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EN LA OTRA HABITACIÓN

(O LA OBRA DEL VIBRADOR)

de Sarah Ruhl

Traducción de Gonzalo Rodríguez Risco


ii.

En el escenario:

Un piano.
Cortinas cerradas.
Chucherías.
Un chaise lounge.
Una jaula de pájaro.
Una cuna.
Una mecedora.
Suntuosas alfombras, suntuoso empapelado.
Varias lámparas eléctricas, y una especialmente bella,
con vidrio verde.

Junto a la sala de estar, un consultorio de doctor privado, también conocido


como la sala de operaciones.
La relación entre la sala de estar y la sala de operaciones
es muy importante en el diseño, ya que la acción ocurre simultáneamente
en la sala de estar y en la sala de operaciones.
En en la sala de operaciones, una camilla cubierta con una sábana.
Una palangana para lavarse las manos, casi fuera de la vista desde la camilla.
Varios vibradores.
Un tomacorrientes, para enchufar aparatos eléctricos.
Una salida, en la sala de operaciones, a un cuarto fuera de escena (el estudio privado del doctor) y una salida a la sala
de estar, que también tiene una salida al cuarto del bebé y hacia la calle.

Uno podría considerar, en vez de usar sonidos grabados, tocar solamente el piano si
alguno de los actores es un buen pianista.
Uno podría considerar, en vez de los típicos instrumentos de iluminación,
algo antiguo.
Quiero decir -en una obra que ronda los comienzos de la electricidad-
¿Cómo debería sentirse el teatro?
¿Exageradamente tecnológico o exageradamente primitivo, o ninguno de los dos?
En todo caso, que el uso de la tecnología sea una opción.
iii.

Personajes:

Dr. Givings, un hombre en sus cuarentas, especialista en desordenes ginecológicos e histéricos.


Catherine Givings, su esposa, una mujer al final de sus veintes.
Sabrina Daldry, una paciente, una mujer al comienzo de sus treintas.
Annie, una mujer al final de sus treintas, la partera asistente del Dr. Givings.
Leo Irving, el otro paciente del doctor Givings, un Inglés en sus veintes o treintas.
Elizabeth, una mujer afro-americana en el comienzo de sus treintas. Un ama de leche por defecto.
Señor Daldry, esposo de Sabrina Daldry, un hombre en sus treintas o cuarentas.

***

Lugar

Un próspero pueblo-spa (cercano a una fuente de aguas termales) en las afuera de la ciudad de
Nueva York, tal vez Saratoga Springs.

***

Tiempo

Los albores de la era de la electricidad; después de la Guerra Civil Americana, alrededor de los
1880's.

***
iv.

Agradecimientos

Le debo mucho al libro The Technology of Orgasms (La Tecnología de los Orgasmos), de Rachel P. Maines
por la inspiración que me brindó. Muchas gracias a Luke Walden por mostrármelo. Tambíen le debo
mucho a AC/DC: The Savage Tale of the First Standards War (AC/DC: La Salvaje historia de la Guerra de
los Primeros Estándares), de Tom McHichol, por sus ideas sobre la electricidad. Gracias a mi esposo por
encontrarlo. Un agradecimiento final a A Social History of Wet Nursing (Una Historia Social de las Amas
de Leche). Los asteriscos indican citas de fuentes históricas. Las cosas que parecen imposiblemente
extrañas en la obra son verdaderas -como el Vibrador Chattanooga- y los cambios de humor de las
amas de leche. Las cosas que parecen comunes y corrientes son de mi invención.
Primera Escena

La señora Givings enciende una lámpara eléctrica.


Se la muestra a su bebé.
Mientras tanto, en la sala de operaciones,
Annie cambia las sábanas en la camilla
y limpia el equipo médico en el lavabo.

SEÑORA GIVINGS:
¡Mira bebé, es luz! No hay una vela, ni una herramienta oxidada para apagarla, sino luz, luz
pura que llega directamente de la imaginación del hombre a nuestra sala de estar. La prendo,
la apago, la prendo, la apago--

La prende y la apaga.

Entra el doctor Givings.


Camina por el espacio sin saludar a su esposa.
Ella lo mira. Después de que él sale:

SEÑORA GIVINGS:
Hola.

El doctor Givings reingresa.

DR. GIVINGS:
Perdón. Hola, cariño.

Vuelve a salir.

SEÑORA GIVINGS:
(al bebé)
Vamos a encontrar un ama de leche para ti, ¿no es cierto? Una linda ama de leche llena de
leche sana. Tu padre ya puso un aviso en el periódico y hoy tendremos muchas respuestas.
Mi leche no te alimenta, ¿no es así? ¿Estás menos gorda hoy, mi amor? ¿Tus cachetes están
menos gordos?
(Está por llorar. Se tranquiliza.)
Te encontraré un ama de leche que no tenga un hijo propio.
2.

No es que quiera encontrar un ama de leche con un bebé muerto porque eso es terrible, ay
me duele acá mismo de sólo pensarlo... Tú en tu cuna sin moverte... Aunque supongo que si
debo encontrar un ama con leche de sobra pero sin hijos, su bebé estará muerto, y muerto
recientemente, ay Dios. No me gusta pensar en esas cosas.

Vuelve a entrar el doctor Givings.

DR. GIVINGS:
Tengo una nueva paciente que tocará el timbre en cualquier momento. Si llega, ¿podrías
dejar que Annie abra la puerta?

Suena el timbre.

DR. GIVINGS:
Sus nervios están muy alterados y conocerlos a ti y al bebé podría afectar su balance clínico.

Suena el timbre.

DR. GIVINGS:
Por favor escóndete.
(gritando, a su partera)
¡Annie!

La señora Givings se esconde detrás del piano.


El Dr. Givings sale corriendo con la cuna.
Annie abre la puerta.

ANNIE:
Buenos días, ustedes deben ser el señor y la señora Daldry, pasen por favor.

El señor y al señora Daldry entran.


La señora Daldry es frágil y etérea.
Su rostro está cubierto por un velo cosido a un sombrero.
Se apoya con fuerza al brazo de su esposo.

ANNIE:
Por acá, permítanme llevarlos a la sala de operaciones--
3.

La señora Daldry se asusta.

ANNIE:
¿Qué tal si mejor la llamamos “la otra habitación”, le parece? No se ponga nerviosa,
Señora Daldry.
¿Desea que guarde su sombrero?

La señora Daldry niega con la cabeza.

SEÑOR DALDRY:
Es muy sensible a la luz.

ANNIE:
No hay problema. Por aquí, por favor.

Annie apaga la lámpara eléctrica.


Los lleva a la oficina.
La señora Daldry entra a la sala de operaciones. El Dr. Givings entra desde la sala de estar.

DR. GIVINGS:
Qué gusto conocerla, señora Daldry, señor Daldry. ¿Me permite su saco?

La señora Daldry niega con la cabeza.

SEÑOR DALDRY:
Es muy sensible al frío.

DR. GIVINGS:
Ya veo. Muy bien, tome asiento. Sensible a la luz, sensible al frío--

Se escucha el llanto de un bebé.

SEÑORA DALDRY:
¿Hay un bebé aquí? No sabía que había un bebé recién nacido. Lo felicito.

DR. GIVINGS:
Sí. ¿Annie, podrías cerrar la puerta, por favor?
4.

Ella lo hace.
Luego Annie se sienta en una esquina, sin llamar la atención, y escucha la conversación.
El Dr. Givings se sienta y saca un cuaderno de notas, escribe.
Mientras tanto, en la otra habitación, La señora Givings ha escuchado llorar al bebé.
Se escabulle y sale al cuarto del bebé.

DR. GIVINGS:
¿De qué otros síntomas sufre su esposa?

SEÑOR DALDRY:
La encuentro llorando en momentos extraños del día, murmurando sobre cortinas verdes y
no sé qué otras tonterías.

DR. GIVINGS:
¿Son tonterías, señora Daldry?

SEÑORA DALDRY:
Supongo que sí. Las cortinas verdes me dan fuertes dolores de cabeza. Es el color. Como
antiguos fantasmas en la oscuridad.

El señor Daldry mira al Dr. Givings.

DR. GIVINGS:
¿Podría contarme más de las cortinas?

SEÑORA DALDRY:
Mi madre limpiaba las cortinas todas las semanas en la casa donde crecí, las golpeaba con un
palo y se deshacía de los fantasmas. Había una hermosa vista de un viñedo, y cuando
limpiaban las cortinas se podía ver las uvas a través de ellas, casi podías verlas crecer, se
hinchaban tanto en el otoño. Mi madre hacía mucha mermelada... mi madre no era una
mujer nerviosa ni excitable. Era mermelada, y risas, y largas caminatas por el campo. No
tenemos un viñedo aquí... ando con muchos rodeos últimamente, doctor Givings... pero el
punto es que no tengo las fuerzas necesarias para limpiar las cortinas todas las semanas y
expulsar los fantasmas. Pensará que estoy hablando como una loca, pero si pudiera ver las
cortinas vería que lo que digo tiene mucha lógica. Son horribles.

El señor Daldry le arquea las cejas al doctor Givings.


5.

DR. GIVINGS:
¿Y ha intentado los típicos remedios, descanso y relajación?

SEÑORA DALDRY: SEÑOR DALDRY:


¡No hago otra cosa que descansar! ¡Sólo Sí.
descanso!

SEÑOR DALDRY:
La señora Daldry tenía diecisiete años cuando la conocí. Era una persona extraordinaria.
Tocaba el piano. Comimos mermelada de uvas en el viñedo y le dije que quería encargarme
de ella y protegerla por el resto de mi vida, ¿no es así?

SEÑORA DALDRY:
Sí.

SEÑOR DALDRY:
Ahora temo que no nos llevamos nada bien.

SEÑORA DALDRY:
Le estoy rompiendo el corazón. A él le gusta que yo sea de cierta forma. Tal vez si pudiera
tocar el piano nuevamente, pero mis dedos no responden.

SEÑOR DALDRY:
No, sus dedos no responden. En el cuarto de música o en ningún otro cuarto, si me hago
enteneder, doctor Givings.

SEÑORA DALDRY:
Señor Daldry, le ruego no me haga pasar vergüenzas con esas vulgaridades. Estoy indignada
y asqueada y voy a salir de la habitación.

Sale de la habitación.
Se queda en la sala, muy nerviosa.
Ve la lámpara eléctrica y la enciende y apaga.

DR. GIVINGS:
Señor Daldry, su esposa sufre de histeria. Es un típico caso. Recomiendo sesiones de masajes
eléctricos semanales, incluso tal vez diarios, ya lo iremos viendo.
6.

Tenemos que aliviar la presión en sus nervios.


Pronto tendrá a su radiante esposa de vuelta, recobrará su color, la luz y el frío no tendrán el
mismo efecto en ella. Pronto estará comiendo mermelada de uvas y se preguntará cómo es
posible que la señora Daldry se parezca tanto a una chica de diecisiete años.

SEÑOR DALDRY:
Gracias, doctor Givings. No se imagina la angustia que ha significado la enfermedad de mi
esposa para mí. Y claro, para ella también.

DR. GIVINGS:
Por supuesto. La sesión demora una hora.

SEÑOR DALDRY:
Gracias, doctor.

Mientras tanto, la señora Givings ha reingresado a la sala de estar con el bebé.

SEÑORA DALDRY:
(a la señora Givings)
Esta lámpara es impresionante.
Me duelen los ojos al ver que se prende y se apaga
pero disfruto del dolor.
Sentirse medio ciega es como un éxtasis religioso,
¿no le parece?

SEÑORA GIVINGS:
Sí, ¿no es cierto?
Se supone que yo no debería conocerla
pero me da gusto que sea así.
Espero que mi esposo le pueda dar consuelo,
a mí me lo da.

SEÑORA DALDRY:
¿Puedo cargar a su bebé?
7.

SEÑORA GIVINGS:
Sí, por supuesto.

DR. GIVINGS:
La agradecería si pudiera dejar a la señora Daldry conmigo y saliera a dar una caminata por
el campo. Tal vez sería mejor si usted no la inquietara en este momento, señor Daldry.

SEÑOR DALDRY:
Por supuesto. Lo que usted recomiende doctor.

SEÑORA DALDRY:
(cargando al bebé)
¿Cuál es el nombre del bebé?

SEÑOR DALDRY:
Leticia. Pero le decimos Letty.
Tres sílabas nos parecían demasiado para una bebé.

SEÑORA DALDRY:
Letty.

Mientras tanto.
El Dr. Givings le da la mano al señor Daldry.
El señor Daldry se pone el sombrero.
El señor Daldry le da una fugaz y curiosa mirada al vibrador.
Y sale.

ANNIE:
(en la sala de estar, a la señora Daldry)
El doctor está listo para verla.

SEÑORA DALDRY:
Oh, no ¿debo volver ahí? Preferiría cargar a la bebé.

El señor Daldry entra a la sala de estar.


8.

SEÑOR DALDRY:
Hazle caso.

La señora Daldry le devuelve el bebé a la señora Givings.

SEÑORA DALDRY:
Oh, es tan bella.

SEÑORA GIVINGS:
¿No es así? Pero muy delgada.

La señora Daldry vacila, mirando al bebé.

SEÑOR DALDRY:
El doctor te espera, Sabrina.

SEÑORA GIVINGS:
Estará bien. Mi esposo es un buen doctor.
O por lo menos así me lo han dicho.
Si me disculpan, es hora de su siesta.

La señora Givings sale al cuarto del bebé.


Annie lleva a la señora Daldry a la sala de operaciones.
El señor Daldry mira la sala de estar y se prepara para su caminata.
En la sala de operaciones:

DR. GIVINGS:
Muy bien, señora Daldry, voy a pedirle que por favor se despoje de su ropa, aunque puede
quedarse con la ropa interior puesta. Por favor quítese el corsé, si fuera tan amable. Annie
pondrá una sábana sobre sus regiones inferiores. Respetaremos su modestia en todo sentido.

La señora Daldry asiente.

DR. GIVINGS:
Le daré privacidad.
9.

Como un caballero, les da la espalda mientras que la señora Daldry se desviste con la ayuda de Annie.
La señora Givings ha reingresado a la sala de estar sin el bebé.
Ve al señor Daldry.

SEÑORA GIVINGS:
Hola nuevamente.

SEÑOR DALDRY:
Buenas tardes. Están intentando deshacerse de mi. Se supone que debo dar un paseo por los
campos.

SEÑORA GIVINGS:
¿Pero no está lloviendo, señor--?

SEÑOR DALDRY:
Daldry.
No lo sé.

SEÑORA GIVINGS:
¿No sabe su nombre?

SEÑOR DALDRY:
No. No sé si está lloviendo.

SEÑORA GIVINGS:
Entonces tendrá que arriesgarse entre llevar o no llevar un paraguas.

SEÑOR DALDRY:
Así es.

Mientras tanto, en la sala de operaciones, la señora Daldry se despoja de su ropa con la ayuda de Annie.
Le toma bastante tiempo, ya que lleva muchas capas.

En la sala de estar, con el señor Daldry y la señora Givings:


10.

SEÑORA GIVINGS:
Hay tres tipos de personas. Los que usan paraguas cuando no llueve; los que no usan
paraguas aunque llueva; y los que usan paraguas única y exclusivamente cuando llueve. ¿Qué
tipo es usted, señor Daldry?

SEÑOR DALDRY:
Yo uso paraguas cuando llueve.

SEÑORA GIVINGS:
Qué pena. Encuentro muy románticas a las personas que no usan paraguas cuando llueve.
Paseando, no, dando de zancadas por la lluvia, con el pelo mojado, mirando una gota de agua
en una rama.

SEÑOR DALDRY:
Mi esposa es así.

SEÑORA GIVINGS:
¡Sí! Era evidente.

SEÑOR DALDRY:
Es muy irritante. Siempre me preocupa que se resfríe.

SEÑORA GIVINGS:
¿Pero no le parece que a la vez es muy romántico? Mi esposo abre su paraguas al menor
asomo de lluvia. Y aunque no llueva lo mantiene abierto, terco como una mula, y sigue
caminando. Mi esposo es científico.

SEÑOR DALDRY:
¿Y qué tipo de persona es usted, señora Givings?

SEÑORA GIVINGS:
En realidad no lo sé. Mi esposo siempre lleva el paraguas. ¿No es gracioso? No tengo la
menor idea de qué tipo de persona soy.

En el otro cuarto, la señora Daldry se encuentra en ropa interior.


Annie la cubre con una manta.
11.

SEÑORA GIVINGS:
Le mostraré los campos alrededor de mi casa, y podemos utilizar este ancho paraguas, y tal
vez yo lo cargue y descubriremos qué tipo de persona soy. Solo espero que no se moje.

SEÑOR DALDRY:
Suena como una aventura disparatada.

La señora Givings y el señor Daldry salen.


En la sala de operaciones:

DR. GIVINGS:
¿Esta lista?

ANNIE:
Sí, doctor Givings.

DR. GIVINGS:
¿La temperatura está bien?
(La señora Daldry asiente.)
Señora Daldry, vamos a producirle lo que llamamos un paroxismo. La congestión en su útero
le está causando síntomas histéricos, y si podemos relajar un poco de esa congestión y
permitir que bajen los jugos, su salud quedará restaurada.
Gracias a la llegada de la electricidad... así es, gracias al señor Edison, siempre le rendiré
honor al señor Edison -un gran americano- tengo un aparato que utilizaré. Solía ser que me
tomaba a mí o le tomaba a Annie, eh, horas para producir un paroxismo en nuestros pacientes
y requería de mucha destreza y paciencia. Era parecido al juego de un niño... como tratar de
darse una palmada en la cabeza y frotarse el estómago al mismo tiempo... pero gracias a este
nuevo aparato eléctrico estaremos listos en pocos minutos.

