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La enseñanza de una lengua indígena como segunda lengua en niños

hablantes de español en contextos urbanos marginados.


Soy Jesús De La Cruz Cervantes, profesor de educación primaria en la escuela
Jaime Torres Bodet del nivel indígena. El centro educativo se encuentra en la
colonia Vista Hermosa de la junta auxiliar de San Lorenzo Teotipilco, dentro de la
mancha urbana de la ciudad de Tehuacán, Puebla.
La población estudiantil de la escuela tiene sus raíces en comunidades indígenas
de la región de Tehuacán, es decir, son hijos de padres y madres que emigraron a
Tehuacán en busca de mejores oportunidades laborales, quienes a su vez son
hijos de abuelas y abuelos que vivieron en comunidades de la Sierra Negra y la
Mixteca Poblana arraigados a sus costumbres y lenguas originarias.
Una de las características de nuestro nivel educativo es que es de carácter
bilingüe, sin embargo la atención que se da a las lenguas originarias en la
institución por parte del colectivo docente es prácticamente nula, aunado a la falta
de seguimiento y acompañamiento por parte del personal técnico de la zona y la
jefatura de sector, quienes en ocasiones ofrecen estrategias de enseñanza
desarticuladas que carecen de efectividad.
Estas prácticas a lo largo de los ciclo escolares han incrementado la desaparición
de las lenguas originarias entre las niñas, niños y jóvenes de la localidad, a pesar
de que uno de los compromisos de nuestro nivel es el fortalecimiento de las
mismas.
La desaparición de las lenguas originarias no es cosa sin importancia, al contrario,
es un problema que requiere de atención inmediata, pues cada una de las lenguas
nos ofrece una forma diferente de observar y concebir nuestro mundo y nuestra
realidad. Algunas palabras llegan a carecer de una traducción literal al español
como por ejemplo “apapacho” proviene del náhuatl “papachoa” que puede
interpretarse como acariciar con el alma; incluso encierran un significado más
profundo como la palabra que traducimos al español como amigo “yolikni”,
hermano del corazón.
La falta de interés de algunos docentes por el trabajo de las lenguas originarias
podría deberse a la falta de una pedagogía más entendible y más práctica que las
opciones que se ofrecen actualmente, es decir una pedagogía que responda al
contexto en que se desarrolla la práctica docente.
El trabajo en la maestría puede favorecer el estudio del contexto, el análisis del
estatus de la lengua en la localidad, el planteamiento de hipótesis, así como el
desarrollo de estrategias que den atención a la enseñanza de la lengua indígena
como segunda lengua en niños hablantes de español en el contexto urbano
marginado.
Jesús De La Cruz Cervantes.

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