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JUAN RIVANO | HEGEL: TRIUNFO Y FRACASO | | SOBRE BERKELEY | ESCRITOS BRISVES DEPARTAMENTO DE FLLOSOPTA UNIVERSIDAD DE CHILE a SANTIAGO, 1972 | (c) JUAN RIVANO DERECHOS RESERVADOS BIBLIOTECA MACIONAT. Seccién Control HEGEL: TRIUNFO Y FRACASO * ‘Yoda la realidad surgida desde un principio simple; to- da la realidad conmensurable consigo misma g través de la experiencia humana; toda la realidad centrada en sl, sujeto de su conflicto, pero también arquitecto de su conciliaclén; toda la realidad resuelta en totalidad coherente, sistemati- ca, activa y absoluta, tales son los rasgos generales del ideal filosofico, del deseo explicito 0 latente de toda filosofia his- torica, De ello dan erédito, a Jo largo de la historia del pensa-~ miento, cl acierto y la frustracién, el ensayo y la critica, la audacia primitiva y la cautela sofisticada, los canones y principios, la indole de los contenidos filosoficos que recu- rren sin cesar. Pero, ante todo y casi enteramente, los gran- des pensadores, los hombres de smbicion omnineluyente que han ensayado explicitar dicho principio y abarcar mediante su aplicacién los intentos dispersos de sus antecesores. Pla- ton, Aristételes, Descartes, Spinoza, Leibniz, Hegel, encar- nan momentos relevantes donde mas amplia y sensiblemen- te se manifiesta el abarcante ideal de la filosofia. En ellos se muestran, en despliegue a veces antagonico, a veces con~ ciliado, los requerimientos del Ideal y también la dicotomia cen que se divide: la forma matematica y la forma dialéctica. Platén no tard6 en percibir que el método de Sécrates iba. en iiltima instancia a coincidir con la manera hipotético-de- ductiva de los matematicos. Partir de Jo asumido le parecic indigno del saber filosdfico. Ensayé la doctrina de la intui- cién intelectual; pero nos dejo también una prueba positi- va de su insatisfaccién, bosquejando en el Parménides una admirable anticipacion de la dialéctica. Aristoteles presenté en los Segundos Analiticos una ar- © Leide en la Universidad Catdlica, Santisgo, 1970. 3 quitectonica de la ciencia con pretenciones de eternidad. Y debe reconocerse que, quitando la doctrina de la intuicién infalible y tres o cuatro detalles, los Segundes Analiticos contienen la forma a que tienden, no sélo Ja mayoria de las filosofias histéricas, sino también las ciencias. Desde Aris- tételes, las nociones de primeros principios, definicion, de- meostraclén, induccién, exactitud, evidencia, verdad, hipdte- sis, probabilidad, intervienen casi exclusviamente en la for- ma habitual del saber, En Deseartes, la modalidad matematica del ideal ftlos6- fico alcanza cl extremo de la culminacion, pero exhibe tam- pién desnudamente sus limitaciones peculiares en el empleo subrepticio de hipdtesis, en sus supuestos sobre lo real y.la verdad, en su doctrina parcelaria y oscura de la evidencia. Wi Discurso del Método y las Regias y, sobre todo, las céle- bres Meditaciones Metafisicas, representan el intento mas logrado de exponer el ‘sistema de la ralidad’ de acuerdo a los criterios matematicos. Algo similar se encuentra en Leibniz, aunque sus intui- clones metafisicas no parecen situarlo tan decididamente —como es comtm decir— en la matematizacion universal. Asi lo muestran sus ideas sobre la ménada elemental, ger- men espiritual de un desarrollo, su oposicién a toda sintesls por mera agregacién, su doctrina del conocimiento adecua- do y perfecto como algo divino y asi ajeno a la construcelén aditiva de la logica matematica, su visién en fin del uni- verso como una creacion apartada de un creador obligado ms por benevolencia que por légica. En Spinoza, se dirla que la forma matematiea como ideal de la filosofia alcanza su apogeo; la presentacién del saber, el orden y conexidn de las ideas contenido en largas cadenas discursivas-pretende reflejar detalle tras detalle el orden y la conexién de las cosas. Sin embargo, la represen- tacién mas obvia de la doctrina espinocista de la sustancia, la, representacién de un despliegue donde Ja necesidad, el determinismo, se resuelven en el concepto mismo de la rea- lidad, la representacioén de una fuerza pensante infinita 4 que se desarrolla por su propio impulso de explicitacién, que se contiene a si misma aleanzando asi el extremo don- de necesidad y libertad se identifican, todo ello, rapida- mente manifiesta el contraste Intimo en que se encuentra con la concepeién ldgico-matematica de la. realidad. De la contraposici6n que hemos venido suponiendo en- tre forma matematica y forma dialéctica del ideal filosdfi co pueden dar raz6n algunas citas: “—_ Debo también recurdarte que sélo el poder de la dia- léctica puede revelar lo (absoluamente verdadero), y solo a quien es ya conocedor de las ciencias (que son) previas... con respecto a las ciencias matemdticas que, como hemos dicho, aprehenden en algtin modo el ser verdadero —la geo- metria y las restantes— sdlo swtenan con el ser, pero nunca pueden captarlo en cl estado de vigilia a no ser que empleen las hipotesis que manipulan sin ezaminar y las que son inca- paces dz explicar. Porque ewande no conocemos eb primer principio, y cuando la conclusién y los pasos intermedios son asi construidos desde este ‘no sabemos qué’, geome imaginar que tal fabrica de convenciones pueda llegar « ser ciencia? (Platén Reptiblica, VI, 533) En el conocimicnto matemdtico, la reflexion es una operacién exterior a la cosa; de ello resulta que la cosa misma es alterada. Sin duda, el medio (es decir, la construccion y la demostracién) contiene proposiciones verdaderas, pera debe decirse tambien que el contenida es jalso. El tridngulo feuando se irata de establecer las relaciones de los tados en un tridngulo recténculo) es desmembrado, sus partes pasan @ ser elementos de otras figuras que la cou siruccién. origina. Es solo al final que ch trtangulo es restablecido, el tridngulo con el que propiamente teniamos que ocuparnos y que habiamos perdido de visia en eb curso de la demostracién, desmembrado en paries incorporados « otras totalidades ... kn lo que al conocimianto concierne, no se ve primeramente Ta necesidad de la construccién. Ella no resulta del coucepto del leorema sino que es impuesia, y debe obedecerse a ciegas a la prescripeién de trazar tales lineas particulares cuando podiamos trazar una infinidad de lineas distintas, todo ello con una igno- rancia sélo comparable a Ia ereencia de que seré conforme a la obtencion de la demostracion. Esta conjormidad al objetivo se manifiesta mds tarde, pero es tan sélo exterior, porque en Ia demostracién se manifiesta de improviso. Ast, ia demostra- cion sigue un camino que comienza en un punto cualquiera, sin que se sepa todavia la relacién de ese comienzo con eb resultado que de él debe surgir... La evidencia de este re- sultado defeciuoso y de la cual se enorgullece la matematica haciendo alardes contra la filosofia, reposa tan sélo sobre la pobreza de su objetivo y sobre la dejectuosidad de su materia; es una cvidencia entonces, que la filosofia debe desdefiar...” (Hegel, Fenomenologia, Prejacio) En estas citas, Platén y Hegel aparecen repartiéndose Ja