Está en la página 1de 17

INSTRUCCIONES PARA LA ESPERA

Juan Pablo Goñi Capurro


Registro Nº: 1808278137645
Contacto: Facebook Juan Pablo Goñi Capurro
juandeolavarria@gmail.com
02284-425647 (argentina) - +54-2284-425647 (internacional)

Sala de espera. Varias sillas. Puede haber un escritorio. Una ventana a un


costado. Iluminado.
Ingresa JUAN con una valija grande, corriendo casi. Mira el reloj. Pantalón,
camisa, zapatillas. Tiene una mancha en el antebrazo.
¡Llegué! Llegué justo, falta un minuto para el horario. Porque siempre es lo
mismo, si te pasás un minuto, perdiste, se te fue el tren. Podés estar ocho
horas esperando, pero si llegaste tarde, aunque sea treinta segundos, ¡zás! No
hay tu tía, podés volverte a casa. Puf, menos mal, me puedo sentar tranquilo.
Hoy por lo menos hay lugar.
(Se mira el antebrazo) Mm, creo que no creció. ¿Dónde estará la secretaria?
Tomando mate, seguro. Mejor no grito porque la voy a poner de mal humor, si
no se aguanta por las buenas, no me quiero imaginar cuando la hacen enojar.
A esperar, Juancito. ¿Cuándo no? Juegan con nuestro tiempo, total, somos
simples mortales mientras que ellos son ayudantes de los dioses. Parecen
empleados públicos. O al revés. Los empleados públicos deben ser médicos
frustrados, nada les gusta más que hacerte esperar. ¡Y los líos que se hacen
por las demoras en el consultorio! Después nadie sabe quién estaba primero.
Una vez tuvieron que usar el carbono 14 para determinarlo.
Uno sentado acá, con esta mancha gigante en el brazo, preguntándose si
serán sus últimos días de vida, y ellos, ¿quién sabe?; ¿durmiendo la siesta?,
¿echándose un polvo? ¿Para qué dan turnos si después aparecen a cualquier
hora? Son profesionales, deberían saber que la ansiedad aumenta el riesgo de
tener enfermedades y que todas esas enfermedades pueden convertirse en
fatales, en patologías incurables. Un resfrío puede convertirse en un cáncer a
los huesos si no es combatido a tiempo.
Y en casos como el mío, ¡que lo tome bien la cámara!, con este lunar gigante
aparecido esta mañana —por lo que tengo algo bien grave— la enfermedad
avanza mucho más rápido. Ayer, lo mismo. Llegué con el maxilar inflamado,
existía la posibilidad de tener una infección en estado avanzado, ¡y el
facultativo arribó una hora y cuarto tarde a la consulta! (remeda al médico) “Ay,
espamentoso, no era nada” Ayer no era nada, pero no siempre voy a tener un
chicle olvidado ahí, alguna vez va a ser una inflamación.
Todavía insisten en la consulta prematura, en ganar tiempo para vencer la
enfermedad, ¿de qué me sirve venir corriendo apenas descubro semejante
lunar, si el tiempo ganado lo pierdo aguardando a que el señor se digne
ponerse el guardapolvo y abrir la puerta de la consulta? Calma, calma, debo
relajarme. Om, om, sentir vibrar los huesos…Om, om… ¡no vibran!
(Se para, asustado) Mis huesos no vibran, ¡oh, no! ¿Se habrá extendido ya el
mal? A ver la mancha… No, mide lo mismo, al menos está controlada. ¿De qué
me alivio? Un lunar oscuro, grande, que no duele y tiene olor feo, ¡tengo todos
los síntomas y me alivio porque no crece! Veinte años sin tomar sol,
cuidándome la piel, y ahora esto. Para mí que fue la fritura, estaba muy cerca
del sartén, la hornalla de la cocina debe equivaler al sol. ¡Y estos huesos que
no vibran! ¿Dónde tengo la pelota anti estrés?
(Abre la valija, de allí irá sacando objetos) Acá está. Menos mal que me vengo
preparado. No, si así como me ven, yo podría escribir un Manual de
instrucciones para la espera. (Juega con la pelotita) Se supone que esto calma
el estrés, no sé cómo, pero dicen que lo calma. Tengo que practicar lo de
calmar la ansiedad, esta semana me toca ir al banco provincia.
Los amantes de deportes de resistencia, ¿habrán probado con ir a un banco
oficial en día de vencimiento? Terminás como si hubieras corrido tres
maratones. ¿Qué hacen en las cajas? Lo pregunto, porque con este asunto de
la seguridad te ponen esos biombos que te impiden controlarlos; a los ladrones
les hacen cosquillas pero a nosotros, los humildes clientes, nos hacen esperar
más, se deben dormir una siesta ahí adentro. Por el tiempo que demoran con
cada cliente, es de suponer que hacen un análisis filosófico de cada operación;
¿es la verdad la que figura en esta suma?, ¿el ser se expresa en la factura de
luz o es el no ser?, ¿la nada equivale al espacio libre para los sellos?

