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Desafíos de Los Feminismos Plurinacionales - ClaudiaKorol
Desafíos de Los Feminismos Plurinacionales - ClaudiaKorol
Las mujeres “cuidadoras de la vida” siempre hemos participado de luchas históricas por
la defensa del territorio, el ambiente, las comunidades. En el andar, fuimos aprendiendo
que el primer territorio a defender es el de nuestros cuerpos. Fuimos aprendiendo
también que el cuidado de la vida de las mujeres es una lucha imprescindible, que
muchos de los compañeros de los movimientos populares no la consideran necesaria o
prioritaria. Incluso con dolor aprendimos que en algunos casos hay que defender
nuestras vidas de esas personas que considerábamos compañeros.
Una gran parte de nuestras luchas suceden en los territorios que habitamos, frente a la
agresión violenta a los mismos de las políticas extractivistas que los vienen destrozando.
Nos preguntamos por qué los gobiernos, incluso muchos que se llaman progresistas, no
dudan en lastimar a la tierra, en entregar a poderes mundiales capitalistas los bienes
comunes que los pueblos cuidaron por siglos. Nos preguntamos cómo no existe una
conciencia mundial ambiental, frente a las lógicas capitalistas que contaminan,
destruyen, matan. Sabemos que la lógica del capitalismo es la obtención de la máxima
ganancia. Pero esto debería tener un límite cuando para ello se destroza la vida del
planeta que habitamos. Aprendimos que el capitalismo no tiene límites. Que los límites
los ponemos los pueblos, y que las mujeres estamos en la primera línea de esas batallas
por la vida.
Fuimos entendiendo también, que el extractivismo es una de las modalidades de
explotación del capitalismo, que a lo largo de la historia fue despojando a nuestros
pueblos de los bienes comunes para hacerlos riquezas privadas de unos pocos.
A través de distintas formas de movilización, de comunicación y educación popular, y
desde prácticas cotidianas diversas, las mujeres hemos resistido a las políticas
extractivistas y a todas las formas de violencia que sostienen y reproducen la
necropolítica patriarcal, capitalista, colonial.
Además de poner los cuerpos frente a las topadoras, o en piquetes en las rutas, o en
movilizaciones frente a las instituciones del poder político, para impedir la destrucción
de los territorios, de las comunidades, el saqueo de los bienes comunes, hemos
propuesto también miradas críticas sobre el extractivismo, como una modalidad de
acumulación de superganancias capitalistas, a costa del disciplinamiento represivo de
todas las dimensiones de la vida. Extractivismo entonces, es este capitalismo salvaje,
brutal. Es el despojo de los pueblos. Es el terrorismo del estado y de las transnacionales,
frente a la naturaleza y a los pueblos.
¡Despertemos humanidad!
Las mujeres originarias de este continente, saben bien que el capitalismo europeo se
enriqueció a partir del saqueo colonial de los territorios que habitaban, y que para
hacerlo exterminaron a los pueblos, o los esclavizaron para las duras tareas de extraer el
oro, la plata, y otros productos del saqueo. Las mujeres indígenas, y las negras
esclavizadas, saben que el trabajo en las minas, demoledor, letal, fue realizado por los
pueblos sometidos a servidumbre y esclavitud. También saben que las tareas de cuidado
de las casas, la limpieza, la atención de niños, niñas, ancianxs, fue siempre trabajo de las
mujeres apropiadas por los conquistadores, como parte de las riquezas ganadas en sus
invasiones y guerras.
Los feminismos plurinacionales tenemos memoria ancestral. Entendemos entonces que
el extractivismo es resultado de un sistema económico, político, social, basado en la
mercantilización y explotación desenfrenada de la naturaleza y de las personas.
Berta Cáceres, líder de COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e
Indígenas de Honduras), dijo al recibir el Premio Goldman, en 2015: “¡Despertemos!
¡Despertemos humanidad! Ya no hay tiempo. Nuestras conciencias serán sacudidas por
el hecho de estar solo contemplando la autodestrucción basada en la depredación
capitalista, racista y patriarcal.
El Rio Gualcarque nos ha llamado, así como los demás que están seriamente
amenazados en todo el mundo. Debemos acudir.
La Madre tierra militarizada, cercada, envenenada donde se violan sistemáticamente
derechos elementales nos exige actuar.
Construyamos entonces sociedades capaces de coexistir de manera justa, digna y por la
vida. Juntémonos y sigamos con esperanza defendiendo y cuidando la sangre de la
tierra y de sus espíritus.”
El llamado de Berta resuena cada vez con más fuerza. Su crimen, ha intentado ser
ejemplificador, para que las mujeres salgan de la primera línea de enfrentamiento a este
sistema perverso. Sin embargo las luchas no han cesado, porque son luchas esenciales.
