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R bit. a R t.

a: aproximación al conocimiento de una villa de frontera y retiro espiritual

M.ª Mercedes Delgado Pérez


Universidad de Sevilla

“Villa en la provincia de Cádiz, a orillas de la bahía de la capital. Notable iglesia


parroquial. Puerto; aduana marítima. Cereales, vino afamado; pesca y salazón” 1. Con esta
sumarísima descripción podría darse a conocer en pocos trazos la pequeña localidad de Rota, de
orígenes fundacionales remotos y presente eminentemente turístico, objeto de estudio principal
de las páginas que siguen. Para ello hemos establecido unos límites, histórico y cronológico, que
vienen dados por la presencia y dominación musulmana en la península Ibérica, etapa que, para
este lugar de la bahía de Cádiz, cuenta en las fuentes históricas con noticias escasas y dispersas
con las que la historiografía actual apenas ha sabido elaborar ensayos meramente aproximativos.
Sirvan estas pocas páginas que siguen como botón de muestra de lo que las fuentes nos ofrecen
y la posibilidad que nos brindan para un futuro estudio más amplio y minucioso que recopile y
dé a conocer al público una tesela más, la de la Rota musulmana, de las muchas que conforman
nuestro amplio mosaico histórico y cultural.

El extraordinario suceso de la expansión del Islam en un relativamente corto espacio de


tiempo produjo una serie de peculiaridades concretas y complejas repetidas en todo su ámbito
de poder. La llegada de los musulmanes a la península Ibérica y su rápida anexión a la D r al-
Isl m, en un doble proceso de expansión y conquista produjo, muy pronto, la necesidad de
mantener las posiciones recientemente alcanzadas 2. Fue así como, siguiendo el modelo oriental
3 4
, se organizaron las marcas (tagr, plural tug r) o límites territoriales –la mayor y más

1
Enciclopedia universal Sopena. Barcelona: Sopena, v. 8, 1963, 7532.
2
En concepto de Dominique Urvoy son dos etapas bien diferenciadas: una primera “de
movimiento de integración de nuevos territorios a un único imperio”; y una segunda, de “defensa de
territorios adquiridos” (Dominique URVOY. “Sur l’évolution de la notion de ih d dans l’Espagne
musulmane”. Mélanges de la Casa de Velazquez, 9 (1973), 343-344).
3
Véase a este respecto, el estudio pormenorizado que sobre la conquista de la ciudad de Tarsus
por los musulmanes hizo C. Edmund BOSWORTH. “The city of Tarsus and the Arab-Byzantine
frontiers”. Oriens, 33 (1992), 268-286. Este caso podría considerarse como un modelo paradigmático de

1
importante de ellas fue la establecida con los reinos cristianos peninsulares–, reforzadas y
fortificadas estratégicamente, siendo punto de encuentro y concentración de milicias defensivas
dispuestas a entrar en combate para la defensa de las posiciones geográficas y de la verdadera fe
contra los no creyentes. Pero otros límites, los impuestos por el mar, precisaban de otro tipo de
protección, diferente y adaptado a su especial disposición costera. Las costas de al-Andalus, a
medida que iban surgiendo necesidades propias de defensa, fueron poblándose de atalayas,
almenaras y rábitas 5 que protegían enclaves estratégicos desde donde poder alertar primero y
defender después el territorio musulmán. Estos límites costeros, si bien en las fuentes no se
denominan estrictamente de frontera, cumplían la misma función que las marcas terrestres, pues
ambos eran territorios en los que el musulmán se podía “preparar para realizar la «guerra
sagrada», en su doble modalidad de ih d y de rib t. ” 6 o, lo que es lo mismo, las formas activa
y pasiva 7, respectivamente, de defender el Islam como uno más de los deberes del buen creyente.

comienzos de la expansión islámica que se repite durante todo el proceso de conquista y, muy
especialmente, en los territorios del Magreb y al-Andalus, último bastión occidental del Imperio y
territorio de frontera por excelencia.
4
Entendiendo por límites territoriales la línea terrestre, que oscilaba continuamente en función
de las conquistas y se encargaba de proteger los confines del territorio mediante la fundación de
fortalezas o castillos (h. isn,
. pl. h. us. n). Esta línea contaba con una organización mucho más militarizada
que la de las provincias interiores. Pero existía además otra línea, la marítima o costera, de la que vamos
a hablar a continuación. Sobre la frontera en su vertiente cristiano-musulmana, véase Pierre GUICHARD.
“La frontière dans l’Espagne médiévale”. Castrum, 4 (1992), 35-59; y también el excelente trabajo de
R.I. BURNS. “The Significance of the Frontier in the Middle Ages”. Medieval Frontier Societies. Ed.
Robert Barlett and Angus MacKay. Oxford: Clarendon Press, 1989, 307-330.
5
Nos permitimos el hacer uso del sugerente título del trabajo de Rafael AZUAR. “Atalayas,
almenaras y rábitas”. Al-Andalus y el Mediterráneo. Barcelona: Ludwerg, 1995, 67-76. La construcción
de rábitas, con el paso del tiempo y la aparición de nuevas necesidades de defensa, así como por la
evolución de su significado desde un sentido militar a otro mucho más espiritual, se fue propagando a
zonas del interior, como sucedió en el reino nazarí de Granada. Tanto en las Alpujarras como en el barrio
del Albaycín estas construcciones se incrementaron enormemente entre los siglos XIII al XV. El caso
del Albaycín ha sido estudiado primero por Luis SECO DE LUCENA. “De toponimia granadina”. Al-
Andalus, 16 (1951), 49-85 y, más tarde, a través de los libros de bienes habices, por Carmen
VILLANUEVA. “Rábitas granadinas”. Miscelánea de estudios árabes y hebraicos, 3 (1954), 79-86.
6
Míkel de EPALZA. “La costa mediterránea como frontera militarizada del Islam”. Al-Andalus
y el Mediterráneo. Barcelona: Ludwerg, 1995, 58. Véase, en este mismo sentido, Felipe MAÍLLO. “La
guerra santa según el derecho m lik . Su preceptiva. Su influencia en el derecho de las comunidades
cristianas del medievo hispano”. Studia historica, 1/2 (1983), 29-66. Véase, además, E. TYAN. s.v.
“djih d”, E.I., 2ª ed., t. 2, 1977, 551-553.
7
Como certeramente definiera el profesor Míkel de Epalza. “La costa mediterránea”..., 62. Es
la mejor manera de establecer la diferencia entre los mu hid n, aquellos que hacen el ih d activo, y

