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Teología y vida 2ª parte

Mandamientos 6°-8°o de portada

Ciencias Económicas y
Empresariales
El sexto mandamiento
(Capítulos VIII y IX. Moral especial)

• “No cometerás adulterio” • El amor de los esposos


• La creación del hombre y de la • El amor es fecundo. La
mujer
fecundidad del matrimonio
• Amplitud y sentido de la
sexualidad humana. • La paternidad responsable
Dimensiones: cromosómico;
morfológico; racional; • Las ofensas a la dignidad
voluntaria (responsabilidad); del matrimonio: adulterio;
afectivo-sentimental;
placentera; procreadora el aborto
• La virtud de la castidad • Abusos del matrimonio: las
• Educación de la pureza prácticas anticonceptivas
• Las ofensas a la castidad: las
relaciones prematrimoniales;
la homosexualidad; la
masturbación;
• Otros pecados contra la
castidad: la fornicación; la
pornografía.
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SEXTO MANDAMIENTO, 1

CCE 2332: “La sexualidad abraza todos los as-


pectos de la persona humana, en la unidad de su
cuerpo y de su alma. Concierne particularmente
a la afectividad, a la capacidad de amar y de
procrear y, de manera más general, a la actitud
para establecer vínculos de comunión con otro”.

“La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espiritu-


ales (del hombre y de la mujer) están orientadas a los bienes del ma-
trimonio y al desarrollo de la vida familiar” (CCE 2333). “Cuando
el Génesis habla de ‘ayuda’ no se refiere solamente al ámbito del
obrar, sino también al del ser. Femineidad y masculinidad son entre
sí complementarios no sólo desde el punto de vista físico y psíqui-
co, sino ontológico” (Carta a las mujeres (IV Conferencia de Pe-
kín), 29.06.1995).

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SEXTO MANDAMIENTO, 2
La sexualidad concierne la totalidad de la persona. Su estudio integro
abarca, al menos, siete amplios campos

Cromosómico: ser hombre y mujer depende del número


1 de pares de cromosomas que se integran en su constitu-
ción embrionaria.

Morfológico: los cuerpos masculino y femenino difieren


2 no sólo en los genitales, sino también en otras marcadas
diferencias somáticas.

Racional: no sólo nivel instintivo. Tanta es la carga racio-


3 nal de la condición sexuada del ser humano que incluso ha
hecho ciencia de la sexualidad.

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SEXTO MANDAMIENTO, 3

4 Voluntario: por ello el hombre y la mujer son responsa-


bles de su práctica sexual y de sus consecuencias.

Afectivo-sentimental: la sexualidad humana no es pura-


5 mente biológica, sino que hace relación muy directa al
amor.

Placentero: es fuente de uno de los mayores placeres del


6 hombre y de la mujer, y no sólo de placer sensitivo, sino
también afectivo y emocional.

7 Procreador: una de las finalidades más marcada de la se-


xualidad es la procreación de nuevas vidas.
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SEXTO MANDAMIENTO, 4

La castidad es una virtud moral, humana y cristiana. Como


virtud humana no se reduce al dominio de la sexualidad, de
forma que el instinto esté sometido a la razón y a la voluntad,
sino que además significa su integración en la unidad de la
persona, entendida como ser corporal y espiritual.
CCE 2348: “Todo bautizado es llamado a la castidad”: hace relación
al amor. El célibe por el “reino de Dios” entrega su amor indiviso a Dios; la castidad
del soltero antes de casarse se orienta al amor en el futuro matrimonio; la castidad
en el matrimonio se concreta en la vocación a la unión amorosa esponsalicia.

“La castidad -no simple continencia, sino afirmación decidida de una voluntad enamorada- es
una virtud que mantiene la juventud del amor en cualquier estado de vida. Existe una castidad
de los que sienten que se despierta en ellos el desarrollo de la pubertad, una castidad de los
que se preparan para casarse, una castidad de los que Dios llama al celibato, una castidad
de los que han sido escogidos por Dios para vivir en el matrimonio” (San Josemaría).

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SEXTO MANDAMIENTO, 5

Para vivir la castidad, “el dominio de sí es una obra que dura


toda la vida. Nunca se la considerará adquirida de una vez para
siempre. Supone un esfuerzo reiterado en todas las edades de la
vida. El esfuerzo requerido puede ser más intenso en ciertas
épocas, como cuando se forma la personalidad, durante la in-
fancia y la adolescencia” (CCE 2342).