SEÑORA DALDRY:
Temo que no--

DR. GIVINGS:
Tres minutos, a veces cinco cuando es un problema mayor. ¿Está lista, señora Daldry?

Ella asiente.
Él coge un enorme vibrador.
12.

Lo conecta.
Lo enciende.

SEÑORA DALDRY:
Tengo miedo.

DR. GIVINGS:
No tenga miedo.

SEÑORA DALDRY:
¿No hay riesgo de electrocutarme?

DR. GIVINGS:
Ninguno.

Pone su brazo bajo las sábanas y


pone el vibrador contra sus partes íntimas.

DR. GIVINGS:
Le cuento una historia divertida. Una vez el Dr. Benjamin Franklin decidió electrocutar un
pavo para su cena de Navidad. Pero, por error, tenía la cadena en la mano y no podía soltarse
ya que él estaba completando el circuito. Describió tener convulsiones violentas hasta que,
por pura fuerza de voluntad, logró soltarse de la cadena. ¡Y estuvo perfectamente bien! ¿Se
siente más calmada?

SEÑORA DALDRY:
Un poco.

DR. GIVINGS:
Serán sólo unos minutos.

La señora Daldry da un gemido callado.

DR. GIVINGS:
Todo está bien, señora Daldry. Todo está bien.

La señora Daldry da un gemido callado.


13.

DR. GIVINGS:
Annie le tomará la mano.

Annie le toma la mano.

SEÑORA DALDRY:
¡Ay, Dios mío que estás en el cielo!

Tiene un callado paroxismo.


Ahora, recordemos que estos son los días
anteriores a la pornografía digital.
No hay un cliché sobre como deben tener un orgasmo las mujeres,
ni idea en sus mentes de como se supone que deben sonar al llegar al clímax.
El primer orgasmo de la señora Daldry puede ser muy callado,
orgánico, embarazoso, primario. O muy clínico. O vergonzantemente natural.
Pero sea lo que sea, no debe ser un cliché, ni una parodia de cómo esperamos que suenen las mujeres cuando
tienen un orgasmo. Simplemente es claro que ha tenido algún tipo de desfogue.

DR. GIVINGS:
Eso estuvo muy bien, señora Daldry. ¿No es maravilloso este nuevo instrumento? ¡Gracias a
Dios por Benjamín Franklin y su llave eléctrica!
(gesticula con el vibrador hacia el cielo)
¿Sabe que la semana pasada electrocutaron a un elefante en Coney Island? Increíble. Annie la
ayudará a vestirse y puede ver al señor Daldry afuera.

SEÑORA DALDRY:
Muy bien. ¿Y tal vez podría cargar a su bebé una vez más antes de irme?

DR. GIVINGS:
Ah, no sabía que había conocido al bebé. Espero que no la haya distraído durante nuestra
sesión.

SEÑORA DALDRY:
No, me dio gusto cargarla. No hemos podido--

Llora.

ANNIE:
Oh, tranquila, tranquila.
14.

SEÑORA DALDRY:
Tener hijos. No sé que pasa conmigo.

DR. GIVINGS:
Tenga coraje, querida señora Daldry. Como podrás ver claramente, Annie, es la emoción
concentrada en su útero la que causa los síntomas histéricos. Le administraré otra ronda de
terapia a la paciente. Vuelva a echarse, señora Daldry.

Vuelve a enchufar el vibrador.

SEÑORA DALDRY:
No, por favor, no, no vuelva a tocarme ahí, es muy doloroso, no por favor, no--
(él coloca el vibrador en sus partes íntimas)
Oh--

DR. GIVINGS:
¿Qué siente, señora Daldry?

SEÑORA DALDRY:
Mis pies están muy calientes, bailando en carbón caliente, y abajo, allá abajo, frío y caliente al
contacto, mi corazón palpita muy rápido--

Tiene un callado paroxismo.

DR. GIVINGS:
Está muy bien, señora Daldry, tranquila, tranquila. Échese ahí y quédese calmada por un
momento. Voy a lavarme las manos.

Él va a la palangana.
Ella se levanta.

SEÑORA DALDRY:
(a Annie)
¿Por favor me puede pasar mi sombrero?
15.

ANNIE:
Por supuesto. No tiene por qué sentirse avergonzada. El instrumento tiene casi el mismo
efecto en todas nuestras pacientes. A veces ríen y lloran al mismo tiempo. Y muchas veces
invocan a Dios.

La señora Daldry se queda parada con el sombrero en la mano y la sábana rodeándola. La sábana se cae
cuando se pone el sombrero y sólo se queda con sus pantaletas y su velo.

SEÑORA DALDRY:
Oh, Dios mío.

ANNIE:
Todo está bien, señora Daldry.

Annie la vuelve a rodear con la sábana.

SEÑORA DALDRY:
De pronto tengo mucho sueño.

ANNIE:
Sí, a muchas de nuestras pacientes les da sueño después del tratamiento.

SEÑORA DALDRY:
¿Puedo echarme nuevamente?

ANNIE:
Por supuesto.

SEÑORA DALDRY:
¿Usted es partera?

ANNIE:
Sí.

SEÑORA DALDRY:
¿Y usted asiste al doctor Givings con los nacimientos y otros asuntos?
16.

ANNIE:
Sí.

SEÑORA DALDRY:
¿Cómo así se volvió partera?

ANNIE:
Tenía treinta y tres y no me había casado, y no tenía la paciencia para enseñar a niños
pequeños.

SEÑORA DALDRY:
¿Y ha asistido a mujeres en sus labores de parto?

ANNIE:
Sí.

SEÑORA DALDRY:
Así que ha visto muchos tipos de tortura.

ANNIE:
Sí, he visto a mujeres sufriendo terribles dolores.

SEÑORA DALDRY:
Tome mi mano y me quedaré dormida.

ANNIE:
Por supuesto. Apagaré las luces.

Annie le toma la mano a la señora Daldry y le acaricia el cabello.


La señora Daldry se duerme.
Durante lo que sigue, dormita, y luego se despierta
y se viste con la ayuda de Annie.

En el otro cuarto.
El señor Daldry y la señora Givings regresan de su caminata.
Se ríen y están empapados.
La señora Givings sacude su paraguas.
17.

SEÑORA GIVINGS:
¡Debo ser una persona muy inconsecuente! ¡Me gusta estar mojada y luego me gusta estar
seca y luego me gusta estar mojada nuevamente!

SEÑOR DALDRY:
Usted es muy saludable y robusta. Casi me era imposible seguirla.

SEÑORA GIVINGS:
Me encanta caminar. Nunca me ejercité mucho de niña así que ahora camino camino y
camino y nadie puede seguirme, ni siquiera el doctor Givings. Así fue como se enamoró de
mi, dijo que estaba decidido a seguirme el paso. Sólo pudo ver mi nuca antes de que nos
casáramos porque yo siempre estaba un paso adelante. Dice que tuvo que casarse conmigo
para ver mi rostro.

Entra el doctor Givings.

SEÑORA GIVINGS:
¿No es así, cariño?

DR. GIVINGS:
¿Qué cosa?

SEÑORA GIVINGS:
¿Tuviste que casarte conmigo para poder ver mi rostro?

DR. GIVINGS:
Veo que ya conoce a mi esposa.

SEÑOR DALDRY:
Así es.

DR. GIVINGS:
Tuvimos una sesión muy exitosa. Verá que la señora Daldry está mucho más relajada.

SEÑOR DALDRY:
Qué bueno.
18.

SEÑORA GIVINGS:
El señor Daldry y yo dimos un recorrido por los campos. Nos mojamos.

DR. GIVINGS:
No quiero que te resfríes. El bebé no debe resfriarse a su edad.

SEÑORA GIVINGS:
Sabes que soy sana como una manzana. Si sólo tuviera más leche. Oh, disculpe señor Daldry,
no es cortés mencionar tales temas ante los invitados.

SEÑOR DALDRY:
¿Están buscando un ama de leche?

SEÑORA GIVINGS:
Así es.

SEÑOR DALDRY:
Nuestra ama de llaves perdió a su bebé recientemente y supongo que aún tiene mucha leche.
Tal vez los pueda ayudar, aunque no querríamos perder sus servicios, es muy honrada, una
gema, muy difícil de encontrar. Se educó sola en las costumbres de una dama. No creo que
haya pensado en ser un ama de leche, sabe lo que dicen de las amas de leches, nueve partes
demonio, una parte vaca. Pero eso es lo que quiere, ¿no? Una joven educada que nunca quiso
ser ama de leche pero que tiene mucha leche, leche de sobra.

SEÑORA GIVINGS:
Eso es exactamente, necesitamos desesperadamente a una mujer de valores morales a la que
se le haya muerto un hijo recientemente.

SEÑORA GIVINGS: DR. GIVINGS:


Oh, no... Lo que quiero decir es-- Lo que quiso decir es--

SEÑORA GIVINGS:
Es que dicen que la moral se pasa directamente por la leche. La señora Evans lo dijo el otro
día, oh yo jamás usaría a una negra, la moral se pasa directamente por la leche. Pero en el
sur, no sé qué hacen en el sur--
19.

SEÑOR DALDRY:
Elizabeth, nuestra ama de llaves, es de color pero tiene una moral indiscutible, es cristiana.
Va a la misa todas las semanas con la señora Daldry, que es una mujer muy devota.

SEÑORA GIVINGS:
Ya veo.

DR. GIVINGS:
¿Se ha recuperado de la muerte de su hijo?

SEÑOR DALDRY:
Como les dije, es una mujer muy religiosa y resignada a aceptar los designios de Dios. Y tiene
mucha leche.

SEÑORA GIVINGS:
Cariño, no sé si nos conviene una--

DR. GIVINGS:
Mi padre fue un reconocido abolicionista, señor Daldry.

SEÑOR DALDRY:
Creo haber escuchado de él. William Givings.

DR. GIVINGS:
Así es.
(a la señora Givings)
Preferirías a un protestante negro que a un católico irlandés, ¿no es así?

La señora Givings lo piensa.

DR. GIVINGS:
¿Es casada?

SEÑOR DALDRY:
Sí.
20.

SEÑORA GIVINGS:
Qué bueno.

SEÑOR DALDRY:
Por supuesto. ¿Quién quiere a una mujer soltera quedándose en casa? Puede alborotarlo
todo, especialmente si es bonita...

Se ríe y codea al doctor Givings.


La señora Givings lo mira.
El doctor Givings carraspea.

SEÑOR DALDRY:
Quiero decir, está casada con un buen hombre, muy trabajador.

DR. GIVINGS:
Nos encantaría tomar a su ama de llaves Elizabeth como nuestra ama de leche. Podemos
pagarle bien, aunque no tan bien que deje de trabajar para usted. La verdad que no nos
queda otra porque la leche de mi esposa no es la adecuada. Y temo que a los bebés que se
alimentan con el biberón no les va bien en la época del cólera, no les va nada bien. No es
momento de andar con prejuicios, Catherine.

SEÑORA GIVINGS:
Mi esposo es un hombre poco convencional, un científico. No quiero ni pensar en lo que
dirán los vecinos.

DR. GIVINGS:
Que vean que tu bebé crece y se engorda.

La señora Daldry entra. Se le ve maravillosamente descansada.

SEÑORA GIVINGS:
¡Se te ve tan descansada!

SEÑORA DALDRY:
Me siento maravillosamente bien. Su esposo es un gran doctor.
21.

SEÑORA GIVINGS:
Así es.

SEÑOR DALDRY:
Tus mejillas están coloradas.

DR. GIVINGS:
¿La molesta la luz, señora Daldry?

SEÑORA DALDRY:
No, ni la había notado. Estaba horrorizada cuando inventaron la lámpara eléctrica. Me gusta
la luz de las velas, y pensé, de ahora en adelante los rostros de las personas parecerán como
monstruos en la noche, sin la ayuda de la luz de las velas. Sin destellos ni resplandor. Pero
ninguno de ustedes se ve como un monstruo en este momento, todos se ven encantadores.
Señor Daldry, estás mojado.

SEÑOR DALDRY:
Está lloviendo, señora Daldry. ¿Nos vamos?

La señora Daldry asiente.

SEÑOR DALDRY:
¿Les molestaría prestarnos un paraguas? No esperaba que lloviera.

DR. GIVINGS:
Por supuesto. Siempre tengo un paraguas extra para casos de emergencia.

SEÑORA DALDRY:
Gracias, doctor Givings, ¿espero poder verlo pronto de nuevo?

DR. GIVINGS:
Creo que mañana sería lo mejor. Necesitaremos sesiones diarias.
22.

SEÑOR DALDRY:
Excelente.
(se aleja de las damas, en voz baja)
¿Cuánto le debo, doctor?

DR. GIVINGS:
No se preocupe. Podemos acordar en una suma semanal.

SEÑOR DALDRY:
Ah, perfecto, perfecto.
Entonces los veremos mañana. Y traeremos a Elizabeth.

DR. GIVINGS:
(mientras salen)
¡Que tengan un buen día!

SEÑOR Y SEÑORA DALDRY:


¡Igualmente!

SEÑORA GIVINGS:
Buen día.

La puerta se cierra.

SEÑORA GIVINGS:
Me pone nerviosa que una extraña entre a la casa. Muy nerviosa.

DR. GIVINGS:
Letty está perdiendo peso, querida.

SEÑORA GIVINGS:
Sí, lo sé, y es mi culpa.

DR. GIVINGS:
No te estoy culpando de nada, querida.
23.

SEÑORA GIVINGS:
¿Entonces de quién es la culpa?

DR. GIVINGS:
De nadie. El cuerpo no puede ser culpado. La leche no tiene mente propia.

SEÑORA GIVINGS:
Una buena madre tiene un hijo gordo. Eso lo sabe todo el mundo.

DR. GIVINGS:
Entonces es muy bueno que le hayamos encontrado un ama de leche.

SEÑORA GIVINGS:
Supongo que sí. Ya quiero conocerla.

DR. GIVINGS:
Anímate, querida. Ambos somos saludables y felices, ¿no es así?

SEÑORA GIVINGS:
(automáticamte)
Sí.
(Luego, sonriendo con sinceridad)
Sí.

Él le da un beso en la mejilla y va a la salida.


La señora Givings queda sola.
Fin de la escena.
24.

Segunda Escena

El doctor Givings examina a Elizabeth en la sala de operaciones.

DR. GIVINGS:
Es importante examinarte para estar seguros de que tu leche es saludable.

ELIZABETH:
Sí, señor.

DR. GIVINGS:
También debo constatar que no tienes ninguna enfermedad venerea que podría contagiarse a
la criatura por la leche. Si fueras tan amable de echarte...

ELIZABETH:
Preferiría no hacerlo, señor.

DR. GIVINGS:
Soy un hombre de ciencia, Elizabeth. Créeme que nada me sorprende.

ELIZABETH:
Sí señor.
Señor, ¿no me va a tocar allá abajo, no?

La señora Givings entra a la sala.

DR. GIVINGS:
Sólo te voy a dar un examen médico. Nada más.

Ella se echa. Él la cubre con una sábana.


Suena el timbre.
La señora Givings va a la puerta.
Entra la señora Daldry.

SEÑORA DALDRY:
¡Hola!
25.

SEÑORA GIVINGS:
¡Hola!

SEÑORA DALDRY:
Estuve recorriendo su propiedad, es hermosa.

SEÑORA GIVINGS:
Se ve rebosante de salud.

SEÑORA DALDRY:
¡Volví a tocar el piano!

SEÑORA GIVINGS:
¿Qué tocó?

SEÑORA DALDRY:
Me gusta inventar canciones.

SEÑORA GIVINGS:
Podría tocar una para mí, ¿por favor, sí, por favor?

SEÑORA DALDRY:
Soy muy tímida.

SEÑORA GIVINGS:
Nadie es tímido conmigo, señora Daldry, yo siempre le he quitado la timidez a las personas
tímidas, me oyen hablar y de inmediato se preguntan, ¿por qué tendría que sentir timidez con
ella?

SEÑORA DALDRY:
No me siento tímida con usted, señora Givings.

SEÑORA GIVINGS:
¡Lo sabía! Es que soy pésima tocando el piano, simplemente lo golpeo con uno o dos dedos,
casi no le damos uso, por favor toque. El pobre está languideciendo sin recibir contacto humano
alguno. Es como un pedazo de madera muerta cuando nadie lo toca.
26.

SEÑORA DALDRY:
¿Cómo puedo negarme?

La señora Daldry va al piano. Toca una melodía bonita, sombría y misteriosa.

En el cuarto contiguo:

DR. GIVINGS:
Gracias Elizabeth, has sido muy valerosa, y estás muy saludable. Puedes vestirte.

El Dr. Givings sale y Elizabeth se viste.

SEÑORA GIVINGS:
¡Eso es hermoso! Pero un poco triste, ¿no? ¿Usted cree que convertimos las cosas tristes en
canciones para aferrarnos a la tristeza o para destruirla? Yo creo que es para destruir la
tristeza. Entonces, ¿cuando escribimos una canción alegre, no es más triste que una canción
triste porque, al crearla, una ha destruido su propia alegría para convertirla en canción? ¿Qué
opina?

SEÑORA DALDRY:
No lo sé.

SEÑORA GIVINGS:
¿Tiene letra?

SEÑORA DALDRY:
No.

SEÑORA GIVINGS:
Oh, pero debe tener letra, señora Daldry, debe tenerla. Yo crearé la letra, vuelva a tocarla y
yo crearé una letra y la cantaré, ¿qué le parece?

