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Señor JUEZ Constitucional de tutela (REPARTO) Bogota D.C.

Referencia: Acción de tutela de Julian Camilo Rojas Espitia en contra de la carcel la


modelo por la violación a los derechos fundamentales al debido proceso y la educación en
relación con el principio de confianza legítima.

Yo, Julian Camilo Rojas Espitia, identificado como aparece al pie de mi firma, actualmente
recluido en el establecimiento penitenciario La Modelo, en ejercicio de la acción de tutela
consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política de Colombia, solicitó el amparo de
mis derechos fundamentales al debido proceso y la educación en relación con el principio
de confianza legítima los cuales se encuentran vulnerados de acuerdo a los siguientes

I. HECHOS

1. Fui condenado el 6 de agosto de 2020 por el delito de robo con arma de fuego con
una pena de 108 meses. De tal manera que me encuentro en prisión desde el 7
agosto de 2020.

2. Fui trasladado el día 26 de septiembre de 2022 del establecimiento penitenciario La


Modelo ubicado en el municipio de Bogotá al establecimiento de reclusión El
Pedregal.

3. Desde el 17 de enero de 2021, en razón del convenio entre el INPEC y la


Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, decidí ingresar a la carrera de
Derecho, gracias a una beca del 80% por parte de la institución educativa con lo
que debo pagar 20% de la matrícula.

4. Con el objetivo de ingresar en el programa educativo, me fue necesario suscribir un


acta de compromiso mediante la cual acordé no solicitar traslado a otro
establecimiento penitenciario mientras durase la carrera.

5. El día 26 de septiembre de 2022 fui traslado al establecimiento penitenciario La


Modelo de manera abrupta e injustificada.

6. El anterior traslado trajo como consecuencia la interrupción de mis estudios, pues


era necesario permanecer en el establecimiento de La Modelo ubicado en Bogotá
D.C. para su finalización. De allí que se suscribió el acta de compromiso precitada.

II. DERECHOS FUNDAMENTALES VULNERADOS

La entidad demandada ha vulnerado mi derecho al debido proceso y a la libertad


establecidos en el artículo 29 y 28 de la Constitución Política de Colombia. Por su parte, el
debido proceso ha sido definido por la jurisprudencia constitucional como un derecho
fundamental que consta de diversas garantías como lo son los derechos a ser procesado
por un juez natural, presentar y controvertir pruebas, segunda instancia, principio de
legalidad, defensa material y técnica; publicidad de los procesos y las decisiones judiciales.
Dichas garantías buscan sujetar las actuaciones de las autoridades judiciales y
administrativas a unas reglas específicas sustantivas y procedimentales con el fin de
proteger los derechos de las personas involucrados en los procesos (Sentencia C-496 de
2015 M.P. Jorge Pretelt). De tal manera, se constituye como la materialización de la justicia
en el ordenamiento jurídico y es definitorio del Estado Social de Derecho.

Dos de los elementos que configuran el debido proceso es la posibilidad de hacer uso de
las distintas herramientas jurídicas, así como la existencia de acciones y posibilidades para
acceder a la administración de justicia. En el caso concreto, aun cuando he ejercido mi
derecho fundamental de petición, se me obstaculizar el acceso a mis actividades
educativas, de tal forma que no he podido hacer uso de las diferentes herramientas que me
brinda el ordenamiento jurídico para la redención de la pena, parte integrante del proceso
penal. Lo anterior, no sólo es violatorio del debido proceso por la obstaculización al uso de
las herramientas jurídicas, sino que además es violatorio de mi derecho a la libertad.

Dicho derecho, aunque se encuentre suspendido en virtud de la reclusión, no puede ser


violado flagrantemente por las autoridades en el entendido de que vulneran mis
expectativas de libertad y de resocialización tras cumplida la pena. Dicha obstaculización
incesante del acceso a las actividades de estudio sólo hace más lejana mi aspiración a la
libertad de manera arbitraria.

