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Instituto Superior de Formación Docente

Cecilia Braslavsky

Informe: “La Escuela de Annales”

Rectora: Ojeda, María Teresa.

Coordinador Pedagógico: Martínez, Dante.

Carrera: Profesorado de Educación Secundaria en Historia.

Cátedra: Historiografía.

Curso: 3° Año

Profesor: Martínez, Dante.

Estudiantes: Ebenau, Mauricio Gastón; Jungblut, Luis Gabriel.

Año: 2020.

Aristóbulo del Valle; jueves 7 de mayo.

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Índice

1. Introducción (Pág. 3).


2. La “Escuela de Annales” (Pág. 4).
3. El carácter revolucionario de Annales (Pág. 5).
4. Lucien Febvre y Marc Bloch; los orígenes de Annales (Pág. 7).
 Contexto de surgimiento (Pág. 7).
 Fundadores (Pág. 8).
 La fundación de Annales (Pág. 9).
5. Primera Generación de Annales (Pág. 10).
 Lucien Febvre (1878-1956) “Vida y Obra” (Pág. 11).
 Marc Bloch (1886-1944) “Vida y Obra” (Pág. 12).
6. El Periodo Braudeliano (Segunda Generación de Annales) (Pág. 15).
 El “Mediterráneo” de Braudel (Pág. 15).
 Braudel, su papel e influencia (Pág. 19).
 Braudel, la Civilización Material y el Capitalismo (Pág. 20).
7. La Tercera Generación de Annales (Pág. 22).
8. La Cuarta Generación de Annales (Pág. 25).
9. Influencia de Annales en los textos escolares (Pág. 26).
10. Conclusión (Pág. 30).
11. Bibliografía (Pág. 32).
12. Carpeta “Anexos” (Pág. 33).
 Observación y Análisis del Material Audiovisual (Pág. 34).

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Introducción

En el siguiente informe, abordaremos una de las corrientes historiográficas


surgidas en el siglo XX, la cual arrebatará el protagonismo que poseía hasta ese
momento el Historicismo Clásico Alemán, hablamos de la Escuela de Annales.

El desarrollo, estará compuesto por un riguroso análisis donde intentaremos


establecer si se produjo una revolución historiográfica a partir de esta corriente;
contextualizaremos su origen y fundación, examinaremos las cuatro generaciones
teniendo en cuenta sus principales representantes y sus postulados, para finalizar
con un análisis de esta corriente en los textos escolares.

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“La Escuela de Annales”

Peter Burke, en su obra “La Revolución Historiográfica Francesa: La


Escuela de Annales (1929-1989)” señala que Francia, fue la cuna de uno de los
escritos históricos más innovadores, más memorables y más significativos del
siglo XX. La nouvelle histoire, fundada y dirigida -en buena parte-, por un
determinado grupo de estudiosos vinculados con la revista fundada en 1929 y
conocida como Annales.

Grandes historiadores, como Lucien Febvre, Marc Bloch, Fernand Braudel,


Georges Duby, Jacques Le Goff y Emmanuel Le Roy Ladurie, entre otros, han
representado (cada uno con sus particularidades, aportes e intereses) a esta
nueva tradición historiográfica, que sustituyó la tradicional narración de los
acontecimientos por una historia analítica orientada por un problema; además, de
expandir obviamente, el análisis histórico por sobre el cúmulo total de las
actividades humanas, rompiendo, de esta forma, esa antigua estructura que
enjaulaba a la historia dentro de un ámbito exclusivamente político o militar. Otra
característica a destacar, es la relevancia que adquieren otras disciplinas como la
geografía, la sociología, la psicología, la economía, la lingüística, la antropología
social, etc., dentro del análisis histórico; esclareciendo, cada una de ellas, desde
sus perspectivas analíticas particulares, la investigación del pasado.

Tal y como menciona este antor, normalmente se percibe a esta Escuela


como un grupo monolítico, con una práctica histórica uniforme, cuantitativa en
cuanto al método, determinista en sus supuestos y hostil, o por lo menos
indiferente, a la política y a los acontecimientos políticos; ignorando, de esta
manera, las divergencias existentes entre miembros individuales del grupo o las
realizaciones se fueron concretando en el tiempo. De esta manera, sostiene que
podríamos estar hablando de un “movimiento de Annales”, más que de una
“escuela”; dividido, a su vez, en varias fases o “generaciones”, cada una de ellas,
con sus aportes y particularidades bien definidas.

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Por otra parte, esta “revista” y los individuos relacionados con ella, ofrecen
el más sostenido ejemplo de fructífera interacción entre la historia y las ciencias
sociales de nuestro siglo.

El carácter revolucionario de Annales

Como sostiene Peter Burke, Lucien Febvre y Marc Bloch fueron los
directores de lo que podría llamarse la “revolución historiográfica francesa”.
¿Por qué? Para saldar este interrogante, tendríamos que remontarnos al antiguo
régimen que ellos deseaban derribar.

Desde la época de Herodoto y de Tucídides, la historia fue escrita (o


narrada) en función de los sucesos políticos y militares, presentados como la
historia de las “grandes acciones o proezas” de aquellos hombres, como los
capitanes y reyes (figuras relevantes). Durante la Ilustración, sin embargo, esta
forma predominante fue puesta en tela de juicio. En esa época, a mediados del
siglo XVIII, numerosos escritores y estudiosos de la Europa Occidental
comenzaron a ocuparse de lo que denominaron la “historia de la sociedad”, una
historia que no se limitaba simplemente a tratar la guerra y la política, sino que
debía incluir las leyes y el comercio, la moral y las “costumbres” que constituyeron
el foco de atención del famoso Essai sur les moeurs de Voltaire. A algunos de
esos estudiosos les interesaba la reconstrucción de actitudes y valores del
pasado, mientras que a otros les interesaba la historia del arte, de la literatura y de
la música.

Con todo eso, una de las consecuencias de la llamada “revolución


copernicana” producida en la historia y relacionada con Leopold von Ranke, fue la
de marginar o de volver a marginar la historia social y cultural. El movimiento de
Ranke, con el nuevo paradigma histórico que él formuló, debilitó la “nueva historia”
del siglo XVIII. La importancia que asignaba Ranke a las fuentes contenidas en los
archivos hizo que los historiadores que trabajaban en historia social y cultural
parecieran meros aficionados.

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Sin embargo, en el momento en que los historiadores aspiraban a ser
profesionales, la historia no política quedó excluida de la nueva disciplina
académica. Las nuevas publicaciones profesionales fundadas a fines del siglo XIX,
tales como la Historische Zeitschrift (fundada en 1856), la Revue Historique (1876)
y la English Historical Review, (1886), se concentraban en la historia de los
acontecimientos políticos. A pesar de ello, podían oírse voces de disenso en el
siglo XIX. Michelet y Burckhardt, que escribieron sus historias del Renacimiento
más o menos en el mismo momento, tenían concepciones mucho más amplias
con respecto a la historia. Burckhardt abordaba la historia en función de la
interacción entre tres fuerzas (el Estado, la religión y la cultura), mientras que
Michelet se centraba en aquella historia de los “desamparados y olvidados”. Marx
también ofreció un paradigma histórico alternativo con respecto al de Ranke,
señalando que las causas fundamentales del cambio estaban en las tensiones
existentes en el seno de estructuras sociales y económicas.