2
El tiempo que emplean en contar los billetes hace presuponer que se ha
eliminado el requisito de haber completado el jardín de infantes para ingresar a
un puesto. Eso sí, estresados no están, porque entre que se marcha un cliente
y se llama al siguiente, se ve que practican ejercicios de respiración, de yoga y
de pilates por el mismo precio. Y que no te falte un papel o un dato, porque te
vas a tener que comer otra mañana completa aguardando en Atención al
Cliente. Y una vez atendido en ese sector, por lo general por un joven que no
distingue una tarjeta de crédito de un cheque, sentate cómodo, porque
examinará tus formularios como si estuviera descifrando un código secreto,
cuya clave, obviamente, desconoce.
Si les decís que venís a hacer un depósito te empiezan a mirar buscando los
ladrillos y el cemento. Y si se ven apurados, sacan su as de la manga: se cayó
el sistema. Dada la velocidad con que se manejan, cuando dicen que se cayó
el sistema, ¿debemos entender que se perdieron las palomas mensajeras que
traían los datos?, ¿se encajaron las carretas que traían el dinero para los
cajeros automáticos?, ¿no hay viento y las carabelas con los formularios
quedaron varadas?
No hay que anticiparse a los males, eso lo sufriré mañana. Yo también, con
semejante mancha, preocuparme por los tres días que voy a perder en el
banco. ¿Está igual o no está igual? Mejor la mido, con estas cosas no se puede
estar seguro.
Saca de la valija un tupper con comida y el termo, cuando busca la regla. Habla
mientras va sacando otras cosas. Al final, saca la regla.
Es así, hay que venir preparado, porque acá uno sabe cuando entra pero
nunca cuando sale. ¡Acá está! Igual, sigue igual. (Piensa, alarmado) ¡La orden!
¿Traje la orden autorizada? No me digas que… (Saca más cosas de la valija,
una bolsa de dormir y una carpeta) ¡Acá está! A ver, en esta carpeta tengo que
tener la orden. Lo único que falta, aguantar la espera y después viene la
secretaria avinagrada y te dice: “¿no trajo la orden? Ah, sin la orden el Doctor
no lo va a poder atender”.
Doctor con mayúsculas, porque ellas siempre dicen Doctor con mayúsculas. A
ver donde está porque tengo todos los papeles que me pidieron en la obra
social para la orden. Acá está el certificado de supervivencia, dos horas de cola
en el Banco Nación para certificar que estoy vivo y que no soy un muerto con

3
ganas de resucitar. Eso es lo primero que te piden, que no seas muerto, los
médicos deben querer asegurarse que otro no haya hecho su trabajo.
Esta es la certificación de firma, cuatro horas de cola en el Banco Provincia,
para probar que sos vos el que firmó las otras planillas, no sea cosa que te
estés falsificando la propia firma.
La fotocopia del carnet de la obra social, una hora de cola en la fotocopiadora.
La partida de nacimiento, para probar que naciste y no sos un holograma, y las
copias del documento, seis horas de cola en el Registro Civil. La constancia de
la AFIP que no sé por qué me la pidieron pero me llevó otras dos horas de
espera. El certificado de pase de la salita azul a la salita verde en el Jardín de
Infantes, esa la conseguí rápido porque mi prima trabaja en el Jardín. ¡Más de
quince horas de cola para poder venir al médico!
Ah, y me falta contar las idas y vueltas a la obra social, porque ellos te dicen:
falta esto. Vas, lo conseguís, volvés, hacés la cola, llegás y te dicen: falta esto
otro. Repetís otra vez todo el procedimiento y cuando esperás que te pongan el
sello de aprobado, ¡te falta otra cosa! ¿Por qué no te piden todo junto, digo yo?
Les encanta hacerte ir y venir mil veces. Además, son ingeniosos, siempre
encuentran un nuevo papel necesario para que el doctor te haga sacar la ropa
y decir 33. Pero puedo estar tranquilo, acá tengo mi orden firmada y sellada, la
secretaria no va a tener excusas para hacerme volver. Fui vivo, siempre me
hago hacer dos, así tengo una para emergencias.
Tendría que hacer lo mismo con los laboratorios. Porque como no basta con
los médicos, están los laboratorios. Que les hacen el favor a los médicos
poniéndote mil enfermedades en los análisis. Porque esto funciona así. El
médico te da una gota para el oído, que te cura el dolor de oído pero te da
náuseas. Te da unas pastillas para las náuseas pero te suben la presión. Las
pastillas para la presión engordan. Y los medicamentos para adelgazar
provocan calambres. Y así hasta el infinito, cada vez que tomás un remedio
tenés que volver al consultorio para una receta que te cure de un nuevo mal.
Una vez que caíste al médico, no salís más.
Lo digo yo, que caí a los siete años porque no escuchaba bien de un oído y no
he podido dejar de venir al menos cada quince días; capaz que hubiera sido
distinta mi vida si le hubiera hecho caso a mi abuela y me hubiera lavado las

