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° Autor: Marcelino Cereijido ._(..) Tampoco les agradaba mi proeza de poner los ojos bizcos. Seguin tia Josefina, la Virgen toma esa morisqueta como una ofensa grave. “Si llega a cambiar el viento te dejara bizco para siempre.” Como en el barrio no faltaban los bizcos, tampoco faltaban ejemplos del destino que me esperaria de insistir en esa diablura. Y asi, la vez que pas6 un negro, me fecomendaron rascarme la rodilla para no convertirme en_negto yo-también, y otra vez me aseguraron que traia buena suerte tocarle la giba a un jorobado. Cuando aparecia un marinero decian “Marinero de frente, amor presente’; y si pasaba un caballo blanco se apresuraban a tocarle el codo a quien estuviera cerca exclamando: "Caballito blanco, suerte para mi.’ En cuanto al mundo de la religién, sus creencias précticas, su relacién con las cosas cotidianas, sus misterios y el farrago de preguntas al que me lanzaba, podian agotar al familiar mas indulgente. Pero la religién implicaba una préctica a la que mi gente, fuera de algun bautismo mas tradicional que otra cosa, tenia en poca estima y solapado descreimiento. Las cruces, medallas y estampitas en las cabeceras de las camas tenan un valor poco mas que decorativo. Que mamd decidiera adomarse con el collar de perlas o con el del crucifijo dependia exclusivamente del modelo y color del vestido que se habia puesto. Las imagenes no representaban cosas mas reales que los arabescos de las molduras 0 los firuletes policromados de los carros del lechero. Frecuentemente ofa aludir al “Ave Maria’, también habia oido mencionar al Espiritu Santo, y ahora solia verlo representado por una coqueta paloma. Me resulté natural, or lo tanto, suponer qire dicha paloma era el ave Maria, De modo que, para mi, la Santisima Trinidad no entrafiaba misterio alguno: se trataba de un padre, de su hijo, y de una amistosa y ubicua paloma llamada Maria. Si acaso queria confrontar mi suposicién consultando a mis padres, ellos se lamentaban de no tener una bola de oristal para brindarme respuestas. La naturaleza y funcionamiento de esa bola pasaban a ser ipso facto el blanco de una nueva andanada de preguntas. Y asi como hubo edades en que tuve decidido ser Superman o D’Artagnan, en otras ansié poseer una bola de cristal, una especie de omnisciente abuelo de vidrio que respondiera a mis porqués. ih, maravilla de la mente! Con esas cadenas causales llenas de fantasia, debi cimentar de alguna forma la capacidad de razonar y comenzar a urdir mis propias teorias. Una de ellas se generaba como sigue: Marcelino Cereljido, mi padre, habia emigrado de Espajia a la Argentina, donde solo tenia un hermano y una hermana mayores que, para colmo de desafectos y lejanias, no vivian en Buenos Aires. De modo que para todo fin practico, mis familiares eran casi exclusivamente los Mattioli, la rama matema de un érbol que hundia sus raices en Italia. Los padres de mama eran italianos, hablaban entré ellos en piamontés, y conmigo en lo que ellos llamaban ‘la castilla’, parlanza que a pesar de constituir un esforzado acercamiento al idioma que ian en la calle, era tan deforme como sus huesudas manos, tan poco flexible como sus rodillas, de'tan escasa penetracién como sus ojos présbitas, y tan enclenque como sus fitubeantes pasos, En, cambio el tio Pascual, e! mayor, quien habia Venido de Castagnole Lanze, Piamonte, cuando apenas tenia un afio de edad y era por lo tanto italiano, no tenia el menor acento peninsular. Yo pensaba que si bien tio Pascual era italiano, no lo era tanto como los abuelos. Lo seguian en edad mi'tio Marcos y mi madre, argentinos ambos, que jam4s hablaban en italiano, pero que lo entendian con facilidad. Luego venian los argentinisimos tios Juan y Carlos, que no hablaban piamontés, pero que asi y todo sabian