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Los errores del juez.

Presupuestos y tipologías
Flavia Carbonell Bellolio*

¿Qué quiere decir que un juez cometió un error en su decisión? Entre otras cosas, quiere
decir, en primer lugar, que es posible distinguir entre decisiones erróneas y no erróneas. Y,
en segundo lugar, que es posible imputar ciertos errores a quien dicta una decisión. Si esto
es así, debiésemos preguntarnos en qué consisten estos errores cuya producción está
reconocida por los sistemas de normas procesales.
En este breve texto, me referiré a ciertos presupuestos teóricos necesarios para que se pueda
afirmar que una decisión judicial determinada es errónea y ensayaré dos tipologías de error
que enfatizan, respectivamente, diferentes clases de defectos y distintos tipos de juicios que
los originan.

1. Presupuestos teóricos
Dentro de los presupuestos teóricos que considero más relevantes, me referiré a los
siguientes: una noción amplia de error, que incluye la posibilidad de distinguir entre
decisiones erróneas y decisiones no erróneas; la distinta valoración que el legislador confiere
a los errores que pueden cometerse durante el proceso y en la sentencia; la no equivalencia
entre definitividad e infalibilidad de las decisiones judiciales; y las variables sujeto y tiempo
cuando se imputan errores a las decisiones de un juez o tribunal1.
1.1. Una noción amplia de error
En términos muy generales, una decisión errónea es aquella que se desvía de las prácticas
esperadas o de las reglas vigentes2. En consonancia con el significado común, un error es
siempre no intencional, es decir, es un resultado no querido producido por la acción u omisión
de un sujeto y que se traduce en el quebrantamiento de alguna regla, como una norma jurídica,
una norma moral, una regla metodológica o una regla técnica. La violación intencionada de
una regla no está cubierta por la noción de error -especialmente en el ámbito judicial, donde
dicha violación intencionada puede ser constitutivo de un delito o de una sanción
disciplinaria-, sino que debiese ser calificada, más bien, como un abuso o una desviación
consciente en el comportamiento que es susceptible de producir consecuencias negativas o
indeseables para quienes se ven afectados por aquel. Desde el punto de vista jurídico, estos
casos constituyen conductas ilegales o antijurídicas. Ello quiere decir que la expresión “error
voluntario” es, desde el punto de vista de la noción general de error aquí utilizada, una

*
Profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. fcarbonell@derecho.uchile.cl. Este texto está
asociado al proyecto I+D+I, del Ministerio de Ciencia e Innovación, Gobierno de España, titulado
“Discrecionalidad judicial y debido proceso” (PID2019-105841RB-C21). Agradezco al investigador
responsable, Juan Antonio García Amado, la oportunidad de participar en él.
1
Parte del contenido de este texto reproduce o incorpora las ideas recogidas en Carbonell, 2021 y Carbonell,
2022.
2
Sarat et.al., 2016: 1. No me haré cargo aquí de todos los demás niveles de conceptualización que pueden ser
posibles, como el concepto de error en la filosofía de la ciencia o en la filosofía moral. Tampoco me referiré al
concepto de error en el derecho en general, o en alguna rama particular, pues excede los objetivos de este texto.

1
contradicción en los términos. Dejaré fuera de este análisis las faltas o abusos graves
cometidos por los jueces en ejercicio de sus funciones, así como los delitos que los sistemas
jurídicos suelen regular a propósito del ejercicio de la jurisdicción, tales como el cohecho y
la prevaricación3. Tampoco decimos de una decisión aleatoria que es errónea, como si se
decidiese lanzando una moneda al aire, sino que es desafortunada4.
En contraste con esta noción general, existe, en cierta tradición filosófica, un uso restringido
o estricto de la voz “error” como sinónimo de “falsedad”, que considera que los calificativos
“falso” y “erróneo” son aplicable (sólo) a enunciados sobre hechos (i.e. juicios descriptivos).
Según esta tradición, el error se vincula con una operación cognitiva defectuosa o con los
enunciados que se generan a partir de aquella y que pueden calificarse como falsos, en tanto
que describen algo que no ocurrió o no ocurrió de la forma en que se afirma haber ocurrido5.
Este “error epistemológico” consiste, por tanto, en tener o formarse una creencia falsa que
no se corresponde con la realidad a la que se refiere6.
Sin embargo, en el lenguaje de los juristas el calificativo “erróneo” se extiende a
consideraciones jurídicas que se estiman defectuosas (como los enunciados interpretativos
que atribuyen significado a los textos normativos) y no sólo a consideraciones fácticas7. Es
decir, se extiende tanto a los discursos teóricos (que se expresan en juicios descriptivos) como
a los discursos prácticos (que incluyen a lo menos una premisa normativa, y una conclusión
normativa que expresa un juicio de valor del tipo “X es bueno”, “X es correcto”, o un juicio
de deber del tipo “X es obligatorio, permitido o prohibido”).
De ahí que sea necesario adoptar, de momento, este uso amplio que de la expresión “error”
en el derecho. Este uso también es recogido en algunos diccionarios de filosofía, cuando
señalan que el error es un juicio o valoración que contraviene el criterio reconocido como
válido, en el campo determinado al que el juicio se refiere, o que contraviene el límite de
aplicabilidad de aquel juicio8. Específicamente, en el ámbito jurídico-procesal9, se suele

3
Sobre prevaricación judicial, véase Rojas, 2021. Una de las hipótesis de la acción de revisión penal en Chile
consiste en que “la sentencia condenatoria hubiere sido pronunciada a consecuencia de prevaricación o cohecho
del juez que la hubiere dictado o de uno o más de los jueces que hubieren concurrido a su dictación, cuya
existencia hubiere sido declarada por sentencia judicial firme” (art.473 letra e) del Código Procesal Penal).
Mañalich (2020: 41) indica que el fundamento de esta causal es el “condicionamiento delictivo de la sentencia
condenatoria”. En terminología procesal, serían casos de “dolo del juez”. Véase Calamandrei, 2019: 167.
4
En un sentido similar, Carlizzi distingue entre: a) el auténtico error judicial; b) la decisión intencionalmente
equivocada (como lo es una decisión dictada a sabiendas que es errónea o contraviniendo las reglas de
sustanciación de un juicio) y c) la decisión intencionalmente aleatoria. Carlizzi, 2021. Ya lo hacía Calamandrei
cuando distinguía, al referirse al error in iudicando, entre dolo del juez, errores del juez (error in iudicando en
sentido estricto) y defectos del material de cognición. Calamandrei, 2019: 167.
5
Según Ulivi (2006: 3568), el error consiste en “considerar verdadero aquello que es falso o falso aquello que
es verdadero, sea en el ámbito cognitivo como pragmático”.
6
Carlizzi, 2021: 95-96.
7
Carlizi también emplea “error” en este sentido amplio, para referirse a aquel que afecta una conclusión
epistémica (de hecho o empírica, al que denomina error probatorio o de hecho) o a una conclusión de derecho
o normativa (al que denomina error calificatorio o de derecho) establecida en una resolución judicial. Carlizzi,
2021: 105, 107.
8
Fornero, 1998: 382. Similarmente, Coe y Wilden, 1968: 683, señalan que “[U]n error es a menudo definido
como una equivocación o una falsa creencia. Por extensión, el término se refiere también a una acción incorrecta
o a una trasgresión producida por ignorancia o inadvertencia”.
9
Hay otras distinciones comunes en la dogmática procesal, tales como error in procedendo y error in iudicando,
error contra ius litigatoris y contra ius constitutionis, error de forma y error de fondo.

