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No puedo.

No sé

No se escribir de nubes blancas y días soleados. De la emoción de las primeras veces, de cómo
mi sonrisa gana la batalla a mis músculos faciales cada vez que aparece su nombre en mi
pantalla. Tampoco me salen palabras cuando hablo de mi madre, de lo que necesito su abrazo
los días en los que la vida se me acumula en los platos del fregadero, de los momentos en los
que todo es bullicio y hogar, de las gambas gabardina y las bravas como campos de batallas
campales.

El bolígrafo no es capaz de deslizarse en el papel cuando trato de mirarme al espejo y no ver


solo las sombras y no las luces. Pongo la primera palabra y todo desaparece, se hace espiral y
se retuerce.

Me encantaría ponerme delante de mucha gente y hacerles reír, a carcajadas y no que cada
vez que mi voz retumbe contra las paredes de una sala les arranque la piel a bocados y rasgue
sus lacrimales en forma de gotas saladas.

Quiero escribir, escribirme, escribirte, escribirnos y que no sean solo finales. Que las palabras
sean como una prenda reversible que no solo muestren las vísceras, sino también la purpurina
y las lentejuelas.

Escribirnos como abrazos, cervezas y confesiones compartidas, como años de amistad y


confianza mutual, como llamadas a las seis de la mañana de dinamita y arrepentimiento, de
viajes que nunca llegan y de planes, sueños y alegría compartida.

Escribir como me siento yendo en tren a un lugar nuevo, con la música haciéndome volar,
viendo el paisaje pasar a toda velocidad. Cómo hace que me sienta cada vez que empiezo a
hacer algo nuevo, algo que me gusta, algo que me hace yo sin imposiciones. La sensación de
un balón en mis manos y vosotras a mi lado, como un todo de alegrías y risas compartidas.

No sabría cómo reflejar con letras lo que siento al mirar tus ojos dorados, sentir tu cuerpo
pequeño y suave frente al espejo y pensar que soy capaz de tener una familia, de sonreír con
tus fotos y sentir tu ausencia silenciosa todas las noches.

Reflejar en un papel las ganas, la ilusión, la sororidad y el deseo compartido que hace que se
me erice la piel y no tenga miedo, teniéndolo. Las palabras de sobre todo lo que quiero hacer
quedándose a vivir en mi boca por no querer que salgas corriendo.

No puedo escribir sobre todo esto y sin embargo, lo hago. Pongo mis manos sobre las teclas y
esta vez no veo el papel gris.
No puedo escribir sobre lo bueno, pero si puedo sentirlo en mi piel.

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