2
El rib t. , institución militar y religiosa a un mismo tiempo 8, con los primeros abbasíes
comenzó a designar un edificio fortificado. En el Corán 9, la práctica del rib t. suponía 10 ponerse
en disposición de recibir la ayuda divina –sobre todo en situaciones difíciles o de peligro para
el creyente–, lo que se conseguía mediante el cumplimiento más escrupuloso de los preceptos del
Islam. Esa disposición meritoria era el camino por el que los verdaderos creyentes buscaban
obtener los premios prometidos en el libro sagrado 11. El lugar de peligro más inminente para el
creyente era la frontera que le separaba de sus enemigos de fe; allí fue donde se asentaron los
rib t. .

El rib t. 12, como práctica y como institución, derivó o fue sustituido de alguna manera
en al-Andalus en la r bit. a, “recinto fortificado, bastión construido sobre el litoral para disuadir
al enemigo de atacar por mar” 13. Las de fundación más antigua parece que se remontan a la
segunda mitad del siglo IX, durante el gobierno del emir cAbd al-Rah. m n II, con motivo de las

los mur bit n, que hacen el rib t. pasivo (Ídem, 63).


8
J. CHABBI. s.v. “rib t. ”. Encyclopédie de l’Islam. Paris ; Leiden : Maisonneuve et Larose ; E.J.
Brill (en adelante E.I., 2ª ed.), v. 8, 1994, 510.
9
Corán 3, 200; 8, 11; 8, 60; 18, 10; y 18, 14.
10
Seguimos a Míkel de EPALZA. “La espiritualidad militarista del Islam medieval. El ribat, los
ribates, las rabitas y los almonastires de al-Andalus”. Medievalismo, 3 (1993), 15-16.
11
Míkel de EPALZA. “La costa mediterránea”..., 63.
12
Véanse, a este respecto, los clásicos trabajos de Jaime OLIVER ASÍN. “Orígen árabe de
rebato, arrobda y sus homónimos”. Boletín de la Real Academia Española, 15 (1928), 347-395 y 496-
542; y el de Leopoldo TORRES BALBÁS. “Rábitas hispanomusulmanas”. Al-Andalus, 13/2 (1948), 475-
491. Una buena recopilación bibliográfica sobre el tema puede verse en Francisco FRANCO SÁNCHEZ.
Rábita-s islámicas. Bibliografía actualizada. Alicante: Universidad de Alicante, 1997. Son
imprescindibles La rábita en el Islam. Estudios interdisciplinares, que recoge los trabajos presentados
a los congresos que sobre el tema se han venido realizando en San Carles de la Rápita en los años 1989
y 1997, bajo la dirección del profesor Míkel de Epalza; y el estudio más amplio y pormenorizado que se
ha llevado a cabo hasta el momento, realizado por la investigadora Carmen Martínez Salvador en su tesis
doctoral, El rib t. en el Mediterráneo occidental: Ifr qiya y al-Andalus. Dos ejemplos de religiosidad
(siglos IX-XI d.C.). Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 1995 (editado en microfichas), al que ya
hemos aludido con anterioridad.
13
Véase E.I., 2ª ed., v. 8, 1994, s.v. “r bit. a”, 372. Aunque el problema no es tan sencillo ni está
mucho menos solucionado, ya que la terminología de rib t. , r bit. a, zawiyya, al-munast r o algimia (de
al- mica, mezquita) resulta difícil de precisar al utilizarse indistintamente unas y otras con parecido
significado. Véase, a este respecto, la última aportación de M.ª Jesús Rubiera en el II Congreso de San
Carles de la Rápita, a cuyo contenido completo no hemos podido acceder.