erftica del procedimiento matematico: El primero reeha- za los axiomas, porque le parecen hipdétesis convencionales; el segundo desdefia la demostracién como proceso externo al movimiento propio del concepto. Donde Aristdteles ve una, intuicién intelectual, Descartes, una percepcion clara y distinta, y Kant, una intuicién pura, Platon hace valer un sentimiento de inconmensurabilidad como si el punto de partida del saber matematico fuera algo aldgico, irracional, un dato en bruto contrario al desplicgue libre de la razon. Donde Aristételes ve un discurso demostrativo ejemplar, Descartes, una secuencia racional de intuiciones y Kant un movimiento del saber en el elemento més puro de la ex- periencia, Hegel denuncia un nivel inferior, un nivel donde el pensamiento tantea y se mucve a ciegas a impulso del acierto casual, rebuscado, arbitrario. Ciertamente, la oposi- cion no es entre estos pensadores todo lo tajante que resul- ta cuando hacemos la comparacién con otros; pero basta para introducir la idea general que nos importa respecto a la filosofia hegeliana, El conocimiento de forma matematica se caracteriza por la axiomdtica y la construccién auxiliar, Los axiomas son algo rigido donde el movimiento analitico se ha deteni- do denunciando su propia impotencia, renunciado a disol- 6 | | | yerlo todo en pura regresién infinita; los axiomas son ‘con- cepto detenido’ (algo muerto y ya no-conceptual, segtin He- gel), un elemento sdélido que s¢ propone como el punto de partida. de un proceso logico. En tales condiciones, la serie que desarrolla el saber se ve compelida a presentarse como calculo, como engarce extrinseco de unos conceptos con otros, Haber solidifieado el concepto en el axioma y esperar que el saber se desarrolle desde el axioma, significa remitir el sabér a una fuente ciega que tartamudea su esencia por la via de la concatenacién tautologica, significa entender el saber como un ‘no sé qué’, procedente de un ‘no sé qué’, No solo eso: la construccién auxiliar, el hecho de establecer la conexion de los conceptos mediante expedientes que No son el desarrollo conceptual mismo sino que, por el contrario, aparecen como algo rebuscado y arbitrario, muestra que la forma matematica (sin que importe que sea o no impres- cindible) no permite un curso libre del concepte mismo. Por contraste con esta limitacion representada por la axiomatica y la construccion auxiliar, por contraste con ta- les defectos sensiblemente explicitos y adoptados como algo necesario por la més hermosa de las ciencias (la unica que pudo siempre ofrecer un patrén arquitectinico a la filoso- ila), Platon y Hegel pueden aclarar para si un ideal del sa- per absolute, un ideal que exige la libertad del concepto, que exige abrir un elemento donde no haya la orientacion ligada a principios indefinibles y fijos, donde el camino del saber no tropiece con obstaculos intransitables que nos obli- guen a cireundarlos mediante expedientes auxiliares, un ele- mento que permita a la ciencia desplegarse sin limitacién abarcando el proceso entero de la realidad, desbordando la unilateralidad del punto de vista, disolviendo todos los su- puestos, levantando el conflicto de las cosas hasta su con ciliacién sin pérdida de contenido, un elemento que disol- viendo el aparato de los axiomas —el artilugio consistente en ofrecer una base al edificio del saber— ofrece presta- mente un nuevo sentido a los vocablos de base y fundamen. to, con la nocién de devenix, donde ser y no-ser, afirmacién y negacion, encuentran la realidad efectiva de su contraste, donde los contrarios que se excluian y aniquilaban rec{ipro- 1 camente desarrollan o explicitan un nuevo y positivo senti- do de su reciprocidad. Asl, con Hegel, adquieve significado la frase “Ja, verdad es el todo”, puesto que restar una porcién cualquiera de realidad significaria que algo abstracto, negativo, un lapso en la realidad, impide al pensamiento su libertad o, mas bien, implica un pensamiento mutilado que debe hacer wna existeneia imperfecta para dar lugar a si rigidez y priva- cién, Siendo que, por el contrario, la verdad es el todo y el todo os la verdad, es decir, la realidad se hace conmensura- ple e idéntica con su concepto, cntonces, estamos tan lejos de la filigrama discursiva de los matematicos como de la intuicion numinosa de los misticos: el todo, la realidad, vie nen concebidos como Ja actividad infinita de un pensamien- to, como esa ménada de Leibniz proyectada a su limite, don- de, su apeticién satisfecha, se torna en actividad que yace completa y eternamente en la percepcion adecuada y per- fecta de si misma. Wl ideal en su forma dialéetiea expresa, eso sl, en su modo, la condicion finita del pensamiento humano, La for- ma matematica del saber no tiene pretensiones absolutas, adopta ciertos postulados y se desenvuelve sin pretensiones de continuidad especulativa. La forma dialéctica del ideal hace de esto escandalo y justificacion para ofrecerse como concepcién mas concreta del saber, para proponer ese ele- mento donde el pensamiento cireula con libertad resolvién- delo todo en pensamiento. Sin embargo, el concepto de es- te saber no parece sufleiente para su desplieguc efectivo. He gel mismo lo dice: \.eEl comienzo del nucvo espiritu es el producto de un amplio trastorno de formas culturales miitiples y variadas, la recompensa de un. itinerario sinuoso y complicado y de un es- fuerzo no menos arduo y penoso. Esie inicto es el todo que, fucra de la sucesién y fuera de su extension, ha vuelio sobre si mismo y se ha transjormado en el concepto siuple de ese todo. Pero la realidad cjectiva de ese todo simple consiste en el proceso por el cual las formaciones precedentes, transforma- das ahora en momentos, se desarrollan de nuevo y se dan una Ss nueva configuracién, y és en su nuevo elemento, con el sentido nuevo que han adquirido por ella (Fenomenologta, Prefacio) No sélo esto. Hegel pretende que la totalidad que viene a presentirsenos como un todo simple —aunque hace esto en el elemento atemporal, eterno, que le corresponde— re- quiere la dedicacién esforzada y paciente de los hombres. Pre- tende también que este esfuerzo conducira a un saber que puede ser la propiedad universal de todos; que “la forma inteligible de la ciencia cs la yia de la ciencia, abierta e igual para todos”. Por donde yenimos a reconocer que los hombres —yo diria todos los hombres— representan Ja con- dicién siquiera histérica del absoluto. Y esto implica serias dificultades para Ja doctrina hegeliana. Veamos, antes y a este efecto, otro pasaje de este pensador: «Ast, la jilosofia exhibe In apariencia de un ctroulo que se eierra en si mismo, y que no lene comienso en el sen- tido en que las ciencias restantes lo tienen. Hablar del co- rienzo de la filosojia tiene sentido tan sélo en relacién con una persona que se propane comenzar su estudio, y Ho en relacién & la ciencia como ciencia. Lo mismo puede expresarse asi: lo novibn de ciencia —lo nocién por tanto que nos sirve en el punto de partida— que, por la misma razin de ser inicial, implica una separacion entre el pensamiento que es nuestro ob- jelo, y el sujoto que filosofa y que es