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= LA TERRE JULES VERNE 4g AU or Se CE. 6 >, te aaNet 3. Tierra Neu a= 1-1 1g rare 4) oe 7% centr dela Tee Proyecto y direccién editorial: aie Ratil A. Gonzélez creda dec a Directora editorial: Xt nate POC Vanina Rojas ‘yoreccién de Rec A Gonzalez Subdirectora editorial: Cecilia Gonzalez Coordinadora de arte: Marfa Clara Gimenez Edicién: Cecilia Gonzalez Correccién: Victoria Cabanne Mustraci6n de tapa e interior: Diego de Rose Diagramacién: Sebastién Cohenes, Jessica Erizalde Tratamiento de imagenes, archivo y preimpresi6 Produccién industrial: Leticia Groizard ‘Sop diniem- (maqam dstocar etre ge) 1 Naa Fanaa. | Boi Ace Th, INDICE Capitulo 1: Se revela un secreto Capitulo 2: Un mensaje para deseitrar Capitulo 3: La atraccién de lo desconocido. Capitulo 4: El comienzo del vale Capitulo 5: Historia de! ascenso al olean Capitulo 6: £E\ crater es una puerta? Capitulo 7: Las entrafias del mundo Capitulo 8 En busea del marantial Capitulo 9: iPerdido en et interior dela Tieral Capitulo 10: El encuentro Capitulo 1: Un mar inesperado Capitulo 12: Natursleza gigante Cepitulo 13: Los pasos a seguir Capitulo 14: Diario de navegacién Capitulo 15: Fin dela travesia CGopituo 16: En ia ori, Capitulo 17: El descubrimiento Capitulo 18: La exposién Capitulo 19: EAdénde conduce el tinel? Capitulo 20: La aventura final Capitulo 2: Sorpresas (y una dua) Capitulo 22: El rotornotrunfa ! 2 L Jules Gabriel Verne nacié en Nantes, Francia, el 8 \ de febrero de 1828. Es uno de los mas conocidos od escritores de novelas de aventuras y se lo x considera uno de los padres del género de ciencia ficei6n, Sus historias han sido traducidas a casi todos los idiomas y han llegado al cine, al teatro y ala television en variadas versiones. Verne tuvo el talento de prever muchos inventos y viajes que en su época se planteaban como imposibles, pero que con el paso del tiempo se convirtieron en realidad. Fue condecorado a con la Legién de Honor, uno de los galardones més importantes en su pa(s, Falleci6 en la eq: ciudad de Amiens, el 24 de marzo de 1905. #6 Viaje al ceniro de bo Tierra fe 5 Beatriz Actis (Sunchales, provincia de Santa Fe, ¥ 1961) es egresada de la carrera de Letras de la Universidad Nacional del Litoral y vive en Rosario. Publioé literatura para nies y jévenes: Para alegrar al cartero (cuentos), Historias de fantasmas, bichos yaventureras (cuentos, Destacado de ALIJA 2004), Criaturas de los mundos perdidos (novela), Alrededar de las fogatas (novela, Premio La Mavida de Editorial Colihue), entre atros libros; literatura para adultos: Lisboa (cuentos, Premio Municipal de Rosario), Las poetas nocturnas (novela, Premio Fondo Nacional de las Artes), Los afos fugitivos (novela), Sin cuerpo no habré crimen (poesia), entre otros; y también libros de Educacién. ah 89 Jules Verne fe Y explicé que lo habla encontrado esa mafiana, ocul- to entre otros ejemplares de la libreria de Hevelius. A pesar de su antigtedad, el libro estaba en muy buen estado y no se desarmaba. El profesor dijo: —iY tiene setecientos aftos! Pregunté qué libro era. —Es la crénica de los principes noruegos que reina- ron en Islandia, de Snorri Sturluson, que fue un famoso autor islandés del siglo xii —y agrego—, es la obra cri- ginal, escrita en islandés. Me fijé en la escritura y puse cara de asombro: no podfa entender su significado. Mi tio explicé: —Es un manuscrito runico. Sefialé los caracteres de escritura (que a mime pa- recfan garabatos) y aclaré que las runas eran las letras usadas antiguamente en Islandia. OK ARMA AHATND WATHHYP NAETICE NIDDALE rears AHI lad RbAAK MAL RNASE A Senin shHVAK L4d1BH VYDAY] 440 NR FATED ba iar bheiBk Febiil El profesor manipulaba el libro mientras me lo mos- traba y hacia sus comentarios. Hasta que del interior, deslizandose entre las hojas, cayé al suelo un pergari- no sucio y rugoso. i" te “fe Vig al eenro de la Tierra ## 9 oc» Capitulo 2. co Un mensaje para destifrar —iéQué es esto?! —exclamé el profesor, emocionado, mientras examinaba el viejo pergamino y trataba de descifrar las runas. En ese momento, la criada se asomé al despacho y anuncié: —La sopa esté servida. —iAl diablo con la sopa! —grité mi tio, y Marta cerré rapidamente la puerta. Comprend/ entonces que el descubrimiento era tan importante como para alterar los hébitos del profesor. —Se trata sin duda de un criptograma —dijo,frunciendo el entrecejo. Y sin mirarme, ordend: —iSiéntate y escribe! Mi misi6n seria, sin dudas, ayudarlo a traducir aquel mensgje cifrado. —Ahora voy a dictarte las letras del abecedario que corresponden a cada una de las runas y veremos qué resulta. iNo vayas a equivocarte! Comenzé a dictarme y yo a escribir las letras, unas a continuacién de otras. Todas juntas formaban esta sucesién de palabras sin sentido: Wm ANLLS SREMEL SEECTDE S6TSSHE ONTETES NZEDRKE kT, SANN, ATRATES: SAODRAN, ERNTAEL NOAECT RATLSA ATVAAR NXCRC TEAKBS corns EEUTUL sean OT rac OsEr80 keorDy #2 “fe Vigje al centro de la Tierra +, ca —iéPero qué quiere decir esto?! —repetia el profesor, con la hoja entre las manos. 2Esas palabras en clave ocultaban, acaso, algtin se- creto asombroso? El profesor comparé libro y pergamino, y concluyé que el mensaje cifrado era posterior al libro: una de las letras, escritas en el pergamino se habia agregado al abeceda- rio islandés recién en el siglo xiv; en cambio, el autor del libro hab/a vivid mucho antes, en el siglo Xil. Tomé su lupa y se puso a revisar su hallazgo para ver, sino ocultaba la firma del autor. —iAqui esta! —grité después de un rato de examinarlo, Lo que a simple vista era una mancha borrosa permi- tia descubrir, a través de la lupa, un nombre: Arne Saknussemm. Mi tio explic6, ante la expresion de intriga de mi cara: —Fue un sabio islandés del siglo xv1. iY un alquimista célebre! xs. \. Se ont @ # ae Se confirmaba entonces la primera suposicién: el mensaje ocultaba un importante secreto, ya que los alquimistas fueron los verdaderos sabios de su época y realizaron descubrimientos inesperados. —Z£En qué idioma estardn escritas estas palabras desordenadas? —nos preguntabamos con mi tfo. El respondié, tras pensarlo —En latin. Los alquimistas escribfan en esa lengua durante el siglo xvi, en el que vivid Ame Saknussemm. Volvimos a examinar la lista de palabras incomprensibles. En general tenfan seis o siete letras cada una, aunque no todas eran letras ya que se intercalaban signos de puntua- cién come comas y puntos. Algunos vocablos tenfan solo consonantes y otros, demasiadas vocales. Alguien debfa haber escrito el mensaje y después desordens las letras. Pero tenfa que haber una clave para volver a ordenarlas. 