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Universidad Nacional Autónoma De México

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Actividad de aprendizaje 1 – Tema 2 – “La


guerra”
Para el autor, todos los seres humanos hemos hablado de la guerra desde
siempre, como una forma de ver el bien y el mal, también quienes lo conciben
desde una forma que nada tiene que ver con lo moral, lo que es bueno y lo malo.
pero desde su punto de vista la guerra saca de los seres humanos los instintos
más primitivos, de supervivencia, de necesidad, de salvaguardar nuestra propia
integridad y la de nuestra comunidad.

Hemos visto esta misma concepción en otros ámbitos donde hay competencia
entre los seres humanos, tal como cuando concebimos la frase de dicta “que en el
amor y en la guerra todo se vale”, se nos ha descrito, como lo peor, que nace del
interés propio de los seres humanos, y algunas veces se ha llegado a defender
esta postura bajo el argumento de que, por defender nuestros intereses, “todo se
vale”, la tarea que se propuso el autor fue demostrarnos con razonamientos y
enseguida con ejemplos, que la tarea de juzgar la guerra y la conducta moral
durante las guerras, es un trabajo arduo y más complicado de lo que parece.

Citando la “Historia de la guerra del Peloponeso” de Tucídides, Melos era una


colonia de Esparta, esta no quería someterse a Atenas, hasta que los atenienses
arrasan sus tierras, obligándoles a entrar en guerra con ellos; aquí se nos
ejemplifica el argumento de agredir para forzar a entrar en guerra,
independientemente que los Melios no les hayan hecho ningún mal, Tucídides lo
menciona como “los poderosos consiguen todo lo que es posible y los débiles han
de aceptarlo; al final de cuentas es la clara demostración de lo más básico de la
política entre Estados, se conquistador o dejar ser conquistado.

Desde el punto de vista de los Melios, que no cuentan con la suficiente fuerza para
ser conquistadores, solo queda la opción de someterse o ser destruidos, pero los
gobernantes de Melos ven mucho más valioso oponer resistencia, ya que sería
una cobardía caer en la esclavitud, sin antes tratar de agotar los medios posibles
para defenderse, incluso solicitando ayuda de los Espartanos, que
indudablemente acudirán por el laso que los une, pero sin hacer más de lo que
necesiten para su propio beneficio; a final de cuentas después de cierta
resistencia por parte de los Melios, algunos de sus mismos ciudadanos entregaron
la ciudad, se sometieron, aunque esto trajo como consecuencia, la muerte de
todos los ciudadanos Melios hombres en edad militar, y que las mujeres y niños
fueran vendidas como esclavos.

Tucídides, según el autor, adecua frases o modos de los atenienses que no eran
propios de ellos, con el propósito de que seamos nosotros los que nos demos
cuenta de lo inadecuado que eran las políticas que ponían en práctica, que los
gobernantes atenienses ejemplifiquen la decadencia imperial de la ciudad Estado,
que encarnen la determinada perdida del equilibrio ético del sentido del límite y de
la moderación, además de su imperfecta habilidad política.

Para Tucídides “el principio de la fuerza”, está regido por leyes propias, que nada
tienen que ver con las leyes que gobiernan la vida moral, y bajo este concepto, si
es cierto, no habría nada que reclamar sobre la masacre hacia los Melios, ya que
es consecuencia de las circunstancias de la guerra y de la naturaleza de la misma,
pero si la masacre se llevó a cabo bajo los argumentos de que el imperio
“necesitaba” esto, para su propia subsistencia, habría que hacer a un lado la
cuestión moral de si la conservación del imperio era algo necesario.

El argumento de la necesidad solo es válido posteriormente, será llevado a cabo


por argumentaciones de quienes debatan, en este caso los generales, y no estará
determinado como “una necesidad de la naturaleza”, será más bien, que dirán que
fue inevitable llegar a esa decisión, esto es, según el autor, lo que Tucídides
quería que viéramos, él no podía tener idea de lo que era “inevitable” hasta que
todo el proceso estuviera completado, esto nos deja en claro que los juicios sobre
necesidad es un trabajo que le compete más a los historiadores y no a los agentes
históricos.

