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LA TEMÁTICA DEL 98

EN SUS TEXTOS
J O S É C A R L O S GARCÍA LÓPEZ
IES Bachiller Sabuco. Albacete

P RO P Ó S I T O D E L A A N T O L O G Í A

L a selección de textos que se presenta a continuación tiene como objeto ofre-


cer al profesorado de Secundaria y Bachillerato una recopilación de escritos
en que poder hacer un seguimiento de los rasgos temáticos más generales que se
vienen señalando en los manuales de Literatura al uso como propios de la prosa
del 98.

REPERTORIO DE TEMAS

El esquema de contenidos temáticos sobre el que se aplican los textos es el si-


guiente:

1. CRÍTICA SOCIAL
1.1. Crítica
1.2.
1.3.
1.4. Crítica a las clases acomodadas
2 . L O S PA I S A J E S N AC I O N A L E S
2.1. El paisaje interior
2.2. El paisaje periférico
3 . V I S I Ó N C R Í T I C A D E L A H I S T O R I A D E E S PA Ñ A
3.1. Crítica de la Historia reciente
3.2. La intrahistoria
4 . R E C U P E R AC I Ó N D E L A T R A D I C I Ó N L I T E R A R I A E S PA Ñ O L A
5 . AG N O S T I C I S M O R E L I G I O S O, V I S I Ó N E S C É P T I C A D E L M U N D O
5.1. (San Manuel Bueno, mártir)
5.2. (Niebla)
5.3. (La sombra)


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1. CRÍTICA SOCIAL

ÁNGEL GANIVET, I D EÁ R I U M ES PA Ñ O L

Si yo fuese consultado como médico espiritual para formular el diagnóstico del


padecimiento que los españoles sufrimos (porque padecimiento hay y de difícil
curación), diría que la enfermedad se designa con el nombre de «no querer», o en
términos más científicos por la palabra griega «aboulía», que significa eso mismo,
«extinción o debilitación grave de la voluntad»; […].
Hay una forma vulgar de la abulia que todos conocemos y a veces padecemos.
¿A quién no le habrá invadido en alguna ocasión esa perplejidad del espíritu,
nacida del quebranto de fuerzas o del aplanamiento consiguiente a una inacción
prolongada, en que la voluntad, falta de una idea dominante que la mueva, vacilan-
te entre motivos opuestos que se contrabalancean, o dominada por una idea abs-
tracta, irrealizable, permanece irresoluta 1 , sin saber qué hacer y sin determinarse
a hacer nada? Cuando tal situación de pasajera se convierte en crónica, constituye
la abulia, la cual se muestra al exterior en la repugnancia de la voluntad a ejecutar
actos libres. […]
Los síntomas intelectuales de la abulia son muchos: la atención se debilita
tanto más cuanto más nuevo o extraño es el objeto sobre el cual hay que fijarla; el
entendimiento parece como que se petrifica y se incapacita para la asimilación de
ideas nuevas: sólo está ágil para resucitar el recuerdo de los hechos pasados; pero
si llega a adquirir una idea nueva, falto de contrapeso de otras, cae de la atonía a la
exaltación, en la «idea fija» que le arrastra a la «impulsión 2 violenta». […]
En nuestra nación se manifiestan todos los síntomas de la enfermedad que
padecemos la mayoría de los españoles: realízanse los actos fisiológicos y los ins-
tintivos; como funciona el organismo individual para vivir, así trabaja la sociedad
para vivir; el trabajo, que es libre para el individuo, para la sociedad es necesario,
a menos que se trate de pueblos vagabundos; igualmente el ocultar la riqueza a
las investigaciones del fisco es acto social tan instintivo como el de cerrar los
ojos ante el amago de un golpe. Los actos que no encontramos son los de libre
determinación, como sería el intervenir conscientemente en la dirección de los
negocios públicos. Si en la vida práctica la abulia se hace visible en el no hacer, en
la vida intelectual se caracteriza por el no atender. Nuestra nación hace ya tiempo
que está como distraída en medio del mundo. Nada le interesa, nada la mueve de
ordinario; mas de repente una idea se fija, y no pudiendo equilibrarse con otras,
produce la impulsión arrebatada. En estos últimos años hemos tenido varios mo-
vimientos de impulsión típica producidos por ideas fijas: integridad de la patria,
justicia histórica y otras semejantes. Todas nuestras obras intelectuales se resien-
ten de esta falta de equilibrio, de este error óptico; no vemos simultáneamente las
cosas como son, puestas en sus lugares respectivos, sino que las vemos a retazos,
hoy unas, mañana otras: la que un día estaba en primer término ocultando las de-
más, al siguiente queda olvidada porque viene otra y se le pone delante.

Ideárium español. El porvenir de España, intr. J.L. Abellán,


Madrid: Biblioteca Nueva, 1996, pp. 138–140.
EL 98 EN SUS TEXTOS 11

T R A B A J O E N C L A S E

PARA ENTENDER BIEN EL TE X T O


GLOSARIO
1. Irresoluta: Aquí, poco decidida o dubitativa. 2. Impulsión: Impulso.

CUESTIONES

1. ¿En qué consiste la enfermedad que aqueja al espíritu español ?


2. ¿De qué manera se manifiesta la abulia en las personas?
3. ¿De qué modo actuamos los españoles, por lo cual se nos puede catalogar de
abúlicos?
4. ¿Qué capacidad atribuye Ganivet al pueblo español para asimilar ideas no-
vedosas? ¿Cómo solemos actuar los españoles en caso de aceptar alguna
novedad ?
5. Las ideas fijas que cita Ganivet ¿siguen teniendo vigencia en nuestra actualidad
del siglo XXI ?
6. ¿Qué género literario, de importancia relevante en la prosa noventayochista, es
el que sirve de molde a Ganivet?
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1. CRÍTICA SOCIAL

RAMIRO DE MAEZTU, H A C I A O T R A ES PA Ñ A

Arrastra España su existencia deleznable 1 , cerrando los ojos al caminar del tiem-
po, evocando en obsesión perenne glorias añejas 2 , figurándose siempre ser aquella
patria que describe la Historia. Este país de obispos gordos, de generales tontos,
de políticos usureros, enredadores y «analfabetos», no quiere verse en esas yermas 3
llanuras sin árboles, de suelo arenoso, en el que apenas si se destacan cabañas de
barro, donde viven vida animal doce millones de gusanos, que doblan el cuerpo, al
surcar la tierra con aquel arado que importaron los árabes al conquistar Iberia; no
se ve en esas provincias anchurosas, tan despobladas como estepas 4 rusas; no se
ve en esas fábricas catalanas, edificadas en el aire, sin materia prima, sin máquinas
inventadas por nosotros, sostenidas merced al artificio de protectores aranceles 5 ;
no se ve en esas minas de Vizcaya, de donde salen toneladas de hierro, que pagan
los ingleses a cuatro o cinco duros 6 , para devolvérnoslas en máquinas, cuyas to-
neladas pagamos nosotros en millares de pesetas; no se ve en esos vinos, que para
que encuentren compradores han de filtrarse por los alambiques de Burdeos; no
se ve en esas Universidades de profesores interinos; en este Madrid hambriento;
en esa prensa de palabras hueras 7 ; mírase siempre en la leyenda, donde se encuen-
tra grande y aprieta los párpados para no verse tan pequeña.
Si ella se viera tal como es, el posible desastre no la sorprendería tanto. Sirven
las colonias a pueblos apiñados, que necesitan hallar sus alimentos en tierras más
fecundas que la suya; con fortunas menesterosas de colocación; no a pueblos po-
bres, sin nada que ofrecer a los frutos del trópico, sin manufacturas que compitan
con las extrañas; de población escasa que aún no ha trabajado el patrio terruño 8 ;
tal vez sin capitales para las propias empresas. Nosotros no teníamos para Améri-
ca y Asia sino ladronzuelos de la política y órdenes religiosas. Eso enviamos; ¡así
nos lo pagan!
Muy triste, muy triste el desastre que amaga; pero si él nos sirviera para recon-
centrarnos en nosotros mismos, para meditar por un momento, y obrar en conse-
cuencia, removiendo con decidido espíritu los obstáculos que a nuestro bienestar
se opongan… ¡bienvenido el Sedán 9 doloroso!… Dentro de varios lustros ¡algo
habría en el mundo que se llamara España!

Madrid, noviembre de 1897

Hacia otra España («Un suicidio»), intr. Javier Varela,


Madrid: Biblioteca Nueva, 1997, pp. 108–109.
EL 98 EN SUS TEXTOS 13

T R A B A J O E N C L A S E

PARA ENTENDER BIEN EL TE X T O


GLOSARIO
1. Deleznable: Despreciable, de poco valor. 2. Añejo: Que tiene mucho tiempo.
3. Yermo: Inhabitado, incultivado. 4. Estepa: Erial llano y muy extenso. 5. Aran-
cel: Tarifa oficial determinante de los derechos que se han de pagar en varios
servicios, como el de costas judiciales, aduanas, etc., o establecida para remune-
rar a ciertos profesionales. 6. Duro: Moneda de cinco pesetas (aproximadamente
0,03 €). 7. Huero: Vano, vacío y sin sustancia. 8. Terruño: Comarca o tierra, espe-
cialmente el país natal. 9. Sedán: Probablemente se refiera a la batalla, de 1870,
en que los ejércitos prusianos derrotaron a los franceses. A consecuencia de esta
derrota, el Imperio francés fue derrocado y se dio paso a la III República.

CUESTIONES

1. ¿En qué mantiene puesta su ilusión España ?