2
distinguir entre error de hecho y error de derecho. Me permito ejemplificar con la doctrina y
jurisprudencia chilena. Se emplea la expresión “error de hecho” para dar cuenta, por una
parte, de aquel yerro que consiste en dar por establecido o probado un hecho que no existió
o que no existió en la forma en que se afirma y, por otra, para hacer referencia a un conjunto
de problemas que tienen lugar en la construcción o formulación de la premisa fáctica: i) no
se valora toda la prueba rendida o se resuelve en base a elementos probatorios no
incorporados en juicio; ii) no se indica el grado de confirmación que cada prueba tiene
respecto de uno o más enunciados sobre hechos; iii) existen contradicciones en la valoración
(contravención a reglas de la lógica); iv) se infringen reglas epistémicas que rigen la
construcción de inferencias probatorias (por ejemplo, se emplean generalizaciones que no
cuentan con respaldo empírico); v) se contravienen otros criterios de racionalidad probatoria
al valorar la prueba, tales como fiabilidad, variedad, suficiencia, pertinencia, probabilidad,
simplicidad, coherencia, no refutación10.
Por su parte, la doctrina y jurisprudencia chilena ha entendido que constituyen casos de error
de derecho los siguientes: “a) la contravención formal de la ley; b) la errónea interpretación
de la ley; c) la falsa aplicación de ley y, d) la infracción a las leyes reguladoras de la prueba”.11
En el lenguaje de Calamandrei, el error de derecho o error iuris in iudicando es el que se
produce al resolver de una cuestión de derecho y se localiza en la premisa mayor (o premisa
normativa). Este error iuris in iudicando se traduce en defectos de juicio que consisten en la
falsa declaración de una voluntad de ley concreta relativa al asunto controvertido y que, desde
el punto de vista de las partes, produce el efecto de desconocer su derecho subjetivo
(generando un “error contra ius litigatoris”)12.
En todo caso, pareciese ser claro que el lenguaje del error supone que existe como
contrapartida “el no-error”, es decir, supone la existencia de parámetros para llevar a cabo un
juicio de contraste entre lo “no-erróneo” y lo “erróneo”, lo “correcto” y lo “incorrecto”. Por
ejemplo, el juicio que denuncia un yerro en una decisión concreta surge del contraste de
aquélla con una decisión “correcta” –i.e., con una decisión que cumple con ciertos estándares
o parámetros predefinidos. Estos parámetros pueden ser gruesamente clasificados en
epistémicos y axiológicos según se prediquen de enunciados fácticos o afirmaciones (juicio
veritativo), o de acciones o decisiones (juicio valorativo) respectivamente13.

10
Sobre estas reglas y criterios, puede consultarse González Lagier, 2013: 55-62.
11
Romero et.al., 2008: 231. Por ejemplo, estos autores mencionan como casos de errónea interpretación de la
ley, citando jurisprudencia, “cuando el juez, dentro de su libertad interpretativa, contraviene fundamentalmente
su texto, cuando se da un alcance distinto del dado por el legislador, ya sea ampliando o restringiendo sus
disposiciones”; la falsa aplicación de ley se daría, según la jurisprudencia, cuando “no se aplica la disposición
que corresponda, cuando se aplica mal esa disposición o cuando se aplica una disposición que no corresponde”
o cuando “se aplica a una situación no prevista o se deja de aplicarla al caso regulado”. Ibidem. No obstante,
entre estos casos parece no haber un límite claro ni en la doctrina ni en la jurisprudencia, y el cuarto caso, la
infracción a las reglas reguladoras de la prueba sería, más bien, una especificación que dice relación con la
naturaleza de la ley infringida y no con la forma en que se produce la infracción. Por su parte, la jurisprudencia
de casación italiana indica que la expresión “error de derecho” hace referencia a estos tipos de errores: i) error
en la identificación de la disposición aplicable; ii) error en la asociación de los efectos jurídicos propios de la
norma aplicable; iii) error como atribución de un significado imposible o fuera de cualquiera de las posibilidades
del significado textual. Carlizzi, 2021: 105, 107.
12
Calamandrei, 2019, apartados 14-18, 78-83, 103-111.
13
Véase Carbonell, 2015.

3
Si esto es así, me parece que es relativamente claro que “erróneo” e “incorrecto” pueden
considerarse predicados sinónimos en cuanto a su configuración estructural (i.e. son el
resultado de un juicio de contraste que arroja disconformidad entre una cosa y un parámetro
predeterminado), requiriéndose en ambos casos, claro está, ulteriores precisiones en torno a
la cosa y el parámetro. En lo que sigue, usaré estas expresiones como sinónimas y me
concentraré en los errores que puede cometer el juez durante el proceso (pese a que ellos
pudiesen derivarse de un error cometido por los demás participantes14) y en la dictación de
la sentencia.
1.2. Valoración legislativa del error
Tal como es el propio derecho el que regula su creación y determina los criterios de validez
normativa, es el propio derecho -en este caso el sistema de normas procesales aplicables en
un territorio jurisdiccional determinado- el que define aquello que se considerará un error
judicial, o estipula cuándo estamos ante una decisión judicial incorrecta. En este sentido, los
errores del juez o las decisiones judiciales incorrectas no son una “categoría ontológica”
autónoma15, sino que es el legislador procesal quien los configura como tales.
Así, asumiendo la posibilidad de error y, específicamente, del error judicial, las reglas
procesales escogen aquellos susceptibles de ser detectados y cuya subsanación se considera
relevante o necesaria. Algunos errores van a ser tolerados o ignorados por el sistema jurídico
procesal, sin que pueda paralizarse o enmendarse el proceso por su ocurrencia, mientras que
otros van a considerarse graves, fijándose un medio y una oportunidad para que puedan ser
alegados por las partes y, en su caso, corregidos por el mismo tribunal o por uno
jerárquicamente superior.
Los sistemas procesales, por tanto, no confieren el mismo valor a todos los tipos de error,
sino que las formas de reacción dependen de su gravedad o relevancia. Hay errores que son
irrelevantes para la regulación procesal, en tanto que no existen mecanismos para su
enmienda; es decir, son ignorados, o se toleran o se asumen como costos. Se toleran, por
ejemplo, errores que se cometen en sentencias que se dictan en causas en que la ley dispone
que se conocerán en única instancia (en razón de la materia, cuantía o baja relevancia),
respecto de las cuales no se prevé ningún mecanismo de impugnación.
Hay errores poco relevantes o leves, como lo serían los errores de copia, de referencia o de
cálculos numéricos que aparecen de manifiesto en una sentencia o aquellos vicios que irrogan
a alguna de las partes un perjuicio reparable sólo con la declaración de nulidad pero que, de
no invocarse en la oportunidad procesal respectiva, no podrán, en principio, alegarse después,
debiendo seguirse adelante con el proceso.
Enseguida, hay errores relevantes o graves, como aquellos cuya alegación se requiere para

