Está en la página 1de 1

“Cuarentena”. “Quarentena”. Diario desde la “peste” en una villa miseria argentina.

de Alver Metalli
Prólogo del papa Francisco
Nos hará bien leer este Diario que cuenta día por día la “Cuarentena” vivida en una villa miseria donde
trabaja un grupo de sacerdotes a los que quiero mucho; están animados por una fe genuina en Jesucristo y
por un gran amor por esta pobre gente que vive en casuchas y construcciones precarias en los márgenes de
la sociedad. El autor del pequeño pero precioso libro es un periodista ítalo argentino, Alver Metalli. Hace seis
años dejó atrás su hermosa casa en un barrio residencial de Buenos Aires para irse a vivir entre las barracas
de “La Cárcova”. Lo hizo atraído por el testimonio del padre Pepe y porque sintió que así podía realizar mejor,
con alegría, su vocación cristiana madurada en la escuela espiritual de don Giussani y de sus Memores. El
diario no solo cuenta las historias dramáticas de muchas mujeres y hombres de la villa, en medio de droga,
violencia y miseria. También nos muestra la hermosa humanidad de tanta gente que, en torno a la parroquia,
se prodiga continuamente para ayudar a los que están más necesitados de ayuda. Todos los días se distribuye
un plato de comida calien- 110 te a quienes ya ni siquiera tienen dinero para comprar algo de comer: más
de dos mil raciones, nos enteramos por las notas del Diario. Los voluntarios que preparan el alimento y lo
distribuyen no provienen de los barrios de buen pasar, la mayoría son personas del lugar, gente humilde que
sufre las consecuencias de la pandemia igual que sus vecinos. «Hay albañiles – cuenta Alver - empleadas
domésticas, mujeres que prestan servicio en casas acomodadas de los barrios vecinos, empleados públicos,
algún trabajador del sector del transporte y muchos otros que no tienen trabajo y viven de changas, como
llaman los argentinos a las ocupaciones precarias que ayudan a llegar a fin de mes. Todos ellos han quedado
sin trabajo y dedican su tiempo y energías a aliviar las necesidades de los demás». Es otro aspecto que la
pandemia ha sacado a relucir, los recursos de una religiosidad popular que anima la vida del pueblo de las
villas con los valores de solidaridad y cercanía, y me hace decir que a veces estos lugares tan poco tomados
en cuenta tienen mucho para enseñarle al resto de la ciudad. Esta religiosidad, o piedad popular, como tan
bien ha dicho Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi, «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos
pueden conocer…». La cocina popular – cuenta el libro – no es la única obra de caridad que practican en las
villas. Hay un hogar para los alcohólicos y un Hogar de Cristo para los que cayeron en las garras de la droga.
También están los “viejitos”, a los que tratan de proteger de un virus cruel que, en todas partes del mundo,
ha hecho estragos pre- 111 cisamente entre las personas más ancianas y frágiles: «El padre Pepe los ha
mandado a llamar uno por uno hasta los pliegues más recónditos de la villa. Hay algunos que viven solos, en
casuchas precarias, frías en invierno y sofocantes en verano, alimentados por la compasión de los vecinos.
Otros en núcleos familiares numerosos, como debe ser, con mujeres y niños, en ambientes estrechos donde
es imposible mantener la distancia que recomiendan las autoridades sanitarias para la cuarentena… El padre
Pepe ha preparado para ellos un lugar donde pueden quedarse hasta que termine la “peste”». Precisamente
para sostener la casa para los ancianos el autor del e-book ha decidido destinar los ingresos de su
publicación. Una razón más para leer y difundir este Diario que nos muestra el rostro apasionante y concreto
de “una Iglesia pobre para los pobres”. Los versos de un cantautor italiano, Fabrizio de André, cuentan sobre
barrios de mala fama donde “el sol del Buen Dios no ofrece sus rayos” porque está demasiado ocupado en
“dar calor a gente de otros parajes”. El libro, en cambio, nos hace ver – a través del don del testimonio – que
no existe ningún lugar, por muy oscuro que sea, donde un rayo del buen Dios no pueda llegar para dar calor
a algunos corazones e iluminar existencias que de otra manera serían invisibles. Francisco

También podría gustarte