Está en la página 1de 248

El ABC del

NEOLIBERALISMO

I N T E RV E N C I O N E S * 0 4
EL ABC DEL NEOLIBER ALISMO 2

editores: Nicole Darat y Hugo Sir

asociación communes

Edición: Asociación communes


Revisión de textos: Hugo Herrera y Claudio Guerrero
Diseño y diagramación: Aracelli Salinas Vargas

ISBN: 978-956-9830-06-8

Permitimos la reproducción completa o parcial de este libro sin fines de lucro,


para uso privado o colectivo, en cualquier medio impreso o electrónico, con
el debido reconocimiento de la autoría y fuente de los textos, y sin alterarlos.
Este permiso corresponde a la licencia de Creative Commons BY-NC-ND.

Viña del Mar, agosto de 2018


El ABC del
NEOLIBERALISMO

Nic ol e Da r at y Hug o Si r
editor es

I N T E RV E N C I O N E S * 0 4
Índice

P rólog o 9

Riesgo. Débora Ávila y Sergio García García 17

Oportunidades. María Stegmayer 33

Neo-management. Luca Paltrinieri 51

Emprendimiento. raúl rodríguez freire 73

Evaluación. Isabelle Bruno 93

Crédito. Felipe González 127

Vulnerabilidad. Alejandra González Celis 153

Sindicato. Daniela Marzi Muñoz 171

Multiculturalismo. André Menard 193

Inclusión. María Galindo 217

Lista de autores 241


Prólogo

or qué es necesario hacer un A BC de l n eo -


l i be r a l ismo ? ¿Por qué es necesario continuar
haciendo el ABC del neoliberalismo? La pri-
mera pregunta la intentamos responder en el
primer volumen de esta serie, donde la editora afirmaba que
el ABC “emerge a partir de la necesidad de revisar los térmi-
nos y las nociones que conforman la gramática de la racio-
nalidad neoliberal y que se han ido incorporando de manera
dosificada en el lenguaje y en las prácticas cotidianas.”1

A partir de allí, dos supuestos básicos motivan este segun-


do libro-ofensiva. Primero, una constatación que hoy no
cesa de aparecer, desde los mapas trazados por diversas
izquierdas en múltiples territorios: que el neoliberalismo
no es solo un cierto conjunto de reglas y prácticas macro

1  Mary Luz Estupiñán (Ed.). El ABC del Neoliberalismo, Viña del


Mar, Chile, Communes, 2016.

Prólogo · 9
y microeconómicas, sino que es una forma de racionali-
dad, una verdadera “razón-mundo” que, como tal, tiene
su propia gramática, su propio lenguaje. Razón-del-mundo e
imposición material, prácticas discursivas y no discursivas
que pretenden atravesar y componer todas nuestras posi-
bles relaciones, ensamblando nuestras vidas a semejanza
del mundo del capital, es decir, como valores a maximizar.
Movilizando con ello la implacable lógica de la competencia
que, desde las más íntimas esferas afectivas, hasta las más
complejas instituciones estatales, funciona como motor de la
racionalidad que nos obliga a pensarnos como una mercan-
cía más entre todo convertido en mercancía.

Y entonces, ¿cómo seremos capaces de pensarnos de otro


modo si solo disponemos de su lenguaje¸ únicamente del
sentido que, aquellos que pretenden la acumulación infinita,
les dan a las palabras? ¿Cómo atacar, cómo transformar?
Segunda constatación fundamental: que, si el lenguaje neo-
liberal lo quiere permear todo, no puede pensarse separado
de las formas de vida que estimula o prohíbe y, por tanto, si
deseamos, si la izquierda desea otra vida posible, otro mun-
do, entonces, la descomposición implacable de este lenguaje
y del mundo que encierra, es parte fundamental de la elabo-
ración colectiva de otra política, como otra forma de vivir.

Ahora bien, el ABC del neoliberalismo es un libro y, por ello,


nos encontramos de frente con sus potencialidades y limi-
taciones. Será aquí necesaria, entonces, una consideración
de método: evitar acomodarnos en aquello que la feminista

10 · El ABC del neoliberalismo 2


chilena Julieta Kirkwood denominaba “fantasía de la rea-
lización por invocación”. Esta trampa, refiere a la creencia
común en la izquierda de que, por plantear con claridad
un problema, éste ya ha sido resuelto. Problema igualmente
generalizado tanto ayer como hoy en medio del feminismo
y de las izquierdas.

Sin embargo, este libro también busca ser una ofensiva, en


tanto entregaría pistas cartográficas, para la proliferación de
otros urgentes y apropiados mapas de nuestro presente. Y
como cualquiera que haya tomado un mapa sabe: hay que
cuidarse de la simplificación excesiva que, por tanto, hiciera
al mapa falsear el territorio al punto de inmovilizarnos. Así,
por ejemplo, frente a la omnipresente cuestión antropológica
de nuestros días que es la subjetivación neoliberal, es claro que
tal constatación no puede ni discursiva ni prácticamente su-
plantar la necesaria organización para resistir sus lógicas, or-
ganización que, por lo demás, se encuentra ya en movimien-
to. El ABC II busca, por ello, participar de este agenciamiento
que insiste en oponerse al descarnado neoliberalismo, que
actualmente expone con claridad su violencia constitutiva.
La propia existencia de este libro podría considerarse una
práctica de desujeción, a condición de no olvidar que ais-
lado, sin prácticas organizativas, sin estrategias, se trataría
solo de un parpadeo en el insomnio de la racionalidad que
nos impone (no tan) sutilmente el neoliberalismo.

Para las mayorías trabajadoras precarias, el neoliberalis-


mo procede infiltrándose en las prácticas cotidianas con

Prólogo · 11
violencias de diversas intensidades, desde la más sutil e im-
perceptible seducción de la publicidad infinita, hasta la más
descarnada violencia de los estados convertidos en brazos
armados del capital global, narco incluido. Y orquestando
aquellas intensidades, encontramos los imperativos de la
competencia, el consumo y el endeudamiento que, suce-
diéndose en el tiempo como una rueda incesante, van mol-
deando nuestros proyectos de vida, generando una ilusión
de consentimiento y libertad en un marco de opciones su-
puestamente variadas y multicolores, que darían vida a una
sociedad de oportunidades, la cual se erige, no obstante, so-
bre el trasfondo sangriento de su instalación y mantención.

Quienes van quedando atrás, quienes no son capaces de


aprovechar estas oportunidades, esta fortuna maquiaveliana
tan esquiva a veces, son identificados como perdedores y
rezagadas. Si en el lenguaje liberal quienes no acataban el
contrato social eran irracionales, en el contexto del contrato
neoliberal, quienes fracasan son vistos como personas que
no se han esforzado lo suficiente, y así, pueden convertirse
en resentidas si eligen resistir su designación, o perdedores,
si persisten infructuosamente en entrar en la competencia.
Es una sociedad donde el riesgo no tan solo se ha rutini-
zado, sino que incluso es alabado, estamos constantemente
empujadas a ir más allá de nosotras mismas –parafraseando a
Laval y Dardot– bajo una presión que ya no es exclusiva de
los brokers de la bolsa, sino que es la condición de este nuevo
contrato. El cual ya no nos promete sacarnos del estado de
inseguridad de la guerra de todos contra todos, sino que

12 · El ABC del neoliberalismo 2


tiende a prolongarla al infinito, definiendo sus marcos y, con
ello, posibilitando la acumulación crecientemente privativa
de la riqueza colectivamente producida.

Y es que en su cara amable la sociedad de las oportunidades


parece ser la expresión inequívoca de la igualdad moderna,
ya que como sus portavoces no se cansan de repetir, nuestra
cuna ya no nos determinaría, sino únicamente nuestro méri-
to. La promesa de la movilidad social parece no tener límite
en una sociedad donde todo puede transarse en el mercado,
donde no habría privilegios asociados al apellido, a la casta,
a la clase. El crédito ha democratizado el consumo de toda
clase de bienes, desde los paquetes turísticos, a la educación
universitaria. Es, precisamente, el truco que el neoliberalis-
mo en su versión progresista ha puesto en juego, la alquimia
que transforma las demandas de justicia en peticiones de
inclusión. Dejando todo intacto, las políticas neoliberales
buscarán flexibilizar las reglas para que el sistema incluya
a aquellos sujetos que dejaba fuera, por ejemplo, flexibili-
zar políticas de créditos para incluir a quienes resultaban
demasiado “riesgosas” para la banca. Incluir mujeres en los
directorios de empresas, para seguir haciendo exactamente
lo mismo que sus colegas varones, con la venia de los ín-
dices de ONU mujeres, o en el Congreso para que legislen
dentro de los límites de la Constitución vigente; hacer ac-
cesible la educación superior mediante el endeudamiento,
profundizando y naturalizando la deuda como fuente de la
acumulación; dar becas a miembros de pueblos originarios
para que se enfrenten luego al racismo en las selecciones de

Prólogo · 13
empleo y tengan que “blanquearse” si buscan ascender en
la escala social.

La cara menos amable es, como decían los estoicos, para


quienes se resisten. Para quienes eligen no competir, para
quienes ponen el cuerpo a las políticas de reajuste, de depre-
dación medioambiental, de precarización laboral. Cuando
se trata de proteger el orden económico y la distribución del
poder que hace posible la homeostasis neoliberal, la sutileza
y el lenguaje que buscan seducir, desaparecen. Las muertes
de Berta Cáceres en Honduras, Macarena Valdés en Chile
o Santiago Maldonado en Argentina, están ahí para re-
cordarnos que hay formas de vida que no pueden tener una
oportunidad en el horizonte neoliberal.

Mejorar nuestras formas de mapear, de delimitar al adversa-


rio, al enemigo, y así planificar nuestras tácticas, elaboran-
do nuevas inclinaciones estratégicas, tiene como requisito,
como ya lo insinuamos, la posibilidad de hablar un lenguaje
distinto a aquel que nos ha colonizado. Solo así podremos
pensar más allá de los límites que nos han dibujado. La ta-
rea de este libro es, en ese sentido, negativa en cuanto se
propone señalar los límites que mediante el lenguaje nos ha
impuesto el neoliberalismo, pero también pretende ser po-
sitiva en cuanto los textos aquí reunidos esbozan y sugieren
estrategias de organización y resistencia.

Podemos entender la gramática del neoliberalismo como una


forma de seducción que busca someternos voluntariamente

14 · El ABC del neoliberalismo 2


a la lógica del capitalismo, es por eso que cada uno de los
conceptos que hemos puesto en este volumen se presentan
desde una cierta inocuidad en los discursos cotidianos, es
precisamente en dicha inocuidad que reside el peligro de
dejarlos pasar inadvertidos, de ver conquistas donde hay
espejismos. El libro no pretende ser una develación de la ver-
dad oculta a los no iniciados desde una pretendida atalaya
intelectual, sino la expresión del trabajo de crítica y cons-
trucción colectiva de quienes lo vienen elaborando por años
desde la investigación y la militancia, urdiendo prácticas de
resistencia y creación.

Un libro-ofensiva, una vez más, como caja de herramien-


tas, puesta a disposición y en conjunción con los proyectos
colectivos que buscan generar prácticas a contrapelo de las
lógicas neoliberales. Es por eso que hemos invitado a activis-
tas y académicas y a quienes se mueven sinuosamente entre
ambos espacios, a escribir textos breves, sin pretensiones
academicistas, haciendo ya de la escritura una práctica de
resistencia al ensimismamiento de las lógicas universitarias.
Por supuesto, todo intento corre el peligro de su fracaso,
pero eso habrán de juzgarlo quienes lo lean.

Prólogo · 15
Riesgo
Débora Ávila
Sergio García García
ecorrer la distancia que une dos puntos
lejanos a través de la fragilidad de un
alambre no es cualquier cosa. Calcular en
cada paso la posición exacta en la que colocar
el pie, haciendo que su curvatura se torne una con la de la
cuerda, requiere de mucha práctica y entrenamiento. El ob-
jetivo es el siguiente paso, y luego otro. Imposible anticipar.
El equilibrio es puro presente. El funambulista contiene la
respiración, avanza varios pasos seguidos con firmeza, frena
el ritmo si el alambre tiembla demasiado. Desde el otro lado,
la gente observa con estupor, mientras con cada movimiento
él libra una batalla por seguir adelante.

De un tiempo a esta parte, la cuerda floja que desde siempre


identificó el virtuoso hacer de los equilibristas, se ha conver-
tido en metáfora que define la vida de cualquiera. El riesgo,
ingrediente mágico que cubría de emoción el espectáculo,
es ahora compañero inseparable de todas y cada uno de no-
sotros. Riesgos ambientales, riesgo escolar, zonas de riesgo

Riesgo · 19
para su seguridad, deportes de riesgo, riesgo de enferme-
dades coronarias, prácticas sexuales de riesgo, riesgos en la
navegación en internet, embarazo de riesgo, prima de ries-
go, riesgo energético, riesgo neurológico, colectivo en riesgo
de exclusión, conductas adolescentes de riesgo, prevención
de riesgos laborales, riesgo de contagio, factores de riesgo
de obesidad, mujeres en situación de riesgo, riesgo financie-
ro, bioriesgo, riesgo de insolvencia, factores de riesgo en la
depresión, conductas alimenticias de riesgo, las migraciones
como factor de riesgo, mapa de riesgos urbanos, emprender
y asumir los riesgos... Todos seremos catalogados en algún
momento de nuestra vida como colectivo en riesgo; directa
o indirectamente, todas viviremos la amenaza de alguna si-
tuación de riesgo. En poco tiempo, el riesgo se ha convertido
en una palabra omnipresente allá por donde vamos.

Sin embargo, su significado dista mucho de ser el mismo en


cualquier circunstancia, cuerpo o lugar. Así, mientras que
muchos de estos riesgos toman una forma difusa, que activa
nuestras alarmas pero pocas veces se vuelve presente, otros
riesgos son hirientemente concretos. El paro, los trabajos
insultantemente precarios, las amenazas de desahucio, la
imposibilidad de llegar a fin de mes, las colas en la parro-
quia, servicios sociales sin servicios, el abandono (o mejor,
la expulsión) escolar, las tensiones dentro de casa, la cale-
facción que no se puede encender y un etcétera demasiado
largo de desigualdades convierten a cada vez más personas
en auténticos acróbatas en la cuerda floja. El día a día impo-
ne equilibrios imposibles para no caerse de una vida hecha

20 · El ABC del neoliberalismo 2


alambre. Muy lejos de estos quiebres, allá en los mundos de
la economía y la empresa, el riesgo adquiere otras tonalida-
des: tiñe de vítores y alabanzas a aquellos emprendedores
que, pertrechados con las armas del esfuerzo, el trabajo
constante y la fe en uno mismo, son capaces de desafiarlo.
Todo en los mercados entraña algún tipo de riesgo: hacerle
frente y no doblegarse ante él es el secreto del éxito.

Vivir en riesgo. Potencia o amenaza: traspié obligado del


perdedor o movimiento virtuoso de los triunfadores. En uno
u otro caso, concepto omnipresente que obliga a pregun-
tarse, con urgencia, en qué momento y por qué el riesgo
desplazó del tablero a la protección, las garantías o los de-
rechos sociales. La respuesta, como no, viene de la mano de
ese modo de gobierno al que llamamos neoliberalismo. Esta
racionalidad hegemónica, que organiza la sociedad para el
mercado y a la manera del mercado, otorga en su hacer un
lugar privilegiado a la idea de riesgo: tanto, que no resulta
en absoluto arriesgado afirmar que el neoliberalismo es,
precisamente, un gobierno desde el riesgo. Veamos cómo.

Riesgo · 21
Cara A: los grandes éxitos

Tal y como nos enseñó el filósofo Michel Foucault1, cuando
hablamos de un modo de gobierno, hablamos en realidad
de una acción que implica, por un lado, gobernar (a otros),
pero que, a la par, supone también gobernarse (a uno mis-
mo). Esto es, el neoliberalismo, entendido como el modo de
gobierno hegemónico en nuestros días, no son solo aquellas
directrices, normativas, leyes, instituciones, centros finan-
cieros o grandes empresas donde se concentra el poder y se
toman las principales decisiones para lograr una sociedad
modelada por y para el mercado. Desbordando todo esto,
el neoliberalismo se inscribe también en nuestras vidas,
en la intimidad de nuestros cuerpos: y es que gobernar es,
también, conducir(se) a uno mismo. Implica generar un
campo de posibles, esto es, unas referencias desde las cuales
definimos nuestro mundo; un marco que promueva unas
maneras de actuar y obture otras, que incite por medio de
la seducción determinados comportamientos, a la par que
sancione otros, ya sea porque los castigue, los imposibilite,
los descalifique, o los vuelva directamente inimaginables.

Muchos de estos posibles se escriben en clave de riesgo. Allá


por donde vamos un mantra se nos repite constantemente:

1  Michel Foucault, Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de


France. 1977-1978. (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica,
2004). Véase también: Michel Foucault, El Nacimiento de la Biopolí-
tica. Curso en el Collège de France. 1978-1979 (Buenos Aires: Fondo de
Cultura Económica, 2006).

22 · El ABC del neoliberalismo 2


en esta vida, solo triunfan aquellos que son capaces de
asumir riesgos. Se nos invita a creer en nosotras mismas, a
imaginarnos como una especie de superhéroes (lo del equi-
librista, pensándolo mejor, se queda corto) cuyos únicos
límites son los que una misma se impone. Con esfuerzo,
positividad, trabajo, y mucho afán de superación, nada se
nos resistirá. Los riesgos que entraña el camino, se nos dice,
no deberían ser más que un acicate para seguir adelante.
Así es el tipo de sujeto que necesita el neoliberalismo. Y
así es como suena la música que escuchamos por doquier
(en las escuelas, entre los amigos, en los centros de trabajo,
en la televisión...). Tal y como nos explican los pensadores
franceses Christian Laval y Pierre Dardot 2, en su relectu-
ra de la obra de Michel Foucault, si la sociedad neoliberal
debe organizarse bajo la forma del mercado, las personas,
consecuentemente, debemos comportarnos como si fuéra-
mos cada una pequeñas empresas. Al igual que en los mer-
cados las empresas compiten entre sí, en la vida cotidiana
los sujetos deben comportarse como si fueran una entidad
que compite y que debe obtener las más altas cotas de rea-
lización personal, exponiéndose a constantes riesgos. Solo
de esta forma se logran los grandes éxitos. Y esos cantos de
sirena son los que acaban movilizando nuestra voluntad:
al fin y al cabo, ¿quién no va a asumir ciertos riesgos si la
recompensa es convertirse en todo un triunfador?

2  Christian Laval y Pierre Dardot, La nueva razón del mundo. Ensayo


sobre la sociedad neoliberal. (Barcelona: Gedisa, 2013).

Riesgo · 23
Sin embargo, estas loas del riesgo ocultan muchas otras co-
sas, probablemente no tan relucientes. La primera, es que al
igual que uno cosecha éxitos si supera con determinación
los riesgos, también debe asumir enteramente la responsabi-
lidad de sus fracasos si la cosa se tuerce. Las pequeñas em-
presas que encarnamos son nuestra responsabilidad, como
decía aquella fórmula matrimonial, en lo bueno y lo malo.
Si un negocio que emprendemos fracasa, si una jugada en
busca de un ascenso se frustra, si aquella hipoteca que fir-
mamos años atrás ahora resulta impagable, nada ni nadie
estará ahí para protegernos. Amortiguar la caída y volver
a levantarse es enteramente cosa nuestra, y allá cada cual
cómo se las apañe.

La segunda cuestión silenciada, es que el riesgo no es igual


para todos, y mientras que unos arriesgando en su día a día
solo pueden aspirar a sobrevivir (si la trabajadora social no
les pilla en ese pequeño engaño, o la policía en esos inevi-
tables trapicheos), otros alcanzarán altas cotas de poder si
saben mover bien sus fichas (y la inversión resulta un éxito,
o la idea encuentra suficientes promotores para lanzarse al
mercado). Y es que, cuando no se parte de la misma posición
social, lo que está en juego es bien diferente. De igual modo,
la caída tampoco es la misma: los primeros, desprovistos
de cualquier forma de protección social, probablemente
desaparecerán en el abismo; los segundos, por el contrario,
cuentan con una sólida red (económica, de contactos, de co-
nocimientos, etc.) que paliará el golpe: precisamente la mis-
ma red desde la que tomaron impulso para sus arriesgadas

24 · El ABC del neoliberalismo 2


empresas. Estructuras sociales de desigualdad invisibiliza-
das por el neoliberalismo desmienten el carácter supuesta-
mente igualitario de la experiencia riesgosa.

Pero quizá, la más importante de todas esas cosas ocultas, es


la que soslaya el hecho de que hay muchas formas de triun-
far en la vida. Una, claro, es aquella a la que nos invita el
neoliberalismo: vencer en un mundo de luchadores, lanzarse
a ese juego de la competencia sin trastabillar por los riesgos
que puedan asaltarnos, e imponerse al resto de competi-
dores. Rivalizar sin miedo, uno consigo mismo y respecto
de otros, porque eso, la lucha por la superación y de cada
cual por lo suyo, es lo que genera bienestar general. Ese es
el marco de posibles que nos brinda el neoliberalismo. Pero,
¿y si nos atreviéramos a pensar lo imposible? ¿Y si el éxito
no dependiera de asumir riesgos individuales para destacar
por encima del otro? ¿Y si el triunfo fuera precisamente no
destacar? ¿Y si la victoria consistiera en diluirse entre nues-
tra gente, convertirse en un don nadie, que camina codo con
codo junto al otro, compañero y no rival?

Cara B: los relegados

Ahora comprendemos mejor cómo el riesgo se convierte en


un dispositivo de gobierno de las conductas: la cultura del
riesgo transforma en deseable y liberador lo que en otros
contextos históricos se habría considerado una locura o, todo
lo más, mala fortuna. Pero el riesgo, además, tiene otro uso

Riesgo · 25
fundamental en la gestión de la sociedad (ese gobierno sobre
los otros). Para que esta sociedad –que en su funcionamien-
to óptimo debe asemejarse al mercado– no se desvíe de su
misión, se hace necesario el control sobre todo aquello que
pueda desestabilizar su orden. Dicho de otro modo, nuestro
ordenamiento social (que necesita de la multiplicación de las
desigualdades y una progresiva desaparición de cualquier
tipo de protección social en aras de garantizar en la vida
cotidiana la misma competencia que rige en los mercados)
provoca un aumento de la pobreza y de las amenazas de
inestabilidad social: lugares y gentes relegadas, que se go-
biernan, precisamente, a través del cálculo y la contención
del “riesgo” que suponen para el conjunto de la sociedad.

Esta forma de gobierno implica un cambio con respecto a


las formas de control de los desequilibrios sociales propias
del Estado del Bienestar. Ahí, éstos eran compensados desde
un intento de reequilibrio que buscaba redistribución de
rentas y los sistemas de protección social (impuestos para
costear proporcionalmente una sanidad o una educación
para todos, subsidios y prestaciones por desempleo, jubi-
lación...). Esta opción es impensable dentro de una lógica
neoliberal que necesita de la competencia en lugar de la
igualación social.

El gobierno desde el riesgo supone también un cambio con


respecto a otras formas del pasado, donde la inestabilidad
social se combatía únicamente mediante la represión más
dura cuando ésta hacía su aparición (en forma de motín,

26 · El ABC del neoliberalismo 2


sublevación, delincuencia...) poniendo en peligro la estabi-
lidad social. Ahí, el ejército o la policía eran los únicos que
tenían algo que decir para restablecer la “paz”.

La gestión neoliberal recupera las formas de antaño (que,


centradas en la contención del desorden, evitaban pregun-
tarse por sus orígenes), pero sin renunciar al intento de
anticipación que habían introducido las lógicas del Estado
de Bienestar. Y lo hace precisamente gracias a la noción de
riesgo. Si bien un peligro (ese motín que estalla o ese delin-
cuente que roba) encarna una situación concreta que supone
un ataque o desafío al resto del conjunto social, el riesgo no
necesita de ese poso de concreción para asentarse. La idea
de riesgo no remite a un sujeto o a un hecho concreto, sino
a un conjunto de factores abstractos que son susceptibles
de generar algún tipo de amenaza. Este desplazamiento de
la idea de peligro a la idea de riesgo, como nos enseñó el
sociólogo Robert Castel3 , tiene una gran trascendencia en
términos de gobierno: para afrontar un problema, no es ne-
cesaria una actuación directa sobre él cuando ya ha dado la
cara en forma de peligro. Por el contrario, puede prevenirse
actuando sobre aquellos factores que entrañan el riesgo de
desencadenar dicho problema: antes de que el delincuente
actúe, calcular estadísticamente qué barrios, grupos socia-
les, tipos de sujetos tienen mayor probabilidad de conver-

3  Robert Castel, “De la peligrosidad al riesgo”, en Materiales de


Sociología Crítica, Charles Wright Mills, et al. (Madrid: La Piqueta,
1986), 219-243.

Riesgo · 27
tirse en delincuentes y vigilar las plazas que frecuentan, sus
redes sociales, sus prácticas cotidianas... para mantenerlos
bajo control.

Así, a la hora de establecer los mecanismos para el cálculo


del riesgo se hace precisa la diferenciación de la población
y los territorios en categorías y la intervención distintiva
con dichas categorías, según el mayor o menor riesgo que
entrañen. Se construyen estadísticamente, pero también
discursivamente, franjas de población (migrantes, jóvenes,
parados...), tipologías de espacios (guetos, barriadas, des-
campados, plazas....) o situaciones (fiestas, concentraciones,
trapicheos...) de riesgo, aquellos donde hay más probabilida-
des de “desviación” y amenaza. Y se los somete a vigilancia
para, en caso de que pasen a significar un peligro, intervenir
eficazmente en forma de contención que prevenga su exten-
sión. Ya no se trata, entonces, de evitar el mal, el desorden,
sino de caracterizarlo, estimarlo, calcular a qué franjas de
población o territorios afecta y mantenerlo dentro de unos
límites aceptables.

Hablar de riesgo como forma de gobierno de “los relega-


dos”, implica hablar de prevención más que de represión. La
idea de prevención fue una de las características que dio sen-
tido a toda una rama de profesiones de intervención sobre lo
social en su origen (salud pública, trabajo social, educación,
etc.). Aunque se renunciaba a enfrentarse directamente a las
estructuras sociales que estaban en la raíz de la relegación,
se perseguía afectar a las causas de los problemas sociales

28 · El ABC del neoliberalismo 2


(pobreza, falta de escolarización, de acceso a la sanidad, etc.).
Pero en su funcionamiento neoliberal, la idea de prevención
se resignifica y se banaliza: ya no se persigue transformar
los factores sociales causantes de la inestabilidad –lo cual
siempre implicaría cierta redistribución de los recursos y
poder–, sino contener aquellas situaciones, espacios y sujetos
potencialmente disruptivos en forma de pobreza, violencia
o protestas visibles.

Este modo de gestión no forma parte de un plan, sino que es


el resultado de hacer frente a las necesidades de estabilidad
mínima en un régimen social basado en la inseguridad. Al
final resulta más fácil, eficiente y, sobre todo, políticamente
coherente, actuar sobre los riesgos que encarnan determina-
dos territorios o franjas de población que sobre la estructura
de desigualdades sociales que los genera.

Los efectos de este modo de gobierno sobre el riesgo resul-


tan paradójicos: al tiempo que producen cierta sensación de
seguridad, se convierten en una fábrica de nuevas inseguri-
dades, tanto por la doble relegación que generan (espacios y
grupos de población, ya de por sí relegados, sometidos ahora
al acoso policial, etc.) como por la autoproducción de inse-
guridad que implica poner la (in)seguridad en el centro de
las agendas (pues, cuanto más se habla de medidas para ga-
rantizar la seguridad, más sensación de inseguridad se nos
genera). Al final, sujetos, situaciones y espacios marcados
por el riesgo, son condenados a encarnar los miedos y con-
flictos de una sociedad que ha optado por la competencia,

Riesgo · 29
la desigualdad y la inseguridad como forma de funciona-
miento. Y la lógica de contención del riesgo –efectuada por
policías, pero también por medios de comunicación, profe-
sionales y ciudadanos– se convierte en el doble, la Cara B,
de una sociedad que anima a la ciudadanía, precisamente,
a asumir riesgos4.

Coda

Todo gobierno tiene un exceso (lo que se le escapa). Ese ex-


ceso (lo ingobernable) marca sus límites: ahí, en ese punto,
es donde nace la política. Para encontrarla, dejamos al equi-
librista en su cuerda floja y dirigimos la mirada a esa red
que le sostendrá en caso de caída. Redes que se tejen unas
veces desde el cariño, otras desde el amor más sincero, a
veces desde el interés compartido o el compromiso político,
pero también desde la necesaria convivencia en situaciones
difíciles... Apoyos que se movilizan una y otra vez, sin pedir
nada a cambio. Alianzas que, otras veces, sin embargo, ge-
neran deudas que pagar y obligaciones que cumplir. Redes,
en definitiva, de ayuda mutua, que vuelven vivibles las vidas
más invivibles, y desafían con fuerza y orgullo el mandato
social del individualismo, la competencia y la guerra entre

4  Para mayor discusión ver, Débora Ávila y Marta Malo, “Manos


invisibles. De la lógica neoliberal de lo social”, Trabajo Social Hoy 59
(2010): 137-171. Véase también: Débora Ávila y Sergio García,
Enclaves de riesgo. Gobierno neoliberal, desigualdad y control social (Madrid:
Traficantes de sueños, 2015). [N. de E.]

30 · El ABC del neoliberalismo 2


pobres. Redes, en definitiva, que anteponen la confianza en
el otro de al lado, a la vida amenazada por el riesgo difuso.

Riesgo · 31
Oportunidades
María Stegmayer
i atendemos a las reconfiguraciones ideoló-
gicas y dispositivos de subjetivación producidos
bajo el capitalismo neoliberal contemporáneo ve-
remos que red, conectividad, equipo, talento, motivación,
oportunidades y comunidad son todos significantes que lejos
de oponerse al individualismo, articulan entre sí un nuevo
mandato de competencia y esfuerzo individual por el cual
las instancias colectivas de solidaridad social resultan des-
alojadas. Si la existencia de estas últimas presupone sujetos
en posiciones desiguales y asimetrías estructurales a revertir,
este discurso se asume igualitario solo en su propuesta de
subsanar la desigualdad de oportunidades para que todos
aquellos que se esfuercen lo suficiente accedan a una feli-
cidad que se identifica exclusivamente con el triunfo del
mérito personal1. La desigualdad de oportunidades entre los

1  Ver François Dubet, Repensar la justicia social. Contra el mito de la


igualdad de oportunidades (Buenos Aires: Siglo XXI, 2011). Tal como
explica Dubet, poner el foco en el mérito individual no consigue

Oportunidades · 35
individuos –independientemente de su posición social estruc-
tural– representaría el único mal social a erradicar en tanto
asociado, precisamente, a la existencia distorsiva de obstá-
culos y límites que dividen artificiosamente, se nos dirá, “la
comunidad natural de los emprendedores que somos”. En
esa idea se constituiría eventualmente el modelo de justicia
acorde a esta retórica que, en ruptura con la tradición demo-
crática e igualitaria que aspira a reemplazar, explotando su
léxico y refuncionalizando algunas de sus nociones, coloca
este concepto –igualdad de oportunidades– bajo una nueva
óptica, en un nuevo escenario y según nuevos requerimien-
tos sistémicos (tanto laborales, afectivos como ideológicos).

En esta nueva fase de acumulación y gestión del capital, y con


miras a consolidar la mutación subjetiva que le corresponde,
se torna imperativo desactivar entonces en un plano ideoló-
gico y en los modos de concebir al sujeto, no solo posiciones
críticas anti-liberales sino también una serie de presupuestos

disminuir las desigualdades sociales. Para este autor, por el con-


trario, el principio de igualdad de oportunidades por sobre la rei-
vindicación de una igualdad de posiciones, ha transformado ne-
gativamente las sociedades actuales volviéndolas más desiguales,
violentas y poco solidarias”. Para un seguimiento detallado de este
debate ver también François Dubet Por qué preferimos la desigualdad
(aunque digamos lo contrario) (Buenos Aires: Siglo XXI, 2015); Nancy
Fraser y Axel Honneth, ¿Redistribución o reconocimiento? Un debate po-
lítico-filosófico (Madrid: Morata y Fundación Paideia-Galiza, 2006);
Jürgen Habermas “Equal Treatment of Cultures and the Limits of
Postmodern Liberalism”, The Journal of Political Philosophy, Vol. 13,
N° 1 (2005): 1-28.

36 · El ABC del neoliberalismo 2


liberal-ilustrados que, en disonancia con la configuración
subjetiva en ciernes, podrían comportar un cierto carácter
subversivo al nivel de la subjetividad. Me refiero a que para
realizarse con total eficacia, paradójicamente, el tan citado
individualismo como marca inequívoca de lo neoliberal, pre-
cisa para funcionar despojarse activamente de aquellos rasgos
que, a lo largo de toda una tradición de pensamiento (cuyas lí-
neas de fuerza delinearan enfáticamente, por ejemplo, Spino-
za y Kant), nos permiten reconocer en la noción de individuo
no solo una categoría ideológica sino también una instancia
desde la cual podría desplegarse un movimiento crítico capaz
de alentar reivindicaciones auténticamente democráticas que
la actual apelación a la “igualdad de oportunidades” –en
su inmerecida resonancia progresista– amenaza más bien
con clausurar. En el espacio que recorta esta tradición de la
modernidad ilustrada, indisociable de un pliegue o filo crí-
tico-reflexivo la autonomía subjetiva no se resolvería en la
auto-responsabilización y en la atomización individual sino
en un movimiento siempre recomenzado y nunca plenamente
transparente de auto-interrogación (sobre sí, sobre el mundo,
sobre los otros) en un marco de mediaciones complejas, mu-
tuas dependencias y afectaciones. La autonomía, desde esta
perspectiva crítica, no sería un cierre del sujeto sobre sí, ni
un punto de partida necesario o garantizado desde el cual
lo social emergería como agregación de mónadas plenas e
independientes, sino la necesaria apertura a una dimensión
relacional, constitutiva y problemática, capaz de sostener las
preguntas por la igualdad y la “vida buena” en un espacio a
la vez ético y político en el cual la interrogación en torno a

Oportunidades · 37
qué hace de “mi vida” una vida “vivible” –aún si se formula
en el campo del sujeto– se vuelve inseparable de una proble-
matización de las condiciones sociales, económicas y políticas
que, en un contexto de creciente desigualdad y precarización
de la existencia hacen que ciertas vidas, en los términos de
Judith Butler, “cuenten como vidas” y otras se vuelvan “des-
echables” sin mayor consideración2. Por el contrario, en la
inflexión neoconservadora y neoautoritaria del neoliberalis-
mo que buscamos caracterizar aquí, ya no se trata del con-
cepto de individuo (en su esbozada complejidad ético-política)
sino de una apelación circunscripta a la persona o, mejor, a
la personalidad. Esa dimensión plástica y flexible capaz de
oficiar el relevo exitoso de lo que Richard Sennett denomi-
nara un carácter. En sus palabras, es contra este último que
el orden laboral neoliberal demanda: “un yo maleable, un
collage de fragmentos que no cesa de devenir, siempre abierto
a nuevas experiencias; éstas son precisamente las condiciones
psicológicas apropiadas para la experiencia de trabajo a corto
plazo, las instituciones flexibles y el riesgo constante”3 . Es en
este nuevo marco que la igualdad de oportunidades se cons-
tituye como significante clave de una retórica cuya inflexión
neo-conservadora, post-crítica y post-democrática se hace

2  Ver Judith Butler, Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría
performativa de la asamblea (Buenos Aires: Paidós, 2017); y también su
anterior Vida precaria. El poder del duelo y la violencia (Buenos
Aires: Paidós, 2006).

3  Ver Richard Sennett, La corrosión del carácter. Las consecuencias persona-


les del trabajo bajo el nuevo capitalismo (Barcelona: Anagrama, 2000), 141.

38 · El ABC del neoliberalismo 2


necesario interrogar. Es decir, que si la igualdad de oportu-
nidades entre las personas puede ser invocada una y otra vez
como receta infalible para “salir de la pobreza” o “alcanzar
el bienestar” solo puede serlo en tanto resulta vaciada de su
potencial democrático-reivindicativo, es decir, desacoplada
de procesos abiertos y democráticos de subjetivación política
en los cuales un concepto crítico de individualidad ética ha-
bría jugado, y podría jugar aún, un rol fundamental4. Aislado
de cualquier pugna conflictiva por la conquista de nuevos
derechos, el concepto de persona al que apela esta retórica
es mentado solo en cuanto ya desinscripto del campo a la vez
subjetivo y ético-político en el cual la apelación a la dimensión
relacional, conflictiva, dependiente y vulnerable del sí mismo
y de los otros, pudiera entramarse y transformarse junto a
otras reivindicaciones democráticas en el marco de lo que
Arendt llamara un “derecho a tener derechos5.

4  No es casual que en la omnipotencia emprendedora estimulada


por el paradigma del coaching que nutre el imaginario del ¡Sí se pue-
de!, se instituye una feroz condena de la movilización política y so-
cial. Este modelo se jacta de prescindir del requerimiento de gran-
des sujetos colectivos en el espacio público. Presupone la existencia
en red y la interconexión pero entre sujetos atomizados, sin pre-
sencia callejera masiva ni mucho menos, organizaciones colectivas
(sindicatos, asociaciones gremiales, centros de estudiantes). Ambas
–manifestaciones callejeras y organización colectiva– constituyen
incluso, en el caso del neoliberalismo de Macri en Argentina, fi-
guras paradigmáticas del acechante pasado populista a conjurar.

5  Para una discusión más extensa de estos tópicos. Ver Judith But-
ler Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad (Buenos Aires:
Amorrortu, 2009).