En Honduras, el río Gualcarque sigue libre. No han podido represarlo, a pesar del
crimen de Berta.
Del mismo modo, los enfrentamientos al capital se amplían en todo el Abya Yala,
donde el extractivismo se ha profundizado a partir de la década de los noventa, en la
medida en que las políticas neoliberales basadas fundamentalmente en las
privatizaciones ya estaban tocando sus límites. Se comenzó desde entonces a hacer más
intensivo en el reparto del mundo la extracción de minerales -destruyendo a través del
fracking por ejemplo, los lugares donde se encontraban-. Se continúa la destrucción de
los bosques, el represamiento de los ríos, produciendo daños irreversibles a la
naturaleza, contaminado el aire, los suelos, las fuentes hídricas y provocando grandes
pérdidas de biodiversidad. Para ello se violaron sistemáticamente los derechos de las
comunidades que habitaban los territorios afectados, se reprimió a quienes los
defienden, se destruyen sus formas de vida y economías tradicionales, convirtiéndolas
en dependientes de los mercados externos.
Las empresas -principalmente transnacionales-, en complicidad con los Estado Nación
que las apañan, apelan a todas las violencias para ejecutar sus políticas, provocando la
pérdida de soberanía política, la violación a leyes y acuerdos internacionales, como el
derecho a la consulta previa, libre e informada de las comunidades afectadas por esas
políticas, el despliegue de la corrupción para comprar las voluntades de políticos,
jueces, legisladores, medios de comunicación, en el control de la sociedad, y en la
militarización.
Estas políticas extractivistas afectan especialmente a las mujeres. Los impactos de las
políticas extractivistas de destrucción de la naturaleza significan daños a la salud de las
personas, de las comunidades, y daños al ambiente. Esto se agrava al conjugarse con las
políticas capitalistas neoliberales que han privatizado los servicios de salud, que
avanzaron en la instalación de la agroindustria que vuelve tóxico el sistema alimentario,
que se enriquecen con la monopolización y acaparación de tierras, desplazando a los y
las campesinas, y con la precarización del trabajo que hace más vulnerables a los
sectores empobrecidos, debido a la pérdida de derechos (a la alimentación saludable, a
la vivienda digna, a la tierra, al trabajo, a la educación, a la salud, etc.).
Así como en las dictaduras de los 70 las mujeres estuvieron en la primera línea de la
resistencia, en las luchas actuales en defensa de los territorios, contra los crímenes de
jóvenes en los barrios, en la búsqueda de las mujeres desaparecidas por las redes de trata
de personas, en la exigencia de justicia frente a los femicidios, en los cuidados de los
ríos, de los bosques, de la biodiversidad, las mujeres marchan al frente, se levantan,
creando las bases de la revolución feminista. Frente a la feminización de la pobreza, la
respuesta es la feminización de la resistencia.
Los femicidios territoriales de hermanas de lucha como Berta Cáceres, en Honduras,
Macarena Valdes en Chile, Marielle Franco, Nilce Magalhaes Souza (Nicinha) y Dilma
Ferreira en Brasil, Cristina Bautista en Colombia, Bety Cariño en México, entre tantas
otras compañeras asesinadas por cuidar los territorios rurales, indígenas, campesinos,
las villas, favelas, y poblaciones, así como la criminalización de hermanas como Lolita
Chávez en Guatemala, la machi Francisca Linconao en Wallmapu, Miriam Miranda en
Honduras, y todas las compañeras perseguidas en distintos territorios, son un dato más
de este tiempo peligroso para la vida y para la libertad.
Si miramos los datos del informe de la organización Global Witness, en el 2017, el 60%
de los asesinatos de personas defensoras de la tierra y el ambiente en el mundo ha
ocurrido en América Latina1, siendo los países con cifras más altas Brasil, Colombia,
Honduras, Guatemala, Perú y Nicaragua.
La criminalización de las y los defensores de la tierra y el ambiente, constituye una de
las principales estrategias implementadas por empresas transnacionales y los Estados
para frenar las resistencias contra los megaproyectos extractivos. Esto constituye uno de
los principales desafíos de los feminismos populares, plurinacionales, territoriales.
¿Cómo fortalecer las redes solidarias, para impedir que continúe este exterminio? Hay
un guión que vienen repitiendo en los distintos países, especialmente cuando se trata de
quitar del medio a las mujeres defensoras, que cuidan la vida hasta el final. Todos los
prejuicios sembrados por la cultura patriarcal y colonial, el machismo, el racismo, se
utilizan intensamente para sembrar dudas sobre estas mujeres, que suelen ser fuertes,
libres, autónomas. Se trata de descalificarlas, estigmatizarlas, difamarlas, intentando si
es posible que ellas mismas se desanimen, y si no que la familia actúe para frenarlas. Es
muy común tanto la amenaza a los hijos e hijas, como tratar que los mismos sientan
vergüenza por las acciones de sus madres, o miedo por la mirada que les devuelven en
sus comunidades. Si todo esto no funciona, están las amenazas de muerte, la siembra del
miedo, la prisión, la expulsión del territorio, hasta el crimen mismo.