2. ¿Cuáles son los problemas que aquejan al país?
3. ¿Dónde ha de mirarse España ? ¿Quién obtiene en realidad el beneficio de lo
que aquí producimos?
4. ¿Cómo son las clases dirigentes? ¿Y el pueblo ?
5. ¿Qué desastre prevé Maeztu? ¿Qué podría tener de positivo ese desastre ? Pero,
para que resultara positivo, ¿qué debería hacerse?
6. ¿Cómo ha sido la actitud de la metrópoli española con sus colonias?
7. A tenor de lo leído, ¿qué rasgos de estilo de Maeztu o generales del 98 podría-
mos extraer del texto ?
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1. CRÍTICA SOCIAL

ANTONIO MACHAD O, J UA N D E M A I R ENA

Los del 98

Estos jóvenes —Mairena aludía a los que hoy llamamos veteranos del 98— son,
acaso, la primera generación española que no sestea ya a la sombra de la iglesia.
Son españoles españolísimos, que despiertan más o menos malhumorados al grito
de: ¡sálvese quien pueda!
Y ellos se salvarán, porque no carecen de pies ligeros ni de plumas recias. Pero
vosotros tendréis que defender su obra del doble Index Librorum Prohibitorum 1 que
la espera: del eclesiástico, indefectible 2 y… del otro. Del otro también, porque,
frente a los que sestean a la sombra de la iglesia están los que duermen al sol,
sin miedo a la congestión cerebral, los cuales llevan también el lápiz rojo en el
bolsillo.

La patria grande

La patria —decía Juan de Mairena—, es, en España, un sentimiento esencialmente


popular, del cual suelen jactarse 3 los señoritos. En los trances más duros, los se-
ñoritos la invocan y la venden, el pueblo la compra con su sangre y no la mienta 4
siquiera. Si algún día tuviereis que tomar parte en una lucha de clases, no vaciléis
en poneros del lado del pueblo, que es el lado de España, aunque las banderas
populares ostenten los lemas más abstractos. Si el pueblo canta la marsellesa 5 , la
canta en español; si algún día grita: ¡viva Rusia!, pensad que la Rusia de ese grito
del pueblo, si es en guerra civil, puede ser mucho más española que la España de
sus adversarios.

Juan de Mairena, prólogo de Alfonso Guerra,


Barcelona: Bibliotex, 2001, pp. 240–241.
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PARA ENTENDER BIEN EL TE X T O


GLOSARIO
1. Index Librorum Prohibitorum: En latín, Índice de libros prohibidos. 2. Indefectible:
Que no puede faltar o dejar de ser. 3. Jactarse: Dicho de una persona, alabarse ex-
cesiva y presuntuosamente, con fundamento o sin él y aun de acciones criminales
o vergonzosas. 4. Mentar: Nombrar o mencionar a alguien o algo. 5. La Marsellesa:
Himno nacional francés (EL D. R . A . E . señala que ha de escribirse con mayúscula
inicial).

CUESTIONES

1. ¿Qué diferencia notable se aprecia entre los escritores que conforman el 98 y


los anteriores? ¿A qué dos tipos de censura habrán de enfrentarse las obras
de estos autores?
2. ¿Qué diferencias existen entre el modo de entender España entre las clases
populares y las altas? ¿Cómo se puede relacionar este segundo texto con lo ya
visto en Unamuno ?
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1. CRÍTICA SOCIAL: CRÍTICA A L A S C L A S E S AC O M O DA DA S

PÍO BAROJA , L A BU S C A

Embebido en estos pensamientos oyó, al pasar por la calle de Alcalá, que le llama-
ban repetidas veces. Eran la Mellá y la Rabanitos, acurrucadas en un portal.
—¿Qué queréis? —las dijo.
—Na, hombre, hablarte. ¿Has heredado?
—No; ¿qué hacéis?
—Aquí filando 1 —contestó la Mellá.
—¿Pues qué pasa?
—Que hay recogida, y ese morral 2 de ispetor, a pesar de que le pagamos, nos
quie llevar a la delega 3 . ¡Acompáñanos!
Manuel las acompañó un rato; pero una y otra se fueron con unos señores y él
quedó solo. Volvió a la Puerta del Sol.
La noche le pareció interminable: dio vueltas y más vueltas; apagaron la luz
eléctrica, los tranvías cesaron de pasar, la plaza quedó a oscuras.
Entre la calle de la Montera y la de Alcalá iban y venían delante de un café, con
las ventanas iluminadas, mujeres de trajes claros y pañuelos de crespón, cantando,
parando a los noctámbulos: unos cuantos chulos, agazapados tras de los faroles,
las vigilaban y charlaban con ellas, dándoles órdenes…
Luego fueron desfilando busconas, chulos y celestinas. Todo el Madrid parási-
to, holgazán, alegre, abandonaba en aquellas horas las tabernas, los garitos, las ca-
sas de juego, las madrigueras y los refugios del vicio, y por en medio de la miseria
que palpitaba en las calles, pasaban los trasnochadores con el cigarro encendido,
hablando, riendo, bromeando con las busconas, indiferentes a las agonías de tanto
miserable desharrapado 4 , sin pan y sin techo, que se refugiaba temblando de frío
en los quicios de las puertas. [...]
Tardó mucho en aclarar el cielo; aún de noche se armaron puestos de café; los
cocheros y los golfos se acercaron a tomar su vaso o su copa. Se apagaron los
faroles de gas.
Danzaban las claridades de las linternas de los serenos 5 en el suelo gris, alum-
brado vagamente por el pálido claror del alba, y las siluetas negras de los traperos
se detenían en los montones de basura, encorvándose para escarbar en ellos. To-
davía algún trasnochador pálido, con el cuello del gabán levantado, se deslizaba si-
niestro como un búho ante la luz, y mientras tanto comenzaban a pasar obreros…
El Madrid trabajador y honrado se preparaba para su ruda faena diaria.
Aquella transición del bullicio febril de la noche a la actividad serena y tranqui-
la de la mañana hizo pensar a Manuel largamente. Comprendía que eran las de los
noctámbulos y las de los trabajadores vidas paralelas que no llegaban ni un mo-
mento a encontrarse. Para los unos, el placer, el vicio, y la noche; para los otros,
el trabajo, la fatiga, el sol. Y pensaba también que él debía de ser de éstos, de los
que trabajan al sol, no de los que buscan el placer en la sombra.

La busca, prólogo de Julio Caro Baroja,


Madrid: Salvat, 1969, pp. 188–189.
EL 98 EN SUS TEXTOS 17

T R A B A J O E N C L A S E

PARA ENTENDER BIEN EL TE X T O


GLOSARIO
1. Filar : Ver, mirar, observar (Diccionario de argot español). Ver, mirar (Gran dicciona-
rio del argot). 2. Morral: Hombre zote y grosero. 3. Delega: Ha de ser acortamiento
de «delegación (de policía)». 4. Desharrapado: Andrajoso, roto y lleno de harapos.
Desheredado, muy pobre. 5. Sereno: Encargado de rondar de noche por las calles
para velar por la seguridad del vecindario, de la propiedad, etc.

CUESTIONES

1. En el texto se aprecia, en el desfile impresionista de tipos que Baroja ofrece, la


crítica a cierto sector de la sociedad madrileña. ¿Qué relación guarda ello con
el llamado «tema de España», tantas veces evocado por los escritores noven-
tayochistas?
2. A pesar de la huida por parte de los escritores del 98 del estilo fuertemente car-
gado de figuras retóricas, algunas figuras de repetición y de omisión se hacen
patentes en este fragmento de La busca. Realícese un análisis de la retórica de
las dos últimas oraciones.
3. Señálense algunos rasgos coloquiales en el diálogo.
4. ¿Cómo son las descripciones que aparecen en el fragmento ?
5. El narrador no muestra de modo imparcial y objetivo la realidad, sino que toma
partido por determinado sector social: ¿por cuál ? ¿En qué te basas para afir-
marlo ? (Conviene en este punto fijarse especialmente en los adjetivos con que
retrata a cada grupo social).
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2. LOS PAISAJES NACIONALE S : E L PA I S A J E I N T E R I O R

AZORÍN, LA RUTA D E D O N QU I J O T E

En Ruidera 1, después de veintiocho horas de carro, he descansado un momento;


