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1.

BONNASSIE -SUPERVIVENCIA Y EXTINCIÓN DEL RÉGIMEN ESCLAVISTA

El autor se inicia en la investigación partiendo desde las preguntas que Marc Bloch se hizo respecto al
fin de la esclavitud (¿Por qué? – ¿Cuando? – ¿Como?). Lo primero que hace es revisar aquello que fue
escrito en materia de estudios por los marxistas clásicos y franceses que se interesan en la transición
de un modo de producción hacia otro.
De alguna manera, Bonnassie busca alejarse del MP Feudal como una síntesis entre aquello que el
Imperio Romano dejaba como vestigios y aquello que los Reinos Germánicos introdujeron a esa
estructura previa. Por otro lado, tampoco le interesa encajar cronológicamente todo aquello que se
ajuste a la teoría marxista según el desarrollo de fuerzas productivas y la lucha de clases.

El esclavo es visto por Bonnassie según los textos de las Monarquías Bárbaras como una bestia
parlante a la que puede castigársele y sobre el que caen prohibiciones y prescripciones de todo tipo;
no es humano ni puede tener propiedades ni derechos sobre sus hijos. Todo el control es ejercido bajo
el poder de sus dueños.

Analiza una serie de factores por separado, señalados como determinantes para que el proceso en
cuestión sea llevado a cabo; se encarga de desmitificar en algunos casos y de profundizar en aquellos
que cree conveniente:

Factor eclesiástico – La iglesia durante el periodo romano no favorecía a la manumisión


(otorgamiento de la libertad para el esclavo en el derecho romano) sino que por el contrario se
encargaba de justificar la esclavitud en su “visión” del mundo precisamente porque esta forma le era
funcional en sus intereses; inclusive la concepción del esclavo para la misma aparece como una
sanción impuesta por Dios debido a los pecados realizados, así que legitima esta condición sin
objeciones. Bonnassie hace hincapié en esta situación porque el poder de la Iglesia como institución
durante los s. IV-IX era muy fuerte, lo suficiente como para abolir o aligerar la carga del esclavo como
tal; sin embargo su legislación y política le negaba el amparo a aquellos que escapaban como esclavos
fugitivos.
Pero con el tiempo, existe un cambio en su visión por el afán de cristianizar la mayor cantidad de
personas, para esto decide considerar al esclavo ya no como una bestia de carga, otorgándole
concesiones pero sin darle el status de cristiano con pleno derecho. La iglesia finalizado el periodo
romano seguía siendo gran propietaria de esclavos.
Bonnassie descarta entonces por estos motivos que haya sido la Iglesia un factor preponderante para
acabar con la esclavitud y dar comienzo a un nuevo orden; lo que sí reconoce es que la religión pudo
haber ofrecido un cambio en la mentalidad de los esclavos (al ser cristianizados) para que dejaran de
verse como ganado y que justificara su valor como seres humanos; esto sí pudo haber socavado (en
parte) el modo de producción antiguo porque los acercaba más a una sociedad de la que antes eran
excluidos.

Factor Militar – Se utiliza este apartado como argumento para la baja demográfica de esclavos, debido
a que las capturas acontecidas en las diferentes guerras llevadas a cabo había bajado
considerablemente.

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Bonnassie entiende y acepta que la guerra es un factor determinante no para el fin de la esclavitud
sino para su consolidación. En su análisis distingue dos periodos: el de los Reyes Barbaros y el del
Imperio Carolingio. Destaca que un proceso natural se llevó a cabo en Occidente durante esta etapa, la
de mantener sistemáticamente la empresa esclavista, que en contra de lo que se sostiene durante la
Temprana Edad Media (V-VIII) hubo un incremento en la captura de prisioneros de guerra. En todo
caso, para Bonnassie hay un cambio en la fuente de extracción de estos esclavos, que ya no son
extraídos de lugares lejanos como pasaba durante el Imperio Romano sino más bien de las cercanías.
En la época carolingia lo que sucede es que baja la captura de esclavos y se traslada a las fronteras del
Imperio.
Un tema interesante que el autor destaca es que a la esclavitud no solo se llega a través de la guerra
sino que también existen factores como la miseria; las deudas económicas; las condenas jurídicas o
bien la auto-venta por necesidad para que una persona pueda caer en sumisión.
En conclusión, para Bonnassie este factor no es preponderante si lo que queremos es encontrar la
“causa” del fin de la esclavitud. Lo que si le parece es que este agente también aporta una nueva
visión al esclavo porque ya no solo deja ser visto como ganado sino que tampoco es considerado un
extranjero dado que su origen puede provenir de un pueblo vecino o hasta puede ser el pariente de
algún que otro hombre libre.

Factor Económico – La búsqueda de una salida del modo de producción llevo a muchos historiadores
a preguntarse precisamente si fue el costo de producción (que el esclavo significaba) aquello que
acabo con la esclavitud; ¿Realmente dejo de ser rentable para los propietarios, en un marco de recesión
durante la Alta Edad Media? Para Bonnassie esta etapa significa un momento de repunte y
crecimiento, algo que no comparte con Bloch.
Su justificación resalta que grandes transformaciones se llevan a cabo durante este periodo: el
crecimiento económico por expansión agraria y el desarrollo técnico por la crisis de la esclavitud.
Entre los s. VII-VIII existe un incremento en las roturaciones y una gran cantidad de mano de obra es
movida hacia nuevos alodios campesinos concentrándose en grandes dominios, todo lo contrario a lo
que sucedía durante el proceso esclavista. Más adelante se verá que la atomización del gran dominio
será contrarrestado por la fuerza del señor, quien impondrá nuevas cargas a aquellos campesinos
antes considerados libres. El reemplazo de esclavos por tenentes en manos serviles aparece como una
etapa importante para entender el deterioro de la esclavitud.

Su teoría aparece como una forma discontinua entre el esclavismo y el feudalismo representado por
un corte que no es capaz de relacionar entre ambos; precisamente porque las ataduras se fueron
desgarrando en la medida en que las cargas jurídicas para el esclavo se fueron eliminando y la
emancipación se hacía posible, por cargas del señorío banal que defendían la servidumbre.
No se trata para Bonnassie de establecer un momento de ruptura fijo, más bien es proclive a entender
el proceso por múltiples quiebres en el MP Antiguo; entre estos aparecen las reformas del Estado
Dioclesiano; Las invasiones bárbaras y el mantenimiento de la estructura romana; El cambio en la
ideología del esclavo y El Imperio Carolingio; que terminan de favorecer el pasaje hacia otro MP a
través de la Revolución Feudal (Crisis s. X-XI).
Claro que para esto se debe entender el análisis de documentos e investigaciones regionales; la tarea
de comparar diferentes formas de servidumbre que se fueron desarrollando en lugares ajenos unos de
otros y a partir de este salpicado elaborar una situación estructural.
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2. WICKHAM - LA OTRA TRANSICIÓN

El autor encara el tema desde una posición continuista, claro que desde el marxismo pero criticando la
idea evolucionista: el salto de un modo de producción hacia otro, tratando de evitar el eurocentrismo
determinante que termina aislando a Oriente del proceso histórico mediante el MP Asiático.
De alguna manera intenta unificar el MP Antiguo y el MP Feudal como partes de un mismo proceso
continuo, en el que la tributación ocupa un lugar central.
Situándose en épocas del Estado Dioclesiano, hace una salvedad respecto a lo que Roma había sido en
una etapa anterior no expansionista (Modo de Producción Antiguo No Explotador) y lo que fue a
partir de los s. II y I (a.C) con la preferencia por la esclavitud y la explotación (Expansionismo
Imperialista).
En ese momento de cambio/pasaje, la riqueza de las ciudades provenía del campo y de los tributos
que los propietarios debían realizar, así como también de las ciudades sometidas a su poder. Esto lo
llama Tributación en Red (Relación urbano-rural)
La crisis del Estado Romano en el s. II había acabado con las grandes haciendas esclavistas si bien
seguían permaneciendo algunas pero en formas de tenentes y tenentes libres (Coloni) capaces de
controlar la tierra y el propio proceso de producción; acá aparece un indicio de MP Feudal pero que
no dominaba la formación económica y social; en el Bajo Imperio no era la renta sino el impuesto el
que controlaba las riendas.
Con Dioclesiano se reestructura el Estado durante el periodo 284-305 (d.C) que se mantiene bajo
formas absolutistas, alternando su manutención entre la renta de los campesino libres y el impuesto
(independiente de la relación propietario-tenente) que era la base de la recaudación estatal destinada a
mantener el ejército y la burocracia (aprovisionamiento de las provincias; obras y reservas). Este
impuesto aparecía tanto a la tierra como al comercio de larga distancia que, dicho sea paso, también
controlaba el Estado mediante el derecho de transito/aduana.

Las invasiones bárbaras para Wickham establecen un cambio de dominadores pero no las formas o
mejor dicho la estructura misma del Estado Romano (algo que aparece también en Bonnassie) porque
se dedica a recaudar impuestos (MP Antiguo) y eso sumado a la renta (MP Feudal) destinada a un
señor absentista. Esto le permite sostener la continuidad entre un periodo y otro. Con el tiempo se va a
plantear la necesidad de elegir entre una de ambas formas. Así para los s. V y VII el colapso del Estado
hace que no puedan coexistir por la contradicción que existe entre los intereses públicos y los privados
que ostentan la propiedad de la tierra. Se produce una evasión impositiva por los altos cargos que el
Estado exige, con el agregado de que se comienza a optar por las estructuras feudales que los reinos
bárbaros presentaban como alternativa. El modo romano de impuestos y guerras expansionistas le da
lugar al modo bárbaro de evasión y estabilidad.

Al perder poderío económico, el Estado se siente en inferioridad frente a la importancia que los
señores comienzan a tener por aumentar la propiedad privada de los mismos. La caída del Imperio
cambia las disposiciones, ya no se necesitaba del impuesto para proveerse de un ejército; los nuevos
reinos tenían ejércitos que se basaban en la propiedad de la tierra. Al suprimir un gasto importante se
pasa del impuesto a la renta, profundizando más las formas feudales de producción.
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El cambio ideológico sobre los impuestos les resta aquel peso político que hubo de tener en el Estado
romano; si bien los reinos y su administración carecían de una organización como la de este, se
alcanzaba un nivel capaz de solventar las economías. Wickham hace una descripción de cómo los
impuestos pasaron a tener un peso negativo durante el periodo merovingio para hacerse de objetivos
políticos mientras que en la etapa carolingia se volvió a poner énfasis en la tributación aunque de una
forma resignificada.
Lo que trata de demostrar el autor es que esta etapa no es solo un pasaje o reemplazo de un MP a otro
sino que entre los s. IV y VIII hay una coexistencia.

Respecto a la transición de la esclavitud a la servidumbre, en el texto aparece señalado como la


pérdida del control sobre las relaciones sociales de producción por parte de los Estados romano-
germánicos; dejan de regular la aristocracia y ya no poseen el registro de los campesinos adscriptos a
la tierra. El Estado pierde poder, como se mencionó antes, mientras que la tierra deja de ser un medio
para tener poder, ahora lo es en sí mismo.
No obstante la idea del Estado Hegemónico se mantiene hasta el s. XI pero lo público se había ido
disolviendo en lo privado conformándose el sistema feudal vasallatico apoyado en la igualdad del rey
y la aristocracia; una lealtad que debía ser mantenida mediante el otorgamiento de tierras a unos y
otros, desmantelando la estructura estatal. De ahí en más el campesinado se concentró bajo el control
del Sr. Feudal.