Oportunidades · 39
La promesa de que habrá oportunidades para todos los que
demuestren activamente merecerlas significa aquí que, a la
vez que se condenan ciertas inequidades o mejor, distorsiones a
la hora de la competencia, se constata no solo la insuperabili-
dad sino la justicia de la desigualdad. En este marco, medidas
de discriminación positiva como la instauración de cuotas
para minorías “en desventaja” o la promesa de recompensas
al mérito para quienes se “destaquen” en condiciones adver-
sas, estarán destinadas exclusivamente a subsanar lo que se
considera como un simple desnivel en el punto de partida con
miras a una contienda pretendidamente transparente. Des-
alentando con énfasis toda puja redistributiva, la voluntad
explícita del discurso de las oportunidades no será reducir
la desigualdad social sino “disminuir la pobreza”, lo cual se
condice con un programa económico orientado a desmon-
tar el entramado de controles, regulaciones e intervenciones
estatales que habrían sustentado el denominado Estado de
Bienestar y con él una ampliación sustantiva de la igualdad
vía la institución de derechos sociales 6 . Mientras la igualdad

6  No se trata de que el Estado no cumpla un rol activo pero lo que


debe resaltarse es que su función no sería achicar la brecha social
sino exclusivamente, y como único horizonte de su acción, garan-
tizar ciertas condiciones “ideales” de competencia igualitaria entre
los individuos. Tal como es presentado por Dubet, el objetivo de las
políticas de Estado de acuerdo con este modelo neoliberal de justicia
social, no sería reducir la desigualdad entre clases, sino ofrecerle a
todos los individuos las mismas posibilidades para ocupar posicio-
nes desiguales (según principios meritocráticos): la desigualdad que
habría que combatir sería únicamente la que opone obstáculos para
una competencia igualitaria, y no la que resulta de esa competencia.

40 · El ABC del neoliberalismo 2


de posiciones entiende que deben limitarse los privilegios de
algunos para destinar recursos públicos a acortar la brecha
desigualitaria, la igualdad de oportunidades desanda este
camino en su propuesta de avanzar regresando al reino
pre-político de las diferencias naturales en el cual, puesto
que todos somos distintos y poseemos capacidades diversas,
es natural y por eso justo que unos pocos obtengan grandes
beneficios (ya que no se trata de imponer límites sino de qui-
tar obstáculos) y otros muchos apenas sobrevivan (acusando
recibo de sus propias limitaciones). Retomando el planteo de
Dubet, estamos frente a un principio de justicia que indivi-
dualiza a los actores y pone a todos en competencia no para
construir una sociedad más igualitaria –instaurando límites
con vistas a la redistribución del ingreso y la riqueza social-
mente producida– sino pregonando iguales oportunidades
para todos en un escenario ideológico en el que se pretende
que cualquier límite político (a la ganancia desmedida, a la
concentración del capital, etc.) debe experimentarse como
un freno al despliegue de la propia capacidad de “crecer
y progresar”. Así, asegurará esta retórica neo-naturalista,
lo fundamental es garantizar, en la medida de lo posible,
una línea de partida equivalente para todos los que elijan
(porque se trata de una elección libre) lanzarse a la carrera.
El lugar social a ocupar dependerá, entonces, del esfuerzo
de cada cual, de su singular desempeño, astucia y talento
para descubrir, invertir y aprovechar las oportunidades que
se presenten, así como de calcular, prevenir y hacerse res-
ponsable de los riesgos y obstáculos que imponga el camino
de la autorrealización. Así, las desigualdades, exclusiones y

Oportunidades · 41
violencias que se produzcan en este marco “ideal” de libre
elección y deportiva competencia por las oportunidades se-
rán, decíamos, no solo legítimas sino también deseables. Así
planteada, la comunidad de “emprendedores” –en reem-
plazo de una anticuada y fría noción de sociedad surcada
por antagonismos, conflictiva y compleja– se nos aparece
sin límite y sin borde; sus predicados son antropológicos y se
desentienden de las múltiples mediaciones y dependencias
que nos constituyen como sujetos para engancharse a una
fuerte apelación a la singularidad de cada uno pero como algo
dado y garantizado desde el vamos, y no como aquello que,
en todo caso, una política tendría que contribuir a producir
contra la lógica equivalencial dominante. De modo que por-
que “está en nuestra naturaleza emprender” y podríamos
hacerlo “sin fricciones” –de no darse artificiosas regula-
ciones políticas–, las exclusiones que produce este modelo
de comunidad imaginaria emergen necesariamente como
auto-exclusiones o fracasos individuales. Así, el “¡Todo es
posible juntos!” (siempre que se trate de emprender, podría-
mos agregar) y el “¡En todo estás vos!”, en los que se replica
esta interpelación en el caso de la Argentina reciente7, dice
también que los que no “pertenecen” a este ilusorio todo no
lo hacen porque –dictamina el mismo discurso en su per-
fil punitivo– eligieron no participar, retirándose del juego
o malgastando sus oportunidades. De allí que despierten

7 Ambos slogans fueron instalados en diversas campañas políticas


por el PRO y la Alianza Cambiemos que, liderada por el presiden-
te Mauricio Macri, hoy gobierna en Argentina.

42 · El ABC del neoliberalismo 2


menos la caridad cristiana que la furia del castigo en un
esquema argumental en el cual la ansiedad punitiva y la
supuesta plenitud de la ausencia de límites, para todos los
que quieran darse a sí mismos la oportunidad de emprender,
cambiar y reconvertirse, resultan caras inescindibles de una mis-
ma interpelación.

No puede ignorarse que esta nueva entronización de la om-


nipotencia de cada cual que agita la figura contemporánea
del emprendedor hunde sus raíces tanto en el discurso del
“Hágalo usted mismo” como en el mito estadounidense del
Self-made man, ambos inescindibles del ascenso y consolida-
ción del capitalismo en las sociedades modernas. Si estos
ideologemas –como enfatiza expresamente el mito fundante
de la nación norteamericana– se asientan a su vez sobre la
certeza de “vivir en la tierra de las oportunidades”, aque-
llos que consiguen aprovecharlas y sobrevivir, reza tam-
bién el mito, lo hacen en función de una serie de atributos
subjetivos: perseverancia, arrojo, determinación, trabajo
incansable, todos ellos presentes en la épica del conquista-
dor audaz, el pionero, el héroe solitario o el adelantado en
terra incógnita que, siguiendo la periodización de Boltanski y
Chiappelo, podríamos identificar como figuras centrales de
un primer espíritu del capitalismo 8 . Si se trataba allí de una

8  Ver Luc Boltanski y Ève Chiapello, El nuevo espíritu del capitalismo


(Madrid: Akal, 2002). Para los autores “el espíritu del capitalismo
es, precisamente, este conjunto de creencias asociadas al orden
capitalista que contribuyen a justificar dicho orden y a mante-
ner, legitimándolos, los modos de acción y las disposiciones que

Oportunidades · 43
promesa de liberación que fuera acometida, ante todo, como
emancipación de la propiedad comunal de la tierra, de los
vínculos de dependencia personal y de las formas locales y
pre-modernas de solidaridad colectiva, esta épica solitaria
e inaugural –que avanzó al pulso de la generalización del
trabajo asalariado y el modo de vida burgués– se vio trans-
formada en el breve interregno que Boltanski y Chiapello
identifican con un segundo espíritu del capitalismo, vigente
entre los años 30 y 60 del siglo pasado, “a través de un ideal
que podríamos calificar de cívico, en la medida en que hace
hincapié en la solidaridad institucional, la socialización de
la producción, de la distribución y del consumo, así como en
la colaboración entre las grandes firmas y del Estado en una
perspectiva de justicia social”9.

son coherentes con él. Estas justificaciones –ya sean generales o


prácticas, locales o globales, expresadas en términos de virtud o en
términos de justicia– posibilitan el cumplimiento de tareas más o
menos penosas y, de forma más general, la adhesión a un estilo de
vida favorable al orden capitalista. Podemos hablar en este caso,
de ideología dominante con la condición de que enunciemos a ver
en ella un simple subterfugio de los dominantes para asegurarse el
consentimiento de los dominados y de que reconozcamos que la
mayoría de las partes implicadas, tanto los fuertes como los débi-
les, se apoyan en los mismos esquemas para representarse el fun-
cionamiento, las ventajas y las servidumbres del orden en el cual
se encuentran inmersos (Boltanski y Chiapello, El nuevo espíritu del
capitalismo, p. 13)”.

9  Boltanski y Chiapello, El nuevo espíritu del capitalismo, 58.

44 · El ABC del neoliberalismo 2


Será en un tercer espíritu del capitalismo que algunos com-
ponentes presentes en las retóricas del primero adquieran una
nueva e inusitada centralidad transformados y refuncionali-
zados a la luz de una perspectiva en la cual, volviendo ahora
a nuestro significante, solo habrá oportunidades para quienes
se animen a protagonizar desde sí mismos un cambio radical
e inexorable. Ahora bien, a diferencia del primer espíritu, este
cambio apunta menos a colonizar un mundo que nos espera
“allá afuera” –una tierra virgen a anexar– que a dejarse atra-
vesar por una mutación que empieza en el interior y apunta
al centro de la subjetividad. En este sentido, puede percibirse
otro énfasis con respecto a la concepción moderna del ideal
del progreso y su clásica teleología. Como señala Vanina Pa-
palini en su trabajo dedicado al discurso de la autoayuda10 ,
que nutre fuertemente este nuevo imperativo de autotransfor-
mación de la persona, el cambio actual se presenta como un
“estar abierto a la contingencia” más que como promesa de
un futuro mejor. La promesa existe, sin duda, pero el acen-
to está puesto en que el cambio es bueno en sí mismo, porque
brinda otras posibilidades de realización personal. El cambio
ha adquirido un matiz más subjetivo, advierte la autora, en
tanto se predica su bondad para la persona y para el desarro-
llo de sus capacidades. Con la premisa de evitar la rutina y el
inmovilismo será este nuevo ideal de cambio lo que mantiene
al sujeto en acción y en alerta constantes, adquiriendo el va-
lor de un desafío a partir del cual el sujeto se “motiva” y se

10  Vanina Papalini, Garantías de felicidad. Estudio sobre los libros de au-
toayuda (Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2015).

Oportunidades · 45
“prueba”11. A la vez, este cambio se presenta como inexorable.
El cambio –nos invita a reconocer este discurso– es la ley de la
vida (el cambio sencillamente “sucede” y no hay responsables
ni posibilidad de reclamo) y a ella es preciso adaptarse. Lo
mejor que puede hacerse es, cuanto antes y sin lamentarse,
tratar de encontrar una nueva forma de subsistir. Es mejor
no preguntarse por las causas ni detenerse a reflexionar sino
avanzar. Rápida reacción, olfato para las oportunidades, in-
tuición para avizorar nuevos recursos, enumera Papalini, se
corresponden con el valor de una noción de cambio que em-
puja a salir del estado de equilibrio (derechos y seguridades
conquistadas en una historia previa, individual y colectiva
a la que es necesario sobreponerse) para progresar. La noción
básica es que el yo todo lo puede. Puede y puede solo, desde
sí mismo, con sus propios recursos. El punto de partida de la
autoafirmación es un doble convencimiento: que nadie ven-
drá en auxilio del que sufre y que se tiene la fortaleza para
resolver la situación12.

11  Ver Avital Ronell, Pulsión de prueba (Buenos Aires: Interzona,


2008). Avital Ronell ha postulado una creciente pulsión de prueba en
el centro de los dispositivos modernos y contemporáneos de subje-
tivación. La puesta en relieve de esta pulsión no excluye la parado-
ja: la pulsión de prueba es la experiencia central de la modernidad
y, a la vez, la máxima expresión de su crisis. Su análisis es clave en
una deconstrucción de su impacto sobre la subjetividad en tanto
esta combina la asignación del saber (el problema epistemológico
de la verdad y una plétora de clasificaciones y jerarquías) con el
ejercicio de la violencia.

12  El largo párrafo precedente se nutre y parafrasea libremente


distintos fragmentos del lúcido análisis que Vanina Papalini le de-

46 · El ABC del neoliberalismo 2


Ambas premisas son indisociables del discurso de la equidad
de oportunidades que buscamos caracterizar en los párrafos
precedentes en el contexto de una gramática neoliberal que
prescinde, a la vez, de la idea de individuo tal como fuera
concebida en toda una zona de la tradición moderna. Según
la igualdad de oportunidades, el principio de igualdad no
debe buscar su concreción en la reivindicación de derechos,
es decir, en aquel movimiento que en su referencia (ideológi-
ca) a lo universal, no dejaba de inscribir también una tensión
crítica en el interior del sujeto, anudando la realización de
la dignidad individual a una noción de bien común o inte-
rés general. Apelando no ya al individuo sino a la persona,
este discurso no solo abandona sino que se constituye en “la
negación palpable de toda búsqueda por el establecimiento
de criterios igualitarios que regulen y organicen el sistema
social”13 . Así, el neoliberalismo se fundamenta en una “tesis
de la incompatibilidad” entre el interés personal y el interés
social, que asume en sus versiones más extremas la forma
de un verdadero antagonismo: la búsqueda de un ‘supuesto’
bienestar social contradice el impulso competitivo necesario

dica al género de autoayuda en su libro Garantías de felicidad. Estudio


sobre los libros de autoayuda (Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora,
2015) ya citado en este trabajo.

13  Pablo Gentili, “Retórica de la desigualdad. Los fundamentos


doctrinarios de la reforma educativa neoliberal”. (Tesis de docto-
rado, Universidad de Buenos Aires, 1998), 55. Ver también Pablo
Gentili, “El Consenso de Washington y la crisis de la educación en
América Latina” en Álvarez-Uría, Fernando et al. (comps.) Neolibe-
ralismo versus democracia (Madrid: La Piqueta, 1998).

Oportunidades · 47
para la maximización de las oportunidades14. Lo peligrosa-
mente antidemocrático de este discurso no residiría enton-
ces, según esta hipótesis de lectura, solo allí donde excluye
y traza límites, sino también –y tal vez de un modo más
preocupante aún– donde genera una retórica que al invocar
una igualdad vacía inmuniza a los sujetos frente a la expe-
riencia de las exclusiones producidas. En otros términos, la
supuesta disponibilidad de las oportunidades para todos los
sujetos –como reforzamiento de un imaginario falsamente
“igualador” en un plano meramente formal y opuesto, por
ello, a la reivindicación igualitaria consustancial a una de-
mocracia sustantiva– oculta y promueve al mismo tiempo
las exclusiones que se producen en los márgenes de la socie-
dad de oportunidades. En efecto, este discurso puede permi-
tirse grados inesperados de xenofobia, autoritarismo y natu-
ralización de la desigualdad porque y en tanto envuelve a los
límites en una atmósfera de irrealidad, como si provinieran
de un relato fantástico que imagina adversarios donde solo
hay co-equipers; que imagina dominantes y dominados donde
solo hay astutos emprendedores que no precisan que nadie
los esclarezca porque “todos nos damos cuenta de todo” e
intentamos maximizar nuestras chances, potenciando nues-
tros enlaces en un mundo plano y sin baches, interconecta-
do en su esencia. A la inversa, se podría sospechar que un
slogan como “Todo es posible juntos” precisamente porque se
ha vuelto pura repetición vacía, incapaz de alojar límites
y diferencias políticas sobre el sentido de la democracia, es

14  Ibídem, p. 57.

48 · El ABC del neoliberalismo 2


que puede reproducir infinitamente límites, exclusiones y
violencias sin que ello comprometa –de allí que hablemos
de inmunización– la autopercepción de los sujetos como
miembros de una comunidad democrática.

Oportunidades · 49
Neomanagement
(new management) 1

Luca Paltrinieri

1  Texto enviado en francés por el autor, traducido para Communes


por Hugo Sir.
on el término “neomanagement” o nueva ge-
rencia se designa una transformación de los
modos de organización de la empresa y de los mé-
todos de gestión del trabajo que se desarrolla, en
Europa y Estados Unidos, desde inicios de la década de los 80’.
Si bien es apropiado distinguir la historia del managament de
la del capitalismo, las transformaciones del régimen de pro-
ducción tienen consecuencias estructurales sobre los modos
de gobernanza de las empresas y sobre la organización de la
producción. Conviene, entonces, partir de la nueva racionali-
dad política y económica neoliberal de los años 80’, en la cual
Ronald Reagan y Margaret Thatcher son las figuras tutelares,
para enseguida describir las nuevas técnicas gerenciales y los
nuevos modos de subjetivación que suscitan.

Neomanagement (new managament) · 53


Neoliberalismo y transformación
del trabajo

Mucho más que una simple versión posmoderna del lais-


sez-faire liberal, caracterizada por la radicalización de la
economía de mercado y la restricción del rol del Estado; el
neoliberalismo representa una nueva articulación guberna-
mental entre las esferas de la economía y la política2. La “cri-
sis del petróleo” de mitad de los años 70’ marca, al mismo
tiempo, el fin de un largo período de crecimiento económico,
aquel del ciclo de luchas en torno al trabajo y la educación
abierto por el mayo del 68’ francés y el colapso del pacto
socialdemócrata que, sobre todo en los países europeos, hizo
del trabajo una condición para la integración social y una
fuente de redistribución de riquezas en la sociedad. Parale-
lamente, con la globalización, que tiene como consecuencias
la fragmentación de las redes de producción a lo largo del
mundo y la internacionalización de la cadena de valor, se
disminuye la participación de la industria y de los empleos
industriales en Europa y Estados Unidos: en la medida que
la producción y el ensamblaje se transfieren a países con
menor costo en la mano de obra, las empresas occidentales
se reorientan hacia actividades de mayor valor agregado,

2  Cf. M. Foucault, Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de Fran-


ce, 1978-1979 (Paris: Gallimard-Seuil, 2004); P. Dardot, C. Laval,
La nouvelle raison du monde. Essai sur la société néolibérale (Paris: La Dé-
couverte, 2009).

54 · El ABC del neoliberalismo 2


tanto previas a la producción misma (R&D3 , concepción, di-
seño…), como posteriores (transporte, logística, marketing).
El crecimiento de una forma de economía post-industrial
cada vez más desligada de toda esfera productiva material,
lejos de borrar la instancia estatal, transforma el propio con-
cepto de soberanía: del Estado soberano sobre una nación y
un territorio económico, sede de corporaciones productivas,
a una nueva forma de regulación soberana al servicio de
los intereses de multinacionales que han deslocalizado la
producción y, a menudo, no mantienen sobre el territorio
nacional nada más que los servicios de I+D y marketing4.

Si la instancia gubernamental es, de ahora en más, forzada a


construir los ensambles normativos (leyes, códigos, normas)
que reglan los flujos de la actividad mercantil y financiera
en la nueva cadena de creación de valor, la gran empresa
multinacional emerge, cada vez más, como un actor no so-
lamente económico, sino que explícitamente político, capaz
de acción normativa sobre su entorno e influencia respecto
de las políticas de redistribución, en una escena internacio-
nal caracterizada por la financiarización y la mayor com-
petencia de potencias económicas emergentes. Es entonces
la propia configuración de los poderes de la empresa, la

3  Siglas en inglés para Investigación y Desarrollo (Research & De-


velopment). En adelante se usará I+D, por ser la denominación más
común en castellano.

4 William Davies, The Limits of Neoliberalism. Authority, Sovereignity


and the Logic of Competition (London: Sage, 2014).

Neomanagement (new managament) · 55


gobernanza, la que sufre un cambio mayor. Mientras que la
teoría liberal distinguía el interior productivo de la empresa
del exterior de mercado, las nuevas teorías de la gobernanza
neoliberal (teorías de la agencia 5) difuminan la frontera en-
tre cooperación organizacional y competencia comercial6 .
La gobernanza de la empresa neoliberal se inspira, así, en
la competencia de mercado: en lugar de tender a la inte-
gración vertical de los diferentes estados de la producción
y distribución, enfrenta la unidades de producción entre sí
para mejorar los rendimientos7.

Este nuevo paisaje económico-político comporta una serie


de consecuencias, tanto para el trabajo (labour), es decir, la
naturaleza de las actividades productivas, como para el em-
pleo (employement), es decir, el marco jurídico de la relación
capital-trabajo. En principio, en el nuevo contexto de pro-
ducción y competencia mundializadas, las ventajas compe-
titivas de las empresas aparecen crecientemente ligadas a la
creación de nuevas dinámicas de conocimiento y aprendiza-
je, permitiendo a la vez influenciar la evolución del mercado
por la innovación y adaptar a los trabajadores a las rápidas

5  M. Jensen & W. Meckling, “Theory of the Firm: Managerial


Behaviour, Agency Cost and Ownership Structure”, Journal of Fi-
nancial Economics 3, no. 4 (1976): 305-360.

6  G. A. Davis, The Vanishing American Corporation. Navigating the Ha-


zards of a New Economy (NY: Berret-Koheler Publishers, 2016).

7  M. Aoki, "Horizontal vs Vertical Information Structure of the


Firm." American Economic Review, LXXVI (1986): 971-83.

56 · El ABC del neoliberalismo 2


transformaciones del propio mercado. El conocimiento, en
sus diversas declinaciones (saber hacer, saber ser, saber cam-
biar8), se convierten, así, en el recurso primordial de una
economía cada vez más fundada en la inversión inmaterial
en capital humano, es decir, en las aptitudes, talentos, cuali-
ficaciones y experiencias acumuladas por los trabajadores9.
Para la teoría del capital humano, el valor de la empresa se
mide por competencias que, sin ser separables del individuo
trabajador, son referencias y calculadas como assets10 de la
empresa, los cuales deben ser constantemente valorizados
(por la experiencia y la formación continua): la evaluación
de los activos intangibles deviene de este modo un capítulo cen-
tral de la evaluación financiera de la empresa.

A partir del triunfo de las teorías del Capital Humano en el


mundo de la empresa, presenciamos el paso del paradigma
de las relaciones humanas, que buscaba aumentar la partici-
pación de los asalariados en los procesos de producción,
a aquel de los recursos humanos, donde lo que se busca es

8  El autor juega aquí con las declinaciones en francés, "savoir fai-


re" relacionada con la experiencia, "savoir être" que corresponde a
la idea de habilidades interpersonales, y a "savoir devenir" vincula-
da con la noción de adaptabilidad (NdT).

9  Gary S. Becker, A Treatise on the Family (Harvard: Harvard Uni-


versity Press, 1981) y Gary S. Becker, Human Capital. A Theoretical
and Empirical Analysis with Special Reference to Education (Chicago: Uni-
versity of Chicago Press, 1975).

10  Palabra en inglés para “activos”, cuando se refiere a operacio-


nes comerciales.

Neomanagement (new managament) · 57


estimular la actividad autónoma de los individuos y conver-
tirlos en buenos gerentes de su propio capital humano. Así,
el managament busca, por una parte, descubrir y explicitar
los “conocimientos tácitos”, es decir, el saber que los traba-
jadores implícitamente movilizan durante su actividad (sobre
todo las competencias relacionales, emocionales y sociales
movilizadas y desarrolladas en los nuevos modos de orga-
nización del trabajo: “por proyecto” y en equipo). Y, por
otra, favorecer los procesos de aprendizaje y, más particu-
larmente, las “meta-competencias” (capacidades reflexivas,
creativas y transformativas, responsabilidad y toma de ries-
go), permitiendo la adaptación continua de los trabajadores
a los cambiantes medioambientes laborales. En este sentido, el
concepto de recurso humano, excede la distinción entre espa-
cio doméstico y espacio profesional –dado que el “capital
humano” se valoriza literalmente todo el tiempo, aun fuera
del trabajo y sobre todo gracias a las nuevas tecnologías de
la información11.

Por otra parte, el desarrollo de un mercado de trabajo cada


vez más volátil, en el que se espera que el individuo manten-
ga su "empleabilidad", exige cada vez más competencias de
adaptación y aprendizaje, toma de riesgos y de decisiones
autónomas. La emergencia de una economía de servicios,
en paralelo al desmantelamiento de las protecciones sociales

11  Claude Diebault et. al., Education, Knowledge and Economic Growth.
France and Germany in the Ninteenth and Twentieth Century (Frankfurt am
Main: Peter Lang, 2003).

58 · El ABC del neoliberalismo 2


por el Estado neoliberal, está en el origen de la flexibilización
del mercado del trabajo y de la precarización de las trayectorias
profesionales. El modelo de la carrera al interior de una sola
organización o empresa parece superado: la trayectoria pro-
fesional de las personas toma ahora la forma de una sucesión
híbrida de proyectos limitados en el tiempo, dependiente de
redes discontinuas. Así, la realidad vivida hoy en día por una
gran cantidad de trabajadores, es la de la transición continua
entre espacios anteriormente separados (desempleo, forma-
ción, empleo, trabajo independiente, familia, jubilación) y de
la pluriactividad (mini empleos, micro empresas, crowdwor-
k)12. La experiencia de trabajo se encuentra, además, cada
vez más desconectada del empleo salarial, marco tradicional
del intercambio entre seguridad y subordinación. Entre el
empleo, alrededor y fuera de éste, ha nacido una “zona gris”
de trabajo, donde emergen las nuevas figuras del trabajador:
el auto-empresario francés, el para-subordinado italiano, el
free-lance americano, el empleado a cero horas inglés13 , etc.

El aumento de las plataformas digitales de servicios se apoya


sobre esta dinámica y la refuerza, aumentando la porosidad
de la frontera entre trabajo y no trabajo: para un webmaster,
un investigador o un pequeño emprendedor, el trabajo ya

12  Alain Supiot, Au de-là de l'emploi (Paris: Flammarion, 2011).

13  Se trata de un empleado que no tiene horas definidas en el con-


trato, aunque cuenta parcialmente con los beneficios de la relación
salarial. Es una forma de contrato a tiempo parcial, específicamen-
te de sustitución (N. del T.).

Neomanagement (new managament) · 59


no tiene horarios ni lugar. Las figuras de “sujeto social en
aprendizaje”, “gestor de sus competencias”, “responsable de
sus aprendizajes”, “empresario de sí mismo”, son el síntoma
de esta concatenación de efectos y consecuencias: degrada-
ción de protecciones sociales y desregulación del mercado
del trabajo, precarización consecuente de las trayectorias
profesionales, importancia estratégica del aprendizaje en la
vida adulta y refuerzo de las dinámicas de responsabiliza-
ción y autonomización de los trabajadores.

Las nuevas técnicas gerenciales

La crisis del modelo de managament taylorista-fordista, crea-


da y pensada a partir de la fábrica, deriva de este complejo
escenario. La alternativa que se presenta en principio, a
comienzos de los años 80, es el toyotismo formalizado por
el ingenierio Ohno, fundado a la vez sobre el principio de la
lean production y del just in time (la flexibilidad absoluta de la
producción adaptada a la demanda, sin mantener stock), la
total quality management (el mejoramiento continuo de toda la
cadena productiva, teniendo por objetivo el “defecto cero”)
y, sobre todo, la implicación activa del empleado en el proce-
so de producción que debe, literalmente, romper, quebrar el
antagonismo obrero. Se trata de construir una subjetividad
del trabajador que coincida íntegramente con el universo de
la empresa, con el fin de movilizar completamente su fuerza
de trabajo, sus capacidades intelectuales y su creatividad14.

14  Massimiliano Nicoli, Risorse umane (Roma: Ediesse, 2015).

60 · El ABC del neoliberalismo 2


El agente debe, de aquí en más, tener suficiente autonomía
para estar directamente implicado en el mejoramiento con-
tinuo de su capital humano. Estas ideas son perfectamente
adaptables a la nueva sociedad de servicios donde los traba-
jadores deben ser responsables de sus carreras profesionales,
estructurando sus discursos de acuerdo a los principales
gurús del managament: Peter Drucker, Bob Aubrey, Tom
Peters entre otros, todos los cuales harán hincapié en la ne-
cesidad de dar más autonomía a los colaboradores siempre
y cuando ellos hayan integrado suficientemente bien el prin-
cipio de la “gestión de sí” (management de soi), es decir, hayan
aprendido a “administrar su vida como una empresa”15.

En efecto, el neomanagement es, en primer lugar, un discur-


so crítico del taylorismo: cuando allí buscaban privar a
los obreros de sus saberes para integrarlos en los procesos
prescritos y adaptar a los humanos a las cadencias de la ma-
quinaria industrial16 , el neomanagement insiste, precisamente,
en la autonomía y la responsabilización de los trabajadores,
invocando su espíritu de iniciativa, o mejor, de empresa. No
se trata de privar a los trabajadores de sus conocimientos,
sino de hacerlos más competentes, de capacitarlos y, ge-
neralmente, de darles mayor margen de decisión. En este
sentido, el neomanagement se presenta como un nuevo huma-

15  Ulrich Brökling, The Entrepreneurial Self. Fabricating a New Type of


Subject (London: Sage, 2016).

16  Harry Braverman, Labor and Monopoly Capital: The Degradation of


Work in the Twentieth Century (New York: NYU Press, 1974).

Neomanagement (new managament) · 61


nismo, es decir, como un discurso crítico de las condiciones
inhumanas de trabajo en la empresa taylorista y, más aún,
de las relaciones jerárquicas “verticales” típicas de la gran
empresa. Su idea es aquel de la “ciudad por proyectos”,
modelo del mundo conexionista y fluido de la empresa que
signa la disolución de la forma orgánica, de la jerarquía, en
beneficio de un espacio reticular, que es así el de la flexibili-
dad y la intercambiabilidad infinita17.

En segundo lugar, en tanto el management taylorista se funda-


ba en espacios y tiempos compartidos (la fábrica como lugar
del disciplinamiento productivo opuesto al exterior como
lugar del consumo, el tiempo de trabajo v/s el tiempo de la
“libertad” fuera del trabajo), en las técnicas de incitación
del neomanagement, es el sujeto en sí mismo quien está llama-
do a transformarse en todas partes y todo el tiempo en un
“gestor de sí mismo”: es decir, que está llamado a conocerse,
controlarse, organizarse para poder ser más eficiente en su
trabajo, pero también, y sobre todo, en su vida. En tanto los
individuos continúan acumulando su propio capital humano
a lo largo de la vida, es necesario que se hagan responsables
de sus actividades mentales y psíquicas, que aprendan a op-
timizarse continuamente. Así, si los manuales de management
definían cuatro dominios de la “gestión estratégica de recursos
humanos” –la gestión del comportamiento, de la motivación,
de las competencias, de las oportunidades– esta repartición

17  Luc Boltanski y Éve Chiapello, Le nouvel esprit du capitalisme (Pa-


ris: La Découverte, 1999).

62 · El ABC del neoliberalismo 2


puede tranquilamente ser aplicada a la “gestión de sí”: hay
que aprender a organizarse, a autoevaluarse continuamente,
a fijarse objetivos, a cuidar el tono de voz y el comportamien-
to, a trabajar su red18 . Esta tendencia a la autoevaluación
continua expresa la autovalorización del capital humano
individual, a través de la competencia entre los agentes, al
modo de las empresas financiarizadas, expuestas a una eva-
luación permanente de su valor según los periplos de la bolsa.

En tercer lugar, esta “gestión de sí”, a partir de los años 80’,


se inspira más y más en las prácticas deportivas y psíqui-
cas y, en este sentido, es posible decir que el cuerpo está
realmente en el centro del neomanagement. Es el modelo por
excelencia de lo que se debe aprender a cuidar. A partir de
los años 90’, el concepto de “inteligencia emocional”, sugiere
que no es posible superar o “dominar” sus emociones por la
racionalidad, sino que se precisa de un conocimiento res-
pecto a su dosificación inteligente y el reconocimiento de su
función en los comportamientos humanos. Esta explosión
del management o gestión de las emociones, se explica por el
declive del modelo gestionario racional y de su postulado de
base: el actor racional. Y esto no se encuentra solamente en
el management, sino que también en la explicación económica
(por ejemplo en la neuroeconomía19). Afirmar que hay que

18  Marcela Zangaro, Subjetividad y trabajo. Una lectura foucaltiana del


management (Buenos Aires: Herramienta Ediciones, 2011).

19  Arlie Hochslchild, The Managed Heart. Commercialization of Hu-


man Feelings (Oakland: University of California Press, 1983).

Neomanagement (new managament) · 63


tomar consciencia de sus propias emociones y de las de los
otros y, que es necesario aprender a regularlas para ser efi-
ciente, significa que la “gestión de sí” deviene una gestión de
los cuerpos que demanda atención de forma permanente, no
tanto desde dentro, sino que más precisamente de la manera
en la que nos comportamos y aparecemos “exteriormente”,
específicamente delante de un “cliente”20 .

La propia empresa se convierte, en el curso de los años 90,


en el lugar de desarrollo personal de los asalariados, donde
toda una serie de prácticas de sí, son promovidas y experi-
mentadas21. El neomanagement representa, desde este punto de
vista, una extensión del campo de lo gestionable [managéable] al
dominio de los deseos y afectos, que devienen los objetos de
un management que se muestra más “humano”, “delegativo”,
incluso “terapéutico”. Virtualmente desaparece la delimita-
ción entre aquello que los trabajadores son y aquello que se
compromete en el trabajo, sus deseos, sus emociones. La re-
lación de trabajo en sí no es más reductible a un intercambio
en término de salario y de tiempo, sino que implica también
lealtad, obligaciones, aprendizaje, adhesión a los valores de la
empresa frente a la posibilidad de “realizarse” completamen-
te mediante el trabajo y obtener reconocimiento de los otros.

20  Arlie Hochslchild, The Managed Heart. Commercialization of Hu-


man Feelings (Oakland: University of California Press, 1983).

21  Valérie Brunel, Les Managers de l’âme. Le développement personnel en


entreprise, nouvelle pratique de pouvoir? (Paris: La Découverte, coll. La
Découverte/Poche, 2008).

64 · El ABC del neoliberalismo 2


Todas estas transformaciones son, a menudo, resumidas por
un término: empoderamiento. Término que el management recu-
peró de movimientos de emancipación radical y que debe-
ría indicar un proceso de adquisición de una capacidad de
actuar cada vez más grande por parte de los trabajadores22.
En la línea de los trabajos del economista Amartya Sen, las
aproximaciones más innovadoras en formación profesional,
buscan ahora desarrollar el “poder de actuar” de los acto-
res, es decir, no solo su capital de formación y competencias,
sino que también las habilidades (capabilities) para utilizarlas
en situación, gracias a una autonomía mayor. Por otra parte,
se hace visible en las prácticas neogerenciales más recien-
tes una tendencia profunda al relajamiento de las prácticas
jerárquicas, con una puesta en escena de prácticas “colabo-
rativas” o, incluso, “cooperativas”, por las cuales se busca
entregar una mayor autonomía operacional u operativa a
los trabajadores23 .

Ahora bien, es precisamente el postulado de la coinciden-


cia entre el empowerment 24 del neomanagement y la autonomía
efectiva, lo que está en el centro de la crítica para una serie

22 Marie-Hélène Baqué y Carole Biewener, L’Empowerment, une


pratique émancipatrice? (Paris: La Découverte, 2013).

23  Cf. Brian M. Carney e Isaac Getz, Freedom Inc. How Corporate
Liberation Unleashes Employee Potential and Business Performances (New
York: Somme Valley House, 2016); Frédéric Laloux, Reinventing Or-
ganizations (Tennessee, EU: Lightning Source, 2014).

24  Inglés y cursivas en el original.

Neomanagement (new managament) · 65


de investigadores. Así, Mats Alvesson y Hugh Willmott,
los fundadores de los actuales Critical Management Studies,
muestran que el empowerment del humanismo neogeren-
cial aún es comprendido como una “emancipación por lo
alto”, proceso pasivo de liberación promovido por gerentes
(managers) iluminados, muy a menudo ejemplificado por la
mitología del súper-leader, que “muestra la vía” a los followers
que se conducen ellos mismos, gracias a su capacidad para
actuar25 . Más recientemente, Danièle Linhart ha sostenido
que la actual focalización sobre la dimensión propiamente
humana de los asalariados, expresada por la valorización
de las famosas “competencias transversales” o soft skills [ha-
bilidades blandas], prolonga el taylorismo en la medida en que
conduce a subestimar la profesionalidad de los trabajadores
y a eliminarlos de la organización del trabajo26 . La Stupidity
Based Theory of Organizations de Alvesson y Spicer27, mues-
tra que en una sociedad del conocimiento, el objeto de las
organizaciones no es solamente ni siempre transferir más
competencias hacia los asalariados, sino también organizar
una cierta “estupidez” funcional, que permite reducir la an-
siedad y hacer a la gente ciega a los asuntos que importan.

25  Mats Alvesson y Hugh Willmott, Making Sense of Management. A


Critical Introduction (London: Sage, 2004).

26  Danièle Linhart, La Comédie humaine du travail. De la déshumani-


sation taylorienne à la sur-humanisation managériale (Paris: Erès, 2015).

27 Mats Alvesson y André Spicer, “A Stupidity-Based Theory


of Organizations”, Journal of Management Studies 49, no. 7 (2012):
1194-1220.

66 · El ABC del neoliberalismo 2


Por otra parte, no solamente es evidente que el empodera-
miento emancipador prometido por el neomanagement coexiste
con los modos de gestión autoritaria, sino que además, se
acompaña de una obsesión por la evaluación cifrada, que
somete a los trabajadores a un conjunto de constricciones
paradojales: “¡sea más autónomo, pero hágame un reporte
cada hora!”28 . En fin, los trabajos recientes sobre el síndrome
de agotamiento profesional apuntan a la ambigüedad del traba-
jo de gestión de las emociones que es muy frecuentemente
exceso de trabajo no reconocido como tal, poniendo en riesgo
la salud mental o psíquica, a menudo hasta el burnout 29 . Si
la libertad y la autonomía prometidas por el neomanagement,
son concedidas a condición de un trabajo permanente
sobre sí, ¿podría entonces afirmarse que el neomanagement
representa una ruptura radical? ¿No se trataría finalmen-
te de una continuación del taylorismo por otros medios?
El neomanagement buscaría, así, obtener una disponibilidad
permanente y una inversión sobre sí ilimitada, en el mismo
momento en que las políticas neoliberales desmantelan las
protecciones sociales y fragmentan la carrera profesional: el
resultado es un individuo que debe perfeccionarse sin cesar
si quiere seguir siendo “empleable”30 .

28  Vincent de Gaujelac et Fabienne Hannique, Le Capitalisme para-


doxant. Un système qui rend fou (Paris: Seuil, 2015).

29  Christophe Dejours, Souffrance en France: la banalisation de l'injustice


sociale (Paris: Points, 2014).

30  Vincent de Gaujelac, La Société malade de la gestión (Paris: Seuil,


2005); Marie-Anne Dujarier, L’Idéal au travail (Paris: PUF, 2006).

Neomanagement (new managament) · 67


Neomanagement y subjetividad

El análisis de las técnicas neogerenciales muestra que la


transición neoliberal no es solamente un efecto de las trans-
formaciones posfordistas en la esfera económica “restrin-
gida”, comercial o financiera, sino la expresión de un giro
antropológico en el cual la principal forma de creación de
valor es la producción de sí como “individuo-empresa y, por
tanto, como trabajador ‘productivo’ [performant]”31. Uno
podría entonces ahora responder a la pregunta sobre qué es
lo “nuevo” del neomanagement considerando las transforma-
ciones de la relación entre sujeción [l’assujettissement] –en-
tendida como “producción” del sujeto por los mecanismos
disciplinares que le constituyen de punta a cabo– y la subjeti-
vación, entendida como el proceso por el cual el individuo se
constituye a sí mismo en sujeto de su acción por un trabajo
de auto-exploración, de auto-modelaje y de expresión.