luego, venida la mañana, aún velado el cielo por los celajes 2 de la aurora, hemos
salido para la cueva de Montesinos. Cervantes dice que de la aldea hasta la cueva
median dos leguas 3; ésta es la cifra exacta. Y cuando se sale del poblado, por una
callejuela empinada, tortuosa, de casas bajas, cubiertas de carrizo 4, cuando ya en
lo alto de los lomazos hemos dejado atrás la aldea, ante nosotros se ofrece un
panorama nuevo, insólito, desconocido, en esta tierra clásica de las llanadas; pero
no menos abrumador, no menos uniforme que la campiña rasa. No es ya la llanura
pelada; no son los surcos paralelos, interminables, simétricos; no son las lejanías
inmensas que acaban con la pincelada azul de una montaña. Es, sí, un paisaje de
lomas, de ondulaciones amplias, de oteros, de recuestos, de barrancos hondos,
rojizos, y de cañadas que se alejan entre vertientes con amplios culebreos. El cielo
es luminoso, radiante; el aire es transparente, diáfano; la tierra es de un color gri-
sáceo, negruzco. Y sobre las colinas sombrías, hoscas, los romeros, los tomillos,
los lentiscos 5 extienden su vegetación acerada, enhiesta; los chaparrales se dilatan
en difusas manchas; y las carrascas 6, con sus troncos duros, rígidos, elevan sus
copas cenicientas.
Llevamos ya una hora caminando a lomos de rocines infames; las colinas,
los oteros y los recuestos se suceden unos a otros, siempre iguales, siempre los
mismos, en un suave oleaje infinito; reina un denso silencio; allá a lo lejos, entre
la fronda 7 terrena y negra, brillan, refulgen, irradian las paredes nítidas de una
casa; un águila se mece sobre nosotros blandamente; se oye, de tarde en tarde, el
abaniqueo súbito y ruidoso de una perdiz que salta. Y la senda, la borrosa sen-
da que nosotros seguimos, desaparece, aparece, torna a esfumarse. Y nosotros
marchamos lentamente, parándonos, tornando a caminar buscando el escondido
caminejo perdido entre lentiscos, chaparros 8 y atochares 9.
—Estas sendas —me dice el guía— son sendas perdiceras, y hay que sacarlas
por conjetura.
Otro largo rato ha transcurrido. El paisaje se hace más amplio, se dilata, se
pierde en una sucesión inacabable de altibajos plomizos. Hay en esta campiña
bravía, salvaje, nunca rota, una fuerza, una hosquedad, una dureza, una autoridad
indómita que nos hace pensar en los conquistadores, en los guerreros, en los
místicos, en las almas, en fin, solitarias y alucinadas, tremendas, de los tiempos
lejanos. Ya, a nuestra derecha, la tierra cede de pronto y desciende en una rápida
vertiente; nos encontramos en el fondo de una cañada. Y yo os digo que estas
cañadas silenciosas, desiertas, que encontramos tras largo caminar, tienen un en-
canto inefable 10. Tal vez su fondo es arenoso; las laderas que lo forman aparecen
rojizas, rasgadas por las lluvias; un allozo 11 solitario crece en una ladera; se respira
en toda ella un silencio sedante, profundo. Y si mana en un recodo, entre junca-
les, una fuentecica, sus aguas tienen un son dulce, susurrante, cariñoso, y en sus
cristales transparentes se espeja acaso durante un momento una nube blanca que
cruza lenta por el espacio inmenso. Nosotros hemos encontrado en lo hondo de
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este barranco un nacimiento tal como éstos; largo rato hemos contemplado sus
aguas; después, con un vago pesar, hemos escalado la vertiente de la cañada y
hemos vuelto a empapar nuestros ojos con la austeridad ancha del paisaje ya vis-
to. Y caminábamos, caminábamos, caminábamos. Nuestras cabalgaduras tuercen,
tornan a torcer, a la derecha, a la izquierda, entre cimas, entre chaparros, sobre
lomas negras. Suenan las esquilas 12 de un ganado; aparecen diseminadas acá y allá
las cabras negras, rojas, blancas, que nos miran un instante atónitas, curiosas, con
sus ojos brillantes.
La ruta de don Quijote, ed. José M.ª Martínez Cachero,
Madrid: Cátedra, 1995, pp. 126–128.

T R A B A J O E N C L A S E

PARA ENTENDER BIEN EL TE X T O


GLOSARIO
1. Ruidera: Población ciudadrealeña famosa por las lagunas del mismo nombre.
2. Celaje: Aspecto que presenta el cielo cuando hay nubes tenues y de varios mati-
ces. 3. Legua: Medida itineraria que en el antiguo sistema español equivale a 5572,7
m. 4. Carrizo: Planta gramínea, indígena de España. 5. Lentisco: Mata o arbusto
siempre verde, con tallos leñosos de dos a tres metros. 6. Carrasca: Encina, ge-
neralmente pequeña, o mata de ella. 7. Fronda: Conjunto de hojas o de ramas que
forman una espesura. 8. Chaparro: Mata de encina o roble, de muchas ramas y poca
altura. 9. Atochar: Atochal, espartizal, campo donde se cría esparto. 10. Inefable:
Que no se puede explicar con palabras. 11. Allozo: Almendro, especialmente el
silvestre. 12. Esquila: Cencerro pequeño, en forma de campana.

CUESTIONES

1. ¿Cuál de las que podríamos llamar «constantes» del 98 vemos en este texto de
Azorín ?
2. Azorín hace uso especial del presente de indicativo: ¿qué sensación transmite
el empleo de ese tiempo verbal? A ello también ayuda el uso de la estructuras
impersonales (se sale, se oye, se respira…).
3. ¿Qué rasgos de estilo propios de este autor se aprecian en el fragmento, aparte
los vistos en la cuestión anterior ?
4. El paisaje «natural» suele ir unido al paisaje «humano». Así, ¿cómo han de ser
las gentes de estas tierras manchegas que aquí nos presenta Azorín ?
5. En su rechazo de la literatura realista, Martínez Ruiz tiende a abandonar algunas
de las constantes de la narrativa de aquellos autores y se centra en cuestiones
más «novedosas». ¿Qué tiene de innovador, frente a la novela realista, el he-
cho de centrarse en el paisaje del campo ? ¿Y el narrador, en qué difiere del
realista ?
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2. LOS PAISAJES NACIONALE S : E L PA I S A J E P E R I FÉ R I C O

PÍO BAROJA, LA DA M A D E U RT U BI

La ferrería de Olaundi estaba a orillas del Bidasoa, en la confluencia del río con un
arroyo que bajaba del monte. Olaundi se encontraba en un sitio húmedo y hundi-
do; era una ferrería antigua, vasta y en parte derruida. De lejos parecía un castillo
con varias torres; tenía una presa, en donde se embalsaba el agua del arroyo; un
antiguo taller arruinado, del que no quedaban más que unas enormes columnas de
piedra gigantes, que nacían entre hierbajos; dos grandes chimeneas y varios mura-
llones negros cubiertos de una vegetación parásita. Allí la hiedra y los helechos, la
hierba del pordiosero y el yaro, el asfódelo, la ortiga y la parietaria 1, dominaban de
tal modo, que las cercas, las paredes y los troncos de los árboles próximos estaban
cubiertos de un verde profundo. Los viejos tejados de la ferrería, tachonados por
las manchas redondas de los líquenes, tenían tonos de oro y plata.
Durante el invierno, entre las lianas de la flora parásita, marchita por los fríos,
a nivel del agua, se veían dos grandes arcos ojivales, que las gentes miraban como
obra del diablo. Olaundi no tenía vecino alguno; únicamente, a poca distancia, se
levantaba una ermita, abandonada desde que habían matado al ermitaño.

La dama de Urtubi, Madrid: Alianza, 1993, pp. 27–28.


EL 98 EN SUS TEXTOS 21

T R A B A J O E N C L A S E

PARA ENTENDER BIEN EL TE X T O


GLOSARIO
1. Parietaria: Evidentemente, éste y los anteriores son nombres de plantas.

CUESTIONES

1. El paisaje, frecuentemente, retrata el alma de los personajes que lo habitan.


A tenor de la descripción hecha por el autor, ¿cómo habrían de ser los perso-
najes que se mueven por este espacio ?
2. ¿Qué características estilísticas de Baroja podemos apreciar en esta breve des-
cripción ?
3. ¿Cómo consigue Baroja crear un ambiente tenebroso, acorde con los hechos de
brujería que acontecen en el relato ?
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3. LA HISTORIA DE ESPAÑA: C R Í T I C A

VALLE-INCLÁN, LA CO RT E D E LO S M I L A G RO S
(AIRES NACIONALES)

I. El reinado isabelino fue un albur 1 de espadas: Espadas de sargentos y espadas


de generales. Bazas 2 fulleras 3 de sotas y ases.
II. El general Prim caracoleaba su caballo de naipes en todos los baratillos 4 de es-
tampas litográficas: Teatral Santiago Matamoros 5, atropella infieles tremolando 6
la jaleada enseña de los Castillejos 7:
—¡Soldados, viva la Reina!
III. Los héroes marciales de la revolución española no mudaron de grito hasta los
últimos amenes. Sus laureadas calvas se fruncían de perplejidades con los tropos 8
de la oratoria demagógica. Aquellos mílites 9 gloriosos alumbraban en secreto una
devota candelilla por la Señora 10. Ante la retórica de los motines populares, los
espadones de la ronca 11 revolucionaria nunca excusaron sus filos para acuchillar
descamisados. El Ejército Español jamás ha malogrado ocasión de mostrarse he-
roico con la turba 12 descalza y pelona que corre tras la charanga.
IV. —¡Pegar fuerte!
La rufa 13 consigna bajaba de las alturas hasta la soldadesca, que relinchaba de gus-
to porque la orden nunca venía sin el regalo del rancho con chorizo, cafelito, copa
y tagarnina 14. Los edictos militares, con sus bravatas cherinolas 15 proclamadas al
son de redoblados tambores, hacían malparir a las viejas. El palo, numen 16 de ge-
nerales y sargentos, simbolizaba la más oportuna política en las cámaras reales. La
Señora, encendida de erisipelas 17, se inflaba con bucheo de paloma:
—¡Pegar fuerte, a ver si se enmiendan!
V. ¡No se enmendaban! Ante aquella pertinaz relajación, la gente nea 18 se santigua
con susto y aspaviento. Las doctas calvas del moderantismo enrojecen. Los ban-
queros sacan el oro de sus cajas fuertes para situarlo en la pérfida Albión 19. La tea
revolucionaria atorbellina sus resplandores sobre la católica España. Las utopías
socialistas y la pestilencia masónica amenazan convertirla en una roja hoguera.
El bandolerismo andaluz llama a sus desafueros rebaja de caudales. El labriego
galaico, pleiteante de mala fe, rehúsa el pago de las rentas forales. Astures y viz-
caínos de las minas promueven utópicas rebeldías por aumentar sus salarios. El
huertano levantino, hombre de rencores, dispara su trabuco en las encrucijadas,
bajo el vuelo crepuscular de los murciélagos. El pueblo vive fuera de la ley desde
los olivares andaluces a las cántabras pomaradas, desde los toronjiles 20 levantinos
a los miñotos 21 castañares. Falsos apóstoles predican en el campo y en los talleres
el credo comunista, y las gacetas del moderantismo claman por ejemplares rigores.
Entre tricornios y fusiles, por las soleadas carreteras, cuerdas de galeotes proleta-
rios caminan a los presidios de África.