3
incursiones de los normandos (los ma s 14 de las fuentes árabes) en las costas occidentales del
país, la primera de las cuales tuvo lugar en el año 229-30=844 15. Este primer ataque, que
comenzó por la ciudad de Lisboa y continuó hacia el sur, hasta la actual provincia de Cádiz, para,
seguidamente, remontar el cauce del Guadalquivir y alcanzar Sevilla, impulsó la creación de un
sistema de defensa costera, así como de una flota de guerra permanente preparada para rechazar
posibles nuevos ataques de allende el mar, especialmente provenientes del norte de África y de
los reinos cristianos por los que el país estaba rodeado 16.

En la política de organización del estado de cAbd al-Rah. m n II se impulsó notablemente,


como decimos, la fundación de rábitas en las costas andalusíes, imprescindibles para un buen
sistema de alerta, donde los mur bit. n permanecían de manera fija o temporal “sobre la frontera
entre la «morada del islam» (d r al-isl m) y la «morada de la guerra» (d r al-h. arb) como lugar

14
Traducimos normando siguiendo la acepción que del concepto ma s elaboró en su día José
Antonio Conde: “los árabes llamaban magioges a las gentes de los extremos del Norte de Europa y de
Asia, esto es, los de Gog y Magog: en Europa se conocieron con el nombre de nort-manos, o gentes del
Norte, los que, en este tiempo, bajando del Báltico y de la Noruega infestaron las costas de Alemania,
Francia, España, Italia y África” (José Antonio CONDE. Historia de la dominación de los árabes en
España, sacada de varios manuscritos y memorias arábigas. Valencia: Paris-Valencia, 1997, ed. facs.
de la ed. de Madrid, 1874, 74, nota 1).
15
Así lo recogen las fuentes árabes. Véase, como muestra, Ibn Hayy n quien, en su Muqtabis,
II-1, recoge con detalle el ataque, los daños infringidos a la población y las ayudas por parte del emir en
su auxilio (IBN HAYY N. Crónica de los emires Alhakam I y cAbdarrahm n II entre los años 796 y 847
(Almuqtabis II-1). Trad., notas e índ. por Mahm d Al Makk y Federico Corriente. Zaragoza: Instituto
de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2001, 312-316. Sobre este y otros ataques de los normandos
a la península Ibérica, véase Reinhart DOZY. “Les normands en Espagne”. Recherches sur l’histoire et
la littérature de l’Espagne pendant le Moyen Âge. Leiden: E.J. Brill, 1860, v. 2, 271-390; y el
indispensable Adan Kristofer FABRICIUS. Le prémière invasion des Normands dans l’Espagne
musulmane en 844. Lisbonne, 1892. Véase, además, Carmen MARTÍNEZ. El rib t. en el Mediterráneo
occidental..., 399 y ss. En el ámbito cristiano peninsular también quedó memoria de estas incursiones,
y así se refleja por ejemplo en el Concilio de Coyanza de 1055, celebrado por tanto cuando ya habían
pasado los terrores apocalípticos del año 1000, pero conteniendo muchos de los preceptos y normativas
anteriores, que reflejan precisamente esa situación crítica. Sobre el tema que nos ocupa se señala como
causa excepcional para poder viajar en domingo o en día festivo, entre otras, la defensa frente a las
incursiones de los normandos (Iluminado SANZ. “Iglesia y religiosidad”. Historia de España. Medieval.
La época medieval: Iglesia y cultura. Madrid: Itsmo, 2002, 65).
16
Jorge LIROLA. El poder naval de al-Andalus en la época del califato omeya. Granada:
Universidad de Granada, 1993, 111 y ss.. Nuevos ataques de los ma s en las costas de al-Andalus se
produjeron en el 244=858 y en el 247=861, encontrándose con una defensa bien organizada que repelió
los ataques con contundencia. Sobre el sistema defensivo y de alerta de las costas andalusíes, sus
orígenes y evolución, véase, Juan VERNET. Historia, astronomía y montañismo. Discurso leído en el
acto de su recepción pública. Madrid: Real Academia de la Historia, 1981.

4
propicio a las prácticas ascéticas, al perfeccionamiento espiritual y a la internalización [sic] de
la norma profética” 17. Esta política de rib t. directamente organizada desde el poder central
contribuyó a un sencillo pero eficaz sistema de control de posiciones en lugares estratégicos que
vinieron a ser, fundamentalmente y para el caso de las rábitas, las desembocaduras de los ríos.
Así, y partiendo desde el extremo sur-occidental de la Península y hasta el extremo nor-oriental,
en un lapso de tiempo no demasiado extenso 18, muy pronto existieron un buen número de ellas,
las más importantes las de Silves, la Rábida en Huelva, la R bit. a R t. a en Cádiz, las de
Fuengirola y Torrox, en Málaga, las de Xarfa y Albuñol, en Granada, la del cabo de Gata, en
Almería, las de las Dunas de Guardamar y la de Montgó, en Alicante, la del Grau, en Valencia,
y la de San Carles de la Rápita, en Tarragona 19. Esta organización, en principio básicamente
estratégica, acabó por formar una “tupida red de torres y atalayas” 20 para mantener la capacidad
defensiva durante el sultanato nazarí, ya en el siglo XIII y cuando los reinos cristianos dominaban
la situación en la Península, completada, además, con una flota pirática que actuaba sobre las
costas del levante cristiano con cierta capacidad ofensiva.

