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El aborto como derecho de la mujer

El 30 de diciembre del año 2020, fue aprobado en Argentina un proyecto de ley que
despenaliza el aborto inducido hasta la semana 14 de gestación. Esta victoria para los
grupos pro-aborto tuvo una fuerte repercusión en la opinión pública, lo que produjo una
serie de reacciones no solo en Latinoamérica, sino que también en el resto del mundo.
Ahora bien, la despenalización del aborto está lejos de ser una realidad para todos los
países. En el caso de Chile, este acto sigue siendo un tema controversial que,
paulatinamente, ha calado en los organismos institucionales quienes han propuesto diversas
modificaciones en el código penal y sanitario durante los siglos XX y XXI. En otras
palabras, en las últimas décadas el aborto ha ido transformando sus implicancias legales,
sociales y prácticas dentro de la idiosincrasia chilena. En la década del treinta, por ejemplo,
el presidente Ibáñez del Campo legaliza el aborto con fines terapéutico (art. 226 del Código
Sanitario); en 1960, el gobierno de Eduardo Frei impulsa el uso de métodos anticonceptivos
y reduce los requisitos para la realización de abortos terapéuticos. En 1989, la dictadura
militar nuevamente modifica el código sanitario y prohíbe estrictamente la realización de
cualquier acto abortivo (art. 119 del código sanitario), derogando, a su vez, cualquier efecto
de las modificaciones introducidas en las décadas previas. Hicieron falta casi 20 años en
democracia para que el gobierno de Michelle Bachelet en 2017 modificara el artículo 119
del código sanitario y despenalizara parcialmente el aborto terapéutico, condicionándolo a
tres causales específicas: el riesgo vital de la gestante, la inviabilidad fetal letal y el
embarazo producto de violación sexual. En pleno 2021, el debate continúa más vigente que
nunca gracias a las distintas olas feministas que agitan la contingencia social y es en este
contexto en el que es lanzado un proyecto de ley muy similar al aprobado en Argentina,
causando revuelo en los sectores más conservadores de la sociedad. A pesar de ello, hasta
el día hoy, y para suerte de quienes defienden la vida del feto en gestación, la realización
del aborto fuera de las tres casuales constituye un delito que puede acabar con una pena de
presidio menor en su grado máximo. Por esta razón, cualquier mujer que lo practique
arriesga ser encarcelada. Asimismo, la mujer que aborta en clandestinidad suele ser
repudiada por los sectores más conservadores de la sociedad, pues interrumpir el desarrollo
de un feto sigue concibiéndose como un acto blasfemo y deleznable para este grupo de
personas. En ese sentido, ¿debería el aborto ser un derecho consagrado de la mujer o, por el
contrario, se debería continuar abogando por el derecho a la vida del feto en gestación? El
presente ensayo se aborda el tema sobre el aborto, como una realidad histórica innegable y
riesgosamente penalizada para las mujeres, y se posiciona desde la legitimidad ética de su
práctica, considerando esencial el aborto como parte de los derechos sexuales y
reproductivos de la mujer.
Primero que todo, y antes de entrar al terreno del aborto como tal, es fundamental
preguntarse, ¿cómo se determinan los derechos para cada personas? El Ministerio de
Justicia y DDHH de Chile define los derechos humanos como un conjunto de garantías,
universalmente válidas, derivadas de nuestra propia dignidad como personas. El artículo 1
de la declaración de los derechos humanos garantiza, por ejemplo, que “todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. El art. 2, por su parte, garantiza el
derecho a la vida, a la libertad y la seguridad. Así, todas las personas estamos facultadas
por nacimiento al derecho de vida y de libertad, pero ¿es ético considerar al feto en
gestación un sujeto de derecho por sobre una persona facultada (la gestante)? Por otro lado,
hasta el día de hoy las mujeres han sido vulneradas en todo tipo de contextos sociales
(discriminación laboral, sexual, limitaciones legales), muchas veces no reconociéndoseles
como tales sujetos de derecho. En este ámbito, la sexualidad femenina y la toma de
decisiones por parte de las mujeres, está siempre bajo sospecha y, con excepción de la
madre (siempre santificada), todas las mujeres deben probar su honorabilidad y su
comportamiento adecuado frente a la cosmovisión masculina implantada en la sociedad.