La caída del Imperio Carolingio puso fin a los gobiernos de vastos territorios bajo el absolutismo; las
unidades políticas creadas por ese entonces eran pequeñas con mucha ideología hegemónica pero
dependiente del poder feudal. El campesinado había sido favorecido al dejar los impuestos por las
rentas pero con Carlo Magno, las relaciones feudales se extendieron de manera tal que sometieron y
explotaron a los siervos; se habían quitado las formas de esclavitud antiguas y establecido
prestaciones de trabajo. Wickham, en este sentido, piensa que la transición entre una forma y otra se
dio de manera marginal y no como característica principal del periodo en cuestión.

A modo de cierre, la idea de Wickham aparece englobada en el sistema feudal como una síntesis entre
lo viejo y lo nuevo, dependiendo de la zona en la que se profundice; reformula una teoría en la que el
MP Antiguo y el MP Feudal aparecen como subtipos de un MP Tributario o quizás más abarcativo
que defienda la continuidad entre un proceso y otro.

3. SALRACH - DEL ESTADO ROMANO A LOS REINOS GERMÁNICOS. EN TORNO A LAS


BASES MATERIALES DEL PODER DEL ESTADO EN LA ANTIGÜEDAD TARDÍA Y LA ALTA
EDAD MEDIA

El autor propone no ceder a la tentación de considerar al siglo V como el siglo de la gran ruptura
(social y política), propiciada por la instalación de los germanos en Occidente, sino que sugiere
considerar el período comprendido entre los siglos III y IX en términos de evolución social lenta.
Actualmente hay individualidades y escuelas que siguen pensando la historia de la Alta Edad Media
en términos de continuidad o al menos de lenta evolución (Bonnassie, Lauranson-Rosaz, Bois).

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LA TESIS FISCALISTA

Existe también un grupo de historiadores partidarios de la tesis fiscalista (Goffart, Durliat), para
quienes el sistema de finanzas públicas (impuestos, gastos y métodos de gestión) creado por los
romanos se mantuvo virtualmente intacto durante el período germánico, hasta la época carolingia,
entre otras razones porque los reyes germánicos eran demasiado débiles para crear un nuevo sistema
fiscal pero suficientemente fuertes como para preservar y hacer funcionar, con ayuda de agentes
públicos y possesores romanos, el que encontraron sobre el terreno.
Las investigaciones de los fiscalistas tienden a destacar la presencia generalizada de canales fiscales en
la geografía y el tejido social de Occidente, la realidad viva y no necesariamente asfixiante del
impuesto y la implicación de toda la clase dirigente en la gestión de las finanzas públicas durante los
siglos III-IX.
Las investigaciones de la escuela fiscalista conducen a pensar que quizás las sociedades europeas de
Occidente, hasta el umbral del año mil, estuvieron estructuradas de acuerdo con lo que podría
denominarse un sistema social antiguo en el que la modalidad dominante de producción o
explotación del trabajo sería la tributaria.
Los fiscalistas, en su empeño por descubrir la continuidad de las estructuras antiguas, destacan las
concomitancias de base entre los reinos romano-germánicos y de éstos con el mundo bizantino.
La tesis fiscalista tiene sus oponentes. Por un lado se opone a os que consideran que el mundo fue
feudal desde las invasiones germánicas o desde antes. Aquí las diferencias esenciales giran en torno al
colonato que los fiscalistas no consideran una forma de dependencia privada entre potentes y
campesinos, generadora de rentas que puedan calificarse de protofeudales, sino simplemente una
forma de dependencia fiscal entre personas libres, en el marco de una estructura estatal que desde
muy antiguo funcionaba sobre la base de la delegación de autoridad pública en manos privadas. Por
otro lado, entran en contradicción con los partidarios de la supervivencia del esclavismo. De acuerdo
con Domenico Vera y otros, creen en una esclavitud doméstica pero no rural o masiva ya desde el Bajo
Imperio, y asimilan los servi a una categoría de coloni, fundamentalmente sometidos a tributación
pública. Por último discrepan de los “domanialistas” en el hecho fundamental de que no consideran
las villae como grandes dominios, propiedad de un dominus que percibe rentas y servicios de los
tenentes de los mansi, sino asentamientos o demarcaciones fiscales donde los contribuyentes,
jurídicamente libres pero económicamente dependientes, están adscritos, ene. Sentido de registrados,
en unidades fiscales llamadas mansi, bajo la responsabilidad de un dominus, que es un señor privado a
quien el Estado ha delegado competencias en materia de recaudación y gestión de fondos públicos.
A continuación, Salrach hace un somero análisis de las bases materiales del poder del Estado en la
Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media.

EL BAJO IMPERIO

Las cuestiones fundamentales que los historiadores se plantean refieren a la presión fiscal. Mientras
unos observan un panorama crítico (Salviano), otros (Martin, Lepelley, Vittinghoff, Chastagnol) ven
signos de “prosperidad” que matizarían las dramáticas consecuencias de la presión fiscal. La pregunta
de Salrach se centra sobre la posibilidad de la hipertrofia burocrática del Estado romano.

Los ingresos públicos


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Durante el Alto Imperio, todas las tierras pagaban el tributum soli y todos los hombres, menos los
ciudadanos romanos, el tributum capitis, y parece que esta dualidad impositiva se mantuvo en el Bajo
Imperio a pesar de los edictos y constituciones que extendían la ciudadanía romana a todos los
hombres libres del Imperio. Un jugum era probablemente el equivalente fiscal de una explotación
campesina-media con un par de bueyes y, en la Galia, unas 10 ha de tierras de labor. En este sentido,
el número de juga de cada contribuyente es un índice de su capacidad contributiva.
Respecto al impuesto personal, como en el caso del capital inmueble, la materia imponible (las
personas libres no indigentes) era reducida a unidades abstractas de cálculo denominado capita: un
hombre valía o pagaba por un caput (palabra que se utiliza también en el sentido de contribuyente) y
una mujer por medio caput; y el cálculo de capita debidos por una unidad familiar era una operación
que se llamaba capitatio humana, expresión que, según Goffart, también tenía el sentido de sujeción al
impuesto.
Juga y capita eran pues unidades fiscales en base a las cuales se calculaba cada año el montante del
impuesto (territorial y personal) debido por cada contribuyente. Para el fisco, aunque el importante
era el impuesto territorial (jugatio), lo decisivo es que reposaba sobre las espaldas de un contribuyente
(de un caput), de ahí que a veces se utilice la palabra capitatio, caput o capita para designar al conjunto.
Puesto que el 80% de la riqueza nacional debía proceder de la tierra, dice Durliat, así también los
recursos públicos. Pero las ciudades, donde debía vivir entre el 10 y el 20% de la población total,
también eran gravadas; sus habitantes eran censados y sometidos a capitación. Los senadores habían
de satisfacer un impuesto anual denominado collatio glebalis, cuyo montante dependía de la fortuna de
cada cual. Las ciudades organizaban también la recaudación del impuesto llamado collatio lustralis,
como la lustralis collatio o chrysargyre que gravaba las actividades productivas no agrícolas, para lo cual
se utilizaba la infraestructura de las corporaciones.
En todo el Imperio se percibían impuestos sobre el tráfico de personas y bienes. La recaudación se
efectuaba en las aduanas u oficinas en los límites exteriores del Imperio, las provincias, los términos
municipales, las puertas de las ciudades y los mercados.
El Estado poseía también tierras y otros bienes públicos, que proporcionaban ingresos diversos, o bien
porque eran explotados directamente, o bien porque eran cedidos en arrendamiento. Estos bienes
estaban repartidos entre los bienes a disposición directa del soberano, denominados de la res privata,
bienes de los templos (paganos) y de las Iglesias (cristianos) y bienes de las ciudades.

El gasto público

El gasto público del Bajo imperio puede agruparte en tres capítulos: el coste de las administraciones
municipales, la administración central (gastos civiles y militares) y el culto.
Los gastos municipales eran enormes y de muy distinta naturaleza. Las ciudades, generalmente
capitales de territoria muy extensos, financiaban las obras públicas, espectáculos y distribuciones
gratuitas de alimentos. Para cubrir todos estos gastos eran necesarios grandes ingresos. Aunque la
ciudad tenía recursos propios (magistraturas pagadas, rentas de tierras municipales), es dudoso que
estas fuentes de financiación fueran relevantes en las finanzas municipales. La partida de ingresos más
importante procedía del presupuesto del Estado, que asignaba un tercio de sus recursos a las
ciudades. De todo el impuesto recaudado en los territorios de las ciudades del Imperio, éstas tenían

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derecho a quedarse con un tercio para satisfacer sus necesidades y debían liberar los dos tercios
restantes a la administración central. ¿Qué hacía el Estado con ellos?
Según diversos estudios, otros tercio de los ingresos del Estado aproximadamente debía asignarse al
mantenimiento del Ejército (reclutamiento, equipamiento, alojamiento, manutención, transporte,
soldadas). Obtenían los recursos necesarios por intermediarios: mediante pagos a su favor que
efectuaban los recaudadores, mediante el aprovisionamiento en almacenes públicos, etc.
En cuanto a los gastos civiles de la administración central, Durliat distingue fundamentalmente cuatro
partidas: el mantenimiento de las grandes capitales del Imperio (Roma, Constantinopla, Milán,
Ravena), que en gran parte vivían de las munificencia imperial; la ayuda a muchas otras ciudades,
sobre todo cuando atravesaban dificultades; el pago de los salarios de los grandes funcionarios; y el
financiamiento de diversos servicios públicos.
Respecto al culto, que absorbe una importante parte del presupuesto, la tesis de Durliat es que las
Iglesias y el Estado son realidades moderadamente autónomas pero no separables. En la medida en
que el cristianismo sustituyó al paganismo como religión de Estado, como marco ideológico global,
también heredó sus funciones ideológicas e institucionales, y obtuvo en contrapartida, las
asignaciones presupuestarias o dotaciones (tierras o impuestos sobre tierras) correspondientes al
mantenimiento del culto. Desde este punto de vista, los bienes de la Iglesia, aunque gestionados
autónomamente, no son separables o distintos de los bienes del Estado.
El emperador cristiano, que consideraba la Iglesia como un servicio público y las iglesias como
edificios públicos, se sabía con derecho a llevar la dirección administrativa de la institución, a pilotar
la nave cristiana y a imponerse como árbitro de las querellas conciliares.
Los recursos de la Iglesia del Bajo Imperio eran de origen diverso, pero, según Durliat, en contra del
parecer de Gaudemet, los procedentes de la caridad privada apenas cuentan al lado de los bienes y
rentas del Estado asignados al culto por el emperador y sus colaboradores. Estos bienes y rentas del
Estado asignados al culto procedían de dotaciones efectuadas sobre recursos de las res privata y las
tierras municipales, de las confiscaciones efectuadas a los templos paganos, etc.

