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ISBN 978-958-781-142-1

william garcía ramírez

9 7895 87 8114 21

Las variaciones de un paradigma, 1849-1953


Profesor e investigador de la Facultad de
Arquitectura y Diseño de la Pontificia

Plaza Central de Mercado de Bogotá


Universidad Javeriana. Arquitecto y
magíster en Historia y Teoría del Arte, la
Las variaciones de un paradigma, 1849-1953
Arquitectura y la Ciudad de la Universidad
william garcía ramírez Nacional de Colombia. Su tesis de
maestría, Plaza Central de Mercado: las
variaciones de un paradigma (2011), fue
laureada y obtuvo el premio a la mejor
tesis de posgrado en patrimonio del
Ministerio de Cultura de Colombia en el
Este libro es la historia de la primera plaza de mercado cubierta 2011. Además, fue ganador de la beca de
de Colombia y la historia de una idea de ciudad. Plaza y ciudad investigación Patrimonio a la Plaza del
se entrelazan para configurar una historia y una teoría como Instituto Distrital de Patrimonio Cultural
explicación alternativa de la arquitectura y el urbanismo en el 2014. Fue profesor de cátedra del
republicanos en Bogotá. Los hallazgos historiográficos Instituto de Investigaciones Estéticas
de la Universidad Nacional de Colombia
sustentan un paradigma teórico fundamentado en
e investigador en varios proyectos de la
los parámetros aseo, salubridad y ornato como
Facultad de Artes de esta universidad.
ejes conceptuales sobre los que el Gobierno de
la ciudad situó tanto los problemas como las
soluciones para la urbe de finales del siglo
XIX y comienzos del siglo XX.

SESQUICENTENARIO

Pontificia Universidad Javeriana


Universidad Nacional de Colombia
Las variaciones de un paradigma

William García Ramírez


Facultad de Arquitectura y Diseño

Reservados todos los derechos


© Pontificia Universidad Javeriana
© Facultad de Arquitectura y Diseño
© Universidad Nacional de Colombia
© Facultad de Artes - Maestría en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad
© William García Ramírez
Primera edición
Bogotá D. C., diciembre de 2017
ISBN: 978-958-781-142-1
Número de ejemplares: 400
Impreso y hecho en Colombia
Printed and made in Colombia
Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7. a N.° 37-25, oficina 1301 Edificio Lutaima, Bogotá D. C.,
Colombia Teléfono (57-1) 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial
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Claudia Burgos
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del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del
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inp 31 / 03 / 2017
Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad
Javeriana y la Universidad Nacional de Colombia.

García Ramírez, William, autor


Plaza Central de Mercado de Bogotá: las variaciones de un paradigma 1849-1953 / William García Ramírez. -- Primera
edición. -- Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2017.
346 páginas: ilustraciones, fotos, y planos; 21 cm
Incluye referencias bibliográficas (páginas 334-344)
ISBN: 978-958-781-142-1
1. plazas de mercado – historia - bogotá (colombia) – 1849-1953. 2. arquitectura de plazas – historia - bogotá
(colombia) – 1849-1953. 3. arquitectura – historia - bogotá (colombia) – 1849-1953. 4. mercados - historia -
bogotá (colombia) – 1849-1953. 5. plazas de mercado - bogotá (colombia) - diseños y planos. I. Pontificia Uni-
versidad Javeriana. Facultad de Arquitectura y Diseño. II. Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Artes.
CDD 711.554 edición 21
Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J.
inp 25 / 10 / 2016
A Él, que lo es todo en todos
CONTENIDO

11 28
Reconocimientos De la calle al edificio
Inicios de la plaza, 1846-1861
Terminación de la plaza, 1875-1882
Sistema de abastos de Bogotá, 1882
Higiene y arquitectura para las
plazas de mercado, 1886-1890
La concepción de La Concepción

13 88
Prólogo Salubridad,
Silvia Arango aseo y ornato
Las razones de un paradigma
El temor expectante
Salubridad
Aseo
Ornato
La tríada conceptual salubridad,
aseo y ornato

18
Introducción
132 312
Del edificio a la calle Conclusiones
La plaza de mercado como factor en Hacia la construcción de un
la urbanización de la ciudad, 1900 paradigma
Plaza y burocracia, 1900-1917 Un enfoque historiográfico
La fuga de las musas: el concurso
para la Plaza Central de Mercado,
1917
Polémicas alrededor de la nueva
plaza, 1919-1924
Finalización de la Plaza Central
de Mercado, 1924-1927
La vida de la Plaza Central
de Mercado, 1927-1946
Razones para una demolición,
1946-1953

264 326
Higiene, elegancia Epílogo. Una plaza
y comodidad caminante
El umbral entre los siglos xix y xx
o las variaciones de un paradigma
Higiene
Comodidad
Elegancia
La tríada conceptual higiene,
elegancia y comodidad

334
Bibliografía
RECONOCIMIENTOS

L
a realización de este libro se debe a la confluencia de múltiples
factores y actores, sin los cuales no hubiese sido posible este
emprendimiento. Por esta razón, quiero reconocer y agradecer,
en primera instancia, la inmensa colaboración de los profesores Carlos
Niño, Alberto Saldarriaga, Germán Mejía, Jorge Ramírez y Natalia
Gutiérrez, de la Maestría en Historia y Teoría del Arte y la Arquitectura
de la Universidad Nacional de Colombia, quienes con sus luces orientaron
esta investigación. En especial, quiero manifestar mi agradecimiento
a la arquitecta Silvia Arango, quien con perspicacia fue paciente
directora y amable confidente de las inquietudes que dieron lugar a
este trabajo. Así mismo, resultó fundamental el impulso que le dio a
esta publicación la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Pontificia
Universidad Javeriana, en cabeza de su decano Giovanni Ferroni y su
directora Luz Mery Rodelo, quienes me dieron el espacio y el tiempo
para decantar las ideas que finalmente dieron origen a este libro.

Pero todo me sería nada sin el apoyo de mi familia. Gracias a ellos, a


mis padres Jorge Enrique y Maria Elisa, a mis hermanos y, por último,
a mi papá Dios, pues su apoyo y confianza hicieron de esta travesía
investigativa una aventura feliz.

11
PRÓLOGO

C
uando se hace una investigación en el marco académico de
una maestría o un doctorado, normalmente se parte de un
tema, es decir, de algo que se desea indagar; luego se elabora
una hipótesis, es decir, una síntesis reducida de lo que se desea decir
o probar, y después se aclara la metodología, esto es, el camino que
se recorrerá para hacerlo. En ese momento se escogen las fuentes
históricas más idóneas para estructurar la metodología y probar —o
falsear— la hipótesis que explica el tema. De esta manera, las fuentes
históricas (documentos escritos, gráficos o materiales) suelen funcionar
como “pruebas” que aporta el investigador para mostrar que lo que
busca decir es verdadero o, al menos, verosímil. Dependiendo de su
habilidad, sacará más o menos jugo a estas fuentes leyéndolas “entre
líneas” y usándolas como indicios.

Empiezo por estas consideraciones porque uno de los aspectos princi-


pales del trabajo Plaza Central de Mercado de Bogotá. Las variaciones
de un paradigma, 1849-1953, de William García, es que subvirtió estas
normas aceptadas, invirtiendo el recorrido lógico descrito. El autor
procedió de la manera contraria: su punto de partida fueron las fuentes
y, específicamente, dos fuentes documentales, los informes Lombana:
el de Vicente Lombana de 1849 y el de Julián Lombana de 1903. Es
muy curioso empezar así una investigación, pues fue a partir de allí
que sucedió lo demás: la lectura cuidadosa de estos dos textos incitó
la imaginación, señaló un camino, detonó una sospecha que se con-
vertiría en hipótesis y terminó configurando el tema. Esta relación

13
Plaza Central de Mercado de Bogotá

con las fuentes es muy excepcional e implica una doble actitud: de


acercamiento al pasado, a la lógica histórica de las palabras que están
en los documentos, y, a la vez, de distanciamiento, pues la comparación
permitió ver las fuentes como un proceso que solo es discernible desde
la larga perspectiva del presente. Este doble juego es indispensable
para el verdadero historiador, que es un personaje cuya curiosidad se
da de manera superlativa. Por ello, es capaz de practicar la transmi-
gración mental a un pasado que no es el suyo (transmigración, deporte
supremo, decía José Ortega y Gasset), sin perder de vista que examina
algo que, indefectiblemente, ya pasó. Entonces, en esta tesis, el tema
se construye en el camino, se tropieza con él, se descubre y desborda
el objeto inicial de indagación —la plaza de mercado—, que termina
siendo una excusa para el verdadero tema que pugna por aflorar.

La tesis tiene dos componentes: uno descriptivo y uno interpretativo.


El autor los define de manera distinta, al decir que hay un componente
histórico y otro teórico. Pienso, sin embargo, que es difícil hacer esta
distinción: toda teoría nace en un periodo histórico y todo relato
del pasado está impregnado de unas teorías que le dan sentido. Los
componentes de la tesis son dos niveles históricos que se superponen:
la historia material, tangible, y la historia de las ideas, intangible.

La historia material es la descripción pormenorizada de la biografía


del mercado de La Concepción: su nacimiento, su vida y su muerte.
Es, en sentido estricto, como toda biografía, la parte que tiene las
fechas limítrofes precisas de 1849 y 1953. El trabajo dispendioso y |14
prolongado del cazador implacable de todas las menciones, fotos y
planos de la plaza de mercado en muchas fuentes disímiles habría
bastado, por sí mismo, como tesis de maestría. Debe también aclararse
que la indagación exhaustiva de la plaza no habría podido hacerse en
el marco reducido de los dos años que prevé el programa y que las tesis
verdaderamente significativas, como esta, requieren de más tiempo
para desarrollarse.
Prólogo

La historia inmaterial de las ideas es el componente interpretativo de


este trabajo, que consiste en el estudio de dos tríadas de conceptos salu-
bridad, aseo y ornato e higiene, comodidad y elegancia. Para estudiarlas,
no se pueden tener fechas limítrofes tan precisas. Aunque escribí historia
de las ideas al inicio de este párrafo, dudo que sea este el término más
adecuado, pues normalmente por ello se entiende la evolución de las ela-
boraciones intelectuales de los grandes pensadores, plasmadas en libros.
Lo que en la tesis y en este libro se aborda son las ideas efectivas que
tienen en la cabeza las personas y que cosen el tejido social. Es lo que
otros autores denominan creencias, otras ideologías, otros imaginarios y
que aquí se llaman horizontes conceptuales o paradigmas. Aquí se trata,
en todo caso, de sacar a la luz lo implícito, de explicar las convicciones
colectivas que, de tanto saberse, casi nunca se explicitan, pero rigen los
comportamientos. Como considero que este componente interpretativo
es el verdadero tema de este libro y el más fructífero en términos de su
repercusión general, dedicaré a él una mayor atención.

Las dos tríadas se traban en una compleja relación de continuidad y


ruptura: la evolución de cada uno de los términos forma parte de la
tradición, pero a la vez indica lo nuevo. Como todas las cosas nuevas
están impregnadas de cosas viejas, nada es tan difícil de ver como lo
nuevo de lo nuevo. Para explicar la aventura de los términos, el autor
hizo el seguimiento de la salubridad hasta convertirse en higiene,
del aseo hasta convertirse en comodidad y del ornato hasta conver-
tirse en elegancia. La transformación del sentido de las palabras es
15| también una transformación del horizonte conceptual, en un proceso
paulatino que muestra la inercia de ciertos valores generales dentro de
una transformación constante. Como señala acertadamente el texto,
el paradigma del aseo trasmutado en comodidad es el más elusivo de
explicar históricamente, pero es uno de los más representativos del
paso del siglo xix al xx. Es insuficiente su cercanía al término inglés
de confort, lo que confirma una vez más, sea dicho de paso, la impo-
sibilidad de traducir ciertas palabras. En el contexto colombiano, el
Plaza Central de Mercado de Bogotá

aseo ya convertido en comodidad me recuerda un término que usaba


mucho mi abuelita cuando usaba el adjetivo comedido para calificar
un comportamiento adecuado, prudente y mesurado. Lo aplicaba a las
personas que sabían cómo comportarse en cada situación, que no solo
eran discretas, sino que tenían la capacidad de distribuir los acentos
y énfasis para estar presentes, sin ser estridentes.

Por otro lado, cabe preguntarse: ¿por qué se escogieron estas dos
tríadas de paradigmas y no otras? La respuesta más obvia es porque
las encontró reiteradamente en los documentos consultados, pero
hay otra respuesta menos evidente: porque están en la base de la idea
que se tenía en Colombia de la arquitectura en el cambio de siglos y
explica el nacimiento social de la profesión misma. Los tres pares de
conceptos no coinciden exactamente con la tríada de Vitruvio: firmeza
(firmitas), utilidad (utilitas) y belleza (venustas), aunque tienen que
ver con estos conceptos. Lo que aquí encontramos es el eco de una
teoría encarnada en un tiempo y lugar, es decir, una historización de
la teoría. En el siglo xix, la cultura arquitectónica prácticamente no
existía en el país y tampoco había estudios formales de la profesión.
Desde 1884, los cursos de arquitectura en la Academia de Bellas
Artes introdujeron un saber culto a una minoría muy restringida,
pero la capilaridad de estos conocimientos a sectores más amplios
de la población fue introduciendo unos valores que identificaron a
los arquitectos y los diferenciaron de los otros gremios que tenían
que ver con la construcción: los ingenieros, los maestros de obra y los
artesanos. El horizonte conceptual que descubrió William García con |16
sus pares de paradigmas proporcionó una versión más verosímil de
nuestra historia de la arquitectura, pues demostró que la arquitectura
moderna no “llegó” a Colombia en una determinada fecha, sino que
“fue llegando” o, mejor, se fue formando en un proceso dilatado, dentro
de un contexto social y con unos personajes específicos.

No deja de ser enigmática la tríada misma, en el sentido de preguntarse:


¿por qué la arquitectura tiende a definirse con tres conceptos y no dos
Prólogo

o cuatro? Utilizar solo dos componentes remite a la polarización de


contrarios, a la dicotomía dialéctica que supone la confrontación. Uti-
lizar cuatro o más componentes disuelve la definición en un listado de
atributos. En cambio, utilizar tres componentes equivalentes posee la
virtud del equilibrio; no en vano el número tres ha sido históricamente
la representación de la unidad dentro de la diversidad. La butaca de
tres patas en que William García sustenta la arquitectura introduce
la incertidumbre indispensable para entender una profesión huma-
nística que posee la técnica de los ingenieros, el saber práctico de los
maestros de obra y las ambiciones espirituales de los artistas plásticos.

Es para mí un placer presentar un trabajo que asumió las circuns-


tancias en que se debate la investigación en arquitectura, pues aplicó
aspectos derivados de las ciencias humanas —especialmente de la
historia— y también los aspectos derivados del cultivo de la sensi-
bilidad creadora, atenta a los matices. Se trata, finalmente, de una
investigación en arquitectura: nada más, pero también, nada menos.
Es sana e higiénica porque dice lo que tiene que decir, sin mugre que
la estorbe o la contamine; es elegante porque se manifiesta formal-
mente con dignidad y, por respeto con el lector, con la ornamentación
gráfica necesaria; y es pulcra y comedida porque sin alardes disonantes
despliega discretamente una argumentación sólida difícil de rebatir.
Por ello, logra transmitir la pasión exultante que guió la indagación
realizada en torno al caso específico de la plaza de mercado, de donde
supo extractar todo el horizonte conceptual de una época clave de la
17| historia colombiana.

Silvia Arango
Profesora titular de la Escuela de Arquitectura
Universidad Nacional de Colombia
INTRODUCCIÓN
La Central de Mercados es un arrecife donde encallan muchas naves
aventureras que arribaran en viaje de ilusiones, con sobordo victo-
rioso de esperanzas y manifiesto de inocencias empujadas por brisas
locas o desencantos de amor. Vienen los tripulantes piratas, los ma-
rinos de agua dulce, los capitanes contrabandistas, y desembarcan
en su puerto, que cubre el cuadrilátero de cuatrocientos metros, vo-
ciferantes, cada uno de ellos con una distinta manifestación de vida,
con una diferencia de latitud, y se empotran en sus cuatro callejones
que se prolongan hasta un límite ya demarcado y preciso. A veces la
tripulación, que llegara en trance de furrusca y de parranda, pierde
la ruta. No oye el sonido de la sirena hogareña que los llama, que los
reclama en un grito de absolución. Se pierden allí, en las tabernas
y en los comercios, sin pasaportes ni carnet de marineros. No les
queda otro recurso que enrolarse en el barco de muertos sin literas,
sin ración y sin reglamento.1

L
as plazas de mercado son el puerto de los que no tienen mar.
Un puerto donde tiene lugar el encuentro de dos mundos: el
mundo rural y el mundo urbano, universos siempre dispuestos
al encuentro, pero siempre separados por sus diferencias, un lugar
donde los individuos confrontan sus diferencias y comparten sus

1 José Joaquín Jiménez, “La Central de Mercados”, Las famosas crónicas de Ximénez
(Bogotá: Planeta, 1996). En adelante, todas las citas conservan la ortografía y la
puntuación de las fuentes originales.

19
Plaza Central de Mercado de Bogotá

visiones, una constante pugna en la que se traban pactos y acuerdos


que se rompen y se renuevan cada día.

A lo largo de este libro se alternan dos visiones de la Bogotá que


transita el umbral entre el siglo xix y el siglo xx: una visión histo-
riográfica que contextualiza las condiciones sociales, económicas y
culturales que dieron lugar a la adopción de una serie de políticas
urbano-arquitectónicas, sobre las que se argumentan conceptual-
mente las decisiones de tipo urbano-arquitectónico que orientaron
gran parte del desarrollo físico de Bogotá. Por lo anterior, además de
una historia, se presenta un modelo interpretativo de la evolución de
las plazas de mercado en Bogotá durante los siglos xix y xx, con el
fin de evidenciar variaciones en el paradigma urbano-arquitectónico
que las estructura, de manera que se pueda comprender los funda-
mentos conceptuales de las transformaciones físicas en Bogotá. En
este sentido, se propone ver cómo, al considerar la evolución de las
plazas de mercado, los horizontes conceptuales específicos variaron
de la tríada salubridad, aseo y ornato, propia de la segunda mitad del
siglo xix, a la tríada higiene, comodidad y elegancia, en la primera
mitad del siglo xx. Estas dos tríadas conformaron un paradigma, es
decir, un “conjunto de ilustraciones recurrentes y casi normalizadas
de diversas teorías en sus aplicaciones conceptuales, instrumentales
y de observación”.2

El concepto de paradigma no se entiende aquí como un concepto es-


tático, sino como un ente dinámico. Su consolidación en el acontecer |20
bogotano implicó la repetición aplicada de estos principios teóricos,
consensuados en el tiempo, dando como resultado un horizonte con-
ceptual reconocido por un amplio espectro de actores y entidades de la
sociedad. Por otro lado, la adopción y consolidación de un paradigma
tiene que ver con la selección razonada y reiterada de una serie de re-
flexiones, que distintas autoridades, como los gobernadores, alcaldes y

2 Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas (Barcelona: Paidós, 1989).


Introducción

concejales, aplicaron de acuerdo con las necesidades de la ciudad, por


lo que sus conclusiones se entienden como la aceptación consensuada
de unos principios legisladores por parte de una comunidad política
e intelectual.

La determinación de estos horizontes conceptuales obedece, inicial-


mente, a dos hallazgos en la investigación que se han denominado
como “los informes Lombana”. El primero de estos documentos fue
el informe presentado, en 1849, por Vicente Lombana, gobernador
de Bogotá; el texto enmarcó los principales problemas de la ciudad
y sus soluciones —incluido lo relacionado con los abastos—, bajo la
tríada conceptual salubridad, aseo y ornato. El segundo documento
fue el Informe sobre plazas de mercado, de 1903, firmado por el concejal
y arquitecto Julián Lombana. Se trata de un manuscrito presentado
al Concejo Municipal, en el que se hizo un estudio del problema de
las plazas de mercado a la luz de la arquitectura que concluyó que
el diseño arquitectónico de las plazas de mercado debía atender de
manera indispensable a “la higiene, la elegancia y la comodidad”.3

En el primer documento se presentó una tríada que hizo referencia a la


arquitectura como parte de la ciudad, es decir, que lo que importaba
era la ciudad y su estructura urbana. En la segunda tríada (propia
del siglo xx) la importancia se focalizó en la arquitectura en sí misma,
que no se expresaba en la estructura urbana de la ciudad, sino en la
individualización de los edificios. Por lo tanto, esta investigación
21| tuvo como objetivo principal evidenciar las variaciones de la tríada
salubridad, aseo y ornato como horizonte conceptual adoptado por las
autoridades para orientar las iniciativas urbanas y arquitectónicas
de mediados del siglo xix, y su correspondiente transformación en el
horizonte conceptual higiene, elegancia y comodidad, para el siglo xx
en Bogotá.

3 Julián Lombana, Informe sobre plazas de mercado (Bogotá, 1903).


Plaza Central de Mercado de Bogotá

A partir del análisis de cada una de las tríadas se constató cómo


estas instancias se erigieron en argumentos legitimadores de una
forma de pensar, concebir y realizar las obras de urbanismo y ar-
quitectura en la ciudad tanto en el siglo xix como en el siglo xx.
Con base en estas argumentaciones se propone una teoría alternativa
al surgimiento de la arquitectura republicana en nuestro medio, to-
mando como estudio de caso principal la Plaza Central de Mercado en
la ciudad de Bogotá, un edificio que nació llamándose mercado de La
Concepción y cuya particularidad consiste en haber sido construido en
el siglo xix, demolido posteriormente y vuelto a construir en el mismo
lugar, con un nuevo diseño durante el siglo xx. Así, el caso de esta
plaza permitió verificar a lo largo del tiempo el desarrollo paulatino
de las tríadas conceptuales planteadas.

Un análisis historiográfico de la ciudad desde la perspectiva de los


abastos y los mercados cubiertos en el siglo xix permitió visibilizar una
ciudad plena de carencias y necesidades básicas, por lo que cabe pre-
guntarse: ¿qué relevancia tiene la construcción de una plaza de mercado
en la Bogotá de mediados del siglo xix?, ¿cómo la construcción de un
gigantesco4 edificio para el mercado podría contribuir en la solución
de las necesidades de la Bogotá de esa época?, y más específicamente,
¿por qué priorizar la construcción del mercado público sobre otras muy
importantes obras, en medio de una convulsionada situación social,
política y económica producto de los desmanes ocurridos a través de
varias guerras civiles y golpes de estado? Para contestar estos interro-
gantes es necesario entender cuáles eran las lógicas de pensamiento de |22
las autoridades municipales y, en algunos casos, cómo la injerencia de
ideas nacionales e internacionales alcanzó la esfera de lo local, además

4 Las dimensiones del lote y del edificio en el cual se insertó el proyecto resultaban
equivalentes a la dimensión de la plaza de Bolívar de hoy en día: 100 x 100 m.
Figura 1. Mercado en la plaza de Bolívar en 1850
Fuente: El Gráfico 431 (1918)
Plaza Central de Mercado de Bogotá

volviendo a la ciudad de Bogotá, recordaremos que el servicio mu-


nicipal era casi nulo en los años de 1840 a 1848. No había enlosado
en las aceras, excepto en las tres del comercio; faltaba empedrado
en muchas; el agua de los caños, que corría por la mitad de ellas se
encargaba de arrastrar a los ríos de San Francisco y San Agustín
las basuras de las casas; no había alumbrado sino en las tres del
comercio, y eso de tal naturaleza que servía, como en España, para
hacer visibles las tinieblas […], centenares de burros recorrían las
calles buscando los restos de las cocinas detenidos en los caños, y
hacían su mansión principal en la Plaza de Bolívar, que era la del
mercado.5

Históricamente es posible distinguir tres periodos en el desarrollo de


las plazas de mercado en Bogotá hasta mediados del siglo xx, en los
cuales se evidenció el papel de estas construcciones en la evolución de
la historia urbana y de la arquitectura. El primer periodo se carac-
terizó por las plazas de mercado a cielo abierto; la más importante
de ellas fue la plaza de las yerbas, ubicada frente a la primera iglesia
de Bogotá, la del Humilladero, en el espacio conocido hoy como el
parque Santander. Este primer mercado generó un polo de atracción
y desarrollo comercial que los días viernes estaba complementado por
el mercado en la plaza de Bolívar; la tensión entre estas dos plazas
generó un importante desarrollo comercial a lo largo de la carrera
7.a, lo que explica la actividad del mercado como una función primi-
genia y motora de la ciudad colonial; se entiende así que una ciudad
no se origina solamente por un acto de fundación, sino que nace en |24
el momento en que se centralizan diferentes imaginarios en un solo
lugar, en este caso, la necesidad y el deseo común de intercambiar y
conseguir algo esencial: los alimentos.6

5 Salvador Camacho Roldán, Bogotá en caricatura (Bogotá: Banco de la República, 1985).

6 Fabio Zambrano, Germán Mejía, “La parroquia y el barrio”, Textos, Documentos de


Historia y Teoría 9 (Bogotá: cidar, 2003).
Introducción

El segundo periodo se inició en 1849, cuando el gobernador de Bogotá,


Sr. Vicente Lombana, planteó la necesidad de organizar los abastos
y las demás infraestructuras urbanas de la ciudad en torno de los cri-
terios de salubridad, aseo y ornato. Este periodo se caracterizó por la
finalización de la guerra civil y el inicio de unas políticas progresistas
de corte liberal encabezadas por el presidente y general Tomás Cipriano
de Mosquera, que permitieron que el mercado dejara de practicarse
en lugares “a cielo abierto” para refugiarse en un edificio cubierto.

Un tercer periodo en la historia de las plazas de mercado se inició en


1903 con el informe que el concejal y arquitecto Julián Lombana rindió
ante el Concejo de Bogotá. Este definió los tres parámetros que debían
regir la construcción de las plazas de mercado: higiene, elegancia y
comodidad, y se extendió hasta la demolición del edificio de la Plaza
Central de Mercado en 1953.

La iniciativa de construir un edificio para albergar bajo cubierta la


plaza de mercado de Bogotá tuvo lugar en la década de 1840, en la cual
se emprendieron otras importantes obras para la ciudad: el inicio de
la construcción del Capitolio Nacional bajo planos de Thomas Reed, y
cuya construcción de cimientos quedó a cargo de Juan Manuel Arrubla;
la inauguración del primer centro de comercio y oficinas de la ciudad,
las galerías Arrubla, a cargo de los hermanos Manuel Antonio y Juan
Manuel Arrubla; la reconstrucción del acueducto de Agua Nueva por
el mismo arquitecto Reed; la instalación de la estatua en bronce del
25| Libertador Simón Bolívar donada por José Ignacio París y esculpida
por el italiano Pietro Tenerani; y, por supuesto, el proyecto para la
construcción de la plaza de mercado de La Concepción.7

7 Es imposible dejar de notar que la figura de Juan Manuel Arrubla aparece como pro-
motor y constructor en tres de los cinco proyectos que caracterizaron el inicio de la
transformación física de la ciudad para esa década.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Esta década también se caracterizó por la creación de instituciones


sociales paralelas a los emprendimientos de obras públicas, como
el Cuerpo de Policía de Bogotá (1846), la Sociedad de Artesanos, la
Sociedad Filarmónica y el Colegio Militar (1847). Los esfuerzos de los
sucesivos gobiernos y de la comunidad que tuvieron lugar en estos
diez años estuvieron enfocados en crear, organizar y estructurar
funciones básicas de la sociedad bogotana. En conclusión, la década
de los años cuarenta del siglo xix se caracterizó por la definición de
obras públicas que regularon aspectos esenciales de la sociedad que,
aunque venían funcionando por años, no tenían asiento en un lugar
específico ni adecuado en la ciudad: en la política, el Capitolio; en lo
judicial, los cuerpos de policía y militares; y en la economía, la So-
ciedad de Artesanos y la plaza de mercado.

En contraste, el siglo xx se caracterizó por la inversión privada.


Grandes emprendimientos en la construcción de hoteles, edificios de
oficinas, industrias y viviendas, y desarrollos urbanos como los barrios
construidos entre Chapinero y Bogotá, complementaron las obras
públicas que se siguieron desarrollando por todo el país. Obras que,
a pesar de su carácter privado y de contar con la libertad para seguir
los lineamientos conceptuales que a bien consideraran, se empeñaron,
sin embargo, en seguir argumentando sus planteamientos arquitec-
tónicos y urbanos con los mismos ejes conceptuales ya consolidados
en las obras del Estado.

Por lo anterior, se puede afirmar que, en términos de reflexión teórica, |26


es en estas nuevas obras donde se alcanza la madurez de la tríada con-
ceptual salubridad, aseo y ornato, propia del siglo xix, adaptándola a
las condiciones del nuevo siglo y denominándolas higiene, comodidad
y elegancia. Unos principios teóricos cuya vigencia alcanzaría el siglo
xx hasta mediados de los años treinta, exactamente en 1935, cuando se
rastrea el último documento oficial en el que se apela a estos principios,
con motivo del diseño de las obras urbanísticas y arquitectónicas
Introducción

conmemorativas del IV Centenario de la Fundación de Bogotá, y se


empiezan a adoptar entonces de manera generalizada los principios
que caracterizan al movimiento moderno en arquitectura; todo esto
acontece más de un siglo después de que el gobernador Vicente Lombana
manifestara, en su informe de 1849, la necesidad de construir no solo
una plaza de mercado sino toda una ciudad con la tríada conceptual
que daría origen a un paradigma teórico de la arquitectura decimo-
nónica en Colombia.

27|
DE LA CALLE AL EDIFICIO

CRÓNICA DE LA PLAZA DE MERCADO


DE LA CONCEPCIÓN EN EL SIGLO XIX
P
iedra angular de las finanzas de Bogotá, sede de múltiples
negocios, punto de encuentro de diversas culturas, umbral
de articulación entre lo rural y lo urbano, la Plaza Central de
Mercado de Bogotá (1864-1953) ofrece a la historia un caso de estudio
que condensa los grandes problemas de esta ciudad en el intersticio
de los siglos xix y xx. Por lo tanto, este libro es a la vez la historia
de una plaza y del pensamiento de una ciudad. Así, historia e ideas
se entrelazan para develar una ciudad vacilante, que se debate entre
las necesidades del presente y los anhelos de su futuro.

Por más de medio siglo, la Plaza Central de Mercado de Bogotá ocupó


un lugar fundamental en el espacio físico de la ciudad y en el ima-
ginario de miles de bogotanos de la época. Es imposible conciliar la
imagen que hoy tenemos de las actividades de una plaza de mercado
tradicional con la realidad de lo que acontecía en esta edificación
durante el siglo xix, pues en la Plaza Central de Mercado no solo se
concentraba la compra y venta de frutas, verduras y carnes, sino
que era centro de negocios de muchos otros bienes no perecederos,
como ropas, objetos de uso cotidiano, y servicios tales como oficinas
de abogados y de comercios se ubicaron allí, por lo que la presencia
de este equipamiento a lo largo de casi noventa años la consolidaría
como la principal fuente de ingresos económicos de la ciudad a finales
del siglo xix y comienzos del siglo xx.1

1 “La plaza de mercado es, hoy por hoy, la que produce mejor renta al Municipio,
y es lo único positivo con que cuenta para atender á los gastos que demanda la

29
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Tercamente y hasta el día de hoy, las plazas de mercado en el mundo


han resistido los embates de la modernidad frente a las múltiples alter-
nativas de consumo que ofrece el mundo contemporáneo a través de los
supermercados, hipermercados, centros comerciales o las compras on
line, que, a pesar de su mayor comodidad y atractivo, no han logrado
desplazar la vigencia de estos espacios primigenios. No obstante todas
las variaciones que han sufrido en la historia, las plazas de mercado
son el único espacio dedicado a la compra y venta de productos que
han mantenido sus lógicas de intercambio y sus relaciones multicul-
turales desde sus orígenes en la Grecia antigua y hasta la actualidad.

INICIOS DE LA PLAZA, 1846-1861

Dieciocho años duró el tránsito de un mercado nómada y callejero a


un mercado sedentario y ubicado en un solo edificio; este mero cambio
evidenció una manera diferente de organizar las funciones adminis-
trativas, de culto religioso y de ornato separándolas de la función
del abasto público, lo que connota un reordenamiento de la ciudad,
indicativo de los cambios que empezaban a gestarse en la manera de
concebir urbanísticamente la capital del país.

El desplazamiento del tradicional mercado que se efectuaba en la


plaza de Bolívar se produjo en el lapso entre 1846 (momento en que se
instaló la estatua de Simón Bolívar en la plaza mayor y se prohibió la
actividad del mercado en esta plaza) y 1864 (año en que se inauguró el |30
edificio de la plaza de mercado llamada inicialmente de La Concepción).
La principal razón expuesta para este traslado fue el orden. Para darle
un carácter único a la plaza de Bolívar, las autoridades utilizaron la

administración pública: por consiguiente se le debe consagrar atención preferente y


organizarla de manera que su producido se recaude lo mejor posible y que al mismo
tiempo su admón. sea completa”. H. C. Pablo Angulo y Jesús Ayala, Informe al con-
cejo municipal sobre la plaza de mercado de esta ciudad [Bogotá] sep. 29, 1903.
Figura 1. Mercado en la plaza de Bolívar, c. a. 1846
Fuente: E. Therond [grabado], L’Amérique Equinoxial, ed. Edouard André (París, 1877-1878)
Nota: Reproducido por Carlos Martínez en Proa 214 (1970)
Plaza Central de Mercado de Bogotá

figura física y conceptual del libertador Simón Bolívar con el objetivo


de evocar no solo su memoria, sino los ideales sociales y políticos que
este persiguió. La actividad caótica del mercado público en la plaza
de Bolívar desdibujaba la intención de establecer este carácter a la
principal plaza de la ciudad.

Sacar el mercado de la plaza de Bolívar no fue un proceso fácil. Los


ciudadanos y vivanderos protestaron unidos y redactaron, en 1846,
un memorial dirigido al gobernador de la provincia, Pastor Ospina
Rodríguez, titulado como Justa representación, 2 donde expusieron
todos los argumentos por los cuales resultaba inconveniente la des-
centralización de la actividad del mercado para ubicarla en otras
plazas de la ciudad. Las protestas básicamente se fundamentaron en
la desvalorización de sus propiedades, las cuales se veían favorecidas
por la cercanía y el flujo de personas alrededor de la plaza como centro
geográfico de la ciudad.3 Estas protestas, aunadas a la larga tradición
del mercado en la plaza de Bolívar, hicieron que el mercado no pudiera
ser desterrado definitivamente, pues los campesinos e indígenas volvían
tercamente a instalar sus toldos en la plaza aún en 1861, momento en
el que la Gobernación emitió un nuevo decreto reiterando el traslado
de “el mercado público a las plazuelas de San Francisco, San Agustín
y San Victorino”, considerando:

2 “Ciertos estamos de que si el ilustre libertador de tres Repúblicas hubiera sabido que
la presencia de su imajen [sic] había de causar tantos males a esta población, priván- |32
dole de sus goces i comodidades; de que era necesario para conservar viva su memoria,
renunciar para siempre a las ventajas que brinda para un mercado el lugar en que hoi
[sic] se encuentra colocada su estatua, habría renunciado también a semejante honra
[…]”. Francisco Barberi, Manuel Francisco Vergara et al., Justa representación. Carta
de los habitantes al Señor Gobernador de la Provincia [Bogotá] jul., 1846.

3 “Estas mismas observaciones pudiéramos hacer respecto de las casas porque su va-
lor se ha fijado siempre en este lugar en razón de su centralidad, i esta se ha apetecido
por la comodidad que las familias gozaban por tener cerca donde proveerse diaria-
mente de los objetos que necesitaban […]”. Francisco Barberi et al., Justa representa-
ción, señor Gobernador de la Provincia (Bogotá: Imprenta de Nicolás Gómez, 1846).
De la calle al edificio

1. Que el Poder Ejecutivo de la Unión ha determinado mejorar la


plaza de Bolívar, a cuyo efecto se han dictado las medidas con-
venientes para la construcción de barras de hierro con que debe
cerrarse dicha plaza por sus cuatro lados.
2. Que no es conveniente continúe establecido el mercado de la
ciudad en la mencionada plaza, al frente de las Oficinas públicas i
de la Iglesia Catedral, templo destinado al culto Católico.4

La intención de separar el rito del mercado del rito católico y en general


de otros ritos y modos de vida más reposados y civilizados constituyó
un acto de innovación política y urbanística que ordenó y estructuró
funciones mediante una delimitación espacial derivada de las varia-
ciones del concepto de plaza: plaza de toros, plaza de armas, plaza
fundacional, plaza de la aduana, de las cuales la única que poseía un
techo era la plaza de mercado.

Por otro lado, la insistencia del Cabildo en situar los nuevos desarrollos
en lugares próximos al centro de Bogotá5 nos permite inferir que las
autoridades concebían la ciudad como un organismo centrípeto antes
que centrífugo, es decir, una visión que estructura la dinámica urbana
alrededor de “centralidades”, v. g., centros políticos, centros econó-
micos, centros de abasto y, en general, una serie de equipamientos
que congregan una imagen de ciudad y consolidan, en el imaginario
urbano, el centro fundacional de la ciudad como centro de poderes, en
torno del cual se sitúan las principales funciones motoras de la ciudad.
33|
Si bien fue el gobernador Lombana quien, una vez finalizada su gestión
en 1849, planteó la necesidad de organizar los abastos de Bogotá, fue el

4 Gobernación del Distrito Federal. “Decreto de 31 de agosto de 1861, trasladando el


mercado público a las plazuelas de San Francisco, San agustín, i San Victorino”.

5 Desde 1848, el Cabildo Municipal exigió que la construcción del mercado público se
realizara a dos cuadras de la plaza de Bolívar, en los terrenos correspondientes al
huerto de las monjas de La Concepción.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Sr. Juan Manuel Arrubla y Martínez quien en octubre de 1848 le propuso


al Cabildo construir el edificio del mercado y logró que esta entidad le
otorgara un “privilegio para la construcción de la plaza de mercado”,6
con la condición de que el lugar de construcción del edificio fuese el
terreno correspondiente al huerto de las monjas de La Concepción, es
decir, el terreno ubicado en la rivera occidental del río San Francisco, a
dos cuadras hacia el occidente de lo que hoy conocemos como la plaza
de Bolívar. Vemos que, si bien las autoridades delegaban en particulares
la construcción de obras públicas, las decisiones sobre el crecimiento
urbano dependían exclusivamente del Cabildo Municipal.

En ausencia del plano original, y a partir de la carta de privilegio


otorgada a Arrubla, es posible reconstruir una visión general de las
condiciones de este primer proyecto para la construcción del edificio
para el mercado cubierto:

1. Que la plaza se construya en un área que tenga una fanegada i


conforme a los planos que ha tenido a la vista la Cámara, i que
quedan firmados por el Presidente i Secretario en esta fecha.
2. Que la obra quede concluida dentro de cuatro años contados
desde la fecha en que se opte el privilegio.
3. Que las galerías que deben servir de paso a los compradores,
tengan seis varas de anchura, de las cuales dos se demarcarán
de una manera visible sobre el piso para que en ellas se co-
loquen los que quieran vender sus frutos bajo de cubierto.
4. Que el edificio tenga dos pisos. |34
5. Que los dos cuerpos se comuniquen por pasadizos.7

La construcción planeada por Arrubla fue considerada —y aún hoy


lo sería— como de grandes dimensiones, pues se trataba, en esencia,

6 El Constitucional. “Privilejio [sic] otorgado por la cámara provincial para la cons-


trucción de la plaza de mercado”. Ordenanza 64 del 24 de octubre de 1848.

7 I Ordenanza 64 del 24 de octubre de 1848.


De la calle al edificio

de dos galerías de dos plantas cada una, con un ancho equivalente a


seis varas (5 m) comunicadas entre sí y con espacios para tiendas y
puestos para ventas, sin divisiones y bajo cubierta, todo lo anterior
dispuesto sobre un lote de 6 440 m2, es decir, un espacio equivalente
al de la plaza de Bolívar.

Este privilegio no se pudo llevar a término debido a que Arrubla tardó


ocho años en convencer a las monjas de vender el terreno en cuestión.
Cuando lo obtuvo, en 1856,8 se dirigió al Cabildo Municipal y planteó
nuevamente la necesidad que tenía la ciudad de contar con una plaza
de mercado argumentando:

secretaria de orden público

Propuesta
Señores del cabildo
Juan Manuel Arrubla entre vosotros presento lo que sigue:
Cada día se hace más urjente [sic] en esta ciudad la necesidad de
establecer en ella una plaza de mercado propiamente destinada a
este objeto, de manera que los víveres se conserven con aseo i orden,
i los que los espenden [sic] tengan establecimientos permanentes, có-
modos i bien distribuidos, cual conviene a la decencia y moralidad
pública; existen en todas las capitales del mundo civilizado […].

Bogotá, 26 de junio de 1856.9


35|
Además de aludir a un problema de aseo y conservación de los alimentos
(salubridad), se refirió a la necesidad de fijar un lugar permanente para
la compra de víveres, a fin de generar una comodidad funcional acorde

8 Pedro Ibáñez, Las crónicas de Bogotá y sus inmediaciones (Bogotá: Imprenta


Nacional, 1923) 407.

9 El Repertorio [Bogotá] ene. 31, 1857.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

con la decencia y la moral. Arrubla añadió en este documento otras


condiciones para la construcción del mercado público, consistentes en:

1. La prohibición de vender víveres en todas las demás plazas y


calles.
2. El establecimiento de un impuesto para aquellas personas
que quieran establecer comercios en los espacios de la plaza de
mercado.10

El Cabildo Municipal rechazó estas medidas argumentando que entre


sus atribuciones no se encontraban “las de obligar a la población a
comprar y vender exclusivamente en ciertos lugares”, así como tampoco
podía imponer el pago de un arrendamiento por espacios que no eran
de propiedad pública.11

Estas diferencias entre contratista y Cabildo paralizaron durante cinco


años más la construcción de la plaza de mercado de La Concepción.
Ante la necesidad cada vez más urgente de contar con un edificio para
el mercado, el Cabildo intentó construir la plaza con otros contratistas;
uno de estos intentos alcanzó a publicarse como un “proyecto de con-
trato” entre el Cabildo y el Sr. Antonio Ponce para la construcción de
la plaza de mercado en 1859 “con arreglo a los planos que ha tenido
a la vista la comisión”:12 este acuerdo nunca se llevó a cabo debido
a que el Cabildo mantenía la exigencia de construir la plaza en el
huerto que había sido de las monjas de La Concepción, y que para
ese momento era de propiedad de Juan Manuel Arrubla. Mientras |36
tanto, Arrubla, al no contar con la aprobación de las autoridades,
aplazó la construcción de la plaza, y en el mismo terreno construyó
un circo de ferias y espectáculos donde tuvo lugar uno de los eventos

10 El Repertorio [Bogotá] 1857.

11 El Repertorio [Bogotá] 1857.

12 Antonio Ponce et al., Contrato celebrado con A. Ponce para la construcción de una plaza
de mercado en Bogotá (Bogotá, 1859).
De la calle al edificio

más anecdóticos para la ciudad a mediados del siglo xix, el encuentro


a muerte entre un toro llanero y un tigre opón:

Por aquellos días exhibían un jaguar o tigrecillo en Bogotá, dizque


traído de las selvas del Opón, al cual resolvieron casarle pelea con
un toro llanero. Los organizadores del espectáculo construyeron en
el susodicho huerto; fuerte jaula circular, encuadrada por graderías,
las cuales fueron ocupadas el día de la función por no menos de
cuatro mil individuos, ávidos de gozar las más fuertes sensaciones.
Pero a todos ellos les salió el tiro por la culata, porque el tigre, co-
barde por naturaleza y por haber sido antes dos veces cazado, ha-
llábase ya viejo y enfermo […]. Pero en cuanto vio al toro —manso
aunque también arisco— sintiese poseído del pánico, trepó por los
barrotes de la jaula y saltó afuera.
¡Aquello fue el caos con todos sus agravantes! Un solo grito his-
térico: ¡se salió el tigre! Atronó la ciudad. La gente corría en todas
direcciones, desconcertada y fueron muchas las personas que se
arrojaron desde lo más alto de las graderías […] entre ellas una
fulana de nombre Monguí Carrero quien cayó a horcajadas —y algo
humedecida— en el pescuezo de un pobre hombre. El jaguar más
asustado aún que los bípedos corrió hacia el costado sur del solar y
escondióse bajo el mostrador de una tienda no sin que antes le hu-
biera herido con un proyectil de su pistola don Mariano Pinillos […]
¡Pobre e inofensivo felino! Cometió el crimen de aterrorizar a toda
una ciudad de 40 000 habitantes y lo pagó con la vida, pues a su
37| refugio fue a buscarle el inveterado cazador don Zenón Padilla y le
disparó, a quemarropa (o a quemapiel?) cinco tiros […]. La muche-
dumbre respiró entonces y para borrar la cobardía de que había dado
muestras minutos antes, arrastró el cadáver del “bicho” y lo colgó de
la picota pública. ¡La eterna injusticia y vileza de la “justicia” po-
pular! En esta forma se inauguraron las obras de construcción de la
Plaza Central de Mercado.13

13 Camilo Pardo Umaña, El Espectador [Bogotá] dic. 20, 1948.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

Para 1861, el Cabildo Municipal se dio por vencido y no tuvo otra


opción que ceder a las exigencias planteadas por Arrubla en 1856 y
emitió la Ordenanza 2 de 1861, la cual decretó, entre otras cosas, las
exigencias que desde hacía cinco años Arrubla había hecho y que el
Cabildo se había negado a otorgar:

1. La prohibición de practicar el mercado público en otras plazas y


calles que no fuesen la plaza de mercado construida por Arrubla.
2. Se establece el cobro por la ocupación de locales y espacios
dentro de la plaza, de acuerdo a las dimensiones y caracterís-
ticas de los espacios.14

Finalmente, el 26 de octubre de 1861, se firmó el contrato para la cons-


trucción del edificio entre el gobernador del Distrito Federal, Andrés
Cerón, y el contratista de la obra Sr. Juan Manuel Arrubla.

Al comparar las especificaciones arquitectónicas planteadas en el pro-


yecto de 1848 y las expuestas en el contrato final de 1861, se encuentran
fuertes diferencias. La principal es que en el proyecto final, en vez de
galerías indiferenciadas de dos pisos, se propusieron galerías de un
solo piso con módulos individuales en el que cada vivandero contaba
con un espacio cerrado para la venta de sus productos; tampoco se
contemplaron puestos a cielo abierto. La descripción física que hace
el contrato de 1861 es la siguiente:

1. 6 galerías de 108 metros de largo por 4.80 metros de ancho, co- |38
municadas entre sí, y todas de 1 piso de altura. Estas galerías
deberían estar sostenidas por 204 columnas cilíndricas, cons-
truidas de ladrillos circulares, con una altura de 2.80 metros y
un diámetro de 32 centímetros.
2. 252 tiendas cada una de 8.20 mt de frente por 4.80 mt de pro-
fundidad, con cielos rasos blanqueados y suelos de ladrillo.

14 Ordenanza 2 de 1861.
De la calle al edificio

3. Tres calles bien empedradas con 108 metros de largo por 12


metros de ancho.
4. Cuatro pasadizos cubiertos y con cielos rasos que faciliten el
paso de una a otra calle. Dimensiones: 10.40 metros de largo
por 3.20 metros de ancho.
5. 6 Pozos de agua potable.
6. Aspectos de los muros: “Todas las paredes de la Plaza serán de la-
drillo, cal i yeso, i ninguna de tapias o adobes; debiendo quedar
todas sin pañete ni barniz de clase alguna, para evitar la mala
apariencia que ofrecen a la vista los pañetes deteriorados de los
edificios destinados al servicio activo o brusco de un mercado.15

Inauguración de la plaza de mercado de La Concepción, 1864

En la primera semana de enero de 1864 fue inaugurada la primera


fase de la que sería la primera plaza de mercado cubierta del país:16
la plaza de mercado de La Concepción. La construcción contemplaba
dos fases: la primera etapa, entregada en 186417, comprendía la cons-
trucción de dos galerías empedradas de 108 m de longitud sostenidas
por columnas circulares, con cubierta de teja de barro a dos aguas,
dentro de las cuales se dispuso inicialmente la colocación de solo ocho
tiendas cerradas y múltiples espacios abiertos para la venta de toda
clase de productos bajo cubierta.

39| 15 Contrato para la construcción de una plaza de mercado. El Colombiano [Bogotá] i.8,
oct. 26, 1861.

16 “Como desde el advenimiento de la República este es el primer establecimiento de


esta clase que se construye en el país, tenemos más de un motivo de alegría. El anti-
guo corral de las monjas concebidas, situado casi en el centro de la ciudad, que antes
no servía de nada i cuyas paredes esteriores [sic] negras i deterioradas parecían los
restos de un edificio antiguo destruido por la intemperie, se ha rejuvenecido com-
pletamente, dando cabida a hermosos tramos i grandes galerías”. El Colombiano
[Bogotá] i.104, ene. 22, 1864.

17 El Colombiano [Bogotá] i.104, ene. 22, 1864.


Figura 2. Vista interior de la plaza de mercado de La Concepción, c. a. 1875
Fuente: P. Mendoza [oleo]. Sociedad de Mejoras y Ornato
De la calle al edificio

Desde su inauguración, el nuevo edificio de la plaza de mercado se


convirtió en punto de encuentro obligado para todas las clases sociales,
y fue motivo de agradecimiento público por parte de la municipalidad
al presidente Tomás Cipriano de Mosquera, mediante la inscripción
de una placa en mármol con letras de oro.18 Esta placa de oro abre
la pregunta sobre el fundamental papel del Gobierno nacional en la
construcción de la plaza de mercado, pues fue el gobierno provisorio,19
en cabeza de Tomás Cipriano de Mosquera, el que le otorgó fondos
nacionales a Arrubla para que pudiese construir la plaza, tal como
lo señala el historiador Pedro Ibáñez, lo que revela que las decisiones
sobre la plaza no involucraron únicamente la esfera de lo municipal
sino que estas decisiones fueron influenciadas por el Gobierno nacional,
y más específicamente por la Presidencia de la República. El interés
del presidente sobre obras públicas locales como la plaza de mercado se
inscribió dentro de las iniciativas tendientes a otorgarle a la capital del
país una relevancia visible, acorde con su importancia política (entre
ellas, la construcción del Capitolio y la instalación de la estatua de
Simón Bolívar). Sin embargo, para el historiador Pedro Ibáñez queda
en deuda la omisión que se hizo al nombre de Juan Manuel Arrubla
en este homenaje como promotor del proyecto.20

Un año después de la inauguración de la primera fase de la plaza de


mercado, Juan Manuel Arrubla aún no daba inicio a las obras de la
segunda fase y argumentaba iliquidez económica para continuar con

41| 18 Ordenanza 1.ª de 1864 “Mandando consignar un recuerdo del nombre del General
Tomás Cipriano de Mosquera en la plaza de mercado de Bogotá”.

19 “La importante mejora de la construcción de una plaza de mercado en esta capital,


que acometió el Gobierno provisorio, está ya surtiendo sus efectos en beneficio del
país”. Estados Unidos de Colombia. Memoria de la Secretaría de Hacienda i Fomento
el Congreso de los EE. Unidos de Colombia (Bogotá: Imprenta de la Nación, 1864) 18.

20 “Si el señor Arrubla merece nuestro reconocimiento por su constancia en perse-


guir durante tantos años la idea que ha realizado nuestra gratitud se debe al señor
Jeneral [sic] Mosquera que alentando al empresario con fondos nacionales i remo-
viendo los obstáculos que había, ha estimulado i apoyado la ejecución de una obra
de progreso”. El Colombiano [Bogotá] I.104, ene. 22, 1864.
Figura 3. Planta general de la plaza de mercado de La Concepción, fase 1, 1864
Fuente: Elaboración propia a partir de fuentes documentales de la época

Figura 4. Plaza de mercado de La Concepción, c. a. 1880


Fuente: Museo de Bogotá
De la calle al edificio

el proyecto. El jefe municipal del Distrito, Sr. Cenón Padilla, intervino


ante Arrubla para la continuación de las obras, y como forma de
presión, Padilla reinstaló el mercado en la plaza de Bolívar.21 Esta
medida surtió inicialmente el efecto deseado, pues los trabajos en la
plaza de mercado se reactivaron inmediatamente con el empedrado
de calles, la nivelación y compactación del terreno donde habrían
de construirse las galerías faltantes y la demolición de los muros
que circundaban la plaza, los cuales hacían parte del huerto de La
Concepción. Ante la reactivación de las obras, Padilla decidió rees-
tablecer el mercado en la plaza de La Concepción con un resultado
adverso, pues desde el momento del traslado las obras volvieron a
quedar paralizadas, esta vez de manera indefinida.

Arrubla nunca vio finalizada la plaza de mercado de La Concepción.


Su muerte en 1874 dejó la plaza de mercado en un limbo jurídico y
administrativo que solo se resolvió con la llegada de Justo Briceño
como jefe municipal ese mismo año.

TERMINACIÓN DE LA PLAZA, 1875-1882

La primera acción que Briceño tomó para “destrabar” las obras pú-
blicas de la ciudad fue priorizarlas. En un interesante informe sobre
obras públicas de 1874, Briceño explicó los criterios que establecieron
el orden de preferencia en el que se debían acometer las obras en la
43| ciudad,22 empezando por las obras “ya iniciadas” y continuar con las
obras “de primera necesidad” para la ciudad.

21 Cenón Padilla, Informe a la municipalidad de Bogotá por el Jefe municipal de este dis-
trito en el acto de la apertura de sus sesiones en el año de 1865 (Bogotá: Imprenta de
Echevarría Hermanos, 1865).