La fundación de la r bit. a R t. a se inscribe en el contexto de la organización defensiva del


litoral atlántico sur peninsular a raíz de los ataques de los ma s de finales del siglo IX, como
ya hemos visto. Un muy curioso vestigio de este hecho quedó en la denominación de la azucena
marina (bah. r ) o costera (r f ) que, según las fuentes árabes, era especialmente abundante en las
zonas de Rota y de Cádiz y que, al parecer y según esas mismas fuentes, llegó a denominarse
azucena normanda (s san ma s ) 21.

17
Maribel FIERRO. “Doctrinas y movimientos de tipo mesiánico en al-Andalus”. Milenarismos
y milenaristas en la Europa medieval. Logroño: Gobierno de La Rioja ; Instituto de Estudios Riojanos,
1999, 161, nota 6.
18
Entre finales del siglo IX y el XII. Véase el esclarecedor mapa que aporta Rafael AZUAR a
su estudio sobre las defensas costeras de al-Andalus en “Atalayas”..., 72.
19
De entre ellas las más antiguas son las que se fundaron en la desembocadura de los ríos más
importantes del país, o en zonas muy próximas, ejerciendo así un importante control sobre la costa (Ídem,
70).
20
Rafael AZUAR. “Atalayas...”, 75.
21
AB L-JAYR AL-IŠB L . Kit b cumda al-t. ab b f macrifa al-naba li-kulli lab b = Libro base
del médico para el conocimiento de la botánica por todo experto. Ed., notas y trad. por J. Bustamante,
F. Corriente y M. Tilmatine. Madrid: CSIC, 2004, v. 2, 743.

5
Situada en el extremo occidental de la entrada de la bahía de Cádiz, muy cerca de la
desembocadura del Guadalquivir, parece que en Rota existió algún asentamiento de fenicios y
griegos 22, aunque la realidad es todavía hoy incierta, mezclándose a veces su historia con la de
la propia Gades. Su privilegiada situación geográfica favorece el control de una amplia banda de
litoral desde la cual alertar, en caso de peligro y con bastante rapidez, a las provincias del interior,
especialmente a Sevilla y, desde allí, a Córdoba. Entre las vías de comunicación que había en al-
Andalus, parece que la costera gaditana fue bastante más utilizada que la terrestre –y
posiblemente más rápida–. Así, al menos, lo recoge al-Idr s en su tratado geográfico 23, cuando
dice que desde Algeciras hasta Sevilla hay dos caminos, el marino y el terrestre. El marino
comenzaba en Algeciras ( az rat al-Jadr
. ) y, seguía el litoral pasando por Aramla, la
desembocadura del río Barbate (nahr Barb t. ), el río Beca (nahr Beka), Sant B t. ur (Sancti Petri),
al-Qan t. ir (el lugar llamado de la Puente o El Puerto de Santa María), az ra Q d s (Cádiz),
R bit. a R t. a (Rota), al-Mas id (las Mezquitas, es decir, Chipiona o Sanlúcar de Barrameda) y,
finalmente, T. arbiš na (Trebujena), desde donde, remontando el Guadalquivir, se llegaba a Sevilla
24
.

La r bit. a de Rota, aún sin que podamos saber con exactitud cómo era originariamente,
se ajustaría bastante al modelo del rib t. de S sa, Túnez 25, actualmente considerado típico para

22
Son varias las teorías que sobre los orígenes de Rota se han barajado hasta ahora. Algunos la
han identificado con la antigua Eritrea, con Tartesio –la isla situada entre la desembocadura del
Guadalquivir y el arroyo del río Salado–, y con Cotinusa, que en griego quiere decir acebuchal (Véase
Escritos sobre Rota (1916-1936). Rota (Cádiz): Fundación Alcalde Zoilo Ruiz-Mateos, 2004, 61-67 y
79-82.
23
Escrito en el 548=1153. Utilizamos la traducción de José María Conde. Descripción de
España, de Xerif Aledris, conocido por el nubiense, Madrid, 1901, reeditada en ed. facsímil en el año
2003; esta es la que utilizamos. Otra versión es la de Jassim Abid Mizal, Los caminos de al-Andalus en
el siglo XII, según Uns al-Muh wa-rawd. al-fur (Solaz de corazones y prados de contemplación).
Madrid: Instituto de Filología, 1989.
24
Al-Idr s . Geografía..., 38-41. El camino por tierra partía igualmente desde Algeciras,
seguía por al-Rataba, el río Barbate, la alquería de N s na, la ciudad de Ibn al-Sal m (Grazalema),
abal Munt, la alquería de cAsl ka, al-Mud ’in, Da’irat al- am la y, finalmente, Sevilla. Sobre
las diversas posibilidades de identificación de estos topónimos, véase el minucioso trabajo de Juan
ABELLÁN. “Las vías de comunicación gaditanas en el siglo XIII”. Cádiz en el siglo XIII. Cádiz:
Diputación Provincial de Cádiz, 1983, 123-134.
25
La planta puede verse en Leopoldo TORRES BALBÁS.“El castillo del lugar de la puente, en
la isla de Cádiz”. Al-Andalus, 15/1 (1950), 211. El alzado en la 212.

