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Turismo en Choachí
Turismo en Choachí
ARTÍCULO 23:
“La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los alumnos en sus trabajos
de grado, solo velará porque no se publique nada contrario al dogma y la moral católicos y porque
el trabajo no contenga ataques y polémicas putamente personales, antes bien, se vean en ella el
Agradecimientos
Quiero agradecer a Dios y a La Virgen, a mi padre por brindarme la capacidad de soñar y el amor
por su tierra; a mi madre por su amor incondicional y confianza al respaldar cada uno de mis
sueños, cada día su recuerdo está presente; a mi hermana y a mi novia por sus palabras de aliento,
paciencia y amor; a mis abuelas, tíos y amigos, que siempre han estado ahí para apoyarme; a mi
asesor Martín Franco Vélez por su trabajo y dedicación, siendo una pieza fundamental en el
desarrollo de este proyecto; y a Choachí, por permitirme conocer diferentes personas, paisajes y
tradiciones, que me han llevado a entender de dónde vengo y lo que significa ser chiguano.
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transculturización reciente? ¿El turismo tiene alguna responsabilidad en este proceso identitario?
¿El turismo puede llegar a intervenir en la identidad y hasta en el patrimonio del pueblo
chiguano? Estos fueron los primeros interrogantes planteados acerca de la situación reciente en
Choachí, Cundinamarca. En este pueblo se observa que la gente, en el casco urbano y sus
veredas, han dejado de lado actividades importantes dentro de su desarrollo histórico, económico
y cultural, como la agricultura o la ganadería, para convertir sus hectáreas y hasta sus hogares en
locales que llamen la atención para turistas, y con eso generar un fin lucrativo. Sin saber que de a
poco se van perdiendo las raíces y se está formando un pensamiento más citadino que autóctono.
habitantes, ya que al colindar con municipios como Ubaque, Fómeque y La Calera, pero, sobre
todo, con Bogotá, hace que sea un pueblo con gran afluencia de gente y donde vienen a vivir
muchas personas de todas partes, tanto colombianas como extranjeras, generando cambios
constantes en el mismo.
En primer lugar, me parece una razón importante dar respuestas a las preguntas que el
Choachí. Cambios que van dejando de lado muchas veces costumbres y tradiciones que venían
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de hace años, siendo un ejemplo curioso el que no haya mucho interés, por parte de los
chiguanos, en conservar sitios y caminos donde hay muestras chibchas o la poca atención
brindada a los museos que allí se encuentran, algo que sí aprecia el turista. Asimismo, cómo las
negocio y mejorando su nivel de vida. Todo esto sobre el eje del desarrollo turístico. Igualmente,
los espacios y la arquitectura son referentes de este cambio, pues se han modificado para atraer y
Por ejemplo, lo que antes era una carretera llena de ganado y gente del pueblo arriándolo,
ahora se ve como un espectáculo de personas con banderas rojas que señalan parqueaderos o
bandejas que invitan al visitante a degustar la picada y la cuajada con melao. De igual forma, los
termales, que eran un lugar de esparcimiento chiguano, se volvieron uno de los mayores
Resguardo y su cercanía a la capital, pues tan solo 39 kilómetros los separan de esta. Caso
similar es el que ocurre con La Chorrera, la cascada escalonada más alta de Colombia con 590
metros de altura, ubicada entre las veredas de El Curí y La Palma a 35 kilómetros de Bogotá.
Adicionalmente, estos sitios cuentan con una relevancia mediática y publicitaria importante. Dos
factores demostrados en situaciones específicas como lo son las notas periodistas realizadas
sobre ambos sitios en medios como El Espectador; asimismo, en grandes pancartas alusivas al
dándole así un carácter turístico tanto nacional como internacional. Los dos atractivos turísticos
cuentan con apropiadas instalaciones, rodeadas por montañas y paisajes desconocidos o poco
Por otro lado, Choachí ha ido cambiando su fuerte en la producción agrícola con
productos de “pancoger” que se dan una vez al año, entre estos están la habichuela, el tomate, la
cebolla, papa, frijol y maíz, para darle paso al turismo como uno de sus principales renglones
económicos. Manifestado este efecto en que por lo menos dieseis de sus treinta y cuatro veredas
ya tienen sitios con función y visión turística, acaparando la mano de obra calificada, de las
La seguridad en su vía en los últimos diez años —algo muy reciente en su historia— es
otro factor que ha impulsado de manera notoria el turismo, puesto que hasta hace unas décadas el
municipio llego a estar estigmatizado por ser lugar de paso de actores armados y donde se hacían
las famosas “pescas milagrosas” de las Farc. Teniendo en el secuestro de Guillermo “La Chiva”
Cortés, por parte de este grupo guerrillero en una de las vías del pueblo en el año 2000, solo un
ejemplo claro del horror y el imaginario de un pueblo afectado directamente por la violencia.
Imaginario que se ha ido cambiando con estrategias de reivindicación, pero, sobre todo, con el
turismo como principal columna para borrar esta fatídica imagen. Por otra parte, algo que llama
llegada al pueblo, haciéndolo conocido para muchos bogotanos y visitantes de la capital. Todos
estos casos son una pequeña muestra de lo que ocurre en este territorio cundinamarqués y que, de
una u otra manera, cambian rutinas, tradiciones y hasta la cultura del mismo municipio.
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Justificación
La cercanía con este territorio, donde he pasado gran parte de mi vida, es la que me
motiva a realizar este gran reportaje. Asimismo, otro factor que me lleva a realizar este ejercicio
es que me apasionan sus costumbres, sus paisajes, sus gentes y la nobleza que los caracteriza; al
mismo tiempo, su historia local y lo que hay escrito sobre esta. Además de conocer diversidad de
sitios y personas que me puedan orientar para hacer una gran exploración del tema.
Por otra parte, el crecimiento del turismo en Choachí, sus iniciativas, la relación del
pueblo con esta actividad y la aceptación de los chiguanos hacia este nuevo renglón de su
economía, son cuestiones que el área de comunicación social puede resolver a partir de
herramientas conceptuales que brinden el abordaje tanto del individuo, la comunidad y sus
contextos municipales o rurales similares a los del pueblo que se analizará, donde el turismo es
un factor determinante tanto para la economía, el progreso social-laboral del municipio, y hasta
para la construcción de imaginarios, que se puede explicar de manera más sencilla desde el
Son estas las razones que me originan mostrar un Choachí de todos los días —no solo el
turístico—, salido de la fachada de todo lo bello, que es lo que muestra el turismo, para mostrar
Objetivos
Objetivo general
Demostrar cómo el turismo se implantó en la identidad chiguana en los últimos diez años.
Objetivos específicos
transculturación.
de Choachí.
Corpus de la investigación
oficiales, un gran relato, el cual tendrá como protagonista a Choachí, pero siendo abordado en
enfoque del trabajo será contar como se ha trasformado Choachí y su población desde las
vivencias de sus habitantes y, sobre todo, como se ha venido acoplando cada vez más con el
turismo.
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Este gran reportaje estará dividido por varios capítulos que, en su orden, abordarán estas
temáticas:
Capítulos:
de lo que es Choachí hoy en día, una descripción del pueblo y un choque con lo
que era antes. Sobre todo, mostrar cómo ha cambiado en los últimos 10 años.
su día a día, cómo se han transformado las nuevas generaciones, que se les inculca
sobre su municipio. Todo esto en una o dos historias de vida que muestren al
mención a la economía turbia y los negocios ilícitos que también han ayudado al
chiguanos han dejado de lado las tradiciones y algunos lugares que marcaron a
sus antecesores. De la misma forma, estas tradiciones y sitios han sido apartados
Red de Fuentes
municipio (Capitulo 2 y 1)
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3)
pueblo (Capítulo 2)
y 6)
(Capítulo 4)
Delimitación temporal
fines turísticos en el municipio desde 2008, los últimos diez años serán el lapso donde se
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abordará la mayor parte de la investigación. Sin embargo, también se tendrá que acudir a
periodos históricos de la historia chiguana para dar contexto y entender facetas importantes para
Técnicas e instrumentos
conveniente utilizar herramientas que permitan recoger una información veraz que le aporte a las
características del campo cualitativo. Por este motivo, la entrevista, la observación, la etnografía
y la comparación entre los distintos lugares estudiados, pueden brindar una amplia información
para después realizar testimonios, perfiles, historias de vida y crónicas que contengan datos
En lo que concierne a textos sobre Choachí se puede hablar de que hay documentos,
artículos periodísticos y blogs que muestran el turismo chiguano, pero a grandes rasgos.
Asimismo, son muy pocos los textos de historia del municipio, pero muy útiles y que son de gran
provecho en un análisis del ayer y el hoy en el municipio. Por otra parte, cuando se profundiza en
la categoría del turismo chiguano en libros, blogs o artículos, se llega a sitios en específico,
encontrándose con reseñas de la historia o la belleza del sitio en cuestión. Sin embargo, en estos
documentos, páginas y blogs no hay aproximación a la gente, solo descripciones de los lugares,
cómo llegar y hasta tablas de precios. Para finalizar, el producto contaría con historias de vida
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realizadas desde la crónica y el perfil, teniendo como tema central el turismo, con fotos para
Metodología
descripción y el análisis harán parte esencial de esta. Por lo general, las investigaciones tienen
obviamente, desde el planeamiento del problema para después ir planeando cómo se irán
realizando, de principio a fin, los requisitos e instrucciones que se deben cumplir. Luego, se
presenta el resultado, que en este caso no son solo las conclusiones, sino también un producto.
descriptivos, pues da a conocer y son observables tanto las conductas como las palabras de las
personas, ya sean habladas o escritas. Este tipo de investigación aporta gran parte de lo que se
quiere hacer en el proyecto, que es el darse cuenta de cómo es un chiguano, sus expresiones,
intereses, ideología y manera de ganarse la vida, aspectos que permiten hablar en general de una
habitante del pueblo y dar una imagen clara sobre la identidad chiguana.
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cualitativa como una “categoría de diseño de investigación”, la cual consigue las descripciones
gracias a la observación, que, paso a seguir, puede tomar forma de entrevista, narración,
parte de la observación de los habitantes del pueblo y su actitud frente al turismo. Al mismo
tiempo, esta investigación tomará forma de crónicas, capítulos y fotos, que harán parte de un
gran reportaje.
Gran reportaje
los últimos diez años es el gran reportaje. Esto debido a que la temática es compleja y no se
podría contar en una crónica o en una historia de vida, mucho menos en una entrevista —
diferentes personajes hacen que las crónicas e historias tengan un contenido no solo extenso sino
muy rico en diferentes aspectos. Por esta razón, se necesita de investigación e inmersión para
para la elaboración de el gran reportaje” (2016) considera al género como “el resultado de la
más completa labor de investigación de un tema” (p. 38) expresando, de esta manera, como con
El reportaje profundo es el que cuenta, no solamente lo que pasa, sino lo que pasa por dentro de lo
que acontece. Las noticias, los acontecimientos que las producen no son fenómenos aislados, sino
que forman parte de un contexto histórico y cultural. Lo que sucede, sucede por algo, dentro de
algo (p.38).
Esta afirmación quiere demostrar como un gran reportaje puede dar una visión desde
todas las perspectivas y con una cantidad de voces impensadas, las cuales cuentan hasta el más
micro detalle de lo que ha pasado en la historia, como también de los sucesos más recientes del
pueblo.
Por su parte, el nobel de literatura colombiano, Gabriel García Márquez (2014), pensaba
Mi problema original como periodista fue el mismo de escritor: cuál de los géneros me gustaba
más, y terminé por escoger el reportaje, que me parece el más natural y útil del periodismo. El
que puede llegar a ser no solo igual a la vida, sino más aún: mejor que la vida. Puede ser igual a
un cuento o una novela con la única diferencia —sagrada e inviolable— de que la novela y el
cuento admiten la fantasía sin límites pero el reportaje tiene que ser verdad hasta la última coma.
Aunque nadie lo sepa ni lo crea. (p.1).
García Márquez recalca que el reportaje es un retrato idéntico de la realidad, algo que
debe ser presentado con la mayor autentificación y verificación posible sobre la situación
turística de Choachí, sin mentir ni en una coma como lo dice el autor colombiano.
“Para que el reportaje cuente con la información más completa y fiel posible, se deberá llevar a
cabo una investigación exhaustiva en búsqueda de datos y testimonios de otras personas, para
ofrecer al lector la opción de sacar sus propias conclusiones, al disponer de distintos puntos de
vista sobre el tema tratado” (p.1).
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Todo esto debe aplicarse en una indagación, documentación y diálogos con quien
entiende y está inmerso en el pueblo, entre más protagonistas más puntos de visita que se
Es por esto, que el reportaje se adapta a las condiciones de mi hipótesis al ver una
temática desde muchos aspectos, intentando contar una problemática con la mayoría de
PTG‐E‐3
Referencia: Formato Resumen del Trabajo de Grado
Este formato tiene por objeto recoger la información pertinente sobre los Trabajos de Grado que
se presentan para sustentación, con el fin de contar con un material de consulta para profesores y
estudiantes. Es indispensable que el resumen contemple el mayor número de datos posibles en
forma clara y concisa.
Título del Trabajo: “Unas de cal y otras de arena: crónicas sobre el turismo en Choachí”
Autor (es):
1. Objetivos del trabajo (Transcriba los objetivos general y específicos del trabajo)
Objetivo general:
Demostrar cómo el turismo se implantó en la identidad chiguana en los últimos diez años.
Objetivos específicos:
—Mostrar el turismo como una actividad de emprendimiento y cooperación de la población.
—Describir cómo se ha ido modificando la identidad chiguana gracias a un fenómeno de
transculturación.
—Describir el patrimonio tangible e intangible, reconocido y desconocidos por propios y
extraños de Choachí
3. Autores principales
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4. Conceptos Clave
Choachí, Turismo, Memoria Oral, Crónicas, Patrimonio, Transculturación.
5. Proceso metodológico.
El trabajo es un producto (compilado de crónicas). El procedimiento realizado se basó en
ejercicios etnográficos, además de observación y entrevistas a personas de Choachí,
Cundinamarca, quienes son testigos del turismo y lo que ha traído este en el municipio. A lo
largo de cuatro meses visité el pueblo para conocer más a fondo las historias y realidades de la
población y de esta manera lograr los objetivos propuestos.
Tabla de contenido
OBJETIVOS………………………………………………………………….23
MARCO TEÓRICO………………………………………………………….24
Choachí………………………………………………………………………...24
Turismo………………………………………………………………………...27
Turismo en Choachí…………………………………………………………....28
Identidad chiguana……………………………………………………………..30
Transculturación………………………………………………………………..30
Patrimonio……………………………………………………………………...31
MARCO METODOLÓGICO………………………………………………..32
Investigación cualitativa………………………………………………………..32
Corpus de la investigación……………………………………………………...33
Técnicas e instrumentos………………………………………………………...35
LA CRÓNICA………………………………………………………………....38
Introducción……………………………………………………………………..40
Amasando sueños………………………………………………………………..58
Atlas chiguano…………………………………………………………………...79
CONCLUSIONES……………………………………………………………..123
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS………………………………………..128
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OBJETIVOS
Objetivo general
Demostrar cómo el turismo se implantó en la identidad chiguana en los últimos diez años.
Objetivos específicos
transculturación.
de Choachí.
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MARCO TEÓRICO
Choachí
La Calera; en el sur, con Ubaque; en el oriente, con Foméque; y en el occidente, tan solo 38
por una cabecera municipal —formada por 6 barrios— y 34 veredas. Según los indicadores del
sitio web de la Alcaldía (2012), hasta hace seis años contaba con 4.921 habitantes en la cabecera
municipal y 7.333 habitantes en la zona rural, con una totalidad de 12.254 personas. En la
actualidad, Choachí no cuenta con un censo más reciente, pero según el DANE y sus
turismo y la gastronomía. Por otra parte, la temperatura del municipio promedia los 18 grados
centígrados. En lo que tiene que ver con el medio ambiente, como recita la canción A Choachí
(2016) “En el oriente, donde el sol viene saliendo por la mañana detrás de la cordillera, allá en el
fondo del paisaje hay un pueblito, hecho por Dios cual dibujo de acuarela” (p.1) Choachí es un
pueblo rico en naturaleza, pues posee 11 cerros y 12 quebradas, estas últimas van a desembocar
El nombre del pueblo reside desde la época precolombina, cuando los chibchas llamaban
relacionando y definido con la luna. Sin embargo, la definición más pertinente puede ser la de
Joaquín Acosta Ortegón (1938), quien afirmaba que cada sílaba tenía un significado, <Chigua>
definía nuestro monte y <Chíe> o <Chí> expresaba la luna, dándole como nombre: “Nuestro
monte luna”.
enfocado en la religiosidad, pues lo primero fue construir una cabaña que oficiara como iglesia y
después vinieron las demás viviendas, convirtiendo a esta cabaña en el centro de la población.
Orientación religiosa que hizo que los españoles peregrinaran y cambiaran las creencias de los
chibchas que aún permanecían en tierras chiguanas (Pardo, 1996). Hoy la idea española sigue
vigente y la Iglesia San Miguel Arcángel y el Parque Chiguachía son el centro del pueblo.
manos de La Corona española. Por esta razón cuenta con el tramo de un camino real que
conectaba —hasta hoy lo hace— desde Bogotá hasta Villavicencio, y por donde transitarían
Simón Bolívar y las mismas tropas españolas (Quiñonez, 2018). Por otro lado, en parte de este
camino real, hacia Chingaza, aún hay muestras del aposentamiento indígena por estas tierras.
Pictogramas en piedras gigantescas, realizadas por los chibchas, eran utilizados como
Colombia, debido a que 323 chiguanos participaron en la revuelta del 20 de julio de 1810. De la
misma manera, José Ignacio pescador, único indígena en firmar el Acta de Independencia de
economía por la agricultura. La producción agrícola varía dependiendo del sector pues sus
terrenos ofrecen distintas condiciones y paisajes: cultivos de papa o cubios, en zonas frías, de
maíz y tomate, en terrenos más templados, además de café y caña de azúcar, en los sitios más
Para finales de los 90’s e inicios del 2000, el territorio sería catalogado como zona de
efectuaban las famosas “pescas milagrosas” en la carretera, por parte de las Farc. El camino real
volvía a tomar relevancia, pero ahora era utilizado por los guerrilleros para pasar a secuestrados,
de la talla de Jerónimo Pimentel —reconocido en el mundo de las corridas de toros por ser
ganadero y padre de la periodista Arritokieta Pimentel— y Guillermo “La Chiva” Cortés, yendo
de Choachí hacia Chingaza, y de ahí rumbo hacia el departamento del Meta (Antía, 2017).