SEÑORA DALDRY:
Muy bien.
27.

SEÑORA GIVINGS:
Levantas las persianas en la mañana
Y te gusta cerrarlas en la noche
Juntos dormimos cerca de la madriguera
Y nos olvidamos de la luz eléctrica.

El doctor Givings vuelve a entrar a la sala de operaciones y escolta a Elizabeth, ya vestida, a la sala.

SEÑORA DALDRY:
Eso estuvo lindo.

SEÑORA GIVINGS:
¿Le gustó? ¿Funciona con su canción? Oh, espero que le haya gustado. Espero que a la
canción le haya gustado la letra, porque a la letra le encantó la canción.

SEÑORA DALDRY:
A la canción le gustó la letra.

El doctor Givings entra con Elizabeth.

DR. GIVINGS:
Señora Givings.

SEÑORA GIVINGS:
Hola querido.

DR. GIVINGS:
He examinado a Elizabeth y está en muy buenas condiciones y saludable. Será una excelente
ama de leche para Leticia.

SEÑORA GIVINGS:
¡Oh, eso es maravilloso! Cuánto siento lo que pasó con tu propio bebé, Elizabeth, es terrible.

ELIZABETH:
Gracias.
28.

SEÑORA GIVINGS:
¿Cuál era el nombre de tu bebé o aun no tenía nombre? Oh, eso sería terrible, francamente
no sé qué es peor, con nombre o aun sin nombre, oh debo parar de hablar, cuando se trata
del tema de la muerte no paro de hablar y sigo y sigo. Voy a parar.

ELIZABETH:
Su nombre fue Henry Douglas.

SEÑORA GIVINGS:
Un niño.

ELIZABETH:
Sí.

SEÑORA GIVINGS:
¿Ya lo has... enterrado?

ELIZABETH:
Está enterrado en el jardín de la iglesia “Todas Las Almas”. Fue bautizado antes de morir y
agradezco que haya sido así.

SEÑORA GIVINGS:
Oh, sí, el bautismo por lo menos es un consuelo. Ahora está en el cielo.

ELIZABETH:
No me gusta hablar de Henry Douglas, señora.

SEÑORA GIVINGS:
No, supongo que no. Lo siento.

SEÑORA DALDRY:
Elizabeth tiene otros dos niños. Dos buenos niños que se portan muy bien.
29.

SEÑORA GIVINGS:
Oh, qué alivio. Nosotros esperamos tener hijos extra, por si acaso, quiero decir, más hijos.
Me encantaría tener toda una prole, trepándose a los muebles, los muebles se ven tan
muertos, quiero decir, sin vida, digo, tan tristes, sin niños.

SEÑORA DALDRY:
Yo no tengo hijos.

SEÑORA GIVINGS:
Oh. Qué pena.

La señora Daldry está algo perturbada.

DR. GIVINGS:
Elizabeth, ¿quisieras conocer a la bebé?

ELIZABETH:
Sí, señor.

DR. GIVINGS:
Catherine, por favor tráele la bebé a Elizabeth. Señora Daldry, ¿me acompaña?

SEÑORA DALDRY:
Sí, doctor.

La señora Givings sale al cuarto del bebé.


Elizabeth se sienta, nerviosa. Se quita el sombrero.
La señora Daldry y el doctor Givings entran a la sala de operaciones.

DR. GIVINGS:
¿Le molestó hablar de los niños?

SEÑORA DALDRY:
Un poco.

DR. GIVINGS:
¿Se siente nerviosa?
30.

SEÑORA DALDRY:
Mi corazón palpita muy fuerte y me siento débil.

DR. GIVINGS:
Bueno, entonces échese por favor, échese y yo le administraré el tratamiento.

SEÑORA DALDRY:
¿Dónde está Annie?

DR. GIVINGS:
Llegará pronto.

SEÑORA DALDRY:
No quisiera desvestirme frente a usted.

DR. GIVINGS:
Claro, por supuesto, tomaré unas notas. Avíseme cuando se encuentre lista.

El doctor Givings se sienta en su escritorio.


La señora Daldry empieza a desvestirse.

La señora Givings entra con la bebé y se la da a Elizabeth.

SEÑORA GIVINGS:
Muy bien, acá está.

ELIZABETH:
¿Quisiera que la alimente ahora, señora?

SEÑORA GIVINGS:
Supongo que sí. Debe tener hambre.

Elizabeth se sienta, toma al bebé, se abre la blusa y empieza a alimentar al bebé.


Elizabeth llora sin hacer ruido.
La señora Givings los mira. La señora Givings empieza a llorar.
Elizabeth se da cuenta.
31.

ELIZABETH:
¿Tal vez sería mejor si la alimento en su propio cuarto?

SEÑORA GIVINGS:
Sí, creo que sí.

ELIZABETH:
Permiso.

SEÑORA GIVINGS:
Por supuesto. Por allá.

Elizabeth sale al cuarto del bebé con la niña.


El doctor Givings entra a la sala de estar.

DR. GIVINGS:
Disculpa, querida.
¿Qué te ocurre?

SEÑORA GIVINGS:
Letty aceptó a Elizabeth de inmediato. Se enganchó en su seno y me hizo sentir muy extraña,
fue tan raro verla enganchada del seno de otra mujer. Por primera vez no era la bebé la que
lloraba. Pero me siento muy rara.

DR. GIVINGS:
Ahora debes pensar en la bebé y lo que es mejor para ella. Se moriría de hambre sin leche,
así que piensa en eso y sé práctica.

SEÑORA GIVINGS:
No me siento bien.

SEÑORA DALDRY:
(desde la sala de operaciones)
Estoy lista, doctor Givings.
32.

DR. GIVINGS:
Tengo que atender a la señora Daldry. ¿Por qué no te recuestas un rato? Voy a apagar la
lámpara.

Lo hace.

SEÑORA GIVINGS:
No quiero acostarme. Quiero alimentar a mi propio bebé.

DR. GIVINGS:
Pero no puedes, querida. Tu leche no es la adecuada.
Te amo.

Él sale.
Ella camina por la sala de estar.
Intenta tocar la melodía que la señora Daldry tocó en el piano en la escena anterior, durante la escena
siguiente.
Toca el piano con dos dedos.

DR. GIVINGS:
Disculpe la demora.

SEÑORA DALDRY:
No se preocupe.

DR. GIVINGS:
Ha hecho buen tiempo últimamente.

SEÑORA DALDRY:
Mm.

DR. GIVINGS:
Algo frío, pero soleado.

SEÑORA DALDRY:
Así es.
33.

DR. GIVINGS:
Listos.

En la sala de operaciones,
el doctor Givings enciende el vibrador.
Hace un ruido muy fuerte.
La señora Givings al escuchar el sonido, manifiesta
lo extraño que suena, y sigue tocando el piano.
El doctor Givings pone el vibrador contra las partes privadas de la señora Daldry.

DR. GIVINGS:
Esto sólo tomará unos minutos, señora Daldry.

SEÑORA DALDRY:
Oh...

DR. GIVINGS:
Tranquila... ¿Qué siente, señora Daldry?

SEÑORA DALDRY:
No está funcionando, hoy no está funcionando.

El doctor Givings ajusta el aparato, lo que lo hace más ruidoso.

DR. GIVINGS:
¿Ahí?

SEÑORA DALDRY:
No lo sé.

Mueve el aparato debajo de las sábanas.

SEÑORA DALDRY:
Nada. No siento nada.

La vuelve a subir de nivel. El sonido vibrador se detiene de pronto. Se apagan todas las luces.
34.

DR. GIVINGS:
Ah, caramba.

SEÑORA DALDRY:
¿Lo malogré?

DR. GIVINGS:
No es su culpa. Es una falla eléctrica.

En el otro cuarto, las luces se apagan.


La señora Givings levanta la mirada.
Enciende varias velas.
Annie entra a la sala de operaciones.

DR. GIVINGS:
Que bueno que estés aquí, Annie, ha fallado la electricidad.

SEÑORA DALDRY:
Me duele la cabeza.

ANNIE:
Oh, querida señora Daldry, ¿se encuentra enferma?

DR. GIVINGS:
(a Annie, en voz baja)
He estado intentando por los últimos tres minutos. Nunca ha tomado más de tres minutos
con este aparato.

ANNIE:
¿Desea que pruebe con el tratamiento manual, Dr. Givings?

DR. GIVINGS:
Sí, por favor. Voy a ver qué pasó con la electricidad.
Permiso señora Daldry, Annie.

SEÑORA DALDRY:
¿Cuál es el tratamiento manual?
35.

ANNIE:
Usted recuéstese nomás.

En la semioscuridad,
Annie pone su mano bajo la sábana y empieza a estimular a la señora Daldry.
Esto no lo vemos, y no es necesario que la actriz lo simule con exactitud,
pero bajo las sábanas, la señora Daldry tiene una eyaculación femenina.

SEÑORA DALDRY:
¡Todo se ha mojado! No sé que ha pasado,
lo siento, yo... Qué vergüenza.

ANNIE:
Eso pasa a veces, señora Daldry, voy a cambiar las sábanas.
Aristóteles escribió sobre esto.

SEÑORA DALDRY:
¿Aristóteles?

ANNIE:
Sí.

SEÑORA DALDRY:
¿Lee griego?

ANNIE:
Sí.

SEÑORA DALDRY:
Increíble...

ANNIE:
Voy a lavarme las manos.

SEÑORA DALDRY:
Por supuesto.
36.

Mientras tanto, en la otra habitación, entra Elizabeth.


La sala ahora está iluminada con varias velas.

ELIZABETH:
¿Me necesita esta noche, señora Givings?

SEÑORA GIVINGS:
Tal vez después de la cena.

ELIZABETH:
Muy bien.

Elizabeth se voltea para salir.

SEÑORA GIVINGS:
Un momento.
Elizabeth, cuando se forma la leche, ¿sientes algo de amor por la criatura?

ELIZABETH:
Trato de no pensar en el amor. Trato de no pensar en Henry Douglas.

SEÑORA GIVINGS:
Por supuesto. ¿Quieres más hijos, Elizabeth? Esa es una pregunta con poco tacto, no tienes
que contestar, discúlpame, a veces digo lo que se aparece en mi cabeza.
Quiero más hijos, y mi esposo realmente quiere más hijos, pero tengo miedo de dar a luz
nuevamente, ¿tú no? Recuerdo claramente cuando di a luz, en el momento en que su cabeza
salía de mi cuerpo, pensé: ¿Por qué haría esto dos veces una persona racional, sabiendo lo
que sé ahora? Y luego ella salió, y de inmediato se subió a mi seno e intentó comerme, ella
estaba tan hambrienta, tan hambrienta que me asustó... Tanta hambre.
Y pensé: ¿Esa es la primera emoción? ¿Hambre? ¿Y no hambre de comida sino la necesidad de
comerse a otra persona? ¿Especialmente a tu propia madre? Y luego pensé... ¿No es extraño?
¿No fue extraño cuando lo hizo Jesús?
Quiero decir, es extraño porque Jesús era hombre, y siempre son las mujeres las que son
comidas... ¿Quién convirtió nuestros cuerpos en comida? Yo le di mi sangre... Había tanta
sangre... Y le di mi cuerpo... Pero no pude alimentarla... No pude convertir mi cuerpo en
comida, y ella estaba tan hambrienta. Supongo que eso me convierte en una mujer inferior y
en un Jesús bastante inferior.
37.

ELIZABETH:
Mhm.

SEÑORA GIVINGS:
Oh, lo siento, me dijeron que eres muy religiosa, eso te debe haber sonado como--

ELIZABETH:
Fui muy religiosa.

SEÑORA GIVINGS:
Oh... Lo siento... Yo--

ELIZABETH:
Pensé en Jesús mientras daba a luz, como usted. Pero no pensaba en por qué el fue un
hombre, sino pensaba: “por favor ayúdame, Jesús.” Y lo hizo. Pero después, ¿por qué no
salvó a mi Henry? No lo sé... Así que dejé de creer en él.

SEÑORA GIVINGS:
Oh.

Vuelve la luz.

Ah, ya tenemos electricidad.

La señora Daldry entra, vestida.

SEÑORA DALDRY:
Buenas tardes.

SEÑORA GIVINGS:
¡Hola!

ELIZABETH:
Buenas.
38.

SEÑORA GIVINGS:
Se le ve renovada.

SEÑORA DALDRY:
¿Le parece?

SEÑORA GIVINGS:
Oh, sí. ¿Podría tocar algo al piano? Estoy segura que a Elizabeth le encantaría escucharla
tocar.

ELIZABETH:
Debo volver para preparar la cena de mis hijos.

SEÑORA GIVINGS:
¿Qué tal si te quedas a escuchar una sola canción?

SEÑORA DALDRY:
Muy bien.

La señora Daldry toca una tonadita. Es triste.


Todas escuchan la canción.
Elizabeth llora, pero nadie la ve llorar.
Annie entra.

ANNIE:
Qué linda canción, señora Daldry.

SEÑORA DALDRY:
Gracias, Annie.

ELIZABETH:
Debo irme.

SEÑORA DALDRY:
Y yo también.
39.

ANNIE:
Camino en la misma dirección.

SEÑORA GIVINGS:
Hasta luego, entonces. Todos se van a dar un buen paseo excepto yo. Vuelvan mañana o
estaré muy aburrida.

Elizabeth tarda un poco en marcharse.

SEÑORA GIVINGS:
¿Qué pasa, Elizabeth?

ELIZABETH:
¿Me paga ahora o después?

SEÑORA GIVINGS:
Ay Dios, no tengo ni un centavo, tendría que pedirle a mi esposo. ¿Tal vez podemos quedar
en una suma semanal?

ELIZABETH:
Está bien. Buenas tardes.

SEÑORA GIVINGS:
Hasta pronto.

Todas salen.
La señora Givings sopla las velas.
El doctor Givings entra, contento al ver que ha vuelto la luz.

DR. GIVINGS:
¡Ha vuelto la electricidad! Algún día, ciudades enteras serán electrificadas. Y el que lo va a
hacer es el señor Edison.

SEÑORA GIVINGS:
No me hables de la electricidad.
Sabes cuánto me aburre.
40.

Todos se han ido.


Y estamos solos.

DR. GIVINGS:
Así veo.

SEÑORA GIVINGS:
Apagaré esto.

Ella le da un beso.

DR. GIVINGS:
¿Subimos?

SEÑORA GIVINGS:
O nos quedamos aquí...

DR. GIVINGS:
¿En la sala de estar?

SEÑORA GIVINGS:
Supongo que se llama así para que se pueda “estar” aquí.

Van al sofá.
Suena el timbre.
Se miran como si dijeran:
No abras la puerta.

DR. GIVINGS:
Yo voy.

El doctor Givings enciende la luz y abre la puerta.

DR. GIVINGS:
¿Señora Daldry?
41.

SEÑORA DALDRY:
Olvidé mi sombrero.

DR. GIVINGS:
Se le ve sonrojada, ¿se encuentra bien?

SEÑORA DALDRY:
Tal vez la caminata me agitó. No estoy acostumbrada a caminar tanto en un solo día. Annie y
yo caminábamos bastante rápido, e íbamos conversando... Bueno, ella habla griego, ¿se lo
imagina? Me siento débil.

La señora Daldry ha caído sobre el brazo de una silla.


El doctor Givings la asiste.

SEÑORA GIVINGS:
¡Oh!

DR. GIVINGS:
Tranquila, señora Dalrdry. ¿Por qué no pasa a verme a la sala de operaciones? Ya ha vuelto la
electricidad.

SEÑORA DALDRY:
Espero no estar interrumpiendo su vida doméstica.

DR. GIVINGS:
Para nada.

SEÑORA GIVINGS:
Para nada.

DR. GIVINGS:
Por aquí. Señora Givings, ¿por qué no vas al cuarto del bebé?

SEÑORA GIVINGS:
Sí, querido.
42.

El doctor Givings y la señora Daldry van a la sala de operaciones.


La señora Givings escucha tras la puerta.

DR. GIVINGS:
No es necesario que se quite toda la ropa si no se siente bien. Solo échese con cuidado. ¿Aún
se siente mareada?

SEÑORA DALDRY:
Un poco.

Niega con la cabeza mientras se quita los guantes.

DR. GIVINGS:
¿Le dan muchos mareos o desmayos?

SEÑORA DALDRY:
Diría que no más de una vez por semana.

DR. GIVINGS:
Ya veo. Haremos que vuelva su salud, no se preocupe.
¿Está lista?

Ella asiente.
El pone el vibrador bajo sus bombachas.
La señora Givings escucha tras la puerta.

SEÑORA DALDRY:
Oh. Oh. No.

La señora Givings ladea su cabeza.

DR. GIVINGS:
Dígame lo que siente.

SEÑORA DALDRY:
No... Quiero... Una máquina.
43.

DR. GIVINGS:
¿Algún fluido, señora Daldry?

SEÑORA DALDRY:
No. Nada.

DR. GIVINGS:
Intentaré usar un dedo además del instrumento para imitar el experimento de Annie.
El masaje de vulva ha sido desacreditado en muchos círculos, pero ocasionalmente, con la
diagnosis correcta y los métodos adecuados, es lo correcto.

Coloca un dedo bajo las sábanas y continua con el vibrador.

SEÑORA DALDRY:
Oh, oh, ¡oh!

DR. GIVINGS:
Tranquila, señora Daldry, no se contenga.

SEÑORA DALDRY:
¡Oh, Annie!

DR. GIVINGS:
¿Disculpe?

