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Autor, biografía y contextualización de su obra

El siguiente cuento en el cual trabajare pertenece a la obra “Raza Ciega” de Francisco


Espínola. Esta obra fue publicada en 1927, y posee una ambientación y características
gauchescas rurales, razón por la cual los críticos colocan su obra dentro de las obras
nativistas-criollistas, ambas pertenecientes a los movimientos vanguardistas que
influyeron en la narrativa hispanoamericana de principios del siglo XX. El nativismo,
según Hugo Verrani, “El nativismo constituye un movimiento cultural homogéneo que
procura darle expresi6n artística a las modalidades del carácter y las costumbres del
ambiente rural, afirmar la singularidad de un mundo nuevo; en su apogeo en la década
de los veinte abarca poesía, narrativa, música y artes plásticas”1.

Respecto a su biografía: “Francisco Espínola nace en San José el 4 de octubre de 1901.


Cursa en esa ciudad sus estudios primarios y liceales y luego, en Montevideo, inicia sin
completar, preparatorios de medicina. Amigo de juventud de Luis Gil Salguero, de Javier
de Viana, por los años veinte y, hacia la década siguiente, de Carlos Reyles. Participa
de la revolución armada contra la dictadura de Terra y es tomado prisionero en la acción
de Morlán (1935). Publica los siguientes libros: en 1926, Raza ciega (cuentos); en 1930,
Saltoncito (relato para niños); en 1933, Sombras sobre la tierra (novela); en 1937, La
fuga en el espejo (teatro; en 1950, El rapto y otros cuentos; en 1954, Milón o el ser del
circo) (ensayo sobre estética); en 1968, Don Juan, el Zorro (tres fragmentos de novela).
Es profesor de lenguaje en el Instituto Normal desde 1939 y de literatura en Enseñanza
Secundaria, desde 1945. Ha dado varios cursos de composición literaria y estilística en
la Facultad de Humanidades y Ciencias, a partir de 1946”2

1
Verrani, H. (1992). Narrativa uruguaya contemporánea: periodización y cambio literario. Revista
iberoamericana. Vol. LVIII (Núm. 160-161), 777 – 805.

2
Maggi, C. (1968). Paco Espínola: vida y obra. Capítulo oriental: la historia de la literatura uruguaya.
(Cap. 26), pág. 403.
Visita de duelo

Después de sestear hizo traer el tostado y él mismo lo ensilló despacio, hablándole.


