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Las reservas de petróleo indican la cantidad de petróleo crudo que puede extraerse del subsuelo

técnicamente a un costo que es financieramente factible al precio actual del petróleo. Cuando el
consumo promedio diario es de poco más de 97 millones de barriles al día, 35 billones al año y con
esto se estima que quedan aproximadamente 47 años de reservas si el incremento de la demanda
es constante.

Según las estimaciones actuales, el 79,4% de las reservas probadas de petróleo del mundo se
encuentran en los países miembros de la OPEP, y la mayor parte en Oriente Medio, que ascienden
al 64,5% del total.

Aunque el proceso para incorporar y reportar reservas es complejo, la Securities and Exchange
Commission (SEC), esencialmente busca que se tomen en cuenta tres factores para estimar las
reservas: la calidad del yacimiento y la existencia de hidrocarburos; la tecnología necesaria para
extraerlos; y los factores económicos de comercialidad. Dicho de otra forma, las reservas
representan recursos descubiertos que, con la tecnología, precios, y estructura de costos actuales,
se pueden aprovechar.

La forma más precisa de las reservas (las probadas) depende, en su gran mayoría, de información
directa, obtenida a partir de pozos exploratorios, que son el único mecanismo que aporta
certidumbre sobre la naturaleza y volumen de los recursos. Sin embargo, otras formas de reservas
(como las probables y las posibles) utilizan una mayor proporción de información indirecta (como
la sísmica, que explicamos aquí) para hacer inferencias sobre el volumen y naturaleza de los
recursos.

Conforme el entendimiento del campo evoluciona, las reservas que solamente se habían inferido
se pueden confirmar (por medio de descubrimientos). El resultado son incorporaciones o
desincorporaciones de nuevos barriles. Además, conforme las condiciones tecnológicas y
económicas (los precios petroleros) cambian, recursos estimados que antes eran considerados no
recuperables pueden convertirse en valiosas reservas, o viceversa. Es decir, las reservas de un
campo representan volúmenes estáticos.

Aunque ya no son considerados reservas, el caso más extremo de inferencia son los recursos
prospectivos que, además de evitar los criterios económicos para estimar recuperabilidad de los
recursos, dependen completamente de inferencias a partir de información geológica indirecta.

Los tres principales tipos de reservas son:

Reservas Probadas

Tienen una probabilidad de más del 90 por ciento de extraerse (p. 14). Las empresas y gobiernos
que reportan este tipo de reservas tienen un alto grado de certidumbre sobre las características
del yacimiento, tienen acceso a la tecnología para extraer los hidrocarburos y operan en un
entorno económico y político que les permiten aprovechar los recursos con índices adecuados de
rentabilidad.

Por el alto grado de certidumbre de que sean recursos comercializados (y se conviertan en un flujo
económico de ingresos (ver p. 2), son las reservas más importantes para gobiernos e inversionistas

Reservas Probables
Comparadas con las reservas probadas, las reservas probables conllevan menor certidumbre de
que sean aprovechables de forma rentable. Sumadas a las probadas, forman otro indicador que se
llama 2P y que, de acuerdo con la Administración de Información Energética de Estados Unidos
(EIA), tienen una probabilidad de 50 por ciento de ser producidas.

Reservas Posibles

Éstas tienen la menor probabilidad de extraerse de toda la gama de reservas porque su estimación
depende más de información indirecta (como sísmica) que de datos de perforación. Sumadas a las
2P, forman la clasificación 3P que sólo tiene 10 por ciento de probabilidad de extraerse, según el
SPE y la EIA. Como tal, las reservas 3P frecuentemente son omitidas en los análisis técnicos y
financieros.

Adicional: Recursos Prospectivos

Los recursos prospectivos no califican como reservas. Son consideradas estimaciones que
conllevan un alto grado de incertidumbre. Se basan en estudios sísmicos, extrapolaciones y otros
análisis de inferencia, no en observaciones directas.

En 2021, la demanda diaria de petróleo crudo a nivel mundial ascendía a 91 barriles por día. Se
prevé que esta crezca paulatinamente en los próximos años hasta situarse en torno a loas 101,6
barriles diarios en 2023.

El aumento del consumo en Japón, Indonesia y Corea del Sur impulsó el crecimiento de la
demanda mundial de petróleo

La demanda global de petróleo se elevará a un índice constante de un 1,6% anual, pasando de 75


mb/d en 2000 a 120 mb/d en 2030 (figura 1). Este índice de incremento es algo más rápido que el
que tuvo lugar a lo largo de las últimas tres décadas. Se espera que durante este período el
crecimiento económico siga siendo el principal impulsor del incremento de la demanda de
petróleo.

El consumo de petróleo en los países en desarrollo y en las economías de transición crecerá


mucho más rápido que en los 30 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE). Como resultado, la cuota de demanda mundial de la OCDE caerá de 62% en
2000 a sólo 50% en 2030. El crecimiento más rápido tendrá lugar en las economías asiáticas de
rápida expansión, sobre todo China e India; aunque Norteamérica seguirá siendo la región de
mayor consumo.

Casi tres cuartas partes del incremento de la demanda de petróleo provendrán del sector
transporte. En consecuencia, en todas las regiones se verificará un cambio hacia productos
destilados livianos y medianos, y se dejará de lado los productos de petróleo más pesados, sobre
todo los utilizados en la industria. Este cambio será más notable en las regiones en desarrollo que
actualmente tienen menos combustibles de transporte en su mix de productos.

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