14
Sobre errores en reconocimientos de imputados, véase Duce, 2018. Sobre otras consideraciones referidas a
las pericias, véase Vázquez, 2015. También podría hablarse de “errores del sistema judicial” que se producen
por defectos en la implementación de algunas de las funciones que colaboran en la administración de justicia
como, por ejemplo, deficiencias o irregularidades en la práctica de la prueba por parte de la policía.
15
Que no constituyan una “categoría ontológica” autónoma no excluye el hecho de que algunos de los errores
que el legislador considera relevantes de regular puedan ser reconducidos a categorías ontológicas que se
emplean en distintas áreas del conocimiento o en diferentes tipos de discurso. Por ejemplo, algunos de los
errores que es posible imputar al juez según las reglas procesales pueden incluirse en las categorías “errores
epistémicos” y “errores lógicos”. Agradezco a Ricardo Garzón por haberme hecho esta observación.

4
la interposición del recurso de casación o de nulidad, que tienen por objeto invalidar
sentencias por los vicios de forma o de fondo previstos por el legislador.
Finalmente, hay errores muy relevantes o gravísimos que el sistema procesal no está
dispuesto a tolerar, y que permiten, incluso, desplazar el efecto de cosa juzgada de las
sentencias, dando lugar a su revisión y eventual anulación. Dentro de las hipótesis de
procedencia de la acción de revisión de las sentencias condenatoria penales en el sistema
jurídico chileno, por ejemplo, los siguientes constituirían errores gravísimos: “cuando alguno
estuviere sufriendo condena como autor, cómplice o encubridor del homicidio de una persona
cuya existencia se comprobare después de la condena” y “cuando, con posterioridad a la
sentencia condenatoria, ocurriere o se descubriere algún hecho o apareciere algún documento
desconocido durante el proceso, que fuere de tal naturaleza que bastare para establecer la
inocencia del condenado” (letras b) y d) del art. 473 del Código Procesal Penal). Se trata de
dos hipótesis en que se condena a un inocente16: en el primer caso, porque aparece el difunto;
en el segundo caso, porque se comprueba la inocencia del condenado a partir de un hecho o
documento desconocido en el juicio.
1.3. Clausura versus corrección
Un siguiente presupuesto para el funcionamiento de un sistema procesal es la clausura del
debate judicial en algún momento. Si bien al legislador procesal le interesa que la decisión
sea correcta y, para tal fin, contempla mecanismos de subsanación de errores, este interés está
en tensión con la necesidad de poner término a los conflictos de manera definitiva. Para
disolver esta tensión a favor de la clausura, el legislador procesal dota a la última decisión
judicial de “autoridad de cosa juzgada”, es decir, del carácter de decisión inimpugnable,
inmutable y coercible. Una vez que esto ocurre, no es posible, salvo casos excepcionalísimos,
solicitar la corrección de una decisión que se estima defectuosa.
Desde el punto de vista conceptual, sin embargo, es posible distinguir entre decisión final y
decisión correcta. En otras palabras, que una decisión se la última que puede adoptarse dentro
de un proceso judicial no garantiza que esté libre de errores. Simplemente, en tanto el tribunal
debe resolver el conflicto de manera definitiva y no es posible dejarlo latente indefinidamente,
en algún momento -que puede variar dependiendo del tipo de proceso de que se trate- el
legislador procesal privilegia la seguridad jurídica u otros valores, bienes o intereses y
renuncia a que pueda solicitarse la corrección de la decisión que le pone fin.
Esta misma distinción entre clausura y corrección es la que se da, en terminología de la teoría
del derecho, entre “finalidad” e “infalibilidad”, entre decisión final y decisión correcta. Como
señala Aarnio –y como antes se pronunciara Hart17–, que un tribunal se pronuncie en último
lugar no garantiza que su decisión sea la decisión correcta, ni la mejor decisión, ni la única
posible18. Es de sobra conocida la frase que pronunciara el juez Jackson de la Corte Suprema

16
Se trataría, aquí, de inocentes materiales que fueron condenados en un proceso penal. La distinción entre
inocencia material, inocencia probatoria, y culpabilidad material y culpabilidad probatoria es de Laudan, 2006:
12. Culpable material es quien cometió el delito, mientras que culpable probatorio es quien ha sido condenado
por una decisión judicial. Añade Laudan que las sentencias penales pueden ser válidas e inválidas, si se
satisfacen o no, respectivamente, criterios de validez como, por ejemplo, que realmente la sentencia
condenatoria se funde en prueba que supera el estándar de “más allá de toda duda razonable”. Por su parte
Ferrer distingue entre aciertos y errores materiales e inferenciales. Ferrer, 2018: 419-420.
17
Hart, 1994: 141ss.
18
Aarnio 1995: 49.