4
orejas. Pero no, tuve que venir al médico. Y ni vacaciones me puedo tomar de
más de seis días, porque seguro algo me agarra.
Para colmo, con el asunto de los turnos y lo que hay que esperar, en el medio
uno pasa por la guardia de los hospitales, de las clínicas, de los servicios de
emergencia. Entonces, llegan los retos: “¿Y quién le recetó esto? No, los de la
guardia no saben”. “¿Cómo le dijeron esto?, ¿para qué llamó al servicio de
emergencia?”. Los llamé porque no podía respirar. “Pero no, amigo, aguántese
sin respirar hasta que le llegue el turno conmigo que soy el único que lo conoce
bien. No me haga más esto”. Yo soy el que sufre, y todavía que consulto a un
médico en vez de automedicarme, ¡me cagan a pedo!...
Y la moda también está de acuerdo con los médicos, es una conspiración
gigantesca. Fabrican esas remeras y camisas entalladas que uno no se puede
poner sin que le salga una panza tremenda, las únicas que pueden usar eso
son las mujeres que tienen cinturas delgadas. Siempre que no tengan hijos,
claro, porque cuando tienen hijos les queda la panza y nunca más la pueden
perder. Eso lo sé porque me lo dicen mis amigas con hijos cuando les pregunto
por qué tienen pancita. No lo sé por mí mismo, nunca estuve embarazado.
(Se mira la panza; luego, paranoico) ¿No estaré embarazado?, ¿cómo sé que
no estoy embarazado? ¡Este médico nunca me pidió que hiciera un test de
embarazo! Hoy le voy a pedir uno (se mira la mancha) No, hoy es más urgente
la mancha. Y si le pido, además, el test, me va hacer pedir otro turno y pagar
otra consulta. ¡Ya sé! Por una vez lo voy a engañar, cuando venga por mi
chequeo mensual, le voy a hacer incluir el test en los análisis de siempre.
¡Tomá! Le voy a ganar una.
Uf, ya sé lo que piensa usted con esa cara de malhumor, “¡mirá que un tipo va
a ser tan idiota que no sabe que un hombre no puede quedar embarazado!”
(exagerando) “¡No es creíble!, ¡no es creíble!”
Ya sé que un hombre, en el mundo real, no puede quedar embarazado. Pero
eso es en el mundo real, nosotros no estamos en el mundo real, estamos en
Argentina, donde pasan tantas cosas imposibles que bien puede un hombre
quedar embarazado.
(Se toca a la altura del diafragma) Igual, me voy a hacer el test por las dudas,
pero no creo que esté embarazado. No patea. Quejarse se queja pero no

5
patea. Y si se queja y no hace nada, no hay embarazo; a menos que esté
embarazado de un político opositor.
Aunque si le digo del embarazo, capaz que cree que es un embarazo
psicológico y me manda a un psicólogo. Y una de las peores derivaciones que
te puede hacer un médico, es mandarte a un psicólogo. ¿Qué quiere que le
diga? ¡El trabajo más fácil del mundo! Los tipos, o las tipas, te dicen: “adelante,
tome asiento. Hable”. Y listo, se terminó su trabajo.
No sé si seguir… Bueno, si tengo que contar la verdad, la cuento. Los
psicólogos te cobran una buena tajada y se pasan cuarenta minutos sentados,
sin abrir la boca. Lo único que tienen que hacer es consultar la hora. Ni eso,
ponen un cronómetro con alarma, cuando suena vuelven a hablar: “terminó la
sesión, continuamos la siguiente”. ¡Eso es todo! Te pasás cuarenta minutos
hablando y el tipo ahí, sentado, sin hacer nada. A veces, si está muy aburrido,
se pone a hacer dibujitos en una hoja.
Yo no entiendo nada, ¿para qué los hacen estudiar? Cinco años comiéndose
los tomos de Freud, de Lacan, de Jung o de quien sea, para terminar
trabajando así, ¿tanto hay que estudiar para quedarse sentado en una silla,
callado durante cuarenta minutos? Tengo un montón de conocidos aburridos
que son capaces de hacer lo mismo sin haber pisado la facultad.
Ojo. Yo no fui a la facultad de psicología, capaz que no estudian, capaz que se
pasan cinco años entrenando el silencio. Como los buzos, ¿no?, que aprenden
a contener la respiración. Digamos que el profesor entra, cronómetro en mano,
y dice: hoy vamos a contener la palabra por quince minutos; y así van
aumentado a medida que pasan los años de la carrera, digamos silencio I,
silencio II, etcétera. Qué se yo.
Y para colmo están las películas, donde ves que los hacen pasar a consultorios
grandes, con un diván. Vos te imaginás que al menos te vas a tirar y dormir un
rato. Un poco cara la siesta pero bueno, puede valer la pena. Pero no, ¡minga
de diván de primer mundo! Ahora ni en eso gastan, te hacen sentar en una silla
cualunque.
¿Y el alta? Ja, ¡tomá que te van a dar el alta! Lo único que tienen en común
todos los trastornos psicológicos es que son incurables, ¡hay que pagar
consultas toda la vida! El tratamiento terminá cuando te cansás.

