Las Causas Del Envejecimiento Demográfico

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LAS CAUSAS DEL ENVEJECIMIENTO DEMOGRÁFICO

¿POR QUÉ CAMBIA LA ESTRUCTURA POR EDADES?


Los factores que pueden hacer cambiar el peso de unas edades respecto a otras son los mismos que
pueden modificar el volumen total de la población: la mortalidad, la natalidad y las migraciones.

a) El descenso de la mortalidad parece una causa obvia de que cada vez más personas alcancen una
edad avanzada. Sin embargo, esta obviedad es engañosa. La humanidad en su conjunto ha visto
mejorar sustancialmente sus probabilidades de supervivencia sólo a partir de mediados del siglo
XVIII. Hasta entonces apenas se habían superado los treinta años de esperanza de vida al nacer (en
la España de 1900 apenas se alcanzaban los 35 años). Sin embargo, iniciado ya el rápido ascenso de
la esperanza de vida, la población no sólo no envejeció, sino que aumentó el peso de los jóvenes. La
explicación debe buscarse en la elevadísima mortalidad infantil imperante hasta entonces. Una vez
iniciadas las mejoras, las muertes evitadas de recién nacidos y de niños contribuyeron a acrecentar
el peso de estos en el conjunto de la población. Sólo muy recientemente, en aquellos países donde
la mortalidad infantil es ya muy reducida, la lucha contra la mortalidad se ha concentrado en la otra
etapa de la vida en que es elevado el riesgo, es decir, en las edades avanzadas. Ahora sí puede
decirse que el descenso de la mortalidad tiene por consecuencia el envejecimiento de la población,
pero conviene recordar que este no ha sido el caso siempre ni lo es actualmente en todas partes.

b) La natalidad sí tiene un efecto inmediato en la pirámide de edades. Si es elevada, ensancha


automáticamente la base, rejuveneciendo la población. Si es reducida produce el efecto contrario
y, de hecho, esa es la explicación fundamental de la rapidez del envejecimiento demográfico de la
población mundial y, sobre todo, de la de los países más ricos.

La natalidad, al igual que la mortalidad, ha sido alta en las poblaciones humanas hasta hace muy
poco, precisamente para compensar las escasas probabilidades de supervivencia hasta la edad
adulta (ver la Teoría de la Transición Demográfica). Sin embargo, en poco más de un siglo, se están
extendido pautas de baja fecundidad, empezando por Europa y ya en todo el mundo, que tienen
como resultado una natalidad más baja (ver aquí cómo distinguir natalidad y fecundidad).

c) Las migraciones influyen en la pirámide de población porque no se reparten por igual entre las
diferentes edades. Especialmente las grandes corrientes migratorias de nuestro siglo han tenido por
protagonistas a jóvenes en busca de trabajo. Los efectos para los lugares de origen no se limitan a
la despoblación y a la escasez de jóvenes. En cambio, los lugares de destino han visto rejuvenecer
su estructura por edades con los recién llegados y con sus hijos. Este fenómeno puede no ser muy
apreciable en grandes unidades geográficas como los continentes o los estados, pero su importancia
va creciendo cuanto menor sea la unidad de análisis, y se convierte en fundamental en pequeñas
áreas como los municipios. Si quiere entenderse el gran envejecimiento de las áreas rurales y de
interior de la mayoría de los países desarrollados, así como la relativa juventud de las zonas urbanas,
no son la mortalidad o la fecundidad las que deben centrar el análisis, sino las migraciones.

Mención aparte merecen las migraciones de la tercera edad, especialmente las que siguen a la
jubilación. Se trata de un fenómeno incipiente, con casos notables como la creación en Estados
Unidos de alguna extensa zona residencial en Florida o en California, pero limitado a estratos
sociales hasta ahora minoritarios y de escasa relevancia estadística en comparación con los cambios
de estructura por edades producidos por las migraciones de los jóvenes (aunque probablemente irá
a más en el futuro).

***

No obstante, una cosa es la distinción abstracta de estos tres factores, y otra es la explicación del
cambio histórico que está experimentando la estructura por edades en la práctica totalidad del
planeta. La escasa comprensión de los sistemas demográficos, y del modo en que la mayor
supervivencia poblacional los conduce a su configuración actual, suele provocar multitud de malos
entendidos, especialmente entre quienes tienen una posición apriorística y dogmática sobre los
temas y comportamientos implicados (la salud, el matrimonio, la natalidad, la familia, la nación,
etc.). Por desgracia, eso le ocurre a buena parte de las confesiones religiosas empeñadas en
encontrar argumentos contra la anticoncepción, el aborto, la planificación familiar y las nuevas
formas de familia y de relación conyugal. Cometen el error de considerar el descenso de la
fecundidad y el envejecimiento demográfico meras consecuencias de políticas liberales sobre
anticoncepción o aborto, y de la siempre predicada degradación moral y familiar que
supuestamente acompaña a la modernidad. Se abona así el ancestral mito conservador de una
supuesto pasado de pureza y recto comportamiento que en realidad nunca existió. Sin embargo, no
son capaces de explicar por qué la fecundidad ha descendido en todo el planeta, incluso en países
que lo han combatido encarnizadamente, y también en momentos históricos, especialmente Europa
antes del siglo XX, en los que nadie hacía propaganda anticonceptiva, todo lo contrario (todos los
estados europeos eran natalistas y poblacionistas), y no había apenas medios eficaces y accesibles
para evitar el embarazo.

