittimo. Studi per una disciplina uniforme", edit.
DOTT.A.GIUFFRÈ, Milán, 1995, ps. 6 y ss. SASSOON, D.M.: "C.I.F. and F.O.B. Contracts", edit. SWEET
& MAXWELL, 4ª ed., Londres, 1995, p. 113, respecto de la definición del Conocimiento de embarque
("Bill of Lading"), que lo caracteriza como un documento emitido por el porteador o su agente consignatario,
reconociendo que las mercancías han sido cargadas a bordo de un determinado buque.
BRADGATE, R. y SAVAGE, N.: "Commercial Law", edit. BUTTERWORTHS, 1ª ed.,
Londres/Dublín/Edimburgo, 1991, p. 490 ó MITCHELHILL, A.: "Bills of lading: Law and practice", edit.
CHAPMAN & HALL, N. York, 1982, ps. 21 y s. quienes señalan que el "Bill of lading" se configuró en su
nacimiento como un simple "bailment receipt for goods". DUNFEE/ GIBSON/ BLACKBURN/ McCARTY/
BRENNAN.: cit., 2ª ed., ps. 584 y 586. SCHOENBAUM, T.J.: "Admiralty and Maritime Law", edit. WEST
PUBLISHING Co., St. Paul, Minn., 1987, p. 296. HORN, N.: en HEYMANN/ EMMERICH, cit., t. IV, ps. 258

FACULTAD DE DERECHO 531


Versión de julio de 2023
§ 371 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

hecho, aún hoy depositarios y porteadores emiten a veces documentos que no son
verdaderos títulos valores, pero que sí contienen un reconocimiento de la recepción
de las mercancías. Ello los convierte, en una primera etapa, en documentos
probatorios40. Su ulterior transformación en títulos valores propiamente dichos no ha
eliminado esa función probatoria de la recepción de mercaderías.
Esa función probatoria también se despliega sobre el contrato mismo que motiva su
emisión. En este sentido, estos documentos incorporan más o menos por extenso o
por remisión el clausulado de estos contratos41, constituyendo prueba:
1) sobre su existencia como negocios jurídicos, y
2) también sobre su contenido obligacional.
Muchas de las menciones que han de reunir reproducen las cláusulas contractuales42,
de modo que siguen teniendo la función legal básica de probar el contrato, al mismo
tiempo que facilitan el derecho de disposición sobre la mercancía43. Por ejemplo, el
conocimiento de embarque representa un elemento de prueba casi privilegiado
respecto de la existencia y contenido del contrato de transporte marítimo, cuando no
se haya suscrito una póliza diferente44. Y no solo incluyen las condiciones particulares
de cada contrato, sino también las condiciones generales preestablecidas por el
porteador o almacenista45.
Por lo que hace a la vertiente obligatoria, estos títulos dan a sus legítimos tenedores
el derecho a obtener la entrega de ciertas mercancías o frutos que se encuentran en
tránsito o depositadas en almacén general46. Esta dimensión obligatoria del título,
unida a su función probatoria de la existencia y contenido del contrato causal,
concurren en un punto: determinan la obligación de efectuar el servicio, en los
términos del clausulado contractual que se recoge o refiere en el documento47.

y s. SCHLEGELBERGER/ HEFERMEHL.: cit., t. IV, 5ª ed., p. 369. VON GIERKE, J.: cit., p. 113, quienes
aluden a que contiene un reconociemto de recepción -"Empfangbekäntnis"-, respecto de las mercancías.
VIDAL SOLA, A.: "El Conocimiento de embarque, en el Transporte internacional", s/f., p. 57.
RECALDE CASTELLS, A.: "El Conocimiento de embarque y otros documentos del transporte
marítimo", en C.D. y C., 1994, nº 15, diciembre, p. 113.
40 SCARDULLA, S.: "I titoli rappresentativi di merci (Le polizze di carico, le fedi di deposito, le note di
pegno)", en PIERI/ SCARDULLA.: "I titoli di credito non cambiari", cit., p. 259, sobre los recibos que emiten
los Almacenes de depósito. JÄGGI,P.: cit., p. 73.
41 BRADGATE/ SAVAGE.: cit., p. 492.
42 Cfr. BOI, G.M.: "La Lettera di trasporto marittimo...", cit., p. 7. MITCHELHILL, A.: cit., p. 22, aunque
cita como supuesto excepcional, frente a esta caracterización como transporte, el caso en que los
conocimientos se hayan emitido, previa "charter-party". SASSOON, D.M.: cit., p. 113.
43 MITCHELHILL, A.: cit., p. 22. PENDON MELENDEZ, M.A.: "Los títulos representativos...", cit., ps. 235 y s.
44 VIDAL SOLA, A.: "El Conocimiento...", cit., p. 57.
45 RECALDE CASTELLS, A.: "El Conocimiento de embarque y otros...", cit., p. 112.
46 JÄGGI, P.: cit., p. 73. MESSINEO, F.: cit., t. I, p. 87.
47Cfr. en esa línea, el art. 1996 CC it. y el art. 463 del Codice della navigazione it.; el art. 614 HGB el art.
1 de las Reglas de Hamburgo; entre otras normas comparadas. Igualmente, VON GIERKE, J.: cit., pp. 113
y 115; MITCHELHILL, A.: cit., p. 4.

532
Notas de Títulos Valores § 371

Pero, además, los títulos representativos de mercancías también atribuyen al tenedor


legítimo una determinada potestad o dominación sobre las mercancías representadas
en él48, que a su vez es el presupuesto del poder de disposición sobre las mercancías
a que aludo a continuación. Algunos, que consideran estos títulos como causales,
tienden a interpretar que el título incorpora tanto los derechos contractuales como los
posesorios referidos a la entrega de las mercancías, y a las mercancías mismas.
Otros, que tienen una concepción más abstracta de los títulos de tradición, afirman
que tal disposición versaría solo y precisamente sobre los derechos posesorios sobre
las mercancías: el poseedor del documento posee las mercancías por medio de otra
persona (es un poseedor mediato), mientras que el emisor del título (depositario o
porteador) posee la mercancía para otro; incluso hay quien dice que la posee por otro,
es decir, nomine alieno: como nudus minister del verdadero poseedor jurídico49.
En tercer lugar, estos títulos no sólo atribuyen un derecho a la entrega futura, ni sólo
un derecho de posesión, sino también un derecho actual de disposición sobre las
mercancías y frutos a los que se refieren. De esta forma, el título sustituye a la
mercancía representada, en la circulación. Ello permite, por ejemplo, transferir la
propiedad sobre los bienes depositados o en tránsito merced a la mera transmisión
de los documentos representativos50. Se discute si esto deriva de la pretendida
posesión mediata o cuenta con una entidad propia e independiente51.
Pero no todos los títulos de tradición se limitan a contener obligaciones no pecuniarias
y determinados tipos de dominación y disposición real sobre mercancías. También es
posible que incorporen derechos de crédito de contenido dinerario. Esto ocurre con
los warrants, efectos de comercio también denominados resguardos de garantía o
cédulas pignoraticias, títulos generalmente accesorios, separables del cuerpo de un
certificado de depósito principal ya emitido, con la función de proporcionar una
garantía real pignoraticia, que recae sobre mercancías depositadas. Mas, como esa
pignoración se establece en garantía de un crédito, la Ley permite que tal crédito se
incorpore en el warrant, pasando a formar parte de su contenido. En este sentido, la
doctrina francesa ha calificado al warrant como:
“Un pagaré a la orden que incorpora la promesa de su suscriptor de pagar una
suma dineraria al tenedor, o a la orden de éste, en una fecha determinada;
promesa que está garantizada por una prenda sobre mercancías depositadas
en un almacén general, o que permanecen en poder de su propietario”52.
Más aun, cuando el crédito dinerario garantizado con prenda esté representado en el
warrant será transmitido por el acreedor mediante el endoso junto con el propio título.

48 SCARDULLA, S.: "I titoli rappresentativi...", cit., p. 228.


49 MESSINEO, F.: cit., t. I, p. 88, quien refiere la figura a la del poseedor precario del art. 2115, Cod.civ.it.
50WHITE/ SUMMERS.: "Uniform Commercial Code", cit., p. 782. TOMILLO URBINA, J.L.: cit., ps. 269 y s.
HERNANDEZ MARTÍ, J.: "El Transporte de mercancías", en BARONA VILAR, S., ESPLUGUES MOTA,
C. y HERNANDEZ MARTÍ, J.: "Contratación internacional (Doctrina, Jurisprudencia, Formularios y
legislación", edit. TIRANT LO BLANCH, Valencia, 1994, p. 530. Vid. sobre esto los §§ 375 a 378, en pp.
527 y ss., infra.
51STONE, B.: "Uniform Commercial Code in a nutshell", cit., p. 307, en relación con la Secc. 7-101 del
art. 7º UCC. de los EE.UU.
52 ROBLOT, R.: "Les effets...", cit., ps. 12 y 453.

FACULTAD DE DERECHO 533


Versión de julio de 2023
§ 372 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Igualmente, la obligación así incorporada en el warrant autoriza a su titular a ejercitar


la acción personal para reclamar el pago.
Función económica de los títulos de tradición.
La función económica de los títulos de tradición puede contemplarse en dos
perspectivas; para ser más precisos, cabe distinguir:
1) una función inmediata, y
2) otra función mediata.
La función económica inmediata de los títulos de tradición se orienta, sobre todo, a
facilitar o permitir una disposición real sobre cosas almacenadas o en curso de
transporte, sin necesidad de cambiar su situación física o local53. Los títulos de
tradición constituyen así uno de los instrumentos jurídicos más útiles para facilitar la
circulación de los bienes corporales.
Ciertamente, dicha transmisión podría tener lugar por el procedimiento ordinario de
ceder el derecho a su entrega (simple cesión ordinaria). Sin embargo, tal
procedimiento resulta insatisfactorio e insuficiente para las necesidades del tráfico
comercial, pues el tradens no posee ningún signo sensible de su titularidad54. Y con
la plena vigencia del principio de causalidad propio de la adquisición derivativa
ordinaria, el tradens y el accipiens encontrarán difícil acreditar su legitimación, lo que
dificulta la ulterior enajenación de las mercancías. Amén de perjuicios, como la
oponibilidad al accipiens de toda clase de excepciones personales y el sometimiento
a todos los derechos reales del poseedor inmediato55.
Los títulos de tradición permiten eludir los referidos inconvenientes, pues producen el
singular efecto de sustituir la circulación material de unas mercancias por la de unos
documentos (verdaderos títulos valores) que las mencionan o representan56. Pero
poseen un alcance más amplio y también un significado más profundo, pues permiten
a su propietario negociarlas, disponer de ellas o gravarlas, aunque estén en posesión
material de otro (el obligado a su custodia), merced a la disposición sobre el propio
documento representativo57. Los títulos de tradición, entonces, no solo manifiestan de
un modo singular y propio, como es lógico, la función general, común a todos los títulos
valores, sino que poseen también una peculiaridad, vinculada al tipo de derecho (la
dominación posesoria real) que se quiere movilizar. Quien posee un título de tradición
puede enajenar o empeñar las mercancías por él representadas con notable facilidad,
porque la entrega del documento opera una traditio symbolica, con la misma eficacia
traslativa o constitutiva que tendría la entrega material. Así, los títulos de tradición
posibilitan, por ejemplo, la venta de las mercancías que se encuentran en viaje,
utilizando una coyuntura favorable de reventa, lo que permitirá al comerciante

53GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, p. 764. DÍAZ MORENO, A.: "Los títulos de tradición", cit. en JIMÉNEZ
SÁNCHEZ, G.J. y otros.: cit., t. II, 4ª ed., p. 179. SEGAL, R.: cit., p. 57. HORN, N.: Comentario al § 363, en
HEYMANN/ EMMERICH.: cit., t. IV, p. 260. SCHLEGELBERGER/ HEFERMEHL.: cit., t. IV, 5ª ed., p. 372.
54 HUECK/ CANARIS, Derecho…, cit., p. 265 (§ 23).
55 Ibid.
56 VICENTE Y GELLA, A.: "Curso..." cit., t. II, p. 164. MEIER-HAYOZ/ VON DER CRONE.: cit., p. 336.
57 ZÖLLNER, W.: cit., 13ª ed., p. 145. BRADGATE/ SAVAGE.: cit., p. 491. LANGLE RUBIO, E.: "Manual...",
cit., t. II, p. 91. MARTÍ DE EIXALÁ, R.: "Instituciones...", cit., 6ª ed., p. 331.

534
Notas de Títulos Valores § 373

revendedor reembolsarse rápidamente de los gastos sufridos para la adquisición


primera, recuperando el capital invertido en la importación58.
Sin embargo, desde una perspectiva mediata, los títulos de tradición cumplen una
función de un alcance económico mayor. En concreto, destaca su importantísimo
papel coadyuvante de la movilización y capitalización empresarial de mercancías
inmovilizadas, sea porque representen stocks sin colocación inmediata, o por hallarse
en tránsito, durante un período de tiempo potencialmente prolongado59. Así, por
ejemplo, respecto de los títulos representativos emitidos en los contratos de depósito
y almacenaje, se ha dicho que la emisión de los certificados de depósito, pese a ser
una operación accesoria del contrato principal, alcanza una significación práctica
mayor, porque proporciona dos o tres interesantes y no siempre bien conocidas vías
alternativas de financiación bancaria, a saber:
1) el préstamo y
2) la apertura de crédito, garantizados ambos por la prenda de las mercancías,
operada a través de los warrants, y
3) el descuento de los mismos warrants60.
Naturaleza jurídica: el título de tradición como verdadero título valor.
Para establecer cuál es la naturaleza de los títulos de tradición, hay que partir de la
base de que se trata de documentos que mencionan o se refieren a una determinada
mercancía —ya sea en tránsito o depositada—, y que permiten a su poseedor no sólo
reclamar su restitución o entrega, sino incluso disponer de ella, pese a carecer de su
posesión material o directa, sin recurrir a la cesión ordinaria de los derechos
personales a su entrega. Esta elusión de la cesión ordinaria se logra, precisamente,
mediante la disposición sobre los referidos documentos, de modo que —otra vez—
nos encontramos con un documento que sirve de instrumento o vehículo para la
transmisión del derecho en él descrito, mencionado o incorporado en él, con la
particularidad de que, en este caso, es un derecho relativo a cosas corporales.
La entrega del título, cuando el que lo ha suscrito se halla en posesión material de la
cosa, produce los mismos efectos que la tradición real de ella. Desde esta perspectiva,
se trata de títulos de crédito que dan derecho a recibir unas cosas corporales, pero
que incorporan además a favor de su poseedor un poder de disposición sobre esas
mismas cosas, igual al que tendría si ellas ya le hubieran sido materialmente
entregadas. Esto significa que los títulos de tradición, en una primera aproximación,
versan sobre unos (determinados) derechos que, en principio, son derechos de
crédito, cuyo ejercicio está condicionado a la posesión y exhibición del documento,
que es prácticamente lo mismo que decir que se trata de verdaderos títulos valores.
De hecho, dadas sus características especiales, los títulos de tradición replantean en
toda su crudeza buena parte de las disputas doctrinales en torno a la noción del título
valor. Por ejemplo:

58 MESSINEO, F.: cit., p. 88. RODIÈRE/ DU PONTAVICE.: cit., 11ª ed., p. 267. ZÖLLNER, W.: cit., 13ª ed., p. 145.
59 TOMILLO URBINA, J.L.: cit., p. 269.
60 TOMILLO URBINA, J.L.: cit., ps. 40 y ss.

FACULTAD DE DERECHO 535


Versión de julio de 2023
§ 373 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

1) el problema de la unicidad o dualidad de negocios y obligaciones (causal o


cartácea) y de si el documento crea derechos nuevos (carácter constitutivo) o solo
documenta derechos antecedentes (carácter declarativo);
2) y el de cuál es el momento en que nace y el fundamento (legal no negocial,
negocial-unilateral, negocial-contractual, etc.) de los derechos incorporados.
Pues bien, parece obvio que:
1) Los títulos de tradición no son constitutivos. En efecto, la relación jurídica de
transporte o de depósito nace antes de la emisión del título y con independencia
de ella, al celebrarse el respectivo contrato; contratos que, además, son
habitualmente consensuales o, si acaso, reales —como ocurre con el depósito en
muchos ordenamientos—, pero no propiamente formales.
2) Y, además, se presentan como títulos causales, en el sentido de tener causa
indiscreta61 y típica, pero la verdad es que son títulos bastante abstractos en el
plano material o sustantivo, ya que gozan de lo que los alemanes denominan
Nichtakzesorietät (“no accesoriedad”) respecto del negocio causal subyacente62.
Como ya sabemos, sin embargo, ninguno de estos aparentes obstáculos (carácter
meramente declarativo e indiscreto o causal) obsta al reconocimiento de que se trata
de verdaderos títulos valores, aunque su régimen jurídico no sea coincidente del todo
con el de los títulos cambiarios más tradicionales (letra de cambio, cheque y pagaré).
Para empezar, a favor de tal calificación está el testimonio del derecho positivo mismo
que, además de aludir indirectamente a ellos en la Parte General (cfr. arts. 12 y 13
LTV)63, los regula individualmente en su Parte Especial:
1) el certificado de depósito y el warrant, dada su estrecha conexión, conjuntamente
en los arts. 224 a 239 LTV;
2) el conocimiento de embarque, en los arts. 246 a 250 LTV; y
3) las cartas de porte (terrestre y aérea) en los arts. 251 a 254 LTV.
Pero lo verdaderamente decisivo para afirmar o negar su condición de verdaderos
títulos valores, como obligan a admitir las conclusiones sentadas en la Parte General,
es si en los títulos de tradición se aprecia la efectiva presencia de los cuatro caracteres
esenciales o delimitadores del concepto estricto de “título valor”, a saber:
1) la documentalidad,
2) la patrimonialidad,
3) la circulatoriedad, y
4) la incorporación.
La demostración de los dos primeros caracteres la doy por sentada, dada su obviedad.
Vale la pena, sin embargo, detenerse en los otros dos: la circulatoriedad (que
presupone su esencial transmisibilidad) y la correlativa incorporación.

61 DIAZ MORENO, A.: "Los títulos de tradición", cit., p. 178.


62 HUECK/ CANARIS, Derecho…, cit., pp. 260 y 261 (§ 22).
63
Algo similar ocurre en otros ordenamientos jurídicos, como atestiguan los arts. 1996 CC it. y 1153
OR suizo, así como la sec. 7-104 UCC estadounidense, o también el art. 19 LGTOC mex.

536
Notas de Títulos Valores § 373

La esencial transmisibilidad de los títulos de tradición es evidente, dada su regulación


como:
1) títulos “a la orden natos” (caso del certificado de depósito y del warrant; cfr. art.
224.1 LTV), o
2) títulos que pueden emitirse, indistintamente, de modo nominativo, a la orden o al
portador (caso del conocimiento de embarque y de las cartas de porte; cfr. arts.
248.1 y 253.1 LTV, respectivamente).
Podríamos afirmar que, en nuestro ordenamiento, los diversos títulos de tradición
poseen un régimen de transmisión que los hace susceptibles o idóneos para ser
negociados rápida y reiteradamente. Esto, porque, ya sea de forma explícita y directa
(caso de los títulos del transporte), ya de modo implícito (en el caso del certificado de
depósito y del warrant64), nuestras leyes reconocen que cada uno de los distintos
títulos de tradición puede ser emitido en forma nominativa, a la orden o al portador.
Así pues, estos documentos se configuran como esencialmente transmisibles; es más,
constituyen específicamente un instrumento de circulación de los derechos que
incorporan; es decir, tienen “destino circulatorio” o circulatoriedad propiamente dicha.
Y como es obvio, esa circulatoriedad se anuda y se entrelaza precisamente con la
Verkörperung o incorporación característica de los títulos valores, que como hemos
visto por extenso es el nexo entre la cosa corporal (documento, título) y la incorporal
(derecho o derechos patrimoniales) tal, que la posesión de la primera es necesaria
para el ejercicio de la segunda. En este sentido, el destinatario de las mercancías
deberá recibir la posesión del documento, porque esta constituye un elemento
imprescindible para el ejercicio del derecho cartular. Además, el acto de disposición
sobre el título de tradición, igual que sobre cualquier otro título valor, requiere la
entrega del documento para su plena eficacia65.
Así pues, resulta indudable que existe, en todos y cada uno de los títulos de tradición,
no sólo una esencial transmisibilidad sino una verdadera circulatoriedad o destino
circulatorio, así como una correlativa incorporación del derecho en el documento. Y
esto último, bien entendida la expresión en su sentido metafórico (es decir: indicativo
de la elusión de las formas y riesgos circulatorios típicas de la cesión de créditos), o
como equivalente a la existencia de un vínculo económico-jurídico, entre contenido (el
derecho) y continente (el documento), que los une a ambos en una unidad dinámica
de destino económico66. Este rasgo se aprecia, muy especialmente, en algunas
legislaciones iberoamericanas, como los arts. 19 y 20 LGTOC mex., equivalentes
cercanos y (en parte) hasta literales de nuestros arts. 12 y 13 LTV. De todo lo cual se
concluye que se trata de verdaderos títulos valores, que incorporan el derecho a la
entrega de las mercancías cuya recepción confiesan sus respectivos emisores a quien
exhiba el documento estando debidamente legitimado67.

64 Salvo que este último incorpore simultáneamente el crédito garantizado, y este fuera dinerario, en
cuyo caso lo dispuesto en el art. 23 LTV impediría su giro al portador. Cfr. § 154, en pp. 250 y s., supra.
65 Cfr. RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque y otros...", cit., p. 113.

66 SEGAL,R.: cit., p. 63, quien alude a esta noción como "objetivación del derecho".
67SANCHEZ CALERO,F.: "Instituciones...", cit, t. II, 21ª ed., ps. 518 y s. URIA GONZALEZ,R.: cit., 22ª
ed., p. 1143.

FACULTAD DE DERECHO 537


Versión de julio de 2023
§ 374 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Concurrencias y divergencias con la fisonomía cartular general.


Por otra parte, los títulos de tradición comparten los rasgos comunes de todos los
títulos valores —en principio, todos ellos, sin perjuicio de poseer también una serie de
rasgos diferenciadores o divergentes68—, a saber:
1) la literalidad,
2) la formalidad (¿y correlativa completividad?),
3) la abstracción (en un cierto sentido),
4) la autonomía, y
5) la legitimación.
Por lo que atañe a la literalidad del derecho incorporado en los títulos de tradición, el
ejercicio del derecho está limitado —mejor: el derecho que se pretende ejercer viene
delimitado— por las menciones y cláusulas expresamente incluidas en el título69. Sin
embargo, tal literalidad debería ser calificada como imperfecta o incompleta, porque
se trata de títulos eminentemente causales70 (esto es: títulos de causa indiscreta),
cuyo régimen debe integrarse con elementos externos referidos a los contratos
subyacentes de depósito o transporte. Ahora bien, al respecto hay que tener en cuenta
tres hechos significativos:
1) Las normas sobre estos títulos detallan los requisitos o menciones que ha de
recoger el documento (cfr. arts. 224.1, 247.1 y 252.1 LTV).
2) Pero a veces (arts. 247.2 y 252.2 LTV, sobre el conocimiento de embarque y las
cartes de porte, respectivamente) ellas mismas relativizan la importancia de esos
requisitos o menciones (¿formales?), contra la regla general del art. 1.2 LTV.
3) En la práctica, y un tanto paradójicamente, la mayoría de los títulos de tradición
incorporan por extenso las condiciones generales del contrato causal que motiva
su emisión, dando lugar a documentos enormemente prolijos y minuciosos. Tal
sucede, por ejemplo, con el contrato de transporte marítimo de mercancias, que
suele reflejarse íntegramente en los conocimientos de embarque.
En esa línea, la vocación circulante y “corporeizadora” de los derechos de crédito y
posesorios se refleja en un cierto formalismo de los títulos de tradición, ya que —como
expuse en su momento— la incorporación y —más aún— la documentalidad tienen
mucho que ver con el formalismo del negocio de emisión: no puede haber título valor
si no no hay emisión de un documento; negocio jurídico que debe hacerse ineludible,
y esencialmente por escrito. Y, además, cuando sea necesario, ese formalismo debe
ir unido al ritualismo del título, que deberá contener ciertas menciones, determinadas

68 RECALDE CASTELLS, A.: "El Conocimiento de embarque y otros...", cit., p. 140. GARRIGUES, Tratado…,
cit., t. II, p. 762. DIAZ MORENO, A.: "Los Títulos de tradición", cit., en JIMÉNEZ SÁNCHEZ, G.J. y otros.:
t. II, 4ª ed., ps. 178 y s. SEGAL, R.: cit., p. 60. HELM, J.G.: "Das Dokument des kombinierten Transports -
ein neues Wertpapier-", en VV.AA.: "Strukturen und Entwicklungen im Handels-, Gesellschafts- und
Wirtschaftsrecht. Festschrift für Wolfgang Hefermehl zum 70. Geburtstag am 18. September 1976", edit.
C.H. BECK’SCHE VERLAGSBUCHHANDLUNG, Munich, 1976, p. 68.
69 BOI, G.M.: "La Lettera di trasporto marittimo...", cit., p. 13.
70 SEGAL, R.: cit., p. 62.

538
Notas de Títulos Valores § 374

en cada caso por las normas reguladoras del título en cuestión, más relajadas, como
he adelantado, en el caso específico de los títulos del transporte bajo nuestra LTV.
Acerca de la abstracción, como ya dije, estos títulos son más bien causales, y no
constitutivos, sino más bien declarativos. Mas ello no es óbice para advertir que se
trata de títulos de una causalidad meramente formal, pero con verdadera abstracción
sustantiva (tesis sustentada por PAVONE LA ROSA, DOMINGUEZ GARCIA y otros).
Ciertamente, el derecho a la entrega de las mercancías es anterior a la propia creación
del título, y los títulos tampoco constituyen la causa eficiente del nacimiento del
contrato correspondiente: más bien constituyen documentos facultativos de esos
contratos. En ese sentido, solamente poseen un alcance probatorio71, aunque sí que
poseen carácter constitutivo respecto de la eficacia representativa de la posesión.
Sobre la nota de la autonomía del derecho incorporado en los títulos de tradición, cabe
señalar que, en efecto, cuando su circulación tenga lugar por vía cartácea (esto es,
conforme a su propia ley de circulación), se producirán las consecuencias típicas
vinculadas a dicho carácter. Así, los derechos adquiridos por el accipiens no
necesariamente serán como los poseía su causante, sino, mediando buena fe en su
adquisición, tales como resultaren del título, de modo que se producirá una adquisición
autónoma del derecho incorporado en el documento, con la consiguiente y correlativa
purga de excepciones personales. En este sentido, se llega a afirmar que un título
representativo debidamente negociado puede transferir a sus adquirentes derechos
mayores que los que poseía el transmitente72. Tal autonomía se vincula a o depende
también de la literalidad de los títulos de tradición, en cuanto ésta determina esa
inoponibilidad de excepciones personales: las basadas en hechos, pactos o
circunstancias que no resulten del tenor del título73.
Y en relación con esta materia vuelve a plantearse el problema del carácter causal o
abstracto de los derechos incorporados:
1) indudablemente se trata de títulos causales en lo formal, pero
2) la cuestión de si esa causalidad formal va o no acompañada de una causalidad
sustantiva está mucho menos clara.
Ya he señalado la preferencia de la doctrina italiana reciente por la abstracción
material de los títulos representativos de mercancías. Dicha abstracción que se refleja
igualmente en la relativa inoponibilidad a terceros de buena fe de excepciones
basadas en defectos del propio contrato de depósito o de transporte. En este sentido,
parece que habría que proclamar la imposibilidad de que el emisor del título, sea
porteador o almacenista, oponga excepciones derivadas, por ejemplo, de una
eventual inexistencia de causa de su propia obligación74.
En esta línea, podría plantearse si el contenido del título de tradición, en su aspecto
obligacional, se corresponde o no, absolutamente, con el derecho del depositante o

71MESSINEO, F.: cit., t. I, ps. 88 y s. PENDON MELENDEZ, M.A.: "Los títulos representativos...", cit., p.
237.
72 BOI, G.M.: "La Lettera di trasporto marittimo...", cit., p. 13. STONE, B.: cit., p. 321.
73 BOI, G.M.: "La Lettera di trasporto marittimo...", cit., p. 13.
74BOI, G.M.: "La Lettera di trasporto marittimo...", cit., p. 14. PENDON MELENDEZ, M.A.: cit., ps. 317 y
ss.

FACULTAD DE DERECHO 539


Versión de julio de 2023
§ 374 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

del cargador; es decir: si el derecho incorporado se corresponde con la pretensión,


respectivamente, ejercida mediante la actio depositi o la actio ex recepto. Este punto
debe ser examinado de forma muy cuidadosa, ya que, si bien en ambos casos existe
un derecho a la restitución ex recepto, surgido del contrato de depósito o de transporte
que obligan tanto al depositario como al porteador a entregar la mercancía a otra
persona, esto no significa que la posición del titular del documento sea absolutamente
igual a la del depositante o del cargador75. En concreto, además de la posesión
mediata, los únicos derechos que confiere un título representativo de mercaderías, en
tanto que “causado” o “causal”, son los de índole contractual, no la misma situación
personal y específica del contratante que le permitió celebrar el contrato, esto es, su
condición de propietario que deposita la mercancía, o la embarca para su transporte.
Por lo que se refiere al aspecto de la legitimación, baste lo ya mencionado más arriba
sobre la circulatoriedad de estos títulos —en principio, indistintamente pasibles de
emisión nominativa, a la orden o al portador—, al menos en cuanto a los aspectos
subjetivos (activo y pasivo) de la legitimación. Los arts. 235, 249 y 254 LTV son
igualmente elocuentes sobre la plena vigencia para el warrant, el conocimiento de
embarque y las cartas de porte de la legitimación en cuanto al título mismo.
Pero, así como participan de la fisonomía general de los títulos valores, los
representativos de mercaderías presentan también caracteres propios o especiales.
En concreto, el tenedor del documento tiene una especie de posesión “jurídica” sobre
las mercancías, esto es, una que no se manifiesta como posesión material directa
sobre ellas. Tal posesión “material” corresponde al transportista en cuyo vehículo
están viajando, o al depositario en cuyo almacén se guardan. Incluso si la posición de
“poseedor” de cada uno de ellos hubiera que formularla como una de mero
“detentador” o “servidor de la posesión” (cfr. art. 897 CC) y no de verdadero “poseedor
inmediato” (en dependencia con la del “mediato”), bajo la interpretación de que sólo
“conserva la posesión en nombre de” otro (el cargador o depositante) “y en
cumplimiento de órdenes e instrucciones suyas” (interpretación que, por las razones
que expongo más adelante, no comparto), resultaría siempre que los títulos
representativos:
1) no sólo confieren a su poseedor un derecho de crédito no dinerario (el derecho a
la entrega de las mercancías)76,
2) sino también un derecho actual de disposición sobre la mercancía, más allá de la
mera posibilidad de recuperarla (como sucedería en virtud del simple contrato),
llegando hasta a hacer posible transmitirla o enajenarla mediante el propio título.
En esto, los títulos de tradición difieren claramente de otros títulos (ordini di derrate
italianas, asignaciones de comercio alemanas77 o nuestros propios valores de
producto agropecuario) que, aun confiriendo un crédito para la entrega o restitución

75 RESCIGNO, M.: cit., ps. 95 y s. STONE, B.: cit., p. 309.


76 BROX, H.: cit., p. 370. JÄGGI, P.: cit., p. 73. Así lo reconoce también con carácter general el art. 1996
CC it., cuando dice que los titoli rappresentativi di merci “atribuyen al poseedor el derecho a la restitución
de las mercancías”. FIORENTINO, A.: "Titoli di credito", cit., p. 43. SCHLEGELBERGER/ HEFERMEHL.:
cit., t. IV, p. 372. PENDON MELENDEZ, M.A.: "Los títulos representativos...", cit., ps. 315 y s.
77 Diferencia que hace notar MESSINEO, F.: cit., t. I, p. 99.

540
Notas de Títulos Valores § 375

de mercancías, no llegan a ser verdaderos títulos de tradición, precisamente por la


ausencia de este rasgo78.

III. EL DERECHO REAL INCORPORADO: LA POSESIÓN MEDIATA


Planteamiento.
Ahora bien, como ya he adelantado, la dimensión real de los títulos de tradición nada
tiene que ver con la atribución del dominio o propiedad sobre las mercancías
representadas. El título, por sí sólo, no representa ni confiere la propiedad de las
mercancías, ni tampoco, en general, ningún otro tipo de derecho real, entendido como
“derecho a poseer”79. En los títulos representativos lo que se incopora viene a ser más
bien un derecho de crédito, pero de tal forma que puede ser utilizado como
instrumento para transmitir derechos reales. Dicho de otro modo: hay una aplicación
jurídico-real de la transmisión del documento tal, que permite la transmisión de las
mercancías que en virtud de él se tiene derecho a recuperar80.
La propiedad sobre las mercancías, dice MESSINEO, no entra aquí en juego (salvo de
manera indirecta), porque queda fuera de las relaciones entre quienes intervienen en
la emisión del título. El depositante o el cargador podrían no ser propietarios de la
mercadería cuya recepción reconocen en el título el depositario o el porteador. Pero
incluso cuando aquellos no sean propietarios, estos no dejan por ello de poseer las
mercancías por cuenta de y para el uno o el otro. En efecto, aun ignorando quién sea
el propietario, los receptores de las mercancías reconocen, por el hecho de la emisión
de los títulos, el derecho de la persona que las remite o deposita a recuperarlas81.
Queda clara, por tanto, la dependencia de su “tenencia” o “posesión” de las
mercaderías (“posesión”, por tanto, que habría que calificar de “inmediata”) de la
posesión (simétricamente calificable de “mediata”) que corresponde a y que conserva
la persona de quien las han recibido, sea o no verdadero propietario. El “efecto real”
con que se vincula el título, entonces, está relacionado, más bien, con la posesión; o,
más precisamente, se trata de dos modos de posesión, uno de los cuales recibe su
razón de ser del otro. Es por este motivo que el título sustituye a la mercancía en la
circulación, de modo que la circulación del primero desempeña la misma función y
produce los mismos efectos que la tradición de la segunda82.

78 GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, p. 763, que -en la línea de MESSINEO o de VICENTE Y GELLA- cita el
ejemplo de las "ordini di derrate" italianas. En nuestro país se asimilan a esos otros títulos sobre
mercaderías, pero de naturaleza más bien cambiaria, los valores de producto agrario que estudiamos en
su momento. BROX, H.: cit., p. 370. SCHMIDT, K.: Handelsrecht, cit., p. 619, por el contrario, señala que
un título de tradición (Warenpapier: literalmente, “título de mercancías”) es un documento representa de tal
forma un derecho a la devolución de estas, que la transmisión del documento tiene para la adquisición de
derechos sobre ellas las mismas consecuencias y efectos que la entrega de las mismas mercancías.
79 Disiento, pues, de RUIZ DE VELASCO, A.: "Manual de Derecho mercantil", Deusto, 1992, p. 449, cuando
afirma que confieren la propiedad.
80 RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque y otros...", cit., p. 53.
81 MESSINEO, F.: cit., t. I, p. 103.
82De todos modos, tales efectos traditorios se refieren solo a la transmisión del dominio o a la
constitución de derechos reales (rectius, a la transmisión de la posesión mediata), pero sin afectar en
nada a la transmisión de los riesgos (ZÖLLNER, W.: cit., 13ª ed., p).

FACULTAD DE DERECHO 541


Versión de julio de 2023
§ 376 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Entender todo el alcance de estas afirmaciones y comprender por qué los títulos que
venimos estudiando se denominan también títulos representativos (de mercaderías),
requiere partir conjuntamente de las dos bases, igualmente importantes, que quedan
sentadas en lo que precede, y hacerlas mutuamente compatibles:
1) al ser verdaderos títulos valores, su emisor reconoce haber recibido la mercadería,
plasmando e incorporando en el título el crédito de su legítimo tenedor a exigir su
restitución o devolución; y
2) al mismo tiempo, superan ese límite, al conferir también un derecho de disposición
sobre tales mercaderías.
Lo que aún resta es determinar en qué consiste este poder de disposición. Y las
respuestas a este interrogante son múltiples y variadas:
1) En parte, por el diverso tratamiento que dan los distintos ordenamientos al
fenómeno, generalmente admitido, de la eficacia traslativa de estos documentos83,
diferencias que muchas veces dependen a su vez de sus divergencias en materia
de transmisión de los derechos reales, donde a grandes rasgos hallamos:
a. sistemas dualistas, como los vigentes en España y Alemania; y
b. otros unitarios, como los propios de Francia, Italia o Inglaterra.
2) En parte, también, por las diferentes intuiciones y puntos de vista (“teorías”) de la
doctrina sobre el modo de interpretar la relación entre la operación específica de
los títulos de tradición y las reglas generales que determinan la constitución y
transferencia de los derechos reales. En concreto, en Alemania, donde se origina
la discusión y se extiende a otros países, las posiciones se alinean alrededor de
las (así denominadas):
a. teoría relativa,
b. teoría absoluta, y
c. teoría representativa o “de la representación” (Repräsentationstheorie).
Voy a empezar por examinar estas teorías con cierto detalle para pasar luego a discutir
someramente sus principales implicancias en el contexto de algunos ordenamientos
jurídicos comparados especialmente representativos, para finalmente formular y
justificar una toma de posición adecuada a nuestro propio marco legal.
Las teorías sobre el “efecto real” de los títulos de tradición.
El quid del enfrentamiento entre las teorías absoluta y relativa estriba en que:
1) La teoría relativa defiende que el fundamento de los efectos representativos o de
disposición de los títulos de tradición descansan en y dependen de los mismos
límites y criterios del Derecho Civil o común (concretamente, en Alemania, de los
establecidos en los §§ 931 y 1215 BGB); según esto, el funcionamiento y eficacia
traditoria de los títulos de tradición no supondría ninguna especialidad respecto del
Derecho común, sino que simplemente los reproducirían o serían casos concretos
de su aplicación. En resumen, los §§ 424, 450 y 650 HGB serían especificaciones
normativas del supuesto genérico previsto en el § 931 BGB (adquisición de

83 RECALDE CASTELLS, A.: "El Conocimiento de embarque...", cit., p. 60.

542
Notas de Títulos Valores § 376

derechos reales sobre bienes muebles en tránsito), reproduciendo su mismo


régimen de transmisión de la posesión mediata a través de la cesión del crédito de
restitución: mediante la cesión de una pretensión jurídico-obligacional84.
2) La llamada teoría absoluta considera, por el contrario, que el efecto de los títulos
de tradición sería independiente del régimen y de las condiciones impuestas por el
Derecho Civil en materia de tradición y posesión. Más precisamente, considera
que es independiente de la situación posesoria (Besitzlage), y que constituye un
tipo especial de entrega, que se superpone y se antepone a las modalidades
previstas en el BGB. De este modo, se permitiría transmitir la propiedad mediante
el título, sin necesidad de plantearse el problema de la posesión. Es decir,
mediante estos títulos el Derecho Mercantil vendría a aligerar las formalidades
jurídico-civiles estableciendo nuevas formas de transmisión de los derechos reales,
en las que no habría necesidad de traspaso posesorio: la adquisición de los
derechos reales no derivaría de la posesión de las cosas, sino de la emisión de los
títulos: la entrega de la mercadería es sustituida por la transmisión del título. Habría,
incluso, una ficción de entrega material, aunque seguiría siendo preciso que el
emisor del título haya recibido la mercadería. En cualquier caso, sería indiferente
que haya o no ulterior posesión de las mercancías representadas, ya que, merced
al título, se podrá disponer de ellas aunque el emisor hubiera perdido su posesión85.
Por fin, la teoría representativa comparte aspectos de las dos anteriores y ha
relativizado sensiblemente la cuestión. Señala, en efecto, que si bien se trata de un
fenómeno distinto al contemplado en el § 931 BGB (afirmación que la aproxima a la
teoría absoluta), la eficacia representativa y posesoria del documento depende de la
subsistencia de la posesión material, en poder de quien emite el título (rasgo que
comparte con la teoría relativa). De este modo, el título de tradición solamente
representará la posesión mediata de las mercaderías si, y cuando, el deudor
efectivamente intermedie en la dominación posesoria del tenedor legítimo del título86.
El precepto clave en toda esta discusión es, en Alemania, el § 931 BGB, según el cual:

84 RECALDE CASTELLS, A.: "El Conocimiento de embarque...", cit., p. 65. HUECK/ CANARIS,
Derecho…, cit., p. 266 (§ 23). SCHLEGELBERGER/ HEFERMEHL.: cit., t. IV, 5ª ed., p. 373, quienes
señalan que la "Teoría relativa" hace depender la eficacia representativa de los títulos de tradición de que
también de acuerdo con el Derecho civil sea posible llevar a cabo una enajenación o una pignoración de
las mercancías, según se dispone en los arts. 931 y 1205, BGB. En consecuencia, la transmisión por
medio del título representativo no constituiría, en realidad, ninguna institución que poseyese significado
jurídico propio e independiente. SEDATIS, L.: cit., p. 183, quien afirma que de acuerdo con el sistema del
art. 931, BGB., la transmisión de la propiedad, merced al sistema de los títulos representativos, no resulta
de o representa ninguna ficción jurídica de entrega material. La entrega material no se "finge" por la entrega
del documento, sino que lo que hay es una "cesión del crédito restitutorio", que tiene efectos traditorios,
según el § 931 BGB.
85RECALDE CASTELLS, A.: "El Conocimiento de embarque...", cit., ps. 68 y ss. HUECK/ CANARIS,
Derecho…, cit., pp. 272-274 (§ 23). SCHLEGELBERGER/HEFERMEHL.: cit., t. IV, 5ª ed., p. 373.
SEDATIS, L.: cit., p. 183.
86Esta teoría la defienden, entre la Doctrina alemana, SCHLEGELBERGER/ HEFERMEHL.: cit., t. IV, 5ª
ed., p. 373. VON GIERKE, J.: cit., ps. 115 y s., quienes sostienen que el Conocimiento representa la
mercancía. Su entrega representa la transferencia de la posesión, respecto de la mercamcía... Pero
no se puede hablar de representación, si la mercancía no se halla en poder del Emisor.

FACULTAD DE DERECHO 543


Versión de julio de 2023
§ 376 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

“Si la cosa mueble se encuentra en posesión de un tercero, la entrega de la


misma puede ser sustituida por el hecho de que el propietario ceda al
adquirente el derecho a reclamar la entrega de la cosa”.
Como se puede apreciar, el precepto se enmarca en un sistema que -como resulta del
§ 929- parte de la base de que, para la transmisión ["Übertragung"] de la propiedad
sobre una cosa mueble:
"... es necesario que el Propietario de la Cosa se la entregue al Adquirente y
que ambos estén de acuerdo ("und Beide einig sind"), en que la propiedad deba
ser transmitida...";
es decir: en un sistema basado en la concurrencia del Título y el Modo; un
ordenamiento en el que la propiedad sólo se transmite si el contrato -como título
jurídico traslativo- va unido a un "modo", como la "Traditio"; es decir: si, además del
contrato, ha habido un traspaso posesorio; una atribución de la posesión inmediata
sobre las cosas objeto de tráfico; la suma -en definitiva- del contrato causal, más la
"Einigung" -o acuerdo abstracto de índole traslativa-, más la tradición material del
bien ["Übergabe"]. En ésto consiste la "Entrega"; en un acto bilateral de dar y recibir
corporalmente, el bien de que se trate (87). Sin embargo, esta entrega material
tiende a dejar paso a formalidades más simples ["Übergabesurrogate"], entre las
cuales se halla -precisamente- la entrega de la posesión mediata, que puede bastar
para operar la transmisión de la propiedad y otros derechos reales, sin necesidad de
una "traditio" material de la cosa. Este supuesto podría darse en esa modalidad de
tradición ficta que es el "constitutum possessorium", porque el disponente o
transmitente continúa poseyendo, pero muda el título posesorio, porque -p.e.- ya
no posee a título de dueño, ¡pero sí que posee, a título diferente! (88). Y es
precisamente en el seno de un Sistema jurídico-real de esta índole, donde se justifica,
lógicamente, una disputa como la que vamos a exponer.
Las dos primeras teorías -absoluta y relativa- disputaban entre éllas si el fundamento
de los efectos representativos o de disposición de los títulos de tradición descansaban
en y dependían de los límites y criterios del Derecho civil [concretamente los
establecidos en los §§ 931 y 1215, BGB.], o no; o si, por el contrario, los efectos de
los títulos de tradición eran los mismos o eran independientes del régimen del
Derecho civil: así, la denominada "Teoría Relativa" defendía que el funcionamiento
y eficacia traditoria de los títulos de tradición no supone ninguna especialidad
respecto de la tradición contemplada en el Derecho civil, de forma que los
supuestos contemplados en los §§ 424, 450 y 650, HGB. constituyen una
especificación normativa del supuesto genérico previsto en el § 931, BGB. -relativo
al problema de la adquisición de los derechos reales sobre bienes muebles en tránsito-
, en los que se reproduce el régimen de transmisión de la posesión mediata, a través
de la cesión del crédito de restitución; es decir: mediante la cesión de una
pretensión jurídico-obligacional (89).