En el marco de la racionalidad taylorista, la organización de


la cooperación en el espacio de trabajo requiere la sumisión
de los individuos a finalidades que no coinciden inmediata-
mente con su interés. Así, el contrato salarial sanciona una
relación jerárquica de subordinación entre los dadores de
órdenes (la patronal y la gerencia) y los asalariados. Que la
relación de trabajo sea pensada a partir de la subordinación
y de la dependencia, mantiene la separación de espacios

31  André Gorz, “La personne devient une entreprise. Note sur
le travail de production de soi”, Revue du MAUSS, 18 (2001): 61-66.

68 · El ABC del neoliberalismo 2


entre las esferas productivas, reproductivas y de consumo: el
individuo vive y trabaja en un mundo de espacios compar-
timentados: interior/exterior de la casa, mercado y trabajo,
espacio libre de consumo y espacio de trabajo subordinado,
etc. La racionalidad liberal es así una racionalidad de la se-
paración, del reparto de espacios distintivos de sujeción y de
subjetivación.

En el sistema capitalista de la libre empresa, cada sujeto tie-


ne al mismo tiempo la experiencia de la subordinación en el
marco de las relaciones del trabajo productivo o reproducti-
vo y la experiencia de la “libertad” en tanto que consumidor
en el mercado.

En cambio, las nuevas formas de gerencia de recursos hu-


manos van, precisamente, en el sentido de una des-segmen-
tación de los espacios, previamente separados de la produc-
ción y del mercado, de las vidas profesionales y personales.
Al introducir en el reino de la subordinación el principio de
elección típico de la subjetivación de mercado, la tecnología
neogerencial no es solamente otro medio más para aumen-
tar el rendimiento de la empresa: ella deviene, para el sujeto,
en una ocasión y una promesa de “realización” totalmente
mediada por un “trabajo sobre sí” y por hacer del trabajo
mismo una experiencia satisfactoria donde el individuo se
juega el sentido de su existencia. Así, mediante los disposi-
tivos neogerenciales, el individuo se realiza o se “subjetiva”
por el mismo mecanismo que lo hace productivo y que, por
consecuencia –en el antiguo sistema liberal– suponía su

Neomanagement (new managament) · 69


sujeción: la transferencia de modos de gestión de la empresa
hacia el individuo no se vive bajo la forma de la autoimpo-
sición, de la autocensura ni menos como “renuncia a sí mis-
mo”. Este argumento es una consecuencia lógica de la teoría
del capital humano, por la cual el trabajador se convierte
él mismo en un gerente de los servicios concernientes a su
capital, que busca valorizar al invertirlo. Todo aquello que
entre en el perímetro de la posesión de “sí”, es susceptible de
devenir capital de inversión, productor de réditos a futuro:
su educación (capital humano), sus relaciones familiares o
sociales (capital social), su propia vivienda (capital inmobi-
liario o de ahorro) 32. En estas condiciones donde el “sí” no
representa ya más que un portafolio de competencias y de
bienes que los agentes intentan valorizar sobre un mercado,
las fronteras ya lábiles entre sujeción y subjetivación, pare-
cen estallar.

Por esta misma razón, el sujeto del neomanagement no es


tampoco, como uno podría pensar, el sujeto de la “servi-
dumbre voluntaria”, animado por una suerte de voluntad
de obedecer: la gubernamentalidad neogerencial se separa
del taylorismo en la misma medida en que ella no opera más
con los términos clásicos de obediencia y desobediencia,
sino en términos de grados de felicidad y de realización de
sí, como si la propia estructura de la subjetividad hubiera
sido íntimamente modificada por las transformaciones del

32  Gerald F. Davis, Managed by Markets. How Finance Re-Shaped Ame-


rica (Oxford: OUP, 2009) pp. 154-190, p. 236.

70 · El ABC del neoliberalismo 2


trabajo y de la gerencia, al punto de volver insignificante la
alternativa libertad/dominación.

Si el modelo actual de gestión de competencias no parece


sino reproducir el imperativo productivista del taylorismo,
haciendo de la vida misma el principal terreno de explota-
ción, es esta nueva forma de subjetividad lo que debe ser dis-
tribuida para imaginar otras formas de gobierno del trabajo.
Dos pistas parecen viables. Primero, la actual indistinción
entre esfera profesional y esfera privada significa que caye-
ron los muros de la fábrica o de la empresa que separaban
el espacio disciplinar del trabajo del espacio público y, por
consecuencia, emerge en la relación de trabajo propiamente
tal, una serie de nuevas exigencias de democratización de
las relaciones profesionales. Desde que la distinción entre
trabajador y ciudadano no importa más, una política de lo
“común” aplicada al trabajo debería estar particularmente
atenta a estas nuevas expectativas típicas de la esfera pú-
blica, para rechazar las relaciones jerárquicas tradicionales
que caracterizaban el espacio disciplinario del trabajo33 . En
segundo lugar, se podría proponer, colectivamente, la estra-
tegia de “comunalización” de los esfuerzos (o inversiones)
individuales en el trabajo (cooperativas de actividad y de
empleo, cooperativas de producción, etc.) que permitirían
crear nuevas redes de seguridad para el “empresario de sí”34.

33  Isabelle Ferreras, Critique politique du travail. Travailler à l’heure des


services (Paris: Presses de Sciences Po, 2007).

34  Marie-Christine Bureau y Antonella Corsani, “Les coopérati-

Neomanagement (new managament) · 71


En cualquier caso, es evidente que la solución a las paradojas
de la nueva gerencia no es el retorno a la relación salarial
clásica y al modelo “liberal” de subjetividad, sino la inven-
ción de nuevas formas de gobierno del trabajo alternativas
al neoliberalismo.

ves d’activité et d’emploi: pratiques d’innovation institutionnelle”,


Revue Française de Socio-Economie, 15 (2015): 213-231.

72 · El ABC del neoliberalismo 2


Emprendimiento
raúl rodríguez freire
“La empresa es antes que nada la realización de un em-
prendedor: de alguien que emprende, que innova, que hace
lo que no se espera de él, que aporta pues alguna cosa a la
sociedad. Sin empresario innovador una sociedad se escle-
rotiza y declina. Además, una empresa es una institución
en el sentido sociológico, la mejor institución que los hom-
bres han creado hasta hoy para cooperar, para realizar lo
que no habrían podido hacer de permanecer aislados [...].
Despertar a la sociedad, devolverle su tono, supone ante
todo liberar el espíritu de empresa”.1

Esta cita es parte de la rimbombante crítica


a una agónica burocracia que Michel Croizer
realizaba a fines de los años setenta, promocionan-
do, a la vez, la forma que la debería reemplazar:
la empresa, forma que representa un renovado modelo de
civilización, ad hoc a los tiempos postindustriales: el empren-
dimiento desbloquea una sociedad gastada y permite salir de
la crisis de la democracia, problemáticas que, para Crozier,
también anidaban en los revolucionarios deseos sesentayo-
chistas. De ahí que el acontecimiento llamado mayo francés
no habría consistido en “una situación revolucionaria, en el
sentido marxista, sino más bien en una profunda crisis que
fue revelada [unfolded] de forma revolucionaria, y el mensaje

1  Michel Crozier, No se cambia la sociedad por decreto (Madrid: Institu-


to Nacional de Administración Pública, 1984 [1979]), 192.

Emprendimiento · 75
que esta arrojó quería decir algo”.2 Adelantándose a Mil-
ton Friedman, Crozier apuntaba a que prácticamente “en
todo occidente la libertad de elegir de los individuos se ha
incrementado tremendamente”3 , no así las condiciones para
su realización. Por ello la revuelta juvenil representaba “un
punto decisivo principal”4. No hay que ser un gran lector para
comprender que el mensaje que portaba la revolución no era
el mismo mensaje que comprendió Crozier, que es, de alguna
manera, el que ha terminado primando, como veremos lue-
go. Relevante para nosotros es que este sociólogo intentaba
dirigir a la sociedad postindustrial, pues concuerda aquí con
Daniel Bell, hacia su empresarización, quería reemplazar al
Estado por las empresas y alcanzar así la tan ansiada “liber-
tad”, una libertad restringida al marco capitalista.

2. A inicios de los noventa, Crozier señala que lamenta-


blemente la sociedad seguía bloqueada, pero en Chile,
una "revolución silenciosa" cuajada desde los años setenta
cumplía su sueño, y nos hablaba de una emergente, aunque
ingratamente desapercibida “sociedad de las opciones”. El
personero del Consejo Económico y Social de Chile para
1988, señaló que, de mantenerse la estabilidad política, i.e.

2  Michel Crozier, The stalled society (New York: Viking Press, 1973),
128.

3  Michel Crozier, “Western Europe”, Michel Crozier, Samuel P.


Huntington y Joji Watanuki, The Crisis of Democracy (New York:
New York University Press), 11-57, 25.

4  ibídem, 26.

76 · El ABC del neoliberalismo 2


la dictadura, Chile sería un país completamente libre y desa-
rrollado para el año 2000, similar a la California que cobija
a Silicon Valley: “la riqueza potencial que posee y la calidad
de sus profesionales harán de este país, una nación líder en
la exportación de uva, la incorporación de tecnología a la
agricultura y la fabricación de programas computaciona-
les”5. Pero no solo toda esta maravilla, dado que también
tendríamos veloces sistemas de transporte que conectarían a
todo Chile, y la descentralización habría sido casi completa,
dado que la importancia de Santiago habría disminuido de
manera considerable. Definitivamente estábamos más cerca
de Australia que de nuestros vecinos Perú y Bolivia.

3. Sería iluso creer que Joaquín Lavín vivía en el mundo de


Bilz y Pap. Lo suyo era una retórica neoliberal exhibitista di-
rigida a la mantención de la dictadura, y es desde esta óptica
que se lo ha criticado. Sin embargo, podemos rastrear en su
panfleto titulado La revolución silenciosa el advenimiento de la
sociedad futura, la que los neoliberales llamaban la socie-
dad del capitalismo popular, aquella donde “la difusión de
la propiedad privada de los medios de producción del país”6
comenzaba no a desbloquear, como pregonaba Crozier, sino
a desmantelar lo que incluso en Chile podríamos llamar so-
ciedad fordista, con el débil sistema de seguridad estatal que
le acompañaba. El capitalismo popular fue el complemento

5  Joaquín Lavín citado en La Nación, 13/01/1988, 5.

6  Mario Valenzuela Silva, “Reprivatizacion y capitalismo popular


en Chile”, Estudios Públicos 33 (1989): 175-217, cita en 175.

Emprendimiento · 77
de la privatización de la sociedad y la emprezarización de
sí que, gracias a la ley General de Universidad de 1981,
comenzaban a instalar una antropología neoliberal: el ca-
pital humano7. El capital humano es literalmente la trans-
formación del ser humano en un emprendedor, cuestión
que se logró al transformar el consumo en un ámbito de la
producción. Gracias a la teoría del rational choice, se pensó el
trabajo no como un proceso, sino como una actividad que,
cuando entra en acción, obtiene utilidades; se reintrodujo el
trabajo (intelectual y material) en el análisis económico, y
lo desdoblaron en una renta y en un capital, de manera que
un sueldo ya no es un salario sino la renta de un capital, y
un capital es lo que permitirá recibir ingresos a futuro, un
capital que se pone en juego a la hora de entrar al mercado
laboral o al comercio, y que no solo tiene que ver con el sa-
ber, sino también con la idoneidad que se tiene para invertir
el propio capital, con las competencias y habilidades, o con
los talentos, pues el capital humano bien puede ser la voz
de María Callas, la destreza danzarina de Michael Jackson,
la psicología de Pilar Sordo, el conocimiento de la obra de
Platón o el manejo de la teoría cuántica. Todo depende de
la empresa que quiera ser uno.

4. El capitalismo popular, por su parte, es la difusión de


la empresa privada entre distintos sectores de la población,
es decir, cuando los trabajadores de una empresa compran

7  rodríguez freire, “Capital humano”, Mary Luz Estupiñán, El abc


del neoliberalismo, vol. 1 (Viña del Mar: communes, 2016), 101-123.

78 · El ABC del neoliberalismo 2


acciones de la misma y se transforman así también en sus
propietarios. Esto comenzó gracias a la privatización de
las empresas públicas (las AFP, pero también con algunos
bancos), las que si bien teóricamente pertenecían a todos
los chilenos, no lo eran fácticamente. Ahora, gracias a José
Piñera, lo son de todos los interesados en ser accionistas de
sus propios fondos. En el exitoso balance del capitalismo po-
pular que el economista Mario Valenzuela hacía a fines de
los ochenta, se señalaba sin tapujos que la meta era “incor-
porar a todos los individuos en la generación de riqueza de
las empresas y así lograr una mayor identificación con ésta y
compromiso con el resultado operacional mismo”8 . En otras
palabras, la meta era quitar el antagonismo histórico que
fundaba la relación entre trabajadores y capitalistas, y así
asegurarse el desbloqueo a la valorización del capital. Para
ello, sobre todo los más jóvenes, el centro de esta economía
política, recibieron importantes créditos CORFO, lo que lo-
gró que a tres años de implementada la medida, casi tres
millones de trabajadores fueran también empresarios. En
una nota al pie, Valenzuela señala: “De acuerdo a cifras de
la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras,
a diciembre de 1987, del total de los accionistas populares de
los bancos de Chile y de Santiago, casi un 40% tiene menos
de 35 años y un 64% menos de 45. Ello significaría que la
juventud tiene gran interés en cimentar la capitalización de

8 Valenzuela Silva, “Reprivatizacion y capitalismo popular en


Chile”, 198-199.

Emprendimiento · 79
las empresas del país”9. De ahí la alegría de Lavín cuando
afirmaba que: “En los últimos dos años, el desarrollo de la
mentalidad empresarial entre los jóvenes ha sido sorpren-
dente, dando lugar a congresos de nuevos empresarios,
concursos de proyectos de nuevas Empresas [Lavín escribe
aquí con mayúscula, tal como se escribe Estado], desarrollo
de fondos de capital de riesgo, y de diversas otras iniciati-
vas. A consecuencia de esta valoración creciente del rol del
empresario, muchos de ellos son hoy invitados frecuentes a
programas de televisión, o mantienen columnas en los dia-
rios [como Fuguet, Gumucio y un largo etcétera], mientras
algunos se han atrevido, incluso, a comenzar a aparecer en
su propia publicidad. Es el caso de Fabrizio Levera, quien
al estilo de Iacocca, publicita sus productos personalmente,
amparado en la música de Gigi, el amoroso”10 . De manera que
la revolución que se fraguaba durante la dictadura se escon-
día tras las cifras de televisores comprados y malls construi-
dos, pues consistía en la transformación del trabajador en
emprendedor. Un sujeto que, como Fabrizio Levera, debe
convertirse en su propia marca, lo que hace del ego y del
nombre instancias centrales para la venta de uno mismo.
De ahí el uso exponencial de plataformas como Facebook,
Academia.edu, Twitter o Instagram, que nos permiten pu-
blicitarnos de mejor manera.

9 Valenzuela Silva, “Reprivatizacion y capitalismo popular en


Chile”, 185.

10 Joaquín Lavín, Chile, revolución silenciosa (Santiago: Zig-Zag,


1987), 20-21.

80 · El ABC del neoliberalismo 2


5. Una de las reseñas del libro de Lavín, ejemplarmente
titulada “Revolución silenciosa que favorece al pueblo”,
tiene una ilustración que plasma nítidamente nuestro esce-
nario: se trata de una imagen que imita a la estatua de la
libertad de Nueva York, pero en su mano derecha no porta
una antorcha, sino un libro, cuyo título es bastante claro: La
declaración de principios del gobierno de Chile11. Nuestro escenario,
entonces y como diría Parra, es el de una enorme libertad
inmóvil, una libertad esculpida a partir de las leyes que la
dictadura (con Jaime Guzmán a la cabeza) y la transición
fueron perfeccionando hasta nuestros días. Se trata de una
libertad producida y gobernada por sus leyes y administrada
luego por las “reformas” concertacionistas, un modelo ges-
tionario de “autonomía empresarial” que Sebastián Piñera
profundizó al hacer del emprendimiento prácticamente una
política de Estado (ofreciéndose él mismo como modelo).
Para ello, la precarización, de marginal, pasó a devenir la
norma, pues el ser empresarios de sí le resultó al capitalis-
mo más productivo que el confinamiento. De manera que
la revolución silenciosa se ha convertido en una vociferan-
te práctica de gobierno neoliberal que condena al pueblo
a vivir la forma liberal de la libertad. Una política crítica,
por tanto, tiene que romper con el liberalismo, tiene que ser
realista y pedir, una vez más, lo imposible, pues es lo único
que podría llevarnos hacia un mundo donde la libertad no
sea una estatua.

11  Sin nombre, “Revolución silenciosa que favorece al pueblo”,


Negro en el Blanco 21 (1988): 8-10.

Emprendimiento · 81
6. Una vez que el modelo civilizatorio de la empresa ha
colonizado lo social, el discurso del emprendimiento se ha
transformado en el trending topic más aclamado y difundido de
políticos, empresarios, burócratas (que no han desaparecido)
académicos y científicos, hasta el punto de encontrarnos con
estupideces que nos hablan de Platón o Nietzsche como gran-
des emprendedores, los forjadores de nuestras actuales condi-
ciones de empresarización12. Durante el siglo XIX, la opinión
y consejo de Andrés Bello contó para varios presidentes y mi-
nistros, de la misma manera que hoy es Pilar Sordo, empren-
dedora de emprendedoras, la que asesora a los Ministerios
de Educación e Interior. Si Platón pudo haber sido el primer
emprendedor, ya nada sorprende en los defensores del capita-
lismo neoliberal, tanto en su versión popular como humano,
pues hoy ambos se dan la mano para producir y gestionar
nuestra libertad. Esa que nos permite surfear por el mercado
laboral, siguiendo el fluir de nuestros cambiantes deseos. Así
nos lo dicen Flores y Gray, cuando nos hablan del ocaso de
las carreras universitarias: “En lugar de comprometerse de
por vida con una profesión, vocación o forma de trabajo, la
gente wired simplemente se deja llevar por cualquiera de sus
varios talentos o inspiraciones […] En el caso ideal, puede pasar
siete años de su vida adulta como ingeniero, después estu-
diar administración de empresas y convertirse en consultor

12  Fernando Flores y John Gray, “El espíritu emprendedor y la


vida Wired: el Trabajo en el ocaso de las carreras”, Trabajo pre-
sentado al V Seminario Internacional, Políticas de Educación Superior:
¿Tiempo de innovar?, del Consejo Superior de Educación, Santiago
de Chile, 4-6 de octubre de 2000, 11.

82 · El ABC del neoliberalismo 2


durante otros siete años, más tarde comprar una vendimia
y dedicar de lleno su atención a ésta, y así sucesivamente”13 .
Veamos si la señora Virginia Pérez, que produce mermeladas
en Peñaflor, puede aspirar a una vida wired.

7. De manera que, “en el caso ideal”, tenemos la libertad


de cambiar de profesión así como se cambia de estilo o de
moda, he ahí las ventajas de la vida wired, interconectada y
mutante como el ciberespacio. De ahí el énfasis de la OCDE
y el Banco Mundial por acortar las carreras universitarias,
cuya duración debe estar en sintonía con las nuevas formas
de vida ideales. La universidad, por tanto, debe gestionar y
educar, es decir, socializar este modelo. Debe enseñar que
el saber es un bien de consumo, que la deuda es la pedago-
gía que dicta que el capitalismo neoliberal es nuestro único
mundo posible, y que la libertad es la capacidad de elegir
una profesión que responda a “nuestros” momentáneos
deseos. Pero en países como Chile, es decir, en países aspi-
rantes al “primer mundo”, no todos pueden formar parte
del stock de capital humano, ni menos comprar acciones de
la empresa donde trabajas, por lo general a honorarios. Los
trabajos de hoy, cuando existen, son precarios y mal paga-
dos, lo que lleva a que millones de personas vivan sobreen-
deudadas, por lo que se trabaja solo para reproducir la vida
de otro. Como advirtió recientemente Marco Kremerman,
“hoy en Chile el 80 por ciento de los mayores de 18 años
está endeudado, 11 millones 300 mil personas, de los cuales

13  ibídem., 12. Énfasis agregado.

Emprendimiento · 83
cuatro millones ni siquiera pueden pagar lo que deben, con
un promedio de seis documentos impagos, que se desglosa
principalmente en tiendas comerciales, crédito estudiantil y
crédito hipotecario”14. Así las cosas, el único compromiso
que puede establecerse no es con uno, sino con el capital.

8. Bajo su primer mandato, Piñera señaló que el 2012 sería


“el año del emprendimiento”. El 30 de marzo de aquel en-
tonces, en el centro de Extensión de la UC se graduaron 470
emprendedores del programa Emprendimiento Local de la
CORFO. Las palabras de motivación del Ministro de Eco-
nomía de la época, Pablo Longueira, fueron las siguientes:
“Quisiera felicitar a todos los presentes y a través de ustedes,
a todos los chilenos que se atreven a soñar y a emprender
cambiando su destino. Para este gobierno y para nuestro mi-
nisterio, transformar a Chile en un país de emprendedores,
es lo que nos permitirá producir la movilidad social que nos
permitirá cumplir la meta de alcanzar el desarrollo para el
2018”15. En la página del Ministerio de Economía, de donde
hemos tomado las palabras, también leemos sobre un exi-
toso caso de emprendimiento: “En representación de todos

14 Marco Kremerman, citado en Radio Universidad de Chile


30/06/2017. Fecha de acceso 5 de julio de 2017 http://radio.
uchile.cl/2017/06/30/desde-este-sabado-primero-de-julio-el-
sueldo-minimo-sube-6-mil-pesos/

15  Pablo Longueira citado en web del Ministerio de Economía de Chi-


le, fecha de acceso 05 de julio de 2017 http://www.economia.
gob.cl/2012/03/30/ministro-longueira-participa-en-graduacion
-de-470-beneficiarios-de-programa-de-emprendimiento-local.htm

84 · El ABC del neoliberalismo 2


ellos, la emprendedora de Peñaflor Virginia Pérez, contó
su propio testimonio y agradeció el apoyo recibido. Ella es
una microempresaria que comenzó a elaborar mermeladas
y productos caseros luego de que su esposo quedó cesante,
con lo cual pudo sacar adelante a sus tres hijos”. Aquí vemos
claramente que el emprendimiento local es la gran estrate-
gia de promover el autoempleo, pues la Sra. Virginia dará
trabajo, no importa si precario y flexibilizado, a su esposo,
hijos, vecinos, etc. Da lo mismo si para ello el tiempo de
descanso es subsumido por el tiempo del emprendimiento, y
si las mermeladas no dan resultado, pues cambia de rubro, a
las viñas por ejemplo, o se instala con un taller de ropa que
le entregue productos a Benetton, y se transforma en una
de las miles de PYMES alrededor del mundo que tejen los
chalecos de los United Colors.

9. Lo que hace la ficción del emprendimiento entonces es


transformar en pequeños capitalistas a quienes no pudie-
ron comprar una educación, o bien, capitalizar el saber de
aquellos que sí lo hicieron, pero que no tienen trabajo. En
otras palabras, esto tiene que ver con la política de capital
humano, porque este no se relaciona únicamente con el sa-
ber, sino con los talentos y habilidades para gestionar una
empresa privada, como Fabrizio Levera hace más de veinte
años. Incluso se podría decir que la noción de emprendi-
miento lleva a que uno mismo se trate como una empresa
privada, mientras todo aquel que nos rodea se transforma
en nuestro competidor, en nuestro enemigo, lo cual da cuen-
ta de la locura del mundo que día a día sostenemos.

Emprendimiento · 85
El término emprendimiento se lo debemos a Joseph Schum-
peter, que lo vinculó a la idea de innovación y riesgo16 ha-
ciendo de él el motor de la producción, de manera similar a
cómo hoy se hace del capital humano (concepto del cual no
debe ser separado) la base del “desarrollo endógeno” pro-
puesta de Paul M. Romer, desde junio de 2016 Economista
en Jefe y Vicepresidente Senior del Banco Mundial. Para
Schumpeter, el emprendedor no es solo quien de manera
independiente se dedica a los negocios, también lo pueden
ser dependientes o empleados de una compañía, lo que hace
que su concepto no incluya a gerentes o industriales. Lo que
caracterizaría entonces a la figura del emprendedor es la
iniciativa, la autoridad y la previsión con que una persona
puede desarrollar un negocio, ya sea de mermeladas o una
compañía aérea, pues Sebastián Piñera también se define
como un emprendedor. Pero la propuesta de Schumpeter
no tuvo mayor relevancia en el momento en que publicó
sus textos, de manera que llama la atención que hoy sea un
término que circula y se lo promueva en todos lados, desde
el vecindario al gobierno de turno, pasando por la universi-
dad, que busca que cada estudiante/cliente se transforme en
un emprendedor.

10. No sorprende que el discurso del emprendimiento pro-


lifere precisamente cuando la crisis del trabajo comienza a
extenderse a todo el orbe, exaltando la personalidad flexible

16  Joseph Schumpeter, Teorías del desenvolvimiento económico, Trad. J.


Prados Arrarte, México: Fondo de Cultura Económica, 1957.

86 · El ABC del neoliberalismo 2


requerida por un capitalismo agónico que, para vivir unos
años más, se lanza hacia adelante como si estuviera maneja-
do por un piloto automático sin dirección. El informe sobre
el empleo de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) de 2012 da cuenta de cómo en Chile (y Colombia, que
tiene como modelo a Chile) ha venido aumentando la tasa
de ocupación, pero no gracias al trabajo, sino al eufemis-
mo llamado “autoempleo”: “Hasta septiembre de 2011, los
trabajadores por cuenta propia crecieron en Chile a una
tasa de 8.4%, en contraste con el 4.8% que registraron los
asalariados […] Esto reflejaría que la creación de empleo no
respondió tan marcadamente a una dinámica de la deman-
da laboral asalariada y muchos trabajadores recurrieron a la
generación de ingresos laborales de manera independiente
e iniciaron actividades por cuenta propia”17. En este sentido,
el informe de la OIT señala que la reducción del empleo por
cuenta propia es uno de los principales desafíos que afron-
ta el subcontinente, y que incluso las Naciones Unidas lo
han asumido como una de las dificultades a las que atacar
para reducir el hambre y la pobreza. Se trata de la meta
1B fijada por la llamada Cumbre para el Desarrollo del
Milenio18: “Lograr empleo pleno y productivo, y trabajo
decente para todos, incluyendo mujeres y jóvenes”. Nuestro

17 OIT, Panorama Laboral 2011, América Latina y el Caribe (Lima: OIT


/ Oficina Regional para América Latina y el Caribe, 2012), 34.

18  (N. de E.) La Cumbre del Milenio se llevó a cabo entre 6 y el 8


de septiembre del 2000 en la sede de Naciones Unidas en Nueva
York.

Emprendimiento · 87
país es la excepción a esta tendencia precisamente debido a
las políticas del emprendimiento local, que no es sino una
forma encubierta del autoempleo, es decir, de trabajos fle-
xibilizados y precarizados. Así lo señala la OIT, cuando se
refiere al empleo informal: “El empleo informal incluye a los
siguientes tipos de empleos: trabajadores por cuenta propia
dueños de sus propias empresas del sector informal, emplea-
dores dueños de sus propias empresas del sector informal,
trabajadores familiares auxiliares, miembros de cooperati-
vas de productores informales, asalariados que tienen em-
pleos informales en empresas del sector formal, informal o
en hogares; y trabajadores por cuenta propia que producen
bienes exclusivamente para el propio uso final de su hogar,
si dicha producción constituye una aportación importante al
consumo total del hogar”19.

11. Como vemos, se trata de una forma encubierta de


gestión y producción del capital humano, escondida bajo
la forma del emprendimiento que promueve el capitalismo
contemporáneo. Si para la OIT en el empleo informal “hay
muy poco o ninguna distinción entre el trabajo y el capital
como factores de producción”20 , es porque la lógica del em-
presario de sí está colonizando no solo los cuerpos y mentes
de aquellos que compran una educación, sino también de
aquellos que por distintas razones no pudieron, pero que,
aun así, deben ser introducidos al interior de esta lógica

19  ibídem, 100.

20  ibídem, 99.

88 · El ABC del neoliberalismo 2


gubernamental. Lo más llamativo de esta situación es que
el discurso del emprendimiento ha calado profundamente
en la sociedad contemporánea, incentivándoselo, cuando
no deseándolo, desde el mundo universitario de pre y post-
grado, hasta los sectores sociales más pobres del país. De
manera que el emprendedor es la figura central a través de
la cual se gestiona la “autonomía” y la “libertad”, es la forma
que anula el trabajo y nos hace ignorantes de nuestro propio
sometimiento. “Supone”, como señaló el crítico alemán Ro-
bert Kurz, “el cambio constante entre trabajo dependiente
y ‘autónomo’. Los límites entre trabajadores asalariados y
empresarios se difuminan, pero también esto en detrimento
de los afectados. En el curso de este outsourcing surgen cada
vez más autónomos aparentes, es decir, pseudoempresarios
sin organización empresarial propia, sin capital financiero
propio, sin empleados y sin la famosa ‘libertad de empre-
sa’, porque dependen de un único contratante: la empresa
para la que trabajaban antes, la mayoría de las veces, que de
esa manera se ahorra la seguridad social y, en vez de por el
horario del convenio, sólo paga trabajos concretos en cada
caso, con ‘honorarios’ muy por debajo del sueldo anterior”21.

12. En su famoso “Capítulo sexto (inédito)”, Marx señala


del trabajo por cuenta propia lo siguiente: “El trabajador in-
dependiente (selfemploying labourer), a modo de ejemplo, es su
propio asalariado, sus propios medios de producción se le enfrentan

21  Robert Kurz, “La persona flexible”, Grupo Krisis, Manifiesto


contra el trabajo (Barcelona, Virus, 2002), 78.

Emprendimiento · 89
en su imaginación como capital. En su condición de capitalista
de sí mismo, se auto-emplea como asalariado. Semejantes
anomalías ofrecen campo propicio a las monsergas en tor-
no al trabajo productivo y el improductivo”22. Marx, quien
como nadie, antes y después de él, ha estudiado con máxima
rigurosidad el desarrollo del capitalismo, veía como una pa-
radoja el que un trabajador fuese su propio empresario, de
manera que si hoy se resalta el lado “emprendedor” de quien
trabaja por cuenta propia, es solo a costa de obliterar la no-
ción de trabajo y articular, así, la solidaridad empresarial
que supuestamente puede darse, por ejemplo, entre quien
diseña páginas web desde su casa o teje chalecos para un
mercado artesanal y, para dar un ejemplo desconocido, Se-
bastián Piñera. Pero esta solidaridad no existe, como prue-
ban las estadísticas del endeudamiento publicadas por la
Fundación Sol. Lo que hace el discurso del emprendimiento
es explotar de manera indirecta a un trabajador avergonza-
do de su condición. La crisis del trabajo se da precisamente
proletarizando a una población a la que los estudios univer-
sitarios no le sirven más que para naturalizar (aprehender)
una vida regida por el crédito y el consumo. Una vida cada
vez más marcada por la precarización radical: “Historiado-
res licenciados trabajando en fábricas de galletas, profesoras
de instituto lo intentan como niñeras, abogados sobrantes
que comercializan objetos de arte indios. Mucha gente con
formación intelectual se sigue moviendo pasados los treinta
o cuarenta años en condiciones de vida casi estudiantiles o

22 Marx, El capital. Libro I, Capítulo sexto (inédito), p. 82.

90 · El ABC del neoliberalismo 2


fluctúan en sus actividades entre trabajillos de repartidores,
periodismo circunstancial e intentos artísticos no remunera-
dos. La pregunta por la posición social y la profesión resulta
cada vez más incómoda”23 . Una política radical debiera
transformar esa incomodidad no en una lucha por recu-
perar un Estado que satisfaga lo que nunca se ha recibido.
Una política radical debe trabajar por acabar con el trabajo
como forma de vida, pero para eso, creo, no es el emprende-
dor, sino el obrero el que se debe levantar, haciendo del ocio
y el tiempo que se nos expropia el anhelo de cualquier vida
que merezca ser vivida.

23  Kurz, “La persona flexible”, 74-75.

Emprendimiento · 91
Evaluación
La investigación científica
en la criba del benchmarking
Pequeña historia de una tecnología
de gobierno 1

Isabelle Bruno

1  (N.de E.) Republicamos aquí una versión resumida de la tra-


ducción de este texto, publicada previamente en Evaluación, gestión
y riesgo, ed. raúl rodríguez freire (Santiago : Facultad de Ciencias
Sociales. Universidad Central de Chile, 2014 pp.135-162)
in duda usted ya oyó hablar de benchmar-
king ? 2, en todo caso, si usted no ha escuchado
nunca esta palabra, seguramente ha estado
confrontado con el asunto, al menos de una
forma indirecta. El benchmarking aparece regularmente en
los titulares de la prensa a través de listas el ranking de los
hospitales, de los liceos, de las regiones, de las universida-
des –como el famoso ranking de Shanghái– y hasta se ha
visto el de los ministros. Bajo títulos que repercuten, como
“campeones” y “últimos de la clase”, aparecen en la portada
de los diarios y en los kioscos de cada esquina. Nadie escapa.
Trátese de organizaciones públicas o privadas, de indivi-
duos o de territorios, todos son evaluados por las tablas de

2  Este artículo es fruto de una presentación oral, razón por la cual


se conserva su estilo. Fue presentado en una mesa redonda anual,
que tuvo lugar el 31 de mayo de 2008 y que fue organizada por
la Sociedad de Historia Moderna y Contemporánea de Francia.
Agradezco, por tanto, la invitación a reflexionar sobre la “fiebre de
la evaluación”, sus orígenes y sus consecuencias para la universidad.

Evaluación · 95
indicadores numéricos que “deben” evaluar los desempeños
[ performances], no en lo absoluto ni en el tiempo, sino siempre
en relación a los “otros” –los pares que, desde este punto
de vista, son sobre todo competidores y no homólogos o
iguales. La clasificación jerárquica es así el acto a través del
cual se mide la amplitud de la competitividad, esto es, la
capacidad de mostrar el mejor puntaje –al menos uno mejor
que el de los otros– en una competición que no existía antes
del ranking, ya que ésta es parametrada según los criterios
de la clasificación en sí misma. La información que resulta
de esta comparación es destinada a un público de inversio-
nistas y de consumidores, que buscan “sitios atractivos” y
“servicios de calidad”: ella debe ayudarlos a maximizar la
utilidad identificando la mejor oferta de salud, educación o
de políticas ministeriales, lo que en este último caso limita
con lo absurdo. Pero el sin sentido de estos rankings, que
comparan cosas incomparables y se dirigen al homo oeconomi-
cus, no es destacado: su razón de ser se impone con la fuerza
de la evidencia, solamente los criterios retenidos resultan de
vez en cuando controversiales.

Esta mediatización del benchmarking a través del juego de los


rankings es solamente la parte visible del iceberg. Si nos su-
mergimos en sus gélidas aguas, descubriremos que es sobre
todo un instrumento de auto-evaluación y de ayuda a la de-
cisión concebido por la ciencia managerial preocupada por
la racionalización organizacional. En cuanto al benchmarking,
este se encuentra en boga en el mundo empresarial desde los

96 · El ABC del neoliberalismo 2


años 90; se le consagró manuales3 , revistas especializadas4,
institutos, clubes, asociaciones5 , etc. Según una encuesta
llevada a cabo por el gabinete del consejo estratégico de
Bain & Company, realizada a 6323 empresas en 40 países,
el benchmarking fue clasificado en segundo lugar del “ranking
de instrumentos más utilizados entre 2002 y 2003” (precisa-
mente después de la planificación estratégica). Junto al dow-
sizing, el outsourcing o el reengineering, compone la “coraza del
buen manager”6: tantos anglicismos dejan una sensación de
escepticismo, aunque la moda promete no tenerlos mañana.
A primera vista, el benchmarking evoca un artilugio mana-
gerial, cuya denominación tiende a banalizarse desde hace
una década, pero su significación y su modo operacional no
dejan de ser enigmáticos.

3  Citemos, entre otros, a Jacques Gautron Le guide du benchmarking


(Paris: Les éditions d’organisation, 2003)

4  Ver, por ejemplo, la revista trimestral Benchmarking: an International


Journal, publicada desde 1994 por Emerald (Bingley, Reino Unido).

5 En Francia, podemos ilustrar esta vivacidad asociativa con el


Benchmarking Club de Paris, que reúne a unas sesenta grandes
empresas y alimenta una base de datos sobre las “mejores prác-
ticas” observadas en diferentes sectores. A otra escala y en otro
registro, la asociación de los felices parangonneurs en Angers propone
poner el benchmarking al servicio de organismos preocupados por
mejorar la seguridad interior, así como también la motivación del
personal (sitio Internet: <http://www.parangonneurs.org>).

6  cf. Pascale-Marie Deschamps “La panoplie du bon manager”.


Enjeux. Les Echos, 191 (2003): 86-88.

Evaluación · 97
¿Qué es entonces el benchmarking? Los franceses lo traducen
generalmente como “calibración de los desempeños” o “eva-
luación comparativa”; los quebequenses prefieren hablar de
“comparación”. Sin embargo, sea cual sea la denominación
empleada, se trata de identificar una referencia o parangón.
En otras palabras, consiste en un modelo con el cual alguien
debe compararse a fin de reducir la diferencia de desempeño
que le separa de él. La proliferación actual de sus usos, ya sea
en la vida privada o en la administración pública, tiende a
inscribirlo en el sentido común como una necesidad impres-
cindible, como la respuesta a la supuesta necesidad universal
e imperativa de competitividad. La comunidad universitaria
no está exenta, ella ve esta descabellada técnica propagarse
para coordinar y evaluar las actividades tanto de investi-
gación como de formación. Es esta doble evidencia – de la
competitividad como exigencia universal y del benchmarking
como medio políticamente neutro de satisfacción– la que
me propongo interrogar aquí, presentando los resultados
de una investigación llevada a cabo entre 2001 y 2006, en
el marco de una tesis doctoral en Ciencias Políticas7. Antes
de exponer de qué manera el benchmarking se transformó en
la pieza maestra del dispositivo de Lisboa*, que preside al

7  cf. Isabelle Bruno “Déchiffrer ‘l’Europe compétitive’. Etude du


benchmarking comme technique de coordination intergouvernemen-
tale dans le cadre de la stratégie de Lisbonne”, Tesis doctoral Insti-
tuto de Estudios Políticos de París, 2005)

* El Tratado de Lisboa, firmado por los representantes de todos los


estados miembros de la Unión Europea en 2007 en la capital por-

98 · El ABC del neoliberalismo 2


establecimiento de un “espacio europeo del conocimiento”,
un desvío genealógico nos ayudará a comprender la raciona-
lidad que ha puesto en marcha esta nueva forma de gobernar
las políticas científicas.