22 “Son tantas las necesidades que tiene hoy esta ciudad en tal ramo, que en mi con-
cepto, se hace indispensable fijar el orden de preferencia en las ya acometidas i en las
que se emprendan”.
Desde luego he creído que se deben colocar en primer lugar las obras emprendidas
ya, a fin de darles término… En seguida es necesario emprender la construcción de
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Este informe terminaría por convertirse en el Acuerdo 50 de 1874


“sobre obras públicas”, en el cual se estableció la finalización de la
plaza de mercado como obra “de primera necesidad y preferente eje-
cución”, por encima de obras como la canalización del río San Agustín,
la construcción de cloacas y orinales o el adoquinado de la plaza de
Bolívar. La segunda medida estratégica que tomó Briceño fue mu-
nicipalizar la plaza de mercado para lo cual compró los derechos que
tenían todos los particulares —incluidos los herederos de Arrubla—
sobre las rentas que producía la plaza.23 Esta estratégica decisión de
Briceño reconoció el poder económico derivado de los ingresos de la
plaza de mercado, los cuales alcanzaron a ser, entre 186624 y 189225,
el segundo ingreso económico más grande del municipio después del
ingreso por concepto de impuestos. Con estas nuevas reglas de juego,
el 20 de abril de 1875 se firmó el contrato con el que finalmente se
concluiría la construcción de la plaza de mercado, entre Justo Briceño,
representante de la municipalidad, y Francisco Olaya, maestro general
de varias de las obras de Arrubla, para la construcción de las dos
galerías faltantes.26 Este acuerdo fijó un plazo máximo de 18 meses
para la terminación de la obra y especificó las áreas que se debían
construir, en las cuales se detectaron algunas variaciones respecto

las obras que se reputan como de primera necesidad. Sigue luego las que cuentan
para su ejecución con fondos especiales, i que solo necesitan para llevarlas a cabo de
pequeños ausilios [sic] que sea preciso prestarles de las rentas del común”. Registro
Municipal 5 (1874): 22. |44
23 Acuerdo 11 de 1875 “aprobatorio del contrato celebrado por el síndico municipal, so-
bre compra de una plaza de mercado”.

24 Acuerdos de la municipalidad de Bogotá espedidos [sic] en los años de 1864 a 1866


(Bogotá: Imprenta de Nicolás Gómez, 1866) 55.

25 “El Concejo municipal de Bogotá en uso de sus facultades legales, Acuerda: Parte
primera. Presupuesto de Rentas”. Anales del Concejo (1892): 227.

26 Acuerdos de la municipalidad de Bogotá: 1860-1866 (Bogotá: Imprenta de La Luz,


1887) 370.
Figura 5. Levantamiento de la planta general de la plaza de mercado de La Concepción
con las modificaciones exigidas
Fuente: Elaboración propia a partir de fuentes documentales de la época
Nota: Estas modificaciones pedidas a Francisco Olaya en 1875 nunca se llevaron cabo.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

de los planos originales de Arrubla en cuanto a las dimensiones y


características de las galerías.

Art. 1 Olaya se obliga a construir en la plaza de La Concepción dos


galerías paralelas á las que hoy existen en dicha plaza y de la misma
longitud que tienen ellas, cubiertas y bien empedradas, con los cielos
enlistonados y sostenidos por 112 columnas cilíndricas construidas
de ladrillos circulares y mezcla real, y 140 pilastras cuadradas, cons-
truidas con material de igual calidad que el de las columnas […]. La
galería que debe construirse en la línea correspondiente a las tiendas
que están ya edificadas en los extremos de ella, tendrá un ancho de
veinte metros por lo menos y una forma igual a la galería inmediata
ya construida; y la otra galería, esto es, la que debe quedar con-
tigua a la carrera de pasto, será igual, en cuanto ancho y forma, a la
primera de las ya construidas [...].27

Al duplicar el ancho de una de las galerías que debía construir Olaya


se reconoció la necesidad de tener una plaza más grande que la pre-
vista, aunque para ello se sacrificaran las proporciones y, en general,
la estética del conjunto. Esta ampliación no se realizó, al parecer
debido a que se extralimitaban las dimensiones del terreno, por lo que
la versión final de la plaza de mercado de La Concepción se ajustó al
proyecto final de Arrubla (figura 6).

El primer acuerdo, emitido por la municipalidad en 1881, establecía


la construcción de la que sería, años después, la plaza de mercado de |46
Las Nieves —originalmente denominada como plaza de los Funda-
dores—.28 Con esta disposición se daba por terminado el monopolio

27 Acuerdos de la municipalidad de Bogotá: 1860-1866 (Bogotá: Imprenta de La Luz,


1887) 371.

28 Acuerdo 1 de 1881, “por el cual se establece una plaza de mercado. Art. 1 Destínase
hasta la cantidad de cinco mil pesos para comprar la manzana que forma el solar de
Figura 6. Planta general de la plaza de mercado de La Concepción, fase 2, 1882
Fuente: Elaboración propia a partir de otras fuentes documentales de la época

Figura 7. Plaza de mercado de La Concepción, fachada de la galería tipo


Fuente: Elaboración propia a partir de otras fuentes documentales de la época
Figura 8a. Plaza de mercado de La Figura 8b. Plaza de mercado de La
Concepción, detalle de la fachada Concepción
galería tipo
Fuente: Fabio Zambrano, Bogotá 1900: Ál-
Fuente: Elaboración propia a partir de bum fotográfico de Henri Duperly (Bogota:
fuentes documentales de la época Villegas Editores, 2016)

Figura 9. Plaza de mercado de La Concepción, corte transversal


Fuente: Elaboración propia a partir de fuentes documentales de la época
De la calle al edificio

del mercado cubierto que ostentaba la plaza de mercado de La Con-


cepción desde 1864.29 Debido al rápido crecimiento de la población,
la municipalidad consideró urgente crear nuevas plazas de mercado,
aún sin haber terminado de construir la de La Concepción.30 Para
esta nueva plaza, se propuso la compra de una manzana completa
ubicada a una cuadra de lo que hoy se conoce como la plaza de Las
Nieves, exactamente entre las calles 20 y 21 y carreras 9.ª y 10.ª en
el centro de Bogotá.

El diseño de una política de descentralización de las plazas de


mercado no se enfocó exclusivamente en la construcción de nuevos
mercados cubiertos, como la plaza de Las Nieves. Ante la cantidad
y variedad de artículos que se vendían y el aumento de la demanda,
la municipalidad optó por crear, en 1882, todo un sistema de abastos
para la ciudad. El alcalde Carlos A. Gónima expidió el Acuerdo 9
de 1882, que, además de destinar tres nuevos lugares de mercado a
cielo abierto, definió los tipos de productos que debían venderse en
cada plaza o lugar de mercado:31

un solo dueño, encerrado en las calles, 9.ª y 10.ª. Al Norte (o sean las terceras de las
49| carreras de San Félix y Tarqui y las carreras 3.ª y 4.ª. Al Occidente, o sean de las
carreras de Tunja y Vélez)”.

29 Sin embargo, el monopolio sobre las ventas de víveres en lugares diferentes al mer-
cado de La Concepción ya se había desmontado por cuenta del Acuerdo 17 de 1874,
que estableció la plaza de San Francisco como plaza de mercado a cielo abierto.

30 Acuerdo 17 de 1874, “considerando que la actual plaza de mercado no es suficien-


te para el servicio a que está destinada, por el notable aumento que ha tenido la
población”.

31 Acuerdo 9 de 1882, “sobre administración fiscal de las Plazas de Mercado”.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

SISTEMA DE ABASTOS DE BOGOTÁ, 1882

Capítulo i - Lugares de Mercado


Art. 1 Se destinara [sic] como lugares para mercados públicos los
siguientes:
(a). Para mercado de abastos - La plaza conocida con el nombre
de “plaza de La Concepción,” la cual contiene mil cuatrocientos
veinte puestos, los cuales se alquilarán a los expendedores de víveres,
y ciento cuarenta y dos tiendas, cuyo alquiler se sacará a remate por
el Consejo administrativo.
(b). Para la venta de maíz, miel, forraje, madera, leña, carbón,
ganado mayor y menor, etc., la plaza de Nariño, conocida con el
nombre de “plazuela de San Victorino”. Mientras se demarcan los
puestos en esa plaza, el recaudador respectivo señalara a los expen-
dedores los puntos en que deban colocarse para la venta, alineando
por calles con la debida separación los diferentes artículos.
(c). Para el expendio de cerdos - la cochiquera.
(d). Para encerrar los animales que se encuentran vagando por
las calles o que causen daños en las propiedades ajenas el coso.32

El sistema de abastos de 1882 no solo organizó una lógica urbana


alrededor de los mercados públicos, sino que optimizó los ingresos
por concepto de plazas de mercado y abastos que, como se había
comentado, constituyeron una de las principales rentas para el
municipio. El éxito de las plazas de mercado como generadoras de
ingresos se debió a su intensa dinámica comercial y a la exclusividad |50
que tenían como únicos lugares permitidos para la compra y venta
de víveres y alimentos; esta exclusividad consolidó en el tiempo a las
plazas de mercado como los lugares por excelencia para hacer negocios
a una mayor escala y extendió su influencia más allá de los límites
del departamento de Cundinamarca. Estos negocios incluían no solo
bienes perecederos como los alimentos, sino el intercambio de otros

32 Acuerdo 9 de 1882, “sobre administración fiscal de las Plazas de Mercado”.


â

â â
â Entrada norte de productos
Plaza de Nariño
de clima frío: sal, ganado, algodón,
frutas y hortalizas
Mercado de la Concepción
â Entrada occidental de productos
Cochiquera de clima templado y cálido:
mercancía importada, ganado,
Coso trigo, maíz, frutas y verduras
â Entrada sur de productos
de clima templado y cálido:
frutas y hortalizas

Figura 10. Sistema de abastos de Bogotá, 1882


Fuente: Elaboración propia a partir del mapa “publicado y arreglado por Manuel Ma-
ria Paz en 1890”, Atlas histórico de Bogotá. Cartografía 1791-2007 (Bogotá: idpc, 2007)
Plaza Central de Mercado de Bogotá

artículos de consumo como textiles, enseres y servicios. Es importante


subrayar que el arrendamiento de los locales de las plazas generaba
grandes dividendos al municipio sin que tuviese que hacer muchos
mantenimientos ni mayores inversiones en estos espacios.

Capítulo ii - Derechos
Art. 2. En la plaza de abastos se cobrará:
Por cada puesto bajo cubierta, veinte centavos de peso diarios; y
Por cada puesto en descubierto, cinco centavos de peso diarios.
Art. 3. En la plaza de Nariño se cobrará:
Por cada carga de maíz o miel, diez centavos de peso diarios;
Por cada carreta de madera, leña, forraje (pasto) o carbón, quince
centavos de peso diarios;
Por cada cabeza de ganado mayor ó menor, diez centavos de peso
diarios; y
Por cada carga de forraje (pasto), un centavo de peso diario.
Art. 4. En la cochiquera se cobrará:
Por cada cerdo, diez centavos de peso diarios, por la pertenencia
ahí hasta por veinticuatro horas; pasadas éstas, se pagará á razón de
dos y medio centavos de peso por cada día.
Art. 5. En el coso se cobrará:
Por cada res ó caballería mayor, treinta centavos de peso diarios;
Por cada cerdo ó caballería menor, diez centavos de peso diarios; y
Por cada bestia depositada por los particulares, dos y medio cen-
tavos diarios.
Art. 6. Se entiende por puestos en la plaza de abastos: |52
Bajo cubierta, un cuadrado que mida dos metros por cada lado y
En descubierto, un cuadrado que mida un metro veinticinco cen-
tímetros por lado.
Art. 7. El hecho de ocupar un puesto implica la obligación de pagar
la respectiva cuota de arrendamiento, sea cual fuere la porción de él
que se ocupe, y en ningún caso será otorgada gracia ni rebaja alguna.33

33 Acuerdo 9 de 1882, “sobre administración fiscal de las Plazas de Mercado”.


De la calle al edificio

Para dirigir el sistema de abastos, este mismo acuerdo creó la Ad-


ministración de las Plazas de Mercado34 como ente encargado de la
recaudación de los arrendamientos y de la vigilancia y control de
las tiendas y puestos de venta. Inicialmente este organismo estuvo
compuesto por un administrador, un secretario y cuatro recaudadores,
todos nombrados por la corporación municipal.35

HIGIENE Y ARQUITECTURA PARA LAS


PLAZAS DE MERCADO, 1886-1890

El médico es un gobernante, un político que tiene en sus manos el


orden del microcosmos, de modo semejante a como el monarca rige el
meso cosmos, la república, y Dios el mundo o macrocosmos. Junto a la
política de Dios, y a la política del rey, está la política del médico.36

El poder que detentaron los médicos en Bogotá y en Colombia se de-


rivaba, en gran parte, de su conocimiento científico para salvar vidas.
Poder que los acercaba al estatus de un rey o de un dios, sin que el rey
o dios pudiesen dar muestras fehacientes y científicas de sus capaci-
dades sobrenaturales, como sí lo podía hacer el médico. De allí que los
médicos fueran los candidatos naturales para dirigir una de las más
importantes sociedades científicas del país: la Junta Central de Higiene.

La Junta Central de Higiene de Bogotá se estableció en 1886 como re-


53| sultado de las nuevas responsabilidades que la Constitución centralista
de este año le asignó al Estado colombiano en materia de salubridad
pública e higiene. Esta determinación surgida de la política impulsó su

34 Acuerdo 9 de 1882, art. 16, cap. v “Administración y Recaudación”.

35 Acuerdo 9 de 1882, art. 16.

36 Diego García Guillén, “Judaísmo, medicina y ‘mentalidad inquisitorial’ en la


España del siglo xvi”. Anget Alcalá et al., Inquisición española y mentalidad inquisi-
torial (Barcelona: Ariel, 1984) 343.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

consolidación, y sus labores se iniciaron con el desarrollo de una serie de


estudios sistemáticos sobre los problemas de la higiene pública a la luz
de las condiciones urbanas que ofrecía la Bogotá de finales del siglo xix.

Las funciones y los objetivos encargados a la Junta Central de Higiene


y, particularmente, los estudios sistemáticos elaborados por esta junta
ampliaron los primigenios conceptos de salubridad característicos del
siglo xix hacia el mundo de la higiene, y cambiaron una serie de há-
bitos y costumbres de los ciudadanos, tanto en sus modos de habitar
como en sus modos de concebir y construir la arquitectura. Este reto
se expresaría en la definición de higiene adoptada por la Junta: “La
gran misión de la Higiene y la del Higienista es la de prevenir el de-
sarrollo de las enfermedades y la de evitar su propagación por todos
los medios posibles”.37

La primera y más urgente misión de la Junta consistió en luchar contra


las epidemias: se centró ya no solo en la cura de la enfermedad sino en
su prevención por medio de vacunas y a través de prácticas higiénicas
basadas en la asepsia y en el aseo. A la vez, estuvo encargada de inves-
tigar y administrar los temas referidos a enfermedades epidémicas y de
saneamiento ambiental de la ciudad. Se trató, pues, de un organismo
de largo alcance, con amplios poderes policiales y judiciales. Incumplir
las órdenes en el campo de la higiene y la salubridad emitidas por la
Junta conllevaba desde la imposición de multas y sanciones hasta
el cierre de establecimientos y viviendas que no cumpliesen con las
especificaciones higiénicas o constructivas. La creación, en 1890, de |54
la Inspección de Carnes y Víveres se inscribía en estas políticas de
control a los lugares y espacios que pudieran originar infecciones, por
medio de una estricta vigilancia de la calidad de los alimentos y carnes
que se expendían en el matadero público y en la plaza de mercado.38

37 Revista de Higiene. Órgano de la Junta Central de Higiene III.31 (1891): 306.

38 Acuerdo 29 de 1890 “por el cual se crea una Oficina Municipal encargada de la


Inspección de las Carnes y Víveres que den al consumo en la población de Bogotá”.
Figura 11. Cuadro estadístico elaborado por el Dr. Obdulio Gutiérrez de la
Inspección de Carnes y Víveres en Bogotá, 1917
Fuente: Archivo de Bogotá
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Fueron tantos y tan amplios los alcances de este organismo en la


ciudad, que su espectro de influencia alcanzó a la ingeniería y la ar-
quitectura. Antes de iniciar cualquier construcción relacionada con la
higiene, como un hospital, un cementerio o una plaza de mercado, era
obligatorio que el Concejo solicitara un concepto aprobatorio de los
planos arquitectónicos a la Junta Central de Higiene. Los conceptos
y juicios emitidos por los médicos que hacían parte de esta Junta
eran predeterminantes de las formas, las dimensiones, la disposición
de los espacios, la clase de materiales y revestimientos del edificio, de
manera que el médico higienista no solo estaba formado en el estudio
de los seres humanos, sino también en el entorno físico que rodea la
vida humana.39 Tal fue el caso del concurso para la ampliación de la
plaza de mercado de La Concepción, conocida como la plaza de carnes.

El concurso y la construcción de la plaza de carnes, 1891-1893

La municipalidad decidió eliminar la venta de carnes de la plaza de La


Concepción para disponer de más espacio en el edificio y evitar la concen-
tración de malos olores, los cuales motivaron las quejas de compradores
y visitantes. Las quejas pasaron a ser motivo de alarma epidemiológica
por cuenta de la teoría miasmática, con la que los médicos higienistas
señalaban la exposición del organismo a los malos olores:

Veo que las gentes de Bogotá son de bronce cuando no sucumben


todas intoxicadas por la pestilencia y descomposición de las carnes |56
del mercado, pescados rancios, conejos muertos de tres o cuatro

39 Esta tendencia no fue exclusiva del medio colombiano. Una lectura de los exámenes
para optar al diploma de higiene pública y de medicina del real colegio de cirujanos
de Inglaterra, incluía entre sus pruebas las siguientes: “4. Describa y trace un diseño
ligero de la clase de edificio que usted considere apropiado para alojar trabajadores
agrícolas. 5. Describa e ilustre con diseños. Un retrete de aguas sucias […]”. Registro
Municipal de Higiene vi.11 (1917): 1262.
De la calle al edificio

días y otras inmundicias que se devoran como platos de lujo en la


mesa de pobres y ricos, sin pensar que lo que se introduce al cuerpo
es la muerte.40

Controlar la calidad de las carnes y combatir la emisión de malos olores


por efecto de su descomposición fueron las justificaciones principales
que motivaron la construcción de una plaza de carnes. Para ejercer
un control sobre la conservación de estos productos y sobre la forma
de venderlos al público, se requería de edificios especializados. La
insuficiente capacidad del mercado de La Concepción hizo considerar
su ampliación, lo que obligó al Concejo Municipal a la apertura, en
1891, de un concurso para el diseño y construcción de un edificio es-
pecializado en la comercialización de productos animales.

La Junta Central de Higiene recibió, para su consideración y aprobación,


los planos arquitectónicos del concurso para la ampliación de la plaza
de mercado de La Concepción, conocida posteriormente como la plaza
de carnes.41 A este concurso se presentaron dos proyectos arquitectó-
nicos: el del Sr. Julio Garzón Nieto y el del Sr. Eugenio López, el cual
fue descrito por la Junta Central de Higiene así:

El edificio proyectado por el Sr. López será de dos pisos, sostenidos


en parte por paredes de piedra, ladrillo y cal, y en partes por co-
lumnas de hierro, y será destinado en la planta baja:
1. Para la venta de mercancías (tiendas de ropa)
57| 2. Para la venta de menudos
3. Para los comunes públicos, y el piso alto para la venta de frutas.
Las tiendas destinadas para la venta de mercancías estarán sepa-
radas del lugar para mercado de menudos por una pared alta y sólida,

40 Cernícalo, “Al mercado”. El Zancudo [Bogotá] abr. 20, 1790 [1890]: 13.

41 Este concurso también fue conocido en Bogotá como “la construcción del mercado
de menudos”.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

sin comunicación de ninguna clase, es decir, no habrá ni puertas, ni


ventanas ni abertura, todas tendrán una puerta que se abrirá sobre
la respectiva calle.42

La noción tradicional del mercado como lugar donde se mezclaba la


venta de objetos tan disímiles como carnes, ropas y frutas se hizo
presente en este proyecto. Esta visión de mercado fue ampliamente
combatida por la Junta a favor de la creación de edificios para mercados
que no mezclaran lo perecedero (alimentos y carnes) con artículos
imperecederos (ropas y enseres).

La parte destinada al mercado de menudos ocupará todo el espacio


que queda entre las tiendas de que acabamos de hablar, las paredes
de los colindantes menos en cuatro patios pequeños, que tendrán
seis metros de ancho y siete metros de largo cada uno; en el centro de
cada uno de estos patios está proyectada una pila que suministrará
el agua suficiente para los diferentes usos del mercado.
Como es muy grande la extensión del terreno ocupado y como el
techo vendrá a ser el piso de la parte alta destinada al mercado de
frutas, estará sostenido de distancia en distancia por columnas
de hierro. No existe ninguna división ni separación que indique las
localidades que le corresponden a cada expendedor […].
El local destinado a mercado de frutas está constituido por toda
la parte alta o segundo piso, sin que en los claros de los bastiones
haya vidrieras ni persianas.43
|58
Los criterios de la Junta para evaluar la calidad del edificio se revelaron
en el énfasis que hizo en los aspectos referidos a la higiene (ventilación,
agua, luz). Con estos criterios en mente, la Junta emitió el siguiente fallo:

42 Revista de Higiene. Órgano de la Junta Central de Higiene iii.28 (1891): 200.

43 Revista de Higiene. Órgano de la Junta Central de Higiene iii.28 (1891): 200.


De la calle al edificio

Dígase al Sr. Presidente de la Junta de Obras Públicas de Bogotá:


1. Que ninguno de los dos proyectos presentados reúne las con-
diciones requeridas para una plaza de mercado en donde se venden
carnes y menudos;
2. Que se adopte para su construcción el sistema que hemos des-
crito, en la parte en que hemos tratado de los mercados de Londres;
por lo tanto habrá que eliminar de los planos, los locales para vender
mercancías […];
3. Que cree que el sistema de pabellones es el más apropiado; y
4. Que la Comisión que ha presentado este informe está dispuesta
a hacer sus indicaciones al arquitecto que se encargue de presentar
los planos para el proyecto del mercado de que nos hemos ocupado

Bogotá, Marzo 23 de 1891 - Proto Gómez - G. Durán Borda.44

Del análisis de este fallo se desprenden tres conclusiones:

1. La reflexión que hizo la Junta Central de Higiene guió la


aplicación de tipologías arquitectónicas en la construcción de
las posteriores plazas de mercado hacia referentes europeos y,
particularmente, hacia las tipologías de las plazas de mercado
de Londres, París y Berlín.

2. La Junta Central de Higiene impuso la tipología arquitectónica


de pabellones o galerías para los edificios que tenían que ver
59| con higiene y salubridad.

3. Se produjo una medicalización de la arquitectura que, filtrada


por las corrientes cientificistas del momento, predeterminó las
formas de la arquitectura. De esta manera, los médicos higienistas
abrieron un diálogo con la arquitectura, más bien unilateral,

44 Revista de Higiene. Órgano de la Junta Central de Higiene iii.28 (1891): 203.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

en el que los principios científicos de la higiene se superponían


a los principios técnicos de la arquitectura.

A menos de un mes de haber sido emitido este fallo, el Sr. Eugenio


López presentó un nuevo proyecto radicalmente diferente al inicial,
el cual se plegó a las exigencias hechas por la Junta, adoptando, entre
otros aspectos, la tipología de galería:

El nuevo plano se compone de dos cuerpos de edificio, el uno bajo


de Oriente y el otro alto y bajo de Occidente, separados el uno del
otro por un patio de 14 metros de ancho por 39 de largo y además
por otro de 5 metros por 40 de las casas vecinas. El edificio bajo está
formado por dos corredores laterales de 3 metros de ancho cada uno
y una galería central dividida en dos por un pasaje de 3 1/2 metros; es
en esta galería donde están los locales destinados al expendio de carne,
en número de veintidós (22) con una superficie cada uno de 3 metros
cuadrados, están separados unos de otros, por dos barras de hierro
colocadas la una a 90 centímetros y la otra a 180 centímetros del
nivel del suelo; […] entre las dos barras hay una reja de alambre para
formar las paredes divisorias.45

La Junta Central de Higiene tuvo una injerencia directa en las deci-


siones de diseño, lo que terminó por moldear la arquitectura de los
edificios vinculados con la higiene, y posteriormente extendió su in-
fluencia a todos los edificios públicos y privados,46 lo que supuso una
imposición de criterios e ideas a otras instituciones gubernamentales |60
directamente relacionadas con la arquitectura de la ciudad, como la
Junta de Obras Públicas y el Concejo Municipal.

45 Revista de Higiene iii. 29 (1891): 232. El resaltado en itálicas es mío.

46 Legislaciones como el Acuerdo 10 de 1902, “Capítulo vi - Arquitectura Higiénica” y


el Acuerdo 40 de 1918 “sobre higiene de las construcciones” extendieron el ámbito de
poder de la higiene como criterio de diseño arquitectónico, lo que puso de manifiesto
el estrecho vínculo entre higiene y arquitectura.
Figura 12. Mercado de Londres en 1866
Fuente: Hulton Archive. Getty Images

Figura 13. Las halles centrales de París en 1863


Fuente: Victor Baltard y Félix Callet, Monographie des halles centrales de Paris cons-
truites sous le règne de Napoléon III et sous l’administration de M. le baron Haussmann
(París: A. Morel, 1863)
Plaza Central de Mercado de Bogotá

En 1892, el presidente del Concejo Municipal relató cómo, a pesar de


las malas condiciones de capacidad y aseo que presentaba la plaza de
mercado de La Concepción, esta se descongestionó debido a la compra
de un terreno adyacente en el que se instalaron nuevos puestos de venta.

Plaza de mercado:

Lo que aquí se distingue con este nombre es un lugar insuficiente ya


para las necesidades de la población, que va en aumento progresivo.
A ese lugar concurre en ciertos días de la semana el mayor número
de vendedores y compradores, y fue necesario en cierta época ocupar
calles laterales con perjuicio del libre tránsito, y causando grandes
incomodidades a los habitantes de las casas situadas en distintas
calles. Este mal cesó desde que se efectuó la compra de un terreno
en una manzana adyacente a la plaza (esquina de intersección de la
carrera 10.a con la calle 9.a).47

Durante ese año, el Concejo discutió la posibilidad de reconstruir la


plaza de La Concepción a propósito del ofrecimiento hecho por el Sr.
Valerio Arango B. para la construcción de un mercado “de mampostería
y cubierta de hierro”,48 propuesta que fue rechazada al considerar que:

no es conveniente aceptar la propuesta de contrato que le ha pre-


sentado el Sr. Valerio Arango B. […]. El Concejo cree que es más
conveniente para los intereses municipales y para la mejora del ser-
vicio público, que se construya el edificio de hierro que ha de servir |62
para mercado de Carnes, conforme a los planos que con tal objeto ha
presentado la Junta de Obras Públicas del Municipio, y que han sido
trabajados con indicaciones hechas por la Junta Central de Higiene.49

47 Luis Rubio Saíz, Informe que el presidente del Concejo Municipal saliente presenta a los
honorables miembros del Concejo Municipal (Bogotá: Imprenta de la Nación, 1892) 16.

48 Luis Rubio Saíz 17.

49 Luis Rubio Saíz 17.


De la calle al edificio

Es muy probable que con el cambio de administración municipal, en


1892, no se haya permitido la construcción del proyecto de Eugenio
López para el mercado de carnes, aprobado en 1891, y en su lugar se
hayan adoptado los planos realizados por la Junta de Obras Públicas
del Municipio para el que sería el primer mercado de hierro en Bogotá:
la plaza de carnes.

Figura 14. Vista aérea de la plaza de carnes


en la carrera 11 con calle 9.º en Bogotá
Fuente: Sociedad de Mejoras y Ornato

La construcción de la plaza de carnes se realizó en el lote que el


Concejo había comprado (esquina de intersección de la carrera 10.ª
con la calle 9.ª), cuya área fue ampliada con la compra de una casa al
señor Cupertino Salgado.50 El objetivo al construir esta nueva plaza
fue reorganizar la venta de productos y descongestionar su espacio
interior, pero, sobre todo, volver “científica” la venta de carnes por
primera vez en la ciudad, de modo que se evitara el peligro de las
emanaciones miasmáticas. La construcción del pabellón de carnes
63| trajo consigo una idea de arquitectura higiénica (el pabellón) y una
técnica constructiva europea (el hierro), y las puso en funcionamiento
en Bogotá con una arquitectura ligera y sostenida por esbeltas
columnas, que contrastaba con las pesadas y macizas columnas de
las antiguas galerías.

50 Luis Rubio Saíz 16.


Figura 15. Plaza de mercado de La Concepción, 1918
Fuente: Eduardo Serrano, Historia de la fotografía en Colombia (Bogotá: Planeta, 2006)
Figura 16. Plaza de carnes, 1918
Fuente: Alberto Suárez Murillo y Concejo, Propiedades municipales: informe del personero munici-
pal de Bogotá al honorable cabildo de esta ciudad (Bogotá: Arboleda & Valencia, 1918)
Figura 17. Croquis del matadero reformado, c. a. 1902
Fuente: Archivo de Bogotá
De la calle al edificio

En este sentido, la reforma del matadero público, en 1902, reafirmó


el deseo de higienizar la arquitectura mediante una distribución
de los espacios y la incorporación de un nuevo mecanismo de rieles
metálicos para el transporte aéreo de la carne, lo que garantizaba un
proceso más higiénico en el edificio, intervenciones que permitieron
sistematizar el proceso de matanza del ganado siguiendo los preceptos
de las líneas de producción industriales.

La urgencia por higienizar este tipo de equipamientos estuvo directa-


mente relacionada con el diagnóstico que de ellos hicieron los médicos
higienistas:

No conozco en el lenguaje términos bastante expresivos para cali-


ficar el desorden, la porquería y la inhumanidad que reina allí. El
matadero público de Bogotá es la afrenta mayor que ha hecho a la
civilización del siglo xix, y el foco de infección más pernicioso para
la salubridad de esta población […]. El aire de los depósitos de carne
y menudos no se renueva por falta de ventilación adecuada y del
riguroso aseo que requieren; así que, aquellos espacios, exhalan el
olor fétido de un cadáver en descomposición y parecen más bien un
anfiteatro abandonado, que almacenes de artículos destinados a la
alimentación de un pueblo culto.51

El resultado de esta medicalización de la arquitectura en el caso de la


plaza de carnes fue ambiguo pues, si bien logró organizar los expendios
67| de carne, no fue acogido y aceptado por los vivanderos del mercado
de La Concepción. La construcción de una plaza de carnes guiada por
criterios estrictamente higiénicos impuso a los vivanderos normas de
vida y modos de venta que no consultaban ni tenían en cuenta la idio-
sincrasia ni las costumbres bogotanas, lo que llevó al concejal y médico
Luis N. Lobo a explicar el caso de la plaza de carnes como una paradoja:

51 C. Michelsen U., Revista de Higiene iii. 25 (1890): 98.


Figura 18. Matadero público de Bogotá, 1923
Fuente: Archivo de Bogotá
De la calle al edificio

En tanto que la plaza de mercado de La Concepción, tan incómoda


y detestable higiénicamente, se encuentra perfectamente llena, de
modo que no hay lugar para poner una venta más, el Pabellón de
Carnes, cómodo, elegante, higiénico, y en donde se ofrecen a los expen-
dedores mesas de mármol, ganchos && […] está casi desocupado.52

La paradoja expuesta por el Dr. Lobo tuvo una explicación lógica


que fue expuesta por los vivanderos de la plaza de mercado en un
memorial publicado ese mismo año y dirigido al Concejo Municipal:

Hace tres años que a solicitud de las cordereras, se les impuso a los
expendedores de marrano un trasteo de esta galería al Pabellón de
Carnes, con grave perjuicio de los intereses de esos trabajadores […];
perjuicios consistentes […] más que todo con la pérdida del mobi-
liario, enseres o aparatos que poseían en la galería y que no podían
utilizar en los Pabellones por la estrechez del espacio y por haber allí
mesas de mármol inadecuadas para su oficio […] ¿Y qué resultó? Que
pocos días después, la práctica demostró la inconveniencia del pro-
cedimiento y lo desacertado de la providencia, por lo cual sin que
nadie lo solicitara, hubo que deshacer lo hecho, es decir, disponer
que el cordero volviera a su puesto y el marrano al suyo.53

Como vemos, la imposición de prácticas higiénicas que contrariaban


las costumbres y tradiciones hizo que una costosa arquitectura
quedara inutilizada desde su inicio, aunque encarnaba todos los
69| ideales de la higiene. Esto demuestra no solo la insuficiencia del
médico como arquitecto, sino el poder de los habitantes, que se re-
flejó en la capacidad de reflexión y crítica de profesionales y usuarios
frente al uso de una edificación.

52 Dirección de Higiene y Salubridad, Informe de la visita al mercado de La Concepción


(Bogotá, 1911). El resaltado en itálicas es mío.

53 Gerardo Castro et al. Memorial (Bogotá, sep. 21, 1911). El resaltado en itálicas es mío.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

La plaza de mercado dentro del poder municipal, 1894-1898

El rápido crecimiento financiero de las plazas de mercado las convirtió


en un modo de poder económico dentro del Gobierno de la ciudad. Esto
condujo a que en 1894 el Concejo Municipal instituyera una Comisión
Reglamentaria especial para las plazas de mercado, lo que las situó
al mismo nivel de importancia de otras comisiones de gobierno, como
las de salubridad, aguas y obras públicas.

La nueva Comisión Reglamentaria “Plaza de Mercado” debía estudiar


todos los problemas relacionados con este tema, recomendar soluciones
y elaborar proyectos de acuerdo tendientes a desarrollar una buena
administración de los abastos en la ciudad.

Hacia 1895, la proliferación de carnicerías en locales diferentes a los


de la plaza de carnes tuvo dos efectos perjudiciales: por una parte,
produjo una competencia desleal de estos negocios frente a los 22 locales
establecidos oficialmente en esa plaza, y por otra, la generación de
una atmósfera saturada por las emanaciones putrefactas ocasionadas
por estas carnicerías y negocios de menudos que, carentes de sistemas
de refrigeración modernos, estaban ubicados en un reducido sector
central de la ciudad, caracterizado por la estrechez de las calles y la
escasez de espacios abiertos. La administración municipal ya se había
manifestado al respecto cuando prohibió “en la ciudad, o en los lugares
cuyos aires la dominen, las carnicerías, tenerías y depósitos de animales,
y en general toda fábrica o establecimiento que produzca la infección |70
del aire […]”.54 Pero la enorme brecha que media entre la orden escrita
y la orden cumplida hizo que la aplicación de este mandato fuera de
muy difícil cumplimiento; por ello, el alcalde Higinio Cualla tomó la
decisión radical de establecer un cuadrilátero de exclusión en el que
se prohibió la venta de carnes entre las carreras 4.ª y 13 y las calles

54 Acuerdo 2 de 1872 “que provee de medios a la salubridad y ornato de la ciudad”.


Figura 19. Cuadro de comisiones reglamentarias del Concejo Municipal, agosto 17 de 1894
Fuente: Archivo de Bogotá
Plaza Central de Mercado de Bogotá

4.ª y 22 de Bogotá — exceptuando la plaza de carnes—, por medio


de la emisión del Acuerdo 7 de 1895.55

Este acuerdo, como se ilustra en la figura 20, expresa de manera muy


temprana la intención de crear y delimitar áreas zonificadas de acuerdo
con diferentes usos y características y, además, evidencia el afán por
oxigenar y purificar los aires del centro de la ciudad, al excluir de esa
zona todas las carnicerías y tenerías que pudiesen contaminar el aire
con sus emanaciones.

Concurso para la nueva plaza


de mercado de La Concepción, 1898

En su libro Arquitectura de Bogotá, el historiador y arquitecto Alfredo


Ortega narra cómo, en 1898, la municipalidad consideró nuevamente
la reedificación del mercado de La Concepción, por lo que decide abrir
un concurso, esta vez para la “presentación de un proyecto que reem-
plazara al antiguo mercado”. Ortega cuenta que aunque el ganador entre
nueve proponentes fue el ingeniero Lorenzo Murat Romero, profesor de
la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional —en compañía
de Mariano Santamaría— el proyecto no pudo llevarse a cabo “por
motivo de la guerra que estalló el año siguiente”.56 La realización de
este concurso aparentemente se confirma en el Acuerdo 4 de 1900:

Considerando: |72
1. Que hace más de un año que se promovió por el Concejo un
concurso de ingenieros-arquitectos para el levantamiento de
planos de mercados cubiertos […].

55 Acuerdo 7 de 1895 “sobre organización y administración del mercado de carnes”.

56 Alfredo Ortega, Arquitectura de Bogotá (Bogotá: Minerva, 1924) 32.


Figura 20. Expendios de carne existentes en diciembre en 1911. Cuadrilátero
excluido por el Acuerdo 7 de 1895
Fuente: Archivo de Bogotá
Plaza Central de Mercado de Bogotá

2. Que presentados los planos y nombrado el jurado examinador,


el informe de este no fue favorable á ninguno de los proyectos
presentados, por no reunir condiciones adaptables á las cos-
tumbres y necesidades de esta Ciudad.57

Sin embargo, vemos que, en el segundo punto de los considerandos,


los concejales afirmaban que el concurso no tuvo ganador, lo que
contradice lo dicho por Ortega quien, además, presentó otras inexac-
titudes en su libro al referirse a la suerte de los planos del concurso y
otros elaborados por Julián Lombana y Gaston Lelarge:

Más tarde la municipalidad comisionó al Señor Lombana para que


elaborara un proyecto de mercado, que fue desechado por defectuoso,
pues no se había tenido en cuenta el desnivel del terreno. El Señor
Lelarge, arquitecto francés, fue entonces comisionado para hacer un
nuevo estudio de mercado y al efecto presentó un bello proyecto, que
con todos los anteriores, de que se ha hablado, se perdió en la noche
del incendio de la Casa municipal que ocurrió en 1900.58

Se consideran inexactas las afirmaciones de Ortega al contrastarlas con


las actas originales de la Junta de Plazas de Mercados, firmadas por el
alcalde Ricardo Morales y varios concejales, pues en estas se afirmaba
que los proyectos elaborados respectivamente por los arquitectos
Lelarge y Lombana fueron entregados a la Sociedad Colombiana de
Ingenieros para su estudio en el mes abril de 1901, es decir, en fecha
posterior al incendio de los archivos situados en las galerías Arrubla. |74
El destino de estos planos es incierto, y a pesar de haber consultado
las actas de las Juntas de la Sociedad Colombiana de Ingenieros de
comienzos de siglo, estos no aparecen registrados, así como tampoco

57 Acuerdo 4 de 1900 “por el cual se reglamenta la reconstrucción de la plaza de La


Concepción, y se autoriza la construcción de otras plazas de mercado”.

58 Alfredo Ortega.
De la calle al edificio

se hace mención de ningún estudio o concepto de esta entidad sobre


los proyectos de Lelarge y Lombana.

Esta lectura cruzada de fuentes documentales abre un margen de incer-


tidumbre sobre la efectiva realización de este concurso. Solo se puede
afirmar que las autoridades municipales consideraron muy importante
construir una nueva plaza, lo que se expresó con la convocatoria al con-
curso de 1898, sin que exista total claridad sobre sus resultados o sobre
las razones que habrían impedido que este se hubiera llevado a término.

LA CONCEPCIÓN DE LA CONCEPCIÓN:
LA TIPOLOGÍA DE GALERÍA COMO RESPUESTA
AL PROBLEMA DE SALUBRIDAD

La plaza de mercado de La Concepción respondió fundamentalmente


a un problema de salubridad, por lo tanto, la elección que hizo Juan
Manuel Arrubla de la galería como tipología arquitectónica estuvo
acorde con el esquema arquitectónico adoptado para los abastos en
el mundo desde los tiempos del foro griego. En general, los edificios
tipo galería se plantean como una serie de paralelepípedos alargados,
abiertos en dos o más de sus costados, cubiertos y sostenidos por co-
lumnas. Para el caso bogotano, el diseño de las galerías para la plaza
de La Concepción se distinguió por tres características:

75| 1. Galerías cubiertas a dos aguas por tejas de barro, que evitaban
la exposición de los alimentos al sol y al agua.

2. Galerías abiertas y sobre todo transparentes, sostenidas por co-


lumnas circulares, lo que facilitaba un alto flujo de los vientos.

3. Galerías cerradas únicamente en sus extremos, donde se ubi-


caban tiendas. En este caso, eran dos tiendas por cada esquina,
es decir, 16 tiendas en total; sin embargo, dentro de las galerías
Figura 21. Vista interior de la plaza de mercado de La Concepción, c. a. 1910
Fuente: Museo de Bogotá
De la calle al edificio

también quedaron previstas 112 tiendas que no estaban cerradas


por muros, de allí que su valor de arrendamiento fuese mucho
menor.59 En 1882, el número de tiendas se incrementó de 128
a 142,60 este incremento estaría asociado a la posibilidad de
cobrar un mayor valor por su arrendamiento61 en detrimento
de la capacidad de ventilación en el interior del edificio.

A la luz de su función esta tipología es pertinente para la plaza de


mercado, pues, en esencia, se trata de un edificio que recoge y expulsa
las corrientes de los vientos en un ciclo de refrigeración análogo al
de un radiador, lo que permite que los objetos, las personas y, por
supuesto, los alimentos se mantengan frescos. Esta característica de
gigantesco refrigerador fue deliberada, porque el edificio “de cara a la
corriente de los vientos” tenía una orientación norte-sur, y en Bogotá,
la corriente de los vientos desciende de la montaña en dirección orien-
te-occidente.62 Por otra parte, el programa arquitectónico de la plaza
de mercado planteaba una dualidad: se trataba de un espacio público
que requería lugares para almacenar y conservar artículos privados,
de ahí que el edificio fuera a la vez un espacio abierto y cerrado,

59 “Fíjase el precio del arrendamiento de las tiendas de la plaza de mercado, de la manera


siguiente: Por cada una de las diez i seis tiendas situadas en las extremidades de las
galerías, cinco pesos mensuales; i Por cada una de las ciento doce tiendas intermedias,
tres pesos veinte centavos mensuales”. Acuerdos de la municipalidad de Bogotá espedi-
dos [sic] en los años de 1864 a 1866(Bogotá: Imprenta de Nicolás Gómez, 1866) 3.

77| 60 Acuerdo 9 de 1882, “sobre administración fiscal de plazas de mercado: Art. 1 Se des-
tinara como lugares para mercados públicos lo siguientes: Para mercado de abastos
-La plaza conocida con el nombre de plaza de La Concepción, la cual contiene mil
cuatrocientos veinte puestos, los cuales se alquilarán a los expendedores de víve-
res, y ciento cuarenta y dos tiendas, cuyo alquiler se sacará a remate por el Consejo
administrativo”.

61 Ordenanza 2 de 1864 “sobre plaza de mercado”.

62 Esta característica de la plaza se mantuvo hasta que se adicionaron nuevas tiendas


en el interior de las galerías, lo que terminó por impedir el necesario flujo de aire y
luz, previsto inicialmente.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

cubierto y descubierto; un diseño que con la ayuda del viento cons-


tituyó un refinado artefacto capaz de prolongar la vida de los alimentos,
asearse a sí mismo y, también, cuidar la salubridad de los habitantes
que asistían o que permanecían en ella todos los días.

El historiador Pedro Ibáñez, en 1913, expuso una tipología arquitec-


tónica alternativa a la desarrollada para las plazas en Bogotá, en su
artículo “Contribución al estudio de la higiene pública en Bogotá”,
presentado en el marco del Segundo Congreso Médico de Colombia:

Vallín, en su Higiene comparada de los mercados cubiertos, describió el


mejor modelo. Indicó un paralelogramo de lados iguales encerrando
un patio central con una fuente en el centro. Los cuatro lados cu-
biertos con techo de vidrio sostenido por delgadas columnas de hierro
y con andenes de cemento o asfalto. Las paredes, por su lado interior,
sostienen estantes de mármol o de pizarra convenientemente sepa-
rados para facilitar así su lavado, con llaves de agua cuyo desagüe va
directamente a la alcantarilla. El interior de las tiendas debe estar
cubierto, hasta conveniente altura, de baldosines que permitan fá-
cilmente el aseo; y las bodegas deben tener las mismas condiciones.63

La tipología de galería se aplicó posteriormente en Bogotá, redimensio-


nando y ampliando la eficiencia de este modelo de salubridad e higiene,
para una función completamente diferente: sepultar a los muertos.
Muchos años después, el Cementerio Central de Bogotá utilizaría la
misma tipología e implantación de la plaza de mercado de La Concepción, |78
para la ampliación de sus instalaciones en el espacio que hoy se conoce
como “los columbarios”; la similitud formal y de emplazamiento entre
ambas construcciones es evidente y demuestra el reconocimiento a
su capacidad de artefacto refrigerante, pues al purificar el aire en ese
espacio evacúa las emanaciones de los cuerpos en descomposición.

63 Pedro Ibáñez y Tiberio Rojas, “Contribución al estudio de la higiene pública en


Bogotá”. Segundo Congreso Médico de Colombia reunido en Medellín, 19 a 29 de enero
de 1913, iii (Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana, 1916) 90.
Figura 22. Vista aérea de los columbarios en el Cementerio Central de Bogotá, 2016
Fuente: Google Earth

Figura 23. Plaza de mercado de La Concepción, 1864


Fuente: Elaboración propia a partir de fuentes documentales de la época
Figura 24. Vista aérea de los columbarios
en el Cementerio Central, 2016
Fuente: Google Earth

Figura 25a. Galerías de la plaza de mercado


de La Concepción c. a. 1895
Fuente: Sociedad de Mejoras y Ornato
Figura 25b. Demolición de las galerías
de la plaza de mercado de La Concepción en 1925
Fuente: El Mundo al Día (404) 1925
Figura 26. Galerías del Cementerio Central, 2016
Fuente: Fotografía de William García Ramírez

Figura 27. Galerías del hotel Lazareto Figura 28. Galerías de la plaza de
mercado de Las Nieves
Fuente: M. D. Proto Gómez, 1891. Archivo
de Bogotá Fuente: Arq. Alfredo Ortega (1903). Ar-
chivo de Bogotá
De la calle al edificio

En general, puede afirmarse que la galería ha sido utilizada histórica-


mente como lugar “para conservar lo perecedero”. En este sentido, si
la galería de un museo conserva la memoria, la galería de un hospital
conserva la salud y la galería de un cementerio conserva las almas, la
galería del mercado es la encargada de conservar aquello que mantiene
y prolonga la vida de las personas: los alimentos. Por ello, esta sencilla
tipología resulta trascendental, en la medida que constituye una forma
de proteger la existencia, a la vez que resuelve una arquitectura para
funciones tan disímiles como las que presenta una plaza de mercado,
un hospital, un museo o un cementerio.

A partir de la galería del mercado, entendida como “calle cubierta con


hileras de puestos a lado y lado de espacios de circulación”,64 posterior-
mente surgieron en todo el país variaciones que complejizaban este
principio básico: plantas “en cruz” con ejes que se cruzan en el centro,
adición de locales exteriores, volumetrías con cubiertas metálicas a dos
aguas y fachadas enriquecidas con ornatos que marcan principalmente
los accesos; o por el contrario, variaciones que simplificaban la galería
de abastos, como es el caso de los pasajes comerciales. A continuación,
vemos la aplicación de algunas de estas variaciones:

83|

64 Eric Witzler, Aspectos de la arquitectura contemporánea en Colombia (Bogotá: Centro


Colombo Americano, 1977) 86.
Figura 29. Plaza de mercado de Honda
Fuente: El Gráfico 448 (1918)
Figura 30. Pasaje Hernández
Fuente: El Gráfico 397 (1918)
Figura 31. Proyecto de local para expendio de menudos, 1917
Fuente: Archivo de Bogotá
Figura 32. Plaza de mercado de Lorica, vista desde el río
Fuente: Zezar01 [Fotografía] (2012). https://commons.wikimedia.org/wiki/File:En_el_rio.JPG
SALUBRIDAD, ASEO Y ORNATO

LOS ORÍGENES DE UN PARADIGMA


EN LA SEGUNDA MITAD SIGLO XIX
S
i bien este recorrido historiográfico a lo largo del siglo xix
permitió vislumbrar las vicisitudes y los orígenes del primer
edificio construido para una plaza de mercado en Colombia,
también posibilitó detectar un panorama del pensamiento y las ideas
con las que se desarrollaron tanto las obras de la ciudad como el pro-
yecto mismo de la plaza de mercado de La Concepción. Estas ideas
fueron expresadas tanto en la documentación de carácter médico y
arquitectónico como en la legislación urbana de la ciudad. En todas
ellas se detectó un común denominador: los principios conceptuales
salubridad, aseo y ornato eran entendidos como base y origen de un
paradigma teórico de la arquitectura.

LAS RAZONES DE UN PARADIGMA

Dos hipótesis sustentan el inicio de este paradigma: la primera, que las


tres condiciones salubridad, aseo y ornato configuraron las bases de
un paradigma capaz de estructurar la ciudad como problema urbano,
sobre el cual las autoridades de mediados del siglo xix situaron tanto
los problemas como las soluciones para la urbe. Una lectura detallada
de la ciudad, vista a través de los documentos que ofrecen los informes
de los gobernadores, jefes de policía, concejales, médicos de sanidad
y decretos de la época, permite inferir que estos tres criterios se repi-
tieron de manera constante a lo largo del siglo xix.

89
Plaza Central de Mercado de Bogotá

La segunda hipótesis, relacionada con la primera, es que la Bogotá de


ese periodo estuvo más definida y orientada por sus temores que por
sus deseos; en otras palabras, que los emprendimientos realizados en
materia de saneamiento ambiental fueron, en su mayoría, consecuencia
de las prevenciones originadas por las crisis surgidas de las pestes y
epidemias tan comunes durante esa época.

Las nociones de salubridad, aseo y ornato no fueron exclusivas de


nuestra ciudad, ni mucho menos de nuestro país; su presencia se
constata en las directrices tomadas, entre otros, por los gobiernos de
México, Chile, Argentina, Venezuela, Ecuador, Panamá. En nuestro
país su aplicación puede remontarse a las disposiciones estatutarias
impuestas por la Corona española mediante los decretos y leyes de las
Reformas Borbónicas, que inicialmente impusieron y luego dejaron a
consideración de las autoridades locales modos de ejercer el gobierno
en relación con diferentes aspectos de la ciudad.1 Por lo tanto, el origen
de estos tres conceptos es consecuencia de una lectura selectiva de
las ordenanzas y reglamentaciones edificatorias españolas, hecha
por nuestros gobernantes, aplicadas a las necesidades de la ciudad
de Bogotá; de allí que los decretos y leyes expedidas en este sentido
dentro de nuestro territorio fueran en sí mismos la reflexión de una
reflexión, es decir, la selección que libre y conscientemente hicieron
las autoridades de elegir los instrumentos jurídicos y conceptuales
que se consideraron pertinentes para nuestra ciudad, a partir de las
experiencias de pueblos en otras latitudes.
|90
El primer documento que hizo una selección aplicada de criterios para
el desarrollo físico de la ciudad con los conceptos de salubridad, aseo

1 Vicente Lombana, Informe del Gobernador de Bogotá a la Cámara de provincia en


su reunión ordinaria de 1849 (Bogotá, 1849). En el informe, el gobernador Vicente
Lombana argumenta sus decisiones apoyado en las disposiciones de salubridad ins-
critas en la Novísima recopilación castellana, libro vii, título xix y libro ix, título v.
Salubridad, aseo y ornato

y ornato fue el Informe que el Gobernador de Bogotá, Vicente Lombana,


presenta a la Cámara provincial en su reunión ordinaria de 1849:

ASEO SALUBRIDAD Y ORNATO


Contraeré más especialmente mis observaciones sobre estos tres
ramos de policía a la capital, porque es la población de la provincia
que se encuentra colocada en circunstancias más desventajosas bajo
este respecto, porque es la que más conozco, i porque por punto je-
neral [sic] lo que de ella se diga debe entenderse dicho de las demás.2

Salubridad, aseo y ornato se plantearon en este informe como tres


campos sobre los cuales se propuso estructurar las acciones y las in-
fraestructuras de la ciudad. Cada uno de estos conceptos encarnaba
una referencia a una condición urbana, y en un sentido más amplio, a
una política de gobierno que repercutía directamente en el ambiente
físico de la ciudad.

Una década más tarde, el Decreto de 1859 y la Ordenanza 11 de 1863


—orgánica de la administración de la ciudad de Bogotá— recogieron
y sintetizaron el planteamiento general hecho por Lombana y propu-
sieron una forma de hacer ciudad bajo esa tríada conceptual (salubridad,
aseo y ornato), como criterios que enmarcaron los derroteros a partir
de los cuales se debía gobernar y construir los emprendimientos y
obras de la ciudad.

91| Para 1859, el alcalde de la ciudad, Sr. Bernardo Trimiño, reveló la


lógica con la cual se articulaban y relacionaban estos criterios:

El alcalde de la ciudad en uso de sus facultades i considerando:


Que el aseo forma el segundo ramo de la policía i que por con-
siguiente debe ser objeto de especial atención de esta, en virtud
de que él contribuye no solamente al ornato de la ciudad, sino a la

2 Vicente Lombana 28. El resaltado en itálicas es mío.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

conservación de la salud pública, sin la cual el ciudadano ve ame-


nazada su existencia por los miasmas mefíticos que exhalan siempre
las poblaciones inmundas; de las cuales salen los viajeros con horror
formando mala opinión; i teniendo por otra parte en consideración
el clamor público, que es incesante hace algún tiempo sobre esta
materia.3

La tríada conceptual en el siglo xix, centrada en lo urbano, se com-


ponía de dos grandes elementos; uno, concebido desde la necesidad: la
salud pública, y el otro pensado desde el deseo: el ornato. Necesidad y
deseo, es decir, salud pública y ornato, o mejor, salubridad4 y ornato,
buscaban su realización por medio de un tercer componente de orden
pragmático: el aseo. Por lo tanto, el aseo actuaba en esta tríada como
puente articulador que posibilitaba, de manera simultánea, que la
salubridad y el ornato fueran una realidad en la ciudad. Un ejemplo
de lo anterior es el caso de las calles bogotanas hacia mediados del
siglo xix, y de las cuales la prensa capitalina afirmaba:

se mejoran los empedrados; i van las calles perdiendo aquel aspecto


inmundo, con que ofendían la vista y la salud a un tiempo: i no es
de lo menos, que hayan dejado de ser mansión de cerdos i de otros
brutos, de ceba i holganza, que solían disputar hasta las aceras.
Hay motivos para esperar grandes mejoras en el orden de salu-
bridad, Aseo i Ornato de la capital; su Distrito Federal.5

De esta manera se produjo una relación directa entre salubridad y ornato, |92
dependiente de obras públicas como el aseo y empedrado de las calles.