Valle-Inclán, El ruedo ibérico I, La corte de los milagros,


ed. J.M. G.ª de la Torre, Madrid: Espasa-Calpe, 1990, pp. 51–52.
EL 98 EN SUS TEXTOS 23

T R A B A J O E N C L A S E

PARA ENTENDER BIEN EL TE X T O


GLOSARIO
1. Albur: Azar, suerte. 2. Baza: Número de cartas que en ciertos juegos de naipes
recoge quien gana la mano. 3. Fullero: El que hace trampa y engaños en el juego. 4.
Baratillo: Tienda en que se venden cosas de poco precio. 5. Santiago Matamoros: Es
el propio apóstol Santiago convertido en un símbolo de la lucha contra los musul-
manes. 6. Tremolar: Enarbolar los pendones, las banderas o los estandartes. 7. Los
Castillejos: Se refiere a un episodio bélico ocurrido en 1860, cerca de Ceuta, entre
España y Marruecos, a resultas del cual al general Prim se le concedió el título de
Marqués de los Castillejos. Si bien Prim fue uno de los militares que encabezaron
la revolución que acabó con el reinado de Isabel II y fue contrario a su monarquía,
Valle recuerda que sus tropas eran arengadas en la batalla africana con el grito
de: ¡Viva la Reina! 8. Tropo: Empleo de las palabras en sentido distinto del que
propiamente les corresponde, pero que tiene con este alguna conexión, corres-
pondencia o semejanza. 9. Mílite: Soldado. 10. La Señora: Isabel II. 11. Ronca: Trepe,
reprimenda, bronca. 12. Turba: Muchedumbre de gente confusa y desordenada. 13.
Rufo: Muy orgulloso, satisfecho y contento. 14. Tagarnina: Cigarro puro muy malo.
15. Bravatas cherinolas: Aquí, pendencias o discusiones arrogantes y descaradas.
16. Numen: Inspiración, especialmente la del artista o escritor. 17. Erisipela: Infla-
mación microbiana de la dermis, caracterizada por el color rojo y comúnmente
acompañada de fiebre. 18. Neo: Neocatólico, seguidor de la doctrina políticoreli-
giosa que aspira a restablecer en todo su rigor las tradiciones católicas en la vida
social y en el gobierno del Estado. 19. Pérfida Albión: Se refiere a Gran Bretaña. 20.
Toronjiles: Aquí, valencianismo por ‘naranjal’. 21. Miñoto: Del Miño.

CUESTIONES

1. Los cuadros presentados están cargados de metáforas: inténtese explicar las de


los dos primeros.
2. ¿Qué crítica al estamento militar realiza Valle en este inicio de La corte de los
Milagros? ¿Cómo se ha relacionado el ejército español con el pueblo históri-
camente?
3. Dentro de la trayectoria literaria de Valle-Inclán, el esper pento supone la cima
de la misma. Una de las técnicas usuales para ridiculizar o deformar a los per-
sonajes es la animalización, de la que hace uso aquí en el cuadro IV: ¿dónde?,
¿a quién deforma ?
4. En este inicio de la obra se nos ofrece una visión general del pueblo de toda
España, caracterizado el de cada zona con unas brevísimas pinceladas impre-
sionistas. ¿Qué idea extraemos de ese sector social leída la presentación del
narrador ?
5. Aparte lo ya mencionado, señálese algún otro elemento que permita definir el
estilo de Valle-Inclán en esta época (a partir de 1920).
24 P E R A B BAT 6 ( 2 0 0 8 )

3. LA HISTORIA DE ESPAÑA: I N T R A H I S T O R I A

MIGUEL DE UNAMUNO, EN T O R N O A L C A S T I C I S M O

España está por descubrir, y sólo la descubrirán españoles europeizados. Se ig-


nora el paisaje, y el paisanaje y la vida toda de nuestro pueblo. Se ignora hasta la
existencia de una literatura plebeya, y nadie para su atención en las coplas de los
ciegos 1 , en los pliegos de cordel 2 y en los novelones de a cuartillo de real 3 la en-
trega, que sirven de pasto aun a los que no saben leer y los oyen. […]
En esa muchedumbre que no ha oído hablar de nuestros literatos de cartel hay una
vida difusa y rica, un alma inconciente 4 en ese pueblo zafio al que se desprecia
sin conocerle.
Cuando se afirma que en el espíritu colectivo de un pueblo, en el Volkgeist 5 , hay
algo más que la suma de los caracteres comunes a los espíritus individuales que lo
integran, lo que se afirma es que viven en él de un modo o de otro los caracteres
todos de todos sus componentes; se afirma la existencia de un nimbo 6 colectivo, de
una hondura del alma común en que viven y obran todos los sentimientos, deseos
y aspiraciones que no concuerdan en forma definida, pero no hay pensamiento
alguno individual que no repercuta en todos los demás, aun en sus contrarios, que
hay una verdadera subconciencia popular. […]
Cuando un hombre se encierra en sí resistiendo cuanto puede al ambiente y
empieza a vivir de sus recuerdos, de su historia, a hurgarse en exámenes introspec-
tivos la conciencia, acaba ésta por hipertrofiarse sobre el fondo subconciente. […]
Y así sucede a los pueblos que en sus encerronas y aislamientos hipertrofian en su
espíritu colectivo la conciencia histórica a expensas de la vida difusa intrahistórica,
que languidece por falta de ventilación; el pensamiento nacional, trabajando hacia
sí, acalla el rumor inarticulado de la vida que bajo él se extiende. Hay pueblos que
en puro7 mirarse al ombligo nacional, caen en sueño hipnótico y contemplan la nada.
Me siento impotente para expresar cual quisiera esta idea que flota en mi men-
te sin contornos definidos, renuncio a amontonar metáforas para llevar al espíritu
del lector este concepto de que la vida honda y difusa de la intrahistoria de un
pueblo se marchita cuando las clases históricas lo encierran en sí, y se vigoriza
para rejuvenecer, revivir y refrescar al pueblo todo al contacto del ambiente exte-
rior. Quisiera sugerir con toda fuerza al lector la idea de que el despertar de la vida
de la muchedumbre difusa y de las regiones tiene que ir de par y enlazado con el
abrir de par en par las ventanas al campo europeo para que se oree 8 la patria. Te-
nemos que europeizarnos y chapuzarnos en pueblo. El pueblo, el hondo pueblo, el
que vive bajo la historia, es la masa común a todas las castas, es su materia proto-
plasmática 9 ; lo diferenciante y excluyente son las clases e instituciones históricas.
Y éstas sólo se remozan 10 zambulléndose en aquél.

En torno al casticismo («Sobre el marasmo actual de España»),


intr. Jon Juaristi, Madrid: Biblioteca Nueva, 1996, pp. 166–168.
EL 98 EN SUS TEXTOS 25

T R A B A J O E N C L A S E

PARA ENTENDER BIEN EL TE X T O


GLOSARIO
1. Coplas de ciego: Tipo de literatura de corte popular transmitida oralmente (en oca-
siones también se vendían impresas en pliegos) por ciegos, que se ganaban así el
sustento. 2. Pliegos de cordel: Obras populares, como romances, novelas cortas, co-
medias, vidas de santos, etc., que se imprimían en pliegos sueltos y para venderlos
se solían colgar de unos bramantes puestos horizontalmente en los portales, tien-
das y mercados. 3. Real: Moneda de escaso valor. Un «cuartillo de real» equivaldría
a 1/16 de peseta. 4. Inconciente: «Conciencia» y derivados, escritos así por Unamuno.
5. Volkgeist: Término alemán, propio de la terminología de Hegel. Su significado
aproximado es «espíritu del pueblo», «genio popular». 6. Nimbo: Ninguna de las
acepciones de este término encontradas en diccionarios se ajusta a lo que parece
querer decir Unamuno, algo así como un «espacio ideal en que reside el espíritu
del pueblo». 7. En puro: Más común «a puro» o «de puro», locuciones adverbiales
que significan «a fuerza de». 8. Orear : Dar [el aire] en algo para que se seque o
se le quite la humedad o el olor que ha contraído. 9. Protoplasmático: Relativo al
protoplasma o citoplasma, región celular situada entre la membrana plasmática y
el núcleo, con los órganos celulares que contiene. 10. Remozar: Dar o comunicar
un aspecto más lozano, nuevo o moderno a alguien o algo.

CUESTIONES

1. ¿Qué idea intenta transmitir Unamuno ? Conéctala con las cuestiones generales
del 98. ¿Qué otras ideas noventayochistas se ven en el texto ?
2. ¿Qué es lo que los españoles aún tienen que descubrir de España ?
3. Explica el concepto de intrahistoria.
4. ¿Qué acarrea el no fijarse en lo intrahistórico y centrarse exclusivamente en lo
histórico ?
5. ¿Cómo, según el autor, se conseguirá una auténtica europeización de las clases
dominantes?
6. ¿Qué género sirve a Unamuno de modelo para expresar sus ideas? ¿Qué carac-
terísticas de éste se aprecian en el fragmento ?
26 P E R A B BAT 6 ( 2 0 0 8 )