6
Y lo peor de todo, cuando dijiste ¡basta! y no fuiste más, es que te queda la
costumbre de hablar sin parar por cuarenta minutos. Así, cuando cualquiera te
dice “pasá, sentate”, uno se sienta y empieza a hablar como un lorito. Y quedás
para el traste, tus amigos te empiezan a acusar de que sos un pesado, que no
escuchás, que sólo te importa lo que te pasa a vos. Y cada vez te invitan
menos, y te quedás solo, y te deprimís y ¿dónde caes? ¡En otro psicólogo!
Suena el despertador. Va a la valija, toma una cesta y se acerca a la ventana.
¡La hora de salida del jardín de infantes! Tengo que agarrar a las madres y
vender, ¿quién puede pagar al médico con un solo sueldo?
Tengo experiencia. Antes tenía un puesto en el mercado. Me levantaba a las
cinco de la mañana, para llegar al mercado a las seis, para poder abrir el
puesto a las siete. Los pies congelados pisando la escarcha, las manos rojas,
haciendo efecto de humo con la boca abierta. Diez horas parado ahí,
atendiendo a las señoras gordas bien abrigadas.
Todos los días lo mismo. Que venía una, agarraba un tomate, un miserable
tomate, y me decía: “¿estará bien maduro?” y lo tocaba y lo manoseaba y lo
hacía pulpa, casi. Si quería pulpa, ¿por qué no iba a comprar pulpa
directamente en vez de arruinarme el tomate?
Y después lo dejaba y agarraba otro: “mejor llevo este”. Y la otra vieja
miserable que estaba atrás, sacudiendo las joyas, que había visto todo,
agarraba el tomate manoseado y decía que estaba todo machucado y que se lo
llevaba si se lo dejaba a mitad de precio. Y así todo el día, mucho abrigo de piel
y después discutiendo por una lechuga, por una banana; no fui más, a vendo
como extra…
(Grita hacia la ventana) ¡Tomates!, ¡colorados los tomates! Colorados los
tomates, no, sin van a ser azules. ¿Te imaginás qué golazo si vendiera tomates
azules? Me pudriría de vender tomates, me haría rico. El tema es hacer
tomates azules, porque pintarlos no sirve, imaginate que la gente se lleva los
tomates y cuando los lava, ¡zas!, rojos de nuevo, o verdes. Pero estaría bueno
conseguir tomates azules.
¿Qué gusto tendrían esos tomates? Por curiosidad, digo, porque para
venderlos no importa el gusto. La gente compra cualquier cosa mientras sea
novedad, ¡se han hecho fortunas vendiendo cada porquería! Es cuestión de
que se te ocurra algo raro, no tiene que ser necesariamente útil o bonito.

7
Bueno, bonito sí, o al menos vistoso, llamativo, que la gente pueda mostrarlo.
Porque de eso se trata, de que puedan mostrarlo y los demás se pongan
verdes de la envidia. No te gastes inventando cosas que no se ven porque te
las quedás guardadas en un galpón. Ni se te ocurra escribir un libro, por
ejemplo; o hacer teatro, donde están todos con la luz apagada. Te cagás de
hambre.
No, tiene que verse, la gente se comporta como los animales, ¿o te pensás que
tienen algún otro sentido las plumas del pavo real, por ejemplo?, ¿o la melena
del león?, ¿o los cuernos de los ciervos? Llamar la atención, nada más,
destacarse, volverse envidiable. Es una cosa que no puedo entender, ¿qué
felicidad puede darte el que te envidien?, ¿qué grado de inseguridad puede
tener una persona para tener ese deseo? ¿No es más lindo disfrutar de las
cosas que mostrarlas?, ¿no es mejor la fiesta que se comparte que la que se
hace para que los demás se pongan celosos?
Pero es escupir al viento guiarse por esos pensamientos. Por el contrario, hay
que ser así, si querés tener éxito. Conseguir una novedad lo más estruendosa
posible. Y venderla cara, obvio. Y decir cosas como “se me ocurrió estudiando
el comportamiento humano, tratando de satisfacer una nueva necesidad,
asumiendo el desafío de un nuevo nicho del mercado”. No te creas, la tengo
clara. Solo me faltan los tomates azules. En fin, ¡tomates!, ¡colorados los
tomates! ¡Otra vez, se me dio por pensar y desapareció la clientela!
Deja la canasta, apesadumbrado. Saca el reloj.
Casi se me pasa la hora. Tengo que hacer las seis comidas diarias para vivir
saludable. Con el trabajo que me ha tomado definir cuáles son esas seis
comidas, no me las puedo dejar pasar. Sé que molesta que coma en la sala de
espera pero lo lamento, mi salud es más importante que la opinión de los
demás. Ahora me vendría bien un cafecito, pero café no se debe tomar porque
te altera y te pone nervioso; tampoco pan, que te hace subir el ácido úrico, ni
siquiera tostadas, que hacen migas.
Es el momento de una fruta —que no sea un cítrico porque los cítricos
aumentan la gastritis—. Es una lástima porque también aumentan la vitamina
C, pero la gastritis es más insoportable que el resfrío. Uno se pasa el día, la
vida, tomando decisiones así, seleccionando el mal menor, cada cosa que nos