12.9% ies Verne ee _ co Capitulo 3 co La alraceidn de lo desconocido fe Vig alent de Ja Tierra 13 th 7 Hy —Bien —dijo el profesor, sin leer lo que yo habia escrito—; ordena ahora esas palabras en una linea horizontal. Asi lo hice y obtuve la siguiente frase: creto, y yo seria el encargado de ayudarlo. Habia para m/ un solo obstaculo: debia luchar con mis Teiea epi sentimientos. En el despacho, el retrato de Gratisen, la ahijada de mi tio y mi novia secreta, firme frerte a mis ojos, me desconcentraba. Cuando lograba volver del estado de enamoramiento, la voz del profesor me obligaba a trabajar con precision. —Tal vez —dijo— el autor escribié las palabras en sentido vertical, en columnas (es decir, sin poner las letras unas a continuacién de otras), agrupdndolas, por ejemplo, de cinco en cinco. Trata, Axel, de escribir algu- na cosa, cualquiera, de ese modo. | Comprend/ su intencién y escriby inmediatamente: M i tfo estaba empefiado en traducir el mensaje se- qoeab u,4Ge imarn —iPerfectamente! —exclamé mi tio, arrebatandome el papel de las manos—. Ahora, para leer la frase que acabas de escribir y que yo no conozco, lo que haré sera tomar la primera letra de cada palabra, después la segunda, después la tercera... y asf sucesivamente. Entonces, mi tio ley6, lleno de sorpresa: Te quiero, mi pequetia Gradben Puse cara de “yo no fui", ipero mi amor oculto me habia delatado! El profesor estudio mi rostro y afirmo: —De manera que estas enamorado de mi ahijada... Pero tan apasionado estaba con su investigacién que pronto lo olvidé y continuamos trabajando. —Bueno, ahora apliquemos este método al pergamino. Me dict6 letra por letra y al final qued6 escrito un mensaje incomprensible: ak 16 fp es ene ? mnessunkasenra.icetdok.segnittamartn — etertswrrette, roraivxaduayednecsedsadne jacartnjiilajsitatracsacbmatabiledneili sucetarcriaynttnn Mitio se puso furioso, dio un golpe de putio sobre la mesa y salié de la habitacién. Yo me quedé pensando y pensando, mientras acomodaba automaticamen- te unas piedras en una repisa. Algunas letras podfan formar parte de palabras latinas pero otras, supuse, podian ser también hebreas, inglesas, francesas. Des- pués descarté esta idea. Estaba preocupado y nervioso, por lo cual comencé a juguetear, casi sin darme cuenta, con el papel, y hasta me abaniqué con él. Al abanicarme, el derecho y el revés del papel se presentaban alternadamente ante mivista. Y enuna de esas rapidas vueltas, en el momento de que- dar el reverso ante mis ojos, cref ver aparecer palabras latinas como “craterem'” y “terrestre’, entre otras. El profesor tenia razén: todo estaba escrito en latin. Pero yo acababa de descubrir, por pura casualidad, que habia que leerlo a contraluz, ya que las palabras latinas estaban escritas al revés. Lef entonces, conocienco ya laclave para hacerlo, y quedé boquiabierto al compren- der el significado de lo escrito. No, no podria mostrarle semejante cosa a mi tio. Tan audaz y decidido, iba a seguir al pie de la letra el mensaje. Iba a llevarme con ély tal vez nunca volveriamos. -# Viaje al eenkra de la Tierra te 15 a Decid/ callarme la boca. Pasaron muchas horas y el profesor continuaba intentando traducir el pergamino. Yo lo observaba en silencio, mientras el secreto luchaba dentro de mf por salir a la luz. Finalmente ya no soporté ocultar el men- saje y le conté la verdad a mi tio. Este no tuvo tiempo siquiera de enojarse conmigo; se abalanzé sobre el pa- pel y ley6, temblando de emocién: E:. Sneffels Yocalis craterem kem delibat ambra Scactacis Talii intra calendas E descende,audax viator, el terrestre centrum attinges. Kod feci, . Arne Saknassemm El mensaje podia traducirse asf: Desciende al crater del Yocul de Sneffels que 1a sombea del Scartaris acaricia antes de las calendas de Julio, audaz viajerd, y legards al centro de la Tierra. Como he legado yo, Arne Saknassemm -# Vig al cana de a Tera x7 th i a ae ce Capitulo 4.0 Parti con la aprobacién de mi prometida y sus pala 2 : os bras de aliento en la memoria. El comienzo del viaje at = Llevabamos prisa en nuestro viaje. rmamos los bultos y las maletas, y alos pocos dias De Copenhague —el primer destino— a Reykiavik, la A partimos hacia Islandia, lugar de origen del zutor capital de Islandia, solo partia una expedicion al mes. del mensaje cifrado y en donde se encuentran las No debiamos atrasarnos; tenfamos que ver la sombra montafias alli mencionadas: Sneffels y Scartaris. Todoen del pico Scartaris acariciar el crater del volcan Sneffels, el més absoluto de los secretos. | segtin lo advirtiera el mensaje oculto en el pergamino, Yo no podia recuperarme atin de mi sorpresayme pero eso sucederia solo en cierta época del afio. encontraba en un estado que era mezclade excitasién, _Viajamos primero en tren desde Hamburgo hacia miedo (hasta tuve fiebre) y una rara sensacin de de- | Copenhague y luego en barco durante diez dias saffo. Sabfa por mis lecturas que al descender hacia las | hacia Islandia. Nos encoritrébamos en cubierta frente a profundidades de la Tierra la temperatura aumerta, y a amplia bahia cuando el profesor, sefialando el norte que se calcula que el centro esta constituido por un gas con el brazo extendido, me alert sobre una elevada ardiente que eleva la temperatura ams de doscientos. montafia que terminaba en dos picos cubiertos de mil grados. Pero mi tio afirmé que la ciencia no sabia __pieve eterna, y dijo entusiasmado: con certeza absoluta qué es lo que ocurria alli yque —iE] Sneffels! iAllf esté el Sneffels! nosotros serfamos los responsables de averiguarlo. Ante nuestra vista se ergula, imponente, Ne ‘Antes de partir, recibi una grata sorpresa: la querida el volcdn, el destino final de la expedi- Graben apoyaba mi partida acompariando al profe-_cidn. 0, en verdad, el punto de partida sor, y en ningtin momento se quejé ni me reprocd lade nuestro verdadero viaje. decisi6n. Dijo: ~ —Axel, he estado hablando con mi tutor sobre esta expedicién. Es un hombre de gran valor y no dabes olvidar que su sangre es la misma que corre por tus venas. Tienes la oportunidad de acompafiarlo en un viaje que le abrira nuevos caminos ala ciencia. Cuando regreses, serés un hombre. * Arribamos finalmente a la capital de aquella “tierra de hielo”, Reykiavik. A todos relataba el profesor esta falsa historia: habfamos llegado a Islandia para estudiar la riqueza mineral de la isla. Nos dirigiamos a la zona occidental para escalar el volcan Sneffels, inactivo desde el siglo xil, y realizar estudios en su ordter. Era importante mantener en secreto nuestro real propésito, Nibien llegamos conocimos al sefior Fridriksson, cate- dratico de ciencias naturales de la escuela de Reykiavik. El nos dio indicaciones para recorrer la ciudad y hurgar entre los viejos manuscritos de la biblioteca. También nos recomendé a quien seria nuestro gula. Se llamnaba Hans Bjelke. Sus maneras y su temperamento contrastaban con los de mi tio, pues cra silencioso y actuaba con mu- cha calma y lentitud. Sin embargo, el profesor y el gula se entendieron facil- mente y cerraron rapido el trato. Este consistia en queHans nos acompafiara hasta la aldea de Stapiy luego permane- ciera al servicio de la expedicién cientifica todo el tiempo que fuera necesario. Recorrerfamos a caballo el tramo que separaba la ciudad en la que nos encontrabamos del pie del volcdn. Sin que el guia lo oyera, el profesor me dijo: —Hans no comprende todavia que seré un hombre famoso. Nisiquierasospechaelimportante y maravilloso papel que le reserva el futuro. —éAcaso 6! nos acompafiara hasta...? —pregunté, casi temblando. —...hasta el centro de la Tierra. aye Viaje al cenino de la Tierra:tt 19 * th. ce Capitulo 5 co Historia del ascenso al volean urante el trayecto desde la capital hasta el voledn D recorrimos zonas pantanosas, lagas extensiones desoladas, aridos pies de montafia. Todo bajo la luz del sol, porque durante el verano en esas regiones ocurre un fenémeno natural que permite que el sol sea visible durante todas las horas del dia. Los instrumentos que nos acompafiaban en nuestro viaje eran + Un termémetro (para medir la temperatura) + Un manémetro (para medir la presién de gases y de lquidos) + Un cronémetro (para medir el tiempo) * Brujulas * Anteojos especiales para observaciones nocturnas + Los aparatos de Ruhmkorff que, mediante una corriente eléctrica, brindaban una luz portatil f También llevabamos algunas armas y varias herramientas: picos, martillos, hachas y largas cuerdas con nudos. Nuestra ropa era cémoda y los zapatos estaban impermeabilizados. Las provisiones consistfan en carne concentrada y galletas, y calculabamos que nos durarian seis meses, Nos acompafiaba, ademas, un mapa detallado de Islandia. En ese tramo de la ex- pedicién, me inundaba el placer de recorrer a caballo un pais desconocido. % 20 desviere tae 2% Vinge al eno dela Tierra 21 a 4 #2 E121 de junio llegamos a Stapi, justo al pie del velcdn. | ¢Podia probarse cientificamente que no estaba prepa- Laaldeano tena més de treinta chozas y estaba edifica- __rando otra erupcién? Y si de golpe el volcan estallaba, da sobre un mar de lava, en el fondo de un pequefic fior- qué serfa de nosotros? do, bajo los rayos del sol reflejados por el volcén.Dosdias | _El profesor —ifelizmente!