4. RECUPERACIÓN DE LA TR A D I C I Ó N L I T E R A R I A

AZORÍN, AN T O N I O A Z O R Í N

Los jóvenes que admiten sin regateos las innovaciones de la estética son más hu-
manos que los viejos. La innovación es al fin admitida por todos; pero los jóvenes
la acogen desde el primer momento con entusiasmo, y los viejos cuando la fuerza
del uso general les pone en el trance de admitirla, es decir, cuando ya está sancio-
nada 1 por dos o tres generaciones. De modo que los jóvenes tienen más espíritu
de justicia que los viejos, y además se dan el placer —¡el más intenso de todos
los placeres!— de gozar de una sensación estética todavía no desflorada por las
muchedumbres.
He dicho que los viejos admiten, al fin y al cabo, las innovaciones del moder-
nismo 2 (o como se quieran llamar tales audacias), y es muy cierto. Vicente Espinel
era un modernista, hizo lo que hoy están haciendo los poetas jóvenes: innovó
en la métrica. Y hoy los mismos viejos que denigran 3 a los poetas innovadores
encuentran muy lógico y natural componer una décima. El arcipreste de Hita se
complace en haber mostrado a los simples fablas et versos extrannos. Fue un innovador
estupendo, y esos versos extrannos causarían de seguro el horror de los viejos de su
tiempo. De Boscán y Garcilaso no hablemos; hoy se reprocha a los jóvenes poe-
tas americanos de lengua castellana que vayan a buscar a Francia su inspiración.
¿Dónde fue a buscarla Boscán, que nos trajo aquí todo el modernismo italiano?
Lope de Vega, el más furibundo 4 , el más brutal, el más enorme de todos los mo-
dernistas, puesto que rompe con una abrumadora tradición clásica, será, sin duda,
aplaudido por los viejos cuando se representa una obra suya, ¡una obra que es
un insulto a Aristóteles, a Vida, a López Pinciano 5 y a la multitud de gentes que
creían en ellos, es decir, a los viejos de aquel entonces!
«Imitad a los clásicos —se dice a los jóvenes— no intentéis innovar.» ¡Y esto
es contradictorio! La buena imitación de los clásicos consiste en apartar los ojos
de sus obras y ponerlos en lo porvenir; ellos lo hicieron así. No imitaban a sus
antecesores: innovaban. De los que fueron fieles a la tradición, ¿quién se acuerda?
Su obra es vulgar y anodina; es una repetición del arquetipo 6 ya creado…

Antonio Azorín, ed. E. Inman Fox,


Barcelona: Labor, 1970, pp. 119–120.
EL 98 EN SUS TEXTOS 27

T R A B A J O E N C L A S E

PARA ENTENDER BIEN EL TE X T O


GLOSARIO
1. Sancionada: Autorizada, aprobada. 2. Modernismo: No se refiere exactamente a
la corriente estética; más bien tiene el sentido de «modernidad». 3. Denigrar: Des-
lustrar, desacreditar. 4. Furibundo: Airado, colérico, muy propenso a enfurecerse.
5. Aristóteles, Marco Gerónimo Vida y López Pinciano: antiguos preceptistas, que en-
señaban preceptos y reglas en materia literaria. 6. Arquetipo: Modelo original y
primario en un arte u otra cosa.

CUESTIONES

1. ¿Dentro de qué tendencia del «tema de España» se enmarcaría este texto ?


2. ¿Por qué es mayor el disfrute de los artistas jóvenes que el de los viejos?
3. ¿Qué han tenido en común todos los grandes de nuestras letras, según
el texto ?
4. ¿Por qué es paradójica la consigna: Imitad a los clásicos: no intentéis innovar ?
5. ¿Qué destino espera a quienes se plieguen al rumbo marcado por otros?
6. Hablando de innovaciones con respecto a lo anterior… ¿qué innovaciones del
98 frente a la estética realista se pueden apreciar en el fragmento ?
28 P E R A B BAT 6 ( 2 0 0 8 )

5. AGNOSTICISMO RELIGIOS O, E S C E PT I C I S M O

MIGUEL DE UNAMUNO, SA N M A N U EL BU EN O, M Á RT I R

Y otra vez que me encontré con don Manuel, le pregunté, mirándole derechamen-
te a los ojos:
—¿Es que hay infierno, don Manuel?
Y él, sin inmutarse:
—¿Para ti, hija? No.
—¿Y para los otros, lo hay?
—¿Y a ti qué te importa, si no has de ir a él?
—Me importa por los otros. ¿Lo hay?
—Cree en el cielo, en el cielo que vemos. Míralo –y me lo mostraba sobre la
montaña y abajo, reflejado en el lago.
—Pero hay que creer en el infierno, como en el cielo –le repliqué.
—Sí, hay que creer todo lo que cree y enseña la Santa Madre Iglesia Católica
Apostólica Romana. ¡Y basta!
Leí no sé qué honda tristeza en sus ojos, azules como las aguas del lago.

San Manuel Bueno, mártir y tres historias más,


Barcelona: Bruguera, 1983, pp. 38–39.

—Pero tú, Angelina, tú crees como a los diez años, ¿no es así? ¿Tú crees?
—Sí creo, padre.
—Pues sigue creyendo. Y si se te ocurren dudas, cállatelas a ti misma. Hay que
vivir…
Me atreví, y toda temblorosa le dije:
—Pero usted, padre, ¿cree usted?
Vaciló un momento y reponiéndose me dijo:
—¡Creo!
—¿Pero en qué, padre, en qué? ¿Cree en la otra vida?, ¿cree usted que al morir
no nos morimos del todo?, ¿cree que volveremos a vernos, a querernos en otro
mundo venidero?, ¿cree en la otra vida?
El pobre santo sollozaba.
—¡Mira, hija, dejemos eso!
Y ahora, al escribir esta memoria, me digo: ¿Por qué no me engañó?, ¿por qué
no me engañó entonces como engañaba a los demás? ¿Por qué se acongojó?, ¿por-
que no podía engañarse a sí mismo, o porque no podía engañarme? Y quiero creer
que se acongojaba porque no podía engañarse para engañarme.
—Y ahora —añadió—, reza por mí, por tu hermano, por ti misma, por todos.
Hay que vivir. Y hay que dar vida.

San Manuel Bueno, mártir y tres historias más,


Barcelona: Bruguera, 1983, pp. 47–48.
EL 98 EN SUS TEXTOS 29

T R A B A J O E N C L A S E

CUESTIONES

1. ¿Qué problema teológico se plantea en el primer fragmento ? ¿En qué, según


don Manuel, hemos de creer ?
2. ¿Por qué no responde el cura a las preguntas de la niña en el segundo frag-
mento ? ¿Qué quiere decir la narradora con por qué no me engañó entonces como
engañaba a los demás ? ¿Qué sentido tendrá que el cura engañe a los feligreses?
¿En qué cree verdaderamente el sacerdote?
3. ¿Con qué tema de los tradicionalmente marcados como constantes en la gene-
ración del 98 (y especialmente en Unamuno ) entroncan estos textos?
4. En el segundo fragmento se aprecian algunas características estilísticas propias
del autor: ¿cuáles?
30 P E R A B BAT 6 ( 2 0 0 8 )

5. AGNOSTICISMO RELIGIOS O, E S C E PT I C I S M O

MIGUEL DE UN A M U N O, N I EBL A

Y dime, Orfeo, ¿qué necesidad hay de que haya ni Dios ni mundo ni nada? ¿Por
qué ha de haber algo? ¿No te parece que esa idea de la necesidad no es sino la
forma suprema que el azar toma en nuestra mente?
¿De dónde ha brotado Eugenia? ¿Es ella creación mía o soy creación suya yo?
¿O somos los dos creaciones mutuas, ella de mí yo de ella? ¿No es acaso todo
creación de cada cosa y cada cosa creación de todo? Y ¿qué es creación?, ¿qué eres
tú, Orfeo?, ¿qué soy yo?
Muchas veces se me ha ocurrido pensar, Orfeo, que yo no soy, e iba por la calle
antojándoseme que los demás no me veían. Y otras veces he fantaseado que no
me veían como me veía yo, y que mientras yo creía ir formalmente, con toda com-
postura, estaba, sin saberlo, haciendo el payaso, y los demás riéndose y burlándose
de mí. ¿No te ha ocurrido alguna vez a ti esto, Orfeo? Aunque no, porque tú eres
joven todavía y no tienes experiencia de la vida. Y además eres perro.
Pero, dime, Orfeo, ¿no se os ocurrirá alguna vez a los perros creeros hombres,
así como ha habido hombres que se han creído perros 1 ?
¡Qué vida esta, Orfeo, qué vida, sobre todo desde que murió mi madre! Cada
hora me llega empujada por las horas que le precedieron; no he conocido el por-
venir. Y ahora que empiezo a vislumbrarlo me parece se me va a convertir en
pasado, Eugenia es ya casi un recuerdo para mí. Estos días que pasan… este día,
este eterno día que pasa… deslizándose en niebla de aburrimiento. Hoy como
ayer, mañana como hoy: Mira, Orfeo, mira la ceniza que dejó mi padre en aquel
cenicero…
Esta es la revelación de la eternidad, Orfeo, de la terrible eternidad. Cuando
el hombre se queda a solas y cierra los ojos al porvenir, al ensueño, se le revela el
abismo pavoroso de la eternidad. La eternidad no es porvenir. Cuando morimos
nos da la muerte media vuelta en nuestra órbita y emprendemos la marcha hacia
atrás, hacia el pasado, hacia lo que fue. Y así, sin término, devanando la madeja de
nuestro destino, deshaciendo todo el infinito que en una eternidad nos ha hecho,
caminando a la nada, sin llegar nunca a ella, pues que ella nunca fue.

Niebla, ed. Mario J. Valdés, Madrid: Cátedra, 1987, pp. 140–141.


EL 98 EN SUS TEXTOS 31

T R A B A J O E N C L A S E

PARA ENTENDER BIEN EL TE X T O


GLOSARIO
1. Como los filósofos cínicos, por ejemplo.