3 Bernardo Trimiño, El alcalde de la ciudad (Bogotá: Imprenta de la Nación, 1859).


Los resaltados en itálicas son míos.

4 Salud pública y salubridad se toman aquí como palabras sinónimas tal y como se ex-
plica en la página 92.

5 “Policía urbana”. El Colombiano [Bogotá] sep. 14, 1861. El resaltado en itálicas es mío.
Salubridad, aseo y ornato

Esta lógica de acción reseñada tanto por el alcalde Trimiño como por
la prensa articulaba el aseo como acción que permitía alcanzar, de
manera simultánea, tanto la salubridad como el ornato en la ciudad.

En síntesis, la consolidación de esta tríada conceptual se realizó a


lo largo de la segunda mitad del siglo xix en varias acciones de la
municipalidad:

1. El informe emitido en 1849 por el gobernador de Bogotá, Vicente


Lombana, en el que estructuró los problemas de la ciudad bajo
los criterios de salubridad, aseo y ornato, a partir de una lectura
aplicada de las ordenanzas y reglamentaciones urbanas españolas
contenidas en la Novísima recopilación castellana.

2. La oficialización de la ordenanza orgánica de la administración


de la ciudad de Bogotá (1863), en la cual se acogieron como cri-
terios de gobierno para la ciudad las siguientes figuras: el orden
y la libertad, como contexto general de gobierno, y el aseo, la
salubridad y el ornato, como contexto interno y estructurador
de la vida urbana.

3. El Acuerdo 2 de 1872 “que provee de medios a la Salubridad


y Ornato de la ciudad”, y por el cual la municipalidad asumió
la construcción de una infraestructura básica para el aseo y la
salubridad de los habitantes, a la vez que responsabilizó a los
93| ciudadanos del cuidado y mantenimiento del aseo de la ciudad.

4. Una reorganización administrativa centrada en los criterios


de salubridad, aseo y ornato, en la que el Concejo Municipal
jerarquizó, de acuerdo con su importancia, las obras que ne-
cesitaba la ciudad y priorizó su construcción de acuerdo con
estos criterios:
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Informe i Proyecto de acuerdo sobre obras públicas […]


Son tantas las necesidades que tiene hoi esta ciudad en tal ramo,
que en mi concepto se hace indispensable fijar: el orden de prefe-
rencia en las ya acometidas i en las que se emprendan; la manera
de llevarlas a efecto, para que de su ejecución simultánea no resulte
complicación.6

En este informe, que se convertiría en el Acuerdo 50 de 1874, se orde-


naron y priorizaron las obras públicas siguiendo el criterio de imponer
lo urgente por encima de lo importante, y, por lo tanto, en él se decidió
que las obras que se debían emprender en primer orden fueran aquellas
que “ya se iniciaron”, y se dejaron en segundo orden aquellas que en el
documento se declararon como “las de primera necesidad”. Se trataba
de una visión de ciudad enfocada en el corto plazo que antepuso, por
ejemplo, la construcción de seis puentes que atendían la necesidad de
un solo sector geográfico de la población, para dejar en un segundo
plano obras que solucionaban graves problemas de aseo y salubridad
para toda la ciudad, entre ellas la construcción de cloacas y orinales
públicos o la finalización de la plaza de mercado, obras que fueron
clasificadas como de segundo orden para su realización.

Desde luego he creído que se deben colocar en primer lugar las obras
emprendidas ya, a fin de darles término, i atender la reparación ur-
jente [sic] que exijan las existentes.
En seguida es necesario emprender la construcción de las obras
que se reputan como de primera necesidad. |94
Siguen luego las que cuentan para su ejecución con fondos espe-
ciales […].
En cuarto lugar he considerado las de interés individual, o mejor
dicho, aquellas cuya ejecución redunda en provecho directo de
muchos propietarios […].

6 Justo Briceño, “Informe i proyecto de acuerdo sobre obras públicas”, Registro


Municipal 5 [1874]: 22.
Salubridad, aseo y ornato

I en fin, las de lujo, o sean de ornato y comodidad, a las cuales no


debe dárseles sino el último lugar.7

Vemos cómo, a pesar de que la administración municipal tenía claro una


visión de los problemas de la ciudad bajo los lineamientos salubridad,
aseo y ornato, no hubo una visión integral y a largo plazo de la ciudad
y, por el contrario, sus emprendimientos se enfocaron en una visión
desarticulada y fragmentada a partir de los problemas inmediatos.

5. En 1877 el Concejo Municipal creó la Policía de aseo, salubridad


y ornato8 como instrumento orientado a garantizar el orden y
el buen gobierno; buscaba que estos tres aspectos fuesen una
responsabilidad no solo de las autoridades sino de todos los
ciudadanos en su relación con los espacios físicos —públicos y
privados— de la ciudad. Y aunque la noción de policía existía
desde mucho tiempo atrás, y su raíz griega polis nos remite a
un fuerte vínculo con la ciudad, la Policía de aseo, salubridad
y ornato se constituyó como un agente novedoso en la Bogotá
del siglo xix, pues se encargaba de mejorar los aspectos físicos
de la ciudad al tratar de hacer cumplir una serie de normas
orientadas a modelar y controlar ciertos comportamientos de
la población en su relación con los espacios públicos y, además,
contribuía con un conjunto de operaciones urbanas destinadas
a crear y mantener un buen aspecto de la ciudad.

95| 6. La creación de la Junta de aseo, ornato y salubridad como ins-


titución dedicada específicamente a velar y propender por estos
aspectos en la ciudad, a partir de la expedición de los Acuerdos
4 de 1884 y 3 de 1886. Con ellos no solo se creó un ente buro-
crático, sino un organismo responsable de desarrollar y proponer

7 Justo Briceño 22.

8 Acuerdo 47 de 1874 y Acuerdo 22 de 1877.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

los instrumentos, métodos y la estructuración financiera con


el fin de alcanzar unos niveles mínimos de salubridad, aseo y
ornato en la ciudad.

EL TEMOR EXPECTANTE

La segunda hipótesis, ya mencionada, explica el sentido de las ac-


ciones y obras emprendidas en la ciudad para mediados del siglo xix,
a partir del creciente temor de las autoridades ante la posibilidad de
que repentinamente se desataran en la ciudad epidemias o pestes. Si
la mera expectativa de un suceso desencadena una serie de medidas
en la ciudad que de otra manera no habrían sido tomadas, demuestra
un modo de actuar de las autoridades basado en la anticipación y en
la prevención como estrategia de acción. La llegada a comienzos del
siglo xix de la vacuna en contra de la viruela9 reafirma el hecho de
cómo las autoridades utilizaron un modo de prevención basado en
la ciencia; aunque actuar basado en meras expectativas podría apa-
recer como algo ilógico y exagerado, lo cierto es que es en medio de
las grandes crisis es cuando las ciudades actúan y responden con una
mayor contundencia frente a los retos que se les presenta.

Los acontecimientos producidos en 1849 fueron particularmente sig-


nificativos en este sentido. Una epidemia de cólera anunciada desde
la Costa Atlántica amenazaba con afectar de manera indiscriminada
a la población de Bogotá, tal y como lo había hecho en los puertos |96
marítimos por donde había ingresado al país. La última epidemia de
cólera en Bogotá había tenido lugar diecinueve años antes y el temor
grabado en la memoria de sus habitantes aún se mantenía intacto.

9 Renán Silva, Las epidemias de viruela en 1782 y 1802 en la Nueva Granada (Cali:
Universidad del Valle, 1992).
Salubridad, aseo y ornato

El temor como emoción capaz de generar cambios importantes en la


ciudad aparece vinculado, a través de la historia, a las catástrofes y
a los casos de extrema urgencia que atentan contra la población. En
Bogotá, los casos referidos a la alteración del orden urbano se encar-
naron principalmente en las epidemias y enfermedades que, de manera
insistente y casi desde su fundación, habían azotado y diezmado la
población hasta llegar al extremo de casi exterminarla.10 El temor a
la muerte, o mejor, el temor a perder la vida, constituyó una de las
más fuertes motivaciones para la acción, común a la mayoría de los
bogotanos de la época. Las múltiples epidemias que azotaron al país
y a Bogotá llegaban y se iban sin mayor advertencia, y el temor, que
se convertía en pánico tan pronto estas epidemias se evidenciaban,
constituía un factor determinante en las decisiones que tomaban las
autoridades para enfrentar una batalla contra un enemigo invisible,
que solo cobraba presencia a través de las enfermedades. El temor
como fuerza coercitiva, capaz de hacer “que el otro haga algo, que
de otra manera no haría”, resultó un poder altamente efectivo que,
aunado a la prevención como medida de acción, constituyó un modo
de proceder del Gobierno, a lo largo del siglo xix y comienzos del siglo
xx, para la realización de iniciativas en el ámbito urbano.

10 “En 1633 apareció en Santafé el tabardillo o fiebre tifoidea, y familias enteras des-
aparecieron víctimas del flagelo. La ciudad quedó casi despoblada y sus últimos
sobrevivientes, ya sin herederos, dejaron todos sus bienes a un escribano real de
97| apellido Gil; tal el origen del nombre con que se conoce esa epidemia en nuestra
historia: Peste de Santos Gil. El arzobispo Bernardino de Almanza, que se hallaba
en Pamplona, hizo viaje precipitado a Chiquinquirá y dispuso que la imagen de la
Virgen que allí se venera se trajese a Santafé de Bogotá en procesión de rogativa.
El prelado murió en la Villa de Leiva en donde contrajo la fiebre […]. El abogado
Santos Gil, al morir debió sentir algún remordimiento de no haber dado mejor uso a
las fortunas que había heredado, pues se hizo enterrar en el umbral de la Iglesia de
La Concepción, ‘desnudo de la cintura arriba y con soga a la garganta y a la cintura,
y sin ataúd’”. Concejo de Bogotá, Expediente de proyecto de acuerdo por el cual se des-
tina una suma para combatir la epidemia de gripa (Bogotá, 1918). Los resaltados en
itálicas son míos.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Con lo anterior, no se está afirmando que todas las iniciativas que


emprendió la ciudad hacia mediados del siglo xix se dieron como
resultado del temor; indudablemente, en ocasiones la municipalidad
tomó decisiones para el beneficio de la ciudad motivadas por razones
de otra índole. Lo que se quiere resaltar es que el detonante más
efectivo para emprender obras de aseo y la salubridad surgió, en 1849,
del temor por la inminente llegada del cólera a Bogotá, una ciudad
dotada de un temor vuelto convicción, que fue capaz de producir
obras y emprendimientos de carácter urbano a pesar de todos los
inconvenientes existentes, como la escasez de recursos económicos,
las contradicciones políticas o la diferencia de criterios. Por efecto
del temor, habitantes y autoridades enfrentados por diferencias de
percepción, por ambiciones personales o simplemente por objetivos
divergentes, quedaron repentinamente conciliados y dispuestos a
enfrentar un mismo reto, en este caso, el reto de impedir el ingreso
de las epidemias en la ciudad.

Con toda seguridad, en la Bogotá del siglo xix las autoridades ejer-
cieron el poder y la influencia sobre los habitantes a través de muchos
otros métodos y medios, pero el temor y el miedo gozaron del beneficio
de la eficiencia y la unanimidad. Los alcances de este poder no eran
desconocidos para algunos personajes inescrupulosos de la época que,
aprovechándose de los temores de los habitantes, sembraban el pánico
entre la población anunciando la llegada de una u otra epidemia con
el único fin de obtener ganancias con la venta de medicinas “salva-
doras” capaces de librar, a quien pudiese comprarlas, de los males |98
que falsamente ellos mismos se encargaban de crear y propagar. Por
esta razón las autoridades tuvieron que tomar medidas prohibiendo
la especulación y la alteración del orden público como resultado de
anuncios de tipo apocalíptico.

Por lo tanto, el surgimiento y desarrollo de una reglamentación urbana


alrededor de los criterios salubridad, aseo y ornato sería el responsable
de orientar el modo de crecimiento urbano y arquitectónico de la Bogotá
Salubridad, aseo y ornato

de mediados a finales del siglo xix. Como se mencionaba, este modelo


no solo explica el desarrollo de las obras públicas, también permite
entender la aceptación de los modelos arquitectónicos y urbanísticos
de corte higienista que la ciudad adoptó para edificios públicos como la
plaza de mercado de La Concepción y la inserción de espacios abiertos
como alamedas y parques.

A continuación, se profundizará en el desarrollo y aplicación de cada


una de estas tres nociones y su aplicación a casos y obras específicas.

SALUBRIDAD

Para entender la noción de salubridad a mediados del siglo xix, es


necesario precisar su significado para ese momento. En la revisión
etimológica e histórica de esta palabra, se encontró el análisis que
planteó Vicente García De Diego, según el cual la palabra salubridad
deriva su origen del latín salubris, entendido como “todo aquello que
resulta bueno para la salud”. Adicionalmente, García De Diego ana-
lizaba su significado desde un contexto histórico y lo relacionaba con la
práctica del uso de las sales medicinales como medio tradicional para
que la humanidad alcanzara el salubris.11 Es importante señalar cómo
desde antes del siglo xix la cura de las enfermedades se buscó en el uso
de diversas sales medicinales que, disueltas en agua, se constituían
en remedios para diferentes enfermedades. Sales de amonio, sales de
99| frutas, sales de calcio, sales de nitrato, entre otras, conformaban un
universo de recursos salutíferos, cuyas mezclas de inspiración, basadas
siempre en la sal, apuntalaban el bienestar, la salubridad y, en últimas,
la salud del género humano. Por ello, la noción de salubridad estaba
asociada directamente a la cura de las enfermedades y, de una manera
más amplia, a todo lo que prolongara y conservara la vida.

11 Vicente García de Diego, Diccionario etimológico español e hispánico (Madrid, Espasa


Calpe, 1985) 948.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

La palabra salubridad es también sinónimo de salud, de allí su estrecha


relación con la profesión de la medicina, pues eran los médicos del siglo
xix los profesionales llamados para enfrentar las causas y remedios
de los problemas de insalubridad, no solo en los seres humanos sino
en el entorno físico de la ciudad. Esta prolongación del campo de la
salubridad, más allá de los límites del cuerpo humano, determinó una
de las principales características de la vida urbana de la Bogotá del
siglo xix y comienzos del siglo xx.

En síntesis, la noción de salubridad estaba asociada con la esfera de


lo público a través de manifestaciones que atentaban contra la vida
colectiva, como las epidemias y las enfermedades, y su campo se ex-
tendía hacia la resolución de problemas urbanos, como las basuras,
los cementerios, el alcantarillado, las plazas de mercado y, en general,
con el saneamiento ambiental.

Desde el siglo xvii, en Europa, se abandonó definitivamente la bús-


queda del origen de las enfermedades en el campo de lo extraordinario
y sobrenatural para buscarlo en las ciencias experimentales y en
las aplicaciones prácticas. También en el contexto de la Bogotá de
mediados del siglo xix, se creía que la salubridad de los habitantes
dependía directamente del estado de las condiciones urbanas de la
ciudad y, por ello, la municipalidad desarrolló estrategias de defensa
en contra de las epidemias y enfermedades. Esta visión de la ciudad
como un organismo en estado de alerta permanente fue fruto de una
obsesión por la salubridad que desató batallas contra un enemigo sin |100
rostro, dotado de armas sin forma, que solo se manifestaba por medio
de enfermedades que terminaban por arrebatar la vida de las personas,
sin que estas hubiesen podido conocer la fisonomía de su adversario.

Esta guerra desigual, cuyo ataque no hacía distinciones sociales o


económicas entre los habitantes, despertaba en las poblaciones el
temor de enfrentarse a una muerte súbita. El gobernador Lombana
entendió la necesidad de preservar la salud y, por lo tanto, en su in-
Salubridad, aseo y ornato

forme hizo énfasis no solo en la epidemia del cólera, sino en una visión
de la salubridad de mayor alcance y a largo plazo:

ASEO SALUBRIDAD Y ORNATO


Todas las medidas de policía tomadas hasta ahora con ocasión
del cólera tienen un carácter transitorio como el de la causa que las ha
determinado; pero siendo la necesidad de ellas permanente, me permi-
tireis que llame vuestra atención sobre algunos puntos cardinales
en esta materia.12

Estrategias para la salubridad

Con una visión de largo plazo, Vicente Lombana sintetizó una estra-
tegia para la solución a los problemas de salubridad de Bogotá en tres
acciones: “Por de pronto lo que necesita más urgentemente la capital
es aire puro, agua limpia, buena carne i pan barato i bien preparado”.13

La aplicación de esta estrategia fue explicada en el informe de Lombana


a la Cámara Provincial de 1849, y la dividió en tres apartados: abastos,
agua y aire.

La justificación que ofreció Lombana para considerar los abastos de


la ciudad como un problema de salubridad fue más allá de los análisis
esquemáticos que se habían hecho a través del tiempo sobre los abastos
101| y las plazas de mercado, según los cuales estos lugares constituían focos
de infección. En su informe, Lombana explicó que el problema no era
la suciedad ni el desorden derivado del ritual del mercado en plazas y
calles a cielo abierto, así como tampoco las condiciones de aseo en las
que se ofrecían los alimentos. No. Lombana centró su preocupación

12 Vicente Lombana, Informe del Gobernador de Bogotá a la Cámara de provincia en su


reunión ordinaria de 1849 (Bogotá, 1849). El resaltado en itálicas es mío.

13 Vicente Lombana (Bogotá, 1849). El resaltado en itálicas es mío.


Figura 1. “Las mujeres en el mercado”
Fuente: Rump [Caricatura]. El Zancudo [Bogotá] 1890. Biblioteca Nacional
Salubridad, aseo y ornato

en una cuestión aún más grave: la venta de alimentos envenenados


deliberadamente como forma de generar mayores ganancias.

Nuestros pueblos virjenes todavía son suceptibles [sic] de los más


groseros i criminales engaños sin apercibirse de ellos […]. La abun-
dancia i consiguiente baratura de las harinas hacen innecesarias las
alteraciones en el precio i calidad del pan, i con todo muchas veces
mueren algunos infelices envenenados con el pan fabricado con ba-
llico. Con mucha más frecuencia sucede que ricos hacendados envíen
a vender en los mercados, carnes de animales muertos de enferme-
dades más o menos graves, por falta de carnicerías bien establecidas.
[…] Estos escándalos, hijos de las más sórdida codicia, demandan
un pronto i eficaz remedio.14

Lombana invocó las disposiciones ya existentes en la Novísima re-


copilación castellana,15 para demandar la solución de este problema.
Recordemos que hasta 1864 la venta de alimentos se efectuaba en
plazas a cielo abierto, donde no se ejercía ningún tipo de control sobre
la calidad de los alimentos o sobre los precios de venta. Al respecto
Lombana advirtió:

Todos los gobiernos ilustrados y filántropos han cuidado de los


abastos públicos con paternal solicitud, porque no es posible dejar
la salud i la subsistencia de los pueblos a merced de la codicia y
rapacidad de los monopolistas y regatones […]. Creo que no debe
103| continuar por más tiempo abandonado a la aventura este arduo ne-
gociado i que deben dictarse algunas reglas jenerales sobre la fabri-
cación i comercio de los artículos de primera necesidad, menos en
obsequio de las clases pobres i menesterosas que de los desalmados

14 Vicente Lombana 30.

15 Julián Viana Razola, comp., Novísima recopilación de las leyes de España (Madrid,
1829) libro vii, título xix, libro ix, título v.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

especuladores que provocan su odio i su furor con sus torpes lucros


i tratos ilícitos.16

De lo anterior se desprenden los dos grandes problemas que existían


como consecuencia de que los abastos no se regularan ni se controlaran
con la infraestructura propia de una plaza de mercado: los alimentos
y los aires contaminados como amenazas para la buena salud.

La ingestión de alimentos básicos, como el pan o la carne, significaba


una posibilidad real de muerte para cualquier habitante de Bogotá,
pobre o rico, distinguido o anónimo. Esta posibilidad era el más directo
de los atentados en contra de la salubridad y la vida de las personas, por
encima de la eventual aparición de una epidemia. Comer se convertía
entonces en una suerte de “ruleta rusa”, en la que cualquier habitante
podía resultar muerto o por lo menos enfermarse gravemente por con-
sumir un pan al desayuno o comer, ignorante, en el almuerzo, la carne
de un animal enfermo. Paradójicamente, en la Bogotá de mediados
del siglo xix, el sencillo acto de comer podía inadvertidamente pasar
de ser un ejercicio para fortalecer la vida a ser suicidio involuntario
o en un homicidio anónimo, según se le quiera ver.

Todo lo anterior lleva a considerar el problema de salubridad de Bogotá


en 1849 no solo como una amenaza latente ante la posibilidad de una
epidemia sino, también, como una amenaza real, tangible y cotidiana
de morir por superar uno de los problemas básicos del ser humano:
el hambre. Desde antes de 1849, el peligro de morir envenenado por |104
la ingestión de alimentos era una cuestión que preocupaba a las au-
toridades; el estudio que realizó la Facultad de Medicina de Bogotá
en 1830, y que produjo el libro Epidemia reinante en Bogotá a fin de
1830; y preceptos de higiene pública, evidencia que eran habituales las

16 Vicente Lombana 30.


Salubridad, aseo y ornato

muertes entre la población de Bogotá como producto del comercio de


alimentos adulterados que obraban como venenos.17

Este tipo de razones explican y justifican la urgencia y la importancia


de construir un edificio que posibilitara el control de la calidad de los
alimentos, a pesar de la muy convulsionada situación sociopolítica
de la época que en la realidad práctica se traducía en unas difíciles
condiciones económicas para la ciudad. Por lo tanto, resulta lógico
que las autoridades priorizaran la construcción de un edificio para
la protección de la salubridad y la vida de los ciudadanos, en el que
se pudiera regularizar y fiscalizar la calidad de los alimentos que se
expendían al público, y que, además, evitara la especulación con los
precios de los alimentos básicos.

La segunda acción que implementó Lombana para alcanzar la salu-


bridad ya no se focalizó en lo que ingresa al cuerpo por la boca, sino
en lo que ingresa por la nariz: el aire. El tema del aire cobró vigencia
una vez se superó la teoría del origen de las enfermedades a partir de
los influjos celestes. Fue entonces cuando, a partir de la nueva teoría
miasmática, promulgada por los médicos de la época, se ofreció una
explicación científica del origen y transmisión de las enfermedades
tomando como punto de partida el aire. Esta teoría expuso que la
atmósfera de las ciudades constituían una “cisterna que se carga de
emanaciones telúricas y de transpiraciones vegetales y animales”18 y,
por lo tanto, el origen de las enfermedades se encontraba en el aire y,
105| específicamente, en la concentración de emanaciones emitidas por las

17 “Los alimentos de mala calidad, entre los cuales tenemos ahora en abundancia el
pan de trigo apolvillado, y recargado de ballico, obran como venenos en el canal in-
testinal, producen síntomas muy graves; por consiguiente, deben haber influido en
las enfermedades actuales”. Facultad de Medicina, Epidemia reinante en Bogotá á fin
de 1830; y preceptos de higiene pública (Bogotá: Imprenta de B. Espinosa, 1831) 19.

18 Emilio Quevedo, El tránsito desde la higiene hacia la salud pública en Colombia en el


contexto de las interacciones internacionales (Bogotá, 1998) 111.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

tierras cubiertas de excrementos, la carne de los animales en descom-


posición y la acumulación de basuras en diferentes puntos de la ciudad.

De allí que una forma de “urbanismo miasmático” aplicado en Bogotá


estuviera vinculado a todas las obras realizadas, con el fin de estimular
el constante fluir de los aires. Nuevamente se trata de un principio
urbanístico inspirado en las Reformas Borbónicas del siglo xviii, de
las cuales Lombana rescató y propuso:

1. Franquear las calles cerradas, cuyas bocacalles han sido usur-


padas de manera ilegal, o en el caso de que se cuente con un título
legítimo, sean comprados los terrenos correspondientes, y de esta
manera el aire corra libremente.19

Franquear las calles —según la RAE, es “abrir camino, desembarazar,


quitar los impedimentos que estorban e impiden el curso de algo”—
revela que Lombana conocía la teoría miasmática y las medidas que
debían tomarse para evitar posibles contagios. Oficializar este tipo
de principios organizadores de la forma urbana en la ciudad buscaba,
ante todo, evitar que las emanaciones de los miasmas20 se concentraran
o se estancaran en un solo lugar, produciendo malos olores y focos
de infección, causantes, en teoría, de las enfermedades y epidemias.

Las autoridades municipales ubicaron otros focos de infección del aire,


no solo en las calles o plazas de la ciudad, sino en construcciones des-
tinadas a usos que producían la “corrupción del aire” como cárceles, |106
hospitales, carnicerías o cementerios. Por ello, vivir en una cárcel, estar
enfermo o descuartizar animales eran condiciones estigmatizadas por

19 Vicente Lombana 30.

20 La tesis doctoral de Emilio Quevedo MD define los miasmas como aquellas “par-
tículas pútridas surgidas de la tierra y de los animales en descomposición”. Emilio
Quevedo, El tránsito desde la higiene hacia la salud pública en Colombia en el contexto
de las interacciones internacionales (Bogotá, 1998) 111.
Salubridad, aseo y ornato

ser potenciales focos de infección; se trataba de espacios indeseables


debido a la alta concentración de aires emanados por personas y ani-
males en condición potencialmente insalubre, fuente de contaminación
para los aires limpios de las áreas habitadas en la ciudad y que, por
lo tanto, debían ser desterrados lo más lejos posible del casco urbano.

6. Finalmente, se necesita para proporcionar aires puros a los habi-


tantes de la ciudad, situar fuera de ella las cárceles, los hospitales,
las tenerías, las carnicerías, las piaras de cerdos i todos los focos de
infección, [apoyándose para ello en] el plano de la nueva ciudad que
bondadosamente ha ofrecido trazar el Sr. Poncet cuando concluya
sus trabajos el Señor Codazzi.21

Sin embargo, en el caso de los mendigos que deambulaban por la


ciudad, el proceder era diferente, pues se determinaba concentrar en
la Casa de Refugio a “esos focos ambulantes de infección que vagan
por las calles con el nombre de mendigos” y de esta manera evitar la
propagación de infecciones y enfermedades en la ciudad.22

Como no era posible sacar de la ciudad a los mendigos, la solución fue


agrupar en un solo espacio a todas las personas que vivían en condición
de desamparo. Considerar a algunos habitantes de la ciudad como
“focos de infección ambulantes” constituía una forma de segregación
social que derivaba tanto de la pobreza económica como de la pobreza
higiénica. Los mendigos como clase social estaban condenados de
107| antemano por el estigma de ser potenciales propagadores o fuentes
de epidemias. Es interesante que la solución no fuera la de higienizar
a los mendigos o tratar de mejorar sus condiciones socioeconómicas,
sino concentrarlos en la Casa de Refugio, es decir, entregarlos a una
institución de caridad mercenaria, pues esta era una entidad cuya

21 Vicente Lombana 30.

22 Vicente Lombana 28.


Figura 2. “El Acueducto”
Fuente: Raff [Caricatura]. El Zancudo [Bogotá] 1891. Biblioteca Nacional
Salubridad, aseo y ornato

finalidad era librar a los hospitales de todas las personas que no es-
tuviesen enfermas, sino que eran simplemente huérfanos, inválidos o
locos.23 Lo que se proponía era una solución de emergencia que ante
todo evitara cualquier tipo de relación entre ciudadanos “higiénicos”
y ciudadanos “no higiénicos”.

Respecto al tema del agua, Vicente Lombana decía: “pocas habrá tan
buenas como las de esta ciudad i ningunas que estén más descuidadas.24
La Bogotá del siglo xix dependía del cielo y del suelo para solucionar el
problema de las aguas. Las aguas del cielo, es decir, las aguas lluvias,
eran las que en gran parte facilitaban y permitían que las calles de
la ciudad estuvieran limpias. En tanto que las aguas del suelo, prove-
nientes de fuentes subterráneas y de los ríos canalizados, eran las que
se proveían para el consumo humano. La conciencia sobre la calidad
del agua como factor de la salubridad demuestra la experiencia ad-
quirida por las autoridades a partir de los conocimientos científicos
de los médicos de la época y de las múltiples epidemias ya padecidas
desde el siglo xvi. De acuerdo con su uso, el manejo del agua tenía
dos variantes. La primera tenía que ver con el suministro de agua
pura para el consumo humano y para el aseo de los espacios físicos
públicos y privados en la ciudad. La segunda, mucho más compleja,
era cómo deshacerse de las aguas que ya habían sido utilizadas y
contaminadas por los ciudadanos en casos como la limpieza de calles
y excusados públicos. Respecto a la primera variante, el gobernador
Lombana propuso una estrategia que proveía de aguas suficientes y,
109| además, limpias y puras:

23 “La Casa de Refugio daba asilo a los expósitos, a niños desamparados y a perso-
nas adultas desvalidas. Una fornida matrona, que había sido capataz en la Casa
de Corrección, dirigía este establecimiento, naturalmente con hábitos poco blan-
dos, en especial para con los niños”. Miguel Samper, La miseria en Bogotá (Bogotá:
Imprenta de Gaitán, 1867).

24 Vicente Lombana 30.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

1. No se necesita sin embargo para el buen servicio en este ramo,


sino impedir por medio de celadores que se ensucien los manan-
tiales, ampliar, limpiar, i reparar los acueductos públicos […].
2. Todo esto pudiera lograrse fácilmente, obligando a los 221 in-
dividuos que tienen merced de agua a redimir […] los cien
pesos que reconocen al Cabildo de la ciudad. Con sólo el pro-
ducto de esas redenciones […] podrían sustituirse los caños de
barro con tubos de hierro, i hacerse otras importantes mejoras
en el ramo de aguas.25

Su estrategia apuntaba a la purificación del agua para evitar que


esta se convirtiera en medio de transmisión de epidemias utilizando
una tecnología que con el tiempo resultaría equívoca, como fue la
de cambiar los tubos de barro por tubos de hierro.26 Para el segundo
aspecto —las aguas residuales—, el gobernador Lombana propuso
una solución mucho más compleja y por lo tanto más difícil de llevar
a cabo: la construcción de una infraestructura de saneamiento am-
biental, estructurada a partir de alcantarillados “bajo tierra”, que
reemplazaran el sistema de desagües existente “a cielo abierto”, el cual
producía malos olores y se consideraba como un foco de infecciones;
este sistema no se llevó a cabo sino muchos años después, debido a la
carencia de recursos económicos y a la falta de mano de obra especia-
lizada capaz de ejecutar una obra de esta envergadura. Por lo tanto,
el desagüe de aguas servidas fue uno de los principales obstáculos
a lo largo del siglo xix y comienzos del xx para la salubridad de los
bogotanos. La propuesta del gobernador Lombana fue: |110

25 Vicente Lombana 30.

26 Con el tiempo, instituciones como la Junta Central de Higiene darían cuenta de lo


insalubre que resultaban los tubos de hierro para conducir aguas, por efecto de la
oxidación producida en ellos y la correspondiente contaminación de las aguas que
por allí corrían.
Salubridad, aseo y ornato

1. Construir un alcantarillado bajo tierra donde puedan ir todos


los desagües de las casas que “hoy están al descubierto i sobre
el nivel de las calles”.
2. Construir principalmente sobre el cauce de los ríos una serie de
letrinas públicas.27

Es interesante notar cómo Lombana combinó la utilización de alcan-


tarillados “bajo tierra” (para los desagües de las viviendas) con la
implementación de corrientes de agua a modo de ríos “a cielo abierto”
para el manejo de excrementos. Estos ríos también se utilizaron para
deshacerse de las basuras: “3. Dar fácil y rápida salida a las basuras de la
ciudad, mediante el uso de carros o por medio de los ríos”.28

Para que este “alcantarillado de basuras” funcionara adecuada-


mente, era necesario incrementar fuertemente el caudal de los ríos.
La creatividad ingenieril de Lombana se manifiesta nuevamente con
la idea de construir grandes esclusas en la parte alta de los ríos para
que represaran el agua por un tiempo, de manera que al liberarla, su
fuerza de avalancha se llevara a su paso todo lo que encontrara por
su camino, incluidas las basuras de la ciudad.29

ASEO

El carro no lleva compuerta en la parte posterior, lo que produce un


111| admirable efecto de aseo; porque la basura que se recoge aquí va re-
gándose más allá, como si se tratase de abonar las calles para alguna
empresa de agricultura urbana.30

27 Vicente Lombana 29.

28 Vicente Lombana 29.

29 Vicente Lombana 29.

30 Cernícalo, El Zancudo [Bogotá] may. 25, 1890: 26.


Figura 3. “El carro de la basura”
Fuente: Raff [Caricatura]. El Zancudo [Bogotá] 1890. Biblioteca Nacional
Salubridad, aseo y ornato

El factor que ligaba y articulaba las nociones de salubridad y ornato


para formar un todo era el aseo. Los diferentes modos en que se
practicó el aseo en la ciudad no tenían otro fin que el de promover la
salubridad al tiempo que proveían de unas condiciones estéticas por
la limpieza y arreglo de las fachadas. Esta concepción de aseo se verá
expresada más adelante a raíz de la epidemia de cólera que amenazaba
con presentarse en 1849 en Bogotá.

En general, puede afirmarse que las condiciones de aseo de Bogotá,


antes de ese año, eran buenas “de puertas para dentro”, y malas, y en
ocasiones muy malas, “de puertas para fuera”. La calidad de los espacios
exteriores fue una de las principales preocupaciones de la municipa-
lidad: empedrar las calles, construir andenes y plazas se constituyeron
en unas de las prioridades en cuanto a las obras públicas.31 En los
espacios exteriores la cotidianidad se caracterizaba por el tránsito de
personas y animales sobre suelos que podían o no estar empedrados
y que, en general, estaban atravesados por alcantarillados en forma
de canales a cielo abierto que llevaban los desperdicios de las casas
adyacentes a las vías. Recorrer las calles se constituía, entonces, en
una permanente exposición a los malos olores emitidos por los canales
a cielo abierto y a la circulación errante de toda clase de animales.

Esta cotidianidad vuelta costumbre por la fuerza del tiempo fue con-
virtiendo en ley ese panorama urbano. Sin embargo, por la amenaza

113|
31 Con el deliberado énfasis por los espacios exteriores en la ciudad, no se quiere dar a
entender que el espacio público de la Bogotá decimonónica se limitaba a las plazas y
parques de la ciudad. La noción de espacio público a mediados del siglo xix integra-
ba, además, la experiencia comunitaria que se daba en lugares como el patio o la sala
de una casa; es decir, espacios donde el encuentro social tenía lugar. Por lo tanto, el
concepto de espacio público de ese momento estaba construido por los lugares físicos
y por las relaciones y experiencias que los habitantes establecían en estos espacios.
Las positivas experiencias en el interior de los espacios acondicionados para tal fin
estarían, de este modo, relacionadas con el rechazo de otros espacios públicos exte-
riores, caracterizados por el desaseo y la insalubridad.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

del cólera, en 1849 se decidió emprender una campaña de limpieza


por toda la ciudad:

Teniendo noticia que el cólera asiático está actualmente causando


estragos de consideración en algunos puntos de la República, i juz-
gando que es de imperiosa necesidad tomar medidas prontas i efi-
caces de precaución para impedir que se propague una epidemia
semejante que, en pocos días, puede diezmar a la población.32

Vemos que lo que motivaba a las autoridades para practicar el aseo no


era el deseo de tener una ciudad limpia, sino el anuncio de la llegada
de una epidemia de cólera, por lo que las autoridades decretaron:

Art 1. Todos los individuos que ocupan casas, tiendas i solares en


esta ciudad harán limpiar i poner corrientes dentro de seis días, los
caños de las calles i los desagües que á estos vienen de manera que
no haya lodo, basura ni otras materias que se corrompan, i los man-
tendrán siempre en el mismo estado.33

De esta manera el Cabildo buscaba establecer una corresponsabilidad


entre la administración municipal y los ciudadanos, a fin de conseguir
la “mano de obra” indispensable para realizar las labores de aseo, a
la vez que estipularon otra serie de disposiciones que enfatizaban la
limpieza no solo de habitaciones y patios, sino también de las plazas
de mercado:
|114
Art 10. En los días de mercado el alcalde respectivo asociado de un
médico, si es posible, i de dos comisarios recorrerá la plaza ó plazuela
del mercado i examinará los efectos que se encuentren de venta: si

32 Mariano Pinillos, El jefe político del cantón de Bogotá (Bogotá: Imprenta de Sánchez)
1849.

33 Mariano Pinillos.
Salubridad, aseo y ornato

los halla corrompidos los quitará, los hará arrojar fuera de la ciudad
i aplicará la pena que corresponda al espendedor [sic].34

El requerimiento de la presencia de un médico en los sitios de mercado


permite ver hasta dónde llegaba la amenaza a la salubridad de los
habitantes por efecto de la ingestión de alimentos “corrompidos”. Sin
embargo, las anteriores disposiciones no parecían tener mucho efecto
entre los ciudadanos, los cuales se negaban a ponerlas en práctica:

Interesado en que las disposiciones vigentes sobre policía, que, por


desgracia hasta hoy, han sido miradas sino con desprecio por lo menos
con indiferencia, tengan su puntual cumplimiento en esta ciudad.
Decreta:
Art 1. Se establecen celadores de manzanas en todos los barrios
que comportan esta ciudad.
Art. 2. Son funciones de los celadores:
1. Cuidar de que en las manzanas que se hallen bajo su ins-
pección, se observen religiosamente todas las disposiciones que haya
vigentes en materia de policía.
2. Dar a la autoridad los avisos de que se hablan más adelante.
Art. 3. Siempre que un celador advierte que se ha infringido
alguna disposición de policía, en la manzana que está a su cargo,
requerirá a la persona que ha cometido la infracción para que re-
medie el mal que haya causado i la exhortará a que en lo sucesivo,
no cometa semejantes violaciones.35
115|
No es fácil deducir qué tan efectivo resultó el papel del “celador de
aseo” como forma de presión para que todos los ciudadanos se invo-
lucraran en esta causa común, teniendo en cuenta, además, que se
trataba de cargos ad honorem. Lo cierto es que la mayor eficacia y

34 Mariano Pinillos.

35 Mariano Pinillos.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

el mayor esfuerzo material por mejorar el aseo de la ciudad en 1849


estuvieron en manos de la Sociedad Filantrópica. Esta sociedad se
estableció en Bogotá hacia 1827 y su énfasis inicial fue la educación
de los niños más necesitados, siguiendo la figura de otras instituciones
sin ánimo de lucro que prevalecieron a través del siglo xix, como la
Sociedad de la Caridad o los Amparos de Niños. Todas estas iniciativas
estaban orientadas hacia el mejoramiento de las condiciones de vida
de los habitantes carentes de unas condiciones mínimas de vida. Los
sentimientos de temor por la aparición del cólera y las políticas del
Cabildo conformaban las razones por las cuales la Sociedad Filan-
trópica, transformada después en Junta de Sanidad, tomó el liderazgo
en lo relacionado con el aseo. El difícil encargo lo delegó el entonces
director de la Sociedad y futuro presidente de la república, general
José Hilario López, al Sr. Alfonso Acevedo. En su informe final, el Sr.
Acevedo ofreció una cruda radiografía del estado de la ciudad antes
de sus acciones en 1849:

Yo desconfiaba del éxito de nuestros esfuerzos i abrumado con la


comisión de la Sociedad, pasé algunas horas sin acertar a resolverme
por dónde principiaría: Sabe U. i consta a la sociedad, que todas
las calles que cruzan en dirección del Colejio del Rosario al río San
Francisco terminan en inmensos depósitos de basuras, que acumu-
lados allí por muchos años, habían casi obstruido el curso del río.
Todos esos depósitos inmundos han desaparecido completamente.
[…]
En la parroquia de las Nieves, debajo de la plazuela de la |116
iglesia, en la esquina del Pilar, en la de la Casa de Refujio, en la
calle llamada Cara de Perro, en el principio de la calle del Colejio del
Rosario, existían los que se han llamado en la Sociedad Filantrópica
Muladares Monstruos: ellos formaban pequeñas colinas de materias
en putrefacción, i sobre ellas hemos estado a un tiempo a caballo
el Señor doctor Cheyne i cuatro personas mas, sin estrecharnos, i
donde la cima no divisaba el interior de los solares circunvecinos.
Calcúlese cuál sería la elevación i la estensión de la base de estos
Figura 4. Plano de topográfico de Bogotá
Fuente: Codazzi (1849)
Nota: En el plano se indican los principales
ríos de la ciudad así como la ubicación del lote
previsto para la construcción de la plaza de
mercado de La Concepción y su proximidad
con la plaza de Bolívar.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

depósitos inmundos. Me es mui satisfactorio informar a la Sociedad


que todos esos focos de corrupción han desaparecido del todo.
[…]
En las calles de las parroquias de Catedral y Santa Bárbara, [...]
había también grandes depósitos de inmundicias en perfecto estado
de putrefacción: algunos puntos exhalaban una fetidez insoportable
aun para los que hemos permanecido tantos días sobre los mula-
dares: hoy se hallan completamente limpios, lo mismo que las calles
del Arco, espaldas de San Agustín, convento de Santa Clara.
[…]
Empero todo esto era nada comparado con la corrupción es-
pantosa que cubría los ríos de San Francisco i San Agustín, atra-
vesando la ciudad en toda su estensión, de Oriente a Occidente,
presentando el espectáculo desconsolador de una población en que
se ha abandonado completamente el importante objeto de la salu-
bridad pública. Desde arriba del Molino del Cubo hasta la estan-
zuela, tenía el río de San Francisco inmundicias suficientes para
matar con sus exhalaciones pestilentes a todos los habitantes de la
capital.36

El balance final que presentó el Sr. Acevedo permite calcular la di-


mensión del estado de desaseo en la ciudad, pues afirmó que había
removido “más de un millón i medio de arrobas de basura” empleando
para ello 170 000 viajes cargados de desperdicios e inmundicias, la
cuales fueron extraídas de la ciudad por peones contratados direc-
tamente por la Sociedad Filantrópica y por medio de contratos con |118
particulares. La labor de aseo y asepsia de la ciudad implicó, además,
el blanqueamiento con cal de los frentes de “casi todas las casas de
la ciudad”,37 el desherbado de los frentes y la refacción de algunos
empedrados. De esta manera, la ciudad quedó no solo aseada, sino

36 Alfonso Acevedo, Al Sr. Presidente de la Sociedad Filantrópica, Ciudadano Jeneral


José Hilario López (Bogotá: Imprenta del Neogranadino, 1849).

37 Alfonso Acevedo.
Salubridad, aseo y ornato

estéticamente engalanada. Se cumplió así con un protocolo que por


momentos parecía corresponder más a la visita de un prestigioso
personaje que a la llegada de una mortal epidemia.

A pesar de las recomendaciones finales del Sr. Acevedo por mantener


el aseo en la ciudad los habitantes siguieron practicando las mismas
costumbres y ritos que se tenían antes de la epidemia del cólera. Esto
se evidenció en los decretos emitidos en 1854 y 1855, donde se obligaba
a los habitantes a mantener el aseo de las calles de la ciudad:

Que ya ni el interés de la propia conservación es estímulo bastante


para que la mayor parte de los habitantes de la capital aseen la parte
que a sus casas corresponde, a tiempo que la fiebre tifoidea sigue
en alarmante progreso, i que es del deber que la autoridad pública
dictar cuantas medidas estén a su alcance para evitar el contagio.38

Para la segunda mitad del siglo xix, el problema del aseo de las calles
se manejó por medio de contratos para utilizar bestias, pero este
sistema tuvo serias dificultades de control y daño a la infraestructura
vial de la ciudad, tal como lo relata con gran ironía el columnista con
seudónimo Cernícalo en el periódico El Zancudo del año de 1890:

En lo tocante á la potencia del aseo, las cosas marchan de la manera


más satisfactoria; los vehículos destinados á recoger la basura son
carromatos broncos, sin resortes, con todas las condiciones de un
119| elemento de destrucción, que no dejan adoquinados, embaldosados
ni empedrados que no dañen y deterioren; mas como ahí están los
contribuyentes, el daño se repara, y se vuelve a causar para volverlo
a reparar […] tejer y destejer hasta la consumación de los siglos.39

38 Emigdio Briceño, El Gobernador de la Provincia de Bogotá (Bogotá: Imprenta del


Neo-Granadino, 1855).

39 Cernícalo, El Zancudo [Bogotá] may. 25, 1890: 26.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

ORNATO

Para entender el rol del segundo criterio propuesto por Lombana (1849)
para el desarrollo de la ciudad, es necesario entender el significado
del concepto de ornato en el contexto histórico de mediados del siglo
xix. En el Diccionario de Autoridades (drae),40 para finales del siglo
xviii la palabra ornato significa: “s.m. Adorno, atavío, aparato y com-
posición”. Viene del latín ornatus, que significaba lo mismo.41 En el
siglo XVI, Garcilaso de la Vega ejemplifica el uso de este concepto así:
“Lo estimaban por su hermosura y resplandor para ornato y servicio
de las casas reales”.

En la definición del drae, la palabra ornato tiene una doble acepción;


por una parte alude a las cosas (conjunto de cualquier clase de objetos
que sirve para adornar o embellecer otra) y, por otra parte, alude a
las personas, pues una de sus acepciones, atavío, nos remite a “vestido,
prenda o conjunto de prendas con que se cubre el cuerpo”.42 Así aplicado,
el concepto de ornato se asocia a las cosas y a las personas, pues, de

40 Primer Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (1737), el cual tiene |120
la particularidad de ejemplificar con citas de reconocidos autores de la época las de-
finiciones adoptadas por este diccionario como forma de argumentar y autorizar el
uso y aplicación de las palabras, respetando su grafía y acentuación originales.

41 Academia Española Madrid, Diccionario de Autoridades (Madrid: Gredos, 1963).


Edición facsímil del Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero
sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los pro-
verbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua (Madrid: Imprenta de
la Real Academia Española, 1737).

42 Definición de atavío, según el diccionario de la rae.


Figura 5. “Policía de aseo y ornato”
Fuente: Rum [Caricatura]. El Zancudo [Bogotá] 1890. Biblioteca Nacional
Plaza Central de Mercado de Bogotá

acuerdo con el Diccionario de Autoridades, los ornamentos se clasifican


en ornamentos de arquitectura,43 de vestiduras44 y morales.45

En Bogotá, la definición de ornato proviene de la aplicación de la No-


vísima recopilación castellana, texto citado por el gobernador Lombana
en 1849 para explicar y justificar sus acciones de gobierno en el campo
del aseo, salubridad, y ornato: “2. Los Corregidores y Justicias celen
el ornato de los pueblos, la comodidad de su empedrado, la simetría
de las casas, la reparación de las ruinosas y de los solares, y la con-
servación de muros, egidos [sic], alamedas &c”46.

Esta noción de ornato ligada a las obras públicas y, por ende, a la


arquitectura y la ingeniería nos remite a un “conjunto de cualquier
clase de cosas que sirve para *adornar o embellecer otra”47. Para el
caso de la ciudad, el concepto de “conjunto”, de “grupo de elementos
con una propiedad común” es una agrupación de edificios y elementos
urbanos similares que hermosean la ciudad, lo cual resulta coherente
y acorde con la visión española de ornato del siglo xviii que persigue
una estética equilibrada y homogénea para la ciudad, en contrapo-

43 “Ornamentos. Se llaman en la Arquitectura, Escultura y otras cosas, ciertas piezas,


que se ponen para acompañar las obras principales.” Academia Española Madrid,
Diccionario de Autoridades.

44 “Ornamentos. Se llaman comúnmente las vestiduras sagradas que se visten los


Sacerdotes y los Obispos cuando celebran […].” Academia Española Madrid,
|122
Diccionario de Autoridades.

45 “Ornamentos. Figuradamente se toma por las calidades y prendas morales del suge-
to [sic], que le hacen más recomendable”. Academia Española Madrid, Diccionario
de Autoridades.

46 “Policía de los pueblos en general”. Julián Viana Razola, comp., 232.

47 “Adorno, m. Conjunto de cualquier clase de cosas que sirve para *adornar o embe-
llecer otra; por ejemplo, el lenguaje”. Moliner María, Diccionario de uso del español
(Madrid: Gredos, 1999) 711.
Salubridad, aseo y ornato

sición a los excesos previos de la arquitectura y el urbanismo barrocos


en Europa.

Por todo lo anterior, el edificio de la plaza de mercado de La Concepción


constituye per se un ornato para la ciudad, una pieza que, sumada a
la colección de las ya existentes, contribuía a una visión homogénea y
de conjunto urbano mediante la continuación de una estética análoga
a la existente, es decir, una prolongación de las mismas condiciones
de alturas, materiales, colores y formas.

En este sentido se manifiesta en Bogotá el periódico El Colombiano


de 1861 cuando afirma:

Policía Urbana:
En este ramo seguimos esperimentando [sic] una mejora notable.
Se albean i pintan las casas; se mejoran los empedrados; i van las
calles perdiendo aquel aspecto inmundo, con que ofendían la vista y
la salud a un tiempo: i no es de lo menos, que hayan dejado de ser
mansión de cerdos i de otros brutos, de ceba i holganza, que solían
disputar hasta las aceras. Hay motivos para esperar grandes me-
joras en el orden de salubridad, Aseo i Ornato de la capital.48

Un ejemplo de la relación causal entre ornato y salubridad es la que


nos ofrece el jefe político de Bogotá, Sr. Mariano Pinillos, quien en
1849 ordenó el blanqueamiento con cal de las fachadas de todos los
123| edificios de la ciudad, con dos fines:

1. Que para que puedan llevarse a efecto los acuerdos del cabildo
de esta ciudad, sobre numeración de puertas i cuadras i denomi-
nación de calles, es preciso que se blanqueen todos los edificios
comprendidos en el área de la ciudad.

48 El Colombiano [Bogotá] sep. 14, 1861. Los resaltados en itálicas son míos.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

2. Que en las actuales circuntancias [sic], que se encuentra ame-


nazada la población de la capital por el cólera morbo, que ha in-
vadido ya el territorio de la República i causado graves males, es
conveniente que el blanqueamiento se haga con cal como materia
aparente para desinficionar el aire.49

Con una misma acción, Pinillos pretendió solucionar dos problemas


tan disímiles como la nomenclatura y la amenaza de una epidemia
de cólera. El valor profiláctico de la cal establece un vínculo entre
salubridad (la cal como desinfectante) y ornato (la cal como recu-
brimiento de fachadas) que podría considerarse como una estética
de la profilaxis.

La asociación entre salubridad y ornato se reiteró en 1855 cuando el


nuevo gobernador de Bogotá, E. Briceño, señaló la relevancia del aseo
como un asunto “de imperiosa necesidad en las poblaciones, no tanto
para el adorno que demanda la vista de un pueblo civilizado cuanto
para evitar el contagio de las enfermedades que son consiguientes a
falta de limpieza en las plazas, calles e interior de las habitaciones”.50

El deseo por el ornato no era un deseo narciso, sino un temor a la


enfermedad y a la muerte, y también a la vergüenza y al desprestigio
frente a los visitantes extranjeros que podrían juzgar la pobreza y
atraso de la ciudad como cosa imperdonable, lo que desestimulaba
los procesos de inmigración y las inversiones extranjeras.51
|124

49 Mariano Pinillos, El jefe político del cantón de Bogotá.

50 E. Briceño, El Gobernador de la Provincia de Bogotá.

51 “Necesitamos inmigración inteligente i laboriosa que venga a poblar nuestros de-


siertos, i es poco fundada la esperanza de obtenerla con sólo el alhago [sic] de insti-
tuciones más o menos protectoras i filosóficas”. Lino Ruiz, Informe del secretario de
gobierno del estado soberano de Cundinamarca (Zipaquirá: Imprenta de Echeverría
Hermanos, 1863).
Salubridad, aseo y ornato

Esta visión del gobernador Briceño nos hace concluir que el ornato,
aunque no era un requerimiento urgente, sí era un referente de ideal
urbano para las autoridades municipales. Este ideal fue impracticable
a finales del siglo xix, porque los escasos recursos de la ciudad obli-
gaban a considerar a otras obras como más importantes, tal y como
lo planteó en 1874 el regidor Justo Briceño:

Son tantas las necesidades que tiene hoy esta ciudad en tal ramo,
que en mi concepto, se hace indispensable fijar:
El orden de preferencia en las ya acometidas i en las que se em-
prendan […] I en fin, las de lujo, o sean de ornato y comodidad, a las
cuales no debe dárseles sino el último lugar.52

A partir de escritos de arquitectura realizados en publicaciones como


Colombia ilustrada (1889), es posible seguir la manera como la noción
del ornato fue cambiando su énfasis inicial en la estética de la ciudad
en conjunto, para focalizarse en la estética de los edificios, recono-
ciendo de manera particular cómo la construcción de nuevas obras
en Bogotá implicaba también una manera de embellecer la ciudad:
“Mejoras Materiales [:] Queremos hacer conocer, aunque muy a la
ligera el estado en que se encuentran algunas obras en construcción,
destinadas a ser el ornato principal de la ciudad”.53

El ornato se identificó también con edificios destinados al lujo y a la


comodidad, así como con la arquitectura para el ocio y el disfrute:
125|
Preciso es de convencerse de la necesidad de esta clase de mejoras
en la capital de la República, pues con pena hemos visto que en ciu-

52 Justo Briceño 22.

53 Colombia ilustrada, 2 [Bogotá] feb. 1889: 39. El resaltado en itálicas es mío.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

dades Suramericanas de segundo orden hay circos, teatros y paseos,


dignos del más alto elogio.54

Todo parece indicar que hacia finales del siglo xix la noción de ornato
en su acepción estética ya no designaba solamente una visión del
conjunto urbano, sino que además se concentraba en los detalles de
ciertas construcciones particulares calificadas como “elegantes”: “Y
este notable adelanto ha venido a efectuarse en momentos en que en
toda la ciudad se advierte entusiasmo pasmoso por las construcciones
y se levantan con inusitada rapidez, elegantes y sólidas moradas de
muy recomendable arquitectura”.55

Quizá el emprendimiento institucional más importante en materia


de ornato fue la fundación de la Sociedad de Embellecimiento de
Bogotá56 el 7 de julio de 1898, institución que perdura hasta el día de
hoy con el nombre de Sociedad de Mejoras y Ornato.57 Las razones
que motivaron la creación de esta organización de carácter privado
estaban ligadas a favorecer el embellecimiento y saneamiento de la
ciudad. De esta manera, la cuestión sanitaria y la cuestión estética
se funden en un organismo institucional que pone de manifiesto que
un desarrollo urbano ligado a un “Conjunto de técnicas y elementos
destinados a fomentar las condiciones higiénicas en un edificio, de

54 Colombia ilustrada, 2.
|126
55 Colombia ilustrada, 2.

56 “Para despertar el espíritu cívico, la solidaridad y la convivencia ciudadanas, la an-


tigua Sociedad de Embellecimiento se transformó en Sociedad de Mejoras y Ornato”.
Esta organización aún sigue vigente. Reglas para embellecer. Documentos que hicieron
un país. Archivo General de la Nación. http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/
docpais/reglas.doc. Consultado en noviembre de 2010.