— disipé mis dudas. Ex- después comenzamos el peligroso ascenso al Sneffels. __ plicé que hay sefiales que envian los volcanes antes de estallar y que el Sneffels, por el que ascendiamos Caminabamos en fila, detras del guia, quien noscon- | lentamente, no habia emitido ninguna de ellas, asi que ducfa por caminitos tan estrechos que complicaban __ podfamos quedarnos tranquilos. la marcha; deb/amos apoyarnos en bastones para___ Al llegar a la cima, el espectaculo que contempla- avanzar. Nos deslizabamos sobre rocas pesadas, de un __ mos nos maravill6. Podiamos ver gran parte de la isla: color gris oscuro, que al enfriarse habfan adoptado __extrafias formas y colores, los picos y los glaciares, el forma de prismas. A lo lejos se vefa un gran nimero — océanoa lo lejos. de conos aplastados que fueron, en tiempos antiguos, Hablamos trepado mil setecientos metros hacia el estaba formado el suelo de Islandia. Senti temor. No podla dormir por aquellos dies sin sofiar con erupciones. €Quién podia afirmar con total certeza que el Sneffels estuviera apagado del todo? | lenguas de fuego que escupia el volcdn. De ese modo | cielo. Era hora de descender a través del crater. 22% Jules Verne tt 4% Vigje al centro de la Tierra 23 a #3 ce Capitulo 6 co Pronto quedamos solos mi tio, Hans y yo: los car- gadores habfan partido de regreso a la superficie. Esa noche dormimos en el lugar, y mi suefio fue breve y sobresaltado. E | crater del Sneffels tenta forma de cono invertido. |__ A la mafiana siguiente, el pequefio recorte de cielo éEl crater es una puerla? Al asomarme pensé: “Caeré por este embudo", | que podiamos observar desde donde estébamos era Calculé su profundidad y eso me produjo cierto | nubladoy gris. Sin sol, no podria proyectarse la sombra temor. Sin embargo, las pendientes eran suaves y nos _ del pico Scartaris, tal como lo sefialaba la clave para permitirian descender bastante facilmente. descubrir la entrada secreta Hans, con su habitual aire distante, se colocd al frente Era 25 de junio. Si el cielo permanecia cubierto por de la caravana (desde la salida de la aldea nos acom- | espacio de seis dias mas, ya no podrfamos seguir las pafiaban unos cargadores islandeses que llevaban los | indicaciones del manuscrito ("...antes de las calendas bultos con las herramientas y las provisiones), mientras | de julio”). Iba a ser necesario aplazar la expedicion para los demds lo seguiamos en silencio. @l afio préximo. Durante el descenso, en ciertos pasajes, fue necesario | Mi tfo se mostraba taciturno y, por momentos, muy que nos atéramos unos a otros con una larga cuerda para | enojado. Elgufa, en cambio, ajenoa nuestros verdaderos que, si alguno llegaba a resbalarse, quedara sostenido por | propdsitos, se vela —como siempre— imperturbable. los demds. El dia 26 transcurrié del mismo modo. Una mezcla de Una vez en el interior del crater, levanté la cabeza y __lluvia y de nieve cay durante muchas horas. viel orificio superior del embudo. A través de él se | Alia siguiente, el cielo también permanecis cubierto, descubria un pedazo limpido del cielo de Islandia, pero el domingo 28 de junio, el antepentiltimo del mes, De pronto escuché exclamar a mi tio: conel cambio de luna varié el tiempo. Y el sol se derramé —iAxel! iAxel! iVen! iY miral en el interior del crdter. Pasado el mediodfa, la luz se Asi pude leer sobre la superficie de una roca, grabado | proyect6 sobre las chimeneas naturales formadas en encaracteres rtinicos y algo desgastado por el pasodel _ las paredes. La sombra del Scartaris cubrié exacta- tiempo, éste nombre: “Arne Saknusemm”. mente la chimenea central No cabfan dudas: el mensaje del pergamino era fatalmente verdadero. Quien lo habia escrito habia ate visitado el fondo del crater y dejado testimonio de ello a través de su firma en la piedra. 24 9 sles Vere ce Capilulo 7 co abia llegado el momento: comenzaba el viaje verdadero. Posé mi mirada, fija, en aquel agujero incierto que pronto fbamos a atravesar, siguiendo el entusias- mo feroz de mi t(o. Hans parecia aceptar con cama y sin sorpresa la nueva aventura, aunque su indiferencia era tan habitual que parecia ser su actitud permanente ante la vida El camino sefialado era un agujero profundo en el cual mi tio arrojé una cuerda. Aprovecharfamos tam- bién las salientes que alcanzabamos a entrever en las r— paredes del hueco; nos servirlan de apoyo mientras ait bajdbamos En cuanto a la cuerda, el profesor puso en practica algo sencillo e ingenioso: la desenrollo, dejé caer prime- ro lamitad, después la amarr6 alrededor de una saliente que formaba la lava y eché al pozo la otra mitad, De este modo podfamos bajar todos conservando en la mano las dos mitades de la cuerda, que no podia separarse. Después de que hubiésemos descendido lo suficiente, podriamos recuperarla con facilidad soltando una extre- midad y tirando de la otra. Sil pozo resultaba muy pero muy profundo, esta practica se repetirfa tantas veces como fuese necesario. 26 ie Jules vorna aah % Vigge al centro de la Tierra 27 ae Comenzamos a bajar. La oscuridad era cada vez mas | estalactitas y las paredes, revestidas en lava dura, re- intensa y yo, a menudo, perdia no solo la noci6n del es- | flejaban, multiplicdndola, la luz de nuestras l4mparas. pacio sino del tiempo. Demoramos casi diez horas en | Marchamos durante algo asi como siete horas y yo llegar al fondo del pozo. Una vez alli, y en medio ce una | estaba decididamente agotado. Seguin los calculos del negrura casi completa, comimos y nos echamosa dor- | profesor, nos encontrébamos a tres mil metros bajo el mir sobre las piedras. nivel del mar. Las teorfas cientificas que conociamos hasta el momento de iniciar nuestro viaje indicaban A las ocho de la mafiana nos desperté un débil | que en esos lugares todo estarfa ardiendo. Sin embar- rayo de luz, que era todavia nuestra conexién con el | go, apenas hacia un poco de calor. mundo exterior. Segtin calculé el profesor, estétamos en el nivel del mar. Después de descansar, proseguimos la marcha —Ybien, Axel —me dijo—, équé piensas de todoesto? | descendente. Nos encontramos de pronto con una ENo has pasado, acaso, una noche de lo mas tranquila? | pifurcacién. El profesor, que de modo permanente iJamas hemos dormido en medio de tanto silencio en | demostraba ser el Ifder de la expedicién, eligié sin nuestra casa de la Konig-strasse! No hubo aquiniruido | dudar uno de los caminos, el del este. Y hacia alld fuimnos de carruajes ni gritos de vendedores. también Hans y yo. Durante la caminata vimos en las —Es cierto: en el fondo de estos pozos se est4 muy | paredes fésiles de plantas, peces y reptiles. El recorrido tranquilo —lo interrumpi—, pero esta tensa serenidad | fue dificultoso y duré cinco dias, hasta que llegamos al tiene para mi algo de espantoso. final del tunel, tapado por rocas que hacian imposible —iVamos! —exclamd—, si te asustas tan pronto, seguir avanzando, Equé sensaciones tendras cuando sigamos bajando y Me preocupaba la falta de agua: nuestra provision bajando por las entrafias de la Tierra? se estaba agotando y no habfamos encontrado nin- Ya no pude responder. gin manantial subterrdneo, Mi tio decidié volver sobre nuestros pasos. Mitio consulté el barémetro y nos advirtié que, durante el descenso, nuestros pulmones se irfan acostumbrando aye dea poco a la mayor presién del aire. * Nos internamos en una especie de galeria inclinada a.cuarenta