canciones alpinas, refranes en italiano y frases sueltas. La manor era tia Josefina, cuyo italiano a lo sumo le permtia seguir el hilo de 1o que se estaba hablando, Pasébamos asi a la generacién siguiente, la de mi hermano Carlos, mi prima Lucy y yo, que éramos cien por ciento argentinos. Y sobre aquella casulstica familiar en la que ordenaba a mis parientes por edades y grado de itallanidad, desarrollé mi primera hipotesis cientifica, que habria de ser tan errénea como todas las qu@ generaria mas tarde en la vida profesional, pues llegué a pensar que a medida que uno enyejece se vuelve italiano. Si para mas datos tomaba en consideracién las edades y grados de italianidad de los amigos de la familia, la hipétesis salia fortalecida, pues todos los chicos Compaferos mios eran argentinos y en cambio todos los viejos: amigos de mis abuelos eran italianos. Si en aquel entonces -pero con el entrenamiento cientifico actual- hubiera tenido que defender el purito de vista, habria podido graficar lo italico de cada uno en funcién de su edad, obteniendo asi una recta con un alto coeficiente de correlacién. 4Cémo explicaba que el castellano que hablaban los abuelos fuera tan deforme y estuviera contaminado con un fuerte acento piamontés? Sencillamente como un producto de esclerosamiento de sus lenguas, similar al de sus asticulaciones, al de sus ojos, o al de sus pieles. El italiano era algo asi como un estado senil del castellano. En carnaval, cuando nos disfrazabamos de viejitos, usabamos ropas de nuestros mayores, una boina, un par de anteojos. sin cristales: nos pintébamos mostachos con corcho quemado y completabamos la caracterizacion encorvandonos, marchando con bast6n y fingiendo hablar en italiano. En las murgas cantabamos: ! Siparliamo dil dottore, . Farabum, chipin, chipan i La hipétesis fue muriendo por ineficiencia sin que me percatara. Asi y todo sufrié un colapso preciso y final: Boido. Lo trajo la maestra ya iniciamos los cursos; cubriéndolo protectoramente con su brazo y apoyando su mano sobre el hombro del chico para poder asi acurrucarlo junto a su cuerpo. Lo vimos con sus pantalones cortitos de terciopelo, que tenfan una hilera de botones de ndcar a cada lado, temerozo, vivaz y de mirar emotivo. Boido se paraba tieso sobre sus enclenques patitas de tero. Su cabello rubio, largo y engominado, terminaba lisa y prolijamente en una nuca formada por dos miisculos flacos, que siempre estaban tensos. Lo ubicaron junto a mi en uno de los bancos de adelante, obligando para ello a Schirillo a cambiarse hacia uno en el fondo del salén, pues dé todos modes ya estaba demasiado alto como para la primera fila Por ser compafiero de banco, me encargué de sondear al recién llegado, y lo fui haciendo furtivamente, a medida que los paréntesis de la clase permitian un intercambio rapido de preguntas y respuestas: Boido venia de Italia, Trieste para mayor precisién y, por si eso hubiera sido poco jera italiano! Tan chico y ya italiano? - quise confirmar, y Boido tuvo entonces un nuevo ataque de extrafieza y angustia en ese pais tan lleno de cosas ajenas. Lagrimed, pero se sobrepuso y, venciendo su acongoja, me conté que en Italia habia muchos italianos de su edad, y los habia ain mas precoces. En cierto modo pude comprenderio, pues mi abuelo solia afirmar que Italia era un pals mucho més adelantado que la Argentina. Ademds, quizé por la guerra mundial - gran parte de las conversaciones del abuelo se referian a la segunda Guerra Mundial y sus penurias- 0 Dios sabria por qué peripecias de la vida, alld la gente se habia visto obligada a empezar a ser italiana desde su temprana infancia, de! mismo modo en que la Argentina habia nios a quienes ia pobreza habia forzado a vender periddicos, lustrar zapatos o repartir leche. 4

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