CUESTIONES

1. ¿Sobre qué se interroga Augusto ? ¿Cómo fundamenta retóricamente Unamuno


la reflexión del personaje en el primer párrafo ?
2. El propio Augusto parece responder a alguna de sus cuestiones iniciales en el
segundo párrafo. Hazlo notar.
3. Tópico universal, común a todas las literaturas (desde las clásicas europeas a
las orientales o a las indígenas americanas) y a todas las épocas es el del paso
rápido del tiempo: ¿dónde aparece en este fragmento ?
4. En el texto se hace referencia a la niebla que da título a la novela. A tenor de lo
ya visto sobre este texto, intenta justificar el título de la obra.
5. ¿En qué consiste, en fin, la vida eterna para Augusto ?
32 P E R A B BAT 6 ( 2 0 0 8 )

5. AGNOSTICISMO RELIGIOS O, E S C E PT I C I S M O

PÍO BAROJA , L A S O M BR A

Po rq u e el que se ensalzare será humillado, y el que se


h u m i l l a r e será ensalzado (San Mateo, v. XII, c. XIII)

Había salido del hospital el día de Corpus Christi, y volvía, envejecida y macilen-
ta 1 , pero ya curada, a casa de su ama, a seguir nuevamente su vida miserable, su
vida miserable de prostituta. En su rostro, todas las miserias; en su corazón, todas
la ignominias 2 .
Ni una idea cruzaba su cerebro; tenía solamente un deseo de acabar, de des-
cansar para siempre sus huesos enfermos. Quizá hubiera preferido morir en aquel
hospital inmundo, en donde se concrecionaban los detritus 3 del vicio, que volver
a la vida.
Llevaba en la mano un fardelillo 4 con sus pobres ropas, unos cuantos harapos
para adornarse. Sus ojos, acostumbrados a la semioscuridad, estaban turbados por
la luz del día.
El sol amargo brillaba inexorable 5 en el cielo azul.
De pronto, la mujer se encontró rodeada de gente, y se detuvo a ver la proce-
sión que pasaba por la calle. ¡Hacía tanto tiempo que no la había visto! ¡Allá en el
pueblo, cuando era joven y tenía alegría y no era despreciada! ¡Pero aquello estaba
tan lejos!…
Veía la procesión que pasaba por la calle, cuando un hombre, a quien no mo-
lestaba, la insultó y le dio un codazo; otros, que estaban cerca, la llenaron también
de improperios 6 y de burlas.
Ella trató de buscar, para responder a los insultos, su antigua sonrisa, y no
pudo más que crispar sus labios con una dolorosa mueca, y echó a andar con la
cabeza baja y los ojos llenos de lágrimas.
En su rostro, todas las miserias; en su corazón, todas las ignominias.
Y el sol amargo brillaba inexorablemente en el cielo azul.
En la procesión, bajo el sol brillante, lanzaban destellos los mantos de las vír-
genes bordados en oro, las cruces de plata, las piedras preciosas de los estandartes
de terciopelo. Y luego venían los sacerdotes con sus casullas 7 , los magnates, los
guerreros de uniforme brillante, todos los grandes de la tierra, y venían andando
al compás de una música majestuosa, rodeados y vigilados por bayonetas, espadas
y sables.
Y la mujer trataba de huir; los chicos la seguían, gritando, acosándola, y trope-
zaba y sentía desmayarse; y, herida y destrozada por todos, seguía andando con la
cabeza baja y los ojos llenos de lágrimas.
En su rostro, todas las miserias; en su corazón, todas las ignominias.
De repente, la mujer sintió en su alma una dulzura infinita, y se volvió y quedó
deslumbrada, y vio luego una sombra banca y majestuosa que la seguía y que lle-
vaba fuera del pecho el corazón herido y traspasado por espinas.
EL 98 EN SUS TEXTOS 33

Y la sombra blanca y majestuosa, con la mirada brillante y la sonrisa llena de


ironía, contempló a los sacerdotes, a los guerreros, a los magnates, a todos los
grandes de la tierra, y, desviando de ellos la vista, y acercándose a la mujer triste,
la besó, con un beso purísimo, en la frente.

Cuentos («La sombra»), Madrid, Alianza, 1991, págs. 57–59.

T R A B A J O E N C L A S E

PARA ENTENDER BIEN EL TE X T O


GLOSARIO
1. Macilento: Flaco y descolorido. 2. Ignominia: Afrenta pública. 3. Detritus: Resulta-
do de la descomposición de una masa sólida en partículas. U. m. en geología y en
medicina. 4. Fardelillo: Diminutivo de «fardo»: Lío grande de ropa u otra cosa, muy
apretado, para poder llevarlo de una parte a otra. 5. Inexorable: Que no se puede
evitar. 6. Improperio: Injuria grave de palabra, y especialmente la que se emplea
para echar a alguien en cara algo. 7. Casulla: Vestidura que se pone el sacerdote
sobre las demás para celebrar la misa, consistente en una pieza alargada, con una
abertura en el centro para pasar la cabeza.

CUESTIONES

1. ¿Qué aspectos temáticos propios del 98 aparecen en este cuento ?


2. El contraste entre las descripciones de la mujer y de la procesión es evidente.
¿Qué reflexiones intenta que hagamos el autor ?
3. Al final del relato, la sombra elige del lado de quién se pone, al igual que en el
texto de La busca Manuel tomaba partido por un sector social. ¿Qué mensaje
nos envía con ello Baroja ?
4. ¿Qué efecto intenta alcanzar el autor con la repetición, a modo de estribillo, de
un par de frases a lo largo del texto ?
34 P E R A B BAT 6 ( 2 0 0 8 )

SOLUCIONARIO. NO TA S Y S U G E R E N C I A S

GANIVET. IDEÁRIUM ESPAÑOL


En Ideárium español, Ángel Ganivet reflexiona sobre lo que es consustancial al ge-
nio español y sobre la crisis espiritual que padece la España de la época.
En este fragmento ensayístico expone la que él considera causa del letargo en
que se halla sumida la sociedad española: la falta de carácter o la falta de voluntad
que él define como abulia: el individuo deja de actuar siempre que los actos requie-
ran participación activa o voluntaria, y sólo lo hace ante necesidades primarias. El
genio español, condicionado por esa falta de interés en los actos libres, volunta-
rios, se deja llevar; ni se hace nada práctico, ni se atiende a las nuevas ideas. Pero,
si alguna novedad consigue captar la atención de la sociedad, ésta se hará cuestión
capital, capaz de desplazar cualquier otro punto de interés. En España no se ve
la realidad de las cosas y de las ideas, ya que el impulso vehemente y furibundo
con que entrarán otras impedirá examinarlas en profundidad. Por ello, por ese
continuo ir y venir de ideas que se van arrebatando la vigencia de modo inmediato
unas a otras, la sociedad española mantiene una serie de «ideas fijas» (que todavía
se pueden rastrear perfectamente en la España del siglo XXI) que no es capaz de
analizar nunca en profundidad.

MAEZTU. HACIA OTRA ESPAÑA


Hacia otra España, aparecido en 1899, recoge artículos —el más antiguo de todos
de agosto del 96– diversos sobre la situación desastrosa en las colonias o sobre la
regeneración de la vida en España. Entre otras ideas, Maeztu lanza la de la indus-
trialización agraria de la España interior para que, al igual que se ha industrializa-
do el País Vasco o Cataluña, se regenere socialmente eso que él mismo llama en
algún artículo el «páramo horrible».
En estas líneas, un fragmento del artículo titulado «Un suicidio», Maeztu re-
flexiona, usando como base el suicidio de un soldado que ha preferido morir antes
que marchar destinado a Cuba, acerca de la decadencia española y de su continuo
mirar hacia el pasado de gloria sin fijarse en los problemas que la atenazan. La
crítica social salta en las primeras líneas: clases altas eclesiásticas, militares y po-
líticas enriquecidas, ineptas y preocupadas únicamente de su beneficio; frente a
ellas, el pueblo morador de un campo ruinoso del que ni unos ni otros saben sacar
rendimientos a los beneficios. La desidia o la falta de previsión de futuro hacen
que España sea productora de materias primas que se venden en Europa, que sí se
ha desarrollado y es el espejo en que nos hemos de mirar, a precios económicos
para retornar a nuestro mercado como materias elaboradas que pagamos a precios
elevados; los sectores críticos —Universidades, prensa— no tienen ni fuerza ni
influencias…
A todo esto se une el problema del desastre colonial: no podía ser de otro
modo teniendo en cuenta la intervención que España, como metrópoli, ha tenido
en las colonias de América y Asia, enviando políticos ineptos y corruptos y pre-
ocupándose más de la evangelización de los indígenas que de los problemas reales
que aquejan a los pueblos.
EL 98 EN SUS TEXTOS 35

Por ello, viene a decirnos Maeztu, el desastre que se palpa en las colonias po-
dría tener de positivo la eliminación de uno de los problema (el colonial) para así
podernos centrar en los problemas cercanos e intentar que España vuelva a ser
algo en el panorama internacional dentro de un tiempo.
La crítica social, la voluntad de construcción de un estado fuerte y más equi-
librado socialmente y la necesidad de europeización de España se dejan ver en el
texto del autor vasco, dando desarrollo a este llamado «problema de España» del
98. Pero no sólo en la temática coincide Maeztu con otros autores de la Genera-
ción; también en el estilo: falta de artificiosidad, impresión de antirretoricismo,
intento de que las ideas se comuniquen de modo claro, gusto por las palabras
populares (añejo, huero, terruño…). Todo ello hace de este texto un buen ejemplo
de lo que ocupará y preocupará a ese grupo de escritores que posteriormente se
conocerá con el nombre de Generación del 98.

MACHADO. JUAN DE MAIRENA


Juan de Mairena, apócrifo en el que Antonio Machado desdobla su personalidad
para expresar de otro modo, más allá de su poesía, lo que piensa, habla a sus alum-
nos transmitiéndoles tanto conocimientos como motivos de reflexión. En sus cla-
ses van desfilando las ideas de Machado sobre la literatura, la vida, la política…
Para Machado, el 98 se ha librado de escribir bajo el dictado moral de la Iglesia,
por ello habrá de soportar el rigor de su censura y la de quienes actúan abierta-
mente como censores, sin la necesidad del amparo eclesiástico (¿el bando rebelde
en la Guerra Civil?).
El segundo texto nos lleva directamente a ideas que también aparecen en tex-
tos de Unamuno: la patria la hacen las clases populares pero de ella se aprovechan
las clases altas. Una vez más nos encontramos con la idea del robo de la historia y
las tradiciones al pueblo por parte de los poderosos y los grandes nombres.