5
de Estados Unidos: “no nos pronunciamos al final porque seamos infalibles, sino que somos
infalibles porque nos pronunciamos al final”. En la misma línea, Bulygin insiste en que, ya
que los jueces son falibles tanto respecto de sus enunciados sobre normas como de sus
enunciados sobre hechos, puede suceder que una decisión sea considerada “jurídica”, pero
“incorrecta” o “equivocada” si el juez viola su deber de fallar conforme a derecho, como por
ejemplo si se basa en proposiciones fácticas o normativas falsas19. Mantener esta distinción
permite, precisamente, criticar decisiones finales, no impugnables, por contener errores.
1.4. Juicio de corrección: sujeto y tiempo
Como último presupuesto, y de manera somera, querría referirme a las dimensiones subjetiva
y temporal de los juicios de corrección de decisiones judiciales. Por juicio de corrección
entenderé aquel enunciado que expresa el ajuste o desajuste entre un enunciado sobre hechos,
o una decisión, y ciertos parámetros o reglas; en otras palabras, aquel enunciado que afirma
que todo o parte de la decisión judicial está libre de, o adolece de, errores.
La dimensión subjetiva se refiere al sujeto que realiza el juicio de corrección, que puede ser
el juez que dicta una decisión, las partes, el tribunal revisor, un jurista o personas ajenas al
juicio. Salvo un caso de abuso o delito, la jueza o tribunal que dicta la decisión (D1) la
considera conforme a derecho, libre de errores, correcta o la mejor disponible. Las partes
pueden imputar a esa decisión, D1, uno o más errores de distinto tipo, por ejemplo, un error
de justificación o el incumplimiento de una regla procesal. Pero, claramente, esta imputación
no produce por sí misma efectos jurídicos, sino que se requiere la activación del mecanismo
de impugnación dispuesto por el legislador, si es el caso. Por ejemplo, las partes interponen
un recurso de apelación porque la sentencia definitiva les causa agravio, y ese agravio se
produce, afirman, por una errónea valoración de la prueba tasada. El tribunal revisor puede
acoger o rechazar las alegaciones de las partes, juzgando que hubo o no hubo error en D1 y
dictando una D2 revocatoria o confirmatoria.
Así, y de modo similar a lo que ocurre con la alegación de incumplimiento de requisitos para
la validez de un acto y la necesidad de una declaración judicial de nulidad, desde el punto de
vista del sistema procesal la decisión será considerada errónea si así lo declara D2. En cambio,
si el tribunal competente para corregir un error de la D1 no lo considera tal, o si transcurre la
oportunidad procesal sin que aquella se impugne, entonces podría decirse que el sistema
procesal reconoce a D1 como la decisión final y definitiva del asunto, e incluso podría
sostenerse que renuncia a preguntarse si es o no correcta.
Los juristas y cualquier persona lega ajena al juicio, finalmente, pueden pronunciarse sobre
la existencia o inexistencia de errores tanto respecto de la D1 como de la D2, invocando
distintos parámetros o criterios de corrección, tanto si aún es posible impugnar la decisión,
como si ella se encuentra firme. Estos juicios de corrección, realizados fuera del cuadrilátero
procesal, no producen efecto en los casos judiciales concretos.
La dimensión temporal, por su parte, atiende a cuándo se realiza el juicio sobre la corrección
o incorrección de una decisión. ¿Puede considerarse incorrecta una decisión Dx adoptada en
un tiempo T1 sobre la base de un acervo probatorio AP1 que no incluía un elemento de prueba

19
Bulygin, 1991: 23-24. Sin embargo, no todos los autores aceptan atribuir los calificativos “verdad” o
“falsedad” a las “proposiciones normativas”, a lo que se suma un nutrido debate en torno a esta última noción,
al que no es posible referirme aquí.

6
relevante o en un T1 en el que no existía conocimiento científico que permitiese reducir
errores de condenas de inocentes? Es perfectamente posible que en T1 y en base a la
información disponible (AP1) se afirme que la decisión Dx esté libre de errores, y que en el
T2 y en base al AP2 la Dx sea juzgada como errónea. Y este juicio podría realizarse por las
partes, por juristas y también por un tribunal revisor, con distintos efectos. Si se trata de un
error intolerable, como se indicó antes, podría estar reconocida legalmente la posibilidad de
anular una sentencia condenatoria firme si apareciere un “documento desconocido durante el
proceso, que fuere de tal naturaleza que bastare para establecer la inocencia del condenado”.
En otros términos, puede ser que por “defectos en el material cognitivo”, en palabras de
Calamandrei, el error material solo haya podido ser sobrevinientemente constatado.
En una línea similar, y frente a la pregunta ¿puede hablarse de sentencias incorrectas si no
había manera de escapar del error?, Carlizzi señala que hay errores que son ineludibles o
inevitables para el juez, como aquellos generados por la incapacidad del juez de prever el
criterio probatorio que preferirá otro juez llamado a revisar su elección, o por la incapacidad
del juez de descubrir la falsedad de información empírica aparentemente fiable. Este último
sería el caso de las declaraciones de parte, testigos o peritos consciente (mediando mentira o
engaño) o inconscientemente falsas. A mi parecer, el criterio subjetivo (quién realiza el juicio
de corrección) y el criterio temporal (cuándo se realiza el juicio de corrección), permiten
contestar afirmativamente aquella pregunta. El tribunal que dicta una decisión en un tiempo
T1 a partir de la información disponible o AP1, o basándose en una interpretación de un texto
normativo I1, lo hace considerando que D1 es la decisión correcta. Por su parte, la decisión
del tribunal revisor D2 dictada en T2 que declare errónea D1 considerando un AP2 o una
interpretación I2 es una posibilidad de corregir errores que consagran los propios sistemas
procesales. Una cuestión distinta consiste en si el error es o no inevitable o excusable, pero
este carácter no impide pronunciarse sobre la corrección o incorrección de una decisión.
Incluso podría afirmarse que la mayoría de los errores que las normas procesales permiten
corregir son excusables, algunos por ser inevitables, y por ello no generan responsabilidad
judicial.

2. Dos tipologías de error judicial


A continuación, propondré dos tipologías que, me parece, pueden ser de alguna utilidad para
el estudio del error judicial: la primera de ellas usa como criterio clasificador tres distintos
tipos de errores, bien en la actividad procesal, bien en la justificación de la decisión, que
suelen ser incorporados por los sistemas procesales como causales para impugnar una
decisión judicial; la segunda distingue entre tres tipos de juicios que pueden producir, o a los
que se pueden imputar, los correlativos “errores”.
2.1. Clase de errores
A partir de una mirada al sistema jurídico procesal chileno, podríamos agrupar los errores
graves que pueden ser corregidos mediante recursos de enmienda y de anulación (por
antonomasia, apelación y casación, respectivamente) en defectos de justificación, infracción
a reglas procesales y vulneración a derechos fundamentales. Estas clases de error son
ciertamente extensibles a otros sistemas jurídicos occidentales contemporáneos,
particularmente aquellos de tradición continental.