57 “Para la historia de la Sociedad de Embellecimiento de Bogotá”. Boletín de la


Sociedad de Embellecimiento de Bogotá, 1.17 (1919).
Salubridad, aseo y ornato

una comunidad”,58 así como al acto de embellecer entendido como “el


acto de poner belleza en algo o alguien, lo que infunde en ese algo o
en esas cosas, una propiedad que hace amarlas y que en las personas
produce un deleite espiritual”.59

Las labores de esta nueva sociedad no se limitaban a cumplir funciones


de asesoría y consejo, sino que incluyó prácticas como la de sembrar y
cultivar “árboles de adorno en las principales avenidas de la ciudad”60
con el fin de despertar en los vecinos y en las damas de la ciudad un
interés hacia mayores esfuerzos en otros campos, como propender por
la construcción de parques y excusados públicos que contribuyeran
de manera más directa al embellecimiento, ornato y aseo de Bogotá.

Con un énfasis aún más práctico y de sentido empresarial, el ingeniero


Zoilo Cuéllar creó, en 1899, la Compañía de Aseo y Ornato de Bogotá,
de carácter privado, la cual tenía como objeto hacer del aseo una
actividad rentable económicamente de manera que sus ganancias se
invirtieran directamente en la construcción de obras de ornato. Al
respecto esta Compañía propuso:

contratar con quien corresponda, el aseo de la ciudad, sus calles,


plazas, casas, alcantarillas y ríos; hacer esta operación del mejor
modo posible: promover por la incineración o conversión en abonos
de las basuras de la ciudad, e invertir las utilidades que obtenga
prestando estos servicios en adquirir, en pleno dominio un terreno
127| cuya área no sea menor de doce fanegadas, en las cercanías de la po-
blación de Bogotá, y construir en él un hermoso parque que quedará
siendo de propiedad del Común de la ciudad el día que concluya la

58 Definición de la palabra saneamiento, según el Diccionario de la Real Academia Española.

59 Paráfrasis de la definición de la palabra embellecer, de acuerdo con las acepciones eti-


mológicas del Diccionario de la Real Academia Española.

60 Boletín de la Sociedad de Embellecimiento de Bogotá, 1.17 (1919).


Plaza Central de Mercado de Bogotá

existencia de la sociedad que se organiza por medio de este instru-


mento, y que estará al libre servicio del público desde la fecha de su
fundación.61

En conclusión, el ornato en Bogotá de la segunda mitad del siglo xix


se entendió más como resultado secundario de las obras de sanea-
miento ambiental que como gesto estético propiamente dicho. Las
obras que se consideraron apremiantes y prioritarias fueron las que
producían en los habitantes una sensación de bienestar y progreso,
dentro de una atmósfera visual homogénea y con unas condiciones
de salubridad e higiene suficientes. El ornato encarnó un modo de
superar las condiciones poco civilizadas de la ciudad en la medida en
que se identificaba con el orden y la limpieza, aunque a finales del
siglo también se empezó a identificar con la estética de la arquitectura.

LA TRÍADA CONCEPTUAL
SALUBRIDAD, ASEO Y ORNATO

A mediados del siglo xix, las decisiones de la municipalidad fueron


consolidando en Bogotá una tríada conceptual alrededor de salubridad,
aseo y ornato, como criterios que orientaron las decisiones relativas al
ámbito urbano; esta tríada fue produciendo una transformación no
solo de la vida dentro de las viviendas, sino en los espacios exteriores,
y particularmente en espacios dedicados al encuentro de lo público,
como alamedas, parques y plazas y, por supuesto, en edificios de alto |128
impacto urbano como la plaza de mercado de La Concepción.

A continuación, se presenta un resumen de las decisiones de la municipa-


lidad que sustentaron la conformación, a lo largo de casi 40 años, de una
tríada conceptual en torno a los aspectos de salubridad, aseo y ornato.

61 Zoilo Cuéllar, Roberto Mac Dovall, Estatutos de la Compañía de Aseo y Ornato de la


Ciudad (Bogotá: Imprenta de la Luz, 1899).
Salubridad, aseo y ornato

Tabla 1. Compilación de documentos donde desde distintos ángulos se apela a


los conceptos de salubridad, aseo y ornato

Año Documento Descripción* Autor


1849 Informe del “aseo salubridad y ornato Gobernador
Gobernador Contraeré mas especialmente mis Vicente
de Bogotá a observaciones sobre estos tres ramos Lombana
la Cámara de de policía a la capital, porque es la
Provincia población de la provincia que se en-
cuentra colocada en circunstancias
más desventajosas bajo este respec-
to, porque es la que más conozco, i
porque por punto jeneral [sic] lo que
de ella se diga debe entenderse dicho de
las demás”.

1859 Aseo de la ciudad “El alcalde de la ciudad en uso de sus Alcalde


El alcalde de la facultades i considerando: Bernardo
ciudad “Que el aseo forma el segundo ramo de Trimiño
la policía i que por consiguiente debe
ser objeto de especial atención de
esta, en virtud de que él contribuye
no solamente al ornato de la ciudad,
sino a la conservación de la salud
pública”.

1861 “Policía urbana” “En este ramo seguimos esperimen- Periódico


en Periódico tando [sic] una mejora notable. Se El Colombiano
El Colombiano albean i pintan las casas; se mejoran
los empedrados; i van las calles per-
diendo aquel aspecto inmundo, con
129| que ofendían la vista y la salud a un
tiempo: i no es de lo menos, que ha-
yan dejado de ser mansión de cerdos
i de otros brutos, de ceba i holganza,
que solían disputar hasta las aceras.
Hay motivos para esperar grandes
mejoras en el orden de Salubridad,
Aseo i Ornato de la capital; su Distrito
Federal”.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Año Documento Descripción* Autor


1863 Ordenanza 11 de “Art. 10. Son atribuciones de la Alcalde
1863, Ordenanza Municipalidad: Domingo
Orgánica de la 1. Todo lo relativo [...], al Aseo, Triana
Administración Salubridad, Ornato y Abasto de la
de la Ciudad de ciudad”.
Bogotá.

1872 Acuerdo 2 de 1872 “Que provee de medios a la Salubridad Alcalde


Obras públicas y Ornato de la ciudad”. Ricardo De
Francisco

1874 Acuerdo 14 de “Art.1. Créase un Cuerpo de Celadores Jefe munici-


1875 municipales, encargado especialmen- pal Miguel L.
Celadores de Aseo, te del Aseo, Ornato y Salubridad de la Gutierrrez
Salubridad y ciudad”.
Ornato

1877 Acuerdo 22 de “Que organiza la policía de la ciudad”. Alcalde


1877 Art. 1 Créase un cuerpo de policía en- Clodomiro
Organización de cargado de velar por el Aseo, el Ornato Castilla
la policía de la y la salubridad de la ciudad”.
ciudad

1881 Proyecto de “Sobre aseo, salubridad y algunas Regidor


Acuerdo sobre obras de comodidad y ornato de la Emigdio
Aseo, Salubridad, ciudad de Bogotá”. Palau
Comodidad y
Ornato
|130
1881 Decreto 100 “Sobre policía de aseo y salubridad”. Alcalde
Alejandro
Borda

* Todos los resaltados en itálicas son míos.


Salubridad, aseo y ornato

Año Documento Descripción* Autor


1884 Acuerdo 4 de 1884 “Sobre Aseo y Ornato” Alcalde
Creación de la Art. 3. La administración de este im- Manuel
Junta de Aseo puesto estará a cargo de una Corpo- Solanilla
y Ornato de la ración denominada “Junta de Aseo y
ciudad Ornato de la ciudad”.

1886 Acuerdo 3 de 1886 “Art 4. La Junta de Aseo, Ornato y Alcalde


Creación de Salubridad se compondrá en ade- Higinio
la Junta de lante del Alcalde, el Tesorero y un Cualla
Aseo, Ornato y Regidor que con su suplente nombra-
Salubridad rá anualmente la Municipalidad”.

1886 Informe del presi- “Aseo de la Ciudad - Obras de Ornato Junta de Aseo
dente del Concejo. - Salubridad General”. y Ornato
Sept. 1885 - Feb.
1886

1887 Acuerdo 11 de “Que reorganiza el aseo de la ciudad” Alcalde


1887 Articulo 8. º La Junta de Aseo, Ornato Higinio
Reorganización y Salubridad de que viene tratándose, Cualla
de la Junta de se considerará como Junta Central, y
Aseo, Salubridad procurará establecer y reglamentar
y Ornato, como Juntas subalternas dependientes é
Junta Central inmediatamente subordinas á ella,
en cada uno de los barrios de la ciu-
dad, y en Chapinero, compuesta de
tres miembros activos, presididos
por el respectivo Inspector de Policía
y que tendrán por Secretario al del
Inspector. Los miembros de estas
131| Juntas y sus respectivos suplentes se-
rán nombrados por la Junta Central”.

Fuente: Elaboración propia


* Todos los resaltados en itálicas son míos.

* Todos los resaltados en itálicas son míos.


DEL EDIFICIO A LA CALLE

CRÓNICA DE LA PLAZA CENTRAL DE MERCADO


EN EL SIGLO XX
E
l inicio del nuevo siglo trajo consigo la destrucción de dos obras
de un mismo autor, Juan Manuel Arrubla: la desaparición de
las galerías Arrubla por efecto del incendio ocurrido el 20 de
mayo de 1900 y la demolición de la plaza de mercado de La Concepción
(1920-1926), para la construcción de una nueva que la reemplazara y
que se denominaría Plaza Central de Mercado.

Como balance del impacto de la plaza de mercado de La Concepción


en la ciudad a finales del siglo xix, podemos afirmar que, en efecto,
solucionó el problema de salubridad de los alimentos planteado por Vi-
cente Lombana en 1849, y también implicó soluciones en los campos del
aseo y el ornato, ya que la construcción de la plaza evitó los frecuentes
problemas relacionados con el aseo y la salubridad que se presentaba en
las plazas “a cielo abierto”, lo que permitió, además, que estas plazas
y parques pudiesen dedicarse exclusivamente al ornato de la ciudad.

Sin embargo, la finalización de la plaza a finales del siglo xix solo fue
el inicio de una nueva serie de problemas debidos a su éxito comercial
y a la gran acogida que mantuvo hasta comienzos del siglo xx.1 Esta
situación terminó por desbordar la capacidad del edificio lo que hizo
que la actividad comercial ocupara las calles aledañas, y diera lugar

1 Aunque la insuficiente capacidad de la plaza se venía previendo desde el siglo xix


(véase el Acuerdo 17 de 1874), los problemas, resultado de esta insuficiencia, se evi-
denciarían con mayor notoriedad a comienzos del siglo xx.

133
Figura 1. Incendio de las galerías Arrubla, 1900
Fuente: Eduardo Serrano, Historia de la fotografía en Colombia
(Bogotá: Planeta, 2006)

Figura 2. Plaza de mercado de La Concepción, c. a. 1905


Fuente: Archivo de Bogotá
Del edificio a la calle

a problemas de control asociados a la salubridad e higiene. Estos se


pueden resumir en los siguientes tres aspectos:

1. La falta de higiene y salubridad del edificio y de los alimentos


que se expendían en la plaza.

2. La incomodidad para la compra y venta de los artículos.

3. El deterioro físico y estético del edificio resultado del fuerte uso


a lo largo de casi 40 años de servicio.

En síntesis, las soluciones provistas en el siglo xix se convirtieron,


en el siglo xx, en los problemas que tuvo que enfrentar una nueva
generación de gobernantes.

LA PLAZA DE MERCADO COMO FACTOR


EN LA URBANIZACIÓN DE LA CIUDAD, 1900

Mientras la plaza de mercado de La Concepción entraba en un


periodo de decadencia física, la estrategia de construir plazas de
mercado como factor de urbanización alcanzaba uno de sus puntos
máximos. La relación causal entre plaza de mercado y valorización
de tierras volvía apetecibles terrenos desolados y alejados del centro de
la ciudad, siempre y cuando se construyese en ellos una plaza
135| de mercado. Es el caso del urbanizador Antonio Izquierdo, quien,
en 1900, consideró atractivo construir todo un barrio alrededor de
una plaza de mercado, lugar que no era considerado despreciable e
indigno, sino todo lo contrario, pues en torno a él era ideal habitar
por la facilidad de proveerse diariamente de alimentos y otros enseres
sin recorrer grandes distancias.

Esta mirada alternativa sobre la plaza de mercado no fue nueva para


1900. Lo cierto es que, a pesar de la insistencia de las autoridades por
Plaza Central de Mercado de Bogotá

impulsar la industria en Bogotá, el comercio y la agricultura fueron


las principales alternativas de progreso económico.2 Por ello, la cons-
trucción de plazas de mercado fue, desde el siglo xix, un modo de
impulsar el crecimiento y desarrollo urbano, y hacer negocios con la
urbanización. Así quedó expuesto en el Acuerdo 29 de 1884, en el cual
se argumenta “que con el establecimiento del tranvía se trasladarán
muchos habitantes al caserío de Chapinero y que debe fomentarse este
caserío del Distrito”.3 La relación directa entre plaza de mercado y
desarrollo urbano se impulsó y se estableció por medio de una acción
de fomento, es decir, de una “acción de la administración consistente
en promover, normalmente mediante incentivos económicos o fiscales,
que los particulares realicen por sí mismos actividades consideradas
de utilidad general”.4

La plaza de mercado como pieza esencial de la infraestructura de nuevas


áreas de la ciudad, se ratificó en 1889 con la expedición del Acuerdo 15
“Sobre fomento del barrio Chapinero”, donde se manifiesta cómo, autori-
dades y habitantes, se pusieron de acuerdo para que el entonces caserío
de Chapinero fuera un exitoso modelo urbano. El Acuerdo se estructuró
a partir de tres convenios en los cuales un número igual de donantes
“obsequian” terrenos de su propiedad con la condición de que la muni-
cipalidad construyera allí una serie de edificios que, además de validar
el estatus de Chapinero, incentivara la inversión en este nuevo lugar:

2 En este sentido se expresa Germán Mejía cuando cita a James R. Scobie para co-
mentar el caso bogotano: “El crecimiento de las actividades comerciales y de la |136
burocracia fueron las fuerzas más significativas en el establecimiento del modo de
urbanización porteño, y este modo fue notablemente similar al desarrollado por las
ciudades industrializadas. La expansión comercial y burocrática, por lo tanto, pue-
den estimular el mismo desarrollo urbano que produce la industrialización y dar
como resultado modos similares de crecimiento urbano”. Germán Mejía Pavony, Los
años del cambio. Historia urbana de Bogotá, 1820-1910 (Bogotá: ceja, 1999) 23.

3 Acuerdo 29 de 1884, “por el cual se establece un mercado de víveres en el caserío de


Chapinero”.

4 drae.
Del edificio a la calle

Convenio 1:
1. María del Carmen Carbonell de Moreno cede a título gratuito
al Distrito de Bogotá, un área de terreno que mide cuatro mil
metros cuadrados.
2. María del Carmen Carbonell de Moreno hace esta cesión con
la condición de que reconstruya en el terreno cedido la plaza de
mercado del barrio de Chapinero.5

En efecto, años después, la plaza de mercado de Chapinero terminaría


construyéndose en el lugar donado por la Sra. Carbonell con un presu-
puesto de mil pesos, acción respaldada por el Acuerdo 12 de 1893, “por
el cual se ordena la construcción de dos edificios públicos en la ciudad”.

Estos son los otros dos convenios que se desprenden del Acuerdo 15
de 1889:

Convenio 2:
1. Dionisio Mejía cede, a título gratuito, al Distrito de Bogotá, un
área de terreno que mide tres mil doscientos metros cuadrados.

2. Dionisio Mejía hace esta cesión con la condición de que se cons-


truyan en el terreno cedido los edificios municipales.

Convenio 3:
1. Luis G. Ribas cede, a título gratuito, al Distrito de Bogotá, un
137| área de terreno que mide ocho mil metros cuadrados.
2. Luis G. Ribas hace esta cesión con la condición de que se cons-
truya un parque en el terreno a que ella se refiere.6

5 Acuerdo 15 de 1889, “sobre fomento del barrio Chapinero y aprobatorio de unos con-
venios”. El resaltado en itálicas es mío.

6 Acuerdo 15 de 1889.
Figura 4. Pabellón de víveres en Chapinero
Fuente: Archivo de Bogotá
Del edificio a la calle

Estos convenios permitieron inferir que tanto las autoridades como


los habitantes de finales de siglo consideraban que los edificios más
importantes para constituir una ciudad eran la plaza de mercado, los
edificios municipales, los parques y, por supuesto, la iglesia, la cual
ya funcionaba desde 1875 bajo el nombre de iglesia de Lourdes. Estos
convenios eran realmente negocios, pues estas cesiones a título gra-
tuito valorizaban los terrenos de los donantes por la construcción de
esos edificios y de la infraestructura urbana necesaria, como calles,
andenes y alumbrado.

Llama la atención que la Bogotá de comienzos del siglo XX se concibiera


en este caso a partir del concepto de negociación: de lo económico (la
plaza de mercado), de lo social (el parque), de lo político (los edificios
administrativos) y la negociación o expiación de los pecados (la iglesia).
La negociación, como expresión de mutuos acuerdos entre ciudadanos,
creó un escenario para actividades urbanas que crearan lazos sociales
y propiciaran nuevos ritos y patrones de acontecimientos que, poco
a poco, fueran negando la condición rural de Chapinero para erigirla
como un territorio urbano y parte integral de Bogotá.

El barrio del Mercado

El Barrio del Mercado queda en la misma población de Chapinero. Su


frente oriental sólo dista una cuadra del camellón del Tranvía, y está
139| a unos sesenta metros de la estación del Ferrocarril, a una cuadra del
antiguo Hotel Milton, a tres cuadras del templo nuevo de Chapinero
y formando tres costados de la plaza de mercado de Chapinero ya
construida, la cual se ensanchará con un área de terreno que he regalado.

Antonio Izquierdo, Lotes en Chapinero


Figura 5. Barrio del Mercado
Fuente: Antonio Izquierdo, Lo-
tes en Chapinero (Bogotá: Tipo-
grafía Salesiana, 1900)

Figura 6. Barrio del Mercado, planta general


Fuente: Antonio Izquierdo, Lotes en Chapinero (Bogotá:
Tipografía Salesiana, 1900)
Del edificio a la calle

Antonio Izquierdo promovió como proyecto de lotes al barrio del


Mercado junto con los barrios Quesada y Sucre antes de 1900,7 con
ellos se empezó a tejer una malla urbana que articulaba y conectaba
el caserío de Chapinero con Bogotá.

El barrio del Mercado fue la urbanización más próxima a Chapinero


de las tres que Antonio Izquierdo había proyectado, una urbanización
compuesta por cinco manzanas que de oriente a occidente estaban
atravesadas en el costado norte por la quebrada de Las Delicias, en la
zona comprendida entre las calles 58 y 61 entre la avenida Caracas y
la carrera 16, al norte de Bogotá. La vocación comercial de este sector,
el cual contaba con una estación del ferrocarril, pabellón de víveres
y hotel, fue reconocida por Izquierdo, quien la reforzó aún más con
la promesa de construir una nueva plaza de mercado.

La plaza de mercado como argumento de venta confirma el poder que


ostentaba este equipamiento como polo de atracción y de valorización
de los terrenos, y surgió de la experiencia de los lotes que se vendieron
alrededor de la plaza de mercado del barrio Las Nieves:

Ha demostrado la experiencia que, en los últimos diez años, lotes de


tierra que se vendieron a menos precio a que yo ofrezco vender los
míos, han aumentado en cuarenta tantos su valor, como sucedió con
algunos del barrio de las Nieves, que vendidos a treinta centavos la
vara cuadrada, se venden hoy a razón de doce pesos. En consecuencia,
141| la primera ventaja de los compradores será colocar su capital en ne-
gocio que dará ganancia segura sin esfuerzo de ninguna clase.8

Otro de los argumentos utilizados como estrategia de venta fue el


mismo sector de Chapinero; sus condiciones del momento y su futuro

7 Antonio Izquierdo, Lotes en Chapinero. En este documento se encuentran testimo-


nios de compradores de algunos de estos lotes fechados en 1898.

8 Antonio Izquierdo 5.
Figura 7. Barrio del Mercado. Vista norte de Chapinero, c. a. 1900
Fuente: Antonio Izquierdo, Lotes en Chapinero (Bogotá: Tipografía Salesiana, 1900)
Figura 8. Lotes del barrio del Mercado, c. a. 1900
Fuente: Antonio Izquierdo, Lotes en Chapinero (Bogotá: Tipografía Salesiana, 1900)
Plaza Central de Mercado de Bogotá

lo perfilaban como un nuevo modelo de ciudad que presentaba ventajas


de las que carecía Bogotá: calles anchas y planas, acompañadas de
elegantes quintas, próximas al que sería el futuro barrio del Mercado.
Todo lo anterior hacía que Chapinero empezara a dejar de ser visto
como un caserío:

Chapinero es un gran barrio con dos ó tres mil habitantes, fijos,


número que se eleva hasta cinco mil en tiempos de verano. La
hermosa iglesia de Nuestra Señora de Lourdes es, por su orden
arquitectónico y el lujo de su decoración, la primera de Colombia.
Actualmente se trabaja en el Acueducto que ha llevado allí las aguas
de puras y magníficas corrientes que pasan por el caserío. El alum-
brado eléctrico no será el intermitente y modesto de que ha “gozado”
Bogotá, sino que tendrá la luz incandescente, contratada ya, según
parece, para la ciudad. Las calles son anchas, planas y rectas, el sitio
que ocupa presenta amplio campo para edificar, sin necesidad de
que las casas trepen á cerros inaccesibles.9

La vigencia de las plazas de mercado como atractivo urbano se prolongó


por muchos años más, y se extendió a otros lugares como el barrio Santa
Teresita. La compañía Dávila Holguín y Liévano proyectó, para 1927,
la urbanización de Santa Teresita, la cual incluía dos generosas áreas
como atractivos urbanos para los posibles compradores: la iglesia y el
edificio para la plaza de mercado.

Posteriormente, estas intenciones iniciales se reafirmaron en un segundo |144


proyecto para la misma urbanización a cargo ahora del ingeniero ar-
quitecto Guerra Galindo, quien amplió el repertorio de equipamientos,
análogos a los usados para el barrio Chapinero en 1889: iglesia, edificios
comunales y, por supuesto, una plaza de mercado.

9 Antonio Izquierdo 20.


Figura 9. Quinta del barrio del Mercado, c. a. 1900
Fuente: Antonio Izquierdo, Lotes en Chapinero
(Bogotá: Tipografía Salesiana, 1900)
Figura 10. Urbanizaciones sanitarias La Merced y avenida
de Santa Teresita
Fuente: Dávila Holguín y Liévano (1927)

Figura 11. Detalle de la iglesia de Figura 12. Detalle de plaza de mercado


Santa Teresita Fuente: Dávila Holguín y Liévano (1927)
Fuente: Dávila Holguín y Liévano
(1927)
Figura 13. Urbanización de Santa Teresita. Ingeniero
arquitecto Guerra Galindo (1928)
Fuente: Dávila Holguín y Liévano (1927)
Plaza Central de Mercado de Bogotá

PLAZA Y BUROCRACIA, 1900-1917

Para el inicio del siglo xx, la plaza de mercado era la institución que
mejor renta le producía al municipio, lo cual contrastaba con sus con-
diciones físicas y de salubridad, por lo cual el Concejo de Bogotá enfocó
sus esfuerzos hacia su mejoramiento y expidió el Acuerdo 4 de 1900:

Considerando:
1. Que hace más de un año que se promovió por el Concejo un
concurso de ingenieros-arquitectos para el levantamiento de
planos de mercados cubiertos;
2. Que presentados los planos y nombrado el jurado examinador,
el informe de este no fue favorable á ninguno de los proyectos
presentados, por no reunir condiciones adaptables á las cos-
tumbres y necesidades de esta Ciudad;
3. Que posteriormente se contrataron nuevos planos con un
arquitecto extranjero,10 que hasta la fecha no los ha pre-
sentado; en todo lo cual se han hecho gastos de consideración
infructuosamente;
4. Que es de suma importancia emprender, lo más pronto posible,
la reconstrucción de la plaza de mercado central; pues como
hoy existe constituye un permanente foco de insalubridad.11

En este acuerdo se creó la Junta de Plazas de Mercado, un organismo


integrado por el alcalde, el ingeniero municipal y tres miembros de la
municipalidad, encargados de adelantar las obras requeridas: |148

Art. 2 Esta Junta tendrá facultad para adoptar los planos que crea
convenientes, siempre consultando, tanto la índole y costumbres de
los habitantes de la ciudad, como la circunstancia de poderse llevar

10 El arquitecto extranjero al que se refieren aquí los concejales es Gastón Lelarge.

11 Acuerdo 4 de 1900, “por el cual se reglamenta la reconstrucción de la plaza de La


Concepción, y se autoriza la construcción de otras plazas de mercado”.
Del edificio a la calle

a cabo, en cuanto sea posible, con elementos del país; lo mismo que
las indispensables condiciones, de solidez, ventilación, elegancia e
higiene.12

Por otra parte, hubo una municipalización: la Junta de Plazas de


Mercado debía asumir directamente la responsabilidad administrativa
y la dirección de obras de las plazas de mercado.

Art 3. Será deber de la Junta emprender los trabajos por el sistema


de administración; nombrar los empleados que crea convenientes,
asignar el valor de los jornales, sueldo de sobrestantes y la adqui-
sición de materiales […] y finalmente, vigilar en cuanto sea posible
a fin de que no haya despilfarro en los intereses que se le enco-
miendan.13

Este esquema de administración constituyó un viraje respecto al


tradicional sistema por concesión a particulares, el cual había sido
objeto de fuertes críticas, pues las ganancias producidas por las plazas
iban directamente a las arcas del contratista privado durante un largo
periodo. El Concejo determinó también que para la construcción de la
nueva plaza de La Concepción se asignara una partida de cincuenta
mil pesos, que serían administrados por la Junta, la cual debía rendir
cuentas pormenorizadas en los libros de la Tesorería Municipal.

La Junta de Plazas de Mercado estaba compuesta por los señores


149| Ricardo Morales y Zoilo Cuéllar como alcalde e ingeniero municipal,
respectivamente, y los señores José Manuel Restrepo, Luis María
Pardo y Julián Lombana como miembros. Se reunieron por primera
vez el 17 de octubre de 1900 y tomaron como primera medida “exigir
al Sr. Gastón Lelarge la inmediata presentación de los planos que con
él había contratado la Junta de Obras Públicas antes del incendio de

12 Acuerdo 4 de 1900.

13 Acuerdo 4 de 1900.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Las Galerías”;14 un mes después, los miembros de la Junta revisaron


los planos contratados en la casa del arquitecto Lelarge y manifies-
taron su acuerdo con el trabajo adelantado hasta el momento. Lelarge
prometió entregar los planos en breve término, lo cual solo ocurrió
el 8 de marzo de 1901, es decir, cuatro meses después de la visita de
la Junta. El mismo día, la Junta se reunió para analizar los planos y
el presupuesto del proyecto, el cual ascendía a la suma de $1 000 000
de pesos.15 Al mismo tiempo, el arquitecto Lombana, miembro de
la Junta, informó que estaba preparando un plano alternativo de
su autoría, por lo que la Junta decidió esperar a que el arquitecto
Lombana presentara su plano para enviarlo, junto con los planos de
Lelarge, al examen de la Junta Central de Higiene.

En la misma reunión, el tesorero municipal informó a la Junta de


Plazas de Mercado sobre la notable disminución de las rentas muni-
cipales debido a la guerra civil que vivía el país y a que el gobierno
departamental había tomado dineros pertenecientes al municipio,
por lo que el tesorero municipal conceptuó que no se debía comenzar
ninguna obra en ese momento “porque se correría el riesgo de que
al demoler una o más galerías de la actual plaza de mercado, no se
pudiese construir el nuevo proyecto en breve término”.16

14 Ricardo Morales, Informe de la Junta de Plazas de Mercado al honorable Concejo


Municipal. Bogotá, jun. 7, 1901.
|150
15 La diferencia entre el presupuesto asignado a la plaza ($50 000), y el presupuesto
presentado por Lelarge ($1 000 000) se explica por efecto de las consecuencias mone-
tarias de la guerra de los Mil Días: “El desorden monetario y fiscal vivido por el país
como consecuencia de la guerra civil, lo enfrentó a la inflación más grande de su his-
toria, a devaluaciones nominales nunca vistas y a grandes fluctuaciones en la tasa de
cambio”. Adolfo Meisel Roca et al., El Banco de la República: antecedentes, evolución
y estructura (Bogotá: Banco de la República, 1990).

16 Ricardo Morales, Informe de la Junta de Plazas de Mercado al honorable Concejo


Municipal.
Del edificio a la calle

Finalmente, el 30 de abril de 1901, Julián Lombana presentó su pro-


yecto de plaza de mercado con un presupuesto de obra que llamó la
atención de los miembros de la Junta por ascender a la escasa suma de
$497 972, lo que llevó a hacer algunos cuestionamientos sobre los bajos
precios de algunos materiales. Terminado el proyecto de Lombana, se
adjuntó al de Lelarge para ser presentados a la Sociedad Colombiana
de Ingenieros y a la Junta de Central de Higiene. Ninguno de estos
proyectos para la nueva plaza de mercado se realizó, probablemente
por la guerra civil entre liberales y conservadores que sumía al país
en un estado de caos y desorden. La Junta de Plazas de Mercado fue
derogada en 1902 por el alcalde Abraham Aparicio y los fondos previstos
para la plaza se destinaron a la construcción del Palacio Municipal
con el argumento de que “los recursos existentes son insuficientes
para la construcción de la plaza” y, además, porque “la más urgente
necesidad del Distrito” era construir un Palacio Municipal teniendo
en cuenta que desde el incendio de las Galerías en 1900 el municipio
carecía de unas oficinas apropiadas.17

Preferir la construcción de un palacio por encima de la plaza de mercado


dejó en un limbo administrativo cualquier posibilidad de intervención
o construcción en la plaza, y explica las pocas menciones que de ella
se hacen en el Concejo Municipal durante la primera década del siglo
xx, exceptuando los memoriales de los ciudadanos y vivanderos que se
quejaban de problemas como goteras en las cubiertas y alcantarillas
cerradas, a los cuales se les prestaba poca o ninguna atención. A su
151| vez, el Concejo Municipal decidió respaldar la iniciativa de un grupo
de vecinos del barrio Las Nieves encabezados por el Sr. Eduardo
Gerlein, quienes desean construir una plaza de mercado cubierta en el
terreno que el municipio había comprado en 1897 al Dr. Adolfo Vargas

17 Acuerdo 18 de 1902, “por el cual se ordena la construcción del Palacio Municipal y se


destinan fondos”.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

para ese fin,18 ubicado en la actual la esquina de la carrera 10.ª con


calle 20. Una de las principales razones por las que la municipalidad
decidió apoyar esta iniciativa, en lugar de resolver los problemas del
mercado de La Concepción, fue que los dineros para la construcción
de la plaza de mercado de Las Nieves habían sido provistos por una
compañía privada.

La compañía constructora de la plaza de mercado de Las Nieves se


constituyó oficialmente con el nombre de Fondo Agrario, esta firmó el
contrato de construcción con el municipio19 e inició trabajos en 190520
siguiendo los planos del arquitecto Alfredo Ortega:

Figura 14. Fachada de la plaza de mercado del barrio


de Las Nieves del arquitecto Alfredo Ortega (1903)
Fuente: Alfredo Ortega (1924), La arquitectura de Bogotá
|152

18 Eduardo Gerlein et al., Memorial de los vecinos del barrio las Nieves solicitando se les
autorice a construir la plaza de mercado de ese barrio [Bogotá] sep. 22, 1902.

19 Acuerdo 10 de 1904, “por el cual se aprueba un contrato sobre construcción de una


plaza de mercado en el barrio de las Nieves de esta ciudad, en un lote de propiedad
del Municipio”.

20 Alfredo Ortega, La arquitectura de Bogotá (Bogotá: Minerva, 1924. [También en:


Colección Facsimilar Proa, 1988]).
Figura 15. Mercado para el barrio de Las Nieves
del arquitecto Alfredo Ortega (1903)
Fuente: Archivo de Bogotá
Figura 16. Plaza de mercado del barrio Las Nieves, c. a. 1915
Fuente: Sociedad de Mejoras y Ornato
Del edificio a la calle

El diseño planteado por el arquitecto Ortega cumplió estrictamente los


lineamientos exigidos por la Junta Central de Higiene en su Acuerdo
de 1903 “sobre plazas de mercado”, siguió el sistema de pabellones y
prestó cierta atención a la estética y la composición de las fachadas.
Este fue el primer edificio de mercados de la ciudad que implementó
una jerarquización en la distribución de los espacios de acuerdo con
el tipo de alimentos que se expendían. Si bien la construcción de esta
plaza implicó una descongestión temporal del mercado de La Con-
cepción, su capacidad también se colmó rápidamente.

El periodo entre 1910 a 1917 se caracterizó no tanto por las acciones


de la administración pública, sino por las iniciativas de distintas
compañías privadas interesadas en el proyecto para la reconstrucción
de la plaza de mercado de La Concepción, encabezadas por ingenieros
y arquitectos nacionales e internacionales.

En 1910, el equipo conformado por Escipión Rodríguez y Pedro Uribe


obsequió al Concejo Municipal un proyecto para la reconstrucción
de la plaza de mercado de La Concepción “construible por etapas,
buscando no interrumpir el servicio de la actual plaza”. A esta so-
licitud se añadió, posteriormente, una carta de intención enviada
desde Costa Rica, en 1914, por A. L. Moreno, y dirigida al director de
Obras Públicas Municipales, ingeniero Joaquín Fonseca, comentando
que había “recibido informes de que la ciudad de Bogotá necesita un
nuevo edificio para su mercado, que reúna en sí todos los adelantos
155| modernos para asegurar su buena construcción, higiene y comodidad”,
por lo que manifestó su disposición de construir el edificio y financiar
los costos de construcción pagaderos en el término de “23,78 años”,
por lo que solicitó datos específicos del terreno, costos de materiales,
mano de obra e impuestos.

A pesar de que estas propuestas fueron presentadas de manera inme-


diata a los miembros del Concejo, este organismo se abstuvo de tomar
cualquier decisión, y solo anotó en cada una de ellas: “Dese cuenta y
Plaza Central de Mercado de Bogotá

téngase en cuenta para cuando se ocupe el Concejo de ese asunto”, sin


llegar a ninguna resolución.

Quizá la iniciativa más completa y detallada para un nuevo edificio


de mercado público fue la presentada por el ingeniero y arquitecto
Alberto Manrique Martín en octubre de 1915, que dejaba entrever
cuál era la concepción arquitectónica para una plaza de mercado en
la segunda década del siglo xx, y en la cual se asociaba la condición
de “moderno” con el uso del cemento armado:

Memoria descriptiva de la plaza de mercado


La plaza de mercado, proyectada para construir en el mismo
lugar que hoy ocupa la actual plaza denominada de La Concepción
tendrá un área de 6 400 m. c. o sean 80 m por lado, es decir dejándole
a las calles adyacentes un ancho de 10 m más, con el fin de hacer más
cómodo el tráfico en aquella parte de la ciudad.
Se ha proyectado de cemento armado en hierro por reunir estos
dos materiales la doble ventaja de prestar mayor facilidad a las con-
diciones de seguridad é higiene tan importantes en un edificio des-
tinado a un servicio público de tanta actividad. Inútil es hablar de
la seguridad que prestan las construcciones modernas en cemento
armado, por ser esa una cosa ya comprobada en toda clase de edifi-
caciones y en todas partes del mundo.
El edificio consta en su primer piso de (16) almacenes por cada
lado con acceso a la calle: estos almacenes tienen además una plaza
interior que servirá de dormitorio, reservado &. |156
Par dar fácil acceso al interior de la plaza, existen cuatro grandes
entradas en la mitad de cada lado del edificio, de 6 m de luz. Estas
entradas son perfectamente abiertas hasta arriba del nivel con
las azoteas, y terminan con grandes cubiertas de hierro y vidrio;
de manera que proyectan una gran cantidad de luz en el interior.
Inmediato a las entradas existen en cada cuarta parte del edificio, 2
amplias escaleras de cemento armado de (0.30 por 0.15 por 3 m.; de
Del edificio a la calle

manera que en su totalidad existen para el edificio ocho escaleras,


que suficientemente dán [sic] fácil acceso al piso superior.
Existen además, en el primer piso: cuatro hermosos patios de 14
metros por cada lado; los cuales también irán con sus respectivas cu-
biertas de vidrio; con el fin de aprovechar así la superficie de patio y
poder derivar de ella, puestos o espacios que se arriendan.21

En esta propuesta es muy pertinente que el arquitecto Manrique haya


contemplado la ampliación de las vías circundantes para facilitar la
circulación peatonal y vehicular alrededor de la plaza, y, además, que
se permita el estacionamiento de vehículos para carga y descarga de
artículos. Por otra parte, en este diseño de plaza se integraron dos
tipos diferentes de comercio: uno dedicado a la venta de artículos no
perecederos como textiles y enseres que se ubicaban en almacenes
individuales alrededor del perímetro del edificio y con acceso desde
el exterior de la plaza, y otro enfocado en la comercialización de
artículos perecederos como los alimentos organizados en el interior
de la plaza. De esta manera se confirmaba la necesidad de continuar
mezclando diferentes tipos de artículos para la venta, como una forma
de garantizar el éxito comercial de la plaza de mercado.22

En el centro del edificio se proyectó una rotonda ó cuerpo cilíndrico


de dos pisos de (9 m) de radio o sea de (18 m) de diámetro; en torno de
la cual existen (9) almacenes en parte baja é igual número en la alta.
Rodeando dicha rotonda, hay una escalera de 2 metros de ancho, y
157|
21 Alberto Manrique Martín, Memoria descriptiva de la plaza de mercado [Bogotá] oct.
1915.

22 A este respecto se manifiesta el concejal Ricardo Amaya en 1904 al afirmar “Como


en la actualidad entre nosotros no pueden construirse plazas de mercado sin estos
locales que son los que producen renta suficiente, y como no hay capital que se in-
vierta en un negocio sino con el objeto de obtener una utilidad que no se conseguiría
como se ha dicho si no se construyen estos almacenes”. Informe sobre plazas de mer-
cado [Bogotá] abr., 1904.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

cuyo desarrollo para subir al 2.º piso es de (56.58 m) […]. En el interior


de la rotonda, existen en un espacio suficientemente claro y capaz, los
W.C. del primer piso, y análogamente en el 2.º.
Pasando al 2.º piso, se encuentra según el plano; grandes ga-
lerías por cada lado del edificio las cuales se destinan a los diferentes
puestos ú espacios alquilables para fruta, carnes &.&. En esta parte
del edificio se ha tenido en cuenta su ventilación, existiendo para el
efecto, como se ve en el alzado del plano, grandes rejas de hierro co-
locadas de trecho en trecho.
En cada una de las esquinas del edificio se proyectó una oficina
suficientemente clara y espaciosa; de manera que existen cuatro de
estos locales que forman el 3.er piso, los cuales se destinarán al ser-
vicio de la administración.
Estos locales quedan al nivel de las azoteas que cubren el resto
del edificio; las cuales sirven para depositar objetos que no dete-
rioren a la intemperie, y para colocar los tanques del agua para el
buen servicio del mercado.
A. Manrique Martín I.C. Octubre /1523

A pesar de lo detallado y elaborado de la propuesta, aún se trataba


de un edificio de diseño ingenieril que no jerarquizaba los espacios
de acuerdo con los usos previstos; por ejemplo, los espacios dedi-
cados a la venta de textiles tenían el mismo carácter y proporción
que los dedicados a la venta de enseres. Por lo que, en esta memoria
descriptiva, llama la atención la ausencia de cualquier mención de
las condiciones estéticas del edificio, lo que refuerza su condición de |158
proyecto de ingeniería, que además de estar organizado de manera
simétrica y con una sencilla distribución interior que atendía a la
circulación y el tránsito de las personas, no preveía el diseño de de-
pósitos de almacenamiento, fundamentales en este tipo de edificios.

23 Alberto Manrique Martín, Memoria descriptiva de la Plaza de Mercado [Bogotá]


oct., 1915.
Del edificio a la calle

LA FUGA DE LAS MUSAS: EL CONCURSO PARA


LA PLAZA CENTRAL DE MERCADO, 1917

Después de más de 15 años del último intento de la Junta de Plazas


de Mercado por reconstruir la plaza de mercado de La Concepción, y
tras múltiples solicitudes hechas por la ciudadanía y de artículos en la
prensa con quejas por el estado material de la plaza, la municipalidad
citó un nuevo concurso público mediante el Acuerdo 6 de 1917, “por el
cual se abre un concurso y se otorga un premio (plaza de mercado)”, en
el que se establecieron unas bases que posibilitaban la remodelación
de la plaza existente o su demolición total y por etapas para construir
una totalmente nueva.

Durante el primer semestre de 1917, la Dirección de Obras Públicas,


en cabeza del ingeniero Carlos Andrade, se dio a la tarea de concebir
y redactar las bases del concurso que recogían, de manera general,
los requisitos arquitectónicos de una plaza de mercado y el modo de
llevar a cabo su construcción. El pliego de condiciones se publicitó en
grandes afiches que fueron colocados en espacios visibles de la ciudad
que ilustraban los criterios básicos de terreno, cronograma, jurado
calificador, valor del premio y presupuesto de la obra.

Uno de los aspectos que resultó crucial en este concurso fue el terreno; las
bases planteaban que el lugar y área de construcción de la nueva plaza
debían corresponder al sitio original, es decir un terreno de 100 m × 100 m
159| ubicado en el sector de lo que hoy se conoce como San Victorino (carrera
10.a con calle 10.a). Esta decisión, sin embargo, tuvo consecuencias in-
sospechadas en el destino del concurso.

En el concurso se fijó un plazo de cuatro meses, al cabo de los cuales


se reuniría el jurado calificador, el cual “dispondría de todo el tiempo
necesario para revelar su fallo”. El premio ofrecido para el concursante
cuyo proyecto resultara ganador consistía en la suma de mil pesos oro
($1000); el jurado calificador estuvo conformado por el presidente de
Figura 17. Concurso para levantar planos. Bogotá, junio 6 de 1917
Fuente: Archivo de Bogotá
Del edificio a la calle

Figura 18. Detalle de plaza de mercado.


Concurso para levantar planos
Fuente: Archivo de Bogotá

la Sociedad Colombiana de Ingenieros, el director de Obras Públicas


del municipio, el presidente de la Junta Central de Higiene de Bogotá
y un miembro del Concejo Municipal.

Una vez explicadas las condiciones generales, la convocatoria de-


sarrollaba los requerimientos específicos del edificio, los cuales se
argumentaban con los criterios conceptuales de higiene, comodidad24
y elegancia así:

Argumentaciones sobre la higiene

161| 1. El piso al nivel del suelo debe ser de cemento o asfalto y acondi-
cionado para que las aguas-lluvias no formen depósito, es decir,
provisto de desagües con sus correspondientes sifones y calcu-
lados de manera que en caso de un aguacero de sesenta milímetros
no se produzcan inundaciones. Estos desagües correrán a las al-
cantarillas adyacentes […].

24 “8. Podrán admitirse en el concurso proyectos y planos que tengan por base la reedi-
ficación de la actual plaza de mercado […], reuniendo las condiciones de higiene y co-
modidad estipulados en las condiciones anteriores […]”. Plaza de Mercado. Concurso
para levantar planos [Bogotá] jun. 8, 1917.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

2. La edificación perimétrica debe reposar sobre sólidos cimientos


de piedra y ser de ladrillo prensado o de cemento armado. La cu-
bierta debe ser metálica o de pasta artificial para que cumpla la
condición de ser poco pesada.
Debe consultar esta edificación la ventilación, el buen servicio
de aguas y todos los detalles concernientes a la conservación y fácil
expendio de los víveres, mercancías, etc., y a la higiene del local.25

El texto recogía de manera casi literal los planteamientos hechos por


la Junta Central de Higiene en su “Acuerdo sobre plazas de mercado”
de 1903, con un énfasis higiénico en las condiciones del suelo, la ven-
tilación y el cubrimiento de las áreas de expendio de alimentos.

Argumentaciones sobre la comodidad

1. El edificio no debe contener sino un piso alto destinado a los si-
guientes usos:
Depósitos de granos y patatas
Almacenes de ropa y mercancías
Oficinas para los empleados del servicio del mercado
2. El piso del nivel del suelo estará destinado para la venta de comes-
tibles y puede ser dividido así:
El perímetro lo compondrá una edificación de mampostería des-
tinada a almacenes de servicio para las calles y carreras y para el
interior de la plaza. Estos almacenes deberán estar acondicionados |162
para la venta de víveres de dueños directos o de revendedores.
El área central podrá dividirse en cuatro patios descubiertos y
separados por andenes cubiertos formando una cruz. Estos andenes
pueden tener una disposición análoga al andén de la estación de fe-
rrocarril de la Sabana, es decir, con los desagües hacia los muros.

25 Plaza de Mercado. Concurso para levantar planos [Bogotá] jun. 8, 1917.


Del edificio a la calle

Toda esta área central será destinada a los vivanderos o pe-


queños negociantes, y sus diferentes compartimentos estarán do-
tados de mesas, mostradores, y bancas adecuadas para la facilidad
de la venta y el cómodo tráfico de los compradores.
Deben proyectarse cubiertas de lona o de otra materia impermea-
ble que protejan los víveres etc., en las horas de lluvia. Los proyectos
para esta clase de cubiertas son libres en el concurso.
3. La colocación de los W.C. debe consultar la comodidad y su
fácil acceso.26

La condición de comodidad aplicada a la arquitectura se planteó aquí


a partir de una organización jerárquica de los espacios, acorde con las
características de cada producto, de manera que se estableció un vínculo
directo entre la forma arquitectónica y el tipo de hábitat requerido.
Por otro lado, resulta interesante ver cómo esta forma de concebir la
distribución interior del edificio repitió una tipología ya utilizada en
otras plazas del país, como la de Popayán o Medellín, lo que significa
que las experiencias nacionales en la construcción de mercados públicos
fueron consideradas por el Concejo y aplicadas al caso bogotano.

Argumentaciones sobre la elegancia

1. Las fachadas del edificio deben cumplir las reglas de buen


gusto, y las entradas y salidas dispuestas conforme a la mayor
163| comodidad del tráfico, y hasta donde sea posible, de acuerdo
con la idiosincrasia de los moradores de la ciudad.

Plaza de Mercado. Concurso para levantar planos

La apariencia exterior de la nueva plaza de mercado debía seguir “las


reglas del buen gusto”, en otras palabras, se hacía un llamado a aplicar

26 Plaza de Mercado. Concurso para levantar planos [Bogotá] jun. 8, 1917.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

normas académicas y objetivas basadas en la armonía, la simetría y


las proporciones en boga para ese momento. Llama la atención que
el “buen gusto” fuese indispensable para la arquitectura, pero, sobre
todo, que esta condición estética pudiera ser reglamentada para evitar
la fealdad. Es importante aclarar que esta búsqueda de la elegancia
en la arquitectura no se restringe a un manual de instrucciones para
hacer una arquitectura bella; por el contrario, la habilidad del arqui-
tecto se fundamentaba en su destreza y talento para jugar, mezclar y
componer ritmos y proporciones, volúmenes y ornatos, por lo que la
elegancia no aparecía solamente en las fachadas del edificio, sino en
cada parte susceptible de estar a la vista.

Por otra parte, el llamado a que los proponentes tuvieran en cuenta


la idiosincrasia de los habitantes demuestra que la arquitectura de
la nueva plaza de mercado debía ser acorde y sensible a la naturaleza,
temperamento y carácter de los ciudadanos, y contraviene la idea
generalizada según la cual la arquitectura hecha en este periodo re-
sultaba de la importación de modelos europeos ajenos a las realidades
y a las expresiones del sentir local.

Modificaciones al pliego de condiciones

Como se afirmó anteriormente, el concurso se había convocado man-


teniendo el terreno de 100 m x 100 m para la construcción de la plaza,
pero el Concejo y la Dirección de Obras Públicas reconocieron tardía- |164
mente que mantener estas dimensiones constituía un grave error, pues,
de esta manera, se conservaría el ancho típicamente colonial de las
calles adyacentes, lo que evidentemente resultaba insuficiente para
el tráfico peatonal, vehicular y de carga de un mercado público. De
manera intempestiva, el 25 de agosto de 1917, es decir, seis días antes
del cierre del concurso, el Concejo emitió una nueva publicación en
la que cambiaba la dimensión del terreno, reduciéndolo a 90 x 90 m,
y amplió el plazo de entrega en dos meses:
Figura 19. Concurso para levantar planos. Bogotá, agosto
25 de 1917
Fuente: Archivo de Bogotá
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Figura 20. Detalle de Concurso para Figura 21. Detalle de Concurso para
levantar planos. Terreno de 100 m x 100 m levantar planos. Terreno de 90 x 90 m
Fuente: Archivo de Bogotá Fuente: Archivo de Bogotá

Este cambio implicaba para los concursantes el rediseño de los pro-


yectos y un nuevo dibujo de todos los planos, lo que explica por qué, a
pesar del gran interés de particulares por la construcción de la nueva
plaza, solo se presentaron dos concursantes a la entrega final de los
proyectos dos meses después del plazo fijado inicialmente.

Si bien resulta comprensible la decisión del Concejo de disponer de


vías más anchas para la plaza, no se entiende por qué se manifestó
tan tarde, más aún cuando previamente se conocía la conveniencia
de contar con vías mayores, pues en el proyecto presentado dos años
antes por el arquitecto Alberto Manrique Martín se había hecho esta
consideración y contemplaba, incluso, un terreno de construcción
menor, con un área de 80 m x 80 m que otorgaba 20 m adicionales
para suplir las necesidades de circulación y tráfico del mercado público.

El fallo de los jurados |166

El 9 de noviembre de 1917, el jurado calificador27 abrió las propuestas


de los dos únicos concursantes identificados con los seudónimos

27 El jurado calificador estaba compuesto por Francisco Casas como representante de


la Sociedad Colombiana de Ingenieros, Pablo García Medina, representante de la
Junta Central de Higiene, el ingeniero Laureano Gómez, representante del Concejo
Municipal, y el ingeniero Alberto Dupuy, como director de Obras Públicas.
Del edificio a la calle

de “Francisco de Sales”28 y “Alfa+Beta i”. La sesión de esta Junta


Calificadora se suspendió, pues equivocadamente se citó al director
de Higiene y Salubridad, Dr. Cenón Solano, en lugar del presidente
de la Junta Central de Higiene, Dr. Pablo García, y se reanudó tres
días después. El jurado calificador estudió detenidamente los planos
y las memorias descriptivas y técnicas de los dos proyectos, y llegó a
la siguiente conclusión:

Ninguno de los dos proyectos satisface completamente desde el


punto de vista higiénico y de su disposición general, pero habida
consideración a que ambos revelan trabajo de sus autores y a que
tanto en el uno como en el otro hay ideas e indicaciones apreciables,
La Junta Calificadora conceptúa que sería equitativo dividir el
premio por partes iguales entre los dos concursantes, y al efecto, la
Junta comisiona al Director de Obras Públicas para que presente al
concejo un proyecto de acuerdo en desarrollo de esta opinión.29

Se trató del fallo de un jurado que, en medio del desconcierto, buscaba


sacar el mejor partido de la situación y aprovechar los proyectos
presentados para tratar de solucionar, en parte, los problemas que se
habían planteado en el concurso. En primera instancia, trató de res-
catar las ideas expuestas en los planos para conformar, posteriormente,
un proyecto de plaza de mercado que reuniera todas las condiciones
requeridas; en segunda instancia, reconoció el trabajo expuesto por
los concursantes, por lo que decidió recompensarlo repartiendo entre
167| ellos el dinero del premio.

28 Años más tarde se descubrió que este seudónimo correspondía al Sr. Guillermo
F. Klatt.

29 Junta Calificadora del Concurso de planos para la plaza de mercado de La Concepción


[Bogotá] nov. 12, 1917.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

La Junta considera que mientras el Concejo no resuelva definitiva-


mente sobre el asunto, no es el caso de abrir los pliegos sellados que
contienen los nombres de los autores. Estos pliegos quedan en poder
del director de Obras Públicas.30

Esta decisión implicó que durante más de dos años no se conociera


el resultado del concurso. Solo hasta el 18 de noviembre de 1919, el
Concejo determinó que el concurso se declarara desierto y ordenó
que se les informase a los interesados que “sus propuestas no dejaron
satisfecha a la Junta Calificadora”31, sin hacer mención alguna acerca
de la promesa de repartir el dinero del premio entre los participantes
del concurso, decisión que jamás se hizo realidad.