8
llevamos a la boca es la diferencia entre una vida placentera y una muerte
horrible y sufrida.
Las bananas son ricas, pero engordan. Las manzanas… no me gustan. Así que
frutas secas. Ojo, tienen muchas calorías, así que apenas me coma estas tres
almendras, voy a comenzar con los ejercicios que eliminen las calorías que
aportaron. Frutas secas y agua mineral, porque la de la canilla viene con
arsénico. ¿No vieron el facebook?
Nada de leche, ahora la leche es cancerígena. Frutas secas. Y con mucho
cuidado, porque tienen fibras y las fibras aceleran el tránsito intestinal, así que
les recomiendo comerlas cuando estén cerca de un baño. El de acá no es el
mejor baño, porque acá viene gente enferma, contagiosa; por eso ¡hice antes
de salir de casa!
Frutas secas, no confundirse con frutas abrillantadas aunque vengan en el
mismo pan dulce. Bueno, yo las compro así, le doy el pan dulce a mi mujer,
para que coma y reviente, y yo saco las frutas secas para mi dieta. Pero la hija
de puta anda de lo más campante y yo todos los días tengo nuevos síntomas.
En fin, a comer. Y comer degustando, comer con la imaginación (toma una
almendra) ahora, me como un jamón crudo con huevitos rellenos, mm (come y
toma la segunda) ahí viene la tira de asado con fritas (come y toma la tercera)
de postre, el gelado de dule de leche… (Come) Ah… estoy tan lleno que…
(mira la vlaija) Que venga pronto el médico, no traje la lata de atún de las siete
y media.
(Mientras habla, se quita pantalón y camisa, queda en calzas y musculosa,
descalzo).
Mm, qué delicia. Terminada la comida, hora de ejercicios. Hay que hacer media
hora de ejercicios diarios si no… ¡te morís! Mi abuelo vivió noventa y pico de
años sin hacer un solo día de ejercicio, pero eran otras épocas, ahora la
medicina está más avanzada.
Al principio yo decidí salir a correr y me compré zapatillas, de esas con suelas
gordas. Pero después me enteré que esas zapatillas te rompen las rodillas. Así
que me compré zapatillas planas, pero me hicieron bolsa la planta del pie. Dejé
de correr. Ahora camino y si no llego a los treinta minutos, como hoy, completo
con ejercicios varios. Como este: uno, dos, tres, cuatro.
(Hace algún ejercicio de estiramiento)

9
Tampoco hay que pasarse de ejercicio, es peligroso. Antes de seguir, tengo
que tomar el pulso…está agitado, ¡taquicardia!, ¡taquicardia! ¿Qué tenía que
hacer para la taquicardia? La hoja estaba por acá, a ver. Relajar. Tengo que
relajarme. Om, ¡no!, ¡no que después no me suenan los huesos y el
traumatólogo está de vacaciones! Cantar, cantar relaja. “Estoy vencido porque
el mundo me hizo así…” ¿a ver si bajó el ritmo? Epa, no tengo pulso. Cuello.
Tampoco. Pecho. ¡No tengo pulso!, ¡me relajé demasiado y estoy muerto! No,
no estoy muerto, los muertos no hablan. Si no escucho el pulso, ¡debo estar
sordo! ¿Por qué no avisaron que la actividad física puede dejarte sordo?
¿Y ahora qué hago?, ¿completo los ejercicios, arriesgándome a otra
taquicardia, o sigo relajado, con el peligro de la sordera amenazándome?
¿Dónde están los médicos cuando los necesitamos? Jugando al golf, seguro.
Ellos le llaman ejercicio a caminar atrás de una pelotita. ¿Estará buscando la
pelotita todavía, que no llega? Yo con mi lunar gigante y mi taquicardia y mi
sordera y el tipo dale que dale al palito. ¿Estará dándole al palito?
Ojo, ese es otro problema serio. Si uno no le da al… palito, se deprime y se le
bajan las defensas. Y si uno se pasa de actividad con el… palito, el corazón le
puede explotar. Tengo que acordarme de pedirle la duración exacta al
facultativo, así pongo el despertador para detenerme. El despertador ya lo
tengo, lo hago sonar para avisarle a ella que terminé, así se despierta y vuelve
a casa. Ahhh… ¿Cómo puedo pensar en el palito cuando quizá esté viviendo
mis últimas horas de vida?
Corre a la valija. Saca una carpeta, pasa hojas.
¿Dónde estarán las instrucciones para tomar el pulso? En la carpeta, sí, claro.
A ver, a ver. Acá. ¡Instrucciones! (se pone unos lentes) Instrucciones para
tener… sexo gay.
Bueno, ¿qué pasa? Hay que estar prevenido para todo en la vida, uno no sabe
lo que le puede acontecer. ¿O no? ¿O acaso no puede pasar estar en esta
puta sala de espera y que el médico no aparezca y que venga un vendedor y te
venda un pasaje en un crucero que está a punto de zarpar con médicos y todo?
Cualquiera agarra porque sabe que así lo van a atender antes.
¿Y no puede pasar que el crucero se hunda, y uno termine desnudo en una isla
desierta con un negro de dos metros? Desnudo porque el crucero se hundió