-¡Que lo tiró al reumatismo! ¡Ya creía que no te iba a montar más!... ¡Estás gordazo! En
cuanto caliente un poquito la primavera te voy a bajar esa barriga porque la cincha se
refala como con grasa...
De repente, el tostado tornó la cabeza y empezó a refregarse en el hombro del viejo, que
exclamó, sonriendo:
-Si te pica... ráscate.
Salió al trote corto. Como a las veinte cuadras pasó al lado de una osamenta y recordó a
lo que iba.
-¡Pobre compadre Indalecio! ¡L'único hijo, puro mujerío!
Vadeó un arroyito de mala muerte, bordeado por unos sauces llorones que otra vez lo
volvieron a hacer pensar en su compadre y, poco después, llegó a las casas.
-¡Ave María purísima!
-¡Sin pecado concebida! ¡Abajesé!
-¡Buenas! Lo acompaño en sentimiento, compadre. M'hijo le habrá dicho lo del
reumatismo, que me tenía embarao en la cama. No pude venir a la desgracia.
-Sí, me dijo. Siéntese. Lucinda, calentá l'agua.
-¿La vieja?
-Acostada. Le dio el mal otra vez, anoche. Yo ando también con ganitas d'entregar la
guardia. Van ya pa setenta, compañero, y siempre a los guascazos.
-Hay que tener pasencia.
-¡Sí, pasencia!... Pasencia cuando las cosas, aunque malas, le vienen derecho a uno;
pero no ansina. Yo soy fuerte, ¡pero la pucha!... Me hubiera muerto yo... ¡pero m'hijo,
el único, tan bueno!...
-¡El destino del hombre!
-El destino lo que hace es amolar. ¿A qué nunca oye hablar de él pa bien, pa suerte, pa
felicidad? ¡El destino!
-¿Pero sabe qu'está lindo el ganao? Pasé costiando el potrero del frente. ¡Es un gusto!
Pero fijesé bien, porque me pareció que había un novillo de la marca de Gutiérrez, que
tiene apestada la hacienda.
-¡Pobre!
-¿Gutiérrez?
-¡M'hijo, compadre! ¡Tan bueno! Bueno derecho; guapo, cariñoso... No volvía de la
pulpería sin llenar las maletas con chucherías pa la madre y pa las hermanas. ¡Y
guapo!... Cuando no tenía quince años lo pillé pitando atrás del galpón. Le hice volar el
pucho de un revés, y se me vino ciego. Se sofrenó y me gritó, llorando: "¡Tata, lo abro
si no fuera mi tata!" Yo casi lo deslomo a rebencazos. Pero contento, compadre,
orgulloso. Y a cada golpe, que él aguantaba sin dar un quejido, yo pensaba: "¡Esto sí es
macho!" "¡Hasta cuándo aguantarás, m'hijito lindo!" Y me cansé, y lo dejé, y él se
quedó todavía un rato parao, sin moverse, como diciéndome: "¡Seguí, canejo, seguí!"
-¡Si sería guapo! Cuando la yerra en lo de Pérez... Y ahora que digo Pérez, ¿en qué
quedó lo de la venta de las mil cuadras, que me dijeron que se las había ofrecido al
gringo Moretti pa levantar la hipoteca del resto?
-No sé. Algo le oí ayer a Eusebio. Él estuvo p'al entierro. Todo el pago empezó a caer
en cuanto se corrió la noticia. Hasta los Morales, que hacía añares que no pisaban,
después de la cuestión del alambrao, ¿se acuerda?
-¡Cómo no! Y también me recuerdo que...
-Todo el mundo quería a m'hijo. Los Morales han venido por la muchacha, segurito.
Andaba ennoviado con la menor. Colegía qu'esos amores no tenían fundamento, pero
ella lo quería, se ve, porque dicen que se le va un mal y le viene otro y que desvaría y
habla de matarse... ¡Esta yerba no tiene gusto a nada! Dalo vuelta, Lucinda.
Hubo un silencio profundo. Afuera, en el patio, varios patitos marchaban a paso de
infante, de uno en uno, rumbo al tajamar. El charabón, criado guacho, abarajaba en el
aire las moscas, muy escasas, ya que el frío era grande, y ni basuras de bichos había por
el aseo de la casa. En el ombú los pájaros entraban y salían. Daban vueltas por
alrededor, tiritando y muertos de hambre...
-¡Está bien!... ¿Y pa cuando es el casorio, moza?
-Todavía no hemos fijado fecha, don.
-¡Todos sé van! ¡Y nosotros no nos vamos! ¡La cosa es fiera, compadre!
-Dios sabe lo que hace.
-¡Se ve! ¡Mire que llevarse a m'hijo! ¡Y la muerte que me le mandó! ¡Abichao, como
animal! No era enfermedá'e cristianos. ¡Hasta eso! Le salían por el oído gusanos así. Y
se revolcaba, lloraba, mordía. ¡No era enfermedá'e cristianos, compadre!
-¡Qué se le va a hacer!
-Le dimos vuelta la pisada; trajimos a la negra Remigia pa que lo santiguara; le pusimos
creolina...
¡Nada! Con la creolina salieron muchos, pero los otros seguían comiendo, comiéndolo
vivo, ¿se da cuenta? "¡Máteme, tatita, máteme! ¡Sea bueno, tatita!" La madre me sujetó
cuando le iba a sumir la daga. Le juro que lo mataba. ¡Pobrecito! Y si no me desarman,
puede que me la hubiera encajao yo, pa n'oírlo. Murió al aclarar. ¡Yo estaba deseando,
deseando! Lo enterramos recién al otro día. Yo quería en seguida, pero tanto amolaron
las mujeres, que aflojé. Y era mejor en seguida. La pardita'el puesto vomitó al rezar el
rosario, y vino el desbande. ¡Pucha, cuasi le meto fuego al rancho p'asarnos todos con
él! Cuando lo sepultamos no querían abrir el cajón, para que no lo besara. ¡Avisen,
canejo! ¿Porque estuviera así? ¿A m'hijo no lo voy a besar? Alcé la tapa... ¡Pobrecito!,
estaba... estaba... ¡ah!... Lo besé como nunca. Yo creo que si lo besé alguna vez fue
cuando muy gurí... ¡Pucha, es que somos una manga'e bárbaros!
Reservaos, secos con la mujer, con los hijos. Nos da como una vergüenza cuando
sentimos que vamos a ser blandos. .. ¿no halla? A lo mejor se creen que no los
queremos. Siempre con sequedá, sin mostrarles los dientes nunca... El pobre quién sabe
qué se creería. ¡Pucha, qué bárbaros!
Afuera, en el patio, los patitos volvían de uno en uno, a paso de infante. El charabón, de
travieso, les llevó la carga. Y hubo un desparramo que contuvo la pata madre
apareciéndose de entre unas matas con las alas abiertas y los ojos como chispas.
-¡Solito en el campo quedó, solito!... ¡Usté ve!
Hubo un silencio.
-Voy a esperar a la patrona. Después, después me voy aunque sea de arriba.
-¡Esas cosas no dicen los hombres, compadre! Todo está escrito, todo está escrito. Es al
ñudo empacarse y ponerse a corcoviar. Seguir, seguir siempre. ¿P'ande? P'ande sea. Hay
que seguir, hay que seguir...
El otro se quedó mudo. Y como no daba pie a la conversación, su visitante, cuidando de
no encontrarle los ojos, miraba al techo, miraba al suelo, volvía a mirar al techo. De
pronto golpeaba la caña de la bota con el rebenque y entreabría el penoso silencio con
un prolongado:
-¡Ta bien!...
Al rato, se incorporó.
-Bueno. Ya l'hecho una visita. Rabona porque estoy como en el cepo con este
reumatismo. ¿Siempre va a mandar la tropa?
-Sí, estoy comprometidazo con el del saladero.
-Entonces le mando a Eufrasio.
Salió al trote. El montecito de sauces llorones y la osamenta lo volvieron a hacer pensar
en la muerte. No soplaba viento; y un calorcito traicionero se pegaba a las cosas. Esa
noche iba a helar, seguramente.