En el informe final de la administración municipal que tuvo a cargo


el desarrollo de este concurso (1917-1919) firmado por el ingeniero
Zoilo Cuéllar, se omitió cualquier referencia a los problemas del
concurso y se limitó a comentar respecto al edificio de la plaza de
mercado, que “es absolutamente indispensable reconstruirlo y aún
construir otro moderno, más alejado del centro”,32 y añadió que el
Concejo había venido gestionando la consecución de un empréstito
para la reconstrucción de la plaza, “el cual no ha sido posible debido
a la guerra mundial”.

30 Junta Calificadora del Concurso de planos para la plaza de mercado de La Concepción


[Bogotá] nov. 12, 1917. |168
31 Santiago Castro, Informe relativo al concurso para la plaza de mercado [Bogotá] nov.
18, 1919.

32 Zoilo Cuéllar, Informe del presidente del Concejo Municipal de Bogotá Doctor Zoilo E.
Cuéllar B. ante la misma corporación sobre las tareas de esta en su periodo de 1 de no-
viembre de 1917 a 31 de octubre de 1919 (Bogotá: Imprenta Municipal, 1919) 56.
Del edificio a la calle

El fracaso del concurso de arquitectura para la plaza de mercado en


1917 cerró un ciclo de iniciativas públicas y privadas, de las cuales
solo una (la plaza de carnes) se llevó a cabo a lo largo de 24 años. Esto
reveló un gran interés por mejorar las condiciones higiénicas de la
nueva plaza, y a la vez, una gran ineptitud en las gestiones adminis-
trativas. En resumen, las estrategias de gestión para la construcción
de la plaza de mercado se pueden enmarcar en dos ópticas:

Las iniciativas privadas: En este marco, la idea era que inversionistas


privados diseñaran y construyeran con sus propios recursos la plaza
de mercado, previa aprobación del proyecto arquitectónico por parte
de la municipalidad (Junta Central de Higiene y Concejo Municipal);
en contraprestación, la municipalidad cedía a los inversionistas los
derechos por arrendamiento de los locales por un tiempo determinado
que oscilaba entre veinte y cincuenta años.

Las iniciativas públicas: Los concursos de arquitectura fueron el otro


método que la municipalidad utilizó para encontrar respuesta al
problema de los mercados públicos. En este caso, la municipalidad
planteaba unos pliegos de condiciones abiertos al público y el costo de
realización de los planos del proyecto era asumido por los concursantes,
quienes los presentaban ante un jurado calificador con la posibilidad
de obtener un premio en dinero y la posibilidad de dirigir las obras, en
caso de que su proyecto fuese elegido como ganador. Una variante de
esta modalidad consistió en la contratación directa de un arquitecto
169| particular que diseñara el proyecto, y posteriormente la municipalidad
se encargaría de construirlo.

A continuación, se resumen las distintas alternativas que se presentaron


entre 1891 y 1917 para construir una nueva plaza que reemplazara o
ampliara la de La Concepción:
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Tabla 1. Estrategias de gestión para el diseño y construcción de la nueva Plaza


Central de Mercado (1891-1917)

Año Autor Estrategia de gestión Proyecto


1 1891 Eugenio López Concurso público de Ampliación del mercado
arquitectura de La Concepción (plaza
de carnes)
2 1891 Julio Garzón Concurso público de Ampliación del mercado
Nieto arquitectura de La Concepción (plaza
de carnes)
3 1891 Valerio Arango Iniciativa privada Construcción nueva plaza
de mercado de
La Concepción
4 1898 Ing. Lorenzo Concurso público de Construcción nueva plaza
Murat Romero arquitectura de mercado de
La Concepción
5 1899 Arq. Gastón Contratación directa Construcción nueva plaza
Lelarge de mercado de
La Concepción
6. 1900 Arq. Julián Iniciativa privada Construcción nueva plaza
Lombana de mercado de
La Concepción
7. 1910 Arqs. Pedro Iniciativa privada Reconstrucción plaza de
Uribe / Escipión mercado de
Rodríguez La Concepción
8. 1914 A. L. Moreno Iniciativa privada Construcción nueva plaza
(Nueva York) de mercado de
La Concepción
9. 1915 Arq. Alberto Iniciativa privada Construcción nueva plaza
Manrique Martín de mercado de |170
La Concepción
10. 1917 Francisco de Concurso público de Construcción nueva plaza
Sales, seudónimo arquitectura de mercado de
de Guillermo La Concepción
Klatt
11. 1917 “Alfa+Beta i”, Concurso público de Construcción nueva plaza
seudónimo arquitectura de mercado de
La Concepción
Fuente: Elaboración propia
Del edificio a la calle

POLÉMICAS ALREDEDOR
DE LA NUEVA PLAZA, 1919-1924

El final del concurso de la plaza de mercado coincidió con el inicio de


una nueva serie de reflexiones sobre la plaza realizadas por el Concejo
de Bogotá, que se preocupaban no solo por el diseño del edificio, sino
por su lugar de construcción en la ciudad.

Desde 1864 se consideró la necesidad de construir una nueva plaza


que reemplazara a la que existía, y siempre se pensó que lo mejor
era mantenerla en el mismo lugar, pero ampliando su capacidad;
todos los proyectos que se le presentaban al Concejo Municipal así
lo confirmaban. Solo una persona se atrevió a contradecir esta tesis:
el concejal Inocencio Madero, quien por muchos años fue miembro
de la Comisión de Plazas de Mercado en el Concejo Municipal, y que
en 1918 planteó dos consideraciones que iban en contradicción con la
tesis de la mayoría de proponentes:

Cuando se construyó la plaza de mercado actual llamada de La


Concepción, la ciudad de Bogotá tendría unos cuarenta a cuarenta
y cinco mil habitantes, y la plaza podría prestar ese servicio para el
número de habitantes mencionado.
En la actualidad, Bogotá tiene por lo menos ciento veinte mil ha-
bitantes y ha adquirido una considerable extensión.
1. Esta situación ha hecho ver claramente que la ciudad ne-
171| cesita de varias plazas para el servicio de los barrios en que está
dividida y es preciso que las plazas de mercado tengan almacenes
y tiendas para el expendio de víveres, pues se ha observado que va
introduciéndose la costumbre de las compras diarias, lo cual hace
cada día menos importantes las plazas y más importantes los al-
macenes y tiendas.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

2. Sería un grave error contratar una sola gran plaza de mercado


que en definitiva serviría para el barrio en la que se construya, de-
jando totalmente desatendida la necesidad de los demás barrios.33

A pesar de las agudas consideraciones del concejal Madero, el alcalde


Ernesto Sanz de Santamaría insistió tercamente en mantener la plaza
en el mismo lugar:

La construcción del nuevo edificio en el mismo sitio del viejo, fue


una medida muy acertada, por cuanto las necesidades de esta clase
de comercio se complementan con un gran número de dependencias
particulares que tienen su asiento establecido en aquellos contornos
y la variación del centro de la plaza de mercado habría producido
un trastorno en los intereses creados alrededor de ella, que sin duda
habría afectado hondamente el comercio de víveres por muchos años
en la ciudad.34

La Plaza Central de Mercado concebida desde la ingeniería

El inicio de funciones de la nueva Alcaldía de la ciudad (1919-1921)


marcó el inicio definitivo de las labores tendientes a la construcción de
la nueva Plaza Central de Mercado. Los concejales, al iniciar labores
el 1 de noviembre de 1919, así lo manifestaron:

Dedicar todos sus esfuerzos y todas sus energías, y unidos en una |172
sola voluntad [para] resolver el grave problema que de manera de-
cisiva se impone para salvar a Bogotá de las epidemias y demás en-

33 Inocencio Madero, Concepto relativo al proyecto de acuerdo aprobatorio de un contrato


[Bogotá] dic., 1918.

34 Ernesto Sanz de Santamaría, Mensaje del Alcalde Bogotá al Consejo [sic] Municipal
(Bogotá: Imprenta Municipal, 1921) 62.
Figura 22. Vista aérea de la Plaza Central de Mercado, 1.ª etapa
Fuente: Sociedad de Mejoras y Ornato
Nota: Diseño y construcción de esta primera etapa a cargo del ingeniero Joaquín
Fonseca, director de Obras Públicas Municipales
Plaza Central de Mercado de Bogotá

fermedades que nos atacan por falta de higiene dedicando especial


atención a la plaza de mercado.35

Producto de esta decisión, se expidió el Acuerdo 51 de 1920, “por el


cual se ordena la construcción de la plaza de La Concepción”, en el
que se consideraba:

Que la construcción de la plaza de mercado de La Concepción es ina-


plazable, y que con los producidos de ella puede llevarse a término,
de acuerdo con los planos y presupuestos levantados por la Dirección
de Obras Públicas.36

En efecto, el encargado de proyectar la nueva plaza de mercado fue el


director de Obras Públicas, el ingeniero Joaquín Fonseca. Los planos
elaborados por este se remitieron al ingeniero y arquitecto Alberto
Manrique Martín, quien en su informe al Concejo se refirió al proyecto
en los siguientes términos:

Estudiado detenidamente el proyecto, encontramos que su autor


supo interpretar las diversas necesidades que se imponen en un
edificio de esta clase, distribuyendo con bastante sencillez, los di-
ferentes lugares de expendios; sitios para los animales de carga,
puestos, tiendas etc., etc.
De la misma manera observamos que por su forma de cons-
trucción, y por el sistema de ser íntegramente cubierto, se aprovecha
muy bien toda la superficie, de tal suerte de producir un buen rendi- |174
miento a los intereses de sus costos.
El sistema de luz y ventilación estudiado en el proyecto del edi-
ficio es bastante completo, a pesar de haberse proyectado cubierto
en su totalidad; pues su autor concibió armaduras atrevidas, sistema

35 Juan Maldonado B., Proyecto de Acuerdo por el cual se hace un contrato sobre la direc-
ción técnica de la plaza de mercado de La Concepción [Bogotá] oct. 11, 1921.

36 Acuerdo 51 de 1920.
Figura 23. Plaza Central de Mercado, pabellón occidental. Diseño del ingeniero
Joaquín Fonseca (1923)
Fuente: Archivo de Bogotá
Plaza Central de Mercado de Bogotá

“Polonceau” colocadas a gran altura, e interceptadas por terrazas


bajas que permiten el paso a grandes cantidades de aire y luz, resol-
viendo de modo satisfactorio el problema. En una palabra, creemos
que el referido proyecto merece la aprobación total por parte del H.
Concejo Municipal.37

Se debe notar que Manrique Martín hizo referencia en su informe a


los aspectos de higiene (luz, ventilación) y comodidad (distribución
interna), y omitió los aspectos de estética o de elegancia. Es impor-
tante hacer esta mención puesto que el aspecto estético de la primera
etapa de la plaza diseñada por el ingeniero Fonseca fue uno de los
principales motivos de crítica por parte del Concejo de Bogotá y de
algunos profesionales de la ingeniería y la arquitectura.

La Dirección de Higiene y Salubridad manifestó también su apoyo


al proyecto del ingeniero Fonseca; es interesante que el aval prove-
niente del médico R. Arango no se haya limitado exclusivamente a los
criterios de la higiene y la comodidad, sino que en este caso sí hiciera
mención a la condición estética del edificio:

Los planos levantados por el inteligente y activo Director de Obras


Públicas Municipales son modelo de la aplicación de los conoci-
mientos científicos a las necesidades de Bogotá. Allí se reúnen las
condiciones de higiene, comodidad, economía y gusto arquitec-
tónico, por lo cual el nombre del doctor Fonseca será recordado con
gratitud por todos los buenos bogotanos.38 |176

Ya aprobado el proyecto, el ingeniero Joaquín Fonseca inició el proceso


de construcción de la nueva plaza y fue demoliendo la existente a

37 Alberto Manrique Martín et al., Proyecto de Acuerdo por el cual se ordena la construc-
ción de la plaza de mercado de La Concepción [Bogotá] jun. 25, 1920.

38 R. Arango, Informe del Director de Higiene y Salubridad al honorable Concejo de


Bogotá [Bogotá] abr., 1921.
Figura 24. Obra de la Plaza Central de Mercado, 1921.
Diseño del Ingeniero Joaquín Fonseca
Fuente: Archivo de Bogotá
Plaza Central de Mercado de Bogotá

medida que avanzaba la obra. El concejal Juan B. Maldonado dejó


un testimonio que narra de manera elocuente el inicio de este proceso:

Con temor desesperado y carencia de recursos, el 2 de Julio de 1920 se


iniciaron los trabajos de reconstrucción de la plaza, bajo la dirección
y responsabilidad del autor de los planos; y el día 20 del mismo mes,
el pueblo entusiasta pero pesimista, contempló con admiración una
parte de los muros construidos, donde se colocó la primera piedra
conmemorativa de la plaza.39

Más de un año después de haberse iniciado los trabajos, era evidente


que las obras avanzaban con lentitud. Tal como lo atestiguan las fo-
tografías, no se había construido ni el 30 % de la obra total, aunque
se habían invertido cuantiosos recursos.

Antes de finalizar el periodo de labores del Concejo (1919-1921), el


ingeniero Joaquín Fonseca manifestó su interés de continuar como
director de la obra de la plaza después de finalizar su periodo como
director de Obras Públicas Municipales, y pidió que se le contratara
a partir de 1921. El Concejo estudió la propuesta y la negó argumen-
tando que esta decisión le correspondía al grupo de concejales entrante.

El nuevo equipo del Concejo Municipal (1921-1923) determinó que se


elaborara un informe sobre la construcción de la plaza de mercado ante
la excesiva lentitud en la construcción y las grandes sumas invertidas,
lo que despertó suspicacias en algunos miembros del Concejo quienes |178
nombraron al ingeniero Luis Alfredo Bazzani para tal fin.

39 Juan B. Maldonado, Proyecto de Acuerdo por el cual se hace un contrato sobre la direc-
ción técnica de la plaza de mercado.
Del edificio a la calle

El informe Bazzani o el poder de la crítica40

Este informe hizo una radiografía crítica del proyecto y de su proceso


constructivo en 1922 y reveló los criterios de análisis tenidos en cuenta
para juzgar la arquitectura en la década de los años 20 en Bogotá.

El texto se estructuró a través de seis aspectos que seguían el mismo


orden de un proceso constructivo convencional. El primero tuvo que
ver con el cumplimiento de la normatividad existente, previa a la
construcción material del edificio. Por su importancia, se incluyen
aquí de manera resumida:

i. Los planos de los cuales consta el proyecto no tienen firma res-


ponsable ni la constancia de haber sido sometidos a los trámites
legales correspondientes, como son la aprobación por la Dirección
de Higiene y por el H. Concejo, cuando menos. Tampoco están en
número suficiente para que constituyan un proyecto completo de
plan general, como se exigen los reglamentos dictados por las au-
toridades municipales para toda clase de construcciones urbanas y
como es de rigor presentar esta clase de trabajos por profesionales
cuidadosos de su buen nombre. Aún más: varios de ellos están sin
concluir, es decir, están apenas empezados.41

Llama poderosamente la atención que a pesar de que los planos origi-


nales42 habían sido sometidos a la aprobación del arquitecto Alberto
179| Manrique y de la Dirección de Higiene y Salubridad, el concejal Ba-

40 En realidad, este informe fue elaborado por tres miembros del Concejo; sin embargo,
la copia encontrada del informe solo está firmada por el concejal Bazzani, sin que se
hayan podido determinar los nombres de los demás autores.

41 Luis Alfredo Bazzani, Estudio de las condiciones técnicas bajo las cuales se han adelan-
tado y se adelantan los trabajos de construcción de la Plaza Central de Mercado [Bogotá]
mar. 15, 1922: 132.

42 Luis Alfredo Bazzani.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

zzani haya afirmado que los planos “no tienen firma responsable ni la
constancia de haber sido sometidos a los trámites legales”. De acuerdo
con el testimonio del ingeniero Joaquín Fonseca —que se citará más
adelante—, parece ser que los planos originales se extraviaron y, por
lo tanto, los planos que Bazzani analizó no son los planos revisados
por Manrique Martín y la Dirección de Higiene y Salubridad, sino
que se trató de planos que correspondían a la construcción efectiva:

ii. Deducidas con la escala indicada en los planos las dimensiones


de los distintos detalles de construcción, se encuentra que éstas
no corresponden con las que aparecen en algunos de estos planos
como resultados de cálculos hechos por el autor, ni tampoco con las
que más tarde llevó a cabo la construcción, pudiéndose anotar de
paso que las deficiencias de escala en los planos fueron aclaradas
con cotas o cifras.43

La aparición de dos planos diferentes (o eventualmente de dos autorías)


se evidencia en la discrepancia en las medidas de las escalas y en las
diferencias en los cálculos hechos, lo que refuerza la idea de la exis-
tencia de dos juegos de planos “paralelos”, razón por la cual, Bazzani
no pudo seguir los planos originales:

iii. Falta en absoluto una pieza muy importante en trabajos de esta


naturaleza, como es la memoria descriptiva del proyecto; falta que
fue la causa del error fundamental cometido al dar comienzo a la
construcción sin conocer a ciencia cierta qué condiciones de higiene, |180
de comodidad, y de adecuada distribución de los servicios, de es-
tética y armonía.44

La ausencia de la memoria descriptiva indica que la construcción no


se estaba adelantando con los planos aprobados, pues es allí donde se

43 Luis Alfredo Bazzani.

44 Luis Alfredo Bazzani.


Del edificio a la calle

podría verificar cuales fueron las condiciones de higiene, comodidad,


estética y armonía previstas para el edificio por su autor:

iv. El principio general que un proyecto debe tener en cuenta para


hacer una adecuada y cómoda distribución de los distintos servicios
de que ha de constar el edificio destinado a una plaza de mercado
es, a nuestro entender, el darle a cada sitio la colocación, forma y
demás condiciones propias para que ese servicio se preste del modo
más acorde con las condiciones de los artículos dados al expendio. Y
en el proyecto a que nos referimos, este principio elemental no se ha
tenido en cuenta, pues la distribución, tanto de los pabellones como
de las áreas de los pisos, es uniforme. De suerte que allí son iguales,
por ejemplo, el sitio destinado a la venta de cereales, y el que ha de
ser expendio de ollas.45

Por un momento, Bazzani se apartó de los planos y criticó los es-


pacios construidos parafraseando el principio forma-función, el cual,
consideró, no se había tenido en cuenta, dado que todos los espacios
interiores eran iguales:

v. Examinada la parte en desarrollo desde el punto de vista de “el


arte de construir”, de la “estabilidad de las construcciones” y de la
economía, podemos asegurar sin temor de pecar de exagerados, que
adolece de graves defectos de los cuales debe librarse la parte aún no
construida, cualquiera que sea el plan que se adopte.
181| Al error fundamental de haber tomado como nivel inicial el
punto de cota más bajo del terreno, sobre el cual hizo ya hincapié
el competente Ingeniero y H. C. Dussan Canals, se pueden agregar
los defectos de dimensiones exageradas en las columnas y pisos de
concreto armado; defectos de estética en la relación entre vanos y

45 Luis Alfredo Bazzani.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

macizos en las fachadas, y defectos de colocación de las cerchas que


sostienen las techumbres. 46

Como resultado de todo lo anterior, queda la sensación de que se


estaba frente a un edificio altamente deficiente y construido con unos
planos que no correspondían a los aprobados por los profesionales
de la arquitectura y la higiene. A continuación, Bazzani analizó
los aspectos administrativos y de costos aplicados a la construcción
del edificio:

vi. Es un hecho evidente desde todo punto de vista que el costo de


lo construido no guarda la debida proporción, es decir, es excesivo
si se compara con el que hubiera tenido si en la presentación del
proyecto y en su desarrollo, no se hubiesen cometido los errores que
someramente se dejan anotados, pues, como queda dicho, hay exa-
geración en las piezas cuyas dimensiones se deducen por el cálculo y
hay graves faltas en la manipulación que se notan a la simple vista,
como son, entre otras, la mala escogencia del material para el con-
creto armado, el mal acondicionamiento de éste al ser vaciado en los
moldes y la mala disposición de los enmaderados y de las armaduras
que soportan las techumbres.47

Implícitamente, Bazzani insinuó la falta de destreza constructiva


del ingeniero Fonseca en diversos aspectos, entre ellos, la mala
utilización de una técnica novedosa para el momento: el concreto
armado; y afirmó que por estas múltiples falencias los costos de la |182
obra fueron excesivos.

46 Luis Alfredo Bazzani.

47 Luis Alfredo Bazzani.


Del edificio a la calle

Figura 25. Plaza Central de Mercado, pabellón


occidental, c. a. 1924
Fuente: Archivo de Bogotá

Un punto común en los seis anteriores aspectos es que tienden a


adoptar un principio48 basado en la objetividad, es decir, un criterio
inflexible y carente de ambigüedades, donde era posible evaluar y
juzgar si un actuar determinado era correcto o no. En otras palabras,
los principios como herramienta de juicio permitieron un modo de
crítica de arquitectura, basado en lo objetivo y en lo absoluto como
formas de autovalidación del juicio que se emitió.

A pesar de las fuertes críticas, el informe concluyó pidiendo la conti-


nuación de la construcción:
183|
Por lo anteriormente expuesto, y tomando en cuenta, que la actual
construcción de la plaza de mercado representa un esfuerzo a favor
del mejoramiento de la ciudad, esfuerzo tanto más apreciable cuanto
más deficiente haya sido la preparación científica con que se intentó,
y que las variadas labores que debe atender el Director de Obras

48 Principio: m. Base, origen, razón fundamental sobre la cual se procede discurriendo


en cualquier materia. RAE.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Públicas Municipales, suficiente para que el estudio de un proyecto


de esta clase sea muy somero, y que por otra parte la sección cons-
truida ya está presentando un servicio de alguna utilidad para el
Municipio y para la ciudad, creemos como lo más acertado proponer
al H. Concejo que imparta su aprobación a la proposición siguiente.49

Curiosamente, la segunda parte del documento hizo un giro en


la valoración de todos los aspectos expuestos anteriormente, y los
analizó de manera benevolente, ya no desde sus defectos sino desde
sus beneficios. Se desplazó el acento de un modo de criticar basado en
principios absolutos hacia un modo de juzgar basado en lo relativo:
la buena intención, el exceso de trabajo y el bien público fueron las
razones que finalmente sustentaron el juicio.

El contexto de la realidad de la ciudad fue lo que en última instancia


terminó inclinando (¿o equilibrando?) la balanza de la justicia. El
juicio como síntesis de una valoración de hechos distinguió aquí dos
realidades. Una realidad práctica o tangible, según la cual se decidió
cómo se debía proceder (el juicio explícito), y una realidad tácita, es
decir, un mensaje incluido en otra cosa sin que esta lo expresara (el
juicio implícito). Esta ambigüedad estuvo presente en la decisión
final que tomó el Concejo de Bogotá respecto a las obras del mercado:

El Consejo [sic] Municipal de Bogotá resuelve:


1. Disponer que por la Dirección de Obras Públicas Municipales
se dé cima a la construcción del pabellón occidental de la Plaza |184
Central de Mercado que está en desarrollo, bajo el mismo plano con
que ha sido empezado, corrigiendo sí, sin afectar el aspecto general
del edificio, los errores de construcción que se van cometiendo y pro-
curando las mayores economías compatibles con la bondad de la
obra y el buen servicio que esta debe prestar.

49 Luis Alfredo Bazzani.


Del edificio a la calle

Esto es, concluir el proyecto iniciado a pesar de considerarlo un


proyecto deficiente, ya que implicaba un mayor daño económico y
político (a corto plazo) empezar un nuevo proyecto que continuar
con una construcción tratando de mejorar sus condiciones actuales.

Explícitamente, el Concejo dice:

Contratar con uno o con varios técnicos de reconocida competencia


el estudio y preparación del proyecto para la terminación de la
Plaza Central de Mercado, de acuerdo con el pliego de condiciones
que, para su aprobación por el Concejo, debe elaborar el Director de
Obras Públicas Municipales, dentro del improrrogable término de
quince días.

Implícitamente, se reconoció la incompetencia e incapacidad del in-


geniero Joaquín Fonseca para concebir y desarrollar el proyecto para
la Plaza Central de Mercado,50 por lo que se requirió de “técnicos de
reconocida competencia” que en ese momento no se encontraban en la
Dirección de Obras Públicas ni en la administración municipal para
formular y construir el proyecto.

Además, de manera explícita el Concejo declaró:

Al formular el pliego de condiciones y al hacer el contrato, se tendrán


en cuenta las observaciones hechas en los debates que se ha tratado
185| este punto, y, en todo caso, que se debe corregir el error de nivel
sobre que se basa el actual proyecto.51

50 Siguiendo a Marina Waisman, es importante señalar que los proyectos de mercados


públicos y estaciones de ferrocarril se consideraban edificios con una tipología desa-
rrollada por los ingenieros, por lo que el rechazo de este modelo de plaza, con pará-
metros aceptados en el siglo xix, implicaría también un rechazo a estos parámetros
decimonónicos y un llamado a considerar otras alternativas de diseño arquitectónico.

51 Luis Alfredo Bazzani.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

En este sentido, se pidió algo casi imposible para ese momento: cambiar
el nivel de cota (±0.00) sobre el cual se empezó a edificar el proyecto,
pues se tomó como nivel (0.00) el punto más bajo del terreno, y se
buscó responsabilizar a quien asumiera la continuación del proyecto
para llevar a cabo la corrección de ese error. En general, se trató de
una crítica bien estructurada, sustentada en la experiencia directa
con la obra, que terminaría por contaminarse de razones políticas.

Por otra parte, es pertinente indagar en la pericia y experiencia del


crítico para establecer su credibilidad y autoridad, por lo que es
deseable que tanto el crítico como el juez fueran, necesariamente,
personas con la agudeza y la madurez suficientes para expresar con
sabiduría y equilibrio ideas y opiniones. En el estudio de este caso se
generaron ciertas dudas respecto a las motivaciones que tuvo Bazzani
para la realización de este informe, pues este ingeniero, además de
ser concejal era, desde 1920, miembro de la Sociedad Industrial de
Ingenieros,52 organización a la cual, meses después, se le asignó el
contrato de los nuevos planos para la plaza, diseñados esta vez por el
arquitecto Pablo de la Cruz, miembro de esta misma sociedad.

La Plaza Central de Mercado concebida desde la arquitectura

El informe del ingeniero Bazzani tuvo como consecuencia la detención


de las obras en la plaza en mayo de 1922, y la suscripción, tres meses
después, de un contrato para el diseño de unos nuevos planos con la |186
Sociedad Industrial de Ingenieros. El reto que se les planteó a los nuevos
contratistas fue el de diseñar una plaza de mercado que cumpliera de
manera integral con las condiciones de higiene, comodidad y elegancia y,
a la vez, se vinculara con el proyecto iniciado por el ingeniero Fonseca.53

52 Jorge Álvarez Lleras, Circular Sociedad Industrial de Ingenieros [Bogotá] nov., 1920.

53 En el contrato con la Sociedad Industrial de Ingenieros se exigió que: “Sobre el cos-


tado occidental está ya construido el tramo de dos pisos que da sobre la carrera 11,
Del edificio a la calle

Figura 26. Plaza Central de Mercado, 2.ª etapa. Diseño del arquitecto Pablo
de la Cruz. Construcción Ulen &. Co.
Fuente: Sociedad de Mejoras y Ornato

La Sociedad Industrial de Ingenieros era una empresa reciente, fundada


en 1920, y cuyo principal objeto era la construcción; en su nómina
de profesionales se encontraban nombres como los de Enrique Uribe,
Joaquín Cardoso, Jorge Triana y Luis Alfredo Bazzani, todos ellos
ingenieros; una excepción la constituía el arquitecto Pablo de la Cruz,54

187|
cuyas dimensiones están indicadas en el dibujo que se acompaña, y con el cual debe
armonizarse el proyecto que se presente”. Contrato con la Sociedad Industrial de
Ingenieros referente a la elaboración de unos planos para la continuación de la obra de
construcción de la Plaza Central de Mercado [Bogotá] jun. 7, 1922.

54 El arquitecto Pablo de la Cruz nació en la ciudad de Medellín, el 27 de junio de


1894, adelantó estudios de arquitectura en la Universidad Católica de Chile y re-
gresó a Colombia para desempeñar la profesión de arquitecto en entidades como
el Ministerio de Obras Públicas, la Sociedad Industrial de Ingenieros y, tam-
bién, de manera independiente. Entre sus obras más destacadas se encuentran:
Villa Adelaida (1919), la Plaza Central de Mercado, 2.ª etapa (1922), el Pabellón de
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Figura 27. Plaza Central de Mercado. Fachada sobre la calle 10.a.


Arquitecto Pablo de la Cruz
Fuente: El Gráfico (1925)

en quién se delegó la responsabilidad de concebir la arquitectura para


la nueva plaza de mercado.

Se trataba de una composición fiel a los principios academicistas de la


arquitectura, concebida para albergar las múltiples funciones comer-
ciales que requería la Plaza Central de Mercado, y expresaba con su
estética principios de armonía, simetría y composición. En la fachada
que aquí se presenta (véase figura 27), vemos que deliberadamente se |188
omitieron gran parte de los pabellones oriental y occidental, de los
cuales solo dibujó sus fachadas internas, debido a que estos pertenecían
al diseño inicial del ingeniero Joaquín Fonseca.

Radiología del Hospital San Juan de Dios (1925), el Instituto Pedagógico Nacional,
1.ª etapa (1927), el Palacio de Justicia (1929-1933) y el Parque Nacional en Bogotá
(1934). Murió en 1954.
Del edificio a la calle

FINALIZACIÓN DE LA PLAZA CENTRAL


DE MERCADO, 1924-1927

Entre 1922 y 1924, las obras de la plaza quedaron en manos de la Dirección


de Obras Públicas Municipales, que siguió los planos del arquitecto
De la Cruz. Así, se terminó de construir el pabellón occidental, el cual
había sido avanzado hasta la mitad por el ingeniero Fonseca, y se inició
el pabellón oriental según diseño del arquitecto De la Cruz:

Estando construida la mitad sur de la galería occidental de esta obra,


conforme al proyecto elaborado por mi antecesor, al hacerme cargo
de la Dirección, era inconveniente, si no imposible, pretender variar
dicho proyecto para la terminación de dicha galería aun cuando tu-
viera sus inconvenientes y adoleciera de sus defectos, pues la parte
construida, además de estar dando algunas entradas había costado
$74.485.78 desde su comienzo en 1920 […]. No obstante se terminó
la galería occidental construyendo la mitad norte con un costo de
$49.459.36 lo que da una diferencia de $25.026.42 con lo gastado en
la mitad sur, es decir, la actual administración municipal hizo la
misma cantidad de obra con un 34 por 100 menos.55

189|

Figura 28. Construcción del pabellón oriental de la Plaza Central


de Mercado, 1923. Proyecto de Pablo de la Cruz
Fuente: Archivo de Bogotá

55 Informe de la Dirección de Obras Públicas. Sección de Construcciones, Planimetría y


Urbanización. Registro Municipal [1922].
Figura 29. Levantamiento catastral de la Plaza Central de Mercado en 1932
Fuente: Archivo de Bogotá
Nota: Se indica arriba el pabellón oriental (sobre la carrera 10.a) y abajo el pabellón
occidental (sobre la carrera 11)

Figura 30. Plaza Central de Mercado, pabellón oriental, c. a. 1925.


Diseño de fachada del arquitecto Pablo de la Cruz.
Fuente: Museo de Bogotá
Del edificio a la calle

En 1925, un grupo de intelectuales y letrados, encabezados por el


ingeniero Joaquín Fonseca, hizo críticas al proyecto de Pablo de la
Cruz y generó un debate entre su proyecto y el de este. Este debate
puso de manifiesto la necesidad de esclarecer los difusos límites entre
la ingeniería y la arquitectura, pues, implícitamente, lo que se planteó
en este debate fue: ¿hasta dónde puede y debe llegar la intervención
del ingeniero en el diseño de los edificios?, y, por otra parte, ¿dónde se
sitúa el rol del arquitecto en este proceso de diseño? La polémica se
dio en las oficinas de la Sociedad Colombiana de Ingenieros (S.C.I.),
como resultado de una carta elevada por el ingeniero Joaquín Fonseca
protestando “por las modificaciones que el arquitecto Pablo de la Cruz
está adelantando al proyecto de la Plaza Central de Mercado sin su
consentimiento”. Esta “Carta de Llorente” abrió una discusión entre
ingenieros y arquitectos durante cuatro sesiones consecutivas:

Sesión n.º 1, abril 6 de 1925: Fonseca alegó en su carta que en la ela-


boración de los nuevos planos de la Plaza Central de Mercado “se ha
procedido con parcialidad”, es decir, con arbitrariedad y abuso, pues
sus planos habían sido alterados sustancialmente sin que se le hubiera
dado la oportunidad de opinar y sin que le hubieran demostrado la
inconveniencia de sus diseños, por lo que acusó al arquitecto Pablo de
la Cruz de una falta a la moral profesional, incompatible con la ética
de los miembros de la S. C. I. Fonseca añadió a su protesta el hecho
de que sus planos originales se hubieran extraviado, y la adulteración
de las cifras y datos relativos a estos planos con el fin de hacerlos pa-
191| recer como inconvenientes. Lo que resultó muy “conveniente” para
Fonseca fue la extraña desaparición de sus planos originales, pues
sin ellos fue muy difícil establecer responsabilidades con certeza. A
partir del informe Bazzani y de los comentarios, citados en el Registro
Municipal de 1924, alusivos a los significativos ahorros hechos en la
conclusión del pabellón occidental en contraste con lo gastado en el
mismo tramo de obra bajo la dirección iniciado por Fonseca, se podría
llegar a pensar que este no quería mostrar los planos y por ello alegó
que se habían “extraviado”.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Fonseca consideró, además, que la S. C. I. era el tribunal científico


e idóneo para juzgar estas cuestiones, y pidió que se estableciera el
procedimiento que se debía adoptar cuando un ingeniero se encon-
trara en esta situación. La S. C. I. nombró una comisión compuesta
por Alfredo Ortega, Uribe Piedrahita y Manuel J. Archila, para
que en el término de ocho días dirimieran lo expuesto en la protesta
de Fonseca.

El arquitecto De la Cruz y su socio González Concha pidieron la


palabra para decir que en la carta del ingeniero Fonseca se debían
considerar dos aspectos: el técnico y el moral, por lo que solicitaron
que el aspecto técnico fuera estudiado por una comisión especial, ya
que sus nuevos planos eran completamente diferentes a los que él
mismo había elaborado en 1920.

Sesión n.º 2, abril 13 de 1925: Se dio lectura al informe presentado por


la comisión encargada, la cual concluyó: “Dígase al señor ingeniero
Fonseca que la S.C.I. no avoca el asunto que pone a su consideración,
en su carta-protesta en la forma que se solicita. Si el ingeniero Fonseca
lo desea, la Sociedad podrá estudiar las condiciones técnicas de su
proyecto, aisladamente o en comparación con otros”. De lo anterior
se deduce que la comisión no consideró pertinente entrar a dirimir
sobre el dilema ético y moral que conllevaba la alteración de unos
planos por parte de otros profesionales, pero sí consideró que era de
la competencia de la S. C. I. estudiar las condiciones técnicas de los
proyectos para la Plaza Central de Mercado. |192

El ingeniero Fonseca pidió la palabra para explicar el alcance y pro-


pósito de sus acusaciones. Aclaró que su carta solo presentaba “hechos
cumplidos”, sin entrar a acusar a ninguna persona en particular por
el extravío de sus planos; sin embargo, él consideró que los sucesores
o reformadores de su proyecto deberían haberse constituido en “guar-
dianes del archivo en que se encuentran los primitivos estudios”.
Del edificio a la calle

En la discusión entró el sucesor de Fonseca en la Dirección de Obras


Públicas Municipales, el ingeniero Joaquín Emilio Cardoso, para
afirmar que no era exacto lo dicho por Fonseca en lo relativo a que los
planos elaborados por De la Cruz no cumplían con las especificaciones
exigidas por la Dirección de Obras Públicas Municipales, pues dichos
planos habían sido estudiados “aislada y comparativamente con los
elaborados por Fonseca, en compañía del Ing. Alfredo Angulo-Jefe
de la Sección de Construcciones del Municipio”.56

A continuación, tomó la palabra el arquitecto Pablo de la Cruz y


“explica por qué no se considera colega del señor Fonseca a quien no
reconoce condiciones de arquitecto”, y expuso algunos de los más
protuberantes defectos del proyecto elaborado por Fonseca y destacó
las ventajas del nuevo proyecto:

1. El nuevo diseño aumentaba el área aprovechable para puestos


de venta y reducía en un 50 % el presupuesto de costos. Es decir,
aumentaba las rentas para el Municipio debido a la reducción
del costo de inversión.

2. Demostró cómo el nuevo proyecto resolvía mejor las condiciones


de luz, ventilación y tráfico interno de peatones, carros y animales,
en comparación con el proyecto ya rechazado por el municipio.

Teniendo en cuenta que ya eran las 11:40 p. m., el encargado de presidir


193| la sesión pidió que se levantara la sesión y quedaron pendientes la
discusión de la proposición del ingeniero Fonseca y su uso de la palabra.

Sesión n.º 3, abril 20 de 1925: Esta sesión inició con la presentación del
ingeniero Fonseca de un facsímil con el que pretendía demostrar la
superioridad de sus planos frente a los elaborados por De la Cruz y la
Sociedad Industrial de Ingenieros, para ello “lee conceptos de eminentes

56 Anales de Ingeniería, acta n.º 333, xxxiv.403 (abr. 13, 1925).


Plaza Central de Mercado de Bogotá

arquitectos, conceptos que él cree favorables a su proyecto”.57 Anotó,


además, que en el proyecto del arquitecto De la Cruz se destinaron
solo dos entradas de seis metros. De la Cruz y González Concha lo
interrumpieron para aclararle que eran dos entradas de 7,50 m cada
una, y que las entradas de vehículos y animales eran independientes
de las entradas peatonales, mientras que en los patios del proyecto de
Fonseca se mezclaban necesariamente las circulaciones de peatones,
vehículos y animales.

Fonseca continuó argumentando que según las citas que acababa


de leer, los edificios para mercado debían ser lo más altos posibles.
Nuevamente, De la Cruz interrumpió para manifestar que eso no
quería decir que todos estos edificios debían hacerse de una altura
extraordinaria como la que él proponía, a lo que Fonseca respondió
que “el único partido que debe explotarse en todo edificio destinado
a mercado es la grandiosidad y que por este aspecto deben preferirse
sus planos a los adoptados últimamente […], puesto que según estos
resultarán varios edificios en vez de uno”.

Cuando Fonseca afirmó: “Con relación a los puestos [de venta] llama
la atención al hecho de que caben más en un espacio regular que en
otro de las mismas dimensiones, pero irregular”, se entrevé aquí una
mentalidad ingenieril que concebía todos los espacios con iguales di-
mensiones y características, de manera que un espacio dedicado a la
venta de lácteos era igual al espacio donde se vendían ropas, defecto
que ya había sido señalado en el informe de Bazzani. El ingeniero |194
Fonseca no solo desconoció este error, sino que, por el contrario,
consideró una virtud que todos los espacios fueran iguales, y criticó
la irregularidad de los espacios para los puestos de venta propuestos
por el arquitecto De la Cruz, con la justificación, no en razón de sus
cualidades espaciales, sino en la menor cantidad de puestos que con-
llevaba esta distribución espacial.

57 Anales de Ingeniería, acta n.º 333, xxxiv.403 (abr. 20, 1925).


Del edificio a la calle

Llegados a este punto el arquitecto De la Cruz cerró esta parte de


la discusión al afirmar “que no cree competente en arquitectura al
Señor Fonseca, y que éste no ha debido hacer cargo alguno en su carta
protesta sin tener sólido y justo fundamento para ello”.58 Con esta
afirmación se selló una discusión y se abrió en lo sucesivo un estado de
incertidumbres y desconfianzas mutuas entre ingenieros y arquitectos.

Sesión n.º 4, abril 27 de 1925: La discusión sobre los planos de la Plaza


Central de Mercado rebasó los límites de los recintos de la S.C.I. y se
volvió de carácter público debido a la publicación en el periódico El
Nuevo Tiempo de la información contenida en la sesión n.º 3 de abril
27 por injerencia del ingeniero Joaquín Fonseca. La S.C.I. censuró
la actitud del ingeniero Fonseca con base en el reglamento de esta
entidad, y decidió hacerle un llamado de atención.59

Intervino el ingeniero Ricardo Pérez y afirmó que, sin desconocer las


cualidades que pudiera presentar el proyecto del ingeniero Fonseca,
consideraba que las condiciones de menor costo, mejor disposición
para la circulación, ventilación, luz, etc., que ofrecía el proyecto del
arquitecto De la Cruz, constituían razón suficiente para justificar
la continuación de la construcción del mercado bajo estos planos, lo
que evitaría todos los inconvenientes derivados de la elaboración de
un tercer proyecto tendiente a armonizar lo ya construido. En una
decisión más política que salomónica, la S. C. I. reconoció implícita-
mente la superioridad de los planos elaborados por el arquitecto Pablo
195| de la Cruz, no por su calidad espacial, composición arquitectónica o
caracterización de los espacios, sino por razones económicas. Hay dos
posibles interpretaciones que explican esta decisión: o bien la S.C.I.

58 Anales de Ingeniería, acta n.º 333, xxxiv.403.

59 “La Sociedad Colombiana de Ingenieros resuelve llamar la atención del socio Sr.
Fonseca sobre el artículo 68 del reglamento que a la letra dice: ‘nadie tiene derecho
a publicar las discusiones y documentos de la Sociedad, sin autorización de la Junta
Central’”. Anales de Ingeniería, acta n.º 334, xxxiv.403 (abr. 27, 1925).
Plaza Central de Mercado de Bogotá

estratégicamente evitó entrar en la discusión sobre los alcances y


límites de la ingeniería y la arquitectura, o la S.C.I. no quería ver
cuestionada su idoneidad como referente consultor ante la ciudadanía.

Ulen & Co., constructores de la Plaza Central de Mercado

En 1925, la administración de la ciudad dio un importante giro. Una


vez finalizado el proceso de municipalización de las compañías de ser-
vicios públicos que estaban en manos privadas, el Concejo de Bogotá
las centralizó en un solo ente. El acueducto, el tranvía, las compañías
de electricidad y de teléfonos se integraron bajo el nombre de Empresas
Municipales.60 Esta centralización de los servicios públicos tuvo como
fin poder planear y proyectar la ciudad con el respaldo de los ingresos
provenientes de la indemnización por Panamá.

Otro cambio trascendental tuvo que ver con el modelo de gestión para
llevar a cabo las construcciones públicas en la ciudad; se pasó de un
modelo donde las obras públicas eran dirigidas y construidas por el
municipio, a un modelo de concesión, en el que las obras más impor-
tantes se asignaron a un contratista privado: la empresa Ulen & Co.61
Esta compañía norteamericana se conocía internacionalmente por ser
especialista en la construcción de grandes infraestructuras de ingeniería
y arquitectura, y localmente, por la construcción de las Bocas de Ceniza
a partir de 1924 y la reconstrucción del centro de Manizales en 1926.
|196
Este nuevo modelo de gestión se adaptó para alcanzar mayores índices
de eficiencia, teniendo en cuenta la lentitud de la construcción de las

60 Acuerdo 57 de 1924, “por el cual se organiza la administración de las empresas munici-


pales y la intervención del municipio en las obras contratadas con la casa Ulen & Co”.

61 Acuerdo 55 de 1924, “por el cual se aprueba un contrato con Ulen & Co”.
Del edificio a la calle

obras públicas en años anteriores.62 Por lo tanto, a partir de enero


de 1925, la responsabilidad de la finalización de la Plaza Central de
Mercado siguiendo los planos del arquitecto Pablo de la Cruz quedó
en manos de esta compañía, así como la construcción de los mercados
de Chapinero y Las Cruces y de otras obras, como el nuevo acueducto,
escuelas municipales y viviendas obreras.

El informe del interventor de las obras a cargo de Ulen & Co. deja en-
trever los alcances de su participación en la construcción de la nueva
Plaza Central de Mercado:

Mercado Central
El proyecto de esta obra se recibió de la Dirección de Obras
Públicas municipales, aprobado por el Concejo y por la Dirección
Nacional de Higiene. Los señores Ulen & Co sólo han introducido a
este proyecto pequeñas modificaciones de detalle […].
El proyecto consta de tres pabellones, de los cuales estaba ter-
minado el occidental y en construcción más o menos hasta la mitad,
el oriental.
En el pabellón occidental se han hecho las siguientes modifica-
ciones que estaban a punto de terminarse: cambiar los extremos que
estaban inconclusos por estar destinados a unirse a la parte central
en el proyecto primitivo que se abandonó […], cubrir una azotea
que con el cambio de proyecto ofrecía serios inconvenientes y no
podía utilizarse; transformar en un solo salón la serie de tiendas en
197| el segundo piso para dar lugar así a la colocación de mayor número
de puestos pequeños […], construir escaleras en los extremos por ser
insuficiente la única que existía en el centro.63

62 Si bien se lograron mejorar los tiempos en la ejecución de las obras, la administración


fiscal de los recursos hecha a Ulen & Co. fue altamente cuestionada por el Concejo
Municipal y por la opinión pública debido a los mayores costos finales de las obras.

63 Obras contratadas con Ulen & Co. “Informe del Interventor. Bogotá, septiembre
de 1925”. Consejo [sic] Municipal. Memoria Municipal de Bogotá correspondiente al
Bienio de 1923 a 1925 (Bogotá: Imprenta Municipal, 1925) 32.
Figura 31. “Las fotografías muestran (1, 2, 4 y 5) varios aspectos de los trabajos
que se adelantan en el mercado de La Concepción y (3) al ingeniero don Pablo de
la Cruz mostrando los planos de esta plaza”
Fuente: El Gráfico (1925)
Figura 32. Pabellón occidental sin reformar, 1921
Fuente: Archivo de Bogotá
Figura 33. Pabellón occidental reformado, 1925
Fuente: Museo de Bogotá
Del edificio a la calle

Como vemos, el pabellón occidental, diseñado por el ingeniero Fonseca,


sufrió fuertes cambios en su diseño y distribución interior, lo que
confirma los errores de diseño no solo en lo estético sino en la lógica
funcional y de comodidad del edificio.

La intervención de Ulen & Co. en el desarrollo de los dos pabellones


restantes detalló otros aspectos de las técnicas constructivas que se
tuvieron en cuenta:

El Pabellón Oriental está ya terminado y con excepción de la parte


ocupada por las oficinas de Ulen & Co está dado al servicio. Falta la
colocación definitiva de puertas y ventanas metálicas de cortina que
se pidieron al exterior.
El pabellón central tiene forma de H. con una rotonda en el medio.
En el pabellón central los muros son de ladrillo revestidos exte-
riormente, en parte con piedra labrada y enlucidos en el interior; los
pisos serán de ladrillo vitrificado; la cubierta será de hierro galva-
nizado sobre armaduras de acero.64

Pedido de la Cubierta
Con fecha 24 de junio los señores Ulen & Co sometieron a la di-
rección de las empresas municipales tres cotizaciones, recibidas por
cable, de las armaduras para la cubierta y de la teja metálica, que
fueron:
a) De casa cuyo nombre no se dio, por $22.100 F.A.S. New York.
201| Las láminas galvanizadas con aleación de cobre.
b) De Blas Knox Co por $22.700 F.A.S. New York. Las láminas
galvanizadas de la clase y marca Armco incluyendo cumbreras y el
pináculo para la rotonda, pero excluyendo corn isas, etc.
c) De la United Status Steel Products, por $23.700 cif. Puerto
Colombia.65

64 Obras contratadas con Ulen & Co 33.

65 Obras contratadas con Ulen & Co 33.


Figura 34. Reconstrucción de la Plaza Central de Mercado, 1925
Fuente: Archivo de Bogotá

Figura 35. Plaza Central de Mercado, c. a. 1938


Fuente: Sociedad de Mejoras y Ornato
Del edificio a la calle

La propuesta para la cubierta de la nueva plaza siguió pautas de


diseño internacionales para las plazas de mercado: se trataba de una
estructura en hierro, sobre la cual se disponía una cubierta galva-
nizada, de manera que resultaba muy liviana y a la vez permitía la
ventilación interna del edificio, solución que daba cumplimiento a las
disposiciones establecidas por la Dirección de Higiene en el Acuerdo
“sobre plazas de mercado” de 1903.

203|

Figura 36. Pabellón occidental, puestos para venta de frutas, 1925


Fuente: Archivo de Bogotá
Figura 37. Pabellón oriental, 2.º piso, puestos de venta
Fuente: El Mundo al día II. 415 (jun. 1925)
Del edificio a la calle

Los aspectos de funcionalidad en el diseño de la plaza no se limitaron


únicamente a la distribución interna de los espacios, también se
contó con diseños específicos para los puestos de venta asignados a
los vivanderos, de manera que la higiene y la comodidad estuviera
incorporada al diseño del amoblamiento, tal como lo detalló el inter-
ventor: “Puestos: Se ha dado atención especial al diseño de los puestos
adaptándolos a los diferentes artículos y asegurando sobre todo su
higiene y la manera de poder asearlos diariamente”.66

Al final de su informe, el interventor del contrato Ulen & Co. examinó


las áreas de venta de la plaza e hizo un alarmante pronóstico, pues
calculó que la capacidad efectiva del nuevo mercado sería inferior “a
la que indebidamente se había dado al antiguo”, lo que, aunado “al
crecimiento de la población aumenta la urgencia de los mercados
auxiliares en los barrios”.67

Abadía en la plaza: la inauguración


de la Plaza Central de Mercado

Con motivo de la finalización de la Plaza Central de Mercado, el pre-


sidente de Colombia, Miguel Abadía Méndez, en compañía de varios
ministros68 y el alcalde de la ciudad, José M. Piedrahita, se hicieron
presentes. Fueron ellos los encargados de recibir las obras por parte
de los representantes de Ulen & Co, el día 28 de mayo de 1927. Ocho
205|

66 Obras contratadas con Ulen & Co 34.

67 Obras contratadas con Ulen & Co 36.

68 “A este acto asistieron: José María Lombana, Ministro de Obras Públicas, Alejandro
Herrera - Ministro de Relaciones Exteriores, Pablo Murcia - Ministro de Gobierno,
Julio Garzón Nieto - Ministro de Hacienda; así como miembros de la Sociedad de
Embellecimiento, y el Sr. Fonnegra, representante del Gerente de Ulen & Co. en
Bogotá, Mr. Trueheart.” El Tiempo [Bogotá] may. 22, 1927: 1.
Figura 38. “En el centro el Dr. Abadía. A un lado, el doctor Piedrahita, el general Franco,
el doctor Jorge Vélez y el concejal Monsalve”
Fuente: El Tiempo [Bogotá] may. 22, 1927: primera página
Del edificio a la calle

días después, el administrador de la plaza adjudicó todos los locales


por secciones de acuerdo con cada tipo de artículo, expidió carnés
de sanidad de los médicos oficiales del municipio a cada vivandero
e inició el traslado del mercado “que antes estaba establecido en las
calles adyacentes a la plaza, quedando terminado este a las seis de
la tarde y colocado en sus respectivos puestos, no permitiendo la
entrada al nuevo edificio de enseres que perjudicaran la estética de
la nueva organización”.69

Al día siguiente, el 6 de junio a las siete de la mañana, se inauguró la


nueva plaza con la asistencia del alcalde de la ciudad, del presidente
del Concejo Municipal, Sr. Francisco Monsalve, y la presencia de
todos los vivanderos. Para dar solemnidad a este acto, los padres
Capuchinos de La Concepción celebraron una misa en la rotonda
central del edificio acompañada, posteriormente, por una banda
de música. Fue así como se dio inicio a las actividades en la nueva
Plaza Central de Mercado de Bogotá.

Con el fin de establecer diferencias con los caóticos patrones de com-


portamiento del antiguo mercado de La Concepción, la administración
municipal emprendió una serie de acciones para establecer medidas
de orden, estética e higiene material y moral en la nueva plaza, por
lo que decidió crear y hacer cumplir normas que obligaban a los vi-
vanderos a vestir con uniformes de diferentes colores según el artículo
que vendían, a tratar con el mayor respeto a los compradores y a
207| mantener en orden y aseo los puestos de venta evitando la mezcla de
los productos al separarlos con mallas y divisiones en madera.

