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Conociendo a… Antonio Esquivias

En tu libro El Opus Dei: el cielo en una jaula cuentas tu experiencia en la Obra


¿por qué decidiste hacerte numerario con 16 años?
Bueno, aunque ahora parezca sorprendente era una oportunidad de hacer cosas,
sobre todo a esa edad. Hay que tener en cuenta que también estábamos en la época
de Franco y además encajaba con mi ambiente familiar.

¿Entonces tu entorno pertenecía a la Obra?


No, mi madre acabó uniéndose después, pero mi padre, que era militar estuvo
siempre en contra. Mis hermanos tampoco estaban, ni mi grupo del colegio, pero era
un colegio cristiano y era algo que estaba ahí y tampoco desentonaba en mi círculo.

¿Cómo es la captación que realiza la organización para conseguir nuevos


miembros?
La verdad es que el país es tan diferente ahora que es complicado entenderlo. Mi
colegio era religioso y yo acabé yendo con un grupo a un “circulo de formación
religiosa” que es como se llamaba. Me gustó y me pareció más activo y con
posibilidades que el colegio en el que estaba, que era muy tradicional. En aquel
momento encajaba más con la realidad, te hablaban de estar en la calle, de vivir la
religión a través del trabajo… A mi me gustaba la idea de cambiar las cosas desde
mi vida diaria y en un par de meses me preguntaron si quería hacerme de la Obra y
me uní. Habitualmente antes era así, se hacían muy rápidamente porque era más
moderna a lo que conocíamos. En aquel momento sonaba bien, luego ya dentro era
otra cosa.

Es verdad que se seleccionaba a la gente, el centro al que iba yo cuando me uní


estaba lleno de gente joven. Entre otros pasaron por ahí José María Michavila o Luis
de Guindos cuando yo era director. Y a todos ellos se les seleccionaba por la
capacidad de trabajo, se decía que había que “poner a Cristo en nombre de de las
actividades humanas” y con esa idea era con la que se trabajaba y se motivaba. Pero
la gente iba a ahí estudiar, y el que no, es que no encajaba, no había que echarle.

Cuando me uní al Opus Dei era una organización mucho más moderna que lo que
conocía hasta entonces.
¿Cómo era tu día a día en el Opus?
Bueno, tu vida cotidiana va cambiando poco a poco a medida que te vas metiendo a
la organización que es muy despersonalizante, aunque eso lo sé ahora. Te organizan
un plan de vida donde hay un montón de normas de piedad y el tiempo lo dedicas
prácticamente a eso, a estudiar y a trabajar. Yo estudié Ingeniería agrónoma y
estudiaba, fácilmente diez horas al día, así que me lo saque con matriculas en cinco
años. También me había hecho numerario y no tenia relaciones con chicas así que
todo el tiempo lo dedicaba a trabajar, estudiar y rezar, como un loco.

Al cabo de dos años me incorporé al centro de la Obra que te comentaba, con 18


años, y en poco tiempo empecé a ser director pero el día a día era más o menos lo
mismo. Para que te hagas una idea una jornada normal sería; levantarse a las 6 y
media con “el minuto heroico”, que es levantarte en un minuto, desde que suena el
despertador. Luego ducha de agua fría -que me costaba horrores porque soy muy
friolero-. Después media hora de oración y a las 8 de la mañana la misa, y a las 9
ponerme a estudiar. A las 3 de la tarde iba a clase con media hora de oración, que ya
ni me acuerdo dónde lo metía. Por la noche rosario y examen de conciencia, tres
aves marías y a la cama. Y así día tras día

Mis días en el Opus empezaban a las 6:30 con una ducha de agua fría.
¿Qué supuso para tu vida hacerte numerario?
Pues sobre todo renunciar a las chicas, porque yo tenía una novia que aún es amiga
mía y aunque no era algo muy serio, porque ella vivía en París y nos veíamos de
vacaciones, sí salía con ella y es lo que más me costó.

Pero luego sin embargo no me costó controlar la pureza, que se vigila mucho en el
Opus. Cuando lo cuento la gente no se lo cree, pero mi primer acto sexual fue con
44 años, antes ni masturbación ni nada de nada, porque te decían que era un pecado
horroroso. Y claro, cuando dejé el Opus yo había cosas de adolescencia que no había
vivido, porque toda esa parte te lo bloquean.

Mi primer acto sexual fue con 44 años, antes ni masturbación, ni nada. 


Y en cuanto a los castigos corporales, ¿se exige o es opcional?
Se exige, se exige, todo el mundo lo hace. Las mortificaciones corporales para todos
los numerarios son dos horas de cilicio al día; ese cacharro de pinchos en la pierna, y
dos “disciplinas” a la semana; un latiguillo con el que te das en el trasero. Y cuando
vives en el centro, una vez a la semana los hombres tienen que dormir en el suelo y
las mujeres, todas las noches, en una tabla.