A finales del siglo XIX, el predominio (o el “imperialismo”) de la historia


política fue frecuentemente cuestionado. Auguste Comte, por ejemplo, se burlaba
de lo que llamaba los “menudos detalles infantiles estudiados por la irracional
curiosidad de ciegos compiladores de inútiles anécdotas” y defendía lo él llamaba
“una historia sin nombres”. En Alemania, Karl Lamprecht, profesor de Leipzig,
oponía la historia política, que era tan solo historia de individuos, a la historia
cultural o económica, que era la historia del pueblo. En Estados Unidos, James
Harvey Robinson iniciaba un movimiento con el lema de la “Nueva Historia”,
señalando que “la historia comprende todo rasgo y vestigio de cuanto el hombre
ha hecho o pensado desde que apareció por primera vez en la Tierra”. Todo esto
nos refleja, que es inexacto pensar que los historiadores profesionales oficiales de
ese período estaban interesados exclusivamente en la narración de
acontecimientos políticos.

Sin embargo, los que cultivaban las ciencias sociales percibían


precisamente de esa manera a los historiadores. El economista francés, François
Simiand, desarrolló un famoso artículo donde atacaba a lo que él llamó: “los

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ídolos de la tribu de los historiadores”. Según Simiand había tres ídolos que
era necesario derribar. Estaba el “ídolo político”, (esa preocupación perpetua por
los hechos políticos, por las guerras, etc.); el “ídolo individual” (el énfasis
excesivo puesto en los llamados grandes hombres); y el “ídolo cronológico” (la
costumbre de perderse uno en estudios sobre los orígenes). En realidad, el ataque
a los ídolos de la tribu de los historiadores se refería particularmente a uno de los
jefes tribales, Charles Seignebos. En realidad, Seignebos no era un historiador
exclusivamente político. Le interesaba la relación entre la historia y las ciencias
sociales aunque no concebía esa relación de la misma manera que Simiand o
Henri Berr, sus principales críticos.

Henri Berr, fue uno de los grandes emprendedores e intelectiuales de la


época. En su ideal, los historiadores se debían servir del apoyo de otras
disciplinas, particularmente de la psicología y la sociología, con la esperanza de
lograr una psicología “histórica” o “colectiva”. Esto generó la atracción de dos
jóvenes que escribían para la revista de Berr. Estos se llamaban Lucien Febvre y
Marc Bloch.

Lucien Febvre y Marc Bloch; los orígenes de Annales.

Contexto de surgimiento.

Como menciona el autor Marcos Vega, ésta escuela surgió en un contexto


histórico marcado por una fuerte crisis a nivel mundial, esta se debió por un lado
a las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, lo que se tradujo en una
pérdida de poder y hegemonía por parte de Europa, debido a que quedó con
millones de muertos y ciudades y campos totalmente devastados. Europa entró en
un periodo de reconstrucción, marcado por una grave crisis económica de
postguerra que provocó que el papel hegemónico que había tenido el viejo
continente fuera heredado fundamentalmente por Estados Unidos, que a partir de
ese momento comenzó a emerger como potencia económica.

Por otro lado, el autor también menciona que el gran impacto generado
por el crack bursátil de la bolsa de Nueva York de 1929 (el cual tuvo

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consecuencias a nivel mundial) afectó también a Francia, país donde surge la
Escuela de Annales. Esto provocó que, al igual que otros países europeos,
tuviera que abandonar las políticas proteccionistas que habían puesto en marcha
para hacer frete a la grave crisis económica. Todo ello marcado por un ambiente
cultural en el que convivían pensadores, políticos, historiadores y escritores de
distintas tendencias e ideologías. En este contexto de crisis y de ambiente
cultural marcado por la diversidad surgió la revista “Annales de historia
económica y social” como antecedente inmediato de lo que después fue la
Escuela de Annales.

Finalmente, hay que tener en cuenta que antes de la irrupción de la Escuela


de Annales, el protagonista del panorama historiográfico había sido la Escuela
clásica alemana, cuyo principal exponente era Leopold Von Ranke; de esta forma
la Escuela de Annales arrebató su protagonismo porque comenzaron a
preocuparse por nuevas cuestiones, en este caso las sociales y económicas,
construyendo la idea de una renovación teórica y metodológica, atendiendo a los
graves problemas que estaban teniendo lugar en Europa en ese momento.

Fundadores.

En su primera generación, el movimiento de Annales tuvo dos directores:

 Lucien Febvre, un especialista en el siglo XVI.


 Marc Bloch, un medievalista.

Ambos abordaban la Historia de una manera muy parecida, aunque sus


temperamentos se diferenciaban. Por su parte, Febvre, ocho años mayor que
Bloch, era un hombre exaltado y combativo, con tendencia a increpar a sus
colegas si éstos no hacían lo que él deseaba; en cambio Bloch era sereno, irónico
y seco. Sin embargo, ambos hombres pensaban de una manera interdisciplinaria y
se conocieron cuando fueron nombrados para ocupar cargos en la Universidad
de Estrasburgo.

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Luego de la Primera Guerra Mundial, Estrasburgo contaba con una nueva
universidad, ya que la ciudad acababa de ser recuperada de Alemania. Ese medio
favorecía las innovaciones intelectuales y facilitaba el intercambio de ideas a
través de fronteras disciplinarias. Cuando Febvre y Bloch se conocieron en 1920,
poco después de haber sido nombrado uno profesor y el otro maitre de
conferences, su conocimiento se convirtió en amistad ya que sus despachos eran
adyacentes. En ocasiones compartían sus interminables discusiones con colegas,
tales como el psicólogo social Charles Blondel, cuyas ideas fueron importantes
para Febvre, y el sociólogo Maurice Halbwachs, cuyo estudio sobre la estructura
social de la memoria, publicado en 1925, produjo profunda impresión en Bloch.

Esta etapa, en la que se encontraban diariamente Febvre y Bloch, duró


trece años, desde 1920 a 1933. La importancia de ese período radica en que
ambos estaban rodeados por un grupo interdisciplinario extremadamente activo.

La fundación de Annales.

Tal como menciona Burke, después de la Primera Guerra Mundial, Febvre


proyectó fundar una revista internacional dedicada a la historia económica y
que debía dirigir el gran historiador belga Henri Pirenne; sin embargo, el proyecto
tuvo una serie de dificultades y se lo dejó a un lado. En 1928, Bloch tomó la
iniciativa de reanimar los planes para fundar una revista (francesa esta vez), y
en esta ocasión el proyecto tuvo éxito. Se pidió de nuevo a Pirenne que dirigiera
la revista, pero éste rechazó el ofrecimiento, de manera que Febvre y Bloch
fueron los directores asociados.

La revista se llamó inicialmente “Annales d’histoire économique et


sociale”, según el modelo de Annales de géographie de Vidal de la Blache, fue
planeada desde el principio para ser algo más que otra publicación histórica.
Aspiraba a ser la guía intelectual en los campos de la historia económica y de
la historia social. Ésta fue un verdadero vocero de las aspiraciones de los
editores, que abogaban por un nuevo enfoque interdisciplinario de la historia.

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El primer número se publicó el 15 de enero de 1929. Ese número llevaba
un mensaje de los directores en el que se explicaba que la publicación se había
proyectado hacía ya mucho tiempo, pero que había encontrado ciertas barreras
entre los historiadores y los que cultivaban otras disciplinas. El comité de
redacción incluía no sólo a historiadores de historia antigua y moderna, sino
también a un geógrafo (Albert Demangeon), a un sociólogo (Maurice
Halbwachs), a un economista (Charles Rist) y a un especialista de ciencia
política (André Siegfried)

En los primeros números, los historiadores económicos eran los más


prominentes; Pirenne, por ejemplo, que escribió un artículo sobre la instrucción
de los mercaderes medievales; el historiador sueco Eli Heckscher, autor de un
famoso estudio sobre mercantilismo, y el norteamericano Earl Hamilton, más
conocido por su obra sobre el tesoro norteamericano y la revolución de los precios
producida en España. En aquel momento, la publicación parecía más o menos el
equivalente o el rival francés de la Economic History Review británica. Sin
embargo, en 1930 se anunciaba la intención de la revista de establecerse en el
“terreno casi virgen de la historia social”. La publicación también se interesaba por
el método de las ciencias sociales.