Pese a todo la tradición conservadora no cesa, y con ella el error de interpretación. A título de
ejemplo, es posible encontrar, junto a un discurso del Santo Padre, un artículo titulado “El invierno
demográfico. Causas y consecuencias del envejecimiento de la población” en el que se hacen
afirmaciones tan erróneas como esta:

“Sin lugar a dudas, el envejecimiento de la población es una anomalía provocada artificialmente por
las políticas de planificación familiar desarrolladas por diferentes organismos estatales o
internacionales o, incluso, por entidades privadas”

Alfonso Carlos Amaritriain (Universidad Abat Oliba) Boletín Informático de la Pontificia Universidad
Católica de Puerto Rico, 6 de noviembre de 2002 (ver versión online en Catholic.net)

El factor explicativo principal de la modernización demográfica no es otro que la revolución


reproductiva provocada por la espectacular mejora de la superviviencia. Son las mejoras de la
mortalidad, especialmente en las edades infantiles, las que han desencadenado una auténtica
revolución en la eficiencia con que nos reproducimos, provocando la “explosión” poblacional
durante el siglo XX, paralela tanto al descenso de la fecundidad como a la liberación de la mujer de
su ancestral sobredeterminación reproductiva (véase aquí una síntesis de la Teoría de la Revolución
Reproductiva).

Página publicada el 10 de abril de 2012


Por Julio Pérez Díaz

ORIGEN DE LA EXPRESIÓN “ENVEJECIMIENTO DEMOGRÁFICO”


El mejor signo de consolidación conceptual de la expresión “envejecimiento demográfico”, así
como de sus connotaciones negativas, puede situarse en 1946, fecha de publicación del primer
número de “Population”, quizá la revista especializada en demografía con más prestigio
internacional.

En la presentación podía leerse que Francia, uno de los países occidentales más avanzados, estaba
“en el camino del envejecimiento que precede a la despoblación”.

Aunque la presentación no está firmada, pertenece probablemente a Alfred Sauvy, que durante
mucho tiempo ha sido lo más parecido al demógrafo oficial del Estado francés. Fue cofundador y
director del Institut National d’Etudes Démographiques (INED), uno de los principales centros de
investigación demográfica de todo el mundo. Sauvy ha sido también una de las personas que más
ha contribuido a consolidar la expresión “envejecimiento” demográfico y a despertar alarmas sobre
sus consecuencias. El aumento del peso relativo de la vejez empezó a ser diagnosticado bastante
antes, en los albores del siglo, pero no fue considerado importante en sí mismo, ni siquiera en
Francia, porque se lo entendía como un simple efecto de las mejoras en la esperanza de vida. Son
excepcionales quienes, como el demógrafo neerlandés, H. Westergaard, entreveían ya su
combinación de causas y anunciaban su acentuación futura con consecuencias catastróficas:

“…,ya no volveremos a encontrar la distribución por edad de los días de antaño: la población tendrá
un aspecto muy distinto, con un gran número de ancianos y unos efectivos de jóvenes relativamente
reducidos […]. Y, si es exacto que las nuevas ideas germinan en los jóvenes cerebros, entonces esta
diferencia en la distribución de las edades podrá ser asimilada a una seria pérdida para la futura
población.”
H. Westergaard (1907), The Horoscope of the Population in the xxth Century,
informe presentado en la sesión de Copenhague del Instituto Internacional de Estadistica

En realidad fue en torno a la obsesión natalista francesa como se consolidó el concepto. Francia,
pionera en el descenso transicional de la fecundidad y atemorizada ante la “pujanza demográfica”
de Alemania, había generado, ya en el siglo XIX, gran cantidad de textos e investigaciones sobre el
cambio demográfico, identificándolo con el declive nacional.

En 1896 se funda la “Alliance nationale pour l’acroissement de la population française”, auténtico


lobbie natalista que ha perdurado hasta la actualidad. Entre sus logros están la aprobación del
Código de Familia o la creación del INED. Ya en 1928, mientras se debatían y comentaban las
proyecciones de población presentadas por A. Sauvy en la Sociedad de Estadística de París, la
expresión “envejecimiento progresivo” fue utilizada profusamente. Dicha expresión, ahora sí,
incluía la por entonces novedosa idea de que la causa que estaba modificando la pirámide no era la
mayor supervivencia sino la “desnatalidad” (así se llama en Francia al descenso de la natalidad,
como si indicara su desaparición definitiva y absoluta; se trata de otra de las expresiones valorativas
que muchos todavía mantienen en la jerga demográfica de aquel país, revelando presupuestos
típicos del natalismo más tradicionalista).