La gestión de las finanzas

El possesor, también llamado patronus y dominus, podía tener pequeñas o grandes propiedades o no
tenerlas, y podía tener o no tener campesinos dependientes, a título de señor privado, pero lo más
importante y definitivo de su identidad, según los fiscalistas, es que siempre se trataba de un
individuo privado que había recibido (por cesión directa, herencia o compra) una delegación de
autoridad pública que le permitía y obligaba, de hecho, a actuar como oficial fiscal y arrendador del
impuesto. El conjunto de tierras, y cultivadores, sobre los que el possesor ejercía sus derechos
eminentes, de naturaleza fiscal, era la possesio o fundus (asentamiento fiscal o base de percepción fiscal.
La ciudad era la célula política de base y el interlocutor necesario entre la administración central y el
contribuyente.
Ya se puede comprender que la gran máquina fiscal del Imperio pudiera marchar con pocos
funcionarios, bastaba que en todas partes hubiera individuos privados, los possesores, dispuestos a
actuar como si fueran arrendadores de los impuestos y pagadores por cuenta del Estado.
Si, como creen los fiscalistas, el fundus era una base de recaudación, el hecho de que fuera objeto de
venta, herencia y donación presupone que la tarea del possesor debía ser lucrativa. Parece que había

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varias modalidades de remuneración. La más común debía ser la percepción de una comisión por
cada operación fiscal efectuada.
El impuesto era exigible en moneda, producto y servicios. Para sus cálculos el Estado se servía de la
moneda. Con ella elaboraba el presupuesto y expresaba sus necesidades y lo que esperaba de la
tributación de provincias y ciudades.
Teóricamente, el Estado expresaba sus necesidades en dinero, es decir, en moneda de cuenta que por
coemptio se transformaba en los productos y servicios que precisaba. En la práctica, la coemptio, para
muchas regiones y ciudades era permanente, es decir, que el impuesto se expresaba habitualmente en
producto y servicio y por tanto, para los cálculos, era necesario proceder hacia atrás, con la adueratio o
retro-coemptio, para traducir el valor del impuesto en dinero.
Se trata de un Estado fuertemente centralizado en una triple dimensión: todo el poder está
personificado en la figura del monarca; las grandes decisiones políticas y económicas que afectan a la
vida de todas las gentes del Imperio (presupuesto, precios públicos, legislación, defensa) se toman en
la corte donde reside la administración central y, sobre todo, el centro puede hacer sentir su poder
directamente sobre cualquier ciudadano del Imperio. En la práctica había muchos eslabones
intermedios, unos subordinados a los otros, aunque la iglesia era relativamente autónoma en la
gestión de sus finanzas, y el sistema de delegaciones permanentes de autoridad pública en señores
privados (possesores, domini) dificultaba la centralización de cuentas.
Así, inevitablemente, se llega al nivel inferior, el del contribuyente, base de todo el sistema.
Historiadores como Vera, Gascou, Saumagne, Goffart, Eibah y Langhammer opinan que hay lazos
entre el colonato y la fiscalidad, entre coloni y fundi. Durliat es del mismo parecer: si el fundus era una
base de percepción fiscal, el colonus tenía que ser, pura y simplemente, un contribuyente.

LOS REINOS ROMANO-GERMANICOS

La hipótesis es la continuidad del Estado antiguo, y de su sistema administrativo, en unos marcos


espaciales más reducidos.

Los ingresos públicos

La hipótesis es que los reyes germánicos, seguramente, no tuvieron que legislar en materia fiscal, al
meno ampliamente, porque disponían de los códigos romanos, que siguieron en vigor. El marco de
referencia seguía siendo la ciudad, ahora ya con el obispo como jefe de la administración local, en la
Galia, más o menos flanqueado por condes que deben ser los responsables de los pagi o territorios que
van emergiendo como subdivisiones, al principio, y alternativa, al fin, de las ciudades.
No hay duda que el censum es el impuesto, que probablemente todavía se percibía en sus dos
modalidades, la territorial y la personal. Respecto a la modalidad más importante, la territorial
llamada en lagunas fuentes tributum, muchos historiadores creen que se produjo una reducción de la
punción, Así oponen a un imperio romano poderoso y opresor, unos reinos germánicos, demasiado
débiles para mantener la misma tasa de sustracción. Las fuentes, al menos en apariencia, les dan la
razón. Mientras en época bajo imperial, según cálculos de Durliat, el impuesto debía devorar
alrededor del 20% de la producción, la mayor parte a título de impuesto territorial, en tiempos de los
reinos romano-germánicos, las fuentes parecen sugerir una detracción del orden de un 10%.

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Hasta la época carolingia el impuesto personal fue conocido con el nombre de capuz y de capitatio
humana. Todos, romanos o germanos, estaban sometidos a la capitatio humana, pero no por ello dejaban
de ser hombres jurídicamente libres.
En segundo orden de recursos públicos, después del impuesto, venían las rentas de los dominios del
Estado: rentas de las minas, las salinas y, sobretodo, las tierras públicas (fiscus y patrimonium).
También los propios beneficiarios de tierras fiscales procedían a ventas o intercambios entre ellos en
función, seguramente, de su deseo de concentrar recursos y facilitar el control. Es decir, las tierras
públicas formaban una masa enorme y constante de bienes que circulaban pero siempre entre las
manos de las personae publicae.
Pero es cierto que la asignación de recursos de la administración central a instituciones e individuos
poderosos llevaba a la creación de fuerzas alternativas como duques, condes u obispos
independientes. Así se podría concluir que el advenimiento de los carolingios con sus confiscaciones
de bienes eclesiásticos y el ensanchamiento de fronteras fue algo así como una tentativa de
restauración o reforzamiento del Estado tradicional, en el sentido de superación de aquel estadio de
fraccionamiento del poder público, que afectó también a la Italia lombarda y amenazó a la España
visigoda.
Finalmente quedan las multas impuestas por los tribunales de justicia y los ingresos derivados de la
acuñación monetaria con un control mayor o menor de la administración central sobre las cecas de
cada reino.

El gasto público

La administración central de los reinos romano-germánicos tenía también que pagarse a sí misma y
sufragar numerosos gastos de carácter civil. El primer lugar de esta partida lo ocupaba el
mantenimiento de la corte, es decir, los alimentos y salarios de los grandes funcionarios que se
ocupaban del ejército, las finanzas, la justicia, la Iglesia, etc. Cada reino disponía de una capital
preferente, con un palacio real y las oficinas de la administración central y capitales secundarias con
residencias reales ocasionales.
En cuanto a la administración local, la época germánica presenta algunos cambios importantes. El
primero es el ascenso de los obispos a la dirección de los asuntos administrativos, tanto religiosos
como civiles, con un poder que en la Galia incluso parece prevalecer sobre el de los condes. El
segundo es la decadencia del viejo marco municipal en provecho de unas circunscripciones menores,
los pagi, regidos por condes. La evolución es, pues, en el sentido de una cierta descentralización.
Pero las viejas ciudades decadentes subsistían y con ellas sus tradicionales gastos públicos:
construcción, restauración y mantenimiento de murallas, vías públicas, puentes, graneros mercados y
acueductos; asistencia alimentaria en tiempo de carestía, y quizá gastos de medicina y enseñanza.
Por otra parte, el período registra una tendencia a la clericalización de la medicina y la enseñanza, lo
cual, si aceptamos el razonamiento de Durliat que considera la iglesia como una institución pública,
no representa ningún cambio de signo rupturista, sino una tendencia a reducir las competencias de las
administración civil en beneficio de la religiosa.
También es posible, según Durliat, que entonces se produjera una transferencia de fondos de las
administraciones locales a las de las iglesias, en consonancia con el papel dirigente de los obispos en
las mismas. Los obispos, bien situados en el engranaje fiscal y político, debieron entonces desviar
fondos para la construcción de iglesias y otras obras de infraestructura eclesiástica.
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Herederos de los emperadores romanos, los reyes germánicos fueron los jefes protectores de sus
iglesias nacionales: convocaron concilios, nombraron obispos, acentuaron su control directo sobre los
monasterios, y sobre todo, subvencionaron el culto que siguió teniendo carácter de servicio público.
Una parte de los recursos eclesiásticos era de origen privado. Lo eran por ejemplo, muchos lotes de
tierra pequeña extensión dados en plena propiedad o con reserva de usufructo por pequeños
propietarios, una categoría social probablemente dominante en la Alta Edad Media.

La gestión de las finanzas

Es lógico preguntarse si los métodos de gestión eran los mismos que los del Bajo Imperio o habían
cambiado.
Está en primer lugar el tema de los asentamientos o bases de percepción fiscal. El fundus (terminología
utilizada por los legisladores romanos), según Durliat, sigue siendo lo que era: un territorio sobre el
cual un possesor tiene derechos fiscales delegados. La novedad es que los documentos, generalmente
escrituras de venta de tierra, sitúan los bienes inmuebles que se venden in villa. ¿Qué eran las villae?
Escrituras de venta o donación de villae sugieren que lo eran todo: tierras, casas, aguas, bosques,
molinos, hombres. Podrían ser grandes dominios si no fuera que incluyen las aguas que es bien
público, y que los campesinos que habitan en ellas venden, compran, heredan y donan en plena
propiedad tierras situadas in villa, y ya se sabe, no es posible que haya propiedades dentro de
propiedades.
También la ciudad, aunque menos brillante que antes, y ahora subdividido su término en pagi, seguía
siendo el intermediario necesario entre la administración central y los possesores.
La villae y fundi, que los partidarios de la tesis fiscalista consideran bases de recaudación, eran objeto
de compra-venta entre possesores lo cual parece indicar que la ostión del impuesto era rentable. Para
Durliat es claro que la clase dirigente de la época germánica obtenía la parte más sustanciosa de sus
ingresos no de sus grandes propiedades sino de la gestión de las finanzas públicas.
Como dice Durliat, los palacios de los reyes germánicos tenían que ser algo más que un lugar de
reunión de guerreros y cortesanos: desde el punto de vista de la fiscalidad tenían que tener algo de
oficina central del Tesoro.
Finalmente se llega al último eslabón, el de los contribuyentes (tribuytarii). Para la tesis fiscalista, eran
los colonos descendientes de los coloni del Bajo Imperio y de los esclavos manumitidos. Al final de esta
historia, serían los pequeños propietarios libres del Valle del Duero y del reino asturleonés de que
tanto hablaba Sánchez Albornoz y los pequeños alodiarios que afloraban por todas partes en la
documentación catalana de la época carolingia. El problema es el número. Durliat y Magnou-Nortier
piensan que son predominantes puesto que, a su entender, eran la principal fuente de ingresos o de
confiscación de excedente (por la vía del impuesto territorial y personal) de las monarquías
germánicas. Su teoría se refuerza reduciendo el papel de los esclavos al servicio doméstico, y
considerando a los servi rurales simplemente como una variante de los coloni. Durliat coloca dentro del
grupo de los coloni a los accola, ingenui, liberti, servi y mancipia, que serían campesinos sometidos a
cargas fiscales de distinta modalidad, al margen de que pudieran estar sujetos a dependencias
privadas.

BALANCE

10 | P á g i n a
Esta línea de interpretación nos sitúa ante la hipótesis de que las sociedades del Occidente europeo
antes del año mil, y al menos desde el Bajo Imperio, funcionaban dinamizadas por la modalidad
tributaria de explotación del trabajo. Modalidad que sería el motor principal del sistema social
(totalidad coherente de estructuras) antiguo cuya vigencia los hombres habrían mantenido hasta
mucho más allá de la caída del Imperio romano de Occidente. Claro está, para aceptar este supuesto
hay que aceptar los supuestos previos en que se basa la tesis fiscalista: el servís no sería ni un esclavo
ni un dependiente sino un contribuyente sometido al servilium; colonus no significaría arrendatario
sino campesino, generalmente propietario; censum nunca sería sinónimo de renta sino de impuesto;
polyptyci serían registros públicos; possessio y fundus no serían propiedades sino demarcaciones
fiscales; el possesor no sería el propietario sino un señor privado depositario de una delegación de
poder público; las villae y los mansi no serían, al menos únicamente, pueblos y explotaciones sino
formas de encuadramiento y cálculo fiscal, etc.