“Raza Ciega” (1926) – Francisco Espínola


Visita de duelo (resumen)

En el cuento “Visita de duelo”, el personaje principal va hasta la casa de su compadre a


darle sus pésames por la muerte de su hijo.
El personaje principal sale hacia la casa del compadre, su reumatismo hizo con que no
montara su caballo desde largo tiempo. Al volver a hacerlo esta vez lo disfruta, pero
enseguida observa el paisaje recorrido y recuerda a lo que se dirigía. Ya en el destino, es
recibido por su compadre, a quien le da sus pésames. Se sientan y comienza la
conversación. El compadre se siente muy afligido aun, y relata recuerdos muy emotivos
de su hijo. También recuerda la manera en que se murió, sus últimos momentos y el
padecimiento de los mismos. Su hijo se murió abichado, producto de la presencia de
parásitos en su cabeza. El relato es bastante fuerte, denota el sufrimiento que padecía el
hijo del compadre, y la impotencia de todos los presentes de no poder hacer nada al
respecto. Todo ese relato cargado de imágenes fuertes, sumado a los recuerdos emotivos
del compadre, lamentando su poca demostración de cariño, hace con que el personaje
principal vaya sintiéndose muy incómodo. Esa incomodidad va incrementándose hasta
que, al cabo de un buen rato de visita, se despide del compadre y emprende su camino de
vuelta.