Genealogía de una técnica


que se pretende neutra y universal

Optar por una perspectiva genealógica, significa conside-


rar la historicidad, la contingencia y la singularidad de las
prácticas, en contraposición a una perspectiva positivista o
utilitarista. En nuestro caso, se trata de rastrear el camino
del benchmarking desde la industria japonesa hasta la estrate-
gia europea de Lisboa, pasando por Rank Xerox y la OCDE ,
con el fin de restituir la lógica constitutiva de su ejercicio
más allá de la diversidad de usos que recubre. De manera
que nuestro propósito no implica partir de sus orígenes his-
tóricos más profundos o de una relación de causalidad entre
las teorías del management y la invención de esta técnica, sino
más bien de distanciarnos, por una parte, de la necesidad
y la neutralidad que le son asociadas y, por otra, de la evi-
dencia de su finalidad, es decir, del hecho admitido de que
toda organización humana tiene por objetivo la competiti-
vidad. Bajo esta perspectiva es instructivo examinar cómo
la disciplina del management atribuye a este saber hacer un

tuguesa, es el dispositivo que sustituyó a la fallida Constitución eu-


ropea. Este tratado le permite a la UE tener personalidad jurídica y
así poder firmar acuerdos internacionales a nivel comunitario [e.].

Evaluación · 99
estatus de cientificidad, y de esta forma, una pretensión de
universalidad. Voy pues a intentar identificar los presupues-
tos, las ideas implícitas, el trabajo de contextualización; en
otras palabras, la racionalidad que le confiere la fuerza de la
evidencia encerrándola en una caja negra indiscutible.

Entendámonos: al describir la genealogía del benchmarking,


no busco responder a la pregunta sobre su “novedad”. Es
evidente que su principio comparativo depende del sentido
común, que la fijación de objetivos cifrados no tiene nada de
inédito y que la competición de autoridades públicas a través
de indicadores estadísticos ya tiene precedentes.

Tomemos un ejemplo. En su libro sobre la historia de la


razón estadística, Alain Desrosières estudia el caso de la
General Register Office (GRO) –la oficina británica encargada
de administrar la ley de pobres de 1834–, que ha desarro-
llado una técnica de emulación prefigurando el benchmar-
king, mucho antes del toyotismo y del New Public Management
(NPM). En el marco del movimiento de salud pública que se
desarrolla en el siglo XIX en el Reino Unido, el GRO jugó
“un rol esencial en los debates sobre el diagnóstico y el tra-
tamiento del problema que obsesionó a la sociedad inglesa
durante todo el siglo, el de la angustia [détresse] asociada a la
industrialización y a la urbanización anárquicas”. ¿Cómo?
“publicando y comparando las tasas de la mortalidad infan-
til en las grandes ciudades industriales”. Para esto, unificó
los datos estadísticos relativos a la morbilidad y a la miseria
social, con lo cual creó “un espacio de comparación y de

100 · El ABC del neoliberalismo 2


competición entre las ciudades”. El GRO incluso avivó esta
“competición nacional sobre las tasas de mortalidad”: en
los años 1850, se calculó la tasa media de los distritos más
sanos para asignarlos como el objetivo de todos los otros. Al
promedio nacional tradicionalmente usado como referen-
cia, el GRO substituyó “un óptimo más ambicioso” como un
objetivo que se debe alcanzar8 . De esta forma podríamos
señalar que él construyó un benchmarking. ¿Por qué entonces
no extender la analogía y hablar de benchmarking también en
este caso?

La respuesta no se refiere a un problema de anacronismo,


sino a una cuestión de disposición [agencement]. Si se reduce el
benchmarking a operaciones estadísticas de centralización, de
armonización y de comparación de datos, entonces se puede
decir que el GRO es uno de sus precursores, pero habría mu-
chos otros, inclusive más precoces. No obstante, si deseamos
mostrar la singularidad del benchmarking tal como fue conce-
bido por el management de empresa y tal como es practicado
hoy en día –sobre todo en el marco de la estrategia europea
de Lisboa (2000-2010)–, entonces hay que considerarlo como
un dispositivo de coordinación que combina un saber-hacer
de conmensuración, es decir, de puesta en equivalencia
y, como tal, de diferenciación posible, con una ingeniería
managerial que actualiza a la competición como un princi-
pio de asociación y a la competitividad como el fin de toda

8  Alain Desrosières, La politique des grands nombres: histoire de la raison


statistique (Paris: La découverte, 2000), pp. 205-206

Evaluación · 101
organización. El ejercicio del benchmarking emerge como un
dispositivo coextensivo a la exigencia de competitividad. Es,
por tanto, su co-construcción la que debe ser considerada: la
fuerza de los discursos políticos que diagnostican una caren-
cia en la competitividad internacional y prescriben el bench-
marking como remedio, tienen las pruebas numéricas que jus-
tifican sus enunciados. Sin embargo la producción de estas
pruebas participa de un proceso de benchmarking que consiste
precisamente en calcular los diferenciales de desempeño, lo
cual acontece al convertir en cifras la amplitud competitiva.
En lugar de desacoplar las prácticas discursivas y materiales,
las herramientas de cuantificación y de decisión, la ciencia
de la gestión y la acción política –en resumen, el saber y
el poder– lo relevante es estudiar la tecnología de gobierno
que ellas componen. Dicho de otra forma, hay que rechazar
el postulado dominante según el cual el benchmarking sería
neutro, un simple medio de coordinación útil y eficaz sean
cuales sean sus fines. Su lógica competitiva impone una
misma gramática de análisis y de acción a todas las formas
de organización humana. Rastrear la genealogía ayuda a
descifrar los efectos de codificación y de prescripción produ-
cidos por su práctica, es decir, la manera como informa a sus
practicantes –sobre todo los gobernantes– sobre lo que hay
que saber y lo que hay que hacer.

102 · El ABC del neoliberalismo 2


“Quien quiera mejorar debe medirse,
quien quiera ser el mejor debe
compararse”

He aquí resumida en una fórmula proverbial toda la filo-


sofía del benchmarking. La tomo prestada de Robert Camp,
quien hizo de ella su divisa y quien es considerado en la
literatura de gestión el inventor del benchmarking; jefe de
proyectos en el departamento de logística de Rank Xerox,
Camp dirigió el primer programa de benchmarking lanza-
do en Estados Unidos en 1979, y supo sacar provecho de esta
experiencia convirtiéndose él mismo en su teórico. Se volvió
célebre en la comunidad internacional del management rela-
tando su experiencia en revistas especializadas y, de manera
menos confidencial, en una obra exitosa publicada en 1989.
El renombre de Camp no se debe a su creatividad, ya que
su precepto –“analizar para responder mejor”– fue direc-
tamente inspirado por el movimiento Kaizen, una corriente
japonesa que tiene como ambición cumplir una verdadera
“revolución cultural” en la gestión de las empresas, substi-
tuyendo el productivismo y el mimetismo por el principio
de “mejoramiento continuo”. Literalmente, kai-zen significa
“cambio bueno” y designa el esfuerzo del “progreso perma-
nente” exigido por el término maestro de “calidad total”.
El instigador del movimiento Kaizen, Masaaki Imai, ve en
este “arte de gestionar con sentido común” la clave de la
competitividad de la cual su país viene haciendo gala desde
la posguerra, una clave de la cual él reveló la combinación

Evaluación · 103
a los gerentes [managers] occidentales en un best-seller9 que
antecede por tres años al libro de Camp.

Las afinidades son numerosas entre el “milagro económi-


co” de Japón y la success story de Rank Xerox, que se vol-
vió un caso clásico de estudio en los manuales de gestión.
Confrontados a la “embestida nipona”, particularmente
ofensiva en sus áreas de actividad, las estrategias de Xerox
contraatacaron aplicando la táctica adversa. La prensa
hizo eco de esta “guerra económica” adoptando un estilo
marcial. Un artículo que apareció en el New York Times del
7 de noviembre de 1985 se titulaba triunfalmente: “Xerox
halts japanese march”. Fue por medio de una filial común
con Fuji que Xerox se inició en el saber-hacer de sus com-
petidores japoneses. Cuando Camp lanza su programa de
calibración [étalonnage] del aparato productivo, no está in-
ventando nada: importa conceptos y herramientas forjadas
en otros lugares. Sin embargo, para hacer que el bechmarking
sea adoptado por las altas esferas de su firma, y luego por
el conjunto de sus colegas estadounidenses, Camp debió
reinventarlo, adaptarlo a su contexto nacional, traducirlo en
términos manageriales de una metodología esquematizada
en 10 etapas (ver el documento n°1). Y en un medio adepto
a las buzzwords, como lo es el de los managers, no fue el menor

9  cf. Masaaki Imai, The Key of Japan’s Competitive Success (New York:
Random House, 1986).El año de aparición de esta obra en Estados
Unidos es también el año de la creación, por el mismo autor, de un
“Instituto Kaizen”, donde inscribió su marca antes de extenderla
en forma de red en los tres continentes de la Triada.

104 · El ABC del neoliberalismo 2


de sus trucos el volver a bautizar la técnica con el fin de
popularizarla lo que más se pueda, reivindicando al mismo
tiempo legítimamente su paternidad. No obstante, la etimo-
logía de la palabra tomada del lenguaje de los informáticos
no nos explica en nada su genealogía. Es preciso retornar a
la experimentación del dispositivo de gestión en el Japón de
la posguerra, y preguntarse cómo se distingue el modelo de
gestión enarbolado por el Kaizen de la “dirección científica
de las empresas” desarrollado por Taylor10 .

Documento 1: “Pasos en el proceso de Benchmarking”


..............................................................................................
P l a n e a m i e n to
1. Identificar qué se va a someter a benchmarking
2. Identificar compañías comparables
3. Determinar el método para la recopilación de datos y
recopilar los datos

A ná l isis
4. Determinar la brecha de desempeño actual
5. Proyectar los niveles de desempeño futuros

I n t egr ación
6. Comunicar los hallazgos de benchmarking y obtener aceptación
7. Establecer metas funcionales
8. Desarrollar planes de acción

10 Frederick Winslow Taylor, La direction scientifique des entreprises.


(Paris: Dunod, 1965). Existe traducción al castellano: Management
científico trad. Alicia Arrufat (Barcelona: Oikos-tau, 1970)

Evaluación · 105
A cción
9. Implementar acciones específicas y supervisar el progreso
10. Clasificar los benchmarks

M a du r e z
• Posición de liderazgo obtenida
• Prácticas totalmente integradas en procesos (Fuente : Camp
1989.)
..............................................................................................

La respuesta no reside, evidentemente, en el exotismo de una


filosofía oriental, sino en el imperativo de calidad que carac-
teriza al toyotismo, es decir, el sistema de producción propio
de la industria del automóvil japonesa, de la cual Toyota fue
precursora en desmarcarse de su rival Ford y el fordismo.
Más precisamente, es conveniente hablar de “ohnismo”,
según el nombre del ingeniero que desarrolló este paradig-
ma industrial en los años 50: Taiichi Ohno, promovido a
director de las industrias Toyota, y luego reconocido como
el teórico del toyotismo gracias a su obra El espíritu Toyota11.
En un sentido, es verdad que centralizando y analizando las
informaciones relativas a los rendimientos de las industrias
Toyota, Ohno no hizo otra cosa que prolongar el esfuerzo
taylorista de racionalización y de estandarización de los mé-
todos de producción. Pero introduciendo la palabra clave

11  Taiichi Ohno, L’espirit Toyota (Paris: Masson, 1989). Existe tra-
ducción al castellano: El sistema de producción Toyota : Más allá de la
produción a gran escala trad. SAX Traductors (Barcelona: Gestión
[1993] 2000)

106 · El ABC del neoliberalismo 2


“calidad”, entendida como una calidad relativa evaluada
por comparación con lo que se hace mejor, quiso despren-
derse de la lógica productivista que regía la organización
taylorista. ¿Cómo? Desplazando la instancia de control. La
orden del jefe deja lugar a la demanda [commande] del cliente,
y es a través de este enroque [truchement] que el principio de
competencia ingresa en la organización productiva. Toda
la cadena de fabricación es así expuesta a las demandas del
mercado y a su disciplina competitiva. Dicho de otra ma-
nera, el “espíritu Toyota” debería animar cada gesto, cada
operador –desde la mano de obra al jefe de servicio–, cada
unidad, cada departamento, con el objetivo de una “calidad
total”. Para esto, el ohnismo aplana la estructura jerárquica,
sistematizando, por ejemplo, el trabajo en equipo en el seno
de “círculos de calidad”. Pero no concierne simplemente al
nivel individual y la microeconomía de la empresa. Consi-
derando que los estrechos lazos que unen a los miembros
de los keiretsu* y que sus conglomerados forman la trama

*  El keiretsu es un término japonés cuya traducción literal es “ges-


tión sin cabeza”. En el campo empresarial, keiretsu se refiere a un
sistema de empresas cuya articulación permite, por un lado, tomar
participaciones pequeñas de manera recíproca y, por otro, en tanto
resultado del movimiento anterior, tener una relación comercial
cercana, puesto que la estrecha colaboración transforma a los in-
volucrados en proveedores y colaboradores mutuos. Su estructura
operacional simula la de una red o telaraña, al ser varias empre-
sas las que se articulan para la elaboración final de un producto.
Durante la última década del siglo pasado, logró gran notoriedad
mundial al derribar la barrera existente entre compradores y pro-
veedores [e.].

Evaluación · 107
del tejido económico japonés, es que el “espíritu Toyota” es
transmitido al conjunto del sector industrial, si es que no a
la sociedad en su conjunto.

Cooperación + competición = “coopetición”

En una obra que lleva por título una recomendación fun-


damental de Ohno, “pensar al revés”, el economista Benja-
min Coriat mostró de qué manera el ohnismo rompió, no
solo con “la herencia venida de Occidente”, sino también
con la famosa regla de oro: “copiar permite ganar” puesta
en práctica por el reverse engineering, que consiste en desmon-
tar los productos vendidos por los competidores con el fin
de imitarlos. Toda su originalidad se debe a que sobrepasó
la contradicción teórica instaurada entre las relaciones de
competencia y las relaciones de colaboración: este método
de organización consiste, según Coriat, de una “prudente
dosificación de cooperación y de competencia”12. Si las fir-
mas japonesas lograron adoptar un “nuevo sendero de com-
petitividad industrial”, fue abandonando el razonamiento
autorreferencial del taylorismo, para adoptar una lógica di-
ferencial que exige “abrirse a las mejores prácticas posibles”.
He ahí la “revolución cultural” de la cual el benchmarking será

12  Benjamin Coriat, Penser à l’envers Travail et organisation dans l’en-


treprise japonaise. (Paris: Christian Bourgois, 1991) p. 124. Existe tra-
ducción al castellano: Pensar al revés: trabajo y organización en la empre-
sa japonesa. Trad. Rosa Ana Domínguez (México D.F : Siglo XXI,
1992).

108 · El ABC del neoliberalismo 2


el estandarte: transformar la “cultura de empresa” mediante
un procedimiento comparativo que “implique ser lo suficien-
temente modesto para admitir que otros son mejores en un
área particular, y lo suficientemente inteligente para intentar
aprender cómo alcanzarlo e incluso cómo sobrepasarlo”13

Este tipo de afirmaciones ilustra perfectamente la edifi-


cante ambición del management. Desde los inicios del siglo
XX , esta disciplina proyecta su voluntad de “hacer ciencia”
sobre todas las formas de organización, puesto que todas
deberían buscar la óptima eficacia de sus actividades. Pos-
tula un “isomorfismo funcional entre la gestión privada y la
gestión pública”, al tener ambas los mismos problemas que
resolver14 Y la principal vocación del management científico
es aportar soluciones a estos problemas de coordinación.
No obstante, y es lo que he intentado mostrar con el oh-
nismo, el benchmarking pone en práctica un método original
de “colaboración competitiva”. Los gerentes hablan de
“coopetición”, una palabra compuesta de la contracción
entre “cooperación” y “competición”15. Este neologismo es

13  Jean Brilman, Les meilleures pratiques de management. (Paris: Les


éditions d’organisation, 2003)

14  Franck Cochoy, Une histoire de marketing: discipliner l’économie du


marché. (Paris: La découverte, 1999) p. 211.

15 Adam Brandenburger y Barry Nalebuff, Co-opetition: A


revolutionary mindset that combines competition and co-operation (New York:
Currency Doubleday, 1998). Existe traducción al castellano: Coo-
petencia (Barcelona: Grupo Editorial Norma, 1996)

Evaluación · 109
utilizado para designar la estructura organizacional por la
cual el benchmarking reúne los principios de cooperación y de
competición. Para comprender esta rareza, hay que tener
presente dos presupuestos subyacentes al benchmarking, y que
le pueden parecer contra-intuitivos a quienes no comparten
el sentido común de los gerentes, o a quienes no le sean fami-
liares estos aforismos. El primero es la idea según la cual una
organización no puede ser competitiva si no está expuesta
a la competencia, y para ello debe integrarse a la compe-
tencia mundial. El segundo puede ser presentado como un
silogismo: la ciencia económica nos enseña que el mercado
competitivo es el dispositivo de coordinación más eficiente;
ahora bien, las organizaciones necesitan una coordinación
eficiente para ser competitivas en el mercado; es la ciencia
managerial entonces la que debe establecer las condiciones
de una competición interna a la organización, a través de la
puesta en marcha de un sistema de información que con-
fronte la eficiencia de sus miembros. El proceso del benchmar-
king concretiza de esta forma un dispositivo de coordinación
que vuelve operacional el principio de competencia como
principio de organización.

Del TQM al NPM

Desde la analogía postulada entre la administración de un


Estado y la gestión de una empresa, el benchmarking en tanto
remedio managerial trasciende la división público-privado
para transformarse en una panacea política, un principio

110 · El ABC del neoliberalismo 2


universal de organización social. De tal forma es que se ins-
cribe en el movimiento del New Public Management (NPM). Sin
entrar en los detalles de esta corriente, que nace en “los labo-
ratorios de ideas neoliberales de los años 1970” y encuentra
su poder de convocatoria en el mito de la modernidad ges-
tionaria16 , la acción política por medio de la cual pretende
“reinventar el gobierno”17 no puede ser eludida. Los “nuevos
gestionadores públicos” ejercen un poder de convicción y
de atracción en todos los escalafones de los aparatos esta-
tales. Ciertamente, su agenda reformista y su ambición de
derrocar la frontera supuestamente inquebrantable –aun-
que siempre haya sido porosa– entre las esferas públicas y
privadas, entre terrenos políticos y económicos, tampoco es
inédita. Estos tipos se inscriben en la prolongación de una
tradición administrativa que nunca se prohibió recurrir a la
“racionalidad calculadora” y a las técnicas mercantiles para
administrar el reputado espacio soberano del Estado18 . Sin

16 François-Xavier Merrien (1999). “La nouvelle gestion publi-


que: un concept mythique”. Lien social et politiques –RIAC, 41(1999):
95-103.

17  Según el título de una obra célebre en Estados Unidos, a la que


la administración Clinton-Gore se referirá para reformar la gestión
pública. Cf. David Osborne y Ted Gaebler. Reinvinting Governement
(Reading, Md: Addison-Wesley Publishing Company, 1992).

18  Sobre el “decisivo rol jugado por el desarrollo del comercio,


hacia fines de la edad media, en la transformación de las formas
de pensar” y de las prácticas políticas, ver Michel Senellart. Les arts
de gouverner: du régimen médiéval au concept de gouvernement. (Paris: Seuil,
1995). Sobre la máxima “administration is business” y los otros

Evaluación · 111
embargo, sería reduccionista negar toda especificidad a los
cambios etiquetados como “NPM”, y delimitar su envergadu-
ra a un efecto colateral del “consenso de Washington”, que
desde las años 80, preside el giro neoliberal adoptado por
todos los países industrializados19. La mutación más radical
implica, al mismo tiempo, las maneras de pensar y de ac-
tuar que caracterizan a las prácticas gubernamentales. Los
promotores del NPM vehiculan no solo el ideal de un “Estado
estratega”, que se volvió dominante durante los años 90 20 ,
sino también a la ingeniería administrativa, que contiene la
caja de herramientas que le permitió a sus agentes realizarlo.
Vuelven operacional una forma managerial de gobernar a
distancia y la sistematizan en un régimen singular de guber-
namentalidad, conocido fundamentalmente bajo el nombre
de gobernanza.

Con la “buena gobernanza” como caballo de batalla, y el


benchmarking como arma predilecta, la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) hace de
punta de lanza [tête de pont] de la “nueva gestión pública”

préstamos del NPM a “la gestión científica”, así como a la “ideolo-


gía del mercado”, ver Suleiman 2003.

19  Yves Dezalay y Bryant Garth, “Le ‘Washington consensus’ :


contribution à une sociologie de l’hégémonie du néolibéralisme”.
Actes de la recherche en sciences sociales, 121-122 (1998): 3-23.

20 Phlippe Bezes, “Le modèle de ‘l’État-stratège’: genèse d’une


forme organisationnelle dans l’administration”. Sociologie du travail,
47 (2005): 431-450.

112 · El ABC del neoliberalismo 2


en todos los países miembros21. Desde 1990, la Dirección de
gobernanza pública y desarrollo territorial se apoya en su
red PUMA (PUblic MAnagement) para difundir sus principios
de acción bajo el sello de una experticia legítima. A través de
la publicación de datos comparativos y su examen colegial
en comité, familiariza a los altos funcionarios con la clasifi-
cación de los desempeños como pilar de una “gestión cen-
trada en los resultados”. A partir de 1994, un estudio expone
claramente la “revolución cultural” de la cual este proceso
sería el fermento, haciendo pasar a la administración “desde
una cultura de aplicación de reglas a una cultura del desem-
peño”22. En 1996 la reunión de participantes de la subred
PUMA dedicada a la gestión de desempeños (Performance Ma-
nagement Network) dio lugar a un informe de las prácticas del
benchmarking en el sector público23 .

21  Jean-Michel Saussois “Partir d’une ‘commande’: analyser l’ac-


tion diffusionniste de l’OCDE dans ses pratiques de benchmarking et
de propagation sur les nouvelles pratiques en matière de mana-
gement public”. Contribución al VII Congreso de la AFSP, Lille
(2002).

22  OCDE (1994). “La gestion des performances dans l’administra-


tion: mesure des performances et gestion axée sur les résultats”.
Études hors série sur la gestion publique, n° 3, París (1994)

23  OCDE “Benchmarking, evaluation and strategic management in


the public sector”. Papers presented at the 1996 Meeting of the
Performance Management Network of the OECD’s Public Mana-
gement Service, OCDE/GD (97) 50, París (1996).

Evaluación · 113
El mismo año y con el mismo espíritu, la Comisión Europea
organizó, en colaboración con la Mesa Redonda Europea
de Industriales (ERT) –club elitista que reúne a unos 40
capitanes de las empresas más poderosas de Europa–, un
seminario sobre “el benchmarking para los políticos respon-
sables: hacia la competitividad, el crecimiento y la creación
de empleos”24. Ella, por cierto, no se contenta con promo-
verlo únicamente entre las empresas europeas, dado que su
fin es el de confirmar su aptitud para conquistar cuotas de
mercado a nivel mundial25. Bajo la influencia de la OCDE ,
entonces, apunta a los gobernantes nacionales como blanco
privilegiado. En un documento de trabajo de 1997, titulado
“Benchmarking: puesta en marcha de un instrumento desti-
nado a los actores económicos y a las autoridades públicas”,
les anima a utilizar esta técnica de gestión para administrar
eficazmente a su población y a su territorio26 . Para ello, un
“grupo de alto nivel dedicado al benchmarking” fue creado por
la DGIII (Industria) con la intención de acreditar sus ventajas.
En el informe que entregó a la Comisión en 1999, propone
una calibración sistemática de las “condiciones generales”

24  Preparado por el grupo de trabajo “competitividad” del ERT,


este seminario reunió en Bruselas a más de 80 representantes de
los Estados miembros, instituciones comunitarias y personeros del
sector industrial; cf. ERT 1996.

25  European Commission, Benchmarking the Competitiveness of Euro-


pean Industry. COM (96) 463, (Bruselas, 1996)

26  European Commission, Benchmarking: Implementation of an Instru-


ment Available to Economic Actors and Public Authorities, COM (97) 153/2,
(Bruselas, 1997)

114 · El ABC del neoliberalismo 2


de la actividad económica, con el fin de que los Estados
miembros las hagan más atractivas para los inversionistas y
los trabajadores calificados27. Aunque ya Jacques Santer, en
ese entonces presidente de la Comisión, pudo exclamar “we
are old benchmarkers now!”28 .

La estrategia de Lisboa 2000-2010, o cómo


doblegar los gobernantes a la disciplina
de la competitividad

El Consejo Europeo reunido en Lisboa en Marzo del año


2000, dio la razón al presidente de la Comisión Europea*
Jacques Santer. En esta ocasión, los jefes de Estado y de go-
bierno, consagraron la práctica del benchmarking como una
técnica de coordinación intergubernamental, con el objeti-
vo de dotar a la Unión de los medios para poder realizar
“un nuevo objetivo estratégico para la próxima década:
convertirse en la economía basada en el conocimiento más
competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer econó-
micamente de manera durable con más y mejores empleos

27  High Level Group on Benchmarking, First report by the high level
group on benchmarking. Benchmarking Papers, n° 2. (1999)

28  Citado en Keith Richardson, “Big business and the european


agenda”. Working Paper in Contemporary European Studies, 35, (2000)
University of Sussex, Sussex European Institute. 26

*  La Comisión Europea es el órgano ejecutivo de la Unión Euro-


pea [e.]

Evaluación · 115
y con mayor cohesión social”29. En sus conclusiones, este
objetivo se concretizó en un programa decenal de dos
partes, apuntando, por un lado, a “preparar la transición
hacia una economía competitiva, dinámica y basada en el
conocimiento”; y, por otro, a “modernizar el modelo social
europeo mediante la inversión en capital humano y la cons-
titución de un Estado activo de bienestar” (cf. documento 2).

Documento 2: La estrategia de Lisboa


..............................................................................................
Conclusiones de la presidencia
Consejo Europeo de Lisboa
23 y 24 de marzo de 2000

EMPLEO, REFORMA ECONÓMICA Y COHESIÓN SOCIAL


• U n obj et i vo e st r at égico pa r a l a próx i m a déca da
El nuevo reto
Fuerzas y debilidades de la Unión
El camino que debe seguirse

• P r e pa r ación de l pa so a u na econom í a com pet i t i va ,


di ná m ica y ba sa da e n e l conoci m i e n to
Una sociedad de la información para todos
Creación de una zona europea de investigación e innovación
Creación de una zona europea de investigación e innovación
Reformas económicas para el logro de un mercado interior
plenamente operativo
Mercados financieros eficaces e integrados
Coordinación de las políticas macroeconómicas: saneamiento
presupuestario, calidad y sostenibilidad de las finanzas públicas

29  Consejo Europeo de Lisboa, Conclusiones de la presidencia (2000) §5

116 · El ABC del neoliberalismo 2


• M ode r n i z ación de l mode lo soci a l eu ropeo m e di a n t e
l a i n v e r sión e n ca pi ta l h u m a no y l a const i t ución de
u n e sta do act i vo de bi e n e sta r
Educación y formación para la vida y el trabajo en la sociedad
del conocimiento
Más y mejores empleos para Europa: desarrollo de una política
activa de empleo
Modernización de la protección social
Promover la integración social

• P u e sta e n pr áct ica de l a s decision e s : u n pl a n t e a -


m i e n to m á s coh e r e n t e y sist e m át ico
Mejora de los procesos existentes
Puesta en práctica de un nuevo método abierto de coordinación
Movilizar los medios necesarios
..............................................................................................

La estrategia de Lisboa se proyecta entonces de manera


global y pragmática: global en la medida que ella concier-
ne tanto a las políticas de empresa, empleo e investigación,
como a la reforma de los sistemas nacionales de pensiones,
salud o innovación; pragmática puesto que abandona el mé-
todo comunitario tradicional, consistente en la producción
del derecho que hace funcionar el “triángulo institucional”,
según el cual la Comisión propone, mientras el Consejo de
ministros dispone en colaboración –cada vez más estrecha
(mediante un procedimiento de “codecisión”)– con el Par-
lamento europeo. Este método de construcción europea a
través del derecho se mostró ciertamente útil para integrar
las economías nacionales a un Mercado único, pero resulta

Evaluación · 117
inapropiado para transformar a la Unión en una organiza-
ción competitiva a nivel mundial.

Para un nuevo objetivo, un nuevo método

Por primera vez, los problemas de investigación, educación


e innovación son planteados en la escena europea. Forman
el “triangulo del conocimiento” y este es la base sobre la
cual la estrategia de Lisboa se propone edificar una “Europa
competitiva”. Este proyecto se inscribe en un contexto doble-
mente motivador. Por un lado, lo que se llama “marea rosa”
estalló sobre Europa en octubre de 1995, fecha en la que el
partido socialista portugués, dirigido por Antonio Guterres,
accede al poder. Esta victoria es seguida en abril de 1996
por la del “Olivo”, la coalición italiana de demócratas de
izquierda formada alrededor de Romano Prodi. En mayo
de 1997, el New Labour de Tony Blair accede al poder que
hasta entonces había estado en manos de los conservadores
por 18 años. Al mes siguiente, al otro lado del canal de la
Mancha, las elecciones legislativas anticipadas de Francia
le dan la ventaja a la Izquierda Plural [gauche plurielle], que
llevan a Lionel Jospin a la cabeza de un gobierno de co-habi-
tación. En septiembre de 1998, el social-demócrata Gerhard
Schröder vence a Helmut Kohl, canciller demócrata cris-
tiano desde hace 16 años… En total, 11 países miembros,
de un total de 15, son gobernados por una centro-izquierda
cuando Portugal asume la presidencia de la Unión en enero
de 2000. Su primer ministro António Manuel de Oliveira

118 · El ABC del neoliberalismo 2


Guterres puede, desde aquel momento, tomar ventaja de
una relación de poder bastante más propicia para los acuer-
dos políticos ya que también se encuentra a la cabeza de la
Internacional Socialista, donde juega el rol de “hombre de
síntesis”. Con el fin de remediar los conflictos y bloqueos
inherentes a la cooperación interestatal, fuera del consen-
so sobre el mercado único, desea reconciliar lo social y lo
económico hibridando la herencia progresista de la social
democracia con los aportes liberales de “la tercera vía”.

Por otro lado, el clima económico también ofrece las condi-


ciones favorables para tal compromiso. A las promesas de la
“marea rosa” se agregan las de un “nuevo milenio”, portador
de una “nueva economía”, mientras los Estados Unidos ofre-
cía su escaparate al Viejo Continente. El advenimiento de
las nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunica-
ción (TIC) y la euforia de Internet nutren entonces la creencia
frenética –aunque ampliamente compartida– en una era de
crecimiento ilimitado, fundada sobre lo “inmaterial” y el
capital humano, garantizando la vuelta al pleno empleo.
Frente a esta coyuntura política y económica, la presiden-
cia portuguesa ambiciona con llevar la obra europea hacia
áreas no mercantiles. Con el fin de aguzar el voluntarismo
de los gobiernos y de organizar sus acciones según un plan
lógico, con un objetivo común, los convence de recurrir a
las soluciones manageriales, que ofrecen instrumentos más
flexibles que el derecho. Aconsejada por Bernard Brunhes,
cuyo gabinete de consultores es especialista en el despliegue
operacional de políticas públicas y el acompañamiento de

Evaluación · 119
reformas en las empresas y en los organismos públicos, se
propone “modernizar” la forma de hacer Europa, sistema-
tizando el método experimentado en el marco de la “estra-
tegia europea para el empleo” lanzada en 1997. Aquí reside
toda la originalidad de la estrategia de Lisboa: la puesta en
marcha que inaugura (ver documento n° 3) crea un dispo-
sitivo de coordinación intergubernamental, supuestamente
abierto a todos los actores de la “sociedad civil” y bautizado,
por tanto, como Método Abierto de Coordinación (MAC en
la jerga europea).

Documento 3: El método abierto de coordinación


..............................................................................................
Conclusiones de la presidencia
Consejo Europeo de Lisboa
23 y 24 de marzo de 2000 [extracto]

P u e sta e n pr áct ica de l a s decision e s : u n pl a n t e a -


m i e n to m á s coh e r e n t e y sist e m át ico
La puesta en práctica del objetivo estratégico se verá facilitada
por la aplicación de un nuevo método abierto de coordinación
como manera de extender las prácticas idóneas y alcanzar
una mayor convergencia en torno a los principales objetivos
de la UE. Este método, destinado a facilitar la configuración
progresiva de las políticas de los Estados miembros, supone:

• establecer directrices para la Unión combinadas con


calendarios específicos para lograr los objetivos que
establezcan a corto, medio y largo plazo;
• establecer, cuando proceda, indicadores y puntos de
referencia cuantitativos y cualitativos cotejados con los mejores

120 · El ABC del neoliberalismo 2


que existan y adaptados a las necesidades de los distintos
Estados miembros y sectores como método de comparación de
las prácticas idóneas;
• plasmar estas directrices europeas en medidas de política
nacional y regional, estableciendo objetivos específicos y
dando los pasos adecuados, sin perder de vista las diferencias
nacionales y regionales;
• organizar periódicamente controles y evaluaciones entre
homólogos como procesos de aprendizaje mutuo (§ 37).
..............................................................................................

Con el benchmarking como pieza maestra, el dispositivo del


MAC funciona a través de la incitación, la emulación entre
pares y la vigilancia multilateral y sin ningún recurso a la
restricción legal. A través de la valorización de los desem-
peños nacionales, su cuantificación y la publicación de su
clasificación, compromete a los Estados a una “colabora-
ción competitiva” (“coopetición”). Esta forma de estimular
la acción gubernamental por medio de una estimulación
competitiva está directamente inspirada por la gestión de
empresas. Encontramos en las operaciones constitutivas de
la MAC (ver documento N°3) las cuatro etapas que consti-
tuyen el procedimiento iterativo del benchmarking, tal como
fue formalizado por Camp (ver documento N°1): “planifi-
cación” (línea directiva, calendario, objetivos); “análisis”
(indicadores, criterios de evaluación, mejores prácticas);
“integración” (traducción a nivel nacional y regional, adap-
tación-adopción); “acción” (seguimiento periódico, examen
de pares, aprendizajes). La singularidad de este método se

Evaluación · 121
basa en que está desligado de cualquier formalismo jurídico,
y es lo que le da su fuerza. Puramente incitativa, depende
de la buena voluntad de los Estados, no tanto para adherir
a una intensión proyectada como para equiparse efectiva-
mente con los instrumentos gestionarios y estadísticos preco-
nizados. Equipados de esta manera, los gobiernos estatales
tienden a alinearse a la “conducta económica del empresa-
rio moderno” que actúa “conforme a un plan, con vistas a
un fin y teniendo como base el cálculo”30 . Observando las
prescripciones materiales del MAC, se pliegan a la disciplina
pragmática de una gestión basada en objetivos, que incluye
una obligación de resultados. La estrategia de Lisboa con-
templa así la continuación de la construcción europea, pero
mediante otros medios –medios que no son ni diplomáticos
ni jurídicos, sino de gestión y disciplinarios. Dicho de otra
forma, los nuevos campos sobre los cuales actúa la Unión,
bajo la bandera del MAC, ya no son objeto de una integra-
ción a través del derecho, sino de una europeización a través
de las cifras.

Cuando unirse es competir: la “disciplina in-


definida” de una carrera intergubernamental

El benchmarking no podría ser confundido con las armas coer-


citivas pertenecientes al arsenal del Estado soberano. No

30  Werner Sombart, Le bourgeois. Contribution à l’histoire morale et inte-


llectuelle de l’homme économique moderne. (París: Payot, 1966) 145

122 · El ABC del neoliberalismo 2


deja de ser, por tanto, una poderosa técnica de gobierno que
consiste a actualizar la “disciplina indefinida” de la competi-
tividad. ¿Por qué indefinida? Porque la norma de competiti-
vidad es endógena a la carrera sin fin en la que el benchmarking
libera a sus practicantes. El benchmark –es decir, el objetivo
que asigna como referencia– es idealmente fugitivo: es fijado
no para ser logrado sino sobrepasado, y dejar así el lugar
a los nuevos ejemplares que van a la cabeza. De hecho es
inaccesible. Presentar la competitividad como un objetivo a
alcanzar por medio de una calibración de desempeños, que
consiste precisamente en calcular las diferencias, es objeti-
var una distancia que la operación misma de su “reducción”
reproduce indefinidamente. Tomo prestada la expresión de
“disciplinas indefinidas” a Michel Foucault, quien la emplea
en otro contexto para designar “un procedimiento que fuera
a la vez la medida permanente de una desviación respecto
de una norma inaccesible y el movimiento asintótico que
obliga a coincidir con ella en el infinito”31.

Mediatizando las relaciones intergubernamentales por


medio del benchmarking, el MAC somete así a los dirigentes
políticos a una gubernamentalización que desborda las
fronteras estatales. Esta gubernamentalidad que se aplica a
los gobernantes mismos, no es por tanto supra-estatal: es no
estatal. No obra de manera soberana, sino que se contenta
con actuar en el entorno del “juego económico”, dejando a

31  Michel Foucault, Vigilar y castigar (Buenos Aires: Siglo XXI 2002)
230

Evaluación · 123
los jugadores tan libres como sea posible, pero disciplinando
la acción gubernamental. Realiza en esto el programa del
neoliberalismo que proyecta “una sociedad en la que haya
una optimización de los sistemas de diferencia, […] en la
que haya una acción no sobre los participantes, sino sobre
las reglas del juego, y, para terminar, en la que haya una
intervención que no sea del tipo de la sujeción interna de los
individuos, sino de tipo ambiental”32. Esta manera de gober-
nar, aparentemente apolítica ya que aparece adornada con
los atuendos de la objetividad (científica) y de la neutralidad
(técnica), tiene un nombre: la gobernanza. Más allá –o más
bien de este lado– de la Unión Europea, no concierne sola-
mente a las empresas sino todas las organizaciones huma-
nas. Lejos de ser una excepción, las universidades y los la-
boratorios de investigación son uno de los primeros sectores
afectados por este enorme proceso de transformación social.

