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Act 1 - Tema 2 - La Guerra
Act 1 - Tema 2 - La Guerra
Hemos visto esta misma concepción en otros ámbitos donde hay competencia
entre los seres humanos, tal como cuando concebimos la frase de dicta “que en el
amor y en la guerra todo se vale”, se nos ha descrito, como lo peor, que nace del
interés propio de los seres humanos, y algunas veces se ha llegado a defender
esta postura bajo el argumento de que, por defender nuestros intereses, “todo se
vale”, la tarea que se propuso el autor fue demostrarnos con razonamientos y
enseguida con ejemplos, que la tarea de juzgar la guerra y la conducta moral
durante las guerras, es un trabajo arduo y más complicado de lo que parece.
Desde el punto de vista de los Melios, que no cuentan con la suficiente fuerza para
ser conquistadores, solo queda la opción de someterse o ser destruidos, pero los
gobernantes de Melos ven mucho más valioso oponer resistencia, ya que sería
una cobardía caer en la esclavitud, sin antes tratar de agotar los medios posibles
para defenderse, incluso solicitando ayuda de los Espartanos, que
indudablemente acudirán por el laso que los une, pero sin hacer más de lo que
necesiten para su propio beneficio; a final de cuentas después de cierta
resistencia por parte de los Melios, algunos de sus mismos ciudadanos entregaron
la ciudad, se sometieron, aunque esto trajo como consecuencia, la muerte de
todos los ciudadanos Melios hombres en edad militar, y que las mujeres y niños
fueran vendidas como esclavos.
Tucídides, según el autor, adecua frases o modos de los atenienses que no eran
propios de ellos, con el propósito de que seamos nosotros los que nos demos
cuenta de lo inadecuado que eran las políticas que ponían en práctica, que los
gobernantes atenienses ejemplifiquen la decadencia imperial de la ciudad Estado,
que encarnen la determinada perdida del equilibrio ético del sentido del límite y de
la moderación, además de su imperfecta habilidad política.
Para Tucídides “el principio de la fuerza”, está regido por leyes propias, que nada
tienen que ver con las leyes que gobiernan la vida moral, y bajo este concepto, si
es cierto, no habría nada que reclamar sobre la masacre hacia los Melios, ya que
es consecuencia de las circunstancias de la guerra y de la naturaleza de la misma,
pero si la masacre se llevó a cabo bajo los argumentos de que el imperio
“necesitaba” esto, para su propia subsistencia, habría que hacer a un lado la
cuestión moral de si la conservación del imperio era algo necesario.
Para el autor la legitimidad del punto de vista moral tiene que ver con la
perspectiva del actor histórico, cuando hacemos algún juicio repetimos o tratamos
de repetir el proceso que llevo a esa toma de decisiones o nos enfocamos en
próximas decisiones que habremos de tomar, se nos ejemplifica esta toma de
juicios, cuando nos relata que los generales atenienses reconocen haber hecho
estos juicios, defendiendo su decisión asegurando que cualquiera que se viera en
esa circunstancia y con ese poder habría actuado de la misma manera.
El autor toma una postura fija acerca de que lo moral no tiene cabida en este tipo
de decisiones o más bien depende del contexto o significado que se le dé,
dependiendo de los deseos o intereses de cada uno de las personas o Estados, la
percepción moral de cada persona va de la mano con sus intereses, el peso que le
damos cada uno a nuestros valores, esto deja al mundo moral, al amparo de la
ideología de cada Estado.
Tiene que ver mucho con el contexto que se les da a los distintos significados de
las estrategias militares, replegarse, avanzar, etc., lo que cada uno conciba como
el punto exacto donde se debe aplicar cada cosa, esto resulta en que la estrategia
como la moral se convierte en un lenguaje de justificación, por ejemplo lo que para
algún comandante acobardado significa retirada, otro lo llamara repliegue
estratégico, pero si podemos saber la diferencia entre uno y otro al poder hacer
juicios críticos sobre los acontecimientos; de esta misma manera podemos hacer
juicios morales, pero solo cuando estos acontecimientos son lo suficientemente
claros, se pueden utilizar términos estratégicos y morales.
Nos aclara que es importante dejar en claro que la realidad moral de la guerra no
queda fijada por las actividades buenas o malas que dan los actores, en este caso
los militares, sino más bien por los juicios u opiniones que emite el resto de la
humanidad en torno a estos actos; si bien esto no significa que los actores no
tengan conciencia de los actos que están cometiendo, estos en varios casos se
han arrepentido de las decisiones que han tomado, y es resultado de nuestros
conceptos morales, tanto los soldados como los hombres públicos deben conocer
los peligros de cometer actos de crueldad o de injusticia y tratar de evitarlos, y
esto se lleva a cabo únicamente tomando decisiones morales.