69 Roberto Martínez, “Informe del Administrador de Plazas de Mercado.” Memoria


Municipal de Bogotá correspondiente al Bienio de 1925 a 1927 (Bogotá: Imprenta
Municipal, 1927).
Figura 39. Mercado Central, entrada principal por la calle 10.ª
Fuente: Archivo de Bogotá
Del edificio a la calle

Figura 40. “Expendio de quesos en la plaza con vivanderos uniformados y limpios”


Fuente: El Mundo al Día II.415 (jun., 1925)

La puesta en marcha de un nuevo edificio que respondía a los pará-


metros de higiene, elegancia y comodidad, aunada a las medidas de
control tomadas por la Administración de Plazas de Mercados de la
ciudad, dio como resultado un nuevo modo de interactuar y generar
dinámicas de compra y venta de productos, con conductas más cer-
canas a las de un supermercado actual. El efecto fue inmediato y las
bondades de este nuevo método de hacer compras fueron reconocidas
por el administrador de las plazas de mercado de la ciudad:

Anteriormente no se daba cumplimiento a las disposiciones sobre


reglamentos de los mercados, ni se hacían efectivas las sanciones por
209| irrespetos que se les irrogaban a los concurrentes a las plazas por los
inquilinos de éstas, y para las señoras y personas de consideración
era un verdadero sacrificio tener que venir a efectuar la compra
de sus mercados, tanto por el vocabulario soez y atrevido que em-
pleaban de costumbre los inquilinos o revendedores de la plaza,
como por el desaseo y mal olor que reinaba en ellas; hoy debido a
nueva reglamentación y sanciones que se les han impuesto sobre la
Plaza Central de Mercado de Bogotá

moral y buena conducta que deben observar en las plazas, se nota


orden y compostura y especialmente respeto.
Hoy me es muy placentero tener que comunicarle que las irre-
gularidades van desapareciendo y que desaparecerán por completo,
siguiendo tesoneramente el cumplimiento del nuevo reglamento de
plazas. Las señoras han vuelto con su presencia a animar y embe-
llecer los mercados y la Administración ha recibido de la mayoría
de las damas muchas felicitaciones por el buen comportamiento
respeto y trato que hoy emplean los que en otro tiempo usaban para
con ellas términos y maneras descompuestas.70

Si bien la finalización en 1927 de la nueva Plaza Central de Mercado


constituyó la solución a los problemas de la antigua plaza en términos
de higiene, comodidad y elegancia, la inserción de este monumental
edificio en medio de una infraestructura urbana colonial dio lugar a
uno de los principales problemas para los años treinta y cuarenta del
siglo XX en Bogotá. El rápido crecimiento de la población, el alto flujo
de personas, mercancías y vehículos alrededor de la plaza, aunados
a la insuficiente área de este nuevo edificio, hicieron de esta solución
arquitectónica un problema de urbanismo e higiene que caracterizaría
la etapa final de la historia de la Plaza Central de Mercado

LA VIDA DE LA PLAZA CENTRAL


DE MERCADO, 1927-1946
|210
A tan solo dos meses de haber sido inaugurada la Plaza Central de
Mercado, los miembros del Concejo de Bogotá consideraban que “ya
es notorio que la Plaza Central de Mercado y las hoy existentes son
ya prácticamente insuficientes para las necesidades de la ciudad”, por
tal razón se debía procurar “la construcción de nuevas plazas que
prestan evidente servicio a los habitantes y son fuente de utilidades

70 Roberto Martínez, “Informe del Administrador de Plazas de Mercado”.


Figura 41. Plaza Central de Mercado, c. a. 1930
Fuente: Sociedad de Mejoras y Ornato
Plaza Central de Mercado de Bogotá

considerables para el Fisco Municipal”.71 Es posible que también


existiesen presiones de los barrios en expansión, como lo expresa la
exposición de motivos que hicieron los concejales Miguel Aguilera y
A. Abello para justificar la construcción de la plaza de mercado del
barrio Las Aguas: “El ensanche de la localidad, el crecimiento de la
población y el desarrollo visible de las industrias urbanas demandan
imperiosamente la adaptación de lugares especiales para consumar en
ellos las relaciones mutuas de productores y consumidores”.72

Los dos concejales, además de justificar sus proposiciones apoyados


en el sentido común, apelaban también al criterio de los técnicos ur-
banistas: “De acuerdo con el pensamiento de técnicos en la materia,
toda ciudad moderna debe mantener en cada uno de sus barrios o
secciones una plaza de mercado”.73

Un análisis de los censos poblacionales muestra el crecimiento de la


ciudad entre 1912 (121 257 habitantes) y 1927 (224 127 habitantes),
equivalente a un 84,83 %74, lo que explica la construcción de barrios
“excéntricos” —llamados así por su lejanía respecto del centro de la
ciudad— dotados de mercados públicos de una escala menor y acordes
con el sector donde se implantaban. Así, los años treinta representaron
un esfuerzo por descongestionar y descentralizar los consumos concen-
trados en los mercados públicos más grandes con la construcción de
esas plazas de mercado menores que giraban en torno a las dos plazas
céntricas: la Plaza Central de Mercado y la plaza de Las Nieves, pues
estas surtían los víveres para las demás. |212

71 Rafael Trujillo Gómez, Exposición de Motivos del proyecto de Acuerdo 255 por el cual se
ordena la construcción de una plaza de mercado en el barrio de LasAguas, jul. 29, 1927.

72 Miguel Aguilera et al., Proyecto de Acuerdo 284 de 1927, “por el cual se dispone la cons-
trucción de una plaza de mercado en una de las zonas septentrionales de la ciudad”.

73 Miguel Aguilera et al.

74 Datos extraídos de la página www.dane.gov.co


Figura 42. Plaza de mercado del barrio Chapinero, 1925
Fuente: Archivo de Bogotá
Figura 43. Plaza de mercado del barrio Las Cruces, 1927
Fuente: Archivo de Bogotá
Figura 44. Plaza de mercado del barrio La Concordia, c. a. 1932. Diseño del arquitecto
Carlos Martínez
Fuente: Museo de Bogotá
Figura 45. Plaza de mercado del barrio San Fernando, 1933
Fuente: Archivo de Bogotá
Figura 46. Plaza de mercado del barrio San Cristóbal, 1933.
Diseño del arquitecto Carlos Martínez
Fuente: Archivo de Bogotá

Figura 47. Plaza de mercado del


barrio Santander, 1933
Fuente: Museo de Bogotá
Figura 48. Plaza de mercado del barrio La Perseverancia
Fuente: Fotografía de William García Ramírez
Del edificio a la calle

Sin embargo, debido a la dependencia de las plazas menores de la Plaza


Central de Mercado, la estrategia no logró descongestionar el centro
de la ciudad por causa del tráfico vehicular y peatonal producido por
el aumento de los movimientos comerciales en estas plazas:

Como se ve, las Plazas de Mercado, en un tiempo relativamente corto,


han aumentado apreciablemente sus movimientos comerciales, movi-
mientos que al parecer continuarán inevitablemente, especialmente
en las Plazas Central, Las Nieves y Chapinero. Parece oportuno llamar
respetuosamente la atención sobre esto, porque dentro de poco tiempo
se presentará la imposibilidad de colocar dentro de ellas el mayor vo-
lumen de carga que pueda introducirse en los mercados de la ciudad.75

La acogida por parte de la población a estas nuevas plazas de mercado


“auxiliares” fue variada. Mientras que algunas plazas, como las de los
barrios La Perseverancia, La Concordia y Las Cruces, se integraron
bien a las dinámicas del sector, y aún después de más de medio siglo
de inauguradas permanecían activas, otras, como las de los barrios
San Cristóbal, San Fernando o Ricaurte, no tuvieron iguales resul-
tados y fueron convertidas posteriormente en escuelas debido a la baja
afluencia de público comprador.76

En todo caso, ni la construcción de las llamadas plazas “auxiliares”, ni


el arrendamiento de un edificio adyacente a la Plaza Central de Mercado
como bodega,77 ni la construcción de otro edificio al costado sur de
219| la plaza para almacenamiento de “carga al por mayor”, ni ninguna

75 Jorge Garcés, “Administración General Plazas de Mercado Número 266. Bogotá 17


de septiembre de 1943”. Mensaje del Alcalde Municipal al honorable Concejo de Bogotá,
en sus sesiones de 1939-1941 (Bogotá: Imprenta Municipal, 1943) 107.

76 “Una plaza convertida en escuela”. El Tiempo [Bogotá] ago. 4, 1936.

77 “Acuerdo 6 de 1940, Art. 7. Autorizase al alcalde y al secretario de hacienda para


tomar en arrendamiento un predio situado a inmediaciones de la Plaza Central de
Mercado con el objeto de establecer una bodega”.
Figura 49. Congestión en las calles aledañas a la Plaza Central de Mercado, c. a. 1938
Fuente: Museo de Bogotá
Del edificio a la calle

de las medidas tomadas por la administración municipal lograron el


objetivo de redistribuir la concentración de público y descongestionar
las principales plazas.

Es cierto que últimamente se han construido en barrios obreros


plazas auxiliares y que en la actualidad se levanta un edificio en
el costado sur de la Plaza Central para almacenar allí la carga al
por mayor que actualmente ocupa espacio en ella. Sin embargo esto
no vendrá a resolver completamente el problema que anoto, porque
respecto a las plazas menores que se han construido, abastecen
solamente pequeños sectores sin poder abastecer el gran público
consumidor que se encuentra en los centros y que actualmente es
abastecido por la Central, Las Nieves y Chapinero.78

Utopías alrededor de la Plaza Central de Mercado

Las necesidades se multiplican cada día, los problemas surgen en


desproporción con los recursos y el antiguo pueblo, pugnando por
tomar visos de ciudad moderna, experimenta los fenómenos biológicos
y las sorpresas de un adolescente que pasa a la mayor edad.

Acuerdo 6 de 1940

El final de la década de los años 30 se caracterizó, en parte, por un


221| deseo de alcanzar un nivel de madurez (¿o de modernidad?) análogo
al de ciudades europeas y norteamericanas. La definición de la ciudad
como adolescente por parte del director municipal de urbanismo evi-
dencia la carencia de un pensamiento urbanístico maduro y conso-
lidado que guiara y orientara el desarrollo de Bogotá. Se trata de un
periodo de la historia de la arquitectura, que algunos historiadores
han denominado como “de transición”, y en el que, sin embargo, se

78 Jorge Garcés, alcalde Bogotá, 107.


Figura 50. Proyecto de transformación para el sector del mercado
central (1939). Vista en planta
Fuente: Archivo de Bogotá
Nota: Se señala arriba la manzana de la Plaza Central de Mercado, y abajo, la
plaza de Bolívar
Figura 51. Proyecto de transformación para el sector del mercado central
(1939). Vista maqueta
Fuente: Archivo de Bogotá
Nota: Se señala la manzana de la Plaza Central de Mercado
Plaza Central de Mercado de Bogotá

presentaron proyectos de reconstrucción urbana de alcance parcial,


como el que produjo en 1939 el Departamento Municipal de Urbanismo,
en cabeza del ingeniero Joaquín Martínez A., para la reconstrucción
del sector de la Plaza Central de Mercado. Fue un proyecto que rayaba
en lo utópico y en el que se propuso conectar la plaza de Bolívar con la
manzana del mercado central a través de una amplia avenida que, en
una de sus alternativas, dividía en dos el actual edificio Liévano. El
proyecto buscaba dignificar el centro de la ciudad haciendo un centro
cívico y acusa una fuerte influencia de Karl Brunner como inmediato
predecesor de Martínez en el cargo de director municipal de urbanismo.

Como este proyecto contemplaba la eliminación de la Plaza Central


de Mercado, la Secretaría de Obras Públicas estudió la reubicación
de esta infraestructura en un sector centro-occidental de la ciudad, y
para ello planteó dos alternativas:

Alternativa 1 (1942): Calle 6.ª con carrera 24 (avenida de El Progreso),


en proximidades de la hacienda Montes.

Alternativa 2 (1942): Carrera 69, entre avenida de Las Américas y calle 13.

El proyecto del ingeniero Joaquín Martínez para la “Transformación


del sector del Mercado Central” era una reinterpretación de los prin-
cipios planteados por Brunner,79 aplicados a un sector específico de la
ciudad. Esta concepción de urbanismo sectorizado o “por partes” sería
reemplazada posteriormente por una concepción urbanística global y |224

79 “Cerrada definitivamente la época del crecimiento libre de la ciudad, y encauzado


su desenvolvimiento por caminos más acordes con la técnica, el programa de acción
que ha seguido el departamento a mi cargo se basó en seis puntos fundamentales,
a saber: […] 6º Control de la edificación de los particulares, siguiendo el plan de
Brunner de ensanchar las calles estrechas, permitir en ellas las construcciones de
una altura proporcionada con el ancho de la calle y respetar el reglamento especial
que se establece para las edificaciones con los nuevos barrios o ensanches de la ciu-
dad.” Alcalde Bogotá 230.
Figura 52. Ubicación de un lote con destino a la Plaza Central de Mercado, en 1942
Fuente: Secretaría de Obras Públicas Municipales. Archivo de Bogotá
Figura 53. Proyecto Mercado Central de Bogotá 1942. Planta general
Fuente: Archivo de Bogotá
Del edificio a la calle

totalizadora. De allí que no sea extraño que este proyecto no se haya


concretado finalmente, dando paso a proyectos que sí vinculaban
todas las lógicas urbanas, como el que planteó en 1944 el director de
la Secretaría de Obras Públicas, ingeniero Alfredo Bateman, con un
sistema de abastos que involucraba toda la ciudad.

Sistema integral de abastos de Bogotá: Acuerdo 88 de 1944

Por iniciativa de Bateman, el Concejo de la ciudad expidió el Acuerdo


21 del 30 de mayo de 1944 que tuvo como objetivo principal dividir
la ciudad en sectores y reglamentar sus usos. El acuerdo reconoció
los usos existentes en la ciudad e hizo una zonificación de actividades
con el propósito de ordenar el crecimiento, reglamentar alturas, patios
y empates y, además, plantear algunas vías de interconexión,80 con
esto se buscaba resolver los problemas, pero no se planteó un modelo
de crecimiento hacia el futuro.

Esta visión zonificada de la ciudad fue compatible con el plan general de


abastos para Bogotá, expresado cuatro meses después en el Acuerdo 88
de 1944, el cual involucró todos los sectores en un sistema de abastos que
buscaba organizar el desarrollo de las plazas de mercado en la ciudad.

El plan integral de abastos se estructuró sobre la base de tres grandes ejes:

227| 1. La construcción de una gran plaza central de abastecimientos


donde llegaran y se almacenaran los alimentos.

2. La construcción de múltiples plazas auxiliares y de ventas “al


por menor”, donde estos alimentos se distribuyeran al público.

80 El plan completo de vías se conocerá con el tiempo como el Plan Soto Bateman.
Acuerdo 92 de 1944.
Figura 54. Plano de zonificación de Bogotá aprobado por el Acuerdo 21 de 1944
Fuente: Archivo de Bogotá
Figura 55. Ubicación de plazas de mercado, 1944
Fuente: Archivo de Bogotá
Plaza Central de Mercado de Bogotá

3. La eliminación de las tres principales plazas de mercado de la


ciudad: Central, Chapinero y Las Nieves.

De acuerdo con esta propuesta, el Concejo de Bogotá, en la colabo-


ración con el ingeniero Alfredo Bateman, secretario de Obras Públicas,
concibieron el Acuerdo 88 de 1944 “sobre plazas de mercado”, con el
cual se organizó un nuevo plan de abastos que redefinía la vocación
de las plazas de mercado existentes y les asignaba roles específicos
de acuerdo con su carácter, sin que se concretara la demolición de las
tres principales plazas:

Art. 1.º Divídense [sic] las plazas de mercado en tres categorías:


1.º Una plaza de distribución general y de ventas al por mayor;
2.º Plazas de ventas al por menor; y
3.º Plazas auxiliares.81

La primera categoría, plaza de distribución y ventas al por mayor, fue


definida como central de víveres, donde habría depósitos, tiendas y
almacenes para ventas al por mayor así como de ganado menor,
y expendios de pescado. En dependencias separadas y debidamente
acondicionadas estarán los sitios destinados a la venta de aves.82 El
acuerdo propuso que se situara “en los contornos de la futura Estación
de los Ferrocarriles Nacionales”;83 sin embargo, en el plano “Ubicación
de Plazas de Mercado 1944”, esta plaza se señaló sobre la carrera 30
(hoy avenida NQS) con calle 10.ª, exactamente en el terreno utilizado
actualmente como Centro Reformatorio de Menores. |230

La segunda categoría, plazas de venta al por menor, se planteó como


plazas dedicadas al expendio de artículos comestibles y flores, las

81 Acuerdo 88 de 1944.

82 Acuerdo 88 de 1944, art. 2.

83 Acuerdo 88 de 1944, art. 5.


Del edificio a la calle

cuales “tendrán departamentos especiales para la venta de aves y al


menos cinco tiendas debidamente acondicionadas para el expendio
de toda clase de carnes”.84 El acuerdo previó la construcción de diez
de estas plazas en los barrios Cundinamarca, Samper Mendoza, La
Pepita, La Estanzuela, Egipto, Chapinero-El Campín, Chapinero-calle
60, Teusaquillo-La Magdalena, Doce de Octubre y Santa Sofía.

La tercera categoría, plazas auxiliares, estaba conformada por plazas


destinadas “al expendio al por menor de artículos alimenticios, las
cuales no tendrán más de doscientos puestos para vivanderos, ni más
de cuatro tiendas para expendio de carnes”.85 Este acuerdo contempló
la construcción de tres plazas auxiliares en los barrios Santa Sofía,
El Libertador y 1.º de Mayo.

Para la financiación de este ambicioso plan, la Alcaldía planteó dos


opciones: una, el ya tradicional empréstito o, en su lugar, la recién
creada figura de los Bonos de Progreso Urbano, que serían emitidos
hasta por un millón de pesos ($1 000 000). Estos bonos eran “títulos
de deuda emitidos por el municipio por determinado valor en pesos,
que le permiten realizar transacciones con particulares a quienes se
les compran los bienes inmuebles requeridos por el municipio para
adelantar determinadas obras en la urbe”.86

El Plan General de Abastos de 1944 se adelantó parcialmente: si bien


se construyeron al menos doce nuevas plazas de mercado entre “auxi-
231| liares” y “de ventas al por menor”, nunca se construyó la gran plaza
de distribución general, ni se suprimieron las tres grandes plazas que
abastecían la ciudad previstas en el Acuerdo 88 de 1944.

84 Acuerdo 88 de 1944, art. 3.

85 Acuerdo 88 de 1944, art. 4.

86 Carlos Niño y Sandra Reina, La carrera de la modernidad. Construcción de la carre-


ra Décima. Bogotá (1945-1960) (Bogotá: Instituto Distrital de Patrimonio Cultural,
2010).
Plaza Central de Mercado de Bogotá

RAZONES PARA UNA DEMOLICIÓN, 1946-1953

“Mejoras urbanas”, Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá

Con el título de “Mejoras urbanas”, el general Manuel José Balcázar,


miembro de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, publicó un
artículo en la revista Santa Fe y Bogotá, en él propuso, con motivo de
la realización del IX Conferencia Panamericana, a llevarse a cabo en
1948, dos obras de infraestructura urbana capaces de mejorar sustan-
cialmente la apariencia de la ciudad: la primera era la readecuación de
la avenida Jiménez de Quesada mediante la pavimentación faltante
hasta la casa conocida como la Quinta de Bolívar, y el cierre de algunos
establecimientos que le daban mal aspecto a esta avenida. La segunda
obra tuvo que ver directamente con la Plaza Central de Mercado:

II. -Plazas de Mercado, desde el barrio de “San Fernando” hasta


el de “Santander” y desde el de “la Concordia” hasta el barrio
“Ricaurte” para no citar sino los cuatro puntos cardinales, existen
alrededor de doce edificios erigidos para prestar el servicio de plazas
de mercado, convenientemente distribuidos por todos los ámbitos
de la ciudad. Algunos de estos edificios permanecen poco menos que
desiertos, porque los campesinos que proveen de víveres a Bogotá
tienen la costumbre tradicional de conducir sus cargamentos de vi-
tuallas exclusivamente a la plaza que conocieron sus antepasados: la
de Santa Inés,87 situada en el corazón de la ciudad. |232
Esta plaza se ha convertido en el más temible foco de infección
y la más horrenda lacra para la estética de la capital. Proceder a
suprimir en esta plaza el expendio de artículos alimenticios y a eli-
minar esos puestos de traperos que se han establecido en todo el

87 Es de aclarar que la proximidad de la Plaza Central de Mercado respecto a la iglesia


de Santa Inés derivó en una transmutación del nombre “Plaza Central de Mercado”
hacia “Plaza de Santa Inés”.
Del edificio a la calle

contorno del edificio, constituiría el mejor homenaje que se le podría


rendir a la Conferencia Panamericana.88

Llama la atención que aquí no se propuso demoler el edificio, sino


“suprimir en esta plaza el expendio de artículos alimenticios y eliminar
esos puestos de traperos que se han establecido en todo el contorno del
edificio”,89 y en este sentido sugiere que “La plaza central […] podría
dedicarse exclusivamente al expendio de esos productos textiles, co-
nocidos en el argot de los mercaderes con la palabra de ‘batán’, y para
el comercio de ropas destinadas al uso de menestrales y labriegos”.90

En otras palabras, lo que se criticaba eran los patrones de compor-


tamiento derivados de las actividades del mercado público y no la
arquitectura del edificio, pues esta era considerada por Balcázar como
apropiada para otros tipos de comercio.

El sueño de la revista Proa

PESADILLA
Me dormí profundamente, pero el sobresalto me despertó…
Acababa de transitar por un antro de repulsiva suciedad… Semejaba
ser la guarida de espantables brujas… era un ambiente pleno de des-
orden… seres haraposos portando en la cabeza desgraciados atados
233| se confundían aquí y allá con fardos hediondos, con trozos de carnes
sanguinolentas y putrefactas… Mi situación era difícil… Sin em-
bargo debía lograr un propósito: obtener mi mercado…

88 Manuel José Balcázar, “Mejoras urbanas,” Santa Fe y Bogotá, revista mensual II.11
(1946) 174.

89 Manuel José Balcázar 174.

90 Manuel José Balcázar, “Mejoras urbanas – Continuación,” Santa Fe y Bogotá, revista


mensual III.12 (1947) 2.
Figura 56. “Corolario 7. Así se hace actualmente el mercado …, pero se puede hacer así”
Fuente: Proa 3 (1946)
Del edificio a la calle

El hacinamiento continuaba y nada había podido comprar… Más


tarde, con un gran esfuerzo logré vencer tantos inconvenientes y a la
ligera escogí algo, quise pagar pero mi dinero había sido hurtado…
La angustia me despertó.
Acababa de soñar con la plaza de mercado de Bogotá…

SUEÑO
Otra noche también soñé. Pero el escenario fue distinto: Una
vasta y clara galería semejante a los hangares de aviones me es-
peraba con amplias puertas abiertas. Todo era luz, todo era brillo;
la bóveda en cristales difundía generosa claridad sobre pasadizos
cuyos pisos eran en cerámica de alegres colores.
Me entusiasmé con tan hermosas y ordenadas pilas de coliflores
y tomates bermejos…
La escena parecía una tela de Gauguin, hecha viva por los co-
lores y perfumes tropicales de las piñas, los mangos y las curabas.
Hice un agradable paseo, compré con calma y planee cuidadosa-
mente la selección de manjares exquisitos, creo que hasta entoné
una alegre tonada…
Así me desperté
La Pladieuse91

Con apenas tres números publicados, en 1946, la revista Proa y su di-


rector Carlos Martínez enfilan sus argumentos contra la Plaza Central
de Mercado utilizando el anterior texto como un artificio literario en el
235| que una pretendida dama parisiense con el seudónimo de “La Pladieuse”
(en español “La Litigante”) describía las vicisitudes de la plaza. Desde
esta utopía de un sueño, un equipo de arquitectos que hacía parte de
la revista92 planteó un proceso de reurbanización del área central de la

91 La Pladieuse. “Bogotá puede ser una ciudad moderna. Reurbanización de la Plaza


Central de Mercado y de las 16 manzanas vecinas.” Revista Proa 3 (1946) 26.

92 Autores del proyecto: arquitectos Luz Amorocho, Enrique García, José J. Angulo y
Carlos Martínez.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

ciudad, considerada como “el sector más desaseado […] un conjunto


de 16 manzanas que claman por demolición, incendio o terremoto”.93

En el análisis que hicieron los arquitectos de Proa sobre el problema


urbano, se señalaba principalmente la “estrechez” de las calles en relación
con la amplitud y complejidad de las funciones que allí acontecían, lo
que generaba caos vehicular y peatonal en el interior y en los alrededores
de la Plaza Central de Mercado. Para el equipo de arquitectos resultaba
paradójico que mientras las calles carecían de espacio suficiente, en el
interior de las manzanas existieran “terrenos baldíos”.

En el proyecto urbano del equipo se analizaron todos los aspectos


relevantes para esta época: el urbanismo, la valorización, la higiene
y la arquitectura, a la luz del aura de una modernidad racionalista
de corte corbusierano que, después de la Segunda Guerra Mundial,
había empezado a impregnar el ambiente cultural y arquitectónico
del país. A pesar de su ambición, no se consideró el valor patrimonial del
sector, compuesto por edificios de arquitectura republicana y colonial
que, sumados a la traza urbana original de la ciudad, constituían
una herencia abiertamente incomprendida y negada en este estudio.

De este modo, los visionarios arquitectos de la revista Proa planearon


el desarrollo urbano del centro de Bogotá a partir de la demolición
de la plaza de mercado y siguiendo los principios de la modernidad
“funcional”, entre los cuales la higiene poseía una gran importancia.
|236
En cierto modo, se trataba de una visión romántica y a la vez futurista
de los problemas socioculturales de la ciudad que estaban asociados
con la miseria y el abandono, resueltos con trazos en un papel y con-
vertidos en arquitectura.94

93 Revista Proa 3 (1946) 16.

94 “Corolario 9. Se evitarían estas penosas escenas. La promiscuidad, La Miseria, El


Abandono.” Revista Proa 3 (1946) 24.
Figura 57. Planteo del problema 3. Plaza Central de Mercado, detalle
Fuente: Proa 3 (1946)
Figura 58. Solución del problema 4. Propuesta en el sector de la Plaza Central
de Mercado. Planta
Fuente: Proa 3 (1946)
Figura 59. Solución del problema 5. Propuesta en el sector de la Plaza Central
de Mercado. Perspectiva
Fuente: Proa 3 (1946)
Figura 60. Solución al problema 6. Propuesta de transformación del sector de
la Plaza Central de Mercado
Fuente: Proa 3 (1946)
Figura 61. Plaza Central de Mercado, entrada suroriental, c. a. 1948
Fuente: Museo de Bogotá
Plaza Central de Mercado de Bogotá

La prensa escrita

A la revista Proa y a la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá se


sumó un nuevo enemigo de la Plaza Central de Mercado: Camilo
Pardo Umaña, historiador, crítico y periodista, que, entre 1946 y 1948,
estructuró una persistente e incisiva diatriba de escritos enfocados
a denunciar las condiciones inmorales y antihigiénicas de la plaza.

Pardo Umaña publicó varios artículos en el periódico El Espectador y


en la revista Cromos en los que, con tono beligerante, exigía soluciones
al Concejo y a la Alcaldía:

los problemas de bogotá


Veinte años —que a los bogotanos parécenos veinte lustros—
lleva en servicio la reconstruida Plaza Central de Mercado, la cual no
es otra cosa que un auténtico chiquero en el lugar más céntrico de la
ciudad; una pocilga situada a dos cuadras de distancia de la plaza de
Bolívar y del Capitolio Nacional. Su pronta desaparición, lo mismo
que la del cercano pabellón de carnes, se impone por encima de todo
y de todos los intereses creados que puedan existir. En tanto que
estos locales existan, la capital de la república no tiene el derecho de
llamarse siquiera, pueblo habitado por seres semirracionales.
Cri-cri señor alcalde Mazuera: las máquinas de que el despacho
a su cargo dispone para derruir edificios bien pueden trabajar ahora
en no dejar piedra sobre piedra del mercado de La Concepción. Cien
años lo hemos soportado en este lugar y esto es ya demasiado “pen- |242
dejismo” de todos y de cada uno de los habitantes de Bogotá.95

El incisivo seguimiento que Pardo Umaña hizo al caso de la plaza le


permitió conocer los planes que la municipalidad tenía para el edi-

95 Camilo Pardo Umaña, “Los problemas de Bogotá. La historia de la plaza de merca-


do.” El Espectador [Bogotá ] dic. 20, 1948: 4b.
Del edificio a la calle

ficio del mercado, lo que motivó a este periodista a ejercer una fuerte
presión sobre los concejales para lograr la demolición de esta plaza.

una amenaza para bogotá


No habrá de escapar al buen criterio de los señores cabildantes
de Bogotá la importancia que entraña el proyecto de acuerdo so-
metido a su consideración por el alcalde Mazuera Villegas sobre
construcción de una gran central de víveres adecuada a la cate-
goría y a las necesidades de la capital. Creíamos entender este
problema se encontraba en vía de solución, por afectar él, funda-
mentales aspectos de orden social y económico y porque año tras
año es incluido en los programas administrativos. Si no andamos
mal de recuerdos en una de las legislaturas anteriores se autorizó
la demolición del edificio de la carrera 10.ª 96 que es además un
atentado contra la estética, una seria amenaza para la seguridad y
la salubridad públicas.
Pero por motivos no explicados hasta ahora, el esperpento con-
tinúa desafiando la opinión pública y burlando los mandatos de
nuestros administradores, mientras que a su alrededor prolifera
junto con el cultivo de bacterias toda clase de vicios.97

Además de los argumentos relacionados con la higiene y la estética


del edificio, Pardo Umaña subraya los intereses políticos que giran
alrededor de la plaza de mercado, y que, según él, son lo que impiden
la demolición de este edificio:
243|
En ningún país civilizado se permite el expendio de víveres en el lugar
y las condiciones en que se ejerce entre nosotros. Solo que cuando

96 Se refiere al Acuerdo 84 de 1945: “Art. 25. Para facilitar la ejecución de la ‘Avenida


del Libertador’ […], destinase la totalidad o una parte […] del recargo o participa-
ción municipal […] a cubrir el setenta por ciento (70 %) del valor de los siguientes
edificios [...] f) El pabellón oriental de la Plaza Central de Mercado”.

97 Camilo Pardo Umaña, “Una amenaza para Bogotá”. El Espectador [Bogotá] dic. 20,
1948.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

aquí se pretende acabar con una costumbre por aberrante que ella
sea, saltan al camino los intereses subterráneos de la política, del elec-
torero que ha edificado sobre ella una carrera o una profesión.98

De esta manera, las fuerzas intelectuales, académicas y sociales de la


ciudad, representadas por la Sociedad de Mejoras y Ornato, la revista Proa
y la prensa escrita se asociaron para doblegar los intereses económicos y
políticos creados a lo largo de casi un siglo alrededor de la Plaza Central
de Mercado. Las autoridades gubernamentales tomaron decisiones en
consonancia con las presiones ejercidas por la opinión pública y, sobre
todo, con las necesidades de una ciudad que en la década de los años
40 casi duplicaba su población,99 por ello expidieron los Acuerdos 6 y
54 de 1949 en los que retomaron el Plan General de Abastos de 1944,100
que condenaba la existencia de las tres más grandes plazas de mercado
de la ciudad: Central, Chapinero y Las Nieves.

Invocar la ruina: Acuerdo 54 de 1949

La estrategia del Concejo no fue demoler inmediatamente la Plaza


Central de Mercado, como lo demandaba Pardo Umaña, sino anular
todo el presupuesto para su mantenimiento o ampliación, con el fin
de provocar en el tiempo su inevitable decadencia y autodestrucción:

En adelante no se harán ampliaciones ni mejoras en las actuales


plazas de mercado. Con cualquier suma que pudiera invertirse en |244
tales fines, se adquirirán acciones de la Cooperativa de Consumo

98 Camilo Pardo Umaña, “Una amenaza para Bogotá”. El Espectador [Bogotá] dic. 20,
1948.

99 Para 1940 se calculaba una población de 372 000 habitantes, mientras que para 1949
este cálculo se aproximaba a los 700 000 habitantes.

100 Acuerdo 6 de 1949, “sobre autorizaciones al Alcalde para organizar la Central


Municipal de Abastecimientos”.
Del edificio a la calle

de Bogotá para que puedan abrirse nuevos almacenes de víveres en


todos los barrios de la ciudad.101

Aunque este Acuerdo de 1949 no explicitaba una “autodestrucción de


la plaza”, cuatro años más tarde sí lo hizo en uno de los considerandos
del Decreto 463 de 1953 “sobre plazas de mercado”:

Que como medio para provocar una solución en el tiempo, por las
consecuencias que acarrearía la permanencia de un estado inde-
finido de agotamiento en la utilidad de los inmuebles destinados a
las plazas de mercado, el Acuerdo 54 de 1949 prohíbe hacerles am-
pliaciones y mejoras.102

De este modo, el Concejo de Bogotá configuró una fórmula “salomónica”


o “maquiavélica”, según se la quiera ver, para desaparecer la Plaza
Central de Mercado sin generar conflictos sociales a corto plazo, a la
vez que se respondió a los intereses de la ciudad y de la opinión pú-
blica. Tras el Acuerdo 54 de 1949, la Plaza Central de Mercado, la de
Chapinero y la de Las Nieves entraron en un periodo de olvido inten-
cionado caracterizado por el abandono administrativo y presupuestal,
mientras que el municipio fraguaba nuevos planes de desarrollo urbano
que involucraban el problema de los abastos.

En este sentido, el plan más importante fue el contratado en febrero


de 1949 a Le Corbusier (Plan Piloto); una vez entregado este plan, se
245| oficializó un contrato con los arquitectos Paul Lester Wiener y Josep
Lluís Sert para el diseño del Plan Regulador que resultó ser una
extensión y ampliación del Plan Piloto de Le Corbusier. En 1951, el
Concejo decidió que mientras no entrara en vigencia el Plan Regulador,
se adoptarían las disposiciones contempladas en el Plan Piloto de Le

101 Acuerdo 54 de 1949, art. 1.

102 Decreto 463 de 1953.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

Corbusier,103 las cuales no hacían otra cosa que confirmar las ideas
que siete años antes había planteado el ingeniero Alfredo Bateman
respecto al problema de los abastos y las plazas de mercado:

Plan Regulador
El retiro del mercado central fue estudiado también por los téc-
nicos urbanistas y extranjeros colombianos autores del plan regu-
lador. Ellos propusieron la construcción de la Central de Víveres y
la construcción de pequeños mercados, cómodos e higiénicos, en
todos los barrios a donde los habitantes puedan acudir a comprar
los víveres. Lo que se va a hacer será el principio de la ejecución
de este plan.104

Para 1952, la esperada destrucción de los edificios de las plazas de


mercados no había ocurrido y, paradójicamente, sucedió lo contrario:
las actividades comerciales de la Plaza Central de Mercado se incre-
mentaron vertiginosamente, lo que fue uno de los principales motivos
del colapso vehicular en el centro de la ciudad:

movimiento de la plaza
De la Plaza Central de Mercado […] se surten hoy casi todas las
plazas de los barrios y los almacenes de víveres. Las estadísticas
demuestran que mensualmente llega a esta plaza un promedio de
veinte mil toneladas de víveres, o lo que es lo mismo, cinco mil ca-
miones de cuatro toneladas. Estas solas cifras bastan para demostrar
la congestión del tránsito que se contempla.105 |246

103 Decreto 185 de 1951, “por el cual se adopta el Plan piloto de la ciudad, y se dictan
normas sobre urbanismo y servicios públicos, artículos 10,11 y 12.

104 Luis Elías Rodríguez, “El 1.º de junio comenzará la demolición de la plaza”.
El Espectador [Bogotá] abr. 18, 1952.

105 Alberto Andrade Isaza, Administrador de la Plaza Central de Mercado. Citado


por Luis Elías Rodríguez, “El 1º de junio comenzará la demolición de la plaza”.
El Espectador [Bogotá] abr. 18, 1952.
Figura 62. Vista aérea de Plaza Central de Mercado, c. a. 1949
Fuente: IGAC
Plaza Central de Mercado de Bogotá

En efecto, el crecimiento de las actividades comerciales de la plaza


debido al rápido crecimiento de la población complicó no solo las acti-
vidades de la plaza, sino el orden y el tráfico en el centro de la ciudad.
A diferencia de otros países donde las plazas de mercado se demolieron
por haber entrado en un periodo de decadencia,106 en Bogotá el motivo
fue el excesivo éxito comercial y la alta afluencia de público, lo que
hizo inviable107 la existencia de estas infraestructuras en los lugares
céntricos de la ciudad.

Del edificio a la calle cubierta

El impacto de la Plaza Central de Mercado sobre el tejido urbano fue


evidente para 1951, pues una fuerte actividad se desarrollaba alre-
dedor de diversos pasajes comerciales ubicados en su entorno, lo que
evidencia que la plaza no solo consolidó una vocación comercial en
el sector, sino que, además, incentivó el desarrollo de una tipología
arquitectónica análoga, denominada “pasaje comercial”. Se trató
de una tipología de carácter semejante, pues los edificios tipo pasaje
también trasladaron la actividad comercial de la calle al interior de la
manzana por medio de alargados edificios, estructurados a partir de

106 “El abandono, hacia 1970, de los grandes mercados de Les Halles, en París, del Covent
Garden Market, en Londres, o del Quincey Market, en Boston, parecía la parte más
visible de un proceso generalizado de desaparición de los viejos mercados cubiertos”. |248
Thorne, R., Covent Garden Market. Its history and Restauration, The Architectural
Press, London, 1980. Citado en Manuel Guardia Bassols et al., “Los mercados pú-
blicos en la ciudad contemporánea. El caso de Barcelona”. Revista Bibliográfica de
Geografía y Ciencias Sociales (serie documental de geocrítica), xii.744 (2007).

107 Los administradores de las plazas de mercado en sus informes de 1942 y 1950 advir-
tieron sobre la tendencia de las plazas de mercado hacia un permanente crecimiento,
por lo que demandaron de la administración municipal nuevas medidas que contem-
plaran este fenómeno. Para 1942, véase Mensaje del Alcalde Municipal al honorable
Concejo de Bogotá, en sus sesiones de 1939-1941. Para 1950 véase: El Espectador [Bogotá]
abr. 18,1952.
Del edificio a la calle

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Figura 63. Ubicación de los principales pasajes comerciales alrededor de la


Plaza Central de Mercado (1951), construidos entre 1942 y 1944
Fuente: Elaboración del autor a partir de una aerofotografía del igac, 1951
Nota: Estos son el pasaje Gómez (1) y pasaje Mercedes (2), construidos entre los años 1942 y
1944. El pasaje Colonial (3), pasaje Rivas (4) y el pasaje Paul (5), construidos entre los años
1900 y 1920. Otro pasaje (6) y el pasaje de la plaza de carnes (7), entre los años 1890 y 1900.

galerías lineales con numerosos locales comerciales en el primer piso


y, en ocasiones, con vivienda en los segundos niveles.

En la foto aérea (figura 63) se ve que algunos pasajes conectan li-


nealmente las calles extremas y otros son en “L”. A diferencia de los
primeros pasajes como el Hernández o el bazar Veracruz, que eran
249| cerrados o en cul de sac, los pasajes comerciales que rodeaban la plaza
se caracterizaron por conectar dos calles atravesando una manzana,
formando una calle interior peatonal a lo largo de la cual se organizaba
una serie de locales comerciales.108 Si bien estos pasajes comerciales
podían estar cubiertos (como el Rivas y el Colonial) o descubiertos

108 Aunque inicialmente los pasajes comerciales contemplaban espacios para otros usos,
como oficinas y vivienda, con el tiempo la actividad comercial terminó por dominar
el uso de la mayoría de los espacios.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

(como el Gómez y el Mercedes), es claro que se generaron como pro-


longaciones espaciales de la Plaza Central de Mercado.

Demolición del pabellón oriental

Uno de los mitos relacionados con la historia de la Plaza Central de


Mercado es que esta fue demolida por efecto de la construcción de la
carrera 10.a. Esto no es cierto, el Acuerdo 84 de 1945 que ordenaba la
construcción de la avenida del Libertador, o como la conocemos hoy,
carrera 10.ª, únicamente preveía la demolición del pabellón oriental
de la plaza109 y no de toda la plaza de mercado.

Aunque la demolición parcial estaba programada desde 1945, solo se


inició en 1952 con la expropiación de los locales del pabellón oriental
que albergaba las oficinas de la plaza, además de locales de ventas de
ropas y batán, panela y otros víveres. Los vendedores fueron trasla-
dados en mayo de este mismo año a los alrededores de la plaza España,
aunque algunos de estos negocios permanecieron en el entorno de la
Plaza Central de Mercado.

Este suceso fue bien recibido por parte de la prensa escrita, la cual,
sin embargo, lamentó que su desaparición no sea “del todo, como lo
desearía la ciudadanía sino por etapas, ya que es necesario ir reem-
plazándola por mercados seccionales donde los habitantes puedan
adquirir los víveres que necesitan con la misma facilidad pero con |250
mayor higiene”.110

109 Acuerdo 84 de 1945, “Art. 25. Para facilitar la ejecución de la ‘Avenida del
Libertador’[…], destinase la totalidad o una parte […], del recargo o participación
municipal […], a cubrir el setenta por ciento (70%) del valor de los siguientes edifi-
cios[…]: f) El pabellón oriental de la Plaza Central de Mercado[…]”.

110 Luis Elías Rodríguez. “El 1.º de junio comenzará la demolición de la plaza”. El
Espectador [Bogotá] abr. 18, 1952.
Del edificio a la calle

Demoler a golpes: el fin de la Plaza Central de Mercado

El 13 de junio de 1953 a las 6:00 p. m.111 se produjo el golpe militar con


el que el general Rojas Pinilla le arrebató el poder al presidente Lau-
reano Gómez. Una de las primeras consecuencias fue que el gobernador
Luis Caro Escallón nombró al coronel Julio Cervantes Quijano como
nuevo alcalde de Bogotá. Un mes y trece días bastaron para hacer lo
que los antecesores del coronel Cervantes no lograron en varios años
de estudios y conciliaciones: demoler todos los edificios que restaban
de la Plaza Central de Mercado.

DECRETO 463 DE 1953


“Por el cual se dispone la clausura de plazas de mercado y pro-
piedad municipal”.
El Alcalde de Bogotá, en uso de sus facultades legales, y

considerando:
Que el funcionamiento de las plazas municipales de mercado, si-
tuadas en el Centro, Las Nieves y Chapinero, no presta a los ciuda-
danos garantías de seguridad, moralidad y salubridad;
Que, como medio para provocar una solución en el tiempo, por
las consecuencias que acarrearía la permanencia de un estado in-
definido de agotamiento en la utilidad de los inmuebles destinados
a las plazas de mercado, el Acuerdo número 54 de 1949 prohíbe ha-
cerles ampliaciones y mejoras;
251| Que por la situación e incapacidad de las plazas municipales se
ha tolerado la ocupación de andenes y calzadas que circundan sus lo-
cales, con notable perjuicio para el tránsito de peatones y vehículos;
Que a pesar de los esfuerzos hechos por las autoridades, no se han
podido tomar medidas efectivas compatibles con un funcionamiento
aceptable de las referidas plazas;

111 De acuerdo con la trascripción de la emisión radial del suceso realizada por Radio
Sutatenza.
Figura 64a. Demolición del pabellón oriental de la Plaza Central de Mercado, 1952
Fuente: igac
Figura 64b. Demolición del pabellón oriental de la Plaza Central de Mercado, 1952
Fuente: Museo de Bogotá
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Que no pudiéndose prestar por el momento con las plazas mu-


nicipales un servicio idóneo a la ciudadanía y al Fisco Municipal,
se hace aconsejable dejar a la iniciativa particular, bajo una indi-
recta y constante vigilancia por parte de las autoridades, la admi-
nistración particular de plazas de mercado que las sustituyan;
Que actualmente existen en funcionamiento parcial o en estado
de cumplir su eficiente objetivo, dentro de los plazos que por su si-
tuación y estructura llenan sus finalidades y se hallan adaptadas o
son adaptables a las exigencias arquitectónicas que armonicen con
la comodidad y la estética, llenando por su distribución adecuada
las necesidades actuales de la ciudadanía, y
Que una Administración Municipal ágil en la solución de los pro-
blemas exige tomar medidas oportunas y eficaces para el bienestar
ciudadano.

decreta:
ARTICULO 1. Clausúranse definitivamente en el presente año las
siguientes plazas municipales de mercado en las fechas que a conti-
nuación se fijan:
La plaza central de La Concepción, el día primero de agosto;
La plaza de Las Nieves, el día dos de septiembre, y
La plaza de Chapinero, el día dos de octubre […].
Comuníquese y publíquese. Cúmplase. Dado en el Palacio
Municipio de Bogotá, a 16 de julio de mil novecientos cincuenta y
tres. Coronel julio cervantes quijano, Alcalde Mayor112
|254
La clausura y demolición de la Plaza Central de Mercado se inició el 1.º
de agosto de 1953. Por este motivo, tuvo lugar una procesión eclesiás-
tico-militar entre la Plaza Central de Mercado y la plaza Matallana113

112 Decreto 463 de 1953, “por el cual se dispone la clausura de plazas de mercado y pro-
piedad municipal”.

113 Esta plaza se localizaba en el lote occidental de la plaza España (entre calles 10.ª y
11 con carreras 18 y 19 de Bogotá).
Figura 65. Demolición del pabellón oriental de la Plaza Central de Mercado
Fuente: El Espectador [Bogotá] sep.16, 1952
Plaza Central de Mercado de Bogotá

encabezada por el coronel Julio Cervantes y la imagen de la Virgen


Santísima, como si milicias terrenales y milicias celestiales se hubiesen
puesto de acuerdo para declarar el final de la plaza, todas ellas seguidas
por sus fieles devotos: los empleados de la Alcaldía y los vivanderos de
la plaza, que sellaban este final con misa campal dirigida por los padres
capuchinos y celebración musical a cargo de la banda de la Policía.

A partir del análisis del Decreto 463 de 1953 es posible concluir que:

1. La demolición de la plaza no comenzó el 16 de julio de 1953


con la expedición de este Decreto, sino con el proceso de au-
todestrucción iniciado el 8 de agosto de 1949,114 que prohibió
el mantenimiento de las plazas de mercado con el objetivo de:
“provocar una solución en el tiempo, por las consecuencias
que acarrearía la permanencia de un estado indefinido de
agotamiento en la utilidad de los inmuebles destinados a las
plazas de mercado”.115

2. Resulta paradójico que los principales motivos que llevaron a


la construcción de la plaza —la higiene material (salubridad)
y la higiene moral (inseguridad e inmoralidad)— fueran los
mismos que un siglo después se argumentaran para justificar
su destrucción (figura 66a y b).

Si para 1849 las autoridades consideraron que la vida y salubridad


de los habitantes dependía de la construcción de un edificio para |256
los abastos de la población, que evitara su muerte por efecto del
consumo de alimentos insalubres, un siglo después las autoridades,
en un giro de lo absurdo, declaraban que, por razones de salubridad,
este edificio constituía una peligrosa amenaza para la vida de los

114 Artículo 54 de 1949.

115 Decreto 463 de 1953, art. 1.


1849 1953

Figura 66a. Informe del gobernador Figura 66b. Decreto 463 de 1953, firmado por el
de Bogotá (1849), Vicente Lombana coronel Julio Cervantes Quijano, alcalde mayor
de Bogotá
Fuente: Museo de Bogotá
Fuente: Archivo de Bogotá
Plaza Central de Mercado de Bogotá

habitantes de la ciudad, y que, por lo tanto, debía desaparecer. Esto


recuerda a Camus: “[…] una razón para vivir es, al mismo tiempo,
una excelente razón para morir”.116

Plaza Central de Mercado: su desaparición en cinco imágenes, 1954

En las siguientes imágenes, las presencias y las ausencias de la Plaza


Central de Mercado:

|258

Figura 67. “Cadáveres de cosas”


Fuente: El Tiempo [Bogotá] ago. 2, 1953

116 Albert Camus “Lo absurdo y el suicidio” El mito de Sísifo, Ed. Losada (Buenos Aires,
2004) 16.
Figura 68. “La Plaza Central de Mercado, futuro palacio municipal”
Fuente: El Tiempo [Bogotá] oct. 29, 1953

Figura 69. Plaza Central de Mercado, glorieta central


Fuente: Cromos (ene. 11, 1954)
Figura 70. Plaza Central de Mercado, 1954
Foto: Museo de Bogotá
Figura 71. Plaza Central de Mercado
Fuente: El Tiempo [Bogotá] abr. 15, 1954
Figura 72a. Entorno del área correspondiente a la desaparecida Plaza Central de Mercado, 1956
Figura 72b. Entorno del área correspondiente a la desaparecida Plaza Central de Mercado, 2016
Fuentes: Google Earth
HIGIENE, ELEGANCIA Y COMODIDAD

LA MADUREZ DE UN PARADIGMA
EN LA PRIMERA MITAD SIGLO XX
EL UMBRAL ENTRE LOS SIGLOS XIX Y XX
O LAS VARIACIONES DE UN PARADIGMA

E
l hallazgo de un manuscrito donde el arquitecto y concejal
de la ciudad Julián Lombana sitúa los principios de higiene,
elegancia y comodidad como condiciones indispensables en el
diseño y construcción de edificios para plazas de mercado en 1903 fue
decisivo para entender los criterios que se tuvieron en cuenta para la
arquitectura de la ciudad durante los inicios del siglo xx:

Nómbrese por la presidencia un consejero en asocio de el [sic] médico


de sanidad e ingeniero municipal; para que al levantar el nuevo
plano la compañía constructora lo haga de acuerdo con esta co-
misión y quede así atendida la Higiene, la elegancia, la comodidad
que deben de tener esta clase de construcciones.1

A partir de este documento surgió la pregunta por el origen de estas


tres condiciones: ¿Acaso, higiene, elegancia y comodidad constituyen
un grupo de principios adoptados desde otras latitudes, siguiendo el
manido esquema centro-periferia?, ¿se originaron estos principios en
la enseñanza de algún libro de estudio sobre ingeniería? No parece
factible. Por ello, se proponen acá dos explicaciones alternativas que
pueden ser consideradas más plausibles, aunque aparentemente sean
contradictorias:

1 Julián Lombana, Informe sobre plazas de mercado [Bogotá] oct. 16, 1903. El resalta-
do en itálicas es mío.
265
Plaza Central de Mercado de Bogotá

1. Hay continuidad conceptual: la tríada conceptual higiene, elegancia,


comodidad no constituye un nuevo principio importado de otras
latitudes, sino la metamorfosis y el cierre conclusivo del paradigma
que ya estaba instalado aquí y que gobernó los aspectos urbanos
de la ciudad durante el siglo xix: salubridad, aseo y ornato.

2. No hay continuidad conceptual: la llegada del nuevo siglo im-


plicó también un nivel de madurez en la forma de concebir la
arquitectura en Bogotá. La tríada teórica planteada por el ar-
quitecto Lombana —higiene, elegancia y comodidad— expresa
un giro conceptual y formal de la arquitectura en Colombia de
comienzos de siglo xx y hasta los años treinta.

Respecto a la primera hipótesis, una mirada de la arquitectura de


finales del siglo xix, vista como manifestación de una cultura, revela
que la percepción de Bogotá oscilaba entre valores opuestos: edificios
higiénicos, como los hospitales, y edificios antihigiénicos, como las casas
de refugio; espacios cómodos, como las galerías Arrubla, y espacios
incómodos, como la plaza de mercado de La Concepción; lugares ele-
gantes, como el parque Caldas, y lugares antiestéticos, como el paseo
Bolívar. Por lo tanto, se podría afirmar que la higiene, la elegancia, la
comodidad son valores que se venían aplicando de manera implícita
desde finales del siglo xix —v. g. el pabellón de carnes (1892)—, pero
solo hasta el siglo xx estos valores se empezaron a explicitar.

Respecto a la segunda hipótesis, históricamente los cambios de siglo |266


se han caracterizado por ser momentos proclives a la imaginación del
futuro y a la generación de expectativas capaces de agitar los sueños
de los habitantes. Los cambios de siglo se caracterizan, además, por
generar nuevos espacios de reflexión e incitan al desarrollo de nuevas
formas de pensar que revalúan las nociones y creencias científicas,
espirituales e intelectuales imperantes. Podemos inferir entonces que,
si bien Bogotá era una ciudad dividida y fragmentada en muchos as-
pectos, no lo era así en el ámbito urbano. Por el contrario, la ciudad
Higiene, elegancia y comodidad

se unía y se vinculaba en torno a acuerdos y pactos implícitos que


se expresaban en ideas y escritos que reflejaban modos de pensar,
concebir y hasta profetizar la ciudad.

La aparente contradicción entre las dos anteriores hipótesis se aclara


con el planteamiento de ciudad que hizo el urbanizador Antonio
Izquierdo en su libro Lotes de Chapinero, en el cual explicaba y conci-
liaba el imaginario urbano de Bogotá en 1900, es decir, en el momento
umbral del cambio de siglo:

No hay duda: Santa Fe quedó al Sur y Bogotá corre hacia el Norte.


La ciudad del porvenir, la grande, hermosa, cómoda y salubre
capital de Colombia, busca la ancha sabana para extenderse, aire
para oxigenarse, luz para iluminar sus edificios y alegrar a sus ha-
bitantes. Quiere dejar las descarnadas faldas de los cerros que la
oprimen entre sus rodillas y correr, correr un poco por los prados
de la Sabana; ya se siente adulta y desea moverse; deja la cloaca in-
munda, la alcantarilla sin aguas, las orillas del San Agustín y del
San Francisco, foco de putrefacción, el chiribitil ahumado y asfi-
xiante, la calle torcida, estrecha y desfondada […].
Sí! La ciudad de la República se desprende de la Ciudad de la
Colonia, como una niña alegre y fresca se desprende de los brazos de
la regañona y cejijunta nodriza!2

Hermosa, cómoda y salubre es la definición de la Bogotá ideal para


267| este urbanizador. Una ciudad que se debate entre “La vieja ciudad
de la Colonia” y “La nueva ciudad de la República”, que sueña con
liberarse de las ataduras de un pasado caracterizado por lo insalubre,
lo incómodo y lo antiestético, para perseguir su futuro en lo opuesto, es
decir, en lo “hermoso, lo cómodo y lo salubre”.3 La ciudad futura se

2 Citado por Antonio Izquierdo, Lotes en Chapinero (Bogotá: Tipografía Salesiana,


1900) 19. El resaltado en itálicas es mío.

3 Antonio Izquierdo 19.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

concibe, entonces, a partir de una serie de carencias que se traducen


en tres soluciones: una solución estética, una solución funcional y una
solución higiénica.

Estos tres principios que recogió Izquierdo son los mismos que de
manera parafraseada propuso Julián Lombana para las plazas de
mercado tres años después, higiene, elegancia y comodidad.4 Para
Lombana, esta síntesis conceptual sería resultado de una reflexión
madura, pues estos principios ya aparecían de manera expresa en dos
documentos de su autoría: el proyecto de acuerdo y el texto final que
daría lugar al Acuerdo 4 de 1900.

Este es, pues, el sentido de la segunda hipótesis: la tríada conceptual


del siglo xix (salubridad, aseo y ornato) se desdobla como un paradigma
complejo, que ya no solo argumenta los emprendimientos urbanos,
sino que también justifica las obras de arquitectura de la ciudad con
las nociones de higiene, comodidad y elegancia.