Para el autor la legitimidad del punto de vista moral tiene que ver con la
perspectiva del actor histórico, cuando hacemos algún juicio repetimos o tratamos
de repetir el proceso que llevo a esa toma de decisiones o nos enfocamos en
próximas decisiones que habremos de tomar, se nos ejemplifica esta toma de
juicios, cuando nos relata que los generales atenienses reconocen haber hecho
estos juicios, defendiendo su decisión asegurando que cualquiera que se viera en
esa circunstancia y con ese poder habría actuado de la misma manera.

Pero este no es un conocimiento firme, ya que depende de la perspectiva de cada


uno de los que hagan estos juicios, ¿Cómo saber si era necesaria la matanza?,
¿De verdad corría peligro el imperio, si esto no ocurría?, con la forma con la que
actuaron los generales atenienses, no solo se negó el poder tomar una decisión
moral, del mismo modo podemos asegurar que no hubo un argumento moral.
Cuando actuamos por nuestros intereses, que atienden un temor en nosotros, no
podemos hablar de justicia en realidad, para Tucídides los espartanos “consideran
honroso lo que les gusta y justo lo que les conviene”, esto se puede aplicar a
cualquier nación en el mundo, y Hobbes cree que los significados de las virtudes y
los vicios no tienen un significado cierto.

El autor toma una postura fija acerca de que lo moral no tiene cabida en este tipo
de decisiones o más bien depende del contexto o significado que se le dé,
dependiendo de los deseos o intereses de cada uno de las personas o Estados, la
percepción moral de cada persona va de la mano con sus intereses, el peso que le
damos cada uno a nuestros valores, esto deja al mundo moral, al amparo de la
ideología de cada Estado.

En seguida el autor nos explica la asociación que el encuentra entre la moral y la


justicia y el refiere que es muy similar al que se utiliza para la estrategia militar,
que es sin duda uno de los lenguajes de la guerra, existe la creencia de que no
tiene vínculos con el discurso moral, pero resulta de igual forma problemático.

Tiene que ver mucho con el contexto que se les da a los distintos significados de
las estrategias militares, replegarse, avanzar, etc., lo que cada uno conciba como
el punto exacto donde se debe aplicar cada cosa, esto resulta en que la estrategia
como la moral se convierte en un lenguaje de justificación, por ejemplo lo que para
algún comandante acobardado significa retirada, otro lo llamara repliegue
estratégico, pero si podemos saber la diferencia entre uno y otro al poder hacer
juicios críticos sobre los acontecimientos; de esta misma manera podemos hacer
juicios morales, pero solo cuando estos acontecimientos son lo suficientemente
claros, se pueden utilizar términos estratégicos y morales.

Nos aclara que es importante dejar en claro que la realidad moral de la guerra no
queda fijada por las actividades buenas o malas que dan los actores, en este caso
los militares, sino más bien por los juicios u opiniones que emite el resto de la
humanidad en torno a estos actos; si bien esto no significa que los actores no
tengan conciencia de los actos que están cometiendo, estos en varios casos se
han arrepentido de las decisiones que han tomado, y es resultado de nuestros
conceptos morales, tanto los soldados como los hombres públicos deben conocer
los peligros de cometer actos de crueldad o de injusticia y tratar de evitarlos, y
esto se lleva a cabo únicamente tomando decisiones morales.

Para el, el conocimiento moral y estratégico, varía según el paso del tiempo o de
las funciones de las comunidades políticas, lo que para algunos es
incomprensible, para otros puede ser totalmente valido; estas variaciones son
evidentes entre dos culturas separadas radicalmente, pero dentro de una cultura
en particular y las transformaciones que esta pueda recibir, pueden incluso dejar
intacto la concepción de lo moral o de alguna manera sin cambios significativos,
una evidencia de como los valores prevalecen a través del tiempo, son las
mentiras que cuentan los hombres públicos y los soldados.

Las mentiras son para justificar sus actos, esto deja al descubierto los rasgos
fundamentales de la justicia, siempre que encontremos mentiras nos
encontraremos con conocimiento moral, las mentiras son muy comunes durante
las guerras, por lo mismo que comenté líneas arriba, hay que justificar los actos, y
aparentar que se está en lo cierto, lo importante radica, no en que el hipócrita se
dé cuenta donde se encuentran los limites morales, lo importante es que quienes
juzgan sus acciones no sean hipócritas, ya que sus juicios pueden influir en las
medidas que se puedan tomar.
El ser hipócrita nos demuestra que todo parte de una base moral, ya que este
finge actuar de modo adecuado, o como los demás esperamos que actúe, sin
embargo, en la mayoría de las cosas que hacemos inclusive durante los conflictos
bélicos, tratamos de dar la impresión de actuar moralmente, y lo hacemos porque
sabemos lo que significa la moralidad.

