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B. Hoy estoy acá para contarles una historia del autor uruguayo Eduardo Galeano, que
se titula EL PEQUEÑO REY ZAPARRASTROSO, en este festival: Y me encontré un
Cuentacuentos… correspondiente al año 2023.
De antemano, agradezco a todas y todos por su atención. Ahí les va mi cuento…
De tarde en tarde, el gurí, se alejaba de los demás. Se encaminaba a la sombra de la
enramada, y allí se sentaba en el piso, con la espalda apoyada en el tronco del árbol.
Junto a él se sentaba también sobre sus patas traseras, su perro, que le hacía compañía,
a veces, hasta que caía la noche.
Todos los demás le conocían la costumbre del gurí y lo dejaban. Y es que él, en esa
soledad, dejaba jugar sus manos y sus dedos.
Los dedos de la mano derecha se movían bajo el mentón y subían de arriba abajo como
rascándose el pecho, mientras que la mano izquierda, se quedaba en el aire y se abría y
cerraba en movimientos acompasados.
A veces el perro paraba las orejas; y eso era cuando el gurí se dejaba llevar por la
emoción y, entre rasguido y rasguido, de la punta de sus dedos, surgía el sonido del
viento, deambulando entre los eucaliptos; o se sentía el sonido de la lluvia cayendo
entre los tejados. A veces... a veces se sentía el canto de las lavanderas en el río, o el
trinar de los pájaros que atravesaban el cielo buscando comida.
Otras veces, agachaba la cabeza y frunciendo el ceño debajo de su flequillo, se dejaba
llevar por una pasión irrefrenable, y entonces era él... era él, cuando de sus dedos,
brotaba el sonido de los cascos de caballos galopando, y una tropilla de alazanes
comenzaba a bajar del cerro.
Un día, los demás, le hicieron un regalo al gurí. ¡Si! Le pusieron en sus brazos, una
guitarra. El gurí comenzó acariciando la madera, ¡tan lustrosa! y con esta mano fue
siguiendo las cuerdas a lo largo del diapasón, sintiéndolas.
Cuando se sintió listo, tomo la guitarra en sus brazos y la probó... Sonaba tan linda…
entonces el gurí, agradecido, pensaba: ¡qué suerte!... ¡pero qué suerte la mía! ¡ahora...,
tengo dos!