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¡Qué tal raza!

Existe una expresión usada, al parecer, exclusivamente en el Perú: “¡Qué tal raza!”; es una
exclamación que equivale a una trasgresión del orden. Por lo general se dice cuando alguien ha
hecho alguna fractura a la norma o una “sinvergüenzería”, por lo tanto tiene siempre una
connotación negativa. Es una expresión que, desde mi punto de vista, alude a un pasado colonial
de orden muy rígido donde los transgresores eran siempre racializados. Que aún esa expresión se
utilice en mi país indica lo profundas que son aún las colonialidades aún en nuestro imaginario
colectivo.

Como país post (y a la vez neo) colonial vivimos bajo la égida del mundo blanco y occidental; sus
instituciones, sus gustos y hasta sus placeres dominan nuestra conciencia y nuestros deseos más
íntimos a la vez. La historieta peruana ha tenido una larga tradición de estereotipos y
racializaciones que convertían al mundo afroperuano, andino y amazónico en fantasías exotistas
donde el “no blanco” siempre era el diferente.

Es recién en los últimos 20 años que encontramos nuevos autores que intentan mirar desde
dentro esos mundos falsamente racializados y exotizados. Pero el racismo no acaba; son años y
años de bombardeo de imágenes y discursos donde siempre lo blanco y lo occidental es lo mejor.

La democratización de los formatos de impresión y el surgimiento de sellos independientes y


regionales ha permitido una diversificación de autores y dibujantes con miradas más allá de los
estereotipos (o exagerándolos carnavalescamente como hace David Galliquio). La política de las
imágenes está en constante disputa, podríamos hasta hablar de una “guerra” constante entre
valores nativos y valores foráneos, pero eso sería simplificar las constantes negociaciones
simbólicas que surgen e hibridizan lo supuestamente nacional con lo extranjero.

El Perú es un país de identidades múltiples que se separan y se reúnen a la vez. Es en los


momentos de “tinkuy” o de “encuentro” donde podemos hallar una respuesta creativa a los
racismos y a los (neo) colonialismos que se nos imponen desde los medios masivos y desde lo
cotidiano. Una de esas formas de “tinkuy” es lo que denominamos como “chicha”, amalgama de lo
más foráneo con lo más local, donde la mezcla se ha radicalizado tanto que es imposible distinguir
o dividir los elementos que vienen de fuera y de dentro. Lo chicha implica todo un proceso cultural
que comenzó con la música y la gráfica callejera y que actualmente impregna ya no solo los
estratos culturales populares sino abarca ya un imaginario nacional. La comunidad imaginada de lo
chicha es una nueva masividad surgida de lo popular y que disputa constantemente con la
hegemonía, a pesar de sus contradicciones abre una nueva esperanza en el panorama a veces
desolador de nuestra realidad nacional. ¿Existe una historieta chicha?, quizás algunos autores o
publicaciones podrían entrar dentro de esa calificación, pero esa es una reflexión que podremos
realizar en un futuro.

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