Tema del cuento “Visita de duelo”

El tema seria, la idea central o motivo fundamental presente en el cuento. Al


analizar “Visita de duelo” se ve como la muerte del hijo del compadre atraviesa todo el
relato, siendo el motivo central que guarda nexo con todo lo que se dice. Además de esto,
es posible ver también otros signos característicos de la producción narrativa de Espínola,
como lo es el detenimiento en el dolor de los seres humanos, presentando con ellos
situaciones tensas que introducen al lector una reflexión respecto a los valores morales.
También se puede ver el paisaje rural y todo lo que con el mismo se introduce: las
tradiciones, el modo de vida del campesinado, sus comportamientos y su lenguaje.
Estructura y Forma

Los hechos correspondientes a la trama del cuento van desde la salida del personaje desde
su casa cabalgando el tostado, hasta su camino de regreso a casa, nuevamente montando
el tostado, sin embargo, la trama entendida por Tomashevski constituye todos los hechos
narrados y comprendidos de forma cronológica que respeten la causalidad temporal. De
esta forma, podemos decir que la trama iría desde la muerte del hijo del compadre hasta
la vuelta del personaje cabalgando el tostado. La muerte constituirá, siguiendo a
Tomashevski, el primer acontecimiento, dado que es la causa de todo lo que sucede luego,
el entierro, la presencia en el mismo de quienes recibieron la noticia y finalmente la acción
del personaje que inicia el argumento.
Ya el argumento es el relato, es la construcción artística, el modo de presentar la
trama, Tomashevski dice que es el modo en que el lector se va enterando de lo ocurrido.
Para ver el argumento, podemos localizar las relaciones presentes entre los personajes.
Entre el compadre Indalecio y el personaje que lo viene a visitar hay una amistad, una
relación de afecto. La visita se da por la muerte del hijo de Indalecio, de modo que, luego
de apreciar las relaciones entre sí de los personajes más frecuentes en el cuento, queda
bien denotado el tema del mismo. Este tema es el motivo central del cuento, y es a partir
de él, desde donde se construye el cuento. Como ya se ha especificado en renglones
anteriores, el motivo central del cuento es la muerte del hijo del compadre Indalecio. Los
motivos dinámicos presentes serán aquellos que, como señala Tomachevsky, en caso de
modificarlos, alterarían el relato. Así, un motivo dinámico sería el saludo que le hace el
personaje que viaja en el tostado al personaje Indalecio: “-¡Buenas! Lo acompaño en
sentimiento, compadre. M’hijo le habrá dicho lo del reumatismo, que me tenía embarao
en la cama. No pude venir a la desgracia. Cuando el personaje expresa esto, aclara
muchas cuestiones, con el saludo confirma que le está hablando al compadre Indalecio, y
por lo tanto llegó a destino. Informa porque no estuvo el día del entierro y también que
su hijo notificó la razón de su ausencia. Además de estas informaciones, los motivos
dinámicos permiten el avance del relato.
Un motivo estático será aquel que, de suprimirse no alteraría el relato. Están
como parte del procedimiento artístico y pueden ser prescindibles. Un motivo estático es
el que el narrador introduce con los patos: “Afuera, en el patio, varios patitos marchaban
a paso de infante, de uno en uno, rumbo al tajamar”. Esta descripción es totalmente
prescindible para el relato, pero constituye un procedimiento estético. En este caso
constituye un contrapunto que permite cortar una situación tensa mediante la descripción
de otra graciosa o cómica. Esto hace con que el lector se recupere brevemente de la
situación trágica o radical que se estaba narrando.
Siguiendo nuestro análisis del relato, nos cabe ahora observar algunas
distorsiones en el orden cronológico de la historia. En este sentido, la primer anacronía
que presentaremos es una analepsis externa: “-¡M'hijo, compadre! ¡Tan bueno! Bueno
derecho; guapo, cariñoso... No volvía de la pulpería sin llenar las maletas con chucherías pa la
madre y pa las hermanas. ¡Y guapo!... Cuando no tenía quince años lo pillé pitando atrás del
galpón. Le hice volar el pucho de un revés, y se me vino ciego. Se sofrenó y me gritó, llorando:
"¡Tata, lo abro si no fuera mi tata!" Yo casi lo deslomo a rebencazos. Pero contento, compadre,
orgulloso. Y a cada golpe, que él aguantaba sin dar un quejido, yo pensaba: "¡Esto sí es macho!"
"¡Hasta cuándo aguantarás, m'hijito lindo!" Y me cansé, y lo dejé, y él se quedó todavía un rato
parao, sin moverse, como diciéndome: "¡Seguí, canejo, seguí!" Aquí se evoca un
acontecimiento del pasado. Como claramente se observa, ese acontecimiento es el
puñetazo que el compadre Indalecio le da a su hijo cuando este aun no tenía quince años.
La razón de dicha agresión es haberlo encontrado fumando detrás del galpón,
probablemente estaba allí buscando esconderse de Indalecio. La razón de esta evocación
en ese momento del relato probablemente sea para introducir la idea del coraje y la
“guapeza” del difunto. Esta analepsis ayuda a dar testimonio de su comportamiento, el
cual, si recordamos el contexto de la narración, se sitúa en un ambiente rural. En la zona
rural uruguaya es común observar en la población masculina, la valoración de
comportamientos de valentía, coraje y hombría.
Respecto a la duración, el tiempo del relato es mayor al tiempo de la historia.
Esto podemos verlo claramente en las pausas utilizadas por el narrador, los
procedimientos de contrapunto, puntualmente la descripción de los patitos en fila y el
charabón. Además de esto, el relato está cargado de analepsis, de las cuales una ya la
hemos citado anteriormente.
Sobre el modo, si seguimos a Genette, el relato se condice con el clásico y por
ende, se lo encuadra en una focalización cero; un narrador omnisciente que, a pesar de
sus pocas intervenciones, demuestra saber más que los personajes. En dos pasajes
demuestra conocer los pensamientos del personaje: “Vadeó un arroyito de mala muerte,
bordeado por unos sauces llorones que otra vez lo volvieron a hacer pensar en su
compadre”. Otro pasaje más claro: “El montecito de sauces llorones y la osamenta lo
volvieron a hacer pensar en la muerte. No soplaba viento; y un calorcito traicionero se
pegaba a las cosas”. Cabe destacar que conoce también el hambre de los pájaros: “En el
ombú los pájaros entraban y salían. Daban vueltas por alrededor, tiritando y muertos de
hambre...”