10
justo cuando te estabas dando una ducha. ¿Acaso avisan? ¿Ponen en la lista
de actividades del día: Hoy nos hundimos a las tantas horas?
Y, puede pasar que en la isla te de frío y te pongas lo primero que lleve el mar
y justo sea una minifalda. Y que la playa sea toda de piedras y te hagan doler
los pies y te pongas los primeros zapatos que arroje el mar y justo sean unos
estiletos con unos tacos de diez centímetros. ¡Es perfectamente posible! Y si
en ese momento el negro te dice ¡dunga dunga!, más vale que tengas las
instrucciones.
Solamente por eso las tengo en la valija, igual que el aparatito. Porque se
necesita un aparatito para…
Bueno, sigamos buscando…(a público) Ah, ¿quiere conocer las instrucciones?,
¿vio?, ¡seguro que sacó pasaje para un crucero usted también! Bueno, dice
que las instrucciones son para evitar enfermarse y llenar de… caca el pene del
otro señor. Recomienda limpieza absoluta y dos enemas de agua tibia. (Saca
un enema) Con este aparatito –esto limpia hasta el intestino grueso; supongo
que el largo dependerá del tamaño del… enemador del otro señor. Ojo, hay
que cerrar la cola para no perder el agua. Después, sentarse en el bidet, abrir
bien y que salga. Entonces sí… hay que hacerse otros dos enemas
exactamente igual, repitiendo la operación. ¿Todo esto antes de que le…
pongan un enema de otro tipo? Pero para cuando llega el señor, ¿después de
cuatro para qué querés más? ¡Con razón dicen “le quedó como una flor”! es
porque lo riegan antes.
¡Oh! tengo pulso, lo encontré, ¡aleluya!, ¡estoy vivo! Pero por las dudas, no voy
a exagerar. Suficiente de ejercicio duro por hoy.
La mancha en el antebrazo, más precisamente en el… ¡puta madre! (busca en
la valija, saca un libro de anatomía) Indispensable, hoy en día no podemos
consultar a un médico sin haber estudiado Anatomía. No es como antes, que le
decías me duele acá o aquí, no señor, hay que ser explícito.
Determinar primero si es un dolor muscular, ¡y de que músculo! Que con esto
de la inflación se nos ha llenado el cuerpo de músculos; antes teníamos las
pantorrillas, los muslos, las nalgas, los abdominales, los del pecho y los brazos.
¡Guay de nombrar los así, capaz que te expulsan de la consulta! Se ofenden,
dicen que con tanta oferta como tenemos hoy, no podemos quedarnos con
esas palabritas. Es que esos viejos son glúteos, tríceps, cuádriceps, bíceps,

11
pectorales, diagonales y rectos del abdomen y que se yo qué más. Y se
agregaron isquiotibiales, deltoides, esternocleomastoideo y otros dos mil
quinientos.
Ja, no es para cualquiera ir al médico. De entrada te piden las patologías de
base; lo primero que atinás a contestar es “no doctor, yo no me drogo” –si no te
drogás, claro—. Pero te están preguntando si tenés enfermedades previas. ¡Y
que no te duela la cabeza! ¿Te pensás que te vas a sentar y le vas a decir
“doctor, me duele la cabeza”? Ja,ja,ja. Tenés que especificar si te duele el
lóbulo temporal, el parietal, el occipital o el maxilar. ¡Y ni se te ocurra quedarte
callado! Más vale decir “caracú” que quedarse callado.
Escúcheme bien, porque a usted también le puede tocar ir al médico: si le
preguntan, localice con precisión el área afectada por el episodio descripto,
¡conteste cualquier cosa pero conteste! Porque si se queda callado, con la
boca abierta, enseguida le mandan: ¡Alzheimer! Y ahí sí que cagaste hermano,
¡no hay fruncimiento de glúteos que te proteja! Le mandan Alzheimer y te dan
una tonelada de pastillas que te dejan así, tembleque y perdido.
Yo no le puedo decir que tengo una mancha en la muñeca. Le tengo que decir
que tengo una formación irregular a nivel epidermis sobre la articulación que
une los segmentos tercero y cuarto del miembro superior. Tomá. Si no me
explico, este me enchufa un supositorio y deja que muera. Y me echa la culpa.
Por suerte acá hay tiempo para leer. Yo no sé por qué mi hermana no pide un
turno con el médico por el tema del hijo.
Mi sobrino, el Pepe, se llevó diez materias. No van a hacer como mi mamá, que
cuando le conté me dijo: “¿adónde se las llevó?, ese chico deja las cosas en
cualquier lado”. Diez materias. De once. Menos mal que en recreo anda bien.
En el recreo corto porque el largo se lo llevó también.
Decí que el Pepe es optimista, cuando le dieron el boletín vino contento y se lo
dio a la madre “mamá, aprobé educación física”. Educación física, es decir,
recreo corto.
Claro que uno dice diez materias y parece una enormidad, pero hay que ver
por qué se las llevó, pobrecito. Porque cuando estudiamos materia por materia
la cosa cambia, yo le dije a mi hermana que teníamos que ir con una cacerola y
una pancarta a la puerta de la escuela a gritar “injusticia, injusticia”. Pero ella

12
no podía ir porque tenía la marcha del 7D y del 8 D y del 19 D y de no sé
cuantas letras más.
Pero fíjense si miento. A ver, dibujo; dibujo se la llevó porque le pidieron que
pintara un cubo mágico y dibujó un cubito de hielo saliendo de una galera,
¿acaso eso no es imaginación?
Pobre Pepe, tiene razón Maradona, en la escuela te enseñan muchas mentiras.
Historia. Lo mandaron a diciembre porque dijo que no era verdad que los
porteños echaran a los ingleses. La maestra le discutió y el nene argumentó:
señora, mire que van a ser tan tontos de elegir a los españoles antes que a los
ingleses. Ahí se ve la influencia de papá, que de chiquito lo invita al nene al 5 o
clock Tea en vez de darle la chocolatada. Capaz que si le hubiera tocado
inglés en vez de francés, tenía una menos, ¿quién entiende a esos franceses
que siempre dicen grgr, gr,gr?
Pero sigamos, sigamos. Matemáticas… de matemáticas no puedo decir nada,
eso viene de familia, mi cuñada quería hacer una comida especial y le pidió a
mi hermano dos patitos, ¡y este le trajo una caja de fósforos! Somos malos en
los números en la familia, no acertamos una quiniela y eso que les jugamos a
todas.
Paralelepípedo, ¿alguien se acuerda qué era un paralelepípedo?, ¿un animal
de patas paralelas? Como se dedicaban a jodernos la vida con palabras así en
la escuela, palabras que después no vas a usar en tu vida. ¿Alguien se gana la
vida contando paralelepípedos?, ¿o fabricándolos?
No digo que todo lo que aprendamos tenga que ser utilizable para hacer dinero,
no. Hay muchas cosas que nos hacen bien, que nos ayudan a gozar la vida, a
ser mejores personas. Pero de ahí a tener que saber la reproducción de las
mitocondrias o el sexo de las hipotenusas hay un paso, uno no tiene que hacer
los records de Schumacher para que le den el carnet de conductor. Bueno,
viendo el tránsito parece que uno no tiene que hacer demasiado para
obtenerlo, siempre y cuando pague en término.
Para colmo no sólo son palabras difíciles sino que además son de utilidad nula
para la vida social, siquiera. Porque si sirvieran, por ejemplo, para amenizar las
tediosas horas que uno pasa en los consultorios médicos aguardando que los
santos profesionales desciendan de su Olimpo y nos atiendan, todavía. Pero ni

