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Muchachos

por un tema de tiempo y trabajo, voy a pasarles una enseñanza del 2022. No dejen
de ir a las ponencias de Israel Wayne.
Bendiciones
Misael

Proverbios 15:15 “Todos los días del afligido son difíciles; Más el de corazón
contento tiene un banquete continuo.”

Una persona afligida es una persona que siente una aflicción, es decir, que sufre.
Todos atravesamos momentos difíciles. La vida está llena de momentos así, pero
cada uno de nosotros decidimos como deseamos vivir esos momentos.

Los que somos cristianos tenemos la ventaja de saber que cuando algo es
humanamente imposible de llevar, contamos con Cristo para aligerar nuestras
cargas.

Mateo 11:28-30 “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo


os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”

Sea cual sea nuestra adversidad, Cristo nos ofrece su ayuda. Sin embargo, no
todos toman en cuenta su auxilio. La autosuficiencia de algunos rechaza la ayuda
de un Salvador. Estas personas intentan resistir el sufrimiento inútilmente. Lo
más triste de todo es que se convierten en personas negativas y fatalistas.
Convierten sus días en días malos tal como lo dice el pasaje: “Todos los días del
afligido son difíciles”. Todos sabemos lo desgastante que es tener una persona así
a lado nuestro. No importa cuál circunstancia sea, esta persona siempre encuentra
algo con que quejarse. Sus comentarios están repletos de lamentos, críticas y
comentarios depresivos con respecto al futuro. Muchas veces uno se ve tentado a
huir de ese tipo de personas, porque sus actitudes apagan toda manifestación de
alegría o esperanza de los demás.

Que diferente en cambio es para el que tiene el “corazón contento”. Contento


porque entiende que aun en situaciones difíciles uno no puede dejar de ser
agradecido y vivir confiado en que todo será para bien. Pero esta garantía sólo la
adquirimos en Cristo.

Romanos 8:28 “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les
ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”

Lo primero que tenemos que entender aquí es que la posibilidad de ver la vida
con alegría viene de una realidad que se ha instalado en la profundidad de nuestro
corazón y esa realidad es Cristo. Es decir, no es asunto de las circunstancias que
vivimos, sino de la actitud que tomamos cuando vivimos en Cristo pues sabemos
que Él está obrando en medio de la circunstancia y procurando lo mejor para mi
vida.

Tiene mucho sentido, un corazón en Cristo, es un corazón alegre que siempre


encuentra motivos para celebrar, aun en medio de circunstancias adversas. Es por
eso que Proverbios dice que “el de corazón alegre siempre tiene un banquete
continuo”. Es como vivir celebrando tu vida todos los días. Es así pues que la
persona de corazón alegre ve la bondad de Dios en todos lados y esto lo motiva a
ofrecer continuas expresiones de gozo.

Proverbios 15:13 “El corazón alegre hermosea el rostro; Mas por el dolor
del corazón el espíritu se abate.”

Proverbios 17:22 “El corazón alegre constituye buen remedio; Mas el


espíritu triste seca los huesos.”

El de corazón alegre no pierde oportunidad para hacer partícipes a los demás de


la fiesta que vive con el Señor. Es decir, bendice, porque se siente bendecido.

Vivir con alegría es recuperar una perspectiva celestial de la vida. Esto quiere
decir, ver la vida como Dios la ve. Nosotros que tenemos a Cristo en nuestras
vidas no podemos vivir presos de la ansiedad, de las preocupaciones, de los
lamentos, del sufrimiento; por el contrario, nuestra confianza puesta en Cristo
debe llevarnos a una actitud de gozo todo el tiempo. Eso no significa que nos
crucemos de brazos, sino que asumimos el desafío de los problemas que vivimos
con la actitud correcta. Para ello debemos disciplinar nuestras vidas al gozo del
Señor de tal manera que contrarrestamos todo espíritu de aflicción o queja que
pueda traer las adversidades que enfrentemos.

Filipenses 4:4 “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”

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