4. GASPARRI - ROMA Y LOS LONGOBARDOS

El autor intenta individualizar las grandes fases de las relaciones entre Roma y los longobardos,
ordenando los hechos dentro de esquemas interpretativos generales.
Para el período comprendido entre finales del siglo VI e inicios del VII, se debe hablar de una estirpe
bárbara extraña al país invadido, Italia, naturalmente entendiendo con esta consideración no un
pueblo comprendido como unidad racial cerrada, portadora de una cultura étnica bien
individualizada, sino como un grupo humano abierto a distintas influencias, sobretodo de cultura.
Para el período posterior se debe no solamente hablar, como se hace habitualmente, de un pueblo
abierto ahora a modelos culturales y religiosos de matriz romano-mediterránea en vía de fusión con
los romanos de Italia. Esto puede ser válido para una hipotética fase intermedia, de difícil ubicación
cronológica. Pero para la fase que se inicia con el siglo VIII, hay que tener presente que en las fuentes
contemporáneas –además de aquellas de época carolingia y postcarolingia- con el término
“longobardo” se entiende prácticamente todo habitante de condición libre del reino y, ciertamente,
todos aquellos de condición económica incluso modesta que desempeñaban, al menos en teoría, tareas
públicas, judiciales y militares principalmente.
Evidenciar estas diferencias macroscópicas entre lo que se entiende bajo el término “longobardos” en
el siglo VI y en el siglo VIII no es una observación banal, en cuanto que la operación que nos proponen
las fuentes de parte papal –el Liber Pontificalis, el Codex Carolinus- es precisamente opuesta y tiende a
uniformar la imagen de la época más antigua y aquella de época más reciente. Que se trata de una
toma de posición ideológica, de propaganda política, es bien conocido, pero tomar consciencia de ello
no debe inducir a retener que los propios protagonistas de aquel período hubieran tenido en sus
relaciones con los longobardos siempre el mismo comportamiento de neta repulsa. Es precisamente
esta concepción la que el autor rechaza.
El Imperio romano materialmente representado por Bizancio permaneció, durante toda la historia del
reino longobardo independiente, un punto de referencia ideal de cualquier manifestación del poder
regio que se quisiese expresar en el sentido de una realeza madura, territorial, de sello católico. Bajo
este punto de vista es lícito pensar que el verdadero interés de los longobardos más que hacia Roma
fuera dirigido hacia Ravena, la capital de la Italia bizantina.

11 | P á g i n a
Los longobardos pudieron haber conocido la ciudad de Roma tal vez ya durante la guerra gótica, en la
que algunos habían tomado parte aunque fuese brevemente.
Tras los posteriores ataques de la época de Agilulfo (rey lombardo entre 590 y 616), los longobardos se
desinteresaron de Roma durante un siglo aproximadamente. Los longobardos desaparecen de las
páginas del Liber Pontificalis tan bruscamente como habían entrado.
Cuando reaparecieron en el horizonte de Roma, en los primerísimos años del siglo VIII, lo hicieron de
dos modos diversos. Dos maneras diversas, una belicosa, la otra pacífica de relacionarse con Roma,
pero las dos tienen en común el hecho de que en primer plano se encuentra ahora el papado.
La extrema fragilidad de las relaciones entre Roma y los longobardos desde finales del siglo VI y a lo
largo del siglo VII explica por qué quien se ocupa de este tema se concentra generalmente en el pleno
siglo VIII.
La fuerza del arrianismo longobardo, que suponen autores como Bognetti, explicaría la preocupación
papal y las misiones en el corazón del reino.
El siglo VII marcaría por tanto la fase “misionera” de las relaciones entre Roma y los longobardos,
intermedia entre el impacto inicial –puramente bélico- con una estirpe bárbara carente, a ojos
romanos, de características dignas de mención y de jefes, y cuyo único lenguaje era el botín, y la fase
“política” del siglo VIII.
Las evidencias del arrianismo de los longobardos son extremadamente escasas. Reyes arrianos fueron
con seguridad sólo Autari, Arioaldo y Rotari.
En cuanto a los misioneros orientales que en la segunda mitad del siglo VII habían actuado en el seno
del reino longobardo, tanto Bognetti como Bertolini admiten no tener ninguna prueba de la
implicación papal en la obra de conversión que supuestamente habrían llevado a cabo estos
misioneros.
Sostener el escaso relieve del arrianismo en el reino longobardo durante la segunda mitad del siglo VII
significa restar plausibilidad a la existencia, en este período, de un esfuerzo misionero de parte del
papado hacia los longobardos. O es que sea imposible suponerlo, ciertamente, pero si existió no fue de
gran importancia y no tal, en cualquier caso, para determinar el tono de las relaciones entre el reino y
el papado.
Es realmente poco. El dato a tener en cuenta es que el reino longobardo, durante estos decenios, está
ocupado en un difícil proceso de organización política, marcado por duras luchas internas por el
poder y muy ocasionalmente se asoma al sur de los Apeninos, y cuando lo hace, se vuelve hacia las
tierras longobardas de Spoleto y Benevento, mientras que el papado, a su vez, está implicado en
ásperas luchas religiosas con Bizancio. Los objetivos privilegiados por ambos protagonistas –reino t
papado- durante estos casi ochenta años eran por tanto radicalmente divergentes y se debieron
encontrar raramente.
En realidad, el vacío de las relaciones romano-longobardas en el siglo VII es sólo aparente, o mejor, lo
es sólo a nivel político. Si en Roma se producían objetos que eran también símbolos de rango y que
circulaban en las tierras longobardas, la idea de las insuperables barreras –étnicas, culturales,
religiosas- entre estos diversos ámbitos territoriales, pierde todo su contenido.
El siglo VIII marca un giro tanto en las relaciones entre papas y longobardos como en la atención que
las fuentes prestan a estas relaciones. Particular relieve tiene la época de Liutprando para la que
disponemos contemporáneamente de la Historia Langobardorum que finaliza con la muerte de
Liutprando y del Liber Pontificalis que había ignorado prácticamente a los soberanos precedentes.

12 | P á g i n a
En las páginas del Liber el rey longobardo es protagonista de largas y atormentadas relaciones con tres
papas, Gregorio II, Gregorio II y Zacarías, relaciones resaltadas por encuentros militares pero sobre
todo por encuentros, algunos de ellos dramáticos.
Con Zacarías los encuentros fueron dos, el primero en el 742 en Terni, para obtener restituciones
territoriales relativas al ducado romano; el segundo, el año sucesivo, que tenía el objetivo de recuperar
territorios del Exarcado ocupados y de detener el ulterior avance de Liutprando en aquella región. En
este último caso Zacarías acudió nada menos que hasta Pavía. Fue un evento absolutamente
clamoroso, marcado por un ritual muy complejo.
La narración de los dos encuentros entre Zacarías y Liutprando, realizada por el biógrafo del Papa, es
la de un testimonio ocular o la de uno que tenía informaciones de una persona que había estado
presente en los hechos. Aparte de esto, sin embargo, es fundamental el hecho de que el biógrafo hay
querido contar detalladamente los hechos, expresando ciertamente el punto de vista y los intereses del
Papa y de su círculo, pero al mismo tiempo dando a los dos encuentros un relieve inusitado.
El hecho de que Zacarías celebrase la misa en el día de San Pedro en la capital longobarda en
presencia del rey, en una iglesia fundada por él es un acto de enorme valor simbólico; al igual que lo
había sido la ordenación papal de obispo sienés, siempre en presencia del rey.
Los encuentros entre Zacarías y Liutprando son los primeros encuentros solemnes entre un Papa y un
soberano de los reinos occidentales. En ellos, Liutprando ostenta un papel de gran dignidad, de
superioridad, podríamos decir: en ambos casos el rey espera al Papa, no le va al encuentro como hacen
el exarca en Rabean y Pipino en Ponthion; naturalmente mientras para el exarca esto era un signo de
debilidad evidente, en el caso de Pipino su sumisión formaba parte de la manifestación ideológica del
nuevo poder regio de los francos. Por otra parte es interesante el hecho que, tras el reinado de
Liutprando, nuevos encuentros no hayan dado pie a otras descripciones. Ya para el encuentro entre el
mismo Zacarías y Ratchis en Perugia en el 749 se vuelve a una descripción abreviada y de género.
Ciertamente puede ser debido a que a este punto el ceremonial estaba ya suficientemente ensayado o
que faltó un testimonio ocular.
Después de Ratchis y Zacarías, con los reinos de Astolfo y Desiderio y los pontificados de Esteban II,
Pablo, Esteban III y Adriano I, entramos en cambio en una fase que podríamos definir como de
“deslegitimación política”.
De Astolfo a Desiderio, la línea de comportamiento papal en sus relaciones con los monarcas
longobardos aparece lineal en su total hostilidad y constante retrato negativo de los soberanos: como
Astolfo, Desiderio es protervus, animado por un malignum ingenium y por una maligna saevitia.
Pero en la realidad, y dejando de lado la propaganda, existía una consolidada trama de relaciones
entre el papado y el reino longobardo a través ciertamente de los obispos.
No existía ningún rechazo a priori, por parte romana, a la realidad representada por el reino
longobardo y a sus supuestas tradiciones germánicas y particularidades, todo lo contrario, una
realidad con la cual se producían normales y, durante el siglo VIII al menos, frecuentes relaciones a
todos los niveles.
Análogamente, por parte longobarda se puede encontrar la misma normalidad de comportamiento.
Colaboraciones y relaciones que se desarrollaban paralelamente a la difícil situación política y militar
y que de vez en cuando se determinaban pero que nunca se interrumpían. En estas condiciones paree
difícil poder sostener todavía la existencia de una presunta persistente “extrañeza cultural” de los
longobardos respecto a la Iglesia de Roma: de esta extrañeza no existe traza alguna en las fuentes. Así
como tampoco existe traza alguna de otro de los temas predilectos de la historiografía: el drama de los
13 | P á g i n a
longobardos, y del clero del reino en particular, en el momento en que tuvieron que enfrentarse con
los francos que apoyaban al Papa.
Desnudas de todas estas lecturas no adherentes a la evidencia proporcionada por las fuentes, las
atormentadas relaciones entre el reino longobardo y la iglesia de Roma en el siglo VIII, nos son
restituidas en toda su realidad, hecha de estrechos lazos recíprocos y, al máximo nivel, aquel de rey y
pontífice, de un complejo juego político, construido sin embargo siempre a partir del reconocimiento,
por parte longobarda, del papel papal de caput ecclesiarum dei. Todo esto da fe de un constante diálogo
con Roma de los vértices políticos y religiosos del reino longobardo.

6. TOUBERT - EL REGIMEN DOMANIAL Y LAS ESTRUCTURAS PRODUCTIVAS EN LA ALTA


EDAD MEDIA

Generalmente se supone que el gran dominio (Villa o curtis) conoció su apogeo entre IX-X.

