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Tipo de suelo No todos los suelos son iguales en términos de su resistencia a la

erosión. La erosibilidad de un suelo en particular está en función de variables


como textura, contenido de materia orgánica, estructura y permeabilidad (Morgan,
2005). La textura de un suelo es importante para definir su nivel de erodabilidad,
pues no todas las clases texturales se erosionan con la misma facilidad. La
velocidad límite de un flujo de agua, para la cual se desprenderá una partícula de
tamaño dado, se ilustra en la Figura 7. Es interesante darse cuenta que son las
partículas medianas las que más fácilmente se erosionan. Si bien las partículas
más finas son más livianas, éstas poseen una mayor superficie de contacto entre
ellas y, por lo tanto, una mayor cohesividad, lo que las hace más resistentes a la
erosión. Por otro lado, las partículas más gruesas son más pesadas, lo que
también aumenta su resistencia a la erosión. Sin embargo, las partículas
medianas (0,1 a 1 mm) no poseen cohesividad ni peso relevantes, por lo que son
éstas las más erosionables. Por esta razón, se dice que la variable decisiva, en
términos de la erosión con respecto a la textura del suelo, es el porcentaje de limo,
pues dicha clase textural se encuentra entre las clases arcilla y arena, siguiendo el
mismo principio antes descrito. Es muy probable que el lector se percate del
descalce entre las clases diamétricas de la Figura 7 y sus correspondientes clases
texturales. No obstante, se debe tener en cuenta que las escalas utilizadas para
definir arena, limo y arcilla varían internacionalmente, resaltando las escalas
estadounidense, rusa, francesa, británica y alemana, entre otras (Morris y Fan,
1997).
La materia orgánica puede mejorar casi todas las propiedades del suelo, pues la
presencia de ésta aumenta la aireación e infiltración, así como la cohesividad
interparticular. Además, la materia orgánica facilita el crecimiento vegetacional
mediante la adición de nutrientes en el suelo. Por estas razones, el contenido de
materia orgánica de un suelo dado es una variable relevante en términos de su
resistencia a la erosión y, por ende, la producción de sedimentos (García-
Chevesich, 2008). La estructura y permeabilidad de un suelo también juegan un
rol preponderante en la determinación de la erosibilidad, debido a su influencia en
la cohesividad de las partículas y la infiltración del agua entre los conglomerados
en cuestión. No olvidemos que la capacidad de infiltración de un suelo está en
directa relación con la generación de escurrimiento superficial, responsable de la
erosión laminar y otros procesos de erosión hídrica. Los suelos sin estructura
definida, así como los suelos de estructura granular, por lo general poseen una
alta capacidad de infiltración, es decir que son menos susceptibles a la erosión
laminar. Por otro lado, los suelos de estructura masiva y plateada son más fáciles
de erosionar, pues poseen tasas de infiltración menores (García-Chevesich,
2008).

En el mismo sentido, es importante mencionar que la erosión puede ser provocada


por distintos agentes, los cuales generan una energía capaz de erosionar el suelo,
en donde éstos pueden actuar solos, o en conjunto (Tabla 1). Al respecto, se
identifican fundamentalmente cuatro, a saber, el agua (erosión hídrica), el viento
(erosión eólica), el hielo (erosión glacial) y la gravedad (erosión por gravedad). Al
referirse al orden de importancia de los agentes en Chile, la erosión hídrica se
sitúa como uno de los principales problemas silvoagropecuarios; la erosión por
gravedad también es frecuente, aunque por lo general no representa un problema.
Por último, la erosión glaciar y la erosión eólica son insignificantes a nivel nacional
(sin considerar excepciones), pues estos fenómenos ocurren en terrenos
desérticos no productivos (GarcíaChevesich, 2008).

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