87 HUECK/ CANARIS.: cit., p. 199.


88 RECALDE CASTELLS, A.: "El Conocimiento de embarque...", cit., ps. 62 y s.
89 RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque...", cit., p. 65. HUECK/ CANARIS,
Derecho…, cit., p. 266 (§ 23). SCHLEGELBERGER/HEFERMEHL.: cit., t. IV, 5ª ed., p. 373, quienes
señalan que la "Teoría relativa" hace depender la eficacia representativa de los títulos de tradición de que
también de acuerdo con el Derecho civil sea posible llevar a cabo una enajenación o una pignoración de

544
Notas de Títulos Valores § 376

Por otra parte, la posibilidad de adquisición “a non domino" de las mercancías


representadas, tendría lugar, no a través de una ficción, sino -precisamente- como
consecuencia de lo dispuesto en los §§ 934 y 936, BGB., el primero de los cuales
dispone lo siguiente:
"Adquisición de buena fe, mediante cesión de la acción reivindicatoria
["Gutgläubiger Erwerb bei Vindikationszession"]: si la propiedad de una cosa
enajenada de conformidad con el 931 no perteneciera al transmitente
["Veräusserer"], el Adquirente se convertirá -de todos modos- en propietario, si
el Transmitente tuviera la posesión mediata de la cosa, por medio de la
cesión del derecho, si recibe de un Tercero, la posesión de la cosa...",
mientras que el segundo se refiere a la "purga de gravámenes" ["Erlöschen von
Rechten Dritter"], disponiendo que:
"... Si la cosa enajenada está gravada por el derecho de un tercero, este
derecho se extingue con la adquisición de la propiedad.... Si la cosa transmitida,
de conformidad con el artículo 931, no se encontraba en posesión mediata del
transmitente, el derecho del tercero se extinguirá cuando el adquirente reciba
la posesión de la cosa, en virtud de la enajenación...".
Por consiguiente, todo depende de si el Transmitente ostentaba, o no, la posesión
mediata (90), factor que no deja de ser algo que tiene su fundamento en el mismísimo
Derecho positivo condificado en los §§ 931 y ss., BGB.
Asimismo, la concurrencia de la eficacia traditoria ["Traditionswirkung"] depende de
que sea posible fundamentar la concurrencia de análogas consecuencias jurídicas a
las establecidas por el BGB.; es decir: depende de que, también desde la
perspectiva del Derecho civil, sea posible la transmisión o pignoración de la
mercancía. Así, la tradición por medio de un título representativo no es sino un
subtipo del § 931, BGB. Por eso, el transmitente del título representativo debería
ostentar en todo momento la posesión mediata de las mercancías, para poder lograr
su traspaso, con la entrega del título (91).
Frente a esta Teoría Relativa, se han alzado voces que exponían diversos
argumentos: para empezar, uno de índole histórico-jurídica, basado en la
circunstancia de que -de hecho- la existencia de disposiciones sobre títulos de
tradición, en el Derecho alemán, es anterior a la regulación del BGB. Pero, además,
existe o se aduce otro argumento de interpretación -si se quiere- "sistemática", en el

las mercancías, según se dispone en los arts. 931 y 1205, BGB. En consecuencia, la transmisión por
medio del título representativo no constituiría, en realidad, ninguna institución que poseyese significado
jurídico propio e independiente. SEDATIS,L.: cit., p. 183, quien afirma que de acuerdo con el sistema del
art. 931, BGB., la transmisión de la propiedad, merced al sistema de los títulos representativos, no resulta
de o representa ninguna ficción jurídica de entrega material. La entrega material no se "finge" por la entrega
del documento, sino que lo que hay es una "cesión del crédito restitutorio", que tiene efectos traditorios,
según el § 931, BGB.
90 SCHLEGELBERGER/HEFERMEHL.: cit., t. IV, 5ª ed., p. 373.
91 HUECK/ CANARIS, Derecho…, cit., pp. 270-272 (§ 23). SCHLEGELBERGER/HEFERMEHL.: cit., t. IV,
5ª ed., p. 373. VON GIERKE,J.: cit., p. 115, aunque este autor no comparte la teoría a la que nos
referimos. RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque...", cit., ps. 67 y s.

FACULTAD DE DERECHO 545


Versión de julio de 2023
§ 377 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

sentido de que la Teoría Relativa dejaría vacios de contenido los preceptos del HGB.
(92).
Por el contrario, la llamada "Teoría Absoluta" considera que el sistema de los títulos
de tradición es por completo independiente del régimen y de las condiciones
impuestas por el Derecho civil, en materia de tradición y posesión. Más precisamente:
se considera que es independiente de la situación posesoria ["Besitzlage"]; que dicho
Sistema constituye un tipo especial de entrega, el cual se superpone y se antepone a
la aplicación de las modalidades previstas en el BGB., de modo que se permitiría
transmitir la propiedad mediante el título, sin necesidad de plantearse el problema de
la posesión. Es decir, que -de este modo- el Derecho mercantil vendría a aligerar las
formalidades jurídico-civiles estableciendo nuevas formas de transmisión de los
derechos reales, en las que no habría necesidad de traspaso posesorio, ya que la
adquisición de los derechos reales no derivaría de la posesión de las mercancías, sino
de la emisión de los títulos: la entrega de la mercancías, viene sustituida por la
transmisión del título de tradición; existe -pues- una verdadera "ficción de entrega
material", si bien sería preciso que el emisor del título hubiera recibido la entrega de
las mercancías. Pero, en cualquier caso, es indiferente la ulterior posesión, o no, de
las mercancías representadas, ya que, merced al título-valor, se podrá disponer de las
mercancías, incluso aunque el emisor del título haya perdido la posesión de las mismas
(93).
Apreciación crítica desde la regulación positiva comparada.
Sistemas de transmisión de los derechos reales, que rigen en cada uno de éllos. Así,
habría que separar netamente el Sistema germano "del Título y el Modo"; seguido
en España, al igual que en Alemania, y en el que los contratos traslativos del dominio
no poseen, por sí mismos, eficacia directamente real, sino meramente obligatoria: son
"reine obligatorische Verträge", respecto del Sistema de los Contratos con efectos
reales inmediatos ["dingliche Verträge"], que es el que está vigente en Francia, Italia
o Inglaterra.
Sin embargo -y como ha hecho notar RECALDE CASTELLS-, la Doctrina alemana
más reciente viene criticando la disputa doctrinal, y -de paso- las propias tres
doctrinas tradicionales, a las que reprocha un cierto apriorismo, por su tendencia a
solucionar problemas nuevos, acudiendo a esquemas preconcebidos y
adoleciendo de un excesivo dogmatismo, en lugar de preocuparse de las
condiciones precisas de los problemas e intentar resolver éstos, atendiendo a aquéllas
(94). Más, aún: de hecho, parecen injustificados los enormes esfuerzos teóricos, para
diferenciar unas teorías, de otras, cuando muchos de sus resultados y de sus
conclusiones son análogas (95). Como respuesta a estos problemas, se aconseja
tomar como punto de partida dos aspectos, en vez de uno sólo. Ante todo, parece
obvio que resulta ineludible tomar como punto de partida la normativa del Derecho
común, en materia de transmisión de los derechos reales; es decir -por lo que al

92 VON GIERKE,J.: cit., p. 116.


93RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque...", cit., ps. 68 y ss. HUECK/ CANARIS,
Derecho…, cit., pp. 272-274 (§ 23). SCHLEGELBERGER/HEFERMEHL.: cit., t. IV, 5ª ed., p. 373.
SEDATIS,L.: cit., p. 183.
94 RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque...", cit., p. 72.
95 RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque...", cit., p. 72.

546
Notas de Títulos Valores § 377

Ordenamiento alemán se refiere-, los §§ 929 y ss., BGB., y -en especial- el 931. En
consecuencia, habrá que partir de la premisa de que si un documento como -p.e.- el
Conocimiento de Embarque posee "efectos posesorio-traditorios", éllo es debido a
que, al representar un derecho -de crédito- a la entrega de las mercancías, ese
derecho de crédito proporciona indirectamente una forma de posesión: una posesión
mediata. Mas no es éste aspecto -por muy esencial que se le considere- ni el único,
ni suficiente para comprender el contenido de los títulos de tradición, ya que, como
quiera que el derecho de crédito -a la entrega de las mercancías- se encuentra
documentado en un instrumento que ha de ser calificado como título-valor, esta
circunstancia afecta a la total estructura misma de los títulos de tradición,
precisamente porque son tales títulos-valores, y en este sentido habrán de quedar
sometidos a las reglas y principios característicos de este tipo de documentos (96). Se
podría hablar -así- de una Teoría Relativa, ampliada y modificada cartularmente,
de forma que la aplicación del régimen de los títulos-valores determinaría o explicaría
las especialidades, escasas, que concurren en este supuesto (97).
En los ordenamientos latinos inspirados en el sistema del "Code civil" francés, el
sabido que se reconoce a los contratos una eficacia traslativa o real inmediata; la
transmisión de la propiedad se conecta al mero consentimiento. Este Sistema
prescinde de todo formalismo o publicidad posesoria, y la necesidad del "modo"
desaparece, como elemento del acto traslativo (98). Ahora bien, como quiera que en
la transmisión de los derechos reales no están involucrados solamente los intereses
del "Tradens" y el "Accipiens", sino también los intereses de terceros, estos terceros
deben poseer algún medio que les permita conocer quién es el titular de un bien,
sea porque pretendan adquirirlo, o bien porque posean, sobre él, un derecho real de
garantía, etc. Por este motivo, en este Sistema, la Posesión juega también un papel
importante, como lo demuestra, p.e., el régimen jurídico de la adquisición de bienes
"a non domino", que permite al adquirente "bonae fidei" oponerse a la
reivindicación del propietario desposeído (99).
En el Sistema espiritualista, el tratamiento jurídico-positivo de los títulos de tradición
es diverso. Así, mientras que en el Derecho francés no existe ninguna disposición
que reconozca la eficacia jurídico-real de estos títulos, de forma que han sido la
Doctrina y la Jurisprudencia, las que han tenido que ofrecer una elaboración
dogmática (100), en cambio, en el Derecho italiano sí que existe una admisión
expresa, en normas positivas, de la eficacia representativa y dispositiva de los títulos

96 Así, hay que reconocer que, si por una parte, en -p.e.- el Conocimiento de embarque viene recogido un
derecho de crédito a la entrega de las mercancías, a la par que -por otra parte- la Ley positiva le
reconoce a la entrega o transmisión el título una eficacia traslativa, siempre y cuando -y en la medida en
que- proporcione una posesión mediata sobre la mismas, lo cual supone que nos hallaremos en presencia
de un supuesto de cesión de la posesión a través de la cesión de un crédito restitutorio, solo que con
la especialidad de que ese crédito restitutorio se halla documentado en un título-valor [RECALDE
CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque...", cit., p. 73. HUECK/ CANARIS, Derecho…, cit., pp. 272-
274 (§ 23)].
97 RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque...", cit., p. 74.
98 RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque...", cit., ps. 74 y s.
99 RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque...", cit. p. 75.
100 RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque...", cit. p. 80.

FACULTAD DE DERECHO 547


Versión de julio de 2023
§ 377 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

de tradición: tal es el caso del art. 1996, Cod.civ.it. y del art. 463, Cod. della nav.it., en
los que se reconoce que los títulos representativos atribuyen a sus tenedores: un
derecho de crédito a obtener la entrega de las mercancías, más la posesión de las
mismas y el derecho de disponer de éllas, mediante disposición sobre el propio título.
Teniendo en cuenta las consideraciones precedentes, parece que se puede concluir
que, en el Sistema espiritualista, el debate doctrinal que hubo en Alemania, acerca de
la eficacia traslativa de los títulos de tradición, carece de sentido, o por lo menos habrá
de tener un sentido diferente, porque no solamente no se exige la "traditio" para la
transmisión de los derechos reales, sino que ni siquiera se ha reconocido la
separación entre "posesión inmediata" y "posesión mediata" (101). De todos
modos -y por sorprendente que parezca-, en Italia, la cuestión se había planteado,
inicialmente, en términos idénticos a los Derecho alemán, precisamente como
consecuencia de un -indebido- mimetismo con las soluciones aportadas por la
Doctrina germana, pudiéndose apreciar lo que podríamos calificar como el triunfo de
una -por así llamarla- Teoría Relativa inconsciente, de acuerdo con la cual la
intromisión de un título-valor no afectaría, en nada, a los principios generales sobre
la transmisión de lo derechos reales (102). Así pues, el Derecho francés y el italiano
coinciden en reducir la eficacia representativa al ámbito o -mejor- al plano de la mera
posesión circunstancia que algunos [RIPERT, RODIÈRE/DU PONTAVICE] valoran
en términos de escisión subjetiva del "corpus" y el "animus", mientras que otros
ven como un supuesto de posesión por otro [Es decir: posesión “nomine alieno” o
"servidumbre” de la posesión](103). Pero no se piense que esto carece de importancia,
porque, aun cuando es verdad que estos ordenamientos reconocen la eficacia
traslativa del mero consentimiento, también es verdad que establecen una
preferencia adquisitiva, a favor de quien reciba la posesión del bien de que se
trate. En este sentido, recibir la posesión -y los títulos de tradición la proporcionan-
facilita la adquisición del derecho real, porque el Ordenamiento declara que, en caso
de conflicto o de doble venta, será preferida la adquisición de quien obtenga la
posesión, a la adquisición de aquél que únicamente tuviera el mero consentimiento.
En época más reciente, parece abandonarse la referencia a la “traditio”, e incluso
parece que se trata de eludir la referencia a la posesión mediata. En una monografía
sobre la materia, el italiano Matteo RESCIGNO ha sugerido que lo que el Título
representativo confiere es un derecho de crédito y, junto con él, un derecho de
disposición sobre la mercancía, que aparecerían desmembrados y separados, por
ministerio de los arts. 1996 y ss. Cod.civ.it., respecto del derecho de disfrute, vinculado
a la propiedad de la Cosa. Para el Autor, el Cod.civ.it./1942 habla de la Propiedad

101 RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque...", cit. p. 77.


102 RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque...", cit. ps. 78 y s.
FERRI/ANGELICI/FERRI.: cit., 9ª ed., p. 774, cuando afirman que "la justificación lógica de la eficacia
representativa del título, se encuentra en que, estanbdo el derecho a la entrega de las mercancías
incorporado en un título de crédito, el porteados o depositario, poseedores precarios de las mercancías
mismas, poseen 'por quien tenga derecho a la entrega, sea o no propietario", concluyendo que "el Poseedr
del título, según su ley de circulación, es poseedor (mediato) de las mercancías".
103 RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento de embarque...", cit. p. 83. RODIÈRE/DU
PONTAVICE.: cit., 11ª ed., p. 266, quienes señalan que el Conocimiento de embarque es un título
representativo de la mercancia, cuya transmisión transfiere la posesión de la mercancía.
FERRI/ANGELICI/FERRI.: cit., 9ª ed., p. 774.

548
Notas de Títulos Valores § 377

como el "derecho de disfrutar y disponer de una cosa", lo cual sugiere que se trata
de facultades separables; separación que se manifiesta -p.e.- precisamente, en los
títulos de tradición (104).
El Derecho inglés se adscribe, básicamente -aunque con ciertas particularidades-, al
Sistema de contratos con eficacia traslativa directa; es decir: con plena eficacia
real, o -para ser más precisos- de "transmisión por consentimiento" del derecho "in
re". Pese a lo expuesto, la Jurisprudencia británica, empero, venía reconociendo
desde la Sentencia pronunciada en el Caso Lickbarrow c. Mason, de 1794, la
eficacia traslativa de los conocimientos de embarque. En efecto: de conformidad con
esta decisión jurisprudencial, se reconocía la costumbre y práctica de los
comerciantes, de acuerdo con la cual un Conocimiento de embarque que haga que
las mercancías hayan de ser entregadas "a la orden" del cargador en él designado,
es un "título representativo" ("document of title"), de forma que el cargador puede
transmitir la titularidad que posee sobre las mercancías, merced al endoso del título
(105).
En España, y de acuerdo con la doctrina más caracterizada, la adquisición de los
documentos representativos supone la adquisición, por su tenedor, de la posesión
mediata de las mercancías (106). El capitan del barco, el porteador o su agente
consignatario o el encargado del almacén de depósito, en su caso, tendrían la
posesión inmediata, actuando por cuenta del tenedor del documento (por ejemplo, un
banco descontante de letras documentarias), que sería quien, en el presente caso,
habría adquirido los títulos representativos o de tradición107. Dicho de otra forma: los
emisores de los títulos de tradición poseen "por" ó "en nombre" de otro (108);
situación que nuestro Código civil reconoce y contempla, partiendo de la base de la
interpretación conjunta de lo dispuesto en sus arts. 431 y 432, cuando dicen,
respectivamente, que.:
"La posesión se ejerce en las cosas o en los derechos por la misma persona
que los tiene y los disfruta o por otra en su nombre".
Y que:
"La posesión de los bienes y los derechos puede tenerse en uno de dos
conceptos, o en el de dueño o en el de tenedor de la cosa o derecho para
conservarlos o disfrutarlos, perteneciendo el dominio a otra persona".

104 RESCIGNO,M.: cit., ps. 101 y ss.


105 MITCHELHILL, A.: cit., p. 22.
106 RECALDE CASTELLS, A.: cit., p. 108. VON GIERKE, J.: cit., p. 116.
107GARRIGUES, Contratos bancarios, cit., p. 330, afirma que la confianza que suscitaban los documentos
representativos en orden al derecho de restitución es tanto, que obró el “milagro jurídico” de identificar el
derecho con la cosa misma. Y JIMENEZ DE PARGA,R.: cit., p. 248, señalaba la necesidad de un doble
requisito: el título debe referirse a cosas materiales que se encuentren en poder de quien haya de
entregarlas y debe estar suscrito por quien tenga la posesión material de los efectos. MENENDEZ
MENENDEZ,A., "La venta CIF", Madrid, 1955, pag. 44 y ss.; CASSONI,G., "I titoli di partecipazione,
obbligazionari e rappresentativi di merci", edit. CEDAM., Padua, 1978, p. 89.
108 MESSINEO,F.: cit., t. I, p. 101. RUBIO GARCIA-MINA.: cit., p. 47.

FACULTAD DE DERECHO 549


Versión de julio de 2023
§ 378 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

En este sentido, quien tiene derecho a que le sea entregada una cosa frente a un
sujeto que tenga esa cosa materialmente en su poder, ostenta sobre élla una
forma de posesión de las previstas en los preceptos citados (109).
Toma de postura: concordancia fundamental del ordenamiento nacional
con la teoría representativa.
En mi opinón, aunque se podría pensar que los arts. 431 y 432 CC es. contemplan,
más bien al "servidor de la posesión" ["Besitzdiener"], que al "poseedor mediato",
propiamente dicho (110), caben otras interpretaciones, que permitirían salvar este
obstáculo, ya que -ciertamente- lo que sí hemos de reconocer es que el emisor de un
título representativo no puede ser equiparado con un mero servidor de la posesión,
porque el Servidor de la Posesión no es, él mismo, un poseedor: hay una posesión
única -la del poseedor representado en el hecho posesorio-, y un sujeto diferente que
ejercita, en nombre ajeno, la posesión de otro; es decir: la posesión -única, insisto-
que corresponde al otro. Por el contrario, en el caso de los títulos de tradición, hay
dos posesiones conectadas; dos posesiones unidas por un vínculo de dependencia
unilateral -no recíproco- porque sólo una de éllas depende de la subsistencia de otra,
y no a la inversa, ni a la recíproca. Esas dos posesiones son: la directa o inmediata,
que es la que corresponde al porteador o almacenista, y la mediata, que corresponde
al tenedor legítimo del título.
Para llegar a una construcción semejante, es menester reinterpretar la referencia del
art. 431 CC es., para -de este modo- llegar a la conclusión de la defendibilidad de una
teoría de tipo "representativo", pues como -en efecto- la posesión puede ejercerse
por otra persona que nos representa, sería muy fácil ver esa representación
"confesada" por el Porteador o Almacenista, con la misma emisión del título. Desde
esta perspectiva, el art. 432 CC es. constituiría el lógico complemento; la norma "de
cierre" del reproducido art. 431, ya que contempla el problema desde la perspectiva
del "Poseedor". El art. 431, CC es. trata el problema desde una perspectiva o con una
óptica objetiva -en qué consiste la Posesión-, y el 432, CC es., desde la subjetiva:
quién y por quién se puede poseer.... Pero tanto en uno, como en otro caso, el
supuesto de los títulos representativos tiene perfecto encaje.
Pero en el caso de la emisión de títulos representativos, el emisor -que tiene inmediata
y físicamente en su poder las mercancías- no es un mero "servidor de la posesión"
del tenedor del título, no es un "Besitzdiener" que no posee en nombre propio, sino
en nombre del Verdadero poseedor único (111). Todo lo contrario: de lo que se trata
es de un fenómeno de dos posesiones, pero dependiente una, de la otra; un fenómeno
de posesión mediata e inmediata (112); fenómeno que, de no encontrar acomodo en el
art. 431, podría incardinarse en el art. 432, que parece mas sencillo de interpretar en
este sentido. Así, cuando el citado precepto alude a la posesión de una cosa:
1) en concepto de "dueño"

109 RECALDE CASTELLS,A.: cit., ps. 95 y s.


110DIAZ MORENO,A.: "Los títulos de tradición", cit. en JIMÉNEZ SÁNCHEZ,G.J. y otros.: t. II, 4ª ed., ps.
179 y s.
111Que, en este caso, deberá ser considerado como poseedor en términos jurídicos, aunque "por
representante".
112 La posibilidad de varias posesiones concurriendo sobre un mismo objeto está generalmente admitida:
vid. DIAZ MORENO,A.: "Los títulos de tradición", cit., p. 180.

550
Notas de Títulos Valores § 379

2) ... y, por otra parte, en concepto de "tenedor de la cosa o derecho para


conservarlos..., perteneciendo el dominio a otra persona",
describe dos supuestos que -combinados entre sí, y con el régimen del art. 431-
permiten englobar, dentro de sí, una relación jurídica posesoria, como la que se
produce en el ámbito de los títulos representativos de mercancías: el "dueño",
evidentemente, puede poseer, como tal "dueño", a través de otras personas. De estas
otras personas.:
1) unas poseen "en representación" del dueño; posibilidad que contempla el art. 431,
en cuyo caso no poseerán, por sí mismas, sino que serán meras "servidoras" de
la posesión,
2) ... y otras, poseen en concepto de "tenedor" de la cosa o derecho para
conservarlos, en interés -que no en representación- del dueño, etc... Pero como el
"dueño" es poseedor, en cuanto tal "dueño", y como -además- el art. 430, el art.
438 y el art. 439, C.C. es. permiten que se adquiera la posesión "por el hecho de
quedar... sometidos a la acción de nuestra voluntad" las cosas o derechos
poseíbles, incluso por terceros sin mandato, cuya posesión hemos de ratificar para
que también sea nuestra, la conclusión es que del conjunto de los referidos arts.
430, 431, 432, 438 y 439, CC es. resulta la posibilidad de concebir una estructura
posesoria bipolar; de posesión inmediata y posesión mediata, que es -cabalmente-
la propia de los títulos de tradición.
Como consecuencia de esto, resulta facilmente comprensible que -en el caso de una
operación de descuento de letras documentarias- los títulos de tradición puedan ser
transmitidos de forma plena, al igual que las letras de cambio negociadas, pero sin
que por este mismo motivo adquiera el Banco descontante un derecho de propiedad
sobre las mercancias, que contradiría la función colaboradora que desarrolla y el
exacto cumplimiento de las obligaciones derivadas del contrato de compraventa (Todo
lo anterior resulta especialmmente evidente en los ordenamientos francés e italiano,
donde la adquisición inmediata de la propiedad de las mercancías por su comprador
hace imposible que tal derecho pueda ser adquirido por el banco, incluso aunque esta
última reciba los títulos de tradición con un endoso pleno).

IV. CICLO VITAL DE LOS TÍTULOS DE TRADICIÓN


Creación y emisión.
Probablemente sea sabio que los “de tradición”, en el conjunto de los títulos valores,
queden reducidos a una regulación parca, con uso frecuente de técnicas jurídicas de
remisión al régimen general y, en su caso, al más depurado de otros títulos-valores
como la letra de cambio113.
La creación y emisión de los títulos representativos de mercancías comparte los
rasgos comunes a las operaciones correspondientes sobre cualquier otro título valor:
1) posee un aspecto negocial y escritural (creación o confección del título), y,
2) al propio tiempo, un aspecto “real” o externo (su emisión, usualmente mediante su
entrega).

113 RECALDE CASTELLS, A.: "El Conocimiento de embarque y otros...", cit., p. 132.

FACULTAD DE DERECHO 551


Versión de julio de 2023
§ 379 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Esto, porque se requiere de una declaración de voluntad negocial, por parte de su


emisor, que en su momento he preferido calificar, más que como contrato, como
negocio unilateral. En todo caso, su plena eficacia dependerá de la voluntaria entrega
del documento, como expresión de la voluntad de emitirlo. Y puesto que esa entrega
debe tener lugar después de recibidas las mercancías, parece obvio que se trata de
una declaración de voluntad por la que el emisor se compromete a restituir lo recibido.
Por otra parte, en consonancia con esa mixtura o unión de un elemento escritural y
otro “real”, no está de más hacer referencia a los preceptos que prevén la entrega del
título a quien habrá de ejercer el derecho documentado en él. De hecho, en los títulos
que admiten ser emitidos con pluralidad de ejemplares (como el conocimiento de
embarque), los destinados a esa persona son los únicos que merecen la
consideración de títulos valores. La propia Ley dispone que el depositario o porteador
entregará al depositante o cargador el título que corresponda.
Hasta aquí, nada sorprendente: los títulos de tradición se comportan igual que los
demás títulos valores, porque eso es lo que son. Pero sí tienen sus particularidades:
1) tanto en el plano objetivo,
2) como en el plano subjetivo, e,
3) incluso, en el plano funcional.
Por lo que al primer aspecto se refiere, el objeto de los títulos de tradición (objeto
“material”, no las diferentes relaciones jurídicas que constituyen su “objeto” en cuanto
negocio jurídico), ha de consistir necesariamente en cosas (muebles) materiales. No
puede tratarse:
1) ni de puros derechos;
2) ni de servicios;
3) ni de inmuebles.
En relación con el aspecto subjetivo, las normas que regulan los títulos de tradición
disponen que sean emitidos por determinados sujetos:
1) las sociedades anónimas especiales denominadas Almacenes Generales de
Depósito, para los títulos del depósito; y
2) específicamente quien asuma la posición de porteador en la correspondiente
variedad de contrato de transporte, los distintos títulos del transporte.
Adicionalmente a ello, es preciso que el documento:
1) sea emitido a favor de persona distinta del propio porteador o almacenista, y
2) que sea entregado a quien vaya a ejercer los derechos, hecho que deja siempre
abierta la posibilidad de que a su vez los transmita a otros a través de una vía
cartular, dando así cauce adecuado a la imprescindible circulatoriedad.
Desde la perspectiva funcional, en fin, las cosas a las que se refieren estos títulos,
han de ser cosas que ya se encuentren en poder de quien haya de custodiarlas o
transportarlas. En ese sentido, es preciso que la suscripción y la entrega de los títulos
se lleven a cabo por un poseedor material de las mercancías, que las recibe a título

552
Notas de Títulos Valores § 380

de depósito o de transporte, y por consiguiente con obligación de restituirlas114. En


este sentido, son bien claros y explícitos los arts. 224.1 (“contra el recibo de las
mercaderías”), 247.1.g (“fecha en que el Porteador se ha hecho cargo de las
mercancías”) y 252.1.g (“fecha en que el Porteador o Transportista se ha hecho cargo
o recibe las mercancías”) LTV.
Circulación y legitimación.
La circulación de los títulos de tradición depende (como en los demás títulos valores)
de la ley de circulación del documento115, de modo que tampoco en esto presentan
los títulos de tradición mayores especialidades. De todos modos, sobre lo que de
verdad influye este extremo es sobre la que podríamos denominar “circulación
legitimadora”; es decir: la que proporciona al adquirente la legitimación suficiente para
ejercitar, sin otro requisito, el derecho incorporado.
En cualquier caso, los títulos de tradición pueden ser emitidos:
1) en forma nominativa,
2) así como a la orden, y
3) al portador.
Por tanto, podrán transmitirse, respectivamente116:
1) por cesión cartular,
2) por endoso, y
3) por simple entrega.
Sea como fuere, habida cuenta de que en materia mobiliaria nuestro ordenamiento se
adscribe al "sistema del título y el modo”, será preciso que medie un previo negocio
jurídico causal, de eficacia traslativa plena o limitada, con objeto de que, unido a la
entrega de los títulos de tradición; es decir: unido a una verdadera "traditio ficta" o
consensual, determine qué tipo de derecho real -pleno (dominio) o limitado
(prenda)- se confiere al adquirente del título.
En el Derecho alemán, hay que hacer notar que, aun cuando preceptos como los arts.
363, 424, 450 y 650, HGB. presuponen la emisión en forma "a la orden", éllo no
impide que puedan existir, p.e., resguardos de depósito ("Lagerscheine") emitidos
en forma nominativa o al portador (117).
Y, en el caso del Ordenamiento español, el reconocimiento de las tres modalidades
de emisión es más claro. Así, p.e., si el art. 706, nº 5 y 708, CdC es. se deduce que
el Conociiento de embarque -para los transportes de cabotaje- puede emitirse a
nombre de una persona, como título nominativo, o bien -alternativamente- "a la

114VICENTE y GELLA, A.: "Los títulos...", cit., p. 165. Tal criterio aparece -como ya indicábamos, en los
arts. 424, 450 y 650, HGB. BAUMBACH/DUDEN/HOPT.: cit., 26ª ed., p. 787). Además, el documento
emitido debe referirse a mercancías identificadas. BRADGATE/SAVAGE.: cit., p. 491.
GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, p. 769. DIAZ MORENO, A.: "Los títulos de tradición", cit., p. 181.
115

RECALDE CASTELLS, A.: "El Conocimiento...", cit., p. 107.


116VIDAL SOLA, A.: "El Conocimiento...", cit., ps. 66 y s. SCHLEGELBERGER/HEFERMEHL.: cit., t. IV, 5ª
ed., p. 370.
117 Igual sucede en el Derecho suizo (GUHL/MERZ/KUMMER/KOLLER/DRUEY.: cit., p. 810).

FACULTAD DE DERECHO 553


Versión de julio de 2023
§ 380 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

orden" y "al portador", añadiendo que su transmisión se producirçá, según los casos,
por entrega material del documento -conocimientos de embarque al portador-, o por
endoso -conocimientos de embarque a la orden-, a su vez el art. 19, LTM. reafirma
este sistema triple, cuando prevé que.:
"El conocimiento puede ser "nominativo", a la "orden", o al "portador"...",
añadiendo que en el primer caso -cosa que me parece excesiva y desproporcionada-
"no puede ser transmitido más que por cesión", en tanto que -cuando se emite "a la
orden"- el precepto se limita a señalar que "la mercancía será entregada a la orden
del cargador o de un tercero y de los sucesivos endosatarios", para cocncluir que "los
conocimientos al portador, destinados al consignatario, serán transferibles por
entrega material del documento".
A su vez, el art. 194, CdC es., en relación con los resguardos de depósito en
almacén prevé la emisión de los mismos, sea en forma nominativa o al portador,
aunque reconociendo, en el primer caso, la posibilidad de transmisión, sea por vía de
cesión, o por endoso. De todos modos, parece existir una cierta acentuada
propensión a la endosabilidad. Así lo pone de manifiesto el art. 21, nº 1, RD-L. de
22 de septiembre de 1917, sobre Prenda Agrícola, cuando dispone que.:
"Los resguardos de depósito, como los de garantía o "warrant", podrán cederse por
endoso", de modo que el Endoso aparece como mecanismo ideal para la transmisión
intersubjetiva de los títulos de depósito (118), a la par que predomina en el comercio
marítimo, respecto de los conocimientos de embarque, por su seguridad y por lo que
facilita la transmisión, en contraste con el uso -relativamente escaso- de los
conocimientos al portador (cuya circulación adolece de falta de seguridad) y de los
conocimientos nominativos, cuya circulación resulta más compleja (119). Por lo que
hace referencia a los títulos acreditativos de los depósitos en almacén, nuestras leyes
detallan con minuciosidad los requisitos formales del endoso del Resguardo de
depósito, en el art. 21, RD-L., de 22 .09. 1917, pudiéndose distinguir entre:
Por una parte, las menciones relativas al elemento externo de la relación; a saber.:
a) Nombre, apellidos o denominación social domicilio del endosatario.
b) Fecha del endoso
c) y Firma del endosante.
Dado que este "Warrant" tiene -en principio- la estructura de un "pagaré"; es decir:
una estructura bilateral, y no trilateral -como la de la Letra de Cambio- el endoso del
mismo a un tercero -ajeno a la relación contractual original- abre la estructura del
título, convirtiéndola -ahora, sí- en trilateral; es decir: dotándolo de una estructura
delegatoria, en la que se incluye la referencia al Delegado (el Endosatario), y la firma
del Delegante (el Endosante).
B.- Y las menciones relativas al elemento interno de la relación. El art. 21, RD-L.
exige que se haga constar la cláusula de valuta, por la que se expresa el concepto
en que el endosante se declare reintegrado por el endosatario. Se trata de una
relación causal, que alude y determina el negocio traslativo subsiguiente. Mas,

118 TOMILLO URBINA,J.L.: cit., p. 363.


119 VIDAL SOLA,A.: "El Conocimiento...", cit., p. 67

554
Notas de Títulos Valores § 381

¿"quid iuris" si faltase esa cláusula de valor? Antaño era esencial, pero la Doctrina
más reciente, inspirada por la Nueva Ley Cambiaria sugiere no privar de validez
al título (120).
Circulación del título y circulación de las mercaderías.
En términos generales, como queda patente en lo anterior, la circulación de los títulos
de tradición no ofrece especialidad alguna, respecto de los demás títulos-valores, lo
que sucede es que la circulación del título es, al propio tiempo, circulación de.:
a) el derecho a la restitución o entrega de las mercancías mencionadas en el
documento (como puro derecho "personal" ó "de crédito") y
b) de circulación de las propias mercancías, en sí mismas (eficacia jurídico-real),
debido a que, una vez emitido el título, la entrega del mismo pasa a ser la única forma
de transmisión de la posesión de las mercancías (121).
Pero no siempre la transmisión del título supone la transmisión de la mercancía
representada, porque para éllo es preciso que la mercancía permanezca en poder de
quien emitió el título. De lo contrario, tanto si el emisor quedó desposeido de las
mercancías de forma voluntaria, como involuntariamente, el título pierde su
condición de "representativo". Por consiguiente, si para la transmisión -"traditio"-
de las mercancías mencionadas en el título de producirse el traspaso de algún
"señorío posesorio", entonces, para que efectivamente se transfiera al Endosatario
o cesionario, la posesión mediata será preciso que concurran las siguientes
condiciones; a saber.:
1) la validez del crédito de restitución.
2) que las mercancías se hallen en poder del emisor/poseedor
inmediato/mediador posesorio, y
3) la voluntad de ese mediador posesorio, de poseer para el acreedor (122).
Se produce, así, una suerte de "tradición consensual", porque -según la tesis
relativa- se produce a través de la cesión del crédito restitutorio, o una "tradición
instrumental", desde la perspectiva de la teoría "representativa cartular", pero -en
todo caso- es una tradición “real”, ya que se confiere una forma de posesión; a saber:
la posesión mediata, lo que permite encuadrar este supuesto en el ámbito del
mismísimo art. 1463, C.C. es. (123), en la medida en que en él se contemplan dos
modalidades de tradición: la consensual y la ficta.
Tratándose de títulos-valores, y habida cuenta de que, en primer término, incorporan
un derecho de crédito, parece evidente que el principio de "incorporación" debería
determinar la imposibilidad jurídica de hacer circular el derecho, con
independencia de su soporte cartáceo. Ahora bien; desde otro punto de vista, la
relación título/mercancía plantea el problema de hasta qué punto deben
mantenerse unidos o -por el contrario- en qué medida cabe que puedan separarse
y circular independientemente, el uno y la otra. Sin duda, una vez emitido el título

120 TOMILLO URBINA,J.L.: cit., ps. 366 y s.


121 GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, p. 770. DIAZ MORENO,A.: "Los títulos de tradición", cit., p. 181.
122 RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento...", cit., p. 107.
123 RECALDE CASTELLS,A.: "El Conocimiento...", cit., p. 108.

FACULTAD DE DERECHO 555


Versión de julio de 2023
§ 381 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

de tradición, mercancías y documento representativo no deberían circular por vías


distintas, de forma que el emisor del título -almacenista o porteador- no deberá (no
"debería") entregar la mercancía a ninguna otra persona que no sea el legítimo
tenedor del documento, conforme a la "ley de circulación" del mismo, porque sólo él
está legitimado para ejercer el derecho a reclamar la entrega, y porque le
corresponde la posesión mediata de la mercancía. Como señala GARRIGUES, es
evidente que los efectos de los títulos de tradición, tanto los reales como los
obligatorios, sólo favorecen al tenedor legitimado. De hecho, la transmisión del título
sólo será equiparable a la transmisión de las mercancías (efecto real) en la medida en
que sea apta para legitimar al adquirente, de acuerdo con las normas propias de
los títulos-valores (124). Por eso no debe extrañar que las normas positivas se
preocupen de aclarar qué son los títulos de tradición "nominativos" "a la orden"
o "al portador" (En este sentido, vid. art. 19, LTM.).
Pero, ¿quid iuris si, pese a su deber de no entregar la mercancía más que al tenedor
del título, el Emisor -transportista o depositario- entrega dicha mercancía a otro? ¿Y
qué sucedería si las mercancías llegasen a manos de un tercero, contra la voluntad
del depositario o porteador? Sin duda se producirá un conflicto de intereses entre el
adquirente de la mercancía y el adquirente del título, pues ya hemos señalado que,
como la legitimación depende de la apariencia de titularidad, y no de la titularidad
misma, es posible que ambas realidades corran separadas, de forma que pueda estar
legitimado para el ejercicio de los derechos, tanto el titular del documento, como
quien no lo es; es decir: tanto el propietario del título, como un mero poseedor del
mismo -sea de buena o mala fé-, que puede ser calificado de verdadero "acreedor
formal" y que puede ejercitar el derecho, aun cuando no le correspondiera ejercitarlo.
Ahora bien; sucede de especial en los títulos de tradición, que el aspecto legitimatorio
de la posesión, desde la perspectiva del derecho de los títulos-valores, sólo se
refiere, con carácter esencial y estable, a la dimensión puramente obligacional
del título, y no a la dimensión "real" o representativa, de modo que el hecho de estar
legitimado para el ejercicio del derecho a obtener la entrega de las mercancías,
es independiente del hecho de ser, o no, al propio tiempo, poseedor mediato de
las mismas. Esta "bifurcación" o escisión entre el derecho a la entrega y la eficacia
representativa de las mercancías podría producirse en un momento posterior a la
emisión del titulo -por en su emisión ambos coinciden y concurren-, y se basa en el
hecho de que el tenedor del documento sólo tiene una posesión "mediata", que
subsiste únicamente, en tanto el Emisor del título siga teniendo la posesión
inmediata (125).
Mientras subsiste la posesión inmediata del Emisor, habrá posesión mediata del
tenedor legítimo, que -aunque hubiera adquirido el título irregularmente- podría, si
lo transmitiese a un "bonae fidei accipiens", procurarle la adquisición por usucapión
instantánea, en los términos de los arts. 464 CC es. u 85 CdC es.

124 GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, p. 771. DIAZ MORENO,A.: "Los títulos de tradición", cit., p. 181.
125 BAUMBACH/DUDEN/HOPT.: cit.,28ª ed., Munich, 1989, p. 1012, respecto de un título denominado
"Lagerschein", que equivale a la fe de depósito en almacén. MEIER-HAYOZ/VON DER CRONE.: cit., p.
344, quienes señalan que es condición para la eficacia "traditoria" ("Traditionswirkung") de los "Títulos de
mercancías", la subsistencia o continuación de la servidumbre de la posesión por el poseedor material de
las mercancías ("Warenbesitzer"), a favor de la persona legitimada en el título. GARRIGUES, Tratado…, cit.,
t. II, p. 772.

556
Notas de Títulos Valores § 381

Pues bien, ¿y si el Emisor pierde la posesión inmediata? ¿Quién será el poseedor


efectivo, cuando el poseedor inmediato haya transmitido a otros la posesión física de
la mercancía?
En algún Ordenamiento, el conflicto entre poseedor legítimo del título y poseedor de
la mercancía se resuelve, en favor del uno o del otro, atendiendo al criterio de la
buena fe, presente en quien adquiera las mercancías. Así sucede en el Derecho
suizo, donde el art. 925, párr. 2º, ZGB. confiere al adquirente "bonae fidei" de las
mercancías un trato preferente y de favor, respecto del poseedor legítimo del
título, hasta el punto de que hay quienes afirman que hay que dar al art. 925 ZGB.
una interpretación amplia, hasta el punto de considerar que la posición del tenedor
de las mercancías es preferente a la de todo poseedor legítimo del título (126).
GARRIGUES, sin embargo, considera que no es este el criterio que debe aplicarse en
España, ya que la buena o mala fe del adquirente de las mercancías no influye sobre
las acciones que hay que reconocer al poseedor del título. Este ha sido
ilegalmente desposeido, porque era un "poseedor", bien que mediato; un
verdadero poseedor, toda vez que -cuando el depositario o porteador emitieron el
título representativo confirieron una posesión mediata a su tenedor, y por tanto ya
no podían transmitir válidamente la posesión a otros, por lo cual toda transmisión a
tercero de la posesión material de las mercancías, por parte del Emisor del título
(depositario o porteador), permitirá al legitimo poseedor del título ejercitar -p.e.- la
acción reivindicatoria, si es que adquiriró a título de propietario; una acción
reivindicatoria basada en una desposesión ilegal y, por tanto, amparada en el art. 464
CC es. (127).
Diferente -cuando menos, en parte- es el criterio mantenido por otros autores
españoles en época más reciente. Se afirma que, si la desposesión es involuntaria,
el Tenedor del documento podrá utilizar las acciones interdictales contra quien
detente la tenencia de las mercancías. Y es que, en esta situación de conflicto, debe
ser preferida la posesión del tenedor legítimo del título, ya que la posesión del
adquirente de las mercancías es una posesión "viciada". Y tanto el Poseedor del título,
como el Emisor, anterior poseedor inmediato, que hubiera sido despojado, podrían
ejercitar las acciones posesorias, porque la posesión no puede adquirirse "nec vi, nec
clam, nec precario" (128). Ahora bien, el principio expuesto -por el contrario- no se
aplica, cuando se trate de un tercero que adquiriera de buena fe, y por acto "inter
vivos", las mercancías, de manos de quien adquirió su posesión indebidamente -
separada del título representativo-, de forma que, frente a este sucesivo tercero de
buena fe, ya no podrán ejercitarse las acciones de tutela de la posesión (129).
El problema del conflicto se agrava cuando, por si fuera poco, las mercancías fueron
transmitidas a tercero -es decir, a persona no legitimada cartáceamente- por el
propio "Emisor" del título representativo. En este caso, si la transmisión fué
voluntaria, tampoco se podrán utilizar las acciones interdictales, como
consecuencia de la aplicación del art. 460, C.C. es., ya que nos encontraremos ante

126 MEIER-HAYOZ/VON DER CRONE.: cit., p. 345.


127 GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, p. 773.
128 DIAZ MORENO,A.: "Los títulos de tradición", cit., p. 181.
129 DIAZ MORENO,A.: "Los títulos de tradición", cit., p. 181.