SEÑORA DALDRY:
Por favor déjeme. Me siento mucho mejor.

DR. GIVINGS:
Me lavaré y la dejaré para que se arregle. Tómese su tiempo.

La señora Givings toca la puerta.

DR. GIVINGS:
(a la señora Daldry)
Disculpe.
44.

Sale a la sala de estar.

Habla con la señora Givings:

DR. GIVINGS:
¿Qué ocurre? ¿El bebé?

SEÑORA GIVINGS:
¿Qué fue ese sonido? ¿Qué estabas haciendo?

DR. GIVINGS:
Terapia eléctrica, querida. Una sesión muy exitosa.

SEÑORA GIVINGS:
Quiero verla.

DR. GIVINGS:
No podrías comprenderla. Déjame mi aburrida y sosa ciencia y yo te daré el resto de mi
mundo. Tu misma dijiste que la electricidad te aburría.

SEÑORA GIVINGS:
Quiero ver tu máquina ahora mismo.

DR. GIVINGS:
¿Vas a hacer que le eche llave a mi laboratorio?

SEÑORA GIVINGS:
Soy tu esposa.

DR. GIVINGS:
Sí, felizmente eres mi flamante y joven esposa que no tiene ni una pizca de neurosis, y no
necesitas de mis inventos ni experimentos.

SEÑORA GIVINGS:
¡Experimenta conmigo!
45.

DR. GIVINGS:
Te puedo asegurar que no te gustaría.

SEÑORA GIVINGS:
¡Experimenta conmigo!

DR. GIVINGS:
No se vería bien que un hombre de ciencias experimente con su propia esposa. Perdería mi
credibilidad. Cariño, ¿podrías ser tan amable de mantener silencio mientras que la señora
Daldry se encuentra en la otra habitación?

La señora Daldry entra a la sala de estar, se le ve muy saludable.

SEÑORA DALDRY:
No permitan que vuelva a olvidar mi sombrero.

SEÑORA GIVINGS:
Aquí está.

SEÑORA DALDRY:
Ah.
Gracias doctor Givings.

La señora Givings le da su sombrero a la señora Daldry.

DR. GIVINGS:
No es nada. Hasta luego.

SEÑORA DALDRY:
Hasta luego.

SEÑORA GIVINGS:
Hasta luego.
46.

DR. GIVINGS:
Voy al club. El asistente del señor Edison va a electrocutar perros esta noche. Quiere
demostrar los enormes peligros de la corriente alterna en comparación con la corriente
directa. Yo creo que es una tontería. En la corriente alterna, la corriente va de ida y de vuelta,
de ida y de-- Veo cuánto te aburre esto.

Echa llave a la sala de operaciones y guarda la llave en su bolsillo.

SEÑORA GIVINGS:
Sí, es muy aburrido, adiós, y no me beses adiós por favor.

DR. GIVINGS:
Muy bien.

Sale.
Ella camina apresurada.
Camina hacia la sala de operaciones.
Intenta abrir la puerta.
Suena el timbre.

SEÑORA DALDRY:
Olvidé de mis guantes, lo siento, ¿qué pensará de mi?

SEÑORA GIVINGS:
¡Oh, me alegra verla! Mi esposo se acaba de ir al club y estoy muy aburrida.

SEÑORA DALDRY:
Creo que mis guantes están en el otro cuarto.

SEÑORA GIVINGS:
Está cerrado con llave.

SEÑORA DALDRY:
No importa... puedo volver mañana por ellos.
47.

SEÑORA GIVINGS:
No, por favor quédese. Tengo la más insaciable curiosidad acerca de la sala de operaciones
de mi esposo. Tal vez usted puede explicarme como funciona.

SEÑORA DALDRY:
Oh... No... No sé cómo funciona.

SEÑORA GIVINGS:
Él lo enchufa. Lo enciende. ¿Y luego...?

SEÑORA DALDRY:
Le aplica corriente eléctrica a mi... a mi cuerpo... Para soltar el fluido magnético. Eso es lo
que dice. Porque hay fluido en exceso en mi útero, lo que causa mis síntomas de histeria.

SEÑORA GIVINGS:
¿Fluido?

SEÑORA DALDRY:
Sí.
Ahora sí debo irme--

SEÑORA GIVINGS:
Usted sonó así: ¡Oh, oh, ah, eh!

SEÑORA DALDRY:
¿Estaba escuchando?

SEÑORA GIVINGS:
Fue bastante ruidoso.

SEÑORA DALDRY:
Ay, Dios mío, mejor me voy.

SEÑORA GIVINGS:
Quédese a tomar un té. ¿Dónde pone mi esposo el aparato eléctrico?
48.

SEÑORA DALDRY:
(señalando)
Aquí.

SEÑORA GIVINGS:
Mhm. ¿Y le da una sensación de placer o de dolor?

SEÑORA DALDRY:
Placer y dolor a la vez... La corriente eléctrica pasa por todo mi cuerpo... Veo luz...
Patrones de luz bajo mis párpados... Y una especie de carbón caliente en mis pies... Y me
estremezco violentamente, como si me cayera un rayo terrible... Y entonces, cae la oscuridad,
y quiero dormir.

SEÑORA GIVINGS:
Nunca escuché algo tan extraño.

SEÑORA DALDRY:
Hablemos de otras cosas. Electrocutaron a un elefante en Coney Island.

SEÑORA GIVINGS:
Sí, lo sabía.

SEÑORA DALDRY:
Está oscureciendo.

SEÑORA GIVINGS:
Encenderé la lámpara.

SEÑORA DALDRY:
No, por favor.

Se sientan en la oscuridad.
49.

SEÑORA DALDRY:
¿Se imagina como será el mundo cuando todo sea eléctrico? Todo estará enchufado, no sólo
las luces, sino la forma en que cocinamos los huevos y la forma en la que logramos que las
gallinas pongan los huevos. El señor Edison inventó un aparato de grabación que dice que lo
cambiará todo, ¿grabará los últimos deseos de los moribundos? ¿Se imagina? Un hombre
podrá escuchar la voz de su tatarabuelo, podrá escuchar sus últimos deseos. ¿Y qué pasará
con el cuerpo humano? Tal vez brazos eléctricos. Hasta las luciérnagas se volverán eléctricas.

SEÑORA GIVINGS:
Luciérnagas eléctricas.

SEÑORA DALDRY:
Sí.

SEÑORA GIVINGS:
Pianos eléctricos.

SEÑORA DALDRY:
Que Dios no lo permita.

SEÑORA GIVINGS:
Oh, sólo pensar en nunca cargar una vela. No caminar por un pasillo, en la noche, portando
una vela, con miedo de caerse en la oscuridad y empezar un incendio. Hace que una se
vuelva más solemne, ¿no le parece? O soplar una vela... ¡Qué hermoso! Extinguir la luz con
tu propio aliento... ¿Cree que los hijos de nuestros hijos serán menos solemnes? Un
movimiento del dedo... Y todo estará iluminado. Un sólo movimiento del dedo y todo estará
a oscuras. ¡Prendido, apagado, prendido, apagado! Podríamos cambiar de opinión una
docena de veces por segundo. ¡Prendido, apagado, prendido apagado! Seremos como dioses.

SEÑORA DALDRY:
Así me temo.

SEÑORA GIVINGS:
¿Tiene un gancho?
50.

SEÑORA DALDRY:
Sí.

Le da a la señora Givings un gancho de su sombrero.


La señora Givings va a abrir el cerrojo de la sala de operaciones con el gancho.

SEÑORA GIVINGS:
Sólo le traeré sus guantes.

La señora Givings entra a la sala de operaciones.


La señora Daldry la sigue.
La señora Givings mira alrededor.

SEÑORA GIVINGS:
¿Esto es?

SEÑORA DALDRY:
Sí.

SEÑORA GIVINGS:
¡Que extraordinario! Parece la herramienta de una granja.
¿Donde la coloca?

SEÑORA DALDRY:
Aquí.

La señora Givings se pone el vibrador en sus partes privadas.

SEÑORA GIVINGS:
Ya veo. ¿Donde está el interruptor?

SEÑORA DALDRY:
No tengo idea.

La señora Givings encuentra el interruptor.


El vibrador se enciende.
51.

SEÑORA GIVINGS:
Qué raro suena.

SEÑORA DALDRY:
Lo sostendré para usted.

Lo hace.

SEÑORA GIVINGS:
¿Pesa?

SEÑORA DALDRY:
No mucho.

SEÑORA GIVINGS:
Bueno, no veo que tanto alboroto hacen.

SEÑORA DALDRY:
A veces cierro los ojos.

La señora Givings cierra los ojos.


Escuchamos el zumbido del vibrador por más tiempo de lo que queremos.

SEÑORA GIVINGS:
¡Oh!
¡Oh!

La señora Givings alcanza el clímax.


Y mientras lo hace, llora.

SEÑORA GIVINGS:
Eso fue terrible... Fue una sensación espantosa y extraña, ya veo por qué no me ha hablado
de esto.

SEÑORA DALDRY:
Así es.
52.

SEÑORA GIVINGS:
¿Quisiera probar usted?

SEÑORA DALDRY:
Oh, no, sólo el doctor puede administrar el tratamiento.

SEÑORA GIVINGS:
No veo por qué... Se ve muy fácil. En esta épocas todo lo que una tiene que saber es como
apretar un botón o un interruptor. Yo lo sostendré.

SEÑORA DALDRY:
Muy bien. Espere...
(escucha)
¿Ese no es el carruaje de su marido?

SEÑORA GIVINGS:
No escucho nada.

SEÑORA DALDRY:
¿No son cascos de caballo?

SEÑORA GIVINGS:
Se lo está imaginando. No volverá del club hasta por lo menos las siete de la noche.

SEÑORA DALDRY:
¿Está segura?

SEÑORA GIVINGS:
Oh, sí, cuando empieza a hablar de la electricidad no hay forma de detenerlo.

SEÑORA DALDRY:
Bueno, entonces...

SEÑORA GIVINGS:
¿Está lista?
53.

SEÑORA DALDRY:
Creo que sí.

SEÑORA GIVINGS:
¡Aquí vamos!

La señora Givings pone el vibrador en las partes íntimas de la señora Daldry.


Miran hacia el cielo.
El zumbido del vibrador. Música transcendental.
Cae una cortina.
Fin del acto.
54.

Acto II

Primera Escena

Aproximadamente dos semanas después.


El doctor Givings y Leo,
en la sala de operaciones.

LEO:
Y luego se fue, muy abruptamente, para Italia.

DR. GIVINGS:
Ya veo.

LEO:
Fue una sorpresa terrible.
He estado estudiando en Florencia todo este año. Allá tienen maestros muy exigentes... La
línea debe ser perfecta... La proporción exacta... No hay libertad... Uno taja su lápiz con un
cuchillo, como lo hizo Leonardo. Fue como estar en el cielo. Eso de no tener libertad. Sin
libertad en el arte, pero en la vida, la vida. Los duraznos saben a duraznos, la lluvia como
lluvia. Ahí conocí a la mujer que he mencionado. Una mujer muy hermosa. (Ya sé. Nadie
nunca ha dicho: Me enamoré de una mujer en Italia... Una mujer muy fea.) Pero ella era
hermosa. Tal vez no con una belleza clásica, pero eso no importa... Nos conocimos en el
Uffizzi. Ella estaba admirando las esculturas sin vergüenza. Ni una pizca de vergüenza. Pinté
su rostro todo el verano. Cuando besaba, besaba con todo su cuerpo, no como las mujeres
americanas que sólo besan con los labios.

DR. GIVINGS:
Mm.

LEO:
Tal vez eso le sorprende, doctor, que la haya besado antes del matrimonio. Soy un devoto de
la naturaleza y quiero evitar el destino de un amigo de mi infancia. Se sintió asqueado por el
cuerpo de su esposa en su noche de bodas. Me dijo que la primera vez que ella se desnudó
vio algo monstruoso. ¿Qué cosa? Le pregunté. Ella tenía vellos. Allá abajo. Como un animal.
Verá, sólo había visto el cuerpo femenino en estatuas de mármol... Nada de vellos. Usted es
científico, eso le debe divertir.
55.

DR. GIVINGS:
Lo que los hombres no observan porque su intelecto no les permite verlo llenaría muchos
libros.

LEO:
Así es.

DR. GIVINGS:
¿Qué le pasó a su amigo?

LEO:
Ahora es un famoso crítico de arte. Su matrimonio no se consumó por tres años y luego fue
anulado. No quería ese mismo destino para mí, así que, mientras que los labios estuvieran
dispuestos y libres y suaves, los besé. Oh, sí que los besé.
Ella no venía de una buena familia ni hablaba muy bien el inglés. Pero eso no me importaba.
Su alma saltaba de sus ojos. Cuando pintaba sus ojos sentía que estaba pintando almas. Su
alma flotaba, justo aquí, y yo podía verla.
(gesticula a un lugar a dos pulgadas de sus ojos.)
Así que cuando pintaba, pintaba a dos pulgadas de los ojos, no los ojos mismos... ¡Era una
revelación! Pero estoy divagando.

La señora Givings entra al otro cuarto y prepara los utensilios para el té.

LEO:
Viajó conmigo a Inglaterra para conocer a mis padres, para anunciar nuestro compromiso. Y
luego, a la mañana siguiente, desapareció. ¡De vuelta a Italia! ¡No me dijo nada, no me
escribió, no respondió mis cartas, nada! Y mi cuerpo entero se tornó contra mi. Dolores de
cabeza, vista, debilidad, nauseas...

DR. GIVINGS:
¿Y la debilidad ha durado por...?

LEO:
Nueve meses.
56.

DR. GIVINGS:
¿En sus extremidades?

LEO:
Sí. Pero la debilidad en mis ojos es posiblemente la peor. Porque no me permite pintar.

DR. GIVINGS:
¿Así que no ha pintado por nueve meses?

LEO:
Es imposible pintar en la oscuridad.

DR. GIVINGS:
Es muy extraño, un caso de histeria masculina, pero por supuesto que lo vemos de vez en
cuando.

LEO:
¿Es curable?

DR. GIVINGS:
Por supuesto que sí. Quisiera que se desvista y se quede en ropa interior, y que luego se eche
en la mesa. Annie, mi asistente, vendrá muy pronto.

Elizabeth entra a la sala con el bebé.

LEO:
No sabía que habría una dama presente.

DR. GIVINGS:
Ella es un ejemplo de tacto y discreción.

Leo se desnuda. Mientras tanto, en la sala.

SEÑORA GIVINGS:
(a Elizabeth)
¿Comió bien?
57.

ELIZABETH:
Como un ángel.

SEÑORA GIVINGS:
Gracias Elizabeth.

ELIZABETH:
Creo que los bebés son como ángeles cuando sólo toman leche, ese primer año. Podrían
volar de vuelta a donde vinieron, a la leche que está en las nubes. Cuando les salen los
dientes es el comienzo del fin. Se convierten en animales y ya no hay vuelta atrás.

SEÑORA GIVINGS:
Sí.

ELIZABETH:
Pero ella aún es un ángel. Ni un diente.

Elizabeth toca la mejilla del bebé.


La bebé sonríe.
La señora Givings está celosa.

SEÑORA GIVINGS:
Bueno. Eso es todo por ahora, Elizabeth.

ELIZABETH:
Iré a recoger mis cosas.

Elizabeth sale al cuarto del bebé.


Leo ahora está desnudo y el Doctor Givings entra a la sala de operaciones.
La Señora Givings está cargando al bebé.
Annie ha puesto una sábana sobre Leo.
La Señora Givings está sola con el bebé.

SEÑORA GIVINGS:
¿No me sonríes? Sonreías para Elizabeth.
(Cantando suavemente:)
Levantas las persianas en la mañana
58.

Y te gusta cerrarlas en la noche


Juntos dormimos cerca de la madriguera
Y nos olvidamos de la luz eléctrica.

En la sala de operaciones:

DR. GIVINGS:
Este, Leo, es lo que llamo el Vibrador Chatanooga. De mi propia invención. Se desliza
dentro de la cavidad anal.

LEO:
Ya veo.

DR. GIVINGS:
Sólo mire en esa dirección y encójase un poco, con las rodillas contra el pecho. Annie
operará el pedal que controla la velocidad. Funciona como una máquina de coser.

LEO:
Ah.

El Doctor Givings enchufa el vibrador.

DR. GIVINGS:
Vamos a estimular la glándula de la próstata. ¿Se encuentra listo?

LEO:
Creo que sí.

Pone el vibrador bajo la ropa interior de Leo.


Annie lo asiste.
Leo se ve preocupado.
Leo se ve consternado.
Leo tiene un paroxismo anal.
59.

LEO:
Oh.
¡Oh!
Oh.

La Señora Givings va a la puerta.

SEÑORA GIVINGS:
¿Es la voz de un hombre?

DR. GIVINGS:
¡Excelente! Creo que es suficiente por un día.
¿Cómo se siente?
¿Quisiera una taza de té?

LEO:
Me encantaría una taza de té.

El Doctor Givings entra a la sala.

SEÑORA GIVINGS:
Hola querido, ¿cómo va el trabajo?

DR. GIVINGS:
Un paciente nuevo. Un caso muy interesante. Muy extraño.

SEÑORA GIVINGS:
¿Un hombre?

DR. GIVINGS:
¿Cómo lo supiste?

SEÑORA GIVINGS:
Escuché la voz de un hombre.
60.

DR. GIVINGS:
No pensé que la puerta fuera tan porosa.

SEÑORA GIVINGS:
¿Pero por qué vendría a verte un hombre?