y cinco grados. Debfamos tener cuidado de no resbalarnos por el declive. Del ttinel colgaban 28. Jes Verne 9 Vig a coo de la Tierra 29 the ae ce Capitulo 8 eo hacia resplandecer atin mas la mica y el efecto que esto : ; producfa resultaba cegador, centelleante. iEstabamos En busca del manantial atravesando la corteza terrestre! Después de una ardua marcha, llegamos a una zona en que las paredes eran de P or fin, el 8 de julio, arrastrandonos sobre las} granito y entonces cesé el juego de la luz rodillas y las manos, llegamos, fatigados y sedientos, ayanzabamos y la sed se hacia cada vez mas al punto de interseccién de las dos galerfas de | jnsoportable. Hans, sin decir palabra —como era su donde habiamos partido dias antes. Allime tendisobre | gostumbre— avanz6 mas rapido que nosotros y pronto la lava y mi tfo se acercé con su cantimplora. lo perdimos de vista. Me asusté, Temf que nos hubiera —Es el ditimo trago de agua que nos queda —susurr6, " abandonado. Pero no, estaba buscando agua. Habfa y me lo dio de beber en la boca (yo casino podia mover- escuchado un rumor y segufa esa pista. me por la debilidad y el cansancio). Mi tio y yo comenzamos a ofr también extrafios rui- Su gesto me emociond, y me fortalecieron tanto el dos, El profesor explicd: agua como su apoyo, ~ Ese rumor es el de un rio subterraneo que circula Mi instinto me decia que aquello era demasiado a nuestro alrededor. peligroso y que debiamos regresar a la superficie.|__ Apresuramos el paso, motivados por la esperanza El profesor me dio la posibilidad de volver cor Hans | de calmar la sed. El solo ruido del agua ejercié un mientras él segu(a el viaje programado. Sin embargo, | poder magico sobre mi y me sent/ mucho més fuerte me pidié un ultimo esfuerzo: avanzar juntos un dia y optimista. més por la galeria que no habiamos explorado atin (la que hacia unos dias él habfa descartado como camino Hans reaparecié entre nosotros y con un pico se a seguir). puso a perforar la pared. Hab/a descubierto que por —Si entonces no encontramos un manantial subterra- | allf circulaba el torrente. neo que nos provea de agua, volveremos ajo. Ni mito ni yo hubiéramos sido capaces de dar golpes Y acepté su propuesta. : tan precisos, Nuestras manos impacientes e impruden- tes— seguramente habrian hecho estallar en mil pedazos La nueva galerfa por la que bajébamos era casi un | la roca, Nuestro gufa, por el contrario, fue desgastando laberinto lleno de recodos. Las rocas de las paredes | poco spoon la piedra a través de pequefios golpes que brillaban pues tenian mica. La luz de nuestras lamparas | repetfa una y otra vez, hasta que abrié un orificio. 20 fe Jules Vere fe Vigje al cenlra de Ja Tierra #t 31 # ae De él surgié, con un ruido semejante al de un fuerte oe Capitulo 9 co silbido, un gran chorro de agua que se estrellé con vio- : i lencia en la pared opuesta y arrojé a Hans al suelo, iPerdido en el interior Sumergf las manos en el liquide y eso me caus6 do- * lor: iel agua estaba hirviendo! de la Tierra! Mitlo, pacientemente, sefialé: Ya se entriard.. Yas{ fue. Cuando pudimos probarla, la sensacién de A | dia siguiente continuamos avanzando. El arroyo alivio resulté incomparable. corrfa, susurrante, a nuestro lado. Por su sabor, se notaba que posefa muchos La galeria de granito presentaba formas capri- minerales. chosas, pero aun asi sabiamos —mi tfo consultaba a éDe donde provenia el liquido que nos habia salvado | menudo la brijula— que la direccién en la que avanza- la vida? Poco nos importaba. Era agua y, aunque tibia” bamos era sudeste. todavia, nos revitalizaba. iYo estaba de franco buen humor! Llenamos las cantimploras. Hans intent6 taponar| quel dia y el siguiente avanzamos bastante en sen- el orificio pero le resultaba muy dificultoso. Dijo el tido horizontal y menos en sentido vertical. profesor: El viernes 10 de julio, seguin los calculos del profesor, —No lo cierres, deja correr el agua que, al descen- debiamos encontrarnos a treinta leguas de Reykiavik y der siguiendo su curso natural, nos servird de guia y, al a una profundidad de diez leguas y media. mismo tiempo, calmaré nuestra sed. El crondémetro nos advirtié que era de noche.Comi-| En unmomento de la travesia se abrié ante nosotros mos y nos echamos a dormir. un pozo angosto, cuyas salientes formaban una espe- cie de escalera aie A pesar de esa facilidad que nos brindaba la natura- leza, Hans preparé las cuerdas para prevenir cualquier tipo de accidente, y dimos inicio a un nuevo descenso. Cada quince minutos era necesario detenerse a descansar. Entonces aprovechabamos y nos sentdbamos sobre alguna saliente rocosa, con las piernas colgando, y conversabamos. f 4 f i 41 ‘ , 32. Jules verne A veces comiamos y después, bebfamos del arroyo —que se habla convertido en cascada al caer por la grieta— que nos acompafiaba como un perro fie. Durante los dias siguientes continuamos descen- diendo por las espirales de la grieta. iPenetramos dos leguas mAs en la corteza terrestre! Esto nos colocaba a cinco leguas bajo el nivel del mar. Estabamos cansados pero nuestro estado de salud era bueno. A medida que fbamos avanzando, el camino sé hizo extrafiamente més sencillo y por eso, més mondtono. Calculé que ya no estarfamos bajo el suelo de Islandia, —éLo crees asi? —pregunté mi tio. Lo comprobé a través del compas con el que tomé medidas sobre el mapa: —iEstamos debajo del océano! Y me llené de una rara sensacién imaginar el agua salada fluyendo sobre nuestras cabezas. Vise al centro de la Tierra sie 32 Cuando llegé el dia 7 de agosto comprobamos que habiamos descendido treinta leguas. Pensé con asom- bro (y algo de orgullo): —Tenemos sobre nuestras cabezas treinta leguas de rocas, de mares, de continentes y de ciudades. Aquel dia, e! tinel que atravesabamos seguta un plano bastante inclinado. Yo marchaba adelante y me adelanté. De pronto, al mirar hacia atras, me di cuenta de que me encontraba solo. —Bueno —pensé sin caer en la desesperacion—, he caminado muy rapido, 0 tal vez Hans y mi tio se detuvie- ron en algtin lugar. Iré a buscarlos. Volvi sobre mis pasos, pero anduve unos quince minutos sin encontrar a nadie. Los llamé, pero nome res- pondieron. Solo escuché el eco de mi propio llamado Fue en ese momento cuando comencé a sentir inquietud. Al rato, me recorrié un escalofrio. Segui retrocediendo, sin resultados, y entonces me asalté una duda: —élba realmente yo delante de mis compafieros cuando los perdi? No podrfan haber sido ellos los que se adelantaron y me dejaron atras? En ese caso, ial retroceder, cada vez me iba alejando més y mas del gu/a y del profesor! El arroyo ya no corria a mis pies. 34% Jules Verne tt oe Viaje al cenlro de la Tierra 35 a Escuché nuevamente, la oreja contra el muro, y esta vyez lo que of... fue mi nombre! Entonces comprendi que para que mis compafieros me oyeran debia hablar a lo largo de aquella pared, porque ella transmitiria mi voz como un cable conduce laelectricidad. Grité: —iTio Lidenbrock! Y esperé, terriblemente ansioso, deseando que aquel fenomeno acustico fuera mi salvacién. Des- pués de algunos segundos llegaron a mis oidos estas palabras: £8 co» Capitulo 10 «0 E| reencuentro que sentia como laberintos, como carceles. Traté de tranquilizarme: tenia viveres para tres dias y mi cantimplora estaba llena de agua. Sin embargo, no podria permanecer mucho més de ese tiempo solo. Decidi volver al lugar en donde me habia alejado del arroyo. Pero édénde era exactamente y cémo lo Faria? Caminé y caminé, hasta que me encontré con un callejon sin salida. Al loparme con él, tropecé contra la pared que impedia mi paso y caf sobre las piedras. Senti dolor, miedo... y me desvaneci. A nduve extraviado por caminos entrecruzados Axel! iAxel! dEres tu’ ‘Alvolver en mi, tenia el rostro mojado