FACULTAD DE DERECHO 557


Versión de julio de 2023
§ 382 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

un supuesto de pérdida de la posesión, y no de privación ilegítima de la misma, que


hubiera sido perpetrada por el nuevo poseedor (130). Ahora bien, aun cuando contra
este tercero adquirente de buena fé, de una posesión que no arrebató él, sino el
emisor del título, no se podrían ejercitar las acciones interdictales, en cambio cabría,
eventualmente, recurrir a la acción reivindicatoria, o a la accion que tutele el
correspondiente "ius persequendi", siempre y cuando concurran dos condiciones; a
saber: primero, que el tenedor legítimo del título de tradición, hubiera adquirido, a
través del mismo, un derecho de propiedad u otro real, sobre las mercancías, y -en
segundo lugar- que el adquirente de la posesión material de las mercancías no se
halle protegido por los arts. 464, C.C. es. y 85, CdC es.(131).
Cumplimiento e incumplimiento de la prestación.
El contenido obligatorio de la prestación contenida en el título de tradición se agota
con el derecho in personam a la entrega de las mercancías. La entrega ha de hacerse
al tenedor legítimo del documento132 y de acuerdo con las condiciones del contrato
que dio lugar a la emisión del título, pues los títulos de tradición son títulos causales,
siquiera formalmente. Dicho de otro modo: las condiciones de la entrega serán las que
determinen, respectivamente, los contratos de depósito regular (donde la restitución
puede exigirse en cualquier momento: arts. 306 CdC y 1775 CC), o transporte (la
entrega de la mercancía sólo puede tener lugar a la llegada al puerto o lugar de
destino, una vez efectuadas las operaciones de carga y descarga, etc.). La
transmisión del título supone la transmisión del derecho a esta entrega. En opinión de
GARRIGUES, este derecho no deriva, en sí, del propio título, sino que nace del contrato
subyacente, de depósito o de transporte; opinión que compartimos y que viene a
demostrar que, en algunos casos, el título-valor no da origen a obligaciones nuevas y
distintas, sino que sólo documenta y refuerza obligaciones precedentes133. Pero, en
realidad la cuestión es más compleja, porque no se sabe, a ciencia cierta, si la
responsabilidad del emisor de un título de tradición, por lo que a su aspecto
estrictamente obligacional se refiere, deriva o responde al modelo "ex recepto" o -
por el contrario- si se crea una responsabilidad escritural. Desde luego, en mi
opinión, por mucho que el Título representativo sea un título-valor "causal", cuyo
régimen dependa en gran medida del régimen del contrato subyacente, lo cierto es
que el contenido obligacional del título debe circunscribirse, exclusivamente, a la
obligación de restitución, sin que quepa considerar que el documento incorpore la
obligación de custodia: los términos de dichos documentos no autorizan a considerarlo
así. Lo que sucede es que -a pesar de ello- la no entrega de las mercancías en la
cantidad y estado que se hicieron contar en el título debe desencadenar ciertas
consencuencias jurídicas; básicamente de índole indemnizatoria.
Para algunos autores -alemanes- la situación por lo que se refiere a su país, habría
sido la siguiente: en un principio -durante la vigencia del Derecho marítimo tradicional-
la responsabilidad del Porteador, emitente de un Conocimiento de embarque era una
responsabilidad escritural, a la que -por si fuera poco- se le sumaba el régimen de la
responsabilidad ex recepto, que era un régimen más gravoso, de forma que el

130 DIAZ MORENO,A.: "Los títulos de tradición", cit., p. 182.


131 DIAZ MORENO,A.: "Los títulos de tradición", cit., p. 182.
132 RUBIO GARCIA-MINA,J.: cit., p. 46.

133 GARRIGUES, Tratado…, cit., t. II, p. 774.

558
Notas de Títulos Valores § 382

porteador se veía obligado a responder del estado de la mercancía, tal como se


“confesaba” recibida, en el conocimiento, aunque los daños hubieran sido debidos a
circunstancias inevitables para un porteador que hiciera gala de la diligencia que le es
exigible134.
Por el contrario, el nuevo Derecho marítimo alemán, sustituyó tan gravosa
responsabilidad, por un régimen de simple inversión de la carga de la prueba135. Esta
tesis parece haber sido importada en España por algún autor, al señalar que el
Conocimiento de embarque, según nuestro CdC, solamente obliga a responder de la
entrega de lo recibido, y no de lo que conste en el título, de forma que la mercancía
que apareciese deteriorada no daría lugar a la responsabilidad del emisor del
Conocimiento de embarque, salvo que se pudiese probar que actuó con negligencia,
al hacer la declaración concerniente al recepto, y siempre y cuando -además- no
mediare mala fe del tenedor del documento, porque faltando la buena fe, falta la
apariencia digna de protección136.

134 SCHLEGELBERGER/HEFERMEHL.: cit., t. IVº, 5ª ed., p. 370.


135 SCHLEGELBERGER/HEFERMEHL.: cit., t. IVº, 5ª ed., p. 370.
136 RECALDE CASTELLS, A.: "El Conocimiento de embarque y otros...", cit., ps. 113 y s.

FACULTAD DE DERECHO 559


Versión de julio de 2023
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 2
LOS TÍTULOS DEL DEPÓSITO
(CERTIFICADO DE DEPÓSITO Y WARRANT1)
SUMARIO: I. RESEÑA HISTÓRICA Y NOCIONES BÁSICAS.— 383. Breve reseña histórica.
384. Noción de almacén general de depósito. 385. Noción de almacén de campo.
386. Noción de certificado de depósito. 387. Noción de warrant. II. EMISIÓN DEL
CERTIFICADO DE DEPÓSITO Y DEL WARRANT.— 388. Generalidades. 389. Título
nominativo. 390. Constancia de haberse constituido el depósito. 391. Valor de la
mercancía. 392. Sistema opcionalmente unicartular. 393. Otros aspectos formales.
394. Plazo del certificado de depósito y del warrant. III. MERCANCÍA ELEGIBLE PARA
EL CERTIFICADO DE DEPÓSITO Y EL WARRANT.— 395. Limitación en relación a la
situación jurídica de la mercancía. 395. Limitación en razón del valor. 397. Seguro
obligatorio. IV. RESPONSABILIDADES DEL ALMACÉN GENERAL DE DEPÓSITO.—
398. Responsabilidad contractual (i) en la LTV. 399. Responsabilidad contractual
(ii): bajo el Derecho común. 400. Responsabilidad civil extracontractual.
V. ENDOSO.— 401. Endoso del certificado de depósito. 402. Endoso por separado
del warrant. VI. NATURALEZA PRENDARIA DEL WARRANT.— 403. Planteamiento.
404. Entrega del bien prendado. 405. Ejecución del bien prendado. 406. Acción
cambiaria. 407. Protesto del warrant. VII. SITUACIONES ESPECIALES EN RELACIÓN CON
EL WARRANT.— 408. Warrant aduanero y en procuración. 409. Warrant insumo
producto. 410. Warrant de mercadería en tránsito. 411. Liberación de las
mercancías y pago anticipado. VIII. MEDIDAS FORZOSAS.— 412. Derecho de
retención. 413. Venta forzosa. 414. Medidas cautelares. 415. Aplicación de normas
sobre procesos concursales. 416. Reducción de valor de la mercadería depositada.

I. RESEÑA HISTÓRICA Y NOCIONES BÁSICAS


Breve reseña histórica.
Desde los inicios de la humanidad ha existido en el hombre la costumbre de guardar
y almacenar, principalmente alimentos, como una actitud instintiva de preservación y
supervivencia para épocas que pudieran sobrevenir marcadas por la dificultad o por
la escasez.
Esta tendencia a guardar y almacenar, de la que podemos encontrar huellas históricas
en prácticamente todas las culturas, dio origen a instituciones como el ahorro y como
los almacenes generales de depósito que son las instituciones financieras encargadas
por ley de emitir los títulos valores denominados certificados de depósito y warrants,
materia del presente comentario.
(…)
Durante los siglos XII y XIII se dio en Europa Occidental un gran desarrollo de todo lo
relativo al comercio internacional, lo que implicó la necesidad de contar con lugares

1 Inserto textualmente a continuación, como material de estudio correspondiente a este Capítulo, la


mayor parte del trabajo de ÁLVAREZ DEL VILLAR DE ALIAGA, Luis; “El certificado de depósito y el warrant”,
en MONTOYA ALBERTI, Hernando (Coord.) ET AL.; Tratado de Derecho Mercantil. Tomo II: Títulos
Valores, Gaceta Jurídica, Lima, 2004, pp. 556-610. He omitido las citas y he cambiado la estructura de
títulos y apartados conforme al modelo que he venido siguiendo en este material.

— 561 —
§ 383 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

seguros donde pudieran guardarse a buen recaudo las mercancías objeto de tal tráfico
patrimonial.
En este sentido, podemos verificar históricamente que la posición geográfica de
Venecia la convirtió en la ciudad más próspera de la Edad Media, principalmente
debido al comercio de mercadería venida de Oriente que se intermediaba a través de
esta ciudad a los mercados europeos.
Los comerciantes que ofrecían por Europa los productos de Oriente adquiridos en
Venecia descubrieron la conveniencia de asociarse, lo que devino en muy poco tiempo
en su transformación en banqueros, dando origen a lo que se podría calificar como
"casas de almacenamiento" que empiezan a emitir recibos de depósito y, actuando
conjuntamente bancos y comerciantes, a conceder préstamos con garantía de tales
recibos de depósito con el solo requisito de que estas casas mantuvieran las
mercancías en su poder, figura histórica en el área de las finanzas a la que se
reconoce con la denominación de "Préstamo Lombardo".
Como podemos apreciar de lo anteriormente expuesto, estamos tratando de los
antecedentes históricos de lo que hoy denominamos certificados de depósito y
warrants, también denominados bonos de prenda. Fue tal la seguridad que brindaban
estos primeros almacenes venecianos que los comerciantes comenzaron a aceptar
dos posibilidades con relación a los recibos de depósito que emitían, cuales son las
de prendar las mercancías en garantía o la de traspasar los derechos que sobre tales
mercancías tenía el depositante, costumbre mercantil recogida y regulada
posteriormente por la legislación italiana desde la cual se extendió a los demás países
europeos para finalmente influir también en las legislaciones de los países de América
Latina.
Posteriormente, el descubrimiento de América revolucionó el orden económico
existente desplazando a las antiguas ciudades comerciales de Italia, que perdieron su
hegemonía financiera, centrándose el comercio internacional en ciudades de España,
Portugal, Inglaterra y Holanda.
En lo que se refiere concretamente al Perú, aunque existen evidencias claras de que
el imperio incaico se utilizaron distintas técnicas para el almacenamiento de diversos
productos, como los muy difundidos tambos, los almacenes generales de depósito
fueron adoptados como institución en razón de la influencia recibida de la legislación
italiana y europea a la que nos hemos referido anteriormente.
Como antecedentes inmediatos sobre la materia, podemos encontrar en la legislación
peruana el Código de Comercio de 1902, que en su artículo 131 reconocía a las
compañías de almacenes generales de depósito como una de las formas permitidas
de constitución de empresa, regulando en sus artículos 197 al 202 lo relativo a su
objeto social, títulos que podría emitir, derechos inherentes a dichos títulos y
responsabilidades del almacén, para finalmente en su artículo 304 indicar la aplicación
de los estatutos del almacén, las normas del Código y las del derecho común a los
depósitos verificados en estas instituciones.
Posteriormente en el año 1907 se dictó la Ley N° 435, referida a la reorganización de
los almacenes de aduana, ampliando las funciones generales de los almacenes
generales de depósito para constituirlos en instituciones oficiales del sistema
aduanero.
En el año de 1918 se promulga la Ley N° 2763, reglamentada por Decreto Supremo
N° 85 del 20 de diciembre de 1963, que reguló esta institución, normas que estuvieron

562
Notas de Títulos Valores § 384

vigentes hasta octubre del añó 2000 en que fueron derogadas por la nueva Ley de
Títulos Valores N° 27287, que se limita a legislar en materia de certificados de depósito
y warrants, pero que no regula lo relativo a la constitución y funcionamiento de los
almacenes generales de depósito, aspecto que de manera insuficiente, por los temas
tratados y la jerarquía de la norma, es abordado por el Reglamento de los Almacenes
Generales de Depósito aprobado por Resolución SBS N° 040-2002 de 19 de enero de
2002.
Noción de almacén general de depósito.
El almacén general de depósito, constituye una institución que, como en parte ha
quedado dicho en lo relativo a la referencia histórica con que iniciáramos este capítulo,
con pequeñas diferencias en cuanto a su régimen jurídico, se encuentra presente y
reconocido en prácticamente todas las legislaciones del mundo, con denominaciones
como entrepot en francés cuyo significado literal es "depósito de mercancías", dock
en inglés, término más usado en Inglaterra y que alude a su origen vinculado al
comercio marítimo pues su traducción literal es "dique" y en los Estados Unidos
warehouse, aplicable a los almacenes particulares, utilizándose también términos
como public stores o imported stores según se refiera a depósitos pertenecientes al
Estado o depósitos aduaneros.
La función de los almacenes generales de depósito consiste básicamente en custodiar
y conservar las mercaderías que le son entregadas por los usuarios de sus servicios,
constituyendo en principio por tanto locales abiertos al público que operan conforme
a la legislación vigente sobre la materia y sobre la base de la autorización otorgada
por la autoridad competente.
En este sentido definimos, para efectos de la presente investigación, que almacenes
generales de depósito son sociedades mercantiles que operan locales propios
abiertos al público, o de terceros cuyo dominio les ha sido cedido temporalmente, con
la finalidad de prestar servicios inherentes al depósito de mercancías, obligándose a
la custodia, conservación y mantenimiento de las mismas a cambio del pago de la
tarifa previamente determinada, otorgando títulos valores que acreditan la propiedad
de los bienes y que permiten transferirlos o gravarlos en prenda sin necesidad de ser
retirados del almacén, organizándose conforme a la ley de la materia y requiriendo
necesariamente para su funcionamiento de la autorización correspondiente emitida
por la autoridad competente en materia de instituciones financieras en el país.
Finalmente, cabe indicar que no hemos encontrado definición legal de lo que se
entiende por almacén general de depósito, ni en el Código de Comercio, ni en la Ley
N° 2763, no existiendo tampoco referencia alguna al respecto en la nueva Ley de
Títulos Valores N° 27287, ni en el Reglamento de los almacenes generales de
depósito aprobado por Resolución SBS N° 040-2002, que en su artículo tercero define
las diversas modalidades de Almacenes existentes en el mercado, pero no precisa el
concepto de almacén general de depósito.
Noción de almacén de campo.
Como hemos podido apreciar en la definición anterior, la actividad del almacén general
de depósito implica una prestación de servicios de almacenaje en locales abiertos al
público.
Es el caso, que existe diversidad de mercaderías, cuyo traslado a los locales de las
empresas almaceneras no resulta factible, o simplemente se considera inconveniente,

FACULTAD DE DERECHO 563


Versión de julio de 2023
§ 386 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

dándose la situación sin embargo que los poseedores o propietarios de esta


mercadería desean acogerse al sistema de almacenaje correspondiente a los
almacenes generales de depósito, con la finalidad de obtener un certificado de
depósito y un warrant que les permita negociar, transferir y gravar sus productos,
situación que resulta muy frecuente en caso de mercancías constituidas por productos
agrícolas, minerales y en nuestro país muy preponderante mente la harina de
pescado.
La institución de los almacenes de campo, conforme a lo dispuesto por la nueva Ley
de Títulos Valores N° 27287, se rige por las normas contenidas en su artículo 225, de
cuyo texto no se puede determinar una definición legal de lo que debe entenderse
como tales, ya que solo se refiere a los casos en que el lugar de depósito sea de
propiedad del depositante o de terceros, para regular las condiciones bajo las que se
podrá emitir en tales circunstancias certificados de depósito y warrants, abstención
subsanada por el literal c) del artículo 3Q de la Resolución SBS N° 040-2002.
Para efectos de una adecuada caracterización del concepto de almacenes de campo
debe tenerse en consideración que estos pueden constituirse de manera simple, lo
que implica que un solo depositario brinde el servicio de almacenaje sobre la
mercadería de un solo depositante en un inmueble que pertenece al mismo
depositante o a un tercero, pero también puede constituirse en la modalidad de
almacén de campo múltiple, por medio de la cual una sola empresa almacenera
efectúa operaciones de depósito sobre productos de propiedad de diversos
depositantes en un local que no es de su propiedad y que por lo general lo es de uno
de aquellos depositantes, existiendo también la modalidad del almacén de campo
múltiple compartido, donde puede haber uno o más depositantes pero necesariamente
hay varios depositarios que comparten el área del almacén.
Teniendo en consideración las características antes señaladas podemos definir como
almacén de campo al régimen en cuya virtud el almacén general de depósito se
constituye en depositario de una mercadería, ejecutando la prestación de su servicio
de guarda, cuidado, custodia, vigilancia y conservación del bien depositado, así como
la de su restitución en su oportunidad, en un local distinto.a los que tiene abiertos para
la atención al público, de propiedad del depositante o de terceros, local en el que
almacenará mercadería de uno o más depositantes, pudiendo compartir el área,
costos, personal y control correspondientes a dicho local con otros almacenes
generales de depósito y emitiendo los correspondientes certificados de depósito y
warrants para los fines de acreditación y transferencia de propiedad y de constitución
de garantía previstos por ley.
Noción de certificado de depósito.
Señalábamos, al definir los almacenes generales de depósito (1), que estas
instituciones son reconocidas y reguladas por la casi totalidad de sistemas jurídico
legales en el mundo y lo mismo sucede, en consecuencia, con los documentos que
estos almacenes emiten de conformidad con la naturaleza de la prestación del servicio
que brindan.
Existe en el Derecho Comparado dos sistemas claramente diferenciados en lo relativo
a los títulos que emiten los almacenes generales de depósito en relación a los bienes
que le son entregados para su guarda.
Un primer sistema es el denominado Unicartular o de Título Único, de aplicación en
países como Holanda, Bélgica, Alemania, Austria y España, como lo fuera

564
Notas de Títulos Valores § 386

originalmente también en Francia e Inglaterra, sistema por medio del cual ante el
depósito hecho en un almacén autorizado, este emitirá un solo documento que servirá
tanto para acreditar y transferir la propiedad, como para gravar los bienes materia del
depósito.
Un segundo sistema, dentro del que se encuentra el vigente en el Perú, es el
denominado bicartular o de doble título, que es además el que prevalece en la mayor
parte de las legislaciones del mundo y en cuya aplicación, ante el depósito recibido
por una empresa almacenera, se emiten dos títulos diferenciados conocidos como
certificado de depósito y warrant, acreditando el primero de ellos la titularidad del bien
y constituyendo el segundo el documento por el que se podrá respaldar una obligación
constituyendo garantía real sobre los bienes depositados.
El certificado de depósito es pues un documento emitido por los almacenes generales
de depósito que se rigen por el sistema bicartular o de doble título, documento cuya
existencia es reconocida y regulada por la mayor parte de legislaciones del mundo,
con denominaciones como la de récépissé en Francia, cédule en Bélgica,
Waarenschein en Hungría, fede di depósito en Suiza, aunque en el cantón de
Solothurn se denomina Lagerschein y en Portugal conhecimento de depósito.
Los certificados de depósito son en esencia títulos valores representativos de
mercaderías almacenadas dentro del régimen previsto por ley para los almacenes
generales de depósito, a los que Rubén Segal caracteriza como documentos por
medio de los cuales "…la circulación material de las mercaderías (su tradición) se
reemplaza por la circulación económico-jurídica del título representativo. El mismo
posee el doble carácter de constitutivo y dispositivo, además, obviamente, del de
probatorio.
Es por lo dicho que puede afirmarse que al disponer del título se dispone de la
mercadería o en otras palabras, que la entrega de aquel produce los mismos efectos
que la entrega de la cosa"(2).
La cita expuesta en el párrafo anterior, más que una definición de lo que debemos
entender por certificado de depósito, contiene la explicación de lo que tal autor
considera es su principal característica, es decir, que se trata de un título
representativo de propiedad de un bien sujeto a depósito, y que como tal permite la
transferencia del mismo, elemento que hemos destacado por considerarlo importante
para efectos de formular la definición de lo que entendemos por certificado de
depósito.
El certificado de depósito es incuestionablemente un documento que configura un
título de naturaleza causal, ya que en él se consigna la razón del depósito de la
mercadería, como por ejemplo con fines financieros o aduaneros, el cual tiene también
la característica de representar con carácter definitivo la propiedad de la mercancía
constituyéndose por ende en un documento que posibilita la tradición del bien por lo
que tiene carácter de título definitivo, que por sus especiales características requiere
de una rigurosa formalidad en lo que se refiere a su emisión, inscripción en la matrícula
del almacén general de depósito y endoso.
Dentro de la doctrina nacional (…)
Con una mejor conceptualización, María del Pilar Vilela formula una definición según
la cual "El certificado de depósito es el título valor que acredita el derecho de propiedad

FACULTAD DE DERECHO 565


Versión de julio de 2023
§ 387 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

sobre la mercadería que está depositada en el almacén general de depósito, es de


carácter privado emitido por una sociedad anónima a nombre del depositante"(6).
Entendemos que al concepto expuesto en el párrafo precedente le faltaría resaltar el
carácter definitivo del título, así como el hecho de tratarse de un instrumento típico
que se rige por un régimen propio, al igual que su capacidad de constituirse en título
de tradición al ser representativo de la propiedad de las mercancías depositadas.
En la doctrina argentina Frávega y Piendibene definen al certificado de depósito
indicando que "…es el documento que, con carácter definitivo y como constancia de
la cantidad y clasificación de la mercadería recibida dentro del sistema de pérdida de
identidad, emite el elevador o instalación habilitada al efecto a nombre del depositante,
transmisible por endoso y apto para efectuar operaciones de crédito. Es un
instrumento típico, en parte semejante —desde el punto de vista formal o en sus
efectos— a otros conocidos en la actividad comercial, pero que se gobierna por un
régimen propio"(7).
La definición transcrita en el párrafo anterior, nos parece bastante adecuada y
completa, aunque incurre en el defecto de no haber hecho referencia suficiente a su
calidad de título de tradición, pues no resulta simplemente endosable, sino que tal
endoso implica transferencia de dominio de la mercancía que representa.
El certificado de depósito, al representar la propiedad de los bienes que han sido
entregados para su guarda a un almacén, constituye un documento de naturaleza
causal que tiene carácter de título definitivo y que como tal posibilita la transferencia
de las mercancías que representa por el solo hecho de su endoso con las formalidades
previstas por ley, razón por la que consideramos a esta característica como
imprescindible para la conceptualización de una adecuada definición de este título,
pese a lo cual no la hemos hallado recogida en ninguna de las definiciones doctrinarias
que, sobre este aspecto, hemos tenido oportunidad de analizar.
Es por lo expuesto que en la definición que hemos conceptuado en el párrafo siguiente
hacemos referencia explícita a esta característica, así como a su carácter de
documento nominado e inscribible en el registro correspondiente a su régimen
autónomo.
En conclusión, para efectos del presente análisis podemos definir al certificado de
depósito como un título valor nominado, completo en sí mismo, formal y definitivo,
representativo de una obligación cartular, causal por estar relacionado a un contrato
de depósito, constitutivo y declarativo, que acredita el derecho de propiedad sobre
mercancía depositada en un almacén general de depósito, que contiene constancia
de la cantidad, valorización y clasificación de la misma, que es emitido por el
depositario a nombre del depositante, debidamente registrado en la matrícula
pertinente y que permite la transferencia de propiedad de los bienes que representa
por el simple hecho de su endoso con las formalidades requeridas por ley, de
naturaleza típica que se rige por su propio régimen previsto en las normas sobre la
materia.
Noción de warrant.
El warrant, si bien es cierto no constituye el documento principal de los que se generan
dentro del régimen de los almacenes generales de depósito, por la razón expuesta al
tratar sobre los certificados de depósito donde precisábamos que el warrant tiene la
calidad de accesorio por generar con su endoso un derecho real de garantía que es
en sí un derecho accesorio, resulta incuestionable que desde un punto de vista

566
Notas de Títulos Valores § 387

económico financiero se trata de un documento de gran importancia y quizá de la


mayor importancia dentro de los que se emiten dentro de este régimen de almacenaje.
Numerosos testimonios y análisis estadísticos sobre la materia nos llevan a reconocer
que las personas o entidades que recurren a los almacenes generales de depósito
para solicitar sus servicios de guarda y conservación de mercadería, lo hacen
mayoritariamente no en razón de requerir un espacio seguro donde almacenar la
misma, sino que más bien por cuanto que aspiran a poder utilizar esos bienes como
una fuente de financiamiento propio en tanto y cuanto los mismos no sean objeto aún
de transferencia a terceros.
El warrant, como título valor que por su simple endoso perfecciona prenda sobre los
bienes que representa, constituye sin lugar a duda un muy importante instrumento de
orden financiero, que da agilidad y a la vez seguridad a operaciones tanto bancarias
como comerciales y que por tanto tiene un carácter no de documento principal pero sí
de documento importante en la relación contractual que se establece entre el
depositario y el depositante y posteriormente entre este y un tercero.
Como señala A. Muro: "El warrant, no es más que un título complementario de otro
que es el 'certificado de depósito', ambos nacen como expresión de un contrato de
depósito sin otro efecto que los propios de su carácter"(8).
Al igual que lo expresáramos en el caso de los almacenes generales de depósito y de
los certificados de depósito, el warrant también denominado en otros países de habla
hispana como "nota de prenda" o "bono de prenda", es un título reconocido y regulado
en prácticamente todas las legislaciones del mundo, denominándose bulletin du gage
en Francia, Pfandschein en Hungría, reconociéndose con igual nombre en el cantón
suizo de Solothurn y cautela de penhor en Portugal.
(…) (9) (…)
Cabe anotar que en otras latitudes el término warrant posee diversos contenidos
jurídicos y en ese sentido Manuel Ossorio nos recuerda algunas de sus acepciones
que son "auto judicial, mandamiento, libramiento, cédula, despacho, patente, orden
de detención, poder, autorización, testimonio, justificación" (10).
Si a lo expuesto añadimos que el warrant como título es también reconocido en otras
legislaciones como un documento por el cual la sociedad emisora se obliga a vender
al poseedor del título acciones en condiciones particulares pero sin formar parte de su
capital social o en otros casos garantía de estabilidad en el precio reconocido para
títulos que se transan a través de medios bursátiles, debemos llegar a la conclusión
de que, al margen de la importancia incuestionable de este título valor, debe
procurarse buscar un vocablo que no lleve a confusión sobre la naturaleza y funciones
del título a que se refiere, y en tal sentido proponemos adoptar la denominación “bono
de prenda” de amplia utilización en la legislación latinoamericana.
Hechas las aclaraciones etimológicas pertinentes corresponde definir el concepto de
warrant, aclarando, en mérito a lo expuesto anteriormente, que con este vocablo nos
referimos al título valor relacionado con las operaciones de guarda y conservación de
mercaderías que se practican dentro del régimen correspondiente a los almacenes
generales de depósito.
(…) (11) (…) (12) (…) (13). (…) (14) (…) (15) (…)
En la doctrina internacional Frávega y Piendibene expresan que "el warrant es un
instituto de la legislación comercial que regula las relaciones jurídicas entre una
FACULTAD DE DERECHO 567
Versión de julio de 2023
§ 388 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

empresa emisora de warrants y el titular de los bienes almacenados en los depósitos


-propios o de terceros- administrados por la empresa y con actitud de ser afectados a
través de su transmisión por endoso a operaciones de compraventa y/o de crédito
mobiliario, instrumentada mediante un título de crédito que, por imperio legal, le otorga
derecho real de garantía especial y privilegio al acreedor prendario"(16).
Consideramos a esta definición bastante completa, debiendo resaltar que al referirse
a su afectación a operaciones de compraventa mediante el endoso, resulta exacto, ya
que tal como lo establece el literal a) del numeral 231.1 del artículo 231 de la nueva
Ley de Títulos Valores N° 27287, el endoso conjunto del certificado de depósito y
warrant transfiere al endosatario la libre disposición de las mercaderías depositadas,
norma que por lo general se encuentra consagrada en la legislación sobre la materia
de otros países, aunque estimamos que la definición en cuestión debió incluir
referencia al carácter de título valor del documento, a su formalidad y registrabilidad
en la matrícula pertinente, así como a su característica de fácil y rápida ejecución.
Concluyendo podemos, desde nuestra perspectiva, definir al warrant como un título
valor nominado, completo en sí mismo, formal y accesorio a un certificado de depósito,
representativo de una acreencia reflejada en una obligación cartular, causal por estar
relacionado a un contrato de depósito y en caso de endoso a derecho creditorio,
constitutivo y declarativo, que acredita la preexistencia de mercancía depositada en
un almacén general de depósito, que contiene constancia de la cantidad, valorización
y clasificación de la misma, que es emitido por el depositario a nombre del depositante,
debidamente registrado en la matrícula pertinente y que permite la constitución en
prenda de los bienes que representa por el simple hecho de su endoso con las
formalidades requeridas por ley (constituyendo además una garantía personal desde
que el endosatario podrá dirigirse también contra el endosante por el saldo que se le
adeude una vez efectuado el remate correspondiente y distribuido su producto), de
naturaleza típica que se rige por su propio régimen previsto en las normas sobre la
materia y de fácil y rápida ejecución por no requerir de trámite administrativo o judicial
alguno al respecto, ni interrupción salvo por muy limitadas excepciones previstas
expresamente en la legislación vigente sobre la materia.

II. EMISIÓN DEL CERTIFICADO DE DEPÓSITO Y DEL WARRANT


Generalidades.
El certificado de depósito y el warrant constituyen títulos valores con características
formales o literales similares pero con efectos jurídicos diferentes, tal como surge de
lo conceptuado unánimemente por la Doctrina, a la que en parte nos hemos referido
anteriormente en este análisis, así como del tratamiento normativo en la legislación
vigente sobre la materia que analizaremos en esta parte de la investigación.
A manera de introducción al análisis legislativo pertinente, consideramos conveniente
traer a colación lo expuesto por José Mira Velásquez, quien en concordancia con la
denominación adoptada en la legislación colombiana se refiere al warrant como "bono
de prenda", señalando: "Es práctica usual emitir conjuntamente el certificado de
depósito y el Bono de Prenda. Cuando se emiten estos títulos, tres situaciones
jurídicas diferentes pero conexas se han realizado.
Primero, el depósito de las mercancías que son representadas en el certificado de
depósito, y que sirve para la enajenación pues representa la propiedad; el contrato de
mutuo que incorpora el bono de prenda y que se perfecciona como todo contrato real,

568
Notas de Títulos Valores § 388

y tercero, la prenda de las mercancías descritas en el certificado de depósito en


garantía del crédito que representa el bono de prenda"(17),
La Ley de Títulos Valores N° 27287 en su artículo 224 establece requisitos comunes
para la emisión del certificado de depósito y del warrant, norma de donde podemos
apreciar que tanto el certificado de depósito como el warrant en su contenido reúnen
las características esenciales de los títulos valores debiendo en todo caso destacar
los caracteres de literalidad- formalidad, causalidad-representatividad, objetivación y
principal-autónomo que le son inherentes (18),
Nos referimos al carácter de literalidad-formalidad pues será lo expresado en los
títulos lo que determine la calificación de las relaciones entre depositante, depositario
y terceros, lo que implica que las obligaciones y derechos de las partes se
establecerán únicamente en función del texto del documento.
Por causalidad-representatividad entendemos que los títulos valores en cuestión
incorporan derechos de crédito, posesión y disposición de bienes que se demuestran
por la posesión del título.
Por el carácter de objetivación se produce el fenómeno en cuya virtud el derecho se
incorpora y queda ligado al título permitiendo su rápida y eficiente circulación y por
ende la del crédito que se otorgue en función a los mismos.
Por el carácter de principal-autónomo se entiende que los derechos que se derivan
del certificado de depósito y del warrant se originan en el título y no se derivan de
ningún otro tipo de documento o relación previa, subsisten por sí solos sin depender
de contrato alguno.
En cuanto a los requisitos que debe contener el título y que fluyen del antes referido
artículo 224.1 de la Ley de Títulos Valores debemos indicar que estos resultan
uniformes con gran parte de lo dispuesto en la legislación comparada.
La doctrina resalta de manera uniforme algo sobre lo que haremos reiterada referencia
a lo largo de toda esta investigación y ello es la diferencia fundamental, de naturaleza
jurídica, que existe entre el certificado de depósito y el warrant y que en apretada
síntesis podríamos fijar como que en el primero se refleja un derecho de propiedad
sobre los bienes materia de almacenaje y en el último un derecho de garantía sobre
los mismos.
No cabe duda que al constituirse el depósito la primera función a desarrollar por los
almacenes generales de depósito es la de emitir los certificados de depósito y warrants
que correspondan en conformidad con lo solicitado por el depositante, siendo el
certificado de depósito un título destinado a servir como comprobante del depósito
pero también como instrumento de enajenación de las mercancías depositadas, en
tanto que el warrant posibilita la incorporación de un crédito prendario sobre las
mercancías amparadas en el certificado de depósito y confiere por su endoso los
derechos y privilegios inherentes a la pignoración, por lo que el solo hecho de
solicitarlo lleva a presumir la intención del depositante de negociarlo con miras a
obtener un crédito que será garantizado por las mercancías depositadas.
Sin embargo, pese a la incuestionable diferencia de naturaleza y finalidad existente
entre el certificado de depósito y el warrant, consideramos pertinente referimos en
forma conjunta a ambos tipos de títulos, ya que tal como lo señaláramos anteriormente
en el Perú, como en la mayor parte de la legislación comparada, se exige iguales
requisitos formales para la emisión de ambos.

FACULTAD DE DERECHO 569


Versión de julio de 2023
§ 389 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

La razón de esta identidad de requisitos para la emisión tanto de los certificados de


depósito como de los warrants radica en que, si bien la circulación propia de su
naturaleza podría separarlos, ambos títulos nacen de manera conjunta y son
entregados al depositario, debiendo volverse a juntar para efectivizar el retiro de las
mercancías depositadas.
Parte de la doctrina incluso afirma que ello sería así porque si bien ambos títulos se
emiten de manera conjunta, lo que hace previsible que se exija para ambos los
mismos requisitos, el warrant, cuya razón de ser es la de constituir una certeza de
garantía preferencial, estaría en puridad naciendo recién al momento de ser endosado
pues antes de ello no tiene razón de ser.
En tal sentido Rubén Segal, basándose en opiniones similares de Georges Ripert,
René Roblot, Messineo y Thaller E., indica que: "En realidad es con el primer endoso
que se produce la verdadera 'creación' del warrant como título a la orden con garantía
sobre las mercaderías depositadas. Antes de ello es más bien un mero título nominal,
en tanto permanece en poder del mismo depositante, titular del certificado de
depósito"(19).
La mayor parte de la doctrina y también de la legislación comparada establecen los
requisitos formales para la emisión de estos títulos de manera muy similar y,
estimamos, no conduciría a nada, para efectos de esta investigación, entrar a un
análisis en profundidad de las razones por las que de manera unánime se exige, por
ejemplo, consignar en los títulos referencia a la denominación de los mismos, lugar y
fecha de emisión, plazo, etc.
Sin embargo existen algunos aspectos en los que, si bien hemos encontrado
similitudes, estimamos se aprecian diferencias que resultan resaltables y que es
necesario contrastar con nuestra legislación con la finalidad de extraer conclusiones
que nos ayuden a definir si resulta necesario confirmar o reformar la norma nacional.
Es sobre estas diferencias a contrastar con lo dispuesto en nuestra legislación que
trataremos a continuación en el desarrollo del presente análisis y concretamente de lo
relativo a lo que a aspectos formales se refiere.
Título nominativo.
Entendemos por título nominativo al que es creado a favor de persona determinada y
en tal sentido podemos apreciar que la norma peruana prevé que los correspondientes
a certificados de depósito y warrants deben tener tal calidad pues así lo establece la
Ley de Títulos Valores N° 27287 en su artículo 224, numeral 224.1 al señalar: "Las
sociedades anónimas constituidas como almacén general de depósito, están
facultadas a emitir el certificado de depósito y el warrant a la orden del
depositante..."(20).
Es el caso que José Mira Velásquez al referirse al warrant, que en Colombia se
denomina bono de prenda, deja entrever que este podría ser emitido en una modalidad
no nominativa, es decir al portador, al señalar que: "Siendo los Bonos de Prenda
generalmente nominativos, el tenedor del mismo requiere para legitimarse, es decir
para ejercer el derecho, no solamente exhibir el título sino también concordar con el
nombre anotado en los registros especiales que llevan los almacenes generales de
depósito"(21)
Entendimos al analizar el texto citado que si el autor se refiere a que los bonos de
prenda, léase warrants, son por lo general nominativos ello quiere indicar que podrían

570
Notas de Títulos Valores § 390

no serio y más allá del contrasentido aparente de la opinión vertida por el autor, pues
la aparente facilidad circulatoria que daría la no exigibilidad de que sean nominativos
se neutraliza con la exigencia de concordar la identidad del poseedor del título con el
nombre anotado en el registro del almacén general de depósito, lo que finalmente
conduce a un régimen más restrictivo que el vigente en el Perú pues limita la
posibilidad del endoso en blanco del documento, contiene lo que podríamos
considerar una opinión a favor de un sistema contrario al imperante en la generalidad
de legislaciones y opiniones doctrinarias.
Pero la opinión del referido autor colombiano se basa en lo prescrito en el artículo 760
del Código de Comercio de su país según el cual y en adición a lo requerido para la
emisión del certificado de depósito el bono de prenda o warrant se señala que el título
contendrá: "El nombre del beneficiario, en su caso"(22), lo que se interpreta como que
podría no ser el caso la indicación del nombre del beneficiario.
Estimamos que la naturaleza de los derechos representados por el certificado de
depósito y el warrant, así como la necesidad de cautelar el ahorro del público, de cuyos
fondos finalmente se dispondrá la financiación de operaciones de crédito garantizadas
con warrants, hacen aconsejable que los títulos en cuestión resulten nominativos, ya
que ello, aunque en cierta forma restringe la capacidad de su circulación, permite
individualizar al titular del documento en el momento de su emisión.
Es así que la doctrina y legislación sobre la materia, salvo el caso colombiano, ni
siquiera aborda el tema de la conveniencia o inconveniencia de que estos títulos sean
nominativos y en este sentido el artículo 6 de la Ley N° 9643 de Argentina establece:
"Contra la entrega de los frutos o productos depositados, la administración del
respectivo almacén expedirá a la orden del depositante un certificado de depósito y
warrant referente a aquellos..."(23).
En igual sentido, es decir que los títulos de certificados de depósito y warrants deben
ser emitidos a la orden y por ende tienen calidad de nominativos, se pronuncia el
artículo 10, inciso c) de la Ley N° 19105 de Venezuela al prescribir: "Tanto el
certificado de depósito como el bono de prenda contendrán las siguientes indicaciones
(...) c) Nombre, profesión y domicilio de los depositantes"(24) .
Concluimos pues que a pesar de reconocer el mayor y mejor desarrollo de Colombia
en la región Latinoamericana en materia de almacenes generales de depósito, en este
aspecto concreto sobre la exigibilidad de que certificados de depósito y warrants sean
emitidos en calidad de títulos nominativos o no, debe mantenerse el sentido afirmativo
consagrado en la norma nacional en vigencia.
Constancia de haberse constituido el depósito.
Otra particularidad de la legislación colombiana en materia de los aspectos formales
que se requieren para la emisión de certificados de depósito y warrants, que no
encontramos en la norma nacional, ni en la de otros países, es la exigencia contenida
en el inciso 4 del artículo 759 de su Código de Comercio por el que tanto el certificado
de depósito como el warrant deben contener: "La constancia de haberse constituido
el depósito"(25), requisito sobre el cual Carlos Alfonso Negret Mosquera y María
Natalia Ribero Orostegui comentan: "Esto porque la relación o negocio causal que
vincula a las partes en el contrato de depósito en almacenes generales de depósito,
es el depósito mismo que necesariamente debe constar en un documento, siendo este
el certificado de depósito.