Se podría afirmar que, si ambos no hubieran estado de acuerdo en lo


fundamental y si no hubieran trabajado juntos, el movimiento no habría tenido el
éxito que tuvo.

Primera Generación de Annales

La primera generación de Annales fue la que inauguró la revista y puso en


marcha la Escuela, teniendo como protagonistas principales a Marc Bloch y Lucien
Febvre, considerados como los padres de la revolución historiográfica francesa.

Ambos lucharon desde el principio para terminar con la excesiva


especialización que existía en la historiografía de su tiempo liderada por el
historicismo clásico alemán de claro corte político y militar. Se centraron en acabar
con ese predominio basado en la narración tradicional de sucesos, estableciendo

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nuevos criterios metodológicos que se apoyaban en el análisis de un
problema, es decir, pusieron en marcha la historia analítica y la instauración de
modelos explicativos, contando con el respaldo del resto de Ciencias Sociales,
destacando sobre todo la Sociología y la Geografía.

Lucien Febvre (1878-1956); “Vida y Obra”.

Como menciona Peter Burke, a los 19 años ingresó en la Ecole Normale


Supérieure en 1897 (en esa época, separada de la Universidad de París). Era un
colegio pequeño, pero intelectualmente vigoroso que no admitía más de cuarenta
alumnos por año. La enseñanza se impartía por seminarios, no por lecciones, y
esos seminarios estaban dirigidos por estudiosos distinguidos de diferentes
disciplinas. Febvre aprendió mucho de estos estudiosos:

 Uno de éstos fue Paul Vidal de la Blache, un geógrafo interesado en


colaborar con historiadores y sociólogos; había fundado una nueva revista,
Annales de Géographie.
 Otro fue el filósofo y antropólogo Lucien Lévy-Bruhl; su “pensamiento
prelógico” o “mentalidad primitiva” sería un tema que afloraría en la obra de
Febvre en la década de 1930.
 El tercer profesor era el historiador de arte Emile Mâle, uno de los primeros
en concentrarse en la historia de las imágenes, en la “iconografía”.
 Por último, estaba el lingüista Antoine Meillet, un discípulo de Durkheim
particularmente interesado en los aspectos sociales del lenguaje.

Febvre también debía mucho a historiadores anteriores como Michelet,


Burckhardt, Louis Courajod y Jean Jaurés. Para Febvre la Historia tenía una
utilidad clara y no era otra que el estudio del pasado teniendo en cuenta los
problemas de su presente.

Un rasgo del estudio de Febvre es el relacionado con su introducción


geográfica, en la que se describen los contornos distintivos de la región. Estaba lo
bastante interesado en la geografía histórica para publicar un estudio general que
fue planeado antes de la Primera Guerra Mundial, pero quedó interrumpido

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cuando tuvo que cambiar sus funciones de profesor universitario por las de capitán
de una compañía de artilleros. La obra se publicó en 1922.

Durante la guerra, demasiado viejo para luchar, se pasó la mayor parte de


ésta en su casa de campo escribiendo una serie de libros y artículos sobre el
Renacimiento y la Reforma en Francia. Fiel a sus propios preceptos, Febvre
organizó esos estudios alrededor del problema.

Después de la guerra, se lo invitó a ayudar a reorganizar una de las


principales instituciones del sistema francés de educación superior, la Ecole
Pratique des Hautes Etudes. Se lo eligió miembro del instituto. También llegó a ser
el delegado francés de la UNESCO, encargado de la organización de un
multivolumen, “Historia Científica y Cultural de la Humanidad”. A causa de todas
estas actividades, a Febvre le quedaba poco tiempo para escribir, de manera que
los proyectos de sus últimos años no llegaron a concretarse o fueron terminados
por otros.

La máxima realización de Febvre durante los años de posguerra fue


establecer la organización dentro de la cual podía desarrollarse “su” clase de
historia, la Sexta Sección, fundada en 1947, de la Ecole Pratique des Hautes
Etudes. Febvre fue el presidente de la Sexta Sección, dedicada a las ciencias
sociales, y director del Centro de Investigaciones Históricas, que era una sección
dentro de la sección. Colocó a sus discípulos y amigos en posiciones claves de la
organización. Braudel, a quien Febvre trataba como a un hijo, lo ayudó a
administrar el Centro de Investigaciones Históricas, así como Annales.
Charles Morazé, un historiador que estudiaba el siglo XIX, se le unió en el
pequeño comité de redacción de la revista. Robert Mandrou, otro de los “hijos” de
Febvre, fue su secretario de organización en 1955, poco antes de la muerte de
Febvre.

Marc Bloch (1886-1944) “Vida y Obra”.

La carrera de Bloch no fue muy diferente a la de Febvre. También asistió a


la Ecole Normale, donde su padre Gustave enseñaba historia antigua. También él

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recibió las enseñanzas de Meillet y de Lévy-Bruhl. Sin embargo, como lo
muestran sus últimas obras, recibió sobre todo la influencia del sociólogo Emile
Durkheim (Bloch reconocía la profunda deuda que tenía con la revista de
Durkheim, Année Sociologique).

A pesar del interés que sentía por la política contemporánea, Bloch decidió
especializarse en la Edad Media. También le interesaba la geografía histórica y
su especialidad fue la Ile-de-France, sobre la que publicó un estudio en 1913.
También como Febvre, Bloch concebía una historia orientada por un
problema. La atracción que sentía Bloch por la geografía era menor que la de
Febvre, en tanto que su interés por la sociología era mayor.

La carrera de Bloch quedó interrumpida por la guerra (se alistó en el


ejército). En las últimas décadas de su labor académica produjo algunos artículos
seminales y dos importantes libros. Como a menudo se considera a Bloch un
historiador económico, puede resultar conveniente llamar la atención sobre su
interés por la psicología. El principal esfuerzo de Bloch estuvo dedicado a dos
libros importantes:

El primero fue su estudio de la “Historia rural francesa”, en cierto sentido


se trataba de una ampliación en el tiempo y en el espacio de la tesis sobre la
población rural de la Ile-de-France durante la Edad Media. El libro, publicado en
1931, tiene poco más de doscientas páginas y es un breve ensayo sobre un
amplio tema que revela las dotes que el autor tenía para la síntesis y para llegar a
los puntos esenciales de un problema. El ensayo fue y continúa siendo importante
por una serie de razones: La concepción de Bloch de la “historia rural” era
inusitadamente amplia para su época, cuando los historiadores tendían a escribir
sobre temas más reducidos. Igualmente inusitado es el empleo sistemático que
hace de fuentes no literarias, como por ejemplo mapas de fincas y heredades;
también muy amplia era su concepción de la “cultura rural”. La historia rural de
Francia es quizá muy célebre por su llamado “método regresivo”. Bloch
señalaba la necesidad de “leer la historia hacia atrás” por la razón de que
sabemos más sobre los períodos cercanos y porque es bien prudente proceder

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desde lo conocido a lo desconocido. Para él, la Historia no era una ciencia
encargada de estudiar el pasado, sino más bien una ciencia que nos ayuda a
comprender nuestro presente teniendo en cuenta lo acontecido en nuestro
pasado.