externo al primero, debe ser asida y envuelta por al ciencia misma. (Enciclopedia, Introduccién) La cuestién que se suscita entre tales ideas se refiere a ja forma cémo el pensamiento histérico viene a establecer relaciones con Ja realidad absoluta, sc refiere al significado que podemos asignar a la proposicién que habla del absolu- to como actividad eterna y antosubsistente cuando 1a com- binamos con esta otra proposicién segtin la cual en un mo- mento histérico, uego de un camino dificil leno de tanteos y de frustraciones, el absoluto hace su aparicién en este modo (no podemos negarlo) precario y muy imperfecto de existencia que es el pensamiento individual. La cuestion, 9 aBGcIC asimismo, se refiere a la eventual existencia eolectiva del saber filosdfico, Se reflere al cardcter puramente especula- tivo de este saber y, por lo tanto, a la forma cémo se orga- niza y explicita a través del medio social éEfeclivamente Mega a expresarse 0, por menos exi- gir, en lineas generales, a anunciarse una totalidad real, antosubsistente, absoluta a través del pensamiento humano? éSi ello es as{, como, hablando positivamente, se pro- duce? gSignifica el que ello se produzca una condicién de] ab- soluto mismo? Dejada de lado esta linea de problemas, surge la cues- tién del fin de la historia. Debemos suponer que el fin se aleanza, donde este duro trabajo propuesto por Hegel se cumple, donde Ja riqueza de la Idea se Neve a su explicita- cion en la forma de sistema total o verdad absoluta. El solo intento de bosquejar siquisra una consumacién como ésta, nos devuelye sobre la problematica anterior 0, caso mas instructivo, pero mucho mas difieil, sobre el sistema heg?- liano mismo y con vistas a detectar la forma y grado en que Hegel realiza siquiera espsculativamente el ideal, Ello, desde luego, esté fuera de nuestras posibilidades, Ha- remos sdlo ulgumas consideraciones. Por lo pronto, importa destacar que la mayoria de los discipulos de Hegel convienen en dos cosas que a primera vista no tendrian que ir juntas: Primero, que Hegel es un filésofo di- ficil y que no se puede estar seguro de haberlo entendido completamente. Segundo, que Ja filosoffa aleanza su culmi- nacién cn Hogel. Si, como tenemos que suponer, son propo- siclones que igualmente se sostiencn, debemos pensar que exigen aclaracién: (a) Algo culmina en Hegel y se percibe a grandes rasgos lo que es: eulmina lo que podriamos lamar Ja serie especulativa (algo caractleristico del pensamiento occidental), culmina en el sentido de resolver la problema- tiea propia del elemento especulativoe mismo, culmina supe- yando esa serie de antitesis o distinciones tan paradojales, conflictivas y caracteristicas de la sabiduria occidental, cul- mina en cuanto ofrece claves especificas y adecuadas para eliminar, 0 mas bien absorber, los dilemas que surgen cuan- b do hablamos de apariencia y realidad, idea y existencia, teoria y practica, espiritu y materia, objeto y sujeto, esen- cia y existencia, singular y universal, materia y forma, abs- tracto y conereto, sustancia y cualidad juicio ¢ intuicion, per- cepcién e inferencia, entendimiento y voluntad; culmina, porque toda la problematica que se expresaba en términos de dualismo, exterioridad, contradiccién, Incompatibilidad, queda como relativizada y asi incorporada a la actividad y sistema del pensar; ésts, asi, aparece como una dialéctlice donde los contrarios son reunidos y, mas atin, requeridos como la sustancia misma del sistema, una dialéctica donde la negacién deja de ser un lapso oscuro y cémodo para trans- formarse en la expresion conversa de Ja afirmacién y am- bas en la forma misma de la relacién dialéctiea, donde la identidad se apoya en la diferencia y ésta en Ja identidad, donde en fin, todas las determinaciones, distinciones y ca- tegorias se recobran de un modo de ser rigido y abstracto para desplazarse como momentos de un pensamiento vivien- te que circula con libertad entre condiciones que ha resca- tadg como suyag del elemento abstracto en que coexistian como contradiccién impotente. (b) Hegel es un filésofo difieil y no se puede estar se~ guro de haberlo entendido completamente Sobre esto, los hechos parecen darse asi: (1) Hegel ha formulado la idea de un sistema dialéctico en términos gencrales adecuados. (2) Sin embargo, y a pesar de su notable despliegue en ex- tension y profundidad, Hegel no ha desarrollado un siste- ma de filosofia satisfactorio en el detalle, ni siquiera en to- dos sus aspectos gencrales, (3) Nadie ha logrado, ulterior- mente, emprender una tarca digna de los proyectos hegelia- nos. (4) Resulta dificil pensar de acuerdo a la ambicién he- geliana y, para no hablar de accion, involucrar el mundo en ese pensamiento. Desarrollemos un poco lo anterior para dar término a esta exposicion. Sobre los tres primeros puntos pueden hacerse algunas considsraciones sumarias y obvias: que Hegel mismo en- tendia su filosofia como un primer comienzo; que su elabo- racion mas abarcante, la Enciclopedia, ha sido presentada por su autor como un manual esquematico; que los borra- Ti snc dores preparados a partir de las lecciones de Hegel dejan mucho que desear en cuanto a sistema; que sus discipulos no tardaron en dividirse entre conservadores y revoluciona- qos; yue ninguno (al menos de los mas conocidos) asumié Jas implicaciones obvias de la postura hegeliana; que los movimientos neohegelianos mantuvieron una relacién im- precisa con la dialéctiea; que los aspectos sistemAticos del hegelianismo desaparecieron; que Ja dialéctica se hizo mé- todo y,relevantemente, método en el] terreno histérico, poli- tieo, social, cultural; que en la actualidad, no digamos se dejan de lado, sino que incluso se ignoran las conexiones evidentes y necesarias entre dialéctica y metafisica. Fl cuarto y tltimo punto —que resulta dificil pensar con Hegel e involucrar ec] mundo en ese pensamiento— plantea seguramente la cuestion central: porque lo que hi mos lMamado ei ideal dialéctico exige explicitamente siquie- ra una totalizacién pensante de lo real, es decir, exige lo real acordado a si mismo como alga verdadero, como una totalidad traspasada por su propia inteligencia. En primera instancia, podriamos considerar que esta exigencla es solo asunto de tiempo, que se trata de un “nuevo mundo” y que esta —mas alla de su deseubrimiento— el trabajo de la pa- ciencia y la energia: conquistarlo y aproplarselo. Esto lo dl- ce el mismo Hegel. Pero la verdad es que muy pronto repa- vamos en que la dialéctica no puede andar por comparti- mentos y decir como el pensamiento que cella repudia: Aqui el pensamiento, all{ la realidad; aqui In interno, alli lo obje- tivo, La verdad es que la dialéctica no tiene estaciones en que pueda detenerse como si anduviera de vacaciones o tra- bajara a plazos, sino que su meta exige ser englobada y de- sarrollada a riesgo de frustracion completa, Y este extre- mo, ademas, tiene exigencias que chocan de modo violento con lo que pasa comunmente por realidad: exige una con sumacién entera, una perfeccién tal que pensamiento y rea- lidad quedan como un binomio jnadecuado para expresaria, Hegel suponia o creia que se