La narración es ulterior, puesto que el narrador lo hace luego de sucedidos los


acontecimientos. Los verbos están conjugados en el pasado: “salió al trote”, “vadeó un
arroyito…”, “llegó a las casas”, “golpeaba la caña…”, “no soplaba viento”, entre otros.
Bastante hemos dicho ya con respecto a la narración. Centrémonos un poco en
quien la ejecuta; el narrador. Analizando la presencia explícita o implícita del narrador,
Genette nos aporta con su teoría las bases para el análisis del narrador. En “visita de
duelo”, el narrador está ausente de la historia que cuenta. No es un personaje de la historia
y está narrando en tercera persona. Por esta razón, y siguiendo la teoría de Genette es que
podemos hablar de un relato heterodiegético. Si el relato es heterodiegético y además
posee una focalización cero, en consecuencia, el narrador del cuento posee un nivel
extradiegético. Tomashevski a este tipo de narración la llama relato abstracto.

Según Oscar Tacca, frente a una narración es importante identificar al que la


cuenta. Por lo señalado anteriormente en base a los conceptos de Genette, ya sabemos
que el narrador está fuera de la historia. Por este dato, y siguiendo a Tacca diremos que
el narrador es un testigo imparcial de la historia. Además de lo anterior, si retomamos lo
entendido por Genette como focalización cero, diremos que el narrador conoce todo, tanto
las acciones de los personajes como su interioridad. Es en base a estas informaciones que,
contrastándolas con el cuadro conceptual3 de Tacca presente en “Las Voces de la novela”,
diremos que el narrador de nuestro cuento es omnisciente.
Respecto al pacto narrativo simplemente diremos que la verdad poética está
presente con un elevado énfasis, probablemente por las características del relato.
Transcurre en un ambiente rural, los paisajes, los objetos y seres que presenta son
característicos de allí. El lenguaje mediante el cual hablan los personajes también
corresponde al empleado comúnmente por la población del campo. Finalmente, los
hechos que se cuentan no presentan características sobrenaturales; no hay seres de ficción,