***

Concluyamos con una cuestión que no deja de ser presen-


tada con respecto a la estrategia de Lisboa y de su instru-
mento estrella, el benchmarking: ¿Cuál es su verdadera efica-
cia? Todos los informes –producidos por la Comisión, por
autoridades nacionales o grupos de expertos de reputación
independiente, sindicatos o jefes de empresas– concuerdan

32 Michel Foucault, El nacimiento de la biopolítica (Buenos Aires:


FCE, 2007) 302-303

124 · El ABC del neoliberalismo 2


en la constatación de insatisfacción, presentando como
pruebas las diferencias de desempeños que se profundizan
entre la Unión Europea y sus contrincantes mundiales33 . Si
confrontamos efectivamente los objetivos presentados y los
resultados obtenidos, no se puede concluir un fracaso. El
ejemplo del benchmark del “3%”, fijado por el Consejo Eu-
ropeo de Barcelona en 2002, con el objetivo de aumentar
las inversiones públicas y sobre todo las privadas en I+D al
nivel de los países con mayor desempeño, es sorprendente.
Lejos de estar en camino de alcanzar tal objetivo de aquí al
2010, el promedio de los Gastos Interiores de Investigación
y Desarrollo (GIID) en el Producto Interno Bruto (PIB) pasó,
según las cifras de Eurostat, de 1,92% en 2000 a 1,91% en
2006 en los 15 países de la Unión, y cae a 1,84 si se considera
a los 27 miembros34.

33  Citemos el informe Relever le défi solicitado por la Comisión a un


grupo “de alto nivel”, presidido por Wim Kok, encargado de exa-
minar la estrategia de Lisboa a la mitad de su periodo. El informe
fue publicado en noviembre de 2004, en él se presentaban resulta-
dos insatisfactorios en términos de competitividad y preconizaba
una reorientación hacia el crecimiento y el empleo, asimilando las
finalidades sociales y medioambientales a la búsqueda de “ventajas
competitivas”; cf. Conseil Européenne, “Relever le défi: La straté-
gie de Lisbonne pour la croissance et l’emploi”. Rapport du groupe de
haut niveau présidé par M.Wim Kok (2004).

34  El ratio DIRD/PIB es el indicador comúnmente utilizado para


medir la intensidad de investigación y desarrollo. La DIRD de un
país incluye el conjunto de las inversiones (de administraciones pú-
blicas y empresas) realizadas en el territorio nacional. Los datos
de Eurostat son accesible en línea en su sitio web: http ://epp.
eurostat.ec.europa.eu.

Evaluación · 125
No obstante, por más decepcionantes que sean los balances
que se han realizado, el problema jamás se liquida. Las reco-
mendaciones emitidas a partir de estas evaluaciones negati-
vas no acusan nunca la ineficacia del dispositivo: en lugar de
concluir en la insolvencia de los ciclos del benchmarking, estos
afirman, por el contrario, la necesidad de continuarlos racio-
nalizándolos cada vez más, es decir, reduciendo las listas de
indicadores utilizados y reorientando los objetivos en torno
a las prioridades económicas, en detrimento de los objetivos
sociales o medioambientales. Si “esto no funciona, no será a
causa de un problema técnico, sino de una falta de voluntad
política. Los ejercicios de benchmarking se orientan a la man-
tención de una presión constante sobre los gobiernos, con el
fin de que estos intensifiquen sus esfuerzos en la dirección
del sentido convenido. Estos ejercicios se acompañan de dis-
cursos movilizadores que utilizan el registro de la urgencia
de los plazos, de la carrera contra el tiempo, de la recta final.
Tomando en cuenta los dispositivos de evaluación compara-
tiva que se propagan en las administraciones públicas y en
las instituciones sociales, se puede considerar el benchmarking
completamente. Esto no quiere decir que vuelva a todas las
instituciones en instituciones competitivas, sino que inscribe
las formas de pensar y de hacer que extienden hacia las áreas
no mercantiles la “disciplina indefinida” de la competitividad.
Sean cuales sean los resultados registrados, instala las condi-
ciones de posibilidad de una búsqueda del desempeño y de un
espíritu de competitividad propios de la gubernamentalidad
neoliberal.
Traducción de Diego Fernández Varas

126 · El ABC del neoliberalismo 2


Crédito
A propósito de deuda
y neoliberalismo en Chile
Felipe González
l crédito, concebido en sus múltiples formas
–tarjetas de crédito, bonos de gobierno, hipoteca-
rios y educacionales, etc. – es sin duda una de las
instituciones más importantes del capitalismo con-
temporáneo. El crédito es, por decirlo de alguna manera, la
base sobre la cual descansa gran parte de las instituciones que
definen el neoliberalismo: la austeridad fiscal y la privatización
de los servicios públicos; la auto-regulación de la conducta; el
disciplinamiento del trabajo y las familias; o la acumulación
de poder en el 1% más rico, entre otros.

Considerando que el crédito es una de las instituciones más


antiguas, la pregunta entonces es qué lo hace distintivo hoy
en día y cuál es su rol en la organización socio-económica de
las sociedades capitalistas en los últimos cuarenta años. Lo
primero entonces es situarlo institucional e históricamente.

Del latin credere (confianza), el crédito designa la práctica de


entregar algo en función de una promesa de devolución en

Crédito · 129
el futuro. El reverso de esta operación es la deuda que se crea
mediante el acto de dar crédito. Las relaciones de deuda/
crédito son relaciones constitutivas de toda sociedad huma-
na, y presentes en múltiples ámbitos, tales como la lealtad
que se debe a una amiga, el respeto debido a los padres, la
vida que se debe a un dios, la obligación de representar que
un político debe a sus votantes, o el dinero adeudado a un
banco comercial. Estas relaciones se expresan en distintas
“monedas”, tales como la lealtad, el respeto, la devoción o
el dinero.

En sociedades contemporáneas, el crédito/deuda se cuan-


tifica en términos monetarios y está organizado en formas
comerciales. De hecho, el crédito/deuda es también una
práctica comercial de larga data, presente tanto en el mun-
do antiguo de los grandes imperios, como en la era moderna
capitalista, y tanto en el sector rural como en el urbano1.
Tal como lo conocemos hoy en día, sin embargo, el crédito/
deuda se presenta en múltiples y complejos formatos, y con
ciertas particularidades históricas. La primera es que el cré-
dito/deuda se origina con el objetivo primordial de producir
ganancias para el que presta dinero. Esta ganancia se deno-
mina “interés”, y su cálculo se hizo posible tanto por la exis-
tencia de unidades de “dinero” que permitieran cuantificar
los pagos, así como por un sistema numérico decimal que
posibilitó realizar cálculos más complejos (como el famoso

1  Bruce G. Carruthers and Laura Ariovich, Money and Credit: A


Sociological Approach (Cambridge, Polity Press, 2010).

130 · El ABC del neoliberalismo 2


interés compuesto). La consolidación del crédito como insti-
tución económica fue el producto de una lenta transforma-
ción, pues el cobro de interés ha sido una institución histó-
ricamente vilipendiada, que comenzó a legitimarse desde la
revolución comercial del siglo XII en Europa. Primero los
griegos lo habían considerado una práctica abusiva, puesto
que el dinero en sí sería infértil. Y prontamente esta doc-
trina fue profundizada por el cristianismo, que condenó
duramente el cobro de interés, así como las actividades de
los mercaderes en general2.

Como reconocería el famoso economista austriaco Joseph


Schumpeter, con el advenimiento de la sociedad industrial
el sistema financiero liderado por grandes bancos se convir-
tió en el motor de la economía. Permite o impide la inver-
sión por parte de las empresas (y con ello la generación de
empleo); hace posible el aumento del gasto público por parte
de los gobiernos (y potencialmente da curso a la inflación); y
fomenta la expansión del consumo de los hogares y el ciclo
económico (con la contracara del sobre-endeudamiento).
Esta consolidación de la institución del crédito fue posible
gracias a una revolución en las prácticas financieras, ampa-
radas en técnicas de manejo de riesgo, la creación de mer-
cados bursátiles y la des-regulación moral y legal del cobro
de interés. A su vez, esta transformación se erigió sobre una

2 Benjamin Nelson, The Idea of Usury: From Tribal Brotherhood to


Universal Otherhood (Chicago, University of Chicago Press, 1969);
Jacques Le Goff, La edad media y el dinero: ensayo de antropología histórica
(Madrid, Akal, 2012).

Crédito · 131
infra-estructura social que permitió otorgar predictibilidad
y hacer valer los contratos, tales como las instituciones que
regulan el cobro excesivo de interés, sistemas de información
que registran el comportamiento financiero de los deudores
y leyes que establecen sanciones para quienes no cumplan
sus contratos.

El crédito, los mercados y la clase asociada al poder fi-


nanciero han tenido un rol preponderante en la economía
capitalista, experimentando periodos de expansión y con-
tracción. Para algunos, el crédito y las finanzas se han cons-
tituido en los ejes fundamentales de las economías políticas
de manera cíclica desde el Renacimiento, ascendiendo una
vez que el sector productivo entra en crisis y desplazando
los centros de poder desde el capital industrial al financiero
(y vice-versa) 3 . Puesto en perspectiva de largo plazo, la ex-
pansión contemporánea del crédito se situaría en un ciclo
histórico que se ha venido a denominar “financiarización”.
La financiarización de la economía y la sociedad y sus múlti-
ples expresiones es el proceso que nos permite entender el
rol del crédito en la actualidad.

3  Giovanni Arrighi, The Long Twentieth Century: Money, Power, and the
Origins of Our Times (London, Verso, 2010).

132 · El ABC del neoliberalismo 2


Financiarización, crédito
y neoliberalismo

La “financiarización” de la economía y la sociedad es con-


sustancial a la institucionalización y al funcionamiento del
neoliberalismo. Financiarización es un término que han
acuñado numerosos académicos y comentaristas para re-
ferirse a un conjunto de patrones interrelacionados: es una
palabra conveniente para cambios estructurales más o me-
nos discretos que han ocurrido en las economías contem-
poráneas. En una citada definición, Gerald Epstein define
la financiarización como un proceso global caracterizado
por el creciente rol de los motivos, mercados, actores e
instituciones financieras en la operación de las economías
domésticas e internacionales 4 . En este sentido, la financia-
rización se refiere a hechos interrelacionados que operan
en distintos niveles. La lista siguiente resume algunos de
estos aspectos.

·· La des-regulación de los mercados financieros y el desman-


telamiento del Estado de bienestar que siguieron a los arre-
glos institucionales de corte keynesianos en la posguerra5.

4  Gerald A. Epstein, “Introduction”, Financialization and the World


Economy (Northampton, Edward Elgar, 2005), 3.

5  Wolfgang Streeck, Buying Time: The Delayed Crisis of Democratic Ca-


pitalism (London, Verso, 2014).

Crédito · 133
·· Las innovaciones tecnológicas y las nuevas técnicas de
manejo de riesgo que permitieron expandir el crédito a los
sectores de ingresos medios y bajos 6 .
·· La transformación en el modo gerencial de las empresas,
que en vez de expandir el sector productivo y generar em-
pleos, buscan satisfacer el rendimiento financiero ante los
ojos de los accionistas7.
·· Una revolución en la banca comercial, que en lugar de
buscar financiar empresas (que ahora levantan capital en
la bolsa), se orientan a prestarle dinero a los hogares 8 .
·· Nuevas tendencias en los patrones de consumo de los ho-
gares, que exhiben una creciente dependencia del crédito
para llevar a cabo sus vidas cotidianas9.

6 Ismail Erturk et al., “General Introduction: Financialization,


Coupon Pool and Conjuncture”, en Financialization at Work: Key
Texts and Commentary, Ismail Erturk, Julie Froud, Sukhdev Johal,
Adam Leaver y Karel Williams (London, Routledge, 2008), 1-43.

7  Neil Fligstein y Taekjin Shin, “Shareholder Value and the Trans-


formation of the U.S. Economy, 1984-2001”, Sociological Forum 22,
no. 4 (2007): 299-424.

8  Costas Lapavitsas, “Theorizing Financialization”, Work, Employ-


ment & Society 25, no. 4 (2011): 611-626.

9  Christian E. Weller, “Need or Want: What Explains the Run-up


in Consumer Debt?”, Journal of Economic Issues 41, no. 2 (2007):
583-591.

134 · El ABC del neoliberalismo 2


·· El hecho de que la vida cotidiana y la cultura se han ido
amoldando al uso de instrumentos financieros de todo
tipo, entre otros10 .

En cada uno de estos aspectos, la financiarización se ha


constituido en uno de los pilares del desarrollo neoliberal,
de sus modos de funcionamiento y consecuencias. A grandes
rasgos, el rol del crédito y la deuda en el neoliberalismo pue-
de entenderse desde al menos cuatro sistemas de relaciones:
el capitalismo y los mercados; el Estado y los ciudadanos; las
empresas, la economía y los trabajadores; y la cultura.

Crisis de acumulación
y capital financiero
En términos macro-históricos, distintas teorías han apunta-
do a una directa conexión entre la expansión del crédito y
el capital financiero, y la institucionalización del neolibera-
lismo. En pocas palabras, una diversidad de autores ha con-
fluido en señalar que la era del neoliberalismo se caracteriza
por una ralentización de la generación de ganancias, lo cual
conduce al capital a moverse hacia la especulación financie-
ra y el crédito como fuentes de ingresos y acumulación.

10  Paul Langley, The Everyday Life of Global Finance: Saving and Bo-
rrowing in Anglo-America (Oxford, Oxford University Press, 2010).

Crédito · 135
Esta idea fue desarrollada por intelectuales marxistas
en los años setenta, quienes apuntaron que la expansión
del crédito ha sido un pre-requisito para la expansión de
la producción y los servicios en un contexto de “crisis de
acumulación”11. Para algunos, esta crisis se produce debi-
do a la creciente tendencia de monopolización de las cor-
poraciones multinacionales, por lo que la financiarización
representa una etapa de maduración del sistema capitalista
en la que sus contradicciones se hacen manifiestas12. Según
esta narrativa, el producto generado por la expansión de los
grandes monopolios no es absorbido en igual medida por
la economía, resultando en un estancamiento general. Este
estancamiento fue parcialmente resuelto mediante el gasto
estatal en las décadas previas a los ochenta, pero con las
políticas de austeridad fiscal y des-regulación, el capital se
liberó de restricciones institucionales y se re-orientó a ac-
tividades financieras más que productivas, alimentando la
especulación y recurrentes burbujas.

En este contexto, la financiarización refuerza la lógica de


sumisión del sector público al privado característica del neo-
liberalismo, donde el Estado se convierte a sí mismo para sa-
tisfacer ante todo las necesidades del capital financiero. Esto
ha sido patente en las distintas crisis financieras ocurridas

11  John B. Foster, “The Financialization of Capitalism”, Monthly


Review 58, no. 11 (2007): 1-12; Paul M. Sweezy, The Triumph of Fi-
nancial Capital 46, no. 2 (1994): 1-11.

12  Ibid.

136 · El ABC del neoliberalismo 2


en los ochenta en Latinoamérica y, más recientemente, en la
crisis de la deuda soberana en Europa. Así, por ejemplo, en
la crisis de la deuda de los países latinoamericanos, los planes
de rescate y re-estructuración de la deuda propuestos por
el Fondo Monetario Internacional se llevaron a cabo bajo
fuertes presiones para recortar el Estado y abrir las fronteras
del comercio. Más recientemente, la crisis soberana en Euro-
pa se ha constituido en un mecanismo mediante el cual los
acreedores y las organizaciones internacionales han impues-
to políticas de austeridad fiscal y recorte del gasto público
en países del sur del continente. En ambos casos, el rol del
Estado se reduce no a la conducción de la economía ni a pro-
cesar las demandas del sistema democrático, sino más bien
a consolidar las finanzas públicas para obtener la venia de
los acreedores internacionales, un fenómeno que Wolfgang
Streeck ha denominado el “Estado de consolidación”13 .

Finalmente, otra conexión entre financiarización y neo-


liberalismo basada en la idea de “crisis de acumulación”
sostiene que la expansión del crédito está relacionada con
lo que se ha venido a denominar la “paradoja neoliberal”:
pues a medida que se abren las fronteras del comercio in-
ternacional las tasas de ganancias (o la tasa de ganancia)
van disminuyendo, empujando a las empresas a buscar
ganancia en los mercados financieros14. En esta línea se ha

13  Wolfgang Streeck, The Rise of the European Consolidation


State (MPIfG Discussion Paper, 15/1, 2015).

14  James Crotty, “The Neoliberal Paradox: He Impact of Des-

Crédito · 137
argumentado también que el libre-mercado ha sido el motor
de la financiarización de economías importantes como la
estadounidense, particularmente con la consolidación de
grandes competidores en los mercados internacionales, tales
como lo fueron Japón o Alemania en las décadas que suce-
dieron a la posguerra.

En este contexto generalizado de financiarización, el crédito


ha sido un motor de la institucionalización del neolibera-
lismo en lo que refiere a la relación entre el Estado y los
ciudadanos, la relación entre las empresas y los trabajadores,
y la cultura misma. Estas expresiones de la financiarización
toman lugar a nivel macro, meso y micro social, como vere-
mos a continuación.

El crédito como sustituto


del gasto social

Asociado al proceso global de financiarización de la eco-


nomía antes descrito, el crédito ha sido concebido no solo
como un ingrediente esencial del neoliberalismo, sino tam-
bién como una precondición de su existencia. Para entender
esto es preciso mirar a la economía política del capitalismo.

tructive Product Market Competition and ‘Modern’ Financial


Markets on Nonfinancial Corporation Performance in the Neoli-
beral Era”, en Financialization and the World Economy, ed. Gerald A.
Epstein (Cheltenham, Edward Elgar, 2005), 77-110.

138 · El ABC del neoliberalismo 2


Como han apuntado los economistas políticos, existe una
sistemática relación entre altos niveles de endeudamiento de
los hogares (créditos de consumo, vivienda y educación) y la
reducción en el gasto social15. Contrario a las narrativas con-
vencionales que sitúan el endeudamiento como el reflejo de
los deseos y preferencias de las personas, los economistas po-
líticos han apuntado una compleja relación de sinergias entre
el desmantelamiento del Estado de bienestar, la estagnación
de los salarios y la deuda de los hogares. En concreto, esta
idea sugiere que en un contexto de salarios reales que se han
mantenido estables (estagnados), en conjunto con un aumen-
to en el costo de la vida por la privatización de los servicios
básicos, los hogares se han visto presionados para utilizar
múltiples fuentes de crédito para solventar sus gastos16 . Así,
por ejemplo, la deuda en tarjetas de crédito aumenta no por
una fiebre consumista, sino porque los hogares hacen frente
a urgencias económicas nacidas de la flexibilidad laboral y
escasa seguridad social, o bien, de emergencias médicas que
deben ser cubiertas con sus ingresos. Algo similar ocurre con
los créditos educacionales, que han reemplazado el gasto del
Estado en materia de educación terciaria y han transferido

15 Basak Kus, “Credit, Consumption, and Debt: Comparative


Perspectives”, International Journal of Comparative Sociology 54, no. 3
(2013): 183-186.

16  Johnna Montgomerie, “Giving Credit Where It Is Due: Public


Policy and Household Indebtedness in Anglo-America”, Policy and
Society 25, no. 3 (2006): 109-142; Johnna Montgomerie, “The Pur-
suit of (Past) Happiness? Middle-Class Indebtedness and American
Financialization”, New Political Economy 14, no. 1 (2009): 1-24.

Crédito · 139
la responsabilidad a los estudiantes y sus familias. Este pro-
ceso, conocido como “privatización del riesgo”17, supone
entonces que el crédito ha venido a reemplazar la “red de
protección” social que había supuesto el Estado de Bienestar
en gran parte de las democracias capitalistas desarrolladas.
Con ello, el “consumo” que guía la expansión del crédito no
es conspicuo, sino que refleja el intento de los hogares por
mantener sus estilos de vida en un contexto hostil.

De este modo, el crédito juega un rol fundamental en las de-


mocracias capitalistas por cuanto desactiva –al menos tem-
poralmente– el problema de la estagnación de salarios y la
privatización de bienes públicos. Esta lógica se va reforzan-
do por la acción estatal, en la medida en que los gobiernos se
ven incentivados a des-regular las tasas de interés para que
así los acreedores pueden prestar dinero a los sectores más
riesgosos y tradicionalmente excluidos del sistema financie-
ro. De esta manera, la expansión del crédito facilitada por
la des-regulación e innovaciones tecnológicas hacen menos
salientes recortes en el gasto fiscal, la flexibilidad laboral, la
falta de protección y la desigualdad18 .

17  Jacob S. Hacker, “Privatizing Risk without Privatizing the Wel-


fare State: The Hidden Politics of Social Policy Retrenchment in
the United States”, American Political Science Review 98, no. 2 (2004):
243-260.

18  Colin Crouch, The Strange Non-Death of Neoliberalism (Cambrid-


ge, Polity Press, 2011).

140 · El ABC del neoliberalismo 2


Esta narrativa está en gran medida basada en los casos de
países desarrollados, especialmente en economías de libre
mercado que siguen el modelo anglo-americano. Para otros
países en desarrollo, sin embargo, la financiarización y el
neoliberalismo alcanzan una configuración similar, pero
con matices distintos. Uno de los más importantes ha sido
el hecho de que el crédito ha sido no solo un reemplazo o un
equivalente funcional al gasto social y los salarios, sino que
también ha ayudado a construir mercados que antes no exis-
tían. Esto ya había ocurrido a inicios del siglo XX en países
como Estados Unidos, Francia o Japón, donde productores
utilizaron créditos para poder vender sus productos como
electrodomésticos o autos19. Pero en Latinoamérica este pro-
ceso se ha llevado a cabo en contextos de mayor desigual-
dad, pobreza y un marcado énfasis en políticas neoliberales.
En este escenario, Brasil y Chile son casos emblemáticos en
los que el crédito ha servido como una herramienta para
expandir el consumo de emergentes clases medias, en lu-
gar de reemplazar el gasto social. Como muestra Lavinas
para el caso de Brasil, el modelo de desarrollismo social que
siguió el Partido de los Trabajadores durante el boom de
2003-2016 estuvo fuertemente marcado por la extensión de
crédito a los sectores de bajos ingresos, de manera tal que

19  Jan Logemann, “Americanization through Credit? Consumer


Credit in Germany, 1860s-1960s”, Business History Review 85, no. 3
(2011): 529-550; Andrew Gordon, “Credit in a Nation of Savers:
The Growth of Consumer Borrowing in Japan”, en The Development
of Consumer Credit in Global Perspective: Business, Regulation and Culture,
ed. Jan Logemann (New York, Palgrave Macmillan, 2012), 63-84.

Crédito · 141
jugó un papel fundamental –aunque no reconocido– en la
transición hacia una sociedad de consumo. A este proceso
contribuyeron las políticas subsidiarias, las cuales sirvieron
como colaterales para asegurar el acceso al sector finan-
ciero20 . En Chile, por otro lado, la creación de mercados
educacionales, de vivienda y de consumo fue a la par con el
desarrollo de herramientas financieras que sirvieron como
verdaderos subsidios a la demanda de bienes y servicios. Allí
las tarjetas de crédito de casas comerciales han servido como
una expansión permanente del ingreso de hogares medios y
bajos, mientras que los créditos de vivienda y educacionales
han permitido expandir la cobertura de estos servicios bá-
sicos privatizados. De este modo, el crédito permite hacer
menos evidente los altos niveles de desigualdad de ingresos,
alcanzando en parte la ilusión de la igualdad de consumo21.
Así visto, el crédito no solo permite a los hogares alcanzar
estándares de consumo socialmente definidos, sino que es
también una condición de posibilidad del funcionamiento y
expansión de múltiples mercados.

En general, como fenómeno global de expansión de las fron-


teras de la acumulación del capital, la financiarización se

20  Lena Lavinas, “How Social Developmentalism Reframed So-


cial Policy in Brazil”, New Political Economy 22, no. 6 (2017): 628-644.

21  Felipe González, Privatized Keynesianism or Conspicuous Consump-


tion? Status Anxiety and the Financialization of Consumption in Chile (Köln:
Max-Planck-Institut für Gesellschaftsforschung, Discussion Paper
17/3, 2017).

142 · El ABC del neoliberalismo 2


caracteriza por el hecho de que se ha enfocado principal-
mente en lo que se ha denominado la “base de la pirámide”,
es decir, los sectores sociales antes excluidos del sistema fi-
nanciero. Como mencionamos anteriormente, esto ha sido
facilitado por las des-regulaciones financieras, pero también
por la implementación de nuevas técnicas de manejo de
riesgo que han permitido convertir a individuos pobres en
sujetos de crédito22. En casos como los “micro-créditos” que
promueven el emprendimiento de personas con bajos recur-
sos, se ha financiarizado la pobreza como resultado de polí-
ticas públicas impulsadas por organismos internacionales y
ONGs. Esto opera de la mano de narrativas propias del neo-
liberalismo, tales como la exaltación del emprendimiento, la
competencia y la innovación, que dan un sustento moral y
discursivo a la expansión de las finanzas. Como han apun-
tado observadores críticos, las micro-finanzas han financia-
rizado la pobreza al convertirla en un problema financiero
y en la base de nuevas relaciones de apropiación entre po-
derosos acreedores e individuos en condición de pobreza23 .

22  José Ossandón, “Sowing Consumers in the Garden of Mass


Retailing in Chile”, Consumption Markets & Culture 17, no. 5 (2013):
429-447.

23  Philip Mader, The Political Economy of Microfinance: Financializing


Poverty, Studies in the Political Economy of Public Policy (Houndmills, Pal-
grave Macmillan, 2015).

Crédito · 143
La financiarización de la empresa
y la desigualdad

Otro espacio de transformaciones de las relaciones econó-


micas y sociales afectadas por la expansión del crédito y las
lógicas financieras ha sido la empresa, núcleo central del
sistema capitalista. Esta transformación ocurrió no tan-
to en el régimen de acumulación como en las estructuras
organizacionales de aquellas corporaciones que conven-
cionalmente no habían sido financieras. Conocido como el
shareholder value o “valor del accionista”, esta aproximación a
la financiarización se refiere al modo en que los principios
organizacionales contenidos en teorías económicas modifi-
caron la conducta de las corporaciones, de manera tal que
orientaron sus actividades hacia el sector financiero24.

La teoría del “valor del accionista” se constituyó en la dis-


ciplina económica como una solución al problema de la
separación de la propiedad y el control de esta en grandes
compañías. Teóricos de la “agencia” como Michael Jensen
y Eugene Fama apuntaron en la teoría del “valor del ac-
cionista” que el principal objetivo de una empresa no debía
ser el crear valor para beneficiar a la totalidad de los impli-
cados o stakeholders (dueños, trabajadores, la sociedad, etc.),

24  Greta R. Krippner, Capitalizing on Crisis: The Political Origins of


the Rise of Finance (Cambridge, Mass., Harvard University Press,
2011).

144 · El ABC del neoliberalismo 2


sino exclusivamente a los accionistas25. La razón es que, a
diferencia de los trabajadores o gerentes que tienen incen-
tivos para mejorar sus salarios, no existen incentivos para
maximizar el retorno de la inversión de los accionistas. La
solución entonces fue unificar el control y la propiedad a
partir de las compensaciones de ejecutivos que dependen de
los retornos que estos generen a los accionistas.

Una vez que las empresas adoptaron este paradigma en los


ochenta, se pusieron en marcha una serie de prácticas tales
como la introducción de medidas de rendimiento, reportes
de corto plazo y altas compensaciones ejecutivas. Esto ha
tenido profundas consecuencias en las organizaciones y la
manera en que estas buscan generar ganancias. Puesto bajo
el paradigma del “valor del accionista”, las corporaciones se
orientaron a los mercados financieros como principal meca-
nismo para obtener ganancias a corto plazo, por lo que el
valor de la acción sería el indicador más importante del ren-
dimiento. Con esto la economía productiva, la generación
de empleos y la inversión en capital se han visto mermadas,
dando paso a espirales de especulación financiera, diversi-
ficación de las inversiones de los grandes conglomerados y
una exacerbación de la desigualdad salarial. Como indica
Van der Zwan, “Lo que separa a las corporaciones finan-
cieras de sus predecesores de la era industrial, es que las

25  Engelbert Stockhammer, “Financialisation and the Slowdown


of Accumulation”, Cambridge Journal of Economics 28, no. 5 (2004):
719-741.

Crédito · 145
ganancias financieras de sus operaciones no se reinvierten
en las instalaciones productivas de las empresas, sino que
son distribuidas a los accionistas a través del pago de divi-
dendos u opciones de compra de acciones”26 .

Este paradigma no solo ha tenido un gran impacto en la


financiarización de las empresas, que ahora buscan hacer
ganancias en mercados financieros, sino también en la dis-
tribución de la riqueza. Esto porque uno de los beneficiarios
más importantes ha sido la clase ejecutiva, que se ha be-
neficiado de cuantiosos bonos y oportunidades de comprar
acciones a precios más convenientes (todo esto incluso en
tiempos de crisis, donde las compensaciones alcanzaron
sumas moralmente reprochables). Como muestra la biblio-
grafía, los ejecutivos de alto nivel han visto un incremento
sostenido de sus salarios desde la década de los ochenta,
ganando ingresos que llegan a ser cientos de veces más altos
que los ingresos de los trabajadores promedio. Más aun, este
enriquecimiento ha sido alcanzado al costo de las pérdidas
de empleos y recortes que afectan a los trabajadores, con-
tribuyendo a la dualización de las economías. En parte, el
aumento de los niveles de desigualdad en el mundo –que
vuelven a las figuras de la primera guerra mundial– se deben
a una nueva distribución entre los trabajadores de menor ca-
lificación y los “nuevos asalariados ricos” representados por

26  Natascha van der Zwan, “Making Sense of Financialization”,


Socio-Economic Review 12, no. 1 (2014): 99-129, cita en 108. Traduc-
ción propia.

146 · El ABC del neoliberalismo 2


los altos ejecutivos del sector financiero27. Con ello, el poder
financiero –a veces llamado la clase rentista–, de paso, sigue
fortaleciéndose vis a vis el debilitamiento de los Estados na-
cionales y la capacidad de control democrático.

La financiarización de la cultura
y la vida cotidiana

Finalmente, la expansión del crédito ha tenido una ascen-


dencia indudable en la vida cotidiana de las personas y en la
cultura misma. En este plano, la financiarización de la vida
cotidiana ocurre a través de distintos canales, tanto a nivel
discursivo como en términos prácticos.

Discursivamente, la expansión del crédito se ha ampara-


do sobre una narrativa moralizante que exalta el rol de la
responsabilidad individual y el imperativo de capitalizar la
vida, invertir, y pagar de vuelta lo adeudado. Este discurso,
conocido como la “democratización de las finanzas”, gene-
ra sinergias positivas o afinidades electivas –como diría Max
Weber– con otros discursos propios del neoliberalismo, tales
como el emprendimiento o el uso racional de los recursos

27  Gérard Duménil y Dominique Lévy, “Financialization, Neo-


liberalism and Income Inequality in the USA”, en Financialization
at Work: Key Texts and Commentary, Ismail Erturk, Julie Froud, Sukh-
dev Johal, Adam Leaver y Karel Williams (New York, Routledge,
2008), 223-37.

Crédito · 147
del hogar28 . Básicamente, consiste en la promesa de que los
hogares pueden participar de los beneficios del capitalismo
y sus múltiples instrumentos de inversión, siempre y cuando
aprendan a comportarse de manera racional y responsable.
De este modo, la financiarización es promovida por gobier-
nos, así como también por incontables libros de auto-ayuda
financiera o sobre cómo conseguir riquezas mediante un
uso racional de los instrumentos a mano: seguros de vida y
salud, fondos de pensiones, créditos de consumo, fondos mu-
tuos, ahorros, y un sinfín de otros mecanismos de inversión.
De este modo, los hogares pobres y no pobres son invitados a
mirar su unidad doméstica como una inversión, constituida
por activos y pasivos, flujos de dinero e inversiones similares
a los de cualquier empresa capitalista. Se habla de “pro-
mesa” de la “democratización de las finanzas” porque este
proceso no necesariamente ha tenido los efectos esperados,
tales como la reducción de la pobreza, sino que en muchos
casos ha favorecido procesos de “expropiación financiera”
por parte de poderosos acreedores hacia los más pobres29.

En términos prácticos, se habla de la financiarización de la


vida cotidiana porque la “democratización de las finanzas”

28  Ismail Erturk et al., “The Democratization of Finance? Pro-


mises, Outcomes and Conditions”, Review of International Political
Economy 14, no. 4 (2007): 553-575.

29  Philip Mader, The Political Economy of Microfinance: Financializing


Poverty, Studies in the Political Economy of Public Policy (Houndmills, Pal-
grave Macmillan, 2015).

148 · El ABC del neoliberalismo 2


tiene efectos concretos sobre la vida de las personas. Una
vez que los instrumentos financieros entran en la unidad
doméstica, ocurre un doble proceso de domesticación30 . Por
un lado, los hogares aprenden –o no– a utilizar los crédi-
tos e instrumentos financieros de modo que estos les sirven
como expansión de sus salarios. En el proceso, las personas
adoptan marcos de calculabilidad, horizontes temporales y
hábitos que son propios del mundo de las finanzas31. Así, se
dice que mediante la domesticación del crédito se termina
por conectar dos mundos que tradicionalmente aparecían
separados, las altas finanzas de Wall Street –por ponerlo en
términos generales– y las bajas finanzas de los hogares de
menores ingresos. El cambio cultural ocurre entonces por-
que hay una suerte de “efecto derrame”, mediante el cual las
personas adoptan actitudes propias de aquellos que trabajan
en los mercados financieros: la utilización instrumental de
los scorings o puntajes de crédito para obtener mejores ta-
sas de interés o beneficios; el malabarismo entre tarjetas de
crédito; la búsqueda de nuevos acreedores para consolidar
antiguas deudas con mejores tasas de interés; o la compra
de libros de auto-ayuda financiera, entre muchas otras bien
documentadas.

30  Léna Pellandini-Simányi, Ferenc Hammer, y Zsuzsanna Var-


gha, “The Financialization of Everyday Life or the Domestication
of Finance?”, Cultural Studies 29, no. 5-6 (2015): 733-759.

31  Magdalena Villareal, “Sacando cuentas: prácticas financieras


y marcos de calculabilidad en el México rural”, Revista Crítica en
Desarrollo, no. 2 (2008): 131-149.

Crédito · 149
Por otro lado, la domesticación del crédito –y financiera en
general– ocurre no solo en el seno del hogar, sino que fluye
desde las empresas y los gobiernos hacia los ciudadanos. Las
empresas, por ejemplo, buscan predecir el comportamiento
financiero de las personas y hogares, clasificándolas según
su riesgo y modificando así sus oportunidades de conseguir
mejores beneficios, tasa de interés o incluso trabajo. Tam-
bién buscan controlar su conducta, incentivando el pago de
las deudas con un cuidadoso manejo de las relaciones in-
terpersonales en algunos casos32, o bien, mediante agresivas
técnicas de recolección financiera. En el caso de los gobier-
nos, se crean incontables políticas públicas que apuntan a
“educar” a la población en términos financieros, intentando
modificar su conducta a imagen y semejanza de una clase me-
dia imaginaria que es financieramente responsable. Con ello,
buscan modificar la forma en que las personas entienden sus
propios recursos y su sentido de responsabilidad individual.
En gran medida, la domesticación opera como lo que los
estudiosos de la gubernamentalidad neoliberal denominan
“gobierno a distancia”, por cuanto el mero uso del crédito y
de instrumentos financieros obliga a las personas a interna-
lizar mecanismos de auto-control que terminan modificando
su propia subjetividad.

En definitiva, el crédito y la deuda, tal como la conocemos


en sus múltiples expresiones, dispositivos y discursos, es un

32  Joe Deville, Lived Economies of Default: Consumer Credit, Debt Collec-
tion, and the Capture of Affect (New York, Routledge, 2015).

150 · El ABC del neoliberalismo 2


ingrediente esencial de las transformaciones institucionales
que ha encarnado el neoliberalismo. Y ello tanto en lo que
respecta al sistema capitalista en su totalidad, como a la
relación entre el Estado con los ciudadanos, las empresas
y la cultura misma. A diferencia de las teorías económicas
que conciben el crédito como un instrumento meramente
financiero, técnicamente endosado y moralmente neutro,
otras ciencias sociales como la antropología, la economía
política y la sociología han mostrado que el crédito/deuda
encarna relaciones sociales concretas. Estas relaciones, a su
vez, se encuentran en el seno de transformaciones políticas,
sociales y culturales que tienden a ser oscurecidas por los
discursos imperantes sobre el crédito. Para romper con este
cerco ideológico, empero, es preciso dar crédito al crédito.

Crédito · 151
Vulnerabilidad
Alejandra González Celis
l 21 de mayo del año 2002 el ex presidente
chileno Ricardo Lagos finalizaba su cuenta pú-
blica anunciando la creación del programa Chile
Solidario que se haría cargo de la superación de la
pobreza de 200.000 familias. Uno de los pilares del programa
y que todos conocerían más tarde como el Programa Puente
consistía en la figura de un profesional, denominado Apoyo
Familiar, que acudía a la casa de las familias a conectarla con
la red social existente, que en palabras de Lagos, desconocían:

Los chilenos y chilenas están fuera del sistema de


protección, no saben de subsidios únicos, no saben de
subsidios a las cuentas de agua potable, no saben de
pensiones asistenciales, no saben de becas de reten-
ción, no saben de programas de salud, no saben de
cursos de capacitación1.

1  Discurso presidencial 21 de mayo 2002.

Vulnerabilidad · 155
En julio de ese año yo iniciaba mi práctica profesional como
trabajadora social y como parte de mis tareas se me enco-
mendó trabajar como apoyo familiar a cargo de 3 de esas
familias. El Programa Puente se transformó prontamente
en un programa estrella del gobierno y para mí en un tema
de tesis. ¿Qué diferenciaba a este programa de otros?