Para el 2004, el municipio tuvo sus dos primeros colegios en áreas rurales; las veredas de
El Hato y Ferralarada, fueron las privilegiadas en recibirlos. Para el 2005, ambas instituciones
graduarían sus primeras promociones de grados onces (Colegio Ferralarada, 2018). Un hecho
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que revolucionó las veredas y disminuyó notablemente la deserción estudiantil, que muchas
veces fue excusada por el motivo de que el colegio solo se encontraba en la cabecera municipal,
convertido, para el ojo del visitante, en todo un paraíso con cantidad de experiencias, paisajes y
Turismo
Cada una de las crónicas tendrá como temática, principal o secundaria, al turismo. Por
esta razón, se debe a aclarar este concepto. La base será la definición aportada por WTO (1995),
la cual define que “el turismo comprende las actividades que realizan las personas durante sus
consecutivo inferior a un año con fines de ocio, por negocios y otros” (p.10).
generales:
• Existe un movimiento físico de los turistas que, por definición, son quienes
se desplazan fuera de su lugar de residencia.
• La estancia en el destino ha de ser durante un período determinado de
tiempo, no permanente.
• El turismo comprende tanto el viaje hacia el destino como las actividades
realizadas durante la estancia.
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Turismo en Choachí
El turismo en Choachí es un factor que viene desde principios del siglo XX: desde los
años treinta están abiertos los termales, fenómeno por el que también fue y es famoso el pueblo a
través de los años. De igual forma, La Unión, Foméque —una vereda que tiene como paso
obligado a Choachí—, fue el lugar de descanso de familias de alta alcurnia de la capital, ya que
por la cercanía a Bogotá, el clima y el Río Blanco, los capitalinos elegían este sitio para construir
sus fincas y quintas, tanto así que en 1947 Miguel Abadía Méndez, expresidente colombiano,
periodistas, humoristas y artistas en los 90’s acrecentando la fama de Choachí, que cambiaría
años más adelante por las Farc. Con el resurgir de los termales, tomando un nuevo aire gracias a
una nueva administración, se comenzó la idea que acaparó por más de cinco años, entre el 2003
y el 2008, todo el renglón turístico del municipio: el complejo turístico Termales Santa Mónica.
Un proyecto visualizado desde 2001 y que hoy cuenta con hotel y cuatro piscinas (Termales
Cada enero, desde 1969, el pueblo celebra sus ferias y fiestas, una tradición anual que se
realiza en el festivo de reyes y que hasta hoy lleva 49 ediciones, una tradición a la cual no solo
acuden chiguanos, sino también turistas gracias a los artistas, orquestas y fiestas presentadas en
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el municipio durante cinco días. Un factor también rescatado por el compositor Jairo Daza en su
canción A Choachí pues como él mismo lo afirma: “La canción toca una tradición y una
festividad a la que uno trae amigos de todas partes, que son las ferias. Los versos ‘He de volver a
tu parque Chiguachía, en una noche de enero con amigos de parranda’ es el homenaje también a
Choachímilco y la Chorrera, con encantos propios —como los amasijos, las cascadas y los
deportes de aventura— y que mostraron cosas distintas a los termales (Pardo, 2017). Asimismo,
2018). En la crónica “La ruta del pan de oro” (2016) se puede hacer a una pequeña idea de los
sabores de Choachí:
Los olores que reciben al turista le van dando pistas de lo que puede encontrar más adelante. Es
una mezcla de aroma a leche caliente, leña y maíz quemado, que marca una ruta invisible hacia
todas las panaderías que se dedican a vender los productos derivados del amasijo de maíz. (p.1).
Ricardo Flórez (2018), empresario del pueblo, afirma que “Choachí está cambiando de
ser una región agrícola a ser una de descanso y de turismo; un dato que me dieron en Planeación
fue que Choachí tenía 2000 hectáreas sembradas en agricultura, actualmente tiene 500” (p.4).
Una noción apoyada por el historiador Fabio Pardo (2018), quien considera la agricultura “como
un mal negocio, pues ya no es rentable. Ya se gasta más en insecticidas que en semillas” (p.5).
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actualmente hay 19 prestadores de servicios turísticos legalmente constituidos. Todos estos con
registro nacional de turismo vigente, y se están proyectando dos proyectos más. Entre las nuevas
Identidad Chiguana
Teniendo definida la identidad como un proceso de relaciones que son producto del
tiempo y dan como resultado una construcción social, (Merchán, 2015), se puede decir que el
turismo ha hecho parte de a la identidad del pueblo en los últimos años, pues gracias a este factor
los chiguanos han constituido todo tipo de redes entorno al bienestar municipal, veredal y
personal. Relaciones que han hecho que vuelvan a creer en ellos y en su pueblo. Muestra de ello
son las asociaciones, corporaciones y restaurantes —todos con fines turísticos— que hoy acogen
a chiguanos de todas las edades y condiciones, ya sea como emprendedores, jefes y empleados.
Afirmación que será demostrada y detallada en las crónicas, pues el chiguano en sus
Transculturación
sobre todo con un énfasis cultural. Este concepto fue efectuado por el antropólogo y arqueólogo
cubano Fernando Ortiz (1940), quien afirma que transculturación puede ser la mejor expresión
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para el fenómeno transitivo de una cultura a otra. Ortiz (1940) también llega a sostener que este
concepto no solo trae la idea de adquirir una nueva cultura, sino que en el proceso se va
Tesis apropiada para el caso chiguano y que quiero exponer en una de las crónicas, puesto
que se van dejando de lado costumbres y aspectos característicos del pueblo y la sociedad
desconocidas, hace unos cuantos años, por muchos chiguanos. Este fenómeno está evidenciado
directamente en una ganadería con influencias española, posadas con características propias de
Patrimonio
El patrimonio está ligado a la historia, a las raíces, al desarrollo y hasta las generaciones
futuras del pueblo. Mireia Viladevall, profesora española y experta en patrimonio, propone en su
libro Gestión del patrimonio cultural (2003) que es el aspecto cultural al cual se le dan ciertos
valores que podrían ser históricos, estéticos y de uso. De la misma manera, Viladevall (2003)
argumenta que lo que es llamado como patrimonio son construcciones socioculturales que llegan
a tener cierta importancia para quienes lo realizan, lo heredan y lo conservan (Viladevall, 2003)
mostrándonos cómo el patrimonio es un tema relevante para cualquier cultura, en este caso el
patrimonio chiguano.
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También se tiene que hablar del patrimonio tangible e intangible. El primero puede ser
entendido como aquello que es propio de la belleza de una cultura. Puede ser mueble e inmueble,
ya que mueble pueden ser obras artísticas, históricas o arqueológicas, mientras que el inmueble
pueden llegar a ser obras de ingeniería o centros industriales o un lugar con valor desde el punto
"todo aquel patrimonio que debe salvaguardarse y consiste en el reconocimiento de los usos,
representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas transmitidos de generación en
generación y que infunden a las comunidades y a los grupos un sentimiento de identidad y
continuidad, contribuyendo así a promover el respeto a la diversidad cultural y la creatividad
humana" (UNESCO, 2003, p.1)
El patrimonio chiguano puede ser de las cuestiones más complejas en estas tierras
reconocidos como tal; al mismo tiempo, no son tan conocidos por los pobladores chiguanos,
MARCO METODOLÓGICO
descripción y el análisis harán parte esencial de esta. Por lo general, las investigaciones tienen
obviamente, desde el planeamiento del problema para después ir planeando cómo se irá
33
realizando, de principio a fin, los requisitos e instrucciones que se deben cumplir. Luego, se
presenta el resultado, que en este caso no son solo las conclusiones, sino también un producto.
descriptivos, pues da a conocer y son observables tanto las conductas como las palabras de las
personas, ya sean habladas o escritas. Este tipo de investigación aporta gran parte de lo que se
quiere hacer en el proyecto, que es el darse cuenta de cómo es un chiguano, sus expresiones,
intereses, ideología y manera de ganarse la vida, aspectos que permiten hablar en general de una
habitante del pueblo y dar una imagen clara sobre la identidad chiguana.
cualitativa como una “categoría de diseño de investigación”, la cual consigue las descripciones
gracias a la observación, que, paso a seguir, puede tomar forma de entrevista, narración,
parte de la observación de los habitantes del pueblo y su actitud frente al turismo. Al mismo
tiempo, esta investigación —que en principio se planteó como un gran reportaje— tomará forma
de crónicas.
Corpus de la investigación
Choachí cuenta con más de 20 iniciativas turísticas en todo el municipio. Entre estas hay
atención al turista.
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Los sitios que harán parte de la investigación y que serán visualizados, junto a su entorno,
son:
vereda Potrerogrande.
Resguardo.
—Restaurante Suizo: Restaurante de comida europea, pero con más de siete décadas de
—La Minga: Hogar y finca de Pedro Medina, lugar donde se brindan conferencias y
seminarios, además de realizarse el trueque municipal cada año, ubicada en la vereda Resguardo
Alto.
De la misma forma, se visualizara una familia chiguana para mostrar cómo es hoy el
pueblo y sus habitantes, además de cuanto han cambiado con el pasar del tiempo. Para esta
Técnicas e instrumentos
conveniente utilizar herramientas que permitan recoger una información veraz que le aporte a las
características del campo cualitativo. Por este motivo, la entrevista, la observación, la etnografía
y la comparación entre los distintos lugares estudiados, pueden brindar una amplia información
para después realizar testimonios, perfiles, historias de vida y crónicas que contengan datos
En lo que concierne a textos sobre Choachí se puede hablar de que hay documentos,
artículos periodísticos y blogs que muestran el turismo chiguano, pero a grandes rasgos.
Asimismo, son muy pocos los textos de historia del municipio, pero muy útiles y que son de gran
provecho en un análisis del ayer y el hoy en el municipio. Por otra parte, cuando se profundiza en
la categoría del turismo chiguano en libros, blogs o artículos, se llega a sitios en específico,
encontrándose con reseñas de la historia o la belleza del sitio en cuestión. Sin embargo, en estos
documentos y paginas no hay aproximación a la gente, solo descripciones de los lugares, cómo
llegar y hasta tablas de precios. Para finalizar, el producto contaría con historias de vida
realizadas desde la crónica y el perfil, teniendo como tema central el turismo, con fotos para
Según el texto “Guías de observación y valoración cultural” (2009) estos son los
aspectos a resaltar para hacer un buen trabajo de campo y que me ayudarían a conocer a
profundidad el pueblo:
Tamaño de población.
Referentes históricos.
Visita al Pueblo.
Interactuar con cualquier persona (puede ser una muy buena fuente).
Describir la plaza o el parque principal, pues ahí se aloja el poder religioso, civil y hasta
Prestar atención a casas y viviendas antiguas, además de estatuas y placas, orden social es
un orden espacial.
Negocios con más acogida en el pueblo hacer una lista con la densidad y su convocatoria
y sus precios.
Política en el pueblo
Artesanos y saberes.
LA CRÓNICA
La crónica es un género periodístico que puede darse el lujo de brindar una mirada
profunda sobre un hecho noticioso o un tema de interés. Su narrativa permite una descripción y
una explicación más amplia acerca de un fenómeno, suceso o personaje; algo que la
instantaneidad de una noticia o los datos de un reportaje no admiten. De igual forma, la inclusión
de todo tipo de elementos en este género hace que el lector se sienta atraído, pues los datos,
testimonios, y descripciones son los que forman y dan contexto a una buena historia. Además de
informar el cronista narra con tantos detalles que sus lectores pueden hacerse una imagen o
recrear en su cabeza lo que ha acontecido (Ronderos, León, Sáenz, Grillo, & García, 2002).
verdad, pues al utilizar estos elementos, más usuales en la literatura, no hay ni la más mínima
posibilidad de que la ficción haga parte de estos relatos. En la crónica todo lo que se dice tiene
que ser comprobable y verdadero. Asimismo, la crónica puede llegar a utilizar “los giros
protagonistas y todos los elementos que caracterizan una buena historia” (EL TIEMPO, 2017,
p.41).
Este género como lo titulo Alberto Salcedo Ramos (2018) es el rostro humano de la
noticia, pues se da un aspecto referente o que represente la temática propuesta, dándole vida
El inicio de una crónica debe tener un enganche que cautive al lector y el final tiene que
ser glorioso, pero siempre sabiendo manejar la expectativa y los detalles para que la atención se
mantenga activa. La reportería y trabajo de campo son primordiales para llegar a un final
deseado con la crónica, pues con las entrevistas y el ejercicio etnográfico se pueden a explicar
fenómenos, situaciones, personas y hasta cifras, además de poder tener testimonios fidedignos de
lo acontecido.
Es por esta razón que la decisión final fue proyectar la investigación y el trabajo de
campo en crónicas, debido a que estas aportan una manera para contar los hechos con un soporte
más detallado, efectivo y diciente, pero, sobre todo, con un toque humano. Una columna
requerida en los escenarios de Choachí y su relación en los últimos 10 años con el turismo.
40
TURISMO EN CHOACHÍ
Introducción
llamado Choachí. En estos cuatro relatos se cuentan las historias de hogares, empresas y
diferentes habitantes del pueblo, tanto chiguanos como procedentes de otras partes del país,
quienes, de una u otra manera, presentan contextos, voces e historias distintas entorno a un tema
y una actividad que se ha vuelto común en el municipio los últimos diez años: el turismo.
a una vereda; la manera cómo un “neochiguano” quiere dar a conocer el pueblo a partir de su
hogar y su narrativa; un restaurante con tradición europea y una posada turística con temática
mexicana, son trabajos periodísticos que, directa o indirectamente, hablan del turismo en tierras
chiguanas, pero, a su vez, brindan un buen soporte para conocer gran parte de la historia de
Choachí. Al mismo tiempo, ofrecen una imagen muy completa de cómo son sus gentes, sus
Para poder hablar de los habitantes del pueblo se tuvo que, en la investigación previa,
acudir a una etnografía rigurosa del pueblo, sus territorios insignias, sitios donde acude gran
parte de la población y lugares donde toman forma las tradiciones que vienen de generación en
generación; igualmente, se hizo, este mismo trabajo de campo, con varias de las veredas que
además de la información proporcionada por la misma Alcaldia de Choachí, son una columna
importante para dar veracidad a lo que se relató. Choachí son más de quinientos años de historia,
pocas veces registrados pero que se tienen que tomar en cuenta a la hora de hablar de la última
Gran parte de los insumos de estas narraciones se obtuvieron a través de la memoria oral,
un recurso valioso para mi trabajo como periodista. La memoria oral logra conocimientos
detallados de vivencias personales, del grupo y de lo local. Igualmente, mediante este recurso, se
obtiene conocimiento acerca de la sociedad actual —de la comunidad o sitio investigado—, pero,
más importante aún, que la investigación se relacione con el entorno y los sujetos que lo
componen (Peppino, 2011). La memorial oral en este proyecto fue parte vital, pues, al no tener
suficientes datos, se rescataron personajes y testimonios que dieron a conocer parte del
patrimonio material e inmaterial del pueblo, e igualmente aportaron hilos que unieron y me
dieron claridad sobre lapsos y situaciones de la historia chiguana que parecían fragmentados.
La reportería también fue parte fundamental para estas crónicas y la mejor manera para
entablar una conversación profunda con 12 chiguanos —sin contar opiniones que unos cuantos
estudiantes. Sus testimonios y opiniones están proyectadas en cada una de las historias, donde,
aparte de las temáticas centrales, se narran situaciones y temas como la historia, la arquitectura,
el paso de las Farc por el territorio, los cambios recientes del pueblo, el turismo en la región, la
actualidad de Choachí.
“Unas de cal y otras de arena: crónicas sobre el turismo en Choachí” aparte de ser un
trabajo hecho con investigación y a pulso, es un homenaje a mis raíces, a los mejores recuerdos
de mi vida y al pueblo que vio nacer a mis dos máximos ídolos: mis padres.
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mucho menos hacerlos. Para ella, la noción de dónde queda ubicado su departamento, su pueblo
Choachí— sabe más de la tierra o los oficios en el hogar que de números o literatura. A su vez,
es la mayor de cinco hermanos y, más que una hermana mayor, parece una segunda madre, pues
El mapa de Colombia nunca fue realizado y la profesora de Isabel no solo le puso el cero
en su trabajo, sino que también le preguntó el porqué de su negativa ante el croquis colombiano,
a lo que la niña, de unos diez años, respondió: “Profesora, para hacer mazamorras no necesito de
mapas”.
La niña entendía que su futuro no era el de ser una doctora o una abogada; era 1945, y en
Colombia la mujer no tenía voz ni voto. Si acaso obedecía órdenes de sus padres, sabía utilizar el
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trapiche para moler la caña y solo podía soñar con tener un buen esposo y una gran familia. Ella
estaba destinada para levantar un hogar y su futuro, como se lo había dicho a su profesora, era
hacer mazamorra. A sus 19 años —10 años después de la célebre frase—, Isabel decidió casarse
porque pensaba que al conseguir marido ya no tendría que trabajar más con su padre y solo se
dedicaría a su nuevo hogar. Sin embargo, nada cambió. Vivía la misma rutina que con Manuel,
su papá; hacer mazamorra para su esposo y sus trabajadores, organizar la casa y hacer más
mazamorra para no morir de hambre día tras día, pero ahora esperaba su primer hijo.
****
A las cinco de la mañana Lázaro se levantaba todos los días. Su trabajo era el campo y su
principal herramienta, como le había enseñado la vida a temprana edad con el fallecimiento de su
padre, eran sus manos. Recorría cada mañana alrededor de unos tres kilómetros, a veces
caminando, otras veces montado en alguno de sus corceles, entre los cuales se encontraban
caballos, mulas y burros. Al llegar a su rancho —una finca de tres hectáreas, con suelo
Choachí, se ponía a ordeñar las vacas; después le daba de comer a todos los animales, cortaba la
caña y el pasto, ese era su orden. Sus movimientos, además de las botas de caucho y su camisa
ya gastadas, revelaban que era un zorro viejo en lo que hacía, le rendía bastante y su trabajo era
perfecto e impecable.