7
2.1.1. Defectos en la justificación
Identificar o atribuir un error en la justificación de una decisión judicial requiere partir de
una noción de decisión justificada, o racionalmente justificada20. Según una tesis más o
menos estándar dentro de las teorías de la argumentación, una decisión judicial se encuentra
internamente justificada cuando la conclusión se deriva de las premisas, y está externamente
justificada cuando cada una de las premisas lo está21. Justificar la premisa normativa consiste
en dar razones o argumentos para respaldar determinadas interpretaciones de textos
normativos. A estas razones o argumentos se les suele denominar “argumentos
interpretativos”, que son aquellos generalmente usados y aceptados por una cultura jurídica
determinada para fundamentar la atribución de significado o la producción intersticial de
derecho, y para evaluar el resultado de esas operaciones. Justificar la premisa fáctica consiste,
por una parte, en apoyar, a partir de la prueba disponible y válidamente admitida, una de las
hipótesis fácticas en conflicto y, por otra, decidir que aquella prueba es suficiente para dar
por probada una de las hipótesis22. Así las cosas, una decisión judicial defectuosa desde el
punto de vista de su justificación racional es aquella que incumple con uno o más criterios
de corrección aplicables a la justificación interna y/o a la justificación externa de la premisa
fáctica y de la premisa normativa. En este mismo sentido, Ezquiaga entiende que los
mecanismos de control del error se traducen en un control de la motivación de las decisiones
parciales que conforman la decisión judicial23.
Como he sostenido en otro lugar24, una forma de avanzar en la identificación de los tipos de
defectos de justificación de las decisiones judiciales es, por una parte, fragmentar las
operaciones que se llevan a cabo en la justificación externa de cada premisa y, por otra, pensar
en los defectos que en aquellas se puede incurrir cuando se dan por probados enunciados
sobre hechos o se adscriben significados a textos normativos. Específicamente, parece
necesario esclarecer qué hay tras las categorías gruesas “error de hecho” (que puedan afectar
principalmente a la premisa fáctica) y “error de derecho” (que generalmente se asocia a la
premisa normativa).
Sin pretensiones de exhaustividad, es posible identificar los siguientes tipos de errores en la
construcción de la premisa fáctica:
a) admisibilidad de prueba inadmisible o inadmisibilidad de prueba admisible,
b) construcción deficiente de las inferencias probatorias,
c) otros defectos en la valoración de la prueba,
d) error en la identificación del estándar de prueba,
e) error en la aplicación del estándar de prueba, y
f) equivocada calificación jurídica.
En todos estos casos, existe una infracción a parámetros o reglas de algún tipo: una regla
jurídica o epistémica que fija criterios de inadmisibilidad probatoria (prueba ilícita,
irrelevante, impertinente, inoportuna, excesiva, irregular); criterios de validez y solidez de
inferencias probatorias (por ejemplo, que efectivamente exista un conocimiento científico
que habilite, a partir de un elemento probatorio, extraer una conclusión fáctica); reglas lógicas

20
Véase, por ejemplo, Chiassoni, 2011: 18 y ss; Comanducci, 1999: 54.
21
Wróblewski, 1974.
22
Sobre estos momentos, más el previo de admisibilidad véase Ferrer, 2007.
23
Ezquiaga, 2009: 93-94.
24
Carbonell, 2021 y, respecto del proceso penal, Carbonell, 2022.

8
de no contradicción, en este caso entre las razones que se esgrimen para dar por probada una
de las hipótesis en juego; reglas jurídicas que protegen la igualdad de trato por parte de las
autoridades públicas y, por tanto, que impiden usar generalizaciones que constituyen
estereotipos discriminatorios; reglas jurídicas que obligan a pronunciarse sobre cada medio
de prueba incorporado al proceso; la regla de estándar de prueba, sea explícita o implícita.
Simplificando, se producen errores en la construcción de la premisa fáctica cuando se
identifica, interpreta o aplica mal una regla o parámetro para conocer o decidir hechos, lo que
impacta negativamente en la calidad de la justificación. Las reglas jurídicas que operan en
este nivel de justificación de la premisa fáctica son un tipo especial de reglas procesales:
reglas probatorias.
Se ha incluido el último defecto (el error en la calificación jurídica) en el listado de errores
en la justificación de la premisa fáctica pese a que no es una operación susceptible de
ubicación pacífica ni en la premisa fáctica ni en la premisa normativa, en tanto se trata de
una operación de subsunción que presupone una norma (textos ya interpretados) y un
enunciado ya dado por probado que da cuenta de una conducta individual prevista
jurídicamente de manera abstracta y general.
Es oportuno recordar que los defectos de justificación de la premisa fáctica son
independientes del acierto o error material. Ello quiere decir que una sentencia puede estar
bien justificada y, al mismo tiempo, cometer un error material, por ejemplo, condenando a
un inocente, dando por establecido o probado un hecho que no existió o imputándole a una
persona un delito que no cometió. A la inversa, una sentencia puede contener un
razonamiento defectuoso y, sin embargo, ser acertada desde el punto de vista de cómo
realmente sucedieron los hechos que se juzgan. Por último, un error de justificación como
una errada apreciación de la prueba o su consideración como prueba suficiente puede ser la
causa del error material25.
Por su parte, los errores en la premisa normativa podrían generarse por circunstancias como
las que siguen:
a) ignorancia del derecho,
b) problema en la identificación de disposiciones o textos de las fuentes del derecho,
c) defectos en la interpretación y argumentación, o uso de falacias,
d) problemas en la identificación o solución de lagunas y contradicciones,
e) ausencia de motivación, y
f) error en la determinación de las consecuencias jurídicas.
Los defectos en la interpretación y argumentación, que son los que se imputan cometen con
mayor frecuencia en la práctica, pueden ser de diversa índole: i) uso de un argumento
extravagante o ajeno a los usados y aceptados por la respectiva cultura jurídica; ii) mención
de la expresión “a contrario”, “por analogía” o “reducción al absurdo” sin, en realidad,
justificar los elementos que hacen procedente cada tipo de argumento; iii) empleo de
argumentos contradictorios; iv) empleo de argumentos falaces (por ejemplo, las falacias de
afirmación del consecuente, ad hominem, pendiente resbaladiza, del espantapájaros); v) mal
uso de un argumento. Dentro de estos malos usos de un argumento (v), a su vez, se pueden
dar los siguientes ejemplos: 1) argumento semántico, lingüístico o “gramatical”: reproducir

25
Véase supra n.16.

9
extensas y diversas definiciones de una misma expresión contenidas en distintos diccionarios,
para luego dar una definición estipulativa que se aleja de todas aquéllas; 2) construir una
argumentación a partir de principios para justificar una decisión contra legem; 3) uso
selectivo de argumentos de autoridad: por ejemplo, a través de una referencia genérica no
comprobable (“la mayoría de la doctrina afirma que…”), indicando “en opinión del autor”,
cuando se cita, en realidad, un extracto de la doctrina contraria con la que el autor discute o
cuando las citas de jurisprudencia son selectivas y descontextualizadas; 3) uso del argumento
histórico o teleológico subjetivo (intención del legislador), de forma selectiva o
desconociendo el enfrentamiento de opiniones en el curso de la discusión parlamentaria; 5)
uso de un argumento pragmático que evita la decisión que aplica la consecuencia jurídica
prevista aduciendo que el impacto económico de esa decisión no se puede soportar por parte
del demandado y/o del estado o sociedad toda.
Podría, igualmente, identificarse errores en la decisión, tales como:
a) incongruencia entre lo solicitado/imputado, acreditado y decidido, y
b) la decisión no se deriva de las premisas normativa y fáctica (problemas lógicos de
subsunción).