FACULTAD DE DERECHO 571


Versión de julio de 2023
§ 391 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Aquí se pone de manifiesto el elemento causal de este título valor sin el cual se
desvirtuaría jurídicamente y sería inexistente"(26)
Discrepamos también en este aspecto con lo dispuesto por la legislación de Colombia
y lo sustentado por los autores de este país, ya que si bien es cierto no cabe duda que
el elemento causal que vincula a las partes en un contrato de depósito es el depósito
mismo, no creemos que para que este se constituya el único camino legalmente
admisible es dejar constancia expresa de tal constitución en los títulos que al efecto
se generan.
Claramente, y pensamos que irrebatiblemente también, se puede señalar que si
depositante y depositario suscriben un documento privado y sin calidad de título valor
en el que expresamente señalen estar estableciendo una relación contractual de
depósito y consecuentemente la constitución del depósito correspondiente, la falta de
estipulación expresa en el certificado de depósito o el warrant en el sentido de que el
mismo ha quedado constituido no podrá enervar la plena validez de tal acto.
Es más en aplicación del principio de consensualidad, usualmente recogido en los
Códigos Civiles y concretamente en el artículo 1352 del Código Civil peruano, el
contrato se perfecciona por el consentimiento de las partes, así no medie suscripción
de acuerdo alguno y que duda puede caber en el caso de las operaciones en
almacenes generales de depósito que la entrega de mercancías por el depositante y
su aceptación por el depositario, aparejada por la emisión de títulos valores como el
certificado de depósito y el warrant implican una clara demostración de consenso entre
las partes para establecer una relación contractual de depósito.
Mas aún, la observancia de requisitos puntuales para la emisión de los títulos,
recogidos de manera similar por todas las legislaciones, tales como que ésta se hace
contra la entrega de la mercancía al almacén general de depósito, la especificación
de la modalidad del depósito, su plazo y el importe de la tarifa que deberá abonarse
al almacén por sus servicios, no dejan duda alguna en el sentido de la voluntad de las
partes para contratar.
Creemos, en conclusión, que el requisito en cuestión, singularmente recogido por la
legislación colombiana, es técnica y jurídicamente innecesario y no amerita de modo
alguno proponer modificación alguna de la norma nacional en tal sentido.
Valor de la mercancía.
El inciso f) del artículo 224.1 de la Ley de Títulos Valores N° 27287 establece que
tanto el certificado de depósito como el warrant deben especificar la indicación del
valor patrimonial de las mercaderías y el criterio utilizado en dicha valorización,
enunciado que podría interpretarse como que es función y responsabilidad del
almacén general de depósito valorar con cierto rigor periciallas mercancías que le
sean entregadas en almacenaje.
Sin embargo, no corresponde a estas instituciones certificar con valor oficial o de
peritaje técnico el valor de las mercancías cuya guarda les es encomendada, pues no
es esa su función, ni tienen la capacidad técnica para hacer/o.
Al respecto Cesar Vivante nos recuerda que: "El decreto francés del 26 de marzo de
1848 (arts. 4 y 5) exigía también que el certificado de depósito indicara el valor venal
de la mercadería comprobado por una pericia realizada en el día del depósito. Los
comerciantes pidieron la supresión de esta pericia que retardaba la emisión del título,
ocasionaba gastos y no servía para nada, toda vez que el valor de las mercaderías

572
Notas de Títulos Valores § 391

puede variar diariamente, ya por las alternativas del mercado, ya por las averías a que
están expuestas... semejante indicación no puede tener otro efecto que el de
perjudicar la libre apreciación de quien adquiere las mercaderías y da a préstamo
sobre ellas"(27).
Consideramos muy claro el concepto contenido en el texto citado en el párrafo anterior
y estimamos que el texto de la norma peruana debe tener la claridad suficiente como
para que su interpretación no lleve a confusiones que nos retrasarían más de un siglo
en lo que a la técnica jurídica en esta materia se refiere.
Reconocemos que es difícil llegar a ese nivel de confusión desde que en la práctica
al requerir la norma que se señalen los criterios de valorización, los almacenes
generales de depósito hacen referencia a documentos constituidos por la factura de
compra, por los documentos de importación o únicamente por la declaración del
depositante, lo que implica definitivamente que la valorización no tiene
necesariamente un rigor técnico, pero bien podría sostenerse, por el perjudicado por
una valorización incorrecta, que el almacén general de depósito no cumplió
adecuadamente con la norma vigente al valorizar deficientemente la mercancía,
exigiendo, en consecuencia, se le repare el perjuicio sufrido.
En tal sentido cabe resaltar que en la legislación comparada este requisito es recogido
con una referencia a valor aproximado o valor estimado, la que consideramos
suficiente para dejar claro el nivel y alcance de la valorización a practicarse por la
empresa almacenera.
Al respecto el artículo 6 de la Ley N° 9643 de Argentina prescribe: "Contra la entrega
de los frutos o productos depositados, la administración del respectivo almacén
expedirá a la orden del depositante un certificado de depósito y warrant referente a
aquellos, con expresión de(...) su valor aproximado..."(28).
Por su parte el artículo 1°, inciso g) de la Ley N° 19105 de Venezuela al tratar el tema
del valor de los productos almacenados indica: "Tanto el certificado de depósito como
el bono de prenda contendrán las siguientes indicaciones: (...) g) El estado actual de
los artículos depositados y su precio aproximado"(29).
Colombia, de profusa y amplia legislación sobre la materia, señala reiteradamente que
el valor consignado para las mercaderías en los certificados de depósito y warrants, a
los que reiteramos denominan bonos de prenda, es un valor estimado y en tal sentido
ya el artículo 14 del Decreto 1821 de 7 de noviembre de 1929, en su inciso 5, señalaba
que los referidos títulos deben contener entre sus indicaciones una referencia al valor
y calidad aproximados de las mercancías, criterio recogido por el artículo 759 de su
Código de Comercio y ratificado por el artículo 20 de la Resolución 666/92 la que
agrega que este valor estimado se fija de común acuerdo ente el almacén general de
depósito y el depositante.
Rubén Segal señala al respecto que las referencias a valor aproximado o a valor
estimado se refieren a lo que denomina un "valor aproximativo" el cual en su concepto"
... debe ser normal o corriente, y que en ningún caso será definitivamente vinculante
ni generador de responsabilidad para la empresa emisora o sus administradores"(30).
Consideramos sobre la base de lo expuesto en los párrafos precedentes, así como a
lo sostenido a lo largo de esta investigación, en el sentido que la función de los
almacenes generales de depósito corresponde fundamentalmente al cumplimiento de
la obligación de guarda y no al desarrollo de actividades de valorización que tengan

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Versión de julio de 2023
§ 392 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

valor técnico o pericial, que resulta conveniente precisar en la norma sobre la materia,
tal como se hace en otros países, que el valor de las mercancías consignado tanto en
el certificado de depósito, como en el warrant, es un valor aproximado y en tal sentido
proponemos la modificación correspondiente a la norma contenida en el inciso f) del
artículo 224.1 de la Ley de Títulos Valores N° 27287.
Sistema opcionalmente unicartular.
Señalábamos anteriormente que en lo que se refiere a los títulos que por las
mercaderías almacenadas emiten los almacenes generales de depósito existen en el
mundo dos sistemas denominados unicartular y bicartular respectivamente, según sea
que se emite un solo documento tanto para acreditar y transferir propiedad como para
gravarla o dos documentos en los que uno servirá para acreditar y transferir la
propiedad y otro para establecer prenda sobre la misma, precisando que en el Perú,
al igual que en la mayor parte de países del mundo se había optado por el sistema
bicartular.
Cabe, sin embargo, hacer referencia a un supuesto tránsito a un sistema opcional
mente unicartular en mérito a lo establecido por artículo 229.3 dé la Ley de Títulos
Valores N° 27287, que prevé la posibilidad de emitir un solo título lo que también
aparece indirectamente reconocido en el texto del literal a) del artículo 224.1 de la
misma ley.
El artículo 229.3 de la Ley de Títulos Valores N° 27287 establece literalmente: "El
almacén general de depósito entregará las mercaderías depositadas, a la
presentación de ambos títulos; salvo que se haya limitado a emitir solo el certificado
de depósito o el warrant; lo que deberá constar expresamente y en forma destacada
en el único título emitido con las cláusulas: 'certificado de depósito Sin Warrant
Emitido' o 'warrant sin certificado de depósito Emitido"(31).
Del texto legal bajo comentario se entiende claramente la posibilidad teórica, también
contemplada en el artículo 2 de la derogada Ley N° 2763, de que el depositante opte
por la emisión únicamente del certificado de depósito, pues si solo deseara dejar en
adecuada custodia su mercadería y no tuviera intención alguna de gravarla a nada
conduciría que se emitiera un warrant cuya finalidad es facilitar la pignoración de los
bienes, bastando por ende con tener la certeza de poder acreditar el depósito de la
mercadería y la propiedad de los mismos, así como eventualmente transferirlos
documental mente, fines para los que basta con operar con el certificado de depósito.
No se entiende, sin embargo, la otra opción innovadoramente prevista en la norma
bajo comentario, según la cual el depositante podría optar por la emisión únicamente
del warrant dejando por tanto de lado al certificado de depósito, ya que es este último
documento el que sirve para acreditar la propiedad de la mercadería sujeta a depósito
y mal se podría pensar en la posibilidad de contar con un documento que nos permita
pignorar la mercadería constituyendo un derecho real de garantía que puede ser
objeto de diversas transferencias incluso, a partir de su segundo endoso, al portador,
sino se va a tener a la mano el documento idóneo para en su oportunidad poder
demostrar adecuada y fehacientemente la propiedad de los bienes.
Cabría entonces plantearse si habrá sido intención del legislador dejar a criterio del
depositante un tránsito del sistema bicartular al unicartular en cuyo mérito se podrá
optar por la sola emisión del warrant, caso en el que tal documento ya no solo servirá
para permitir la constitución de garantía de prenda con la mercadería, sino que

574
Notas de Títulos Valores § 393

además al haber sido el único documento emitido servirá también para acreditar la
constitución del depósito y la propiedad de los bienes.
De la investigación realizada a propósito de este análisis no hemos podido encontrar
documentación alguna que sustente adecuadamente esta innovación, ni la intención
de la misma, habiendo solo podido recoger de manera extraoficial de parte de un
miembro integrante de la comisión redactora del proyecto de la ley, la versión según
la cual la inclusión de este precepto respondía a un criterio práctico de facilitar al
depositante la negociación con los bancos comerciales para la obtención de créditos
a garantizar con la mercadería depositada, dado que, se nos señalaba, los bancos
acostumbran exigir al depositante el endoso tanto del warrant como del certificado de
depósito en garantía del crédito a otorgar, en perjuicio de los intereses del depositante
que de esta manera se veía obligado a ceder la propiedad de la mercadería, lo que
no sucedería en los casos en que por haberse emitido únicamente el warrant solo
cabrá el endoso de este y consecuentemente se limitará el endosante a constituir
prenda pero no estará en capacidad de transferir la propiedad.
Discrepamos del criterio expuesto en el párrafo anterior, pues la experiencia que
hemos acumulado en el desarrollo de nuestra actividad profesional nos ha permitido
comprobar que en la práctica no es usual encontrar casos en que se dé la supuesta
exigencia de endoso conjunto de ambos documentos a favor de la institución
financiera y por cuanto que, si ese fuera el caso, bastaría con que el banco exija al
depositante, como requisito previo al desembolso del crédito, recurrir al almacén
general de depósito para solicitar de conformidad con lo dispuesto por el artículo 229.4
de la Ley de Títulos Valores N° 27287 la emisión de ambos documentos y anulación
del warrant original, así como el posterior endoso y entrega de los mismos.
En todo caso, cabe precisar que desde nuestro punto de vista no creemos que se
haya pretendido facilitar el tránsito a un sistema optativamente unicartular, ya que si
bien es cierto a falta de otro documento el warrant podría supletoriamente utilizarse
para demostrar la constitución del depósito e incluso en determinadas circunstancias
la propiedad de la mercadería, resulta incuestionable que en ningún caso tal título
podrá servir como instrumento para facilitar la transferencia de propiedad de la
mercadería que representa, ya que su endoso por mandato de lo dispuesto en el literal
a) del artículo 231.1 de la Ley de Títulos Valores N° 27287 solo implicará la
constitución de prenda sobre la misma y como ya lo detalláramos anteriormente
constituye característica fundamental del sistema unicartular la posibilidad de endosar
el título bien sea en señal de constitución de garantía, o en señal de transferencia de
propiedad de la mercadería materia de almacenaje.
A manera de conclusión, señalaremos que estimamos se incurrió en error de técnica
legislativa en el artículo 229.3 de la Ley de Títulos Valores N° 27287 al incluir la
posibilidad de optar por la emisión únicamente del warrant y en tal sentido estimamos
pertinente se considere su modificación.
Otros aspectos formales.
Cabe agregar que, según lo dispuesto por el artículo 226 de la Ley de Títulos Valores
N° 27287, los formularios en que se emitan estos títulos serán aprobados por la
Superintendencia de Banca y Seguros, llevarán numeración correlativa y se expedirán
de la matrícula o libro talonario que al efecto llevará el almacén, norma que debemos
concordar con la Resolución SBS N° 0192001 que fija el texto uniforme de los
certificados de depósito, warrants, sus anexos y endosos estableciendo entre otros

FACULTAD DE DERECHO 575


Versión de julio de 2023
§ 394 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

aspectos en los modelos que incluye que el certificado de depósito y el warrant


deberán ser suscritos tanto por los representantes del almacén como por el
depositante, en contraposición de lo expresamente indicado en el literal 1) del artículo
224.1 de la Ley de Títulos Valores según el que bastará con la firma del representante
del Almacén, norma que entendemos prima sobre la que estamos comentando en
mérito a su jerarquía.
Finalmente, dentro de este aspecto relativo a la emisión del certificado de depósito y
el warrant, cabe indicar que el artículo 224.2 de la Ley de Títulos Valores N° 27287
establece que en el caso de depósitos aduaneros estos se regirán por la legislación
especial de la materia, resultando de aplicación la normatividad contenida en la Ley
de Títulos Valores solo con carácter supletorio.
En tal sentido resulta de aplicación lo dispuesto por Resolución de Superintendencia
de Aduanas N° 000229 de 28 de marzo de 1996, según la cual los certificados de
depósito deben ser emitidos en original para el depositante y dos copias para el
depositario y el Agente de Aduana, así como que las características físicas del formato
implicarán 305 mm. de largo por 212 mm. de ancho, 40 gm. de peso y sello de agua
del depósito.
Plazo del certificado de depósito y del warrant.
Conforme a lo que disponía el inciso 7 del artículo 2 de la derogada Ley N° 2763 el
plazo del depósito en el régimen de almacenes generales de depósito no podía
exceder de un año, el Decreto Supremo N° 85 de 20 de diciembre de 1963 al
reglamentar esta norma estableció en su artículo 11 que el depósito de comestibles y
otros artículos pasibles de descomponerse tendrán un plazo de noventa días
prorrogables por un lapso igual, es decir fijó para este último caso un plazo máximo
de ciento ochenta días.
Como ha quedado dicho anteriormente, las normas a que nos hemos referido en el
párrafo anterior fueron derogadas por la Ley de Títulos Valores N° 27287, la que en
su artículo 224.1, inciso i, establece, al igual que en la norma anterior, el plazo máximo
de un año para el depósito en este régimen, indicando que para el caso de los
productos perecibles el mismo no excederá de noventa días "salvo que la naturaleza
del bien y el almacén general de depósito lo permitan"(32).
Podemos apreciar de lo expuesto precedentemente que se ha excluido de la limitación
al plazo reducido la referencia a los comestibles, así como también que se posibilita a
los productos perecibles en general no tener que sujetarse a este plazo reducido si
así lo permitiera su naturaleza y el almacén que se encargará de custodiarlos.
Consideramos acertada la modificación adoptada por la Ley de Títulos Valores, ya
que encuadra en la necesidad de adaptación, de modernización de las normas en
materia de almacenes generales de depósito.
En efecto, la referencia a la sujeción de todo producto comestible al plazo reducido a
que se refería la norma anterior entendemos tenía por finalidad preservar aspectos
sanitarios por la descomposición que podía producirse en los mismos por el simple
hecho del devenir del tiempo, pero en la práctica creaba trabas innecesarias al
almacenaje de ciertos productos alimenticios que por su técnica de producción, -
sistema de congelamiento o envase estaban en capacidad de almacenarse en forma
previa a su consumo por períodos mucho mayores a los previstos en la norma anterior.

576
Notas de Títulos Valores § 395

En todo caso la referencia a productos perecibles hecha en la Ley vigente resulta


suficiente para comprender en ella a los productos comestibles que no hayan sido
sujetos de estos métodos especiales de producción y conservación, asegurándose el
aspecto sanitario con la aplicación del plazo reducido previsto por la misma.
Consideramos conveniente precisar, en este aspecto, que, a nuestro entender, la
referencia contenida en el artículo 224.1, inciso i, de la Ley de Títulos Valores a la
extensión del plazo de almacenaje de los productos perecibles cuando su naturaleza
y el almacén general de depósito lo permitan, no debe entenderse como una
posibilidad ilimitada sino que en todo caso sujeta al plazo general máximo de un año
establecido en la referida norma legal.
En todo caso y como comentario final al respecto, estimamos pertinente indicar que
nada obstará a que las partes intervinientes en la relación jurídica al vencimiento del
plazo acuerden su prórroga, ya que ello no está prohibido por la Ley, para cuyo efecto
en el aspecto formal deberá procederse a la renovación del certificado de depósito y
warrant pertinente.

III. MERCANCÍA ELEGIBLE PARA EL CERTIFICADO DE DEPÓSITO Y EL WARRANT


Limitación en razón del valor.
La legislación vigente sobre la materia no excluye de este régimen a ningún tipo de
mercancía en razón de su naturaleza, por lo que debemos concluir que podrá ser
objeto de depósito cualquier clase de bienes.
Cabe indicar, sin embargo, que sí existe en la Ley limitaciones en razón del valor del
bien o de su situación jurídica, tal como detallaremos a continuación.
El artículo 5 de la derogada Ley N° 2763 establecía que solo podrían expedirse
certificados de depósito por mercancías cuyo valor aproximado no sea inferior a cien
libras peruanas, por lo que al establecer el artículo 2 de la misma norma que contra la
entrega de la mercadería el almacén debía expedir un certificado de depósito, se podía
concluir que inicialmente solo podían ser objeto de almacenamiento bajo régimen de
almacén general de depósito las mercancías que superaran el indicado valor.
La norma vigente, contenida en el artículo 227 de la Ley de Títulos Va/ores N° 27287,
indica que solo se emitirán certificados de depósito y warrant por mercancías con un
valor no menor a cinco Unidades Impositivas Tributarias, límite aplicable incluso para
los casos de desdoblamiento o división por lotes de las mercancías previamente
depositadas.
¿Significa esto que no podrá ingresarse en régimen de almacén general de depósito
mercancía con un valor inferior a las cinco Unidades Impositivas Tributarias?
Lamentablemente la respuesta no surge de la interpretación de la norma con la
facilidad que lo hacía en el caso de la Ley N° 2763, pues mientras ésta resultaba
mandatoria en cuanto a la obligación de la empresa almacenera de expedir el
correspondiente certificado de depósito contra la recepción de la mercadería, el
artículo 224.1 de la Ley de Títulos Valores N° 27287 se limita a señalar que el almacén
general de depósito contra el recibo de las mercancías está "facultado" a emitir el
certificado de depósito y warrant correspondiente, lo que podría interpretarse como
potestativo y por ende que la empresa almacenera podría recibir mercancía en
régimen de almacén general de depósito sin expedir certificado de depósito ni warrant
y por tanto sin quedar sujeto al límite mínimo de valor de los bienes en referencia.

FACULTAD DE DERECHO 577


Versión de julio de 2023
§ 396 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Personalmente no compartiríamos una interpretación como la ensayada en el párrafo


anterior, ya que creemos que ella estaría basada exclusivamente en el aspecto literal
de la norma y en Derecho la literalidad no es la única fuente de interpretación
admisible. Creemos que la naturaleza del régimen de almacenes generales de
depósito implica la emisión de por lo menos el certificado de depósito y que es aquello
justamente lo que distingue el almacenamiento financiero, propio de este régimen, del
almacenamiento simple materia del contrato de depósito previsto en el Código Civil,
pero nos hemos valido de la coyuntura para resaltar la falta de técnica adecuada en
la redacción de la norma la cual sin duda debió concebirse en términos imperativos.
Limitación en relación a la situación jurídica de la mercancía.
Conforme a lo dispuesto por e/ artículo 228 de la Ley de Títulos Valores N° 27287 no
podrá ser depositada en régimen de almacenes generales de depósito la mercancía
sujeta a gravámenes o medidas cautelares, debiendo la empresa almacenera en caso
que estos le hubieran sido notificados previamente abstenerse, bajo responsabilidad,
de emitir certificado de depósito o warrant sobre las mismas, norma que recoge el
principio que ya consagraba el artículo 6 de la derogada Ley N° 2763.
Esta disposición se complementa con lo dispuesto en el numeral 228.2 de la referida
Ley de Títulos Valores N° 27287, según el cual el depositante, bajo responsabilidad,
no podrá solicitar la emisión de certificado de depósito o warrant en el caso de
mercancías sujetas a registro público especial o gravamen con entrega jurídica.
Entendemos, por las razones ya expuestas en el último párrafo del numeral anterior
de este trabajo que la referencia legal a la prohibición legal de emitir certificado de
depósito o warrant en los casos antedichos implica la incapacidad de someter a estas
mercancías al régimen de almacenes generales de depósito.
Seguro obligatorio.
El artículo 10 de la derogada Ley N° 2763 establecía que las mercancías debían estar
aseguradas contra incendio debiendo los almacenes contratar la póliza pertinente por
cuenta y riesgo de los interesados en los casos en que éstos no hubieran cumplido
con tal obligación, norma que al reglamentarse en el artículo 8 del Decreto Supremo
N° 85 de 20 de diciembre de 1963 fijó la obligación de que tales seguros fueran
contratados en compañías de seguros establecidas en el país.
La Ley de Títulos Valores N° 27287 en su artículo 224.1, inciso h, ha extendido el
alcance de la norma previa al establecer la potestad de la empresa almacenera de
requerir coberturas adicionales a la de incendio en el seguro a contratar, pero no ha
establecido la facultad de la misma de contratar el seguro por cuenta del interesado
en caso que este incumpliera su obligación al respecto, habiendo también omitido la
referencia a la contratación con empresas de seguros establecidas en el país.
En el primer caso se podría indicar que al establecer la norma que tanto en el
certificado de depósito como en el warrant se expresará la denominación y domicilio
del asegurador, se presupone que el seguro debería haber sido contratado
previamente a la expedición de tales documentos, pero estimamos que el artículo en
cuestión pudo haber sido redactado con mayor claridad y precisión.
En lo que se refiere a la ausencia de mención de la obligación de contratar el seguro
con empresas establecidas en el país entendemos que ello responde a la necesidad
de que la contratación de la póliza pertinente se ciña a lo que resulte vigente en
materia de legislación sobre seguros en el país al momento de constituirse el depósito,

578
Notas de Títulos Valores § 398

a manera de mantener unicidad en el tratamiento de la materia y evitar ante una


situación dada en razón de la política económico-financiera del gobierno de turno tener
que eventualmente introducir modificaciones a la Ley de Títulos Valores.
Cabe sin embargo indicar al respecto que en el artículo 10 del Reglamento de los
almacenes generales de depósito, aprobado por Resolución SBS N° 040-2002, se
establece que son los almacenes generales de depósito los que deben contratar con
compañías de seguros autorizadas a operar en el Perú las pólizas que cubren a los
bienes recibidos en depósito, norma que además de ratificar la posibilidad de que el
Almacén requiera coberturas adicionales, establece para los casos en que el
depositante cuente con pólizas de seguros contratadas directamente, éstas podrán
endosarse al almacén general de depósito en sustitución de la obligación de contratar
una nueva póliza. Resulta pues que, vía esta norma reglamentaria se ha retornado al
régimen preexistente en cuyo mérito el almacén contrata la póliza por cuenta del
depositante y por medio de una compañía de seguros autorizada a operar en nuestro
país.
Lo que resulta incuestionable es la obligación de asegurar, al menos contra incendio,
la mercancía almacenada en régimen de almacenes generales de depósito, ya que el
depositario no será responsable por los hechos derivados de caso fortuito o fuerza
mayor y el riesgo corre por cuenta del depositante razón por la que esta obligación de
asegurar responde en criterio de A. Muro P. a que "Ella tiende a conservar el valor de
la cosa sustituida en el caso de siniestro por la indemnización a cargo del asegurador
por razón de la garantía que tales cosas constituyen respecto de las operaciones de
crédito que se puedan contraer con el endoso del warrant o certificado"(33).

IV. RESPONSABILIDADES DEL ALMACÉN GENERAL DE DEPÓSITO


Responsabilidad contractual (i) en la LTV.
El artículo 229.1 de la Ley de Títulos Valores N° 27287 se refiere a la responsabilidad
del almacén general de depósito por los daños sufridos por las mercaderías bajo su
custodia, norma de la que debemos concluir en primer lugar que la responsabilidad a
que se refiere es de naturaleza esencialmente contractual, ya que al establecerse el
marco temporal de la misma en el lapso comprendido entre la recepción y la
devolución de la mercadería, se está refiriendo al plazo de vigencia del contrato de
depósito celebrado entre las partes.
En este sentido cabe recordar que conforme a lo dispuesto por el artículo 1351 del
Código Civil debemos entender por contrato al acuerdo de dos o más partes para crear
una relación jurídica patrimonial y por ende al haber acordado depositante y
depositario que este último guardará, conservará y cuidará de la mercancía del
primero por un periodo determinado resulta incuestionable la configuración del
contrato y por tanto de la naturaleza contractual de la responsabilidad que se derive
para el almacén en aplicación del artículo 229.1 de la Ley de Títulos Valores.
Consideramos conveniente resaltar también que el referido artículo 229.1 señala la
responsabilidad del almacén por los daños sufridos por las mercaderías, lo cual
implica una aplicación plena de la teoría del daño a la responsabilidad en el régimen
de almacenes generales de depósito y que resulta consagrando un régimen diferente
al previsto en el Código Civil.
En efecto, el artículo 1321 del Código Civil, en su primer párrafo, establece: "Queda
sujeto a la indemnización de daños y perjuicios quien no ejecuta sus obligaciones por

FACULTAD DE DERECHO 579


Versión de julio de 2023
§ 398 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

dolo, culpa inexcusable o culpa leve"(34). Es decir, limita la responsabilidad a los


casos de dolo o culpa, dicho en otras palabras, nuestro
EI Código Civil a diferencia de la Ley de Títulos Valores toma en consideración el
aspecto moral, imputa responsabilidad a quien ha actuado de manera inmoral o
causado un daño injusto, adscribiendo a la teoría o principio subjetivo de la
responsabilidad, en tanto que el comentado artículo 229.1 de la Ley de Títulos Valores
se encuadra más en el denominado principio de la responsabilidad objetiva, que está
más dirigida a determinar si hay daño que si hay culpa.
Sin embargo, dentro de este marco, el mismo artículo 229.1 de la Ley de Títulos
Valores establece los eximentes de responsabilidad, que están referidos a aquellos
casos en que el daño haya sido causado por fuerza mayor, por la naturaleza misma
de las mercaderías, defecto de su embalaje no apreciable exteriormente o por culpa
del depositante o sus dependientes.
En lo relativo a la fuerza mayor como eximente de responsabilidad, entendemos que
la norma en comentario sigue el principio establecido por artículo 1315 del Código
Civil y exonera de responsabilidad a aquellos casos que importan lo que en doctrina
se denomina una fractura causal, o sea el rompimiento del nexo causal entre el daño
producido y el hecho que lo produce, por lo que aunque se reconoce la existencia del
daño no se puede reclamar su reparación.
En lo que se refiera a la naturaleza misma de las mercaderías o el defecto de su
embalaje no apreciable exteriormente, entendemos que se estaría siguiendo en la Ley
de Títulos Valores el principio consagrado en el artículo 1317 del Código Civil según
el cual el deudor no responde por la inejecución de la obligación motivada en causas
que no le resultan imputables, limitada a solo estos dos casos.
Finalmente, en lo que se refiere a las causas eximentes de responsabilidad, la Ley de
Títulos Valores se refiere a la culpa del depositante o dependientes de este último,
norma con la que entendemos se pretende seguir el principio establecido en el artículo
1326 del Código Civil, relativo al dolo o culpa del acreedor del daño ocasionado,
habiéndose sin embargo incurrido en una omisión, originado en nuestro concepto en
un problema de redacción defectuosa, que estimamos debe ser materia de enmienda
por parte del legislador.
En efecto, el artículo 229.1 de la Ley de Títulos Valores está referido exclusivamente
a casos de culpa del depositante o de sus dependientes, es decir no se refiere al dolo
de los mismos que, a nuestro entender, resulta mucho más grave que los casos de
culpa pues implica una actitud deliberada de ocasionar el daño.
Entendemos que si bien es cierto el artículo bajo comentario de la Ley de Títulos
Valores implica una norma de carácter especial y que por tanto prima sobre la norma
de carácter general consagrada en el Código Civil, ningún operador del Derecho
podría pretender sostener que en caso del daño producido en razón del dolo del
depositante o de sus dependientes, quien responderá por tal daño será el depositario,
ya que ello implicaría una desnaturalización de la institución y esencia de la
responsabilidad, pero resulta incuestionable que resulta aconsejable promover la
modificación del artículo 229.1 de la Ley de Títulos Valores a fin de que se incluya
entre las causales eximentes de responsabilidad la del daño causado en razón del
dolo del depositante o de sus dependientes.
Se refiere también el artículo 229.1 de la Ley de Títulos Valores a la limitación de
responsabilidad del almacén general de depósito al valor que tengan las mercaderías

580
Notas de Títulos Valores § 399

según lo señalado en el certificado de depósito y warrant pertinente, norma que en


nuestro concepto se contrapone a lo establecido en el segundo párrafo del artículo
1321 del Código Civil según el cual el resarcimiento de la reparación por el daño
causado comprende tanto el daño emergente como el lucro cesante.
Efectivamente, al limitar la norma acotada la responsabilidad del almacén
exclusivamente al valor de las mercaderías está restringiendo la misma al con cepto
de daño emergente, es decir a la reposición del valor material de la mercadería
dañada, pero está excluyendo el concepto de lucro cesante que está más referido a
la reparación del daño causado a las expectativas de beneficio que aspiraba obtener
quien sufrió el daño.
Resulta incuestionable que ante la incompatibilidad de las normas primará la
contenida en la Ley de Títulos Valores, no solo por tratarse de una norma promulgada
con posterioridad al Código Civil sino que fundamentalmente por tratarse de una
norma con carácter especial, frente a la de carácter general contenida en el Código.
Responsabilidad contractual (ii): bajo el Derecho común.
Aunque la Ley de Títulos Valores no establece más reglas referidas a la
responsabilidad contractual de los almacenes generales de depósito, entendemos que
esta no se agota en lo dispuesto por el antes analizado artículo 229.1, ya que conforme
a lo establecido en el artículo IX del Título Preliminar del Código Civil, las disposiciones
de este cuerpo legal son de aplicación supletoria a las relaciones y situaciones
jurídicas reguladas por otras leyes mientras no haya incompatibilidad con su
naturaleza.
En tal sentido entendemos que, en la medida en que no existe incompatibilidad con
las normas específicas relativas al régimen de los almacenes generales de depósito,
serán aplicables a los mismos las normas relativas al contrato de depósito regulado
en el Capítulo V, del Título IX de la Sección Segunda, del Libro VII del Código Civil de
1984 y por tanto las normas sobre responsabilidad que el mismo contiene.
En tal sentido, estimamos conveniente referimos en primer lugar a la norma contenida
en el artículo 1824 del Código Civil según el que: "El depositario responderá por el
deterioro, pérdida o destrucción del bien cuando se originen por su culpa, o cuando
provengan de la naturaleza o vicio aparente del mismo, si no hizo lo necesario para
evitarlos o remediarlos, dando además aviso al depositante en cuanto comenzaron a
manifestarse"(35).
Habíamos señalado en el numeral anterior de esta investigación que el concepto de
culpa previsto en el artículo 1321 del Código Civil como causa de atribución de
responsabilidad, resulta inaplicable al régimen de almacenes generales de depósito
donde prima el concepto del daño, es decir de respon sabilidad objetiva, lo que resulta
igualmente aplicable al artículo 1824 del Código Civil antes glosado, pero al cual nos
referimos en todo caso por la mención hecha a la responsabilidad del depositario
cuando el daño provenga de la naturaleza de la mercadería y el depositario no hizo lo
necesario para evitarlo o remediarlo y/o no dio aviso al depositante en el momento en
que advirtió que estos daños comenzaban a manifestarse.
Si bien es cierto, tal como también lo hemos analizado anteriormente, resulta eximente
de responsabilidad el daño ocasionado por la naturaleza misma de las mercaderías,
entendemos que ello no implica un derecho absoluto, una patente de corso para que
el depositario se desentienda de los daños que se vengan produciendo a un bien bajo

FACULTAD DE DERECHO 581


Versión de julio de 2023
§ 400 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

su custodia por el solo hecho de que estos se originen en la naturaleza misma de la


mercadería, ya que entendemos que ello implicaría una actitud de deslealtad
contractual que debe originar la obligación de reparar.
En tal sentido, sostenemos que la lectura correcta de las normas precitadas por el
operador de Derecho debe llevamos a concluir que el depositario no será responsable
por los daños que se produzcan en las mercaderías bajo su guarda, si es que estos
se originan en la naturaleza de la misma y en tanto que tales daños no puedan
advertirse por el mismo, pues de poderse tomar conocimiento de los mismos, como
por ejemplo podría suceder en el caso de encontrarse indicios de principios de
descomposición en un lote de alimentos, deberá el almacén general de depósito, en
aplicación de la norma contenida en el artículo 1824 del Código Civil, adoptar las
medidas necesarias para procurar evitar o remediar el daño, cumpliendo además con
dar aviso inmediato de tal hecho al depositante.
Por otro lado, consideramos que resultaría aplicable en materia de responsabilidad
contractual al régimen de almacenes generales de depósito las normas contenidas en
los artículos 1820 y 1821 del Código Civil, según los cuales el depositario no puede
usar el bien depositado salvo autorización judicial, bajo responsabilidad por el daño
que este pudiera sufrir inclusive por caso fortuito o fuerza mayor, salvo que se
demostrara que tal daño se hubiera producido aunque no se hubiere hecho uso del
bien.
Resulta indiscutible que los almacenes generales de depósito no pueden hacer uso
de los bienes cuya custodia les es encomendada, en aplicación de las normas
precitadas del Código Civil y aunque ni la Ley de Títulos Valores, ni su antecesora en
esta materia la Ley N° 2763, hayan establecido nada al respecto, siendo la del
almacén una obligación de guarda, la naturaleza intrínseca de la misma implica que
la mercadería debe ser puesta a buen recaudo y adecuadamente protegida lo que
excluye la posibilidad de su uso por el depositario.
Finalmente, en materia de responsabilidad contractual, cabe señalar que en lo relativo
al contrato de depósito el Código Civil contiene también las nor mas previstas en los
artículos 1825, 1826 Y 1841, que en nuestro concepto resultan inaplicables al régimen
de almacenes generales de depósito, por cuanto en lo que se refiere al artículo 1841
se está haciendo referencia a la exoneración de la obligación de reparar en casos de
pérdida del bien sin culpa del depositario, concepto que no sería de aplicación al
régimen por las razones que ya hemos detallado anteriormente de manera reiterada,
cabiendo señalar en lo relativo a los artículos 1825 y 1826 del Código Civil, que, en
nuestro concepto, éstos no resultan de aplicación al régimen de almacenes generales
de depósito por estar referidos a la figura denominada "depósito reservado", que
consiste en la custodia y conservación de bienes contenidos en envases sellados o
cerrados, supuesto en el que se estará a ladeclaración del depositante sobre la
cantidad y calidad de los bienes en caso de producirse el daño, siendo que el artículo
224.1 de la Ley de Títulos Valores, en su inciso e), establece que el Certificado de
Depósito y el Warrant deben especificar la clase y especie de las mercaderías
depositadas detallando cantidad, peso, calidad, estado de conservación, marca d'e
bultos y cualquier otra indicación que los identifique, por lo que no resultaría aplicable
la declaración del depositante en este caso.
Responsabilidad civil extracontractual.
La Ley de Títulos Valores N° 27287, como ya quedara dicho con anterioridad, no
legisla integral mente el tema relativo a los almacenes generales de depósito sino que

582
Notas de Títulos Valores § 401

se limita a los aspectos relativos al certificado de depósito y al warrant por lo que, al


haberse derogado la Ley sobre almacenes generales de depósito N° 2763, han
quedado sin regulación muchos aspectos que requerirían ser contemplados y uno de
ellos es el relativo a los temas vinculados a la responsabilidad extra contractual.
En todo caso resultará de aplicación la normatividad general sobre el tema contenida
en el Código Civil y específicamente, en lo que al régimen de depósito se refiere, la
norma consagrada en el artículo 1836 del referido cuerpo legal.
En tal sentido cabe precisar que el artículo 1836 del Código Civil establece para los
casos en que se compruebe la procedencia delictuosa del bien depositado que el
depositario estará impedido, bajo responsabilidad, de restituirlo al depositante
debiendo proceder a su consignación, entendemos que aunque la norma no lo indica
ante la autoridad jurisdiccional competente, norma que resulta de aplicación supletoria
al régimen de almacenes generales de depósito en virtud a lo dispuesto en el ya antes
referido artículo IX del Título Preliminar del Código Civil.
Resulta obvio que la primera responsabilidad en que incurrirá el depositario que no
observe la obligación de consignar el bien de procedencia delictuosa y por el contrario
lo devuelva al depositante será la responsabilidad de índole penal, pero estimamos
que también se configurará la responsabilidad civil extracontractual, en cuyo mérito y
en aplicación de lo dispuesto en el artículo 1969 del Código Civil se deberá reparar el
daño causado a quien hubiere tenido derecho o justa expectativa sobre el bien
irregularmente restituido.

V. ENDOSO
Endoso del certificado de depósito.
En el sistema doble cartular imperante en nuestro país, con la opción unicartular a que
se refiere el artículo 229.3 de la Ley de Títulos Valores N° 27287, la posesión conjunta
del certificado de depósito y del warrant implica título suficiente para disponer de la
mercancía en cualquiera de las formas permitidas por el Derecho, pero el endoso de
al menos uno de los títulos implica una diversidad de consecuencias jurídicas en cuyo
mérito las partes no podrán disponer libremente de las mercancías sino dentro de las
condiciones establecidas en la legislación sobre la materia.
María del Pilar Vilela al analizar los aspectos inherentes al endoso del certificado de
depósito y del warrant señala que: "El endoso es el acto formalmente escriturario
unilateral e incondicional, accesorio, que tiene por objeto la transmisión del título y la
legitimación de su poseedor para el ejercicio de sus derechos cartulares.
En el endoso se verifican dos actos: la firma sobre el título (en el anverso) y la entrega
del mismo al nuevo poseedor. Con el endoso surge una nueva relación cartular
autónoma.
El endosante asume una obligación frente al endosatario, la cual alcanza la obligación
cartular principal y sus accesorios (intereses y demás derechos como el de inspección,
etc.)"(36).
Consideramos conveniente agregar únicamente a lo escrito por Vilela que en el caso
del primer endoso del warrant existe un tercer acto, adicional al de la firma y al de la
entrega del título, consistente en su registro en la matrícula o libro talonario del
almacén y en el correspondiente certificado de depósito, aspecto sobre el que
incidiremos más adelante.

FACULTAD DE DERECHO 583


Versión de julio de 2023
§ 402 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Conforme a lo previsto por el inciso a) del artículo 231.1 de la Ley de Títulos Valores
N° 27287 el endoso tanto del certificado de depósito como del warrant transfiere al
endosatario la libre disposición de los bienes depositados, libre disposición que, como
veremos más adelante, no enerva la obligación que debe asumir el endosatario frente
al almacén por los servicios prestados quien tendrá en todo caso el derecho de
retención previsto por ley.
El inciso c) del artículo 231.1 de la Ley de Títulos Valores N° 27287 señala que el
endoso del certificado de depósito por separado del warrant implica transferir al
endosatario el derecho de propiedad sobre las mercancías depositadas, debiendo el
adquirente respetar la prenda constituida a favor del tenedor del warrant en aquellos
casos en que tal título se hubiere emitido.
María del Pilar Vilela señala respecto al endosatario o tenedor del certificado de
depósito que este "... posee un derecho actual sobre los efectos almacenados, sin
embargo, no puede retirarlos a menos que pague el importe de la deuda garantizada
por el warrant, es decir, el ejercicio del derecho de propiedad no es pleno"(37).
Por último, en lo que se refiere al endoso del certificado de depósito separado del
warrant, el artículo 231.2 señala que este, a diferencia del caso del warrant, no
requiere ser registradp.
Endoso por separado del warrant.
Conforme a lo dispuesto por el inciso b) del artículo 231.1 de la Ley de Títulos Valores
N° 27287, el endoso del warrant por separado del certificado de depósito implica
constituir prenda a favor del endosatario sobre las mercancías depositadas y por el
valor total de las mismas, en garantía del crédito directo o indirecto que, al efecto, se
señale en el título.
La legislación nacional en concordancia con lo normado sobre la materia en la mayoría
de países y lo opinado unánimemente por la doctrina, es sumamente formalista en lo
que atañe al primer endoso del warrant, el que, a diferencia de los endosos
subsecuentes, no podrá realizarse en blanco y deberánecesariamente registrarse
tanto ante el almacén como en el correspondiente certificado de depósito.
Al efecto, el artículo 232.1 de la Ley de Títulos Valores N° 27287, establece los
requisitos formales del endoso señalando:
"El primer endoso del warrant separado del certificado de depósito que se
hubiere emitido o aun cuando tal emisión no se hubiere hecho, contendrá:
a) La fecha en la que se hace el endoso;
b) El nombre, el número del documento oficial de identidad y firma del
endosante;
c) El nombre, domicilio y firma del endosatario;
d) El monto del crédito directo y/o indirecto garantizado;
e) La fecha de vencimiento o pago del crédito garantizado, que no excederá del
plazo del depósito;
f) Los intereses que se hubieran pactado por el crédito garantizado;
g) La indicación del lugar de pago del crédito y/o, en los casos previstos por el
Artículo 53, la forma como ha de efectuarse este; y,

584
Notas de Títulos Valores § 402

h) La certificación del almacén general de depósito que el endoso del warrant


ha quedado registrado en su matrícula o libro talonario, como en el respectivo
certificado de depósito, refrendada con firma de su representante autorizado".
Como dijéramos anteriormente, nuestra legislación resulta claramente formalista en lo
relativo al primer endoso del warrant, pero consideramos que los requisitos formales
exigidos deben responder a una razón específica y no simplemente a meras trabas o
aspectos intrascendentes que más tendrían relación con la parte oscura de nuestras
costumbres y usos burocráticos que con las necesidades propias de la seguridad
inherente a las transacciones comerciales.
En tal sentido entendemos como razón de los requisitos exigidos para el endoso por
nuestra Ley de Títulos Valores, una aspiración de dotar al acto de las formalidades
pertinentes a la seguridad de la transacción que permita la adecuada circulación y
dinámica comercial de los títulos.
Por lo antes expuesto entendemos que la exigencia de consignar la fecha del endoso
responde a la necesidad de establecer con toda precisión el momento a partir del cual
el endosatario adquiere su derecho, habida cuenta que aunque se requerirá la
inscripción del endoso ante el almacén la oportunidad de la misma no necesariamente
coincidirá con la de la operación realizada, aspecto que pudiera resultar determinante
para el cómputo de términos judiciales, de prescripción, caducidad, comerciales, etc.
En todo caso consideramos que debió establecerse un plazo máximo para la
inscripción ante el almacén computable a partir de la fecha del endoso del título.
En lo que se refiere a la debida identificación y la firma de endosante y endosatario,
incuestionablemente se está respondiendo a la necesidad funda mental de determinar
adecuadamente a las partes que intervienen en una operación de naturaleza jurídica
y financiera, requisito indispensable, por ejemplo, para efectos de la posible
imputación futura de responsabilidades, además que la inadecuada o hasta
inexistente identificación de las partes convertiría al endoso y su registro en un acto
equivalente al endoso en blanco, en contra de lo prescrito por la ley.
Se requiere también la indicación del monto del crédito, fecha de vencimiento,
intereses pactados y forma de pago, no solo para efectos de la adecuada
determinación de los términos y alcances de la operación pertinente, sino que
principalmente, a nuestro entender, en razón de que conforme a lo dispuesto en el
artículo 231.2 de Ley de Títulos Valores N° 27287, el endoso se registrará
transcribiendo su información completa en el certificado de depósito y
consecuentemente quien con posterioridad a esta operación reciba en endoso el
certificado de depósito, por separado del warrant, podrá tener perfecto y puntual
conocimiento de los términos y condiciones que están gravando la mercancía que se
le transfiere. Obviamente, la referencia a la fecha de vencimiento o pago del crédito
tiene también por finalidad establecer la oportunidad a partir de la que correrán los
términos para el protesto del título y para el ejercicio de las acciones previstas por ley.
La indicación del lugar del pago se establece como requisito en razón de tener,
además de lo antes expuesto, como función la determinación adecuada del Órgano
Jurisdiccional competente en caso de requerirse la ejecución judicial de la garantía
otorgada o la determinación por esta vía de cualquier otro aspecto inherente a la
relación establecida entre las partes o los terceros que se incorporen por los
posteriores endosos del título.

FACULTAD DE DERECHO 585


Versión de julio de 2023
§ 403 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Finalmente se requiere la certificación por parte del almacén general de depósito en


el sentido de haber registrado el endoso del warrant tanto en su matrícula o libro
talonario como en el correspondiente certificado de depósito, por cuanto que, siendo
obligatorio tal registro, el artículo 232.2 de la Ley de Títulos Valores N° 27287
establece que la prenda a favor del endosatario no se considerará formalizada ni
válidamente constituida mientras no se cumpla con tal requisito.
Conforme a lo dispuesto por el artículo 233.1 de la Ley de Títulos Valores N° 27287 el
endoso del warrant podrá representar además de la prenda pertinente, el crédito
garantizado, garantía de créditos futuros o sujetos a condición, así como de créditos
que consten en documentos distintos al título, siempre que tales circunstancias se
señalen expresamente en el título de warrant correspondiente.
Finalmente, en lo relativo al endoso del warrant, conviene recordar que tratándose de
un título valor la obligación cartular incorporada al mismo goza de una autonomía en
cuya virtud no depende de la relación causal que originó su emisión, o su primer
endoso para el caso de los siguientes endosatarios, no pudiendo en consecuencia
oponerse contra el endosatario excepciones personales derivadas de la relación
causal(39).