por las légrimas. ‘Algo me sobresaltd. Un ruido parecido al de una ex: |. plosién. Pero, éde dénde provenia? \Volvi a escuchar con atencién. En el profunde silen- cio podia oir los latidos de mi corazén. Me apoyé contra la pared y escuché vagas y Iejanas palabras. —Si,es cierto: ihablan! ihablan! —murmuré, otra vez esperanzado. Grité con todas mis fuerzas: —iSocooo00rreoce00! Nadie respondié. Transcurrieron algunos minutos. -# Viaje al centro de Ja Tierra ¥ 37 we 36 ofp Jules verne fe at —iPobre Axel! Esctichame. Te buscamos subiendo y bajando por la galerfa, sin éxito. También pensamos que te encontrarias al lado del arroyo, asf que remon- tamos Su curso y disparamos nuestros fusiles para que nos oyeras. Ahora debemos saber qué distancia nos separa. —éTiene usted su cronémetro? —dije. Si. —Pues bien, tomelo y pronuncie mi nombre. Anote con total exactitud el momento en que lo diga. Yo lo repetiré, y usted anotaré el instante preciso en que es- cuche mi contestacion. Continud de este modo nuestra inusual conversacién a distancia. En cuanto a la direccién que debia tomar, mi tio me aconsejé que marchara hacia abajo. Explicé que Hans y él habian llegado a una caverna inmensa una especie de gruta— en la que desembocaban mu- et chisimas galerias. —iAsfes, profesor! —Parecerla que todas estas fracturas del globo De este modo lo hicimos, Mi to calculé que hablan} terréqueo convergen aqui, en la caverna donde estamos. transcurrido cuarenta segundos entre las dos pala-_ Asique la galeria que has seguido ti cuando te perdiste bras: entonces, el sonido empleaba veinte segundos) no tiene més remedio que conducirte a esta gruta. para recorrer la distancia que nos separaba. Y calcu-) === : oes lando a raz6n de 1.020 pies por segundo, restltaban| _ Las tltimas palabras del profesor que escuché a tra~ 20.400 pies, es decir una legua y media de distancia} vés de la pared fuero entre ellos y yo. —iEn marcha, Axel! iTen fuerza y confianza! ae —Entiendo. Con este método, la mitad del tiempo que transcurra entre mi pregunta y tu respuesta sera el que mi voz emplea para llegar hasta ti. 3 38 Jules Verne . Viaje al centro de la Tierra 39 zz rf " a Capitulo 11 Después de los cuidados recibidos y de dormir toda fe lanoche, amanect sintiéndome mejor. Observé la gruta | | \ } en la que nos hallébamos. Era muy amplia; colgaban estalactitas y el suelo estaba cubierto de una arena fina. A pesar de que no teniamos ninguna lampara en- ala debilidad y la fatiga. El camino descendia en) cendida, entraba por una abertura un claro resplandor. forma de pendiente y resbalé por ella. Perocomo| Se ofa, ademés, un rumor vago que me recordaba las era muy pronunciada, tomé demasiada velocidad en la__olas del mar y el viento en la playa. bajada y précticamente cal. Reboté y golpeé la cabeza} éMeengafiaban os sentidos? éVelarealmenteunrayo contra las piedras. Perdf el conocimiento. de luzy escuchaba en verdad el sonido del mar? ZEstaba Cuando volvi en mi, me encontré en la semicscuri- | sofiando 0 acaso habiamos subido a la superficie? dad, recostado sobre unas mantas. Mi tio estaba a mi lado. Abr! los ojos y él exclams, leno de felicidad y diri- giéndose a Hans: —iVive! iVive! —Si—alcancé a responder con un hilo de voz nduve y anduve, a veces arrastrandome cebido 40 fe Jules Verne ie ® Viaje al centro de la Tierra te 41 at : a Para tener alguna certeza, pregunté a mi tio qué dia | Quedé maravillado. erayme dijo: iE| mar! —exclamé. —Es 10 de agosto. —Si—respondié mitio—,el mar de Lidenbroch. iAcabo Apesar de dudar de mis percepciones, me sentia | de ponerle mi nombre, puesto que lo he descubierto! repuesto. No tenfa fiebre y, gracias a unos unguzntos | Ante nuestros ojos se extend una inmensa capa de que me habia aplicado Hans (eran viejos rem2dios | agua, tal vez un océano que no parecia tener limites. islandeses), mis heridas estaban cicatrizando. Las olas rompian en la orilla rocosa y formaban una El profesor me puso al tanto de todo lo que rabia | espuma blanca y liviana. sucedido. Supe entonces que caf en medio de un | Sobre la playa se encontraban pequefios caparazo- desmoronamiento de piedras y que me salvé por mila- | pes en los que —estdbamos seguros de ello— habian gro. Pregunté por la luz y el sonido del mar... 20 acaso J yivido los primeros seres de la creacién. Todo tenia un estaba yo alucinando? aspecto primitivo y salvaje. Dijo el profesor: Cerré los ojos y me dejé llevar por el estrépito de las —éCémo he de explicarte yo lo que es inexplicable? | olas y por la vivida sensacién del viento marino en la Pronto lo verds con tus ojos y comprenderds que la | cara. Sabfa, sin embargo, que era una ilusién, una espe- ciencia tiene mucho que replantearse... cie de gran escenografia, en el sentido de que aquello Quise levantarme y recorrer el lugar para ver con J no era exactamente igual que los océanos de la super- mis ojos qué era aquello “inexplicable” que desafiaba § ficie del globo. la geologia. Sobre las nubes se adivinaba un techo de granito. El profesor dijo: hacia tanto tiempo que estébamos encerrados —Descansa un poco més para recuperarte por com- | bajo tierra, que esa repentina vision me reconfortaba pleto. La travesia ser, seguramente, muy larga. ‘enormemente. Pregunté con asombro: Laluz que cubria aquel paisaje desiertonoeracomola —. —éLa travesia? del sol y ni siquiera como la de la luna. Era un fenémeno —S{ —respondié mi tfo con naturalidad—, mariana J eléctrico (“césmico’, explicé mito), una especie de auro- nos embarcaremos para seguir nuestro viaje. ra boreal continua, que alumbraba aquella caverna ique era capaz de cobijar en su interior un océano! No hice caso a las recomendaciones del profesor y sal de inmediato de mi lugar de reposo para ver qué age era aquello. #¢ Viaje al centro de la Tierra-te 43 eX ‘Aunos quinientos pasos de nuestro punto de partida, detras de unas piedras muy altas y escarpadas, inos encontramos con una selva! La vegetacidn era espesa y estaba formada por Arboles de distintos tamafios pero siempre descomunal. ©) aminamos con el profesor por la playa. Hens se ‘A pesar de que corria una leve brisa que venta del § bafaba en el océano con total naturalidad, como} mar, sus hojas no se movian, como si se tratara de si toda la vida hubiera vivido alli, como si pertene- | Arboles petrificados. Es decir, las corrientes atmosféri- ciera a ese lugar. cas no parecian alterar para nada el follaje. Ala izquierda, grandes rocas, unas sobre otras.) Avanzamos répidamente en medio de la selva, debajo parecian formar montafias en escala por las que se} dela sombra de aquellas ramas frondosas, maravillados deslizaban cascadas de agua transparente. En algunas | por el sorpresivo paisaje. ocasiones, de los manantiales surglan vapores que in-|_ Pudimos reconocer especies comunes en la super- dicaban que el agua era caliente. Los arroyos corrian) ficie de la Tierra, pero que aqui, en las profundidades, silenciosos hacia el mar. tenian un tamafio desmesurado. Jules Verna ce Capitulo 12 co 44 2% Jules Verne # & Viaje al centro de la Tierra te 45 ah En cierto momento de la marcha, descubrimos con | _—_ Recordé el suelo que acababamos de pisar, cubierto admiracién que estabamos caminando por los sende- | de polvo y de osamentas. ros de un bosque de hongos gigantescos. Tan grandes | Yolyimos a avanzar y pude recoger restos de animales eran sus copas que impedian que pasara la luz y,deba- | _antediluvianos, hechos de una sustancia mineral indes~ jo de ellos, reinaba una oscuridad casi completa. tructible. Mi tio explicé que se trataba de fosfato de cal. Recorrer el bosque de hongos imponentes como gigan- | También dijo, sefialando uno de los fosiles: tes producfa una sensacién extrafia, ya que parecia que | —Estaes la mandibula inferior de