Para vivir la castidad es preciso educar la pureza, lo


que exige la práctica de otras virtudes íntimamente
relacionadas con la pureza, como es la templanza y
la fortaleza. Asimismo, exige fomentar las disposi-
ciones del pudor y de la modestia. Se requiere la
ayuda de los medios sobrenaturales, cuales son la
oración, la devoción a la Virgen y la recepción de
los sacramentos.
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SEXTO MANDAMIENTO, 6

El matrimonio es el estado que garantiza


el sentido pleno de la sexualidad entre el
hombre y la mujer: sólo él protege la do-
nación plena que entraña la vida conyu-
gal, y supone el compromiso de entrega
mutua, estable y exclusiva entre un
hombre y una mujer. Por eso la relación
sexual lícita es la que tiene lugar en el
ámbito del matrimonio.

La unidad y la indisolubilidad del matrimonio es lo que justifica


que la esposa dé al marido toda su realidad como mujer y, a su
vez, el marido entregue a su esposa su especificidad como hom-
bre. Sólo en él se justifica la entrega amorosa y mutua de lo que
tienen como específico en su ser de varón y de mujer.
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SEXTO MANDAMIENTO, 7
CCE 2357: “Apoyándose en la sagrada Escritura que los presenta
como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre
que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados.
Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la
vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva
y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso”.

CCE 2358: “Un número apreciable de hombres y mujeres presenta


tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclina-
ción, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de
ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, com-
pasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de dis-
criminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la
voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrifi-
cio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a
causa de su condición”.

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SEXTO MANDAMIENTO, 8

CCE 2352: “Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una


tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afir-
mado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca
y gravemente desordenado. El uso deliberado de la facultad sexual
fuera de las relaciones conyugales normales contradice a su fina-
lidad, sea cual fuere el motivo que lo determina. Así, el goce se-
xual es buscado aquí al margen de la relación sexual requerida por
el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de
la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de
un amor verdadero”.

Idem: “Para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral


de los sujetos y para orientar la acción pastoral, ha de tenerse en
cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos,
el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que pue-
den atenuar o tal vez reducir al mínimo la culpabilidad moral”.

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SEXTO MANDAMIENTO, 9

La fornicación 1) niega la relación esencial de la sexualidad huma-


na, puesto que, por su propia naturaleza, está orientada a la intimi-
dad del matrimonio y con un fin procreador; 2) es un escándalo
para la vida social y es contraria a la dignidad de las personas, pues
se prostituyen ya que no están casados. Además, si se engendra una
nueva vida, se enturbia el origen de los hijos nacidos de una relación
no esponsalicia.
La pornografía indica una profunda degeneración del valor sexual
de la persona humana. “Ofende la castidad porque desnaturaliza la
finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quie-
nes se dedican a ella (actores, comerciantes, público), pues cada uno
viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y de una ganan-
cia ilícita. Introduce unos a otros en la ilusión de un mundo ficticio.
Es una falta grave. Las autoridades civiles deben impedir la pro-
ducción y la distribución de material pornográfico” (CCE 2354).

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SEXTO MANDAMIENTO, 10

El matrimonio es una institución natural (se fundamenta en la


naturaleza misma del hombre y de la mujer). Toda unión estable
entre un hombre y una mujer, nacida de un compromiso firme e
irrevocable del amor esponsalicio (entrega y fidelidad) merece
un aprecio y un reconocimiento social. Esa dignidad del matri-
monio natural goza en todas las culturas y en todos los tiempos
de general valía y consideración.

El matrimonio cristiano añade a esa di-


gnidad una mayor excelencia: “sacra-
mento grande” (Ef 5, 32), que comunica
una gracia especial para que el amor hu-
mano se engrandezca con el amor sobre-
natural y para ayudar a los cónyuges a
cumplir las obligaciones del matrimonio.

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SEXTO MANDAMIENTO, 11

CCE 2350: “Los novios están


llamados a vivir la castidad en
la continencia. En esta prueba
han de ver un descubrimiento
del mutuo respeto, un apren-
dizaje de la fidelidad y de la
esperanza de recibirse el uno
y el otro de Dios. Reservarán
para el tiempo del matrimonio
las manifestaciones de ternura
específicas del amor conyugal.
Deben ayudarse mutuamente
a crecer en la castidad”.

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SEXTO MANDAMIENTO, 12

El amor está en el origen de la unión de dos vidas para siempre.


Pero la esencia del matrimonio está en el vínculo que se origina
del pacto conyugal entre los esposos, no en el amor.

