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Cuerpos que importan

Una de las interrogantes iniciales que platea J. Butler como introducción al desarrollo
de su obra “cuerpos que importan” es: ¿en qué modo podemos vincular la
materialidad de los cuerpos con la performatividad del género y qué lugar ocupa el
Sexo en esta relación?

Para ir desarrollando su teoría, la autora irá deshilando la genealogía de los diferentes


conceptos que son abordados en el texto, como son: materialidad, sexo, género y
sexualidad, siempre desde una perspectiva post-estructuralista desde la cual
cuestionará la pre-discursividad de dichos conceptos. Entendiendo por lo Pre-
discursivo todo aquello que es dado de manera “natural” previo al lenguaje.

Si nos remitimos a los conceptos tradicionales, que consideraba al cuerpo como un


sistema biológico autónomo e independiente, regido por leyes naturales, podemos
deducir que bajo este punto de vista el sexo biológico determinaría el género.

Ante este determinismo, la autora pretende reflexionar y cuestionar este concepto


tradicional, que encapsula el sexo dentro del marco material y observable del cuerpo,
su topología, cualidades específicas y diferencias o, dicho de otro modo, lo masculino y
lo femenino estaría determinado por la genitalidad de los cuerpos.

La autora propone descentralizar el concepto de materialidad como concepto


“irreductible” dado que la materialidad postulada como anterior al signo, es a su vez
significado dentro del marco discursivo. O como expone en el texto “contar con el
concepto de materia, es perder la exterioridad que supuestamente afirma el
concepto”

De aquí postula dos interrogantes: ¿puede el lenguaje referirse simplemente a la


materialidad?, ¿O, el lenguaje es también la condición misma para que pueda decirse
que la materialidad aparece?

Para J. Butler las categorías de lo masculino y femenino están determinadas y


reforzadas por prácticas a las que llamará Perfomativas. Desde aquí entrará en
discusión con la teoría aristotélica. Para Aristóteles el alma es la causa final y la forma
organizadora de la materia. “El alma designa la realización de la materia, entendida
esta como algo potencial y no realizado” dentro de esta dualidad la materia ocupa un
rol pasivo receptivo, mientras que la forma ocuparía un rol activo-dominante. O dicho
de otro modo lo pasivo de la materia (matriz) correspondería a la esencia de lo
femenino
receptivo, mientras que la función activa-significativa correspondía a la esencia de lo
masculino, estableciendo una relación de jerarquía natural en la sexualidad de los
sujetos dentro de una dinámica de performatividad e inteligibilidad.

De esta manera la normatividad de los cuerpos esta encapsulada dentro de un sistema


binario de masculinidad y feminidad, que funcionan como normas reguladoras del sexo
y obran de manera performativa, para construir la materialidad de los cuerpos dentro
del imperativo heteronormativo.

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Estas normas tienen como fin otorgar roles específicos para cada género (lo masculino
y lo femenino) siendo dentro de este imperativo, el sexo biológico el eje regulatorio
para establecer estas normas.

La performatividad dice J. Butler, “es una práctica reiterativa y referencial mediante la


cual el discurso produce los efectos que nombra”. Por lo cual dirá que la categoría de
“Sexo” es una práctica discursiva. “El sexo es una construcción ideal que se materializa
obligatoriamente durante el transcurso del tiempo, mediante la reiteración de
normas determinadas”.

Postulando de esta manera que el “sexo” es una suerte de mecanismo regulatorio que
otorga a los cuerpos, roles específicos determinados, dentro de una estructura de
poder (Foucault), con el fin de disciplinar los cuerpos que gobierna.

Por lo tanto, la autora argumenta que el sexo en sí mismo es una construcción social y
cultural (discursiva), y no una entidad fija y objetiva (pre-discursiva).

Para encontrar el origen de esta estructura de poder y desigualdad de potencialidades


basada en una suerte de naturalidad de los roles masculino-femenino, la autora aborda
los conceptos aportados por la filosofía clásica a través del análisis que hace Irigaray
sobre el Timeo de Platón, interpretando en este argumento una primitiva
manifestación de la heteronormatividad, dentro de la cual indagará ¿qué lugar ocupa
lo femenino dentro de este sistema?