unmastodonte y este uno estaba avanzando entre tinieblas frfas y himedas. | otro hueso, el fémur de uno de los mayores animales de Sentfalivio cuando, junto a m/tio, regresamos aorillas | este periodo: el megaterio. del mar. Conclui que todas aquellas osamentas no podfan ha- Observamos desde més lejos la particular naturaleza | per sido transportadas por un cataclismo. que nos rodeaba. Mitio arriesgd, sin embargo, una explicaci6n cientifica: Nos detuvimos esta vez no ya en los hongos de aquella | en esas épocas remotas, la corteza terrestre debe haber selva, sino en los diversos arboles que también la for- 9 sido eldstica y flexible, y una parte de ella debe haherse maban. Entre ellos, pude reconocer abetos y otro tipo | hundido junto a los seres vivos (plantas y animales) que de vegetacin, como helechos, todos de un tamafio | lahabitaban. descomunal. La Unica idea que rondaba por mi cabeza en aquel El profesor exclamé, alborozado: momento era que los animales prehistdricos que ha- —iMagnifico! Es ésta la flora de la Era Secundaria del | bia estudiado en los libros vivieron hacia poco tiempo mundo. En ese period Mesozoico, las humildes plantas | (é0 vivian atin?) a orillas del gran mar subterraneo, ala que hoy adornan nuestros jardines eran arboles gigan- | sombra de aquellos Arboles altos como gigantes. Todo tescos. iAsémbrate como yo, Axel! Ningtin botdnicopudo tere cc m! age at jamas presenciar un espectaculo como este. Pensé entonces no solo en la flora del pasado remo- to que aqui se conservaba intacta, sino también en la fauna. Y en ese mismo momento, como si hubiese adi- vinado mi pensamiento, dijo el profesor: —Ademds de un enorme invernadero, es posible que éste sea un zoolégico de otra Era. 46% Jules Vere 4% co Capitulo 13 co Los pasos a seguir la gruta. Allf descansamos, pues reiniciarfamos la marcha al dia siguiente. —dijo mito, enlas primeras horas dela maria- na~, ha llegado el momento de aprovechar la marea —i&Cémo la marea?! —lo interrumpi—. 2Es que llega hasta aqui la influencia de la luna? —éPor qué no? —respondié el profesor—. £Acaso no estan todos los cuerpos sometidos a los efectos de la ley de gravedad? Pues, siendo asi, no puede sustraerse este mar a la regia general. En ese momento, las olas cubrian mas y mas las arenas de la playa: estaba subiendo la marea. Mis : aminamos otra vez por la playa para regresar a -#e Vigje al centro de Ja Tierra 47 conocimientos previos sobre la ciencia iban modifican- dose dia a dia a medida que nos adentrébamos en las, profundidades de la Tierra. Dijo mi tio: —Como hemos podido comprobar, no hay nada que ‘se oponga a la existencia de mares 0 de selvas en el interior del globo. iSeguiremos explorando estas regio- nes nuevas, repletas de secrets! “Repuesto de la sorpresa, pregunté al profesor dénde nos encontrabamos. ft _ =Horizontalmente, a trescientas cincuenta leguas de Islandia =dijo—. La brijula continda indicando e| sudeste. | =éTan lejos de la isla... Estamos, probablemente, debajo de las montafias de Escocia. -Mitio asintio, sonriendo. Pregunté: Y a qué profundidad nos hallamos? —A treinta y cinco leguas. - Penséen|oextrafio queresultaba que el mundo estuviera posado sobre nuestras cabezas. Seguidamente, interrogué a mi tio sobre nuestros futuros pasos, porque cuando é! habfa empezado a relatar sus planes hizo mencién a la marea yo interrumpf para que me aclarara aquella cuestion. Tenia la secreta esperanza de que el profesor desea- a retornar a la superficie. Pensé en la bella Gratiben, que al despedirse en la estacién de ferrocarril no solo ae £% 48. Jules vere habfa confesado que iba a esperarme sino que habia prometido que, a mi regreso, no seria solo mi novia sino mimtier. Pero el profesor retomé su plan original: —Atravesaremos el mar... iEstoy seguro de que en la’ otra orilla habrd nuevos desafios y nuevas salidas! —&Qué longitud le calcula usted a este océanc? —Treinta o cuarenta leguas... aramba! —exclameé, porque sospechaba que el clculo podia no ser exacto. —No tenemos tiempo que perder —continué diciendo: mitfo—. Mafiana mismo emprenderemos la travesia. Pensé por primera vez en el siguiente obstaculo: no posefamos ninguna embareacién. Transmit! mi inquie- tud al profesor. El me tranquiliz6 (y me sorprendié una vez mas): —Hans est construyendo una balsa con los troncos derribados que encontramos en la selva. Las velas se- ran nuestras mantas, y las cuerdas que traemos entre nuestro equipaje también nos serdn de utilidad. Al dia siguiente, entonces, subirfamos a la balsa para’ surcar e! océano subterréneo en busca de mas y mas. aventuras. ae fe Viaje al cenlro de la Tierra 49 ae ce Capitulo 14 co Diario de navegacion para cumplir con nuestro propdsito. Subimos a la balsa todo el equipaje que tenfamos: los iveres, las herramientas y las armas, los instrumentos y también una gran cantidad de agua dulce para beber durante el viaje. En el momento de partir, propuse dar nombre al pequefio puerto: “Puerto Gratiben’" Elviento soplaba del nordeste y eso nos permitié nave- gar viento en popa a una gran velocidad. Si seguimos marchando de este modo —dijo el profesor, ya comenzada la travesfa—, avanzaremos unas treinta leguas por dia, y entonces no tardaremos en divisar la orilla opuesta. Me senté en la parte delantera de la balsa. Delante de mise extendia el mar de Lidenbrock, las nubes proyectaban su sombra sobre el agua y la luz eléctrica que cubria la escena tenia ‘elppaisaje de un raro color. E ra 13 de agosto y nos levantamos muy temprano 50. dues verne #8 La primera jornada transcurrié sin sobresaltos. Cer- ca del mediodfa, vimos flotar sobre la superficie unas algas gigantescas. Mi tfo me habfa encargado llevar un “Diario de nave- gaci6n’” y en él anoté la direccién del viento, la velocidad de la marcha, todas las observaciones que consideré necesarias y todos los acontecimientos importantes. Después de la cena, me tend/ al pie del méstil y me dormi. En tanto, Hans se hacfa cargo del timén. ‘Acontinuaci6n reproduciré las principales anotacio- nes de mi Diario durante esos dias: VF de agosto La balea se desliza en linea recta y @ gran velocidad, Hace buen tiempo. Hans se dedica @ pescar. Muerde el anzuelo an extraio pez Ciego, Mi tio nos informa que pertenece @ una especie extinguida hace siglos, de 1 que él ha visto solo restos fésiles, Me sorprendo otra vez en este viaje? hemos pescado vivo a uno de los habitantes de los mares primitives, Después, el islandés Jo echa nuevamente al mar, Pienso que ante nuestros ojos los siglos transcarren Como dias. a Vigje al centro de la Tierra 51 ae 15 de agosto El océano sigue siendo unjformet no se ve ninguna ‘orilla proxima, solo an limpido horizonte, El profesor ve muestra prescapads: el mar es mas grande de lo que él habia calcalade y avanzames sin descendet (44 objetivo es, Clare, Comtinaar descendiendo hacia el centro de la Tierra). demas, no hay ingura seal de que exte hay side el secondo seguido por Sakrassenn, el autor del manascrito en clave que nos ha guiado hasta el wien, 16 de agosto Hans acroya al mar ana barra de hierro para medic 1a profundidad del océano, pero no logra Focar el fondo, Cuando la sube, obsecvanos que 1a barra presenta mordeduras, Concluimos que solo an monstcuo prehistorico podria tener djentes tan poderosos como paca marcar el metal, Mis Pensamientos y wi suefo se agitan, 52 Jules Verna fe a W de agosto Wis 0j0s se posan con cierto espanto stbre el acéano, Hay cenalines y agitacién, Tenemos que un peligro se aproxime y nos tarnamos para vigil@r. 18 de agosto Es de noche (a pesar de que nos inanda la particular laz del lugar) cuando Ia balsa es sacudida con violencia, Vemos con ararma que aparece en el agua ana warsopa Colosal y, mas alld, an lagarto marino de tamato extracrdinario, Los dos