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Cuenta la leyenda, que hace siglos, los pobladores de este lugar fueron esclavizados.

El yugo esclavizador castigaba cruelmente a quienes descuidaban su trabajo como


atrasar la construcción del puente, ese que, era necesario para los intereses del
opresor. Cierta vez, un abuelo indígena de la etnia xinka descuidó por fatiga su
faena. La tiranía lo castigaría con crueldad. En un momento de desesperación y
debilidad, invocó al Diablo. Y el Diablo se le presentó.

El esclavo contó su desventura y el Diablo vio en aquel hombre, un alma buena que
valía la pena arrebatar. A cambio de su alma, el esclavo xinka pidió terminase el
puente, ese de mucho interés para el esclavizador, y con aquello apaciguar la pena y
el tormento de él y su pueblo. El Diablo estuvo de acuerdo. Pactó que, antes de
cantar el gallo la obra estaría terminada. Al amanecer, el esclavo arrepentido fue al
rio y encontró el puente terminado. El Diablo contemplaba su obra y el hombre se le
acercó sigilosamente enfrentando una cruz de ocote frente los ojos de Satánás. El
Diablo enfurecido, logró desprender de un puntapié, una piedra del puente, y
desapareciendo fulminado, ante aquélla bendita protección del más desventurado
de los mortales. El esclavo salvo así su alma, marcando un antes y un después, para
el pueblo xinka.

Cuentan, que la piedra que le falta al puente, desaparece cada vez que se pone en su lugar, y hoy
la cruz de la redención posa sobre sus nichos en las alturas, como símbolo triunfante y de
redención, para un abuelo xinka, que sería el primer cristiano del pueblo xinka, cuyos
descendientes, serían los que, peregrinan en una manifestación que perdura hasta nuestros días:
las romerías que previo y por el Día de la Luz o de la Candelaria, convergen en una expresión
de cosmogonía y Fe en Los Esclavos de Candelaria.

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