BAROJA. LA BUSCA
Manuel, huérfano de orígenes humildes, conoce, tras su llegada a Madrid, la mise-
ria y el ambiente marginal de la periferia, llegando a entregarse al delito. En este
fragmento, el final de la novela, Manuel reflexiona acerca de su lugar en el mundo,
de su papel en la sociedad: se acaba el día de las francachelas de la bohemia aco-
modada y comienza la jornada para el obrero. En la frase final se nos hace ver esa
voluntad que el 98 muestra por la construcción de un «nuevo estado», basado en
el trabajo, no en el hedonismo, en el esfuerzo, no en las rentas heredadas.
De Baroja conocemos la afición por el suburbio madrileño (junto a la que
muestra por su tierra vasca), y en esta novela, el «problema de España» aparece
como una serie de hechos que criticar: la miseria y el sufrimiento de un sector
no es sino achacable al carácter clasista, inmovilista, de la sociedad española. El
narrador, por ello, no es imparcial al mostrarnos el ir y venir de las clases enfren-
tadas en el texto: busconas, chulos, gritos, vicio, golfos… son términos poco inocentes
que nos ponen en alerta ante las gentes nocturnas; tampoco nos dejan indiferentes
trabajadores, honrados, serena, obreros… y arrancan las simpatías del lector (como las
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del protagonista) hacia el pueblo que trabaja.


La tan nombrada sencillez del estilo del 98 parece tener en este final de La
busca buen reflejo, especialmente en la descripción: ésta queda reducida a pince-
ladas sueltas y rápidas que nos presentan el ambiente de modo preciso, logrando
que nos fijemos más en la generalidad del gran plano que en la particularidad del
detalle. Otro efecto buscado por el autor lo apreciamos en el inicio del texto: las
incorrecciones gramaticales que aparecen en el diálogo o las alusiones que a las
mujeres hace el propio narrador (La Mellá, La Rabanitos) caracterizan de modo
preciso, eficaz y, fundamentalmente, rápido y económico a los personajes. Tam-
bién se ven a lo largo del texto buenos ejemplos de sencillas enumeraciones que
acumulan elementos y dan la sensación del tránsito de personas y del «desorden»
de la noche de parranda, así como una mayor conciencia de retoricidad, no re-
ñida con la sencillez, en las últimas líneas: Para los unos, el placer, el vicio y la noche;
para los otros, el trabajo, la fatiga, el sol. Los dos grupos sociales quedan claramente
definidos y separados mediante el uso de la elipsis de verbo, la enumeración y las
antítesis, figura esta última que vuelve a contrastar ambos sectores sociales en la
última línea.

AZORÍN. LA RUTA DE DON QUIJOTE


Seguramente sea Azorín quien, dentro de la nómina de autores del 98, mejor haya
descrito el paisaje, y en especial el castellano. Con ese estilo suyo lento, preciso,
melancólico, de frase corta nos ubica ahora en la zona de las lagunas de Ruidera,
en las inmediaciones de la cueva de Montesinos.
En La ruta de don Quijote Azorín recorre parte de las tierras (Argamasilla de
Alba, Puerto Lápice, Ruidera, Campo de Criptana, El Toboso, Alcázar de San
Juan…) por las que tuvieron lugar las primeras andanzas del caballero manche-
go.
Como en él es habitual, Azorín hace que nos fijemos en el pequeño detalle (la
hechura de los tejados, la calidad del aire, una casa lejana, esa perdiz que huye
de la presencia humana…) usando en su descripción el léxico y los recursos lin-
güísticos más apropiados: adjetivos visuales (colores), frase de extensión corta,
sustantivos de absoluta exactitud (otero, chaparro, carrizo, lentisco…) que le hacen
huir de la perífrasis; términos de sabor popular, que nos acercan más a la esencia
del pueblo (caminejo, perdicera, fuentecica…).
El carácter descriptivo del fragmento obliga a que el tiempo no trascurra, a
no ser por las claras referencias que a su paso hace el autor (Llevamos ya una hora
caminando; Otro largo rato ha trascurrido) y el lector se ubica en una continuidad de
tiempo que se extiende con el empleo casi exclusivo del presente de indicativo,
que aporta esa sensación de estatismo y de dilatación temporal.
Frente a la novela realista, que tiende a instalar a sus personajes en ambientes
urbanos, Azorín (como otros noventayochistas) centra su prosa en el paisaje rural
para llegar hasta la esencia de las personas: el paisaje bravío, salvaje, fuerte, hosco,
duro… caracteriza la personalidad del guerrero, del conquistador, del místico.
En la misma línea de ruptura con el Realismo hallamos al narrador empleado
por Martínez Ruiz. El narrador omnisciente deja paso a la 1.ª persona que trans-
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mite sus emociones: la inclusión del «yo» en la descripción le aporta a ésta subje-
tividad lírica; la inclusión del lector (yo os digo) hace a éste testigo «presencial» de
lo que se le cuenta.

BAROJA. LA DAMA DE URTUBI


Al noventayochista, ya lo sabemos, le interesan Castilla y el paisaje castellano en
especial, pero ello no implica que deje de lado el resto del paisaje español: Anda-
lucía, Galicia o el Levante han centrado la atención de estos autores en diversas
obras; la literatura del 98 recorre las tierras de España y las describe, así como
sus usos y costumbres. En este caso, el húmedo y cerrado rincón vasco-navarro
del Bidasoa se presenta como reflejo del alma de sus pobladores: gentes hoscas y
reservadas, de pocas palabras y recias costumbres.
En el relato de La dama de Urtubi, Baroja entrelaza los amores de Leonor de
Alzate con las leyendas vascas de brujería y aquelarres. Aquí nos presenta, con
su característica forma de describir, el taller de los herreros de Olaundi: párrafos
breves, tendencia a la yuxtaposición y las enumeraciones, ausencia de alardes re-
tóricos, adjetivación precisa… que centran más la mirada del lector en el hecho
descrito que en la propia descripción y que realzan el paisaje y el ambiente. Es-
pecial importancia adquieren los elementos cotidianos, en este caso las plantas
comunes en la zona, que lo llenan todo (nótese, aquí sí, el uso que el autor realiza
de la enumeración y el polisíndeton, que acumulan y mezclan confusamente los
elementos citados) de vegetación.
Si bien en el fragmento seleccionado el relato avanza aún en la presentación de
algunos de los personajes, ya se nos está introduciendo en el ambiente apropiado
para la aparición de las brujas: debemos finarnos en el léxico elegido por Baroja:
sitio húmedo y hundido, derruido, arruinado, enormes columnas de piedra gigantes, hierbajos,
murallones negros, obra del diablo…

VALLE-INCLÁN. LA CORTE DE LOS MILAGROS


Dentro de la visión crítica de la historia nacional reciente, en la que nos noven-
tayochistas encuentran el origen de la desgracia político-social actual, destaca la
visión deformada de España que desde el reinado de Isabel II hasta el desastre
nos ofrece Valle-Inclán en El ruedo ibérico. La corte de los milagros, primera novela
de las que habrían de componer El ruedo ibérico, está constituida de una serie de
cuadros ambientados en los años previos a la Revolución de 1868 (conocida como
la Gloriosa), que daría paso al Sexenio Democrático. Pasando revista a todas las clases
sociales, Valle-Inclán satiriza a la reina y a todo lo que la rodea, denunciando las
miserias, el fanatismo, las corrupciones e injusticias… en fin, los males endémicos
de aquella España.
El inicio de la novela se encarga de dejar a las claras qué visión tiene Valle de
la jerarquía militar y del reinado de Isabel II, dejado a la suerte de la voluntad de
los militares. Las primeras críticas se personalizan en Prim, en quien ve Valle un
nuevo apóstol del catolicismo tras la victoria por él lograda en los Castillejos: las
metáforas no hacen sino presentar un personaje ridículo, de relumbrón, con afán
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de figurar…
El resto del estamento militar no es mejor visto por el autor, que acusa al
ejército de haber apoyado secretamente al bando monárquico hasta el final de los
acontecimientos: al fin y al cabo el nuestro ha sido un ejército que siempre ha
estado del lado del poderoso, nunca del lado del pueblo.
Prim aparece como colorista figura de baraja; la caracterización de la reina nos
ofrece un personaje «rebajado» por medio de la prosopopeya (animalización); el
pueblo, visto de modo colectivo en la muestra panorámica que el cuadro V nos
ofrece, tampoco obtendrá las simpatías de Valle: el pueblo, el campesinado, es
ruin, rebelde, rencoroso… El repaso social no puede dejarnos un regusto más
amargo: una sociedad agrietada en las bases y podrida en el vértice superior.
Estilísticamente, Valle-Inclán deja muestra de su magnífico dominio de la len-
gua, conjugando el léxico culto con la expresión más popular (rancho, cafelito, mal-
parir, uso del infinitivo por el imperativo…), todo al servicio de la crítica de una
realidad con la que el gallego no se muestra conforme.

