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La labor del cóndor y del hombre

En las colinas, allá en lo alto, donde el cielo deslizaba sus alas y abrazaba los hombros
robustos de la tierra, estaba una magnánima ave que emanó zozobra enchinándome la
piel, pensé que me atacaría, su mirada patética decía algo, no la entendía y entristecí.
Dije ¡mamá!, ¡mamita! ¿Qué ave ese esa? y ella respondió –es el señor Cóndor guardián
de nuestro lecho ¿Si ves todas esas montañas Cumara? Ese es su hogar y él reina desde
allí.
- Pero mamá, si es un rey ¿por qué nos ve así?
- Hijita, es que él vive en su reino solo y protege a todos los hombres.
– ¿Y su familia? ¡Mamá! ¿Por qué no están con él?
– Estas aves han vivido por siglos y muchos de ellos no han resistido a los cambios que
la atmósfera produjo de un instante a otro, además el hombre se ha encargado de
destruirlos, y por eso se dice que él está a un paso de la extinción. La niña afligida, lo
volvió a mirar fijamente.
–Ya comprendí, el porqué de su mirada. Ella entendió que el señor Cóndor, estaba
consciente de una venidera muerte, parecería que tampoco quería vivir, su preocupación
radica en que no habría ave alguna que lo reemplazaría, ni habría quién cuidara su lecho.
También asentía su soledad, sin embargo, lo trágico era que a pesar de su entregada vida
y su lealtad a los hombres, ellos acometían y los destruían, hacían mofa de su imagen y
se vanagloriaban de sus actos llamados heroicos, de los cuales el señor Cóndor los
concebía como maléficos ¡Nazis ecuatorianos!
Muy triste se puso la niña, abrazó a su mamá y dijo ¿Mamita por qué los seres humanos
que tenemos conocimiento solo lo utilizamos para devastar a quienes nos aman?
Fragmento de Tormento
Tengo muy presente la fisonomía del clérigo, a quien vi muchas veces paseando por la
Ronda de Valencia con los hijos de su sobrina, y algunas cargado de una voluminosa y
pesada capa pluvial en no recuerdo qué procesiones.
Era delgado y enjuto, como la fruta del algarrobo, la cara tan reseca y los carrillos tan
vacíos, que cuando chupaba un cigarro parecía que los flácidos labios se le metían hasta
la laringe; los ojos de ardilla, vivísimos y saltones, la estatura muy alta, con mucha
energía física, ágil y dispuesto para todo; de trato llano y festivo, y costumbres tan puras
como pueden serlo las de un ángel.
Sabía muchos cuentos y anécdotas mil, reales o inventadas, dicharachos de frailes, de
soldados, de monjas, de cazadores, de navegantes, y de todo ello solía esmaltar su
conversación, sin excluir el género picante siempre que no lo fuera con exceso. Sabía
tocar la guitarra, pero rarísima vez cogía en sus benditas manos el profano instrumento,
como no fuera en un arranque de inocente jovialidad para dar gusto a sus sobrinas cuando
tenían convidados de confianza.
Este hombre tan bueno revestía su ser comúnmente de formas tan estrafalarias en la
conversación y en las maneras, que muchos no sabían distinguir en él la verdad de la
extravagancia, y le tenían por menos perfecto de lo que realmente era. Un santo chiflado
llamábale su sobrino…
Autor: Benito Pérez Galdós
La Iglesia ante el aborto
La Iglesia cristiana, en sus comienzos, se caracterizó por una clara afirmación del valor
de la vida no-nacida, en un mundo en que el aborto era una práctica frecuente. Uno de
los primeros pensadores cristianos que se opuso al aborto fue Atenágoras (s. II). En su
conocida Apología o Defensa de los cristianos, respondía a la acusación existente entre
los paganos de que aquellos sacrificaban un niño en sus celebraciones eucarísticas.
Atenágoras arguye contra de esa acusación que cómo iban a sacrificar un niño inocente
aquellos que consideraban sagrada la vida aun antes del nacimiento.
Esta defensa de la vida no-nacida, afirmada por Atenágoras, era coherente con una
actitud global que consideraba inaceptable el recurso a la violencia contra todo ser
humano. La Iglesia preconstantiniana no sólo condenaba el aborto, sino que tenía
actitudes muy críticas sobre la pena de muerte, la participación en el ejército y la misma
defensa propia. Las afirmaciones de Jesús sobre la dignidad de todo ser humano, sobre
el amor al enemigo y de no responder a la violencia con la misma violencia, de que no
se vence el mal con el mal, sino con el bien… tuvieron un eco muy importante en las
actitudes eclesiales ante la violencia física y el respeto debido a todo ser humano.
Hoy existe una creciente conciencia en amplios sectores de la Iglesia de que se hace
necesaria una actitud general de coherencia en el respeto a toda vida humana. Desde
nuestro punto de vista, la actitud de respeto a la vida no-nacida debe extenderse a otros
problemas en que la vida humana está cuestionada. Uno de ellos es el de la pena de
muerte; la condición de «no-inocente» del delincuente no le priva de su intrínseca
dignidad humana. El don de la vida no debe ser relativizado por el hecho de que se trate
de una persona culpable.