setes macinos poseen dimensiones sobrenaturales, que nos dejan estupetactos. Hans, que est en el tinén, intenta girar 1a balsa pero se lo impide 1a aparicién de ana tortuga y una serpiente descomunales. Es imposible hair. Los monstruos se aproxinan y dan wueltas alrededor de 1a balsa. E) profesor los observa con su anteojp de larga distancia. Descubre que und es un ictiosauro y el otro, an plesiosauro, y nos dice que ‘ambos son enemigos entre si, Las dos bestias Comierzan 4 pelearse con furia. Somos espectadores de ese duelo, Tras Ia lacha eroz, muere el plesiosauro. A 1a vez, el ictiosauro desaparece en las protundidades, eel maiaatametsine sed nel "Diario de navegacién” continué relatando las aventuras de aquellos dias de agosto en el mar de Lidenbroch 2 Vigje al centro de Ia Tierra-te 53, ai ce Capitulo 15 co Fin de Ja travesta WF de agosto El viewto, que s0pla con Caetza, nos ha pernitido hair répidamente del tagar del conbate de los nonsttans marines, El viaje vuelve @ tornarse mondtono, 54 ules Varo fe #8 20 de agosto Temperatura elevada. El horizonte esta limpio y sin brama. Ad nediodia escuchamos an cuido lejano, ana especie de magido que parece provenir de ana catarata. Temo navegar hacia an salto de aga que nos precipite al abieno, Mi tio me tranquiliza. Nuestra primera suposicion, al ver algo @ 10 lejos, es que puede Fratarse de otro gigantesco animal marino, Pero, después de horas de navegar, vemos una isla de 1a que surge un séiser Como los que hay en Lstandia, an wanantjal del que brotan vapor y agua Caliente, Nos detenemos @ recorrerla y 1a nombramos? El Islote de Axel. Cuando volvemos @ partic, tealizo este calcula? hemos cecortide hasta el momento 270 leguas sobre 1a superticie del mar y nos hallamos debaje de Inglaterra, a 620 legaas de Tstandia. tte a Vige al contro de La Tierra te 55 ay 2) de agosto _— Perdenos de vista 1a isla, solo ros codea el mar, El viento ha cefrescade, La atmistera se carga de vapores y las nubes resaltan amenazantes! se anuncia una tormenta, La balsa avanza a gran velocidad bajo 1a Mlavia, mientras padecemos el inicio de 1a tertible tenpestad. 22 y 23 de agosto Durante estos dos dias de pesadilla, poco puedo recordar con precisién: alas, celdmpagps, haracan, virajes, rotaras, miedo, desorientacién, estupor, % Viaje al centro de la Tierra 57 a% mina aqui mi diario, felizmente salvado del nau- 24 de agosto estrellarse la balsa, Hans, con gran valentfa, nos de morir ahogados. Mientras el profesor y yo s reponiamos en la orilla, el islandés tuvo fuerzas y cision suficientes como para adentrarse en el mar sscatar gran parte de nuestro equipaje: la brijula, el i6metro, la provision de pélvora, los termémetros, erramientas. >asaron las horas y nos sentimos més seguros y talecidos. El profesor comenzé a calcular adénde ‘amos. Para ello, tomé la brijula y dio un peque- ito de sorpresa: ila aguja marcaba el norte adonde otros suponfamos que era el sur! © que sucedié fue —concluimos— que, durante la ensa tormenta, habia rotado el viento sin que nos 10S cuenta y habia empujado la balsa hacia las pla- le crefamos haber dejado a nuestras espaldas. biamos vuelto a la misma orilla de la que partimos! al Un gran disco de fuego cae sobre Ia embareacién, Todo el hierto que hay a bordo ¢ imantat los insttumentos, las hetramientas, las armas. Estos objetos se agitan, entrechocandose entre si, Hasta los claves de mis Zapatos se adhieren @ una placa de hierto incrastada en la madera de 1a balsa. iNe puedo despegar ios pies del suelo! Después, el globo estalia. La laz terriblemente intensa ros enceguece, Nada recuerdo tras el resplandor. 25 de agosto Despierto de an prolongade desvanecimiento. 2Dénde estamos? La tenpestad continda, jy 1a balsa se estrella contra las cocas de 1a costal Jules Vere ce Capitulo 16 co En la orilla que habfamos salido dfas antes llend al profesor de asombro, primero, y de célera, después. Hans, C omprobar que seguiamos en el mismo lugar deff | sin queja alguna, fiel a su estilo, se puso a reparar lal embarcacién. Yo protesté: no me parecfa prudente continuar navegando. Pero mi tio y el islandés habia decidido lo contrario. —Partiremos mafiana —dijo mi to, No nos encontrabamos en Puerto Gratiben sino, calcu lamos, més al este. El profesor y yo exploramos el lugar mientras Hans continuaba dedicado a restaurar la balsa; Nuestros pies pisaban innumerables conchillas de todas las formas y tamajios posibles, que vab/ai pertenecido a animales de épocas primitivas. Y ade: més, restos de piedras sobre el terreno sedimentario: especie de guijarros redondeadbos por la erosién de| las olas. Caminamos y también encontramos enor: mes caparazones de gliptodontes. El sitio parecfa ul inmenso cementerio de animales que vivieron a Io largo de veinte siglos. Al menos no nos tenfamos que enfrentar con monstruos vivos, como nos habia suce- dido recientemente en el mar. En el medio de la recorrida, mi tio, inspeccionando el polvo volcdnico, levanté un craneo del suelo y exclamé con voz temblorosa: —iAxell iAxell iUna cabeza humana! A Viage al centro de la Tierra.te 50 profesor habfa participado de un debate reciente nuestra vida anterior’, en la superficie de la Tierra) bre la posibilidad de vida humana en la Era Cuater- | La flora y la fauna que hablamos visto hasta el mento en el lugar eran propias de esa Era. Enton- haber encontrado alli un fésil humano demostraba fa con la que mi tio estaba de acuerdo. Y por eso ostraba lleno de orgullo y satisfaccién. adelante hallamos un cuerpo humano perfec- ente reconocible. Habia sido conservado durante siglos por un suelo de naturaleza especial? Tal quellos seres vivos habitaron durante toda su vida of Viaje al centro de Ia Tierra #t 61 ae 60 9% Jules Vere 4% ce Capitulo 17 co El descubrimiento aquel mundo subterréneo, igual que lo hubiesen hecho en la superficie de la Tierra? £0 bien, se habjan des- lizado, por algun desplazamiento del suelo, hasta la playas del mar de Lidenbrock cuando ya eran fisiles? No podiamos saberlo, Eran otros misterios agregado ala larga lista que nos acompafiaba en nuestro viaje. bservabamos sorprendidisimos la manada prehis- torica que pasaba tan cerca de nosotros. Vamos —dijo el profesor tomandome del brazo—. jgamos adelante! No —exclamé—, no tenemos armas. iEs muy Nos alejamos cada vez mas del océano. Yano ha- bla bruma y la extrafia luz del lugar nos iluminaba por completo. La vegetacién era magnifica: habia grandes palmeras, pins y cipreses, aunque sus colores lucfan opacos por la falta de luz verdadera. En los senderos por Is quel transitbamos pis4bamos una alfombra de musgo. A nuestro lado corrian arroyos bordeados de helechos. De repente, me detuve porque vi sombras gigan: tes agitdndose entre los arboles. iEra un rebafio de mastodontes! iEstaban vivos! Escuchaba el ruido de sus| colmillos que taladraban los troncos. Las ramas cru: jtan. Arboles enteros desaparecian engullidos oor las fauces hambrientas de los mastodontes. Estdbamos alli, el profesor y yo, en medio de ui mundo prehistérico, fascinados pero también a mer: ced de sus peligros. iMira hacia alld! Me parece que veo otro ser viviente. © un ser semejante a nosotros. iUn hombre! hacia el lugar seftalado y via un ser humano guian- nds que nosotros, los hombres de la actualidad— y lucia 1largo cabello enmarafiado. En la mano llevaba un Ico que seguramente lo ayudaba en su trabajo 0 pastor del rebafio (aunque no de ovejas sino de males gigantes). lo pensé en huir de alll. Y, por primera vez en nues- viaje increible, mit(o acepté mi sugerencia y se dejo strar hacia el interior de la selva para ocultarnos re los Arboles. Después nos dirigimos, apresurados jerosos todavia, de regreso a la playa. Apenas podiamos hablar sobre lo sucedido. - iComo transportados por una