Tres años antes, en el n.° 153 del Boletín de la Alianza Nacional, F. Boverat, su vicepresidente, había
relacionado desnatalidad y envejecimiento de manera explicita en un artículo titulado: “Un
problema insospechado: ¿qué haremos con los ancianos si la natalidad sigue menguando?” Cinco
años más tarde, tras la publicación de las proyecciones de Sauvy, F. Boverat fue también el primero
en abordar las consecuencias del envejecimiento en las jubilaciones en dos artículos titulados
“Reflexiones sobre las pensiones de la vejez: la distribución y la capitalización igualmente imposibles
en un país que se está despoblando” (Boletín de la Alianza Nacional, n.° 212, 1930) y “El porvenir
sacrificado al pasado: el aplastante peso de las pensiones de jubilación” (i/oid., n.° 213).

El término “envejecimiento” en el sentido demográfico, claramente distinguido del envejecimiento


individual o senescencia, fue enunciado ya de manera explícita por Michel Huber en 1931 y ha
seguido utilizándose hasta nuestros días, sin que nadie haya conseguido hasta ahora implantar una
denominación alternativa menos tendenciosa (mi propuesta personal es la “madurez de masas“)

En definitiva, en los orígenes de la expresión “envejecimiento demográfico” se encuentra dos


corrientes históricas de gran importancia para el pensamiento de finales del siglo XIX y principios
del XX:

1) la ideología ultranacionalista y patriótica, que ve en la demografía un elemento táctico y


estratégico en las disputas internacionales, en el manteniminento de los imperios coloniales y en el
engrandecimiento de las potencialidades nacionales

2) una concepción organicista de las poblaciones, muy influida por el deslumbrante triunfo de las
teorías darwinianas, según la cual los colectivos humanos pueden entenderse en sí mismos como
seres vivos, que nacen, maduran, envejecen y mueren.

Ambas resultaron fundamentales para los gobiernos y las políticas de la época, pero ya hace mucho
tiempo que sus limitacions y errores quedaron en evidencia. Va siendo hora de analizar los cambios
demográficos con una perspectiva más objetiva y ecuánime, que brinde el respeto obligado a todas
las edades, incluidas las más avanzadas, y que asimile de una vez que la vejez es una fase más de
nuestra propia vida (por suerte).

CONSECUENCIAS DEL ENVEJECIMIENTO DEMOGRÁFICO

Antes de empezar a tratar este tema, conviene tener muy clara la distinción entre el envejecimiento
demográfico que causan las migraciones, y el que resulta del cambio en la dinámica reproductiva
interna, determinado exclusivamente por el balance entre nacimientos y la duración de sus vidas,
es decir, por la reproducción poblacional. El primero es característico de poblaciones pequeñas en
declive, en las que la emigración de los jóvenes no es la causa, sino la consecuencia (ver la relación
entre tamaño y estructura de las poblaciones). Este envejecimiento, muy visible en las zonas rurales,
es antiquísimo. Por el contrario, el envejecimiento que provoca la actual dinámica reproductiva es
históricamente reciente, no tiene precedentes y caracteriza la evolución del conjunto de la
humanidad. A continuación comento las consecuencias del envejecimiento sistémico, no el
migratorio.

Las consecuencias del envejecimiento demográfico suelen analizarse desde perspectivas


catastrofistas, sobre todo cuando la economía juega un papel importante en el análisis. Quien quiera
encontrar un buen ejemplo de tales usos, muy convenientes para justificar medidas de ajuste,
recorte de gasto social y, en general, todos los miedos sobre el futuro, puede pasar un buen rato
en: Global Aging Initiative, Center for Strategic and International Studies, la web de uno de los
muchos “think tanks” de USA, donde el juego de las previsiones apocalípticas se eleva a escala
planetaria. Ya en Europa, pueden encontrarse igualmente obsesos del natalismo que hablan del
“invierno demográfico” como si el mundo fuese a acabarse. En mi opinión, se trata de
catastrofismos completamente injustificados y tendenciosos, y así lo he expresado en más de una
ocasión, como en

 Artículo Lo que está pasando con la población española (en El País, 1/11/2010)

 Artículo El envejecimiento no es un desastre (pdf) ( en el Periódico 11/4/2002, con motivo


de esta II Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento)

 Avantatges internacionals de l’envelliment demogràfic (pdf), en la revista dcidob, nº 82,


primavera 2002.

 Pérez Díaz, J. (2005), “Consecuencias sociales del envejecimiento demográfico“, publicado


en Papeles de Economía Española,Transformación demográfica. Raíces y consecuencias, (nº
104), pgs 210-226.

No soy, por supuesto, el único con esta opinión. También pueden encontrarse posiciones críticas con
el catastrofismo imperante en

 Minoldo, S. (2014) Neither ageing nor low fertility: the problem is the distribution of
resources, en Ageing and Resource Distribution, Issue 110

 Mérette, M. (2002), “The Bright side: a Positive view on the economics of Aging“, publicado
en Choices, 8 (1): 1-28

 Michel Loriaux (1995), “Les conséquences de la révolution démographique et du


vieillisement sociétal: restructuration des âges et modification des rapports entre
générations” en Sociologie et sociétés vol. 27, no 2, pp. 9-26.

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