El autor asume que de verdad actuamos en un mundo moral, donde hay


decisiones concretas muy complicadas que debemos tomar, pero esto es debido
como está estructurado el mundo, contamos con un vocabulario moral y
suficientemente estable, que existe y que va totalmente de la mano con las
decisiones políticas.

Para comprender bien la realidad moral de la guerra, nos plantea que debemos
entender los dos caminos por los que se le puede juzgar a esta, que son: las
razones por las que los estados deciden entrar en guerra y la otra los medios con
los que llevan a cabo su propósito; el primer juicio nos dice que tiene un carácter
adjetivo, podemos saber si la guerra es justa o injusta, y el segundo nos dice que
es adverbial, que esta se desarrolla justa o injustamente, según su explicación,
para los autores medievales, existía esta diferencia entre el derecho a la guerra
(con juicios sobre la agresión y la legitima defensa), y el derecho en la guerra (que
nos habla de juicios sobre la violación a las reglas ya en el combate).

Estos dos juicios son independientes el uno del otro, puede que una guerra con
motivos justos se lleve a cabo injustamente, pero también se puede llevar a cabo
una guerra injusta apegada a las reglas bélicas, son términos no tan fáciles de
comprender, este dualismo es el centro de la realidad moral de la guerra que el
autor trata de explicarnos.

Bien definido esta que la guerra la cataloga como una atrocidad,


independientemente de si sea justa el iniciarla o no, o si se apegue a las reglas
bélicas, el resultado siempre trae consigo muerte de personas, según la
interpretación que nos hace del trabajo de Clausewitz, la guerra es un acto de
fuerza al que no se le puede poner límites, no se le puede incorporar a esta ningún
tipo de códigos morales, para él, esto sería absurdo, no concibe que un acto tan
atroz y sanguinario pueda ser considerado fuera de un contexto bélico. Se trata de
un acto de demostrar quien tiene más fuerza, sin importar quien actuó primero, o
si fue a manera de defenderse, siempre implicara que el otro oponente trate de
igualar o superar en fuerza y atrocidad a su oponente.

Señalando claramente que este concepto que no abandona Clausewitz, sobre las,
no limitaciones de la guerra, también concibe que la guerra pueda desarrollarse en
distintos grados, puede que sucedan con fines de exterminar completamente al
oponente, o simplemente por cualquier tipo de diferencias entre ellos, esto lo
define como “escalas de violencia, en específicos actos de fuerza”. (Wallzer
2001).

Para poder plantear la concepción de la guerra como un acto criminal, debemos


ser capaces de ser muy específicos al plantear el contexto bajo el cual se
desarrolla y quienes van a ser quienes se encarguen de darle su significado; bajo
esta visión que nos plantea, es la gente quien se encarga de decidir que es guerra
y que no lo es, no a modo de votación, si no de dilucidar quienes pueden combatir
y bajo qué circunstancias.

Por ejemplo, nos cita ciertos torneos que se llevan a cabo voluntariamente, donde
los contendientes entran voluntariamente a sabiendas que se puede perder la
vida, pero para los participantes, este tipo de guerra es concebido como un
pasatiempo, si fuera visto por ellos como un infierno, es muy claro que no
participarían de él, puede que sientan cierta excitación por el combate, y esto
jamás podrá ser considerado como no justo.

O los mercenarios y soldados profesionales, que si bien no entran al acto de la


guerra por la simples ganas de combatir, (tal vez en algunos casos sí), lo hacen tal
vez por algún intercambio monetario, o por el gusto de servir a la patria y defender
el bien común de sus sociedades, nuevamente caemos en que es de forma
voluntaria, y esto como lo mencione anteriormente, no puede ser considerado
como un infierno.
Por otro lado si los soldados son gente reclutada que lo hace a manera de poder
sobrevivir o dar sustento a sus familias, o que se encuentran sumergidos en una
miseria muy profunda, y que mueren sin tener la elección de otra manera de vivir,
a esto si podríamos llamarle el infierno de la guerra, y criminales a los que los
llevaron hasta ese punto.