anunciaban en su tiempo fenémenos extraordinarios del espiritu: suponia o crela que una implicita necesidad habla trabajado por milenios y que ya alcanzaba el nivel de su realidad vigente y explfcita. Asi 12 8 erela 9 pensaba. Pocos anos después de su muerte comenzo a escribir otro pensador. También procedia éste de acuerdo a los principios dialécticos, sdlo que no yeia tanta interiori- dad ni mucho espfritu en los heehos del hombre sino que leg a creer, por cl contrario, que la totalizacioén —aunque mucho mas articulada y mucho mas arcaica de lo que Hegel pensaba— tenla poco 0 mada que ver con el espiritu y mu- cho menos con la contemplacion o la verdad, sino que era una totalizacién ciega, una ofensiva y repugnante caricatu- ra ni siquiera de la existencia espiritual sino de la natural, ja cual jotaligacion impedia hasta la concepeién del espiti- tu. Este pensador encontré que valian muchos de los teore mas dialécticos de Hegel, solo que en un elemento que no hubiera sido del agrado del gran metafisico que fue su maes tro. Pero no sdlo eso. Sino que mas adelante surgid otro pe fon en la ruta casi intransitable de Ja respuesta hegeliana. ‘Asi como Marx habfa descubierto 1a clave materialista de la organizacion social y con ello el andar invertido del espl- ritu por este mundo nuestro, asi también Freud argumento yigorosamente sobre la naturaleza humana como una espe cie de totalizacion dindmica ajena a los mas caros postula- dos del espiritualismo y muy fea de yer para los hablitos de éste, De modo que nos fulmos sepatando cada vez mas de 1a grandeza que nos prometia Ja filosofia; y cada vez menos tuvieron lugar los argumentos sobre la autoconciencia, el espiritu absoluto, el movimiento del pensamiento en el cle- mento de 1a. Uhertad, la razon venciendo a través de la his~ toria, la Idea haciendo su camino por el mundo; sino que, por cl contrario, el hombre comenzd cada vez mas a sepa rarse de si mismo y a perderse en la dindmica de impulsos subconscientes; y cada vez mas también a verse separado de los otros por interposicion de una parrera siempre mas inexpugnahle de materialismo. Y se desarrollé hasta extre- mos desconocidos la trama del materialismo social. De modo que todo cncajaba, a pasos con el tiempo, cada vez mis de acuerdo con una racionalidad de las cosas; y el todo se 13 BIBI vela, como una dialéctica, y unos hechos eran la identidad Gialéctica de otros hechos, como si la razén hubiese encon- trado por fin un cuerpo adecuado a su exislencia. Silo que el hombre de la filosoffia y el humanismo quedaba ayuno de esta raz6n; el hombre de la filesofia y el humanismo se tvansformaba en un limite —o en la ilusién de un limite— entre la lujuria de una naturaleza interna y la agresividad de una naturaleza externa. Todo ocurria como Hegel decia, lo que abundaba la suslancia y escaseaba el sujeto, cam- peaba el determinisme y dormia la libertad. ¥ eso era asi. Pero cada vez lo fue con un sentimiento mayor de im- potencia, por parte del hombre; como si la clave de la to- talizacion del mundo histérico exigiern preseindir de todo sujeto, como si la verdadera totalidad excluyera las opcio- nes de] hombre, como si una totalizacion politica, econémica, mili social no quisiera confiarse a personas, 2 idiosin- crasias mmindsculas y se ereara para su importante ¢ ingente realidad un elemento esencialmente extrafio a] hombre, he- cho con los temores y esperanaas del hombre pero a espal- das de su resolucion. De modo que parecia como si cl hombre fuera un punto prolongado, no una monada espiritual; un punto prolongado por Ja “la fuerza de las cosas” un trazo evanescente de unidimensionalidad. Y esto no tenia que ver con el ideal hegeliano; o si tenia que ver, sdlo que era, exac- tamente, el ideal hegeliano al revés: la razén habia vivido fuera del sujeto, habia entrado en el sujcto y, finalmente, vuelto a salir, Pero no sole eso, No slo quedaba la totalizacion eon- formada a un patron materialista. y cerrada en su peculiar racionalidad, sino que se estrechaba cada vez mas la per- cepeién inteligente. Porque Ja totalizacién materialista, des- de el punto de vista de la intcligencia, resulta puro parti- cularismo, Ademés, la extensién en que operan los prinel- Dios de totalizacion tuvo como causa y consecuencia que el hombre renunciara a toda apropiacién mental; junto a la automatizacién se desarrollaron los computadores, la infor- macién, la organizacioén y fue surgiendo un nuevo mun- do, pero no ospiritual, sino tecnologico cuya “dialéctica” 5 Fe peculiar va minimizando al hombre que no es ya unidi- mensional sino que se va transformando en el punto osci- Jante que integran aqui y alld multiples proyecciones es- Et) tadisticas. La forma como el hombre de nuestro tiempo gira y se desquicia por alcanzar y adecuarse a una situacion que lo desborda, lg impotencia individual para frenar o do- miinar el aparato de la totallzacién tecuclégica, el sinsen- tido de la opcién deliberada frente al determinismo de una situacién que mas que negar o despreciar al hombre lo ig- nora, toda esta Babel que sube a los ciclos empleando a los hombres, distinta y perfectamente estructurada con la ar- gamasa de la codicia, la lujuria, la estulticia, la inconcilia- cion y la furia, son un mentis contundente a las hazafas p cas del idealismo. Pero no sélo eso. Porque el mundo actual, trabado cada 5 yez con mas fuerza, esté consolidando la injusticia, la ml- seria, la vidumbre; es decir, la racionalidad de Ja tota- lizacién politica, econdmica, militar, geografiea, secial es también la racionalidad del particularismo imperialista, la racionalidad de la explotacion, la racionalidad de] crimen a fuego lento, de la postergacién y el desprecio. De manera que no sdélo no puede ver el hombre a través de s{ mismo porque la naturaleza y la sociedad transformen en pura nostalgia y mitologia los argumentos del humanismo, no sélo porque la tecnologia y su voracidad totalizante reduzcan a los hom- bres a mero aspecto de un proceso rebasante. No sélo e: el] hombre no puede ver a través de si mismo porque la his- toria efectiva lo impide; la historia no aparece como una fragua donde hagan cosas sublimes gucrreros goticos idea- listas, sino que desarrolla en marco cada vez més amplio y mas firme las variaciones infinitas del mismo y viejo tema: e] amo y el siervo. Fsta es la confrontacién del ideal con el mundo del hom- bre contemporaneo. La divergencia es tal que eabe plan- tearse la cuestion gterminé con Hegel la filosoffa? gHay lu i gar para la filosofia en la historia posterlor a Hegel? gEstan los hechos del hombre orientados en el sentido del ideal hegeliano? nee Neem Hay tres actitudes que suelen adoptarse ante el futuro: la apocaliptica, que en la era nuclear en modo alguno pa- rece una pesadilla sofiada por visionarios pesimistas; Ja con- | formista, que vieron muy bien a quicnes hacen la experien- cia contradictoria de la lucidez y la impotencia; la “progre- sista” que resulta en la actualidad la mds ruidosa, gratuita ¢ ideolégica. Es en funcién de esta Gltima actitud que de- bemos explicarnos e] desprestigio del sistema hegeliano, En muchos casos por inocencia y