VI. NATURALEZA PRENDARIA DEL WARRANT


Planteamiento.
La naturaleza prendaria del warrant, constituye, sin duda alguna, la más atractiva de
las características del régimen de almacenes generales de depósito y merece especial
y diferenciado tratamiento tanto al nivel de Doctrina como de la legislación comparada.
En nuestro país la pignoración de los bienes sujetos a warrant está regulada por los
artículos 231.1, 232.2 y 233.1 de la Ley de Títulos Valores N° 27287, cuyo análisis ya
efectuáramos al tratar del endoso del warrant.
A lo largo de esta investigación nos hemos referido reiteradamente a la constitución
de prenda por el endoso del warrant, cabiendo indicar que la regulación de este
Derecho Real de Garantía es la correspondiente a lo previsto en el Código Civil
vigente, concretamente el Título I de la Sección IV del Libro V, ya que si bien es cierto
el Código de Comercio prevé en sus artículos 315, 316 y 319, lo relativo a la prenda
mercantil, la derogación de sus artículos 317 y 318 y la consecuente falta de previsión
de aspectos esenciales inherentes a la constitución de la garantía obligan a recurrir
necesariamente a las reglas del Código Civil sobre la materia, en un sentido
concordante con la moderna tendencia a la "civilización" del Derecho Mercantil.
No pretendemos extendemos en esta investigación al análisis de la naturaleza de la
prenda, sin embargo, cabe preguntarse sobre si resulta adecuada la remisión a las
normas del Código Civil en lo que se refiere a la prenda que se constituye por el
endoso del warrant, ya que entendemos que si en Derecho además de la prenda civil
se admite la existencia, por ejemplo, de la prenda mercantil, la prenda industrial, o la
prenda agraria, podría al menos plantearse la necesidad de analizar una regulación
propia para la prenda por endoso de warrant.
Entendemos, apoyados en lo considerado en igual sentido por la Doctrina tanto
nacional como internacional, que si bien la prenda civil guarda grandes similitudes con
la garantía que se constituye por el endoso del warrant ello no significa que sean
iguales y por ende la necesidad de contar con una regulación propia acorde a su
naturaleza y características resulta incuestionable.

586
Notas de Títulos Valores § 404

Al respecto Vilela señala que el endosatario del warrant “...es un acreedor prendario
de naturaleza especial…” (40), para agregar que tratándose el warrant de un título
valor la obligación cartular incorporada en el mismo goza de autonomía y por ende su
segundo endoso implicará una independización de la relación causal que dio origen
al primer endoso e incluso en caso de nulidad del contrato principal el warrant
endosado por segunda vez no correrá tal suerte, todo lo que la lleva a afirmar que en
el caso de endoso de warrant “No se trata de una simple garantía prendaria, sino más
bien de un derecho real incorporado en un título lo cual es muy diferente” (41).
Resulta claro que el endoso del warrant implica constituir garantía con la mercadería
depositada por un crédito otorgado, constituyéndose de esta manera, de una forma
particularmente sencilla, un derecho de prenda que si bien es cierto contiene rasgos
comunes y hasta cierta regulación normativa similar a la prenda civil, también tiene
sus propias y diferenciadoras características e incluso su propio proceso de ejecución
que nos llevan a concluir que se trata de una figura distinta de la garantía prevista por
el Código Civil.
Resulta fundamental a estas alturas de nuestro análisis y a fin de preservar en el
desarrollo de nuestra argumentación el reconocimiento a la naturaleza base de esta
garantía, señalar que el mas claro denominador común entre la prenda civil y la prenda
por endoso de warrant es que ambas se deben reconocer como Derechos Reales de
Garantía.
En lo que se refiere a la Doctrina Internacional Frávega y Piendibene basándose en
textos de autores como Colombres Garmendia, Cámara, Hemard, Magariños Torres,
Zavala Rodríguez, Fernández y Gómez Leo, entre otros, plantean que no
necesariamente toda garantía real sobre un bien mueble o un crédito debe ser
calificada como prenda, en el sentido del Derecho Civil, e incluso podría tal garantía
tener una propia denominación que no incluya el vocablo prenda y no por eso dejar
de ser un derecho real, por cuanto que la prenda civil no es comúnmente usada en
aquellos casos en que la exigencia de la missio in possesionem entrega del bien
resulta inconveniente y hasta inaplicable, razón por la que la doctrina moderna
reconoce tres clases diferentes de prenda, cuales son la prenda común o con
desplazamiento, la prenda sin desplazamiento y la prenda por endoso de warrant, o
prenda en almacenes generales de depósito (42).
Entrega del bien prendado.
Creemos que con lo expuesto queda clara la diferencia de naturaleza entre la prenda
civil y la prenda por endoso de warrant, ya que resulta evidente que ciertas
características principales de la primera no se dan en la segunda, características entre
las que cabe resaltar, en primer lugar la relativa a la entrega de la cosa dada en
prenda.
Al respecto, cabe señalar que los artículos 1055 y 1058, inciso 2, del Código Civil
vigente establecen con meridiana claridad que la prenda se constituye con la entrega
física o jurídica del bien pignorado, sin cuyo requisito no tendrá validez, asignando de
esta manera al desplazamiento del bien el carácter de principal garantía.
Es el caso que en materia de constitución de prenda por endoso de warrant, resulta
principio básico y requisito fundamental que el bien prendado no sea entregado al
acreedor o a quien aquel designe, sino que este se conserve en poder del almacén
general de depósito, a quien no se entrega la posesión del bien por el hecho de la
constitución de la prenda, pues ya la tenía en mérito al contrato de depósito y la

FACULTAD DE DERECHO 587


Versión de julio de 2023
§ 405 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

mantendrá por el plazo del mismo independientemente de que se constituya o no la


garantía. Dicho en otras palabras, en el caso del régimen de almacenes generales de
depósito la entrega del bien precede a la constitución de la garantía y necesariamente
debe hacerse a un almacén general de depósito.
El autor nacional A. Muro al referirse a este tema nos señala "Para constituir la prenda
con las formas ordinarias del Derecho Civil, es necesario entregar la cosa dada en
prenda al acreedor o a un tercero encargado de retener por cuenta del acreedor...
Pues bien a los comerciantes les repugna tal desposesión, casi como un signo de
insolvencia latente. El almacén, con la emisión del Certificado y warrant, sustituye
formalidades simples, económicas, no deshonrosas, a las formalidades del Derecho
Civil, consideradas poco decorosas por el comerciante y que obstaculizan el fácil
desenvolvimiento del crédito y la circulación de las mercaderías dadas en
prenda..."(43).
Resulta incuestionable que la exigencia de entrega de la cosa en materia de prenda
civil y la exigencia de su no entrega en materia de prenda por endoso de warrant,
constituye un claro elemento diferenciador entre las mismas que nos lleva a concluir
que a pesar de sus muchas otras similitudes no comparten necesariamente la misma
naturaleza.
Ejecución del bien prendado.
Otra diferencia importante entre la prenda civil y la prenda por endoso de warrant se
da en materia de ejecución del bien prendado.
En este sentido cabe recordar que en caso de incumplimiento del deudor depositante
de los bienes almacenados de sus obligaciones crediticias materia de la prenda
constituida, el acreedor podrá solicitar la ejecución extrajudicial de la misma conforme
al procedimiento previsto en el artículo 233.3 de la Ley de Títulos Valores N° 27287,
y que en detalle analizaremos luego en esta investigación, lo que resulta ser una
importante prerrogativa que junto al derecho de retención y el privilegio derivado de la
naturaleza prendaria del warrant, constituyen características fundamentales de
seguridad y garantía propias del régimen de almacenes generales de depósito.
En cambio en la Prenda Civil, conforme a lo previsto por el artículo 1069 del Código
Civil, la ejecución extrajudicial del bien prendado por incumplimiento de la obligación
creditoria del deudor solo podrá darse si así se hubiere pactado al momento de
constituirse la obligación, lo que resulta diferente a la ejecución necesariamente
extrajudicial que por mandato de la Ley se da en el caso de la prenda por endoso de
warrant, pues en el primer caso se tendrá que correr el riesgo derivado de las posibles
impugnaciones al acuerdo de ejecución extrajudicial por causales de nulidad, abuso
del derecho, etc., en tanto que en el segundo se contará con la garantía del precepto
legal especial sobre la materia.
Acción cambiaria.
Conforme a lo dispuesto por el artículo 235.2 de la Ley de Títulos Valores N° 27287,
el tenedor del warrant tendrá acción cambiaria contra el primer endosante del warrant
cuando el producto del remate del bien prendado resulte insuficiente para satisfacer
la deuda, norma que implica la imposición al acreedor de recurrir al mecanismo de
venta forzosa del bien prendado como requisito previo a la cobranza de la deuda en
la vía jurisdiccional.

588
Notas de Títulos Valores § 407

Consideramos que lo expuesto constituye una clara diferencia adicional entre la


prenda civil y la prenda por endoso de warrant, ya que el acreedor en el caso de una
prenda civil no está obligado a ejecutarla antes de accionar contra su deudor y podrá
libremente optar por acudir ante el Poder Judicial en procura de obtener se honre su
derecho de crédito a pesar de la prenda constituida a su favor e inclusive ejecutar
otros bienes de su deudor, en tanto que el acreedor a cuyo favor se haya constituido
prenda por endoso de warrant necesariamente deberá requerir la venta forzosa de la
mercadería almacenada para luego, y solo en el caso de no haberse dado una
completa satisfacción de su derecho, exigir por la vía jurisdiccional el pago de la
diferencia o saldo pendiente de cancelación.
Ello hace que se sostenga que al warrant se le reconoce la doble calidad de título real
y personal, pero con prevalencia de su carácter real, resultando el carácter personal
meramente subsidiario (44), lo que constituye, en nuestro concepto una clara
característica diferenciadora con la prenda civil.
Consideramos que la enumeración de las diferencias entre la prenda civil y la prenda
por endoso de warrant, desarrollada en esta parte de nuestra investigación, resulta
suficiente argumento para sostener la necesidad de que se regule normativamente a
la prenda por endoso de warrant reconociendo sus características particulares,
estableciendo en todo caso la aplicación supletoria de las normas del Código Civil
para lo no previsto en su propia regulación.
Protesto del warrant.
Como todo título valor la falta de cumplimiento del pago oportuno, en este caso del
importe correspondiente al crédito garantizado, amerita el protesto del título, el cual,
conforme a lo previsto por el artículo 233.2 de la Ley de Títulos Valores N° 27287, se
formalizará contra el primer endosante del warrant y con las formalidades previstas
por la misma ley para el protesto por falta de pago de la letra de cambio.
El texto del antes referido artículo 233.2 de la Ley de Títulos Valores, como la mayor
parte de las normas que esta ley contiene en materia de certificados de depósito y
warrants, ha sido tomado casi literalmente de la derogada Ley N° 2763 que en su
artículo 16 también indicaba que el protesto del warrant se formalizaba con los mismos
requisitos previstos para el protesto de la letra de cambio.
Es el caso que del análisis de la Ley de Títulos Valores N° 27287, se puede apreciar
que no existe un procedimiento específico, propio o privativo del protesto por falta de
pago de la letra de cambio, por lo que se debe concluir que deberá observarse el
procedimiento de protesto o su formalidad sustitutoria aplicables a todo tipo de títulos
valores y que se encuentran previstos en los títulos primero y segundo de la sección
sexta del Libro Primero de la indicada Ley de Títulos Valores, lo que no enerva nuestra
opinión sobre la necesidad de modificar el artículo 233.2, bajo comentario, por resultar
evidente el error en que se incurrió al momento de su redacción.

VII. SITUACIONES ESPECIALES EN RELACIÓN CON EL WARRANT


Warrant aduanero y en procuración.
Quienes operen como depósito aduanero autorizado y se encuentren constituidos
como almacenes generales de depósito, conforme a las normas de los artículos 224.1
y 224.2 de la ley de Títulos Valores N° 27287, así como los artículos 17, 18 y 19 del
Reglamento de Almacenes Aduaneros contenido en el Decreto Supremo N° 08-95-
EF, podrán expedir warrants, expresando en éste tanto la denominación "warrant

FACULTAD DE DERECHO 589


Versión de julio de 2023
§ 409 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

aduanero" como que las mercancías se encuentran grabadas con prenda legal a favor
del fisco, en garantía del pago de los tributos pertinentes a su Despacho y que por
tanto no se trata de mercancías de libre disposición mientras no se efectúe tal pago o
se garantice en caso de reclamación.
Conforme a lo dispuesto por el artículo 20 del Reglamento de Almacenes Aduaneros,
Decreto Supremo N° 08-95-EF, los warrants que se expidan en lo relativo a
mercancías que se encuentren en régimen de depósito aduanero deberán tener un
plazo de vigencia inferior, por lo menos en 45 días, al plazo otorgado para el régimen
de depósito por la Intendencia de Aduana, norma que tiene como finalidad posibilitar
la realización de la prenda antes del vencimiento del régimen de depósito y, la caída
en abandono de la mercancía que implicaría su transferencia en propiedad a Aduanas.
En caso de remate de las mercancías sujetas a warrant, conforme al procedimiento
que analizaremos más adelante, será de cargo del adquirente el monto de los
derechos y demás gravámenes que afecten su importación.
Finalmente, cabe indicar que el remate de la mercadería sujeta a warrant no faculta al
adquirente de la misma, ni al almacén, para el levante de la mercancía el que solo
procederá previa autorización de Aduanas.
Una de las figuras novedosas consagradas en la nueva Ley de Títulos Valores es la
contenida en su artículo 231.3, relativo al endoso del warrant en procuración y según
el que se podrá endosar el warrant consignando la cláusula "Para Embarque" u otra
equivalente por tenedor del mismo distinto al depositante, agente almacén general de
depósito o cargador, para embarcar la mercancía con fines de comercio exterior, lo
que implicará que el almacén mantendrá la responsabilidad por la misma en tanto no
se expida el correspondiente documento de embarque.
Esta norma permitirá ordenar el aspecto relativo a responsabilidades por la pérdida o
deterioro de mercancías, que venía produciendo muchos problemas pues las
empresas almaceneras liberaban los warrants en el local de sus depósitos o
almacenes de campo produciéndose una situación de desprotección en el lapso
comprendido entre ese momento y el del embarque efectivo de la mercancía, cuya
responsabilidad, por razones de orden legalista mas no necesariamente de justicia,
se imputaba a los Agentes de Aduana.
El inciso c) del artículo 11 del Reglamento de los almacenes generales de depósito,
Resolución SBS N° 040-2002, establece al respecto que el almacén general de
depósito debe contratar un seguro que cubra los riesgos derivados del transporte de
los bienes desde el momento de su salida del almacén hasta el de expedición del
correspondiente documento de embarque, salvo que el depositante, el agente o el
cargador cuente con un seguro que a criterio del almacén cubra adecuadamente los
riesgos del transporte, caso en el que tal póliza necesariamente deberá endosarse a
favor del almacén general de depósito, agregando que es prerrogativa del almacén
adoptar por cuenta del depositante otras medidas de seguridad y aceptar la elección
del agente o cargador, cuando dicha elección no la efectúe el mismo almacén, todo
ello atendiendo a la responsabilidad que por ley debe asumir el almacén general de
depósito.
Warrant insumo producto.
Cabe destacar también entre las novedades de la Ley de Títulos Valores N° 27287,
las relativas al warrant insumo-producto, por el que, según el artículo 225 de la norma,
para el caso de los almacenes de campo se podrá sustituir los bienes almacenados

590
Notas de Títulos Valores § 409

por otros a los que se les haya incorporado los originalmente depositados, mejorando
su valor patrimonial, caso en el que se podrá sustituir el warrant original por otro que
exprese el nuevo valor patrimonial de los bienes depositados.
El warrant insumo producto, conocido en otros países como warrant sobre mercadería
en proceso, introduce sin duda una posibilidad muy interesante de aplicar los
mecanismos del warrant a procesos productivos y forma parte de una diversidad de
modelos o variables de warrant, como el warrant bajo proceso de distribución y el
warrant en tránsito y que genéricamente se agrupan en una categoría que algunos
sectores de la doctrina denominan de warrants bajo proceso dinámico.
La principal ventaja de esta modalidad de warrant, radica en que al posibilitar la
realización de un proceso productivo, se está superando el antiguo concepto de la
mercadería "congelada" en mérito al régimen de almacenaje a que ha sido sometida,
ya que en esencia se debe entender que la obligación de guarda del almacén general
de depósito no consiste necesariamente en ocultar o sacar de circulación un bien, sino
que trata del deber de la empresa almacenera de velar por la seguridad de la
mercadería y consecuentemente de la conservación del adecuado respaldo de la
garantía pignoraticia otorgada a quién concedió el crédito, seguridad de la mercadería
que se mantiene con las atribuciones de vigilancia y control que se otorgan al almacén
y respaldo de garantía que no solo se ve adecuadamente protegido, sino que incluso
au mentado, al requerirse necesariamente el incremento del valor patrimonial del bien
sujeto a transformación.
Esta "novísima" figura de nuestra legislación en realidad resulta ser de antigua data
en otros países, así como también en el desarrollo doctrinario sobre la materia,
Fernando Frávega y Luis Piendibene definen al warrant insumo producto, que ellos
denominan "En Transformación" como: "... aquel warrant que se relaciona con la
mercadería que, por encontrarse en una planta industrial, se incorpora a un proceso
de transformación que posibilita el sostenimiento del valor del crédito mobiliario
originario en equivalencia con el resguardo crediticio al que se refiere el producto
terminado o elaborado"(45).
El warrant insumo producto, implica el reconocimiento de la posibilidad de constituir
en depósito materias primas con la intención predeterminada de destinarlas durante
el lapso de su almacenaje a un proceso de elaboración o transformación que culmine
en un producto terminado, diferente, mejorado y con mayor valor patrimonial al
inicialmente depositado, en aras de facilitar al depositante el pago del crédito obtenido,
mediante la pignoración de la materia prima, lo que solo podrá lograrse con la venta
del producto final.
Al respecto el autor colombiano José Mira Velásquez señala: "A sabiendas de que las
materias primas son necesarias para la elaboración del producto terminado y solo la
venta del mismo genera los recursos necesarios para el pago liberatorio de la prenda,
la ley permite la constitución de depósitos sobre productos en transformación a fin de
que el uso de la materia prima pignorada no obligue a su previa liberación porque
existe el producto terminado a consecuencia de la transformación de aquella y quien
le sustituye en la garantía prendaria"(46) .
Atendiendo a que la legislación vigente y la doctrina sobre la materia, coinciden en
estimar que la garantía prendaria, constituida por el endoso del warrant, se extenderá
necesariamente al producto terminado, debemos concluir que la garantía que
establece el warrant insumo producto para el acreedor, no recae sobre un bien

FACULTAD DE DERECHO 591


Versión de julio de 2023
§ 410 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

determinado, sino sobre uno por determinar dado que puede ser sujeto a
transformación, dándole a la garantía una dinamicidad que solo se detendrá en caso
de ejecución del título, ya que recién en esta circunstancia se podrá determinar de
manera indubitable las características finales del bien prendado.
(…)
Conforme a lo dispuesto por el artículo 225 de la Ley de Títulos Valores N° 27287, el
warrant insumo producto solo resultará aplicable al caso de mercadería depositada en
almacenes de campo.
No alcanzamos a entender las razones de tal limitación, ya que queda claro del texto
de los numerales 225.2 y 225.3 de la Ley de Títulos Valores N° 27287, que el proceso
de transformación de la mercadería no se llevará a cabo en el local del mismo almacén
donde originalmente se depositó la misma, sino que esta saldrá de tal locación para
ser transformada en otro lugar y luego reingresará al almacén de origen el producto
transformado, todo bajo control del depositario, por lo que consideramos que si los
bienes necesariamente serán extraídos del depósito resulta irrelevante que este se
haya constituido en un almacén de campo o en un almacén regular, pues en ambos
casos la materia prima será retirada y el nuevo producto será ingresado, no existiendo
razón que justifique la discriminación por tipo de almacén.
En tal sentido podemos afirmar que luego de la investigación hecha al respecto sobre
la legislación comparada y doctrina de la materia, podemos concluir que esta es una
disposición que solo se da en nuestro país y no encontrando justificación razonable al
respecto sugerimos su modificación a fin de posibilitar que el mecanismo del warrant
insumo producto pueda aplicarse tanto a la mercadería almacenada en el régimen
convencional como en el de almacén de campo.
Mas aún y a manera de conclusión sobre este tema, cabe señalar que la propia
Superintendencia de Banca y Seguros del Perú al aprobar los formularios que deberán
ser utilizados para la emisión de certificados de depósito y warrants aplicables al
régimen de warrant Insumo producto, mediante Resolución SBS N° 019-2001 ,
establece bajo el rubro "modalidad de depósito" la necesidad de indicar si se trata de
"almacén propio o de campo", lo que a la luz de la lógica, doctrina y técnica resulta
admisible pero se contrapone a la legislación sobre la materia por lo que debería
propiciarse su modificación, aunque en puridad, por el mérito de lo expuesto en los
párrafos anteriores, lo que realmente debería procurarse es la modificación legislativa
que permita constituir el régimen de warrant insumo producto tanto en almacenes de
campo como en almacenes propios del almacén general de depósito.
Warrant de mercadería en tránsito.
La posibilidad de emitir o mantener warrants sobre mercaderías que son objeto de
traslado no está contemplada en la Ley de Títulos Valores, pero está regulada por el
artículo 11 del Reglamento de los almacenes generales de depósito, Resolución SBS
N° 040-2002, figura que es reconocida por la doctrina y la legislación de otros países.
Frávega y Piendibene, ante el hecho de que la legislación argentina, no contempla
esta figura, sostienen una teoría interesante señalando: "Aunque nuestro régimen
jurídico no lo contempla específicamente, cabe apuntar que tampoco lo prohíbe. Mas
allá de ello, debe tenerse en cuenta que el warrant se refiere ineludiblemente a bienes
muebles que, en cuanto tales, llevan ínsita la posibilidad de ser transportados de un
sitio a otro. Desde este punto de vista no cabe dudar acerca de la viabilidad, en tanto
fueran objeto de su depósito y flete..."(50).

592
Notas de Títulos Valores § 411

Partiendo de la afirmación, ya ampliamente comprobada a lo largo de este análisis,


de que el warrant es fundamentalmente un título de crédito que usualmente es
utilizado para financiar capital de trabajo mientras dura el proceso comercial de venta
de los bienes a que se refiere, tenemos que reconocer que tales productos en el
mundo moderno no pueden en muchos casos permanecer estáticos, tal como ya lo
manifestáramos al referimos en el numeral anterior al caso del warrant insumo
producto.
En tal sentido, habrá casos en que la mercadería representada por el warrant requerirá
de ser exportada, importada o simplemente cambiada de locación por razones de
estrategia o conveniencia comercial, pero también requerirá de ser negociada con las
instituciones de crédito a fin de buscar la financiación necesaria para asegurar el éxito
de la operación comercial, crédito que se cancelará, usualmente, tras la venta de la
mercadería y los almacenes generales de depósito deben estar en aptitud de ofrecer
a sus clientes la posibilidad de perfeccionar sus operaciones a través de los mismos,
para lo que resulta indispensable reconocer la posibilidad de emitir o mantener
warrants sobre mercadería en tránsito.
En el Perú hoy si se deseara movilizar una mercadería sujeta a warrant, se deberá
recurrir a la norma contenida en el inciso a) del artículo 11 del Reglamento de los
Almacenes Generales de Depósito, Resolución SBS N° 040-2002, según la cual el
transporte de los bienes depositados a otro almacén requerirán el previo
consentimiento escrito tanto del depositante, como, en su caso, del tenedor del
warrant, amén de la contratación de un seguro que cubra los riesgos del transporte,
manteniendo plena validez el título que los ampara.
El inciso b) de la misma norma señala que, por excepción, el almacén podrá trasladar
los bienes depositados a otro almacén sin recabar el previo consentimiento del
depositante y, en su caso del endosatario del warrant, cuando se trate de casos de
riesgos inminentes que pueden afectar los bienes depositados o resultara imposible
el control de bienes depositados en régimen de almacén de campo, haciéndose el
almacén responsable de los daños o pérdida de bienes objeto del transporte si no
tuviera contratado seguro que cubra tales riesgos.
Cabe indicar que la doctrina sobre la materia destaca como requisito indispensable
para admitir la emisión de warrants por mercadería en tránsito, establecer que
necesariamente será el almacén general de depósito emisor del título el destinatario
de la mercadería materia de transporte, con la finalidad de asegurarle el control
general de la misma y por tanto mantenerla adecuadamente protegida en aras de la
seguridad que debe darse al acreedor prendario (51), aspecto que convendría precisar
en la normatividad nacional, tal como se hace en el artículo 11 de la Ley General de
Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito de México, de fecha 21 de
diciembre de 1984 y en Colombia mediante el artículo 7 del Decreto Legislativo N° 356
de 1957 y el artículo 1183 del Código de Comercio de Colombia de 1971.

Liberación de las mercancías y pago anticipado.


Conforme a lo dispuesto por el artículo 229.3 de la Ley de Títulos Valores N° 27287,
el almacén general de depósito entrega la mercadería a la presentación de ambos
títulos, es decir, el cerificado de depósito y el warrant, lo que resulta razonable y no
merece mayor comentario pues se está reuniendo en un solo titular todos los derechos
inherentes a la mercancía.

FACULTAD DE DERECHO 593


Versión de julio de 2023
§ 411 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

(…).
Queda sin embargo por comentar lo relativo a la liberación de mercancías cuando el
último tenedor del warrant sea una empresa del sistema financiero, caso en que,
excediendo lo previsto en la Ley de Títulos Valores, el Reglamento de los almacenes
generales de depósito, Resolución SBS N° 040-2002, establece en su artículo 13 que
cabrá la liberación parcial de bienes siempre que la empresa financiera tenedora del
warrant autorice por escrito al almacén general de depósito para hacerlo, detallando
las características y valor patrimonial de los bienes a ser liberados parcialmente, así
como cualquier otra información que resulte necesaria para llenar los rubros relativos
a retiro de bienes consignados en los correspondientes títulos y sus anexos.
En lo que se refiere a la liberación total de bienes por la cancelación también total del
crédito representado por el warrant, siempre tratándose de que el último tenedor del
warrant sea una empresa del sistema financiero, el artículo 15 del referido Reglamento
de los almacenes generales de depósito, establece que los almacenes generales de
depósito podrán aceptar en sustitución del warrant una autorización escrita del
endosatario del mismo, la que tendrá la validez a que se refiere el numeral 3 del
artículo 17 de la Ley de Títulos Valores, es decir, la validez de las microformas que
remplazan a los Títulos Valores cancelados y destruidos por su último tenedor
empresa del sistema financiero nacional. Este documento debe indicar las
características y valor patrimonial de los bienes a ser liberados, así como, bajo firma
de los funcionarios autorizados de la correspondiente empresa del sistema financiero,
la declaración expresa de la liberación y extinción de la garantía constituida por el
warrant.
Consideramos criticable las normas antes comentadas, no solamente porque vía
reglamento se está superando lo previsto en la ley de la materia, sino por cuanto que
permitir que un documento emitido por una empresa del sistema financiero altere o dé
por terminada la circulación del warrant, atenta contra su esencia y contra la seguridad
que debe en todo caso significar ser el poseedor de un warrant, sobre todo atendiendo
a que sus endosos, a partir del segundo, pueden hacerse en blanco y no es obligatoria
su inscripción y por ende siempre debe exigirse la presentación del título para liberar
la mercadería, al margen de quien haya sido su último tenedor, que como reiteramos
podría no haber formalizado su inscripción ante el almacén.
En todo caso, cabe señalar que la norma bajo comentario, en concordancia con lo
dispuesto por el artículo 172 de la Ley N° 26702, para el caso de la liberación de
mercadería con entrega del warrant o del documento que lo sustituye a que nos hemos
venido refiriendo exige, para los casos en que el último tenedor haya sido una empresa
del sistema financiero, que el almacén general de depósito verifique el consentimiento
expreso de liberación de la garantía otorgado por funcionarios autorizados de la
empresa del sistema financiero correspondiente.
Conforme a lo dispuesto por el artículo 236.1 de la Ley de Títulos Valores N° 27287,
el tenedor del certificado de depósito, previo acuerdo de condiciones con el tenedor
del warrant, podrá pagar el crédito representado por este antes de la fecha de
vencimiento señalada en el título.
Cabe indicar, de conformidad con lo previsto en el artículo 236.2 de la Ley de Títulos
Valores N° 27287, que si el tenedor del warrant no fuese conocido o no estuviere de
acuerdo con el pago anticipado, se podrá optar por consignar el importe del warrant
ante la administración del almacén, conforme al valor fijado en el primer endoso
registrado, caso en que se podrá liberar la mercadería y entregársela al tenedor del

594
Notas de Títulos Valores § 412

certificado de depósito, salvo que el último tenedor registrado del warrant sea una
empresa del sistema financiero nacional, caso en el que a tenor de lo dispuesto por el
artículo 236.3 de la misma ley, se requerirá su expreso consentimiento o el depósito
ante el almacén del valor total de la mercancía según lo expresado en el título
pertinente, norma que entendemos responde a los principios fundamentales de ahorro
público consagrados en la Ley General del Sistema Financiero y del Sistema de
Seguros y Orgánica de la Superintendencia de Banca y Seguros N° 26702.
El mismo procedimiento detallado en los párrafos anteriores resultará aplicable,
transcurridos 15 días posteriores al vencimiento del crédito garantizado, al caso en
que el tenedor del warrant fuese desconocido, se negara a recibir el pago o a devolver
el warrant.
En todo caso, cabe agregar, que el artículo 236.2 de la Ley de Títulos Valores N°
27287, incurre en error de concepto al referirse a la consignación del importe del
warrant, ya que debió referirse al importe del crédito garantizado con el endoso del
warrant para de este modo diferenciarse con mayor claridad del caso previsto en el
numeral 236.3 de la misma norma y principalmente por cuanto que en esencia el
warrant no tiene importe, razón por la que sugerimos la correspondiente modificación
de la norma.

VIII. MEDIDAS FORZOSAS


Derecho de retención.
El tema de las medidas forzosas, con el que terminaremos el desarrollo de este
análisis de la legislación vigente en el Perú en lo relativo a la materia de esta
investigación, resulta acaso uno de los de mayor importancia pues implica la
consagración de los mecanismos que facilitan la ejecución oportuna del deudor, bien
por no haber honrado oportunamente el crédito otorgado por el endoso del warrant, o
bien por no haber cumplido en su calidad de titular de la mercancía depositada con
las obligaciones que le corresponden ante el almacén general de depósito que prestó
el servicio de guarda.
El derecho de retención, si bien es cierto no está expresamente contemplado en la
Ley de Títulos Valores N° 27287, resulta de aplicación incuestionable al régimen de
almacenes generales de depósito de conformidad con lo previsto en el artículo 1852
del Código Civil y en aplicación de lo dispuesto por el artículo IX del Título Preliminar
del mismo, relativo a la aplicación supletoria de sus normas a las relaciones y
situaciones jurídicas reguladas por leyes especiales.
El derecho de retención constituye un elemento fundamental para la seguridad de los
almacenes generales de depósito en lo relativo a la remuneración adecuada de los
servicios prestados, pues no es inusual que al vencimiento del plazo del certificado de
depósito se presente ante el almacén un presunto endosatario del mismo
pretendiendo retirar la mercancía sin pago alguno por los servicios de almacenaje,
pretextando no ser quien los contrató e incluso bajo amenaza de iniciar proceso penal
contra la administración del almacén por apropiación ilícita.
Lo relativo al derecho de retención está regulado en el Perú como derecho real de
garantía en los artículos 1123 y siguientes del Código Civil, existiendo sin embargo
gran controversia en la doctrina sobre la naturáleza de este derecho, aspecto sobre el
que no incidiremos, por escapar a los límites de este análisis, limitándonos a resaltar

FACULTAD DE DERECHO 595


Versión de julio de 2023
§ 413 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

este tema como de capital importancia para la administración y estabilidad financiera


de los almacenes generales de depósito.
Venta forzosa.
El régimen de almacenes generales de depósito en la legislación peruana, al igual que
en la legislación comparada, prevé un procedimiento sumamente expeditivo y efectivo
de venta forzosa de la mercancía para los casos de incumplimiento del crédito,
ejecución sin protesto, vencimiento del plazo del depósito o riesgo de deterioro o
destrucción.
En tal sentido cabe indicar que para los casos de incumplimiento del crédito se deberá
previamente proceder al protesto del warrant en la forma que detalláramos en el
numeral 2.8 de este análisis, estando regulado el caso de la ejecución sin protesto por
el artículo 238 de la Ley de Títulos Valores N° 27287, referido al caso del depositante
que con la finalidad de evitar el protesto contra su persona y por haber endosado por
separado el certificado de depósito y el warrant, deposita ante la administración del
almacén el valor total de las mercancías sujetas al warrant cuando el crédito
garantizado no fuera pagado a su vencimiento, supuesto en el que si no se produce
el reembolso a su favor por el tenedor del certificado de depósito, en un plazo no
mayor a ocho días del vencimiento del crédito en cuestión, podrá solicitar la venta
forzosa de la mercancía materia de almacenaje.
Para el caso de vencimiento del plazo del depósito sin que se cumpla con retirar la
mercancía o riesgo de deterioro o destrucción de la misma, el artículo 239 de la Ley
de Títulos Valores N° 27287 establece que previo aviso cursado con anticipación no
menor de ocho días al depositante y al último tenedor del warrant registrado, podrá el
almacén optar por la venta forzosa de la mercancía correspondiente.
Para todos los casos expuestos precedentemente se aplica el procedimiento de venta
forzosa previsto en el artículo 233.3 de la Ley de Títulos Valores N° 27287, según el
que la venta se hará sin intervención judicial, sin tasación, al mejor postor, pero
garantizada por la intervención de martillero público, lo cual constituye un proceso de
excepción sumamente dinámico, ágil y sobre todo efectivo que constituye un elemento
dinamizante de la actividad financiera por medio de los mecanismos propios del
régimen de los almacenes generales de depósito.
Cabe agregar que, conforme a lo dispuesto por el artículo 233.4 de la Ley de Títulos
Valores N° 27287, el proceso de venta forzosa no será suspendido sino por mandato
judicial, previo depósito del crédito garantizado, incluidos intereses y gastos, o por
causa de insolvencia debidamente declarada, debiendo entenderse en este último
caso como marco de protección del patrimonio declarado en proceso concursal.
En caso de venta forzosa, el producto de la misma será distribuido por el almacén
general de depósito, conforme a la prelación establecida en el artículo 234.1 de la Ley
de Títulos Valores N° 27287, iniciándose con el pago al martillero, luego al almacén
incluyendo las primas de seguro, para continuar, de ser el caso, con los derechos de
aduana y demás tributos a que hubiere lugar (mismos que pueden ser pagados
directamente por el adquirente de la mercadería), siguiendo con los intereses, gastos
y capital adeudados al tenedor del warrant, quien, salvo lo antes indicado tiene el
privilegio de preferencia sobre cualquier otro acreedor, quedando el remanente, si lo
hubiera, a disposición del tenedor del certificado de depósito o propietario de las
mercancías por un lapso de 30 días a cuyo vencimiento se consigna judicialmente su
importe.

596
Notas de Títulos Valores § 414

Cabe agregar que para el caso de que el producto de la venta forzosa no cubriere la
deuda garantizada por el warrant, el almacén, conforme a lo previsto por el artículo
235 de la Ley de Títulos Valores, devolverá el título al tenedor del mismo consignando
el monto pagado a cuenta, quien por el saldo tendrá acción cambiaria contra el primer
endosante, norma aplicable además al caso de que el seguro que cubra la mercadería
siniestrada resultare insuficiente, la misma que se deberá ejercer conforme a lo
dispuesto en el artículo 235.3 de la referida ley.
Medidas cautelares.
Otra de las innovaciones de la Ley de Títulos Valores N° 27287 es lo relativo a la
aplicación de medidas cautelares o embargos, caso en el que el artículo 234.3 de esta
ley establece que deberán dirigirse contra los títulos respectivos, careciendo de
eficacia si se dictan directamente sobre las mercancías representadas por certificados
de depósito o warrants.
La norma en cuestión resulta oportuna y atinada y resuelve el problema, que con cierta
frecuencia se suscitaba, cuando acreedores diversos del depositante pretendían
extraer la mercancía almacenada amparados en resoluciones judiciales y al margen
de los derechos preferenciales que amparan al acreedor prendario, amén del derecho
de retención que asiste al almacén.
Resulta evidente que al tener que dirigirse la medida a los títulos de certificado de
depósito o warrant, no cabrá posibilidad alguna de pretender la extracción de los
bienes y el derecho del acreedor se observará de conformidad con la anotación que
haga al respecto el almacén en su registro, conforme a la prelación de acreencias
prevista por ley y siempre que el tenedor del título sea la persona afectada por la
medida dispuesta por el órgano jurisdiccional.
Aplicación de normas sobre procesos concursales.
En cuanto a la aplicación de las normas sobre procesos concursales, el artículo 233.4
de la Ley de Títulos Valores N° 27287 establece que la venta forzosa se suspenderá
por el estado de insolvencia declarado de acuerdo a la ley de la materia, salvo
excepción prevista por ley, constituyendo una primera excepción la prevista en el
numeral 8 del artículo 132 de la Ley General del Sistema Financiero y del Sistema de
Seguros y Orgánica de la Superintendencia de Banca y Seguros N° 26702, que
garantiza la ejecución del warrant, aun en caso de Procesos Concursales, para el caso
de que este garantice obligaciones con empresas del sistema financiero, en aplicación
de los principios inherentes a la atenuación de riesgos para el ahorrista.
Consideramos adecuada la excepción prevista en la Ley General del Sistema
Financiero y del Sistema de Seguros y Orgánica de la Superintendencia de Banca y
Seguros N° 26702, pues en definitiva se debe cautelar la seguridad del ahorrista,
resultando incuestionable su aplicabilidad, conforme a lo dispuesto por el artículo 14.1
de la Ley General del Sistema Concursal N° 27809, pues según reiterada
interpretación deI INDECOPI, este es justamente un caso de patrimonio excluido del
concurso en aplicación de la normatividad contenida en leyes especiales.
Finalmente, en lo que se refiere a la aplicación de normas sobre procesos concursales,
consideramos pertinente señalar que la referencia hecha en el literal a) del artículo
233.4 de la Ley de Títulos Valores N° 27287 al "estado de insolvencia declarado según
la ley de la materia" debe entenderse como el "marco de protección del patrimonio
declarado en procesos concursales según la ley de la materia", ya que en todo proceso

FACULTAD DE DERECHO 597


Versión de julio de 2023
§ 416 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

concursal no se declaraba o perseguía la declaración de insolvencia del deudor y sin


embargo si se aplicaba el marco de protección del patrimonio, y hoy conforme a las
normas de la Ley General del Sistema Concursal N° 27809, ya no se declara estado
de insolvencia, disponiéndose la suspensión de los procesos de venta forzosa de
bienes sujetos a warrant.
Reducción de valor de la mercadería depositada.
Existe dentro del régimen de los almacenes generales de depósito casos de caída de
precios de los productos almacenados problema que debe enfrentar el acreedor que
tiene su derecho garantizado por una mercadería prendada y ve caer el precio de la
misma a niveles que ponen en riesgo la recuperación del crédito, sin poder hacer nada
al respecto pues deben esperar el vencimiento del warrant y por ende soportar el
previsible acrecentamiento del perjuicio que tendrán que afrontar.
Nuestra legislación sobre la materia no ha previsto esta situación, que sin embargo
por ser real y factible en la práctica, amerita la búsqueda de soluciones que, con
criterio de oportunidad y equidad, permitan aminorar el riesgo y por tanto otorgar a las
empresas del sistema financiero la seguridad jurídica suficiente que les permita operar
también dentro de este régimen de almacenes generales de depósito, con
mercaderías sujetas a constantes y notorias variaciones de precio.
Al respecto, el artículo 23 de la Ley N° 19105 de Venezuela señala: "Cuando el precio
de los efectos depositados bajare de manera que no baste a cubrir el importe de la
deuda con sus intereses y un 30% más, la autoridad judicial, a solicitud del poseedor
legítimo del bono de prenda, notificará personalmente o por la prensa al eventual
poseedor del certificado de depósito, ya sea este conocido o no, para que en el término
de cuatro días, a contar de la notificación personal o de la publicación, concurra
exponer lo que considere conveniente y al acto del nombramiento de los expertos que
deberán dictaminar sobre las condiciones de las cosas depositadas y su precio. El
juez, con vista del informe que rindan los expertos, en la misma audiencia o en la
siguiente, resolverá lo conducente sin apelación.
Caso de resolver la mejora de la garantía, en el propio acto ordenará que el poseedor
del certificado de depósito efectúe la mejora o cubra la deuda con sus intereses en el
plazo de tres días. Si en el plazo indicado el tenedor del certificado de depósito no
mejora la garantía o paga la deuda, se procederá a la venta de las cosas depositadas
en la forma y término indicado en esta ley.
La resolución y la orden del juez se publicarán por lo menos en dos periódicos de la
localidad y se fijará en las puertas del Tribunal. Caso de no haber periódico, se hará
dos fijaciones más en los lugares más públicos o concurridos de la localidad, dejando
el Secretario constancia de lo actuado"(53).
La solución planteada por la legislación venezolana nos parece sumamente
interesante, pues, preservando criterios de equidad y oportunidad, establece un
mecanismo que permite asegurar el derecho creditorio del acreedor, sin
necesariamente disponer de la mercadería en razón de su baja de precio, ya que de
considerar el deudor inconveniente la venta inmediata de la misma podrá optar por la
alternativa prevista en la norma bajo comentario de mejorar la garantía o cancelar la
deuda.
Lo que sí no nos parece conveniente en la norma venezolana es el hecho de haber
establecido un procedimiento a través del Poder Judicial, pues en nuestras realidades
latinoamericanas muchas veces la excesiva carga procesal de los Juzgados hace que

598
Notas de Títulos Valores § 416

las decisiones tarden en adoptarse y en un caso como el propuesto lo que se requiere


de manera imperativa es celeridad, pues de lo contrario podrían seguir cayendo los
precios de la mercadería pignorada y cuando salga la correspondiente decisión judicial
resultar ya el perjuicio irreparable.
Es por ello que nos inclinamos por una alternativa similar a la adoptada en Venezuela,
pero sin intervención del Poder Judicial, tal como sucede en el caso mexicano donde
el artículo 21 de la Ley General de Organizaciones y Actividades Auxiliares del Crédito,
de fecha 21 de diciembre de 1984, establece: "Cuando el precio de las mercancías o
efectos depositados bajare de manera que no baste a cubrir el importe de la deuda y
un 20% más, a juicio de un corredor público titulado que designarán los almacenes
generales de depósito por cuenta y a petición del tenedor de un bono de prenda
correspondiente al certificado expedido por las mercancías o efectos de que se trate,
dichos almacenes procederán a notificar al tenedor del certificado de depósito por
carta certificada, si su domicilio es conocido, o mediante un aviso que se publicará en
los términos que señala el artículo siguiente de esta Ley, que tiene diez días para
mejorar la garantía o cubrir el adeudo, y si dentro de este plazo el tenedor del
certificado no mejora la garantía o paga el adeudo, los almacenes procederán a la
venta en remate público, en los términos del mencionado artículo"(54).
En nuestra opinión, el criterio consagrado en la norma mexicana resulta bastante
adecuado y pensamos que una solución similar podría adoptarse en el caso de la
legislación peruana.
En tal sentido consideramos que cuando el precio de las mercaderías depositadas
bajare de manera que no baste a cubrir el importe de la deuda con sus intereses y un
20% más, a solicitud del tenedor legítimo del warrant endosado, se requerirá al deudor
por la vía notarial para que, en un plazo que prudentemente estimamos no debe ser
mayor a cinco días hábiles, cumpla con mejorar la garantía o pagar la deuda
garantizada, procediéndose en caso contrario a la venta forzosa de la mercadería
sujeta a warrant resultando de aplicación el procedimiento previsto en los artículos
233.3, 233.4 Y 233.5 de la Ley de Títulos Valores N° 27287, entendiéndose que el
requerimiento notarial y la previa solicitud del tenedor del título sustituyen a la solicitud
y formalidad de pro testo requeridos para el caso de vencimiento e incumplimiento del
crédito, posición que esgrimimos como propuesta en este análisis con la esperanza
de que sea recogida por las autoridades competentes en el país en materia legislativa.
(…).