Germanistas vs. Romanistas.

El gran dominio aparece como tema historiográfico en la generación romántica, Eichhorn interpreta la
estructura bipartita de la villa como consecuencia de la conquista bárbara. La imposición de una capa
dominante germana sobre un sustrato romano explica la coexistencia de una reserva dominical
sometida a la explotación directa y un cumulo de pequeñas tenencias campesinas (Masserizio). A
mediados del XIX surge la teoría de la “marca germánica” de la mano de von Maurer que presupone
una sociedad germánica compuesta por hombres libres e iguales unidos por solidaridad económica y
social, de forma que constituyen una comunidad de marca. La villa se constituye no por la
dominación de los barbaros de un sustrato romano, sino desde una evolución interna de la
comunidad, en donde algunos miembros llegaron a ser más poderosos que otro (Por empresas de
roturación) y minaron así la asociación igualitaria dando lugar a una sociedad diferenciada que
devino en señoríos rurales. Se mantienen elementos de supervivencia, como los derechos campesinos
de uso sobre bienes comunales. El problema de esta teoría es como explicar que los barbaros hayan
construido una verdadera economía germánica obviando las estructuras tan elaboradas de propiedad
rural romana.
Perrin esboza una teoría completamente contraria a esta, supone la perdurabilidad de las tradiciones
agrarias romanas (continuidad del sistema de prácticas elaboradas por los agrimensores romanos), de
forma tal que la curtis bipartita es herencia directa del latifundio romano. Esto se sostiene en base a
fuentes halladas en África que indica que allí había colonos que pagaban censos en especie y
prestaciones de trabajo a los administradores del latifundio. A estos se les objeto que las prestaciones
de los colonos africanos no pueden considerarse como antecedentes de la corvea medieval.

Los economistas.

Inama Sternegg (1880) busco explicar el sistema curtense a través del Capitular de Villis, describiendo
las siguientes características:
 El gran dominio se afirma en el VIII como la estructura típica de toda la Alta Edad Media.
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 A través de los capitulares y polípticos la villa franca es la estructura típica.
 Las unidades domaniales son bipartitas, pues cuenta con una reserva de explotación directa y
tenencias campesinas que explotan familias nucleares para la subsistencia, gravadas por censos y
prestaciones de trabajo.
 La exacción regular del señor sobre el trabajo de los dependientes a cambio del goce
hereditarios de las tierras por los tenentes. La corvea aparece como elemento especifico en tanto
sistema de trabajo.
De esta forma la villa aparece como un modelo de integración entre la pequeña explotación y la
estructura latifundista. Este planteamiento viene a sostener la idea de la Edad Media como una
economía natural, de la mano de intelectuales alemanes como Weber y Sombart. Todos los
economistas han acordado en lo siguiente: Predominio de la gran propiedad (Laica o eclesiástica),
autarquía y marginalización de la moneda y el intercambio.
Dilema de Dopsch: Pequeña o gran propiedad.
Contra la generalización de la villa carolingia de Inama Sternegg se levantó Dopsch, señalando la
cantidad considerable de pequeñas explotaciones alodiales. Tres son los aportes importantes de
Dopsch:
 Enseño las precauciones metodológicas con las que es conveniente tratar las fuentes no
directamente representativas de la realidad económica, pues si bien el Capitular de Villis habla de una
estructura productiva, no implica que ella sea la única.
 Invito a pensar acerca de las diversidades regionales en un mundo carolingio que no es
homogéneo. Sólo en la región entre el Loira y el Rin, el corazón del imperio franco, se encuentran los
ejemplos más claros y numerosos del predominio del sistema clásico.
 Planteo el peso real de la pequeña propiedad alodial. (Aunque Toubert señala que es más
importante el gran dominio porque fue el motor del desarrollo al tener mayor rentabilidad y
producción, mediante la incorporación de nuevas técnicas e innovaciones).
El dilema de Pirenne: Economía agraria o de intercambios.
Para Pirenne a comienzo del VIII la conquista musulmana (Y no las invasiones germánicas V-VI)
habría interrumpido la economía de intercambio e inaugurado la economía exclusivamente rural de la
Alta Edad Media, pues se quebró el eje mediterráneo de intercambios entre Oriente y Occidente. El
imperio franco tuvo que replegarse sobre si mismo adoptando en teoría, una economía de
subsistencia.

Fuentes relativas a los dominios fiscales.

Se trata de un capitular esencial que es el Capitulare de Villis, una especie de reglamento


administrativo que explica cómo debe funcionar y gestionarse una villa. El consenso le atribuye su
dictado a Carlomagno en los finales del VIII. Este documento nos permite dos conclusiones: No es
revolucionario, recuerda el conjunto de las buenas reglas a las que debe someterse la gestión de los
fiscos reales. Por otro lado nos da una imagen ideal de la estructura y administración pues se trata de
un documento normativo y reformador. Asimismo tenemos otro documento, Brevium, que es un
formulario elaborado por la burocracia central a partir de casos concretos que incita a confeccionar
inventarios. En él se describe las edificaciones de explotación, el mobiliario, el instrumental agrícola y
las cantidades de cosecha de cada sector de la producción, para los grandes propietarios eclesiásticos,

15 | P á g i n a
para los señores laicos y los regidores del fisco. Estos documentos de dominios fiscales concentran su
atención en la gestión de las reservas dominicales sometidas a explotación directa.

Fuentes: Polípticos.

El políptico es un documento de gestión domanial que otorga la siguiente información: Los bienes
raíces que constituyen mansos y reservas, el estado contable de los dependientes casados y un
inventario de las rentas en dinero y especie y las prestaciones de trabajo. Pero hay que tener ciertas
precauciones:
 No se trata de una práctica remontable a los catastros del Bajo Imperio, pues difieren en forma
y finalidad. Son propios de la época carolingia y acompañan la afirmación del sistema curtense.
 Se trata de una iniciativa privada de grandes propietarios (IX-X) que no buscaban un
documento que tuviera valor probatorio en caso de litigio.
 Gran variedad de redacción. Algunos polípticos nos explican una sola curtis y otros son
proyectos señoriales más ambiciosos que nos explican conjuntos de bienes raíces (Ej.: Abadía de Saint
Germain des Prés, 829).
 Si bien todos dan cuenta en general de tierras, colonos y tributos, existen algunos más
completos que brindan descripciones completas de los mansos, su composición, su superficie, el
estado de sus dependientes, los tributos, las prestaciones, etc.
Ahora bien hay que tener en cuenta que en base a estas escasas fuentes se ha construido un retrato-
robot preciso pero estático de la villa carolingia. Actualmente la historiografía adopto una tendencia
hacia el cruce de los polípticos con otras fuentes: Actas públicas, cartas, contratos agrarios y sobretodo
arqueología.

EL SISTEMA CURTENSE.
Amplitud de los dominios.

El sistema curtense se caracteriza por curtes muy alejadas unas de otras y de extensión muy variable,
desde un manso hasta la existencia de más de 3000 en un solo dominio. La curtes en verdad aparece
como un realidad móvil, constantemente sometida a procesos de concentración y fragmentación,
sobre todo a partir de IX se multiplicaron las tenencias campesinas por desmonte, parcelación de las
reservas y drenado, consecuencia de un incremento demográfico. Asimismo se dieron donaciones
piadosas en las tierras eclesiásticas o concesiones en beneficios en los dominios fiscales que dieron
lugar a amputación de curtes para crear nuevas. De esta forma la realidad domanial es propia de un
organismo dinámico sometido a procesos de constante remodelación.

Reservas dominicales y beneficio señorial.

La terra dominicata o mansus aparece como una porción de la curtis sometida a la explotación directa
del gran propietario. Se desarrollaba tanto el cultivo bienal como trienal y dentro de una villa
carolingia clásica estas tierras cultivadas representaban entre un cuarto y un tercio de las superficies
cultivadas totales. En muchos casos incluían tierras de viñedo y prados de siega, tierras para el
pastoreo y bosques (Donde los tenentes casados tenían derecho, gratuito o pago, de pastoreo, tala y
recolección). Aparecen además edificios anexos como los establos, caballerizas, graneros, bodegas y
16 | P á g i n a
talleres (Donde las mujeres se dedicaban al tejido, forma de corvea femenina). Se trata según Toubert
del sector progresista de la agricultura carolingia respecto a las técnicas de arado, las rotaciones y la
adopción de progresos técnicos.

El masserizio.

Se trata del conjunto de tenencias explotadas por las familias nucleares campesinas para su
subsistencia, que estaban obligadas a servicios y prestaciones de trabajo habituales a cambio del goce
hereditario del manso. Dentro de ella tenemos tanto a tenentes libres como esclavos a la antigua (Que
tendencialmente irán desapareciendo). Existía a la par un grupo de esclavos domésticos (praebendari)
que vivían en el manso principal y dependían de él para su subsistencia, y constituía la aportación
masiva de mano de obra necesaria para momento cruciales del ciclo agrícola (fueron minoritarios). La
corvea es la clave de la economía domanial, se vincula con dos características esenciales: Una relativa
escases de dinero (Que impedía el recurso del trabajo asalariado) y el enrarecimiento de la clase servil,
por causas complejas como agotamiento de la trata, liberación, casamiento y declinación biológica.
El manso provee la subsistencia de la familia nuclear y se compone de una casa habitación (de
madera) del tenente casado, un huerto de hortalizas, árboles frutales, algunas parcelas de tierra arable
(Que a veces incluía lotes-corvea) y en ocasiones una parcela de viña o preda. El manso no es una
estructura topográfica coherente, se caracteriza por la dispersión de sus unidades domésticas. Veamos
algunas generalidades:
 Aparece documentado a principios del VII y su difusión va de la mano de la expansión del
imperio franco.
 Enorme variabilidad de los mansos: Fiscales, privados, mansos sin jefe de explotación
campesina (mansi absi), libres, serviles o cuyos tenentes poseen una categoría especial de libertos. En
proporción los mansos serviles eran más pequeños que los ingenuiles y soportaban corveas más
fuertes. Se produce al mismo tiempo una contaminación de la tierra del status legal de su ocupante, de
forma que se producen discordancias entre la condición jurídica del manso y la condición personal de
tenente.
 La superficie media de cada manso varia de una villa a otra y también específicamente dentro
de cada categoría de manso.
En cuanto a la evolución del manso se observa la superpoblación (Italia, Alemania, Francia), dos o tres
familias por manso. No hay que atribuirla a una situación de superpoblación rural, sino a la asociación
de varias familias conyugales distintas que explotan distintas porciones de un mismo manso y
comparten las cargas. Se advierte también el fraccionamiento de las tenencias superpobladas, en
mitades, tercios o cuartos de mansos, producto de mansos superpoblados o de carácter real.
Encontramos también tierras que no estaban integradas a los mansos (hostisiae), huéspedes que eran
braceros miserables desprovistos de toda parcela de cultivo y que constituyen el proletariado rural.
Aparentemente eran recién llegados o segundones de familias tenentes.
Todo esto nos lleva a anular la versión estática del sistema curtense y dar cuenta del esfuerzo de los
señores por mantener un marco de producción simple y eficaz en un mundo de expansión
demográfica lenta, pero regular.

EL SISTEMA CURTENSE Y LA ECONOMIA GLOBAL.