El segundo libro, “La sociedad feudal” (1939-40) es la obra por la que


hoy más se conoce a Bloch. Se trata de una ambiciosa síntesis que abarca unos
cuatro siglos de historia europea, desde el año 900 al 1300, con una amplia
variedad de temas, como por ejemplo servidumbre y libertad, realeza sagrada,
importancia del dinero, etc. En este sentido, el libro resume la obra de toda la vida
de Bloch. La obra trata la sociedad feudal como un todo, lo que hoy podríamos
llamar “la cultura del feudalismo”. También trata una vez más la psicología
histórica, lo que el autor llamaba “modos de sentimiento y de pensamiento”. Con
todo, su interés por las tendencias repetidas y por las comparaciones con remotas
sociedades hace que la obra de Bloch resulte mucho más sociológica que la de
otros historiadores franceses de su generación. Ciertamente era demasiado
sociológica para el gusto de Lucien Febvre, quien regañaba a Bloch porque éste
no trataba los casos individuales más detalladamente.

Con la primera generación quedó patente que el eje vertebrador de la


Escuela de Annales sería, sin duda, el campo social y económico. Se pretendió
hacer una historia más completa, que abarcase nuevos campos temáticos hasta
ese momento no abordados por la historiografía. No cabe duda de que tanto
Febvre como Bloch fueron los historiadores más influyentes del siglo pasado.

Annales había comenzado siendo la publicación de una secta herética. “Es


necesario ser herético”, declaraba Febvre. Sin embargo, después de la guerra la
revista se transformó en el órgano oficial de una iglesia ortodoxa. Con la dirección
de Febvre los revolucionarios intelectuales lograron hacerse cargo de la posición
histórica oficial en Francia. El heredero de este poder sería Fernand Braudel.

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El periodo braudeliano. (2da Generación de Annales)

Esta segunda fase del movimiento, en la que cabía hablar ciertamente de


una “escuela” con sus conceptos (en particular estructura y coyuntura) y sus
métodos distintivos (especialmente “la serie histórica” de los cambios producidos a
largo plazo), estuvo dominada por Fernand Braudel. En 1929, cuando se fundó
Annales, Braudel tenía veintisiete años. Había estudiado historia en La Sorbona,
estaba enseñando en una escuela de Argelia y continuaba trabajando en su tesis.
Su tesis radicaba básicamente en un estudio sobre Felipe II y el Mediterráneo;
en otras palabras, como un análisis de la política exterior del rey. Ese estudio, que
en realidad tiene las dimensiones de un librillo, contenía, en primer lugar, una
crítica a sus predecesores en el campo histórico (por dar éstos excesivo énfasis
a las batallas y a los grandes hombres); al tiempo que demostraba la estrecha
relación que había entre la historia africana y la historia europea.

Esta investigación quedó interrumpida cuando se lo llamó para enseñar en


la Universidad de San Pablo, entre 1935 y 1937. Fue al regresar de Brasil cuando
Braudel conoció a Lucien Febvre, quien lo adoptó como a un hijo intelectual y lo
persuadió de que “Felipe II y el Mediterráneo” debería ser realmente “El
Mediterráneo y Felipe II”.

El “Mediterráneo” de Braudel.

Irónicamente fue la Segunda Guerra Mundial lo que dio a Braudel la


oportunidad de escribir su tesis. Pasó la mayor parte de los años de la guerra en
un campamento de prisioneros situado cerca de Lübeck, donde redactó “El
Mediterráneo” en escritura manuscrita. Su obra final es un libro extenso, al que
Braudel dividió en tres partes.

En la tercera parte, quizás la más tradicional, Fernand ofrece a sus


lectores una obra especializada de historia militar y política, destacando a los
principales personajes que aparecen en el escenario histórico, pero con una
escasa visión del todo. Sin embargo, esta narración de acontecimientos se aleja
mucho del tradicional foco de la historia. De vez en cuando se sale de esta senda

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para hacer resaltar la falta de significación de los hechos y la limitación de la
libertad en las acciones de los individuos; insistiendo, por ejemplo, en que la
lentitud de Felipe II para reaccionar ante los acontecimientos no se explica
solamente por su temperamento, sino que ha de considerarse en relación con el
agotamiento financiero de España y con los problemas de comunicación en un
imperio tan vasto. Resaltando la importancia de los factores externos, por sobre el
accionar del personaje central. La historia de los acontecimientos, decía
Braudel, si bien es “la más rica en cuanto a interés”, es también la más
superficial. De esta manera, describía a los sucesos como “perturbaciones en la
superficie, crestas de espuma que las oleadas de la historia llevan sobre sus
poderosos lomos”. Por tal razón, para comprender el pasado es necesario bucear
debajo de las ondas.

La segunda parte de “El Mediterráneo”, representa “aquellas aguas más


calmas que corren a mayor profundidad”; una parte que lleva el título de “Destinos
colectivos y movimientos de conjunto” y se refiere a la “historia de las
estructuras”: sistemas económicos, Estados, sociedades, civilizaciones y las
cambiantes formas de la guerra. Esta historia se desarrolla a un ritmo más lento
que el de la historia de los acontecimientos; abarca generaciones y hasta siglos.
De cualquier manera, también son arrastrados por la corriente. Braudel
consideraba al imperio de Felipe II “como una colosal empresa de transportes
terrestres y marítimos”, imperio que se “agotó por sus propias dimensiones”, en
una época en que “cruzar el Mediterráneo de norte a sur duraba una o dos
semanas” en tanto que cruzarlo del este al oeste duraba “dos o tres meses”.
Según Braudel, “el curso de la historia es alternadamente favorable y desfavorable
para la formación de vastas hegemonías políticas”, y el período de crecimiento
económico de los siglos XV y XVI creaba una situación considerablemente
favorable a los Estados muy grandes. Lo mismo que sus estructuras políticas,
las estructuras sociales de los dos grandes imperios (español y turco) fueron
haciéndose cada vez más semejantes. En ambas regiones, la tendencia
fundamental era la polarización económica y social: la nobleza prosperaba y se
trasladaba a las ciudades en tanto que los pobres se hacían cada vez más pobres

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y eran empujados a dedicarse a la piratería y al bandolerismo. En cuanto a la
clase media, tendía a desaparecer frente a la nobleza, proceso que Braudel
describe como “la traición” o la “bancarrota” de la burguesía.

Finalmente, nos encontramos con la primera parte de su libro, que refleja


“una historia aún más profunda, cuyo transcurso es casi imperceptible; una historia
en la que todo cambio es lento, una historia de constante repetición, de ciclos
permanentemente recurrentes”. El verdadero objeto de estudio es esta historia
“del hombre en su relación con el ambiente”, o, como Braudel prefiere llamarla,
una “geohistoria". Esta parte de su libro dedica unas trescientas páginas a las
montañas y llanuras, a las costas e islas, al clima, a los caminos terrestres y a las
rutas marítimas. El objeto es mostrar que todos estos rasgos geográficos son
parte de la historia y que ni la historia de los acontecimientos ni las tendencias
generales pueden comprenderse sin tales rasgos. La sección sobre las montañas,
por ejemplo, trata la cultura y la sociedad de las regiones montañosas, el espíritu
conservador de los montañeses, y las barreras sociales y culturales que existen
entre los hombres de la montaña y los hombres de la llanura.

Este notable volumen produjo una inmediata conmoción en el mundo


historiográfico francés. Su fama se difundió hacia otras disciplinas y a otras
regiones del mundo. Pero a pesar de su originalidad, el propio autor reconocía que
esta obra respondía a diversas tradiciones distintas. En primer lugar, por supuesto,
la tradición de Annales, una revista que ya tenía veinte años cuando se publicó el
libro. Además, la primera parte de su obra estuvo inspirada por Vidal de la
Blache, y la escuela geográfica francesa; el geógrafo alemán Friedrich Ratzel,
cuyas concepciones geopolíticas lo habían ayudado a formular una serie de ideas;
y finalmente, sus grandes mentores intelectiuales: Lucien Febvre, y el gran
medievalista belga Henri Pirenne, quien en algún momento sostuvo que para
comprender el desarrollo de la Edad Media, hacía falta salir de la historia de
Europa o de la cristiandad, y analizar el Medio Oriente musulmán.