Su piel cuarteada demostraba que el tiempo, y especialmente sus 76 años, no solo traían
Adán era un rasgo particular de su apariencia y producto de una tiroides sufrida por varios años,
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su bigote abultado y su cabello corto a los lados, aparte de la calvicie en su cabeza, mostraban
una sapiencia notoria. Su gorro y sus buzos de lana eran de uso habitual en su atuendo, y los
esqueletos que se colocaba debajo de sus camisas eran las prendas que predominaban en su
Lázaro era un agricultor de antaño, de esos que araba la tierra con su yunta de bueyes,
de su mano de obra, pues la tierra era fértil y generosa. Las cosechas traían ganancias que eran
de sus casas —este era el caso de Lázaro—, así como carros, en especial camperos, y
Su rancho tenía un zaguán, una casa prefabricada, una enramada, las cocheras de los
cerdos, potreros para las vacas y sus perros, además de corrales para sus gallinas y conejos. Al
mismo tiempo, poseía sembrados de tomate, cilantro, cocombro, calabacín, maíz y cebolla,
siendo esta última el producto insignia en la agricultura chiguana del siglo XX, pues dinamizaba
la economía del pueblo, aparte era la que generaba los más altos dividendos y no faltaba en la
Aunque Lázaro trabajó como obrero por varios años en la carretera entre Choachí y
Bogotá —vía inaugurada por Rojas Pinilla en su mandato presidencial—, su pasión, vocación y
oficio innato era el campo, puntualmente labrar la tierra y ver de sus animales.
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Las mujeres siempre fueron su mayor debilidad. Comenzando por su madre, Reyes, a
quien amó como un buen hijo y que la recordaba en sus borracheras con canciones rancheras de
uno de sus artistas favoritos, Antonio Aguilar, como “Por el amor a mi madre” o “ni por mil
puñados de oro”. Prosiguiendo con sus hermanas a quienes despidió y enterró una por una,
especialmente a Lucía, quien estaba volviéndose loca y perdiendo la cordura por “Lazarito” y su
partida hacia la guerra. Ella lo detuvo en 1952 —cuando fue militar— para no marcharse a la
guerra de Corea, donde Colombia se había unido a los Estados Unidos aportando sus tropas para
apoyar la causa de Corea del sur, en su lucha contra Corea del norte y su disputa por la división
de su territorio.
Su vida giraba en torno y en servicio a las mujeres, algo que nunca desapareció, pues su
****
Choachí no es tan solo un pueblo cercano a Bogotá o una vía perfecta, al no tener peajes,
para que academias de conducción envíen chóferes principiantes a poner en práctica sus
destrezas frente al volante. Choachí son más de quinientos años de historia. Historias de todo
Historias indígenas, pues en la época precolombina allí habitaron los chibchas, quienes
bautizaron por primera vez al pueblo con el nombre de Chiguachí, algo que según el experto en
la lengua chibcha, Joaquín Acosta Ortegón, significaba “nuestro monte luna” o “nuestro monte
Historias colonizadoras, debido a que fueron los españoles los que en 1560 y de la mano
del soldado Antonio Bermúdez, compañero de Gonzalo Jiménez de Quesada, quienes fundaron
peregrinarían y harían cambiar las creencias a los indígenas, además de ponerlos a trabajar para
ellos.
Historias que hoy pocos saben y que casi no se difunden, debido a que son solo
Las muestras arquitectónicas también dan pistas de la antigüedad del pueblo, en especial
su iglesia. El Templo San Miguel Arcángel, nombre de la iglesia de Choachí por el patrono del
pueblo, es una estructura que data de más de 300 años, ya que en 1646 fue cuando se levantaría
la majestuosa obra —llevándose a cabo cambios en su interior en 1783, 1890, 1899, 1905 y 1940
rigurosamente. Iglesia que hoy reúne a chiguanos y gente que visita el pueblo. Visitas que se
hacen por parte de los habitantes de Choachí en práctica de su fe; mientras que el ciudadano
acude los domingos al templo para orar y después salir a comer piquete, plato tradicional
chiguano.
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economía por la agricultura. Su temperatura, al igual que el de muchas zonas de Colombia, sufre
de bipolaridad y no es definida, pero promedia entre los 15 y 20 grados centígrados. Por este
motivo, en los 223 kilómetros cuadrados del municipio —contando área urbana y área rural— y
dependiendo el sector se pueden ver todo tipos de cultivos. Desde papa o cubios, en zonas frías,
pasando por maíz o tomate, en terrenos más templados, hasta café y caña de azúcar, en los sitios
Choachí es atravesado por el Rio Blanco, donde desembocan las 12 quebradas que posee
el municipio. Por otro lado, la vegetación, al igual que los cultivos, es diversa y depende de la
zona. Encontrando en el paisaje uva de monte, laurel, sietecueros, gaques, acacias, en sectores
Julio Cesar Turbay, Ernesto Samper y Álvaro Uribe han pisado territorio chiguano, ya sea por
De la misma manera, artistas como Olimpo Cárdenas, Rómulo Caicedo, Silva y Villalba,
Alci Acosta, Los Hispanos, Pastor López, El Binomio de Oro y J Balvin, entre otros, han hecho
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parte de las ferias y fiestas llevadas a cabo todos los años en enero. Festividades que son una
costumbre gracias a que cada seis de enero o seis de reyes Pastor Amaya, impulsor del turismo
en los primeros años del siglo XX en Choachí, hacia parrandas en su balneario, los termales,
hasta que se formaron como una tradición anual y un evento de gran magnitud para el pueblo.
Por su lado, humoristas del famoso programa “Sábados Felices”, el torero Pepe Cáceres,
el ganadero Jerónimo Pimentel y periodistas como Daniel Samper Pizano, Fernando González
Pacheco y Guillermo “La Chiva” Cortes, serían propietarios de lujo para el municipio, pero que
también saldrían perjudicados por la situación difícil del país en los años 90. Un ejemplo claro
chiguano, Custodio Díaz, quien era extremadamente rico, pero vivía como pobre. Su riqueza se
debía a que le gustaba recoger morrocotas de oro, las cuales tenia de a montones y las contaban
todas las noches para saber lo rico que era. Antes de morir el hombre enterró un baúl, con toda su
fortuna, en una cueva; un acto, que según muchos chiguanos, castigaría Dios y lo condenaría a
vivir y cuidar sus monedas, pero ahora como una especie de mico grande y ahuyentando al que
se acerque al lugar donde está enterrado su oro. Así hay otros relatos como los son: “El Juaica” o
“La cueva del Indio”, que no solo asustan sino que enriquecen el patrimonio oral de Choachí.
Choachí es historia y tradición. Choachí son vivencias como las de Isabel y Lázaro,
Igualmente, el cambio que ha sufrido el chiguano tanto en sus labores, intereses, economía y
proyección a futuro.
****
caminos destapados y sin pavimentar que comunican las veredas del municipio con el pueblo—.
Mientras que ella acompañaba a su madre hacia el campo, él se dirigía a su rancho a trabajar. Y
fue ahí donde, según Isabel, las miradas y los coqueteos surgieron además de repetirse en varias
ocasiones.
—Y de eso que ya uno se mira o no sé qué pu’ ahí sería. De pronto otro día volvimos y
nos encontramos, y otro día otra vez. Por último, ya resultamos de novios.
El tiempo era oro en sus salidas; se veían de vez en cuando y tan solo un cuarto de hora
gracias a que una prima de Isabel le decía que la acompañara a hacer favores. Era una maniobra
con el fin de que los enamorados se encontraran así fuera un par de minutos. Sus encuentros
siempre estuvieron acompañados de mucho temor, pues en 1955 no era bien visto cortejar a una
mujer a escondidas de sus padres. Si eran descubiertos, el papá de Isabel le daría una ‘muenda’.
Tan solo seis meses y de a cuarticos de hora les bastaron a Lázaro para cautivar a Isabel, su
futura esposa.
diciembre de 1955 Isabel le daría el sí a Lázaro. Ya estaban casados y los hijos no se harían
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esperar. En tan solo 11 años la pareja tuvo ocho: seis mujeres (Flor, Graciela, Dora, Marta,
Los dos trabajaban en equipo, ya que todos los días Lázaro no podía irse de su casa
rumbo a su finca sin tomar un sorbo del tinto o del chocolate que Isabel le preparaba. Paso a
seguir era marcharse a cultivar la tierra, desayunar la yunta y ver los animales. Por su lado, Isabel
cocinaba el caldo para llevarles a su marido y los trabajadores. Los tres kilómetros hasta el
rancho los caminaba con una mochila vieja a su espalda repleta de platos de barro, que hacían la
función de vajilla para servirles a todos en la enramada. El mismo proceso se llevaba a la hora
del almuerzo, pero esta vez Isabel cocinaba mazamorra, esa misma por la cual se había rehusado
hacer el mapa de Colombia y la pequeña, de aquel entonces, entendía que haría parte de su
futuro. La mazamorra de piste no faltaba y había para todos, tanto para ella, su esposo, sus
Isabel ordeñaba las vacas y la leche que dejaban estas era vendida después por Lázaro. Ya
con dinero en mano, el hombre de la casa le daba lo recaudado a su esposa, quien con ese
ingreso pagaba las deudas que tenía donde don Pedro Castillo y Cecilia Ladino, comerciantes de
la época, a causa de las compras de la ropa, los uniformes, los zapatos y los libros de sus hijos. El
cultivar la tierra, la venta de la leche y los cerdos de engorde para su posterior comercialización,
fueron el sustento diario y lo que les daría de comer a la familia por más de tres décadas.
Eran un dueto que se entendían a las maravillas, pero que también tenían sus discusiones
fuertes. Sus problemas eran originados sobre todo por el gusto de Lázaro a la bebida y los gallos
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de pelea, dos ‘vicios’, como los calificaba Isabel, que ponían en riesgo la integridad de Lázaro y,
al mismo tiempo, lo hacían despilfarrar el dinero. Estas dos problemáticas eran comunes en el
pueblo, sobre todo la bebida, —factor que creció tanto a través de los años, que convirtió a
Choachí en 1996 en uno de los pueblos que más consumía licor, calculando un consumo de
130.000 unidades de cerveza y 1.000 botellas de aguardiente al mes— ya que las tabernas
abundaban además de que no faltaba la gallera e igualmente quien buscara a Lázaro para echar
sus gallos a pelear. Eran sitios donde la riña y el alcohol predominaba, aparte de la presencia de
mujeres de la vida fácil. Esos eran los porqués de Chavita cuando se agarraban con su marido.
****
mapas” y, como todos los días a las cinco de la mañana, Isabel o ‘Chavita’ como le decía
cariñosamente su padre, y ahora lo hacen sus nietos, está de pie. Utiliza una bata de color rosa
que le da más abajo de las rodillas, la cual hace la función de pijama. A su vez tiene puesta una
ruana particular —más que el típico atuendo gris y felpudo de Boyacá, parece un costal de lona
por el color amarillento y las formas ovaladas dibujadas en el frente— para el frío mañanero.
Su cabello blanco demuestra la sabiduría que le han traído los años; su estatura pequeña
la hace ver frágil, pero no demuestra el haber parido ocho hijos, mientras que su piel morena y
arrugas la hacen ver como una abuela tradicional, pero su carácter es fuerte, no es tierna, por el
contrario, demuestra su afecto de una manera diferente, criticando por el bien de los suyos.
Chavita tiene un reloj en su cabeza, ella no necesita de ningún tipo de alarma para saber que le
pica la cama después de las cinco de la mañana, y su cerebro como sus piernas cortas necesitan
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moverse. Ni sus 80 años, ni su osteoporosis, ni mucho menos sus tres lesiones de gravedad en su
pierna derecha le impiden caminar por los siete barrios que tiene el municipio, tampoco el
recorrido de más de 20 minutos para visitar a sus más allegadas o las seis cuadras que hay entre
La plaza de mercado, que está en la loma más empinada del pueblo, es su sitio predilecto.
Isabel va todos los días. Sin embargo, de mercado “más bien poco”, como lo dice Isabel, pues,
según ella, en años atrás se comercializaba más productos, eran más baratos y de mejor calidad.
Ahora ella no conoce a quien grita “le tengo la guatila mi señora” y mucho menos distingue a
Su casa se encuentra en la calle de los burros, una calle famosa y apodada de esa forma
por el hecho de que ahí los chiguanos, ya hace algunos años, podían encontrar más de 150 burros
cargados de tomate, calabaza, papas o cebolla para la venta. Burros que no solo harían presencia
en su cuadra, sino que también sería el apodo con el que los conocerían en el pueblo. Ellos no
son los Cubillos, son los “burros”, todo esto debido a que en Choachí el sobrenombre va de la
mano con el reconocimiento y el gen familiar. Allá hay “burros”, “machacos”, “cuchillos”,
La casa de Chavita y Lázaro es enorme. Hay dos patios, dos baños, tres habitaciones, un
comedor, una cocina, una sala, una alberca y un montón de recuerdos regados en todas sus
paredes. Recuerdos como cuando Isabel tuvo su segundo parto, donde dio a luz a dos gemelos
siguiente, fue ella misma quien pegó un alarido al ver no solo un hijo sino dos a su lado: eran
idénticos, no los esperaba y más que eso le preocupaba su alimentación, ya que se vivía con el
diario. Sin embargo, la solidaridad y comunicación, virtudes del pueblo y sus habitantes, según el
historiador chiguano Fabio Pardo, hicieron gala en la casa de los Cubillos después del
nacimiento de Enrique y Manuel, los gemelos y el boom del momento. Chavita recibió
multitudinarias visitas que querían conocer la sensación del pueblo, sus gemelos, llegando a
recolectar casi 55 libras y media de chocolate, entre los presentes y detalles que daban los
El patio trasero le recuerdan a su pasado en el campo, del cual hoy ya no queda nada,
pues hay un corral de gallinas, las cuales ponen huevos y dependiendo de una fecha especial son
llevadas a la olla para un suculento festín, un sancocho. Caso opuesto es el primer jardín —que
aunque con guayabos y orquídeas le den la bienvenida a quien entre a la casa— es utilizado para
un negocio rentable y moderno: un parqueadero. Este espacio hace la función que cumplió
alguna vez la leche, el de ser un ingreso, pero esta vez en el siglo XXI, en plena crisis de la
agricultura chiguana —por el costo tan alto de los cultivos y el cambio de actividades
****
Lázaro sostiene el mango del machete con la mano derecha mientras que, con la
izquierda, más específicamente con la yema de tres de sus dedos y con un movimiento circular,
estrella la cuchilla contra una piedra. Lo realiza rápidamente y con precaución para evitar
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cualquier tipo de accidente. Es un ejercicio que repite por varios minutos; lo entiende y lo vuelve
¡Chiss chiss! se escucha cuando se produce el choque entre el cuchillo y la piedra. Él solo
La afilada de un machete con una piedra es una actividad común para el campesino, pero
extraña para el citadino. El pulir una de sus herramientas es una actividad que lo apasiona, que
Termina de afilar y, para probar que el filo tiene toda su rigidez, corta un pedazo de caña
antes de hacerlo con la hierba mala que es su principal objetivo, lo corta con suavidad y en
pequeñas porciones para que pueda ser digerida como cualquier pan, paso a seguir es compartir
ese diminuto manjar azucarado con quienes están presentes. Como buen anfitrión, ofrece.
Esta acción es el recuerdo más memorable de muchos de sus nietos, que perdura en sus
mentes como si fueran un videoclip, y ese instante de compartir con su abuelo se hubiera
quedado para siempre en sus mentes. Nietos que hoy son cineastas, fotógrafos, arquitectos,
su abuelo e igualmente no sienten el arraigo a la tierra que por muchos años trabajo Lázaro,
de 2004 perdió la lucha contra el cáncer, esa enfermedad que derriba al más fuerte de los robles.
No obstante, su figura sigue presente tanto en la mente y corazones de cada uno de sus
familiares, por su actitud tranquila, su paciencia, su bondad y su cariño hacia cada uno de ellos,
además de las fotos colgadas en la sala de su casa, que hacen permanecer su memoria y su
sonrisa viva.
—como se le dice al pasto que crece en potreros en el campo— crece sin ningún control, y es
comida para animales ajenos, específicamente vacas, vacas que ya no son del patrimonio
Cubillos Rodríguez, sino de otras personas quienes le pagan a Chavita por el pasto, siendo esta
Si el alma de Lázaro pudiera decir algo repetiría “allá al pie de la montaña donde se
oculta temprano el sol quedo mi ranchito triste y abandonada ya mi labor” un verso de una
****
De la unión entre Chavita y Lázaro hay ocho hijos, dieciséis nietos y seis bisnietos, de
los cuales ninguno se dedicó al trabajo en el campo; por el contrario, la mayoría de sus herederos
emigraron hacia la ciudad. Este es un ejemplo que el chiguano ha cambiado con los años, ya no
se dedica en su totalidad a la agricultura como lo hacían sus abuelos y hasta sus padres, pues ve
en ella una ruleta e igualmente una actividad desligada a sus nuevas expectativas de vida.
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Como lo dice el historiador chiguano, Fabio Pardo, “la tierra se ha vuelto infértil” siendo
terrenos han sido tantas veces sobre abonados que están muy explotados y tienen muchos
nitratos. Ya de tanto echarle abono a la tierra, la tierra se volvió infértil”. De igual forma, Pardo
recalca que el rendimiento de las semillas, las cuales son certificadas por el ICA (Instituto
El también escritor habla de otros factores que dificultan la actividad agrícola en tierras
chiguanas, como lo son el problema de conseguir mano de obra, ya que “gente que se dedique a
echar azadón es muy difícil de conseguir, pues muchos quieren irse a la ciudad a conseguir plata
para que no le toque la vida de los abuelos”. Asimismo, las enfermedades o plagas que se dan en
los cultivos generan un gasto continuo, pues ya no es solo el abono, sino también las drogas,
fungicidas y herbicidas, en los que hay que invertir para mantener viva la cosecha. Por último, la
inestabilidad en los precios de los productos en el mercado es otro motivo que demuestra el
juego de azar que se ha vuelto cultivar y trabajar la tierra, ya que como otra vez Pardo lo dice “se
saca la cosecha y se pesca un bajo precio, no hay una sostenibilidad en el mercado y entonces
perdida. No les alcanza a los campesinos las ganancias ni para pagar las deudas, de lo aburridos
muchos se pegan una jartera y antes se endeudan más. Definitivamente la agricultura es una
lotería”.
El chiguano no ha cambiado solo de ver lo ingrata que es la agricultura con él, sino
también, y como se dijo antes, sus expectativas de vida son distintas a la de sus antepasados.
Tanto así que la vida en el campo no lo seduce y de la misma manera va cambiando el labrar la
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tierra por actividades de enfoques estudiantil y comercial. Estos nuevos rumbos de los chiguanos
dan como resultado el dejar de lado la identidad campesina del ayer, para ahora convertirse en
Amasando sueños
En un cuarto lleno de utensilios para panadería, las mujeres amasan. El espacio, aunque
es grande, parece pequeño por el gran horno rojo que hay en el fondo; el mesón metálico que se
encuentra en medio del salón, dificulta el caminar con comodidad por aquel recinto. La
mezcladora, las latas para hornear y las canastas —estas últimas contienen ponqués y
mantecadas— están por doquier. Aquí, en vez de una panificadora, debería de haber
concentrado, abonos o semillas. Así está la realidad del campo. Así ha cambiado el papel de
estas amas de casa, quienes hace más de 10 años decidieron no solo ser mujeres de hogar sino
también empresarias.