precipitacién, en muchos tam- bién por astucia ideolégica, en la enorme mayorja por pura enajenacion, encontramos personas ascgurandonos que en la préxima estacién se encuentra el reino de los cielos. Con tal ligereza, nto se esta en el escepticismo, si no en la desesperacion. Acaso haya una posibilidad compatible con altos ideales, pero ello no ccurrira porque lo argumenten cn cinco minutos personas con la cabeza Mena de enajena 5 clén 0 mala fe. La divergencia entre el ideal hegeliano y cl mundo ac- tual dice claramente que el camino hacia la grandeza del hombre es largo y lleno de escollos: se trata de ganar para los hombres un lugar humano y ello tiene que ver con el desprecio de los pueblos y el odio de los pueblos, con el ra- cismo, la divergencia cultural, la riqueza y la miseria; con el status social, la distincion efectiva y no literaria de clases | sociales; con la organizaci6n de la produecién y el inter- eambio; con impulsos humanos que nadie probé que pue- den eliminarse; con la fuerza y la ventaja de los imperios; con el engafio y la desconfianza; con la incapacidad o de- sidia de los mas; con lag barreras del espacio y el tiempo; con la fuerza contraria de las cosas. De manera que frente al ideal hegeliano y sus impli- caciones sublimes sélo cabe decir: Demasiado temprano pa- ra tanta perfeccién; demasiada injusticia, irracionalidad, desprecio, mediatizacién; demasiada tarea de cambio y trans- figuracion humanas; demasiada exigencia de veracidad, hu- mildad, renuncia, energia, sacrificio, paciencia, sagacidad; demasiada victoria, demasiada frustracién, todo un largo 5 camino todavia a lo largo del cual iré probando el hombre con verdad si es digno siquiera de sofiar lo que suefia 4 16 ® % SOBRE BERKELEY * mn la époea de Berkeley la filosofia pensaba en términos de cualidades primarias y cualidades secundarias, de mate~ ria y espiritu, ideas particulares 0 concretas e Ideas generales. © abstractas, palabras e ideas, términos universales y nom- bres especificos, razén y sensacién, entendimiento y voluntad, ideas y existencia, sustancia y cualidad, extensidn y pensa- miento. La funcion de tales distinciones 0 binomios anti- téiicos, era (y sigue siendo, donde Ja distincién es necesarla) mantener en cl clemento del pensamiento aquella realidad que aparentemente se resiste a ser pensada en forma menos rigida, con coherencia mas viva, menos mecanica. Berkeley ofrece un excelente ejemplo de crisis de este pensamiento antitético y abstracto: si una parte de la antitesis se afirma con exclusidn de la otra, ello ocurre (al pareeer) porque opera un principio cde consistencia, puesto que toda antitesis aloja una contradiccién. Pero, puesto que al mismo tiempo el pensamiento antitético abstracto es una forma (por mucha imperfeccién que haya en ella) de expresarse lo real, entonces, cl énfasis sobre un extremo de la antitesis y la. destruccion, deterioro o desconocimienta del otro, traeraé por el suclo este grado de la verdad que es el pensamiento aniitético abstracto y no avanzard sobre él sino que retrocedera a esta degradacion filoséfica formada con Ja unilateralidad y la paradoja. La experiencia, en todo caso, por mas que negativa, parece necesaria y contribuye consi~ derabiementc a esa superacion de 1a especulacién abstracta que conocemos con el nombre de cialéctica. Veamos cémo se aplica esta operacién, considerando un texto de Berkeley. Kin la primera seccién de sus “Principios dei Conocimiento Humano” dice: # Leldo en In Universidad do Chile, Valparaiso, 1969 17 “fs evidente para quien sea que dé un vistazo a los objetos del conccimiento humano, que ‘tos son ideas impresas efectivamente en los sentidos; o percibidas atendiendo a las pasiones y operaciones del espiritu; 0, en fin, ideas formadas con ayuda de la memoria y la imaginacion, mediante com- posicién, division o mera repre entacion de aquellas que originalmente se perciben de ja manera antes mencionada”. Reforcemos este pasaje con otro que encontramos en el Cnaderno A de las notas preparadas por Berkeley econ ante- rioridad a su “Ensayo para una Nueva Teoria de ja Vision” y a sus “Principios”. Hay un pasaje alli donde se dice: “Seguin Locke, todo nuestro conocimiento es sobre ideas particulares, Como es evidente, todas nuestras sensaciones son ideas par- ticulares. gQué uso hacemos, pues, de las ideas generales, puesto que ni las conocemos ni las pereibimos?” (Notebook A, 686), Se ve claramente —y ésta parece la pieza. cnaestra con que este joven de 24 afos a Jo sumo, va a emprender la mas audaz y escandalosa de las proczas on la historla del pensamiento filoséfico-—- se ve claramente que Be keley en- tiende que cl objeto del conocimiento sdlo cousta de ideas particulares. Que tal era la elave de toda ja potencia, agi- lidad, confianza y desparpajo casi, con que Berkeley Nevara adelante su trabajo argumental, se ve en cl hecho que la primera Mamada de atencién sobre los méritos de este fild- sofo, hecha por otro que tenia casi las condiciones suyas al ciar su carrera y también el destino de entrar como gran sefor en la historia del pensamiento, destaca justamente este principio berkeleyano. En el libro p ‘imero de su “Tratade sobre Ja Naturateza Bumana”, dice Hume: “Un problema importante ha surgido: si las ideas abs- tas o generaics son parbiculares o generales en la con- cer que la mente tiene de elas. Un gran fildsofo (éste es Berkeley) ha disputado sobre ta opinién aceptada a este ryespecto; y afirma que todas las ideas generales no son mas que ideas particulars, anexadas a un término gue les da una significacién mas amplia, haciéndolas con tal o cual ocasién evocar otras ideas individuaies similares 2 ellas. Como con- sidero que éste es uno de los mas grandes y valiosos des- 18 | é ee wT EERE ete erence cubrimientos hechos en los wltimos afios en la repiblica de jas letras, trataré de confirmarlo mediante algunos argu- mentos que Jo pongan fuera de duda y controversia”. Ahora ¢qué significa esta proposicién, que los objet del conocimiento sdlo son ideas particulaves? Ante todo, si evibie, con exclusién del otro, uno de los términos de la antitesis idea~existencia; significa exelui mismo uno de Jos términos de la distincién general-particular. La existen- a sin Ja mente es una nocién reducida a polvo por Ber- keley; la noeion de ideas geverales 0 universaies, por e] con- trario, sera explicada, es decir, construida sin abandonar el] principio cardinal e, incluso, con ayuda de éste. Pero, vamos a las impticaciones. importa aqui mostrar Ja operacién destructiva implica- da en la actiiud de Berkeley. Destructiva, digo, respecto del pensamiento antitético. Si no conocemos mas que ideas y si éstas son algo determinado (es decir, ni abstracto ni general) ante la mente, entonces: a) La nocién de exisiencia sin la mente (es decir exten- sin, materia, realidad sustancial y no pensante) no tiene aside.o couccbible. Esto quiere decir que en Ja antitesis ma- jeria-espiritu el primer termino desaparece, b) En la antit cualidades primarias-eualidades secun- darias, se anula la diferencia. Porque la diferencia se apoya- ba en la nocion de una realidad sin la