Esto último, en efecto, atenta contra los derechos humanos que garantizan que “nadie será
objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su
correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación” (art. 12). Sumado a esto, Chile
ha ido reconociendo poco a poco en los últimos 25 años los derechos sexuales y
reproductivos de las mujeres, los cuales, se supone, aseguran la libertad, confianza y
seguridad sobre su vida sexual y reproductiva. En otras palabras, los derechos a la igualdad,
a la educación y formación, a la elección (de casarse o no, de tener hijos o no, con quién
tener hijos, etc.), entre otros, son reconocidos por el estado, no obstante, no cuentan con
una regulación penal y sanitaria pertinente dentro de la legislación chilena. De esta manera,
la mujer sigue siendo vulnerada sistemáticamente en aquellas pautas que se desprenden de
la estructura social y que no alcanzan a ser bien reguladas o del todo fiscalizadas por los
organismos institucionales, de modo que aún existe una enorme deuda con las mujeres
respecto a sus derechos sexuales y reproductivos.
Dado lo anterior, el aborto es una de aquellas deudas que tensionan el derecho a la
vida y la libertad de las mujeres en materia de derechos humanos. En la actualidad, y para
efectos del proyecto de ley discutido actualmente en Chile, el plazo máximo permitido para
la interrupción del embarazo es de 14 semanas. Este intervalo de tiempo es significativo
para los cambios en el marco legal del aborto, ya que permite introducir a éste una
distinción en las etapas de desarrollo del feto. De este modo, es importante señalar que la
adquisición de las primeras señales de actividad neurológica y nerviosa, dadas por la
sensibilidad del feto, recién pueden evidenciarse 8 semanas después de lo que propone el
proyecto. En este sentido, y considerando las diferencias sustanciales entre estas fases de
desarrollo (cigoto, blastocito, embrión, feto en crecimiento), el tiempo límite estipulado por
el proyecto de ley parece bastante precavido. Es más, el doctor Jorge Carvajal, gineco-
obstetra de la División de Obstetricia y Ginecología UC, y especialista en medicina
materno fetal asegura que, si bien no es fácil definir la cuestión acerca del dolor en el
desarrollo intrauterino, los fetos son capaces de sentir dolor recién desde la semana 26 de
gestación. No obstante, actualmente la ley penal y sanitaria no considera estas distinciones
determinantes en la capacidad de sufrimiento o estimulación en el nasciturus 1 (término que,
por lo demás, homogeneiza la concepción de estas etapas) y, de este modo, es esencial
subrayar la necesidad de un derecho al aborto que se haga cargo de estas.
A pesar de lo explicado en los párrafos precedentes, y de la legitimidad de la mujer
de decidir sobre su cuerpo y su vida sexual y reproductiva, la despenalización del aborto
como un derecho consagrado no es apoyada por todo los sectores de la sociedad.
Numerosos movimientos, no sólo en Chile, defienden el derecho a la vida del feto en
gestación por sobre el derecho a la libertad y la salud de la gestante, vulnerando de cierta
forma lo dictado por los derechos humanos universales. El mismo presidente Sebastián
Piñera, actual mandatario del país, publicó un artículo en la fundación Avanza Chile donde
defiende el derecho a la vida por sobre el derecho al aborto, destacando cuatro argumentos

1
Termino jurídico que designa a todo ser humano antes de su nacimiento. Si bien “persona” corresponde a un concepto
técnico establecido por el Código Civil, y requiere del nacimiento, el nasciturus, quien no es considerado como persona,
sí es sujeto de derecho y en esa virtud, es titular del derecho a la vida sin ser persona.
de distinta naturaleza. El primero, argumento moral, constata que la decisión de abortar no
solo compete a la madre y al padre, sino además a la dignidad misma de la nueva vida
humana en formación, la cual debe ser defendida a toda costa por su “condición de plena
inocencia e indefensión” (Piñera, 2014). El segundo, argumento jurídico, refiere al derecho
constitucional de asegurar la vida a todas las personas, de modo que “el niño por nacer
(nasciturus) es también una persona, cuya vida debe ser protegida” (Piñera, 2014). El
tercero corresponde a un argumento práctico (según el autor señala): ante “la duda siempre
es mejor optar por la vida” (Piñera, 2014). En el último argumento de carácter religioso,
Piñera afirma que, dada la condición cristiana de la gran mayoría en la sociedad chilena, es
necesario abogar siempre por la vida humana, concepción que evidentemente se opone al
aborto, y considera la vida como un don únicamente concebible por Dios.