Precisamente la noción de vulnerabilidad a partir de la cual


se fundó y que diríamos casi marca un antes y un después
para los discursos presidenciales y la política social. Es in-
teresante. Haga usted el ejercicio de mirar los discursos de
Lagos de los años 2002 y 2003. Ni una mención hay a la
noción de vulnerabilidad ni a la de vulnerables en el 2002,
pero en el 2003, cuando ya el programa estaba siendo im-
plementado aparece mencionado dos veces y precisamente
en el apartado que se titula “Hay otro Chile que está sur-
giendo”, allí Lagos declara: “Un Chile […] que protege a
sus hijos más vulnerables”. El 2004 vuelve a aparecer dos
veces presentándonos un país “donde todos nos sentimos
más libres, y donde los más vulnerables se sienten más pro-
tegidos”. Desde ahí aparece en cada uno de los discursos
presidenciales (incluido Piñera). Interesante porque hasta
antes de ese uso, en términos de política social se hablaba
de pobres y de pobreza. Y los que no eran pobres, bueno, no
lo eran y ya. De hecho, era insistente la apelación entre los
cientistas sociales que la noción de pobreza, entendida solo
en base a su variable ingreso, invisibilizaba una serie de
problemáticas que aparecían a la hora de intentar superar

156 · El ABC del neoliberalismo 2


la complejidad de lo que significa vivir en pobreza2. Era ne-
cesario medir de otra forma, conceptualizar de otra forma,
los trabajos de Amartya Sen3 y su revisión desde Rawls co-
menzaban a tener eco y desde allí se cuestionaba al Estado.
Y esto es muy importante: la palabra vulnerabilidad ins-
talaba una forma de comprensión que parecía oponerse a
ese binarismo pobre/no pobre abriendo un arco que incluía
a los pobres de ingreso y muchos otros. ¿Quiénes? ¿Quiénes
son los vulnerables? Y lo más relevante para pensar: ¿quién
indica quién es o no vulnerable? ¿Cuán vulnerable es usted?
¿Qué efectos ha tenido este uso desde el Estado en nuestras
formas de comprensión y actuación social?

Revisar el uso y abuso de la noción de vulnerabilidad nos


permite entender que su aparición está indisolublemente li-
gada a las formas de distinción y proposición sobre la protec-
ción que se puede ejercer sobre ese que se comprende como
vulnerable. En este sentido, noción conceptual, medición y
política social se presentan como un triángulo que delimita

2  Puede observarse en ello el protagonismo que tuvo el discurso de


la Fundación para la Superación de la Pobreza y la documentación
que fue elaborando. Consultar http://www.superacionpobreza.cl/
nosotros/

3  Véanse los siguientes textos de Amartya Sen: Choice, Welfare and


Measurement. (Oxford: Blackwell, 1982); Resources, Values and Develo-
pment. (Oxford: Basil Blackwell, 1985) Commodities and Capabilities.
(Amsterdam: North-Holland, 1987) The Standard of Living. (Cambri-
dge: Cambridge University Press,1993) The Quality of Life. (Oxford:
Clarendon Press, 1993) Traducción de R. Reyes, en Nussbaum y
Sen (eds.) La calidad de vida. (México: FCE, 2002), entre otros.

Vulnerabilidad · 157
las posibilidades e imposibilidades de acción del Estado con-
certacionista (y de la Nueva Mayoría) y que a mi modo de
ver, nunca ha puesto en cuestión la idea funesta de que hay
algo en uno (las personas, los territorios, las familias, las
unidades de intervención social) que se encuentra en falta,
que debe ser protegido especialmente ya que hay otros (los
fuertes, los completos, los normales) que no necesitan nada.
La focalización es muy buena amiga de la vulnerabilidad
en oposición a la idea de universalización. Las prestaciones
diferenciadas versus los derechos sociales.

Uno de los giros más importantes que hace la dictadura


chilena es la instalación de la focalización como mecanismo
que permita seleccionar a beneficiarios de las políticas so-
ciales. Hasta antes de la dictadura cívico-militar la política
social tenía un carácter universalista de subsidio a la oferta.
Claramente no alcanzamos a tener un Estado de bienestar
propiamente tal con políticas universales que permitieran
garantizar derechos para todos, pero el camino estaba
orientado hacia esos fines y las bases de ello pueden rastrear-
se en tiempos anteriores al gobierno de Salvador Allende.
La dictadura desmantela ese Estado en crecimiento, dismi-
nuye el gasto fiscal y propone instrumentos que permiten
identificar con claridad quiénes deben ser los beneficiarios
de los escasos programas y prestaciones sociales que ofrece.

El año 1979 surge la Ficha CAS (Caracterización Socioe-


conómica) como un instrumento que permitía identificar
pobres. Los trabajadores sociales la conocimos bien, y la

158 · El ABC del neoliberalismo 2


vimos operar en el contexto de una municipalización de los
servicios sociales. Eran los departamentos de estratificación
los encargados de aplicarla y a contar del puntaje obtenido
se podía optar a beneficios sociales (subsidios de vivienda,
subsidio único familiar, por nombrar los más emblemáticos
de los escasos subsidios existentes). La familia que iba a ser
encuestada se preparaba para este proceso. No se sabía
cuándo iban a venir, la visita era siempre sorpresa ya que se
sabe que los pobres mienten 4 . A partir de ese momento se vivía
en preparación para ello, había que esconder los bienes que
se tenían, parecer realmente pobre: los vecinos avisaban,
la vecina de atrás recibía algún electrodoméstico a través
de la pandereta para ser ocultado. Los pobres no sabían
qué era lo que la famosa ficha medía, por lo tanto tendían
a ocultar lo que alguien había dicho que podía ser mal visto.
Es cierto en parte lo que decía Lagos, los pobres no sabían,
no sabían cómo eran medidos y eso entregaba un poder
especial a la ficha.

El año 1987 aparece una segunda versión de la CAS llamada


ahora CAS -2 que incorporó otras variables y que se centró en
la familia y en la vivienda. A esa medición siguió la del año

4  Este es parte de uno de los efectos de la focalización: es necesa-


rio que existan mecanismos que logren pesquisar aquellos que son
merecedores de aquellos que no lo son. Recursos materiales y sim-
bólicos son utilizados en lograr esta diferenciación. Como si una
masa de mentirosos quisiera estar de madrugada en los atiborrados
e indignos servicios sociales mintiendo para conseguir prestaciones
residuales.

Vulnerabilidad · 159
2007 que se presentaba como una nueva forma de medir,
llamada Ficha Familia:

La principal modificación tiene que ver con el enfo-


que utilizado para caracterizar a las familias según
su nivel de vulnerabilidad socioeconómica, entendida
como el riesgo de estar en pobreza. Ello incluye tanto
a los hogares efectivamente pobres como aquellos que
tienen una alta probabilidad de empobrecerse en el
futuro. En tal sentido, la vulnerabilidad es un concep-
to dinámico y más amplio que la noción de carencias
asociadas a pobreza que consideraba la Ficha CAS5 .

Aparece entonces con plena fuerza esta noción de vulnera-


bilidad totalmente relacionada con otra noción: riesgo. Se
es más vulnerable cuanto menos se puedan enfrentar los
riesgos. La vulnerabilidad implica no tener las capacida-
des suficientes para poder enfrentar los riesgos de manera
satisfactoria. No ser lo suficientemente fuerte. Mideplan el
año 2002 conceptualiza vulnerabilidad como un “proceso
multidimensional que confluye en el riesgo o probabilidad del individuo,
hogar o comunidad de ser herido, lesionado o dañado ante cambios o
permanencia de situaciones externas y/o internas”6 .

5  Rodrigo Herrera, Osvaldo Larrañaga y Amanda Telias PNUD,


“La ficha de protección social”, fecha de acceso 3 de mayo 2017,
http://www.cl.undp.org/content/dam/chile/docs/pobreza/
undp_cl_pobreza_texto15.pdf

6  MIDEPLAN “Síntesis de los principales enfoques, métodos y es-

160 · El ABC del neoliberalismo 2


Efectivamente lo que el Estado Chileno hizo, a partir del go-
bierno de Lagos, y que han profundizado los dos gobiernos
de Bachelet, incluido el gobierno de Piñera, es asumir que
hay riesgos sociales que deben ser enfrentados por nosotros
y donde el Estado puede colaborar, previniendo, mitigando
o superando el impacto del riesgo principal. Esos riesgos
afectan a personas, familias y grupos sociales. El Estado
entonces, genera una especie de paraguas protector especia-
lizado que es denominado Protección Social y no Bienestar
Social. Una traducción a pie juntillas de lo dictaminado por
el Banco Mundial el año 2000 en un documento clásico y
a esta altura extremadamente honesto, titulado “Manejo
Social del Riesgo: Un nuevo marco conceptual para la Pro-
tección Social y más allá” de Holzmann y Jorgensen7. Aún
más: los impactos que estas formas de concebirnos tienen
precisamente en el tipo de relaciones sociales que somos
capaces de articular y desde allí el tipo de Estado que po-
demos imaginar.

trategias para la superación de la pobreza”. Documento de Traba-


jo. Departamento de Evaluación Social. División Social. Ministe-
rio de Planificación y Cooperación. Gobierno de Chile. Octubre,
2002, p. 32 http://repositoriodigitalonemi.cl/web/bitstream/
handle/2012/928/SERIE_POLITICAS_SOCIALES.jpg?sequence=1

7 Holzmann, R. and S. Jorgensen (2000). “Social Risk Mana-


gement: A Conceptual Framework for Social Protection and
Beyond”. Social Protection Discussion Paper 0006. The World Bank:
Washington, D.C. https://www.unicef.org/socialpolicy/files/So-
cial_Risk_Management.pdf

Vulnerabilidad · 161
Hay riesgos y el rol del Estado es proveer a las personas,
familias y comunidades de capacidades o de una estructura
de oportunidades 8 que les permita enfrentar de buena forma
esos riesgos. El riesgo no se discute. Lo que se interviene, es
a las personas, sus capacidades, porque tal como indicaba
el discurso de Lagos del 2002, las personas no saben cómo
enfrentar estos riesgos. La lógica que hay detrás es la misma
de los riesgos naturales que no pueden evadirse. En Chile lo
sabemos muy bien, somos un país de terremotos, el Caribe
es una zona de ciclones y así. Esos riesgos no se van a acabar,
pero lo que sí puede hacer el banco es medir cómo cada
uno de los países hace frente a ese riesgo, cómo se repone,
cómo minimiza la destrucción que conllevan, cuánto sabe
respecto a cómo enfrentarlos.

Así lo afirma el recientemente creado Ministerio de Desa-


rrollo Social cuando conceptualiza la protección social:

Como intervenciones públicas para (i) asistir a per-


sonas, hogares y comunidades a mejorar su manejo
del riesgo y (ii) proporcionar apoyo a quienes se
encuentran en la extrema pobreza (…) el concepto
generalmente se relaciona con el enfoque de Manejo

8  Así le denomina Mideplan el año 2005 en el documento: Com-


ponentes Centrales de un Sistema de Protección Social Sustentable:
El Nuevo Escenario Social en Chile, donde además manifiesta una
posición crítica respecto a los modelos de bienestar social. http://
www.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/admin/docdescargas/
centrodoc/centrodoc_241.pdf

162 · El ABC del neoliberalismo 2


Social del Riesgo (MSR), entendido como el abordaje,
de situaciones ya sean naturales o provocados por el
ser humano, que pueden afectar a las personas consti-
tuyéndose en un riesgo y dejándolas más vulnerables
para la solución de las mismas9.

Detrás de esto, claramente está la mirada de inversionista


del Banco Mundial y sus economistas quienes han estado
continuamente preocupados por el destino de las inversio-
nes. No podrían mirar otra cosa ya que ese es su punto de
vista. No podríamos pedirle otra cosa al Banco Mundial.
Los análisis de riesgo en ello son esenciales. No es posible
invertir cuando no está asegurado un retorno rentable de
lo invertido. Pero lo que sí podemos hacer es cuestionar al
mundo político que ha tomado esa semántica, traduciéndola
textualmente para riesgos que no tienen nada de naturales:
pobreza, desigualdad, violencia entre otros que parecen
atacar a poblaciones particulares: niños, mujeres, adultos
mayores, jóvenes, mapuches. ¿Quiénes son los no vulnera-
bles entonces?

La traducción hacia la política social deviene entonces en


esto que conocemos y que hemos naturalizado profunda-
mente como vulnerabilidad, ya que de esta forma evitamos
el ejercicio lógico de preguntarnos por los orígenes de los
riesgos, su existencia o su reproducción.

9  Ministerio de desarrollo social, pp.18 -19, fecha de acceso 3 mayo


de 2017 http://www.crececontigo.gob.cl/acerca-de-chcc/que-es/

Vulnerabilidad · 163
Se instala entonces un tipo de relación social que podríamos
caracterizar como la lógica de amenazantes y amenazados.
Protegemos a unos porque hay otros que los amenazan, la
amenaza proviene desde alguna parte, por eso es necesario
proteger. No tenemos un sistema que permita ejercer de-
rechos sino que protege unos pocos de algunos, siempre y
cuando hagan lo que se necesita que tengan que hacer10 . Lo
que se instala es la búsqueda de la protección de unos por
sobre otros, la protección de grupos, comunidades o perso-
nas cuya vulnerabilidad justifique la inversión de manera
de permitir que el gasto fiscal deje de ser eso, gasto fiscal
y se convierta en inversión social. Ese es el argumento que
triunfa. Y así la vulnerabilidad va adecuándose en función
de las lógicas que se pretende instalar.

La ficha de protección social del año 2007 es nuevamente


reemplazada el año 2016, ahora bajo el segundo gobierno de
Michelle Bachelet y pasa a denominarse Registro Social de
Hogares. Registramos, catastramos, clasificamos de modo
de distribuir las prestaciones. De hecho, la contingente
demanda que los estudiantes chilenos han realizado por la

10  No vamos a detenernos mayormente en esta lógica de recom-


pensas, pero claramente en Latinoamérica hemos visto incremen-
tada el diseño de políticas sociales que tienen a su base la entrega
de transferencias condicionadas a ciertos comportamientos de sus
usuarios. El programa Bolsa Familia, en el caso brasileño. El pro-
grama Chile Solidario, el programa Oportunidades en México
tienen a su base la idea que los usuarios deben cumplir con ciertos
comportamientos, tareas o metas para mantener su permanencia y
conseguir las transferencias ofertadas.

164 · El ABC del neoliberalismo 2


gratuidad universal en educación superior ha sido respon-
dida permanentemente por el gobierno, con la idea de que
los recursos son escasos y que por ende debe potenciarse la
entrega de ellos hacia aquellos que presenten mayores vul-
nerabilidades, entendidas por cierto, como su participación
en los primeros quintiles de ingreso. Ellos han sido los me-
recedores. La lógica incrementalista que ha prometido este
gobierno en términos de gratuidad ha instalado la idea que
comenzaremos por los vulnerables. Así lo expresaba Bache-
let el 2016 en su discurso presidencial del 21 de mayo:

Avanzando en nuestro compromiso de alcanzar la


gratuidad para el 70% de los estudiantes más vulne-
rables de Chile al fin de mi período, a partir del 2016
aseguraremos que el 60% más vulnerable que asista
a Centros de Formación Técnica, Institutos Profesio-
nales acreditados y sin fines de lucro, o a universida-
des del Consejo de Rectores, accedan a la gratuidad
completa y efectiva

Especialmente demostrativa de esta lógica de amenazados y


amenazantes ha sido el argumento con que la derecha chi-
lena ha respondido a esta demanda por educación superior
gratuita, usando por cierto la misma lógica de vulnerabili-
dad, respecto a que sería más importante invertir en infan-
cia o en pensiones que en gratuidad en educación superior.
Así lo señaló Piñera el 17 de julio del 2017, al salir de una
reunión con su grupo de economistas:

Vulnerabilidad · 165
Este camino de permanente irresponsabilidad fiscal
es absolutamente insostenible y sólo conduce a una
grave crisis de la economía chilena, que perjudicará
gravemente a la clase media y los sectores más vul-
nerables (…) El gobierno ha impulsado un aumento
del 50% al 60% de la gratuidad en la Educación Su-
perior. Este incremento tiene un costo adicional de
U$ 333 millones y dejaría sin recursos, y por primera
vez con holguras negativas, al próximo gobierno para
hacerse cargo de los graves problemas de la infancia
y adolescencia y de las bajas pensiones de nuestros
adultos mayores11

Y tiene razón Piñera, porque ha sido el propio gobierno,


desde su Ministerio de Desarrollo Social, quien ha instalado
y reiterado la idea de que la inversión en primera infancia es
fundamental. De hecho el primer gobierno de Bachelet fue
reconocido por la creación del Sistema Chile Crece Con-
tigo, como un programa focalizado en los niños entre 0 y
4 años, que resultan especialmente vulnerables y donde la
inversión estatal reditúa considerablemente:

La inversión en primera infancia y la intervención


temprana presenta una alta tasa de retorno y es es-
tratégica para el desarrollo del país: La evidencia que

11 Diario La Tercera, 17 de julio 2017 disponible en http://www.


latercera.com/noticia/pinera-propone-redestinar-recursos-la-
gratuidad-mejorar-sename-pensiones/

166 · El ABC del neoliberalismo 2


se ha documentado desde la ciencia económica para
dar cuenta de la relevancia de la inversión en primera
infancia y de su alta tasa de rentabilidad, es ya un
consenso la tasa de retorno de esa inversión inicial es
significativamente más alta que la realizada en otros
momentos de la vida12.

La noción de vulnerabilidad sirve para propósitos diversos


tal como hemos visto. Permite clasificar, permite focalizar,
permite posicionar decisiones de inversión política incluso
desde discursos que parecieran ser antagonistas. Y también
permite que el Estado controle, intervenga y entre a las ca-
sas y a los territorios de lo que se define como vulnerable.
Como aquello que puede sufrir algún tipo de riesgo.

En Chile esta noción aparece como transversal a una serie


de programas sociales. Por ejemplo el Programa Habilidades
para la Vida13 , diseñado y ejecutado por la Junta de Auxilio
Escolar y Becas ( JUNAEB) dependiente del Ministerio de Edu-
cación, tiene por objetivo aumentar el bienestar psicosocial
y el éxito en el desempeño escolar (asistencia, permanencia
y rendimiento académico) de los/las estudiantes del país

12  Ministerio de desarrollo social, 26, fecha de acceso 3 mayo


de 2017, http://www.crececontigo.gob.cl/acerca-de-chcc/que-es/

13  Podrá el lector detenerse en el nombre artificioso de este tipo


de programas instalados en territorios cruzados por la pobreza, el
narcotráfico, el consumo de sustancias. No importan los contextos,
el programa ofrece un tipo de prestación que les permitirán a esos
estudiantes habilitarse para la vida, no importan dónde esta sea.

Vulnerabilidad · 167
mediante una intervención de salud mental escolar en las co-
munidades educativas, y que a largo plazo, elevaría la calidad
de vida, las competencias personales y disminuiría daños en
salud en la población14. Para ello se concentra en Estableci-
mientos Educacionales Municipales o Particulares Subven-
cionados, con altos índices de vulnerabilidad socioeconómica
y psicosocial. La intervención incorpora acciones de detección
y prevención del riesgo. Trabaja a partir de un diagnóstico
que detecta “riesgo psicosocial” a través de dos instrumentos
cuantitativos: el primero denominado “TOCA-R”, para medir
los factores de desobediencia/agresión, conducta tímida,
déficit cognitivo, problemas de concentración, inmadurez
emocional e hiperactividad. El segundo instrumento se deno-
mina “PSC”, el cual se aplica a padres para medir conductas
emocionales desadaptativas. Es decir los riesgos le pertene-
cen a los miembros de esas comunidades educativas. Ni una
palabra respecto al segmentado sistema educacional chileno,
ni una palabra respecto a que esas escuelas son producidas
en territorios de tremendas desigualdades. Ni una palabra
respecto a la necesidad de generar un sistema educacional
integrado e igualitario. Solo necesitamos psicólogos que nos
enseñen cómo vivir en contextos de riesgo. Entra el Estado a
esas casas, a esas escuelas a ofrecer este tipo de solución, ins-
talando entonces una demarcación culpabilizante sobre estas
poblaciones que no tendrían habilidades para la vida.

14  JUNAEB, “Orientaciones técnicas y administrativas para la pre-


sentación de proyectos de continuidad Programa Habilidades para
la Vida I, periodo 2017 – 2018” 
 (2015)

168 · El ABC del neoliberalismo 2


La esfera de lo político ha incorporado la noción de vul-
nerabilidad y la devuelve a las personas, comunidades y
territorios convertida en verdad. Así podemos observarlo en
el discurso de nuestras autoridades, en los textos de nuestras
políticas sociales y, lo que es peor, en las acciones y metodo-
logías que implementan quienes intervienen directamente
con estas poblaciones: psicólogos, trabajadores sociales,
profesionales del área. Quien es declarado vulnerable ve
mermada su potencia de acción, quién es vulnerabilizado
aparece como incompetente, como menor, como alguien
que requiere de una ortopedia que lo habilite. La semán-
tica tiene aquí un poder especial porque es acompañada
de prácticas materiales de clasificación y entrega de presta-
ciones que profundiza el diferencial de poder entre quienes
son hábiles y quienes no lo son. El desafío entonces implica
desmontar estos argumentos y mostrar las vulneraciones
existentes. Porque no son vulnerables nuestros ciudadanos,
son vulnerados sus derechos y en ese sentido es imperioso
identificar los culpables de esa vulneración.

Vulnerabilidad · 169
Sindicato
Una figura contra
Daniela Marzi Muñoz
a organización sindical tiene enemigos en
todos los frentes, lo que se debe a su posición
de figura “contracultural” insertos en el neolibe-
ralismo, pero portador de la paradoja que es ser
una figura que nace con el capitalismo, no se entiende sin él.

Su signo de tensión respecto al sistema capitalista y con-


traria al neoliberalismo se reconoce al constatar que uno
de sus fundamentos se encuentra en el principio no muy
explorado de la solidaridad, en clara relación a la igualdad,
y con un contenido radical en torno a la libertad: existe
ante todo y como fin más alto redistribuir el poder en la
sociedad, racionalizando el poder del empleador1. En una
forma ordenada y lógica ese rasgo tuvo como respuesta en
Chile el despliegue de diseños legales antisindicales y, so-
bre todo, una cultura social “antisindical”, salvo el período

1  José Luis Ugarte, Derecho del Trabajo: invención, teoría y crítica (San-
tiago, Legalpublishing), pp. 31 y siguientes.

Sindicato · 173
1964-1973, previo al Golpe cívico militar2, que corresponde
a una fase que en términos políticos, económicos y sociales
asumió la causa de los trabajadores como central en la di-
rección política de los gobiernos y que llegó a su máxima
expresión con la Unidad Popular3 .

Tal característica se refleja cada vez que se entroniza a la


empresa como la figura central de la sociedad porque es la
dadora de empleo y eso la transforma en su gran motor.
Esta jerarquización de importancia social tiene como co-
rrelato que

Al tradicional enmascaramiento del sometimiento


que procura el contrato se suma, aún con mayor

2  Ver Fundación Sol, Sindicatos y negociación colectiva. Panorama esta-


dístico nacional y evidencia comparada (Santiago, Fundación Sol), p.6.

3  Claramente descrito en Peter Winn, Tejedores de la revolución. Los


trabajadores de Yarur y la vía chilena al socialismo, (Santiago: LOM), 31
y siguientes. Un capítulo aparte en este proceso y todo un ámbito
de estudio lo constituye la Reforma Agraria, proceso de dignifi-
cación de las condiciones de vida de los trabajadores del campo
y que tuvo en términos normativo-laborales su punto más alto la
incorporación de la negociación colectiva ramal por medio de la
Ley N°17.074 de 1968. Es este amplio y profundo alcance el que
explica también la brutal represalia que la dictadura ejecutó en el
campo, considerando que no había un enemigo real allí en térmi-
nos de fuerza. Acerca de este proceso completo se dedicó en forma
reciente el número especial de Le Monde Diplomatique, Reforma Agra-
ria, en particular sobre la ley N°17.074 de 1968, José Luis Ugarte,
“Una pequeña y poderosa luz en el camino (Editorial Aún creemos
en los sueños, 2017), pp. 57 y siguientes.

174 · El ABC del neoliberalismo 2


intensidad, el empleo y su escasez. Se trata de un ar-
gumento con efectos devastadores en la relación de
trabajo y en la relación de ciudadanía. La realización
efectiva del empleo alcanza tal dimensión en las as-
piraciones sociales, determina de tal forma los com-
portamientos individuales y colectivos que acaba, y
aquí reside la superación del contrato como fórmula
de ocultamiento del poder, por hacer deseable la rela-
ción de sometimiento. El anhelo de trabajo, la necesi-
dad de vivir, hacen pasar a segundo plano las formas
en las que el trabajo se canaliza, incluso cuando éste
deja de ser portador de ciudadanía4.

La cultura neoliberal es antisindical, además, ya que pro-


pende a individualizar los conflictos de la existencia, trans-
formándolos en problemas de capacidad e incapacidad
personal5. Como explicaremos, el hecho sindical es un ins-
trumento que responde a la idea contraria, tal como seña-
lara Arendt, “El poder humano corresponde a la condición
de pluralidad, para empezar”6 . Y sólo si se acumula poder

4  Joaquín Pérez, “La senda roja: notas sobre emancipación y De-


recho del Trabajo, en especial la II república española”, en Modelos
de Derecho del Trabajo y cultura de los juristas, coord. Antonio Pedro
Baylos Grau. (Albacete: Bomarzo, 2013), 153.

5  Sobre el punto ver Hugo Sir, “Esfuerzo”, en El ABC del neolibera-


lismo, ed. Mary Luz Estupiñán (Viña del Mar: Communes, 2016),
pp.127-145

6  Hannah Arendt, La condición humana, (Barcelona: Paidós, 2005


[1958]), p. 227.

Sindicato · 175
se está en condiciones de probar formas autónomas y demo-
cráticas de resolver los propios conflictos. De esta forma –la
lucha conjunta–, es que se supera la soledad, para algunos la
mayor razón de sufrimiento en el trabajo: la certeza de que
ante la injusticia nadie actuará con uno7.

¿Qué se puede referir en concreto acerca del trabajo en Chi-


le hoy? El 29 de diciembre de 2014 se presentó el proyecto
de Reforma al Derecho Colectivo con el cual se promovería
y fortalecería el sindicalismo, y, en consecuencia, con el que
se daría fin al Plan Laboral de la dictadura 8 , redactado por
José Piñera en 1979. A partir de ese momento se comenzó a
confirmar la sospecha que la herencia de la dictadura en esta
materia –que es la relacionada de manera más directa con
las posibilidades de limitación y racionalización del derecho
de propiedad–, no sería posible por una razón dramática:
en la clase política chilena se había producido el fenómeno
que en su momento Pasolini llamó “aculturación”9 , es decir,
la absorción de los valores de un grupo por parte de otro,
en este caso, la que ha experimentado la llamada centroiz-
quierda –representada por la Nueva Mayoría–, respecto al

7  Simone Weil, La condición obrera (Madrid: Trotta, 2014[1951]),


p. 260.

8  Decretos leyes N°s 2756 y 2.758, de 1979.

9  Sobre el significado de este término como el gran triunfo del


capitalismo por la homogeneización social y cultural que ha pro-
ducido sin distinciones entre izquierda y derecha política ver Pier
Paolo Pasolini, Scritti corsari (Garzanti, 2015 [1975]), pp. 5 y ss.

176 · El ABC del neoliberalismo 2


sector hoy denominado “Chile Vamos”, correspondiente a
la derecha política. Este no es un hecho menor desde que sa-
bemos que el neoliberalismo “opera por medio de la cultura
[y ésta se] produce por cambios en los estilos de vida, en las
prácticas cotidianas, en los comportamientos’”10 .

Desde el inicio de la dictadura los sindicatos perdieron el


poder de proteger el estándar de vida y las condiciones labo-
rales de sus miembros. Los militares hicieron una purga de
sus líderes y activistas, y reemplazaron la democracia por la
gerontocracia al prohibir las elecciones sindicales y nombrar
a los trabajadores de más edad para que se hicieran cargo
de los sindicatos, que se vieron reducidos a asociaciones de
ayuda mutua y de asistencia para funerales, revirtiendo no
solo el enorme aumento de poder que los obreros habían ad-
quirido durante la revolución, sino también las ‘conquistas’
de décadas de lucha11.

Ese hecho se vuelve casi trivial ante la masacre de dirigen-


tes sindicales, trabajadores que fueron entregados por sus
propias empresas y que nunca han recibido una sanción por
esa participación en delitos de lesa humanidad. Ese vacío,
que es un desfondamiento moral de la sociedad, reverbe-
ra cada cierto tiempo, como cuando se hace presente que,
ante el escándalo de la opinión pública por la colusión de

10  Mary Luz Estupiñán, presentación a El ABC del neoliberalismo,


(Viña del Mar: Communes, 2016) 9-26, pp. 11 y 12.

11  Peter Winn, La revolución chilena (Santiago:LOM, 2013), p.130.

Sindicato · 177
la papelera CMPC en el caso del papel higiénico en 2015, se
debiera recordar la colusión del Estado con la Papelera para
matar a sus propios trabajadores y enterrarlos con su propia
cal, como sucedió en los crímenes de Laja12. No sólo ha ha-
bido ausencia de sanción jurídica sino, y quizá de modo más
demoledor, ausencia de sanción social.

El vacío que dicha purga produjo nunca fue colmado. No solo


por lo que la muerte en sí misma significa, sino porque las
víctimas de la dictadura quedaron cercadas en fotos blanco
y negro, sin jamás ser reivindicadas en sus papeles de líderes

12 Ver Javier Rebolledo “Los crímenes de Laja y la Papelera:


preguntas para Eliodoro Matte”, http://www.elmostrador.cl/no-
ticias/opinion/2015/11/06/los-crimenes-de-laja-y-la-papelera-
preguntas-para-eliodoro-matte/?php%20bloginfo(%27url%27)
;%20?%3E/cultura. El desfondamiento moral tiene diversas ma-
nifestaciones muy concretas en los institucional, como el que la
misma secretaria del tribunal que escondió la denuncia por los
trabajadores de Laja, Rosa Egnem, fuese nombrada en 2009 mi-
nistra de la Corte Suprema en la sala laboral, en los años en que
esta sala fue persistentemente criticada por sus fallos contra los tra-
bajadores, cuestión que cambia recién en el año 2014, en que se
produjo un cambio en su integración y verificándose un cambio
en cerca de setenta criterios en menos de un año. Si bien escon-
der una denuncia en dictadura es un acto humano comprensible
aunque éticamente reprochable, la crítica es que pese a eso se pre-
mie al funcionario llevándolo a la cúpula del Poder Judicial. Ver
Macarena Segovia “Rosa Egnem: la Ministra de la Corte Supre-
ma salpicada por el caso Masacre de Laja que fue nombrada por
Bachelet, http://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2015/08/20/
rosa-egnem-la-ministra-de-la-corte-suprema-salpicada-por-el-ca-
so-masacre-de-laja-que-fue-nombrada-por-bachelet/. Visitados el
2 de junio de 2017.

178 · El ABC del neoliberalismo 2


y lideresas sociales en el ámbito de las tomas, cordones indus-
triales, partidos políticos, etc. Lo que vino después fue una cla-
se política que empezó a compartir una ideología en torno al
Sindicato, lo que explica que se haya cuidado la conservación
del modelo de relaciones sindicales del Plan Laboral en sus lí-
neas centrales, durante todos los gobiernos de la posdictadura.

Para algunos autores el Plan Laboral debe ser encuadrado


en cada uno los decretos leyes que regularon y precariza-
ron el trabajo durante la dictadura13 . Diferimos de tal idea
porque olvida las propias palabras del redactor del Plan
Laboral, muy consciente de dónde se juega la médula de un
sistema laboral, que es en la regulación del poder colectivo.

La otra rama del derecho laboral corresponde al


derecho colectivo del trabajo y es esta el área que el
Plan Laboral iba a cubrir. El Plan Laboral no tiene
nada que ver con el derecho individual del trabajo. El
Plan Laboral es en realidad única y exclusivamente
un plan sindical y si no lo bautizamos así fue porque
nos pareció que las dos palabras no sonaban bien.
Era mucho más hermoso el título de Plan Laboral14.

13  Que es la postura, por ejemplo, de Irene Rojas, El Derecho del


Trabajo en Chile. Su formación histórica y el control de la autonomía colectiva”,
(Santiago: Legalpublishing, 2016), al incluir sobre todo el decreto
ley 2200 de 1978, que regula las relaciones individulaes del trabajo.

14 José Piñera, La revolución laboral en Chile, (Santiago: ZigZag,


1990), p. 23.

Sindicato · 179
¿Cuáles son los cimientos de ese Plan? Negociación colectiva
de empresa, huelga que no paraliza, pluralismo sindical o
que en una misma empresa coexistan varias organizaciones
con un número reducido de trabajadores, cuyo objetivo –lo-
grado– fue “producir la mayor desconcentración de poder
económico y social jamás ocurrida en Chile15.

El Plan de José Piñera fue probado por la historia, ya que


es en esta materia donde se ha mantenido prácticamente
incólume el sistema con las bases que dejó la dictadura. Es
que el Plan Laboral no es una reforma más entre otra de las
siete Modernizaciones de la dictadura: es la más relevante
para el neoliberalismo, ya que permite controlar un poder
derivado de la propiedad y de la libertad de iniciativa eco-
nómica, además de ser un instrumento de redistribución de
la riqueza en la sociedad.

El texto que sigue abordará algunos de los elementos más


significativos de la nueva legislación sindical –Ley 20940
de 2016– y algunos de los hitos de la tramitación de este
proyecto. Todos ellos tienen en común estar dirigidos a blo-
quear la autonomía colectiva como forma real de poder.

15  Ideas de José Piñera citadas por Manuel Gárate, La revolución


capitalista de Chile (1973-2003), (Santiago: Ediciones Alberto Hur-
tado, 2012).

180 · El ABC del neoliberalismo 2


Asimilación del Modelo del Plan
Laboral y retrocesos propios
de la nueva legislación

La ley hace suya la deformidad de la normativa híper re-


gulada del Plan Laboral. Cientos de normas fueron susti-
tuidas por un número equivalente de preceptos nuevos,
conservando con ello los rasgos de patológica heteronomía
en las relaciones entre sindicatos y empleadores, esto es, un
intenso intervencionismo estatal principalmente por medio
de la ley, pero también a través de la Inspección del Trabajo
y los Tribunales, que adquieren una importancia central en
el sistema ya que cumplen una función de garantía de los
derechos que las organizaciones sindicales en Chile no están
en condiciones de realizar en forma preferente por sí mis-
mas. Esta procedimentalización del sistema de relaciones
colectivas chileno, desde hace años viene siendo objeto de
crítica por parte de la doctrina16 (aunque es un rasgo per-
manente del sistema de relaciones sindicales chileno, lo que
significa, en otras palabras, que Chile nunca ha tenido un
sistema basado en la autonomía de las relaciones colectivas y

16  Sobre esta crítica se puede consultar, entre otros Irene Rojas,
“Las reformas laborales al modelo normativo de negociación co-
lectiva del Plan Laboral”, Revista Ius et Praxis, 13, no. 2, (2007), 195-
221; Sergio Gamonal Derecho Colectivo del Trabajo (Santiago: Lexis
Nexis, 2007, [2002]), pp. 229 y ss.; y Eduardo Caamaño y José
Ugarte Cataldo, Negociación Colectiva y Libertad Sindical. Un enfoque
crítico (Santiago: Legal Publishing, 2008), pp. 2 y 3.

Sindicato · 181
no hay una gran tradición a la cual acudir, salvo el ya citado
período político 1964-1973)17.

La copiosidad normativa de la reforma de 2016, por otra


parte, induce a la falsa impresión de que se está realizando
una transformación mayor, cuestión que se ha vuelto carac-
terística de las reformas de 1990 en adelante18 , en circuns-
tancias que no se modifican, como explicaremos, aspectos
estructurales, además de obstruir el ejercicio de los derechos
fundamentales de libertad sindical.

La negativa inamovible del Gobierno


a debatir sobre la negociación colectiva
por rama.

El presidente de la República tiene la iniciativa exclusiva


sobre la materia de negociación colectiva, según el artículo
65 Nº5 de la Constitución. A esta norma se aferró el go-
bierno para negarse a discutir las cerca de ciento cincuenta

17  Ver Al parecer es Camú, Estudio crítico de la huelga en Chile, (San-


tiago: Editorial Jurídica), 1964, pp. 11 y siguientes. Este autor criti-
caba las numerosas reglas que los trabajadores debían seguir sobre
todo para poder declarar la huelga, sin que se hiciera distinción
de acuerdo con la importancia de la regla incumplida, pudiendo
la inobservancia de cualquiera de ellas producir la ilegalidad del
ejercicio del derecho de huelga.

18  Irene Rojas, El Derecho del Trabajo en Chile. Su formación histórica y


el control de la autonomía colectiva”, (Santiago: Legal Publishing, 2016).

182 · El ABC del neoliberalismo 2


indicaciones presentadas en la Cámara de Diputados, entre
ellas, la planteada por el diputado Boric19 sobre negociación
por rama, al haber sido todas éstas declaradas inconstitu-
cionales. Esa inconstitucionalidad es una mera defensa del
modelo, ya que la Constitución de 1980 no prohíbe niveles
de negociación, sino que sólo asegura la negociación colec-
tiva de empresa, en su artículo 19 N°16, por lo que incor-
porar en la ley otros niveles distintos es una decisión libre
para el ejecutivo.

Las dimensiones de esta “clausura al debate” respecto a la


negociación colectiva ramal o de industria, deben medirse
con lo que ésta es: cada sector productivo negocia un con-
trato que se aplicará a todos los trabajadores que se desen-
vuelvan en ese ámbito, sin exclusión, ya que no exige estar
afiliado a un sindicato determinado para ser alcanzado por
los efectos del contrato colectivo sino trabajar en el ámbito
que regula el contrato colectivo respectivo.

Para lograr este acuerdo los sindicatos y los empleadores de


la rama eligen a sus representantes y fijan sus bases de ne-
gociación. De esta forma se llega a pisos mínimos para cada
ámbito específico. Así, el contrato colectivo funciona como
una ley de salario mínimo por sector, y, por lo mismo, dota-
do de la flexibilidad que este tipo de leyes no tiene, ya que,
por ejemplo, un contador del sector minería probablemente

19  Gabriel Boric Font, exdirigente estudiantil. Diputado del Movi-


miento Autonomista por la Región de Magallanes.

Sindicato · 183
tendrá un piso salarial más alto en su contrato colectivo de
aplicación que el contador que trabaje en hostelería, porque
los sectores tienen diferencias en su capacidad económica
para pagar remuneraciones o dar otro tipo de condiciones
de trabajo. En Chile, este nivel de negociación existió por
medio de la Ley de sindicalización campesina del año 1967,
dentro de un proceso general e inédito de dignificación de
las condiciones de vida de los trabajadores y trabajadoras
del campo. Este proceso de dignificación explica la desco-
munal represalia en contra del campesinado por parte de la
Dictadura: más bien un imborrable escarmiento, que una
forma de contrarrestar una real fuerza enemiga. La reforma
sindical de 2016 mantiene a dichos trabajadores sin fuero ni
derecho de huelga en su negociación, ni obligación alguna
para el empleador de negociar.