6
este tipo de edificaciones y que, salvando las distancias, podemos ver todavía en la estructura del
actual Castillo de Luna 26. Este responde en su aspecto exterior, y con bastante claridad, a la
arquitectura militar islámica, aunque el paso de los siglos y, muy especialmente, la adaptación
a casa señorial durante la Edad Media, hace que presente añadidos posteriores –algunos tan
evidentes como los actuales vanos de las ventanas–. Pero el recinto exterior y la planta del
castillo, rectangular, con torreones en las esquinas y un quinto en el centro del lienzo oriental –en
dirección a La Meca 27–, sí responden a las características propias de las rábitas musulmanas 28.
Uno de los torreones, el situado en el muro sur, es decir, el que da hacia el Atlántico, sobresale
en altura del resto del conjunto a modo de torre vigía, cumpliendo de esta forma una clara
función de atalaya. Es muy posible que se trate además del lugar desde el que se avisaba a las
poblaciones cercanas, mediante diversas señales –entre las que cabe pensar en el encendido de
hogueras–, de la presencia de un peligro cercano 29. Muros y torres se muestran coronados por

26
En la actualidad es sede del Consistorio de la Villa; anteriormente sirvió de plaza fuerte y casa-
palacio de los Guzmán, por donación real, tras la conquista, al primer señor de la Villa, Alonso Pérez de
Guzmán, Guzmán el Bueno, en 1295. Posteriormente pasó a la casa de los Ponce de León, en 1303, como
dote de doña Isabel de Guzmán. Podemos ver una representación de su planta actual, en comparación con
las del rib t de Susa y del castillo de la Puente de San Fernando, en Mariano PÉREZ HUMANES.
Estancias en Rota. Historia de la Villa a través de sus monumentos, o Habitar después de entonces. Rota
(Cádiz): Fundación Alcalde Zoilo Ruiz-Mateos, 1995, 44; el autor plantea, además, una recreación de
su alzado en época musulmana obtenida desde la apariencia actual del rib t. de Susa, que se puede ver
en la página 59. Además, en las páginas 146-147 se advierte con claridad la situación de la r bit. a en el
conjunto fortificado de la Villa, así como su posición con respecto a la entrada de la bahía y la costa
atlántica.
27
En la reconstrucción a la que se alude en la nota anterior, justo en esta torre se sitúa una
cúpula, que correspondería a la del mihr b del oratorio.
28
Podemos ver un ejemplo bastante antiguo en el Qasr
. al-Hair al-Garb , cerca de Qarytayn, en
Siria, del 724-727. Descripción y planta de este edificio en Alfonso JIMÉNEZ MARTÍN. El arte
islámico. Madrid: Historia 16, 1999, 134-135. La similitud entre los castillos sirios de época omeya y
los que se establecen en el norte de África por los musulmanes, aún admitiendo el influjo de modelos
bizantinos, es mencionada por Georges MARÇAIS. El arte musulmán. Madrid: Cátedra, 1985, 70.
29
Función explicada, en otros, por Miguel ASÍN. “Origen árabe de rebato”..., 361. La
reconstrucción anteriormente mencionada de la r bit. a de Rota sitúa en esta torre un alminar siguiendo
el ejemplo de Susa. Pero si aprovechamos la descripción de la r bit. a de Albuñol, en la costa de Granada,
que aparece en la Relación del estado [...] de la rabita del Buñol, elaborada tras la visita de Ramiro
Núñez de Guzmán en 25 de noviembre de 1526, podemos deducir que existió también en Rota una torre
del homenaje de gran envergadura y diferente de la “torrecilla” que interpretamos como el alminar y que,
según esta fuente, “está en lo çercado desta fortaleza [de Albuñol] ques [...] de tienpo de moros”, que
además, en otra fuente, se asocia a una “casa de devoción” que también se encontraba en el lugar (Aprox.
1526. Archivo General de Simancas (Valladolid). Cámara de Castilla. Diversos. Leg. 44, doc. 5, 24r-
25v.; Castillos y fortalezas del antiguo Reino de Granada. Ed. Mariano Alcocer Martínez. Valladolid:

7
merlones rematados de pequeñas pirámides, elementos propios de las edificaciones militares
islámicas en la Península al menos desde el siglo X 30. La distribución interna del castillo se
caracteriza por la disposición de las estancias en torno a un patio central porticado, en dos
plantas, siguiendo los ejemplos ya citados de Túnez y de Siria, aunque las series de arcos actuales
son de estilo mudéjar -arcos de medio punto semicirculares, inscritos en alfiles y sostenidos por
robustas columnas dispuestas sobre anchos plintos y rematadas por capiteles geométricos-. La
entrada principal se encuentra en el lado norte del castillo, a espaldas del mar, a resguardo de las
invasiones marítimas y del viento levante, con acceso en recodo, sistema defensivo muy
característico de las fortalezas musulmanas. Sobre el elemento constructivo del edificio podemos
citar a José Gestoso: “los torreones están construidos con piedras arenisca y calcárea del mar, la
cual vése empleada en las cadenas de ángulos, y el paramento de los muros es de sólido
hormigón muy cuajado de piedrezuelas” y llegan a alcanzar los tres metros de grosor 31.