Aseo
Higiene

Comodidad Elegancia

Salubridad Ornato
|268
Paradigma siglo XIX Paradigma siglo XX

Figura 1. Las variaciones de un paradigma entre el siglo xix y el siglo xx


Fuente: Elaboración propia

4 Julián Lombana, Proyecto de Acuerdo, “Por el cual se reglamenta la construcción


de varias plazas de mercado”. Bogotá, sep. 14, 1900.
Higiene, elegancia y comodidad

Situar con precisión el umbral de los cambios o perseguir el elusivo


momento de transición entre uno y otro estado no es posible. Los
cambios de paradigma no son una cuestión de momentos, sino de
superposiciones; son tan lentos sus movimientos que es indispen-
sable la perspectiva del tiempo para empezar a decantar y afinar
los sucesos; es por ello que a continuación se presenta un compendio
donde se evidencia el deseo de construir la ciudad de comienzos del
siglo xx, a partir del paradigma de higiene, elegancia y comodidad.

HIGIENE

Que esta blasonada metrópoli carece de salubridad pública por


falta de higiene […] y que para dotar a la ciudad de algunas reglas
permanentes y preventivas a tal respecto, es preciso no conformarse
con pequeños reglamentos aislados de fugaces efectos.

Vicente H. C. Mestre, Propuesta al Honorable Concejo Municipal

Con esta afirmación del concejal Vicente Mestre, se aclara la ambi-


güedad conceptual que flota entre las nociones de higiene y salubridad;
además, se establece una relación causal entre una y otra a través de
la prevención. La aplicación y puesta en marcha de los postulados
científicos de la higiene a comienzos del siglo xx son una novedad en
Bogotá. Cuando Julián Lombana plantea la higiene como condición
269| para la arquitectura de las plazas de mercado es muestra de que re-
conoce la importancia de esta “nueva ciencia” dentro del paradigma
que formula.

La palabra higiene viene del nombre que los griegos le dieron a la


diosa encargada de velar, y proteger la salud de sus súbditos: la diosa
Hygieie; de allí que la palabra higiene connote ante todo un modo de
Plaza Central de Mercado de Bogotá

protección y defensa de la salud. En el mundo occidental es posible


situar cinco periodos en el desarrollo de la historia de la higiene:5

1. La higiene privada, hipocrático-galénica (Grecia clásica).

2. La teoría miasmática y los comienzos de la higiene pública


(Medioevo).

3. La sistematización de la teoría miasmática y de la higiene


(Ilustración).

4. Surgimiento de los movimientos higienistas europeos y la ins-


titucionalización de la higiene como ciencia (siglo xix).

5. La bacteriologización de la higiene (siglos xix y xx).

En Colombia, la aplicación científica de la higiene implicó un gran


avance en la batalla contra de las epidemias, debido a que los esfuerzos
por combatirlas ya no se centraban exclusivamente en la enfermedad
sino en la prevención, mediante estrategias consistentes en prácticas
de aseo y limpieza, con las cuales se lograba una barrera de asepsia en
el cuerpo humano y en los espacios físicos que impedía el desarrollo
de bacterias y virus, tal como lo expresa la Junta Central de Higiene
en Bogotá para el año de 1891:

La gran misión de la Higiene y la del higienista es la de prevenir el |270


desarrollo de enfermedades y la de evitar su propagación por todos
los medios posibles, y esta misión es más forzoso que la cumplan
cuando se trata de enfermedades que, como la lepra, son una ver-
dadera calamidad social y, sobre todo, si la Medicina no puede
combatirla; en verdad, ella á pesar de los últimos descubrimientos

5 Esta periodización se adopta de la propuesta de Emilio Quevedo en su tesis doctoral


El tránsito desde la higiene hacia la salud pública en Colombia en el contexto de las inte-
racciones internacionales (Bogotá, 1998) 86.
Higiene, elegancia y comodidad

acerca de la naturaleza microbiana de la lepra, presentida hace


siglos por algunos pensadores, no ha podido encontrar el agente me-
dicamentoso que la destruya.6

La aceptación en el país, a finales del siglo xix, de una nueva concepción


del origen de las enfermedades —la teoría microbiana— fue impulsada
por la publicación en los Anales de la Universidad Nacional y en la
Revista Médica de los trabajos de Louis Pasteur y Koch respecto a
los avances en el estudio de microorganismos.7 Por supuesto, la sola
publicación de estas investigaciones no implicó un cambio inmediato
en el modelo que se venía adoptando por más de un siglo, pues aunque
se había descubierto que la forma de contagio de las enfermedades era
por medio de las bacterias y no por efecto de los miasmas, aún no se
habían inventado los medicamentos correspondientes para combatirlas,
por lo que la solución más eficiente fue la aplicación de las normas de
higiene preventivas.

Lo que se evidencia aquí es el choque de dos corrientes higienistas:


por una parte, la tradicional teoría miasmática que explica las epi-
demias por los malos olores, y por otra, la nueva teoría microbiana,
que explica la transmisión de las enfermedades por la presencia de
microorganismos que infectan el cuerpo humano. Es por ello que en
el concepto del médico e historiador Emilio Quevedo,

el mugre ya no es sinónimo de contaminación y por lo tanto cau-


271| sante de enfermedad. El mugre tiene que estar contaminado con mi-
croorganismos para que sea patogénico. El problema no es que una
cosa sea sucia sino que tenga bacterias en ella.8

6 Proto Gómez, Revista de Higiene iii.31 (1891).

7 Emilio Quevedo.

8 Emilio Quevedo.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

La reglamentación y puesta en marcha de la higiene como política


urbana se produjo ya iniciado el siglo xx con la expedición de la Ley
33 de 1913, “por la cual se crea el Consejo Superior de Sanidad”, con
la cual se propone legislar y controlar la higiene pública y privada y
no solamente “obtener los datos científicos necesarios para resolver
las cuestiones que se rocen con la salubridad pública”9 como se le im-
ponía a la Junta Central de Higiene creada en 1886. De esta manera,
se empezaron a poner en práctica los postulados teóricos y, a la vez,
se delimitaron dos campos: la higiene pública y la higiene privada.

En Bogotá, la práctica de los principios de la higiene implicaría una


ardua y prolongada campaña educativa, consistente en la enseñanza
de nuevas normas que implicaban fuertes cambios en los hábitos
y comportamientos de los ciudadanos. Este plan de instrucción
pública se inició en 1870, con la llegada a nuestro territorio de las
primeras nociones y prácticas de higiene de la mano de un grupo de
profesores alemanes traídos por el gobierno nacional para dirigir las
escuelas normales,10 y continuó en el siglo xx por medio de libros,
instructivos y cursos de capacitación en diferentes zonas urbanas
y rurales del país.

Higiene privada

Hasta finales del siglo xix en nuestro país, se consideraba la salud como
un bien individual, por lo tanto, la responsabilidad de su cuidado co- |272
rrespondía a cada persona. Se trataba de un modelo de higiene derivado
del modelo hipocrático-galénico de la Grecia clásica, que establecía
una relación directa entre el estado de salud y el recto equilibrio de
los cuatro humores que componían el ser humano: sangre, flema, bilis

9 Emilio Quevedo.

10 Cenón Solano. Registro municipal de higiene vi.11 (1917).


Higiene, elegancia y comodidad

y bilis amarilla, cruzados con los cuatro temperamentos (sanguíneo,


flemático, melancólico y el atrabilario o colérico) que determinaban una
predisposición específica hacia ciertas enfermedades.11 Correspondía a
cada individuo, entonces, llevar un régimen de vida que mantuviera un
equilibrio armónico entre su constitución humoral (causa interna) y la
naturaleza general (causa externa), la cual estaba representada por el
clima, los aires y la dieta. La causa de las enfermedades era atribuida
a desórdenes en el estilo de vida de los individuos, lo que los llevaba
a un estado de caos temperamental y desequilibrio de los humores.12
De allí que una de las reglas de la higiene privada hipocrática fuese
la de llevar una vida en paz y tranquilidad consigo mismo y con el
ambiente que le rodea.

Sin embargo, las condiciones de vida bogotana no permitían que la


mayoría de sus habitantes mantuviesen un estilo de vida “en paz y
equilibrio”, por esta razón podría afirmarse que este tipo de higiene
constituye una forma de higiene burguesa y excluía a una gran parte
de la población que no podían mantener ciertas dietas alimenticias
o cuidados específicos. A comienzos del siglo xx, la noción de higiene
privada se limitó a los cuidados del aseo personal, tales como el vestido,
el baño diario, la limpieza de manos y uñas, el cuidado del cabello,
y se asimiló a los principios de urbanidad, comportamiento y moral.

Higiene pública
273|
El establecimiento de la higiene pública en Colombia fue consecuencia
de la Constitución centralista de 1886, según la cual la salubridad
pública es una responsabilidad del Estado. Su primer efecto concreto
fue la promulgación de la Ley 30 de 1886, “por la cual se crea la Junta

11 Emilio Quevedo.

12 Emilio Quevedo.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Central de Higiene”, como ente responsable de los asuntos correspon-


dientes a la salubridad y la higiene públicas. Sin embargo, esta am-
biciosa visión de la higiene como responsabilidad del Estado tropezó
con la fragmentada realidad fiscal y administrativa del país, lo que
impidió que los principios establecidos en el papel por la Junta Central
de Higiene se tradujeran en una realidad práctica al alcance de toda
la población, y se limitó, como se había mencionado, a la labor de
recoger datos científicos relacionados con cuestiones de la salubridad
en las diferentes regiones del país.

En Colombia, antes de la Constitución de 1886, la intervención del


gobierno en los asuntos de salud pública solo tenía lugar cuando se
presentaban fenómenos de carácter masivo como las epidemias, en cuyo
caso se activaban las Juntas de Sanidad. Estas Juntas siguieron los
parámetros implementados desde la Colonia por la reforma sanitaria
borbónica,13 y su actividad aparecía y desaparecía siguiendo el ciclo
de las epidemias.14 Es por ello que la noción de higiene pública en el
país correspondió con el establecimiento de un ente oficial de carácter
permanente y responsable de atender la salud pública.

En el caso bogotano, la higiene estableció relaciones entre la apariencia


física de las personas y su condición moral. Aquellas personas que
mantenían un orden en el vestido y una limpieza en su físico se consi-
deraban gente de bien; en contraste, personas como los vivanderos de
la plaza, vestidos sin ningún recato, despeinados y con manos sucias
se consideraban dignos de sospecha: |274

El aumento del bienestar y el mejoramiento de la higiene de las clases


inferiores contribuyen a obtener la defensa contra las enfermedades
contagiosas: Y para vencer y detener estas enfermedades evitables,

13 Pablo García Medina, El método experimental aplicado a la clínica médica (Bogotá:


Imprenta de La Luz, 189).

14 Emilio Quevedo.
Higiene, elegancia y comodidad

tratemos de reformar material y moralmente el estado de las clases


pobres, lo que se consigue pidiendo a las leyes económicas los medios
de mejorar su alimento y su vestido; al capital, la construcción de
habitaciones para obreros; a la higiene, las reglas para cambiar sus
costumbres, y a la caridad, el modo de levantar su espíritu.15

En el siglo xx, la Junta Central de Higiene dejó de ser una institución


exclusivamente de investigación y se constituyó en un organismo
dotado de poderes judiciales, una especie de figura inquisidora que
perseguía los focos de infección epidemiológicos en diversos lugares
y espacios, pero, sobre todo, en aquellos lugares donde se produjeran
aglomeraciones de públicos o concentración de aires corrompidos. Uno
de esos lugares era la Plaza Central de Mercado.

Higiene material: ¿son las plazas


de mercado un foco de infección?

Plazas de Mercado: […] Con la realización de esta obra se


eliminará uno de los más grandes focos de infección, hasta
ahora tolerado y cultivado en el centro mismo de la ciudad.

R. Arango, director Municipal de Higiene, 1921.16

Tanto la Junta Central de Higiene como los directores del departa-


275| mento de obras públicas municipales, los concejales del municipio y
la población en general coincidían en afirmar que la Plaza Central
de Mercado era una de las más graves amenazas a la salubridad de
los ciudadanos y origen de muchas de las epidemias producidas a

15 Pablo García Medina. El método experimental.

16 R. Arango. Informe del Director de Higiene y Salubridad al honorable Concejo Municipal.


Bogotá, abr. 21, 1921.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

comienzos del siglo XX.17 Todo lo anterior hizo que las plazas fuesen
estigmatizadas injustamente a lo largo de la historia en diferentes
textos y documentos que tomaban como fundamento las ideas
decimonónicas alusivas a la teoría miasmática, y que solo hasta la
segunda década del siglo XX empezaron a ser desenmascaradas.

Este equívoco conceptual se manifestaba también en otros casos de


la ciudad. En un estudio presentado en 1914 al Concejo de Bogotá
sobre los lugares infectos en Bogotá, todavía se relacionaban las
patologías con los malos olores:

a. Lugares infectos asociados a los baños públicos, a las alcantarillas


a cielo abierto y al represamiento de aguas

Figura 2. Lugares infectos


asociados a los baños
públicos, a las alcantarillas
a cielo abierto y al
represamiento de aguas
Fuente: Archivo de Bogotá |276

17 “[…] El foco de infección formado allí, generador a nuestro juicio de muchas de las
enfermedades que han dado en azotar últimamente con marcado rigor e insisten-
cia a la población”. Zoilo Cuéllar y Roberto Olarte. Informe al Concejo Municipal
[Bogotá] sep. 6, 1915.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

b. Lugares infectos asociados al mercado

Figura 3. Plaza de carnes de Bogotá


Fuente: Museo de Bogotá

Como ya se ha mencionado, la venta de carnes era considerada una


potencial fuente de infecciones y epidemias. Sin embargo, esta no era
la única razón por la cual la plaza de mercado era señalada como un
lugar infecto. El informe presentado al Concejo de Bogotá en 1915
sobre la plaza de mercado detalla otros focos de infección:

Los pisos, desagües y sumideros de ese muladar llamado mercado,


con tanta vanidad, son capaces de apestar a los mismos gallinazos y |278
de poder en vergüenza publica la admón municipal más incipiente:
Los sitios donde se expenden los pollos y otras aves de corral son
un espanto de inmundicia y fetidez; y la susodicha galería donde
está el cerdo, la cecina y el menudo, de que aseo y pulcritud alardean
tanto los expendedores de eso, emana a ratos tal pestilencia que
sería capaz de poner en fuga a los canes más hambrientos.18

18 Zoilo Cuéllar y Roberto Olarte.


Figura 4. “Plano de kiosco sencillo para expendio en la plaza de mercado
presentado por Belén Naranjo para obtener licencia. Escala de 0.05 m.”,
c. a. 1910
Fuente: Archivo de Bogotá
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Figura 5. Plaza de mercado de La Concepción, c. a. 1910


Fuente: Museo de Bogotá

Los aparatos, kioscos, mostradores y demás armatostes que han


dado en poner casi todos los vendedores de artículos en el susodicho
mercado, constituyen también, una verdadera amenaza para la sa-
lubridad: lo que existe debajo de ellos no es ni para contarlo ni para
decirlo […] allí no ha entrado la escoba ni el agua nunca, probable-
mente en los años que lleva construido aquel apostadero de galli-
nazos. Los mogotes o protuberancias de tierra y mugre que tienen
los pisos de la malhadada plaza, servirían para abonar la Sabana
entera y sobraría mugre.19
|280
Este informe hizo un juicio a la plaza de mercado centrado en la hi-
giene y el aseo. En efecto, el frenético ritmo de un mercado público
suscita condiciones deficientes de aseo e higiene. Sin embargo, y a
pesar de la evidente gravedad de esta situación, el ingeniero Cuéllar
y el concejal Olarte no lograron establecer ni comprobar una relación

19 Zoilo Cuéllar y Roberto Olarte.


Higiene, elegancia y comodidad

entre desaseo y enfermedad, lo que muestra la incertidumbre acerca


de las teorías miasmáticas y las nuevas teorías científicas de la higiene.

La higiene en la plaza de mercado no fue analizada solamente por


ingenieros y concejales. Cuatro años más tarde, en 1919, se presentó
un nuevo informe al Concejo de Bogotá, realizado esta vez por el
abogado Lorenzo Cuéllar, que integraba, además, la experiencia de
quienes habitaban estos lugares. El contraste con el anterior informe
es evidente:

El terreno deslindado es perfectamente seco y tiene declive natural


hacia el occidente para donde derraman las aguas de las alcanta-
rillas y lluvias; es sano, pues a pesar del gran movimiento diario de
víveres etc., y estar descubierta la mayor parte de la plaza, no es
foco de infección, como se quiere hacer creer, puesto que las casas
contiguas, según nos hemos informado, sus habitantes no sufren en-
fermedades a causa de la plaza, ni tampoco los que viven en ella
durante el día, que tienen tiendas, inclusive el administrador de la
referida plaza y sus empleados, que se mantienen alentados, y pa-
seándola toda, como lo hemos hecho personalmente varias veces.20

El argumento expuesto por el abogado Cuéllar contradice la histórica


relación entre plaza de mercado y foco de infección, confirmando, de
esta manera, los avances científicos de algunos profesionales de la salud
en el sentido de que la transmisión de las enfermedades no se daba
281| como efecto de la respiración de aires infectos, sino por la presencia
de microorganismos y bacterias causantes de las infecciones, base de
la teoría microbiana.

20 Lorenzo Cuéllar, Informe al Consejo municipal [Bogotá] feb., 1919. El resaltado en


itálicas es mío.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Higiene moral: plaza y chicha

Pues en cuanto a la parte moral de aquel antro inicuo, que decir? Con una
sola frase podríamos sintetisar [sic] el martirio a que se somete en Bogotá
a cierta clase de personas decentes que por carencia de recursos se ven
obligadas a ir al famoso mercado, diciendo sin exageración: “El inmortal
genio del Dante hubiera caracterizado mejor, en condiciones gráficas,
peripatéticas, el Infierno de la Divina Comedia describiendo el mercado
de La Concepción de Bogotá, en uno de los días de mayor concurrencia”.

Zoilo Cuéllar y Roberto Olarte

Los problemas asociados a la higiene moral en la plaza de mercado,


problemas en los que se visibiliza el encuentro forzoso de dos idio-
sincrasias —una de carácter rural y otra citadina—, cuyos valores y
lenguajes diferentes son evidenciados por un columnista del periódico
El Zancudo hacia el año de 1890 a partir del relato acontecido entre
dos vivanderas de la plaza:

A duras penas logramos penetrar en aquel infierno, recibiendo piso-


tones por un lado, estrujones por el otro, dando y devolviendo aco-
metidas por donde quiera que andábamos […].
En esto se armó una pelotera entre dos revendedoras de carne,
que se disputaban un hígado de res; el hígado partió como un pro-
yectil lanzado con violencia, pero en vez de dar en la otra contrin-
cante, fue a estrellarse de lleno en la cara del doctor Uñate, abogado, |282
que andaba por allí agenciando alguna evolución de araña, y que al
recibir en las narices aquel cuerpo inesperado, perdió el equilibrio y
cayó cuan largo era sobre un tercio de ollas que accidentalmente se
encontraba inmediato, rompiendo la mayor parte; la dueña de la mer-
cancía averiada, sin previa intimación, ni averiguación de ninguna
especie, descargó dos tremendos cucharonazos en el abdomen del
infeliz discípulo de Caco, que por tomar las de Villadiego, no se
Higiene, elegancia y comodidad

esperó a saborear el sermón de iniquidades que le dirigió la del cu-


charón, decidida a repetir la zurra en las costillas del letrado.21

Así mismo, se presentaban conflictos y accidentes entre los compra-


dores, donde además se evidencia la carencia de un orden espacial en
el interior de la plaza:

¡Putulum! Allá cayó doña Petra enredada por unos perros que
reñían; ¡pobre señora! Y más encima se le fue un pilón de panelas,
quebrantándole las espinillas.
—¡Sáquenme de aquí, por Dios! Gritaba la infeliz señora sin po-
derse mover, á tiempo que saltaban por sobre ella algunas aguilillas
que debían ir muy de carrera, seguidas de otros desocupados, que
tomando seguramente por un fardo a doña Petra, le pusieron un pie
sobre el abdomen y ¡zas! brincaron al otro lado haciéndola exhalar
un angustioso grito.22

En medio de estos sucesos, y aprovechando la informalidad y el tu-


multo en el interior de la plaza, también era frecuente encontrar casos
de robos y asaltos:

—¡Atájenlo! ¡Cójanlo! ¡Allá va el ladrón! Gritaron muchas voces,


en medio de la mayor algazara, mostrando un muchacho que pasó
veloz como un gamo, saltando tercios y canastos, después de haberle
birlado el bolsillo á una mirla, distraída con los floreos que le menu-
283| deaba un señor desocupado.
En esta pelotera perdió misia Pacha la sombrilla y qué se yo que
golosina que le llevaba como obsequio á su marido, y á doña Juana

21 Cernícalo, “Al mercado”. El Zancudo [Bogotá] abr. 20, 1790 [sic] [1890]: 14.

22 Cernícalo 14.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

le dividieron en dos la mantilla, contemporánea de mi capa, pero


que ella juraba ser nuevecita, acabada de estrenar.23

Para la sociedad bogotana de esta época, todo lo anterior se resume en


dos constantes, los malos modales y la falta de educación, que hacían
de la plaza de mercado un lugar poco recomendable:

Mire mi amo, me dijo la criada, mostrándome dos señoritas vestidas


con elegancia, que devoraban plátanos con furia tan desordenada,
que no perdonaban ni las cáscaras. En su afán de engullir se habían
embadurnado hasta las cejas, formando aquella untura, con el yeso
y bermellón de las mejillas, una especie de postre que podía reco-
gerse á cucharadas: natilla, bocado de reina ¡que se yo! Una de ellas
de seguro había comido algún aguacate ó algún zapote con inte-
gridad de la cáscara, porque aún llevaba la pepa entre la boca, que
se le había torcido, formándole una especie de colina en el carrillo.
¡Que barahunda! Por todas partes trajes rotos, cosas perdidas,
bofetones y desgracias, gritería y malos olores; tal cual ebrio dando
función a costa de la decencia […]. No más mercado en la plaza, dije
llegando a mi hogar á las dos de la tarde; aunque perezca de hambre
mi familia; esto es negocio de locos rematados.24

Sin embargo, los problemas de higiene moral de la plaza de mercado


no se circunscribían únicamente a los límites internos del edificio, pues
su influencia alcanzaba un amplio entorno, donde conductas análogas
a las anteriormente citadas se replicaban agudizadas por el consumo |284
de bebidas alcohólicas, la principal de ellas la chicha.

Desde su origen, la tradición del mercado público en Bogotá estaba


asociada al consumo de la chicha en sus alrededores. Esta bebida,

23 Cernícalo 14.

24 Cernícalo 14.
Higiene, elegancia y comodidad

considerada como malsana, 25 consistía en una mezcla fermentada


a base de maíz, con una gran capacidad de embriagar a quienes la
consumían. Los vivanderos de la plaza, acompañados de trabajadores
y obreros, encontraban en las chicherías un lugar de esparcimiento y
entretención, pero para las autoridades estos lugares no eran más que
el prototipo de una industria suicida tal como lo afirmara el Fiscal
Guillermo Posada hacia el año de 1915.26

Aunque dentro de la plaza de mercado no existían lugares para el


consumo de bebidas alcohólicas, sí estaba rodeada de chicherías, lo
que terminó por complejizar, aún más, el ya caótico contexto de la
plaza. Fueron tantos los sitios de consumo de chicha que para 1915
Bogotá, con 178 establecimientos, era la ciudad con mayor número
de chicherías en el país.27

Si para 1900 resultaba “ideal” vivir en las proximidades de la plaza de


mercado, como proponía Antonio Izquierdo, una década después resultaba

25 “En el siglo primero de la era cristiana, los godos usaban por bebidas hidromiel y
cerveza hasta embriagarse y esta costumbre perdura todavía al cabo de los veinte
siglos, con la diferencia de que en Colombia se usa la miel de caña en vez de la de
carbona, rubia y deliciosa, que los primeros dipsómanos empleaban. Este hidromiel,
que en Colombia se llama guarapo, produce al fermentarse un alcohol etílico que no
es tan dañoso como el metílico de la chicha el que cargado de multitud de principios
sépticos, resultado de la descomposición de las substancias proteicas, forma el terri-
ble veneno que va a producir los temibles estragos que vemos en los consumidores,
285| tanto en lo físico como en lo moral”. Cenón Solano, Informe de trabajos de la Dirección
de Higiene y Salubridad en el año de 1915 [Bogotá].

26 “Aquí todos los que se sientan en el banco de los acusados son individuos alcoholiza-
dos inveterados, por el funesto vicio de la chicha, industria suicida en casi todos los
departamentos. Desgraciadamente los crímenes se cometen en nuestras poblaciones
por causa de este vicio, y en un momento dado matan inconscientemente sin motivo
ni razón.” Posada Guillermo, Fiscal, citado por Cenón Solano, Informe de trabajos de
la Dirección de Higiene y Salubridad en el año de 1915.

27 Cenón Solano, Informe de trabajos de la Dirección de Higiene y Salubridad en el año


de 1915.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

intolerante. El excesivo poder de atracción como polo comercial de la


plaza de mercado hacía que los usos residenciales entraran en conflicto
con las prácticas comerciales, las cuales crecían desmedidamente.

La relación establecida entre plaza de mercado y problemas de higiene


moral se traducía en una lucha por combatir las costumbres y los
hábitos considerados por las autoridades médicas como regresivas,
pues, según ellas, impedían la evolución hacia el futuro. Además de
las chicherías y plazas de mercado, la higiene moral se asociaba a
los comportamientos “autóctonos y exóticos” de los habitantes, sin
importar el espacio donde estos tenían lugar. Hacia el final de la
década de los años 30, la administración municipal reconocería que el
problema de la higiene no se resolvía únicamente con la promulgación
de decretos y acuerdos para regular estos lugares, si no se atendían,
además, las precarias condiciones socioeconómicas de la población; de
esta manera, se evidenciaba la distancia que mediaba entre la teoría
del papel y la realidad cotidiana:

La higienización de las ciudades no se obtiene —como creen muchos


con criterio simplista— por el sólo medio de crear funcionarios cuya
acción tropieza siempre con la pobreza de los habitantes a quienes se
trata de obligar a llevar una vida higiénica para la cual carecen de
medios materiales.28

COMODIDAD |286

Uno de los libros más frecuentados por los ingenieros y constructores


de finales del siglo XIX en Bogotá, fue el Manual de arquitectura y con-
sideraciones generales. Sobre los caminos de hierro, que hace parte de la
Enciclopedia Hispanoamericana editada por Fernando Rojas. Este libro,

28 Consejo [sic] Municipal, Bogotá, Memoria Municipal correspondiente al bienio de


1923 a 1925 (Bogotá: Imprenta Municipal, 1925).
Figura 6. Comodidades del tránsito
Fuente: Rump [Caricatura]. El Zancudo [Bogotá] 1890. Biblioteca Nacional
Plaza Central de Mercado de Bogotá

que hace parte de la colección de la Biblioteca Nacional de Colombia,


aborda en uno de sus capítulos la noción de comodidad explicándola
como el producto de varios factores, en cuyo balance y encuentro logra
un fin y un bienestar para los usuarios de una arquitectura determinada:
“nace la comodidad de la relación que une la forma, magnitud y número
de las partes de un edificio, con el uso á que se le destine”.29

De los tres criterios que Julián Lombana planteara en el Acuerdo sobre


Plazas de Mercado de 1903 como indispensables para la arquitectura
de las plazas de mercado el más elusivo y complejo de entender es la
comodidad, debido a la diversidad de su acepción y a la amplitud de
su alcance.

El origen etimológico de la palabra comodidad remite al latín com-


modus —con modus— “un modo de hacer las cosas, de manera que
resultan manejables, con facilidad y sin esfuerzo, y que por lo tanto
proporcionan descanso al cuerpo”.30 Aplicado a la arquitectura y a
la ciudad, se trata de una condición que expresa la relación funcional
entre los espacios de los edificios y las personas. De allí que la noción
de comodidad también se relaciona con la utilitas vitruviana, es decir,
con la utilidad y el uso del edificio y, específicamente, con la correcta
relación entre las partes que lo constituyen, de manera que sus usuarios
lo puedan usar apropiadamente.

Por lo tanto, en la noción de comodidad convergen dos acepciones di-


símiles pero complementarias. La primera se orienta hacia la relación |288
de las personas con la funcionalidad de los objetos, y la segunda, hacia
a las consecuencias de dicha relación, es decir, los beneficios sensoriales
denominados como confort.31

29 Fernando de Rojas, Enciclopedia hispanoamericana. Manual de Arquitectura y conside-


raciones generales. Sobre los caminos de hierro (París: Librería de A. Bouret e hijo, 1874).

30 María Moliner, Diccionario de usos del español I (Madrid: Espasa Calpe, 1999).

31 El confort según María Moliner es un galicismo que alude a la palabra comodi-


dad, mientras que el comfort —con m— es un anglicismo que también remite en
Higiene, elegancia y comodidad

Para la arquitectura de Bogotá, la comodidad no es un concepto exclusivo


del siglo xx, pues ya desde el siglo xix esta noción se empezaba a filtrar
en varios acuerdos municipales, asociada a las necesidades urbanas
de la ciudad. El informe de gestión del gobernador Lombana (1849),
entre otros textos, hacía referencia a “las medidas que dejo indicadas
sobre la policía de aseo, ornato i comodidad de la capital”,32 entre las
cuales estaban la construcción de aceras, alumbrados y obras públicas.

A lo largo del siglo xix, la noción de comodidad cada vez es más aso-
ciada a las condiciones urbanas, a los medios físicos que permitían
el tránsito de personas y carruajes por la ciudad, a los lugares que
permitían el encuentro a cielo abierto y, en general, a los espacios que
permitían la permanencia de los habitantes por fuera de sus viviendas
y lugares de trabajo:

Acuerdo 4 de 1865
Sobre empedrados y aceras en las calles y plazas de la ciudad.

considerando:
1. Que las vías públicas, plazas y plazuelas de la ciudad no
prestan al vecindario un servicio cómodo, fácil y agradable, por en-
contrarse en mal estado la mayor parte de los empedrados y enlo-
sados que hay actualmente, y no existir aquellos en algunas calles
de la población.33

289|
español a la palabra comodidad. En este trabajo se está aludiendo al comfort fran-
cés teniendo en cuenta el contexto beauxartiano que influyó en la cultura y en la
arquitectura de los años 20. Mientras que el confort inglés llegaría —vía Estados
Unidos— posteriormente y se enmarcaría principalmente en los desarrollos tecno-
lógicos de los años cincuenta.

32 Vicente Lombana, Informe del Gobernador de Bogotá a la Cámara de provincia en su


reunión ordinaria de 1849 (Bogotá: Imprenta del Neogranadino, 1849).

33 Acuerdo 4 de 1865. El resaltado en itálicas es mío.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

Acuerdo 14 de 1872
Sobre refacción, mejoramiento y sostenimiento de las vías públicas

considerando:
2. Que la parte de los caminos del Estado que parten de la ciudad
no han sido refaccionados en la parte que queda dentro del Distrito,
por quienes debieran hacerlo, lo que los constituye incómodos en
verano e imposibles en invierno; y
3. Que es un deber de la Municipalidad propender, por cuantos
medios legales estén a su alcance, para hermosear la ciudad, Capital
de la Nación y del Estado, y dar comodidad y garantía a sus mora-
dores y transeúntes.34

La definición propuesta por Rojas en el siglo xix de comodidad, en-


tendida como “la relación que une la forma, magnitud y número de
las partes de un edificio, con el uso á que se le destine”, constituiría
un modo de entender y aplicar el concepto a comienzos del siglo xx
en Bogotá. Jorge W. Price retoma este concepto en su libro Principios
esenciales en la arquitectura (1920) a partir de uno de sus sinónimos:
la conveniencia, entendida como el “talento de apropiar un edificio a
su destino, y de elegir para todas sus partes la forma que mejor se
preste a su función”.35 De hecho liga conveniencia y comodidad como
parte del origen de la arquitectura: “La Conveniencia fue la que en un
principio estimuló en la raza humana la arquitectura. La necesidad
de resguardarse contra la intemperie; el sentimiento de comodidad,
el de la belleza y el religioso”.36 |290

34 Acuerdo 14 de 1872. El resaltado en itálicas es mío.

35 Jorge W. Price, Principios esenciales en la arquitectura (Bogotá: Casa Editorial de la


Nación, 1920).

36 Jorge W. Price.
Higiene, elegancia y comodidad

Incomodidad y plaza de mercado

Con apenas diez años de haber sido inaugurada, la plaza de mercado


de La Concepción dejó de ser un edificio cómodo, debido a su falta de
capacidad para albergar a sus usuarios.37 Esta situación fue empeo-
rando hasta volverse insostenible: en 1902 los habitantes decidieron
enviar un memorial al Concejo Municipal, en el que analizan compa-
rativamente la situación de la ciudad cuando fue ser inaugurada la
plaza (1864) y la que en ese momento se vivía (1902):

La actual plaza de mercado existe hace casi cuarenta años. Cuando


fue construida, la ciudad no tenía, se puede afirmarlo, más de la
mitad de los habitantes que hoy constituyen su población. El área de
la ciudad apenas alcanzaría á tanto, pues barrios que en aquel tiempo
estaban poblados apenas, sino destinados á la agricultura y la gana-
dería. Ni lo largo de las distancias, ni la amplitud de las vías públicas,
ni la misma extensión de la plaza de mercado dejaban de estar, en
general, en la conveniente proporción con la ciudad de entonces.
Pero lo que en esa época fue bueno y lógico ha dejado de serlo
por la misma naturaleza de las cosas. El desarrollo de la ciudad en
diversos sentidos ha venido a hacer más que gravoso para algunos
vecinos de la capital, especialmente los del Norte, que necesitan pro-
veerse de víveres en el único lugar consagrado oficialmente para ello,
desde hace tanto tiempo, en un sitio que para ellos es evidentemente
excéntrico.38
291|

37 Acuerdo 17 de 1874, “considerando: Que la actual plaza de Mercado no es suficien-


te para el servicio a que está destinada, por el notable aumento que ha tenido la
población”.

38 Carlos Uribe et al. Memorial de los vecinos del barrio de las Nieves al Concejo Municipal
[Bogotá] sep. 22, 1902.
Figura 7. Alrededores de la plaza de mercado de La Concepción, s . f.
Fuente: Sociedad de Mejoras y Ornato
Higiene, elegancia y comodidad

La urgente necesidad de establecer otras plazas de mercado en la


ciudad no se fundamentó solamente en las insuficientes dimensiones
del edificio de La Concepción, sino en el escaso tamaño de las vías
de acceso a la plaza de mercado, lo que dificultaba su acceso masivo
los días del mercado:

En los días de concurso, el acceso á los lugares de expendio es poco


menos que imposible. En primer lugar, porque la escasa amplitud
de las vías que conducen inmediatamente al mercado no admite el
gran número de carros, bueyes, mulas y vehículos de toda clase en
que se traen los efectos. En segundo lugar porque, dándose cita toda
la población, en uno o dos días de la semana solamente, a un recinto
estrecho, la circulación viene a ser privilegio de los más fuertes, físi-
camente hablando.39

A partir de este tipo de situaciones, se evidenció la necesidad de esta-


blecer una reglamentación que regulara la construcción de edificios
y el crecimiento urbano de la ciudad. El Acuerdo 10 de 1902 fue la
respuesta a esta necesidad: con ciento veintitrés artículos en un solo
documento, se integraron por primera vez las reflexiones jurídicas,
urbanas y arquitectónicas sobre el modo de edificar la ciudad. En
este acuerdo, el capítulo denominado “Sobre comodidad de las vías
públicas” establece nuevas dimensiones para las calles y andenes,
acordes con las construcciones colindantes y, sobre todo, buscando
la facilidad y comodidad en el tránsito de las personas.
293|
Con este mismo sentido, el Concejo de Bogotá, en 1903, presentó un
informe en el que se afrontaba la situación de incomodidad en el tránsito
de las personas en el interior de la plaza de mercado, en relación con
la distribución física de los puestos de venta y locales:

39 Carlos Uribe et al.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

Notamos también otra irregularidad consistente en que se ha per-


mitido por admores [sic] de dicha plaza en varios puestos fijos, tapar
las entradas que dan acceso a las galerías y á los patios descubiertos
de la misma, ocasionando con esto perjuicios al público, puesto que
se le impide la fácil y pronta comunicación.40

La respuesta a estos problemas de organización interna, física y


administrativa de la plaza de mercado fue el Reglamento para la
administración de la plaza de mercado de La Concepción en el marco del
Acuerdo 34 de 1904, con el objetivo de organizar, por vía administrativa,
uno de los puntos críticos en la plaza de mercado: el caos en la
distribución interna de los diferentes locales y negocios y los obstáculos
en las circulaciones, ya que los compradores tenían grandes dificultades
para transitar, dado que tanto en los pasillos como en los patios se
habían improvisado puestos de venta. En respuesta, el reglamento
estableció una lógica entre los espacios y los objetos que se vendían,
de manera que se produjese un factor de comodidad:

Art.2. El tamaño de cada puesto será: Los indicados en la parte se-


gunda, de dos metros de frente, entre columna y columna, por un
metro cincuenta centímetros de fondo; en esto las series 1ª, 2ª y 3ª.
En las series 4ª y 5ª, como se determina en el plano adjunto á este
reglamento. […]
Los puestos de la parte cuarta, ó sea en los patios al descubierto,
serán distribuidos como se indica en el cuadro adjunto, dejando,
como allí se ve, las calles y pasos necesarios para el cómodo tránsito |294
del público.41

40 Angulo, Pablo H. C. y Ayala, Jesús, Informe al concejo municipal sobre la plaza de


mercado de esta ciudad [Bogotá] 1903.

41 Acuerdo 34 de 1904, art. 2.


Higiene, elegancia y comodidad

Este reglamento terminaría por contribuir más a la organización


fiscal de la plaza que a su organización física, pues fue imposible en
la práctica cumplir con estas disposiciones por el excesivo número
de visitantes, de manera que las condiciones de comodidad y orden
de la plaza siguieron empeorando año tras año:

Bien sabéis Honorables Concejales, que nuestra plaza de mercado


carece de techos y de otras condiciones indispensables en una
construcción de esa naturaleza, lo cual acarrea á la multitud de
vivanderos las más penosas consecuencias, ya por que pierden fre-
cuentemente mucha parte de sus artículos por estar expuestos al sol
y al agua, ya porque el rigor de las intemperies afecta su salud, lo
mismo que la de los compradores y demás personas que casi a diario
ocupan aquel edificio.
No hay que yo sepa, una sola capital de la América que no tenga
su plaza de mercado cubierta, y hasta en poblaciones que como
Medellín no ocupan ese alto rango, se muestran las magníficas
plazas con todas las comodidades requeridas.42

El fracaso del Reglamento de 1904 quedó expuesto en el informe


de 1915 del ingeniero Zoilo Cuéllar; la comodidad, o mejor la inco-
modidad, seguía siendo uno de los puntos críticos del edificio de la
plaza de mercado:

De tiempo atrás se ha venido tolerando en los expendedores una


295| serie de abusos con los cuales se ha creado esa penosa incomodidad
de tránsito y de movimiento que pudimos observar en todas las
gentes que se ven obligadas a entrar a ese mercado:

42 Memorial que los vivanderos de la plaza de mercado de La Concepción dirigen al


Honorable Concejo Municipal. Bogotá, dic. 10, 1909.
Figura 8. Encabezado del Reglamento para la administración de la plaza de
mercado de La Concepción 1904
Fuente: Archivo de Bogotá
Higiene, elegancia y comodidad

Se aprecia a primera vista, completa desorganización y anarquía


en la colocación y distribución de todos los artículos de consumo: es
un verdadero mare-mágnum de clases, géneros, especies, cantidades,
calidades, precios &,&, en cada uno de los patios, pasillos y galerías,
en términos que los compradores, con la espantosa incomodidad y
mortificación de que hablaremos luego, se ven obligados a recorrer
dos y hasta tres veces todo el recinto de la plaza en busca de lo que
consideran mejor y más barato.
A pesar de esa reconocida falta de espacio para contener los ar-
tículos de primera necesidad, aquellos que el simple sentido común
acepta que sean motivo de negocio en una plaza de abasto o mercado
público, como las papas arracachas, yucas, cereales, legumbres,
frutas, granos, panelas, azúcares, &, &, se permite vender en los es-
trechos corredores, por donde circula la gente con absoluta incomo-
didad, otra serie de artículos heterogéneos que no deben admitirse
allí […]. Veamos algunos ejemplos:
La comida preparada que venden en vasijas capaces de mover
náuseas a un hipopótamo, aparte del aspecto asqueroso y repug-
nante de los alimentos y de las vendedoras; los biscochos, dulces
guarruces, y multitud de golosinas, en el mayor desaseo y cubiertos
de moscas, donde se amontonan los compradores formando un
cono nudo compacto que sirve de tupía al otro cordón de gente que
marcha por los estrechos pasillos; los vendedores de chucherías de
diversidad de clases, como jabones, peinillas, navajas, dulzainas,
carteras, botones, y también los objetos de latonería ferretería,
297| ropas usadas, géneros al por menor, matas, flores, yerbas, &,&; en
fin tanta cosa tan rara y tan ajena a un mercado de artículos de
primera necesidad, que no acabaríamos de enumerar.43

43 Zoilo Cuéllar y Roberto Olarte, Informe al Concejo Municipal.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

ELEGANCIA

Se aplica a muy distintas cosas, materiales o espirituales. Implicando alta


valoración en la escala de valores morales o estéticos; con participación
de todas o algunas de estas cualidades: distinción, sencillez, mesura
o sobriedad, corrección, gracia, armonía y serenidad; y ausencia de
vulgaridad, mezquindad, exceso o exageración, pasión o brusquedad.

Joan Corominas, Diccionario etimológico de la lengua castellana

Desde su definición etimológica, la palabra elegancia alude a cuestiones


aparentemente disímiles como la moral y la estética; sin embargo, esta
mezcla entre lo tangible y lo intangible se debe, en parte, a que los
problemas de la estética, la belleza y la elegancia se han entendido a
través de la historia como manifestaciones visibles de una condición
invisible, es decir, una expresión exterior de una condición interior
del ser humano.44

Una clave que explica cómo en la arquitectura de Bogotá se presentaba


esta asociación entre estética y moral la ofrecen los principios de
diseño arquitectónico adoptados para edificios de colegios y escuelas
municipales:

que en los colegios de segunda enseñanza los muros deben estar de-
corados y ornamentados artísticamente, para que los alumnos, en
sus distracciones y ocios, se fijen en algo bello que eleve sus pensa- |298
mientos y formen así una base noble a sus aspiraciones y de respeto
por los monumentos del arte.45

44 Desde la filosofía, y aplicada a la arquitectura, la belleza se entiende a comienzos del


siglo XX como “una manifestación exteriorizada de la verdad en formas que causan
placer intelectual y espiritual”. Jorge W. Price.

45 Jorge W. Price.
Higiene, elegancia y comodidad

Por lo tanto, los elementos artísticos que formaban parte de las


fachadas de los edificios no eran un mero adorno de moda, sino que
cumplían una función moralizante, de manera que los “nobles ideales”
que inspiraban las creaciones artísticas estimularan en los ciudadanos
la apreciación de lo bello y despertaran comportamientos morales en
la población: “Es tan cierto esto, que, si a la juventud no se le enseña
a amar lo bello, acabará por amar lo feo, y de ahí vendrá su ulterior
depravación. La belleza ennoblece y lo feo degrada”.46

Que la moral fuera un común denominador entre los conceptos de


elegancia e higiene revela cuán importante era para las autoridades
higienizar no solamente los cuerpos de las personas sino sus mentes.
La aplicación de elementos artísticos en los edificios hacía que la per-
manente evocación de imágenes y símbolos por parte de los usuarios
constituyese un modo —hoy diríamos subliminal— de despertar en
los ciudadanos la apreciación de la belleza como sinónimo de respeto,
honestidad, gracia, cultura y conocimientos; de esta manera, la be-
lleza vuelta elegancia los salvaría de la servidumbre de la fealdad y
la ignorancia. Esta es una de las principales razones por las que la
arquitectura de los edificios comenzó a tener mayor importancia a
comienzos del siglo xx, pues, además de cumplir la función de cobijo,
se convirtió en un vehículo transmisor de contenidos que no solo ex-
presaban un estatus social o una destinación particular del edificio.
Se trataba de la puesta en escena de una simbología gráfica, de una
narración visual de ideales situados en las fachadas de los edificios
299| como mecanismo evocador de conductas civilizadas y morales. Por
ello, se puede afirmar que la inclusión del ornamento como parte de
la arquitectura de comienzos de siglo xx no ocurrió de forma acrítica
e imitativa, sino que fue de manera consciente, reflexiva y, sobre
todo, acorde con ideales y necesidades específicas de la población. Los
principios morales así transmitidos tenían el objetivo de contrarrestar
prácticas incivilizadas, como el irrespeto y el maltrato que día a

46 Jorge W. Price.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

día tenían lugar en espacios como el mercado público. Por supuesto,


existía una arquitectura que podríamos llamar “correcta”, es decir,
aquella que aplicaba acertadamente los principios de la proporción,
la armonía y la belleza; y una arquitectura “incorrecta” o defectuosa,
como se le denominaba a comienzos de siglo a aquella que exageraba
en los ornamentos y carecía de principios compositivos.

La arquitectura de este periodo reconoció el poder de la estética que,


desde una perspectiva kantiana, es entendida como aquello que es
capaz de “unir lo roto y fracturado de dos mundos”, en este caso, el
mundo de lo civilizado y el mundo de lo incivilizado. Si se tiene en
cuenta que la plaza de mercado de La Concepción constituía uno de los
lugares donde se presentaban los más reprochables comportamientos,
se comprenderá por qué resultaba indispensable que el nuevo edificio
para el mercado contara con el factor de elegancia, entendida aquí como
un modo higienista de influir y direccionar los comportamientos de
los ciudadanos. En palabras del médico y director de la Junta Central
de Higiene Manuel Lobo (1914): “La higiene es ante todo educación,
y como tal, necesita penetrar profundamente en el cerebro de las
colectividades para que estas se la asimilen”.47

Hacia una estética científica

La construcción de las plazas se hará: Por el sistema de


Pabellones de acuerdo con los adelantos de la ciencia |300
y la elegancia de la arquitectura moderna.

Junta Central de Higiene, Acuerdo sobre plazas de mercado

Con el “Acuerdo sobre plazas de mercado”, de 1903, emitido por la


Junta Central de Higiene se planteó un pacto entre ciencia y elegancia:

47 Manuel Lobo en Emilio Quevedo.


Higiene, elegancia y comodidad

mientras que la ciencia se presentó como un modo de proceder (un


sistema de pabellones, una ventilación adecuada, ingreso de luz solar,
etc.), la elegancia apareció como un modo de representar ideales aso-
ciados con la moral (la armonía, el equilibrio, la belleza, la honestidad).

Los criterios higiénicos fueron los que determinaron desde el tipo de


suelo hasta el tipo de cubierta del edificio, y que, en términos de los
parámetros de diseño, se pueden resumir en:

1. La adopción del “sistema de pabellones”, una construcción rea-


lizada sobre “un piso impermeable, saneado científicamente”.

2. La construcción de columnas que tengan “a lo menos seis metros


de altura”.

3. La utilización de cubiertas transparentes para los pabellones.

4. La implementación de una lógica en la distribución de los ali-


mentos en el que, por ejemplo: “El pabellón destinado para las
carnes, menudos &, se construirá en el centro de la plaza, de tal
modo que no incomode á los habitantes de las casas vecinas”.48

De esta manera, mientras la ciencia moldeaba las formas de la arqui-


tectura para hacerla higiénica, la elegancia se encargaba de dotarla
de una expresión visual asociada a las condiciones espirituales del
301| ser humano.

El arquitecto como compositor de la elegancia

La insistencia por mejorar el aspecto estético de la ciudad no es exclusiva


del siglo xx, pues la elegancia como criterio para la arquitectura deviene

48 Junta Central de Higiene.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

de una ampliación redimensionada de la noción de ornato propia del


siglo xix. Para entender los alcances de esta variación, es necesario
comprender que, aunque relacionados, los conceptos de ornato y elegancia
difieren entre sí: mientras el primero enfatiza una visión de ciudad de
aspecto homogéneo, la elegancia se focaliza en la estética del objeto
mismo y en la expresión individualizada de unidad arquitectónica a
través de un intrincado sistema de proporciones, ritmos, simetrías y
símbolos de origen academicista. Este giro en la concepción estética de
la ciudad y su arquitectura abre, en parte, un camino para la profesión
de arquitecto, el cual queda expresado por el ingeniero y arquitecto
Alfredo Ortega en 1904, al momento de fundar la Sociedad Central
de Arquitectos y Constructores, que, en un mensaje al presidente de
la municipalidad, Julio Portocarrero, informó sobre la reciente fun-
dación y explicó su función: “La sociedad además, tiene el honor de
ofrecer sus servicios como centro consultivo en todos los ramos que,
sean de arte y estética como científicos, se refieran a la construcción”.49

Esta organización gremial, que buscaba ser centro consultivo,


vinculaba la estética con lo científico. Es en esta fusión de caracteres
aparentemente opuestos donde la arquitectura empieza a hacerse a
un lugar, diferenciándose del tradicional estudio de la ingeniería.

La oficialización del rol del arquitecto no se dio exclusivamente en


iniciativas particulares; seis años antes, el 29 de mayo de 1888, el
Ministerio de Fomento creó el cargo de “Arquitecto Nacional”, al cual
“corresponderá todo lo relativo a la manera como deban hacerse las |302
obras que ordene ejecutar el gobierno”.50 Vemos cómo el perfil de este
profesional se diferenciaba del de ingeniero en la medida en que no se
le encargaba “[del] modo de construir las cosas”, sino “[del] modo de

49 Alfredo Ortega, Sociedad Central de Arquitectos al presidente de la municipalidad


[Bogotá] abr. 16, 1904.

50 Ministerio de Fomento, Colombia. Resolución sobre obras públicas (Bogotá: Imprenta


de Vapor de Zalamea H., 1888).
Figura 9. Carta de Alfredo Ortega al presidente de la municipalidad, 1904
Fuente: Archivo de Bogotá
Plaza Central de Mercado de Bogotá

hacer las cosas”, es decir, de crearlas, concebirlas e inventarlas, de allí


que en esta Resolución se especifique que: “En tal virtud, ninguna obra
pública se llevará a cabo sin la intervención del Arquitecto Nacional,
quien indicará en todo caso la forma y dimensiones que deba tener”.51

Tradicionalmente, se ha ligado en nuestro país el inicio de la pro-


fesión de arquitectura a la creación de la Facultad de Arquitectura
de la Universidad Nacional de Colombia; sin embargo, desde mucho
antes, entidades públicas y privadas reconocieron al arquitecto como
el profesional encargado de señalar la configuración de los edificios,
sus formas y dimensiones, así como su espacialidad y composición.
Este es el caso del citado Acuerdo 10 de 1902, “por el cual se regla-
mentan las construcciones que se emprendan en la Ciudad, apertura
de calles, urbanización de terrenos”, en el cual, además de consolidar
las reflexiones que en materia de construcción se venían dando a lo
largo del siglo xix, se reconoce la importancia del arquitecto como
profesional y especifican sus funciones:

Art. 3. La solicitud de que hace mención el artículo precedente, será


acompañado de planos por duplicado, que den idea exacta de la obra
que se pretende desarrollar, dibujados en papel resistente y tintas
indelebles en consonancia con los procedimientos de arquitectura y
topografía.
Art. 4. Presentada a la Alcaldía la solicitud en la forma indicada,
la que firmarán el dueño de la obra y arquitecto encargado para
desarrollarla. |304
[…]
Art. 9. En las plazas públicas (y especialmente en la de Bolívar)
la solicitud de licencia para toda edificación, además de las mismas
indicadas en los artículos anteriores, deberá cumplir las siguientes:

51 Ministerio de Fomento. Resolución sobre obras públicas.


Higiene, elegancia y comodidad

[…] b) En dicha conferencia se nombrará por mayoría de votos el ar-


quitecto que haya de estudiar el proyecto general de construcción.52

La escasez de arquitectos a comienzos del siglo xx, y la incursión


en su oficio de profesionales de otras áreas, así como de maestros sin
formación académica, llevó a que la arquitectura de la ciudad fuera
considerada “atrasada” y “deforme”, lo que motivó al Concejo Muni-
cipal a crear del premio anual de arquitectura urbana53como forma
de estímulo a la producción de una arquitectura acorde con los prin-
cipios academicistas. En el proyecto de acuerdo sobre la creación del
premio, preparado por Antonio Samper, se resaltó la importancia de la
arquitectura al definirla como “uno de los más expresivos exponentes
de la civilización de los pueblos”54 y la contrastó con la situación de la
arquitectura de Bogotá en ese momento que describió así:

pues salta a la vista, por decirlo así, el atraso en que estamos en


esa rama de las bellas artes, y está en la conciencia de todos no-
sotros, que, salvo muy contadas y honrosas excepciones, a ella se
dedican por regla general, personas desprovistas aun de los cono-
cimientos indispensables como las matemáticas, la resistencia de
los materiales, los diferentes estilos arquitectónicos, nociones sobre
higiene de las edificaciones, etc; de donde resulta que la capital de
la República se va llenando de construcciones deformes, o, al menos
defectuosas, ya sea porque carecen de belleza y hermosura, o ya por
su pesadez, o por falta de solidez, o por recargo de ornamentación,
305| o, en fin, porque no guardan las proporciones y la armonía en las

52 Acuerdo 10 de 1902, “por el cual se reglamentan las construcciones que se empren-


dan en la Ciudad, apertura de calles, urbanización de terrenos”.

53 Acuerdo 16 de 1917.

54 Antonio Samper Uribe, Proyecto de Acuerdo, “por el cual se crea un premio anual
de arquitectura urbana”. [Bogotá] mar. 5, 1917.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

líneas consideradas como atributo obligatorio de una construcción


que aspire a merecer el sello definitivo del arte.55

De lo anterior se deduce que, aunque, el ejercicio de la arquitectura


estaba siendo practicado por personas que carecían de una formación
académica, esta situación estaba siendo analizada y juzgada por una
comunidad capaz de discernir, interpretar y juzgar la calidad de la
arquitectura bogotana.