mente, nocidn recha- nada, por Berkeley. ce) La separacién pensamiento-extensién no es tal nl iste en sustancias que caen apartadas; smo que Ja ex- usin, no pudiendo ser sin la mente sdlo es una construc- cion que ésta hace con sus ideas. @) La divisién mundo externo-mundo interno o es rela~ tiva (como cuando se dice “esto lo imagino, esto lo percibo”) © falsa, (como cuando sugiere que mis ideas son los simu- lacros de algo objetivo gue ni es pensante ni es inmediata- mente pensable). e) La antitesis sustantivo-adjetivo en el mundo de las cosas scnsibles no tiene sentido tedrico. Puesto que —no habiendo una sustaneia no pensante— las cosas sensibles no son m4s que agregados de ideas concomitant y no hay 19 nada que marque una diferencia genuina entre una idea y muchas ideas. f) La distincién idea-existencia, por lo menos en su forma ordinaria, no tiene mas sentido, La falsedad no Wene ya que ver con la divergencia entre el pensamiento y algo representado en ese pensamiento, porque este Ultimo extreme no existe. @) En la distincién gnoseoldgica de verdad y falsedad, la segunda parte desaparece en principio y rigurosamente. Porque 1a falsedad no proviene por algo intrinseco a la ope- racién del entendimiento ni se explica tampoco por la indole finita de esta facultad. El] conocimiento es verdadero; la no- eién de un conocimienio falso es absurda. Consideremos, en busea del mismo resultado, los efectos | de] reehazo de las ideas abstractas d / i h) Esto tiene que ver en primer iugar con Ja antitesis | abstracto-conereto, cuya eliminacion es, incluso, un paso an- terior al principio positive de Berkeley sobre el conocimiento. No hay en absoluto estos objetos mentales conocidos como ideas abstractas. Y esto quiere decir que la nocién de abs- traccién es yacia, carente de significado. 1) ¥ como la doctrina de la abstraccién esta pensada fundamentalmente en funcion de la universalidad de las proposiciones cientificas, es decir como esta pensada para dar cuenta del conocimiento firme y general que toda persona i sensata debe aceptar, enionces, Berkeley tiene que manipular i ! la antitesis universal-particular dando cuenta o esforzandose | i por dar cuenta de lo universal por reduceién en Jo particular. | i j) Eso Io lleva a suscribir la contraposicién entre idea y palabra y a adoptar una posicion increible frente al len- i guaje: Hn orden a vealizar la verdad debemos pensar sin lenguaje. k) Asimismo, Berkeley se ve obligado 2 sacar a luz la antitesis clase-elemento sin atinar con ella y sugiriendo a rates que su nominalismo extremo debe transformarse en ! un extremo realismp. 1) La misma distincion entre clase y eleraento introduce ? en el argumento —sin que Berkel al parecer, se pereate de ello— la entre cualidad y relacién. (Estamos en extremos 20 nn donde las cosas se tornan oscuras: De una parte, el prin- eipio fundamental (“no conocemos mas que ideas, ideas sin- gulares”) parece excluir las relaciones, como elementos de] mundo conocido. Del otro, la explicacion por Berkeley de Jo universal (“una idea se hace universal en cuanto repre- senta. o ‘esti por’ obras de la misma clase”) supone el rea- lismo de las clases o la realidad de los contenidos universa~ les junto con la facultad de percibir relaciones. No vamos a seguir con estas obvias implicaciones. Sdlo importaba ilustrar esta manera de autodestruirse el modo de pensamiento que representa lo real mediante la distin- cién y la antitesis abstractas. Porque —aunque pueden y deben rechazarse importantes aspectos del argumento de Berkeley— 1a destruccién no proviene de otra fuente que la antitesis misma, donde est& entrabada, oculta, impedida y, casi, toxlea, la contradicclon. Cuando Berkeley nos dice que jos objetos del conocimiento son ideas y que sdlo tenemos experiencia de ideas particulares, no hace mas que adoptar la parte menos mala del ordculo que nos habla de idea y exis~ tencia. Berkeley emplea de la manera més coherente un instrumento cuyos limites y posibilidades se miden preci- samente por la coherencia. Asi, podemos acufar un epi- grama a raiz del ruido gallinaceo en torno de Berkeley: El escandalo publico es la estupidez privada. Abora, nos interesa, evar la atencion sobre otro ex- tremo: El descuido manifestado por Berkeley en la célebre cuestion de la abstraccién y las ideas abstractas. Acaso, un poco menos de precipitacién, hubiera implicado un vuelco serio en el argumento de Berkeley, un abandono de Ja forma como Iegé en su juventud a representarse la relacién de conocimiento. Ante todo, unas palabras de Cook Wilson: “La autoridad del lenguaje, a menudo se olvida en filo- sofia, y con serios resultados. Es mas de esperar que las dis- tinciones hechas o aplicadas en el lenguaje ordinario sean correctas que erréneas. Habiéndose desarrollado en lo que podemos Hamar el curso natural del pensamiento, bajo la in- fluencia de la experiencia y en la aprehension de las verda- 21 des particulares, sea de la vida Giaria o de la ciencia, no son debidas a ideas preconcebidas... Por el contrario... una distincion filoséfica es, prima facie, mas susecptible de ser erronea que las liamadas distinciones populares, porque se pasa en una teoria filoséfica que puede ser erronea en sus principios Ultimos...” (Statement and Inference, pags. 874-5). De este pasaje sacamos nosobros una consecuencia obvia: distinguir entre las distinciones que el filosofo hace apoyan- dose en el empleo ordinario del lenguaje y las que lleva 4 efecto sin Tecurrir a mAs autoridad que la que obtiene de convieeiones que son su privado patrimonio. Asi, por ejem- plo, las analogias que hace Platon en el Gorgias entre la politiea y la retdrica, de una parte, y la medicina y le culi- natia, de la otra, no estén apoyadas en distinciones del todo populares: no es real distinguir la politica de Ja retorica mediante la persuasion; no es tampoco obvio distinguir la medicina de la culinaria mediante la ciencia, En cambio —y para no entrar en abundancia de cjemplos— las distinciones entre abstracto y concreto, universal y singular, corresponden a los us0s del lenguaje, a los habitos populares de pensamiento y a las categorias que emplea la ciencia, De manera que, euando Berkeley dirige su atencidn so- pre las ideas abstractas, seria una buena norma atender al uso extendido de tales nociones tanto en el hablar ordinario como en Ja ciencia. Aunque los hombres sin excepcion fueran jgnorantes de lo que significan cuando hablan de ideas abs- tractas, aunque el sentido que atribuyen a tales nociones fuera absurdo, aunque nadie pudiera responder a una argu- mentacién hecha al correr de la pluma, aunque todo ello fuera asi, todavia la extensién y el empleo de la antitesis debiera bastar para investigar su significado y para desen- traiiar lo que tiene que haber oculto bajo un binomio —por mucho que en primera Instancla resulle para uno absurdo— con tal abundancia de aplicacion y asentimiento. Seria in- creible que la experiencia clentifica tuyicra que progresar mediante la unilateralidad, es decir, sin superar esta pri- mera forma de la verdad recogida en cada distincion. Sea como sea, lo importante es ver la manera como