Potrerogrande, una vereda al nororiente de Choachí, a una hora y media de Bogotá. Esta vereda
no se podría bautizar mejor, pues potrero es definido por la RAE como un “terreno cercado con
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pasto para alimentar y guardar el ganado” y, como si fuera una descripción, son estos espacios
los que abundan allí. Sin embargo, el paisaje no solo muestra cercas o prados; también hay
montañas, riachuelos, peñas, casas, perros, vacas, cerdos, gallinas, campesinos y amas de casa.
espabilan sino que siguen en lo suyo. El griterío es normal; a menos de 15 metros de su área de
trabajo está la Escuela Rural de Potrerogrande, y ahí los niños casi aúllan jugando a las cogidas
—un juego consistente en que un niño debe seguir a otros infantes hasta atrapar alguno; quien
sea atrapado será el nuevo perseguidor, y así sucesivamente—. En este plantel, más conocido por
ellas como “la escuela”, fue donde estudiaron la primaria sus hijos y ahora lo hacen sobrinos o
conocidos. Primaria que muchas de las 30 mujeres que iniciaron este proyecto no terminaron,
pues desde pequeñas les inculcaron las labores en el hogar, además de cómo ordeñar una vaca y
hacer un buen pan. En Potrerogrande no se compraba el pan sino que el pan se hacía en casa.
Para ellas, más que una tradición, el saber amasar y hacer un gran pan era una obligación.
Ahora, como en su niñez, las mujeres se disponen a elaborar pan y tortas, pero a su
catálogo culinario le han sumado colaciones, almojábanas, achiras y mantecadas; productos que
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ya después habrá tiempo para las camisas, blusas o corbatas en eventos religiosos y fiestas. La
gente tampoco viste de marca, pues la mayoría de sus camisetas y pantalones son de manufactura
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nacional; casi toda es ropa de trabajo y hay que gastarla. En lo único que concuerda su vestuario
es en algunas ruanas para el frío y las botas de caucho, necesarias para los pastizales, además del
barro que hay en caminos y carreteras. Algunos tienen los cachetes rojos —ya sea por sus genes
o a causa del frío que hace—. Otro rasgo común en la población son las manos ajadas, producto
Aquí todos sonríen, saludan y trabajan. Más que cualidades pareciera que estos procesos
no se aprenden; por el contrario, con la naturalidad que lo hacen, se podría decir que son innatos
en la gente de la vereda. Acá los Rincón, Pardo, Gutiérrez, Rodríguez, Barón, Amórtegui, Díaz y
Aya —apellidos que predominan en el sector— se conocen desde hace más de 100 años, cuando
La población tiene un acento con sonsonete, algo que se nota desde el primer momento al
“malparida”, son frecuentes; demostrando que los diminutivos y las groserías no pueden faltar en
sus expresiones. Potrerogrande es un sitio tranquilo. Si acaso se escucha bulla con gritos como
Las peleas no son pan de cada día. Si hay algún tipo de choque es tan solo de palabra, por
predecible, debido a que casi toda la vereda va tras la línea política de ‘los fiques’, mientras que
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una pequeña porción son ‘cotrinistas’. Las dos tendencias son de pensamiento conservador y sin
grandes diferencias ideológicas. Lo único que las hace distintas son los dirigentes, puesto que
cada uno, así diga querer ayudar a todo Choachí, tiene por herencia política ayudar a las veredas
y a las familias que lo han apoyado. Un cuento viejo del pueblo, pero que en la actualidad aún se
unión de su comunidad, sus amasijos, sus parrandas y comilonas. Los potrerunos —como se les
lo conocen lo pueden llamar ‘primo’: al fin y al cabo casi todos en la vereda terminan siéndolo.
El haber nacido en esta tierra —y que sus herederos también lo hicieran— es motivo de orgullo
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Elsa, Marta, Esperanza y Belén dejan su ropa para ponerse su atuendo de trabajo. Ahora
están completamente de blanco; tienen botas de caucho de ese color, un impermeable limpio, el
cual no solo les cubre desde los tobillos hasta más abajo del cuello, sino que lleva en su espalda
el logo de su empresa —una vaca animada que está en la mayoría de los envases de sus
productos más conocida como la ‘jirafa’ por muchos niños de la vereda, por su cuello largo y su
color albino combinado con castaño—. Las cuatro mujeres tienen sujetados, a sus cuellos y
espaldas, unos delantales; por último, en sus cabezas hay mallas para el pelo que pasan
desapercibidas por las gorras que llevan puestas. Luego de su cambio de prendas se lavan con
rigurosidad, por varios minutos, sus brazos y manos con jabón líquido. Ya están limpiecitas y
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con las condiciones adecuadas que les exige el Invima (Instituto Nacional de Vigilancia de
labores. Cada quien sabe lo que mejor hace y escoge un puesto de trabajo. Marta toma la
iniciativa y se pone frente a una vasija llena de masa de maíz pelado. La próxima es Belén, quien
se dirige hacia la mezcladora a elaborar la masa para tortas y ponqués. Luego, Esperanza camina
hasta una olla enorme y repleta de una mezcla de queso, azúcar, mantequilla, sal y levadura.
Finalmente, Elsa —una de las líderes y portavoces de la empresa—, se mueve hasta el final del
cuarto, verifica que el horno rojo esté limpio y, con mucho cuidado, lo prende. Las mujeres se
entienden a la perfección.
No todo fue color de rosa como lo es hoy. El sueño de Agrolácteos nació en junio de
lácteos con el Sena. Preparación que se complementaba con cursos de ordeño e higiene con la
leche, dirigidos por la Alcaldía de Choachí, que años atrás habían tomado varias mujeres del
grupo. La capacitación duraría hasta diciembre del mismo año. En total fueron seis meses de
mucho aprendizaje, pero que también dejarían cambios de pensamientos, nuevos proyectos,
anécdotas y llanto.
Al principio todo era jolgorio. Nadie tomaba en serio el aprendizaje, iban más por
obligación que por motivación, y hasta se le hacían chistes de mal gusto al instructor del Sena.
“Cuando ese profesor llegaba a obligarnos a aprender y aplicar sobre lácteos, nuestros esposos y
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familiares nos decían: ‘que le van a comer cuento a ese hijoeputa’. También decían que acá se
habían dado muchos cursos y que nunca iba a pasar nada, que no creyéramos en la empresa”,
Lilia Rincón, fundadora y socia de la empresa, es una mujer bajita, de pelo corto y que
siempre sonríe —como buena potreruna—. Ella, al igual que muchas de sus socias, no sabía nada
de informática y fue en una de las capacitaciones en computadores donde la simpática mujer les
sacaría carcajadas a sus asociadas, pero traería, a su vez, la llamada de atención de su instructor.
Lilia no conocía de computadores; si acaso, entendía que al mouse se le decía ratón, un aparato
que de roedor, para ella, solo tenía la cola. Cuando el profesor dio la instrucción de mover hacia
arriba el mouse para que el puntero se deslizara por la pantalla, Lilia no tuvo ningún reparo en
tomar el pequeño artefacto y levantarlo como una pluma a la altura de sus hombros. Llevaban
una hora en la instrucción y en evidencia quedaba que estaba perdida. La mujer no estaba
prestando atención a nada de la clase, acto que acarrearía un ‘vaciadón’, como ella cataloga el
regaño, de su profesor.
En la capacitación del cuarto frío —lugar adaptado como una nevera gigante e ideal para
“Entonces, ¿cuándo estemos calientes nos metemos ahí, profesor?”, decía, en chiste, sobre el
área de capacitación.
gruesa, manos anchas y cachetes rojos. María Helena recuerda con mucho cariño la pregunta que
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con frecuencia les hacía Wilfrido Perea, su profesor del Sena, al inicio de cada clase para
motivarlas a hacer empresa. Pregunta que, como era costumbre, tendría una respuesta salida de
contexto: “Él llegaba a preguntarnos: ‘¿Quién se va a subir al bus?’, y yo por molestar le decía;
´yo me le subo profesor, yo me le subo’ y mis compañeras se reían no más”. Esa era la actitud de
más de una, pues creían que en la capacitación tan solo se les enseñaría a hacer un buen yogur
Agrolácteos se legalizó ante Cámara de Comercio en 2008: factor importante que le daba
seriedad a la iniciativa de una empresa de ellas y para ellas. A pesar de esto, las mujeres tardaron
un tiempo más para darse cuenta que una empresa, sobre todo de lácteos, necesitaba de su
entrega y no de la recocha con que habían tomado, muchas veces, las capacitaciones brindadas
por el Sena. La primera contadora de la empresa, Dora Rincón, tuvo varios choques con las
socias en su primer año de fundación. Conflictos que se daban por la falta de disciplina de las
mujeres al comienzo del proyecto, pues como Elsa lo confiesa: “Nosotras nos demoramos en
entender la seriedad de una empresa. En época navideña de 2008, hubo 7 días donde ninguna
trabajó. No teníamos la concepción de negocio y pensábamos que eso era solo hacer yogures o
Hoy todo es distinto. Lilia se caracteriza por ser una de las socias que más se esmera en la
colabora al contador. Por su parte, Elsa es la delegada en reuniones, congresos y hasta premios
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El potreruno fue testigo —como la mayoría de los habitantes de las veredas de Choachí—
de hechos no tan agradables. La circulación masiva de la guerrilla de las Farc en los 90 por
territorio chiguano hacia el páramo de Chingaza, fue algo repetitivo, pues sus tierras fueron
corredor estratégico entre Cundinamarca y los llanos orientales. Potrerogrande, como muchas
veredas de Choachí, fue un lugar de paso para los guerrilleros. Sitios donde los subversivos
comían y descansaban un poco tras sus largas caminatas. Sin embargo, en sus fugaces paradas,
los guerrilleros atemorizaban a los dueños de las fincas, pues amenazaban a quienes no
colaboraban con su causa, aparte de andar armados hasta los dientes y del factor sorpresa de su
llegada a los ranchos, que se podía dar a cualquier hora. De igual manera, muchos habitantes de
soldados. Emboscadas que daban como resultado muertes de servidores públicos y también de
gente inocente.
Entre 1995 y los primeros años del nuevo milenio, los chiguanos vivirían en carne propia
la pesadilla del secuestro. Este acto delictivo era común sobre todo en fincas, como el ocurrido
en la vereda de Fonté, donde se raptaría al español y dueño de la famosa ganadería “El Paraíso”,
días y mostraba a Choachí como zona clave, por su cercanía a Bogotá, para las actividades
Los habitantes de Choachí también entenderían de primera mano lo que eran las famosas
pescas milagrosas, un método para secuestrar gente por azar en carretera. Esta inédita y delictiva
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técnica de las Farc consistía en hacer retenes en lugares específicos de la vía —en este caso en la
ruta que lleva de Bogotá a Choachí—, para después llevarse a todo el que detuvieran. No
discriminaban a nadie, retenían a todos y luego averiguaban quiénes eran. Su importancia era
cuantificada en el valor de su rescate. El secuestro dio su golpe más fuerte cuando el periodista,
político y empresario, Guillermo “la Chiva” Cortés, fue secuestrado en su finca, El Zancudo —
que también era propiedad de los periodistas Daniel Samper Pizano y Fernando González
Pacheco—, el 23 de enero del año 2000. Secuestro que tendría una duración de 205 días y en vilo
Más que una zona roja para el gobierno nacional, Choachí parecía la finca de los frentes
Bogotá-Choachí, mucho menos el acercarse o visitar el pueblo en aquella época. Factor que
(una política que trazaba la necesidad del fortalecimiento de las fuerzas militares y públicas por
todo el país, para llegar a una rendición parcial o desmovilización de grupos armados al margen
No era un secreto para nadie que Choachí era la salida de Bogotá más cercana al Palacio
la República. Algo que quedó demostrado el 7 de agosto de 2002, día de la posesión de Uribe
como Presidente, con atentados por parte de las Farc al Palacio y al Batallón Guardia
Presidencial, dejando la fatídica suma de 17 muertos y más de 50 heridos. Ese era el momento
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para darle inicio a la política de Uribe. Fue por eso que el pueblo sería de los primeros sectores
en reforzar su fuerza militar y pública tanto en la carretera como en el municipio, teniendo como
resultado la recuperación del territorio chiguano por parte del Gobierno y la posterior huida del
grupo subversivo.
habitantes en todo el país. Estos factores, que hacen parte de la historia negra y poco comentada
del municipio, además de afectar a los residentes del casco urbano, lo hacía también a la gente en
las veredas.
Ahora todo es diferente para Potrerogrande y su gente. La vereda y quienes la habitan han
sido testigos de sucesos importantes que han cambiado a Choachí. Acontecimientos como la
entrada en vigencia, a partir del 2004, de instituciones rurales autorizadas para dictar hasta el
estudiantil, ya que antes a los niños se les daba hasta quinto —máximo grado que dictaban las
pequeñas escuelas rurales— y les era imposible pagar transportes caros hasta Choachí para
colegio y dedicarse a “echar azadón” o ayudar en las labores de la casa). Oportunidad que no
tuvieron las mujeres de Agrolácteos, pero que sí la disfrutaron la mayoría de sus hijos, quienes
gracias a ese estudio han salido de la vereda con expectativas diferentes a las de sus padres y a
chiguana. Era el primer paso para que la agricultura tradicional diera un salto hacia el campo
tecnificado. Hoy, en muchos campos chiguanos aún dedicados a la agricultura, los tractores
suplen a los bueyes y los cultivos hidropónicos a la tierra. Asimismo, elementos principales en
cultivos —como semillas e insecticidas— han cambiado sus compuestos, volviéndose, según los
laboratorios, más eficientes, pero también más caros. La agricultura se ha vuelto costosa e
insostenible para muchos, y ahora los campesinos, en veredas como Potrerogrande, prefieren
Por último, todos los chiguanos hoy viven una situación confusa por la Perimetral de
Oriente de Cundinamarca; una vía de cuarta generación financiada por concesiones privadas,
Planeación (DNP) y La Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), que busca conectar los llanos
orientales con La Calera, sin tener que pasar por Bogotá, además de atravesar a Choachí y sus
veredas.
Dicha vía se ha puesto como tema diario en cada rincón del pueblo, pues los contratistas
abandono de maquinaria y varias obras a medio hacer. “No sé si este vivo para ver esa carretera.
Con esta falta de oportunidades es que mis paisanos se han ido yendo para Bogotá” dice Gabriel
enterarse de que muchos de sus vecinos —en la vereda— fueron despedidos de sus trabajos
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relacionados con la Perimetral. Una realidad problemática que no es tan distinta a la del inicio de
este programa vial en 2015, cuando casi no se define la ruta por dónde iría a pasar la carretera y
Para muchos chiguanos la puesta en marcha de esta vía traería grandes beneficios, como
por ejemplo las mejoras de sus patrimonios económicos y la infraestructura del pueblo, pero,
Sin embargo, hay personas como Gerard Ochoa, Antonina Rincón y Martha Espinel,
Perimetral ante la Alcaldía y en medios —como lo demuestra el titular “Los desacuerdos por la
vía Perimetral de Oriente” en El Espectador—, pues creían, y aún lo hacen, que llevar a cabo este
proyecto vial era más riesgoso que benéfico, ya que sería un fenómeno dañino con el ambiente,
“Nosotros demandamos, porque de lo que la gente nos hizo saber eran de ocho a diez
nacederos por la parte de arriba, pero en Ubaque está pasando igual, en La Calera lo mismo” dice
“Perimetral sí, pero no así”. Esto sin contar de que, en un futuro cercano, Choachí se
transformaría en una mini urbe al estilo de Chía o Soacha, donde el chiguano sería desplazado
por el citadino y se podrían enterrar las costumbres chiguanas para siempre, afectando de manera
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directa el patrimonio tangible e intangible del pueblo, su seguridad y aún más su medio
ambiente.
veredas por donde la ruta atravesaría sería precisamente Potrerogrande. “La perimetral traerá
Junta de Acción Comunal de la vereda. Por su parte, Elsa tiene un pensamiento parecido, pero
más enfocado en Agrolácteos “esperamos ser reconocidas y un punto obligado para todo el que
Elsa, como sus socias potrerunas, ama su tierra y sueñan con que sea visible, pero ahora
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Marta observa tranquila la gran cantidad de la mezcla y sin pensarlo tanto pone su mente,
sus ojos negros, pero sobre todo sus manos morenas y dedos gruesos, en marcha. Su mano
derecha toma una cuchara, la cual se sumerge en la masa, mientras que la izquierda sostiene y
conserva firme una hoja de chisgua, que cumple la función de envoltorio. Paso a seguir es que la
mujer ponga dos cucharadas de la mezcla en la hoja y a su vez las esparza dentro de la misma.
Luego, y como si se tratara de un origami, hace unos dobleces con fuerza en la parte derecha de
sellando la hoja. Al final, pone la hoja rellena en una lata para hornear. Marta repite este ejercicio
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una y otra vez hasta llenar la lata. Ya hay 12 de estas hojas, organizadas en tres columnas y
cuatro filas, esperando a ser horneadas. Ese es el orden para hacer un envuelto de maíz pelado.