Mediante la presencia de Cristo entre los espo-


sos cristianos, el amor sensible y el amor afec-
tivo son elevados y sublimados por el amor
sobrenatural, gracia especial que da el sacra-
mento: los esposos están capacitados para vi-
virlos en su integridad, purificados de los egoís-
mos que siempre acompañan al querer humano.

Si los esposos llegaran a agotar el amor sensible y el afectivo, el


amor sobrenatural (que fructifica por la oración y la recepción de
los sacramentos) podrá ayudar a que los recuperen.
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SEXTO MANDAMIENTO, 13

CCE 2366: “La fecundidad es un don, un fin


del matrimonio, pues el amor conyugal tiende
naturalmente a ser fecundo. El niño no viene
de fuera a añadirse al amor mutuo de los espo-
sos; brota del corazón mismo de ese don recí-
proco, del que es fruto y cumplimiento”. El
cristiano sabe además que los padres son coo-
peradores con Dios que crea el alma del niño.

Es cierto que “el matrimonio no es solamente para la procreación,


sino que la naturaleza del vínculo indisoluble entre las personas y
el bien de la prole requieren que el amor mutuo de los esposos
mismos se manifieste ordenadamente, progrese y vaya madurando”
(Gaudium et spes 50). Pero tal perfección no se alcanza si se evi-
tan los hijos sin motivos suficientes (dimensiones unitiva y pro-
creadora del acto conyugal que el hombre no puede disociar).

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SEXTO MANDAMIENTO, 14

Moral católica: los padres deben hacer un juicio práctico cuando, por
serios motivos, decidan distanciar el nacimiento de un nuevo hijo,
bien sea por un tiempo determinado o por un espacio indefinido
(mientras perduren las causas de esta decisión).

Gaudium et spes 50: “Con responsabilidad humana y cristiana los


esposos cumplirán su misión (...) de común acuerdo y común es-
fuerzo, por formarse un juicio recto, atendiendo tanto a su propio
bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por
venir, discerniendo las circunstancias de los tiempos y del estado
de vida tanto materiales como espirituales, y, finalmente, la socie-
dad temporal y de la propia Iglesia. Este juicio, en último término,
deben formarlo ante Dios los esposos personalmente. En su modo
de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden
proceder a su antojo”. Regirse por la conciencia, según la ley divina.

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SEXTO MANDAMIENTO, 15

La grandeza del matrimonio está sometida a todo genero de degra-


daciones y aparece un esfuerzo por desvirtuar la familia y el ma-
trimonio al identificar cualquier unión sexual con el matrimonio.
Ejemplo de las “parejas de hecho”. Dos vicios corrompen la natu-
raleza de la familia: el adulterio y la plaga del divorcio.

El adulterio es un pecado por dos razones:


1) tal relación sexual se realiza fuera del
matrimonio entre ambos (contra la castidad);
2) se comete uno o dos pecados graves contra
la justicia de una o dos personas que están
casadas con los adúlteros, porque sus derechos
son violados por quienes cometen el adulterio.
Graves deberes de justicia si hay un nacimien-
to ilegítimo.
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SEXTO MANDAMIENTO, 16

Argumentos complementarios sobre el aborto considerado ya


en el quinto mandamiento:
Desde el momento de la fecundación, se inicia una vida humana,
de forma que lo concebido no es una mera masa gelatinosa ni un
cúmulo de células, sino una vida distinta del óvulo y del espermato-
zoide, que inicia un proceso biológico de intensa actividad y que
está destinada a desarrollarse hasta la edad adulta.

Este ser vive independientemente de la madre,


la cual sólo le ofrece el alimento. Es, pues, un
individuo. Pero no cabe hablar de un individuo
de la especie humana que no sea persona: el feto
no es “algo” sino “alguien” (“persona” es un con-
cepto filosófico y no biológico).
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SEXTO MANDAMIENTO, 17

A menudo se oye afirmar que existe en ciertos supuestos un “con-


flicto de derechos”: vencería el derecho de la madre frente al de-
recho a nacer del feto aún no nacido, por ejemplo cuando se trata
de una violación que ocasiona un embarazo no deseado, o cuando
corre riesgo la vida de la madre (en este caso cabría considerar al
no nacido como “injusto agresor”).

PERO no cabe hablar de conflicto de derechos cuando se trata de la


vida de una persona. La madre tiene derechos sobre el hijo, pero no
puede disponer del derecho fundamental a vivir de un ser distinto
del suyo, cual es el hijo. Además, en ningún caso cabe hablar de “in-
justo agresor”, dado que el hijo es totalmente inocente. Si interven-
ción médica a la mujer absolutamente necesaria para su vida y con-
lleva la muerte del feto: puede lícitamente someterse a ella (muerte
del hijo soportada, tolerada, sufrida, no directamente querida).

