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Los Orígenes de La Filosofía - Texto
Los Orígenes de La Filosofía - Texto
C i c e r ó n
¿Quién negará que la sabiduría no sólo en realidad es antigua, sino también por su nombre? Que
por el conocimiento de las cosas divinas y humanas, y por el de los principios y las causas de
todas las cosas, conseguía este bellísimo nombre entre los antiguos.
Y así, los siete considerados y llamados por los griegos sophói, sabios por nosotros, y muchos
siglos antes Licurgo, de cuyo contemporáneo, Homero, se dice incluso que fue anterior a la
fundación de esta ciudad de Roma, y ya en los tiempos heroicos Ulises y Néstor, hemos oído que
fueron sabios y que fueron considerados tales.
Pues bien, a imitación y continuación de éstos, todos los que ponían sus afanes en la
contemplación de las cosas eran considerados y llamados sabios, y este su nombre duró hasta el
tiempo de Pitágoras, quien, como escribe un oyente de Platón, el póntico Heráclides, varón docto
entre los que más, refieren que estuvo en Fliunte y con León, príncipe de los fliasios, trató docta y
disertamente algunas cuestiones; y como León se hubiera quedado admirado de su talento y
elocuencia, le preguntó de qué arte hacía principalmente profesión, a lo que Pitágoras respondió
que, arte, él no sabía ninguno, sino que era filósofo.
Pero Pitágoras no fue mero inventor del nombre, sino engrandecedor también de las cosas
mismas. Pues como después de aquella conversación de Fliunte hubiera venido a Italia,
embelleció a la Grecia llamada Magna con instituciones y artes eminentes en lo privado y en lo
público... Ahora bien, desde la filosofía antigua hasta Sócrates, que había oído a Arquelao,
discípulo de Anaxágoras, los números y los movimientos eran los temas tratados, y de dónde
nacían todas las cosas y a dónde tornaban, y con afán eran investigados por aquellos filósofos los
tamaños, intervalos y cursos de los astros y todas las cosas celestes. Sócrates fue el primero que
hizo bajar a la filosofía del cielo, [65] y la hizo residir en las ciudades, y la introdujo hasta en las
casas, y la forzó a preguntar por la vida y las costumbres y por las cosas buenas y malas. Y su
variada manera de discutir, la diversidad de sus temas y la grandeza de su talento,
conmemorados por el recuerdo y las obras de Platón, produjeron numerosas clases de filósofos
discrepantes.
Cicerón, Cuestiones Tusculanas,