Está en la página 1de 4

Ensayo actos fallidos

Aquel momento en donde el inconsciente es lucido en parcialidad o actos fallidos como los
llamo Freud (1916), actos singulares y partes de la vida anímica total efecto para poder
encontrar, desarrollar comunicaciones que toquen lo más íntimo de su vida anímica, todo lo
que como persona socialmente autónoma tiene que ocultar a los otros y, además, todo lo
que como personalidad unitaria no quiere confesarse a sí mismo Freud (1916).

La sociedad esta inclinada por crear tabús de algo que no gusta, lo ingrato para la mayoría
se convierte en incorrecto y pone entre dicho las verdades de hechos con argumentos
lógicos y fácticos.

El principio [Fehlleistungen, concepto implementado por Freud en el ingles lo se acuño en


el termino parapraxes.] Freud (1898) nos introduce mas en tras fondo al mecanismo
psíquico del olvido; como cuando, “como cuando alguien quiere decir algo y dice en
cambio otra palabra” el desliz verbal (Versprechen = trastrabars), Freud (1916), en casos
parecidos puede variar la ocurrencia, por ejemplo: el desliz en la lectura (Verlesen) cuando
le ocurre escribiendo, sea que pueda corregir eso o no o cuando alguien, en el escrito de
otro, lee algo diverso de lo que ahí se dice, lo mismo si oye de manera incorrecta algo que
se le dice, el desliz auditivo (Verhoren) sin que exista ninguna afeccion orgánica de su
capacidad auditivo; cabe mencionar el “olvido {Vergessen}, pero no uno permanente, sino
sólo temporario; por ejemplo, cuando alguien no puede hallar un nombre que sin embargo
conoce y que por regla general” Freud (1916).

Plantearnos los primeros hechos, estos para dar desarrollo al acto mismo lo que un hombre
que por lo demás habla correctamente quizá cometa un desliz verbal:

 si está algo indispuesto y fatigado


 si está emocionado
 si es solicitado en demasía por otras cosas

En efecto, la parapraxes se muestra con mayor frecuencia cuando se esta fatigado, se tiene
migraña o esta próxima.

Se a de resaltar el hecho de cuando se esta emocionado, esto asimilar cierto nerviosismo en


consecuencia el confundir palabras, y “trastrocamos las cosas confundidas” (Vergreifen)
Freud (1916), al igual que la multitud de acciones irreflexivas que se hacen notar cuando se
esta distraído, cabe aclarar cuando se esta concentrado en otra cosa, como ejemplo el
olvidar las llaves del apartamento por pensar en los problemas escolares; estos otros actos
dan entrada a la indisposición, dan una fundamentación fisiológica a la falla del organismo;
excitación, fatiga, distracción son factores de otro tipo que podrían llamarse
psicofisiológicos. Tanto por la fatiga como por la distracción, y quizá también por la
excitación general.
Encontramos que las acciones fallidas/olvidos sucede de la misma manera en personas que
no están fatigadas, distraídas ni emocionadas, sino que en todo sentido se encuentran en su
estado normal, a menos que precisamente a causa de las acciones fallidas se quiera atribuir
a las personas en un estado de emoción que ellas mismas no confiesan.

Varios factores en decisión se cumplen de manera puramente automática, y no obstante se


ejecutará con total seguridad. El dividuo realizara la actividad en donde es un experto,
eficientemente. Desde luego, también puede estar confundido alguna vez, pero si al realizar
de manera automática hubiera de acrecentar el peligro de que ello ocurra, precisamente el
experto, que por su gran ejercitación ejecuta de manera por entero automática, sería el más
expuesto a este peligro.

Y entre las parapraxes hay en verdad muchos fenómenos colaterales que no se comprenden
ni se nos aclaran por las explicaciones propuestas hasta ahora.

Como nos menciona (S. Freud tomo XVII introducción al psicoanálisis, 2 conferencia. Los
actos fallidos, 1916), si alguien, por ejemplo, olvida temporariamente un nombre, ello le
enfada y a toda costa quiere recordarlo y no puede cejar en el empeño. ¿Por qué el enfadado
logra tan raras veces dirigir su atención, como quisiera, a esa palabra que, según dice,
«tiene en la punta de la lengua» y que al instante reconoce si la oye mencionar ante él? O
bien: hay casos en que las operaciones fallidas se multiplican, se encadenan unas con otras,
se sustituyen unas a otras. La primera vez habíamos olvidado una cita; la vez siguiente, en
que nos hicimos el designio de no olvidarla, comprobamos que por error habíamos anotado
otra hora. Por ciertos rodeos buscamos acordarnos de una palabra olvidada, y entonces se
nos escapa un segundo nombre que habría podido servirnos para encontrar el primero. Y si
ahora perseguimos ese segundo nombre, se nos sustrae un tercero, etc.

Llegamos al entendimiento donde nos menciona Freud (1916) ¿hay algo que en el caso
particular me impone, entre todas las maneras posibles, una manera determinada de
trastrabarme, o ello queda librado al azar, al capricho, y nada racional puede aducirse para
esta pregunta?
Dos autores, Meringer y Mayer (un filólogo y un psiquiatra), hicieron ya en 1895 el intento
de abordar la cuestión del trastrabarse desde este costado. Reunieron ejemplos y los
consideraron primero desde puntos de vista puramente descriptivos, distinguen las
desfiguraciones que el trastrabarse ocasiona en lo que se tenía la intención de decir, como:

 permutaciones
o Es un caso de permutación si alguien dice «La Milo de Venus» en lugar de
«La Venus de Milo» (permutación en la secuencia de las palabras);

 anticipaciones del sonido (Vorklang)


o Combinar lo literal y contextual de dos palabras dando alusión a un termino
para definir el hecho

 posposiciones del sonido (Nachklang)


o Cambiar de manera contextual el mensaje a través de una palabra homófona.
 mezclas (contaminaciones)
o En este caso la palabra se mezclará literalmente, a diferencia de las
anticipaciones del sonido las palabras deben variar el sonido de la palabra.

 recambios (sustituciones)
o Se ha de sustituir la palabra por completo, sin cambio en la gramática.