ha 22 ee ae [EEE tee) procedido Berkeley. En Ja Introduccién de los Principios del Conocimiento Humano presenta la nocién de abstraccion mucho mas en funcién del problema que quiere plantear y resolver a Su manera, que en relacién con la realidad que trata de explicar Locke. Si Berkeley cambiara de perspec- tiva y pusiera alencién a la problemadtica que Locke reco~ noee y trata de resolver con la doctrina de la abstraccion, tal vez modificara su postura o no escribicra simplemente sus “Principies”. En todo caso, jamas hubiera Megado a la explicacion de la proposicién cientifica que se vio obligado a proponer. ¢Como ve Locke la cuestién de Ja abstraccion y las ideas abstractas? No importa aqui cémo explica este filésofo su ovigen y su naturaleza sino eudles son las enestiones que se estan respondiendo con la doctrina de la abstraccién. A Locke parece importarle, mAs que una construccién de las propo- siciones universales y necesarias de la ciencia, una expli- cacién plausible de su naturaleza y modalidad. Locke se parece en esto a Kant: No duda del caracter del conoci. miento cientifico; lo que trata de hacer es mostrar el meca- nismo por e] cual surge. Para decirlo mediante comparacio- nes: Locke cree en una opevacién mental (le da el nombre de abstraceién) que permite una ampliacién efectiva del co- nocimiento. Esta ampliacién se produce por una suerte de reduccién de lo real a sus condiciones generales y por una Investigacion on este plano, de las condiciones generales de realidad para toda existencia asignada o efectiva, Kant, por e] contrario, piensa que las condiciones de realidad son condiciones de la experiencia. Asi, mientras el primero en- cuentra la universalidad y la necesidad en una reduceién por la mente de lo real a sus condiciones generales (extension, figura, movimiento, tiempo, ete.), el segundo la encuentra en Ja condicién de posibilidad de la experiencia misma, Ber- keley, por su parte, no va a captar sino muy contusamente este problema de la universalidad y la necesidad (en el caso del conocimiento matematico, porque el resto de la clencia lo ve tal como —quitado un punto de teologia— sera mas tarde visto por Hume) dando asi una version verbalmente nominalista aunque Nena de confusion de las proposiciones universales. Asi, la audacia de Berkeley en esto, si de algo 23 sirve, es para conducir a ume a un extremo de clarifi- cacion que reducira el ‘conocimiento’ matematico a mera logica, a una construccion tautolégica con definiciones que sélo se propone respetar la iegla de no contradiceion. Pero, voivamos ai comienzo y veamos como se expresa Locke: ‘No dudo sino que estoy cierto de que el conocimiento que tenemos de las verdades matematicas, no es sdla cono- cimiento verdadero sino real y no la vision vacia de vanas e& insignificantes quimeras del cerebro; sin embargo, si lo con- sideramos, eneontraremos que es (conocimiento) de nuestras propias ideas. El matematico considexa Ja verdad o propie- dades que pertenecen a un reetangulo 0 un circulo solamente como éstos son en su mente. Porque es posible que jamas en su vida encuentre ni uno ni otro existiendo matematica- mente, es decir, precisamente y en verdad. Sin embargo, el conocimiento que tiene de cualquiera verdad 0 propiedades que pertenecen a un cireulo, o a otra figura matematica cual- quiera, es verdadero y cierto, incluso de las cosas reales y existentes; porque las cosas reales no estan implieadas ni son significadas por tales proposiciones sino en cuanto cosas que realmente concuerdan con los arquetipos que estan en su mente. gEs verdad, de la idea de tridngulo, que los angulos interiores son iguales a dos rectos? Es tamb! verdadero de un triangulo dondequiera que exista realmen- te...” (Concerning Human Understanding, IV, 4,6). De modo entonces que, siendo las ideas empleadas por el matematico en las proposiciones que construye algo que pudiera considerarse como ja representacién de un ‘factor genérico’ de la existencia sensible, se puede llegar sin difi- cultad a lo que Locke implicaba con Ja frase ‘ideas generales abstractas’, Digdmoslo asi: Para, Locke Jas proposiciones del matematico son verdaderas en cuanto se refieren a ideas; pero serian también yerdaderas de la realidad toda vez que ésta se acordara a esas ideas, Supongamos enfonees que las ideas que estudia el matematico scan algo obtenido por abs- traceién de las ideas particulares que produce la sensibili- dad, Esto, abstraido, aparece como algo universal en cuanto sits sirve, es para conducky a Hume a un extremo de clarifi- cacign que reducird el ‘eonocimiento’ matemitico a mera iégica, a una construecién tautolégiea con definiciones que s6lo se propone respetar 1a regla de no contradiccién, Pero, volvamos al comienzo ¥ veamos cémo se expresa Locke: “No dudo sino que estoy cierto de que el conocimiento que tenemos de las verdades miatematicas, no es solo cono- cimiento verdadero sino real y no Ja vision vacia de vanas @ insignifieantes quimeras del cerebro; sin embargo, si lo con- sideramos, cncontraremos que es (conocimiento) de nuestiras propias ideas. El jnatematico consideza la verdad o propie- dades que pertenecen a un rectangulo o un circulo solamente como éstos son en su mente. Porque es posible que jamas en su vida encuentre ni uno ni otro existiendo matematica- mente, es decir, precisamente y en verdad. Sin embargo, él conocimiento que tiene de cualquiera verdad o propiedades que pertenceen a un circulo, o a obra figura matemética cual- quiere, es verdadero y cierto, incluso de las cosas reales y existentes; porque las cosas reales no estan implicadas ni son significadas por tales proposiciones sino en cuanto cosas que realmente concuerdan con los arquetipos que estén en su mente, gEs verdad, de la idea de triangulo, que les angulos interiores son iguales a dos rectos? Es también (entonees) verdadero de un triangulo dondequiera que exista realmen- te...” (Concerning Human Understanding, LV, 4,6). De modo entonces que, siendo las ideas empleadas por el matemdtico en las proposiciones que construye algo que pudiera considerarse como Ja representacién de un ‘factor genérico’ de la existencia sensible, se puede Megar sin difi- cultad a lo que Locke implicaba con Ja frase ‘ideas generales abstractas’. Digdmoslo asi: Para Locke las proposiciones del matematico son verdaderas en cuanto se refieren a ideas; pero serian también verdaderas de la realidad toda vez que ésta se acordara a esas ideas, Supongamos entonces que las ideas que estudia el matematico scan algo obtenido por abs- traccién de las ideas particulares que produce Ja sensibili- dad. Esto, abstraide, aparece como algo universal en cuanto 24, es operaciones tiene el espiritu son ideas de algo que no se agota en su percepeién; (3) la relacion en que el espiritu esta con estas operaciones no resuelve dentro de si todo el] espiritu. El espiritu —dicho con otra terminologia— es una sustancia, no un sujeto. De manera, entonces, que tenemos derecho a demandar consistencia a Berkeley y exigirle que nos aclare el status de estas ‘ideas de reflexién’ (como las Namaria Locke). El ser de ellas, evidentemente, no se agota en su