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SEXTO MANDAMIENTO, 18

Humanae vitae 14: “Debemos declarar una vez


más que hay que excluir absolutamente, como
vía lícita para la regulación de los nacimientos, la
interrupción directa del proceso generador ya ini-
ciado, y sobre todo el aborto directamente queri-
do y procurado, aunque sea por razones terapeúti-
cas. Hay que excluir igualmente (...) la esteriliza-
ción directa, perpetua o temporal, tanto del hom-
bre como de la mujer; queda además excluida to-
da acción que, o en previsión del acto conyugal,
o en su realización, o en el desarrollo de sus con-
secuencias naturales, se proponga, como fin o co-
mo medio, hacer imposible la procreación”.

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SEXTO MANDAMIENTO, 19

“Desgraciadamente, a menudo se entiende mal el


pensamiento católico, como si la Iglesia sostuvie-
se una ideología de la fecundidad a ultranza, esti-
mulando a los cónyuges a procrear sin discerni-
miento alguno y sin proyecto” (Juan Pablo II,
Alocución, 17.07.1994).

Además de la abstención, es lícita la “continencia periódica” y


el recurso a los “métodos naturales” por motivos graves.

“La Iglesia anima a las parejas a ser generosas y confiadas, a com-


prender que la paternidad y la maternidad son un privilegio y que
todo niño es el testimonio del amor existente en una pareja de uno
hacia otra, por su generosidad y su apertura hacia Dios” (Juan Pa-
blo II, Discurso, 24.09.1983).

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SEPTIMO MANDAMIENTO, 1

Ex 20, 15: “No robarás” (cfr. Dt 5, 19). El hombre puede poseer


cosas y tenerlas como suyas, por lo cual este derecho debe ser
respetado por todos. Robar significa violar este derecho: tomar
lo ajeno contra la voluntad de su dueño.

Todos los bienes creados están al servicio de


todos los hombres. Pero
en la historia de todo tiempo y civilización
aparecen grandes desigualdades sociales e
injusticias entre ricos y pobres.

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SEPTIMO MANDAMIENTO, 3

La justicia es la virtud que exige que se dé a cada uno lo que le


corresponde. El objeto de la justicia es el derecho (“ius”): porque
existen derechos, es obligado que se respeten.

La justicia hace rela-


ción a otro. Es una Para que se cometa
virtud de “alteridad”. una injusticia se re-
Entraña una obliga- quiere que quien la
toriedad: origina un padece no la quiera
“debitum” que debe sufrir: “al que sabe
ser respetado. De lo y consiente no se le
contrario se deberá hace injuria”.
una reparación.

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SEPTIMO MANDAMIENTO, 4

Justicia conmutativa: rige las relaciones


de los individuos entre sí. Justicia distri-
butiva: regula las relaciones de los gober-
nantes con los súbditos. Justicia legal:
mide las relaciones de los súbditos con el
Gobierno y el Estado. Justicia social: con-
sidera los derechos y deberes de los ciuda-
danos en el ámbito de la convivencia so-
cial, política y económica (su fundamento
es la dignidad de la persona humana).

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SEPTIMO MANDAMIENTO, 5

La justicia social cuida de que el conjunto de la vida social se dirija


al bien de todos, o sea al “bien común”.

El bien común es el conjunto de aquellas condiciones sociales que


permiten al individuo, a la familia y a las sociedades intermedias
la consecución de sus respectivos fines. En él se integran valores
tanto materiales como espirituales. Se puede distinguir el bien
común trascendente (Dios) del temporal (respeto a la persona,
bienestar social y desarrollo del grupo, paz).

El bien común mira a toda la persona, pero


no contempla exclusivamente al individuo y
a la familia ni se agota en la sociedad en que
se vive, sino que abarca el bien común entre
todas las naciones.
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SEPTIMO MANDAMIENTO, 6

El cristianismo tiene mucho que aportar en el campo de la justicia,


dado que la moral cristiana enseña que debe ser completada con
el ejercicio de la caridad. “La caridad es como un generoso desor-
bitarse de la justicia” (San Josemaría, Amigos de Dios 283).