Marta Pardo es una de las 30 mujeres que empezó con el sueño de Agrolácteos y hoy,
diez años después de estar constituida la empresa, trabaja como si fuera el primer día, siempre
optimista y con una sonrisa. Pero si hay que hablar de lágrimas en este proceso ella es una de las
indicadas para hacerlo. Marta tiene una familia tradicional: un esposo, Jesús, y tres hijos, que son
Diego, Oswaldo y Fernando, de mayor a menor y como los bautizaría Marta, su madre,
tienen más de 20 años, viven en Bogotá y cada vez que pueden ‘bajan’ a Potrerogrande para
volver a su tierra y saludar a sus papás. Cada uno de ellos trabaja, cocina y sobrevive gracias a la
formación que recibieron desde niños hasta que fueron adolescentes. A pesar del amor de su
madre, ellos fueron, en especial los dos menores, los principales enemigos de que Marta hiciera
parte de la empresa. Marta ya no era solo ama de casa, se debía también a su trabajo y a las
capacitaciones de este. Oswaldo y Fernando estaban enfurecidos porque Agrolácteos les había
quitado el tiempo y las atenciones de su mamá, provocando fuertes discusiones a diario entre los
muchachos y su progenitora; peleas que desanimaban a Marta para continuar con la empresa y
solo la hacían llorar. Los jóvenes no se hallaban en su casa sin la figura maternal que les lavara y
les diera un buen almuerzo, además de que su padre tampoco sabía nada del hogar, lo de él era el
campo. La negativa ante el trabajo de Marta era machismo puro y una situación que mortificaba
de gran manera a Oswaldo y Fernando. Tanto era el enfado y la impotencia de los adolescentes,
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que se atrevieron a decirle a su mamá: “Si no se va de esa mierda, nosotros vamos y le ponemos
Con el paso del tiempo todo fue cambiando. Los muchachos entendieron que la empresa
era el nuevo trabajo de su madre y una ayuda extra para la casa; igualmente, la ausencia temporal
de Marta les haría entender lo que era limpiar una olla, hacer un almuerzo y lavar sus uniformes
de colegio. Lecciones que hoy agradecen no solo Marta y sus hijos sino también todos aquellos
que en ausencia de una madre o una abuela, por su ocupación en la empresa, entendieron que ser
de Marta predominaron desde la época de su abuela y durante décadas en todo Choachí, porque
el chiguano estaba criado para el campo, pero la chiguana se debía a su esposo y a sus hijos. Para
ponerle un pero y darles más motivos a los hombres con su actitud machista, el único socio de la
empresa, Rodrigo Amórtegui, es gay. Rodrigo era un hombre joven, quien impartía buena
energía, pero a su vez le gustaba la ‘recocha’ con sus compañeras y socias. Bromas como las de
meter a sus compinches en canecas de basura o de ponerles apodos como ‘bruja’ o ‘la gorda de
Botero’ animaban el día en la empresa. Sin embargo, todos los días no todas estaban de humor
para los sabotajes de Rodrigo, dándose muchas veces encontrones con él. Razón por la cual
muchos hombres solo hacían comentarios de mal gusto diciendo: “esas viejas chismosas,
incluyendo a Rodrigo, no duran más de tres meses y se agarran de las mechas”. Los hombres no
le daban el valor que merecía la empresa y la veían como un distractor en su vida familiar.
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Al inicio de la empresa los encontrones con esposos e hijos fueron duros. Alicia
Amórtegui una mujer de cachetes grandes, ojos pequeños y pelo corto es una de las 21 socias,
aún activas en la empresa —9 de las 30 inicialistas se han desvinculado por problemas familiares
o de salud; por su lado, Rodrigo dejó la empresa por razones de emprendimiento personal—, y
El hombre todos los días le reprochaba por su poca estadía en la casa y estaba intrigado,
como él mismo decía, de qué “putas” hacían en las capacitaciones. Sin dudarlo, y por cosas del
destino, aquel individuo perseguiría a su mujer a una actividad psicológica, brindada también por
el Sena. Alicia cantaba: “los pollitos dicen ‘pio, pio, pio’ ”—actividad propuesta en el curso—,
mientras que Alberto, su esposo, la miraba ofuscado. Alberto no había escogido mejor día para
armarse ideas en la cabeza y poder al fin reclamarle airadamente a su esposa, pero ese no era el
—Jueputa ¿Alicia usted que maricadas hace en ese curso? —Dijo casi gritando Alberto.
Lo siguiente sería una lluvia de improperios hacia la mujer y su empresa. Bastante trabajo
le costaría a Alicia para convencer a su marido de que era una actividad fuera de lo común,
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además de que los lácteos podrían ser a futuro una ayuda económica en su patrimonio familiar y
cambiado en Potrerogrande. Muestra de ello es que hoy tres esposos de las socias son quienes
Ubaque y La Calera. No obstante, el ejemplo más claro de este cambio es Roberto Garzón,
Roberto no solo aplaudió la decisión que tomó Martha Rincón, su esposa, hace diez años,
sino que con el tiempo la siguió. Hace seis años dejó su mundo de campo, pues lo consideraba
“desgastante” y “apenas para el diario”, para dedicarse de lleno a ser trabajador de la empresa.
En principio, Roberto solo recogía la leche en la vereda y la dejaba en la empresa. Con el pasar
de los años ya parece un socio más, aunque no lo sea. Sus funciones están en casi toda la
empresa. Su labor va desde hacer cuajadas o atender el punto de venta hasta poner a trabajar la
Roberto está en la marmita, una especie de olleta gigante donde se puede calentar y
sobre todo, que muchas de las mujeres ven en esto una labor relajante, pues se comparten más
risas y chismes que órdenes. Como dice un adagio popular, Roberto “está bendito entre las
mujeres”. Su apodo es ‘zorro’, y así lo conocen sus compañeras. Él no utiliza uniforme, es único
en Agrolácteos, no solo por ser hombre o por su cantidad de labores sino por su vestimenta. El
rojo en su camisa es un poco más intenso que el de sus cachetes. El beige en su pantalón no lo
hace ver más delgado y la pequeña plataforma de sus botas de caucho no disimula su 1,60 de
estatura. Es una pinta que no combina para nada, pero eso no le importa y nadie lo critica.
Roberto es feliz y no tiene queja alguna de su trabajo. Si acaso le aburre trabajar todos los días,
pues quisiera compartir más tiempo con sus hijos y su nieta, pero al no hacerlo se sentiría inútil y
no sabría qué hacer. Agrolácteos ya no es solo la empresa donde Roberto trabaja y su esposa es
dueña, ahora se ha convertido en su segunda casa y todas sus compañeras en una nueva familia.
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Aunque es difícil transitar por el lugar, las cuatro mujeres lo hacen solo para contestar
La casa que funciona como empresa es gigante. En su entrada está la tienda. Este sitio
tiene un espacio más reducido que el de la panadería, pero está mejor distribuido. Hay tres
vitrinas que guardan chocolate en pastilla, gelatinas, harina, pasta, café, mantecadas, colaciones,
necesidad diaria para la gente de la vereda y las golosinas que les gustan a los niños de la
escuela.
Dentro de la tienda también hay una nevera pequeña. Ahí, como lo hacen Alpina o
Colanta, se guardan la exclusividad de su marca (si acaso se cuelan dos botellas de agua, pero
nada más). Los quesos, yogures de uno o dos litros y yogures de presentación personal hacen
gala y muestran la diversidad de Agrolácteos. Aquí los yogures con sabor a fresa, melocotón y
mora son los menos pedidos. Sus clientes en Bogotá, municipios vecinos y la gente en la vereda
prefieren los sabores no tradicionales como lo son: el yogur de sábila, papayuela, guatila, café o
Alimentos. Ahí es donde hacemos los productos, ahí se hacen las pruebas de calidad y luego
ellos vienen a la planta a hacerlo acá para capacitarnos y enseñarnos como hacer el producto”
dice Elsa, quien ahora quiebra los huevos en el borde de una olla para hacer la masa del ponqué.
es el más elegante. El vidrio de la mesa está desportillado y entre este hay fotos de la vereda,
demuestra que casi ni lo prenden; pareciera que fuera más de adorno o para darle imponencia al
rincón adaptado como oficina. El cuaderno si es vital para María Helena, en sus hojas está el
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valor fiado a los niños de la escuela, pero con los nombre de sus padres. Asimismo, este
cuaderno lleva todas las cuentas con los potrerunos que venden su leche a Agrolácteos. La
empresa le compra a casi toda la vereda, siendo Roberto, en compañía de otro hombre en un
brinda empleo y un ingreso económico a las familias que tengan una vaca de leche, mejor dicho
a casi todas las familias potrerunas. El litro es pagado a 850 pesos y los proveedores, en su
mayoría, van el día sábado a cobrar lo de su ganancia a la tienda, o mejor dicho a la oficina de
María Helena. Un negocio redondo y que ha impulsado sistemas de préstamo. “Acá tenemos un
sistema o forma de crédito para los lecheros, donde se les hace un ahorro y hay un crédito
rotativo. Entonces, si usted necesita plata, pues se le presta y la devuelve a los seis meses con un
interés más bajo, es un fondo aparte, pero que surgió gracias a la empresa. También la gente que
nos provee la leche hace un ahorro cada ocho días y si alguien necesita plata, pues se le va
prestando y paga un interés. Ahí todos vamos ganando”, dice la simpática María Helena,
Además de la tienda las mujeres cuentan con cuatro máquinas. El cuarto frío, el del
particular comentario de Lilia; la marmita, aquella de la que se encarga Roberto; la caldera, que
hace funcionar la marmita; la última es la selladora del vaso del yogur más pequeño. Todos son
proyectos que se han llevado a cabo en conjunto con el Sena, el Ministerio de Agricultura, la
prosperidad social). Del mismo modo, han sido capacitadores del Sena y la Universidad
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Nacional los que les han enseñado el buen uso y, como ellos lo califican, los “gallos” de cada
La empresa es también dueña de un Thermo King —un camión con todas las condiciones
de refrigeración y transporte de alimentos— que lleva todos sus productos a los sitios de
distribución. Este vehículo fue obtenido mediante un crédito de todas, ya pagado, con el banco
de Bogotá.
Agrolácteos no es una empresa consolidada, pero está dando pasos agigantados para
serlo. La fábrica ya no para ningún día, gracias a que las socias diseñaron un plan de trabajo
donde cada día tienen un turno cuatro de ellas. En total son cinco grupos que laboran cada cuatro
días de ocho de la mañana a seis de la tarde. Su descanso es el día que no trabajan, pero este
lapso es dedicado a su casa y a sus esposos, ya que sus hijos ya no están, emigraron. Gracias a
“lácteos”, como llaman las socias a la empresa, han llegado a otros países del mundo como
Ahora las mujeres procesan más de 2000 litros semanales y los ingresos mensuales
superan los 30 millones, demostrando que cada día la empresa está creciendo y las utilidades van
mejorando. La calidad de sus productos, así como el respaldo de instituciones y sobre todo de sus
familias, han llenado a las mujeres de valentía y confianza. Una gallardía que se retrató en un
evento de empresas de lácteos a nivel nacional, llevado a cabo en Sopó y donde no solo
Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, haciendo de moderador con los participantes del
preguntó:
—¿Qué opina del Yogur de Alpina y cómo se siente al lado de ese producto?
—Con todo el respeto que merecen, pues por el monstruo que es Alpina, nunca los
podremos alcanzar, pero en la calidad del producto creo que le ganamos —contestó Elsa sin
titubear.
Situación que hizo reír al gerente de Alpina, pero a Elsa no le importaba: esa era su
convicción. Esto es Agrolácteos un sueño hecho realidad, pero que busca un final feliz, uno
donde se mantenga viva la empresa por muchos años, pero no en manos de cualquiera sino en
Atlas chiguano
Un Suzuki gris, con corte de jeepao y carpa negra, atraviesa Choachí con afán desde un
letrero que dice “Aquí terminan las vanidades del mundo”, en el cementerio, hasta el colegio
travesía el carro hace una parada y una mujer se baja frente a una papelería ubicada a una cuadra
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del Parque Chiguachía. El conductor del carro, quien se mantiene inmóvil frente al timón, es un
tipo de barba abultada y cabello castaño muy claro, casi naranja; la mujer que lo acompaña es de
tez blanca y pelo rubio, su nariz gruesa y los labios delgados dejan a entrever que hay algún
parentesco entre ambos. La mujer compra algo en la papelería y el tipo vuelve a hacer sonar los
motores del carro con un pisotón suave sobre el acelerador del vehículo. Prosiguen su trayecto.
Una cuadra antes de llegar al colegio, en el “Campín” —cancha de fútbol de Choachí, apodada
así por los habitantes gracias a una analogía con el famoso estadio bogotano ubicado en la 57—,
una mujer les hace señas para que paren. El Suzuki baja la velocidad y la mujer camina rápido
hacia el campero.
—Marthica y Dieguito, buenos días ¿Qué tanto afán es el que llevan? —dice la mujer
—Sandrita, vamos a llevarle algo a Emilio al colegio. Es que se le olvidó y por eso vamos
—Ah bueno, Marthica. Entonces con cuidado, más tarde nos hablamos —responde la
mujer y se aleja del vehículo que hasta hace 10 segundos parecía un bólido.
Martha y Diego han cumplido con su tarea y también con la de Emilio. No obstante, esos
segundos de aceleración del carro hicieron que la mayoría de comerciantes —si es que no fueron
todos—, los observaran, los reconocieran y, al mismo tiempo, una mujer dijera: “Esa es la loca
de Choachímilco”.
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mañana, cualquier chiguano desviaría su mirada ante “semejante” suceso y más si ocurre cerca al
parque.
****
Rodríguez de Clavijo, y que fuera hasta 1987 la plaza de mercado —hoy a tres cuadras del
parque en la carrera quinta con calle tercera—, es un sitio emblemático para el pueblo. Este
parque, el principal de Choachí, ha sido el anfitrión en las últimas tres décadas de hechos que
han reunido a multitudes en un solo lugar en el municipio. Ejemplos claros son eventos como las
Por su baldosa han transitado miles de chiguanos, pues es el lugar favorito de los habitantes del
pueblo cada domingo, por su cercanía a la iglesia, para esperar el anuncio de que la misa ya va a
El parque es el centro del pueblo y el lugar donde las instituciones civiles y católicas
están reunidas. Chiguachía colinda con la iglesia San Miguel Arcángel, en el norte; la casa de la
Dentro de este lugar, insignia para los chiguanos, hay árboles, arbustos, bancas, una
tarima en cemento —para la presentación de todo tipo de eventos artísticos—, y una fuente de
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suelo, que casi no se prende y es más bien utilizada por la gente como una improvisada grada
para sentarse. Acá, entre diciembre y abril —época donde el parque parece un jardín, pues los
cámbulos florecen— todo el que se asome se disfraza de fotógrafo y, por unos minutos, con su
celular o cámara intenta tomar el mejor ángulo de los cámbulos, el árbol tradicional en Choachí,
Chiguachía acoge cada día ancianos, jóvenes, niños y turistas. Las bancas, ubicadas
estratégicamente en los costados para no obstruir el caminar de nadie, son los puntos de
encuentro y de tertulia escogidos por los viejos. Ahí, bajo la sombra de los árboles y bien
sentados, los adultos reposan el almuerzo, echan chisme o discuten algún tema de interés. El
atrio, las puertas de la casa cural y las escaleras de la iglesia, son los lugares predilectos de los
jóvenes, quienes, así no estén cómodos, se reúnen a comerse un helado, pactar una cita de amor o
hacer lo mismo que sus padres y familiares: echar chisme. En el centro del parque, los niños son
los protagonistas. Pelotas de todos los colores, bicicletas y patinetas se pasean de arriba abajo
impulsados por los infantes, mientras que sus padres sentados en la fuente, situada en todo el
centro del lugar, hacen la labor de vigilantes y salvavidas por si alguien llega a caerse de sus
pequeños vehículos o un balón llegase a pegarle a los más pequeños. Turista, téngalo claro: aquí
A una cuadra del parque, hacia el suroriente sobre la carrera tercera, hay todo tipo de
comercio. Supermercados, droguerías, restaurantes y almacenes de ropa son los que predominan
en el sector. Sin embargo, una casa amarilla y de baldosas de colores en su entrada, es la única
que no tiene abiertas sus puertas al público. Su nombre está escrito arriba de la dirección:
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Choachímilco, una edificación que, por cuenta de lo colorida que resulta, rinde un homenaje a
México. Todo es distinto al noroccidente del parque, debido a que en esta zona escasean los
comercios y es un sitio netamente residencial, pero donde sobresale una bandera roja con una
cruz en el medio —bandera suiza—, que cuelga de una casa esquinera en la calle segunda, dando
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Un letreo bien alto, un portón de madera a medio abrir y un tablero donde está escrito en
mayúscula y con tizas: “Arte y Artesanía Mexicana”, dan la bienvenida a una de las enormes
nombre de la finca es el que está inscrito, con tipografía grande y gruesa, en el letrero de la
entrada: Choachímilco.
entre la casa del centro y la propiedad a las afueras del municipio, son el tamaño de los predios
además de que, por su ubicación, uno es urbano y el otro rural. No obstante, en ambas partes se
chiguana de crianza, mexicana de corazón y, como ella misma se define, embajadora de México
en Choachí. Ambos lugares empezarían siendo posadas turísticas en 2009 y funcionarían como
tal hasta agosto de 2017. “Restauramos la casa del pueblo y ya vivíamos full, compramos la finca
y fue creciendo el proyecto. Empezamos con el arreglo de una cabañita y la alquilábamos, con lo
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que nos generaba íbamos arreglando otra habitación, otra, otra y otra y luego hacíamos eventos”,
Martha tiene un acento golpeado —muy diferente al de los chiguanos—, el cual da rastro
de los 22 años que vivió y trabajó en Ciudad de México. Ella piensa que Choachí tiene muchas
cosas en común con la cultura mexicana. “Yo creo que en mi vida nunca he escuchado más
mariachis que en Choachí, o sea realmente los mexicanos se quedaban aterrados conmigo porque
como yo vivía al lado de la cancha de tejo, entonces me sabía todas las rancheras y las norteñas,
pues desde niño las escuchaba, y competíamos con los mexicanos para ver quien se sabía más
canciones. Ganaba casi siempre. Pero no es solo la música, aquí y en México la gente es muy
cálida, son muy buenas personas”. La música mexicana es algo que une a este país con este
municipio y lugares como los campos de tejo “El compaito” y “Central de tejo”; los billares, “El
monarca” y “El sevillano” y los bares-cafeterías, “Sol de Oriente” y “Donde Lolita”, dan muestra
que la similitud propuesta por Martha es cierta. Las rancheras y la norteña son, la mayoría de
veces, las melodías escogidas por los chiguanos tomándose una ‘pola’ y jugando billar, cartas o
tejo.
Cinco metros más adelante a la puerta que da entrada a la finca, una camioneta vieja de
que apenas si se sostiene gracias a las llantas, está pintado de verde, blanco y rojo —tonalidades
de la bandera mexicana—, sin mencionar los parches cafés del óxido que la están corroyendo
poco a poco. El vehículo tiene mensajes grabados en sus puertas que dicen: “¡Que viva México
cabrones!” Y “Tequila”, palabra que está encerrada en un corazón. Este modelo a comparación
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de la Jeep Renegade 2017 y el remodelado Suzuki Lj del 83, carros que están en la finca y son
propiedad de Martha, solo cumple una función: llamar la atención de todo conductor o turista
que pase por enfrente del “rancho”, como Martha denomina a su finca.