DR. GIVINGS:
La histeria no es tan común en un hombre... Pero, bueno, es un artista.
Tal vez deberías salir a pasear con la bebé, para que no te vayas a encontrar con él.

SEÑORA GIVINGS:
Creo que la bebé sigue hambrienta... Iré a buscar a Elizabeth.

DR. GIVINGS:
Muy bien.

Ella sale con la bebé.


El Doctor Givings sirve el té.
Mientras tanto, Leo se ha vestido con la ayuda de Annie.

LEO:
Gracias.
Qué extraño.

El Doctor Givings entra y le da una taza de té a Leo.

LEO:
Gracias.

DR. GIVINGS:
Lo veré mañana. Me parece que sesiones diarias serán lo mejor en esta etapa temprana.
Si desea puede dar un paseo por mi propiedad.

LEO:
Excelente, gracias doctor.
61.

DR. GIVINGS:
Por supuesto. Nos veremos mañana, entonces.

LEO:
Sí, sí, por supuesto.

Leo entra a la sala.


Al mismo tiempo en que la Señora Givings entra sin el bebé.

SEÑORA GIVINGS:
Buenas.

LEO:
Buenas.

SEÑORA GIVINGS:
Señora Givings.

LEO:
¿Usted es la esposa del doctor?

SEÑORA GIVINGS:
Así es. Rara vez atiende a hombres. Que extraño gusto me da conocerlo.

Lo mira, confundida, recordando su propia experiencia con el vibrador y preguntándose como diablos se usa
con un hombre.

LEO:
Leonard Irving.

SEÑORA GIVINGS:
Es un gusto conocerlo, señor Irving.

LEO:
Igualmente.

Le besa la mano.
62.

SEÑORA GIVINGS:
Tan chapado a la antigua.

LEO:
Me temo que ahora todos andan diciendo: Soy un hombre moderno, soy una mujer
moderna, es la era moderna. Pero yo detesto la modernidad.

SEÑORA GIVINGS:
¿Ah sí? Qué opuesto. ¿Es usted una persona que se opone a todo?

LEO:
Algunos dirían que sí.

SEÑORA GIVINGS:
El corte de su saco también es muy chapado a la antigua.

LEO:
Es el viejo saco de mi padre. No me interesa el corte de un saco. Me pongo lo que sea que
mi padre deseche.

Leo mira la lámpara y frunce el ceño.

SEÑORA GIVINGS:
¿Le molesta la luz de la lámpara?

LEO:
La luz me ha molestado mucho en estos últimos nueve meses, pero me siento mejor ahora.

Ella apaga la lámpara.

SEÑORA GIVINGS:
Por si acaso.
63.

LEO:
Cuando salió la luz de Edison, todos decían Dios mío... Como la luz de un atardecer de
otoño en Italia... Sin humo, sin olor, una luz sin flama, ¡sin peligro! Pero para mí, señora
Givings, una luz sin flama no es divina, una luz sin flama... Es como...

SEÑORA GIVINGS:
¿Qué?

LEO:
No puedo decirlo.

SEÑORA GIVINGS:
¿Por qué no?

LEO:
Casi no la conozco. Ofendería su sensibilidad femenina.

SEÑORA GIVINGS:
Oh, no tiene por qué ser tímido conmigo, yo sólo digo lo que me viene a la mente.

LEO:
Bueno, una luz sin flama es como tener relaciones con una prostituta. Sin flama de amor ni
deseo, sólo los adornos externos del acto. Y sin amor... Sin la aceleración mental... Los
ojos... La sangre... Sin el corazón o el intelecto... Los cuerpos son carne.
Carne y huesos y palancas y tecnicismos.

SEÑORA GIVINGS:
Bueno, tal vez tiene razón. No debió decírmelo.

LEO:
No es que haya conocido a ninguna prostituta... Íntimamente...

SEÑORA GIVINGS:
(con “íntimamente”)
No estaba implicando.
64.

LEO:
Sólo es una metáfora.

SEÑORA GIVINGS:
Por supuesto.

Es un momento incómodo.
Se quedan ahí sentados, en la semioscuridad.

LEO:
Me encanta esta hora de la tarde. Cuando el mundo se está oscureciendo. Y uno puede ver
afuera de la ventana... Las luces en las casas vecinas encendiéndose. Una amarilla... Una casi
blanca... Pequeños cuadros de luz, las vidas de otras personas... Protegidos contra la noche.
Tan llenos de esperanza. Ridículo, ¿no es así? Tener tanta esperanza. Pensar que un pequeño
cuadrado de luz podría extinguir la oscuridad... Y aún así, otra se enciende... Vea...

La lleva a la ventana y le muestra.

SEÑORA GIVINGS:
Sí... Una... Luego dos.

LEO:
Mire... Allá... Otra ventana encendida. Dorada. El resto de la casa en la oscuridad... Una
pintura incompleta. Me encantan las pinturas incompletas... ¿Por qué los pintores siempre
insisten en terminar sus pinturas? Es incomprensible... ¡La vida no es así!

SEÑORA GIVINGS:
¡Oh!

LEO:
Y las que Miguel Angel nunca terminó, ¿las conoce? Fantasmas de lineas suspendidas al
fondo de sus pinturas... ¿Alguna vez ha visto La Virgen y el Niño con los Ángeles?

SEÑORA GIVINGS:
Nunca he estado en Italia.
65.

LEO:
Oh. Debe ir. Y al llegar debe ir directamente a ver esa pintura... Las líneas incompletas de
Dios... No pueden ser llenadas porque serían demasiado bellas... Golpearían los sentidos... Y
es por eso que están casi ahí... Mujeres o ángeles chismoseando... Formando su propio ser.
Una niña, una mujer que está dos tercios hecha, está más cerca de Dios. Una chica a punto
de conocerse a sí misma es lo más atractivo en este mundo para un hombre, por esa misma
razón.

SEÑORA GIVINGS:
¿Le parece?

LEO:
Oh, sí.

Se sientan en la oscuridad por un momento.


La Señora Givings aguanta su usual necesidad de hablar, porque sentarse junto a Leo es una nueva categoría
de ser para ella.
Suena el timbre.

SEÑORA GIVINGS:
Disculpe.

La Señora Givings salta de su asiento y abre la puerta.


Es la Señora Daldry.

SEÑORA GIVINGS:
¡Señora Daldry!

SEÑORA DALDRY:
Buenas, ¿llegué temprano? Creo que he llegado temprano.

SEÑORA GIVINGS:
Justo he conocido al señor Irving.

SEÑORA DALDRY:
Mucho gusto.
Pero están en la oscuridad.
66.

La Señora Givings enciende la lámpara.


Leo está fascinado por la belleza frágil de la Señora Daldry.
Luego de su inesperado paroxismo, se enamoraría de cualquier criatura que vea.

LEO:
Debo irme. Mil pinturas. Quiero decir... Mil disculpas, por mi rudeza al irme tan
rápidamente. Ahora tengo miles de pinturas por pintar. ¡De pronto! ¡De la nada! Tengo que
pedir un nuevo lienzo. Varios. De inmediato. Adiós.

Sale corriendo.

SEÑORA GIVINGS:
Que joven tan interesante.

SEÑORA DALDRY:
Sí.

SEÑORA GIVINGS:
Un pintor.

SEÑORA DALDRY:
¡Así veo!

La Señora Givings se asegura de que están solas.

SEÑORA GIVINGS:
Señora Daldry, he querido hablar con usted desde nuestra aventura con el gancho. Me dijo
que vio una luz cuando mi esposo la trató, y luego le dio sueño y quiso dormir. Bueno, yo
tuve sensaciones tan distintas que me pregunto si es posible que hayan ocurrido con el mismo
instrumento. A mí no me dio ni un poco sueño después. De hecho, tenía un deseo
irrefrenable de caminar, o de correr, o de trepar un árbol. ¿Como es posible que un mismo
aparato cause reacciones tan opuestas? ¿Tal vez porque yo estoy sana y usted enferma?

SEÑORA DALDRY:
No lo sé. He estado tan preocupada de que se entere su esposo, o que se moleste con
nosotras y suspenda mi tratamiento.
67.

SEÑORA GIVINGS:
A mí no me importa. He decidido usar el aparato nuevamente y descubrir el misterio de por
qué a usted la causa sueño y a mí euforia. ¡Me siento como toda una científica!

El Doctor Givings entra.

DR. GIVINGS:
Ah, señora Daldry, Catherine. Estamos listos para atenderla en la otra habitación.

SEÑORA DALDRY:
Muy bien.

El Doctor Givings le da una mirada molesta a la Señora Givings por hablar con una paciente.
Lleva a la Señora Daldry a la sala de operaciones.

DR. GIVINGS:
Por aquí.
Se le ve bien, muy bien. ¿Su apetito ha mejorado?

SEÑORA DALDRY:
Yo diría que sí.

DR. GIVINGS:
¡Qué bueno!

Entran a la sala de operaciones:


La Señora Givings los ve irse.
Suena el timbre:
La Señora Givings abre.

LEO:
Lo siento, olvidé mi chalina.
Me fui con tanto apuro.
68.

SEÑORA GIVINGS:
Me da gusto que haya vuelto, señor Irving. Ahora que la señora Daldry ha entrado a recibir
terapia eléctrica, yo, la esposa, me encuentro sola y con excesivo tiempo que matar, si me
comprende.

LEO:
En realidad no estoy seguro de comprenderla, señora Givings.

SEÑORA GIVINGS:
Tome un poco más de té.

Lo sirve.

LEO:
No quiero molestar.

SEÑORA GIVINGS:
Tendrá que esperar a que terminen antes de que pueda recoger su chalina. Siéntese.
¿Azúcar?

LEO:
No gracias, el azúcar es para mujeres y niños rechonchos.
Gracias.

El Doctor Givings enchufa el vibrador mientras que la Señora Daldry se desnuda.


El sonido del vibrador, hablan sobre él:

SEÑORA GIVINGS:
Que buen tiempo tenemos para ser Noviembre.

LEO:
Sí. Aunque oscuro.

SEÑORA GIVINGS:
Sí, está oscuro.
69.

La Señora Daldry gime desde el otro cuarto.


Leo habla más fuerte.

LEO:
Se pone oscuro tan temprano. Oscuro en los árboles tan altos y desnudos. Creo que
Noviembre es el mes más alto porque cuando los árboles han perdido sus hojas se ven más
altos. Altos de una forma... solitaria.

La Señora Daldry gime.

LEO:
Sí... Noviembre es un mes alto... Octubre es un mes redondo... Abril es un... mes delgado...

SEÑORA GIVINGS:
¡Por favor deje de hablar de las estaciones!

LEO:
¿Disculpe?

SEÑORA GIVINGS:
Hablamos y hablamos y nos rodeamos de plantas, de teteras, de estatuillas, para darnos una
sensación de hogar, de permanencia, como si rodeándonos de objetos pudiéramos lograr que
el mundo no se rompa en miles de pedazos, que la casa no salga volando, pero yo
experimenté algo el otro día, señor Irving, algo que rompería una estatuilla, que rompería a
un elefante. Aquí está mi acertijo: ¿Qué es algo que podría matar a un hombre y a la vez
traerlo de vuelta a la vida? ¿Lo sabe?

LEO:
Eso es fácil.

SEÑORA GIVINGS:
¿Lo es?

LEO:
El amor.
70.

SEÑORA GIVINGS:
No. La electricidad.

Mientras tanto, la Señora Daldry tiene un sonoro paroxismo en la otra habitación.

DR. GIVINGS:
Muy bien, Señora Daldry.

Leo y la Señora Givings se miran.


Elizabeth entra con su saco.

ELIZABETH:
Volvió a comer y ahora duerme. Nunca tuve a una niña. Cuando come, come tan callada, tan
educada, no como mis hijos que no se saciaban nunca.

SEÑORA GIVINGS:
Muchas gracias, Elizabeth.

LEO:
¿Usted es el ama de leche del bebé?

ELIZABETH:
(a Leo)
Oh, disculpe, no lo había visto... No hubiera hablado de... Sí, soy el ama de leche de la
bebé.

LEO:
Me gustaría pintarla dando de mamar a la bebé.

ELIZABETH:
Eso no es posible--

LEO:
Una Madonna de nuestra época. Una Madonna posterior a la Guerra Civil...
71.

ELIZABETH:
¿Disculpe?

LEO:
Oh, lo siento, ¿la he incomodado?

SEÑORA GIVINGS:
Tendrás que disculparnos, Elizabeth, los hombres en esta casa no son muy ortodoxos. ¿A los
artistas y a los científicos no les interesan las convenciones sociales, no es así?

LEO:
Desde que su esposo me ha estado tratando me siento lleno de las energías creativas más
salvajes. Podría pintar toda la noche, y todos me parecen rebozantes de belleza. Usted,
Elizabeth, es hermosa y debería estar en una pintura.

ELIZABETH:
Nunca ha habido un hombre en el cuarto mientras amamantaba a un bebé. Mi esposo, por
supuesto, me ha visto amamantar a los míos, pero eso es natural.

LEO:
Le pagaría bien. Y durante sus horas de trabajo, le triplicaría el salario. Y usted tendría que
pretender que no estoy ahí mientras trabaja.

ELIZABETH:
¿El triple del salario?

LEO:
Sí. No me imagino que ella le paga mucho por sus servicios.

SEÑORA GIVINGS:
¡Señor Irving--!

LEO:
Yo le pagaré diez dólares la hora por sus servicios.
72.

Elizabeth y la Señora Givings se miran, impresionadas.


(10 dólares era el equivalente a aproximadamente 175 dólares).

ELIZABETH:
Posaré para usted. Pero no le diga a mi esposo, y por favor esconda mis rasgos, así nada
parecerá impropio. También quisiera que la Señora Givings se quede en el cuarto con
nosotros.

LEO:
Debe usar un bello vestido, o una bata. ¿Tiene un vestido que podamos utilizar?

SEÑORA GIVINGS:
Yo...

LEO:
Debe ser algo que permita que salga el seno, para que ella pueda dar de mamar.

La Señora Givings está impactada.


La Señora Daldry y el Doctor Givings entran.

DR. GIVINGS:
Buenas Leo, no me gusta que mis pacientes se crucen. Lo siento.

LEO:
Dejé mi chalina.

DR. GIVINGS:
Ah, pase y recójala. Ya hemos terminado.

SEÑORA DALDRY:
(a Leo)
Hola.

LEO:
Hola.

Suena el timbre. Es el Señor Daldry.


73.

SEÑOR DALDRY:
¿Doctor?

LEO:
Voy a traer mi chalina.

En el otro cuarto, Leo mira el aparato vibrador. Se pregunta cómo será utilizado en una mujer.

SEÑOR DALDRY:
Se te ve muy bien, Señora Daldry. Se te veía muy bien esta mañana, pero tus mejillas están
más rosadas ahora.

DR. GIVINGS:
¿No es increíble su mejoría?

SEÑOR DALDRY:
¡Así es! Me parece que ya podría dejar el tratamiento.

SEÑORA DALDRY:
Creo que eso sería prematuro. Aún no me he curado.

SEÑOR DALDRY:
Pero estás mucho mejor.

DR. GIVINGS:
Sí.

SEÑOR DALDRY:
¡Es usted un mago, doctor!

Leo entra.

LEO:
Me había olvidado mi chalina.
74.

DR. GIVINGS:
Leo Irving.

SEÑOR DALDRY:
Dick Daldry.

LEO:
Un gusto.

SEÑOR DALDRY:
Me alegra que haya encontrado su chalina. Está nevando.

SEÑORA GIVINGS:
¿Ah sí?

SEÑORA DALDRY:
¿En Noviembre?

SEÑOR DALDRY:
Así es. Traje tu impermeable, querida.

SEÑORA DALDRY:
Gracias.

SEÑOR DALDRY:
Gracias, doctor.

DR. GIVINGS:
De nada.

LEO:
Los sigo. Podemos caminar juntos.

La Señora Daldry, el señor Daldry, Elizabeth y Leo salen.


75.

DR. GIVINGS:
Hasta luego.

SEÑORA DALDRY:
Hasta luego.

SEÑOR DALDRY:
Hasta luego.

ELIZABETH:
Hasta luego.

LEO:
Hasta luego.

SEÑORA GIVINGS:
¡Hasta luego!

El Doctor Givings cierra la puerta.

DR. GIVINGS:
¿Qué ocurre?

SEÑORA GIVINGS:
Creo que tenemos que despedir a Elizabeth.

DR. GIVINGS:
¿Por qué?
Leticia está radiante y sonrojada, y definitivamente gorda.

SEÑORA GIVINGS:
Creo que Elizabeth se está encariñando con la bebé.

DR. GIVINGS:
Quieres que le dé amor a la bebé, pero no mucho amor.
76.

SEÑORA GIVINGS:
Exactamente.

DR. GIVINGS:
Nunca entenderé a las mujeres.

SEÑORA GIVINGS:
Aún sigo goteando leche gris, es como si mi cuerpo estuviera llorando.

DR. GIVINGS:
Oh, querida, pronto habrás vuelto a la normalidad. Y es bueno que no amamantes.
Podremos tener otro hijo más pronto.

SEÑORA GIVINGS:
¡Otro hijo! ¡Con la justas puedo--!
¡Ni siquiera me mira!

DR. GIVINGS:
¿Quién?

SEÑORA GIVINGS:
¡La bebé!
¡No me sonríe!
No soy una buena madre. ¡No hago nada! ¡Sólo sirvo el té!
Quiero que uses tu máquina conmigo.

DR. GIVINGS:
Querida, es para mujeres que están enfermas. Probablemente no te causaría efecto alguno, ya
que estás perfectamente saludable.

