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CURSO ON LINE MÉTODO CASTAGNETO

Capítulo 1: Saber leer (primera parte)

ACTVIDAD 1
Consigna

Texto: “Con madera de la buena”, de Héctor Guyot. Diario La Nación


https://www.lanacion.com.ar/2048305-luis-landriscina-con-madera-de-la-buena

1. Leer atentamente el texto. (Disponible en el link o este archivo)


2. Una vez terminada la lectura, leer el texto por párrafos y anotar en
hoja aparte la idea principal de cada párrafo con nuestras propias
palabras.
3. Al finalizar el ejercicio, debieran quedarnos en total 7 ideas principales,
una por cada uno de los párrafos que hay en el texto.

CON MADERA DE LA BUENA 30 de julio de 2017

De chico, Luis Landriscina quería ser carpintero. Y esperó durante años el


regalo que su padre un día le prometió: un juego de herramientas. Sin embar-
go, la promesa caería en el olvido a medida que la figura de aquel ex combati-
ente de la Gran Guerra se esfumaba hasta perderse, luego de que su esposa
muriera en un parto. Este hecho, ocurrido cuando Luis no había cumplido aún
dos años, marcó la disgregación de la familia. Séptimo de ocho hermanos,
Luis dejó entonces Colonia Baranda, Chaco, para irse a vivir con dos hermanas
suyas a un pequeño pueblo de Santa Fe, hoy conocido como Pedro Gómez
Cello. Allí los recibieron sus padrinos, Santiago Toribio Rodríguez y su mujer
Margarita, dos españoles de León que los criaron como hijos propios. Ellos
preservaron mi inocencia y me inculcaron los valores que tengo, dice
Landriscina, mientras muestra el fondo de pantalla de su celular: una imagen
de él a los cinco años, junto a sus hermanas y sus padres adoptivos.

Cuando supo que la promesa de su padre jamás se cumpliría, Luis pidió de


nuevo el regalo pendiente, que finalmente llegó una mañana de verano, el
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Capítulo 1: Saber leer (primera parte)

día de Reyes. Con 9 años, deslumbrado, abrió una caja de madera que
contenía un serrucho, una tenaza, un formón y un martillo. No te los trajo un
rey mago, sino una reina maga, deslizó Margarita, acaso para abrirle los ojos
con delicadeza y sin dolor a aquel niño que aún creía en un mundo de fantasía.

Esas herramientas se perdieron con los años, menos el martillo. Por alguna
razón, el niño lo reforzó con la ayuda del herrero del pueblo, que cambió el
mango de madera original por un cabo de hierro. Así se hizo fuerte, tal como se
iba haciendo fuerte sin advertirlo ese chico al que le encantaba acompañar a su
padrino en sus recorridas por el obraje maderero que manejaba. Allí aprendía a
distinguir los sonidos de los hachazos sobre quebrachos enormes, que debían
ser volteados en yunta. Un hacha golpeaba hacia arriba, la otra hacia abajo, y
cuando el árbol se rendía los dos hacheros lanzaban un sapucai que repicaba en
todo el obraje.

Me gustaba hacer las cosas que hacían los grandes cuenta Luis. Por entonces
no había superhéroes, y el héroe a imitar era tu viejo. En mi caso, mi padrino. Yo
no conocí otra ternura que la de ellos. Además de quererlo, a mi padrino lo
admiraba. Este es mi hijo, me presentaba a los hacheros. Tiene otro apellido,
pero es mi hijo. Yo nunca me fui a dormir sin un beso en la frente.

Landriscina se reencontraría con su padre biológico en los años 70. Una tarde
recibió una carta suya en Canal 13, donde grababa un programa con libro de
Gius. Se vieron en Resistencia, Chaco. Fue un encuentro raro. Me alegró, pero
abracé a un extraño. Nos había dejado con los padrinos para que tuviéramos
una buena educación, dijo. Le organicé una fiesta con mis hermanos para que
muriera tranquilo, sin cargo de conciencia.

Luis tuvo una educación. Cuando terminó el secundario, su padrino le dio un


dinero que había estado ahorrando. Menos cura y abogado, lo que quieras, fue
su consejo, aunque en secreto quería que Luis se hiciera contador. Luis le dio el
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gusto. Sólo que en lugar de números se puso a contar historias, un arte que
empezó a despuntar en el secundario, con el estímulo de sus maestras, y en el
que descollaría. El cuento es un viaje. Si el viaje no es entretenido, el pueblo a
donde vas queda lejos. Lo mío es pintar en el aire con palabras.

Landriscina toma el martillo con mango de hierro. Habla de la bondad y la


nobleza de Santiago y Margarita y de pronto queda en silencio. Todo recuerdo
es presente, escribió el poeta Novalis. Me digo que la entrevista ha terminado,
pero Luis agrega: La patria es la infancia, que es el lugar adonde uno quiere
volver, esté donde esté.

Por: Héctor M. Guyot

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