maquina del tiempo, biamas podido conocer @ uno de nuestros mas re- age Jules vee Durante el trayecto hacia el mar, recog/ un pu’al del suelo, semicubierto por la arena No acababan las sorpresas aquel dia. Estaba oxida- do. Lo examinamos y comprobamos que se trataba de una daga islandesa del siglo xv1. —Este pufial ha permanecido abandonado en la playa durante décadas y décadas y década: —dijo mi tio— y es seguramente una sefial que alguien ha querido dejar para los hombres futuros. —iPara aquellos pocos que se arriesgaran a ermmpren- der este terrible viaje! —pensé, pero no lo dije 2n voz alta delante de mi tio. Miramos a nuestro alrededor. Vigje al centro de Ja Tierra te 63 Muy cerca, en la pared de un acantilado, se abria Ja entrada de una caverna. Nos aproximamos a ella y imos leer la inscripcién en la piedra hecha por {Como imaginabamos, la mano que habia empufiado era la de Arne Saknussemm! mos al encuentro de Hans, que ya habia terminado eparar la balsa, La llevamos al acantilado cercano a ‘la caverna con las iniciales de Saknussemm y allf, en la ta, proxima de la entrada, la amarramos. Esta accién, lade dejar la balsa tan cerca, serfa decisiva en los acon- tecimientos posteriores. " Miré por tiltima vez y, por eso con cierta nostalgia anti- cipada, el paisaje maritimo, lo mds cercano al exterior —a nuestro mundo— que habiamos visto en los uitimos me- Ses, Pero debiamos continuar el viaje, Hab/amos recibido un nuevo mensaje del autor del pergamino y estbamos ‘dispuestos a seguir sus indicaciones una vez mas. -Cargamos nuestro equipaje y entramos al tunel * 64.2 ies ere #8 Vigje al centro de Ja Tierra 6s ai ce Capitulo 18 ¢o tio propuso usar pdlvora para hacer estallar la a y, asi, abrirnos paso a través de la corteza terres- La explosion Be proseguir el vig 4% breve —solo unos pasos— por un suelo casi ho- planeado. Al recordar aquel momento (es decir, rizontal cuando, de golpe, nuestra marcha se vid Sicedié inmediatamente después de aquel mo- interrumpida por una roca enorme que nos cerraba el to) todavia me late salvajemente el corazén. Of el paso. Buscamos por arriba y por abajo, a la derecha de la detonacidn, junto a mis compajieros, fuera alaizquierda, pero no dimos con ninguna abertura quel ‘nel, muy cerca de la balsa que estaba amarrada nos permitiese atravesarla y seguir avanzando. antilado. —dY Saknussemm? —pregunté—. éTambiér habrd 0 no solo estalllé la roca, como suponfamos que sido detenido por esta piedra? a suceder, sino que el mar, que estaba muy cer- —No lo creo —respondis mi tio—. Esta roca debe de la entrada de la gruta, se agité como sacudido haber tapado la entrada de una manera brusca y re In maremoto. Trepamos a la balsa que estaba a pentina. Tal vez, como consecuencia de algtin sacud6r ro lado y que, por la fuerza de las olas, no huyé sismico 0 de uno de esos fenémenos magnéticos que 9 que vino hacia nosotros, como si tuviera vida pro- agitan todavia hoy la superficie de la Tierra. intenci6n de salvarnos. Nos aferramos a ella del Mientras decidfamos qué hacer, el profesor explicé: lo. que pudimos, aunque perdimos la mayor parte —Seguramente han pasado muchos afios entre el ro equipaje. Hans, el profesor y yo nos desplo- viaje de Arne Saknussemm y la caida de la piedra, pot 10s sobre la precaria embarcacién que, sin embargo, eso él pudo avanzar sin dificultad por este camino. lo inico que nos sostenia en medio del cataclismo. Miramos a nuestro alrededor: razamos al resto que quedaba del mastil y, a la —Esta galeria —continué el profesor—, por las mar: {tre nosotros, para no caer. cas que pueden observarse en sus paredes, fue en otrd luz se extinguié y nos rodearon las tinieblas, tiempo el camino seguido por la lava de un volcan. las olas rugian a nuestro alrededor. A pesar imaginé con cierta inquietud que el lugar en el qué or, las ideas aparecian, vagas y fragmentarias, estabamos habia sido la antesala de una erupci6n vol beza. Y pude comprender lo que habia sucedi- cdnica (¢y podria volver a serlo, acaso?), y lo inaging 0 lado de la roca que habiamos volado habia cubierto por incontrolables lenguas de fuego. 10. La explosién provocé una especie de sismo T ras penetrar ena caverna, caminamos untrecho gj dia 27 de agosto se produjo la explosion que ha- 65 fe Jules Vere bt te Viaje al contro de la Tierra te 67 * #24 © inmenso temblor en aquel abismo, que se habia o» Capitule 19 co pronunciado ain més y ahora nos arrastraba hacial c ae éla través de un torrente de agua furiosa. Be cAdénde conduce el iinel? | La pendiente nos arrastraba junto alas aguas.§ Y sobre el torrente navegaba, fragil coro una} g¢6mo escapar de all? ECémo salir del abismo al cascara de nuez, nuestra balsa. ue nos conducia aquella furiosa corriente de agua?, “me preguntaba. Aquél era, sin duda, el camino seguido porf _¥, sintiéndome totalmente desamparado, pensé que Saknussemm. amos victimas de los fendmenos de la Tierra; que de Pero ahora, en vez de descender los tres§ qada servirlan ya nuestra inteligencia o nuestra volun- solos, habfamos arrastrado al mar con noso-§ fad para modificar los acontecimientos; que éramos tros, debido ala terrible imprudencia cometidal jyguetes de la naturaleza descontrolada. al provocar la explosion. nimedio de esos pensamientos oscuros, escuché la Solo habian sobrevivido de nuestras§ yoz entrecortada aunque firme de mi tio: provisiones y herramientas una lémpara, un —iSubimos! pedazo de cuerda, la brijjula y el cronémetro§ En efecto, estabamos ascendiendo por el tuinel auna ademés de escasos viveres, como para gran velocidad. | alimentarnos durante un solo dia, "Hans, gracias a su inusual destreza, logré —aunque iPensar que hacia poquisimo tiempa}_¢on dificultad— encender una lampara. Extend/ el bra- habia temido que el fuego dormido dell 20, toqué la pared con la mano (el pozo se habia vuelto volcdn nos devorara! mas y mds angosto a medida que subfamos) y cuan- do la traje hacia mi noté que estaba ensangrentada. El ‘profesor explicd: El agua llegé al fondo del abismo y ahora recobra Su nivel natural y nos eleva con ella. =iéPero hacia dénde?! —pregunté con alarma. __=Nolosé—respondiécondramaticasinceridadmitio—. "Siel_pozo tiene salida, seremnos expulsados al exterior... _ Ysinolatiene, reflexioné, o esa salida est tapada por tocas, terminaremos aplastados. 62 Jules Verne fe El profesor debe haber adivinado mis temores porque afirmé: —Axel, nuestra situacién es desesperada, pero siem- pre debemos confiar en la posibilidad de la salvacién. iS6 que sobreviviremos! La seguridad de sus palabras me devolvié —al menos por el momento— la confianza. En medio de la terrible situacién, comimos y bebi- mos el poco alimento que nos quedaba para reperar fuerzas. La temperatura aumentaba répidamente y pronto estuve bafiado de sudor, al igual que mis com- pafieros. La atmdsfera se habla vuelto agobiante, casi irrespirable. E| agua, a nuestro alrededor, hervia. La briijula se movia, sacudida por los fenémenos eléctricos. Saltaban sus agujas como apoderadas por un estado de locura que también hubiese alterado 2 los abjetos. El profesor exclamé: —iEstamos en medio de una erupcién! Pensé en la lava, las rocas encendidas, el agua hir- viente. Y en nosotros tres, en nuestra humilde balsa, siendo expulsacos como materia incandescente en medio de una lluvia de cenizas. —iUna erupcién! —repet/—. éEs ésta, entonces, la chimenea de un volcan en actividad? —As{ es —dijo el profesor sonriendo. INo pude entender por qué sonrefa! age 4 Vie al centro de la Tierra¥e 69 * eo c Capitulo 20 co La aventura final —Que el volcan nos arroje por su boca —dijo el profe- sor— es la Unica oportunidad que tenemos de salir otra vez a la superficie. Mientras tanto, segufamos subiendo..

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