Como es evidente, este sistema implica potentes efectos de


distribución de la riqueza y exige poner en acción procesos
negociadores al interior de cada parte negociadora para
unificar planteamientos. A su vez, los agentes sociales em-
presarial y sindical, negociarán entre sí desde las posturas
que han definido. Todo lo anterior es entendido como pro-
cesos virtuosos para las democracias ya que, en otras pala-
bras, significa que el Estado le entrega la capacidad de darse
su propia norma a agentes sociales relevantes, como son los
que intervienen en el ámbito de las relaciones de trabajo en
economías capitalistas.

184 · El ABC del neoliberalismo 2


Un aspecto central de la negociación ramal es la forma en
que el fenómeno sindical llega a todos los trabajadores y
trabajadoras ya que todas las empresas deben respetar los
pisos del contrato colectivo de su sector, lo que redunda en
que el factor costo de mano de obra deja de ser un elemento
de competencia entre las empresas puesto que todas deben
partir del mismo piso.

Al margen de esta rápida lista de beneficios sociales de la


negociación colectiva por rama que nuestro sistema después
de la reforma 2016 seguirá desconociendo, la opción del re-
dactor de la reforma de mantener la negociación colectiva
en la empresa trae consigo mantenerse en contradicción
con lo establecido por el Convenio OIT Nº98 en su artículo
4 20 , ya que no modificó las normas en orden a permitir y
garantizar que los agentes sociales sean quienes libremente
determinen el nivel de la negociación colectiva que quieren
llevar a cabo, abriéndose a la negociación colectiva ramal y
a cualquier otro nivel que las partes consideren ajustado a
sus necesidades y capacidad negociadora21. Por el contrario,

20  “Art. 4: Deberán adoptarse medidas adecuadas a las condicio-


nes nacionales, cuando ello sea necesario, para estimular y fomen-
tar entre los empleadores y las organizaciones de empleadores, por
una parte, y las organizaciones de trabajadores, por otra, el pleno
desarrollo y uso de procedimientos de negociación voluntaria, con
objeto de reglamentar, por medio de contratos colectivos, las con-
diciones de empleo”.

21  Sergio Gamonal, Derecho Colectivo del Trabajo (Santiago: Lexis-


Nexis, 2007), pp. 45 y ss.

Sindicato · 185
mantuvo a la negociación colectiva en el nivel de la empre-
sa –el más irrelevante por ser aquél en que se negocia con
menos poder por parte de los trabajadores–, tal como lo
dispusiera el Plan Laboral de 1979.

El debate ideológico del sindicato


en la pequeña empresa

La reforma laboral aumentó los quórums de constitución de


las organizaciones sindicales en las empresas de cincuenta o
menos trabajadores. Antes de la reforma un sindicato podía
constituirse con ocho trabajadores: de acuerdo con el nuevo
inciso tercero del artículo 227 del Código del Trabajo, po-
drán crearse organizaciones con ocho trabajadores siempre
que representen al 50% de los trabajadores de la empresa.
Esta innovación que hace más difícil crear las organizacio-
nes principales de nuestro sistema –sindicatos de empresa–
no era parte del proyecto original, sino que fue la propuesta
de la llamada “Bancada Propyme”22, con el objetivo decla-
rado de liberar del sindicato a las pequeñas empresas. Este
intento es ideológicamente coherente con la negativa a la
negociación por rama, puesto que ésta es el gran instrumen-
to en los sistemas extranjeros para hacer llegar los efectos
de la negociación colectiva a las realidades productivas de
menores dimensiones.

22  De carácter políticamente transversal, integrada por Eugenio


Tuma (PPD), Andrés Zaldívar (DC), Jorge Pizarro (DC), Ignacio
Walker (DC), Andrés Allamand (RN) y Hernán Larraín (UDI).

186 · El ABC del neoliberalismo 2


No obstante, si uno hurga un poco más, descubre que el
discurso de liberar a la pequeña empresa del sindicato es
ideológico en la peor forma: en el de ser un mensaje vacío de
pura antisindicalidad. Esto es así ya que el aumento del quó-
rum no es una medida concreta para un problema presente
en forma importante en la realidad sindical chilena, sindica-
tos de ocho personas o poco más, enquistados en pequeñas
empresas. Si se revisan las cifras sobre el tamaño promedio
del sindicato en Chile, tenemos que éste es “de 88 trabajado-
res, lo que se reitera respecto de los diversos tipos de sindi-
cato”23 , lo cual es completamente razonable desde el punto
de vista de quienes se organizan, ya que sindicatos de pocas
personas no tienen ninguna capacidad de acción sindical y
hace carente de sentido, en consecuencia, organizarse. Así,
lo anterior es una manifestación más del discurso contra el
sindicato desplegado durante la tramitación de la reforma
de la bancada ProPyme –políticamente transversal–, el que
cristalizado en dificultar el poder crear una organización
representa sólo eso: antisindicalidad.

El hito traicionado: la prohibición


absoluta del reemplazo en la huelga

Existía la idea, antes de conocer la letra del proyecto que,


finalmente y habiendo sido prometido en el programa de

23  Irene Rojas, El Derecho del Trabajo en Chile. Su formación histórica y el


control de la autonomía colectiva (Santiago: Legal Publishing, 2016), p. 96.

Sindicato · 187
Patricio Aylwin en 198924, se prohibiría el reemplazo en la
huelga. De ser así, éste se erigiría como un hito incuestiona-
ble, ya que el sindicato accedería al ejercicio eficaz de su dere-
cho de huelga, lo que potenciaría su capacidad reivindicativa.

Sin embargo, el proyecto desdibujó inmediatamente esa


prohibición con la incorporación de los servicios mínimos
para evitar el daño actual e irreparable en la propiedad de
la empresa (art.359 del Código del Trabajo). Esta creación
del legislador chileno es un contrasentido con lo que el dere-
cho de huelga es, “toda acción colectiva de los trabajadores
que busca alterar el proceso productivo, incluyendo tanto la
suspensión total y concertada del trabajo, como cualquier
conducta disruptiva de ese proceso, y cuya finalidad puede
ser, salvo restricciones normativas expresas, cualquiera que
fijen los trabajadores, incluyendo objetivos económicos ge-
nerales o puramente políticos”25 , y, muy importante, siendo
el daño como forma de presión, su contenido central 26 . Esto
que suena revulsivo “derecho al daño”, es una cuestión de
estricta lógica, si la huelga actúa por presión vía amenaza de
daño, esa posibilidad de daño debe ser real, de lo contrario,
la amenaza se desintegra.

24  Citado por José Luis Ugarte, “El trabajo en la Constitución


chilena”, La Constitución chilena (LOM, 2015), pp. 125 y 126.

25  José Luis Ugarte, Huelga y Derecho (Santiago: Legal Publishing,


2016), p. 45.

26 Idem.

188 · El ABC del neoliberalismo 2


La figura de los servicios mínimos que crea la reforma de
2016 en el nuevo artículo 359 del Código del Trabajo indica:

la comisión negociadora sindical estará obligada


a proveer el personal estrictamente necesario para
proteger los bienes corporales e instalaciones de la
empresa y prevenir accidentes, así como garantizar
la prestación de servicios de utilidad pública, la aten-
ción de necesidades básicas de la población incluidas
las relacionadas con la vida, la seguridad o la salud
de las personas, y para garantizar la prevención de
daños ambientales o sanitarios.

El nudo central de esta norma siempre estuvo en la creación


de servicios mínimos en favor de la propiedad, que significa
al mismo tiempo un contrasentido con respecto a la huelga
–la de tener capacidad de dañar la producción– y ahora no
con reemplazantes externos sino con la acción del propio
Sindicato huelguista, que ahora es obligado a proveer los
reemplazantes, de acuerdo con un procedimiento que la
ley fija. Este procedimiento tiene un enorme potencial de
judicialización27.

La acción de judicializar significa “llevar por vía judicial


un asunto que podría conducirse por otra vía, generalmente

27  Como explicamos en Daniela Marzi, “Observaciones sobre la


judicialización de las relaciones colectivas: en las antípodas de la
autonomía”, Revista Laboral y de la Seguridad Social 4, no. 2 (2016):
41-64.

Sindicato · 189
política”28 . Las relaciones sindicales tienen sentido si es que
son autónomas y, como se explicara hace cerca de cien años

nadie puede negar las ventajas de la autonomía. El


Estado es aligerado de su carga. La formación jurídi-
ca se hace más móvil y flexible. El camino a recorrer
entre la necesidad y la regulación jurídica deviene
más corto. No se requiere ya ese rodeo en torno al
Estado que permite crear también normas. Con ese
camino directo se aumenta la capacidad de expresión
del Derecho. Penetra más íntimamente en las rela-
ciones humano-vitales que se captan, menos en sus
formas abstractas, que en su concreta diversidad. Por
eso debe ser perfeccionado el Derecho del Trabajo
autónomo: tiene que ocupar un primer rango en la
futura legislación laboral29.

Es en este contexto que hablamos de judicialización pro-


movida por el legislador que prometía modernizar y forta-
lecer las relaciones sindicales. Al no haberse optado por la
autonomía, el aumento de intervención de los Tribunales
sólo suma a esta patológica procedimentalización, hetero-
nomía y falta de dinamismo a que ya se ha hecho mención

28  Primera acepción de la RAE.

29  Hugo Sinzheimer, “El perfeccionamiento del Derecho del Tra-


bajo”, en Crisis económica y Derecho del Trabajo. Cinco estudios sobre la pro-
blemática humana y conceptual del Derecho del Trabajo (Santiago: Servicio
de Publicaciones Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, 1948).

190 · El ABC del neoliberalismo 2


en este texto, siendo el de la judicialización un tema exten-
so dentro de la reforma Laboral 30 . Eso mantiene el objetivo
central del Plan Laboral: trabajadores carentes de poder
económico, político y social. Y en contraposición a la idea
original: el Derecho a través de lo colectivo superó la típica
búsqueda de instrumentos de resolución de controversias
individuales, y creó una técnica de gobierno efectivo de
los vínculos sociales, permitiendo un eficaz choque de
poderes 31. Es por esto que el resultado de la negociación
colectiva producía “Derecho social” y en este ámbito di-
cha denominación tiene un significado muy preciso. El
contrato colectivo o de tarifa de Sinzheimer representaba
una mutación jurídica mayor: se veía en él una delegación
de funciones legislativas del Estado en favor de las organi-
zaciones de trabajadores, modificando profundamente su

30 Podemos mencionar en esta lista, vinculados al derecho de


huelga: determinación de empresas excluidas del derecho de huel-
ga (artículos 362 y 402 del Código del Trabajo); lock out o cierre
patronal (artículo 354 del Código del Trabajo); orden de reanuda-
ción de faenas (artículo 363 del Código del Trabajo); derecho de
información artículo 319 del (Código del Trabajo); impugnación
de la nómina de trabajadores con derecho a negociar (artículo 339
del Código del Trabajo), a lo que se agrega naturalmente el ré-
gimen de prácticas antisindicales, para cuyo análisis y crítica nos
remitimos a César Toledo, Reforma al Derecho Colectivo del Trabajo,
“Análisis crítico de la sanción de las prácticas antisindicales en la
Ley Nº 20.940 (Santiago: Thomson Reuters, 2016), pp.135 y ss.

31  Luca Nogler, “La scienza giuridica italiana tra il 1901 e il 1960
e Hugo Sinzheimer” Giornale di diritto del lavoro e di relazioni industriali,
4 (2001): 539-556.

Sindicato · 191
capacidad de participación en la vida política, económica
y social de un país 32.

El proyecto en juego era y es decididamente político, posee


técnicas jurídicas de aplicación, y requiere una clase política
capaz de representar intereses distintos a los de su propia
sobrevivencia. Se trata de que, por medio de la negociación
colectiva, como dijera el primer laboralista alemán –y dipu-
tado socialista– en los primeros años del siglo XX, el Estado
de delegue la función legislativa en las asociaciones de tra-
bajadores y sus contrapartes empresariales en relación con
la producción de las reglas por las que regirán sus relaciones
mutuas, produciendo con ello un efecto democratizador en
la sociedad que no ha tenido parangón en la historia.

32 Hugo Sinzheimer “Sobre algunas cuestiones fundamentales


del Derecho del convenio colectivo”, La lucha por el nuevo Derecho del
Trabajo (Valparaíso: Edeval, 2017 [1917]).

192 · El ABC del neoliberalismo 2


Multiculturalismo
André Menard
I

ace un par de años asistí a un conversato-


rio sobre política indígena en Chile. Hacia
el final de la reunión surgió una discusión
en torno a la perversidad del sistema de in-
demnizaciones monetarias con que actualmente se tiende
a compensar la serie de “impactos” (es el término técnico)
sociales, culturales y ambientales que proyectos industriales
tienen sobre las comunidades indígenas. Fue en ese contexto
que uno de los asistentes, un intelectual mapuche conocido
por sus reflexiones en torno a los proyectos de autonomía
política, y caracterizado por una posición alejada, sino crí-
tica, de las modalidades cosmovisionales y espirituales de
enunciación indígena, lanzó la siguiente pregunta al público:
“Que levante la mano el que crea en Dios”. Tras un lapso de
tiempo breve, pero incómodo, una joven del público levantó
la mano tímidamente. Entonces el intelectual mapuche sacó
de su bolsillo un billete de cinco mil pesos y le dijo: “te com-
pro tu Dios”.

Multiculturalismo · 195
El objetivo de la performance era muy claro: llamar la aten-
ción sobre la violencia que tanto el modelo de explotación
neoliberal, así como el modelo de gestión multicultural de
las diferencias étnicas, ejerce sobre la dimensión en princi-
pio intransable e invaluable de lo espiritual. Cuestión po-
lémica que determina la tensión no solo política, sino que
directamente lógica, que atraviesa, por ejemplo, a la actual
razón patrimonial, por la cual se busca inscribir en un plano
de conmensurabilidad (las listas patrimoniales) ciertas parti-
cularidades culturales consideradas valiosas justamente por
ser únicas e inconmensurables. O en otras palabras, consiste
en darle a aquello que por definición tiene valor por su in-
conmensurable intraductibilidad (algo como su inigualable
valor de uso), lo culturalmente diverso, un valor traducible
dentro del plano universal y conmensurable de una “diversi-
dad cultural” globalmente cuantificable (dotándolo de valor
de cambio).

Ahora bien, se me podrá objetar que tanto el reconocimien-


to de esta dimensión espiritual como objeto de protección
en los instrumentos jurídicos dedicados al resguardo de
derechos de pueblos indígenas, así como los procesos de
patrimonialización, han constituido herramientas valiosas a
la hora de defender derechos e intereses de pueblos o comu-
nidades indígenas enfrentados a proyectos de intervención
política o económica en sus territorios (como por ejemplo
el caso del proyecto minero Pascualama que fue detenido
gracias a estos instrumentos legales). Y sin embargo, me
gustaría detenerme en una idea ya explorada por diversos

196 · El ABC del neoliberalismo 2


autores1, a saber, que esta comprensión espiritual de los de-
rechos y de la política indígena en el contexto multicultural,
más que representar un obstáculo o una barrera a la lógica
neoliberal, le es, en cierta medida, complementaria.

II

Pero antes de ir a explorar estas formas en que lo espiritual
indígena se articula actualmente con un modelo neoliberal,
cabe oponerlas a las formas que tomó el liberalismo indí-
gena, y más específicamente mapuche, en los años veinte
del siglo pasado. Pienso en el presidente de la Sociedad
Caupolicán Defensora de la Araucanía y posteriormente
diputado mapuche Manuel Manquilef, quien militaba en
el Partido Liberal Democrático y llegó al Congreso el año
1926, el mismo año en que propuso una ley de división de
las comunidades mapuche. El objeto de esta ley era lograr
la división de los terrenos comunitarios e inajenables que
el Estado chileno asignara a los mapuche tras la conquista
militar de su territorio a fines del siglo XIX, para de esta
manera otorgarles títulos de propiedad individual. Cohe-
rente en su liberalismo, Manquilef escribía once años antes:

1 Ver por ejemplo Charles Hale, “Neoliberal multiculturalism:


The remaking of cultural rights and racial dominance in Cen-
tral America”, PoLar 28 no.1 (2005): 10-28 O para el caso chileno
Guillauma Boccara y Patricia Ayala, “Patrimonializar al indígena.
Imaginación del multiculturalismo neoliberal en Chile”, Cahiers des
Amériques Latines 67 no. 2, (2011): 207-228.

Multiculturalismo · 197
“Esperamos que el Gobierno cambie de rumbos y que de
una vez mate a los indios y los coloque en situación de vivir
como los demás ciudadanos”2. Pero esta “muerte” del indio
no era la, en ese entonces, prevista “extinción de una raza
primitiva”. Se trataba de la muerte del indio pre-liberal, de
un indio conservador o más bien de un indio conservado en
una condición legal a ojos de Manquilef nefasta: la propie-
dad comunitaria y la imposibilidad de enajenarla, ya que en
definitiva lo condenaba a un estado de atraso y de pobreza.
Manquilef, el liberal, anhelaba un horizonte de igualdad
cívica respecto de la sociedad chilena, la que se basaba en
un común acceso a la propiedad y al mercado.

Pero Manquilef, que aún no es neoliberal, considera que


las bondades de un ingreso a la propiedad y al mercado,
no son inmediatas ni automáticas, pues está consciente que
un buen desempeño en el mercado requiere del manejo de
ciertos códigos mínimos, es decir de educación y más es-
pecíficamente de alfabetización. Pero lo interesante es que
Manquilef plantea que condicionar el ingreso al mercado
según el nivel educacional del interesado, puede funcionar
como una motivación justamente para que los mapuche se
instruyan. Manquilef habla de un “estímulo cultural”:

… es decir, mediante este proyecto podrán tener libre


disposición sobre sus bienes solo los indios civilizados:

2  Manuel Manquilef, Las Tierras de Arauco (Temuco: Imprenta Mo-


dernista, 1915), 37.

198 · El ABC del neoliberalismo 2


los semi civilizados dispondrán de sus bienes en con-
formidad a la ley de menores de edad y los analfabe-
tos seguirán bajo el imperio de las leyes prohibitivas
que rigen hasta hoy desde 1866 3 .

Nótese el sentido de “cultural” en esta demanda: no se tra-


ta aún del sentido antropológico de “cultura”, es decir ese
sentido de raigambre romántica y que considera que todo
grupo humano posee una cultura, es decir un conjunto (o
sistema) particular de valores, creencias, instrumentos, ins-
tituciones… No, este sentido no va a volverse corriente en los
discursos políticos sobre y de los mapuche (o de otros pueblos
indígenas) antes de la década de los ochenta. Se trata por el
contrario del sentido humanista de cultura: la Cultura con
c mayúscula, es decir la cultura como capital de erudición
acumulable y fuente de distinción (como en la expresión “de-
muestre su cultura, no escupa dentro de la piscina”). Y esta
dimensión de acumulabilidad y de distinción es quizás lo
que subyace al postulado de un concepto como el de “capital
humano”, pero lo interesante es que en el caso de Manquilef
la educación no es entendida como una inversión, sino como
una condición pre-mercantil para acceder a la eventual
inversión en bienes mercantiles, especialmente en el de la
tierra. Así, en lugar de postular el ingreso al mercado como
condición de acceso a la educación, Manquilef está plan-
teando que, para hacer ingreso al mercado, es necesario el
acceso a una educación, que sin ser exclusivamente estatal,

3  El Diario Austral, 11/9/26.

Multiculturalismo · 199
sí asegure la transmisión de ese conjunto más bien universal
de contenidos que constituyen la Cultura con mayúscula y
la civilización como proceso. Y de paso lo mapuche pasa a
funcionar como un suplemento identitario o un patrimonio
de autenticidad, pero estrictamente confinado al ámbito pri-
vado, es decir, excluido de toda normativa pública.

III

Una postura como la de Manuel Manquilef era posible y co-


herente con un modelo aún clásico de la soberanía moderna,
uno en el que los derechos dependían de un contrato entre
individuo y Estado. Pero tras la Segunda Guerra Mundial,
y el consecuente recelo hacia el principio de una autonomía
jurídica absoluta de los Estados, se crea la ONU, y se pro-
clama la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Se dibuja entonces cierto debilitamiento formal de dicha
autonomía jurídica de los estados soberanos, abriéndose la
puerta a la serie de tratados internacionales por los que éstos
se irán comprometiendo ante la comunidad internacional
a salvaguardar derechos de sujetos colectivos al interior de
sus territorios4. De esta forma se crean las bases para que
en las últimas décadas del siglo XX cristalice la figura de los
pueblos indígenas como categoría jurídico política a nivel
internacional.

4  James Anaya, Los pueblos indígenas en el Derecho Internacional (Ma-


drid: Trotta, 2004), 84.

200 · El ABC del neoliberalismo 2


Lo que me interesa notar tras el surgimiento de esta cate-
goría global –la de los pueblos indígenas- es por un lado la
correlación entre ese debilitamiento formal del principio de
soberanía estatal moderno y el desarrollo de las corrientes
neoliberales que en los mismos años entablan su crítica al
intervencionismo estatal en lo que consideran el libre desen-
volvimiento del mercado. Y por otro lado, el debilitamiento
paralelo de la idea evolucionista de Cultura con mayúscula
como contenido educacional o civilizatorio universal de los
proyectos modernizadores, debilitamiento a su vez corre-
lativo del surgimiento de la noción de diversidad cultural
como una forma de patrimonio o incluso de capital global a
ser fomentado por las instituciones e instrumentos jurídicos
internacionales ya señalados, más específicamente el Con-
venio 169 de la OIT de 1989, la Convención de la UNESCO
para la protección y la promoción de la diversidad de las
expresiones culturales de 2005 o la Declaración sobre Dere-
chos Humanos de Pueblos Indígenas adoptada por la ONU
en 2007.

Ahora bien, la arqueología de los principios que informan


muchos de estos tratados recientes se puede encontrar en los
textos antropológicos de la posguerra, escritos en el contexto
de la campaña de desracialización de los discursos científicos
y políticos entablada por la UNESCO. Pienso más específica-
mente en un librito publicado por Lévi-Strauss el año 1952,
Raza e Historia, en el que monta justamente una crítica a las
interpretaciones racistas y evolucionistas de las diferencias
humanas, oponiéndoles una puesta en valor (veremos que la

Multiculturalismo · 201
expresión no es anodina) de la diversidad cultural entendida
como un recurso imprescindible para toda idea de progre-
so. De esta forma procedía por un lado a relativizar la idea
unívoca y eurocéntricamente definida de progreso diciendo
que este “nunca es más que el máximo de progreso en un
sentido predeterminado por el gusto de cada uno”5; postu-
lado que en cierta forma ilustra el desmontaje de la noción
humanista de Cultura, como un conjunto universalmente
reconocido de contenidos culturales, y un intento de oficia-
lización de la noción antropológica de cultura, la que en su
relativismo permite valorarla más allá de sus contenidos
específicos dando pie mediante la categoría de diversidad
cultural a una valoración cuantitativa de la misma. Es decir,
ante la ausencia de un patrón culturalmente universal de
evaluación del valor de los rasgos culturales, se valorará la
proliferación cuantificable de diferencias, esto es, de diver-
sidad de las culturas. Valoración necesariamente abstracta,
pues al despojarse de referentes cualitativos absolutos (como
son los que propugna un ideal humanista de lo culto), solo
le cabe apoyarse en el valor cuantificable de un “óptimo de
diversidad”. De hecho Lévi-Strauss más que negar la noción
de progreso en cierta forma la trata de hacer más universal
al distinguirla del despliegue de un contenido cultural es-
pecífico, y explicarla por el contrario como el producto de
un equilibrio virtuoso entre mímesis y diferenciación: “Uno
termina preguntándose si, habida cuenta de sus relaciones
mutuas, las sociedades humanas no se definen por cierto

5  Claude Lévi-Strauss, Race et Histoire (París: Denoël, 1987), 68.

202 · El ABC del neoliberalismo 2


óptimo de diversidad más allá del cual no pueden ir, pero bajo
el cual tampoco pueden descender sin peligro”6 .

Y aquí me gustaría proceder a una comparación, algo forza-


da, entre la filosofía de Lévi-Strauss y la de su contemporá-
neo Frederich Von Hayek. Digo algo forzada pues tanto por
sus objetos de reflexión, por sus aparatos teóricos, como por
sus posiciones políticas, es difícil plantear una identificación
llana entre ambos autores. Sin embargo, se pueden recono-
cer al menos dos actitudes que en cierta forma comparten.
La primera que tiene que ver quizás con la época o incluso
con cierta sintonía generacional, dice relación con una vi-
sión –inspirada quizás por el surgimiento en esos años de
la cibernética– del fenómeno social como un epifenómeno
supraindividual, movido por reglas y lógicas que exceden
las de una conciencia y una razón individual. Ahora bien,
mientras Lévi-Strauss las explora en producciones colectivas
como los sistemas de parentesco o los mitos, Hayek las iden-
tificará eminentemente en la figura del mercado.

Y en relación a este último, es posible identificar como se-


gundo punto de familiaridad, una común herencia liberal,
en la medida en que ambos sostienen una concepción inter-
cambiaria de la sociedad y la cultura. Recordemos que para
Lévi-Strauss la cultura nace con el intercambio (la ley del
incesto como obligación de intercambiar mujeres). Mientras
que por su lado Hayek habla de la catalexis como ese orden

6  Ibídem, p. 15.

Multiculturalismo · 203
espontáneo que nace de la interacción del conjunto de las
economías individuales, y que en griego no solo significaría
intercambio sino que también “admitir dentro de la comu-
nidad” y “volver amigo al enemigo”7, fórmula muy semejan-
te a la de Lévi-Strauss cuando escribe que “los intercambios
comerciales representan guerras potenciales pacíficamente
resueltas, y las guerras son la consecuencia de transacciones
desafortunadas”8 .

El intercambio entonces aparece como un mecanismo ge-


nético supraindividual, por el cual sociedades y culturas
emergerán como entidades provistas de lógicas irreductibles
a los intentos más o menos voluntaristas de someterlas a con-
tenidos culturales o políticos predeterminados, y basados en
criterios que no consideren la autonomía de estos órdenes
supraindividuales respecto de las consideraciones emanadas
de puntos de vista anteriores o inferiores a este nivel autóno-
mo de la interacción colectiva. Y claro, la diferencia es que
mientras Hayek criticará desde esta perspectiva el proyecto
socialista como la proyección de criterios antropomórficos o
antropocéntricos en la evaluación y el manejo de fenómenos
provistos de una racionalidad propia, y en ese punto análo-
ga a la de los fenómenos naturales, Lévi-Strauss monta una

7 Frederich Hayek, Law, Legislation and Liberty vol. 2 (Londres:


Routledge, 1988), 108.

8  Citado por Pierre Clastres, Arqueología de la violencia: la guerra en


las sociedades primitivas (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica,
2004),34.

204 · El ABC del neoliberalismo 2


crítica a la pretensión de orientar las diferentes expresiones
culturales a los criterios de una de ellas, la eurocéntrica,
empobreciendo de esta forma la condiciones del progreso
humano como el libre juego de los intercambios entre gru-
pos humanos, pero un intercambio –y aquí se dibuja una
diferencia entre ambos autores– cuyas condiciones deben
ser resguardadas para neutralizar la tendencia entrópica a
la pérdida de diversidad y a la homogeneización cultural
producida por las condiciones de la globalización que instala
el despliegue de la modernidad colonial europea desde el
siglo XVI.

Pero al revisar las políticas desarrolladas por la ONU y la


UNESCO desde fines del siglo pasado hasta el presente, con
el fin de resguardar esta diversidad cultural amenazada,
constatamos que pese a implicar eventuales limitaciones
al libre desenvolvimiento de los mercados internacionales,
instalando por ejemplo obstáculos jurídicos a la explota-
ción de ciertos recursos en ciertos territorios indígenas, no
pueden relevar el valor de esta diversidad cultural en un
código que no sea el del modelo mercantil de asegurar una
libre circulación, en este caso, de ideas y rasgos o “bienes”
culturales diversos. Así, por ejemplo, si bien en documentos
como la Convención sobre la protección y promoción de la diversidad
de las expresiones culturales9 se reconoce que “los procesos de

9  UNESCO, “Convención sobre la protección y la promoción de


la diversidad de las expresiones culturales” (París: 2005), fecha de
acceso 30 de marzo de 2018.

Multiculturalismo · 205
mundialización facilitados por la evolución rápida de las
tecnologías de la información” constituyen un “desafío para
la diversidad cultural”10 (Preámbulo), su objetivo es el de ga-
rantizar “la presencia e interacción equitativa de las diversas
culturas y la posibilidad de generar expresiones comparti-
das”11 Y si bien se advierte (por ejemplo en el art. 8 de la
Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural del
2001) que los “bienes y servicios culturales (…) no deben ser
considerados mercancías o bienes de mercado como los de-
más”, las resoluciones adoptadas parecen buscar justamente
el generar las condiciones de difusión en un espacio de cir-
culación muy parecido al de un mercado parejo y trasparen-
te, y cuando hablamos de mercado lo hacemos notando el
hincapié que se hace desde un comienzo en el también muy
liberal principio de la libre elección individual. De hecho,
el artículo 3 de dicha declaración, titulado “La diversidad
cultural, factor de desarrollo” se inicia con la siguiente frase:
“la diversidad cultural amplía las posibilidades de elección
que se brindan a todos”12.

Lo interesante es que esta transformación de la cultura


en un recurso, se basa en la reivindicación de las culturas

10  UNESCO, “Convención”, Preámbulo.

11  Ver ibídem, Def. n°8.

12  UNESCO, “Declaración Universal de la UNESCO sobre la Di-


versidad Cultural” (París: 2001)
http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=13179&URL_DO=-
DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html

206 · El ABC del neoliberalismo 2


particulares como culturas de pleno derecho, es decir como
culturas instaladas en un mismo plano de legitimidad que la
de la Cultura occidental y con mayúscula, pero como vimos,
al hacer esto se evacúa la referencia a un parámetro univer-
sal para medirlas en términos de contenido, y de esta forma
solo resta la dimensión cuantitativa de una mayor o menor
diversidad de culturas como criterio político para su fomento
(o para el fomento de un espacio más parejo de circulación
de sus rasgos). Y de esta forma, más que a una anulación de
la noción humanista y colonial de la Cultura con mayúscula
como única forma de medición de un capital cultural, lo que
se termina haciendo es integrar a las culturas con minúscula
(las que por lo demás solo pueden expresarse bajo la forma
parcial y metonímica de unos rasgos o bienes culturales)
a esta forma globalizada y poscolonial de la Cultura con
mayúscula. La Cultura funciona entonces como una acu-
mulación de culturas, y tiende a la forma de un mercado de
bienes culturales ante los que se enfrentará un consumidor
abstracto, hipostasiado en la figura de la humanidad como
sujeto trascendental de las diferencias culturales.

En este marco la cultura ha sido codificada en términos pa-


trimoniales, y así, en una forma de recurso que bien puede
ser entendido en términos de unas ventajas comparativas
con la que naciones y poblaciones específicas pueden entrar
en competencia. No es otro el sentido con que por ejem-
plo Joaquín Lavín, cuando era ministro del Ministerio de
Desarrollo Social, y tras conocer la experiencia del Estado
neozelandés con los maoríes, hablaba de la necesidad de

Multiculturalismo · 207
“mapuchizar a los chilenos”, es decir de “transformar eso en
parte de la riqueza de Chile”13 .

Así vemos cómo a la figura de la humanidad como consumi-


dor universal de diversidad cultural le deberá corresponder
la figura correlativa de la humanidad como ofertante de
esta diversidad, es decir a la humanidad como espacio de
oferta y de demanda de diversidad cultural. Y en este mar-
co se puede comprender que la diversidad cultural puede
integrar ese nuevo tipo de capital que se instaló en el pro-
grama neoliberal en las mismas décadas en que comienzan
a firmarse las convenciones que vinieron a salvaguardar los
derechos colectivos de los pueblos indígenas. Estoy pensan-
do en la figura del capital humano, capital que como bien
nos recuerda Raúl Rodríguez, tiene la particularidad “de
ser inseparable de quien lo porte”14, y que tiene que ver con
el capital educacional con que los actores entran en com-
petencia en un mercado laboral. La cuestión es que, en un
régimen multicultural, los contenidos de dicho capital de-
ben adaptarse a la incorporación de la diversidad cultural
como parte de sus activos. En cierta forma se fomenta una
práctica de puesta en valor de esa ventaja comparativa que
consiste en contar con un “cuánto” de diversidad cultural,
el mismo que Lavín promovía a nivel nacional, pero esta
vez a nivel individual. Recordemos que Manquilef también

13  La Tercera 2/8/2012.

14  Raúl Rodríguez, “Capital humano”, en Mary Luz Estupiñán


(ed.) El abc del neoliberalismo (Viña del Mar: Communes, 2016), 108.

208 · El ABC del neoliberalismo 2


consideraba la diferencia cultural (pero que en esos años se
entendía en términos de diferencia racial) como un suple-
mento identitario y privado, pero que la razón multicultural
en su articulación con una tecnología neoliberal ha devuelto
al ámbito público como una forma del capital en general, y
del capital humano en particular.

Hay que tener presente que la posibilidad de esta transfigu-


ración del suplemento identitario racial en capital humano
culturalmente valorizado, depende justamente de la revoca-
ción del paradigma racialista que organizó las diferencias
humanas antes de la segunda guerra mundial, por las políti-
cas anti-racialistas que como vimos implementó la ONU y el
pensamiento antropológico a lo largo de la segunda mitad
del siglo XX. Y aquí Lévi-Strauss vuelve a señalar un mo-
mento fundacional en esta racionalidad, cuando planteaba
en los años cincuenta la llegada de un humanismo al fin
democrático, uno que se desmarca del humanismo aristo-
crático que reconoció como humanidad a las culturas de la
antigüedad, como del humanismo burgués que reconoció
como humanidad y civilización a las culturas orientales.
Este tercer humanismo, sería según él, uno efectivamente
democrático no solo por preocuparse de las producciones
de sociedades materialmente más modestas, es decir de
aquellas culturas dedicadas a formas “perecederas del mo-
numento”, formas inmateriales como sistemas de parentesco
o sistemas míticos, sino que también por ser producciones
compartidas por todos los miembros de un grupo y no solo

Multiculturalismo · 209
por algunos individuos.15 Lévi-Strauss sentaba así las bases
de lo que más tarde conoceríamos como patrimonio in-
tangible, patrimonio asociado a sociedades supuestamente
ajenas al registro material de sus producciones intelectua-
les, las famosas sociedades de tradición oral. El problema
es que al desbancar la jerarquización biológica de las razas
que codificaba al cuerpo racializado como índice de esa in-
traductibilidad entre los grupos humanos, y así refutar una
jerarquización evolutiva de las culturas mediante la reivin-
dicación de las formas inmateriales de civilización, en cierta
forma dejaba entrar por la ventana el intraducible corporal
que antes vehiculó la raza, pues la única manera de acceder
legítimamente a esos contenidos culturales intangibles y co-
lectivos, es mediante la presencia corporal de un individuo
que los encarne y los comunique (algo muy parecido a la
figura etnográfica del informante). Y de esta forma la idea
de un capital de diversidad cultural termina constituyendo
algo muy cercano a ese “capital inseparable de quien lo por-
te” que define al capital humano.

IV

Podemos volver aquí al episodio con que comienza este ar-


tículo, y a la idea de dios o de lo espiritual como la única
forma de nombrar aquello que no es susceptible de entrar en

15  Claude Lévi-Strauss, “Les trois humanismes”, en Anthropologie


structurale deux (París: Plon, 1996), 319-322.

210 · El ABC del neoliberalismo 2


el intercambio mercantil. Una respuesta posible tiene que
ver justamente con el hecho de que el intraducible político
que indicaba la raza fue desmaterializado hacia esas formas
intangibles del patrimonio y la cultura. El problema es que
como vimos la valoración multicultural de las diversas cul-
turas carece de un referente cultural que permita instalar
criterios positivos de su valor, y esto toma la forma abstracta
de una cantidad de diversidad cultural (análoga a la de la
biodiversidad) por resguardar. De esta forma podemos de-
cir que, si antes el intraducible de la diversidad humana se
encarnaba en la irreductible materialidad de una raza, la
razón culturalista no hizo más (ni menos) que traducir ese
intraducible material en los términos igualmente intraduci-
bles de lo espiritual, otro nombre con que la traducción se
nombra a sí misma. De ahí la omnipresencia de lo espiritual
en los instrumentos dedicados a la salvaguarda de los dere-
chos de pueblos indígenas, como suplemento a criterios más
traducibles como son los derechos económicos, jurídicos,
educacionales, históricos o incluso religiosos. Todo ocu-
rre como si lo espiritual fuera el nombre con que la razón
multicultural nombra el espacio de traducción universal, la
universal cambiabilidad de los bienes culturales en su devenir
valores de cambio cultural. Y en algo resuena aquí la idea
hayekiana del mercado como una metatradición, en la que
viene a competir un acervo de tradiciones16 .

16  “El mercado tiene una vocación universal a ir más allá de sí


mismo, hasta convertirse en la metatradición que engloba tradicio-
nes variadas aunque necesariamente adaptadas a las realidades de
la competencia mercantil (de la misma manera, si se quiere, que la

Multiculturalismo · 211
Slavoj Žižek plantea que los actuales fundamentalismos étnicos
y religiosos lejos de responder a un movimiento de regresión
pre-moderna, corresponderían a la culminación de un proceso
propiamente posmoderno de emancipación radical de la “Cosa
étnica” respecto de las formas modernas de la articulación de
lo particular en las formas de universalismo que pretendía en-
carnar el Estado-nación, así como de las determinaciones eco-
nómicas y de clase que cruzan las lógicas del antagonismo polí-
tico17. Se podría decir que desde su perspectiva la “Cosa étnica”
deviene un fetiche en el sentido marxiano del término, debido a
la obliteración que opera respecto de sus condiciones históricas
(económicas y políticas) de producción (o enunciación). Y agre-
ga este autor que en el contexto del capitalismo global, en el
que se experimentaría una forma de (neo)colonialismo corpo-
rativo supranacional, y por lo tanto vacío de contenidos nacio-
nales y culturales específicos (correlativo del común “post-co-
lonialismo” de Lévi-Strauss como de Hayek), se desarrolla el
multiculturalismo como “un racismo que vacía su posición
de todo contenido positivo (…) [pero que] mantiene esta posi-
ción como un privilegiado punto de vista vacío de universalidad”18 .

concepción norteamericana contemporánea del multiculturalismo


hace coexistir culturas muy diversas, sometidas, sin embargo, a la
condición de que acepten el principio mismo de esta coexistencia)”
(Jean- Pierre Dupuy, El sacrificio y la envidia. El liberalismo frente a la
justicia social (Barcelona: Gedisa, 1998), 277).