En los trabajos de restauración del Castillo, que comenzaron a finales de los años 80 y
principios de los 90, quedaron al descubierto otros rasgos inequívocos del origen islámico de su
construcción 32. Así, por ejemplo, el acceso principal, antes de la restauración, mostraba un arco
de medio punto algo deprimido, con línea de imposta bien marcada, de dovelas irregulares de
recia sillería, con la clave sobresaliendo ligeramente de la línea del trasdós sobre el resto del
conjunto, pero sin más rasgo determinante. El salmer está formado por una cuña bien encajada
en el muro de las jambas a ambos lados del arco, que tiene cierta apariencia de arco de descarga,
sin serlo. La puerta se abre en profundidad con una bóveda de medio cañón que se sustenta por
un nuevo arco abierto al fondo de similares características al exterior. El carácter monumental

Maxtor, 2005, ed. facs. de la de Tánger, 1941, 1-3).


30
Georges MARÇAIS. El arte..., 125.
31
José GESTOSO PÉREZ. Apuntes históricos-descriptivos de la Iglesia y del Castillo de la Villa
de Rota. Rota (Cádiz): Fundación Alcalde Zoilo Ruiz-Mateos, 1995, 56. Esa característica arenisca y
piedra calcárea de la costa se conoce en la zona como piedra ostionera, por presentar incrustaciones de
las valvas de los moluscos conocidos en la zona como ostiones. Las dimensiones del edificio pueden
verse en José GESTOSO. Apuntes..., 60; y, actualizadas, en Mariano PÉREZ. Estancias..., 53-54 y 56.
32
Algunas de las fotografías del antes y el después de las labores de restauración están
publicadas en José Antonio MARTÍNEZ RAMOS. El castillo-palacio de Luna. Entre la historia y la
leyenda. Rota (Cádiz): Excmo. Ayuntamiento de Rota, 1999. La imagen de la puerta principal a la que
aludimos en el texto corresponde a la página 18.

8
de la puerta, construida en sólida sillería, bien labrada, contrastaba fuertemente con la
mampostería del resto del lienzo y reforzaba la nobleza de la que se pretendía dotar al ingreso
principal del edificio.

Otros antiguos vestigios que salieron a la luz en los trabajos de restauración y que
corroboran la factura musulmana del Castillo son los de la torre del Aljibe –también llamada de
Safat-Dola–, que recibe su nombre por el depósito de agua que hubo en ella durante la
dominación musulmana 33. Esta torre cuenta con una puerta lateral flanqueada a su derecha por
otra torre maciza “con la que forma ángulo, de forma que el asaltante, con el escudo protector
situado en el brazo izquierdo, presentaba el diestro a los defensores situados en el adarve [...];
tratábase con esta disposición de dificultar la entrada al enemigo que hubiera conseguido forzar
la puerta exterior, permitiendo batirle en el recodo del estrecho paso, no sólo de frente, sino a
través de buhardas abiertas en la techumbre” 34.

A estas puertas con evidentes trazas islámicas, probablemente emirales, como a la mayor
parte del edificio, se les ha privado de su especial impronta hispano-musulmana a causa de una
restauración nada rigurosa y menos respetuosa con el patrimonio histórico-artístico que
representa el monumento. Puede decirse de la “vara de medir” del restaurador lo mismo que en
su día afirmó, con oportuno sentido crítico, Serafín Fanjul sobre el afán “civilizador” que sobre
otras culturas impone la europea, pues en esta intervención parece que una vez más “se partía del

33
La autosuficiencia, es decir, la capacidad de sostenerse durante el mayor tiempo posible por
sus medios, sobre todo en tiempo de asedio, es una nota característica del rib t. como sistema de defensa.
Este depósito de agua es más que posible que sea el que aparece en las fuentes árabes, destacado por la
fama de sus propiedades maravillosas. Al-H. imyar (ss. XIII-XIV) dice que “es un pozo de construcción
antigua, que data de la Antigüedad; se puede descender, hasta el nivel del agua, para subirla. Siempre que
hay gente en Rota y se reúnen allí en rib t. , el nivel del pozo sube, y el agua aumenta, de tal forma que
se puede sacar el agua a mano simplemente a la altura del suelo de alrededor y sin el menor esfuerzo;
cuando los visitantes se van y ya no queda mucha gente, el agua baja a un nivel tal que hace falta toda
la cuerda del cubo para alcanzar el agua” (Kit b al-rawd. al-mict. r. Trad. Pilar Maestro González.
Valencia, 1963, 211-212). Un autor anónimo de los siglos XIV-XV da la misma versión pero añade
elementos aún más fantásticos, como “una escalera por la que se puede bajar a pie o a caballo desde su
comienzo hasta el último peldaño, a cuyo nivel se encuentra el agua” (Dikr bil d al-Andalus = Una
descripción anónima de al-Andalus. Ed. y trad. de Luis Molina. Madrid: CSIC, 1983, v. 2, 70-71).
34
José Antonio MARTÍNEZ. El castillo-palacio de Luna..., 61-62. Un acceso semejante a este
lateral descrito en el rib t de Rota puede verse en la famosa rábita de Monastir, en Túnez. No es nuestro
propósito abordar en estos momentos este tema con profundidad por motivos de espacio y oportunidad.
Sirvan estos párrafos de introducción al tema y, en cualquier caso, de preámbulo a un futuro trabajo más
extenso y profundo.