Cabe destacar también, algunas de las críticas que han recaído sobre este
volumen. Muchos de los argumentos de Braudel, citando (por ejemplo) su tesis

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sobre la “quiebra de la burguesía”, fueron muy cuestionados, en este caso, por
parte de los historiadores de los Países Bajos, donde los mercaderes continuaban
floreciendo. Por otra parte, y a pesar de sus aspiraciones a lo que se complacía en
llamar una “historia total”, Braudel dice muy poco sobre las actitudes, los valores
y las mentalidades colectivas, aún en el capítulo dedicado a las civilizaciones. En
este sentido difiere mucho de Febvre a pesar de que Braudel elogiaba “El
problema de la incredulidad”. Además, prácticamente no hizo ningún comentario
sobre el honor y la masculinidad, un sistema de valores de gran importancia
para el mundo del Mediterráneo, tanto en el mundo cristiano como en el mundo
musulmán. Tampoco profundizó sobre las creencias religiosas, católicas y
musulmanas, que evidentemente tenían mucha importancia en el mundo
mediterráneo de la época de Felipe II.

Otras críticas son aún más radicales. Un crítico norteamericano lamentaba


que Braudel hubiera “confundido una respuesta poética al pasado con un
problema histórico”, de modo que al libro le faltaba un centro y la organización
de la obra divorciaba los hechos de los factores geográficos y sociales que los
explican. Por otra parte, un crítico británico escribió: “El Mediterráneo de Braudel
es un mundo que no responde al control humano”; criticando específicamente al
carácter determinista de Braudel, que se oponía -de cierta manera- al
voluntarismo de Lucien Febvre. E incluso, algunos críticos han más lejos, al definir
a la historia de Braudel como “una historia sin seres humanos”. De cierto modo,
esta visión de las cuestiones humanas, adoptada por Braudel para abarcar vastos
espacios y largos períodos de tiempo, refleja una cierta tendencia a disminuir a los
seres humanos. A pesar de todo esto, Braudel contribuyó más que ningún otro
historiador del siglo XX, a cambiar aquellas nociones de tiempo y espacio.

El Mediterráneo hace que sus lectores cobren conciencia de la


importancia que tiene el espacio en la historia. Braudel logra este efecto
convirtiendo al propio mar en el héroe de su epopeya, en lugar de preferir a una
unidad política como el imperio español, o una figura “influyente” como Felipe II.
Por otra parte, también refleja su búsqueda e interés por una historia “global”,

18
extendiendo (como centro de análisis) un territorio tan basto como el
Mediterráneo, hacia el Atlántico y el Sahara (“Si no consideramos esta extendida
zona de influencia... sería a menudo difícil comprender la historia del mar”).
Todavía más significativo para los historiadores es la original manera que tiene
Braudel de tratar al tiempo, “dividiendo al tiempo histórico en tiempo
geográfico, tiempo social y tiempo individual” y de hacer hincapié en la
importancia de lo que ha llegado a conocerse como la larga duración. Además,
según Braudel, la especial contribución del historiador a las ciencias sociales
es la conciencia de que todas las “estructuras” están sujetas a cambios (por
más lentos que éstos sean); y por ello siempre deseaba ver las cosas en su
conjunto e integrar lo económico, lo social, lo político y lo cultural en una
historia “total”.

Braudel, su papel e influencia.

Tal y como lo menciona el autor Peter Burke, durante unos treinta años,
desde la muerte de Lucien Febvre (1956) hasta su propia muerte (1985),
Braudel fue, no sólo la figura rectora de los historiadores franceses, sino también
el más poderoso de ellos. Llegó a ser profesor en el Collège de France en 1949, el
año en que se publicó su tesis, y se unió a Febvre como director del Centro de
Investigaciones Históricas de la Ecole des Hautes Etudes.

Después de la muerte de Febvre (1956), Braudel lo sucedió como


director efectivo de Annales. Contextualizando un poco la época, podemos
afirmar que el fin de la Segunda Guerra Mundial (1945) había provocado grandes
cambios en el panorama internacional, donde Europa perdió nuevamente su papel
de protagonista, en manos de dos superpotencias emergentes: la Unión Soviética
y los Estados Unidos, que van a dar inicio a un nuevo periodo de disputas
conocido como la Guerra Fría; un periodo caracterizado por la lucha entre ambos
bloques por instaurar su modelo económico, político y social: el comunista y
capitalista. Todos estos cambios, indudablemente, también repercutieron y/o
afectaron al campo intelectual y, como consecuencia, a la Escuela de Annales.
Además de ello, en Francia -hacia el año 1969- también se produjo otro cambio

19
importante, quizás como reacción a la crisis de Mayo 1968. Los acontecimientos
parecían desquitarse del historiador que los había menospreciado. En todo caso,
Braudel decidió recurrir a historiadores jóvenes, tales como Jacques Le Goff,
Emmanuel Le Roy Ladurie y Marc Ferro para renovar Annales.

Hombre de maneras dignas y llenas de autoridad, Braudel ejerció gran


influencia, aun después de retirarse en 1972. Pierre Chaunu, por ejemplo, cuenta
cómo las conferencias de Braudel sobre la historia de América Latina, tuvieron en
él un gran impacto intelectual, al punto de determinar su carrera de historiador. Por
otra parte, la figura sobresaliente de la tercera generación de Annales,
Emmanuel Le Roy Ladurie, que escribió su tesis sobre los campesinos de la
Francia mediterránea, lo hizo con la dirección de Braudel. Ladurie sería el
encargado de suceder a Braudel en el College de France.

Braudel, la Civilización Material y el Capitalismo.

Durante sus años de actividad como organizador (1949-72), Braudel


trabajaba en un segundo estudio ambicioso. Poco después de la publicación de
“El Mediterráneo”, Lucien Febvre lo había invitado a colaborar en otro gran
proyecto. La proposición consistía en que ambos debían escribir una historia de
Europa desde 1400 a 1800 en dos volúmenes; Febvre se ocuparía del
“pensamiento y las creencias” mientras que Braudel se ocuparía de la “historia de
la vida material”. La parte de Febvre no había sido escrita cuando éste murió, en
1956; Braudel redactó la suya en tres volúmenes entre 1967 y 1979 con el título
de Civilisation Matérielle et Capitalisme.

El primer volumen de Braudel, conocido como “las estructuras de lo


cotidiano”, ejemplificaba su permanente interés por la historia de duración larga;
además de ilustrar claramente su enfoque global. Uno de los temas centrales tiene
que ver con la imposibilidad de explicar cambios mayores en otros términos que
no sean términos globales. Braudel observaba que los movimientos de la
población de China y de la India tenían una configuración semejante a los
movimientos de Europa: expansión en el siglo XVI, estabilidad en el siglo XVII y

20
renovada expansión en el siglo XVIII. Un fenómeno de dimensiones mundiales
evidentemente necesita una explicación en la misma escala. En este punto,
Braudel cruza las barreras de la historia económica convencional. Descarta las
tradicionales categorías de “agricultura”, “comercio” e “industria” y se pone a
considerar la “vida cotidiana”, “las personas y las cosas”, “todo cuanto la
humanidad hace o usa”: alimentos, vestidos, viviendas, herramientas, dinero,
ciudades, etc. Dos conceptos fundamentales están en la base de este primer
volumen: “vida cotidiana” y “civilización material”.