2.1.2. Infracción de reglas procesales


Algunas causales recursivas no se concentran en defectos de justificación de la sentencia,
sino más bien en la infracción de reglas procesales, diferentes a las reglas probatorias, que
contienen garantías mínimas para la validez del proceso y de la decisión. La alegación del
vicio de nulidad, en estos casos, no requiere comprobar un ulterior error en la justificación.
Así las cosas, puede decirse que el seguimiento de algunas reglas referidas a la forma del
proceso es condición necesaria, mas no suficiente, de su validez. Y esta forma del proceso,
su estructura, es la que posibilita el ejercicio de la función de la jurisdicción de resolver
conflictos jurídicos aplicando la ley abstracta y general al caso concreto y particular.26 Sin
embargo, no toda infracción a reglas procesales habilita para impugnar una resolución
judicial, sino sólo aquellas contravenciones de reglas que se consideran especialmente
relevantes.
Los sistemas procesales suelen contemplar, entre otras causales de impugnación, aquellas
que protegen principios que rigen el ejercicio de la jurisdicción (por ejemplo, juez
competente e imparcial, requisitos de las decisiones en tribunales colegiados, inmediación).
Una sentencia dictada por un tribunal incompetente o integrado en contravención a la ley, o
existiendo una recusación pendiente o declarada, o por jueces legalmente implicados,
pronunciada por un menor número de votos o jueces, o con la concurrencia de jueces que no
asistieron a la vista de la causa o al juicio oral, suelen ser causales de casación o de nulidad
de una sentencia. Asimismo, omitir diligencias que se consideran esenciales durante el
proceso es un vicio que podrá conducir a la anulación de la decisión, al igual que ignorar el
principio de congruencia procesal al fallar ultra petita. Dictar una sentencia contra otra
pasada en autoridad de cosa juzgada infringe el principio ne bis in idem. Una audiencia penal
que se celebre sin la asistencia del abogado defensor, en fin, infringe el derecho a la defensa
técnica y material.
Todas estas situaciones, consideradas relevantes por parte del legislador procesal por

26
Sigo aquí la terminología que utiliza Atria, 2016, para analizar la potestad jurisdiccional.

10
constituir infracciones a principios que regulan determinados procesos, se incorporan como
causales más o menos genéricas, o como listados taxativos o abiertos de vicios que permiten
impugnar una decisión judicial, con independencia tanto de su eventual buena justificación
como de su eventual acierto material.
2.1.3. Vulneración de derechos fundamentales
A más de los defectos en la justificación y de la infracción de reglas procesales, existen casos
en que el error que se aduce es la vulneración de derechos fundamentales. En el ordenamiento
jurídico chileno, por ejemplo, y a partir del Código Procesal Penal del año 2000, existe una
causal genérica que permite solicitar la nulidad del juicio oral y de la sentencia “cuando, en
la cualquier etapa del procedimiento o en el pronunciamiento de la sentencia, se hubieren
infringido sustancialmente derechos o garantías asegurados por la Constitución o por los
tratados internacionales ratificados por Chile que se encuentren vigentes” (art.373 a)).
Podría pensarse que este es un tipo de error bastante local y que no permite ser parte de una
propuesta de clasificación que tiene pretensiones de generalidad. Sin embargo, la forma
actual de las acciones de tutela de derechos fundamentales puede vincularse con el
surgimiento de tribunales constitucionales en las constituciones de la segunda postguerra, y
con la obligación asumida por los estados de consagrar un recurso efectivo frente a las
violaciones de derechos y libertades fundamentales, especialmente aquellas cometidas por
todas las autoridades públicas en el ejercicio de sus funciones27. Dentro de estas autoridades,
quedan comprendidos los jueces cuando dictan una sentencia. Este mismo compromiso se
consagra en la Convención Americana de Derechos Humanos cuando se dispone que “Toda
persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante
los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando
tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales”
(art. 25.1). Me parece que el recurso de amparo español contra resoluciones judiciales ante
el Tribunal Constitucional se encuadraría en esta causal genérica, así como la regulación de
igual instituto en otras constituciones latinoamericanas.

2.2. Tipos de juicios28


Conocer, valorar dentro de un marco de posibilidades y preferir una de las posibilidades son
actividades cuyo producto puede expresarse mediante distintos tipos de juicios, que aquí
denominaré epistémico, de valoración y de preferencia. Cada uno de ellos, propondré, puede
asociarse a una especie particular de error.
2.2.1. Juicio epistémico y el error como falsedad
En sentido fuerte, y en línea con el uso restringido advertido más arriba (1.1.), desde un punto
de vista epistémico, decir que un enunciado es erróneo equivale aproximadamente a afirmar

27
El artículo 13 del Convenio Europeo de Derechos Humanos (1950) establece el derecho a un recurso efectivo:
“Toda persona cuyos derechos y libertades reconocidos en el presente Convenio hayan sido violados tiene
derecho a la concesión de un recurso efectivo ante una instancia nacional, incluso cuando la violación haya sido
cometida por personas que actúen en el ejercicio de sus funciones oficiales”.
28
Esta segunda tipología se origina en una sugerencia que me hizo, con la agudeza que le caracteriza y varios
años atrás, Juan Antonio García Amado. Las deficiencias en la formulación de la distinción, en todo caso, me
son enteramente atribuibles.

11
que es falso. Ello significa que su calificación como “erróneo” implica una operación
cognitiva de contraste entre el enunciado y un criterio. Asumiendo un concepto de verdad
como correspondencia, este criterio consiste en la comprobación de la ocurrencia de hechos
de los que da cuenta el enunciado en el mundo físico. Enunciados tales como “A sustrajo
dinero de la cómoda de B” o “C le pegó con un bate de béisbol a D” son susceptibles de este
juicio epistémico, entendido como una fórmula de validación de enunciados descriptivos que
apela a alguna forma de comprobación empírica. En terminología procesal penal, si aquellos
enunciados resultan ser falsos y se emplean para calificar jurídico-penalmente una conducta
en un proceso judicial, podrían producir un error material: la condena de un inocente o una
falsa inculpación.
Del mismo modo, el yerro en los enunciados que realizan jueces y juezas acerca de la validez
formal o de la vigencia de una ley puede considerarse un error como sinónimo de falsedad.
Su comprobación pasará por determinar que se incumplieron los requisitos para la validez
formal de una ley (simplificando, que se haya dictado por la autoridad competente a través
del procedimiento previsto), que la ley que se está aplicando se encuentra derogada
expresamente por otra ley posterior, o que la ley invocada es inexistente. Estas circunstancias
son, también, susceptibles de constatación en el mundo físico.
El error en la operación cognitiva de describir un hecho o suceso, o de identificar una ley
válida o vigente no es otra cosa, con Searle, que el fracaso de enunciados (y creencias) para
alcanzar la dirección de ajuste “palabra-(o mente)-hacia-el-mundo”29, enunciados que, por
esta circunstancia, se califican como falsos. Por tratarse de errores en sentido fuerte, son muy
poco tolerados por los sistemas procesales, que establecen mecanismos de impugnación para
corregir, invalidar y/o sustituir la decisión.