Quien comete injusticia, además de con-


fesarse del pecado cometido, está obliga-
do a restituir. Por dos razones: 1) la injusta
retención de lo ajeno con el consiguiente
lucro personal; 2) el daño ocasionado al
prójimo, aunque no se haya obtenido ga-
nancia personal alguna.

Los colaboradores pueden estar obligados a restituir según la diver-


sa forma en que participaron en la injusticia (ordenar, encubrir, etc.).
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SEPTIMO MANDAMIENTO, 7

Existen muchas formas de apropiarse de


lo ajeno: hurto (sin violencia), robo (con
violencia en cosas o personas), apropia-
ción indebida (quedándose con lo entre-
gado, ej.: depósito), estafa (haciéndose
entregar las cosas con engaño), malver-
sación de caudales públicos, etc..

En cuanto al daño ocasionado (“injusta damnificación”), puede afec-


tar a los bienes de la persona, a su fama o a otras realidades a las que
tiene derecho (ej.: ganar unas oposiciones, obtener unos justos bene-
ficios, etc.).

La malicia moral se mide por la magnitud objetiva del daño


causado: robar a una persona rica es distinto que robar a quien
se le sustrae lo necesario (ciertas cantidades siempre materia grave) . Universidad de Piura
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SEPTIMO MANDAMIENTO, 8

La totalidad de los seres creados están


al servicio del hombre: puede disponer
de la naturaleza y de los animales para
su uso y servicio. Pero no es dueño
absoluto de los seres creados, sino sólo
su administrador.

El hombre recibe de Dios dos misiones:


desarrollar y proteger la naturaleza.

Desarrollar: como si Dios hubiese finalizado la creación “en bruto”


y se la entregase al hombre para que la perfeccionase.

Proteger: cuidar de la creación. El hombre puede “usarla”, pero no


debe “abusar”, destruyéndola.
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SEPTIMO MANDAMIENTO, 9

La condición social del hombre y los principios de la justicia distri-


butiva y legal demandan que todos los ciudadanos, cada uno en la
medida justa que le corresponde, contribuyan al bien de la entera
sociedad.

Las leyes fiscales obligan en conciencia, siempre


que sean justas, o sea: ley emitida por la autori-
dad competente; cuya causa es justa; con la de-
bida proporción con los ingresos; con fines a los
que se dedique el dinero honestos; y con trans-
parencia en la administración de lo recaudado.

A veces, los ciudadanos “son víctimas de injusticias en la deducción


del impuesto”, por lo que deben “hacer valer sus derechos y defen-
derlos” (Juan Pablo II, Discurso 08.11.1980).

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OCTAVO MANDAMIENTO, 1

Ex 20, 16: “No darás falso testimonio


contra tu próximo” (cfr. Dt 5, 20).
Lev 19, 11: “No mentiréis, ni os engaña-
réis unos a otros”. La mentira y la
calumnia van con frecuencia unidas.
CCE 2483: “Mentir es hablar u obrar contra la verdad para inducir
a error”. CCE 2508: “La mentira consiste en decir algo falso con
intención de engañar al prójimo”.

El hombre debe amar la verdad, expresarla, defenderla y comunicar-


la. “Todo hombre, por naturaleza, desea conocer la verdad” (Aristó-
teles, Metafísica I, 1, 980b). La verdad es propia del ser inteligente.

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OCTAVO MANDAMIENTO, 3

San Agustín, Sobre la mentira IV: “la


mentira consiste en decir falsedad con
intención de engañar”. Por lo tanto impli-
ca: 1) decir lo contrario de lo que se pien-
sa, 2) decirlo con intención de engañar.

Se distinguen tres clases de mentira: la jocosa (broma o


pasatiempo), la oficiosa (para obtener un beneficio propio
o a favor de un tercero), y la dañosa (si se persigue hacer
daño a alguien). La primera no es pecado, la segunda es
casi siempre pecado venial, la tercera es pecado mortal
cuando se lesiona gravemente la caridad o la justicia.
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OCTAVO MANDAMIENTO, 4

En la mentira se contienen numerosos males:


- encierra una ofensa directa contra la verdad;
- induce al error a quien se le dice, el cual tiene derecho a no ser
engañado;
- lesiona el fundamento de la comunicación de los hombres entre sí;
- fomenta (y en ocasiones tiene en ellas su origen) la vanidad y la
soberbia;
- quien miente pierde la reputación y la fama;
- lesiona la caridad en el trato con el prójimo;
- puede faltar a la justicia, cuando se miente en perjuicio de otro;
- es funesta para la convivencia, puesto que crea desconfianza en
las relaciones sociales.