FACULTAD DE DERECHO 599


Versión de julio de 2023
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO 3
LOS TÍTULOS DEL TRANSPORTE
(CONOCIMIENTO DE EMBARQUE Y CARTAS DE PORTE1)
SUMARIO: I. GENERALIDADES.— 417. Planteamiento. 418. Antecedentes del
conocimiento de embarque. 419. Antecedentes de la carta de porte. 420. Concepto
de conocimiento de embarque. 421. Concepto de carta porte. II. PARTES
INTERVINIENTES.— 422. Porteador o transportador. 423. Cargador o remitente.
424. Destinatario, consignatario, tomador y/o beneficiario. III. ELEMENTOS O
CONTENIDO.— 425. Elementos personales. 426. Elementos reales. 427. Elementos
relativos a la prestación del porteador. IV. EMISIÓN (LEY DE CIRCULACIÓN).—
428. Nominativos. 429. A la orden. 430. Al portador. V. FUNCIONES.— 431. Función
probatoria. 432. Función representativa. 433. Función económica. VI. EL
DOCUMENTO DE TRANSPORTE MULTIMODAL NEGOCIABLE.

I. GENERALIDADES
Planteamiento.
Cuando hablamos del Conocimiento de Embarque y de la Carta Porte es usual pensar
en documentos que tienen relación con el traslado de mercancías desde un punto de
origen a otro de destino, vale decir, documentos que se emplean esencialmente en el
comercio de mercancías; es en este momento en que debemos identificar a cada uno
por el medio de transporte utilizado, ya sea marítimo, lacustre o fluvial para el
Conocimiento de Embarque y por vía aérea o terrestre para la Carta de Porte.
La globalización y economía de los mercados vienen revolucionando los medios
jurídicos, vale decir que como siempre la costumbre es fuente de inspiración de las
normas.
Como en la anterior Ley de Títulos Valores solo se podía considerar como tífulos
valores a aquellos regulados expresamente por dicha Ley; los demás quedaban al
margen como el Conocimiento de Embarque y la Carta de Porte, por lo que se afirma
primó el principio numerus clausus; en la vigente Ley de Títulos Valores, el actual
legislador, ha recogido el principio del numerus apertus.
Ambos documentos venían hasta la dación de la nueva Ley de Títulos Valores, siendo
utilizados como títulos valores especiales porque una vez más la operatividad y el
manejo de las actividades comerciales y sobre todo la necesidad superaron a la norma
vigente. Lo único que ha hecho esta nueva Ley es recoger y legalizar lo que en la
práctica ya se estaba ejerciendo.
Es preciso mencionar que desde el 17 de octubre del 2000 fecha en que entra en
vigencia la Ley de Títulos Valores, Ley N° 27287, estos documentos son considerados

1 Inserto textualmente a continuación, como material de estudio correspondiente a este Capítulo (con
excepción de la última sección, destinada al documento del transporte multimodal negociable), la mayor
parte del trabajo de ORMEÑO MALONE, Mercedes; “Del conocimiento de embarque y la carta de porte”,
en MONTOYA ALBERTI, Hernando (Coord.) ET AL.; Tratado de Derecho Mercantil. Tomo II: Títulos
Valores, Gaceta Jurídica, Lima, 2004, pp. 533-555. He omitido las citas y he cambiado la estructura de
títulos y apartados conforme al modelo que he venido siguiendo en este material.

— 601 —
§ 417 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

títulos valores, si bien es cierto anteriormente eran reconocidos como tales por la
misma costumbre, necesidad, imaginación y circulación; sin embargo, legalmente
nunca tuvieron dicha jerarquía.
Como sabemos de la lectura de los artículos pertinentes de la nueva Ley de Títulos
Valores, se trata de dos instrumentos similares consistiendo la principal diferencia
entre ambos la forma de transporte utilizado para trasladar las mercaderías, teniendo
variables solo en características y formalidades.
Tienen también estrecha vinculación con el Contrato de Transporte de Mercaderías
como el documento que prueba la formalización, detallándose las condiciones y
términos, los derechos y obligaciones de los intervinientes; así mismo, la recepción de
los bienes objeto de transporte por parte del porteador o transportador. Otorgándoles
la calidad de título valor al representar a las mercaderías en tránsito.
Siendo la Carta Porte y el Conocimiento de Embarque documentos vinculados al
transporte, es preciso definir algunos conceptos importantes sobre el transporte antes
de introducirnos al tema central que nos ocupa.
Analizaremos una serie de conceptos como transporte, contrato de transporte,
transporte multimodal, títulos valores, a fin de hacer más sencillo el estudio de la
materia; a continuación haremos una descripción de los diferentes conceptos de
Conocimiento de Embarque y de Carta de Porte, porque lo que se refiere a los
elementos, emisión y funciones lo haremos en común a fin de evitar una repetición de
los temas llegando así a las conclusiones al respecto.
1. Transporte
(…)
2. Contrato de transporte
El contrato de transporte es el acuerdo de voluntades (consenso) en virtud del cual
una persona natural o jurídica, llamada transportador-empresario, se obliga a trasladar
a una persona o cosa determinada, o a ambos, en condiciones que garanticen su
salud e integridad según sea el caso, a un lugar predeterminado, a cambio de una
retribución en dinero denominada tarifa, precio o flete y a través de un determinado
medio o medios de transporte pactados.
Es un contrato celebrado por adhesión a cláusulas generales de contratación.
Es de naturaleza jurídica-privada aun cuando en ocasiones, parte de su contenido se
establezca por disposiciones público-administrativas.
Por lo tanto, no se trata tan solo de una prestación de servicios o realizar una actividad;
se precisa que tal actividad obtenga ineludiblemente un resultado: el transporte.
3. Transporte multimodal
El transporte multimodal es un término muy utilizado en el transporte de carga, pero
que también puede utilizarse en el transporte de pasajeros para denominar al
movimiento de personas entre su origen y destino final, implicando la utilización de
diferentes modos de transporte, como por ejemplo: autopistas, marítimo y ferroviario.
La responsabilidad de toda la operación integrada recae en una sola persona.
Su antecedente es el transporte intermodal el cual consiste en la combinación por
parte del usuario de distintos modos de traslado, contratando los diferentes
transportes unilateralmente.

602
Notas de Títulos Valores § 418

Por lo tanto, al realizarse el traslado de una misma mercancía por diversos medios de
transporte se tendrán tantos contratos como convenios puedan ser individualizados
automáticamente. El desplazamiento consiguiente a todo traslado no vincula ni
entrelaza los derechos y obligaciones individuales de cada porteador, pues sus
respectivos contratos son independientes entre sí. En cambio, cuando una misma
persona, distinta de los diversos transportistas (aunque pudiera ser uno de ellos), se
encarga de unir los resultados y las consecuencias jurídicas de cada medio de
transporte a través de un solo título, se tendrá el llamado transporte sucesivo mediante
un único título de transporte.
A su vez, ese mismo transporte mixto o combinado (es decir, el realizado por dos o
más medios diferentes de traslación) puede llegar a conformar un transporte
multimodal cuando resulte una sola operación jurídica continuada y complemente in
totum las siguientes condiciones:
1) Se concierte como una sola operación fáctica.
2) Se emita un solo documento de porte por toda la operación, aplicándosele una sola
tarifa.
3) Una sola persona asuma la responsabilidad por todo el transporte, sin perjuicio de
extenderla a otras más.
En suma aunque el transporte multimodal se aplica, preferentemente, a la carga
unitarizada en contenedores, puede darse también con cargas fraccionadas o surtidas
y, aun, aunque en menor escala, con cargas a granel trasladadas por medio de
buques, aeronaves, camiones, ferrocarriles y ductos, destacándose siempre la
reducción de la documentación y de la tramitación aduanera en razón de emitirse un
solo documento.
En conclusión la aplicación del transporte multimodal permite:
1) Disminuir costos de los pasajes o fletes.
2) Reducir formalidades y burocracia.
3) Agiliza todo el traslado.
4) Se puede llegar a un número mayor de usuarios.
(…)
Antecedentes del conocimiento de embarque.
En la antigüedad este documento no era necesario ya que generalmente el naviero,
armador, capitán y propietario de las mercancías eran una sola persona con lo que
las mercancías eran acompañadas por el comerciante; es por esto que todavía no se
veía la necesidad del uso de un instrumento como el Conocimiento de Embarque.
Recién con el desarrollo del comercio marítimo, el aumento de las diferentes
actividades comerciales, aumento de capacidad de las embarcaciones, desarrollo de
empresas navieras, así como el nacimiento del transporte de carga propiamente dicho
(es cuando el propietario deja de viajar con sus mercaderías encargando la custodia
y transporte a un tercero-porteador) obligó previo a la existencia y evolución de otros
documentos, al nacimiento del Conocimiento de Embarque.
Si bien no existe acuerdo sobre la fecha en que por primera vez el conocimiento, como
tal, se menciona en una ley sí parece que su primera regulación con cierto detalle se
contiene en la Ordennance touchant la Marine de 1681.

FACULTAD DE DERECHO 603


Versión de julio de 2023
§ 418 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

El Conocimiento de Embarque data del año 1737 en donde las Ordenanzas de Bilbao
reglamentaban el uso de este título valor. Este documento que era la mayor legislación
marítima en la península ibérica lo definía del siguiente modo: "El conocimiento es una
obligación particular que un capitán o maestro de navío otorga por medio de su firma,
a favor de un negociante que ha cargado en sus navíos alguna mercadería u otras
cosas para lIevarlas de un puerto a otro, constituyéndose a entregarlas a la persona
que se expresó en el conocimiento que a su orden o a la del cargador por el flete
concertado antes de cargarse"(2):
Durante la evolución del Conocimiento de Embarque, comenzó a generalizarse la
utilización de documentos para formalizar el contrato de transporte y, a su vez, dejar
constancia escrita de la puesta a bordo de la carga, así como también de las
condiciones, cantidad y calidad de las cosas embarcadas.
No solo vemos el origen del Conocimiento de Embarque en las Ordenanzas de Bilbao
sino también en los instrumentos utilizados por los navieros de la época, en el siglo
XIII por ejemplo: El cartolario "Cartulario: palabra proveniente del latín Chartularium,
de Chartula, escritura pública. Es decir, el manifiesto de carga en su primera
acepción"(3) que era un cuaderno el cual se utilizaba para anotar todas las mercancías
cargadas a la nave. Durante esta época se percibe que los comerciantes cuentan ya
con representantes en el destino y ya no es necesario la usual compañía de antes,
factores como este llevan a la creación del Cartolario.
Estatutos de la época como Tablas de Amalfi, Estatuto de Marsella, Ordenanza de
Aragón y Consulado del Mar, dan fe de la existencia del cartulario. Normalmente, era
un oficial llamado "escribano" (personas dotadas de funciones notariales otorgando fe
pública a sus anotaciones) el encargado de anotar tal cual lo indica los comerciantes
o clientes que mandaban mercancías. Luego, fue el capitán del mismo barco quien se
encargó de esta tarea. De esta manera, el mismo capitán tomaba la responsabilidad
de transportar la mercancía y entregarla al destinatario señalado en la carta.
Los comerciantes adquirieron la costumbre durante los siglos XV y XVI de mandar lo
que se llamaba una "carta de aviso" al destinatario detallando la mercancía, pero que
no legitimaba a la persona frente al porteador a recoger el envío, lo cual a veces podía
causar problemas debido al fraude. Esto se explica por qué el recibo o carta de aviso
quedaba en las manos de los expedidores o cargadores, éstos lo hacían del
conocimiento de los consignatarios a través de guías, muy parecidas a las utilizadas
en el transporte terrestre, los que se prestaban fácilmente para hacer fraudes a los
terceros, por lo que se tuvo que combinar ambos, con lo que nació el Conocimiento
de Embarque.
También durante el siglo XVI, época de los grandes descubrimientos, era costumbre
el uso de simples recibos de las mercancías. Estamos hablando desde el
Descubrimiento de América en 1492 hasta 1590.
Fue así como alrededor del siglo XVII, se produjo una fusión entre el documento del
escribano y el del capitán con las cartas de aviso que el cargador remitía al destinatario
y que dio como resultado el actual título de transporte circulante.
A partir de ese momento además de la función probatoria inicial, se articuló la función
legitimatoria del Conocimiento de Embarque; para luego a finales de siglo XVII nacer
el principio de representatividad del conocimiento de embarque, posibilitando así la
transacción de las mercaderías sobre la base del documento al que se agrega la

604
Notas de Títulos Valores § 419

cláusula a la orden, pero esta característica fue debatida durante los siglos XVII y
XVIII.
Con la presencia del incremento del comercio mundial durante el siglo XIX, el
Conocimiento de Embarque adquiere fuerza como nunca antes en la historia. La
misma revolución industrial que lleva al crecimiento del comercio, obliga a este título
estar presente en las propias leyes prueba de ello es el Código de Napoleón.
Se logra un consenso en la adopción de las Reglas de La Haya a través del Convenio
Internacional de Bruselas para la Unificación de Ciertas Reglas en Materia de
Conocimientos de Embarque, del 24 de agosto de 1924 entre otras. Con este
documento ya se constata esfuerzos internacionales para unificar esta legislación que
hasta la fecha se están realizando.
A partir de fines del siglo pasado se está tratando de unificar internacionalmente este
documento para lograr un mayor beneficio para ambas partes, es decir el transportista
y el cliente. Hoy en día nadie discute la importancia del Conocimiento de Embarque.
A pesar de la peculiar naturaleza jurídica del Conocimiento de Embarque y debido a
la gran velocidad con que avanza la tecnología en la comunicación electrónica que
vienen siendo utilizados en el sector marítimo, integrándola así a la negociación rápida
que caracteriza al transporte marítimo se espera que en un futuro próximo pueda llegar
a ser sustituido por medios electrónicos para lo cual ha forzado a las organizaciones
internacionales, gubernamentales y no gubernamentales a estudiar la idea de
implementar reglas que regulen la documentación de transmisión de datos por vía
electrónica. Sin embargo, diversos autores son de la opinión que el hecho de que sea
requerida la tenencia legítima del Conocimiento de Embarque para obtener la
mercancía del porteador o transportista en el puerto de destino, hace muy difícil un
reemplazo por tal procedimiento electrónico.
Antecedentes de la carta de porte.
La Carta de Porte era una carta que enviaba el cargador también llamado remitente,
dueño de la mercancía, al destinatario o beneficiario. Esta carta la expide el cargador
dándosela al transportista, después ésta es entregada al destinatario como
comprobante de la mercancía.
La Carta de Porte tuvo su origen en las costumbres de los comerciantes de Italia
durante la Edad Media. Paralelamente se propagó su uso por el sur de Francia y
España. En sus inicios eran los transportistas lo más interesados en contar con un
instrumento que los ayudara a descargar las mercancías en conformidad; es decir,
originalmente la Carta Porte era pues un documento unilateral; redactado solo por el
remitente, quien entregaba al porteador juntamente con los efectos transportados, en
forma de papeleta o carta abierta; vale decir, una relación o lista detallada de los
objetos a transportar.
La Carta contenía las condiciones del contrato, detallaba la mercadería, señalaba la
procedencia y el destino, las personas intervinientes, y las condiciones de entrega.
Con este documento el destinatario podía comprobar que su carga lo recibía
conforme.
Posteriormente, con el crecimiento del comercio y sus complicaciones se comenzó a
emitir dos o hasta tres ejemplares del documento para que todas las partes
intervinientes dentro del contrato contaran con su sustento; es decir, una constancia.
La Carta se llamaba en ese entonces Lettre de Voiture (carta de carro). A la vez se le

FACULTAD DE DERECHO 605


Versión de julio de 2023
§ 420 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

entregaba un recibo de parte del transportista al cargador, llamado Bulletin de


Chargement. (Boletín de Cargamento).
La promulgación de la Ley de 1853 en Francia, de tráfico ferroviario, reglamentó la
Carta de Porte de la siguiente manera: se debía emitir en varios ejemplares, el
remitente o cargador debía hacer una declaración de expedición; el transportista
según la ley debía expedir un recibo denominado Recepisse o recibo de mercaderías
contra entrega de la mercadería.
Concepto de conocimiento de embarque.
Considera Marco Alocen Barrera que el Conocimiento de Embarque es el "Documento
que acredita un contrato de transporte emitido por la empresa transportista en el
momento de recibir las mercaderías en él descritas"(4).
En el Diccionario de Guillermo Cabanellas encontramos que es el "documento
generalmente nominativo, transmisible por endoso cuando contiene cláusula a la
orden, que las empresas de transporte libran con relación a las mercaderías que
reciben con la obligación de conducirlas por vía terrestre, aérea, marítima o fluvial, y
entregarlas en el lugar designado (...)(5).
Ulises Montoya afirma: "El Conocimiento de Embarque es un título valor
representativo de mercancías que son materia de un contrato de transporte marítimo
(...).
El Conocimiento de Embarque está ligado a un contrato de transporte marítimo,
lacustre o fluvial, que viene a ser el medio por el cual se transportan las mercaderías
contenidas en el documento. El tenedor de este título puede reclamar para sí las
mercaderías contenidas en dicho título(6).
En la Enciclopedia Jurídica Omeba encontramos el siguiente concepto:
"El conocimiento de embarque constituye en la actualidad el documento fundamental
del transporte dentro del Derecho de la navegación.
Actualmente reúne el Conocimiento, en líneas generales, las tres funciones
mencionadas:
a) Fundamentalmente es un documento probatorio de la carga de las mercaderías,
así como de la obligación de transportarlas y entregarlas en su destino;
Es un documento representativo de las mercaderías embarcadas: ello permite a su
tenedor, sea el titular originario o la persona a quien aquello hubiera transferido,
reclamar la entrega de las mercaderías detalladas en el conocimiento;
Siendo documento representativo de las mercaderías, adquiere también el carácter
de título de crédito que puede negociarse, propendiendo con ello en gran medida al
desarrollo del comercio de ultramar La combinada utilización que se hace en nuestros
días del conocimiento, la letra de cambio y el seguro, es otro factor que ha contribuido
al enorme incremento de las transacciones comerciales marítimas"(7) .
Beaumont y Castellares al comentar la Nueva Ley de Títulos Valores expresan que:
"(oo.) se trata de un documento que representa a las mercancías que son objeto de
transporte marítimo; pues por aquellas que son objeto de transporte terrestre o aéreo
se expiden cartas de porte. Estos mismos conocimientos de embarque se expiden en
los casos de transporte fluvial y lacustre que tienen cierta importancia en nuestro país
(oo.).

606
Notas de Títulos Valores § 420

"El Conocimiento de Embarque, al originarse en un contrato de transporte de


mercaderías por vía marítima, puede contener derechos y obligaciones para las partes
contratantes y terceros tenedores del mismo. Si se trata del ejemplar negociable, que
es el que tiene la calidad del título valor; pues las copias no negociables tienen otras
finalidades, confiere a su tenedor acción ejecutiva para reclamar la entrega de las
mercaderías descritas en el título"(... )(8).
Establece Francisco Villarroel que el Conocimiento de Embarque "es un documento
que evidencia la existencia de un contrato de transporte marítimo, da igualmente fe
de las obligaciones asumidas por cada parte y de las condiciones por las que se rige
el contrato"(9).
José Eusebio Salgado y Salgado define al Conocimiento de Embarque como: "El
documento expedido por el capitán (armador o agente marítimo) que acredita la
recepción a bordo de las mercancías especificadas en el mismo para ser
transportadas al puerto de destino, conforme a las condiciones estipuladas y
entregadas al titular de dicho documento. También: Un documento expedido por el
porteador, su representante o el capitán de un buque mercante, por el cual reconocen
haber recibido determinadas mercancías para su transporte por mar,
comprometiéndose a restituirlas a su legítimo tenedor después de haberlo
efectuado(10).
Por su parte, según Ruiz Soroa-Zabaleta-González el Conocimiento de Embarque
"...es un título valor, entendiéndose por título valor un documento sobre un derecho
privado cuyo ejercicio está condicionado jurídicamente a la posesión del documento".
El Conocimiento de Embarque se ofrece hoy como un "...documento en el que el
capitán reconoce (de allí el nombre de conocimiento) haber recibido a bordo
determinadas cosas para su transporte, las cuales una vez terminado, este promete
entregar al legítimo tenedor del título"(11).
Según el derogado Código de Comercio en su artículo 719 señalaba: "El capitán y el
cargador del buque tendrán obligación de extender el conocimiento, en el cual se
expresará:
a) El nombre, matrícula y porte del buque.
b) El capitán y su domicilio.
c) El puerto de carga y el de descarga.
d) El nombre del cargador.
e) El nombre del consignatario, si el conocimiento fuera nominativo.
f) La cantidad, calidad, número de los bultos y marcas de las mercaderías.
g) El flete y la capa contratados.
El conocimiento podrá ser al portador, a la orden o a nombre de persona determinada,
y habrá de firmarse dentro de las veinticuatro horas de recibida la carga a bordo,
pudiendo el cargador pedir la descarga a costa del capitán si este no lo suscribiese,
y, en todo caso, los daños y perjuicios que por ello le sobrevinieren"(12) .
La Nueva Ley de Títulos Valores en su artículo 246 describe al Conocimiento de
Embarque como:

FACULTAD DE DERECHO 607


Versión de julio de 2023
§ 421 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

"El Conocimiento de Embarque representa las mercancías que son objeto de un


contrato de transporte marítimo, lacustre o fluvial. Las normas de esta ley son de
aplicación al Conocimiento de Embarque en todo aquello que corresponda a su
naturaleza y alcances como título valor y no resulte incompatible con las disposiciones
que rigen al Contrato de Transporte Marítimo de Mercancías"(13).
Del análisis de los conceptos descritos anteriormente tenemos que el Conocimiento
de Embarque más conocido en el mundo mercantil como "BiII of Lading" (B/L) se utiliza
para eI transporte marítimo y es la prueba de la existencia de la relación comercial
entre la línea naviera y el dueño de la carga o su agente, vale decir que es la prueba
del contrato de transporte marítimo. Es el documento que acredita que el transportador
ha tomado las mercaderías bajo su custodia y se ha obligado a entregarlas de
conformidad con lo convenido. Los términos, condiciones y responsabilidades pueden
variar con el lugar de uso. Además, se señala que es el título que representa la
propiedad de la mercadería, sin el cual no se pueden retirar las mismas además de
ser el recibo de la mercancía embarcada.
Concepto de carta porte.
A continuación señalaremos algunas definiciones de diversos tratadistas como:
José R. Cano y Antonio J. Serra, la Carta de Porte es el elemento formal del contrato
mercantil de transporte. Para dichos autores, la Carta de Porte es "el documento
formal al que se incorporan las cláusulas del contrato, y cuya función es triple porque:
1. Es un medio de prueba del contrato (no tiene, pues valor ad solemnitatem).
2. Es un título representativo de las mercancías transportadas, negociable, incluso en
Bolsa.
3. y su canje por los efectos transportados determina el fin de las obligaciones del
porteador.
Adicionalmente, los autores mencionados indican que dicha carta puede ser
nominativa, a la orden o al portador, debiendo indicarse necesariamente una serie de
circunstancias"(14).
Según esta definición, la Carta de Porte es aquel elemento formal del contrato de
transporte, a través del cual se plasmarán las condiciones principales de este, y cuya
función en conclusión, es triple: es un medio de prueba del contrato, es un título
representativo de las mercaderías transportadas -negociables-, y su canje para los
bienes transportados, significa la culminación de las obligaciones por parte del
porteador.
Según GARRIGUES, la carta de porte no es elemento formal del contrato de transporte
sino que tiene un carácter meramente probatorio y representativo:
“[E]l contrato de transporte es consensual: se perfecciona por el simple acuerdo
de voluntades entre remitente y porteador sin necesidad de que la mercancía
haya sido entregada (…). En la práctica son muchos los transportes que se
pactan oralmente (transporte de equipajes por medio de mozos, mudanzas de
mobiliario, envíos por medio de ordinarios entre dos pueblos, etc.) (…) Pero,
tradicionalmente, la redacción de una carta de porte suele ser inherente a la
perfección del contrato2.

2 GARRIGUES, Curso…, cit., t. IV, p. 214 (con énfasis en el original).

608
Notas de Títulos Valores § 421

El autor concluye que la carta de porte “no es elemento constitutivo del contrato. Se
reduce a elemento probatorio, pero de carácter privilegiado para cargador y
porteador”3.
Rodrigo Uría señala que "... la Carta de Porte, aparte de ser un documento probatorio
del contrato, es también título de tradición o representativo de las mercaderías
transportadas, que permite disponer de ellas durante el transporte trasmitiendo todos
los derechos sobre las mismas mediante la circulación del documento, autorice para
extender la carta en forma nominativa, a la orden o al portador, y... el canje de este
título por el objeto porteado, como acto final de cumplimiento del contrato que cancela
las respectivas obligaciones y derechos de las partes".
"En la práctica, el Contrato de Transporte da lugar a la expedición de un documento
denominado Carta de Porte, por cuyo contenido se decidirán las contestaciones que
ocurran sobre su ejecución y cumplimiento, sin admitir más excepciones que las de
falsedad y error material en su redacción, debiendo estarse en su defecto al resultado
de las pruebas jurídicas que haga cada parte en apoyo de sus respectivas
pretensiones"(16).
Asimismo, GARRIGUES y Uría entienden que el cargador o el porteador puede proceder
a la venta de las mercancías durante su transporte, variando el consignatario, cuando
corran el riesgo de perderse.
De lo mencionado en los párrafos precedentes, se desprende que la Carta de Porte
se reduce a un elemento probatorio, pero de carácter privilegiado para cargador y
porteador.
Segun la Enciclopedia Jurídica Omeba, la Carta de Porte: Es el documento que en el
contrato de transporte representa el título legal que prueba los derechos de las partes,
de igual modo que las obligaciones convenidas (...).
La Carta de Porte, cuando se emite, es la forma escrita del contrato de transporte, su
título legal y la prueba de las existencias y contenido. Además, en casi todos los
sistemas legales, como el argentino, constituye un título representativo de los efectos
a transportar"(17).
Guillermo Cabanellas define la Carta de Porte de la siguiente manera:
"Documento o título, en el Contrato de Transporte terrestre, que establece las
condiciones y fija los derechos y deberes pactados entre el porteador (el que lleva los
efectos) y el cargador (quien los entrega para su traslado), o, al menos, la condición
de uno y otro, regulada por la ley.
1. Emisión o curso. La Carta de Porte es entregada por el ferrocarril, otra empresa o
particular dedicadas al transporte, al hacerse cargo de las mercaderías para las cuales
sirve de recibo y de obligación. Al recibirlas el destinatario, debe devolver el
documento, si el cargador se lo ha remitido, o extender recibo a su vez, generalmente
en la parte ya reservada para ello en el mismo resguardo de la Carta de Porte, que
queda en poder del transportador.
2. Contenido. La Carta de Porte contendrá: 12 El nombre, apellido y domicilio del
cargador. 22 El nombre, apellido y domicilio del porteador. 32 El nombre, apellido y
domicilio de la persona a quien, o a cuya orden, vaya dirigidos a los efectos, o si han

3 GARRIGUES, Curso…, cit., t. IV, p. 215.

FACULTAD DE DERECHO 609


Versión de julio de 2023
§ 421 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

de entregarse al portador de la misma carta. 42 La designación de los efectos con


expresión en su calidad genérica, de su peso y de las marcas o signos exteriores de
los bultos en que se contengan. 52 El precio del transporte. 62 La fecha en que se
hace la expedición. 72 El lugar de la entrega al porteador. 82 El lugar y el plazo en
que habrá de hacerse la entrega al consignatario. 92 La indemnización que haya de
abonar el porteador en caso de retardo, si sobre este punto mediare algún pacto. (v.
Contrato de Transporte en la presente obra)"(18).
Alberto Asquini señala que: "La Carta de Porte es un documento, que tiene la forma
de una carta abierta dirigida por el cargador al destinatario conteniendo las
condiciones esenciales del contrato (objeto, recorrido, destino, término de entrega,
precio de transporte, etc.), librada por el cargador al porteador con el objeto de
recordarle dichas condiciones contractuales y de facilitarle la manera de hallar al
destinatario, y destinada, después de haber acompañado a la mercancía durante el
viaje, para que pueda ser exhibida yentregada al destinatario, para que luego de ello
el destinatario sepa de quien procede las mercaderías, qué cosa y en cuáles
condiciones le deban ser entregadas, y para que pueda a base de ello determinarse
a retirar las mercaderías que se le han expedido".
La función de la Carta de Porte cambia según el requerimiento de las partes. Así si es
pedida como título de crédito se le considera representativo de las mercancías
destinadas a la circulación (en el Código de Comercio Argentino se señala que el
carácter representativo puede ocurrir en la doble forma de título a la orden y al
portador).
Con la Carta de Porte se permite la circulación de las mercancías sin su tradición física
y además constituye un documento probatorio del contrato(19).
Asimismo, el tratadista Argentino afirma que: "existen dos posiciones o corrientes en
la doctrina;
Una señala que la Carta de Porte es un elemento obligatorio esencial del contrato de
transporte toda vez que la misma es exigida por la ley para la misma existencia de
contrato: ad substantiam, mientras que, la otra corriente señala que la Carta de Porte
es solamente un elemento probatorio de la existencia del contrato: ad probationem".
En efecto, como lo señala Gómez Leo" La Carta de Porte es un título de crédito
representativo de las mercaderías o cosas transportadas, que otorga a su portador
legitimado el derecho de disponer de ellas durante su traslado, recibirlas y retirarlas
en el lugar de destino, de acuerdo con las condiciones establecidas literalmente en el
mismo documento y con las referencias que en él se haga al Contrato de Transporte
del cual deriva"(2O).
Para Messineo, "la Carta de Porte constituye un título de tradición, resultando
indispensable para ob-tener la entrega de las cosas transportadas, y, en el caso
particular, dé a su poseedor la certeza de que la entrega no se hará (Iegítimamente).a
persona diversa de él"(21).
Según Siburu, "la Carta de Porte es un medio de prueba y, a la vez, un título
representativo de mercadería destinado a favorecer la circulación. De aquí que como
prueba se relacione con el Contrato de Transporte, y como título (de crédito) crea por
sí mismo un derecho independiente de ese contrato".

610
Notas de Títulos Valores § 421

Es importante indicar que una vez creada, la Carta de Porte constituye título legal del
contrato de transporte suscrito entre el cargador y el porteador, habilitando a su
portador legitimado a ejercer todos los derechos representados en él.
Además afirma que “La Carta de Porte es un documento escrito que constata todas
las condiciones de un transporte contractual y especialmente la obligación de entregar
cosas transportadas"(22).
Para Brunetti, ues un título de tradición y un elemento de prueba que posee una
especial eficacia. Es un título de rescate (rescata por el Porteador, prueba el
cumplimiento de su obligación de entrega). Mas la Carta de Porte no es un documento
esencial para el contrato". En efecto la Carta de Porte puede ser emitida con motivo
de la concertación de un Contrato de Transporte de mercaderías o cosas, lo que
significa que para las partes es de emisión facultativa, pero cuando existe es el título
legal del transporte, en virtud de cuyo contenido son decididas todas las cuestiones
entre cargador y porteador.
Ulises MONTOYA MANFREDI nos ofrece quizás la definición más acertada de la carta de
porte:
“es un documento representativo de las mercaderías que incorpora los
derechos que emergen del contrato [de transporte], lo que le confiere el carácter
de título-valor, y, por lo tanto, puede ser transmitida, originando con ello la
transmisión de las mercaderías”4.
Para Rafael Eyzaguirre es “el documento que las partes otorgan para acreditar la
existencia y condiciones del contrato, y la entrega de las mercaderías al portador".
Agrega que uno constituye una solemnidad del contrato, ya que, según vimos, este es
consensual" (24).
Emilio Langle y Rubio la definen como uel documento en que constan los sujetos y el
objeto específico del transporte terrestre de mercaderías, a más de los pactos y
condiciones del contrato", Asimismo, agrega que, se debe distinguir la declaración de
expedición, que es simplemente uuna hoja redactada por una parte (remitente) y
presentada a la otra (porteador), en solicitud del transporte" (25).
Según Amadeo Soler, “... la Carta de Porte es el título legal del contrato entre el
cargador y el acarreador, y por su contenido se decidirán todas las contestaciones que
ocurran con motivo del transporte de los efectos, sin admi tirse más excepción en
contrario que la de falsedad o error involuntario de redacción"(26).
Así pues, antes de la edición de la Nueva Ley de Títulos y Valores ya el Dr. Hundskopf
señalaba que la Carta de Porte constituía un título valor especial básicamente por la
función que cumple como documento que especifica tanto a los sujetos como al objeto
del contrato de transporte terrestre, pero debemos recalcar que no es indispensable
para la configuración del mismo, como bien lo señala el autor antes citado: "Tampoco
es un documento esencial e indispensable para acreditar fehacientemente la
existencia de un contrato de transporte terrestre, por cuanto es un documento ad
probationem".
En ese sentido Hundskopf asimismo, señala que "la Carta de Porte puede ser emitida
al portador, a la orden, o en forma nominativa. Si es nominativa se transfiere por

4 MONTOYA MANFREDI, Ulises; Derecho Comercial, 4ª ed., Desarrollo, Lima, 1981, t. II, pp. 73-74 (n. 48)

FACULTAD DE DERECHO 611


Versión de julio de 2023
§ 422 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

cesión; si es a la orden se transfiere por endoso y si es al portador, por tradición


manual"(27).
Según nuestro derogado Código de Comercio, la Carta de Porte era un título legal del
Contrato entre cargador y porteador.
El Código de Comercio regulaba la Carta de Porte en su artículo 347, señalando que
"las Cartas de Portes o billetes en los casos de transporte de viajeros, podrán ser
diferentes, unos para las personas y otros para los equipajes; pero, todos contendrán
la indicación del porteador, la fecha de la expedición, los puntos de salida y llegada,
el precio y, en lo tocante a los equipajes, el número y el peso de los bultos, con las
demás indicaciones que se crean necesarias para su fácil identificación".
Si nos remitimos a lo que establece la nueva Ley de Títulos y Valores, Ley N° 27287
tenemos que actualmente la Carta de Porte se encuentra regulada por esta Ley.
Artículo 251.- Carta de Porte Terrestre y Aérea
"La Carta de Porte representa las mercancías que son objeto de un contrato de
transporte terrestre o aéreo, según el caso. Las normas de esta ley son de aplicación
a la Carta Porte en todo aquello que corresponda a su naturaleza y alcances como
título valor y no resulte incompatible con las disposiciones que rigen los respectivos
contratos de transporte terrestre o aéreo".
Asimismo, cabe resaltar que la Carta dePorte se encuentra regulada por acuerdos
internacionales tales como la Decisión 399 de la Comunidad Andina y su reglamento,
Resolución 300, entre otras.
Así pues se puede determinar que la Carta de Porte no siendo el elemento constitutivo
del contrato terrestre o aéreo, el valor legal de la misma se limita al del elemento
probatorio de su existencia y contenido entre cargador y porteador. Al mismo tiempo
que facilita el derecho de disposición sobre la mercancía ya que la representa.
Considerando que la única diferencia entre el Conocimiento de Embarque y la Carta
de Porte es el medio de transporte a utilizar, vamos a realizar el análisis de cada uno
de los intervinientes, sus elementos, la forma de emisión y sus funciones para ambos
títulos valores en forma genérica y común.

II. PARTES INTERVINIENTES


Porteador o transportador.
Ahora bien, creemos importante destacar que no existe unanimidad en la doctrina a
la hora de señalar los elementos personales, es decir, las partes que intervienen en
los títulos materia de nuestro análisis. Para unos tratadistas son dos, el porteador y el
cargador, en tanto que para otros son tres, pues agregan a los dos anteriores la figura
del destinatario receptor o beneficiario de las mercancías. Parece, no obstante, que la
posición de ese tercero se explica no tanto desde la afirmación de tres partes
contractuales como desde el reconocimiento de un pacto a favor de tercero, o bien
desde la naturaleza jurídica del Conocimiento de Embarque o de la Carta de Porte
entendidos como títulos valores o, más exactamente, como títulos representativos de
las mercancías.
Es la persona natural o jurídica que recibiendo las mercancías, debe custodiarlas y
conservarlas, transportarlas en la forma, tiempo y lugar pactados; así como también,
entregarlas a quien resulte legitimado para exigirlo, legitimación que dependerá de si
el documento es nominativo, a la orden o al porteador

612
Notas de Títulos Valores § 423

El transportador o porteador, es el suscriptor del título y quien entrega un ejemplar


negociable al remitente o cargador; es decir, la persona que encarga la conducción
de las mercancías de un lugar a otro.
El porteador es la persona que asume la prestación principal de la realización del
transporte. Asumir la obligación no significa necesariamente ejecutar el transporte en
tanto que no siempre el porteador es un transportista.
El porteador asume una obligación principal y varias accesorias. La principal
obligación es la de poner las cosas transportadas, en el estado en que las recibe, a
disposición del consignatario, en el plazo, lugar y condiciones previstas en el contrato.
Cumplida esa obligación, se habrá conseguido el resultado perseguido por el contrato.
La obligación de entrega se cumple, como en la compraventa, realizando cuantos
actos sean necesarios para que el consignatario pueda tomar posesión de las
mercancías transportadas. Si el consignatario no fuere hallado en el domicilio
expresado en la Carta de Porte, o se negase al pago de portes y gastos, o rehusase
el recibo de los géneros, deberá hacer el porteador el depósito judicial de los mismos.
El porteador o transportador, es el sujeto que emite el título valor. Asimismo, es el
encargado de transportar de un lugar a otro los bienes y a quien tendrá que pagársele
el monto del flete y los servicios prestados
Cargador o remitente.
Persona natural o jurídica que por sí o por medio de otra que actúe en su nombre o
por su cuenta entrega efectivamente o pone a disposición las mercancías al porteador
o ha celebrado un contrato de transporte de mercancías con el transportista autorizado
y suscribe el documento respectivo.
Es la persona que contrata en nombre propio con el porteador y entrega o se obliga a
entregar la carga para su transporte. No importa al efecto que sea o no propietario de
la mercancía. Incluso el comisionista de transportes es cargador cuando contrata en
su propio nombre, aunque lo haga por cuenta del comitente.
Dentro de los elementos personales, el cargador es la persona que celebra el contrato
de transporte, obligándose a entregar las mercancías en origen y a pagar el precio
convenido.
La definición es abierta e incluye tanto al "cargador contractual", quien contrata, como
al "cargador efectivo", quien entrega las mercancías para su transporte.
El cargador está obligado a entregar la cosa o cosas convenidas en el lugar y
momento pactado y, en su defecto, según las condiciones generales del porteador;
declarar su calidad genérica o contenido; acompañar cuanta documentación sea
necesaria para su transporte y claro está pagar el precio del transporte. De no hacerlo
de este modo, incurrirá en responsabilidad por retraso o incumplimiento.
En cuanto a sus derechos se encuentran: exigir la forma, o el tiempo o itinerario
pactados en el Contrato de Transporte y mientras sea dueño de las mercancías y
estas no hayan sido entregadas en su destino, este como titular en un derecho de
disposición que consiste en la facultad del cargador para variar la consignación de las
mercancías.

FACULTAD DE DERECHO 613


Versión de julio de 2023
§ 424 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Destinatario, consignatario, tomador y/o beneficiario.


Persona natural o jurídica a quien va dirigida la carga. El destinatario es el acreedor a
la entrega de la carga y será, cuando la reciba, el deudor del precio del transporte,
salvo que este se establezca bajo la condición de libre de pago o de flete prepagado.
Es la persona, distinta del cargador, a la que van dirigidas las mercancías.
Naturalmente el cargador puede ser al mismo tiempo destinatario. Por ese motivo a
veces se utiliza el término titular de las mercancías o titular del cargamento para
referirse indistintamente al cargador y al receptor o destinatario.
Es la persona a cuyo nombre están manifestadas o se envían las mercancías y que
como tal es designada en el documento emitido o que por una orden posterior a su
emisión o por endoso le corresponde, por lo tanto es la persona a quien se han de
entregar las mercancías o efectos transportados.
La designación del consignatario puede hacerse nominativamente; pero también
puede ocurrir que no haya designación nominativa porque ese documento se expida
a la orden o al portador, en cuyo caso no se conocerá el consignatario hasta el
momento en que, llegados los efectos al punto de destino, proceda la entrega de los
mismos.
Como el documento, aparte de ser documento probatorio del contrato, es también
título de tradición o, representativo de las mercaderías transportadas que permite al
tenedor legítimo del documento, disponer de ellas durante el transporte, transmitiendo
todos los derechos sobre las mismas mediante la circulación del documento.
El destinatario, aunque no sea parte en el contrato, por el solo hecho de estar
designado en el documento, tiene derecho a que el porteador le entregue los objetos
porteados sin detrimento ni menoscabo en el plazo previsto en el contrato o, a falta de
plazo, "sin demora ni entorpecimiento alguno".

III. ELEMENTOS O CONTENIDO


Elementos personales.
Cuando hablamos de elementos nos referimos al contenido del título valor, el cual
consiste en la descripción de los requisitos y condiciones, en general en toda la
información que podrá contener; decimos que podrá, porque tal como lo establece la
Ley de Títulos Valores la omisión de una o varias de las informaciones que por ley se
establece debiera indicar, no afecta la validez jurídica del instrumento e incluso la
nulidad de alguna estipulación no conlleva la nulidad del título puesto que mantiene
los derechos y obligaciones que según su contenido posee. Es decir, el contenido del
título no es riguroso en cuanto a formalidad, pues a diferencia de la regulación
contenida en el artículo 719 del Código de Comercio, el artículo 247.1 introduce el
criterio de la libertad de forma y de contenido.
Los elementos los vamos a clasificar en: personales, reales y los relativos a la
prestación del porteador.
• El nombre, el número del documento oficial de identidad y domicilio del remitente
o cargador.
• El nombre y domicilio del destinatario o beneficiario o consignatario a quien o a la
orden de quien vayan dirigidas las mercancías, pudiendo ser el propio remitente o
cargador.

614
Notas de Títulos Valores § 426

• El nombre, firma, el número del documento oficial de identidad y domicilio del


porteador o transportador que emite el título, o de la persona que actúa en su
nombre.
Elementos reales.
• La naturaleza general de las mercancías (clase y especie), las marcas y
referencias necesarias para su identificación; el estado aparente de las
mercaderías, el número de bultos o de piezas, la calidad, el peso y volumen de las
mercancías o su cantidad expresada de otro modo, indicando la unidad de medida
de los bienes y en general los datos que se harán constar tal como los haya
proporcionado el cargador o remitente; quien debe además señalar, si procede, su
carácter perecible o peligroso y lugar donde debe ser transportado dependiendo
del medio de transporte que se utilice.
• El monto del flete de transporte y de los demás servicios prestados por el
porteador, en la medida que debe ser pagado por el consignatario; en caso
contrario la indicación de la persona obligada al pago.
• La declaración del valor patrimonial que hubiere declarado o formulado el cargador
o remitente, si en ello han convenido las partes.
Elementos relativos a la prestación del porteador.
• La denominación del título valor que corresponda según sea el medio de transporte
a utilizar.
• La fecha y lugar de emisión, lugar de carga y descarga y la fecha en que el
porteador o transportador se ha hecho cargo o recibe las mercancías, así como el
lugar y plazo de entrega de la mercancía objeto del transporte, si en este último
caso en ello hubieran convenido expresamente las partes.
• El número de orden correspondiente y la cantidad de originales emitidos, si hubiere
más de uno.
• Como se puede notar hay ciertos elementos de forma que no pueden obviarse
tanto en la Carta de Porte como en el Conocimiento de Embarque, dado que
perjudican su carácter contractual, tales como la descripción tanto de la persona
que entrega las mercaderías para su transporte, como del beneficiario o
consignatario de las mismas. El primero porque es necesario conocer su
identificación para determinar su capacidad de contratación dado que puede
asumir obligaciones respecto al pago por el transporte de mercadería y, del
segundo porque se requiere entregar los objetos que son materia del transporte.