SEÑORA GIVINGS:
No estoy saludable, me siento intranquila y excitable, y lloro por cualquier motivo. Ayudas a
muchas otras mujeres, pero a mí, a tu esposa, sólo me das una palmadita en la cabeza.

DR. GIVINGS:
¿Qué ocurre?
77.

SEÑORA GIVINGS:
Ella sabe dónde conseguir apoyo y amor, y no viene de mí.

DR. GIVINGS:
¡Tú eres su madre!

SEÑORA GIVINGS:
Sólo de nombre.
La leche es apoyo. La leche es amor.
¿Cómo aprenderá a amarme?

DR. GIVINGS:
En realidad parece que sí estás sufriendo, quizás, del excesivo fluido de leche. Tal vez debo
intentar el tratamiento contigo, aunque me pone algo nervioso. Pero no le digas a tus amigas.
No debe saberse en la comunidad científica que estoy tratando a mi propia esposa.

SEÑORA GIVINGS:
¿Ahora?

DR. GIVINGS:
No tengo otras pacientes por una hora.

SEÑORA GIVINGS:
Ahora que has cedido, tengo un poco de miedo.

DR. GIVINGS:
No hay nada que temer, querida. Ven, te mostraré.

La lleva a la sala de operaciones.

DR. GIVINGS:
Primero desnúdate hasta tu ropa interior. Me voltearé.

SEÑORA GIVINGS:
¿Todas las mujeres se desnudan hasta la ropa interior?
78.

DR. GIVINGS:
Es medicina, cariño.

Ella empieza a desnudarse, pero hay demasiados botones en la espalda.

SEÑORA GIVINGS:
No puedo hacer esto sin tu ayuda.

DR. GIVINGS:
Oh, disculpa.

La ayuda con los botones y luego vuelve a voltearse; un caballero.

DR. GIVINGS:
¿Estás bien?

SEÑORA GIVINGS:
Sí.

Ella termina de desnudarse.


Él enchufa el vibrador.

DR. GIVINGS:
No te preocupes.
Sólo échate y relájate.

Ella lo hace.

DR. GIVINGS:
¿Estás cómoda?

SEÑORA GIVINGS:
Sí.

Pone el vibrador contra sus partes privadas. Su rostro permanece impasible.


79.

DR. GIVINGS:
No hay que temerle a la electricidad... Viene de la naturaleza. Recuerdo que cuando era niño,
una vez estaba acariciando el lomo de un gato y de pronto me sorprendí al ver chispas
saliendo de su pelaje. Mi padre dijo, sólo es electricidad, lo mismo que ves en los árboles
durante una tormenta. Mi madre se veía preocupada. Deja de acariciar al gato, puedes causar
un incendio. Yo seguí acariciando al gato. Pensé: ¿La naturaleza es un gato? Si es así, ¿quién
la acaricia? ¿Dios?

SEÑORA GIVINGS:
(le cuesta un poco hablar)
¿Y a qué conclusión llegaste?

DR. GIVINGS:
La ley de la naturaleza.
¿Demasiada presión?

SEÑORA GIVINGS:
No.
Oh,
Oh,
Oh...
Bésame cariño, bésame.

DR. GIVINGS:
Después.

SEÑORA GIVINGS:
No, bésame ahora.
Bésame mientras pones ahí el instrumento. Ahí mismo, al mismo tiempo.

DR. GIVINGS:
No, querida, eso sería...

SEÑORA GIVINGS:
No me importa, hazlo, hazlo, he soñado con besar a alguien así.
80.

Ella lo besa apasionadamente y pone el vibrador contra sus partes privadas.

DR. GIVINGS:
Esto es lo que temía. El aparato le devuelve el balance a un mujer enferma, pero a una mujer
saludable la vuelve excitable, y posiblemente causa un tipo de onanismo perverso.

SEÑORA GIVINGS:
¿Qué es onanismo?

DR. GIVINGS:
Me da gusto ver que no lo sabes. Temo que el experimento no fue exitoso, querida.

SEÑORA GIVINGS:
¡Y yo digo que fue muy exitoso! ¡Bésame! ¡Bésame ahora mismo!

La besa educadamente.

SEÑORA GIVINGS:
¡No es suficiente! ¡No eres suficiente! ¡Dios mío!

Ella aún no ha tenido un paroxismo.


Él le quita el vibrador.

DR. GIVINGS:
Cometí un grave error al traerte a la sala de operaciones. Los científicos nunca deberían
mezclar sus vidas privadas con sus estudios médicos. Fue mi error, cariño, y ambos lo
olvidaremos.

Desenchufa el vibrador.

DR. GIVINGS:
Ahora quiero que subas y tomes una siesta.

SEÑORA GIVINGS:
¡No!
81.

DR. GIVINGS:
Catherine...

Ella se viste y el Doctor Givings la ayuda con los innumerables botones.

SEÑORA GIVINGS:
Voy a dar un paseo. ¿Me ayudas con esto...? Por Dios santo, ¿por que tiene tantos botones?

DR. GIVINGS:
Hay muchos botones.

SEÑORA GIVINGS:
Podría caminar, y caminar, y caminar toda la noche en la nieve.

DR. GIVINGS:
¿Está nevando?

SEÑORA GIVINGS:
¿No viste la primera nevada? Dios mío, cuando recién te conocí y era sólo una niña, escribí
mi nombre en la nieve afuera de tu ventana... Habría hecho lo que sea para que te percates de
mí... tú eras mayor, y me parecías tan sabio, tan calmado... Y tan maravillosamente
indiferente conmigo. No sé si alguna vez lo viste... Se derritió... No importa si viste mi
nombre en la nieve, todo lo que verías sería una sustancia natural.

DR. GIVINGS:
Catherine...

SEÑORA GIVINGS:
Temo que has puesto mal los botones.

DR. GIVINGS:
Lo siento.

Empieza a abotonarla de nuevo.


82.

SEÑORA GIVINGS:
Fue un gesto innecesario, infantil, un nombre en la nieve, pero un regalo debe ser
innecesario para que valga algo... pero tu querrías que sirva de algo, tu no dirías: Bueno, no
sirve de nada, pero lo hiciste para mí. Así que nunca se derretirá. Existirá para siempre.
Ahh... Me siento tan ridícula. Mi sombrero por favor.

Está vestida.

DR. GIVINGS:
Cometí un grave error hoy y lo siento.

Intenta tocarla.

SEÑORA GIVINGS:
¡Adiós!

Ella sale de la sala de operaciones y entra a la sala.


Sale sin su saco, sombrero o guantes.

DR. GIVINGS:
¡Llévate un abrigo! ¡Hace frío!
¿De verdad escribiste tu nombre en la nieve?

El Doctor Givings solo.


Mira el vibrador con tristeza.
Se lava, resignado.
Mira el agua.
Se queda fascinado con el agua.

DR. GIVINGS:
(inspirado)
¡Annie!

Annie aparece.

DR. GIVINGS:
¿Puedes apuntar esto? De pronto se me ha ocurrido un nuevo invento.
83.

Ella toma notas.

DR. GIVINGS:
¡Un vibrador hecho de agua! El poder curativo del agua, en conjunto con una potente fuerza
eléctrica... podría ser... Dios mío, revolucionario... La paciente experimentaría el efecto
relajante del agua, incluso cuando tiene un desahogo de la presión, revitalizando la
circulación. Podría ser utilizado en pacientes con propensión a ser excitables... como mi
esposa... Quiero decir... Necesitaremos veinte pies de cañerías de cobre de inmediato...
¿Puedes pedirlo a la ferretería lo más pronto posible?

ANNIE:
Sí, señor.

Annie sale.
El Doctor Givings trata de entender cómo funcionaría su invento haciendo mímica con las manos.
La Señora Givings entra a la sala con Leo.
Se están riendo y sus rostros están sonrojadas.

SEÑORA GIVINGS:
¡Que gusto me da haberlo encontrado!

LEO:
Y yo a usted.
Le podría haber dado una terrible fiebre haciendo ángeles de nieve sin su saco... Se le veía
como un ángel caído.

SEÑORA GIVINGS:
¿Ah sí? Oh, tengo frío, pero el frío se siente maravilloso, me siento despierta, tengo un
hormigueo en la piel.

LEO:
Debo pintarla así.

SEÑORA GIVINGS:
Leo... Señor Irving... Debo preguntarle... Sé que no es elegante... Pero hoy no me importa,
no me importa nada... Cuando recibió el tratamiento de mi esposo, ¿dónde puso... el
instrumento?
84.

LEO:
No creo que a su esposo le gustaría que yo se lo diga, sólo hablaría de eso en latín o griego.

SEÑORA GIVINGS:
Yo sólo hablo inglés. ¿Me puede mostrar en mí misma?

LEO:
Ehhh... No. Puede que sea un artista, pero también soy un caballero.

SEÑORA GIVINGS:
No existe tal cosa. ¿Cuál desea ser más, señor Irving? ¿Artista o caballero?

Ella se le acerca.

LEO:
Mire la nieve por la ventana, ¿no le parece, señora Givings, que la nieve siempre es generosa?
Porque tiene que caer despacio, llegar al suelo o a una pestaña, muy despacio... Y las cosas
que se juntan de forma lenta son generosas.

SEÑORA GIVINGS:
Está cambiando de tema.

LEO:
Así es.

SEÑORA GIVINGS:
Venga despacio, como la nieve.

Ella pone la mano en su mejilla lentamente.

SEÑORA GIVINGS:
No puedo soportarlo.

El Doctor Givings entra, preguntado por Annie.


85.

DR. GIVINGS:
Annie, espera... También necesitaremos diez válvulas de cobre.

Ve la mano de su esposa en la mejilla de Leo.

DR. GIVINGS:
¿Tuviste un buen paseo?

La Señora Givings retira la mano de la mejilla de Leo.


No dice nada.

LEO:
Me encontré con su esposa sin abrigo en la nieve e insistí en acompañarla a casa para que se
abrigue antes de resfriarse.

DR. GIVINGS:
Entonces le estoy muy agradecido, señor Irving.

LEO:
Hasta luego, doctor Givings, Señora Givings.

DR. GIVINGS:
Hasta luego.

El Doctor Givings mira a su esposa.

DR. GIVINGS:
¿Tu mano estaba en su mejilla?

SEÑORA GIVINGS:
Así es.

DR. GIVINGS:
Ya veo.
86.

SEÑORA GIVINGS:
¿Te importa?

Una pausa. Lo piensa.

DR. GIVINGS:
Es extraño... Para algunos esposos estas cosas terminarían a gritos, o incluso con la muerte,
una mano en una mejilla. Ha llegado a representar un algo absoluto: El fin de un libro, esos
terribles libros de la señora Bovary... ¿Pero cómo puede ser un absoluto cuando hay tantos
matices y grados de amor? Las mujeres novelistas querrían que sea una tragedia... Porque
significaría que el asunto tuvo importancia, mucha importancia... Pero no es así, no tiene por
qué ser así.

SEÑORA GIVINGS:
Madame Bovary no fue escrito por una mujer.

DR. GIVINGS:
El autor fue francés, que más o menos da lo mismo.

SEÑORA GIVINGS:
¿Te atreves a hacer una broma sobre los franceses? ¿Ahora? Muchos hombres estarían...
reventando de la rabia.

DR. GIVINGS:
Exactamente, en una novela sentimental estarían reventando de la rabia. Mi punto es que este
no es el final del libro. Te equivocaste, eso es todo. El tratamiento que te administré te volvió
excitable. Es mi culpa. Una mano en la mejilla, esos son músculos, piel, hechos. No tiene
que significar que uno es preferido absolutamente, o que uno no es amado. Así que, ¿de qué
sirven los celos? Querida, no me importa.

SEÑORA GIVINGS:
Oh.
Hubiera querido que te importe.

Ella sale molesta.


El Doctor Givings se queda ahí, solo.
87.

DR. GIVINGS:
¿Catherine?

La sigue.

SEÑORA GIVINGS:
No me hables esta noche. ¡No me hables mañana! ¡Tomaré el desayuno en mi propio cuarto!

Tira la puerta.
Alguien toca una canción en el piano.
88.

Segunda Escena

Algunos días después. Leo está pintando a Elizabeth, que está amamantando a Leticia.
Ella está vestida con un traje que se asemeja al de la Virgen María, en uno de los vestidos de la Señora
Givings.
La Señora Givings ve pintar a Leo.
Nosotros no vemos la pintura.

LEO:
¡Será una revolución! La llamaré: “La Madonna Amamantando”. ¿Cómo es posible que
hayan tan pocas Madonnas en las que el niño Jesús aparece mamando?

SEÑORA GIVINGS:
Debemos de pensar en él alimentándonos a nosotros, supongo. No al revés.

La Señora Givings se levanta y camina de un lado al otro.


Está celosa de ver a Elizabeth amamantar y ser pintada.
Leo va donde Elizabeth.

LEO:
(a Elizabeth)
Elizabeth, podrías...

Mueve la tela de tal forma que el seno quede más expuesto.


La Señora Givings mira la pintura.

SEÑORA GIVINGS:
Mhm...

LEO:
No la mire. Aún no está lista--

SEÑORA GIVINGS:
Disculpe.

LEO:
Elizabeth, podrías...
89.

Mueve la cabeza de ella en dirección al bebé.

LEO:
Ahí, perfecto... No hay nada más apacible que amamantar a un bebé. El bebé y la madre se
convierten en un mismo ser, ¿no es así?

La Señora Givings da golpecitos en el piso con los zapatos.

LEO:
Se le ve nerviosa, Señora Givings.

SEÑORA GIVINGS:
Debemos parar. Mi esposo llegará pronto del club, y él no aprobaría esto de ninguna manera.

LEO:
No veo por qué. Su esposo es un hombre que entiende de ciencia, entonces debe entender a
la naturaleza.

Leo vuelve a pintar.

SEÑORA GIVINGS:
(bajo, a Leo)
Se supone que no debo hablar con sus pacientes. Menos aún que vean los senos de la...
servidumbre... En mi sala.

LEO:
Deje atrás el estrangulamiento de las convenciones y suéltese el corsé, Señora Givings,
respirará mejor.

ELIZABETH:
Ha terminado de comer, se ha dormido.

Él pinta.
La Señora Givings camina de un lado al otro.
90.

SEÑORA GIVINGS:
Yo puedo cargar a la bebé.

LEO:
La necesito ahí para el ángulo de la manos de Elizabeth.

SEÑORA GIVINGS:
Oh.
¿Qué día es hoy?

ELIZABETH:
Miércoles.

SEÑORA GIVINGS:
Ah sí, miércoles, siempre es miércoles, ¿no es así? Ayer mismo fue miércoles. Casi nunca es
viernes... Nunca, jamás es martes, pero siento que siempre es miércoles. En medio de la
semana, sin nada que esperar salvo a la mujer de la limpieza que viene a limpiar las cenizas.
¿Ya terminó con sus manos?

LEO:
Las manos son complicadas. Unos pensaría que sólo son cinco líneas, pero no. Tienen una
personalidad tan íntima como los rostros. Las manos de Elizabeth, por ejemplo... Son manos
finas, con dedos largos que me recuerdan a velas. El recuerdo de las manos de alguien que
uno ha amado... Eso es lo que espero expresar en mis pinturas... la memoria... del
movimiento... de unas manos muy particulares... Aunque no se muevan en el lienzo.

SEÑORA GIVINGS:
¿Ha amado a muchas mujeres, señor Irving? ¿Recuerda muchas... manos?

LEO:
He amado a suficientes mujeres como para saber como pintar. Si hubiera amado a menos
sería un dibujante; si hubiera amado a más sería un poeta.

SEÑORA GIVINGS:
¿Los poetas deben amar a muchas mujeres?
91.

LEO:
Oh, sí, el amor anima cada línea.

SEÑORA GIVINGS:
¿Pero qué del resto de nosotros, los simples humanos? ¿Cuántas veces debemos enamorarnos
para sobrevivir la semana?

LEO:
También hay el amor de Dios, amor de la patria, amor de los hijos.

SEÑORA GIVINGS:
Ya veo.

LEO:
Debo mirar sus manos.

Se abre la puerta.
Deja de pintar.
El Doctor Givings entra.
Todos se sorprenden.
Elizabeth cubre su seno.
El Doctor Givings está impresionado por la escena en su sala, luego pretende que no ha visto nada.

DR. GIVINGS:
Ha llegado temprano a su cita, señor Irving.

LEO:
Sí.

DR. GIVINGS:
Me lavaré las manos y lo esperaré en la sala de operaciones. Buenas tarde, Elizabeth,
Catherine.

Sale a la sala de operaciones.

ELIZABETH:
Oh, Dios mío.
92.

SEÑORA GIVINGS:
Está bien, como ves es un científico. Nada le molesta ni le sorprende.

LEO:
Habla de eso como si fuera un crimen. Qué excelente esposo tiene. Muy superior a las reglas
de la sociedad moderna. Respeto mucho a su esposo.

ELIZABETH:
¿Llevo a la bebé a su cuarto?

SEÑORA GIVINGS:
Sí, eso es todo, Elizabeth.
Yo guardaré los implementos de pintura.
Vaya a su cita, señor Irving.

LEO:
Gracias Elizabeth, has sido más que divina.
¿Te molestó mucho que te vean así? ¿Qué te miren?

ELIZABETH:
¿A quién le importa ser vista?

LEO:
¿A quién?

ELIZABETH:
Supongo que sólo a los criminales.

LEO:
Así es.

SEÑORA GIVINGS:
Buenas tarde, señor Irving.

LEO:
Señora Givings.
93.