Un ejemplo de esta índole ha sido descubierto por O. Rank [1910c] en Shakespeare. Se


encuentra en El mercader de Venecia, en la famosa escena en que el pretendiente preferido
debe elegir entre los tres cofrecillos, y quizá no puedo hacer nada mejor que leerles aquí la
breve exposición de Rank:

En El mercader de Venecia de Shakespeare (acto III, es- cena 2) encontramos un desliz en


el habla motivado con ex trema fineza dramática, brillante como recurso técnico, que nos
deja ver, como el que Freud señaló en el Wallenstein, que los poetas conocen muy bien el
mecanismo y el sentido de esta operación fallida, y presuponen que también los lectores
habrán de comprenderlos. Porcia, compelida por la voluntad de su padre a elegir un esposo
echándolo a suertes, por obra del azar se ha librado hasta ahora de todos los pretendientes
que le desagradaban. Por fin, en Basanio ha encontrado al candidato por quien se siente
atraída, y no puede menos que temer que también a él la suerte le sea esquiva. En su
corazón querría decirle que puede estar seguro de su amor aun si ello sucede, pero su voto
se lo impide. En este conflicto interior, el poeta le hace decirle al festejante bienvenido:

"No os apresuréis, os lo suplico; esperad un día o dos antes de consultar la suerte, ya que si
escogéis mal vuestra compañía perderé; aguardad, pues, un poco: algo me dice {¡pero no es
el amor!)
que perderos no quisiera. [. .. ]
. . .Podría enseñaros
el medio de escoger bien, pero sería perjura,
y no lo seré jamás; podéis perderme, entonces,
y si eso ocurre, me haréis desear pecar
convirtiéndome en perjura. ¡Mal haya vuestros ojos!, me han embrujado y partido en dos
mitades;
Una mitad es vuestra, la otra es vuestra...,
mía, quiero decir; pero si mía, es vuestra,
y así soy toda vuestra"

Justamente eso que ella quería insinuarle apenas, porque en verdad a toda costa debía
callarlo —que aun antes de la elección era toda de él y lo amaba—, es lo que el dramaturgo,
con una sutil y asombrosa penetración psicológica, deja traslucir en el trastrabarse;
mediante ese artificio sabe cal- mar la insoportable incertidumbre del amante, así como la
tensión que el espectador, compenetrado con él, siente frente al resultado de la elección.

Sentido y propósito de su dicho fallido (Fehlrede), La frase suena como una síntesis, una
abreviación, una condensación de varias frases. El mencionar “Mi pareja en su dieta puede
comer lo que “yo” quiera, lo que le gusta…". Es como si hubiera dicho: El puede comer y
beber lo que quiera; pero, ¿qué va a querer él? En lugar quiero yo. La parapraxes deja a
menudo la impresión de una abreviación de esta índole.

La importancia de las influencias acústicas, las semejanzas entre las palabras y las
asociaciones (Assoziation) usuales que parten de estas. Ellas facilitan la parapraxes
mostrando por donde se pueda incitar. Pero cuando yo tengo frente a mí un camino, ¿eso
decide también, como si fuera obvio, que habré de avanzar por él? Hace falta todavía un
motivo para que me decida a hacerlo, y además una fuerza que me empuje hacia adelante
por ese camino. Estas relaciones acústicas y léxicas, lo mismo que las disposiciones
corporales, no hacen sino favorecer el desliz y no puede proporcionar su genuino
esclarecimiento, quizá podría orientarnos lo que sostiene el filósofo Wundt, a saber, que el
desliz en el habla se produce cuando a consecuencia de un estado de agotamiento físico las
inclinaciones a asociar prevalecen sobre la intención que se tenía de decir algo.

tendencia perturbadora

¿cómo averiguarla a partir de la desfiguración?


Esta puede ser comunicada inmediatamente por el hablante; después del desliz, él restaura
enseguida el texto originariamente intentado.

Fue preciso preguntar al hablante por qué se había equivocado así, qué acertaba él a decir
sobre su desliz. De lo contrario, quizás habría seguido de largo después del acto fallido.
Preguntando, dio la explicación con la primera ocurrencia que le vino, esa pequeña
intervención y su éxito, eso es ya un psicoanálisis y el paradigma de toda indagación
psicoanalítica, por ejemplo: joven pierde su lápiz, que es muy querido. El día anterior había
recibido un texto de su amigo, que terminaba con estas palabras: Por ahora no tengo ganas
ni tiempo de prestar atención a tu ligereza y tu pereza. Ahora bien, el lápiz era precisamente
un obsequio de este amigo. Sin esta coincidencia no podríamos haber afirmado, desde
luego, que en esa pérdida participó el propósito de desprenderse del objeto.

“Quien haya vivido suficientemente el suplicio de no poder encontrar algo que él mismo
guardó, tampoco querrá creer en la existencia de un propósito en el extraviar”. Freud (1916)

También podría gustarte