IV. EMISIÓN (LEY DE CIRCULACIÓN)


Nominativos.
En cuanto a su emisión, ambos títulos valores pueden emitirse ya sea en forma
nominativa, a la orden o al portador.
Se hace constar el nombre del consignatario de las mercancías o del cargador, por lo
cual es la única persona capacitada para exigir del transportista o porteador la entrega
de las mercaderías en el lugar de destino.

FACULTAD DE DERECHO 615


Versión de julio de 2023
§ 429 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

El documento no es transmisible con la simple entrega o el endoso, sino que se


requiere la cesión del mismo y de la cooperación del obligado, ya que debe notificar
su cesión al portador o transportista, o bien a su representante.
A la orden.
Aquellos en los que se hace constar el nombre del consignatario de las mercancías o
del cargador, pero anteponiéndole la expresión <la la orden", desde luego, su
transmisión se hace por el simple endoso, a través del cual el cedente o endosante
transmite sus derechos el cesionario o endosatario, subrogándose así, en todos los
derechos del primero.
Los endosos pueden ser ilimitados, por lo que es el más utilizado por la facilidad de
su negociabilidad. Muchas veces se pone a la orden de una institución bancaria que
financia la operación de comercialización, posibilitando asíel control del valor afectado,
sin que tenga la calidad del titular del instrumento, evitando la confusión entre titular
del valor y acreedor consignatario, lo que evade igualmente que se generen
obligaciones tributarias como consecuencia de su transferencia o endoso.
Al portador.
Aquellos en que no se expresa nominalmente, ni a la orden, al consignatario o al
cargador en su caso, quedando siempre legitimado cualquier tenedor del documento.
No obstante que esta forma representa la de más fácil circulación del Conocimiento
de Embarque o de la carta de porte, es muy poco utilizada, por el peligro que
representa la pérdida del documento, ya que significaría que el que lo encontrara
podría disponer fácilmente de las mercancías.
En cualquiera de las tres formas de emisión, tanto la Carta de Porte como el
Conocimiento de Embarque se expedirán en original y copias cuyo número deberá ser
indicado, dependiendo de la necesidad. El original podrá ser endosable o no
endosable. Cada una de las copias deberá llevar la mención "copia no negociable".
Como estos títulos valores representan mercaderías en tránsito, los endosantes no
pueden asumir responsabilidad por la entrega de dichos bienes, frente al tenedor,
responsabilidad que solo corresponde al transportista.
Sin embargo, los transferentes sí se responsabilizan por la existencia de los bienes
en el acto de realizar la transferencia de propiedad de los mismos mediante la
transferencia del título por la aplicación del principio que los bienes se pierden para su
dueño (res perit dominus).

V. FUNCIONES
Función probatoria.
En cuanto a las funciones podemos destacar las siguientes:
Prueba la entrega de las mercancías al porteador y sus condiciones en el momento
que este las recibe bajo su custodia. Esta función coincide con el momento inicial de
la ejecución del Contrato de Transporte siendo, en efecto, recibo de la entrega de las
mercancías al porteador. Como docu mento probatorio de la carga, el porteador
responde por el cuidado y manejo de las mercancías durante el transporte, debiendo
devolverlas en destino en el mismo estado que las recibió.

616
Notas de Títulos Valores § 432

Prueba y documenta la existencia del contrato de transporte que se perfecciona por


el consentimiento y, contiene las obligaciones y derechos del porteador y del cargador.
Es pues, un reconocimiento escrito de las obligaciones contractuales de las partes.
Además, esta función probatoria se extiende a:
• La descripción de las mercancías, salvo error material o falsedad de la declaración;
y, a
• Las demás condiciones del contrato como plazo y lugar, salvo error material o
falsedad en la declaración.
Función representativa.
Consiste en que tanto la Carta de Porte como el Conocimiento de Embarque son
títulos que representan las mercancías en tránsito, es decir, que están siendo objeto
del transporte y pueden ser materia de una negociación, siendo esta su función más
característica.
Función económica.
Consiste en atribuir al titular del documento un "derecho de crédito a la restitución de
las mercancías transportadas en el lugar de destino, además le confiere la posesión
de las mercancías, aunque se trate de una posesión mediata y un derecho actual de
disposición sobre las mismas.
La negociabilidad del Conocimiento de Embarque o de la Carta de Porte, en la medida
en que hace posible, que la entrega del título sustituya a la "traditio" de las mercancías,
facilita la circulación de las mismas mientras se encuentran bajo la custodia del
porteador.
(…)

VI. EL DOCUMENTO DE TRANSPORTE MULTIMODAL NEGOCIABLE

FACULTAD DE DERECHO 617


Versión de julio de 2023
UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

IV. Parte
Títulos de inversión
(valores negociables)

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UNIVERSIDAD DE PIURA
FACULTAD DE DERECHO

CAPÍTULO ÚNICO
VALORES NEGOCIABLES (O MOBILIARIOS)
SUMARIO: I. INTRODUCCIÓN AL MERCADO DE VALORES.— 435. Importancia del
mercado de valores. 436. Antecedentes del mercado de valores. 437. Nociones
generales sobre el mercado de valores y su régimen jurídico. 438. El mercado de
valores y el sistema financiero. 439. Segmentos de mercado de valores (i): el
mercado primario. 440. Segmentos de mercado de valores (ii): el mercado
secundario. 441. Los mecanismos centralizados de negociación (i): rueda de bolsa.
442. Los mecanismos centralizados de negociación (ii): el MIENM.
443. Características de la negociación en mecanismos centralizados. 444. El
mercado bursátil y el extrabursátil. II. LOS VALORES NEGOCIABLES (O
“MOBILIARIOS”).— 445. Antecedentes. 446. Concepto y características de los
valores negociables (o “mobiliarios”). 447. Características del valor negociable (i):
libre negociabilidad. 448. Características del valor negociable (ii): emisión masiva o
serial. 449. Características del valor negociable (iii): en papel o cuenta.
450. Características del valor negociable (iv): patrimonialidad y ejecutividad.
III. PRINCIPALES VALORES NEGOCIABLES (O “MOBILIARIOS”) EN EL MERCADO.—
451. Las acciones de capital social. 452. Los bonos. 453. Los instrumentos de corto
plazo. 454. Certificados de suscripción preferente (CSP). 455. Las acciones de
inversión. 456. El certificado de depósito negociable. 457. Otros valores
negociables.
ADVERTENCIA: Inserto textualmente a continuación, como material de estudio
correspondiente a este Capítulo, el trabajo de VARGAS PIÑA, Julián; “El Mercado de
Valores y los valores mobiliarios”, en MONTOYA ALBERTI, Hernando (Coord.) ET AL.;
Tratado de Derecho Mercantil. Tomo II: Títulos Valores, Gaceta Jurídica, Lima, 2004,
pp. 690-719. De ahí lo he tomado, omitiendo todas las citas y cambiando la estructura
de títulos y apartados conforme al modelo que he venido siguiendo en este material.
Son especialmente pertinentes los apartados que aquí aparecen agrupados en las
secciones II y III, referidas propiamente a los valores negociables (o “mobiliarios”),
aunque la primera sección también contiene ideas útiles para aclarar el contexto
general y las funciones prácticas que cumplen estos títulos. Se ha de tener en cuenta
que este trabajo, como hacen la LMV y la LTV mismas, incurre frecuentemente en la
confusión entre los valores mobiliarios y los valores negociables que he criticado en
los §§ 53, 55 y, sobre todo, 221, supra. Es importante que los alumnos pongan en
relación lo que allí se explica con lo que dice el autor, especialmente en los §§ 447 y
ss., infra, sacando las conclusiones que en materia de títulos del mercado de valores
se derivan del enfoque que ha dado el Profesor al conjunto de la asignatura.

I. INTRODUCCIÓN AL MERCADO DE VALORES


Importancia del mercado de valores.
En los últimos años, la mayoría de países considera primordial que su mercado de
valores sea atractivo para los inversionistas locales e internacionales. Hacer que el
flujo de capital hacia las empresas resulte en un proceso eficiente de inversión y de
desarrollo, posibilita que los participantes de dicho proceso encuentren diversos
beneficios, lo cual se traduce, inclusive, a niveles sociales.

— 621 —
§ 436 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

En el Perú, el mercado de valores ha tenido en los últimos catorce años un


extraordinario crecimiento, motivado por diversos factores, entre los que destacan la
reforma del marco legal imperante, expidiéndose una nueva Ley del Mercado de
Valores, así como "Los cambios de política económica orientados a combatir la
inflación, estabilizar la moneda, liberalizar el tratamiento de la inversión extranjera y
redimensionar la actividad empresarial del Estado mediante la promoción de la
inversión privada en sus empresas..."(1).
Antecedentes del mercado de valores.
En general la doctrina concuerda en que el origen de los mercados de valores se
encuentra en los centros de contratación de la Edad Media (Lonjas), en la que los
comerciantes (mercaderes) se juntaban para la negociación de mercaderías, junto a
títulos valores individuales y empréstitos. Sin embargo, las Bolsas de Valores,
expresión organizada del mercado de valores, se diferencian de las históricas ferias,
entre otros aspectos, porque sus operaciones empiezan a realizarse en un lugar
determinado, por la brevedad de sus reuniones y por el objeto de contratación, es
decir, mercaderías representadas en documentos que hoy se conocen como los
valores mobiliarios.
A pesar de que la primera Bolsa en el Perú se constituyó en 1860, se puede sostener
que el mercado de valores moderno, incluida la bolsa, es el resultado de: i) La reforma
del sistema financiero, producida en los inicios de la década de los 70, en virtud de la
cual se creó la Comisión Nacional de Valores (hoy CONASEV) y la Bolsa de Valores
de Lima (antes Bolsa de Comercio) como asociación civil de especiales
características; se definió el perfil de los intermediarios de la Bolsa, esto es los
Agentes de Bolsa, regulándose finalmente aspectos principales de la emisión de
valores por oferta pública, de las operaciones en Bolsa y de la información disponible
en el mercado; ii) La reforma de los inicios de los 90, que además del reenfoque total
de las políticas económicas y financieras del país, implicó también una renovación
decisiva en las estructuras jurídicas del mercado, dictándose una nueva ley (el
Decreto Legislativo N° 755, sustituido luego por el Decreto Legislativo N° 861 y
posteriormente mediante D.S. N° 093-2002-EF de 15/06/2002 se aprobó el TUO de
este último) orientada en los estándares internacionales de la regulación en el
mercado de valores (protección al inversionista y transparencia), lo que trajo consigo,
entre otras importantes innovaciones, la creación de las Sociedades Agentes de Bolsa
(sociedades anónimas) para reemplazar a la figura del Agente de Bolsa como persona
natural, la incorporación de los Fondos Mutuos y luego de los Fondos de Inversión
(inversionistas institucionales); se crearon las Empresas Clasificadoras de Riesgo y
las Instituciones de Compensación y Liquidación de Valores, y se dio inicio a la
desmaterialización de los valores a través de su representación por Anotaciones en
Cuenta; se incorporó el proceso de titulización de activos y las sociedades
titulizadoras; se reforzó la divulgación de información al mercado, a través del
entonces Registro Público de Valores e intermediarios (hoy Registro Público del
Mercado de Valores, RPMV) y de los hechos de importancia, estableciéndose también
normas para el uso indebido de información privilegiada, a la vez que se reforzó el
principio de información total en los mecanismos de ofertas públicas, tanto primarias
como secundarias, fijándose en este último caso las reglas de las Ofertas Públicas de
Adquisición (OPA) de acciones; las Ofertas Públicas de Venta (OPV), y las Ofertas
Públicas de Compra (OPC); se consagró el principio de autorregulación, por el que la
Bolsa puede establecer sus propias regulaciones en decisivos aspectos de la
operatividad en dicho mercado así como en la supervisión que debe ejercer tanto en

622
Notas de Títulos Valores § 437

las operaciones de bolsa como en el desempeño de los intermediarios y emisores; se


permitió el inicio de la negociación eléctrónica en las operaciones de la Rueda de
Bolsa y otros mecanismos centralizados de negociación (dejándose de lado la
tradicional y espectacular negociación, a viva voz, en el piso de la bolsa); finalmente,
se posibilitó la negociación de los valores inscritos en la Rueda de Bolsa, tanto en la
misma Rueda de Bolsa como fuera de ella (negociación privada), cerrándole el paso
así al denominado "cautiverio bursátil", en virtud del cual esos valores debían
negociarse exclusivamente en la Rueda de Bolsa, y iii) La expedición de una nueva
Ley Orgánica de la Comisión Nacional Supervisora de Empresas y Valores,
CONASEV (Decreto Ley N° 26126), por la cual se otorgó a dicha institución pública
nuevas atribuciones para llevar a cabo su labor de reguladora y supervisora del
mercado de valores, y se consolidó su estructura organizacional y funcional.
Nociones generales sobre el mercado de valores y su régimen jurídico.
El Mercado de Valores es básicamente el ambiente (no necesariamente un espacio
determinado, pues puede expresarse a través de diversos mecanismos que permiten
la integración entre varios participantes), donde se reúnen diversas personas que
demandan y ofrecen un bien, que en este caso son los valores mobiliarios.
Desde otra perspectiva, el mercado de valores es considerado como una fuente de
financiamiento permanente para los emisores, incluido el propio Estado,
constituyéndose en un importante instrumento de canalización del ahorro al sector
empresarial, esto es, “cumple con la importante función de financiación, sirviendo de
enlace entre los intereses de la empresa y los intereses de los inversores, que
canalizan sus ahorros hacia un mercado regulado y en el que existe una gran
probabilidad de liquidez. Y es que cuando las empresas y entidades están necesitadas
de financiación tienen la posibilidad de emitir valores, para que sean adquiridos
directamente por el público, dando lugar al mercado de valores primario, o bien acudir
al mercado secundario, que garantiza liquidez inmediata”(2).
Teóricamente, se considera al mercado de valores como un mercado perfecto donde
se negocian valores mobiliarios y otros instrumentos financieros, y en el que la
formación de los precios es el resultado de un proceso objetivo e imparcial. No
obstante, la doctrina señala que para que un mercado pueda calificarse de perfecto
es indispensable que ninguno de los que operan en él sea tan importante como para
influir en la libre formación de los precios, esto es, un mercado en el que todos los
inversionistas tienen igual acceso y sin coste alguno a la información relevante. Como
mercado perfecto debe reunir ciertas características, tales como: libre concurrencia,
libre competencia, transparencia, y especialmente eficiencia. Sin embargo, el mercado
eficiente o perfecto no es un rasgo generalizado de los mercados de valores,
careciendo muchas veces de una o varias de las características señaladas.
Desde un punto de vista jurídico, la doctrina está dividida en torno a la existencia o no
de un Derecho del Mercado de Valores. Los que sostienen que dicha disciplina
existe(3), la definen como el conjunto de normas jurídicas que regulan la emisión, la
intermediación, la negociación y la inversión en valores negociables (mobiliarios) y
otros instrumentos financieros y establecen el régimen de los intermediarios y de los
mercados primario o secundario de valores. Señalan como características de este
Derecho: su autonomía relativa, su heterogeneidad jurídica y su internacionalidad, las
cuales se sujetan a los principios de eficiencia, protección del inversionista, apelación
del ahorro público, profesionalidad de los intermediarios, la igualdad de los
inversionistas y la transparencia.
FACULTAD DE DERECHO 623
Versión de julio de 2023
§ 438 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Los que niegan la existencia de una disciplina jurídica del mercado de valores(4),
sostienen que no hay criterios aglutinadores ni una nueva categoría sistemática
específica, autónoma o subordinada. Se manifiesta que, por el contrario, el rasgo
principal del mercado de valores es su interdisciplinariedad, con lo que es posible un
estudio, de las distintas disciplinas que integran el mercado de valores. En ese sentido
se argumenta que la normativa del mercado de valores presenta un contenido variado
y diverso, que no da lugar a una nueva categoría sistemática disciplinar (el Derecho
del Mercado de Valores), sino que debe ser reconducida a las categorías sistemático-
jurídicas ya existentes, como las normas contractuales en relación con la
transmisibilidad de los valores; configuración de entidades administrativas especiales
como es el caso de las Comisiones Nacionales de Valores; configuración de tipos
penales administrativos en torno al uso de información privilegiada, etc., sin perjuicio
de que el telón de fondo del Mercado de Valores juegue como elemento común de
política jurídica que preside estas normas de naturaleza jurídica y contenidos
heterogéneos.
El mercado de valores y el sistema financiero.
En el Mercado de Valores interactúan de manera directa la empresa que capta
recursos y el inversionista que se los proporciona, lo cual se denomina "intermediación
directa" y es lo que marca la diferencia con el sistema bancario, el cual se inscribe en
lo que se llama "intermediación indirecta", en razón de que en este sistema la persona
que solicita un préstamo a la empresa bancaria recibe el dinero sin saber de dónde
viene, es decir, sin que tenga ningún contacto con la persona que depositó en el banco
el dinero que es entregado en préstamo. Es por esta razón, aunada a otros factores,
que el mercado de valores busca ser una fuente más barata que el sistema bancario.
El Mercado de Valores integra los Mercados Financieros (el mercado de dinero, el
mercado de capitales y el mercado de futuros y derivados), que se caracterizan
principalmente porque en ellos se compran y se venden activos financieros.
El Mercado de Dinero se caracteriza por dar cabida a la negociación de activos
financieros de muy corta vida (comúnmente menos de un año), que suelen ser
sustitutos del dinero en razón de su elevada liquidez y por ser muy fáciles de negociar:
en este segmento se encuentran los papeles comerciales, certificados de depósito,
los emitidos por el Banco Central de Reserva, etc.
En contraste, el Mercado de Capitales alberga a los instrumentos de mayor plazo
(superior a un año), de condiciones variables en cuanto a su liquidez, y usualmente
también de un mayor contenido de riesgo. Ejemplos de este mercado lo constituyen
los bonos (corporativos, de arrendamiento financiero, subordinados, convertibles en
acciones, los valores resultantes de los procesos de titulación, etc.).
En los Mercados de Futuros y Derivados se negocian contratos de naturaleza
financiera, con condiciones que se fijan al momento del acuerdo, que deben ser
ejecutadas en una fecha específica o en un intervalo de tiempo definido. Estos
mercados se originan ante la necesidad de disminuir los riesgos propios de la
incertidumbre de la ocurrencia de eventos futuros. Los derivados más comunes son
el forward, los futuros, los swaps, las opciones e índices. La combinación de estos da
origen a otra serie de derivados más complejos.
A modo de conclusión, dado que los valores mobiliarios que se negocian en el
mercado de valores tienen la naturaleza de activos financieros y pueden ser emitidos
en diferentes plazos (corto, mediano y largo plazo), se considera que el mercado de

624
Notas de Títulos Valores § 439

valores mobiliarios (intermediación directa) está incluido en el mercado financiero,


formando parte, principalmente, del mercado de capitales y de dinero.
Segmentos de mercado de valores (i): el mercado primario.
Por el tipo de colocación de los valores mobiliarios o instrumentos financieros el
mercado de valores se suele dividir en mercado primario y en mercado secundario,
mientras que por el tipo de negociación utilizado se le suele clasificar en mercado
bursátil y mercado extrabursátil.
[Al mercado primario t]ambién se le conoce como el mercado de primeras emisiones.
Está referido a la colocación inicial de los valores mobiliarios que se realiza a un precio
determinado, sea por oferta pública o por oferta privada. Esto significa que cuando un
emisor (la persona de derecho privado o de derecho público que emite valores
mobiliarios destinados a su negociación en el mercado de valores) decide obtener
financiamiento en el mercado de valores emitiendo a dicho efecto cualquier tipo de
valor mobiliario o instrumento financiero, sea en oferta pública y/u oferta privada, se
podrá decir que esa emisión es una propia del mercado primario.
Este segmento del mercado tiene particular importancia, en razón de que puede
ofrecer diversas alternativas de financiamiento a los emisores que desean obtenerlo
a través de la emisión y colocación de sus valores mobiliarios (bonos, acciones, etc),
y simultáneamente diversas alternativas de rentabilidad a los inversionistas
individuales o institucionales que desean invertir sus excedentes dinerarios en valores
mobiliarios emitidos por las empresas o por otras instituciones.
a. La Oferta Pública Primaria de Valores (OPP)
El mecanismo más destacado del mercado primario es la Oferta Pública Primaria de
Valores, OPP. Conforme al artículo 4 del TUO de la Ley del Mercado de Valores (D.S.
N° 093-2002-EF) constituye oferta pública de valores mobiliarios "la invitación,
adecuadamente difundida, que una o más personas naturales o jurídicas dirigen al
público en general, o a determinados segmentos de éste, para realizar cualquier acto
jurídico referido a la colocación, adquisición o disposición de valores mobiliarios".
Cabe señalar que las ofertas privadas (aquellas ofertas que no satisfacen las
características señaladas para la OPP, o que sin utilizar medios masivos de difusión
están dirigidas exclusivamente a inversionistas institucionales, tales como las
Administradoras Privadas de Fondos de Pensiones (AFP); Fondos Mutuos, Fondos
de Inversión, etc., o cuando los valores mobiliarios materia de la oferta tienen un valor
nominal o valor de colocación unitario más bajo, igual o superior a doscientos
cincuenta mil soles, monto sujeto a actualización) no se encuentran sujetas a la Ley
del Mercado de Valores, salvo mención expresa en contrario (artículo 1).
De modo muy general, se considera que el emisor que desee acceder al
financiamiento que ofrece nuestro mercado de valores debe reunir por lo menos las
siguientes características:
i) Contar con un perfil adecuado que pueda convencer a los inversionistas
(individuales e institucionales) que le entreguen sus recursos, lo cual implica ofrecer
condiciones atractivas de liquidez, rentabilidad y riesgo;
ii) El monto de financiamiento al cual se pretende acceder debe ser de cierta magnitud,
que permita al emisor diluir los costos de transacción imperantes en el mercado de
valores. En este sentido, se sostiene que dichos costos solo justificarían emisiones

FACULTAD DE DERECHO 625


Versión de julio de 2023
§ 439 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

mayores a diez millones de dólares, lo cual es una limitante más para el acceso al
mercado de las medianas y pequeñas empresas; y,
iii) El emisor debe estar en condiciones de soportar cualquier controversia o reclamo
que puedan tener los inversionistas que adquieren sus valores mobiliarios, así como
dispuesto a satisfacer las necesidades de información fidedigna y oportuna del
mercado.
b. Requisitos de la OPP
La OPP puede ser efectuada por cualquier persona jurídica, y solo requiere la previa
inscripción de los valores mobiliarios a ofertarse en el Registro Público del Mercado
de Valores (RPMV) de CONASEV, a cuyo efecto deberá presentar: a) Comunicación
del representante legal del emisor, con el contenido y formalidades establecidas por
CONASEV; b) Documentos referentes al acuerdo de emisión, donde consten las
características de los valores a ser emitidos y los deberes y derechos de sus titulares;
c) El proyecto del prospecto informativo sobre la emisión; d) Los estados financieros
auditados del emisor, con sus notas explicativas y el respectivo dictamen,
correspondientes a los dos últimos años, cuando el período de constitución lo permita;
y, e) Obtener la clasificación de riesgo del valor cuando corresponda. (En nuestro
medio dicha clasificación es obligatoria solo en las emisiones de valores
representativos de deuda, tales como bonos, instrumentos de corto plazo. En los
demás casos es facultativa).
Debe señalarse que no es obligatoria la previa inscripción de los valores en el RPMV
cuando las ofertas públicas primarias son del Banco Central de Reserva y del gobierno
central. la emisión y negociación de los valores mobiliarios por el gobierno central,
gobiernos regionales, gobiernos locales y el Banco Central de Reserva se sujetan a
las disposiciones que contenga la respectiva norma legal autoritativa (artículo 49 del
TUO de la Ley del Mercado de Valores).
El plazo del que dispone CONASEV para inscribir un valor o un programa de emisión
de valores por OPP es de treinta días útiles desde la fecha de presentación de la
solicitud. Tratándose de emisores que hayan emitido por oferta pública valores de la
misma clase durante los últimos doce meses y siempre que en dicho período no hayan
sido sancionados por CONASEV por falta grave o muy grave, el plazo antes indicado
no excederá de siete días útiles (artículos 20 y 21 del TUO de la Ley del Mercado de
Valores).
c. Otras características de la OPP según la Ley del Mercado de Valores
Es obligatoria la intervención de una Sociedad Agente de Bolsa, salvo cuando los
emisores de instrumentos de corto plazo coloquen directamente dichos valores, o
cuando las empresas sujetas al control y supervisión de la Superintendencia de Banca
y Seguros colocan directamente los valores no accionarios de su propia emisión. Esta
excepción opera también en el caso de transacciones que realizan los inversionistas
institucionales bajo ciertos supuestos que deben ser determinados por Decreto
Supremo refrendado por el ministro de Economía y Finanzas, lo cual hasta la fecha
no ha ocurrido (artículo 50).
• Luego de iniciado el trámite respectivo el emisor podrá promover la oferta con
sujeción a las disposiciones establecidas por CONASEV respecto a la
precolocación (artículo 57).

626
Notas de Títulos Valores § 440

• El correspondiente prospecto informativo debe estar a disposición del potencial


suscriptor o adquirente para su consulta en las oficinas del agente colocador o
emisor, antes de la colocación o venta del valor, y como condición previa para
efectuarlas. El potencial suscriptor o adquirente puede solicitar un ejemplar del
prospecto informativo, en cuyo caso el emisor o colocador podrá cobrarle un precio
no mayor al costo de impresión del mismo. Igualmente, durante el período de
colocación de la oferta pública el emisor u ofertante se encuentra obligado a
mantener actualizado el prospecto informativo (artículo 58).
• La suscripción o adquisición de valores presupone la aceptación por el suscriptor
o comprador de todos los términos y condiciones de la oferta, tal como aparecen
en el respectivo prospecto informativo (artículo 59).
• La inscripción del valor mobiliario en el RPMV no implica la certificación sobre su
bondad, la solvencia del emisor, ni sobre los riesgos del valor o de la oferta (artículo
22).
• El emisor cuenta con un plazo de nueve meses, contados desde la fecha de
inscripción en el RPMV, para colocar los valores de la OPP. Este plazo es
prorrogable a pedido de parte por un período similar (artículo 61).
• El registro del valor o del programa de emisión en el RPMV genera para el emisor
las siguientes principales obligaciones ante CONASEV, y en su caso ante la Bolsa
de Valores: i) Informar los hechos de importancia, in cluyendo las negociaciones
en curso, sobre sí mismo, el valor y la oferta que de este se haga, así como la de
divulgar tales hechos en forma veraz, suficiente y oportuna; ii) Presentar su
información financiera individual anual auditada y la individual de períodos
intermedios sin auditar (trimestral), así como su memoria anual e informe de
gerencia. Dicha información será consolidada en los casos en que el emisor forme
parte de un grupo económico; iii) Informar sobre transferencias de sus valores
inscritos en el RPMV por un porcentaje igualo mayor al uno por ciento del monto
emitido, realizadas por o a favor de algunos de los directores o gerentes del emisor,
sus cónyuges y parientes hasta el primer grado de consanguinidad, así como las
transferencias de acciones de capital inscritas también en el RPMV que hayan sido
realizadas por personas que directa o indirectamente posean el1 0% o más del
capital del emisor, o de aquellas que a causa de una adquisición o enajenación
lleguen a tener o dejen de poseer dicho porcentaje; iv) Contar con una política de
dividendos aprobada por la junta general de accionistas que fije expresamente los
criterios para la distribución de utilidades y cumplir con la fecha de registro y
entrega de beneficios; v) No podrán acordar para sus directores una participación
en las utilidades netas del ejercicio económico por encima de 6%, salvo que tal
circunstancia se divulgue como hecho de importancia (artículos 28, 29, 32 y 85).
Segmentos de mercado de valores (ii): el mercado secundario.
También es conocido como el mercado de las transacciones o de liquidez. En este
segmento se realizan las diversas negociaciones y transferencias de los valores
mobiliarios que han sido emitidos y colocados previamente en el mercado primario.
La expresión más emblemática del mercado secundario son las operaciones que se
realizan en la Rueda de Bolsa de la Bolsa de Valores, mecanismo centralizado en el
cual se puede comprar y vender cualquiera de los valores mobiliarios registrados en
ella (acciones, bonos, instrumentos de corto plazo, etc.). Algunos también reconocen
importancia a los mercados secundarios de hipotecas, letras de cambio, etc. En

FACULTAD DE DERECHO 627


Versión de julio de 2023
§ 440 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

nuestro medio, si bien el mecanismo centralizado de negociación secundaria más


importante es la Rueda de Bolsa de Valores de Lima, existe en la actualidad también
otro mecanismo centralizado de negociación llamado por sus siglas MIENM, que
significa Mecanismo de Negociación de Instrumentos de Emisión no Masiva.
El mercado secundario también reviste particular importancia en razón de que está
diseñado para brindar liquidez a los inversionistas o adquirentes de valores mobiliarios
que quieren convertirlos en dinero. Además, permite la circulación de los valores ya
emitidos, los mismos que como resultado de la oferta y la demanda encuentran un
precio de mercado.
La liquidez es una característica importante del mercado secundario, pues junto con
el riesgo y el rendimiento son los tres elementos principales para tomar una decisión
de inversión en valores. Un mercado líquido permite a los inversionistas que adquieren
un valor venderlo casi de inmediato. Un mercado secundario sin liquidez afectaría
sensiblemente la demanda de valores mobiliarios en el mercado primario,
constituyéndose en un serio obstáculo.
a. La Oferta Pública Secundaria (OPS).
Es aquella que tiene por objeto la transferencia de valores emitidos y colocados
previamente en el mercado primario. Constituyen oferta pública secundaria,
principalmente, la Oferta Pública de Adquisición (OPA); la Oferta Pública de Compra
(OPC); la Oferta Pública de Venta (OPV); y la Oferta de Intercambio (OPI).
También constituye oferta pública secundaria la negociación de valores que se efectúa
en la Rueda de Bolsa y en los demás mecanismos centralizados (artículo 110 del TUO
de la Ley del Mercado de Valores).
b. Tipos de OPS (i): la Oferta Pública de Adquisición (OPA).
Cuando una persona natural o jurídica pretenda adquirir o incrementar, directa o
indirectamente, participación significativa en una sociedad emisora que tenga al
menos una clase de acciones con derecho a voto inscrita en Rueda de Bolsa, deberá
efectuar una OPA dirigida a los titulares de acciones con derecho a voto (y de otros
valores susceptibles de otorgar derecho a voto) en dicha sociedad emisora. La
obligación de efectuar una OPA también se genera si la adquisición de participación
significativa se pretende realizar a través de personas que forman parte o controlan
un grupo económico, o a través de la actuación concertada de dos o más personas,
aun cuando no formen parte de un mismo grupo económico. En tales casos, la OPA
deberá ser efectuada por cualquiera de dichas personas, tomando en cuenta el total
de las acciones que se pretenda adquirir en conjunto.
La OPA tiene como propósito: i) que todos los accionistas de la sociedad emisora
cuyas acciones se pretende adquirir, reciban un tratamiento equivalente en dicha
adquisición así como en el pago de la prima que con tal motivo se ofrezca, y ii)
asegurar la divulgación de información necesaria para que los destinatarios de la OPA
puedan formular un juicio fundado respecto de la conveniencia o no de transferir sus
valores.
La obligación de realizar una OPA se genera cuando: i) se pretende alcanzar en un
solo acto o en actos sucesivos una participación igualo superior al 25% del capital
social del emisor. En este caso la OPA debe realizarse sobre el número de valores
que se pretende adquirir, pero en ningún caso por menos del 5% del capital social del
emisor; ii) se pretende alcanzar en un solo acto o en actos sucesivos una participación

628
Notas de Títulos Valores § 440

igualo superior al 50% del capital social del emisor. En este caso, la OPA debe
realizarse por el número de valores que se pretenda adquirir, pero en ningún caso por
menos del1 0% del capital social del emisor y, iii) se pretende alcanzar en un solo acto
o en actos sucesivos una participación igualo superior al 60% del capital social del
emisor. En este caso la OPA debe realizarse por la cantidad de valores que se
pretende alcanzar pero en ningún caso por menos del 1 0% del capital social. Esta
regla prevalece respecto de las anteriores.
La formulación de una OPA se comunica en el mismo día a CONASEV, a la Bolsa de
Valores y a la sociedad emisora cuyas acciones se pretende adquirir. Dicha
comunicación debe ser acompañada por un prospecto informativo de la oferta, de los
documentos que acrediten la garantía de la oferta, así como del modelo del aviso de
la oferta a publicar, lo cual debe ser puesto de inmediato en conocimiento del mercado.
El plazo de vigencia de la oferta es de 20 días de Rueda. El procedimiento sobre OPA
permite el lanzamiento de ofertas competidoras con respecto a la OPA inicial.
La OPA puede ser usada voluntariamente en los casos cuya realización no es
obligatoria, tanto si se trata de acciones con derecho a voto como de cualquier otro
valor, siempre que se encuentren inscritos en el RPMV. En estos casos la oferta tendrá
carácter irrevocable (artículo 73 del TUO de la Ley del Mercado de Valores).
El Reglamento sobre OPA fue aprobado por la Resolución CONASEV N° 630-97-
EF/94.1 O, modificado principalmente por la Resolución CONASEV N° 088-2000-
EF/94.1 O.
c. Tipos de OPS (ii): la Oferta Pública de Compra (OPC).
Cuando un valor inscrito en el RPMV se excluye voluntariamente, genera la obligación
para el emisor de dichos valores o para las personas que solicitaron dicha exclusión,
de efectuar una OPC dirigida a todos los titulares de valor que no participaron o se
opusieron a la solicitud de exclusión. Este procedimiento debe llevarse a cabo dentro
de los cinco días útiles siguientes de expedida la Resolución que dispone la exclusión
del valor. En caso de no formularse la OPC en dicho plazo la Resolución de exclusión
queda sin efecto.
No es obligatoria la realización de una OPC cuando la exclusión se produce por
extinción del derecho sobre el valor, por amortización, rescate total u otra causa;
cuando cesa el interés público en el valor como consecuencia de la concentración de
su tenencia o de alguna otra razón, ajuicio de CONASEV; cuando la totalidad de los
titulares acuerdan por unanimidad solicitar la exclusión, por disolución o liquidación de
las sociedades, y por otros que CONASEV señale.
En la OPC el precio de la oferta no será menor que la cotización establecida de
acuerdo con los criterios fijados por CONASEV. En defecto de esta el precio mínimo
será determinado por una sociedad auditora, banco, banco de inversión o empresa de
consultoría designada por CONASEV, por cuenta de los responsables de la exclusión.
El precio debe ser expresado y pagado en dinero. Cuando el valor se negocie en un
mecanismo centralizado la OPC debe efectuarse en dicho mecanismo. El plazo de
aceptación de la OPC es fijado por el o los oferentes y no puede ser inferior a quince
días ni superior a veinticinco días de rueda. La OPC se liquida siguiendo el mismo
régimen que las operaciones al contado en la Rueda de Bolsa.

FACULTAD DE DERECHO 629


Versión de julio de 2023
§ 440 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

El Reglamento sobre OPC fue aprobado por la Resolución CONASEV N° 630-97-


EF/94.1 O, modificado principalmente por la Resolución CONASEV N° 088-2000-
EF/94.1 O.
d. Tipos de OPS (iii): la Oferta Pública de Venta (OPV).
La OPV es aquella que efectúa una o más personas naturales o jurídicas con el objeto
de transferir al público en general o a determinados segmentos de este, valores
previamente emitidos y adquiridos. En el caso que la OPV comprenda valores inscritos
en el RPMV deben presentar a CONASEV un prospecto con los requisitos de
información establecidos por dicha institución.
Si los valores no estuvieran inscritos en el RPMV, los titulares que deseen efectuar la
OPV deberán cumplir con los requisitos de inscripción para dichos valores. En este
caso debe tenerse en cuenta lo siguiente: i) Tratándose de acciones, los accionistas
que representen cuando menos el 25% del capital social del emisor pueden solicitar
la inscripción de sus acciones. En tal caso, la inscripción se limita a las acciones
pertenecientes a los peticionarios, las que deberán quedar comprendidas en una
nueva clase, debiendo el emisor efectuar las modificaciones estatutarias respectivas;
y ii) Tratándose de valores representativos de deuda, los tenedores de dicho valores
podrán solicitar la inscripción de acuerdo con las disposiciones de la Ley del Mercado
de Valores y con los términos establecidos en el contrato de emisión o, en su caso,
en el instrumento equivalente. Si en estos no se hubiere previsto norma al respecto,
la solicitud deberá estar respaldada por tenedores de tales valores que representen la
mayoría absoluta del monto de la emisión en circulación (artículos 23 y 24 del TUO de
la Ley del Mercado de Valores).
La inscripción del valor no será necesaria si no se alcanzan los requisitos
anteriormente señalados. Pero, deberá presentarse la información mínima establecida
por CONASEV. En la OPV son aplicables las disposiciones contenidas para la oferta
pública primaria en lo que sea pertinente (artículos 65. 66 Y 67 de la Ley del Mercado
de Valores).
La OPV está normada en el Reglamento de Oferta Pública Primaria y de Venta de
Valores Mobiliarios, aprobado por Resolución CONASEV N° 141-98EF/94.1 O, así
como en la Resolución Gerencia General CONASEV N° 211-98EF/94.11 .
e. Tipos de OPS (iv): la Oferta Pública de Intercambio (OPI).
La OPI está referida a la enajenación o adquisición de valores cuando la
contraprestación se ofrezca pagar total o parcialmente en valores (por ejemplo: el
oferente que formula una OPA puede comprometerse a pagar dicha adquisición de
acciones con valores emitidos por una persona jurídica deter minada. Puede
comprometerse también a pagar la adquisición parte en valores y parte en dinero).
El intercambio de valores que se propone deberá ser claro en cuanto a la naturaleza,
valorización y características de los valores que se ofrezcan en canje, así como en
cuanto a las proporciones en que han de producirse. Los valores ofertados en la OPI
deberán inscribirse en la RPMV. Debe tenerse en cuenta que las acciones inscritas
en el RPMV deben también estarlo en la Rueda de Bolsa (artículos 75, 76, 77, 78 Y
83 del TUO de la Ley del Mercado de Valores).
Son aplicables a la OPI las disposiciones relativas a las ofertas públicas primarias, a
las ofertas públicas de venta y a las ofertas públicas de adquisición, según
corresponda.

630
Notas de Títulos Valores § 441

La OPI está normada en el Reglamento de Oferta Pública Primaria y de Venta de


Valores Mobiliarios, aprobado por Resolución CONASEV N° 141-98EF/94.10, así
como en la Resolución Gerencia General CONASEV N° 211-98EF/94.11 .
Los mecanismos centralizados de negociación (i): rueda de bolsa.
Conforme a la Ley del Mercado de Valores, el mercado secundario se expresa a través
de los Mecanismos Centralizados de Negociación, de los cuales la Rueda de Bolsa,
como se ha dicho, es la de mayor importancia. Estos mecanismos reúnen o
interconectan simultáneamente a varios compradores y vendedores con el objeto de
negociar valores mobiliarios, instrumentos derivados e instrumentos que no sean
objetos de emisión masiva. Tales mecanismos se encuentran bajo la supervisión de
CONASEV, institución que autoriza su organización y funcionamiento (artículos 110 y
111). La citada ley también regula los denominados Otros Mecanismos Centralizados
de Negociación, los cuales tienen como objeto negociar valores no inscritos en Rueda
de Bolsa (artículo 124).
Rueda de Bolsa es el mecanismo en el que las sociedades agentes de bolsa realizan
transacciones con valores inscritos en el RPMV, y cuando corresponda en
instrumentos derivados que CONASEV previamente autorice (artículo 117). La Rueda
de Bolsa se celebra todos los días útiles. Es conducida por un funcionario de la Bolsa,
denominado Director de Rueda, a quien compete resolver con fallo inapelable las
cuestiones que se susciten durante el curso de ella respecto a la validez de las
operaciones (artículo 119)
Los valores inscritos en Rueda pueden ser transados fuera de dicho mecanismo. En
estos casos se requiere el concurso de una sociedad agente de bolsa, la que certifica
la transacción y liquidación oportuna de la misma, con indicación de la cantidad, precio
y la fecha en que tuvo lugar. Dicha certificación se entrega al emisor, y se informa a
CONASEV, a la Bolsa de Valores y a la Institución de Compensación y Liquidación de
Valores donde estén inscritos los mismos (artículo 123).
En las operaciones que se realizan en la Rueda de Bolsa intervienen exclusivamente
las sociedades agentes de bolsa, quienes canalizan las órdenes de compra o venta
de valores registrados de sus clientes (comitentes).
El sistema de negociación en la Rueda de Bolsa es electrónico, al cual se le denomina
ELEX (Electronic Exchange). A través de este sistema las sociedades agentes de
bolsa pueden realizar sus transacciones diariamente desde los terminales
(computadoras) ubicados en sus oficinas, sea a través de la modalidad de negociación
continua o negociación periódica.
Las operaciones que se realizan en la Rueda de Bolsa son las denominadas al
contado, a plazo y de reporte. También se encuentra regulada la operación de
préstamo bursátil de valores, ventas descubiertas y las subastas. Los valores
extranjeros (emitidos por emisores extranjeros, emitidos por emisores nacionales y
colocados en el extranjero, y los emitidos por los emisores nacionales admitidos a
negociación en el extranjero) también pueden negociarse en la Rueda de Bolsa.
Otra característica importante de la Rueda de Bolsa es que a pesar de formar parte
del mercado secundario, puede servir para las colocaciones y ofertas públicas
primarias de valores, bajo la modalidad de negociación periódica. También puede
realizarse en la Rueda de Bolsa las colocaciones que se lleven a cabo a través de una
Oferta Pública de Intercambio (OPI) o de una Oferta Pública de Venta (OPV).