Frente a la importancia que tiene el derecho a la educación, la Corte Constitucional ha


estimado que

El artículo 67 de la Constitución Política indica que “[l]a educación es un derecho de la


persona y un servicio público que tiene una función social; con ella se busca el acceso al
conocimiento, a la ciencia, a la técnica, y a los demás bienes y valores de la cultura”. La Ley
65 de 1993, en su artículo 94, expone que: “[l]educación al igual que el trabajo constituye la
base fundamental de la resocialización. En las penitenciarías y cárceles de
Distrito Judicial habrá centros educativos para el desarrollo de programas de educación
permanente, como medio de instrucción o de tratamiento penitenciario, que podrán ir desde
la alfabetización hasta programas de instrucción superior. La educación impartida deberá
tener en cuenta los métodos pedagógicos propios del sistema penitenciario, el cual
enseñará y afirmará en el interno, el conocimiento y respeto de los valores
humanos, de las instituciones públicas y sociales, de las leyes y normas de convivencia
ciudadana y el desarrollo de su sentido moral”.

Sobre este punto la Corte Constitucional ha sostenido que “[e]l trabajo desarrollado por los
presos es un medio indispensable -junto con el estudio y la enseñanza- para alcanzar el fin
resocializador de la pena, y hace parte integrante del núcleo esencial del derecho a la
libertad, pues tiene la virtud de aminorar el tiempo de duración de la pena a través de su
rebaja o redención”. Del mismo modo, los artículos 97 y 98 de la Ley 65 de 1993 consagran
el derecho de los detenidos y condenados de redimir pena mediante programas de estudio
y enseñanza. Al respecto este tribunal ha reiterado que no solo la enseñanza que se les
imparte a los presos es un medio para lograr la readaptación a la sociedad y a la reducción
de la condena, sino también la que ellos pueden brindar (Sentencia T-266 de 2013, M.P.
Jorge Iván Palacio).

De todo lo anterior, se deriva entonces que es una obligación del Estado garantizar la
continuidad de las actividades de enseñanza puesto que posee una estrecha relación con el
componente de resocialización de la pena, y a su vez, con la garantía futura del derecho a
la libertad. La no observancia de estas obligaciones se constituye como violatorio del debido
proceso en tanto se me obstaculiza el uso de una de las herramientas jurídicas propias del
sistema en favor de mi causa penal, sin que se me explique de manera clara y suficiente
la razón de dicha restricción. Como queda evidenciado en los hechos señalados, el INPEC
me trasladó de manera arbitraria y sin justificación, con lo cual obstaculizo mi derecho a la
educación puesto que era necesario permanecer en el establecimiento penitenciario La
Modelo para finalizar la carrera, tal y como se desprende de la exigencia de la suscripción
de actas de compromiso.

A su vez, y en relación con lo anterior, la actuación del INPEC violó el principio de confianza
legítima toda vez que creó una expectativa en mí situación, para la terminación de mis
estudios y luego, de forma súbita, tomó una decisión expresamente contraria. La Corte
Constitucional, ha desarrollado dicho principio en el marco de la teoría de los actos propios
que expresa su conceptualización como un principio general del derecho, y por tanto
directriz en el ordenamiento jurídico colombiano, que sostiene la imposibilidad de desplegar
una conducta contraria a un acto anterior realizado por una misma persona.

Lo anterior, implica que a nadie le es lícito invocar un derecho contrapuesto a tal conducta y
por tanto no puede realizar una variación de su comportamiento cuando ya ha creado en los
individuos una expectativa de comportamiento a futuro. De esta manera, el principio de
confianza legítima se constituye como un límite al ejercicio de los derechos subjetivos con el
objetivo de preservar la seguridad jurídica y la buena fe.

Respecto a este principio, la Corte Constitucional en sentencia T-618 de 2000 (M.P.


Alejandro Martínez Caballero) desarrolla la teoría de los actos propios definiéndose de la
siguiente forma: “La teoría del respeto del acto propio, tiene origen en el principio “Venire
contra factum proprium nulli conceditur” y, su fundamento radica en la confianza despertada
en otro sujeto de buena fe, en razón de una primera conducta realizada. Esta buena fe
quedaría vulnerada, si fuese admisible aceptar y dar curso a una pretensión posterior y
contradictoria”. Derivando entonces su protección del principio de buena fe enarbolado en el
artículo 83 constitucional que sanciona las actuaciones contrarias al mismo, teniendo que es
inadmisible toda actuación opuesta a una conducta anterior que creó un derecho o
expectativa de actuar por parte de la administración.