Rentabilidad.
17 | P á g i n a
Según una perspectiva tradicional cuyo exponente es Perroy, la producción domanial no podía
desarrollar una tasa de rentabilidad esto es sostenido por la tesis minimalista que ubica al dominio en
un clima de estancamiento donde las empresas de colonización habrían sido excepcionales. Asimismo
consideran una débil densidad demográfica entre VIII-X y que el excedente apropiado por el señor era
un beneficio marginal, sus ingresos más importantes provenían de la corvea y no de las renta. Sin
embargo hay que poner estos ingresos de explotación directa en su justa medida, pues poseía notables
reducciones como semillas para el próximo año, prebendas para los esclavos domésticos,
aprovisionamiento de los talleres y stock de seguridad. De esta forma la economía domanial era
exclusivamente de subsistencia y su rentabilidad nula, los pocos excedentes solo otorgaban artículos
de lujo (Aristocracia parasitaria) para satisfacer la necesidad de distinción social, por lo tanto no se
reinvertía (no hay espíritu de empresa). Veamos algunas correcciones a esta teoría:
 Ya no es aceptada la idea de un estancamiento demográfico, sino por el contrario un
crecimiento ya presente entre VIII-IX que se evidencia mediante la lectura de los capitulares de
Carlomagno que dan cuenta de los esfuerzos realizados por el poder público para evitar catástrofes.
Se han malinterpretados lo mansi absi creyendo que ellos se debían a abandonos del cultivo por un
déficit demográfico, cuando en verdad tiene que ver con situaciones complejas de reajustes.
 Están comprobadas las empresas de roturación que dieron lugar a curtes enteras y a la
reconquista agraria, sumado a la parcelación de las reservas a mediados del IX.
 Se debate también el concepto de rentabilidad nula del sistema. Se ha puesto en relevancia que
las exacciones en dinero eran muy importantes, pues provenían de dispositivos técnicos como molinos
y cervecerías, que eran inversiones del señor Surgió de esta forma una nueva forma de punción
indirecta a la producción campesina, aunque hay que ponerla en su justa medida, pues no se
generalizaron rápidamente estos molinos y no son un “elemento obligado de la curtis”. Estos derechos
sobre cervecerías y uso de molinos van a ser claves para la constitución entre el IX-X del señorío banal.
 La tendencia a mediados del IX del aumento del masserizio a expensas de las reservas,
evidenciado la lógica de la mayor rentabilidad del beneficio indirecto y la pequeña explotación
campesina.
Hay que recurrir a un estudio más profundo y regional pues la fijación señorial a la explotación
directa ha sido marcada en las áreas cerealeras de Europa noroccidental, mientras que la tendencia a la
parcelación de las reservas ha sido favorecida en el arrea mediterránea del imperio franco, debido al
predominio de sistemas de policultivos en los que la pequeña explotación campesina estaba mejor
adaptada a las exigencias de productividad. Igualmente no ocurrió ninguna revolución agrícola y
todas estas mejoras y rendimientos eran mediocres.

Estructuras de intercambio.

El tributo en las curtis no solo era agrícola, las fuentes hacen mención a productos de uso industrial:
Mineros, metales, armas, sal, útiles de hierro y piezas de tela. De esta forma no hay que minimizar el
papel del artesanado en el marco del dominio. Se denota también una tendencia de la política
domanial a adquirir bienes raíces alejados del centro del dominio, que permitían el acceso a
determinados recursos. La producción artesanal se lograba de dos formas: mediante talleres
domaniales (gineceos) aunque no aparece en todos los dominios, y la producción artesanal al interior
del masserizio, nuevamente aparece la lógica de privilegiar la explotación indirecta. Por tanto el gran
18 | P á g i n a
dominio ha concentrado excedentes producidos por el trabajo diversificado de dependientes
campesinos.
La curtis funciona como un organismo centralizado que asegura la transferencia hacia la corte
domanial de mano de obra y productos agrícolas y artesanales provenientes del masserizio. La
documentación nos da cuenta de la transferencia de excedentes de una curtis a otra dentro del mismo
complejo domanial, como así también de una curtis a un mercado local o regional. Algunos autores
sostienen que el dominio preveía el uso de algunos excedentes para venderlos, aunque esto está
limitado por obstáculos técnicos y económicos (Medios de transporte). Aparece como altamente
probable el transporte de vinos, aceite y otros idóneos para la conservación como la miel, la cera y los
quesos, todos ellos eran objetos de transferencias regulares. En las fuentes se recomienda que las
curtes alejadas adopten una autonomía de gestión que les permita vender in situ los excedentes de la
cosecha, puesto que el transporte al centro domanial resultaría poco rentable. En las regiones
marcadas por el surgimiento comercial y urbano los grandes propietarios terratenientes han
ramificado sus circuitos de intercambios en los centros urbanos. No debemos pensar que los grandes
propietarios hayan logrado edificar una economía de mercado altamente diferenciada alrededor de la
ciudad, más bien estaban presente en los mercados urbanos pues allí podían hallar los productos del
comercio internacional.
En el VIII se produce el abandono de la moneda de oro en provecho de la de plata (Denario), dando
lugar a un monometalismo que durara hasta el XIII. La redes comerciales están en dominadas por
señores que poseen flotas domaniales de navíos, instalaciones portuarias y mercados de actividad
regulada y corveas de transporte. Los últimos estudios respecto a dichas redes han destacado el papel
de los monasterios y de la economía domanial en la animación de los mercados, intercambios
regionales y vida urbana del IX y X. En este contexto cobra sentido la concesión imperial de derecho
de acuñar monedas a señores (abadía de Prum)
La proliferación de los mercados locales está comprobada a partir del IX, organizados por los grandes
propietarios que consiguen exacciones sobre el intercambio y complementan así la exacción a la
producción campesina. Hay que negar la existencia de dos niveles comerciales antagónicos: El de la
campaña y el de las ciudades, donde en la primera existirían mercados domaniales y en la otra
mercados dedicados al gran comercio. El comercio internacional utilizaba la infraestructura que le
ofrecían las redes de comercio interior (vías de intercambio, nudos de intercambio).
Durante el imperio carolingio hubo varias intervenciones del poder para definir la moneda en
circulación y sostener su contenido metálico que estaba en decadencia. La caída del valor intrínseco
del denario es el corolario del crecimiento económico bajo dos aspectos: aumento de los precios
mínimos y demanda creciente de instrumentos de pago. Esto niega la idea de economía natural
basada en una moneda primitiva que caracterizaría el periodo entre VIII-X. Pronto ocurrió la
transformación de las rentas en renta dinero, que aunque no fue generalizado, da cuenta de la
multiplicación de las tenencias respecto a las reservas y del aumento de disponibilidad de numerario
en una sociedad campesina cada vez más integrada a los circuitos de intercambio. El denario fue
expandiéndose en uso y permitió tres cosas: Ahorro, concentración de valor y medio de cambio en las
redes comerciales.

7. POLY - RÉGIMEN DOMINICAL Y RELACIONES DE PRODUCCIÓN “FEUDALISTA” EN EL


SUR DE FRANCIA (SIGLOS VIII-X)
19 | P á g i n a
El fenómeno central de la “feudalidad” es el establecimiento del señorío banal (o el incastellamento en
Italia). A partir de esto podemos plantear el problema de la transición entre la “feudalidad” (o el
feudalismo) y las organizaciones sociales que lo precedieron (pre-feudales).  Entre estas
organizaciones está en primer plano el régimen dominical “clásico” de los tiempos carolingios con los
tres nefastos días de la corvea. Ese modelo “clásico” tenía fuertes contradicciones y desde el siglo IX
coexistía con otras formas de explotación dominical (en Francia e Italia). Se admite que en el Sur de la
actual Francia, el régimen “clásico” fue raro e incluso inexistente, pero en realidad hay que entender
qué formas pudo revestir el gran dominio en esas regiones.
Las fuentes con las que se cuenta no son muchas a comparación del norte, principalmente son algunos
brevia, polípticos o simples fragmentos (del obispo Waldo de Marsella, el breve del arzobispo
Leidrado de Lyon y el breve del advocatus del obispo Ansafried de Béziers). Sobre la base de esta
documentación escasa intentaremos analizar qué relaciones de producción unían u oponían a los
campesinos dependientes y a los propietarios en el sudeste de la antigua Galia antes de que se
estableciera allí el señorío banal.  

CUÁNDO TERMINA LA ESCLAVITUD ANTIGUA.

A partir del gran dominio eclesiástico se va a reconstruir lo que podría ser un gran domino laico por
que el políptico de Waldo sólo informa sobre los dominios de la Iglesia (su patrimonio) pero no da
información sobre el gran dominio en general y menos sobre la situación de los campesinos. A pesar
de que ninguna de las tres fuentes dan información acerca del régimen dominical, un examen
inmediato nos induce a pensar que las reservas eran raras o inexistentes: el breve de Lyon sólo
contabilizaba las tenencias. La inexistencia casi total de reserva señorial en esos dominios y el estudio
de las prestaciones nos lleva a pensar que no existían corveas entre ellos. En el siglo IX las tenencias
eran consideradas siempre como “colongues” y el término manso sería introducido más tarde como
expresión de una realidad diferente que en las regiones del norte. No es posible limitarse a interpretar
el uso de aquel término como una simple supervivencia del lenguaje. Una serie de estudios recientes
han puesto de relieve la continuidad en el sur de Francia de las referencias a las “leges” hasta el siglo
X. La “Lex visigothorum” nos informa que la prestación normal de la tenencia era la décima parte de
la cosecha, le nombre vulgar de la prestación no aparece hasta los comienzos del siglo X: “tasca”. En el
noroeste de la zona que estudiamos, las “colongues” debían prestación fija, probablemente nos
encontramos con una “fijación” de la renta en un décimo. Las prestaciones se designaban con el
término “agrarium”. En definitiva la prestación no era propia del sur de Francia, sino que se
generalizó conforme en el norte progresaba el sistema de la corvea a expensas de la renta. A la
“tasque” hay que agregarle el “pasquier” que se percibía sobre el ganado que pastaba en los llanos.
Las “leges” indican también que consistían en un décimo, pero la “fijación” parece haber sido anterior.
Por último hay que hablar de los “eulogiae” (gallinas, pollos y huevos) y el “tributum” en sentido
estricto, que eran más bien signos de dependencia más que prestaciones lucrativas.  No hay que
subestimar todo este sistema de dominio, porque daba muchas ganancias a su dueño, los canónigos y
los monjes de Lyon se mantenían más o menos cada uno con lo obtenido en una tenecia, sin contar sus
sirvientes. Aunque es cierto que el clérigo adscrito a una iglesia rural o los canónigos de Lyon tenían
otras fuentes de ingresos más propiamente eclesiásticas, lo que explica la aparente austeridad de sus
bienes. Cada grupo dominical estaba bajo la vigilancia de los “ministeriales” que recibían una
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“colonicae” en beneficio. La administración del conjunto estaba confiada a los “actores” que eran, al
mismo tiempo, representantes del propietario del dominio. El dominio eclesiástico era esencialmente
un dominio de rentistas.
En el gran dominio laico hay que mirar en otra dirección para buscar el secreto del control de los
señores sobre el campesinado. La vida de Gerardo de Aurillac muestra el elemento fundamental de su
poder, aparte de la tierra: Gerardo se dedicaba a la actividad de prestamista. Pero como santo varón
Gerardo no reclamaba los intereses e incluso llegaba a olvidarse de que le devolvieran el capital.
Imaginemos, al contrario, el caso de los grandes señores que no eran hombres santos. El gran
propietario aprovechaba sus reservas para prestar a los paupers en los años de escasez, debido al alto
interés, estos tenían gran dificultad para devolver los préstamos. Entonces el señor hacía evaluar s
bien por la justicia y se apoderaba de él para luego entregarlo como tenencia. El excedente de tierra
del que podía disponer y que podía ceder por contrato, al décimo, al cuarto, al tercio o la mitad, le
daba igualmente un margen de maniobra.
Eran dos los tipos de dominios que existían en el sur de Francia a lo largo del siglo IX: el de los
canónigos o los mojes, casi totalmente parcelado, que producía una renta en especie y el de los laicos
en que el propietario añadía a los ingresos de sus “colongues” un determinado número de “curtes”
explotadas directamente por pequeños grupos serviles. Además distribuía algunas colongues “en
beneficio” a algunos libertos y podía ceder a censo algunos predios a sus vecinos alodiales. Algunos
dominios demasiado alejados eran entregados en “comenda” lo que refleja la debilidad del
“dominicum” que nos habla de la escases de la mano de obra y de que la sujeción del campesinado a
los grandes señores era aún limitada todavía no se había dado la cesión de dominios con la función
pública ni la patrimonialización de los derechos públicos característicos de la sociedad feudal.   