Sin embargo, estos argumentos “pro-vida” caen tanto en falacias como
arbitrariedades. Por una parte, no sólo es fundamental destacar el actual carácter laico del
estado en que vivimos, sino también que la población cristiana ha sufrido en las últimas
décadas una decreciente disminución respecto a las personas consideradas cristianas y
católicas. Como afirma CNN Chile, a partir de una encuesta realizada en 2018, los fieles
católicos descendieron del 73% en junio de 1998, a un 55% en 2018 (cifras que ya eran
contabilizadas por Emol en 2017). De modo que vale la pena preguntarse, ¿qué porcentaje
de personas próvida y cristianas arrojaría una encuesta realizada en 2021? Por otra parte, el
tercer argumento del actual presidente de la república es radicalmente arbitrario y, más
bien, consiste en una suerte de “opinión” o “comentario personal”, el cual, vale señalar, no
se condice a la realidad de la mayoría de las mujeres chilenas. Ahora bien, el tema en
cuestión recae en los dos primeros argumentos que se traducen en una concepción legal y
moral del nasciturus, considerado por los defensores de la vida como “un ser humano”, es
decir, alguien poseedor de facultades o al menos del derecho a poder vivir (y no a elegir). Y
aquí precisamente yace un problema múltiple, porque (en desmedro de lo que muchas veces
se insinúa) ni el embrión, ni el feto o “bebé en gestación” están facultados de consciencia o
capacidad para la toma de decisiones, por tanto, tampoco lo están para el ejercicio de sus
“derechos” como ciudadanos en igualdad de condiciones. Es más, aquí volvemos al tercer
punto de Piñera, ya que la defensa del derecho a la vida del feto presupone un deber o
mandato indiscutible ante cualquier posibilidad de vida humana: este afán por su desarrollo
olvida contexto y realidad de la persona gestante, y posiciona su cumplimiento por sobre
cualquier derecho de la misma. De hecho, en las actas oficiales de la comisión de
noviembre de 1974, se haya una tajante afirmación de Jaime Guzmán, principal impulsor
de la prohibición del aborto en dictadura que refleja esta postura: “la madre debe tener el
hijo, aunque este salga anormal, aunque no lo haya deseado, aunque sea producto de una
violación o, aunque de tenerlo, derive su muerte” (Castro, 2017). De manera que,
privilegiar la existencia del feto por sobre la vida formada de una ciudadana (mujer,
adolescente o niña) obedece a una mirada extremadamente desigual en la práctica,
cómodamente masculina (para quien no es juzgado o penalizado por abortar) y de
predominancia conservadora.
De este modo, la penalización del aborto y, por tanto, su definición como delito
implica una concepción respecto a la mujer que invalida su facultad como sujeto de
derecho, y la posiciona como sujeto de obligaciones y deberes, sobre todo en el ámbito
reproductivo y sexual, incluso llegando a poner en riesgo su propia vida. Si bien la
despenalización sujeta a tres causales dio un primer paso en esta materia, son incontables
los casos de mujeres excluidas que no coinciden con ninguna de las tres causas. En este
sentido, Gloria Mayra, señala en un reciente debate de la cámara de diputados, que,
salvo en casos de riesgo vital de la gestantes, inviabilidad fetal letal y embarazo
resultado de violación, la continuación de un embarazo y la maternidad son una
obligación y no una opción para las mujeres, y esta visión permea la atención de
salud, las prácticas y decisiones judiciales y los espacios de socialización y
educación de niños y niñas, entre otros ámbitos. (T13, 2021)
Así, la maternidad como obligación penal y moral atenta contra la seguridad, integridad y
autonomía reproductiva de las mujeres, contra su capacidad ética de decisión, en tanto
ciudadanas soberanas de su propio cuerpo.