El segundo volumen, conocido como “los juegos del intercambio” se


inicia con una percepción de la confusión, los ruidos, la animación de ese mundo
multicolor y plurilingüe del tradicional mercado y continúa con descripciones de
ferias, de mercachifles, de buhoneros y de grandes mercaderes. En sí, Braudel
centraba básicamente su análisis sobre los mecanismos de distribución e
intercambio, relegando a un segundo (o tercer plano) las explicaciones sobre los
individuos. “El capitalismo no puede haber nacido de una sola fuente aislada”,
observaba y así tachaba de un simple plumazo las ideas de Marx y Weber. Más
bien, consideraba que “la economía desempeñó una parte, la política desempeñó
una parte, la sociedad desempeñó una parte y la cultura y la civilización
desempeñaron una parte. También lo hizo la historia, que a menudo decide en
última instancia quién habrá de vencer en una prueba de fuerza”.

Finalmente, en su tercer volumen, “el tiempo del mundo”, pasaba de la


estructura al proceso, el proceso del nacimiento del capitalismo. En este punto,
Braudel se apoyó claramente en las ideas de Immanuel Wallerstein; quien, desde
una visión marxista, se centraba en lo que denominaba “la división internacional
del trabajo” y la sucesiva hegemonía de los holandeses, de los británicos y de los
norteamericanos. El tiempo del mundo también dejo plasmado la secuencia de
potencias predominantes pero, como cabía esperarlo, comienza con la región
mediterránea. Según Braudel, fue la Venecia del siglo XV la primera potencia que
alcanzó la hegemonía en una economía mundial. A Venecia siguió Amberes, y a
esta última, Génova, cuyos banqueros controlaban los destinos económicos de

21
Europa a fines del siglo XVI y principios del siglo XVII. Luego llegaron en cuarto
lugar los holandeses o, más exactamente, Amsterdam, que Braudel considera
como la última de las ciudades económicamente dominadoras. Por fin, mediante
un vuelco característicamente hábil, Braudel vuelve patas arriba el problema y
trata la circunstancia de que otras partes del mundo (incluso Francia y la India) no
lograron alcanzar una posición dominante parecida y termina su relación
considerando el caso de Gran Bretaña y la Revolución Industrial.

Una vez más se trata de la superposición de estratos de larga duración en


los que intervienen desde los elementos materiales de la vida cotidiana
(alimentación, productos básicos, vestidos, técnica); la economía de mercado, los
temas del cambio y del crédito, y el gran comercio, todos presentados en una
vasta síntesis armónica y fascinante, lo que no implica que puedan oponérsele
ciertas objeciones metodológicas. Gran síntesis, producto más de lecturas que de
investigaciones, pero de una riqueza incalculable y de imprescindible lectura.

Tras haber recorrido gran parte del pensamiento de Braudel, debemos


destacar que a comienzos de la década de los 70, este notable historiador (tras
una serie de desacuerdos internos), se retira de la escuela de Annales; dando
paso a una tercera generación, presidida por Jacques Le Goff, que será
caracterizada por su heterogeneidad, y su falta de acuerdo político, intelectual
y metodológico.

La Tercera Generación de Annales.

Esta generación surgió a finales de los años 60 y principios de los 70,


convirtiéndose en la protagonista del panorama historiográfico de los años 70 y 80
del siglo XX, un tiempo que estuvo marcado por la fragmentación cultural. La
revista dejó de estar dirigida por Braudel, líder de la segunda generación, para
pasar principalmente a manos de Le Goff.

Lo que caracteriza a ésta generación, es que tuvo un mayor acercamiento


y dialogo con las Ciencias Sociales, las cuales habían experimentado una
importante renovación teórica, fruto del gran interés que había surgido por la

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Cultura. Con respecto a su estudio, abarcó temas hasta ese momento olvidados o
ignorados, como podía ser la muerte, el matrimonio, la vida cotidiana, la mujer, el
trabajo, los libros, los hábitos de lectura, la historia de la imprenta.

Por otro lado, cabe destacar que se produjo un cierto abandono de los
aspectos sociales y económicos (dominantes hasta este momento) para
centrarse en aspectos más simbólicos y mentales, poniendo en marcha la
conocida “Historia de las Mentalidades”: “término que define un amplio campo
de estudio, centrándose fundamentalmente en el análisis de aspectos tales como
los gestos de las personas, las emociones, las creencias populares, los
imaginarios sociales, el vocabulario empleado, la violencia y las formas de
convivencia entre otros aspectos”.

Además, el autor Vega agrega que asociado a la Historia de las


Mentalidades apareció también el término de “Nouvelle Histoire” o “Nueva
Historia”, que se basaba en el estudio de las mentalidades en periodos largos
de tiempo, analizando las representaciones colectivas y las estructuras
mentales colectivas, abarcando el estudio de temas propiamente antropológicos
como podían ser la familia, la alimentación, la sexualidad, los ritos y las fiestas
entre otros.

Regresando a la Historia de las Mentalidades, ésta abarcó un amplio campo


temático, que en muchas ocasiones no estaba bien delimitado. Esta amplitud
temática se puede relacionar con la multitud de fuentes que utilizaba, no
contando con fuentes específicas como era el caso de la Historia social o
económica. Se aferraron a la literatura, al arte, a la filosofía y a la religión,
utilizando otras fuentes que hasta ese momento habían pasado desapercibidas
como podían ser la fotografía, la prensa y el arte popular.

Por otro lado, en esta generación se extendió el uso de métodos


cuantitativos y seriales, los cuales se aplicaron en el estudio de aspectos de
corte cultural o religioso, aunque dichos métodos fueron duramente criticados,
sobre todo a finales de los años 70, ya que para muchos eran considerados como

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métodos reduccionistas. Más allá del éxito y difusión que tuvo la Historia de las
Mentalidades (ya que se rescataron temas olvidados y estableció una
colaboración con la Antropología), no se alcanzó el objetivo principal que era
conseguir que tanto la Historia social y económica integrasen en sus estudios los
aspectos mentales.

Otra característica de esta generación, es que logró un cierto renacer de


los viejos géneros como fueron las Biografías y la Historia Política, abordados
entre otros por Le Goff y por Duby, lo que supuso un enfrentamiento con los
postulados defendidos por la segunda generación, basados en el estructuralismo
de Braudel.

Otro rasgo distintivo de esta generación, es que consiguió dar una gran
divulgación a los libros de Historia, además de provocar que dicha disciplina
estuviera presente en los medios de comunicación (concretamente en la Radio
y en la Televisión), algo que fue posible gracias al empleo de un lenguaje más
claro y sencillo, es decir, emplearon una forma de expresarse más accesible a
todos los públicos.

En cuanto a la revista, se produce un cambio importante ya que estará


determinada por una dirección múltiple, es decir, pasa a estar dirigida por varias
personas al mismo tiempo, destacando a Marc Ferro, Jacques Le Goff y
Emmanuel Le Roy Ladurie, entre otros. Esta dirección múltiple se tradujo en una
dispersión temática, surgiendo lo que Francois Dosse denominó como “Historia
en Migajas” (para referirse a la gran variedad de temas que se estaban
abordando y estudiando.

Otro aspecto importante y destacado fue la incorporación de mujeres a la


revista, como fue el caso de Arlette Farge y Mona Ozuf. Evidenciándose así los
cambios que se estaban produciendo en todos los niveles. Desde sus orígenes,
como ya vimos anteriormente, la Escuela había tenido una clara orientación
masculina, pero los cambios sociales de los años 70 y 80 propiciaron un escenario
donde las mujeres comenzaron a tener un mayor protagonismo.

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Sin embargo, hay que destacar que más allá de abordar nuevos temas y
tener nuevos enfoques; en ciertos aspectos hubo una continuidad con los
planteamientos de la primera y de la segunda generación, como fue el estudio de
los hechos colectivos, rechazando la supremacía de los hechos políticos,
además de que consideraban que la Historia trabajaba a partir del análisis de
un problema para llegar a una serie de conclusiones.