Para el, el conocimiento moral y estratégico, varía según el paso del tiempo o de
las funciones de las comunidades políticas, lo que para algunos es
incomprensible, para otros puede ser totalmente valido; estas variaciones son
evidentes entre dos culturas separadas radicalmente, pero dentro de una cultura
en particular y las transformaciones que esta pueda recibir, pueden incluso dejar
intacto la concepción de lo moral o de alguna manera sin cambios significativos,
una evidencia de como los valores prevalecen a través del tiempo, son las
mentiras que cuentan los hombres públicos y los soldados.
Las mentiras son para justificar sus actos, esto deja al descubierto los rasgos
fundamentales de la justicia, siempre que encontremos mentiras nos
encontraremos con conocimiento moral, las mentiras son muy comunes durante
las guerras, por lo mismo que comenté líneas arriba, hay que justificar los actos, y
aparentar que se está en lo cierto, lo importante radica, no en que el hipócrita se
dé cuenta donde se encuentran los limites morales, lo importante es que quienes
juzgan sus acciones no sean hipócritas, ya que sus juicios pueden influir en las
medidas que se puedan tomar.
El ser hipócrita nos demuestra que todo parte de una base moral, ya que este
finge actuar de modo adecuado, o como los demás esperamos que actúe, sin
embargo, en la mayoría de las cosas que hacemos inclusive durante los conflictos
bélicos, tratamos de dar la impresión de actuar moralmente, y lo hacemos porque
sabemos lo que significa la moralidad.
Para comprender bien la realidad moral de la guerra, nos plantea que debemos
entender los dos caminos por los que se le puede juzgar a esta, que son: las
razones por las que los estados deciden entrar en guerra y la otra los medios con
los que llevan a cabo su propósito; el primer juicio nos dice que tiene un carácter
adjetivo, podemos saber si la guerra es justa o injusta, y el segundo nos dice que
es adverbial, que esta se desarrolla justa o injustamente, según su explicación,
para los autores medievales, existía esta diferencia entre el derecho a la guerra
(con juicios sobre la agresión y la legitima defensa), y el derecho en la guerra (que
nos habla de juicios sobre la violación a las reglas ya en el combate).
Estos dos juicios son independientes el uno del otro, puede que una guerra con
motivos justos se lleve a cabo injustamente, pero también se puede llevar a cabo
una guerra injusta apegada a las reglas bélicas, son términos no tan fáciles de
comprender, este dualismo es el centro de la realidad moral de la guerra que el
autor trata de explicarnos.
Señalando claramente que este concepto que no abandona Clausewitz, sobre las,
no limitaciones de la guerra, también concibe que la guerra pueda desarrollarse en
distintos grados, puede que sucedan con fines de exterminar completamente al
oponente, o simplemente por cualquier tipo de diferencias entre ellos, esto lo
define como “escalas de violencia, en específicos actos de fuerza”. (Wallzer
2001).
Por ejemplo, nos cita ciertos torneos que se llevan a cabo voluntariamente, donde
los contendientes entran voluntariamente a sabiendas que se puede perder la
vida, pero para los participantes, este tipo de guerra es concebido como un
pasatiempo, si fuera visto por ellos como un infierno, es muy claro que no
participarían de él, puede que sientan cierta excitación por el combate, y esto
jamás podrá ser considerado como no justo.
Nos explica también cierta concepción mística de ver a la guerra como el tirano,
como si esta fuera una fuerza natural, y que a su manera de ver, es una falacia, es
claro distinguir al Estado o los hombre que provocaron el combate, ninguna guerra
comienza sola, estos actores son los que moralmente pueden ser llamados
criminales, ellos son los responsables de todo el dolor y muerte que acarrearan
sus decisiones, o más certeramente del sufrimiento de los que no están ahí por
voluntad propia.
Para el autor, aquí se nota claramente la ausencia de límites que había concebido
Clausewitz, así como se puede juzgar a un tirano por gobernar sin consentimiento,
se puede también condenar los actos que se llevan a cabo en este “infierno de la
guerra”. Cuando se tiene claro quien comenzó la guerra, se tiene claro al primer
responsable del dolor y sufrimiento que propiciaron los combatientes, pero no es el
único, como Sherman nos lo trata de hacer ver, si centramos nuestro juicio en
quien comenzó la agresión, dejaremos de lado todas las responsabilidades que
tiene los demás actores, como si el único juicio moral que valiera fuera el de quien
la comenzó.
Bibliografía.
Walzer, Michael (2001), “Contra el realismo” y “El crimen de la guerra” en “Guerras
Justas e Injustas: un razonamiento moral con ejemplos históricos”. Barcelona:
Paidós. pp: 29-67