Leo entra a la sala de operaciones.

DR. GIVINGS:
No es necesario que se desnude completamente, podemos hacerlo rápido. Sólo bájese los
pantalones.

Mientras tanto, la Señora Givings intenta esconder la pintura y ordenar la sala.

DR. GIVINGS:
Parece que usted y mi esposa se están conociendo bien.

LEO:
Un poco.

DR. GIVINGS:
Ya veo. Es una maravillosa mujer, ¿no le parece?

LEO:
Sí.

DR. GIVINGS:
Soy un hombre afortunado.

El Doctor Givings inserta el vibrador Chatanooga un poco más firmemente de lo usual.

DR. GIVINGS:
Y su salud... ¿Se siente mejor ahora?

LEO:
Sí. Estoy pintando nuevamente. De hecho, no puedo dejar de pintar.

DR. GIVINGS:
Qué bueno. Me alegro mucho por usted.

Leo tiene un paroxismo anal.


94.

LEO:
Oh.

DR. GIVINGS:
¿Le parece que se ha curado? Podemos detener los tratamientos.

LEO:
Gracias, doctor.
Usted me ha salvado la vida.

El Doctor Givings guarda el vibrador.

LEO:
De pronto me siento cansado.

DR. GIVINGS:
Tome una siesta.
Buenas tardes.

En la sala,
suena el timbre.
La Señora Givings abre la puerta.
El señora y la señora Daldry ingresan.

SEÑORA GIVINGS:
¡Ah, señor y señora Daldry!

SEÑOR Y SEÑORA DALDRY:


Buenas tardes.

SEÑORA GIVINGS:
No lo he visto desde que llovió, Señor Daldry.

SEÑOR DALDRY:
Y yo no la he visto desde que estuvo mojada. ¿Se encuentra bien? Se le ve bien.
Muy bien.
95.

SEÑORA GIVINGS:
Gracias.

SEÑOR DALDRY:
Qué bueno que ya haya terminado con ese pesado asunto de amamantar. Una mujer como
usted debería... pasarla bien... no estar metida todo el día en casa con un bebé.

SEÑORA DALDRY:
(al Señor Daldry)
¿Me harías un favor, cariño, y darías una vuelta por el campo antes de mi cita?

En la otra habitación:
El Doctor Givings sale. Leo duerme.

SEÑORA DALDRY:
Deseo hablar con la Señora Givings sobre mi bordado antes de que llegue el Doctor Givings
y temo que te aburriríamos.

SEÑOR DALDRY:
No tengo mucho que decir sobre el bordado. Te veré pronto, querida. Señora Givings.

SEÑORA GIVINGS:
(mientras él va la puerta)
Vaya a la izquierda en la fuente... Hay un jardín de invierno. Yo misma lo sembré...

SEÑOR DALDRY:
No sabía que nada crecía en el invierno.

SEÑORA GIVINGS:
Oh sí, enebro y vincapervinca y--

SEÑOR DALDRY:
Todo me suena igual, pero si usted lo sembró, Señora Givings, estoy seguro que es muy bello.

Sale.
96.

SEÑORA DALDRY:
Quería hablar con usted.

SEÑORA GIVINGS:
Siéntese. Ha decidido empezar a bordar.

SEÑORA DALDRY:
No, odio bordar. He estado pensando en lo que dijo... Sobre tener dos experiencias del
mismo evento... Quiero... No se cómo... Pero estaba pensando... Si vamos nuevamente a la
sala de operaciones... y si usamos el instrumento... y si usted lo sostiene y yo lo sostengo...
pero si hiciéramos algún tipo de...

Hace un ademán.
Elizabeth entra.

ELIZABETH:
La dejé durmiendo en su cuna. Siento mucho lo de...

SEÑORA GIVINGS:
No te preocupes, Elizabeth, puedes irte. Un momento, Elizabeth, antes de que salgas... Tal
vez puede ayudarnos con un tema. La Señora Daldry y yo hemos tenido dos experiencias del
mismo evento. ¿Alguna vez has tenido esta sensación? O: Sientes escalofrío por todo el
cuerpo y te provoca correr y tus pies se ponen muy calientes, como si estuvieras bailando en
carbones del demonio--

SEÑORA DALDRY:
O ves inexplicables patrones de luz, de electricidad, bajo tus párpados... Y tu corazón se
agita... Y tus piernas se sienten muy débiles... como si no pudieras caminar...

SEÑORA GIVINGS:
O tu rostro se calienta de pronto, como una extraña y súbita quemadura del sol.

SEÑORA DALDRY:
O sientes que hay marcas rojas en un lado de tu cuerpo, y una extraña calentura... Aquí...

Apunta a su pecho.
97.

SEÑORA GIVINGS:
Y un sentimiento de quemarse, como si nada pudiera saciarte... Y se te seca la boca y tienes
que lamerte los labios... Y sientes que tu rostro forma una expresión muy fea, así que te
cubres el rostro con las manos...

SEÑORA DALDRY:
Y a veces sale mucho líquido, y se mojan las sábanas, pero no es una sensación desagradable,
pero da un poco de miedo...

ELIZABETH:
¿Es un acertijo?

SEÑORA GIVINGS:
¿Alguna vez te ha pasado?

ELIZABETH:
No lo sé... Las sensaciones son tan contradictorias... ¿Algo las une?

SEÑORA GIVINGS:
Muchas de ellas ocurren... Abajo.

ELIZABETH:
Oh... Ya veo...
Bueno, lo que describen, algunas de ellas son las sensaciones que tendría un inválido, o
alguien con una fiebre terrible... pero las otras... parecen las sensaciones que las mujeres
podrían tener cuando tienen relaciones con sus esposos.

Una pausa.

ELIZABETH:
Lo siento, tal vez estaban bromeando... Tal vez... No he debido decirlo...

SEÑORA GIVINGS:
¿Con sus esposos?
98.

SEÑORA DALDRY:
Que interesante...

ELIZABETH:
Esas sensaciones que describen... ¿No son de tener relaciones con sus esposos?

SEÑORA DALDRY:
¡Por supuesto que no!

SEÑORA GIVINGS:
¡No! Dios mío...

Se ríen.

SEÑORA DALDRY:
No sabría qué hacer si sintiera esas cosas en presencia de mi esposo... Me sentiría tan
avergonzada que me iría del cuarto inmediatamente. Mi esposo es muy considerado... Yo
estoy dormida cuando entra a mi cuarto en la noche... Y me dice que mantenga los ojos
cerrados, y yo lo hago... De ese modo sólo siento la oscuridad... Y luego el dolor... Me
quedo muy quieta... No veo su rostro... Mi esposo es... Siempre ha sido... muy considerado.

SEÑORA GIVINGS:
Por supuesto.

SEÑORA DALDRY:
Pero el aparato produce un tipo de dolor muy diferente, ¿no le parece? Muy distinto de ese
otro tipo de dolor. Con mi esposo... quiero decir...

Leo entra a la habitación, algo somnoliento.

LEO:
Señoras.

Ellas lo saludan con una leve inclinación de la cabeza.


A Elizabeth le da vergüenza verlo.
99.

ELIZABETH:
Hasta pronto, entonces.

LEO:
(a Elizabeth)
La acompaño a casa.
Ya tengo bastante material, puedo terminar la pintura en mi estudio.

ELIZABETH:
Puedo ir a casa por mi cuenta.

LEO:
No, de ninguna manera, caminaré con usted.

ELIZABETH:
No gracias, señor Irving.

LEO:
Por favor, usted me ayudó mucho el día de hoy, lo menos que puedo hacer es acompañarla
caminando a casa.

SEÑORA GIVINGS:
(a Leo)
No, no se vaya aún.

LEO:
Sólo veré que Elizabeth llegue bien a casa. ¡Oh, la pintura!

SEÑORA GIVINGS:
La traeré. ¿Lo veré pronto?

LEO:
Temo que mi tratamiento ha terminado. Estoy curado.

SEÑORA GIVINGS:
¡Pero eso es imposible!
100.

La cabeza del Doctor Givings aparece desde la sala de operaciones.


y ve la despedida entre Leo y Catherine.

LEO:
No se preocupe, la veré nuevamente. Hasta pronto, Catherine.
(ve al Doctor Givings)
Doctor Givings, hasta pronto.

DR. GIVINGS:
Señora Daldry, no sabía que había llegado. Le daré tiempo para alistarse.

La Señora Daldry entra a la sala de operaciones y se desviste con la ayuda de Annie.


En la sala:

DR. GIVINGS:
¿Qué estás pensando? ¿Quieres abochornarme?

SEÑORA GIVINGS:
Pensé que para ti sólo se trataba de una escena en un libro. O un hecho.

DR. GIVINGS:
¿Crees que no me he percatado que no desayunas conmigo hace cinco días?

SEÑORA GIVINGS:
El desayuno no es una comida muy romántica. Decidí saltármela.

DR. GIVINGS:
¿Todas las comidas tienen que ser románticas?

SEÑORA GIVINGS:
No disfruto verte leyendo tus revistas científicas mientras como una tostada.

En el otro cuarto, Annie ha estado desvistiendo a la Señora Daldry.

DR. GIVINGS:
¿Quieres grandes pasiones mientras comes tostadas? Dios mío, mujer, estamos casados, un
hombre necesita un momento de quietud por lo menos una vez al día.
101.

SEÑORA GIVINGS:
¡Entonces me quedaré callada! ¡AQUÍ ESTOY! ¡CALLADA! ¡EN SILENCIO
ABSOLUTO!

El Señor Daldry entra a la sala.

SEÑOR DALDRY:
Qué hermoso hibernadero... Disculpen, ¿interrumpo?

SEÑORA GIVINGS:
No. Sólo hablábamos del desayuno. Sabe, en Italia casi no toman desayuno. Sólo una galleta
dulce remojada en café robusto. Comen algo suave para reponerse de las grandes pasiones
que gastaron toda la noche. Mejor es saltarse el desayuno e ir directamente al almuerzo, un
enorme almuerzo donde el silencio no suene tan fuerte, no, el silencio no es tan
ensordecedor durante el almuerzo.

DR. GIVINGS:
¿Cómo sabes del Biscotti?

SEÑORA GIVINGS:
Me lo contó el señor Irving.

DR. GIVINGS:
Ya veo.

SEÑOR DALDRY:
Yo no se nada de Biscottis. A mi me gustan los huevos con jamón para el desayuno, o el
chorizo. Un buen desayuno es importante para recuperar energías, señora Givings. He
escuchado decir que las mujeres pequeñas deberían comer animales grandes. Usted debería
comer un poco de carne en el desayuno, algo de tocino, o chorizo.

SEÑORA GIVINGS:
Ya tengo bastante energía, señor Daldry. No es necesario sacarle la energía a una vaca. Tengo
tanta energía que ya no sé que hacer con los sobrantes.
102.

SEÑOR DALDRY:
Mmmm.

La cabeza de Annie aparece desde el otro cuarto.

ANNIE:
Ya estamos listas, doctor.

DR. GIVINGS:
Con permiso.

SEÑORA GIVINGS Y SEÑOR DALDRY:


(algo así como)
Oh, claro, por supuesto.

El Doctor Givings entra a la sala de operaciones.


Está distraído.
Pone el vibrador en las partes privadas de las Señora Daldry, pero no les atina.

SEÑORA DALDRY:
¿Doctor Givings?

DR. GIVINGS:
¿Sí?

SEÑORA DALDRY:
¿Ocurre algo malo?

DR. GIVINGS:
Oh... Lo siento mucho. Estoy algo distraído.

Mueve el vibrador.
Mientras tanto, el Señor Daldry y la Señora Givings se sientan en el sofá.
Él se le acerca.

SEÑOR DALDRY:
Señora Givings. Yo... Nunca sé como tener una conversación... En una sala de estar... Yo...
103.

Él trata de besarla.
Ella lo abofetea.

SEÑORA GIVINGS:
¡Señor Daldry!

DR. GIVINGS:
Listo... ¿Está mejor ahí?

SEÑORA GIVINGS:
¿Cómo se le ocurre?

SEÑOR DALDRY:
Usted habló de su energía, pensé que--

SEÑORA GIVINGS:
Me siento ultrajada.

SEÑOR DALDRY:
No se imagina cuánto quisiera estar con una mujer con energía. Mi esposa está cansada, tan
cansada, todo el tiempo.

SEÑORA GIVINGS:
¿Cómo se le ocurre hablar mal de su esposa en mi presencia? Váyase. Por favor.

SEÑOR DALDRY:
¿Tendría la amabilidad de decirle a la Señora Daldry que la veré en casa? Mandaré un
carruaje a recogerla.

La Señora Givings asiente.


Él sale.
Ella escucha el zumbido a través de la puerta.

DR. GIVINGS:
Últimamente está tomando más tiempo con usted. Tal vez sea necesario que construya un
instrumento nuevo con más pulsaciones por minuto... Tal vez el cuerpo se acostumbra a una
cierta cantidad de pulsaciones por minuto y luego requiere de más...
104.

Mantiene el vibrador en su lugar.

DR. GIVINGS:
Hmm. Nada. ¿Han pasado tres minutos?

Mira su reloj de bolsillo.

SEÑORA DALDRY:
Tal vez si Annie lo intenta.

DR. GIVINGS:
Sí, por supuesto, Annie ¿puedes probar tú? Yo me encargaré de otros asuntos.

Annie saca el vibrador e intenta.


El Doctor Givings sale del cuarto.
Casi se tropieza con su esposa que está escuchando afuera.

DR. GIVINGS:
Dios mío. ¡¿Estás interpretando el rol de una demente en una obra de teatro?!
¿Escuchando tras las puertas?

SEÑORA GIVINGS:
¡A ella le das lo que a mí me niegas!

DR. GIVINGS:
¡Es medicina, mi amor!

SEÑORA GIVINGS:
¡Yo creo que no!

DR. GIVINGS:
¿Me pareció escuchar una bofetada?

SEÑORA GIVINGS:
No fue nada, nada de nada.
105.

Mientras tanto, la Señora Daldry tiene un paroxismo más fuerte de lo usual.


Ambos lo escuchan.

SEÑORA GIVINGS:
Listo, has terminado tu trabajo.
Ya puedes ir al club.
Y puedes discutir sobre los beneficios de la corriente alterna por sobre la corriente directa.

DR. GIVINGS:
¿Y tú?
¿Prefieres la alterna o la directa?

SEÑORA GIVINGS:
Directa. De aquí a aquí.

Ella gesticula del corazón de él al de ella.

DR. GIVINGS:
Interesante. Yo hubiera pensado que preferirías la alterna. Más complicada, cambiando de
dirección una docena de veces por segundo. Bofetadas hechas por nadie, desayuno italianos,
etc. Estaré en el club.

Sale.
La Señora Givings va a la sala de operaciones.
Annie y la Señora Daldry están sentadas en una extraño y comprometedor estado de reflexión post-coital.

SEÑORA DALDRY:
Annie, ¿alguna vez has utilizado el instrumento en ti misma?

ANNIE:
Oh, no. Porque nunca he estado enferma. Con las justas he estado enferma uno que otro día
durante toda mi vida. Tal vez alguna infección estomacal, pero nada emocional ni mental.
Soy fuerte como un caballo, me criaron en una granja.

SEÑORA DALDRY:
Podría meterte el instrumento yo misma, si quisieras, no es desagradable, y tal vez sería
interesante que tú misma lo experimentes.
106.

ANNIE:
No creo que al doctor le parezca.

La Señora Givings entra a la sala de operaciones.

SEÑORA GIVINGS:
Mi esposo se ha ido al club. Y el Señor Daldry también se ha ido. Enviará una carroza por
usted. Ambos se despidieron.

SEÑORA DALDRY:
Gracias, Señora Givings.

SEÑORA GIVINGS:
¿Las dejo solas?
Podría...

Un momento de suspenso en el que


no estamos seguros si vamos a ver
a las tres mujeres jugando con el vibrador.
Todas lo piensan.
Todas se miran, y miran el instrumento.

SEÑORA DALDRY:
Yo...

ANNIE:
Yo...

SEÑORA DALDRY:
Yo debo vestirme.

SEÑORA GIVINGS:
Por supuesto. ¿Annie, necesitas ayuda limpiando?

ANNIE:
No, gracias, Señora Givings. Es muy fácil hacer la limpieza.
107.

SEÑORA GIVINGS:
Muy bien.
Entonces las dejo.

La Señora Givings sale.


Annie ayuda a la Señora Daldry a vestirse.

SEÑORA DALDRY:
Bueno.

ANNIE:
Bueno, entonces...

SEÑORA DALDRY:
¿Supongo que podemos continuar con mi lección de griego?

ANNIE:
Ah, sí. Creo que nos quedamos en los antiguos filósofos griegos. Tales de Mileto pensaba
que la tierra estaba suspendida en agua, flotando, y que los imanes tenían almas porque se
movían para juntarse.

SEÑORA DALDRY:
Yo podría creer que los imanes tienen almas. Cuando veo ojos oscuros, como imanes, siento
que me muevo hacia ellos, sin poder controlarlo. Tú tienes ojos muy oscuros, como imanes...
¿Alguna vez te lo ha dicho un hombre?

ANNIE:
Ningún hombre me ha dicho nunca nada salvo: pásame la abrazadera.

SEÑORA DALDRY:
Deberían hacerlo, Annie, realmente deberían hacerlo. ¿Y que pasó con Tales?

ANNIE:
Nunca se casó. Su madre le dijo que se casará, y él dijo: Es demasiado pronto. Y cuando le
volvió a decir, diez años después, dijo: Es demasiado tarde.
108.

