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Marisol-P2 Cuento Huarochirí - CUENTO CORREGIDO
Marisol-P2 Cuento Huarochirí - CUENTO CORREGIDO
montañas gigantes. Las casitas del pueblo en su mayoría construidos con adobe
tienen tejados rojizos. Pero de todas ellas a la entrada del pueblo la que más
portón tallado con imágenes de serpientes enroscadas, en esa morada vive don
conocido por los pueblerinos como un gran sabio, por ser un gran mentor y saber
Don pablo, sabía de una historia sobrenatural que le había contado su abuelo
cuando era un niño de siete años sobre una encantada y hermosa montaña llamada
la Peña Llorona que rodeaba por el norte a su querido pueblo, aquel terruño
Hace dos años, seis meses antes de su fallecimiento, una mañana de julio me invitó
a caminar por su huerto lleno de frutales de manzanos y paltas. Anduvimos por una
hora cuesta abajo, hacia un valle boscoso, hasta llegar a aquel huerto cercado por
piedras, algunos cactus habían germinado por lo resquicios de las rocas de los
habían caído las frutas maduras, había matorrales y espinos que habían crecido,
don Pablo con un machete comenzó a franquear el camino. Y en el centro del paraje
Fue hace muchos años atrás, en épocas dónde no habían inventado los
casi con nadie. Las personas y sobre todo los niños le tenían temor porque
permanecía en su soledad como un ermitaño rodeado solo con sus dos perros
pastores y su ganado.
Solía pastar sus cabras y chivos, por los montes, y el misterioso hombre que
había llegado meses antes; decidió llevar a sus cabras a la montaña más
hermosa del lugar, a la Peña Llorona, sin conocer que aquella montaña
realidad.
mañana, partió hacia la bella montaña que tenía la forma de ave rapaz, le
escoltaban sus dos perros, sacó del redil al ganado caprino e iba ascendiendo
por un desfiladero hacia la Peña Llorona, estaba feliz porque había mucho
pasto para sus cabras y tenía mucha curiosidad por conocer que cosas más
unos halcones. Escaló por una ladera escarpada lleno de espinos y flores,
corrió a cosechar, sacando un viejo costal que traía con él, recolectó buena
sentir una especie de letargo, se tumbó sobre la hierba que crecía sobre el
árbol, se relajó mirando el cielo a través de las hojas, cerró sus ojos, entonces
se produjo una visión nebulosa y vaga, un sueño diurno, una ensoñación que
también se dirigía como si una fuerte atracción le jalara hacia el santuario, sin
resistirse, alrededor del lugar había enormes criptas y tumbas con esculturas
espesura y bajo con rapidez, el costal que llevaba sobre el hombro pesaba
cada vez más y comenzó a moverse, se detuvo para abrir el costal y los
olor pestilente. El hombre con los cabellos de punta y la piel erizada se fue
corriendo tropezando dándose volatines, dejando a sus cabras sin parar hasta
engullir, sentía que siempre bostezaba delante de él y que era atraído hacia
las tinieblas del interior, veía en su pensamiento a esos sapos que eran cosas
delirantes, salvajes y tan sutiles con la bruma del diablo. Su alma se encogió,
Por fin pudo abrir los ojos, seguía intranquilo, pero ya no estaba debajo del
solitario árbol, su ropa estaba muy sucia y rota, tenían sangre que todavía
llegar faltaban unos cinco kilómetros, observo la posición del sol y ya era casi
el mediodía.