3
Tacca, O. (1973). Las voces de la novela. Madrid, España: Ed. Gredos. Pág. 72.
personas con súper-poderes ni nada similar. Todo el relato guarda una mímesis con la
realidad. Todo esto confluye para que la verdad poética sea apreciablemente elevada.

Estudio del personaje

En el estudio personaje debe procurar lograr la diferencia entre persona y


personaje, ya que estos estudios están muy cargados de opinión.
Mieke Bal hace una distinción entre personaje y actante. El actor es quien posee
características humanas distintivas, el personaje es un tipo de actor, pero no todo actor es
un personaje. Los actores son agentes que llevan a cabo acciones. Los actantes son una
clase de actores que comparten una cierta cualidad característica. Son seres que actúan
en un texto pero que no tienen la categoría de personaje.
En “visita de duelo”, siguiendo la fórmula presentada por Bal: el sujeto que
monta el tostado será nuestro primer actor, con quien inicia el relato. Por función
encontramos su deseo de saludar al compadre Indalecio por la muerte de su hijo. En
consecuencia, el compadre Indalecio será el otro actor que encontramos, cerrando la
función. Ambos actores se clasifican como personajes y llevan a cabo acciones dentro de
la trama. Otra actora que podemos encontrar es Lucinda, un personaje que aparece
brevemente en el relato.
Tomashevski también hace menciones acerca del personaje, dice que éste
desempeña el papel de hilo conductor de la historia por medio del desarrollo de sus
acciones4. El personaje logra, a través del proceso de caracterización de la trama, centrar
en él nuestra atención. En este cuento que nos toca analizar, la caracterización es directa,
puesto que el narrador nos da directamente la información (a través de los diálogos de los
personajes y de sus procedimientos). Un ejemplo de caracterización directa de los
personajes Indalecio y el compadre son los siguientes fragmentos: “-¡Buenas! Lo
acompaño en sentimiento, compadre. M'hijo le habrá dicho lo del reumatismo, que me
tenía embarao en la cama. No pude venir a la desgracia”. De Indalecio tenemos:
“¡Pucha, es que somos una manga'e bárbaros! Reservaos, secos con la mujer, con los
hijos. Nos da como una vergüenza cuando sentimos que vamos a ser blandos. .. ¿no

4
Tomashevski, B. (1982). Teoría de la literatura. Madrid, España: Ed. Akal. Pág. 10.
halla? A lo mejor se creen que no los queremos. Siempre con sequedá, sin mostrarles los
dientes nunca... El pobre quién sabe qué se creería. ¡Pucha, qué bárbaros!” El narrador
también nos expresa directamente: “El otro se quedó mudo. Y como no daba pie a la
conversación, su visitante, cuidando de no encontrarle los ojos, miraba al techo, miraba
al suelo, volvía a mirar al techo. De pronto golpeaba la caña de la bota con el rebenque
y entreabría el penoso silencio…”. Vemos primeramente como el lenguaje utilizado por
los personajes los caracteriza como individuos propios del contexto en el cual se
desarrolla la historia. Además, se aprecia que el compadre sufre de reumatismo, lo que da
a entender que puede ser de avanzada edad. Indalecio expresa su rudeza, le cuesta
expresar sentimientos. Finalmente, en el último fragmento introducido vemos la voz del
narrador, quien describe el momento incómodo del compadre.