A su vez, la Alta Corporación recordó la importancia de este principio cuando indicó, en la


sentencia C- 131 de 2004 (M.P. Clara Inés Vargas), que el mismo constituye un soporte
esencial del sistema jurídico pues responde a una exigencia de confianza, rectitud y
credibilidad a la cual deben someterse las actuaciones de las autoridades públicas
reiterando así, que las disposiciones normativas deben ser observadas bajo el principio de
la buena fe y entendidas de la manera más congruente, de tal suerte que la confianza
creada en un individuo acerca de un determinada declaración de voluntad y sus efectos
usuales, sea protegida. La presente providencia, establece igualmente que en especial, las
actuaciones de la administración deben estar regidas por la buena fe y en concordancia con
esto, les está vedado lesionar la confianza que legítimamente se ha formado en los
destinatarios de sus actos.
Respecto al principio de la confianza legítima, la sentencia T-1322 del 2005 (M.P. Manuel
José Cepeda) consideró que

(…) “se deriva directamente de los principios de seguridad jurídica (arts. 1º y 4 de la C.P.),
de respeto al acto propio y buena fe (art. 83 de la C.P.), y que adquiere una identidad propia
en virtud de las especiales reglas que se imponen en la relación entre administración y
administrado. Es aplicable como mecanismo que concilia el conflicto que se puede
presentar entre los intereses públicos y privados, en especial cuando la administración crea
expectativas que favorecen al administrado y luego lo sorprende al cambiar de manera
repentina esas condiciones. “Es por ello que cuando el administrado ha depositado la
confianza en la estabilidad de la actuación administrativa, es digna de protección y se debe
respetar”.

(…)
“Así las cosas, en principio, en aquellos eventos donde el administrado ha depositado su
confianza en las actuaciones de la administración y espera de ella el trato favorable que le
viene proporcionando, no le es dable a esta alterar dichas condiciones de manera súbita.
Así, este principio exige a las autoridades ser coherentes en sus actuaciones, respetar los
compromisos a los que se han obligado y garantizar una cierta estabilidad y durabilidad de
las situaciones creadas con su autorización.”

Respecto a la facultad de traslado de internos, se tiene que, si bien la facultad de trasladar a


los internos es de carácter discrecional, dicha decisión no puede ser absoluta toda vez que
debe atender a un juicio de razonabilidad que en todo caso debe ajustarse al artículo 53 de
la Ley 1709 de 2014:

ARTÍCULO 53. Modifícase el artículo 75 de la Ley 65 de 1993, el cual quedará así:

Artículo 75. Causales de traslado. Son causales del traslado, además de las consagradas
en el Código de Procedimiento Penal, las siguientes:
1. Cuando así lo requiera el estado de salud del interno, debidamente comprobado por
el médico legista.
2. Cuando sea necesario por razones de orden interno del establecimiento.
3. Cuando el Consejo de Disciplina lo apruebe, como estímulo a la buena conducta del
interno.
4. Cuando sea necesario para descongestionar el establecimiento.
5. Cuando sea necesario por razones de seguridad del interno o de los otros internos.

Derivado de ello, el uso de la discrecionalidad del traslado no debe emplearse con el fin de
afectar los derechos de los reclusos, sino que debe observar asimismo las finalidades de la
pena y la situación concreta del recluso:

La Corte Constitucional en reiteradas oportunidades ha sostenido que dicha decisión es


arbitraria e injustificada, cuando (a) vulnera derechos fundamentales no restringibles, (b)
emite órdenes de traslado o niega los mismos sin motivo expresó; (c) niega los traslados
bajo el único argumento de no ser la unidad familiar una causal establecida en el artículo 75
del Código Penitenciario y Carcelario y (d) emite órdenes de traslado o niega los mismos
con fundamento en la discrecionalidad que le otorga la normatividad, sin más argumentos
(Sentencia T-154 de 2017, M.P. Alberto Rojas Ríos).