UNAMUNO. EN TORNO AL CASTICISMO


Existe en la España popular una tradición continua, que evoluciona sin romper
con lo anterior: su intrahistoria. Los protagonistas de ella son las gentes del pue-
blo, que desempeñan su labor silenciosa a la sombra de las grandes gestas y los
famosos nombres históricos.
En el centro de la crítica de Unamuno en En torno al casticismo se halla la idea de
que las clases dominantes han «robado» la historia al pueblo llano: los nombres de
fama son los que se alzan como auténticos protagonistas de la historia, mientras
que las personas anónimas, transmisoras de la tradición, protagonistas de la in-
trahistoria (según Unamuno, la verdadera historia), se ven manejados por ellos. Para
el autor, el resurgir de la vida de esa clase intrahistórica ha de venir emparejado
con su europeización, con su encuentro con el resto de clases intrahistóricas eu-
ropeas: se ha de aceptar la beneficiosa influencia de Europa y ser fiel, al tiempo,
a la tradición. Para Unamuno, las clases dirigentes (las mal llamadas «históricas»)
usurpan el puesto histórico a las populares: el llamado «tema de España» aparece
aquí en su vertiente de crítica a las clases privilegiadas y apoyo a los valores y
cultura del pueblo.
Unidas a estas ideas de intrahistoria y de europeización vemos aparecer otras
como la revitalización del paisaje o el interés por la tradición literaria española:
los propios españoles aún han de descubrir su entorno físico y cultural, esto es,
ese «espíritu colectivo del pueblo» en que los cambios no suponen ruptura con lo
anterior, sino evolución; esa condición de vida en que lo importante es lo que une
a todos con todos, lo común, lo cotidiano. Porque si no nos fijamos en la intrahis-
toria, si sólo nos centramos en magnificar lo individual y distintivo, caeremos en
la anulación del pueblo y lo popular, y la cortedad de miras impedirá ver nada que
ocurra más allá de nuestras fronteras.
En la producción literaria de Unamuno destacan sus ensayos. En este fragmen-
to de En torno al casticismo podemos apreciar algunas de las características que se
suelen dar como constantes en este género: se presenta una visión personal a la que
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no se le aporta ninguna demostración científica y va dirigido a un receptor medio, no necesa-


riamente especializado en la materia sobre la que se escribe.
Sin entrar en los tipos de discurso empleados por el autor, que no es algo que
tenga cabida ahora aquí, sí que se pueden, sin embargo, notar algunas característi-
cas de estilo propias del género (uso de términos abstractos, tecnicismos —como
el hegeliano Volkgeist—, riqueza léxica, metáforas…) y del propio Unamuno (neo-
logismos —protoplasmático, hipertrofiar— conjugados con palabras de corte popular
—zambullirse, chapuzarse, orear, de par en par…—).

AZORÍN. ANTONIO AZORÍN


Como las otras dos novelas que componen la trilogía «Azorín» (La voluntad y Las
confesiones de un pequeño filósofo), Antonio Azorín es una novela más de pensamientos
que de intriga. En este fragmento el protagonista conversa con su tío, Pascual
Verdú (resignado a los inconvenientes de la existencia) acerca de las contingencias
y cambios de la vida y sobre las nuevas y viejas generaciones literarias. La recupe-
ración de la tradición literaria española y el inconformismo ante lo establecido por
parte de los auténticamente grandes de nuestras letras quedan claras en el texto.
Los artistas jóvenes, iconoclastas, disfrutan de la virginidad de los caminos
estéticos aún no explorados, lo que los pone directamente en relación con los
clásicos inmortales de la literatura española. De ahí que la consigna Imitad a los clá-
sicos: no intentéis innovar encierre en sí la paradoja de que la imitación a los clásicos
reside, exactamente, en lo contrario: en no seguir la senda ya agotada de la estética
en boga sino en buscar nuevos modos de expresión que rompan la clasicidad o
la tradición imperante. El olvido es lo único que espera a aquellos que siguen el
rumbo marcado por otras generaciones.
Si bien en un texto tan breve es difícil hallar características novedosas que ilus-
tren la propia teoría que se extrae de él, sí que podría ser éste buen momento para
recordar algunas de las innovaciones que se producen con la novela de principios
de siglo en relación a la estética realista finisecular, como pueden ser la pérdida de
relevancia de la historia que se cuenta en favor de cómo se cuenta ésta; el hecho de
que se erija el interior del protagonista como eje de la novela, con lo que el relato
gana en percepción y pierde en acción y el narrador se acerca al yo-lírico; o que
el continuo narrativo se fragmente en cuadros tan vagos que nos lleven, a veces, a
no tener muy claro qué es lo narrado.

UNAMUNO. SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR


El sentido de la vida, la existencia del infierno, la vida eterna, la necesidad de la
fe… se convierten a lo largo de la obra de Unamuno en reflejo de sus propias
preocupaciones. Así lo vemos en estos fragmentos de San Manuel.
Ángela recuerda la figura de un cura de pueblo, don Manuel, que era conside-
rado por sus vecinos casi un santo por su bondad y sus desvelos por los demás,
pero que sufre una crisis de fe, entrevista al principio y finalmente descubierta
por la muchacha.
El primero de los textos nos muestra un don Manuel más apegado a lo terrenal
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que a lo divino. Ante la pregunta de la niña acerca de la existencia del infierno, el


cura se refugia en el paisaje que rodea a los personajes: hay que creer en lo que
se ve, en lo que se percibe. Todo lo que esté más allá es cuestión de fe, pero la fe,
íntima y personal, también nos viene dada por la jerarquía eclesiástica: se ha de
creer porque lo dice la iglesia… y basta.
En el segundo texto, los mismos personajes, Ángela y don Manuel, hablan
acerca de la eternidad y de la fe (dos cuestiones que interesaron profundamente
al autor y que se aprecian no sólo en sus novelas). Otra vez el sacerdote tiene
problemas para confesar su fe, sus creencias. Don Manuel cree en la vida (Hay
que vivir. Y hay que dar vida), pero no es capaz de creer en la vida eterna. En este
aspecto es precisamente en el que radica la paradoja de la vida de don Manuel:
él, a quien todos consideran un santo, carece de fe y, sin embargo, procura, tanto
con hechos como con palabras, que los demás sí crean. A Unamuno le interesa el
problema que experimentan sus personajes interiormente, sus contradicciones y
luchas. Don Manuel opta por vivir él la tragedia de la pérdida de la fe y mantener
a los fieles en la ilusión.
Unos fragmentos tan breves pocas muestras evidentes del estilo del autor nos
han de mostrar; no obstante, en las últimas líneas del segundo texto se puede ver
el gusto de Unamuno por jugar con las palabras: nótese el poliptoton de «engañó,
engañaba, engañarse, engañarme» y su incidencia en la trampa, en el engaño, en el
conflicto interior del personaje protagonista.

UNAMUNO. NIEBLA
Augusto se ha enamorado de Eugenia y ésta, poco a poco, lo va aceptando tam-
bién a él tras haber roto con su novio, Mauricio. Sin embargo, a pocos días de su
boda con Augusto, Eugenia huye con Mauricio. Augusto, decidido a suicidarse,
visita a D. Miguel de Unamuno, sin saber que él es en realidad el autor de la novela
de su vida. Unamuno hace saber a Augusto que no es en absoluto dueño de su
destino y que, como autor, es él quien tiene el destino del personaje en sus manos.
Esa misma noche, Augusto muere.
En el fragmento, Orfeo, el perro de Augusto, sirve de «receptor» de las re-
flexiones del protagonista sobre la existencia (¿qué somos?, ¿qué orígenes tene-
mos?, ¿realmente existimos o somos proyecciones de otros?), para lo cual usa el
autor el recurso de la interrogación retórica, tan útil en este campo: la pregunta
reflexiva queda hecha, la respuesta habrá de venir de parte del propio lector o,
mejor dicho, de su experiencia vital.
En su «conversación» con el perro, Augusto llega a responderse (a responder-
nos) algunas de las cuestiones que ha planteado: «cada uno es lo que los demás
creen que es», «no somos sino como nos imaginan los otros».
Sin futuro, la persona no es más que una acumulación de pasados: el futuro,
inexistente, parece pasado antes incluso de llegar, y todo transcurre casi sin sen-
tido, deslizándose monótonamente… El paralelismo con el pensamiento barroco es
notable en estas líneas (recuérdese, por ejemplo, al Quevedo de «¡Ah de la vida!»):
la vida es breve, el tiempo fluye rápido.
La niebla impide ver claramente la realidad. Las vidas humanas se desarrollan
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en la niebla porque somos incapaces de discernir lo que es real de lo que no lo


es; ni siquiera somos capaces de discernir si existimos o si sólo somos un sueño o
creación de otros. La niebla, como la vida, se disipa y acaba en un instante.
Y en esto consiste la eternidad: en un intentar volver al pasado, a la nada. Sin
embargo, esa empresa es imposible de realizar (por eso es eterna, al fin y al cabo):
se va hacia la nada sin llegar nunca a ella.

BAROJA. LA SOMBRA
El texto supone el relato completo de La sombra, en el que los temas de la religión
(llena de falsedad y pompa) y la crítica social, tan queridos al 98, se dan la mano.
Nos presenta Baroja dos mundos paralelos que, en determinado momento, se
cruzan, para desgracia de uno de ellos. Pronto nos damos cuenta de que las des-
cripciones tienen las características de otras que hayamos podido ver de este au-
tor: nexuación casi inexistente, párrafo breve, enumeraciones… De una parte, el
personaje marginal, derrotado, de la prostituta miserable; de otra, la solemnidad,
el oro y la falta de piedad de quienes se tienen por cristianos. Ambos sectores no
pueden ser presentados más distantes de como lo hace Baroja: ella, miserable, po-
bre, con harapos… (la condición de la mujer queda bien patentizada a lo largo del
cuento con la repetición literal o casi literal de un par de frases que nos ayudan a
no olvidar la miseria de la prostituta y la amargura de su existencia, reflejada en el
brillo del sol); los procesionantes, de oro, de plata, de terciopelo… La prostituta,
golpeada, insultada, perseguida, denigrada; los sacerdotes, vigilados por bayonetas
y sables… siempre al lado del poder y alejados del pueblo. Unamuno dirá que los
grandes nombres le han robado la historia al pueblo; con Baroja llegamos a una
reflexión parecida: los grandes y poderosos le han robado al pueblo la religión.
En otros textos arremete Baroja también contra el boato y la pompa de la
Iglesia. Así, en La dama de Urtubi: «… en el fondo de estos cultos extravagantes
y bárbaros [se refiere a las reuniones de brujas o sorguiñas] latía un anhelo de fra-
ternidad humana quizá mayor que en las iglesias solemnes y pomposas, llenas de
oro y pedrerías». Ahí está la crítica: el escritor critica la falta de humanidad, de
empatía, el olvido del prójimo (del pueblo) por parte del poderoso.
Pero el hecho religioso va más allá, o debe ir más allá: una Iglesia verdadera,
vuelta a su esencia (representada aquí por la sombra) nunca podría dejar de lado
al pueblo. De ahí la elección que toma la sombra.
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