Para Irigaray la filosofía occidental se basa en un enfoque falogocentrista. A través de


una oposición excluyente, lo femenino es precisamente lo excluido de esa oposición
binaria. La filosofía occidental ha establecido una dicotomía entre el cuerpo y la mente,
asignando el cuerpo y lo femenino (receptáculo, Matriz) a la esfera de lo inferior, lo
irracional y lo subordinado, o como dice la escritora “lo que queda de lo femenino
sobrevive como el espacio de inscripción de ese falogocentrismo, la superficie
especular que recibe las marcas de un acto significante masculino”

De esta manera la escritora nos propone pensar que, para poder abordar una re
significación de lo femenino, es necesario desencajar dicho concepto de los andamiajes
construidos desde la lógica del discurso dominante masculino, que reduce lo femenino
a un conjunto de funciones representativas (madre, vientre, útero, matriz) pero
carente de forma.

Sin embargo, ante el argumento de Irigaray, J. Butler se plantea la siguiente pregunta:


¿Cómo podemos legitimar las declaraciones de daño corporal si cuestionamos la
materialidad del cuerpo?

¿Cómo forman los criterios normativos tácitos la materia de los cuerpos?

¿Podemos entender tales criterios no meramente como imposiciones epistemológicas


sobre los cuerpos, sino como los ideales regulatorios sociales específicos mediante los
cuales se forman, se modelan y se configuran los cuerpos que importan?

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Para finalizar cito el siguiente fragmento del libro ““La llave de la buena vida” de Joan
Garriga. …
– Si en lugar de tener el nombre que tienes tuvieras otro nombre, ¿hay algo en ti que podrías
seguir reconociendo como tu verdadero yo y tu genuino ser?

– Si en lugar de tener los apellidos que tienes tuvieras otros, si en lugar de ser hijo de tus
padres, hermano de tus hermanos, nieto de tus abuelos, si en lugar de pertenecer a la familia
que perteneces, pertenecieras a otra familia o tuvieras otros padres y otros apellidos, etcétera,
¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu verdadero yo y tu genuino ser?

– Si en lugar de tener la pareja que tienes tuvieras otra pareja o ninguna, si tus afectos fueran
otros, si tu inclinación sexual fuera otra, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como
tu verdadero yo y tu genuino ser?

– Si en lugar de tener los amigos que tienes tuvieras otros, si en lugar de vivir donde vives, en la
calle, barrio y casa que te acogen, estuvieras viviendo en otro lugar, en otro barrio, en otra
casa, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu verdadero yo y tu genuino ser?

– Si en lugar de ser hombre fueras mujer, o si en lugar de ser mujer fueras hombre, si tuvieras
otro sexo, otro género, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu verdadero yo
y tu genuino ser?

– Si en lugar de tener el cuerpo que tienes tuvieras otro cuerpo distinto, o una edad distinta de
la que tienes, si en lugar de ser joven fueras adulto o anciano o viceversa, ¿hay algo en ti que
podrías seguir reconociendo como tu yo y tu ser verdadero y eterno?

– Si en lugar de ser de la raza que eres fueras de otra raza, o de otro color de piel, o de una
constitución distinta de la que ahora tienes, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo
como tu yo y tu ser?

– Si en lugar de vivir en esta época te hubiera tocado vivir en otra, pasada o futura, ¿hay algo
en ti que podrías seguir reconociendo como tu yo y tu genuino ser?

– Si en lugar de crecer en la cultura y país en que creciste, en las creencias y valores que te
empaparon, hubieras crecido en otra cultura, religión, nación, pueblo, creencias, valores,
etcétera, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu genuino yo y tu
magnificente ser?

– Si en lugar de tener las creencias y valores que tienes y que definen tu vida y tus opiniones,
tuvieras otras creencias o valores, o incluso te quedaras sin ellos, ¿hay algo en ti que podrías
seguir reconociendo como tu yo y tu ser magnificente?

– Si en lugar de ser un ser humano fueras otro animal, un pingüino o una bacteria o un
ornitorrinco, ¿hay algo en ti que podrías seguir reconociendo como tu verdadero yo y tu
genuino ser?

Simplemente, permite que aquello que experimentas te acompañe y tenga espacio en ti. Y si
sientes que es bueno y te aporta paz o te da alas para una buena vida, recréalo en tu interior
todos los días hasta que sientas que se instala en ti como una presencia constante, para
descartar todo lo que es cambiante, efímero, histórico y circunstancial, hasta que no queda
más que el acceso sentido a otra conciencia, a otro ser.

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