En esa búsqueda general de coherencia es extraordinariamente importante crear cauces
de ayuda a las mujeres que viven su embarazo con dificultad. La institución eclesial,
como otros movimientos que defienden la vida no-nacida, no pueden limitarse a
declaraciones de principio y acciones legales. Tienen, además, el cometido de organizar
sistemas de ayuda para poder evitar el aborto. Existen indiscutiblemente algunas
realizaciones, pero habría que desarrollarlas y potenciarlas mucho más. Por otra parte,
no se pueden eludir las responsabilidades sociales: detrás del problema del aborto hay
injustas discriminaciones de la mujer -especialmente de la madre soltera- y situaciones
de pobreza y de marginación que llevan a la mujer al aborto. Además hay que añadir que
no sólo se aborta cuando se impide el nacimiento de un niño; también hay que hablar de
otra forma de aborto: cuando el proceso de personalización de un ser ya nacido tropieza
con dramáticas dificultades en su desarrollo, como consecuencia de la pobreza y del
subdesarrollo.
El que afirma el valor de la vida no nacida, pero que posee ya un «destino humano» debe
ser muy sensible también al valor de otras vidas ya nacidas y cuyo destino humano está
también amenazado. Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz, 1980) decía:
«Quien justifica el aborto, justifica la pena de muerte, y yo estoy contra la pena de muerte
y contra el aborto. Ser progresista significa defender la vida y nada más». Esta es también
mi postura personal, insistiendo en que «defender la vida y nada más» significa una
profunda remodelación y cuestionamiento de nuestras opciones y convicciones éticas.
Fragmento: Salomé, tragedia en un acto de Oscar Wilde
ESCENA.- Una gran terraza en el palacio de Herodes, ubicada sobre el salón de
banquetes. Algunos soldados se apoyan sobre el balcón. A la derecha hay una escalera
gigantesca, a la izquierda, en la parte trasera, una vieja cisterna rodeada por una pared de
bronce verde. La luna brilla intensamente.
EL JOVEN SIRIO- ¡Qué hermosa se ve la princesa Salomé esta noche!
EL PAJE DE HERODÍAS- ¡Mira la luna! ¡Qué extraña se ve la luna! Es como una mujer
alzándose desde su sepultura. Como una difunta. Uno podría creer que anda en busca de
cosas muertas.
EL JOVEN SIRIO- Tiene una extraña mirada. Es como una princesa que lleva un velo
amarillo, y cuyos pies son de plata. Es como una princesa que tiene pequeñas palomas
blancas en lugar de pies. Uno podría creer que está danzando.
EL PAJE DE HERODÍAS- Luce como una mujer muerta. Se mueve muy lentamente.
[Ruido en el salón de banquetes.]
PRIMER SOLDADO- ¡Qué alboroto! ¿Quiénes son esas bestias salvajes que aúllan?
SEGUNDO SOLDADO- Los judíos. Ellos siempre son así. Están discutiendo acerca
de su religión.
PRIMER SOLDADO- ¿Por qué discuten acerca de su religión?
SEGUNDO SOLDADO- No lo sé. Siempre lo están haciendo. Los fariseos, por
ejemplo, dicen que los ángeles existen y los Saduceos dicen que no.
PRIMER SOLDADO- Me parece ridículo discutir sobre tales cosas…
Cómo utilizar arroz para secar y reparar tu teléfono celular mojado
Instrucciones:
1. Retira tu teléfono celular del agua y enjuágalo con agua dulce si se cayó en agua
salada.
2. Evita la tentación de encender el celular para ver si aún sigue funcionando y retira la
batería inmediatamente. Sécala con un paño suave y absorbente y colócala a un lado.
3. Retira la tarjeta SIM si es de fácil acceso. Sécala con una toalla delicada dándole
golpecitos suavemente. Colócala a un lado. Las tarjetas SIM son relativamente
resistentes al agua, pero sí se la puede quitar. Hazlo para evitar que se arruine y pierdas
la información almacenada en ella, como por ejemplo tus contactos.
4. Logra que el agua sobrante quede fuera de tu celular. Agítalo suavemente y sopla el
agua hacia afuera, una lata de aire comprimido es perfecta para este truco. Usa un paño
suave no fibroso o toallas de papel para darle palmaditas y secar tu celular parcialmente
desmontado.
5. Llena un tazón con arroz. Coloca tu teléfono celular, la batería y la tarjeta SIM en el
arroz y los entiérralos por completo. Deja que el arroz absorba la humedad de tu celular
y sus partes toda la noche. Si tu teléfono está realmente empapado, déjalo en el arroz por
lo menos 24 horas.
6. Extrae el teléfono celular, la batería y la tarjeta SIM del arroz. Sopla el polvo del
mismo con tu lata de aire comprimido o golpéalo tú mismo teniendo cuidado de no dejar
caer saliva.
7. Vuelve a armar tu teléfono celular y enciéndelo para ver si todavía funciona.

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