En ese mismo sentido, la Corte frente al estudio de un caso similar, consideró que

“Tal como se ha señalado, mediante acta No. 152 del 28 de agosto de 2003, de la Junta de
Trabajo, Estudio y Enseñanza del Establecimiento Penitenciario y Carcelario La Picota, se
autorizó al actor a iniciar estudios de educación superior en administración de empresas, a
través del programa de educación a distancia que ofrece la Universidad Santo Tomás. En
estas circunstancias, en el segundo semestre de 2003, el demandante consignó a favor de
la Universidad Santo Tomás la suma que le correspondía por concepto de la inscripción y
matrícula a la Universidad, por un valor total de $602.000. La Sala de Revisión observa que
dentro del expediente no existe ninguna constancia de que el INPEC le hubiera advertido al
actor acerca de que la circunstancia de iniciar sus estudios de administración de empresas
no lo exime de ser trasladado a otro centro de reclusión. De esta manera, resulta entendible
que el demandante se hubiera matriculado en la carrera, con la esperanza de que pudiera
culminar sus estudios, sin ser trasladado de centro de reclusión. Lo anterior conduce a esta
Sala de Revisión a la conclusión de que el INPEC vulnera con su actuación el principio de
confianza legítima, puesto que autorizó al actor para realizar estudios a distancia de
administración de empresas con la Universidad Santo Tomás, aprobación que lo indujo a
hacer los gastos necesarios para iniciar su carrera, y luego lo trasladó a un centro donde no
puede continuar con la carrera. De esta forma, la administración penitenciaria le modificó al
actor las condiciones que le había ofrecido para desarrollar sus estudios, sin que éste en
ningún momento hubiera sido advertido sobre esta posibilidad. 12. En este caso concreto, la
vulneración del principio de confianza legítima por parte del INPEC apareja una vulneración
del derecho del actor a la educación, tal como éste se había propuesto desarrollarlo para sí
mismo. Lo anterior no implica, sin embargo, que el demandante deba ser retornado al
Establecimiento Penitenciario y Carcelario La Picota, en Bogotá – si es que no lo ha sido
todavía, con base en la petición que elevara. Como ya se ha dicho, en principio, el INPEC
cuenta con discrecionalidad para determinar el sitio de reclusión de los internos. Por lo
tanto, habrá de dictarse una orden que armonice esa facultad con la restauración del
principio de la confianza legítima que debe regir las relaciones entre la administración y los
administrados.”

Como puede concluirse de las anteriores aseveraciones, el INPEC me vulneró el principio


de confianza legítima al hacerme suscribir un acta que implicaba no solicitudes de traslado
generándome la confianza de poder culminar mis estudios, pero luego de forma arbitraria
me traslada a otro establecimiento penitenciario lo que apareja entonces una violación a mi
derecho a la educación.

Con fundamento en los hechos relacionados, solicito al señor Juez de manera respetuosa
disponer y ordenar a favor mío las siguientes

III. PRETENSIONES
1. Tutelense los derechos fundamentales invocados.

2. Como consecuencia de lo anterior, ordénese al INPEC que en un término perentorio


revoque la decisión en virtud de la cual se me trasladó del establecimiento
penitenciario La Modelo al establecimiento El Pedregal obstaculizando las
actividades educativas.

3. Ordénese al INPEC, que en un término perentorio me traslade del establecimiento


penitenciario El Pedregal al establecimiento penitenciario de La Modelo para poder
continuar con mis estudios en la carrera de Derecho.

IV.PRUEBAS
1. Derechos de petición realizados al INPEC.

2. Respuestas recibidas por parte del INPEC a mis solicitudes.

3. Constancia matrícula y tiempo en la Universidad del Colegio Mayor de


Cundinamarca en la carrera de Derecho.

4. Fotocopia plan de estudios de la carrera.

5. Fotocopias de recibos de pago de matrículas y horarios cursados.

6. Acta de compromisos suscrita para el no traslado. (De tener más pruebas


enlistarlas)

V. CUMPLIMIENTO AL ARTÍCULO 37 DE DECRETO 2591/91 - JURAMENTO:

Manifiesto bajo la gravedad del juramento que no se ha presentado ninguna otra acción de
tutela por los mismos hechos y derechos.

VI. NOTIFICACIONES
La parte accionada del centro penitenciario La Modelo recibe notificaciones en:
Dirección: Cra. 57 #1560, Bogotá
Correo electrónico: notificaciones@inpec.gov.co.
La parte accionante recibe notificaciones en el centro penitenciario El Pedregal.
Cordialmente,
Julian Camilo Rojas Espitia
C.C. No. 1007925685

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