Al costado del deteriorado carro hay una pequeña cabaña que sobresale no solo por el
azul y el verde brillante de su estructura —que hace contraste con la paupérrima pintura del
antiguo vehículo—, sino por los cuadros que cuelgan en sus paredes. Retratos como el de Simón
prueban que piezas artísticas y “Arte”, divulgado desde el inicio en el tablero de la entrada, son
algo que se puede encontrar en toda la extensión de la finca. Igualmente, Bolívar y van Gogh son
los primeros rostros para quienes merodean o se atreven a dar un pequeño vistazo por
Choachímilco.
un lugar donde las obras de arte no son lo único que sobra, sino que la confianza abunda por el
vecino y también por quien no es de allí. Todo es tranquilo. El único ruido que se escucha es el
de los carros pasar por la carretera que conecta al pueblo con veredas como El Hato, Maza, El
Alto Del Palo y Quiuza, además de sitios como los termales y las escuelas rurales.
más de ocho años, buscaran un descanso y hasta una reflexión en estas hectáreas repletas de
naturaleza. La gran cantidad de espacio en la finca no solo hacia posible el vivir, caminar,
respirar, hacer yoga y meditar, sino que se adecuaran espacios verdes y se diseñaran
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construcciones para salones de eventos, canchas de fútbol, canopy, muro de escalar y paintball
—instalaciones que hoy hacen parte del paisaje, pero que no son utilizadas desde hace ocho
meses—.
El paisaje, el color, la naturaleza y los deportes de aventura, con los que contaba la
posada rural, sin duda atraerían al turista y llamarían la atención de los chiguanos a la hora de
celebrar una fiesta o disfrutar de un plan distinto como lo era escalar o jugar paintball. “En
Choachí casi no hay sitios para eventos grandes y Choachimilco es un espacio ideal para estas
reuniones, además tiene lugares, que por su decoración y naturaleza, son perfectos para las fotos”
dice Ligia Martínez, una chiguana que celebró los 15 años de su hija y los 50 años de casados de
Para llegar hasta el último rincón de Choachímilco se debe seguir un ancho camino sin
pavimentar —que hace también la labor de carretera para aquel curioso conductor que decida
entrar al predio—, el cual comienza en la cabaña de los retratos y termina en la casa principal. El
camino comienza a descender y con él se aprecian otros dos rasgos característicos de la finca: las
“Las cabañas son muy bonitas. Asimismo cuidan cada espacio para que esté acorde con el
Choachímilco desde su estadía cuando era posada turística. De la entrada a la casa principal hay
unos 80 metros, distancia donde la empinada loma presenta tres cabañas blancas techadas con
ladrillo, que tienen factores comunes en sus fachadas. En primer lugar, los balcones con las
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barandas pintadas de múltiples tonalidades —de purpura, amarillo y naranja, que hacen parte de
la colección de más de 15 colores—, es algo común de cada una. También se divisan gran
cantidad de ventanas en cada vivienda, concluyendo que la luz del sol y la belleza de las
palmeras y los frondosos árboles —que tienen a su alrededor las cabañas—, debe ser
aprovechada por el ojo humano al máximo. Por último, en sus paredes hay colgadas todo tipo de
artesanías, siendo los soles, los protagonistas en la última y más grande de las cabaña; las lunas,
los insectos y las flores, en la de en medio; y los ángeles y corazones, en la más cercana al inicio
del camino. Las artesanías, así tengan el mismo sentido, poseen diferentes colores, tamaños y
estilos.
Aquí cohabitan la naturaleza, el arte y las viviendas. Al mismo tiempo, se respira aire
puro y el color y las artesanías, por donde quiera que se camine, están presentes. Esto más que
embajada de Francia y chiguanos con buen nivel de vida, fueron clientes destacados y
potenciales del lugar, pues no era solo la finca y sus instalaciones lo que hacía que cualquiera se
fascinara con el lugar, sino que su propietaria y los empleados hacían sentir al huésped como en
su casa. La familiaridad, además de sus instalaciones eran su diferencial, “Aquí nadie se metía
con nadie y el trato era directo con nosotros. Dependiendo del cliente nosotros les ofrecíamos
café orgánico de aquí de la finca en la mañana, si mi mamá hacia pan les ofrecíamos y en la
noche les dábamos un tequilita, compartíamos y hasta jugábamos con ellos”, afirma Martha
La última edificación en todo el predio es la casa principal. En estas paredes vive Martha,
su hijo, su gato y parte de su familia. Una razón más para que esta chiguana lleve a México en el
corazón es que en territorio azteca sería donde hallaría el amor y fruto de este el mejor regalo que
le pudo dar la tierra mexicana: su hijo Emilio. Él, un muchacho de 15 años, moreno y delgado, es
por quien Martha da la vida y es capaz de hacer lo imposible por su bienestar. Ella, como toda
madre, lo considera como el más guapo de todos los muchachos y siempre hace énfasis, al
presentarlo, que su muchacho es fruto del amor con el país centroamericano, pero sobre todo que
sus más fieles compañeros. Muestra de esto es que hoy una de las repisas de su hogar cuenta con
más de 60 botellas de trago sin abrir, entre las cuales se destacan los tequilas y mezcales —
envidiarle nada a las otras cabañas. Esto gracias a que su tamaño triplica al de sus vecinas, está
construida con ladrillos y se encuentra empotrada en la parte más plana de todo el predio. Su
decoración es extravagante. En su frente hay un camino de piedra que engalana el paso de quien
camine por sus alrededores y es utilizado como parqueadero para el Suzuki y la Jeep; del mismo
modo, en la puerta principal de la casa se divisan materas pintadas con un mar de colores,
Con las múltiples creaciones artísticas que cuenta la finca, el tablero de la entrada debería
en el siglo XX para México, y grandes personajes de la cultura azteca son los huéspedes de lujo
dentro de ella. De Choachí en estas hectáreas solo se destaca la naturaleza; el resto todo es
mexicano.
Frida Kahlo y Emiliano Zapata, caras históricas y globalmente relacionadas con México,
son los héroes que más admira Martha. No obstante, en Choachímilco se ignora o no hay ningún
reconocimiento para personajes simbólicos de la historia chiguana tales como Ignacio Pescador,
chiguano y único indígena en firmar el acta de Independencia de nuestro país en 1810. Todo un
sombrero grande —como el de un mariachi—, se encuentra frunciendo el ceño, que lo hace ver
como un tipo rudo y de armas tomar; esto sin hablar de su bigote poblado —igual de peludo a
sus cejas—, lo cual apoya el imaginario de que el revolucionario era un hombre estricto. Más
abajo del retrato sobresale una foto histórica del mismo Zapata y Francisco ‘Pancho’ Villa —
diciembre de 1914. Los ocho cuadros restantes son de un tamaño más pequeño y son imágenes
aquella gesta.
Las 12 estatuillas están debajo de los cuadros y se dividen en dos filas. En la primera
línea hay cinco figuritas de hombres con sombreros y completamente vestidos de blanco, quienes
están tocando instrumentos como el tambor, el clarinete, los platillos y el trombón, recreando a
pequeña escala bandas de viento, las cuales son agrupaciones musicales tradicionales en gran
parte del territorio mexicano desde mediados del siglo XIX. En la segunda fila se encuentran los
pequeños bustos de siete próceres de la revolución mexicana entre ellos Francisco L. Madero,
Emiliano Zapata, Miguel Hidalgo, Venustiano Carranza, Francisco Villa, José María Morelos y
Las mesas y hamacas tienen colores y flores pintadas por donde se les mire. La casa tiene
luz propia, pero por el multicolor no se podría definir de qué tonalidad, sino más bien tendría que
país azteca, se encuentra un letrero, con los colores de la bandera mexicana de fondo, que cuelga
de uno de los muchos palos anchos que hay en el techo —que hacen la labor de vigas en la
casa—. En el centro del letrero resalta el nombre “Frida Kahlo” y entre el nombre y el apellido
de la famosa pintora, hay un retrato de la misma Frida; por otra parte, el costado derecho del
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sala de Frida. Todo en este espacio tiene que ver con la mujer insignia y la cara femenina más
colores y tradicionales en México— con sus cejas y su peinado, de todos los tamaños, y hasta
baldosas de la chimenea con su cara de fondo manifiestan que en esta casa se idolatra a Frida y
su obra.
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Un joven de unos 17 años, vestido con zapatos negros, pantalón de dril del mismo color,
camisa blanca, chaleco café a cuadros y corbatín rojo en el cuello, ondea la bandera de Suiza sin
pase por la calle segunda. La ecuación es sencilla: a mayor cantidad de clientes para el
restaurante, mayor es la propina para él y sus compañeros de trabajo, esto sin contar los 25 mil
pesos de su sueldo diario. Por ese motivo, el muchacho sonríe y, así pasen minutos sin que nadie
El banderín y el muchacho apuntan hacia una casa amarilla de dos niveles. Este inmueble
que posee acabados en madera, vitrales —con formas de colinas y montañas—, cortinas blancas,
balcones, flores y materas, es el que da vida desde 1944 al Restaurante Suizo. Un nombre y un
año que son corroborados en un aviso pegado al lado del portón de madera, en la entrada del
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establecimiento. Esta puerta da acceso a una cultura muy distinta a la chiguana, pues se entra en
un mundo refinadísimo.
otros países como Fondue de queso, Entremeses de Salchicha Suiza, Goulash a la Húngara,
Pechuga de Pollo al Oporto y Trucha Bearnesa contrastan con la rellena, la papa, el chorizo, la
se vende en cada esquina del pueblo. Sin embargo, en estas cuatro paredes la comida típica del
La carta, a su vez, plantea una pregunta: ¿Por qué un restaurante suizo en Choachí?, que
es contestada en la misma hoja con una reseña histórica. En el texto se dan a conocer que tres
Colombia a principios del siglo pasado y quedaron enamorados por el parentesco del pueblo con
su país de origen, gracias a los paisaje y las montañas de Choachí, tomando la decisión de
quedarse en el pueblo. Siendo Antonio el que decidiera fundar en 1944 el restaurante junto a su
esposa, Doña Julita Espinel. Matrimonio que no tendría hijos y que tras la muerte de ambos
dejaría al restaurante huérfano y en manos de unos sobrinos. Hoy, por cosas del destino, el
“Suizo” —como le dicen coloquialmente los chiguanos al restaurante— mantiene su receta, pero
Un almuerzo en el Restaurante Suizo, por económico, redondea los 35 mil pesos, los
cuales servirían para cinco “corrientazos” en cualquier otro restaurante del pueblo o podrían ser
invertidos en una picada para cuatro personas en piqueteaderos como “Donde Julia”, “Beto
Mora”, “La Paradita” y “Donde Aguilar”. Por este motivo, el chiguano promedio —quien vive
con el diario—, ocasionalmente acude a este restaurante para celebrar fechas importantes. Algo
contrario ocurre con el campesino, pues este considera que este almuerzo no lo llena y, sobre
todo, le cuesta un ojo de la cara. “De Choachí viene muy poca gente, la mayoría viene de
Bogotá y más que todo turistas de otros países” certifica Manuel, un muchacho alto, de 20 años y
vestido con el mismo atuendo al joven del banderín, quien es mesero capitán del restaurante.
Aquí, casi todos los domingos, almuerzan turistas, extranjeros, el alcalde y los concejales del
pueblo.
El turismo gastronómico es uno de los atractivos principales que atraen a cualquiera hacia
las arepas y los envueltos de pelado, los chorizos, el piquete, el pan de maíz, el pan de yuca, el
pan de sagú, las garullas, las repollas, la cuajada con melao, el kumis, el masato, el dulce de
papayuela y los yogures, hacen parte de los secretos de las abuelas que cautivan a quienes visitan
tierras chiguanas. Lugares como el Restaurante Suizo, La Bella Suiza, La Bella Italia, La
El servicio a la mesa es otro factor a resaltar del “Suizo”. El trato y cordialidad de sus
meseros hacen sentir al cliente a gusto; al mismo tiempo, los cocineros, con sus creaciones,
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deleitan el paladar de quien espera ansioso y hambriento por su plato. Siete empleados entre
semana y quince, en total, los sábados y domingos, son el grupo del trabajo del “Suizo”. Los
ocho adicionales de los fines de semana son jóvenes chiguanos —como el de la bandera— que
ofrecen sus servicios como meseros y parrilleros para conseguir un sustento antes de graduarse o
para su vida universitaria. Ellos no quieren la vida campesina de sus abuelos, lo que se les ha
proyectos a futuro.
parrillero del restaurante, un cargo que lleva desempeñando desde hace un año. Él, como Sofía,
Manuela, Cristian, Juan, Manuel, y Diego, sus compañeros de trabajo, baja cada fin de semana a
Choachí en busca del calor de su hogar y la camaradería de sus amigos, pero también para
hacerse una “platica extra”, como el mismo cataloga su sueldo, para sus gastos en Bogotá.
Santiago tiene 18 años y desde hace tres trabaja para el restaurante. Este parrillero, que sería
mesero en sus primeros dos años como empleado, se enamoró de la cocina en el restaurante y
decidió estudiar gastronomía en Bogotá, una carrera que se sostiene en gran parte gracias a los
“Uno va dos días para que le enseñen. En esas dos sesiones se le indica al mesero tres
actividades principales: la primera, presentarse. La segunda, cómo cargar la charola. Por último,
la más importante: que el cliente tiene la razón”, dice Santiago, recordando como a los 15 años
Santiago y Manuel son dirigidos y orientados por Felipe Flórez, el administrador de este
negocio, un tipo de estatura baja, moreno y barbudo, quien también es hijo del empresario y
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Martha Espinel es una mujer de contextura gruesa, cabello rubio, piel blanca y de 1,60 de
paisanos y vecinos, son liberales y contemporáneas. Martha ama su pueblo, le apasiona el medio
ambiente y lo defiende a como dé lugar. Ella, como Frida Kahlo o Emiliano Zapata, sus ídolos,
tiene un pensamiento crítico, el cual la ha llevado a impulsar y encabezar varias causas en busca
del bienestar chiguano, pero más que nada por el agua y los nacederos que hay en el municipio.
Campañas como “Perimetral sí, pero no así”, “Choachí sin minería” y “Agua sí, Minería no”,
donde Martha ha sido promotora, demuestran que a esta mujer le importa su pueblo, su hábitat,
Martha no es solo una mujer luchadora sino alegre y sencilla. Le gusta el cigarrillo, la
fiesta y un buen “tequitilita”; no obstante, también disfruta de los espacios tranquilos, caminar
por su finca, cocinar, hacer artesanías, pintar cuadros y deleitarse con la belleza natural de
recuerda acerca de su infancia inolvidable en tierras chiguanas: “El pueblo era hermoso. Como
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no había casi carros jugábamos mucho en la calle. Antes había mucha gente que conocíamos,
ahora yo no vivo en el pueblo sino en el campo, pero cuando salgo veo mucha gente que no
conozco”, dice sonriendo antes de llevarse la mano hacia su saco en busca de un encendedor. Los
primeros recuerdos de Martha se remontan a los 70’s, una época distinta y un Choachí exclusivo
para chiguanos, pues turistas casi no había y muy pocos habitantes del pueblo emigraban a
Bogotá u otras ciudades. Por este motivo, casi todos se distinguían. Ahora todo es diferente.
era chiguano; sin embargo, por falta de oportunidades en Colombia optó, en su juventud, por
tomar el riesgo e irse a aventurar en México. Su aventura y estadía en el país ‘manito’ no serían
pasajeras y la marcarían para siempre. Allí encontró un gran empleo en una empresa de logística,
el cual le brindó experiencias enriquecedoras por más de dos décadas; igualmente, su trabajo le
dio la posibilidad de viajar por todo el país. Un motivo para enamorarse aún más de México, su
segunda patria. Martha, ya establecida en México, viajó a Colombia muchas veces en vacaciones
y por cuestiones de negocios, situaciones que aprovechaba para visitar a su familia y su amado
Choachí.
Desde que se fue a vivir a México, Martha siempre tuvo un anhelo: volver a Colombia,
pero no a Cartagena, Santa Marta, Cali, Medellín o Bogotá, sino a su pueblo natal. Un deseo que
se convertiría en una realidad, pero que en visitas de sus amigos mexicanos a Choachí, al son de
rancheras y con unos tequilas en la cabeza, iría tomando forma de posada turística. Lo primero
sería el nombre. “Cuando veníamos de vacaciones y en ferias, mis amigos me decían: ‘vámonos
para Choachímilco, mezclando Choachí con un lugar que en México se llama Xochimilco, que
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significa tierra fértil para las flores y Choachí, para mí, es un lugar de flores. También me
encanta el colorido de ese lugar, sus trajineras y yo quería algo así”, dice Martha ya fumándose
un nuevo cigarrillo. Las trajineras —embarcaciones coloridas, bautizadas en sus frentes con
letreros grandes y que brindan pequeños viajes, música, comida y bebida en el lago de
centro, pues son igual de grandes, llamativos y coloridos que las de las famosas embarcaciones.
Sin embargo, ocho años duraría el proyecto que alcanzó a brindar sustento, cuando era
casa de eventos, a más de diez jóvenes y donde cinco chiguanas tenían empleo fijo con la estadía
de turistas. Este fue el lapso que Choachímilco duro como empresa y posada turística, pues
cobrara impuestos, según ella “como un gran hotel”. Actualmente Martha es rentista capital —
consistente en que una persona natural o persona jurídica, empresa, registrada ante la DIAN
Bogotá, quienes fueron huéspedes de la posada turística, se han traslado para vivir más
plácidamente.
para reuniones se busca hacer obras de teatro, encuentros de poesía, exposiciones de pintura,
clases de yoga y fiestas entre los vecinos, buscando el bienestar, la unión y la paz para la
comunidad que vive allí. Por otro lado, cada espacio verde, frente a las cabañas arrendadas, ha
sido delegado por Martha a sus vecinos como una zona para crear y organizar una huerta
orgánica.
