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El llamado de Jesús
Pedro fue incorporado como discípulo al principio del ministerio de Jesús. Los
evangelistas sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) describen su entrada de manera
diferente a como lo hace Juan. Aquí se ven las diferencias entre los dos:
Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro,
y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice:
«Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.» Y ellos al instante, dejando las
redes, le siguieron.
Mateo 4, 18-20
Juan 1, 41-42
Según Juan 1:40-42 fue su hermano Andrés quien lo introdujo al grupo, tras
encontrarse ambos entre los seguidores de Juan el Bautista. La narración de los
evangelios sinópticos ofrece otro punto de vista: al ver a Simón Pedro y a su hermano
Andrés recoger las redes, Jesús los invitó a hacerse pescadores de hombres. En esos
textos, fue Simón el primero en reconocer a Jesús como el Hijo de Dios, y no su
hermano Andrés.
Simón podría decirse que fue el discípulo más allegado de Jesús, y esto, se nota en los
evangelios. Existen muchos pasajes donde se presenta a Simón muy cerca de Jesús,
por ejemplo:
Los evangelios sinópticos lo presentan como uno de los tres discípulos íntimos que,
junto con Santiago y Juan, fue testigo de la transfiguración de Jesús, de la resurrección
de la hija de Jairo y de la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní. Pedro es
mencionado primero entre los doce Apóstoles en los evangelios sinópticos y en el libro
de Hechos de los Apóstoles.
Pablo habla de Pedro destacando su lugar preeminente entre los miembros de la Iglesia
primitiva: «Como lo hacen los demás apóstoles, los hermanos del Señor y el mismo
Cefas» (1 Corintios 9, 5), y lo considera —junto con Santiago y Juan— como columna
de la Iglesia.
Según dos pasajes del Nuevo Testamento fue el primero en reconocer a Jesús como el
Mesías esperado. «Y él (Jesús) les preguntaba: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.
Pedro le contestó: “Tú eres el Cristo”. El propio Jesús confirmó la importancia de esta
confesión de Simón Pedro, que le valió la calificación de «bienaventurado». Se trata de
la única persona concreta a la que Jesús aplicó tal epíteto.
De los doce apóstoles Pedro fue uno de los más distinguidos por su fuerte personalidad
y su cercanía al maestro, por ello, asumió una actitud de líder y portavoz del grupo. En
los evangelios se expone su personalidad: sencillo, generoso e impulsivo en sus
intervenciones, de ahí que Jesús, mostrará desde el primer momento una predilección
por su persona. Junto con Santiago Apóstol y San Juan Evangelista, Pedro tuvo la
oportunidad y el privilegio de participar en rituales íntimos de los que quedaban
excluidos los demás apóstoles. Se dice que, Jesús debió ser a menudo huésped de la
familia de Pedro.
Bautismo
Pedro se llamaba Simón, pero, Jesús lo bautizó Pedro al señalarle como la «piedra»
sobre la que habría de edificar su Iglesia. Lo anterior sucedió en Cesarea de Filipos, al
nordeste del lago Tiberíades, San Pedro afirmó la divinidad de Jesús, lo anterior quedó
escrito en Mateo. 16, 16-19. Cuando Pedro afirma: “Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo”
Jesús confirió a Pedro la máxima autoridad: “Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de
Jonás, porque no te ha revelado eso la carne y la sangre, sino mi Padre que está en los
cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella.”
La negación de Pedro
Aunque su personalidad era impetuosa tuvo también momentos de debilidad. Según
dice el evangelio, San Pedro negó tres veces conocer a Jesús la noche en que éste fue
arrestado, cumpliendo una profecía que le había hecho el maestro; pero, arrepentido de
aquel acto, su fe ya no volvió a flaquear y, después de la crucifixión y la resurrección,
fue privilegiado con la primera aparición de Jesús y se dedicó a popularizar sus
enseñanzas.
En el año 30 d. C., tras la muerte de Jesús San Pedro asumió el reto de ser el líder
indiscutido de la diminuta comunidad de los primeros creyentes cristianos de Palestina
durante quince años: dirigía las oraciones, respondía a las acusaciones de herejía
lanzadas por los rabinos ortodoxos y admitía a los nuevos adeptos (fue el responsable
de aceptar los primeros no judíos). Años después, fue encarcelado por orden del rey
Herodes Agripa, aunque pudo escapar y abandonar Jerusalén, dedicándose a propagar
la nueva religión por Siria, Asia Menor y Grecia.
Para ese momento, su liderazgo fue menos evidente, disputándole la primacía entre los
cristianos otros apóstoles, como Pablo o Santiago. Asistió al llamado Concilio de
Jerusalén, con el fin de respaldar la línea de San Pablo de abrir el cristianismo a los
gentiles, frente a quienes lo seguían ligando a la tradición judía. De sus últimos años de
vida se tiene muy poca información, los datos que se saben son gracias a
reconstrucciones de relatos muy posteriores. Lo más probable es que se haya
trasladado a Roma, donde habría ejercido un largo apostolado justificativo de la futura
sede del Papado: la Iglesia romana considera a Pedro el primero de sus papas.
Frases de Pedro
“Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto
fraternal, con ternura, con humildad. No devolváis mal por mal o insulto
por insulto; al contrario, responded con una bendición, porque vuestra
vocación mira a esto: a heredar una bendición.”
“Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en
toda su conducta.”
“Ámense constantemente los unos a los otros con un corazón puro, como
quienes han sido engendrados de nuevo.”
“Renuncien a toda maldad y a todo engaño, a la hipocresía, a la envidia y
a toda clase de maledicencia.”
“La voluntad de Dios es que ustedes, practicando el bien, pongan freno a
la ignorancia de los insensatos.”
“Cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como
buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.”
“¿Quién podrá hacerles daño, si ustedes siguen el bien? ¡Dichosos
ustedes, si sufren por causa de la justicia!”