17  Jameson, Fredric y Žižek, Slavoj, Estudios Culturales. Reflexiones


sobre el multiculturalismo (Buenos Aires: Paidos, 1998), 137-188.

18  Slavoj Žižek, “Multiculturalism or the cultural logic of multi-


national capitalism”, New Left Review 225 (1997): 28-51, 44.

212 · El ABC del neoliberalismo 2


Sin embargo, en el caso de los pueblos indígenas la “Cosa
étnica” y el valor patrimonial de su diversidad, aparecen jus-
tamente en oposición al carácter negativo de los fundamen-
talismos, y lo hacen remitiendo a la dimensión espiritual,
que en su carácter suplementario y vacío parece funcionar
como la contracara de ese “punto de vista vacío de universa-
lidad”. Lo espiritual aparecería entonces como el fetiche de
este postulado de universalidad multicultural, en la medida
en que, y de forma análoga al fetichismo fundamentalista de
la particularidad, suspende la pregunta por las condiciones
históricas, los antagonismos políticos y las determinaciones
económicas de su producción (o de su enunciación).

De esta forma se podría decir que mediante esta instalación


de la espiritualidad indígena como significante vacío de la
diversidad cultural, la modernidad tardía intenta mediar
entre la distancia que separaba el carácter siempre universal
y por lo tanto occidental del Espíritu en singular, y el carác-
ter exotizante de los espíritus en plural. En otras palabras, la
espiritualidad indígena funciona como el dispositivo o el su-
plemento por el cual esa otra expresión del Espíritu, a saber,
la Cultura en su sentido humanista y con mayúscula, puede
capitalizar la multiplicidad de espíritus con minúscula, es
decir, la irreductible diversidad de culturas en su sentido an-
tropológico. El “punto de vista vacío de universalidad” pasa
de la Historia con mayúscula (y por lo tanto de Occidente),
como sujeto trascendental de la acumulación evolucionista
de bienes culturales, a la Humanidad con mayúscula como
sujeto trascendental de una acumulación espacial de bienes

Multiculturalismo · 213
culturales codificados por la puesta en valor de la diversidad
cultural, y esto mediante el establecimiento de la categoría
espiritual como común medida del valor.

Desde esta perspectiva marxiana se podría decir que en el


caso de los fundamentalismos la Cosa étnica aparece como
un fetiche, es decir como un ente autónomo que puede ac-
tuar y entrar en conflicto al modo de una guerra de religio-
nes, culturas o civilizaciones, como si fueran ellas mismas
las que entraran en contacto, y no los actores y redes sociales
concretas que las enuncian en contextos históricos, políticos
y económicos específicos. Mientras que en el caso de los
pueblos indígenas su especificidad cultural es fetichizada a
través de su universal participación en lo espiritual como va-
lor de cambio de la diversidad cultural, como patrimonio de
la Humanidad global y por lo tanto como fetiche abstracto
de la universalidad. En ambos casos la operación fetichista
realiza una deshistorización de las condiciones específicas
de producción de estos enunciados de etnicidad.

En este marco no deja de ser significativo que el año 2001, el


mismo año en que el gobierno de Ricardo Lagos publicaba
el Informe de Verdad Histórica y Nuevo Trato, con que se inten-
taba dar un referente histórico, pero también culturalista,
a las condiciones de una política indígena en Chile, fuera
el año en que se aplicaba por primera vez la Ley Antite-
rrorirista a dos comuneros mapuche, y que además la Casa
de Moneda lanzara una nueva moneda de cien pesos, una
en que figura una mujer mapuche ataviada con sus joyas

214 · El ABC del neoliberalismo 2


e indumentaria típica. En cierta forma la moneda de cien
pesos está señalando una suerte de capitalización nacional
de ese capital global y abstracto de diversidad cultural que
la razón multicultural busca resguardar. Se podría decir que
con esta moneda Chile reconoce en los mapuche su propio
capital de diversidad cultural, es decir, su propio capital de
espiritualidad intransable. ¿Y qué mejor forma de resguar-
dar algo, una etnia, un espacio ceremonial o un dios, sino es
amalgamándolo con aquello que encarna la pura transabi-
lidad? La pregunta que persiste es hasta cuándo seguiremos
pensando que la única forma de sustraer bienes, personas,
territorios, etc., del mercado es volverlos cosas espirituales…

En los años veinte, Carl Schmitt decía que todos los concep-
tos de la teoría moderna del Estado eran conceptos teológi-
cos secularizados19. ¿No será que tras el proceso colonial y su
actual reformulación multicultural a la teoría política de los
pueblos indígenas le ocurrió el fenómeno inverso?

19  Carl Schmitt, Teología política (Madrid: Taurus, 2009), 37.

Multiculturalismo · 215
Inclusión
Manifiesto de Sedición Feminista
o Manifiesto Feminista de Sedición 1

María Galindo

1  Este texto fue presentado en forma de conferencia en el Parlamen-


to de los cuerpos, organizado por Paul Preciado en la Documenta
14, tuvo dos versiones similares pero diferentes; una para Kassel en
Alemania y otra para Atenas en Grecia. Puedes ver la versión audio-
visual de esta conferencia en: http://www.documenta14.de/en/
calendar/19046/manifiesto-de-sedicion-feminista [nota de la autora].

Inclusión · 217
Mujeres Creando

orque no podemos hablar y seguir hablando de


los horrores del neoliberalismo, sin hablar de
propuestas concretas de contestación. Porque no
podemos quedarnos en la denuncia, porque hemos
hablado mucho de neoliberalismo y corremos el riesgo de
simplemente repetirnos les presento este texto que tiene la

Inclusión · 219
osadía de ser una teoría de la subversión política feminista
en 7 pasos.

En otras palabras me planto frente al neoliberalismo para


preguntarme y responderme ¿por dónde luchar?, ¿cómo
abrir camino?, ¿cuáles son las grietas de intervención sub-
versiva que veo?, ¿cómo aprovecharlas, cómo transitarlas,
cómo identificarlas para seguir construyendo esperanza?

No son ideas que salen desde la academia, sino que salen


desde un cuerpo colectivo, desde un movimiento. Es impor-
tante decir que los movimientos son lugares de construcción
de conocimiento, no son únicamente lugares de acción y
experiencia que necesitan que un académico venga a legiti-
marlos. Esto hay que repetirlo hasta el cansancio, para que
no nos resignemos a la traducción aséptica académica de
nuestros quehaceres y para que todo lo que hagamos seamos
capaces de convertirlo en propuesta, pensamiento y teoría.

Esta teoría de la subversión feminista que planteo nace en


las entrañas de las reflexiones feministas, pero constituye
un aporte que puede remover por fuera de las fronteras del
feminismo, eso es lo fascinante. Puede ser aplicada al eco-
logismo como a la lucha de los y las discapacitadas, puede
servir de instrumento de crítica a los indianismos y a los
indigenismos como también puede servir para enfrentar las
lógicas y dinámicas desde el poder estatal sobre cualquier
sujeto en lucha. No tiene la pretensión de ser universal, pero
sí la fuerza y la capacidad de trascender las fronteras del

220 · El ABC del neoliberalismo 2


feminismo como campo de lucha. Lo que está en juego es
la esperanza social, la vida de todos y todas, el futuro y el
presente también.

Entre paréntesis

Empiezo con algunas posibles formas de definir Mujeres


Creando, el movimiento al que pertenezco hace 25 años.

Mujeres creando podría ser definido como una guerrilla


urbana feminista anarquista sediciosa y no violenta.

Puede ser definido como un movimiento feminista anarquis-


ta autónomo de los partidos políticos, las iglesias, el estado,
los partidos y las oenegés.

Puede ser definido como un espacio de construcción


de alianzas insólitas y prohibidas que se sintetiza en la

Inclusión · 221
capacidad de construir un espacio común de indias, putas y
lesbianas juntas, revueltas, hermanadas.

Puede ser definido como una fábrica de producción de justi-


cia concreta y tangible.

Puede ser definido como un referente de creatividad, intran-


sigencia, rebeldía y locura para toda la sociedad.

Puede ser definido como un taller abierto experimental de


pensamiento y acción que comulga trabajo manual, trabajo
intelectual y trabajo creativo como tres partes indisolubles
de un mismo proceso.

Puede ser definido como el movimiento gestor y constructor


de la propuesta de despatriarcalización como propuesta al-
ternativa a la gran corriente de inclusión y asimilacionismo
en el que han caído gran parte de los feminismos a escala
mundial.

Puede ser definido como el movimiento gestor de la tesis


de la despatriarcalización como una tesis de intervención
de la gran corriente política de la descolonización que evita
nuevamente la necesidad de interpretar la matriz colonial
como una matriz patriarcal.

Y podría continuar llenando páginas y páginas de sintéticas


definiciones de nosotras; puñado de locas, de rebeldes, de
desempleadas, de agoreras, de tercas, de desadaptadas que

222 · El ABC del neoliberalismo 2


hemos decidido construir colectividad y movimiento como
la única forma de existir y transcender, como la única forma
de transformar y subvertir el orden patriarcal.

Paso 1: Punto de partida de este tiempo:


No hay vanguardia, no hay sujeto
revolucionario por excelencia.

La desaparición y la disolución del proletariado marca un


quiebre muy importante en las posibilidades de organiza-
ción. El proletariado se consideró universal, las feministas
dijimos hasta el cansancio que no era universal, pero más
allá de su condición de no universal y de sus propias preten-
siones universalistas, el proletariado tenía la capacidad de
cohesionar, articular y dinamizar muchas luchas importan-
tes. La crisis y disolución del proletariado producida por el
neoliberalismo deja ese espacio social vacío, hueco, deja una
sensación inevitable de carencia, queda el léxico proletario,
pero no hay proletariado.

Inclusión · 223
La idea de sustituir la vanguardia proletaria por otra van-
guardia, resulta un esfuerzo parche e inútil.

Proponemos por tanto asumir el vacío de vanguardia, no


hay ni existe vanguardia revolucionaria, pero también y al
mismo tiempo proponemos superar la idea de vanguardia
revolucionaria.

Al interior del imaginario de la lucha proletaria se gestó una


especie de “Salvador” protagonista y héroe de la historia.
Un salvador masculino por excelencia, caudillista, militaris-
ta, heroico y fundado en la figura del guerrero. Ese salvador
que ha perdido la credibilidad, es un salvador que está solo,
que está abandonado y que no halla su lugar porque ha per-
dido ese lugar que tenía. Es por tanto otro rasgo de nuestro
tiempo la muerte política de los Che Guevaras, la muerte
de su sentido político. La muerte del guerrillero no en la
batalla, sino en el descrédito. La nulidad e inutilidad de su
campo de batalla y de su heroísmo.

Lo que nos interesa es el desafío que marca este vacío, esta


ausencia de vanguardia, esta ausencia de sujeto aglutinador
de luchas. No hay vanguardia ideológica, no hay vanguar-
dia militar, ni política y esto es muy importante.

Lo interesante es que esto que parece ser un momento de


derrota marcado por la orfandad que deja el héroe, noso-
tras nos atrevemos a leerlo como desafío, interpretamos el
vacío de vanguardia, la ausencia de caudillo redentor y la

224 · El ABC del neoliberalismo 2


disolución del proletariado como marcas de nuestro tiempo
de lucha que constituyen un desafío radical para reinven-
tarlo todo.

Hoy podemos afirmar como punto de partida que:


Ningún acto heroico como lucha social nos sirve.
El acto heroico salvador ha perdido sentido y valor.
El acto de inmolación y martirio han perdido sentido también.

Estamos muriendo y siendo asesinadas en la lucha pero


estos no son actos de martirio, son muertes anónimas sin
espectacularidad, sin luto, sin un grupo de Madres de Pla-
za de Mayo que haga una lista de nombres de torturados y
desaparecidos. No son muertes de mártires porque no hay
recuento de víctimas, ni de sus sueños, ni de sus nombres, ni
de los lugares que ocupaban en sus respectivas sociedades,
son muertes que están marcadas por la insignificancia, el
anonimato y el acto simplemente sacrificial. El neolibera-
lismo por tanto tiene fosas comunes de víctimas sepultadas
desde una forma de violencia que no da margen más que
para el sacrificio.

Esto nos conduce a la responsabilidad de marcar formas de


lucha no violenta, donde no estemos exaltando la muerte
sino la vida, formas de lucha placenteras que puedan ser
escenarios de felicidad también.

Formas de lucha donde no hay por qué agotarse en eternos


y agotadores debates que especulen sobre una perspectiva

Inclusión · 225
ideológica singular y totalizante, sino que sea posible pen-
sar en una multiplicidad y en una complejidad ideológica
y también, por supuesto, en una complejidad organizativa,
siempre abierta y siempre incompleta.

Paso 2: ¿Qué está pasando a escala


mundial con la democracia liberal
representativa?

Podemos afirmar que esa democracia liberal representativa


está agonizando, que está prácticamente muerta. Podemos
decir que quienes nos representan nos sustituyen, nos suplan-
tan, nos utilizan. La democracia liberal representativa es un
aparato de simulación y su decantamiento como aparato de
simulación tiene escala planetaria: en sociedades tan lejanas
como puede ser Grecia o México la formalidad de un apara-
to llamado “democrático” no basta ni al sentido común para
calificar dichos regímenes como democráticos. En escalas
diferentes está pasando lo mismo en un sinnúmero de países.

Las rutinas llamadas democráticas del voto, las elecciones


y la constitución de representación popular parlamentaria
están completamente desgastadas y las voces sociales no tie-
nen acceso a ser escuchadas, tomadas en serio, a formular
propuestas o señalar problemas.

¿Pero qué significa esto para un maricón, para una india,


para una desempleada que están en el lugar del completo

226 · El ABC del neoliberalismo 2


anonimato sin acceso a la opinión, a la palabra, al reclamo,
ni a la propuesta? ¿Qué puede significar eso para quien está
en un hospital público en la puerta sin acceso a la atención
médica, para quien tiene que huir para subsistir o para quien
está frente a la justicia sin instrumentos para defenderse?
¿Qué significa eso para la madre de una hija asesinada por
la violencia machista? Parece que no significara nada y que
la agonía de la democracia liberal representativa estuviera
muy lejos de sus preocupaciones y tensiones cotidianas.

En Chile puede Piñera sustituir a Bachelet o en Argentina


Macri a Kirchner pero, ¿qué significa realmente ese juego
pendular para nosotros y nosotras y nuestras vidas y sueños?

A mi modo de ver significan tres elementos centrales:


Estamos frente al final, al eclipse del discurso de derechos
con el que el neoliberalismo nos ha tenido jugando a todos
los movimientos.

El neoliberalismo está dispuesto a darnos de forma retó-


rica todos los derechos que se nos ocurra por separado y
de manera perversa. Al mismo tiempo ese mismo aparato
estatal neoliberal está dispuesto a quitarnos todos esos mis-
mos derechos que nos dieron de forma retórica y cuando les
conviene. Eso supone estar atrapados en una suerte de ma-
nipulación política de los movimientos, una especie de jaula
invisible. La política de derechos es una jaula invisible que
nos inmoviliza y nos confunde. Las mujeres lo sabemos muy
bien porque hemos visto cómo, por ejemplo, en Argentina o

Inclusión · 227
Bolivia se ha aprobado antes una ley de identidad de género
o de matrimonio igualitario y que los mismos regímenes no
han estado dispuestos a despenalizar el aborto. Aislando a
las mujeres del núcleo de alianzas políticas con el universo
marica por ejemplo.

Desde el sentido común hablarnos de derechos y hablar de


derechos parece ser un acto positivo, sin embargo, es un
acto rutinario que nos estanca y nos encamina en un círcu-
lo vicioso que no nos permite acceder a una interpretación
más compleja de las opresiones sociales y la conexión entre
opresiones que es imprescindible para comprender la lucha
de forma más profunda que la jornada por la conquista de
un derecho.

Es también el final del discurso y paradigma de la igualdad.


Esta tesis de largo aliento de la igualdad que nace con la
revolución francesa. La tesis de la igualdad es una lápida
de mármol y nada más. Es el fin del discurso de la igualdad
que es en última instancia el único soporte de la democracia
liberal. No solo la igualdad hombre-mujer, sino las otras
igualdades sociales; la igualdad ante la ley, la igualdad de
derechos entre los seres humanos en un mundo dominado
por múltiples formas de jerarquía y dominación. El discurso
de la igualdad ha funcionado como un espejismo, como una
trampa. El fin del discurso de igualdad nos permite refor-
mular nuestros discursos y nos exige afilar los argumentos
para abrir otros debates y otros campos semánticos de lucha
que no sea la lucha por, ni desde derechos. La caída, el fin

228 · El ABC del neoliberalismo 2


del discurso de igualdad, nos abre el fin de la retórica de la
igualdad y de su efecto narcotizante.

Tenemos también que entender que el discurso de derechos


ha sido el origen de una suerte de fragmentación identita-
ria, es el origen de la introducción de los guiones oficiales
funcionales al sistema dentro los movimientos, el discurso
de derechos es el que nos ha frenado en la capacidad de
construir interpretaciones más complejas de las formas de
opresión simultánea que vivimos.

Paso 3: Ya sabemos y eso no está en


discusión, que necesitamos construir
horizontes anti capitalistas, anti
patriarcales, animalistas, anti racistas,
anti coloniales, ecologistas. Etc. etc.

Inclusión · 229
Es una larga complejidad la que necesitamos y queremos.
Pero al mismo tiempo esa aspiración muchas veces se queda
en un enunciado políticamente correcto y nada más.

Nos toca preguntarnos cómo se hace esa política que que-


remos, cómo se la teje, cómo se la concreta. En qué horno
se puede cocinar esa complejidad que es una complejidad
imprescindible que no estamos ya dispuestos a poner en
discusión. O hacemos una política anticapitalista o acepta-
mos la muerte, o hacemos una política despatriarcalizadora
o aceptamos la muerte, o hacemos una política animalista
ecologista o aceptamos la muerte, y así sucesivamente.

Lo que yo propongo, lo que nosotras proponemos, es que eso


es solo posible a través del sujeto político, solo el sujeto políti-
co real puede hacer esa operación ideológica de conectar ra-
cismo con capitalismo, patriarcado con régimen sexual, etc.

¿Cómo es ese sujeto si no hay vanguardia, si el proletariado


no pudo hacerlo?

Nosotras planteamos la construcción de un sujeto meta-


fórico complejo que lo llamamos indias, putas y lesbianas
juntas, revueltas y hermanadas. Es metafórico porque es
convocante. Es metafórico porque se instala a partir de los
lugares que funcionan como símbolos complejos en el que
caben todas aquellas y aquellos que se sienten convocados
desde la insubordinación y la desobediencia, desde la rabia
y las ganas de luchar.

230 · El ABC del neoliberalismo 2


Lo interesante de este sujeto metafórico es la complejidad, la
heterogeneidad, pero sobretodo la construcción de alianzas
que están prohibidas y que son insólitas. Que están prohibi-
das, que son inaceptables y que son indigestas.

Aquí es importante ir a un ejemplo concreto. Cuando pen-


samos donde está el neoliberalismo inmediatamente pen-
samos en el ajuste estructural o el control de las materias
primas en manos de transnacionales supraestatales, pero
pocas veces pensamos en las formas como el neoliberalismo
pasó por nuestros movimientos para domesticarlos.

Nuestros movimientos pasaron por una domesticación neo-


liberal. Nos entrenó en organizarnos de forma homogénea
en torno de identidades implicando cada una de estas identi-
dades sujetarnos a un denominador común y bajo una lógica
de pares: maricón con maricón, campesino con campesino.
Es esa lógica la que un sujeto complejo es capaz de romper,
¿para construir qué? Para construir un lugar subversivo.

¿Qué es lo subversivo?

El vínculo, la relación entre lo que está prohibido es lo


subversivo. Nuestros movimientos por ausencia de esos
vínculos se han convertido rápidamente en espacios de-
masiado homogéneos, demasiado repetitivos y es eso lo
que yo invito a romper. Romper los límites identitarios en
los que nos hemos encerrado a partir justamente del dis-
curso de derechos comprendidos de forma fragmentaria.

Inclusión · 231
Fragmentación de los sujetos que hace nuestra política
predecible y funcional.

Fragmentación de derechos que hace nuestra política una


política meramente reactiva, donde no tenemos estrategias
para tomar la iniciativa, por eso siempre estamos solo re-
accionando. Secuestrados en una dinámica de demanda/
concesión que no nos permite ir ni ver más allá.

Fragmentación de los movimientos que nos impide realmen-


te acceder a una política y una comprensión compleja de
la trama de opresiones. El problema no es lo que vamos a
reclamar, sino lo que estamos construyendo.

Me gustaría plantear algunos elementos de cómo se hace: ir


más allá del discurso de la víctima: el discurso de la víctima
no es un discurso subversivo. El discurso de la víctima es
muy conservador, muy cómodo y muy repetitivo.

Puede incluso revertirse contra la víctima y convertirse en


un discurso muy reaccionario; es por ejemplo lo que nos está
pasando a las mujeres en todo el continente en América Lati-
na con la violencia machista. Esto lo digo porque la violencia
machista se está convirtiendo en un tema policiaco judicial.

Hay que ir más allá del discurso de la víctima y más allá


del testimonio porque la víctima solo puede dar testimonio
de su dolor. Una vez, dos veces y repetirse hasta la anestesia
total de su dolor. Lo que no puede es hablar por fuera de

232 · El ABC del neoliberalismo 2


ese guión de víctima y es ese guión el que hay que romper.
¿Cuándo puede la víctima hablar por fuera de su guión de
victima?, cuando deja de ser víctima, cuando trasciende su
propia victimización.

Es cuando nosotras hablamos de la palabra en primera per-


sona.

No a nombre del pueblo, no a nombre de los pobres, no a


nombre de las mujeres, no a nombre de las mujeres en pros-
titución. La palabra en primera persona es políticamente
subversiva y potente.

El lugar de la primera persona es un lugar simplemente im-


prescindible y vital para la lucha social. Cuando hablas en
primera persona, la primera en ser puesta en cuestión eres
tú misma, por eso dejas de ser victima, y dejas de repetir el
testimonio de tu dolor. Despiertas de la anestesia.

Inclusión · 233
Paso 4: ¿cuál es el papel de la ideología?

En este tiempo neoliberal de largo aliento, la ideología pare-


ce ser lo más inservible que tienes en la cartera. No puedes
botar tu cepillo de dientes pero puedes botar la ideología
porque parece ser simplemente inútil, es cargosa, es pesada
y no nos va a llevar a ninguna parte.

Hay un proceso muy fuerte de desideologización de nuestros


movimientos justamente ligado al discurso de derechos que
ha sido asumido muy fácilmente sin preguntarnos más allá.
Creo que es importante por tanto repensar el lugar que tiene
o debería tener la ideología en un tiempo y una lucha en
contexto neoliberal.

234 · El ABC del neoliberalismo 2


Deberíamos entender la ideología como un componente de
construcción colectiva de ideas que nos cohesionan, que nos
permiten establecer conceptualmente nuestras relaciones.
Es importante entender que la ideología no es algo que
está terminado y que simplemente hay que entender para
repetir. Si el feminismo fuese una ideología para entender y
repetir da flojera y es como para tirarlo a la basura. Pero si la
ideología es un conjunto de ideas colectivas que están siem-
pre sin acabar, entonces sí vale la pena como construcción
colectiva y como lugar común donde aportar y enriquecerte
al mismo tiempo.

Hay que hacer una crítica a la ideología en lo que fue la


izquierda latinoamericana y es el hecho de que en Latinoa-
mérica la ideología se convirtió en un paraguas para decir
que somos los revolucionarios de la historia, pero no se de-
sarrolló nunca un camino para concretar la ideología. Por
ejemplo a la pregunta con qué se come el feminismo, la res-
puesta tradicional sería no, el feminismo no se come es algo
que hay que saber, que está lejos de tu vida y que hay que
leer miles de libros para entenderlo. Nosotras planteamos
la necesidad fundamental de traducir la ideología en lo que
llamamos política concreta. En pocas palabras queremos un
feminismo que se pueda comer y que se pueda tocar, que
tenga un lugar en la vida cotidiana y que parta también de
la vida cotidiana como fuente. Brevemente, entender que el
quehacer ideológico no es exclusivamente discursivo, sino
práctico. Somos una especie de laboratorio de producción
de un feminismo concreto que se puede tocar, que se puede

Inclusión · 235
comer, que se puede disfrutar, que se puede ver, que se cons-
truye en los hechos y la realidad de muchas mujeres.

Producir justicia feminista, producir economía feminista,


producir solidaridad feminista.

No trabajamos solo sobre las utopías sino también sobre las


urgencias, por lo tanto, para nosotras el papel de la ideología
es convertirse en política concreta.

Paso 5: ¿dónde podemos actuar?


¿Cuál es el lugar que podemos tener
para todo esto?

Ese lugar es la calle. La calle es un afuera radical. La calle


es un afuera de la institución. Afuera de la institución arte.
Afuera de la institución parlamento. Afuera de la institución
academia. Es un afuera grande, desafiante, importante, his-
tórico y que nos está permitiendo confluir.

236 · El ABC del neoliberalismo 2


Por poner el ejemplo de lo que estamos haciendo las mujeres
con la calle. En todo el continente estamos convirtiendo la
calle en un medio de subsistencia, de confluencia, levantan-
do ciudades efímeras paralelas donde se convive bajo otros
parámetros distintos donde convertimos la calle en: “mi
casa sin marido y en mi trabajo sin patrones”. Pero la calle
es también el escenario de las grandes luchas históricas de
los pueblos. La calle es el lugar de confluencia de esas luchas.
La calle marca el color y la poesía de nuestra lucha, la calle
marca la estética y la ética de las luchas. La calle es el lugar
donde tomar la palabra y poner el cuerpo.

La calle marca los ritmos de la lucha. La calle es un afuera


repleto de expectativas, tiene una boca voraz, una sed de
justicia que imaginamos y soñamos. La institución no puede
satisfacer las expectativas de felicidad, de hambre, de fiesta
que habitan la calle. La institución marca un sentimiento
de incapacidad pero al mismo tiempo de frustración y de
insatisfacción. Cuando hablamos con la gente en la calle y
le preguntamos qué quiere, esa gente no necesita filósofos,
artistas, ni medios de comunicación para saber lo que quiere
y esa gente de la calle, esa gente de a pie quiere todo. Eso
es muy seductor y muy desafiante. Es muy intenso y muy
esperanzador, por eso es posible encontrar en la calle gente
que hace la siesta, gente que se monta medios de subsistencia
hipercreativos, gente imposible de ser disciplinada por insti-
tución educativa o laboral alguna.

Inclusión · 237
Paso 6: no queremos derechos,
queremos revolución.

No queremos migajas, queremos revolución.

Yo veo algunos problemas en esta revolución que queremos.


Creo que todavía somos herederos y herederas del concep-
to marxista-leninista de revolución. Es un concepto que te
plantea la revolución como algo lejano e inalcanzable. Es un
concepto que te plantea la revolución como el acto heroico
de matar al enemigo para tomar el Estado en nombre de
un tercero. Tenemos que ser capaces de revisar, replantear,
lavar, teñir, tejer, cocinar otra manera de entender la revolu-
ción. Entre resignarnos al chantaje neoliberal y no sucumbir
a un concepto arcaico, caduco, heroico y patriarcal de revo-
lución, tenemos el desafío de construir, de concebir nuestra
propia revolución desde otra visión.

238 · El ABC del neoliberalismo 2


Quiero cerrar con un artículo imaginario de constitución
del parlamento de los cuerpos que es donde estas ideas fue-
ron verbalmente expresadas.

PARLAMENTO DE LOS CUERPOS

Articulo único

Queda constituido el parlamento de los cuerpos como una


“no-institución” instalada en la calle, el parlamento de los
cuerpos es la calle como un afuera radical desde donde se
puede modificar y hacer historia.

La intención es abrir un espacio de confluencia de luchas dis-


pares y desconectadas para romper el cerco conceptual en el
que inevitablemente resbalamos. La idea entonces es darnos
la oportunidad para intercambiar claves de subversión del
orden establecido para que nuestras luchas sean menos an-
gustiosas, más divertidas, más efectivas y menos lentas.

El único sentido de este parlamento es el de generar el desor-


den mundial en múltiples sentidos al mismo tiempo.

En este parlamento no se legisla, no se concede ni expropia


derechos, ni se construye o patrimonializa representación
política de nadie.

En este parlamento se respira, se conspira y se transpira.

Inclusión · 239
Sobre los autores

Sergio García. Doctor en Antropología Social y profesor


de Sociología y de Trabajo Social. En sus investigaciones
ha abordado la producción del dispositivo securitario y la
gestión de la seguridad, así como las lógicas de funciona-
miento de la intervención social. Como miembro de las
Brigadas Vecinales de Observación de DDHH y participante
en el Grupo de Periferias del Observatorio Metropolitano
de Madrid, en los últimos años ha venido participando en
distintos proyectos de investigación militante. Junto a Dé-
bora Ávila coordinaron el libro “Enclaves de riesgo. Gobierno
neoliberal, desigualdad y control social” (2015).

Débora Ávila. Profesora e investigadora militante en torno


a políticas sociales neoliberales. Forma parte de experimen-
tos políticos como la red metropolitana Ferrocarril Clan-
destino, Yo Sí Sanidad Universal o La Escuela de Afuera.
Es miembro del Observatorio Metropolitano y, desde hace
años, trabaja con Marta Malo en una investigación multi-
forme sobre la gubernamentalidad neoliberal de lo social

Sobre autores · 241


denominada «Manos Invisibles» (www. manosinvisibles.
net). Desde 2011 colabora en la plataforma Carabanche-
leando, la cual busca analizar en clave colectiva y anclada
en un territorio, el barrio de Carabanchel. Junto a Sergio
García coordinaron el libro “Enclaves de riesgo. Gobierno neoli-
beral, desigualdad y control social” (2015).

M aría Stegmayer. Doctora en Ciencias Sociales por la


Universidad de Buenos Aires. Su tesis de doctorado se ti-
tuló “Zonas de inquietud. Poder, violencia y memoria en
la literatura argentina contemporánea (1995-2010)”. Es
docente de las carreras de Sociología (UBA) y Diseño Grá-
fico (UBA). Fue becaria doctoral y posdoctoral del CONICET.
Actualmente, es investigadora del Instituto Gino Germani
(FSOC-UBA) donde prosigue las líneas de trabajo de su tesis
doctoral en un corpus ampliado de literatura argentina y
latinoamericana contemporánea. Es autora de numerosos
artículos publicados en revistas académicas nacionales e in-
ternacionales. Temas de investigación: Literatura argentina
y latinoamericana, análisis cultural, postestructuralismo y
teoría crítica.

Luca Paltrinieri. Investigador del Centre de recherche et in-


novation en pédagogie de Paris, miembro permanente del labo-
ratorio Théories du politique CRESPPA , Universidad Paris-8
Saint-Denis y CNRS, director del programa “Una genealogía
política de la empresa” del Collège Internationale de Philosophie.
Luca se ha ocupado mayormente de la indagación desde la
filosofía contemporánea, profundizando la obra de Michel

242 · El ABC del neoliberalismo 2


Foucault y la epistemología histórica, en particular desde
Bachelard, Canguilhem, Daston y Hacking. Desde su tesis
de magíster, profundiza el análisis del concepto de población,
estudiando su historia, las prácticas sabias, las acciones gu-
bernamentales y las representaciones que originó en Europa
entre el siglo XVII y el siglo XIX, principalmente a través
de las políticas demográficas. Estos análisis lo condujeron
a interesarse en las problemáticas de la educación, de la pe-
dagogía y del management desde un punto de vista filosófico.

raúl rodríguez freire. Profesor de la Pontificia Uni-


versidad Católica de Valparaíso. Investiga sobre narrativa
latinoamericana contemporánea, crítica y teoría literaria y
transformaciones universitarias. Entre sus publicaciones, se
encuentran las co-ediciones de Descampado. Ensayos sobre las
contiendas universitarias (2012) y Crítica literaria y teoría cultural
en América Latina. Para una antología del siglo XX (2015, 2018 se-
gunda edición) y Sin retorno. Variaciones sobre archivo y narrativa
en Latinoamérica (2015). Su último trabajo es la edición de La
querella de la educación pública. El debate Domeyko-Varas, 1843-
1843 (2016). Actualmente se encuentra terminando el libro
Ficciones del capital. Literatura y finanzas en la academia.

Isabelle Bruno. Doctora en Ciencia Política con especia-


lización en relaciones internacionales (IEP Paris, 2006). Es
profesora titular de ciencia política en la facultad de cien-
cias jurídiccas, políticas y sociales (Derecho y Salud) de la
Universidad de Lille 2. Sus áreas de investigación son: so-
ciología de las elites, sociología de los territorios, sociología

Sobre autores · 243


de la cuantificación y de las tecnologías manageriales de
gobierno: indicadores estadísticos, dispositivos de gestión
para objetivos y técnicas de evaluación comparativa (bench-
marking), transformación de la administración estatal, new
public management y gubernamentalidad (neo) liberal.

Felipe González López. Licenciado en Sociología y


sociólogo por la Universidad Alberto Hurtado. Doctor en
Ciencias Sociales por Max Planck Institute for the Study of
Societies, Universität zu Köln (Alemania). Doctoral Fellow
entre 2011-2015 en Max Planck Institute für Gesellschafts-
forschung (Alemania). En 2014 fue Visiting Student en el
departamento de Sociología de University of California de
San Diego (EE.UU).Sus líneas de investigación son: Econo-
mía Política del Capitalismo, Sociología Económica, Teoría
Social e Investigación Social Aplicada, con énfasis en los
estudios sobre procesos de endeudamiento. Actualmente
trabaja en los siguientes proyectos de investigación: “Go-
verning through debts: governmentality and the financiali-
zation of Chilean households”, proyecto de post-doctorado;
“Re-embedding the Economy: Relational Work and the
Pragmatics of De-commodification of Higher Education in
Chile”; “La construcción social de la crisis de legitimidad
política: emergencia y circulación de marcos interpretativos
en los medios de comunicación, conocimiento experto y
sátira política”, proyecto Capital Semilla de la Universidad
Central de Chile cuyo investigador principal es el prof. dr.
Marco Moreno.

244 · El ABC del neoliberalismo 2


A lejandra González Celis. Es poeta y trabajadora so-
cial, Magister en Trabajo Social PUC, Dra © en Ciencias
Sociales Universidad de Chile. Miembro del colectivo Com-
munes y de la Red de investigación interdisciplinaria sobre
el protagonismo y los derechos humanos de las infancias
latinoamericanas. Se desempeña como acádemica en la
escuela de Trabajo Social de la Universidad Academia de
Humanismo Cristiano. Se ha especializado en el ámbito de
la intervención social en infancia, desde una posición crítica
que implica cuestionar el rol del Estado en la constitución
de los sujetos sociales, publicando diversos artículos en este
campo como: El desafío de una ciudadanía crítica en la infancia
Chilena (2016); Infancia, dictadura y resistencia: hijos e hijas de la iz-
quierda chilena (1973-1989) en coautoría con P. Castillo (2015);
Trabajo social y enfoque de derechos: una crítica contrahegemónica a
la ideología de la ciudadanía liberal (2014). Además es autora del
poemario: La enfermedad del dolor (2002), Jauría (2017) y Una
niña muerta está siempre viva (2017).

Daniela M arzi. Es profesora de Derecho del Trabajo


Universidad de Valparaíso, Doctora en Derecho por la Uni-
versidad Autónoma de Madrid, Magister en Derecho del
Trabajo por la Universidad de Bolonia, integrante Centro
de Estudios Interdisciplinarios en Teoría Social y Subjetivi-
dad (CEI-TESYS), traductora italiano español. Tiene diversas
publicaciones en el área sindical “Observaciones sobre la ju-
dicialización de las relaciones colectivas: en las antípodas de
la autonomía”, "Servicios mínimos y reemplazo en la huelga
en el proyecto de Reforma al Derecho Colectivo: el sendero

Sobre autores · 245


de un legislador sin convicción”. En materias de género
“Mujer, Trabajo y Reforma al Derecho Sindical. Una con-
fluencia necesaria”, El Estado y las mujeres. El complejo camino
hacia una necesaria transformación de las Instituciones, editorial
RIL , 2018; “Perspectiva de género, cuota en las directivas
y nuevos objetos de negociación: un camino lento hacia el
poder”, Reforma al Derecho Colectivo del Trabajo, Thomson Re-
uters, entre otras.

A ndré Menard. Antropólogo de la Universidad de Chile,


posee un Doctorado en Sociología de la Ecole des Hautes
Etudes en Sciences Sociales, Francia. Se desempeña como
académico del Departamento de Antropología de la Uni-
versidad de Chile desde el 2007. Es desde 2002, miembro
fundador del Laboratorio de Desclasificación Comparada
(LDC), organismo interdisciplinario dedicado a la ubicación,
difusión y análisis de material documental ignorado, ocul-
tado o de difícil acceso. En este marco ha participado en
la publicación de los dos primeros volúmenes de los Anales
de Desclasificación, órgano oficial del LDC. Así como en
la organización de dos coloquios convocados por el LDC.
Actualmente se desempeña como director de un volumen
en preparación titulado “El Animal Pornográfico”. Sus princi-
pales áreas de estudio abarcan cuestiones relacionadas con
la historia y la política en la sociedad mapuche, el tema de
la escritura en la conformación de los sujetos históricos y
más recientemente los problemas relacionados con el cuerpo
comprendido como campo de significaciones políticas. De
ahí la focalización en tópicos que vinculan la pornografía

246 · El ABC del neoliberalismo 2


con la antropología, centrándose especialmente en la noción
de raza como categoría científica y política. Actualmente
desarrolla el proyecto de investigación “La noción de raza
en el discurso político mapuche y sobre lo mapuche en el
siglo XX”, proyecto post-doctoral financiado por Fondecyt.

M aría Galindo Neder


Es activista, militante anarcofeminista, psicóloga y comu-
nicadora, cofundadora del colectivo Mujeres Creando en
1992, el cual sigue liderando. Actualmente co dirige: Radio
Deseo, emisora radial con alcance en las ciudades de La
Paz y El Alto. Por sus controvertidas acciones, a menudo
catalogadas como "arte performativo" o "happenings", ha sido
detenida en varias ocasiones por la policía boliviana. Entre
los temas que ha trabajado están la despatriarcalización en
el contexto del proceso constituyente boliviano y el feminici-
dio como crimen de Estado.

Sobre autores · 247

También podría gustarte