Desarrollo de la trama

La introducción, la cual se conoce por situación inicial, en “Visita de duelo” se


corresponde al comienzo de la narración y cuando el personaje aparece hablándole al
tostado. Aquí ya tenemos las primeras características del personaje, pudiendo hacernos
una imagen sobre el mismo. Este comienzo es abrupto.
La intriga estará dada cuando el compadre llega a la casa de Indalecio, dando
comienzo al diálogo, el cual ocupara casi todo el cuento. Pero para poner el andamiaje de
la trama, se deben introducir desencadenantes de acción. Estos desencadenantes
constituyen la construcción de la intriga. La peripecia es antecedida al contrapunto, el
narrador describe en el patio la marcha de los patitos a paso de infante, la presencia de un
charabón, el clima frío, la limpieza del lugar. Etc. Luego de esto, Indalecio detalla la
muerte de su hijo, la causa de la misma, provocando así un aumento en la tensión
narrativa. Esta tensión seguirá aumentando a través del relato de Indalecio. Ocurre una
reflexión por su parte, acerca de la frialdad con la cual se expresan los hombres
comúnmente, es oportuno remarcarlo aquí: “Cuando lo sepultamos no querían abrir el
cajón, para que no lo besara. ¡Avisen, canejo! ¿Porque estuviera así? ¿A m'hijo no lo
voy a besar? Alcé la tapa... ¡Pobrecito!, estaba... estaba... ¡ah!... Lo besé como nunca.
Yo creo que si lo besé alguna vez fue cuando muy gurí... ¡Pucha, es que somos una
manga'e bárbaros! Reservaos, secos con la mujer, con los hijos. Nos da como una
vergüenza cuando sentimos que vamos a ser blandos. .. ¿no halla? A lo mejor se creen
que no los queremos. Siempre con sequedá, sin mostrarles los dientes nunca... El pobre
quién sabe qué se creería. ¡Pucha, qué bárbaros!” Es exactamente en este punto en
donde se da el clímax, el máximo momento de tensión dramática.
Finalmente el narrador comienza a desarrollar la situación final, el desenlace
regresivo. El mismo es antecedido por un contrapunto. El narrador vuelve a describir
acciones en el patio, pero con peculiares diferencias: “Afuera, en el patio, los patitos
volvían de uno en uno, a paso de infante. El charabón, de travieso, les llevó la carga. Y
hubo un desparramo que contuvo la pata madre apareciéndose de entre unas matas con
las alas abiertas y los ojos como chispas”. Finalmente la conclusión ocurre cuando se
disipa la tensión. El compadre lo saluda a Indalecio, manifestando que ya debe marcharse.
El narrador aquí introduce una descripción en el camino de vuelta, la cual recuerda a la
que introdujo al comienzo. Para concluir, introduce una oración que recuerda al frío. “Esa
noche iba a helar, seguramente”.
BIBLIOGRAFÍA

 Bal, M. (1990) “Teoría de la Narrativa”, Ediciones Cátedra S.A.

 Barthes, R. (1977). Introducción al análisis estructural de los relatos. Bs. As:

Centro Editor de A. L.

 Espínola, F. (1967). Raza ciega y otros cuentos. Montevideo, Uruguay: Biblioteca

Artigas.

 García Barrientos, J. (1996). El lenguaje literario. Madrid, España: Arcolibro S.L.

 Garrido Domínguez, Antonio (1996), El texto narrativo. Madrid: Síntesis.

 Genette, Gerard (1989). Figuras III. Barcelona: Lumen.

 Maggi, C. (1968). Paco Espínola: vida y obra. Capítulo oriental: la historia de la

literatura uruguaya.

 Pozuelo, J. M. (1989). Teoría del lenguaje literario. Madrid, España: Catedra.

 Tacca, Oscar “Las voces de la novela” Editorial Gredos (Madrid)

 Tomashevski, B. (1982). Teoría de la literatura. Madrid, España: Ed. Akal

 Verrani, H. (1992). Narrativa uruguaya contemporánea: periodización y cambio


literario. Revista iberoamericana. Vol. LVIII (Núm. 160-161). (Cap. 26).

 Zum Felde, A. (1921). Crítica de la literatura uruguaya. Montevideo, Uruguay:


Biblioteca Artigas.

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