2.2.2. Juicio de valoración y el error como decisión fuera del marco


El “material” que emplean jueces y juezas para decidir no permite afirmar que la decisión
adoptada es la única correcta desde el punto de vista jurídico ni que existe certeza absoluta
acerca de la ocurrencia de los hechos que se juzgan. Por ello, la regulación del proceso
judicial, en tanto marco institucionalizado para la resolución de conflictos, no puede evitar
las restricciones materiales y temporales que conspiran contra la posibilidad de disolver por
completo la incertidumbre fáctica30 y la indeterminación jurídica para la adecuada solución
del caso concreto, quedando, por ende, un espacio para que se produzcan errores.
Como es bien conocido, el derecho es parcialmente indeterminado y esa indeterminación
parcial es necesaria e inevitable. Por una parte, los textos de las fuentes del derecho regulan
conductas de forma general y abstracta; por otra parte, de los distintos textos o de sus ratio
legis se extraen normas inexpresas; en otros casos, es el propio legislador o constituyente
quien conscientemente introduce en el sistema textos vagos y ambiguos, delegando en los
jueces su determinación posterior. En todos estos casos de indeterminación, los jueces gozan
de discrecionalidad, entendida como la “libertad de que el juez disfruta a la hora de dar
contenido a su decisión de casos sin vulnerar el Derecho”. En otras palabras, la
discrecionalidad es el margen que confiere el derecho al juez para decidir entre distintas
soluciones o distintos alcances de aquéllas, ya que no vienen enteramente predeterminadas

29
Searle, 1995: 199 y ss.
30
En este mismo sentido, y con una bella metáfora, Valenzuela sostiene que el proceso judicial es “un rito
contra la incertidumbre”. Valenzuela, 2017: 17.

12
por el derecho preexistente. La existencia inevitable de espacios de decisión, típicamente de
decisiones interpretativas, no equivale a la autorización de la arbitrariedad. Se trata, más bien,
de un juicio valorativo, una opción reflexiva y argumentada entre las diversas alternativas.
Frente a márgenes de discrecionalidad, agrega García Amado, sólo podemos “exigirle al juez
que justifique exigentemente” empleando razones convincentes y compartibles31.
Otro tanto sucede desde el punto de vista de los enunciados sobre los hechos objeto del juicio.
La premisa fáctica que da por probada una de las hipótesis en conflicto es el resultado no
sólo de operaciones cognitivas, sino también de operaciones valorativas, por ejemplo, cuando
se decide que la prueba ha alcanzado el estándar de suficiencia probatoria previsto por el
legislador para cierto tipo de decisión y de proceso.
Estos juicios de valoración permiten trazar una línea gruesa entre decisiones erróneas y no
erróneas; en otras palabras, entre decisiones que se encuentran dentro del marco de las
posibilidades semánticas, jurídicas y fácticas y aquellas que caen fuera del marco. Estas
decisiones, por tanto, son elecciones vinculadas, es decir, que deben tener en cuenta, por una
parte, las convenciones lingüísticas que operan en una comunidad y los textos normativos
que se interpretan y, por otra, la prueba que se ha rendido en el proceso para acreditar las
hipótesis fácticas. Así, por ejemplo, constituiría un caso de error judicial en la formulación
de la premisa fáctica dar por probado un enunciado sobre hecho omitiendo la prueba rendida
y actuando fuera del rango de alternativas y de los límites en la apreciación probatoria. Sería
un caso de error como decisión fuera del marco que la formulación de la premisa normativa
asignara un significado a un texto normativo ajeno a, o no aceptado por, la comunidad
respectiva; en cambio, no habría un “error” en estos juicios de valoración si, habiendo
diversidad de cánones interpretativos que arrojan normas incompatibles, el juez elige uno de
ellos. En este último caso, podría hablarse, como se verá en el siguiente apartado, de error
como injusticia.
Estos errores son poco tolerados por los sistemas procesales, que establecen recursos cuya
finalidad es cambiar o sustituir la decisión.
2.2.3. Juicio de preferencia y el error como injusticia
Que el juez decida dentro del marco de posibilidades interpretativas y de valoración, sin
embargo, no garantiza que la decisión sea inmune a las críticas o no vaya a poder ser juzgada
como errónea por las partes, juristas, otros jueces y legos. La imputación de un error a una
decisión judicial que se mantiene dentro de las interpretaciones y valoraciones posibles
reprocha, precisamente, la preferencia del decisor por una determinada interpretación o en
favor de una decisión de suficiencia probatoria. Y el reproche consiste en que la decisión es
injusta porque contraviene determinados parámetros morales, con independencia de que esté
o no dentro de los márgenes jurídicos. Por ejemplo, se considera injusta la decisión judicial
que les niega la titularidad de la acción de tutela laboral prevista en el Código del Trabajo a
los funcionarios públicos, argumentando que ellos se rigen por un estatuto especial que no la
contempla.
Si bien este juicio de preferencia puede considerarse como moral o socialmente indeseable,
desde el punto de vista procesal parece que este tipo de “errores”, en sentido débil si se quiere,
se toleran bastante y no siempre tienen asociados mecanismos de corrección. Algunos casos
de recursos de unificación de interpretaciones contradictorias de una misma disposición

31
García Amado, 2006: 151, 171.

13
normativa permiten sustituir una interpretación posible (la del tribunal a quo) por otra distinta
pero igualmente posible (la del tribunal ad quem que realiza el segundo juicio de preferencia),
con la finalidad de hacer más aceptable la decisión interpretativa final. Similarmente ocurre
en materia de libertad de valoración y decisión probatoria por parte de los jueces de fondo,
en que los tribunales superiores -la Corte Suprema en el caso chileno- dice que no hay
infracción de ley si se trata de impugnar la manera en que aquellos jueces de fondo aprecian
la prueba, dentro del margen legal.