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Adriana Uribe, adaptaron un cuarto y un jardín como taller artístico. En estos recintos las dos
mujeres siguen produciendo artesanías mexicanas, en todos los tamaños y todos los colores,
como corazones, hombres con sombreros y catrinas, además de pinturas para el goce del público
que sigue entrando a la finca para conocerla,o chiguanos que mediante Facebook —medio por
donde Martha notifica de los problemas de Choachí a sus paisanos y ocasionalmente ofrece
platos mexicanos bajo encargo— le han apartado un plato de enchiladas, tacos o quesadillas para
Choachímilco se describe con un cuadro que se resalta en su entrada y donde dice: “Este
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Ricardo Flórez es un tipo bajito de tez blanca con lentes y que viste de pies a cabeza de
marca. Su saco Polo Ralph Lauren, su jean Levis y sus zapatos Arturo Calle, dan pista de que es
un tipo “con plata”. Ricardo es oriundo de Bogotá, pero criado entre La Calera y Choachí;
descanso, son la carta de presentación para que Ricardo, al igual que sus hermanos, hable con
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con su trabajo e igualmente critica lo no vistoso, barato y mediocre en cualquier edificación del
arquitectura, la belleza, la estética de las cosas, entonces cada quien hace lo que quiere y lo que
puede y ya, se saltan las normas urbanísticas” dice Ricardo con un tono fuerte y preocupado. Él,
estética.
empresas no solo brindan trabajo para el chiguano sino que también han introducido un concepto
dueño del “Suizo” sino también del grupo Box, el cual está compuesto por tres empresas, donde
constructora Box, delegada para diseñar y llevar a cabo procesos urbanísticos en todo el oriente
mismo Ricardo, pero que de a poco va tomando forma, pues con la Perimetral el destino de
personas que están bajo su mando. Ricardo es el jefe y propietario de todo un imperio. Desde la
entrada al pueblo, por la vía a Bogotá, se puede ver el poderío que tiene este hombre en Choachí,
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debido a que la primera magna construcción en el pueblo son unas bodegas de propiedad del
grupo Box, donde, además de recibir material para comercializar en toda la región, hay un
todos —sin excluir a nadie, por el tamaño de las bodegas y el pendón— divisan, se enteran y
Luz Miriam Beltrán, más chiguana que el piquete, denuncia como Flórez también ha
incurrido en interrumpir la belleza, pero de algo más trascendental para el pueblo: su naturaleza.
“Toca que le diga a él (Ricardo Flórez) que le quedo muy bonita la urbanización, lástima que nos
quitó esos potreros tan lindos que habían y la vista hacia el monte, por poner solo paredes y más
paredes” afirma Luz Miriam señalando varias casas de dos y tres pisos con el mismo diseño,
pero diferentes colores en sus techos. Esto es el proyecto —que paradójicamente se llama—
el ser humano viva bien y eso es lo que hay que hacer” afirma Ricardo, cuando se le pregunta por
la reacción de sus vecinos ante sus construcciones. El “Suizo” también da muestra, no solo del
poderío de Ricardo Flórez en el municipio, sino que la estética y la belleza son lo más importante
para él; desde el servicio y la comida hasta los vitrales, con diseños de paisajes suizos, y las
mesas con manteles a cuadros limpiecitos, todo lo que tiene que ver con él es bello.
Ricardo es uno de los muchos empresarios de quien difaman en el pueblo y hasta han
sido capaz de decir que su patrimonio económico fue adquirido gracias a un noviazgo con un
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hombre mayor, quien al morir dejo todo a nombre del dueño del restaurante. Por otra parte,
Flórez es un modelo a seguir por muchachos visionarios, pues no es solo Ricardo sino “Don”
Ricardo, quien le ha dado un vuelco a la fachada del pueblo e igualmente ha adquirido beneficios
“El municipio ya no es del todo una región agrícola. Un dato que me dieron en
Planeación: Choachí tenía 2000 hectáreas sembradas en agricultura actualmente tiene 500”
Este hombre es visto por varios jóvenes en Choachí como un ejemplo a seguir,
conseguir plata. Ricardo Flórez es un tipo de negocios, con una mente europea —gracias a sus
suizo, motivos que le dan más fuerza y ayuda a validar la noción de que: Ricardo Flórez es un
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diferentes países se han enamorado de sus paisajes y sus gentes, influyendo también en el
imaginario del pueblo e infundiendo, en estos últimos años, nuevos pensamientos, héroes,
El pueblo ha dejado de ser tan tranquilo, pues el movimiento del turista, el crecimiento
del casco urbano y la apertura todos los días de nuevos negocios hacen que sea un Choachí
Dos jóvenes hacen una parada obligada. Llevan caminados casi 700 metros empinados y
sus corazones palpitan cada vez más fuerte, su respiración está agitada, y sus miradas hacia el
horizonte solo manifiestan que buscan algo o alguien, pero aún no lo han visto. Su vestuario
tampoco es el ideal. Uno tiene mocasines cafés, un jean entubado, un reloj de correa de cuero en
la mano izquierda, y una camisa Tommy Hilfiger azul a rayas, que parece un mapamundi por los
parches de sudor que le escurren por la espalda; el otro lleva puesto una chaqueta Lacoste azul
oscuro, un jean negro, más entubado al de su compañero, unos tenis negros de la misma marca,
y una gorra del mismo color, que disimula un poco el sudor que hay en su frente. Su vestimenta
es la adecuada para ir a clase en una universidad en Bogotá y no para la loma a la que se están
enfrentando.
Si acaso lo único que concuerda con la naturaleza y la caminata que están haciendo, es el
cocodrilo, logo de la marca francesa, que el segundo lleva estampado en su abrigo y zapatillas.
Ellos no son de por acá y parecen perdidos. En su parada, casi ahogados, el de la camisa a rayas
compañero:
—Dijo que ya estamos llegando y que le metamos la doble —con tono más aliviado.
—Todo sea por llegar a La Minga —contesta el de la gorra poniéndose en posición para
volver a caminar.
Un camino real, una loma que parece una eternidad, un camino de herradura por donde
han pasado muchas generaciones chiguanas, una carretera destapada donde se tiene que poner la
doble al carro para que no se cuelgue o una prueba de senderismo para novatos en esta disciplina,
son algunas de las descripciones que dan empresarios, reinas de belleza, extranjeros, estudiantes,
turistas y los mismos chiguanos, sobre estos 850 metros inclinados que separan la vía principal
Bogotá-Choachí de La Minga. Cada uno lo explica según su experiencia llegando hasta allí.
El trayecto, que hace sudar a casi todo el que lo emprende, también fue el escenario de un
camino real —caminos que hacían el papel de vías en La Colonia, pues unían los grandes centros
poblados de la Nueva Granada—, que conectaba a Bogotá con Villavicencio, teniendo como
paso obligado a Choachí y sus veredas. Este camino real no solo fue utilizado frecuentemente en
La Colonia, sino hasta mediados de los cincuenta, cuando era de los más transitados por
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llevaban lo que cosechaban para venderlo en la plaza de mercado del barrio Egipto. Igualmente,
transportaban para sus pueblos y veredas víveres como la sal y el aceite que escaseaban en el
mercado local, pero que en Bogotá se conseguían. Las alpargatas no se ponían por el camino,
pues se gastaban y era costoso volver a comprar otras; sin embargo, el calzado era necesario para
dar una buena imagen en la plaza bogotana, y ahí sí los usaban. El resultado de no ponerse
zapatos en estos viajes mercantiles, era que los caminos resultaban totalmente ensangrentados.
Este camino es un recorrido, históricamente hablando, de “sangre, sudor y lágrimas”, como dice
un adagio popular.
Las cosas han cambiado. La carretera facilitó el paso entre el municipio y la capital. Hoy
tanto el bogotano “baja” a Choachí, por motivos de turismo y descanso, como el chiguano
ejemplo de que Choachí, para muchos turistas, es un paraíso terrenal y uno de los mejores
lugares para vivir cuando llegue la tan anhelada pensión. No obstante, en la Minga el descanso es
importante pero primordial; para sus visitantes representa las ganas de cambiar la mentalidad de
nuestros país, reconocer al otro como semejante —sin importar la raza o la condición social—,
valorar nuestras especies e igualmente nuestra flora y fauna, generar conciencia sobre las
dispuesto a echar una mano en todo trabajo —por más complicado y sencillo— que pueda haber
allí.
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Una carretera compuesta por un CAI, una electrificadora, seis piqueteaderos, siete
cafeterías, un monumento a la virgen y alrededor de 140 curvas, son los que separan al barrio
En este recorrido de más de una hora, por un camino curvo que puede marear a
Una peña y un páramo también hacen parte del paisaje. Por esta vía, a comparación de otras
salidas de Bogotá hacia municipios como La Calera, Soacha, Funza, Chía o Chipaque, no hay
trancones y el flujo de carros no muestra largas filas. Camiones, flotas y uno que otro campero,
son los que más la transitan entre semana. Los sábados, domingos y festivos, en este moderado
hasta bicicletas, pues los ciclistas han encontrado en esta carretera las condiciones de una prueba
contrastes. Variedad podría ser el mejor sinónimo o el equivalente cuando se escuche el nombre
del municipio. Algo que, como si fuera una primera cita, atrae o aburre a quien recorre por
primera vez esta vía. Para Pedro Medina, dueño y creador de La Minga, la serenidad, el olor a
tierra, el carisma de la gente, el cantar de los pájaros y paisajes como el de “La Chorrera”, la
cascada escalonada más alta de Colombia con 590 metros de distancia, lo enamoraron a primera
vista de Choachí.
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Pedro es un hombre calvo, viste con pantalón de dril, botas a medio amarrar y camisa de
cuadros. Podría pasar inadvertido en el pueblo y hasta ser uno chiguano más, debido a su
sencillez, actitud tranquila y atuendo sobrio. Eso es lo que él busca y lo que quiere en Choachí:
no generar ningún tipo de escándalo. Para esto, Pedro acude a un término inventado por él:
“Neochiguano”. Con esta palabra —compuesta por neo, que significa nuevo, y chiguano,
gentilicio de los nacidos en Choachí—, Pedro se define a sí mismo desde que llegó a hacer parte
activa de Resguardo Alto. El neochiguano es todo aquel que llega a ocupar un espacio en el
pueblo; al mismo tiempo, este personaje convive todos los días con los chiguanos, sus
Sin embargo, para ser un neochiguano se necesita más que simplemente tener un terreno
y pasearse por el pueblo. “Los que vamos llegando tenemos que ser conscientes que debemos
cuidar el pueblo y no llegar a imponer y decir ‘es que todo en Bogotá es mejor’, no eso no.
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Llegar a valorar lo de aquí y, sobre todo, a trabajar por el pueblo. Eso me parece importante. Si
mejoramos nuestra cuadra, nuestra casa mejora. Aprender a trabajar por lo de aquí” recomienda
Pedro a todo el que llegue a vivir a un pedacito de Choachí y no sea de procedencia chiguana.
historia del pueblo, sus habitantes, sus tradiciones, además de rescatar lo que él califica como
“activos ocultos”: atractivos que hay en el entorno y que la gente no ve. “Tesoros que vemos día
a día y no los valoramos”, dice. Ejemplos claros en Choachí son el aviturismo y el chulque,
pues, según Pedro, “la mayoría de personas que viven aquí no saben de esto, pero en Choachí
tenemos el 1,3 % de las especies de aves del mundo, que equivale a 135 especies. Esto lo revela
un estudio que hemos venido realizando también con registro junto a Hernán Borbón, un
muchacho de Guaza —una vereda que pertenece a Choachí— apasionado por el avistamiento de
aves. El aviturismo es una forma de hacer turismo que genera grandes dividendos y anualmente
factura la pequeña suma de 115.000 millones de dólares. Igualmente pasa con el chulque, pues
tiene más vitamina C que una naranja y se produce en cualquier camino de la región y muchos ni
Pedro Medina también es un tipo que observa y escucha. Algunos días le gusta bajar al
pueblo y allí hacer mercado en la plaza, “parar oído” y mantener una charla productiva con
hechos que tal vez desconozca de la historia de Choachí. “Él es muy formal. Cada vez que entra
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al almacén saluda, pregunta cómo estamos y nos regala galletas de coco”, afirma Sandra
Este neochiguano, a diferencia del chiguano, no le gusta el chisme y lo cree nocivo tanto
para la comunidad como para la salud del ser humano; si escucha críticas y cuentos negativos de
camina por la vía principal y, lo más increíble, los carros los siguen y no les pitan; cuando algún
conductor pita es porque esa persona no es de aquí, es de Bogotá”, dice Pedro casi carcajeando.
“A pesar de no ser silencioso este es un pueblo tranquilo donde hay tres ladrones y todo el
mundo los conoce”. Estas son unas de las muchísimas conclusiones a las que ha llegado este
hombre en los nueve años desde que planeó su proyecto y compro el terreno, pero también de los
Sus 56 años solo se pueden verificar gracias a su calva, porque la energía y la vitalidad
con que afronta cada actividad es la de un muchacho de 20. Todo se lo debe a su cambio de vida.
Este hombre que en 1995 trajo Mc Donald’s a Colombia, la franquicia de comidas rápidas más
importante del mundo, hoy prefiere comerse unas semillas de calabaza, llenas de proteína, antes
que una cheese Burger, repleta de grasa. Hoy Pedro disfruta de lo nuestro y se deleita con las
cosas bellas que le brinda Colombia. Este estudiante de Historia, Economía y Relaciones
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varios años, actualmente no sabe nada de la famosa cadena global de hamburguesas. Ese ya no es
su cuento ni su interés. Por el contrario, aunque suene paradójico, es vegetariano, aunque a veces
hace excepciones y se anima a comer la única carne que él considera saludable: el pescado.
Las fotos y su celular —un iphone 5 s con carcaza amarilla— son sus mejores
herramientas para crear comunidades y redes con las mismas ganas de trabajar por un mejor país
y un mejor pueblo. Pedro le habla a Siri como en aquellos tiempos donde era administrativo y
las secretarias estaban pendiente a todas sus directrices. Por medio del micrófono guarda sus
contactos y hasta les hace pequeñas descripciones. La tecnología no le queda grande: postea cada
día en sus redes sociales imágenes referentes a temas de naturaleza, paisajes únicos, historias de
Pedro dice que para generar “capital social”, lo que llama el eslabón perdido de la
sociedad colombiana, se deben establecer redes bien tejidas y unidas —colocando el ejemplo de
Potrerogrande y su comunidad tan unida—, lo cual genera que la gente sea menos propensa a
hacer trampa. Teniendo como resultado una sociedad con bajos índices de corrupción y así
mucho más equitativa. Algo que en sus estudios universitarios demostró y hoy lo ha llevado a
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planear más de 15 conferencias alrededor del tema, y a dictar seminarios en 168 ciudades y 36
países.
Sus conferencias y seminarios no son nada baratos. Una sola charla, dependiendo del
tiempo, podría llegar a costar entre dos a cuatro millones pesos y según el país el monto puede
subir, pero como buen neochiguano y amante de su pueblo, los precios para sus vecinos son
diferentes. Una charla para campesinos y comunidades veredales que podría significarle una hora
de su tiempo, es cambiada por dos kilos de queso y unos yogures. El trueque es algo simbólico y
primario en su ideología.
cabeza. Sin embargo, lo que más le importa es el bienestar de su comunidad. Por esto es el
promotor y presidente de “Yo creo en Colombia”, una iniciativa que busca promover nuestra
nación como un país capaz, recursivo, innovador, solidario y confiable. Un proyecto impulsado
por el mismo Pedro en el municipio, que junto a José Luis Quiñones, joven chiguano, son
promotores de “Yo Creo en Choachí”. Un proyecto que se han trazado para destacar lo bueno, lo
útil y lo desconocido de Choachí. El primer paso: crear un grupo de WhatsApp y compartir con
chiguanos entusiastas todas las ideas, fotos e historias para dar más motivos sobre la
Este es el neochiguano más chiguano que hay. Tanto es el boom de este hombre, que fue
elegido como Presidente de la Junta de Acción Comunal de su vereda y aconseja a los otros
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presidentes para avanzar en sus territorios de la mano de sus comunidades, como él lo hace. Este
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Después de ascender la loma, por la que más de un siglo atrás caminaría Simón Bolívar
amigos de Pedro—en busca de La Minga, lo primero que se encuentran es una pared levantada
con bareque y guadua. Este muro posee una puerta, una venta —primeros elementos que compró
Pedro después de divorciarse y tomar la decisión de hacer una vida diferente en una casa de
mapa de La Minga. El croquis del lugar lleva inscrito: “La Minga es un ave que vuela libre, es un
pez que aprendió a volar”. Y es que el predio, aunque no fue planeado de esa manera, tiene
silueta de pájaro, esos animales que tanto Pedro admira, y considera como activo oculto.
La banda sonora en La Minga es el agua. Cada paso en este sitio viene acompañado por el
ruido que procede de la quebrada, donde Pedro acostumbra bañarse; esta misma melodía, es la
“Cuando entras a la casa hay letreros en un pasillo que dicen: ¿Qué quieres cambiar?
¿Qué quieres dejar atrás? Y si estás dispuesto a asumir los retos que vienen con esa toma de
decisiones”, dice Mariana Rolón, una periodista bogotana de Las Naciones Unidas, quien durmió
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y visitó hace poco La Minga. Esta mujer se refiere al umbral del riesgo, un pasillo largo hecho
con mallas en el que Pedro hace comprometer a sus visitantes a que harán cambios, de ahí en
Minga es un término que en quechua significa trabajar juntos y eso es lo que se realiza en
el hogar de Pedro Medina: se trabaja codo a codo. Desde su creación, el trabajo ha sido una
construyeron el sueño de Pedro y hoy gozan de una particular placa dentro de La Minga; sus
nombres están esculpidos en 16 en tablas en la entrada de la casa más grande. “La única vez
donde los comedores tuvieron manteles, hubo servicio a la mesa, se hizo una fiesta y La Minga
se vistió de gala, fue en una celebración para aquellos que construyeron esta casa”, dice Pedro
La Minga se compone de seis casas. Cada una de las construcciones son con bases de
tapia pisada, adobo y bareque. La más grande es la “casa gestante”, donde vive Pedro y la
primera en ser construida. Pedro la cataloga como “sismo indiferente”, pues gracias a los
materiales con que está hecha le “vale huevo si hay una catástrofe natural”; es una casa rústica
no solo por la forma en que fue construida sino por los escenarios que se encuentran dentro de
ella.
Una de las paredes de la cocina es la roca de la montaña con que limita la casa, algo a que
es denominado por Pedro como un “accidente feliz”. Aquí la nevera fue desconectada y es
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necesita poner a enfriar una cuajada o unas cervezas, se utiliza la quebrada que pasa por la casa.