¿ES POSIBLE RAZONAR CORRECTAMENTE EN BASE A DATOS A VECES FALSOS?

Para explicar el doble modelo de dominios (laicos y eclesiásticos) se pueden usar anotaciones
demográficas usando como fuente el políptico de Waldo del año 814. Éste menciona a los tenentes de
las “colongues” y a sus familias (partiendo de 742 individuos divididos en seis grupos de dominios).
A partir del análisis de tres aspectos demográficos (sex ratio, natalidad y fecundidad, edades de las
madres del grupo y relación entre la población infantil y la adulta) el autor concluye con una imagen
muy triste de la condición campesina. Pero además de éste análisis demográfico tiene en cuente para
su análisis las condiciones jurídicas de la población que pueden resumirse en algunos puntos:
-Solo se menciona la condición jurídica de los titulares de las tenencias.
-Se pone cuidado en mencionar cuando el antiguo titular de una tenencia ha sido liberado de sus
obligaciones.
-A los massips y a los colonos se les da el mismo calificativo de mancipia. Pero haciendo un análisis
antroponímico el autor ve que los massips llevaban nombres germánicos con mucha más frecuencia
que los colonos y los hombres mucho más que las mujeres.
-Los hijos de sierva, no importaba donde nacieran pertenecían al señor.
-La movilidad campesina ordinaria estaba adaptada a las exigencias señoriales que intentaban retener
en las tenencias a un número suficiente de campesinos para que no quedaran despobladas. Esas
exigencias terminaron en un fracaso. El número de colongues vacías es impresionante en el políptico.
Esto no se debe a muertes tanto como a las huídas y éstas últimas no son sólo por hambre, ya que
mientras los campesinos dependientes huían definitivamente los alodiales permanecían en sus tierras.
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Los campesinos que abandonaban sus tierras iban a refugiarse en las comunidades alodiales. Pero
algunas familias completas de massips se marchaban a las montañas con bosques (se les da el nombre
de marroniers), donde creaban comunidades de campesinos libres y volvían al paganismo.     
Así se ve cómo en la zona del sudeste, junto al Ródano, el gran dominio constituye una pervivencia
degradada del sistema antiguo, en sus dos formas: esclavista cuando la conquista lo estimulaba y
sujetando a la servidumbre a los pobres campesinos alodiales cuando la aparición de una crisis lo
permitía. Ésta concentración de los grandes dominios a expensas de las comunidades de aldeas era un
proceso ya iniciado antes. Gracias a sus “beneficios” los latifundistas hacían caer en sus redes a los
campesinos libres y a sus familias. Pero a éste proceso se oponía la obstinada resistencia de las masas
de campesino. El “progreso” de la concentración territorial suponía la existencia de una clase
dominante fuerte y unida. Podemos poner en duda que ésta existiera en el siglo IX. En efectos, los
herederos directos de los poderosos del bajo imperio atrapados entre sus propios campesinos y las
exigencias de los nuevos dueños francos, se hallaban en decadencia. En este sentido las formas
dominicales que hemos intentado describir no tenían mucho de “pre-feudales”: el establecimiento del
señorío jurisdiccional, la reducción a una dependencia más o menos total de las comunidades
campesinas alodiales, que aquél implicaba, no podían surgir de la evolución de formas antiguas, sino
de una ruptura y una crisis violenta.  

8. BONNASSIE - EL PROCESO DE FEUDALIZACIÓN EN CATALUÑA Y FRANCIA DEL SUR:


SIMILITUDES Y DIFERENCIAS

Existen similitudes en los orígenes y resultados de la crisis feudal en el Norte y al Sur de los Pirineos,
por ejemplo, en el siglo XI, catalán, gascón y lemosino son idiomas de una misma lengua.
Sin embargo, perciben también diferencias manifiestas, no tanto en e grado de feudalización, como en
los ritmos del proceso de génesis del feudalismo. Bonnassie anticipa que la crisis generadora de las
estructuras feudales empieza antes en Francia del Sur (Aquitania y Auvernia) que en Cataluña: en el
primer caso hacia 980, en el segundo sólo hacia 1030-1040. Esta crisis dura más tiempo al Norte que al
Sur de los Pirineos. El objetivo de Bonnassie es intentar explicar estas diferencias en la cronología y las
formas de feudalización.

I. LA ORGANIZACIÓN DE LOS PODERES Y LAS ESTRUCTURAS SOCIALES ANTES DE LA


CRISIS FEUDAL

A. La organización de los poderes

En todos lados perviven tradiciones antiguas que se remontan al Bajo Imperio Romano.
1. Tradición jurídica. En Cataluña la ley visigoda es el fundamento de todo el procedimiento judicial.
Sobretodo, no hay otra forma de justicia que la ejercida por los tribunales públicos: condales,
vizcondales, episcopales, vicariales. En Septimania la situación es casi idéntica.
En el resto de Francia del Sur, las cosas son menos claras porque no había un código único al que
referirse, pero la gente tenía resúmenes, breviarios de derecho romano, que se aplicaban a todos los
asuntos de la vida pública y privada.
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Así pues, en todas partes hay reminiscencias muy vivas, muy funcionales, del derecho romano, que
sigue regulando las relaciones sociales.
2. Tradición política. Tanto al Norte como al Sur de los Pirineos, subsiste el concepto romano de res
pública, de dominio público, soberanía pública, derecho público. La autoridad está encarnada por
condes y duques, todos investidos de poderes de origen real y actuando como soberanos. A un nivel
inferior, vizcondes y vicarios son considerados como personae publicae y administran circunscripciones
públicas llamadas ministeria o vicariae.
Pero hay dos observaciones al respecto. Primero, la fuerza de la autoridad pública no es la misma en
todas partes. Es máxima en Cataluña, donde el conde es jefe de guerra frente al Islam, coordinador de
las empresas militares, y a veces, de las actuaciones diplomáticas. En Francia del Sur, donde esos
factores no existen, la autoridad, ya a mediados del siglo X, está mucho más debilitada.
Segundo, la aparición del feudo. La palabra aparece muy temprano en Languedoc y Cataluña, bajo la
forma de fevum o feu. Pero hay que considerar bien lo que es un feudo en estas regiones antes del año
1000: es una tierra pública concedida por una autoridad pública (una potestas: duque, conde u obispo)
a un agente de esta autoridad, en remuneración de un servicio público. El feudo es una institución
fiscal: no hay aún feudos privados.

B. Las estructuras sociales

También con un pasado remoto.


1. Tanto en Francia del Sur como en Cataluña se nota una larga supervivencia de las estructuras
esclavistas. En el siglo IX, la esclavitud se encuentra por todas partes en los campos. En Cataluña, a
principios del siglo X, hay esclavos no solamente en la zona pirenaica (Cerdaña) sino también en
tierras de frontera (oeste del Llobregat).
Pero esa esclavitud está en rápido declive. Las huidas, las manumisiones, provocan una disminución
de la mano de la obra servil ya notable en la primera mitad del siglo X. Pasado el 950, los esclavos son
grupos de pocos individuos. Alrededor del año mil, la esclavitud ha desparecido.
2. Lo que mejor caracteriza la estructura social en el año 1000 es la existencia de un numeroso
campesinado libre y dinámico. El alodio campesino, la micro propiedad es, en ésta época, la estructura
dominante en el campo catalán. En Francia del Sur hay también muchos campesinos alodiales, sin
embargo otros son aparceros, que pagan al amo del suelo un censo proporcional a la cosecha. Pero
también son libres: no hay lazo de dependencia personal entre el tenente y el dueño de la tierra.
En resumen, alrededor del año 980, puede subrayarse:
-La sociedad no es todavía una sociedad feudal. Los lazos personales característicos del feudalismo
son muy escasos y muy laxos; el feudo sigue siendo una institución pública.
- Muchas fuerzas se oponen al proceso de feudalización, especialmente el peso de las tradiciones y la
importancia del campesinado libre.
Pareciera que la evolución natural tendiera a una liberación total del campesinado e incluso expansión
del dominio campesino por roturaciones y consecutivas aprisiones. Esto, insoportable para la
aristocracia, provocará su fuerte reacción: la crisis feudal puede verse en primer lugar, como una
reacción violenta de la nobleza a una evolución que amenazaba sus intereses.

II. LA CRISIS FEUDAL

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Es difícil puntualizar las causas y aislarlas unas de otras.

A. Causas

1. El desarrollo económico jugó un papel de primer orden. En Cataluña, la fase de intensidad máxima
de las roturaciones se sitúa en la segunda mitad del siglo IX y en la primera del X. En Francia del Sur,
sin datos tan precisos, igualmente se ven índices de crecimiento temprano.
En cuanto a los intercambios, el crecimiento es espectacular, sobretodo alrededor del año 1000. La
gran novedad consiste en la entrada de cantidades cada vez más importantes de numerario musulmán
(mancusos). Se nota esencialmente en Cataluña, pero también al Norte de los Pirineos, aunque a escala
más reducida. Con la moneda musulmana penetran igualmente productos de lujo (tejidos de seda y
brocado, tapices, joyas, etc.). En consecuencia, se nota un enriquecimiento rápido de una sociedad
hasta entonces pobre. Estas nuevas riquezas provocarán tensiones, habiendo luchas muy duras para
su expropiación.
2. Las transformaciones en las técnicas militares agravarán estos conflictos y les darán nuevas
dimensiones. Generalmente tienden a dar una superioridad absoluta al combatiente a caballo,
respecto al peón: se produce una ruptura de los antiguos equilibrios entre la aristocracia y el
campesinado.
3. El debilitamiento del poder político, cristalizado en el fraccionamiento, en la quiebra del a autoridad
pública, es mucho más temprana en Francia del Sur que en Cataluña.
Otro síntoma, de los más evidentes, e la degradación del procedimiento judicial. A veces, un pleito no
puede terminarse y se transforma en guerra privada. De manera general, hay una manifiesta pérdida
de confianza en la carta escrita (de venta, donación, etc., escrita en presente y en modo personal, que
constituye por sí misma el acto jurídico que tiene fuerza para crear el derecho). Entre 980 y 1020, la
carta se ve reemplazada por la noticia guarpitoria, que tiene por función recordar una cesión de bienes
efectuada oralmente, ante testigos, según un ritual apropiado. Al mismo tiempo, se multiplican los
convenientiae: pactos concluidos libremente entre linajes, sin intervención de jurisdicción alguna.
En Cataluña se observan los mismos fenómenos, pero con un retraso notable.