Con todo, esta segunda tipología de error judicial sólo es posible si se asumen tres
presupuestos: la separación conceptual entre el derecho y la moral; la indeterminación
normativa y la consiguiente existencia de espacios de discrecionalidad judicial; una teoría de
la interpretación escéptica moderada. La conjunción de estos presupuestos, a su vez, llevan
a rechazar la tesis de la única respuesta correcta32. De sostenerse esta última tesis, en cambio,
los errores que pueden cometer los jueces serían de uno y el mismo tipo: errores epistémicos.
Como no me es posible desarrollar cada uno de estos presupuestos aquí, me limitaré a
plantear dos cuestiones a propósito de las teorías de la interpretación y argumentación que
habilitan esta clasificación33.
En primer lugar, y siguiendo a Chiassoni34, las actividades de interpretación y argumentación
puede describirse sintéticamente de la forma siguiente: 1) existe una “caja de herramientas”
de las que dispone el juez, y que son las comúnmente empleadas en la jurisprudencia y
descritas en la teoría y en la dogmática para atribuir significado a los textos jurídicos, y a
estas herramientas suele denominárseles argumentos interpretativos35; 2) estos argumentos
admiten distintas combinaciones; 3) estas distintas combinaciones pueden conducir a que
coexista una multiplicidad de posibilidades interpretativas; 4) todas estas posibilidades
interpretativas pueden tener cabida en el sistema jurídico y ser consideradas como igualmente
correctas, es decir, no existe un solo resultado interpretativo “correcto”, a menos que exista
una o más reglas de interpretación en el sistema –un metacriterio o un principio
metodológico36– que establezcan prioridad en el uso de las herramientas o restrinjan las
posibilidades interpretativas; 5) es el intérprete quien elige los argumentos a aplicar de
acuerdo con sus propios valores e ideología. En terminología de Chiassoni, el juez construye
su propio código hermenéutico para la resolución de un caso determinado, dentro de los
límites impuestos por las reglas jurídicas y por los argumentos comúnmente usados y
aceptados.
En segundo lugar, una cuestión importante consiste en responder la crítica que niega que
pueda haber un “espacio conceptual para el error judicial” si se asume un escepticismo

32
Sobre esta tesis, véase la descripción y referencias en Carbonell, 2015: 25-26.
33
Un análisis parcial puede verse en Carbonell, 2017.
34
Sigo la reconstrucción que hace Chiassoni de los modelos metodológicos descriptivos sobre los instrumentos
o argumentos que están o pueden estar presentes en los discursos interpretativos que proponen Tarello, Guastini,
Wrobléwski, además de proponer uno propio. Chiassoni, 2011: 89, 130, 347.
35
Tarello identifica los siguientes argumentos: a contrario, a simili ad simile, a fortiori, a completudine, a
coherentia, psicológico, histórico, apagógico, teleológico, económico, autoritativo o ab exemplo, sistemático,
naturalista, equitativo, y a partir de principios generales. Tarello, 1980: 345-387. Similarmente, Ezquiaga, 1994.
36
Es decir, un principio metodológico positivizado en las fuentes del derecho que indique la forma en que se
debe atribuir contenido o significado al texto normativo, y que establezca, para esos efectos, una jerarquía entre
métodos o argumentos interpretativos, y justifique la elección entre aquéllos. Diciotti 2008: 1110 y ss.

14
interpretativo moderado. Ferrer se pronuncia, correctamente a mi parecer, en favor de aquel
espacio conceptual. Sintetizando, el argumento consiste en que la posibilidad de hablar de
error de las decisiones judiciales o de afirmar que los jueces se equivocan depende de la
existencia de patrones de corrección de las decisiones independientes de la decisión que se
juzga como correcta o errónea37. Como ya se ha dicho, estos patrones consisten en reglas o
cánones de atribución de significado a las disposiciones normativas que resultan de prácticas
interpretativas convergentes admitidas por una determinada comunidad en un momento
histórico. Si se emplean reglas o cánones no aceptados por aquella comunidad, entonces se
estaría interpretando fuera del marco de posibilidades y se cometería un error en el juicio de
valoración. Si, por otra parte, el juez elige uno de los significados posibles de un texto
normativo y respalda esta interpretación con reglas o cánones aceptados, entonces realizaría
un juicio de preferencia y sólo se podría hablar de decisión errónea (error como injusticia,
según la tipología antes propuesta) como una forma de expresar un desacuerdo interpretativo
con la opción escogida. Esto quiere decir que, aún si se asume que no existe una respuesta
correcta en casos de indeterminación jurídica, puede hablarse de decisiones interpretativas
erradas o incorrectas en el sentido de decisiones dictadas fuera del marco de posibilidades
semánticas y jurídicas38.

3. Conclusiones
Como he intentado mostrar en este texto, existen variados usos de “error” tanto dentro como
fuera del derecho. Dentro del derecho, los errores del juez admiten diferentes clasificaciones
que atienden, entre otros criterios, a su relevancia o gravedad, al tipo de objeto del que se
predica (hechos y derecho), al momento en que se produce (durante el proceso o en la
sentencia), a si afectan el razonamiento o su resultado. Comenzando con un concepto amplio
de error entendido como desvío no intencionado de reglas y prácticas o como el resultado de
un juicio de contraste que arroja disconformidad entre una cosa y un parámetro
predeterminado, y luego de explicitar ciertos presupuestos teórico-conceptuales, he ensayado
dos tipologías de errores judiciales.
En el primer caso, y a partir de una generalización y agrupación de causales recursivas
frecuentemente previstas por los sistemas procesales, propuse distinguir entre defectos en la
justificación de la decisión, infracción de reglas procesales y vulneración de derechos
fundamentales. Todos ellos son tipos de errores en los que puede incurrir una decisión
judicial con independencia de que acierte o yerre en el establecimiento de los hechos que se
juzgan; es decir, puede existir una decisión defectuosa por errores en la justificación de la
premisa normativa o por infringir una regla procesal que se funde, sin embargo, en una
premisa fáctica verdadera.
La segunda tipología atiende a los juicios susceptibles de ser calificados como erróneos.
Estos juicios son producto de distintas actividades y a cada uno se asocia una especie de
error. Así, se distingue entre predicar la falsedad de un juicio epistémico; afirmar que un
juicio de valoración ha sobrepasado el marco de posibilidades que constituye su límite;
imputar que un juicio de preferencia, dentro del marco de posibilidades, se considera injusto.
Aunque ciertamente estas propuestas no agotan todas las aristas del estudio de los errores del
juez, pretenden ser una invitación a cambiar el punto de mira, como cuando giramos un

37
Ferrer, 2012: 260-261.
38
Cfr. Malem, 2009: 12-13

15
caleidoscopio.
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