La sala o como fue bautizada por su dueño “el salón oval” —gracias a su forma y la creencia
que las grandes cosas que nos dan la vida, como la tierra y los ovarios, son ovaladas— es donde
Pedro ofrece, crea y desarrolla cada una de sus conferencias. En este mismo salón las paredes
son en barro, haciendo una metáfora en contra a los estratos, pues desde que se llega a La Minga
las clases sociales no existen. La misma casa tiene una biblioteca comunitaria con gran cantidad
de ejemplares en sus vitrinas, pero lo más curioso es que se encuentra interrumpida por un baño,
La habitación de Pedro, conectada con el salón oval por unas escaleras, es diferente. Este
es su espacio favorito y el que lleva a su mente el recuerdo más bello vivido en La Minga: el
nacimiento de su nieto Alun. Su hijo y su nuera no lo tuvieron en una clínica o un hospital; ellos
querían que naciera en medio de la naturaleza y mediante un parto natural. 40 días y 40 noches
fue lo que la pareja duró en el cuarto junto al recién nacido. Desde el primer lloriqueo de Alun y
sabiendo que su hijo, Felipe, se trasladaría con su familia a la casa del colibrí —otra de las casas
que hay en la Minga—, Pedro decidió cuál sería su dormitorio, ese mismo donde nació y paso
Esta alcoba, Pedro —como si ya fuera rutina inventar nombre para las cosas— la define
como “caordica”, una mezcla entre caos y orden. Aunque parezca una ola de basura, todo tiene
Starbucks en Colombia; las bases de ambos muebles están hechos con las raíces de árboles
cafeteros, provenientes de Nariño; al lado de estos, libros, artesanías y un salterio —una caja de
empíricamente. Frente a su cama hay viejos disquetes y video cassettes de VHS, los cuales están
pegados entre ellos con cintas, formando inusuales cajas que están repletas de artesanías como
casas, ladrillos, palomas y machetes a pequeña escala, por solo nombrar algunas. Estas pequeñas
obras son entregadas por Pedro a los más participativos en sus conferencias, por eso la gran
Las artesanías fueron otro motivo que llevarían a Pedro a mudarse de la 74 con primera
en Bogotá, y a enamorarse aún más de Choachí y su gente. Pedro llegó a la casa de la cultura de
Choachí, se enamoró de una exposición de muñecas y preguntó quién era la autora y que si la
podría conocer para preguntarle por su obra. La respuesta fue que era la primera dama de aquel
entonces, Doña Myriam Barbosa, le dieron la dirección de su casa pero también le dijeron que
era difícil que lo atendiera. Pero la primera dama lo recibió en su casa, atendió sus inquietudes y,
como un acto de nobleza, sin saber quién era, le regalo artesanías hechas por ella. Ya no había
ninguna duda, el verde de las tierras, la tranquilidad en la zona, el poco flujo de carros y la
amabilidad de los chiguanos —reflejado en su primera dama— lo inclinaron por decantarse por
Al mejor estilo de una película de drama, Pedro tiene un pasadizo en su cuarto, el cual se
encuentra camuflado gracias a una biblioteca, ubicada al lado de donde se guardan las artesanías.
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Es demasiado simple pero al ser tan “caordica” la habitación, el ojo no capta, a simple vista, una
pequeña división que hay entre los libros, que al correrse abre un portón. Sin embargo, este no
lleva a un lugar de fortunas sino que abre las puertas de su baño. Es ahí, donde Pedro guarda los
recuerdos, placas y diplomas —en español y en inglés— de cuando era el más alto funcionario
de Mc Donalds e igualmente un gran vendedor. Por su ubicación —los diplomas están colgados
importaran; es como si estos hicieran parte de un pasado del cual no quiere vanagloriarse ni al
La casa gestante, al ser la más enorme y majestuosa, cuenta con otros espacios como la
terraza de la paz, que se caracteriza por un balcón con la mejor vista de la vereda, y donde las
barandas están elaboradas con palos y en formas de “Yes” o Y griegas, pues, según la filosofía
de Medina, representan oportunidades. Éstas se dan tomando decisiones, que muchas veces son
dualidades, como lo es la forma de una Y: un camino que se divide en dos. Por último, la casa
tiene un jardín construido en todo el techo. Un techo verde y medicinal, donde se planta ortiga,
caléndula y otras plantas medicinales. En este espacio se emplea el reciclar, reutilizar y reducir
como lema, algo confirmado con las 11 ventanas de carros viejos puestos sobre bases en el techo,
que hacen el papel de ventanas para una mejor ventilación y que le entre mucha luz a la casa
principal.
Las otras cinco edificaciones restantes son la casa del colibrí, la más pequeña y hogar del
hijo de Pedro; la casa del cóndor, lugar colorido, con una terraza llena de cojines además de
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hamacas, y con el techo con forma de alas; la casa del armadillo, con forma redonda y donde
funciona el museo para la paz; la casa del jaguar, donde hay solo dormitorios e imágenes
referentes al jaguar, y la casa en el aire, un homenaje de Pedro a sus padres y donde tiene la cama
donde, según él, lo concibieron hace 57 años. Todas tienen su propia magia y camas para los
huéspedes.
En total hay 24 camas en todas las casas y la noche por persona tiene un costo de 100.000
pesos —incluyendo las tres comidas y el recorrido por La Minga, con su respectivo guía
turístico— pero si alguien no tiene dinero y quiere disfrutar de la serenidad de este lugar, se hace
un trueque. Este proceso consiste en trabajar para pagar el hospedaje; acá, el trabajo vale, y
mucho. Pedro les pide a sus huéspedes e invitados que le enseñen cualquier saber y le colaboren
en todo tipo de labores, de cualquier índole, pero donde se sientan más útiles. Cargar palos, hacer
y cocinar envueltos, pintar cuadros y hasta tejer, son tareas que Pedro premia con la estadía en su
casa. Para él, cualquier ayuda, desde que sea constante, con buena energía y bien hecha, es
valiosísima.
Las mingas o trabajos en conjunto son llevadas a cabo cada dos o tres meses dependiendo
obra —en reparaciones o modificaciones que necesite las edificaciones y el terreno— por medio
día, mientras que el otro medio se festeja con actividades lúdicas, conociendo personas o
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compartiendo algo de comida. Estas mingas incluyen muchas veces el hospedaje de quien aporta
su granito de arena.
Por otra parte, el trueque no solo ocurre con quien quiera quedarse en casa de Pedro o
recibir una de sus charlas, sino que este método de canje ya se instituyó en todo Choachí, por lo
menos una vez al año. Trueque es definido por la RAE (Real Academia Española) como el
“intercambio de bienes y servicios, sin mediar la intervención del dinero” y esto es lo que ocurre
En este espacio es donde habitantes de Choachí, del pueblo o de las veredas, llegan con
productos como huevos, quesos, kumis y hasta plantas —difíciles de conseguir en la ciudad— y
hacen un canje con personas de Bogotá por elementos como computadores o bicicletas —los
cuales sirven pero ya no son usados en sus casas—. “Este intercambio empezó con 90 personas
en su primer año (2009) y va creciendo cada año, tanto así, que al último trueque, realizado en
2017 y llamado “maíz y Hip Hop”, fueron más de 1300 personas” dice José Luis Quiñones, guía
turístico de La Minga y mano derecha cuando Pedro emprende viajes para dar sus conferencias y
deja La Minga. Una actividad masiva y con gran acogida donde no están presentes ni el dinero ni
el trago.
El trueque municipal ha sido tan atractivo y benéfico para los chiguanos que ya hasta la
Alcaldía hace parte de la organización del evento, lo promociona, da las pautas para participar y
La Minga no son solo edificaciones de barro que conviven con la naturaleza, es trabajo,
tranquilidad, ecosistemas, sabiduría, amor por lo que se hace y conciencia de donde se habita.
****
El Museo de La Paz, ubicado en la casa del armadillo y espacio adecuado por Pedro y
intento más fidedigno por cambiar paradigmas y estereotipos de nuestro territorio. “El cuento
Lavadoras viejas, en la entrada del Museo de La Paz, son la metáfora de que “la ropa
sucia se lava en casa”, una práctica para solucionar problemas entre los directamente implicados
y que hace falta en Colombia, además de que podría aumentar significativamente el respeto en
una comunidad. Rocas y palos de todo tipo, con agujeros en sus formas y recogidas por Pedro
por toda Colombia —que tanto José Luis y Pedro llevan a sus ojos para hacer la primera
demostración a los visitantes del museo—, ofrece n diferentes ángulos para la visión de quien las
utiliza como lupas. El mensaje con estos objetos es que cada colombiano tiene diferentes puntos
de vista y todos son igual de importantes, un factor que generaría tolerancia pero que ha faltado
juguetes y hasta pastas de laboratorio, son utilizadas, por el guía de turno, para mostrar el ingenio
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de los colombianos, la capacidad de innovar y lo que nos hace diferentes: nuestra diversidad de
culturas y costumbres.
Este museo es el pretexto perfecto para hablar de los cuatro que hay en Choachí. El
primero es el museo de los ángeles, constituido por más de 8000 estatuillas de ángeles, de todos
los tamaños y hechos en materiales como mierda de caballo, que se encuentra en una casa en el
etnográfico “El Bosque”, ubicado en la vereda de Maza, del profesor Miguel Cruz, quien vivió
en el Amazonas y recogió más de 100 piezas en su estadía como esqueletos y cañas de pescar,
que hoy hacen parte de su finca-museo. Esta idea es complementada con una pequeña granja
orgánica, la cual ha sido desarrollada también por el profesor Cruz. El tercero es el museo de La
Potrerogrande, donde una gruta en honor a la Virgen del Carmen —considerada como la patrona
de los conductores— tiene empotrado un Nissan blanco y rojo del 78, haciéndole reverencia a la
El último le trae un gran recuerdo a Pedro, pues fue gracias a este que conseguiría un
motor nuevo para su Nissan Frontier. Su carro en un viaje de vuelta hacia La Minga no venía del
todo bien y se terminó descomponiendo. El problema era que el motor estaba fundido. Medina
acudió al gerente de Nissan Colombia, pupilo suyo en Los Andes, para solucionar su problema e
intentar negociar el precio de la pieza para su vehículo. El precio por el motor eran ocho millones
de pesos, de los cuales Medina tenía cuatro, pero era urgente el arreglo de su Nissan. Por medio
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del grupo en Whatsapp “Yo Creo en Choachì” le llegó una foto de la gruta y de inmediato
pensó enviarla al gerente de Nissan. El alto dirigente quedó impresionado, era la mejor
publicidad para la marca en Colombia, “una marca de tradición y de fè”, podría ser el eslogan.
La foto no la podía dejar pasar. El retrato valió el bono de cuatro millones de pesos y el arreglo,
Estos lugares son patrimonios chiguanos y sitios que han enriquecido el pensamiento de
la gente del pueblo además de quien lo visita. Por estos museos es que existe “Yo creo en
Choachí”.
“Si no se le inculca a la sangre joven volver a sus raíces se acaban los pueblos”, es lo
primero que se le viene a la mente a Pedro al hablar de José Luis, su joven escudero de 17 años.
Este muchacho, campeón nacional de ajedrez —deporte donde Choachí es potencia nacional—,
es moreno, 1,70 de estatura, con gafas y rapado, pero, sobre todo, orgullosamente chiguano.
José Luis es la segunda cabeza visible de “Yo Creo en Choachí”, una iniciativa basada
“en enorgullecer al pueblo chiguano y que cuando se escuche la palabra Choachí se les infle el
pecho. Que digamos ‘Soy chiguano, soy campesino’ eso es lo que busca este proyecto”, afirma
José Luis sobre la iniciativa planeada desde hace más de un año y donde un grupo en Whatsapp,
una cuenta en Twitter e Instagram, son los primeros medios para que los chiguanos, sobre todo
los jóvenes, entiendan lo que es el plan trazado, por Pedro y José Luis, para resaltar lo bello y lo
bueno de Choachí.
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José Luis llegó a ser el promotor de “Yo creo en Choachí” siendo primero el guía
turístico del La Minga gracias a la cercanía de esta con la casa de su abuelo, Don Hernando
Martínez. Este viejo de múltiples arrugas en su cara es un hombre de talla baja, moreno, vecino
viajar por todo el país y en Sevilla, Valle del Cauca, haría algo que impresionó a todo el
saqué una escopeta y como pude le di a mis vecinos fuerza para que sacaran sus escopetas y nos
grupo era un tal Manuel Marulanda Vélez, sí, ‘Tirofijo’, el mismo”. Historias y testimonios
como estos son los que busca resaltar “Yo Creo en Choachí”.
reconocimiento que se merece Choachí, pero buscando la reivindicación de los chiguanos con su
José Luis ya da sus primeros pasos como conferencista hablando con los más chicos del
pueblo, debido a las charlas brindadas por parte de la iniciativa a los colegios del municipio. En
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esos discursos se les hace a conocer a los niños de primaria que Choachí fue un pueblo real, que
tiene tres caminos reales —uno con pictogramas— que comunican a Bogotá con Villavicencio;
que Ignacio Pescador, único indígena en firmar el Acta de Independencia de Colombia en 1810,
era chiguano; que Choachí tiene dos páramos, parte de Chingaza y el de Cruz Verde; que
Choachí cuenta con aguas termales que van desde pozos y piscinas tradicionales hasta un gran
complejo turísticos; que Choachì cuenta con más de 130 especies de aves.
Choachí— todos los martes de ocho a nueve de la mañana, donde da a conocer nuevas cosas
sobre el municipio, habla con invitados y recalca todos estos patrimonios chiguanos expuestos
“Yo Creo en Choachí” y La Minga son herramientas para mostrar que: Choachí es un
CONCLUSIONES
de crecer y vivir en Choachí, pero sí de tener experiencias que me hacían tener una idea sobre el
pueblo; sin embargo, al decidir investigar sobre este territorio y su población, no solo rememoré
mi infancia, sino que me enfrenté al diario vivir de un pueblo lleno de escenarios, personajes y
específicos: Termales Santa Mónica y La Chorrera. Ambos sitios son los primeros nombres que
hablando con los habitantes del pueblo, acerca de diferentes temáticas del municipio sin perder el
hilo central del turismo, me encontré con la existencia de más de 10 iniciativas turísticas y
gastronómicas creadas en los últimos diez años. La idea principal, junto a mi asesor, no era la de
hacer un publirreportaje —como se le conoce a los productos periodísticos que buscan publicitar
lugares o empresas—, sino mostrar, mediante crónicas, al pueblo, su gente y sus realidades en
escenarios turísticos. Por esta razón, cuatro historias fueron las escogidas para hacer un análisis
“Unas de cal y otras de arena: crónicas sobre el turismo en Choachí”, son relatos que
de crónicas es que el turismo fue la primera alternativa comercial a una crisis presentada por la
chiguano ya muy poco” —además de dar a conocer el gentilicio de quien es oriundo de Choachí,
un aspecto a resaltar, pues su gente no tartamudea cuando se le pregunta ¿Cómo se le dice al que
es de acá?, sino que responde con seguridad su gentilicio—, se describe cómo el chiguano, en
otras épocas, tenía como labor principal trabajar con su azadón y sus manos la tierra. Sin
considerada por muchos como una ruleta gracias a factores como la infertilidad de la tierra, los
gastos de producción y el precio de los productos agrícolas en el mercado. Una apuesta a la que
chiguano”, segunda y tercera crónica—, se dan a conocer diferencias entre el chiguano de antes
y el de hoy. Un cambio notorio es que las nuevas generaciones piensan diferente a las de antes,
pues factores como estudiar un bachillerato —oportunidades que no tuvieron muchos chiguanos
antes del 2005, cuando se llegó a impartir por primera vez de sexto a once en las zonas rurales de
Choachí—, les han abierto nuevas expectativas de vida, como la creación de empresas y el ser
profesionales; esto último es algo que a muchos jóvenes los obliga a trabajar en el municipio,
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debido a que algunos no tienen el dinero suficiente para pagar una carrera o mantenerse fuera del
pueblo.
o los restaurantes que se encuentran en todo el municipio, son los lugares elegidos para que los
jóvenes trabajen y puedan recaudar dinero para sus estudios y mantenimiento en ciudades
cercanas como Bogotá o Villavicencio. Una emigración masiva año tras año y que genera de a
poco un desarraigo con el pueblo, pues, según algunos entrevistados para estas crónicas, la vida
como se muestra en el caso de Martha Espinel, si se vuelve al pueblo es para visitar a los viejos y
capacidad cognitiva y pueden desempeñarse en cualquier cargo. Un factor que queda demostrado
hace 10 años, Agrolácteos, que ha sido todo un éxito y ha cooperado en su vereda, ya que la
compra de la leche día tras día en la vereda—, y un sistema de crédito. Todos estos beneficios
son para colaborar, de una u otra manera, a sus familias y paisanos, en una época complicada
para quien se dedica a la agricultura, ya que se ha vuelto una labor poco lucrativa en la región.
Casos similares ocurren en asociaciones como La Chorrera y Agua Dulce, donde las
El amasijo —como lo llamaban sus madres y también sus abuelas— así como la
preparación de yogures, hoy cobran más vida que nunca en Agrolácteos. Estos conocimientos y
de Frutas, Hortalizas y Lácteos, en la vereda El Pulpito, sino en todo el municipio; las mujeres
madera y usado para amasar o mezclar sustancias— y conocen de memoria cómo preparar un
pan de yuca, un pan de sagú, un pan de maíz, una torta o un ponqué, pues es un saber que ha
venido pasando de generación en generación, y algo que sin duda puede ser calificado como
Tradiciones y patrimonios desconocidos por muchos chiguanos, pero que hoy el turismo
hace lo que el estudio debería hacer: dar a conocer el Choachí rico y ancestral. Agrolácteos, con
sus productos; los piqueteaderos, con sus comidas, y las cooperativas, recobrando senderos por
donde caminaron sus padres y abuelos, son un ejemplo claro. El caso de Pedro Medina, dueño de
La Minga, es excepcional; este hombre ha intentado cambiar la narrativa del pueblo a través de
cosas buenas sobre este territorio y quien lo habita. Él como José Luis Quiñones, en “El que
trabaja no come paja”, son los responsables de identificar y relatar a chiguanos o visitantes
cural y todo lo que rodea el parque son considerados patrimonios históricos; no obstante, esto se
habla poco cuando de convencer al turista se refiere, pues al chiguano no se lo han infundido a
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conciencia ni sus padres ni su educación. Fenómeno paradójico es que en el colegio del pueblo
—llamado Ignacio Pescador, por el prócer chiguano— poco se les recalca a los muchachos sobre
la historia de su municipio, los personajes insignias, sus tradiciones y riquezas. Los jóvenes si
acaso se saben el himno del pueblo pero nada más. Dándoles más motivos para desarraigarse de
sus raíces.
Patrimonio y cultura que también se ve en peligro con la Perimetral de Oriente, vía que
podría traer más visitantes, pero también podría tener un efecto negativo, pues los nuevos
Choachí está compuesto por personajes, paisajes y olores propios; sin embargo, como se
deja a entrever en “Atlas chiguano”, otras culturas y hasta extranjeros, desde hace años, se han
llenándose de estos lugares, exaltándolos sin ni siquiera conocer lo que es propio y lo que hace
rico al pueblo.
Estas historias para mí significaron acercarme un poco más a una realidad con aspectos
positivos, pero también negativos de lo que ha generado el turismo en Choachí —algo expuesto
desde el nombre con el adagio popular “una de cal y otra de arena”—. Un vaivén de situaciones
que han llevado al pueblo a dejar de ser un territorio netamente para chiguanos y con un enfoque
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