B. Modalidades

La cronología y también las características de la crisis son diferentes en Cataluña y Francia del Sur.
En Francia del Sur hubo un verdadero frenesí de violencia: saqueos, ataques a mano armada, robos de
ganado, homicidios, mutilaciones, etc. La guerra se instala de manera casi permanente entre los
numerosos castillos que se levantan en esta época: guerra privada, linaje contra linaje. Esta especie de
espiral de violencia (violencia sin dirección fija, anárquica, endémica) empieza hacia 980 y no se
apacigua antes de la segunda mitad del siglo XI.
En Cataluña, al contrario, tenemos una crisis breve, pero aguda, una lucha frontal entre aristocracia y
poder condal. Es un episodio bien delimitado entre dos fechas: en 1041 se de el primer asalto contra el
palacio condal de Barcelona; en 1059 los rebeldes capitulan. Dos aspectos de esta crisis subraya
Bonnassie: ésta se presenta como una convulsión general de la sociedad catalana; y termina con una
victoria total del poder condal, caso rarísimo en Occidente.

III. LOS RESULTADOS DE LA CRISIS


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Son a la vez parecidos y diferentes en Francia del Sur y en Cataluña. Parecidos porque las causas
profundas de la crisis fueron las mismas y porque fueron iguales las motivaciones de los milites.
Diferentes, por las características que tomó esa mutación en una y otra parte, tanto en su desarrollo,
como, sobretodo, en su epílogo. Tres resultados relevantes pone de relieve Bonnassie, que afectaron a
las estructuras político-sociales: militarización de la sociedad, aparición de nuevas relaciones entre
nobleza y campesinado, y reorganización de los poderes sobre bases nuevas. Son para el autor, los
constituyentes esenciales del proceso de feudalización.

A. Militarización de la sociedad

Una palabra invade los documentos de la época: milites, los combatientes a caballo, reclutados en masa
por los varones.
Algunos de ellos, miembros de la pequeña nobleza o de las ramas secundarias de los grandes linajes.
Pero la mayoría, procede del campesinado. Son hijos de campesinos ricos, capaces de procurarse un
caballo y armas.
Son entre tres y cincuenta por castillo. Su número depende de la coyuntura o la estación. Tres, cuatro
o cinco componen la guarnición permanente y se quedan en la fortaleza en invierno, época de tregua
de los combates. En verano, su número puede alcanzar hasta treinta, cuarenta o cincuenta, pero por
pocos días. Igual, los milites son más numerosos que los barones de la antigua nobleza.
Están al servicio de los dueños de los castillos, que son los descendientes de los antiguos vizcondes o
vicarios carolingios y siguen formando la alta aristocracia. Pero los condes, gracias a su riqueza, han
reclutado también a muchísimos milites. Y también los obispos. Este reclutamiento se hace ahora por
homenaje y sacralizadamente. Durante el período de crisis hay un aumento continuo de los
homenajes, que culmina hacia el 1050-1060. El vasallaje, entonces, progresa entre 1020 y 1060.
Entre los milites castri y los amos de castillos se encuentra el castlà, jefe de la mesnata (guarnición de la
fortaleza), dirigente del servicio de los milites: servicio de hueste (contra mesnatas de castillos vecinos)
y servicio de cabalgada (patrullaje). Pronto es natural que el castlà se ligue al dueño del castillo
mediante homenaje sólido, que aparece al final de la década de 1040.
El castlà y los milites son remunerados casi únicamente mediante feudos, que durante la crisis
perdieron su carácter público, transformándose en una institución privada. En Cataluña, entre el 1040
y el 1050 hay un considerable aumento de concesiones feudales.
El feudo del castlà es la castlania, (conjunto de bienes e ingresos que, en el interior del distrito del
castillo, compone la dotación del castlà, dotación que nunca comprende el castillo, del cual el castlà
sólo asume la guarda). El feudo del simple miles es la caballería, de composición diversa: pueden ser
sueldos (por ejemplo, tres onzas de oro anuales por el feudo) o tierras (una explotación agrícola por
un feudo de miles). Pero, sobretodo, se componen de ingresos, basados casi siempre en las nuevas
tasas impuestas a los campesinos en el marco del señorío castral.

B. Aparición de nuevas relaciones entre nobleza y campesinado y nuevas formas de dependencia

El castillo es un nuevo centro de poder. Este poder (“banal” o “jurisdiccional”) se ejerce sobre un
distrito más o menos amplio. Es un poder de naturaleza extraeconómica, producto de la fuerza militar
representada por la mesnata del castillo y que se impone a todos los antiguos campesinos libres. Uno
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de los rasgos más notables de la crisis feudal es esta sumisión de los campesinos a una autoridad
fundamentalmente arbitraria en su origen y en su ejercicio, que podemos llamar señorial. Las
libertades de los campesinos desaparecieron en la tormenta.
Menos estudiado h sido el problema del reforzamiento de los lazos de dependencia entre campesinos
y señores, el cual generalmente conduce a lo que llamamos nueva servidumbre. Este proceso resulta
de una evolución natural: se pasa de la posesión por el señor de derechos sobre los hombres a la
posesión de los hombres mismos. Según Bonnassie, es un proceso rápido.
En Cataluña, las reducciones a la servidumbre aparecen un poco más tarde. Un primer índice se
encuentra en una forma de homenaje exigido a los campesinos, que anuncia al homenaje servil,
mientras que las primeras donaciones de hombres y mujeres datan de 1050-1060, pero no se hacen
frecuentes antes de los últimos veinte años del siglo XI.
Hay, entonces, diferencias cronológicas entre Cataluña y Francia del Sur, pero en la militarización de
la sociedad y en la aparición de la servidumbre, las similitudes predominan. Las divergencias son
grandes en el terreno político: el de la reconstrucción de los poderes.

C. La reorganización de los poderes

En Cataluña se hace en provecho del conde, y sólo de él. Bonnassie pone de relieve dos
procedimientos que permiten la restauración del poder.
El primer instrumento es el “fief de reprise” (un dueño de castillo da su fortaleza al conde y vuelve a
tomarla de él en feudo). Este tipo de donación-reinfeudación es frecuente a partir de 1059-1070: los
magnates rebeldes deben aceptarlo para lograr su perdón; luego, el procedimiento se generaliza. El
nuevo feudatario tiene pocas obligaciones. Pero sí hay siempre una, capital, la de restituir la fortaleza
al señor conde cada vez que le sea pedida por éste.
La segunda institución es el homenaje sólido. El conde no es el único beneficiario de este tipo de
homenaje, pero sí el principal. Magnates y muchos miembros de la aristocracia inferior son parte de
sus vasallos sólidos. Empiezan a ser llamados vasvessores (vasallos de vasallos). Éstos, suelen ser los
castlans (guardianes de las fortalezas). El conde, entonces, controla directa o indirectamente casi todos
los castillos catalanes, dándole un dominio completo sobre todo el país. Sobre estos fundamentos
puede construir un auténtico Estado (entre 1060 y mediados del siglo XII), que tiene todas las
características de un Estado feudal.
En Francia del Sur no hay quien pueda llevar a cabo algo similar. Aquí la crisis feudal fue larga y
profunda. Los castillos son los únicos y auténticos centros de poder. Hay intentos de recuperación del
feudalismo de algunos príncipes. Incluso el sistema de recuperación de castillos por donación-
reinfeudación es practicado en Toulouse y Aquitania. Pero son tentativas desordenadas.
Mientras el homenaje sólido fue una pieza clave del gobierno feudal catalán, nunca se implantó en
Languedoc, porque ningún príncipe fue lo bastante potente como para imponerlo.
Bonnassie concluye que, mientras un Estado progresivamente más fuerte se construye en Cataluña, la
fragmentación de poderes subsiste al Norte de los Pirineos.

9. WICKHAM - LA MUTACIÓN FEUDAL DE ITALIA

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Feudalismo: centra la terminología en la relación de base de la sociedad medieval: relación entre
señores y campesinos
1. Relación económica social expresada a través del control de la tierra, que se transforma en feudal
cuando el esclavo se emancipa
2. caída de las estructuras tributarias de Roma permite que la política se base más en la tierra

¿Mutación o evolución?: Primer caso para Italia funciona mejor. Empero, el desarrollo italiano tiene
varias semejanzas con el caso francés

Imperio carolingio:
 organización política apoyada en lazos personales
 Penetración, hacia el siglo X, de los lazos personales en el ámbito público: En este plano de
encuentro entre el tejido clientelar y el señorial es en donde se levantó la realidad feudal
Cinco elementos en dicha reunión entre los tejidos clientelar y señorial
1. patrimonialización del poder público: Surgimiento de circunscripciones nuevas e informales en
torno a Iglesias y castillos
2. (Relacionado con el anterior) Incremento de las relaciones privadas entre los hombres de los linajes
superiores
3. El grupo militar:
a. desde 950 es más fácil individualizar los grupos sociales nuevos, de notables locales y
militarizados.
b. A partir del siglo XI en Italia se puede empezar a hablar de una clara estratificación social entre
linaje aristocrático y militar y la población civil, campesina, etc.
4. Apropiación de los derechos señoriales como parte integrante del poder local del linaje militar
sobre los campesinos:
a. Mezcla de elementos de origen diverso y no cristalizados de manera inmediata.
b. No se combinaron juntos en la estructura legal del señorío territorial.
c. Desarrollo (el señorío territorial) que fue capital para la territorialización y la privatización del
poder
5. Ciudad:
a. No es novedad del siglo XI, pero es esencial en la singularidad italiana
b. Equivalente urbano a la concesión de derechos señoriales: tribunales ciudadanos concedidos por el
Rey
c. Centros mercantiles de cierta consistencia
d. Centros principales de la política
e. Similitud de Italia al resto de Europa por la dominación de la elite militar sobre las ciudades

Similitudes con la experiencia francesa son obvias: Mismos procesos de privatización y


descentralización y por los mismos motivos
Tres diferencias entre Francia e Italia, que responden al caso italiano
1. Momento cronológico de la crisis del sistema público
a. Sin momento preciso en el reino de Italia
b. En el fondo, el contexto principal para esa fallida crisis en la ciudad

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c. El control señorial no era necesario para establecer, en Italia, un status y un poder efectivo a nivel
local
2. Consecuencia de lo anterior, es que sobreviven de forma relativa el grupo de pequeños
propietarios libres
a. Pagaban tributos y eran la rapiña de los señores
b. Servían, más que para expropiársele la tierra, para obtener local más rápido
c. Crucial para el futuro de los campos italianos por ser la base del próximo cambio: cristalización de
las comunas rurales bajo la influencia de las comunas urbanas en el siglo XII
3. Falta de control de los señores se explica por el interés de esto por la sociedad urbana
a. Vivir en la ciudad era vivir en un mundo más público
b. Mutación feudal en Italia ha sido un cambio esencialmente político y cultural en el sentido extenso
Siglo XII: Desarrollo de la comuna, basada en las relaciones horizontales más que verticales; entidad
colectiva.

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