Además hay que hacer una “lista de mortificaciones”, cosas que te gustan y de las
que te vas a quitar como, por ejemplo, el azúcar de café y que son personales de
cada uno. Yo por ejemplo, cuando comía no bebía agua hasta el segundo plato.

Era habitual que fueran cosas relacionadas con la comida y eso es algo que me ha
costado mucho quitarme. Yo comía cualquier cosa que me pusieran, estaba
acostumbrado a eso y cuando iba a un restaurante no sabía qué escoger, le decía a la
gente que me lo pidiera porque no estaba acostumbrado a poder elegir.

Todos los días había que ponerse el cilicio durante dos horas y dos veces a la
semana las “disciplinas”.
¿Cómo decidiste dejar la organización?
Fue un proceso largo, pero digamos que cuando me ordené sacerdote en el ‘89 me
empecé a dar cuenta de que el sacerdocio no era del Opus sino de la Iglesia.
Comprobé que controlaban completamente la dirección espiritual o la “confidencia”
que consiste en que todas las semanas los numerarios hablan con el director y le
cuentan cómo va su vida, estudios, etc. Es una especie de manera de control de
absolutamente todo, porque tú crees que al que obedeces es a Dios pero te están
dirigiendo porque no hay separación entre la “dirección espiritual” y la “dirección”
de la Obra. Cuando fui sacerdote vi cómo hubo gente que me pidió que contara sus
confesiones. El director sabe absolutamente todo de los numerarios, hasta cuántas
veces se masturban o si te gusta una chica. Y eso lo van a usar contra ti para, por
ejemplo ,mandarte a otro sitio si lo consideran. Y eso es una violación al derecho
canónico y a la libertad religiosa.

Cuando fui sacerdote vi cómo hubo gente que me pidió que contara sus confesiones.
¿Cuando decidiste irte te lo pusieron difícil? 
No, había dado ya tanta guerra que no pusieron problemas. Era el año 2000 y yo ya
me había ido a casa de mi madre cuando el Prelado, Javier Etxebarria empezó a
presionarme, a decirme que me estaba jugando la conciencia. Y la verdad la
conversación que tuve con él es una de las conversaciones de las que más orgulloso
estoy en mi vida. Me levanté y me puse a gritarle que yo era responsable de lo que
hacía con mi vida, pero que él iba a ser responsable de todas las personas a las que
estaban machacando la conciencia. Todo esto tuteándole, algo que era impensable a
alguien de su categoría. Fue hora y media de conversación y me quedé tan ancho. Lo
único que me pelearon fue la pensión de jubilación, que primero me dijeron que sólo
me cubrían los años de sacerdote, pero al cabo de un tiempo me dijeron “Roma dice
que no”, y eso sí que lo vi como una presión. Pero yo aún así decidí irme porque
llevaba tres años encerrado sin hacer nada, y por salud me fui y no me preocupé de
nada más.

Me levanté y me puse a gritarle que yo era responsable de lo que hacía con mi vida.
¿Pero no hay algún documento que acredite tus años en la Obra?
Nada, absolutamente nada, ni si quiera fotografías. Pero es que nadie tiene nada.
Cuando me fui pedí la dispensa de sacerdocio pero tampoco lo conseguí.

¿Cómo vivió tu familia tu paso por el Opus?


Mi madre bien, porque también era de la Obra, y lo único que llevó mal fue cuando
lo dejé. Y mi padre lo vio mal siempre porque estaba en contra. Mis hermanos
curiosamente llevaron bien cuando estaba dentro, pero mal cuando me salí porque
creo que les daba miedo que tuvieran que ocuparse de mí porque estuve un año en
tratamiento por depresión.

Hay mucha gente como tú que ha dejado la Obra y ahora hablan sobre esta
organización en portales como Opus Libros. ¿Qué relación tenéis entre todos?
¿Os ayudáis mutuamente?
No, la verdad es que yo estoy bastante desconectado porque no quiero estar media
vida a favor de algo y media vida en contra, quiero pasar página.

Por lo que cuentas todo esto da para una saga entera, ¿En qué te quieres
centrar o cómo vas a enfocar tu libro?
En mi vida. Lo voy a hacer desde ese punto de vista y de cómo una persona con tres
carreras, doctor en Derecho Canónico y mil cosas más, es posible que esté en un
sitio tan manipulador de la conciencia y despersonalizante.

Y para mí es entender también una parte de la historia de España. Cuando yo entré


había muchos miembros del Opus con Franco y eso se ha mantenido en los
gobiernos posteriores, menos con los del PSOE, porque yo he oído personalmente
decir al fundador de la Obra, “socialistas no podéis ser”.

Sin embargo, dices que también vas a hablar de cosas buenas del Opus, ¿cuáles
son?
Bueno, no todo es negativo, al fin y al cabo yo me he sacado tres carreras en el
tiempo que estuve en el Opus y un montón de cultura. También el tiempo de trabajo
con universitarios del año 70 al 84 fue muy positivo y en mis ocho años en Roma
conocí a gente muy interesante con la que me relacioné y aprendí un montón. Y
luego adquirí una serie de valores, como trabajar bien, la organización, ser
responsable con lo que uno hace…. Al fin y al cabo, algo tenias que ver positivo
porque si no, no aguantas 30 años así y eso quiero reflejarlo también en el
libro. Cuando salí es verdad que no tenía nada de nada ni un lugar donde vivir ni
ahorros, pero sí una formación brutal y con eso empecé a trabajar.