Finalmente, hay que resaltar que la tercera generación y sus postulados


fueron duramente criticados a finales de los 80 y principios de los 90, pero a
pesar de estas críticas, dicha generación representó un modelo historiográfico
sólido. Fue sin duda una generación innovadora, que introdujo nuevos
campos de estudio, pero que no rompió por completo con los postulados
defendidos por las dos generaciones antecesoras, ya que siguió con el estudio y
análisis de los dos campos protagonistas, el social y el económico. Por otro lado,
hay quienes incluso hablan de una cuarta generación de la Escuela de Annales.

La Cuarta Generación de Annales.

El origen de esta generación se situaría a partir de 1989, cuyo principal


representante fue el historiador Roger Chartier. Es importante destacar que la
cuarta generación surge en un contexto marcado por la caída del Comunismo y,
por ende, del muro de Berlín.

En esta etapa, aparecieron historiadores que vieron la necesidad de revisar


los paradigmas o modelos historiográficos imperantes a finales de los 80 y
principios de la década de los 90. Además, como expresamos anteriormente la
tercera generación recibía grandes críticas por basar sus aportaciones
historiográficas en el estudio de las mentalidades.

Las características que determinan la nueva generación serán: el


abandono del estudio de las mentalidades; la renovación de la historia social
y económica, retomando los ideales de la primera generación; la recuperación
de la idea de historia global y de los tiempos largos; la búsqueda de un
mayor apoyo en el resto de Ciencias Sociales; mayor énfasis e interés por la

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Historia Cultural; metodología basada en la historia-problema, el método
comparativo y la Historia Interpretativa.

Influencia de Annales en los textos escolares.

Retomando los análisis que Marcos Cuesta Vega realiza en su tesis,


podemos afirmar que “la renovación historiográfica de Annales”, con sus
nuevos postulados, ideas y métodos, ejerció una gran influencia tanto en
Europa como en otras partes del mundo; un claro ejemplo de ello se vio
reflejado en la historiografía española.

A principios del S. XX, la irrupción de esta nueva perspectiva historiografía,


generó un cierto distanciamiento con respecto a la historia política tradicional. Un
nuevo ciclo de renovación científica y cultural había comenzado. De igual forma,
apenas tuvo presencia en los programas escolares, lo mismo que otras disciplinas
sociales, como la Sociología o la Geografía. Si bien, citando como ejemplo a
España, en un lapso de aproximadamente diez años (a partir de 1931,
enmarcándose en la Segunda República Española), se ha impulsado una
renovación pedagógica y metodológica, que en el área de Historia estuvo
caracterizada por una mayor libertad de acción y de pensamiento; el fin de la
Guerra Civil y la consecuente dictadura de Franco, pusieron fin a estas
aspiraciones.

El modo de enseñar Historia en este periodo, retomaba el modelo del viejo


historicismo alemán, basado en la exposición lineal de hechos históricos.
Apenas se prestaba atención a la cultura y al arte, tan sólo se hacían
enumeraciones de algunas obras y sus autores, ni tampoco a la Historia social y
económica. La metodología de enseñar Historia estaba basada en memorizar
hechos, fechas y personajes. El papel de los alumnos se reducía básicamente a
prestar atención a las explicaciones del profesor y después memorizar todos los
contenidos que el docente les había transmitido para plasmarlos en el examen; no
era necesario comprender lo que se estaba estudiando. De igual forma hay
que destacar que los libros, o manuales empleados, estaban formados en su

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totalidad por textos, careciendo por ejemplo de mapas e ilustraciones. Los
ejercicios planteados por el docente, se contestaban directamente con la
información plasmada en los párrafos de los libros.

Sin embargo, no fue hasta la década de los 50, que la influencia de la


Escuela de Annales y de las Ciencias Sociales, se hicieron sentir en la
historiografía local. El enorme éxito que estaba teniendo la Escuela de
Annales en el territorio francés, sirvió como ejemplo para muchos otros
Estados, incluyendo el español. Se puso en marcha una nueva forma de
concebir la Historia, además de llevar a cabo un cambio radical en la forma de
investigarla y enseñarla. Se impulsó y extendió el interés por la Historia social,
económica, cultural y de las mentalidades populares. Además, esta
“renovación” se vio plasmada en diversos manuales de historia, elaborados por
figuras como Vicens Vives, José Antonio Maravall y Tuñón de Lara.

La “Historia económica de España” o el manual de “Historia social y


económica de España y América”, desarrollados por Vives, reflejan la esencia
misma de Annales; o en otras palabras, el estudio de los aspectos sociales y
económicos. Está influencia también se vio reflejada en otra de sus obras, como:
“Una Aproximación a la Historia de España”. Aquí, el autor defendía los
aspectos definitorios de la Escuela de Annales, como: el estudio de la relación
existente entre el hombre y su medio, el empleo de la metodología
estadística, la historia social, la historia económica, la historia de la
mentalidades y la creación de una historia “total”, que aglutinase a todas las
Ciencias Sociales, al tiempo que rechazaba una Historia meramente narrativa e
ideologizada en función del poder.

Antonio Maravall, por su parte, estuvo en contacto directo con la Escuela


de Annales, influencia que dejó patente, tanto en su tesis doctoral, como en sus
obras posteriores. Defendía -al igual que su compañero-, los postulados de
Annales, como la Historia Holística, la colaboración con el resto de Ciencias
Sociales y la Historia de la mentalidades, siendo éste último un aspecto muy

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estudiado por Maravall. Al igual que Annales, Maravall eran un fiel defensor de la
relación necesaria entre presente y pasado, y viceversa.

Finalmente, destacando la figura de Manuel Tuñón de Lara, su labor sirvió


para consolidar a la Historia contemporánea como disciplina académica en las
Universidades. Gran parte de esta labor la desarrolló desde su exilio en Francia,
donde elaboró sus primeras grandes obras: “La España del siglo XIX” y “La
España del siglo XX”. La idea de Tuñón era la de desarrollar una Historia
cimentada sobre una base tanto científica como critica. Fue también un historiador
muy preocupado por el método, algo que dejó patente en su obra “Metodología
de la historia social de España”. Su afán residió en dotar de un carácter
científico a la Historia, a la vez que se establecía una estrecha colaboración
con el resto de Ciencias Sociales, (lo que también refleja la influencia de
Annales), con el objetivo de dotar a la Historia de un fuerte contenido social y que
ésta fuese accesible a todo el mundo.

Gracias a la labor de estos historiadores (sobre todo a partir de 1975), se


pudo notar el cambio en la forma de hacer y estudiar historia, tanto en los
niveles de primaria como de secundaria; a partir de la influencia de estos nuevos
ideales reflejados en los libros de texto. Así, se pasó de una historia narrativa a
una historia explicativa basada y centrada en la explicación de los procesos
sociales y económicos. De esta forma, el propio alumnado pasó de
memorizar hechos y fechas, a desarrollar una metodología basada en el
análisis y comprensión de una serie de problemas que han de ser abordados
por su propia lógica.

A partir de ello, el autor refleja las principales características de la Escuela


de Annales:

a) Defensa del carácter científico de la Historia, señalando que la Historia


es una Ciencia en construcción, que plantea hipótesis constantemente.
b) Se estableció una permanente colaboración con el resto de Ciencias
Sociales, utilizando de ellas conceptos, métodos, técnicas, etc.

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c) El objetivo era el de alcanzar una síntesis global, o una Historia total, que
abarque todos los campos, rechazando de forma al Historicismo alemán,
que solo se centraban en cuestiones políticas y hechos aislados.
d) Se pretendía llegar a una Historia donde primase la colectividad,
valorando sobre todo los aspectos sociales y económicos.
e) Se estableció una amplitud en las fuentes documentales utilizadas,
rechazando la idea de que solo eran válidos los documentos que se
encontraban en los archivos, a la vez que se comenzó a considerar de gran
utilidad la información que llegaba de la tradición oral, los vestigios
arqueológicos, la iconografía, etc.
f) Se tomaron los elementos geográficos de espacio y tiempo como ejes
vertebradores de las nueva Historia.
g) La Historia era vista como una Ciencia tanto del presente como del pasado,
lo que permitió que el Historiador comprendiera mucho mejor los problemas
de su presente gracias al análisis del pasado.