9
axioma de que la europea era la vara indiscutible -y única- para medir otras culturas ” 35; claro
que mucho habría que decir, por otra parte, sobre el sentido de lo “europeo”, que en todo caso
trasciende la corta visión de las arquitecturas continentales representadas en nuestros
“eurobilletes”.

Podemos recrear la vida en la r bit. a pues, con bastante probabilidad, sería como la de
cualquier otra en al-Andalus o en el Magreb 36. Con una dedicación eminentemente defensiva,
los mur bit. n asentados en Rota alternarían la vigilancia del litoral atlántico y la entrada de la
bahía de Cádiz con el celo espiritual. El acudir a un rib t. era considerado como un servicio a
Dios y al Islam. La vida era austera y se dedicada fundamentalmente a la realización de ejercicios
piadosos y, muy especialmente, a la oración y a la lectura continuada del Corán. El aparente
retiro se vería salpicado de visitas de curiosos, peregrinos, viajeros o de las gentes piadosas de
los alrededores que proporcionaban alimentos u otros artículos para satisfacer las necesidades
básicas de los morabitos o, simplemente, acudirían al amparo de la fortaleza en momentos de
peligro. También era frecuente la presencia en estos bastiones del Islam de sufíes de vida errante
que eran atraídos por el halo de santidad de sus compañeros o por la fama del lugar. A nuestra
R bit. a R t. a acudió, por ejemplo, en el 590=1193, el místico Ibn cArab , durante su último viaje
por tierras andalusíes. Había salido de Salé y desembarcó en Beca 37, en cuya mezquita se le
apareció por tercera vez al-J dir,
. a quien contempló, junto con sus compañeros de viaje, elevarse
en el aire con la esterilla que había en el mihr b y que había extendido para rezar las preces tras

35
Serafín FANJUL. “Eurocentrismo y arabismo”. Anaquel de estudios árabes, 2 (1991), 264.
36
Sobre la vida en los rib t y en las rábitas, véase Manuela MARÍN. “La vida en los rib t. de
Ifr qiya”. La rábita califal de las dunas de Guardamar (Alicante). Coord. Rafael Azuar. Alicante:
Diputación Provincial de Alicante, 1989, 199-207; de la misma autora, las páginas de acercamiento al
sufismo y a los sufíes en su Individuo y sociedad en al-Andalus. Madrid: Mapfre, 1992, 112-135; y las
imprescindibles del padre Félix M.ª PAREJA. La religiosidad musulmana. Madrid: Biblioteca de Autores
Cristianos, 1975, 289-345 y, muy especialmente, 336-340, donde el Padre habla del modo de vida de los
sufíes. En esencia, podemos señalar que llevaban una vida cenobítica, empleando el término en el sentido
amplio en que lo hace Iluminado Sanz: “la asociación voluntaria basada en ideales religiosos” (Iluminado
SANZ. “Iglesia y religiosidad...”, 53).
37
Entre los actuales términos municipales de Conil de la Frontera y Vejer de la Frontera, hoy
desaparecida y que ya en tiempos de Ibn cArab se encontraba en ruinas. Véase, Juan ABELLÁN. “El
despoblado de Beca”. Estudios de historia y de arqueología medievales, 5-6 (1985-86), 361-368.

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la oración ritual del mediodía 38. Desde allí siguió por la costa para dirigirse a Rota, “lugar al cual
acostumbran a ir en peregrinación los santos que hacen vida eremítica” 39, adonde quería llegar
sin más dilación para hacer allí la oración en común de los viernes. Llegado a su destino y en
palabras del propio Ibn cArab : “entré, pues, en la mezquita principal e hice dos reverencias
litúrgicas. Aquella mezquita es un santuario muy devoto, al cual concurren las gentes piadosas
que aspiran a la santidad. Es demás hermoso convento o rápita, que tiene fama de ser lugar de
bendición. En él me había ocurrido a mí un memorable suceso. No había pasado mucho rato,
c
cuando había llegado también allí este místico, Ab Abd All h b. Ašr f. Así que penetró en la
mezquita, levantáronse y se dirigieron hacia él aquel asceta giróvago (cAbd al-Sall m) y su
compañero (Muh. ammad b. al-H. a ). Saludáronse y diéronsele a conocer. Yo, entre tanto, estaba
recostado en la mezquita, dándome golpes de pecho y cantando un verso. Entonces, Ibn Ašr f
vino a mí, y haciéndome levantar, me dijo: «¿Quieres guardar el incógnito?». Yo le respondí:
«Para eso, tú eres el que debes procurarlo». Y sucedió como se lo dije. Efectivamente, cuando
al poco rato vino a mí el jefe del pueblo a invitarme a que desayunase en su casa y a que llevase
conmigo a quienes yo quisiera, díjome Ibn Ašr f: «No comas nada de ese convite, pero lleva a
él a todos estos pobres mendicantes, y así que hayan comido, ven tú y desayunarás conmigo».
Hícelo así, y durante el desayuno me refirió muchas cosas y me prometió que lo volvería a
encontrar en Sevilla. Permanecí después allí con él durante tres días, y luego me marché, no sin
que me predijese, letra por letra, todo cuanto me había de suceder después que nos separásemos”
40
.