Quizás el tema que más preocupa aquí corresponde a la realidad fáctica de riesgo
para las mujeres chilenas, producto de una criminalización reiterada y sistemática de la
práctica del aborto, hecho del cual deriva un doble peligro: primero, el ejercicio clandestino
del mismo que, sin las herramientas ni la experiencia suficiente para los procedimientos,
termina con la vida de millones de gestantes y, segundo, las prácticas institucionales del
personal de salud que vulneran la dignidad de las mujeres, cuestionándolas, obligándolas a
testimoniar y, en otras instancias, sancionándolas por sus decisiones. A su vez, la
organización mundial de la salud señala que las restricciones legales al aborto no dan como
resultado menor cantidad de abortos ni aumentos importantes en los nacimientos. Por el
contrario, las leyes y políticas que facilitan el aborto sin riesgos no aumentan el índice o
número de abortos. Por lo tanto, el efecto principal de reconocer el derecho al aborto es
modificar los procedimientos que antes eran clandestinos o inseguros a procedimientos
legales y sin riesgos para las mujeres.
En conclusión, la posibilidad de aborto previo a los 14 meses de gestación debería
ser un derecho consagrado y garantizable para toda mujer. Es menester recalcar que la
aprobación del actual proyecto del aborto no significa un aumento de la actividad abortiva,
una vulneración a la posibilidad de vida del feto, ni mucho menos un acto de crueldad, ya
que solamente es viable su aplicación con la intervención del feto en su desarrollo más
temprano. Muy por el contrario, esta ley apunta a un reconocimiento legal e implica la
posibilidad de modificar los contextos inseguros que han ocasionado tanta mortalidad
femenina en Chile y el resto del mundo. Sumado a esto, la libertad de elección y el acceso a
la salud forman un lugar crucial dentro los derechos humano, derechos que, a su vez, en la
práctica, no son iguales para hombres y mujeres. En este sentido, está claro que las tres
causales, condiciones imperativas de la ley de aborto vigente, excluyen a la mayor parte de
gestantes quienes, por diversas razones válidas (fallo anticonceptivo, ausencia de educación
sexual, etc.), deciden interrumpir su aborto de manera voluntaria. De modo que, sin un
acceso seguro y libre de discriminación al aborto, en tanto que garantice los derechos
sexuales y reproductivos de las mujeres, no será posible avanzar en materia de igualdad de
género. Por lo tanto, estos derechos que aseguran la autonomía y soberanía de las mujeres
sobre sus cuerpo, aún constituyen, en materia penal y sanitaria, una necesidad urgente de la
sociedad chilena.
Bibliografía

Piñera, S. (2014, 14 de junio). Derecho a Nacer Vs Derecho a abortar. Avanza Chile.


http://www.avanzachile.cl/columna/derecho-nacer-vs-derecho-abortar/.
Castro, R. (2017, 17 de agosto). El acta que selló el destino del aborto. La tercera.
https://www.latercera.com/noticia/acta-sello-destino-del-aborto/.
Naciones Unidas. (s.f.). La declaración Universal de Derechos Humanos.
https://www.un.org/es/about-us/universal-declaration-of-human-rights/.
Pontificia Universidad Católica de Chile. (2011, 4 de noviembre). ¿Desde cuándo sienten
dolor los fetos?. https://medicina.uc.cl/noticias/desde-cuando-sienten-dolor-los-
fetos/.
CNN Chile. (2018, 18 de diciembre). Encuesta CEP sobre espiritualidad y religión: El
61% de los chilenos cree en el “mal de ojo” y un 80% cree en Dios.
https://www.cnnchile.com/pais/encuesta-cep-sobre-religion-el-61-de-los-chilenos-
cree-en-el-mal-de-ojo-y-un-80-cree-en-dios_20181218/.
T13. (2021, 13 de enero). Cámara debate despenalización del aborto en Chile [video].
https://youtu.be/Pu3juzXvyaY.

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