En el Tribunal Ético Feminista organizado por Feministas de Abya Yala, que realizó un
Juicio a la Justicia Patriarcal, quedó en evidencia el rol patriarcal y colonial del sistema
de justicia, que brinda “seguridad jurídica” y el blindaje necesario a las empresas, a los
capitalistas, a los Estados, mientras persigue a quienes defienden los territorios y da
impunidad a sus agresores2.
Pero las políticas extractivistas no sólo agreden de manera directa a las mujeres
defensoras. También hay modos de disciplinamiento patriarcal que están entramadas en
esas experiencias. En contextos de explotación minera, petrolera, de instalación de
hidroeléctricas, de avance del agronegocio, existe una ‘masculinización’ de los
territorios en la que se reconfiguran los espacios de vida comunitarios alrededor de los
deseos y valores de una masculinidad hegemónica. Recrudece en consecuencia la
violencia patriarcal, y crecen las desigualdades de género. Esto se expresa, entre otros
modos, en el aumento de las tareas de cuidado que realizan las mujeres, en el
incremento de la violencia sicológica, física, económica, sexual, de quienes se creen con
derechos de propiedad sobre las vidas y los cuerpos de las mujeres; en el incremento de
la explotación sexual de las mujeres, trans, travestis, niñas, niñes –coincidiendo en
muchos casos las rutas de los megaproyectos extractivistas con las rutas de la trata de
personas-; la pérdida de la autonomía, el deterioro de la salud física y emocional; la
1
https://www.globalwitness.org/en/campaigns/environmental-activists/a-qu%C3%A9-precio/
http://www.biodiversidadla.org/Documentos/Sentencia_del_Tribunal_Etico_Feminista._Juicio_
a_la_Justicia_Patriarcal
pérdida de posibilidades de una alimentación saludable; los ataques a la identidad
cultural y el desprecio por los saberes ancestrales de las mujeres.
“La revolución es ahora, porque al calabozo no volvemos nunca más”. Lohana Berkins
“¿Cuándo será el día en que algunas de nuestras chicas trans muera de vieja, sin que
nadie la haya expuesto a la violencia consentida por los discursos de una sociedad
ignorante y miedosa, que no acepta que la identidad es una construcción social, que
nada tiene que ver con lo natural, que acepte la diversidad como una riqueza, que
rompa con la concepción de un sujeto ‘normal’?”. Diana Sacayan
Compañeras como Lohana, Maite, Diana, activistas travestis feministas, junto a muchas
otras compañeras travestis, trans, lesbianas, bisexuales, nos enseñaron que la lucha
feminista, la revolución feminista, no depende de la biología. Habitamos distintas
corporalidades y elecciones sexuales, que son parte de la lucha antipatriarcal. Las
distintas identidades sexuales, tienen también una profunda interacción con identidades
culturales, de pueblos, de relaciones con la tierra, con la naturaleza, con las
cosmovisiones.
Los debates producidos en los Encuentros de Mujeres de Trelew y La Plata, que
posibilitaron que el próximo Encuentro en San Luis sea Plurinacional, también pusieron
en el centro la necesidad del reconocimiento de la pluralidad de cuerpos y experiencias
que habitan nuestros feminismos. Esto significa superar las perspectivas biologicistas,
deterministas, que pretenden negar los aportes de los feminismos recreados en los
cuerpos travestis y en otros cuerpos diversos. Todos los corralitos, todas las fronteras,
las vamos rompiendo con nuestras revoluciones.
“Ni golpes de estado ni golpes a las mujeres” (consigna creada por las Feministas
en Resistencia de Honduras)
El deseo
Nuestros cuerpos están celebrando la vida, aunque tengamos heridas y dolores en la piel
y el corazón. A pesar de los golpes y las violencias que sufrimos, creemos que el motor
de las revoluciones que protagonizamos es el amor, y el deseo de cambiarlo todo.
Cuando pareciera que nos corrieron de la pantalla, ahí estamos. Después de siglos de
considerarnos invisibles, nos manejamos en la invisibilidad con una libertad que los
poderosos no conocen. Las feministas plurinacionales cultivamos la esperanza, el
placer, alimentamos los sueños, y sabemos ser felices en las luchas en las que nos
encontramos. La rebeldía, la autonomía, la libertad, están en nuestro ADN.
Estamos en el camino, dibujamos los horizontes, y sabemos amar.
Nuestra revolución deslumbra, en todas las fases de la luna.
Claudia Korol