13
para eso, ¿se imaginan que ahora entre una dama y yo le pregunte “qué tal
señora, cómo anda de su ectoplasma”?
O que ella se adelante y me diga joven…— bueno, podría ser una señora
equivocada que viniera al oculista, ¿no?—. Que ella me diga “¿cómo están de
crecidas sus bisectrices?” y yo les responda “muy bien, depositando sus
protozoos al 25 por ciento del rectilíneo uniforme”. Una conversación
maravillosa, ¿alguno se levantó una mina alguna vez con los paralelepípedos?
Y para peor son recursos renovables, no se agotan jamás. Uno creyó terminar
con todo eso cuando recibió el título secundario, pero con los años aparecen
hijos o sobrinos y de nuevo con la ionosfera y el carbunclo y al final uno no
sabe qué fue primero, si el huevo o la cigota.
¡Casi me olvido! Las profesoras del Pepe son medio pervertidas, en Biología le
pidieron al nene, de catorce añitos, que describiera la vagina, ¿qué iba a saber
pobrecito? Y tras biología, religión. No, pobre sobrino, lo quieren volver loco.
Cuando volvió de biología el nene se estudió toda la cosa de la reproducción, y
en religión le preguntaron cómo nació Jesús. El Pepe, loco de contento, le
describió con pelos y señales cómo habían actuado José y María para tener un
bebé, ¡y le salieron con un espíritu santo que no figura en ningún manual de
anatomía! Ahí lo está buscando todavía en cuanta lámina encuentra. No, no,
así no se puede, pobre Pepe. Se la va a pasar estudiando todo el verano.
Mientras sus amigos van a andar robando bicicletas por el barrio, él encerrado,
leyendo. La Física y la Geografía, que se las llevó también, son larguísimas.
¿Para qué les hacen estudiar tanto, me quieren decir?, ¿alguien se acuerda
cuáles la capital de USA? Bueno, justo esa es fácil, Nueva York, pero ¿la
Capital de la India?, ¿la de Australia?, ¿la de Mendoza? Como si uno fuera a
viajar a esos países. Es como le dije a mi hermana, una injusticia. ¡Me da una
lástima el Pepe!
El padre lo castigó, le suspendió el aire a comprimido por dos meses. Decí que
el Pepe tiene la gomera, pero no es lo mismo. Los amigos con aires, pistolas
22 y él con gomera. Así le va a costar tener antecedentes. Pero el padre quiere
que estudie, que se reciba de bachiller. Así que el pobre Pepe va a tener que
pasarse el verano estudiando. Y mi hermana, en vez de traerlo al médico
donde va a tener tiempo de sobra sin otra cosa que hacer, lo deja en la casa,
sometido a todo tipo de distracciones.

14
Por eso, si queres hacerte tiempo para algo, nada mejor que venir al médico. Si
no podés hacer que tu hijo estudie, sacale un turno que tendrá tiempo para
memorizar la enciclopedia Británica. O si nunca te hacés un rato para tus
cosas, para hacer ejercicios por ejemplo, acá tenés una oportunidad. ¡La
peluquería! Llamás al peluquero a domicilio pero en vez de tu casa elegís como
cita el consultorio; de paso te podés traer una manicura y una pedicura
también. Acá vas a tener tiempo para hacer lo que quieras.
Suena el reloj. Saca una laptop de la valija. Saca pantalones anchos, zapatos,
camisa floreada y se lo coloca sobre las calzas.
¡Oh! Hora de entrenamiento. ¿Qué dije?, ¿qué mejor lugar que este para
entrenar? Es que quiero estar a la onda, estoy estudiando cómo bailar música
disco, por internet. El profesor es alemán. ¿Quién te dice que no tenga suerte,
mi mujer me deje y pueda volver al baile?
Baila imitando los pasos de la laptop, suena el teléfono celular.
Hola amor, estoy en el médico. ¿Qué música? (baja la música, corriendo) La
secretaria, el ringtone de la secretaria… ¿Qué pasó?... ¿Cómo que te comiste
un perro? Pero querida, yo te dije mil veces que no te metas en cosas que no
sabés hacer, lo tuyo no es la cocina. Es lógico que para vos sea lo mismo un
pollo que un perro mientras están sin piel arriba de la mesada, pero ¿qué hacía
un perro despellejado en la cocina?...
Ah, no fue en la cocina, ¡ya sé! ¡Ahí tenés! estoy podrido de repetirte que te
dejes de joder con pedir comida china o vietnamita, que esos te meten
cualquier cosa, pero vos no, que la comida vietnamita es buena porque todos
los vietnamitas son flacos, ¡ahí tenés! Te metieron el perro, los vietnamitas
están flacos de tanto correr los ingredientes, no por lo que se meten a la
boca…
¿Qué no te dejo hablar? Da gracias que podés hablar y no te contagiaste, por
lo menos no ladrás. No más de lo de costumbre… ¿Qué decís?, ¿qué te lo
comiste con el auto? Ah, bueno, me quedo más… ¿Con el auto?, ¿te chocaste
un perro?... ¿Qué?, ¿ibas con tu mamá? Decime la verdad, dejá de llorar por
un minuto y decime la verdad por dolorosa que sea, ¿cómo está?...
No, tu mamá no, el auto, el auto cómo está… ¿No le pasó nada? ah, menos
mal… ¿Cómo casi?, ¿cómo casi? ¿Le pasó o no le pasó algo?... La mica, la
mica de la luz, nada más. La mica, ¿la colorada?... ¡No!, ¡me quiero matar!