LA TRÍADA CONCEPTUAL HIGIENE,


ELEGANCIA Y COMODIDAD

A continuación, se presenta un resumen donde se visibiliza cómo desde


diferentes estamentos, se incluyen los conceptos de higiene, elegancia
y comodidad como principios orientadores a comienzos del siglo XX,
de las obras de arquitectura y urbanismo públicas y privadas em-
prendidas en Bogotá.

Tabla 1. Compilación de documentos donde desde distintos ángulos se citan los


conceptos de higiene, elegancia y comodidad

Año Documento Descripción* Autor(es)

1900 Acuerdo 4 de 1900, por “Las indispensables condiciones de soli- Arq. Julián
el cual se reglamenta dez, ventilación, elegancia e higiene”. Lombana
la reconstrucción
de la plaza de La |306
Concepción, y se
autoriza la construc-
ción de otras plazas de
mercado.

* Todos los resaltados en itálicas son míos.

55 Antonio Samper Uribe.


Higiene, elegancia y comodidad

Año Documento Descripción* Autor(es)

1900 Chapinero: “Ciudad “La ciudad del porvenir, la grande, hermo- Citado por
del Porvenir” sa, cómoda y salubre capital de Colombia, Antonio
busca la ancha sabana para extenderse, Izquierdo,
aire para oxigenarse, luz para iluminar urbanizador
sus edificios y alegrar a sus habitantes”.
1901 Memoria descriptiva “Como se ve, pues, en las plantas y el Alcalde
del proyecto para el alzado, por su forma, capacidad y dis- Ricardo
Palacio Municipal de tribución, se ha dado la amplitud con- Morales
Bogotá veniente para que llenen las condiciones Arq.
de higiene, elegancia, comodidad y ornato, Alejandro
condiciones indispensables de todo edifi- Manrique
cio de carácter público, como lo es este
proyecto destinado para la primera Casa
Consistorial de Bogotá”.

1903 Informe sobre Plazas “2. Nómbrese por la presidencia un con- Arq. Julián
de Mercado presen- sejero en asocio de el [sic] médico de sa- Lombana
tado al Concejo de nidad e ingeniero municipal; para que
Bogotá al levantar el nuevo plano la compañía
constructora lo haga de acuerdo con esta
comisión y quede así atendida la Higiene,
la elegancia, la comodidad que deben de
tener esta clase de construcciones”.

1911 Informe de la visita “el Pabellón de Carnes, Cómodo, elegante, M. D. Manuel


al mercado de La higiénico y en donde se ofrecen a los ex- N. Lobo / Luis
Concepción donde pendedores mesa de mármol, ganchos & Zea
se describe el nuevo &, por un pequeño impuesto […]”.
pabellón de carnes
307| 1914 Informe sobre obras “Señores Concejeros: Solucionado ya el Ing. Zoilo
públicas presentado asunto acueducto, con esperanzas bien Cuéllar
al Concejo de Bogotá, halagüeñas de tener un regular servi-
en el que se detallan cio de aguas en lo futuro, le quedan a
avances sobre la Bogotá varios problemas por resolver,
Canalización de ríos no menos importantes en lo que respecta
San Francisco y San a la Higiene, la comodidad y la estética”.
Agustín, plaza de
mercado, matadero,
pavimentos.

* Todos los resaltados en itálicas son míos.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

Año Documento Descripción* Autor(es)

1915 Artículo de prensa “El doctor Alberto Manrique Martín, Periódico


sobre la Plaza Central joven ingeniero que ha conquistado ya El Tiempo
de Mercado una vasta reputación, proyecta la cons-
trucción de un edificio cómodo, elegan-
te e higiénico para mercado público de
Bogotá”.**

1917 Congreso de “Y no hay que creer que este interés sólo Ing. Carlos
Mejoras Nacionales, se manifiesta en las grandes poblacio- Narváez
Urbanismo e nes; también en las pequeñas y en las
Ingeniería Sanitaria antiguas buscan la manera de que su
expansión consulte la higiene, la comodi-
dad y belleza en todas sus formas”.
“Los medios de consultar lo más posible
ante todo la higiene, luego la comodidad
y la estética”.

1921 Informe del Director “Los planos levantados por el inteligen- M. D. R.


de Higiene sobre el te y activo Director de Obras Públicas Arango, direc-
proyecto de la Plaza Municipales son modelo de la aplicación tor municipal
Central de Mercado de los conocimientos científicos a las ne- de Higiene
cesidades de Bogotá. Allí se reúnen las
condiciones de higiene, comodidad […] y
gusto arquitectónico.”

1921 Informe presentado “Dirección de obras públicas Alcalde


por el director de Como es fácil de comprender, esta sec- Ernesto
Obras públicas del ción es una de las más importantes que Sanz de
municipio al finalizar tiene el Municipio; y constituida con un Santamaría
su gestión buen presupuesto, proporcionaría a la
ciudad capital una buena estética, como-
|308
didad e higiene”.

* Todos los resaltados en itálicas son míos.


** “Plaza de mercado. El proyecto del Dr. Manrique Martín”. El Tiempo [Bogotá] nov. 8, 1915: 3.
Higiene, elegancia y comodidad

Año Documento Descripción* Autor(es)

1922 “Estudio de las “iii. Falta en absoluto una pieza muy Ing. y
Condiciones técnicas importante en trabajos de esta natu- concejal
bajo las cuales se raleza como es la memoria descriptiva Luis Alfredo
han adelantado y se del proyecto; falta que fue la causa del Bazzani
adelantan los trabajos error fundamental cometido al dar co-
de construcción de mienzo a la construcción sin conocer a
la Plaza Central de ciencia cierta que condiciones de higiene,
Mercado”. de comodidad […] de estética y armonía
presentaba el proyecto”.

1924 Bogotá Futuro “En el orden higiénico también se en- Ing. Enrique
Proyecto de cuentra la necesidad común de fijar los Uribe
Urbanismo lugares para la colocación de cemente- Ramírez
rios y de plazas especiales de mercado.
Por lo que respecta a la comodidad y al
arte, el proyecto de una ciudad futura
presenta las mayores ventajas, ya que el
proyectista ha hecho estudios especiales
respecto a la colocación de los edificios,
monumentos, parques, etc., que exterio-
rizan el sentimiento artístico de los ha-
bitantes de la ciudad y ha determinado
en el plano los lugares apropiados para
su colocación”.**
“Este segundo sistema ha sido justamen-
te criticado por un especialista francés,
el señor Camilo Sitte, quien dice que
con él sólo se obtendría una ciudad de
sistema rectangular, sin arte ninguno,
309| incómoda, desprovista de higiene, etc.”***

* Todos los resaltados en itálicas son míos.


** Enrique Uribe Ramírez, “Bogotá Futuro”. Revista Técnica de Obras Públicas de Cundinamarca
I.2 (1924): 6.
*** Enrique Uribe Ramírez 6.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Año Documento Descripción* Autor(es)

1926 Proyecto de Acuerdo “Se ha contemplado sí, lo más modesto y Concejal


137, por el cual se fo- de menor costo dentro de las líneas ge- Carlos Cortés
menta la construcción nerales de planeamiento para esta clase V.
de edificios apropiados de construcciones, pero al propio tiempo
para hoteles sin desechar las enseñanzas de la higiene,
comodidad y ornato indispensables”.**
1935 Obras públicas IV “El Gobierno municipal ha considerado Concejo
centenario de la fun- que está en el deber de atender las nece- Municipal
dación de Bogotá sidades de la ciudad en cuanto se refiere de Bogotá
a obras de higiene, de comodidad y de em-
bellecimiento, y esta obligación se acen-
túa ante la perspectiva de la celebración
del cuarto Centenario de la fundación
de Bogotá. En consecuencia se ha con-
cebido un plan general que abarca las
obras de importancia permanente y de
necesidad ineludible, y las empresas que
se pueden acometer especialmente con
motivo de las fiestas del centenario”.***

Fuente: Elaboración propia

* Todos los resaltados en itálicas son míos. |310


** Carlos Cortés Vargas, Proyecto de Acuerdo 137, “por el cual se fomenta la construcción de
edificios apropiados para hoteles” [Bogotá] 1926, 158.
*** Proyecto de Acuerdo 179 de 1935, “por el cual se adopta el plan de obras públicas para la
celebración del IV centenario de la fundación de Bogotá, se atiende a la financiación de las
mismas y se dictan otras disposiciones.
CONCLUSIONES
E
ste trabajo sobre la historia de la plaza de mercado de La Con-
cepción y su reconstrucción como Plaza Central de Mercado
se estructuró con dos enfoques, uno de orden historiográfico y
otro de carácter teórico; los inicios, la construcción, las vicisitudes y
pormenores de la plaza sirvieron para tener un panorama de la visión
de la arquitectura de este periodo. Las conclusiones presentadas a
continuación se extienden a estas dos plazas, son de índole general y
se refieren a la arquitectura de la época.

HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UN PARADIGMA

El surgimiento de la arquitectura francesa, bien sea llamada “republicana”,


“neo-renacentista” o “neo clásica”, es un acontecimiento que permanece
enigmático si no se indaga cómo surge, cuándo, dónde y por qué.

Jacques Aprile-Gniset, La ciudad colombiana

Michel Foucault afirma que la mejor definición de una cosa es su


propio nombre. Para el caso de la arquitectura que se produjo en el
periodo entre el final del siglo xix y el comienzo del xx en Colombia,
resulta inquietante que a la fecha no exista un nombre único que

313
Plaza Central de Mercado de Bogotá

la defina claramente. Esta visión de una arquitectura sin nombre


definido, o lo que es aún más confuso, con tres nombres diferentes
(republicana, neorrenacentista, neoclásica), suscita preguntas sobre sus
características y origen. Es por ello que el planteamiento del urbanista
e historiador Jacques Aprile se convirtió en uno de los principales
objetivos de esta investigación. Siempre me ha costado creer que a
comienzos del siglo xx todos los arquitectos, todos los ingenieros y
toda la comunidad intelectual bogotana hubiesen entrado en un estado
de “anestesia mental” que les hiciera aceptar, de manera unánime e
irrestricta, las propuestas y modelos arquitectónicos internacionales,
sin que aquí se produjera algún tipo de reflexión teórica que explicara
una conexión entre los hechos construidos y el mundo de las ideas.

Las pistas iniciales respecto de las anteriores cuestiones fueron arrojadas


por los informes de Lombana (1849) y (1903), los cuales generaron una
primera hipótesis: la arquitectura producida en el periodo comprendido
de finales del siglo xix y comienzos del siglo xx obedece a un equilibrio
entre las necesidades de la ciudad decimonónica (salubridad, aseo y
ornato) y los deseos de los habitantes de la ciudad de inicios del siglo
xx (higiene, elegancia y comodidad). El hallazgo de otros documentos
que respaldaban las afirmaciones de estos informes fue conformando
un instrumental con el cual fue posible, por una parte, visibilizar
una historia de la ciudad durante el intersticio de los siglos xix y xx
y, por otra, establecer que el paso de una ciudad entendida a partir
de las nociones de salubridad, aseo y ornato, a una ciudad pensada con
los conceptos de higiene, elegancia y comodidad, dejaba entrever que |314
estas nociones fueron el resultado de una reflexión madura y de largo
aliento, que tuvo como punto de partida las condiciones urbanas que
dominaron la ciudad en el siglo xix: salubridad, aseo y ornato. Por
lo tanto, higiene, elegancia y comodidad constituye una síntesis con-
ceptual que expresa un criterio consensuado, ya no solo para el diseño
urbano, sino para el diseño arquitectónico de edificios, todo lo cual
constituye una explicación del surgimiento de la llamada arquitectura
republicana en Bogotá.
Conclusiones

El desarrollo de estos tres ejes conceptuales a lo largo del tiempo


revela cómo la ciudad dejó de pensarse y construirse a partir de un
eje vertical y optativo, en el que las obras de la ciudad a mediados
del siglo xix se hicieron con base en criterios enmarcados o bien en
el aseo, la salubridad o en el ornato, para posteriormente integrar
en un mismo plano, horizontal y simultáneo los criterios de higiene,
elegancia y comodidad, entendidos como una entidad conceptual
múltiple e indivisible, con la cual se argumentaron gran parte de las
intervenciones y obras físicas en la ciudad de comienzos del siglo XX,
incluida la Plaza Central de Mercado. Esta tríada conceptual no solo
constituyó un modo de orientar la resolución de problemas urbanos
y arquitectónicos, sino, también, un sustento teórico para justificar
el modo en que arquitectos, ingenieros y el gobierno de la ciudad,
concibieron y realizaron arquitectura y urbanismo en Bogotá a co-
mienzos del siglo xx.

Lo significativo en este caso no fue solo que se hayan establecido unos


criterios para la arquitectura de finales del siglo XIX y comienzos del
siglo xx en torno a la higiene, la elegancia y la comodidad, sino la
trascendencia que alcanzó en el tiempo la unión de estos tres pará-
metros al erigirse como paradigma de la arquitectura y el urbanismo,
fruto de una reflexión iniciada en 1849, y con la cual, a lo largo de casi
noventa, se produjeron, justificaron y construyeron en Bogotá obras
de arquitectura como la plaza de mercado de La Concepción (1864),
el Palacio Municipal (1901), proyectos de urbanismo como Bogotá
315| Futuro (1924) o las intervenciones realizadas con motivo del cuarto
centenario de la fundación de la ciudad en 1935. A continuación, un
resumen de este paradigma se presenta cronológicamente dividiéndolo
en dos fases: orígenes (1849-1887) y consolidación (1900-1935).
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Tabla 1. Fase uno: orígenes

Año Documento Descripción* Autor


1849 Informe del “aseo salubridad y ornato Gobernador
Gobernador de Contraeré mas especialmente mis observacio- Vicente
Bogotá a la Cámara nes sobre estos tres ramos de policía a la capi- Lombana
de Provincia tal, porque es la población de la provincia que
se encuentra colocada en circunstancias más
desventajosas bajo este respecto, porque es la
que más conozco, i porque por punto jeneral
(sic) lo que de ella se diga debe entenderse dicho
de las demás”.
1859 Aseo de la ciudad “El alcalde de la ciudad en uso de sus faculta- Alcalde
“El alcalde de la des i considerando: Bernardo
ciudad” “Que el aseo forma el segundo ramo de la po- Trimiño
licía i que por consiguiente debe ser objeto de
especial atención de esta, en virtud de que él
contribuye no solamente al ornato de la ciudad,
sino a la conservación de la salud pública”.
1861 Policía Urbana, “Policía Urbana: Periódico El
en Periódico El En este ramo seguimos esperimentando (sic) Colombiano
Colombiano una mejora notable. Se albean i pintan las ca-
sas; se mejoran los empedrados; i van las calles
perdiendo aquel aspecto inmundo, con que
ofendían la vista y la salud a un tiempo: i no es
de lo menos, que hayan dejado de ser mansión
de cerdos i de otros brutos, de ceba i holganza,
que solían disputar hasta las aceras.
Hay motivos para esperar grandes mejoras
en el orden de Salubridad, Aseo i Ornato de la
capital; su Distrito Federal”.
|316
1863 Ordenanza orgánica “Art. 10. Son atribuciones de la Municipalidad: Alcalde
de la administra- 1. Todo lo relativo […], al Aseo, Salubridad, Domingo
ción de la ciudad de Ornato y Abasto de la ciudad”. Triana
Bogotá. Ordenanza 11
de 1863
1872 Acuerdo 2 de 1872 “Que provee de medios a la Salubridad y Alcalde
Obras públicas Ornato de la ciudad”. Ricardo De
Francisco
1874 Acuerdo 14 de 1875 “Art.1. Créase un Cuerpo de Celadores mu-
Celadores de Aseo, nicipales, encargado especialmente del Aseo,
Salubridad y Ornato Ornato y Salubridad de la ciudad”.
* Todos los resaltados en itálicas son míos.
Conclusiones

Año Documento Descripción* Autor


1877 Acuerdo 22 de 1877 Acuerdo 22 de 1877 “Que organiza la policía Alcalde
Organización de la de la ciudad”. Clodomiro
policía de la ciudad Art. 1 Créase un cuerpo de policía encargado Castilla
de velar por el Aseo, el Ornato y la Salubridad
de la ciudad”.
1881 Proyecto de Proyecto de Acuerdo “Sobre aseo, salubridad Regidor
Acuerdo sobre y algunas obras de comodidad y ornato de la Emigdio
Aseo, Salubridad, ciudad de Bogotá” Palau
Comodidad y Ornato
1881 Decreto 100 “Sobre policía de aseo y salubridad” Alcalde
Alejandro
Borda
1884 Acuerdo 4 de 1884 “Sobre Aseo y Ornato” Alcalde
Creación de la Junta Art. 3. La administración de este impuesto Manuel
de Aseo y Ornato de estará a cargo de una Corporación denomina- Solanilla
la ciudad da “Junta de Aseo y Ornato de la ciudad”.
1886 Acuerdo 3 de 1886 Art. 4. La Junta de Aseo, Ornato y Salubridad Alcalde
Creación de la Junta se compondrá en adelante del Alcalde, el Higinio
de Aseo, Salubridad y Tesorero y un Regidor que con su suplente Cualla
Ornato nombrará anualmente la Municipalidad.
1886 Informe del presiden- “Aseo de la Ciudad —Obras de Ornato— Junta de
te del Concejo. Sept. Salubridad General”. Aseo y
1885 - Feb. 1886 Ornato
1887 Acuerdo 11 de 1887 “Que reorganiza el aseo de la ciudad” Alcalde
Reorganización de Articulo 8.º La Junta de Aseo, Ornato y Higinio
la Junta de Aseo, Salubridad de que viene tratándose, se con- Cualla
317| Salubridad y Ornato, siderará como Junta Central, y procurará
como Junta Central establecer y reglamentar Juntas subalternas
dependientes é inmediatamente subordinas á
ella, en cada uno de los barrios de la ciudad,
y en Chapinero, compuesta de tres miembros
activos, presididos por el respectivo Inspector
de Policía y que tendrán por Secretario al del
Inspector. Los miembros de estas Juntas y
sus respectivos suplentes serán nombrados
por la Junta Central.

Fuente: Elaboración propia

* Todos los resaltados en itálicas son míos.


Plaza Central de Mercado de Bogotá

Tabla 2. Fase dos: Consolidación (1900-1935)

Documento Descripción* Autor(es)


1900 Acuerdo 4 de 1900, “las indispensables condiciones de soli- Arq. Julián
“por el cual se re- dez, ventilación, elegancia e higiene”. Lombana
glamenta la recons-
trucción de la plaza
de La Concepción, y
se autoriza la cons-
trucción de otras
plazas de mercado”
1900 Chapinero: “Ciudad “La ciudad del porvenir, la grande, Citado por
del Porvenir” hermosa, cómoda y salubre capital de Antonio
Colombia, busca la ancha sabana para Izquierdo,
extenderse, aire para oxigenarse, luz urbanizador
para iluminar sus edificios y alegrar a
sus habitantes”.
1901 Memoria descrip- “Como se ve, pues, en las plantas y el Alcalde Ricardo
tiva del proyecto alzado, por su forma, capacidad y dis- Morales /
para el Palacio tribución, se ha dado la amplitud conve- Arq. Alejandro
Municipal de niente para que llenen las condiciones de Manrique
Bogotá higiene, elegancia, comodidad y ornato,
condiciones indispensables de todo edi-
ficio de carácter público, como lo es este
proyecto destinado para la primera Casa
Consistorial de Bogotá”.
1903 Informe sobre “2. Nómbrese por la presidencia un con- Arq. Julián
Plazas de Mercado sejero en asocio de el [sic] médico de sa- Lombana
presentado al nidad e ingeniero municipal; para que
Concejo de Bogotá al levantar el nuevo plano la compañía
constructora lo haga de acuerdo con esta
|318
comisión y quede así atendida la Higiene,
la elegancia, la comodidad que deben de
tener esta clase de construcciones”.

1911 Informe de la visita “El Pabellón de Carnes, Cómodo, elegan- M.D. Manuel N.
al mercado de La te, higiénico y en donde se ofrecen a los Lobo / Luis Zea
Concepción donde expendedores mesa de mármol, ganchos
se describe el nuevo & &, por un pequeño impuesto […]”.
Pabellón de carnes

* Todos los resaltados en itálicas son míos.


Conclusiones

Documento Descripción* Autor(es)


1914 Informe sobre obras “Señores concejeros: Solucionado ya el Ing. Zoilo
públicas presen- asunto acueducto, con esperanzas bien Cuéllar
tado al Concejo de halagüeñas de tener un regular servi-
Bogotá, en el que cio de aguas en lo futuro, le quedan a
se detallan avances Bogotá varios problemas por resolver,
sobre la canaliza- no menos importantes en lo que respecta
ción de ríos San a la Higiene, la comodidad y la estética”.
Francisco y San
Agustín, plaza de
mercado, matadero,
pavimentos.

1915 Artículo de prensa “El doctor Alberto Manrique Martín, Periódico El


sobre la Plaza joven ingeniero que ha conquistado ya Tiempo
Central de Mercado una vasta reputación, proyecta la cons-
trucción de un edificio cómodo, elegan-
te e higiénico para mercado público de
Bogotá”.**

1917 Congreso de “Y no hay que creer que este interés sólo Ing. Carlos
Mejoras Nacionales se manifiesta en las grandes poblaciones; Narváez
- Urbanismo también en las pequeñas y en las anti-
/ Ingeniería guas buscan la manera de que su expan-
Sanitaria sión consulte la higiene, la comodidad y
belleza en todas sus formas”.
“los medios de consultar lo más posible
ante todo la higiene, luego la comodidad
y la estética”.
319|
1921 Informe del “Los planos levantados por el inteligen- M. D. R.
Director de Higiene te y activo Director de Obras Públicas Arango, director
sobre el proyecto de Municipales son modelo de la aplicación municipal de
la Plaza Central de de los conocimientos científicos a las ne- Higiene
Mercado cesidades de Bogotá. Allí se reúnen las
condiciones de higiene, comodidad […] y
gusto arquitectónico.”

* Todos los resaltados en itálicas son míos.


** “Plaza de mercado. El proyecto del Dr. Manrique Martín”. El Tiempo [Bogotá] nov. 8, 1915.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Documento Descripción* Autor(es)


1921 Informe de presen- “Dirección de obras públicas Alcalde Ernesto
tado por el director Como es fácil de comprender, esta sec- Sanz de
de Obras públicas ción es una de las más importantes que Santamaría
del Municipio al tiene el Municipio; y constituida con un
finalizar su gestión buen presupuesto, proporcionaría a la
ciudad capital una buena estética, como-
didad e higiene”.
1922 “Estudio de las con- “iii. Falta en absoluto una pieza muy Ing. y concejal
diciones técnicas importante en trabajos de esta natura- Luis Alfredo
bajo las cuales se leza como es la memoria descriptiva del Bazzani
han adelantado y se proyecto; falta que fue la causa del error
adelantan los traba- fundamental cometido al dar comienzo
jos de construcción a la construcción sin conocer a ciencia
de la Plaza Central cierta que condiciones de higiene, de co-
de Mercado”. modidad […] de estética y armonía pre-
sentaba el proyecto”
1924 Bogotá Futuro, “En el orden higiénico también se en- Ing. Enrique
Proyecto de cuentra la necesidad común de fijar los Uribe Ramírez
Urbanismo lugares para la colocación de cemente-
rios y de plazas especiales de mercado.
Por lo que respecta a la comodidad y al
arte, el proyecto de una ciudad futura
presenta las mayores ventajas, ya que el
proyectista ha hecho estudios especiales
respecto a la colocación de los edificios,
monumentos, parques, etc., que exterio-
rizan el sentimiento artístico de los ha-
bitantes de la ciudad y ha determinado
en el plano los lugares apropiados para
su colocación”.** |320
“Este segundo sistema ha sido justa-
mente criticado por un especialista fran-
cés, el señor Camilo Sitte, quien dice que
con él sólo se obtendría una ciudad de
sistema rectangular, sin arte ninguno,
incómoda, desprovista de higiene, etc.”***
* Todos los resaltados en itálicas son míos.
** Enrique Uribe Ramírez, “Bogotá Futuro”. Revista Técnica de Obras Públicas de Cundinamarca I,
2 (1924).
*** Enrique Uribe Ramírez.
Conclusiones

Documento Descripción* Autor(es)


1926 Proyecto de “Se ha contemplado sí, lo más modesto Concejal Carlos
Acuerdo 137, por y de menor costo dentro de las líneas ge- Cortés V.
el cual se fomenta nerales de planeamiento para esta clase
la construcción de de construcciones, pero al propio tiempo
edificios apropiados sin desechar las enseñanzas de la higiene,
para hoteles comodidad y ornato indispensables”.**

1935 Obras públicas El Gobierno municipal ha considerado Concejo


IV centenario de que está en el deber de atender las nece- Municipal de
la fundación de sidades de la ciudad en cuanto se refiere Bogotá
Bogotá a obras de higiene, de comodidad y de em-
bellecimiento, y esta obligación se acen-
túa ante la perspectiva de la celebración
del cuarto Centenario de la fundación
de Bogotá. En consecuencia se ha con-
cebido un plan general que abarca las
obras de importancia permanente y de
necesidad ineludible, y las empresas que
se pueden acometer especialmente con
motivo de las fiestas del centenario”.***

Fuente: Elaboración propia


* Todos los resaltados en itálicas son míos.
** Carlos Cortés Vargas, “Proyecto de Acuerdo 137, por el cual se fomenta la construcción de
edificios apropiados para hoteles”. Bogotá, 1926.
*** “Proyecto de Acuerdo 179 de 1935, por el cual se adopta el plan de obras públicas para la
celebración del IV centenario de la fundación de Bogotá, se atiende a la financiación de las
mismas y se dictan otras disposiciones”.

321|
Todos estos ejemplos son muy reveladores de una forma de pensar y
concebir la ciudad y la arquitectura aplicada a lo largo de casi noventa
años —desde mediados del siglo xix hasta comienzos del siglo xx—
a partir de un paradigma teórico que sustentó y explicó el proceder
de las autoridades municipales, y, sobre todo, de los profesionales de
la arquitectura. La existencia de este paradigma permite afirmar,
empero, que la arquitectura de este periodo fue también resultado
de un proceso reflexivo basado en realidades propias, que utilizó
Plaza Central de Mercado de Bogotá

críticamente modelos y herramientas traídos de otros lugares, por lo


que no se puede hablar de “patrones formales accidentalmente caídos
en estas latitudes”, ni mucho menos de una arquitectura “carente de
nexos con la incipiente identidad cultural”, como de manera general
algunos autores se han referido a la arquitectura de este periodo.

El paradigma de la higiene, comodidad, elegancia plantea, entonces,


una visión alternativa sobre la historia de la arquitectura y la ciudad de
inicios del siglo xx, entendida como el establecimiento de un acuerdo de
contrarios, un pacto entre lo imprescindible (la salubridad, la higiene, la
comodidad) y lo prescindible (la elegancia y el ornato), un acuerdo entre
la necesidad y el deseo. Se trataba de una arquitectura acorde con unos
ideales centrados en principios y valores que no eran colombianos ni
europeos, sino universales (la armonía, la verdad, la belleza, el respeto,
la gracia), valores que se identificaban plenamente con los ideales de la
sociedad burguesa y conservadora, elegida por el pueblo colombiano
a lo largo de nueve mandatos presidenciales durante las tres primeras
décadas del siglo xx.

UN ENFOQUE HISTORIOGRÁFICO

Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que


se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son
iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua
y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de |322
nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada
vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios.

Gabriel García Márquez, La soledad de América Latina

El hallazgo del paradigma de la higiene, elegancia y comodidad


surgió de fuentes primarias locales, lo que contrasta con un modelo
Conclusiones

conceptualista y crítico, que a lo largo de la historia terminó por


calificar a la arquitectura republicana desde un enfoque estilístico
de “ecléctica” y “decorativista”. Esta perspectiva historiográfica
alternativa, construida a partir de un paradigma teórico, critica la
visión de la arquitectura centrada en la envolvente de los edificios
y en su condición estética, que la cataloga equivocadamente como
anacrónica respecto de la producción arquitectónica europea de las
primeras décadas del siglo xx.

La semejanza estética y desfasada de esta arquitectura con la producida


a finales del siglo xix en Europa constituyó uno de los principales
argumentos para descalificar la arquitectura de este periodo, pues se
le consideró por su apariencia como la copia de un revival clasicista
europeo, lo que se tradujo en afirmaciones que la descalificaron de
“la noche oscura del buen gusto” o “el ansia por el pasado de otros”,
lo que, difundido en el medio colombiano, terminaría por justificar
su desprestigio y, eventualmente, su demolición sistemática. Sin em-
bargo, la falta de originalidad que se le atribuyó a la producción de
arquitectura republicana en la ciudad se perdonaría fácilmente en el
caso de la arquitectura moderna, proveniente nuevamente de Europa,
que se implementaría en el país pocos años después.

Tradicionalmente, el análisis de la arquitectura de este periodo se


ha hecho con “ojos internacionales”, y con un método comparativo
de formas y tipologías catalogadas por estilos arquitectónicos, sin
323| tener en cuenta las particularidades del medio colombiano. Es por
ello que uno de los objetivos de esta investigación fue plantear una
historia de la arquitectura desde sus lógicas internas, es decir, desde
el pensamiento y los testimonios de los protagonistas locales, que en
este caso fueron los organismos gubernamentales (Concejo Municipal,
Junta Central de Higiene, Sociedad Colombiana de Ingenieros, entre
otros) y, por supuesto, los arquitectos, ingenieros y los ciudadanos.
Por ello, esta investigación se basó en un método que integra fuentes
convencionales (informes, documentos y memorias descriptivas) y
Plaza Central de Mercado de Bogotá

fuentes no convencionales (planimetrías, dibujos y fotografías), sin


descartar los tradicionales análisis tipológicos, lo que permitió dar
cuenta de un espectro no solo más complejo, sino integral de los modos
de registrar la historia de la arquitectura.

Deliberadamente no se hizo mención aquí de las posibles (o imposibles)


relaciones entre la arquitectura neoclásica europea y la arquitectura
republicana bogotana, pues resulta ilícito partir de la idea de que la
arquitectura colombiana solo es validable en tanto pueda ser leída por
los códigos europeos o en un juicio basado en los parámetros foráneos de
una arquitectura hecha para otras realidades y con otros sentidos. El
principio imitativo y falto de originalidad con el que se le suele asociar
a la arquitectura republicana resulta hoy insuficiente para explicarla.
Es insatisfactoria la lectura de su historia como un mecánico proceso
de malas copias de la arquitectura académica europea, sin tener en
cuenta el contexto histórico del lugar donde se implantó, ni las razones
de los arquitectos y promotores para escoger una particular estética
arquitectónica en el paisaje urbano de Bogotá.

El examen detenido de los textos que expresan nuevas ideas, anhelos


e imaginarios en el ámbito urbano y arquitectónico va articulando
un pensamiento unificado y propio. Gobernadores como Vicente
Lombana, urbanizadores como Antonio Izquierdo, arquitectos como
Julián Lombana, ingenieros como Enrique Uribe y los miembros del
Concejo Municipal, entre otros personajes, consolidaron en el tiempo un
modo único de pensar la ciudad de comienzos del siglo xx, sintetizado |324
en el paradigma de la higiene, elegancia y comodidad. Por ello quiero
finalizar dando la palabra a uno de estos testimonios:

No hay duda: Santa Fe quedó al Sur y Bogotá corre hacia el Norte.


La ciudad del porvenir, la grande, hermosa, cómoda y salubre ca-
pital de Colombia, busca la ancha sabana para extenderse, aire para
oxigenarse, luz para iluminar sus edificios y alegrar a sus habitantes.
Quiere dejar las descarnadas faldas de los cerros que la oprimen entre
Conclusiones

sus rodillas y correr, correr un poco por los prados de la Sabana; ya se


siente adulta y desea moverse; deja la cloaca inmunda, la alcantarilla
sin aguas, las orillas del San Agustín y del San Francisco, foco de
putrefacción, el chiribitil ahumado y asfixiante, la calle torcida, es-
trecha y desfondada […]. Sí! La ciudad de la República se desprende
de la Ciudad de la Colonia, como una niña alegre y fresca se des-
prende de los brazos de la regañona y cejijunta nodriza!
Entre una y otra, la vieja y la moderna Bogotá, quedará el
Panóptico, es decir, —la justicia inexorable y eterna como el brazo
que rige los destinos de la humanidad— quedará el Asilo de locos,
es decir, —la demostración de que la desgracia es inseparable com-
pañera de los hombres—; quedará el Cementerio —es decir, la
muerte en medio de la vida, la tristeza y la desolación como centro de
todas nuestras alegrías! Principiará la nueva ciudad en la “Bavaria”,
como demostración de que la industria es la base esencial y único
motor de nuestra futura prosperidad.
Allá, en esa ciudad, edificada de acuerdo con las leyes que rigen
la construcción moderna, las calles serán anchas y rectas para dar
paso al aire y al sol, los paseos, los parques, los jardines abundarán
en medio del poblado para oxigenar más fácilmente el ambiente […],
en fin será de veras una ciudad merecedora de los títulos de capital.1

325|

1 Antonio Izquierdo, Lotes en Chapinero (Bogotá: Tipografía Salesiana, 1900). El re-


saltado en itálicas es mío.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

EPÍLOGO

UNA PLAZA CAMINANTE

|326
En Ersilia, para establecer las relaciones que rigen la vida de la ciudad,
los habitantes tienden hilos entre los ángulos de las casas, blancos o
negros o grises o blanquinegros según indiquen relaciones de parentesco,
intercambio, autoridad, representación. Cuando los hilos son tantos
que ya no se puede pasar entre medio, los habitantes se van: se
desmontan las casas; quedan sólo los hilos y los soportes de los hilos.

Italo Calvino, Las ciudades invisibles

L
a historia de la Plaza Central de Mercado de Bogotá, desde
su nacimiento en el siglo xix hasta su muerte a mediados del
siglo xx, revela una situación particular que contraviene la
historia de la mayoría de las arquitecturas, pues se trató de un edi-
ficio que no permaneció en un sólo lugar, por el contrario, esta plaza,
como si se tratara de la Ersilia caminante de Italo Calvino, varió su
ubicación y se esforzó por perfeccionar su diseño a lo largo de más de
un siglo de existencia en su trasegar por la calle 10.ª hacia el occidente
de Bogotá. Este tránsito la llevó a dejar de ser una plaza central, tal
como su nombre lo sugería, para distanciarse, en un lento movimiento
que dejaba tras de sí una maraña inacabada de ruinas y relaciones
comerciales que habían surgido a su alrededor.

Un análisis de los tres lugares que ocupó la Plaza Central de Mercado


confirma la errancia y el nomadismo que caracterizaron su vida. De su
establecimiento inicial en la plaza de Bolívar, en 1846, fue desplazada,

327
Plaza Central de Mercado de Bogotá

en el año de 1864, debido a lo intenso e inconveniente de su actividad


en términos de higiene y orden, hacia el occidente de la ciudad, exac-
tamente a la calle 10.ª con carrera 10.ª, en el sector que se conoce hoy
como San Victorino. Sin embargo, en 1953, una vez más la plaza se
ve obligada a trasladar su actividad por las mismas razones, aunque
en otra proporción, pues el alto impacto de la actividad de cargue y
descargue de productos y alimentos alrededor de los cuatro costados
ocasionaba caos en el tránsito vehicular y peatonal en el centro de
la ciudad. Por lo anterior, la plaza se desplazó nuevamente hacia el
occidente, sobre el mismo eje de la calle 10.ª, para ocupar los espacios
de la plaza Matallana, adyacente al parque España. Esta nueva
plaza, por su tamaño y ocupación, nunca lograría recibir a todos los
exiliados de la antigua plaza central, lo que obligó a ocupar y adaptar
otros espacios contiguos, en lo que se conoce actualmente como San
Andresito de San José.

Como principal plaza de mercado de la ciudad hasta mediados del


siglo xx, la plaza central siempre tendió a ejercer un efecto centrípeto
sobre los ciudadanos, en particular sobre los comerciantes que veían
en la gran afluencia de público una oportunidad para instalar en las
inmediaciones nuevos almacenes y negocios, que complementaban y
enriquecían la ya amplia variedad de productos que se ofrecían. Lo
especial de esta situación era que, si bien el edificio de la plaza central
era trasladado de lugar cada cierto tiempo, estos negocios comple-
mentarios no fueron reubicados; por el contrario, permanecieron allí,
como es el caso de los almacenes que integran los pasajes Mercedes y |328
Rivas, por citar apenas dos ejemplos.

Es a través de estas permanencias como es posible rastrear la estela


que la Plaza Central de Mercado dejó en su desplazamiento hacia el
occidente y que configura su área de influencia efectiva desarrollada
en el tiempo. Esta área delimitada especialmente a lo largo del eje de
la calle 10.ª entre las carreras 8.ª y 19 desarrolló un conjunto comercial
de negocios considerado como previsible, dentro del rango de negocios

 Ubicación n.º 1.
Plaza de Bolívar
calle 10.ª-carrera 7.ª
1846-1864


 Ubicación n.º 2.
Plaza de Bolívar
calle 10.ª-carrera 10.ª
Ca lle 12

Ca lle 11

1864-1953

Ca lle 9


Sector de “El Cartucho”
Demolido año 2002
calle 10.ª-carreras 1.ª y 14

 
Sector de “El Bronx”
En demolición
calle 12.ª-carreras 15 y 16
Ca lle 10


Ubicación n.º 3.
Plaza Matallana
 calle 10.a - Carrera 19
1953-?

Figura 1. Ubicaciones de la Plaza Central de Mercado desde sus inicios hasta su


desaparición y su relación con los sectores de El Cartucho y El Bronx
Fuente: Elaboración propia
Figura 2. Detalle de la demolición del pabellón suroriental de la Plaza Central de Mercado, 1952
Fuente: Bogotá, años. Fotografías de Sady González. Bogotá: Revista Número Ediciones
Epílogo

asociados a la actividad de la plaza, extendiendo y consolidando la


vocación comercial del sector; sin embargo, dentro de esta misma
área de influencia también surgieron negocios de vocaciones impre-
visibles y no asociados precisamente a la actividad de la plaza, como
las chicherías y los juegos de azar, entre otros, creados inicialmente
como oferta de divertimento para los trabajadores y vivanderos de la
plaza de mercado. Estos lugares abrieron en la sociedad capitalina de
comienzos del siglo xx, y específicamente dentro de la Dirección de
Higiene de la ciudad, un fuerte debate sobre su conveniencia:

yo pregunto a cualquier obrero o trabajador desgraciado: Dónde


perdió su esposa la virtud, en el templo o en la chichería? Dónde
se prostituyó su hija, en la escuela o en la chichería? Dónde se per-
virtieron sus hijos, en la escuela, el hogar, o en la chichería? Y él,
dónde y en qué consume el fruto de su trabajo, dónde juega, dónde
se embriaga y envilece?1

331|

Figura 3. Chicherías en el entorno de la plaza de mercado de La Concepción, 1912


Fuente: Archivo de Bogotá

1 Cenón Solano, Informe de trabajos de la Dirección de Higiene y Salubridad en el año de


1915 (Bogotá).
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Aunque fueron solamente tres los lugares que ocupó la Plaza Central de
Mercado a lo largo de su historia, la gran cantidad de comercios creados
a su alrededor evidencian el alto impacto en la transformación socio-
económica que tuvo esta área de la ciudad conocida como el barrio Santa
Inés, un sector originalmente de carácter residencial que, sin embrago,
estaba signado por el eje oriente-occidente de la calle 10.ª, por donde
además transitaba el tranvía a comienzos del siglo xx. En efecto, fue
a lo largo de esta calle donde con mayor fuerza se manifestó y aún se
manifiesta el carácter de estos negocios, originados por la insuficiente
capacidad de los edificios que se proyectaron para albergar la totalidad
de las actividades de la plaza. El plano que los concejales de la ciudad
Alberto Borda y Aparicio Rey hacen de la calle 10.ª hacia el año de 1912
(figura 3) es radiografía de esta situación, donde en efecto sitúan un
importante número de chicherías establecidas en las inmediaciones de
la plaza de mercado a comienzos del siglo xx y cuya génesis es explicada
por los concejales de la ciudad como resultado de la existencia de esta:

El origen del mal está, a mi entender, en que la proximidad de la


plaza central de mercado de La Concepción atrae naturalmente la
instalación de ciertos negocios en los cuales se busca al pueblo y a los
vivanderos, más que todo, como consumidores obligados. En todas
partes del mundo, en las cercanías de los mercados públicos, tienden
a vivir y a prosperar negocios que hacen poco apetecibles esos sitios
para la vivienda de familias que aspiran a la tranquilidad y a las
comodidades de vías públicas que carecen de esa servidumbre.2
|332
Las huellas más impactantes del nomadismo de la plaza quedaron
retratadas en el espacio comprendido entre su segunda y tercera
ubicación. Este sector, cuya vocación original era de vivienda de
clases media y media alta, albergó familias de tradición bogotana,
como los Turbay y los Salem, a comienzos del siglo xx. Tal y como lo

2 Mallarino Manuel, Informe al honorable concejo de un memorial suscrito por los Srs.
Alberto Borda, Aparicio Rey et al. [Bogotá] sep. 17, 1912.
Epílogo

advirtió la Dirección de Higiene, en su informe del año 1922, estas


familias serían desplazadas de este lugar ante la inminente avalancha
comercial derivada de la cercanía con la Plaza Central de Mercado. Es
en estas huellas donde se confunden, en medio de la consolidación de
actividades comerciales legales, la presencia de actividades ilegales,
particularmente en establecimientos de consumo de licores, donde
con el tiempo también se llegó a practicar el consumo de sustancias
alucinógenas y la prostitución. Todo esto acabó por cambiar el otrora
ambiente residencial del sector, para generar dos de las huellas más
lamentables que dejaría la Plaza Central de Mercado sobre la calle 10.
Una de ellas sería conocida con el nombre de El Cartucho, un amplio
sector comprendido entre las calles 10.a y 9.ª y las carreras 11 y 14,
donde se afianzó uno de los mayores centros de expendio y consumo de
alucinógenos de Bogotá de finales del siglo xx. Sin embargo, es quizá
la última huella, también localizada sobre el mismo eje de la calle
10.ª, más al occidente, la que tenemos más cerca a nuestra memoria: el
sector conocido como El Bronx de Bogotá, un área de la ciudad cuyo
redescubrimiento a través de las impactantes imágenes emitidas por
los medios de comunicación en 2016, nos reveló de repente una ciudad
ignorada y a la vez abandonada por la mayoría de los bogotanos, que
como los prófugos de la Ersilia de Calvino habíamos dejado atrás,
una Ersilia de pesadilla, con la que nunca habríamos querido soñar:

Viajando así por el territorio de Ersilia encuentras las ruinas de las


ciudades abandonadas, sin los muros que no duran, sin los huesos
333| de los muertos que el viento hace rodar: telarañas de relaciones in-
trincadas que buscan una forma […]. Desde la ladera de un monte,
acampados con sus trastos, los prófugos de Ersilia miran la maraña
de los hilos tendidos y los palos que se levantan en la llanura. Y
aquello es todavía la ciudad de Ersilia, y ellos no son nada.3

3 Italo Calvino, Las ciudades invisibles (Madrid: Siruela).


Plaza Central de Mercado de Bogotá

BIBLIOGRAFÍA

|334
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Pagina opuesta: Memorial firmado por los vivanderos de la Plaza Central de Mercado, dirigi-
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335
Plaza Central de Mercado de Bogotá

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REVISTAS
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Bibliografía

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Revista de Higiene: Órgano de la Junta Central de Higiene [Bogotá] (1888-1915).
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PERIÓDICOS
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El Constitucional [Bogotá] 1848.
El Espectador [Bogotá] 1947, 1948, 1952.
El Repertorio: periódico oficial de la provincia de Bogotá [Bogotá] 1857.
El Tiempo [Bogotá] 1915, 1917, 1918, 1921, 1922, 1925, 1926, 1927, 1936.
El Zancudo: periódico cándido, antipolítico, de caricaturas costumbres y avisos
337| [Bogotá] 1890-1891.

TESIS DOCTORAL
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Colombia. Facultad de Medicina. Bogotá, 1998.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

FUENTES PRIMARIAS IMPRESAS


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Mercado. Bogotá: 1922.
Briceño, Emigdio. El Gobernador de la Provincia de Bogotá. Bogotá: Imprenta
del Neogranadino, 1855.
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unos planos para la continuación de la obra de construcción de la plaza
central de mercado. Bogotá, 1922. |340
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Concepción. Bogotá, 1917.
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Srs. Alberto Borda, Aparicio Rey et al. Bogotá, 1912.
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Honorable Concejo Municipal. Bogotá, 1909.
Bibliografía

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municipalidad. Bogotá, 1904.

Fuentes Archivo de Bogotá


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604-3556, 604-3557, 604-3558, 604-3559, 604-3560, 604-3561, 604-3562,
604-3566, 604-3567, 604-3569, 604-3570, 604-3571, 604-3572, 604-3573,
604-3575, 604-3576, 604-3577, 604-3579, 604-3584, 604-3585, 604-3586,
604-3587, 604-3589, 604-3591, 604-3592, 604-3593, 604-3594, 604-3595,
604-3596, 604-3597, 604-3598, 604-3601, 604-3602, 604-3603, 604-3604,
604-3605, 604-3606, 604-3607, 604-3608, 604-3609, 604-3612, 604-3613,
604-3614, 604-3615, 604-3616, 604-3617, 604-3624, 604-3625, 604-3627,
604-3633, 604-3636, 604-3637, 604-3638, 604-3639, 604-3641, 604-3645,
604-3646, 604-3648, 604-3650, 604-3651, 604-3652, 604-3653, 604-3654,
604-3655, 604-3658, 604-3659, 604-3660, 604-3661, 604-3663, 604-3665,
604-3666, 604-3669, 604-3672, 604-3673, 604-3674, 604-3679, 604-3680,
604-3682, 604-3683, 604-3685, 604-3688, 604-3689, 604-3692, 604-3693,
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Fondo Concejo de Bogotá. Acuerdos de la municipalidad de Bogotá: 1860-1866.
Bogotá: Imprenta de La Luz, 1887.
Fondo Concejo de Bogotá. Acuerdos expedidos por el Concejo Municipal de
Bogotá. Bogotá: Imprenta Nacional, 1891-1939.
Fondo Concejo de Bogotá. Acuerdos de la municipalidad de Bogotá espedidos (sic)
en los años de 1864 a 1866. Bogotá: Imprenta de Nicolás Gómez, 1866.
341| Fondo Secretaría de Obras Públicas. Fondo de Cédulas Catastrales. Libro 607-
3480, carpeta 1, libro 607-3490, carpeta 4.

LEGISLACIÓN
Acuerdos de la municipalidad de Bogotá espedidos [sic] en los años de 1864 a
1866. Bogotá: Imprenta de Nicolás Gómez, 1866.
Acuerdo 2 de 1872, “que provee de medios a la salubridad y ornato de la ciudad”.
Acuerdo 14 de 1872.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Acuerdo 17 de 1874, “considerando: Que la actual plaza de Mercado no es


suficiente para el servicio a que está destinada, por el notable aumento
que ha tenido la población”.
Acuerdo 47 de 1874.
Acuerdo 11 de 1875, “aprobatorio del contrato celebrado por el síndico
municipal, sobre compra de una Plaza de Mercado”.
Acuerdo 22 de 1877.
Acuerdo 1 de 1881, “por el cual se establece una Plaza de Mercado”.
Acuerdo 9 de 1882, “sobre administración fiscal de las Plazas de Mercado”.
Acuerdo 29 de 1884, “por el cual se establece un mercado de víveres en el
caserío de Chapinero”.
Acuerdo 15 de 1889, “sobre fomento del barrio Chapinero y aprobatorio de
unos convenios”.
Acuerdo 29 de 1890, “por el cual se crea una Oficina Municipal encargada de la
Inspección de las Carnes y Víveres que den al consumo en la población de
Bogotá”.
Anales del Concejo. “El Concejo municipal de Bogotá en uso de sus facultades
legales, Acuerda: Parte primera. Presupuesto de Rentas” [Bogotá] (1892).
Acuerdo 7 de 1895, “sobre organización y administración del mercado de
carnes”.
Acuerdo 4 de 1900, “por el cual se reglamenta la reconstrucción de la plaza de
La Concepción, y se autoriza la construcción de otras plazas de mercado”.
Acuerdo 18 de 1902, “por el cual se ordena la construcción del Palacio
Municipal y se destinan fondos”.
Acuerdo 40 de 1918, “sobre higiene de las construcciones”.
Junta Central de Higiene. Acuerdo sobre plazas de mercado [Bogotá] 1903. |342
Acuerdo 10 de 1904, “por el cual se aprueba un contrato sobre construcción de
una plaza de mercado en el barrio de las Nieves de esta ciudad, en un lote
de propiedad del Municipio”.
Acuerdo 34 de 1904.
Acuerdo 16 de 1917.
Acuerdo 51 de 1920.
Acuerdo 55 de 1924, “por el cual se aprueba un contrato con Ulen & Co”.
Bibliografía

Acuerdo 57 de 1924, “por el cual se organiza la administración de las empresas


municipales y la intervención del municipio en las obras contratadas con
la casa Ulen & Co.”.
Acuerdo 6 de 1940, “art. 7. Autorizase al alcalde y al secretario de hacienda
para tomar en arrendamiento un predio situado a inmediaciones de la
Plaza Central de Mercado con el objeto de establecer una bodega”.
Acuerdo 88 de 1944.
Acuerdo 84 de 1945, “art. 25. Para facilitar la ejecución de la Avenida del
Libertador […], destinase la totalidad o una parte […] del recargo o
participación municipal […] a cubrir el setenta por ciento (70 %) del valor
de los siguientes edificios […] f) El pabellón oriental de la plaza central de
mercado”.
Acuerdo 6 de 1949, “sobre autorizaciones al Alcalde para organizar la Central
Municipal de Abastecimientos”.
Aguilera Miguel et al. Proyecto de Acuerdo 284 de 1927 “por el cual se
dispone la construcción de una plaza de mercado en una de las zonas
septentrionales de la ciudad”.
Artículo 54 de 1949.
Concejo de Bogotá. Expediente de proyecto de acuerdo “por el cual se destina
una suma para combatir la epidemia de gripa” [Bogotá] (1918).
Decreto de 31 de agosto de 1861, “trasladando el mercado público a las
plazuelas de San Francisco, San agustín, i San Victorino”.
Decreto 185 de 1951, “por el cual se adopta el Plan piloto de la ciudad, y se
dictan normas sobre urbanismo y servicios públicos”.
Decreto 463 de 1953, “por el cual se dispone la clausura de plazas de mercado y
343| propiedad municipal”.
Gómez, Rafael Trujillo. Exposición de motivos del proyecto de Acuerdo 255
“por el cual se ordena la construcción de una plaza de mercado en el
Barrio de las Aguas” [Bogotá] 1927.
Lombana, Julián. Proyecto de acuerdo “por el cual se reglamenta la
construcción de varias plazas de mercado” [Bogotá] 1900.
Manrique Martín, Alberto et al. Proyecto de acuerdo “por el cual se ordena la
construcción de la Plaza de Mercado de La Concepción” [Bogotá] 1920.
Plaza Central de Mercado de Bogotá

Ordenanza 64 del 24 de octubre de 1848.


Ordenanza 2 de 1861.
Ordenanza 1.ª de 1864, “mandando consignar un recuerdo del nombre del
General Tomás Cipriano de Mosquera en la Plaza de mercado de Bogotá”.
Proyecto de Acuerdo 179 de 1935 “por el cual se adopta el plan de obras
públicas para la celebración del IV centenario de la fundación de Bogotá,
se atiende a la financiación de las mismas y se dictan otras disposiciones”.
Uribe, Antonio Samper. Proyecto de acuerdo “por el cual se crea un premio
anual de arquitectura urbana” [Bogotá] 1917.
Vargas, Carlos Cortés. Proyecto de Acuerdo 137, “por el cual se fomenta la
construcción de edificios apropiados para hoteles” [Bogotá] 1926.

|344
Plaza Central de Mercado de Bogotá. Las variaciones
de un paradigma 1849-1953, se editó en los talleres
de la Editorial Pontificia Universidad Javeriana
en el mes de diciembre de 2017. En su composición
se usaron los caracteres de la familia Bodoni.
ISBN 978-958-781-142-1
william garcía ramírez

9 7895 87 8114 21

Las variaciones de un paradigma, 1849-1953


Profesor e investigador de la Facultad de
Arquitectura y Diseño de la Pontificia

Plaza Central de Mercado de Bogotá


Universidad Javeriana. Arquitecto y
magíster en Historia y Teoría del Arte, la
Las variaciones de un paradigma, 1849-1953
Arquitectura y la Ciudad de la Universidad
william garcía ramírez Nacional de Colombia. Su tesis de
maestría, Plaza Central de Mercado: las
variaciones de un paradigma (2011), fue
laureada y obtuvo el premio a la mejor
tesis de posgrado en patrimonio del
Ministerio de Cultura de Colombia en el
Este libro es la historia de la primera plaza de mercado cubierta 2011. Además, fue ganador de la beca de
de Colombia y la historia de una idea de ciudad. Plaza y ciudad investigación Patrimonio a la Plaza del
se entrelazan para configurar una historia y una teoría como Instituto Distrital de Patrimonio Cultural
explicación alternativa de la arquitectura y el urbanismo en el 2014. Fue profesor de cátedra del
republicanos en Bogotá. Los hallazgos historiográficos Instituto de Investigaciones Estéticas
de la Universidad Nacional de Colombia
sustentan un paradigma teórico fundamentado en
e investigador en varios proyectos de la
los parámetros aseo, salubridad y ornato como
Facultad de Artes de esta universidad.
ejes conceptuales sobre los que el Gobierno de
la ciudad situó tanto los problemas como las
soluciones para la urbe de finales del siglo
XIX y comienzos del siglo XX.

SESQUICENTENARIO

Pontificia Universidad Javeriana


Universidad Nacional de Colombia

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