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OCTAVO MANDAMIENTO, 6

Secreto es el conocimiento de una verdad que debe mantenerse


oculta. Puede ser prometido (debe guardarse en virtud de una
promesa, expresa o implícita como el secreto profesional) o na-
tural (deriva de la ley natural).

El secreto profesional es también de derecho


natural y frecuentemente no guardarlo lesiona
la justicia porque proviene de un compromiso
tácito. Caso del médico o del sacerdote a quien
se le hace una confidencia fuera de la confesión.
En caso de confesión: “sigilo sacramental”.

Se puede pecar usando el secreto para provecho propio o ajeno. Casos


en los ámbitos de la compraventa, industria, investigación, etc..
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OCTAVO MANDAMIENTO, 7

CCE 2491: “Los secretos profesionales -que obligan, por ejemplo,


a políticos, militares, médicos, juristas- o las confidencias hechas
bajo secreto deben ser guardados, salvo los casos excepcionales
en los que el no revelarlos podría causar al que los ha confiado,
al que los ha recibido o a un tercero daños muy graves y evitables
únicamente mediante la divulgación de la verdad. Las informa-
ciones privadas perjudiciales al prójimo, aunque no hayan sido
confiadas bajo secreto, no deben ser divulgadas sin una razón
grave y proporcionada”.

CCE 2490: “El secreto del sacramento de la Reconciliación es


sagrado y no puede ser revelado bajo ningún pretexto. El sigilo
sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente
prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de
cualquier otro modo, y por ningún motivo”.

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OCTAVO MANDAMIENTO, 8

Además de los pecados de mentira y de faltas cometidas por


a revelación indebida del secreto, también se puede faltar a la
veracidad si se cometen otras acciones, cuales son, por
ejemplo, la calumnia, el juicio temerario, la sospecha, la
maledicencia, el falso testimonio y el perjurio.

CCE 2487: “Toda falta cometida contra la justicia y la ver-


b dad entraña el deber de reparación, aunque su autor haya
sido perdonado. Cuando es imposible reparar un daño pú-
blicamente, es preciso hacerlo en secreto; si el que ha su-
frido un perjuicio no puede ser indemnizado directamente,
es preciso darle satisfacción moralmente, en nombre de la
caridad. Este deber de reparación se refiere también a las
faltas cometidas contra la reputación del prójimo”.

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OCTAVO MANDAMIENTO, 9

Medios de comunicación social (Vaticano II, Inter mirifica), 1


Valor moral: El recto uso de tales medios
es absolutamente necesario. Este uso no es
ajeno a la moral.

Los usuarios deben formar un recta conciencia sobre tal uso, de


modo que la información que reciben contribuya al bien común
y al mayor progreso de toda la sociedad humana. Tal información
debe ser objetivamente verdadera y, salvada la justicia y la cari-
dad, íntegra. Ha de ser también honesta y conveniente moral-
mente. La primacía del orden moral objetivo ha de ser aceptada
por todos.

Cuidar atentamente como tratar los temas relacionados con el mal:


evitar que produzca mayor daño que utilidad a las almas.
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OCTAVO MANDAMIENTO, 10

Medios de comunicación social (Vaticano II, Inter mirifica), 2

Deberes de los usuarios:


1) hacer una “recta elección” de publicaciones, cadenas televisivas, programas
de radio o televisión, etc.;
2) evitar lo que puede ser causa u ocasión de daño espiritual para ellos o para
otros;
3) atender al mal ejemplo que pueden ocasionar la lectura o apoyo a ciertos
medios;
4) favorecer las buenas producciones y oponerse a las malas;
5) no contribuir económicamente a empresas que tan sólo persigan el lucro en la
utilización de estos medios;
6) todos, pero especialmente los jóvenes, deben ser moderados y disciplinados
en el uso de estos medios;
7) manener una actitud crítica para formar un recto juicio; 8) los padres
tienen la obligación de vigilar cuidadosamente que los hijos hagan
un uso adecuado de estos medios.

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OCTAVO MANDAMIENTO, 11

Medios de comunicación social (Vaticano II, Inter mirifica), 3


Agentes de los mass medias: periodistas, escritores, actores,
productores, realizadores, críticos, vendedores, etc., deben
tratar las cuestiones económicas, políticas o artísticas de
modo que no produzcan daño al bien común.

Las autoridades: deben defender y tutelar la verdadera y


justa libertad que necesita la sociedad, y emitir leyes para
que del uso de estos medios no se siga daño a las costum-
bres y al progreso de la sociedad.

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