Si la guerra es un infierno cuando no se está combatiendo voluntariamente, y


donde se obliga a los hombres a luchar, la mayoría de los combates a lo largo de
la historia los tendríamos que catalogar como infierno. Para poder hablar de una
guerra creativa donde los combatientes están por decisión propia, tenemos que
quitar de la ecuación a los Estados o asociaciones políticas, ya que estos a
manera de persuasión del sentido patriótico son los que deciden si se debe luchar
o porque se debe luchar, y esto quita la elección personal de combate para los
soldados.

Cuando no hay un consentimiento individual por parte de los combatientes, todo


acto de fuerza será siempre catalogado como objeto de condenación moral. Para
Wallzer, la mayoría de los casos de guerra pueden ser considerados como
tiranías, bajo el mismo precepto de que quienes están combatiendo, no tienen
oportunidad de decidir si quieren estar ahí, ya que de tener esta opción, sin duda
decidirían estar en otro lado. La tiranía viene a recaer en el Estado, que sin duda
es quien obliga a estar combatiendo, pero esto no exime a los combatientes de
cierta culpabilidad, aunque se encuentren ahí sin un motivo propio, el concepto
moral de inocencia solo aplica para las personas que observan, y la reglas de la
guerra protegen a este último grupo de personas, pero esto no deja de lado que la
guerra siga siendo considerada como un infierno.

Nos explica también cierta concepción mística de ver a la guerra como el tirano,
como si esta fuera una fuerza natural, y que a su manera de ver, es una falacia, es
claro distinguir al Estado o los hombre que provocaron el combate, ninguna guerra
comienza sola, estos actores son los que moralmente pueden ser llamados
criminales, ellos son los responsables de todo el dolor y muerte que acarrearan
sus decisiones, o más certeramente del sufrimiento de los que no están ahí por
voluntad propia.

Es hora de comprender lo que Sherman quería darnos a entender, cuando se


refería a que “la guerra es un infierno”, bajo su concepción, la guerra es un crimen
de aquellos que la inician; y los que combaten, bajo ninguna circunstancia pueden
ser considerados también criminales, hagan lo que hagan para conseguir la
victoria, de esta manera pretende tratar el concepto como un argumento moral de
auto-justificación, definiendo como inocente cualquier decisión tomada para
conseguir sus propósitos. Sherman se concibe a sí mismo como un actor más,
puesto que el no participo de la declaración de la guerra, no es tampoco el único
general que piensa que si las causa por las que está luchando son justas,
tampoco debe culpársele por las muertes y la destrucción que estas generan, ya
que “la guerra es un infierno”.

Para el autor, aquí se nota claramente la ausencia de límites que había concebido
Clausewitz, así como se puede juzgar a un tirano por gobernar sin consentimiento,
se puede también condenar los actos que se llevan a cabo en este “infierno de la
guerra”. Cuando se tiene claro quien comenzó la guerra, se tiene claro al primer
responsable del dolor y sufrimiento que propiciaron los combatientes, pero no es el
único, como Sherman nos lo trata de hacer ver, si centramos nuestro juicio en
quien comenzó la agresión, dejaremos de lado todas las responsabilidades que
tiene los demás actores, como si el único juicio moral que valiera fuera el de quien
la comenzó.

Para concluir me parece que al referirnos a la guerra, tenemos que siempre


acompañarla de algún juicio moral, si bien se nos ejemplificaron varios combates
en distintas épocas, todos llevan un juicio moral intrínseco, partiendo de las
causas, de quienes lo generaron, de los motivos, de los actores que la llevaron a
cabo, de las reglas que se determinaron etc., estos juicios abarcan todos estos
conceptos, para poder, bajo el razonamiento moral, saber que está bien o, que
está mal, desde mi punto de vista, la guerra es un inferno para todos los que
participan o sufren sus consecuencias, independientemente de sus motivos.

Bibliografía.
Walzer, Michael (2001), “Contra el realismo” y “El crimen de la guerra” en “Guerras
Justas e Injustas: un razonamiento moral con ejemplos históricos”. Barcelona:
Paidós. pp: 29-67

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