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Ensayo Actos Fallidos
Ensayo Actos Fallidos
Aquel momento en donde el inconsciente es lucido en parcialidad o actos fallidos como los
llamo Freud (1916), actos singulares y partes de la vida anímica total efecto para poder
encontrar, desarrollar comunicaciones que toquen lo más íntimo de su vida anímica, todo lo
que como persona socialmente autónoma tiene que ocultar a los otros y, además, todo lo
que como personalidad unitaria no quiere confesarse a sí mismo Freud (1916).
La sociedad esta inclinada por crear tabús de algo que no gusta, lo ingrato para la mayoría
se convierte en incorrecto y pone entre dicho las verdades de hechos con argumentos
lógicos y fácticos.
Plantearnos los primeros hechos, estos para dar desarrollo al acto mismo lo que un hombre
que por lo demás habla correctamente quizá cometa un desliz verbal:
En efecto, la parapraxes se muestra con mayor frecuencia cuando se esta fatigado, se tiene
migraña o esta próxima.
Y entre las parapraxes hay en verdad muchos fenómenos colaterales que no se comprenden
ni se nos aclaran por las explicaciones propuestas hasta ahora.
Como nos menciona (S. Freud tomo XVII introducción al psicoanálisis, 2 conferencia. Los
actos fallidos, 1916), si alguien, por ejemplo, olvida temporariamente un nombre, ello le
enfada y a toda costa quiere recordarlo y no puede cejar en el empeño. ¿Por qué el enfadado
logra tan raras veces dirigir su atención, como quisiera, a esa palabra que, según dice,
«tiene en la punta de la lengua» y que al instante reconoce si la oye mencionar ante él? O
bien: hay casos en que las operaciones fallidas se multiplican, se encadenan unas con otras,
se sustituyen unas a otras. La primera vez habíamos olvidado una cita; la vez siguiente, en
que nos hicimos el designio de no olvidarla, comprobamos que por error habíamos anotado
otra hora. Por ciertos rodeos buscamos acordarnos de una palabra olvidada, y entonces se
nos escapa un segundo nombre que habría podido servirnos para encontrar el primero. Y si
ahora perseguimos ese segundo nombre, se nos sustrae un tercero, etc.
Llegamos al entendimiento donde nos menciona Freud (1916) ¿hay algo que en el caso
particular me impone, entre todas las maneras posibles, una manera determinada de
trastrabarme, o ello queda librado al azar, al capricho, y nada racional puede aducirse para
esta pregunta?
Dos autores, Meringer y Mayer (un filólogo y un psiquiatra), hicieron ya en 1895 el intento
de abordar la cuestión del trastrabarse desde este costado. Reunieron ejemplos y los
consideraron primero desde puntos de vista puramente descriptivos, distinguen las
desfiguraciones que el trastrabarse ocasiona en lo que se tenía la intención de decir, como:
permutaciones
o Es un caso de permutación si alguien dice «La Milo de Venus» en lugar de
«La Venus de Milo» (permutación en la secuencia de las palabras);
recambios (sustituciones)
o Se ha de sustituir la palabra por completo, sin cambio en la gramática.
"No os apresuréis, os lo suplico; esperad un día o dos antes de consultar la suerte, ya que si
escogéis mal vuestra compañía perderé; aguardad, pues, un poco: algo me dice {¡pero no es
el amor!)
que perderos no quisiera. [. .. ]
. . .Podría enseñaros
el medio de escoger bien, pero sería perjura,
y no lo seré jamás; podéis perderme, entonces,
y si eso ocurre, me haréis desear pecar
convirtiéndome en perjura. ¡Mal haya vuestros ojos!, me han embrujado y partido en dos
mitades;
Una mitad es vuestra, la otra es vuestra...,
mía, quiero decir; pero si mía, es vuestra,
y así soy toda vuestra"
Justamente eso que ella quería insinuarle apenas, porque en verdad a toda costa debía
callarlo —que aun antes de la elección era toda de él y lo amaba—, es lo que el dramaturgo,
con una sutil y asombrosa penetración psicológica, deja traslucir en el trastrabarse;
mediante ese artificio sabe cal- mar la insoportable incertidumbre del amante, así como la
tensión que el espectador, compenetrado con él, siente frente al resultado de la elección.
Sentido y propósito de su dicho fallido (Fehlrede), La frase suena como una síntesis, una
abreviación, una condensación de varias frases. El mencionar “Mi pareja en su dieta puede
comer lo que “yo” quiera, lo que le gusta…". Es como si hubiera dicho: El puede comer y
beber lo que quiera; pero, ¿qué va a querer él? En lugar quiero yo. La parapraxes deja a
menudo la impresión de una abreviación de esta índole.
La importancia de las influencias acústicas, las semejanzas entre las palabras y las
asociaciones (Assoziation) usuales que parten de estas. Ellas facilitan la parapraxes
mostrando por donde se pueda incitar. Pero cuando yo tengo frente a mí un camino, ¿eso
decide también, como si fuera obvio, que habré de avanzar por él? Hace falta todavía un
motivo para que me decida a hacerlo, y además una fuerza que me empuje hacia adelante
por ese camino. Estas relaciones acústicas y léxicas, lo mismo que las disposiciones
corporales, no hacen sino favorecer el desliz y no puede proporcionar su genuino
esclarecimiento, quizá podría orientarnos lo que sostiene el filósofo Wundt, a saber, que el
desliz en el habla se produce cuando a consecuencia de un estado de agotamiento físico las
inclinaciones a asociar prevalecen sobre la intención que se tenía de decir algo.
tendencia perturbadora
Fue preciso preguntar al hablante por qué se había equivocado así, qué acertaba él a decir
sobre su desliz. De lo contrario, quizás habría seguido de largo después del acto fallido.
Preguntando, dio la explicación con la primera ocurrencia que le vino, esa pequeña
intervención y su éxito, eso es ya un psicoanálisis y el paradigma de toda indagación
psicoanalítica, por ejemplo: joven pierde su lápiz, que es muy querido. El día anterior había
recibido un texto de su amigo, que terminaba con estas palabras: Por ahora no tengo ganas
ni tiempo de prestar atención a tu ligereza y tu pereza. Ahora bien, el lápiz era precisamente
un obsequio de este amigo. Sin esta coincidencia no podríamos haber afirmado, desde
luego, que en esa pérdida participó el propósito de desprenderse del objeto.
“Quien haya vivido suficientemente el suplicio de no poder encontrar algo que él mismo
guardó, tampoco querrá creer en la existencia de un propósito en el extraviar”. Freud (1916)