Y es que la r bit. a de Rota gozaba de gran fama y prestigio en el Islam andalusí desde
épocas tempranas. Ya hacia la segunda mitad del siglo X se menciona en la fuentes árabes a un

38
Miguel ASÍN PALACIOS. El Islam cristianizado. Estudio del sufismo a través de la obra de
Abenarabi de Murcia. Madrid: Hiperión, 1981, 72-73.
39
Ibídem.
40
Miguel ASÍN PALACIOS. Vida de santones andaluces. La “Epístola de la santidad” de Ibn
c
Arabi de Murcia. Madrid: Hiperión, 1981, 139-145; otra versión en, IBN cARAB . Sufis of Andalusia.
The Ruh al-quds and al-Durrat al-fakhira. Translated with introduction and notes by R.W.J. Austin.
London: George Allen & Unwin, 1971, 116-121. Cuando Ibn cArab habla de la mezquita de Rota parece
que se refiere al oratorio de la r bit. a.

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Tar f de Rota, seguidor de la corriente filosófica neoplatónica y sufí de Ibn Masarra de Córdoba
41
. El famoso geógrafo almeriense al-Zuhr , en su obra cosmográfica escrita en el siglo XII, se
hace eco de la importancia del lugar: en Rota “existe una gran rábita, sobre la que dijo el alfaquí
Ab Muh. ammad cAbd al-Malik Ibn H. ab b: «a quien se hace morabito en ella y practica el ayuno
le son perdonadas sus faltas durante sesenta años» y es autor de un gran libro en su honor” 42.

Quien conoce Rota, las excelencias de su suelo, abundante en buenas cosechas crecidas
sobre arenas ubérrimas, los cardúmenes de excelentes pescados que se extraen de sus aguas y las
sutilezas que ofrecen sus corrales marinos, la bondad de su clima sólo alterado los días de fuerte
levante y durante los temporales del rudo invierno -siempre hosco en aguas atlánticas-, puede
bien imaginarse las posibilidades de elevación espiritual que ofrecía el retiro en su r bit. a. La
contemplación del océano, tan dada a profundas meditaciones ya esté en sus días plácidos de
serena quietud, ya en sus horas de desatados huracanes que nos dejan a su entera merced y nos
devuelven a nuestro humilde estado, debió de inspirar sin duda los pensamientos mejores de los
maestros sufíes, como antes había inspirado al griego Posidonio (ca. 135-150 a.C.) en sus
observaciones durante el viaje a Gades para contemplar los ciclos lunares y su influencia sobre
las mareas, a fin de reforzar la elevada teoría de la sympátheia según la cual “todos los
fenómenos geográficos y geodésicos se determinaban por la acción común de las fuerzas
siderales y terrestres, reconociendo como causa principal la centralidad de la Tierra en el sistema
del movimiento giratorio del Sol” 43. Resulta atractivo pensar que Ibn cArab tuvo en mente los
depurados versos de su poema Pleamar cuando contemplaba también desde Rota las fuertes
mareas de la bahía de Cádiz: “Dijo el peregrino: ‘Luego se me hizo ascender, cuando me separé

41
Miguel CRUZ HERNÁNDEZ. Historia del pensamiento en el mundo islámico. Tomo 1. De
los orígenes hasta el siglo XII. Madrid: Alianza, 1981, .
42
AL-ZUHR . El mundo en el siglo XII. Estudio de la versión castellana y del original árabe
de una geografía universal: el tratado de al-Zuhr . Ed. y trad. de Dolores Bramons. Sabadell
(Barcelona): Ausa, 1991, 158. En nota, la editora aclara que Ibn H. ab b fue tradicionista y jurista del siglo
IX, “uno de los más importantes propagadores del m likismo en al-Andalus [...]; el libro aquí aludido
es el inédito T rij”. Este autor ha sido estudiado por Jorge AGUADÉ. “De nuevo sobre cAbd al-Malik
b. H. ab b”. Actas de las II jornadas de cultura árabe e islámica, 1980. Madrid: IHAC, 1985, 9-16; y, del
mismo autor, “El «Libro del escrúpulo religioso» (Kit b al-Warac) de Abdalmalik b. H. ab b”. Actas del
XII congreso de la UEAI (Málaga, 1984). Madrid, 1986, 17-34.
43
Vasilis TSIOLIS KARANTASI. La geografía antigua. Madrid: Arco Libros, 1997, 50-51.

12
del agua, hacia el primer cielo” 44.

44
IBN cARAB . “Pleamar”. El lenguaje de las alusiones. Amor, compasión y belleza en el
sufismo de Ibn cArab . Ed. y trad. de Pablo Beneito. Murcia: Editora Regional de Murcia, 2005, 196-198.

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