Adquirí una serie de valores, como trabajar bien, la organización, ser responsable
con lo que uno hace…
También hablas de libros prohibidos dentro del Opus, ¿cuáles son?
En el Opus los libros que puedes leer van por niveles, del 1 al 6 siendo el 1 los
infantiles y a partir del 4 los que tienes que pedir a los directores para poder leerlos.
Por ejemplo los de Ratzinger, el anterior Papa, estaban prohibidos porque se
consideraba que se alejaban de la doctrina del Opus.

Hablando del Papa y el Vaticano, qué opinas de la opulencia de la Iglesia que


viste en Roma con luego tener quitaros el azúcar del café. ¿No es
contradictorio?
Sí, sí lo es. Tienes que vivir de manera austera pero rodeado de muebles super caros
o pinturas de Tintoretto. Tan austero era todo que cuando salí tuve que ver qué cosas
me gustaban. Pero esto no se lo inventa el Opus, el ascetismo viene del cristianismo
tradicional, lo decía ya Santa Teresa, por eso entonces no me llamaba tanto la
atención.

Tan austero era todo que cuando salí tuve que ver qué cosas me gustaban.
También supongo que en la austeridad que también habrá clases y clases…
No tanto la verdad, la estratificación no es tan clara ni hay tantas diferencias en
general. Sólo en el caso de el Prelado, que vive en una burbuja, y no era capaz de
contactar con cómo vivía la gente, aunque luego me he dado cuenta de que eso le
pasa a todos los gobernantes, es un defecto general de la autoridad.

En el capítulo de muestra cuentas cómo disfrutas del simple hecho de poder


elegir el desayuno, ¿Qué es lo que más aprecias ahora de tu nueva vida?
Pues ese tipo de cosas, levantarme una mañana e irme a comprar churros para
desayunar. Aunque sigo siendo de una austeridad que asusta, me cuesta mucho
gastar. Pero con cualquier cosa soy feliz, con poner una película en la tele soy feliz,
porque hasta eso teníamos controlado. O incluso poder cocinar, porque no he
entrado en una cocina en 30 años y ahora, claro, no sé. Pero aprendo poco a poco y
disfruto con ello.
Pero sobre todo, lo que más aprecio es el cariño. A mi me faltaba afecto,
acercamiento… y las personas necesitan, emoción, cercanía, y es lo que más valoro
ahora.

Con poner una película en la tele soy feliz, porque hasta eso teníamos controlado.
¿Qué opina tu familia actual del Opus y de todo el tema de tu falta de
jubilación?
Bueno, mi mujer es marroquí y musulmana y muy creyente. Ella es mi punto critico
de muchas cosas, porque tiene un prisma muy distinto al que yo conocía, el del
mundo musulmán. A ella hay cosas como la mortificación que no le entran en la
cabeza, y aunque le conté todo desde el principio, no ha visto la magnitud de todo y
la importancia del Opus hasta que ha pasado un tiempo. Además me apoya
muchísimo, con la campaña de Change.org y con la del libro es un apoyo muy
importante. También lo es su hija de 18 años, que es superdotada, y con la que me
llevo y me entiendo especialmente bien, creo que incluso mejor que con su propia
madre (risas).

Hablando contigo me asalta una duda, ¿Cuál es tu relación ahora con la


religión?
Tengo claro que no quiero que nadie se meta en ello, quiero seguir mi propio
proceso, a mi manera.

¿Ahora mismo en qué estado está la negociación con el Opus? ¿Qué crees que
ocurrirá?
Está interrumpido. Creo que va a depender de cómo vaya la campaña de
Change.org, están esperando a ver la fuerza que tiene. Lo primero que ellos me
pidieron fue que retirase unos escritos que hice sobre el Opus porque son muy
sensibles a lo público y por eso decidí lanzar esa campaña.
¿Qué esperas despertar en el publico con tu libro?
Por un lado comprensión, tanto hacia mí como al fenómeno y por otro una visión
diferente de la España de la segunda mitad del siglo XX pero a través de una visión
personal. Y también despertar una mayor sensibilidad sobre los derechos de las
personas, que se tomen medidas para que las instituciones lo respeten. Esa meta lo
que a mí me sacó adelante.

Quiero que se tomen medidas para que las instituciones respeten los derechos
humanos.
¿Qué le dirías al que nos esté leyendo para que apoye tu libro?
Creo que este tercer último punto que te comentaba. Los derechos humanos son la
clave de esta convivencia y tenemos que acercarnos y dar una oportunidad a las
personas. Así es como se puede convivir y apoyar mi libro es apostar en esa línea.

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