SEÑORA DALDRY:
¿Y tú? ¿Por qué nunca te has casado?

ANNIE:
Un día me desperté y ya era demasiado tarde.

SEÑORA DALDRY:
Annie, he estado pensando. Me pregunto si podría comprar uno de estos aparatos para
utilizarlo en casa. El doctor está tan ocupado, y realmente siento que estoy mejorando. Me ha
vuelto un poco de color, y me despierto en la mañana y siento esperanzas. Podría utilizarlo
sólo cuando sea necesario, cuando, por ejemplo, tenga problemas para dormir, como me
ocurre frecuentemente, y no es que puede llamar al doctor pasada la medianoche.

ANNIE:
Bueno... Es posible que sea peligroso utilizarlo en el hogar, por la posibilidad de
electrocutarse, pero le preguntaré al doctor. Usted sabe que él siempre está dispuesto a crear
nuevas invenciones.

SEÑORA DALDRY:
Me daría mucha vergüenza preguntar.

ANNIE:
Le preguntaré por usted.

SEÑORA DALDRY:
Hasta luego, entonces, Annie.

ANNIE:
Hasta luego.

SEÑORA DALDRY:
Gracias, Annie.

ANNIE:
¿Por qué?
109.

SEÑORA DALDRY:
Por la lección de Griego.

La Señora Daldry sale.


Annie se lava las manos.
Mira el vibrador, piensa en usarlo en sí misma,
lo piensa mejor y lo guarda.

Mientras tanto, la Señora Givings está echada en el sofá en la sala.

SEÑORA DALDRY:
¿Se encuentra bien, Señora Givings? Se le ve algo pálida.

SEÑORA GIVINGS:
No me siento bien.

SEÑORA DALDRY:
¿Hay algo que pueda hacer por usted?

SEÑORA GIVINGS:
No, gracias.
Señora Daldry, ¿usted soñó con el amor desde joven?

SEÑORA DALDRY:
Sí.

SEÑORA GIVINGS:
¿Y cómo pensó que sería?

SEÑORA DALDRY:
Pensé que sería... Nunca necesitar nada más. Estar rodeada, cargada, como flotando en el
agua por toda la eternidad.

SEÑORA GIVINGS:
¿Y ha encontrado eso en su matrimonio?
110.

SEÑORA DALDRY:
Han habido momentos de descanso, pero resulta que la tierra flota sobre el aire, no el agua, y
el aire puede ser muy... insustancial... a veces. Aunque te esté cargando de forma invisible.

SEÑORA GIVINGS:
Sí.

SEÑORA DALDRY:
¿Le molesta si toco el piano?

SEÑORA GIVINGS:
Hágalo, por favor.

La Señora Daldry toca el piano llena de añoranza.


El bebé llora desde fuera de escena.

SEÑORA GIVINGS:
Disculpe.

La Señora Givings sale a ver al bebé.


Annie entra y escucha como toca la Señora Daldry.
Annie se sienta junto a la Señora Daldry en el banquillo del piano.
la Señora Daldry termina la canción.
Annie aplaude.
Se besan.

SEÑORA DALDRY:
¿Qué?

ANNIE:
Oh.

SEÑORA DALDRY:
Qué extraño.

ANNIE:
Ay Dios.
111.

SEÑORA DALDRY:
Será mejor que no te vuelva a ver.

ANNIE:
Supongo que no.

SEÑORA DALDRY:
Adiós, Annie.

ANNIE:
Adiós.

La Señora Daldry sale.


La Señora Givings entra.

SEÑORA GIVINGS:
¿Annie?

ANNIE:
Qué triste canción tocó. Me hizo llorar un poco. Hasta luego, señora Givings.

SEÑORA GIVINGS:
No te vayas, Annie, el Doctor Givings está en el club y no tengo compañía.

ANNIE:
Lo siento pero debo irme.

SEÑORA GIVINGS:
¿Qué ha ocurrido?

ANNIE:
La canción me entristeció. Adiós.

La Señora Givings sola.


Suena el timbre.
Entra Elizabeth, se le ve confundida.
112.

SEÑORA GIVINGS:
Elizabeth, no esperaba verte. ¿Qué ocurre?

ELIZABETH:
Señora Givings, vine a decirle que hoy fue mi último día trabajando para usted. A mi esposo
no le gusta que salga por tanto tiempo. Quiere que esté en casa con mis propios hijos.

SEÑORA GIVINGS:
¡Pero no puedes dejarnos, Elizabeth! ¿Qué haremos sin ti?

ELIZABETH:
La bebé ya está casi lista para tomar leche de vaca. O un poco de budín de arroz.

SEÑORA GIVINGS:
Supongo que sí. Pero no sólo estaba pensando en la comida.

Elizabeth asiente lentamente.

SEÑORA GIVINGS:
¿Pero por qué hoy? No entiendo--

ELIZABETH:
El señor Irving insistió en acompañarme a casa. No se portó... inapropiadamente... pero me
llevaba del brazo. Me pagó una gran suma de dinero... por posar. Y me acompañó hasta la
puerta.

SEÑORA GIVINGS:
Ya veo.

ELIZABETH:
Mi esposo estaba en casa. Mi esposo lo vio. Y a mí. Y la pintura.

SEÑORA GIVINGS:
¡Oh! ¿Tu esposo estaba muy molesto por la pintura?
113.

ELIZABETH:
¿La pintura? No. Él exclamó cuando la vio: son tus manos, dijo, el señor Irving debe ser un
buen pintor porque es muy difícil pintar manos.
Pero ya no quiere que siga trabajando aquí.

SEÑORA GIVINGS:
Por supuesto. Sí... Lo comprendo.

ELIZABETH:
No... No lo comprende.

Una pausa.

ELIZABETH:
Me despediré de Letty. Me he encariñado mucho con ella.

SEÑORA GIVINGS:
Sí. Claro.
Está en su cuarto. Y está gorda y feliz gracias a ti.
Elizabeth... ¿Qué edad tenía Henry Douglas cuando murió?

ELIZABETH:
Doce semanas.

SEÑORA GIVINGS:
¿De qué murió?

ELIZABETH:
Cólera.

SEÑORA GIVINGS:
Lo siento.

ELIZABETH:
Gracias.
114.

SEÑORA GIVINGS:
Creo que si estuviera en tu lugar moriría de pena.

ELIZABETH:
¿Morir de pena? Una madre de dos no puede morir de pena.

SEÑORA GIVINGS:
¿Pero cómo haces para seguir?

ELIZABETH:
Mi madre me enseñó a rezar todos los días desde que era niña, rezar y agradecer que todo lo
que tienes, todo lo que amas, te lo ha prestado Dios. De esa forma no se te rompe el corazón
cuando tienes que devolverle a Dios a tu hijo, o a tu madre, o a tu esposo. Le recé a Jesús,
permite que sea humilde. Mi hijo fue prestado, mi esposo ha sido prestado, he prestado mi
propia vida de Ti, Señor. Pero él se sentía como si fuera mío, no de Dios, sino mío, más que
nada en el mundo.

Dios debe tener este enorme y horrible armario donde están todos los bebés que le han sido
devueltos... y todos esos bebés lloran, aunque sea Dios mismo quien los mece para dormir,
porque extrañan a sus madres. Así que cuando empecé a sentir algo por esta bebé, por su
bebé, pensé no, llévatela de vuelta Dios.

Cuando la conocí sólo podía pensar: ella está viva y Henry no. Y tenía toda esta leche...
Deseaba que se seque. Sólo tienes que sobrevivir este año, pensé. Se te secará la leche y te
olvidarás. Mientras su bebé se ponía más saludable, mi bebé me parecía más muerto. Pensé
en ella como si fuera una garrapata. Pensé... ¡Que se llene y que explote! Podré ver la sangre
de mi Henry dentro de ella. Pero ella estaba tan agradecida por la leche. A veces la odiaba
por eso. Pero ella me miraba, levantaba los ojos y me miraba... y no sé cómo llamarlo si no es
amor. Espero que todos los días usted la abrace... La abrace con fuerza... y recuerde la
sangre de la que estaba hecha su leche. La sangre de mi hijo, mi Henry. Adiós, señora
Givings.

SEÑORA GIVINGS:
Adiós, Elizabeth.

Elizabeth asiente y sale al cuarto del bebé.


115.

SEÑORA GIVINGS:
Gracias.

Pero Elizabeth ya ha salido.


La Señora Givings, sola.
Va hacia la sala de operaciones.
Duda. Suena el timbre.
Es Leo.

SEÑORA GIVINGS:
La ha causado un gran problema a Elizabeth.

LEO:
Lo sé. Lo siento. He venido a decir adiós.
Me mudo a París.

SEÑORA GIVINGS:
¿Cuándo?

LEO:
Mañana.

SEÑORA GIVINGS:
Llévame contigo.

LEO:
¿Está loca?

SEÑORA GIVINGS:
¿Te sorprende? ¡Fuiste tú quien me sedujo!

LEO:
¿Qué?

SEÑORA GIVINGS:
Todo lo que dijiste de las mujeres, casi completas, estabas hablando de mí, ¿no es así?
116.

LEO:
Estaba hablando de pintura, yo...

SEÑORA GIVINGS:
Nadie me ha hablado antes de esas cosas. De belleza... de prostitutas, de... Dios mío, de
Italia. ¿Cómo pude confundir tus intenciones? Estoy enamorada de ti.

LEO:
Oh, querida Catherine, lamento no poder amarla. Si hay algún tipo de mujer que me atrae...
son mujeres con mirada confundida, inocente. Y los ojos de usted son más... son más...
delgados. La luz no entra en ellos sino que rebota. Y me es imposible ver su alma flotando
ahí, donde quisiera. Su alma está encerrada en algún lugar de su cuerpo, así que no puedo
verla. Tal vez otro hombre podría liberar su alma y llevarla hasta sus ojos, pero ese hombre
no soy yo. Pero sí le tengo afecto.

SEÑORA GIVINGS:
Intenta. Intenta sonsacar mi alma hasta aquí. Si miras mis ojos... mira... voy a intentar.
¿Llevas a otra mujer contigo?

LEO:
No... Me voy solo.
¿No lo ve? Es Elizabeth a quien amo.

SEÑORA GIVINGS:
¿Elizabeth?

LEO:
Sí.

SEÑORA GIVINGS:
Oh... No veo nada, no entiendo nada... Dios mío, Elizabeth.

LEO:
Sí. Y no le intereso a ella, ni siquiera un poco. Le expresé mis sentimientos en nuestra
caminata y me abofeteó. No... Iré solo a París. Estoy casado con mi soledad.
117.

SEÑORA GIVINGS:
Yo puedo ser tu soledad. Permaneceré muy callada. Entiendo la soledad porque estoy muy
sola.

LEO:
No entiendo su soledad, Señora Givings. Usted tiene una hija, un esposo... ¡Un hogar!

SEÑORA GIVINGS:
Sí. Soy muy malagradecida. Y estoy segura que Dios me castigará.

Ella trata de abrazarlo.

LEO:
No. Usted no me ama. Sólo piensa que es así. Usted ama a su esposo. Él es un buen hombre.
Adiós.

Le besa la mano.

SEÑORA GIVINGS:
Elizabeth está en el cuarto del bebé. Si quieres despedirte de ella.

LEO:
Me sería muy difícil verla. ¿Puede darle esto?

Leo besa a la Señora Givings en la mejilla.

LEO:
Venga a visitarme en Francia. Le prometo... Le encantarán las pinturas.

Se va.
Ella entra a la sala de operaciones.
Enchufa el vibrador.
Se lo pone en sus partes privadas pero
está demasiado triste para que funcione.
Llora mientras que el aparato zumba.
Entra el Doctor Givings.
118.

DR. GIVINGS:
Querida, ¿qué estás haciendo?

SEÑORA GIVINGS:
(berreando)
Estoy sola.

DR. GIVINGS:
No estás sola, yo estoy aquí. ¿Has estado utilizando el aparato en ti misma?

El Doctor Givings apaga el vibrador.

SEÑORA GIVINGS:
Estoy tan sola... Elizabeth nos deja... Leo nos deja... Todos se van... Tú ya te has ido... Estás
en el club, o en la otra habitación, siempre en la otra habitación con la puerta cerrada con
llave. ¿No ves que las mujeres pueden apretar ellas mismas los botones?

DR. GIVINGS:
Querida...

SEÑORA GIVINGS:
Cuando las tocaste, a las otras mujeres, cuando tocaste a Leo con la máquina, ¿sentiste amor
por ellas? ¿por él? ¿cuando tocas a alguien ahí es como sentir amor?

DR. GIVINGS:
No. Sólo quiero que se sientan mejor.

SEÑORA GIVINGS:
Y cuando te casaste conmigo, ¿querías amarme o querías que me sienta mejor?

DR. GIVINGS:
Un doctor siempre quiere que todos se sientan mejor.

SEÑORA GIVINGS:
¿Pero querías amarme?
119.

DR. GIVINGS:
¡Sí! Y tú... con tus manos en los rostros de otros hombres... ¿Los amas? ¿Amas al señor
Irving?

SEÑORA GIVINGS:
Un poco.

DR. GIVINGS:
Siento una sensación extraña en el estómago.

SEÑORA GIVINGS:
¿Qué sientes?

DR. GIVINGS:
Mis ojos se sienten raros y mi estómago se siente nervioso. Creo que estoy celoso.

SEÑORA GIVINGS:
Cierra tu sala de operaciones, querido.

DR. GIVINGS:
¿Y qué debo hacer a cambio?

SEÑORA GIVINGS:
Ámame. Que tu trabajo sea amarme.

DR. GIVINGS:
¿Todo el día?

SEÑORA GIVINGS:
Todo el día. He escuchado que algunas mujeres no necesitan el aparato vibrador para tener
paroxismos, que las relaciones con sus esposos surten el mismo efecto. Que tu trabajo sea
amarme.

DR. GIVINGS:
Quisiera amarte.
120.

SEÑORA GIVINGS:
¿Lo harías?

DR. GIVINGS:
Sí. No he sabido hacerlo.

SEÑORA GIVINGS:
Me dijiste, cuando mi mano estaba en la mejilla de otro hombre, que hay muchas variantes y
tipos de amor... ¿Cuál es, entonces, esta forma particular que tienes de amarme? ¿De qué
color? ¿De qué temperatura? Y por favor no digas: tú eres mi esposa, yo soy tu esposo.

DR. GIVINGS:
No sé que palabras usar.

SEÑORA GIVINGS:
Inténtalo, por favor.

DR. GIVINGS:
Para eso existen los poetas... Para clasificar todas las variantes del amor. Los científicos nos
encargamos de clasificar las enfermedades que aparecen por la falta de amor.

SEÑORA GIVINGS:
Inténtalo.

DR. GIVINGS:
No te burles de mí. ¿Lo prometes?

SEÑORA GIVINGS:
Lo prometo.

DR. GIVINGS:
(besando cada lugar mientras lo nombra: todos están en el rostro)
Te venero: Articulación temporomandibular.
Te venero: Arteria bucal y nervio.

Es tan íntimo que la Señora Givings llora.


121.

Te venero: Músculo triangular de los labios.


Te venero: Arco cigomático.
Te venero: Temporalis fascia.

Te venero, Catherine.

SEÑORA GIVINGS:
Ábreme.

DR. GIVINGS:
¿Aquí?

SEÑORA GIVINGS:
Lejos de la máquina.
En el jardín.
Desvísteme ahí.

DR. GIVINGS:
¿Deseas desvestirte en el jardín en Diciembre?

SEÑORA GIVINGS:
Sí, y por favor no digas que soy impráctica. Toda nuestra felicidad futura depende de eso.

El doctor y la señora Givings se besan.


Aunque el espacio domestico parecía muy permanente, un sofá, una estatua... Todo desaparece de pronto y
estamos en un dulce y pequeño hibernadero. La nieve cubre árboles que en la primavera retoñarán con flores
rosadas.

SEÑORA GIVINGS:
Desnúdame.
No cierres los ojos. Mírame.

La desnuda parcialmente.

DR. GIVINGS:
Se están encendiendo los faroles de la calle. Alguien nos puede ver.
122.

SEÑORA GIVINGS:
Nadie nos verá. Aún no son eléctricos.
Gracias a Dios que algunas cosas aún destellan.

Ella lo desviste.

SEÑORA GIVINGS:
¿Tienes frío?

DR. GIVINGS:
No. ¿Tú tienes frío?

SEÑORA GIVINGS:
No.

No tenemos que ver todo su cuerpo.


Está oscuro...
pero si vemos la luna brillando en su piel.
Ella no lo ha visto desnudo nunca antes...
Sólo lo ha visto bajo las sábanas.

SEÑORA GIVINGS:
¡Qué bello eres! ¡Tu cuerpo!
Nunca había visto esa parte de ahí bajo las sábanas...
o esa parte de ahí, o esta hermosa línea...
He sentido esa sombra de ahí, pero nunca la había visto...
Cómo se encorva...

Señalando diferentes líneas del cuerpo de él.

DR. GIVINGS:
Tengo vergüenza.

SEÑORA GIVINGS:
No la tengas.
Échate y forma un ángel en la nieve.
123.

Se echa de espaldas y forma un ángel en la nieve.


Ella se echa sobre él.
Forman un ángel.
Hacen que sus alas suban y bajen.
Nieva sobre ellos.

Afuera, en la calle, se encienden las lámparas de gas, una a una,


destellando, sin sustancia.

DR. GIVINGS:
Catherine.

SEÑORA GIVINGS.
Oh, Dios. Oh, Dios, oh Dios.

Y se apagan el resto de las luces.


Fin.

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