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LA QUEMA DE HATUEY

Hatuey fue capturado y llevado ante Velásquez, quien inquirió por el lugar donde podía
estar el oro, pero el ca-cique dijo que nada sabía al respecto. El conquistador amenazó
con quemarlo vivo; más el indio, sin inmutarse, dijo que prefería morir por la violencia
de las llamas que ser esclavo de los hombres blancos. Fue entonces que Velásquez dio
la orden de llevar a Hatuey a la hoguera, sin dilación.
El sacerdote Juan de Tesín, franciscano que acompañaba a los conquistadores, pidió a
Velásquez que le permitie-ra tratar de bautizar a Hatuey, para que muriera
«cristianamente y en gracia de Dios». Lograda con dificultad la aprobación, en el
campamento del jefe de las fuerzas colonizadoras ─instalado en Manacas, entre
Manzanillo y la Sierra Maestra─ la tropa se preparaba para consumar el primer sacrificio
de un luchador por la libertad de Cu-ba.
Cuatro hombres llevaron al cacique rebelde al poste donde sería quemado. Hasta allí fue
Velásquez, a ofrecerle salvar la vida a cambio de revelar el lugar donde se hallaba el
oro, obteniendo por respuesta que el metal dorado lo habían desaparecido y nunca
conocerían los españoles su destino final. El conquistador, iracundo, ordenó de inmediato
ejecutar la sentencia.
El condenado a muerte se mantenía sereno, mientras lo ataban al poste y se apilaba
leña a su alrededor. El padre Tesín se le acercó y le pidió que muriera en gracia de Dios,
a lo que Hatuey inquirió: «¿Para qué?» El sacerdote respondió que de ese modo iría al
cielo, donde van los buenos cristianos. Y el cacique, con el fuego próximo a sus carnes,
le aclaró al religioso que no quería ir a un cielo «donde están los cristianos que matan y
hacen esclavos a los indios». Concluido el breve diálogo, las llamas consumieron el
cuerpo de aquel bravo defensor de la libertad. Su suplicio, el 2 de febrero de 1512, fue
una advertencia a los aborígenes para dominarlos bajo el imperio del temor y la fuerza.
Otros caciques siguieron luego el ejemplo de Hatuey en el enfrentamiento a los
conquistadores, entre ellos Guamá, Casiguaya ─esposa de Guamá─, Caguas,
Habaguanex y algunos más.
Según los historiadores el suceso tuvo lugar en el poblado granmense de Yara, con él
Diego Velázquez pretendía hacer desaparecer la resistencia indígena. Pero lo cierto es
que el episodio pasó a la historia como un ejemplo más del despotismo y la tragedia que
acompañó la vida de los primeros habitantes de Las Américas, tras la llegada de los
colonizadores.
Hatuey, fue quemado vivo, pero su ímpetu de rebeldía todavía hoy anima a los pueblos
que viven bajo la tutela y el dramatismo impuestos por el imperio y que necesitan
juntarse y luchar por vencer las necias aspiraciones de unos pocos de adueñarse de los
que no les pertenece.
Por eso hoy, desde siglos bien distantes, al indio Hatuey le agradecemos su existencia.

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