ser percibidas. Pero debe agotarse, puesto que el principio de Berkeley vale sin restriecién para todas las ideas. Ellas son, al parecer, (cuente o no sobre ellos el pensamiento de Berkeley) la mente cuando se considera su forma adecuada de realidad. Pero, el principio de Berkeley las constrife a ‘no ser sin la mente’, en modo alguno a ‘ser la mente’. Por tanto, la mente debe representarse como sustancla-de-accidentes mas bien que como sujeto-de-operaciones; porque el sujeto-de-opera- clones es una unidad conereta y Berkeley no nos dice Ja forma como el] esse est percipi responde a la autoconciencia de un sujeto asi figurado. b) En cuanto al segundo punto, remitiré a los pasajes siguientes: Principios: 25-33 y 146-156; hago esto porque no es facil tomar un pfrrafo donde Berkeley se exprese clara-~ mente sobre lo que indiscutiblemente implica. De todos mo- dos, para elaborar mi argumentacidn, llamo la atencién sobre los textos siguientes: “Las ideas de los sentidos son... mas fuertes, ordenadas y coherentes que las de la imaginacién; pero esto no prueba que existan sin la mente. Son también menos dependientes del espiritu, o sustancia pensante que las percibe, en cuanto son excitadas por la voluntad de otro y més poderoso espi- ritu. Sin embargo, aun asi son ideas; y ciertamente no hay idea, feble o fuerte, que exista de otra manera que en una mente que la percibe. (Principles, 33) “...s86lo basta con abrir los ojos para ver al Sefor So- berano, con visidn mas plena y elara. que vemos a cualquiera de nuestros semejantes”. (Principles, 148). El punto, repito, requiere seguramente cuidado para su elaboracién; pero, no esta en nivel inaccesible. El mundo parte de la antitesis y remueve Ja otra. ¥ en este caso, lo que hemos estado haciendo es mostrar las condiciones de este énfasis: un deseuido —nos parece— en él examen de la funcién que la abstraccién cumplia para Locke y en las razo- nes que habia en existencia para ofrecer una doctrina al respecto. Si Berkeley (hablo del hombre joven que escribid “J9g Principios”) hubiera puesto atencién sobre este aspecto de 1a cuestién, no hubiera incurrido en la ligereza de una argumentacién indisculiblemente prillante pero, en dema- siados puntos, paradojal hasta el absurdo. En la Introduccion, Berkeley responsabiliza de las intrin- cadas cuestiones filosdficas a los falsos principios de que se parte. Otorga sin restriccion la facultad deductiva, pero encuentra que hacen falta principios. Al respecto —se dice— psicologiza. Digase lo que quiera, lo que importa es que sus principios no son conelusiones: se exhiben meramente, s¢ apela al lector en orden a que él mismo haga la experien- cia y confirme, Donde, desgraciadamente, no parece con- sistente es en la prucba que debe darnos la verdad de sus principios mostrandonos que no eondueen a conclusién nin- guna que no podamos sostener. En esto, tocaré sdlo dos puntos, aunque bastante esenciales para las convieciones de Berkeley. a) Se refiere el primero a la segunda, categoria de ideas que presenta Berkeley entre los objetos del conocimiento, aquellas que “pereibimos atendiendo a las pasiones y opera- ciones del espiritu”. Tales “pasiones y operaciones” son (es- tamos seguros) aquellas que se describen con expresiones como volicién, imaginacién, percepelén, memoria, sensibili- dad, deseo, entendimienio. Tales ‘ideas’ aparecen en el pri- mer pardgrafo de los “Principios’, En el segundo pa- ragrafo, Berkeley nos dice que “ademas de toda esa variedad imeontable de las ideas... hay también algo que las conoce y que ejerce sobre ellas diversas operaciones como querer, imaginar, recordar, etc.” Nosotros encontramos que hay aqui un peligroso desfilad Porque (1) el ser de las ideas con- siste en ser recibidas, (2) las ideas que sobre sus propias externo —pura decirlo de una vex-- es una manifestacion. de ja imaginacién creadora de un espiritu. poderoso, o sea, un Dios, La experiencia sensopercepiual es (sensu stxieto, al parecer) comunion de las almas finitas con el Dios Oreador que ha creado el mundo externo. La comunidén de las almas finitas entre si esia mediada por este término comin: el mundo externo sensible en que Dios expresa su talento infinito y su voluntad absolute. Son proposiciones que no podian menos que justificar el arrebato del joven Berkeley: EL materialismo se trae por Jos suelos en el acto mismo en gue se prueba la existencia de Dios, percibimos en Dios, amamos en Dios, Jas obras de su sabiduria estan inmediatamente a la vista, Desgraciadamente no era éste el punto en que el] proceso deductive debia detencrse. Porque gqué significa la relacion inmediata del es tui finito percipiente con el espiritu infi- nito erendor? gQué significa el caracter ‘piiblico’ del mundo externo? ‘Venemos que preguntarnos sobre la relacion entre pereepeién y percibido cuando dos espiritus finitos pereiben algo rigurosamente idéntico. Tenemos que preguntarnos so- bre esta forma de comunion y si no es una cosa universal en cuanto ‘misma en muchos’ como ocurriria con el contc- nido de toda sensacién. Tendriamos que preguntarnos s0o- pre la vida de Dios que nunca duerme o —si ustedes prefie~ yen— siempre suena. Tendriamos que preguntarnos sobre la yelacién entre el hombre y Dios, sujetos, rigurosamente, de una misma experiencia. ¢C6mo debemos entender esta “dua- jidad experiencial misma”, como no induce Dios su perfec~ cién en esta forma de comunicacién, como no esta Dios espar- cido por el mundo, con toda la cantidad de implicaciones que horrorizarian a Berkeley? El ser de las cosas consiste en su ser percibidas. No hay mas realidad que la cubierta por el pbinomio percibir-perci- bido. He aqui dos hemisferios que hacen el juego de una distincién basica en la doctrina berkeleyana. Bastarale (como alegamos antes en e! caso de la abstraccién) con examinar con mas cuidado la forma como se relacionan en Ja percep- eign, el percibir y el percibido para que retrocediera del punto. Curioso: un destructor de antitesis termina como in- genuo fiscal de una distincién que esquematiza abstracte- 28 ca er rn TST mente la experiencia. Nos dice que todo depende de los prin- clpios; pero anda descuidado de los suyos. Se escandaliza con ias contradieciones y parado, y no tiene tantos esertpulos de meter en el mereado filoséfico otra buena docena. Sin embargo, no podemos desconocer la hermosa tarea cumplida por este polemista en el campo del pensamiento metafisico y cientifico. Incineré para siempre una bucna cantidad de falsa problematica, liquidé la distincién pri- matio-secundario, puse en fuga a los materialistas antedi- Juvianos, ensehé audacia a las generaciones idealistas que lo sucedicron. También, dictoé a Hume una leccién fecunda de rigor empirista, destruyo ja doctrina tradicional de la vision, En sus concepciones sobre el espacio y el tiempo pudo llegar mas lejos que Kant. No hizo poco, en verdad. Y quiero terminar rindiéndole mi reconocimiento, porque fue mi primer maestro, un hombre que me cautivée en mis afios primeros, sobre todo por Ja claridad y la fuerza del argumento y la audacia do la concopeisn.

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