29
Conclusión

En función los planteos expuestos y del análisis realizado en base a la


Escuela Historiográfica de Annales, desde sus orígenes, sus generaciones, sus
características y aportes, hasta las particularidades de cada uno de sus
representantes; hemos llegado a la conclusión de que verdaderamente hemos
asistido a una “revolución historiográfica”.

Esta nueva forma de contemplar el pasado, que surgió a partir de una


revista “Annales d'histoire économique et sociale” fundada hacia el año 1929,
bajo la tutela de dos grandes amigos y colegas de la Universidad de Estrasburgo,
Lucien Febvre y Marc Bloch; se va a convertir en el puntapié inicial de un
movimiento (como le gusta llamar a Peter Burke) que va a atraer y formar a
algunos de los más grandes pensadores/historiadores de la época; consolidando,
en cada uno de ellos (a pesar de sus diferencias o discrepancias), una nueva
tradición; una nueva concepción de la investigación histórica que va a sustituir (o
mejor dicho, romper) con esa antigua narración de los acontecimientos que tanto
énfasis hacía en aquel mundo tan distante y ejemplar, liderado por los sucesos
políticos y militares (algo muy defendido por el Historicismo Alemán).

Con ellos va a surgir una “nueva historia”, una historia analítica orientada
por un problema; una historia geográfica, social, económica, cultural, demográfica
y psicológica, que se expandirá por sobre el cúmulo total de las actividades
humanas, rompiendo, de esta forma, con esa antigua estructura que sometía a la
historia bajo el accionar de aquellas figuras -que para los poderosos- sobresalían
en ejemplo y grandeza; una historia que se va a nutrir de los aportes de otras
disciplinas (como la sociología, la geografía, la antropología, etc.), con la intención
de esclarecer, desde múltiples perspectivas, aquella investigación que sobre el
pasado se desea.

En esto se sintetiza el movimiento de Annales; en esto se sintetiza las


intenciones de Bloch, de Febvre, de Braudel, de Le Goff, de Duby, de Le Roy
Ladurie, entre muchos otros representantes de aquellas diferentes generaciones

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que se han sostenido u apoyado sobre los cimientos de aquella pequeña revista
de historia. Brindándonos, de esta manera, una nueva concepción historiográfica
que se ha plasmado, incluso, en nuestro propio sistema educativo, en nuestras
propias clases o manuales escolares, dejando de lado esa mera narración de los
acontecimientos, para convertir a la historia en una historia explicativa, basada y
centrada en la explicación de los procesos sociales y económicos. De esta forma,
el propio alumnado pasó de memorizar hechos y fechas, a desarrollar una
metodología basada en el análisis y comprensión de una serie de problemas que
han de ser abordados por su propia lógica.

31
Bibliografía

Bourde Guy Herve, Martin. Las escuelas históricas Madrid. AKAL 1992
PPT N° 1 HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA.

Nota de cátedra Historiografía N°6. Profesor Martínez Dante. Año


2020 ISFD BRASLAVSKY PROFESORADO DE HISTORIA.

Guerra, Cristina. Modelos epistemológicos en el desarrollo de la


historia Bs As sudamericana 2013

Burke, Peter. La revolución historiográfica francesa. La Escuela de


Annales 1929-1989. Paris Francia. Editorial Gedisa 1990

Alcoberro, Ramón. Artículo “Annales una historia de la historia”.


Madrid. Editorial independiente. 2019.

Cuesta Vega, Marcos. Tesis de MASTER. La influencia de los Annales


en los manuales escolares. Universidad de Málaga 2016

Video–foto narrada Escuela de Annales. Nota de cátedra universidad


de Málaga 2016.

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“Anexos”

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Observación y Análisis del Material Audiovisual.

En el video, podemos observar, inicialmente, un recorrido histórico por los


antecedentes de la Escuela de Annales. Desde la Edad Media hasta el siglo XIX
cuando la historiografía se constituyó como una disciplina científica.

Con respecto a la escuela de los Annales en sí, ésta es caracterizada como


una corriente historiográfica que se constituyó Francia, en el año 1929, a
partir de la publicación de la revista Annales de la historia económica y
social. Sus fundadores fueron los historiadores y profesores franceses Marc
Bloch (historiador francés cuyo método disciplinario era la combinación de la
investigación histórica con otras Ciencias Sociales, cómo la economía y la
sociología) y Lucien Febvre (historiador cuya concepción básica de la historia era
no escribir sobre los hechos sino de los hombres y las sociedades) quienes se
conocieron en la Universidad de Estrasburgo.

En el vídeo, se menciona que ésta corriente comenzó a cambiar los


fundamentos establecidos por la Escuela Positivista y tienen claro
compromiso social, utilizando el materialismo histórico. En el año 1946 la revista
pasará a llamarse Annales, Economía, Sociedades, Civilizaciones.

Además, la Escuela de los Annales se caracteriza por haber desarrollado


una historia en la que se han incorporado otras Ciencias Sociales; como la
geografía, economía, la psicología social, la antropología, entre otras. Estás
ciencias se utilizaron para tratar de comprender y explicar el pasado de cada
pueblo en todas sus dimensiones, cómo ocurrió, lo que ocurrió y porqué. De esta
manera, rompen el estrecho margen de la especialización que había
anteriormente. Además, a partir de esta corriente, se empezará a dar
importancia a otras fuentes de información y no sólo al texto escrito cómo se
había hecho hasta ahora.

Finalmente, el video desarrolla las cuatro generaciones que existen dentro


de Annales:

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Primera generación (1929 – 1956): Sus líderes fueron Marc Bloch y
Lucien Febvre (sus fundadores). En esta etapa tratan de rehusar la historia
superficial y simplista que se detiene sobre la superficie de los
acontecimientos buscando una historia vinculada a las estructuras, a lo
social, a lo económico y que tomara como objetivo el estudio de la
sociedad en su conjunto. Como obras importantes encontramos “La
apología de la historia” y el “Oficio del historiador” de Bloch y “Combates
por la historia” de Febvre.
Segunda generación (1956 – 1968): Su líder fue Fernand Braudel
(discípulo de Febvre), que paso a dirigir la revista. En este período se
innovo en el campo de la Historia al introducir en la explicación de los
hechos históricos las duraciones, las cuales se podían dividir en tres:
larga, media y corta. Como obras importantes encontramos “Civilización,
material y capitalismo” de Braudel.
Tercera generación (1969 – 1989): Se destaca Jaques Lee Goff. Esta
nueva fase está orientada a un público más amplio donde se incrementa la
presencia académica y social y el interés por estudiar la cultura. Fruto de
esta generación surge la “Nueva Historia” con la intención de resaltar una
nueva perspectiva historiográfica basada en el análisis de las
mentalidades en tiempos largos, utilizando métodos de la
antropología.
Cuarta generación (1989 – actualidad): La figura principal es Roger
Chartier. Esta etapa surge a raíz de acontecimientos como la caída del
muro de Berlín y la disolución del telón de acero, que promovieron la
aparición de diferentes movimientos sociales; generando entre los
historiadores la necesidad de revisar los paradigmas historiográficos
vigentes. Entre los rasgos más destacados encontramos el abandono de
la historia de las mentalidades, la revisión de los planteamientos de
las primeras generaciones y la propuesta de una nueva historia
cultural y social.

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