15
¿Sabés lo que sale una mica de esas? ¡Cuesta como dos visitas al doctor! Con
lo que me enfermo yo, ¿por qué no te fijaste por dónde ibas?, ¿qué tenía que
hacer tu mamá en el auto?... ¿Al mercado?, ¿por qué no fue caminando?...
Pero si a ella le hace bien caminar esos tres kilómetros, así aprende a usar
bien el bastón. ¿Y dónde quedó?... ¡Qué me importa donde quedó tu mamá!,
¿el auto dónde quedó?...
Me cortó. Me cortó y no me dijo donde quedó el auto; pobrecito, seguro que
está solo, en un estacionamiento oscuro. Yo acá, todo angustiado por mi
enfermedad, y me corta. (Grita al teléfono) ¡Vos juraste acompañarme en la
enfermedad!
Ahora me vendría bien un jacuzzi o masajes; la pelotita esa es un cuento chino.
Acá tenés tiempo pero no tenés intimidad. Estaría bueno que tuvieran unas
salas individuales en las cuales uno se pudiera relajar mientras espera la
consulta, pero no, ¡mirá que van a gastar un peso en eso! Te meten en una
sala de espera de dos por dos, con ocho sillas y dieciséis personas esperando.
Pausa.
¡Acá no hay dieciséis personas!, ¿por qué no hay dieciséis personas? ¿Por qué
estoy solo si todos los médicos tienen decenas de pacientes esperando? ¿Será
por eso que me salió la mancha, porque este médico no es bueno?, ¿acaso
todos sus pacientes cambiaron de domicilio y ahora se atienden en el
cementerio parque?
Decí que me comí cuatro horas de cola para que me sellen la orden en la obra
social, que si no, salgo corriendo. Porque un médico no es un peluquero, que si
te hace un destrozo lo arreglás con otro peluquero o te ponés una peluca o un
turbante onda musulmán y salís diciendo: “¿no sabías? Es la última onda en
Arabia Saudita” No, acá si este tipo le erra, fuiste…
¿Quién era el que me recomendó este médico?, ¿el finado Eleuterio? ¡No,
Eleuterio me recomendó el de los piojos! Menos mal. No era muy bueno ese
tampoco pero me rapé y solucioné el problema.
¿Fue el Gato, que la vez que me recomendó un gasista me voló el
termotanque? ¿O fue Gabriela? No, ella me recomendó aquella psicóloga que
cuando la busqué, la encontré en el Psiquiátrico, ¡como interna! No me puedo
acordar de quién me lo recomendó pero no importa, seguro que fue alguien de
confianza.

16
¿Cómo no hay gente, entonces? ¿Y si me equivoqué de consultorio?
Imposible, vengo siempre. Aunque estaba tan apurado que no leí el papel que
había en la puerta.
Sale corriendo, vuelve con un papel. Lee.
“El doctor no atenderá en el día de la fecha por guardar luto. A partir de
mañana, se reprogramarán los turnos”. ¿Reprogramar? ¡Dos meses por lo
menos! ¿Qué hago yo?, ¿espero que la mancha me cubra todo el cuerpo?,
¿me voy a convertir en lagarto? No puede ser tan insensible, ¡por irse a ver un
muerto pronto va a tener otro velorio!, ¡el mío! Porque lo pienso invitar, para
que mi mujer les diga a todos “ese fue el médico que lo mató”. No se la va a
llevar de arriba.
¿Qué hago yo ahora?, ¿estos tipos no saben que lo suyo es un servicio
público?, ¿qué se cree? ¿Qué esto es una mancha de grasa que uno la
refriega y sale?
La refriega, la mancha sale.
¿Y?, ¿ves que…? ¡Sale! ¡Salió!, ¡salió! Me curé, me curé y no gasté la orden.
Guarda todo de prisa en la valija.
Rápido, a huir, no sea cosa que venga a buscar algo, me vea y encuentre otra
enfermedad, ahora que me curé el lunar gigante.
¡Chaucito!, ¡tengo una orden sin usar!, ¡vine al médico y me quedó la orden sin
usar!, ¡el mejor día de mi vida!

17

También podría gustarte