FACULTAD DE DERECHO 631


Versión de julio de 2023
§ 442 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Las operaciones en Rueda de Bolsa en la Bolsa de Valores de Lima están normadas


en el Reglamento correspondiente aprobado por Resolución CONASEV 021-99-
EF/94.1 O.
Los mecanismos centralizados de negociación (ii): el MIENM.
[El Mecanismo Centralizado de Negociación de Instrumentos de Emisión No Masiva
(MIENM) e]s un mecanismo que tiene como propósito facilitar la negociación de
instrumentos de emisión no masiva (por ejemplo: letras de cambio) que cumplan las
condiciones establecidas por la Bolsa de Valores. También podrán ser objeto de
negociación los instrumentos de emisión no masiva emitidos por el gobierno central y
los organismos estatales de Derecho Público. Es un mecanismo diferente a la Rueda
de Bolsa, que permite la negociación de instrumentos que no reúnen las
características de valores mobiliarios y que no están inscritos en los registros de la
Bolsa.
Los instrumentos que se negocian en el MIENM deben tener las siguientes
características: i) contar con reconocimiento legal, fecha fija de vencimiento y
aceptación por la totalidad del monto que representan, cuando deban ser aceptados;
ii) haber sido emitidos con anterioridad a su negociación; iii) ser libremente
transferibles y carecer de cargas o gravámenes; iv) ser emitidos con relación a las
operaciones comerciales del emisor o el obligado principal al pago, según sea el caso;
v) de tratarse de instrumentos garantizados, deberán contar con carta fianza emitida
por una institución con clasificación no menor a B; vi) los obligados principales al pago
deberán cumplir con determinados requisitos fijados en la normatividad reglamentaria.
En la actualidad, el Reglamento de Operaciones del MIENM está aprobado por la
Resolución Gerencia General CONASEV N° 093-2002-EF-94.10.
Características de la negociación en mecanismos centralizados.
a) Los documentos en los que consten las operaciones realizadas en los mecanismos
centralizados regidos por la Ley aparejan ejecución si están certificados por la Bolsa
de Valores o institución responsable de la conducción del mecanismo centralizado
respectivo, cuando corresponda. (artículo 112).
b) En las transacciones que se efectúan en los mecanismos centralizados, se presume
de pleno derecho el consentimiento del cónyuge del enajenante, en los casos que
fuese necesario, por no existir un régimen de separación de patrimonios (artículo 113).
c) Los valores materia de negociación en un mecanismo centralizado pueden también
ser transados fuera de él, a menos que en las condiciones de emisión o normas
aplicables se haya establecido que su negociación se circunscribe al mecanismo
(artículo 114).
d) Los valores que se negocian en los mecanismos centralizados son irreivindicables.
Ello no exime a la sociedad agente de bolsa o intermediario que intervino en la
operación de la responsabilidad por el incumplimiento de las operaciones que le
conciernen (artículo 115).
El mercado bursátil y el extrabursátil.
Tradicionalmente, el mercado bursátil expresaba la noción de ser un conjunto de
operaciones que se llevaban a cabo en la Rueda de Bolsa de la Bolsa de Valores con
los valores mobiliarios inscritos en ella. Sin embargo, desde hace algún tiempo este
enfoque tradicional ha cedido a las necesidades y avances del mercado, de manera

632
Notas de Títulos Valores § 445

que hoy en día el mercado bursátil es la expresión más bien de todo el mercado de
valores organizado. Por ejemplo, la Bolsa de Valores sirve de marco para la colocación
de los valores de oferta pública primaria.
El mercado extrabursátil [e]s aquel en el cual se colocan y negocian los valores, pero
fuera de la Bolsa como mecanismo de negociación. Es decir, se caracteriza porque
los valores mobiliarios que se negocian no están registrados en la Bolsa de Valores.
En el Perú, el mercado extrabursátil más conocido hasta hace algunos años fue la
Mesa de Negociación. Hoy en día el MIENM, anteriormente mencionado, es un
mecanismo extrabursátil si se tiene en cuenta que está diseñado para dar cabida a la
negociación con valores e instrumentos no registrados en la Bolsa de Valores.
Cabe hacer hincapié que en la actualidad pueden negociarse extrabusátilmente los
valores inscritos en la Rueda de Bolsa, conforme lo señala el artículo 123 del Texto
Único Ordenado de la Ley del Mercado de Valores, aprobado por Decreto Supremo
N° 093-2002-EF, en adelante la Ley del Mercado de Valores. A pesar de ello no puede
decirse que tales operaciones forman parte del mercado extrabursátil propiamente
dicho, pues, no obstante que las operaciones se llevan a cabo fuera del mecanismo
de Rueda de Bolsa, los valores que se transan están registrados en la Bolsa de
Valores.

II. LOS VALORES NEGOCIABLES (O “MOBILIARIOS”)


Antecedentes.
Es recién a partir de 1968 para algunos (con la expedición de la Ley N° 17020) Y para
otros desde 1984 (con el dictado del Decreto Supremo N° 576-84-EFC) que el uso de
la expresión valores mobiliarios fue incorporado a nuestra legislación del mercado de
valores. El Código de Comercio no conoció esa expresión. Su artículo 67 disponía que
era materia del contrato en bolsa, entre otros, los valores y los efectos públicos; los
valores industriales mercantiles emitidos por particulares; las letras de cambio,
pagarés y cualesquiera otros valores mercantiles.
Señala Fernando Vidal que desde la reforma de 1970, la incorporación de la expresión
"valores mobiliarios" a las normas del régimen legal del mercado de valores y la Bolsa,
estando ya en vigencia la Ley de Títulos Valores, "estuvo siempre imbuida de la de
los títulos valores emitidos en serie o en masa, y para una vigencia temporal larga"(5).
El artículo 3 del Decreto Supremo N° 089-87-EF consideraba que tenían la calidad de
valores mobiliarios las acciones, las obligaciones, las cédulas y las partes
beneficiarias, partes del fundador, los certificados representativos de las operaciones
y de los derechos preferenciales de suscripción y adquisición de los mismos, los
certificados emitidos en su representación, así como los cupones y demás valores
transmisibles que confieren a sus titulares derechos de crédito, de propiedad, o de
participación el capital, el patrimonio o en las utilidades de la respectiva sociedad o
entidad emisora, emitidos en el país. Al mismo tiempo, consideraba que los valores
mobiliarios debían emitirse en series, con características iguales dentro de cada una
de ellas, confiriendo al interior de una brevemente transferibles, siendo nula toda
limitación estatutaria a su circulación, salvo en los casos previstos por la ley.
Posteriormente, el artículo 4 del derogado Decreto Legislativo N° 755 señalaba que
eran valores mobiliarios, los valores transmisibles (libremente transferibles) que
conferían a sus titulares derechos crediticios, dominiales o patrimoniales, o los de
participación en el capital, el patrimonio o las utilidades del emisor. Igualmente,
consideraba la nulidad de toda limitación estatutaria a su circulación. De otro lado, su
FACULTAD DE DERECHO 633
Versión de julio de 2023
§ 446 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

artículo 175 establecía que los valores mobiliarios podían ser representados mediante
títulos o anotaciones en cuenta.
Como se observa del párrafo anterior, el Decreto Legislativo N° 755 solo recogía dos
de las características establecidas por la norma precedente para los valores
mobiliarios (el contenido patrimonial del derecho y su libre transmisibilidad); omitiendo
la emisión en serie (o emisión en masa, en términos más estrictos) que la relación con
la causa financiera inherente a los valores mobiliarios. No obstante este aparente
retroceso conceptual, la norma tuvo como mérito, de efecto indiscutible en el mercado
de valores peruano, haber instituido legalmente la representación de los valores
mobiliarios mediante anotaciones en cuenta(6).
Concepto y características de los valores negociables (o “mobiliarios”).
Tanto la Ley del Mercado de Valores como la ley vigente de Títulos Valores incorporan
en sus textos un concepto de valor mobiliario. La Ley de Títulos Valores de más
reciente expedición, desarrolla inclusive cada una de las características que exhiben
los valores mobiliarios. Sin embargo, conforme se señala por el artículo 256 de la
citada ley, en la creación, emisión, colocación como en sus condiciones, preferencias,
contenido, transferencia y demás formalidades y requisitos de los valores mobiliarios,
se observará la ley de la materia y supletoriamente la presente ley. Esto quiere decir,
por ejemplo, que la emisión de acciones por oferta pública primaria deberá tener en
cuenta principalmente la disposición de la Ley del Mercado de Valores, y
supletoriamente la ley de Títulos Valores y otras leyes que pudieran ser aplicables al
emisor (Ley General de Sociedades, Ley del Sistema Financiero, etc.). Ello guarda
concordancia con lo dispuesto en el artículo 9 de la Ley del Mercado de Valores que
señala que son de aplicación supletoria a dicha ley, entre otras, la Ley de Títulos
Valores. Del mismo modo, la emisión de acciones no sujeta a los mecanismos de la
oferta pública tendrá como referencia principal la Ley General de Sociedades.
Los valores mobiliarios son títulos valores de características especiales y así son
tratados actualmente por la Ley de Títulos Valores Nº 27287 en la sección novena de
la misma.
Son valores mobiliarios, según el artículo 3 de la Ley del Mercado de Valores, aquellos
emitidos en forma masiva y libremente negociables que confieren a sus titulares
derechos crediticios, patrimoniales, o los de participación en el capital, el patrimonio o
las utilidades del emisor. Cualquier limitación a la libre transmisibilidad de los valores
mobiliarios contenida en el estatuto o en el contrato de emisión respectivo carece de
efectos jurídicos.
Pueden ser representados por anotaciones en cuenta o por medio de títulos,
independientemente de que se trate de valores objeto de oferta pública o privada.
Cualquiera fuera su forma de representación, confieren los mismos derechos y
obligaciones a sus titulares (artículo 80 de la Ley del Mercado de Valores). Las
características principales son:
a. Libremente negociables.
b. Emisión en forma masiva (seriales).
c. Se representan en títulos o mediante anotación en cuenta.
d. Confieren a sus titulares derechos crediticios, dominales, o de participación en el
capital, patrimonio o utilidades del emisor, o en su caso patrimonios autónomos o
fideicometidos.

634
Notas de Títulos Valores § 447

e. Constituyen títulos ejecutivos, sin que se requiera protesto.


Características del valor negociable (i): libre negociabilidad.
[La libre negociabilidad] es una de las principales notas características. En razón de
que el valor mobiliario colocado y emitido en el mercado de valores es una posición
jurídica con proyección de liquidez, no es permisible que pudiera tener ninguna
limitación a su libre negociabilidad. Desde esta perspectiva, el valor mobiliario no solo
está destinado a su circulación sino también a su negociación, sea en el mercado
primario o en el mercado secundario.
Cabe señalar que en nuestra legislación existen típicos valores mobiliarios como las
acciones, que eventualmente pueden carecer de las características de su libre
negociabilidad. Así, las acciones emitidas por las sociedades anónimas cerradas, las
que en virtud de los artículos 237 y 238 de la Ley General de Sociedades consagran
el derecho de adquisición preferente para los demás accionistas y aun para la
sociedad en los casos en que un accionista pretenda transferir total o parcialmente
sus acciones a otro accionista de la sociedad o a terceros. También las acciones de
una sociedad anónima ordinaria en las cuales es posible establecer limitaciones a la
libre transferencia de las acciones según se infiere de los artículos 8, 92, 100 y 101
de la citada ley. Inclusive la sociedad anónima abierta puede legalmente mantener
una clase o clases de acciones que estén sujetas a limitaciones a libre transmisibilidad
o que restrinjan su negociación u otorguen derecho de las mismas, conforme se
señala en el artículo 252 de la citada ley, en su nuevo texto modificado por la Ley N°
27303.
Lo anterior puede dar lugar a diversas consideraciones. Tal vez la principal esté
referida a si en las situaciones anteriormente reseñadas dichas acciones mantienen o
no su condición de valores mobiliarios, habida cuenta que la característica de libre
negociabilidad también está normada por el artículo 255.2 de la Ley de Títulos Valores.
Desde un punto de vista teórico, es decir, atendiendo a la naturaleza del concepto del
valor mobiliario, pareciera que no, tanto más si se tiene en cuenta que en nuestra
legislación la expresión valor mobiliario se usa sin ninguna aparente distinción tanto
en la legislación del mercado de valores como en la Ley de Títulos Valores.
En España, su legislación sobre el mercado de valores ha superado para algunos la
situación descrita, pues ella se ocupa de los valores negociables y no de los valores
mobiliarios(7). En tal sentido, conforme señala Alonso Espinoza, citado por Gerardo
Serra(8), "un valor mobiliario, desde un punto de vista sustancial, es una posición
jurídica, con proyección de liquidez, conectada de forma inmanente a un negocio
jurídico con causa de inversión/financiación, que "devendrá negociable cuando la
posición jurídica incorporada -el valor- sea efectivamente líquida debido a la admisión
de la emisión de la que forma parte [a] la cotización en un mercado secundario
organizado, así como cuando dicha emisión sea objeto, en todo o en parte, de una
oferta pública de suscripción o de venta". Es decir, los valores mobiliarios serán,
además, "negociables" cuando hayan de acogerse a las normas de los mercados
primarios y secundarios de valores. De este modo, "el valor mobiliario se caracterizará
por otorgar un plus de liquidez respecto al simple valor mobiliario o, en otros términos,
mientras el valor mobiliario es eventualmente negociable, el valor negociable lo es de
facto". Así, puede hablarse de valores mobiliarios simples cuando carezcan de la nota
de negociabilidad, y de de valores mobiliarios negociables o simplemente valores
negociables cuando la ostenten".

FACULTAD DE DERECHO 635


Versión de julio de 2023
§ 448 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

No obstante la confusión que puede ocasionar el enfoque que nuestra legislación ha


dado al tema, lo cierto es que cuando un valor mobiliario se emita, coloque y negocie
en el mercado de valores, a través de sus segmentos de mercado primario o mercado
secundario, será imperativo que dicho valor carezca de cualquier limitación a su libre
transmisibilidad, sea que esta limitación esté incorporada en el estatuto del emisor o
en el contrato de emisión respectiva, pues será de aplicación preferente la Ley del
Mercado de Valores, según lo dispone también la propia ley de Títulos Valores en su
artículo 256, anteriormente mencionado.
Características del valor negociable (ii): emisión masiva o serial.
Los valores mobiliarios se apoyan en un mismo negocio jurídico de carácter financiero,
lo que permite su emisión en serie o masiva. Así, los valores mobiliarios se diferencian
de los denominados valores emitidos en forma individual como los efectos de
comercio regulados en Francia y en otros países o los títulos valores que nuestra
legislación prevé, como la letra de cambio o cheque. Esta característica de emisión
masiva determina que los valores mobiliarios usualmente ostenten la misma cantidad
de derechos fijados por el emisor.
A los efectos de la oferta pública de valores primaria, el artículo 5, inciso v) del
Reglamento de Oferta Pública Primaria y de Venta de Valores Mobiliarios aprobado
por Resolución CONASEV N° 141-98-EF/94.1 establece que "se considera emisión
masiva a aquella que se efectúa en forma simultánea, o sucesiva en un período
determinado y como parte de una misma operación financiera o de índole similar, de
un número de valores, homogéneos o no entre sí, tal que haga posible su posterior
distribución entre el público o entre un segmento de este. La emisión de un número
igual o inferior a diez (10) valores en forma simultánea, o sucesiva en un período de
un (1) año, no constituye emisión masiva. La emisión de un número de valores
superior al señalado acarrea la presunción, salvo prueba en contrario, de haber sido
objeto de emisión masiva. Dicha presunción no alcanza a la emisión individual de
valores que otorguen derecho de crédito por parte de las empresas del sistema
financiero facultadas a captar ahorros del público. En el caso de un valor susceptible
de división y transferencia independiente en el momento de su oferta, cada unidad
divisible podrá ser considerada como un valor independiente".
Sobre este aspecto, la Ley de Títulos Valores agrega que los valores mobiliarios
además de su emisión en forma masiva, cuentan "con características homogéneas o
no en cuanto a los derechos y obligaciones que representan.
Las emisiones podrán estar agrupadas en clases y series. Los valores pertenecientes
a una misma emisión o clase que no sean fungibles entre sí, deben estar agrupados
en series. Los valores pertenecientes a una misma serie deben ser fungibles. Los
valores sobre los cuales se hayan constituido derechos reales u otra clase de cargos
o gravámenes dejan de ser fungibles, no pudiendo ser transados en los mecanismos
centralizados de negociación, salvo que se trate de su venta forzosa".
Los valores pertenecientes a una emisión podrán ser todos homogéneos al carecer
de agrupaciones o tramos de emisión, o, si dicha emisión es efectuada en serie o en
clases no habrá homogeneidad entre todos los valores de una misma emisión. Por
ello, se explica que se señale que los valores de una misma emisión o clase que no
sean fungibles entre sí deben ser agrupados en series(9). En tal sentido, en las ofertas
públicas primarias, por ejemplo, la normatividad anteriormente citada dispone que la
inscripción en el Registro Público del Mercado de Valores de CONASEV de los valores
mobiliarios se efectúa por clases, identificándose para ello sus características.

636
Notas de Títulos Valores § 449

Se entiende por clase al conjunto de valores homogéneos, hayan sido emitidos en un


mismo acto o en actos sucesivos. La homogeneidad se determina en función a la
naturaleza de los valores, de modo que, de acuerdo con las circunstancias, presenten
características tales como provenir de un mismo emisor, otorgar un contenido
substancialmente similar de derechos y obligaciones, encontrarse sujetos a un mismo
régimen de transmisión y/o las demás que resulten pertinentes. Cuando al interior de
dicho conjunto los valores presenten características que los hagan fungibles, es decir,
substituibles entre sí, se indicará tal circunstancia, pudiendo establecerse series
conformadas por subconjuntos de valores fungibles. Las series al interior de una clase
podrán diferenciarse en aspectos accesorios tales como su valor nominal, fechas de
emisión, de colocación, de entrega física o de fijación de precios, procedimiento de
colocación, entre otros. No se consideran aspectos accesorios el plazo de emisión, el
tipo de moneda y la fórmula de cálculo de la tasa de interés, en los casos que
corresponda. Esta última precisión ha sido establecida por la Resolución Gerencia
General de CONASEV N° 067 -2000-EF/94.11 de fecha 17 de octubre del 2000.
Características del valor negociable (iii): en papel o cuenta.
Otras de las innovaciones que en el Perú debemos a la legislación del mercado de
valores (a partir del Decreto Legislativo N° 755) es el replanteamiento de la
representación material de los valores mobiliarios, sustituyéndola por la así llamada
desmaterialización de dichos valores, adoptando el régimen de la representación por
anotaciones en cuenta. En la actualidad, la representación en general de los títulos
valores puede realizarse a través del tradicional título o certificado o por su anotación
en cuenta, requiriéndose en este último caso su registro ante una Institución de
Compensación y Liquidación de Valores (ICLV), según lo disponen los artículos 1 y
255.3 de la Ley de Títulos Valores.
En el caso de las acciones y de los bonos u otras Obligaciones, la Ley General de
Sociedades también permite que estos puedan representarse por anotaciones en
cuenta (artículos 100 y 313).
En consecuencia, nuestra legislación alberga hasta ahora la posibilidad de emisión de
valores mobiliarios bajo la forma de certificados o títulos (sistema materializado) o por
anotaciones en cuenta (sistema desmaterializado), lo que en nuestra opinión durará
muy poco, imponiéndose el sistema desmaterializado, dados los avances tecnológicos
en la negociación de valores y otros instrumentos financieros y las necesidades
apremiantes de contratación segura y oportuna a la que aspiran los inversionistas
locales y extranjeros. En el ámbito del mercado de valores la existencia de valores
mobiliarios "han posibilitado sin menores contratiempos lograr ser desmaterializados
y ser sustituidos por anotaciones en cuenta, todo ello gracias a la tecnología
electrónica y telemática que domina nuestros días"(10).
Por ello algunos sostienen que (11) "el fenómeno de la desincorporación de los títulos-
valor, tal y como se está desarrollando en la hora presente y tal como se insinúa en el
porvenir más inmediato, tiene su foco de expansión o de propagación en el campo de
los títulos del mercado de capitales o valores mobiliarios (acciones, obligaciones,
deuda pública, etc.), siendo además en ese sector donde ha encontrado más pronto
plasmación legislativa".
No cabe duda de que entre tantos problemas que el sistema por anotación en cuenta
ha logrado superar del sistema materializado, son el de la seguridad para los titulares
de los valores mobiliarios representados en certificados o títulos, así como la

FACULTAD DE DERECHO 637


Versión de julio de 2023
§ 449 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

agilización en la transacción y respectiva liquidación de dichos valores en el mercado


secundario, entre otros.
Obligatoriedad de que el valor mobiliario esté representado por anotaciones en cuenta
La representación de los valores por anotación en cuenta es obligatoria en el caso de
que el valor se negocie en el mecanismo centralizado de la Rueda de la Bolsa de
Valores (artículo 218 de la Ley del Mercado de Valores). Es decir, todos los valores
mobiliarios que hoy en día se negocian en la Bolsa (mercado bursátil) están
representados por anotaciones en cuenta, habiéndose registrado previamente en una
Institución de Compensación y Liquidación de Valores, que en nuestro medio es
CAVALI SA ICLV, a fin de que la transmisión de dichos valores se efectúe mediante
transferencias contables. Sin embargo, cabe destacar que la desmaterialización es un
proceso reversible, en el sentido de que, por ejemplo, los titulares pueden solicitar que
sus valores mobiliarios representados por anotaciones en cuenta sean representados
en certificados, o viceversa.
La representación mediante anotación en cuenta puede comprender a todos o parte
de los valores integrantes de una misma emisión o serie. La forma de representación
de valores es una decisión voluntaria del emisor y constituye una condición de la
emisión susceptible de modificación, conforme lo dispone la Ley de Mercado de
Valores en su artículo 209. No obstante, la Comisión Nacional Supervisora de
Empresas y Valores, CONASEV, conforme al artículo 210 de la citada ley está
facultada para establecer, para todos los valores o para determinadas categorías de
ellos, que su representación por anotaciones en cuenta será requisito para admitirlos
a negociación en un mecanismo centralizado (por ejemplo la Rueda de Bolsa, como
se tiene ya señalado).
Luego que los valores mobiliarios se hayan registrado en CAVALI SA y, en
consecuencia, estén representados por anotaciones en cuenta, se rigen por las
siguientes reglas básicas establecidas en la Ley del Mercado de Valores:
a) Quien aparezca con derecho inscrito en los asientos del Registro Contable de la
ICLV es reputado titular legítimo y puede exigir al emisor el cumplimiento de las
prestaciones que derivan del valor. En consecuencia, el emisor que, de buena fe y sin
culpa, realice la prestación a favor de quien figure con derecho en el registro contable,
queda liberado de su obligación, aun en el caso de que el receptor no sea el titular del
valor. La información contenida en el registro contable prevalece respecto de cualquier
otra contenida en la matrícula u otro registro del emisor (artículo 215).
b) La transmisión de los valores representados mediante anotaciones en cuenta opera
por transferencia contable, es decir, con la inscripción en el registro contable que lleva
la ICLV de cada titular. Esta inscripción produce los mismos efectos que la tradición
de los títulos y es oponible a terceros desde el momento en que se efectúa (artículo
213).
c) Al adquirente de buena fe de valores representados por anotaciones en cuenta, el
emisor solo puede oponer las excepciones que se desprenden de la inscripción en
relación con la escritura o instrumento legal que haga sus veces y las que hubiese
podido invocar de haber estado los valores representados por medio de títulos
(artículo 214).
d) En la constitución del derecho de usufructo, de gravámenes y de embargo sobre
valores representados por anotaciones en cuenta debe inscribirse en la cuenta
correspondiente. Asimismo, la inscripción de la prenda equivale al desplazamiento

638
Notas de Títulos Valores § 450

posesorio del título. La constitución del gravamen es oponible a terceros desde que
tiene lugar su inscripción (artículo 217).
e) La titularidad para la transmisión y el ejercicio de los derechos derivados de los
valores representados por anotaciones en cuenta o de los derechos limitados o de
gravámenes constituidos sobre ellos, pueden ser acreditados con certificados
otorgados para el efecto por la ICLV correspondiente. Dicho certificado no confiere
más derechos que los que en él se indica. El acto de disposición del certificado es
nulo (artículo 216).
Características del valor negociable (iv): patrimonialidad y ejecutividad.
La Ley del Mercado de Valores señala que los valores mobiliarios pueden contener
derechos crediticios (por ejemplo: bonos, instrumentos de corto plazo), dominiales o
de participación en el capital (por ejemplo: acciones comunes), patrimonio (por
ejemplo: certificados de participación en fondos mutuos de inversión en valores o de
inversión), o utilidades (por ejemplo: acciones de inversión), y de patrimonios
autónomos o fideicometidos (por ejemplo: cualquier instrumento emitido en virtud en
proceso de titulización). Asimismo, cabe la posibilidad, conforme a la ley, de que a
través de los valores mobiliarios se puedan representar derechos e índices referidos
a otros valores mobiliarios, como puede ser el caso de los ADR, ADS, etc., que tienen
como subyacentes a otros valores mobiliarios, y eventualmente a una combinación de
los mismos, permitiendo así la creación de los denominados instrumentos
estructurados.
[Por último, e]l artículo 81 de la Ley de Mercado de Valores dispone que los valores
mobiliarios representativos de deuda, emitidos por oferta pública u oferta privada
constituyen títulos ejecutivos, señalándose que tratándose de valores representados
por anotaciones en cuenta tal condición recae en el certificado que se señala en el
artículo 216. Complementariamente, la Ley de Títulos Valores en su artículo 255.6,
establece que los valores mobiliarios constituyen títulos ejecutivos conforme a la ley
procesal, sin que se requiera de su protesto para el ejercicio de las acciones derivadas
de ellos. En tal sentido, ninguno de los demás valores mobiliarios regulados por dicha
ley, entre los que se incluyen los valores representativos de deuda, requiere ser
protestado.

III. PRINCIPALES VALORES NEGOCIABLES (O “MOBILIARIOS”) EN EL MERCADO


Las acciones de capital social.
Nuestro mercado de valores ofrece principalmente dos grandes vertientes para captar
recursos: el mercado de acciones (renta variable) y el mercado de deuda (renta fija).
En este sentido los valores de mayor preferencia son las acciones de capital social y
los valores representativos de deuda (bonos e instrumentos de corto plazo). No
obstante, en el mercado de valores también se negocian (tanto en el mercado primario
como en el secundario) otros tipos de valores o instrumentos, tales como: las acciones
de inversión, los certificados de suscripción preferente de acciones, los certificados de
cuotas de participación de los fondos mutuos, los bonos hipotecarios, certificados de
depósito, bonos del gobierno, etc.
[Las acciones s]on el instrumento principal de captación de fondos de la sociedad
anónima. A cambio de entregar sus fondos, el aportante adquiere la calidad de socio
en la sociedad, adquiriendo diversos derechos de naturaleza económica (por ejemplo:

FACULTAD DE DERECHO 639


Versión de julio de 2023
§ 452 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

dividendos) y de naturaleza política (por ejemplo: participar y votar en las juntas


generales).
Las acciones están reguladas básicamente por la Ley General de Sociedades (artículo
82 y siguientes; también lo están por el artículo 257 de la Ley de Títulos Valores). En
nuestro medio las acciones pueden ser con derecho a voto o sin derecho a voto.
Si bien son numerosos los emisores que cotizan sus acciones en la Bolsa de Valores
(mercado secundario), no se puede decir lo mismo en el caso del mercado primario.
La posibilidad de financiamiento que brinda este segmento del mercado de valores no
ha tenido mayor acogida por parte de las empresas para obtener financiamiento vía
la emisión de acciones. En los últimos diez años la oferta pública primaria de acciones
solo ha alcanzado el monto de US$ 200 millones (aproximadamente), lo que es
significativamente menor al monto alcanzado en el año 2003 por las ofertas públicas
primarias de valores representativos de deuda. Son muchas las razones que pueden
explicar la situación descrita. Una de ellas es la concentración de la estructura de
propiedad de las acciones en la mayoría de sociedades anónimas en el Perú, que se
expresa en porcentajes no menores del 57% del capital social, lo cual es una
tendencia en América Latina (Colombia 68%, México 67% y Brasil 63%)(12). Esta
situación no favorece la apertura del capital social de las empresas a fin de permitir el
ingreso de nuevos accionistas (dispersión del accionariado) .
En la práctica bursátil se conoce a las acciones como valores de renta variable dado
que su rentabilidad está en función de los resultados del ejercicio económico de la
sociedad cuyo capital representan. Como se tiene expresado, las acciones inscritas
en el RPMV deberán estarlo también en la Rueda de Bolsa. Tratándose de ofertas
públicas primarias de acciones, la referida inscripción no será exigible durante el
proceso de colocación.
(…)
Los beneficios para el emisor como para el inversionista son principalmente los
siguientes:
1.- Obtención de socios en lugar de acreedores.
2.- No tienen cargos fijos. Si el emisor obtiene utilidades, puede capitalizar esas
ganancias entregando acciones.
3.- Las acciones no tienen fecha final de vencimiento.
4.- Reduce el riesgo de liquidez para los inversionistas, porque estos pueden
desprenderse de sus acciones en el mercado secundario.
5.- Puede obtenerse un rendimiento mayor que las obligaciones.
6.- El emisor adquiere un cierto matiz público al cotizar las acciones en la Bolsa de
Valores, y estará obligado a presentar diversa información legal y financiera.
Los bonos.
Básicamente, son valores mobiliarios de crédito que representan una obligación
contraída por el emisor, por la cual este se compromete a realizar pagos periódicos
de intereses y, en la fecha de redención, a realizar la cancelación del valor principal
de la deuda. Por tanto, son valores representativos de deuda y se conocen como
instrumentos de renta fija, dado que los titulares de los mismos tienen derecho a
percibir una tasa de interés determinada o determinable. (El pago del interés puede

640
Notas de Títulos Valores § 452

revestir las más variadas formas o modalidades con el propósito de captar la


preferencia de los inversionistas).
La oferta pública de valores representativos de deuda a plazo mayor de un año solo
puede efectuarse mediante bonos, sujetándose principalmente a la Ley del Mercado
de Valores y a las disposiciones sobre emisión de obligaciones contenidas en la Ley
General de Sociedades. Pueden emitir bonos inclusive las personas jurídicas de
derecho privado distintas a las sociedades anónimas.
Características de la emisión de bonos en la Ley del Mercado de Valores:
a) Toda emisión de bonos requiere de la designación de un representante de los
obligacionistas. Solo las empresas bancarias, financieras o las sociedades agentes
de bolsa pueden ser designadas como representantes de los obligacionistas.
Está prohibido designar como representante de los obligacionistas al emisor o a las
personas con la que tenga vinculación (artículo 87).
b) Debe celebrarse un contrato de emisión entre el emisor y el representante de los
obligacionistas en el cual se consignen los derechos y deberes de estos, así como los
de los futuros obligacionistas (bonistas).
En las ofertas públicas primarias de bonos, el contrato de emisión debe contener,
además de lo señalado en la Ley General de Sociedades (artículo 308), cuando menos
lo siguiente: i) las características de la emisión concernientes a: importe total, series y
cupones; valor nominal, plazos, período de gracia, tasa de interés, primas si las
hubiere y tasa de reajuste del valor nominal, de acuerdo con lo establecido en el
artículo 1235 del Código Civil, si fuere el caso; sorteos, rescates y garantías, si las
hubiere; y, descripción de los aspectos relevantes del programa de emisión a que
pertenecen los valores, de ser el caso; ii) restricciones al actuar del emisor y
responsabilidades que le corresponde asumir en salvaguarda de los intereses de los
obligacionistas, tales como: el suministro continuo de información relativa a su marcha
económico-financiera y a cambios en su administración; la conservación y la
sustitución de los activos afectados en garantía exclusiva de los obligacionistas; el
derecho de los obligacionistas a disponer inspecciones y auditorías; el procedimiento
para la elección del representante de los obligacionistas; los deberes y
responsabilidades que recaen sobre el representante de los obligacionistas; iii) las
disposiciones sobre el arbitraje de los conflictos entre la sociedad, los obligacionistas
y el representante de los obligacionistas, que provengan o se relacionen con las
obligaciones y derechos que se derivan de los términos de la emisión, de la Ley de
Sociedades o de la Ley del Mercado de Valores, de acuerdo con lo previsto en su
Título XII; y, iv) toda otra información que establezca CONASEV (artículo 88).
c) El contrato de emisión elevado a escritura pública, da mérito para su inscripción en
los Registros Públicos (artículo 88).
d) Además de las garantías contempladas en la Ley General de Sociedades (artículo
307), podrá constituirse carta fianza bancaria, depósito bancario, certificado bancario
en moneda extranjera, póliza de caución de empresas de seguros y otras que pueda
establecer CONASEV. En el Reglamento de Oferta Pública Primaria de Valores
(artículo 3, inciso c), CONASEV ha señalado que también es posible considerar las
siguientes garantías: el fideicomiso de garantía a que se refiere el artículo 314 de la
Ley del Mercado de Valores y la prenda global y flotante.

FACULTAD DE DERECHO 641


Versión de julio de 2023
§ 452 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

El custodio o depositario de las garantías no podrá tener vínculo con el emisor (artículo
90).
e) Los bonos pueden ser emitidos en una o más etapas, entendidas estas como la
oportunidad en la cual se inicia la colocación de cada una de las series de una emisión
conformante o no de un programa de emisión (artículo 3, inciso g) del Reglamento de
Oferta Pública Primaria).
f) El representante de los obligacionistas debe actuar en el ejercicio de sus funciones
con la diligencia de un ordenado comerciante, cuidando de los intereses de los
bonistas como de los propios. Debe mantener reserva total de cuanto llegue a conocer
por razón de su gestión, salvo que la revelación fuere absolutamente necesaria para
el mejor cumplimiento de sus funciones (artículo 92).
g) A la Asamblea de Obligacionistas (bonistas) corresponde pronunciarse sobre toda
modificación de las condiciones de emisión (artículo 94).
[Las p]rincipales modalidades de bonos [son:]
a. Bonos corporativos
Los bonos para el financiamiento empresarial son conocidos en general como bonos
corporativos. Son los bonos emitidos principalmente por las sociedades anónimas.
Dada su gran versatilidad presentan características diversas, desde las más sencillas
hasta las más sofisticadas, razón por la cual estos pueden tomar nombres específicos
como bonos, bonos convertibles, bonos estructurados, bonos de titulización, etc.
b. Bonos convertibles
Los bonos convertibles son bonos que se caracterizan por conferir a su titular el
derecho a convertirlos en acciones de la empresa emisora, en los plazos
determinados y de acuerdo a las condiciones pactadas en el contrato de emisión.
Asimismo, para la emisión de este tipo de instrumento es necesario que la Junta
General de Accionistas de la empresa emisora determine, además de las condiciones
de su emisión, el acuerdo de aumento de capital en la cuantía necesaria.
Los bonistas podrán solicitar en cualquier momento la conversión de acuerdo al
procedimiento y plazo establecidos en el contrato de emisión o determinados por la
junta. Los administradores deberán emitir las accciones correspondientes dentro de
los tres meses siguientes a la fecha en que se comunicó el ejercicio del derecho de
conversión a la sociedad. En el aumento de capital resultante de la conversión no
existe el derecho de preferencia (artículo 96 de la Ley del Mercado de Valores).
c. Bonos subordinados
Son bonos que pueden emitir las empresas bancarias y financieras, conforme a la Ley
N° 26702. Tienen las siguientes características generales:
i) No pueden estar garantizados; ii) No procede su pago antes de su vencimiento, ni
su rescate por sorteo; iii) El principal y los intereses quedan sujetos, en su caso, a su
aplicación a absorber las pérdidas de la empresa que queden luego que se haya
aplicado íntegramente el patrimonio contable a este objeto. En este caso su aplicación
se hará por ministerio de la Ley y por mandato de la Superintendencia, quien
dispondrá la emisión de acciones de nueva emisión a favor de los titulares de tales
bonos, por el importe de su porción neta capitalizable o valor residual luego de cubrir
las pérdidas acumuladas; iv) Son valorados al precio de su colocación, cuyo precio
deberá encontrarse totalmente pagado.

642
Notas de Títulos Valores § 452

Conforme al artículo 233 de la citada Ley N° 26702 los bonos subordinados pueden
emitirse a perpetuidad, no siendo amortizable el principal, o tener un plazo de
vencimiento mínimo superior a cinco años.
d. Bonos estructurados
Los bonos estructurados son valores representativos de deuda, de especiales
características, cuyo rendimiento se encuentra asociado a la evolución, en el mercado
secundario, de uno o un conjunto de activos subyacentes. Se caracterizan porque el
emisor del instrumento ofrece la devolución del principal en términos nominales o
corregidos (por algún índice) más un rendimiento variable, que como mínimo puede
ser cero; el cual es determinado al momento de la redención de los bonos por la
evolución del precio del subyacente, multiplicado por un factor de participación o
apalancamiento.
e. Bonos de arrendamiento financiero
Los bonos de arrendamiento financiero se rigen, además de la Ley del Mercado de
Valores y la Ley General de Sociedades, por el Decreto Legislativo N° 299, el Decreto
Legislativo N° 625 y el Decreto Supremo N° 532-85-EF. Estos bonos pueden ser
emitidos por bancos, financieras y empresas de arrendamiento financiero y tienen
como características especiales que se encuentran destinados exclusivamente al
financiamiento de operaciones de arrendamiento financiero, que pueden tener
rendimiento fijo o variable, incluyendo la posibilidad de participar en los resultados de
la entidad emisora y deben ser emitidos a plazo de vencimiento no menor de tres (3)
años. Finalmente, conforme a la Décimo Octava Disposición Final y Complementaria
de la LGSF, los bonos de arrendamiento financiero no son susceptibles de redención
anticipada.
f. Bonos cupón cero
Son bonos mediante el cual el emisor no efectúa ningún pago por concepto de
intereses (cupón) hasta el vencimiento, es decir, que el inversionista realiza un
desembolso inicial y no percibe un flujo de pagos por cupón durante la vida del bono
hasta su vencimiento o fecha en que tiene lugar la amortización del principal más los
intereses diferidos acumulados.
g. Bonos chatarra
Son aquellos bonos que se caracterizan por tener un alto riesgo financiero y una
elevada rentabilidad, y normalmente están ubicados en una categoría baja por las
empresas clasificadoras de riesgos debido a su alto riesgo.
(…)
Los principales beneficios para el emisor como para el inversionista [de bonos, en
general], son los siguientes:
1.- Recursos financieros a largo plazo que pueden ser empleados por el emisor para
nuevos proyectos, reconversión de activos y reestructuración de pasivos.
2.- El costo del financiamiento está delimitado. Los bonistas no participan de las
utilidades del emisor, salvo que así se quiera establecer en las condiciones de la
emisión.

FACULTAD DE DERECHO 643


Versión de julio de 2023
§ 453 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

3.- Las amortizaciones son generalmente al final del plazo de la emisión. Esto permite
que los proyectos a los que se destinan los recursos obtenidos contribuyan en la
generación del flujo suficiente para la amortización de los bonos.
4.- Los accionistas controladores del emisor no comparten el control de la sociedad
cuando se financia por medio de deuda.
5.- Los bonos constituyen un instrumento muy flexible y se adaptan a las necesidades
del emisor.
6.- No requiere de garantías específicas en tanto los bonos (deuda total) no excedan
el valor del patrimonio neto del emisor.
7.- Los intereses que paguen los bonos están exonerados del Impuesto a la Renta así
como del Impuesto General a las Ventas.
Los instrumentos de corto plazo.
Los instrumentos de corto plazo son valores representativos de deuda emitidos a
plazos no mayores de un año y pueden ser emitidos mediante títulos o anotaciones
en cuenta. Pueden utilizarse como instrumentos de corto plazo únicamente los
Papeles Comerciales previstos en la Ley de Títulos Valores, así como otros valores
representativos de deuda que determine CONASEV. Dicha institución rectora del
mercado de valores, podrá establecer las características de estos últimos, pudiendo
exceptuarlos de los requisitos previstos en la Ley General de Sociedades u otras
normas que resulten aplicables. Así, por ejemplo se destaca que de acuerdo con el
numeral 2 del inciso b) del artículo 4 de la Resolución CONASEV N° 141-98-EF/94.10,
los contratos o actos de emisión, dentro o fuera del marco de un programa de emisión
de valores de corto plazo, que se celebren de acuerdo a formatos elaborados por
CONASEV, no requieren hacerse constar por escritura pública. Tales formatos han
sido aprobados por Resolución Gerencia General CONASEV N° 129-2001EF/94.10.
En ningún caso la prórroga o renovación de los instrumentos de corto plazo podrán
exceder de un año, contado a partir de la fecha de su emisión. Cabe anotar que para
la emisión de estos instrumentos, los bancos y demás entidades financieras se sujetan
a las disposiciones de la Ley N° 26702.
Hasta hace poco se utilizaron como instrumentos de corto plazo, es decir, como si
fueran valores mobiliarios, a las letras de cambio y a los pagarés, introduciéndose una
grave confusión en la emisión y negociación de tales valores en el mercado, que por
su naturaleza de títulos valores, son en esencia valores individuales. Si bien esta
situación se produjo por mandato expreso de la Ley del Mercado de Valores (artículo
98) a la fecha dicha disposición fue modificada.
Certificados de suscripción preferente (CSP).
Los CSP, creados inicialmente en la legislación del Mercado de Valores como una
medida de proteccción al acccionista minoritario, son valores que no confieren más
derecho que el ejercicio de la preferencia en la suscripción de nuevas acciones o
bonos convertibles según sea el caso. Los titulares de acciones de capital tienen
derecho a suscribir las acciones que emitan la sociedad como resultado de aumentos
de capital mediante nuevos aportes, en forma proporcional al valor nominal de las
acciones que tenga en propiedad. Los accionistas de la sociedad tendrán también
derecho de suscripción preferente, los bonos convertibles que emitan están en
proporción a su participación en el capital social.

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Notas de Títulos Valores § 455

La sociedad cuyas acciones de capital o bonos convertibles, estén inscritos o


negocien dichos valores en Rueda de Bolsa o en otro mecanismo centra lizado deben
emitir los CSP. Sin embargo, cabe anotar que esta obligación se ha hecho extensiva
para todas las sociedades que emiten acciones, estén o no en el ámbito del mercado
de valores, conforme al artículo 209 de la Ley General de Sociedades y artículo 258
de la Ley de Títulos Valores.
Los CSP pueden ser negociados libremente, en Bolsa o fuera de ella, dentro del plazo
que establezca el acuerdo de Junta General de Accionistas, o, en su caso, el
Directorio. Dicho plazo no puede ser inferior a quince días ni superior a sesenta días
hábiles y se computa a partir de la fecha en que los cerificados fueron puestos a
disposición o de la determinación de la prima. Los adquirentes de los certificados de
suscripción preferente tienen derecho a suscribir las acciones o bonos convertibles en
las mismas condiciones que, para los accionistas u obligacionistas, señalen la ley o el
estatuto.
Las acciones de inversión.
Las acciones de inversión (anteriormente denominadas acciones laborales y acciones
del trabajo), son valores que representan una parte proporcional de una cuenta
especial del patrimonio de la empresa emisora denominada "Cuenta Acciones de
Inversión". Los titulares de dichas acciones no tienen derecho a voto, y ello es así en
tanto que dichas acciones no forman parte ni se asemejan a la naturaleza jurídica de
una acción de capital. Sin embargo, sí gozan de ciertos derechos de naturaleza
económica, como el de participar en la distribución de utilidades en la misma
oportunidad y condiciones que los accionistas de capital social. En la década de los
ochenta las acciones de inversión tuvieron su apogeo en la negociación en la Bolsa
de Valores, explicando por muchos años más del 50% de los montos negociados en
dicho mercado. En la actualidad, debido a la modificaciones del régimen legal
aplicable a dichas acciones así como por la aparición de nuevos instrumentos, su
importancia en la negociación bursátil ha disminuido en los últimos años. Algunas
empresas emisoras de dichas acciones en acuerdo con los tenedores de las mismas
y, al amparo de la Tercera Disposición Final de la Ley del Mercado de Valores, han
hecho operaciones de intercambio con tales acciones, dando lugar a que los titulares
de las acciones de inversión se convirtieran en accionistas de la sociedad a través de
acciones de capital sin derecho a voto. Las acciones de inversión se encuentran
reguladas por la Ley N° 27028 Y por el Decreto Legislativo N° 677 en concordancia
con lo que se dispone en el artículo 257.4 de la Ley de Títulos Valores.
El certificado de depósito negociable.
Solo las empresas del Sistema Financiero están facultadas a emitir el Certificado de
Depósito Negociable, sea como valor individual o masivo. La emisión masiva por
oferta pública requiere la autorización previa de la Superintendencia de Banca y
Seguros. Este certificado que se emite en forma masiva puede ser a la orden o
nominativo, y en este último caso puede estar representado por anotaciones en
cuenta. El artículo 274.5 de la Ley de Títulos Valores dispone que los transfirientes del
Certificado no asumen responsabilidad solidaria frente al último tenedor,
correspondiendo la obligación de pago exclusivamente a la empresa emisora y/o sus
garantes.
En la actualidad el Certificado de Deposito Negociable viene usándose en el mercado
como instrumento de captación de recursos de corto plazo, con gran aceptación.

FACULTAD DE DERECHO 645


Versión de julio de 2023
§ 457 ÁLVARO ZEGARRA MULÁNOVICH

Otros valores negociables.


En el mercado de valores también se negocian hoy en día valores emitidos en
procesos de titulización a que se refieren los artículos 291 y siguientes de la Ley del
Mercado de Valores (bonos de titulización); los certificados de participación de los
Fondos Mutuos de Inversión, regulados por el artículo 238 y siguientes de la Ley del
Mercado de Valores; así como las obligaciones y bonos públicos emitidos
principalmente por el Gobierno Central.

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